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Arminianismo

Arminianismo es el nombre de la doctrina que debe su nombre a Jacobo Arminio. En su etapa


posterior penetró ampliamente en el pensamiento de la Iglesia, tanto del continente, como en
Gran Bretaña y América.

Fue bien recibido en la Iglesia luterana como una liberación de las enseñanzas de Agustín y de la
Iglesia reformada. En Holanda se convirtió en aliado de las tendencias más liberales: sociniana,
racionalista y universalista, apartándose por tanto de la interpretación tradicional del cristianismo.
El número de sus seguidores en ese país (la mayoría de ellos en Ámsterdam) no es demasiado
grande. En Inglaterra también desarrolló una fuerte afinidad con el socinianismo y con su doctrina
de Dios y de la persona de Cristo y con el pelagianismo en su concepción de la naturaleza humana.
Hacia el tiempo de la Restauración, según Hallam (Literary History of Europe, ii, Londres, 1855,
p.131), los arminianos fueron llamados latitudinarios y eran adictos a la filosofía griega y a la
religión natural. Durante el siglo XVIII el arminianismo fue defendido por muchos de los principales
escritores de Gran Bretaña: Tillotson, Jeremy Taylor, Chillingworth, Burnet; por Hoadly, sociniano,
y por Whitby, John Taylor y Samuel Clarke, arrianos. Era más bien un repudio del calvinismo que
una teoría definidamente formada. En América el arminianismo se mostró unas veces defensor de
la libertad de pensamiento y por tanto de la tolerancia, otras veces subrayó los deberes naturales
humanos más que la teología especulativa; unas veces guardó silencio y otras fue portavoz de la
protesta contra los principios del calvinismo. Debido a los escritos de Whitby, John Taylor y Samuel
Clarke, su influencia se incrementó grandemente en el siglo XVIII. Para Jonathan Edwards su
amenaza fue el motivo por el que escribió su mayor obra, The Freedom of the Will. El nombre
mismo sirvió para cubrir muchas cosas de las que el arminianismo propiamente no era
responsable: tendencias de pensamiento racionalista, desprecio de la auténtica gravedad del
pecado, indiferencia hacia la piedad vital y laxitud moral. El arminianismo se convirtió más en una
cualidad que en una teoría. Sin embargo, a pesar de la oposición y en parte a causa de su espíritu
posterior profundo por medio de Wesley y en parte en virtud de su verdad esencial, ha leudado
completamente el pensamiento cristiano de América. Una señal de los tiempos es que las escuelas
teológicas confesadamente arminianas educan a jóvenes para iglesias que son tradicionalmente
calvinistas y los ministros que sostienen ideas arminianas son recibidos por tales iglesias como
totalmente "ortodoxos".

culus regio elus religió

Con esta frase, vendríamos a reconocer la importancia del Estado en la configuración de las
identidades contemporáneas. Parece ser que fue acuñada en 1582, en medio de la Reforma
Protestante y las luchas de religión (1454-1598), y una traducción libre de la misma sería: «El
gobernante de un territorio elige la religión de todos sus súbditos«, o «un Estado, una religión».

Con esa misma intencionalidad, Luis XIV, Rey de Francia y Navarra, conocido como “el Rey Sol” (“le
Roi Soleil”), afirmaría «une foi, une loi, un roi» (una Fe, una Ley, un Rey) al rubricar el Edicto de
Fontainebleau (1685), que ponía fin a la libertad religiosa en sus Estados y abolía el Edicto de
Nantes (1598) firmado por su antepasado Enrique “el Bearnés” -primer rey “Bourbon”-, aquel que
dicen que dijo: «París bien vale una misa».
Si importante es para cualquier grupo social o nacional constituir un Estado propio, no lo es menos
definir el modelo y las bases de dicho Estado. Baste hacer referencia, como ejemplo ilustrativo, a
los países americanos, en los cuales los pueblos originarios permanecieron ajenos a los diferentes
procesos independentistas, convirtiéndose, pues, en verdaderos extraños de las sociedades que
surgieron. Los nuevos países, convertidos en Estados libres y Soberanos, supusieron una
continuidad de las sociedades coloniales previas a la independencia para las sociedades y culturas
nativas.

