Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
org)
Silvia Reisfetd
TATUAJES
mirada psicoanalítica
m j $ PAIDÓS
Keisfeld, Silvia
Tatuajes : Una mirada psicoanalítica.-I a ed.- Buenos Aires : Paidós, 2004.
176 p . ; 23x15,5 cm.- (Diagonales)
Í5BN 950-12-0505-3
I a edición, 2004
Reconocimiento 11
Prólogo 15
3. Piel... 45
4. La mirada 57
6. El primer tatuaje 75
7. Tatuaje y escritura 89
8 SILVIA REISFELD
8. Tatuaje y erotismo 95
!
Reconocimiento
I
Prólogo
Este libro, Tatuajes. Una mirada psicoanalítica, nos lleva a conocer di-
mensiones insospechadas que se entretejen en un simple diseño
alojado en la piel. El subtítulo indica que se hará una aproximación
psicoanalítica sobre el tatuaje, lo cual es rigurosamente cierto, pero
un recorrido por sus distintos capítulos nos hace concluir que su
abordaje sobrepasa lo estrictamente psicoanalítico y, en no poca
medida, se convierte en un enfoque multidisciplinario. En este sen-
tido cabe señalar que la recolección del material investigado se ba-
sa en un trabajo de campo hecho con acuidad.
Lo más profundo es la piel, ha dicho Paul Valéry. Es posible que es-
ta aseveración paradójica sea compartida por las personas tatuadas
y los tatuadores, quienes consideran que la piel es un lienzo huma-
no donde se dibuja y pinta el arte milenario del tatuaje. También la
debe de compartir Silvia Reisfeld, quien nos sorprende al demos-
trarnos que existe una gran riqueza connotativa en una superñcie
somática tatuada.
Freud resuelve la paradoja en cuestión cuando nos dice que el
yo es una esencia-cuerpo o la proyección de una superficie. Desde
16 NOEL ALTAMIRANO
aparece en el espejo
un laberinto de estratos
superpuestos: garabatos
nocturnos, emblemas mudos,
cuerdas, arabescos, nudos,
anclas, madejas que apresan:
enigmas que se enderezan
en nuestros cuerpos desnudos
N O E L ALTAMIRANO
PROVERBIO POLINESIO
pero, como había que ocultarlos, las personas sólo se tatuaban des-
de los codos hacia arriba y de la cintura para abajo. Para permitir la
salida de demonios o malos espíritus, mantenían el kimono tatuado
parcialmente abierto, con un sector de la piel no marcado.
La literatura oriental influyó enormemente en la difusión del ta-
tuaje. Por la misma época, cierta literatura erótica popular presen-
taba personajes como cortesanos, prostitutas o sacerdotes portando
tatuajes. Otro ejemplo es una novela china muy reconocida de me-
diados del siglo XVIII, traducida al japonés como Suikoden, en la
que se narran las aventuras de una banda que desafía la corrup-
ción de las autoridades chinas entre los años 1117 y 1121. Muchos
de sus héroes estaban profusamente tatuados y el tema del antiau-
toritarismo no era ajeno al pueblo japonés. Sus ilustraciones consti-
tuyeron todo un suceso. De hecho, como una manera de dar publi-
cidad a las novelas, surgieron ilustradores sumamente destacados
cuyos diseños originales sirvieron de motivos para los artistas ta-
tuadores. Bajo la forma de un arte pictórico, el tatuaje floreció en
conexión con otras expresiones de la cultura, tales como el Teatro
Kabuki, el Bunrako (títeres) o el Sumo.
El tatuaje clásico japonés está limitado a un repertorio específico
de diseños que representan héroes legendarios o cuestiones religio-
sas. Difierfi-dp! hatnajp nrrideníal en que consiste en un único dise-
ño completo que cubre la espalda y se extiende a los brazos, las
piernas y el pecho. Cada diseño está asociado con atributos como
coraje, lealtad, devoción u obligación y, al tatuarse, el sujeto simbó-
licamente hacía de esas virtudes una parte de sí. En 1867, el último
de los shnmir>K fnp Hppnpstn y SP rpirist^ln_ja figura del emperador.
Las puertas a Orrirlpntp SP abrieron y las; leves contra el tatuaje se
reforzaron ante el temor de que fuera visto como una costumbre
bárbara. Los taiuaAare.s-pnriian tatuar únicamente a extranjeros.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la práctica fue nuevamente legal,
aunque se mantuvo la costumbre de trabajar en forma privada.
