Está en la página 1de 592

CIEN AÑOS DE LA

ARQUEOLOGÍA
EN LA SIERRA
DE ANCASH

BEBEL IBARRA ASENCIOS


(Editor)

INSTITUTO DE ESTUDIOS HUARINOS


Huari - Ancash - Perú

2013

1
CIEN AÑOS DE LA ARQUEOLOGÍA EN LA SIERRA DE ANCASH

Editor
Bebel Ibarra Asencios

Selección de Textos
Bebel Ibarra Asencios
Jhon Cruz Quiñones

Corrección de Texto y Estilo


Lic. Aliz Ibarra Asencios

Traducciones
Aliz Ibarra Asencios
Jhon Cruz Quiñones

Corrección de Traducciones
Sonia Ríos Villar
Manuel Perales Munguía

Transcripciones
Jhon Cruz Quiñones
Aliz Ibarra Asencios

Diseño y Diagramación
Bebel Ibarra Asencios

Diseño de Portada
Margarita Brikyte

Copyright Instituto de Estudios Huarinos 2013. Copyright Versiones Originales.


Av. Magisterial 473. Barrio Vira. Huari. Ancash
Impreso en Perú 2013
2
a Margarita, Rohan y Herkus

3
4
CONTENIDO

Presentación

1. Espacio y Cronología en la sierra de Norte del Perú: Balance de las


Investigaciones Arqueológicas en la Provincia de Huari. (11)
Bebel Ibarra Asencios

2. Cronología de la Cueva Guitarrero, Perú (45)


Thomas F. Lynch

3. Ocupación Precerámica del Valle De Casma, Perú (53)


Michael A. Malpass

4. Restos Precerámicos de la Región de Marcara (77)


Gary S. Vescelius

5. La Galgada: Nueva clave para la Arqueología Andina (85)


Alberto Bueno Mendoza y Terence Grieder

6. El Arte de Chavín: Estudio de su Forma y su Signi cado (97)


John H. Rowe

7. Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano


en la zona de Chavín de Huántar (135)
Richard L. Burger

8. Excavaciones Arqueológicas en La Pampa (171)


Kazuo Terada.

9. Industrias Líticas del Período Huarás, Procedentes de


Chavín de Huántar (201)
Danièle Lavallée

10. La Sierra Norte del Perú: Excavaciones en el Callejón de Huaylas (235)


Wendell Bennett

11. La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos (335)


Terence Grieder

12. Litoesculturas en el Callejón de Huaylas (377)


Richard Schaedel

13. Banquetes y Mujeres: Género, Ideología y Festines


Políticos en los Andes (405)
Joan Gero

14. Territorialidad en el Período Intermedio Temprano:


El caso de Moche y Recuay (421)
Donald A. Proulx

5
15. Honcopampa: Ruinas Monumentales en la Sierra Norte del Perú (435)
William H. Isbell

16. Huaricoto y Honcopampa: 2,000 años en Palacios,


Mausoleos y Cerámica (453)
Hermann Buse de la Guerra

17. El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los


Estados Regionales (469)
Hernán Amat Olazábal

18. Arqueología Huaracina: El Adoratorio de Pumacayán (501)


Manuel S. Reina Loli

19. Algo sobre la Arqueología de Ancash (509)


Augusto Soriano Infante

20. Las Ruinas de Tinyash: Exploración Arqueológica, febrero 1934 (519)


Santiago Antúnez De Mayolo

21. Restos Arqueológicos en Pachma Bajo (Ancash) (539)


Hermilio Rosas La Noire

22. El Curacazgo de Conchucos y la Visita de 1543 (545)


Waldemar Espinoza Soriano

Bibliografía (567)

6
PRESENTACION

Pocas partes del mundo son tan ricas en recursos arqueológicos como la sierra de Ancash.
En el siglo 19 los viajeros europeos, como Ernst Middendorf, Antonio Raimondi y Charles
Wiener, presentaron descripciones vívidas de Chavín de Huántar y otras ruinas poco cono-
cidas de la sierra de Ancash. A nales de 1919 Julio C. Tello había completado la primera
investigación cientí ca sobre la arqueología de la zona, a través de una expedición de cinco
meses y que se centró en el Callejón de Huaylas y la zona de los Conchucos. Produjo
grandes descubrimientos en Pomakayan, Katak, Yauya, Pomabamba y Chavín de Huántar.
Sin embargo, a pesar de casi un siglo de investigaciones arqueológicas productivas, nuestra
comprensión de la prehistoria de la sierra de Ancash sigue siendo rudimentaria.

En este volumen, el editor, Bebel Ibarra Asencios, proporciona una excelente introducción
a este momento de gran corpus de investigaciones arqueológicas; reuniendo a dieciocho
publicaciones que han aparecido en el último siglo. Se incluyen entre éstas, las obras pion-
eras de: Padre Augusto Soriano y Santiago Antúnez de Mayolo la cual data de 1941. Así
como los estudios que sentaron las bases en la historia cultural y artística de Ancash escrita
por Wendell Bennett y su alumno Richard Schaedel. Mientras que éstos proporcionan una
base sólida para la investigación, las investigaciones generalizadas en la sierra de Ancash
en realidad no aparecen hasta la década de los sesenta. En este volumen, éstas están repre-
sentadas por las contribuciones de John Howland Rowe, Thomas Lynch, Gary Vescelius,
y Hernán Amat. A pesar del gran terremoto de 1970 en el Callejón de Huaylas, la investig-
ación arqueológica se intensi có aún más en la década de los setenta, como se ve aquí en
los capítulos de Albert Bueno, Terence Grieder y Kazuo Terrada.

Trágicamente, este impulso fue repentinamente interrumpido por la violencia y la lucha


desatada entre Sendero Luminoso y el gobierno peruano entre 1980 y 1990. Durante este
tiempo, la investigación se redujo a unas cuantas, las cuales están representadas en esta
obra en los capítulos de Joan Gero y William Isbell. La mayoría de los investigadores cam-
bió su atención a zonas menos afectadas por el con icto, como la costa norte de Perú. Con
el regreso de la paz a las zonas rurales Ancashinas, las investigaciones arqueológicas se han
renovado como se muestra aquí en el capítulo escrito por el editor del volumen, pero se ha
tardado casi dos décadas de investigación para volver a los niveles que había alcanzado a
nales de los setenta.

Los ensayos seleccionados para su publicación en este lapso el volumen cubren más de
diez mil años de la prehistoria de la sierra de Ancash. El volumen está organizado de acu-
erdo a la cronología de los restos y las culturas discutidas. Aunque no hubiera sido práctico
incluir ensayos sobre todos los lugares de interés y las culturas de las sierras de Ancash, hay
capítulos que tratan sobre las ocupaciones Precerámicas tempranas en la Cueva Guitarrero,
los complejos de templos monumentales primigenios durante el Precererámico tardío en
La Galagada, la emergencia de la real complejidad sociedad en el centro de la proto-urbano
de Chavín de Huantar, las jefaturas más militaristas de la cultura Recuay en Pashash, los
ecos del primer imperio andino en Honcopampa, y los subsiguientes grupos étnicos pre-
incas que surgieron después de la desintegración del imperio Wari . Un capítulo nal por
el distinguido historiador analiza la Visita de los Conchucos en 1543, a n de arrojar luz so-
bre los últimos grupos étnicos históricos de esta importante región de la sierra de Ancash.

En mi opinión, este libro hace una gran contribución al publicar artículos cruciales que
antes eran inaccesibles para los que no tienen grandes bibliotecas de investigación o cono-
cimiento de idiomas. Varios de los artículos (por ejemplo, los de Bennett, Proulx, Grieder)
aparecen en español por primera vez. Discusión del Imperio Yaro de Hernán Amat se ex-

7
trae de su tesis doctoral inédita presentada hace casi cuatro décadas en la Universidad de
Arequipa, pero en general no está disponible incluso para los estudiosos peruanos. Otros
artículos, como el de Gary Vescelius, son verdaderas rarezas previamente conocidas sólo
por un puñado de especialistas.

En la selección de las contribuciones en este volumen deja en claro, la arqueología de An-


cash ha sido siempre una tarea de colaboración entre estudiosos peruanos y sus colegas de
América del Norte, Europa y Japón. En los últimos años, una nueva generación de estu-
diosos peruanos y extranjeros han puesto en marcha una serie de proyectos que emplean
enfoques teóricos y metodológicos innovadores. Muchos de los obstáculos logísticos que
paralizó las investigaciones en el pasado han sido superados por el progreso económico
logrado en la sierra del Perú en las últimas dos décadas.

Como nota personal, cuando empecé mi investigación en Chavín de Huántar, en 1975, la


ciudad tenía sólo corriente eléctrica irregularmente que duraba sólo unas pocas horas al
día. Los dos restaurantes de la ciudad con frecuencia se quedaban sin comida y la casa de
adobe en la que residí carecía incluso de instalaciones sanitarias básicas. Para comunicarse
con la familia por teléfono, había que viajar cruzando la Cordillera Blanca a la Ciudad de
Huaraz. Durante la temporada de lluvias, la ciudad era frecuentemente aislada del mundo
exterior por huaycos que hacían los caminos intransitables. Hoy a Chavín de Huántar, es
posible ver televisión a color, mientras se come en un restaurante italiano y hablar por un
teléfono celular que llega a cualquier parte del mundo. Dados los importantes restos arque-
ológicos en la sierra de Ancash y el sistema de transporte mejorado, así como el carácter
excepcionalmente cálido y generoso de los Ancashinos, uno no tiene que ser un oráculo
para predecir que el progreso en la arqueología de Ancash en las próximas décadas será
rápida y extensa. El volumen proporciona una base valiosa para la siguiente etapa de la
investigación.

New Haven, Abril del 2013


Richard Burger
Yale University
El estudio de la arqueología y la historia antigua de Ancash, no ha permanecido al margen
de las nuevas corrientes teóricas y metodológicas. Las investigaciones sobre las sociedades
que poblaron la región de Ancash nos muestran, un rostro cualitativamente renovado. Por
un lado, nuestra capacidad de comprensión de los procesos pretéritos ha revolucionado
de modo inusitado. En el transcurso de las cuatro últimas décadas, se han programado
muchos proyectos de investigación en los principales yacimientos arqueológicos, aplican-
do una tecnología siempre en avance y el re namiento de las perspectivas teóricas, cuyos
resultados han propiciado que nuestro conocimiento se amplíe en el tiempo y a la par de
que se profundice en la interpretación de los testimonios patrimoniales.

Toynbee (1889-1975), en su obra monumental Estudio de la Historia, reducía a seis las civi-
lizaciones realmente originales: la egipcia, la sumeria, la sínica, la minoica, la maya (me-
soamericana) y la andina. Las cuatro primeras, o sus descendientes, pronto entraron en
relación, al grado de que la historia de los tres continentes en que nacieron es una historia
común. En cambio, la civilización de los Andes y la mesoamericana, nacieron genuinas, y
solas crecieron. Separados del resto del mundo por dos océanos, aislados entre ellos por de-
siertos, montañas y selva, sin disponer de ninguno de los animales domésticos de los otros
continentes, los aborígenes andinos no tuvieron más remedio que inventarlo o descubrirlo
todo, desde la agricultura de tubérculos, menestras y el maíz (evidencidos en la cueva del
Guitarrero), hasta la arquitectura religiosa, los dioses y la astronomía.

Inclusive los pueblos de esta región, comenzaron antes del comienzo: el maíz, base de su
alimentación durante milenios, es un híbrido, producto del ingenio de los hombres andi-
nos. La domesticación de la papa y la hibridación del maíz es una hazaña más sorprendente
8
que la construcción de sus espléndidas pirámides o la creación de sus mitos y símbolos
artísticos. No es extraño que los hayan divinizado como la Mama sara. Si el destino del
hombre es adorar a sus criaturas, nada más legítimo que hacer del maíz una divinidad.
Y la maravilla mayor consiste en que, verdaderamente, es una divinidad comestible. La
papa y el maíz no sólo son semillas de la vida, sino son arquetipos de las creaciones de los
antiguos ancashinos.

Una de los más excelsos logros de la mentalidad de los antiguos pobladores de Ancash,
hace mil años antes de nuestra era, fue el centro ceremonial de Chavín: era el Centro Cós-
mico, el lugar de encuentro de las fuerzas naturales y sobrenaturales; está edi cado de
agua, tierra, piedra, sangre y sustancia divina. Concibieron una religión que era también
una astronomía. Allí se elaboró una suerte de teología y un ascetismo espiritual con el culto
a un conjunto de dioses de extracción selvática y sideral. Nada más complejo que la religión
de los pueblos que habitaron aquellos ecosistemas interandinos.

Al otro extremo, el arte monumental: las cabezas clava, los obeliscos, el lanzón (un gigan-
tesco fruto mítico de piedra caído del cielo), y las estelas mágicas cuyas expresiones con-
vencionales y complejas intrigan a los arqueólogos e historiadores del arte. Cada gura es
un manojo de símbolos de difícil interpretación. El arte lítico de Chavín y el de Recuay, no
son esculturas en piedra, sino piedra-esculturas fascinantes. Expresan gravidez sin pesadez
y poseen una voluntad de estilo y una conciencia del Hanan Pacha y del Ucu Pacha.

Todo ello, el lector encontrará en el presente volumen en cerca de más de 600 páginas, pro-
fusamente ilustrándonos –a través de 22 artículos selectos- el proceso histórico diacrónico
y cultural ancashino a lo largo de 12.000 años: la evolución de los pueblos prehipánicos que
se establecieron en la región altoandina de Ancash, desde la sociedad de cazadores recolec-
tores (Guitarrero, Quisquipuncu), seguido por el surgimiento de los pueblos agricultores y
sedentarios, la aparición de las sociedades complejas, cuyo exponente relevante es Chavín
(Patrimonio Cultural de la Humanidad, UNESCO 1985).

Ofrece asimismo, una caracterización de Ancash como área cultural. Se aborda luego el
principal foco de desarrollo que da identidad al horizonte Blanco-sobre Rojo y a la cultura
Recuay; en seguida, la sólida estructura secuencial de esta volumen aborda el estableci-
miento del Estado Huari en Ancash (Honco Pampa, Wilkawain) y la dinámica presencia
de los yaros, y reinos locales; y se re ere además, a algunos aspectos esenciales del desar-
rollo cultural antes y después de la ocupación incaica y, culmina con la presencia de los
invasores españoles, cuyo análisis hermenuético se traduce en el artículo El curacazgo de
Conchucos y la Visita de 1543.

El loable esfuerzo de varios especialistas, coordinado por Bebel Ibarra, por producir una
obra, diríamos antológica, sobre el pasado de las antiguas organizaciones andinas, se pat-
entiza y cristaliza en la presente publicación y, de seguro, llenará un gran vacío existente
acerca de la arqueología e historia milenaria de Ancash y, por la alta calidad cientí ca de
los artículos, será bien recibida por el público en general.

Así, Cien Años de la Arqueología de la sierra de Ancash, constituye un valioso aporte


para el conocimiento de nuestro pasado, y un marco referencial imprescindible para es-
tudiantes, profesores y cualquier persona interesada en la materia. Reiteramos, nuestro
homenaje y testimonio de gratitud a los editores y compiladores, de modo especial a Bebel
Ibarra, infatigable arqueólogo y destacado investigador del mundo andino.

Lima, 10 de junio de 2013

Dr. M. Hernán Amat Olazábal


(*) Arqueólogo, Profesor y Coordinador de la Unidad de Post Grado, Facultad de Ciencias
Sociales, Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
9
Mapa de Ubicación de los Principales Sitios Arqueológicos Mencionados en la Presente Publicación

10
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

ESPACIO Y CRONOLOGÍA EN LA SIERRA NORTE


DEL PERÚ: Balance de las Investigaciones
Arqueológicas en la Provincia de Huari.

Bebel Ibarra Asencios

Introducción

El presente artículo esboza los resultados del Proyecto Arqueológico Huari – An-
cash, que se viene desarrollando en la provincia de Huari en Ancash desde 1997
(Fig.1). Hace una narración del desarrollo cultural y cronológico que tuvo esta
provincia en épocas prehispánicas, partiendo desde las ocupaciones más antiguas
como Chavín. Haciendo un balance de la cronología del sitio y de los caminos
sugeridos para comprender esta cultura en un nivel intrarregional. Resume los
principales hallazgo en lo que se re ere a la cultura Recuay en la provincia de
Huari y sus relaciones con otros sitios de la zona de Conchucos. Tratamos de
explicar cómo se dió el Horizonte Medio en esta parte del Perú, las evidencias
encontradas que sustentarían la in uencia Wari ayacuchana en el área, sus rela-
ciones con áreas como el Callejón de Huaylas y el rol de la tradición funeraria en
esas relaciones. Por otro lado, el desarrollo y el culto a los ancestros en los tiempos
tardíos, la cronología de las tumbas o chullpas en el sitio de Marcajirca. De igual
forma hacemos mención sobre la ocupación Inka del territorio Huarino, y de los
grupos asentados en la parte alta del río Marañón, que poseen más semejanzas
con los grupos tardíos de Huánuco. El artículo incluye una serie de fechados ob-
tenidos que refuerzan la cronología propuesta.

El Territorio del Antiguo Huarino

El territorio de la provincia de Huari, está conformado por la Cuenca del río Puc-
cha, y éste a su vez está dividido en tres sub cuencas, la del río Huaritambo que
ocupa la parte norte de la provincia, la cuenca del Mosna que ocupa la parte sur
y la del río Puccha que ocupa el lado este y que nalmente deposita sus aguas en
el río Marañón (Fig. 2).

La geografía de Huari es muy variada, evidentemente predominan los cerros


y montañas, pero al mismo tiempo encontramos diversas zonas ecológicas, las
cuales la hacen muy productiva. Desde las cumbres de la ladera este de la Cor-
dillera Blanca, con picos que sobrepasan los 6000 m. de altitud, hasta cálidas que-
bradas de menos de 2000 m. en las que predominan las frutas como la palta y la
chirimoya y productos de zonas templadas.

11
Bebel Ibarra Asencios

Fig. 1: Mapa General del área de estudio donde se señalan los principales sitios
arqueológicos mencionados en el artículo.

La mayor parte de la población se concentra en la zona Quechua, entre los 3000


a 3500 m de altitud, área que corresponde también al patrón de ocupación de los
asentamientos durante la mayor parte de la historia prehispánica.

La Primeras Ocupaciones Humanas

Las evidencias más tempranas de ocupación en la sierra de Ancash se localizan en


el Callejón de Huaylas, especí camente en la cueva de El Guitarrero (8000 a.C.),
localizada a unos 120 km al oeste de la provincia de Huari. Hasta la fecha no se
han encontrado ocupaciones contemporáneas a Guitarrero en esta zona, pero si
importantes hallazgos que sugieren una ocupación muy antigua.

Durante los trabajos de construcción del mercado del pueblo de Chavín de Huán-
tar, a una profundidad aproximada de 3 metros se encontraron restos cultura-
12
Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú

Fig. 2: Mapa de la región de Ancash, con la provincia de Huari y los tres ríos
que forman la Cuenca del río Puccha.

13
Bebel Ibarra Asencios

les, los cuales comprendían restos de puntas y raederas, industria lítica, estando
comprendidos entre los 3150 – 2150 a.C. aproximadamente (Rick 2010: 95, Rick et
al. 2009: 11). Una industria lítica similar fue encontrada en la Cueva de Kanrash,
ubicada al sur de Chavín, la cual correspondería entre los 3000 - 2000 a.C. (Amat
1976). Estas tempranas evidencias, nos permiten inferir una la larga ocupación de
la zona y la caza como una actividad importante. Otras ocupaciones tempranas
han sido halladas en La Banda, frente al sitio de Chavín de Huántar en la margen
derecha del río Mosna, donde los fechados más antiguos corresponden entre los
2884 - 2866 a.C. (Rick et al. 2009)

En las alturas del distrito de Uco, Huacachi y Cajay existe una serie de cuevas que
se localizan sobre los 4000 m. de altitud, que podrían corresponder a ese período.
La realización de una prospección intensiva permitiría encontrar evidencias de
ocupaciones tempranas en zonas altas como ésta. Algunas de las cuevas presentan
Pinturas Rupestres, como es el caso de Iglesia Machay en Huacachi. (Fig. 3).

Fig. 3. Cueva de Iglesiamachay en el Distrito de Huacachi, ubicada a unos 4000 msnm.


Esta cueva presenta una gran cantidad de pinturas rupestres en su interior.
14
Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú

Chavín y los Inicios de la Civilización en Huari

Después de un largo período de adaptación al medio ambiente, domesticando


plantas y animales y estableciéndose en campamentos o pueblos permanentes, los
antiguos Huarinos, sin duda, crecen en número y se dispersan por toda la cuenca
del río Puccha, lo que se evidencia en la construcción de grandes montículos a
base de plataformas.

Sin duda el sitio más conocido e importante es el Centro Ceremonial de Chavín de


Huántar, el cual fue ocupado en el periodo de 1200 - 200 a.C. (Lumbreras 1989: 23,
Burger 1998, Rick et al. 2009) y, es sin duda el sitio de mayor dimensión registrado
hasta el momento en la provincia de Huari.

Chavín de Huántar es un centro ceremonial, conformado por dos templos: el Tem-


plo Antiguo con la Plaza Circular y el Lanzón, y el Templo Nuevo con la Plaza
Cuadrangular y el Portal de las Falcónidas (Lumbreras 1989). Este sitio se ubica
cerca de la con uencia entre el río Mariash y el río Mosna, zona que, desde el
punto de vista geomorfológico es muy inestable pues es propicia a recibir alu-
viones; y de hecho, esto ya ha sucedido muchas veces durante el pasado (Mesia
2007), siendo el último aluvión registrado el ocurrido en 1940 que sepultó comple-
tamente el templo.

El por qué los antiguos Chavinos decidieron levantar el templo en esa área es un
misterio. La zona de Chavín es un punto intermedio entre la selva y el Callejón
de Huaylas. Esta ruta de tránsito hacia la selva del río Monzón aún es usada por
los pobladores, quienes van a adquirir hojas de coca. Hasta la década de los 50
campesinos de Huari tenían terrenos para cultivar coca en la selva e iban cada año
a sembrarla y cosecharla.

Fig. 4. Representación de un Felino con “atributos” Chavín, localizado en Yunguilla.


Distrito de Pontó, Huari.

15
Bebel Ibarra Asencios

Las relaciones de Chavín con la zona selva, se ven re ejadas por la variada icono-
grafía existente en la escultura y cerámica que representan principalmente al águi-
la, la serpiente y el jaguar, animales que tienen su hábitat actual en la selva baja del
Perú. La ruta hacia la selva probablemente se realizó a través del antiguo camino
Prehispánico que se hallaba por donde actualmente pasa la carretera que va Pom-
achaca – Uco – Huacaybamba (Huánuco), y que fue construida en la década de
los 50. Como prueba de ello existe una serie de petroglifos situados al borde de
este camino, en la zona de Yunguilla, donde se aprecia un felino, cuyo diseño
tiene mucha similitud con los felinos Chavín (Fig. 4). En la zona de Gargawain en
el distrito de Rahuapampa, también existen una serie de pinturas que representan
al “sol” con ojos. Representaciones rupestres asociadas a caminos y caravanas han
sido ampliamente documentados en el norte de Chile (Sepulveda et al. 2005: 230
y Muñoz et al. 1996).

Durante el Horizonte Temprano el patrón de asentamiento se caracterizó por


la presencia de montículos construidos a base de plataformas superpuestas con
grandes muros de contención, cuya parte alta es de forma circular. Otro tipo de
montículo es aquel constituido no por plataformas, sino por un gran muro de
contención de 3 a 4 m. de alto que forma una gran estructura circular u ovalada,
las piedras de estos muros son más pequeñas que los muros de los montículos
a base de plataformas; el tamaño de éstos es más pequeño, generalmente están
asociados a otro tipo de estructuras como restos de muros y algunos patios (Ibarra
2004). Esta misma con guración fue descrita por Amat (1971) para el sitio de Hua-
rijircan en el distrito de Huántar. Este sitio es una gran pirámide formada por
plataformas superpuestas, en cuyos per les se pudo observar gran cantidad de
material Chavín. Una reconstrucción isométrica de este sitio ha sido hecha por
Diessl (2004).

En la cuenca del río Huaritambo, en los distritos de Huari y Cajay, hemos podido
identi car una serie de sitios que corresponderían a este periodo, uno de ellos es
Reparin (Fig. 5), ubicado al borde de la laguna del mismo nombre y conformado
por una serie de plataformas (3 a 4). El sitio llamado Yamllipitec, ubicado en el
centro Poblado de Colcas a unos 9 km al norte de Huari, tiene la misma con gu-
ración que el sitio de Reparin: es decir, está formado por una serie de plataformas
superpuestas y en este sitio se pudo recuperar fragmentos de cerámica incisa, po-
siblemente de estilo Chavín (Fig. 6).

In uencia intraregional de Chavín en el valle del Puccha

Tello (1960) postuló a Chavín como origen de la Civilización Andina y desde que
diera a conocer este lugar, numerosos arqueólogos lo han investigado. Todos se
enfocaron en el centro ceremonial de Chavín de Huántar, excepto Burger que re-
alizó trabajos en las zonas periféricas, especí camente en Pogoq y Wamanwain,
(Burger 1982: 3-40). Sin embargo, la problemática de Chavín siempre se ha dis-
cutido en un contexto panregional. Hace poco Rick y otros, presentaron la prob-
lemática de Chavín a través de una evaluación de los fechados radio carbónicos
obtenidos a lo largo de todos los proyectos en el sitio (Rick et al. 2009). En mi
opinión, es necesario examinar lo que signi có el ritual para el funcionamiento de
Chavín de Huántar y los medios económicos para que estos “rituales” se llevaran
16
Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú

Fig. 5. Sitio Arqueológico de Reparín, ubicado en el distrito de Cajay y a orillas de la


Laguna del mismo nombre. Está formado por una serie de plataformas superpuestas.

a cabo y sus relaciones con sitios contemporáneos a Chavín en el valle. En especial


si tomamos en cuenta que al parecer Chavín no recibió ni derivó de in uencias de
la costa norte y central, para el desarrollo de su arquitectura monumental (Mesia
2007: 156, Kembel 2001) y la presencia de una estructura de Tradición Mito cer-
cana al centro ceremonial (Contreras 2010: 3-21). Un estudio a nivel intraregional,
es decir al interior de la cuenca del Puccha podría revelar datos interesantes. El
patrón de asentamiento para la cuenca del Puccha durante el Horizonte Tempra-
no, revela que la mayoría de los asentamientos se ubicaban en los fondos de los
valles, siendo la mayoría de ellos montículos con plataformas (Ibarra 2004: 251).
Esto debería ser corroborado por fechados radio carbónicos, más allá de la asoci-
ación estilística y arquitectónica, en el que se basa actalmente este patrón; es cierto
que no existe la cantidad de tiestos generalmente descrita por Tello (1960) y Espejo
Núñez (1958), en los sitios que denominan Chavín. La cerámica incisa es casi in-
existente; en los 124 sitios registrados en 1997, sólo se encontraron dos fragmentos
incisos (Ibarra 2004: Fig. 24a, 27 a y b).

Las investigaciones en la zona de la laguna de Purhuay (Fig. 7), localizado a unos


10 km al noroeste de Huari, han revelado fechados tempranos hacia 510 a.C. para
tumbas asociadas a Ishlaranra. Ishlaranra es un gran montículo ubicados a la
orilla de la laguna (Orsini 2013 en prensa). Sin embargo, no hay ningún material
de estilo Chavín asociado. Algo que cabe resaltar es que Ishlaranra y Reparin se
encuentran a orillas de lagunas: la primera a las orillas de la laguna de Purhuay,
y la segunda a las orillas de la laguna de Reparin, esta última con pinturas rup-
estres con representaciones de camélidos y los pozos de prueba excavados revelan
una cerámica con pasta que corresponde al Horizonte Temprano en la zona. Ya
Hernández Príncipe menciona las lagunas para la zona de Recuay como lugares
de donde salen los ancestros y donde se originaron las llamas (Zuidema 1973:17).

17
Bebel Ibarra Asencios

Fig. 6. Fragmentos de cerámica, del Horizonte Temprano, a: Cashapallan (Huari),


b: Llapajmarca (Huacachi), c: Mashuanco (Huari), d: Yamllipitec (Huari),
e: Pan de Azucar (Huachis).

Fig. 7. Sitio Arqueológico de Ishlaranra, ubicado en el distrito de Huari y a orillas de la


Laguna de Purhuay.

18
Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú

¿Qué podría signi car la ausencia de cerámica incisa en las cantidades referidas
por Tello y Espejo Núñez en los sitios asignados por nosotros al periodo Hori-
zonte Temprano? A modo de hipótesis planteo que el Centro Ceremonial de
Chavín de Huántar estuvo en gran medida (no completamente), desconectado de
los asentamientos contemporáneos y que las actividades rituales llevadas a cabo
en estos asentamientos fueron independientes y no tenían relación con Chavín
de Huántar. La ausencia de cerámica, arquitectura y esculturas en áreas relativa-
mente cercanas a Chavín permite inferir esto.

Tello, asignaba una pertenencia Chavín al sitio de Matibamba (1960), distrito de


Masín, al estar conformado por muros megalíticos. Este tipo de muro es abun-
dante en la cuenca del Puccha y generalmente son muros de contención (terrazas).
No se ha encontrado ninguna evidencia de cerámica, y es casi improbable encon-
trar cerámica incisa, generalmente de carácter ceremonial, en terrazas agrícolas.
Una excepción podría ser un mortero de típico estilo Chavín publicado en el libro
del padre Santiago Márquez Zorrilla en 1965, cuya leyenda dice: Mortero Estilo
Chavín de la Capilla de Matibamba (Fig. 8).

Desde 2010 estamos excavando el sitio de Huamparán, cerca del poblado del mis-
mo nombre, en el distrito de Huari (Ibarra 2011 ms). Está conformado por grandes
estructuras de forma circular, con múltiples recintos al interior, accesos en dife-
rentes direcciones y la presencia de una banqueta que rodea la parte interna de la
gran estructura, el diámetro interno de éstas es de 12 m (Fig. 9). La estratigrafía es
muy profunda, comenzando con material Recuay (caolín), seguido de cerámica
blanco sobre rojo y posteriormente algunos fragmentos pulidos de color marrón.
La profundidad de la estratigrafía de casi 1.80 m es inusual para la zona (la pro-
fundidad en sitios tardíos en cimas de montañas no excede los 50 cm). Creemos
que este sitio podría ofrecer estratos con ocupación formativa, se han encontrado
puntas líticas y cristales de cuarzo comunes en el Horizonte Temprano (Rick co-

Fig. 8. Mortero de estilo Chavín en la Iglesia de Matibamba en el distrito de Masin, según


el padre Marques Zorrilla y publicado en la carátula de
su libro de 1965. Huari y Conchucos.

19
Bebel Ibarra Asencios

Fig. 9. Vista panorámica del sitio de Huamparán, localizado a 30 km al norte del Distrito
de Huari. En las excavaciones se han encontrado material blanco sobre rojo.

municación Personal 2011). La zona de Huamparán tiene una larga ocupación


que va desde el periodo Intermedio Temprano hasta el Intermedio Tardío (Ibarra
2009, Chirinos y Borba 2009).

En los valles cercanos a la provincia de Huari, principalmente en Chacas y San


Luis, los asentamientos del Horizonte Temprano son montículos arti ciales (Her-
rera 2004: 231). La ocupación de los fondos de valles está mayormente en el valle
de Chacas, pero igual se trata de montículos (Orsini 2005). La ausencia de cerámi-
ca incisa es la constante en los sitios de estos dos valles. Lo más cercano que hemos
podido identi car como estilo Chavín, en el valle del Puccha lo observamos en los
Petroglifos de Caullumachay en el distrito de Pontó. Se trata de un felino con boca
estilo Chavín o Chavinoide.

Sin embargo, existe una escultura con atributos claramente Chavín, conocida
como la Estela de Yauya, que fuera hallada por Tello en 1924. Según Burger esta
pieza viene del sitio de Quellcayrumi y basados en las fotos publicadas por él,
este sitio corresponde a montículos a base de plataformas (Burger 2008: 161-176,
Figura 6.10). Es el mismo patrón que en la cuenca del Puccha. Otro Fragmento
de la misma Estela se halla en la localidad de Chincho a escasos 5 km de Yauya
(Herrera 1998: 231).

En conclusión, las relaciones del Centro Ceremonial de Chavín de Huántar con


asentamientos contemporáneos en la cuenca del Puccha en el estado actual de las

20
Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú

investigaciones son pocas. Una estrategia de excavaciones en sitios “Horizonte


Temprano” en cada uno de los valles que forman la cuenca del Puccha, sería alen-
tadora en resultados. Los sitios idóneos son Reparin y Huamparán en el valle
de Huaritambo, Onga y Huarijircan en el valle del Mosna y Piruro en el valle del
Puccha.

Huarás Blanco sobre rojo y la Cultura Recuay en Huari: siglo II a.C. –VI d.C.

Luego de la desaparición de Chavín como sociedad predominante en la cuenca


del Puccha, por razones que se desconocen hasta hoy, surgen nuevos grupos so-
ciales que se asientan en los valles Huarinos. En el templo de Chavín de Huántar
una sociedad que elaboraba cerámica de color rojo con diseños en color blanco
está presente. En arqueología esta cerámica es conocida como cerámica blanco
sobre rojo y se encuentra inmediatamente después de los estratos con material
Chavín. Aún cuando no se conoce mucho de este grupo, su cerámica se encuentra
distribuida en una gran área de la sierra de Ancash.

Recuay o Cultura Recuay recibe el nombre gracias a los primeros hallazgos que se
realizaron en la zona del actual distrito de Catac, provincia de Recuay, aunque se
encuentran distribuidos en casi toda la sierra de Ancash, desde la Cordillera Neg-
ra hasta el Marañón, desarrollándose entre los años 200 a 800 d.C. La cronología

Fig. 10. Vista del sitio Arqueológico de Gantu localizado en la parte alta del
Centro Poblado de Yacya en el distrito de Huari.
La mampostería de los muros es idéntica a la del sitio de Yayno en Pomabamba.
(Foto Daniel Torres)

21
Bebel Ibarra Asencios

ha ido cambiando en los últimos años, y trabajos realizados en diversos sitios de


la sierra de Ancash arrojan fechados más recientes, que pueden entenderse como
Horizonte Medio pero presenta atributos Recuay, como es el caso de Yayno, cuyos
fechados están comprendidos entre 434 – 890 Cal d.C. (sigma 1) y una ocupación
completamente Recuay (Lau 2010b: 426). En Huari un sitio con similitudes ar-
quitectónicas a Yayno ha sido registrado en el sitio de Gantu cerca al poblado de
Yacya, donde grandes murallas con una mampostería similar a Yayno (Fig. 10).

Basados en los fechados publicados hasta la fecha (Lau 2004: 157), Chinchawas:
229 - 429 d.C. (sigma 2) y Pashash 264 - 616 d.C. (sigma 2), como los fechados
más antiguos para estos sitios. Parece suponer que las ocupaciones Recuay en la
zona de Conchucos son más recientes que en el Callejón de Huaylas y Pashash.
Otro fechado dentro de este periodo ha sido publicado por Herrera (2005: 246),
cuya antigüedad es 586 +- 58 d.C. (no calibrados). Este fechado se recuperó de
una estructura denominada Kancha (ibid). Sobre la lengua que fue hablada por
los Recuay se sugiere el Culle (Lau 2010b: 150), identi ca la palabra ogupampa
como derivado de ogoll que signi ca hijo. Este sitio registrado por nosotros, está
conformado por un conjunto de tumbas de tradición Recuay.

Fig. 11. Sitio Arqueológico de Pinkush de Huamparán. Sitio con elementos defensivos
como murallas y zanjas, con abundante material Recuay y posiblemente ocupado
también durante el Horizonte Medio.

22
Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú

En Huari los primeros indicios de esta cultura fueron registrados por Julio C. Tello
en el Templo de Chavín. Posteriormente Julio Espejo Nuñez (1958) en la década
de los 50 localizó una serie de soterrados en los distritos de Huántar y Chavín. La
función de los soterrados aparentemente fue funerrio. Estas tumbas también han
sido registradas por nosotros en la zona de Huamparán al norte de Huari.

El patrón de asentamiento muestra un uso preferencial de las laderas de los cer-


ros, donde las explanadas y las crestas de los cerros fueron las partes con mayor
densidad (Fig. 11). Los montículos del Horizonte Temprano ubicados en los fon-
dos de los valles son todos reocupados (Ibarra 2004). En las crestas de los cerros
los tipos de sitios predominantes son también montículos (con o sin plataformas)
donde la técnica de construcción varía a la del período anterior, el uso de la huan-
ca pachilla como elemento constructivo es introducido, los montículos terminan
en plataformas circulares con o sin muro de retención, son frecuentes las estructu-
ras cuadrangulares sobre las plataformas bajas y que se entienden hasta las partes
bajas de los cerros. Varios de los sitios presentan murallas y zanjas.

La reocupación de los montículos ubicados en el fondo del valle durante este


período, sería una muestra, de que la importancia ritual que tuvieron durante el
Horizonte Temprano continuó después de la desintegración de Chavín durante
los primeros tiempos del Intermedio Temprano.

Durante este período se aprecia que el incremento de los asentamientos no varía


mucho, tenemos 25 frente a 24 del período anterior, esto sería una muestra de
que el incremento poblacional no fue muy fuerte o que los cambios fueron más
lentos, la desintegración de Chavín, en una zona muy cercana al sitio de Chavín
de Huántar, parece suponer que estos asentamientos se desarrollaron de manera
independiente. Los asentamientos Recuay poseían autosu ciencia con una estruc-
tura o lugar ceremonial, donde los pobladores de las marcas se congregaban, la
distribución de los sitios muestran una tendencia a ocupar zonas especializadas
para ciertos cultivos.

Las evidencias más conocidas de los Recuay son sus tumbas. Estas pequeñas cá-
maras funerarias, aparentemente fueron enterradas por los Recuay, dando la im-
presión de un pequeño montículo. Están formadas generalmente por dos cáma-
ras, la primera de ellas pequeña, donde se colocaban las ofrendas a los muertos,
y la segunda o cámara principal, en la que se depositaba el cuerpo. Esta cámara
también poseía una serie de hornacinas o espacios en las paredes donde se co-
locaban los objetos importantes para la persona sepultada. Muchas de este tipos
de tumbas han sido registradas en la Cordillera Negra (Lau 2002, Ponte 2001).
En algunos casos estas tumbas estaban agrupadas, como sucede en Ogupampa y
Ushnujirca en Huamparán (Fig. 12), donde se pueden apreciar en número de diez,
cinco con los accesos orientados al este y cinco con los accesos orientados al oeste.
Por lo tanto, podemos inferir que esta serie de tumbas agrupadas o colectivas,
pertenecerían a un grupo familiar.

La cerámica Recuay caracterizada por una decoración de fondo blanco, con pin-
tura marrón o naranja, está dispersa en gran parte de la sierra de Ancash. Hemos
encontrado esta cerámica en lugares alejados como Antaraga cerca a Paños en la
provincia de Antonio Raimondi y cerca a la margen izquierda del río Marañon.

23
Bebel Ibarra Asencios

Fig. 12. Tumbas de Ushnujirca pertenecientes a la Cultura Recuay.

Fig. 13.
Ceramio recuay donde se
puede apreciar el “dragón
andino” en el cuerpo de la
vasija y la muca en forma
escultórica en la parte
superior. Este ceramio fue
localizado en las tumbas de
Ushnujirca a 32 km al norte
de Huari, en la zona de
Huamparán.

24
Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú

Fig. 14. Escultura Recuay que muestra un personaje con llamas a ambos lados.
Esta escultura fue hallada en la Zona de Huamparán a 32 km al norte de Huari.

Esta cerámica generalmente representa personajes antropomorfos, que serían los


shamanes de esta cultura, así como lo que se conoce como el “dragón” (Makoswki
y Rubado 2000: 211), en mi opinión se tratarría de la muca, un animal oriundo de
los Andes y segun a leyendas huarinas, está asociado a la preparación de chicha
de jora (Fig. 13). Además si tomamos en cuenta que la mayor parte de los recipi-
entes son para beber y transportar líquidos y, la chicha es un elemento importante
en los rituales andinos, la muca se ajustaría más a la descripción.

La escultura Recuay también es muy conocida. Si bien la procedencia de la may-


oría de las piezas que se encuentran en el Museo Arqueológico de Ancash en
Huaraz es desconocida, su manufactura y estilo son fácilmente reconocibles. Una
escultura hallada en la zona de Huamparán de un personaje con los brazos abier-
tos portando báculos, es las pieza más interesante, pues en cada lado se observa
una llama (Fig. 14), demostrando la importancia de los camélidos en la economía
y cosmovisión de los Recuay. La representación de camélidos es muy difundida
en la iconografía de la cerámica Recuay (Orsini 2007).

25
Bebel Ibarra Asencios

El Horizonte Medio en la Provincia de Huari entre el siglo VI – X d.C. Eviden-


cias de un “Imperio Wari Ayacuchano”

A partir del siglo VI en la mayor parte del Perú Prehispánico aparece un fenómeno
que en arqueología ha merecido diversos nombres: Imperio Wari, Sociedad Huari
o Cultura Huari, entre otros. Está de nido como la expansión de una cultura que
tuvo sus orígenes en la zona de Ayacucho al sur del Perú, y que tiene diversos en-
claves en Lambayeque, Cajamarca, Callejón de Huaylas, Huamachuco, Lima, etc.
La presencia Wari (para diferenciarla de Huari en Ancash), en la cuenca del Puc-
cha está ausente, no se han encontrado evidencias en cerámica o arquitectura que
sugieran una ocupación permanente de este territorio.

El estudio del patrón de asentamientos realizado en 1997, revela que los sitios de
este periodo ocuparon previamente los mismos asentamientos que los Recuay,
por lo cual no hay un cambio en la ocupación del territorio. Las formas de arqui-
tectura propuestas como características de un sitio Wari, como son los edi cios en
forma de “D”, presentes por ejemplo en el sitio de Honcopampa (Isbell 1991); son
discutibles.

Tschauner (2003: 218) propone que este sitio fue la sede principal de desarrollo
local y los patrones de mampostería y organización dista mucho de los centros
típicos Wari. En ese sitio se identi có dos estructuras en forma de “D”, cuyos mu-
ros son bien altos sobrepasando los 3 metros de altura. Formas en “D” han sido

Fig. 15 Sitio Arqueológico de Huamparán. Patios de esquinas curvas con banquetas


alrededor del muro interior. Patios asociados a cerámica Recuay.

26
Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú

identi cadas en la zona de San Luis, cerca al Marañón (Herrera 2005: 233-255),
denominadas Kanchas, donde la parte recta de la D, correspondería a una especie
de escenario en donde se reunía la gente (ibid). Lau y Ramon (2007) mencionan
que la forma en “D” es anterior al Horizonte Medio en la sierra de Ancash.

