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POBLACION Y DESARROLLO:
ENFOQUES TEORICOS, ENFOQUES POLITICOS
SUSANA TORRADO
SERIE INFORMES DE INVESTIGACIÓN
PRESENTACION
Susana Torrado
CONICET/UBA
POBLACIÓN Y DESARROLLO: ENFOQUES TEÓRICOS, ENFOQUES POLÍTICOS
Susana Torrado 1
PRIMERA PARTE
¿COMO PENSAR LA DINÁMICA DEMOGRÁFICA DESDE LA POLÍTICA?
Vamos a analizar aquí las diversas interpretaciones existentes acerca de las recientes
tendencias demográficas (1960-1995) en América Latina (incluida la Argentina). En el primer
acápite resumimos tendencias por demás conocidas de la fecundidad y la mortalidad, al solo efecto
de situar la problemática de la transición demográfica. En el segundo, analizamos los corpus
conceptuales en materia de población y desarrollo que hegemonizan la escena latinoamericana
desde la década de 1960, reteniendo sólo aquellos aspectos de los mismos que consideramos
relevantes para explicar dichas tendencias. El último acápite contiene los resultados de un tal
ejercicio.
1
CONICET/Titular de la Cátedra Demografía Social, FCS-UBA
La transición demográfica en América Latina puede resumirse muy sucintamente como
sigue. 2 3
A comienzos del siglo XX, la región se encontraba en un estadio pre-transicional definido
por una esperanza de vida (Eo) 4 de alrededor de 30 años y una Tasa Global de Fecundidad
(TGF) 5 cercana a los 6 hijos.
La mortalidad descendió lentamente desde comienzos del siglo hasta 1930, aceleró su
descenso a partir de entonces y lo precipitó a partir de la segunda posguerra, de suerte que la Eo
estaba cercana a los 52 años hacia 1950, los 60 años en 1960 y los 70 años en 1990.
El descenso de la fecundidad se inició bastante más tarde que el de la mortalidad: hacia
1950, la TGF regional rondaba aún los 6 hijos por mujer.6 Pero, al promediar la década de 1960,
comenzó una rápida disminución, de manera que, en 1990, apenas 30 años después, la TGF se
había reducido a la mitad (3 hijos por mujer). Para mediados de los 90, y a pesar de la
heterogeneidad que mostraremos enseguida, puede afirmarse que todos los países de la región han
entrado en la etapa transicional.
2
Desde luego, esta exposición se refiere a la región en promedio y no desconoce la
existencia de países más o menos adelantados en la transición, por ejemplo y en
especial, la Argentina.
3
CEPAL/CELADE : Población, equidad y transformación productiva, Serie E 37,
Santiago, Chile, 1995.
4
De ahora en más, la esperanza de vida al nacimiento (Eo) es la correspondiente a
ambos sexos reunidos.
5
La TGF representa el número de hijos nacidos vivos que tiene, en promedio, una
mujer al término de la vida fértil.
6
En este aspecto del proceso, la Argentina fue mucho más precoz, comenzando el
descenso hacia fines del siglo XIX, casi simultáneamente con el de la mortalidad.
Véase, S. Torrado: Procreación en al Argentina. Hechos e ideas , Ediciones de la
Flor, Buenos Aires, 1992.
7
CEPAL/CELADE (1995), op. cit .
ellos, o sea, tampoco existe una pauta clara de correspondencia entre la caída de la mortalidad y los
procesos políticos, económicos y sociales que experimentan durante esta transición.
8
Dadas las limitaciones de espacio, nos es imposible citar la vasta bibliografía (por lo demás, bien conocida) que sirve de sustento
a este Punto.
recorta, dentro del sistema general, un conjunto de conceptos relativos a una dimensión particular
de lo social.
