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ARQUEOLOGÍA
EN LA SIERRA
DE ANCASH
2013
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CIEN AÑOS DE LA ARQUEOLOGÍA EN LA SIERRA DE ANCASH
Editor
Bebel Ibarra Asencios
Selección de Textos
Bebel Ibarra Asencios
Jhon Cruz Quiñones
Traducciones
Aliz Ibarra Asencios
Jhon Cruz Quiñones
Corrección de Traducciones
Sonia Ríos Villar
Manuel Perales Munguía
Transcripciones
Jhon Cruz Quiñones
Aliz Ibarra Asencios
Diseño y Diagramación
Bebel Ibarra Asencios
Diseño de Portada
Margarita Brikyte
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CONTENIDO
Presentación
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15. Honcopampa: Ruinas Monumentales en la Sierra Norte del Perú (435)
William H. Isbell
Bibliografía (567)
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PRESENTACION
Pocas partes del mundo son tan ricas en recursos arqueológicos como la sierra de Ancash.
En el siglo 19 los viajeros europeos, como Ernst Middendorf, Antonio Raimondi y Charles
Wiener, presentaron descripciones vívidas de Chavín de Huántar y otras ruinas poco cono-
cidas de la sierra de Ancash. A nales de 1919 Julio C. Tello había completado la primera
investigación cientí ca sobre la arqueología de la zona, a través de una expedición de cinco
meses y que se centró en el Callejón de Huaylas y la zona de los Conchucos. Produjo
grandes descubrimientos en Pomakayan, Katak, Yauya, Pomabamba y Chavín de Huántar.
Sin embargo, a pesar de casi un siglo de investigaciones arqueológicas productivas, nuestra
comprensión de la prehistoria de la sierra de Ancash sigue siendo rudimentaria.
En este volumen, el editor, Bebel Ibarra Asencios, proporciona una excelente introducción
a este momento de gran corpus de investigaciones arqueológicas; reuniendo a dieciocho
publicaciones que han aparecido en el último siglo. Se incluyen entre éstas, las obras pion-
eras de: Padre Augusto Soriano y Santiago Antúnez de Mayolo la cual data de 1941. Así
como los estudios que sentaron las bases en la historia cultural y artística de Ancash escrita
por Wendell Bennett y su alumno Richard Schaedel. Mientras que éstos proporcionan una
base sólida para la investigación, las investigaciones generalizadas en la sierra de Ancash
en realidad no aparecen hasta la década de los sesenta. En este volumen, éstas están repre-
sentadas por las contribuciones de John Howland Rowe, Thomas Lynch, Gary Vescelius,
y Hernán Amat. A pesar del gran terremoto de 1970 en el Callejón de Huaylas, la investig-
ación arqueológica se intensi có aún más en la década de los setenta, como se ve aquí en
los capítulos de Albert Bueno, Terence Grieder y Kazuo Terrada.
Los ensayos seleccionados para su publicación en este lapso el volumen cubren más de
diez mil años de la prehistoria de la sierra de Ancash. El volumen está organizado de acu-
erdo a la cronología de los restos y las culturas discutidas. Aunque no hubiera sido práctico
incluir ensayos sobre todos los lugares de interés y las culturas de las sierras de Ancash, hay
capítulos que tratan sobre las ocupaciones Precerámicas tempranas en la Cueva Guitarrero,
los complejos de templos monumentales primigenios durante el Precererámico tardío en
La Galagada, la emergencia de la real complejidad sociedad en el centro de la proto-urbano
de Chavín de Huantar, las jefaturas más militaristas de la cultura Recuay en Pashash, los
ecos del primer imperio andino en Honcopampa, y los subsiguientes grupos étnicos pre-
incas que surgieron después de la desintegración del imperio Wari . Un capítulo nal por
el distinguido historiador analiza la Visita de los Conchucos en 1543, a n de arrojar luz so-
bre los últimos grupos étnicos históricos de esta importante región de la sierra de Ancash.
En mi opinión, este libro hace una gran contribución al publicar artículos cruciales que
antes eran inaccesibles para los que no tienen grandes bibliotecas de investigación o cono-
cimiento de idiomas. Varios de los artículos (por ejemplo, los de Bennett, Proulx, Grieder)
aparecen en español por primera vez. Discusión del Imperio Yaro de Hernán Amat se ex-
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trae de su tesis doctoral inédita presentada hace casi cuatro décadas en la Universidad de
Arequipa, pero en general no está disponible incluso para los estudiosos peruanos. Otros
artículos, como el de Gary Vescelius, son verdaderas rarezas previamente conocidas sólo
por un puñado de especialistas.
Toynbee (1889-1975), en su obra monumental Estudio de la Historia, reducía a seis las civi-
lizaciones realmente originales: la egipcia, la sumeria, la sínica, la minoica, la maya (me-
soamericana) y la andina. Las cuatro primeras, o sus descendientes, pronto entraron en
relación, al grado de que la historia de los tres continentes en que nacieron es una historia
común. En cambio, la civilización de los Andes y la mesoamericana, nacieron genuinas, y
solas crecieron. Separados del resto del mundo por dos océanos, aislados entre ellos por de-
siertos, montañas y selva, sin disponer de ninguno de los animales domésticos de los otros
continentes, los aborígenes andinos no tuvieron más remedio que inventarlo o descubrirlo
todo, desde la agricultura de tubérculos, menestras y el maíz (evidencidos en la cueva del
Guitarrero), hasta la arquitectura religiosa, los dioses y la astronomía.
Inclusive los pueblos de esta región, comenzaron antes del comienzo: el maíz, base de su
alimentación durante milenios, es un híbrido, producto del ingenio de los hombres andi-
nos. La domesticación de la papa y la hibridación del maíz es una hazaña más sorprendente
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que la construcción de sus espléndidas pirámides o la creación de sus mitos y símbolos
artísticos. No es extraño que los hayan divinizado como la Mama sara. Si el destino del
hombre es adorar a sus criaturas, nada más legítimo que hacer del maíz una divinidad.
Y la maravilla mayor consiste en que, verdaderamente, es una divinidad comestible. La
papa y el maíz no sólo son semillas de la vida, sino son arquetipos de las creaciones de los
antiguos ancashinos.
Una de los más excelsos logros de la mentalidad de los antiguos pobladores de Ancash,
hace mil años antes de nuestra era, fue el centro ceremonial de Chavín: era el Centro Cós-
mico, el lugar de encuentro de las fuerzas naturales y sobrenaturales; está edi cado de
agua, tierra, piedra, sangre y sustancia divina. Concibieron una religión que era también
una astronomía. Allí se elaboró una suerte de teología y un ascetismo espiritual con el culto
a un conjunto de dioses de extracción selvática y sideral. Nada más complejo que la religión
de los pueblos que habitaron aquellos ecosistemas interandinos.
Al otro extremo, el arte monumental: las cabezas clava, los obeliscos, el lanzón (un gigan-
tesco fruto mítico de piedra caído del cielo), y las estelas mágicas cuyas expresiones con-
vencionales y complejas intrigan a los arqueólogos e historiadores del arte. Cada gura es
un manojo de símbolos de difícil interpretación. El arte lítico de Chavín y el de Recuay, no
son esculturas en piedra, sino piedra-esculturas fascinantes. Expresan gravidez sin pesadez
y poseen una voluntad de estilo y una conciencia del Hanan Pacha y del Ucu Pacha.
Todo ello, el lector encontrará en el presente volumen en cerca de más de 600 páginas, pro-
fusamente ilustrándonos –a través de 22 artículos selectos- el proceso histórico diacrónico
y cultural ancashino a lo largo de 12.000 años: la evolución de los pueblos prehipánicos que
se establecieron en la región altoandina de Ancash, desde la sociedad de cazadores recolec-
tores (Guitarrero, Quisquipuncu), seguido por el surgimiento de los pueblos agricultores y
sedentarios, la aparición de las sociedades complejas, cuyo exponente relevante es Chavín
(Patrimonio Cultural de la Humanidad, UNESCO 1985).
Ofrece asimismo, una caracterización de Ancash como área cultural. Se aborda luego el
principal foco de desarrollo que da identidad al horizonte Blanco-sobre Rojo y a la cultura
Recuay; en seguida, la sólida estructura secuencial de esta volumen aborda el estableci-
miento del Estado Huari en Ancash (Honco Pampa, Wilkawain) y la dinámica presencia
de los yaros, y reinos locales; y se re ere además, a algunos aspectos esenciales del desar-
rollo cultural antes y después de la ocupación incaica y, culmina con la presencia de los
invasores españoles, cuyo análisis hermenuético se traduce en el artículo El curacazgo de
Conchucos y la Visita de 1543.
El loable esfuerzo de varios especialistas, coordinado por Bebel Ibarra, por producir una
obra, diríamos antológica, sobre el pasado de las antiguas organizaciones andinas, se pat-
entiza y cristaliza en la presente publicación y, de seguro, llenará un gran vacío existente
acerca de la arqueología e historia milenaria de Ancash y, por la alta calidad cientí ca de
los artículos, será bien recibida por el público en general.
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Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
Introducción
El presente artículo esboza los resultados del Proyecto Arqueológico Huari – An-
cash, que se viene desarrollando en la provincia de Huari en Ancash desde 1997
(Fig.1). Hace una narración del desarrollo cultural y cronológico que tuvo esta
provincia en épocas prehispánicas, partiendo desde las ocupaciones más antiguas
como Chavín. Haciendo un balance de la cronología del sitio y de los caminos
sugeridos para comprender esta cultura en un nivel intrarregional. Resume los
principales hallazgo en lo que se re ere a la cultura Recuay en la provincia de
Huari y sus relaciones con otros sitios de la zona de Conchucos. Tratamos de
explicar cómo se dió el Horizonte Medio en esta parte del Perú, las evidencias
encontradas que sustentarían la in uencia Wari ayacuchana en el área, sus rela-
ciones con áreas como el Callejón de Huaylas y el rol de la tradición funeraria en
esas relaciones. Por otro lado, el desarrollo y el culto a los ancestros en los tiempos
tardíos, la cronología de las tumbas o chullpas en el sitio de Marcajirca. De igual
forma hacemos mención sobre la ocupación Inka del territorio Huarino, y de los
grupos asentados en la parte alta del río Marañón, que poseen más semejanzas
con los grupos tardíos de Huánuco. El artículo incluye una serie de fechados ob-
tenidos que refuerzan la cronología propuesta.
El territorio de la provincia de Huari, está conformado por la Cuenca del río Puc-
cha, y éste a su vez está dividido en tres sub cuencas, la del río Huaritambo que
ocupa la parte norte de la provincia, la cuenca del Mosna que ocupa la parte sur
y la del río Puccha que ocupa el lado este y que nalmente deposita sus aguas en
el río Marañón (Fig. 2).
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Bebel Ibarra Asencios
Fig. 1: Mapa General del área de estudio donde se señalan los principales sitios
arqueológicos mencionados en el artículo.
Durante los trabajos de construcción del mercado del pueblo de Chavín de Huán-
tar, a una profundidad aproximada de 3 metros se encontraron restos cultura-
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Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú
Fig. 2: Mapa de la región de Ancash, con la provincia de Huari y los tres ríos
que forman la Cuenca del río Puccha.
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les, los cuales comprendían restos de puntas y raederas, industria lítica, estando
comprendidos entre los 3150 – 2150 a.C. aproximadamente (Rick 2010: 95, Rick et
al. 2009: 11). Una industria lítica similar fue encontrada en la Cueva de Kanrash,
ubicada al sur de Chavín, la cual correspondería entre los 3000 - 2000 a.C. (Amat
1976). Estas tempranas evidencias, nos permiten inferir una la larga ocupación de
la zona y la caza como una actividad importante. Otras ocupaciones tempranas
han sido halladas en La Banda, frente al sitio de Chavín de Huántar en la margen
derecha del río Mosna, donde los fechados más antiguos corresponden entre los
2884 - 2866 a.C. (Rick et al. 2009)
En las alturas del distrito de Uco, Huacachi y Cajay existe una serie de cuevas que
se localizan sobre los 4000 m. de altitud, que podrían corresponder a ese período.
La realización de una prospección intensiva permitiría encontrar evidencias de
ocupaciones tempranas en zonas altas como ésta. Algunas de las cuevas presentan
Pinturas Rupestres, como es el caso de Iglesia Machay en Huacachi. (Fig. 3).
El por qué los antiguos Chavinos decidieron levantar el templo en esa área es un
misterio. La zona de Chavín es un punto intermedio entre la selva y el Callejón
de Huaylas. Esta ruta de tránsito hacia la selva del río Monzón aún es usada por
los pobladores, quienes van a adquirir hojas de coca. Hasta la década de los 50
campesinos de Huari tenían terrenos para cultivar coca en la selva e iban cada año
a sembrarla y cosecharla.
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Las relaciones de Chavín con la zona selva, se ven re ejadas por la variada icono-
grafía existente en la escultura y cerámica que representan principalmente al águi-
la, la serpiente y el jaguar, animales que tienen su hábitat actual en la selva baja del
Perú. La ruta hacia la selva probablemente se realizó a través del antiguo camino
Prehispánico que se hallaba por donde actualmente pasa la carretera que va Pom-
achaca – Uco – Huacaybamba (Huánuco), y que fue construida en la década de
los 50. Como prueba de ello existe una serie de petroglifos situados al borde de
este camino, en la zona de Yunguilla, donde se aprecia un felino, cuyo diseño
tiene mucha similitud con los felinos Chavín (Fig. 4). En la zona de Gargawain en
el distrito de Rahuapampa, también existen una serie de pinturas que representan
al “sol” con ojos. Representaciones rupestres asociadas a caminos y caravanas han
sido ampliamente documentados en el norte de Chile (Sepulveda et al. 2005: 230
y Muñoz et al. 1996).
En la cuenca del río Huaritambo, en los distritos de Huari y Cajay, hemos podido
identi car una serie de sitios que corresponderían a este periodo, uno de ellos es
Reparin (Fig. 5), ubicado al borde de la laguna del mismo nombre y conformado
por una serie de plataformas (3 a 4). El sitio llamado Yamllipitec, ubicado en el
centro Poblado de Colcas a unos 9 km al norte de Huari, tiene la misma con gu-
ración que el sitio de Reparin: es decir, está formado por una serie de plataformas
superpuestas y en este sitio se pudo recuperar fragmentos de cerámica incisa, po-
siblemente de estilo Chavín (Fig. 6).
Tello (1960) postuló a Chavín como origen de la Civilización Andina y desde que
diera a conocer este lugar, numerosos arqueólogos lo han investigado. Todos se
enfocaron en el centro ceremonial de Chavín de Huántar, excepto Burger que re-
alizó trabajos en las zonas periféricas, especí camente en Pogoq y Wamanwain,
(Burger 1982: 3-40). Sin embargo, la problemática de Chavín siempre se ha dis-
cutido en un contexto panregional. Hace poco Rick y otros, presentaron la prob-
lemática de Chavín a través de una evaluación de los fechados radio carbónicos
obtenidos a lo largo de todos los proyectos en el sitio (Rick et al. 2009). En mi
opinión, es necesario examinar lo que signi có el ritual para el funcionamiento de
Chavín de Huántar y los medios económicos para que estos “rituales” se llevaran
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Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú
¿Qué podría signi car la ausencia de cerámica incisa en las cantidades referidas
por Tello y Espejo Núñez en los sitios asignados por nosotros al periodo Hori-
zonte Temprano? A modo de hipótesis planteo que el Centro Ceremonial de
Chavín de Huántar estuvo en gran medida (no completamente), desconectado de
los asentamientos contemporáneos y que las actividades rituales llevadas a cabo
en estos asentamientos fueron independientes y no tenían relación con Chavín
de Huántar. La ausencia de cerámica, arquitectura y esculturas en áreas relativa-
mente cercanas a Chavín permite inferir esto.
Desde 2010 estamos excavando el sitio de Huamparán, cerca del poblado del mis-
mo nombre, en el distrito de Huari (Ibarra 2011 ms). Está conformado por grandes
estructuras de forma circular, con múltiples recintos al interior, accesos en dife-
rentes direcciones y la presencia de una banqueta que rodea la parte interna de la
gran estructura, el diámetro interno de éstas es de 12 m (Fig. 9). La estratigrafía es
muy profunda, comenzando con material Recuay (caolín), seguido de cerámica
blanco sobre rojo y posteriormente algunos fragmentos pulidos de color marrón.
La profundidad de la estratigrafía de casi 1.80 m es inusual para la zona (la pro-
fundidad en sitios tardíos en cimas de montañas no excede los 50 cm). Creemos
que este sitio podría ofrecer estratos con ocupación formativa, se han encontrado
puntas líticas y cristales de cuarzo comunes en el Horizonte Temprano (Rick co-
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Fig. 9. Vista panorámica del sitio de Huamparán, localizado a 30 km al norte del Distrito
de Huari. En las excavaciones se han encontrado material blanco sobre rojo.
Sin embargo, existe una escultura con atributos claramente Chavín, conocida
como la Estela de Yauya, que fuera hallada por Tello en 1924. Según Burger esta
pieza viene del sitio de Quellcayrumi y basados en las fotos publicadas por él,
este sitio corresponde a montículos a base de plataformas (Burger 2008: 161-176,
Figura 6.10). Es el mismo patrón que en la cuenca del Puccha. Otro Fragmento
de la misma Estela se halla en la localidad de Chincho a escasos 5 km de Yauya
(Herrera 1998: 231).
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Huarás Blanco sobre rojo y la Cultura Recuay en Huari: siglo II a.C. –VI d.C.
Recuay o Cultura Recuay recibe el nombre gracias a los primeros hallazgos que se
realizaron en la zona del actual distrito de Catac, provincia de Recuay, aunque se
encuentran distribuidos en casi toda la sierra de Ancash, desde la Cordillera Neg-
ra hasta el Marañón, desarrollándose entre los años 200 a 800 d.C. La cronología
Fig. 10. Vista del sitio Arqueológico de Gantu localizado en la parte alta del
Centro Poblado de Yacya en el distrito de Huari.
La mampostería de los muros es idéntica a la del sitio de Yayno en Pomabamba.
(Foto Daniel Torres)
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Basados en los fechados publicados hasta la fecha (Lau 2004: 157), Chinchawas:
229 - 429 d.C. (sigma 2) y Pashash 264 - 616 d.C. (sigma 2), como los fechados
más antiguos para estos sitios. Parece suponer que las ocupaciones Recuay en la
zona de Conchucos son más recientes que en el Callejón de Huaylas y Pashash.
Otro fechado dentro de este periodo ha sido publicado por Herrera (2005: 246),
cuya antigüedad es 586 +- 58 d.C. (no calibrados). Este fechado se recuperó de
una estructura denominada Kancha (ibid). Sobre la lengua que fue hablada por
los Recuay se sugiere el Culle (Lau 2010b: 150), identi ca la palabra ogupampa
como derivado de ogoll que signi ca hijo. Este sitio registrado por nosotros, está
conformado por un conjunto de tumbas de tradición Recuay.
Fig. 11. Sitio Arqueológico de Pinkush de Huamparán. Sitio con elementos defensivos
como murallas y zanjas, con abundante material Recuay y posiblemente ocupado
también durante el Horizonte Medio.
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Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú
En Huari los primeros indicios de esta cultura fueron registrados por Julio C. Tello
en el Templo de Chavín. Posteriormente Julio Espejo Nuñez (1958) en la década
de los 50 localizó una serie de soterrados en los distritos de Huántar y Chavín. La
función de los soterrados aparentemente fue funerrio. Estas tumbas también han
sido registradas por nosotros en la zona de Huamparán al norte de Huari.
Las evidencias más conocidas de los Recuay son sus tumbas. Estas pequeñas cá-
maras funerarias, aparentemente fueron enterradas por los Recuay, dando la im-
presión de un pequeño montículo. Están formadas generalmente por dos cáma-
ras, la primera de ellas pequeña, donde se colocaban las ofrendas a los muertos,
y la segunda o cámara principal, en la que se depositaba el cuerpo. Esta cámara
también poseía una serie de hornacinas o espacios en las paredes donde se co-
locaban los objetos importantes para la persona sepultada. Muchas de este tipos
de tumbas han sido registradas en la Cordillera Negra (Lau 2002, Ponte 2001).
En algunos casos estas tumbas estaban agrupadas, como sucede en Ogupampa y
Ushnujirca en Huamparán (Fig. 12), donde se pueden apreciar en número de diez,
cinco con los accesos orientados al este y cinco con los accesos orientados al oeste.
Por lo tanto, podemos inferir que esta serie de tumbas agrupadas o colectivas,
pertenecerían a un grupo familiar.
La cerámica Recuay caracterizada por una decoración de fondo blanco, con pin-
tura marrón o naranja, está dispersa en gran parte de la sierra de Ancash. Hemos
encontrado esta cerámica en lugares alejados como Antaraga cerca a Paños en la
provincia de Antonio Raimondi y cerca a la margen izquierda del río Marañon.
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Fig. 13.
Ceramio recuay donde se
puede apreciar el “dragón
andino” en el cuerpo de la
vasija y la muca en forma
escultórica en la parte
superior. Este ceramio fue
localizado en las tumbas de
Ushnujirca a 32 km al norte
de Huari, en la zona de
Huamparán.
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Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú
Fig. 14. Escultura Recuay que muestra un personaje con llamas a ambos lados.
Esta escultura fue hallada en la Zona de Huamparán a 32 km al norte de Huari.
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Bebel Ibarra Asencios
A partir del siglo VI en la mayor parte del Perú Prehispánico aparece un fenómeno
que en arqueología ha merecido diversos nombres: Imperio Wari, Sociedad Huari
o Cultura Huari, entre otros. Está de nido como la expansión de una cultura que
tuvo sus orígenes en la zona de Ayacucho al sur del Perú, y que tiene diversos en-
claves en Lambayeque, Cajamarca, Callejón de Huaylas, Huamachuco, Lima, etc.
La presencia Wari (para diferenciarla de Huari en Ancash), en la cuenca del Puc-
cha está ausente, no se han encontrado evidencias en cerámica o arquitectura que
sugieran una ocupación permanente de este territorio.
El estudio del patrón de asentamientos realizado en 1997, revela que los sitios de
este periodo ocuparon previamente los mismos asentamientos que los Recuay,
por lo cual no hay un cambio en la ocupación del territorio. Las formas de arqui-
tectura propuestas como características de un sitio Wari, como son los edi cios en
forma de “D”, presentes por ejemplo en el sitio de Honcopampa (Isbell 1991); son
discutibles.
Tschauner (2003: 218) propone que este sitio fue la sede principal de desarrollo
local y los patrones de mampostería y organización dista mucho de los centros
típicos Wari. En ese sitio se identi có dos estructuras en forma de “D”, cuyos mu-
ros son bien altos sobrepasando los 3 metros de altura. Formas en “D” han sido
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Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú
identi cadas en la zona de San Luis, cerca al Marañón (Herrera 2005: 233-255),
denominadas Kanchas, donde la parte recta de la D, correspondería a una especie
de escenario en donde se reunía la gente (ibid). Lau y Ramon (2007) mencionan
que la forma en “D” es anterior al Horizonte Medio en la sierra de Ancash.
Fig. 16. Sitio Arqueológico de Huamparán. Estructura 1 en forma de “D”, en la parte recta
de la D se encontraron dos tumbas intrusivas que datan del Horizonte Medio.
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Fig. 17.
Tumbas Intrusivas en la Estruc-
tura 1 que datan del Horizonte
Medio en Huamparán (680 d.C.)
bas intrusivas, las excavaciones en los próximos años nos ayudarán a comprender
mejor el sitio y el valle. Tumbas de estilo Wari han sido bien documentadas en el
Callejón de Huaylas (Isbell 1991, Paredes 2001, Ponte 2001), y la mayoría de ellas
corresponden a chullpas.
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Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú
Fig. 18. Tumbas de Quercash en las cornisas de los farallones en el distrito de Paucas, en
la margen izquierda del río Marañón.
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Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú
Las Marcas durante el Intermedio Tardío en Huari entre los siglo X-XV d.C.
Al nal del Horizonte Medio o Época Wari, en la mayor parte del territorio del
Perú, surgen pequeños y medianos grupos étnicos que ocupan los valles inter-
andinos y costeños. La cuenca del Puccha no es la excepción y, es así que en este
territorio se establecen o surgen dos grupos étnicos: Los Huaris y Los Pincos. El
primer grupo ocupa el norte de la actual provincia de Huari, mientras que el se-
gundo el sur y sur este, llegando a limitar con los grupos étnicos del alto Marañón
(Fig. 20).
Las características principales de estos asentamientos son que ocupan las cimas
de las montañas por encima de los 3800 m.s.n.m. La mayoría de ellos son de gran
extensión, llegando algunas a extenderse por varios kilómetros (p.e. Misiónjirca).
Marca es la denominación para pueblo y posee muchos componentes arquitec-
tónicos, como sectores de vivienda, plazas, calles, espacios públicos cerrados, es-
tructuras ceremoniales, murallas, etc.
Las Marcas Defensivas (que corresponden la mayoría de los sitios), presentan una
gran cantidad de estructuras, en su mayoría circulares, construidas sobre terrazas
y dispuestas en forma ordenada como en Pinkush de Huamantanga, Misiónjirca
y Pinkuyolloc o desordenadas como en Marcajirca (Fig. 21). El terreno que ocu-
pan es generalmente rocoso, con pendientes muy pronunciadas, en algunos casos
presentan una serie de murallas que rodean el sitio o sólo parte de él (por la parte
menos pronunciada), estas murallas pueden alcanzar una altura de 4 m. También
presentan zanjas junto a las murallas, éstas tienen un ancho de 2.5 m. en promedio
y una profundidad de 2 m.
El interior de las Marcas Defensivas es recorrido por una serie de pasadizos estre-
chos, pero siempre existiendo una “calle” principal, estas calles están delimitadas
por los muros de las viviendas, lo que evidencia un diseño preconcebido de la
distribución de los sitios (al menos en lo que responde al tránsito). La mayoría de
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Fig. 20. Mapa de los principales grupos étnicos asentados en la sierra de Ancash durante
el siglo XV.
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Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú
las estructuras están construidas con piedras medianas canteadas extraídas de los
cerros cercanos o de los a oramiento sobre el cual se encuentran los sitios, esto se
pudo observar en varios sitios p.e. Marcajirca.
Las Marcas defensivas están dispuestas en todos los puntos principales del valle
del Puccha, es decir, al inicio de cada quebrada o “tinki” (encuentro de los ríos),
desde donde se domina todos los valles, todos estos sitios se observan entre sí, lo
cual sugiere que existió algún tipo de comunicación.
Otro tipo de asentamientos son los corrales dispuestos en todas las partes altas,
pueden estar asociadas a cerros o en las explanadas de las cumbres de monta-
ñas. Estos corrales están construidos con piedras medianas y grandes, las piedras
grandes se hallan enterradas en el piso a manera de “columnas” y los espacios
entre ellos están cubiertas con piedras medianas.
Las murallas en los sitios generalmente cubren toda la extensión del asentamien-
to. Los sectores residenciales y ceremoniales se hallan dentro de sus muros, lo que
no sucede con las fuentes de agua que generalmente se hallan fuera de las mural-
las, lo que hace suponer que primó el factor de seguridad al de comodidad, que
se debieron dar en tiempos de una fuerte pugna entre los grupos étnicos locales.
Corrales asociados a las lagunas nos hace pensar que el culto a éstas (entendidas
como huancas) está más difundido, los Montículos en los fondos de valle, siguen
reocupados, aunque al parecer sólo como lugares sagrados o morada de sus an-
cestros, ya que estructuras tardías no son reconocibles en ellos.
Marcajirca es unos de los sitios que más ha sido investigado por el proyecto. Las
excavaciones se remontan al 2005 y los trabajos de exploración a 1999. Lo que
llama la atención de este enorme sitio arqueológico, que tiene aproximadamente
50 hectáreas, es la amplia cantidad de estructuras funerarias distribuidas en dos
grandes grupos: las chullpas, y las cuevas funerarias. En total existen 38 chullpas y
31 cuevas funerarias, la mayoría con restos óseos humanos disturbados al interior.
Fig. 22. Cuadro del Número Mínimo de Individuo encontrado en cada cueva y Chullpa
de Marcajirca
identi car 440 individuos, tanto en chullpas como en cuevas, además de entierros
intrusivos (Fig. 22).
Basándonos en los fechados obtenidos, las chullpas y las cuevas habrían sido uti-
lizadas contemporáneamente, pero existe un problema por resolver, ya que el ma-
terial usado para el fechado corresponde a dientes humanos lo que nos propor-
ciona la antigüedad de las personas pero no de las estructuras. El hallazgo en una
de las cuevas de huesos amarrados con una especie de cuerda hecha con plantas,
sugiere que fueron traídos de algún sitio, en este caso una chullpa. Sin embargo,
el análisis óseo en las chullpas no revela la presencia de gran numero de huesos
pequeños, como son los huesos de las manos y pies, que se supone deberían que-
dar luego de trasladar solamente los huesos largos.
Todas estas interrogantes están aún sin respuesta, aunque hemos podido identi-
car algunas actividades relacionadas a los rituales funerarios, como es la quema
Fig. 23. Vista del entierro intrusivo o posible fosa comun prehispánica en la estructura
Número 10 del sitio arqueológico de Marcajirca.
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Bebel Ibarra Asencios
de ofrendas. Esta actividad se realizaba en la parte frontal de las chullpas, frente
a los accesos. De acuerdo a los datos históricos, las chullpas eran tumbas abiertas
que eran frecuentadas por los vivos, quienes les llevaban ofrendas y en algunos
casos sacaban a las momias de las chullpas y las paseaban por el pueblo y los ter-
renos de cultivo como símbolo de fertilidad.
Los entierros intrusivos hallados en Marcajirca han sido datados en el año 1640, es
decir, en los primeros años de la colonia (Fig. 23). Uno de estos entierros (Estructu-
ra 10) abarca por lo menos 34 individuos, entre varones, mujeres, niños y no naci-
dos, quienes no fueron enterrados en chullpas o cuevas, sino en el suelo de una
estructura de forma semicircular, la mayoría de ellos aún articulados, en posición
cubito lateral. La Estructura 10 se ubica a 4 metros al este de una cueva funeraria y
frente a una chullpa (3 m al oeste). Esta localización llamó nuestra atención ya que
teniendo una cueva y una chullpa tan cercanas, éstas no habían sido utilizadas.
Tomando en cuenta el fechado obtenido, podemos sugerir que este entierro fue
realizado de forma oculta, puesto que en 1580 se instauró la extirpación de idola-
trías, quedando prohibida la sepultura de muertos en los lugares arqueológicos o
en sus antiguos pueblos. Al mismo tiempo muchas de las poblaciones indígenas
Fig. 25. Cráneo con deformación del sitio Arqueológico de Marcajirca, los fechados cor-
responden al cráneo
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Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú
37
Bebel Ibarra Asencios
Fig. 26.
Sitio Arqueológico de
Rapayán en el Distrito
del mismo nombre.
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Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú
Los edi cios de Rapayán y los pueblos del Alto Marañón Siglos X-XVI
Los pueblos ubicados en la margen derecha del río Marañón, que corresponden a
los distritos de Rapayan, Huachis y Paucas, durante el siglo X-XVI tuvieron un de-
sarrollo cultural diferente a los de la cuenca del Puccha. Esta parte de Huari estuvo
poblada por los Yaros, quienes tenían su territorio en la provincia de Chinchayco-
cha (hoy Junín) y que tenían por vecinos a los Chupachos, a los Yachas, a los Yana-
mates y a los Huamalli (Amat 1976b). Fue un pueblo de tradición pastoril venido
del altiplano, tenían pocas Huacas y adoraban a sus “Malquis”, sus antepasados
que se hallaban sepultados en mausoleos (Ibarra 1999, Mantha 2004).
La mayoría de los sitios arqueológicos Yaros ocupan las crestas de los cerros y
están comprendidos entre los 3,050 y 3,860 m.s.n.m. No se hallan sitios en la parte
alta de los cerros que sobrepasan los 4,000 m.s.n.m. ni tampoco se han localizado
corrales a diferencia de otros sitios del alto Marañón.
Los asentamientos más extensos a los que denominamos pueblos forti cados,
presentan murallas que rodean los sitios como en Gantu, Rurijahuan, Rapayán
y Quellkall, donde la planta de la mayoría de las estructuras es cuadrangular
aunque eventualmente se observan algunas circulares (Fig. 26).
Los sitios de menor dimensión se hallan sobre repisas o terrazas formadas por
muros de contención donde los a oramientos de roca son muy notorios, espe-
cialmente en los sitios donde hay “edi cios”, ya que por su altura necesitan una
base sólida. Existen sitios que por su ubicación en pequeñas cumbres rocosas muy
escarpadas sugieren una función militar, ya que éstas se hallan completamente
cercadas por muros perimétricos y su acceso se da por un solo lado, además de
tener un acabado rústico como es el caso de Llinquey y Matacastillo.
Los “edi cios” son muy variados morfológicamente, pero su técnica de construc-
ción es la misma. La funcionalidad de éstos ha sido muy discutida, pero podemos
deducir que los que se hallan alejados de las áreas de concentración y presentan en
la mayoría de las hornacinas restos óseos que sirvieron como mausoleos. Creemos
que no han sido almacenes por lo reducido del espacio ya que, en cada hornacina
entraría con di cultad un saco de papa o maíz. Además se hallan alejados, fuera
de las murallas y no presentan peldaños para subir. Todos los accesos están orien-
tados hacia el este, por donde sale el Sol y algunos de ellos se hallan en sitios de
difícil acceso como Alcayán.
La viviendas típicas de los sitios están conformadas por estructuras de planta rect-
angular, con accesos trapezoidales, hornacinas tipo “ánfora” a ambos lados del
acceso que dan al interior, otro acceso trapezoidal que se dirige a un recinto de
dos niveles no muy altos (separados entre sí por un metro). En algunas de las
hornacinas se han hallado restos óseos, pero sólo un hueso o tres como máximo,
pues según los pobladores algunas personas los colocaron allí intencionalmente
ya que no existe ninguna evidencia de restos de fardos (fragmentos de tela), que
es como se enterraba a los muertos.
Las estructuras funerarias, son diversas y es difícil establecer sin son contem-
poráneas o intrusivas. Hemos podido distinguir las siguientes a) corresponde a
39
Bebel Ibarra Asencios
los “edi cios” con hornacinas ya descritos, b) un tipo de tumba con cornisas ex-
istentes sólo en el Complejo Rapayán, donde una de ellas presenta decoraciones
pétreas en zig-zag, c) pequeñas tumbas ovaladas construidas en la ladera de los
cerros a manera de cuevas, d) Chullpas selladas de planta cuadrangular con te-
chos de lajas planas, ubicadas dentro de los asentamientos y e) Chullpas de planta
circular de 1 m. de altura, con accesos al ras del suelo, ubicadas en quebradas poco
accesibles.
Estas tierras fueron testigos de la lucha entre los ejércitos de Huascar y Atahualpa,
donde hubo un combate cerca al puente de Pomachaca. Dice al respecto Cieza de
León que le re rieron que tras la refriega, las tropas de Huascar abandonaron el
campo quemado y el puente en su retirada, por lo que Calcuchimac; general de
Atahualpa se arrojó y cruzó a nado el río seguido de varios de los suyos dando
muerte a los soldados fugitivos de Huascar (Antunes 1929).
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Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú
Fig. 27. Sitio Arqueológico Inka de Huaritambo en el distrito de Cajay. Este sitio se halla
asociado al Qapaqñam que pasa por la región de Conchucos.
Fig. 28. Estructura Inka Tipo “Kallanka” con vanos de doble jamba (al fondo) en el sitio
arqueológico de Ñawpamarca de Huachis, en el distrito de Huachis.
41
Bebel Ibarra Asencios
Los apus constituyen los ancestros, que tienen cierto carácter divino y que son
representan de muchas maneras, como por ejemplo: cerros y lagunas. En la zona
de Huari, mayormente se les conoce como “jircas”, que vendría ser un equivalente
a Huacas muy difundidas en la costa. Un ancestro que en la antigüedad tuvo la
misión de fundar el pueblo de Huari (no se hace referencia al actual Huari), prote-
ger al pueblo, proteger las cosechas y que ahora se muestra en el paisaje en forma
de un cerro, algo muy común en los andes peruanos.
Basado en el mismo texto de Hernández Pricipe, Tom Zuidema (1973: 29), re-
saltar el nombre de Ñamoc, atribuyendo a este, una jerarquía social dentro de las
divinades u organización de aquella época, mani esta que existía una trinidad
formad por tres dioses o clases, Liviac dios del rayo pertence a la clase alta, Uchu,
pequeño rayo a la clase media, e hijo de Liviac y seguido de Ñamoc, que re ere a
la clase que ha sido conquistada y es el padre de éste último grupo.
Los ancestros también pueden haber sido conquistadores, que llegaron de otros
lados y se establecieron en un lugar. Es por eso que la representación de una huan-
ca conquistadora, que irrumpió en la zona de Conchucos proveniente del Callejón
de Huaylas o viceversa podría explicar del por qué existen varios Llamoq en la
sierra de Ancash.
42
Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú
Otro dato sobre las huancas – cerros, es el que señala Cristóbal del Albornoz en
1584, quien se re ere: “Existe Anco-vilca, la huaca principal de los indios de Hua-
nuco y Pincos, la cual es una piedra que está en un cerro pequeño junto al pueb-
lo de Pincos”. Este pueblo de Pincos se halla cerca de Huachis. En la actualidad
Ango, es el nombre del único nevado fuera de la Cordillera Blanca, al cual los
huachisinos llaman “Apu Ango”.
Quienes han subido alguna vez a Llamoq, pueden haber notado que el cerro con-
stituye un sitio arqueológico, rodeado por una serie de muros, que ascienden de
manera concéntrica, para luego terminar en una plataforma circular, sobre la que
actualmente se halla una cruz (Fig. 29). Debe aclararse que Llamoq tiene dos ci-
mas, dos cruces, una de ellas es la que se ve desde Huari, y en donde a mediados
del 2008 los pobladores colocaron una nueva cruz y detrás de ésta se halla la otra
cima, que no es visible desde Huari siendo ésta a la que se re ere el presente texto.
Casos similares se repiten en muchos de los sitios arqueológicos que ahora pre-
sentan cruces, como por ejemplo:
- La cruz de Chullin, se halla sobre un sitio arqueológico (Ampas).
- La cruz de Gantujirca (se halla sobre un inmenso sitio arqueológico con muros
que superan los 8 metros de altura) se localiza en Yacya.
- La Cruz de Wiñaj en Huachis. Este sitio presenta las mismas características que
Llamoq: presenta una serie de muros que rodean al cerro, culminando en una
plataforma, sobre la cual se encuentra la cruz.
En resumen podemos decir que existen cruces y huancas a lo largo del territorio
de Huari. La presencia de numerosas cruces obedece al hecho que durante el peri-
odo de la conquista los antiguos peruanos, tuvieron que cambiar sus creencias,
obligados por el poder católico de aquel entonces. Pero sucedió que muchos de
los pueblos que tenían sus ancestros en los cerros, en los lugares arqueológicos,
decidieron colocar las cruces cristianas en estos lugares para no separarse de sus
ancestros, lo que generó que los extirpadores de idolatrías, aquellos mandados
por la Santa Inquisición, vieran que dichas cruces cristianas eran objeto de culto;
surgiendo así una simbiosis entre lo antiguo y lo moderno (europeo), que per-
dura hasta la actualidad, lo que se re eja en el hecho de que muchas festividades
católicas, fueron “enmarcadas” por la Iglesia dentro del calendario antiguo para
su continuidad en el tiempo.
Fig. 29. Vista de los Cerros Llamoq y Wiñaj, localizado en los distritos de Cajay y
Huachis respectivamente.
43
Bebel Ibarra Asencios
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Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra, (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
CRONOLOGÍA DE LA CUEVA DE
GUITARRERO. PERÚ
Thomas F. Lynch
Titulo Original
Lynch, Thomas F. (1985). “Chronology of Guitarrero Cave, Peru”. Science 229, pp. 864-867.
45
Thomas F. Lynch
Los fechados bien determinados proceden de una serie veri cada de car-
bón del Complejo I estudiados en los laboratorios del Instituto Smithson-
iano, siendo considerados más joven que los fechados de GX 1859 e igual
46
Cronología de la Cueva Guitarrero, Perú
o más joven que el GX 1779 (Tabla 1). Estos resultados de datación y es-
tratigrafía fueron consistentes para el momento obtenido del Complejo I.
Los fechados del Complejo I, todos por supuesto muy consistentes, fueron
igualmente evaluados cuando el lugar fue descrito en 1980 (Lynch 1980).
47
Thomas F. Lynch
48
Cronología de la Cueva Guitarrero, Perú
los cinco resultados de la Smithsonian sobre el Complejo I y la capa más baja del
Complejo II es excelente. Solamente la muestra SI 1501 es seriamente divergente.
Sin embargo, la muestra Geodronológica GX 7575, SI 1501 podría estar contami-
nado con evidencias de carbón Cerámico y mezclado con elementos del Complejo
IV. Ambos de estos fechados convencionales proceden de muestras compuestas
de varias piezas de carbón, una de las cuales podría haber sido reciente (Fig. 5).
Las dataciones por el método AMS nos dan unos cuantos años más para
la madera y los textiles que para el carbón del Complejo II. Se aplicó un pro-
cedimiento combinado al examinar los fechados, los cuales podrían ser con-
siderados como los mismos (Ward and Wilson 1978). Los 13 fechados Ox-
ford, más viejos de 9,000 años tienen un tiempo diferencial de error de
9,693 años, pero la distribución no es homogénea1 (Ward and Wilson 1978).
49
Thomas F. Lynch
Sin embargo, y separadamente, las muestras de madera tienen un tiempo signi ca-
tivo de 10,050 +- 90 años, y las dataciones son igualmente efectivas (Ward and Wilson
1978). El tiempo signi cativo de las dos muestras de cordones es 11,150 +- 90 años,
el cual es conveniente con la edad de las series combinadas de madera y cuerdas
(10,000+-65). Esta gura contrasta con la edad diferencial de 9,425 +- 55 años en 7
muestras de carbón de Oxford, los cuales son homogéneos (Ward and Wilson 1978).
Huesos de cérvidos seguramente ingresaron al lugar por intervención humana
y no parecen ser intrusivos de niveles más jóvenes. No obstante, estos artefactos
carecen de su ciente colágena, para proveer hidróxido deprolina para las pruebas
de datación según el método AMS. Mazorcas de maíz, vainas de frijoles, porotos
y frutos de la familia Solanum hispidum, tubérculos identi cados como la oca y
el olluco, y ají de procedencia del Complejo II no han tenido todavía una adec-
uada evaluación para un análisis más serio. El maíz que fue encontrado en los
Complejos III y IV, tendría por lo menos una datación de 2,000 a 3,000 años de an-
tigüedad, para los frijoles y vainitas de las unidades 122, 123 y 150 podrían tener
una datación equivalente a los dados para la madera y muestras de las cuerdas o
cordones (-10,000 años). El tamaño grande de las semillas, lo cual se correlaciona
con la pérdida de su cáscara que es bastante dura para las plagas que existieron
en Sud América se habría incrementado muy rápidamente entre los recolectores
del Precerámico al cultivarlo y a eliminar el gorgojo por el método de calentar los
frijoles en arena caliente (Kaplan 1981). Cocinar las plantas alimenticias en lugares
adyacentes a sus hogares es una costumbre practicada en sociedades de bajo de-
sarrollo tecnológico y esto podría explicar la presencia de frijoles en el Complejo II.
Algunos lugares pequeños con cierta complejidad han sido formalmente
fechados con nuevos resultados, sugiriendo una mejor previsión para el mar-
co teórico cronológico e histórico de uso humano. Parece ahora que mucho de
los resultados de restos arqueológicos de uso humano de la cueva presentan
50
Cronología de la Cueva Guitarrero, Perú
51
Thomas F. Lynch
en Argentina (12,600 años) y el Abra en Colombia (12,400 años); estos son sitios de
abrigo rocoso donde el fechado de carbón puede ser razonablemente considerado
por proceder de fogones de ocupación (Lynch 1974). Un número de fechados en
carbón y mar l en campo abierto de Monte Verde en Chile podría también mostrar
actividad humana entre 12,000 y 13,000 años de antigüedad (Dillehay 1984).
No existe una razón verdadera para dudar de la datación de 12,560 años de
la Cueva de Guitarrero, ni sospechamos de variaciones posteriores en la pro-
ducción de C14 que habría sido lo su cientemente grande la muestra para dar
fechados próximos para una buena cronología de ocupación humana de hace
10,000 años. Sin embargo, lo fechado por método AMS indica un período pri-
mario de uso humano que probablemente no sobrepasó de los 500 y 1000 años.
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Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
Michael A. Malpass
Sumario
Introducción
Este informe resume las investigaciones hechas por el autor durante 1980-1981 en
el valle de Casma. El propósito principal de estas investigaciones fue establecer
una secuencia precerámica a lo largo de un valle ubicado entre Lima y Trujillo,
una región donde se han realizado pocas investigaciones precerámicas. Por la
proximidad del Callejón de Huaylas, se pensaba que hubo interacciones signi ca-
tivas entre las poblaciones de ambas áreas. Esto contrasta con la evidencia en el
área de Ancón-Chillón así como el área Moche-Cupisnique, donde no hubo con-
tacto costeño-serrano. En un sentido, esta investigación es una prueba del modelo
de trashumancia precerámica costeña-serrana de Lynch (1971).
Titulo Orginal: Malpass, Michael (1991). “Ocupación Precerámica en el valle de Casma, Perú”. Boletín de
Lima 76, pp. 79-95. Lima.
53
Michael A. Malpass
El área B se centró en una quebrada seca localizada al sur del valle principal,
donde se pensó existían ocupaciones paijanenses. Se designaron las áreas C y D
a lo largo de las márgenes del terreno aluvial que facilita encontrar sitios pre-
cerámicos más tardíos; similar a los que encontró Patterson (1971) a lo largo del
valle Chillón. Se seleccionó el área E por ubicarse en una yuxtaposición de zonas
de costa, terreno aluvial y estuario.
Se recogió una muestra de los artefactos liricos de los sitios precerámicos, así
como de los sitios cerámicos. Se registraron numerosos instrumentos grandes,
como morteros pero no se los recogió. Para una descripción más detallada del
proceso de recolección de instrumentos, ver Malpass (1983 a). Este estudio se basa
en un total de 1970 instrumentos líticos.
55
Michael A. Malpass
Se excavó un pozo de prueba en el centro del sector inferior, cuyo tamaño fue de 2
x 1 metros. Se realizaron las excavaciones con badilejo y se zarandeó el contenido
de esta área en una zaranda con aberturas de 0.25 pulgadas cuadradas. Se excavó
el pozo utilizando una combinación de niveles naturales arbitrarios (ver Figura 3).
Los niveles altos mostraban una mezcla de depósitos modernos y prehistóricos.
Estos niveles incluyeron pocos artefactos. Debajo de los 35 centímetros de profun-
didad, los depósitos fueron de color negro uniforme, de textura margosa y con
muchas piedras; es por ello que se excavaron en niveles arbitrarios. La diferencia
entre los estratos grises y negros, en la Figura 3, se debe a la saturación de agua en
los niveles bajos. La máxima profundidad del pozo alcanzó los 105 centímetros en
la parte posterior y 135 centímetros en la parte frontal.
OCUPACIONES PRECERAMICAS
Se identi caron dos complejos líticos en los sitios precerámicos del valle bajo. El
primero es paijanense, previamente identi cado en las ocupaciones de los valles
Chicama y Moche (Chauchat 1975, 1978, Kornfeld 1972, Ossa 1973, 1978). Se rep-
resenta este complejo paijanense solamente en tres sitios, 8V-1 y A68b (Mongon-
cillo), en el área A, y E3b (Campanario) en el área E (ver Figura 5). El segundo
complejo, llamado Mongoncillo, por la loma donde se ubican la mayoría de los
56
Ocupación Precerámica del Valle De Casma, Perú
57
Michael A. Malpass
sitios pre cerámicos, está representado por 38 sitios, todos en el área A. La dis-
tribución de los sitios del complejo Mongoncillo se presenta en la Figura 6. Las
descripciones más detalladas de estos complejos se hacen a continuación.
El aspecto más signi cativo del conjunto lítico de Campanario es su alto nivel de
so sticación de los instrumentos bifaciales. El 76% de los instrumentos son puntas
o bifaciales, siendo la mayoría de los últimos puntas rotas o incompletas (Figura
7a, b). Lo demás del conjunto incluye lascas, instrumentos denticulados, núcleos
y martillos. Además de los instrumentos, se encontraron 283 pedazos de desecho
incluyendo por lo menos 60 lascas de factura de instrumentos bifaciales. Estos
artefactos representan una muestra signi cativa, pero no completa, del área total
del sitio. La abundancia de desechos de talla y la ausencia de los instrumentos
con punta sugieren que se utilizó este sitio como un pequeño taller para dar el
acabado a los instrumentos o para poner los mangos. No se encontraron núcleos
grandes, tampoco instrumentos bifaciales del tipo Chivateros, lo que indica que se
hizo el trabajo preliminar y el acabado en otro sitio.
En Casma y el área norte, se encontró una gama similar de instrumentos con for-
mas de punta de proyectil. Las variaciones de instrumentos con lados convexos y
rectos, típicos de los sitios de la costa norte están presentes en Casma; el primero
incluye puntas alargadas (similar a una lanza) siendo típicas de la región del norte
(Figura 7c). Además, las puntas con pedúnculos alargados están asociados con las
puntas paijanenses en Casma y el valle de Moche (Ossa 1973). Se encuentran las
puntas también en el sitio el Inga (Bell 1965) y la cueva Chobshi (Lynch y Pollack
1980) en Ecuador. Es posible que este tipo de instrumentos sea distinto a la varie-
dad paijanense caracterizado por tener pedúnculos delgados (Mayer-Oakes 1982).
Otra semejanza entre los sitios de Paiján y los sitios del norte, es la relación de
materiales particulares usados en diferentes tipos de artefactos. En Campanario,
el 74 % de los instrumentos bifaciales se hicieron de arenisca, y el 21 % de cuarzo
cristalizado. En ninguno de los restantes se usó arenisca. En el sitio de Mongon-
cillo, se manufacturaron la mayoría de puntas de cuarzo cristalizado. En Chicama,
58
Ocupación Precerámica del Valle De Casma, Perú
59
Michael A. Malpass
Las especies de animales cazados por los habitantes paijanenses de Casma son
aún inciertos. Dada la fecha 9000 A.P., es probable que la caza fuera un tanto
moderna. En esta se incluye: venados, mamíferos pequeños, roedores y reptiles.
Sin duda, se recogieron también caracoles. Tanto Mongoncillo como Campanario
se ubican en áreas elevadas que dominan la línea costera, pero hace 9000 A.P. años
la línea costera se extendió 5 kilómetros en dirección oeste (datos batimétricos de
Richardson 1981). En esta fecha estos sitios habrían dominado áreas planas del
llano costero, por lo que se puede suponer que bajo estos sitios hubieron fuentes
de agua donde los animales venían a beber (Malpass 1983a).
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Michael A. Malpass
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Ocupación Precerámica del Valle De Casma, Perú
63
Michael A. Malpass
chat 1978; Jackson y Stocker 1982; Richardson 1973). Las sugerencia de que se
mantenían contactos con grupos de la sierra, como es evidenciado por la puntas
de proyectil, sugiere la posibilidad de que podría haberse pasado una parte del
año en la sierra también.
64
Ocupación Precerámica del Valle De Casma, Perú
tos estratigrá cos pertenecen a los niveles localizados bajo los 100 centímetros
(ver Figura 12). Adicionalmente, numerosos fragmentos, resultantes de un taller
lítico, crecieron rápidamente a medida que se llegaba a la profundidad máxima
del pozo.
Otros tipos de instrumentos eran escasos en los niveles excavados de este sitio.
Dos o tres puntas de proyectil similares a la “hoja de sauce” sugieren ocupaciones
precerámicas de Huachanmanmachay. Se recobraron algunos becs, raspadores,
buriles e instrumentos unifaciales, aunque relativamente menores en relación al
número de puntas de proyectil. Mientras que el desecho de taller fue una activi-
dad común, no se encontraron núcleos o instrumentos bifaciales largos, sugirien-
do que el acabado preliminar de las puntas de proyectil se hizo en algún otro sitio.
Existe la posibilidad de que tales muestras podrían haber sido recuperadas si se
excavase largas áreas.
65
Michael A. Malpass
Fig. 8. Líticos del Complejo Mongoncillo. Largo de A: 4.5 cm. Fig. 9. Líticos del Complejo
Mongoncillo. Largo de A: 2 cm.
66
Ocupación Precerámica del Valle De Casma, Perú
Debido a que no hay una estratigrafía reconocible parece probable que la may-
oría de los 71 instrumentos líticos de Tecliomachay fechan periodos cerámicos.
Una excepción notable son las dos puntas astilladas de proyectil, las que son de
la misma forma, tamaño y material, y exhiben los mismos patrones de quebra-
dura como las puntas alargadas de Huachanmanmachay (Figura 15). Sobre esta
base, estos también son identi cados como Paiján. Se encontraron ambas puntas
en los niveles profundos, cerca a la roca madre, uno debajo de un fogón. Al igual
que en Huachanmanmachay, estas puntas se encontraron en niveles donde hubo
crecimiento de desechos de taller lítico. Se sugiere que estas puntas pertenecen a
una breve y temprana ocupación de Tecliomachay, por cazadores y recolectores
precerámicos, que venían del valle bajo.
67
Michael A. Malpass
OCUPACIONES CERAMICAS
Al estudio de los sitios precerámicos, se añaden 24 sitios líticos, los cuales se iden-
ti caron como pertenecientes a los periodos cerámicos. Debido a la ausencia de
informes publicados en referencia a estos conjuntos, se dará una breve descripción
de los instrumentos colectados durante este estudio. Aunque se identi caron es-
tos sitios especí camente con relación a periodos de nidos, debido a que no se re-
colectaron las cerámicas, la similitud de los conjuntos sugiere que no hubo mayor
diferencia entre un periodo y otro.
Fig. 12. Estratigrafía relativa de las puntas de proyectil astilladas y pulidas de Huachan-
manmachay.
Los resultados de este estudio apoyan la idea, a menudo mencionado pero rara-
mente examinado, de que los sitios de periodos cerámicos en la costa carecen de
instrumentos líticos y que los instrumentos presentes son de una naturaleza muy
general. Los instrumentos presentes ofrecen muy pocos indicios con relación a sus
funciones. La carencia de lascas pequeñas sugiere que los trabajos en madera y
hueso eran relativamente sin importancia, mientras que la abundancia de instru-
mentos largos y pesados indica un gran énfasis en las actividades de machaca-
miento y aplastamiento.
Tres líneas de evidencia: (1) el contenido de restos, (2) los instrumentos y (3) la
localización de los sitios, sugiere que la explotación de los recursos marinos era la
mayor actividad llevada a cabo en sitios del área A durante periodos cerámicos.
Una subjetiva evaluación de escombros indica que conchas de mariscos son muy
comunes, aunque restos de caracoles son también abundantes. Esto es verdad
aun en sitios localizados cerca de la loma. Adicionalmente, los instrumentos de
piedra encontrados en estos sitios son adecuados para el procesamiento de pes-
cado y mariscos. Podrían haberse usado los instrumentos largos para descabezar
los pescados. Es posible que se usaran también algunas de las lascas para desca-
mar pescados: en el sitio de Loma Lasca, en el valle del Santa, Donnan y Moseley
(1969) interpretaron que se había usado lascas primarias grandes, provenientes de
guijarros, en este modo. Es probable que se utilizaran similarmente los numerosos
ejemplos de tales lascas en los sitios de Casma.
69
Michael A. Malpass
70
Ocupación Precerámica del Valle De Casma, Perú
En suma, la evidencia de los sitios de los periodos cerámicos sugiere que la explo-
tación de recursos marinos fue una razón fundamental para las posteriores ocupa-
ciones de esta región. Los restos encontrados en estos sitios apoyan esta idea, y el
simple conjunto de instrumentos compuesto por artefactos largos fuera también
adecuado para tales propositivos. La utilización de las lomas fue una segunda
razón por la que se localizaron sitios en el área. Estas ofrecieron dos intereses de
primera importancia, la obtención de caracoles y pastos; caracoles para consumo
de los residentes y pastos y hierbas para el consumo de llamas.
En Tecliomachay, se identi caron dos rasgos que indican ocupaciones más tardías
también. El primero es un fogón de piedra, localizado al sur oeste de esta unidad
y en un área de 32x64 cm. La estratigrafía interna del fogón sugiere al menos
dos y posiblemente cuatro quemaduras distintas ocurrida en este sitio (Figura
4). Una muestra radiocarbónica obtenida de los niveles más profundos del fogón
fechan 2310±60 años A.P. (360 A.C.) (BETA-8556), indicando que estos pertenecen
al Horizonte Temprano o al Período Intermedio Temprano.
Mientras que no se pudo separar los conjuntos líticos de los periodos cerámicos,
de los dos abrigos, es muy claro que los instrumentos de roca, excepto las puntas
71
Michael A. Malpass
En relación a los restos de fauna en los dos sitios de la puna, existe un número
razonable de evidencias. De los 441 huesos recobrados en Huachanmanmachay,
solo 81, es decir el 18.4 % fueron indetectables. De este grupo, 66 o 82 % pertene-
cen a camélidos y 15 o 18 % pertenecen a cérvidos. Mientras que es incierto si
los camélidos fueron domesticados o salvajes, es muy posible que la mayoría de
huesos, los que fueron extraídos de los niveles superiores, pertenecieron a camé-
lidos domesticados. En el presente, el área alrededor de Huachanmanmachay
es utilizada para pastar rebaños de llamas durante la estación seca del año, y es
muy probable que grupos pertenecientes al Período Inicial usaran estas áreas para
propósitos similares. También, se practicó la caza de venados, si se toma en cuenta
los numerosos restos encontrados.
72
Ocupación Precerámica del Valle De Casma, Perú
73
Michael A. Malpass
Fig. 18. Denticulado grueso (Disco terminado) valle bajo de Casma. Largo: 10.8 cm.
COMPARACIONES Y RESULTADOS
Es imposible comparar los conjuntos de los periodos cerámicos de los dos abrigos
con aquellos del valle bajo, debido a la combinación de ocupaciones en el primero.
Sin embargo, se pudo comparar las puntas de proyectil de fechas precerámicas
conocidas en cada uno. Tales datos proveen importante información concerniente
a la explotación de la zona de la sierra por grupos costeños, así como también las
interacciones entre las poblaciones de la región de la costa y la sierra.
74
Ocupación Precerámica del Valle De Casma, Perú
de obtener carne de los camélidos y cérvidos para transportarla a los valles bajos.
Esta evidencia es también importante porque indica que los grupos de Paiján,
que previamente se creyó ser estrictamente costeño, explotaron recursos de áreas
adyacentes a la costa en más de una oportunidad. Se sugiere que este patrón se
restringió a las áreas al sur del río Santa, donde la cordillera de los Andes está
mucho más cerca a la costa que en áreas mas al norte. Se plantea sobre la base de
esta evidencia que se podrían encontrar evidencias de ocupaciones paijanenses en
la cordillera entre el río Santa y la costa central.
Son también evidentes los contactos entre grupos de Mongoncillo y otros grupos
con residencia en la sierra. De las 16 puntas delgadas de proyectil encontradas en
los sitios de Mongoncillo, 14 fueron de una forma parecida a “hoja de sauce” de la
variedad clásica o Ayampitin (Lynch 1967) o de una variedad más larga (Malpass
1983a). Estas puntas son muy comunes en los contextos de la sierra, a través de
los Andes, aunque se reportaron ellos también en sitios costeños (Lanning 1967a;
Patterson 1971). Es interesante señalar el hecho de que dos de estas puntas son
hechas de tipos de roca raramente utilizadas en otros artefactos y todos estos son
completos o están rotos debido a su uso. Esto sugiere que el origen de estas puntas
no es local. Santiago Uceda (comunicación verbal), un arqueólogo familiarizado
con las rocas de Casma, señaló que las formas y los materiales son más típicos a
las puntas de proyectil de la sierra. Las 16 puntas conforman tipos conocidos en
el Callejón de Huaylas (Lynch 1970, 1980) y en la puna de Junín (Rick 1980). Así,
es probable que estas puntas tengan origen en la sierra, indicando contactos entre
grupos de la costa y la sierra adyacente.
Sin embargo, es dudoso que ocupando el valle una entera unidad social, hubiera
viajado al mismo tiempo a la sierra en masa; más bien, es probable que individuos
o familias viajaran ocasionalmente en la zonas de altitud, a visitar familiares o ca-
zar en áreas adyacentes. Estas actividades son documentadas por cazadores y re-
colectores actuales (Bicchieri 1972; Lee y Devore 1968; Yellen y Harpending 1972).
Con un énfasis en los recursos marinos y agrícolas durante el Período Formativo
Inicial, las interacciones entre los grupos de la costa y la sierra decrecieron con-
siderablemente. Especí camente, evidencias de visitas por grupos costeños a las
zonas de altitud desaparecen. Sin embargo, este podría ser una función de visi-
bilidad arqueológica: es probable que los contactos continuaran, pero ello no se
re eja en el material cultural de los grupos.
Se continuaron utilizando las “lomas” en los períodos cerámicos como una fuente
de caracoles y pastos. Sin embargo, el mayor énfasis de estas ocupaciones pa-
rece haber sido la explotación de recursos marinos de la región. Tales usos con-
tinuaron a través de la prehistoria, hasta los tiempos modernos: actualmente,
75
Michael A. Malpass
se puede ver ganaderos llevando ganado hacia las “lomas” durante los meses
secos de verano y pescadores caminando a través del desierto en la dirección
de las playas para aprovechar de la riqueza marina existente en esta región.
CONCLUSIONES
76
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
Gary S. Vescelius
Entre los artefactos que conforman el complejo Quishqui Punco hay unos cuantos
raspadores despuntados; algunos raspadores de lo recto, bien hechos; muchos
raspadores con bisel; raspadores discoidales hechos de núcleos en algunos ca-
sos; los raspadores en lascas. Los raspadores parecen ser más abundantes en este
complejo que en los de la costa peruana, pero no son tan frecuentes como en otras
industrias serranas (p.e. las de Lauricocha). El complejo Quishqui Puncu también
posee lascas laminares, entre ellas muchas que pueden denominarse microlámi-
nas; pequeños núcleos discoidales que habrían servido de partidores de peso lig-
ero; algunos implementos de guijarros; y unas cuantas lascas curvadas, retocadas
unifacialmente . La colección contiene ciertos pseudo-buriles, pero no hay ningún
artefacto que se puede identi car como buril intencionalmente fabricado.
77
Gary S. Vescelius
También hay puntas de proyectil de una forma triangular muy especial. Algunas
puntas de esta forma se encuentran en el complejo Lauricocha II, junto con puntas
foliáceas del tipo Ayampitin (6). Pero también existen en el complejo Lauricocha
I, que carece de puntas del último tipo (7). En el complejo Quisqui Puncu, como
en el de Lauricocha I, es notable la ausencia de las puntas clásico tipo Ayampitin.
Esto nos conduce a pensar en que el tipo triangular de Quishqui Puncu – tipo
diferente de nitivamente del ayampitinense por tener los bordes más rectos y la
base bien de nida, con esquinas bastante agudas – representaría una fase cultural
correspondiente a las épocas nales del Periodo II y/o inicios del Periodo III del
esquema cronológico de Lanning y Hammel (8). Dicha fase podría fecharse ten-
tativamente en 6500-5500 a.C. Es muy probable que la industria Arenal, con sus
implementos escotados y puntiagudos, fuera aproximadamente contemporánea
con tal fase (9), mientras que Lauricocha I y II corresponden, por de nición, a los
periodos II y III respectivamente.
Por supuesto, este fechado nos presenta ciertos problemas. Arenal, p.e. está car-
acterizado por puntas con pedúnculos triangulares, y tales puntas también se
encuentran en el complejo Lauricocha I (10), pero no hay nada semejante en las
colecciones obtenidas de Quishqui Puncu. Además de esto, tenemos que resolver
el problema de la presencia en Quishqui Puncu de los cuchillos burdos del tipo
Lauricocha II/Intihuasi IV, mientras que las puntas características de estos úl-
timos complejos faltan allí. Tal vez la ausencia de las puntas ayampitinenses se
pueda explicar mediante la hipótesis de que ellas representan un elemento de ori-
gen sureño que no llegó a la sierra central del Perú sino hasta poco después de la
aparición de los cuchillos burdos, y que en aquel periodo ya se habrían cortado los
contactos que anteriormente existieron entre la zona de Lauricocha y el Callejón
de Huaylas. De igual manera, puede ser que las puntas pedunculadas de Lauri-
cocha I corresponden exclusivamente a inicios de esa fase (8000-6500 a.C.); que
fueron reemplazadas en la sierra, por las puntas triangulares del tipo Quishqui
Puncu, mientras que sobrevivieron en la costa hasta nes del Periodo II por lo
menos.
78
Restos Precerámicos de la Región de Marcara
79
Gary S. Vescelius
80
Restos Precerámicos de la Región de Marcara
láminas también son características no de los Andes Centrales sino del área noran-
dina. Las diferencias entre las industrias Quishqui Puncu y Lauricocha resultan
de especial interés cuando consideramos que la distancia entre los dos sitios es
únicamente de 145 Km.
Es posible, pues, atribuir ciertos elementos del complejo Quishqui Puncu a las ép-
ocas nales del Periodo II y/o inicios del Periodo III del estadio precerámico. Pero
no es preciso creer que todos los demás elementos del complejo tengan la misma
antigüedad. Ya que los yacimientos de Quishqui Puncu han sido disturbados, no
podemos con ar en las asociaciones estratigrá cas de los varios tipos de arte-
factos y tenemos que pensar en la posibilidad de que el complejo constituye un
agregado (12), es decir, que varias fases del precerámico están representadas en él.
Efectivamente se pueden distinguir dentro del complejo, otro grupo de artefactos
que no deben de tener la misma edad que las puntas triangulares, los cuchillos
burdos o los implementos escotados y puntiagudos. Se trata de pequeñas puntas,
algunas foliáceas y otras de forma romboidal, con hombros poco pronunciados
(Figs. 3g-h, 3k-l). Estas puntas de tamaño reducido son bastante similares a las
puntas del complejo Lauricocha III (13) y a las otras industrias del precerámico
tardío de los andes centrales (14). Pueden atribuirse al Periodo IV del esquema
cronológico de Lanning y Hammel.
81
Gary S. Vescelius
En la cuenca superior del río Marcará, hay ciertos abrigos rocosos –p.e. Llama
Corral IV (Pan3-59) y Piriana Manchay (Pan3-38- en cuyos muros se encuentran
pictografías. Estas pinturas rupestres, que consisten principalmente en dibujos de
animales (mayormente camélidos) ejecutados en colores rojo y blanco, no pueden
fecharse de nitivamente, pero parecen guardar cierta semejanza con las picto-
grafías del estilo A de la zona de Lauricocha –estilo que Cardich (16) considera
precerámico.
Una punta de proyectil encontrada en la super cie del sitio de Hura Pampa (Pan3-
144), y a unos 400 m. al noroeste de Quishqui Puncu, dataría del precerámico. Lo
mismo puede decirse de un grupo de puntas, actualmente exhibidas en el Museo
Arqueológico de Huaraz, que provienen de la super cie del sitio de Huanchín
(Pan3-168), a 900 m. del pueblo de Anta. Sin embargo, una búsqueda cuidadosa de
dicho sitio no nos ha proporcionado más que unos cuantos implementos de gui-
jarros; y es notorio que el uso de tales artefactos ha persistido, en muchas partes
del Perú, hasta épocas muy recientes.
83
Gary S. Vescelius
Se constata, pues, que la región de Marcará ha sido habitada por el hombre, desde
una época bastante remota del estadio precerámico. Es de lamentar que no ha sido
posible hasta ahora encontrar yacimientos bien estrati cados, que arrojarían los
datos con que formular una secuencia satisfactoria de las fases culturales del pre-
cerámico local; pero es obvio que varias fases están representadas por los objetos
ya recogidos, y es de esperar que la secuencia se aclare pronto, mediante nuevos
trabajos de campo en las provincias de Carhuás y Huaraz.
NOTAS
84
100 Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra, Editor. Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
La Galgada es un sitio precerámico situado hacia los 78º 09’ 00’’ longitud Oeste
y 8º 28’ 30’’ de longitud Sur, a una altura de 1113 msnm, en la margen izquierda
del río Chuquicara, Distrito de Tauca, provincia de Pallasca, departamento de An-
cash.
Toda la cuenca de este río presenta una variedad de sitios arqueológicos perteneci-
entes a distintos periodos culturales. Se han reconocido ambas bandas y mapeado
el emplazamiento de los monumentos. Han sido inventariadas la ora y la fauna
nativa de la región para nes comparativos, cuyos primeros análisis muestran
continuidad referencial con respecto a las especies vegetales recuperadas durante
los trabajos y otras provenientes de territorios alejados.
Titulo Original: Bueno, Alberto y Terence Grieder (1980). “La Galgada: Nueva Clave para la Arque-
ología Andina”. Espacio Nº 9, pp. 48-55, Lima.
85
Alberto Bueno Mendoza y Terence Grieder
Fig. 1. Primer plano del recinto cuadrado excavado en el Montículo Sur. Destaca el patio
rectilineal a desnivel, la banqueta corrida enmarcante, el horno inscrito y su ducto de ven-
tilación orientado abajo del vano abierto al oeste.
86
La Galgada: Nueva clave para la Arqueología Andina
Fig. 2. El Montículo Norte visto desde el este; al fondo el lecho del rio Chuquicara.
Hacia la parte delantera del brazo derecho descubriese un recinto curvado con
vestigios de 3 nichitos trapezoides (35 cms de altura por 40 cms. de ancho) casi to-
talmente destruidos; una banqueta corrida adosada a los muros norte, este y oeste,
se mostraba bien conservada; en su frente oeste se abre el vano con per les plena-
mente rectos. El diámetro norte-sur del espacio interno a nivel de la banqueta es
de 3.80 m., desdoblado en 1 metro de banqueta adosada al muro norte y 2.80 m,
de patio a desnivel en cuyo centro se inscribe un horno sin ducto de ventilación.
Las esquinas del desnivel (40 cm. de altura) son rectilíneas pero el leteado ligera-
87
Alberto Bueno Mendoza y Terence Grieder
mente curvo en sus lados. Pintura blanca sobre aplanado con carga inerte de paja,
recubriendo muros y pisos señala el mismo tratamiento estilístico que los recintos
análogos del Montículo Sur.
Fig. 4. Esquina curvada externa noroeste mostrando una cenefa relievante con nichitos rect-
angulares formados por ménsulas intermitentes voladizas.
como aberturas de ingreso a espacios dejados debajo de los rellenos de estos re-
cintos, tal si fueran repositorios listos a ocuparse. En la sección céntrica de ambos
recintos se ha notado tales espacios debajo de los rellenos a manera de tumba, e
incluso en el recinto de morfología “D”, construyéndose un muro medianero con
un metro e altura para poder con gurar el mencionado espacio algo ovalado (70
cm. x 80 cm.). Los nichitos trapezoides tienen espaciamiento paramental variado
entre 35 cm. a 53 cm. de separación, promediándose igualmente las dimensiones
de los nichitos entre 25 cm. (base) por 33 cm. (altura) y 40 cm. (base) por 45 cm.