Las excavaciones que venimos llevando a cabo en el sitio de Huamparán (parte


baja del sitio Pinkush de Huamparán mencionado líneas arriba en este artículo),
revelan la concentración de una serie de patios, con esquinas circulares y forma
de “D”. La forma de “D” fue en principio identi cada al momento de realizar el
levantamiento topográ co antes de las excavaciones, luego ya durante las excava-
ciones, se pudo apreciar que la forma “D” era producto de ampliaciones y modi-
caciones a una estructura más antigua (Fig. 15). El lado recto de la D, es un largo
muro que abarca varios de los patios del sitio. En la parte recta de la Estructura
1 (patio) se identi có unos recintos, muy pequeños para ser habitaciones, estos
mostraban huellas de sucesivas ampliaciones que corresponden: 1) a la construc-
ción del muro circular (parte curva de la D), 2) a la construcción de la banqueta
que circunda la parte curva del patio y, 3) al gran muro recto, fuera de la estruc-
tura en “D” que se halla sobre una serie de muros más antiguos. (Fig. 16)

En Huamparán, en la parte recta de la estructura en forma de “D”, se han revelado


la presencia de tumbas intrusivas a manera de cistas (Fig. 17), las dataciones de
dos tumbas ubicadas una en cada estructura, muestran fechados de 710 d.C. y 770
d.C. (ver Cuadro 1), que corresponden al Horizonte Medio, sin embargo, cerámica
de estilo Wari no ha sido hallada, pero nos llama la atención la presencia de Tum-

Fig. 16. Sitio Arqueológico de Huamparán. Estructura 1 en forma de “D”, en la parte recta
de la D se encontraron dos tumbas intrusivas que datan del Horizonte Medio.

27
Bebel Ibarra Asencios

Fig. 17.
Tumbas Intrusivas en la Estruc-
tura 1 que datan del Horizonte
Medio en Huamparán (680 d.C.)

bas intrusivas, las excavaciones en los próximos años nos ayudarán a comprender
mejor el sitio y el valle. Tumbas de estilo Wari han sido bien documentadas en el
Callejón de Huaylas (Isbell 1991, Paredes 2001, Ponte 2001), y la mayoría de ellas
corresponden a chullpas.

La presencia de la chullpa, como elemento funerario durante el Horizonte Me-


dio es predominante (Isbell 1997). Las chullpas cumplían una función de tumbas,
generalmente para varios individuos. En el Callejón de Huaylas tenemos grandes
chullpas como Honcopampa en Carhuaz o Katyama en Caraz, mientras que las
chullpas en la cuenca del Puccha son mayormente pequeñas y la técnica de con-
strucción de los techos di ere, éstos son cónicos y están formados por piedras
pequeñas, mientras que las del Callejón de Huaylas son planas, formadas por
grandes y pesadas lajas de piedra.

Si bien, hay consenso en la duración de Wari en el Perú sería hasta el siglo X, en


base a los fechados obtenidos (ocho en total) en el sitio de Marcajirca cuyos rangos
van de 1030 a 1640 d.C. (ver Cuadro 1). Para este lugar, el inicio de la construc-
ción de chullpas fue solo hacia nales del Horizonte Medio, entonces podemos
asumir que la tradición funeraria en la zona de Conchucos fue diferente a la del
Callejón de Huaylas, la cual presenta una presencia Wari (cerámica) más fuerte.
En la cuenca del río Yanamayo en la margen derecha del río Marañón, se encuen-
tran los sitios Gallarpana y Turriqaqa, el primero de ellos presenta alrededor de
150 estructuras funerarias (Herrera 2007: 171), y el segundo se encuentra asociado

28
Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú

Fig. 18. Tumbas de Quercash en las cornisas de los farallones en el distrito de Paucas, en
la margen izquierda del río Marañón.

Fig. 19. Chullpa 1 de Marcajirca, un pedazo de madera


que sostenía el techo, dió un fechado de 1478 -1558 d.C.

29
Bebel Ibarra Asencios

Cuadro 1. Fechados Radiocarbónicos del Proyecto Arqueológico Huari - Ancash.


Los Fechados de Huamparán corresponde a las temporada de campo 2010 y 2011.

30
Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú

al sitio de Marcajirca de Juncay, de ocupación Horizonte Medio (Herrera 2005:


241). Esta misma con guración de enterramiento, localizados en las cornisas de
los farallones verticales, con pequeñas construcciones que usaban la misma roca,
como techo, han sido registradas en el sitio de Quercash en el distrito de Paucas a
la margen derecha del río Marañón (Fig. 18). En las prospecciones realizadas en la
provincia de Huari sólo se ha identi cado este tipo de enterramientos en la mar-
gen izquierda del río Marañón y no en otras áreas. Esto sugiere que la tradición
de enterramientos en farallones se limita a las margenes de este río, numerosos
reportes del mismo tipo de enterramientos se dan para la zona de Huánuco.

La cronología de las chullpas en el Callejón de Huaylas no se basa en fechados


sino en asociaciones. La datación de una viga de madera que formaba parte del
techo de una chullpa (Fig. 19), en el sitio de Marcajirca, dió como resultado un
fechados inusual 1410 d.C. En este contexto surge la pregunta si las chullpas son
tardías en la cuenca del Puccha, o si la viga que datamos fue parte de una refac-
ción hecha años después de la construcción de la chullpa, o quizá está última se
construyó muy tarde dentro de la ocupación general del sitio.

Las Marcas durante el Intermedio Tardío en Huari entre los siglo X-XV d.C.

Al nal del Horizonte Medio o Época Wari, en la mayor parte del territorio del
Perú, surgen pequeños y medianos grupos étnicos que ocupan los valles inter-
andinos y costeños. La cuenca del Puccha no es la excepción y, es así que en este
territorio se establecen o surgen dos grupos étnicos: Los Huaris y Los Pincos. El
primer grupo ocupa el norte de la actual provincia de Huari, mientras que el se-
gundo el sur y sur este, llegando a limitar con los grupos étnicos del alto Marañón
(Fig. 20).

Las características principales de estos asentamientos son que ocupan las cimas
de las montañas por encima de los 3800 m.s.n.m. La mayoría de ellos son de gran
extensión, llegando algunas a extenderse por varios kilómetros (p.e. Misiónjirca).
Marca es la denominación para pueblo y posee muchos componentes arquitec-
tónicos, como sectores de vivienda, plazas, calles, espacios públicos cerrados, es-
tructuras ceremoniales, murallas, etc.

Las Marcas Defensivas (que corresponden la mayoría de los sitios), presentan una
gran cantidad de estructuras, en su mayoría circulares, construidas sobre terrazas
y dispuestas en forma ordenada como en Pinkush de Huamantanga, Misiónjirca
y Pinkuyolloc o desordenadas como en Marcajirca (Fig. 21). El terreno que ocu-
pan es generalmente rocoso, con pendientes muy pronunciadas, en algunos casos
presentan una serie de murallas que rodean el sitio o sólo parte de él (por la parte
menos pronunciada), estas murallas pueden alcanzar una altura de 4 m. También
presentan zanjas junto a las murallas, éstas tienen un ancho de 2.5 m. en promedio
y una profundidad de 2 m.

El interior de las Marcas Defensivas es recorrido por una serie de pasadizos estre-
chos, pero siempre existiendo una “calle” principal, estas calles están delimitadas
por los muros de las viviendas, lo que evidencia un diseño preconcebido de la
distribución de los sitios (al menos en lo que responde al tránsito). La mayoría de
31
Bebel Ibarra Asencios

Fig. 20. Mapa de los principales grupos étnicos asentados en la sierra de Ancash durante
el siglo XV.

32
Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú

Fig. 21.Vista Panorámica del sitio Arqueológico de Marcajirca. Localizado en el distrito de


Cajay-Masín. Ocupado entre 1020 – a 1640 d.C.

las estructuras están construidas con piedras medianas canteadas extraídas de los
cerros cercanos o de los a oramiento sobre el cual se encuentran los sitios, esto se
pudo observar en varios sitios p.e. Marcajirca.

La mayoría de este tipo de asentamientos posee un sector residencial y doméstico,


en el residencial se pueden observar las viviendas y también restos de enterra-
mientos sean en chullpas o bajo las rocas, mientras que el sector ceremonial está
compuesto por plataformas circulares dispuestas a distancias regulares (puede
existir varias) situadas mayormente en las partes más elevadas del asentamiento
como es el caso de Marcajirca, Pinkuyolloc, Pinkush, Misiónjirca, Ñawpamarca y
Yanagaga, entre otros.

Las Marcas defensivas están dispuestas en todos los puntos principales del valle
del Puccha, es decir, al inicio de cada quebrada o “tinki” (encuentro de los ríos),
desde donde se domina todos los valles, todos estos sitios se observan entre sí, lo
cual sugiere que existió algún tipo de comunicación.

Otro tipo de asentamientos son los corrales dispuestos en todas las partes altas,
pueden estar asociadas a cerros o en las explanadas de las cumbres de monta-
ñas. Estos corrales están construidos con piedras medianas y grandes, las piedras
grandes se hallan enterradas en el piso a manera de “columnas” y los espacios
entre ellos están cubiertas con piedras medianas.

Algunos corrales, como es el caso de Wiñaj, se asocian a un cerro que presenta


una estructura circular en su cumbre. El corral de Wiñaj tiene una extensión de
aproximadamente 300 metros de lado, lo que indica que las actividades de chaco
se realizaron en estos sitios. Los corrales pequeños existentes a su lado podrían
haber servido para separar a los animales pequeños de los grandes o a las hem-
bras preñadas.

Igualmente estructuras ceremoniales, localizadas aisladamente, son reconocibles


en las partes altas como es el caso de Jato Viejo y Charac, ambas ocupan la cima
de una formación rocosa muy alta (60 m.) a manera de torre. Estas estructuras son
circulares, formadas por muros de contención, no existiendo un muro perimétrico
que delimite el área.
33
Bebel Ibarra Asencios

Las estructuras funerarias en los principales sitios identi cados corresponden a


chullpas (Marcajirca, Tupucjirca, Llapajmarca y Misión Jirca), siendo el sitio de
Marcajirca el que ofrece el mayor número de ellas. En sitios tan grandes como
Pinkush no existen este tipo de estructuras funerarias ni de ningún otro tipo (al
menos hasta ahora no las hemos identi cado) lo que llama la atención sobre las
costumbres mortuorias de sus habitantes.

Las estructuras residenciales son en su mayoría circulares con diámetros que


varían entre los 4 a 5 m. los techos debieron ser cónicos cubiertos con paja, los es-
pacios abiertos ocupan las partes centrales, en algunos casos como Marcajirca, una
chullpa es la que se encuentra a un lado a manera de estructura principal.

Las murallas en los sitios generalmente cubren toda la extensión del asentamien-
to. Los sectores residenciales y ceremoniales se hallan dentro de sus muros, lo que
no sucede con las fuentes de agua que generalmente se hallan fuera de las mural-
las, lo que hace suponer que primó el factor de seguridad al de comodidad, que
se debieron dar en tiempos de una fuerte pugna entre los grupos étnicos locales.

Algunos sitios se hallan asociados a una gran cantidad de estructuras agrícolas


(andenes) como es Marcajirca asociada a Guiesguipitac, Misiónjirca asociada a
Apu Pinkush, Ñawpamarca de Huachis a Wiñaj, etc. En el caso de Marcajirca las
estructuras agrícolas se encuentran por sobre los 3.800 m.s.n.m., es decir, encima
de este sitio.

En relación al período anterior, el cambio es muy notable, el número de los asenta-


mientos aumenta a 44. 24 de ellos en las cumbres de las montañas, 13 Marcas De-
fensivas sin reocupaciones anteriores son construidas, lo que signi ca que ocurrió
un incremento poblacional, muchas de estas Marcas son de gran tamaño. Misión-
jirca tiene un largo de aproximadamente 3 km. Igualmente los sitios de Pinkush y
Yanagaga poseen varias decenas de hectáreas de extensión.

Corrales asociados a las lagunas nos hace pensar que el culto a éstas (entendidas
como huancas) está más difundido, los Montículos en los fondos de valle, siguen
reocupados, aunque al parecer sólo como lugares sagrados o morada de sus an-
cestros, ya que estructuras tardías no son reconocibles en ellos.

El Culto a los ancestros en Marcajirca siglo X-XVI

Marcajirca es unos de los sitios que más ha sido investigado por el proyecto. Las
excavaciones se remontan al 2005 y los trabajos de exploración a 1999. Lo que
llama la atención de este enorme sitio arqueológico, que tiene aproximadamente
50 hectáreas, es la amplia cantidad de estructuras funerarias distribuidas en dos
grandes grupos: las chullpas, y las cuevas funerarias. En total existen 38 chullpas y
31 cuevas funerarias, la mayoría con restos óseos humanos disturbados al interior.

En el 2007 se inició un estudio bio-antropológico a n de establecer la reutilización


de las estructuras funerarias y determinar si esta diferenciación obedecía a cues-
tiones de clase social o temporal. El análisis óseo nos ha permitido hasta ahora
34
Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú

Fig. 22. Cuadro del Número Mínimo de Individuo encontrado en cada cueva y Chullpa
de Marcajirca

identi car 440 individuos, tanto en chullpas como en cuevas, además de entierros
intrusivos (Fig. 22).

Basándonos en los fechados obtenidos, las chullpas y las cuevas habrían sido uti-
lizadas contemporáneamente, pero existe un problema por resolver, ya que el ma-
terial usado para el fechado corresponde a dientes humanos lo que nos propor-
ciona la antigüedad de las personas pero no de las estructuras. El hallazgo en una
de las cuevas de huesos amarrados con una especie de cuerda hecha con plantas,
sugiere que fueron traídos de algún sitio, en este caso una chullpa. Sin embargo,
el análisis óseo en las chullpas no revela la presencia de gran numero de huesos
pequeños, como son los huesos de las manos y pies, que se supone deberían que-
dar luego de trasladar solamente los huesos largos.

Todas estas interrogantes están aún sin respuesta, aunque hemos podido identi-
car algunas actividades relacionadas a los rituales funerarios, como es la quema

Fig. 23. Vista del entierro intrusivo o posible fosa comun prehispánica en la estructura
Número 10 del sitio arqueológico de Marcajirca.

35
Bebel Ibarra Asencios
de ofrendas. Esta actividad se realizaba en la parte frontal de las chullpas, frente
a los accesos. De acuerdo a los datos históricos, las chullpas eran tumbas abiertas
que eran frecuentadas por los vivos, quienes les llevaban ofrendas y en algunos
casos sacaban a las momias de las chullpas y las paseaban por el pueblo y los ter-
renos de cultivo como símbolo de fertilidad.

Los entierros intrusivos hallados en Marcajirca han sido datados en el año 1640, es
decir, en los primeros años de la colonia (Fig. 23). Uno de estos entierros (Estructu-
ra 10) abarca por lo menos 34 individuos, entre varones, mujeres, niños y no naci-
dos, quienes no fueron enterrados en chullpas o cuevas, sino en el suelo de una
estructura de forma semicircular, la mayoría de ellos aún articulados, en posición
cubito lateral. La Estructura 10 se ubica a 4 metros al este de una cueva funeraria y
frente a una chullpa (3 m al oeste). Esta localización llamó nuestra atención ya que
teniendo una cueva y una chullpa tan cercanas, éstas no habían sido utilizadas.
Tomando en cuenta el fechado obtenido, podemos sugerir que este entierro fue
realizado de forma oculta, puesto que en 1580 se instauró la extirpación de idola-
trías, quedando prohibida la sepultura de muertos en los lugares arqueológicos o
en sus antiguos pueblos. Al mismo tiempo muchas de las poblaciones indígenas

Fig. 25. Cráneo con deformación del sitio Arqueológico de Marcajirca, los fechados cor-
responden al cráneo

(a la derecha) Fig. 24.


Cuadro con los principales tipos de modi caciones cra-
neanas identi cadas en Marcajirca así como los princi-
pales traumas relacionados a estos.

36
Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú

37
Bebel Ibarra Asencios

de la época fueron reducidas, es decir, obligadas a dejar sus pueblos y a vivir en


pueblos nuevos fundados por los españoles, siendo éste el caso de la ciudad de
Huari.

Así, al parecer Marcajirca fue frecuentado años después de ser abandonado y su


carácter de sagrado no decayó. Cabe mencionar que este sitio arqueológico es el
que posee la mayor cantidad de estructuras funerarias de la cuenca del Puccha.
Otro aspecto a mencionar es la presencia de cráneos modi cados. Actualmente
de una muestra de 50 cráneos analizados, 35 de ellos presentan modi caciones
siendo el tipo anular recto y anular oblicuo el más común (Fig. 24), también se
ha identi cado el tipo bi lobular. Ambos tipos están presentes en las cuevas fu-
nerarias (Fig. 25), algo interesante es que muchos tienes fracturas perimorten y
fracturas curadas, en futuros trabajos mostraremos la relación de estas fracturas
con la guerra.

Fig. 26.
Sitio Arqueológico de
Rapayán en el Distrito
del mismo nombre.

38
Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú

Los edi cios de Rapayán y los pueblos del Alto Marañón Siglos X-XVI

Los pueblos ubicados en la margen derecha del río Marañón, que corresponden a
los distritos de Rapayan, Huachis y Paucas, durante el siglo X-XVI tuvieron un de-
sarrollo cultural diferente a los de la cuenca del Puccha. Esta parte de Huari estuvo
poblada por los Yaros, quienes tenían su territorio en la provincia de Chinchayco-
cha (hoy Junín) y que tenían por vecinos a los Chupachos, a los Yachas, a los Yana-
mates y a los Huamalli (Amat 1976b). Fue un pueblo de tradición pastoril venido
del altiplano, tenían pocas Huacas y adoraban a sus “Malquis”, sus antepasados
que se hallaban sepultados en mausoleos (Ibarra 1999, Mantha 2004).

La mayoría de los sitios arqueológicos Yaros ocupan las crestas de los cerros y
están comprendidos entre los 3,050 y 3,860 m.s.n.m. No se hallan sitios en la parte
alta de los cerros que sobrepasan los 4,000 m.s.n.m. ni tampoco se han localizado
corrales a diferencia de otros sitios del alto Marañón.

Los asentamientos más extensos a los que denominamos pueblos forti cados,
presentan murallas que rodean los sitios como en Gantu, Rurijahuan, Rapayán
y Quellkall, donde la planta de la mayoría de las estructuras es cuadrangular
aunque eventualmente se observan algunas circulares (Fig. 26).

Los sitios de menor dimensión se hallan sobre repisas o terrazas formadas por
muros de contención donde los a oramientos de roca son muy notorios, espe-
cialmente en los sitios donde hay “edi cios”, ya que por su altura necesitan una
base sólida. Existen sitios que por su ubicación en pequeñas cumbres rocosas muy
escarpadas sugieren una función militar, ya que éstas se hallan completamente
cercadas por muros perimétricos y su acceso se da por un solo lado, además de
tener un acabado rústico como es el caso de Llinquey y Matacastillo.

Los “edi cios” son muy variados morfológicamente, pero su técnica de construc-
ción es la misma. La funcionalidad de éstos ha sido muy discutida, pero podemos
deducir que los que se hallan alejados de las áreas de concentración y presentan en
la mayoría de las hornacinas restos óseos que sirvieron como mausoleos. Creemos
que no han sido almacenes por lo reducido del espacio ya que, en cada hornacina
entraría con di cultad un saco de papa o maíz. Además se hallan alejados, fuera
de las murallas y no presentan peldaños para subir. Todos los accesos están orien-
tados hacia el este, por donde sale el Sol y algunos de ellos se hallan en sitios de
difícil acceso como Alcayán.

La viviendas típicas de los sitios están conformadas por estructuras de planta rect-
angular, con accesos trapezoidales, hornacinas tipo “ánfora” a ambos lados del
acceso que dan al interior, otro acceso trapezoidal que se dirige a un recinto de
dos niveles no muy altos (separados entre sí por un metro). En algunas de las
hornacinas se han hallado restos óseos, pero sólo un hueso o tres como máximo,
pues según los pobladores algunas personas los colocaron allí intencionalmente
ya que no existe ninguna evidencia de restos de fardos (fragmentos de tela), que
es como se enterraba a los muertos.

Las estructuras funerarias, son diversas y es difícil establecer sin son contem-
poráneas o intrusivas. Hemos podido distinguir las siguientes a) corresponde a

39
Bebel Ibarra Asencios

los “edi cios” con hornacinas ya descritos, b) un tipo de tumba con cornisas ex-
istentes sólo en el Complejo Rapayán, donde una de ellas presenta decoraciones
pétreas en zig-zag, c) pequeñas tumbas ovaladas construidas en la ladera de los
cerros a manera de cuevas, d) Chullpas selladas de planta cuadrangular con te-
chos de lajas planas, ubicadas dentro de los asentamientos y e) Chullpas de planta
circular de 1 m. de altura, con accesos al ras del suelo, ubicadas en quebradas poco
accesibles.

La existencia de un control de los caminos, tal vez como medida de protección se


evidencia por las estructuras a manera de “columnas” que se hallan a ambos lados
del camino y que están ubicadas a distancias regulares (cada cresta después de
una quebrada). Estos puestos de control comienzan en el primero de los sitios, que
se halla en la parte norte del área estudiada (Quellkall), y de ahí continúan hacia el
sur hasta llegar al Complejo Rapayán, ubicado a 5 horas del primer control.

La Conquista Inka de la tierras Huarinas

Hacia la época de la conquista inka, la actual provincia de Huari se hallaba di-


vidida en varios señoríos independientes a saber: la provincia de Pinco y la de
Huari. La evidencia de la ocupación Inka, está dada por el mismo camino que
según las crónicas fue construido por orden de Huayna Capac en su viaje a Quito.
Este camino viene de Huanuco Pampa (principal sitio importante cerca de Huari),
siguiendo hacia Yauya, Conchucos y Huamachuco.

Los vestigios arqueológicos Inkas fueron fechados (relativamente) por su ubi-


cación dentro del Qapaqñan, la mayoría de ellos se halla a un lado del Camino y lo
constituyen principalmente Tambos (Fig. 27). Aunque sitios como Ñawpamarca
de Huachis, un sitio del intermedio tardío, muestra huellas de la in uencia Inka
en la zona, esto está representado con la construcción de una gran kancha inka en
la parte superior (Fig. 28). La conquista de la región andina de Ancash fue obra
del generalísimo Inca Cápac Yupanqui hermano de Pachaccutec que gobernaba
el Imperio y del príncipe heredero Tupac Yupanqui que acompañaba a su tío a
quien le tocó realizar después la conquista de la costa del Señorío de Gran Chimú.
También se señala que desde Chucurpa ambos habrían mandado los apercimien-
tos acostumbrados a las provincias vecinas, sometiéndose la de Pinco, más no así
los señoríos de Huaraz, Yauya, Piscobamba y Conchucos los que deponiendo sus
rivalidades se unieron para defender su independencia contra el enemigo común,
siendo la guerra larga y sangrienta, pues sólo sitiados por el hambre, los coalia-
dos se rindieron. Sólo los Yauyas se sometieron y de buena voluntad el curaca de
Huamachuco. (Amat 1971: 35).

Estas tierras fueron testigos de la lucha entre los ejércitos de Huascar y Atahualpa,
donde hubo un combate cerca al puente de Pomachaca. Dice al respecto Cieza de
León que le re rieron que tras la refriega, las tropas de Huascar abandonaron el
campo quemado y el puente en su retirada, por lo que Calcuchimac; general de
Atahualpa se arrojó y cruzó a nado el río seguido de varios de los suyos dando
muerte a los soldados fugitivos de Huascar (Antunes 1929).

40
Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú

Fig. 27. Sitio Arqueológico Inka de Huaritambo en el distrito de Cajay. Este sitio se halla
asociado al Qapaqñam que pasa por la región de Conchucos.

Fig. 28. Estructura Inka Tipo “Kallanka” con vanos de doble jamba (al fondo) en el sitio
arqueológico de Ñawpamarca de Huachis, en el distrito de Huachis.

41
Bebel Ibarra Asencios

Jircas y Huancas Notas Etnográ cas y Etnohistóricas Sobre la Religión en la


región de los Conchucos

Los apus constituyen los ancestros, que tienen cierto carácter divino y que son
representan de muchas maneras, como por ejemplo: cerros y lagunas. En la zona
de Huari, mayormente se les conoce como “jircas”, que vendría ser un equivalente
a Huacas muy difundidas en la costa. Un ancestro que en la antigüedad tuvo la
misión de fundar el pueblo de Huari (no se hace referencia al actual Huari), prote-
ger al pueblo, proteger las cosechas y que ahora se muestra en el paisaje en forma
de un cerro, algo muy común en los andes peruanos.

Llamoq es un cerro ubicado frente a la ciudad de Huari en el distrito de Cajay.


Es el apu de la provincia, la jirca de los huarinos; también se le puede denominar
la huanca, el awilu, pero este juego semántico, no cambia el signi cado que tiene
para los huarinos, la “jirca del pueblo”, el protector.

Revisando documentos escritos correspondientes a los tiempos de la Colonia, se


halló la siguiente referencia: Hernández Príncipe, quien vivió entre 1578 y 1638,
menciona la existencia de una huaca, también llamada Llamoq, en el pueblo de
Marca en el Callejón de Huaylas. Al respecto señala:

“... a un cuarto de legua desta población muy antigua donde en un adoratorio


rodeado de cantería y en medio hecho un caracol estaba su respetada y principal
Huanca llamada Llamoq que era una piedra al modo de una calavera tan pesada
como era que mirarla ponia horror estaba rodeada de muchos sacri cios adorá-
banla con airjuas y trompetas estos llactas y era huaca e la madre del cacique y los
deste ayllo dijeron proceder de esta huaca….”. (Duviols 1971:158).

Basado en el mismo texto de Hernández Pricipe, Tom Zuidema (1973: 29), re-
saltar el nombre de Ñamoc, atribuyendo a este, una jerarquía social dentro de las
divinades u organización de aquella época, mani esta que existía una trinidad
formad por tres dioses o clases, Liviac dios del rayo pertence a la clase alta, Uchu,
pequeño rayo a la clase media, e hijo de Liviac y seguido de Ñamoc, que re ere a
la clase que ha sido conquistada y es el padre de éste último grupo.

En la Relación de los Primeros Religiosos Agustinos que data de 1560, se men-


ciona que en Huamachuco se veneraban a piedras redondas o munigundo, a las
peñas muy grandes a las que se les denominaba Yamaguaca y Yamoguanca.

En el área de Huachis, en la zona denominada Jatoviejo, los pobladores tienen


miedo de subir a un cerro al cual llaman falso Llamoq, (también lo conocen como
Winaj); porque: “cuando uno sube a éste, se aparece en el Llamoq de Cajay”.

Los ancestros también pueden haber sido conquistadores, que llegaron de otros
lados y se establecieron en un lugar. Es por eso que la representación de una huan-
ca conquistadora, que irrumpió en la zona de Conchucos proveniente del Callejón
de Huaylas o viceversa podría explicar del por qué existen varios Llamoq en la
sierra de Ancash.

42
Espacio y Cronología en la sierra Norte del Perú

Otro dato sobre las huancas – cerros, es el que señala Cristóbal del Albornoz en
1584, quien se re ere: “Existe Anco-vilca, la huaca principal de los indios de Hua-
nuco y Pincos, la cual es una piedra que está en un cerro pequeño junto al pueb-
lo de Pincos”. Este pueblo de Pincos se halla cerca de Huachis. En la actualidad
Ango, es el nombre del único nevado fuera de la Cordillera Blanca, al cual los
huachisinos llaman “Apu Ango”.

Quienes han subido alguna vez a Llamoq, pueden haber notado que el cerro con-
stituye un sitio arqueológico, rodeado por una serie de muros, que ascienden de
manera concéntrica, para luego terminar en una plataforma circular, sobre la que
actualmente se halla una cruz (Fig. 29). Debe aclararse que Llamoq tiene dos ci-
mas, dos cruces, una de ellas es la que se ve desde Huari, y en donde a mediados
del 2008 los pobladores colocaron una nueva cruz y detrás de ésta se halla la otra
cima, que no es visible desde Huari siendo ésta a la que se re ere el presente texto.

Casos similares se repiten en muchos de los sitios arqueológicos que ahora pre-
sentan cruces, como por ejemplo:
- La cruz de Chullin, se halla sobre un sitio arqueológico (Ampas).
- La cruz de Gantujirca (se halla sobre un inmenso sitio arqueológico con muros
que superan los 8 metros de altura) se localiza en Yacya.
- La Cruz de Wiñaj en Huachis. Este sitio presenta las mismas características que
Llamoq: presenta una serie de muros que rodean al cerro, culminando en una
plataforma, sobre la cual se encuentra la cruz.

En resumen podemos decir que existen cruces y huancas a lo largo del territorio
de Huari. La presencia de numerosas cruces obedece al hecho que durante el peri-
odo de la conquista los antiguos peruanos, tuvieron que cambiar sus creencias,
obligados por el poder católico de aquel entonces. Pero sucedió que muchos de
los pueblos que tenían sus ancestros en los cerros, en los lugares arqueológicos,
decidieron colocar las cruces cristianas en estos lugares para no separarse de sus
ancestros, lo que generó que los extirpadores de idolatrías, aquellos mandados
por la Santa Inquisición, vieran que dichas cruces cristianas eran objeto de culto;
surgiendo así una simbiosis entre lo antiguo y lo moderno (europeo), que per-
dura hasta la actualidad, lo que se re eja en el hecho de que muchas festividades
católicas, fueron “enmarcadas” por la Iglesia dentro del calendario antiguo para
su continuidad en el tiempo.

Fig. 29. Vista de los Cerros Llamoq y Wiñaj, localizado en los distritos de Cajay y
Huachis respectivamente.

43
Bebel Ibarra Asencios

44
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra, (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

CRONOLOGÍA DE LA CUEVA DE
GUITARRERO. PERÚ

Thomas F. Lynch

La datación hecha por el método AMS (Acelerador de Masa por Espectrometría)


en artefactos de madera, cuerdas, y muestras de carbón de la Cueva de Guitarrero
en Perú, fundamenta una antigüedad de los textiles de ser los más antiguos de
América del Sur: así mismo, en otros restos frágiles que acompañan. Los nuevos
fechados son congruentes con los obtenidos por el método de cálculo desintegra-
dor dejando pequeñas dudas sobre la integridad de las capas más bajas de asenta-
miento del Precerámico y los tempranos cultivadores. Una reevaluación del modo
de acumulación sugiere que muchos de los restos encontrados proceden de un
tiempo más corto de uso de la Cueva en el milenio octavo antes de Cristo (B.C.),
y con una posible breve ocupación humana tan temprana como hace 12,560 años.

La Cueva de Guitarrero, se encuentra ubicado en un valle de los Andes peruanos,


donde las condiciones del medio natural de tener un clima seco permitieron la re-
cuperación de un amplio rango de artefactos, incluyendo tejidos, madera, hueso,
y plantas domesticadas (Lynch 1980; Kennedy 1970), y que fue ignorado por algu-
nos en el período temprano de Sud América (hace 10,1000 años). Sin embargo, la
datación convencional de radiocarbono hecha por tres laboratorios (de 1968 a 1973)
deja a la estratigrafía de Guitarrero y su cronología aún sin resolver (Aikens 1981;
Rick 1981; Stothert 1980). La datación hecha por el método AMS hace posible de una
datación más directa y minuciosa en extraños artefactos orgánicos y cultivados,
llevándonos a plantear ciertas preguntas y su asociación con las muestras de carbón.
Nuestro análisis muestra el uso principal que tuvo la Cueva Guitarrero y mucho de
los restos encontrados presentan una datación de 9,500 y 10,000 años de antigüedad.

Las nuevas dataciones o fechados fueron obtenidos por el resultado de


un tándem electrostático concentrador descrito (Gillespie 1984). Todas las
muestra fueron tratadas con ácidos para sacar los carbonatos y con alcalí
para los ácidos humosos. Las celulosas fueron extraídas por la madera y
los textiles por blanqueamiento de clorhidrato de sodio. La excelente con-
servación permitió el empleo de pequeñas muestras, por ejemplo, de 60 a
70 mg. de cuerda peso, 15 a 20 mg. de carbón puri cado por combustión.
El carbón de procedencia de plantas leñosas es el material tradicionalmente prefer-

Titulo Original
Lynch, Thomas F. (1985). “Chronology of Guitarrero Cave, Peru”. Science 229, pp. 864-867.

45
Thomas F. Lynch

ido para la datación de radiocarbono. Las muestras de carbón de Guitarrero, de


procedencia posiblemente de hornos dispersos nos permite una cronología más di-
recta y limpia en relación a la primera vez cuando fueron analizados por el método
Geocronológico (Tabla 1). Las muestras GX 1778 y GX 1779 estuvieron fuera de un
orden aparentemente estratigrá co, y sus fechados presentaban una desviación
estándar de error de 2. Sólo la datación de 12,560 años, en prioridad de los fecha-
dos generalmente aceptados para artefactos de Norteamérica fue controversial.

Los fechados bien determinados proceden de una serie veri cada de car-
bón del Complejo I estudiados en los laboratorios del Instituto Smithson-
iano, siendo considerados más joven que los fechados de GX 1859 e igual

Tabla 1. Cuadro Cronológico

46
Cronología de la Cueva Guitarrero, Perú

o más joven que el GX 1779 (Tabla 1). Estos resultados de datación y es-
tratigrafía fueron consistentes para el momento obtenido del Complejo I.
Los fechados del Complejo I, todos por supuesto muy consistentes, fueron
igualmente evaluados cuando el lugar fue descrito en 1980 (Lynch 1980).

Los fechados de la Smithsonian sobre el Complejo II en cuadrículas B1/A2 (Fig.1)


forman una serie de cinco fases o etapas (Tabla 1). Sin embargo, la datación de
la Smithsonian sobre el Complejo IIa en cuadrículas B1/A2 (9,580 años) es 1,000
años más reciente que la datación Geocronológica de 10,535 años, mientras que
la datación de la Smithsonian sobre el Complejo IIa en cuadrícula C6 es esen-

Fig. 1. Unidades o Cuadrículas de Excavación en Guitarrero

47
Thomas F. Lynch

cialmente idéntico a los fechados Geocronológicos. El fechado de la Smithson-


ian sobre el Complejo IIe solapa a los fechados Geocronológicos con una des-
viación estándar de error de 2. de este modo, los fechados Geocronológicos
fueron una estratigrafía inconsistente que entre los fechados para las muestras
SI 1502 y SI 1494 para el Complejo I. porque la relación entre el Complejo IIa en
cuadrícula C6 y en B1/A2, está más que a 6 metros de distancia (ver Fig. 1), está
basada en una interpolación, la discrepancia en la edad no es tan extraordinaria.
A pesar que la cronología más larga está basada en datos Geocronológicos (12,560
a 7,575 años), los resultados de datación más corto de la Smithsonian (10, 240 a
8,175 años) y los intentos de Lynch de reconciliar los fechados (Lynch 1980), Ves-
celius (1971) propone tanto como, dos breves ocupaciones, una hace 10,000 años
y la otra alrededor de los 7,900 años, con una duración quizá de sólo una gener-
ación. La mezcla de carbón de dos ocupaciones tempranas del precerámico y la
presencia de elementos orgánicos modernos intrusivos de la Era Cristiana, cuando
la Cueva fue reusada, esto explicaría en cierta manera todos los fechados discor-
dantes que se presentan. Los nuevos fechados de Oxford sostienen de la existencia
de una ocupación temporal primero el uso estable de varios milenios, y tampoco
muestran contaminación del Complejo II con artefactos modernos. Además no
apoyan el punto de vista de la reorganización estratigrá ca de Patterson ni de la
progresión tecnológica unifacial a industrias bifaciales (Fig. 4) (Patterson 1981).

Todos los fechados Oxford de cuadrículas B1/A/2 y B2 N1/2 proceden de


muestras de carbón y son uniformes de arriba-abajo (Fig. 3) El tiempo diferen-
cial en años de siete muestras es 9.425 +- 55 años, todos los fechados han sido
efectivamente considerados como los mismos según el procedimiento de Ward y
Wilson y para lograr este resultado se sometió la muestra de un estudio de un test
estadístico y de variación y variabilidad (Ward and Wilson). El planteamiento con

Fig. 3. Excavación en Guitarrero

48
Cronología de la Cueva Guitarrero, Perú

Fig. 4. Industria Lítica de Guitarrero

los cinco resultados de la Smithsonian sobre el Complejo I y la capa más baja del
Complejo II es excelente. Solamente la muestra SI 1501 es seriamente divergente.
Sin embargo, la muestra Geodronológica GX 7575, SI 1501 podría estar contami-
nado con evidencias de carbón Cerámico y mezclado con elementos del Complejo
IV. Ambos de estos fechados convencionales proceden de muestras compuestas
de varias piezas de carbón, una de las cuales podría haber sido reciente (Fig. 5).

La antigüedad de los fechados de los artefactos de Guitarrero lo sostiene el mé-


todo AMS (Lynch, 1980). Se trata de un instrumento de madera o palito del con-
texto Precerámico en la cuadrícula B6 y que no podría estar ubicado dentro del
Complejo II que tuvo la misma datación que los otros artefactos de madera (Tabla
1). Una edad de 10,000 años (OxA 108) en un palito o instrumento de madera
del Complejo III refuerza la interpretación que el Complejo se compone de un
material re estrati cado del Complejo II que ha sido mínimamente contaminado
con restos modernos de mezclas y, combinaciones malas del Complejo III fueron
fechadas ante la posibilidad de mezcla en esta área (Fig. 6). Mucho más si el car-
bón de Guitarrero procede de la ocupación temprana Precerámica (u ocupacio-
nes), no nos sorprendería que las muestras se confundieran o mezclaran desde el
Complejo III y IV, siendo in uenciado por carbón más temprano para producir
fechados más confusos. En esta interpretación, lo más predominante del Comple-
jo IIe es que podría ser reasignado por una mezcla mínima del Complejo III. El
Complejo IV trata de material de hornos o centros para producir fuego (SI 1504 y
Ox A110): representa componentes prehistóricos más razonables del Complejo IV.

Las dataciones por el método AMS nos dan unos cuantos años más para
la madera y los textiles que para el carbón del Complejo II. Se aplicó un pro-
cedimiento combinado al examinar los fechados, los cuales podrían ser con-
siderados como los mismos (Ward and Wilson 1978). Los 13 fechados Ox-
ford, más viejos de 9,000 años tienen un tiempo diferencial de error de
9,693 años, pero la distribución no es homogénea1 (Ward and Wilson 1978).

49
Thomas F. Lynch

Fig. 5. Interior de la Cueva de Guitarrero

Sin embargo, y separadamente, las muestras de madera tienen un tiempo signi ca-
tivo de 10,050 +- 90 años, y las dataciones son igualmente efectivas (Ward and Wilson
1978). El tiempo signi cativo de las dos muestras de cordones es 11,150 +- 90 años,
el cual es conveniente con la edad de las series combinadas de madera y cuerdas
(10,000+-65). Esta gura contrasta con la edad diferencial de 9,425 +- 55 años en 7
muestras de carbón de Oxford, los cuales son homogéneos (Ward and Wilson 1978).
Huesos de cérvidos seguramente ingresaron al lugar por intervención humana
y no parecen ser intrusivos de niveles más jóvenes. No obstante, estos artefactos
carecen de su ciente colágena, para proveer hidróxido deprolina para las pruebas
de datación según el método AMS. Mazorcas de maíz, vainas de frijoles, porotos
y frutos de la familia Solanum hispidum, tubérculos identi cados como la oca y
el olluco, y ají de procedencia del Complejo II no han tenido todavía una adec-
uada evaluación para un análisis más serio. El maíz que fue encontrado en los
Complejos III y IV, tendría por lo menos una datación de 2,000 a 3,000 años de an-
tigüedad, para los frijoles y vainitas de las unidades 122, 123 y 150 podrían tener
una datación equivalente a los dados para la madera y muestras de las cuerdas o
cordones (-10,000 años). El tamaño grande de las semillas, lo cual se correlaciona
con la pérdida de su cáscara que es bastante dura para las plagas que existieron
en Sud América se habría incrementado muy rápidamente entre los recolectores
del Precerámico al cultivarlo y a eliminar el gorgojo por el método de calentar los
frijoles en arena caliente (Kaplan 1981). Cocinar las plantas alimenticias en lugares
adyacentes a sus hogares es una costumbre practicada en sociedades de bajo de-
sarrollo tecnológico y esto podría explicar la presencia de frijoles en el Complejo II.
Algunos lugares pequeños con cierta complejidad han sido formalmente
fechados con nuevos resultados, sugiriendo una mejor previsión para el mar-
co teórico cronológico e histórico de uso humano. Parece ahora que mucho de
los resultados de restos arqueológicos de uso humano de la cueva presentan

50
Cronología de la Cueva Guitarrero, Perú

una datación de 9,000 y 10,000 años, interpretación que es sostenida al menos


por 16 dataciones altamente concordantes y que proceden de varios laborato-
rios. Así mismo, dada la variedad de materiales datados y el conocimiento de
isótopos de carbón incorporados a ciertos organismos, el tiempo signi cativo
de ocupación podría haber sido de 500 años o sólo se considera una generación.

Una nueva re datación de carbón de la Cueva Guitarrero muestra como primer


resultado 12,560 años (Gx 1859) en el Complejo I que está aislado, junto con los
otros cuatro fechados de 10,240 a 10,535 años en materiales que proceden de las
unidades 22 y 159 (GX 1778, GX 1760, SI 1502, y OxA197). Si estas dataciones
representan ser los episodios de uso humano más temprano de la cueva, los ocu-
pantes de hace 9,000 a 10,000 años debieron haber cosechado y redepositado sus
desperdicios. (Mezclas, intrusiones y redeposiciones que fueron fechados poste-
riores a la ocupación Precerámica siendo reconocidos y computados durante la
excavación por la mayor parte de los depósitos clasi cados del Complejo II, III
y IV), excepto la pieza de cuerda fechado directamente en la muestra OxA 197
(10,340 años), nosotros no podríamos atribuir a ningún artefacto como el más tem-
prano o antiguo en sólo una breve visita que realizamos a la Cueva Guitarrero).

Algunos arqueólogos discrepan totalmente de GX 1859, aún con la contaminación


masiva de carbón (más de 30%) sería necesaria una datación de radiocarbono de
12,500 años de una muestra más antigua de 10,000 años. Sin embargo, Rick (Rick
1984) pone atención a cinco fechados basados en carbón y que datan entre 11,800 y
12,795 años. Aunque todas estas dataciones son problemáticas, en Guitarrero, Pa-
chamachay, Quirihuac y Telarmachay, los fechados más viejos están separados por
una diferencia de 2,000 años ante los fechados más recientes . Al grupo de Rick de
las dataciones problemáticas, nosotros añadimos fechados aislados de Los Toldos

Fig. 6. Per les de Excavación en Guitarrero

51
Thomas F. Lynch

en Argentina (12,600 años) y el Abra en Colombia (12,400 años); estos son sitios de
abrigo rocoso donde el fechado de carbón puede ser razonablemente considerado
por proceder de fogones de ocupación (Lynch 1974). Un número de fechados en
carbón y mar l en campo abierto de Monte Verde en Chile podría también mostrar
actividad humana entre 12,000 y 13,000 años de antigüedad (Dillehay 1984).
No existe una razón verdadera para dudar de la datación de 12,560 años de
la Cueva de Guitarrero, ni sospechamos de variaciones posteriores en la pro-
ducción de C14 que habría sido lo su cientemente grande la muestra para dar
fechados próximos para una buena cronología de ocupación humana de hace
10,000 años. Sin embargo, lo fechado por método AMS indica un período pri-
mario de uso humano que probablemente no sobrepasó de los 500 y 1000 años.