Así, la "teoría de la modernización" es el campo teórico referido al cambio social, dentro
del paradigma general del funcionalismo (podríamos llamarla un subsistema conceptual de primer
orden). Es decir, la "teoría de la modernización" --según la cual todas las sociedades experimentan
un proceso de cambio social que las conduce desde un estadio "tradicional" (o rural, o agrario, o
comunitario, o religioso-aislado) a otro "moderno" (o urbano, o industrial, o societario, o secular-
accesible)-- es el subsistema conceptual con el que los científicos funcionalistas analizan los
procesos de desarrollo. Por su parte, la "teoría de la transición demográfica" es un
subsistema (que podríamos llamar de segundo orden) que recorta la conceptualización referida al
cambio demográfico dentro de la "teoría de la modernización". Nótese que,
dentro del paradigma funcionalista, pueden aún identificarse subsistemas conceptuales de tercer
orden en las llamadas "teorías" particulares: por ejemplo, la "teoría de la fecundidad"; la "teoría de
las migraciones"; la "teoría de la difusión"; etc.
El núcleo central de la "teoría de la transición" parte de una descripción del “proceso de
transición” análoga a la que expusimos al comienzo de este trabajo. Pero, de acuerdo a esta
conceptualización, el cambio de los comportamientos demográficos durante ese proceso es el
efecto (es decir, una variable dependiente) de las diversas mutaciones sociales que acompañan a la
"modernización" (industrialización, urbanización, extensión de la educación, etc.), mutaciones
todas consideradas como "obvios" correlatos explicativos (es decir, variables independientes) del
cambio demográfico. El énfasis en una u otra variable independiente depende de la mayor o menor
propensión reduccionista de cada investigador.
Las críticas que ha recibido este paradigma conceptual en los medios científicos
latinoamericanos son abrumadoras. Un catálogo de las mismas incluiría elementos muy disímiles
pero igualmente robustos. Por una parte, infirmaciones empíricas irrefutables, provenientes de la
descripción de la transición demográfica realmente experimentada por los países hoy pertenecientes
al Primer Mundo, así como de la que hoy experimentan los países del Tercer Mundo. Por otra
parte, señalamiento de falencias específicamente teóricas tales como: inespecificidad conceptual
(por ejemplo, la que conduce a tratar como intercambiables nociones tales como 'poblaciones euro-
peas preindustriales' y 'países con desarrollo dependiente y periférico'); indeterminación de la
dirección explicativa entre variables demográficas y no demográficas; inespecificación de los
mecanismos a través de los cuales actuarían las variables independientes (por ejemplo, la
educación); inespecificación de los factores que determinan el momento en que se inicia la
transición; indeterminación de la duración de esta última; carácter ad-hoc de las explicaciones para
hechos que se aparten del modelo; etc. Tales críticas se fueron acumulando a medida que se abría
paso el enfoque histórico-estructural en el campo de los estudios poblacionales; pero, nobleza
obliga, también provinieron de científicos sociales de filiación funcionalista que eran conscientes
de los requisitos epistemológicos que implica toda construcción teórica.
Tal contundencia crítica quizás explique la ingenua creencia que se percibía en los medios
especializados latinoamericanos a fines de los 70, en el sentido de que se habían erradicado de la
región esas burdas sobresimplicaciones conceptuales. Porque, en realidad, en el mundo
desarrollado, la hegemonía de la "teoría de la transición demográfica" no sólo seguía intacta sino
que se había consolidado, con las previsibles consecuencias de este hecho: canalización selectiva de
fondos para la investigación y la docencia; formación teórica de las nuevas cohortes de
investigadores; monopolización temática y participativa en las conferencias internacionales; en fin,
retroalimentación hegemónica al mundo en desarrrollo, incluida América Latina. Por ejemplo, en
los años 70, hubiese sido inimaginable que, veinte años después, uno de los temas que más interés
concitaría en ponderables ambientes especializados, sería la explicación de la reciente caída de la
fecundidad regional a partir de la "hipótesis de la difusión ideacional entre grupos sociales", es
decir, a partir de una sola de las innumerables variables que contempla el paradigma de la
modernización. Este reduccionismo sociológico constituye un empobrecimiento sustancial del
propio paradigma funcionalista (infinitamente más rico en hipótesis explicativas), pero es prueba
fehaciente de su buena salud.