En una entrevista concedida a Steve Gilbert (2000), el reconoci-
do tahiarior TCa^nn Qgnrj relata que, tradicionalmente, el oficio se
aprendía entrando como aprendiz en la casa de un maestro. Du-
rante su formación, Ogori observaba cada día durante dos horas
cómo trabajaba su maestro con cada cliente. No preguntaba nada
ni aquél le explicaba nada: ésa era la forma de aprender cualquier
tipo de arte. Diariamente se le presentaba un dibujo que luego de-
bía copiar de memoria. No se le permitió tatuar hasta pasados los
ORÍGENES, HISTORIA Y ACTUALIDAD 29
El cuerpo, un enfoque
interdisplinario
A N T O N I N ARTAUD
C U E R P O Y POLÍTICA
CUERPO Y POSMODERNIDAD
C U E R P O Y PSICOANÁLISIS
Piel
P I E L Y PSICOANÁLISIS
réverie1 actúa mitigando las tensiones del bebé, de manera que éste
pueda tolerarlas.
Esther Bick (1970) aplicó estas ideas a la observación sistemática
de lactantes en su temprana relación con la madre. Observó que el
contacto con la piel del bebé y su estimulación constituían el aspec-
to más importante del vínculo y sentaban las bases de las primerí-
simas introyecciones del yo. Bick formuló el concepto de «segunda
piel» para dar cuenta de una fallida adquisición de la función pri-
maria de contención. Así, «en su forma más primitiva, las partes
de la personalidad son vividas como si estuviesen carentes de una
fuerza capaz de unirlas, por lo cual resulta necesario asegurar su
cohesión en una forma que se experimenta pasivamente, mediante
el funcionamiento de la piel, que obra como un límite». Pero esta
función interna de contener partes del se// depende inicialmente de
la introyección y posterior identificación con la función contenedo-
ra del objeto, lo cual origina «la fantasía del espacio externo y del
espacio interno». El objeto, que hace las veces de continente, es
sentido «concretamente como una piel». Las dificultades en esta fa-
se se traducen en la falta de la noción de un espacio dentro del self,
lo que da lugar a un uso masivo de identificaciones proyectivas y a
la conformación de una «segunda piel» como sustituto del conti-
nente-piel adecuado. En este caso, una normal dependencia res-
pecto del objeto es reemplazada por una seudoindependencia y el
empleo de ciertas funciones mentales o habilidades que asumen en
adelante un papel de contención. Desde la clínica, esto se observa
bajo la forma de una coraza muscular (rigidez, actividad hiperki-
nética) o su equivalente verbal, donde el habla (en torrente de pa-
labras) permite envolverse en el sonido de las propias palabras.
Didier Anzieu (1994) trabajó la noción del «yo-piel y sus fun-
ciones de correspondencia con la piel», donde la piel psíquica en-
cuentra un apuntalamiento en la piel corporal. El yo-piel designa
una «figuración de la que el niño se sirve en las fases precoces de
su desarrollo, para representarse a sí mismo como yo que contie-
ne los contenidos psíquicos a partir de su experiencia de superfi-
cie del cuerpo» (p. 50). Anzieu describe la piel como un complejo
sistema en el que confluyen distintas sensibilidades (de calor,
colorea sus labios con el dedo y le dice: «Cuando Dios hizo al pri-
mer modelo en arcilla del ser humano, le pintó los ojos, los labios y
el sexo. Luego pintó el nombre de cada persona para que el dueño
no lo olvidase. Si Dios aprobaba su creación, Él le daba vida al mo-
delo de arcilla firmando su propio nombre».
/c) A los cuatro años, recibe de regalo El libro de la almohada y se
despierta su fascinación por Sei Shónagon. Se propone escribir su
propio libro de la almohada.
/cu En su sexto cumpleaños, se ve al padre iniciándola en la ca-
ligrafía y comentando que debe visitar - c o m o en cada cumplea-
ños de Nagiko- a su editor. Nagiko lo acompaña y, mientras espe-
ra fuera de una oficina, observa una escena (que no comprende)
alusiva a un acto homosexual entre su padre y el editor.
Ya adolescente, escribe regularmente. Se hace evidente su cre-
ciente identificación con la figura de Shónagon: «Como Sei Shóna-
gon mi sentido del olfato era muy fuerte. Yo disfrutaba del olor a
todpiipo de papel. Me recordaba el aroma a piel». Es un primer in-
dicador de un interjuego sensual entre la piel y el papel. Tras un
matrimonio fallido y convertida en una modelo exitosa, sus rela-
ciones con los hombres son efímeras y la sexualidad se tiñe de es-
critura: «... yo había decidido tener amantes que me recordaran los
placeres de la caligrafía. No podía estar segura de qué era más im-
portante. Un calígrafo indiferente que fuese un buen amante o un
excelente amante que fuese mal calígrafo». Asimismo, la actividad
de escribir revela una intensa cualidad erótica: «El aroma a papel
blanco es como el aroma de la piel de un nuevo amante quien aca-
ba de hacer una visita sorpresa en un jardín mojado. Y la tinta ne-
gra es como el pelo laqueado. ¿Y el quill? Bueno, la pluma es ese
instrumento de placer cuyo propósito nunca está en duda pero cu-
ya sorprendente eficacia uno siempre olvida».
