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DIOS HACE HOMBRES VALIENTES

2 Samuel 23:8-39; Hechos 4:1-13.

2 Timoteo 1:7.

Predicado por primera vez por ei Pbro. Diego Teh Reyes, en ia congregación “Luz de Vida” de la
col. Bojórquez, de Mérida, Yucatán; el día domingo 12 de Marzo del 2017, a las 18:00 horas.

INTRODUCCIÓN: En la época que los israelitas fueron gobernados por Jueces, Dios habló a un
hombre general de guerra llamado Barac, a quien le dijo: “Ve, junta a tu gente en el monte de
Tabor, y toma contigo diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón; / y yo
atraeré hacia ti al arroyo de Cisón a Sísara, capitán del ejército de Jabín, con sus carros y su
ejército, y lo entregaré en tus manos” (Jueces 4:6b, 7); pero Barac no hizo lo que Dios mismo le
ordenó. La juez en turno, una mujer llamada Débora, que sabía acerca de esta encomienda de
Dios a Barac, al ver que Barac no hacía lo que Dios le pidió, ella le convocó a una conversación, en
la cual Barac le dijo a Débora: “Sí tú fueres conmigo, yo iré; pero si no fueres conmigo, no
iré” (Jueces 4:8). No hay evidencia de que Débora no haya antes querido unirse al ejército que
Barac debería organizar. Pero, en fin, ella acepta el reto de acompañar a Barac. Aunque Débora le
dijo: “iré contigo; mas no será tuya la gloria de la jornada que emprendes, porque en mano de
mujer venderá Jehová a Sisara”(Jueces 4:9a); ella no buscaba la gloria para ella, pues sus palabras
solo fueron una profecía cuyo cumplimiento se dio cuando otra mujer llamada Jael, por fin mató al
capitán Sísara, del ejército del rey Jabín, invasor entre los israelitas. Cuando Débora habló con él,
lo único que sobresalió de Barac es su miedo de enfrentar al enemigo del pueblo israelita de aquel
entonces, pues le dijo a Débora: “si no fueres conmigo, no iré”. Su confianza y seguridad estaba en
ella y no en el Dios que le había comisionado, pues le dice a Débora: “Si tu fueres conmigo, yo
iré”; pero por más valiente que ella sea, Barac tenía que ser valiente por sí solo bajo la guía y
presencia de Dios mismo; pero no fue así. Lamentablemente, el día de hoy también hay hombres
no valientes que no están dispuestos a vivir lo que Dios quiere que hagan.

En la segunda epístola del apóstol Pablo a Timoteo, entre todas las instrucciones pastorales, que
da a este joven pastor, le dice: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder,
de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7). Pablo le enfatiza que lo primero que Dios “no nos
ha dado” es “espíritu de cobardía”, entonces por contraste, aunque el texto no lo dice
literalmente, implica que Dios “nos ha dado espíritu de” valentía. Adicionalmente Dios
también “nos ha dado espíritu de […] poder, de amor, y de dominio propio”. Cada uno de estos
cuatro dones de Dios cuando es dado a un hombre cristiano, fortalecen la formación de sus
valores y carácter personal.

En este mensaje solamente me enfocaré acerca del primer don que sería el de la valentía, por lo
que me propongo predicarles que la valentía necesaria para emprender proyectos en nombre de
Dios, está disponible para los hombres cristianos que demuestran que necesitan ser valientes. /
¿Cómo un hombre cristiano demuestra que necesita ser valiente para emprender proyectos en
nombre de Dios? / A través de diversos pasajes de la biblia les compartiré cómo un hombre
cristiano demuestra que necesita ser valiente para emprender algún proyecto en nombre de Dios.
.

La primera manera como un hombre cristiano demuestra que necesita ser valiente para
emprender algún proyecto en nombre de Dios, y entonces Dios le hace valiente, es que:

I.- DECIDE SER VALIENTE, AUNQUE NUNCA ANTES LO HAYA SIDO.

Lo primero que les voy a exponer en este mensaje es que cuando el rey Saúl perseguía al nuevo
ungido rey de Israel su propio yerno David, dice la historia bíblica algo interesante que ocurrió en
la región de la cueva de Adulam. Samuel nos relata la historia, diciendo: “Yéndose luego David de
allí, huyó a la cueva de Adulam; y cuando sus hermanos y toda la casa de su padre lo supieron,
vinieron allí a él. / Y se juntaron con él todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y
todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y fue hecho jefe de ellos; y tuvo consigo
como cuatrocientos hombres” (1 Samuel 22:1-2); pero se fueron uniendo a David otros muchos
hombres que con honor merecen ser considerandos hombres valientes, que muy pronto formaron
un gran ejército que acabó con la oposición del malvado depuesto rey Saúl.

¿Se dan cuenta quiénes eran los que se unieron a David sabiendo que él estaba siendo perseguido
por hombres de guerra bien armados, y bajo instrucciones de matar a todo aquel que encubra o le
ayude en su huida? Eran los afligidos, los endeudados, los amargados de espíritu, etc… que nunca
habían sido guerreros ni del más mínimo rango. Se necesita no ser cobarde para unirse a un grupo
al que uno sabe que en cualquier momento sería exterminado con la muerte a filo de espada, pues
para ese momento cerca de allí en una ciudad llamada Nob, Saúl había ordenado la matanza
injustamente a filo de espada a 85 sacerdotes de Dios. ¿Qué pues le esperaba a este grupo de 400
hombres? Aunque eran más que aquellos sacerdotes, estaban en las mismas condiciones si armas,
pero Dios les estaba haciendo hombres valientes para defender una causa que no era de hombres
sino de Él (Dios) mismo.

Cuando uno es hecho valiente por don de Dios, uno es capaz de dar hasta la vida por lo que es
justo, y por lo que vale la pena. Aquellos 400 y luego muchos más valientes estuvieron dar
dispuestos a dar su vida por defender y apoyar la justa causa de David, un proyecto de Dios para el
gobierno de los israelitas. En una ocasión que David se encontraba siempre en la misma cueva de
Adulam, quizá tenía sed, y se atrevió a decir: “¡Quién me diera a beber del agua del pozo de Belén
que está junto a la puerta!” (2 Samuel 23:15). El detalle era que en Belén había una guarnición de
filisteos que también eran enemigos de los israelitas, pero dice Samuel que: “Entonces los tres
valientes irrumpieron por el campamento de los filisteos, y sacaron agua del pozo de Belén que
estaba junto a la puerta; y tomaron, y la trajeron a David; mas él no la quiso beber, sino que la
derramó para Jehová, diciendo: / Lejos sea de mí, oh Jehová, que yo haga esto. ¿He de beber yo
la sangre de los varones que fueron con peligro de su vida? Y no quiso beberla. Los tres valientes
hicieron esto” (2 Samuel 23:17). De aquellos 400, salieron estos tres valientes que no dudaron
arriesgar sus vidas para servir trayéndole a su jefe supremo David el agua que él había deseado
beber. Así se dice de otros treinta valientes (cf. 2 Samuel 23:18) que quizá solo fue un redondeo de
un número que pudo haber sido treinta y siete valientes (cf. 2 Samuel 23:39). Estos eran
solamente los jefes valientes que encabezaron a todos los cientos de guerreros que fueron
valientes para apoyar y defenderá David.
Amados hermanos, no se necesita experiencia en valentía para entrarle a los proyectos de Dios,
porque cuando Dios llama a alguien para una misión, siempre da el don que se necesita. Cuando
uno se encuentra en situaciones como la de aquellos hombres afligidos, endeudados, y hasta
amargados, pareciera ser que uno no es apto para liderar proyectos de los planes de Dios, pero lo
que podemos observar de aquellos 400 hombres es que las circunstancias difíciles de la vida
cotidiana, sirven para moldear un mejor carácter con el que uno servirá valientemente proyectos
de Dios. Usted puede ser uno de los valientes de Dios que hoy se necesita para la proclamación del
evangelio de Jesucristo. Dios está haciendo de usted un hombre valiente, aunque nunca antes
usted se haya sentido valiente, pues a los que creemos en Jesucristo como a Timoteo y a Pablo “no
nos ha dado Dios espíritu de cobardía”.

La segunda manera como un hombre cristiano demuestra que necesita ser valiente para
emprender algún proyecto en nombre de Dios, y entonces Dios le hace valiente, es que:

II.- LUCHA POR DOMINAR SU PROPIA COBARDÍA QUE TANTO LE AFECTA.

Muchos tuvimos problemas para tomar la decisión de aceptar las buenas noticias del evangelio de
Dios, porque no lográbamos imaginarnos que sea verdad de Dios. Tuvimos miedos, dudas, e
indecisiones, etc… porque aunque sea difícil de reconocer, había una cobardía en nosotros que
impedía aceptar la gracia de Dios que nos estaba siendo ofrecido. Como que sí queríamos, y como
que no queríamos aceptar el evangelio. Por fin, Dios fue poderoso para capacitarnos y hacernos
valientes para vencer nuestra cobardía, y así pudimos comenzar nuestra comunión con el
evangelio y con Jesucristo. Sin embargo, no se trata solo de comenzar sino también de ser
valientes para cualquier situación que se presente en el transcurso de la práctica de la fe en
Jesucristo, así como para involucrarnos en algún servicio u ocupación que tiene que ver siempre
con las cosas de Dios. De seguro que no siempre resulta fácil, pero sí es posible porque Dios “no
nos ha dado espíritu de cobardía”.

Por ejemplo, el apóstol Pedro tuvo dificultades para ser valiente cuando le era necesario serlo. En
una ocasión cuando vio a Jesús caminar sobre el mar, se atrevió a decirle: “Señor, si eres tú,
manda que yo vaya a ti sobre las aguas. / Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca,
andaba sobre las aguas para ir a Jesús. / Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando
a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!” (Mateo 14:28-30). Quiso ser valiente, y Jesús le
hizo valiente y le preparó las aguas del mar para que Pedro pudiese caminar sobre ella sin
problemas. Pero luego Pedro pensando en su seguridad “tuvo miedo” y comenzó a hundirse, no
porque no quería ser valiente sino porque estaba luchando con la cobardía que estaba en él, sin
embargo, no desistió, sino que pidió que sea salvado del hundimiento.

En otra ocasión cuando Jesús había sido arrestado para ser llevado ante las autoridades para ser
juzgado, Pedro otra vez por su seguridad para no ser descubierto y ser arrestado y también
juzgado, mintió tres veces allá en el patio donde juzgaban a Jesús diciendo que no conocía a Jesús,
no porque ya no quería nada con Jesús, sino porque estaba luchando con su cobardía, pues
después de su tercera negación, no le quedó de otra que reconocer que estaba haciendo mal y se
puso a llorar amargamente de arrepentimiento (cf. Mateo 26:69-75).
Y en otro tercer caso del mismo Pedro, en los primeros años de su ministerio como apóstol,
cuando tuvo el privilegio de estar en la ciudad de Antioquía. Mientras no estaban con él otros
judíos, Pedro comía con los gentiles, acto prohibido en la ley de Moisés, pero que ahora en el
evangelio de Jesús tal mandato de la ley queda abolido; pero cuando llegaron un grupo de judíos,
Pedro con tal de quedar bien con ellos, ya no comía con los gentiles, sino que estaba más con los
judíos porque les tenía miedo a los judíos. Pero Pablo nos dice que: “le resistí cara a cara, porque
era de condenar” (Gálatas 2:11b), y como observó que actuar así es hipocresía, y porque estaba
arrastrando hacia la misma actitud al apóstol Bernabé, públicamente dijo Pablo a Pedro delante de
los judíos: “Si tú, siendo judío, vives como ios gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a ios
gentiles a judaizar? / Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles, /
sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo,
nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las
obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado. / Y si buscando ser
justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de
pecado? En ninguna manera. I Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar,
transgresor me hago” (Gálatas 2:14b-18). Pedro ya siendo apóstol estaba actuando con cobardía a
pesar de que sabía la verdad con respecto al tema de comer con los gentiles, pues Jesús mismo le
había revelado cómo debería él proceder (Hechos 10:10-15), pero no estaba en contra de lo
establecido por Dios, sino que solamente estaba luchando con su cobardía misma, pues amaba su
llamado a predicar el evangelio tanto a judíos como a gentiles. Luego Dios le hizo valiente para no
caer más en la misma situación.

