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Índice

Introducción……………………………………………………………. Pág. 2

Planteo del problema.………………………………………………… Pág. 3

Metodología……………………………………………………….…… Pág. 3

Marco teórico…………………………………………………….……. Pág. 4


- Freud y las toxicomanías………………………………...………… Pág. 6
- Lacan y las toxicomanías………………………………...………… Pág. 8
- Toxicomanías: un Pensamiento Complejo……………………...... Pág. 9

Breve reseña de estudios sobre el tema…………………………… Pág. 10


- Momentos históricos de la droga……………………………..…… Pág. 11
- Subjetividad adictiva………………………………………….......… Pág. 12
- Toxicomanía generalizada.……………………………………….... Pág. 13
- Tratamiento: dependencias sustitutivas………………………..… Pág. 13
- La dependencia…………………………………………….…..…… Pág. 15
- Demanda en las toxicomanías………………………………….…. Pág. 16
- Consecuencias de la ruptura con el hace-pipí………….……….. Pág. 17
- Otros tratamientos………………………………………….………. Pág. 18

Desarrollo.…………………………………………….…….………… Pág. 19
- Presentación del caso……………………………….…………….. Pág. 19
- Articulación teórica………………………………….……………… Pág. 20

Conclusiones…………………………………….…………………… Pág. 25

Referencias bibliográficas……..………………..………….……..… Pág. 28


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Introducción

El trabajo teórico que se desarrollará a continuación se sitúa en el marco


de la realización de una Tesis de Grado, como requisito para finalizar los
estudios en la Licenciatura en Psicología en la Universidad de Buenos
Aires. En ella se da cuenta de un recorrido a través de distintas materias,
unas tantas obligatorias y algunas otras de carácter electivo, lo que deja ver
algo de la elección de quien escribe. La presente Tesis de Grado se ubica
dentro del área clínica, en particular dentro del área de las adicciones. Parte
de la base de considerar el uso que tienen las sustancias en cada sujeto,
propio de cada singularidad. Enmarcada en una subjetividad de época, se
considera que las toxicomanías adquieren una función específica.

El trabajo realizado en esta tesis toma aportes de distintas materias, en


particular algunos conceptos centrales trabajados en la cursada de la
Práctica Profesional Clínica de las Adicciones: Abordaje Interdisciplinario,
cuyo aporte fundamental fue dado a través de la participación en grupos de
adicciones del Servicio de Adicciones del Hospital Álvarez (Dr. Juan Felipe
Aranguren 2701 - CABA). A su vez, se toman aportes de la materia optativa
del Ciclo Profesional Clínica de las Toxicomanías y el Alcoholismo. Por
último, se utilizarán conceptos desarrollados en distintas materias a lo largo
de toda la cursada de la carrera de grado.

Para la realización de algunas aclaraciones teóricas, se trabajará con el


caso M., extraído de la observación de los grupos de adicciones en el
Hospital Álvarez. El mismo se utilizará como puntapié para identificar
algunas cuestiones que plantea la clínica en adicciones.

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Planteo del problema

El objetivo que se propone la presente tesis de grado es investigar


acerca de las particularidades del tratamiento psicoanalítico en
toxicomanías. Se entiende que dentro de la clínica psicoanalítica la temática
de las toxicomanías adquiere un matiz particular, que lo distingue de otros
tipos de tratamientos.

A partir de lo que se puede pensar acerca de las toxicomanías desde un


marco psicoanalítico, se desprenden como preguntas-objetivos específicos
los siguientes:

- Analizar la especificidad de la demanda en tratamientos de toxicomanías,


lo cual se observará a partir de un caso clínico.

- Investigar acerca de la relación entre el consumo, sociedad y la


subjetividad de época.

Metodología

La metodología a utilizar en la presente tesis de grado será de carácter


estrictamente cualitativo, ya que se trabajará en un nivel de realidad que no
es pasible de ser cuantificado (De Souza, 2004). Se trabajará a partir de la
articulación de conceptos y teorizaciones trabajadas principalmente en el
marco psicoanalítico, y a su vez se tomará un caso extraído de las
observaciones de grupos de adicciones del Servicio de Adicciones del
Hospital Álvarez, lo cual se intentará que eche luz a dichas articulaciones
conceptuales.

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Marco teórico

Se considera que el presente trabajo de tesis se sustenta en


determinadas teorías y presupuestos conceptuales, los cuales se irán
enlazando y a su vez tomando distancia a lo largo del desarrollo. Como
marco teórico de referencia esta tesis toma el psicoanálisis, realizando en
particular un pasaje por lo que Naparstek (2008) propone como las teorías
freudianas y lacanianas acerca de la toxicomanía.

Para realizar una primera aproximación a las drogas, es necesario


detenerse brevemente en la historia del consumo y sus distintas facetas. Así
es que, tomando los desarrollos de Escohotado (1998), se observa que el
uso de psicofármacos data de una larga historia, siendo que distintas
culturas le daban un lugar preponderante en rituales y celebraciones,
mientras que la toxicomanía y el alcoholismo tales como hoy se conocen no
tienen más de cincuenta años. Esta variación da cuenta de un viraje en la
utilización de las sustancias, ya que las mismas se encuentran desde
siempre disponibles para los sujetos, teniendo un uso diferente
dependiendo de la cultura y el momento histórico. Esta diferencia es clave,
ya que indica algo de lo que se desarrollará luego, y que para el
psicoanálisis tiene un lugar preponderante: el “problema” no reside en la
sustancia, ya que se comprueba que las sustancias siempre estuvieron,
pero no así la figura del toxicómano o el adicto. Es esta diferencia la que
abre un abanico de posibilidades a la hora de pensar el consumo y su
relación con la subjetividad de época. Esta perspectiva no busca minimizar
los efectos de las drogas, sino poner el foco en el sujeto, entendiendo que
cada subjetividad es única, y es dentro de esta singularidad que se ubicará
la toxicomanía. Entonces, la pregunta que surge es ¿cuál es el lugar que
adquiere la droga en la actualidad?