¡ Su primer encuentro con Jerome -traductor y aspirante a escri-
) tor- ilustra una seducción que responde esencialmente a nivel de
/ piel. Nagiko dice: «Necesito la escritura. No me preguntes por qué.
A Saca tu lapicera y por favor escribe tu nombre en mi brazo». Esta
\demanda pone en evidencia el componente de fetichización 2 de la
I
piel escrita. Además nos habla de una fijación sensual a la escena
infantil del ritual paterno. Si por un lado los trazos de Jerome no la
excitan, por otro éste la incita a escribir: le ofrece su piel como una
página en blanco. Para Nagiko es un giro importante: «Ahora seré
la lapicera, no sólo el papel». Veamos entonces: la escritura reviste
plenamente el carácter de un acto sexual; luego, la identificación
en los roles activo (la pluma como equivalente fálico) y pasivo (el
papel), esto es, el componente bisexual de Nagiko. Por su parte, Je-
rome revela un aspecto pasivo femenino, consonante - c o m o se
descubre luego- con una práctica bisexual.
Un primer texto, escrito en la piel de un desconocido, será re-
chazado por un prestigioso editor. Nagiko descubrirá que se trata
del mismo editor de su padre y que Jerome es amigo suyo, inicio
de una situación triangular de consecuencias imprevisibles para
todos:
fíí) Nagiko se enamora por primera vez; Jerome demuestra cum-
plir con las dos condiciones infructuosamente buscadas hasta en-
tonces: es un hábil calígrafo, capaz de llenar su cuerpo con distin-
t o s ^ hasta exóticos caracteres y, además, es un buen amante.
<J>) Ante un posible nuevo rechazo, el siguiente texto tendrá co-
mo portador al cuerpo de Jerome, quien se exhibe desnudo ante la
mirada excitada del editor. En él, la condición fetichista de la piel
se hace más evidente: no sólo lee el texto, sino también, y como
parte del juego sexual, acaricia la piel de Jerome como si probara la
textura de un papel, y la lame para apreciar la tinta.
(c)Resignificación del vínculo entre el padre y el editor: Nagiko
descubre en pleno acto sexual a Jerome y al editor, y pone fin a su
relación con Jerome. Siendo su libro aceptado, otros escritos en
cuerpos elegidos al azar son enviados al editor.
Jerome se suicida. No sólo Nagiko lo llora; también el editor,
aunque su duelo es más complejo: manda a desenterrar el cadáver,
lo despelleja él mismo y se consuela atesorando la piel, ahora con-
vertida en un libro. En un tramo ulterior lo vemos practicarse un
haraquiri.
COMENTARIO
La mirada
Freud aclara que, en rigor, a la primera meta activa (a) debe an-
teponerse una fase autoerótica que, más tarde, por vía de la compa-
ración cambia a un objeto análogo en el cuerpo ajeno.
60 SILVIA REISFELD
significa observar, examinar. Así, skopos y skopia son terminaciones griegas deri-
vadas de este verbo.
2. Término que designa una alteridad que trasciende al individuo y que La-
can equipara con el lenguaje y la ley. Por tanto, es representativo del orden de lo
simbólico (Evans, D., Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano, Buenos Ai-
res, Paidós, 1977).
62 SILVIA REISFELD
COMENTARIO
Tatuaje y adolescencia:
¿moda o síntoma?
1. Veáse «Los tatuajes: una marca eterna que ya trasciende edades y clases so-
ciales», Clarín, informe especial, 30 de marzo de 2003: «Si bien no hay cifras ofi-
ciales que den cuenta de la tendencia, buena parte de los tatuadores - a l g o más
de 100 en condiciones legales- sostiene que en los últimos cuatro años la deman-
da de tatuajes creció hasta un 500%. Así, por cada uno que en el '99 se animaba a
incluir en su organismo altas dosis de tinta, ahora hay cinco argentinos que ya
transformaron una expresión de pocos en una estética de muchos».
66 SILVIA REISFELD
CONSIDERACIONES CLÍNICAS
«Muchos vienen sin saber bien para qué se están tatuando, corno una
moda [...]. Conozco chicos que se hicieron un tatuaje chiquito que después
vinieron a tapárselo y arrepentidos de haberse hecho un tatuaje chiquito, y
otros, que les agarra como placer para seguir haciéndose. Uno se hace un
tatuaje, uno chiquito, no le gustó, le agrega otro al lado, después le va
buscando un paisaje pero es un vicio. Siempre vienen y se van haciendo
otro y otro y van tomando el cuerpo. Es como si les faltara algo. Siempre
hay algo que completar, mejorar. Conozco chicos que vienen y nos tiran la
bronca por la razón que sea, que les falta algo y nosotros siempre decimos:
"no, vos sos un masoquista y por eso te querés tatuar". Hay chicos que
vienen y están como desesperados por tatuarse. Y eso que el tatuaje es ca-
ro, es un vicio caro».