Amados hermanos, las experiencias previas como las que Pedro había tenido con Jesús, la
antigüedad como la que Pedro había tenido andando con Jesús, y el conocimiento como el que
Jesús le había revelado a Pedro, no hace a uno valiente, sino que a pesar de ello uno puede actuar
cobardemente. Es nuestra naturaleza humana la que nos inclina con más facilidad a no actuar
valientemente para una causa de Dios. Pero cuando uno lucha en contra de esta inclinación de ser
cobarde, y uno decide hacer algo con el fin de darle a Dios la gloria, Dios mismo provee a los
hombres cristianos el don necesario para ser sus hombres valientes, pues le recuerda el apóstol
Pablo a Timoteo que “no nos ha dado Dios espíritu de cobardía”. Usted puede ser un valiente de
Dios que puede emprender proyectos de Dios, aunque no haya tenido experiencia previa, y
aunque tenga la tendencia de ser cobarde, pues si usted lucha contra su cobardía entregándola a
Dios, él se la cambia por valentía.

La tercera manera como un hombre cristiano demuestra que necesita ser valiente para emprender
algún proyecto en nombre de Dios, y entonces Dios le hace valiente, es que:

III.- DECIDE SERVIR A LOS PROPÓSITOS DE DIOS.

Los apóstoles Pedro y Juan que fueron los predicadores más destacados de aquellos principios de
la propagación del evangelio, no eran los hombres más educados de aquellos tiempos, ni siquiera
eran medianamente educados, y quizá ni básicamente educados en educación elemental. Su
lengua materna ni siquiera era el griego, ni el hebreo, sino el dialecto arameo, y donde quiera que
se les escuchaba hablar, inmediatamente se les identificaba que eran galileos por su manera
peculiar de expresarse. Sus respectivos padres siempre trabajaron en el oficio de la pesca en el
mar de Galilea, y no tenían otra opción que enseñarles a sus hijos el mismo oficio. Así crecieron
Pedro y Juan, con una formación cultural propia pero digna de personas trabajadoras de una
región pesquera que no tuvieron otras opciones de superación. No eran oficinistas, sino gente
acostumbrada al trabajo pesado, rudo, y aun bajo el calor del sol, y hablaban no elegantemente
como los griegos que desarrollaban pensamientos filosóficos, ni como los romanos que hablaban
el latín original.

En la ocasión reciente al Pentecostés cuando el Espíritu Santo descendió sobre los primeros
creyentes reunidos en Jerusalén, cuando ambos apóstoles por predicar a Jesucristo en Jerusalén
fueron juzgados por “los gobernantes, los ancianos y los escribas, / y el sumo sacerdote Anás, y
Caifás y Juan y Alejandro, y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes” (Hechos
4:5b,6); al escuchar estos cómo se defendían y explicaban sus razones para predicara Jesucristo,
San Lucas acerca de los mismos que les juzgaban, nos relata que “Entonces viendo el denuedo de
Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les
reconocían que habían estado con Jesús”(Hechos 4:13). Quizá en otro tiempo y bajo otras
circunstancias no hubiesen respondido igual, pues en realidad “eran hombres sin letras y del
vulgo”. Su especialidad no es hablar y argumentar, sino es trabajar y hacer relajo entre sus
compañeros de oficio, pero ahora Dios fue quien les hizo valientes para tener las palabras y
respuestas adecuadas para tapar la boca de los enemigos del evangelio. Dios usó a Pedro y a Juan,
tal como eran “sin letras”, haciéndoles valientes para hablar ante las autoridades civiles y
religiosas que equivocadamente procedía en contra de ellos, y por un mal entendido que tenían
acerca del evangelio de Jesucristo.

Amados hermanos, nosotros también somos de la misma fe que Pedro y Juan, a quienes Dios nos
puede usar ante situaciones en las que se necesita de valentía. ¿No sabe usted que decir en
situaciones cuando debe hablar de Jesucristo y su evangelio? ¿Siente usted temor de aceptar una
responsabilidad de algún servicio a Dios, a su iglesia, o al prójimo? Recuerde usted que hay un
salmo que resume la intervención de Dios cuando sus enviados tienen que hablar las buenas
noticias, o cuando tiene uno que hacer algún servicio que implica riesgo, atrevimiento, peligro,
decisión, etc… Dice el Salmo 68 acerca de un grupo de personas que nunca se habían dedicado a
hablar en nombre de Dios, que “El Señor daba palabra; había grande multitud de las que
llevaban buenas nuevas”(Salmo 68:11). Es así como Dios hace valientes a los hombres que están
dispuestos a servir a sus propósitos. Aunque las circunstancias sean difíciles, cuando uno acepta
realizar un servicio en nombre de Dios, Dios le hace valiente. Dios dará lo que hay que decir, Dios
dará si es necesario la fuerza o la habilidad que se necesite, para actuar con valentía. Si usted
decide servir a Dios, Él le hará a usted un hombre valiente para enfrentar aun la más ruda
situación.

La cuarta manera como un hombre cristiano demuestra que necesita ser valiente para emprender
algún proyecto en nombre de Dios, y entonces Dios le hace valiente, es que:

IV.- ORA A DIOS PARA PEDIR LA VALENTÍA QUE NECESITA.

Primero quiero hacer la observación de que Jesús cuando sus apóstoles se sintieron temerosos
cuando en alta mar en una ocasión se desató una tormenta, les dijo: “¿Por qué teméis, hombres
de poca fe?” (Mateo 8:26), lo cual les deja claro que el temor por el cual uno no se arriesga, por el
cual uno no actúa con valentía, su causa principal es la falta de fe o la fe insuficiente. Es verdad
que ellos tenían fe, pero Jesús les dice que su fe era “poca fe”, pues para hacer que el viento y el
mar volvieran a la calma, necesitaban más fe que la que tenían en ese momento. Por eso Jesús
enseñó que la fe da valentía para decirle por ejemplo a un árbol sicómoro que se desarraigue y se
trasplante en el mar (cf. Lucas 17:6). El apóstol Pablo sabía esto, pues en su primera epístola a los
Corintios, le dice: “si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes” (1 Corintios
13:2b). Los apóstoles que andaban con Jesús, cuando aprendieron que ellos no deberían ser causa
de tropiezo de los pequeños; y cuando aprendieron que cuantas veces venga a ellos alguien que
les ha ofendido y les pida perdón, ellos deberían perdonarle. Ellos le dijeron a Jesús: “Auméntanos
la fe” (Lucas 17:5). La fe, obviamente es poder, pero la fe es también la causa de la valentía que
uno necesita para poder vivir y llevar a cabo muchas situaciones cotidianas y cristianas. Eso fue
entonces lo que pidieron los apóstoles a Jesús.

Pero lo que finalmente quiero enfatizar es lo que hicieron los creyentes de Jerusalén que fueron
testigos del encarcelamiento y de la liberación de los apóstoles Pedro y Juan. En su culto de
adoración, hicieron una oración unánime (Hechos 4:24), en la que le dijeron a Dios: “…concede a
tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra” (Hechos 4:29). Ante las amenazas de las
autoridades religiosas y civiles de Jerusalén, se necesitaría denuedo para seguir hablando de
Jesucristo. ¿Qué es denuedo? La NVI traduce la misma oración diciendo: “…concede a tus siervos
el proclamar tu palabra sin temor alguno”. Denuedo es actuar “sin temor alguno”. La versión
DHH lo traduce diciendo: “…concede a tus siervos que anuncien tu mensaje sin miedo”. Denuedo
es actuar “sin miedo”, o en su contraste “con valentía”. Pero, ¿cómo se ve que a ellos les
interesaba ser valientes? Se ve porque eso fue lo que precisamente pidieron en su oración. Y Dios
les respondió su oración, pues San Lucas nos relata que: “Cuando hubieron orado, el lugar en que
estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo
la palabra de Dios” (Hechos 4:31). Hablaban sin temor alguno, sin miedo, o con valentía; pero
tuvieron que pedirlo a Dios en oración.

Amado hermano, ¿Necesita usted ser valiente para hacer algo para la gloria de Dios? Pues ore
usted a Dios pidiendo valentía. Dios por medio de una llenura de su Espíritu Santo le hará a usted
una persona valiente para servir a sus propósitos.

CONCLUSIÓN: Amados hermanos, Pablo y Timoteo, fueron personas que tuvieron temores,
desaciertos, equivocaciones, desánimos, etc…, pero tenían en cuenta que para cumplir con sus
respectivos llamados que Dios les había hecho, tenían que actuar muchas veces con la valentía
que no cualquier persona tiene sino solamente los hombres cristianos a quienes “no nos ha dado
Dios espíritu de cobardía” (2 Timoteo 1:7). No importa si en su pasado usted nunca se había
sentido útil para emprender valientemente un proyecto de servicio, solamente comience usted
hoy, y verá que Dios estará con usted dándole las fuerzas necesarias. No importa si una y otra vez
usted se da cuenta que todavía no es tan valiente para llevar a cabo sus responsabilidades, muy
pronto usted se va a dar cuenta que sí se puede. No importa si usted no había antes servido en un
propósito de Dios, solamente decida servir a sus propósitos y vera usted que junto con su decisión
llegará también la valentía necesaria. No importa si las circunstancias aparentan que usted no
puede hacer algo al respecto de la proclamación del evangelio, usted solamente ore, y Dios le dará
la valentía necesaria aun en medio de cualquier oposición.

Dios hace hombres valientes.

Imitemos la obediencia y la valentía de Jesús

“¡Cobren ánimo!, yo he vencido al mundo.” (JUAN 16:33)

1. ¿Hasta qué grado fue Jesús obediente a Dios?

JESÚS siempre hizo la voluntad de su Padre celestial. La idea de desobedecer a Dios era
absolutamente inconcebible para él (Juan 4:34; Heb. 7:26). Pero debido a las circunstancias que
enfrentó en la Tierra, no le fue fácil ser obediente. Desde el principio de su ministerio, sus
enemigos, entre quienes se contaba Satanás mismo, intentaron convencerlo, presionarlo y
entramparlo para que fuera desleal (Mat. 4:1-11; Luc. 20:20-25). Todos ellos le causaron mucho
dolor, tanto físico como emocional, y finalmente lo mataron clavándolo a un madero de tormento
(Mat. 26:37, 38; Luc. 22:44; Juan 19:1,17, 18). Sin embargo, a pesar del terrible sufrimiento que
experimentó, Jesús fue “obediente hasta la muerte” (léase Filipenses 2:8).

2, 3. ¿Qué nos enseña el hecho de que Jesús fuera obediente a pesar de los sufrimientos?
2
Las experiencias que Jesús vivió en la Tierra le enseñaron cosas nuevas acerca de la obediencia a
Dios (Heb. 5:8). Pero ¿qué más podía aprender sobre este tema que no supiera ya? Después de
todo, había pasado millones de años al lado de su Padre y había colaborado estrechamente con él
como su “obrero maestro” durante la creación (Pro. 8:30). Sin embargo, el sufrimiento que
padeció como ser humano lo puso a prueba, y al resistir fielmente demostró que su obediencia y
su integridad eran absolutas. Todo esto ayudó al Hijo de Dios a crecer aún más en sentido
espiritual. ¿Qué nos enseña su ejemplo?
3
Aunque Jesús era perfecto, sabía que no lograría obedecer a la perfección por sus propias
fuerzas. Por eso le pidió ayuda a Jehová (léase Hebreos 5:7). Nosotros también necesitamos ser
humildes y pedir siempre la ayuda de Dios para no desobedecer. El apóstol Pablo exhortó así a los
cristianos: “Mantengan en ustedes esta actitud mental que también hubo en Cristo Jesús,
quien [...] se humilló y se hizo obediente hasta la muerte” (Fili. 2:5-8). El ejemplo de Jesús
demostró que es posible ser obediente a pesar de vivir en un mundo malvado. Pero ¿cómo
podemos nosotros ser obedientes si, a diferencia de Jesús, somos imperfectos?