(altura). Los recintos con nichitos trapezoides aquí descritos con ligera variación
dimensional entre si, se a rman estratigrá camente superpuestos a un gran re-
cinto plenamente curvo que ocurre debajo de los rellenos y pisos de los recintos
“D” y centro-noreste posterior.
Debajo del recinto curvado descubierto en la parte delantera del brazo derecho
existe 1.60 m. de relleno con las características señaladas para los del sitio; en el
límite inferior de este nivel hallamos la entrada de una corta galería parcialmente
llenada por escombros sueltos deslizados desde el exterior. Huellas evidentes de
haber sido profanada por excavadores clandestinos no permite saber la solución
del ingreso desde el exterior, sin embargo, el largo trayecto de la galería – ente el
per l del acceso hasta el fondo- mide 4.20 m. y su ancho interior oscila entre 0.80
cm. del ingreso hasta 1 m. en el fondo. Hacia 1.50 m. del trayecto, al lado derecho
del muro formante de la galería, se abre la ventana casi cuadrada (60 cm. x 80 cm.)
de ingreso al interior del extraordinario recinto subyacente. La ventana muestra
dintelamiento con palos de maguey colocados uno a cada extremo y en el cen-
tro otros dos palos de algarrobo delgados, fuertemente compactados con piedras
89
Alberto Bueno Mendoza y Terence Grieder
Los muros laterales conformantes de la galería orientados de sur a norte son rústi-
cos, constituidos por piedras grandes y lajas medianas asentadas con barro en-
tremezclado a piedrecillas tipio ripio; en cambio, el gran muro de fondo es mejor
elaborado al mostrar caras planas y aparejo en tránsito a ordenar hiladas regula-
res.
90
La Galgada: Nueva clave para la Arqueología Andina
La “U” está constituida por dos brazos laterales – derecho e izquierdo- y su cor-
respondiente depresión central o atrio. A partir del plano del atrio, el brazo dere-
cho tiene 3 m. de altura y 5 m. de verticalidad el izquierdo; ambos brazos tienen
ventanas de ingreso a galerías subyacentes. Se ha detectado ingreso a corta galería
ubicada en el anco externo de la esquina curvada noreste, a la actualidad cubi-
erto con grandes piedras. Igualmente se precisa el descubrimiento del ingreso a
otra galería aun no explorada, subyacente debajo de los rellenos conformantes del
brazo izquierdo.
En el atrio se han per lado cimentaciones de plataformas sobre elevadas (40 cm.)
y pisos a base de rellenos delgados. Los brazos norte derecho e izquierdo sur
fueron concrecionados en forma de plataformas alargadas de disposición para-
lela, cuya depresión central es su atrio. Una plataforma rectangular de disposición
transversa norte-sur se extiende en el centro-posterior del herraje con respecto a
los brazos laterales, constituyendo la base de la “U” abierta al oeste. Las esquinas
son rectilíneas, y en general, se empieza a implantar la recta y el plano como el-
ementos morfológicos funcionantes en la arquitectura, salvo el hecho de que los
muros curvados siguieron funcionando para aquellos externos conformantes del
montículo.
En el centro super cial de la base de la “U” se limpió una escalera a base de pie-
dras talladas todavía experimentalmente, pero signi cativas desde el punto de
vista técnico y estilístico. En el brazo sur, en la parte delantera, como descendi-
endo al atrio, fue limpiada otra corta escalera, pero de piedras simplemente can-
teadas. Ambas funcionaron coetáneamente y se asocian a las innovaciones del
atrio en “U”.
Así pues, en la Galgada puede seguirse la evolución arquitectural desde las for-
mas cercadas sencillas, pasando por la conceptualización del espacio interno sig-
ni cativo, hasta alcanzar el monumental volumen piramidal.
91
Alberto Bueno Mendoza y Terence Grieder
colinas elevadas emanan mayores poderes mágico-religiosos que las faldas bajas,
incluso debiese haber otorgado signi cado divino terrígeno a lagunas guracio-
nes evidentes per ladas en sus altas cumbres (cerro “Pajillas”, con la guración
femenina natural en su cúspide mas alta) ; actúan factores mitológicos en torno
a reiterativas frecuencia de fuerzas naturales propiciadoras del apego mítico al
lugar del emplazamiento templario; además; el asentamiento de los templos en
las entrañas de un profundo cañón, permitió visibilidad de un reciclaje jo para
el desarrollo de la observación astral destinada a obtener formulas de orientación.
Los templos alineados, paralelos al rio de aguas permanentes, también son dis-
posición importante para el análisis: agua adyacente, montaña mítico-mágica
gurativa femenina, fuego en los hornos de los recintos sacros y limpio cielo
nocturno plagado de astros, modelarían una parafernalia compleja, (¿en torno al
fuego?), pues es alertante el hecho de que las vertientes religioso-ceremoniales
mas evidentes connotan su presencia en todos los recintos sacros y/o necróticos.
Como la cultura precerámica tardía tuvo estilo de nido dentro de diversidad
expresiva e innovación restringida a regiones de desarrollo, los edi cios religio-
so-ceremoniales adquirieron un superlativo valor simbólico en contraste a las
precarias viviendas asociadas, debido a que la especialización religiosa condujo
a originar corporaciones complejas y precisar al conductor especialista “inteli-
gente”: los cultos, el rito y las ceremonias originaron y produjeron trabajo, técni-
cas organización y la diferenciación de ocupaciones.
93
Alberto Bueno Mendoza y Terence Grieder
Fig. 9. Parte delantera oeste del brazo izquierdo, mostrando la ventana de ingreso a galería
subyacente, la elevación de su cara interna y la escalera a base de piedras canteadas.
cuadrado, per les murarios blancos, pestaña de retiro para connotar la presencia
de nichitos trapezoides y un solo vano de ingreso, con guran equipamiento físico
compartido por los sitios de la “Galgada” y “Kotosh” de la fase Mito – territorio
entre Huánuco y Pallasca (Ancash).
94
La Galgada: Nueva clave para la Arqueología Andina
Fig. 10. Montículo Norte: ducto de ventilación excavado en el centro del plano de la “U”,
orientado de este a oeste; es antecedente evolutivo de los grandes ductos de ventilación de
las galerías internas de Chavín temporalmente posteriores.
95
Alberto Bueno Mendoza y Terence Grieder
96
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
John H. Rowe
Al observador que lo ve por primera vez, el arte de Chavín le parece tan enig-
mático como una escritura no descifrada. Hay tantas complejidades en los dibujos
que es difícil reconocer siquiera los detalles, los que comúnmente resultan ser
guras menores cuya conexión con el tema principal no es muy clara. Es posible,
pues, dejar de lado el problema del signi cado representativo de los dibujos y
apreciarlos como motivos puramente abstractos; pero es evidente que los artistas
que los crearon querían comunicar algo más a sus contemporáneos. Procurare-
mos, entonces, descifrar el signi cado que estos dibujos tenían para sus creadores,
esperando, en la medida de nuestro éxito, ver el arte de Chavín, cómo ellos pen-
saron que sería visto.
Espacio y tiempo
Titulo Original: John H. Rowe (1972), El Arte de Chavin: Estudio de su Forma y su Signi cado. En:
Historia y Cultura N°. 6. Lima, Perú
97
John H. Rowe
y pintados. La población de este templo parece haber ocupado toda el área del
pueblo moderno de Chavín y también algunos de los campos vecinos. Puesto que
no se conoce el nombre antiguo del templo y la población , es costumbre utilizar
el nombre del pueblo moderno para denominarlos.
Fue la escultura de piedra de Chavín lo que primero llamó la atención de los ex-
ploradores y esta escultura ha servido como base de la de nición del estilo, por
lo que decimos que un objeto de alguna otra parte del Perú tiene ornamentación
de estilo Chavín, lo que queremos decir es que su ornamentación corresponde
al mismo estilo de la escultura del templo de Chavín 1. Se utilizó el estilo Chavín
no solamente para esculturas monumentales sino también para obras pequeñas
en piedra, hueso y concha, para cerámica modelada o incisa, y para ornamentar
tejidos y adornos de oro repujado. Como es natural, hay algunas variaciones en
los dibujos que resultan de las diferencias de materiales y de la escala del trabajo.
El sitio de Qolus (Kotosh), en las inmediaciones de Huánuco, ahora marca el
límite meridional de la zona donde se han descubierto objetos de estilo Chavín
en la sierra, pero el territorio al sur de Chavín es muy poco conocido y puede
contener muchos otros sitios de la misma cultura. Hacia el norte y el oeste se han
encontrado restos de estilo Chavín hasta unos 400 km. de distancia. En la costa
la distribución de este estilo se extiende desde Curayacu y Lurín, al sur de Lima,
hasta Chiclayo y Chongoyape en el norte (Fig. 1).
El sitio de Chavín no es el único con un gran templo del estilo Chavín. Se conocen
dos más en la sierra, uno en La Copa (Kuntur Wasi) al occidente de Cajamarca, y
el otro en Pacopampa cerca del limite norte del territorio del estilo Chavín. En la
costa hay un gran templo en Garagay, siete km. al norte de Lima, con un plano
bastante parecido al de Chavín, y otros famosos adoratorios de estilo Chavín en
Mojeque, valle de Casma, y Cerro Blanco, valle de Nepeña. En el estado actual
de nuestros conocimientos no podemos decir que Chavín fue el único centro de
in uencias culturales de su época, aunque ha debido ser al menos uno de los mas
importantes. El estilo Chavín probablemente tuvo su origen en algún punto de su
zona de distribución, pero todavía no sabemos donde.
AL mismo tiempo que el estilo Chavín dominaba el arte del norte del Perú, ore-
ció mas al sur un estilo distinto llamado Paracas, siendo este nombre el del lugar
donde el estilo fue reconocido por primera vez. Hay muchas variantes locales del
estilo Paracas, distribuidas en la costa desde Yauca en el sur hasta Cañete en el
norte, y en la sierra en la zona de Huanta, al norte de Ayacucho. No se ha deter-
minado todavía la extensión completa de este estilo. A pesar de constituir el estilo
Paracas una tradición artística independiente, muestra profunda in uencia del
estilo Chavín. No se ha encontrado escultura en piedra del estilo Paracas, pero la
in uencia de Chavín en la ornamentación de la cerámica, los mates pirograbados,
y los tejidos salen a la vista.
Se han determinado varias fechas en años para los estilos decorativos del Perú
antiguo por el método del radiocarbono. No se ha medido todavía ninguna mues-
tra asociada directamente con objetos de estilo Chavín con resultados dedignos,
pero las determinaciones hechas para materiales mas antiguos y mas modernos
que el estilo Chavín indican el orden general de su antigüedad. A base de esta
clase de datos parece ahora que el estilo Chavín oreció entre 1200 y 300 años an-
98
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado
Fig. 1. Localización de algunos sitios arqueológicos de las culturas Chavín y Paracas. Los
círculos blancos, sitios de Chavín; círculos negros, sitios de Paracas.
99
John H. Rowe
tes de Cristo, poco más o menos. Sus orígenes no se han encontrado, y es posible
que remontara a una época aun más remota.
Nuestros mejores datos para establecer el orden de los cambios en el estilo Chavín
se derivan del estudio de las in uencias de Chavín re ejadas en la cerámica de
estilo Paracas del valle de Ica. El desarrollo de la tradición de Paracas en Ica fue
el objeto de un estudio importante realizado por Lawrence E. Dawson y Dororhy
Menzel de la Universidad de California, Berkeley, en 1959 y 1960 (Menzel et al
1964). Estos investigadores lograron distinguir diez fases sucesivas en la variante
iqueña del estilo Paracas. Esta variante llamaron “Ocucaje”, utilizando el nombre
de un sector del valle de Ica donde hay abundantes restos de este tipo, y así a las
fases de la secuencia se denominan “Ocucaje 1”, “Ocucaje 2”, etc. La in uencia del
estilo Chavín es fuerte desde Ocucaje 1 hasta Ocucaje 8, sobre todo en las piezas
más ricamente ornamentadas. Dorothy Menzel hizo la observación fundamen-
tal que la in uencia Chavín en la secuencia iqueña es no solamente continua o
repetida, sino que también cambia de carácter; los rasgos Chavinoides varían de
una fase a otra de una manera muy consecuente, y los rasgos limitados a ciertas
fases en Ica se encuentran únicamente en algunos de los monumentos de Chavín.
Es lógico suponer que el orden de los cambios que se observan en las in uencias
de Chavín en Ica re eja, a lo menos aproximadamente, el orden de los cambios en
el arte de Chavín mismo.
Entre los rasgos de origen Chavín que aparecen en Ica y que han resultado más
útiles para establecer diferencias cronológicas en el arte de Chavín, podemos men-
cionar una punta decorativa en el recodo de la boca que aparece en Ica primero
en la fase Ocucaje 4, pues las bocas de in uencia chavinoide en fases anteriores
tienen los recodos redondeados o cuadrados de contornos sencillos. La boca con
esta punta, entonces, debe ser un rasgo relativamente tardío en el arte Chavín.
Otro rasgo útil es el modo de tratar los motivos geométricos torcidos. EL cordón
curvilíneo aparece temprano en la secuencia de Ica, mientras que la enroscadura
angular es muy tardía y resulta ser un derivando del cordón. Las volutas decorati-
vas adquieren tallos cada vez más largos. Hay una tendencia creciente a acomodar
el dibujo a un armazón de cintas paralelas, como los espacios en el papel rayado,
con el reemplazo consiguiente de líneas curvas por líneas rectas.
Utilizando estos rasgos y algunos otros que aparecen en la secuencia de Ica como
claves, ha sido posible ordenar la escultura Chavín en una forma consecuente que
tiene sentido también con referencia a otros rasgos que no aparecen en al cerámica
de Ica o que ocurren allí en tales circunstancias que no es posible jar su posición
cronológica. Entre los rasgos de esta naturaleza que aparecen en un contexto rela-
tivamente tardío en el arte de Chavín podemos señalar ojos con cejas angulares,
la presencia de un colmillo central en caras de per l, dientes triangulares en las
bocas de caras principales, pequeñas cabezas de serpiente en las cuales la raya
que representa la boca es una continuación de la raya que representa la ceja, en
100
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado
lugar de ser una raya aparte, y en la prolongación del labio y de los dientes sobre
el per l de la cara.
Durante una visita de estudio a Chavín en 1961 me ocurrió que tal vez seria po-
sible encontrar algunas pruebas independientes de la edad relativa de la escultura
Chavín, estudiando la relación de las piedras escultóricas con las fases sucesivas
de la construcción del templo. Esta investigación arrojó resultados que tienen
más valor para el establecimiento del contexto de las esculturas que para la de-
limitación de las diferencias cronológicas, sin embargo, no carecen de interés cro-
nológico.
Como consecuencia del vandalismo destructivo que el sito de Chavín sufrió desde
la época Colonial hasta los primeros años del presente siglo, la mayoría de las
esculturas han sido arrancadas de sus sitios originales. Muchas piezas han desa-
parecido y otras se conservaron únicamente como fragmentos estropeados incor-
porados en las paredes de la iglesia del pueblo y de algunas casas particulares.
Hay, sin embargo, algunos fragmentos que permanecen en o cerca de sus sitios
de origen, y el estudio de estas piezas nos permite reconstruir la manera en que se
utilizó la escultura en la construcción del templo.
Fig. 2. Plano de las ruinas del templo de Chavín, exploración de 1963 hecha por J.H, Rowe
y Marino González Moreno.
101
John H. Rowe
Pero estas estructuras rectangulares no son solidas, sino perforadas con muchas
galerías interiores y cuartos pequeños, techados con grandes vigas de piedra y
conectados entre si y con el exterior por un sistema práctico de conductos ven-
tilados. Quedan las huellas de un revoque pintado en las paredes de las galerías
y en uno de los cuartos hay tres de las vigas del techo que muestran huellas de
esculturas en bajo relieve, ahora muy destruidas. La mayoría de las vigas de los
techos no tenían ornamentación escultórica.
Las paredes exteriores de la fábrica del templo tuvieron como adorno una la de
cabezas humanas y zoomorfas, labradas en bulto, que sobresalieron de la fachada.
Estas cabezas fueron provistas de espigas o clavos de la misma piedra, de corte
rectangular, que se acomodaron a unos huecos dejados entre las piedras de la
pared para recibirlas. Encima de la la de cabezas hubo una cornisa sobresaliente
de grandes losas de piedra de cantos cuadrados. La cara inferior de esta cornisa, y
en ciertos sectores el canto exterior también, fue adornada con guras escultóricas
en bajo relieve. No hay más de una sola losa de esta cornisa que esté ahora en su si-
tio original, pero se han encontrado varias otras al pie de la pared, probablemente
no muy lejos de los sitios donde cayeron. Se han encontrado también varias losas
de piedra rectangulares, cada una con una de sus caras bien acabada y labrada
con una gura en relieve dentro de un marco. Estas losas parecen destinadas a ser
engastadas en las paredes, pero no se han encontrado ninguna en su sitio original.
Una de las galerías interiores conduce a una Gran Imagen que fue evidentemente
un objeto de culto de destacada importancia, uno de los pocos objetos de culto de
la religión antigua del Perú que se conservan todavía en su contexto original (Fig.
5). Es una piedra alargada de granito blanco, unos 4.53 m. de largo, parada en un
cruce de galerías. Esta piedra ha sido labrada en bajo relieve para convertirse en la
representación de una gura de forma humana, con la mano derecha levantada en
alto. La escala de esta Gran Imagen y su situación en una galería oscura le da un
aspecto imponente que inspira respeto aun en el incrédulo observador moderno,
pero que las fotos y los dibujos no logran comunicar.
La Gran Imagen, conocida también, no muy propiamente como “El Lanzón”, fue
probablemente el objeto principal del culto del templo original de Chavín, porque
está colocada casi sobre el eje principal de la parte mas antigua de la estructura
del templo. El templo original parece haber sido una estructura en forma de U,
constituida por un edi cio principal y dos alas cerrando tres de los lados de un
patio rectangular, siendo el lado abierto el oriental. La estructura total ocupaba un
área de unos 116.30 por 72.60 m (Fig. 2).
Posteriormente, el templo fue ampliado varias veces y su eje principal fue mu-
dado. Las dos ampliaciones principales no afectaron sino el ala sur, agrandándolo
hasta que formaba una estructura rectangular solida, de unos 70.80 por 72.60 m.
en plano. El ala sur así ampliada se convirtió entonces en el edi cio principal del
nuevo templo; se trazó una gran plaza delante de este edi cio, con construcciones
subsidiarias en los lados norte y sur, formando otro conjunto dispuesto en forma
de U y abierto hacia el este. En la fachada oriental del nuevo edi cio principal se
102
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado
Fig. 4. Per l y elevación de la fachada del Templo Nuevo, con el Portal Negro y Blanco.
103
John H. Rowe
La ampliación del ala sur del templo antiguo, hasta convertirse en el edi cio prin-
cipal del Templo Nuevo, re ejó probablemente un monumento de la importancia
de una divinidad adorada originalmente en la antigua ala sur, un aumento sin
duda relacionado con un decaimiento del prestigio de la divinidad de la Gran Im-
agen. No se ha encontrado la imagen de la divinidad del ala sur, probablemente
porque fue destruida hace varios siglos.
Las esculturas asociadas con la Portada Negra y Blanca tienen, sin embargo, algún
valor para establecer la secuencia de los cambios estilísticos en el arte de Chavín.
Las esculturas de la Portada se componen de dos columnas cilíndricas, cada una
labrada con una sola gura en relieve llano, y una cornisa corta ornamentada con
un friso de aves paradas también en relieve (Figs. 8. 9. 15, 16) 2. Las columnas sos-
tuvieron el umbral de la portada y la cornisa ha debido descansar sobre el umbral.
Fig. 14. Fragmento de un águila de estilo tardío, en una cornisa de piedra encontrada en la
esquina noreste de la antigua ala sur del templo de Chavín. Fase D.
104
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado
105
John H. Rowe
Fig. 9. Despliegue y reconstrucción del ángel de la guarda de la Columna sur del Portal
Blanco y Negro, con el rostro de un águila.
Las estrechas relaciones estructurales entre estos miembros esculpidos, cuyas di-
mensiones indican que todos fueron tallados para las posiciones que ocuparon en
la Portada, sugieren que todos fueron labrados cuando se construyó la Portada.
Esta deducción se apoya también en el hecho de que todos los tres miembros
ostentan un estilo virtualmente idéntico. Podemos, entonces, considerar las es-
culturas de la portada como una unidad cronológica en nuestras comparaciones.
Por su situación, la Portada no puede ser anterior a la construcción de la segunda
ampliación y, es posible que sea posterior; sus esculturas, entonces, deben repre-
sentar una fase relativamente tardía en la secuencia de las esculturas de Chavín.
Los cambios en las in uencias de Chavín en Ica también sugieren una fecha relati-
vamente tardía para el estilo de la Portada Negra y Blanca, así que no hay ningún
con icto en el testimonio estilístico.
106
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado
Fig. 15. Halcón de Per l en la cornisa del Portal Blanco y Negro. Fase D.
Fig. 16. Per l del águila de la cornisa del Portal Blanco y Negro. Fase D.
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John H. Rowe
Los datos al presente disponibles son apenas adecuados para sugerir lineamientos
generales de una cronología para el estilo Chavín, pero una cronología mucho
menos detallada de la que tenemos para el estilo contemporáneo de Ica. Por ahora
no podemos distinguir mas de cuatro fases del arte de Chavín a base de las dife-
rencias estilísticas manifestadas en las esculturas del sitio mismo Chavín; para
mayor comodidad de las referencias podemos denominar estas fases AB, C, D y
EF. El uso de las dobles letras, AB y EF, para la primera y la última de estas fases
sería para hacernos recordad que debe ser posible subdividirlas cuando dispon-
gamos de algunos fatos más.
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El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado
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Fig. 6. Despliegue de los relieves en el "Obelisco Tello", basada en calcos hechos por el
autor. Fase C
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El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado
111
John H. Rowe
Fig. 5. Vista lateral de la gran imagen, basada en una fotografía hecha por Abraham Guil-
lén. Fase AB.
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El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado
113
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Fig. 11. Águila de estilo temprano, reconstruido a partir de fragmentos de una cornisa
encontrada cerca de la esquina sureste del Templo Nuevo. Otro fragmento de la misma
gura se encuentra en la cara este de la antigua ala sur. Fase AB.
Fig. 12. Águila representada en una cornisa encontrado en 1919 en el lugar marcado
en el plano de 3 (Fig. 2), reconstruido sobre la base de lo que queda del original y de un
molde de yeso en el Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Lima. El cuerpo del
águila, destruido en el original (línea discontinua), ha sido reconstruido de acuerdo con
los fragmentos de águilas similares encontrados en 1958 (ver Fig. 13). Fase AB, pero antes
de las Fig. 11.
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El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado
Fig. 13. Un águila como la de la Fig. 12, pero con un elemento menos gurado en las alas.
Reconstrucción sobre la base de fragmentos de una cornisa descubierto en 1958 cerca del
lugar marcado 3 en el plano (Fig. 2). Probablemente contemporáneo con la Fig. 12.
115
John H. Rowe
por pares. Hay dos iguales, después dos más, iguales entre sí pero diferentes del
primer par, etc. La repetición de los detalles aparece con creciente frecuencia en
las fases posteriores del arte de Chavín llegando, los artistas a multiplicar los det-
alles únicamente para aumentar la repetición, sin mucho respeto a las necesidades
de la representación.
La clase de complicación gurada típica del arte Chavín es una que nos es más fa-
miliar en contextos literarios; es una serie de comparaciones visuales, comparacio-
nes que muchas veces se sugieren por substitución. Para citar un ejemplo literario,
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El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado
Fig. 15. Halcón de Per l en la cornisa del Portal Blanco y Negro. Fase D.
Fig. 16. Per l del águila de la cornisa del Portal Blanco y Negro. Fase D.
117
John H. Rowe
si decimos de una mujer que “tiene el cabello como serpientes”, estamos haciendo
una comparación directa. Si hablamos más bien de “su cabello serpentino”, la
comparación es indirecta, alusiva o metafórica. Es posible también ir aun más allá
y referirnos a “su nido de serpientes”, sin emplear la palabra “cabello” y, en este
caso estamos haciendo una comparación por substitución. Para poder entender
nuestra referencia al oyente o lector tiene que compartir con nosotros el saber que
es costumbre comparar el cabello a las serpientes, tiene que deducir el sentido de
la frase de su contexto. La comparación por substitución fue una gura literaria
muy a la moda en la poesía cortesana nórdica de la Edad Media, y el erudito
islandés del siglo trece Snorri Sturtuson (1178-1241), le dio la denominación de
“Kenning”. Este término, derivado de un verbo islandés que quiere decir “con-
ocer”, es bastante apropiado y corresponde igualmente bien a las comparaciones
por substitución en el arte de Chavín.
Como se sabe, las expresiones guradas pierden su fuerza a medida que vienen a
ser corrientes y familiares y, pueden llegar a ser meros sinónimos de la expresión
literal. Para mantener el carácter gurado del discurso, es necesario reforzar las
guras debilitadas haciéndolas más complejas o reemplazándolas por otras nue-
vas. El debilitamiento que sufren las expresiones guradas populares da motivo a
cambios de expresión más o menos frecuentes.
“El campo de las focas” es un Kenning común para indicar el mar, y los oyentes
no habrían tenido ninguna di cultad en reconocerlo. El mar, a su turno, es un ken-
ning por las tropas atacantes, avanzando contra la línea de batalla del rey Erico,
así como las olas del mar avanzan para romperse en confusión contra las rocas.
No hay en esta gura ninguna mención directa ni de las tropas atacantes ni del
mar al cual se comparan. En otro lugar del mismo poema Egil se re ere a la poesía,
denominándola “el aguamiel de Odín”, utilizando un kenning que se explica por
referencia a un cuento, en este caso la antigua leyenda nórdica del origen de la
poesía, no narrada en este poema.
Un apéndice saliente del cuerpo puede compararse en una lengua y, por con-
siguiente, representarse saliendo de la boca de una cara adicional que se inserta
en el cuerpo con esta nalidad. La comparación a una lengua se aplica a la cola y
los pies de las representaciones de felinos, a las piernas y pies de guras humanas
y, a la cola, alas y pies de las aves. Puesto que una lengua extendida taparía la
mandíbula. Las caras adicionales pueden ser representadas de frente o de per l.
En algunos casos, cuando esperamos encontrar una cara vista de frente, apare-
cen dos caras de per l, dibujadas nariz a nariz en una variante que combina la
simetría con la repetición.
119
John H. Rowe
Los Kennings que hemos estudiado hasta aquí utilizan una sola cara para cada
kenning y, las caras mismas son representadas de una manera más o menos natu-
ralista. Hay además una comparación que comprende una elaboración de caras
gurativas puramente imaginario, en la cual cualquier rasgo delegado y alargado,
tal como un cinturón o el cuerpo de una culebra, puede compararse a una cadenas
de caras de per l conectadas. EL cinturón de la Gran Imagen es un buen ejemplo
de ésta (Fig. 5). Las caras que componen la cadena tienen dos características inte-
resantes. En primer lugar, son lo que podemos llamar “caras binarias”; es decir,
son caras en las cuales cada boca tiene un ojo y una nariz en cada lado, así que la
boca puede considerase como un elemento común a dos caras distintas, cada una
invertida con respecto a la otra. En el segundo lugar, las caras son conectadas una
a otra por una cinta labial continua que va de boca a boca pasando por los per les
de las caras.
La cadena de caras fue elaborada aún más en el curso del desarrollo posterior
del estilo Chavín. En las fases posteriores, el sector de la cinta labial continua que
atraviesa per les de las caras se interpretó como el labio de una boca agnática
perpendicular a las bocas originales, proveyendo de los dientes del caso. Había,
además, cierta tendencia a extender el labio y los dientes de caras aisladas para
arriba, siguiendo la línea del per l de la cara probablemente por analogía con las
caras encadenadas.
121
John H. Rowe
Los elementos abstractos son, en general, más frecuentes en la escultura más tardía
de Chavín que en las más tempranas y más frecuentes en cerámica que en escul-
tura. Algunos de ellos parecen derivarse de guras representativas más antiguas
que llegaron a utilizarse fuera de contexto y tenían una forma tan ambigua que
fue fácil olvidar su signi cado representativo. Por ejemplo, hay una gura sencilla
que parece una S echada que es muy común en la cerámica Chavín relativamente
tardía y parece derivarse de una representación de una ceja con la extremidad
rizada que es frecuente en al escultura temprana. Una forma intermedia aparece
en los cuerpos de los felinos de la fase AB que ornamenta la cornisa en la esquina
suroeste del templo de Chavín (Fig. 17). En estos casos la gura S tiene un ojo
redondo en cada extremo y, ninguno de los ojos está en un contexto natural como
ojo de una cara. El caso de la gura de S es, por supuesto, el inverso del de cordón.
Algún día será posible escribir una especie de gramática del arte de Chavín que
ofrezca una explicación completa de las convenciones y Kennings aun de los dibu-
jos tardíos más complejos. Las observaciones presentadas aquí distan mucho de
formar tal gramática, pero son tal vez su cientes para facultar al lector para hacer
observaciones inteligentes propias cuando examina objetos de arte Chavín y este
es el n del presente estudio.
Una vez que hemos logrado reconocer en los dibujos de Chavín los elementos
gurativos y los que corresponden a elaboraciones puramente decorativos, esta-
mos en condiciones de penetrar detrás de estos elementos super ciales y buscar el
signi cado representativo fundamental de las guras. Por lo general, cada gura
es un problema diferente; la mayor parte de las composiciones del arte de Chavín
se componen de una sola gura principal que actúa sola, aunque puede tener
guras menores subsidiarias asociadas. Las guras subsidiarias, sin embargo, se
distribuyen según los dictados de la simetría, así que la composición no implica
un signi cado narrativo de actividad.
Cuando uno aprende a penetrar la elaboración gurada de los dibujos del arte
de Chavín se sorprende al encontrar que un alto porcentaje de ellos no son sino
representaciones de formas naturales, especialmente aves, animales y seres hu-
manos. Puesto que la mayoría de estas formas son provistas de bocas felínicas
y otros Kennings, es de suponer que representan a seres sobrenaturales, pero el
punto importante es que raras veces son formas monstruosas. Existen en el arte
de Chavín algunas representaciones de seres compuestos de partes de diferentes
animales, o de partes humanas combinadas con partes animales, pero son mucho
menos comunes de lo que generalmente se supone.
Las formas naturales más frecuentes en el arte de Chavín son aves que pueden
identi carse como águilas y halcones. Los rasgos que permiten esta identi cación
son los pies fuertes de ave de rapiña, el pico corto y encorvado con una cara prom-
inente encima que contiene la ventana de la nariz y, el hecho de que las aves siem-
pre aparecen con plumas o plumón en la cabeza y a veces debajo del pico también.
Los halcones se distinguen por una raya decorativa en la cara que voltea en curva
hacia atrás desde la base del ojo; se trata de una representación convencionalista
de la marca de la cara de los halcones naturales. Esta raya falta en las representa-
122
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado
Las representaciones de otros animales como guras principales son muy esca-
sas en composiciones de estilo Chavín. En Chavín mismo hay dos serpientes en
la misma piedra de cornisa con los pumas (Fig. 17) y una representación de un
mono, una de un murciélago, y una que posiblemente sea de una vizcacha, estas
tres últimas labradas en relieve en igual número de losas de piedra apropiadas
para ser incrustadas en una pared11. Se conocen varias representaciones de can-
grejos de procedencia costeña, pero ninguna de la sierra12. Los pescados aparecen
únicamente como guras secundarias, pero son bastante frecuentes en este con-
texto. Es interesante notar que no hay representaciones de animales cuya carne
servía de alimentos, como el venado, el guanaco y el cuy, ni tampoco de varios
otros animales representados con alguna frecuencia en otros estilos peruanos,
como el zorro, la lagartija y la rana. Las plantas y los productos vegetales aparecen
raras veces en el arte de Chavín y, únicamente como guras secundarias.
Fig. 17. Felinos y serpientes de la cornisa en la esquina suroeste del Nuevo Templo (n º 1,
gura 2), elaborado sobre la base de notas del autor. Los felinos están en el lado bajo de la
cornisa y las serpientes en su borde. Fase AB.
123
John H. Rowe
Hay una sola gura de animal que aparece en el arte de Chavín representada de
tal manera que parece probable que sea una divinidad o al menos un ser mítico
importante. Se trata del caimán que aparece en el llamado “Obelisco de Tello”(Fig.
6) y en dos otras esculturas, un friso de granito encontrado al pie de la Escalinata
Monumental de Chavín (Fig. 19) y un relieve proveniente de Yauya (Fig. 18). En
los tres casos los caimanes aparecen con Kennings complicados y, en dos de ellos
acompañados por guras subsidiarios. El “Obelisco de Tello” es un pilar de corte
rectangular, labrado en las cuatro caras, y es probable que haya sido un objeto de
culto y no una simple pieza de ornamentación arquitectónica. Los caimanes son
representados con colas de pescado, pero este detalle mítico puede haber sido un
mero error de parte de los escultores, pues estos han podido representar animales
que no conocieron personalmente dado el hecho que los caimanes viven a una
altura mucho mas baja.
La Gran Imagen en el interior del templo antiguo de Chavín sirvió sin duda
de objeto de culto y, podemos aceptar su gura principal como representación
de una divinidad. Esta gura (Fig. 5) tiene la forma de un hombre aparte de su
elaboración gurada. La divinidad de la Gran Imagen se representa parada con
su brazo izquierdo pegado al costado y su brazo derecho levantado. Sus manos
son abiertas y no agarran nada. Luce aretes pendientes, un collar y al parece una
túnica y un cinturón. Su cabello es gurado como serpientes y su cinturón como
una cadena de caras.
El rasgo mas curioso de esta gura es la boca, la cual es muy grande tiene sus
extremos vueltos para arriba y no tiene sino los colmillos superiores. Las guras
humanas ordinarias tienen bocas de proporciones más reducidas, con los extre-
mos rectos o vueltos hacia abajo, mientras que la boca de felino normal de uso
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El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado
Fig. 19. Reconstrucción de las guras que adornan dos fragmentos de un dintel de granito
encontrada en 1962 al pie de la escalera monumental (no4, Fig.2). Dos caimanes de per l
están representados. La reconstrucción se basa en dos calcos y una fotografía del original.
Fig. 20. La gura de un guerrero que formaba parte de un friso de guras semejantes. El
dibujo se basa en un calco realizado por el autor.
125
John H. Rowe
Fig. 18. Despliegue de las guras de una Estela encontrada en Yauya. Las guras son
una Cayma mítico casi completa y parte de la media de un segundo. El dibujo se basa en
un calco hecho por Fred D. Ayres (Rowe, 1962, Fig.31).
126
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado
gurado tiene colmillos inferiores además de los superiores. Los rasgos especiales
de la boca de la Gran Imagen aparecen en tres cabezas clavas que pertenecen a
una fase temprana del estilo Chavín14. En las cabezas clavas, sin embargo, la boca
es agnaticia y carece de dientes, mientras que la boca de la Gran Imagen no sola-
mente tiene dientes sino también un labio y mandíbula inferiores. Los dientes y el
labio inferior parecen estar fuera de contexto en la Gran Imagen y, con un examen
más atento se ve que no conforman con el resto de la boca. El labio inferior no está
alineado con el labio superior. Es posible que el concepto de la divinidad que el es-
cultor tenía le exigiera esta combinación discordante, pero es también posible que
la gura se talló en principio con una boca agnática sin dientes y, que los dientes
y la mandíbula inferior fueron agregados posteriormente.
Nos es posible identi car al Dios Sonriente como una divinidad porque la Gran
Imagen, que le representa, es evidentemente un objeto de culto. Hay algunas otras
guras representadas en el templo de Chavín que aparecen en contextos tales que
pueden identi carse como seres sobrenaturales menores. Estas son las guras
representadas en los relieves de las columnas en la Portada Negra y Blanca (Figs.
8 y 9). Estas columnas son piezas arquitectónicas que trabajan como soportes y es
poco probable que hayan servido como objetos de culto. Cada columna luce una
gura grande en bajo relieve y, cada gura tiene el cuerpo, piernas y brazos de un
hombre, pero la cabeza, alas y garras de un ave de rapiña. Los atributos del ave
que entran en la combinación de la gura de la columna sur son los de un águila
mientras que la gura de la columna norte tiene la marca de la cara de un halcón.
Las dos guras están paradas y cada una agarra lo que parece ser una macana en
posición horizontal. Ambas guras tienen Kennings complicados, pero los de la
gura del águila son algo más complicados que los de la otra. La posición de las
columnas sugiere que estas guras representan seres sobrenaturales puestos para
vigilar la entrada al templo, “geles” en el sentido original de la palabra; es decir,
mensajeros sobrenaturales y servidores de los dioses.
127
John H. Rowe
Fig. 21. Representación del Dios Sonriente de una losa que se encuentra en el patio del
Templo Nuevo (no.2, Fig.2). El dibujo se basa en un calco realizado por el autor. Fase D.
La piedra Raimondi es una losa de granito namente tallada con una gura en
relieve tan elaborada con Kennings que es probable que representa una divinidad
(Fig. 10). La piedra fue hallada en las ruinas del templo de Chavín por el año de
1810, pero no se anotó el sitio preciso del hallazgo; se ha exhibido en Lima desde
187416 . La losa tiene unos 198 cm. de largo y unos 74 cm. de ancho, por lo cual
es la losa mas grande que se ha encontrado en Chavín que representa una sola
gura. La divinidad que representa es un ser de forma humana, parada de frente,
que agarra una vara vertical en cada mano. No es el Dios Sonriente, porque tiene
una boca con los extremos vueltos hacia abajo y los colmillos inferiores además de
los superiores. Además, carece de aretes pendientes, aunque este rasgo no es nec-
esariamente tan diagnóstico como la forma de la boca y la postura con dos varas
en las manos. Llamémosle el Dios de las Varas. La piedra de Raimondi fue labrada
para ser colocada en posición vertical, seguramente incrustada en una pared. La
gura de la divinidad no ocupa sino la tercera parte de la altura total de la piedra.
El espacio que sobra está rellenado con una elaboración gurada del cabello del
Dios de las Varas de una complejidad extraordinaria. En esta elaboración se em-
plea un kenning tardío muy común, la comparación del cabello a una lengua que
128
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado
sale de una boca. En la Piedra de Raimondi se repite este kenning hasta llenar el
espacio disponible.
La elaboración gurada del cabello del Dios de las Varas en la Piedra de Raimondi
puede tener una explicación técnica, si suponemos que le habían ordenado al es-
cultor hacer la representación de esta divinidad en una piedra de las dimensiones
de la de Raimondi. En tal caso, el escultor no podía alargar la gura del dios para
llenar el espacio, porque tal procedimiento violaría las normas que rigieron las
proporciones de la gura humana en el arte de Chavín. Según estas normas, la g-
ura total debe dividirse en tres partes más o menos iguales correspondiendo una a
la cabeza, la segunda al cuerpo y la tercera a los pies. El ancho de la gura debe ser
mayor que el alto de una de estas partes. La Piedra de Raimondi es tan larga que
ofrece campo para acomodar tres guras de estas proporciones. El escultor, quien
debía representar una sola gura, encontró una solución ingeniosa a su problema
llenando el espacio que sobra con una elaboración gurada del cabello que da un
aspecto muy imponente a la divinidad representada.
La piedra Raimondi está tallado con el mismo cuidado y tiene el mismo acabado
nísimo que la losas del patio del templo que representa al Dios Sonriente. La
relación entre la losa del Dios Sonriente y la Gran Imagen, tiene el n de ofrecer
una representación del Dios Sonriente en una pared exterior del templo, donde
los adoradores que no tenían acceso al original de su galería interior podían mi-
rarlo. La primera parte de mi argumentación es que la Piedra de Raimondi es una
analogía de las losas que representa el Dios Sonriente, así que, debe ser la repre-
sentación de otra imagen adorada en el interior del templo. Puesto que la Piedra
de Raimondi es la mayor de las dos losas y sus Kennings son más complicados,
debe representar una divinidad que, en la época tardía a la que corresponde la
Piedra Raimondi, tuvo más importancia que el Dios Sonriente. La divinidad ado-
rada en el templo Nuevo de Chavín es la que se hizo mas importante que el Dios
Sonriente, así que el Dios de las Varas debe ser el dios del Templo Nuevo.
La placa de oro del Museo Rafael Larco Herrera que gura en la segunda parte
de mi argumento no tiene datos de procedencia, pero corresponde a un estilo
Chavín puro y relativamente tardío (Fig. 23). Esta placa representa una gura
que podemos identi car, por su actitud y la forma de la boca, como el Dios de las
Varas de la Piedra Raimondi, pero sin la elaboración gurada del cabello. En los
dos lados del Dios de las Varas hay guras abreviadas de ángeles servidores que
combinan rasgos humanos con rasgos de aves, como los ángeles de las columnas
de la Portada Negra y Blanca. La combinación de guras en la placa sugiere que
los ángeles de las columnas sirvieron al Dios de las Varas. Si es así, el Dios de las
Varas debe ser el dios del Templo Nuevo, donde se encuentran las columnas.
Es evidente que el Dios de las Varas fue algo más que una mera divinidad local
de Chavín, porque la encontramos también representado en oro en una de las
coronas del grupo de piezas encontradas en El Almendral en Chongoyape y en
dos piezas encontradas en el territorio del estilo Paracas, en Ica. Una de las piezas
de Ica es un tejido pintado en la colección particular de Michael D. Coe en New
Haven, Estados Unidos y la otra es un vaso ceremonial de lagenaria, con un dibujo
en el estilo de Paracas pero con fuerte in uencia de Chavín que pertenece a la col-
ección de Paul Tru en Ocucaje(Fig. 22)17 .
129
John H. Rowe
En la religión andina de épocas posteriores, los dioses que recibían el culto tan
general fueron dioses de la naturaleza y, todas las demás divinidades tuvieron
una importancia local o regional. Si esta división fundamental tuvo cierta antigüe-
dad en el Perú, como parece posible, podemos suponer que el Dios de las Varas
tuvo algo que ver con las fuerzas de la naturaleza. Su asociación con águilas y
halcones en el templo de Chavín sugiere que tuvo su morada en el cielo, pero los
datos disponibles permiten una identi cación mas precisa. Posiblemente fue un
dios solar un dios del trueno, como la divinidad incaica IIlapa, representado como
un hombre con una porra en una mano y una honda en la otra. No hay ningún
motivo para creer que fue un dios creador18 .
A pesar de los problemas que quedan por resolver nos encontramos ahora en
condiciones de mirar el arte de Chavín con alguna comprensión además de apre-
ciar su valor puramente estético. Es un arte religioso, pero al mismo tiempo alta-
mente intelectual, ejecutado para personas dispuestas a recibir un estímulo men-
tal además de una excitación de las emociones. Para nosotros que nos acercamos
al arte de Chavín sin conocer el idioma, las ideas religiosas, o la mitología de los
hombre que lo ejecutaron, el problema de comprender lo que querían decir puede
con justicia compararse con el de descifrar una escritura desconocida.
La Secuela
El estilo Chavín llegó a su n alrededor de los 300 años antes de Cristo, pero to-
davía sabemos poco de las circunstancias de este acontecimiento. Posiblemente la
expansión del estilo de Chavín estaba asociada con un programa de conquistas
militares y el poder central se desplomó o posiblemente triunfó una tendencia
a la reforma religiosa, asociada con un estilo más sencillo. Posiblemente el estilo
mismo se hizo progresivamente más abstracto, hasta tal punto que las reglas an-
130
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado
Fig. 22. El Dios chavín representado en una calabaza piro-grabada, encontrada en una
tumba en el Valle de Paracas Ica. La calabaza se encuentra en la Colección Paul Truel.
Dibujo de L.E. awson y el autor.
tiguas se deshicieron. De todos modos, por una razón u otra llegó a su n y, fue
seguido por un periodo caracterizado por el desarrollo de muchos estilos locales
diferentes en la zona antes dominada por el estilo Chavín. El estilo de Chavín ha
debido, sin embargo, dejar alguna clase de tradición, como la tradición que dejó el
arte romano en la Edad Media, porque se trató de varias ocasiones posteriores de
hacer revivir varios aspectos del estilo de Chavín, de manera más notable en los
estilos de Moche y Tiahuanaco.
131
John H. Rowe
Fig. 23. El Dios chavin representado en una placa de oro; sin procedencia en el Museo
Arqueológico "Rafael Larco Herrera", Lima. Las incrustaciones que decoraban el original
faltan. Dibujo sobre la base de una fotografía en el Museo de Arte Moderno de Nueva
York (Rowe, 1962, Fig.27).
El estilo de Moche oreció del área antigua en los valles entre Pacasmayo y Nepe-
ña, un sector importante del área antigua de la cultura Chavín, entre 1 y 580 años
después de Cristo, más o menos. La cerámica más na de este sitio fue decorada
por un modelado naturalista o pintada con escenas vivaces de acción ejecutadas
en rojo sobre un fondo de color crema. Algunas de las escenas se derivan clara-
mente de la mitología, y uno de los personajes importantes en estas escenas es
un ser que tiene cabeza humana pero boca de jaguar. Sus proezas quedan por
estudiar todavía, pero el aparece en contextos que sugieren que ha podido ser un
héroe mítico iniciador de la cultura20.
Las formas de las vasijas más nas del estilo Moche y su interés por el modelado
naturalista parecen representar una revivi cación de los rasgos correspondientes
del estilo Cupisnique, la variedad local del estilo Chavín en cerámica. Esta re-
vivi cación viene después de un periodo de varios siglos en que la cerámica de
esta zona fue muy diferente. En la tercera fase del estilo Moche hay también var-
ias vasijas decoradas con imitaciones bastante eles de dibujos incisos del estilo
Chavín21.
Uno de los temas más notables de los estilos Tiahuanaco y Huari es una gura de
forma humana vista de frente con una vara en cada mano. Además, esta gura
132
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado
Notas
1. He tomado esta de nición del estudio sobre Chavín de Gordon R. Willey (1961
p. 109). El trabajo de Willey es una guía muy útil a la bibliografía más antigua
referente a Chavín y su estilo. La contribución mas importante que se ha publi-
cado posteriormente es el informe sobre Chavín de J. C. Tello, escrito entre 1940 y
19, pero publicado en 1960, gracias a los esfuerzos de Toribio Mejia Xesspe. Este
informe incluye un catalogo de la escultura de Chavín conocida con anterioridad
a 1945.
2. Véase también Rowe, 1962 Figs. 1, 3, 9, 10. Las columnas se encontraron caídas
y se han levantado una grada más debajo de su posición original y a mayor dis-
tancia una de otra.
3. Para otras ilustraciones de este monumento véase Rowe, 1962, Fig. 6; Tello,
1923, Fig. 72 lám. I; Tello, 1960, Fig. 31. Esta ahora en el Museo Nacional de Antro-
pología y Arqueología, Lima.
4. Véase también Bennett, 1942, Fig. 3; Tello, 1943, lám. XXII; Valcárcel, 1957, Figs.
6 y 7; Tello 1960, Figs. 36, 64, 66-67.
5. Tello, 1960, g, 69 (Bennett, 1942, Fig. 24) y Tello, 1960, Figs. 60 y 70. Tello
1960 Fig. 53, de las ruinas de Qotus (“Gotush”) en la otra banda del rio Mosna
pertenece probablemente a esta fase. Tello, 1960, Fig. 52, es otro fragmento del
mismo monumento, Fig. 53, o de otro muy parecido.
6. Para Cerro Blanco, Nepeña, véase Means, 1934, pp. 100-105; Tello, 1943, lám.
XIII (una reconstrucción). He citado el dintel de la Copa a base de un dibujo pub-
licado por Carrión Cachot, 1948, Fig. 17.
7. Para el mortero, véase Rowe, 1962, Fig. 33; para la cuchara, Lothrop, 1951, Fig.
74d.
133
John H. Rowe
11. Hay una buena foto de las serpientes en Izumi, 1958, p. 7 arriba. Para ilustra-
ciones del murciélago y la “vizcacha”, véase Rowe, 1962, Figs.13 y 12. Fue Marino
Gonzales quien sugirió la posibilidad de que la última representación podía ser
una vizcacha. La falta de detalles di culta la identi cación positiva de este animal.
12. Kroeber, 1944, Fig. 52, procedente de Supe, es el ejemplar más claro.
13. Para relieves de guras humanas, véase Tello, 1960, pp. 215-250; para cabezas
clavas, véase sus pp. 259-263 y 268-283. Cf. también Rowe, 1962, Fig. 5.
15. La identi cación del objeto en la mano izquierda de la divinidad fue propuesta
por Junius B. Bird. Yo había pensado previamente en ores, pero tal identi cación
es poco probable, puesto que no hay sino dos “tallos” correspondientes a tres
“ ores”. Esta representación de Spondylus es única en el arte de Chavín conocida
y tan convencionalizado. Las conchas cónicas son más frecuentes, hay otra con
una cara en el “Obelisco de Tello”, Fig. 7, A-21, por ejemplo.
17. Véase también Tello, 1959, Figs. 31 y 33. El tejido de la colección Coe está pub-
licado en Rowe, 1962, Fig. 29.
18. Sobre el origen del culto al Creador entre los Incas, véase Rowe, 1960.
19. Carrión Cachot, 1948, lám. XX
20. Para ejemplos véase Schmidt, 1929, pp. 160-168, 176-177, 202 y 204.
134
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
Richard L. Burger
En 1962, John Rowe presentó el poco convencional punto de vista, de que Chavín
de Huántar no fue un centro ceremonial vacío, como Bennett y otros habían pen-
sado (Rowe, 1962, p. 5.; 1963, p.p. 9-10; Bennett 1946 p.p. 82-83; Bennett y Bird,
1949, p.p 133,136, 137); sino un muy precoz caso de una Ciudad Andina. También
se sugirió que Chavín de Huántar era el Centro de un sistema de asentamiento lo-
cal, en el cual, un considerable número de aldeas y caseríos habría proporcionado
soporte al Templo de Chavín de Huántar y a la enorme población asentada alre-
dedor de dicho templo. Usando la terminología de Rowe, Chavín de Huántar fue
una ciudad sincorítica, al menos durante parte del Horizonte Temprano (Rowe,
1963, p.p 103).
Los dos elementos de su hipótesis sobre el urbanismo Chavín han sido desarrol-
lado, en base a las evidencias recolectadas por Marino González, conservador y
arqueólogo residente de Chavín de Huántar y complementadas por las observa-
ciones hechas por Rowe durante sus trabajos en Chavín de Huántar. Sin embargo,
no se ha realizado ningún intento sistemático para evaluar el tamaño y permanen-
cia de los asentamientos cercanos al templo. Las excavaciones fuera del sector cer-
emonial se limitan a aislados pozos de cateo realizados por Muelle y otros, cuyos
resultados no han sido publicados. Varios de los pequeños sitios que para Rowe
habrían tenido una relación sincorítica con Chavín de Huántar, fueron explorados
y descritos por Espejo, Tello y Amat pero ninguno ha sido investigado en det-
alle. Es así que, por más de una década, la propuesta de Rowe se ha mantenido
como una hipótesis no comprobada pero razonable, que podría ser críticamente
evaluada sólo después de exploraciones y excavaciones controladas en Chavín de
Huántar y otros sitios cercanos.
Titulo Original: Burger, Richard (1982). “Pójoc and Waman Wain: two villages in the Chavín heart-
land”. Ñawpa Pacha, 20, pp. 3-40. Berkeley.
135
Richard L. Burger
Las zonas de producción ya descritas se relacionan entre sí. Los agricultores cami-
nan del piso del valle hasta las tierras de pastoreo en un máximo de dos horas.
Si bien esto es posible, no necesariamente es práctico para la explotación, de las
tres zonas de producción, por asentamientos permanentes localizados a diferen-
tes alturas. El patrón de localización de los asentamientos modernos prioriza la
proximidad hacia las tierras agrícolas y los pueblos pequeños están dispersos en
las zonas de producción por debajo de la puna alta. El centro de los sistemas de
asentamientos modernos, Chavín de Huántar, está localizado en el piso del valle.
En 1961 esta capital distrital tenía una población total de 909 habitantes, ligera-
mente más de los 800 registrados por Rivero y Tschudi un siglo antes (Rivero y
Tschudi, 1855 p. 282). Un censo local llevado a cabo en 1961 registró que el 87%
de los habitantes del distrito de Chavín vivían fuera del centro en 58 pueblos y
caseríos. El grá co 1 muestra la abundancia de caseríos y pequeñas aldeas y la
relativa ausencia de pueblos y ciudades grandes. Excluyendo a Chavín de Huán-
tar, la cantidad más importante de asentamientos fue 104 en 1961 y 117 en 1972.
139
Richard L. Burger
Estas pequeñas comunidades están dispersas en el área, pero son más comunes
en las zonas agrícolas de mayor altura (Bmh- MT) y en el piso del valle. No es de
sorprender que sean comunes en las colinas bajas ya que las áreas de mayor al-
tura son escasas y están mayormente reservadas para el maíz. Son también raros
los asentamientos en la puna inhóspita, la cual es explotada mayormente por las
comunidades de las alturas, que utilizan rotativamente una amplia expansión de
pastizales para el ganado bajo la responsabilidad de sus pastores. Los pastores de
tiempo parcial siguen un ciclo nómade, durmiendo en la puna en chozas provisio-
nales que se mantienen desocupadas gran parte del año; la rotación del ganado es
necesaria para prevenir el sobrepastoreo.
140
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar
PÓJOC ( PAn6-2)
El sitio de Pójoc (3850 msnm.) está localizado 2 km. al noroeste del Templo de
Chavín (Fig.1), el ascenso es de 700 m. desde el piso del valle y toma aproxima-
damente 1 hora. El sitio ocupa la cima del cerro que mira al río Mosna al este y
el Huachecsa al sur y además proporciona una vista privilegiada hacia Chavín
de Huántar y al pico del Nevado Huansan en la Cordillera Blanca. Pójoc y el área
adyacente son comúnmente utilizados para sembrar papas, habas y cebada. Poca
distante hacia el oeste está Chuna, un pueblito de 43 casas con 181 habitantes y
medio kilometro al norte, está el pueblo de Pútcor donde 323 habitantes ocupan 94
casas. Ambos pueblos tienen acceso aproximadamente a los mismos recursos que
Pójoc. Sin embargo, la vista de Pójoc y las cumbres muy empinadas en tres de sus
lados le dan una localización estratégica y defensiva en comparación a las actuales
comunidades cercanas. Un manantial natural provee a Pójoc de agua su ciente;
este puquial es aún utilizado por los residentes de Chuna.
Pójoc fue descrito primero por Rivero y Tschudi como “otra ruina castillo que
externamente presenta lo que parece ser un montículo de basura, pero estamos
seguros que en el interior se encuentran habitaciones y un camino subterráneo
que comunica con el castillo” (1855, p.283). El castillo en cuestión es el “Castillo” o
Templo de Chavín de Huántar. Julio Espejo Nuñez inició la primera exploración
arqueológica seria de los alrededores de Chavín de Huántar en 1941 bajo la su-
pervisión de Julio C. Tello. Pójoc (el cual también aparece en la literatura arque-
ológica como Pogog, Pogog-Marka, Pójoc, Pojoy, Posog) estaba entre los 29 sitios
que él estudió (Espejo Nuñez, 1951, 1955, 1961). Espejo presenta una descripción
detallada de Pójoc desde una perspectiva arqueológica (Espejo Nuñez 1961, pp.
122-125); sus hallazgos fueron agregados a la síntesis de Tello de Chavín sin es-
peci car la autoría de Espejo del trabajo de campo (Tello, 1960). Las estructuras
más notables en el sitio, de acuerdo a Espejo, fueron las elaboradas cámaras fu-
nerarias (Chullpas) “de factura y belleza extraordinaria, únicas en su género en las
cabeceras del Pukcha, construidas sólo con pachillas y barro y de planta ovoide o
semi- ovoide” (Espejo Nuñez, 1961, p. 124); el techo de estas construcciones había
utilizado el principio de bóveda voladiza (Espejo Nuñez, 1961 p. 124). Existían
también otras chullpas rústicas, de uno o dos niveles con plantas rectangulares
o circulares. Espejo también describe habitaciones largas con varias divisiones,
construidas con piedras de tamaño mediano, pequeñas astillas de piedras (pachil-
las) y mortero de barro, las cuales identi ca como residencias. El sitio en general
muestra evidencias de plataformas y terrazas, incluso en las laderas empinadas
al este y oeste de las ruinas principales. Espejo no excavó, pero realizó recoleccio-
nes super ciales consistentes en jarras rústicas y restos óseos humanos recupera-
dos de las chullpas. Más interesante, desde mi perspectiva, son las referencias de
Espejo al descubrimiento, en 1922, de una escultura de granito similar a las del
Castillo de Chavín. Espejo aparentemente no observó esta pieza personalmente;
pero vio un número de piedras paralepípedas pulidas y grabadas en la super cie
de Pójoc muy semejantes a aquellas utilizadas en el Templo de Chavín (Espejo
Nuñez, 1961, p. 124).
141
Richard L. Burger
Chavín y Huaylas (e.g., Recuay), una llama de oro (Inca?), una pieza de azulejo
y un cráneo trepanado (Gonzales, ms.). Hernán Amat Olazábal también hizo re-
colecciones en Pójoc y recuperó incluso más de una variedad de cerámica incluy-
endo los eslilos “Rocas” (p.e. Janabarriu), Huarás, Recuay e Inca (Amat Olazábal,
1971, p. 45). Amat agregó a descripciones previas la mención de cámaras funerar-
ias y mausoleos Recuay.
Con rmé las observaciones hechas por los investigadores previos durante mi ex-
ploración inicial en Pójoc en 1974. Las cámaras funerarias vistas por Amat están
aún visibles en el extremo noroeste del sitio. Estas estructuras fueron asentadas
en la colina y su largo corredor con nichos soporta un techo plano de lajas de
piedra; tumbas de este tipo son usualmente asociadas a la cultura Recuay (e.g.,
Bennett, 1944, pp. 42-44). El mausoleo mencionado por Amat estaba formado por
el amurallamiento de la depresión natural en la parte vertical de un a oramiento
rocoso al extremo sur del sitio. Esta estructura probablemente contenía docenas
de entierros y los restos de por lo menos una docena de individuos yacían dis-
persos en el suelo durante mi trabajo de campo. A juzgar por la concentración de
cerámica super cial en esta área, los materiales podrían corresponder al período
Intermedio Tardío u Horizonte Tardío. También hay varias chullpas pequeñas
y cuatro observatorios altos (torres) las cuales estaban parcialmente intactos,
aunque huaqueados.
Las estructuras más comunes en Pójoc son aquellas denominados como residen-
cias por Espejo (Fig. 2). Estos edi cios de construcción pobre son generalmente
rectángulares pero frecuentemente tenían esquinas curvas. Grupos de una, dos o
tres habitaciones aparecen sin mayores diferencias en esta técnica constructiva. El
tamaño de las habitaciones varía entre 4 x 5 m a 6 x 8 m. El ancho de las paredes
es de aproximadamente 50 cm. y está construido de piedras medianas y pequeñas
sin mortero visible o unidas con un mortero de arcilla simple. Las paredes intactas
pueden alcanzar 155 cm. de altura y en algunos casos se encuentran nichos peque-
ños al interior de ellas. Algunos de los edi cios muestran evidencias de haber
sido techados. Frecuentemente, piedras de granito blanco, esculpidas namente,
Fig. 2. Pójoc, material super cial, edi cación de mampostería Colonial temprana.
142
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar
Figs. 3-8, selección de tiestos tipo-Inca; 9-15, tiestos Pójoc; Fig. 16, cuenco policromo, Hori-
zonte Medio; Fig. 17, olla sin cuello incisa de la fase Urabarriu.
Pójoc ocupa aproximadamente. 2.5 ha. y la mayor parte está en la cima de un cerro
alargado con dos montículos naturales. Las terrazas de piedra y plataformas bajas
fueron construidas para crear super cies planas a diferentes niveles y la basura
del sitio se extiende desde el piso de las terrazas hacía el este y oeste. Mis coleccio-
nes de super cie incluyen materiales similares a aquellos mencionados por Amat
pero los materiales más comunes fueron cuellos de jarras rústicas y no pulidas,
siempre decoradas con círculos concéntricos estampados (Fig. 9-15). Entre los
materiales de super cie más interesantes están los fragmentos Inca ( Fig. 3-8), un
fragmento de Spondylus Princeps, un gastrópodo marino y dos fragmentos de
tazones con pintura policroma relacionados con los estilos de in uencia Wari del
Horizonte Medio. (Fig. 16).
143
Richard L. Burger
Fig. 18. Granito blanco de estilo Chavín, per l de ave de Pójoc, ahora se encuentra en la Mu-
nicipalidad de Chavín de Huántar; Fig. 19, escultura de granito se dice que viene de Pójoc,
colección de Wilfredo Gambini Escudero, Huaraz; foto Steven Wegner.
una piedra grabada había sido recuperada de Pójoc por un residente de Chuna,
quien en 1968, llevó la escultura a Chavín de Huántar con la intención de venderla
(Flores, 1981, p. 18). Este fragmento (Fig. 18), el cual permanece guardado en la
Municipalidad de Chavín de Huántar, habría sido más largo cuando estuvo com-
pleto. La complejidad y estilo del motivo, el grabado y el pulido de esta escultura
son iguales en calidad y estilo a las esculturas del Castillo. En este fragmento se
puede distinguir el bajo cuerpo, el tobillo y los talones de un águila mostrados en
per l. Las convenciones gurativas clásicas de Chavín están imitadas, el Kenning
(la substitución metafórica) de la parte más baja aparece como una cara de per l
de la cual emerge el tobillo de un ave; el tobillo, en cambio, ha sido representado
con un ojo rectangular con pupila excéntrica. Las plumas del pecho del ave apare-
cen como espirales estilizadas. El motivo fue enfatizado mediante la bajada de la
super cie no decorada y por el tallado de las pupilas, ori cio nasal y el centro de
los espirales. La imagen estaba enmarcada por una banda en alto relieve. El estilo
de la pieza es similar a las usadas en las columnas del Portal Blanco y Negro. A
pesar de su semejanza con los cánones estilísticos clásicos de Chavín, la pieza tiene
un número de rasgos hasta ahora únicos, más notablemente el Kenning del tobillo
y la proyección tripartita de la gura tipo maíz encima de la cabeza en per l.
Una segunda escultura de Pójoc fue recuperada por un habitante de Chavín que
posee tierras en Chuna. Esta escultura es también de granito blanco pulido y con
diseños, pero a diferencia de los grabados del Templo, la parte posterior de la
pieza mantiene la forma redondeada de una lasca natural en vez de haber sido es-
144
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar
culpida en una super cie plana y áspera. El grabado (Fig. 14) muestra una gura
antropomorfa parada y vistiendo un taparrabo, con bandas alrededor de las mu-
ñecas y los tobillos. La gura tiene aretes colgantes y un tocado escalonado con
una porción segmentada cubriendo la parte posterior de la cabeza. En la mano iz-
quierda el personaje coge un objeto, probablemente una honda y levantado hasta
sus labios, en su mano derecha, tiene un objeto cilíndrico identi cado como una
trompeta. El estilo del grabado es simple y ligeramente curvilíneo. El único uso
de la metáfora visual está en la boca orientada verticalmente la cual presenta los
dos pies y la representación del acabado del taparrabo como una serpiente. En
términos de estilo y contenido, la pieza de Pójoc recuerda a las esculturas de la
Plaza Circular del Templo Viejo de Chavín de Huántar asignadas a la fase AB de
la secuencia de Rowe. Estos grabados frecuentemente representan guras por-
tando armas (porras, lanzas, etc.) y cabezas trofeo (Tello, 1960. Figs. 80-82). Nin-
guna trompeta u honda han sido identi cadas previamente en el arte de Chavín,
aunque se han representado instrumentos de viento en la Plaza Circular (Lumbre-
ras 1977: Figs. 22-24) y un instrumento tubular de arcilla con un agujero largo, que
podría ser un fragmento de trompeta, fue recuperado en el a centro ceremonial
de Huaricoto del Horizonte Temprano en el Callejón de Huaylas. El grabado de
Pójoc guarda una gran semejanza estilística con las dos esculturas del sitio cercano
de Yurayacu (Tello, 1960, Figs. 80-81) pero los Kennings y las representaciones
naturalistas redondeadas del cuerpo humano sugieren un fechado un poco mas
tarde que las piezas de Yuarayacu, quizás Fase B de Rowe
Excavaciones en Pójoc
En general es un depósito dejado por un glaciar después que la super cie fuera
lavada Durante el Pleistoceno. Sobre la zona IX hay depósitos culturales de 170
cm. que serán descritos brevemente en el orden en el cual fueron excavados.
ZONA IB.- Tierra marrón medio mezclada con carbón, huesos y piedra; parece ser
un depósito de basura en la super cie de ocupación al oeste de la Pared 1.
ZONA II.- Lente de arcilla amarilla, adyacente al lado este de la Pared 1, pueden
ser restos de un piso.
ZONA III.- Hoyo intrusivo de la zona IA lleno con tierra marrón oscuro y abun-
dantes huesos.
ZONA IV.- Capa compacta de limo marrón claro, 15-30 cm. de espesor.
ZONA VI.- Capa de piedras angulares mezcladas con una pequeña cantidad de
tierra marrón. El tamaño de las piedras varía de 3 x 5 a 15 x 20 cm; el espesor de
la capa uctúa entre 15-50 cm. Puede ser parte de una capa de relleno arti cial de
una plataforma o piso.
ZONA VIIA.- Depósitos de tierra na marrón rojizo con delgados lentes de piedra
desintegrada.
146
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar
MURO 2.- Muro bien construido de piedra canteada; de más de 45 cm. de espesor
y 80 cm. de alto. La cara bien formada del oeste del muro se inclina ligeramente
hacía el interior de la base, sugiriendo que el muro se adelgazaba en la parte supe-
rior, la cara este no era visible en mi unidad. El muro 2 estaba cubierto por la Zona
VIIA y VIIB, su base (y super cie inmediata) estaba asentada en la zona VIIIB.
La zona VI incluyó cerámica na; un tazón con base anular, tiestos con pintura
roja, engobe rojo y poco pulido, un piruro de cerámica, y un fragmento de gura
147
Richard L. Burger
Material de PAn6-2-A1. Figs. 22-25, Zona 1A, tiestos decorados de estilo Pójoc; Figs. 26,
Zona IV, estilo desconocido; Figs. 27-29, Zona VI, estilo desconocido; Figs. 30-32, Zona
VIIIA, posible relación con el exilo Huarás;
maciza de cerámica (Fig. 27-29) Además una punta trabajada a presión y des-
bastada y dos fragmentos de conchas (Choromytilus chorus) fueron encontrados.
La zona VII contenía numerosos platos pequeños con engobe rojo, algunos con
contraste de color gris oscuro al interior. Ambas super cies tenían pulidos dis-
parejos. Líneas de patrones pulidos, aparentemente intencionales, aparecen al
interior de algunas vasijas. Hay también engobe rojo pulido y pintura blanca so-
bre super cies rojas (Figs. 30-32). También fueron comunes las jarras con cuellos
bruñidos.
Fig. 33, Zona VIIIB, piedra de moler (38 x 24 cm., 11.5 cm. de espesor); Figs. 34-36, Zona
VIIIB, tiestos del Horizonte Temprano.
tánea con la fase Huaras del Templo, un estilo que data del nal del Horizonte
Temprano e inicios del Período Intermedio Temprano.
149
Richard L. Burger
ZONA I.- Capa delgada de tierra agrícola marrón oscuro, con espesor variable
entre15-30 cm.
ZONA II.- Capa delgada de tierra compacta, marrón claro, con un espesor máx-
imo de 20 cm.
ZONA IV.- Capa de arcilla compacta marrón rojiza, limitada en la sección norte
por B1. Parece haber sido depositada como base del muro 1 y es similar a la arcilla
usada como matriz del muro.
Las zonas IIIA y IIIB parecen ser el resultado de rellenos intencionales de pie-
dra. No existen evidencias de super cies de uso como un piso o concentración
horizontal de artefactos al sur del muro 1. Los rellenos fueron excavados usando
Fig. 37, PAn6-2-B1, pared 1 y per l norte. Figs. 38-39, PAn6-2-B1, cerámica de la Zona IIIB
151
Richard L. Burger
niveles arbitrarios de 10 cm. En los niveles más altos de la zona IIIA (40-50 cm.
de profundidad) se recuperaron varios fragmentos típicos Recuay y un Piruro de
cerámica, aunque los materiales culturales fueron esencialmente menos comunes.
En el siguiente nivel arbitrario los materiales fueron muy escasos. La parte supe-
rior del Muro 1 está a una profundidad entre 84 y 73 cm., debajo de esta profundi-
dad solamente 50 fragmentos fueron encontrados. Todos los fragmentos de estos
niveles bajos del relleno pertenecen a ollas sin cuello monocromas con alisados
mate cuidadosamente acabados (Figs. 38, 34). Este grupo de cerámica provee un
contraste inequivocable con la mayoría de fragmentos de los niveles superiores de
IIIA y con la cerámica de las dos zonas superiores.
Una interpretación de esta estratigrafía es que la mayor parte de la zona IIIB con-
stituyó la base de una plataforma baja de piedra, con el Muro 1funcionando como
muro de contención. La zona IIIA, y quizás la parte más alta de la zona IIIB, hab-
rían sido depositadas consecutivamente para cubrir la estructura y proveyendo
un nivel a las super cies de uso del Horizonte Tardío o Colonial Temprano. El
depósito de los rellenos post-plataforma habrían destruido la super cie original
de la plataforma. La cerámica y otros objetos encontrados dentro del relleno de
la plataforma pueden ser interpretados, como depositados consciente o inconsci-
entemente, como parte del relleno o como materiales que se ltraron después que
la super cie de la plataforma fuera destruida. Al respecto, es importante mencio-
nar que los materiales culturales comunes (fragmentos de cerámica, líticos) son
muy raros en IIIB. Los óseos también son escasos, con la excepción de un hueso
de roedor probablemente intrusivo. Sin embargo, una cantidad sorprendente de
conchas marinas fue recuperada del relleno en niveles debajo de 80 cm. También
se recuperó diez fragmentos de Choromytilus chorus y una pieza de Aulacomya
ater, Tegula atra y Chitón, huesos y escamas de pescado. Aunque los líticos fueron
raros, existen varios fragmentos de cuarzo claro. Estos materiales forman un con-
junto tan inusual que parece razonable sugerir que estaríamos tratando con ofren-
das realizadas durante la construcción de la plataforma, como ocurrió durante
las fases de Urabarriu y Janabarriu en el asentamiento Chavín (Burger, 1998) o
con materiales producidos durante actividades ceremoniales que ocurrieron en la
hipotética super cie de la plataforma. El estilo del trabajo de la piedra utilizado
en el Muro 1 y la abundancia de concha Choromytilus sugieren un fechado del
Horizonte Temprano para el componente cultural más temprano de PAn 6 -2-B1,
ya que el Choromytilus es raro o ausente en esta región en tiempos posteriores a
Chavín. El bisel externo del borde de una olla sin cuello de la parte superior de la
zona IIIB tiene similitudes con las ollas sin cuello de la fase Urabarriu de Chavín.