El primer tatuaje
GUILLE (ENTREVISTADO)
1. «And what I like most about tattoos is that once you get one, y o u a u t o m a -
tically become part of a family. In this case, ink is thicker than water» (Krakow,
1994: 49).
EL PRIMER TATUAJE 77
«El primero me lo hice a los 16 años, una cruz en el brazo. Fue al año
de morir mi papá, como un homenaje a él... Así me inicié, con un objetivo.
No me voy a arrepentir nunca de lo que me hice... Yo ya me manejaba, era
un tipo bastante maduro y mi vieja me dijo que ya era responsable de lo
que hacía. Conocí a R., un chico que tatúa, y bueno, digamos ijue él me
inició en esto, vimos juntos revistas... Yo traje a muchos amigos que re-
cién cuando me vieron tatuado se animaron a hacerlo y ahora ya le aga-
rraron el gustito y van por seis o siete tatuajes.»
3. Ana (18 años): Se hizo dos tatuajes al mismo tiempo. Está fi-
nalizando la secundaria. Fue a hacérselos acompañada por un ami-
go que le habló todo el tiempo para «distraerla del dolor». Duran-
te un tiempo los mantuvo en secreto. Venía de colocarse un aro en
el ombligo.
4. Tadeo (24 años): Tiene tres tatuajes. Trabaja como chofer de re-
mise y está terminando la secundaria. Asiste a una comunidad te-
rapéutica de día, tras haber obtenido un alta de internación por
consumo de drogas. Su primer tatuaje es visible y ocupa todo un
antebrazo.
COMENTARIO
• Factores desencadenantes.
• Incidencia de la edad, los estudios alcanzados y la ocupación.
EL PRIMER TATUAJE 87
Todos estos aspectos dan cuenta de los alcances del hecho de ta-
tuarse y su complejidad ligada a la historia personal del sujeto.
Más aún, algunos de ellos son emergentes de una modalidad de
funcionamiento propio de la sociedad contemporánea.
10
Tatuaje y escritura
FRANZ KAFKA
las épocas» (p. 1153). Libro que le sirve de pretexto para tomar a
los tatuajes como una metáfora para concebir una nueva forma de
hacer literatura. Así, al opinar sobre lo que él llama «autor tatua-
dor», afirma: «La literatura es, como el que practica nuestro colec-
cionista, un arte del tatuaje: inscribe, cifra en la masa amorfa del
lenguaje informativo los verdaderos signos de la significación. Pe-
ro esta inscripción no es posible sin herida, sin pérdida. [...] para
que la palabra comunique, el escritor tiene que tatuarla, que in-
sertar en ella sus pictogramas» (p. 1154). Es decir, no hay creación
sin dolor y la literatura es un arte donde la agresión también se
hacé presente.
En su ensayo «La simulación» (Sarduy, 1999, t. II), donde se ocu-
pa del tema del cuerpo en conexión con diversas expresiones de
pintura corporal y travestismo, retoma ambas ideas: «Con el dolor
o con la tinta se delimita una parte del cuerpo y, a fuerza de "traba-
jo", se la separa de la imagen del cuerpo como totalidad» (p. 1295).
Para llevar a cabo el tatuaje debe punzarse la piel, herirla, de modo
que penetre la tinta y se forme la imagen. Es esta herida la que, se-
gún el análisis de Leonor A. Ulloa y Justo C. Ulloa (ibíd: 1626-
1643), dirige la atención del lector de Sarduy y lo lleva a fijarse en
un detalle que, si bien aislado, termina «filtrándose, expandiéndo-
se y modificando la textura misma de la obra» (p. 1636). Un ejem-
plo es el primer relato de De donde son los cantantes (1967), en el que
aparece un minúsculo detalle que reviste un alto grado de signifi-
cación erótica: un pequeño paisaje tatuado en el cuerpo de uno de
sus personajes y que, a la manera de un ideograma, condensa los
contenidos de la cultura tradicional china en relación con el cuer-
po, el cosmos y la naturaleza y que a la vez que remite a otros tex-
tos chinos. Los autores concluyen que el tatuaje funciona como ese
detalle inesperado que atrae y modifica la manera de leer el texto.
Vale decir, resulta un componente visual indispensable a la estruc-
turación del relato.
Es a propósito de estas elaboraciones que en el ensayo mencio-
nado Sarduy nos sorprende por su aguda comprensión psicoanalí-
tica al hablar del tatuaje, el cual, a la manera de un fetiche, fascina
precisamente por presentarse siempre como «fantasma de lo sepa-
rable, de lo que se puede arrancar» (p. 1294), es decir, de la castra-
ción. Veamos cómo lo explica: «Esa iluminación sectaria relega el
resto del cuerpo - u n resto paradójico- a una zona anónima y leja-
na, excluida de la representación y del deseo: sin valor de erección,
TATUAJE Y ESCRITURA 93
COMENTARIO
Tatuaje y erotismo
Laura dice:
«Me sentía más ancho, como que caminaba de otra manera y llamaba
la atención. Sobre todo las chicas, venían y se fijaban en mi tatuaje. Estar
tatuado era que mi cuerpo tenía algo más».