Cueva de Guitarrero en 1967


1
De los 13 fechados de Oxford, J.A.J.G. sugiere que Guitarrero fue ocupado brevemente de 10,000
años a casi 9,400 años. T.F.L. cree que es más probable que la segregación de las muestras sobre ma-
terial quemado y sin quemar tengan que ver con un error sistemático inexplicable. Las fechas mas
antiguas del Smithsonian de 9,000 años tienen un promedio de medidas homogéneas al 5 por ciento.
Las cinco fechas pueden ser reducidas a tres grupos siguientes (en años antes del presente): (i) SI 1497,
9,140 ± 90; (ii) SI 1496, 9,475 ± 130; SI 1499, 9,580 ± 135; y SI 1498, 9,660 ± 150; y (iii) SI 1502, 10,240 ±
110. El promedio de fechas para el segundo grupo es de 9,560 ± 80 años. Las fechas de Oxford sobre
carbón de las unidades 26 y 62 son también compatibles al 5 por ciento. Si las fechas de Geochron
son introducidas, sin considerar la estratigrafía y con todas las fechas segregadas en homogeneidad
al 5 por ciento, cuatro ocupaciones discretas pueden presentarse más tempranas que 9,000 años. El
primero y cuarto podrían representar por una sola determinación de 12,560 ± 360 años (GX 1859) y
9,140 ± 90 años (SI 1497). La segunda ocupación podría representarse por el promedio de fechas de
dos muestras de Geochron sobre carbón (10,510 ± 210 años), una de carbón del Smithsonian (10,240
± 110 años), y un conjunto promediado de seis fechas de Oxford sobre cuerda y artefactos de madera
(10,100 ± 65 años). Una tercera ocupación puede ser representada por las fechas de Geochron de (9,790
± 240 años), un conjunto promediado de tres fechas del Smithsonian (9,560 ± 80 años), y el promedio
de siete fechas de Oxford (9,425 ± 55 años), todas sobre carbón. Como se juzga a las fechas de Oxford,
las cuatro ocupaciones discretas podrían presentarse alrededor de los 12,2000, 10,100, 9,400 y 9,000
años. La tipología de artefactos andinos no es exactamente su ciente para sustentar esta propuesta.

52
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

OCUPACIÓN PRECERÁMICA DEL VALLE DE


CASMA, PERU

Michael A. Malpass

Sumario

Investigaciones arqueológicas en el valle de Casma y en la Cordillera Negra adya-


cente han identi cado ocupaciones precerámicas en ambas áreas. Los artefactos
asociados indican que los patrones de asentamiento cambiaron con el tiempo.
Ocupaciones paijanenses (9000-8000 A.C.), presentes en la costa, se encuentran
por primera vez también, en la cordillera. Un nuevo complejo, denominado Mon-
goncillo (8000-5000 A.C.), re eja una adaptación pos-pleistocena a los recursos de
loma, mar y valle. Es evidente que durante el periodo precerámico la gente de la
costa visitaba, ocasionalmente, la sierra pero no estacionalmente.

Introducción

Se han realizado investigaciones de las ocupaciones precerámicas en varias áreas


de la costa peruana, pero solamente se han detallado cronologías de tres de ellas:
el área de Ancón-Chillón, cerca de Lima (Lanning 1963; Moseley 1975), el área de
Moche-Cupisnique, al norte de Trujillo (Chauchat 1975; 1978; Moseley 1982; Ossa
1973, 1978) y el área de Talara cerca de Piura (Richardson 1969, 1973, 1978). Los
distintos caracteres de estas secuencias arqueológicas sugieren diferentes factores
ambientales y sociales en cada área.

Este informe resume las investigaciones hechas por el autor durante 1980-1981 en
el valle de Casma. El propósito principal de estas investigaciones fue establecer
una secuencia precerámica a lo largo de un valle ubicado entre Lima y Trujillo,
una región donde se han realizado pocas investigaciones precerámicas. Por la
proximidad del Callejón de Huaylas, se pensaba que hubo interacciones signi ca-
tivas entre las poblaciones de ambas áreas. Esto contrasta con la evidencia en el
área de Ancón-Chillón así como el área Moche-Cupisnique, donde no hubo con-
tacto costeño-serrano. En un sentido, esta investigación es una prueba del modelo
de trashumancia precerámica costeña-serrana de Lynch (1971).

Titulo Orginal: Malpass, Michael (1991). “Ocupación Precerámica en el valle de Casma, Perú”. Boletín de
Lima 76, pp. 79-95. Lima.

53
Michael A. Malpass

Los resultados que a continuación se ofrecen sugieren que la trashumancia entre


la costa y la sierra no era un patrón regular durante el periodo precerámico. Hay
evidencia de contactos entre las dos regiones, pero la naturaleza de estos contac-
tos es aún incierta. El descubrimiento de puntas de proyectil del tipo Paiján en la
Cordillera Negra indican movimientos costa-sierra son algo antiguos en esta área.

Áreas de investigaciones y metodología

Se seleccionó el valle de Casma, localizado a 9º 30’ latitud sur, como el centro de


organización política en el Período Inicial (Formativo Temprano). Se investigaron
separadamente cinco zonas en el valle (ver Figura 1). Se seleccionaron estas zonas
utilizando evidencias de sitios precerámicos en otras áreas del Perú. La primera,
el área A se centralizó en un loma larga, al sur del valle; se explotaban estas zonas
comúnmente por grupos precerámicos (Lanning 1963; Patterson 1971). Esta loma
presenta las características de un prado (Craig y Psuty 1968), e incluye una varie-
dad de plantas orecientes y secas. Hasta 1972, se registraron animales salvajes,
tales como venados y vizcachas.

El área B se centró en una quebrada seca localizada al sur del valle principal,
donde se pensó existían ocupaciones paijanenses. Se designaron las áreas C y D
a lo largo de las márgenes del terreno aluvial que facilita encontrar sitios pre-
cerámicos más tardíos; similar a los que encontró Patterson (1971) a lo largo del
valle Chillón. Se seleccionó el área E por ubicarse en una yuxtaposición de zonas
de costa, terreno aluvial y estuario.

Se encontraron sitios precerámicos solamente en las áreas A y E. Encontrándose


un solo sitio precerámico en el área E, mientras que en el área A se encontraron 38
sitios con componentes precerámicos. Adicionalmente, se registraron 24 sitios en
el área A con elementos líticos que se le asignó a los periodos cerámicos debido a
la asociación de cerámica con elementos líticos (Malpass 1983 a.)

Se recogió una muestra de los artefactos liricos de los sitios precerámicos, así
como de los sitios cerámicos. Se registraron numerosos instrumentos grandes,
como morteros pero no se los recogió. Para una descripción más detallada del
proceso de recolección de instrumentos, ver Malpass (1983 a). Este estudio se basa
en un total de 1970 instrumentos líticos.

Se designó una segunda zona de investigación en la cima de la Cordillera Negra,


hasta los orígenes del río Sechín, a uente principal del Río Casma (Malpass 1985).
De los 13 sitios encontrados, se halló dos abrigos, Huachanmanmachay y Tecliom-
achay, evidenciaban gruesas acumulaciones de restos; se seleccionaron estos sitios
para hacer un estudio comparativo. Se ubican ambos sitios en la zona puna, a una
altitud de 4500 metros sobre el nivel del mar (ver Figura 2).

Tecliomachay se ubica a 4500 metros sobre el nivel del mar, en la quebrada de


Cercocancha, que a su vez mira a la laguna Teclio (Tecllo). En el mapa del Instituto
Geográ co Milita Tecliomachay aparece como Canchiscocha. El lago Teclio es el
origen del río Sechín, el cual recorre diagonalmente hasta alcanzar el pueblo de
Quillo, ubicado en la zona costeña.
54
Ocupación Precerámica del Valle De Casma, Perú

Fig. 1. Áreas de reconocimiento en el valle bajo de Casma. Líneas de


equidistancia, 200 m.

55
Michael A. Malpass

Huachanmanmachay está ubicado a una altura aproximada de 4500 metros sobre


el nivel del mar, en la cuenca del río Santa, a 4 km en línea de aire de Tecliomachay
y casi directamente sobre la cueva de Guitarrero, a la que se puede llegar a pie,
en un día.

Huachanmanmachay es una cueva cónica. El ancho del bloque mide aproxima-


damente 22 metros y su máxima profundidad es de 4 metros. Se divide en dos
sectores muy discretos: un sector superior, en declive y poco protegido de las
lluvias, y un sector inferior, plano y bien protegido de 16 metros cuadrados. Un
a oramiento grande separa los dos sectores.

Se excavó un pozo de prueba en el centro del sector inferior, cuyo tamaño fue de 2
x 1 metros. Se realizaron las excavaciones con badilejo y se zarandeó el contenido
de esta área en una zaranda con aberturas de 0.25 pulgadas cuadradas. Se excavó
el pozo utilizando una combinación de niveles naturales arbitrarios (ver Figura 3).
Los niveles altos mostraban una mezcla de depósitos modernos y prehistóricos.
Estos niveles incluyeron pocos artefactos. Debajo de los 35 centímetros de profun-
didad, los depósitos fueron de color negro uniforme, de textura margosa y con
muchas piedras; es por ello que se excavaron en niveles arbitrarios. La diferencia
entre los estratos grises y negros, en la Figura 3, se debe a la saturación de agua en
los niveles bajos. La máxima profundidad del pozo alcanzó los 105 centímetros en
la parte posterior y 135 centímetros en la parte frontal.

Se ubica Tecliomachay en la pendiente norte de la quebrada de Cerconcancha, un


punto medio entre la cima y la parte más baja de la pendiente. Esta ubicación esta
protegida del viento, así como ofrece magni ca vista a lo largo de la quebrada. El
área es plana y abrigada y cubre aproximadamente 20 metros cuadrados.

Se excavó un pozo de 2 x 1 metros en el centro de Tevliomachay utilizando los


mismos métodos empleados en Huachanmanmachay. Se consideraron y uti-
lizaron principalmente aspectos estratigrá cos; en éstos, se incluyeron el color y
la textura del suelo y la abundancia de piedras en los estratos. Debajo de los prim-
eros niveles mezclados con excremento de mamíferos (vaca) y tierra, se apreció
un color negro consistente, casi uniforme que cubrió el fondo del pozo (ver Figura
4). En los estratos superiores hubo innumerables madrigueras de vizcacha. Cerca
al fondo de los depósitos aumentó el número de piedras angulares, debido a la
proximidad de la roca madre. Se excavó hasta una profundidad de 115 centímet-
ros, cuando se encontró la roca madre.

OCUPACIONES PRECERAMICAS

El valle bajo de Casma

Se identi caron dos complejos líticos en los sitios precerámicos del valle bajo. El
primero es paijanense, previamente identi cado en las ocupaciones de los valles
Chicama y Moche (Chauchat 1975, 1978, Kornfeld 1972, Ossa 1973, 1978). Se rep-
resenta este complejo paijanense solamente en tres sitios, 8V-1 y A68b (Mongon-
cillo), en el área A, y E3b (Campanario) en el área E (ver Figura 5). El segundo
complejo, llamado Mongoncillo, por la loma donde se ubican la mayoría de los
56
Ocupación Precerámica del Valle De Casma, Perú

Fig. 2. Área de reconocimiento en el Cordillera Negra. Limite de área reconocida H:


Huachanmanmachay T: Tecliomachay.

Fig. 3. Estratigrafía de la Cueva de Huachanmanmachay.

57
Michael A. Malpass

sitios pre cerámicos, está representado por 38 sitios, todos en el área A. La dis-
tribución de los sitios del complejo Mongoncillo se presenta en la Figura 6. Las
descripciones más detalladas de estos complejos se hacen a continuación.

Es difícil caracterizar la naturaleza del complejo paijanense en el valle de Casma


debido a la falta de artefactos. El sitio 8V-1 es un taller pequeño, representado por
instrumentos bifaciales, del tipo Chivateros. El sitio Mongoncillo, A68b, es un sitio
multicomponente, siendo imposible segregar instrumentos paijanenses e instru-
mentos más recientes, con excepción de las puntas de proyectil. Pero el sitio de-
nominado Campanario parece ser un solo componente; un centro de actividades
especiales que provee un cuadro más claro de la naturaleza de este complejo en la
región de Casma.

El aspecto más signi cativo del conjunto lítico de Campanario es su alto nivel de
so sticación de los instrumentos bifaciales. El 76% de los instrumentos son puntas
o bifaciales, siendo la mayoría de los últimos puntas rotas o incompletas (Figura
7a, b). Lo demás del conjunto incluye lascas, instrumentos denticulados, núcleos
y martillos. Además de los instrumentos, se encontraron 283 pedazos de desecho
incluyendo por lo menos 60 lascas de factura de instrumentos bifaciales. Estos
artefactos representan una muestra signi cativa, pero no completa, del área total
del sitio. La abundancia de desechos de talla y la ausencia de los instrumentos
con punta sugieren que se utilizó este sitio como un pequeño taller para dar el
acabado a los instrumentos o para poner los mangos. No se encontraron núcleos
grandes, tampoco instrumentos bifaciales del tipo Chivateros, lo que indica que se
hizo el trabajo preliminar y el acabado en otro sitio.

Por otra parte, Campanario es un sitio de actividades especiales, donde no se


cuenta con un orden completo de instrumentos utilizados por los habitantes pai-
janenses. Las puntas son similares a los tipos identi cados en lo sitios paijanenses
de los valles de Moche y Chicama. Además, los instrumentos denticulados son
más comunes que los instrumentos unifaciales de Campanario, lo que parece
similar a los sitios de Chicama (Chauchat 1978). El porcentaje considerable de
los instrumentos bifaciales es también característico de las dos áreas, aunque esto
quizás sea indicativo de una semejanza de funciones similares de los sitios.

En Casma y el área norte, se encontró una gama similar de instrumentos con for-
mas de punta de proyectil. Las variaciones de instrumentos con lados convexos y
rectos, típicos de los sitios de la costa norte están presentes en Casma; el primero
incluye puntas alargadas (similar a una lanza) siendo típicas de la región del norte
(Figura 7c). Además, las puntas con pedúnculos alargados están asociados con las
puntas paijanenses en Casma y el valle de Moche (Ossa 1973). Se encuentran las
puntas también en el sitio el Inga (Bell 1965) y la cueva Chobshi (Lynch y Pollack
1980) en Ecuador. Es posible que este tipo de instrumentos sea distinto a la varie-
dad paijanense caracterizado por tener pedúnculos delgados (Mayer-Oakes 1982).
Otra semejanza entre los sitios de Paiján y los sitios del norte, es la relación de
materiales particulares usados en diferentes tipos de artefactos. En Campanario,
el 74 % de los instrumentos bifaciales se hicieron de arenisca, y el 21 % de cuarzo
cristalizado. En ninguno de los restantes se usó arenisca. En el sitio de Mongon-
cillo, se manufacturaron la mayoría de puntas de cuarzo cristalizado. En Chicama,
58
Ocupación Precerámica del Valle De Casma, Perú

Fig. 4. Estratigrafía de la Cueva de Tecliomachay. 1. Ceniza blanca, 2. Ceniza gris, 3.


Ceniza amarilla, 4. Madera quemada.

59
Michael A. Malpass

se hicieron las puntas de proyectil fundamentalmente de riolita, mientras que se


encontró un solo ejemplo de raspador de este material (Chauchat 1975). En ambas
áreas se manufacturaron instrumentos de cristal.

Aunque no existen fechas radiocarbonicas de los sitios de Casma, las semejanzas,


antes dichas, sugieren que las ocupaciones en Casma eran contemporáneas a las
ocupaciones de la costa norte. Fechas de este último son de 10700-7740 años A.P.
(Chauchat 1978, Ossa 1978). Por consiguiente, los sitios casmeños deben tener una
edad similar a los del norte, por lo que se sugiere una fecha más aproximada de
9000-8000 años A.P. Estas fechas presuponen que la industria paijanense de la
costa norte es más antigua, y se extendió al sur, con un limite superior basado en
la aparición de la industria de Mongoncillo que data aproximadamente de 8000
años A.P.

Las especies de animales cazados por los habitantes paijanenses de Casma son
aún inciertos. Dada la fecha 9000 A.P., es probable que la caza fuera un tanto
moderna. En esta se incluye: venados, mamíferos pequeños, roedores y reptiles.
Sin duda, se recogieron también caracoles. Tanto Mongoncillo como Campanario
se ubican en áreas elevadas que dominan la línea costera, pero hace 9000 A.P. años
la línea costera se extendió 5 kilómetros en dirección oeste (datos batimétricos de
Richardson 1981). En esta fecha estos sitios habrían dominado áreas planas del
llano costero, por lo que se puede suponer que bajo estos sitios hubieron fuentes
de agua donde los animales venían a beber (Malpass 1983a).

Los sitios de Mongoncillo y Campanario representan sólo parte del patrón de


asentamiento de los habitantes. Es aún incierto donde residieron los habitantes
que manufacturaron toda la gama de instrumentos encontrados. Es posible que
gran parte de estos habitantes ocuparan los terrenos aluviales de los ríos Sechín y
Casma, y en otras temporadas radicaron en la costa, al nivel del mar. Se evidenció
esta idea por descubrimientos de restos de peces en sitios paijanenses, del valle
de Chicama (Chauchat 1978). En excavaciones hechas por el autor en la Cordillera
Negra, (estas serán discutidas seguidamente) se recuperaron puntas similares a
las de Campanario. Aunque estas puntas no tienen fechas o ciales, sugieren que
los cazadores paijanenses hicieron viajes ocasionales a las áreas altas de la sierra
para conseguir recursos naturales, como camélidos, entre otros.

En el valle de Casma, después de los establecimientos paijanenses apareció una


nueva industria, denominada Mongoncillo. Los instrumentos de la industria de
Mongoncillo son básicamente unifaciales y se caracterizan por tener un alto por-
centaje (sobre 40 %) de instrumentos secundarios, particularmente instrumentos
pequeños, tales como: grabadores, muescas, instrumentos denticulados nos, y
buriles (Figura 8-9). Probablemente se utilizaban la mayoría de estos instrumentos
para tallar madera y hueso, así como también en el procesamiento de plantas. Se
desconoce los tipos de instrumentos primarios que se manufacturaron con estos
implementos secundarios.

Típicamente los instrumentos largos comprendieron un porcentaje menor al 10 %


de todo el complejo; estos incluyen núcleos utilizados, choppers, denticulados y
toscos llamados también discos terminados (Bonavía 1982). Se utilizaron estos in-
strumentos probablemente como machacadores o cortadores. En la manufactura
60
Ocupación Precerámica del Valle De Casma, Perú

Fig. 5. Sitios del Complejo Paiján.

61
Michael A. Malpass

de lascas se practicó el método núcleo bipolar; además del método de percusión


directa. Un artefacto muy típico en esta industria es el guijarro con bordes pulidos
(Figura 11). Los morteros también fueron más o menos comunes, indicando el
procesamiento de plantas. Por otro lado, recientes evidencias del sitio La Paloma
parecen indicar que los morteros podrían haberse usado para moler anchoveta
(Jackson y Stocker 1982).

La escasez de instrumentos asociados con la caza de animales terrestres es una


característica importante de los conjuntos de Mongoncillo. Las puntas de proyec-
til, cuchillos y raspadores no componen el 4% del número total de instrumentos
encontrados en estos sitios. Por supuesto, existe la posibilidad de que tales activi-

Fig. 6. Sitios del Complejo Mongoncillo.

62
Ocupación Precerámica del Valle De Casma, Perú

dades se hayan llevado a cabo con implementos de corta durabilidad, manufactu-


rados con instrumentos secundarios.

Así como los habitantes paijanenses, los habitantes mongoncillenses utilizaron


tipos especí cos de roca o piedra para manufacturar implementos. Se manufac-
turaron más que 90% de lascas pequeñas de roca de grano no, mientras que la
mayoría de instrumentos grandes se hicieron de rocas de grano grueso. Aunque
no se identi caron canteras o a oramientos en las áreas de reconocimiento, se
presume que estas estuvieron presentes. Otra fuente de materia prima fueron los
guijarros, de los cuales se ven innumerables muestras a lo largo de la línea costera.
La industria de Mongoncillo encierra una notable similitud tipológica con los
complejos Siches y Honda localizados en Talara (Richardson 1969) y las Vegas,
en la costa de Ecuador (Lanning 1967b). Existen también semejanzas de artefactos
en tres complejos: uno proviene de la loma de Lachay, reportado por Fung (1968),
y la otra de Arenal y Canario en la costa central (Lanning 1963, 1967 a). En base
a estas similitudes, los sitios de Mongoncillo pueden fecharse entre los 8000-5000
años B.P Comparando las puntas de proyectil de estos sitios, con datos radiocar-
bónicos de puntas de proyectil de otras áreas del Perú, indican una similar gama
de fechas (Malpass 1983a).

Con referencia a los complejos contemporáneos de la costa, la industria de Mon-


goncillo es más semejante a los sitios ubicados más al sur que al norte. Especí ca-
mente, la presencia de puntas de proyectil manufacturadas de piedra (Figura 10),
y los guijarros con bordes pulidos (Figura 11) de los sitios de Casma se vinculan
a las industrias sureñas. Se encontraron ambas clases de instrumentos en sitios
cerca de la loma de Lachay, y se encontraron puntas de proyectil de piedras en
Ancón-Chillón. Adicionalmente, también guijarros con bordes pulidos podrían
estar presentes en estos últimos sitios, sin embargo, las descripciones son insu ci-
entemente detalladas para considerarlas verídicas. Ninguna de estas dos clases de
instrumentos aparecen en Talara o Ecuador. Esta evidencia sugiere que los desar-
rollos culturales en la región de Casma se asociaron con los de la costa central más
que con los del extremo norte.

En suma, la localización de los sitios mongoncillenses evidencia la idea de que la


explotación de los recursos de las lomas era una actividad principal. La mayoría
de los sitios están ubicados en las lomas, dentro de un radio de un kilometro. Esta
ubicación parece ser estratégica porque es una fuente de recursos, tales como:
madera, bra y alimentos. Se agruparon la mayoría de los sitios en forma circular,
a un paso de una hondonada, frente a la loma. Es posible que la hondonada fuera
una fuente de agua (Malpass 1983a). Estos son los únicos sitios que fechan a este
periodo en la región Casma, por el que se sugiere rmemente que los recursos de
las lomas eran importantes fuentes de subsistencia para sus habitantes.

El problema de hacer una reconstrucción completa de la subsistencia de los ha-


bitantes de Mongoncillo es el mismo que precede a los grupos Paiján: solamente
existe una fracción del total de los restos. Ciertamente una temporada del año
residieron cerca de la loma y otra temporada en terrenos aluviales. Adicional-
mente, la presencia de conchas marinas en los desechos de algunos sitios, tal vez
sea indicativo de que en otras temporadas se pasaron en la costa. Esto parece ser
semejante a las evidencias de otras áreas costeñas alrededor de esta fecha (Chau-

63
Michael A. Malpass

chat 1978; Jackson y Stocker 1982; Richardson 1973). Las sugerencia de que se
mantenían contactos con grupos de la sierra, como es evidenciado por la puntas
de proyectil, sugiere la posibilidad de que podría haberse pasado una parte del
año en la sierra también.

Los sitios serranos: Huachanmanmachay y Tecliomachay

Debido a que no hubo una estratigrafía natural en Huachanmanmachay, se iden-


ti có la presencia de ocupaciones distintas basadas en la cerámica e instrumentos
líticos en los niveles arbitrarios. Steve Wegner, Richard Burger y Lucy Salazar
Burger identi caron fragmentos de cerámica, pertenecientes a los periodos Inicial
Tardío (Huaricoto y Blanco-sobre-Rojo), Horizonte Temprano e Intermedio Tem-
prano (Recuay). Estos fragmentos se encontraron frecuentemente en los mismos
niveles, indicando que se hubieron mezclado los depósitos prehistóricamente.
Sin embargo, hubo una tendencia distinguible: se encontró la cerámica Recuay
solamente hasta una profundidad de 85 centímetros, mientras que la cerámica
asignada tentativamente al Período Inicial estuvo separada en los niveles bajo los
50 centímetros. En consecuencia, la secuencia arqueológica general parece estar
preservada, pero se perdieron las evidencias especí cas debido a disturbaciones
naturales o intervención humana.

Los instrumentos líticos también contribuyen a esta conclusión. Virtualmente


todas las puntas de proyectil manufacturadas en piedra pulida están en niveles
sobre los 100 centímetros, mientras que las 13/19 puntas astilladas de los contex-

Fig. 7. Puntas paijanenses del sitio Campanario.

64
Ocupación Precerámica del Valle De Casma, Perú

tos estratigrá cos pertenecen a los niveles localizados bajo los 100 centímetros
(ver Figura 12). Adicionalmente, numerosos fragmentos, resultantes de un taller
lítico, crecieron rápidamente a medida que se llegaba a la profundidad máxima
del pozo.

Respecto a las puntas de proyectil astilladas virtualmente todas las muestras de


los niveles profundos fueron de forma pedunculada, relativamente grandes, simi-
lares a las puntas Paiján encontradas en la parte baja del valle de Casma (Malpass
1983ª, 1987). Estas puntas también incluyen semejanzas a las puntas Paiján en la
costa norte (Ossa 1973). Los modelos de puntas, el estilo de tallado y las formas
generales de las muestras mencionadas re ejan cierta semejanza con aquellos in-
strumentos de Casma (ver Figuras 13-15). Por otro lado, la materia prima utilizada
en ambos casos fue de característica diferente. Esto parece ser debido a que se
utilizaron materiales de los alrededores del área. Se sugirió (Malpass 1985) que la
presencia de estas puntas indican que los grupos cazadores provenientes de los
valles bajos ocuparon la zona puna solo por tiempos cortos. La escasez de tales
puntas en zonas de altitud o en otras áreas cercanas (Lynch 1970, 1980) también
contribuye substancialmente a fundamentar esta idea.

Otros tipos de instrumentos eran escasos en los niveles excavados de este sitio.
Dos o tres puntas de proyectil similares a la “hoja de sauce” sugieren ocupaciones
precerámicas de Huachanmanmachay. Se recobraron algunos becs, raspadores,
buriles e instrumentos unifaciales, aunque relativamente menores en relación al
número de puntas de proyectil. Mientras que el desecho de taller fue una activi-
dad común, no se encontraron núcleos o instrumentos bifaciales largos, sugirien-
do que el acabado preliminar de las puntas de proyectil se hizo en algún otro sitio.
Existe la posibilidad de que tales muestras podrían haber sido recuperadas si se
excavase largas áreas.

Las puntas de proyectil o cuchillos manufacturados de piedra pulida son tipos de


instrumentos encontrados en sitios del Periodo Formativo en el Callejón de Huay-
las (Lynch 1970, Wegner, comunicación verbal). Encontramos tres tipos básicos
divididos en base a clases de sección transversal. El primer tipo se caracteriza por
tener un medio reborde en ambas caras del instrumento, el cual forma una sec-
ción transversal como un diamante (Figura 16). El segundo tipo tiene dos rebordes
laterales en cado lado, el cual forma una sección transversal en forma de hexágono
(Figura 17). Se puede ver el tercer tipo como una combinación de los dos anteri-
ores: un reborde mediado que aparece en la punta del instrumento, que posterior-
mente se bifurca en dos rebordes laterales. Se encuentran combinaciones de estas
formas básicas presentes a veces en el anverso y reverso del mismo instrumento.
Es incierto si estas variaciones fueron funcionales, estilísticas o temporales.

La mayoría de las puntas de piedra en Huachanmanmachay poseen dos rebordes,


aunque algunos de los otros tipos están presentes también. Todas las puntas fuer-
on rotas, solo dos se conservaron casi completas (Figura 17).

Es posible que por algunos siglos se ocupara Huachanmanmachay brevemente.


Se sugiere que los primeros habitantes pertenecieron al grupo Paiján, quienes vi-
nieron a las altitudes desde los valles bajos. Es probable que estos grupos per-
manecieran brevemente, tal vez una temporada. Ocupaciones de otros grupos

65
Michael A. Malpass

Fig. 8. Líticos del Complejo Mongoncillo. Largo de A: 4.5 cm. Fig. 9. Líticos del Complejo
Mongoncillo. Largo de A: 2 cm.

precerámicos están también indicadas por la presencia de puntas de forma de


“hoja de sauce”. Es probable que el propósito de estas visitas fuera la caza; in-
numerables animales salvajes tales como mamíferos, roedores, aves son típicos de
esta región. En las excavaciones, se recuperaron muchos huesos de estos animales.
Los instrumentos de piedra de la industria Tecliomachay agrupan 71 lascas uti-
lizadas y 25 puntas de proyectil o fragmentos de cuchillos hechos de piedra pu-
lida. También se recuperaron dos puntas astilladas de proyectil astillados. Becs,
grabadores, muescas y buriles conforman, la industria básica de instrumentos
líticos. También se encontraron pocos instrumentos hechos de hueso. El tipo más
común de las puntas de proyectil manufacturado de piedra pulida fue de la varie-
dad caracterizado por tener una sección transversal romboidal. Estos tipos fueron
doblemente comunes respecto a que los otros dos tipos.

66
Ocupación Precerámica del Valle De Casma, Perú

Fig. 10. Guijarros con bordes pulidos. Complejo Mongoncillo.

Debido a que no hay una estratigrafía reconocible parece probable que la may-
oría de los 71 instrumentos líticos de Tecliomachay fechan periodos cerámicos.
Una excepción notable son las dos puntas astilladas de proyectil, las que son de
la misma forma, tamaño y material, y exhiben los mismos patrones de quebra-
dura como las puntas alargadas de Huachanmanmachay (Figura 15). Sobre esta
base, estos también son identi cados como Paiján. Se encontraron ambas puntas
en los niveles profundos, cerca a la roca madre, uno debajo de un fogón. Al igual
que en Huachanmanmachay, estas puntas se encontraron en niveles donde hubo
crecimiento de desechos de taller lítico. Se sugiere que estas puntas pertenecen a
una breve y temprana ocupación de Tecliomachay, por cazadores y recolectores
precerámicos, que venían del valle bajo.

67
Michael A. Malpass

OCUPACIONES CERAMICAS

El valle bajo de Casma

Al estudio de los sitios precerámicos, se añaden 24 sitios líticos, los cuales se iden-
ti caron como pertenecientes a los periodos cerámicos. Debido a la ausencia de
informes publicados en referencia a estos conjuntos, se dará una breve descripción
de los instrumentos colectados durante este estudio. Aunque se identi caron es-
tos sitios especí camente con relación a periodos de nidos, debido a que no se re-
colectaron las cerámicas, la similitud de los conjuntos sugiere que no hubo mayor
diferencia entre un periodo y otro.

Una característica importante de los periodos cerámicos es la cantidad pequeña de


instrumentos líticos. El promedio de instrumentos por cada sitio es mucho menor
que en los sitios precerámicos (Malpass 1983ª), así como también, los instrumen-
tos líticos son de naturaleza general. Especialmente, son comunes instrumentos
denticulados largos y núcleos, así como lascas grandes utilizadas (Figura 18). Son
notablemente ausentes lascas pequeñas, muy frecuentes en sitios precerámicos.
Estos grupos pre rieron usar rocas de grano grueso, particularmente diorita, las
cuales pueden encontrarse a lo largo de la costa.

Fig. 11. Puntas de proyectil del Complejo Mongoncillo. Largo de A: 4 cm.


68
Ocupación Precerámica del Valle De Casma, Perú

Fig. 12. Estratigrafía relativa de las puntas de proyectil astilladas y pulidas de Huachan-
manmachay.

Los resultados de este estudio apoyan la idea, a menudo mencionado pero rara-
mente examinado, de que los sitios de periodos cerámicos en la costa carecen de
instrumentos líticos y que los instrumentos presentes son de una naturaleza muy
general. Los instrumentos presentes ofrecen muy pocos indicios con relación a sus
funciones. La carencia de lascas pequeñas sugiere que los trabajos en madera y
hueso eran relativamente sin importancia, mientras que la abundancia de instru-
mentos largos y pesados indica un gran énfasis en las actividades de machaca-
miento y aplastamiento.

Tres líneas de evidencia: (1) el contenido de restos, (2) los instrumentos y (3) la
localización de los sitios, sugiere que la explotación de los recursos marinos era la
mayor actividad llevada a cabo en sitios del área A durante periodos cerámicos.
Una subjetiva evaluación de escombros indica que conchas de mariscos son muy
comunes, aunque restos de caracoles son también abundantes. Esto es verdad
aun en sitios localizados cerca de la loma. Adicionalmente, los instrumentos de
piedra encontrados en estos sitios son adecuados para el procesamiento de pes-
cado y mariscos. Podrían haberse usado los instrumentos largos para descabezar
los pescados. Es posible que se usaran también algunas de las lascas para desca-
mar pescados: en el sitio de Loma Lasca, en el valle del Santa, Donnan y Moseley
(1969) interpretaron que se había usado lascas primarias grandes, provenientes de
guijarros, en este modo. Es probable que se utilizaran similarmente los numerosos
ejemplos de tales lascas en los sitios de Casma.

La localización de estos sitios apoya la idea de una extensiva explotación de re-


cursos marinos. Se ubicaron muchos sitios directamente sobre la línea de la costa.
En estos, hubo conchales de mariscos mezclados con cerámica, localizados en los
acantilados. A veces, estos también incluyeron arquitectura. Por consiguiente, es-
tos sitios indican que se ubicaron muchas de las ocupaciones tardías en esta área
para aprovechar los recursos marinos.

La utilización de plantas de las lomas también continuó. Los batanes encontrados


en estos sitios sugieren que las plantas silvestres eran cosechadas y luego procesa-
das. Es muy posible que se utilizaran las “lomas” principalmente como una fuente
de pastos para alimentar numerosos rebaños de llamas. Se conocen estos usos en

69
Michael A. Malpass

Fig. 13. Puntas pedunculadas de Mongoncillo y Huachanmanmachay. 1. Mongoncillo;


2. Huachanmanmachay; 3. Huachanmanmachay. Fig. 14. Puntas pedunculadas de Cam-
panario y Huachanmanmachay. 4. Campanario; 5. Huachanmanmachay. Fig. 15. Puntas
pedunculadas de Huachanmanmachay y Campanario. 6. Huachanmanmachay; 7. Cam-
panario. Dimensiones. Largo de 1: 6 cm., Largo de 4: 2.5 cm., Largo de 5: 6 cm.

70
Ocupación Precerámica del Valle De Casma, Perú

tiempos etnohistóricos (Lynch 1971). Es posible que la composición de rebaños de


camélidos requisiera de un número menor de instrumentos líticos en estos sitios.
Adicionalmente, es probable que en las lomas se continuaran recolectando los
caracoles de tierra.

En suma, la evidencia de los sitios de los periodos cerámicos sugiere que la explo-
tación de recursos marinos fue una razón fundamental para las posteriores ocupa-
ciones de esta región. Los restos encontrados en estos sitios apoyan esta idea, y el
simple conjunto de instrumentos compuesto por artefactos largos fuera también
adecuado para tales propositivos. La utilización de las lomas fue una segunda
razón por la que se localizaron sitios en el área. Estas ofrecieron dos intereses de
primera importancia, la obtención de caracoles y pastos; caracoles para consumo
de los residentes y pastos y hierbas para el consumo de llamas.

Los Sitios Serranos

Se puede decir muy poco acerca de los periodos cerámicos de Huachanmanmach-


ay y Tecliomachay, debido a la mezcla de los depósitos en estas cuevas. Se ocupó
Huachanmanmachay desde el Período Inicial Tardío (Período Formativo) hasta
los comienzos del Período Intermedio Temprano (Período Desarrollo Regional),
cuando se lo abandonó o se utilizó solamente por temporadas cortas.

Los artefactos de Tecliomachay apoyan la idea de una ocupación principal por


habitantes del Período Inicial Tardío. Los 6 fragmentos de tiestos encontrados
pertenecen a ocupaciones del Período Inicial Tardío en el Callejón de Huaylas
(Burger comunicación verbal). Es de particular interés también los dos tiestos del
tipo Huaricoto, igual a los encontrados en el sitio Huaricoto mismo (Burger y
Salazar Burger 1980 y comunicación verbal).

En Tecliomachay, se identi caron dos rasgos que indican ocupaciones más tardías
también. El primero es un fogón de piedra, localizado al sur oeste de esta unidad
y en un área de 32x64 cm. La estratigrafía interna del fogón sugiere al menos
dos y posiblemente cuatro quemaduras distintas ocurrida en este sitio (Figura
4). Una muestra radiocarbónica obtenida de los niveles más profundos del fogón
fechan 2310±60 años A.P. (360 A.C.) (BETA-8556), indicando que estos pertenecen
al Horizonte Temprano o al Período Intermedio Temprano.

La segunda característica en el examen del hoyo es una capa grisácea localizada


bajo los 15-30 cm de la super cie. Existen tres razones para creer que esta capa de
ceniza es distinta a la del fogón. Primero, parece ser que hay una capa delgada de
tierra negra que separa los dos per les en el hoyo (Figura 4). Segundo, la ceniza
en las capas superiores es más extensiva, cubriendo un área considerablemente
más grande que el fogón. Tercero, una muestra de restos de carbón procedente
de esta capa dio una fecha radiocarbónica de 1750±60 años A.P. (BETA-8555).
Esta evidencia sugiere que en este sitio hubo una ocupación tardía y temporal de
habitantes del Período Intermedio Temprano.

Mientras que no se pudo separar los conjuntos líticos de los periodos cerámicos,
de los dos abrigos, es muy claro que los instrumentos de roca, excepto las puntas

71
Michael A. Malpass

de proyectil y cuchillos eran escasos y relativamente simples. Estos incluyen las-


cas, becs e instrumentos denticulados. Esta progresiva simpli cación lítica carac-
teriza a los sitios formativos del Callejón de Huaylas (Gero 1983), y sugiere que el
cambio de forma de vida del Período Formativo causó un dramático cambio en las
clases de instrumentos utilizados por los habitantes prehistóricos del Perú.

En relación a los restos de fauna en los dos sitios de la puna, existe un número
razonable de evidencias. De los 441 huesos recobrados en Huachanmanmachay,
solo 81, es decir el 18.4 % fueron indetectables. De este grupo, 66 o 82 % pertene-
cen a camélidos y 15 o 18 % pertenecen a cérvidos. Mientras que es incierto si
los camélidos fueron domesticados o salvajes, es muy posible que la mayoría de
huesos, los que fueron extraídos de los niveles superiores, pertenecieron a camé-
lidos domesticados. En el presente, el área alrededor de Huachanmanmachay
es utilizada para pastar rebaños de llamas durante la estación seca del año, y es
muy probable que grupos pertenecientes al Período Inicial usaran estas áreas para
propósitos similares. También, se practicó la caza de venados, si se toma en cuenta
los numerosos restos encontrados.

En Tecliomachay se encontraron 1576 fragmentos de huesos, de los cuales 434


(27.5%) fueron identi cados. De los identi cados, 91 % pertenecieron a camélidos,
presumiblemente domesticados, y 9% a cérvidos. También se recobró un hueso
humano. Eso indica un similar patrón de uso como en Huachanmanmachay.

Fig. 16. Puntas de proyectil o cuchillos de piedra pulida de Tecliomachay.

72
Ocupación Precerámica del Valle De Casma, Perú

En suma, se indican las ocupaciones cerámicas de Huachanmanmachay por gru-


pos del Período Inicial Tardío, Horizonte Temprano y comienzos del Período In-
termedio Temprano por la presencia de cerámica de cada grupo. Adicionalmente,
las puntas de proyectil de piedra pulida están asociadas con estas ocupaciones
tardías. Se dedicaron estos grupos probablemente al pastoreo de llamas y a la caza
de animales salvajes. Si la numerosa cerámica provee alguna indicación relativa
de la intensidad de estas ocupaciones, entonces se sugiere que los grupos Recuay
usaron Huachanmanmachay más que grupos posteriores. En este sitio no se en-
contraron restos del Horizonte Medio, Período Intermedio Tardío u Horizonte
Tardío.

La cerámica e instrumentos de roca, restos de fauna y estratigrafía sustentan la


hipótesis de que se ocupó Tecliomachay principalmente por grupos del Período
Inicial Tardío, quienes pertenecen a la región del Callejón de Huaylas. Se dedic-
aron estos grupos al pastoreo de llamas como una actividad primaria y a la caza
de animales salvajes como actividad secundaria. Dos puntas Paiján, provenientes
de los más profundos niveles de este abrigo, indican ocupaciones tempranas por
grupos precerámicos pertenecientes al valle bajo de Casma. Finalmente, las fe-
chas de radiocarbón sugieren que ocurrieron breves ocupaciones por grupos del
Período Intermedio Temprano.

Fig. 17. Puntas de proyectil o cuchillos de piedra pulida de Huachanmanmachay.


Largo de 1: 6.8 cm.

73
Michael A. Malpass

Fig. 18. Denticulado grueso (Disco terminado) valle bajo de Casma. Largo: 10.8 cm.

COMPARACIONES Y RESULTADOS

Es imposible comparar los conjuntos de los periodos cerámicos de los dos abrigos
con aquellos del valle bajo, debido a la combinación de ocupaciones en el primero.
Sin embargo, se pudo comparar las puntas de proyectil de fechas precerámicas
conocidas en cada uno. Tales datos proveen importante información concerniente
a la explotación de la zona de la sierra por grupos costeños, así como también las
interacciones entre las poblaciones de la región de la costa y la sierra.

Tres sitios en el valle bajo pertenecen al complejo Paiján, sobre la base de la


tipología y similitudes de sus conjuntos con aquellos sitios de Paiján, de la región
Moche-Cupisnique (Malpass 1987). Dos de estos sitios, Mongoncillo (A68b)
y Campanario (E3b), presenta variaciones con respecto a las puntas de Paiján.
Un estudio detallado de 22 puntas de proyectil largas y gruesas, pertenecientes
a Tecliomachay y Huachanmanmachay muestran aproximaciones similares a las
puntas de Campanario (Malpass 1985). Virtualmente la única diferencia es el ma-
terial usado, lo que probablemente, se debe a la utilización de piedras locales en
cada área.

Sobre la base de la evidencia arriba mencionada, se conjetura que el mismo grupo


fue responsable de las ocupaciones paijanenses en ambas regiones del valle bajo y
la región de la sierra. Basado en el tamaño pequeño de ambos abrigos, y la relativa
escasez de restos en cada sitio, el grupo responsable fue pequeño y posiblemente
compuesto solamente de 3 o 4 individuos. Esta evidencia es interpretada como
una re exión de ocasionales viajes a la zona de altitud por cazadores con el objeto

74
Ocupación Precerámica del Valle De Casma, Perú

de obtener carne de los camélidos y cérvidos para transportarla a los valles bajos.
Esta evidencia es también importante porque indica que los grupos de Paiján,
que previamente se creyó ser estrictamente costeño, explotaron recursos de áreas
adyacentes a la costa en más de una oportunidad. Se sugiere que este patrón se
restringió a las áreas al sur del río Santa, donde la cordillera de los Andes está
mucho más cerca a la costa que en áreas mas al norte. Se plantea sobre la base de
esta evidencia que se podrían encontrar evidencias de ocupaciones paijanenses en
la cordillera entre el río Santa y la costa central.

Son también evidentes los contactos entre grupos de Mongoncillo y otros grupos
con residencia en la sierra. De las 16 puntas delgadas de proyectil encontradas en
los sitios de Mongoncillo, 14 fueron de una forma parecida a “hoja de sauce” de la
variedad clásica o Ayampitin (Lynch 1967) o de una variedad más larga (Malpass
1983a). Estas puntas son muy comunes en los contextos de la sierra, a través de
los Andes, aunque se reportaron ellos también en sitios costeños (Lanning 1967a;
Patterson 1971). Es interesante señalar el hecho de que dos de estas puntas son
hechas de tipos de roca raramente utilizadas en otros artefactos y todos estos son
completos o están rotos debido a su uso. Esto sugiere que el origen de estas puntas
no es local. Santiago Uceda (comunicación verbal), un arqueólogo familiarizado
con las rocas de Casma, señaló que las formas y los materiales son más típicos a
las puntas de proyectil de la sierra. Las 16 puntas conforman tipos conocidos en
el Callejón de Huaylas (Lynch 1970, 1980) y en la puna de Junín (Rick 1980). Así,
es probable que estas puntas tengan origen en la sierra, indicando contactos entre
grupos de la costa y la sierra adyacente.