PAn6 -2-C1
Esta unidad estaba localizada en el sector sur del sitio en un área de nivel entre los
dos montículos naturales, 85m. al suroeste de A1. La unidad, también de1.5 x 1.5
m.; fue excavada hasta encontrar la roca madre a una profundidad que varía de
222-242 cm. En la mayor parte del pozo, la roca estaba cubierta por una capa de
arcilla roja de 20-65 cm. (Zona IX) que carecía de restos culturales. Sin embargo, en
la zona norte de la unidad, se había construido una pared de piedra de tres hileras
(57 cm. de alto) sobre la roca, con una cara superpuesta a la capa de arcilla estéril.
152
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar
Waman Waín está más cerca que Pójoc al antiguo asentamiento de Chavín, pero
está separado del Templo por el río Mosna, el cual es muy caudaloso cerca de
Chavín. Los restos Chavín en Gaucho (La Banda) Gotush y Waman Waín sugiri-
eren fuertemente que durante el Horizonte Temprano debe haber existido alguna
forma de atravesar el río a lo largo del año, permitiendo el contacto entre Chavín
de Huántar y las comunidades al este del Mosna. El viaje de Waman Waín al Tem-
153
Richard L. Burger
plo puede hacerse en menos de una hora, así como Pójoc, Waman Waín tiene un
excepcional dominio del piso del valle Mosna.
Julio Espejo fue el primer arqueólogo en explorar Waman Waín y sus trabajos
brindaron la primera descripción detallada del sitio (Espejo Nuñez, 1951). El reg-
istró la presencia de muros prehispánicos rústicos que pertenecían a terrazas y
plataformas, edi cios redondos y rectangulares que parecen ser tumbas, aislados
Figs. 40-46,48, tiestos esmaltados de las excavaciones de Pójoc, PAn6-2-C1: Figs. 40, 41, 44,
48, Zona II; Figs. 42, 46, Zona IV; Figs. 43, 45, Zona VI. Fig. 47, cerámica de Waman Wain,
PAn6-10-B1, Zona I.
154
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar
Fig. 49, Waman Wain (PAn6-10), unidad A1 visible a la izquierda y unidad C1 en la parte
baja central de la foto
Una segunda escultura de granito (Fig. 63) está grabada con una banda diago-
nal en forma de boca con tres serpientes simples que emergen del extremo abi-
erto, serpientes orejonas aparecen de las bandas que la rodean y otras serpientes
simples adicionales aparecen encima y debajo de ella. Las bandas en relieve no
decoradas de los dos bordes intactos del fragmento ayudan a orientar la pieza y
156
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar
Fig. 62, fragmento de escultura de granito de Waman Wain, la super cie muestra el torso,
el brazo derecho y las garras de la mano izquierda.
por comparación con otras esculturas, la esquina que está representada puede ser
determinada. Una comparación con la escultura del Templo revela que el frag-
mento de Waman Waín es muy similar en composición y elementos con las plu-
mas de la cola de la última pareja de aves del dintel del Portal Blanco y Negro
(Lumbreras, 1974 p. 65. Fig.65 lámina más baja). Sólo hay diferencias pequeñas
entre estos grabados, por ejemplo, los detalles de las serpientes orejonas especial-
mente sus cuellos, pueden ser contrastados así como los caninos invertidos en la
banda tipo boca y las serpientes secundarias (2 encima y 1 debajo en el fragmento
de Waman Waín). Sin embargo, la similitud entre esta pieza y el dintel de Chavín
de Huántar es tan sorprendente que no se puede dudar que la escultura de Wa-
man Waín originalmente representó una ave raptora de per l y que el grabado es
contemporáneo con el dintel Blanco y Negro y por lo tanto con la fase D (Rowe,
1973, p. 276).
Fragmento de escultura de granito. Fig. 63, se dice que viene de Waman Wain, ahora se
encuentra en el Museo Arqueológico de Ancash; Fig. 64, se dice que viene de la super cie
de Waman Wain, ahora se encuentra en el Museo Arqueológico de Ancash; Fig. 65, de la
super cie de Waman Wain.
estas piezas una apariencia curiosamente plana y suave. Las incisiones en estos
fragmentos fueron generalmente reducidas y son menos regulares que aquellas
señaladas como clásicas. Una de las esculturas es de granito blanco pero las otras
son de roca metamór ca o sedimentaria y carecen de la super cie lustrosa y re-
sistente del granito.
158
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar
Fig. 66, escultura de arenisca (?), se dice que viene de la super cie de Waman Wain, ahora
se encuentra en el Museo Arqueológico de Ancash; Fig. 67, escultura de arenisca (?) ero-
sionada viene de la super cie de Waman Wain (33 x 15 cm.)
ción general recuerda los jaguares de la cornisa de la esquina suroeste del templo
nuevo (Rowe, 1962, p. 34). Como en la cornisa, los bigotes del felino son repre-
sentados como serpientes y una espiral ondulante emerge encima de la nariz en
forma de bulbo. El uso de marcas cruciformes en el pelaje, el pie de dos talones, el
águila sin kenning y la forma geométrica distintiva de la oreja tienen sus paralelos
más cercanos en los jaguares de la Plaza Circular (Lumbreras, 1977, Fig. 50, 32).
El rayo con puntas curvadas tiene también paralelos en uno de los felinos de la
misma plaza. El felino de Waman Waín tiene dos largos caninos superiores en vez
de los tradicionales colmillos cruzados. Esto di ere de todas las representaciones
de felinos de dos dimensiones publicadas del Templo, aunque los caninos dobles
descendiendo del labio superior fueron representados en una de las cabezas cla-
vas agnaticas (Tello, 1960, p. 254) y en una escultura recuperada del sitio de Runtu
(Fig. 1) cerca a San Marcos. (Tello 1960, p. 249) Es probable que esta representación
de felino de Waman Waín, así como la gura antropomorfa de per l, daten de la
fase AB de la secuencia de esculturas de Rowe (Rowe, 1962; 1973; Roe 1974).
159
Richard L. Burger
Fig. 68, escultura de granito sin terminar, se dice que bien de la super cie de Waman Wain,
ahora se encuentra en el Museo Arqueológico de Ancash; Fig. 69, reconstrucción hipotética
de la escultura en la Fig. 68 que ha sido completada. Escala = 5cm.
160
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar
La escultura de Waman Waín también tiene una estructura central tipo banda,
aunque de nitivamente no es una vértebra, que separa las colas emplumadas.
Una banda central no decorada aparece también en las representaciones de águila
del patio: Las garras de los caimanes se muestran cerradas no sólo en la Estela
de Yauya, sino también en los caimanes del dintel cerca de la escalera Monu-
mental (Rowe, 1973, Fig. 19). Así, el fragmento de Waman Waín recuerda más
a la porción baja del caimán de Chavín que a las representaciones conocidas de
águilas, aunque; tienen connotación de nitivamente ave y su relación con el cai-
mán permanece poco conocida. En general, las representaciones de las esculturas
de Waman Wain son más simples que las esculturas comparables del Templo de
Chavín de Huántar. Más aún, agrega un Kenning (substitución metafórica) que
no fue empleado en ninguna otra: un canino inferior agregado a la base del talón,
convirtiendo el pie del caimán en una boca de per l.
161
Richard L. Burger
PAn 6 -10-A1
Esta unidad estaba localizada en las colinas al sur de Muchín Grande, 10 metros
abajo del camino actual que une Muchín con Chuyu. La unidad de 2 x 2m. fue
excavada en un área donde se recuperaron fragmentos de ollas sin cuello y un
plato de la fase Urabarriu (Burger, 1998, Fig. 21). Aunque los fragmentos tem-
pranos continuaron siendo encontrados en el estrato agrícola superior, ellos es-
taban ausentes en el segundo estrato de tierra compacta de arcilla con pequeñas
piedras. Esta capa, que comienza a 25 cm. debajo de la super cie fue una capa
gruesa no diferenciada que contenía cerámica tardía similar a las encontradas en
la super cie, mezcladas con fragmentos tempranos, algunos relacionados con el
estilo Recuay. A una profundidad aproximada de 55 cm., la cerámica tardía fue
escasa y una mezcla de cerámica temprana similar a la de las fases de Urabarriu
y Janabarriu del asentamiento de Chavín de Huántar fue encontrada. Las ollas
sin cuello son las formas más comunes, pero los platos, jarras y botellas también
aparecen (Figs. 70-72). Además de cerámica, esta capa contenía varias puntas pu-
lidas y astilladas, cuchillos de obsidiana, un fragmento de espejo de andesita, una
cuenta de piedra azul-verde (crisocola?) y una cuenta de hueso. Los huesos y car-
bón son muy raros probablemente porque esta capa de 120 cm. es una formación
secundaria de materiales acarreados desde la parte superior. Debajo de este es-
trato había una capa de tierra marrón oscura de 25 cm. de espesor que se inclina
de norte a sur al igual que la super cie actual. Esta capa no muestra evidencia
de haber sido usada como área de actividad y los únicos materiales recuperados
fueron una punta de esquisto y un número de huesos no humanos. Dado que
no se recuperó cerámica en la capa, el fechado relativo no pudo ser obtenido. Un
rústico muro de contención se asocia a este estrato y consiste en un máximo de
tres hileras de piedra de campo unidas con mortero de barro que alcanza 60 cm.
de altura. Parece ser un muro de contención para una terraza o plataforma ya que
detrás de este hay un relleno de piedras pequeñas sin ningún agregado de tierra
o materiales culturales. El muro se proyecta hacia abajo, de noroeste a sudeste así
que probablemente no fue un andén. A 180 cm. de profundidad de la base del
muro se encontraron algunos huesos y pequeños fragmentos de carbón, pero de-
bajo de este, no había evidencia de materiales culturales. La excavación se detuvo
a 310 cm. de profundidad sin encontrar la roca madre.
162
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar
Figs. 50-55. Estilo cerámico Pójoc de Waman Wain: Figs. 50, 52, 54-55, en super cie; Fig. 51,
undad B1, rasgo B; Fig. 53, unidad B1, Zona 1.
163
Richard L. Burger
PAn6 - 10-B1
Esta unidad estaba localizada a 130 cm. al noroeste de la unidad A1, en la cumbre
de Muchín Grande. Se esperaba que los profundos depósitos secundarios fueran
evitados en esta área y que la abundancia de granito cortado y pulido en la su-
per cie signi cara que este sector habría sido originalmente un foco de construc-
ciones Chavín. Una unidad de 2 x 2 m. inicialmente reveló una capa de tierra
suelta marrón con gran cantidad de materiales culturales, especialmente cerámica
tardía, huesos humanos y láminas pequeñas de oro y plata trabajadas. La roca
madre estaba expuesta a una profundidad de sólo 20 cm. bajo la super cie, en la
zona norte de la unidad. Dentro de esta unidad, dos áreas, referidas como rasgos
A y B, han sido excavadas en la roca para localizar entierramientos secundarios.
Al sureste, el rasgo A consistió en un área de 85 x 54 cm. cortada a una profundi-
dad máxima de 54 cm. debajo del datum secundario de la esquina suroeste de la
unidad. Tenía lados inclinados extendidos a lo largo de la unidad hacia el este
y sur. El elemento A estaba muy disturbado y no tenía concentraciones intactas
de materiales. El elemento B, localizado al suroeste de la unidad, tiene una gura
ovoide irregular que varía de 63 cm. a 55 cm. de diámetro. Este es más pequeño
que el elemento A, alcanza una profundidad de 92 cm. y consecuentemente esta
menos disturbado.
La cerámica recuperada en la super cie y el interior del elemento B (Figs. 51, 53)
y aquella encontrada en la super cie de Waman Waín son similares y probable-
mente contemporáneas. La decoración es rara pero aparece usualmente en cuellos
de jarras que fueron decoradas con hileras de círculos concéntricos repetitivos,
rellenos incisos o impresos u otras técnicas decorativas. Los círculos concéntricos
fueron generalmente hechos con un instrumento semicircular que fue usado dos
veces para formar cada círculo. Los cuellos de jarras son convexos y cóncavo con-
vexos (forma de S) y los bordes son redondeados. La cerámica es oxidada pero
hay una variación considerable en el color de la super cie y en la pasta, probable-
mente como re ejo de un pobre control de las condiciones de horneado. El bru-
ñido es raro y sólo fue practicado un ligero alisado. En el estrato más alto había
también fragmentos de platos abiertos simples con decoración pintada de rojo en
un fondo claro y un fragmento de colador.
164
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar
Hallazgos super ciales. Figs. 56-58, jarra con cuello estilo Pójoc, Waman Wain; Fig. 59,
jarra miniatura con asas estilo Pójoc, Waman Wain; Fig. 60, vaso policromo del Horizonte
Medio, Pójoc; Fig. 61, mortero de granito pulido, Waman Wain. Escala = 5 cm.
165
Richard L. Burger
Figs. 70-71, fragmentos de estilo Urabarriu, del segundo depósito en el nivel superior de
PAn6-10-A1: Fig. 70, borde de botella; Fig. 71, borde de olla son cuello. Fig. 72, cuenco de
estilo Janabarriu del segundo depósito en el nivel superior de PAn6-10-A1.
PAn 6 - 10-C1
Esta unidad fue excavada en un área de 100 m. al noreste de la unidad A1 y 145
m. al este de la unidad B1, en el sector este de Waman Waín. Fue también una
unidad de 2 x 2 m. localizada dentro de una de las pocas estructuras prehispánicas
intactas del sitio. El estrato superior tenía 25 cm. y contenía una pequeña cantidad
de cerámica tardía, la mayoría perteneciente a jarras no decoradas similar a aquel-
las de los niveles superiores de las otras dos unidades. Una segunda capa natural
que consistía de tierra marrón-gris con piedras pequeñas, produjo cantidades de
delgada cerámica no decorada. A una profundidad de 50-60 cm. se encontró un
depósito delgado de tierra arcillosa marrón oscuro conteniendo un número de
fragmentos del estilo Huaraz y cerámica naranja na similar a la de la capa supe-
rior. Una capa de tierra arcillosa oscura con piedras angulares medianas y grandes
fue descubierta cerca y en este estrato se recuperó cerámica bruñida negra y mar-
rón con inclusiones de mica. Desafortunadamente, no se encontró cerámica deco-
rada ni formas de vasijas a reconstruir. No apareció cerámica naranja en esta capa
y este estrato podría ser contemporáneo con los asentamientos de Janabarriu o
166
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar
Debajo de esta capa había un estrato de tierra arcillosa negra con piedras peque-
ñas. Los artefactos eran raros y sólo se recuperó una punta trabajada a presión de
cuarzo claro y un fragmento bruñido de cuerpo negro. A 120 cm. de profundi-
dad se encuentra la capa estéril de tierra marrón amarillento y piedras pequeñas
mientras que a 165 cm. de profundidad se expuso la roca madre en toda la unidad.
DISCUSIÓN
Las excavaciones de Lumbreras y Amat documentan los restos de una aldea nu-
clear que ocupaba el área del Templo en Chavín de Huántar durante el Período
Intermedio Temprano (Lumbreras. 1970, 1974, 1977). Los niveles de cerámica del
estilo Huaraz, Recuay y Callejón fueron recuperados en asociación con recintos
aglutinados de construcción rústica ( e.g., Lumbreras. 1977 a, p. 38).
Las semejanzas entre la cerámica super cial de Pójoc y Waman Waín y la asoci-
ación estratigrá ca de algunos de estos materiales con cerámica relacionada al
Horizonte Inca y Colonial de Pójoc y Waman Waín, sugiere que estos representan
el estilo local nal pre-hispánico de la cuenca superior del Mosna. La existencia
de estratos sellados en Pójoc y Waman Waín, donde aparece una variante de este
estilo sin materiales Inca o Coloniales, sugiere la posibilidad que este estilo se
expanda al término del período Intermedio Tardío, el Horizonte Tardío y las déca-
das tempranas del período Colonial. El área de Chavín en Ancash generalmente
se asume fue controlada por la Nación Pinco, tribu anterior a la conquista Inca (
Tello, 1942, p. 108, Rowe, 1946, p. 187). Espejo sustentó este punto de vista basado
en numerosos documentos históricos (Espejo Nuñez, 1961, pp. 117-120), pero un
estudio detallado de la política y etnias prehistóricas tardías debe ser realizado.
Dado que la situación deber ser mucho más complicada que la comúnmente acep-
tada (ver. Duviols, 1974); es preferible asignar al estilo un nombre libre de implica-
167
Richard L. Burger
Quizás el aspecto más intrigante del trabajo de Pójoc y Waman Waín es la visión
que brinda de la naturaleza particular de la relación entre estas comunidades ru-
rales y la metrópolis del Templo. La existencia de las esculturas del estilo Chavín
en ambas villas indica que el culto en Chavín proveyó parte del sustento matríz
que une las comunidades apartadas al Centro de Chavín de Huántar. Aunque
es ampliamente asumido que las pequeñas comunidades rurales asistieron en la
construcción del Templo, lo contrario debería ser igualmente real. La clásica es-
cultura de piedra de Chavín, junto con los bloques pulidos y cortados de granito
de ambos sitios, pueden ser más fácilmente entendidos postulando la existencia
de santuarios Chavín en Pójoc y Waman Wain. La monumentalidad de la plata-
forma de piedra descubierta en la unidad B de Pójoc y la concha marina y huesos
de pez asociados a ésta ciertamente muestran actividad ritual en el sitio. Además
la calidad de la mayoría de las esculturas de piedra en ambos sitios implica que
la comunidad del Templo no sólo autorizó, sino también asistía en el estableci-
miento y construcción de estas zonas de actividad cultista. Hallazgos similares
de esculturas Chavín en Runtu, Yurayaku y Gotush (Espejo Núñez, 1995; Tello,
1940, Fig. 40,52,54,76,80,81,83,84, p.238), tres sitios pequeños en el área de Chavín
(Fig. 1), sugieren que la actividad cultista en Pójoc y Waman Wain fue parte de un
patrón regional más amplio.
los que la posición de cada comunidad se rea rma por las festividades y rituales
realizados sobre la base de un calendario, uniendo , de este modo, ambas obliga-
ciones seculares y religiosas de las comunidades de apoyo dentro de la matriz de
un sistema comúnmente cosmológico, centrado alrededor del Templo de Chavín
de Huántar.
Sin embargo, la alta frecuencia de puntas de proyectil en los niveles más tardíos
así como en los tempranos brinda un contraste interesante con la situación del
piso del valle.
169
Richard L. Burger
170
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS
EN LA PAMPA, ANCASH,
Kazuo Terada
Este artículo es un resumen del informe de las excavaciones llevadas a cabo entre
Agosto y Octubre de 1970 en La Pampa de la Sierra del norte del Perú. La Pampa
es un pueblo en el sur de Corongo, capital de la Provincia del mismo nombre.
Titulo Original: Terada, Kazuo (1978). “Excavaciones en La Pampa”. En: Actas del III Congreso del Hom-
bre y la Cultura Andina. Tomo V. pp. 51-72. Lima.
171
Kazuo Terada
El sitio principal que se excavó fue M-8, uno de los nueve montículos situado al
oeste del pueblo y al este del gran montículo Yesopampa. Se limpió y excavó la
construcción circular (RCC), se investigó sobre las chullpas de Tornapampa en el
sureste de M-8 y se efectuó un reconocimiento general en la provincia de Corongo.
En M-8, se excavaron dos largas trincheras con el n de lograr un cruce en Angulo
recto en el lugar en que se desvía ligeramente hacia el este en el centro de la parte
más alta del montículo: la trinchera A de norte a sur consistió en quince cuad-
riculas de 2 x 2 m., y la trinchera 1 de este a oeste, con 22 cuadriculas del mismo
tamaño. Cuando aparecieron construcciones, se decidió ampliar las cuadriculas.
172
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa
1. PERIODO YESOPAMPA.
a. Fechas de C-14.
Ellas oscilan entre 1400 a.C. y 970 a.C., correspondientes al Periodo Pre- Chavín.
- Tk-186 3350 – 100 años antes del presente. Restos de carbón recogidos en super-
cie de la plataforma (Pla-5) en la parte superior de M-8.
- TK-187 3120 – 110 años a.C. Restos de carbón recolectados del relleno frente a
W-105.
- TK-174 3090 – 70 a.C. Restos de carbón recolectados de la super cie del piso de
R-13 inferior (Fase A).
Aparentemente hay tres edades diferentes, una temprana, TK-186 (1400 a.C.); otra
intermedia, TK-187 (1170 a.C.), TK-192 (1150 a.C.), TK-174 (1140 a.C.); y otra tar-
día, TK-175 (970 a.C.). La muestra TK-186 fue hallada sobre la super cie de la
plataforma sostenida por un muro de retención más temprano, W-105, o más tar-
dío W-55. La muestra TK-187 fue contemporánea o un poco más tardía que W-105.
Si TK-187 corresponde a la edad de la ampliación de Pl-5, o sea la construcción
de W-55 que sostenía Pla-6 en la Fase B’, la fecha mas temprana de TK-186 puede
ser la edad de Pla-5 o Fase A’. TK-192 puede ser mas temprana que la Fase A y
también contemporánea con la Fase C, mientras que TK-174 corresponde de ni-
tivamente a la Fase A. TK-175 puede ser de la Fase C, pero no hay una diferencia
signi cativa con la fecha de TK-174 de la Fase A. en conjunto, no parece haber una
diferencia temporal signi cativa entre las tres fases (A, B, C). Podríamos consid-
erar que la división en fases no tiene otra nalidad que la de señalar diferencias
temporales de construcción.
b. Construcciones.
En el lado oeste de M-8, pudimos identi car tres fases de construcción. En reali-
dad, hay construcciones edi cadas en una fase aun más temprana que la Fase A
(R-26 y R-15), pero ellas estaban destruidas. Quizás durante esta fase más tempra-
na, se comenzó y se completó la preparación de una plataforma (Pla-1). El muro
de retención oeste W-226, de la plataforma 1 construido con grandes piedras se
dirige en dirección norte sur y se extiende al sur hacia la base oeste de M-7, pero
la pared de piedras desaparece en muchos lugares. Este muro de retención largo
mira hacia el área hundida se extiende hacia el oeste de la misma. De otra manera,
Pla-1 estaba protegida del lado de la parte más alta del montículo por otro muro
de contención, W-46a y su extensión. Conjeturamos que W-46a comienza en un
punto al este del borde norte de W-26 (cerca de R-26) y se dirige hacia el sur a
través de toda el área excavada, aunque solamente pequeñas porciones (W-88,
W-87 y su extensión) quedan aún. Los cuartos construidos en esta fase están con-
centrados en el lado oeste, o sea, a lo largo de la pared de retención. (W-46a).
174
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa
Durante la Fase B, Pla-1 fue ampliada hacia el este, para reemplazar la parte sur
de la pared de retención de la Fase A (W-87 y W-88) por una nueva, desviada
hacia el este, (W-58 y W-75 y su extensión probablemente colindante con W-107
de R-20). La construcción edi cada en la Fase A fue modi cada de tal manera
que la plataforma reformada pudiera ser utilizada mas efectivamente. Hay una
escalera (R-12) para ascender al piso exterior de un cuarto (R-7). Algunos cuartos
(R-13 Inferior y R-14 Inferior) de la Fase A continuaron en uso, después de haberse
enterrado las estructuras accesorias y haber puesto un piso encima del anterior.
Los rasgos notables de los cuartos de Yesopampa son: (1) Tamaño pequeño, (2)
mayormente distribuidos a lo largo de los muros, (3) el eje más largo esta di-
rigido este-oeste (R-5 es una excepción), y (4) separados unos de otros por un
muro, formando de este modo un conjunto de cuartos aglutinados (Fig. 2). En
algunos cuartos se han instalado estructuras accesorias, pero solamente un fogón
fue encontrado en el interior de los cuartos encontrados. Como ya se ha dicho los
cuartos R-16 y R-17 (Fase C) son peculiares; R-7 y R-14 Superior (Fase B) cuyo piso
está formado por arcilla na, blanca en una mitad y marrón en la otra, y dentro
de la cual se han colocado losas como mortero; R-5 que tiene el piso a dos niveles.
Los cuartos no fueron usados como viviendas, en vista que las dimensiones son
demasiado pequeñas para servir como viviendas, y los restos culturales asociados
contenían solo algunos artefactos de uso diario quizás ellos fueron usados por
algunos grupos especiales como sacerdotes.
c. Artefactos
Con excepción de la cerámica, hay solo una pequeña cantidad de artefactos que
fue excavada en los sitios de La Pampa y además ellos no son notablemente dife-
rentes de un periodo a otro.
175
Kazuo Terada
Los rasgos de estos tipos son: recipientes globulares sin cuello, con un excepción
(un recipiente aquillado), la super cie exterior brochada desde el borde hasta el
fondo con un implemento de puntas aplastadas, como una caña, - el ancho de
cada línea de brochado oscila entre 0.2 y 0.8 mm - , y algunas líneas formando una
unidad de 6 a 10 mm de ancho, los bordes y los cuerpos algunas veces decora-
dos con tiras superpuestas con impresiones que dan la vuelta; la super cie negra
quemada, indicando uso de cocina (Fig. 3). La Pampa Rojo y La Pampa Marrón,
que no aparecen en el nivel más temprano, comparten atributos con Yesopampa
Brochado tales como la pasta, el lete aplicado, el per l del borde, etc., no ob-
stante algunas diferencias con el ultimo, como por ejemplo el tener mayor varie-
dad de formas, o tratamiento mas elaborado de la super cie. Tomando en cuenta
la distribución estratigrá ca de los tres tipos y estos rasgos comunes, se puede
establecer que los primeros dos tipos se desarrollaron directamente a partir de
Yesopampa Brochado. Los otros tres tipos re ejan una de nida in uencia de la
cultura Chavín.
d. Discusión.
La cerámica de este periodo está representada prácticamente solo por el tipo Yeso-
pampa Brochado, que no tiene otras formas que los recipientes sin cuello y como
única decoración las tiras sobrepuestas con impresiones. Con respecto a ello se
trate ya de cerámica decorada o plana, la super cie es negra quemada, hecho que
indica que todos los recipientes fueron usados sobre el fuego como ollas. La no-
table homogeneidad puede ser considerada como un rasgo de un género cerámico
que hace su aparición en una región donde no hubo antecedentes alfareros. Tam-
bién algunos otros tipos de cerámica, como La Pampa Negro Pulido, La Pampa
Alisado, y La Pampa Rojo Pulido, están relacionadas con la tradición Chavín, y
como La Pampa Marrón y La Pampa Rojo, aun cuando se desarrolló a partir de
Yesopampa Brochado, que apareció durante este periodo, ellos no debilitan la
posición predominante de este tipo. Sin embargo, la posible relación de Yesopam-
pa Brochado, una cerámica no Chavín y alfarería similar en otras regiones andinas
serán discutidas más adelante.
177
Kazuo Terada
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Excavaciones Arqueológicas en La Pampa
179
Kazuo Terada
líneas incisas y más elaboradas, y (2) hay una cantidad de escudillas, si bien hay
algunos recipientes sin cuello.
con La Pampa son Pandanche (Fase A), Cerro Campana Este de Huamachuco,
Las Haldas (Pre-Chavín), y Guañape en Virú, (fase temprana). Entre estos Cerro
Campana Este, tiene indudablemente una relación directa, al mismo tiempo que
recipientes de cerámica de los otros tres sitios, aunque puede haberse desarrol-
lado independientemente, a pesar de su origen común.
2. PERÍODO LA PAMPA
a. Fechados C-14
- TK-176 2620 – 70 años antes del presente. Restos de carbón recogidos de Fp-2,
uno de los hogares distribuidos en la parte alta del montículo.
- TK-195 2490 – 60 años antes del presente. Granos de carbón recolectados de Fp-6.
Estas dos fechas coinciden perfectamente con la edad estimada para este periodo
que está relacionado con la cultura Chavín, como es evidente por los tipos cerámi-
cos.
181
Kazuo Terada
b. Construcciones
También la vertiente oeste continuó siendo usada, al igual que en el periodo Ye-
sopampa, se alteró la dirección del muro de retención (W-83) y el cuarto (R-16) de
este periodo, haciendo un Angulo de 40º con un muro de retención Yesopampa
(W-52). La plataforma (Pl-4 sostenida por W-83) está colocada encima de Pla-3 de
la Fase C de Yesopampa, y se extiende hacia el norte en una área no excavada y
hacia el sur, por lo menos, el lugar donde se sostuvo R-6.
En la parte alta del montículo, hubo varios hogares y paredes de cuartos así como
restos de otras estructuras, aunque su tamaño completo no pudo ser clari cado.
En general, por su naturaleza, las construcciones pueden clasi carse en tres cat-
egorías: la primera es una sucesión de la tradición Yesopampa: el uso del lado
oeste para construcción (Pla-4), el uso de piedras acostadas en formas de ladrillos
para las paredes, y la instalación de una estructura accesoria dentro de los cuartos
(e.g. Str. 9). La segunda corresponde a rasgos exclusivos en este periodo: un cuarto
grande (R-16) que tiene las paredes hechas de piedras paradas de varios tamaños,
y hogares (e.g. Fp-6) construidos por hoyos poco profundos rodeados por lajas
de piedra. La tercera es un rasgo que se puede distinguir a lo largo de todos los
periodos en M-8, como hoyos profundos para hogares.
c. Artefactos
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Excavaciones Arqueológicas en La Pampa
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Kazuo Terada
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Excavaciones Arqueológicas en La Pampa
Fig. 7. Cerámica del tipo La Pampa Alisado (1-12), y La Pampa Rojo Pulido (13-20).
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Kazuo Terada
o sea sin decoración) (Figura 5), y La Pampa Rojo (cerámica decorada) (Figura
6), tienen características comunes con Yesopampa Brochado. Por otro lado, La
Pampa Negro Pulido, La Pampa Alisado, y La Pampa Rojo Pulido (Figura 7), tres
tipos relacionados con Chavín, continúan existiendo como una minoría.
d. Discusión
Este periodo corresponde evidentemente al Horizonte Temprano en los Andes
Centrales, o sea, la cultura Chavín clásica. Con respecto a la cerámica, los tres ti-
pos, La Pampa Negro Pulido, La Pampa Alisado y La Pampa Rojo Pulido muestran
claramente su relación con el estilo Chavín ya sea en el acabado de su super cie
como en sus elementos decorativos. De paso, interpretando estas relaciones, se
puede especular que estos tres tipos no representan una introducción directa de
la cerámica Chavín en La Pampa, sino que re ejan el proceso de formación de la
cultura Chavín en otro lugar, desde el momento que ellos hacen su aparición an-
tes, en el precedente periodo Yesopampa. Los tipos más populares de este periodo
son no-Chavín, La Pampa Marrón y La Pampa Rojo, tipos que se han desarrollado
a partir de Yesopampa Brochado bajo estímulos externos, como se puede recon-
ocer por el engobe rojo y la decoración modelada aplicada. Es probable que este
estímulo pudiera llegar del mismo origen de los tres tipos parecidos al Chavín que
ya se ha mencionado. A pesar de que no podemos señalar con minuciosidad el
lugar de origen, percibimos que un impacto fuerte se produjo desde Pacopampa,
al norte de La Pampa (Rosas y Shady, 1974; Kaulicke, 1975; Fung, 1975).
3. PERÍODO TORNAPAMPA
a. Fechados C-14
Hay solamente una fecha: A.D. 1310.
TK-173 640 – 50 años antes del presente. Restos de carbón recolectados de la su-
per cie del piso superior de un cuarto de la construcción circular Rondán (RCC).
Nos gustaría no aceptar esta fecha, porque la edad de Tornapampa es considerada
más temprana – como se puede inferir por un tipo cerámico blanco sobre rojo – y,
cabe la posibilidad que los granos de carbón fueran traídos allí en tiempos poste-
riores.
186
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa
b. Construcciones
187
Kazuo Terada
c. Artefactos
188
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa
Parece que hubo dos tradiciones; las de los Cuencos Abiertos Decorados y la de
los Cántaros Sencillos (sin decoración). La primera consiste en tres tipos delgados,
siendo el último confeccionado a partir del tipo Marrón. Tornapampa Gris y Gris
Tosco contienen ambas tradiciones (Figura 10), como si no hubiera todavía una
dicotomía funcional de formas en acuerdo con los tipos cerámicos.
Entre otros puntos, notamos que se ha propuesto que el Gris Delgado es un tipo
importado, el Naranja Delgado está muy bien alisado y está hecho con arcilla na,
mientras que el Marrón Delgado tiene arena como temperante; Gris y Gris Tosco
tienen pasta compacta y están bien quemados y el Marrón es el mas frecuente de
todos los tipos.
d. Discusión
189
Kazuo Terada
190
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa
Fig.10. Fragmentos de cerámica de RCC: Tornapampa Gris (1-8); Tornapampa Gris Tosco
(9-10); RCC-A (11-16); RCC-B (17).
191
Kazuo Terada
Cuencos Abiertos Decorados. Hasta ese tiempo se piensa que La Pampa fue una
estación de relevo entre el Callejón de Huaylas y Huamachuco. Tomando en con-
sideración, sin embargo, que la técnica de pintura negativa bien desarrollada en el
estilo Recuay en el Callejón de Huaylas, fue trasmitida a Huamachuco pero no a
La Pampa, nosotros no podemos conjeturar que la ruta de comunicación cambió,
no pasando a través de La Pampa. Además, las escudillas con base anillada, trípo-
des vacíos, y diseños cursivos pintados que se hallaron en la cerámica Huama-
chuco en el estadio de construcción de Marca Huamachuco que se extiende desde
el Período Intermedio Temprano hasta el Horizonte Medio 1A, están totalmente
ausentes en los recipientes de Tornapampa. Este fenómeno corrobora el hecho que
La Pampa estuvo aislada de la ruta principal de difusión cultural en las tierras
septentrionales, desde los comienzos del Período Intermedio Temprano hasta la
llegada de la civilización Inca, habiendo estado separada por largo tiempo en una
forma de estancamientos cultural.
La época en la cual las chullpas fueron construidas ha sido discutida por muchos
autores. Tschopik quiso situarlas en el Período Intermedio Tardío (1946, p. 53),
Shady y Rosas en el Período Intermedio Temprano (op. cit., p. 27), mientras que
Mejía simplemente piensa que ellas duraron mucho tiempo, como ya se ha men-
cionado. Nosotros creemos que la costumbre de construir chullpas, como tumbas,
perduró por un tiempo considerable en los Andes Centrales.
192
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa
4. PERIODO CASERONES
a. Fechados C-14
Tenemos un solo fechado radiocarbónico: A.D. 1450. TK-193 500 – 70 años antes
del presente. Restos de carbón recolectados del suelo, caídos en el interior de un
recipiente de cerámica, encerrado debajo del piso de la Fase Caserones Tardío.
Esta fecha corresponde exactamente a la edad supuesta para el Período Caser-
ones, que recibió in uencia de la civilización Inca.
b. Construcciones
Las construcciones fueron edi cadas sobre la parte alta plana del montículo, una
cuarta parte del cual fue excavado, y en el área entre la vertiente este y norte de
M-8. Entre otras, una gran construcción cuadrada se encuentra en la cima de M-7.
Las casas sobre la vertiente tienen plano rectangular, sus paredes mas largas cor-
ren paralelas al contorno del montículo y las paredes más cortas son verticales al
mismo. Ellas son generalmente anchas y alargadas, y están separadas en muchos
cuartos por porciones de paredes que son también verticales a la línea de con-
torno, mientras que las entradas de las casas son instaladas generalmente sobre las
paredes más pequeñas (Figura 11).
Sobre la parte plana alta de M-8, donde efectuamos excavaciones estratigrá cas
se pueden reconocer dos fases constructivas: la primera correspondiente a los re-
cipientes enterrados y la última a los cuartos excavados. Durante la primera fase,
se destruyeron las construcciones Tornapampa, el terreno fue nivelado, alrededor
de 20 recipientes de cerámica fueron enterrados quizá con nes religiosos, y se
instaló Tm-2, una piedra tombal subterránea bien conservada de forma hexago-
193
Kazuo Terada
Fig. 11. Vista ilustrada de las construcciones del Período Caserones, en la falda noreste y
la cima de M-8.
En la parte alta de M-7, se puede observar una pequeña estructura piramidal (650
x 650 x 50 cms.), de forma irregular a la cual se puede ascender por una escalera
de piedra con paredes que la bordean. En conclusión, las vertientes este y norte,
fueron casas con muchos cuartos, densamente apiñadas, que parecen haber sido
para el pueblo; la parte alta de M-8, donde se construyeron casas mas elaboradas
con cuartos individuales, con un ancho espacio entre ellos, pudieron haber sido
ocupados por los dignatarios locales; y las estructuras piramidales en la cima de
M-7 podrían haber sido construcciones públicas sagradas.
c. Artefactos
La cerámica Caserones está clasi cada en 5 tipos: Pintado, Pintado Fino, Anara-
njado, Gris y Rojo Ladrillo. Una evidente in uencia Inca está probada por los
recipientes arybaloides de los tipos Caserones Pintado y Pintado Fino (Figura 12).
Las fases más tempranas, establecidas por la investigación de las construcciones,
comprenden todos los tipos, pero podemos suponer que los tipos Anaranjado y
Gris son más tempranos porque ellos fueron hallados en proporciones mayores
194
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa
195
Kazuo Terada
196
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa
en los estratos más tempranos de este periodo. Además, estos dos tipos tienen sus
raíces en la tradición Tornapampa Cántaros Sencillos, aunque aparecen algunos
nuevos atributos, como un cuello corto y ornamentos modelados en la Cerámica
Caserones (Figura 13). El tipo Caserones Rojo Ladrillo muestra una mezcla de
estos dos grupos que se han mencionado, en el que está comprendida la forma
arybaloide aunque sin pintar; hay cuencos muy grandes, pero ellos mantienen la
decoración plástica nativa.
d. Discusión
La Pampa fue un pequeño villorrio o pueblo situado sobre el camino real del Inca,
en el Período Caserones. Miguel de Estete, que acompañaba a Hernando Pizarro
en su expedición a Pachacamac en 1533, da un vivido relato de sus jornadas. La
parte que se re ere al itinerario en los lugares que nos concierne, es como sigue:
“…Y así comenzó su camino a 14 de enero, y el mismo día paso algunos malos
pasos y dos ríos, y fue a dormir a un pueblo que se dice Totopamba, que esta en
una ladera. De los indios fue recibido y dieron bien de comer y todo lo que fue
menester para aquella noche, y indios para las cargas. Otro día salió deste pueblo
y fue a dormir a otro pequeño pueblo que se dice Corongo; al medio camino esta
un gran puerto de nieve, y todo el camino mucha cuantidad de ganados con sus
pastores que lo guardan, y tienen sus casas en las sierras al modo de España. En
este pueblo dieron comida y todo lo que fue menester, y indios para las cargas;
este pueblo es subjecto de Guamachuco. Otro día partió deste pueblo, y fue a
dormir a otro pequeño que se dice Pina, y no se hallo en él gente, porque se ausen-
taron de miedo. Esta jornada fue muy mala, porque había una bajada de escalera
hecha de piedra, muy agra y peligrosa para los caballos. Otro día a hora de comer
llegó a un pueblo grande que está en un valle; en medio del camino hay un río
grande muy furioso;…”(Estete, en Xerez, 1970, p. 76-77).
197
Kazuo Terada
bano de la administración incaica, con La Pampa, pero el hecho que se hallara una
cantidad de arybalos en las excavaciones de M-8, tiende a indicar que La Pampa
funcionó como un centro local del Imperio Inca y jugó un rol de área de servicio
para aquellos que iban y venían a lo largo de la ruta imperial. Un edi cio grande,
situado al oeste de M-8 y llamado localmente Caserones, nombre que nosotros
hemos adoptado para designar al Período Inca en La Pampa, parece haber sido
una taberna para los soldados incas, a juzgar por su tamaño y estructura. Como se
ha dicho repetidamente, la parte alta del montículo fue arreglada para construc-
ciones durante este periodo y se levantó una gran cantidad de casas Caserones so-
bre las vertientes norte y oeste de M-8. Esta actividad constructiva puede sugerir
que La Pampa fue incorporada al régimen incaico. Según Del Busto, que recon-
struyó la marcha de Francisco Pizarro de Cajamarca al Cusco entre el 11 de agosto
y el 15 de noviembre de 1533 (1964, p. 13), la armada de paso Puerto Nevado,
situada entre Totopamba y Corongo, un 29 de agosto, el día siguiente cruzó un
gran río por medio de un puente suspendido, o sea el rio Santa, y “… habiéndole
pasado partió a otro día de mañana que fue domingo para Guaiglia, y llegados,
oyeron misa y después entro en ciertos aposentos buenos; …”(Sancho, Cap. 3).
El autor considera que “el puente” es el de Yuracmarca, desde donde hoy día se
bifurca el camino a La Pampa, o sea que Pizarro dejó ciertamente sus huellas, o
estrictamente hablando, las huellas del casco de su caballo sobre el suelo de La
Pampa, aunque aparentemente el no durmió allí. Sus cronistas ni siquiera mencio-
nan el nombre de este villorrio, Pina, porque era muy pequeño y sus habitantes se
escaparían antes de la llegada de Pizarro, como sucedió con su hermano cuando
llego aquí unos meses antes. Es importante notar que los dos hermanos tomaron
el mismo camino de Cajamarca a Huaylas, a través de La Pampa. Este villorrio no
fue un centro administrativo de poder, como se dijo antes, pero su importancia es-
triba en estar situado a lo largo del camino. El camino incaico no fue reconstruido
en todos los lugares, sino que se hizo uso de caminos que estuvieron en uso an-
teriormente, o sea que La Pampa estuvo bien situada a lo largo del camino por el
que se difundieron las culturas pre-incaicas.
poner que el camino del oeste vía La Pampa era más fácil para el viaje. Von Hagen
a rma que existió un camino incaico que salía de Chachapoyas y que llegaba a
Huánuco, donde se juntaba al camino de este arriba mencionado (1976, p. 18).
199
Kazuo Terada
200
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
Danièle Lavallée
El estudio que damos a conocer fue realizado sobre el material lítico (201 piezas)
recogido en 1967-1968, durante las excavaciones efectuadas en el sitio de Chavín
de Huántar. La colección estudiada proviene exclusivamente de la zona R.C. de
dicho sitio .
Cabe señalar de inmediato que todos los niveles, así como todos los objetos a los
que haremos referencia en el presente trabajo pertenecen a un mismo periodo
cultural, llamado periodo “Huaraz”. Por este motivo, a lo largo de nuestro texto
hemos omitido voluntariamente mencionar los distintos niveles arqueológicos de
esta excavación, tal como debe hacerse en la mayoría de los casos. Nos hemos lim-
itado, pues, a establecer un cuadro recapitulativo de la distribución general de los
diferentes objetos e implementos, indicando para cada cual su localización precisa
en el nivel que le corresponde y su numeración respectiva.
Nota preliminar
Titulo Original: Lavallée, Daniele (1970). “Industrias líticas del período Huaraz, procedentes de Chavín
de Huántar”. Revista del Museo Nacional, Tomo XXXVI, pp. 193-233, Lima.
201
Danièle Lavallée
el curso del estudio, cuando se haga referencia a un borde cortante, dicho borde
será descrito primero en el plano correspondiente al plano principal del artefacto
(“plano horizontal”), luego en el plano correspondiente a la sección del artefacto
(“plano vertical”); de esta manera, se comprenderá como el borde cortante de un
cuchillo, por ejemplo, puede ser a la vez rectilíneo, en el plano horizontal, y sinu-
oso, cóncavo o convexo, en el plano vertical.
Todas las piezas que componen el material lítico de Chavín fueron así analizadas,
una por una desde el punto de vista tipológico. Luego, en una cha analítica que
corresponde a cada pieza, se procedió a anotar el conjunto de observaciones efec-
tuadas al cabo de este examen. Aplicando los criterios morfológicos y tecnológicos
que hemos descrito mas arriba, hemos dividido el material estudiado en cinco
categorías, que incluyen varios tipos de artefactos.
202
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar
Hemos llamado “núcleos” a todos los nódulos poliédricos de donde fueron ex-
traídas lascas de dimensiones su cientes para ser utilizadas, a condición de que
203
Danièle Lavallée
Lámina 1: Núcleos
A: nº 102, nivel 3 – B: nº 98, nivel 2.
204
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar
Son artefactos poliédricos de formas macizas, cuyas caras han sido lascadas par-
cialmente y cuyas aristas han sido utilizadas después para martillar o machucar.
Fueron extraídos de cantos rodados de roca volcánica básica, de roca eruptiva
(diorita) o de cuarcita, de 15 cm. de largo máximo. Según la relación ancho-largo
estos artefactos son de forma ovalada o esférica.
En ciertas piezas (Nº 139-155-163) fueron utilizadas a la vez las aristas ya mencio-
nadas y las super cies corticales (tipo guijarro-percutor). Se ha observado que el
empleo de una arista permite una percusión mejor dirigida, menos difusa, que el
empleo de una super cie redondeada. Si los guijarros-percutores sirvieron tal ves
para machacar materias como granos, nos parece que estos percutores-sobre aris-
tas fueron empleados diferentemente, quizás para la fabricación de otros imple-
mentos de piedra: fueron usados para picar y hasta para lascar.
205
Danièle Lavallée
Lámina 2: Percutores
A: nº 84, nivel 1, guijarro percutor – B: nº 136, nivel 4, percutor sobre aristas – C: nº 218, nivel
6, percutor sobre aristas.
206
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar
En los seis ejemplares de choppers estudiados, tanto la cara inferior como la may-
or parte de la cara superior (vale decir todo el trozo de la pieza que debía servir
para la prensión) estaban constituidas por el córtex o por la super cie natural del
fragmento de roca. Dichas partes, reservadas a la prensión, no muestran huellas
de trabajo. En la cara superior se observan escasos desprendimientos periféricos
que han determinado un borde cortante, cuyo largo variavaría de 3 a 10 cm. A su
vez, el ángulo de este borde varía entre 70º y 90º, variación que puede apreciarse
en una misma pieza.
En este caso se trata de implementos muy toscos, fabricados sin cuidado y prob-
ablemente destinados a trabajar materias leñosas. La diferencia que existe entre
estos choppers y los cepillos es difícil de apreciar y poca clara, aunque de manera
general puede decirse que en los primeros el ángulo de la parte activa es menos
obtuso que en los segundos (ver página 206). Los seis choppers presentan a lo
largo del borde cortante un desgaste evidente y múltiples machacaduras, debidas
a golpes repetidos.
207
Danièle Lavallée
posee como rasgo que lo caracteriza el hecho de ser sinuoso en dos sentidos a
la vez: horizontal y verticalmente. También es de notar que este borde cortante
ocupa solamente una parte de la periferia, puesto que una porción importante de
la super cie total de estas piezas permanece recubierto por el córtex. De manera
general puede decirse que los chopping-tools representan la forma más elemental
de implementos tajantes de fabricación bifacial. La serie incluye cinco ejemplares,
cuyas características son las siguientes:
208
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar
Lámina 4: Chopping-Tools
A: nº 21, nivel 2 – B: nº135, nivel 4.
209
Danièle Lavallée
Estos implementos son toscos y deben haber sido utilizados para cortar, em-
pleándolos en percusión lanzada. En efecto, sus bordes no son sencillamente ro-
mos, como los bordes de los cepillos, los cuales se encuentran desbastados nada
más que en algunos puntos. Contrariamente a los bordes de los cepillos, los de
nuestros cinco ejemplares presentan muy numerosos esquirlamientos producidos
casi con seguridad por los golpes dados sobre la materia a cortar. Al igual que los
choppers, estos chopping-tools no ofrecen ninguna posibilidad de ser enmanga-
dos y debieron por lo tanto de haber sido tomados directamente con la mano,
aprovechando el talón cortical.
El valor medio del ángulo de la parte activa es de 80º; esta parte no ha sido reto-
cada, salvo en dos casos, que por otra parte son dudosos.
Lámina 5: Bifaces
A: nº 138, nivel 4 – B: nº 70, nivel indeterminado – C: nº 3, nivel 2 – D: nº 68, nivel 4.
211
Danièle Lavallée
observación es valida no sólo para los bifaces gruesos, sino para la totalidad de la
industria analizada tipológicamente.
De una manera general hemos llamado “cepillos” a todos los artefactos plano-
convexos de borde cortante más o menos redondeado, fabricados a partir de gui-
jarros o de fragmentos de roca cualquiera, que constituyen raspadores toscos.
Características de las piezas estudiadas:
Los artefactos son pues más cortos y relativamente más altos que los choppers
unifaces y bifaces descritos más arriba.
213
Danièle Lavallée
según que la cara superior se encuentre o no enteramente afectada por los des-
prendimientos de lascas. En cambio, si la masa inicial a partir de la cual se obtuvo
el artefacto era mucho más importante y voluminosa, o cuando se trataba de un
guijarro más o menos esférico fue preciso tallar ambas caras, mediante despren-
dimientos abruptos y múltiples sobre la cara superior convexa, mientras que en
la cara inferior plana sólo fue necesario desprender algunas lascas planas y poco
numerosas (de 1 a 4). En este último caso las piezas obtenidas son, técnicamente
hablando, bifaces y muchas veces resulta difícil distinguir siu se trata de verdade-
ros implementos fabricados intencionalmente (cepillos auténticos), o de núcleos
reutilizados como cepillos cuando tenían una cara plana (núcleos-cepillos). La col-
ección estudiada comprende 10 piezas trabajadas unifacialmente.
El borde activo tiene de 10 a 15 cm. de largo y su ángulo oscila entre 90º y 100º.
Este borde es rectilíneo o convexo, pero nunca es sinuoso, rasgo opuesto al de los
bordes sinuosos de los choppers, chopping-tools o bifaces. Por lo demás es siem-
pre rectilíneo en el plano vertical, para poder ser apoyado sobre la super cie de
la materia tratada. Todos estos cepillos son instrumentos toscos y sólo dos ejem-
plares fueron retocados para regularizar el per l del borde cortante (uno de estos
ejemplares presenta trabajo bifacial y el otro, unifacial).
En todos los casos estos implementos fueron utilizados en percusión tenida y
apoyada, con el n de cepillar o de raer; el borde cortante se presenta romo, pero
no muestra esquirlamientos.
Las dos puntas de obsidiana negra (Nº235 y Nº 236) pertenecen a un mismo nivel
y son muy parecidas. Se trata indudablemente de arnas ofensivas, de función pen-
etrante. Tienen una forma foliácea, son pequeños y relativamente anchas y delga-
das; debían de ser puntas de echa o de dardo, y en ambos casos debían formar
parte de un arma arrojadiza (Lámina 7, Figs. A y B).
Respecto a la punta Nº 224 podemos decir que existe una gran semejanza entre
su forma y sus proporciones y las de las puntas pulidas, fabricadas en la misma
materia. Este hecho permite deducir que para trabajar rocas blandas probable-
mente coexistían las dos técnicas de fricción y de lascado, en una misma época.
Debemos insistir en que esta punta tallada Nº 224 parece representar una pieza ya
terminada de fabricar y no tiene modo alguno el aspecto de una primera etapa de
elaboración de una punta pulida (Lámina 7, Fig. C).
En cuanto a la pieza Nº 141 poco se puede decir, por haberse encontrado rota y
disponer, en consecuencia, sólo de un fragmento.
215
Danièle Lavallée
216
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar
Las lascas pueden haber sido utilizadas sin ningún retoque, tal como fueron ex-
traídas del núcleo; también en otros casos fueron empleados después de sufrir un
trabajo secundario efectuado en forma marginal y a veces facial.
217
Danièle Lavallée
Todos estos rasgos corresponden a lo que sabemos de los núcleos de esta colec-
ción, que ostentan plataformas de percusión lisa o corticales, sin preparación pre-
via, huellas de desprendimientos anchos y cortos, con un ángulo complementario
del ángulo de lascado de dichas lascas, el cual mide alrededor de 80º.
Debemos decir que los ejemplares de esta colección no son claros ni convincen-
tes, puesto que sus características morfológicas son poco netasclaras. Su inclusión
dentro del grupo de los raspadores no resulta evidente y es hipotética.
La primera pieza (Nº 200) es de forma pseudo-trapezoidal, con una prolongación
estrecha que continua hacia el exterior en uno de los lados chicos. Sus dimensio-
nes son las siguientes: largo: 3 cm.; relación ancho-largo: 7/8; relación espesor-
largo: 3/8.
Esta pieza fue fabricada sobre una lasca de pedernal; la extremidad de la prolon-
gación ha sido redondeada mediante pequeños retoques externos, semi-circulares
y perpendiculares al borde. El ángulo del sector retocado oscila ente 80º y 90º,
formando de esta manera un pequeño “hocico” prominente. Todo el cuerpo de
la lasca, sin retoque, debía servir a la presión del implemento (Lámina 8, Fig. C).
La segunda pieza (Nº 129) ha sido fabricada a partir de un fragmento, probable-
mente natural, de roca sedimentaria blanda. No existe pues en ella ni una cara de
lascado netaclaro, ni tampoco una plataforma de percusión. El fragmento natural
de roca es de forma triangular y ha sido trabajado a lo largo de los dos lados adya-
centes, mediante una serie de retoques discontinuos externos muy variados en sus
formas y en sus dimensiones; el ángulo del sector retocado mide alrededor 80º.
219
Danièle Lavallée
Las tres piezas analizadas presentan las mismas características de formas, de di-
mensiones y de utilización que los implementos similares fabricados sobre nú-
cleos.
Se trata de lascas chatas retocadas sobre uno o más bordes, lo cual determina un
borde cortante rectilíneo o convexo, generalmente paralelo al eje longitudinal de
las lasca.
Fabricación: el guijarro inicial ha sido trabajado en sus dos caras mediante algunos
desprendimientos grandes, irregulares y periféricos, concentrados sobre todo en
la extremidad más ancha. S e ha obtenido, de esta manera, un borde útil convexo,
ligeramente cortante, y sinuoso en el plano vertical. El largo del borde cortante
varía entre 10 y 15 cm. La mayor parte de las dos caras permanecen corticales.
Probablemente después del trabajo de tallado bifacial, las piezas de esta colección
han sufrido un trabajo de picado. El borde activo nos servirá de guía para ori-
220
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar
Lámina 9: Azadones
A: nº 265, nivel 3 – B: nº 234, nivel 2 – C: nº 196, nivel 5.
221
Danièle Lavallée
entar la pieza, la colocaremos a la altura del tercio superior de la pieza, han sido
preparados dos escotaduras de 3 a 5 cm. de ancho y de 2 a 3 cm. de profundidad.
Dichas escotaduras estaban destinadas a facilitar la jación de la hoja de piedra
del azadón en un mango.
Las lascas y fragmentos naturales tienen cierto grado de parentesco con lo objetos
de piedra tallada. Por este motivo hemos preferido analizarlos aquí, separada-
mente, aunque si se catalogaran según un punto de vista técnico exclusivo, el
hecho de tratarse de objetos tan groseros y rudimentarios, nos obligaría a colocar-
los en la categoría de los cantos rodados utilizados.
Es imposible describir las formas de cada uno de estos fragmentos que son por
de nición atípicos e irregulares. Sus características varían además según la na-
turaleza de las rocas de las cuales fueron desprendidos, como son: esquistos, cal-
cáreos, cuarcita, rocas volcánicas o eruptivas.
Todos estos fragmentos han sido utilizados, con seguridad, pero ninguno de ellos
ha sido retocado. Los bordes empleados en diversos trabajos muestran huellas
evidentes de uso, así como numerosas melladuras. De aquí surge la di cultad
para identi carlos. Efectivamente, por una parte estas lascas y fragmentos natu-
rales no han sido retocados, ni ostentan ningún desprendimiento efectuado por
el hombre y por lo tanto no se trata de útiles fabricados intencionalmente. Pero,
por otra parte, el hecho de que todos hallan sido utilizados sin lugar a duda los
aproxima y los asemeja a los útiles fabricados voluntariamente.
222
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar
Hemos indicado aquí las formas de estas puntas, considerados en cada uno de los
planos horizontal, vertical y transversal.
2) Pl. foliáceo, de s.l. foliáceo y de s.t. hexagonal: 3 puntas (Nº 1, Nº 150, Nº 207)
(Lámina 10, Fig. B).
223
Danièle Lavallée
224
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar
3) Pl. ojival, de s.l. ojival, de s.t. romboidal: 2 puntas (Nº 201, Nº 237) (Lámina 10,
Figs. C y D).
4) Pl. ojival, de s.l. ojival y de s.t. hexagonal: 2 puntas (Nº 201, Nº 233).
5) Pl. ojival, de s.l. foliácea y de s.t. hexagonal: 2 puntas (Nº 106, Nº 238).
6) Pl. ojival, de s.l. foliácea y de s.t. pentagonal: 1 punta (Nº 212) (Lám. 10, Fig. E).
7) Pl. ojival, de s.l. lenticular y de s.t. pentagonal 1 punta (Nº142) (Lám. 10, Fig. F).
10) Pl. foliácea, de s.l. ojival y de s.t. lenticular: 1 punta (Nº 246).
11) Pl. foliáceo, de s.l. foliácea y de s.t. romboidal: 1 punta (Nº 170).
12) Pl. foliáceo, de s.l. lenticular y de s.t. lenticular: 1 punta (Nº 118).
Estas puntas son pues relativamente alargadas, angostas y chatas. Los bordes pre-
sentan un lo cuyo ángulo varía entre 40º y 60º, generalmente romo. El ápice es
raras veces agudo y muy a menudo se encuentra romo. Ellos fueron obtenidos
frotando láminas naturales de roca blanda sobre una masa abrasiva constituida
por una roca más dura de textura ligeramente granulada. Dicho frotamiento tenía
por objeto dar forma primero y luego adelgazar, o a lar, los bordes de la lámina
natural de roca más blanda. Según que las super cies así desgastadas por abra-
sión se juntaran, o no, en el medio de cada cara de la punta se formaban dos fac-
etas longitudinales en el primer caso, y tres, en el segundo caso, en cada una de el-
las. Cuando para obtener una basa liforme fue desgastado, además, el talón de la
punta, aparece un nuevo plano de abrasión dispuesto transversalmente esta vez.
En algunos ejemplares, mediante la lupa binocular, se puede ver y observar la
orientación de las estrías resultantes del trabajo de abrasión. Respecto al eje longi-
tudinal de las piezas así estudiadas se percibe que dichas estrías son generalmente
longitudinales u oblicuas a este eje muy raras veces transversales.
Al nalizar el análisis de estas puntas resulta difícil pronunciarse sobre el uso po-
sible de estas piezas. No muestran ni huellas, ni tampoco vestigios de haber sido
enmangados por la base. Únicamente el adelgazamiento observado en el talón
de algunas deja suponer que pudieron haber sido introducidas en un cabo de
madera, hendido con anterioridad, al cual se les podía sujetar con ligaduras, de
225
Danièle Lavallée
las que no han quedado rastros. Los bordes y el ápice están por lo general muy
redondeados y por este motivo no presentan mucho lo, pero dada la calidad de
la materia prima (rocas blandas) no se puede a rmar si este desgaste de los bordes
y la consecuente pérdida del lo se deben a la utilización de los mismos o a su
prolongada permanencia en el suelo .
De modo general puede decirse que las hojas pulidas con doble bisel simétrico
son hojas de hachas, destinadas a ser enmangadas con el lo dispuesto probable-
mente al mango. Más que herramientas son en realidad armas; así lo atestiguan
tanto el cuidado de su fabricación pues se trata de piezas bien terminadas – como
su tamaño reducido. Sin embargo, esta pieza en particular presenta numerosas
melladuras a lo largo de los bordes y del lo y una de sus aletas también está rota.
Este hecho permite suponer que la pieza fue empleada luego al modo de cualquier
biface. Es evidente que la rotura de la aleta imposibilitó el enmanga miento de
esta pieza, que debe de haber sido empleada, entonces, para cortar en percusión
lanzada, teniendo en cuenta las melladuras y otras huellas de uso observadas.
Según la forma más o menos regular del guijarro elegido para su fabricación, es-
tos implementos han sufrido en ciertos casos, para ser regularizados, un trabajo
pulido. En algunas zonas han permanecido recubiertas por el córtex del guijarro;
mientras que otras han sido enteramente pulidas, habiendo sido eliminado, por
consiguiente, toda la corteza natural de la roca (Lámina II Fig. C). Estos son los
casos extremos pero la mayoría de las piezas combina la presencia de corteza re-
sidual y de super cie pulida.
227
Danièle Lavallée
en la parte del agujero cercano a su borde exterior. Cabe destacar que esta per-
foración se encuentra muy raras veces bien centrada; esta particularidad, unida
al hecho de que se han empleado guijarros de formas irregulares, han dado como
resultado que la mayoría de estas masas de piedra perforadas estén mal equilibra-
das y sean por lo tanto poco indicadas para ser utilizadas como porras o macanas.
Dos piezas muestran huellas evidentes de uso por frotamiento efectuado sobre su
periferia. Estas huellas, así como el aspecto general de la pieza, permiten suponer
que eran usadas en trabajos agrícolas ya sea enmangada en un cabo largo con el
n de quebrar terrones; ya sea con el objeto de dar peso a un palo de cavar.
Si comparamos las masas con hoyuelos a las masas de piedra perforadas descritas
anteriormente, se percibe que las primeras son más espesas, o más gruesas, que
las segundas.
El uso preciso de las piedras con hoyuelos permanece desconocido pues necesitar-
íamos saber en qué consistía el instrumental técnico completo del grupo humano
que utilizaba estas piezas. Este conocimiento general de todos sus implementos
nos permitiría quizás decidir qué clase de materias eran trabajadas o fabricadas
con la ayuda de estos yunques-percutores.
229
Danièle Lavallée
activa es ya sea una o bien las dos extremidades que sirven para aplastar, macha-
car y moler materias más o menos blandas en un mortero. Las manos de mortero
trabajan en sentido puesto a las manos de metate, puesto que las primeras son uti-
lizadas en un movimiento vertical y las segundas en un movimiento horizontal.
Es de hacer notar que dos de nuestros ejemplares no llegaron a ser utilizados y por
consiguiente ostentan sus extremidades tal como se encontraban al terminarse su
fabricación. Se percibe en ambas caras extremidades un trabajo de desbastamiento
que tenía por objeto a nar la parte activa, destinada a entrar en contacto con la
materia a moler. Por el contrario, otro ejemplar tiene sus dos extremidades muy
desgastadas debido a una utilización intensa de la mano de mortero y muestra
huelas de uso muy pronunciado, así como algunas melladuras y desprendimien-
tos de tamaño reducido, causados por los choques o las presiones repetidas en
percusión vertical apoyada.
Los objetos que pertenecen a la segunda categoría poseen también partes pulidas;
pero el aspecto de la pieza pulida que ostenta es meramente el resultado de un
frotamiento prolongado contra todra materia y no pasa de ser, en realidad, una
huella de uso accidental, nunca efectuada a propósito.
- Fragmento triangular cóncavo pulido sobre dos caras y un borde (5 x 4.2 x 5.2
cm.). Este fragmento proviene probablemente de un mortero circular de paredes
verticales (nivel 3).
- Placa de esquisto, con un lado pulido en bisel formando un ángulo de 60º (6 x 4
x 0.5 cm.), de origen indeterminado (nivel 4).
- Fragmento rectangular de roca volcánica, pulida sobre ambas caras (4 x 3 x 1.5
cm.). Parece proceder de una punta de sección romboidal. Después que esta pieza
se quebró, el fragmento encontrado ha sido trabajado por percusión a lo largo de
los bordes, de manera unifacial y muy irregular. Muy posiblemente estos retoques
sobre los bordes tenían por objeto reavivar el lo cortante. Este objeto fue después
utilizado, hecho que determino el desgaste de los bordes cortantes, desgaste que
los ha dejado romos y mellados. Su utilización debe haber sido semejante a la de
un raspador (nivel 4).
- Dos fragmentos en forma de paralelepípedo, de granito, proceden de una misma
pieza, de origen indeterminado (nivel 5).
- Fragmento alargado procedente de un mortero de roca eruptiva, pulido sobre
dos caras, pero con mucho mayor cuidado en la cara interna (nivel 6).
- Pequeña placa rectangular negra, con dos lados redondeados (3.5 x 2 x 0.7 cm.).
Pueden tratarse de un pulidor (nivel 2).
- Guijarro ovalado de roca gris, algo achatado y cuyo canto se encuentra pulido,
pero por el uso. (no se ha identi cado la roca de que se trata). Este fragmento po-
dría ser un pulidor (nivel 2).
CONCLUSION
Llegados al término de este breve estudio ¿qué puede decirse del conjunto de
la industria lítica descrita, sin haber establecido distinciones entre los diferentes
niveles arqueológicos donde fueron recogidas cada una de las piezas que la com-
ponen?
En lo que se re ere a la piedra tallada, se trata de un conjunto de artefactos gro-
seros, fabricados en una materia prima que si bien esta es abundante, no deja de
ser muy ingrata, prestándose mal a la elaboración de piezas de factura na y bien
terminada. Para alcanzar estas conclusiones generales nos hemos basado en las
siguientes observaciones:
- Las lascas, así como las herramientas de lasca, son relativamente poco numero-
sas, puesto que cubren escasamente el 30 % del total de las piezas.
En su mayoría se trata de lascas que permanecieron tal cual fueron desprendidas,
sin haber sido retocadas después, y utilizadas luego en estado que podríamos
llamar “natural”.
231
Danièle Lavallée
- La mayor parte de las herramientas que integran esta colección son implementos
fabricados a partir de cantos rodados, o bloques de piedra de factura grosera que
produjo en consecuencia objetos toscos, y resulta difícil distinguir por su forma
los unos de los otros. ¿Cómo decidir, en de nitiva, si una pieza es un núcleo uti-
lizado, un chopper, o un cepillo? Debemos reconocer que todos estos términos
cuentan con una gran parte de arbitrariedad. En realidad, las fronteras entre tipo
de herramienta y otro que se le asemeja nuca quedan bien establecidas. Bastae
para ilustrar este hecho nuestra manera de de nir los núcleos en forma nega-
tiva: “núcleos son aquellos bloques de piedra lascados por el hombre, que no son
ningún otro implemento”.
- Por lo demás, son muy escasos las herramientas concebidas desde el momento
de su fabricación con miras a una utilización especí ca. Contamos únicamente
con dos herramientas especializadas que son dos “raspadores”. No aparecen en
esta colección ni buriles, ni tampoco perforadores.
ELl número de útiles que nunca fueron enmangados sobrepasa de lejos la canti-
dad de aquellos que fueron empleados con mango. Pertenecen a la serie de imple-
mentos enmangadnos los palos de cavar, los azadones, las puntas de proyectiles
y la hoja de hacha pulida. Las demás herramientas debieron ser utilizadas tomán-
dolas directamente con la mano.
En relación con la metodología podemos decir que cuando se estudia una colec-
ción de objetos líticos tan groseros y toscos, como poco diferenciados entre sí,
resulta mucho más conveniente efectuar su clasi cación basándose únicamente
en criterios tecnológicos y morfológicos. Vale más aplicar estos dos criterios que
pretender clasi car los objetos según su posible utilización, de la cual en pocos
casos tenemos una certeza absoluta. Por lo demás, a lo largo del presente estudio
hemos visto en varías oportunidades que ciertas piezas han podido servir para
nalidades o usos distintos, tales como cortar y raer a la vez. Tampoco debemos
olvidar aunque un implemento tenga una sola utilización bien precisa, desde el
punto de vista de su fabricación que puede ser clasi cado en categorías diferentes;
puesto que tanto ha sido fabricado a partir de un núcleo, en ciertos casos, como a
partir de una lasca, en otros, y también, en algunas circunstancias, a partir de un
232
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar
canto rodado. Buen ejemplo de ello son los cepillos, fabricados sobre-núcleo, o
sobre-lasca. Resulta pues particularmente importante, que al efectuar una clasi -
cación de este tipo se mani esta desde el principio sobre criterios de base durante
el transcurso de dicha clasi cación. Por ejemplo, en el presente estudio, hemos
trabajado únicamente sobre los criterios morfológicos y tecnológicos, dejando de
lado los criterios de utilización, aunque varios artefactos tengan una utilización
bien de nida, y, ya conocida.
Ahora, si dejamos de lado estos criterios que hemos aplicado a lo largo de nuestro
análisis tipológico, podemos intentar de agrupar los objetos desde el punto de
vista de su utilización y obtendremos el resultado siguiente:
sobre lasca,
- Cuchillo , lasca no retocada
2) Herramientas que sirven para raer, raspar o rasquetear (borde cortante distal
o lateral)
tanto sobre núcleo como sobre lasca
- Cepillo, raspador
5) Armas:
- punta de proyectiles
- hachas
- proyectiles para hondas
233
Danièle Lavallée
234
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
Wendell Bennett
EL ENTORNO GEOGRÁFICO
El Callejón está efectivamente aislado del resto del Perú por las dos cadenas mon-
tañas que la anquean. La Cordillera Blanca, localizada a lo largo de la zona del
lado oriental, está compuesta de una larga serie de picos montañosos cubiertos de
nieve, muchos de los que se elevan muy por encima de 6000 metros de altitud. Al-
gunos de los picos sobresalientes son Ranropalca, Copa, Huascarán, Chopicalqui,
Contrahierbas, Hualcán, Huandoy, Aguja Nevada, Artesonraju, Santa Cruz, y
Chacraraju. Borchers2 proporciona una excelente descripción de todos éstos, y
también incluye el mejor mapa del Callejón de Huaylas. La Cordillera Blanca está
atravesada por caminos de herradura ubicados por encima de la línea de nieve.
Durante mucho tiempo, este accidente geográ co se ha constituido, entonces, en
una barrera efectiva, aunque más notable en términos del transporte moderno
que en el caso del que había en el pasado.
Titulo Original: Bennett, Wendell C. (1944). The North Highlands of Peru. Excavations in the Callejón de
Huaylas and at Chavín de Huántar. Anthropological Papers of the American Museum of Natural History,
vol. 39, pt 1. New York.
235
Wendell Bennett
236
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
La Cordillera Negra, que se eleva a lo largo del lado oeste del Callejón de Huaylas,
es menos majestuosa que la Cordillera Blanca, a pesar de que sigue siendo una
formidable cadena montañosa. Sus picos alcanzan los 4853 metros de altura y la
mayoría de los pasos están a más de 4200 metros. Hasta hace muy poco los siste-
mas de comunicaciones entre la costa y el Callejón se limitaron al ferrocarril que
unía Chimbote con Huallanca, para luego continuar desde allí en camión a través
del Callejón, además de la combinación de camión y senderos para mula que lle-
gaban hasta los valles costeros como La Fortaleza, Huarmey, Casma, y Nepeña.
En la actualidad se ha abierto una carretera para automóviles a través del valle La
Fortaleza. En el pasado existió una considerable in uencia mutua entre la costa y
el Callejón, aunque no lo su cientemente fuerte como para acabar con el carácter
local de cada área.