«Cómo te puedo decir. A todos nos gustaría eso de tener una espalda
grande y estar con tu tabla de surf. Tengo amigos que cuando estamos to-
mando sol tienen una espalda que parecen Rambos... y sí, a quién no le
gustaría tener más lomo. Creo que el tatuaje complementa, ayuda. A mí
me sirve, pienso: "Bueno, no tengo lomo pero sí un dibujo"».
Hay que subrayar que este atributo que se agrega al cuerpo co-
mo tatuaje también representaría tanto un modo de elaborar como
de contrarrestar fantasías de castración, lo cual asume distintas
gradientes según cada individuo. Así, de manera muy explícita, en
un segmento de un programa emitido por el canal I-Sat 3 dedicado
al tatuaje y el piercing, una mujer que aparecía prácticamente des-
nuda hablaba de su tatuaje (uno colorido que bajaba por un costa-
do de su cintura hasta el muslo) como de «un órgano especial», sin
el cual ella se sentiría «desnuda». Este ejemplo ilustra cómo el ta-
tuaje puede revestir el carácter de un pene imaginario que otorga
una vivencia de completud.
En lo que sigue, me ocuparé de una película en la que la dimen-
sión del erotismo en el tatuaje cobra un relieve singular. Si bien se
trata de una ficción, nos permite de destacar algunos componentes
específicos.
I R E Z U M I , LA MUJER TATUADA
COMENTARIO
El tatuaje y la experiencia
del dolor
1. Movimiento que incluye no sólo los tatuajes y las perforaciones, sino tam-
bién las escarificaciones (trazado de la piel con bisturí), el branding (delineado de
un dibujo raspando trozos de piel) y los implantes (introducción de bolas de tita-
nio o acero quirúrgico dentro de la piel). También comprende el procedimiento
de «suspensión", que, sin que se trate de una alteración corporal permanente,
consiste en ser atravesado por ganchos en distintos puntos del cuerpo -ganchos
de acero quirúrgico similares, aunque de menor tamaño y grosor, a los utilizados
en las carnicerías- a fin de pasar por la experiencia de ser colgado. En una ver-
tiente extrema, hay quienes llegan a la mutilación de ciertas partes del cuerpo
(los dedos o incluso los genitales). Sobre todas estas prácticas, se pueden leer las
revistas Piel, n° 4 (noviembre de 2002) y Addiction Tattoo, n° 4 (noviembre de
2002), ambas publicadas en la Argentina.
106 SILVIA REISFELD
M A T E R I A L DE ILUSTRACIÓN
— Sí, a veces sí. Porque a veces duele bastante... pero si uno está den-
tro es porque está decidido a aguantarse cualquier cosa. Vos entras, ponés
el brazo... Qué puedo decir, ¿me duele? No. Ya estás y te lo bancás.
— No. Yo siempre dije que doler, duele... Los pinchazos, la rapidez con
que entra la aguja, es como una quemazón, como si uno se cortara. Pero
eso es al principio, después por el dolor es como si esa parte se durmiera.
Después hay que tener mucho cuidado, tratar de no mojarlo durante 2
días para que se seque y se forme la cascara. Esa cascara no hay que tocar-
la, no le puede caer sol, tenés que echarte crema, vaselina...
—¿Duele tatuarse?
— Lo hice para demostrarle que la quería. Ahí me dolió, pero creo que
porque estaba peleado con ella. Si hubiese estado bien con ella, no me hu-
biese dolido... Cuando me lo hice estaba mal, triste y me dolió.
— ¿Dolió?
— Sí. Ya les tengo confianza. Es una relación muy especial la que ha-
cés con el que te tatúa... es como parte de tu cuerpo.
ANÁLISIS
2. Término que Freud utiliza para referir a una operación del aparato psíqui-
co que limita la libre circulación de energía (monto de excitación) al unirla a una
o varias representaciones. Acerca de los distintos usos a lo largo de su obra, véa-
se Diccionario de Psicoanálisis, J. Laplanche, y J.-B.Pontalis, Buenos Aires, Labor,
1974.
116 SILVIA REISFELD
VERTIENTES TEÓRICAS
P I E L E IDENTIDAD
M A T E R I A L DE ILUSTRACIÓN
«Me gustan los tatuajes y bueno, te querés hacer... empezás con un di-
bujito y después la seguís. Mi primer tatuaje fue de "Helio Kitty", un ga-
tito. Me gustaba, diez años atrás todo era mucho más inocente. Yo entré
en mi primer tatuaje sin ser, me lo quise hacer porque sí, una calentura.