Se puede explicar la presencia de puntas de proyectil de origen serrano en Casma


y tal vez en los sitios de la región de Ancón-Chillón y en las lomas de Lachay, pero
su ausencia en los sitios de Talara y la costa de Ecuador por la proximidad de las
primeras áreas a las zonas de sierra. Las áreas donde se encuentran los complejos
Siches y Vegas están separadas de las regiones serranas por una larga extensión
de costa plana, el cual no es verdad en los otros sitios al sur de Casma. En conse-
cuencia, podrían haberse facilitado enormemente la comunicación entre la costa y
la sierra en las últimas áreas.

Sin embargo, es dudoso que ocupando el valle una entera unidad social, hubiera
viajado al mismo tiempo a la sierra en masa; más bien, es probable que individuos
o familias viajaran ocasionalmente en la zonas de altitud, a visitar familiares o ca-
zar en áreas adyacentes. Estas actividades son documentadas por cazadores y re-
colectores actuales (Bicchieri 1972; Lee y Devore 1968; Yellen y Harpending 1972).
Con un énfasis en los recursos marinos y agrícolas durante el Período Formativo
Inicial, las interacciones entre los grupos de la costa y la sierra decrecieron con-
siderablemente. Especí camente, evidencias de visitas por grupos costeños a las
zonas de altitud desaparecen. Sin embargo, este podría ser una función de visi-
bilidad arqueológica: es probable que los contactos continuaran, pero ello no se
re eja en el material cultural de los grupos.

Se continuaron utilizando las “lomas” en los períodos cerámicos como una fuente
de caracoles y pastos. Sin embargo, el mayor énfasis de estas ocupaciones pa-
rece haber sido la explotación de recursos marinos de la región. Tales usos con-
tinuaron a través de la prehistoria, hasta los tiempos modernos: actualmente,
75
Michael A. Malpass

se puede ver ganaderos llevando ganado hacia las “lomas” durante los meses
secos de verano y pescadores caminando a través del desierto en la dirección
de las playas para aprovechar de la riqueza marina existente en esta región.

CONCLUSIONES

La distribución de sitios arqueológicos de Casma y la naturaleza de sus conjun-


tos líticos re ejan cambios de patrones en la utilización de recursos a través del
tiempo. Las razones de estos cambios son mal entendidos, pero probablemente
estén relacionados con cambios ambientales, los cuales ocurrieron al comenzar
el Holoceno. Estos cambios incluyen la aparición de las condiciones modernas
y la subida del nivel del mar. Probablemente los patrones sociales y demográ-
cos cambiaron también. Se puede encontrar una descripción más detallada
de estos factores en Malpass (1983a) y Stothert y Malpass (manuscrito inédito).
Agradecimientos. Las investigaciones de campo, sobre el cual se ha basado este
informe, se llevaron a cabo bajo el auspicio de una beca Fullbright-Hays Dis-
ertación Doctoral e Investigaciones en el Extranjero que perteneció al Departa-
mento de Salud, Educación y Asistencia Pública (HEW) y administrado por la
Comisión Fullbright en Lima, Perú. El autor reconoce con gratitud la asistencia
de este último, bajo la competente dirección de Marcia de Paredes. También
deseo agradecer a las autoridades de CIRBM-INC, particularmente Rogger Ra-
vines e Isabel Flores, por su asistencia durante las investigaciones. Steve Weg-
ner colaboró diseñando los per les de Tecliomachay e identi cando los restos de
cerámica provenientes de mis excavaciones. Su ayuda es in nitamente apreciada,
aun después de muchos años. Richard Burger y Lucy Salazar Burger también
merecen reconocimiento especial por identi car los distintos tipos de cerámica.
Finalmente, deseo expresar mi gratitud a mi esposa, Susanne Kessemeier, por
su valiosa contribución en la redacción de este informe, y José Vargas Laurin
por su ayuda en la traducción. Todos los errores son solamente míos. 11-IX-90.

76
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

RESTOS PRECERÁMICOS DE LA REGIÓN


DE MARCARÁ

Gary S. Vescelius

El más antiguo de los complejos culturales de la región de Marcará corresponde al


estadio precerámico y está representado por la colección de objetos líticos obteni-
dos en 1964, de Quishqui Puncu (PA: 3-170), sitio que se encuentra en la margen
de la derecha del río Marcará, sobre una terraza de más o menos 25 m. de altura,
a unos 900 m. al sudeste de la plaza de Vicos y a una elevación de 3040 m. sobre el
nivel del mar (1). Hace mucho tiempo – tal vez más de tres mil años- que el sitio
ha sido cultivado, y no simplemente cultivado sino profundamente removido,
debido a la limpieza de las zonas pedregosas y la construcción de andenes. Parece
ser que los yacimientos pre cerámicos han sido revueltos casi totalmente y por lo
tanto la estratigrafía carece de signi cación. En verdad, fragmentos de cerámica se
encuentran asociados con los artefactos líticos, aún en los estratos más profundos
(que alcanzan una potencia de aproximadamente 70 cm.). Pero, no cabe duda de
que la gran mayoría de los objetos de piedra corresponden al estadio pre cerámi-
co, porque son tipológicamente arcaicos y mucho más abundantes que los tiestos
(mientras ocurre lo contrario casi siempre en el caso de los conjuntos de restos que
representan el estadio cerámico).

Entre los artefactos que conforman el complejo Quishqui Punco hay unos cuantos
raspadores despuntados; algunos raspadores de lo recto, bien hechos; muchos
raspadores con bisel; raspadores discoidales hechos de núcleos en algunos ca-
sos; los raspadores en lascas. Los raspadores parecen ser más abundantes en este
complejo que en los de la costa peruana, pero no son tan frecuentes como en otras
industrias serranas (p.e. las de Lauricocha). El complejo Quishqui Puncu también
posee lascas laminares, entre ellas muchas que pueden denominarse microlámi-
nas; pequeños núcleos discoidales que habrían servido de partidores de peso lig-
ero; algunos implementos de guijarros; y unas cuantas lascas curvadas, retocadas
unifacialmente . La colección contiene ciertos pseudo-buriles, pero no hay ningún
artefacto que se puede identi car como buril intencionalmente fabricado.

De los artefactos que se acaban de mencionar ninguno puede atribuirse a una


determinada época del estadio precerámico. Sin embargo, dentro el complejo
Quishqui Puncu hay otros implementos que podemos fechar más especí camente.

Titulo Original. Vescelius, Gary 1965. "Restos precerámicos de la región de Marcará"


University of Cornell. Ithaca. New York

77
Gary S. Vescelius

En primer término, tenemos cuchillos burdos, fabricados a percusión , semejantes


a los cuchillos de los complejos Lauricocha II (2) e Intihuasi IV (3). Luego hay im-
plementos escotados y puntiagudos: pequeños núcleos con los dentados y pun-
tas buriliformes. Artefactos de este tipo abundan en el recientemente descubierto
complejo Vegas de la costa ecuatoriana (4), e implementos similares (aunque de
otro tipo un poco diferente) son muy frecuentes en la industria Arenal de la costa
central del Perú (5).

También hay puntas de proyectil de una forma triangular muy especial. Algunas
puntas de esta forma se encuentran en el complejo Lauricocha II, junto con puntas
foliáceas del tipo Ayampitin (6). Pero también existen en el complejo Lauricocha
I, que carece de puntas del último tipo (7). En el complejo Quisqui Puncu, como
en el de Lauricocha I, es notable la ausencia de las puntas clásico tipo Ayampitin.
Esto nos conduce a pensar en que el tipo triangular de Quishqui Puncu – tipo
diferente de nitivamente del ayampitinense por tener los bordes más rectos y la
base bien de nida, con esquinas bastante agudas – representaría una fase cultural
correspondiente a las épocas nales del Periodo II y/o inicios del Periodo III del
esquema cronológico de Lanning y Hammel (8). Dicha fase podría fecharse ten-
tativamente en 6500-5500 a.C. Es muy probable que la industria Arenal, con sus
implementos escotados y puntiagudos, fuera aproximadamente contemporánea
con tal fase (9), mientras que Lauricocha I y II corresponden, por de nición, a los
periodos II y III respectivamente.

Por supuesto, este fechado nos presenta ciertos problemas. Arenal, p.e. está car-
acterizado por puntas con pedúnculos triangulares, y tales puntas también se
encuentran en el complejo Lauricocha I (10), pero no hay nada semejante en las
colecciones obtenidas de Quishqui Puncu. Además de esto, tenemos que resolver
el problema de la presencia en Quishqui Puncu de los cuchillos burdos del tipo
Lauricocha II/Intihuasi IV, mientras que las puntas características de estos úl-
timos complejos faltan allí. Tal vez la ausencia de las puntas ayampitinenses se
pueda explicar mediante la hipótesis de que ellas representan un elemento de ori-
gen sureño que no llegó a la sierra central del Perú sino hasta poco después de la
aparición de los cuchillos burdos, y que en aquel periodo ya se habrían cortado los
contactos que anteriormente existieron entre la zona de Lauricocha y el Callejón
de Huaylas. De igual manera, puede ser que las puntas pedunculadas de Lauri-
cocha I corresponden exclusivamente a inicios de esa fase (8000-6500 a.C.); que
fueron reemplazadas en la sierra, por las puntas triangulares del tipo Quishqui
Puncu, mientras que sobrevivieron en la costa hasta nes del Periodo II por lo
menos.

Es importante notar que, a pesar de la existencia de ciertos vínculos entre los


complejos de Quishqui Puncu, Lauricocha y Arenal, sus diferencias son numero-
sísimas. Con excepción de los cuchillos burdos, los implementos de guijarros y
las puntas de proyectil, los artefactos provenientes de Quishqui Puncu parecen
guardar más semejanzas con los implementos de las industrias precerámicas del
Ecuador y de Colombia que con los de las demás industrias de los Andes centrales
(11). Aun en el caso de los implementos escotados y puntiagudos, no obstante que
están representados en el complejo arenal, los especímenes recogidos en Quishqui
Puncu se parecen más a los de la industria Vega que a los de Arenal. Las micro-

78
Restos Precerámicos de la Región de Marcara

79
Gary S. Vescelius

80
Restos Precerámicos de la Región de Marcara

láminas también son características no de los Andes Centrales sino del área noran-
dina. Las diferencias entre las industrias Quishqui Puncu y Lauricocha resultan
de especial interés cuando consideramos que la distancia entre los dos sitios es
únicamente de 145 Km.

Es posible, pues, atribuir ciertos elementos del complejo Quishqui Puncu a las ép-
ocas nales del Periodo II y/o inicios del Periodo III del estadio precerámico. Pero
no es preciso creer que todos los demás elementos del complejo tengan la misma
antigüedad. Ya que los yacimientos de Quishqui Puncu han sido disturbados, no
podemos con ar en las asociaciones estratigrá cas de los varios tipos de arte-
factos y tenemos que pensar en la posibilidad de que el complejo constituye un
agregado (12), es decir, que varias fases del precerámico están representadas en él.
Efectivamente se pueden distinguir dentro del complejo, otro grupo de artefactos
que no deben de tener la misma edad que las puntas triangulares, los cuchillos
burdos o los implementos escotados y puntiagudos. Se trata de pequeñas puntas,
algunas foliáceas y otras de forma romboidal, con hombros poco pronunciados
(Figs. 3g-h, 3k-l). Estas puntas de tamaño reducido son bastante similares a las
puntas del complejo Lauricocha III (13) y a las otras industrias del precerámico
tardío de los andes centrales (14). Pueden atribuirse al Periodo IV del esquema
cronológico de Lanning y Hammel.

Además de los implementos ya mencionados, existen en la colección de Quishqui


Puncu varios fragmentos basales de puntas de proyectil que muestran cierta clase
de acanalamiento (Fig. 3b). También hay un esquema ( g 3c) que posiblemente
representaría la base de una punta con “cola de pescado”. El acanalamiento y la
base en forma de “cola de pescado” caracterizan una fase bastante temprana del
precerámico andino. Por lo tanto, no debemos descartar la posibilidad de que el
complejo Quishqui Puncu contienen algunos artefactos aún más antiguos que las
puntas triangulares y que los cuchillos burdos. Sin embargo, es posible que el
acanalamiento observado en los especímenes de Quishqui Puncu represente sola-
mente una especie exagerada de adelgazamiento basal, mientras que el supuesto
fragmento de punta con “cola de pescado” resulta sumamente problemático.

Un análisis preliminar de 91 fragmentos de puntas y cuchillos que provienen de


Quishqui Puncu ha demostrado que la gran mayoría de ellos (75.8%) son de roca
volcánica metamor zada. De los otros tipos de roca representados en la muestra,
los mas importantes son cuarcita (8.8%)y ciertas variedades de “proto-agata” o
calcedonia (.5.5%). Hay solamente dos ejemplares (tentativamente identi cados)
de pedernal y dos de cuarzo de veta (15).

Es casi seguro que Quishqui Puncu ha sido un sito de habitación en vez de un


taller: allí las bases de puntas son mucho más abundantes que las fraccionen supe-
riores o medias de las mismas, algunos de los artefactos exhiben huellas de termo-
fractura del tipo “tapa de olla” originada probablemente por habérselas expuesto
al fuego. Es muy verosímil que el sitio fue ocupado solamente en determinadas
estaciones del año. Sus habitantes se habrían internado, por varios meses de cada
año, en las quebradas de la Cordillera Blanca para cazar. En tal caso, habrían de-
cenas de ellos en la cuenca superior del río Marcará. Nos queda demostrar, sin
embargo, que dichos abrigos fueron realmente ocupados en tiempos pre cerámi-
cos. A pesar de haber excavado en más de una docena de estos, no hemos encon-

81
Gary S. Vescelius

trado ninguna evidencia de ocupación pre cerámica, aunque hemos encontrado


en varios casos, algunos que contienen restos bastante antiguos (p.e. cerámica del
Horizonte Temprano).

En la cuenca superior del río Marcará, hay ciertos abrigos rocosos –p.e. Llama
Corral IV (Pan3-59) y Piriana Manchay (Pan3-38- en cuyos muros se encuentran
pictografías. Estas pinturas rupestres, que consisten principalmente en dibujos de
animales (mayormente camélidos) ejecutados en colores rojo y blanco, no pueden
fecharse de nitivamente, pero parecen guardar cierta semejanza con las picto-
grafías del estilo A de la zona de Lauricocha –estilo que Cardich (16) considera
precerámico.

En otros sitios de la región de Marcará se han hallado evidencias de una posible


ocupación pre cerámica; pero en ningún caso se han obtenido datos concluyen-
tes. De los sitios de esta categoría, los –Cullhuash Hurán (PAn3-163) y Huiscur
Hurán (Pan3-164)- son pequeñas estaciones ubicadas en las orillas de a uentes
del río Marcará, no muy lejos de Quishqui Puncu. De ellos se han recogido unos
cuantos objetos líticos cuya edad no se puede precisar. Al Este del pueblo de Anta,
en una terraza uvial, se halló un pequeño implemento de guijarro, diferente a
los demás implementos de esta clase encontrados hasta ahora en la región y muy
posiblemente pre cerámico; pero se había arrastrado y no se ha podido localizar
su yacimiento original.

Una punta de proyectil encontrada en la super cie del sitio de Hura Pampa (Pan3-
144), y a unos 400 m. al noroeste de Quishqui Puncu, dataría del precerámico. Lo
mismo puede decirse de un grupo de puntas, actualmente exhibidas en el Museo
Arqueológico de Huaraz, que provienen de la super cie del sitio de Huanchín
(Pan3-168), a 900 m. del pueblo de Anta. Sin embargo, una búsqueda cuidadosa de
dicho sitio no nos ha proporcionado más que unos cuantos implementos de gui-
jarros; y es notorio que el uso de tales artefactos ha persistido, en muchas partes
del Perú, hasta épocas muy recientes.

En el sitio de Huari Coto (Pan3-35), en la misma población de Marcará, se en-


cuentran las ruinas de un templo que parece haber sido el principal centro cer-
emonial de la región durante los dos milenios anteriores a la llegada al Callejón
de Huaylas –hacia nes del primer milenio d.C. – de in uencias tiahuanacoides.
Los yacimientos más antiguos de Huari Coto son ciertos estratos de tierra de color
amarillo, rojo, negro y verdusco que parecen constituir el relleno de la platafor-
ma original del templo. De estos estratos no se ha extraído ningún fragmento de
cerámica, y ya que en los demás yacimientos de Huari Coto, aúnen los rellenos
de las plataformas que fueron construidas posteriormente, los tiestos son abun-
dantes, existe una buena posibilidad de que la ausencia de cerámica en ello se
deba al hecho de que datan del estadio pre cerámico. Tal hipótesis parece aún más
probable si consideramos que los yacimientos inmediatamente superiores a los de
la plataforma original han arrojado tiestos que corresponden a una fase bastante
temprana del Periodo Inicial del estadio cerámico. Desgraciadamente, tampoco se
han encontrado artefactos líticos dentro del relleno de la plataforma original. Pero
con todo, parece razonable atribuir las construcciones primigenias de Huari Coto
al pre cerámico terminal. En este caso, el templo tendría una historia comparable
a la de Kotosh (17) o la de Las Haldas (18).
82
Restos Precerámicos de la Región de Marcara

83
Gary S. Vescelius

Se constata, pues, que la región de Marcará ha sido habitada por el hombre, desde
una época bastante remota del estadio precerámico. Es de lamentar que no ha sido
posible hasta ahora encontrar yacimientos bien estrati cados, que arrojarían los
datos con que formular una secuencia satisfactoria de las fases culturales del pre-
cerámico local; pero es obvio que varias fases están representadas por los objetos
ya recogidos, y es de esperar que la secuencia se aclare pronto, mediante nuevos
trabajos de campo en las provincias de Carhuás y Huaraz.

NOTAS

1 Las excavaciones en Quishqui Puncu se llevaron a cabo en Junio y Julio


de 1964, bajo la supervisión de Thomas Lynch. El material obtenido en el curso de
los trabajos será descrito e interpretado detalladamente por el Sr. Lynch. T e n g o
que expresar mi agradecimiento a él y al Dr. E . Lanning por haberme aconsejado
durante la preparación de esta nota preliminar.
2 Cardich 1958, 1964: 73-76
3 Gonzales 1962
4 Lanning, comunicación personal.
5 Lanning 1963 y comunicación personal
6 Cardich 1964, Fig 65
7 Cardich 1964, Fig79c, 82 a
8 Lanning and Hammel 1961
9 Lanning 1964
10 Cardich 1964, Fig 83c
11 Con excavación de las industrias representadas en el sitio de El Inga en el
Ecuador (Mayer.Cakes y Bell 1960, Bell 1960, 1964), los complejos norandinos con
que Quishqui Puncu debe estar relacionado han sido descubiertos muy reciente-
mente y todavía no han sido descritos. Se trata de ciertos complejos de la costa
ecuatoriana, investigados or Lan ningen 1964, y de otros de Colombia, descubier-
tos por Gerardo Reichel-Dolmatoff y sus colegas.
12 Childe1956
13 Cardich 1964, Fig 56, 61
14 Lanning y Hammel (11961) han presentado una relación somera de esta
industria.
15 EL Dr. John Wilson, de la Carta Geológica Nacional del Perú hizo el análi-
sis, por el cual quisiera manifestar nuestro agradecimiento.
16 Cardich 1964: 133-136
17 Izumi y Sono 1963
18 Engel 1957, Lanning 1959: 482 ff, Rowe 1963: 5 (Pero ver también Rowe
1964:13 para una nueva interpretación de la historia del templo).

84
100 Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra, Editor. Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

LA GALGADA: NUEVA CLAVE PARA LA


ARQUEOLOGÍA ANDINA

Alberto Bueno Mendoza yTerence Grieder

La Galgada es un sitio precerámico situado hacia los 78º 09’ 00’’ longitud Oeste
y 8º 28’ 30’’ de longitud Sur, a una altura de 1113 msnm, en la margen izquierda
del río Chuquicara, Distrito de Tauca, provincia de Pallasca, departamento de An-
cash.

Toda la cuenca de este río presenta una variedad de sitios arqueológicos perteneci-
entes a distintos periodos culturales. Se han reconocido ambas bandas y mapeado
el emplazamiento de los monumentos. Han sido inventariadas la ora y la fauna
nativa de la región para nes comparativos, cuyos primeros análisis muestran
continuidad referencial con respecto a las especies vegetales recuperadas durante
los trabajos y otras provenientes de territorios alejados.

En 1978 se iniciaron las excavaciones del Montículo Sur de La Galgada y en 1979


se realizaron pozos de prueba y calas de muestreo en la super cie alta del Montí-
culo Norte.

Trabajando a nivel de la carretera actual y en subsuelo de esta, fueron descubi-


ertos los recintos con nichitos del Montículo Sur publicados en “Espacio” Nº 5,
1979. Tales recintos con nichitos trapezoidales están revocados con aplanado de
barro mezclado con carga inerte de paja y acabados a base de na capa pictórica
blanca. Cuatro recintos de este tipo fueron conocidos entonces, in riéndose que
puede haber otros debajo de la céntrica edi cación escalonada del piso 5 y rellenos
adyacentes.

El año 1977 pudimos conocer el primer fechado radiocarbónico cuya muestra


fue excavada en 1976 a 50cms. de profundidad en la sección inferior externa del
primer muro envolvente interior en el anco derecho subyacente del Montículo
Sur. El Laboratorio de RadioCarbono de la Universidad de Texas proporcionó los
siguientes índices numéricos: Tx-2463: carbón: 2260 a.C. ± 187. De la cámara abo-
tellada situada en la sección media de su anco izquierdo se fechó una muestra de
madera asociada a un cadáver en posición decúbito dorsal, cubierto con textiles

Titulo Original: Bueno, Alberto y Terence Grieder (1980). “La Galgada: Nueva Clave para la Arque-
ología Andina”. Espacio Nº 9, pp. 48-55, Lima.

85
Alberto Bueno Mendoza y Terence Grieder

entrelazados, ofrendas de tela anillada con dibujo antropomorfo pictórico (rojo) y


ceramio pequeño ornado a base de motivo serpentiforme: Tx-2464: madera: 1867
a.C. ± 151.

Ambas fechas fueron contrastadas por procesamiento dendrocronológico para


mayor seguridad. La evidencia precerámica tardía para el sitio era pues incontro-
vertible. En Diciembre de 1978 fueron conocidos nuevos fechados radiocarbónic-
os, como corolario del procesamiento de las muestras obtenidas durante los traba-
jos ejecutados: Tx-3167: carbón del horno en el recinto de esquinas curvadas: 3820
± 60 B.P. ontrastado con dendrocronología: 2158 ± 194 a.C. Tx-3166: carbón del

Fig. 1. Primer plano del recinto cuadrado excavado en el Montículo Sur. Destaca el patio
rectilineal a desnivel, la banqueta corrida enmarcante, el horno inscrito y su ducto de ven-
tilación orientado abajo del vano abierto al oeste.
86
La Galgada: Nueva clave para la Arqueología Andina

Fig. 2. El Montículo Norte visto desde el este; al fondo el lecho del rio Chuquicara.

horno en el piso 5: 3660 ± 80 B.P. Contrastado con dendrocronología: 2158 ± 194


a.C. Los fechados expuestos indican la seguridad de una secuencia precerámica
tardía empezada hacia los 2400-2200 antes de nuestra era para el Periodo Chuqui-
cara en el Montículo Sur. Luego se identi ca cronológicamente el periodo Pedre-
gal entre los 2200-1800 antes de nuestra era, coincidiendo esta ultima fecha con la
introducción de la cerámica inicial en el sitio. Las otras fechas indicarían continui-
dad de uso e intervalos ente épocas constructivas que seriadamente representan
una secuencia estilística arquitectónica ceremonial durante 6 siglos de desarrollo.

Los trabajos planteados en 1969 concurren a obtener planos precisos de ubicación


de los monumentos, continuar los estudios en el Montículo Sur y explorar pre-
liminarmente el Montículo Norte. Tales tareas se han cumplido gradualmente,
habiéndose enfatizado en la obtención de datos referentes a este ultimo.

El Montículo Norte es un edi cio de per lamientos piramidales, planta redon-


deada, elevación de apariencia compacta y maciza y con un terminal alto (13 m.
sobre el nivel de la carretera) en forma de “U” abierta al Oeste. Los pozos de
prueba fueron ejecutados en el brazo derecho, la sección céntrica antero-posterior
de la “U” y en el brazo izquierdo.

Hacia la parte delantera del brazo derecho descubriese un recinto curvado con
vestigios de 3 nichitos trapezoides (35 cms de altura por 40 cms. de ancho) casi to-
talmente destruidos; una banqueta corrida adosada a los muros norte, este y oeste,
se mostraba bien conservada; en su frente oeste se abre el vano con per les plena-
mente rectos. El diámetro norte-sur del espacio interno a nivel de la banqueta es
de 3.80 m., desdoblado en 1 metro de banqueta adosada al muro norte y 2.80 m,
de patio a desnivel en cuyo centro se inscribe un horno sin ducto de ventilación.
Las esquinas del desnivel (40 cm. de altura) son rectilíneas pero el leteado ligera-

87
Alberto Bueno Mendoza y Terence Grieder

Fig. 3. La cumbre gurativa antropomorfa de cerro “Pajillas”, banda de Santiago de Chuco;


se le considera la “Madre Tierra” durmiente ligada a la parafernalia sacra de los templos.

mente curvo en sus lados. Pintura blanca sobre aplanado con carga inerte de paja,
recubriendo muros y pisos señala el mismo tratamiento estilístico que los recintos
análogos del Montículo Sur.

Hacia el centro-noreste posterior del brazo derecho se excavó un segundo recinto


curvado similar al anterior descrito, aunque di eren en el nivel de los per les
rectos del patio a desnivel, forma de la banqueta corrida y dimensiones. Presenta
una planta cuadrada con esquinas curvadas, pintura blanca sobre aplanado térreo
y vano de per les rectos al oeste. A partir de una pestaña de retiro de 5 cm. igual a
otros recintos ya descritos, existen los restos de una cenefa de nichitos trapezoides
(35 x 40 cm.). En el diámetro norte-sur, su espacio interior mide 5.20 m.; 1.20 m.
del piso de la banqueta adosada al muro interno norte; el desnivel de la banqueta
tiene 40 cm. de altura, cuyo lado norte en diámetro este-oeste mide 2.20 m., lo cual
querría decir que este recinto es uno de los más amplios hasta ahora descubier-
tos y que su patio a desnivel también supera las medidas de otros estudiados. El
relleno que lo cubre es limpio, conformado a base de grandes piedras y encima
ripio entremezclado a torta de barro, lo cual es una generalidad para tales obras
en ambos montículos.

Inmediatamente colateral al recinto centro-noreste posterior descrito y ubicado


en adyacencia norte con respecto a este, ocupando el espacio comprendido entre
el recinto del brazo derecho delantero y el muro norte envolvente de la pirámide,
fue descubierto un alargado recinto nuevo de morfología en “D”. Tiene de largo
8.20m. x 1.80 m. de ancho. Su interior esta pintado de blanco, conserva la pestaña
de retiro y cenefa de 11 nichitos trapezoides, esquinas este-oeste curvadas y un
pocito circular (35 cm.) construido sobre el relleno en el ángulo este adherido a la
espalda del recinto centro-noreste posterior. Análogo pocito fue detectado en el
ángulo curvado Este del recinto centro-noreste posterior, los que han funcionado
88
La Galgada: Nueva clave para la Arqueología Andina

Fig. 4. Esquina curvada externa noroeste mostrando una cenefa relievante con nichitos rect-
angulares formados por ménsulas intermitentes voladizas.

como aberturas de ingreso a espacios dejados debajo de los rellenos de estos re-
cintos, tal si fueran repositorios listos a ocuparse. En la sección céntrica de ambos
recintos se ha notado tales espacios debajo de los rellenos a manera de tumba, e
incluso en el recinto de morfología “D”, construyéndose un muro medianero con
un metro e altura para poder con gurar el mencionado espacio algo ovalado (70
cm. x 80 cm.). Los nichitos trapezoides tienen espaciamiento paramental variado
entre 35 cm. a 53 cm. de separación, promediándose igualmente las dimensiones
de los nichitos entre 25 cm. (base) por 33 cm. (altura) y 40 cm. (base) por 45 cm.
(altura). Los recintos con nichitos trapezoides aquí descritos con ligera variación
dimensional entre si, se a rman estratigrá camente superpuestos a un gran re-
cinto plenamente curvo que ocurre debajo de los rellenos y pisos de los recintos
“D” y centro-noreste posterior.

Debajo del recinto curvado descubierto en la parte delantera del brazo derecho
existe 1.60 m. de relleno con las características señaladas para los del sitio; en el
límite inferior de este nivel hallamos la entrada de una corta galería parcialmente
llenada por escombros sueltos deslizados desde el exterior. Huellas evidentes de
haber sido profanada por excavadores clandestinos no permite saber la solución
del ingreso desde el exterior, sin embargo, el largo trayecto de la galería – ente el
per l del acceso hasta el fondo- mide 4.20 m. y su ancho interior oscila entre 0.80
cm. del ingreso hasta 1 m. en el fondo. Hacia 1.50 m. del trayecto, al lado derecho
del muro formante de la galería, se abre la ventana casi cuadrada (60 cm. x 80 cm.)
de ingreso al interior del extraordinario recinto subyacente. La ventana muestra
dintelamiento con palos de maguey colocados uno a cada extremo y en el cen-
tro otros dos palos de algarrobo delgados, fuertemente compactados con piedras

89
Alberto Bueno Mendoza y Terence Grieder

chicas y barro, habiendo logrado constituir una verdadera amalgama capaz de


sostener todo el peso de los rellenos y recintos superpuestos.

Los muros laterales conformantes de la galería orientados de sur a norte son rústi-
cos, constituidos por piedras grandes y lajas medianas asentadas con barro en-
tremezclado a piedrecillas tipio ripio; en cambio, el gran muro de fondo es mejor
elaborado al mostrar caras planas y aparejo en tránsito a ordenar hiladas regula-
res.

La solución técnica de la galería fue lograda al límite máximo de utilización del


material pétreo constitutivo, pues los muros laterales se van inclinando hacia ad-
entro para sostener – a manera de ménsulas- las lajas coberteras de la galería,
tendidas en disposición este-oeste.

El recinto circular subyacente, al que se tiene acceso a través de la galería y venta-


nas descritas, es tan amplio como aquel centro-noreste posterior que se le super-
pone. Una na pintura blanca recubriendo sus muros internos pestaña de retiro
y cenefa con tríos de nichitos trapezoides, además del silencio y penumbra, so-
brecogen de emoción. Un gran pilar con cerca a 2 m. de diámetro medio fue con-
struido adosado al paramento Este, el cual se proyecta gradualmente en compacto
cimbramiento y espesor hacia el centro de la cubierta del recinto, para sostener las
muchas toneladas de superposiciones descritas. Este pilar es una obra precerámi-
ca nal única en su género y el antecedente más arcaico de los apoyos concretos en
el nuevo mundo. Se le adscribe al Periodo Pedregal, el cual fue en realidad tiempo
de gran creatividad constructiva e innovaciones para el sitio.

Fig. 5. Recinto curvado descubierto en el brazo derecho de la “U” en el Montículo Norte.


Debajo, ingreso a galería y recinto subyacente con pilar.

90
La Galgada: Nueva clave para la Arqueología Andina

Indudablemente hay una relación tipológica y estilística entre los constructores


del pilar y la innovación arquitectónica de galerías. A los recintos con horno y
nichitos Chuquicara, siguieron los constructores Pedregal de tumbas abotelladas,
galerías interiores de corto trayecto y cámaras rectangulares con falsa bóveda,
modi cando los conceptos anteriores por medio de adiciones constructivas, rel-
lenos y edi cación de tumbas en ambos montículos.

Tal relación tipológica y estilística puede probarse por la evidente imbricación


arquitectónica, el replanteamiento conceptual de formas y elementos que acusan
patrón de continuidad estructural entre los periodos y evolución iconográ ca
variada del arte aparejado a una alta complejización social y cultural.

Finalmente, en la super cie se per ló los lineamientos arquitectónicos de un nue-


vo concepto formal para la arquitectura de los montículos. La conceptualización
de una morfología arquitectónica en “U” puede considerarse como época de
drásticos cambios para la arquitectura de evolución local, la que pasó rápidam-
ente de las tumbas soterradas y galerías cortas hacia las formas limitadas en her-
raje a cielo abierto.

La “U” está constituida por dos brazos laterales – derecho e izquierdo- y su cor-
respondiente depresión central o atrio. A partir del plano del atrio, el brazo dere-
cho tiene 3 m. de altura y 5 m. de verticalidad el izquierdo; ambos brazos tienen
ventanas de ingreso a galerías subyacentes. Se ha detectado ingreso a corta galería
ubicada en el anco externo de la esquina curvada noreste, a la actualidad cubi-
erto con grandes piedras. Igualmente se precisa el descubrimiento del ingreso a
otra galería aun no explorada, subyacente debajo de los rellenos conformantes del
brazo izquierdo.

En el atrio se han per lado cimentaciones de plataformas sobre elevadas (40 cm.)
y pisos a base de rellenos delgados. Los brazos norte derecho e izquierdo sur
fueron concrecionados en forma de plataformas alargadas de disposición para-
lela, cuya depresión central es su atrio. Una plataforma rectangular de disposición
transversa norte-sur se extiende en el centro-posterior del herraje con respecto a
los brazos laterales, constituyendo la base de la “U” abierta al oeste. Las esquinas
son rectilíneas, y en general, se empieza a implantar la recta y el plano como el-
ementos morfológicos funcionantes en la arquitectura, salvo el hecho de que los
muros curvados siguieron funcionando para aquellos externos conformantes del
montículo.

En el centro super cial de la base de la “U” se limpió una escalera a base de pie-
dras talladas todavía experimentalmente, pero signi cativas desde el punto de
vista técnico y estilístico. En el brazo sur, en la parte delantera, como descendi-
endo al atrio, fue limpiada otra corta escalera, pero de piedras simplemente can-
teadas. Ambas funcionaron coetáneamente y se asocian a las innovaciones del
atrio en “U”.

Así pues, en la Galgada puede seguirse la evolución arquitectural desde las for-
mas cercadas sencillas, pasando por la conceptualización del espacio interno sig-
ni cativo, hasta alcanzar el monumental volumen piramidal.

91
Alberto Bueno Mendoza y Terence Grieder

Fig. 7. Recinto curvado centro-noreste posterior mostrando su paramento norte, banqueta


pintada de blanco adosada, patio a desnivel y el vano al oeste todavía con relleno.

Los templos fueron edi cados mediante construcciones, rellenos, reconstruccio-


nes, modi caciones, adiciones e incrustaciones arquitectónicas. Su investigación
implica observación empírica contrastada de constantes elementos de cambio
y los cambios mismos. Por lo tanto, en estas arquitecturas arqueológicas tales
cambios se explican analizando los procesos de diferenciación socio-culturales.
Con relación a tales aseveraciones, precisamos que en la Galgada los edi cios
en estudio plantean un uso múltiple asociado a cada etapa de modi cación y/o
adiciones arquitectónicas, puesto que cada recinto favorece y permite alcanzar la
impasibilidad mística y, en consecuencia, asumir “prestigios” superestructurales;
concluyéndose que tal asentamiento humano y edi cios componentes no son el
resultado unilateral de determinismos físicos, sino de las relaciones signi cativas
que demandaron los cambios. El estudio del comportamiento ceremonial-religio-
so y simbólico de la gente precerámica del sitio, en relación contrastante con otras
formaciones sociales coetáneas, debe explicar las sucesivas y numerosas modi -
caciones y/o adiciones físicas, valuando incluso la categoría simbólica de cada
recinto sacro.

En consecuencia, es posible plantear continuidad arquitectónica precerámica re-


gional estable en base a una población frecuentemente alternativa, cuyos recam-
bios generacionales fueron siempre portadores de la tradición cultural ancestral.
La tecnología constructiva de que se dispuso, fue en realidad importante como
modi cante de las morfologías precedentes.

La localización en el territorio es también seleccionada en base a modelos cultura-


les mas que a determinantes físicos, aunque el relieve impone ciertas servidumbres
y regula la creación empírica de las edi caciones según la imagen del entorno: las
92
La Galgada: Nueva clave para la Arqueología Andina

colinas elevadas emanan mayores poderes mágico-religiosos que las faldas bajas,
incluso debiese haber otorgado signi cado divino terrígeno a lagunas guracio-
nes evidentes per ladas en sus altas cumbres (cerro “Pajillas”, con la guración
femenina natural en su cúspide mas alta) ; actúan factores mitológicos en torno
a reiterativas frecuencia de fuerzas naturales propiciadoras del apego mítico al
lugar del emplazamiento templario; además; el asentamiento de los templos en
las entrañas de un profundo cañón, permitió visibilidad de un reciclaje jo para
el desarrollo de la observación astral destinada a obtener formulas de orientación.
Los templos alineados, paralelos al rio de aguas permanentes, también son dis-
posición importante para el análisis: agua adyacente, montaña mítico-mágica
gurativa femenina, fuego en los hornos de los recintos sacros y limpio cielo
nocturno plagado de astros, modelarían una parafernalia compleja, (¿en torno al
fuego?), pues es alertante el hecho de que las vertientes religioso-ceremoniales
mas evidentes connotan su presencia en todos los recintos sacros y/o necróticos.
Como la cultura precerámica tardía tuvo estilo de nido dentro de diversidad
expresiva e innovación restringida a regiones de desarrollo, los edi cios religio-
so-ceremoniales adquirieron un superlativo valor simbólico en contraste a las
precarias viviendas asociadas, debido a que la especialización religiosa condujo
a originar corporaciones complejas y precisar al conductor especialista “inteli-
gente”: los cultos, el rito y las ceremonias originaron y produjeron trabajo, técni-
cas organización y la diferenciación de ocupaciones.

Para el estado actual de las investigaciones, aseguramos que pisos blanqueados,


hornos céntricos con ducto de ventilación inscrito en pequeño patio a desnivel

Fig. 8. Escalera de piedras talladas experimentalmente ubicada en el


centro super cial de la base “U”.

93
Alberto Bueno Mendoza y Terence Grieder

Fig. 9. Parte delantera oeste del brazo izquierdo, mostrando la ventana de ingreso a galería
subyacente, la elevación de su cara interna y la escalera a base de piedras canteadas.

cuadrado, per les murarios blancos, pestaña de retiro para connotar la presencia
de nichitos trapezoides y un solo vano de ingreso, con guran equipamiento físico
compartido por los sitios de la “Galgada” y “Kotosh” de la fase Mito – territorio
entre Huánuco y Pallasca (Ancash).

Las proposiciones manifestadas revelan pues el desarrollo de niveles culturales


en rápidas transformaciones y que a través de cambios sucesivos fue alcanzando
expresiones arquitectónicas, textiles, iconográ cas, talla lítica y contextos sociales
de la mayor complejidad, permitiéndonos tener la seguridad de estar tratando en
la Galgada la de nición de la cultura “abuela” de Chavín.

94
La Galgada: Nueva clave para la Arqueología Andina

Fig. 10. Montículo Norte: ducto de ventilación excavado en el centro del plano de la “U”,
orientado de este a oeste; es antecedente evolutivo de los grandes ductos de ventilación de
las galerías internas de Chavín temporalmente posteriores.

95
Alberto Bueno Mendoza y Terence Grieder

96
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

EL ARTE DE CHAVÍN: ESTUDIO DE SU FORMA Y


SU SIGNIFICADO

John H. Rowe

Al observador que lo ve por primera vez, el arte de Chavín le parece tan enig-
mático como una escritura no descifrada. Hay tantas complejidades en los dibujos
que es difícil reconocer siquiera los detalles, los que comúnmente resultan ser
guras menores cuya conexión con el tema principal no es muy clara. Es posible,
pues, dejar de lado el problema del signi cado representativo de los dibujos y
apreciarlos como motivos puramente abstractos; pero es evidente que los artistas
que los crearon querían comunicar algo más a sus contemporáneos. Procurare-
mos, entonces, descifrar el signi cado que estos dibujos tenían para sus creadores,
esperando, en la medida de nuestro éxito, ver el arte de Chavín, cómo ellos pen-
saron que sería visto.

Hay dos requisitos indispensables para esta clase de desciframiento. El primero


es que consideramos todo en su contexto, preguntando siempre dónde y en qué
combinaciones se utiliza un motivo o un dibujo completo. El segundo requisito
es el poder ordenar los monumentos cronológicamente. No es necesario saber su
antigüedad precisa en años, pero si es indispensable poder decir, en una compara-
ción cualquiera, si las piezas comparadas son contemporáneas o no, y si no, cual
es las mas antigua. El fracaso de los esfuerzos anteriores de entender el signi cado
del arte de Chavín se debe en parte al hecho que tales esfuerzos no llenaron estos
requisitos. Para evitar estas di cultades en nuestro estudio es conveniente princi-
piar con el contexto de espacio y tiempo.

Espacio y tiempo

Chavín es el nombre actual de un pueblo localizado en un valle fértil de la verti-


ente nor-oriental de la cordillera principal de los Andes peruanos, a una altura
de 3135 m. En las afueras de este pueblo, llamado también Chavín de Huántar
o San Pedro de Chavín, se encuentra las ruinas de un gran templo que es uno
de los monumentos más notables de la antigüedad americana que ha llegado a
nuestros días. El templo es una estructura de piedra, adornada en la antigüedad
con numerosas esculturas, también de piedras con relieves modelados en barro

Titulo Original: John H. Rowe (1972), El Arte de Chavin: Estudio de su Forma y su Signi cado. En:
Historia y Cultura N°. 6. Lima, Perú

97
John H. Rowe

y pintados. La población de este templo parece haber ocupado toda el área del
pueblo moderno de Chavín y también algunos de los campos vecinos. Puesto que
no se conoce el nombre antiguo del templo y la población , es costumbre utilizar
el nombre del pueblo moderno para denominarlos.

Fue la escultura de piedra de Chavín lo que primero llamó la atención de los ex-
ploradores y esta escultura ha servido como base de la de nición del estilo, por
lo que decimos que un objeto de alguna otra parte del Perú tiene ornamentación
de estilo Chavín, lo que queremos decir es que su ornamentación corresponde
al mismo estilo de la escultura del templo de Chavín 1. Se utilizó el estilo Chavín
no solamente para esculturas monumentales sino también para obras pequeñas
en piedra, hueso y concha, para cerámica modelada o incisa, y para ornamentar
tejidos y adornos de oro repujado. Como es natural, hay algunas variaciones en
los dibujos que resultan de las diferencias de materiales y de la escala del trabajo.
El sitio de Qolus (Kotosh), en las inmediaciones de Huánuco, ahora marca el
límite meridional de la zona donde se han descubierto objetos de estilo Chavín
en la sierra, pero el territorio al sur de Chavín es muy poco conocido y puede
contener muchos otros sitios de la misma cultura. Hacia el norte y el oeste se han
encontrado restos de estilo Chavín hasta unos 400 km. de distancia. En la costa
la distribución de este estilo se extiende desde Curayacu y Lurín, al sur de Lima,
hasta Chiclayo y Chongoyape en el norte (Fig. 1).

El sitio de Chavín no es el único con un gran templo del estilo Chavín. Se conocen
dos más en la sierra, uno en La Copa (Kuntur Wasi) al occidente de Cajamarca, y
el otro en Pacopampa cerca del limite norte del territorio del estilo Chavín. En la
costa hay un gran templo en Garagay, siete km. al norte de Lima, con un plano
bastante parecido al de Chavín, y otros famosos adoratorios de estilo Chavín en
Mojeque, valle de Casma, y Cerro Blanco, valle de Nepeña. En el estado actual
de nuestros conocimientos no podemos decir que Chavín fue el único centro de
in uencias culturales de su época, aunque ha debido ser al menos uno de los mas
importantes. El estilo Chavín probablemente tuvo su origen en algún punto de su
zona de distribución, pero todavía no sabemos donde.