En relación a los objetivos de este trabajo, ¿cómo interpreta este corpus conceptual la
reciente dinámica demográfica latinoamericana? En búsqueda de respuesta nos ayudará recordar
un hecho sintomático: las proyecciones de fecundidad y mortalidad que se hicieron al comenzar
1970 estuvieron implícitamente sustentadas en criterios afines a la "teoría de la transición". En
efecto, una de las explicaciones de la distancia observada entre las proyecciones de la fecundidad
de 1970 y las tendencias reales de las dos décadas subsiguientes remite a uno de los criterios de
proyección, a saber, "que los países en desarrollo no podrían alcanzar situaciones demográficas
similares a los más avanzados sin antes lograr cierto grado, apreciable, de desarrollo económico y
social". 9 En otros términos, un criterio que hace depender la evolución del comportamiento
reproductivo del nivel general de modernización alcanzado por la sociedad. Por lo demás, en el
caso de la mortalidad, si bien la distancia entre las proyecciones y la realidad no fue tan grande,
también se detecta la misma impronta conceptual en la llamada "teoría del umbral", según la cual
ciertos valores de la esperanza de vida o de la mortalidad infantil tienen como prerequisito
necesario un determinado nivel de desarrollo económico y social.
Ahora bien, acabamos de constatar que la historia reciente de América Latina ha mostrado que
las tendencias de la fecundidad y la mortalidad ni se deducen, ni marchan al compás del desarrollo
económico. Es decir, ha mostrado que la transición demográfica puede realizarse sin una
modernización acorde a la que supone el paradigma funcionalista. En otros términos, la "teoría de
la transición" no nos sirvió para imaginar ex-ante la reciente evolución demográfica de la región,
por lo que, naturalmente, no nos sirve ahora para interpretarla ex-post.
99
CELADE: 'La población y el desarrollo. Hechos y reflexiones', en Notas de Población, Año XIII, No. 38, Santiago, Chile, 1985.
tarea planificadora y para el monitoreo de la situación demográfica, etc. ; e) cuando se cumplen
dichos requisitos, procede considerar la metodología a utilizar, destacando aquí dos temas
principales: cómo identificar las poblaciones objetivos y qué modelos econométricos emplear para
asegurar una inserción endógena.
Además de estas recetas técnicas, este discurso incluye también una reflexión acerca del
aún escaso éxito de la planificación demográfica en América Latina, así como una enunciación de
los obstáculos que explicarían ese fracaso. Entre estos últimos, se señalan como principales: la falta
de información estadística adecuada; la insuficiencia de conocimientos acerca de la naturaleza
(cualitativa y cuantitativa) de la interrelación entre variables demográficas y no demográficas; la
excesiva simplificación de los modelos econométricos disponibles para la tarea; la carencia de
recursos humanos convenientemente capacitados para la misma; la inexistencia de marcos
institucionales apropiados; la incapacidad de los técnicos para usar un lenguaje afín al trato con
políticos; etc. El supuesto implícito en toda esta enunciación es que, si se superaran dichos
obstáculos, sería posible lograr una adecuada inserción de las variables demográficas en la
planificación global.
Las críticas dirigidas a este discurso son también numerosas y variadas. Algunas se centran
en la propia actividad planificadora (entendida como ingeniería social), pero, desde luego, alcanzan
también al corpus específicamente demográfico que estamos analizando. De acuerdo a esta senda
argumental, la formulación de planes constituye un ejercicio fundamentalmente abstracto y sólo
pretendidamente técnico (es decir, ideológicamente neutral), ya que en los mismos nunca se
incorporan las relaciones de poder como variables endógenas. Es decir, ya que se oculta el hecho de
que los propios planificadores son funcionarios del sistema de dominación vigente y ya que se
prescinde de considerar cuáles serían los actores y relaciones sociales involucrados.