Después me tatué una rosa, una pantera... Te digo la verdad, no sé cuán-
tos tatuajes me he hecho. Tenía un amigo que me decía: "mañana nos ha-
cemos un tatuaje", y a mime agarraba un nervio, era como medio, no en-
fermizo, pero yo sentía que me gustaba y me hacía bien. Cuando murió mi
padre me hice su retrato en el muslo y puse la fecha de su muerte. Es para
dejar algo marcado. Tengo una pequeña lágrima tatuada en la cara y la
palabra "padre" en la parte interna del labio. Eso lo voy a llevar toda la
vida y con tatuarlo es como si en cierta parte yo dijera "lo hice carne de
nuevo". Cualquier persona diría "no necesitás tatuarte el labio para llevar
a tu padre", pero es una sensación muy fuerte».
«Yo empecé a los 21 para no tener problemas con mi familia y voy a se-
guir hasta cubrirme todo el cuerpo, hasta que no se me vea la piel. Me pa-
rece muy monótono tener el mismo color de piel como todos los demás. Te-
niendo la posibilidad de tener la piel decorada, no veo por qué la tenga que
tener de un solo color... Mis primeros tatuajes fueron duendes que me los
hice uno tras otro. Sé que no existen, pero para mí representan mucho. Vi-
124 SILVIA REISFELD
ven en una completa armonía, sólo se molestan con los que vienen a mo-
lestarlos, nadie le dice al otro lo que tiene que hacer... Luego pasé a los
Alien. Me gusta del Alien cómo fue creado, la originalidad de Hears, el di-
bujante, para inventar un ser superior al humano prácticamente perfecto
e indestructible. También tengo tatuado un feto, de un momento bastante
significativo para mí, una ilusión que no se dio. Esta hada representa un
fin de semana que marcó una trayectoria en mi vida. Mis tatuajes son lo
que yo sentía en el momento del tatuaje. Tengo proyectado prácticamente
casi todo mi cuerpo, sé qué dibujos me voy a hacer, después los iré varian-
do, los retoco... tengo para rato».
ellas. Pese a contar con su consentimiento, he optado por cambiar los nombres y
algunos datos a fin de preservar su anonimato.
TATUAJE Y ADICCION ES 129
• Raúl (36 años): Tiene seis tatuajes caseros. Fue dado de alta
hace tres años. Trabaja en una agencia de remises y posee estudios
primarios. Consumió psicofármacos y alcohol desde los 15 años,
marihuana y cocaína. En cierta época, también se inyectaba un
anestésico usado en veterinarias.
— Fue antes de hacer la colimba, a los 16 o 17, no soy bueno para re-
cordar, no tengo buena memoria. Sé que todo el mundo se tatuaba. Yo lo
comparo con lo de ahora pero los tatuajes son mucho mejor armados. Ta-
tuarse se usaba mucho en el ambiente que me movía, era una moda. Era
un ambiente de consumo, había mucho alcohol. Me salió lo de «madre»
porque era lo que más sentía en ese momento. Yo me fijaba mucho en los
tatuajes...
— Tres veces iba a ser. No sé por qué. Por tener mi nombre, pero no sé
por qué tantas veces. Más que nada yo lo hacía porque me gustaba el ta-
tuaje en sí, todos lo hacían y yo no podía estar sin hacerme un tatuaje.
—¿Cómo es lo de la imagen?
— Para llamar la atención, resaltar en algo... Una imagen del más lo-
co o del más raro. Soy un tipo muy tímido, he roto con algunas cosas pero
tengo eso, de haberme armado una imagen, funcionar mucho con esa ima-
gen y en el fondo ser un tipo bastante solo y no tan loco. Yo había elegido
vivir en una zona marginal donde hay boliches, mucha delincuencia, co-
mo buscando también esa magia de lo marginal...
—¿Dolió?
— No... bueno sí, doler duele, pero soy un tipo bastante bancador. To-
mé alcohol y me acuerdo que estábamos en un lugar que no era muy hi-
giénico y me lo limpiaba con el mismo alcohol que tomaba, cuando supu-
raba también, y hacía alarde de «mira, yo esto me lo banco».
— No. Me sentía jugado, como que ya no tenía cura y, bueno, qué im-
portaba. Ya había pasado por una experiencia de internación y había fra-
casado. Vivía con angustias y depresiones. Es un tatuaje grande pero todo
era muy loco en ese momento, tenía el pelo largo, estaba más gordo, más
agresivo conmigo y con los demás. Recién ahora me está empezando a mo-
lestar, si me vinculo con gente que me conoció sin el tatuaje... Bueno, es
difícil. Lo mismo con gente nueva cuando me ven en remera, medio que es
chocante. Creo que tengo que empezar a aceptarlo. No me lo taparía, por
otro lado.
— Creo que por una identificación con lo marginal que siempre me si-
guió. Yo soy de una generación donde los tatuajes que existían eran más
tumberos, tenían que ver con la cárcel y el puerto, con los barrios más ba-
jos. Económicamente nunca fui un chico bien, pero a los 13 fui a vivir con
mi papá a una zona más paqueta. El me hizo romper con una imagen que
134 SILVIA REISFELD
DA (en el brazo):
— Todos. Eran gente mayor que yo y estar tatuado era como... te forta-
lecía más, te daba una cierta imagen estar tatuado, como que tenía cierto
manejo para lastimarme yo, sería, que me lastimé con esto.