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Es menester mencionar que una temática como la toxicomanía no se
puede pensar sin hacer un pasaje por la época actual y lo que ella implica
en la constitución de la subjetividad. En la actualidad, el consumo de
sustancias se encuentra enmarcado en una subjetividad de época que
obliga a consumir - y gozar - de manera ilimitada.

Siguiendo los desarrollos de Alicia Donghi (2000), nos encontramos ante


el “advenimiento de una nueva subjetividad: la del consumidor.” (p.21) Esta
nueva subjetividad, característica de esta época, implica un acceso ilimitado
a distintos objetos, que se encuentra posibilitado por la globalización y el
libre mercado que permiten una circulación incesante de los objetos de
consumo, pero que a su vez fortalece el crecimiento de una porción
significativa de la población que no tiene permitido el acceso a estos objetos
de consumo. Se podría decir que no sólo no tienen permitido el acceso a
determinados objetos (algunos tan elementales como para cumplir con las
necesidades básicas de cualquier persona), sino que forman parte de una
porción cada vez más grande de la población que trabaja para producir
estos objetos pero nunca poseerlos. Así es como mientras la cultura de
época empuja a consumir de manera ilimitada, a algunos les es posible y a
otros no. Dentro de este panorama actual es que se sitúan las
toxicomanías, que pueden pensarse como consecuencia del consumo de
estos objetos que vienen a rellenar una falta que, desde el marco del
psicoanálisis, se considera estructural. Nos encontramos, según Donghi
(2000), ante un nuevo malestar de la cultura, en el que todo dolor o
sufrimiento puede cubrirse con un objeto de consumo. El consumo se ubica
entonces como un escenario posible para encontrar ese objeto de la
necesidad, al que se entiende mítico, y es entonces desde esta postura que
el toxicómano estaría afirmando en su acto que es posible el encuentro con
ese objeto mítico de la necesidad, que existe la satisfacción y que no debe
buscarla por otro lado ya que en el consumo encuentra todo. Es una cultura
que tal como precisa Rodriguez (2000), enmarcada dentro del malestar que
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identifica Freud, y parafraseando a Lacan, se comporta como la madre de
una anoréxica atiborrándonos con la papilla asfixiante de lo que tiene.

A lo largo de la presente tesis se tomará como piedra fundamental al


psicoanálisis desde su vertiente freudiana y lacaniana. Si bien son escuetas
las conceptualizaciones puntuales realizadas acerca del consumo de
sustancias, es posible desmenuzar y re-pensar algunas cuestiones que
permiten desplegar un escenario dentro del psicoanálisis en el que el
consumo problemático de sustancias y su tratamiento encuentran un lugar.
Asimismo, los aportes del psicoanálisis se utilizarán como disparadores
para pensar la temática a partir de otros autores y de la relación con lo
observado en la Práctica Profesional.

Freud y las toxicomanías

A los fines de la presente tesis no brinda grandes aportes profundizar en


el consumo privado que realizó Freud, pero es necesario mencionar tuvo
una relación particular con la cocaína, desde la publicación de Über Coca
en 1884 en adelante, tanto en su vida profesional como privada.

En lo que refiere a los desarrollos psicoanalíticos acerca de la consumo,


es enriquecedor mencionar lo trabajado en el Malestar en la Cultura. En
dicho trabajo, Freud trabaja acerca del malestar inherente a todo ser
hablante por el sólo hecho de estar inserto en una cultura, lo cual implica
una renuncia pulsional, y en consecuencia una renuncia a cierta
satisfacción. Allí trabaja sobre la pesadumbre correspondiente a la vida
humana, en la que ubica sufrimientos, decepciones, etc. Frente a esto,
menciona algunas formas de tratar con ese dolor de vivir, y refiere que
“Para soportarla, no podemos pasarnos sin lenitivos. Las hay quizá de tres

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especies: distracciones poderosas que nos hacen parecer pequeña nuestra
miseria; satisfacciones sustitutivas que la reducen; narcóticos que nos
tornan insensibles a ella. (Freud, 1989)” (Naparstek, 2008, p. 22). A estas
tres formas de enfrentarse al dolor Freud las considera como muletas, que
vienen a ubicarse en el lugar de una ausencia. Es importante destacar la
concepción de la droga como función, como uso, y no únicamente como
objeto nocivo, ya que de esta manera se evita caer en la postura de ubicar
toda toxicidad en la droga, lo cual libraría al sujeto de cualquier tipo de
responsabilidad, noción central para pensar a lo largo de un análisis. Esto
permite abrir otro campo de posibilidades a la hora de pensar la consulta,
como por ejemplo algo de la función de esa droga como muleta que no está
funcionando. Tal como lo propone Naparstek (2008), “la muleta que
respondía a los mandos de quien la lleva puesta empieza a caminar sola”
(p. 25).

Por otro lado, Freud habla de la droga y su peligro de la siguiente


manera: “Los hombres saben que con ese “quitapenas” siempre podrán
escapar al peso de la realidad, refugiándose en un mundo propio que
ofrezca mejores condiciones para su sensibilidad. También se sabe que es
precisamente esta cualidad de los estupefacientes la que entraña su peligro
y su nocividad (Freud, 1989)” (Naparstek, 2008, p. 24). Esto permite
introducir el concepto de pharmakon, palabra griega cuya etimología
permite designar a una sustancia que es a su vez remedio y veneno, algo
que alivia y a la vez perjudica. Si bien es válido pensar a la dosis como
aquello que convierte a una sustancia en veneno, no sólo depende de la
cantidad. Siguiendo a Salamone (2014) “El goce direccionado de
determinada manera siempre implica un vector que apunta hacia la muerte.”
(p.53) A los fines de pensar el tratamiento, estas dos vertientes de la
sustancias hacen posible considerar a la misma a partir de su uso, siempre
singular en cada sujeto, y no desde su nocividad como objeto tóxico.