Las cadenas montañosas que anquean el Callejón de Huaylas son ricas en mi-
nerales, razón por la cual numerosas minas son operadas en la búsqueda de oro,
plata, cobre, mercurio, hierro, plomo, azufre, carbón, y sal. Sin embargo, la prin-
cipal ocupación económica de sus habitantes es, y ha sido, por mucho tiempo,
la agricultura. Los numerosos a uentes del río Huaraz proveen agua abundante
en todas partes. El área está dentro de la franja de lluvia directa y además tiene
considerables fuentes de agua subterránea que en conjunto hacen que el riego sea
innecesario. La naturaleza inter-montañosa del valle produce suelos ricos. En gen-
eral, la región es bastante accidentada por la presencia de estribaciones de cerros y
riachuelos, al punto que las tierras agrícolas son, en promedio, de poca extensión.
Hoy, pequeñas haciendas y algunas comunidades son la regla, y la evidencia ar-
queológica indica que en el pasado hubo una concentración demográ ca similar,
expresada en unidades correspondientes a aldeas pequeñas. Los centros poblados
se encuentran a intervalos regulares en el Callejón. Las principales ciudades, de
norte a sur, son Huaylas, Caras, Carhuaz, Yungay, Huaraz (capital del Departa-
mento), y Recuay. Más al sur, la pantanosa y ventosa Pampa de Lampas sostiene
algún nivel de pastoreo, pero poca agricultura. Según Raimondi (1873) las ruinas
de los templos de mayores dimensiones fueron encontradas en cada una de las
principales ciudades modernas, de modo que uno in ere que los centros de po-
blación fueron casi los mismos en el pasado.
SITIOS DE HUARAZ
En las páginas siguientes se enumeran los sitios que hemos examinado en la región
de Huaraz. Esta lista no representa de ninguna manera reconocimiento completo
de los sitios de esta zona. Se pueden encontrar informes sobre otros sitios, tanto
aquí como en el conjunto del Callejón de Huaylas, consultando los trabajos de
Tello3 , Raimondi4 , el capítulo de Hans Kinzl en Borchers5 y Middendorf 6 . Sobre
la base de nuestras investigaciones, algunos de los sitios no merecen más que
237
Wendell Bennett
4. Wakrajirka. En una cresta montañosa cerca del sitio No. 3 se encuentra un con-
junto de muros de piedra tosca, que pudieron haber de nido alguna estructura.
8. Kekamarka (Sitio 4H). Al este de Huaraz, sobre una cresta de cerro entre el río
Hauqui y el río Quilcay, se localiza un a oramiento rocoso con varias terrazas
naturales planas, a las que se suma un conjunto de terrazas arti ciales con muros
de piedra. Las ruinas son muy extensas y constan de terrazas, paredes, y algunas
habitaciones mejor de nidas, de forma rectangular, con alrededor de 7 por 2 met-
ros, o más pequeñas. Los muros están hechos de doble hilera de piedras, unidos
mediante un relleno interior compuesto de piedras más pequeñas. Las columnas
no son comunes en la construcción del muro. Un bloque de granito, de 2.5 metros
de largo, 1 metro de ancho y 50 centímetros de espesor, tiene una gura en relieve
en su cara convexa. Esta gura representa un hombre con las manos levantadas,
de cinco dedos cada una, y las piernas separadas, con cinco dedos en cada uno de
los pies. Los atributos de la gura están en relieve, mientras su boca es rectangular
con dientes tallados. Roosevelt9 menciona estas ruinas e ilustra la gura tallada.
Otras dos pequeñas estatuas se encuentran en el mismo sitio, pero sin relación
de nida. En la super cie se aprecian tiestos simples en rojo y naranja. El aspecto
general de las edi caciones y elementos arqueológicos, a excepción de las estat-
uas, parece ser de naturaleza Inca.
10. San Jerónimo (Sitio 2H). Precisamente sobre el puente que cruza el río San-
ta en Huaraz, se levanta un promontorio rocoso en el que se aprecian restos de
muros de piedra sin cantear. La super cie de la colina está cubierta por tiestos,
muchos de los cuales ha sido arrastrados hacia a la carretera que se encuentra en
239
Wendell Bennett
la parte inferior. En este texto se describe una colección de 123 tiestos de super cie
procedentes de este sitio. Todos parecen ser de estilo Inca.
11. Orojirka. En las colinas al oeste del río Santa y un poco al norte de Huaraz se
encuentra la hacienda del Sr. Pando. Ésta se localiza justo debajo de la hacienda de
Pongor, de donde proceden muchas de las estatuas que ahora se resguardan en el
Museo de Huaraz10 . Aquí se han descubierto largas galerías subterráneas cubier-
tas, de nidas con alineamientos de piedra. Una de ellas tiene más de 4 metros de
largo, 1.2 metros de ancho y alrededor de 90 centímetros de alto. Tomamos foto-
grafías de cuatro estatuas de piedra y medimos una tumba circular previamente
abierta de 1.5 metros de diámetro. También hemos excavado pozos de prueba en
varias partes de la colina, pero sólo se descubrió una cista funeraria, de 35 por 30
centímetros en los lados y 70 centímetros de profundidad. Ésta se hallaba de nida
en sus lados por cuatro losas verticales y cubierta por otra. Su único contenido
consistió en osamentas de un adulto.
12. Región de Wilkawain (Sitio 6H). A unos 13 kilómetros al norte por 16 grados
al este de Huaraz, se encuentra un territorio con numerosos restos arqueológi-
cos que excavamos extensamente. En realidad esta región y las cuatro siguien-
tes (números 13-16) forman en su conjunto un área continua que en este texto se
tratará como una unidad, subdividida según los tipos de vestigios existentes. Para
mayor conveniencia, se incluye aquí un résumé de las excavaciones y exploracio-
nes en cada una de las cinco secciones adyacentes.
Wilkawain es el nombre que Tello11 ha dado al templo de piedra de tres pisos que
es la construcción más destacada de la región. Se tomaron medidas y se elabo-
raron planos de este templo. Un poco al este del mismo se encuentran muchas
casas de uno y dos pisos. Seis de ellas se midieron y una fue excavada (Sitio 6H-2),
gracias a lo cual se descubrió un entierro con tres cuencos, unos 441 tiestos, siete
fragmentos de cuchara, un amuleto de piedra, y dos piezas de cobre. En las lad-
eras de las colinas se observan muchas rocas de gran tamaño y debajo de algunas
de éstas existen tumbas de piedra del tipo cista. Cuatro cortes de prueba bajo
las rocas permitieron el descubrimiento de tres tumbas (Sitios 6H-3 y 6H-5), que
contienen un total de nueve vasijas. Dos pozos de prueba pequeños en la región
(Sitios 6H-1 y 6H-4) sólo obtuvieron unos pocos tiestos sin importancia.
240
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
Una vivienda excavada en el sitio (Sitio 7H-5A) contenía una olla, una gurina,
siete vasijas de juguete, y 148 tiestos, algunos de los cuales son parte de vasijas
restaurables.
15. Región debajo de Ichik-Wilkawain (Sitio 9H). En la colina debajo del templo
de Ichik-Wilkawain se encuentran dos sitios de habitación, debajo de inmensas
piedras de super cies planas o lajas. El primero (Sitio 9H-1) contenía sólo 39 ti-
estos. El otro (Sitio 9H-2) estaba rellenado con material de desecho mixto, incluy-
endo cuatro vasijas completas, 829 tiestos, una cuchara completa, seis cuentas de
piedra, y cuatro fragmentos de cobre.
16. Irwá (Sitio 10H). Se excavaron dos galerías al otro lado de un arroyo al este de
Ichik-Wilkawain. Éstas contenían material de estilo Recuay, incluyendo tres vasi-
jas completas, 131 tiestos, una cuenta de piedra, y una cabeza de al ler de cobre.
En la descripción de las excavaciones que siguen a continuación se tratará a los
Sitios 12-16 como una sola área de la región Wilkawain, y los Sitios 7, 9, y 10 serán
descritos con más detalle.
LA SECCIÓN DE WILKAWAIN
241
en función de los períodos de tiempo sugeridos. Los materiales serán descritos a
continuación en el siguiente orden:
a. Templos: 2
Wilkawain (Sitio 611)
Ichik-Wilkawain (Sitio 7H).
g. Galerías subterráneas: 9
(Sitios 7H-5B, 8, 10, 12, 13, 14, 16; 10H1-, 2)
A. TEMPLOS
Wilkawain
El edi cio más destacado en la región es la estructura de piedra de tres pisos que
se eleva hasta una altura total de 9.25 metros y que, con nes descriptivos, bien
puede llamarse un templo (Lám. la). Se asienta sobre una plataforma plana en
parte natural y en parte arti cial, de unos 54 por 35 metros de extensión. Este es-
pacio está rodeado por tres de sus lados por restos de murallas, aunque en los últi-
mos años se han hecho muchos cambios, en tanto que su cuarto lado está de nido
por una terraza con muro de contención de piedra. Hoy en día esta plataforma o
terraplén está lleno de árboles de eucaliptos que interrumpen la vista, pero pre-
viamente el sitio del templo debe haber dominado la visión de una buena parte de
la región de Huaraz. Al oeste de la sección del templo la pendiente está cubierta
con viejas terrazas y cimientos de viviendas, ocurriendo lo mismo en la cresta que
continúa hacia el este. Al norte y al sur la pendiente más pronunciada, aunque aún
hoy se pueden sembrar allí plantaciones de papas.
El templo consiste en un edi cio central de tres pisos, de 10.7 por 15.6 metros en
planta, y 9.25 metros de altura (Fig. 2). Este núcleo central está rodeado por una
terraza de 2 metros de alto y de 2.1 a 2.3 metros de ancho, que está bien conser-
vada en sus lados norte y oeste, pero bastante destruida hacia el este y el sur. La
242
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
243
Wendell Bennett
terraza fue construida probablemente después de que el edi cio central se com-
pletó, ya que las habitaciones en la planta baja no sólo no se extienden en ella, sino
que en realidad tienen gruesas paredes laterales independientes de dicha terraza.
A lo largo de su bien preservado lado norte la terraza tiene tres nichos en forma
de T, más o menos iguales en tamaño. La entrada a cada nicho está de nida por
un vano regular que cuenta con bloques laterales y un dintel. Uno de tales vanos
mide 1.15 metros de ancho, 92 cm de altura y 78 centímetros de espesor. El nicho
propiamente dicho tiene 75 centímetros de profundidad y 2.11 metros de ancho.
Los otros dos nichos varían ligeramente en cuanto a sus medidas, pero son esen-
cialmente los mismos. Es muy posible que la terraza sur haya contado también
con tres nichos similares, aunque ello no es visible hoy en día.
Cada planta del edi cio central cuenta con siete habitaciones. Su disposición se
puede apreciar mejor desde la planta. Ninguna de las mediciones con luz de velas,
hechas en las habitaciones parcialmente rellenadas con piedras, es precisa. Sin em-
bargo, el trazado simétrico del edi cio es evidente. La disposición de las habita-
ciones de cada piso es idéntica, siendo la única variación aquella que corresponde
la comunicación de las puertas. Así, es posible una descripción general. Una pared
central, de aproximadamente 1.1 metros de espesor, recorre toda la longitud y la
altura del edi cio (Fig. 3). Al norte de este muro se encuentra una sala rectangular
que mide alrededor de 6.8 por 2.25 metros. Al sur se encuentran dos cuartos rect-
angulares a modo de galerías, cada uno con 6.8 por 1.15 metros, separados por un
muro de 90 centímetros de espesor. En cada una de las cuatro esquinas del edi cio
se halla una sala rectangular de unos 3.1 por 1.8 metros. Debido a la extensión
del relleno de piedra, no pudimos entrar en dos de estas habitaciones ubicadas
en estas esquinas de la primera planta, pero la planta del edi cio indica que éstas
existen en realidad.
A lo largo del borde norte del edi cio, desde el primero hasta el tercer piso, se hal-
la un ducto de ventilación estrecho de unos 43 centímetros de ancho. Se han visto
aperturas de ventilación de este ducto en el gran salón nor-central en la primera
244
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
Lám. 1a. Vista del templo de tres pisos y tumbas subterráneas recubiertas de piedra en
Wilkawain.
Las paredes interiores y exteriores del templo están construidas con hileras hori-
zontales de piedras grandes, alternadas con hileras de piedras pequeñas. Asimis-
mo, las piedras pequeñas se han empleado para rellenar todos los intersticios que
245
Wendell Bennett
Lám. 1b. Vista del templo de tres pisos y tumbas subterráneas recubiertas de piedra en
Wilkawain.
existen entre los bloques más grandes. En algunos lugares se aprecian restos de
arcilla entre las piedras. La albañilería no puede ser denominada tosca, pero se
nota un claro esfuerzo para mantener hileras más o menos horizontales. Aunque
algunas de las piedras de los muros pueden haberse cortado para una mejor unión
y engaste, éstas no están revestidas.
El borde de la cubierta está conformado por una serie de piedras planas proyecta-
das engrosadas hacia abajo en su extremo interior. Bajo el alero forman de esta
manera un nicho empotrado de 45 centímetros de profundidad y 55 centímetros
de ancho, que rodea el edi cio. Por debajo de esta banda de nichos decorativos
hay agujeros espaciados regularmente a partir de la cual se dice que se han extraí-
do cabezas de puma talladas en piedra. Ninguna de tales esculturas permanece
en su posición original en la actualidad, pero en su casa cerca del templo, el Sr.
Miguel Peñaranda tiene una de tales cabezas talladas, que según él procede de
este sitio. Esta cabeza tiene un apéndice que sobresale en la parte posterior para su
inserción en la pared. Además, el Dr. Soriano Infante tiene una fotografía de unas
ruinas algo similares conocidas con el nombre de Catihamá, cerca de Caras, con
cabezas de felinos talladas que aún se encuentran en su posición original.
246
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
ICHIK-WILKAWAIN
Este templo, al igual que al anterior, consiste en un edi cio central de tres pisos, de
16 por 7.2 metros, rodeado por una terraza de unos 3 metros de ancho y 1.5 met-
ros. El eje mayor del edi cio corre aproximadamente de este a oeste, aunque no
está bien orientado, y en general su fachada mira hacia el sur. Cuesta abajo en fr-
ente hay terrazas, tumbas y sitios habitacionales que se describirán más adelante.
Detrás del templo hay cerca de una decena de pequeñas ruinas, probablemente
los sitios de habitación, el mayor de los cuales mide 9.15 por 6.5 metros y cuenta
con cuatro habitaciones interiores.
La planta baja del templo tiene una entrada a través de la terraza ubicada en la
parte sur, pero ésta fue bastante bien bloqueada con piedras de forma su ciente
para evitar el ingreso. La segunda planta se compone de tres conjuntos de dos
habitaciones interconectadas, de 2.2 por 3.5 metros, con vanos de acceso en los
lados norte y sur del edi cio. Todas las puertas tienen dinteles de piedra y bloques
laterales. Los muros internos tienen piedras que sobresalen unos 20 centímetros,
así como nichos insertos de 36 por 38 centímetros y 26 centímetros de profundi-
dad. El conjunto oriental de las habitaciones cuenta con un total de cinco nichos
y catorce piedras salientes. La planta superior cuenta con seis habitaciones, hoy
apenas distinguibles por sus muros bajos que aún se sostienen en pie.
247
Wendell Bennett
Vivienda 1 (excavada).
Vivienda 2. Se trata de un edi cio de dos niveles que cuenta con un piso superior,
de 4.6 por 7 metros, con un vano de acceso con dintel hacia el lado sur, de 90
centímetros de ancho. Las paredes son de 90 centímetros de espesor, que aún se
mantiene en pie hasta más de 1.5 metros de altura. Las grandes losas del techo se
han derrumbado en la actualidad. Este segundo piso descansa sobre una terraza
que abarca una super cie de 8 por 9.6 metros y 1.5 metros de altura. Un vano de
acceso hacia el este ingresa hacia el primer piso a través de la terraza.
Vivienda 3. Este edi cio consta de una sola habitación y mide 2.1 por 2.65 metros.
Vivienda 4. Es un edi cio muy destruido que mide 3.1 por 5.4 metros.
Vivienda 5. Consiste en una casa de una sola habitación, que mide 2.3 por 3.45
metros, con muros que todavía tienen 2.5 metros de altura. Hacia el sur se observa
una puerta con dintel, que tiene 65 centímetros de ancho. El techo caído parece
haber conformado una especie domo de piedra con aleros, sobre el cual se preparó
una cubierta con relleno de tierra.
La Vivienda 1 mide 4 por 3 metros por su lado exterior, con muros de 60 a 80 centí-
metros de espesor, con lo cual queda una medida interior de 2.52 por 1.78 metros.
Las paredes están hechas de piedras grandes y pequeñas, además de argamasa de
arcilla. El interior estaba completamente lleno de tierra y piedras, y las grandes
losas del techo, aunque parcialmente caídas, todavía se encuentran en la parte
superior del montículo producido por el colapso. Cuando se despejó todo esto,
la altura de la habitación en la parte norte fue de 2.9 metros, pero no se encontró
el vano de acceso. Del mismo modo, el relleno del interior de la casa no contenía
artefactos de tipo alguno. Se había acumulado una considerable cantidad de tierra
fuera de la casa, y aquí la excavación produjo muchos tiestos de desecho. Hacia
los lados sur y oeste un muro bajo de unos 30 centímetros de ancho deja un pasaje
de unos 78 a 82 centímetros de ancho a lo largo de un lado de la casa. En la parte
central del lado oeste se halla un ingreso a través de este último muro mencio-
nado. Este pasaje entre el muro del cerco y el de la casa fue rellenado con detritus
y tiestos, y junto a la esquina suroeste de la vivienda se reportó un entierro intru-
sivo. Este fue un entierro directo, acondicionado en una tumba sin preparación
(Sitio 6H-2A) y en tanto que es algo más tardío que el relleno mismo, el material
no es muy distintivo. El entierro estaba acompañado por tres vasijas. Para la com-
248
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
paración con otros sitios existentes en el área, los materiales de desecho de este
sitio pueden ser tratados como una unidad y descritos en términos de géneros de
cerámica.
249
Wendell Bennett
250
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
Cerámica en negativo
No se ha registrado pieza alguna con pintura negativa, ya sea de dos o tres colo-
res, en la colección de tiestos. La pieza en la tumba intrusiva ya se ha mencionado.
Cerámica Tiahunacoide
Cerámica negra gruesa, con decoración en blanco sobre rojo, 118 fragmentos. To-
das estas piezas proceden de cuencos abiertos de paredes rectos con bordes tam-
bién rectos y bases planas (Fig. 4c). Estos cuencos gruesos en forma de U se han
encontrado asociados con el estilo Tiahuanaco de la Costa en un número determi-
nado de sitios, vinculados especialmente a Pacheco. Sólo 27 de estos fragmentos
tienen diseño pintado y ninguno es de nitivamente Tiahuanacoide. Cuatro de
ellos son diseños escalonados simples de contorno negro relleno de color blanco;
dos tienen círculos negros con interior de color blanco; y 21 son diseños en bandas
o lineales. La división es como sigue:
251
Wendell Bennett
Fragmentos de cobre
Los únicos fragmentos de metal reportados son una cabeza plana y perforado de
una aguja y el vástago de otra.
Artefactos de piedra
La única pieza encontrada corresponde a una pequeña piedra plana rectangular,
perforada como si fuera un pendiente.
Se presenta a continuación un résumé tabulado del material de desecho, primero
por las formas sugeridas de las vasijas y luego por el tipo de pintura (Tabla 1, 2).
Un análisis más detallado de este sitio está reservado para una sección posterior
con el n de hacer uso de materiales comparativos. La sugerencia leve de la es-
tratigrafía en la tumba intrusiva no se puede reforzar debido a su pequeño con-
tenido. Es interesante observar que la tumba contenía cerámica tanto del género
rojo y del género negativo de dos colores, ninguno de los cuales aparece en la
colección de desechos.
252
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
Las dos tumbas en el conjunto son rectangulares y paralelas entre sí, separadas
por una pared común central de unos 75 centímetros de espesor, que también
sirve para sostener las piedras que cubren estas estructuras. Ambas tumbas miden
1.12 centímetros de ancho, aunque la tumba 7H-1 es de 3.55 metros de largo y la
tumba 7H-3 sólo 3.32. Debido a una ligera elevación en la super cie del terreno
una tiene aproximadamente 2.5 metros de profundidad y la otra 2.6. Las paredes
están conformadas por piedras grandes y pequeñas jadas con argamasa de ar-
cilla. Cada tumba está cubierta con cuatro grandes losas de piedra. El suelo es de
arcilla bastante compacta. La mayoría de los artefactos se encontraron dentro de
los primeros 20 centímetros del suelo, a pesar del hecho de que un relleno de tierra
y piedras se extendía casi hasta donde las losas que cubrían se hallaban. Dado que
los muros con piedras alineadas y las losas que los cubrían estaban en condiciones
inalteradas, es obvio que este relleno de piedra y tierra fue intencional, no acci-
253
Wendell Bennett
El primer par de tumbas, 7H-1 y 3, era, por mucho, el más rico en material, y
forma una unidad por razones tipológicas. Los materiales del otro par de tumbas,
en tanto que presentan estilos algo similares, eran relativamente pobres y mucho
más fragmentarios. Sin embargo, no hay ninguna base sólida para distinguir un
conjunto de tumbas de otro, y en consecuencia, la colección será descrita como
un todo. La cuestión de si las tumbas deberían estar asociadas a los templos es
imposible de responder en términos concretos. Su ubicación en frente del templo
de Ichik-Wilkawain y el carácter general del trabajo de la piedra sugieren una
relación, pero no puede decirse que esto sea cierto en absoluto. Se buscó otras
tumbas profundas de este tipo, pero sin éxito.
254
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
Lám. 1c. Vista del templo de tres pisos y tumbas subterráneas recubiertas de piedra en
Wilkawain.
Lám. 1d. Vista del templo de tres pisos y tumbas subterráneas recubiertas de piedra en
Wilkawain.
255
Wendell Bennett
Género llano
Cerámica naranja, 2 piezas completas, 1 053 fragmentos. Fueron muy comunes
las piezas llanas de color naranja en las cuatro tumbas. La mayoría de éstas cor-
responden a ollas, aunque la reconstrucción de las vasijas es difícil. Es imposible,
en este momento, una estimación del número posible de vasijas representadas. El
género naranja es algo tosco y su pasta deleznable. Algunos de los fragmentos se
han quemado por uso, mostrando un color negro por esa razón.
Mil veintinueve fragmentos de ollas. La forma más común es una olla globular
con borde engrosado y dos asas puentes horizontales planas. Se hallaron cuarenta
y seis piezas de asas. Están representadas otras formas de ollas, incluyendo un
borde llano vertical; un borde engrosado con protuberancia hacia su parte infe-
rior; y un borde más grueso de una olla abierta con la boca ligeramente constre-
ñida. Aquí se incluyen fragmentos de vasijas grandes de cuello constreñido recto.
La mayoría de los fragmentos son de espesor medio, pero 29 son extra gruesos.
5 piezas de platos poco profundos con base anular.
5 piezas de tazas profundas de lado recto, y una taza completa de este tipo, con
una banda elevada (Fig. 7e).
2 fragmentos de cuellos engrosados con caras, una en relieve, la otra incisa.
2 fragmentos incisos.
1 fragmento de una vasija con pico y asa puente.
9 piezas de coladores, uno completo, de 8.3 centímetros de diámetro y 1 centí-
metro de profundidad (Fig. 11f).
Cerámica marrón, 94 fragmentos. Los fragmentos de ollas incluidos aquí pueden
ser clasi cados junto con las piezas de género naranja. Sin embargo, los fragmen-
tos de otras vasijas muestran un mejor acabado y un color marrón distintivo.
13 piezas de una olla con labio engrosado y cuerpo globular.
48 piezas de vasijas grandes con cuello alto constreñidos.
14 piezas de dos platos poco profundos.
8 piezas de vasijas de género grueso en forma de botella.
7 piezas de una vasija con piernas en relieve.
2 piezas de tazas profundas con bandas elevadas.
2 piezas de caras modeladas.
Cerámica blanca, 6 fragmentos.
Fig. 7. Estilo de Pasta roja de las tumbas subterráneas de recubiertas piedras, Wilkawain.
257
Wendell Bennett
dad y de 6.5 a 7.5 centímetros de diámetro, y sin decoración (Fig. 6 h). Dos son
platos ligeramente más profundos, de 2.5 centímetros de profundidad y 12 centí-
metros de diámetro.
12 fragmentos de cuencos abiertos con base redondeada y una cruz incisa en un
lado.
5 piezas de una taza abierta con una pequeña asa circular lateral.
1 taza profunda completa con lados rectos y ligeramente divergentes, además de
una banda elevada debajo del borde llano. Tiene 9 centímetros de alto, 9 centímet-
ros de diámetro en el borde, y 7 centímetros en la base.
5 fragmentos de tazas profundas similares (Fig. 6c)
1 taza profunda completa sin banda elevada y con lados ligeramente abultados de
9 centímetros de alto, 8 centímetros en el borde, y 5.5 en la base (Fig. 6d; Lám. 2b).
1 cuenco completo de cuerpo angular con boca ligeramente constreñida y sin
borde. Mide 8.5 centímetros de alto, 9 centímetros de ancho, y 4 centímetros en la
boca.
2 fragmentos de vasijas similares (Fig. 6b).
1 vasija en forma de orero, de cuerpo angular completo con cuello constreñido
estrecho y con una asa lateral vertical en la base del cuello (Fig. 6e). Mide 9.5 centí-
metros de alto, 9.5 centímetros de diámetro en el ángulo del cuerpo, Tiene base
plana y cuello cónico de 4 centímetros de alto.
8 fragmentos de vasos similares.
10 fragmentos de una vasija en forma de orero de cuerpo globular con cuello
convergente abultado y un asa lateral en la base del cuello.
1 fragmento de una vasija en forma de orero, con cuello ancho constreñido.
3 fragmentos de una vasija con cuerpo globular y cuello ligeramente engrosado
(Fig. 6a).
3 cuencos completos con doble pico, de tamaño mediano (Fig. 6i). Los cuerpos son
redondeados, y el más grande mide 9 centímetros de diámetro y 6.5 centímetros
de alto. Los picos cortos (4 a 5 centímetros de largo) tienen un reborde levantado
alrededor de su base y están unidos por un asa puente redondeado.
8 piezas de vasijas similares con un diseño simple en relieve sobre la parte supe-
rior del cuerpo, y dos picos con asa puente redondeada.
12 fragmentos de cuencos similares de doble pico con asas puente redondeadas.
1 vasija de doble pico completa representando un animal encorvado con dos ca-
bezas (Lám. 2c). El pico cónico está conectado por un asa puente plana. La base de
la representación del animal es de 5 centímetros de ancho y de espesor, y ella está
modelada en una curva, de modo que el largo total de 17 centímetros.
1 cuenco completo doble con dos contenedores globulares simples. Uno tiene un
pico cónico conectado por un asa puente plana hacia el silbato, donde se tiene la
representación de un ave modelada encima de otra (Fig. 6g).
9 piezas representan vasijas modeladas. Dos corresponden a piernas de animales
modelados, 3 a piernas en relieve, 3 a cabezas de animales, y una última a una cara
con orejas.
259
Wendell Bennett
Cerámica en negativo
Cerámica en negativo de dos colores, 2 completos, 207 fragmentos. Se ha encon-
trado cerámica negativa de dos colores en gran cantidad únicamente en una tum-
ba, 7H-1, aunque se han observado algunos cuantos fragmentos en cada uno de
las otras. El diseño negativo está comúnmente super-impuesto a una base roja,
y rara vez a una base naranja. Con la excepción de las dos platos completos, los
diseños son simples líneas, líneas onduladas, y puntos. Esta cerámica negativa
no recuerda en absoluto a la clásica alfarería Recuay, ni en las formas ni en los
diseños, y mucho menos en la adición de un tercer color. En su simplicidad esta
cerámica es algo así como el estilo Gallinazo, pero las formas son distintas. En
realidad sólo dos formas de vasijas tienen diseño negativo: un plato plano y una
jarra de cuello constreñido.
260
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
2 platos completos, idénticos en tamaño y diseño (Fig. 8). Tienen 26.5 centímetros
de diámetro y 6 centímetros de profundidad, con una base curvada. La base es de
color rojo y el diseño se encuentra únicamente en el interior de la vasija. El diseño
en negativo consiste en un doble círculo en el centro, el mismo que contiene una
cruz. Entre el círculo central y el borde hay tres unidades repetidas de un diseño
angular compuesto por una voluta, anqueada en ambos lados por un escalón y
otra voluta. Una serie de franjas constituye el diseño del borde.
207 fragmentos de jarras de cuello alto constreñido (Fig. 11e). Tres de tales jar-
ras pueden probablemente ser reconstruidas a partir de los 163 fragmentos de la
Tumba 7H-1; los fragmentos restantes de otras tumbas parecen haber sido parte
de vasijas del mismo tipo. Todas son piezas de cuerpo globular con cuellos al-
tos constreñidos, rectos o ligeramente acampanados. Una de ellas tiene un asa
horizontal en el cuerpo y un apéndice oval. El diseño se limita al cuello, siendo
el cuerpo de la vasija negro. Los diseños en el cuello son series simples de líneas
alternas verticales, líneas onduladas y puntos.
Cerámica Tiahuanacoide
Un número de piezas puede ser tentativamente identi cado por la forma, modela-
do, y diseños, como material relacionado a los estilos Tiahuanacoides del periodo
Medio de la costa peruana. Se incluyen aquí cinco vasijas completas y 113 frag-
mentos. Se encontraron vasijas trípode en las tumbas, pero ninguna está decorada
en estilo Tiahuanacoide. Es difícil identi car este material como cualquier estilo
especi co de la cerámica Tiahuanacoide hasta ahora conocida. En total las com-
paraciones pueden hacerse mejor con los estilos de la costa peruana antes que con
el Tiahuanaco boliviano. En el resumen de cierre de los contenidos de las tumbas,
se tratará de analizar este estilo con más detalle.
Cerámica negra gruesa, blanco sobre rojo, 32 fragmentos. Todas estas piezas pu-
eden representar un recipiente con un cuerpo globular, dos asas laterales horizon-
tales pegadas al cuerpo, y un cuello constreñido con cara-gollete y borde engro-
sado. Siete piezas del cuello muestran un rostro con decoración en relieve y una
banda debajo de cada ojo, todo pintado en negro, blanco sobre rojo, y de pasta
gruesa. Las otras piezas son también gruesas y están pintadas en los mismos colo-
res. El diseño consiste en líneas verticales y onduladas, además bandas. Mientras
que se trata de cerámica de paredes gruesas, no corresponde al mismo tipo de
vasijas que se describieron para el sitio habitacional 6H-2.
261
Wendell Bennett
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Excavaciones en el Callejón de Huaylas
263
Wendell Bennett
1 jarra completa cara-gollete, con cuerpo globular alargado, base plana, y asa lat-
eral vertical pegada al cuerpo (Fig. 9d). El rostro está modelado sobre el cuello
con un poco de cuidado, tiene líneas verticales en cada mejilla, y una banda por
encima de las cejas. El borde está ausente, pero probablemente tenía una forma
expandida. El diseño pintado en negro, y gris sobre rojo, se repite en la parte fron-
tal y posterior de la mitad superior de la jarra. Este diseño consiste en una banda
horizontal de S’s, con una cabeza estilizada de puma en cada extremo. La vasija
tiene 27 centímetros de diámetro y 22 centímetros de alto, incluyendo el cuello de
7 centímetros.
13 fragmentos de una jarra similar de cuello recto, con diseños en negro, y blanco
sobre naranja.
1 vasija restaurable de doble pico tiene un cuerpo de forma carenada y dos picos
cortos rectos conectados por una asa puente redondeada (Fig. 10a). El cuerpo tiene
8.5 centímetros de diámetro y 7 cm de altura, y los picos son de 4.5 centímetros de
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Excavaciones en el Callejón de Huaylas
Fig. 10. Estilo Tiahuanaco de las tumbas subterráneas recubiertas de piedras, Wilkawain.
265
Wendell Bennett
largo. Sobre la pieza aún es visible un diseño cursivo tenue, que ha sido ejecutado
en negro sobre rojo.
Cucharas de arcilla
En la Tumba 7H-1 se hallaron cuatro cucharas completas de arcilla, además de
un mango. Todas estas piezas son ligeramente diferentes en forma y en el tipo de
diseños pintados. Ellas son descritas aquí con nes comparativos:
1 cuchara con un cuenco ovalado y mango plano de color naranja en el exterior
y pintado de negro y blanco, siguiendo diseños longitudinales, en el interior del
cuenco.
1 cuchara con cuenco redondo y mango recto liso. Es de pasta blanca con líneas
rojas y onduladas en el interior del cuenco (Fig. 11c).
1 cuchara con cuenco alargado y con un asa plana. Por fuera es de color naranja y
266
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
Vasijas de juguete
En las tumbas se encontraron veinticinco pequeñas vasijas de barro. A pesar de la
variedad de formas, éstas se describen como un grupo bajo el término de juguetes.
4 platos de juguete, una naranja y tres en rojo sobre naranja.
2 platos trípode de juguete, ambos de color naranja.
1 cuenco de juguete con base anular y de color naranja.
2 ollas de juguetes sin asa, ambas en rojo sobre naranja.
2 ollas de juguete con un mango, una naranja, una en rojo sobre naranja.
11 ollas de juguete con dos asas, ocho naranjas, una en rojo, una en negro y una
en rojo sobre naranja.
1 cuenco de juguete, de pasta naranja, con un labio en un lado.
1 cuenco de juguete, de pasta negra, con una cara de animal en el cuello.
1 cuchara de juguete de color rojo.
Artefactos de Metal
En la tumba 7H-3 se encontraron cuatro piezas de cobre. Dos prendedores largos
de cobre, con cabezas recortadas de animales, tienen 21.7 centímetros de largo
(Fig.11a). La cabeza de animal decorado es de 4 por 2.5 centímetros. Las otras
dos piezas son un prendedor de cobre con una cabeza plana, de 5 centímetros de
largo; y un prendedor con la cabeza plana como la de un clavo, de 3 centímetros
de largo. En la primera tumba se encontró una punta estrecha de madera, de 5
centímetros de largo, recubierta con pan de oro no.
Artefactos de piedra
Se pueden describir brevemente doce artefactos de piedra.
3 puntas de lanza de pedernal talladas (Fig. l1b). La medida de una completa es de
5 centímetros de longitud y 2.6 centímetros de ancho. Las otras piezas están rotas.
4 puntas de lanza de obsidiana talladas (Fig. 11d). Una de ellas tiene 5 por 2.6
centímetros; y otra presenta 6 por 2.7 centímetros; las otras están rotas.
2 martillos llanos.
1 aro de piedra
1 piedra desgastada por el agua.
1 pequeña cuenta de piedra roja.
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Excavaciones en el Callejón de Huaylas
1. La cerámica negra pulida de buena calidad está bien representada por catorce
vasijas completas y 134 fragmentos que indican la existencia de al menos 18 va-
sijas más. Las formas son principalmente platos poco profundos, recipientes con
doble pico redondo y asa puente redonda, tazas o copones con bandas elevadas,
jarras de cuello constreñido con forma cónica o ligeramente abultado, y fragmen-
tos de animales modelados. A todo esto se pueden agregar cuencos dobles con
silbatos en forma de ave y piezas con la representación de un animal bicéfalo, con
doble pico y asa puente plana. Si bien las formas sugieren vínculos con cerámica
negra de la costa, la ausencia de diseños impresos o punteados es distintiva.
2. La cerámica roja pulida forma un estilo de nido en las tumbas y está represen-
tado por cuatro vasijas completas y 460 fragmentos indicando la presencia de por
lo menos 17 vasijas más. La forma más típica es una jarra de cuello constreñido,
ya sea con un cuello recto o ligeramente acampanado. Las otras formas correspon-
den a platos poco profundos, ollas, un cuenco abierto de paredes verticales, y un
mono modelado. Con excepción del modelado en una pieza, estas vasijas no están
decoradas de ninguna manera. De lo contrario, este tipo de alfarería sugiere ser la
misma que fue encontrada por Strong12 , en las tumbas Ancón Medio I tumbas.
Sin embargo, la cerámica roja de Ancón se caracteriza por el diseño inciso.
3. Dos tipos de cerámica negativa de dos colores incluyen dos grandes platos poco
profundos con diseño geométrico y 207 fragmentos que representan probable-
mente cuatro jarras globulares de cuello constreñido, con simples patrones nega-
tivos en el cuello. Sólo están representadas las formas de la jarra y el plato. Este
género cerámico negativo no parece tener vínculos con Recuay, ni en la forma, ni
en el diseño, y por último, ni en el número de colores.
269
Wendell Bennett
6. Los platos trípodes están escasamente representados por cinco fragmentos, que
probablemente indiquen la existencia de dos vasijas.
7. Las vasijas domesticas en naranja y marrón sí son frecuentes. Aunque las ollas
son las piezas más comunes, también destacan los platos pocos profundos con
bases anulares, platos simples, y platos perforados, como tamices o coladores.
rojo que se encontrado en otros sitios en esta misma región. Los tres pequeños
fragmentos en blanco sobre rojo que se identi caron no son de nitivamente de
este estilo.
9. Las vasijas de juguete no parecen tener gran importancia como elementos diag-
nósticos, pero en la colección de la tumba se incluyeron 25 de estas piezas.
Más evidencia estará disponible para una discusión comparativa de esta colección
funeraria cuando la descripción de los sitios restantes en la región de Wilkawain
sea presentada. (Tabla 3, 4)
271
Wendell Bennett
10. sitio 7H-6: Cista rectangular construida con alineamientos de lajas, localizada
justo debajo de la super cie de una roca super cial que le sirvió a su vez como
cubierta. Esta cista contenía tres fragmentos de plata, una clavija de cobre, una
cuenta irregular de lapislázuli, una cuenta tubular corta, y diez cuentas en forma
de disco.
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Excavaciones en el Callejón de Huaylas
12. Sitio 6H-3A: Cista cuadrangular, sin cubierta, de 40 centímetros, elaborada con
lajas alineadas, de 50 centímetros de profundidad, que se encuentra a 1.58 metros
debajo de una roca super cial. Contenía huesos de individuos adultos y una olla
naranja La vasija es globular con labio acampanado y dos asas planas laterales
horizontales pegadas al cuerpo. Mide 22 centímetros de diámetro, 19 centímetros
de altura, y 14 centímetros de diámetro en el borde. La base es redonda.
13. Sitio 6H-3B: Corresponde a otra cista localizada debajo de la misma piedra que
cubría la tumba anterior, aunque ésta se encuentra por encima y detrás de aquella.
Esta segunda cista es de planta cuadrangular, mide 80 centímetros y está acondi-
cionada mediante el empleo de lajas alineadas. Se encuentra inmediatamente de-
bajo de la roca super cial que le sirve como la tapa solamente. No hay rastros de
huesos, pero se incluyen ocho vasijas:
Una jarra de pasta naranja y cuello recto constreñido con base plana. El cuerpo
tiene 14 centímetros de diámetro y 14 centímetros de altura. El cuello es de 4.5
centímetros de altura y 6 centímetros de diámetro.
Una jarra de pasta roja globular con cuello recto constreñido. El cuerpo mide 13
centímetros de diámetro y 14 centímetros de altura. El cuello tiene 3 centímetros
de alto y 5 de diámetro. Una olla globular con borde acampanado, sin asas, con
una banda roja simple sobre la base correspondiente a la arcilla naranja.
Dos platos de cerámica poco profundos de pasta roja, que tienen 17.5 centímetros
de diámetro y 7 centímetros de profundidad.
Los contenidos de las cistas funerarias son demasiado limitados para un análisis
serio. La inusual vasija inusual del Sitio 7H-7 es interesante, pero imposible de
clasi car en relación a los otros tipos de cerámica, con la posible excepción del
hecho de que fue hallada en una cista similar a las otras tumbas. En general, los
contenidos del Sitio 6H-3B se relacionan al al material del Sitio habitacional 6H-2 y
no es demasiado inconsistente con el contenido de las tumbas subterráneas (Sitios
7H-1 al 4).
275
Wendell Bennett
Otras tumbas encontradas no pueden ser agrupadas con las cistas, ya que al pa-
recer representan entierros directos, sin especial preparación de la tumba propia-
mente dicha. De este tipo se describen tres tumbas, aunque una parece no serlo
en el fondo.
Una vasija completa con la representación de un puma modelado, y que está pin-
tada de negro, y de blanco sobre rojo (Lám. 2f). El cuerpo alargado está sostenido
por las cuatro patas cilíndricas cortas del animal. Las dos patas delanteras tienen
dos proyecciones que representan a los pies. La cabeza está modelada a un lado y
tiene orejas erguidas y una boca abierta que muestra las de dientes y dos conjun-
tos de colmillos cruzados. La cola es cónica y se proyecta en forma recta hacia la
espalda. El recipiente tiene un cuello recto constreñido. El diseño consta en bandas
de círculos delineados en color negro y llenos de manchas negras sobre pintura
blanca. Una banda rodea el cuello, y en el cuerpo se disponen cuatro círculos. El
cuello y las patas están decorados de forma sencilla. Esta vasija se asemeja mucho
al tipo indicado por los fragmentos de la colección procedente de las tumbas sub-
terráneas. La longitud total desde la punta de la cola a la nariz es 27 centímetros.
La altura hasta el borde del cuello es de 19.5 centímetros. El cuello constreñido
tiene, por su parte, 4.5 centímetros de alto y 7 de diámetro.
Una vasija completa de pasta naranja hallada en la misma tumba tiene un cu-
erpo ligeramente más angular y un cuello recto constreñido (Lám. 2e.). Un asa
lateral plana amplia, de 3 centímetros de ancho, se extiende desde el centro del
cuello hasta el cuerpo. El recipiente tiene 22 centímetros de alto y 6 de diámetro.
Alrededor de su mitad superior se observa una banda decorada con la técnica de
relieve impreso. El diseño se compone de dos guerreros que se miran uno al otro.
Los cuerpos están dispuestos de manera frontal, mientras que las cabezas están
de per l. En la cintura de cada gura se observan dos cabezas de puma, unidas
por bandas cintadas. Dos juegos de cintas similares, que terminan en cabezas de
puma, se proyectan desde las cabezas de cada gura, los cuales llegan a entre-
cruzarse mutuamente. Cada personaje lleva a un hacha en una mano y sujeta la
banda cintada de su oponente con la otra. En ambas representaciones se observan
lenguas largas que salen de la boca. Tanto los relieves impresos como tal tipo de
diseños elaborados no han sido reportados entre el material alfarero procedente
de las tumbas subterráneas profundas.
tenía piezas rotas de una jarra de pasta negra, con cuello constreñido ligeramente
expandido y una protuberancia perforada, a modo de asa, situada en la base del
cuello. También se reportaron fragmentos de un plato trípode naranja, una olla
naranja con bordes expandidos y asas horizontales, un plato de pasta marrón con
base anular, y una jarra de pasta roja con cuello constreñido.
Una cuenco abierto de pasta roja, que presenta paredes convexas y fondo redon-
do, de 10 centímetros de diámetro y 2.5 centímetros de profundidad (Fig. 12e).
Una vasija similar de pasta marrón, de 8 centímetros de diámetro y 4 centímetros
de profundidad.
Una vasija similar con base plana, de 13 centímetros de diámetro y 7.5 centímetros
de profundidad (Fig. 12f). El diseño consiste en líneas blancas y áreas triangulares
rellenas con pequeños puntos sobre una base roja.
Una vasija similar en forma y tamaño, que tiene pares de líneas blancas oblicuas,
con el espacio intermedio relleno con puntos sobre una base roja.
Una vasija similar en forma y tamaño, que tiene un diseño lineal simple en blanco
sobre rojo.
277
Wendell Bennett
Fig. 12. Blanco sobre pasta roja de las tumbas sin revestimiento, Wilkawain.
278
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
Una jarra globular pequeña de pasta marrón, con cuello alto cilíndrico de 3 centí-
metros de diámetro, que termina en un borde ligeramente expandido. Presenta
además un asa plana ente el cuerpo y el cuello (Fig. 12d). El cuerpo tiene 9 centí-
metros de diámetro y 7.5 centímetros de altura, mientras que el cuello mide 4.5
centímetros de altura.
Una jarra silbadora de doble cuerpo, del género blanco sobre rojo, que tiene un
contenedor similar, en tamaño y forma, a la última vasija descrita, unida mediante
un tubo y un asa puente plana, a un recipiente que remata en un busto humano
(Fig. 12c). Representados en relieve se aprecian dos brazos cortos. La cabeza, que
posee una cresta trisecada pobremente, está modelada, y muestra también una
nariz en relieve, ojos incisos y un aboca abierta que contiene un silbato. El asa
puente plana está decorada con líneas incisas y puntos. También se pueden ver
trazas de un diseño en blanco sobre la base de color rojo.
Los dos lotes funerarios de los sitios 8H-1 y 7H 15 son muy diferentes en estilo y
fueron descritos juntos sólo por conveniencia metodológica. Analizando el primer
par de vasijas (8H-1), es obvio que ambas son consistentes con los periodos del
Tiahuanaco de la costa. La vasija con el puma modelado es muy similar a otra
pieza encontrada por Uhle (1903) en Pachacamac, en el nivel Epigonal (que rep-
resenta su período más temprano claramente de nido en ese sitio). La vasija de
pasta naranja asociada, con su complejo diseño en relieve impreso, es marcada-
mente similar a una pieza de pasta roja ilustrada por Kroeber16 , correspondiente
al Periodo Medio de Supe. Los dos guerreros que aparecen luchando en la pieza
de relieve impreso procedente de Supe son, en detalle, los mismos que aparecen
en la vasija de Wilkawain. Kroeber se inclina a clasi car estas vasijas Supe de re-
lieve impreso dentro en una fase ligeramente más tardía que los más puros estilos
Tiahuanacoides en el mismo sitio. Incluso en la ausencia de otros hallazgos, este
solo entierro podría establecer una relación con los Periodos Medios de la costa
peruana.
El estilo blanco sobre rojo del sitio 7H-15 es más confuso. Algunas de las vasijas
tienen la forma de la taza de lados expandidos bastante típica del Tiahuanaco de
la sierra. Incluso el diseño simple del zigzag oblicuo, las líneas onduladas, la volu-
ta angular y los triángulos con puntos en su interior, son encontrados en el estilo
Tiahuanaco decadente, aunque por lo general en color negro, así como en blanco.
En la región de Wilkawain sólo los desechos mezclados del Sitio 9H-2 contenían
una mayor cantidad de material perteneciente a este estilo blanco sobre rojo. Por
otro parte, ha sido en las tumbas intrusivas en Chavín donde se han encontrado
vasijas que deben pertenecer a ese mismo estilo. Se sugiere una comparación con
el estilo Chancay blanco sobre rojo, aislado por Kroeber17 , a pesar del hecho de
que las diferencias son muchas. Sobre la base de los hallazgos de la Tumba 7H-
15, es evidente que se puede aislar un estilo blanco sobre rojo, pero sus relaciones
cronológicas con otros materiales de Wilkawain no son claras.
279
Wendell Bennett
Casa 1, Sitio 9H-1. Dos enormes rocas de super cies planas han servido como cu-
bierta para una habitación excavada debajo de ella. En general su forma sigue el
contorno de las rocas super ciales, con una sección central de 5.6 por 2.25 metros
y un nicho, presentando además 1.5 metros de ancho y 1.2 metros de profundi-
dad, en una esquina. La entrada original, que se localizaba al sur, tenía 1.57 met-
ros de ancho, pero en su mayor parte estaba rellenada con tierra arrastrada por
erosión. El piso de la habitación estaba a 2.5 metros por debajo de la cubierta de
piedra, y las paredes estaban hechas de piedra toscas mezcladas con algunas rocas
de gran tamaño. Las paredes son de mala calidad y una sección de la habitación se
había derrumbado parcialmente, aunque el resto aún estaba abierto. Los trabajos
de limpieza del piso produjeron unos 30 fragmentos pertenecientes a trompetas
rectas de arcilla naranja, incluyendo cuatro piezas de labio expandido, y nueve
tiestos toscos y llanos de color naranja. Las trompetas se parecen a las que se en-
cuentran en las galerías de estilo Recuay descritas posteriormente.
Casa 2, Sitio 9H-2. Una gran roca plana, de 4 por 3 metros en sus lados, y de más
de un metro de espesor, sirvió como techo para un segundo habitáculo subterrá-
neo. Hacia el lado sur se reportó una entrada de piedra, de 50 por 50 centímetros.
El interior estaba lleno de tierra y desechos domésticos, casi hasta el techo, prob-
ablemente debido a procesos de acumulación por escorrentías super ciales. La
excavación parcial de este relleno produjo una colección miscelánea, incluyendo
cuatro cuencos completos, una cuchara y varios fragmentos de piezas a nes, así
como 829 tiestos. En esta colección están representados muchísimos estilos, pero
desafortunadamente la naturaleza del relleno y la difícil excavación requerida si
se deseaba evitar una operación a gran escala, hicieron imposible que se pueda
establecer que todos los materiales sean contemporáneos. La mezcla se describirá
de nuevo en términos de pasta, además de unas pocas categorías especiales.
Cerámica llana
Pasta naranja, 1 pieza completa y 588 fragmentos. Por mucho, la mayor parte de
las piezas del total de la colección corresponden a cerámica llana, básicamente de
pasta naranja, pero a menudo con un tinte marrón y un negro quemado debido a
su uso. Las piezas son listadas en forma tabulada.
Cerámica en negativo
Este tipo de cerámica está representado por un fragmento de una vasija grande de
cuello alto con un diseño escalonado. Esta pieza presenta dos colores en negativo,
siguiendo una combinación de negro con naranja. También hay dos pequeños
fragmentos que parecen ser de un tipo de cerámica negativa de tres colores. Vein-
titrés piezas de una gran vasija tienen una amplia línea de color naranja sobre una
base de arcilla quemada, que posiblemente puede ser un diseño en negativo.
1 cuenco abierto completo, de lados convexos y borde expandido, que mide 15.5
centímetros de diámetro y 7 centímetros de alto (Fig. 13a). La base es anular y
tiene 5 centímetros de diámetro. En la base se aprecian tres cortes burdos que se
asemejan a la marca de un alfarero. Un diseño escalonado con gancho, pintado de
color marrón-rojizo sobre un área blanqueada, forma una banda alrededor de los
lados de la pieza. Rodean al recipiente dos bandas de color naranja, una de ellas
cerca del lo del borde, y otra cruza la mitad del diseño anterior.
281
Wendell Bennett
1 jarrón restaurable de borde llano y lados convexos, con base anular y un rostro
en relieve en uno de sus lados (Fig. 13b). A lo largo del lo del borde se aprecian
dos brazos en relieve, con el rostro inmediatamente debajo de ellos. En el lado
opuesto se observa un diseño lineal simple con los colores típicos.
19 piezas de un jarrón de pasta gris, pero sin diseño pintado.
1 pieza pintada en rojo sobre gris.
1 fragmento de pasta roja con diseño en relieve, que representa dos brazos de
una gura humana. La mano derecha es un disco, pero la izquierda se muestra
sosteniendo una porra. También se ha retratado parte de un collar. La impresión
general es que esta pieza es de estilo Chimú Temprano, pero el fragmento es de-
masiado pequeño para la identi cación.
1 fragmento de pasta roja con restos de pintura blanca, que consiste en la cabeza
de un animal que parece formar el extremo de un mango (Fig. 13g). Esta pieza
posiblemente podría sea parte del estilo blanco sobre rojo. 1 fragmento de pasta
roja con pies de un animal en relieve. 1 apéndice en forma de cabeza de animal, de
color naranja, con colmillos cruzados.
4 piezas de cerámica roja con diseños en relieve, una de ellas con la representación
de un rostro humano, dos que corresponden a cabezas de aves, y la última a una
banda. 3 Piezas de un cuenco abierto de lados verticales, con base anular, de pasta
naranja gruesa, que posee un apéndice en forma de cabeza de animal que sobre-
sale en cada lado, además de una banda en relieve en forma de serpiente a un lado
(Fig. 13i). 9 piezas ligeramente modeladas.
Trompetas
Veintitrés fragmentos pertenecientes a trompetas rectas de pasta naranja, con bo-
quillas expandidas, se parecen a aquéllas encontradas en la primera casa (9H-1) y
en las galerías Recuay.
282
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
283
Wendell Bennett
Cucharas de arcilla
La única cuchara completa de arcilla y los nueve fragmentos representan dos esti-
los. La cuchara completa (Fig. 13f) y una pieza que es parte de otra más, son de un
tipo, a saber, de un cuenco o pala oval (4 por 6 centímetros) con un mango plano,
con líneas verticels negras pintadas sobre arcilla naranja. Los ocho fragmentos res-
tantes corresponden a cucharas de pala o cuenco redondeado, con mangos rectos
(Fig. 13d, e). El diseño es cursivo y está formado por líneas nas ejecutadas tanto
en un color marrón oscuro y claro, sobre arcilla blanca. Estas piezas son, nueva-
mente, del estilo Cajamarca, y pertenecen a una cuchara procedente de las tumbas
subterráneas profundas.
Artefactos de Metal
Los únicos artefactos de metal encontrados son dos piezas de cobre, una barra
delgada, de 6.5 centímetros de largo y 7 milímetros de ancho, y el fragmento de
una placa de cobre.
El estilo blanco sobre rojo, aislado en la tumba del Sitio de 7H-15, y las cucharas
con diseño cursivo de estilo Cajamarca están ambos representados, pero es poco
lo que se puede añadir al problema general de ubicar bien estos estilos.
284
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
285
Wendell Bennett
G. GALERÍAS SUBTERRÁNEAS
La entrada a la galería del Sitio 7H-12 está constituida por un ducto irregular,
de nida por un muro de piedra, alcanzando a medir unos 65 centímetros de an-
cho y 1.18 metros de largo (Lám. 3b). El ducto se extiende hasta una profundidad
de 2 metros. La mitad inferior del ducto está vacía y, cuando éste fue hallado,
estaba cubierta por una losa de piedra que se extendía a través de ella, descansan-
286
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
do sobre una cornisa especialmente construida. La mitad superior del ducto, por
encima de la losa, había sido rellenado con piedras pequeñas hasta la super cie,
donde estaba cubierto por tierra. Después de removerse el relleno de piedras y la
laja central, uno podía acceder a la parte vacía del ducto, y a su vez a la entrada
de la galería, de unos 62 centímetros de ancho y 60 centímetros de alto (sin duda
menor que el Galería misma). La galería propiamente dicha tiene 7.32 metros de
largo, 95 centímetros de ancho y 90 centímetros de altura. El piso es de arcilla
compacta apisonada, y se ubica exactamente a 2 metros por debajo de la super -
cie del suelo. Los lados de la galería están revestidos con ocho lajas, mientras que
otras lajas se encuentran revistiendo su extremo nal. Las piedras pequeñas están
cuidadosamente insertas para rellenar las irregularidades entre las lajas grandes.
Ocho grandes losas, de nuevo cuidadosamente colocadas, forman el techo. La
galería entera había estado tan bien construida y sellada en la entrada, al punto
que sólo una na capa de limo cubría el piso duro de arcilla. A pesar del hecho que
no se haya abierto este sitio antes, no se encontró nada en absoluto, salvo por los
restos pulverizados de algunas osamentas.
Otras galerías son esencialmente del mismo tipo que ésta que se ha descrito. Algu-
nas son más largas; algunas están mucho más cerca a la super cie; y algunas otras
presentan entradas rectangulares en lugar de entradas ovales de forma irregular.
Otras contienen algo de cerámica. La orientación no es consistente, a pesar de la
existencia de una disposición general norte-sur. Una breve descripción tabulada
de todas las galerías se presenta a continuación:
Sitio 7H-5B: Una galería de más de 20 metros de largo, con 1.5 metros de ancho
y 1.2 metros de altura, con una cubierta cuyos bloques de piedra se hallan a un
287
Wendell Bennett
metro por debajo de la super cie del suelo. Este sitio se describe con más detalle
más adelante. Contenía unos pocos tiestos de cerámica estilo Recuay.
Sitio 7H-10: Una galería de 4 metros de largo, 1.1 metros de ancho y 70 centímetros
de alto, con las piedras de su techo justo debajo de la super cie. La entrada había
colapsado. Aquí se hallaron dos vasijas restaurables.
Sitio 7H-13: Una galería de 10.1 metros de largo, 1.15 metros de ancho, y 95 centí-
metros de alto, con las piedras de su techo a 80 centímetros por debajo de la su-
per cie del terreno. Al igual que en el sitio 7H-12, la entrada a esta galería estaba
intacta, con un ducto rellenado con piedras, de 1 metro por 66 centímetros y 1.75
metros de profundidad. La puerta de entrada a la galería propiamente dicha, des-
de este ducto, tiene 77 centímetros de ancho. Contenía fragmentos de cerámica de
estilo Recuay.
Sitio 7H-14: Una galería de 6 metros de largo, 1.15 metros de ancho, y 90 centímet-
ros de alto, con las piedras que forman su cubierta o techo a unos 25 centímetros
por debajo de la super cie del suelo. La entrada se había abierto anteriormente.
Contenía unos pocos tiestos.
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Excavaciones en el Callejón de Huaylas
Sitio 7H-16: Una galería de 10 metros de largo, 1.2 metros de ancho y 1 metro de
altura, con las piedras de su techo de 1.5 metros por debajo de la super cie del
suelo. Había sido abierto previamente, pero todavía contenía unos pocos tiestos.
Sitio 10H-1: Una galería de 5.27 metros de largo, 1.32 metros de ancho y unos 90
centímetros de altura, con las piedras de su techo apenas por debajo de la super-
cie (Lám. 3a). La entrada era rectangular, de unos 85 centímetros por 60 centí-
metros. Tres lajas forman el techo. Un nicho cuadrangular ubicado en el muro
este mide 30 por 30 centímetros, y tiene 52 centímetros de profundidad. Esta es
la única galería que mostraba algunas variaciones en la presencia de rasgos como
éste sobre los muros llanos. Aquí se hallaron tiestos del tipo Recuay.
Sitio 10H-2: Una galería de 5 metros de largo, 1.3 metros de ancho, y 90 centímet-
ros de altura, con las lajas que conforman su cubierta ubicadas justo por debajo
de la super cie. Ha sido previamente abierta, pero todavía se hallaron algunos
tiestos.
Las nueve galerías contaban relativamente con poco material. De hecho, en ellas
se encontraron seis vasijas completas y 267 tiestos, que representan al menos 21
vasijas más, aunque ninguna completa o restaurable. Ninguna galería contenía
material su ciente que justi que un tratamiento distinto, y por esta misma razón
la colección se describe aquí como una sola unidad. En realidad, los materiales de
las diferentes galerías son bastante consistentes en cuanto al estilo. Tanto los frag-
mentos de trompetas de género negativo tricolor y las formas de las vasijas son
propios del estilo Recuay y están presentes en casi todas las galerías. No se halló
estilo o forma alguna que sea incompatible con el conocido Recuay. En consecuen-
cia, es aún más lógico el tratamiento de la colección de las nueve galerías como
una sola unidad. Los materiales se describen en términos del tipo de decoración
pintada que exhiben.
Cerámica llana
Pasta marrón, 28 fragmentos.
4 fragmentos de trompetas rectas18 (Recuay O-2)
8 piezas pertenecientes a un cuenco abierto llano de base redonda (Recuay A-1).
14 piezas de una vasija globular gruesa marrón con un diseño en relieve que rep-
resenta a una mano sosteniendo un disco (posiblemente Recuay E).
2 fragmentos misceláneos.
Pasta naranja, 91 fragmentos. Ochenta y cuatro de fragmentos corresponden a
trompetas de arcilla rectas. Una trompeta típica tiene una boquilla expandida al-
rededor de 3.2 centímetros de diámetro y un tubo recto que diverge gradualmente
a un extremo llano de aproximadamente 5.3 centímetros de diámetro. Las otras
siete piezas son de pasta naranja cruda.
Pasta blanca, 1 fragmento.
Cerámica en Negativo
Cerámica negativa negro-blanco-rojo, 78 fragmentos. Las vasijas pintadas en neg-
ativo con marcados diseños en negro-blanco con la adición de pigmento rojo, ya
289
Wendell Bennett
sea en la técnica de pintura negativa o positiva, son típicas del estilo Recuay (Fig.
18b). No se han encontrado vasijas completas, pero un buen número de ellas son
parcialmente restaurables, e indican, formas y diseños típicos de Recuay.
16 fragmentos de una vasija grande. Ésta carece de su parte superior, pero el as-
pecto general que al parecer tuvo es el de una jarra con cuello con una asa puente
corta que da a una cabeza modelada (Recuay H-1). Sobre el cuerpo se aprecia un
brazo en relieve con un escudo cuadrado. La mano está representada por una
cabeza estilizada de felino. En la parte posterior de la vasija se aprecian conjuntos
de líneas rectas y onduladas verticales y horizontales.
20 piezas corresponden a una vasija grande, con toda su parte superior faltante.
Una vez más, ésta es posiblemente una forma similar a la anteriormente descrita
(Recuay H-1). La base sobre la pasta es de color ante, sobre la cual se ha ejecutado
un diseño en negativo del tipo negro-blanco-rojo. Alrededor de la parte inferior
de la vasija se aprecia una banda de rectángulos rellenos con las de puntos. En-
cima de esta representación, hay parte de un diseño complejo que probablemente
represente un felino Recuay.
12 Piezas de una vasija similar a la anterior, con parte del cuello y el asa puente.
Por un lado se cuenta con una buena sección de un diseño que representa a un
felino Recuay sentado, anqueado por un patrón interlocking que recuerda a un
pez raya.
30 piezas misceláneas que incluyen parte de una base con dos pies en relieve, una
sección con un apéndice sobresaliente en forma de ala, una pieza perteneciente al
borde de un disco, y un cuello constreñido. Todos muestran huellas de diseños
complejos.
Dos piezas completas con decoración blanco sobre rojo. Estas dos piezas represen-
tan estilos Recuay, que no tienen relación evidente con el estilo blanco sobre rojo
del Sitio 7H-15.
290
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
1 vasija globular completa con cuello estrecho expandido y asa puente corta que
se dirige hacia una cabeza humana modelada (Recuay H-1), pintada en forma
simple de blanco sobre una base roja (Fig. 15a). La cabeza está bastante bien mod-
elada, notándose que lleva una cinta ancha y encima de ella un tocado sencillo.
También se aprecian dos orejeras que están decoradas con círculos pequeños. En
cada lado de la cabeza hay un animal modelado.
1 cuenco abierto completo (Fig. 15e) con forma mango cónico (Recuay B-1). El
cuenco mide de 14.5 centímetros de diámetro del borde exterior y 7 centímetros de
altura. Los lados del cuenco tienen una protuberancia muy ligera, en tanto que la
base es plana, y el borde se proyecta en ángulo recto, siendo de 1.6 centímetros de
ancho en la parte superior. Alrededor del borde hay un diseño simple, ejecutado
con pintura blanca sobre una base roja, y que consisten en un cuadrado con un
punto en su interior. El mango cónico se proyecta desde cerca de la base y tiene 9
centímetros de longitud y 3.5 centímetros en la base.
Rojo sobre gris, 1 vasija completa (Fig. 15b). Una vasija globular alargada con una
base plana, cuello estrecho y borde liso, de 19 centímetros de alto, 14.5 centímet-
ros de diámetro en el cuerpo, y 9 centímetros de diámetro en el borde (Recuay F).
La arcilla es de color gris y tosca, en tanto que el diseño consiste en pinceladas
alargadas rojas alrededor del cuello. Si bien esta pieza es única en la colección, no
corresponde a la cerámica especial de pasta gris del Sitio 9H-2.
Rojo sobre ante o marrón claro, 1 pieza completa. Una excepcional vasija está rep-
resentada por un cuenco profundo, con borde llano y base anular. El diámetro del
borde es de 12.5 centímetros, y tiene una altura de 11 centímetros. En el borde se
inicia una trompeta de arcilla que luego rodea el cuenco tres veces. La boquilla se
proyecta por encima del borde, y la bocina se extiende hacia fuera desde la parte
baja del cuenco. La trompeta está pintada con líneas rojas ejecutadas sobre el color
ante de la pasta o la arcilla. La forma corresponde a una categoría especial del tipo
Recuay A.
Rojo sobre engobe blanco, 38 fragmentos. Todos estos fragmentos, excepto uno,
son posiblemente de una sola vasija. En la parte superior de una vasija globular
se tiene el busto de una gura modelada, que a su vez está cubierta por un techo
soportado por dos pilares. La gura tiene ojos y orejas en appliqué, así como dos
brazos cortos. Detrás de la gura se apreica algún tipo de pared con un diseño
escalonado recortado. De lejos, esta vasija no se encuentra completa. Se incluyen
también tres cuellos constreñidos, pero posiblemente sólo uno de ellos pertenece
a esta vasija. Del mismo modo, un pico de cuerpo, de forma cilíndrica y corto,
parece ser parte de la misma pieza. El fragmento que no corresponde a la vasija
291
Wendell Bennett
292
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
Artefactos de Metal
Tres galerías contenían fragmentos de cobre. Una pieza corresponde a un prend-
edor una con una cabeza ancha en forma de disco, como un clavo.
Artefactos de piedra
Los únicos objetos de piedra que se encontraron fueron dos cuentas, una de tipo
disco y otra acanalada.
Las galerías subterráneas forman una unidad coherente, tanto a nivel de la arqui-
tectura como en cuanto a las colecciones procedentes de ellas. Ambos, la forma
de la construcción general de la galería subterránea y el tipo particular de pare-
des de losas o lajas, son distintos de todas las demás construcciones existentes en
los alrededores. Del mismo modo, estas habitaciones subterráneas tienen la única
arquitectura única que hasta el momento parece identi carse claramente con el
estilo Recuay. La función de las galerías presenta un problema. Su uso no parece
práctico como viviendas ya que, aunque estén bien hechas, ellas son húmedas y
carecen de ventilación adecuada. Además, la cerámica es esencialmente de na-
turaleza funeraria. Es marcada la ausencia de desechos domésticos o de basura
de viviendas, así como de vasijas de naturaleza cotidiana, a pesar del carácter
fragmentario de la colección. Algunas galerías fueron ciertamente utilizadas como
tumbas, como lo demuestra la presencia de huesos pulverizados. La naturaleza
igualmente fragmentaria de la alfarería es difícil de explicar. Mientras que la may-
oría de las galerías había sido previamente abierta, las dos que tenían las entradas
intactas también produjeron cerámica fragmentada o incluso nada de material.
La cerámica procedente de las galerías pertenece claramente al estilo Recuay. En
estas colecciones no están representadas en absoluto las vasijas encontradas en
otros sitios de los alrededores. De hecho, el único tipo de alfarería que está pre-
sente en otros sitios es el que corresponde a la trompeta naranja recta. Más por el
contrario, no hay in uencia Tiahuanacoide alguna, así como no hay presencia de
la típica cerámica negativa negro-naranja, ni de cerámica de pasta negra, roja, o
de cualquier otro estilo. La colección es desafortunadamente demasiado pequeña
para con rmar cualquier subdivisión del estilo Recuay. Es obvio que el estilo Re-
cuay B de Kroeber no está representado, al igual que está ausente el estilo Arcaico
Andino de Tello. Por otra parte, esta evidencia negativa no es su ciente para vali-
dar los estilos de Kroeber o Tello. Más adelante, en la discusión general sobre el
estilo Recuay, se hace un intento para colectar algunos pequeños trozos más para
la interpretación de las colecciones procedentes de las galerías subterráneas.
(Tabla 7, 8)
293
Wendell Bennett
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Excavaciones en el Callejón de Huaylas
H. ESTRATIFICACIÓN DE VIVIENDAS-GALERÍA
295
Wendell Bennett
por unos 20 metros de largo, contando con 1.48 metros de ancho y 1.2 metros de
altura. En realidad se hallaba debajo de la pared norte de la casa, en lugar de estar
directamente debajo de la habitación norte. Alguna vez la entrada estuvo hacia el
fondo de la casa, pero hacía tiempo que dicho acceso había cedido y colapsado. La
relación de la casa a la galería es puramente fortuita.
7 vasijas completas de juguete. Todas, excepto por un pequeño plato que tiene en
el interior un diseño negativo lineal, son de pasta naranja o marrón tosca, sin dec-
oración. Este grupo está conformado por cuatro ollas de juguete con asas laterales
horizontales, un plato, una vasija trípode poco profunda y un jarrón con dos asas
laterales y descentradas, dispuestas en forma vertical sobre el cuerpo de la vasija,
que también tiene un apéndice en el cuerpo.
1 olla completa de pasta naranja con cuerpo globular, borde expandido, y dos asas
laterales planas horizontales.
100 fragmentos de pasta naranja, correspondientes a ollas con cuello alto.
2 fragmentos bastante gruesos de pasta naranja.
1 asa cónica de pasta naranja, que también puede corresponder a la pata de una
vasija trípode.
7 fragmentos de cerámica llana de pasta marrón.
4 piezas de una vasija en forma de botella con cuello constreñido, decorada con
diseños negativos negro-naranja. Estas cuatro piezas y el plato de juguete mencio-
nado antes son las únicas piezas pintadas en negativo.
296
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
Sólo se hallaron diez fragmentos en la galería subterránea, pero todas ellas son
consistentes con los materiales Recuay encontrados en otras galerías de caracter-
ísticas similares.
2 fragmentos de vasijas llanas de pasta marrón.
3 fragmentos de trompetas rectas de pasta naranja.
5 fragmentos de vasijas en negativo del tipo negro-blanco-rojo, todas con segmen-
tos de diseños complejos del tipo Recuay.
Sobre la base de las evidencias procedentes de este sitio, está claro que el estilo
Tiahuanaco mixto de las tumbas subterráneas profundas, es más reciente en el
tiempo que el estilo Recuay.
En las páginas precedentes se han descrito las colecciones obtenidas en las excava-
ciones en la región de Wilkawain. Ahora sigue un intento de organizar los distin-
tos materiales, aunque con la completa cautela de que en muchos casos se carece
de evidencias concluyentes. En términos de las colecciones de cerámica, hay cinco
secciones mayores y cuatro menores a ser consideradas.