Obedientes a pesar de la imperfección

4. ¿Qué implica el hecho de que Jehová nos haya dado libre albedrío?
4
Adán y Eva eran criaturas inteligentes dotadas de libre albedrío. También sus descendientes
poseemos esa capacidad. ¿Qué implica esto? Que tenemos la libertad de elegir entre lo bueno y lo
malo, entre obedecer a Dios y desobedecerle. Pero esa libertad que él nos da conlleva
responsabilidades y trae consecuencias. Así es, las decisiones que tomamos pueden afectar a
quienes nos rodean e incluso podrían significar vida o muerte para nosotros mismos.

5. ¿Qué lucha tenemos todos, y cómo podemos salir vencedores?


5
Los seres humanos imperfectos no somos obedientes por naturaleza, por lo que a menudo nos
resulta difícil seguir las normas de Dios. El propio apóstol Pablo tuvo una lucha interna, como él
mismo reconoció: “Contemplo en mis miembros otra ley que guerrea contra la ley de mi mente y
que me conduce cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (Rom. 7:23). Por supuesto,
es relativamente fácil obedecer cuando no hay que hacer sacrificios ni soportar inconvenientes.
Pero ¿qué hacemos cuando “el deseo de la carne y el deseo de los ojos” crean un conflicto en
nuestro interior? Esos deseos, que surgen debido a nuestra imperfección y al “espíritu del
mundo”, son muy intensos (1 Juan 2:16; 1 Cor. 2:12). De modo que para vencerlos tenemos que
preparar el corazón, es decir: antes de que surja una prueba o tentación debemos resolvernos a
obedecer a Jehová pase lo que pase (Sal. 78:8). La Biblia contiene muchos ejemplos de siervos de
Dios que fueron fieles porque hicieron precisamente eso (Esd. 7:10; Dan. 1:8).

6, 7. ¿Qué ejemplo ilustra lo útil que es el estudio personal para tomar buenas decisiones?
6
Una manera de preparar el corazón es estudiando con diligencia la Biblia y las publicaciones
cristianas. Imagínese en la siguiente situación. Usted está llevando a cabo su estudio personal en la
noche que ha fijado para ello. Le ha pedido a Jehová que le dé su espíritu y que le ayude a poner
en práctica lo que aprenda en su Palabra. Suponga que al día siguiente van a pasar en la televisión
una película que quiere ver. Pero aunque las críticas son muy buenas, se ha enterado de que tiene
algunas escenas violentas e inmorales.
7
Entonces reflexiona en el consejo del apóstol Pablo que se halla en Efesios 5:3: “Que la
fornicación y la inmundicia de toda clase, o la avidez, ni siquiera se mencionen entre ustedes, tal
como es propio de personas santas”. También recuerda la exhortación que dio el apóstol
en Filipenses 4:8 (léase). Y se pregunta: “Si expusiera mi mente y mi corazón a películas como la
que planeo ver mañana, ¿estaría siguiendo el ejemplo de obediencia absoluta de Jesús?”. ¿Qué
haría usted si se encontrara en esta situación? ¿Vería la película a pesar de todo?

8. ¿Por qué no debemos rebajar nuestras normas morales y espirituales?


8
Sería un error rebajar nuestras normas morales y espirituales pensando que somos lo
suficientemente fuertes como para resistir los efectos de las malas compañías, aunque esas
compañías sean los personajes de películas y programas violentos e inmorales. Tenemos que
protegernos a nosotros y a nuestros hijos de las dañinas influencias satánicas. Mucha gente hace
todo lo posible por que su computadora no se infecte con virus informáticos que pueden destruir
información, provocar fallos en el sistema o incluso adueñarse de este para atacar otras
computadoras. ¿Deberíamos hacer menos por protegernos de “las artimañas del Diablo”? (Efe.
6:11, nota.)

9. ¿Por qué debemos resolvernos siempre a obedecer a Jehová?


9
Todos los días tenemos que decidir de una forma u otra si haremos las cosas a la manera de
Jehová. Si queremos obtener la salvación, debemos obedecerle y respetar sus justos principios.
Para demostrar que nuestra fe es real, hemos de seguir el ejemplo de Jesús y ser obedientes
“hasta la muerte”, si es necesario. Jehová recompensará nuestra fidelidad. Jesús prometió: “El que
haya aguantado hasta el fin es el que será salvo” (Mat. 24:13). Claro, la obediencia exige valor,
valor como el de Jesús (Sal. 31:24).
Jesús, el ejemplo de valor por excelencia

10. ¿Qué presiones enfrentamos los cristianos, y cómo debemos reaccionar?


10
En vista de que estamos rodeados por un mundo corrupto, debemos ser valientes para
no contaminarnos con sus actitudes y conductas. Enfrentamos muchas presiones sociales,
morales, económicas y religiosas que podrían alejarnos de Jehová. Numerosos cristianos sufren la
oposición de sus familiares. En muchos países, las instituciones educativas promueven con gran
insistencia la teoría de la evolución, y el ateísmo gana cada día más adeptos. Si queremos
protegernos y resistir la presión, no podemos quedarnos con los brazos cruzados: debemos actuar.
El ejemplo de Jesús nos enseña cómo podemos vencer.

11. ¿Por qué nos da valor pensar en el ejemplo de Jesús?


11
Jesús les dijo a sus discípulos: “En el mundo están experimentando tribulación, pero ¡cobren
ánimo!, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Él nunca se dejó influir por el sistema de cosas.
Nunca permitió que este le impidiera cumplir su comisión de predicar o lo hiciera rebajar sus
normas morales y espirituales. Tampoco nosotros podemos permitirlo. Al orar a Dios, Jesús dijo de
sus discípulos: “Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo” (Juan 17:16).
Si estudiamos el ejemplo de Jesús y meditamos en él, tendremos el valor necesario para
mantenernos separados de este mundo.

Imitemos la valentía de Jesús

12-14. Mencione algunos casos en los que Jesús actuó con valentía.
12
A lo largo de su ministerio, Jesús demostró que era un hombre muy valiente. Con la autoridad
que le daba el hecho de ser el Hijo de Dios, “entró en el templo y echó fuera a todos los que
vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas y los bancos de los que
vendían palomas” (Mat. 21:12). La noche antes de morir, cuando un grupo de soldados vino a
arrestarlo, se interpuso entre ellos y sus discípulos y dijo: “Si es a mí a quien buscan, dejen ir a
estos” (Juan 18:8). Y momentos después, cuando Pedro sacó su espada, le dijo que la guardara,
demostrando así que no confiaba en el poder de las armas, sino en el de Jehová (Juan 18:11).
13
Jesús denunció sin temor la maldad y las mentiras de los maestros religiosos. Les dijo: “¡Ay de
ustedes, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cierran el reino de los cielos delante de los
hombres”. Y agregó: “Han desatendido los asuntos de más peso de la Ley, a saber: la justicia y la
misericordia y la fidelidad [...;] limpian el exterior de la copa y del plato, pero por dentro están
llenos de saqueo e inmoderación” (Mat. 23:13, 23, 25). Los discípulos de Jesús necesitarían tener
ese mismo valor, pues en el futuro los líderes religiosos los perseguirían e incluso matarían a
algunos de ellos (Mat. 23:34; 24:9).
14
Ni siquiera los demonios hicieron que Jesús se acobardara. En cierta ocasión vino a su encuentro
un hombre endemoniado tan fuerte que nadie podía mantenerlo atado, ni siquiera con cadenas.
Sin embargo, Jesús no se dejó intimidar y expulsó a los muchos demonios que tenían dominado al
hombre (Mar. 5:1-13). Hoy día, Dios no nos ha dado el poder de realizar ese tipo de milagros.
No obstante, al predicar y enseñar a la gente, estamos librando una lucha espiritual contra
Satanás, quien “ha cegado las mentes de los incrédulos” (2 Cor. 4:4). Tal como en el caso de Jesús,
nuestras armas “no son carnales, sino poderosas por Dios para derrumbar cosas fuertemente
atrincheradas”, es decir, creencias falsas muy arraigadas (2 Cor. 10:4). ¿Cómo podemos usar esas
armas espirituales? Veamos cómo lo hizo Jesús.

15. ¿De dónde nacía la valentía de Jesús?


15
La valentía de Jesús era real, no simple bravuconería. Nacía de su fe en Dios. Y así debe ser
también en nuestro caso (Mar. 4:40). ¿Cómo podemos tener verdadera fe? De nuevo, Jesús fija el
modelo a seguir. Él conocía a fondo los escritos sagrados y tenía plena confianza en su contenido.
Su arma no era una espada literal, sino la espada del espíritu, la Palabra de Dios. Vez tras vez hacía
referencia a ella para apoyar sus enseñanzas. De hecho, a menudo iniciaba sus declaraciones con
la expresión “está escrito” y pasaba a citar de las Escrituras.*

16. ¿Cómo podemos fortalecer nuestra fe?


16
Para que nuestra fe pueda resistir las pruebas que inevitablemente le sobrevienen a todo
cristiano, tenemos que leer y estudiar la Palabra de Dios todos los días y asistir a las reuniones. Así
se nos quedarán grabadas en la mente las verdades que sustentan nuestra fe (Rom. 10:17).
Además, debemos reflexionar profundamente a fin de que esas verdades echen raíces en el
corazón. Solo una fe viva nos dará el valor que necesitamos para actuar (Sant. 2:17). Finalmente,
debemos pedirle a Dios su espíritu santo, pues la fe es parte del fruto de ese espíritu (Gál. 5:22).

17, 18. ¿Cómo demostró su valor una joven llamada Kitty?


17
Una joven cristiana llamada Kitty sabe por experiencia propia que la fe verdadera da valor.
Desde pequeña, ella sabía que no debía “aver[gonzarse] de las buenas nuevas” en la escuela;
además, realmente quería predicarles a sus compañeros (Rom. 1:16). Año tras año intentaba
hablarles de la verdad, pero le faltaba el valor para hacerlo. Ya siendo adolescente, tuvo que irse a
estudiar a otro lugar y pensó: “Esta vez voy a recuperar todo el tiempo que he perdido”. Kitty le
pidió a Jehová que le diera valor y prudencia, y que se le presentara una buena oportunidad.
18
Llegó el primer día de clase, y los estudiantes tuvieron que presentarse ante sus compañeros.
Algunos dijeron que tenían una religión, pero aclararon que en realidad no la practicaban.
Entonces Kitty se dio cuenta de que esa era la oportunidad que había estado esperando. Cuando le
llegó su turno, dijo con toda claridad: “Soy testigo de Jehová y siempre trato de actuar tal como
manda la Biblia”. A medida que siguió hablando, algunos de sus compañeros empezaron a poner
cara de fastidio, pero hubo otros que prestaron atención y más tarde le hicieron preguntas.
El profesor puso a Kitty de ejemplo por defender sus creencias, y ella se sintió muy contenta de
haber imitado el valor de Jesús.

Sigamos el ejemplo de fe y valor que dio Jesús

19. a) ¿Qué implica la fe verdadera? b) ¿Cómo podemos alegrar a Jehová?


19
Los apóstoles se dieron cuenta de que para ser valientes necesitaban fe; por eso le rogaron a
Jesús: “Danos más fe” (léase Lucas 17:5, 6). La fe verdadera implica más que creer que Dios existe.
Implica confiar plenamente en él, cultivar una relación con él como la que tiene un niñito con su
querido padre. Salomón escribió por inspiración: “Hijo mío, si tu corazón se ha hecho sabio, se
regocijará mi corazón, sí, el mío. Y mis riñones se alborozarán cuando tus labios hablen rectitud”
(Pro. 23:15, 16). De igual modo, Jehová se alegra cuando defendemos con valentía sus justos
principios, y saber esto nos da más valor aún. Imitemos, pues, el ejemplo de Jesús y defendamos
con valor la justicia.

