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REALIDAD ”
Suele pasarme que cuando hago una entrevista a un autor sin haber acabado
de leer su libro, las verdades que salen a la luz durante la conversación, los
sentidos que se revelan y que de algún modo muestran algo de los secretos,
de los trucos del oficio, se convierten en un obstáculo para seguir adelante.
Pero no sucedió así en este caso. Me había ido adentrando en las geografías
de “Nostalgia” a ritmo lento, como sucede esas veces en las que una novela
nos gusta tanto que nos da pena que termine, y temí por ello las
consecuencias del encuentro. Sin embargo, al volver a casa me sumergí en
el tramo final, con más pasión si cabe. Era como si la eterna gruta, esa que
existe desde el principio de los tiempos, desde que el ser humano fue
consciente de su capacidad para inventar historias maravillosas, volviera a
abrirse una vez más para que yo -privilegiada lectora- siguiera adentrándome
por ella, para que siguiera palpando las texturas de unos enigmas que
permanecían allí, intactos.
– El narrador de “El Ruletista” -un escritor- dice que su única apuesta ha sido
la literatura. ¿En qué medida hace suyas esas palabras?
– Yo espero que sea la literatura la que haya apostado por mí, porque nunca
he pensado en hacer otra cosa que no fuera escribir. No es una muestra de
orgullo, de arrogancia, simplemente ha sido así. A la edad a la que todos mis
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– Por lo que me dice y por lo que he podido saber, este libro está cargado de
ingredientes biográficos. En uno de los relatos, en “Los gemelos”, el
protagonista también es un lector compulsivo, que llega incluso a rozar la
locura…
– Hay una sensación que recorre todo lo que escribe y que el lector cómplice
capta de inmediato, la sensación de que lo que ofrece la literatura, la fantasía,
los sueños, puede proporcionar mucha más intensidad a la vida que el mero
devenir de los días, de la cotidianidad del presente. ¿Fue esa constatación lo
que le llevó a escribir?
– Los libros para mí han sido la realidad, tal vez porque mi realidad era gris,
común. Pertenezco a una generación que no tiene biografía. Hasta más allá
de los 30 años me crié en medio del comunismo gris, anodino, y después
pasamos al capitalismo salvaje. Nada de lo que ha habido en el exterior ha
conseguido interesarme demasiado, con nada he conseguido identificarme.
Y al igual que durante el día no podemos ver las estrellas por la luz del sol,
yo no podía ver con exactitud la realidad de mi alrededor a causa de la luz de
lo que sentía por dentro.
– ¿En qué medida el escritor posee el don de regalar otra realidad, otra vida,
a quienes leen sus ficciones?
– ¿De qué manera es consciente de que los libros que ha leído, que le han
nutrido, están presentes en lo que escribe? Proust, Kafka, Cortázar, Borges…
están de algún modo en “Nostalgia”. Sus voces se perciben al fondo de algo
que emerge totalmente, prodigiosamente, nuevo.
– No sólo soy consciente, sino que estoy muy orgulloso de ello, de pertenecer
a una tradición identificable. Ya que hablamos de Cortázar tengo que decir
en su honor algo que pocas veces se ha dicho. Cortázar es el padre de toda
la literatura latinoamericana actual, de su vertiente fantástica. Él es la vía, el
puente tendido entre el surrealismo y las letras de esa parte del mundo. Le
debo mucho a Cortázar y sobre todo en este libro, en “Nostalgia”, que de
hecho partió de un relato suyo, “El final del juego”, que yo creo que es el relato
más maravilloso que se haya escrito jamás sobre niños. Cuando lo leí me di
cuenta de que yo tenía también recuerdos similares sobre mi propia infancia
y supe que podía escribir sobre ellos. No fue tanto su estilo como el poder de
sus atmósferas, lo que me influyó. Cortázar, que vivió en París gran parte de
su vida, inyectó el surrealismo a la literatura latinoamericana, hizo que brotara
en ella ese lado mágico ya tan característico.