297
Wendell Bennett
SITIO 7H-15
Las trece vasijas halladas en la tumba sin revestimiento de piedra, sirven para
aislar el estilo blanco sobre rojo. Este es el único estilo de diseño representado
en la colección, que aparece en ocho de las vasijas mencionadas, mientras que el
resto corresponde a cerámica llana de pasta marrón o roja. El estilo está muy bien
aislado en esta tumba, pero se dispone de poca evidencia para de nir su posición
relativa. Las formas, diseños, el trabajo descuidado general que se aprecia, y los
colores, en tanto no son idénticos en todos los detalles, parecen estar relacionados,
sin embargo, con el estilo blanco sobre rojo en Chancay y en Chavín. En Chancay
el estilo blanco sobre rojo es de nitivamente anterior al Tiahuanaco de la costa,
como se muestra en el trabajo de Uhle y Kroeber19 y tal como es con rmado por
las excavaciones efectuadas en 1941 por Gordon Willey. En Chavín el estilo blanco
sobre rojo aparece en tumbas intrusivas que de nitivamente corresponden a tiem-
pos después de Chavín mismo. El reciente trabajo de Larco (1941) en el valle de
298
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
Chicama sugiere que la existencia de un estilo relacionado con el blanco sobre rojo
puede ser anterior al Chimú Temprano en Salinar, aunque se necesita de más evi-
dencia para probar esto. El efecto total de esta evidencia es la ubicación del estilo
blanco sobre rojo de la Tumba 7H-15 en una posición relativamente temprana, por
lo menos anterior al periodo Tiahuanacoide Medio. Cuál podría ser su relación
con el material Recuay, es algo que no se puede responder por el momento. La
única posible evidencia viene del mixto Sitio 9H-2, y ésta no es muy satisfacto-
ria. Consecuentemente, por ahora, el estilo blanco sobre rojo está ubicado entre el
periodo Recuay y los de nidos periodos medios.
Las restantes cuatro grandes colecciones no son tan fáciles de ubicar en el tiempo
como las que proceden de las galerías. A excepción del material de 9H-2, ninguna
muestra alguna conexión positiva con el estilo Recuay, y mucho menos indicio
alguno de in uencia Chavín. Además, de nitivamente tampoco hay in uencia
Incaica que pueda notarse. Por otra parte, pese a ciertas diferencias locales, tres de
las colecciones son de nitivamente comparables con los materiales de los perio-
dos medios representados en la costa del Perú. En la tabla adjunta se presenta una
comparación de las cuatro colecciones principales (Sitios 7H-1-4, 6H-2, 5A-7H,
9H-2), elaborada en función de 35 piezas diagnósticas. Continúa, más abajo, una
discusión de esta misma tabla, comenzando con la colección procedente de las
tumbas subterráneas profundas.
(Tabla 9)
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Excavaciones en el Callejón de Huaylas
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Si bien es fácil establecer las diferencias entre el material de las viviendas subter-
ráneas y el que procede de los otros tres sitios, la posición cronológica relativa de
los dos grupos es más difícil. A pesar de la carencia del típico material Recuay, ya
se ha señalado que en las colecciones de dicho estilo sí están presentes las trompe-
tas rectas, mangos cónicos, la decoración negativa en tres colores, y la cerámica
rojo sobre blanco ligeramente modelada, y están ausentes a su vez en los otros
sitios del periodo Medio en Wilkawain. La presencia de la cerámica blanco so-
bre rojo, debería, por el argumento anterior, también sugerir una posición ligera-
mente anterior al periodo Medio. Sin insistir que todos los estilos de esta colección
son contemporáneos, o que mayor evidencia afectará el análisis, los materiales del
Sitio 9H-2 se consideran aquí como un poco más tempranos que las colecciones
con in uencia Tiahuanacoide que provienen de otros sitios en Wilkawain.
El material hallado en las cuatro tumbas puede ser tratado brevemente, debido a
que obviamente es insu ciente en cantidad como para afectar profundamente las
interpretaciones basadas en las grandes colecciones.
Sitio 8H-1. El cuenco modelado en forma de puma y la olla naranja con diseño en
relieve impreso, hallados en una tumba sin revestimiento de piedra, de manera
muy obvia encajan dentro del grupo general representado por la colección de las
tumbas subterráneas profundas. En todo caso, esta tumba permite más bien unir
la colección de las tumbas subterráneas profundas con aquélla que procede de los
sitios habitacionales en super cie, ya que combina el relieve impreso (ausente en
las tumbas subterráneas profundas) con el puma pintado y modelado (caracter-
ístico de las tumbas subterráneas profundas). Además, ambas piezas son típicas
de los sitios Tiahuanaco costero.
Sitio 6H-3A, 3B. Las nueve vasijas de estas cistas con revestimiento de piedras
alineadas son consistentes con la colección de las tumbas subterráneas profun-
das y la de los sitios habitacionales en super cie, tanto en forma, como en color y
diseños.
302
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
Sitio 7H-7. El único cuenco inciso de pasta marrón hallado en una cista funeraria
ha sido dejado en su posición única. No sólo representa un estilo distinto de cu-
alquier otro que se halla expresado en las demás piezas encontradas, sino que es
no se cuenta en absoluto con evidencia disponible que permita sugerir su posición
relativa en el tiempo.
Resumen
1. Estilo Recuay (Sitios 7H-5B, 7H-8, 7H-10, 7H-12, 7H-13, 7H-14, 7H-16, 10H-1,
10H-2). Está asociado con las galerías subterráneas y de manera demostrable es
más temprano que el estilo Tiahuanacoide de Wilkawain.
2. Estilo blanco sobre rojo (Sitios 7h-15, 9h-2). Aunque está aislado en una tumba
y también se halla representado en la colección mixta procedente de las viviendas
subterráneas, su posición cronológica tentativa es, por analogía, junto con un es-
tilo similar encontrado en otros sitios de la sierra y costa.
3. Mezcla de la casa subterránea (Sitio 9H-2). Mientras que los materiales no son
probablemente contemporáneos, su posición entre Recuay y el Tiahuanaco de
Wilkawain está indicada por algunas semejanzas ligeras con Recuay, por la pres-
encia del estilo blanco sobre rojo, y la ausencia de las in uencias Tiahuanacoide y
de aquéllas otras que corresponden a periodos tardíos. El nuevo estilo de colores
marrón rojizo, y naranja, sobre pasta gris, es diferente en color, diseño y formas de
las vasijas, y muy posiblemente representan una intrusión posterior.
4. Estilo Tiahuanacoide de Wilkawain (Sitios 6H-2, 6H-3A, 3B-6H, 7H-1, 7H-2, 7H-
3, 7H-4, 7H-5A, 8H-1). Este estilo se encuentra bien aislado por su asociación con
las tumbas subterráneas de piedra con cubiertas de losas, así como con las cistas
funerarias, las tumbas sin revestimiento y los sitios habitacionales en super cie
desde una hasta cuatro habitaciones. La arquitectura de los sitios habitacionales y
de las tumbas también sugiere una asociación con los templos de tres pisos. Si esto
es cierto, se puede añadir todavía otra característica, a saber, las cabezas clavas
de pumas tallados con sus apéndices para la inserción en la pared. Los vínculos
más cercanos del estilo son con los periodos del Tiahuanaco costero, tales como el
Epigonal en Pachacamac, el Ancón Medio I y el Supe Epigonal.
SHANKAIYAN, SITIO 1H
En los campos de esta colina cerca de Huaraz se identi caron tres galerías sub-
terráneas, y se nos dijo que muchas otras más habían sido previamente abiertas.
Una de tales galerías medía 4 metros de largo, 82 centímetros de ancho, y 1 metro
de profundidad, con las piedras que forman su cubierta justo debajo de la super-
cie del terreno. Las paredes laterales se formaron con tres grandes bloques de
303
Wendell Bennett
losa cada uno, cuyos intersticios en las uniones entre ellos fueron rellenados con
pequeñas piedras. En cada extremo había una gran losa vertical, en tanto que cu-
atro más formaban el techo. No se ha visto evidencia alguna de la entrada o acceso
a la galería.
SITIO 1H-A
Una galería subterránea de 5.6 metros de largo, 1.05 metros de ancho y 1 metro
de profundidad hasta el piso compacto de arcilla, tenía tres losas como cubierta
hacia su mitad norte, que se hallaban desde 10 centímetros por debajo de la super-
cie del terreno. Esta mitad norte había sido aparentemente excavada con ante-
rioridad. La mitad sur se llenó con tierra y residuos de basura doméstica, pero no
presentaba rastro alguno de la existencia de losas de piedra como cubierta. La ex-
cavación en esta mitad sur permitió el hallazgo de una pequeña vasija completa y
570 tiestos. No se hallaron huesos u indicio que sugiera la existencia de entierros,
y tampoco se reportó el tipo de material alfarero asociado a contextos funerarios.
Por otro lado, la galería abierta con alineamientos de piedra no parece impresion-
ante como lugar de cobijo.
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306
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
Cerámica de pasta blanca, 44 fragmentos. Todas las piezas son de arcilla blanca
y muy probablemente alguna vez fueron parte de vasijas pintadas en negativo.
Tal como se muestra, las piezas aquí incluidas no presentan restos de diseños
pintados.
36 fragmentos misceláneos de cuerpos.
1 pieza de base plana con lados verticales.
4 fragmentos de grandes bordes planos expandidos del tipo Recuay G.
1 fragmento de cuerpo con apéndices alargados a modo de alas.
2 piezas de cuellos expandidos.
2 Piezas de una vasija de parte superior plana con una abertura recortada por
detrás y dos aves modeladas por delante (Fig. 18f).
1 fragmento de cuerpo con pico corto que se proyecta desde él.
3 piezas correspondientes a un apéndice sobresaliente en forma de ala, decorado
con diseños triangulares sencillos.
307
Wendell Bennett
Cerámica rojo sobre naranja, 37 fragmentos. La mayoría de éstos son piezas mis-
celáneas de cuerpos (30) con líneas rojas o bandas anchas en una arcilla nara-
nja. Además de los fragmentos de cuerpos, también destacan los materiales que
siguen a continuación:
1 pedazo de asa circular horizontal, redondeada.
1 cuello expandido estrecho.
1 pieza de borde expandido.
4 bordes de cuencos abiertos de lados convexos, tres de los cuales fueron pintados
por dentro.
Rojo sobre blanco, 18 fragmentos. Una arcilla naranja está cubierta con un engobe
blanco sobre el cual se ejecutó un diseño de líneas o bandas rojas.
11 piezas de cuencos expandidos, incluyendo dos fragmentos de borde.
6 piezas de dos cuencos abiertos de estilo Recuay A-1. Uno de ellos está decorado
con una amplia línea que forma una voluta angular, y el otro presenta bandas que
se entrecruzan mutuamente.
1 pieza de cuerpo con un pico tubular corto y un diseño simple de líneas rojas.
Rojo sobre blanco, 24 fragmentos. Una arcilla blanca de base está decorada con
líneas o bandas rojas anchas. La mayoría de las piezas son de cuencos abiertos.
10 pedazos de cuerpos, probablemente de cuencos de poca profundidad. Tres de
ellos están pintados por dentro con bandas paralelas; dos están pintados por fuera
con bandas y líneas onduladas (Fig. 17c). Los otros cinco pedazos tienen diseños
lineales.
1 Fragmento de una base anular de un cuenco abierto de estilo Recuay A-2 con un
diseño lineal (Fig. 17a).
3 Fragmentos de un cuenco abierto (Recuay A-1) con bandas rojas entrecruzadas.
Cinco fragmentos de un cuenco parecido con bandas en zigzag (Fig. 17b). Tres
fragmentos de un cuenco similar con apéndice en el borde, de aspecto alborotado,
y decoración de líneas horizontales y líneas onduladas.
1 pieza de una especie de cuenco irregular (Fig. 17d).
1 fragmento de asa redondeada.
SITIO 1H-B
Cerca de 3.4 metros al oeste de la galería descrita anteriormente, se encontró otra
que no había sido previamente perturbada. Medía 3 metros de largo en total, entre
75 a 85 centímetros de ancho, y 75 centímetros de profundidad hasta el piso de
arcilla. Las piedras de la cubierta se hallaban a unos 35 centímetros por debajo
de la super cie del suelo, y los espacios entre las losas estaban llenos de piedras
más pequeñas. Las paredes laterales fueron construidas con piedras pequeñas y
grandes, aunque no tan bien distribuidas como en otras galerías. La planta tiene
forma de dos secciones rectangulares que forman un ángulo. Se hallaron cincuen-
ta fragmentos y cinco cuencos completos o restaurables, pero no se recuperaron
huesos u otro indicador de contextos funerarios.
Engobe blanco sobre naranja, 1 pieza completa (Lám. 2d). Se trata de una vasija
de mango cónico del estilo Recuay B-2, con borde ligeramente expandido y pico
tubular corto. El cuerpo de la vasija tiene 10 centímetros de diámetro, 8.3 centímet-
ros en el borde, y 7.5 centímetros de altura. El mango es sólido, de 5.5 centímetros
de largo y 3 centímetros en la base. El pico tiene 1.5 centímetros de diámetro y se
proyecta por 1.7 centímetros. Los rastros de engobe blanco son los únicos signos
de decoración existente sobre la arcilla naranja.
309
Wendell Bennett
rojas sobre la arcilla blanca. El mango de esta vasija fue encontrado justo encima
de la cubierta de piedras, con los fragmentos de cuerpos en su interior.
Artefactos de metal, dos completos. Se encontraron dos piezas de cobre, una aguja
de 7.5 centímetros de largo, y la otra pieza consistente en un prendedor largo con
una cabeza de disco plano, en forma de clavo. Este prendedor tiene 19.2 centímet-
ros de largo y la cabeza cuenta con 3.5 centímetros de diámetro.
310
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
311
Wendell Bennett
Se hizo una colección de tiestos observados en super cie, sobre una colina justo en
frente del río Santa desde Huaraz, aunque no se llevaron a cabo excavaciones. Se
incluye aquí una lista a modo de catálogo de estos tiestos. La variedad de colores,
sus combinaciones, sus diseños geométricos, el habito de emplear diferentes es-
quemas de colores tanto al interior como al exterior de las vasijas, la cocción dura,
y los pocos indicios de las formas, todos en su conjunto indican una a liación
esencialmente incaica para la mayoría de las piezas.
7 fragmentos con engobe naranja, por dentro y por fuera, incluyendo cuatro cuer-
pos, un apéndice, un asa plana, un mango plano, una pieza incisa.
3 tiestos con decoración en negro sobre naranja por fuera y de color blanco por
dentro, con un diseño en forma de diamante y dos líneas; son dos bordes de cuen-
cos abiertos y una pieza de cuerpo.
5 fragmentos con decoración en negro sobre blanco por fuera y rojizo naranja por
dentro; se trata de tres bordes y dos piezas de cuerpos; los diseños consisten en
dos línea paralelas horizontales y una vertical, y dos diseños semi-curvilíneos.
6 fragmentos con decoración en negro sobre blanco por fuera y de color blanco por
dentro; son cuatro bordes y dos cuerpos; los diseños está representados por cuatro
líneas paralelas horizontales, un cuadrado con punto, y una banda.
1 tiesto rojo, con decoración naranja sobre blanco por fuera y de color rojo por
dentro, con la representación de una banda. 13 tiestos con decoración en negro y
rojo sobre blanco por fuera, y de color blanco por dentro; se trata de cinco bordes,
una base, siete cuerpos; los diseños consisten en cuatro líneas paralelas horizon-
tales, dos líneas paralelas verticales, un disco, dos línea con un círculo, un gancho,
con tres diseños geométricos complejos. 1 tiesto negro, con decoración rojo sobre
blanco por fuera, así como naranja por dentro; es un borde con líneas paralelas
horizontales.
2 tiestos negros, con decoración rojo sobre naranja por fuera, y blanco por dentro;
se trata de un borde y una pieza de cuerpo con diseño lineal. 2 tiestos negros,
con decoración rojo sobre naranja por fuera y naranja por dentro; consisten en un
borde y una pieza de cuerpo con diseño lineal. 1 fragmento marrón rojizo, con
decoración de color blanco, negro y amarillo por fuera, además de decoración
blanca por dentro; es la pieza de un cuerpo con diseños horizontales y verticales
a rayas. 1 fragmento de cuchara con decoración rojo sobre naranja y con mango
redondo.
AYAPAMPA, SITIO 5H
313
Wendell Bennett
producido de esta manera queda cubierto, sin embargo, con una acumulación de
tierra y piedras pequeñas que cubrían las vigas pétreas del techo, otorgando a
toda la estructura de la cubierta una forma de domo. Los muros de la chullpa
están compuestos de piedra sin cantear, tanto las grandes como las pequeñas que
fueron empleadas, pero con poco planeamiento. Como argamasa se utilizó una
mezcla de barro o arcilla.
314
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
Otras viviendas varían en tamaño. Algunas se colocan sobre grandes rocas natu-
rales. Algunas otras tienen muros circundantes bajos alrededor de ellas, o plata-
formas bajas a lo largo de un muro exterior. Estas diferencias pueden ser breve-
mente tabuladas, como se muestra a continuación.
Vivienda 1. (Descrita arriba como el tipo representativo).
Vivienda 2. Una casa de una sola habitación y planta rectangular, de 1.7 por 2.25
metros, y de 1.80 metros de alto. La puerta se localiza hacia el sur y mide 55 por
75 centímetros. Hacia el lado oeste se encuentra una plataforma de 1.45 metros de
ancho y 50 centímetros de alto.
Vivienda 3. Una casa de 1.85 por 2.7 metros y de 1.3 metros de altura, con una
puerta pequeña al este.
Vivienda 4. Una casa de 1.9 por 1.8 metros y de 1.9 metros de altura. La puerta
se localiza hacia el este, y mide 80 por 60 centímetros. A cada lado de la casa se
levanta una plataforma de 1.1 metros de ancho.
Vivienda 5. Una casa de 3.4 por 2.1 metros por cada lado y 2.2 metros de altura.
El vano de ingreso se ubica hacia el sur y mide 50 por 75 centímetros. A unos 3
metros de distancia de la casa y en todo su alrededor, se levantan un muro peri-
métrico conformado por una sola hilera de piedras.
Vivienda 6. Una casa de 2.6 por 2.4 metros por lado y 2.2 metros de altura, con una
puerta de ingreso al sur, de 50 por 50 centímetros.
Vivienda 7. Una casa de 2.6 por 2.9 metros por lado, con una puerta ubicada al este
y una plataforma lateral.
Vivienda 8. Una casa caída de 2.2 por 2.5 metros por lado, con la puerta hacia el
este.
Vivienda 9. Una casa de 2.4 por 2.75 metros por lado y 2.3 metros de altura. La
puerta, de 55 por 60 centímetros, se encuentra ubicada al este. Hacia todos sus
lados se observa una plataforma de 50 centímetros de ancho y 25 centímetros de
altura.
Vivienda 10. Una casa caída de 4 por 3.5 metros en cada lado.
También se observaron otras casas en esta región, pero no fueron medidas. Seis de
estas viviendas no estaban muy destruidas, y otras diecinueve fueron examinadas
brevemente. También hemos apreciado diversas terrazas, plataformas y columnas
en la región de Ayapampa. Por ejemplo, se identi có una columna vertical de
piedra en el centro de una plataforma, también de piedra, de 4.1 por 2.2 metros.
Esta especie de columna medía 80 por 50 centímetros, y 1.8 metros de alto. A unos
1.4 metros de distancia, sobre una plataforma de 6.5 metros de largo, se hallan
otros dos monolitos verticales. Incluso existe otra tercera columna, de 60 por 60
centímetros y de 1.6 metros de alto, sobre una plataforma de 1.3 por 2.1 metros. Se
desconoce la función de estas columnas líticas.
315
Wendell Bennett
1 cántaro de pasta negra con cuello constreñido y asa ancha plana que sale del
borde hacia el cuerpo. Tiene 7 centímetros de diámetro en el cuerpo, 4 centímetros
de diámetro en el borde y 9.5 centímetros de altura.
1 plato poco profundo de pasta roja, de 8 centímetros de diámetro y 3 de profun-
didad.
Aunque los datos sobre este entierro no son los su cientemente adecuados para
sacar conclusiones sólidas ciertamente los materiales se asemejan a aquéllos que
han sido descritos para el período Medio Tiahuanacoide en Wilkawain, tal como
están representados por la colección de tumbas subterráneas profundas. A pesar
de la existencia de este enterramiento, no parece probable que las casas fueran
construidas para ese n. Todas las demás edi caciones de ese tipo que han sido
examinadas no han revelado resto funerario alguno, ni tampoco signo cualquiera
de haber sido deliberadamente selladas.
LA REGION DE CARHUAZ
316
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
Las ruinas ocupan una colina larga, que se levanta por encima y al noreste de la
casa hacienda. Los picos nevados de Yan-Raju y Huascarán de nen el fondo del
paisaje, mientras los fértiles campos de la hacienda se extienden más abajo. La
cresta alargada de la colina se orienta de norte a sur y está cubierta con ruinas
de casas, muros, terrazas y tumbas. En las casas se pueden notar dos tipos de
construcción de nidas, y dentro de ellos las estructuras son marcadamente uni-
formes. En general, las construcciones del Tipo B están concentradas en el extremo
más alto y septentrional de la cresta, mientras que los edi cios del Tipo A están
distribuidos cuesta abajo y a lo largo de la ladera oriental (Lám. 4c).
VIVIENDA TIPO A
Se contaron en total treinta y cinco unidades de vivienda de este tipo. Dieciséis
de estas miden en planta 4 por 4.5 metros como promedio, con rangos que van
entre 2.6 y 5.9 metros de ancho, y entre 3.3 y 6 metros de largo. No se observó nin-
guna estructura con una sola habitación; dos tenían cuatro habitaciones y el resto
tenía dos habitaciones cada una. Algunas de estas unidades de vivienda están en
realidad combinadas para formar una sola casa alargada con dos habitaciones
independientes, sin conexión interna. El total de las 35 unidades de vivienda in-
cluye tales combinaciones como dos unidades distintas. Otras casas pueden for-
mar grupos dentro de unos pocos metros de distancia uno del otro, pero es más
típico observar, si cabe la expresión, la presencia de casas bien aisladas entre sí.
A pesar de algunas diferencias en las dimensiones de las viviendas y el número
de habitaciones interiores que tienen, todas estas edi caciones están construidas
317
Wendell Bennett
La casa típica del Tipo A mide 3.6 por 5.1 metros (Fig. 20). Hacia la parte central
del lado sur del edi cio se halla un vano de ingreso, de 50 por 50 centímetros,
coronado por un dintel de piedra, aunque en general la orientación de la casa
o de la puerta no es consistente. Al interior de la casa el espacio está divido en
dos habitaciones por un muro a modo de tabique longitudinal central. Un vano
de acceso, similar al vano exterior, conecta las dos habitaciones en el centro. Los
cuartos resultantes miden aproximadamente 1.2 metros de ancho, 4.1 metros de
largo y 1.3 metros de altura. Estos ambientes están cubiertos por cuatro o cinco
losas planas cada uno, los extremos de las cuales se apoyan sobre la pared central
y están insertadas en las paredes exteriores. Encima de esta cubierta se aprecia
una acumulación de hasta 2 metros de tierra y piedras, concentradas en ese lugar
por la construcción de las paredes exteriores. No hay evidencia de un segundo
piso, y la acumulación del material sobre el techo fue evidente intencional, como
un recurso de protección contra las fuertes lluvias. Visto desde un extremo, el
techo tiene una forma ligeramente puntiaguda. Las paredes exteriores presentan
entre 40 y 50 centímetros de espesor. La cara interna exhibe losas grandes con
rellenos de piedras pequeñas y barro en los intersticios que existen entre aquel-
las. En esta cara se observan con frecuencia pequeños nichos y piedras salientes.
El exterior de las paredes puede mostrar la misma técnica de losa, pero es más
común observar las alternadas de piedras grandes y pequeñas. Ninguna de las
piedras está tallada, aunque sí se aprecian esfuerzos para su selección y corte. El
hecho de que muchas de estas casas están hoy intactas da cuenta de su excelente
construcción. Estos edi cios fueron probablemente habitáculos en lugar de sitios
de enterramiento, aunque se encontraron algunos huesos. Las medidas de otras
casas de este tipo pueden ser tabuladas brevemente:
Vivienda 1-2. Dos unidades de habitación contiguas, una de ellas de 4.1 por 5.5
metros, y la otra de 2.7 por 4.5 metros, ambos con las puertas hacia el este.
Vivienda 3. Casa de dos habitaciones, de 3.6 por 4.7 metros, con la puerta en la
parte este. Un muro ovalado rodea la casa.
Vivienda 4. Casa de cuatro habitaciones, de 4.5 por 4.6 metros, con la puerta al
este.
Vivienda 5. Casa de dos habitaciones, de 5.8 por 6.3 metros, con la puerta al norte.
Vivienda 7. Casa de dos habitaciones, de 3.3 por 3.3 metros, con una puerta hacia
el sur.
Vivienda 8-9. Dos unidades de dos habitaciones contiguas, una de ellas de 5.9 por
6 metros, con una puerta en el norte y en el sur, y la otra de 5 por 5.1 metros, tam-
bién con dos puertas. Una banqueta alrededor del edi cio mide 40 centímetros de
ancho, en tanto que una cornisa se proyecta en torno a todo el techo.
318
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
319
Wendell Bennett
Vivienda 10. Una casa de dos habitaciones, de 4.3 por 4.4 metros, con la puerta
al norte. El muro que remata en un extremo puntiagudo se levanta hasta unos 4
metros de altura. Se aprecia también un muro perimétrico a 3 metros de distancia
de la vivienda.
Vivienda 11-12. Dos unidades contiguas de dos habitaciones, cada una de 3.7 por
4.3 metros.
Vivienda 13-14. Dos unidades contiguas de dos habitaciones, cada una de 3.2 por
3.3 metros.
Vivienda 15. Casa de dos habitaciones, de 4 por 4.5 metros, con la puerta hacia el
sur.
Vivienda 16. Casa de dos habitaciones, de 2.6 por 4 metros, con la puerta hacia el
sur.
Vivienda 17. Casa de cuatro habitaciones, de 4.3 por 4.4 metros, con puerta en la
parte este y un espacio adicional al oeste, de 1.5 por 1.5 metros.
Vivienda 18. Casa de dos habitaciones, de 3 por 4 metros, con la puerta hacia el
sur.
Viviendas 19-35, fueron vistas, pero no se tomaron medidas.
VIVIENDA TIPO B
El promontorio del extremo norte de la cresta montañosa está cubierto por casas
de un tipo abierto. En lugar de extenderse en forma dispersa como ocurre con las
viviendas del Tipo A, estas casas están muy juntas, utilizando en muchos casos los
mismos muros. El plano de la aldea se de ne en gran medida de acuerdo a cómo
lo permite el contorno del promontorio. Las habitaciones de estas casas son de
gran tamaño, de las cuales una de ellas medía 4.25 por 5.6 metros. Las puertas son
amplias; una de ellas mide 1.4 metros de ancho y 1.55 metros de altura, y se corona
con un dintel. Las paredes son de más de un metro de espesor y contienen nichos,
pero sin ventanas. Ninguna de las habitaciones cuenta con restos de techo, lo que
implica que éstos fueron hechos con materiales perecederos. Se observaron mu-
chas casas y terrazas, en tanto que el promontorio donde se hallan está rodeado
por un muro que aún se mantiene en pie por partes, y que mide más de 1 metro
de espesor y entre 2 y 3 metros de altura. En este muro se aprecian todavía dos
portadas de piedra permanecen en esta pared (Lám. 4b), una de las cuales tiene
1.35 metros de ancho y 1.95 de alto; mientras que la otra cuenta con 1.75 metros de
ancho y 1.65 metros de altura. Ambas portadas están cubiertas por losas de pie-
dra. Las paredes de las casas están construidas con piedras de aproximadamente
el mismo tamaño, dispuestas en las irregulares, en tanto que las losas se utilizan
sólo para los revestimientos de las puertas.
A pesar de la diferencia entre los dos tipos de viviendas, no hay buena evidencia
que indique su antigüedad relativa. Es cierto que el estilo general y la disposición
de las casas Tipo B sugiere su factura Inca, pero no se encontró cerámica que pu-
eda con rmar esto.
320
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
Aunque alrededor de unos diez sitios fueron reportados para la zona de Copa
Grande por parte de los propietarios, Eliseo y Tomás Dextre, sólo unos pocos
fueron visitados por nosotros. Uno de ellos, llamado Jatun Allankay, se encuentra
a lo largo de la cima de una cresta larga y estrecha. Se observaron terrazas y plata-
formas abiertas, así como conjuntos de habitaciones sin techos. Éstas se disponen
a lo largo de calles o vías de comunicación, y cuentan con amplias puertas, nichos
en las paredes, y una construcción de piedras toscas que no se presentan alineadas
o en las. En total el estilo es similar al Tipo B de Copa Chica.
LA REGIÓN DE KATAK-RECUAY
321
Wendell Bennett
zona pantanosa se han reportado caminos incas. Nuestro trabajo aquí consistió
en el examen de una docena de sitios en la región de Katak y Recuay, y algunas
excavaciones menores. Aunque esta región es famosa por ser el centro del es-
tilo Recuay, nuestro trabajo contribuyó poco a aclarar los problemas relacionados
con ese período. Se examinaron numerosas construcciones subterráneas, posible-
mente viviendas, y se excavó una de ellas, que proporcionó a su vez una pequeña
colección.
322
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
Tipo A: Cámara subterránea central con varias cámaras laterales conectadas. Este
tipo de construcción subterránea es una de las más comunes en la región de Katak.
El concepto es siempre el mismo, aunque las cámaras laterales varían en número,
de dos a seis, con un promedio de entre tres y cuatro. La unidad 1K-A (Fig. 21)
tiene un cuarto central, de 2.78 por 2.2 metros, orientado de norte a sur, y de 1.5
metros de altura desde el piso de arcilla hasta el nivel de la cubierta hecha con
losas de piedras. El techo de este cuarto está cubierto por dos lajas alargadas para-
lelas más otras losas transversales. La entrada al cuarto principal está formada por
un vano de acceso que está de nido por un ducto y un dintel, hacia su esquina
sureste. En la esquina noreste una puerta conduce a una cámara conectada de 2.5
por 1.23 metros por lado. Al norte se encuentra una cámara conectada a la ante-
rior, de 1.15 por 3.77 metros. Una cámara ligeramente más pequeña se encuentra
al oeste, y en su extremo sur se observa una pequeña cámara conectada. La cuarta
cámara conectada, de 1.04 por 2.28, está localizada al sur. Las paredes interiores
están hechas de lajas montantes y piedras pequeñas delgadas colocadas horizon-
talmente (Lám. 5). Todos los espacios entre las losas están cuidadosamente rel-
lenados con piedras pequeñas y barro. Se notan también rastros de pintura roja.
En realidad un montículo bajo está formado por tierra amontonada por encima de
esta casa, de manera que las losas de techo están en realidad a 1.63 metros de pro-
fundidad, aunque sólo a 1 metro por debajo de la super cie del suelo en general.
Otros sitios no muestran ningún rastro de montículos.
Cerca de la anterior cámara se halla otra unidad similar del mismo tipo, aunque
más sencilla (1K-B). Además del cuarto central, aquí se tienen dos o tres cámaras
conectadas, dependiendo de si el cuarto hoy abierto que se ubica al este, de 1.08
por 2.38 metros, es considerado una cámara o un acceso. Un nuevo rasgo aquí
observado está constituido por un nicho en la pared, de 25 por 23 centímetros en
cada lado y de 20 centímetros de profundidad. Lo más interesante de esta unidad
es la puerta que conduce del cuarto principal a la cámara oeste. Está anqueada
por dos lajas rectangulares verticales, cubiertas con un dintel rectangular. Am-
bas lajas laterales y el dintel están cubiertas con una pintura blanca sobre la que
todavía es visible un diseño en color rojo. El dintel principal tiene una gura de
dos cabezas con un solo cuerpo simple, anqueada a cada lado por un animal. El
panel lateral en el norte tiene una gura humana con el aspecto de una vara. La
gura del dintel principal es similar a algunas observadas en las losas talladas que
se encuentran en el museo de Huaraz.
323
Wendell Bennett
La Unidad 2K-E cuenta con un cuarto central, de 1.7 por 5.1 metros en cada lado,
con una entrada por el este y seis cámaras conectadas en forma de gancho, tres
cámaras hacia el oeste, y una hacia cada uno de los puntos cardinales restantes,
en los lados norte, sur y este. La altura del cuarto principal es 1.3 metros; Sobre el
techo se halla un montículo bajo que sostiene un muro super cial, que se dispone
en forma cuadrangular, con 3 metros en cada lado. Cabe indicarse que encima
de muchas viviendas subterráneas de este tipo se encuentran restos de otras con-
strucciones super ciales.
Unidad 4K-E cuenta con un cuarto central y cuatro cámaras conectadas. La nueva
característica se encuentra en la cámara este, de planta cuadrangular de 1.4 met-
ros por lado, que está a un nivel más alto que la habitación principal y a la cual se
accede por un nicho a modo de ventana. Las unidades 4K-B, C-4K y 4K- D (Fig.
23) ilustran en su conjunto de forma clara el tipo de entrada sugerido por 1K-B.
324
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
325
Wendell Bennett
A través de una puerta lateral se ingresa a un pasillo de buen tamaño (de 1.1 por
2.12 metros de 4K-D), con cubierta formada por losas, pero a un nivel más alto
que la habitación principal y el de sus cámaras conectadas. A este cuarto principal
se accede desde el compartimiento a modo de vestíbulo, a través de una ventana-
puerta.
Esta unidad está registrada como una variante distinta, debido a su tratamiento
único que destaca entre los casos examinados por nosotros. En realidad esta con-
strucción muestra numerosas variaciones con respecto al tipo A que es más bien
bastante regular.
Tipo B: Galería subterránea simple. El sitio 6K-B es una simple galería de una sola
habitación, la misma que tiene 1.66 metros de ancho y 3.29 metro de largo, y se
326
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
Tipo C: Galería subterránea de dos pisos. Existen galerías muy parecidas al Tipo
B, las mismas que, además de la habitación principal, cuentan con un piso similar
debajo de ella. El sitio 6K-F tiene un vestíbulo cubierto, de 1.44 metros de largo y
68 centímetros de ancho, al que se ingresa por una puerta en el extremo este, que
mide 44 por 58 centímetros. El vestíbulo tiene dos puertas-ventana, una encima
de la otra, en el lado norte. A través de la puerta-ventana superior, que mide 65
por 79 centímetros, se ingresa a la galería superior, de 1.65 metros de ancho, 3.01
327
Wendell Bennett
metros de largo y 1.56 metros de alto. En las paredes de esta galería se ubican tres
pequeños nichos y una cámara tipo nicho. A través de la puerta-ventana inferior
del pasillo se entra en la galería inferior, exactamente del mismo tamaño que la su-
perior, pero de sólo 1 metro de alto. El sitio 4K-F (Fig. 24) está constituido por una
galería similar de dos pisos, pero con el vestíbulo destruido. Una ventana-puerta
permite el ingreso a la galería superior, de 1.25 metros de ancho y 2.2 metros de
largo. No se encontró una entrada similar hacia el piso inferior, pero en este caso
el acceso se hizo posible debido a que una piedra que formaba el piso de la galería
superior había sido removida. La planta inferior es aproximadamente del mismo
tamaño, pero está dividida longitudinalmente en dos compartimentos por losas
delgadas. En la super cie del terreno eran visibles huellas de los cimientos de
un edi cio. También fueron identi cadas otras dos unidades de este mismo tipo
general de construcción.
Tipo D: vivienda super cial de dos plantas. En el Sitio 6K-D se observó una casa
super cial de piedra de al menos dos pisos (Lám. 4d) y en distintas formas se
parecía a los rasgos vistos en los sitios habitacionales levantados sobre el terreno,
en la región de Wilkawain. El plano es un cuadrado de 7.5 metros. Se identi có un
vano de ingreso en el este, pero no fue posible ingresar al interior de la construc-
ción. El segundo piso está retirado en todos sus lados en relación al primero, de-
jando una terraza de 1 a 1.4 metros de ancho. Las medidas externas de la segunda
planta son 4.7 metros de ancho por 5.5 metros de largo, y contenía dos habitacio-
nes de alrededor de 1.4 metros de alto en el interior. Toda la unidad contaba con
unos 3.5 metros de altura.
328
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
CONSTRUCCIONES MISCELÁNEAS
329
Wendell Bennett
Fig. 24. Dibujo de planta y corte de la casa de Katak, Recuay, Sitio 4K-D.
Sitio 2K, Ichik-Kayanan. Al este de la casa hacienda de Katak, a una media hora
de camino, se hallan unos dieciséis montículos que constituyen sitios de viviendas
subterráneas, además de cuatro círculos de piedra de alrededor de 1 metro de
diámetro, algunos de los cuales presentaban doble hilera de piedras en las pare-
des. Se excavó una vivienda y otras dos fueron medidas. Dos de estas estructuras
corresponden al Tipo A y otra pertenece al tipo de variante especial con dos pisos.
Sitio 3K, Ichik-pata. Está conformado por una serie de tres ruinas sobre una cresta
montañosa al norte de la casa hacienda de Katak. Las tumbas del Tipo B y del Tipo
C son numerosas aquí, así como galerías y las casas del Tipo A.
4K Sitio, Raku-ama. Al sur de la casa hacienda de Katak, al otro lado de una que-
brada, se encuentra un gran sitio del cual se dice que proceden las piezas de la
colección Macedo. Aquí se identi caron tumbas del Tipo A y del Tipo B, así como
numerosos sitios habitacionales. De aquellas viviendas que fueron medidas, cinco
eran del Tipo A y dos del Tipo C. También se observaron dos chullpas del Tipo E.
Sitio 5K, Parillón. Un sitio a lo largo de la orilla norte de la quebrada y al este del
330
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
Sitio 6K, Gekosh. Una sección en la parte superior de una cresta montañosa el-
evada, al este del pueblo de Ticapampa. Aquí se encuentran cuarenta y ocho o
más unidades arquitectónicas. De las seis medidas, una es del Tipo A, dos eran del
Tipo B, dos del Tipo C, y una última del Tipo D.
Sitio 7K, Yana-yako. Un sitio al este del yacimiento 3K contenía una serie de
galerías del Tipo B.
Sitio 8K, Garbanzo-oko. Un sitio cerca de 7K, con galerías del Tipo B.
Sitio, 9K Yaullish. Otro sitio cercano con galerías del Tipo B y tumbas del Tipo B.
Sitio 1OK, Inca-tana. Un sitio cercano y similar al yacimiento 9K.
Sitio 11K. Castillo de Katak. En las planicies debajo de la casa hacienda de Katak
se halla una colina irregular con restos de muros. Algunos a rman que es esta co-
lina es arti cial, pero hoy en día se puede ver muy poco rastro de construcciones.
Sitio 12K Puruway, Un sitio cerca de 2K, con algunas ruinas de casas.
331
Wendell Bennett
13 tubos de color naranja, incluyendo dos con los extremos cerrados, además de
otros parecidos a las trompetas de arcilla de Wilkawain.
Pasta marrón, 6 fragmentos. Todos proceden de cuencos con base a modo de cola-
dor y de borde angular de labio plano.
Piezas de olla tosca rojiza, 41 fragmentos.
Monocromo Pulido
Pasta negra, 23 piezas.
8 fragmentos de tazas profundas, que representan piezas llanas y con bandas el-
evadas.
2 piezas pertenecientes a un cuenco de cuerpo ligeramente angular con borde
plano.
12 piezas de vasijas globulares.
1 pieza de un cuenco de cuerpo angular con doble pico y el diseño de un rostro
en relieve.
Pasta roja, 33 fragmentos.
29 piezas de vasijas globulares, incluyendo un asa lateral plana de forma esférica,
y un borde expandido.
2 bordes de tazas profundas.
2 bordes rectos de tazas.
Cerámica Pintada
Rojo sobre gris, 14 fragmentos, incluyendo dos pedazos de ollas de juguete, un
fragmento de base anular, y una pieza de borde recto. Diez piezas proceden de
un gran plato poco profundo con bandas anchas que forman un diseño simple
enlazado.
Rojo sobre naranja, 9 fragmentos, incluyendo dos piezas de un plato trípode poco
profundo, cuatro bordes de platos poco profundos, dos cuencos sencillos con
bordes expandidos y mangos horizontales planos, y un fragmento de cuerpo. En
todos los casos los diseños están compuestos de líneas simples.
Rojo sobre ante, 8 fragmentos, todos de cuencos abiertos. Uno tiene un diseño de
trazo no consistente en una línea, un círculo y un rostro simple, mientras que
otros dos tienen diseños en relieve con la representación de una cabeza modelada.
Blanco y rojo, 7 piezas, probablemente todos pertenecientes a una sola vasija con
diseño en relieve, que incluye un apéndice en forma de un pie modelado, una
peineta para cabeza y las partes de un brazo en relieve. A partir de los fragmentos
pequeños recuperados se puede decir que esta vasija podría representar tanto al
estilo Recuay o al estilo Chimú Temprano.
Negro, blanco sobre rojo, 1 fragmento, que representa la base de un jarrón, con un
diseño lineal simple.
332
Excavaciones en el Callejón de Huaylas
La colección del sitio 2K-A es, obviamente, demasiado limitada para realizar com-
paraciones detalladas y está sobrecargada de cerámica llana. Desde su aspecto gen-
eral, esta colección parece otra muestra del material Tiahuanacoide de Wilkawain,
aunque carece de muchas de las características típicas de dicha cerámica. Por otro
lado, las vasijas de juguete, los tamices o coladores, los platos trípode, los grandes
platos poco profundos, las tazas profundas de cerámica negra, la cerámica roja,
y los tipos generales de alfarería pintada, son todos típicos. La cuestión de si este
material fue dejado por los constructores de la vivienda subterránea o si represen-
ta una intrusión más tardía, no se puede responder sobre la base de la evidencia
disponible.
Nuestro trabajo limitado en la zona presenta cierta información pero poca base
para la interpretación de los tipos de vivienda, o para la solución de los problemas
Recuay. La ausencia de estatuas de piedra en la región es notable, toda vez que un
estilo de ese tipo de expresión cultural se encuentra en abundancia en Aija y otro,
nuevamente, en la región de Huaraz. Por otra parte, ninguna de tales estatuas fue
vista por nosotros, y ninguna de ellas ha sido reportada en el área Katak-Recuay.
NOTAS
1 Kroeber, 1930, 76.
2 Borchers, 1935.
3 Tello, 1929, 1939.
4 Raimondi, 1873.
5 Borchers, 1935.
6 Middendorf, 1893, vol.3.
7 Tello, 1930, 273.
8 Raimondi, 1873, 40-41.
9 Roosevelt, 1935, 33, 36; Figs. 17, 18.
10 Raimondi, 1873, 40-41.
11 Tello, 1929, 44; 1930, 272.
12 Strong, 1925, ver Lám. 47.
13 Gayton y Kroeber, 1927.
14 Ver Gayton, 1927, Lám. 92c, d; Lám. 96j.
15 Ver Muelle y Blas, 1938, Lám. 72.
16 Kroeber, 1925b, Lám. 71d.
17 Kroeber, 1926, Lám. 87c, d, e.
18 Para mayores referencias sobre la clasi cación de la cerámica Recuay, ver pp. 101-102 y
Fig. 32.
19 Kroeber, 1926, 291.
20 Tello, 1930, 270-271.
21 Tello, 1930, 271.
333
Wendell Bennett
334
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
Terence Grieder
Introducción
La cerámica de Pashash ofrece una oportunidad para dos tipos de estudios que
se complementan. Las colecciones de fragmentos cerámicos recuperados en las
excavaciones estratigrá cas, proveen evidencias para establecer una secuencia de
desarrollo y además las ofrendas funerarias, amplían nuestro conocimiento de las
fases de la secuencia. Este capítulo estudiará la alfarería del primero de estos dos
puntos de vista haciendo énfasis en las colecciones de fragmentos como evidencia
del desarrollo histórico de tipos cerámicos y su decoración.
Los rasgos de la alfarería más útiles para de nir los períodos son las vasijas mis-
mas (la arcilla y su cocción), la forma de ellas y las técnicas decorativas. Otros as-
pectos de la alfarería, tales como las técnicas para formar las vasijas y los motivos
decorativos, también muestran características diferentes de períodos particulares.
Vasijas Cerámicas
Las vasijas cerámicas en Pashash han sido divididas en tipos basados en el color
y textura del cuerpo. El tipo es designado por los primeros dos nombres, como
por ejemplo "Caserón Orange" en el cual el nombre del color se re ere al color del
cuerpo entre la super cie y el centro, tal como es observado en los fragmentos. Las
variedades de tratamiento de la super cie son designadas por el tercer nombre:
"Llano", "Pintado" o "Resistente" Así, Pashash Orange es el nombre de un cuerpo
de arcilla anaranjado medio- quemado, normalmente con una pizca de gris o ne-
gro al centro (resultado de la oxidación incompleta) y temperante de arena. Esto
Titulo Original: Grieder, Terence (1978). The Art and Archaeology of Pashash. (Capitulo V). Univer-
sity of Texas Press, Austin and London.
335
Terence Grieder
Los alfareros del periodo más temprano, Quinú, produjeron vasijas Vista Brown,
Pashash Orange y Caserón Orange. Probablemente solo un fragmento de Horno
Black es importado. El periodo Recuay se inicia con la introducción de Cabana
Cream. En la fase Yaiá se agregaron Horno Black y Horno Buff. Ningún tipo nue-
vo fue usado durante la fase de Huacohú y todos los otros tipos permanecieron en
uso. En el periodo nal de Usú las vasijas más nas (Cabana Cream, Horno Black
y Horno Buff) parecen haber desaparecido, permaneciendo las otras en uso. En
especial durante el periodo Recuay, los alfareros estaban conscientes de las posi-
bilidades en temperantes y técnicas de cocción y fueron hábiles controlándolos.
Formas
Las categorías de formas de vasijas son designadas por letras y las variedades
dentro de cada categoría por números. Las categorías son:
A.- Las ollas sin cuello (Neckless ollas) ("jarras"). Esta forma continúa a lo largo
de todos los periodos y fases con cambios sólo menores en la forma del borde.
B.-Jarras con Cuello (Necked jars). Cada periodo tiene sus variedades característi-
cas, de nidas principalmente por la forma del borde.
C.- Jarras con asas (Handled jars). Ambas asas circulares y colgantes son encon-
tradas.
D.- Jarras de boca ancha (Wide-mouthed jars). D-2 tienen un lado agujereado en
el hombro. Esta forma es muy común en las vasijas Pashash Orange, pero hay
también ejemplares decorados en las vasijas de una na pasta Caserón Orange y
en Cabana Cream.
G. - Tazas o cuencos con pedestal o pies anillados. Esta forma entra en uso al co-
mienzo del periodo Recuay y se mantiene como la forma más común de cerámica
na hasta que el sitio fue abandonado. Existen ejemplos de vasijas de barro Pa-
shash Orange en el periodo terminal.
H.- Tazones con asas, tazas, y cucharas. Asas cónicas huecas fueron usadas en los
tazones y tazas; las asas enteras fueron halladas solo en las cucharas. Estas formas
estaban de nitivamente presentes en las fases tardías del periodo Recuay y pu-
eden haber sido características de todo el periodo.
I.- Vasijas con pico. A pesar de su apariencia funcional, los ejemplos sin pintura
son raros, y la forma es muy común en Caserón Orange y en las nas vasijas de
Cabana Cream.
J.- Las copas llanas, de nidas por una altura mayor que el diámetro del borde, con
aberturas restringidas.
M.- Copas con cuellos acampanados y con pedestal o pies anillados. Todas las
formas de copas son características de los periodos más tardíos.
337
Terence Grieder
Fig. 1a. Formas de las vasijas. Formas características de cada periodo o fase son mostra-
das juntas, las más tempranas en la base, las más tardías arriba.
338
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos
Fig. 1b. Formas de las vasijas. Formas características de cada periodo o fase son mostra-
das juntas, las más tempranas en la base, las más tardías arriba.
339
Terence Grieder
O.- Vasijas E gie. El tipo Pashash Recuay se caracteriza por el modelado del con-
cepto en la vasija entera. No hay ejemplos de tazones o jarras Recuay con guras
modeladas agregadas, aunque hay estatuillas que podrían haber estado adheri-
das. Las adiciones modeladas son más características del periodo Usú, cuando
probablemente fueron importadas o hechas localmente.
P.- Las Estatuillas (no representadas en Fig. 1a,b). Las estatuillas aparecen en to-
dos los periodos excepto el primero y muestran gran variedad en pasta, temas, y
decoración. No hay un tipo estandarizado.
Las formas importadas no son categorizadas por letras. La botella con pico estribo
(Stirrup-spout bottle), por ejemplo (Figs.41-43), está representada sólo por tres
fragmentos de nidos por su pasta como piezas importadas.
Periodos
El nombre del periodo más temprano, Quinú, signi ca "padre" en Kulli (River
1949), sugiriendo su posición ancestral respecto a los periodos más tardíos. La
de nición del periodo Quinú se basa en depósitos aislados del Corte 4, Nivel 5
con veintidós fragmentos, cinco de ellos son bordes; el Corte 12, Nivel 8 que tenía
cinco fragmentos tres de ellos con bordes, aislados de las ofrendas del entierro y
los niveles más profundos 4, 5, y 6 del Corte 9 en que había algunos fragmentos
mezclados de Recuay Temprano. Vista Brown es el fragmento más común, en
relación a los otros fragmentos en este período, Pashash Orange, por aproximada-
mente nueve a uno. Las formas de vasijas son ollas sin cuello (ollas neckless) con
varios bordes sin decorar (Fig. 2), ollas con cuello con bordes exteriores bajos y
curvos hacia el interior o cuellos altos inclinados hacia el interior a un borde ever-
tido y pequeños tazones y cubetas, algunos con bordes ligeramente elaborados
de varias formas (Fig. 3). La decoración incluye engobe rojo y líneas quemadas,
pintura blanca opaca en patrones simples sobre engobe rojo, pintura roja post coc-
ción, incisiones o acanalados con diseños en zigzag, y espigas aplicadas con un
hoyo en el centro.
El depósito en Corte 4 descansa debajo de un nivel que tenía carbón de leña que
dio una fecha radio carbónica alrededor de 310 d.C. (TX-944), sirviendo como una
340
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos
Fig. 2. Bordes de tiestos del Corte 12, Nivel 8, período Quinú ollas sin cuello con engobe
rojo. Arriba a la izquierda es el interior, los otros el exterior.
fecha arbitraria terminal para el periodo que debe haber abarcado siglos. Quizás
el fragmento más temprano es un fragmento de borde en arcilla negra con líneas
acanaladas y pintura roja post-cocción procedente del Corte 9, Nivel 4 que se
parecen al Chavín temprano o al tipo Kotosh y probablemente se importaron a
Pashash. Sin embargo, no hay ningún elemento decorativo u otros rasgos que
representen de nitivamente al estilo Chavín o cualquier otra tradición identi c-
able. La ocupación de Pashash en el período Quinú puede no haber sido continua,
pero su fase nal era continua con el periodo inicial Recuay porque los fragmentos
cerámicos se extienden de Quinú a Recuay.
Los nombres de las tres fases del periodo de Recuay son derivadas de Kulli: Qui-
mít quiere decir "hermano," Yaiá "dios" y Huacohú "fruta" (River 1949). La fase de
Quimít representa la introducción del estilo Recuay (Fig. 4). La fase es tipi cada
por material del Corte 5, Nivel 3; Corte 6, Nivel 2, 3, y 4; y corte 9, Nivel 4, 5, y 6.
Los niveles del Corte 9 tienen materiales más tempranos mezclados, y el nivel 2
de Corte 6 contiene alguna mezcla de Recuay más tardío; pero éstos parecen ser
puramente depósitos de la fase Quimít. La cerámica na- Cabana Cream - hace su
primera aparición durante esta fase. Es indicativa de la experimentación con téc-
nicas de cocción que caracterizaron el periodo Recuay y llevaron a la introducción
de “Horno Black” y “Buff” en la siguiente fase. La forma de las vasijas muestra
341
Terence Grieder
Fig. 3. Tiestos representativos del período Quinú. Las áreas grises representan pintura
roja en todas las ilustraciones de cerámica. El material en paréntesis re ere las formas
en la Fig. 32; el numero del corte/nivel para los especímenes están dados: a-e (A): 12/8,
12/8, 4/4, 4/4, 4/4; f (con huellas de quemado): 1/2; g, h (B-2): 4/4; i (B-1): 9/6; j, k: 4/4;
l-n (F-1): 9/5; o: 9/6; p: 9/4; q (D-1): 9/4; r: 9/5; s, t: 9/6.
342
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos
343
Terence Grieder
La fase de Yaiá representa el más puro estilo Recuay (Fig. 5), un estilo conven-
cional restringido dominado por negro sobre decoración crema. La fase está rep-
resentada por el material del Corte 3, Niveles 2, 3, y 4; Corte 7, sobre todo Nivel
4 y por las ofrendas funerarias del Corte 10, Niveles 3 a 5, Corte 11, Niveles 3 a
5; y corte 12, niveles 3 a 8. El rango total de vasijas Recuay son halladas, incluso
Horno Black y el raro Horno Buff. La olla sin cuello es rara en esta fase y muestra
las elaboraciones del borde, como una línea incisa o un borde evertido. Son más
comunes las ollas con una pestaña cerca del borde (forma D), plana para apoyar
una tapa o agujereada para la suspensión. La forma de la olla más común tiene
cuello acampanado, a menudo con un borde con pestaña plana (Forma B-6). Los
bordes de ollas y cuellos varían, algunos prediciendo los cuellos en S de la próxi-
ma fase. Vasijas grandes con bordes lisos o aplanados son comunes. Una variedad
de tazas y ollas simples con bordes, algunos cuencos con bordes con tiras y otras
con bordes con pestañas. Los picos cortos son comunes en los cuencos y jarras. Se
comunes las asas huecas en cuencos y tazones. Las asas rotas fueron interpreta-
das al inicio como pies del trípode, pero ningún ejemplo de ese uso podría dem-
ostrarse, todos los ejemplares demuestran que son asas. El anillo o pedestal es la
única forma del pie. Las vasijas e gie y modeladas son comunes. Ocasionalmente
se hicieron cucharas y vasijas triangulares y cuadradas. A veces se hicieron tapas
emparejadas para las tazas, vasijas, o jarras (Fig. 6).
El rojo es en general el color positivo más común, con otros apareciendo en pa-
peles menores. El negro sólo se encuentra como color carbón manchado usado en
la decoración resistente, distinguible del espeso pigmento negro marrón usado en
la siguiente fase. El blanco, crema, y un rango de palo rosa y anaranjado aparecen
principalmente como engobe a manera de base para otras decoraciones, en lugar
de decoraciones propiamente dichas.
La mayoría de estos rasgos continuaron hasta la fase nal del periodo Recuay, la
fase Huacohú, representada por el material de los niveles superiores de todas las
excavaciones (Fig. 7). La evidencia de esta fase se encuentra mezclada en todos los
niveles de Corte 1; Corte 3, Nivel 1; niveles 1 y 2 de Cortes 4 y 5; Corte 6, Nivel 1;
y nivel 1 y 2 de Cortes 7, 9, 10, y 12. El nombre Huacohú signi ca "fruta" en Kulli
y es entendida como indicativo de la fruición nal de la tendencia decorativa del
estilo Recuay en decorados coloridos originales. Se encuentra una gama amplia de
colores de pintura: negro mineral en positivo, marrón, beige, gris, rojo, naranja,
344
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos
345
Terence Grieder
347
Terence Grieder
Usú, el periodo nal en la antigua ocupación, está representado a lo largo del sitio,
sobre todo en Corte 2, Nivel 1, y Corte 10, Nivel 1. El nombre Usú que quiere decir
"hombre" en Kulli (Rivet 1949), se da para sugerir la simplicidad mundana de su
estilo, careciendo de las formas rituales y decoraciones iconográ cas típicas del
estilo Recuay. En muchos casos los fragmentos Usú estaban mezclados con algu-
nos del estilo Huacochú en depósitos de la super cie, pero un grupo aislado de
vasijas del estilo Usú fue encontrado en el Corte 10, Nivel 1C. Este conjunto de por
lo menos veintitrés vasijas era evidentemente una ofrenda de un entierro, cuyos
rastros disturbados fueron encontrados en la super cie (Fig. 8).
Fig. 8. Conjunto de vasijas del período Usú ofrendadas en el Corte 10, Nivel 1C.
348
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos
Fig. 9. Tiestos representativos Recuay del período Usú. El material en paréntesis re ere la
forma en la Fig. 32; el numero del corte/nivel para los especímenes están dados: a, b (A):
7/1, 9/1; c, d (B-6, 7): 2/1, 10/2; e, h (B-4): 10/1; f, g (B-5): 10/1, 7/3; i (B-10): 7/2; j (B-1):
10/1; k, m, n (E): 5/1, 7/2, 6/1; l: 10/1; o: 6/1; p: 6/1; q: 2/1; r (E-2):1/2; s (F-5): 10/1; t:
10/1.
349
Terence Grieder
Aunque los períodos en Pashash son de nidos por la cerámica, también son útiles
en la descripción de artefactos de piedra y metal y la arquitectura. Se presentarán
descripciones del desarrollo de esas artes en capítulos separados.
Alfarería Importada
El estilo Moche también está representado en dos fragmentos de botellas con pico-
estribo, en una, parte del estribo es la base del pico, y en la otra es sólo una sección
larga del estribo (Fig. 12). Los dos son de pasta anaranjada no asignable a Pashash
y las dos parecen haber sido hechas en moldes. Ambas se encontraron en Corte
10, Nivel 1 y representan otro punto de contacto con la costa norte en ese nivel.
En el Corte 10, Nivel 1, había también dos cabezas e gie de cerámicas atadas al
exterior de las vasijas. La más grande y hueca hecha de la arcilla correspondiente
a la categoría Pashash Orange, puede ser un producto local (Fig. 13). La otra (Fig.
14) más pequeña y sólida es de una arcilla gris no encontrada en otra alfarería
Pashash. Este fragmento puede asignarse a los inicios estilísticos del tipo Castillo
Modelado encontrado en el Valle de Virú (cf. Strong y Evans 1952: 309-316).
350
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos
Fig.10 y 11. Fragmento de una botella e gie de asa estribo del estilo Moche.
Fig. 12. Fragmento de un estribo de una botella de estilo Moche. Pasta naranja. 9 cm. de
largo.
351
Terence Grieder
Fig. 13. Cabeza vacía de un animal, probablemente un cuy, del hombro de una vasija
naranja claro de Pashash. 8 cm. de alto. Fig. 14. Cabeza solida del hombro de una jarra del
estilo del Valle de Virú.
Hay algunos otros fragmentos cuya categoría es dudosa y qué pueden ser im-
portados, pero a ninguno de ellos se le puede asignar procedencia. La abundan-
cia de material cerámico en Pashash da la impresión de que había una pequeña
importación de alfarería hecha en otros centros aún cuando los estilos extranjeros
fueron in uyentes.
Fig. 15. Volante de huso de estilo costero encontrado en la super cie de Pashash.
352
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos
15). Es un ejemplo perfecto del tipo encontrado por Christopher Donnan en sitios
Moche en el Valle del Santa (1973: 100, pl. 8, L-T), con el ápice y fondo redondea-
dos. Se han encontrado otros nueve piruros en Pashash (Corte 4, Nivel 1, y Corte
12, Nivel 3, 7, y 8), todos con la misma forma: trapezoidal en sección, con paredes
inclinadas y el ápice y fondo planos.
En las formas de vasijas las similitudes son tan grandes que es más fácil señalar las
diferencias. Lo que Bennett llama "measuring bowls" - cuencos con asa y ori cio
restringido - están ausentes en Pashash, así como soportes trípode huecos, picos
353
Terence Grieder
puente, picos con estribo y trompetas. Las vasijas con pequeñas guras modela-
das agregadas, de humanos o animales, son raras. Entre los vasos modelados de
Bennett están los "castillos" en los que las vasijas se han diseñado como un edi -
cio, pero las vasijas e gie Pashash son modelados como un solo ser, el recipiente
ha sido dominado completamente por la representación. Pashash también mues-
tra una variedad mayor de vasijas de base redonda y base plana, formas de jarras
utilitarias y grandes cuencos y tazones.
La cerámica del Valle de Virú personi ca la relación entre Pashash y la costa. Los
tipos de jarras Guañape y Huacapongo de los periodos tempranos son similares a
las formas utilitarias tempranas en Pashash y en el periodo Virú Gallinazo existen
jarros de cuello ancho comparables a la forma B-9 en Pashash. La decoración resis-
tente es característica del periodo Virú Gallinazo, aunque los diseños son diferen-
ciables de aquellos de la alfarería contemporánea Recuay. Se encuentran las más
grandes similitudes con la alfarería Virú en los niveles super ciales en Pashash,
donde la ornamentación plástica, sobre todo en el rellenado y modelado de cabe-
zas, aparece en el tipo Castillo Modelado en el periodo Virú Gallinazo. Antes del
periodo terminal en Pashash, las similitudes entre la cerámica de las dos regiones
aparecen en rasgos muy extendidos que sugieren que había pocos contactos direc-
tos entre los valles costeros y Pashash.
Huacohú. Thatcher hace un comentario sobre las pesadas forti caciones constru-
idas durante la fase Huamachuco y anota que la inquietud no estaba emanando
de la región Cajamarca a la que Huamachuco era aliada en el estilo. Atribuye la
inquietud a la expansión Wari, evidente en la alfarería del periodo siguiente (1972:
84-85). Pashash muestra forti caciones similares, pero relativamente pocos rasgos
Wari se encuentran en alfarería Pashash comparada con la fuerte evidencia de
in uencia Wari en la alfarería Huamachuco. La sexta fase de Thatcher (Amaru)
representa una mezcla entre rasgos Wari y Cajamarca y el estilo arquitectónico
Wari está representado por el centro de almacenamiento Viracochapampa. Pa-
shash puede haber sido abandonado en este tiempo.
Técnicas Decorativas
El negro primero apareció como fondo para diseños resistentes blanco o crema,
para completar el esquema de color rojo, negro y blanco (o crema) típico del estilo
Recuay (Fig. 16). Los experimentos de Robert Sonin sugieren que, en las vasijas de
tres colores, el rojo sobre crema fue quemado primero en una atmósfera oxidante.
Después de quemado, un engobe muy líquido fue pintado en la vasija en áreas
reservadas al crema y sobre todo el rojo. Una sustancia líquida orgánica- casi cu-
alquier material orgánico serviría- fue pintada encima de la vasija o ésta fue sum-
ergida en aquella. La vasija fue luego sometida a fuego lento lo su cientemente
fuerte como para quemar el material orgánico y dejar un residuo de carbón en la
arcilla, pero insu ciente para quemar el engobe, el cual nalmente fue limpiado
para revelar las áreas rojas y cremas.
355
Terence Grieder
Fig. 16. Copa con pedestal Recuay mostrando decoración en negativo de rojo-negro-
crema. 10/4.
Fig. 17. Tiestos pintados de la fase Huacohú del Corte 9, Nivel 1. A la derecha: blanco
opaco sobre marrón, en la izquierda: tostado, negro, y rojo vino sobre blanco.
356
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos
La última fase del estilo Recuay cambió hacia la pintura en positivo con una gran
variedad de colores en muchas combinaciones (Fig. 17). Los colores de tierra
tendieron al blanco o anaranjado, con pintura en positivo en varios tonos rojos,
naranja, marrón y negro, gris y blanco opaco. Durante esta fase, ambos, el negro
y el blanco aparecen como pintura en positivo, así como en diseños resistentes. El
blanco es un engobe de pintura muy blanca, aplicado densamente. El negro tiene
una apariencia diferente del negro de carbón usado en decoración resistente. El
negro en positivo, que probablemente es un óxido férrico o manganeso, cubrió la
super cie sin mucha penetración y no desapareció. Tiende a graduar en marrón.
El gris azulado y púrpura de la alfarería contemporánea Nazca no son halladas
en Pashash.
Fig. 18. Tiestos blanco y rojo sobre naranja de la fase Huacohú. 9/1 y 10/1. El tiesto de
10/3 (arriba a la centro) es tardío de la fase Yaiá, anticipándose esta decoración tardía
sobre las vasijas burdas.
357
Terence Grieder
Fig. 19. Tiestos con ornamentos plásticos del período Usú. 9/1, 10/1.
La alfarería en el período Usú parece haber eliminado casi toda la pintura en fa-
vor del ornamento plástico. La incisión, el rellenado y modelados adheridos se
muestran en la alfarería de la fase Huacochú, pero en el periodo Usú éstas técnicas
plásticas son las decoraciones principales (Fig. 19). Aparecen todas las variedades:
incisión y acanalando, cepillado, punzado, marcas de uñas, apéndices salientes
aplicados, letes y cabezas modeladas. La pintura sólo aparece en la forma de
líneas rojas casuales sobre un cuerpo con engobe anaranjado o sin él (Fig. 20),
aunque el mezclando de fragmentos en los niveles super ciales hace esto incierto
ya que algunas técnicas más tempranas pueden haber permanecido en uso.
358
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos
Fig. 20. Jarra del período Usú con líneas rojas. 10/1C.
Una visión única de las condiciones de trabajo de los Artistas pre-Incas y sus rela-
ciones con sus patrones es proporcionada por las nas vasijas cerámicas de las
ofrendas, un gran número de las cuales pueden ser agrupadas como el trabajo
de un solo individuo. Esta posibilidad fue lo primero que sugirieron las marcas
grabadas o pintadas en vasijas Pashash, algunas veces colocadas en los pedestales.
Las marcas en vasijas cerámicas han sido registradas en el Valle del Santa, en am-
bas culturas Moche, antigua y moderna, por Donnan (1971; 1973: 93-95), pero ellas
se diferencian de los ejemplos Pashash por aparecer exclusivamente en vasijas
toscas y sobre los cuellos de ellas. En Pashash todas las marcas están en nos ce-
ramios (Caserón Orange y Cabana Cream) y sólo aparecen sobre la parte inferior
del pie del pedestal. Los ejemplos de marcas se dividen proporcionalmente entre
grabados y pintados; todas, excepto una de las marcas pintadas, son rojas y la
restante es negra. El rango total de las marcas aparece en la gura 21 pero muchas
de las marcas se repiten.
Los alfareros modernos marcan sus vasijas únicamente cuando están siendo hor-
neadas en común con otros trabajos de barro, una medida que economiza com-
bustible. Las ollas modernas son hechas para la venta y por esta razón es impor-
tante que los alfareros sean capaces de identi car su propio trabajo. Es difícil creer
que un motivo comercial in uyera en el marcado de las vasijas en Pashash. Las
marcas fueron aplicadas antes del crema, o antes de la cocción; las incisiones se
hicieron cuando la arcilla estaba aún húmeda (Fig. 22) y los pintados en rojo du-
rante la primera capa de engobe rojo.
359
Terence Grieder
Fig.21. Bases: marcas de alfareros sobre las bases de los pedestales de copas. El diámetro
de base ha sido estandarizado: a-g: marcas incisas; h: pintura negra; i-r: pintura roja; b, c,
g, h, j, m, o: 3/3; d, f: 3/2; e, k, l, n, r: 12/7; p: 12/2; q: 10/2.
Fig.22. Bases de dos copas de la entrada de las ofrendas, mostrando cruces incisas.
Fig. 23. Felino serpiente con victima humana. 10 cm. de alto. 10/4.
361
Terence Grieder
Fig. 24. Felino serpiente, probablemente originalmente sosteniendo una victima. 14 cm.
de altura. 10/4.
Fig. 25. Serpiente e gie con cabeza de felino. 10.7 cm. de altura. 10/4.
362
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos
Fig. 26. Serpiente e gie con cabeza de felino. 10.5 cm. de altura. 10/4.
363
Terence Grieder
364
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos
Fig. 30.
E gie de felino.
13 cm. de altura.
10/4.
Fig.31.
E gie de felino. 13
cm, de alto. 10/4.
365
Terence Grieder
Un gran grupo de vasijas, la mayoría tazas con pedestal, pero también una peque-
ña vasija con pico y tazones simples, pueden ser separadas como la producción
de un solo estudio. Dado que estas vasijas fueron producidas por artistas muy
relacionados con las intenciones del patrón o de los representantes que dirigían la
fabricación y deposición de las ofrendas, este grupo de artistas pueden ser desig-
nados como el "Palace Studio". El trabajo del Palace Studio es caracterizado por el
uso de la pasta Cabana Cream, las marcas circulares en el pie pedestal, la delgadez
excepcional de las paredes de las vasijas y la excepcional neza de la decoración
pintada en la mayoría de los casos. Cuando los interiores son pintados, muestran
motivos en marcos abiertos en la parte superior (open-topped frames). Cuarenta y
un vasos pueden ser agrupados en parejas o grandes unidades y asignados a este
estudio, pero esto muestra probablemente que todas las tazas con pedestal, am-
bas, las de la entrada y las ofrendas de los entierros, así como otras formas, fueron
producidas en este estudio. Existieron al menos 20 artistas asociados con el estu-
dio, cada uno haciendo y decorando sus propias vasijas. (Aunque no podemos
estar seguros del sexo de los artistas, las expresiones "el" y "de él" son usadas por
conveniencia).
366
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos
Fig. 33. Frente de una jarra grande con tapa proveniente de la ofrenda del entierro. 28 cm.
de alto sin la tapa. 12/7.
367
Terence Grieder
Fig. 34. Jarra de con reborde, atribuible al artista quien hizo la jarra de la Fig. 33. 14 cm.
de alto. 12/7.
Las dos personalidades destacadas en el Palace Studio fueron los artistas que
podemos identi car como Red Football (Fútbol Rojo) por su marca (Fig. 21,K) y el
Vulture Painter (Pintor Buitre) que puede haber marcado su trabajo con una sola
incisión pequeña (Fig. 37) pero es más fácil de identi car por su especialización
en caprichosos diseños de buitres. Ambos artistas colocaron sus trabajos en las
entradas y en las ofrendas de los entierros, y el Vulture Painter está representado
justo debajo y probablemente también sobre el piso en la cámara de entierro (12/4
y 1). El Vulture Painter, un artesano excepcionalmente no, no cambió del todo su
estilo entre las dos ofrendas. Su trabajo incluye las más nas tazas con pedestal en
las ofrendas de los entierros (Fig. 35), una taza exhibiendo buitres y felinos (Fig.
36) y una taza de paredes delgadas por anillado con bandas rojas y negras most-
rando buitres y felinos (Fig. 37). Fragmentos de un gran cuenco acampanado con
asa (Corte 12, Nivel 1) tiene un inusual diseño resistente en blanco y crema en el
interior con un borde con pájaros que asemejan su trabajo (Fig. 38).
368
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos
Fig. 35. Vista anterior: copa con pedestal atribuida al pintor del buitre. Rojo y negro en
negativo sobre crema. 8 cm. de alto. 12/7.
Fig. 36. Vista posterior: copa con pedestal atribuida al pintor del buitre. Negro en nega-
tivo sobre crema0 7 cm. de alto. 10/4.
369
Terence Grieder
Fig. 37. Copa con pedestal atribuida al pintor del buitre. Felinos en positivo blanco sobre
rojo, aves en crema y negro en negativo. 7.5 cm. de alto. 12/4.
Fig. 38. Fragmentos de borde de un cuenco grande con reborde con asa, atribuido al pin-
tor de los buitres. Crema y negro en negativo. 12/1 (Dibujado por Janet Eager).
