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Al leer sus Salmos nos daremos cuenta que todo lo que este
hombre escribió, fue el resultado de su vida, y de sus
experiencias.
Sus Salmos son un enorme tesoro para la alabanza y la
edificación; y en un sinnúmero de ocasiones, los creyentes
de todos los tiempos han sido consolados con una simple
lectura de estas joyas sagradas.
Una lectura que revela el amor que David tuvo por su Dios,
son sus Salmos.
Es cierto que su vida estuvo empañada por la presencia del
pecado, sin embargo eso no eclipsó la vida del que fue
tomado de detrás de las ovejas para llegar a ser el más
grande rey de Israel.
“…Dijo aquel varón que fue levantado en alto, el ungido
del Dios de Jacob, el dulce cantor de Israel” (2 Samuel
23:1b).
Ahora, la confianza de David no estaba puesta en su propia
justicia, o en su propia sabiduría.
David había descubierto que la misericordia de Dios era
“desde la eternidad hasta la eternidad”, y que por esa
razón podía declarar su integridad.
“Júzgame, oh Jehová, porque yo en mi integridad he
andado; he confiado asimismo en Jehová sin titubear.
Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; examina mis íntimos
pensamientos y mi corazón. Porque tu misericordia está
delante de mis ojos, y ando en tu verdad” (Salmo 26:1-3)
Veamos, pues, como la vida de este rey, con sus altos y
bajos llegó a ser “conforme al corazón de Dios”.