AL mismo tiempo que el estilo Chavín dominaba el arte del norte del Perú, ore-
ció mas al sur un estilo distinto llamado Paracas, siendo este nombre el del lugar
donde el estilo fue reconocido por primera vez. Hay muchas variantes locales del
estilo Paracas, distribuidas en la costa desde Yauca en el sur hasta Cañete en el
norte, y en la sierra en la zona de Huanta, al norte de Ayacucho. No se ha deter-
minado todavía la extensión completa de este estilo. A pesar de constituir el estilo
Paracas una tradición artística independiente, muestra profunda in uencia del
estilo Chavín. No se ha encontrado escultura en piedra del estilo Paracas, pero la
in uencia de Chavín en la ornamentación de la cerámica, los mates pirograbados,
y los tejidos salen a la vista.

Se han determinado varias fechas en años para los estilos decorativos del Perú
antiguo por el método del radiocarbono. No se ha medido todavía ninguna mues-
tra asociada directamente con objetos de estilo Chavín con resultados dedignos,
pero las determinaciones hechas para materiales mas antiguos y mas modernos
que el estilo Chavín indican el orden general de su antigüedad. A base de esta
clase de datos parece ahora que el estilo Chavín oreció entre 1200 y 300 años an-
98
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado

Fig. 1. Localización de algunos sitios arqueológicos de las culturas Chavín y Paracas. Los
círculos blancos, sitios de Chavín; círculos negros, sitios de Paracas.

99
John H. Rowe

tes de Cristo, poco más o menos. Sus orígenes no se han encontrado, y es posible
que remontara a una época aun más remota.

El cambio constante parece ser característica universal de los estilos artísticos, y


no es extraño encontrar que se produjeron cambios bastante notables en el arte
Chavín durante los novecientos años, o más o menos de su existencia. Si logramos
determinar el orden de estos cambios, tendremos una escala por la cual podemos
establecer cuáles monumentos son más antiguos y cuáles más recientes.

Nuestros mejores datos para establecer el orden de los cambios en el estilo Chavín
se derivan del estudio de las in uencias de Chavín re ejadas en la cerámica de
estilo Paracas del valle de Ica. El desarrollo de la tradición de Paracas en Ica fue
el objeto de un estudio importante realizado por Lawrence E. Dawson y Dororhy
Menzel de la Universidad de California, Berkeley, en 1959 y 1960 (Menzel et al
1964). Estos investigadores lograron distinguir diez fases sucesivas en la variante
iqueña del estilo Paracas. Esta variante llamaron “Ocucaje”, utilizando el nombre
de un sector del valle de Ica donde hay abundantes restos de este tipo, y así a las
fases de la secuencia se denominan “Ocucaje 1”, “Ocucaje 2”, etc. La in uencia del
estilo Chavín es fuerte desde Ocucaje 1 hasta Ocucaje 8, sobre todo en las piezas
más ricamente ornamentadas. Dorothy Menzel hizo la observación fundamen-
tal que la in uencia Chavín en la secuencia iqueña es no solamente continua o
repetida, sino que también cambia de carácter; los rasgos Chavinoides varían de
una fase a otra de una manera muy consecuente, y los rasgos limitados a ciertas
fases en Ica se encuentran únicamente en algunos de los monumentos de Chavín.
Es lógico suponer que el orden de los cambios que se observan en las in uencias
de Chavín en Ica re eja, a lo menos aproximadamente, el orden de los cambios en
el arte de Chavín mismo.

Entre los rasgos de origen Chavín que aparecen en Ica y que han resultado más
útiles para establecer diferencias cronológicas en el arte de Chavín, podemos men-
cionar una punta decorativa en el recodo de la boca que aparece en Ica primero
en la fase Ocucaje 4, pues las bocas de in uencia chavinoide en fases anteriores
tienen los recodos redondeados o cuadrados de contornos sencillos. La boca con
esta punta, entonces, debe ser un rasgo relativamente tardío en el arte Chavín.
Otro rasgo útil es el modo de tratar los motivos geométricos torcidos. EL cordón
curvilíneo aparece temprano en la secuencia de Ica, mientras que la enroscadura
angular es muy tardía y resulta ser un derivando del cordón. Las volutas decorati-
vas adquieren tallos cada vez más largos. Hay una tendencia creciente a acomodar
el dibujo a un armazón de cintas paralelas, como los espacios en el papel rayado,
con el reemplazo consiguiente de líneas curvas por líneas rectas.

Utilizando estos rasgos y algunos otros que aparecen en la secuencia de Ica como
claves, ha sido posible ordenar la escultura Chavín en una forma consecuente que
tiene sentido también con referencia a otros rasgos que no aparecen en al cerámica
de Ica o que ocurren allí en tales circunstancias que no es posible jar su posición
cronológica. Entre los rasgos de esta naturaleza que aparecen en un contexto rela-
tivamente tardío en el arte de Chavín podemos señalar ojos con cejas angulares,
la presencia de un colmillo central en caras de per l, dientes triangulares en las
bocas de caras principales, pequeñas cabezas de serpiente en las cuales la raya
que representa la boca es una continuación de la raya que representa la ceja, en
100
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado

lugar de ser una raya aparte, y en la prolongación del labio y de los dientes sobre
el per l de la cara.

Durante una visita de estudio a Chavín en 1961 me ocurrió que tal vez seria po-
sible encontrar algunas pruebas independientes de la edad relativa de la escultura
Chavín, estudiando la relación de las piedras escultóricas con las fases sucesivas
de la construcción del templo. Esta investigación arrojó resultados que tienen
más valor para el establecimiento del contexto de las esculturas que para la de-
limitación de las diferencias cronológicas, sin embargo, no carecen de interés cro-
nológico.

Como consecuencia del vandalismo destructivo que el sito de Chavín sufrió desde
la época Colonial hasta los primeros años del presente siglo, la mayoría de las
esculturas han sido arrancadas de sus sitios originales. Muchas piezas han desa-
parecido y otras se conservaron únicamente como fragmentos estropeados incor-
porados en las paredes de la iglesia del pueblo y de algunas casas particulares.
Hay, sin embargo, algunos fragmentos que permanecen en o cerca de sus sitios
de origen, y el estudio de estas piezas nos permite reconstruir la manera en que se
utilizó la escultura en la construcción del templo.

Fig. 2. Plano de las ruinas del templo de Chavín, exploración de 1963 hecha por J.H, Rowe
y Marino González Moreno.

101
John H. Rowe

El templo consiste de varias estructuras rectangulares de hasta 12 m. de altura


que tienen el aspecto de plataformas solidas de cantería construidas para sostener
adoratorios colocados encima de ellas (Fig. 2).

Pero estas estructuras rectangulares no son solidas, sino perforadas con muchas
galerías interiores y cuartos pequeños, techados con grandes vigas de piedra y
conectados entre si y con el exterior por un sistema práctico de conductos ven-
tilados. Quedan las huellas de un revoque pintado en las paredes de las galerías
y en uno de los cuartos hay tres de las vigas del techo que muestran huellas de
esculturas en bajo relieve, ahora muy destruidas. La mayoría de las vigas de los
techos no tenían ornamentación escultórica.

Las paredes exteriores de la fábrica del templo tuvieron como adorno una la de
cabezas humanas y zoomorfas, labradas en bulto, que sobresalieron de la fachada.
Estas cabezas fueron provistas de espigas o clavos de la misma piedra, de corte
rectangular, que se acomodaron a unos huecos dejados entre las piedras de la
pared para recibirlas. Encima de la la de cabezas hubo una cornisa sobresaliente
de grandes losas de piedra de cantos cuadrados. La cara inferior de esta cornisa, y
en ciertos sectores el canto exterior también, fue adornada con guras escultóricas
en bajo relieve. No hay más de una sola losa de esta cornisa que esté ahora en su si-
tio original, pero se han encontrado varias otras al pie de la pared, probablemente
no muy lejos de los sitios donde cayeron. Se han encontrado también varias losas
de piedra rectangulares, cada una con una de sus caras bien acabada y labrada
con una gura en relieve dentro de un marco. Estas losas parecen destinadas a ser
engastadas en las paredes, pero no se han encontrado ninguna en su sitio original.
Una de las galerías interiores conduce a una Gran Imagen que fue evidentemente
un objeto de culto de destacada importancia, uno de los pocos objetos de culto de
la religión antigua del Perú que se conservan todavía en su contexto original (Fig.
5). Es una piedra alargada de granito blanco, unos 4.53 m. de largo, parada en un
cruce de galerías. Esta piedra ha sido labrada en bajo relieve para convertirse en la
representación de una gura de forma humana, con la mano derecha levantada en
alto. La escala de esta Gran Imagen y su situación en una galería oscura le da un
aspecto imponente que inspira respeto aun en el incrédulo observador moderno,
pero que las fotos y los dibujos no logran comunicar.

La Gran Imagen, conocida también, no muy propiamente como “El Lanzón”, fue
probablemente el objeto principal del culto del templo original de Chavín, porque
está colocada casi sobre el eje principal de la parte mas antigua de la estructura
del templo. El templo original parece haber sido una estructura en forma de U,
constituida por un edi cio principal y dos alas cerrando tres de los lados de un
patio rectangular, siendo el lado abierto el oriental. La estructura total ocupaba un
área de unos 116.30 por 72.60 m (Fig. 2).

Posteriormente, el templo fue ampliado varias veces y su eje principal fue mu-
dado. Las dos ampliaciones principales no afectaron sino el ala sur, agrandándolo
hasta que formaba una estructura rectangular solida, de unos 70.80 por 72.60 m.
en plano. El ala sur así ampliada se convirtió entonces en el edi cio principal del
nuevo templo; se trazó una gran plaza delante de este edi cio, con construcciones
subsidiarias en los lados norte y sur, formando otro conjunto dispuesto en forma
de U y abierto hacia el este. En la fachada oriental del nuevo edi cio principal se
102
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado

construyó una portada monumental, de la cual la mitad sur se hizo de granito


blanco, mientras que la mitad norte fue de caliza negra. Lo llamaremos la Portada
Negra y Blanca (Fig. 3 y 4).

Fig. 3. Plano del Portal Blanco y Negro.

Fig. 4. Per l y elevación de la fachada del Templo Nuevo, con el Portal Negro y Blanco.

103
John H. Rowe

La ampliación del ala sur del templo antiguo, hasta convertirse en el edi cio prin-
cipal del Templo Nuevo, re ejó probablemente un monumento de la importancia
de una divinidad adorada originalmente en la antigua ala sur, un aumento sin
duda relacionado con un decaimiento del prestigio de la divinidad de la Gran Im-
agen. No se ha encontrado la imagen de la divinidad del ala sur, probablemente
porque fue destruida hace varios siglos.

No podemos aprovechar la secuencia de ampliaciones de la antigua ala sur del


templo para establecer el orden cronológico en que se hicieron las cornisas y ca-
bezas clavas de este sector de la estructura existentes para adornar las nuevas
construcciones y de que se renovaron las losas dañadas en los sectores más anti-
guos del templo muchos años después de la fecha de sus construcción original.
Las indicaciones son estilistas; algunas de las losas de cornisa encontradas al pie
de las paredes de la segunda ampliación son casi idénticas en su estilo a las losas
mas antiguas de la antigua ala sur, mientras que la losa de cornisa de estilo mas
avanzado que se ha encontrado en las urnas del templo (Fig. 14) fue descubierta
a poca distancia de una losa mucho mas antigua al pie de la pared de la misma
antigua ala sur.

Las esculturas asociadas con la Portada Negra y Blanca tienen, sin embargo, algún
valor para establecer la secuencia de los cambios estilísticos en el arte de Chavín.
Las esculturas de la Portada se componen de dos columnas cilíndricas, cada una
labrada con una sola gura en relieve llano, y una cornisa corta ornamentada con
un friso de aves paradas también en relieve (Figs. 8. 9. 15, 16) 2. Las columnas sos-
tuvieron el umbral de la portada y la cornisa ha debido descansar sobre el umbral.

Fig. 14. Fragmento de un águila de estilo tardío, en una cornisa de piedra encontrada en la
esquina noreste de la antigua ala sur del templo de Chavín. Fase D.

104
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado

Fig. 8. Despliegue y reconstrucción de la gura de ángel de la guarda de la columna


norte del Portal Blanco y Negro.

105
John H. Rowe

Fig. 9. Despliegue y reconstrucción del ángel de la guarda de la Columna sur del Portal
Blanco y Negro, con el rostro de un águila.

Las estrechas relaciones estructurales entre estos miembros esculpidos, cuyas di-
mensiones indican que todos fueron tallados para las posiciones que ocuparon en
la Portada, sugieren que todos fueron labrados cuando se construyó la Portada.
Esta deducción se apoya también en el hecho de que todos los tres miembros
ostentan un estilo virtualmente idéntico. Podemos, entonces, considerar las es-
culturas de la portada como una unidad cronológica en nuestras comparaciones.
Por su situación, la Portada no puede ser anterior a la construcción de la segunda
ampliación y, es posible que sea posterior; sus esculturas, entonces, deben repre-
sentar una fase relativamente tardía en la secuencia de las esculturas de Chavín.
Los cambios en las in uencias de Chavín en Ica también sugieren una fecha relati-
vamente tardía para el estilo de la Portada Negra y Blanca, así que no hay ningún
con icto en el testimonio estilístico.

106
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado

Fig. 15. Halcón de Per l en la cornisa del Portal Blanco y Negro. Fase D.

Fig. 16. Per l del águila de la cornisa del Portal Blanco y Negro. Fase D.

107
John H. Rowe

Los datos al presente disponibles son apenas adecuados para sugerir lineamientos
generales de una cronología para el estilo Chavín, pero una cronología mucho
menos detallada de la que tenemos para el estilo contemporáneo de Ica. Por ahora
no podemos distinguir mas de cuatro fases del arte de Chavín a base de las dife-
rencias estilísticas manifestadas en las esculturas del sitio mismo Chavín; para
mayor comodidad de las referencias podemos denominar estas fases AB, C, D y
EF. El uso de las dobles letras, AB y EF, para la primera y la última de estas fases
sería para hacernos recordad que debe ser posible subdividirlas cuando dispon-
gamos de algunos fatos más.

El punto de apoyo de esta secuencia es la fase D, para la cual esculturas de la


Portada Negra y Blanca constituyen la norma de comparación. Hay muchas otras
esculturas en Chavín que pueden atribuirse a esta fase por su parecido estilístico
a los relieves de la Portada. La fase D de Chavín debe resultar contemporánea, al
menos en parte con las fases 4 y 5 del estilo Paracas de Ica. La norma de compara-
ción para la fase C de Chavín es el monumento que tiene los dibujos más comple-
jos de cuantos se conocen del arte de Chavín, el llamado “Obelisco de Tello”. Son
pocos los otros fragmentos de esculturas que puedan atribuirse a esta fase. La
fase AB abarca todos los ejemplares del arte Chavín que se consideran anteriores
al “Obelisco de Tello” (Figs. 6 y 7)3 , mientras que EF incluye todos los que se
consideran posteriores a las esculturas de la Portada Negra y Blanca. Entre los
monumentos atribuidos a la fase AB, según este criterio, son las losas de cornisa
correspondientes a la estructura principal del Templo Nuevo que ostentan rep-
resentaciones de águilas o halcones (Figs. 11, 12 y 13), menos una, mencionada
arriba (Fig. 14), que corresponde a la fase D4 . La Gran Imagen en el Templo Viejo
(Fig. 5) puede atribuirse la fase AB también, aunque es posible que algunos de
los detalles de esta gura fueran agregados posteriormente. La fase EF incluye la
famosa Piedra de Raimondi (Fig. 10) y varios otros relieves, la mayor parte de el-
los fragmentos5.

Procediendo a los monumentos de otros sitios y las piezas sin procedencia,


podemos atribuir los relieves del templo de Cerro Blanco en Nepeña a la fase C,
y el umbral encontrado en La Copa a la EF6. El admirable mortero en forma de
jaguar que está en el Museo Universitario de Filadel a, una pieza sin procedencia,
corresponde a la fase AB, mientras que a la fase C puede atribuirse una cuchara de
hueso labrado proveniente del valle de Huaura7.

No es posible, en el estado actual de nuestros conocimientos, atribuir todos los


especímenes del arte de Chavín a la fase correspondiente; son únicamente las pie-
zas con trasgos cuyo signi cado cronológico ya sabemos que se dejan atribuir.
Las piezas sencillas son generalmente las más difíciles de calci car. Pero para en-
tender el arte de Chavín no es necesario poder jar la posición cronológica de
todas las piezas. Lo que si se necesita es el esquema de una secuencia que nos
permita ver qué clases de cambios se produjeron en el estilo y, esto ya lo tenemos.

108
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado

Fig. 6 y 7. El "Obelisco" con la clave de referencia superpuesta a la fricción.

109
John H. Rowe

Fig. 6. Despliegue de los relieves en el "Obelisco Tello", basada en calcos hechos por el
autor. Fase C

110
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado

Fig. 7. Clave de referencia a las guras del "Obelisco".

111
John H. Rowe

Fig. 5. Vista lateral de la gran imagen, basada en una fotografía hecha por Abraham Guil-
lén. Fase AB.

112
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado

Convenciones y expresión gurada.

El arte de Chavín es fundamentalmente representativo, pero su sentido repre-


sentativo queda oscurecido por las convenciones que rigen el estilo Chavín y, en
muchos casos, por el hecho de que los detalles representativos no se representan
directamente sino de una manera gurada o metafórica. Conviene dilucidar estos
aspectos del problema antes de preguntar qué es lo que los artistas chavineños
quisieron representar.

Las convenciones más importantes que in uyen en nuestro entendimiento de lo


representado en el arte de Chavín son la simetría, la repetición, el módulo de an-

Fig. 10. La Estela de Raimondi, ador-


nado con una representación del Dios
de Chavín.

113
John H. Rowe

Fig. 11. Águila de estilo temprano, reconstruido a partir de fragmentos de una cornisa
encontrada cerca de la esquina sureste del Templo Nuevo. Otro fragmento de la misma
gura se encuentra en la cara este de la antigua ala sur. Fase AB.

Fig. 12. Águila representada en una cornisa encontrado en 1919 en el lugar marcado
en el plano de 3 (Fig. 2), reconstruido sobre la base de lo que queda del original y de un
molde de yeso en el Museo Nacional de Antropología y Arqueología, Lima. El cuerpo del
águila, destruido en el original (línea discontinua), ha sido reconstruido de acuerdo con
los fragmentos de águilas similares encontrados en 1958 (ver Fig. 13). Fase AB, pero antes
de las Fig. 11.

114
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado

chura, y la reducción de los motivos a una combinación de líneas rectas, curvas


sencillas y volutas. Con excepción de las cabezas clavas de Chavín, algunas gu-
ras modeladas en barro de Mojeque y, algunos morteros de piedras concebidos
como gura en bulto, la tarea que los artistas de Chavín se asignaron fue la de
hacer un dibujo lineal sobre una super cie plana, o en lo menos una super cie
tratada como si fuera plana. Las convenciones deben morarse en este contexto.
La simetría de los dibujos del arte de Chavín es por lo general una simetría bi-
lateral con referencia a un eje vertical. Existen algunos dibujos en el arte Chavín
cuyas dos mitades son exactamente iguales, pero con más frecuencia hay alguna
diferencia entre las dos. Por ejemplo, la cabeza de una gura puede estar en el
eje principal, pero representada de per l, o una gura representada de frente pu-
ede sostener objetos distintos en las dos manos. Parece que la cosa importante es
el equilibrio del dibujo. Las guras representadas de per l no son simétricas en
si, pero, se nota cierta tendencia a colocar las guras cara a cara para lograr así
un equilibrio simétrico por agrupamiento en lugar de un equilibrio dentro de las
guras individuales.

Es muy característico del arte de Chavín la repetición de detalles o aun de gu-


ras completas en la, y esta repetición le da cierto ritmo. Cuando los detalles se
repiten, son tan idénticos como lo permite el espacio disponible, mientras que
cuando se repiten guras completas la repetición no necesita ser tan mecánica.
Por ejemplo, la cornisa de la Portada Negra y Blanca está adornada con un friso de
aves paradas (Figs. 15 y 16). Estas aves se representan de per l y todas miran hacia
el eje central de la portada, las dos del centro enfrentándose pico a pico. Todas es-
tas aves son de mas o menos el mismo tamaño y forma, pero en sus detalles varían

Fig. 13. Un águila como la de la Fig. 12, pero con un elemento menos gurado en las alas.
Reconstrucción sobre la base de fragmentos de una cornisa descubierto en 1958 cerca del
lugar marcado 3 en el plano (Fig. 2). Probablemente contemporáneo con la Fig. 12.

115
John H. Rowe

por pares. Hay dos iguales, después dos más, iguales entre sí pero diferentes del
primer par, etc. La repetición de los detalles aparece con creciente frecuencia en
las fases posteriores del arte de Chavín llegando, los artistas a multiplicar los det-
alles únicamente para aumentar la repetición, sin mucho respeto a las necesidades
de la representación.

“Módulo de anchura” es un término propuesto por Lawrence E. Dawson para


denominar una convención que es común a varios estilos del antiguo Perú. De
acuerdo con la convención del módulo de anchura, un dibujo se compone de una
serie de cintas de anchura aproximadamente igual y, los rasgos naturales que no
tienen carácter lineal, tales como los ojos y las narices, se acomodan también al
armazón modular. En el arte de Chavín las cintas tienden a ser contiguas y para-
lelas, dando como resultado algunos sectores de un dibujo, tienen el aspecto de
haber sido dibujados entre líneas rectas y paralelas como las del papel rayado.
Esta convención existe también en el estilo Paracas, como ya lo hemos señalado.
La conformidad de los dibujos a un armazón de cintas modulares se hizo pro-
gresivamente mas rígida en el arte tardío de Chavín, con el remplazo consiguiente
en la fase EF de las líneas curvas de los dibujos tempranos por líneas rectas. En los
dibujos temprano del estilo Chavín podían utilizarse varios módulos de diferente
anchura para distintas partes del dibujo, dando el efecto de variedad; la anchura
de las cintas varía menos en las fases posteriores.

La reducción de los motivos a una combinación de líneas rectas, curvas sencil-


las y volutas dio como resultado la representación de los rasgos anatómicos por
motivos más o menos geométricos. Las marcas en el pelaje de los jaguares, por
ejemplo, se convierten en cruces y en rosetas de cuatro o cinco lóbulos. Estos mo-
tivos geométricos constituyen una interpretación bastante lógica de las marcas
naturales del pelaje de los jaguares, aunque por supuesto ningún jaguar luciría
marcas con los ángulos y líneas rectas de las cruces empleadas por los artistas
de Chavín. Sería fácil equivocarse interpretando estos motivos geométricos como
elementos abstractos sin mas función que la de ornamentar los vacíos del dibujo,
si tuviéramos que explicar las base de un solo ejemplo. En cambio confrontando
varias piezas observamos que los motivos de que se trata aparecen repetidas veces
en representaciones de felinos, mientras que no se presentan en las aves, serpien-
tes o personas. Es esta clase de regularidad en el contexto de los motivos que nos
permite escoger entre diferentes interpretaciones posibles del arte antiguo. Un
argumento parecido a base de la observación del contexto en muchos ejemplares
nos permite concluir que se utilizaron las volutas pequeñas como representación
convencional del pelo y del plumón de las aves. Los ojos son representados por
círculos, óvalos, motivos en forma de lente, o rectángulos y se encuentran también
algunas formas intermedias.

Es el tratamiento gurado de las representaciones en el arte de Chavín que ha


creado las di cultades mas serias para los observadores modernos. El motivo por
el que se utilizó la expresión gurada en el arte de Chavín constituye un problema
que podemos abordar con más provecho después de entender cómo se utilizó.

La clase de complicación gurada típica del arte Chavín es una que nos es más fa-
miliar en contextos literarios; es una serie de comparaciones visuales, comparacio-
nes que muchas veces se sugieren por substitución. Para citar un ejemplo literario,
116
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado

Fig. 15. Halcón de Per l en la cornisa del Portal Blanco y Negro. Fase D.

Fig. 16. Per l del águila de la cornisa del Portal Blanco y Negro. Fase D.

117
John H. Rowe

si decimos de una mujer que “tiene el cabello como serpientes”, estamos haciendo
una comparación directa. Si hablamos más bien de “su cabello serpentino”, la
comparación es indirecta, alusiva o metafórica. Es posible también ir aun más allá
y referirnos a “su nido de serpientes”, sin emplear la palabra “cabello” y, en este
caso estamos haciendo una comparación por substitución. Para poder entender
nuestra referencia al oyente o lector tiene que compartir con nosotros el saber que
es costumbre comparar el cabello a las serpientes, tiene que deducir el sentido de
la frase de su contexto. La comparación por substitución fue una gura literaria
muy a la moda en la poesía cortesana nórdica de la Edad Media, y el erudito
islandés del siglo trece Snorri Sturtuson (1178-1241), le dio la denominación de
“Kenning”. Este término, derivado de un verbo islandés que quiere decir “con-
ocer”, es bastante apropiado y corresponde igualmente bien a las comparaciones
por substitución en el arte de Chavín.

Como se sabe, las expresiones guradas pierden su fuerza a medida que vienen a
ser corrientes y familiares y, pueden llegar a ser meros sinónimos de la expresión
literal. Para mantener el carácter gurado del discurso, es necesario reforzar las
guras debilitadas haciéndolas más complejas o reemplazándolas por otras nue-
vas. El debilitamiento que sufren las expresiones guradas populares da motivo a
cambios de expresión más o menos frecuentes.

En la antigua poesía cortesana nórdica, el uso de Kennings o comparaciones por


substitución, llegó a ser el criterio principal para juzgar el valor artístico de la poe-
sía. Los poetas respondieron a este criterio de gusto inventando Kennings cada
vez más complejos y exagerados y, también utilizando estas guras con más y
más frecuencia. La complicación de los Kennings tuvo dos formas: el uso de gu-
ras dobladas y la introducción de Kennings cuyo signi cado se explicaba solo por
referencia a un cuento que se pensaba que los oyentes entendieran.

Podemos encontrar ejemplos ilustrativos de ambos tipos de complicación en el


célebre poema del “Rescate de la cabeza” compuesto por Egil Skallagrimssonar
en honor a Erico Hacha-sangrienta, rey de Northumbria, a mediado del siglo diez.
Hay un ejemplo de uso de guras dobladas en el quinto verso de este poema,
donde, al hablar de una batalla, el poeta dice: “El campo de las focas bramo de ira
debajo de las banderas; Allí se revolcó en sangre.” 8

“El campo de las focas” es un Kenning común para indicar el mar, y los oyentes
no habrían tenido ninguna di cultad en reconocerlo. El mar, a su turno, es un ken-
ning por las tropas atacantes, avanzando contra la línea de batalla del rey Erico,
así como las olas del mar avanzan para romperse en confusión contra las rocas.
No hay en esta gura ninguna mención directa ni de las tropas atacantes ni del
mar al cual se comparan. En otro lugar del mismo poema Egil se re ere a la poesía,
denominándola “el aguamiel de Odín”, utilizando un kenning que se explica por
referencia a un cuento, en este caso la antigua leyenda nórdica del origen de la
poesía, no narrada en este poema.

El mismo proceso de desarrollo hacia una mayor complejidad gurativa que


hemos señalado para la poesía nórdica antigua se produjo también en el arte de
Chavín. Los Kennings se hicieron más numerosos y más exagerados y podemos
identi car algunos casos de guras dobladas. No podemos identi car de una
118
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado

manera especí ca el uso de Kennings referentes a cuentos, porque la tradición


literaria de Chavín está perdida, pero sin duda alguna de las guras cuya inter-
pretación como comparaciones visuales sencillas presentan di cultades son efec-
tivamente Kennings de este tipo.

La manera en que se utilizaba los Kennings y otras comparaciones en el arte de


Chavín aparece más claramente en las esculturas más antiguas, en las que las com-
paraciones son todavía relativamente sencillas. Examinaremos ahora algunas de
las comparaciones más comunes.

Un apéndice saliente del cuerpo puede compararse en una lengua y, por con-
siguiente, representarse saliendo de la boca de una cara adicional que se inserta
en el cuerpo con esta nalidad. La comparación a una lengua se aplica a la cola y
los pies de las representaciones de felinos, a las piernas y pies de guras humanas
y, a la cola, alas y pies de las aves. Puesto que una lengua extendida taparía la
mandíbula. Las caras adicionales pueden ser representadas de frente o de per l.
En algunos casos, cuando esperamos encontrar una cara vista de frente, apare-
cen dos caras de per l, dibujadas nariz a nariz en una variante que combina la
simetría con la repetición.

Los mismos apéndices corporales que se comparan a lenguas pueden compararse


simultáneamente a cuellos, por lo tanto, llevar una cara en o cerca de su extremo.
Un apéndice largo, como una cola, puede llevar una cara agnática en algún punto
dse su extensión desde la cual sale el resto del apéndice como lengua.

Los apéndices corporales más pequeños se comparan generalmente a culebras y


estas culebras, en las fases mas tempranas, salen directamente del cuerpo o nacen
de un anillo simple. El pelo y bigotes de los felinos se representan como culebras,
y a veces las orejas también. En las representaciones de aves, el plumón de la cabe-
za y el alula que bordea el ala pueden representarse de este modo. Las plumas in-
dividuales terminan generalmente en caras, pero a veces no es posible determinar
si las plumas eran consideradas como representaciones de culebras o únicamente
como cuellos terminando en cabezas, porque las cabezas de serpiente no siempre
están claramente diferenciadas de otras cabezas. En muchas de las cabezas clavas
que representan seres humanos, el cabello aparece en forma de culebras y, a veces,
las arrugas largas de la cara también.

Otro kenning común es el uso de bocas sumamente alargadas, mejor denomina-


das “cintas de boca continua”, para señalar las principales líneas estructurales
del cuerpo. En los ejemplares de esculturas mas tempranas se utiliza esta gura
únicamente para señalar el eje principal del cuerpo, el eje de la columna vertebral,
en representaciones de aves con las alas extendidas y la cinta de boca continua
no tiene ojos ni nariz asociados. En el arte más tardío de Chavín la cinta de boca
continua se empleaba con más libertad; por ejemplo, para señalar el eje de las alas
de las aves y el eje de la cola y, frecuentemente hay una nariz y un ojo asociados.
La cinta de boca continua parece haber signi cado una comparación entre la es-
tructura fuerte pero exible de una cadena de huesos y las las de dientes en las
mandíbulas.

119
John H. Rowe

La forma de expresión gurada más común en el arte de Chavín es la represent-


ación de la boca de casi cualquier tipo de ser como la boca de un felino gruñendo,
con los dientes visibles y con colmillos largos y puntiagudos sobrepasando los
labios. El felino que los artistas tuvieron en su mente fue probablemente el jaguar,
un animal legendario en toda la América tropical por su valor y fuerza, porque la
mayoría de las guras felínicas completas que aparecen en el arte Chavín tienen
las marcas en el pelaje que son características del jaguar. La boca del felino aparece
no solamente en su contexto natural, en representaciones de felinos, sino también
sirviendo de boca para guras humanas, para serpientes y, en una combinación
especialmente curiosa, para aves. Además las aves con cabeza vista de per l fre-
cuentemente tienen no solamente la boca de un jaguar sino toda la cara de un
felino con su nariz y marca del entrecejo. El pico y la cara del ave son agregados
al per l como una máscara mal acomodada. Todas las caras que sirven para esta-
blecer los Kennings de lenguas y cuello tienen bocas de felino y la cinta de boca es
una boca de felino también, como lo demuestra la presencia de colmillos largos.
Sin embargo, la boca de felino no es universal en el arte de Chavín. Existen algu-
nas representaciones de seres humanos que no la tienen. Es interesante notar que
estas guras humanas también carecen totalmente de Kennings. Las pequeñas
cabezas de serpiente utilizadas como Kennings por el cabello o el plumón también
carecen de la boca de felino, aunque cabezas de serpiente más grandes la tienen.

La razón del uso gurado de la boca de felino en el arte de Chavín es enigmática.


Es difícil interpretar la boca de felino como una comparación directa, pero del
otro lado tiene una asociación intima con el uso de Kennings, utilizándose en to-
das las caras que establecen Kennings menos las pequeñas cabezas de serpiente.
Tal vez la más lógica de las varias explicaciones posibles es que la boca de felino
sirve para distinguir los seres divinos y mitológicos de los seres ordinarios del
mundo natural, con la sugerencia de una comparación entre la fuerza del jaguar
y el poder sobrenatural. Si es así, podemos considerar la boca de felino como una
especie de kenning también, aunque di ere de los demás Kennings por abarcar
una comparación de calidad; viene a ser una gura alegórica. Es también posible
que la boca del felino aluda a algún cuento perdido de la mitología de Chavín.

La solución que propongo para el problema de la signi cación de la cabeza de


felino en el arte de Chavín, se apoya también en la observación que el contexto
arqueológico de este arte sugiere que fue asociada a un ritual religioso. Todas las
esculturas de Chavín de procedencia conocida que usan la boca de felino como
elemento gurativo corresponden a la ornamentación de un templo, y los relieves
en barro de Cerro Blanco, Nepeña, tienen asociaciones parecidas. Son pocos los
grupos de objetos de menor tamaño en el estilo de Chavín que se han encontrado
en asociación arqueológica; uno de estos es un conjunto de objetos de oro encon-
trado en la Hacienda Almendral, cerca de Chongoyape9. La mayor parte de es-
tos objetos se encuentran actualmente en el Museo del Indio American de Nueva
York. El lote incluye tres coronas con dibujos completos, una cinta para la cabeza,
once orejeras y unas pinzas, constituyendo con toda probabilidad un conjunto
de insignias religiosas. Tanto en las esculturas de Chavín como en las coronas de
Chongoyape, la importancia del personaje principal del dibujo se relaciona con
el número de Kennings (es decir bocas de felino) que tienen asociados. Es posible
que el uso de Kennings guardara cierta proporción respecto a la importancia so-
brenatural de la gura representada.
120
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado

Los Kennings que hemos estudiado hasta aquí utilizan una sola cara para cada
kenning y, las caras mismas son representadas de una manera más o menos natu-
ralista. Hay además una comparación que comprende una elaboración de caras
gurativas puramente imaginario, en la cual cualquier rasgo delegado y alargado,
tal como un cinturón o el cuerpo de una culebra, puede compararse a una cadenas
de caras de per l conectadas. EL cinturón de la Gran Imagen es un buen ejemplo
de ésta (Fig. 5). Las caras que componen la cadena tienen dos características inte-
resantes. En primer lugar, son lo que podemos llamar “caras binarias”; es decir,
son caras en las cuales cada boca tiene un ojo y una nariz en cada lado, así que la
boca puede considerase como un elemento común a dos caras distintas, cada una
invertida con respecto a la otra. En el segundo lugar, las caras son conectadas una
a otra por una cinta labial continua que va de boca a boca pasando por los per les
de las caras.

La cadena de caras fue elaborada aún más en el curso del desarrollo posterior
del estilo Chavín. En las fases posteriores, el sector de la cinta labial continua que
atraviesa per les de las caras se interpretó como el labio de una boca agnática
perpendicular a las bocas originales, proveyendo de los dientes del caso. Había,
además, cierta tendencia a extender el labio y los dientes de caras aisladas para
arriba, siguiendo la línea del per l de la cara probablemente por analogía con las
caras encadenadas.

Ya en la fase AB encontramos caras agnáticas representadas de frente provistas


de un diente puntiagudo en medio de la boca, además de los colmillos en cado
lado. El diente central es puro producto de la imaginación que no puede basarse
en ninguna observación de la naturaleza; representa simplemente el triunfo de las
ideas de simetría de Chavín sobre la simetría de la naturaleza. Más tarde, la idea
se extendió a otros contextos. En la fase C, el diente central aparece en caras rep-
resentadas de per l y con mandíbulas inferiores ,y este uso vino a ser lo normal
en la fase D. El diente central pende de la mandíbula superior y descansa sobre el
labio inferior.

Aunque el estilo Chavín es esencialmente representativo, como ya hemos nota-


do, también incluye algunos elementos abstractos y puramente decorativos. En
la Gran Imagen, por ejemplo, aparece un cordón curvilíneo de dos elementos en
el dorso y debajo de los pies de la gura principal. En la última fase del arte de
Chavín encontramos una enroscadura angular derivada del cordón curvilíneo,
aunque los cordones no cayeron en desuso. Otro fenómeno tardío fue el uso de
cordones y enroscaduras de tres elementos además de los de dos.

Ya en la fase C el cordón decorativo adquirió un signi cado representativo en


ciertos casos, utilizándose para representar los cuerpos enroscados de dos serpi-
entes. La diferencia es, naturalmente, que los cordones con este signi cado termi-
nan en cabezas de serpiente. Más tarde, los claros donde se cruzan los elementos
aparecen provistos de pupilas de ojos. Ambas novedades representan reinterpre-
taciones de formas abstractas como representaciones, un tipo de reinterpretación
facilitado por el hecho de que los artistas de Chavín estaban acostumbrados al uso
de guras geométricas como representaciones de rasgos naturales.

121
John H. Rowe

Los elementos abstractos son, en general, más frecuentes en la escultura más tardía
de Chavín que en las más tempranas y más frecuentes en cerámica que en escul-
tura. Algunos de ellos parecen derivarse de guras representativas más antiguas
que llegaron a utilizarse fuera de contexto y tenían una forma tan ambigua que
fue fácil olvidar su signi cado representativo. Por ejemplo, hay una gura sencilla
que parece una S echada que es muy común en la cerámica Chavín relativamente
tardía y parece derivarse de una representación de una ceja con la extremidad
rizada que es frecuente en al escultura temprana. Una forma intermedia aparece
en los cuerpos de los felinos de la fase AB que ornamenta la cornisa en la esquina
suroeste del templo de Chavín (Fig. 17). En estos casos la gura S tiene un ojo
redondo en cada extremo y, ninguno de los ojos está en un contexto natural como
ojo de una cara. El caso de la gura de S es, por supuesto, el inverso del de cordón.
Algún día será posible escribir una especie de gramática del arte de Chavín que
ofrezca una explicación completa de las convenciones y Kennings aun de los dibu-
jos tardíos más complejos. Las observaciones presentadas aquí distan mucho de
formar tal gramática, pero son tal vez su cientes para facultar al lector para hacer
observaciones inteligentes propias cuando examina objetos de arte Chavín y este
es el n del presente estudio.

Signi cado representativo

Una vez que hemos logrado reconocer en los dibujos de Chavín los elementos
gurativos y los que corresponden a elaboraciones puramente decorativos, esta-
mos en condiciones de penetrar detrás de estos elementos super ciales y buscar el
signi cado representativo fundamental de las guras. Por lo general, cada gura
es un problema diferente; la mayor parte de las composiciones del arte de Chavín
se componen de una sola gura principal que actúa sola, aunque puede tener
guras menores subsidiarias asociadas. Las guras subsidiarias, sin embargo, se
distribuyen según los dictados de la simetría, así que la composición no implica
un signi cado narrativo de actividad.

Cuando uno aprende a penetrar la elaboración gurada de los dibujos del arte
de Chavín se sorprende al encontrar que un alto porcentaje de ellos no son sino
representaciones de formas naturales, especialmente aves, animales y seres hu-
manos. Puesto que la mayoría de estas formas son provistas de bocas felínicas
y otros Kennings, es de suponer que representan a seres sobrenaturales, pero el
punto importante es que raras veces son formas monstruosas. Existen en el arte
de Chavín algunas representaciones de seres compuestos de partes de diferentes
animales, o de partes humanas combinadas con partes animales, pero son mucho
menos comunes de lo que generalmente se supone.

Las formas naturales más frecuentes en el arte de Chavín son aves que pueden
identi carse como águilas y halcones. Los rasgos que permiten esta identi cación
son los pies fuertes de ave de rapiña, el pico corto y encorvado con una cara prom-
inente encima que contiene la ventana de la nariz y, el hecho de que las aves siem-
pre aparecen con plumas o plumón en la cabeza y a veces debajo del pico también.
Los halcones se distinguen por una raya decorativa en la cara que voltea en curva
hacia atrás desde la base del ojo; se trata de una representación convencionalista
de la marca de la cara de los halcones naturales. Esta raya falta en las representa-
122
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado

ciones de águilas. Aunque muchas personas crean lo contrario, no existen repre-


sentaciones de cóndores en el arte Chavín. Las guras de aves que se han tomado
por cóndores son guras de águilas o halcones. El error tuvo su origen en una
interpretación equívoca de la convención empleada en el estilo Chavín para rep-
resentar la cara con la ventana de la nariz. Esta convención es una voluta sencilla
encima del pico y, fue tomado por una representación de la carúncula curiosa que
sobresale del pico del cóndor macho. Pero los cóndores no tienen plumas en la
cabeza, ni tienen pies de ave de rapiña10.

La representación de felinos no son muy abundantes en el arte de Chavín y las


que hay pertenecen casi todas a las fases AB y C. En la mayoría de los casos no
hay duda que el felino representado es el jaguar, puesto que se notan las caracter-
ísticas marcas de la piel convencionalizadas. Pero, en la piedra de cornisa que se
conserva en la esquina suroeste del Templo Nuevo de Chavín (Fig. 17), hay dos
guras de felino sin las marcas usuales que pueden representar pumas.

Las representaciones de otros animales como guras principales son muy esca-
sas en composiciones de estilo Chavín. En Chavín mismo hay dos serpientes en
la misma piedra de cornisa con los pumas (Fig. 17) y una representación de un
mono, una de un murciélago, y una que posiblemente sea de una vizcacha, estas
tres últimas labradas en relieve en igual número de losas de piedra apropiadas
para ser incrustadas en una pared11. Se conocen varias representaciones de can-
grejos de procedencia costeña, pero ninguna de la sierra12. Los pescados aparecen
únicamente como guras secundarias, pero son bastante frecuentes en este con-
texto. Es interesante notar que no hay representaciones de animales cuya carne
servía de alimentos, como el venado, el guanaco y el cuy, ni tampoco de varios
otros animales representados con alguna frecuencia en otros estilos peruanos,
como el zorro, la lagartija y la rana. Las plantas y los productos vegetales aparecen
raras veces en el arte de Chavín y, únicamente como guras secundarias.

Fig. 17. Felinos y serpientes de la cornisa en la esquina suroeste del Nuevo Templo (n º 1,
gura 2), elaborado sobre la base de notas del autor. Los felinos están en el lado bajo de la
cornisa y las serpientes en su borde. Fase AB.

123
John H. Rowe

Las guras de animales labradas en piedra aparecen en el templo de Chavín en


tres contextos, o sea en cornisas, en losas rectangulares hechas para ser incrusta-
das en las paredes y como cabezas clavas. En todos estos casos sirve como or-
namentación arquitectónica y no se representan con la distinción que nos haría
pensar que hayan servido como objetos de culto. Las águilas y los jaguares que
predominan en las cornisas han podido representar unos seres sobrenaturales que
servían a los dioses, pero evidentemente no han sido dioses ellos mismos. Los
otros animales que aparecen con menos frecuencia pueden ser guras tomadas
de la mitología.