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Lacan y las toxicomanías

Resulta primordial destacar que a lo largo de su extensa enseñanza,


Lacan no dedicó grandes pasajes a las toxicomanías, salvo una definición
de la droga que funciona como disparador para pensar distintas cuestiones
a la hora de abordar la temática. Esta definición la brinda en la Jornada de
Cárteles en París, y allí dice que “La droga es lo que permite romper el
casamiento del cuerpo con el pequeño pipí” (Lacan, 1975). Este pequeño
hacepipí, en referencia al modo en que el Pequeño Hans lo llamaba, es el
falo. La propuesta lacaniana es que en la droga se trata de una ruptura con
el goce fálico, y para comprender esto es necesario tomar otra definición.
“El falo es la conjunción de ese parásito, el pequeño cabo de cola en
cuestión, con la función de la palabra” (Lacan, 1975). Esta aclaración se
torna de valor para comprender que para Lacan, no es suficiente con que el
pene se posea en términos biológicos, sino que es necesario que el mismo
se articule a nivel significante. Para decirlo de otra manera, que el pene
responda al significante, a la palabra, que se articule de manera simbólica,
para poder hacer del órgano un instrumento. Esta definición del falo cobra
importancia en las toxicomanías porque Lacan está ubicando a la droga
como lo que permite este desenganche con el falo, con el hace pipí. Así es
que, ante una satisfacción no anudada al falo, se estaría en presencia de un
goce real. Esto se explica porque ante una ruptura con el falo, que es lo que
viene a permitir la droga, se observa una pérdida de medida fálica, la
ausencia de la regulación que brinda el falo. Y ante una pérdida de medida
fálica el sujeto se encuentra con una manía por el tóxico. Es esto lo que se
observa regularmente en los casos de toxicomanía, una ausencia de algo
que funcione como límite ante ese exceso de consumo que no se puede
detener. Asimismo, es característico de las toxicomanías, en consonancia
con la ruptura con el falo, una ruptura con el Otro, que implica cierto

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replegamiento sobre sí mismo del sujeto, sin una mediación del Otro, y es
por esto que en las toxicomanías se habla de un goce autoerótico. Esto no
implica que el consumo sea aislado, o que no haya relación con otros, sino
que hay una ruptura con un Otro simbólico, con el Otro de la palabra.

Toxicomanías: un Pensamiento Complejo

En términos generales, los autores y teorías abarcadas a lo largo de la


presente tesis trabajan con una concepción del sujeto que podría ubicarse
dentro de lo que Edgar Morín (1990) define como el Paradigma de la
Complejidad. En contraposición a lo que el autor llama Paradigma de la
Simplicidad, en donde prima el orden y se persigue al desorden, éste se
caracteriza por separar lo que está ligado (disyunción) o bien unificar lo que
es diverso (reducción). De esta manera, la ciencia se encarga de buscar
cierta simplicidad como causa, detrás de la multiplicidad, pudiéndose
explicar ciertos fenómenos a través de una ley. Se puede pensar que este
paradigma serviría para ubicar la droga como objeto en el que se encuentra
la causa de la toxicomanía, postura desde la cual no se tiene en cuenta al
sujeto y sus atravesamientos, ya que todo queda puesto en la toxicidad de
la droga.

Lo que propone Morín (1990) es la existencia de un pensamiento


complejo, en donde es válida la contradicción, el movimiento, lo irracional y
el desorden, como necesarios en ciertas condiciones para la producción de
fenómenos organizados. Es un pensamiento que se propone relacionar en
lugar de dividir o reducir, entendiendo al todo como objeto de estudio,
siendo posible la interrelación entre las partes, el dinamismo y la estática, y
teniendo en cuenta la reciprocidad entre el todo y sus partes. Se opone al
aislamiento del objeto, pensándolos desde su contexto y la globalidad a la
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que pertenecen. El pensamiento complejo se caracteriza principalmente por
ser una experiencia reflexiva, en la cual se promueve un enfoque
transdisciplinario. Así es que se puede pensar al psicoanálisis y las distintas
conceptualizaciones que se desarrollarán en la presente tesis como
solidarias del paradigma de la complejidad, ya que cada una desde su
postura tiene en cuenta una multiplicidad de factores a la hora de pensar a
las toxicomanías, evitando caer en el reduccionismo de una causa única.

Breve reseña de estudios sobre el tema

El objetivo de la presente tesis es investigar acerca de lo que puede


aportar el psicoanálisis a la hora de pensar un posible tratamiento en las
toxicomanías. Se considera indispensable una mirada que contemple la
subjetividad de época a la hora de pensar en la singularidad de un sujeto y
su consumo. De esta manera, se tendrán en cuenta distintas posturas en
relación al consumo y la subjetividad.