P
A
MADRE
R
E
—¿Estuviste preso?
— Detenido si, varias veces, como una semana, pero preso no.
—Me tenía que sentir más poderoso hacia los demás, algo así. Cada
uno de mis tatuajes es como que me rebelaba contra todos. Por ahí, cuan-
do me hice el primer tatuaje mi viejo me dio una repaliza y yo decidí se-
guir haciéndome tatuajes.
6 ) C I N C O PUNTOS (antebrazo):
—Fue una época que tuve problemas muy seguido, un par de situacio-
nes que tuve con la policía, como demostrar un sentimiento hacia ellos.
—¿Por qué?
— No pensé en eso.
—¿Qué te detuvo?
—¿Fue el último?
—¿Por qué?
—¿Y el dolor?
— Soy el menor de tres. En casa por momentos la cosa iba bien, pero
cuando se ponía muy violento había mucho golpe de por medio. Mi viejo
no era un tipo que tomaba pero era violento. Mi viejo fue boxeador.
— Para míes una persona que aguantó mucho lo que pasaba en mi ca-
sa, pero mi viejo nunca le pegó a ella. Mis viejos se separan cuando era
chico (6 años) y yo me voy a vivir a casa de mi tía. En ese tiempo me
echan como cinco veces del colegio. Siempre quería demostrar algo, mi
enojo, y era de hacer lío. Después mis padres se vuelven a juntar, tenía 11
años, yo regreso, pero ya no quería que estuvieran juntos.
COMENTARIO
1. Por citar algunos textos, Aguinis, Marcos: Un país de novela. Viaje hacia la men-
talidad de los argentinos, Buenos Aires, Planeta, 1988; El atroz encanto de ser argenti-
nos, Buenos Aires, EMECÉ, 2001; Martínez, Tomás Eloy: El sueño argentino, Buenos
Aires, EMECÉ, 2002; Réquiem por un país perdido, Buenos Aires, Aguilar, 2003; Giar-
dinelli, Mempo: Diatriba por la patria. Apuntes sobre la disolución de la Argentina, Bue-
nos Aires, Vergara, 2002; Feinman, José Pablo: Escritos imprudentes, Buenos Aires,
Norma, 2002; La sangre derramada. Ensayo sobre la violencia política, Buenos Aires,
Planeta, 2003; Bleichmar, Silvia: Dolor país, Buenos Aires, Libros del Zorzal, 2002.
TATUAJE Y DISCURSO DE LOS MEDIOS 151
CLEMENTE
2. Paula Croci y Mariano Mayer: Biografía de la piel, 1998, Buenos Aires, Perfil.
TATUAJE Y DISCURSO DE LOS MEDIOS 153
que solía tener hasta hace unos años. Ahora hay gente "culta", pro-
fesionales de todo tipo... Incluso madres y padres que antes no
querían saber nada del tema y que, al ver los de sus hijos, se copan
y quieren tener uno ellos también». Subrayo el desdibujamiento de
roles, ahí donde los modelos identificatorios - l o s padres- «se co-
pan» con la movida de sus hijos. Colombo lo ejemplifica: «El chico
más chico que tatué tenía once años y vino con toda la parentela.
Eran cuatro hermanos, y los padres, que querían tener todos un
solcito en la piel». Por su parte, la cronista agrega un dato signifi-
cativo: «A pesar de que la cultura del tatuaje ya no está reducida a
ambientes marginales, son muchas las leyendas que surgen en tor-
no a ella. La más conocida, por ejemplo, advierte que es de mala
suerte tener un número par de tatuajes, motivo por el cual el consu-
midor corre a hacerse, aunque tan sólo fuera, un pequeño sol, flor,
águila o tribal para escapar a la profecía» [la cursiva es mía], «Yo
no creo eso -dice Colombo- pero tengo cinco». Esta vigencia de un
pensar típicamente mágico (la cábala del número par), que coexis-
te con un aprovechamiento de los recursos tecnológicos (la agiliza-
ción del procedimiento para tatuar, la-presentación de muchos lo-
cales de tatuaje), nos muestra una contradicción. Tampoco es un
dato menor que se hable directamente de un «consumidor».
