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Trilogía por el bicentenario

Luis Pulgar Finol

Desde que resido en Bogotá, hace ya casi una década, y siguiendo una vieja
costumbre, me he dedicado a buscar y leer textos que relaten los
acontecimientos ocurridos durante el periodo de la guerra de
Independencia y comienzos de la vida republicana.
La primera sorpresa ha sido darme cuenta de que la perspectiva
colombiana, en muchos aspectos diferente a la que había conocido en mi
educación formal, es increíblemente ignorada por la gran mayoría de los
venezolanos.
El culto a la figura de Bolívar, cuyas características han sido estudiadas por
autores venezolanos como Germán Carrera Damas, Manuel Caballero, Elías
Pino Iturrieta y Rafael Arráiz Lucca, entre otros, fue la referencia para
quienes nos formamos en Venezuela en el último cuarto del siglo XIX y todo
el siglo XX. Este culto ha alcanzado un paroxismo en los últimos veinte años,
cuando se ha llegado el extremo de falsificar la verdad histórica, aún en lo
iconográfico, de manera consciente y deliberada, para servir a intereses
políticos subalternos.
No hay ninguna duda, en todo caso, de que Bolívar es un personaje de talla
universal que ha motivado reconocimientos importantes en todo el mundo.
Me parece interesante, por sus características muy particulares, mencionar
un libro que apareció con motivo del cambio de milenio llamado “1000
years, 1000 people – Ranking the men and women who shaped the
Millenium” [ “Mil años, mil personajes: jerarquizando a los hombres y
mujeres que dieron foma al milenio”], de los autores Agnes Hooper
Gottlieb, Henry Gottlieb, Barbara Bowers y Brent Browers, en el cual se
establece una jerarquización de los personajes considerados más
importantes nacidos entre los años 1000 y 2000.
Para ello, utilizan criterios que tratan de ser rigurosos y aprecio como
válidos, relacionados con la trascendencia contemporánea y posterior de
cada uno. En esta lista en la que aparecen personas de muy diverso perfil y
distinta procedencia, el personaje de origen hispano que aparece mejor
posicionado es Miguel de Cervantes (44) y el segundo es Simón Bolívar (48).