– Desde luego que sí. Uno de los privilegios del creador es poder evadirse de
la tiranía de la razón. Y también tener la posibilidad de encontrar el refugio
dentro de sí mismo, de la vida interior, del sueño; realizarse a través de la
literatura, los mitos, los arquetipos… Todo ello, por supuesto, le acerca
muchísimo más a la esencia de las cosas. Es una paradoja el hecho de que
hayamos tenido que dejar la infancia para poder percibir el mundo
racionalmente, cuando todo lo que pudimos conocer de verdad sucedió
entonces. Soy de los que sostienen que la infancia es nuestro paraíso
perdido.
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– Cierto, pero si hay un relato del que me siento muy orgulloso es “REM”. Es
la historia de las siete niñas que cada día eligen un juego distinto; cada juego
tiene que ver con una especie de amo de los sueños y todo se desarrolla en
una atmósfera de magia, de ensoñación. Sigo pensando que hasta la fecha
es el texto que mejor he construido. Puede que más tarde haya escrito mejor,
literariamente hablando, pero nunca he llegado más al fondo.
– Bueno… es que los relatos tienen una lógica propia, y hay intromisiones
que están justamente pensadas para que el lector no se quede absorto por
completo dentro del relato, para que no desaparezca en él. Se trata de
reproducir la estructura de una noche de sueño. Cada noche soñamos cuatro
veces y cada una de las veces se escribe una especie de curva hacia el
estado de sueño que se llama “Rem”. Soñamos durante 20 minutos y se
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– Es muy sencillo porque todo parte de una misma raíz histórica, del
surrealismo del que hablábamos antes, que a su vez deriva de la experiencia
del romanticismo alemán, de Hoffmann y sus otros grandes representantes.
Fue Cortázar y fueron otros autores quienes cogieron todo eso y lo pasaron
al otro lado del charco; sin obviar que también una parte se quedó en España.
De ahí que un autor como Ernesto Sábato sea plenamente romántico. Todos
los mitos del romanticismo se encuentran en su obra, igual que en Cortázar
hay innumerables situaciones románticas. En uno de sus relatos, por ejemplo,
habla del paso del alma de una mujer rica a una mendiga; trata la migración
de las almas, un tema indudablemente romántico. Del mismo modo, todos los
escritores rumanos hemos heredado también esta dirección a través de Mihai
Eminescu, el poeta rumano más grande, que fue el último de los románticos
europeos. Lo que Cortázar consiguió transmitir a los latinoamericanos, a
nosotros nos lo transmitió Eminescu. Si lo vemos así se explica que existan
estas similitudes increíbles. Al fin y al cabo, la literatura es una misma, una
sola.
– Sí. He leído “Niebla” y sus relatos. Me parece un autor muy importante, muy
poderoso.
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– La lectura no modifica al lector, sino que saca lo que hay dentro de él. Es el
método de la mayéutica. Sócrates lo expresaba así. “Yo no te digo otra cosa
distinta a lo que tú ya sabes, pero no sabes que lo sabes”. El lector puede no
ser consciente de que tiene semejantes reservas de amor, de cariño, de
sensibilidad, hasta que abre las páginas de un libro y se adentra en él. El libro
es un medio a través del cual una persona se revela a sí misma. Nadie lee
libros, sino que a través de los libros nos leemos a nosotros mismos.
– ¿Y la escritura?
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– La escritura sigue siendo una lectura. Cada autor escribe los libros que no
ha encontrado en ninguna parte para poder leerlos. Cualquier proceso de
escritura es un proceso doble, de escritura y lectura. Todos los días al
ponerme a escribir vuelvo a leer las últimas páginas de lo que he escrito y si
las encuentro satisfactorias me siento muy feliz, aunque desafortunadamente
la mayor parte de las veces esto no sucede [aquí sí hay risas].
– Sí. Los libros son una forma de inmortalidad y cada vez que los abrimos sus
personajes vuelven a la vida. Otro autor latinoamericano, Adolfo Bioy
Casares, escribió una novela, “La invención de Morel”, en la que ideó una
forma, un mecanismo, para no morir. Todos los libros son una manera de
tender hacia la inmortalidad. Y también sucede que los personajes literarios
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– En efecto.
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