Depravación

La Biblia presenta al hombre, no solo como un ser pecador que se rebela constantemente contra
la ley de Dios, sino también como alguien que no puede ni quiere cambiar la condición en la que se
encuentra. Pablo dice en Romanos 3:10-12 que en el mundo entero no hay un solo hombre que
sea justo, ni uno solo que entienda o que busque a Dios. Muchas personas buscan cosas que
tendemos a asociar con Dios, como la paz interior o la felicidad. Pero ningún ser humano busca al
Dios de la Biblia por su propia inclinación natural porque venimos al mundo espiritualmente
muertos (Ef. 2:1).

Si ponemos a un buitre a escoger entre comer carroña o semillas de girasol, el buitre siempre
escogerá la carroñ a. Si hacemos lo mismo con una paloma, siempre escogerá las semillas de
girasol. Cada uno actuará conforme a su naturaleza. Para que un buitre pueda escoger las semillas
de girasol, su naturaleza “buitrezca” debe ser “palomizada” primero. Lo mismo ocurre con el
pecador; al tener que elegir entre Dios y el pecado, siempre escogerá el pecado porque esa es la
inclinación natural de su corazón. Sin la regeneración, ningún pecador vendrá a Cristo en
arrepentimiento y fe. Es a eso a lo que llamamos “depravación total” o “corrupción radical”. Lo
que esta expresión significa no es que todos los hombres sean todo lo malo que pueden llegar a
ser, o que todos los seres humanos sean completamente incapaces de hacer alguna cosa
relativamente buena. El hombre está totalmente depravado en el sentido de que todas sus
facultades han sido profundamente afectadas por el pecado: su intelecto, su voluntad, sus
emociones. Ese es el diagnóstico que Dios nos da de la condición humana.

Dualismo

En primer lugar, el nombre ha sido utilizado para denotar el sistema religioso o teológico que
explicaría el universo como el resultado de dos principios coexistentes y eternamente opuestos,
concebidos como el bien y el mal, la luz y la oscuridad, o alguna otra forma de poderes en
conflicto. Encontramos esta teoría ampliamente prevalente en Oriente, y especialmente en Persia,
durante varios siglos antes de la era cristiana. El Zend-Avesta, que se le adjudica a Zoroastro, quien
probablemente vivió en el siglo VI a.C. y se supone que fue el fundador o reformador de la religión
medo-persa, explica el mundo como el resultado de la lucha entre Ormuz y Ahrimán. Ormuz es la
luz infinita, sabiduría suprema y el autor de todo bien; Ahrimán es el principio de oscuridad y de
todo mal. En el siglo III d.C., Manes, por un tiempo convertido al cristianismo, desarrolló una forma
de gnosticismo, posteriormente llamada maniqueísmo, en la cual buscaba fundir algunos de os
elementos de la religión cristiana con el credo dualista del zoroastrismo (Vea MANIQUEÍSMO y
ZOROASTRO). La filosofía cristiana, expuesta con pequeñas diferencias por teólogos y filósofos
desde San Agustín hacia abajo, por lo general sostienen que el mal físico es el resultado de las
limitaciones necesarias de los seres creados finitos, y que el mal moral, que es el único mal en el
verdadero sentido, es una consecuencia de la creación de seres poseedores del libre albedrío y es
tolerado por Dios. Tanto el mal físico como el moral han de ser concebidos como una forma de
privación o defecto de ser, no como entidad positiva. Su existencia es así compatible con la
doctrina del monismo teísta.

En segundo lugar, el término dualismo se emplea en oposición a monismo, para denotar la opinión
ordinaria de que el universo existente contiene dos clases de seres o substancias radicalmente
distintos ---materia y espíritu, cuerpo y mente. Este es el uso más frecuente del nombre en la
filosofía moderna, donde comúnmente se le contrasta con el monismo. Pero no hay que olvidar
que el dualismo en este sentido es bastante conciliable con un origen monista de todas las cosas.
La doctrina teísta de la creación da una explicación monista del universo en este sentido. El
dualismo se opone así tanto al materialismo como al idealismo. El idealismo, sin embargo, del tipo
de Berkeley, que mantiene la existencia de una multitud de mentes substanciales distintas, puede,
junto con el dualismo, ser descrito como pluralismo.

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