PELEANDO LA BUENA BATALLA

“Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, si vieres caballos y carros, y un pueblo más grande
que tú, no tengas temor de ellos, porque Jehová tu Dios está contigo, el cual te sacó de tierra de
Egipto. Y cuando os acerquéis para combatir, se pondrá en pie el sacerdote y hablará al pueblo, y
les dirá: Oye, Israel, vosotros os juntáis hoy en batalla contra vuestros enemigos; no desmaye
vuestro corazón, no temáis, ni os azoréis, ni tampoco os desalentéis delante de ellos; porque
Jehová vuestro Dios va con vosotros, para pelear por vosotros contra vuestros enemigos, para
salvaros.

Y los oficiales hablarán al pueblo, diciendo: ¿Quién ha edificado casa nueva, y no la ha estrenado?
Vaya, y vuélvase a su casa, no sea que muera en la batalla, y algún otro la estrene. ¿Y quién ha
plantado viña, y no ha disfrutado de ella? Vaya, y vuélvase a su casa, no sea que muera en la
batalla, y algún otro la disfrute. ¿Y quién se ha desposado con mujer, y no la ha tomado? Vaya, y
vuélvase a su casa, no sea que muera en la batalla, y algún otro la tome. Y volverán los oficiales a
hablar al pueblo, y dirán: ¿Quién es hombre medroso y pusilánime? Vaya, y vuélvase a su casa, y
no apoque el corazón de sus hermanos, como el corazón suyo”, Deuteronomio 20:1-8.

Es curioso que el apóstol Pablo le llame “la buena batalla” (2 Timoteo 4:7), porque hay algunas
batallas que no son buenas, pero ésta, la cristiana lo es. La exhortación es para Timoteo que
estaba bajando la guardia y estaba propenso a sucumbir, a perderla, el cansancio y la fatiga habían
producido en Timoteo cierto descenso y aquí se le exhorta a que pelee la buena batalla. En la
primera carta a Timoteo parece que la batalla de él era fuerte, era titánica pero se mantenía; en la
segunda carta a Timoteo contiene muchas palabras de motivación e incentivo para seguir
peleando sin desmayar.

Pero hemos retrocedido hasta el libro de Deuteronomio, porque aquí están las leyes sobre las
guerras, es curioso que el Dios del cielo reglamente la guerra, será por hecho que el pueblo de
Israel iba a tener guerras, conflictos, y entonces entre otras cosas el Señor les dice cómo hacer la
guerra, motivándoles a atender la voz de Él. Los estudiosos de la historia humana dicen que en los
seis mil años de historia que han transcurrido sobre la tierra, sumados todos los tiempos de paz,
no llega a los doscientos años de paz, en los seis mil años, o sea en cinco mil ochocientos años;
siempre ha habido guerras, bien sean regionales, étnicas, internacionales, sea como sea, pero
siempre habrá conflictos en cualquier parte de la tierra, no ha transcurrido época relativamente
larga donde todo el planeta esté en paz, sea política, religiosa, ideológica, regional, étnica, siempre
habrá guerras.
Saben ustedes que por esa ausencia de paz los hombres se vieron abocados a reglamentar las
guerras, en vista de poderlas acabar, les tocó juntarse un grupo de estudiosos y reglamentaron las
guerras. Terminada la segunda guerra mundial se produjo el famoso protocolo de Ginebra, es
precisamente para reglamentar la guerra, como no podían dejar de hacerla, entre ellos
establecieron que: Todo combatiente de cualquier bando que fuere herido, el bando que lo
encuentre distintamente del que fuere debe prestarle auxilio. Si en una guerra cualquiera sea, hay
un vehículo con una cruz roja, pues a esa gente debe respetar y a ese carro también, o si es la
media luna roja allá en el Oriente Medio, hay que respetarlo.

Dios le dice al pueblo de Israel, que van a tener guerra, y ustedes saben que Dios a usted y a mí
nos dijo que vamos a tener guerras, el Señor Jesucristo dijo: “Fuego he venido a traer a la tierra y
qué quiero si ya lo encendí”. Y los cristianos verdaderos sabemos que la vida cristiana es una
guerra espiritual. El libro de Gálatas presenta la vida cristiana, no como una religioncita para andar
despacito, ¡no hermano!, la vida cristiana no es así, y la vida pastoral es una vida de guerra, el
pastor que crea que este es un asunto bonito, que crea que es para disfrutar de un estatus y de
cierta economía se equivoca, así será en una religión pero el auténtico ministerio es una continua
guerra, guerra desde adentro y guerra desde afuera, guerra entre la luz y las tinieblas, entre Dios y
el diablo, entre el cielo y el infierno; es que siempre ese antagonismo se ha dado.

Los jóvenes, los que están iniciando la vida cristiana ¿no les toca vivir todos los días con
tentaciones y presiones internas? Los que están en la universidad o en el colegio terminando ya el
bachillerato, en ese tiempo tienen que vérselas con el mismo demonio o con muchachitas
insinuantes y fáciles; y las jovencitas con muchas presiones porque no se maquillan, porque no
visten minifaldas, porque para ciertas personas son anticuadas; todo esto es una guerra. El padre
de familia, que es una persona responsable en el hogar ¿no tiene que vérselas con mujeres de la
calle, con compañeras de trabajo?, es una guerra continua. La madre de familia, que quiere ser fiel
y tiene principios éticos y morales; que es presionada por la comadre, por la vecina; esa es la
guerra a la que Dios nos ha llamado a combatir. No hay forma de eludirla, no hay opción de
descansar en ella hasta el día en que se transponga a la eternidad y Dios nos llame a su presencia,
mientras ese día llega la guerra bíblica está reglamentada.

La epístola a los Romanos dice que “el ocuparse de la carne es muerte… los designios de la carne
son enemistad contra Dios… y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (Romanos
8:6-8), los que viven en la carne perderán la guerra, que sólo serán victoriosos los que viven en el
espíritu; también el apóstol Pablo dice que “las armas de nuestra milicia no son carnales, sino
poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas” (2 Corintios 10:4). Dios nos ha garantizado
con su ayuda la victoria.

Dios le dice a Israel: “Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, si vieres caballos y carros, y
un pueblo más grande que tú, no tengas temor de ellos, porque Jehová tu Dios está contigo, el
cual te sacó de tierra de Egipto”, Deuteronomio 20:1. Está previendo las posibles condiciones en
que las guerras se iban a dar y que iba sentir Israel en un momento dado, en desventaja numérica
y militar, el ver a tantos enemigos fuertemente armados, es posible que el pueblo fuera víctima
del temor, del desconcierto; mas Dios se anticipa a decirle a su pueblo.

Cuando ya la guerra se va a dar, cuando las circunstancias exijan el enfrentamiento, dice la Palabra
de Dios: “Y cuando os acerquéis para combatir, se pondrá en pie el sacerdote y hablará al pueblo”,
Deuteronomio 20:2. El sacerdote le trasmitía aliento y ánimo al pueblo de Dios; no era el rey, ni
era el general de la guerra, era el sacerdote quien les decía: “Oye Israel, vosotros os juntáis hoy en
batalla contra vuestros enemigos; no desmaye vuestro corazón, no temáis, ni os azoréis, ni
tampoco os desalentéis delante de ellos; porque Jehová vuestro Dios va con vosotros, para pelear
por vosotros contra vuestros enemigos, para salvaros”, Deuteronomio 20:3-4.

En la guerra suya y mía está garantizada la victoria no por nuestra capacidad, no por habilidades
ministeriales. Cuando los obreros crecen, algunos creen que los logros fueron por sus habilidades,
incluso creen que ya no les hace falta esta Palabra, que por tantos años de ministerio ya saben
mucho, hasta dicen o piensan: ¿Qué va a decir el predicador que yo ya no lo sepa? Entonces la
persona entra en un receso y confía en sus conocimientos, por su confianza en sí mismo, por su
estado de apatía e indiferencia, de supuesta madurez, este cree que no necesita de Dios, por eso
se afloja en la oración, por eso afloja en el ayuno, por eso la confraternidad le es indiferente, ¿por
qué? Porque él cree que ya tiene suficiente bagaje, esa persona perderá la batalla, ya la está
perdiendo. ¡Uno necesita todos los días la ayuda del Dios del cielo!

Cuando el sacerdote terminaba de hablar les daba el lugar a los oficiales, estos militares pasaban
revista a todas las tropas y les decían: “¿Quién ha edificado casa nueva, y no la ha estrenado?
Vaya, y vuélvase a su casa, no sea que muera en la batalla, y algún otro la estrene” (Deuteronomio
20:5). Tal vez se miraban unos a otros y el general les dice: ¡Manténganme las manos arriba, haya
hay un lugar vacío para los que les da dolor dejar la casita, así que el que no sienta la intención de
pelear, el que no esté seguro de que Dios lo llamó, por favor dé un paso al costado, tiene toda la
libertad de hacerlo porque esta guerra no es un juego de niños, en esta guerra Dios va y peleará
con vosotros, pero es probable de que no regresen y caigan muertos en esa batalla…! Entonces
parte del pueblo se retiró, pero otros se quedaron con las manos levantadas; El general les dice a
los que se quedaron ¿ustedes, no van a pasar? Ellos responden: ¡No! Yo tengo una casa… si ese
rancho se queda, si ese departamento se queda; no importa que otro la estrene, pero ¡cuenten
conmigo!

Y el pueblo todavía no había ido a la guerra y le hace la segunda pregunta: “¿Y quién ha plantado
viña, y no ha disfrutado de ella? Vaya, y vuélvase a su casa, no sea que muera en la batalla, y algún
otro la disfrute” (Deuteronomio 20:6). Algunos de los que no tienen casa pero tiene una viña, una
pequeña granja, y está a punto de dar cosecha y lo reclutaron justo para cuando iba a dar la
cosecha, eso es lo que le preguntaba el general al pueblo: Levanten las manos quienes tienen una
viña o quienes tienen una heredad, es muy probable que otro disfrute de eso, esta guerra va hacer
tan terrible que muchos podemos quedar muertos, así el que ame más a la parcelita sepa que
tiene la oportunidad de devolverse. Vayan pasando a un lado… E iban pasando y el grupo iba
creciendo, porque muchos que están dentro de las filas aparentan ser guerreros pero no lo son.

En el libro de los Jueces capítulo 7 usted ha leído de Gedeón cuando reclutó treinta y dos mil
(32,000) hombres, y Gedeón pensaba que toda esa gente estaba dispuesta para ir a la guerra, pero
el Dios quien conoce el corazón de muchos, le dijo: “Ahora, pues, haz pregonar en oídos del
pueblo, diciendo: Quien tema y se estremezca, madrugue y devuélvase desde el monte de Galaad.
Y se devolvieron de los del pueblo veintidós mil, y quedaron diez mil” (Jueces 7:3). Por la mañana
se levantó Gedeón, hizo formar las tropas y le quedó diez mil (10.000) hombres, él tenía treinta y
dos mil (32.000); se les fueron veintidós mil (22.000) cobardes, mediocres, pusilánimes; eso les
pasa a muchos reclutas que se les lleva a las malas a combatir, no quisieran, no les gusta, lo que
pasa es que van porque no tienen nada que hacer.

Dios quiere en su ejército gente decidida y determinada, hubieron muchos hombres de Dios
decididos como Policarpo, cuando le dijeron que negara su fe, él dijo: “86 años le he servido a Dios
y sólo me ha hecho bien, ¿cómo puedo negar a mi Dios, que hasta el momento me ha guardado de
todo mal, y además me ha sido fiel en redimirme?” Estas palabras enfurecieron más a su
transgresor. Estamos viviendo una época de cobardía, donde más de uno se apoca, y donde Dios
está pasando revista a su pueblo para ver con quiénes va a la batalla. Esta gente se regresó,
Gedeón dijo: ¡Me quedan 10.000, bueno los otros eran 120.000! Entonces, él contento con sus
10.000 pero de pronto el Señor le dice: “Aún es mucho el pueblo… Con estos trescientos hombres
que lamieron el agua os salvaré…” (Jueces 7:4-7). ¡Para Dios no es difícil salvar con muchos o con
pocos!

