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La ciudad de corinto

Situada sobre una estrecha franja de tierra que conecta al Peloponeso con la Grecia del norte, este
centro metropolitano era la encrucijada obligada de todo viaje y comercio tanto del norte al sur como
del este al oeste. Debido a sus dos puertos, Cencreas sobre el lado del Egeo y Lequeo sobre el lado del
golfo de Corinto hacia el oeste, Corinto estaba tan estratégicamente situada que después de haberla
destruido en 146 a.C., los romanos se vieron en la necesidad de reconstruirla en el mismo sitio un siglo
más tarde. Como colonia romana Corinto creció rápidamente y tuvo más de medio millón de habitantes
cuando Pablo la visitó en el curso de su segundo viaje misionero. Era en ese entonces la capital de Acaya.
La ciudad compartía ese común afecto griego por la filosofía y la especulación, pero en un sentido más
derivado que original: no podía enorgullecerse ni siquiera de un sólo hombre de letras. La atención que
se le daba al comercio y a los placeres de la vida no parecía mezclarse bien con los intereses intelectuales.
La gente venía a Corinto a pasarlo bien. Sobre el punto más alto de la ciudad estaba el templo de Afrodita
con sus varios cientos de sacerdotisas que servían a la vez como entretenedoras de la vida nocturna de
la ciudad. Los arqueólogos han recobrado algunas de SUS flautas. Sobre el istmo se encontraba el estadio
en el cual se celebraban torneos atléticos año por medio, torneos cuya popularidad era superada
solamente por los Juegos Olímpicos (cf. 1 Co. 9:24-27). El comercio traía gente de todo tipo a Corinto.
Esta población mixta, junto con la prosperidad del lugar, promovió un espíritu licencioso que era notorio
aun en Grecia. He aquí "una ciudad en la cual toda la brutalidad del occidente y toda la sensualidad del
oriente se encontraban y se unían".

LA FUNDACIÓN DE LA IGLESIA
Es de comprender que Pablo encaró el desafío que le presentaba una ciudad tal con cierta trepidación
(1 Co. 2:3). Día tras día él trabajó con sus manos junto a Aquila y Priscila (Hch. 18:3) y sábado tras sábado
presentaba el evangelio en la sinagoga. Silas y Timoteo le ayudaron en la predicación luego de su arribo
desde el norte (2 Co. 1:19). Cuando la oposición forzó a Pablo a salir de la sinagoga, él encontró refugio
en un lugar cercano y continuó ministrando con considerable éxito entre los gentiles (Hch. 18:8). Aun así,
las cosas parecían estar muy en su contra, y parece haber necesitado estímulo divino, que le fue
concedido de un modo inusitado (Hch. 18:9). Finalmente la oposición judía le llevó ante Galión el
procónsul, ante quien el apóstol fue vindicado y dejado en libertad para continuar su obra durante cierto
tiempo (Hch. 18:18). El asiento desde el cual Galión impartía juicio ha sido excavado hace unos años.
La iglesia era probablemente una muestra representativa de todos los tipos de habitantes locales. En su
mayor parte ellos no se distinguían por sus conocimientos o posición social (1 Co. 1:26ss), si bien el
lenguaje mismo del pasaje sugiere que había excepciones tales como Sostenes (Hch. 18:17; 1 Co. 1:1) y
Erasto (Ro. 16:23). Una persona prominente de tal nombre ha sido inmortalizado en piedra.' Puede ser
que éste haya sido el Erasto de las Escrituras. Algunos de los conversos, parece, habían estado
profundamente esclavizados por el pecado (1 Co. 6:11).

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