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A todos nos encanta recibir regalos, pero algunos son tan especiales que nos cambian la vida.
Imagínese, por ejemplo, que lo sentencian a muerte por haber cometido un crimen. Ahora
imagínese que están a punto de ejecutarlo y que de entre los observadores sale una persona a la
que no conoce y se ofrece a morir en su lugar. ¿Cómo lo haría sentir semejante muestra de amor?
4
De seguro lo haría reflexionar en lo que ha hecho con su vida. Quizás hasta se sentiría
obligado a cambiar su forma de vivir. Es probable que se volviera más generoso y bondadoso y
que decidiera perdonar a quienes le hubieran hecho daño. Estaría eternamente en deuda con la
persona que se sacrificó por usted, ¿no es cierto?
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Lo que Jehová hizo por nosotros mediante Cristo vale muchísimo más que lo que hizo el
hombre de nuestra ilustración (1 Ped. 3:18). Como somos pecadores, desde que nacemos
estamos condenados a morir (Rom. 5:12). Pero, en una enorme muestra de amor, Jehová envió a
su Hijo a la Tierra para que muriera por nosotros (Heb. 2:9). Ese sacrificio acabará con la muerte y
nos permitirá vivir toda una eternidad (Is. 25:7, 8; 1 Cor. 15:22, 26). Así es, todos los que tengan fe
en Jesús podrán vivir en paz y felicidad por la eternidad, ya sea en el cielo gobernando con él, o en
la Tierra, gobernados por el Reino (Rom. 6:23; Rev. 5:9, 10). ¿Qué otras cosas incluye el regalo
que nos ha hecho Dios?

14 Para ilustrarlo: Imagínese una enorme fábrica con centenares de empleados. La falta de

honradez del gerente de la fábrica causa la quiebra del negocio; se cierra la fábrica. Ahora
centenares de personas quedan desempleadas y no pueden pagar sus deudas. Sus cónyuges, sus
hijos y, sí, sus acreedores... ¡todos sufren debido a la corrupción de un solo hombre! Entonces
aparece un benefactor acaudalado que paga la deuda de la compañía y abre de nuevo la fábrica.
La cancelación de esa deuda, a su vez, trae alivio completo a los muchos empleados, sus familias
y los acreedores. Pero ¿participa de la nueva prosperidad el primer gerente? No; ¡él está preso, y
por lo tanto desempleado permanentemente! De igual manera, la cancelación de aquella deuda
única de Adán trae beneficios a millones de sus descendientes... pero no a Adán.

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14 Jehová ve más allá de nuestras imperfecciones y conoce nuestro potencial. Para ilustrarlo: los
amantes del arte no escatiman recursos a la hora de restaurar pinturas y otras obras que se
encuentran muy deterioradas. Por ejemplo, la National Gallery de Londres exhibía un dibujo de
Leonardo da Vinci valorado en unos 30.000.000 de dólares. Cuando un atacante armado con una
escopeta disparó contra aquella obra maestra de casi cinco siglos de antigüedad, nadie recomendó
tirarla porque hubiera sufrido desperfectos. Por el contrario, se iniciaron las labores de restauración
de inmediato. ¿La razón? Para los amantes del arte era valiosísima. Pues bien, ¿no valemos cada
uno de nosotros más que un dibujo de tiza y carboncillo? Efectivamente, así es a los ojos de Dios,
sin importar los daños que nos haya causado la imperfección heredada (Salmo 72:12-14). Nuestro
hábil Creador hará cuanto sea preciso para que los que respondan a su amoroso cuidado disfruten
de la perfección que él restituirá a la humanidad

IMAGÍNESE que está en un hospital. En la sala en que se encuentra, todos los pacientes tienen
la misma enfermedad que usted, una enfermedad mortal e incurable. Pero se entera de que un
médico está tratando de hallar la cura. ¡Con cuántas ansias e ilusión espera los resultados de la
investigación! Tras muchos esfuerzos e incluso sacrificios personales, el médico finalmente
descubre la cura. ¿Cómo reaccionaría usted al enterarse de la noticia? Sin duda sentiría profunda
gratitud y respeto por el médico que lo libró a usted y a tantas otras personas de una muerte
segura.
2 Este podría parecer un caso extremo, pero en realidad nuestra situación es mucho peor, por lo

que necesitamos con urgencia que alguien nos rescate (léase Romanos 7:24). Esa persona es
Jehová, y tanto él como su Hijo han hecho grandes sacrificios para rescatarnos. En este artículo
analizaremos en detalle estas cuatro preguntas: ¿Por qué necesitamos que se nos libere? ¿Qué
precio tuvo que pagar Jesús para conseguir nuestra liberación? ¿Qué precio tuvo que pagar
Jehová? ¿Y cómo podemos demostrar que valoramos todo lo que han hecho por liberarnos?
¿Qué implica el rescate? Puede verse del siguiente modo: Supongamos que tenemos una
computadora, y alguien introduce en un programa perfecto un error (o virus) que corrompe un
archivo electrónico. Esto ilustra el efecto de lo que Adán hizo al desobedecer voluntariamente a
Dios, es decir, cuando pecó. Volvamos a la ilustración. Todas las copias que se hagan del archivo
corrompido se verán afectadas. Sin embargo, no está todo perdido. Puede detectarse el error con
un programa especial y eliminarlo de los archivos y del ordenador. Del mismo modo, la humanidad
ha recibido un “virus” (pecado) de Adán y Eva, y necesita ayuda exterior para erradicarlo (Romanos
5:12). Según la Biblia, Dios hizo posible esta limpieza mediante la muerte de Jesús. Es una
provisión amorosa de la que todos podemos beneficiarnos (1 Corintios 15:22).