Y esta obra la ha ubicado Dios en el concierto de concilios, no como una más sino como una
dentro de la obra de Dios, el Movimiento Misionero Mundial es una obra donde para estar dentro
de ella se requiere valentía y carácter, no solamente como pastor o líder sino como miembro,
desde la banca, aquí uno se ciñe y empuña la espada o se acobarda y se vuelve como tantos que se
han regresado. Por eso es importante que el pastor y el líder instruyan doctrinalmente al pueblo.
Usted no ha visto a tantos muchachos que los amonestamos, porque andan con los pantalones
aquí abajo mostrando la ropa interior, con una cresta así que parecen piel roja, ellos piensan que
de esa manera se sirve a Dios; ¡un momento joven! ¿Para dónde cree que va? Pues si es así, hay
otra iglesia donde le reciben con todo y cresta, pero nosotros queremos servir a Dios como la
Biblia manda, y desde un principio somos llamados para ser soldados de Cristo, la Biblia llama a
Dios: “Jehová de los ejércitos”.
Lo material ha privado a muchos de ser soldados de verdad. Hay pastores que lo único que les
importa es lo que la iglesia produce, pero no la iglesia como tal, ¿saben que hay lideres que se
acobardan en dar la doctrina por temor a que se le desaparezca un diezmo o una ofrenda que
alguien trae?, ¿sabe que hay pastores que por tener cierto estatus económico, social o político,
aliviana el mensaje?, dice para no ofenderlo, eso es triste, lo que le importa es la economía, así la
gente se le pierda. El verdadero hombre de Dios debe retar al pueblo en el nombre de Jesús, si
cree que no es capaz de esto, si cree que esto le queda grande, ahórrenos tiempo. Ese interés por
lo material lo detiene, le preocupa la casa, la viña.

Así como aquí hay algunos que están esperando si se aliviana el líder, según ellos estos líderes son
muy duros, son muy drásticos, que son viejitos prostáticos (como dijo un irreverente muchacho),
anticuados, etc., cuando esto afloje es ahí donde vamos a ocupar. En la batalla no puede ninguno
acobardarse, ni bajar de los niveles, así que ahí quedaba toda esa gente que no tenía nada, pero
de pronto ese oficial de ejército, le hacia esta pregunta: “¿Y quién se ha desposado con mujer, y
no la ha tomado? Vaya, y vuélvase a su casa, no sea que muera en la batalla, y algún otro la tome”
(Jueces 7:7).

Imagínese usted un ejército que de pronto se componen de gente joven, es muy probable que en
una tropa como la nuestra en este país o en cualquier otro, que reclutan aquí desde los 17 hasta
los 28 ó 30 años, en esa edad es donde hay más compromisos sentimentales, el que no ha
conseguido novia en esa edad es posible que no la consiga de ahí para arriba, y la joven que no se
haya sido comprometida sentimentalmente, es probable que de ahí para abajo sea más difícil, así
que es probable que dentro de esa tropa el 90% de los soldados tenían novia o estaban
comprometidos para casarse, ellos no esperaban esa pregunta del oficial, cuando ya lo material
pasó, él fue a lo sentimental, a lo profundo de los ánimos. ¿Qué va hacer?, ¿o es que va a ir a la
guerra, va a empuñar la espada, y va a estar peleando pensando en la noviecita y mandándole
mensajitos de texto? Más de un recluta en las orillas de la carretera, distraídos, que le pueden caer
encima y acabarlo ahí, por descuidado y por pusilánime, la mayoría de los soldados viven
distraídos con el celular, conversando con las muchachas, con los amigos.

Así es que comenzaron a desfilar y a pasar para el otro lado y pasaron una gran cantidad de
hombres. Siempre la gente tiene un pretexto o excusa para eludir sus responsabilidades. En Lucas
14:16-24 Jesús dijo: “Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. Y a la hora de la cena
envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado. Y todos a una
comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te
ruego que me excuses. Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego
que me excuses. Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir. Vuelto el siervo, hizo
saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Vé pronto por
las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos. Y dijo
el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar. Dijo el señor al siervo: Vé por los
caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa. Porque os digo que
ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena”.

El Señor al final de esta historia, se propone una iglesia santa y pura y nosotros los pastores
tenemos la obligación de retar al pueblo y de decirle la verdad tal como está escrita, para qué
engañar al pueblo si tiene otros intereses, para qué tener a la gente en los bancos si lo que lo
motiva es lo material, para qué invitamos al pueblo y le decimos que siembre, detrás de
tremendas económicas; no se puede tener una iglesia en esa condición, hay que decirle que es el
Señor del cielo quien lo llama, ¿está usted dispuesto a verse con el enemigo todos los días,
dispuesto a batallar contra el pecado, la maldad, la injusticia?, ¿está usted dispuesto a renunciar a
la impiedad de los deseos mundanos?, ¿está usted dispuesto a renunciar al adulterio, la
fornicación, inmundicia, idolatría, pleitos, celos, injusticias, etc.?

Cuando uno le dice a la hermanita: ¡Ese muchacho no te conviene porque es un mundano!


Prefieren irse de la iglesia antes que someterse al Dios del cielo, a cuántos jóvenes le hemos dicho:
¡Esa muchacha no te conviene porque es una mundana! Y muchos se han ido de la iglesia, han
dejado la santidad, por irse detrás de una mundana minifaldera, para después de pasar y pedir
oración y lagrimear aquí, ¿por qué? Porque se acobardan, lo mueve la carne, la carne los maneja,
no es el Espíritu. Cuántos se salen de un culto a responder una llamada de celular, ¡y ay que no le
conteste! ¡Cobarde, cobarde!; prefiere perderse la bendición de la Palabra y del culto por estar
allá detrás de la carne, perderse el gozo que produce la buena batalla, porque yo quiero decirle
que el que ha peleado la buena batalla sabe en su corazón el sabor del triunfo.

Me hace recordar de un general que tuvo Napoleón en sus tropas, este había perdido en la batalla
partes de su cuerpo, y dice que Napoleón iba en su caballo pasando revista a sus tropas, de pronto
se detuvo ante ese hombre que había perdido parte de su cuerpo: un miembro inferior de la
rodilla hacia abajo, y tenía ahí un pedazo de madera; había perdido un ojo; una oreja; tenía
cicatrices por todas partes; y se queda mirando a ese hombre. El hombre con un ojo se quedó
mirándole y se puso firme, Napoleón lo señaló con la espada, y el hombre le dijo: En Waterloo una
terrible batalla que hubo; y el hombre sonó el muñón y le dijo: Estuve, en la ocupación de
Normandía, estuve… en todas las batallas que él preguntó, el hombre sonaba ese pedazo de palo
contra el piso y le dijo: Estuve ahí… Tenía las marcas en su cuerpo, estaban las evidencias de todas
las batallas que había librado, dice que Napoleón se bajo del caballo, lo condecoró y lo puso como
ejemplo, ahí estaba ese hombre tuerto, un par de dedos perdidos, con un pie perdido, pero
dispuesto en la fila de combate, con la satisfacción de decir: “en todas las batallas estuve”.
Cuántos van a tener la satisfacción cuando Cristo lo llame a su presencia y le pregunte: ¿El ayuno y
la oración? Y podrá decirle: ¡Estuve!; en la colaboración, en la ofrenda; ¡Estuve!; en la
evangelización, en la visitación, en la santidad, en el testimonio, ¿podrá usted decir con toda su
gallardía: estuve Señor con tu ayuda?
Cuando ya todos habían pasado para allá y habían quedado unos poquitos y entre esa gente
habían algunos que decían: Yo no tengo heredad, ni viña, ni nada, ya no puedo sacarle el cuerpo a
este, no tengo novia nada, ya me tocó estar acá, qué más; Pero de pronto volverán los oficiales a
hablar al pueblo, esa gente tenían que volver a retar al pueblo, no era por la casa, no era por la
viña, ni era por la novia, ahora la pregunta es: “¿Quién es hombre medroso y pusilánime? Vaya, y
vuélvase a su casa, y no apoque el corazón de sus hermanos, como el corazón suyo”
(Deuteronomio 20:8).

Ustedes, no tienen novia, no tienen casa, no tienen finca, no tienen heredad, no tienen nada.
Entonces con ustedes voy a contar y mirándoles la cara, les decía: En muchos de ustedes delante
de muchos testigos se nota el miedo y la cobardía, ustedes están aquí porque los reclutaron, pero
está en su corazón tener un pretexto para salir de aquí en esta hora, así que ¿quién de aquí es
hombre medroso, acobardado, mediocre, flojo, cobarde, asustado?, ¿cuál de ustedes les da miedo
pelear, le da miedo combatir? Y ahí entonces empezaron a levantar las manos. Medrosos,
cobardes, pusilánimes le llama la Escritura, que están en los bancos de una iglesia porque les da
miedo que un juicio de Dios les caiga, pero no están dispuestos a empuñar la espada y a enfrentar
al enemigo con todo, ¿cuál de ustedes es medroso y pusilánime?, le preguntaba y más de uno le
dijo: La verdad es que yo no quisiera ir. ¿Saben ustedes que el miedo es contagioso, que la
cobardía es contagiosa?, ¿saben ustedes que la mediocridad es contagiosa?

Hicimos un culto en Bogotá en el año 2,000, nos prestaron un templo, y estaba el Rev. Álvaro
Garavito predicando. Una señora me dijo: ¿ustedes aguantan esa forma de predicar? Y le dije: Sí
señora, esa gente que está ahí son sólo los pastores, y así se les predica a los pastores en esta
obra, nosotros no podemos reunir a los líderes para hablarles cosas bonitas. Un pastor dijo ¿por
qué no nos enseñan a armar una enseñanza homilética? Eso, está en los libros, en la librería,
cómprelo allá, nosotros no podemos reunir a los hermanos para tomar agüita con azúcar y
llenarlos de lombrices espirituales; dice la Biblia que “el alimento sólido es para los que han
alcanzado madurez” (Hebreos 5:14). ¿Sabe que hay gente que cree que es imposible vivir y
enfrentar una batalla de verdad decisiva y que de todas maneras da miedo, y que no creen que se
puede?, pero si hay un pueblo que está dispuesto, los medrosos y pusilánimes transmite el
negativismo, imagínese a Gedeón cuando le dijo al pueblo: ¡El que le dé miedo madrugue!

La Biblia habla de gente valiente, como el caso de Esther, ella retó a las circunstancias y personas,
diciendo: ¡Voy a entrar a ver al rey aunque sea violando la norma, y si perezco que perezca! Así
habla el valiente: yo voy a la batalla pase lo que pase, yo voy a empuñar la espada pase lo que
pase, sabe que el oficial les decía: Porque si usted se queda con el corazón asustado y apocado,
trasmite eso… “Y no apoque el corazón de sus hermanos, como el corazón suyo”. Un pastor que le
dé miedo enseñar la Palabra y retar al pueblo a vivir para Dios porque piensa en el bocadito de
comida, es una persona medrosa, pusilánime y cobarde, que todo lo que le interesa es el dinero
nada más, pero en esta obra no puede vender su mensaje por el diezmo y la ofrenda. Rete al
pueblo a vivir para Dios, y el Dios que lo llamó se encargará de abrir la ventana de los cielos y de
derramar bendiciones en su ministerio y congregación. Esta es una obra de gente valiente, de
gente determinada.