Ahora bien, para quienes no se avienen a pasar por la experien-
cia, sea por el dolor o por el temor de llevar para siempre algo en
la piel, apareció el «tatuaje express»: se hace con henna, una tintu-
ra natural que dura 15 días y que, entre otras cosas, resiste el agua
de mar sin alterarse. Cito dos ejemplos: «Este verano, a la belleza
de una piel tostada se suman dibujos y exóticos motivos que llevan
sobre la piel. El tatuaje es el protagonista indiscutido de la tempo-
rada» (Clarín, suplemento Mujer, 29 de enero de 2002). El otro se
acompaña de la foto de una tatuadora trabajando en una playa re-
pleta de jóvenes: «Escrito en el cuerpo. Los tatuajes temporarios
hacen furor: cuestan poco, no dañan la piel y duran una semana [la cur-
siva es mía]» (Clarín, 12 de enero de 2000). Llamativamente, aquí sí
se menciona un posible daño en la piel.
En los medios, el tatuaje fue mostrado ya sea a través de títulos
que no guardan ninguna relación con esta práctica o como si fuera
importante anoticiarse de alguna figura significativa que se haya
tatuado. El primer caso concierne a un recuadro titulado «El corra-
lito es una vergüenza», cuyo texto nos informa en sus primeras lí-
neas que: «Verón tiene cuatro tatuajes en su cuerpo. El último es un
TATUAJE Y DISCURSO DE LOS MEDIOS 155
angelito con el nombre de sus hijos [...]. Pero también tiene una ro-
sa, un dragón y una imagen del Che Guevara» (Revista Viva, Clarín,
10 de marzo de 2002). El segundo ejemplo trae a cuenta los tatuajes
múltiples: «El hijo de Lebon lleva sus ideas tatuadas en la piel»
(Clarín, suplemento Espectáculos, 23 de setiembre de 1998), tam-
bién acompañado de una foto. Se consigna: «"Me gustaría tatuarme
todo el cuerpo, menos el pene [...]". A los 23 años, T. - m ú s i c o como su
papá- tiene tatuado un dragón en el pómulo izquierdo: "porque me
fascinan tanto como las serpientes". En uno de sus brazos lleva: "un
chabón, que es un graffitti mío") en el otro, "un tipo que representa el
estado de ánimo negativo de hoy en día", detalló, antes de explicar que
se tatúa porque es una forma de arte grabado en la piel». La refe-
rencia a ambos, quienes son modelos identificatorios afines a un
universo joven, destaca esencialmente el tema del tatuaje.
También hemos accedido a noticias pintorescas, tales como «Un
récord a flor de piel» {La Nación, Espectáculos, 12 de enero de 2003):
4. Véase el artículo: «Perforarse el cuerpo, una m o d a que crece entre los jóve-
nes», y su leyenda: «Narices, ombligos, zonas genitales: todo sitio vale para p o -
nerse un aro, pagando entre 30 y 100 pesos» (Clarín, Informe Especial, 20 de fe-
brero de 2000).
Respecto a esta práctica, tan difundida ahora, merece consignarse que fue un
video clip del grupo musical Aerosmith el que mostró por primera vez en panta-
lla una escena completa de piercing, donde a una joven se le coloca un aro en el
ombligo. El video clip en cuestión constituyó un b o o m y obtuvo un premio. En
palabras de Paul King, quien aparece como el perforador, "creó la d e m a n d a " . Lo
notable es que también agregó, cuando fue entrevistado, que se trató de una es-
cena hábilmente simulada; es decir, no efectuó ninguna perforación. (Canal
MTV, La historia del piercing, 5 de febrero de 2004.)
158 SILVIA REISFELD
CONSIDERACIONES FINALES
EL MAGO ILUSTRADO
Verano de 2000, un domingo en Punta Carrasco. En el fondo de un
paisaje de gente, sombrillas y reposeras, se recorta la figura de un
hombre con el rostro, la cabeza y el cuerpo enteramente tatuados,
que se abre paso a las miradas que inevitablemente recaen en él.
Solo, y ajeno a la atención que concita, termina ubicándose en un
sector destinado a un público adulto.
Tiempo después, tuve conocimiento de que se lo encontraba
diariamente en la calle Lavalle, frente a la Galena Luxor, publici-
tando un local de tatuajes y venta de CD. La entrevista que trans-
cribo es una síntesis de dos encuentros con Alberto, quien es cono-
cido en cierto ámbito artístico como el «Mago Ilustrado».
INICIOS
— ¿Cómo se logra?
LOS TATUAJES
(Me enseña una serie de fotos, algunas artísticas. Luce como un mode-
lo que despliega un cuidadoso trabajo corporal. En unas, exhibe parcial o
totalmente su cuerpo tatuado. En otras, está acompañado por alguna mu-
166 SILVIA REISFELD
— ¿Tienes hijos?
'I-
L A ACTUALIDAD
más cómodo en ese ambiente con tanta gente tatuada, no tanto co-
mo yo, pero quedé flasheado con las cosas que se hacían en la piel.
Es cuestión de gustos. Hay gente que se pone clavos en la cabeza,
colocan dentro de la piel una planchuela y los clavos quedan para-
dos, otros se hacen quemaduras o implantes que se ponen en la
frente, unas bolitas; eso, como los tatuajes, tampoco te lo podés sa-
car... pero acá todavía no existe esa mentalidad.