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Principales[editar]

 El niño-narrador, es decir Abraham Valdelomar, quien relata un episodio aterrador que vivió en su lejana
niñez ambientada en Pisco. Iba por entonces a la escuela del puerto, situada cerca de su casa y solía
pasearse por la orilla del mar, tanto en el trayecto de ida como en el de vuelta.
 La señora blanca, una mujer muy blanca, vestida de blanco, con la que Abraham se encuentra en la playa
reiteradamente, y con quien conversa largo rato. Era una señora que hablaba con mucha dulzura y parecía
atormentada por alguna tristeza oculta. Su identidad la desconocía Abraham pero luego su cadáver aparece
en el mar empujado por las olas, siendo visto por todo el pueblo. Aunque el relato no lo dice de manera
explícita, se trataría de la señora Luisa, que poco antes había protagonizado un escándalo en el puerto: por
salvar a su hijo había delatado a su esposo Fernando, buscado por la justicia como sospechoso de un
asesinato; al final perdió tanto a su esposo, que fue encarcelado, como a su hijo, que le fue arrebatado.

Estructura[editar]
El cuento está dividido en seis secciones o capítulos cortos, numerado con dígitos romanos y de extensión muy
variable. El más largo es el último capítulo.
A continuación, un resumen por capítulos del cuento:
I.- El narrador, es decir, Abraham, empieza rememorando su infancia en el puerto de Pisco, cuyas imágenes
pinta con trazos nostálgicos y de triste dulzura. Cuenta además cómo se levantaba temprano, tomaba el
desayuno y se iba a la escuela. Volvía a casa al mediodía y en el trayecto se distraía paseando por la orilla del
mar, recogiendo conchas y otros objetos.
II.- El narrador describe a sus padres. Su padre trabajaba en la aduana y volvía a casa al atardecer pero a
veces retornaba muy tarde, pues debía quedarse a recibir las embarcaciones que llegaban al puerto. Luego
cuenta cómo su madre lo llevaba a él y a su hermanita a la orilla a ver la puesta del sol. A esa hora ocurría en el
muelle lo que llamaban la “procesión de las luces”: un marinero llegaba conduciendo un carro lleno de faroles,
los cuales iba colocando en los postes del muelle. Luego la familia retornaba al hogar donde les esperaba la
cena servida por la criada.
III.- Una noche el padre tuvo que volver tarde. Abraham recordaba que en aquella ocasión despertó
sobresaltado, como a las dos de la madrugada, y escuchó a sus padres que hablaban sobre la tragedia familiar
de una señora llamada Luisa. Abraham se sintió asustado y rezó por aquellas personas; luego se volvió a
dormir.
IV.- Al día siguiente Abraham se fue a caminar por la orilla del mar, tal como era su costumbre habitual, pero
esta vez se alejó más, yendo por el camino que iba hacia el sur, hacia la aldea de San Andrés de los
pescadores. De pronto le sobrevino un sopor, por lo que se acostó en la arena, y en eso vio la silueta de una
mujer que se acercaba pero no vio más pues se quedó dormido.
V.- Al despertar Abraham se levantó y regresó a casa. Al día siguiente retornó a la playa y vio de nuevo a la
mujer, quien era muy blanca y hablaba con mucha dulzura y bondad. Conversaron largo rato. Cogidos de la
mano, y amigablemente, retornaron a la población donde vieron que unos hombres preparaban el castillo de la
quema de Judas. La mujer preguntó a Abraham, si él perdonaría a Judas. Abraham contestó que nunca; luego
la mujer lo besó en la frente y se despidió.
VI.- Durante el resto de la semana Abraham no volvió a la playa. Pero al llegar al día Sábado de Gloria, salió a
dar su habitual paseo por la tarde. Se encontró otra vez con la mujer, quien de nuevo le preguntó si perdonaba
a Judas. Abraham reiteró su negativa. Luego la mujer se despidió, no sin antes decirle que vendría a ver la
quema de Judas y que recordara bien su rostro para que lo reconociera. Abraham volvió a casa, ya entrada la
noche, y de pronto oyó ruidos en la calle y unas voces que alertaban un naufragio. Todos fueron a la carrera a
la playa. Efectivamente, un buque había naufragado. Luego de un rato la muchedumbre se disolvió y todos
fueron a la plaza para ver la quema de Judas. Abraham y su papá hicieron lo mismo. De pronto una voz alertó
desde la playa: «¡Un ahogado! ¡Un ahogado!» A los pocos minutos el cadáver de una mujer era sacado del mar
y llevado a la plaza. A la luz de la hoguera Abraham reconoció a la señora blanca y dio un grito de terror,
diciendo que si perdonaba a Judas. El padre cargó a Abraham y se lo llevó, mientras el niño veía por última vez
los ojos de Judas, que parecían mirarle amenazadores.

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