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PALABRA QUE ALIENTA Y ALIMENTA

Sin alimento no hay vida. Una buena alimentación significa que tu cuerpo obtiene todos los
nutrientes, vitaminas y minerales que necesita para trabajar correctamente. Y esto que
constatamos en lo biológico se verifica también en lo que se refiere a la vida interior. Si no
nutrimos alma, mente y corazón con “nutrientes” adecuados fácilmente decaemos, nos
desalentamos, nos fatigamos.

Un consagrado vive de Dios y para Dios, y desde él para los demás; esto le exige fortaleza
interior y una personalidad equilibrada. La Palabra de Dios es y será siempre alimento
sabroso e indispensable para la salud espiritual de cada cristiano; elemento configurador de
la persona que le permite llegar a ser quien es.

La religiosa que vive lejos, efectiva y afectivamente, de la Palabra que anuncia y comparte
con los demás, va perdiendo entusiasmo y puede llegar a caer ante las encrucijadas
existenciales que la vida le presenta. La necesidad de alimentarnos con la Palabra, constante
y conscientemente, implica una aceptación de lo que somos ante Dios. El ser humano es tan
frágil, sobre todo en su mundo interno, que tiene que buscar a su Creador, una y otra vez,
para suplicar que le convierta en su imagen y semejanza.

Recuperar el gusto y amor por la Palabra da a la consagrada motivos y renovadas fuerzas


para su entrega a Dios y a los demás (Is 40,31). No es, por tanto, ocioso el dedicar estos
ejercicios al tema de la Palabra –fuente y alimento de nuestra vocación-, sino ocasión de
reflexión y revisión personal.

«1 Re 19. Elías un profeta alentado y alimentado por la palabra de Dios»

El texto que servirá de base a nuestra meditación personal será del Primer libro de Reyes. La
figura bíblica en la que nos detenemos es Elías, profeta de fuego.

Contextos

Elías fue un profeta hebreo que vivió en el siglo IX a. C. Su nombre es una forma helenizada
que proviene del nombre hebreo Ēliyahū (‫ )אליהו‬y que significa "Mi Dios es Yahvéh". Elías era
oriundo de Tisbé, en la región de Galaad y al oriente del río Jordán. A él se refiere la Biblia en
1 Reyes 17-21 y 2 Reyes 1-2.

1 Re 17,1ss - Elías aparece sorpresivamente en el relato anunciando a Ajab la sequía. Luego,


guiado por la palabra de YHWH, se esconde en un arroyo cercano al Jordán y es alimentado
por cuervos; después, por mandato de Yahvé, va a Sarepta, un poblado cercano, a la casa de
una viuda, en donde el profeta multiplica la comida y resucita a su hijo. Elías se enfrenta a
Jezabel, que había mandado que mataran a los profetas de Yahvé.
1Re 18,20ss - Elías desafía a los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal a que acepten el
sacrificio de un buey en un altar preparado para ser incinerado; en el monte Carmelo los
derrota y los degüella con la ayuda del pueblo, tras lo cual termina la sequía.

Hasta aquí encontramos a un Elías entero, victorioso, que realiza los signos de Dios y goza de
certezas: Dios está con él, puede contemplar en sus propias manos sus obras prodigiosas.

Cambio de situación

Elías era humano sujeto a pasiones similares a las nuestras (Stg 5, 17). Después de su victoria
ante los profetas de Baal, Jezabel promete matar a Elías. Presa del pánico, el profeta
atraviesa 150 kilómetros en dirección suroeste, hasta llegar a Beerseba, ciudad situada cerca
de la frontera sur de Judá. Allí deja a su servidor y se interna en el desierto él solo. El relato
añade que «anduvo por el desierto una jornada de camino». Podemos imaginarlo partiendo
al amanecer, por lo visto sin llevar provisiones consigo. Deprimido, impulsado por el temor y
bajo un calor asfixiante, lucha por avanzar en este territorio agreste y estéril. A medida que
el Sol se pone en el lejano horizonte y el cielo se cubre de tonos rojizos, Elías se va quedando
sin fuerzas. Agotado, se sienta bajo una retama, siendo este arbusto lo más parecido a un
refugio que podía encontrar en aquel árido paraje (1 Rey. 19,4).

Pistas exegéticas

Entramos con Elías en la caverna para pasar allí la noche. Él todavía no sabe qué le sucederá,
pero lo sabe el Señor, que le hace repetir el gesto de Moisés. La caverna recuerda la cavidad
de la peña de la que habla el libro del Éxodo: «Mira, hay un lugar junto a mí; tú te colocarás
sobre la peña. Y al pasar mi gloria, te pondré enuna hendidura de la peña y te cubriré con mi
mano hasta que Yo haya pasado» (Ex 33, 21-22).

«Pero el Señor se dirigió a él y le dijo» (v.9) ¡Al fin Yahvé le habla! Hacía mucho tiempo que
no hablaba a su siervo; en el momento en que Elías huía cansado y desesperado había
mantenido el silencio, a pesar de enviarle el ángel para que lo confortara con un anuncio
enigmático. Podemos pensar con seguridad que Elías sufrió aquella aridez espiritual que es
típica del profeta al que viene a faltar la Palabra. Los salmos a veces expresan este dolor:
«No sea yo, ante tu silencio igual que los que bajan a la fosa» (sal 28, 1). Es la voz dramática
del que, teniendo una misión, en un cierto momento no siente ya la inspiración de Dios, y
todas sus fuerzas desfallecen. Pero en cuento el Señor vuelve a hablar, como cuando la
estrella reaparece ante los Magos, todo comienza a cobrar vida.