Un presbítero me dijo: Pastor, me vinieron a buscar. Y él estaba abriendo una obra en el pueblo de
Julia y estando en ese lugar, en la carretera precisamente, cuando de pronto se le detiene una
moto al lado y alguien le tendió una pistola y le dijo: ¡Súbase a esa moto! Y él le contestó: Pero
¿qué pasa? Y el hombre le insistió: Súbase a esa moto, súbase porque me mandaron a buscarlo. Y
él presbítero dijo: ¡Si me van a matar pues hágalo ya, porque yo estoy dispuesto! Y le respondió el
hombre: ¡No! ¡Es que yo lo necesito! Entonces el pastor respondió: ¡Guarde esa pistola y vamos!

¿Sabe qué había pasado? Se había endemoniado un tipo, y lo habían sujetado y tenía una fuerza
descomunal y hablaba en otro tono de voz, los que lo conocían decían: Por qué tanta fuerza, y un
descarriado contestó: ¡Es que está endemoniado! Entonces alguien gritó: ¡Traigan un cura y que le
echen agua bendita! Y el descarriado dijo: ¡No, no, eso es peor, hay que traer un hombre que
tenga el poder de Dios!

El mundo exterior valora y admira al valiente que está decidido, el descarriado había dicho: Yo he
visto allá en ese mercado todos los sábados y domingos en la tarde a un joven que se detiene con
megáfono en mano y habla con autoridad, ese tipo tiene a Jesucristo por dentro, vayan y
tráiganlo. Y se fue al pueblo y allá lo encontró y lo trajo, y lo más terrible era el espíritu de
adivinación que tenía esta persona estaba describiendo todo lo que acontecía, el demonio decía:
¡Ya viene, se ha encontrado con el siervo del enemigo Jesús!

Decía el endemoniado: ¡Me va tocar irme!, porque vienen, vienen por tal parte, vienen por tal
camino. Iba describiendo por dónde iba viniendo la moto con el hombre de Dios, y este hombre
comenzó a convulsionar. El presbítero me dice: Cuando esa moto frenó alrededor de esa gente,
cuando bajé de ahí y toqué tierra, sentí una unción, sentía un fuego, una libertad, un poder que
me invadió, luego pasé por en medio de esa gente, y me incliné y le di un grito en la oreja y le digo:
¡Demonio: fuera! Y eso fue instantáneo, quedó medio muerto, quedó libre, se hizo la oración de
fe, se predicó a esa gente, y esa gente cayó de rodillas llorando. ¡Esa es la gente, ese es el pueblo
que Dios quiere en este momento y para esta hora!

En una ciudad hace un tiempo atrás habían más de 15 personas endemoniadas (la mayoría
muchachos de la iglesia), gente revolcándose en el piso, porque hay jóvenes metidos en las iglesias
pero acobardados, materialistas, carnales, es por eso que en el momento de la batalla no tienen
armas con que enfrentar al enemigo y él los apabulla. Una gran cantidad de jóvenes se está
involucrando en problemas morales, en la carne, en la concupiscencia, víctimas del erotismo, de la
pornografía y de cuanta basura hay, sin poder, sin unción, sin autoridad, gente pusilánime y
medrosa dentro de la iglesia.
Escúchenme ahora pueblo de Dios, ha llegado el momento de una batalla decisiva, el gigante se
llama: apostasía, mundanalidad, mediocridad, mundo, el gigante es la tropa que llega en contra, se
llama mediocridad, esa gente que en un tiempo fueron valientes y se acobardaron, se convirtieron
miedosos, y flojos, y ahora transmiten el negativismo. Gente que estuvo entre nosotros peleando
la batalla, se acobardaron en un momento dado, ahora cambiaron el mensaje, ahora cambiaron la
doctrina, ahora se volvieron medrosos y cobardes; en el nombre del Señor en esta noche usted
debe recuperar el valor que Dios quiere que tengamos, esta es la última etapa de la iglesia y Dios
quiere un pueblo determinado a pelear, Dios quiere líderes determinados a pelear la batalla, a
empuñar la espada. La Biblia habla de uno que se le quedó pegada la espada en la mano, fue tan
intensa la batalla, que este hombre cuando quiso soltar la espada le fue imposible; hermanos la
buena batalla de la fe hay que pelearla, y yo le digo iglesia, cada día arrecia la batalla, pero Dios
quiere contar contigo.

Y volviendo a Deuteronomio capítulo 20, nos dice que con este grupo de valientes, de decididos,
que no se acobardaron, que no se fueron, que determinaron pelear la buena batalla; con ellos el
Señor les concedió la victoria. No hay que huir, tenemos el respaldo de Dios, mantengámonos
peleando la buena batalla.

Como le dijo Moisés un día retando al pueblo de Israel: “¿Quién está por Jehová? Júntese
conmigo. Y se juntaron con él todos los hijos de Leví” (Éxodo 32:26). Y cuando él retó al pueblo, los
de Leví dijeron: ¡Cuenta conmigo! Y pasaron al lado de Moisés, y en esta oportunidad quiero
preguntar: ¿Dónde están los valientes, aquí en esta iglesia? ¿Dónde están los que quieren pelear la
batalla? ¿Dónde están los que quieren la victoria en Cristo? ¿Dónde está ese pueblo determinado
a no bajar la guardia, ni acobardarse por los concilios fuertes y poderosos? ¿Dónde está ese
pueblo que dice Señor cuenta conmigo?, este es el tiempo de la batalla, es la hora decisiva, es el
tiempo final.
Cómo vencer un gigante: El ejemplo de David
¿Cómo puede la victoria de David sobre Goliat ser un ejemplo para nosotros en este tiempo
moderno?

La voz del gigante retumbó en todo el valle. «¡Hoy yo he desafiado al campamento de Israel;
dadme un hombre que pelee conmigo!»

Por cuarenta días, cada mañana y cada tarde, había estado Goliat saliendo de las filas y
proclamando su desafío. No es extraño que el ejército y todo Israel «se turbaron y tuvieron gran
miedo». El gigante era de aproximadamente 290 cm de alto – casi el doble de altura que cualquier
otro hombre en el ejército filisteo. No hay duda que era un espectáculo aterrador y horrible.

¿Te ves en esta situación? Quizás también tienes un «gigante» que te ha desafiado. El gigante
orgullo. El gigante desánimo. Irritación. Envidia. Deseos. Estos pueden alzarse amenazantes, y
parecer invencibles. David nos mostró la forma correcta de reaccionar frente a un gigante. Su
actitud cuando enfrentó a este enemigo fue: «¿Quién es este filisteo incircunciso, para que
provoque a los escuadrones del Dios viviente?» No podía comprender cómo alguien podía creer
que podía asumir una pelea contra un ejército dirigido por Dios.

¡También puedes considerarte a ti mismo como un soldado en los escuadrones del Dios viviente!
Estos «gigantes» no tienen ningún derecho a tener poder sobre nosotros.

David muy decidido

David tenía fe en el Dios viviente de Israel, que podía y quería ayudar a todos los que luchaban en
su nombre. La fe de David era tan fuerte que se ofreció voluntariamente para luchar contra el
filisteo. Él no era más que un joven pastor, sin experiencia en batallas, mientras que Goliat era un
guerrero curtido por la guerra desde su juventud, pero esto no significó nada para David. No quiso
escuchar las palabras de duda de aquellos que trataban de disuadirlo.

Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos,
porque ha provocado al ejército del Dios viviente», insistió. «Él también me librará de la mano de
este filisteo.»

¡Dios es fuerte y todopoderoso! ¡David simplemente creía en esto! El gigante formidable no era
nada para él en comparación con lo que Dios era capaz de hacer. Y este poder y fuerza están
completamente disponibles para ti cuando tu gigante te desafía. Cree en Dios. ¡Dirígete a Él, pide
por fuerzas, y te dará todo lo que necesitas para negar el pecado, vencer tus sentimientos, y estar
firme sin ceder! Cuando enfrentamos estos «enemigos», o cuando somos tentados a la envidia o
el desánimo, por ejemplo, entonces no estamos solos. ¡Tenemos al Dios viviente de nuestro lado!

Lucha en el nombre del Señor

La siguiente vez que Goliat emitió su desafío, David tomó su cayado en una mano, y su honda en la
otra. Y, con plena fe en el Dios vivo, fue al frente para enfrentar al filisteo. Cuando vio que David
no era un soldado, sino un muchacho sin equipamiento de guerra, Goliat lo maldijo por sus dioses,
pero David no se inmutó.
«Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los
ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy
en mi mano, y yo te venceré… y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel.»

La piedra que David tiró a Goliat lo hirió directamente en la frente, quedó clavada y cayó sobre su
rostro en tierra. El gran gigante que había aterrorizado al ejército de Israel había muerto a manos
de un joven sin experiencia, a causa de su fe en el poder de Dios. Esta fe viva demostró, sobre toda
duda, que había un Dios en Israel.

Los gigantes de este tiempo

A través de frecuentes ataques contra estos gigantes en tu vida, por medio de la fe y la


perseverancia, también experimentarás que puedes mantenerte firme; no hay ningún razón para
sentirse débil, o que eres incapaz de resistir. El Dios que aseguró la victoria de David también lo
hará contigo. «No me molestarás más, ¡Orgullo! Para siempre he acabado con ustedes, ¡Deseos!
¡Voy contra ustedes en el nombre de Jehová de los ejércitos! El Señor los entregará hoy en mi
mano.» Está escrito en Samuel que David salió tras su enemigo. Él no se paralizó ni se preocupó –
sabía cuál sería el resultado.

Cuando recibimos una tal fe viva y poderosa en lo que Dios es capaz de hacer en nuestras propias
vidas, entonces tenemos las mismas posibilidades. ¡Tenemos el mismo Dios! También podemos
ser ejemplos vivos de lo que Él puede hacer en aquellos que confían en su poder.

Gracias Dios que el poder que estuvo disponible en los días de David está presente e igual de
fuerte en la actualidad.

¡Ten fe! ¡Resiste! ¡No escuches tus sentimientos! No tienes que ceder a las tentaciones. Gracias
Dios que el poder que estuvo disponible en los días de David está presente e igual de fuerte en la
actualidad. Cuando vemos el futuro no necesitamos temer a las tentaciones – ¡como un soldado
en el ejército del Dios viviente podemos considerarlas como batallas ya ganadas! Un día los
«gigantes» que ves en tu vida desaparecerán para siempre. Por fe podemos demostrar que
todavía hay un «Dios en Israel» todopoderoso».
Hay momentos cuando la vida golpea más fuerte que nunca. La enfermedad, los problemas, el
desaliento, la frustración, las caídas, etc, y es ahí dónde necesitamos escuchar la voz que nos dice
“Levántate” y entonces… ocurre el milagro.

* Isaías 60:1-2 “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido
sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti
amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria.”

“¡Levántate y resplandece, que tu luz ha llegado! ¡La gloria del Señor brilla sobre ti!

Mira, las tinieblas cubren la tierra, y una densa oscuridad se cierne sobre los pueblos. Pero la
aurora del Señor brillará sobre ti; ¡sobre ti se manifestará su gloria!”

I. LEVÁNTATE

Cuando Dios en este día nos dice “Levántate”, es porque aquí hay personas que se sienten
hundidas, postradas o atribuladas por diferentes motivos o circunstancias.

Dios ha visto tu corazón, te ha visto cuando estás sólo, cuando oras. Ha visto lo que pasa por tu
mente. Ha visto tus frustraciones, tus caídas, tus luchas. Tu desánimo.

Cada vez que Jesús se dirigió a alguien para decirle “levántate” encontramos a una persona
atribulada por una enfermedad, por un problema que superaba sus fuerzas. Personas que habían
perdido toda esperanza, la fe, el ánimo y la ilusión.

Personas que tras intentarlo una y otra vez, se habían conformado a su condición porque no
hallaban la respuesta ni la salida.

* Juan 5:1-8 Encontramos la historia de un hombre que llevaba 38 años paralítico. 38 años con la
esperanza de poder ser sano, de salir de su opresión. 38 años de desilusión, de desesperanza, de
frustraciones, de preguntas sin responder, etc.

El v.6) “Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser
sano?”