370
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos
Si el Vulture Painter (Pintor Buitre) es el clásico maestro del estilo, Red Football
(Fútbol Rojo) es el expresionista, el más original e imaginativo pintor en el Palace
Studio. Siete vasos pueden ser atribuidos a él - tres llevan su marca, una mancha
roja alargada en las ofrendas de los entierros y otros cuatro fueron identi cados
sobre las bases de motivo y estilo. Su trabajo se distingue por su relativo gran
tamaño y paredes de gran espesor, pero es el uso de bordes encadenados y crestas
y sus originales versiones de los motivos convencionales los que identi can su tra-
bajo. Dos de las tazas marcadas (36 y 43) (Fig. 39) tienen formas de cadenas en sus
bordes y el mismo borde aparece sobre una pequeña taza con una versión única
de la boca felina. Las formas de cadena reaparecen en los penachos de los felinos
sobre una taza en la entrada de las ofrendas (Fig. 39) y la idea de encadenamiento
es hallada sobre otra taza (Fig.40) en la que los felinos están encadenados por sus
Fig. 39. Vasijas atribuidas al Red Football. Izquierda superior: 12/8.21; derecha superior:
12/7; izquierda inferior: 10/4; derecha inferior: 10/4.
371
Terence Grieder
Fig. 40. Copa con pedestal atribuida a Red Football. Aproximadamente 7.8 cm. de alto
con base, sin restaurar. 10/4.
Fig. 41. Marcas de giro en la base proveniente del acceso a la ofrenda. 14/4.
372
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos
lenguas. Un cuenco simple atribuido a Red Football (Fútbol Rojo) tiene felinos
de per l cuyas lenguas oscilan hacia abajo y de regreso para terminar en cabezas
felinas. La tercera taza que tiene su marca roja (21, Fig. 41) tiene el exterior conven-
cional requerido en las ofrendas de los entierros, pero las tres serpientes felino de
per l en el interior son un tratamiento único del tema.
Tazas torneadas
La gran mayoría de cerámica Pashash fue hecha a mano. Si un artefacto para anil-
lado fue utilizado, probablemente fue de tipo palala (Tschopik 1951: 209), simple-
mente un plato circular de cerámica de poca profundidad que podía contener
la arcilla y girar fácilmente a medida que la vasija era elaborada. Otras tradicio-
nes cerámicas Precolombinas tienen artefactos similares: el K'abal Maya(Morley
y Brainerd 1956:373) y los moldes Oaxacan (Foster 1955: 22-23, 31-32; Sayles
1955:953) son algunos ejemplos. Todos estos platos carecen de un eje central y
dan a la cerámica una plataforma de libre fricción relativa, ellos no facilitan que
la arcilla alcance la mano del alfarero como lo hacen las ruedas de alfarería. En el
palala la arcilla es rotada por la mano del alfarero; mientras que en la rueda de
alfarería el eje con su propia fuente de poder, voltea la arcilla, al tiempo que la
mano le da forma.
Dado que no hay ejemplos de cerámica torneada que hayan sido descubiertas an-
tes en los contextos Precolombinos, se ha asumido que no se conocieron las ruedas
de alfarería con eje central en la América Precolombina (Willey 1966:87). Sin em-
bargo, entre las nas tazas de arcilla con pedestal de Pashash existen 71 ejemplos
parcial o completamente formadas por anillados de arcilla sobre un eje central en
la rueda de alfarería. Actualmente, estas vasijas son únicas en la cerámica Preco-
373
Terence Grieder
La mejor evidencia del uso de una rueda de alfarero sería encontrar este artefacto
con una vasija parcialmente formada sobre él. Si bien no han sido hallados; proba-
blemente fueron hechos de palo o madera y no sobrevivieron el clima de la sierra.
Una segunda y mejor evidencia consiste en las marcas en las vasijas terminadas
que pueden ser atribuidas únicamente al uso de las ruedas.
Esta evidencia es hallada en las tazas con pedestal, pero no en ninguna otra forma.
Las marcas más claras son ranuras concéntricas poco profundas en la parte infe-
rior del pie, que no fue bruñido o pintado ya que comúnmente no sería visto. (Fig.
41). Los experimentos realizados por el alfarero Steven Howell en la Universidad
de Texas en Austin han demostrado que esta apariencia puede ser duplicada por
una rueda eléctrica de alfarería, girando a una velocidad moderada, usando una
tela o una herramienta para pulir la super cie. La examinación de las marcas de
arrastre de la herramienta en la arcilla muestra que en todos los pocos casos ex-
aminados la rueda giraba en sentido anti horario.
El lado exterior del pie y las paredes exteriores del cuerpo de las tazas algunas
veces muestran marcas de herramientas usadas mientras las vasijas giraban, pero
usualmente estas vasijas fueron cuidadosamente acabadas y pintadas (Fig. 42).
Las medidas de la circunferencia de los bordes de la taza y de la base con rman la
redondez general de las vasijas, pero la naturaleza de la cerámica que tiene que ser
manipulada antes de la cocción y que se encoge durante ella, hacen estas medidas
demasiado distantes del proceso de formación para ser totalmente precisas. Las
paredes de las tazas son muy similares en espesor, pero es la delgadez de ellas,
tan angostas como de 2 mm. en la pared y 1 mm. en el borde, lo que distingue a
las tazas torneadas de las otras.
Fig. 42. Marcas de giro en el exterior de la base de un pedestal proveniente del acceso a la
ofrenda. 10/4.
374
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos
Fig. 44. Fragmentos de pedestales de copas de arcilla sin cocer. El fragmento fue preser-
vado durante la excavación al ser cubierto con enlucido. 10/4.
375
Terence Grieder
376
100 Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra, Editor. Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
LITOESCULTURAS EN EL
CALLEJÓN DE HUAYLAS
Richard Schaedel
Una de las características arqueológicas más signi cativas de las culturas andinas,
es la tradición de la escultura de piedra. La mayor parte de la información que se
ha publicado hasta la fecha está referida a los más espectaculares sitios de Tiahua-
naco en la sierra sur y Chavín de Huántar en las del norte, pero poco parece indi-
car la amplia existencia de litoesculturas en el interior de las serranías peruanas y
en los centros donde la tradición es particularmente fuerte. Este es el propósito de
este artículo el resumir lo referente a litoescultura en el Callejón de Huaylas e indi-
car su relación con los horizontes arqueológicos establecidos para la sierra norte.
Desde que las litoesculturas de Chavín de Huántar han sido recientemente re-
sumidas por Bennett (1942) y Kroeber (1944: 81-90), esto será omitido en la pre-
sente discusión salvo en relación con el material aquí presentado. Excepto Chavín,
luego, el área con la cual hemos de tratar incluye toda la sierra peruana desde Aija
en el sur hasta Huambo en el norte. Muchos de los sitios donde han sido reporta-
dos litoesculturas caen entre dos ramales de la Cordillera, predominantemente
en el Callejón de Huaylas. Algo que será discutido, sin embargo, está en la parte
oeste de las laderas de la Cordillera Negra y otras en las faldas orientales de la
Cordillera Blanca, con los sitios de Tinyash y Chachapoyas muy cerca a las aguas
altas del Marañón.
Dentro de esta área, hay unas 300 y tantos de piezas de las que se tienen referen-
cias, de las cuales 181 son representaciones de guras humanas, 46 lajas de puma,
y 65 cabezas humanas y animales y cabezas clavas. (El término “lajas de puma” se
re ere a losas con bajo relieve). En adición, hay una variedad de misceláneos de
piedras y losas ornamentales, las cuales caen fuera de las tres grandes categorías
de litoesculturas.
Titulo Original: Schaedel, Richard P. (1948). “Stone Sculpture in the Callejón de Huaylas”. En I. Rouse
(Ed.) A Reappraisal of Peruvian Archaeology (66-79). Memoirs of the Society for American Archaeology.
377
Richard Schaedel
ESTATUAS
Aija
Aija, la cual está separada del Callejón de Huaylas por la Cordillera Negra, es el
punto más conveniente para comenzar nuestra descripción que el propio Callejón,
debido a la mayor certeza de la procedencia de las litoesculturas y a la gran ho-
mogeneidad de las representaciones, lo cual permite la identi cación de un estilo.
El estilo Aija, está representado por estatuas del tipo Guerrero y por once del tipo
Mujer. Los dos tipos fueron inicialmente reconocidos por Tello (1923: 237), y un
subsecuente estudio de estatuas adicionales con rmó esta distinción como válida
y útil.
El tipo Guerrero, está representado como acuclillado sobre los talones con las ro-
dillas levantadas y los pies dirigidos al centro de la estatua. La mano derecha sos-
tiene una porra, la que descansa sobre el hombro derecho y la izquierda proyecta
hacia adelante un escudo el cual cubre el brazo izquierdo. Una cabeza trofeo está
suspendida en el cuello. Las estatuas alcanzan de 93 a 131 centímetros de alto
(Bennett 1944a: Lám. 8G), (Tello 1923: Fig. 41, 43, 44), (Tello 1929: Fig. 41- 43),
(Tello 1930: Fig. 15, 16).
La espalda, en todas, excepto en una estatua, está adornada con una cabeza trofeo
suspendida, similar a la del frente. La excepción es una estatua elaboradamente
decorada, la cual es también única para el tipo Guerrero en vestidura representa-
tiva. La parte posterior y el costado hacia debajo de la rodilla están cubiertos por
diseños en relieves de alternaciones de pájaros y guras aracniformes y sugieren
una prenda de vestir grande (Fig. 3). Una placa rectangular decorada encima del
hombro izquierdo es igualmente peculiar a esta estatua, diseñados alternativa-
mente. Los escudos (Fig. 4) son rectangulares y el diseño consiste en tirantes di-
agonales cruzados con diseños en relieve en los intersticios trapezoidales. Otros ti-
pos de diseños son líneas radiales de un círculo central y sobre todo una serpiente
de doble cabeza. En todas, excepto el último tipo, una cara circular está indicada
en el centro del escudo. Tres protuberancias de signi cado desconocido cuelgan
más debajo del escudo.
379
Richard Schaedel
380
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas
El espacio frontal está ocupado por una solapa (Fig. 6) usualmente dividido en
una parte superior con dos discos circulares y una parte inferior más grande de
líneas paralelas verticales o un campo plano rectangular. Una variante es el objeto
semejante a un bolso ya mencionado. La apariencia general de las solapas sugiere
una estilizada cabeza trofeo.
Todas las estatuas de este tipo tienen algún elemento de lo que podría ser llama-
do vestidura, o tirantes con solapas frontales, una banda decorada en la cintura,
un manto de variado tamaño sobre la espalda con o sin una placa central o una
combinación de éstas. La secuencia de decorado sobre la espalda es pelo, placa o
manto, el borde inferior por debajo de la placa y base decorada (Fig. 7). En algu-
nas solamente la placa está representada. El diseño sobre la placa consiste de tiras
diagonalmente cruzadas, solas, dobles o triples con un acara central diseñada y
paneles intersticiales decorados.
En adición a las veinte y siete estatuas, aquí están otras tres en condición gastada.
Ni siquiera con su cientes detalles para ser clasi cados dentro de uno de los dos
tipos, pero tales características como pueden ser observadas, ocurren dentro de
los límites de variación para el estilo Aija. Este estilo puede ahora ser de nido por
todas las estatuas de Aija como constituyendo las siguientes:
381
Richard Schaedel
382
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas
1.El cuerpo entero está representado o implícito por el área inde nida y sobre
toda la forma de la piedra. La forma varía del usual cono truncado a triangular,
rectangular o prismático. El tamaño promedio es 1 metro.
2. Lo característico está en la cabeza, lo cual ocupa de una tercera a una mitad del
total de la super cie frontal. Esta tiene el más profundo tallado en el cuello, nariz
y cejas. Los extremos están esculpidos en mucho más relieve.
3. La cabeza es siempre decorada a la vez con una simple banda y pelo diseñado, o
en muchos imponentes tocados con pumas y otras guras zoomorfas en variedad
de grados de relieve.
4. Los ojos, nariz, barbilla y manos son siempre diseñados. Las manos nunca se
cruzan y son representadas aproximadamente a la misma altura o próximas al
plano frontal de la estatua.
5. Los ojos resaltan en relativamente relieves profundos en el área ahondada de
los pómulos, aunque en algunas instancias ellos son indicados solamente por una
super cie levantada. El globo del ojo usualmente es delineado.
383
Richard Schaedel
7. Los labios modelados son raros, tampoco ocurre el modelado de las mejillas.
11. Los pies siempre diseñados al centro de la estatua y están al mismo nivel. Ellos
están doblados hacia atrás o ligeramente delante de los muslos.
Huaraz
Ya sean losas verdaderas, en el que están talladas sólo la super cie delantera o
una parte de ella, debe considerarse como signi cativamente diferente de verdad-
eras estatuas talladas en la ronda es una pregunta difícil de decidir. Desde que
ambos extremos y todos los estados intermedios están representados en Huaraz,
yo tengo designadas como estatuas todas las representaciones de la gura hu-
mana, donde parecen formar las losas grupos distintos o sub-grupos sobre la base
de la misma posición y una o mas adicionales características distintas o subgrupos
sobre la base de las misma técnica de la losa como diagnóstico secundario. De otro
modo yo las relaciono como “losas variantes”. Podría establecerse subdivisiones
estilísticas válidas en Huaraz sobre la base de un detallado estudio de primera
mano del material, de ahí y de otros sitios menos conocidos de la sierra norte y
que es uno de los objetivos de mi presente viaje de campo. Para el presente, la
384
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas
Grupo B, pies en posición como las estatuas Aija: 19 ó 15 % de todas las estatuas.
Grupo C, rodillas levantadas hacia el frente, pero los dedos apuntando hacia los
lados como en el grupo A: 18 ó 14% de todas las estatuas.
Grupo D, rodillas levantadas, los dedos de los pies apuntando hacia abajop8 ó 8%
de todas las estatuas.
Grupo F, posición parada, dedos apuntando hacia adentro, abajo o hacia fuera: 6
ó 5% de todas las estatuas.
Grupo G, posición en cuclillas, los pies extendidos, los dedos apuntando hacia
fuera: 3 ó 2 % de todas las estatuas.
El primer y mayor grupo (Fig. 8) en Huaraz, comprende todas las estatuas en las
cuales las piernas están cruzadas (Bennett 1944a: Fig. 33E). Esta posición ocurre
solamente en Huaraz. Muchas de las estatuas, en este grupo están distinguidas
385
Richard Schaedel
Los detalles faciales varían considerablemente. Las orejas están dibujadas como
ligeramente levantadas y delineadas en círculo, pero pueden ser ovoides, en for-
ma de lazo, en forma de “S”, o semicircular en contorno como en las estatuas de
Aija. Los ojos muestran más la misma variante con el añadido de un tipo cuad-
rangular. El contorno circular es más común, y en la mitad de las estatuas el globo
del ojo está delineado. La nariz es predominantemente rectangular con una ten-
dencia hacia el contorno trapezoidal. El modelado es de costumbre mas angular
que redondo, el reverso de la situación en Aija. La boca está característicamente
delineada por una ranura lateral, pero variaciones del corte y labios diseñados es
un tipo que sucede en Aija como ha sido observado. Los dientes son una caracter-
ística de un pequeño sub-grupo para describirlos ahora. La barbilla es usualmente
redonda, aunque algunas variaciones son más angulares y cuadradas.
386
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas
Hay un pequeño subgrupo de cinco estatuas, en las cuales los pies están cruzados,
pero en la cual la gura muestra una porra sujetada. Otra típica característica de
este subgrupo es la ausencia de genitales, espalda decorada con una o más cabe-
zas trofeo, cabezas en frente suspendidos del cuello o manos o profundamente
grabado en el espacio del cuello y usualmente una doble hilera de dientes. En
cuatro estatuas el brazo izquierdo está cubierto por un escudo. Los escudos son
cuadrados y aparentemente más pequeños que los de Aija. En los tres claros ejem-
plos de escudo diseñado, solamente está representado el motivo de las bandas
cruzadas. La porra descansa sobre el hombro izquierdo en tres de las estatuas en
lugar del hombro derecho como en Aija. También diferentes a los de Aija son los
trofeos, los cuales son pequeños, carecen de cabello y están colgando exactamente
al lado (Véase Borchers 1935: 352).
387
Richard Schaedel
Una subdivisión “parecida a Aija” en Huaraz, puede ser establecida entre las es-
tatuas del Grupo B, y un subgrupo del Grupo C. De las estatuas en el Grupo B, seis
tienen un cercano parecido al tipo Guerrero en Aija más que cualquier otra estatua
en Huaraz (Fig. 9). Ellos son mostrados con la porra usualmente sobre el hombro
derecho y el escudo en el brazo izquierdo. La cabeza trofeo está representada ar-
riba, y solamente en este grupo los rasgos parecidos a Aija están representados
con cabello en los hombres, aretes semilunares, escudos diseñados del tipo de
líneas radiales y sobre todo serpientes. Desgraciadamente, las estatuas existentes
están en una condición deteriorada que es imposible que en base a fotografías y
dibujos se puedan determinar los detalles en muchos casos.
Sin embargo, hay presencia signi cativa dentro del grupo de aquellos elementos
parecidos al estilo Aija, como la solapa frontal, los aretes en forma de abanico o
tiras, e indicios de ropa.
Ninguna de las estatuas en el Grupo B, sin embargo, se ajustan a las especi cacio-
nes previamente señaladas para el estilo Aija. En uno u otro grupo se presentan
las características que no son Aija, como: genitales, dientes, cabezas trofeo vertica-
les y pequeñas guras humanas.
Las estatuas más pequeñas que comprenden el otro subgrupo del Grupo C, y
del subgrupo que no son losas del Grupo D, (muchos de los cuales son también
pequeños), forman una segunda subdivisión en Huaraz. Debido a su aparente
388
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas
liación con estatuas pequeñas de Huántar (descritas ahora) les tengo el término
“parecidas a Huántar”. Estas estatuas miden 50 centímetros de alto, excepto la
característica delgadez, miembros parecidos a un bastón, muestran poco detalle.
Cinco estatuas del Grupo D conforman esta subdivisión parecidas a Huántar, la
cual tiene un fuerte contraste con el tamaño casi natural, las esculturas realísticas
de Aija y la subdivisión de parecido a Aija en Huaraz.
Las lajas que constituyen el resto del Grupo D son poco numerosas y muy des-
gastadas siendo imposible obtener otros criterios para comparar la posición y
tamaño del pie.
El Grupo E, incluye las pocas estatuas en Huaraz, en las cuales la posición sentada
es intermedia entre las posiciones características de la mayoría de los grupos o no
pueden ser exactamente determinadas.
El Grupo H, incluye todas las semi-estatuas. Mientras ellas tienen una amplía dis-
tribución, estas se asemejan a las estatuas completas en las regiones en las cuales
ellas fueron encontradas con respecto a los pocos rasgos distintivos que pueden
ser comparados. Esto no añade signi cativamente rasgos comparables al reperto-
rio (Véase Borchers 1935: 292).
Huántar
Huántar está representado por quince estatuas pequeñas, todas ellas de 50 centí-
metros o menos (Fig. 11). Están esculpidas en gran parte, solamente sobre la su-
per cie frontal, aunque la cabeza ocasionalmente es representada en círculo. Lo
característico del grupo es su delgadez, brazos y piernas en forma de bastón. Cu-
ando las retrataron los pies apuntaron hacia abajo o hacia afuera, nunca hacia el
centro de la estatua. Los detalles faciales y el tocado no pueden ser comparados
por lo inadecuado de las ilustraciones. En general, las estatuas pueden ser descri-
tas esencialmente en dos dimensiones, además la tercera dimensión es sugerida
por repliegues no ortodoxos en las extremidades. Las convencionalización de este
tipo de tallado fue aparentemente responsable por la posición de los pies de los
grupos C y D en Huaraz.
389
Richard Schaedel
MISCELÁNEA
En Chacas, una ciudad un poco al norte de Huántar y así mismo sobre las plani-
cies de las faldas orientales de la Cordillera Blanca, se han encontrado dos monoli-
tos, uno con los brazos levantados debajo de la barbilla. La posición de los pies en
ambos, indica una pose sentado con las piernas dobladas bajo el resto del cuerpo.
Si estas estatuas son relacionadas con el material previamente descrito, su a ni-
dad próxima es con el Grupo E, de Huaraz. Esta posición sentada con las piernas
dobladas, tiene reminiscencias a las momias en cuclillas, tan frecuente en la sierra
norte y se presenta con tan poca frecuencia en otros lugares que debe ser consid-
erado como una característica general de la sierra norte en las representaciones de
guras humanas.
Las losas de Cabana, también reportadas por Wiener (1880: 496), muestran sor-
prendente similitud iconográ ca con las losas del Grupo F, en las cuales los pies
apuntan hacia afuera. La gura parada de Cabana comparte con las de Huántar el
collar alrededor del cuello y la porra sostenida diagonalmente a través del cuerpo
en adición sobre toda la posición.
La losa de Tinyash (Antúnez de Mayolo 1935: Fig. 15), muestra una gura en cuc-
lillas similar a la losa del Grupo G de Huaraz, la cual viene a ser similar a la gura
central de las losas del puma que serán descritas ahora. Tinyash se ubica sobre el
Marañón en la parte más oriental.
Resumen
390
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas
1. Las más numerosas de estas son los Grupos B y C, los que constituyen la sub-
división parecida a Aija. El Grupo B y la mitad del Grupo C se muestran para ser
relacionadas con los tipos Guerrero y Mujer de Aija, respectivamente.
5. La posición de la gura sentada con las rodillas dobladas debajo del cu-
erpo, es una característica general de la sierra norte y se relaciona con las estatuas
de Chacas y Cajabamba a la tradición escultórica de la sierra norte.
Losas de Puma
De acuerdo a las dos formas de representaciones, la cara del puma y las tres va-
riaciones en la posición, es posible establecer cinco tipos de puma, los cuales son
391
Richard Schaedel
Tipo I, es de nido como el per l de un puma agachado (Fig. 12). Se presenta solo,
en combinación con otro puma del mismo tipo, y con la gura humanan o cara al
centro.
Tipo II, es el puma con el cuerpo de per l y toda la cara de frente (Fig.13). Este se
presenta también solo, doble y, en combinación con una gura humana central u
otra criatura.
Tipo III, es de nida como puma de doble cabeza (Fig. 14). Este se presenta sólo
con la cara completa de frente y representa los cuerpos de dos pumas unidos en
el inicio de los arcos de la espalda. Sólo las garras frontales y la cabeza son repre-
sentadas. Se presentan solos y con una gura humana al lado. Hay dos ejemplos
pequeños de este tipo sin la gura humana.
Tipo IV, representadas por pumas levantados en per l (Fig. 15). Este se presenta
solo y en varias formas de composición de la cual hay solo un ejemplo de cada
variación. Las variaciones son: (1) dos pumas que se encaran con una gura hu-
man de per l al costado de cada puma, (2) un puma con una gura o cara humana
central, y (3) un par de pumas encarados sobre o debajo de un diseño de cara
circular al centro.
Bajo el precedente tipo de clasi cación pueden ser incluidas todas las 47 losas
o fragmentos de la sierra norte del Perú. Seis de las siete losas de puma de Aija
forman las bases para poder llamarlas el estilo Aija de lajas de puma. Todas estas
son de cara completa o Tipo II de pumas (Tello 1923: Fig. 33, 34). El estilo tiene las
siguientes características:
392
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas
393
Richard Schaedel
Tipo de tallado: usualmente con un relieve profundo con los ojos sobresalientes.
Detalles:
Ojos: usualmente delineados.
Orejas: redondeado o triangularmente redondeado.
Dientes: ya sea con la proyección o los caninos prominentes.
Posición de la cola: varía entre rizado hacia atrás, rizado hacia abajo, o en voluta.
Garras: delineadas por líneas incisas o por hendiduras que separan los dígitos.
En Huaraz, es un grupo comparable las losas del Tipo II, todas estas característi-
cas se presentan individualmente o en combinaciones de dos o tres; aunque la
complejidad no es completa para permitir la clasi cación de algunas de las losas
como del estilo Aija.
Dos sub estilos pueden ser descritos ahora. Sub estilo I, incluye todos los pumas
del Tipo II y algunos del Tipo I. La composición predominante es con los pumas
frente a la gura central. El relieve es profundo a moderadamente profundo. El
Tipo I de pumas se distingue por las orejas que cuelgan hacia adelante. Los dien-
tes se representan en ambos tipos resaltantes o con caninos prominentes. Todas
las posiciones de la cola son representadas. La mandíbula es redonda.
El sub estilo 2 consiste de solo pumas del Tipo I. Todas la composición de varie-
dades suceden, excepto aquellas en las cuales los pumas miran a la gura central.
El relieve es moderado a ligeramente profundo, los ojos no están delineados y el
trazado de caracteres es característico. Las orejas están usualmente colgadas hacia
atrás o apuntando hacia atrás. La cola está consistentemente enroscada a manera
de voluta. La mandíbula es cuadrada y angular.
La única losa Aija de puma de per l pertenece al sub estilo 2. Una variación an-
gularmente delineada del sub estilo 1 es reportada del área general del Callejón
de Huaylas y puede representar una variante regional. Las dos losas ilustradas
por (Tello 1923: Fig. 35, 37), indican una variación regional los dientes a lados y
apéndices aserrados son propios de la boca del puma o el hocico. La presencia de
una cara central con apéndices dentados es también atípica.
El puma Tipo III ha sido mencionado en descripciones generales del estilo Hua-
raz. La pequeña variedad es ilustrada por (Bennett 1944a: Fig. 33B).
394
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas
Las losas del Tipo IV, se presentan con una excepción al norte del Callejón de
Huaylas (Horkheimer 1944: Fig. 36), (McCown 1945: Lám. 17), ( Wiener 1880: 702).
La composición varia considerablemente, pero los detalles del puma para la may-
or parte es casi similar a los sub estilos 1 y 2.
Otros ejemplos del Tipo IV se ha encontrado que pueden ser posibles de aislar en
estilos regionales tal como fue hecho para los Tipo I y II; por el momento esta losas
sólo pueden ser consideradas desde el punto de vista de su liación con los tipos
mejor conocidos del Callejón de Huaylas.
1. Las losas de puma tipo II se presentan como el tipo predominante en Aija donde
ellos forman un estilo diferente.
2. Los Tipos I, II, II y IV son representados en Huaraz. Los tipos más frecuentes
son el I y II, los cuales forman las bases para la subdivisión estilística, el Tipo III
conforma es estilo general de Huaraz.
3. Tipo IV, representada por una sola losa en Huaraz, pero forma parte de la
tradición norteña de losas de puma.
Cabezas
Las cabezas esculpidas en la sierra norte se presentan con y sin vigas para inser-
tarlas en la pared. En Aija, Caráz, Cabana, Huari y Huamachuco las cabezas sin
viga están reportadas. Cabezas humanas con vigas se presentan en Huaraz más
no en Aija y en los lugares norteños tales como Santiago de Chuco y Huamachuco.
Como las semi-estatuas hay solo algunas características diagnósticas que permiten
una comparación general, y su liación puede ser determinada por el diseño del
tocado que indica relaciones con otras esculturas en la misma área. Así en Aija
el tocado muestra el diseño aracniformes, en Huaraz el diseño “manos y pies”;
en Huamachuco, donde no fueron reportadas esculturas, el tipo preponderante
se muestra con grandes orejas perforadas y un estilo de tocado de distribución
general para el norte del Perú. Las cabezas bien modeladas de Caráz y Cabana y
la inusual cabeza de Huari presentan problemas que esperan exploraciones cientí-
cas en esas regiones. La característica general de cabezas y cabezas clavas están
asociadas con Chavín de Huántar y Tiahuanaco y es probablemente una herencia
básica de todas las culturas serranas.
Las cabezas de puma son reportadas en Aija, Huaraz, Santiago de Chuco, Hua-
machuco, y Cabana. El contraste entre el tipo de cabeza de puma de Aija y Huaraz
y los tipos de Cabana y Huamachuco re ejan la distribución ya observada en las
losas de pumas tallados. Las cabezas de puma de Aija y Huaraz están talladas en
bajo relieve y representan toda la cara; aquellas de Cabana y Huamachuco están
talladas en escaso relieve y representan el per l del puma. Las diferencias region-
ales entre Aija y Huaraz ya notadas en las losas de puma están también re ejadas
en las cabezas de puma. El modelado es generalmente más redondo en Aija, el
395
Richard Schaedel
globo ocular está delineado, caninos prominentes son más comunes, y las crestas
de las cejas prominentes son distintivos de Aija.
Otros animales además del puma son representados en Cabana y la región norte
del Callejón de Huaylas. Es posible armar un criterio clasi catorio para un inven-
tario detallado de las numerosas cabezas y cabezas clavas hasta ahora reportadas,
pero con algunas excepciones, el dato indispensable sobre el tamaño, material
usado, descripción de las super cies, etc., son inexistentes o ya están dadas que
una conclusión basada sobre ellos podría ser prematuro y probablemente equivo-
cada.
Interrelaciones
1.Las estatuas Aija contienen un repertorio de elementos diseñados que son rep-
resentados sobre las losas de puma tanto en Aija y Huaraz, y sobre las estatuas de
Huaraz del Grupo C el cual se parece al tipo Mujer de Aija. Esos son: Tipos I, II y
III de pumas, de diseños aracniformes, cara de sol y de pájaro.
2.La gura central en las losas de puma de Aija es cercanamente identi cada con
la gura central de las losas de puma de Huaraz. Ambas se representan con pier-
nas separadas, las puntas de los pies dirigidas hacia afuera las manos apoyándose
en los apéndices cefálicos o agarrando una porra y una cabeza trofeo y con un
tocado de ambos apéndices cefálicos o el diseño de “manos y pies”. Esos con la
porra y el trofeo apuntan a una cercana relación con las estatuas de Aija del estilo
Guerrero y las estatuas parecidas a Aija de Huaraz.
3. Los diseños de tocado en las cabezas humanas y cabezas clavas indican cercana
similitud al tocado de las estatuas humanas en el área de la cual fueron reportadas.
396
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas
Cerámica y Arquitectura
La mejor ilustración de cerámica Recuay a liada con las lajas de puma es el diseño
de la jarra de Copa publicado por (Tello 1930: 289). El cercano parecido es con el
estilo Huaraz. La composición es sorprendentemente similar, pero el detalle es
único en varios aspectos.
La mayor parte de cerámica Recuay enfatiza el per l del puma de los Tipos I
y IV. La representación de apéndices cefálicos es frecuente e indica una cercana
conexión ente las lajas de Cajamarquilla (región de Huaraz) y Cabana con diseños
Recuay (Fig. 17)
Tello menciona un número de jarrones Recuay los cuales retratan “altares y ter-
razas cuyas paredes están decoradas… con cabezas humanas esculpidas y que
parecen estar incrustadas en ellas.” (1930: 289). Desafortunadamente ninguno de
estos ha sido ilustrado.
397
Richard Schaedel
398
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas
Sumando las evidencias del período Recuay, encontramos que la cerámica está
de nitivamente asociada con las estatuas Aija y parecidas a Aija (aunque no todas
ellas), con las losas de puma del Tipo I, II y IV (y posiblemente III; ver Fig. 18), y
probablemente con las cabezas clava sobre la base de las a rmaciones de Tello.
La única relación entre la litoescultura y el periodo Katak es un dintel pintado
descrito por (Bennett 1944a: 64, 65), es una estructura en la región alrededor de
Katak. La estructura está descrita como “Cámara central subterránea con conex-
ión de cámaras laterales”. El diseño sobre el dintel corresponde de muy cerca al
Tipo III de pumas de doble cabeza.
399
Richard Schaedel
Además las asociaciones de litoescultura con este u otro periodo tardío no su-
ceden sobre la base del presente conocimiento.
Habiendo establecido una conexión entre algunas de las litoesculturas con los
periodos Recuay, Katak y Wilkawain-Tiahuanaco ¿Qué restos pueden indicar los
numerosos restos de litoesculturas sin asociar, particularmente las estatuas? La
denominación de nitiva de todas las estatuas, losas de puma, etc. no puede ser
hecha antes de que investigaciones completas hayan sido realizadas en la sierra
norte. Sin embargo, como resultado del estudio de las ilustraciones de 300 y pico
especímenes de litoesculturas, creo que es posible establecer tres fases distintas de
estatuas talladas las cuales representan un desarrollo secuencial y el cual puede
ser correlacionado de manera general con la secuencia cronológica de la sierra
norte.
Las estatuas en las cuales los detalles están representadas por líneas curvas con-
tinuas representan la Fase 1. Los labios consisten en franjas enrolladas parecidas
a cintas, alrededor de las mejillas y forman las orejas; los ojos en similar forma
están representados por una curva continua sobre la frente y dentro del tocado.
Las extremidades, las cuales a primera vista sugieren brazos y piernas, vuelven a
estar diseñados en intrincada forma de serpiente cuya cola sale de las más peque-
ñas porciones de la estatua. La representación convencional mas frecuentemente
observada representa los dos brazos emergiendo de ambos lados como serpientes.
Los pies también están incisos como para representar o sugerir la cabeza de ani-
males y pájaros.
Fase 3 no alcanza mayor dominio del tallado en el round, pero la técnica del re-
lieve asume un aspecto más lineal el cual explota el juego de luz y sombra para
enfatizar los diseños. Las incisiones no son usadas, y las esculturas se caracterizan
por una extravagante exhibición de elementos diseñados para su misma causa.
Las tres fases están representadas en las estatuas de Aija y Huaraz, aunque ejem-
plos de la Fase 2 son los más numerosos. Desafortunadamente, buenas fotografías
de la Fase 1 no están disponibles. Por el tipo de incisión el diseño detallado pu-
eden ser única y de nitivamente establecida por los trazos.
La Fase 3 está ilustrada por una estatua elaboradamente decorada de un tipo Guer-
rero en Aija y por estatuas del Grupo A en Huaraz en la cual la angularización
de la pose concentra atención sobre el juego de contrastes planos, horizontales y
planos.
400
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas
Las losas de puma representan dos fases de tallado. El estilo Aija y el sub estilo 1
de Huaraz son análogos a la Fase 2. El sub estilo 2 de Huaraz y el Tipo IV de losas
de puma sugieren un subsecuente desarrollo en la cual la posición conservadora
fue abandonada y, hubo elementos libres de manipulación de los elementos com-
posicionales para alcanzar nuevos patrones simétricamente agradables. El puma
por sí mismo deviene convencionalizado con la cola tipo voluta, orejas angular-
mente punteadas y mandíbulas angulares.
Seriación Correlativa
Esta fase fue seguida por un desarrollo local en el tallado en el round cuyos el-
ementos simbólicos fueron reducidos y suplantados por símbolos más realistas
tales como el escudo y la cabeza trofeo y los genitales. Este fue también un periodo
de estilos locales de losas de puma talladas en las cuales el símbolo del puma an-
queando a una gura central fue desarrollado.
Muchas de las estatuas de Aija y Huaraz representan esta fase y las losas de puma
de cara completa con los pumas de per l del sub estilo 1 en Huaraz son también
de este periodo. Debería asociar la Fase 2 con los inicios del periodo Recuay, con-
temporáneos con Gallinazo en la costa norte.
401
Richard Schaedel
El posterior desarrollo de la litoescultura parece haber sido con rmada por las
piedras adornadas y cabezas clavas.
Conclusiones
6. Las litoesculturas extendidas de la sierra norte son mostradas por los reportes
aislados hallados más al norte como Catan, hacia el este como Tinyash, con nada
reportado en las áreas inmediatas al sur de Huaraz.
jadas para el periodo Recuay, con cabezas y cabezas clavas asociadas con los
subsiguientes periodos Katak y Wilkawain-Tiahuanaco.
9. Un análisis de las estatuas dentro de las tres fases, las dos últimas correlaciona-
das con el tempano y tardío periodo Recuay, hacen probable la asignación de al-
gunas estatuas a la Fase 1 a una fase pre-Recuay, posiblemente Blanco sobre Rojo.
Ahí están otros posibles puntos que deberían ser tocados, muchos de ellos en la
categoría de conjeturas hipotéticas. La relación de las litoesculturas de la sierra
norte con los textiles de la costa, de Tiahuanaco, Pucara, y Huari (Ayacucho) no
se menciona en Manabi y San Agustín, son todos objetos dignos de discusión. La
brecha en nuestra información de sitios al este y norte del Callejón de Huaylas
necesitan ser llenados antes para que nosotros tuviéramos una base adecuada
sobre la cual generalizar.
403
404
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
Joan Gero
Introducción
Titulo Original: Gero, Joan, M. (1992). “Feasts and females: gender ideology and political meals in the
Andes”. Norwegian Archaeological Review 25(1), pp. 15–30.
405
Joan Gero
Mientras no hay una solución formulada para estos problemas, en este esfuer-
zo tengo que examinar un nuevo problema. Si los signi cados del género son
acondicionados enteramente por sus contextos, entonces podemos usar simili-
tudes indecorosas o paralelismos en contexto socio - históricos como clave, como
línea evidencial de razonamiento, cómo el género pudo haber sido constituido a
uno particular, creando el momento arqueológico. Esto me llevó a explorar el uso
de un armazón explícitamente evolucionario, para entender el cambio en los siste-
mas de género como un espina dorsal, tomando en consideracion las fechas de
mis unidades de excavación, el trabajo de C. W. Gailey proporciona indicios ele-
mentales en este caso. Esto se vuelve rápidamente evidente, aquí el entendimiento
de que, el sistema prehistórico de géneros no puede empezar con la fecha arque-
ológica. Tal vez las interpretaciones inicien con entendimientos de cómo y bajo
qué condiciones el sistema de género sufre los cambios sistemáticos.
Obviamente, aquí no hay riesgos, perdimos algo (¡pero no todo!) de la especi ci-
dad, la particularidad del momento bajo ¿consideración? ¿Qué elementos de esta
apreciación del otro lado, puede ser una pintura diacrónica animada del campo
en sistemas de sexo/género, de sutil pero signi cantes cambios, en cómo los roles
de género son realizados? y ¿cómo sus signi cados simbólicos son desplegados?,
esto ofrece una profundida división feminista especí ca de tiempos arqueológi-
cos, cómo tales momentos son vistos como parte de largas trayectorias de signi -
cación. Ofrezco este estudio, entonces, no una solución de nitiva para los desafíos
de la arqueología feminista, pero sí como una“ruta”.
Está situado sobre una larga loma sobre las con uencias de los ríos Marcará y
Santa. Dos pequeñas construcciones de terraplén marcan las extremidades Este y
Oeste a lo largo de 100 m. del sitio, y un alineamiento simétrico de habitaciones
y patios llenos de lomas enteras arti cialmente acondicionadas. En ambos lados
Norte y Sur de la loma, una serie de bien de nidas terrazas de piedras lineadas
siguen los contornos de la loma. La arquitectura formal dispone con sus modelos.
movimientos restringidos a través de la loma y a lo largo de las terrazas sugier-
iendo una ocupación no doméstica que pone esto inmediatamente en la categoría
de pequeños sitios “ceremoniales” o “administrativos”. (Fig. 1)-
La precencia de la cerámica Huaraz Blanco sobre Rojo en los niveles más bajos
de casi todas las unidades de excavación, también como en asociación con la con-
strucción interior del terraplén oeste, con rma que la primera ocupación del sitio,
fecha a Huaraz o al período Intermedio Temprano (200 a.C- d.C 600). Los datos
no calibrados de C14 de estos niveles más tempranos Blanco sobre Rojo en Qu-
eyash produce una fecha de 270±150 a. C. (no calibrada Beta # 31354). Sobre es-
tas muestras ella total secuencia de materiales del Período Intermedio Temprano
incluyendo una pequeña muestra de artículos elaborados Recuay, con evidencia
post - Período Intermedio Temprano, también aparenta mucho presentarse en
el sitio . La carencia de concentraciones densas del Período Intermedio Tardío y
artículos Inca, sin embargo, sugieren que el sitio fue abandonado alrededor del
800d.C.., que también corresponde al 790±80 d.C. fecha de C14 (no calibrada Beta
#30114).
Las excavaciones en 1988 en Queyash Alto mostró tres áreas funcionalmente dis-
tintas, la terraza más alta al norte, nos reveló un discreto sector de estructuras y
pisos sobrepuestos de una casa con concentraciones de restos domésticos entre fo-
gones y carbón de leña. Aquí hubieron numerosos indicadores de una casa de alto
status del Período Intermedio Temprano, bien construidos segmentos de pare-
des, unos con restos de enlucido aún evidentes, grandes cantidades de cerámicas
decoradas en forma de platos, tazones y ollas, conchas cortadas de spondylus
importado de los mares del sur, pendientes de madreperla namente labradas,
parte de la cabeza y cuerpo de complejas gurinas incluyendo llamas, criaturas
con colmillos o garras y de formas antropomór cas, y al leres de cobre (Tupu).
En contexto ccerca a las estructuras residenciales se halló un depósito de huesos
de llama, con 5 mandíbulas rajadas, más abajo vértebras (algunas aún articuladas)
costillas y huesos largos rajados, sugirien un triste resumen de un episodio de
grandes cantidades de crueles matanzas de llamas. Finalmente, debajo del piso
407
Joan Gero
de la casa más baja o pequeña, en un hueco hondo dentro de una sólida roca de la
cima, estaba una caja de piedra conteniendo una pareja sobrepuesta de entierros,
cuidadosamente preparados, ambas mujeres, la última de tierna edad. Enterradas
sin un diagnóstico grave, la mujer más pequeña estuvo acompañada por sólo dos
cuentas (bolitas ensartadas que llevan las mujeres como collar para adorno) de
piedra, el cuerpo de un mono y varios mamíferos pequeños, que pueden haber
sido conejillo de Indias (cuyes).
Pero el área de la plaza abierta enfrente del Terraplén Oeste que parece haber
sido usado como un sitio para festines rituales, el área puede haber sido usado en
tiempo del Período Intermedio Temprano, pero el bloque de 36 m2 de excavación
en esta área (Fig. 2) reveló solo un resto de segmento de pared, con un poste ais-
lado, designado para tener una proveer techo o sombra. En ambos lados de esta
pared habían numerosos muros extendiéndose y hoyos cargados de carbón de
leña, 0.5-1 en diámetro y 30 cm. a 1 m. de profundidad, conteniendo llamas no
quemadas y fragmentos calcinados de huesos largos y acompañados por densos
408
Banquetes y Mujeres: Género, Ideología y Festines Políticos en los Andes
409
Joan Gero
restos de vasijas Huaraz Blanco sobre Rojo - característica temprana del Período
Intermedio Temprano - de lados rectos y de poca profundidad, con ángulos bási-
cos y con los de nidos. El tamaño y forma de estas vasijas indican su uso como
vaso para la bebida, más probable para la chicha (bebida de maíz), que evidente-
mente era servido de abundantes jarras de gran diámetro, con cuello abierto no
decorados. Cucharones y cucharas de cerámica, junto con dos cucharones para
sacar agua, hechas de cráneo de llama, completa el patético cuadro de libaciones
generosamente ondeante. Casi todas las piedras astilladas de dos caras y cuchillos
del sitio, asociadas con la preparación de carne, también fueron recubiertos desde
esta área, y una profusión de fragmentos pipas de cerámica de ambos lados del
área residencial de la terraza norte y del área del Terraplén Oeste provienen desde
el área del Terraplén Este.
Aunque los arqueólogos nunca se sienten obligados a demostrar donde los hom-
bres pueden ser localizados en los sitios prehistóricos, la presencia de las mujeres
es considerada siempre problemática. En Queyash Alto, las mujeres son identi ca-
das por la recuperación de al leres Tupu ajustadas a las ropas , en este caso son de
cobre, usados exclusivamente por las mujeres en los Andes a través de los tiempos
Inca y dentro del presente etnográ co (Fig. 3 y 4). Tupus que se encontraban en
las estructuras norte de la terraza residencial y en el sitio alto de la cima al frente
del Terraplén Oeste, difícilmente corresponde a una forma simple de “ a donde las
mujeres fueron”, ellas no “dibujan” el movimiento de las mujeres en el sitio. En un
sentido más general, sin embargo, estos artefactos femeninos enlazados, re ejan
la presencia y actividades de las mujeres, ambos en las estructuras residenciales
y en el sitio de los festines; si nosotros recordamos entonces que el uso del cobre
fue primero adoptado por artefactos hechos solo a inicios del Período Interme-
dio Temprano, en el tiempo en que Queyash Alto fue primero ocupado, luego el
reconocimiento y declaramiento del cobre Tupus, tecnológicamente so sticado,
debería ser construido como un acceso a artículos de prestigio, indicando algunas
clases de status para las mujeres de Queyash.
La presencia de las mujeres es también inferida por una larga frecuencia de husos
en todos los sectores de Queyash Alto, una distribución que es más extensiva y
410
Banquetes y Mujeres: Género, Ideología y Festines Políticos en los Andes
más concentrada que los Tupus. Una división sexual de labor, por supuesto, pu-
ede ser adoptada con uno de los hombres o mujeres (o ambos) designados como
hiladores, y verdaderamente hoy en día, los hombres hilan en algunas áreas del
sur de los Andes. Pero la región del Callejón de Huaylas, y ciertamente con más
generalidad en el norte del Perú, mani esta un largo registro de mujeres empren-
diendo principalmente el hilado, y referencias Etnohistóricas mencionan especial-
mente a las mujeres como las principales hiladoras (Silverblatt 1987:9, ver tam-
bién, por ejemplo, Garcilazo de la Vega 1966:214-215).
Las mujeres, entonces, de status elevado (o con control sobre y/o posición de
prestigiosos artefactos) estuvieron viviendo aparentemente en la restringida área
residencial de alto status de la terraza norte, evidenciado por husos y el Tupu
de cobre recuperado del piso de la casa excavada, con algunas otras clases de
artefactos “valuables”. Además, los entierro de mujeres que están debajo de los
pisos de estas casas, quizás se sugiere el reconocimiento de la centralidad de las
mujeres para la procreación de vínculos en el grupo, tal vez matrilíneal. Pero las
mujeres de “alto status” también estuvieron presentes en el sitio de los festines,
donde sus Tupus de cobre y husos decorativos son contados como indicadores de
los festines del Intermedio Temprano; las vasijas de beber Blanco sobre Rojo, las
jarras y cucharones, las herramientas líticas de materiales importados en estado
natural, las pipas de cerámica , las tenacillas de cobre y gurines de llamas. Esto
es probable, si el ayllu - grupos de vínculos extendidos formaron la unidad básica
social, en que ambos, hombres y mujeres pudieron haber estado aquí, entre los
invitados, también es probable que las mujeres de alto status residencial fueran
miembros del festín patrocinador de Queyash y estaban pública y visiblemente
llevando roles tradicionales de la preparación y servicio de la comida: vaciando
la chicha de grandes vasos almacenados a vasijas para beber y colgando alrededor
trozos de carne.
411
Joan Gero
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Banquetes y Mujeres: Género, Ideología y Festines Políticos en los Andes
Así, aunque las características femeninas y masculinas signi quen estar clara-
mente diferenciadas, los dos géneros comparten prestigiosas posiciones en al-
gunos formatos Recuay. Ambos son ennoblados en retratos individualizados y
visten prendas de vestir elaboradamente amoldados. La acción en que estas mu-
jeres están presentes en el canon artístico, y no hechos para parecer andrógenos
(como las mujeres contemporáneas Moche pueden haber sido, en una cierta es-
tación), tampoco son invariablemente relacionados con mates masculinos, sugie-
ren que ellos son reconocidos por tener algunas formas de poder en sus propios
derechos como las mujeres. Como los hombres, mujeres individuales pueden ser
mostradas teniendo una taza decorada (que de hecho algunas veces es el cuello o
pico del vaso). Pero las mujeres pueden tener otros objetos individuales, incluy-
endo un espejo recto (?) o un niño inerte (¿muerto?) o pueden ser ollas decoradas.
En algunos vasos Recuay, dos idénticos presentan cabezas de mujeres cuidadosa-
mente labradas lindando un alto alineamiento con cabezas de hombres en la mis-
ma escala (Eisleb 1987: plato 96) o aparecen dos mujeres como guras en cada lado
de un huaco retrato (Eisleb 1987:95) o huacos eróticos (hombre y mujer) algunas
veces ambos verticalmente sentados cara a cara (Eisleb 1987:227; Gambini 1984,
siguiendo la pág. 40 plato 7).
Las mujeres también aparecen con frecuencia sobre vasos moldeados Recuay en
que Reichert (1977:56) los llama “escenas de ofrendas” que podrían relacionarse a
los banquetes observados arqueológicamente en Queyash Alto. En estas composi-
ciones de grupos, entre 2 y 6 mujeres “pequeñas” a menudo elaboradamente ves-
413
Joan Gero
414
Banquetes y Mujeres: Género, Ideología y Festines Políticos en los Andes
tidas y con la piel pintada con guras o rayas de colores, algunas veces con bebés
sobre sus espaldas, teniendo tazas y/o comida y rodeando a un gran y central per-
sonaje masculino y más aún algunas veces muy bien vestido. En otras escenas, los
hombres centrales están rodeados por hombres más pequeños, quienes no traen
ni tazas ni comida, las mujeres también son mostradas por tales guras auxiliares.
Estas escenas aunque parecen que las mujeres están sirviendo al hombre central y
a un grupo jerárquicamente ordenado, con distintos roles para entretenerse, son
reconocidos juntas (o por ellos mismos promovidos) para colmar a una posición
social signi cante. Como en toda la iconografía Recuay, el movimiento no es
mostrado, pero la implicación es que las mujeres hacen bebidas para vaciar y
servir la comida. Es de resaltar un único portarretratos en forma de una mujer,
la cuesl ésta desnuda donde los pechos son claramente visibles, hecho de caolín
Recuay y elaboradamente decorado (Eisleb 1987: plato 48).
En los tiempos Inca, las mujeres ciertamente ayudaron a elevar posiciones en las
jerarquías supernaturales locales (Silverblatt 1987), especialmente en el Callejón
de Huaylas (Hernández Príncipe 1923); sobre las bases de la iconografía religiosa,
Lyon (1978:118) tienen pensado que esto fue también probablemente cierto por
los tiempos pre-incas. En contextos más tempranos, la autoridad de las mujeres es
sugerido por la representación penetrante de deidades femeninas aparentemente
fuertes en el Horizonte Temprano (Chavín) y en la iconografía del Período Inter-
medio Temprano (Pucará, Nazca, Recuay y Moche). (Benson 1988, Cordy Collins
1977, Hocquenghem y Lyon 1980, Lyon 1978) algunos ejemplos del Período Inter-
medio Temprano de deidades femeninas son ricas en ilusiones mitológicas que
deberíamos extenderlos para ser conectados con su fuerza (Lyon 1978:104-107)
especialmente en los que parecen ser una relación consistente con los reinos andi-
nos especí cos, de agua, plantas y pájaros (Ibid.:119). Como Lyon también apunta
la impresión que se levanta desde la revisión Pan Andina, de representación de
deidades femeninas no siempre corre a la conducta caballerosa y a la fertilidad,
aunque las deidades femeninas han sido representadas con feroces y sanguinarias
asociaciones. (Ibíd.: 120).
415
Joan Gero
trati cadas (pero no una clase estrati cada) (Gailey 1987:34). Es evidente que las
nuevas formas de entierro, sitios establecidos y la producción del arte en que las
transformaciones esenciales ocurrieron en la elaboración de ayllus, a inicios del
Período Intermedio Temprano, un tiempo que corresponde muy estrechamente
con la fundación del sitio de Queyash Alto, estas transformaciones fueron efectua-
das en turnos, reforzando el poder del incrementante prestigio de los ayllus que,
aunque no pudieron haber sido o cialmente titulados, fueron liberados de las
obligaciones de labor reciprocas y en efecto demandas de algunas de las labores
o productos de sus bajos vínculos de elaboración. El reconocimiento y la acep-
tación de algunos derechos individuales institucionales a otras labores de la gente
o productos. Últimamente coleccionaron en la forma de un sistema de tributo,
marca una vertiente en la consolidación del poder, y es claramente reconocible en
los tiempos tardíos del Período Intermedio Temprano en el Callejón de Huaylas,
en cargados y suntuosos entierros (Grieder 1978, Wegner 1981) y la aparición de
la elaborada, y patrocinadas tradiciones cerámicas conocidas como Recuay (Eis-
leb 1987, Reinchert 1977, Wegner 1981). En efecto muchas de las vasijas e gies
modeladas aparecen para tomar como su tema la directa representación y rea r-
mación de esta consolidación intensi cada del poder, presentando a la familia en
un lugar universalmente aceptado. No es agradable que las relaciones de poder
reiteradas sobre las ollas Recuay y que la ideología que adoptaron, fue en el lugar
hacia los 200 a.C. cuando Queyash Alto fue ocupado originalmente, pero cuyas
relaciones fueron claras en el lugar por el tiempo. Es muy probable que los fes-
tines, relaten no solo el tiempo sino que también el contenido hacia esos cambios.
En efecto la iniciación de los festines rituales son puntos para un cambio signi -
cativo en política, economía y relaciones laborales y la necesidad de legitimizar el
nuevo lineamiento de poder. Las festividades fueron muy evidencias en la época
Inca, lo que Morris (1982:166) llama “hospitalidad pública”: El aprovisionamiento
extenso de chicha, bebida de los curacas y de su fuerza laboral en todo el imperio.
417
Joan Gero
Las evidencia del Intermedio Temprano de Queyash Alto con rman que los fes-
tines rituales fueron practicados durante un tiempo de consolidación rápida del
poder por los lideres de los ayllus, probablemente hombres con “corona” y trajes
de guerreros y sugeridos por los hallazgos de Queyash Alto, esos individuos es-
tuvieron exitosamente centralizados con su ciente recursos para la producción y
para tomar responsabilidad de la redistribución de la comida y de la bebida.
Muchos de los festines debieron haber sido para agradecer y repagar las labores
de los ayllus vecinos quienes ahora reconocen y aceptan el orden diferencial. Pro-
gramada periódicamente la población residente que nivelaron extensamente las
terrazas y otras áreas modi cando la cima de Queyash, los festines del intermedio
temprano sugieren que el orden de los ayllus fue ya hereditario, la monopolización
de los recursos externos y el establecimiento de reglas de matrimonio y arreglos.
El alto orden y aparente poder de la mujer fueron reconocidos en sus sistemas y
estuvieron ambos en las residencias y enterrados en Queyash Alto, considerando
el establecimiento de una jerarquía hereditaria por grupo de parentesco.
Ahora solo nos queda mirar hacia adelante del tiempo para ver en qué se volvió
de la tradición de los festines en Queyash 1,000 años después, bajo qué condicio-
nes del estado Inca plenamente formado. Por este tiempo los vínculos basados en
la producción y la reproducción estuvieron siendo desa ados por estas interroga-
tivas para reproducir las relaciones de clase (Gailey 1987:54) como una esfera civil
desarrollando y cavando muchos de los títulos de los ayllus para los vínculos de
labor y las prioridades de los ayllus para distribuir los productos locales de esta
labor. El elegante argumento ulterior de Gailey (1987) especí ca que el poder y la
autonomía de las mujeres de clases basadas a la sociedad son sub-vertidas en este
proceso, no incidentalmente pero como una forma central de formación del Es-
tado. Para asegurar la continuidad de las relaciones de clase, muy al fondo de los
vínculos como una manera de recíproco a anzamiento y demanda mutuamente
interdependientes para la labor y productos deberían ser subordinados a las
clases basadas, títulos unilaterales y cartas de vínculos de no muy largo acceso de
recursos, labor o bienestar. Las mujeres como miembros de los grupos de vínculos
deben abandonar el control parcial de los almacenes locales de comida, especial-
mente cuando el stado hace demandas incrementando en demasía los tributos, ni
las mujeres pueden controlar el desplegamiento de la labor local que previamente
podría haber caído sobre su dominio: sus hijos e hijas, primas y primos, sobrinos
y sobrinas, son también ahora responsables para competir en las demandas civi-
les.La nueva clase basada en la división de labores llama a la gente al servicio de
acuerdo a las categorías de género y edad, en con icto con la integrada in uencia
de roles de vínculos extendidos (Gailey 1987.:65).
419
Joan Gero
La mayoría de las artes virtualmente sacrosantas de las festividades del Inti Ray-
mi, en efecto, fueron realizados en el Templo del Sol y excluyeron explícitamente
a las mujeres del servicio o participación, desde que las mujeres no siempre fueron
admitidas a entrar a este paisaje sagrado (Ibíd.: 185). Las mujeres tenían que volv-
erse subordinadas y/o invisibles en el banquete imperial político, sus roles tradi-
cionales de preparar comida, ahora se explotaban para producir banquetes que los
hombres manipulaban para obtener sus éxitos políticos.
Esto no sugiere que las mujeres Inca no tuvieron acceso al poder. Hay indica-
ciones signi cante que las mujeres en el estado imperial Inca ocuparon posicio-
nes de autoridad en que podían ser concebidas de un género paralelo jerárquico
(Silverblatt 1987), incluyendo una sucesión de Coyas, “reinas” Inca, quienes dic-
taban reglas con sus esposos/hermanos y a quienes los cronistas españoles las
descuidaron como para reconocerlas y documentarlas. Más aún, los vínculos bi-
laterales, cuentas y herencias fueron mantenidas y aseguradas por las mujeres
Inca, teniendo sobre control la disposición de algunas veces considerables tierras
y labor. Pero los mismos festines, como un foco primario y tradicional de consoli-
dación de alineamiento a políticos y relación de poder, ahora fundamentalmente
re ejan los nuevos géneros de signi cado.
Que el signi cado de género en los festines políticos andinos cambió radicalmente
como parte de una larga transformación es solo una de las lecciones que aprendi-
mos en Queyash Alto. El contexto del banquete tuvo también ilustrado el cómo,
bajo qué condiciones de cambio social y político, roles de géneros apropiados y
relaciones, deberían ser modi cados y realineados como aspecto de público, ritu-
alizados despliegues - y especialmente en contextos especí camente dedicadas
a un interesante y celebrado poder. Los banquetes como un “contexto de pod-
er” (Conkey 1991) demanda de que cuantos como “femeninos” y cuantos como
“masculinos” son reiterados y establecidos públicamente para demostrar el como
antiguos signi cados de géneros trabajaran bajo los nuevos roles de relación. En
estos términos, no es insigni cante que las mujeres aparentemente pierden la cen-
tralidad política en banquetes entre los contextos del Intermedio Temprano de
Queyash Alto y el imperio Inca, mientras con adamente preparen y sirvan la
comida para que coman todos.
420
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
Donald A. Proulx
Introducción
Desde 1967, el Valle de Nepeña, en la costa norte del Perú ha sido foco de una
extensa prospección arqueológica super cial. Hasta la fecha, unos 360 sitios han
sido registrados y se han hecho las interpretaciones tentativas a su cronología,
funcionalidad y patrones de asentamiento (Proulx, 1968; 1973; Proulx y Daggett,
ms). De los distintos períodos temporales representados en el registro arqueológi-
co del valle, uno de los más interesantes es el Período Intermedio Temprano (ca.
370 a.C. - 540 d.C.). Las pruebas recogidas durante los últimos quince años por el
autor y sus estudiantes sugieren una división territorial del valle entre las culturas
Moche y Recuay, durante este tiempo. La naturaleza de la ocupación de estas dos
entidades culturales y sus interacciones se discuten a continuación.
La ocupación Moche del Valle de Nepeña parece haber sido a la vez fragmen-
tada y débil. Un centro ceremonial principal se estableció en Pañamarca como
el primer paso en el intento de tomar el control de todo el valle. Se podría argu-
mentar que centros Moche ceremoniales tuvieron una doble función como centros
religiosos y administrativos. Cada valle al estar bajo el control Moche tenía uno o
Titulo Original: Proulx, Donald A. (1982). “Territoriality in the Early Intermediate Period: The Case
of Moche and Recuay”. Ñawpa Pacha, 20.pp. 83-94. Berkeley.
421
Donald A. Proulx
Hasta la fecha, treinta y siete sitios con cerámica Moche identi cada se han en-
contrado en el valle de Nepeña y todos, menos ocho de ellos, están situados en
el valle medio (Fig. 1). La mayoría de los sitios están ubicados en el extremo sur
del valle cultivado o en colinas naturales que sobresalen en la parte inferior del
valle. El punto central de control de Moche en el valle de Nepeña es el Complejo
Ceremonial Pañamarca. Pañamarca (PV31-38) se encuentra en la parte superior y
lateral de una gran colina natural en el fondo del valle, unos 9 km. valle arriba de
la Carretera Panamericana y a 4 km aproximadamente al suroeste de la ciudad de
Nepeña.
Los patios y paredes de la pirámide Pañamarca son sólo una parte de un complejo
de sitios en esta parte del valle. Alrededor de Pañamarca existen dos montículos
arti ciales aislados construidos con adobes (PV31-69 y -70) en los campos cono-
cidos como San Gregorio y tres montículos adicionales incorporados en los a o-
ramientos naturales cerca a Pañamarca (PV31-40, -218 y -219, ver gura 1). Cinco
cementerios separados (PV31-39, -215, -216, -217, -219) cada uno conteniendo
tumbas Moche, se encuentran en la base de una colina natural inmediatamente al
sur de Pañamarca.
Son muy raros los sitios habitacionales Moche identi cables en el valle de Nepe-
ña. PV31-103, Huambacho Viejo es un probable sitio habitacional Moche tardío,
aunque también puede haber tenido funciones ceremoniales. Éste es el único sitio
422
Territorialidad en el Periodo Intermedio Temprano: El caso de Moche y Recuay
423
Donald A. Proulx
Moche ubicado en la zona baja del valle. Otros probables sitios de habitación son
PV31-352, - 354 y -355 en la con uencia del valles medio y alto y PV31-276 en el
valle superior.
La mayoría de los sitios Moche restantes en la zona media del valle son cemen-
terios: PV31-lla, -17, -73,-19c, - 108, -114, -115, -119, -123,-121a, - 187 y -352. Casi
todos estos cementerios fueron reutilizados posteriormente, durante el Horizonte
Medio, una vez más, otro ejemplo de la tradición de usar lugares sagrados. Las
tumbas fueron excavadas directamente en la arena y en algunos casos cubiertas
con adobes. Los cráneos a menudo presentan manchas verdes en el paladar y la
mandíbula debido a los metales situados en o alrededor de la boca del difunto.
Ninguna tumba Moche ha sido cientí camente excavada en el Valle de Nepeña.
Poco se sabe sobre del origen y la naturaleza de la cultura que produjo la cerámica
Recuay. La mayoría de los especialistas creen que se originó en la sierra norte
dado que las manifestaciones más elaboradas de la cultura que se encuentran
allí. Bennett dice que el estilo ha sido encontrado en muchas partes del Callejón
de Huaylas, al este de la Cordillera Blanca, al oeste de la Cordillera Negra y en
particular alrededor del sitio de Aija (Bennett, 1944, p. 99). Él excavo fragmentos
Recuay en las galerías subterráneas cerca de Wilkawain, en galerías de sitios de
desecho cercanos a Shankaiyan y otros lugares. Más recientemente, Grieder (1978)
excavó un templo y tumbas asociadas con exquisita cerámica Recuay en Pashash
en la parte alta del valle del Santa, y Steven Wegner (ms.) ha excavado cerámica
Recuay utilitaria en el sitio del Balcón de Judas (PAn5-5 ) fuera de la ciudad de
Huaraz. En la costa, la cerámica Recuay fue descubierta en el valle de Santa (Larco
Hoyle, 1960; 1963; 1966; Clothier, 1943; Wilson, ms), y en menor grado en el de
Virú (Bennett, 1939; Strong y Evans, 1952) y los valles de Chao y Moche. Larco
Hoyle argumentaba que el estilo Recuay (que él llamó "Estilo Santa") se originó en
la costa, en el valle de Santa, desarrollado a partir del temprano estilo Gallinazo.
Él fue uno de los primeros en sugerir que la cerámica Recuay también estuvo pre-
sente en el valle de Nepeña (Larco Hoyle, 1966, p. 104).
Cuando comencé mi recorrido de super cie del valle de Nepeña, en 1967, la prim-
425
Donald A. Proulx
era sugerencia de que podía haber restos Recuay, apareció en la forma de cinco
vasijas del estilo Recuay que vi en una colección privada en la Hacienda de San
Jacinto (Proulx, 1968, pl . 13;. 1973, pl 4A-F). La procedencia exacta de las vasijas
era desconocida, aunque me aseguraron que habían sido encontrados en el valle.
Las otras vasijas de la colección eran estrictamente locales, por lo que yo no tenía
ninguna razón para dudar del propietario. El mismo año también descubrí un
cementerio saqueado en la base de algunas colinas modi cadas en el fondo del
valle, cerca de la con uencia de los cursos medio e inferior del valle. El cementerio
era mixto, conteniendo lo que parece ser a la vez cerámica Moche y del Horizonte
Medio. Los huaqueros habían dejado, en las partes super ciales, dos vasos ro-
tos Recuay, entre ellos uno de pasta caolín, un cuenco con base pedestal con una
serie de aves ejecutadas en la técnica en negativo. También se encontraron dos
fragmentos de un cuenco redondeado de arcilla de caolín pintado con un diseño
geométrico rojo (Proulx de 1973, pl. 4G-I). Este cementerio está numerado como
PV31-73.
con dibujos geométricos de color negro o rojo. Muy interesante, aunque mucho
menos cuidadosamente hechos algunos ejemplares con la técnica de tela impresa
también parecen ser parte de este conjunto cerámico.
427
Donald A. Proulx
Fig. 4. Tiestos de estilo Recuay con pintura positiva sobre pasta de kaolin del sector
ceremonial de Huancarpón (PV31-59), Valle de Nepeña.
Los estudios arqueológicos de super cie en el valle de Nepeña durante los años
1979 y 1980 han revelado la existencia de 42 sitios con cerámica Recuay (5 mezcla-
dos con Moche), con la única excepción de las Tres Marías (PV31-73) cementerio
que se discutió anteriormente, situado en la zona alta del valle. Desafortunada-
mente, no existe sólo una fase de ocupación Recuay en ellos; cada uno de los 42
es un sitio multi-ocupacional. La datación de los restos arquitectónicos de estos
sitios con cerámica de super cie es muy difícil y los resultados están sujetos a
cambios. Lo que se necesita ahora es la excavación de algunos de los sitios críticos
para correlacionar los estilos cerámicos con diferentes tipos de arquitectura.
A pesar del consenso de que el estilo Recuay se originó en el área del Callejón
de Huaylas y es esencialmente una manifestación serrana, poco se sabe acerca
de Recuay como una entidad política. No se ha identi cado la "capital" o centro
principal de esta cultura y la distribución territorial del estilo aún no se ha deter-
minado. Dado el poco conocimiento de la cultura Recuay en su centro, es aún más
difícil hablar de su naturaleza en un valle costero como Nepeña. Sin embargo es
claro que la cultura Recuay extendió su in uencia sobre la parte superior del valle
de Nepeña, ya sea directamente o indirectamente. Si hubo o no un movimiento de
personas hacia el valle con el posterior control político no puede ser determinado
en base a la evidencia actual.
La cerámica Recuay de pasta caolín parece haber sido importada en el valle, dado
que no se conocen fuentes locales de caolín. Imitaciones locales de las importacio-
nes serranas pueden haberse hecho, aunque utilizando una arcilla local rosada.
La cerámica encontrada en las colecciones de super cie de la parte superior del
valle de Nepeña no incluye piezas nas modeladas (aunque dos o tres se conocen
a partir de colecciones privadas) ni existen muchas con pintura en negativo. La
cerámica Recuay más elaborada encontrada en las cercanías proviene de la zona
de los valles intermontanos cerca de la ciudad de Rayán, en donde se encontró
excelente cerámica Recuay modelada en tumbas a una altitud de 3000 m. sobre el
nivel del mar (Gambini Escudero, 1975, pp. 111-126).
429
Donald A. Proulx
ersa. El periodo de mayor in uencia Recuay fue durante las fases Moche I y II,
cuando el "Animal Crestado" Recuay (Reichert, 1982) o "Animal Lunar" (Bruhns,
1977) se adoptó en el estilo Moche. La Fase Moche I de botella de pico estribo que
representa un versión Recuay de esta criatura es ilustrada por Reichert (1982, Fig.
9). Uno de los mejores ejemplos de esta mezcla estilística es un botella de pico
estribo Moche II (# 4-2994, Museo Lowie de Antropología de la Universidad de
California, Berkeley) de la tumba 14 en el Sitio F de Uhle, cerca de la Huaca de
la Luna, Valle de Moche (ilustrado por Bankmann, 1980, Fig.13). Otro buen ejem-
plo, a partir de las colecciones del Museo de Historia Cultural de la Universidad
de California, Los Angeles, fue ilustrada por Donnan (1978, Fig. 73). El motivo
animal Crestado siguió evolucionando en el arte Moche y estuvo presente a lo
largo de la secuencia, continuando en el Horizonte Medio y el Período Intermedio
Tardío (Bruhns, 1977).
Aunque Bruhns (1977, p. 28) a rma que la cultura Recuay estaba en decadencia en
las fases Moche III y IV, cuando el imperio se expandió hacia el sur en los valles
del Santa y Nepeña, hay que recordar que los elementos de Recuay, como el Ani-
mal Crestado siguen siendo retratados en la cerámica Moche, aunque con menos
frecuencia que antes. La evidencia de que la cultura Recuay continuó existiendo
simultáneamente con Moche en las fases nales fue sugerida por una escena en
una botella de pico estribo Moche IV, que me señalara Steven Wegner (comuni-
cación personal, 5 de julio de 1982). Esta vasija, que se ilustra en Donnan (1978,
Fig. 68), representa una batalla entre los Moche y lo que es, obviamente, un grupo
étnico diferente. Wegner piensa, como yo, que los Moche están luchando con los
Recuay. Los elementos que sugieren esa interpretación son las caras redondeadas
de los escudos y banderas, que son similares a los rostros en la cerámica Recuay
ilustrados por Grieder que él llama la "cabeza circular" (1978, Fig. 160) y los dis-
eños en forma de cruz geométrica que también se observan con frecuencia en el
arte Recuay. La Fase IV fecha a esta vasija exactamente en el momento en que los
Moche estuvieron ocupando el centro del Valle de Nepeña.
431
Donald A. Proulx
El valle alto está rodeado por numerosas cordilleras y mesetas que fueron utiliza-
das por los antiguos pobladores para la vivienda, sitios ceremoniales y adminis-
trativos. Dos a uentes mayores del Río Nepeña en esta región, el Río Vinchamar-
ca y el Río Salitre.
Fue en la zona alta del valle que la in uencia Recuay (o control?) se hizo sentir,
manifestándose en 41 lugares distintos situados principalmente en crestas de las
montañas y mesetas. Es signi cativo que todos estos sitios Recuay se encuentran
en la zona del valle superior, con la única excepción del cementerio Tres Marías
(PV31-73). La cultura Moche, en cambio, se concentra principalmente en la zona
del valle medio alrededor del sitio ceremonial de Pañamarca.
Antiguos caminos, que penetran el lado norte del valle a través de la Pampa de
San José, cerca de la moderna ciudad de Nepeña, marcan la ruta más probable de
los conquistadores en el valle de Moche (ver Proulx, 1973, Figs. 11, 12 y pp. 84 -92).
Al parecer, la zona costera fue poco atractiva para ellos en las etapas iniciales de
la conquista, ya que sólo un sitio Moche se encuentra en el valle bajo, PV31-103
(Huambacho Viejo). Este sitio parece datar del nal de la secuencia Moche según
Carol Mackey (comunicación personal).