Hay algunas representaciones de hombres encontradas en la región de Chavín


que no tienen elaboraciones guradas de ninguna clase. Aparecen todas en losas
relativamente pequeñas y pueden haber servido también como ornamentación
arquitectónica. La más interesante, muestra un hombre que lleva una estólica y
tres dardos en la mano izquierda y una cabeza trofeo en la derecha (Fig. 20). Hasta
la cuarta parte de las cabezas clavas del templo de Chavín representan cabezas
humanas sin Kennings, hay también algunas que tienen bocas naturales, pero el
cabello y las arrugas faciales guradas como serpientes13.

Son las guras de forma humana o animal provistas de Kennings complicados


que con más probabilidad representan divinidades o seres míticos importantes, y
los contextos en que tales guras aparecen apoyan esta identi cación.

Hay una sola gura de animal que aparece en el arte de Chavín representada de
tal manera que parece probable que sea una divinidad o al menos un ser mítico
importante. Se trata del caimán que aparece en el llamado “Obelisco de Tello”(Fig.
6) y en dos otras esculturas, un friso de granito encontrado al pie de la Escalinata
Monumental de Chavín (Fig. 19) y un relieve proveniente de Yauya (Fig. 18). En
los tres casos los caimanes aparecen con Kennings complicados y, en dos de ellos
acompañados por guras subsidiarios. El “Obelisco de Tello” es un pilar de corte
rectangular, labrado en las cuatro caras, y es probable que haya sido un objeto de
culto y no una simple pieza de ornamentación arquitectónica. Los caimanes son
representados con colas de pescado, pero este detalle mítico puede haber sido un
mero error de parte de los escultores, pues estos han podido representar animales
que no conocieron personalmente dado el hecho que los caimanes viven a una
altura mucho mas baja.

La Gran Imagen en el interior del templo antiguo de Chavín sirvió sin duda
de objeto de culto y, podemos aceptar su gura principal como representación
de una divinidad. Esta gura (Fig. 5) tiene la forma de un hombre aparte de su
elaboración gurada. La divinidad de la Gran Imagen se representa parada con
su brazo izquierdo pegado al costado y su brazo derecho levantado. Sus manos
son abiertas y no agarran nada. Luce aretes pendientes, un collar y al parece una
túnica y un cinturón. Su cabello es gurado como serpientes y su cinturón como
una cadena de caras.

El rasgo mas curioso de esta gura es la boca, la cual es muy grande tiene sus
extremos vueltos para arriba y no tiene sino los colmillos superiores. Las guras
humanas ordinarias tienen bocas de proporciones más reducidas, con los extre-
mos rectos o vueltos hacia abajo, mientras que la boca de felino normal de uso
124
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado

Fig. 19. Reconstrucción de las guras que adornan dos fragmentos de un dintel de granito
encontrada en 1962 al pie de la escalera monumental (no4, Fig.2). Dos caimanes de per l
están representados. La reconstrucción se basa en dos calcos y una fotografía del original.

Fig. 20. La gura de un guerrero que formaba parte de un friso de guras semejantes. El
dibujo se basa en un calco realizado por el autor.

125
John H. Rowe

Fig. 18. Despliegue de las guras de una Estela encontrada en Yauya. Las guras son
una Cayma mítico casi completa y parte de la media de un segundo. El dibujo se basa en
un calco hecho por Fred D. Ayres (Rowe, 1962, Fig.31).

126
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado

gurado tiene colmillos inferiores además de los superiores. Los rasgos especiales
de la boca de la Gran Imagen aparecen en tres cabezas clavas que pertenecen a
una fase temprana del estilo Chavín14. En las cabezas clavas, sin embargo, la boca
es agnaticia y carece de dientes, mientras que la boca de la Gran Imagen no sola-
mente tiene dientes sino también un labio y mandíbula inferiores. Los dientes y el
labio inferior parecen estar fuera de contexto en la Gran Imagen y, con un examen
más atento se ve que no conforman con el resto de la boca. El labio inferior no está
alineado con el labio superior. Es posible que el concepto de la divinidad que el es-
cultor tenía le exigiera esta combinación discordante, pero es también posible que
la gura se talló en principio con una boca agnática sin dientes y, que los dientes
y la mandíbula inferior fueron agregados posteriormente.

Se ha hallado una representación más tardía de la misma divinidad en el templo


de Chavín. Se trata de una losa bien tallada en relieve que fue encontrada en un
rincón del patio delante de la Portada Negra y Blanca (Fig. 21). La identi cación
se basa principalmente en la boca, la que es grande, tiene los extremos vueltos
para arriba, está provista de colmillos superiores grandes y carece de colmillos
inferiores. Esta gura tiene también aretes pendientes que parecen ser las copias
de las de la Gran Imagen. La gura de la losa agarra una concha cónica grande
en su mano derecha y lo que parece ser una concha Spondylus en la izquierda15.
Conchas como estas servían de ofrendas comunes en el antiguo Perú en muchas
diferentes épocas y, las que la divinidad agarra representan con bastante proba-
bilidad las ofrendas que exigía de sus devotos. Esta divinidad jovial merece un
nombre y, yo voy a llamarlo “el Dios Sonriente”.

Nos es posible identi car al Dios Sonriente como una divinidad porque la Gran
Imagen, que le representa, es evidentemente un objeto de culto. Hay algunas otras
guras representadas en el templo de Chavín que aparecen en contextos tales que
pueden identi carse como seres sobrenaturales menores. Estas son las guras
representadas en los relieves de las columnas en la Portada Negra y Blanca (Figs.
8 y 9). Estas columnas son piezas arquitectónicas que trabajan como soportes y es
poco probable que hayan servido como objetos de culto. Cada columna luce una
gura grande en bajo relieve y, cada gura tiene el cuerpo, piernas y brazos de un
hombre, pero la cabeza, alas y garras de un ave de rapiña. Los atributos del ave
que entran en la combinación de la gura de la columna sur son los de un águila
mientras que la gura de la columna norte tiene la marca de la cara de un halcón.
Las dos guras están paradas y cada una agarra lo que parece ser una macana en
posición horizontal. Ambas guras tienen Kennings complicados, pero los de la
gura del águila son algo más complicados que los de la otra. La posición de las
columnas sugiere que estas guras representan seres sobrenaturales puestos para
vigilar la entrada al templo, “geles” en el sentido original de la palabra; es decir,
mensajeros sobrenaturales y servidores de los dioses.

Los ángeles de la guarda de la Portada Negra y Blanca sirvieron en especial al dios


adorado en el Templo Nuevo, con gran probabilidad él mismo adorado anterior-
mente en el ala sur del Templo Viejo. Como hemos notado más arriba, la imagen
principal de este dios no se ha hallado, pero es posible sostener que tenemos otras
representaciones de él. El argumento tiene dos partes, una que se re ere a la Pie-
dra de Raimondi y la otra a una placa de oro en el Museo Rafael Larco Herrera en
Lima.

127
John H. Rowe

Fig. 21. Representación del Dios Sonriente de una losa que se encuentra en el patio del
Templo Nuevo (no.2, Fig.2). El dibujo se basa en un calco realizado por el autor. Fase D.

La piedra Raimondi es una losa de granito namente tallada con una gura en
relieve tan elaborada con Kennings que es probable que representa una divinidad
(Fig. 10). La piedra fue hallada en las ruinas del templo de Chavín por el año de
1810, pero no se anotó el sitio preciso del hallazgo; se ha exhibido en Lima desde
187416 . La losa tiene unos 198 cm. de largo y unos 74 cm. de ancho, por lo cual
es la losa mas grande que se ha encontrado en Chavín que representa una sola
gura. La divinidad que representa es un ser de forma humana, parada de frente,
que agarra una vara vertical en cada mano. No es el Dios Sonriente, porque tiene
una boca con los extremos vueltos hacia abajo y los colmillos inferiores además de
los superiores. Además, carece de aretes pendientes, aunque este rasgo no es nec-
esariamente tan diagnóstico como la forma de la boca y la postura con dos varas
en las manos. Llamémosle el Dios de las Varas. La piedra de Raimondi fue labrada
para ser colocada en posición vertical, seguramente incrustada en una pared. La
gura de la divinidad no ocupa sino la tercera parte de la altura total de la piedra.
El espacio que sobra está rellenado con una elaboración gurada del cabello del
Dios de las Varas de una complejidad extraordinaria. En esta elaboración se em-
plea un kenning tardío muy común, la comparación del cabello a una lengua que

128
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado

sale de una boca. En la Piedra de Raimondi se repite este kenning hasta llenar el
espacio disponible.

La elaboración gurada del cabello del Dios de las Varas en la Piedra de Raimondi
puede tener una explicación técnica, si suponemos que le habían ordenado al es-
cultor hacer la representación de esta divinidad en una piedra de las dimensiones
de la de Raimondi. En tal caso, el escultor no podía alargar la gura del dios para
llenar el espacio, porque tal procedimiento violaría las normas que rigieron las
proporciones de la gura humana en el arte de Chavín. Según estas normas, la g-
ura total debe dividirse en tres partes más o menos iguales correspondiendo una a
la cabeza, la segunda al cuerpo y la tercera a los pies. El ancho de la gura debe ser
mayor que el alto de una de estas partes. La Piedra de Raimondi es tan larga que
ofrece campo para acomodar tres guras de estas proporciones. El escultor, quien
debía representar una sola gura, encontró una solución ingeniosa a su problema
llenando el espacio que sobra con una elaboración gurada del cabello que da un
aspecto muy imponente a la divinidad representada.

La piedra Raimondi está tallado con el mismo cuidado y tiene el mismo acabado
nísimo que la losas del patio del templo que representa al Dios Sonriente. La
relación entre la losa del Dios Sonriente y la Gran Imagen, tiene el n de ofrecer
una representación del Dios Sonriente en una pared exterior del templo, donde
los adoradores que no tenían acceso al original de su galería interior podían mi-
rarlo. La primera parte de mi argumentación es que la Piedra de Raimondi es una
analogía de las losas que representa el Dios Sonriente, así que, debe ser la repre-
sentación de otra imagen adorada en el interior del templo. Puesto que la Piedra
de Raimondi es la mayor de las dos losas y sus Kennings son más complicados,
debe representar una divinidad que, en la época tardía a la que corresponde la
Piedra Raimondi, tuvo más importancia que el Dios Sonriente. La divinidad ado-
rada en el templo Nuevo de Chavín es la que se hizo mas importante que el Dios
Sonriente, así que el Dios de las Varas debe ser el dios del Templo Nuevo.

La placa de oro del Museo Rafael Larco Herrera que gura en la segunda parte
de mi argumento no tiene datos de procedencia, pero corresponde a un estilo
Chavín puro y relativamente tardío (Fig. 23). Esta placa representa una gura
que podemos identi car, por su actitud y la forma de la boca, como el Dios de las
Varas de la Piedra Raimondi, pero sin la elaboración gurada del cabello. En los
dos lados del Dios de las Varas hay guras abreviadas de ángeles servidores que
combinan rasgos humanos con rasgos de aves, como los ángeles de las columnas
de la Portada Negra y Blanca. La combinación de guras en la placa sugiere que
los ángeles de las columnas sirvieron al Dios de las Varas. Si es así, el Dios de las
Varas debe ser el dios del Templo Nuevo, donde se encuentran las columnas.

Es evidente que el Dios de las Varas fue algo más que una mera divinidad local
de Chavín, porque la encontramos también representado en oro en una de las
coronas del grupo de piezas encontradas en El Almendral en Chongoyape y en
dos piezas encontradas en el territorio del estilo Paracas, en Ica. Una de las piezas
de Ica es un tejido pintado en la colección particular de Michael D. Coe en New
Haven, Estados Unidos y la otra es un vaso ceremonial de lagenaria, con un dibujo
en el estilo de Paracas pero con fuerte in uencia de Chavín que pertenece a la col-
ección de Paul Tru en Ocucaje(Fig. 22)17 .
129
John H. Rowe

En la religión andina de épocas posteriores, los dioses que recibían el culto tan
general fueron dioses de la naturaleza y, todas las demás divinidades tuvieron
una importancia local o regional. Si esta división fundamental tuvo cierta antigüe-
dad en el Perú, como parece posible, podemos suponer que el Dios de las Varas
tuvo algo que ver con las fuerzas de la naturaleza. Su asociación con águilas y
halcones en el templo de Chavín sugiere que tuvo su morada en el cielo, pero los
datos disponibles permiten una identi cación mas precisa. Posiblemente fue un
dios solar un dios del trueno, como la divinidad incaica IIlapa, representado como
un hombre con una porra en una mano y una honda en la otra. No hay ningún
motivo para creer que fue un dios creador18 .

El Dios de las Varas es la única divinidad de la religión de Chavín a quien podem-


os atribuir una importancia general a base de los datos disponibles. Los otros dio-
ses que hemos logrado identi car, El Dios sonriente y el caimán, no han aparecido
fuera de la zona alrededor de Chavín. Hay una imagen hallada en La Copa que
posiblemente representa otra divinidad local por el mismo estilo19. Hay que re-
cordar, sin embargo, que los datos que tenemos son todavía muy escasos, y que
los trabajos futuros puedan descubrir varios otros dioses de la religión de Chavín,
algunos de culto tan general como el Dios de las Varas.

Hemos comentado ahora el signi cado representativo de la mayoría de las gu-


ras completas que aparecen en el arte de Chavín. Hay también una variedad de
guras abreviadas, especialmente en cerámica y adornos de oro, cuyo signi cado
es mucho menos claro. Estas guras abreviadas incluyen cabezas de hombres,
felinos, aves y serpientes, caras agnáticas generalizadas y rasgos aislados fuera de
contexto, como ojos, manos, plumas, marcas de pelaje de jaguares y círculos con
puntos centrales que no presentan las marcas de la piel de serpientes. Por lo gen-
eral, podemos conocer una cabeza de ave como tal, cuando la encontramos, por
ejemplo, en una botella de estilo Cupisnique de la costa norte, pero no podemos
decir todavía si la gura abreviada es un elemento simplemente decorativo, o si
incluye también algún signi cado religioso.

A pesar de los problemas que quedan por resolver nos encontramos ahora en
condiciones de mirar el arte de Chavín con alguna comprensión además de apre-
ciar su valor puramente estético. Es un arte religioso, pero al mismo tiempo alta-
mente intelectual, ejecutado para personas dispuestas a recibir un estímulo men-
tal además de una excitación de las emociones. Para nosotros que nos acercamos
al arte de Chavín sin conocer el idioma, las ideas religiosas, o la mitología de los
hombre que lo ejecutaron, el problema de comprender lo que querían decir puede
con justicia compararse con el de descifrar una escritura desconocida.

La Secuela

El estilo Chavín llegó a su n alrededor de los 300 años antes de Cristo, pero to-
davía sabemos poco de las circunstancias de este acontecimiento. Posiblemente la
expansión del estilo de Chavín estaba asociada con un programa de conquistas
militares y el poder central se desplomó o posiblemente triunfó una tendencia
a la reforma religiosa, asociada con un estilo más sencillo. Posiblemente el estilo
mismo se hizo progresivamente más abstracto, hasta tal punto que las reglas an-
130
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado

Fig. 22. El Dios chavín representado en una calabaza piro-grabada, encontrada en una
tumba en el Valle de Paracas Ica. La calabaza se encuentra en la Colección Paul Truel.
Dibujo de L.E. awson y el autor.

tiguas se deshicieron. De todos modos, por una razón u otra llegó a su n y, fue
seguido por un periodo caracterizado por el desarrollo de muchos estilos locales
diferentes en la zona antes dominada por el estilo Chavín. El estilo de Chavín ha
debido, sin embargo, dejar alguna clase de tradición, como la tradición que dejó el
arte romano en la Edad Media, porque se trató de varias ocasiones posteriores de
hacer revivir varios aspectos del estilo de Chavín, de manera más notable en los
estilos de Moche y Tiahuanaco.

131
John H. Rowe

Fig. 23. El Dios chavin representado en una placa de oro; sin procedencia en el Museo
Arqueológico "Rafael Larco Herrera", Lima. Las incrustaciones que decoraban el original
faltan. Dibujo sobre la base de una fotografía en el Museo de Arte Moderno de Nueva
York (Rowe, 1962, Fig.27).

El estilo de Moche oreció del área antigua en los valles entre Pacasmayo y Nepe-
ña, un sector importante del área antigua de la cultura Chavín, entre 1 y 580 años
después de Cristo, más o menos. La cerámica más na de este sitio fue decorada
por un modelado naturalista o pintada con escenas vivaces de acción ejecutadas
en rojo sobre un fondo de color crema. Algunas de las escenas se derivan clara-
mente de la mitología, y uno de los personajes importantes en estas escenas es
un ser que tiene cabeza humana pero boca de jaguar. Sus proezas quedan por
estudiar todavía, pero el aparece en contextos que sugieren que ha podido ser un
héroe mítico iniciador de la cultura20.

Las formas de las vasijas más nas del estilo Moche y su interés por el modelado
naturalista parecen representar una revivi cación de los rasgos correspondientes
del estilo Cupisnique, la variedad local del estilo Chavín en cerámica. Esta re-
vivi cación viene después de un periodo de varios siglos en que la cerámica de
esta zona fue muy diferente. En la tercera fase del estilo Moche hay también var-
ias vasijas decoradas con imitaciones bastante eles de dibujos incisos del estilo
Chavín21.

El estilo Tiahuanaco propiamente dicho, oreció en el norte de Bolivia y zonas


vecinas más o menos 580 a 930 años después de Cristo. Aproximadamente al mis-
mo tiempo el estilo de Huari, estrechamente emparentado con el de Tiahuanaco,
oreció en la mayor parte del Perú. Este estilo de Wari se diseminó, en parte por
conquistas militares, desde un centro localizado cerca de la ciudad moderna de
Ayacucho. In uencias de Wari y, probablemente el dominio de Huari también,
llegó hasta Cajamarca en el norte de Perú y hasta Sicuani en el sur. Las diferencias
entre el estilo de Huari y Tiahuanaco son importantes pero no afectan la presente
exposición, así que los trataremos como una sola unidad estilística aquí.

Uno de los temas más notables de los estilos Tiahuanaco y Huari es una gura de
forma humana vista de frente con una vara en cada mano. Además, esta gura
132
El Arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado

tiene la boca de jaguar22. En un relieve famoso de Tiahuanaco es acompañado


por ángeles mensajeros con cabeza de halcón23. Hay varios otros parecidos entre
los temas del arte de Huari y Tiahuanaco de un lado y la de Chavín del otro y,
hay también algunos parecidos en las convenciones artísticas. Pero no se cono-
cen piezas de los estilos Huari y Tiahuanaco que imitan la manera de Chavín,
como hacen algunas del estilo Moche. Lo que pueden signi car estos parecidos
en cuanto a la supervivencia de conceptos religiosos y el arcaísmo premeditado
es un enigma todavía, pero es evidente, cuando menos, que el arte y la religión de
Chavín proyectó una sombra muy larga en el antiguo Perú.

Notas

1. He tomado esta de nición del estudio sobre Chavín de Gordon R. Willey (1961
p. 109). El trabajo de Willey es una guía muy útil a la bibliografía más antigua
referente a Chavín y su estilo. La contribución mas importante que se ha publi-
cado posteriormente es el informe sobre Chavín de J. C. Tello, escrito entre 1940 y
19, pero publicado en 1960, gracias a los esfuerzos de Toribio Mejia Xesspe. Este
informe incluye un catalogo de la escultura de Chavín conocida con anterioridad
a 1945.

2. Véase también Rowe, 1962 Figs. 1, 3, 9, 10. Las columnas se encontraron caídas
y se han levantado una grada más debajo de su posición original y a mayor dis-
tancia una de otra.

3. Para otras ilustraciones de este monumento véase Rowe, 1962, Fig. 6; Tello,
1923, Fig. 72 lám. I; Tello, 1960, Fig. 31. Esta ahora en el Museo Nacional de Antro-
pología y Arqueología, Lima.

4. Véase también Bennett, 1942, Fig. 3; Tello, 1943, lám. XXII; Valcárcel, 1957, Figs.
6 y 7; Tello 1960, Figs. 36, 64, 66-67.

5. Tello, 1960, g, 69 (Bennett, 1942, Fig. 24) y Tello, 1960, Figs. 60 y 70. Tello
1960 Fig. 53, de las ruinas de Qotus (“Gotush”) en la otra banda del rio Mosna
pertenece probablemente a esta fase. Tello, 1960, Fig. 52, es otro fragmento del
mismo monumento, Fig. 53, o de otro muy parecido.

6. Para Cerro Blanco, Nepeña, véase Means, 1934, pp. 100-105; Tello, 1943, lám.
XIII (una reconstrucción). He citado el dintel de la Copa a base de un dibujo pub-
licado por Carrión Cachot, 1948, Fig. 17.

7. Para el mortero, véase Rowe, 1962, Fig. 33; para la cuchara, Lothrop, 1951, Fig.
74d.

8. El texto Islandés está en Gordon, 1957, pp. 112-114. La traducción es mía.

9. Lothrop, 1941, pp. 251-258.


10. Este argumento es una expansión de uno de Yacovleff, 1932. Fue J. C. Tello
quien identi có las aves de Chavín como cóndores, por primera vez en su mono-
grafía de 1923.

133
John H. Rowe

11. Hay una buena foto de las serpientes en Izumi, 1958, p. 7 arriba. Para ilustra-
ciones del murciélago y la “vizcacha”, véase Rowe, 1962, Figs.13 y 12. Fue Marino
Gonzales quien sugirió la posibilidad de que la última representación podía ser
una vizcacha. La falta de detalles di culta la identi cación positiva de este animal.

12. Kroeber, 1944, Fig. 52, procedente de Supe, es el ejemplar más claro.

13. Para relieves de guras humanas, véase Tello, 1960, pp. 215-250; para cabezas
clavas, véase sus pp. 259-263 y 268-283. Cf. también Rowe, 1962, Fig. 5.

14. Tello, 1960, Figs. 90-92.

15. La identi cación del objeto en la mano izquierda de la divinidad fue propuesta
por Junius B. Bird. Yo había pensado previamente en ores, pero tal identi cación
es poco probable, puesto que no hay sino dos “tallos” correspondientes a tres
“ ores”. Esta representación de Spondylus es única en el arte de Chavín conocida
y tan convencionalizado. Las conchas cónicas son más frecuentes, hay otra con
una cara en el “Obelisco de Tello”, Fig. 7, A-21, por ejemplo.

16. Polo, 1899, p. 195.

17. Véase también Tello, 1959, Figs. 31 y 33. El tejido de la colección Coe está pub-
licado en Rowe, 1962, Fig. 29.

18. Sobre el origen del culto al Creador entre los Incas, véase Rowe, 1960.
19. Carrión Cachot, 1948, lám. XX

20. Para ejemplos véase Schmidt, 1929, pp. 160-168, 176-177, 202 y 204.

21. Kroeber, 1926, Figs. 3 y 4, provienen de tumbas de la fase Moche III.

22. Kelemen, 1943, Tomo II,Llám. 165.

23. Posnansky, 1945, Tomo I, Láms. XLV-L.

134
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

PÓJOC Y WAMAN WAIN :


DOS PUEBLOS DEL HORIZONTE TEMPRANO EN
LA ZONA DE CHAVÍN DE HUÁNTAR

Richard L. Burger

En 1962, John Rowe presentó el poco convencional punto de vista, de que Chavín
de Huántar no fue un centro ceremonial vacío, como Bennett y otros habían pen-
sado (Rowe, 1962, p. 5.; 1963, p.p. 9-10; Bennett 1946 p.p. 82-83; Bennett y Bird,
1949, p.p 133,136, 137); sino un muy precoz caso de una Ciudad Andina. También
se sugirió que Chavín de Huántar era el Centro de un sistema de asentamiento lo-
cal, en el cual, un considerable número de aldeas y caseríos habría proporcionado
soporte al Templo de Chavín de Huántar y a la enorme población asentada alre-
dedor de dicho templo. Usando la terminología de Rowe, Chavín de Huántar fue
una ciudad sincorítica, al menos durante parte del Horizonte Temprano (Rowe,
1963, p.p 103).

Los dos elementos de su hipótesis sobre el urbanismo Chavín han sido desarrol-
lado, en base a las evidencias recolectadas por Marino González, conservador y
arqueólogo residente de Chavín de Huántar y complementadas por las observa-
ciones hechas por Rowe durante sus trabajos en Chavín de Huántar. Sin embargo,
no se ha realizado ningún intento sistemático para evaluar el tamaño y permanen-
cia de los asentamientos cercanos al templo. Las excavaciones fuera del sector cer-
emonial se limitan a aislados pozos de cateo realizados por Muelle y otros, cuyos
resultados no han sido publicados. Varios de los pequeños sitios que para Rowe
habrían tenido una relación sincorítica con Chavín de Huántar, fueron explorados
y descritos por Espejo, Tello y Amat pero ninguno ha sido investigado en det-
alle. Es así que, por más de una década, la propuesta de Rowe se ha mantenido
como una hipótesis no comprobada pero razonable, que podría ser críticamente
evaluada sólo después de exploraciones y excavaciones controladas en Chavín de
Huántar y otros sitios cercanos.

En 1975, inicié un breve proyecto con el propósito de comprobar ambos aspectos


de la hipótesis de la ciudad sincorítica. El trabajo fue dividido entre el pueblo de
Chavín de Huántar y dos sitios cercanos ubicados a mayor altitud (Fig. 1). Los re-
sultados de las investigaciones en los asentamientos vecinos al templo fueron muy
productivos pues proporcionaron evidencia que corrobora que durante la fase
Janabarriu del Horizonte Temprano, Chavín de Huántar excedía las 40 hectáreas

Titulo Original: Burger, Richard (1982). “Pójoc and Waman Wain: two villages in the Chavín heart-
land”. Ñawpa Pacha, 20, pp. 3-40. Berkeley.

135
Richard L. Burger

Fig. 1. Asentamientos del Horizonte Temprano en la parte alta


del valle del Mosna, Ancash, Perú.

en tamaño, cali cando como una “ciudad” en la terminología de Rowe (Burger,


1979; m.s) El trabajo en los sitios propuestos como comunidades de sustento para
Chavín de Huántar: Pójoc y Waman Wain, fue más problemático. Ambos sitios
presentaban problemas arqueológicos y logísticos que no podían ser adecuada-
mente solucionados debido a lo limitado de los recursos y al tiempo disponible.
Los resultados de las investigaciones en estos dos sitios, Pójoc y Waman Wain,
serán el tema de este artículo.
136
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar

Ecología y Subsistencia en el Corazón de Chavín

La relación entre el antiguo asentamiento de Chavín de Huántar y las pequeñas


comunidades como Pójoc y Waman Wain se entiende mejor, dentro del contexto
del sistema de subsistencia indígena de esta área, con sus particulares recursos y
limitaciones. Dado que los estudios arqueológicos en los Andes Centrales indican
que la mayoría de cultivos y animales prehispánicos fueron domesticados antes
de mediados del Horizonte Temprano (Pearsall, 1978; Cohen, 1979; Browman,
1981; Wing, 1978; Pires-Ferreira et. al., 1976), es razonable la premisa de que las co-
munidades prehistóricas del área de Chavín estaban sostenidas por un sistema de
agricultura en la zona alto andina. Esta posición es consistente con la evidencia de
las excavaciones en Chavín de Huántar pues se recuperaron granos de maíz car-
bonizados en contextos de asentamientos del Horizonte Temprano (Burger, ms.)
y el análisis preliminar de la fauna recuperada en basurales domésticos Janabarriu
demuestra una gran dependencia de este recurso (George Miller, comunicación
personal). Las investigaciones paleoclimáticas realizadas por Henry Wright sugie-
ren que hace 2,000 o 3,000 años, el clima y la vegetación habrían sido semejantes a
los actuales pero con una diferencia de 100 m. en los límites efectivos de las zonas
de producción, como resultado de un clima ligeramente más frío (Esrik et.al, 1980,
p. 8). Esta conclusión está respaldada en estudios arqueológicos sobre el mismo
asunto (Cardich, 1976, p. 19). Por lo tanto, mientras que los límites superiores de
producción de tubérculos pueden haber sido algo más bajos y las áreas efectivas
de la producción de maíz habrían sido reducidas, es probable que el sistema de
subsistencia durante el Horizonte Temprano en Chavín, fuera similar al sistema
agrícola moderno en muchos aspectos.

El sistema de agricultura mixta comúnmente practicado en el área de Chavín, si


bien modi cado por la presión del mercado además de la introducción y acep-
tación de plantas y animales del Viejo Mundo, aún mantiene mucho de su es-
tructura tradicional y provee algunas ideas útiles de la realidad de la producción
agrícola local.

La O cina Nacional de Evaluación de Recursos Naturales (ONERN, 1976), identi-


ca tres zonas de vida y de importancia económica para poblaciones humanas que
viven en el área de Chavín. La más baja, la Floresta Húmeda Tropical Montañosa
(bh-MT) se presenta entre 3,100 y 3,300m de elevación, lo que corresponde aproxi-
madamente a la zona de producción comúnmente denominada Quechua (Pulgar
Vidal, 1970, p.75) o Taisha Kechua (Fonseca, 1973, p. 30). Dentro de esta zona, los
agricultores de Chavín hacen una distinción entre los terrenos del piso de valle
(Pampa) y los terrenos de las faldas bajas del valle. Sólo las tierras de las laderas
más bajas y el piso del valle son extensamente irrigadas, debido a que esta zona
recibe menos lluvia (Tabla 1) que aquellas de alturas mayores. Además que los
cultivos que crecen allí (e.g.,maíz) son más propensos a secarse en comparación
con las cosechas plantadas a mayores alturas donde la lluvia es más abundante.
Actualmente existe un canal de riego en la cuenca superior del río Huachecsa
para irrigar los campos adyacentes al piso de valle; los manantiales naturales son
también un recurso de agua para la irrigación, en pequeña escala, a ambos lados
del río Mosna. Sin embargo, la zona irrigada constituye solamente el 5% del total
de la tierra agrícola y dudo que más del 5% de la tierra pueda haber sido irrigada
incluso con el uso de tecnología moderna (Burger, 1998.).
137
Richard L. Burger

El rol de la irrigación en el sistema productivo del Horizonte Temprano de Chavín


habría estado circunscrito equilibradamente por la geografía local. Sin embargo,
la irrigación no habría sido esencial puesto que una cosecha de maíz u otros cul-
tivos podrían haber crecido en el piso del valle sustentada sólo en la precipitación
natural (Moseley, 1978, p. 507 Tabla 11.1). Actualmente el piso del valle está des-
tinado a los cultivos de maíz, habas, trigo, alfalfa y huertos donde se siembran
hierbas, betarraga, calabazas, repollo, ajos y capulí. De acuerdo a los agricultores
locales, en esta zona el riesgo de heladas es más elevado que en las tierras más
altas, usadas comúnmente para trigo, cebada, maíz y frijoles.

La siguiente zona de nida por el estudio de la ONERN es la Floresta Tropical


Montañosa muy Húmeda (Bmh. MT) entre 3,300 - 3,800 metros aproximada-
mente. Esta zona corresponde a las tierras agrícolas de las cimas cordilleranas que
la gente local llama “altura” y Pulgar Vidal llama Suni o Jalca (1970, pp. 89-90).
Esta zona es considerada por los agricultores como tierras apreciadas debido al
buen suelo y lluvias seguras. Generalmente no se practica la irrigación en estas
tierras ya que un largo período de maduración y heladas de invierno hacen im-
posible la doble cosecha. Las habas sembradas en Octubre en esta zona agrícola
pueden ser cosechadas en Agosto, mientras que dicha siembra, si es plantada al
mismo tiempo en el piso del valle, podría ser cosechada en Junio. Debido a que las
lluvias empiezan más temprano y son más abundantes en las alturas, existe menor
riesgo de que las cosechas se pierdan por sequía; de hecho, los agricultores locales
usualmente culpan a las lluvias excesivas por las pérdidas de cosechas en el área.
Las siembras más importantes en esta zona son las papas, cebada, frijoles, tarwi,
quinua, oca, achis y mashua, relativamente en ese orden. Se pueden sembrar cul-
tivos de mayor altitud como la quinua, pero, puesto que ellos orecen a mayores
elevaciones y no requieren irrigación, no es rentable sembrarlos en las tierras más
bajas con escasa irrigación. El maíz, algunas veces es sembrado en tierras agrícolas
más elevadas donde existen parcelas abrigadas, pero a pesar de dicha protección
el riesgo es considerable.
138
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar

La zona de importancia económica a mayor altura es el Páramo Pluvial Subalpino


Tropical (Pp- Sat) o Jatun Jalca (Fonseca, 1973, p. 32), localmente denominada
jalca o puna. Esta zona de vida es explotada como tierra de pastoreo. Empieza
al Oeste de Chavín a los 4,000 m. mientras que al Este, aproximadamente a 3800
m. Es una zona vasta, constituyendo el 80 % de las tierras con potencial agrícola.
La precipitación mantiene tierras con pastizales perennes que pueden alimentar
rebaños durante todo el año. En 1975, el Gobierno calculó que 9000 cabezas de ga-
nado y 40,000 ovejas podían ser mantenidas en la Puna de los distritos de Chavín,
San Marcos y Huántar; sin embargo, este cálculo fue inferior debido a las condi-
ciones especiales creadas por la reforma agraria. Un sub- producto de los cultivos
de pastoreo en la puna es el estiércol de animal que es recogido cuidadosamente y
utilizado como combustible y fertilizante en la zona agrícola cercana; práctica muy
extendida en las tierras altas peruanas (Winterhalder, Larsen y Thomas, 1974).

Las zonas de producción ya descritas se relacionan entre sí. Los agricultores cami-
nan del piso del valle hasta las tierras de pastoreo en un máximo de dos horas.
Si bien esto es posible, no necesariamente es práctico para la explotación, de las
tres zonas de producción, por asentamientos permanentes localizados a diferen-
tes alturas. El patrón de localización de los asentamientos modernos prioriza la
proximidad hacia las tierras agrícolas y los pueblos pequeños están dispersos en
las zonas de producción por debajo de la puna alta. El centro de los sistemas de
asentamientos modernos, Chavín de Huántar, está localizado en el piso del valle.
En 1961 esta capital distrital tenía una población total de 909 habitantes, ligera-
mente más de los 800 registrados por Rivero y Tschudi un siglo antes (Rivero y
Tschudi, 1855 p. 282). Un censo local llevado a cabo en 1961 registró que el 87%
de los habitantes del distrito de Chavín vivían fuera del centro en 58 pueblos y
caseríos. El grá co 1 muestra la abundancia de caseríos y pequeñas aldeas y la
relativa ausencia de pueblos y ciudades grandes. Excluyendo a Chavín de Huán-
tar, la cantidad más importante de asentamientos fue 104 en 1961 y 117 en 1972.

Tamaño de asentamientos y su frecuencia en el distrito de Chavín de Huántar*


*Basado en el censo de 1961, tomado por el Ministerio de Educación (cortesía del representante local
del Ministerio de Educación en Chavín de Huántar)

139
Richard L. Burger

Estas pequeñas comunidades están dispersas en el área, pero son más comunes
en las zonas agrícolas de mayor altura (Bmh- MT) y en el piso del valle. No es de
sorprender que sean comunes en las colinas bajas ya que las áreas de mayor al-
tura son escasas y están mayormente reservadas para el maíz. Son también raros
los asentamientos en la puna inhóspita, la cual es explotada mayormente por las
comunidades de las alturas, que utilizan rotativamente una amplia expansión de
pastizales para el ganado bajo la responsabilidad de sus pastores. Los pastores de
tiempo parcial siguen un ciclo nómade, durmiendo en la puna en chozas provisio-
nales que se mantienen desocupadas gran parte del año; la rotación del ganado es
necesaria para prevenir el sobrepastoreo.

El pueblo moderno de Chavín de Huántar sirve como centro de abastecimiento


para los asentamientos, proporcionando tiendas y mercados donde los productos
de las pequeñas comunidades rurales (e.g., papa, zapallo, cebada) pueden ser in-
tercambiados por dinero, que será después utilizado para abastecerse de produc-
tos manufacturados esenciales y no locales (e.g., sal, coca, kerosene, ají, azúcar,
ropa, cerámica etc.). Asimismo se pueden adquirir algunos productos elaborados
en el pueblo (e.g., pan). Estos productos complementan el intercambio recíproco
de bienes de la quechua con productos de altura. Chavín de Huántar también se
constituye como un Centro Administrativo y Religioso para los pequeños asenta-
mientos dentro de su jurisdicción. Enfatizando el sistema de asentamientos, se
constituye en el cordón uni cador de la complementaridad zonal y la interdepen-
dencia de las poblaciones que utilizan diferentes zonas de producción, así como
su común dependencia en Chavín de Huántar para obtener recursos vitales no
locales. Además, los residentes del centro no pueden vivir sin el negocio de las
comunidades rurales.

Conversaciones con ancianos residentes de Chavín de Huántar revelan que a ini-


cios del siglo XX los productos exóticos eran escasos y de menor demanda que
en el presente. Por ejemplo, en vez del azúcar producido en la costa, se utilizaba
una variedad especial de oca secada al Sol (Kalla) para potajes dulces; pero en
la actualidad el Kalla ha desaparecido. Asimismo, el estiércol seco, leña y otros
combustibles locales fueron reemplazados por kerosene. Por otro lado, Chavín no
era autosu ciente y los informantes re eren que incluso hace dos décadas, los co-
merciantes realizaban viajes prolongados a pie hacia zonas foráneas para adquirir
sal, ají y coca. El ají y la sal fueron obtenidos mayormente del Valle de Casma, un
viaje que podía durar de 5 días a una semana cuando se requería de animales de
carga (ver también Matsuzawa, 1978, p. 670). Un viaje por el Mosna hacia zonas
de menor altura en el territorio oriental era recorrido para adquirir coca y otros
productos como hierbas medicinales, tabaco, hojas de palma y artículos para las
danzas. Arancay era el centro donde los productos de las tierras bajas del este
eran intercambiados por productos de las tierras altas. El viaje por las tierras bajas
tomaba entre 5 a 6 días y más de una semana para retornar. Un informante indicó
que la gente también iba a Arancay para contactarse con curanderos y hechiceros
(Corsino Romero, comunicación Personal). Todos están de acuerdo que estos vi-
ajes fuera del área de Chavín eran temidos debido a las bandas de delincuentes
que dominaban los caminos.

140
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar

PÓJOC ( PAn6-2)

El sitio de Pójoc (3850 msnm.) está localizado 2 km. al noroeste del Templo de
Chavín (Fig.1), el ascenso es de 700 m. desde el piso del valle y toma aproxima-
damente 1 hora. El sitio ocupa la cima del cerro que mira al río Mosna al este y
el Huachecsa al sur y además proporciona una vista privilegiada hacia Chavín
de Huántar y al pico del Nevado Huansan en la Cordillera Blanca. Pójoc y el área
adyacente son comúnmente utilizados para sembrar papas, habas y cebada. Poca
distante hacia el oeste está Chuna, un pueblito de 43 casas con 181 habitantes y
medio kilometro al norte, está el pueblo de Pútcor donde 323 habitantes ocupan 94
casas. Ambos pueblos tienen acceso aproximadamente a los mismos recursos que
Pójoc. Sin embargo, la vista de Pójoc y las cumbres muy empinadas en tres de sus
lados le dan una localización estratégica y defensiva en comparación a las actuales
comunidades cercanas. Un manantial natural provee a Pójoc de agua su ciente;
este puquial es aún utilizado por los residentes de Chuna.

Pójoc fue descrito primero por Rivero y Tschudi como “otra ruina castillo que
externamente presenta lo que parece ser un montículo de basura, pero estamos
seguros que en el interior se encuentran habitaciones y un camino subterráneo
que comunica con el castillo” (1855, p.283). El castillo en cuestión es el “Castillo” o
Templo de Chavín de Huántar. Julio Espejo Nuñez inició la primera exploración
arqueológica seria de los alrededores de Chavín de Huántar en 1941 bajo la su-
pervisión de Julio C. Tello. Pójoc (el cual también aparece en la literatura arque-
ológica como Pogog, Pogog-Marka, Pójoc, Pojoy, Posog) estaba entre los 29 sitios
que él estudió (Espejo Nuñez, 1951, 1955, 1961). Espejo presenta una descripción
detallada de Pójoc desde una perspectiva arqueológica (Espejo Nuñez 1961, pp.
122-125); sus hallazgos fueron agregados a la síntesis de Tello de Chavín sin es-
peci car la autoría de Espejo del trabajo de campo (Tello, 1960). Las estructuras
más notables en el sitio, de acuerdo a Espejo, fueron las elaboradas cámaras fu-
nerarias (Chullpas) “de factura y belleza extraordinaria, únicas en su género en las
cabeceras del Pukcha, construidas sólo con pachillas y barro y de planta ovoide o
semi- ovoide” (Espejo Nuñez, 1961, p. 124); el techo de estas construcciones había
utilizado el principio de bóveda voladiza (Espejo Nuñez, 1961 p. 124). Existían
también otras chullpas rústicas, de uno o dos niveles con plantas rectangulares
o circulares. Espejo también describe habitaciones largas con varias divisiones,
construidas con piedras de tamaño mediano, pequeñas astillas de piedras (pachil-
las) y mortero de barro, las cuales identi ca como residencias. El sitio en general
muestra evidencias de plataformas y terrazas, incluso en las laderas empinadas
al este y oeste de las ruinas principales. Espejo no excavó, pero realizó recoleccio-
nes super ciales consistentes en jarras rústicas y restos óseos humanos recupera-
dos de las chullpas. Más interesante, desde mi perspectiva, son las referencias de
Espejo al descubrimiento, en 1922, de una escultura de granito similar a las del
Castillo de Chavín. Espejo aparentemente no observó esta pieza personalmente;
pero vio un número de piedras paralepípedas pulidas y grabadas en la super cie
de Pójoc muy semejantes a aquellas utilizadas en el Templo de Chavín (Espejo
Nuñez, 1961, p. 124).

En 1965, Marino González presentó un informe al Gobierno Peruano llamando la


atención de la importancia de Pójoc y su destrucción por los agricultores locales.
En su descripción de los materiales de super cie se menciona el estilo cerámico

141
Richard L. Burger

Chavín y Huaylas (e.g., Recuay), una llama de oro (Inca?), una pieza de azulejo
y un cráneo trepanado (Gonzales, ms.). Hernán Amat Olazábal también hizo re-
colecciones en Pójoc y recuperó incluso más de una variedad de cerámica incluy-
endo los eslilos “Rocas” (p.e. Janabarriu), Huarás, Recuay e Inca (Amat Olazábal,
1971, p. 45). Amat agregó a descripciones previas la mención de cámaras funerar-
ias y mausoleos Recuay.

Con rmé las observaciones hechas por los investigadores previos durante mi ex-
ploración inicial en Pójoc en 1974. Las cámaras funerarias vistas por Amat están
aún visibles en el extremo noroeste del sitio. Estas estructuras fueron asentadas
en la colina y su largo corredor con nichos soporta un techo plano de lajas de
piedra; tumbas de este tipo son usualmente asociadas a la cultura Recuay (e.g.,
Bennett, 1944, pp. 42-44). El mausoleo mencionado por Amat estaba formado por
el amurallamiento de la depresión natural en la parte vertical de un a oramiento
rocoso al extremo sur del sitio. Esta estructura probablemente contenía docenas
de entierros y los restos de por lo menos una docena de individuos yacían dis-
persos en el suelo durante mi trabajo de campo. A juzgar por la concentración de
cerámica super cial en esta área, los materiales podrían corresponder al período
Intermedio Tardío u Horizonte Tardío. También hay varias chullpas pequeñas
y cuatro observatorios altos (torres) las cuales estaban parcialmente intactos,
aunque huaqueados.