– Jesús lo vio. Para la gente era un enfermo más, un hombre con más con problemas, con
debilidades. Pero para Jesús no pasó desapercibido. JESÚS TE HA VISTO, ha visto tu condición, tu
estado. Jesús te ama y le importa como te sientes y lo que estás pasando.

– Jesús supo que llevaba mucho tiempo así. Jesús sabe lo que te ocurre, sabe por dónde estás
pasando, sabe lo que te cuesta salir de tu situación, sabe que lo intentas, pero sin éxito, sabe que
te duele estar así.

Jesús quería cambiar la situación de esta persona. No hay persona que tenga un encuentro con
Jesús y no sea transformada. A Jesús le importaba lo suficiente como para preguntarle si quería ser
sano, si quería salir de su situación, si quería ser libre.

¿Quieres ser sano? ¿Quieres ser libre? ¿Quieres experimentar el amor de Cristo? Aquí está Jesús
esta mañana. Su sangre derramada nos recuerda que Él nos ama, Él te ama.
Levántate… Fueron las últimas palabras de Jesús antes de transformar la vida de aquel hombre.
Por eso en esta mañana, Jesús te dice a ti: “Levántate”. Es tiempo de levantarse. Es tiempo de
levantarse hermano, es tiempo de levantarse Iglesia.

* Lucas 5:17-26 Encontramos a otro hombre paralítico que dependía de sus amigos para ser
llevado de un lugar a otro.

– Hay personas aquí quizás con una dependencia al pecado, a un vicio, dependen del afecto de
alguien para sentirse amados, dependen de las cosas materiales, de tener amigos para sentirse
aceptado.

– Dios te dice hoy: “Es tiempo de que te Levantes. Levántate.” Es tiempo de que salgas de esa
dependencia.

– Tú no necesitas nada más, sólo a Cristo, sólo su amor.

– No necesitas sentirte aceptado. Cristo ya te aceptó tal y como eres.

– No necesitas que te den afecto para sentirte amado/a, Cristo te ama y su amor es suficiente para
ti.

Por eso Dios te dice hoy: “Levántate. Es tiempo de levantarse.”

* Marcos 3:3 Jesús le dijo a un hombre con la mano seca: “Levántate…”

* Marcos 5:41 Jesús le dijo a la hija de Jairo que había muerto: “Levántate…”

* Marcos 10:49 Le dijeron a un ciego “Levántate” cuando Jesús lo llamaba.

* Lucas 7:14 Nos cuenta la historia de una mujer viuda cuyo hijo había muero e iba a ser
sepultado. La acompañaban mucha gente que iba llorando, haciendo duelo.

Pero Jesús detuvo aquel momento fúnebre, aquel momento de lamento, de muerte, de tristeza de
derrota y con las palabras: “Levántate…” cambió la derrota en victoria, la muerte en vida y la
agonía en esperanza.

– Fueron las palabras que escuchó uno de de los diez leprosos antes der salvado. Levántate (Lucas
17:19)

– Fueron las palabras que el cojo de la puerta del Templo escuchó de Pedro y Juan antes de que su
vida fuese transformada. (Hechos 3:6)

– Fueron las palabras que Pablo escuchó después de tener un encuentro con Jesús en el camino y
ser transformado. (Hechos 9:6)

– Fueron las palabras que Ananías escuchó antes de saber que oraría por aquel que llenaría el
mundo del Evangelio. (Hechos 9:11)

– Fueron las palabras que Eneas escuchó antes de ser sano de ocho años de enfermedad. (Hechos
9:34)

– Fueron las palabras que Pedro pronunció hacia Dorcas antes de que la muerte fuese vencida por
la vida. (Hechos 9:40)
– Fueron las palabras que Pedro escuchó antes de que sus tradiciones se cayeran haciéndose
pedazos dando lugar a la salvación a los gentiles. (Hechos 10:13)

– Fueron las palabras que Pedro escuchó de un ángel y cuándo Pedro se levantó las cadenas de sus
manos cayeron rotas. (Hechos 12:7)

– Fueron las palabras que Pablo pronunció sobre un hombre lisiado de los pies desde su
nacimiento y este hombre acabó andando. (Hechos 14:10)

Por eso hermano/a, Iglesia es tan importante escuchar estas palabras que Dios te dice
hoy: “Levántate”. Es tiempo de levantarse. Entonces el pecado desaparecerá, lo enfermo ser
tornará sano, el corazón endurecido es quebrado, los milagros ocurren, las personas son salvadas,
lo que lleva tiempo muerto comienza a cobrar vida, las tradiciones, complejos o pensamientos
arraigados caen y se derriban, las cadenas son rotas y lo torcido se endereza. Levántate en el
Nombre de Jesús.

II. Y RESPLANDECE

“Levántate y resplandece…”

Resplandecer: “Despedir rayos de luz; sobresalir, aventajarse a algo.”

Dios no te llamó a ser del montón. Eres un hijo una hija de Dios así que comienza a sobresalir, en
tu trabajo, en tus estudios, en tu familia, en tu vecindario.

Daniel sobresalió en sabiduría, lo mismo que los tres hombres que le acompañaban.

José sobresalió, resplandecieron en una nación oscura, idólatra.

“Reflejar gran alegría o satisfacción.” Pero esto sucede cuando das el paso de levantarte y confiar
en Dios. Comienzas a Resplandecer, comienzas a sobresalir por encima de los demás. Comienzas a
sentir una satisfacción y alegría que nada puede darte.

“Levántate y Resplandece Iglesia”. Ha llegado tu tiempo, el tiempo de Dios para tu vida, para tu
libertad, para su salud, para tu salvación, para que salgas del anonimato, para que comiences a ser
Luz, a Resplandecer en medio de la oscuridad.

* Juan 1:5 “La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.”

Es la consecuencia de dar el paso de levantarte: Comienzas a Resplandecer por encima de toda la


oscuridad que te rodeaba. Comienzas a vencer lo que antes te vencía.

Muchas veces que se mencionó la palabra “Levántate” también vemos que una mano se extendía
para ayudar. Dios está extendiendo su mano en esta mañana y te dice: “Levántate y comienza a
Resplandecer”. ¿Cuántos van a coger su mano extendida?

* Isaías 59:1 “He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su
oído para oír;”

Dios te ha visto, ha visto tu aflicción, tu ansiedad, tus luchas, tus pruebas, Jesús te ha visto, para él
no pasas desapercibido, no eres uno más. Entregó hasta la última gota de su sangre por tu nombre
y apellidos, para redimirte, salvarte, sanarte y levantarte. Pero necesitas dar el paso de coger su
mano y comenzar a andar.

CONCLUSIÓN

Pastor, son muchos años así, muchos años de desilusión, de frustración, de pruebas, de luchas, de
caer, de ceder al pecado. ¿Por qué habría de ser diferente esta vez?

Isaías 60:1-2 “porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que
tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti
será vista su gloria.”

(NVI) ¡Que tu luz ha llegado! ¡La gloria del Señor brilla sobre ti! Mira, las tinieblas cubren la tierra,
y una densa oscuridad se cierne sobre los pueblos. PERO la aurora del Señor brillará sobre ti;
¡Sobre ti se manifestará su gloria!

Jesucristo hizo posible tu libertad. Jesucristo hizo posible tu sanidad. Jesucristo te amó, y te sigue
amando y demuestra su amor sobre ti extendiéndote su mano y diciéndote: ¿Quieres levantarte?
Coje mi mano. Tu sólo no puedes. ¿Quieres ser libre, sano, transformado? Coge mi mano y
Levántate.

Deja que en esta mañana pronuncie estas palabras sobre ti para que ocurra el milagro: “Levántate,
levántate, levántate te dice el Señor y comienza a Resplandecer” Levántate y su Gloria vendrá
sobre ti. Levántate y comienza a experimentar el poder transformador de Jesús, de su Gloria.

¿Cuántos deciden levantarse hoy? ¿Cuántos se van a agarrar a la mano de Dios que hoy se
extiende sobre este lugar?

Sal del desierto!

“…Habló Jehová a Moisés, diciendo: 2 Di a los hijos de Israel que den la vuelta y acampen delante
de Pi-hahirot, entre Migdol y el mar hacia Baal-zefón; delante de él acamparéis junto al mar. 3
Porque Faraón dirá de los hijos de Israel: Encerrados están en la tierra, el desierto los ha
encerrado…” Éxodo 14:1-3.

Cuando Israel atravesó el Jordán tras el éxodo hacia la tierra prometida, sucedieron grandes
acontecimientos: cambió de ser un pueblo nómada a un uno sedentario, con casa propia. Sin
embargo aunque el desierto quedo del otro lado su historia, como pueblo esclavo quedo en sus
memorias eternamente aunque con algunos sucesos olvidados.

Tocare tres puntos brevemente sobre el pueblo de Israel en el desierto.

1. Su nacimiento
2. Sus infidelidades
3. Su salida del desierto.

1. Su nacimiento.
En el 1491 a.C. nace en el desierto. El pueblo recuerda como nacieron en ese desierto, y como
habían logrado obtener su libertad y como se estrecharían más los lazos en relación con su dios,
Jehová de los ejércitos, quien los acompañaba en su nacimiento como nación, y en su
demostración de amor por ellos, y la elección como su pueblo al cual llamaría su “especial tesoro”.

2. Sus infidelidades.

El pueblo tenía una estrecha relación de fidelidad y dependencia de su Dios pero pronto, todo
cambiaría, el pueblo se envolvió en las pomposas ostentaciones de los egipcios en su modo de
vida y en su forma de adorar diversas manifestaciones de dioses paganos. Ya que Egipto tenia
riquezas, tenia poder, pero no el privilegio de conocer el Dios todopoderoso Jehová de los
ejércitos.

El pueblo se había ido tras otros dioses y eso iba a acarrear su larga estadía en el desierto y no
solamente eso sino la muerte de sus hombres en este. A excepción de Josué y Caleb, (remanente
fiel). Pero las misericordias de Dios son tan extraordinarias que nunca se aparto de ellos ni de
noche: (columna de fuego) ni de día (columna de nube). El pueblo padecía en el desierto, pero
Jehová estaba con ellos, si tenían hambre le envió mana del cielo, si sed agua de la roca, si deseos
de carne, codornices, si obscuridad nube de fuego para alumbrarlos, si sol candente columna de
nube para cubrirlos. Deuteronomio 8:2-4 dice:

2 Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el
desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar
o no sus mandamientos. 3 Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que
no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el
hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre. 4 Tu vestido nunca se
envejeció sobre ti, ni el pie se te ha hinchado en estos cuarenta años.

Esta es una manifestación gloriosa de la mano misericordiosa de Dios obrando a favor de su


pueblo. Pero el pueblo se inclinaba al mal, y uno de los profetas que se destacaron en pro de que
Israel se volviera con toda fidelidad a Dios fue el profeta Oseas. A quien Jehová utiliza como
instrumento para enseñarles a su pueblo la situación espiritual en la que se encontraban (infieles a
sus enseñanzas y estatutos).

Jehová bien podía haber llevado al pueblo por el lugar de los filisteos donde solo durarían días
para cruzar el desierto, pero dijo Jehová no los llevare por el lugar más cerca para que no teman a
guerrear contra los filisteos. Pero por la dureza en su corazón y la infidelidad, murmuraciones, y
quejas, delante de él fueron llevadas por el desierto por 40 largos años. En el desierto el pueblo
vagaba en un mismo círculo vicioso, no avanzaba, no tenia resultado lo que hacían.

En una ocasión moisés envió doce espías para que reconocieran la tierra y de 12, 10 espías
trajeron noticias negativas, la tierra era buena, pero ahí viene el pero, está habitada por gigantes y
nosotros parecíamos langostas delante de ellos. Esa es una mala actitud que tenían los diez espías
y juntos a las murmuraciones y quejas en contra de Moisés, el mensaje que enviaban era que
Jehová había fallado en preparar el pueblo, que él había elegido para bendecir y llamarle su
“especial tesoro”.
Pero había dos espías que eran la minoría que si trajeron buenas noticias. Su fe era
suficientemente fuerte para confiar completamente en el poder del Dios de sus antepasados, del
que habían oído de sus maravillas. (Noé, Abraham, Isaac y Jacob). Y su noticia fue positiva y
aseguraron su victoria, por que contaban con Jehová de los ejércitos.