A pesar de que los Moche preferían el lado sur del valle para sus sitios, algunos
cementerios se han encontrado en el lado norte, cerca de San Jacinto. Los Moche
eran también conscientes de los habitantes Recuay en el valle alto y al parecer
tenían intenciones de conquistar esta zona. Varios sitios Moche se encuentran en
el paso crítico estrecho que conduce a la parte superior del valle (PV31-271., -288,
-312, -352, -354 y -355). El control de este paso era esencial tanto para la conquista
como para la defensa. Ocho sitios con cantidades mínimas de cerámica Moche se
han encontrado en la parte superior del valle propiamente dicho (PV31-60,-158E,
-235, -244, -248, -276 y -284). Uno de ellos, PV31-60, es una fortaleza con paredes
muy gruesas de piedra, situada en una meseta que domina la ciudad de Moro y el
Río Nepeña. Un buen número de tiestos Moche se encuentra aquí, mezclado con
Recuay, lo que sugiere que esta estructura representa un esfuerzo Moche por crear
un punto estratégico en la región del valle superior.
La presencia Moche en los otros 7 sitios fue mínima, con un total de sólo 27 tiestos
de estilo Moche encontrados en esos sitios. La cerámica se puede explicar mejor
como piezas de intercambio traídas al valle superior en vez de representar alguna
importante ocupación Moche en esta región. Mi opinión es que los Moche nunca
ocuparon un espacio importante en el valle superior. Su intento de penetrar en
esta zona parece haber fracasado y su imperio se derrumbó antes de que fueran
capaces de fortalecer sus fuerzas en el valle de Nepeña.
Algo muy singular debe ser discutido. En la región Intermontana entre el valle
superior y el Callejón de Huaylas, cerca de la ciudad de Rayán a una altura de
3000 m., Wilfredo Gambini a rma haber encontrado tumbas con cerámica típica
Moche modeladas y pintadas (1975, Fig. Págs. 120 -124). Esa cerámica y otras vis-
tas en su colección, aparecen en los fechados correspondientes a las fases III y IV
de el estilo Moche. La parte inferior del valle de Nepeña no parece ser la fuente de
esta cerámica. La ruta más probable por la que se llegó a esta región habría sido a
través de la Quebrada Lacramarca, cuya parte alta se encuentra cerca a Rayán. Si
432
Territorialidad en el Periodo Intermedio Temprano: El caso de Moche y Recuay
esta región Intermontana fue o no controlada efectivamente por los Moche como
parte de su expansión, o si estos ejemplos de na cerámica Moche representan
piezas de intercambio es una pregunta interesante. Si los Moche estuvieron pre-
sentes como una fuerza militar en la región Intermontana, estaban en la posición
de sojuzgar a los habitantes Recuay de la parte alta del valle de Nepeña desde dos
direcciones. Sin embargo, muchas tumbas Recuay también se encuentran en el
área de Rayán, sugiriendo que quizá estamos frente a otro ejemplo de prestigiosa
cerámica Moche intercambiada en lo que fue esencialmente una zona de in u-
encia Recuay. Gambini describe las tumbas en las que se encontró la cerámica
Moche como "tumbas de piedras alineadas con cubiertas de laja" (1975, p. 122),
un estilo típico de la tumba Recuay. Esta evidencia tiende a apoyar el modelo de
cerámica de prestigio. La presencia de esta cerámica Moche a una altura de 3000
m. no afecta el argumento básico de este trabajo, ya que hay todavía un margen
horizontal de unos 40 km. y un espacio vertical entre 300 y 3000 m. donde se en-
cuentran pocos restos Moche.
La falta de sitios Recuay en el valle bajo y medio de Nepeña es aún más sorpren-
dente que la falta de lugares Moche en la parte alta del valle. Yo interpretaría la
tumba Recuay de Moseley y las piezas individuales recogidas por mí en el cemen-
terio de Tres Marías (PV31-73), ya sea como (1) comercio cerámico que fue enter-
rado en una tumba Moche de clase superior, o (2) la tumba de un alto emisario
del valle que murió y fue enterrado en el territorio Moche. La evidencia continua
indicando consistentemente, que no había asentamientos Recuay en el valle infe-
rior o medio.
Conclusiones
433
Donald A. Proulx
434
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
HONCOPAMPA
Ruinas Monumentales en la Sierra Norte del Perú
William H. Isbell
Hace más de 3,000 años una gran tradición de esculturas y arquitectura megalítica
emergió en la sierra norte del Perú. En el Horizonte Temprano (1,200-800 a.C.), el
templo de Chavín de Huántar es un espectacular ejemplo.
El subsecuente período Horizonte Medio (550-1,000 d.C.), trae consigo otras inter-
rogantes sobre los asentamientos en el Callejón de Huaylas. Esto es cuando los
estilos de la ciudad de Wari, situada a 550 km. al sur de Lima, se extendieron hacia
la sierra y la costa peruana, marcando el nal del Intermedio Temprano. ¿Qué
efectos tuvo la expansión Wari en el Callejón de Huaylas y sobre su sorpren-
dente tradición de piedra trabajada y su arquitectura?, y ¿cuál fue el cambio en los
asentamientos del Callejón de Huaylas, y los cambios en su organización y admin-
istración?. El sitio de Honcopampa parece responder algunas de estas preguntas.
Nota del Editor, la escirtura original en el texto es Huari, el cual hace referencai al sitio arqueologico y a la cul-
tura Huari en Ayacucho, para no confundir al lector se ha cambiado dicha escritura por la de Wari. Puesto que en
la región de Ancash tenemos la provincia de Huari, donde se realizan investigaciones arqueologicas.
Titulo Original: Isbell, William, H. (1978). “Honcopampa: Monumental ruins in Perú’s North Highlands”.
En: Expedition, 33(3). pp. 7-33. University of Pennsylvania
435
William H. Isbell
Fig. 2. Honcopampa en el lado oriental del Callejón de Huaylas. Limita al este con los
nevados de la Cordillera Blanca. Este, se encuentra en la sierra norte de Perú, entre el
principal sitio Wari de Horizonte Medio, al sur, y las cuencas culturalmente importante
del norte que incluyen Huamachuco, Cajamarca y Chota. Honcopampa se encuentra
adyacente a un paso importante a través de sus picos.
436
Honcopampa: Ruinas Monumentales en la sierra norte del Perú
Honcopampa
Son los restos de de una pequeña ciudad a 3565 msnm. Ubicada al oeste de los
glaciales de la Cordillera Blanca (Fig. 1). Honcopampa se caracteriza por la pres-
encia de serie de edi caciones con múltiples cámaras llamadas chullpas. Muchos
arqueólogos datan estas estructuras al Horizonte Medio e interpretan a Honco-
pampa como una capital Provincial, construida por gobernantes Wari que sub-
yugaron a la gente del Callejón de Huaylas. Otros di eren y sugieren que los
edi cios fueron construidos durante el Periodo Intermedio Temprano, por líderes
de un gobierno local llamado Recuay.
La Arquitectura de Honcopampa
437
William H. Isbell
Chullpas
Son pequeños edi cios rectangulares esparcidos a través de los montes alrededor
de la depresión. Restos de estos edi cios fueron descubiertos sobre lomas culti-
vadas cerca a modernas casas, también sobre un las laderas empinadas de una
colina (Fig. 3). Llamadas chullpas por los locales, los grandes edi cios cuya área
es de sólo un par de metros cuadrados, presenta lados de cuatro a cinco metros y
algunas veces se encontraban en grupos de dos o tres.
Fig. 3. Rocas alineadas en las colinas que rodean Honcopampa sugieren que en pasado
muchas paredes y tal vez incluso edi cios estaban presentes.
438
Honcopampa: Ruinas Monumentales en la sierra norte del Perú
Las chullpas son también halladas en cada una de las tres concentraciones ar-
quitectónicas, al lado norte de las depresiones pantanosas (Fig. 5). Cada concen-
tración tiene sus propias características en forma de edi cios, pero la técnica con-
structiva y el acabado son similares en todas las chullpas que se hallan en estas
tres concentraciones.
Ama Puncu es un largo y bajo montículo natural con restos de nueve o más
chullpas. La mayoría de estas chullpas son mucho más grandes que las chullpas
ubicadas alrededor del sitio, pero todas ellas comparten la misma arquitectura.
Muchas de ellas son de dos pisos. Siete o más de las chullpas están colocados al
sobre los tres lados de una cancha formando un espacio en forma de U, el cual
está abierto hacia el norte.
439
William H. Isbell
Fig. 5. Las ruinas más importantes de Honcopampa se encuentran en tres grupos entre
las colinas, al borde norte de la depresión. Curvas de nivel se etiquetan en metros sobre el
nivel del mar.
440
Honcopampa: Ruinas Monumentales en la sierra norte del Perú
Hernán Amat, quien excavó en las cámaras de estas chullpas con Gary Vescelius
en 1961, reportó haber encontrado huesos humanos, como cerámica en estilo Vi-
ñaque. (Común del estilo Wari durante el Horizonte Medio 2, alrededor de los
700-850 a. D).
Otras cinco chullpas que forman el espacio en U, tienen también dos pisos, múlti-
ples entradas y numerosas cámaras internas. Muchas, pero no todas las cáma-
ras son lo su cientemente altas como pararse cómodamente y lo su cientemente
grandes para que muchos adultos puedan dormir sobre el suelo. Algunos de los
techos están manchados de humo, restos de ocupación pueden ser encontradas
sobre el piso. Las cámaras tienen que haber sido usadas como sitos para acampar
por viajeros y emigrantes por muchos años, y las múltiples reocupaciones hacen
muy difícil determinar cómo fueron usadas las cámaras por sus originales con-
structores.
Fig. 6. La más grande chullpa mide 12 por 16 metros y se encuentra en la esquina suroeste
de la plaza en forma de U. Originalmente pudo haber tenido un tercer piso. En 1961 Gary
Vescelius y Hernán Amat excavaron esta chullpa y encontraron huesos humanos, así
como cerámica de estilo Viñaque que se originó en Wari, en el valle de Ayacucho.
441
William H. Isbell
Fig. 7. Las chullpas grandes contienen habitaciones altas cuyos muros están construidos
con la técnica piedras y esquirlas (block and spall) con megalíticas jambas y techos.
Chucara Ama está localizada cerca a un kilómetro al nor-oeste de Ama Puncu. Una
gran chullpa ocupa una extensa plataforma rectangular. Restos de varias chullpas
pequeñas son evidentes, así como muchas paredes, probablemente pertenecientes
a plazas aterrazadas. Un rasgo peculiar en Chucara Ama es la presencia de una
roca roja que parece como una cama sobresaliendo a la super cie y rodeado por
unas paredes de piedras muy bien construidas. Como en el caso de Ama Puncu
los restos de basura doméstica son escasos en Chucara Ama.
Purushmonte es el área con más restos de Honcopampa. Ésta está cubierta por
un denso matorral, dando la impresión que las ruinas están limitadas a grandes
terrazas. Sin embargo, limpiando la vegetación, se reveló edi cios bien preserva-
dos con grandes entradas. Muchas paredes fueron de dos metros de altura. Con-
tinuos cultivos haciendo surcos con arado han ido destruyendo las paredes. Pero
30 cm. más abajo de la super cie, está relativamente bien preservada. Cuando
la vegetación fue cortada, trincheras poco profundas revelaron planos completos
de edi cios sin disturbar, la ocupación más profunda será muy importante para
estudios de Honcopampa en el futuro.
442
Honcopampa: Ruinas Monumentales en la sierra norte del Perú
Fig. 8. Complejos de edi cios, dentro de un área de 2,5 hectárea en Purushmonte fueron
despejaron y mapeados. La mayor parte de la arquitectura conservada se divide en dos
clases formales, el complejo en forma de D y el grupo de patio.
Dos formas adicionales de edi cios fueron identi cados en Purushmonte. Am-
bos estaban compuestos de complejas estructuras multi salones o multi patios,
443
William H. Isbell
Fig. 9. Esta chullpa, probablemente construida con nes mortuorio, ha sido comple-
tamente saqueada y destruida que sólo es posible ver una concentración de grandes
piedras. La cima de la colina empinada recientemente se ha convertido en un santuario
cristiano poniendo una cruz entre las ruinas prehistóricas.
Las complejas estructuras en forma de D son menos frecuentes que los grupos
de patios, y sólo dos ejemplos fueron encontrados, ambos localizados al sur de la
parte más baja de Purushmonte. Sin embargo, la parte baja de ese lado está más
disturbada por actividades modernas e históricas, la escases de edi cios en forma
de D no puede ser un indicativo de su número original.
Los edi cios más largos AC-13, tienen una entrada en el lado derrumbado de la
cara sur y otra que se asemeja a lo que puede ser una puerta en la sección nor-oeste
de la pared que tiene una altura signi cativa. Una parte de la pared de forma de
D se levanta sobre cinco metros de altura sugiriendo que la condición original del
edi cio fue como una torre construida para tener múltiples pisos. Las pequeñas
estructuras en forma de D, AC-14, al lado norte de AC-13, tiene varios nichos lar-
gos en el interior de la pared curvada. Ambas estructuras en forma de D tienen
habitaciones que colindaban con el exterior, y parecen haber sido el centro de
elaborados complejos arquitectónicos. Uno de los salones del lado Este de AC-14
tiene una hilera de piedras proyectado desde la parte interior de la pared, quizás
444
Honcopampa: Ruinas Monumentales en la sierra norte del Perú
una ménsula para soportar un segundo nivel, Sin embargo, estos están solo a po-
cos centímetros sobre el nivel de la moderna super cie del suelo.
Fig. 10. Esta chullpa estaba cubierta de tierra hasta que fue expuesta por una familia local
que estaba haciendo ladrillos de adobe. Las paredes de la chullpa de grandes bloques
de piedra rectangulares y astillas pequeñas de relleno y su monumental puerta y dintel,
todavía están intactos, pero el interior ha sido saqueado.
445
William H. Isbell
Fig. 11. Los bloques de mampostería y esquirlas de paredes internas del grupo de patio es
más no que la mampostería de los muros perimetrales exteriores. La más na mampos-
tería se observa en el salón más amplio. Se ha prestado mucho cuidado en esta pared de
la estructuran AC-2 para crear una apariencia dramática y estética.
perimétrico, comúnmente sobre el lado Oeste, es más ancho que el resto, esto tam-
bién está dividido en habitaciones (Fig. 12). Cada habitación tiene una entrada de
largas jambas de piedra y dinteles conectados con el patio, pero el acceso directo
entre los salones es raro. Los salones fueron probablemente un almacén alto. Los
más largos dinteles de cada grupo del patio están localizados sobre la entrada cen-
tral dentro del amplio salón, quienes tenían también una na arquitectura. Estos
dinteles, miden de tres a más de cuatro metros de longitud y son impresionantes.
Ocasionalmente los grupos del patio tienen una entrada secundaria desde la parte
externa a través de un pequeño corredor, dentro del patio frontal a un lado del
complejo rectangular. Raramente hay una entrada directa a los salones. Grupos de
patios también parecen haber tenido banquetas de 20 a 30 cm. de alto rodeando
todo el ángulo del cerco central. En todos los patios en que fueron hallados mo-
ledoras de piedra se aprecian dichas banquetas.
Los compuestos AC-2, AC-3, AC-4, AC-5, AC-6, AC-9, son un buen ejemplo de
grupos de patios rectangulares, aunque pocos de ellos reúnen los criterios ideales
discutidos párrafos arriba. Otros edi cios de Purushmonte también parecen haber
sido construidas con el modelo del grupo en mente. Futuras investigaciones escla-
recerán los aspectos formales y excavaciones en los edi cios revelaran a cuál de
ellos pertenecen la subclases de grupos de patios o quizás hubo otra clase aún
no de nidas.
446
Honcopampa: Ruinas Monumentales en la sierra norte del Perú
Cuatro pequeños cortes estratigrá cos fueron excavados en los salones de pati-
os rectángulares. En tres casos AC-2, AC-5, AC-9 los restos residenciales fueron
abundantes. La excavación en AC-1 sólo produjo tierra estéril. En vista de estos
resultados, tan buenos en abundancia de deshechos sobre la super cie (incluy-
endo moledoras de piedra), concluyo que los grupos de patios rectangulares de
Honcopampa tuvieron una función residencial.
Fig. 12. Completamente libre de vegetación, este patio de AC-2 revela un bajo banco que
rodea el patio, la división del perímetro en tres habitaciones, y dinteles impresionantes
en las puertas. El dintel central se encuentra en frente a una entrada amplia, habiéndose
caído de su ubicación original.
447
William H. Isbell
Fig. 13. Los densos arbustos creciendo en Purushmonte hacen difícil apreciar los espec-
taculares edi cios sin antes no haber limpiado la vegetación.
La Cronología de Honcopampa
Honcopampa tiene una larga secuencia que empieza denle el Intermedio Tem-
prano en Perú. Sin embargo, es escasamente representada en el sitio. Cerámica
448
Honcopampa: Ruinas Monumentales en la sierra norte del Perú
blanco sobre rojo, del estilo Huaras Temprano, es usualmente asignada a 200
a.C., fue solo hallada en la parte inferior de una trinchera y no fue reconocida en
ningún lugar de la super cie del sitio; y no esta convincentemente asociada con
ningún resto arquitectónico.
Cerámica del subsecuente estilo Recuay considerada entre 200 d.C. y 600 d.C. es
aún menos común. Ésta parece estar representada por un fragmento tipo Yahia, y
tres piezas con decoración resistente. Otro posible ejemplo fue hallado dentro de
una Chullpa aislada examinada por miembros del proyecto.
Limpiando las paredes para realizar un mapa del grupo de patios, expusieron
una gran cantidad de cerámica de las capas que fueron aradas. Especialmente,
en el complejo grupo de patios remodelados durante el nal de la ocupación pre-
histórica de Honcopampa. Muchas de las cerámicas de esta área son tazones gris
marrón y jarras que datan de nales del Horizonte Medio o quizá del Intermedio
Tardío. La decoración es exclusivamente plástica y consiste de apliques y letes
de arcilla. Algunas incisiones, puntadas y modeladas toscamente, apretados mol-
des los cuales eran difíciles de interpretar con una simple mirada. Estas vasijas son
asociadas al estilo Aquilpo del Callejón de Huaylas.
449
William H. Isbell
Realmente, las construcciones con la técnica de block and spall son característicos
del período Intermedio Temprano en Pashash, Huamachuco y Cajamarca, al norte
del Callejón de Huaylas.
piedras y rellenos (boulder and in ll) y hubieron edi cios boulder and in ll en
Honcopampa antes que los grupos de patio, estructuras en forma de D y chulpas
fuesen construidos?. Finalmente ¿Quienes ocuparon Honcopampa y con qué au-
toridad ellos construyeron esta ciudad?. Al parecer los locales norteños, y no los
Wari, fueron que ordenaron el rediseño de los grupos de patios al incluir algunos
modelos del norte. Sólo el grupo de patio AC-1 es una construcción estándar de
Wari, pero ésta no produjo restos de ocupación.
451
William H. Isbell
452
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
HUARICOTO Y HONCOPAMPA
2,000 Años en Palacios, Mausoleos y Cerámica
Introduccion
Titulo Original: Buse de la Guerra, Hermann (1965). Introducción al Perú. Capitulo: Honcopampa 2000
años de mausoleos. Imprenta del Colegio Leoncio Prado, Lima.
453
Hermann Buse de la Guerra
Alternando los trabajos de campo con las tareas de laboratorio – fases de su es-
tudio que desarrolla con dedicación ejemplar, meticulosa y ordenadamente, con
un sistema que podría hacerse modelo - Vescelius concede una gran importancia
a la metodología de la investigación. En este campo tiene sólidas contribuciones.
Sobre una base estrictamente matemática, ha desarrollado la teoría del muestreo,
divulgada en varias publicaciones que ha llamado justamente la atención. Por este
solo aporte, sin contar otros laudables merecimientos, se ubica en la primera la
entre los especialistas más enterados. La base de su teoría es la interferencia es-
tadística, capítulo de las matemáticas aplicadas al que ha llegado a través de una
copiosa bibliografía y estudios especiales a los que pocas veces tiene inclinación
el arqueólogo común. Advierte y recomienda: “No quiero decir que el arqueólogo
debe convertirse en matemático, pero, no obstante, es verdad que muchas veces
los arqueólogos han dejado de aprovechar técnicas estadísticas que servirían in-
dudablemente para resolver sus problemas”.
Con este método, Vescelius quiere hacer el examen del muestreo arqueológico
una operación exacta, que no dé resultados aproximados sino de nitivos, en los
que la investigación pueda con ar plenamente.
Al comienzo, según ya se dijo, Vescelius tomó contacto con el Perú en la Costa Sur,
“región marginal”, como iba a escribir después, sede de “culturas atrasadas”, más
unida a la región atameya y al lago Titicaca que al resto de la costa peruana. Tra-
bajó en este desierto inhóspito que es la dilatada pampa que antecede a las estria-
ciones andinas de Arequipa, en el litoral de Chala y Tacna, en la cadena costanera
y en las laderas de la cordillera occidental. Desde el pre-cerámico, que vivamente
le interesó hasta las fases últimas: su pesquisa fue completa, de todos los ángulos
y sobre todas las materias que atañen a la Arqueología.
En este medio grandemente promisor, con campo ancho para trabajo arqueológi-
co, muchos problemas por resolver y un caos de restos por ordenar, inició en se-
tiembre de 1961 Vescelius su programa. Instaló un campamento en Honcopampa,
a 3.500 metros sobre el nivel del mar, un lugar frío y aislado pero arrobadoramente
bello, con el nevado Copa no lejos de los colosos de la Cordillera Blanca, de fama
en el mundo de los montañistas. Desde un principio lo acompañó Hernán Amat,
experto peruano de reconocidos méritos, serio y juicioso, hecho para su carácter.
Ese mismo año, el reconocimiento del terreno arrojó más de setenta sitios arque-
ológicos, repartidos desde el nivel de los 2,600 metros, que es el mínimo de la
Fig. 1 Vista Panorámica actual del sitio de Honcopampa. Foto, Jhon Cruz Quiñones
455
Hermann Buse de la Guerra
quebrada, hasta el habitable más alto, que se acerca a las faldas del gigante Copa,
al año siguiente, 1962, el trabajo de localización dobló esa cifra. Ahora (1965), el
recuento no baja de ciento sesenta, siendo alto el porcentaje de los sitios monu-
mentales. El área arqueológica cubre trescientos kilómetros cuadrados.
Que fue densa y progresista la antigua población, lo prueban estos dos hechos:
primero, la cantidad, ya dicha, de sitios reveladores de ocupación (no menos de
ciento sesenta); y, segundo, la magnitud de algunos de estos centros poblados,
indicio de la concentración organizada en clases, con altos dirigentes, masa traba-
jadora y especialistas en diversos o cios, como alfareros, tejedores, constructores,
arquitectos, urbanistas, picapedreros, etc. Ante los testimonios arqueológicos de
las ciudades de Marcará, hay que pensar en una sociedad avanzada de ricas tradi-
ciones, que seguía patrones de trabajo perfeccionados a través de muchos siglos.
456
Huaricoto y Honcopampa: 2,000 años en Palacios, Mausoleos y Cerámica
Un denso zarzal, que todos los años de lluvias alientan hasta en los parajes más
agrestes, impide un conocimiento claro del lugar, así como de la distribución y
tamaño de las ruinas. Estas están casi íntegramente cubiertas y se requeriría de
457
Hermann Buse de la Guerra
El sector residencial, frente al cual se halla el cementerio, del que se hablará luego,
consta, como ya se advirtió, de grandes recintos en su mayoría cuadrangulares, de
veinte y hasta treinta metros de lado, de piedra no labrada, recogida de los conos
de escombros de las montañas, seleccionada sí para el objetivo arquitectónico,
puertas muy altas y ligeramente trapezoidales, con dinteles poderosos (a veces,
de 2.50 m. de largo por 1.00 de ancho), dando acceso al interior, el cual se ofrece
como un patio central, espacioso, con habitaciones alrededor (ocho a doce), que no
se comunican entre sí, por lo tanto independientes. Un recinto vecinal, el signado
con la letra E –el más grande (30 por 30) – tiene dos puertas de acceso, una al Sur
y otra al Este, de un metro y medio de ancho cada una, y once habitaciones, con
sendas puertas al patio central. La habitación más grande, que da al Oeste, mide
15 metros de largo por 4 de ancho. La más pequeña, al Sur, es apenas de 4 por 4.
Todas son rectangulares o cuadradas, excepto una, en esquina (ángulo NE), que
adopta la forma de una escuadra. El patio es grande, de 20 metros de lado.
En otros recintos, como los signados con las letras F y G, la distribución de habi-
tantes no margina los cuatro lados del patio, sino sólo tres, por consiguiente, uno
libre constituido por la alta muralla circundante. Ambos recintos, que colindan,
aunque sin pared medianera, tienen nueve habitaciones, siendo mucho más hol-
gadas las del lado Oeste que las de los dos lados restantes.
Este patrón arquitectónico se mantiene en todo el sector, con las ligeras variantes
de tamaño, número de habitaciones y lados construidos que se han señalado.
Se conoce hasta ahora sólo ocho recintos vecinales, dejados limpios por Vescelius
en 1963. Generalmente colindan de dos en dos, pero la estructura de cada cual es
independiente. Una estrecha callejuela, que no siempre permitió el paso de pea-
tones, se abre entre los grupos rectangulares. En otros casos, la callejuela desapa-
rece totalmente, resultando los edi cios pegados.
458
Huaricoto y Honcopampa: 2,000 años en Palacios, Mausoleos y Cerámica
Es de suponer que en cada recinto vivió una comunidad o ayllu y que en las hab-
itaciones se cobijaron los miembros de cada familia integrante de la comunidad.
El patio fue lugar de estar, de trabajo y de interrelación familiar. Allí, sin duda,
estuvo la cocina; donde las mujeres hilaban y tejían y probablemente también, se
guardaba, bajo cubiertas de protección especiales, parte de la cosecha, destinada
al consumo doméstico.
Porque, si se tiene en cuenta el hecho muy signi cativo de que hay dos tipos de
construcciones y que mientras uno revela alta concepción urbanista y calidad de
obra, el otro es pobre y desordenado, se deduce que Honcocoto fue centro de
población de una sociedad estrati cada, con gentes de alcurnia, sin duda la élite
gobernante, todopoderosa, y gente pobres, masa común sometida, dedicada ex-
clusivamente a las faenas agrícolas. La élite vivía en los “palacios” descritos, bien
protegida, segura, gozando de las comunidades del tipo de habitación que ocu-
paba y disfrutando con facilidad el agua, que llegaba, como se acaba de decir,
hasta las propias viviendas. La masa, en cambio, vivía en casas modestas, también
de piedras pero de fábrica burda, sin comodidades, sin agua, la que tenía que ob-
tener a la vera del canal de este sector de la ciudad, revelando pobreza. Con ellas
aparece otro tipo de construcción, el tercero del muestrario arquitectónico: con
muros circulares muy altos, de hasta diez metros de diámetro, sin trazas de techo.
Vescelius quiere ver en ellos probablemente recintos ceremoniales.
Seis grandes mausoleos piramidales de hasta tres pisos, de plano rectangular, sóli-
dos muros de un metro de espesor, pequeñas entradas con dinteles megalíticos y
459
Hermann Buse de la Guerra
Seis puertas dan acceso al primer piso. Son puertas casi cuadradas, bajas, de gi-
gantescos dinteles, destacando la central de la fachada Norte, que tiene 1.20 de
alto por 1.20 de ancho. El muro, ya se dijo, es de un metro de espesor. El conjunto
da la sensación de rmeza inconmovible, obra para perdurar. En el lado Norte
hay tres puertas en tanto que en los otros sólo se abre una. Cada puerta conduce
a un “departamento” totalmente independiente de los vecinos; sin comunicación
interior, por lo tanto. Esto es lo extraordinario del edi cio: guardando admirable
460
Huaricoto y Honcopampa: 2,000 años en Palacios, Mausoleos y Cerámica
simetría, que se mantiene hasta en el grosor de las paredes y en los detalles del
plano, el trazo de un lado se repite al otro. El “departamento” central, al que se
ingresa por la puerta que se acaba de describir (A), consta de tres cámaras, en
disposición lineal (1-2-3), que se comunican por puertas semejantes a la de la en-
trada. Este departamento, que o cia de eje del edi cio, tiene un fondo de ocho
metros. Por las puertas laterales (B y C), que son más pequeñas que la central y
menos severas, con tendencia al rectángulo, se entra a sendos departamentos de
cuatro cámaras distribuidas dentro de un cuadrado (4-5-6-7-8-9-10-11). Mientras
las cámaras del departamento central son relativamente espaciosas (3.50 por 2),
las de los departamentos laterales son estrechas, de no más de dos metros de lado.
Por los costados del edi cio, ya se dijo, se abren otras dos puertas (D y E), que dan
a departamentos igualmente simétricos, de tres cámaras cada uno (12-13-14-15-16-
17), chicas también, en curiosa distribución en escuadra. Finalmente, el conjunto
se completa con el departamento de la parte posterior, con puerta propia como los
otros (F), de tres cámaras: una espaciosa (18) que repite el patrón de las del primer
departamento y dos pequeñas, (19 y 20), que no se diferencian de las laterales.
En total este imponente mausoleo, sólo en su primer piso, tiene seis departamen-
tos funerarios con puertas propias, y veinte cámaras distribuidas en grupos de
3-4-4-3-3-, que respetan en sus mínimos detalles de trazo y construcción los dicta-
dos de la simetría.
461
Hermann Buse de la Guerra
Fig. 4. Vista frontal actual de una tumba de varios niveles del sitio de Honcopampa.
Foto, Jhon Cruz Quiñones
No hay edi cio en todo el Perú –dice Vescelius- de distribución más complicada
y, al mismo tiempo, mejor hecha, que éste de Chapa Corral, en el cementerio de
Honcocoto. A él sólo se le puede comparar, siendo menos complejo, el templo de
Huilcahuaín, que descubrió Bennett.
El segundo piso del gran mausoleo sólo tiene una abertura (mucho sería llamarla
puerta) de acceso (G), tan estrecha que obliga entrar a rastras, con un enorme, in-
mensamente desproporcionado dintel. Sólo por la interposición de un tabique en
el lado derecho, entrando (entre 22 y 26), el plano de distribución de este piso no
es simétrico. Consta de seis cámaras, dos grandes (21 y 22) , como las del departa-
mento central del piso bajo, y cuatro pequeñas, casi cuadradas (23-24-25-26). Los
muros son del mismo espesor que en la misma planta.
Del tercer piso, que fue coronación del edi cio, poco se descubre por la ruina que
ha sufrido. El amontonamiento de piedras es tan caótico que no sólo se ha perdido
el diseño exterior sino el plano. Quedan reconocibles apenas dos cámaras, en rel-
ación confusa.
Hay otro edi cio, de 11 por 9, no lejos del anterior, que si bien rompe con la pauta
de la simetría, conserva la magni cencia que dio a sus sepulcros el antiguo con-
structor, la fuerza de los muros y la tendencia a la distribución complicada, en este
caso verdaderamente laberíntica. Con menor número de cámaras (nos estamos
re riendo al edi cio que signa Vescelius con la letra H) –sólo cinco-, son éstas más
espaciosas que las del gran mausoleo piramidal: una, por ejemplo, de siete metros
de largo (aunque muy angosta) y otra de 78 por 2. el edi cio G es comparativa-
mente pequeño pero simétrico: 10 por 7 con cuatro cámaras, dos centrales, una a
continuación de la otra, amplias y dos laterales, angostas, de 5 por 1.5.
462
Huaricoto y Honcopampa: 2,000 años en Palacios, Mausoleos y Cerámica
463
Hermann Buse de la Guerra
Huaricoto le dio a Vescelius material cerámico del más grande valor. Es un sitio
chavinoide (fecha radiocarbónica: 751 a.C., con aproximación de 130 años, más o
menos), incomparablemente más antiguo, por consiguiente, que Honcopampa,
que es Tiahunacoide, y más aún que Huamanhuilca, de la época inca (radiocar-
nono: 1449 de nuestra era, más o menos 105 años: “probablemente llegaron los
Incas –dice Vescelius- el año 1465”, durante el reinado de Pachacútec). Haciendo
excavaciones de hasta siete metros de profundidad, Vescelius trabajó aquí más
de dos meses, extrayendo un total de no menos de cincuenta mil tiestos, con nu-
merosos artefactos de hueso y piedra. Comprobó desde un comienzo el carácter
chavinoide del lugar pero no determinó, al mismo tiempo, la reocupación del área
por culturas tardías.
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Huaricoto y Honcopampa: 2,000 años en Palacios, Mausoleos y Cerámica
Honcopampa, que es, repetimos una vez más, sitio tiahuanacoide, dio en el ba-
sural más grande de la zona residencial sólo alfarería Blanco sobre Rojo, lo que
prueba fehacientemente, por lo menos hasta dónde llegó la excavación, que es
sitio posterior a Huaricoto. Sin embargo, se perciben diferencias locales entre en el
B/R de Honcopampa y B/R de la estación chavinoide.
465
Hermann Buse de la Guerra
El templo circular en forma de plazoleta y con sostenes megalíticos, casa con las
características de la más antigua arquitectura de la región central. Este testimonio
se correlaciona con la cerámica, que aporta una probada fase chavinoide, de no
menos de 2,700 años de antigüedad, y otra, a la espera de con rmación, relacio-
nada con el tipo Cotosh-Cotosh, pre-Chavín conforme lo ha demostrado Izumi,
de más de 3,200 años.
Este sitio no fue un taller sino un centro habitacional, de grupo cazador que “sola-
mente lo ocupaba en determinadas épocas del año”, ausentándose con frecuencia
a las quebradas de la cordillera en expediciones cinegéticas.
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Hermann Buse de la Guerra
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Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
Introducción
Titulo Original: Amat Olazábal, Hernán M. (1976). Las Formaciones Agropecuarias de los Periodos For-
mativo, Desarrollo Regional, Imperio Huari y Estados Regionales de Ancash. Tesis Doctoral no publicada,
Universidad Nacional de San Agustín. Arequipa. Perú.
469
Hernán Amat Olazábal
470
El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales
Sin embargo, los testimonios históricos, atestiguan que una vez a anzado el Im-
perio Yaro (Fig. 2) en los Andes, surge una especie de maridaje cultural entre los
Yaros y Waris, especialmente en la convivencia religiosa que se funda en la adop-
ción recíproca y en la interacción sincrética de las deidades de ambas culturas.
Se produce un caso notorio de complementariedad entre la diosa de la fertilidad
(divinidad Wari), y el dios de la lluvia y del rayo (divinidades Yaro). Tal comple-
mentariedad, tenía trasfondo económico, pues gracias a los cuales intercambiaban
sus productos agrícolas y pecuarios. Además, en la escatología y la cosmovisión
andina, no se oponen el mundo sobrenatural y el mundo natural, el mundo mági-
co y real. En tanto que, si existe una oposición vertical entre los hanan y urín, entre
ichoc y allauca, entre cupisaya y checasaya, entre los alto y lo bajo.
En este caso, la oposición de los pastales y hatos de la puna del ecosistema Yaro,
con las chacras y frutos de las quebradas del ecosistema Wari, eran evidentes3.
Las corrientes invasoras Yaros, ocuparon los pisos ecológicos, fundado en dos
aspectos:
- Formando grupos monoétnicos, que ocuparon microambientes de la puna y
- Formando grupos multiétnicos, que ocupaban nichos ecológicos más bajos que
los del primer caso o en ecologías intermedias.
Rapayán, Centro Urbano Yaro.- Ocupa una extensión de 35 hectáreas, del declive
y la colina superior que domina al pueblo moderno de Rapayán, en la provincia
de Huari, Ancash a 2800 m. sobre el nivel del mar.
471
Hernán Amat Olazábal
472
El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales
Para de nir el tipo de instalación humana que corresponde a Rapayán, nos hemos
encontrado frente a una serie de di cultades provenientes de los criterios dis-
pares con que denominan, sobre todo a nivel arqueológico, las distintas formas de
asentamiento4 ; así por ejemplo, las categorías de “poblado”, “ciudad”, “pueblo”,
“villa”, “aldea”, han sido utilizados en la terminología arqueológica, respondi-
endo a opiniones estrictamente personales, siguiendo modelos estereotipados por
la costumbre en algunas ocasiones, o por criterios arbitrarios de valorización de
los hechos, en otras, que suelen no estar de acuerdo con las categorías o funciones
que los términos designan o cali can5 .
473
Hernán Amat Olazábal
Son los muros con mampostería irregular y aparejos pseudoisódomos y sus cor-
respondientes vanos para puertas y ventanas, el techo y el piso. A estos elementos,
agregaremos otro que sirve para cerrar el “macroespacio”; son los adarves y mu-
ros de grandes dimensiones a manera de forti caciones (Fig. 3).
En efecto, la mayor parte de los edi cios están concebidos en plano vertical, con
habitaciones superpuestas por pisos que compensa la falta de espacio; para ello,
era necesario la forti cación de los muros laterales, con argamasa o morillo y que,
enlazadas por las vigas de lajas de los ambientes, pueden elevarse a su ciente
altura para obtener la máxima estabilidad y utilidad. Además, la multiplicación
de pisos y paredes, permiten lograr vistosas y solidas viviendas, con per les origi-
nales, en los que destacan los gabletes medianos y gabletes con ápices agudos,
provistos de pequeños vanos.
475
Hernán Amat Olazábal
Las Terrazas
Una constante en el patrón de asentamiento de las villas coetáneas a Rapayán
es su emplazamiento encima de colinas, en uno de los costados, los barrancos o
acantilados formados por la erosión de los ríos, sirven de barreras protectoras7.
La admirable adaptación en estos accidentes telúricos, hace ostensible la creación
de planos dentro de un contexto práctico, que al mismo tiempo, le otorga una
signi cación mucho más amplia que la derivada de su aspecto funcional de una
disposición arquitectónica.
Las áreas conseguidas con esta técnica, no solo proporcionan un espacio conveni-
ente para las actividades domésticas cotidianas, sino que satisfacen las exigencias
intuitivas de reposo y de orden y también de un emplazamiento mesurable. Un
tratamiento más permanente de estas super cies planas, las constituyó las peque-
ñas plazoletas, con las cuales se satisfacían los requisitos inherentes a su función.
Lo que distingue de la terraza e imprime a su forma un signi cado direccional, es
su gran longitud y la relativa estrechez. Este sistema de ganar espacios horizon-
tales, se ha traducido en la masiva construcción de bancales, con nes económicos.
La topografía accidentada, obligó a los pobladores de Rapayán a construir tales
terrazas superpuestas. La contemplación de este paisaje arti cial desde un punto
de nido, a cierta distancia y en seguida desde un número in nito de puntos a lo
largo de un trayecto predeterminado, se advierte la tendencia de conservar una
unidad geométrica; con gura para la estructura, un marco formal, cuyos límites
se extienden así, mucho más allá de los límites reales de su propia forma. Hasta
donde atañe al espectador, la experiencia distante y progresiva que brinda dicho
marco, supera holgadamente, a la que es posible procurar mediante un impacto
brusco, mediante una serie de vistas distantes, accidentales y sujetas a interrup-
ción. Fenómeno similar se experimenta en las ruinas de Cantumarca y Susupillo.
El Muro
Este elemento arquitectónico, es en términos generales, la contraparte de la terra-
za y bastan estos dos elementos para postular un sistema arquitectónico. El muro
es una forma sencilla; es decir, sin la función de sostener el techo, el muro, en los
sistemas constructivos Yaro, puede ser considerado como una pantalla, en conse-
476
El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales
cuencia, puede en conjunción con una super cie aplanada (terraza), proporcionar
una de nición de espacio.
La característica vertical del muro, no solo sugiere “medida”, sino que fundamen-
talmente implica “cercamiento”; y es ésta la función primordial que cumplió en
los asentamientos Yaro, como es el caso de Rapayán, por su aspecto funcional
bélico a que estuvieron destinados los muros o adarves.
477
Hernán Amat Olazábal
Tomemos como ejemplo una casa del sector central de Rapayán. Este edi cio nos
ofrece una interesante demostración de la función de nitoria del espacio como
contraparte a la función “practica” o protectora que cumple en un contexto do-
mestico. En el plano, puede verse a disposición general. Un muro principal de
unos 2.50 m. de alto, circunda el complejo total y presenta una abertura o acceso
(y un segundo vano que había sido clausurado exprofeso). Dentro del recinto, se
encuentra la estructura principal con sus elementos secundarios. Entre las formas
horizontales de las viviendas y el muro que la circunda, se crea un patio delante
de la casa. Los vanos de los cuartos, se hallan en línea y se advierten recámaras
que sirvieron para enterramientos. La disminución del volumen implícito que de-
termina esta organización, la gradación espacial re eja una sensibilidad domi-
nante para la construcción del espacio.
La Torre
La arquitectura de concepción vertical, se halla evidenciada en la torre, elemento
que debió haber cumplido una función de seguridad para la instalación de vigías.
Estos cuerpos afectan formas de plata cuadrada, semicircular o poligonal (Fig. 5).
La verticalidad predominante, se traduce por su gran altura: 12 a 14 m. por 4 a 5
m. de base. Muchas torres están provistas por diseños ornamentales de tipo geo-
métrico o incrustaciones de componentes (piedras), de colores resaltantes.
El Dintel y el Friso.
Las fuerzas generadas por su propio sistema constructivo, el muro –como vimos-
han desempeñado una función simple. Pero, cuando se amplía su nalidad – en
especial en el campo de la utilidad práctica- el muro adquiere un papel complejo,
puesto que dicha ampliación implica sostener elementos exteriores a su propia
unidad estructural. El muro en una combinación con la terraza puede proporcio-
nar una de nición especial horizontal y a la vez vertical.
479
Hernán Amat Olazábal
Los muros no necesariamente pueden ser continuos para mantener una función
esencial como elemento de nido en la construcción del espacio. Es decir, que no
es posible una libre viabilidad hacia arriba, porque el sistema total se halla cubi-
erto por un plano horizontal “opaco”. La abertura en los muros continuos de una
disposición equilibrada, proporcional, le llamamos vano, y este dispositivo requi-
ere de otro elemento esencial llamado dintel, que en la arquitectura de los Yaros
cumplió una función especial, no solo para accesos a los ambientes interiores, sino
como instrumentos que contribuían a una mejor visualización del ámbito exterior.
Otra vez estamos frente a un caso que está íntimamente ligado a nes bélicos.
El friso,
Es un complemento de tipo ornamental; en la arquitectura Yaro ha sido un el-
emento muy común. Este tipo de Cornisamento se presenta con mayor profusión
en los sitios septentrionales. Además, su materialización se encuentra en los con-
textos de planeamiento vinculado a edi cios de tipo ceremonial o en el frontis
de los templos. Los cornisamentos en Rapayán y sitios adyacentes, como Piruro,
Siga, Susupillo, consisten en bandas de lajas saledizas.
Las casas
De planta circular, cuadrangular e irregular, se ajustan a un ordenamiento uni-
forme aunque en su disposición detallada, los elementos no se muestran uniforme-
mente relacionados, ni tampoco los planos mantienen un patrón establecido.
Excavamos una vivienda situada al lo del precipicio, que termina al fondo del río
Marañón. La casa en referencia, se halla en el sector Ma 3 (Marañón 3). La unidad
domestica se constituye de “dos pisos”, que se adaptan en planos superpuestos.
Destaca por su claridad y sus vanos trapezoidales, modelo que es frecuente en
este tipo de asentamientos. La reducción del espacio parece haber sido condicio-
nante en la arquitectura domestica de los Yaros. Los ambientes tiene la aparien-
cia apretada, especialmente el cuarto I; en cambio, el cuarto y/o cámara III, es
mas espacioso y estuvo destinado a una especie de depósito funerario (Las líneas
punteadas indican la ruptura del paramento efectuado por los depredadores). Al
“piso” superior, se llega trepando una peña ubicada al lo del abismo. Los techos
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El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales
son planos, con vertientes muy ligeras, han sido recubiertos con lajas superpues-
tas que recuerdan a la falsa bóveda. En este caso de vivienda, las habitaciones son
individuales, pues no hay una pieza que se comunique con otra. El tratamiento
interior de las casas, no evidencian vestigios de que hayan sido estucadas. Los
compuestos, ceñidos por un tipo especial de piedras talcosas y calizas, muestran
prominencias por los desgastes de otras que son de esquistos y la argamasa de
arcilla y cal le otorga un armazón muy sólido.
Las urnas
Son importantes los elementos que debieron cumplir funciones relacionadas al
culto,. Sus dimensiones (40 x 30 cm.), relativamente pequeñas, alojaron segura-
mente a ídolos de medidas exiguas.
EL edi cio “96” de seis pisos, el primero semisubterráneo, consiste de dos grandes
cuerpos emplazados uno al lado del otro. Orientados al norte, de sus vanos se
logra una amplia visibilidad del valle y se hallan delante de las viviendas na-
mente acabadas, que seguramente pertenecían a la clase dominante. El edi cio A,
situado a la izquierda, además de ser mucho mayor, con seguridad, es anterior al
de la derecha. Su planta de base cuadrangular y una curvatura en la fachada prin-
cipal. Los paramentos se yerguen hasta 12 m. de altura; la mampostería ordinaria,
con berrugadas y aparejada por hiladas irregulares, presentan un enripiado com-
pacto para su trabazón. Las juntas muestran una sólida unión de las hiladas. Las
esquinas y las caras laterales de los vanos, exhiben el entramado de tipo blocao,
que es otra distinción peculiar de las técnicas constructivas de los Yaros. La téc-
nica del blocao, consiste en que los aparejos se forman con lajas planas yuxtapues-
tas, cuyos espacios internos son rellenados con piedras menudas dispuestas en hi-
ladas horizontales, logrando en algunos casos, tramos isodómicas. Estos edi cios
presentan antepechos en el tercio superior de la estructura o debajo de los vanos.
Excavaciones y estratigrafía
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Hernán Amat Olazábal
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El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales
El estrato 4, incluye dos estilos alfareros bien de nidos. El estilo Recuay, corre-
spondiente a la Fase IV, caracterizado por la predominancia de la pintura positiva
y el abandono gradual de la caolinita en la manufactura de la alfarería. El otro
estilo asociado, es característico de las vertientes orientales de Ancash y La Liber-
tad. Tello, conoció con el nombre de Quenash11, y es una modalidad estilística del
estilo Cajamarca. Las asociaciones evidencian y con rman nuestra hipótesis, en el
sentido que las formaciones sociales Recuay y Cajamarca coexistían en varias zo-
nas, al mismo tiempo que mantenían su individualidad, participaban del empleo
común de una serie de rasgos o elementos culturales.
Como se puede notar, nuestra secuencia arqueológica para la zona del Alto Mara-
ñón, es relevante y sus ajustes estilísticos fueron contrastados con otros cortes y
correlacionado con áreas a nes.
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Hernán Amat Olazábal
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El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales
Tipos de Alfarería
La mayoría de los tipos de alfarería que han sido excavados en los basurales y
recintos habitacionales de Rapayán, ya son conocidos en otras áreas, pero casi en
forma unánime, se les atribuyó dataciones bastante tardías, homotaxiales a los
estilos de formaciones sociales del siglo XIV y XV, correspondientes a los reinos
conquistados por los Incas.
Los tipos Rapayán Tosco, Estampado, Restregado, son los más numerosos. El
tratamiento de las super cies está ejecutado en base al restregado áspero o un
ligero alisado; los motivos estampados se ubican en la base de los golletes. Los
bordes expandidos, presentan un pequeño bisel circundante. El tipo Rapayán
Tosco, incluye una variedad ahumada, con producto de la cocción en atmosfera
semioccidante. Los anti plásticos son granulados y la pasta porosa. La categoría de
formas, se reducen a ceramios globulares, ovoides con labios extendidos.
La alfarería perteneciente a los tipos Piruro Rojo Engobado y Rojo Pulido, fuer-
on dados a conocer por primera vez por Bertran Flornoy, como resultado de sus
trabajos en la zona Tantamayo, en Huánuco13. Los fragmentos que mis alumnos
de Arqueología de la Universidad de San Marcos, obtuvieron en un muestreo
sistemático, en el sitio de Yuraj Marca, situado en la provincia de Canta, Lima,
guardan estrechas a nidades con el tipo Piruro Rojo Engobado.
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Hernán Amat Olazábal
En la zona de Conchucos, existen muchos sitios que contienen el tipo antes refer-
ido; lo mismo que en Huacrachuco, en asentamientos de Junín y en los emplaza-
mientos de los Yaros entre Canta y Yauyos, de la sierra de Lima. Un reducto tar-
dío, se halla en Cerro de Pasco y en Asto21.
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El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales
Patrón de Asentamiento
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Hernán Amat Olazábal
Al mismo tiempo, un análisis de cada uno de los cuatro grupos, nos permite in-
ferir que el emplazamiento de los asentamientos se acerca a la distribución ideal,
según la teoría de Haggett (1965).
TOTAL DE ASENTAMIENTOS 65
Ubicados en la margen derecha del Marañón. 35
Ubicados en la margen izquierda del Marañón. 30
Asentamientos Nucleares. 4
Asentamientos Modios. 21
Asentamientos Menores. 40
Asentamientos del Núcleo 1.- Rapayán. 17
Asentamientos Medios. 3
Asentamientos Menores. 14
Asentamientos del Núcleo 2.-Susupillo. 13
Asentamientos Medio. 7
Asentamientos Menores. 6
Asentamientos del Núcleo3.- Huata. 5
Asentamientos Medios. 2
Asentamientos Menores. 3
Asentamiento del Núcleo 4.- Garu. 24
Asentamientos Medio. 9
Asentamientos Menores. 15
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El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales
Tomemos como ejemplo, las villas que constituyen los cuatro núcleos urbanos
para caracterizar un tipo de instalación humana, basándonos en los criterios de
Hardoy26. Tanto Rapayán, como Garu, Huata o Susupillo,- se ajustan a las consid-
eraciones siguientes.
2. Un establecimiento permanente.
Las excavaciones estratigrá cas (Fig. 6) y las correlaciones sincrónicas, per-
miten probar que Rapayán al igual que Susupillo, han sido ocupados en forma
permanente y desde períodos tempranos. También la presencia de superposición
de pisos en las viviendas excavadas, indican la presencia de una población que ha
permanecido interrumpidamente durante varias épocas.
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Hernán Amat Olazábal
Existen dos grupos de instalación bien de nidos, donde los datos obtenidos, nos
certi can la contemporaneidad de los mismos, se trata fundamentalmente de los
3 tipos de vivienda que ya señalamos, conformándose los “barrios” inferiores,
como estructuras más modestas. Además, los ajuares funerarios, permiten remar-
car la existencia de una diferenciación social. Las residencias de los “barrios su-
periores”, con más muros de protección, son más amplias y de estructuras más
sólidas.
Por último, diremos, que todo estos centros poblados, estuvieron unidos por una
red de vías de comunicación, que más tarde algunos de sus tramos serían apr-
ovechados y reacondicionados por los Incas. En efecto, en nuestros viajes por el
departamento de Ancash, localizados extensas vías que enlazaban los principales
núcleos urbanos.
Otra de nuestras fuentes auxiliares fueron las vías citadas por Miguel de Estete,
que a su vez fueron seguidas por Raymondi27. Gracias a la información de Estete,
pudimos seguir el camino que va de Huari hacia el Alto Marañón, que fuera usa-
da en partes, por los Incas. Dice Estete que “y fue a dormir (Hernando Pizarro) a
un pueblo bueno que se dice Huari, hasta el cual, serían 3 leguas de camino, y en
la mitad de él, hay otro puente de otro río muy hondable y ahocinado (El Mosna)
y está muy fuerte por tener muy grandes barrancas de ambas partes 28”
Los arqueólogos que orientaron sus estudios a este tipo de instalaciones, atribuy-
eron dataciones destinadas al estadio, inmediatamente anterior a la dominación
Incaica. Por otro lado, en la mayoría de los casos, fueron considerados como for-
maciones de carácter local o que habrían abarcado áreas de relativa extensión. Flo-
rnoy, uno de los iniciadores de la arqueología en Huánuco, llamó a los constructo-
res de imponentes edi cios de varios pisos: “Cultura Tantamayo”30 y arguyó, en
forma casi velada las posibles relaciones con otras áreas que el ajuste cronológico
no correspondía a sitios que podrían ser tratados como homotaxiales.
491
Hernán Amat Olazábal
Varios de los edi cios y restos de alfarería Yaro (más conocido como Pajatén),
son a nes con los sitios ya señalados. Indudablemente, que las impresionantes
muestras arquitectónicas descubiertas, indican aparentemente, que se trata de
una formación cultural diferente por Bonavía34 , se halla estrechamente relaciona-
da con la alfarería de Cuelap estudiada por Ruiz35 . Respecto a la arquitectura y a
la naturaleza de los asentamientos, también son similares, los edi cios menores y
semicirculares de sus plantas, etc. En cambio, los edi cios públicos de carácter cer-
emonial, con motivo en relieve, aleros decorativos, ménsulas en el cuerpo superi-
or, sentido decorativo de los propios elementos constructivos, llamados “Lienzos
pétreos”, por Pimentel36, etc., corresponden a estructuras destinadas a grandes
ori cios religiosos, pero los elementos básicos de las unidades de diseño: Ondas,
o zigzag grecas en hileras en enmarcadas y cornisamientos, ubicación de mampu-
estos, etc. Guardan relaciones genéticas con las de Cuelap; Chivani, Pueblo Viejo,
de La Libertad; Wakan, de Huánuco, Yarcán, Rapayán de Ancash; Leimebamaba
de Amazonas37 ; Chi..rak; Yuray Marca, Yaro, Rupac, Cantamarca, etc. de la pro-
vincia de Canta, Lima38 ; Yelap, Monte Bravo, al sur de Chachapoyas39. Por otro
lado, cabe señalar que las impresionantes ruinas de Muyok Viejo, (Chachapoyas),
tienen edi cios con estructuras, ambientes y ornamentos semejantes a los de Yaro
(Pajatén)40 .
“El norte andino, presenta las características de muros construidos con lajas pizar-
rosas, cortadas, unidas con barro y acomodadas con “pachillas”, tal como se ve
desde Añay, Rupac y Chiprak, al norte de Lima; Tantamayo, Yayno, etc. en la
cuenca del rio Marañón y continua hasta el Chichipe (norte de Cajamarca y Ama-
zonas) En Yayno se mezclan edi cios de planta circular, algunos de 15 m. de alto,
con otros de planta cuadrangular con caracteres exteriores prolijamente traba-
jadas con piedras escogidas por su color y textura, dando la sensación de ser obras
de marquetería. En cambio, las caras internas están toscamente hechas”.
“Las ruinas de Pajaten son del mismo estilo arquitectónico, hecho a base de lajas
de pizarra y pachillas semejante a las que se encuentran en toda la hoya del río
Marañón. Su in uencia debió haber sido muy grande, tal vez ocupó gran parte de
la selva alta”41
492
El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales
Estamos frente a una de las primeras interpretaciones que señalan una distribu-
ción amplia de caracteres arquitectónicos. Rojas Ponce plantea la posibilidad de
que Pajaten irradió sus in uencias hacia las áreas que colindan con la selva baja.
En efecto, los fuertes rasgos de origen selvático ostensible en el arte de Pajaten
requieren un mayor estudio, tanto en el mismo sitio, como en instalaciones de
ecosistemas de la ceja de Selva.
Felipe Huamán Poma de Ayala (1567-1616), llamado “el primer evolucionista so-
cial del nuevo mundo”49 en su conocida obra “El Primer Nueva Crónica y Buen
Gobierno” dice pertenecer a la nobleza de los Yarovilcas de Allauca, Huánuco .
Los Yarovilcas deAllauca Huanuco50, habrían formado un pujante y adelantado
reino en el Chinchaysuyo y que fue, según Guamán Poma , dominado y anexado
al Imperio Incaico en el gobierno de Túpac Inca Yupanqui. Guaman Poma, era de-
scendiente directo de la dinastía Yarovilcas, de Allauca Huánuco, de cuya estirpe
se enorgullece, porque “fueron muy respetados y temidos” y los incas tuvieron
que librar duras luchas para sojuzgarlos y nalmente, el rey Yaro de esa época
Guamán Chagua, fue nombrado por el inca como administrador (inca-ranti) del
Chinchaysuyo51 .
La región de Allauca Huánuco, está situada en la margen derecha del Río Orgo-
mayo (hoy Vizcarra), tributario del Marañón. En dicha zona se encuentra numero-
sos centros urbanos de tipo Yaro, las ruinas de Huánuco Viejo y el Núcleo Urbano
de Garu (Yaro); según la tradición, este centro sería la cuna de Guamán Poma.
493
Hernán Amat Olazábal
La versión de Guamán Poma, ha sido dejada de lado por la mayoría de los inves-
tigadores del Perú antiguo, con excepción de Tello, Varallanos52 y Pierre Duviols
53
, Tello; considera que “el Imperio Yaro Willka, no es del todo una invención o
una creación fantástica de Guamán Poma, como pudiera creerse a primera vista,
destinada a exaltar la excelencia de su estirpe desde que él se vanagloria ser de
la sangre de los Yaros Willka”54. La genial intuición de Tello, se nota cuando dice
que la extensa zona de Chinchaysuyo pudo haber sido el área donde se organizó
el patrón de ese imperio y más aun cuando considera que fueron dos los imperios
que se per lan “en la penumbra del pasado: el de Yaro Willka y el Inka”. Propuso
que las evidencias arqueológicas la con rmarían. Por otro lado, la relación de los
reyes Yaros, que presenta Guamán Poma, considerada por mucho como fanta-
siosa, se halla corroborada por otros documentos55, en los que la genealogía de
los monarcas, coinciden en gran parte, con los de Guamán Poma. Y son posibles
contrastar con genealogía de la costa norte, lo cual no permitiría efectuar una re-
construcción cronológica.
Las nueve generaciones duraron 270 años que restados a 1621, da la cantidad de
1351, que indicaría la fecha de llegada de los Yaros a la zona de Cajatambo, donde
se ubica el pueblo de Ocros, fecha que consideramos como el inicio de los Estados
Regionales y el nal del Imperio Yaro. En este caso, habría que hacer algunos
reajustes en la genealogía; por otro lado, en ese periodo de grandes perturbacio-
nes y movimientos bélicos, las migraciones de Yaros, pudieron haber continuado.
Orígenes y deidades de los Yaros:
Siendo los Yaros, descendientes del rayo, conocido Illapa, en Aymara; en la zona
norte se le conocía con el nombre de Libiac. En efecto, esta divinidad era ado-
rada entre los Yaros. En la zona de Huánuco, toma el nombre de Yanaraman, que
después fue convertido en piedra. El culto a Yanaraman esta, hasta hoy vigente
en la cuenca del lago Lauricocha, y lo Yachas de la vecindad, guardan hasta ahora
gran respeto61. Los Yachas son sucesores de los Yaros en la zona de Huánuco y
mantuvieron las costumbres de éstos62. Otra divinidad muy venerada, el Urau,
dios de la medicina o el escolapio andino, tenía su adoratorio en la pampa de
Lampas.
495
Hernán Amat Olazábal
dichos aillos dueños de dicho pueblo con que los conquistaron y quitaron cassas
chacaras y hacienda y comidas y solo dejaron un bibo, porque se le humilló lla-
mado MarcaCuirac y su hermana Iaria Putarac”.
En estos pasajes se destaca que, cuando los Yaros invaden las tierras bajas, en-
cuentran a los huaris en su pueblo bailando el “Guari Libiac”, o sea, la danza guer-
rera que simboliza la oposición. Parece que los huaris vencidos, no consideraron a
sus conquistadores como a una clase social superior, sino que estos fueron vistos
como gente de poca capacidad y culturalmente inferiores. El trato despectivo de
llacuaces, parece que fue creciendo y luego de un efímero periodo de integración
serrana, el Estado Imperial de los Yaros quedó desmembrado y reducido al área
que hoy ocupa las provincias de Daniel Alcides Carrión y Pasco, incluyendo el sur
de Huánuco. Allí conservó el nombre Yaro y constituyó un pequeño reino, con esa
denominación se le conoció, hasta que los incas someten dichos reinos.
Las posibles causas del declive y la desintegración del Imperio de los Yaros
De acuerdo a los cómputos, tuvieron apenas 200 a 250 años de existencia agitada.
Es seguro que intervinieron patrones sociales y políticos. A juzgar por los em-
plazamientos arquitectónicos, las manifestaciones artísticas pobres re ejadas en
su alfarería, esta sociedad vivió en permanente estado bélico. La reducción de la
población y la tendencia a la dispersión, sugieren que la estructura de la socie-
dad estaba sufriendo tensiones y debilidades; posiblemente la emergencia de un
proletariado interno, o una vez que este proceso de deterioro pasó al punto críti-
co, el sistema organizativo de los Yaros, se hacía vulnerable, con la consecuente
desintegración, de cuyas parte sugieren numeroso reinos y señoríos. Quedando
de los Yaros, un pequeño reducto circunscrito en las zonas altas de Pasco, como
precisamos líneas arriba, donde pudieron salvar su dinastía, de la cual, según
re ere Guamán Poma, fue descendiente y de cuyo reino, nos hablan las crónicas
y documentos inéditos.
Cieza de León 71, presenta una descripción etnológica de los Conchucos que él vio
hacia 1548-50 y dice que en sus comarcas no faltaba aposentos ni alimentos; re-
marca que fueron muy belicosos, que causaron muchas di cultades a los conquis-
tadores incas y que los hombre y mujeres andaban vestidos con “sus cordones por
las cabezas”. El mismo cronista re ere que los Conchucos fueron prácticamente
exterminados, cuando éstos, luego de una rebelión en 1539, sufrieron una serie de
atrocidades cometidas por el capitán Francisco de Chávez, enviado por Pizarro e
“hicieron la guerra muy temerosa y espantable, porque algunos españoles dicen
que quemaron y empalaron numero grande de indios”72
Otro reino importante fue el de Pincos, que ocupa la cuenca del Mosna, tenía como
vecinos a las etnias de Huari, Conchucos al norte, Huánuco y Yacha por el sur. El
sitio arqueológico más representativo de este reino es Pincullullloc, ubicado en el
distrito de Huántar (Espejo Núñez, 1959, Amat, 1971). Los cronistas re eren que
fueron sometidos por Túpac Inca Yupanqui (Cabello de Valboa 1951; Garcilaso de
la Vega 1943; Guamán Poma de Ayala1936 y Vásquez de Espinoza 1985).
497
Hernán Amat Olazábal
visitados en 1549 (Helmer 1955) y en 1562 (Ortiz de Zúñiga 1967, 1972; Murra,
1975; Thompson 1967, 1972). Los testimonios arqueológicos atestiguan, que se
establecieron en las villas que habían sido edi cadas por los Yaros, que como
señalemos, fueron reducidos a la zona de Cerro de Pasco, donde se establecieron
hasta la conquista incaica. Sus límites han sido jados por W. Espinoza (1975).
Por el norte abrieron contactos con los Yachas y Chupacho y por el sur la etnia
Chinchaycocha.
El Imperio Yaro, dejó huellas profundas en los Andes Centrales, sus recuerdos
perduraban hasta el siglo XVIII.
NOTAS
1. MENZEL, Dotothy, 1958ª, pp.174 y 183; ver ilustración frente a la pág. 178
2. En copias xerográ cas llegadas recientemente a la biblioteca del Dr. Waldemar
Espinoza, leímos una Carta Anuas de 1616, donde dice que en Pampa de Lampas
(a 50 Km. al sur de Huarás y a 3800 m) existía un edi cio sagrado levantado en
honor del dios URAU de los Yaros. Urau, era el dios de los enfermos. diríamos
una especie de Esculapio Andino o dios de la Medina. Este sitio fue destruido
justamente en 1616 por los extirpadores de idolatrías. En 1964, excavamos en los
498
El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales
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Hernán Amat Olazábal
500
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
Introducción
El hecho de ser descrita así esta ruina por el sabio Antonio Raimondi, en su libro
El Departamento de Ancash y sus Riquezas Minerales1, y el haber vivido nuestra
infancia y juventud a pocas cuadras de dicho montículo, cuyo interior guarda el
misterio de un adoratorio Pre-incaico, en torno del cual las consejas relatan leyen-
das inverosímiles, ha impresionado hondamente nuestra imaginación, para que
en esta oportunidad le dediquemos las presentes notas.
Titulo Original: Reina Loli, Manuel (1959). “Arqueología Huaracina: El adoratorio de Pumacayán”. En
Actas del XXVII Congreso Internacional de América Latina. Lima.
501
Manuel S. Reina Loli
- Ofrecer una visión panorámica de los estudios y excavaciones que se han llevado
a cabo en estas ruinas; y
Para explicar el aspecto actual del morro, que ofrece al presente Pumacayán, es
preciso tener en cuenta que sus muros exteriores de contención han sido arrasa-
dos por los fabricantes de casas, templos y edi cios públicos, habiendo quedado
como consecuencia en pie, solamente, los rellenos de ripio y tierra, que estuvieron
intercalados ente los referidos muros de contención y los laberintos interiores so-
terrados en cada terraza5
.
Es evidente que, bajo el desmonte que forma el morro, en su interior, se conserva
intacto el adoratorio de Pumacayán, cuya forma y estructura fue intervenida por
los señores Bambarén y Villachica en 1913. La extracción de piedras labradas,
desde la época virreinal hasta 1914, sólo ha afectado a los muros exteriores de
contención.
Etimología
Pablo Patrón, al referirse a estas ruinas acepta otra etimología y dice: La etimología
vulgar, adoptada también por Middendorf es “el león que llama o ruje”, pero cay-
an marca lugar, sitio elevado; como lo prueba el portachuelo de la cordillera que
justamente se llama así “puna de Cayan”. Por eso hoy en el Perú tantos lugares
que llevan este nombre7 .
El historiador D. Toribio Polo que, al igual que Pablo Patrón, residió varios años
en Ancash y de preferencia en Huaraz, en un párrafo de su estudio sobre la “Pie-
dra Chavín”, se re ere a estas ruinas y traduce como “lugar en que se evoca al
león”8 .
Ya no traduciremos Pumacayan por “el puma llama”, sino por “loma o altura del
puma”, ya que estos castillos siempre forman lomas en el callejón. Además, hay
que saber que ningún topónimo contiene un verbo en la tercera persona del pre-
sente, y esto es otra prueba de que la tradición acostumbrada es falsa9.
Augusto Soriano Infante, Director del Museo Arqueológico de Ancash, sin men-
cionar la opinión de Kimmich, dice: Que podría ser degeneración de Puma-callan,
por lo mismo que callan, callanca, shuytu callan designan formas diversas de la
piedra sillar; y en este caso signi caría puma de piedra, como en efecto, estuvo
Pumacayan exornado antes con representaciones mitológicas de pumas y felinos
tallados en piedra10 .
Excavaciones
Pero las investigaciones que sobre el particular hemos hecho, podemos situar esas
503
Manuel S. Reina Loli
Claro está que estas excavaciones – al igual que las practicadas en el Virreinato y
en la República- no fueron cientí cas, sino con el propósito de sacar piedras labra-
das para las construcciones que al mismo tiempo fueron fáciles de conducir. Así
paulatinamente estos sacadores fueron arrasando los muros de contención hasta
el año 1913, en que D. Leonardo Bambarén llevo a cabo una nueva excavación
poniendo al descubierto parte de la construcción soterrada. Estos trabajos, en un
principio contaron con la autorización del Prefecto del Departamento, Coronel
Rivero Hurtado, y después fueron suspendidas por orden del Supremo Gobierno,
quien prohibió nuevas excavaciones, declarándolo patrimonio arqueológico del
Estado.
Las puertas y ventanas de los edi cios que son de piedra trabajada, de caras rigu-
rosamente labradas, presentan lados paralelos, siendo más largas los verticales
que los horizontales.
En las habitaciones ya exhumadas han sido hallados utensilios de granito tan bien
tallados, que jamás serian imitados siquiera por los actuales artesanos. Una taza
como de 35 centímetros de circunferencia y 15 de fondo, y una fuente de mayor
diámetro son ejemplos de lo que decimos, y han sido traídas a la secretaría de la H.
Junta Departamental. La taza aparece tan rigurosamente pulida que casi equivale
a la tersura de la loza domestica actual17 .
504
Arqueología Huaracina: El Adoratorio de Pumacayán
Una tercera excavación fue realizada por el arqueólogo Julio C. Tello en 1919. Es
la primera que se hace con criterio cientí co y permitió al Dr. Tello establecer la
liación Chavín de esta construcción. Estableció las siguientes conclusiones:
1) Que en el centro del edi cio principal existen restos de estructuras de piedras
labradas, sepultadas por otras de piedra y barro de inferior calidad.
2) Que en las capas inferiores de los cortes que posteriormente se han practicado
para utilizar la tierra y las piedras en las construcciones modernas, se encuentran
abundantes fragmentos de alfarería del tipo clásico Chavín.
Como todos los pueblos del Callejón de Huaylas, de la provincia de Huari y Con-
chucos, Huaraz fue previamente una antigua población de gentiles, en la que se
puede reconocer el panteón por tener una forma de cono truncado, como son los
de los gentiles, llenos de grandes monumentos subterráneos que sin duda han
sido sepulcros de potentados y magnates, según se ve por la multitud de piedra,
canteadas y labradas en diferentes guras y formas simbólicas que de allí se han
sacado18 .
Mons. Fidel Olivas Escudero20, autor de la primera síntesis histórica del Departa-
mento de Ancash, en su texto escolar hace referencia a Pumacayán y a los objetos
de él sacados sin tratar de explicar la nalidad de esta construcción.
El Dr. Pablo Patrón, de larga permanencia en Huaraz, lo que permitió una minu-
ciosa observación e inclusive recoger referencias orales de los ancianos del lugar,
en su estudio anteriormente citado dice: También se encuentra en un extremo
de la población de Huaraz el montículo de Pumacayán en el cual existía antes
un templo; y como el nombre signi ca altura del león, es claro que ha debido ser
adorado allí este felino21 .
505
Manuel S. Reina Loli
Así llegamos al Siglo XX, se sientan las bases de la Arqueología Ancashina, ar-
rancando de los estudios practicados por Julio C. Tello en el año 1919. Tello visitó
Huaraz en misión de estudio en dos oportunidades: 1919 y 1937. Las excavaciones
por él realizadas le permitieron establecer las siguientes conclusiones:
Páginas más adelante, Tello establece que Pumacayán es modelo de edi cios su-
perpuestos23. Y concluye catalogándolo entre los adoratorios.
Augusto Soriano Infante, sostiene que Pumacayán por su estructura “en modo
di ere de las colinas arti ciales de Ancash”. Y agregó: “Las grandes pirámide
truncadas, con terrazas escalonadas, de Waro Raxa,, Pomcayan, Wansacay y Tun-
shukayco, citadas por Tello son adoratorios, son a nuestro parecer ciudadelas, que
tienen también templos y adoratorios ”24.
Líneas mas abajo agrega: Los antiguos ayllus constructores de galerías embrion-
arias, con el transcurso del tiempo, el aumento de la población y la in uencia
de los mochicas constructores de las huacas de adobe, adoptaron la estructura
arquitectónicas de las construcciones piramidales, haciendo grupos de galerías en
cada terraza escalonada, comunicándolos entre si mediante canales fónicos y esca-
linatas. Para evitar el bombeo del grueso conglomerado de tierra y ripio que cubre
las galerías de cada terraza, las defendieron con hermosos muros de contención 25.
