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Homenaje al árbol, al bosque y lo que allí florece.

Harían falta días en el calendario para celebrar al árbol y conmemorar sus numerosas funciones
ecológicas, sociales, culturales e incluso económicas y políticas. Hace 50 años el Congreso Forestal
Mundial reconocía la importancia de dedicar una fecha mundial al árbol, alrededor de tres décadas
atrás en Colombia se emitía un decreto con dicho objetivo, mucho antes lo hacían en otros países,
ciudades y culturas del mundo. Tan importantes culturalmente que a lo largo de la historia han sido
fuente de inspiración para poetas, trovadores, músicos, pintores, escritores y demás artistas y
artesanos que encuentran su musa en la naturaleza y nuestra relación con ella.

Desde hace siglos los arboles son fuentes indispensables de sustento para la vida humana y para la
evolución de la cultura. No solo eran fuente de alimento con sus frutos, ni sombra con su follaje, ni
hábitat para la fauna, ni medicina con sus hojas, ni leña para la hoguera. También alrededor de la
leña en llamas se construyeron cánticos, danzas y alabanzas, se contaron historias, relatos, mitos,
leyendas y muchas de ellas volvían la mirada al árbol, al bosque.

Hoy por hoy vemos como los bosques son cada vez más reducidos y los arboles más escasos, vemos
como desaparecen de la mano de los bosques algunas de las más importantes narraciones, relatos
y conocimientos ancestrales y tradicionales de aquellas plantas que forjaron las culturas y los
territorios de tan diversas maneras. Para el caso de Colombia no dejan de aparecer reportes de la
deforestación de los bosques amazónicos, no terminan las noticias de como la ganadería extensiva,
los megacultivos de palma y caña, los grandes proyectos mineros y petroleros y otras “Locomotoras
de desarrollo” reemplazan gran parte de la cobertura boscosa del país golpeando a su paso
comunidades enteras.

En Bogotá somos testigos de un modelo antagónico de ciudad que favorece las zonas duras o
sintéticas sobre las áreas verdes, naturales y funcionales. Lamentablemente casi a diario vemos
como son talados los arboles de la ciudad bajo el argumento del “diseño paisajístico”, la “renovación
urbana” o la “recuperación de áreas verdes y espacio público”. La Estructura Ecológica Principal se
encuentra cada vez más reducida, amenazada e insuficiente ante una ciudad que sigue creciendo
desordenadamente y que continúa impactando fuertemente sus aguas, aires y suelos.

Así las cosas, diversos sectores académicos y ciudadanos reconocen hoy más que nunca la
importancia de los árboles y la inmensa necesidad de defenderlos. Tenemos mejor entendimiento
de sus funciones socio-ecológicas en la producción de oxígeno, la fijación de carbono, la protección
contra la erosión, la reducción del riesgo de deslizamiento, la amortiguación de ruidos y olores, la
mitigación de las altas temperaturas producto de la variabilidad y el cambio climático, la reducción
del riesgo de inundaciones y sequias, la contención de la contaminación en el aire, sus beneficios
para la salud y el bienestar y su importante papel en el ciclo hidrológico y el cuidado del agua, solo
para mencionar algunas.

Entendemos entonces que hoy en día conmemorar el árbol no se trata únicamente de dedicar una
fecha a su recordación sino también de reconocer su inmenso aporte a nuestra calidad de vida, sus
diversas funciones socio-ecológicas y su determinante participación en la evolución de las culturas.
Así pues, resulta importante replantear nuestra visión de ciudad y desarrollo hacia una en donde la
relación cultura-naturaleza encarne un homenaje permanente al árbol, al bosque y todo lo que allí
florece.

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