Momentos históricos de la droga

Naparstek (2000) propone una división del consumo histórico de drogas


en tres momentos. Un primer tiempo en el que el uso de drogas no formaba
parte de una patología, si bien existía el consumo no se identificaban
toxicomanías y alcoholismo. En este momento histórico el consumo se
encontraba regulado por el Nombre del Padre, es decir la existencia de un
marco simbólico regulatorio que imprimía una significación a aquella
práctica de consumo. Por ejemplo, el consumo de determinadas plantas con
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efectos alucionógenos en el marco de un ritual, como posibilitador de una
conexión con los antepasados. Se ubica posteriormente un segundo
momento que abarca desde fines del siglo XIX hasta comienzos del siglo
XX, en donde la droga se instala como posible dependencia. Este sería el
período que describe Freud en el Malestar en la Cultura, en donde tanto
consumidor como alcohólico darían cuenta de un síntoma acotado. Por
último, en un tercer lugar se ubica la época actual, de inexistencia del Otro,
donde se da una toxicomanía generalizada. “Una época donde prima el
goce del consumo propuesto por el mercado, para todos por igual –cada
uno solo y en su casa, donde el delivery se lo trae sin tener que salir-,
borrando todas las diferencias.” (p. 36) Se observa en este tercer momento
de toxicomanía generalizada una ruptura en el lazo con el Otro, en donde el
consumo es más bien aislado, tanto con los pares como en relación a un
marco simbólico que oficie como regulador. Es importante destacar que este
tercer momento es indisociable de la subjetividad de época trabajada por
Lewkowicz (2000) , una subjetividad consumidora que permite ubicar a las
adicciones dentro de un modo de consumo más generalizado. Lo que
propone el autor es que sólo con las sustancias tóxicas, sin una subjetividad
que pueda entrar en relación adictiva, no podría existir la adicción. Esto
viene a dar cuenta, una vez más, que no es en la sustancia en donde debe
buscarse este punto tóxico, sino que debe pensarse y re-pensarse lo tóxico
ubicado también en el goce del sujeto.

Subjetividad adictiva

Resulta imposible pensar cualquier temática que involucre al sujeto por


fuera de una perspectiva histórica y de época, por lo que se tomarán los

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aportes de Lewkowitz (2000) para pensar la relación del sujeto toxicómano y
la sociedad, enmarcada dicha relación dentro de una era de consumo.

El autor se pregunta acerca de las condiciones socioculturales en las


cuales es posible que la adicción se convierta en una institución social, y su
respuesta la aborda desde una perspectiva histórica. Propone que “No
estamos ante el mero incremento cuantitativo de unas prácticas que
llamamos adictivas, sino que estamos ante la instauración cualitativa de un
tipo radicalmente nuevo de subjetividad socialmente instituida” (Lewkowicz,
2000, p. 62). Así es que las condiciones socioculturales en las que se
desarrolla la vida de un sujeto intervienen profundamente en la constitución
misma de los tipos de subjetividades. De esta manera, “La institución social
“adicción” existe, porque socialmente es posible la subjetividad adictiva.”
(Lewkowicz, 2000, p. 63) De este modo se puede abordar la toxicomanía
desde una perspectiva amplia, compleja, entendiendo que la importancia no
estriba únicamente en los factores particulares del individuo o los avatares
que lo llevan a una adicción, ya que las prácticas sociales de constitución de
subjetividad tienen una fuerte impronta, en la que la adicción es una
posibilidad siempre dada. Así es que desde esta perspectiva no son
fundamentales las propiedades de la sustancia ni las características propias
de cada sujeto y su familia, porque nada de esto sería posible si la
subjetividad adictiva no estuviera instalada socialmente. De esta manera se
puede pensar en una subjetividad adictiva únicamente si se piensa en
relación a una época de consumo, y en la actualidad nos encontramos ante
un constante empuje al goce, característico de la época (Salamone, 2014,
p.81).

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Toxicomanía generalizada

Desde la perspectiva de Sinatra (2000) nos encontramos en la


actualidad en una época que se caracteriza por un empuje constante a la
toxicomanía generalizada, al consumo generalizado. Así es que se plantean
ciertos modos de gozar homogéneos, en consonancia con lo que propone
Laurent (1997), los cuales están en íntima relación con una caída del
Nombre del Padre. Este punto es de gran importancia para pensar la época
actual y la subjetividad que en ella se produce, y cuyas consecuencias se
observan en la diferencia entre la clínica con la que trabajaban Freud y
Lacan, y las características de los pacientes que se presentan hoy en día en
el consultorio. La época actual, en la que prima la toxicomanía generalizada,
se distingue porque “prima el goce del consumo propuesto por el mercado,
para todos por igual, (…) borrando las diferencias” (Naparstek, 2008, p.28).

Tratamiento: dependencias sustitutivas

Olievenstein (1990) realiza una apuesta fuerte en el tratamiento de


toxicomanías, ya que lo propone como un tratamiento de sustitución de las
dependencias del sujeto. Sustituir en un primer momento la dependencia a
la droga por la dependencia al tratamiento, lo que sería equivalente a
“hacerse preferir al tóxico”. La deshabituación llega así por el camino del
cambio de la dependencia del producto por la del terapeuta, para luego dar
lugar al aprendizaje de lo que el autor llama democracia psíquica, momento
en el cual se daría algo de la elección del sujeto. En la misma línea,
propone como condición pragmática y ética que el objetivo sea el final de
toda dependencia, tanto de la droga como del analista. La democracia

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psíquica se ofrece para Olievenstein como salida del circuito de las
sustituciones.

La propuesta de Olievenstein (1990) es “que el sujeto pueda incorporar


al terapeuta en lugar del producto, para aceptar así un cierto
desconocimiento de sí mismo y facilitar la reducción de la ansiedad para
aliviar algo del sufrimiento.” (p.221)

En una búsqueda por pensar este punto desde la teoría freudiana,


teniendo en cuenta que es condición del tratamiento que no se den ciertas
satisfacciones sustitutivas para que algo del sufrimiento emerja en análisis,
se entiende que la droga ocuparía este lugar en el sujeto, a modo de una
satisfacción sustitutiva. Es por este motivo que en el inicio de un tratamiento
psicoanalítico es preferible que el paciente no esté en consumo, no como
una restricción propuesta por el analista o institución, sino para que el
consumo no se manifieste como una satisfacción sustitutiva y permita que
esto se trabaje en el análisis y no se tapone mediante la sustancia. Así se
puede pensar desde aquí una búsqueda del cese del consumo no como
objetivo último del tratamiento, como dirección de la cura, sino que desde
este posicionamiento el cese del consumo llegaría por añadidura en la cura,
a partir de un trabajo subjetivo que no se propone únicamente el cese del
consumo, sino que el sujeto esté posibilitado para realizar una elección
subjetiva. En este punto, el psicoanálisis ofrece la posibilidad de una
elección más relacionada con la libertad del sujeto.