Otro andarivel crítico apunta más directamente al enfoque de la "inserción...". Se insiste
entonces en la premisa ingenuamente "optimista", implícita en esa conceptualización, según la cual
la producción de conocimiento teórico y metodológico asegura per se su aplicación práctica. Se
destaca también el supuesto implícito de que ciertos problemas políticos pueden encontrar
soluciones técnicas, razón suficiente para que este enfoque sea calificado como "tecnocrático" y no
como "técnico". Se enfatiza asimismo su abstracción (u ocultamiento) de los mecanismos reales de
decisión dentro del Estado, al visualizarlo implícitamente como una entidad monolítica, dentro de
la cual, la Oficina de Planificación asumiría el rol de portavoz de la voluntad general. Abstracción
peligrosa si las hay, puesto que saca del campo perceptual las instancias de decisión en las que,
explícita o implícitamente, se procesan efectivamente las decisiones en materia poblacional.
Resumiendo, esta línea crítica objeta al enfoque de la "inserción..." su olvido (u ocultamiento) de la
política contingente (en inglés se expresa mejor: “policy makes abstraction of politics”).
Por último, otro conjunto de críticas emerge del simple sentido común. Cómo podría ser
efectivo el enfoque de la "inserción...", si en América Latina no existe "planificación-efectiva", ni
"planificación-indicativa" y, en los últimos años, ni siquiera "planificación-libresca" (designando
con esta última expresión a la costumbre de elaborar 'planes-libro' al comienzo de cada
administración, aun en la certeza de que sólo tendrán un valor testimonial en el plano de las buenas
intenciones). En efecto, esta costumbre está siendo paulatinamente abandonada a medida que la
óptica del Estado-benefactor va siendo desplazada por la del Estado-subsidiario, y a medida que los
gobiernos dejan que sea el mercado el que introduzca el ordenamiento social que antes pretendían
obtener a través de la planificación.
Esta breve exposición nos releva de más disquisiciones: el discurso de la "inserción.." no
ofrece ningún elemento cognoscitivo para interpretar las recientes mutaciones demográficas en
América Latina. Se han producido notables cambios de tendencias, de similar magnitud y
dirección, tanto en países de economía totalmente centralizada (Cuba), como en países de economía
totalmente mercantil (Chile). Por otra parte, este discurso, lejos de esclarecer, obstaculiza la
comprensión de la intervención estatal en el campo poblacional que sí tuvo lugar en algunos países,
pero de manera por completo ajena a la práctica planificadora.
3. Conclusiones
Acabamos de ver que ninguno de los marcos conceptuales actualmente dominantes en
América Latina ha sido válido para explicar las recientes mutaciones poblacionales de la región.
Ello significa, en otros términos, que no disponemos de paradigmas teóricos que nos permitan
interpretar los procesos en curso, como así tampoco prever escenarios futuros más o menos
verosímiles. Porque la falta de poder explicativo revela a su vez la falta de poder predictivo.
Esta conclusión que, a primera vista, podría resultar frustrante, por el contrario, puede
sernos de la mayor utilidad para evaluar el esfuerzo que es preciso realizar para "limpiar" (la
expresión es deliberada) nuestro actual bagaje cognoscitivo de la rémora de discursos que nos
cierran --más que nos abren-- la percepción de horizontes pasados, presentes y futuros.
Porque también nos sirve para la prospectiva, si se nos permite la disgresión. En efecto,
usualmente, las proyecciones de los principales parámetros demográficos de un país se realizan
extrapolando razonadamente hacia el futuro las tendencias verificadas en el pasado reciente. Esta
práctica se realiza en el marco de un juego de variables que es exclusivamente demográfico, o sea,
sin considerar los posibles efectos demográficos --explícitos o implícitos-- que pudiesen derivarse
de determinadas políticas públicas de índole económica o social. Nuestras conclusiones indican que
esta opacidad congnoscitiva seguirá siendo la tónica durante todavía un largo trecho. Aunque, en
realidad, en lo que concierne a la prospectiva, podría pensarse que estamos ahora en posición más
incómoda que en el pasado, ya que, a la luz de lo sucedido con las proyecciones hechas en 1970,
somos ahora más conscientes del alto grado de incertidumbre de las hipótesis de proyección.