Las estructuras más comunes en Pójoc son aquellas denominados como residen-
cias por Espejo (Fig. 2). Estos edi cios de construcción pobre son generalmente
rectángulares pero frecuentemente tenían esquinas curvas. Grupos de una, dos o
tres habitaciones aparecen sin mayores diferencias en esta técnica constructiva. El
tamaño de las habitaciones varía entre 4 x 5 m a 6 x 8 m. El ancho de las paredes
es de aproximadamente 50 cm. y está construido de piedras medianas y pequeñas
sin mortero visible o unidas con un mortero de arcilla simple. Las paredes intactas
pueden alcanzar 155 cm. de altura y en algunos casos se encuentran nichos peque-
ños al interior de ellas. Algunos de los edi cios muestran evidencias de haber
sido techados. Frecuentemente, piedras de granito blanco, esculpidas namente,

Fig. 2. Pójoc, material super cial, edi cación de mampostería Colonial temprana.

142
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar

Figs. 3-8, selección de tiestos tipo-Inca; 9-15, tiestos Pójoc; Fig. 16, cuenco policromo, Hori-
zonte Medio; Fig. 17, olla sin cuello incisa de la fase Urabarriu.

fueron reutilizados en estas construcciones tardías, complementando la piedra no


esculpida y rústica.

Pójoc ocupa aproximadamente. 2.5 ha. y la mayor parte está en la cima de un cerro
alargado con dos montículos naturales. Las terrazas de piedra y plataformas bajas
fueron construidas para crear super cies planas a diferentes niveles y la basura
del sitio se extiende desde el piso de las terrazas hacía el este y oeste. Mis coleccio-
nes de super cie incluyen materiales similares a aquellos mencionados por Amat
pero los materiales más comunes fueron cuellos de jarras rústicas y no pulidas,
siempre decoradas con círculos concéntricos estampados (Fig. 9-15). Entre los
materiales de super cie más interesantes están los fragmentos Inca ( Fig. 3-8), un
fragmento de Spondylus Princeps, un gastrópodo marino y dos fragmentos de
tazones con pintura policroma relacionados con los estilos de in uencia Wari del
Horizonte Medio. (Fig. 16).

Durante mi primera visita a Pójoc, noté un fragmento paralelepípedo de granito


blanco pulido y grabado con una banda delgada enmarcando una super cie. Este
fragmento corresponde indiscutiblemente a los extremos de las esculturas del es-
tilo Chavín del Templo de Chavín de Huántar. Este hallazgo, junto al de Espejo,
me convenció que otras esculturas de estilo Chavín podría ser encontradas en
Pójoc. En respuesta a mis interrogantes, se me informó que un hueso inciso del
estilo Chavín fue descubierto por huaqueros varios años antes de mi llegada y que

143
Richard L. Burger

Fig. 18. Granito blanco de estilo Chavín, per l de ave de Pójoc, ahora se encuentra en la Mu-
nicipalidad de Chavín de Huántar; Fig. 19, escultura de granito se dice que viene de Pójoc,
colección de Wilfredo Gambini Escudero, Huaraz; foto Steven Wegner.

una piedra grabada había sido recuperada de Pójoc por un residente de Chuna,
quien en 1968, llevó la escultura a Chavín de Huántar con la intención de venderla
(Flores, 1981, p. 18). Este fragmento (Fig. 18), el cual permanece guardado en la
Municipalidad de Chavín de Huántar, habría sido más largo cuando estuvo com-
pleto. La complejidad y estilo del motivo, el grabado y el pulido de esta escultura
son iguales en calidad y estilo a las esculturas del Castillo. En este fragmento se
puede distinguir el bajo cuerpo, el tobillo y los talones de un águila mostrados en
per l. Las convenciones gurativas clásicas de Chavín están imitadas, el Kenning
(la substitución metafórica) de la parte más baja aparece como una cara de per l
de la cual emerge el tobillo de un ave; el tobillo, en cambio, ha sido representado
con un ojo rectangular con pupila excéntrica. Las plumas del pecho del ave apare-
cen como espirales estilizadas. El motivo fue enfatizado mediante la bajada de la
super cie no decorada y por el tallado de las pupilas, ori cio nasal y el centro de
los espirales. La imagen estaba enmarcada por una banda en alto relieve. El estilo
de la pieza es similar a las usadas en las columnas del Portal Blanco y Negro. A
pesar de su semejanza con los cánones estilísticos clásicos de Chavín, la pieza tiene
un número de rasgos hasta ahora únicos, más notablemente el Kenning del tobillo
y la proyección tripartita de la gura tipo maíz encima de la cabeza en per l.

Una segunda escultura de Pójoc fue recuperada por un habitante de Chavín que
posee tierras en Chuna. Esta escultura es también de granito blanco pulido y con
diseños, pero a diferencia de los grabados del Templo, la parte posterior de la
pieza mantiene la forma redondeada de una lasca natural en vez de haber sido es-
144
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar

culpida en una super cie plana y áspera. El grabado (Fig. 14) muestra una gura
antropomorfa parada y vistiendo un taparrabo, con bandas alrededor de las mu-
ñecas y los tobillos. La gura tiene aretes colgantes y un tocado escalonado con
una porción segmentada cubriendo la parte posterior de la cabeza. En la mano iz-
quierda el personaje coge un objeto, probablemente una honda y levantado hasta
sus labios, en su mano derecha, tiene un objeto cilíndrico identi cado como una
trompeta. El estilo del grabado es simple y ligeramente curvilíneo. El único uso
de la metáfora visual está en la boca orientada verticalmente la cual presenta los
dos pies y la representación del acabado del taparrabo como una serpiente. En
términos de estilo y contenido, la pieza de Pójoc recuerda a las esculturas de la
Plaza Circular del Templo Viejo de Chavín de Huántar asignadas a la fase AB de
la secuencia de Rowe. Estos grabados frecuentemente representan guras por-
tando armas (porras, lanzas, etc.) y cabezas trofeo (Tello, 1960. Figs. 80-82). Nin-
guna trompeta u honda han sido identi cadas previamente en el arte de Chavín,
aunque se han representado instrumentos de viento en la Plaza Circular (Lumbre-
ras 1977: Figs. 22-24) y un instrumento tubular de arcilla con un agujero largo, que
podría ser un fragmento de trompeta, fue recuperado en el a centro ceremonial
de Huaricoto del Horizonte Temprano en el Callejón de Huaylas. El grabado de
Pójoc guarda una gran semejanza estilística con las dos esculturas del sitio cercano
de Yurayacu (Tello, 1960, Figs. 80-81) pero los Kennings y las representaciones
naturalistas redondeadas del cuerpo humano sugieren un fechado un poco mas
tarde que las piezas de Yuarayacu, quizás Fase B de Rowe

Excavaciones en Pójoc

La escasez de materiales tempranos en la super cie de Pójoc nos sugirió iniciar


tres excavaciones de prueba para aclarar la cronología del sitio y su relación con
los desarrollos tempranos del templo cercano. Las pruebas en Pójoc también se
realizaron para determinar la importancia y factibilidad de trabajos futuros. La
profundidad y complejidad de los depósitos post-Chavín me convencieron que
no podrían realizarse excavaciones adicionales dentro de los límites del proyecto.
Un resumen corto de los resultados será presentado; la discusión sobre la cerámi-
ca es preliminar a un análisis más detallado. Los procedimientos de excavación
aplicados a Pójoc y Waman Wain fueron los mismos seguidos en los trabajos de
campo en Chavín de Huántar (Burger 1998). En resumen, las excavaciones sigui-
eron la estratigrafía natural, subdividiendo las capas en niveles arbitrarios de 10
cm. cuando era necesario. Todos los materiales fueron seleccionados, catalogados
y nalmente depositados en el Museo Arqueológico de Ancash.

PAn6 -2- A1 (Fig.20)


Se localizó un pozo de prueba de 1.5 x 1.5 m. en la sección central de sitio, aproxi-
madamente 98 m. al sur del cruce donde el camino de Chavín gira en el sitio de
Pójoc. La unidad estaba en el área abierta, entre los restos de tres construcciones
rectángulares de piedra. Las excavaciones continuaron hasta llegar a la super cie
húmeda de la roca madre a una profundidad de 170-205 cm. Se registraron 9 zo-
nas características (p.e. capas y lentes de ceniza) algunas de las cuales pueden ser
subdivididas. La zona IX descansa sobre el lecho de roca y consiste de una capa
gruesa de arcilla amarilla y cascajo de 15-30 cm. con materiales culturales escasos.
145
Richard L. Burger

En general es un depósito dejado por un glaciar después que la super cie fuera
lavada Durante el Pleistoceno. Sobre la zona IX hay depósitos culturales de 170
cm. que serán descritos brevemente en el orden en el cual fueron excavados.

ZONA IA. Tierra agrícola marrón medio con abundantes raíces.

MURO 1: Parcialmente destruida, de piedras de campo no trabajadas, dos piedras


gruesas (aproximadamente 30 cm. de espesor) y un cuarzo simple. Es curva y
cruza el pozo de NE a SO. Está cubierta por la zona IA y su base está dentro de la
zona IV; es probablemente contemporánea con las otras estructuras aún visibles
en la super cie.

ZONA IB.- Tierra marrón medio mezclada con carbón, huesos y piedra; parece ser
un depósito de basura en la super cie de ocupación al oeste de la Pared 1.

ZONA II.- Lente de arcilla amarilla, adyacente al lado este de la Pared 1, pueden
ser restos de un piso.

ZONA III.- Hoyo intrusivo de la zona IA lleno con tierra marrón oscuro y abun-
dantes huesos.

ZONA IV.- Capa compacta de limo marrón claro, 15-30 cm. de espesor.

ZONA V. - Lente delgado con abundante carbón en la base de la zona IV.

ZONA VI.- Capa de piedras angulares mezcladas con una pequeña cantidad de
tierra marrón. El tamaño de las piedras varía de 3 x 5 a 15 x 20 cm; el espesor de
la capa uctúa entre 15-50 cm. Puede ser parte de una capa de relleno arti cial de
una plataforma o piso.

ZONA VIIA.- Depósitos de tierra na marrón rojizo con delgados lentes de piedra
desintegrada.

Fig. 20. Per l estratigrá co de PAn6-2-A1.

146
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar

Fig. 20. Per l estratigrá co de PAn6-2-B1.

ZONA VIIB.- Capa gruesa de tierra na marrón rojizo y abundante carbón.

ZONA VIIC.- Depósito delgado de tierra roja, menos de 10 cm. de espesor.

ZONA VIID.- Arcilla compacta marrón rojiza, probablemente restos de un piso.

MURO 2.- Muro bien construido de piedra canteada; de más de 45 cm. de espesor
y 80 cm. de alto. La cara bien formada del oeste del muro se inclina ligeramente
hacía el interior de la base, sugiriendo que el muro se adelgazaba en la parte supe-
rior, la cara este no era visible en mi unidad. El muro 2 estaba cubierto por la Zona

VIIA y VIIB, su base (y super cie inmediata) estaba asentada en la zona VIIIB.

ZONA VIIIA.- Capa de tierra arcillosa suelta, aproximadamente de 20 cm. de es-


pesor, con piedras, huesos quemados y abundante carbón.

ZONA VIIIB.- Capa de tierra arcillosa compacta amarilla.

Las zonas I, II y III se caracterizan por jarras rústicas, usualmente no decoradas


con super cies toscas. Círculos concéntricos y bandas aplicadas en alto relieve con
pequeños círculos estampados o pintados adornan el cuello de algunas jarras (Fig.
22-25) Raros fragmentos de cerámica vidriada y un cuchillo de metal sugieren que
estas zonas, y el muro 1 datan probablemente del período Colonial Temprano.
Una pequeña cuenta de Spondylus, dos puntas desgastadas por presión y algunos
líticos toscos de basalto (desgastados, un raspador y un bifacial) fueron también
recuperados en estas zonas.

La zona IV también contenía cerámica rústica tardía no decorada pero al menos


un fragmento (Fig. 26) estaba decorado con bandas rojas en la super cie pulida.
Líticos, incluyendo puntas trabajadas a presión y puntas pulidas, fueron recu-
perados.
Una hermosa punta de proyectil fragmentada y un piruro de cerámica fueron los
hallazgos más notables de la zona V.

La zona VI incluyó cerámica na; un tazón con base anular, tiestos con pintura
roja, engobe rojo y poco pulido, un piruro de cerámica, y un fragmento de gura

147
Richard L. Burger

Material de PAn6-2-A1. Figs. 22-25, Zona 1A, tiestos decorados de estilo Pójoc; Figs. 26,
Zona IV, estilo desconocido; Figs. 27-29, Zona VI, estilo desconocido; Figs. 30-32, Zona
VIIIA, posible relación con el exilo Huarás;

maciza de cerámica (Fig. 27-29) Además una punta trabajada a presión y des-
bastada y dos fragmentos de conchas (Choromytilus chorus) fueron encontrados.
La zona VII contenía numerosos platos pequeños con engobe rojo, algunos con
contraste de color gris oscuro al interior. Ambas super cies tenían pulidos dis-
parejos. Líneas de patrones pulidos, aparentemente intencionales, aparecen al
interior de algunas vasijas. Hay también engobe rojo pulido y pintura blanca so-
bre super cies rojas (Figs. 30-32). También fueron comunes las jarras con cuellos
bruñidos.

Había líticos nos, incluyendo puntas y cuchillos pulidos, lascas de puntas de


silex, raspadores y perforadores. La zona VII es probablemente más o menos coe-
148
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar

Fig. 33, Zona VIIIB, piedra de moler (38 x 24 cm., 11.5 cm. de espesor); Figs. 34-36, Zona
VIIIB, tiestos del Horizonte Temprano.

tánea con la fase Huaras del Templo, un estilo que data del nal del Horizonte
Temprano e inicios del Período Intermedio Temprano.

La zona VIIIA está caracterizada por la abundancia de ollas monocromas sin


cuello, de colores rojo y negro, algunas pulidas. Los líticos incluyen una larga
lasca de obsidiana. La zona VIIIB contiene los materiales culturales más tempra-
nos conocidos de las excavaciones de Pójoc. La cerámica consiste mayormente en
ollas sin cuello, algunas decoradas con hileras de pequeños puntos circulares o
diseños de círculos simples incisos (Figs. 34-36). En el nivel mas bajo del VIIIB ,
se encontraron los fragmentos de un tazón pulido e inciso de color rojo con labio
evertido. Asociados a la cerámica de la zona VIIIB se encontraron puntas y cuchil-

149
Richard L. Burger

las pulidas de piedra, una mano de moler y un punzón-espátula de hueso bien


conservado el cual habría servido como instrumento de tejer. Quizás el artefacto
más importante recuperado de VIIIA y VIIIB es un gran batán (Fig. 33), el cual
habría sido cuidadosamente formado por la técnica del picado y tenía dos asas
bulbo para facilitar el molido. El borde inferior fue redondeado uniformemente
y exhibía una super cie lisa y pulida. La concentración de líticos cerca de la base
del Muro 2, aparece junto con los huesos quemados, carbón, la mano de moler y
el batán descritos. Estos materiales indican un área de actividad, especí camente
una cocina. La cerámica indica una fecha del Horizonte Temprano probablemente
contemporánea con la fase Janabarriu de Chavín de Huántar para la estructura de
piedra y los artefactos asociados.

PAn6 2 - B 1 /2 (Figs. 21, 37)


Esta unidad estaba localizada en el sector norte del sitio, aproximadamente 47 m.
al noreste de la unidad A1 y 55 m. al sureste del cruce cerca de la entrada a Pójoc.
B1 estaba localizada en un largo edi cio rectangular con esquinas curvas; al igual
que las otras unidades estaba orientada con las direcciones cardinales. La excav-
ación inicial tenía 1.5 x 1.5 m. pero cuando apareció el Muro 1 decidí ampliar la
unidad un metro hacia el sur. La extensión de 1x1.5m fue rotulada como B2. Las
excavaciones revelaron aproximadamente. 180 cm. de materiales culturales sobre
el lecho de roca.

ZONA I.- Capa delgada de tierra agrícola marrón oscuro, con espesor variable
entre15-30 cm.

ZONA II.- Capa delgada de tierra compacta, marrón claro, con un espesor máx-
imo de 20 cm.

ZONA IIIA.- Compuesta de pequeñas de piedras angulares y tierra marrón claro.

ZONA IIIB.- Capa gruesa de piedras angulares grandes y medianas mezcladas


con una poca cantidad de piedras pequeñas y tierra marrón.

MURO 1.- Largo muro de granito cortado y trabajado, aproximadamente de 70


cm. de alto y cerca de 72 cm. de ancho (Fig. 37). En base a su nivel super cial supe-
rior éste probablemente nunca tuvo más de una hilera. El muro tenía solamente el
ancho de la piedra, con super cies lisas en ambas caras, al menos en el fragmento
pequeño visible en mi unidad. Las grandes piedras estaban unidas con mortero
de arcilla roja con pachillas rellenando los espacios entre ellas. El muro está cu-
bierto por la zona IIIA; la zona IIIB colinda con la cara sur. La base del muro está
asentada en la zona IV.

ZONA IV.- Capa de arcilla compacta marrón rojiza, limitada en la sección norte
por B1. Parece haber sido depositada como base del muro 1 y es similar a la arcilla
usada como matriz del muro.

La zona 1 contiene abundante cerámica, más notablemente variantes Inca pro-


vincial y jarras rústicas con círculos estampados o incisos en el cuello. La zona II
también contiene materiales relacionados al estilo Inca, mezcladas con cerámica
decorada con pintura roja. Los artefactos más interesantes son una aguja de cobre,
150
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar

una punta de hueso pulido y una mano de moler fragmentada.

Las zonas IIIA y IIIB parecen ser el resultado de rellenos intencionales de pie-
dra. No existen evidencias de super cies de uso como un piso o concentración
horizontal de artefactos al sur del muro 1. Los rellenos fueron excavados usando

Fig. 37, PAn6-2-B1, pared 1 y per l norte. Figs. 38-39, PAn6-2-B1, cerámica de la Zona IIIB

151
Richard L. Burger

niveles arbitrarios de 10 cm. En los niveles más altos de la zona IIIA (40-50 cm.
de profundidad) se recuperaron varios fragmentos típicos Recuay y un Piruro de
cerámica, aunque los materiales culturales fueron esencialmente menos comunes.
En el siguiente nivel arbitrario los materiales fueron muy escasos. La parte supe-
rior del Muro 1 está a una profundidad entre 84 y 73 cm., debajo de esta profundi-
dad solamente 50 fragmentos fueron encontrados. Todos los fragmentos de estos
niveles bajos del relleno pertenecen a ollas sin cuello monocromas con alisados
mate cuidadosamente acabados (Figs. 38, 34). Este grupo de cerámica provee un
contraste inequivocable con la mayoría de fragmentos de los niveles superiores de
IIIA y con la cerámica de las dos zonas superiores.

Una interpretación de esta estratigrafía es que la mayor parte de la zona IIIB con-
stituyó la base de una plataforma baja de piedra, con el Muro 1funcionando como
muro de contención. La zona IIIA, y quizás la parte más alta de la zona IIIB, hab-
rían sido depositadas consecutivamente para cubrir la estructura y proveyendo
un nivel a las super cies de uso del Horizonte Tardío o Colonial Temprano. El
depósito de los rellenos post-plataforma habrían destruido la super cie original
de la plataforma. La cerámica y otros objetos encontrados dentro del relleno de
la plataforma pueden ser interpretados, como depositados consciente o inconsci-
entemente, como parte del relleno o como materiales que se ltraron después que
la super cie de la plataforma fuera destruida. Al respecto, es importante mencio-
nar que los materiales culturales comunes (fragmentos de cerámica, líticos) son
muy raros en IIIB. Los óseos también son escasos, con la excepción de un hueso
de roedor probablemente intrusivo. Sin embargo, una cantidad sorprendente de
conchas marinas fue recuperada del relleno en niveles debajo de 80 cm. También
se recuperó diez fragmentos de Choromytilus chorus y una pieza de Aulacomya
ater, Tegula atra y Chitón, huesos y escamas de pescado. Aunque los líticos fueron
raros, existen varios fragmentos de cuarzo claro. Estos materiales forman un con-
junto tan inusual que parece razonable sugerir que estaríamos tratando con ofren-
das realizadas durante la construcción de la plataforma, como ocurrió durante
las fases de Urabarriu y Janabarriu en el asentamiento Chavín (Burger, 1998) o
con materiales producidos durante actividades ceremoniales que ocurrieron en la
hipotética super cie de la plataforma. El estilo del trabajo de la piedra utilizado
en el Muro 1 y la abundancia de concha Choromytilus sugieren un fechado del
Horizonte Temprano para el componente cultural más temprano de PAn 6 -2-B1,
ya que el Choromytilus es raro o ausente en esta región en tiempos posteriores a
Chavín. El bisel externo del borde de una olla sin cuello de la parte superior de la
zona IIIB tiene similitudes con las ollas sin cuello de la fase Urabarriu de Chavín.

La zona IV tuvo un número pequeño de huesos, lascas y un sólo fragmento


cerámico de cuerpo.

PAn6 -2-C1
Esta unidad estaba localizada en el sector sur del sitio en un área de nivel entre los
dos montículos naturales, 85m. al suroeste de A1. La unidad, también de1.5 x 1.5
m.; fue excavada hasta encontrar la roca madre a una profundidad que varía de
222-242 cm. En la mayor parte del pozo, la roca estaba cubierta por una capa de
arcilla roja de 20-65 cm. (Zona IX) que carecía de restos culturales. Sin embargo, en
la zona norte de la unidad, se había construido una pared de piedra de tres hileras
(57 cm. de alto) sobre la roca, con una cara superpuesta a la capa de arcilla estéril.
152
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar

Esta estructura es probablemente el revestimiento de piedra de un profundo hoyo


de depósito que aprovechó la depresión natural de la roca. Si bien se recuperó
carbón fragmentado de esta estructura, ningún resto cultural estuvo asociado, por
lo que el fechado permanece sin determinar.

Describiré las capas superiores de C1 en resumen ya que son tardías y serán


tratadas ampliamente en publicaciones futuras. Las seis zonas superiores de tierra
consisten de una superposición de pisos y depósitos de basura. Hay una serie de
pisos de arcilla superiores amarillos y rojos (zona II-III) sobre un piso hermosa-
mente construido en piedra de campo (Zona IV). Estos pisos son contemporáneos
con los muros rústicos de piedra de campo. La basura que existe en estas capas
contiene la cerámica local tardía ya mencionada (ejem. Figs. 9-15, 22-25); así como
un buen número de fragmentos vidriados. Ellos son de baja calidad, muestran
engobe incompleto, color de super cie variable, espesor desigual en la capa del
vidriado y, frecuentemente, una super cie rústica parcialmente des gurada por
inclusiones y bolsones de aire. (Figs. 40-46, 48). El vidrio es mayormente amarillo-
verde; pero algunos fragmentos tienen vidrio negro, marrón rojizo o beige. Estos
materiales coloniales continúan apareciendo en pequeñas cantidades bajo una
profundidad de 120 cm. Incluso las zonas V y VI, que estaban tapadas por el piso
de piedra, contienen fragmentos vidriados. Además de estos fragmentos, no hay
indicadores obvios de fechado colonial para estas capas; numerosas herramientas
de piedra y artículos de hueso fueron recuperados de ellas junto con una cuenta
de Spondylus y un fragmento de concha Strombus.

Waman Wain ( PAn6 - 10)

El sitio de Waman Wain (3,500 m.s.n.m.) está localizado a mitad de camino de


las tierras este de la cordillera, 2 km. al noreste del Templo de Chavín de Huán-
tar (Fig. 1). Está rodeado al oeste por los campos en declive que domina el río
Mosna y al sur por la quebrada Huamanhuay, formada por uno de los a uentes
más pequeños del Mosna. Waman Wain (Fig. 49) está situado en un cerro bajo
formado por dos monticulos naturales conectados por un estrecho pasaje. Se ex-
tiende cerca de medio kilometro de este a oeste, terminando abruptamente en una
roca empinada. El sitio cubre aproximadamente 4 ha., incluyendo la cima de los
cerros denominados como Muchín Grande y Muchín Chico, y también las tierras
escarpadas al norte y sur del cerro. Las terrazas antiguas son visibles en los lados
de Muchín Grande pero están siendo destruidas sistemáticamente por los agricul-
tores actuales quienes las ven como obstáculos para la agricultura. Actualmente,
todo el sitio es cultivado; achis, quinua, tarwi, papas y habas eran cultivados du-
rante nuestro trabajo de campo. Inmediatamente al norte de Waman Waín está la
pequeña comunidad agrícola de Chuyu, cuyos habitantes trabajan los campos de
cultivo cercanos y cuidan animales en los pastizales localizados sobre los 3,850 m.

Waman Waín está más cerca que Pójoc al antiguo asentamiento de Chavín, pero
está separado del Templo por el río Mosna, el cual es muy caudaloso cerca de
Chavín. Los restos Chavín en Gaucho (La Banda) Gotush y Waman Waín sugiri-
eren fuertemente que durante el Horizonte Temprano debe haber existido alguna
forma de atravesar el río a lo largo del año, permitiendo el contacto entre Chavín
de Huántar y las comunidades al este del Mosna. El viaje de Waman Waín al Tem-

153
Richard L. Burger

plo puede hacerse en menos de una hora, así como Pójoc, Waman Waín tiene un
excepcional dominio del piso del valle Mosna.

Julio Espejo fue el primer arqueólogo en explorar Waman Waín y sus trabajos
brindaron la primera descripción detallada del sitio (Espejo Nuñez, 1951). El reg-
istró la presencia de muros prehispánicos rústicos que pertenecían a terrazas y
plataformas, edi cios redondos y rectangulares que parecen ser tumbas, aislados

Figs. 40-46,48, tiestos esmaltados de las excavaciones de Pójoc, PAn6-2-C1: Figs. 40, 41, 44,
48, Zona II; Figs. 42, 46, Zona IV; Figs. 43, 45, Zona VI. Fig. 47, cerámica de Waman Wain,
PAn6-10-B1, Zona I.
154
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar

Fig. 49, Waman Wain (PAn6-10), unidad A1 visible a la izquierda y unidad C1 en la parte
baja central de la foto

bloques rectangulares de granito con acabdo no similar a los usados en Chavín


de Huántar, fragmentos de cerámica negra pulida e incisa del estilo Chavín y un
fragmento de escultura Chavín. Espejo concluyó por los materiales de super cie
que había descubierto un sitio de gran altura que pertenecía a la Cultura Chavín
(Espejo Nuñez 1951, p.p. 144-152). Tello aceptó esta conclusión y gra có la es-
cultura de Waman Waín (Tello, 1960, p.p 215, 149). Hernán Amat visitó Waman
Waín durante su trabajo en la cuenca del Mosna y ha brindado un registro de las
terrazas destruidas y estructuras domésticas aún visibles en la super cie (Amat
Olazábal , 1971, p.p. 48-49) Al parecer ni Amat ni Espejo habrían excavado el sitio.

La cerámica ilustrada por Espejo de sus recolecciones en Waman Waín es muy


similar a aquella recuperada del asentamiento de la Fase Janabarriu de Chavín
de Huántar (Burger, 1998) y a la del Canal Rocas en el área del Templo (Amat
Olazabal , 1971, p- 49; Lumbreras y Amat 1969). La equivalencia estilística entre
la cerámica de Waman Waín y la cerámica de Chavín de Huántar contrasta mar-
cadamente con la distintiva variante cerámica de Janabarriu que fue recuperada
en los niveles más bajos de la unidad A1 de Pójoc.

Escultura Chavín de Waman Wain.

El fragmento de escultura de granito descubierto por Espejo en Waman Waín está


trabajado en un estilo similar de aquel usado en el Templo de Chavín. Este tiene
un ala de ave con plumas representadas como serpientes (Espejo Nuñez, 1951, p.
14; Tello, 1960, Fig. 48, p. 215). Otras esculturas del estilo Chavín han sido recu-
peradas de la super cie en Waman Waín durante la última década y varias son
ilustradas aquí por primera vez. Cuatro de ellas fueron enviados al Museo Arque-
ológico de Ancash (Marino González; Comunicación Personal) donde yo tendría
155
Richard L. Burger

la oportunidad de estudiarlas en detalle. Otras tres esculturas fueron registradas


durante mi trabajo en Waman Waín, una aún está en posesión del Sr. Lázaro León,
residente de las ruinas; los otros dos fragmentos fueron llevados al Templo para
guardarlos. Aún cuando el estilo de la mayoría de estas piezas es muy cercano al
del Templo de Chavín de Huántar, algunas son singulares en su estilo de trabajo
y técnica. Es más probable que la escultura usada en Waman Waín fuera produ-
cida tanto por artesanos locales como por especialistas asociados con o entrenado
en el Templo.

Cuatro de los fragmentos de las esculturas ilustradas recuerdan a los motivos en


piedra del Templo y pueden haber sido traidas a Waman Waín desde Chavín.
Todos pueden ser atribuidos a la fase AB o D de la seriación de John Rowe de
esculturas de Chavín (Rowe, 1973). Estas esculturas, como las ilustradas de Pójoc,
fueron trabajadas en granito blanco, el cual no es original de la zona. La piedra
habría sido traída de formaciones de granito de la Cordillera Blanca, como aquel-
las ubicadas 18 km. al oeste, cerca de Yana Shayash o 15 km. al sur, al oeste de
Cahuish (Egelier, 1955, p. 195). Se preparó una super cie rectangular plana en la
roca, que fue grabada con el motivo y el fondo estaba enterrado y fue dejado sin
decorar. En al menos dos fragmentos, una banda angosta no decorada enmarca
la cara decorada de la super cie plana de granito. Estas convenciones de tallado
junto con el material utilizado distinguen las esculturas de Chavín clásico en Wa-
man Waín de las variantes locales descritas anteriormente, una distinción similar
existe en la iconografía.

Los elementos iconográ cos encontrados en fragmentos de la escultura clásica


de Waman Waín son bien conocidos por los estudios del arte de Chavín así como
la naturaleza formal y repetitiva del estilo Chavín que hacen posible relacionar
estos fragmentos pequeños con esculturas completas, estableciendo así el tema de
interés descrito en Waman Waín. La gura 62 por ejemplo, muestra una simple
serpiente accesoria que emerge de una unión en una gran área que, al examinarse,
puede ser identi cada como el torso superior de una gura antropomorfa. Este
fragmento es muy similar a la escultura VI, NW12 de la Plaza Circular (Lum-
breras, 1977, Figs. 26-27), que exhibe una gura antropomorfa con colmillos sos-
teniendo un cetro o porra. El individuo representado en el fragmento de Waman
Waín tiene su brazo derecho doblado en el codo con el antebrazo levantado. La
mano está ausente, pero la ubicación de las serpientes excluyen la posibilidad
que la gura sostenga un cetro o porra; aunque es posible que sostenga un objeto
más pequeño, como la trompeta de concha Strombus que aparece repetidamente
en otras esculturas de la Plaza Circular. Como en estas esculturas, un brazalete o
muñequera está indicado por incisiones en la parte superior de la mano derecha.
La mano izquierda de la gura está sostenida frente al pecho y dos de sus garras
curvadas como clavos son visibles. También hay indicios del borde bajo de un col-
lar, una pequeña pieza de vestido que cubre los hombros y el área directamente
debajo del cuello.

Una segunda escultura de granito (Fig. 63) está grabada con una banda diago-
nal en forma de boca con tres serpientes simples que emergen del extremo abi-
erto, serpientes orejonas aparecen de las bandas que la rodean y otras serpientes
simples adicionales aparecen encima y debajo de ella. Las bandas en relieve no
decoradas de los dos bordes intactos del fragmento ayudan a orientar la pieza y
156
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar

Fig. 62, fragmento de escultura de granito de Waman Wain, la super cie muestra el torso,
el brazo derecho y las garras de la mano izquierda.

por comparación con otras esculturas, la esquina que está representada puede ser
determinada. Una comparación con la escultura del Templo revela que el frag-
mento de Waman Waín es muy similar en composición y elementos con las plu-
mas de la cola de la última pareja de aves del dintel del Portal Blanco y Negro
(Lumbreras, 1974 p. 65. Fig.65 lámina más baja). Sólo hay diferencias pequeñas
entre estos grabados, por ejemplo, los detalles de las serpientes orejonas especial-
mente sus cuellos, pueden ser contrastados así como los caninos invertidos en la
banda tipo boca y las serpientes secundarias (2 encima y 1 debajo en el fragmento
de Waman Waín). Sin embargo, la similitud entre esta pieza y el dintel de Chavín
de Huántar es tan sorprendente que no se puede dudar que la escultura de Wa-
man Waín originalmente representó una ave raptora de per l y que el grabado es
contemporáneo con el dintel Blanco y Negro y por lo tanto con la fase D (Rowe,
1973, p. 276).

Un tercer fragmento Chavín de Waman Waín ( g64) es más difícil de relacionar


con las grandes esculturas del templo, aunque el estilo y los elementos individu-
ales son comparables, especialmente la “serpiente-gato con collar” (Roe, 1974. P.
16, grá co 113) que domina la pieza. Las serpientes anidadas cuyas uñas se entre-
cruzan para formar un patrón en forma de S son raras y no sé de otras esculturas
con esta con guración particular. No puedo inferir cual habría sido el tema cen-
tral en esta escultura. La cuarta y más pequeña pieza escultural de granito de Wa-
man Waín (Fig. 65) representa la pupila y la nariz redondeada y excéntrica de un
ave raptora. El inicio de la boca y las emanaciones sobre sus ojos son parcialmente
visibles. Una escultura encontrada por Tello en las ruinas del templo es similar a
este fragmento (Tello, 1960, p. 209, Fig. 41).

Tres fragmentos más de esculturas no publicadas de Waman Waín di eren sig-


ni cativamente de las esculturas del Templo en su técnica de grabado y en al-
gunos casos, en su estilo y composición. Todos están grabados en una super cie
plana sin intención de grabar el área de fondo o puntos cruciales, como las pu-
pilas de los ojos. La ausencia de estas convenciones de Chavín de Huántar da a
157
Richard L. Burger

Fragmento de escultura de granito. Fig. 63, se dice que viene de Waman Wain, ahora se
encuentra en el Museo Arqueológico de Ancash; Fig. 64, se dice que viene de la super cie
de Waman Wain, ahora se encuentra en el Museo Arqueológico de Ancash; Fig. 65, de la
super cie de Waman Wain.

estas piezas una apariencia curiosamente plana y suave. Las incisiones en estos
fragmentos fueron generalmente reducidas y son menos regulares que aquellas
señaladas como clásicas. Una de las esculturas es de granito blanco pero las otras
son de roca metamór ca o sedimentaria y carecen de la super cie lustrosa y re-
sistente del granito.

La mejor conservada de estas esculturas (Fig. 66) representa un jaguar de per l;


tiene una piel con símbolos cruciformes y las garras de un ave raptora. Su concep-

158
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar

Fig. 66, escultura de arenisca (?), se dice que viene de la super cie de Waman Wain, ahora
se encuentra en el Museo Arqueológico de Ancash; Fig. 67, escultura de arenisca (?) ero-
sionada viene de la super cie de Waman Wain (33 x 15 cm.)

ción general recuerda los jaguares de la cornisa de la esquina suroeste del templo
nuevo (Rowe, 1962, p. 34). Como en la cornisa, los bigotes del felino son repre-
sentados como serpientes y una espiral ondulante emerge encima de la nariz en
forma de bulbo. El uso de marcas cruciformes en el pelaje, el pie de dos talones, el
águila sin kenning y la forma geométrica distintiva de la oreja tienen sus paralelos
más cercanos en los jaguares de la Plaza Circular (Lumbreras, 1977, Fig. 50, 32).
El rayo con puntas curvadas tiene también paralelos en uno de los felinos de la
misma plaza. El felino de Waman Waín tiene dos largos caninos superiores en vez
de los tradicionales colmillos cruzados. Esto di ere de todas las representaciones
de felinos de dos dimensiones publicadas del Templo, aunque los caninos dobles
descendiendo del labio superior fueron representados en una de las cabezas cla-
vas agnaticas (Tello, 1960, p. 254) y en una escultura recuperada del sitio de Runtu
(Fig. 1) cerca a San Marcos. (Tello 1960, p. 249) Es probable que esta representación
de felino de Waman Waín, así como la gura antropomorfa de per l, daten de la
fase AB de la secuencia de esculturas de Rowe (Rowe, 1962; 1973; Roe 1974).

Otra escultura muy erosionada, muestra una representación frontal de plumas de


la cola y garras cerradas (Fig. 67). En Chavín de Huántar, la representación frontal
mejor conocida de plumas de la cola aparece en las cornisas y en los relieves del
patio mostrando águilas con alas abiertas (Rowe, 1973, Figs. 11-13; 1962, Fig. 14).
En estas representaciones generalmente cuatro hileras de colas bajas con plumas
son mostradas y las garras están abiertas o extendidas. La Estela de Yauya, que
generalmente se cree representa dos caimanes (Rowe, 1962, Fig. 31); termina en
dos colas bajas emplumadas rodeando un motivo central tipo banda que recuerda
la vértebra de un pez.

159
Richard L. Burger

Fig. 68, escultura de granito sin terminar, se dice que bien de la super cie de Waman Wain,
ahora se encuentra en el Museo Arqueológico de Ancash; Fig. 69, reconstrucción hipotética
de la escultura en la Fig. 68 que ha sido completada. Escala = 5cm.
160
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar

La escultura de Waman Waín también tiene una estructura central tipo banda,
aunque de nitivamente no es una vértebra, que separa las colas emplumadas.
Una banda central no decorada aparece también en las representaciones de águila
del patio: Las garras de los caimanes se muestran cerradas no sólo en la Estela
de Yauya, sino también en los caimanes del dintel cerca de la escalera Monu-
mental (Rowe, 1973, Fig. 19). Así, el fragmento de Waman Waín recuerda más
a la porción baja del caimán de Chavín que a las representaciones conocidas de
águilas, aunque; tienen connotación de nitivamente ave y su relación con el cai-
mán permanece poco conocida. En general, las representaciones de las esculturas
de Waman Wain son más simples que las esculturas comparables del Templo de
Chavín de Huántar. Más aún, agrega un Kenning (substitución metafórica) que
no fue empleado en ninguna otra: un canino inferior agregado a la base del talón,
convirtiendo el pie del caimán en una boca de per l.

La última escultura a ser estudiada es un fragmento de granito pulido y grabado


cuya super cie dañada muestra restos de incisiones poco profundas (Fig. 68). Par-
te del borde superior de la escultura está intacta. Una grieta resultó de un defecto
natural del granito por los cortes diagonales a través de la super cie pulida de la
roca. El motivo levemente inciso en la piedra se relaciona con la representación
del Dios Sonriente del Patio (Rowe, 1962, Fig. 11). Es posible distinguir el peinado
dividido en el medio, que surge del centro de la cabeza y baja a lo largo de los
lados de la cara; el peinado está atado por una banda simple en la cabeza. Como
en la escultura del patio, el pelo limita con la banda no decorada que enmarca la
escultura. La representación frontal de la sobrenatural ceja enlazada en la frente y
el ojo cuadrado típico de la fase D pueden también ser reconocidos (Roe, 1974, p.
15, grá co 76). A diferencia de la representación del Dios sonriente del patio, la
escultura de Waman Waín (Fig. 69) muestra una variante de “Marcas de Halcón”
encima y debajo del ojo. También hay diferencias de detalle entre las dos escul-
turas en el arreglo del pelo, que en algunos casos es más elaborado en la pieza de
Waman Waín que en la escultura del Patio; pues incluye rasgos que recuerdan
al pelo trenzado de VI-NW12 de la Plaza Circular (Lumbreras, 1977, Fig. 26). El
tratamiento del área izquierda de la cara es también inusual, parece ser un intento
para representar la oreja del personaje con Kenning (substitución metafórica) en
vez de representarlo en la norma estilizada (compare Rowe, 1962, Fig. 11; Tello,
1962, Fig. 126). Sólo algunos detalles del lado derecho de la cara son visibles y casi
no existe indicación de grabado en la porción más baja del fragmento. La ausencia
de incisiones visibles en estas áreas no puede ser explicada por la mala condición
de la piedra ya que una amplia super cie pulida claramente no decorada y no
dañada permanece intacta. En lugar de ello, parece que la escultura nunca fue
terminada, quizás por el defecto de la roca. Esta conclusión es consistente con
la deducción en base a la tecnología y estilo, de que la escultura estaba siendo
producida en Waman Waín. Esta escultura no terminada también establece sin
ambigüedades que en Waman Wain fue considerado apropiado representar tanto
las deidades primarias como las sobrenaturales secundarias de importancia de
Chavín (e.g., Águilas, jaguares, etc.).

161
Richard L. Burger

Excavaciones en Waman Waín

En Waman Waín hay un delgado nivel de tierra natural, y la erosión ha desnivela-


do parcialmente los montículos naturales, depositando capas gruesas de aluvión
en las zonas bajas del sitio. Las colecciones super ciales muestran generalmente
cerámica tardía similar a la de la super cie y estrato superior de Pójoc (Figs. 50,
59), y un solo fragmento vidriado fue hallado en las excavaciones en Waman Waín
(Fig. 47) por lo que es probable que la ocupación nal del sitio ocurrió en la época
colonial temprana. Hallazgos ocasionales de fragmentos del período Intermedio
Temprano y del Horizonte Medio (Fig.60) atestiguan también la larga ocupación
del sitio. Un bloque de granito grabado, un mortero de granito (Fig. 61) y cerámica
temprana fueron recuperados en varias partes del sitio durante mi reconocimien-
to, pero estas concentraciones no parecen estar relacionadas directamente a los
depósitos de profundidad. Tres excavaciones pequeñas fueron realizadas para es-
clarecer la relación de los restos de super cie con los depósitos profundos y para
investigar si los componentes más tempranos permanecían intactos aún.

PAn 6 -10-A1
Esta unidad estaba localizada en las colinas al sur de Muchín Grande, 10 metros
abajo del camino actual que une Muchín con Chuyu. La unidad de 2 x 2m. fue
excavada en un área donde se recuperaron fragmentos de ollas sin cuello y un
plato de la fase Urabarriu (Burger, 1998, Fig. 21). Aunque los fragmentos tem-
pranos continuaron siendo encontrados en el estrato agrícola superior, ellos es-
taban ausentes en el segundo estrato de tierra compacta de arcilla con pequeñas
piedras. Esta capa, que comienza a 25 cm. debajo de la super cie fue una capa
gruesa no diferenciada que contenía cerámica tardía similar a las encontradas en
la super cie, mezcladas con fragmentos tempranos, algunos relacionados con el
estilo Recuay. A una profundidad aproximada de 55 cm., la cerámica tardía fue
escasa y una mezcla de cerámica temprana similar a la de las fases de Urabarriu
y Janabarriu del asentamiento de Chavín de Huántar fue encontrada. Las ollas
sin cuello son las formas más comunes, pero los platos, jarras y botellas también
aparecen (Figs. 70-72). Además de cerámica, esta capa contenía varias puntas pu-
lidas y astilladas, cuchillos de obsidiana, un fragmento de espejo de andesita, una
cuenta de piedra azul-verde (crisocola?) y una cuenta de hueso. Los huesos y car-
bón son muy raros probablemente porque esta capa de 120 cm. es una formación
secundaria de materiales acarreados desde la parte superior. Debajo de este es-
trato había una capa de tierra marrón oscura de 25 cm. de espesor que se inclina
de norte a sur al igual que la super cie actual. Esta capa no muestra evidencia
de haber sido usada como área de actividad y los únicos materiales recuperados
fueron una punta de esquisto y un número de huesos no humanos. Dado que
no se recuperó cerámica en la capa, el fechado relativo no pudo ser obtenido. Un
rústico muro de contención se asocia a este estrato y consiste en un máximo de
tres hileras de piedra de campo unidas con mortero de barro que alcanza 60 cm.
de altura. Parece ser un muro de contención para una terraza o plataforma ya que
detrás de este hay un relleno de piedras pequeñas sin ningún agregado de tierra
o materiales culturales. El muro se proyecta hacia abajo, de noroeste a sudeste así
que probablemente no fue un andén. A 180 cm. de profundidad de la base del
muro se encontraron algunos huesos y pequeños fragmentos de carbón, pero de-
bajo de este, no había evidencia de materiales culturales. La excavación se detuvo
a 310 cm. de profundidad sin encontrar la roca madre.
162
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar

Figs. 50-55. Estilo cerámico Pójoc de Waman Wain: Figs. 50, 52, 54-55, en super cie; Fig. 51,
undad B1, rasgo B; Fig. 53, unidad B1, Zona 1.