Si fotocopiamos un papel con una mancha, esta aparecerá en todas las copias. Los descendientes
de Adán somos, por así decirlo, copias que muestran la marca del pecado, la misma marca que
apareció en Adán, el “original”

UNA mina de carbón cercana a Pittsburgh (Pensilvania, EE.UU.) se inundó súbitamente con
millones de litros de agua. Nueve mineros quedaron atrapados en una burbuja de aire a 73 metros
(240 pies) de profundidad. Tres días más tarde estaban de vuelta en la superficie, sanos y salvos.
¿Cómo fueron rescatados?
Los rescatistas, orientándose con mapas de la mina y con el sistema de posicionamiento global
(GPS), taladraron un agujero de 65 centímetros (30 pulgadas) de anchura hasta donde los
hombres se hallaban apiñados y bajaron por él una jaula. Uno a uno, los mineros fueron alzados
en ella hasta la superficie, saliendo así de lo que hubiera sido su tumba. Por supuesto, todos ellos
rebosaban de alegría y agradecimiento por haber sido rescatados.
Claro está, la mayoría de nosotros nunca quedaremos atrapados bajo tierra como aquellos
mineros, y puede que jamás corramos el riesgo de perder la vida en una catástrofe. Aun así, todos
necesitamos que se nos rescate, pues por nuestros propios medios no podemos escapar de los
estragos que causan la enfermedad, la vejez y, finalmente, la muerte. El fiel patriarca Job lo
expresó muy bien cuando dijo: “El hombre, nacido de mujer, es de vida corta y está harto de
agitación. A semejanza de una flor ha salido y es cortado, y huye como la sombra y no sigue
existiendo” (Job 14:1, 2). Hoy día, unos tres mil quinientos años después, esas palabras siguen
siendo ciertas, pues ninguno de nosotros puede por sí mismo escapar de la muerte, el fatal
desenlace de la vida. Sin importar dónde vivamos ni cuánto nos cuidemos, todos necesitamos ser
rescatados de las garras del sufrimiento, la vejez y la muerte.
Pongamos una comparación para explicar cómo funciona el rescate. Un banco corrupto comete
fraude y se queda con los ahorros de muchas personas inocentes, dejándolas empobrecidas y
cargadas de deudas. Los dueños de la institución reciben su merecido y son condenados a años
de cárcel. Pero ¿qué ocurre con las víctimas? Su única esperanza es que un hombre rico se
compadezca, adquiera el banco y les devuelva su dinero para que puedan saldar sus deudas.
De igual modo, Jehová y su amado Hijo han comprado a los descendientes de Adán y, tomando
como base la sangre derramada de Cristo, han cancelado su deuda de pecado. Es por este motivo
por el que Juan el Bautista pudo decir de Jesús: “¡Mira, el Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo!” (Juan 1:29). El mundo cuyos pecados son quitados es la humanidad, e incluye tanto a
vivos como a muertos.

IMAGÍNESE que se encuentra atrapado en un naufragio. En el momento en que ha perdido la


esperanza, acude un rescatador y lo lleva a un lugar seguro. ¡Qué alivio siente cuando lo aleja del
siniestro y le dice: “Ya está a salvo”! ¿No estaría en deuda con él? Literalmente le debería la vida.
2 En algunos aspectos, este ejemplo ilustra lo que ha hecho Jehová por nosotros. Es patente
que estamos en deuda con él. A fin de cuentas, es quien ha suministrado el rescate, posibilitando
nuestra liberación de las garras del pecado y la muerte. Nos sentimos seguros, conscientes de
que, mientras demostremos fe en ese valiosísimo sacrificio, se nos perdonarán los pecados y
tendremos garantizado un futuro eterno (1 Juan 1:7; 4:9). Como vimos en el capítulo 14, el rescate
es una manifestación sublime del amor y la justicia de Dios.
Ilustración: Digamos que un cabeza de familia se convierte en delincuente y es sentenciado a
muerte. Sus hijos quedan en la miseria y llenos de deudas. Quizás el bondadoso abuelo de ellos
interviene a su favor y, mediante un hijo que vive con él, se encarga de pagarles las deudas y les
presenta la posibilidad de emprender una nueva vida. Por supuesto, para beneficiarse, los hijos del
delincuente tienen que aceptar el arreglo, y, como es razonable, el abuelo quizás les pida que
cumplan con ciertos requisitos como garantía de que no imitarán el derrotero de su padre.

Imaginémonos, a modo de ilustración, que vivimos en una ciudad cuyos residentes trabajan en su
mayoría en una gran fábrica que ofrece buenos salarios y una vida cómoda. Pero todo cambia
cuando la planta cierra sus puertas debido a que el administrador se volvió corrupto y la llevó a la
bancarrota. Al encontrarnos de repente desempleados, ya no podemos pagar las facturas.
Cónyuges, hijos y acreedores se ven afectados por la deshonestidad de un solo hombre. ¿Existe
algún remedio? Sí. Un benefactor acaudalado decide tomar cartas en el asunto, ya que comprende
el valor de la compañía y también se compadece del gran número de trabajadores y sus familias.
Por consiguiente, adopta medidas para saldar la deuda de la empresa y reabrir la fábrica.
La liquidación de esta única deuda supone un alivio para una gran cantidad de empleados y sus
parientes inmediatos, así como para los acreedores. De igual modo, la cancelación de la deuda de
Adán beneficia a muchísimos millones de personas.

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