SEGUNDA PARTE
¿CÓMO PENSAR LA POLÍTICA DESDE LA DINÁMICA DEMOGRÁFICA?
El objetivo de esta Parte es exponer algunas reflexiones sobre las políticas de población,
analizando los vínculos de coincidencia o contradicción que se establecen entre las metas sociales
(políticas gubernamentales) y las libertades individuales (derechos humanos) que, a nivel agregado,
se traducen en una determinada dinámica demográfica, favorable o no al desarrollo económico y
social. Para ello analizaremos varios pares de relaciones conceptuales.
*la nupcialidad de una población, en un determinado momento, no es más que la suma de todos
los eventos individuales en los que cada ciudadano ejercita libremente el derecho de casarse con
quien quiera en el momento que quiera;
*la fecundidad es el resultado de la suma de los comportamientos en los que se ejercita el derecho
individual de tener los hijos que se quiera en el momento que se quiera;
*la mortalidad debería ser el resultado --agregado-- del derecho que tiene cada individuo a gozar
del más alto nivel de salud física y mental alcanzable en su sociedad;
*la distribución espacial de la población es el resultado --agregado-- del ejercicio de la libertad de
residencia y movimiento que tiene cada ciudadano dentro de su propio país;
*las migraciones internacionales de los nativos de un país constituyen la suma de eventos en los
que se ejerce el derecho individual de irse de y volver a su país de origen, en el momento deseado.
10
United Nations: Proceedings of the Symposium on Population and Human Rights. Viena, 1981, Nueva York, 1983
(ST/ESA/SER/51).
Como se aprecia en esta definición, el concepto de "intencionalidad" de la acción
gubernamental es un componente esencial. Es decir que, en sentido estricto, sólo se consideran
políticas de población aquellas acciones públicas que tratan de influir sobre la dinámica
demográfica porque se han fijado metas poblacionales. Es decir, las políticas de población son
políticas explícitas.
Esta precisión es importante porque, dada la estrecha relación que existe entre la dinámica
demográfica y otras dimensiones de las estrategias de desarrollo, un gobierno puede no fijarse
metas demográficas pero sí otros objetivos económicos, sociales, políticos, etc. cuya consecución
tendría claramente efectos de tipo demográfico. Es corriente referirse a este tipo de acción pública
como políticas implícitas de población.
Ahora bien, es obvio que se reconoce universalmente la legitimidad del Estado para
formular y ejecutar políticas implícitas de población. Lo que a veces se cuestiona, por el contrario,
es que el Estado pueda fijarse legítimamente metas explícitas en materia demográfica. Dicho
cuestionamiento concierne casi exclusivamente a las políticas de fecundidad (sean éstas
antinatalistas o pronatalistas), aduciéndose que las decisiones relativas al número y espaciamiento
de los hijos pertenecen a un ámbito de la vida privada del que el Estado debe estar sistemáticamente
excluido, es decir, en el que su intervención es ilegítima.
Consideramos que esta última posición es insostenible al menos por dos razones: a) porque
es incongruente negar la legitimidad de políticas explícitas de fecundidad, al tiempo que se aceptan
sin cuestionamiento (en realidad, sin reflexión) las políticas implícitas de fecundidad; b) porque no
es argumento suficiente el que un acto (por ejemplo, la gestación) sea realizado en el dominio de la
vida privada, para prohibir a la sociedad (al Estado) el derecho de sentirse concernida por ciertas
consecuencias de ese acto (por ejemplo, el nivel de la natalidad).
Volviendo al tema de las políticas de población en general, puede afirmarse que hay
consenso en aceptar como legítimo el principio de intervención del Estado para actuar
explícitamente sobre los comportamientos individuales con el objetivo de alcanzar ciertas metas
poblacionales (algo que, por lo demás, ha acontecido siempre, en mayor o menor medida, en todo
tiempo y lugar). Es decir, que se acepta como legítima la formulación de políticas explícitas de
población dentro de una estrategia de desarrollo global.