La dependencia

Olievenstein (1990) propone pensar a la dependencia como necesaria a


la hora de emprender un tratamiento de toxicomanías, y a partir de ella

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pensar en un tratamiento de sustituciones. Para el autor, la dependencia
únicamente puede comprenderse a partir de pensar en la carencia. Así, es
una desigualdad ante la carencia la que hace la diferencia entre uso y
toxicomanía. En palabras del autor, a lo que teme el sujeto es a la carencia
de la carencia, porque de faltar esta carencia corre el riesgo de encontrarse
con la carencia más arcaica, estructural. Describe que existe en un
comienzo una imagen idealizada del placer, por lo que todo lo otro que
encuentra en su camino lo decepciona, a excepción de la droga, con la que
en un principio entra en una fase de “luna de miel”, en la cual el sujeto se
siente un Dios. Al instalarse la dependencia, comienza un circuito repetitivo
de placer-sufrimiento, siendo el sufrimiento la alternativa preferida cuando
falta el placer. Por esta vía es que esta carencia se vuelve objeto de deseo,
ya que el temor reside en el encuentro con la mencionada carencia arcaica,
por lo que se prefiere la falta de la droga ante el encuentro con la falta
estructural, que se presenta como con un dolor irremediable.

Para Olievenstein (1990) es clave el lugar del terapeuta; el mismo se


ubica como perverso, se hace cargo y acepta intercambiar el placer y el
sufrimiento en nombre de cierta esterilidad, se hace parte de la
dependencia. Esto lo plantea en torno a una estructura perversa, no del
toxicómano sino de la toxicomanía. Así es que el terapeuta cumple una
función perversa en pos del tratamiento.

Demanda en toxicomanías

Continuando con las conceptualizaciones teóricas de Olievenstein, es


valioso mencionar que el autor propone considerar el peso que tiene en un
tratamiento la demanda de la sociedad. Incluye dentro de este término la
demanda de la familia del sujeto, de los padres, los allegados, y por otro
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lado la demanda de las instituciones como la justicia, que demanda un
tratamiento para determinado sujeto. A su vez también está la demanda de
la comunidad toda que exige que todo toxicómano inicie un tratamiento.

La propuesta de Olievenstein (1997) es que la demanda del sujeto


toxicómano es una demanda siempre dirigida al Otro. La demanda en
toxicomanías dista de la demanda en otro tipo de tratamientos, ya que la
mayor parte de las veces los sujetos arriban al mismo a través de la
demanda de un otro, sea este un familiar que está sufriendo, un amigo, o la
justicia. Lo que se observa a partir del Caso M. y de lo trabajado en la
Práctica en el Servicio de Adicciones, es que los sujetos que llegan al
tratamiento “por su propia cuenta” muchas veces lo hacen movilizados por
una urgencia, y no por una demanda de tratamiento. De este modo, se
ubica que en las toxicomanías la demanda no suele presentarse a partir del
sufrimiento por un síntoma, sino que el paciente llega gozando con la droga.
Se entiende, a partir de la famosa frase lacaniana, que este gozar carece de
una regulación fálica, por lo que está desmedido, ilimitado, lo que lleva al
sujeto toxicómano a situaciones de riesgo en las que muchas veces roza
con la muerte. Por otro lado, es habitual en la clínica de las toxicomanías
observar que los pacientes arriben con una identificación imaginaria con el
“ser adicto”. Distintos tipos de instituciones trabajan a partir del
reforzamiento de dicha identificación, que se plantea como un destino
inevitable, algo de lo que nunca se va a poder escapar. Serán adictos toda
su vida, y el tratamiento se centra en mantener el no consumo en el día a
día, “sólo por hoy”. Si bien este no es el camino sobre el cual trabaja el
psicoanálisis, es dable entender que muchas veces esta identificación
funciona sosteniendo algo en ese sujeto. Por el contrario, la idea del
psicoanálisis se centra en la producción de un saber por parte del sujeto, a
partir de una suposición de saber acerca de aquello que le ocurre,
realizando un camino siempre propio e instalado en lo singular.

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Consecuencias de la ruptura con el hace-pipí

Eric Laurent (1997) señala algunas observaciones sobre las


toxicomanías, tomando la famosa frase lacaniana que define a la droga
como aquello que permite la ruptura con el pequeño hace-pipí. A partir de
allí, Laurent (1997) señala como consecuencia de esta frase, que en las
toxicomanías se produce una ruptura con las particularidades del fantasma.
Así es que sostiene que el sujeto toxicómano no es perverso, ya que la
perversión implica un uso, específico, del fantasma, mientras esto no ocurre
en las toxicomanías. Lo que ocurre en estas es un uso del goce por fuera
del fantasma, un “cortocircuito”, por lo que propone esta frase de Lacan
como una tesis de ruptura. De esta manera se plantea que se goza sin el
fantasma, por fuera de él. Por otro lado, lo que señala Laurent (1997) es
que la toxicomanía se puede entender a partir del surgimiento de un goce
uno, distinto al goce sexual fragmentado, que se propone hacer coexistir
goces muy distintos, es decir hay un forzamiento por unificar los goces en
un goce uno.