Esta teoría sobe la in uencia mochica, coincide con la opinión del arqueólogo
Kimmich, quien a rma que en Huaraz hubo “tres capas de civilización pre.-co-
lombina: la aimara como primera primordial, después la chimú conquistadora del
valle (pero no lo dominaron enteramente), por último vino la época incaica ” 26.
Para nosotros es más aceptable la in uencia chimú que la mochica. José Ruiz de
Huidobro, excelente literato ancashino que tuvo ocasión de ver las excavaciones
de Bambaren en 19313-14 expresa que: “por su aspecto se pensaba de momento
que se trataba de una chulpa, pero observando los muros que partían como radios
de la circunferencia surgía inmediatamente la idea de que se trataba mas bien de
una fortaleza, de una pucara27 .”
Expuesta así las diversas teorías que se han elaborado para precisar la nali-
dad que tuvieron estas ruinas, nosotros vamos a exponer nuestro punto de vista
basándonos para ello-como ya lo hemos indicado-en una crónica conventual, rati-
506
Arqueología Huaracina: El Adoratorio de Pumacayán
Dice el cronista franciscano: …es el caso que la Divina Providencia dispuso se fun-
dase en el paraje llamado Pomcayan, donde era su adoratorio desde la gentilidad,
y qdo. iban a sus sacri cios a media noche oían las disciplinas y oraciones de los
religiosos, las quales confundían y hacían volverse a Dios28.
Notas
1. Lima, 1873, p. 40.
2. Bennett, W. The North Highlands of Perú: Excavations in the Callejón de Huaylas and at
Chavín de Huántar. New York, 1944, p. 12.
3. Beltrán, Fr. Francisco: Breve Recopilación de la Vida y muerte de No. Venerable Pe. Fr.
Basilio Pons… y del principio de la fundación de este convento de Jesús María y Joseph de
Guaraz. Ms. existente en la Biblioteca Nacional de Lima. Nosotros preparamos la edición
crítica de esta Crónica Conventual.
4. Raimondi, Antonio: El Departamento de Ancash y sus Riquezas Minerales. Lima, 1873;
p. 40.
5. Soriano Infante, Augusto: Pumacayán. En “La Crónica” de 18 de noviembre de 1939.
6. Middendorf, E.: Perú, t. III, p. 81. 1895.
7. Patrón, Pablo: Escritos de Pablo Patrón. Se guarda en la Biblioteca Nacional. Redactada
antes de 1919.
8. Polo, Toribio: La Piedra de Chavín. Lima, 1900; p. 57.
9. Kimmich, José: Lingüística Huaracina: ¿Qué signi ca Pumacayan? En “El Departamen-
to”. Huaraz, 18 de octubre de 1919.
10. Vide nota 3; p. 115 de este libro.
11. Santo Tomás, Fr. Domingo de: Lexicón o Vocabulario de la lengua general del Perú
llamada Quichua. Lima, 1951.
12. Torres Rubio, Diego de: Arte y Vocabulario de la Lengua Quichua. Lima, 1701.
13. Raimondi, Antonio: Ob. cit., p. 40.
14. “El Peruano”, t. XVIII, Nº 51; 22 de diciembre de 1847.
15. Ibíd., t. XX, Nº 52; 13 de diciembre de 1848.
16. “El Departamento de Ancash”, Nº 918; Huaraz, 25 de noviembre de 1913.
17. Ibíd. Nº 1004; 13 de marzo de 1914.
18. Raimondi, Antonio: Notas de Viajes para su obra “ El Perú”, Publicado por A. Jocham-
owitz. Lima Imp. Torres Aguirre, 1943, Vol. II P. 136.
19. Carrillo y Ariza, Manuel: Memoria. El Peruano, Nº 120. 28 de noviembre de 1874.
20. Olivas Escudero, Fidel: Geografía del Perú. Huaraz, 1888.
507
Manuel S. Reina Loli
508
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
Chavín de Huántar
Las galerías interiores de Chavín son más o menos semejantes a las de las coli-
nas arti ciales de Ancash. Consisten en pasadizos o corredores, que se cortan en
ángulo recto y rematan en una cámara central, enlazados por una red de canales
fónicos horizontales y saeteras quebradas que rematan en las azoteas. Los muros
interiores están construidos de piedras regulares y con una especie de adoquines
algunos con formas y dimensiones de un ladrillo. En las entradas se ven piedras
salientes, a manera de asientos. A cierta altura de los muros hay unos tacos de
piedra, como perchas. En los vanos de poca profundidad se empotraron probable-
mente las estelas ornamentales. Las bóvedas están formadas de grandes lajas, las
que reposan directamente sobre los muros o sobre estribos de piedra.
Titulo Original: Soriano, Infante (1941). “Algo de a arqueología de Ancash”. En actas del XXVII Congreso
Internacional de Americanistas. Lima.
509
Augusto Soriano Infante
borde grueso, con o sin vertedero; sin ninguna originalidad en la forma; 2. Tipo
Keka (Huarás); arcilla roja, bien pulimentada, con motivos geométricos brunáseos
o negros, con o sin asa; 3.Tipo no clasi cado: arcilla corriente, tosca y gruesa, sin
guras ni pinturas.
510
Algo sobre la Arqueología de Ancash
511
Augusto Soriano Infante
Chulpa Piramidal: Agrupamos aquí los edi cios policelulares de uno o mas pisos,
en los cuales las plataformas escalonadas y galerías interiores son de sólidas pare-
des, las plantas inferiores con bóvedas planas y algunas superiores son bóvedas
inclinadas a los costados, por lo mismo que sirven también de soporte al techo de
4 aguas. Tipo el Templo Mayor de Willka-Wain.
513
Augusto Soriano Infante
514
Algo sobre la Arqueología de Ancash
Bajo la terraza del primer piso, lado N. hay tres celdas, sin comunicación. Bajo el
friso o alar del techo, una especie de cenefa acanalada, ciñe al tercer piso. Interior-
mente, Willka-Wain parece un Chavín en miniatura, sus galerías están perfecta-
mente yuxtapuestas en los tres pisos, variando la orientación de sus puertas. Un
estrecho callejón une los tres pisos al lado N.
515
Augusto Soriano Infante
516
Algo sobre la Arqueología de Ancash
Las pircas incaicas son de estilos decadentes, palacios, tambos, corrales y chozas,
que delatan su liación por la presencia del arybalo, son contadas y escasas por
la corta duración de la Conquista Incaica. Aprahuaylas (Caraz), Tumaringa (Si-
huas), Conca (Succha), Pachacoto (Ticapampa), Huaritambo, Mareycalle e Inca
racá (Huari).
517
Augusto Soriano Infante
diferenciarlas mejor.
La Misión Cientí ca Bennett excavó las chulpas de Ayapampa (Huarás), obte-
niendo algunos ceramios completos rústicos, Chimú decadente. Chulpas pareci-
das a las de Ayapampa abundan en Cuncush y Chuchuapunta (Aija), Parac y
Pircay (Marca), Ututu (Catac), Jancu, Kellkey-huanca (Huarás), Parón (Caraz),
Coringimarca (Corongo) y otros innumerables. En Tayapunta y Jirash (Recuay)
y Uquia (Huarás) hay algunas al abrigo natural de las rocas. Todas estas chulpas
han sido habitaciones-tumbas o mausoleos.
518
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
La ruta que elegimos para llegar a Tinyash, pasando por Ancash, fue la de la
quebrada de Huarmey. En el plano (Fig. 1) queda indicado cual fue el recorrido
de ida, el mismo que con pequeñas variantes seguimos al regreso. Yendo de Hua-
rmey al Marañón hay que atravesar las dos cordilleras: la Negra al Occidente y
la Blanca o nevada al Oriente que forman el valle inter-andino conocido con el
nombre de Callejón de Huaylas, recorrido por el río Santa. Al Oriente de la Cor-
dillera Blanca queda la hoya de los ríos tributarios del Marañón, uno de los cuales
es el Tunguragua que pasa por Chavín y desemboca 10 Km. antes del puente de
Chocchán. El valle de Huarmey, bastante hermoso aunque escaso en agua como
todos los valles de la Costa de Ancash entre el Santa y el río de Pativilca, termina
en Huamba a 40 Km. de Huarmey, hasta donde hay carretera. En Huamba se es-
trecha notablemente la quebrada, que se abre de trecho en trecho, presentándose
entre ellos cañones de rocas acantiladas de aspecto salvaje e imponente en particu-
lar a la entrada a Aija.
Aija, a 80 Km. de Huarmey y a 3300 m. de altura sobre el nivel del mar, se halla
situada en uno de los contrafuertes de la Cordillera Negra sobre un banco de
gneis que forma el subsuelo y da consistencia a sus construcciones escalonadas.
Sobre la ciudad, que tiene 2000 habitantes, se levanta, el morro de Marcacoto tras
el cual aparece el cerro cónico de la deidad lunar que se adoraba antiguamente
en Quillayoc (Quelloc). A continuación de Marcacoto, se levanta el cerro de Chu-
chunpunta con numerosas ruinas de casas tumbas, la antigua Pacarina de Aija. A
ese cerro y a esas ruinas, los habitantes del pueblo, siguiendo una tradición, van
en romería el 1° de Marzo de cada año a recoger entre los heliotropos y los cactus
Titulo Original: Antúnez de Mayolo, Santiago (1941). “Las ruinas de Tinyash. Exploraciones arqueológi-
cas, febrero, 1934”. Boletín de la Sociedad Geográ ca de Lima. Tomo LVIII, pp. 110-193, Lima.
519
Santiago Antúnez De Mayolo
espinosos, la planta “Malkosh" que fuera de la tierra vive un año y que tendrán
colgada en sus casas como signo de buena suerte y nes curativos.
Aija, tierra de muchos hombres notables que han dado nombre y lustre a Ancash,
es el pueblo que tiene el más pequeño porcentaje de analfabetos del Departamen-
to, porque sus hombres representativos se han preocupado por la instrucción de
las masas. Re ere el cura Quijano que aún no se había puesto los cimientos del
templo que se erigió, demoliendo una antigua huaca llamada Pupun (Ombligo)
o Shonkon (Corazón). Mientras los niños ya concurrían a las escuelas en las que
aprendían a escribir en hojas de penca por falta de papel. Ahora con motivo de la
celebración del primer centenario de la creación del Departamento de Ancash, de-
sean iniciar las obras de embellecimiento con la construcción de un Intihuatana en
la cumbre de Marcapoto, para rememorar las estas del Incario y una escalinata
que uniría las diferentes terrazas de la falda del morro y en las que se extendería
la nueva población.
Aija es una ciudad de muchas tradiciones y el único pueblo de Ancash sobre cuy-
os orígenes existe una relación, gracias al cura Don José Antonio de Quijano que la
escribió en el año 1760 escuchando, según dice, a los ancianos y gentiles.
Fue Don José Antonio de Quijano, hijo del colono español, militar Don José Juárez
de Quijano, quien adquirió por denuncios de minería las feroces tierras de Succha-
pampa a dos leguas de Aija, camino a Huarmey, en sociedad con los portugueses
apellidados Manzelin, Leyva y Rondon; quienes introdujeron granos y animales
de Castilla a la vez que establecían ingenios para el bene cio de los minerales
de plata por el método de amalgamación. El cura Quijano al llegar de España
promueve un ruidoso juicio con los socios de su padre, juicio que termina por
transacción, quedando Quijano con la parte baja del fundo, donde, en Succha-
pampa, edi có una casa y un oratorio. En éste celebraba misa y administraba los
sacramentos de la Iglesia haciendo llamada a los indios recalcitrantes “camperos”
y “herejes”, domesticándolos a palos, mientras que, galante con el bello sexo, a
las indias que eran jóvenes y simpáticas no dejaba de acariciarlas. - "Era el cura
Quijano - dice uno de sus comentadores- de buena estatura, un tanto grueso y de
carácter enérgico. Amigable con toda clase de gente, desde el Virrey para abajo;
alegre y festivo hablaba con la gente de su clase a raudales, manejando el castel-
lano con hermosura y elegancia”. Tal fue el cura Don José Antonio de Quijano
acaudalado terrateniente y minero, relacionado nuestro por la línea materna.
Según la relación del cura Quijano, habrían existido en lo que es hoy Aija varios
ayllus o agrupaciones con anterioridad a la conquista incaica. Esas agrupaciones
vivían independientes unas de otras y se juntaban sólo con ocasión de las moji-
gangas.
520
Las Ruinas de Tinyash: Exploración Arqueológica, febrero 1934
Como línea separatoria de los barrios primitivos servía la calle que de la salida a
Recuay, a la izquierda, del lugar llamado Rokna ( de Rokona, donde se corta la ca-
beza) iba a la derecha (salida a Huarmey) y un zanjón por donde corría la acequia
de Jircan o Urkun (su frente) a Quirun (sus dientes) a la salida a Huarás.
521
Santiago Antúnez De Mayolo
"misioneros lipinos" (Sic). En este barrio de Rarama Tapac, donde vivió la joven
¡Ah-hija!, se halla la casa donde se encuentran los monolitos de guerreros de la
región, que el Ing. Ernesto de Mayolo hizo conducir de los campos, en que yacían
abandonados y que hoy son admirados por todos los viajeros que pasan por Aija.
Otro de los barrios primitivos de Aija fue el de Chuchun, encima se hallaba el bar-
rio de Pillao o Hanacpacha (Tierra de arriba),
Había, pues, dice el Cura Quijano, cinco barrios habitados por poca gentualla,
siendo el más importante el de Shipshec.Habiendo localizado los nombres de los
distintos barrios y los de los lugares que se cita, resulta que tales nombres no
fueron puestos al azar sino siguiendo un plan preconcebido, de manera que corre-
sponden a los miembros anatómicos de un animal. Así se encuentra los siguientes
nombres: Quirum (sus dientes) abajo, Urcun (su frente) arriba, Huashan o Huac-
tan (su espalda) o sea el morro de Marcacoto; Pupun (su ombligo) o Shoncon (su
corazón), que fue donde se levantó el templo; Ñuñun o Chuchun (sus pezones o
mamales) más allá a la derecha, y Shiquin o Siquin (sus ancas) en el ángulo su-
perior de la derecha. Así resalta el hecho señalado o sea que se han indicado los
miembros anatómicos del “Totem" del pueblo. La circunstancia de gurar Ñuñun
o Chuchun (sus pezones o mamales) entre Pupun (su ombligo) y Shiquill (sus
ancas) indica dos cosas: 1° que se trataba de un animal y no de un ser humano; y
2: que ese animal era una Auchenia, (llama o vicuña), que tiene los mamales como
los ovinos y los equinos entre el ombligo y las ancas, no pudiendo ser el venado
o tarugo por falta de cornamenta (Huacra) que no se menciona. Así fue bajo la
protección de un "Totem", una Auquenia, que se agruparon los cinco grupos que
después formaron Aija.
Queda, puesto de mani esto que conforme lo asevera el cura Quijano, Aija es de
época anterior a la Conquista incaica. El plano de la actual población fue trazado
por unos cartógrafos portugueses con 2000 varas de perímetro.
"En esta estación el Fraile Pablo Peralta de la Peña (uno de los misioneros lipinos
de “La Relación”) nombró de su parte una cuadrilla de mandones para que hici-
eran llamamiento a todas las familias diseminadas del lugar y para que desde el
momento reunieran todas sin excepción a formar una capilla de ramas de arbustos
en el lugar citado Shoncon (Corazón), lugar independiente.
"Que el nombre de Ay-ja habrá de ser una Estancia misericordiosa, santi cada,
generosa, llena de gracia y nobleza. El nombre de Shispshec de trabajo incesante,
que ambas unidas habrán de ser un pueblo cristiano: los habitantes y habitadores
se multiplicarán y se elevarán ante la perspectiva y la fecundidad; siendo así una
ciudad, una potencia que dominará a los pueblos de esta región ultramontana",
La elección del lugar que debía ocupar la nueva población fue muy discutida y re-
ñida. Unos querían que se edi case en el llano de Pachacamashca (Tierra creada)
a una legua de Aija en el camino a Huarás, al pie del Santuario de Illa-Huain
dedicado al Rayo; otros, los de Shipshec, en este barrio por ser el más importante
de los barrios que se formaron bajo la protección del Totem; otros en el barrio
donde vivió la joven Ah-hija, donde se hallaba la huaca de Pupun o Shoncon en
la que, en la capilla provisional, Fray Peralta de la Peña bautizó a los gentiles. Los
ánimos se acaloraron: los de Shipshec y los de Aija se fueron a las manos y en la
refriega las “Pallas” de Shipshec y las “Pallas” de Ah-hija se tiraban de los cabel-
los y los bailarines Aixa-burr de ambos barrios se daban de garrotazos, esta vez, a
las de veras. En el fragor de la batalla se eleva la voz autorizada de Don Santiago
Cortez del Riojo, minero de Huancarama, al pie de Hancapetí y dueño del ingenio
de Rachan, edi cado a media legua de Aija al pie del cerro sagrado de la Luna,
que se adoraba en Quillayoc (Con la Luna); se suspende la pelea para escuchar la
palabra del caballero español: "Yo he querido y dirigido -dice- formar el pueblo en
el lugar de Shiquin, pues, este lugar dicho es hermoso de vista en donde yo hice
mi capilla y fundé la esta de Santiago; mucho después hice pasar el santuario a
mi ingenio de Rachan, en donde existe hasta el día de hoy; pues que se forme el
pueblo en el lugar de Shiquin a mi costo y bajo mi protección". Tal propuesta fue
apoyada por los colonos mineros portugueses que lo ampliaron en el sentido de
demoler el Morro de Marcacoto (Morro de la espalda del Totem), aplanar el ter-
reno y edi car la población sobre la cumbre desde Shiquin hasta Urcun o Jircan.
Tan atrevida sugerencia que, caso de haberse realizado, habría hecho de Aija una
población singular y única entre los pueblos de la región de Huaylas, gustó poco
a los naturales, pues, dijeron que así desaparecería Shipshec y desaparecería Ah-
hija. Quedó el punto sin resolverse aceptándose la propuesta de Don Santiago
Cortez del Riojo de aplazar el punto y dejar la elección al Apóstol Santiago, que
sería el Patrón del nuevo Pueblo.
Pasan los días y llega un nuevo misionero de Huarás; celebra una misa y exhor-
ta a los habitantes de los cinco barrios del conglomerado pre-incásico, para que
la iglesia se construya en el sitio de la capilla en Pupun o Shoncon (Ombligo o
Corazón); que Shipshec sin Ah-hija no podría nada, como tampoco Ah-hija sin
Shipshec y que sólo unidos formarían un pueblo grande. El milagro del patrón
Santiago estaba hecho: el Apóstol ha hablado por boca del misionero; ya nadie
discute, todos se unen, y al día siguiente Don Santiago Cortez del Riojo con sus in-
genieros y los mineros portugueses trazan a cordel la ubicación del templo, cuya
construcción debía durar 48 años y que ninguno de los españoles y portugueses
debía ver terminado. Cuando éste se hallaba a la altura de los umbrales, los aijinos
construyen un camino de catorce leguas a lo largo de la Cordillera Negra para
transportar con hombros desde Marca, situada en las cabeceras del río de la For-
523
Santiago Antúnez De Mayolo
taleza, 160 vigas paralas tijeras del templo por no haber madera en Aija. El plano
de la nueva población, tal como existe hoy fue trazado, como hemos dicho, por los
cartógrafos portugueses Otaza y otros, constando en el documento expedido por
la Sub-Delegación del Partido de Huaylas, que entonces tenía su sede en Carhuás,
que los límites de la población de Aija serían: “Por la altura la ceja de Huashan o
Huactán; por un lado Ñuñum o Chuchún; por otro lado Rokna o Simi-huakak y
la parte baja Quirún con 2000 varas de circunferencia. Son los linderos conocidos
-dice-: divídase en pertenencias o en manzanas de 100 varas cuadradas: entre dos
las de manzanas quedan trazados los callejones o callejuelas en sentido vertical
y horizontal. Así habrá de constar de Escritura en la O cina de la Sub-Delegación
del Partido de Huaylas".
Tales fueron los orígenes de la Ciudad de Santiago de Aija y tiénese por ciertas
y proféticas las palabras que pronunciara en el bautizo de los gentiles Fray Pablo
Peralta de la Peña: “los habitantes y habitadores de Aija se multiplicaran y se el-
evaran ante la perspectiva y la fecundidad; siendo así una ciudad, una potencia
que dominara a los pueblos de esa región ultramontana”.
los humos de Ticapampa; más ahora que el último horno de esta O cina minera
está por apagarse con la implantación de los procedimientos de concentración de
minerales por el método de otación, no sería raro que reaparezcan en la Ciudad
las siluetas poco graciosas de los batracios como después de un largo exilio.
Una de estas tempestades con rayos nos alcanzó a la salida de Recuay; la vimos
venir del Sur como una mancha de hollín que se fundía en hilachas y de cuyo seno
partían a diestra y siniestra las descargas eléctricas de formas y colores variados,
pareciéndonos de lejos como algo imponente y grandioso; pero cuando llegó a
nosotros perdimos la noción de lo bello, invadiéndonos el temor, pues sabíamos
la que nos esperaba si nos caía encima uno de los disparos de la honda del terrible
dios Apokatequil, cuyos chasquidos ensordecedores se multiplicaban con el eco.
La Pampa de Lampas al sur es particularmente famosa en los meses de invierno
en la Sierra, o sea en la estación lluviosa, por las terribles tempestades eléctricas
que en ella se desencadenan.
525
Santiago Antúnez De Mayolo
Poco antes de Conococha hay una fuente termal que es la que ha dado nombre a
tal laguna pues Koñok en quechua signi ca tibio y Koñok-Kocha, nombre primi-
tivo, signi ca ”laguna de Agua tibia”, a causa de tal fuente termal de la Cordillera
Negra.
dose en todo el trayecto vestigios de ruinas aún no exploradas, hasta que al llegar
a la meseta de Rapish aparece una gran pirámide de sección rectangular. Encima
de esta se hallan las ruinas de Katak y Rokopatar, ambas con numerosas casas
subterráneas de piedra, siendo notable las que visitamos en las propiedad de Don
Ludovico Cáceres, por las pictografía sobre piedra que contienen.
EL VIAJE A TINYASH
De Recuay, donde nos esperaba Don Luis Ghiglino para acompañarnos al Mara-
ñón, nos dirigimos a Chavín trasmontando la Cordillera Blanca por el portachuelo
de Yanashallah (Las Negras).
El Castillo, que sin duda fue un templo, contiene una serie de galerías en pisos su-
perpuestos. Hemos constatado que dichas galerías formaban grupos independi-
entes. Una verdadera red de pequeños canales comunicaban las galerías unas con
otras. La técnica de la colocación de los umbrales de piedra no es uniforme; hay
varios estilos, reposando en algunas secciones los umbrales sobre los muros verti-
cales y en otras sobre una y dos hileras de piedras que sobresalen de los muros a
manera de estribos en la construcción de los puentes de madera. Se ve que en las
postrimerías de Chavín se produjo un derrumbe por el cumbramiento de algún
umbral lo que comprometió una sección del edi cio principal, motivando esto el
apuntalamiento provisional con muros toscos de piedras y barro que di eren to-
talmente del resto de las construcciones; en esto sobrevino algún cataclismo políti-
co, probablemente de carácter guerrero, que dio n a la civilización de Chavín.
Uno de los hechos que los arqueólogos no han podido explicar es la existencia
de grandes cantidades de piedras partidas y amontonadas en varias secciones de
las galerías interiores. Hay quien ha visto en tal hecho, una inundación y arrastre
de materiales al interior, lo que es insostenible pues, no se ve como montones de
piedras sin tierra hubiesen sido acarreadas al interior, donde por lo demás habría
quedado en los muros la huella de las aguas fangosas, lo que no se ve. La razón de
tal hecho inexplicado se halla, a nuestro modo de ver, en la técnica de la construc-
527
Santiago Antúnez De Mayolo
Fig. 3. Vista Panorámica actual de Pampa de Lampas. Foto, Jhon Cruz Quiñones
ción de los muros. Creemos que para colocar los umbrales y evitar el bombeo de
las paredes aún no completamente secas justamente a causa de las piedras exteri-
ores que han debido retardar el que secase la argamasa del relleno de los muros,
usaron las piedras para llenar las galerías quitándolos, sólo cuando creían que los
muros se hallaban ya secos. Así y sólo así, nos explicamos la procedencia de tales
piedras. Muchos ignoran esa técnica que también fue usada por los asirios para la
construcción de sus grandes arcos.
Uco, más no fue posible comprobar tal hecho y menos que nadie en Uco había
visto piedras parecidas a las de Chavín. Nuestra estadía en Uco fue interesante
desde otro punto de vista. Hallamos que allí se ha conservado la costumbre de
la distribución de tierras como entre los Incas. Hay cinco tierras de comunidad
cuando en las que en cada una, cada ciudadano tiene su propio lote. Las opera-
ciones de sembrío y cosecha se hacen al mismo tiempo y en los mismos días para
lo que un pregón desde la torre de la iglesia da la noticia en quechua para que el
pueblo esté enterado. También hay la costumbre de que si alguien construye una
casa todo el pueblo se reúne y pone su trabajo gratuito, pero con la obligación del
dueño de dar de comer y beber a los que hacen la faena.
Posee Uco, que es un pueblo de indios, una gruta famosa llamada Pokosh donde,
según se cree, se reúnen los espíritus de los vecinos notables de Uco, ya fallecidos,
toman copas y juegan a las cartas deliberando sobre los asuntos que interesan al
pueblo. Nosotros no quisimos prolongar nuestra estadía en Uco para no ir a au-
mentar el número de los deliberantes de la gruta de Pokosh.
La quebrada del Marañón con sus ancos caldeados por un sol abrasador y su
raquítica vegetación de cactus y espinos, parece el reino de la muerte; no vimos
aves ni mariposas y sólo un halcón solitario pasó en raudo vuelo como si acompa-
ñase al Marañón en su viaje de 5000 kilómetros al Atlántico.
529
Santiago Antúnez De Mayolo
Hemos observado en las ruinas de los dos primeros grupos el uso combinado de
muros cilíndricos y rectangulares (Fig. 5). En Chavín sólo en un sitio hallamos
muros cilíndricos limitando uno de los edi cios, siendo tal muro de construcción
tosca. El grupo central de Tinyash, en la cumbre, hay una especie de torreón en
media luna y bordeando el muro cilíndrico del arco, aparece una hermosa guar-
dilla de cuarzo hialino (Fig. 6) que se destaca sobre el fondo gris acerado de la
micacita del resto. Delante de esa construcción en media luna hallamos tumbada
y partida en dos la hermosa estela (Fig. 7) de 2m. 55 de largo por 9:3 cm. de ancho,
trabajaba también en micacita y que, al parecer representa una guerrera (ausencia
de genitales), que con una mano sostiene una porra y con la otra una cabeza tro-
feo, y en actitud sicalíptica.
Llama la atención en los edi cios el empleo a porfía de pequeños paneles rect-
angulares de piedras labradas en la parte baja de las puertas de entrada, "No fue
evidentemente con un n artístico que los aborígenes, de alto sentido artístico, co-
locaron tales paneles que causan una disimetría en el estilo de las construcciones
y rompen la armonía de ellas; fue con un simbolismo religioso cuya clave nos ha
dado el estudio del templo de Tinyash.
530
Las Ruinas de Tinyash: Exploración Arqueológica, febrero 1934
Por lo expuesto se ve que los Tinyanos tuvieron un alto sentido artístico y fueron
sólo consideraciones de orden técnico, que limitaron las dimensiones del templo
para formar así una construcción maciza y duradera que en efecto, ha desa ado
los embates del tiempo.
Los dos cuerpos del templo constan de un sótano bajo la plataforma y dos pisos
sobre ésta. Las puertas de entrada a estos se hallan en el pasadizo comprendido
entre los dos cuerpos; son puertas pequeñas que no tiene más de 80 cm. de alto. No
fueron di cultades de orden técnico que limitaron las dimensiones de las puertas,
pues, dentro hay puertas más altas y más anchas; la razón fue que nadie pudiese
penetrar adentro sin doblar e inclinar la cabeza, es decir sin ofrecer resistencia.
531
Santiago Antúnez De Mayolo
¿A qué divinidad estuvo consagrado Tinyash? Damos una opinión y nada más,
una interpretación basada en lo que hemos visto y observado. En primer lugar, el
nombre es "Tinyash" y no "Tinya "; y es conveniente no adulterar el nombre de las
cosas. 'Tinya es el nombre de un instrumento musical, especie de tambor; Tinyash
deriva de Tinya pero signi ca otra cosa; no es un nombre único, pues también hay
otras ruinas en Pomabamba, cerca a Llumpa en Tinyash que para distinguirlas
de las que hemos estudiado llamaremos "Tinyash de Pomabamba". Ahora bien,
recorriendo la zona de Conchucos conlindante con la provincia del Marañón,
hemos sabido que Tinyash signi ca brujería, así se dice: Tinyashka, embrujado;
Tinyashchomi misachizac (le voy a mandar celebrar una misa en Tinyash), con el
objeto de causar un male cio a cierta persona. Así el nombre Tinyash está ligado a
la brujería, el arte máximo tan arraigado en los Conchucos y las provincias vecinas
del Marañón y Huamalíes tanto que se cree que en Uchisa (Huallaga) están los
brujos máximos, siguiendo luego en categoría en tal arte el Distrito de Llamelín,
frente a Tinyash y colindante con Pinra. Se cree que en Llamellín, en la cumbre del
cerro de San Cristóbal sobre Uco, frente a Llamellín, hay una fuente mágica que
posee la virtud de que quien se baña en sus aguas se convierte en un cóndor. Que
la madre de una bruja de Carhua tenía un pisquito de tal agua con la que hacía sus
abluciones y entonces convertida en cóndor iba los días martes y viernes, volando
a dicha cumbre para reunirse con otras brujas voladoras de Huari y la Provincia
del Marañón con las que celebraban conciliábulos.
Fig. 4. Vista Panorámica actual del sitio de Tinyash. Foto, Jhon Cruz Quiñones
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Las Ruinas de Tinyash: Exploración Arqueológica, febrero 1934
Fig. 5. Vista Panorámica actual del sitio de Tinyash. Foto, Jhon Cruz Quiñones
Del arte y ciencia de las brujas se cuentan maravillas. Así re eren que un cura
de Llamellín, que dudaba del poder de una bruja, pidió a ésta que le diese una
prueba de su arte y que entonces la bruja le recomendó que pusiese de noche, en la
cabecera de su cama, un plato de "chocho", lo que en efecto hizo el cura, hallando a
la mañana siguiente que el “chocho' " previamente sancochado había germinado.
El cura no se dio por satisfecho y pidió otra prueba más convincente y entonces
la bruja, por arte de encantamiento, colocó en la cueva de Kayac, en el camino de
LlamelIín a Uchupata, dos muñecas a las que, desde entonces, los viajeros ven
siempre bailando. Debemos decir que nosotros, en nuestro viaje a Uchupata, no
pasamos por Kayac y por tal motivo no pudimos ver aquella mojiganga de la
bruja.
Las prácticas de la hechicería son variadas y cada bruja tiene su método de trabajo.
Unas usan muñecas y otras animales vivos como sapos y culebras. El móvil es casi
siempre el amor o el odio. En el amor las mujeres de Conchucos son famosísimas:
dicen que pocos son los forasteros que lleguen a esos lugares y escapen de los en-
cantos de las conchucanas. Esto, no es una exageración sino que tiene su razón de
ser, se trata de una población con un alto porcentaje de raza blanca y hasta las in-
dias son de facciones nas, no siendo raro ver entre ellas mujeres muy agraciadas.
El mismo gran Mariscal Don Ramón Castilla, según nos re rieron en San Luis,
patria del gran explorador Fizcarrald, fue a esos lugares siguiendo, so pretexto de
trabajos mineros, a una hermosa joven de San Luis o Llulmpa, llamada Margarita
Mariluz allá por los años 50, estableciéndose en el huerto de los chirimoyos de
Llacma entre San Luis y Llumpa, que guarda el secreto de sus idilios.
Cuando una mujer quiere vengarse de una rival afortunada y recuperar el amor
533
Santiago Antúnez De Mayolo
Fig. 6. Decoración de Cuarzo Blanco en el sitio de Tinyash. Foto, Jhon Cruz Quiñones
del hombre que ama, va donde una bruja, la que fabrica dos muñecos de cera
negra -la cera tiene que ser negra- y un muñeco también de cera que representa
éste al hombre en disputa. Viste a una de las muñecas de gala, la coloca en un altar
entre ores con un con te en la boca y otro en el sexo, ya sus pies, postra- do de
rodillas, el muñeco. La otra muñeca, que representa a la rival, es vestida con an-
drajos y puesta a un lado con un ají en la boca y otro en el sexo. El resultado de la
brujería es que la rival se pone fea, contrae alguna enfermedad cutánea, perdiendo
por consiguiente sus atractivos para el hombre, y, por último, éste vuelve donde
la mujer que había desdeñado.
Algunas brujas trabajan con batracios y reptiles. Así para que una mujer sea de-
seada y cortejada por los hombres, la bruja coge una culebra, que representa a la
coqueta, le pone zarcillos y un collar de "huairuros". Para causar una enfermedad
pincha al sapo en el órgano en que desea se produzca la dolencia. Todo el tiempo
que dure el male cio, el sapo es alimentado arti cialmente para que no muera.
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Las Ruinas de Tinyash: Exploración Arqueológica, febrero 1934
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Santiago Antúnez De Mayolo
Fig. 8. Vista Panorámica actual del sitio de Tinyash. Foto, Jhon Cruz Quiñones
Hay todavía adivinadoras que trabajan con granos, hojas de coca, cigarrillos, etc.
Estos adivinadores son utilizados para descubrir robos y seguir la pista de los
ladrones.
A manera de Conclusión
Así, pese a los siglos trascurridos, ha sobrevivido en los Conchucos, más que en
ninguna otra región de Ancash, la creencia en el poder máximo de los hechizos
y lo mismo en la Provincia del Marañón colindante con los Conchucos. Se com-
prende así el por qué de la palabra "Tinyashka" (embrujado).
No sería nada extraño, por la etimología del nombre, que el templo de Tinyash
hubiese estado dedicado al culto de este arte mágico. La estela de Tinyash, de la
guerrera, parece indicar que existió allí el matriarcado y tal vez mientras los hom-
bres se ocupaban de las labores campestres, las mujeres andaban en aventuras
guerreras al son mágico de la Tinya con sus vecinos los belicosos Huacrachucos,
con sombreros de cuernos, derivando por tal motivo Tinyash de Tinya.
536
Las Ruinas de Tinyash: Exploración Arqueológica, febrero 1934
Fig. 9. Vista Panorámica actual del sitio de Tinyash. Foto, Jhon Cruz Quiñones
los Huaris, los dioses de las fuerzas de la naturaleza. En Tinyash el “life motive'”
no fue el felino: este aparece una sola vez representado en una piedra pequeña
como motivo ornamental, como lo son las cabezas escultóricas humanas exis-
tentes, no viéndose al felino en los frontis de las puertas ni en ningún otro lugar.
La preocupación del tinyano no fue, pues, el felino como en Chavín, el que fue
construido en honor de los "Huaris" representados por el felino, tal es la conclu-
sión a la que hemos llegado.
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Santiago Antúnez De Mayolo
Fig. 10. Vista Panorámica actual del sitio de Tinyash. Foto, Jhon Cruz Quiñones
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Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
Introducción
Titulo Original: Rosas, Hermilio (1992). Restos Arqueológicos en Pachma Bajo. En Betty Megers (Ed.)
Prehistoria Sudamericana: Nuevas Perspectivas ( 333-341 ).Taraxacum, Washington.
539
Hermilio Rosas La Noire
El tramo más difícil y agreste es el comprendido entre el Cañón del Pato y Chuqui-
cara o Tablachaca, donde las terrazas y las tierras cultivables signi cativas están
bastante alejadas del lecho del río Santa. Las de Pachma Bajo se encuentran en las
laderas de los ancos de los macizos cordilleranos y son cultivadas con las aguas
temporales de las lluvias.
Tierra abrupta y de contrastes caracteriza la topografía de este sitio (Fig. 2). Hacia
el noreste, el macizo de Pachma Alto ha sido cortado en dos por el río Quitaracsa,
cuyas aguas van a sumarse al torrentoso río Santa. El sector es sumamente sólido,
sin peligro de movimiento o desplazamiento de la masa geológica.
tor, la región de Pachma – la que comprende Yungay Pampa, laderas de los cer-
ros contiguos a la pampa de Pachma y los ancos del sur y este de los cerros en
descenso hacia los ríos Santa y Quitaracsa- responde a una vegetación mixta entre
ora primaria y cultivos (Fig. 3).
Actualmente la vegetación más común son las cactáceas, presentes en todas sus
variedades, las que cubren super cies de considerable extensión formando colo-
nias (Fig. 4). Es la vegetación predominante en terrenos no cultivados, hoyadas
y/o laderas, etc., donde la humedad del subsuelo se conserva por mayor tiempo.
En zonas descampadas, donde hasta hace poco se practica el cultivo al borde de
los terrenos de siembra actual, la vegetación predominante es el molle (Schinus
molle), conocido también por los del lugar como Kullash, y las cactáceas de la
variedad San Pedro.
En la falda de los cerros Pachma Alto y Llactur, la ora predominante es del tipo
arbustivo y subarbustivo. En segundo lugar se ubican plantas como sábila, ma-
guey y otras espinosas, mientras que las leñosas, que son pocas, crecen entre las
pequeñas quebraditas y zonas abrigadas (Fig. 5). Durante la estación lluviosa, la
super cie de estas tierras se cubre de pastizales, los que sirven de alimento al ga-
nado lanar, caprino y a los escasos bovinos.
Por su ubicación altitudinal (1500 a 2500 m.), clima cálido y latitud, Pachma Bajo
se encuentra dentro de la zona Yunga o Quichua, por lo que es considerado propi-
cio para el cultivo de maíz (Zea mays) y variedades, de cucurbitáceas como el
zapallo, la calabaza, etc., y productos de clima cálido y templado: ají, frijoles, pal-
lares, el pacay (Inga fouilloi) y la chirimoya (Annona muricata). La falda de los
cerros y las cumbres como Pachma Alto son zonas de cultivo de la papa (Solanum
sp.), el olluco y la mashua.
541
Hermilio Rosas La Noire
Andenes y Agricultura
Arquitectura
Grupo1. Situado en la parte llana de la zona de Pachma Bajo, área colindante con
la parte baja del cerro Pachma Alto, abarca casi toda la extensión de la pampa (Fig.
5). Desafortunadamente, los muros se encuentran destruidos y las únicas eviden-
cias son las las de grandes rocas plantadas en el suelo (Fig. 6). Igualmente, parte
de las plataformas en algunos sectores como los cercanos al cerro, han desapare-
cido o se encuentran por debajo de las capas aluviónicas caídas del cerro Pachma
Alto. Este grupo de andenes se encuentra conectado a una red de canales, lo que
indica que fueron terrenos de cultivo.
su historia. Ubicamos dos tumbas huaqueadas, una de ellas cerca a una enorme
roca (Fig. 9).
Grupo 5. Se encuentra en el sector alto del anco Este del cerro Pachma Alto. En
razón de su gran extensión y función, vimos por conveniente dividir en dos sec-
tores: 5a y 5b. El primero corresponde a la parte baja, donde las terrazas son más
amplias. Las paredes se encuentran en mal estado y su suelo es interrumpido por
grandes rocas, que han sido aprovechadas por antiguos pobladores para enterrar
a sus muertos.
Desde el punto de vista agrícola, los suelos más aptos en Pachma Bajo son pocos.
Se limitan escasamente a tres sitios: la pampa (grupo 1), Waraypampa (grupo 3) y
la vuelta (grupo 4), donde los suelos parecen ser potencialmente fértiles en mate-
ria orgánica. Fueron cultivados con las aguas de lluvia, reunidas y encauzadas por
un interesante sistema de canales.
Los demás sitios muestran pobreza en tierras propicias para el cultivo, no obstan-
te que la amplitud de las terrazas y aisladas evidencias de canales en los grupos
4 y 5 sugieren lo contrario.
Canales de riego
Los canales madres o troncales son simples acequias ligeramente más anchos que
los secundarios. Hemos registrado dos canales principales. Uno recorre casi toda
la pampa (grupo 1) del sureste a noreste y va por el sector superior de la pampa
(Fig. 12). Desgraciadamente, en casi toda su extensión resulta difícil seguirlo. El
segundo parece que cruzaba el sector medio de la pampa y debió ser importante,
ya que las huellas se pierden cerca al gran zanjón excavado y profundizado por
los frecuentes huaycos. Este zanjón tiene mayores posibilidades de continuidad
por las aguas excedentes de Pachma Alto y de un pequeño estanque que existe en
la hoyada formada por la unión de los cerros de ambos.
En resumen, se puede a rmar que los canales en los grupos 3 y 4 muestran con
claridad la función de conductores de agua a los diferentes andenes, mientras que
los grupos 5 y 2 no muestran ninguna evidencia visible de la existencia de canales.
Pese a ello, el grupo 5a, por su amplitud y aspecto, ofrece la posibilidad de uso
para el cultivo.
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Hermilio Rosas La Noire
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Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.
EL CURACAZGO DE CONCHUCOS Y
LA VISITA DE 1543
Introducción
El curacazgo o señorío étnico de Conchucos tuvo por hábitat lo que ahora son las
provincias de Corongo y Pallasca en la sierra norte del departamento de Ancash.
Como todas las etnias septentrionales del Tahuantinsuyu estuvo estructurado en
huarancas y pachacas, cuyos pobladores vivieron en pequeñas llactas (o pueblos),
de las cuales la más
numerosa a mediados del siglo XVI tenía ciento cincuenta tributarios, y la más
pequeña cuatro. Sus ruinas todavía existen, aunque algunas de ellas aún con-
tinúan habitadas, como por ejemplo Corongo, Cabana. Tauca, Llapo y Cusca.
CONCHUCOS
Basta por hoy manifestar que el territorio del curacazgo o reino de Conchucos, no
fue tan extenso como otros señoríos étnicos del mundo andino en los siglos XV y
XVI (Lupaca, Huanca y Chismancu-Chuiquimancu por ejemplo). Pero de todos
modos tampoco fue muy pequeño, como el de Tapacuna vervigracia. Si tenemos
en cuenta que la etnia Conchuco abrazó lo que actualmente son las provincias
Titulo Original: Espinoza Soriano, Waldemar (1974). “El Curacazgo de Conchucos y la Visita de 1543”.
Boletín del Instituto Francés de Estudios Andinos. 3(1), pp.9-31, Lima.
545
Waldemar Espinoza Soriano
En general el curacazgo de Conchuco se extendió por lo que hoy son las jurisdic-
ciones distritales de Aco, Bambas, Corongo, Cusca, La Pampa, Yanac, Yupán, Bo-
lognesi, Cabana, Conchucos, Huacaschuque, Huandoval, Lacabamba, Llapo, Pal-
lasca, Pampas, Santa Rosa y Tauca (Anónimo: 1962, pp. 98-100.-Raimondi: 1871, p.
153); algunos de ellos de ecología yunga, tales como Pallasca, Huandoval, Cabana,
Tauca, Llapo y los caseríos de Chaquilpón y Ancas (Mogrovejo: 1593, p. 264-279).
En la visita de 1543 aparecen setenta y siete pueblos, o mejor dicho llactas indíge-
nas en el Curacazgo de Conchuco. En los mapas de alta escala es relativamente
fácil ubicar a una buena cantidad de ellas. Siguen subsistiendo todavía Yantacón,
Tauca, Corongo, Cusca, Huayayán o Guauyan por ejemplo. Eran llactas de todo
tamaño; ya que hubo algunas donde apenas residían cuatro o seis padres de fa-
milia, o en otras palabras, tributarios, es decir, con poquísimas casas. Sólo existían
tres que ofrecían una perspectiva más o menos voluminosa: Chachaba, con cien
tributarios; Ayango, con ciento doce; y Lapoco, con ciento cincuenta (Ponce de
León: 1543, ff. 5r, 7v, 8v, 9r). Sin embargo, todas sin discriminación alguna, fueron
llamadas “pueblos” por los españoles, cuando en verdad la mayoría de ellas ape-
nas eran menos que aldehuelas. Esta perspectiva urbana era general en los Andes,
salvo contadísimas excepciones.
Todas estas aldeas recorridas y censadas por el visitador Cristóbal Ponce de León
fueron desestructuradas entre 1571 y 1572, cuando las “reducciones” ordenadas
por el virrey Francisco de Toledo. A ese inmenso número de llactas pequeñas
las “redujeron” o disminuyeron, concentrándolas en cinco pueblos grandes úni-
camente. Pero aparte de la información anteriormente citada, en esta visita de
Ponce de León, escrita en 1543, los nueve años de la caída del Imperio Inca, se
encuentran evidencias más antiguas de cómo en una sola llacta, en este caso en la
546
El Curacazgo de Conchucos y la Visita de 1543
Las ruinas de aquellas viejas llactas conchucanas, de aquellas que fueron despo-
bladas compulsivamente por orden de los visitadores toledanos para crear las
famosas “reducciones de Indios”, todavía subsisten aunque caídas y abandonadas
por cientí cos y por profanos. Antonio Raimondi las vio y las recorrió a mediados
del siglo XIX, y sobre ellas anotó estos acápites que se re eren a la pequeña llacta
de Guauyan:
- Antigüedades. En la parte más elevada del camino entre las estancias de Hual-
callanca y LLantacón se observan los restos de un antiguo pueblo perteneciente a
los indios anteriores a la conquista. Muchas casas de este pueblo se hallan dispu-
estas en una larga serie con dirección poco más o menos de Norte a Sur y trans-
versalmente al camino. En las cercanías de este pueblo se han encontrado por
medio de excavaciones, muchos objetos tales como cántaras de barro, morteros de
piedra, pequeñas guras.
Este lugar se conoce con el nombre de Huauyan y por su elevación se puede domi-
nar con la vista tanto a un lado como el otro a muy grande distancia, También en
las inmediaciones de la hacienda de Urcón hay antigüedades, y se han encontra-
do muchos objetos curiosos: entre ellos se han hallado crisoles de barro, tapados
547
Waldemar Espinoza Soriano
en su parte superior, y con un pequeña agujero a cada lodo que debía servir sin
duda para la salida del metal en fusión (Raimondi: 1873, pp. 160-161).
- Antigüedades: Además de los paredones de los gentiles que se hallan cerca del
pueblo de Cabana, se observan, en el pueblo de Huandoval varias piedras de roca
sienítica trabajadas por los antiguos indios con una admirable perfección (Ibíd.,
p. 170).
De estas antiguas llactas, todavía siguen habitadas varias de ellas, tales como Tau-
ca, Corongo, Cusca y Cabana. Según Cristóbal de Albornoz, el nombre verdadero
de Tauca es Taucapan. Y fuera de los setenta y siete pueblos citados por Cristóbal
Ponce de León, Albornoz menciona a Caycachiz, Guachichilla y Maray (Albornoz:
1582, p. 31). En Conchucos, además, había un tambo (Ponce de León: 1543, f. 9v),
al que Guamán Poma de Ayala le da nombre de “real”2 , lo que indica que era de
gran importancia en la ruta caminera de la sierra chinchaysuyana.
Los conchucanos tenían fama de belicosos, porque en 1539 se rebelaron contra los
abusos de los mayordomos o calpisques del encomendero que lo era Francisco
Pizarro. Se resistieron entonces a pagar más tributos en oro, plata y otras espe-
cies valiosas que no poseían en sus tierras. EI resultado fue que el mismo mar-
qués-gobernador envió a Francisco de Chávez para que paci cara a los alzados.
El pelotón comandado por este conquistador e invasor tuvo un comportamiento
cruel, por lo que “hicieron la guerra muy temerosa y espantable, porque algunos
españoles dicen que se quemaron y empalaron número grande de indios” (Cieza
de León: 1553, cap. LXXXII, p. 430). Chávez, en realidad, superando en ferocidad
a todos sus paisanos en la guerra de conquista, con métodos de terror, práctica-
mente arrasó la tierra de los Conchucos. Entre julio y setiembre de 1539 ordenó
incendiar, robar, saquear y asesinar a todos cuanto pudieran. Como los hombres
y las mujeres huyeron de sus moradas a las quebradas y riscos ocultos, dejando a
sus pequeños hijos en sus casas porque jamás pensaron que contra tan pequeñas
criaturas iban a ensañarse los españoles, lo cierto es que Chávez dirigió la hor-
rorosa matanza de seiscientos niños menores de tres años de edad, a quienes los
degollaron. Cuando murió Francisco de Chávez, sus descendientes, tremenda-
mente preocupados y morti cados por los delitos espantosos del conquistador,
con el objeto de amenguar en algo la ira divina contra el alma de esa era humana,
propusieron que con parte de los bienes por él dejados se fundaran escuelas para
que en número de cien asistiesen a ellas los niños conchucanos, para recibir un
especial adoctrinamiento católico. Carlos V ordenó hacer un estudio y un informe
al respecto; y ahí quedó todo3 .
LA VISITA DE 1543
Justo, cuatro años después de esta masacre, se hizo una visita a la provincia de
Conchucos. Se llaman visitas a unos informes escritos sobre la demografía y ac-
tividades sociales y económicas de las etnias andinas, incluyendo largas relacio-
nes genealógicas de sus líderes étnicos. Muchos informes de esta índole fueron
redactados en los siglos XVI y XVII. Desgraciadamente casi todas se han extra-
548
El Curacazgo de Conchucos y la Visita de 1543
viado. Muy pocas son las que quedan; y entre éstas hay grandes y pequeñas. Hay
referencias a ellas desde 1534 hasta las postrimerías de la misma época colonial;
pero las más notables, por contener noticias extraordinarias para el estudio de la
etnohistoria andina, son las de la décimo séptima centuria; y entre éstas las más
célebres, en orden jerárquico, son las toledanas (1571-1572), las garcíanas (1567),
las nievinas (1562), las cañetanas (1557), las gasquiañas (1548-1549) y las pizarri-
anas (1540). La de Conchucos pertenece al grupo de las visitas eventuales cortas,
sencillas y de no mucha trascendencia. Se la hizo a raíz de que este curacazgo fue
dividido entre dos encomenderos por disposición del gobernador Cristóbal Vaca
de Castro, en 1543, con la nalidad de dar de comer a dos españoles que no tenían
con qué vivir. A esta gura se le daba el nombre de “reformación de las encomien-
das”, hecho que Vaca de Castro la aplicó en todo el Perú por orden del Consejo
de Indias con el objeto de disminuir el poderío de los primeros encomenderos,
acortándoles las encomiendas, y poder así satisfacer las demandas y exigencias de
la mayor parte de pretendientes de ellas. En este sentido, la opulenta encomienda
de Conchucos, que había pertenecido a Francisco Pizarro, después de la muerte
de éste por cierto, la subdividió entre dos españoles beneméritos a la Real Corona:
Bernardino de Valderrama y Luis García de Sanmamés, señalando mil cien tribu-
tarios a cada cual. Lógicamente entonces, con el objeto de que ambos agraciados
no pelearan por la jurisdicción de sus respectivas pitanzas, Vaca de Castro dispuso
llevar a cabo una visita para determinar los pueblos y las pobladores que debían
distribuirse entre ambos españoles (Ponce de León: 1540, ff. 2v-av). El encargado
de hacerla fue Cristóbal Ponce de León, un vecino, de la ciudad de Huánuco; y el
escribano que éste eligió para que lo acompañara y ayudara, dando fe de los au-
tos, fue un tal Diego del Castillo. Como siempre, los curacas de huaranca fueron
en este aspecto sus más grandes y seguros auxiliares en el empadronamiento de la
población tributaria y de las llactas
La población en 1543, a todas luces, había mermado enormemente ya, debido con
549
Waldemar Espinoza Soriano
toda seguridad a los grandes estragos que les causó la invasión del feroz Fran-
cisco de Chávez y a otras expediciones de los conquistadores hispanos. Con ama-
rgas y dolorosas frases lamentan en 1543 la notoria disminución de su material
humano. Dicen que
no eran tanto como se decía por la tierra, a causa de las guerras que hablad tenido
con cristianos e indios y robos que les han hecha yendo y viniendo a Los Bracam-
oros y a Quito y Cuzco y Chachapoyas, donde mucha de su gente lo han tomada
y robado de ocho años a esta parte (Ibíd., f. 5r).
Sin embargo, como el número de tributarios jado por Vaca de Castro a cada
encomendero era de mil cien, o sea 2200 entre los dos y la visita no arrojó sino
1901 en total, faltando 199 para completar la suma, el visitador Cristóbal Ponce
de León tuvo que dividir a los 425 tributarios de la parcialidad de Carapuray,
del señor Pomacochachi, para poder satisfacer la cifra señalada a ambos, por eso
Valderrama recibió 265 y García Sanmámes los restantes, con lo que cada cual
resultó con 950 tributarios aproximadamente. Aquí parece descansar esa enorme
confusión que exhiben ciertos documentos cuando un encomendero tenía tribu-
tarios en varios pueblos, porque las huarancas y pachacas eran segregadas y di-
vididas creando graves con ictos internos en la población étnica. Cuando años
después, los del Consejo de Indias quisieron poner remedio a este trastorno, fue
ya demasiado tarde.
En 1548 Luis García Sanmamés había ya fallecido (Saavedra: 1548, p. 232), pero
en su encomienda se siguieron contando 90C tributarios, quienes rentaban 3000
pesos anuales (Loc. cit.).
551
Waldemar Espinoza Soriano
Exhibición de documentos
En la provincia de los Conchucos, a veinte y cinco días del mes de agosto de mil
quinientos y cuarenta y tres años, ante mí Diego de Castilla, escriuano nombrado
para la visitación de Los Conchucos, el magní co señor don Xpobal Ponce de
León, visitador nombrado por el ilustre señor licenciado Vaca de Castro, goberna-
dor en estos reinos por Su Majestad, \estando en el pueblo de Vinchos, que es de
los dichos Conchucos, y presentes Bernardino de Valderrama y Francisco López
en nombre de Luis García Samanés, que tienen los dichos indios depositados, de
los testigos de yuso escriptos les dijo que, por cuanto él ha venido a hacer la di-
cha visitación y la quiere comenzar, presenten las escripturas que tienen para las
poner por cabeza de dicha visitación.
Los cuales luego ante los testigos de yuso escriptos presentaron el dicho Bernardi-
no de Valderrama un traslado signado de escribano público de una cédula de
encomienda y de un mandamiento para la dicha visitación del dicho señor gober-
nador y un traslado signado de escribano del juramento que el dicho señor don
Xpobal y yo el dicho escribano hecimos para usar los dichos o cios y una instruc-
ción rmada de Pero López, escribano del Juzgado del dicho señor gobernador,
por do se ha de seguir, lo cual pidió se ponga por cabeza de la dicha visitación.
Testigos que a todo esto fueron presentes Alonso Bufardo y Juan de Valladolid.
Su tenor de las cuales dichas excripturas, una, en pos de otra, es este que se sigue:
La encomienda de Conchucos
Esto es un traslado bien y elmente sacado de una cédula original del ilustre señor
licenciado Xpobal Vaca de Castro, gobernador y capital general en estos reinos y
provincias de la Nueva Castilla y Nuevo Toledo llamado Perú y refrendada del
escribano infrascripto, según por ella parece su tenor de la cual es este que se
sigue:
Por cuanto vos Bernardino de Valderrama, vecino de la cibdad de los Reyes, habé-
is servido a su majestad con vuestra persona, armas y caballos a vuestra costa y
minsión en las conquistas de Nicaragua y Guatemala y provincias de Quito y en
estos dichos reinos y sóis de los priméros pobladores de estos reinos y en la sus-
tentación y paci cación dellos y en el alzamiento que los naturales hicieron [y]
cerco que pusieron sobre la cibdad de los Reyes, en lo cual y en la defensa della y
en todo lo de más que ha subcedido en estos dichos reinos y os ha sido mandado
habéis servido y servistes a Su Majestad hasta tanto que fue descercada y estos
dichos reinos puestos debajo de su real obidiencia y en otras cosas que en la tierra
se han ofrecido.
552
El Curacazgo de Conchucos y la Visita de 1543
Y visto por mí que el dicho marqués y gobernador tenía mucho número de indios
de repartimiento en estos dichos reinos y pueblos dellos y reformando los dichos
indios que el dicho marqués tenía y quedaron vacos por su n y muerte o como
mejor convenga y haya lugar, encomiendo en vos el dicho Bernardino de Valder-
rama por vía de reformación en la dicha provincia de los Conchucos el cacique
que se dice Colcallax con número de mil y cient indios de visitación.
Dada en la cibdad del Cuzco a diez días del mes de marzo de mil y quinientos y
cuarenta y tres años. El licenciado Vaca de Castro. Por mandado de su señoría,
Pedro López.
553
Waldemar Espinoza Soriano
Fecho y sacado, corregido y concertado fue este dicho traslado con la dicha cédula
original en la cibdad del Cuzco a trece días, del mes de marzo de mill y quinien-
tos y cuarenta y, tres años. Y fueron testigos a ver corregir y concertar este dicho
traslado con el dicho original, Domingo de Olagorta y Pedro de Saavedra, estantes
en esta dicha cibdad del Cuzco. Y yo Pedro de Valdez, escribano de Su Majestad
y del\ juzgado de esta cibdad del Cuzco, presente fui a lo que dicho es con los di-
chos testigos, y doy fe que va bien y rmemente sacado. Y por ende ce aquí este
mi signo a tal en testimonio de verdad etc., Pedro de Valdez, escribano.
Se ordena la visita
Y así hecho veréis la dicha mi cédula y conforme a ella visitaréis el cacique e indios
en ella contenidos. Y así visitados cumpliéndole el número que dice se los daréis y
entregaréis para que de ellos se sirva como por mí es mandado, sin que en lo suso-
dicho haya frabde ni engaño ni lleve más ni menos de lo que le pertenece. Lo cual
vos mando que así hagáis y cumpláis so pena de trescientos pesos de oro para la
Cámara de Su Majestad, porque así conviene para que se sepa los indios que hay
en la dicha provincia y se cumplan las cédulas de encomienda que yo tengo dadas
y cesen los pleitos que por así no se hacer los unos con los otros podrían tener.
Fecho en esta cibdad del Cuzco a diez y seis días del mes de marzo de miii y
quinientos y cuarenta y tres años. EI licenciado Vaca de Castro. Por mandato de
su señoría, Pero López.
tos pareció presente don Xpobal Ponce de León e dijo que por cuanto el muy ilus-
tre señor licenciado Vaca de Castro, gouernador destos reinos, a pedimiento de
Bernardino de Valderrama y Luis García Samamés le nombró y eligió por visita-
dor para visitar los Conchucos, para que conforme a las cédulas que de su señoría
traen diese a cada uno lo suyo, y porque a él se le manda que ante todas cosas haga
juramento de bien y elmente hacer la dicha visitación y lo que por su señoría le es
mandado que él está presto de lo hacer juntamente con Diego de Castilla que para
ello nombra por escribano para hacer la dicha visitación. Testigos Garcí Sánchez y
Miguel Ruíz, estantes en la dicha cibdad.
E luego el dicho señor teniente tomó y recibió juramento según forma debida de
derecho del dicho don Xpobal y del dicho Diego de Castilla, socargo del cual les
encargó y ellos prometieron de bien y elmente usar los dichos cargos de visitador
y escribano y lo hacer como el dicho señor gouernador lo manda por su instruc-
ción bien y rectamente y dará a cada uno lo suyo, y que si así lo hicieren que Dios
nuestro Señor les ayudase en este mundo a los cuerpos y en el otro al ánima y lo
contrario haciendo que El se lo demande mal y caramente como a malos xpianos
que a sabiendas se perjuran y juran su nombre en vano; y dijeron si juro e amén.
Testigos los dichos y el dicho señor teniente lo rmó de su nombre. Pedro de Pu-
elles. Don Xpobal Ponce de León. Diego de Castilla. E yo Francisco Hernández,
escribano de Su Majestad e público en la dicha cibdad, a lo que dicho es presente
fui y por ende ce aquí este mi signo a tal en testimonio de verdad. Francisco
Hernández, escribano de Su Majestad.
555
Waldemar Espinoza Soriano
Este capítulo se sacó de una instrucción que el marqués don Francisco Pizarro y el
obispo fray Vicente de Valverde, difuntos que hayan gloria, proveyeron al capitán
Vasco de Guevara para que visitase ciertos indios de la provincia d Guamanga.
Pero López, escribano.
Auto de la visita
Y vistas las dichas escrituras por el dicho señor don Xpobal, visitador nombrado
para los dichos Conchucos, dijo que las había por presentadas y las mandaba pon-
er por cabeza de la dicha visitación. Testigos los dichos.
E luego el dicho señor don Xpobal dijo que por guitar dichos y hechos y otras
cosas que sobre la dicha visitación podrían recrecerse ý a él estorballe que no
hiciese la dicha visitación como conviene y saber la verdad de los indios, que así
mandaba y mandó al dicho Bernardino de Valderrama y a Francisco López y a
Juan de Valladolid, que están por Luys García, que se salgan de la dicha provincia
de los dichos Conchucos sin llevar indio ni principal dellos ni sin les decir cosa por
do la dicha visitación se impida y no tornen ni vuelvan a ellos hasta que él haya
acabado de la hacer y los envíe a llamar, so pena de cada mill pesos de oro para
la cámara de Su Majestad a cada uno que lo contrario hiciere. Testigos los dichos.
Convocatoria de curacas
E luego los dichos principales y caciques dijeron que ellos dirían la verdad de
todos los pueblos e indios que tenían, porque no eran tantos como se decía por la
tierra a cabsa de las guerras que habían tenido con Xpianos e indios y robos que les
han hecho yendo y viniendo a los Bracamoros y a Quito y Cuzco y Chachapoyas,
donde mucha de su gente le han tomado y robado de ocho años a esta parte.
Y luego el dicho señor visitador les dijo que para que mejor coda uno delios dijiere
los indios que tenía ÿ no los encubriese se había de contar y visitar de esta manera:
el principal Colcallax había de contar y visitar los indios que tiene y manda Poma-
cochache; y Pomacochache ha de visitar y contar los indios que tiene y manda
Yanamango; y Yanamango ha de visitar y contar los indios que tiene y manda
Colcallax, que cada uno visite lo del otro y el otro lo del otro y sobre todo él por
vista de ojos lo había de ver y mandar y contar todo junto con ellos.
556
El Curacazgo de Conchucos y la Visita de 1543
Y luego el dicho señor visitador les dijo que el tenía por memoria de los pueblos
que cada uno delios tenía, la cual era esta que les leía, que es la siguiente:
Y luego los dichos caciques y principales dijieron habiendo visto la dicha memoria
que ellos dirían todos los pueblos que tenían que son los de arriba contenidos sin
faltar ninguno. Testigos los dichos.
Y luego el dicho señor visitador comenzó a contar y visitar los dichos pueblos
e indios [de] cada parcialidad por sí y por la orden arriba contenida con lengua
su ciente que para ello llevó y tenía:
557
Waldemar Espinoza Soriano
Hoy lunes a veinte y siete de agosto visitó el señor don Xpobal un pueblo que s
dice Urcos y halló indios de tres caciques, y halló de Pomacochache treinta y cinco
indios de servicio como la instrucción por donde se visita lo manda. 35
Este mismo día visitó el señor don Xpobal Ponce de León otro pueblo que se dice
Vinchos, donde halló indios de Pomacochache y de Yanamango, los cuales indios
de Pomacochaclie son treinta y cuatro visitados de la manera susodicha. 34
Hoy martes veintiocho de agosto visitó un pueblo que se dice Socochacha. Hal-
láronse en él indios de Pomacochache veinte como la instrucción manda que se
visite. 20
Este mismo día susodicho se Visitó otro pueblo que se dice Naningancho. Hal-
láronse en él seis indios de visitación de Pomacochache. 6
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Guavya. Halláronse en él veintio-
cho indios de visitación de Pomacochache. 28
Este mismo día visitó otro pueblo que se dice Llantacon. Y halláronse seis indios
de visitación de Pomacochache. 6
Este mismo día visitó un pueblo que se llama Yllas. Halláronse en él de visitación
doce indios de Pomacochache. 12.
En veintiocho de agosto miércoles visitó otro pueblo que se dice Cuzca. Y hal-
láronse en él treinta y un indios de visitación. 31
Este mismo día visitó un pueblo que se dice Chaqui. Halláronse en él veinte y siete
indios de visitación de Pomacochache. 27
Aqueste mismo día visitó un pueblo que se dice Lalanguax. Y halláronse en él diez
indios de visitación como la instrucción lo manda. 10
558
El Curacazgo de Conchucos y la Visita de 1543
Aqueste mismo día visitó otro pueblo que se dice Pacos. Halláronse en él cinco
indios de visitación. 5
Este mismo día visitó un pueblo que se dice Alpas. Halláronse en él doce índios de
visitación como la instrucción lo manda. 12
Hoy viernes siguiente se visitó un pueblo que se dice Rocas. Halléronse en él cu-
atro indios de visitación. 4
Este mismo día se visitó un pueblo [llamado] Llaqllacan; Halláronse seis indios de
visitación. Y halláronse más en otro pueblo allí junto tres indios de visitación que
son nueve indios. 9
Este mismo día se visitó un pueblo que se dice Taca. Halléronse en el veintiocho
indios de visitación. 28
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Sumtuy. Hal!óronse en el nueve
indios de visitación. 9
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Cañique. Halláronse en él veinte
y cinco indios de visitación. 25
Hoy sábado a treinta y uno de agosto se visitó un pueblo que se llama Alpacoto.
Halláronse en él cuatro indios de visitación. 4
En lunes veinte y siete de agosto visitó el señor don Xpobal Ponce de León este
pueblo de Urcos donde halló indios de todos tres caciques y halló del dicho Col-
callax diez y siete indios como lo manda la instrucción por donde se han visitado
la cual esté inserta en el mismo proceso. 17
Hoy jueves en cinco días dei mes de setiembre se visitó un pueblo que se llama
Sumbix. Hallóronse en el doce indios. Había indios de Yanamango también. 12
Hoy sábado se visitó un pueblo que se llama Paras. Halléronse dos indios en el a
seis días del mes de setiembre. 2
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Guangui. Halláronse en él treinta
indios. .30
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Pacari. Halláronse en él treinta y
dos indios. 32
Este mismo día se Visitó un pueblo que se llama Cabana. Y otros dos pequeños
que estaban a par dél. Halláronse en todos tres treinta y cinco iridios. 35.
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Cayanzapa. Hallóronse en él seis
indios. 6
559
Waldemar Espinoza Soriano
Hoy sábado siete del mes de setiembre se visitó un pueblo que se llama Poccossi.
Halláronse en él ocho indios. 8
Este mismo día se visitó otro pueblo que estaba allí junto que se llama Cacapo.
Halláronse en él seis indios. 6
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Malaha. Halláronse en él treinta
y cinco indios de visitación. 35
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Chachaha. Halláronse en él cient
indios. 100
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Chucana. Halláronse en él cinco
indios. 5
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Hataca. Halláronse en él diez y
ocho indios. 18
Hoy domingo a ocho días del mes de setiembre se visitó un pueblo que se llama
Puca. Halláronse en él veinte y ocho indios. 28
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Quichuas. Halláronse en él cu-
arenta y cuatro indios. 44
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Guaycha. Hallárónse en él cu-
arenta y cinco indios. 45
Hoy nueve del mes de setiembre lunes se visitó un pueblo ques e llama Chucana.
Halláronse en él cuarenta y cinco indios. 45
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Calapole. Halláronse en él siete
indios. 7
Hoy lunes a nueve del mes de setiembre se visitó un pueblo que se llama Guacalla.
Halláronse cinco indios. 5
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Suman. Halláronse en él doce
indios. 12
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Nyros. Halláronse en él cuatro
indios. 4
560
El Curacazgo de Conchucos y la Visita de 1543
Hoy martes a diez de setiembre se visitó un pueblo que se llama Chuon. Hal-
láronse en él quince indios. 15
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Tilaco. Halláronse en él doce
indios. 12
Este día se visitó un pueblo que se llama Cavchale. Halláronse en él diez indios.
10
Hoy lunes a veinte y siete de agosto visitó el señor don Xpobal Ponce de León
en este pueblo de Hurcos donde había indios de tres caciques y hallóse de dicho
Yanamango diez y siete indios de visitación como lo manda la instrucción que esté
Inserta en el proceso. 17
Este mismo día visitó el señor don Xpobal Ponce de León otro pueblo que se dice
Vinchas donde halló indios de Yanamango que son nueve de visitación. 9
Hoy viernes en treinta de agosto visitó un pueblo que se dice Guaycha. Halláronse
en él diez indios de visitación. 10
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Cacha. Halláronse en él treinta y
dos indios de visitación. 32
Hoy lunes segundo día de setiembre se visitó un pueblo que se llama Aca. Hal-
láronse en él diez indios de visitación. 10
Hallóse en otro que se llama del mismo nombre doce indios de visitación. 12
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Pallaque. Halléronse en él diez y
seis indios de visitación. 16
Hoy lunes a dos días de setiembre se visitó un pueblo que se llama Ayango. Hal-
léronse en él ciento y doce indios. 112
Hoy martes a tres días del mes de setiembre se visitó un pueblo que se llama Can-
561
Waldemar Espinoza Soriano
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Tuyco. Halláronse en él veinte y
cinco indios. 25
Este mismo día se visitó otro pueblo que se llama Pinabamha. Halléronse en él
doce indios. 12
Este mismo día se visitaron dos pueblos que estaban juntos. Halláronse en ambos
veinte y cinco indios llámanse Oas y el otro Chacolla. 25
Este mismo día se Visitó otro pueblo que se llama Acos. Halláronse en él once
índios de visitación. 11
Hoy miércoles a cuatro días de setiembre se visitó un pueblo que se llama Ll-
apoco. Halláronse en el ciento y cincuenta indios de Visitación como la instrucción
lo manda. 150
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Chuqui. Halláronse en él cin-
cuenta indios de visitación. 50
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Taoca y otro que estaba junto a él
que se llama Chucas. Halláronse en ambos setenta indios de visitación. 70
Hoy jueves a cinco días del mes de setiembre se visitó un pueblo que se llama
Llequelleque. Halláronse en el cuarenta indios. 40
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Ponacocha. Halláronse en él diez
indios. 10
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Añira. Halláronse en él seis in-
dios. 6
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Xulcas. Halláronse en él quince
indios de visitación. 15
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Orondo. Halláronse en él doce
indios. 12
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Llacabamha. Halláronse en él seis
indios. 6
562
El Curacazgo de Conchucos y la Visita de 1543
Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Xumbix. Halláronse en él indios
de Yanarnango y Colcallax contaron a cada uno los que tenía que son veinte y
cinco indios. 25
563
Waldemar Espinoza Soriano
En los cuales dichos pueblos de suso declarados entran todas sus principales,
porque van contados en los dichos indios arriba contenidos. En todos los cuales
indios principales y pueblos arriba declarados dijo que metía y metío en posesión
al dicho Bernardino de Valderrama y se los adjudicaba como el dicho señor gober-
nador lo manda por su cédula y mandamiento y se los entregaba.
Notas
565
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