Digamos para finalizar, que, mutatis mutandi, los razonamientos precedentes son
aplicables por extensión al conjunto de la política de población de un determinado gobierno.
11
Por ejemplo, las resoluciones acordadas en la Conferencia sobre Población y
Desarrollo celebrada en El Cairo, en 1994. Para ilustración, reproducimos en Anexo
un comentario acerca del Documento presentado por el gobierno argentino en esa
Conferencia.
12
Por ejemplo, para este tipo de situación, La Conferencia de El Cairo consideró que los países que deseen modificar los
niveles de la fecundidad deben dar prioridad a la aplicación de programas de desarrollo con estrategias educativas y de
salud, las que, a la par que contribuyen al crecimiento económico y a la elevación del nivel de vida, ejercerán un efecto
decisivo sobre las tendencias demográficas, incluida la fecundidad.
5. CONCLUSIÓN
Para que sea posible una intervención gubernamental de índole tan compleja como la que
acaba de describirse, se requiere, como mínimo, que la sociedad haya, sino solucionado, por lo
menos agendado las siguientes cuestiones:
a) promover un debate político que permita aunar el consenso social indispensable para la
prosecución de grandes metas en el largo plazo;
b) establecer un marco adecuado de instrumentación de la acción pública, el que sólo puede
ser provisto por la planificación económica y social global;
c) mantener un encuadramiento legislativo que asegure el respeto a los derechos humanos;
d) organizar un ámbito de competencias institucionales específicas dentro del Estado, que sea
capaz de asumir la complejidad de esta problemática.
Sin embargo, ninguno de los cursos de acción que acaban de enumerarse será viable, si en
la sociedad no media antes una toma de conciencia previa por parte de sus principales fuerzas
políticas, acerca de la necesidad de incorporar la dinámica poblacional como elemento crucial de
las estrategias de desarrollo. Es decir, a menos que las metas poblacionales se transformen en una
cuestión social que reclama pronunciamiento político.
ANEXO
LA POSICION ARGENTINA EN EL CAIRO 13
Susana Torrado
13
Este artículo se publicó en el Diario Página/12, edición del 4 de setiembre de
1994.
En el INP, se explicita que la competencia en políticas demográficas está y estará centrada
en el Ministerio del Interior (pág. 43). También, que "la actual definición de políticas se orienta a la
ejecución de acciones por sectores, antes que a la formulación de una ley general, ya que el marco
jurídico no asegura la definición de una política" (pág. 44). Esta afirmación desconoce el hecho de
que la Constitución Nacional de 1953 (artículo 67, inciso 16), establece que corresponde al
Congreso la fijación de la política migratoria nacional. Nótese también que, en cumplimiento de un
anuncio del INP (pág. 44), el gobierno creó en diciembre de 1993 el "Consejo Federal de Pobla-
ción", organismo integrado por funcionarios de ese Ministerio y delegados de los gobiernos
provinciales, al que los legisladores nacionales solo podrán integrarse en calidad de observadores.
En suma, el INP no deja ninguna vía para que los ciudadanos participen en la elaboración de las
políticas poblacionales, ni siquiera a través de sus representantes. Sin duda, el hecho de que estas
competencias queden situadas exclusivamente en el Ministerio del Interior reforzará --como en el
pasado-- la tendencia a que las cuestiones demográficas se visualicen desde la óptica de la Seguri-
dad Nacional más bien que desde la del Bienestar Social.
Es quizás incierto el destino que la Conferencia de El Cairo deparará a las ideas contenidas
en el INP. Más previsibles son las consecuencias que nos depararía a los argentinos su puesta en
práctica. La política de población es parte sustancial de las políticas sociales. Es preciso
democratizarla.
Características de los Naturaleza de las políticas
fenómenos demográficos (FD) de población (PP)
14
Que no es lo mismo que “discriminatorias”. Deben tener en cuenta las diferencias
sin por eso perjudiciar algún segmento poblacional en detrimento de otro.