Esta tesis de ruptura permite pensar, a partir de lo que Naparstek (2008)


ubica como la tesis lacaniana de la droga, en una ruptura con el falo como
una pérdida de la medida fálica, una desregulación del goce ya que no hay
algo que le ponga un límite, es decir el significante fálico. Esto no implica
una no inscripción de dicho significante, sino una ruptura con el mismo, una
falla tras una inscripción. Se considera esta perspectiva muy rica para
realizar una lectura sobre las toxicomanías, ya que permite comprender algo
del desenfreno, del no poder parar del toxicómano.

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Otros tratamientos

No es la intención del presente escrito profundizar acerca de los distintos


tratamientos que se ofrecen para las toxicomanías, pero resulta oportuno
destacar que muchos de ellos se apoyan en modelos que proponen la
identificación del sujeto al terapeuta o a un modelo que propone la
institución. Desde una mirada psicoanalítica, se reconoce la eficacia de
estos tratamientos, pero se considera que la misma puede resultar nociva
por ser un tratamiento sobre el yo, mientras que desde una mirada
psicoanalítica se ubica a las toxicomanías como un tratamiento de lo real
por lo real. Es decir, que se propone apuntar a hacer algo con lo real, y no
con lo imaginario. El psicoanálisis entiende al yo como una entidad endeble,
que no puede tomarse como aliado del terapeuta. En cambio, la toxicidad
de la pulsión, el goce, en palabras de Salamone (2014) “No se deja
manipular, ni tan fácilmente ni por mucho tiempo”. Estos tratamientos
“Procuran que el sujeto tenga un yo fuerte, y para esto se le pide al sujeto
que pase una temporada internado con un superyó exterior que lo machaca
con lo que tiene que hacer o dejar de hacer, hasta que el yo se vea
fortalecido, y finalmente, aprenda.” (Salamone, 2014, p.27) Una mirada
centrada en el sujeto y no en la sustancia hace posible pensar al tóxico con
una función, que muchas veces, sin negar lo nocivo de la sustancia, es
producir un alivio. Según Salamone (2014) “Hay una función de la droga
que no está vinculada al exceso, sino que le permite al sujeto tolerar lo
imposible de soportar”, es decir que protege al sujeto del goce, de lo que
Naparstek (2008) ubica como la toxicidad de la pulsión.

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Desarrollo

- Presentación del caso

A partir de la Práctica Profesional realizada en el Hospital Álvarez, se


intentará abordar la temática de las toxicomanías a partir de un caso clínico
del cual se pudo realizar cierto seguimiento a través de los grupos de
adicciones del Servicio de Adicciones del Hospital.

A la hora de realizar una breve reseña del caso, resulta importante


señalar que quien se nombrará como M. llega a la entrevista de admisión
espontánea en el Servicio de Adicciones del Hospital relatando que
consume pasta base hace muchos años, habiendo atravesado distintos
avatares como vivir en la calle o prostituirse para poder pagar la sustancia.
A partir de su relato, se sabe que M. vive con su pareja P., quien también
consume. Es importante destacar que se produce un viraje entre lo que M.
cuenta acerca de su pareja en esta primer entrevista de admisión, y lo que
desplegará más tarde en el grupo. Por ejemplo, en esta primer entrevista no
habla acerca del consumo de P., sino más bien lo presenta como su
salvador. Al hablar del consumo de P., M. refiere que considera que fue ella
quien lo envició, y que se aleja de él para no consumir ella también. De esto
no se sabrá sino más tarde, en el grupo de admisión. Así es que se puede
observar un viraje entre el discurso de M. en el momento de la entrevista, y
lo que de a poco se irá desplegando acerca de su historia en el grupo. Si
bien no hay datos suficientes para hacer precisiones, se podría inferir que
se puso en marcha algo de la transferencia en el dispositivo grupal que
permitió que M. comience a hablar. Estando ya en tratamiento, M. cuenta
que se volvió a vivir a la casa de su madre para poder estar sin consumir, lo

19
cual no podría sostener viviendo con P., porque según su relato, se toman
una cerveza y eso le da muchas ganas de consumir, y se termina yendo. En
determinado momento M. ubica a su madre como responsable de su
consumo, diciendo que “ella tiene la culpa de que yo consuma”.

- Articulación teórica

El modo de presentación de M. ante el dispositivo da cuenta de una


particularidad que se debe tener en consideración a la hora de pensar la
dirección de la cura, y esta es la urgencia. M. asiste a una entrevista de
admisión espontánea, dando cuenta este sólo hecho de una imposibilidad
de tolerancia a la espera, que es característico de las toxicomanías. Esta
falta de tolerancia ante la espera se debe a una ruptura con el circuito del
deseo, ya que no se hallan los rodeos en torno a la satisfacción. Debe ser
ahora, ya. El sujeto en las adicciones no es un sujeto deseante que esté
buscando un más allá –lo cual no implica que no desee-, sino que se
caracteriza por una constante repetición del acto, cierta automaticidad,
inmediatez. La adicción se presenta como un camino más corto para lograr
la satisfacción del deseo, sin tener que soportar los rodeos que la realidad
impone. Al ser esta una característica de las toxicomanías, el dispositivo de
entrevistas espontáneas cumple en el hospital la función de asistir a quienes
no pueden esperar al turno de una entrevista programada.

En su llegada a esta primer entrevista de admisión, M. se presenta muy


agitada, nerviosa y angustiada, en sus palabras “no aguanta más”. Esta
modalidad de presentación no es generalizable a todos los sujetos adictos,
pero resulta revelador a la hora dar cuenta del reemplazo de la necesidad
en lugar del deseo. Este modo de presentación de M. se ubica, tomando los
desarrollos de Sotelo (2006) más del lado de la urgencia, que de la
20
demanda, entendiendo a la primera como una consulta producida por
demanda espontánea, que adquiere la forma de una irrupción sintomática,
que al sujeto se le presenta como un exceso de sufrimiento, imposible de
soportar.