«¿Qué haces aquí, Elías?» (v.9 . 13) Hay como un matiz de reproche en la pregunta, que
recuerda aquella hecha a Adán: «¿Dónde estás?» (Gn 3, 9). Mientras el profeta estaba débil,
agotado, quebrantado por la desilusión, Yahvé no le había reprochado nada. Ahora que está
fuerte, que no tiene necesidad de ser alentado porque está retomando el gusto por la
oración, por la soledad, el silencio, la relación con su Señor, Dios empieza a removerle.
El Señor poco a poco pone al descubierto que el grandísimo sufrimiento del profeta, la
amargura que llevaba dentro, provenía de la convicción de que la verdadera religión había
muerto, que la fe en Yahvé se había definitivamente apagado en Israel, y que Yahvé había
abandonado su causa, sus altares, a su pueblo. Por lo tanto es un lamento teológico,
histórico-salvífico, una prueba eclesial-personal. Parece un sin sentido todo lo que se hace a
favor del Reino.

«En aquél momento pasó el Señor» (v.11) Otra expresión célebre en la historia bíblica que
nos recuerda la Pascua: «Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los
primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia
de todos los dioses de Egipto. Yo, Yahvé […] Yahvé pasará» (Ex 12, 12 y 23).

En el versículo 12 tenemos los cuatro signos: viento, terremoto, fuego, susurro de una brisa
suave. No se dice que el Señor estuviese en la brisa, pero se niega que estuviese en los
primeros tres elementos.

Es interesante recordar que en ese trozo están reunidas las diversas tradiciones que
describen la teofanía sobre el Sinaí en el marco de una erupción volcánica, y como un
vendaval. De este modo da el autor el sentido de la presencia de Dios. El viento, el fuego, el
terremoto son símbolos bien conocidos en toda la Escritura; significaron la presencia del
Señor en el Sinaí, en el camino del desierto, y fueron retomados por los Salmos (Ex 13; 19).

Pero no encontramos la brisa suave, aun si reflexionando sobre su origen somos llevados
probablemente por aquella «brisa del día» (cf. Gn 3, 8). Podemos por tanto concluir que el
autor del primer libro de los Reyes juega con símbolos bien conocidos para subrayar
concretamente cómo Elías es rehecho por Yahvé a través del retorno a la Pascua, a la Alianza
sinaítica, e incluso al paraíso terrestre, al primer contacto del hombre con Dios. El significado
general: Dios rebautiza a Elías llevándole a vivir los grandes eventos de la historia de
salvación y quiere premiarle sobre todo con la teofanía de la dulzura, de la familiaridad, de la
relación íntima, amistosa y esponsalicia.

«Al escucharlo, Elías se cubrió la cara con su capa, y salió y se quedó a la entrada de la cueva»
(v.13). Igual que Moisés frente a la zarza ardiente: «Se cubrió el rostro porque tenía miedo
de mirar a Dios» (Ex 3, 6). La pregunta del Señor es la misma que la del versículo 10 porque
Yahvé quiere que el profeta tome conciencia de su equivocada interpretación de la
situación: «¿Qué haces aquí, Elías?»

Después de la respuesta, Dios pronuncia el oráculo, que comprende sobre todo tres
encargos de unción; Él no discute directamente con Elías sino que le da nuevamente fe:
Israel no está acabado, forma todavía parte de los planes de Dios. Yahvé conserva la vida de
siente mil personas, testimoniando así que no ha repudiado a su pueblo (vv.14-18).
Lectio y meditatio

Leamos con atención el texto de 1 Re 19, 1-18, deteniéndonos en algunos detalles:

1. Sentimientos de Elías a lo largo del pasaje


2. Cuántas veces y en qué circunstancias aparecen en el pasaje alusiones a levantarse,
comer y beber.
3. Palabras que Elías dirige a Dios
4. Palabras que Dios dirige a Elías (también por sus mediaciones). Colócalas en dos
columnas y relaciónalas.
5. Manifestaciones cósmicas en 1 Re 19, 11-12. Probables sentidos de estos signos.
6. ¿Cuál sería la situación existencial de Elías después de la teofanía en Horeb?

Para la reflexión personal – Aterrizajes

 Motivos de desaliento - A veces algunas personas se preocupan porque temen que su


obra, su tarea, su servicio no serán apreciados, y se preguntan: ¿Me comprenden? ¿Mi papel
en la Iglesia es apreciado, estimado, comprendido? Razonamientos legítimos pero
evidentemente no tocan la sustancia. No cuentan el hecho de que otros me aprecien más o
menos, no cuenta el hecho de que mi papel sea considerado, reconocido, sino que cuenta
sólo lo que place a Dios: «Vive el Señor en cuya presencia estoy.» Un ejercicio práctico puede
ser el ver cómo vivo estos sentimientos en la oración, en el oficio divino, en la adoración
eucarística.
 Levántate y come – ¿Hago un esfuerzo real por salir de mi situación de tristeza y
desolación interior? ¿Busco en la Palabra el alimento que restaura mi vida?
 ¿Estoy dispuesta a obedecer la voz del Señor, incluso en medio de las pruebas
personales y comunitarias?
 ¿He valorado el silencio como espacio de la manifestación de Dios?
 ¿Tengo esperanza en la Providencia de Dios que actúa en la Iglesia, en la comunidad
religiosa, en la misión encomendada, aun cuando no observo frutos suficientes de
conversión y de fe?

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