3. Salida

Y el resultado fue su salida y su cruce por el río del Jordán.

En Números cap 13 relata la salida milagrosa del pueblo, Jehová no se aparto nunca de ellos.les
dejo instrucciones precisas para su salida las pisadas de los sacerdotes de las aguas junto al arca
del pacto, anunciaban la sorprendente liberación del pueblo del desierto. Y su entrada a la tierra
que fluye leche y miel.

Hoy tu que estas pasando por el desierto y tienes 20, 30, 40, 50 años dando vueltas en tu desierto,
confía, ¡el señor está contigo! ¡él te sostiene de tu mano derecha y te dice no temas!

Aunque pases por el fuego no te quemaras, y si por agua no te abnegaras, yo soy tu Dios que te
sustento, soy tu sanador, soy tu bandera, no hay porque temer.

Las pruebas y las aflicciones son el instrumento que utilizo para enseñarte a tener paciencia, para
probarte como el oro para sacarte el brillo más esplendoroso y así puedas alumbrar a otros.

“No quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube, y todos
pasaron el mar… Pero de la mayoría de ellos no se agradó Dios, por lo cual quedaron tendidos en
el desierto. Estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas
malas… Todas estas cosas les sucedieron como ejemplo [tipo], y están escritas para amonestarnos
a nosotros [anti-tipo]” (1 Corintios 10:1-12).

Conclusión

Tú no estás solo en tu desierto, en tus problemas matrimoniales, en tus problemas económicos, en


tus problemas familiares, en tu vida espiritual, estoy contigo soy tu Dios que te esfuerzo.

Te doy descanso, te multiplico tus fuerzas, no temas ni desmayes.

El desierto no te perteneces, ¡sal de ahí! Eres mi pueblo santo, te aparte para bendecirte, para
guardarte, para cubrirte, para sostenerte, que esperas sal del desierto. Te he llamado para que
andes en lo sobrenatural, para que mires hacia arriba y no hacia abajo, te exhorto a que no te
apartes de mí ni a diestra ni a siniestra. Yo soy tu ayudador.

Tu eres especial no dejes que el desierto diga lo contrario, si el enemigo dice que tú no puedes
Dios dice que si, si él dice que coma del árbol del pecado dile que ya tu eres redimido, levántate,
agarra tus motetes y sal de esa tierra ahí no hay lugar para ti, ya tu prueba paso, ya tus lagrimas
fueron enjugadas, ya tu tristeza fue cambiada, ya tu dolor fue quitado en la cruz, ya no hay porque
lamentarse, mi gracia es suficiente, mi poder se perfecciona en tu debilidad, levántate, ¡SAL DEL
DESIERTO!
LA GRATITUD A DIOS Y EL GOZO

Filipenses 1:3-4 “Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en todas mis
oraciones rogando con gozo por todos vosotros”.

El apóstol Pablo daba gracias a Dios por los filipenses, porque ellos estaban perseverando en el
Señor. Ese es un gran motivo para dar gracias. Como aplicación, podemos decir que los padres
creyentes dan gracias a Dios porque sus hijos perseveran en el Evangelio. Este es un gran motivo
para agradecer a Dios, pero en realidad el cristiano debe dar gracias a Dios por todo y en todo.

La gratitud a Dios es un imperativo moral y una fuerza poderosa

La gratitud a Dios es la actitud correcta del corazón humano perdonado, redimido y bendecido.
Esta gratitud a nuestro Creador, Salvador y Señor está enfatizada en muchos pasajes de la
Escritura. Lucas 17:11-19 relata el portentoso milagro por el cual el Señor Jesucristo sanó a diez
leprosos. Sin embargo, sólo uno volvió al Señor para darle las gracias y para adorarle. Éste era
nada menos que un samaritano y el Señor Jesús dijo refiriéndose a él: "¿No hubo quien volviese y
diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado" (vv.18-19).

La gratitud nos impulsa a obedecer a Dios. En Juan 14:21, el Señor dice: "El que tiene mis
mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y
yo le amaré, y me manifestaré a él". La persona agradecida comprende muy bien que su deber es
obedecer al Señor. Al hacerlo está demostrando su amor.

La gratitud nos impulsa a adorar al Señor con todo nuestro ser. Lucas 7:36-50 narra el episodio en
que una mujer pecadora se postra al Señor y lo adora mientras que un fariseo sólo observa y
critica. Jesús dijo al fariseo acerca de la mujer: "Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son
perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama" (v.47).

La gratitud a Dios nos impulsa a anhelar vivir en santidad. La Biblia dice que sin santidad nadie verá
a Dios (Hebreos 12:14). Sólo una persona agradecida por haber recibido la salvación de Dios
puede anhelar vivir en santidad.

La gratitud a Dios nos impulsa a ser genuinamente humildes. La gratitud a Dios nos protege de
caer en orgullo y nos recuerda que somos totalmente dependientes de Él. En Lucas 18:9-14 el
Señor narra la diferencia entre la oración de un fariseo orgulloso y un publicano arrepentido y
dice: "Os digo que éste (el publicano) descendió a su casa justificado antes que el otro (el fariseo);
porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido (v.14).

La gratitud nos impulsa a predicar el Evangelio. Es imposible comprometernos con la iglesia y con
la extensión del reino de Dios sin gratitud. De hecho, el Reino de Dios, desde la perspectiva
humana, se basa en la respuesta de la persona redimida ante el amor tangible de Dios expresado
en la muerte del Señor. La respuesta correcta sólo puede ser una: gratitud.

La ingratitud hacia Dios es moralmente injustificable y es destructiva

La ingratitud hacia Dios es una actitud diabólica. Fue introducida por Satanás en el jardín de
Edén (Génesis 3).

La ingratitud y la incredulidad van de la mano. Aunque Israel fue liberado milagrosamente de


Egipto, se negó a agradecer a Dios. Por el contrario murmuró contra Dios muchas veces. Hallamos
un ejemplo en Éxodo 17:3. El resultado: una generación entera murió en el desierto sin alcanzar la
promesa.

La ingratitud lleva a traicionar a Dios. Fue la ingratitud la que convirtió a Judas en un traidor (Lucas
22:1-6). Fue la ingratitud la que engañó al hijo pródigo (Lucas 15:11-32). Al exigir a su padre su
parte de la herencia le estaba diciendo: "¿Por qué no te mueres de una vez?" Fue un ingrato.

La ingratitud es característica del hombre pecador. Pablo pide muy seriamente a Timoteo evitar a
los ingratos. En 2 Timoteo 3:2 los ingratos forman parte principal de una lista de gente
absolutamente reprobable desde la perspectiva de Dios.

Tenemos que aprender a ser agradecidos a Dios en todo y por todo

La Escritura está llena de referencias acerca de la importancia de cultivar un corazón agradecido.


El Salmo 103:1-2exhorta: "Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre.
Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios". Efesios 5:20 y Colosenses
3:17 exhortan a los creyentes a vivir en una continua acción de gracias a Dios, por todo y en todo.

La gratitud a Dios conduce al gozo y la ingratitud a la amargura. Filipenses tiene unas 16


referencias al gozo y a regocijarnos. Pero sólo podemos experimentar el gozo de Dios cuando
tenemos una gratitud profunda y práctica hacia El. "Así que, recibiendo nosotros un reino
inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y
reverencia" Hebreos 12:28.
“El corazón que agrada a Dios”
Los planes de Dios siempre traen bendición. Es por eso que el escuchar su consejo a través de las
Escrituras y de quienes están crecidos espiritualmente, ayuda mucho en este proceso.

El crecimiento espiritual es una decisión

La decisión de agradar a Dios es la mejor de todas, puesto que conduce a tomar muchas otras para
el propio bienestar y el de quienes nos rodean. El hecho de no conformarse con lo que hemos
alcanzado espiritualmente hasta este punto e ir por más, es también una grandiosa elección.

En 2 Pedro 3:18 el apóstol nos motiva a no detener nuestra marcha, sino a seguir creciendo en el
conocimiento y en la gracia que nos ha enseñado Jesús. El avance y la comunión con Dios no se
dan simplemente por estar en el lugar indicado, sino que es una consecuencia de darle lugar todos
los días. ¡El Señor te tiene en cuenta y sus ojos están sobre ti! Aunque vivas en un mundo que
pretende dejar a Dios de lado, si buscas cada día más de su presencia, entonces cosecharás
bendición en abundancia!

Sin embargo, esto no es para esperar a mañana, sino que comienza con tu decisión de hoy. En
Éxodo 8:8-10 vemos el relato donde el Faraón, en medio de una plaga caótica de ranas, llamó a
Moisés para que lo ayudara. Y cuando el patriarca le preguntó cuando quería ser libre de tal
problema, el Faraón eligió sufrir una noche más. Difícil de comprender, ¿no? Sin embargo, hoy
también tú tienes la opción de elegir por el cambio, o bien, postergar la bendición. No permitas
que el dolor siga estando, toma tu decisión y permite que el Espíritu Santo obre hoy en tu vida.

Las buenas decisiones siempre ponen a Dios en primer lugar


Así también ocurrió en el caso del joven rico en Lucas 18:18-23. En esta situación, él quería
agradar al Señor pero no deseaba amarlo en primer lugar, sino luego de sus riquezas. Lo material
tenía la prioridad en su corazón. ¿Hay cosas en tu corazón que amas más que a Dios? Hoy es el
tiempo de consagrarle todo y realmente amarlo con toda nuestra vida.

En Lucas 9:53-56 vemos una situación donde los discípulos más cercanos de Jesús se enojaron
frente al rechazo de unos pobladores. El Señor, en lugar de buscar venganza y reclamar respeto,
decidió perdonar y recordar cuál es la prioridad para Dios: el amor por las almas.
Esto también significa tener el enojo o el rencor en primer lugar, antes que a Dios. Si alguien te
cierra la puerta y te lastima, no detengas tu camino por buscar venganza, sino sigue adelante
porque ¡muchas otras puertas de mayor bendición son las que se están por abrir!

La decisión de tener un buen corazón

Más allá de las presiones y la actitud de la gente, Dios espera que cuides tu corazón. Aunque
vivimos en una cultura donde la apariencia es lo predominante para aceptar a una persona, para
Dios la prioridad está en el interior.

El Rey Saúl, el primero de Israel, fue elegido por su gran estatura y su apariencia de gran guerrero
y monarca. Todos lo admiraban, no obstante tenía un corazón sumamente envidioso, competitivo
e inseguro. Es más, frente a la presión, eligió descartar a Dios y oficiar de sacerdote para que el
pueblo no se enojara. Fue así como el Señor, lo descartó a él y lo eligió a David en su lugar. En 1
Samuel 16:12, aunque su propia familia lo había despreciado, el Señor vió en David su buen
corazón (Hechos 13:22). Dios no se fija en lo externo y en lo que cautiva al mundo, sino que ve la
integridad y las intenciones más profundas. Por sobre todas las cosas, David amaba a Dios y a su
Palabra. Era un adorador constante y muchos de los salmos forman parte de su autoría. Él no
dependía del favor del pueblo sino que se desesperaba por el amor de Dios. Esto luego, es lo que
lo llevó a ser el monarca más amado de Israel.

Por tanto, busca hoy agradar a Dios primero y luego verás que tendrás mucho más amor para
amar a quienes te rodean. Si estás dispuesto a tomar hoy la decisión de tener un buen corazón,
entonces verás que el Espíritu Santo es quien te ayuda a lograrlo. Así como David, que sin ser
perfecto, agradaba a Dios con sus actitudes, así también puedes alcanzar su misericordia a través
de la fe y la sumisión a su Palabra. Este es sin duda, el corazón que agrada a Dios!

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