Por otro lado, en cuanto a M. resulta importante destacar que el


consumo de sustancias en la actualidad ya no se trata de un fenómeno
individual y marginal como supo serlo en algún momento, es decir aislado y
en secreto, sino, por el contrario, se presenta como una práctica cultural y
profundamente social, entendida a partir de la producción de subjetividad,
pilar fundamental a la hora de pensar el consumo y las adicciones. En el
caso de la pasta base, que es la sustancia que consume M., se caracteriza
como de predominio en clases bajas, por su bajo costo económico, su baja
calidad y su peligrosidad, siendo la “resaca” de la cocaína. A su vez, el
consumo de pasta base produce efectos de forma muy rápida y poco
duradera, por lo que se vuelve necesario un nuevo consumo. El momento
de creencia en la satisfacción de la necesidad es muy corto, lo que lleva a
repetidos consumos, produciendo en el organismo un deterioro mucho más
veloz que otras sustancias.

Desde este punto de análisis, se piensa en el momento histórico como


un determinante de la situación de consumo, y aquí se vuelve a vislumbrar
la importancia de la subjetividad de época de la que habla Lewkowictz.
Estamos ante una sociedad de consumo que no cesa de producir
consumidores de todo tipo de objetos. En esta insatisfacción permanente,
que lleva a buscar un poco más en todo, el consumo de sustancias puede
volverse para el sujeto un lugar de identificación, en donde puede hacerse
un nombre con ciertas etiquetas que la sociedad le provee. M. cuenta que
se fue a vivir a la calle en un momento en que no consumía, por lo que ella
ubica al consumo como una “consecuencia” de haber vivido en la calle. Esto
resulta importante para considerar las condiciones que en algún punto se

21
infiere que pueden haber posibilitado su consumo, como ser un grupo de
pares que consuma. Sin embargo, esto no resulta suficiente para pensar la
problemática de las adicciones, sino que es únicamente una arista desde la
cual abordar un tema que se presenta profundamente complejo por sus
determinantes sociales, familiares y de constitución subjetiva. Así es que
resulta imperioso abordar esta temática desde una perspectiva entendida
desde en pensamiento complejo (Morín, 1990).

Por otro lado, es importante señalar que el tratamiento que mantiene M.


en el Hospital no parte de la condición de la abstinencia como requisito para
comenzar el tratamiento. Desde otro marco teórico, el de la Psicología
Cognitivo-Conductual por ejemplo, predominan los tratamientos que se
centran en un modelo de abstinencia, que considera la toxicidad depositada
en la sustancia, por lo que proponen como fin último del tratamiento la
abstinencia. Con frecuencia la abstinencia comienza siendo también una
condición para el inicio del tratamiento, lo cual genera muchas veces el
abandono del mismo por parte de los pacientes, por la dificultad –y la
contradicción- que resulta de comenzar a tratar una adicción poniendo como
condición su total abandono. Desde este paradigma pensar en la
abstinencia trae aparejada la concepción de que es la sustancia la
responsable de la dependencia del sujeto, y que la adicción forma parte de
una elección conciente del mismo, que puede abandonar tras realizar el
tratamiento. Por este motivo es que, desde un marco psicoanalítico, se
considera necesario en el tratamiento producir un efecto subjetivante,
relanzar la dinámica del deseo, la búsqueda de nuevos objetos, para
comenzar a dejar de lado la necesidad. Asimismo, cabe mencionar que
dentro del psicoanálisis la abstinencia posee un matiz por completo diverso
al mencionado, ya que la misma es pensada desde el analista, como quien
debe ubicarse en posición de causa de la división subjetiva, lo cual marca
una diferencia clara con ubicarse como objeto de deseo o como modelo de
identificación. Es el analista quien se abstiene de poner en juego su deseo,
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quien se abstiene en un tratamiento psicoanalítico es la pulsión del analista,
y no el sujeto. Es necesaria una destitución subjetiva del analista, que no
esté allí como sujeto, sino más bien que acepte ser tomado como objeto,
como significante, que se deje hacer. En este punto, al analista le
corresponde dejar vacante el lugar del deseo propio, para que se realice allí
el deseo del paciente en tanto deseo del Otro. Poniendo en juego los
conceptos planteados, se considera que un análisis consiste en crear un
espacio simbólico en el que el sujeto pueda ser alojado. Es una apuesta
fuerte a la hora de pensar las adicciones, donde muchas veces los sujetos
se encuentran errantes entre distintas instituciones en donde no logran ser
alojados ni dejarse alojar. La demanda puede pensarse desde este punto
como una instancia que el analista puede permitir su apertura a partir de
proponerle al toxicómano un lugar desconocido hasta el momento, abrir un
interrogante, hacerle creer que hay algo de su síntoma sobre lo cual él
sabe. Se pone en juego aquí la creatividad del analista para pensar una
forma distinta de lograr alojar al sujeto en el espacio del análisis y la libertad
que el mismo le ofrece. Para esto es fundamental el manejo de la
transferencia, a la hora de crear una demanda de tratamiento allí donde
muchas veces el sujeto llega con una urgencia. En este punto resulta
enriquecedor tomar los aportes de Lacan (1966) a la hora de pensar la
táctica como el ámbito en el que el analista es más libre a la hora de realizar
sus interpretaciones.