No han faltado tampoco los críticos y detractores de Bolívar, con escritos


tan conocidos como los de Karl Marx y Salvador de Madariaga. Un par de
textos importantes en esta tónica que tuve oportunidad de leer temprano,
luego de mi llegada a Colombia, fueron “La Dictadura de Bolívar”, de
relativamente reciente aparición y atribuido al general cucuteño Francisco
de Paula Santander y “La Conjuración Septembrina y otros ensayos” de
Roberto Liévano.
En “La Dictadura de Bolívar” se describe el calvario que vivió su
protagonista, el propio autor Santander, llamado por el mismo Bolívar “el
Hombre de las Leyes”, al tratar de entender las motivaciones que pudo
tener el Libertador para intentar imponer, a toda costa, su hegemonía de
poder y la implantación en Colombia de la constitución boliviana, a todas
luces monárquica. Este pequeño volumen, perteneciente al grupo de
publicaciones de la Universidad Nacional de Colombia con motivo del
bicentenario, sorprende al lector venezolano, cuando se observan las
similitudes entre ciertas prácticas de arbitrariedad que se describen y
narran como ocurridas en la tercera década del siglo XIX en Colombia y las
vividas en las dos primeras del siglo XXI en Venezuela.
El segundo libro, “La Conjuración Septembrina y otros ensayos” obra que
presentó Liévano ante la Academia Colombiana de la Historia, publicado
luego en una colección auspiciada por el Banco Popular en 1971, es un tomo
sumamente interesante, de cuyo contenido quisiera citar la mención que
hace de un artículo del doctor Vicente Azuero, en su periódico “El
Observador Colombiano”, en el que dice “Hay dos Bolívares (sic) – uno de
1813 a 1826 y otro de 1826 en adelante”, en alusión al Libertador
republicano contrapuesto al hombre en exceso autocrático, manipulador y
mesiánico de sus últimos años. Liévano comenta: “Pocos años más tarde
hubiera agregado un tercer Bolívar, el melancólico y augusto de San Pedro
Alejandrino, depurado de su escoria humana en los crisoles del dolor,
enfrentando su desolación y su grandeza a las del mar, que próximo mecía
constante la inconstancia de sus olas”.
En 2018 se produjo un inesperado “best seller” en este país: “La Historia
Mínima de Colombia”, de Jorge Orlando Melo. Libro propio de nuestros
tiempos que en su brevedad y acuciosidad nos pasea por todo tipo de temas
destinados a hacernos comprender el discurrir de esta nación desde sus
orígenes hasta la fecha en todas sus vertientes, como bien lo ponderó Ibsen
Martínez en un oportuno artículo del diario El País de España. Buen síntoma
el interés de la gente por sus antecedentes y retos futuros.
En simultáneo con esas lecturas, me interesé por una novela histórica,
publicada en 2009, cuyo título captó mi atención: “El Mariscal que vivió de
prisa” cuyo autor es Mauricio Vargas Linares, periodista nacido en Bogota
de variada y muy destacada trayectoria, que tiene vínculos muy
importantes con Barranquilla desde los inicios de su carrera profesional.
Obviamente se refiere Vargas a la cortísima e intensa vida de Antonio José
de Sucre, el Abel de Colombia para Bolívar, y un hombre que para el ideario
de los venezolanos es la cara más inteligente, noble y bondadosa de la
guerra de independencia.
El relato, que en gran medida humaniza al héroe, me dejó satisfecho y con
ganas de releer otras de sus biografías para cotejar detalles. El título se
agotó pronto y estimo que se reeditó para el público colombiano. En un
momento dado se hizo difícil conseguirlo.
En 2013 apareció otra obra del mismo autor, “Ahí le dejo la gloria”, cuyo
relato converge en la enigmática entrevista de Guayaquil, entre San Martín
y Bolívar, que nadie presenció y que en gran medida derivó en los
resultados finales del proceso independentista de Perú y en la
conformación posterior de las repúblicas de Suramérica.
La conmovedora evocación de lo que debió ser el pensamiento de ambos
hombres en su trayectoria anterior al encuentro, durante ese famoso
episodio que ocurrió el 26 de julio de 1822 y, a grandes rasgos, su vida
posterior, tiene en común con la anterior novela el énfasis en la
humanización de estos personajes casi divinizados por la historiografía
común.
En la novela se recrea lo que debió ser la entrevista, que por cierto se tenía
como no documentada hasta que, tan recientemente como 2013, el
historiador colombiano Armando Martínez encontró en el Archivo Nacional
de Ecuador la carta que escribió a Sucre, por orden del Libertador, el general
José Gabriel Pérez, su secretario durante la campaña del sur, relatándole
el contenido de la reunión de Guayaquil. El documento, al igual que el
mencionado anteriormente cuya autoría se atribuye a Santander, estuvo
extraviado por dos siglos, en este caso al parecer por haber sido
originalmente mal archivado.
Con una reconocible mayor madurez narrativa y argumental aparece en
2017 una tercera novela de esta especie de zaga de Mauricio Vargas Linares
que, una vez más, cuenta con el Libertador como uno de sus personajes
protagónicos pero que en esta ocasión se enfoca en el prócer neogranadino
Francisco de Paula Santander, con cuya aventura vital termina por
identificarse el lector.
Esta obra es “La Noche que Mataron a Bolívar”, cuya trama principal se
refiere a la preparación y ejecución del atentado para asesinar al Libertador
en Bogota del 25 de septiembre de 1828, y la feroz retaliación que se
produjo en contra de los conspiradores, una vez fracasado el complot.
Sin duda fue este episodio la muerte anímica y moral de Bolívar, quien
nunca se pudo recuperar del todo, ni de la afección pulmonar que se le
agravó como consecuencia de haber pasado la noche hundido en la helada
quebrada de San Agustín, mal agarrado de los matorrales, ni del golpe
moral de sentirse tan cuestionado y odiado por muchos de sus
contemporáneos, especialmente desde que había asumido como dictador
el 27 de agosto del mismo año.
El día del atentado puede decirse que también fue herido de muerte el
proyecto que llamamos convencionalmente “la Gran Colombia”, que
terminó dos años después con la separación irrevocable de sus
componentes.
A lo largo del libro se relata, también con toques novelescos, la trayectoria
vital de Santander, desde niño de familia acomodada en Cúcuta hasta su
formación en leyes nunca concluida, en Bogota, su incorporación temprana
a la milicia patriota, su veloz ascenso y sus grandes esfuerzos para ganar la
confianza y el afecto de Bolívar, lo que logra al demostrar su inteligencia
superior, su lealtad, su competencia organizativa y su habilidad en el campo
de batalla, especialmente durante la campaña de Cundinamarca de 1819.
El empeño de Santander en poner orden, mediante el desarrollo del
armazón legal de la nueva república y su molestia y desasosiego al no poder
lograr que el Libertador se ciñera estrictamente a estas reglas, le
distinguieron de otros jefes patriotas y le llevaron a ser su antagonista,
seguramente muchas veces con la razón de su parte.
Por cierto, como aporte a la celebración del bicentenario de la batalla de
Boyacá, la Universidad Externado de Colombia auspició la publicación del
libro “1819” del joven historiador antioqueño Daniel Gutiérrez Ardila, cuya
lectura es un complemento ideal para el entendimiento de los
acontecimientos de esa convulsionada época.
En el libro “La noche que mataron a Bolívar” se hace, sin dar mayores
detalles, la mención de un hecho soslayado adrede en la historia que se
estudia en las escuelas venezolanas, que es el del cruel saqueo de la ciudad
de Pasto el 24, 25 y 26 de diciembre de 1822 por las tropas comandadas
por nada menos que el noble, moral e ilustrado Antonio José de Sucre. En
esta acción que se realizó como castigo a que la ciudad permanecía siendo
realista en un país que ya era controlado por el bando patriota, hombres,
mujeres y niños fueron masacrados y el pillaje campeó en la ciudad, hasta
que Sucre se vio obligado a intervenir personalmente para frenar la
salvajada.
Desde que leí hace ya más de quince años las biografías de Bolívar (“Simón”)
y de San Martín (“Don José”) del autor argentino José Ignacio García
Hamilton, había encontrado muy pocos textos tan amenos y bien escritos
sobre la etapa independentista, como la trilogía de Mauricio Vargas Linares.
Con motivo del bicentenario de Boyacá se presentó, en el marco de la Feria
Internacional del Libro de Bogota de este año 2019, una bella reedición de
los tres libros en un empaque especial integrado.
Altamente recomendable para los que somos entusiastas del conocimiento
de la historia, sin ser científicos ni especialistas en su investigación y
estudio.

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