La llegada de un sujeto al consultorio o dispositivo de tratamiento se


basa por lo general en un malestar, en algo que hasta el momento
funcionaba y dejó de funcionar. En relación a las drogas, hay algo de la
relación con el tóxico que hasta el momento no se le presentaba al sujeto
como sufrimiento, pero se produce un quiebre en eso que puede pensarse
como la función de la droga. A su vez, se ubica la noción del Sujeto
Supuesto Saber, ya que si el paciente consulta en un momento de
sufrimiento, está suponiendo que en el análisis y en el analista algo va a
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poder aliviarlo. De ello se desprende que, en un análisis, de lo que se trata
en las entrevistas preliminares es de transformar esta demanda inicial en
demanda de análisis, causar el deseo del sujeto a partir del deseo del
analista, para encaminarse hacia una posible rectificación subjetiva, es decir
una modificación en la posición que trae el sujeto con respecto a su
síntoma.

En relación a lo que plantea Olievenstein (1997) para el tratamiento de


sustituciones, se ubica a la mencionada urgencia con que arriba el sujeto,
entendiendo que debe operar sobre ella una transformación en el
tratamiento para que algo del mismo pueda entrar en la lógica propuesta por
el autor. Es decir, que efectivamente el tratamiento pueda comenzar a
operar como sustituto de la sustancia, pero para ello es necesario
previamente que algo en el sujeto se movilice. Para comenzar, que se
suponga un sujeto allí donde muchas veces llega un “adicto”, un “falopero”,
un “paquero”, etc. En el caso M. se advierte que es ella misma quien dice
que su madre la nombra como “la drogadicta”, cuando sus hermanos
también consumen y no son identificados bajo este significante. Se trata de
cuestionar estos nombres, de permitirle al sujeto preguntarse acerca de eso
desde otro lugar.

Tras varias semanas de tratamiento, surge en M. la necesidad de hablar


con la madre y hacerle saber que espera de ella que la acompañe, que la
tenga en cuenta, hablarle de su angustia. Este es el primer movimiento que
se observa en M. en relación a poner en juego algo de la palabra. Se puede
pensar al mismo como un efecto del tratamiento, esta posibilidad y en algún
punto necesidad que plantea M. en cuanto a hablar con su madre y
transmitirle su angustia: hacer por primera vez algo distinto con esto, que no
sea recurrir al consumo como única salida posible, sino darse la posibilidad
de que medie la palabra, que opere como postergación del consumo. Ceder
algo del goce propio en la puesta en juego de la palabra. A su vez, también

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se vislumbra el sufrimiento que emerge en M. a partir de comenzar a
trabajar con la palabra, cuando en el grupo, hablando de lo que le genera el
tratamiento dice “si voy a estar así para qué ir”.

Si bien por las características particulares de la observación realizada no


se obtuvieron mayores datos sobre el caso M., este viraje en su relación a la
palabra se considera un valioso progreso en el tratamiento,
fundamentalmente porque indica que algo de esa urgencia con la que M.
arriba al dispositivo se fue disipando, para dar lugar al establecimiento del
tiempo como instancia, de la espera como algo posible.

Conclusiones

A partir del pasaje realizado por distintos desarrollos que se consideran


pertinentes al momento de pensar un tratamiento sobre toxicomanías, se
desprendieron algunas conclusiones. Las mismas se mantienen abiertas
para continuar re-pensando, siempre a la luz de la subjetividad de época y la
singularidad de cada sujeto.

La presente Tesis de Grado propone la existencia de un tratamiento


psicoanalítico posible de las adicciones. El mismo ofrece la posibilidad de
una relación más aliviada del sujeto con su propio goce.

Para esto, es fundamental reparar en que algo de la toxicidad se ubica


en el sujeto, más precisamente en la pulsión, en el goce. Tomar parte en lo
que devino su consumo hace posible retomar el concepto de pharmakón; se
entiende que una sustancia podrá operar en un sujeto con su doble vertiente
de remedio y veneno. Esta línea de pensamiento se aleja de la propuesta de
otros tratamientos de distinto marco teórico, en particular los basados en la

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abstinencia; no se trabaja a partir de los llamados efectos fisiológicos de las
sustancias, sino de la función que las mismas ocupan en cada sujeto. La
propuesta, que tiene en parte como objetivo la democracia psíquica, se
considera otorga al sujeto un saldo de mayor libertad.

En particular, se observa que la demanda en los tratamientos de


toxicomanías se presenta como una urgencia, a diferencia de otro tipo de
tratamientos. El analista queda comprometido a utilizar su inventiva para
ofrecer un espacio al sujeto del inconciente donde alojarlo junto con su
sufrimiento. Se espera hacer llegar el alivio vía la palabra, mediante la
revisión de distintos momentos electivos, para luego realizar una nueva
elección, fundada en cómo gozar desde el "ahora en adelante".

Para finalizar, quien escribe considera atinado incluir una cita que
condensa algunas cuestiones abordadas.

Antes, cuando eligió el silencio de las drogas, siguió el camino


del rechazo de lo simbólico, del rechazo del Otro que se le
tornaba problemático, del rechazo del inconciente; luego del
trabajo analítico, se sabe de los límites de lo simbólico, de que
ese Otro es una construcción neurótica y que frente a las
pulsiones se puede tomar decisiones, que se es responsable de
cómo se elige gozar, y en definitiva, vivir. (Salamone, 2014,
p.31)

Se trata entonces de encontrar un saber hacer con el sufrimiento


del toxicómano, en una sociedad cuya propuesta -y exigencia- es
consumir y gozar más. Es valioso observar que al analista le
corresponde autorizarse a pensar un tratamiento que le abra al sujeto
la posibilidad de realizar una búsqueda propia sobre las múltiples
determinaciones de su adicción para, a partir de allí, elaborar un
nuevo pensamiento, singular, acerca de su elección.

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