163
Richard L. Burger

PAn6 - 10-B1

Esta unidad estaba localizada a 130 cm. al noroeste de la unidad A1, en la cumbre
de Muchín Grande. Se esperaba que los profundos depósitos secundarios fueran
evitados en esta área y que la abundancia de granito cortado y pulido en la su-
per cie signi cara que este sector habría sido originalmente un foco de construc-
ciones Chavín. Una unidad de 2 x 2 m. inicialmente reveló una capa de tierra
suelta marrón con gran cantidad de materiales culturales, especialmente cerámica
tardía, huesos humanos y láminas pequeñas de oro y plata trabajadas. La roca
madre estaba expuesta a una profundidad de sólo 20 cm. bajo la super cie, en la
zona norte de la unidad. Dentro de esta unidad, dos áreas, referidas como rasgos
A y B, han sido excavadas en la roca para localizar entierramientos secundarios.
Al sureste, el rasgo A consistió en un área de 85 x 54 cm. cortada a una profundi-
dad máxima de 54 cm. debajo del datum secundario de la esquina suroeste de la
unidad. Tenía lados inclinados extendidos a lo largo de la unidad hacia el este
y sur. El elemento A estaba muy disturbado y no tenía concentraciones intactas
de materiales. El elemento B, localizado al suroeste de la unidad, tiene una gura
ovoide irregular que varía de 63 cm. a 55 cm. de diámetro. Este es más pequeño
que el elemento A, alcanza una profundidad de 92 cm. y consecuentemente esta
menos disturbado.

Directamente encima del elemento B habían fragmentos del cráneo y vértebras


humana y a 27 cm. de profundidad un cráneo humano no disturbado había sido
enterrado orientado hacia el sureste. Este cráneo estaba asentado verticalmente
sobre un pedestal de piedra y alrededor de este, a un nivel más bajo (de 33 a 44 cm
de profundidad), habían 5 cráneos invertidos. Encima del pedestal que soportaba
el cráneo central, había otro fragmento de cráneo y una pieza de lámina de oro. A
una profundidad aproximada de 50 cm. una capa de losa de pizarra cierra la base
del pozo. Losas similares de roca fueron encontradas en la super cie cerca de la
unidad y habrían sido utilizadas para sellar la parte superior de los rasgos A y B.
Debajo de las losas en el elemento B, la unidad se estrechaba y contenía una mez-
cla de tierra, huesos humanos, cerámica y granos de maíz carbonizados.

La cerámica recuperada en la super cie y el interior del elemento B (Figs. 51, 53)
y aquella encontrada en la super cie de Waman Waín son similares y probable-
mente contemporáneas. La decoración es rara pero aparece usualmente en cuellos
de jarras que fueron decoradas con hileras de círculos concéntricos repetitivos,
rellenos incisos o impresos u otras técnicas decorativas. Los círculos concéntricos
fueron generalmente hechos con un instrumento semicircular que fue usado dos
veces para formar cada círculo. Los cuellos de jarras son convexos y cóncavo con-
vexos (forma de S) y los bordes son redondeados. La cerámica es oxidada pero
hay una variación considerable en el color de la super cie y en la pasta, probable-
mente como re ejo de un pobre control de las condiciones de horneado. El bru-
ñido es raro y sólo fue practicado un ligero alisado. En el estrato más alto había
también fragmentos de platos abiertos simples con decoración pintada de rojo en
un fondo claro y un fragmento de colador.

164
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar

Hallazgos super ciales. Figs. 56-58, jarra con cuello estilo Pójoc, Waman Wain; Fig. 59,
jarra miniatura con asas estilo Pójoc, Waman Wain; Fig. 60, vaso policromo del Horizonte
Medio, Pójoc; Fig. 61, mortero de granito pulido, Waman Wain. Escala = 5 cm.

165
Richard L. Burger

Figs. 70-71, fragmentos de estilo Urabarriu, del segundo depósito en el nivel superior de
PAn6-10-A1: Fig. 70, borde de botella; Fig. 71, borde de olla son cuello. Fig. 72, cuenco de
estilo Janabarriu del segundo depósito en el nivel superior de PAn6-10-A1.

PAn 6 - 10-C1
Esta unidad fue excavada en un área de 100 m. al noreste de la unidad A1 y 145
m. al este de la unidad B1, en el sector este de Waman Waín. Fue también una
unidad de 2 x 2 m. localizada dentro de una de las pocas estructuras prehispánicas
intactas del sitio. El estrato superior tenía 25 cm. y contenía una pequeña cantidad
de cerámica tardía, la mayoría perteneciente a jarras no decoradas similar a aquel-
las de los niveles superiores de las otras dos unidades. Una segunda capa natural
que consistía de tierra marrón-gris con piedras pequeñas, produjo cantidades de
delgada cerámica no decorada. A una profundidad de 50-60 cm. se encontró un
depósito delgado de tierra arcillosa marrón oscuro conteniendo un número de
fragmentos del estilo Huaraz y cerámica naranja na similar a la de la capa supe-
rior. Una capa de tierra arcillosa oscura con piedras angulares medianas y grandes
fue descubierta cerca y en este estrato se recuperó cerámica bruñida negra y mar-
rón con inclusiones de mica. Desafortunadamente, no se encontró cerámica deco-
rada ni formas de vasijas a reconstruir. No apareció cerámica naranja en esta capa
y este estrato podría ser contemporáneo con los asentamientos de Janabarriu o
166
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar

Pre-Janabarriu de Chavín de Huántar. Se recuperó un cuchillo pulido de pizarra


con borde aserrado.

Debajo de esta capa había un estrato de tierra arcillosa negra con piedras peque-
ñas. Los artefactos eran raros y sólo se recuperó una punta trabajada a presión de
cuarzo claro y un fragmento bruñido de cuerpo negro. A 120 cm. de profundi-
dad se encuentra la capa estéril de tierra marrón amarillento y piedras pequeñas
mientras que a 165 cm. de profundidad se expuso la roca madre en toda la unidad.

DISCUSIÓN

Las excavaciones en Pójoc y Waman Waín rindieron abundante información, mu-


cha de la cual no conduce directamente a la naturaleza del sistema de asenta-
miento en el Valle del Mosna durante el Horizonte Temprano. En ambos sitios
los materiales tempranos estaban cubiertos por depósitos culturales gruesos que
pertenecen a dos milenios y proveen amplia evidencia del atractivo que tenían y
continúan teniendo estas tierras altas para los agricultores andinos.

Las excavaciones de Lumbreras y Amat documentan los restos de una aldea nu-
clear que ocupaba el área del Templo en Chavín de Huántar durante el Período
Intermedio Temprano (Lumbreras. 1970, 1974, 1977). Los niveles de cerámica del
estilo Huaraz, Recuay y Callejón fueron recuperados en asociación con recintos
aglutinados de construcción rústica ( e.g., Lumbreras. 1977 a, p. 38).

Además el descubrimiento ocasional de ofrendas Incas (Lumbreras. 1970, p. 43),


es un leve indicador de una ocupación post- Callejón. El estilo Callejón nunca ha
sido descrito en detalle, pero parece ser un estilo tardío del período Intermedio
Temprano o del Horizonte Medio relacionado al estilo Marcará del Callejón de
Huaylas y al estilo Higueras de Huánuco (Izumi y Soco, 1963; Izumi y Tirada,
1972). Es probable que el área del Templo de Chavín fue abandonada en algún
momento del Horizonte Medio. Amat registró 34 sitios del período Intermedio
Tardío y 8 del Horizonte Tardío en la cuenca del Mosna (A. Olazabal, 1976), pero
aún no se publican las descripciones detalladas de estos sitios ni de los materiales
culturales.

Las semejanzas entre la cerámica super cial de Pójoc y Waman Waín y la asoci-
ación estratigrá ca de algunos de estos materiales con cerámica relacionada al
Horizonte Inca y Colonial de Pójoc y Waman Waín, sugiere que estos representan
el estilo local nal pre-hispánico de la cuenca superior del Mosna. La existencia
de estratos sellados en Pójoc y Waman Waín, donde aparece una variante de este
estilo sin materiales Inca o Coloniales, sugiere la posibilidad que este estilo se
expanda al término del período Intermedio Tardío, el Horizonte Tardío y las déca-
das tempranas del período Colonial. El área de Chavín en Ancash generalmente
se asume fue controlada por la Nación Pinco, tribu anterior a la conquista Inca (
Tello, 1942, p. 108, Rowe, 1946, p. 187). Espejo sustentó este punto de vista basado
en numerosos documentos históricos (Espejo Nuñez, 1961, pp. 117-120), pero un
estudio detallado de la política y etnias prehistóricas tardías debe ser realizado.
Dado que la situación deber ser mucho más complicada que la comúnmente acep-
tada (ver. Duviols, 1974); es preferible asignar al estilo un nombre libre de implica-

167
Richard L. Burger

ciones étnicas o lingüísticas. Desde mi punto de vista es prematuro referirse como


Pinco a este u otros estilos tardíos, o a la cultura del período Intermedio Tardío de
esta área como lo hizo Amat (1976, p. 534). El nombre propuesto para este estilo
de cerámica tardía es Pójoc. Las excavaciones en Pójoc también documentaron es-
tilos adicionales de cerámica, sin nombre ni descritos, que probablemente fueron
producidos durante la época tardía del Horizonte Medio o comienzos del periodo
Intermedio Tardío.

La evidencia presentada en este artículo, junto con las publicaciones de Espejo,


sustentan la existencia de ocupaciones del Horizonte Temprano en estos dos sitios
de altura. Estos materiales indican sin duda que aquellas comunidades estaban
relacionadas con el Centro Ceremonial y los asentamientos del piso del valle. Al
comienzo de este artículo, el énfasis radicó en el potencial económico complemen-
tario entre los habitantes de estos asentamientos y aquellos del piso del valle. Esta
relación puede ser inferida de la abundancia de camélidos y ocasionalmente de
cérvidos en el basural del asentamiento de Chavín de Huántar, así como el descu-
brimiento singular de lascas de obsidiana en las comunidades de altura sugieren
el rol redistributivo del templo, el cual implica también la adquisición y distribu-
ción de objetos exóticos como coca y sal.

Quizás el aspecto más intrigante del trabajo de Pójoc y Waman Waín es la visión
que brinda de la naturaleza particular de la relación entre estas comunidades ru-
rales y la metrópolis del Templo. La existencia de las esculturas del estilo Chavín
en ambas villas indica que el culto en Chavín proveyó parte del sustento matríz
que une las comunidades apartadas al Centro de Chavín de Huántar. Aunque
es ampliamente asumido que las pequeñas comunidades rurales asistieron en la
construcción del Templo, lo contrario debería ser igualmente real. La clásica es-
cultura de piedra de Chavín, junto con los bloques pulidos y cortados de granito
de ambos sitios, pueden ser más fácilmente entendidos postulando la existencia
de santuarios Chavín en Pójoc y Waman Wain. La monumentalidad de la plata-
forma de piedra descubierta en la unidad B de Pójoc y la concha marina y huesos
de pez asociados a ésta ciertamente muestran actividad ritual en el sitio. Además
la calidad de la mayoría de las esculturas de piedra en ambos sitios implica que
la comunidad del Templo no sólo autorizó, sino también asistía en el estableci-
miento y construcción de estas zonas de actividad cultista. Hallazgos similares
de esculturas Chavín en Runtu, Yurayaku y Gotush (Espejo Núñez, 1995; Tello,
1940, Fig. 40,52,54,76,80,81,83,84, p.238), tres sitios pequeños en el área de Chavín
(Fig. 1), sugieren que la actividad cultista en Pójoc y Waman Wain fue parte de un
patrón regional más amplio.

Los restos de estos pequeños sitios implican el acceso a conocimiento y recursos


mayores que los de una pequeña comunidad agrícola. Quizás estos restos prove-
an la clave para entender una de las formas en que Chavín de Huántar pudo in-
tegrar estas comunidades rurales y transformarlas en comunidades de apoyo sin
utilizar la coerción física. Al proveer a las comunidades y sitios de esculturas de
calidad, parafernalia exótica ritual y objetos exóticos perecederos para ofrendas,
la comunidad del Templo habría establecido la base de obligaciones recíprocas de
estas comunidades con él. Si los materiales etnohistóricos y etnográ cos pueden
ser usados como una guía, los Santuarios como Pójoc y Waman Wain podrían
haber sido incorporados al ciclo regional ritual de festividades y procesiones en
168
Pójoc y Waman Wain : Dos Pueblos del Horizonte Temprano en la zona de Chavín de Huántar

los que la posición de cada comunidad se rea rma por las festividades y rituales
realizados sobre la base de un calendario, uniendo , de este modo, ambas obliga-
ciones seculares y religiosas de las comunidades de apoyo dentro de la matriz de
un sistema comúnmente cosmológico, centrado alrededor del Templo de Chavín
de Huántar.

La limitada investigación arqueológica ha documentado ocho esculturas Chavín


en el modesto sitio de Waman Waín, mientras que una excavación a gran escala en
un sitio monumental del Horizonte Temprano como es el caso de Kotosh no regis-
tró ni una sola escultura Chavín. Esto es comparable con los resultados negativos
de la Expedición de la Universidad de Tokio de encontrar esculturas tempranas
durante sus exploraciones y excavaciones en los sitios del Horizonte Temprano en
los valles de Huallaga e Higueras (Izumi, 1971). Claramente Chavín de Huántar
tuvo una relación especial con los caseríos y comunidades cercanas, como Waman
Wain, diferente en carácter de aquella mantenida con asentamientos de primer y
segundo orden en otros valles.

Lamentablemente nuestra muestra de artefactos del Horizonte Temprano de Pó-


joc y Waman Wain no fue grande. La cerámica recuperada de Pójoc parece haber
sido producida por uno de los tantos talleres usados por el Templo y sus asenta-
mientos asociados, mientras que Waman Wain al parecer tuvo, durante nales del
Período Inicial y Horizonte Temprano, acceso a la misma cerámica que la comuni-
dad del Templo. Tales contrastes, si son sustentados por investigaciones futuras,
pueden identi car distinciones entre las diferentes comunidades de apoyo. Futur-
as excavaciones en estos sitios deben explorar esta posibilidad a través del estudio
de arquitectura doméstica y áreas de actividad. Un análisis preliminar del escaso
material de fauna del Horizonte Temprano de Waman Wain y Pójoc demuestra
la utilización de camélidos y cérvidos pero la muestra recuperada no es su ciente
para inferir las diferencias de subsistencia entre las comunidades de apoyo y los
habitantes del piso del valle (Michael Sawyer, Comunicación. Personal).

Sin embargo, la alta frecuencia de puntas de proyectil en los niveles más tardíos
así como en los tempranos brinda un contraste interesante con la situación del
piso del valle.

Una de las consideraciones originales que guían la decisión de trabajar en Pójoc


y Waman Wain fue el posible rol que habrían cumplido estos pequeños sitios
en la fundación de Chavín de Huántar. Yo mantenía que Chavín de Huántar no
parecía haber sido fundado antes de la época tardía del Período Inicial (Burger,
1981; ms.); y el origen de los ocupantes del asentamiento de Urabarriu y los or-
ganizadores y constructores del Templo Viejo es aún pobremente entendido. La
posibilidad existió y seguirá existiendo, de que la historia de ocupación de algu-
nas caseríos prehispánicos pequeños se prolongue hasta inicios del Período Inicial
o Precerámico Tardío; y sus poblaciones habrían soportado, e incluso iniciado,
el centro original de Chavín de Huántar. Si tales restos tempranos existieron en
Pójoc y Waman Waín, la evidencia de ellos no fue encontrada ni en las explora-
ciones super ciales ni en las excavaciones a pequeña escala. En Waman Wain y
Pójoc, los fragmentos de super cie o contextos mixtos fueron fechados en base al
estilo como de la Fase Urabarriu (Fig. 17); y cuatro esculturas de Waman Wain y
Pojoc podrían ser tentativamente fechadas en la Fase AB de Rowe, el período del

169
Richard L. Burger

Templo Viejo, por motivos similares. Sin embargo, la mayoría de la cerámica y


esculturas recuperadas en ambos sitios datan de la Fase Janabarriu del Horizonte
Temprano o de tiempos post- Chavín.

Traducción: Bebel Ibarra Asencios

170
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS
EN LA PAMPA, ANCASH,

Kazuo Terada

Los trabajos arqueológicos realizados por la Expedición Cientí ca de la Universi-


dad de Tokio en los Andes que fue organizada en el año 1958 y venía efectuando
las investigaciones en varias temporadas en los países andinos, ya fueron dados
a conocer por algunos informes (Ishida et al, 1960; Izumi y Sono, 1963; Izumi y
Terada 1966 y 1972). En 1975, se organizó un nuevo proyecto de la Expedición
Cientí ca Japonesa a la América Nuclear que es el proyecto de continuación de
la anterior e intenta realizar las investigaciones en las zonas más amplias que las
que abarca dicha Expedición de la Universidad de Tokio. En 1969, como la última
actividad de esta Expedición, excavaciones a pequeña escala en La Pampa (Onuki
y Fujii, 1974) y las Haldas (Matsuzawa, 1974 y 1978) se hicieron al mismo tiempo
llevándose a cabo un reconocimiento general en las tierras altas del Perú septen-
trional.

Desde que se planeó en 1974 el nuevo proyecto de las investigaciones se quiso


realizar el trabajo de campo en las tierras altas septentrionales del Perú, en un
yacimiento que pudiera ofrecernos información que fuera comparable con la de
Kotosh, sitio arqueológico cerca de la ciudad de Huánuco en donde habíamos
efectuado las excavaciones en gran escala ente 1960 y 1966, y tuviera elementos
y construcciones del Formativo Temprano. Finalmente se decidió que el sitio a
excavarse fuera La Pampa. A pesar de que a base del trabajo de campo realizado
en 1975, hemos podido establecer el Periodo Yesopampa, cultura Formativa tan
temprana como el periodo Waira-jirca de Kotosh, y el Período La Pampa, cul-
tura de alguna forma relacionada con el Chavín clásico, dos culturas Formativas
que pudieron ser identi cadas a base de tipos cerámicos y arquitectura, debemos
reconocer que la información comparable con Kotosh se logró mucho menos de
lo que habíamos esperado. En cambio, se descubrieron construcciones y artefac-
tos del Periodo Tornapampa correspondiente a una cultura post- Formativa, pero
pre-Inca y el del Periodo Caserones-Inca.

Este artículo es un resumen del informe de las excavaciones llevadas a cabo entre
Agosto y Octubre de 1970 en La Pampa de la Sierra del norte del Perú. La Pampa
es un pueblo en el sur de Corongo, capital de la Provincia del mismo nombre.

Titulo Original: Terada, Kazuo (1978). “Excavaciones en La Pampa”. En: Actas del III Congreso del Hom-
bre y la Cultura Andina. Tomo V. pp. 51-72. Lima.

171
Kazuo Terada

Se puede llegar al pueblo con vehículos recorriendo por un camino accidentado,


que va de Huallanca a Corongo. El pueblo tiene 1800 m. de altura sobre el nivel
del mar, situado en la terraza aluvial, a 500 m. encima de la orilla del Río Manta,
a uente del Río Santa. Campos de cultivo destruidos alrededor de La Pampa es-
tán regados con el agua que proviene del glaciar del Nevado Champará, ubicado
en el extremo norte de la Cordillera Blanca, y fuera de los pueblos donde algunas
plantas crecen, la región esta totalmente estéril y roqueño. La Pampa corresponde
a la zona “abrigada” de nida por Tosi Jr. (1960) que es la cuenca caliente y árida
en la tierra andina. Los campesinos del pueblo que cultivan pequeños campos de
cultivo, sufren de la escasez de agua para irrigación. Plantas cultivadas son: maíz,
yuca, plátano y palta, una combinación, diferente de los productos comunes de la
sierra.

Sitios arqueológicos distribuidos en el oeste del pueblo, son: 9 montículos me-


dio-arti ciales de tamaño mediano, un montículo natural enorme llamado Ye-
sopampa, en cuya super cie se notan vestigios de grandes construcciones, una
estructura de piedra, ubicada entre los 9 montículos y Yesopampa, que se llama
localmente Caserones, una estructura de forma circular complicada que llamamos
la Construcción Circular Rondán (RCC) en este trabajo, etc. La área total de los
sitios se estima aproximadamente 100 ha.

El sitio principal que se excavó fue M-8, uno de los nueve montículos situado al
oeste del pueblo y al este del gran montículo Yesopampa. Se limpió y excavó la
construcción circular (RCC), se investigó sobre las chullpas de Tornapampa en el
sureste de M-8 y se efectuó un reconocimiento general en la provincia de Corongo.
En M-8, se excavaron dos largas trincheras con el n de lograr un cruce en Angulo
recto en el lugar en que se desvía ligeramente hacia el este en el centro de la parte
más alta del montículo: la trinchera A de norte a sur consistió en quince cuad-
riculas de 2 x 2 m., y la trinchera 1 de este a oeste, con 22 cuadriculas del mismo
tamaño. Cuando aparecieron construcciones, se decidió ampliar las cuadriculas.

En conclusión se de nieron cuatro paridos culturales: Yesopampa, La Pampa,


Tornapampa y Caserones. Un cuarto y varios hogares fueron identi cados para
el Periodo La Pampa; ellos estaban mal conservados en M-8 en el Periodo Torna-
pampa, pero chullpas y una construcción circular (RCC) estaban en muy buen
estado de conservación. El tipo cerámico representativo, y casi exclusivo, del Peri-
odo Yesopampa es Brochado – tipo que parece arcaico – y estimado como muy
temprano por un fechado de C-14. La cerámica del Periodo La Pampa contiene el-
ementos Chavín, pero los tipos cerámicos de este periodo en M-8 son obviamente
locales, hecho que crea un problema difícil pero interesante si se considera M-4,
excavado en 1969 y donde se desenterró una considerable cantidad de cerámica
clásica Chavín bien hecha. El hecho de que exista escultura monolítica, decorada
con diseños comparables con la iconografía de Chavín cerca del sitio, muestra
claramente que la in uencia de la exótica cultura Chavín fue fuerte en La Pampa.
Sin embargo, hubo algunos grupos que fueron renuentes o indiferentes frente a
esta in uencia y continuaron viviendo en el lugar, incluyendo M-8, mientras que
hubo otros que la aceptaron gustosamente y/o pre rieron vivir con los recién
llegados que traían la cultura Chavín. Las relaciones del periodo Tornapampa con
las otras culturas conocidas no son aun claras.

172
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa

Las características principales de cada período se darán mas adelante, conjunta-


mente con los fechados radiocarbónicos y las posibles relaciones con culturas de
otros sitios de los Andes centrales.

1. PERIODO YESOPAMPA.

a. Fechas de C-14.

Ellas oscilan entre 1400 a.C. y 970 a.C., correspondientes al Periodo Pre- Chavín.

- Tk-186 3350 – 100 años antes del presente. Restos de carbón recogidos en super-
cie de la plataforma (Pla-5) en la parte superior de M-8.

- TK-187 3120 – 110 años a.C. Restos de carbón recolectados del relleno frente a
W-105.

- TK-192 3100 – 70 a.C. Restos de carbón recolectados debajo de la super cie de la


plataforma (Pla-1) oeste de W-69.

- TK-174 3090 – 70 a.C. Restos de carbón recolectados de la super cie del piso de
R-13 inferior (Fase A).

- -TK-175 2920 – 70 a.C. Palo chamuscado de FP-5 en Pla-3 (Fase C).

Aparentemente hay tres edades diferentes, una temprana, TK-186 (1400 a.C.); otra
intermedia, TK-187 (1170 a.C.), TK-192 (1150 a.C.), TK-174 (1140 a.C.); y otra tar-
día, TK-175 (970 a.C.). La muestra TK-186 fue hallada sobre la super cie de la
plataforma sostenida por un muro de retención más temprano, W-105, o más tar-
dío W-55. La muestra TK-187 fue contemporánea o un poco más tardía que W-105.
Si TK-187 corresponde a la edad de la ampliación de Pl-5, o sea la construcción
de W-55 que sostenía Pla-6 en la Fase B’, la fecha mas temprana de TK-186 puede
ser la edad de Pla-5 o Fase A’. TK-192 puede ser mas temprana que la Fase A y
también contemporánea con la Fase C, mientras que TK-174 corresponde de ni-
tivamente a la Fase A. TK-175 puede ser de la Fase C, pero no hay una diferencia
signi cativa con la fecha de TK-174 de la Fase A. en conjunto, no parece haber una
diferencia temporal signi cativa entre las tres fases (A, B, C). Podríamos consid-
erar que la división en fases no tiene otra nalidad que la de señalar diferencias
temporales de construcción.

b. Construcciones.

No hay construcciones Yesopampa que se hayan conservado en estado satisfac-


torio, y la construcción de las fases mas tempranas de este periodo generalmente
sufrieron modi caciones, y fueron reusadas en fases más tardías.

El proceso de construcción se puede resumir de la siguiente manera. Primero, se


prepararon las plataformas amontonando un relleno de tierra sostenido, y en caso
necesario (por ejemplo en la vertiente oeste), protegido de la presión que venía
desde arriba, por muros de retención. Las paredes de los cuartos tuvieron sus
173
Kazuo Terada

cimientos ya sea directamente sobre la super cie de la plataforma o en un piso


sobreelevado. Con el pasar del tiempo, nuevas plataformas fueron colocadas en
niveles mas altos de los anteriores y los muros de los cuartos fueron construidos
sobre ellas, mientras una gran parte de la plataforma continuaba en uso (en el lado
oeste) o fueron ampliadas construyendo un nuevo muro de contención (en el lado
sur del montículo)(Fig. 1).

En el lado oeste de M-8, pudimos identi car tres fases de construcción. En reali-
dad, hay construcciones edi cadas en una fase aun más temprana que la Fase A
(R-26 y R-15), pero ellas estaban destruidas. Quizás durante esta fase más tempra-
na, se comenzó y se completó la preparación de una plataforma (Pla-1). El muro
de retención oeste W-226, de la plataforma 1 construido con grandes piedras se
dirige en dirección norte sur y se extiende al sur hacia la base oeste de M-7, pero
la pared de piedras desaparece en muchos lugares. Este muro de retención largo
mira hacia el área hundida se extiende hacia el oeste de la misma. De otra manera,
Pla-1 estaba protegida del lado de la parte más alta del montículo por otro muro
de contención, W-46a y su extensión. Conjeturamos que W-46a comienza en un
punto al este del borde norte de W-26 (cerca de R-26) y se dirige hacia el sur a
través de toda el área excavada, aunque solamente pequeñas porciones (W-88,
W-87 y su extensión) quedan aún. Los cuartos construidos en esta fase están con-
centrados en el lado oeste, o sea, a lo largo de la pared de retención. (W-46a).

Fig. 1. Fases constructivas del periodo Yesopampa.

174
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa

Durante la Fase B, Pla-1 fue ampliada hacia el este, para reemplazar la parte sur
de la pared de retención de la Fase A (W-87 y W-88) por una nueva, desviada
hacia el este, (W-58 y W-75 y su extensión probablemente colindante con W-107
de R-20). La construcción edi cada en la Fase A fue modi cada de tal manera
que la plataforma reformada pudiera ser utilizada mas efectivamente. Hay una
escalera (R-12) para ascender al piso exterior de un cuarto (R-7). Algunos cuartos
(R-13 Inferior y R-14 Inferior) de la Fase A continuaron en uso, después de haberse
enterrado las estructuras accesorias y haber puesto un piso encima del anterior.

La división de las Fases B y C puede hacerse fácilmente, aunque estrictamente


hablando, hay una fase transicional entre B y C (una super cie parecida a un piso
sobre o cerca de R-13 Superior). La modi cación de las plataformas y de los cu-
artos durante la Fase C es notable. En el sector sur del lado oeste, la pared este de
protección (W-57) fue colocada del lado del montículo, (al oeste de W-58), por lo
tanto Pla-1 esta bordeada da por W-57 y W-72 al este y sur respectivamente. Es
de importancia la preparación de Pla-2 y de Pla-3, las cuales estaban al noreste de
Pla-1, y la construcción de cuartos peculiares sobre Pla-2. Pla-2 es un tanto más
alta que Pla-1, mientras que Pla-3 es mas de un metro más alta que Pla-2, de modo
que fue instalada una escalera (R-10, R-9 y R-27) en el lado oeste, para poder subir
a la plataforma 3 desde la plataforma 1. Por otro lado la escalera (R-12) usada
durante la fase B en el sector sur fue reformada más elegantemente (R-21, R-12,
R-22) para ascender al piso exterior de R-8. Hay dos cuartos con características
diferentes en el norte (R-6) y en el sur (R-17), cuartos que están equipados con una
estructura parecida a nichos y que tiene sus paredes formada principalmente por
piedras paradas en formas de ladrillos. Se puede añadir que la parte oeste de M-8
fue totalmente refaccionada en esta fase y que los arreglos de construcción fueron
armoniosos en esta última fase.

Los rasgos notables de los cuartos de Yesopampa son: (1) Tamaño pequeño, (2)
mayormente distribuidos a lo largo de los muros, (3) el eje más largo esta di-
rigido este-oeste (R-5 es una excepción), y (4) separados unos de otros por un
muro, formando de este modo un conjunto de cuartos aglutinados (Fig. 2). En
algunos cuartos se han instalado estructuras accesorias, pero solamente un fogón
fue encontrado en el interior de los cuartos encontrados. Como ya se ha dicho los
cuartos R-16 y R-17 (Fase C) son peculiares; R-7 y R-14 Superior (Fase B) cuyo piso
está formado por arcilla na, blanca en una mitad y marrón en la otra, y dentro
de la cual se han colocado losas como mortero; R-5 que tiene el piso a dos niveles.
Los cuartos no fueron usados como viviendas, en vista que las dimensiones son
demasiado pequeñas para servir como viviendas, y los restos culturales asociados
contenían solo algunos artefactos de uso diario quizás ellos fueron usados por
algunos grupos especiales como sacerdotes.

c. Artefactos

Con excepción de la cerámica, hay solo una pequeña cantidad de artefactos que
fue excavada en los sitios de La Pampa y además ellos no son notablemente dife-
rentes de un periodo a otro.

Hay seis tipos cerámicos: Yesopampa Brochado, La Pampa Marrón, La Pampa


Rojo, La Pampa Negro Pulido, La Pampa Alisado y La Pampa Rojo Pulido. Sin

175
Kazuo Terada

Fig. 2. Plano de construcciones del periodo Yesopampa en


la falda occidental al pie de M-8.

embargo el tipo casi dominante es el Yesopampa Brochado, que cubre el 80 % del


total, aun más frecuente (más de 90%) entre los fragmentos recuperados del rel-
leno de las construcciones de Yesopampa, y que es el único tipo cerámico hallado
en el nivel inferior debajo de la super cie de Pla-1. Juzgando que no hay diferen-
cias notables en la frecuencia de tipos cerámicos por nivel, se puede estimar que
las tres fases de construcción, establecidas en el lado oeste no re ejan un cambio
cultural en sentido amplio.
176
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa

Los rasgos de estos tipos son: recipientes globulares sin cuello, con un excepción
(un recipiente aquillado), la super cie exterior brochada desde el borde hasta el
fondo con un implemento de puntas aplastadas, como una caña, - el ancho de
cada línea de brochado oscila entre 0.2 y 0.8 mm - , y algunas líneas formando una
unidad de 6 a 10 mm de ancho, los bordes y los cuerpos algunas veces decora-
dos con tiras superpuestas con impresiones que dan la vuelta; la super cie negra
quemada, indicando uso de cocina (Fig. 3). La Pampa Rojo y La Pampa Marrón,
que no aparecen en el nivel más temprano, comparten atributos con Yesopampa
Brochado tales como la pasta, el lete aplicado, el per l del borde, etc., no ob-
stante algunas diferencias con el ultimo, como por ejemplo el tener mayor varie-
dad de formas, o tratamiento mas elaborado de la super cie. Tomando en cuenta
la distribución estratigrá ca de los tres tipos y estos rasgos comunes, se puede
establecer que los primeros dos tipos se desarrollaron directamente a partir de
Yesopampa Brochado. Los otros tres tipos re ejan una de nida in uencia de la
cultura Chavín.

Se encontraron algunos torteros, indicando que la tradición textil estaba estab-


lecida en este periodo.

El espécimen mas notable entre los artefactos no cerámicos es un mortero en for-


ma de felino, recuperado de R-11, un cuarto de la Fase A de Yesopampa. Se estima
que se trata de un animal parecido a un felino porque la comisura de la boca se
levanta hacia arriba y la nariz tiene las ventanas abiertas. Sin embargo, no es un
felino Chavín, porque los ojos son representados por círculos concéntricos y no se
han esculpido las garras y las partes nales de las extremidades.

d. Discusión.

La cerámica de este periodo está representada prácticamente solo por el tipo Yeso-
pampa Brochado, que no tiene otras formas que los recipientes sin cuello y como
única decoración las tiras sobrepuestas con impresiones. Con respecto a ello se
trate ya de cerámica decorada o plana, la super cie es negra quemada, hecho que
indica que todos los recipientes fueron usados sobre el fuego como ollas. La no-
table homogeneidad puede ser considerada como un rasgo de un género cerámico
que hace su aparición en una región donde no hubo antecedentes alfareros. Tam-
bién algunos otros tipos de cerámica, como La Pampa Negro Pulido, La Pampa
Alisado, y La Pampa Rojo Pulido, están relacionadas con la tradición Chavín, y
como La Pampa Marrón y La Pampa Rojo, aun cuando se desarrolló a partir de
Yesopampa Brochado, que apareció durante este periodo, ellos no debilitan la
posición predominante de este tipo. Sin embargo, la posible relación de Yesopam-
pa Brochado, una cerámica no Chavín y alfarería similar en otras regiones andinas
serán discutidas más adelante.

Uno de los rasgos característicos de la cerámica de la Fase A en Pandanche, un


sitio relacionado con Pacopampa, es una técnica de brochado, combinada con dec-
oración de tiras sobrepuestas (Kaulicke, 1975, p. 51). Por eso podemos considerar
que la fase A de Pandanche tiene relaciones con el periodo Yesopampa de La
Pampa. Sin embargo, podemos reconocer que (1) las huellas del brochado de la
cerámica Pandanche están hechas en forma mas regular, usada mas como una téc-
nica decorativa, como se muestra por las marcas del brochado aplicadas entre las

177
Kazuo Terada

Fig. 3a. Cerámica Yesopampa Brochado.

178
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa

Fig. 3b. Cerámica Yesopampa Brochado.

179
Kazuo Terada

líneas incisas y más elaboradas, y (2) hay una cantidad de escudillas, si bien hay
algunos recipientes sin cuello.

En la fase B de Pandanche y su contemporánea en Pacopampa (Rosas y Shady,


1970; Fung, 1975) hallamos algunos fragmentos brochados, pero el tipo domi-
nante de estas fases no es el Brochado, sino el inciso cortante, por eso su relación
con La Pampa está atenuada.

En Cerro Campana Este cerca de Huamachuco, se encontraron una buena can-


tidad de fragmentos brochados, y muchos de ellos tienen la forma de jarras sin
cuello (McCown, 1945, p. 315-318). Se debe notar, sin embargo, que entre los espe-
címenes de Cerro Campana Este hay pocos elementos decorativos. McCown esta-
blece solamente que Cerro Campana Este es el mas temprano entre los sitios de la
vecindad de Huamachuco, sin establecer si su posición está o no en el Formativo.
Sin embargo, nosotros podemos postular con seguridad que el sitio de McCown
tiene mucho que ver con el periodo Yesopampa de La Pampa, lo cual está a an-
zado por la corta distancia existente entre estos dos sitios.

Pashash, situado entre La Pampa y Huamachuco nos ha entregado principalmente


recipientes sin cuello en sus estratos más bajos (Grieder 1978, p. 63-65).
Con respecto a la costa, un tipo brochado ha sido identi cado en Ancón y Supe
(Willey y Corbett, 1954, p. 45). Los fragmentos de Ancón Brochado, sin embar-
go, son un tipo minoritario en los complejos cerámicos de Ancón Temprano y el
Supe Temprano, y más aún, están distribuidos en los niveles superiores. Podemos
reconocer las diferencias entre estos dos tipos brochados de la cerámica de Ye-
sopampa en el sentido de que los tipos costeños toman frecuentemente la forma
de escudillas, su super cie es negra pulida y están decorados con líneas incisas
anchas.

Recipientes sin cuello fueron encontrados en considerable cantidad en Las Haldas


en la fase pre-Chavín, entre las cuales podemos discernir Yesopampa Brochado
(Engel, 1970, p. 37). Algunos fragmentos brochados han sido señalados también
en este sitio (Ishida et al. 1960, p. 196:24 y 26).

La decoración de letes aplicados impresos conocida en el tipo Guañape Presio-


nado Impreso con Dedo, así como en el tipo Guañape Inciso Rib, es muy similar
al tipo de La Pampa (Strong y Evans, 1952, p. 277-281). Es notable que estos dos
tipos de Guañape pertenezcan a la cerámica mas temprana conocida en el valle
de Virú y su muestra mayor es una jarra sin cuello. El tipo Ancón Brochado ex-
iste también en Virú, pero en el periodo Guañape Medio. Tomando en cuenta
la posición cronológica del Ancón Brochado, es probable que esta técnica no es
una manifestación temprana en la costa. Podemos reconocer que la marca de Bro-
chado es usada mas como un arti cio decorativo, que como un mero tratamiento
de super cie. También en Cupisnique hay cerámica brochada (Larco Hoyle, 1941
p. 64, 77). Toda esta información tiende a sugerir que la alfarería brochada costeña
corresponde al Horizonte Chavín.

Podemos considerar que las características discernibles en el tipo Yesopampa Bro-


chado han sido distribuidas a lo largo del Periodo Formativo Temprano en la
mitad norteña de los Andes Centrales. Los sitios que muestran relaciones notables
180
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa

con La Pampa son Pandanche (Fase A), Cerro Campana Este de Huamachuco,
Las Haldas (Pre-Chavín), y Guañape en Virú, (fase temprana). Entre estos Cerro
Campana Este, tiene indudablemente una relación directa, al mismo tiempo que
recipientes de cerámica de los otros tres sitios, aunque puede haberse desarrol-
lado independientemente, a pesar de su origen común.

En otras palabras, varias tradiciones culturales pueden haber pasado a través de


La Pampa después del establecimiento del tipo Yesopampa Brochado.

La cultura pre-Chavín que oreció en Pacopampa (fase Pacopampa) pudo haber


dado alguna in uencia a La Pampa, vía Cajamarca (Torrecitas Chavín). Se puede
conjeturar que los tipos no-Chavín, La Pampa Marrón, y La Pampa Rojo re e-
jan esta in uencia. Se puede sugerir alguna in uencia desde el sur: una cerámica
aquillada, que es una forma alfarera excepcional de Yesopampa Brochado, pu-
ede relacionarse con Kotosh. La incisión y la pintura post-cocción hallada en La
Pampa Rojo Pulido puede sugerir in uencia desde Kotosh (Izumi y Terada, 1972).
En conclusión, en el periodo Yesopampa corresponde a la época interesante en
la cual se introdujo la tradición de hacer cerámica en los Andes Centrales y, que
ha sido separada y se fue desarrollando independientemente en varias culturas
regionales y que el horizonte Chavín se estuvo generando en algún lugar, debido
a la interacción de estas culturas. Como se verá mas adelante, existió una red de
caminos reales que conectaban Jauja con Cajamarca en el periodo Inca y uno de
estos caminos pasaba por La Pampa, como se ha corroborado con el Periodo Ca-
serones de in uencia Inca. No seria ilógico suponer que el prototipo del sistema
de transporte Inca existiera también en el periodo Formativo. La Pampa estuvo
posiblemente interconectada con ese sistema con Pacopampa y Cajamarca en el
norte, con Kotosh y Chavín de Huántar en el sur, y con Virú y Las Haldas en la
costa. Si se toma en consideración que no hubo culturas desarrolladas en esta
época temprana en Huamachuco y Huaylas, donde los grandes centros urbanos
hacen su aparición en periodos posteriores, se puede considerar que La Pampa
jugó un rol importante como un centro pre-Chavín, en un lugar en el que las tradi-
ciones culturales norteñas y sureñas iban y venían.

2. PERÍODO LA PAMPA

a. Fechados C-14

Se cuenta con dos fechados radiocarbónicos: 670 a.C., y 540 a.C.

- TK-176 2620 – 70 años antes del presente. Restos de carbón recogidos de Fp-2,
uno de los hogares distribuidos en la parte alta del montículo.

- TK-195 2490 – 60 años antes del presente. Granos de carbón recolectados de Fp-6.

Estas dos fechas coinciden perfectamente con la edad estimada para este periodo
que está relacionado con la cultura Chavín, como es evidente por los tipos cerámi-
cos.

181
Kazuo Terada

b. Construcciones

Se excavó sólo una pequeña cantidad de construcciones. Ellas están distribuidas


en la parte nor-oeste de la pendiente, y en la mitad oeste de la parte alta de M-8
(Figura 4).

También la vertiente oeste continuó siendo usada, al igual que en el periodo Ye-
sopampa, se alteró la dirección del muro de retención (W-83) y el cuarto (R-16) de
este periodo, haciendo un Angulo de 40º con un muro de retención Yesopampa
(W-52). La plataforma (Pl-4 sostenida por W-83) está colocada encima de Pla-3 de
la Fase C de Yesopampa, y se extiende hacia el norte en una área no excavada y
hacia el sur, por lo menos, el lugar donde se sostuvo R-6.

En la parte alta del montículo, hubo varios hogares y paredes de cuartos así como
restos de otras estructuras, aunque su tamaño completo no pudo ser clari cado.
En general, por su naturaleza, las construcciones pueden clasi carse en tres cat-
egorías: la primera es una sucesión de la tradición Yesopampa: el uso del lado
oeste para construcción (Pla-4), el uso de piedras acostadas en formas de ladrillos
para las paredes, y la instalación de una estructura accesoria dentro de los cuartos
(e.g. Str. 9). La segunda corresponde a rasgos exclusivos en este periodo: un cuarto
grande (R-16) que tiene las paredes hechas de piedras paradas de varios tamaños,
y hogares (e.g. Fp-6) construidos por hoyos poco profundos rodeados por lajas
de piedra. La tercera es un rasgo que se puede distinguir a lo largo de todos los
periodos en M-8, como hoyos profundos para hogares.

c. Artefactos

En lo que se re ere a los tipos cerámicos, Yesopampa Brochado disminuye en


número, y en su lugar, La Pampa Marrón aumenta notablemente (ca. 50%). Este
cambio drástico que ocurrió entre los periodos Yesopampa y La Pampa, no está
claramente perceptible en los niveles acumulados en la parte alta del montículo,
pero el estrato acumulado sobre el piso de R-16 (en un único cuarto de La Pampa
del lado oeste, los fragmentos de cerámica asociados parecen representar verdad-
eramente los tipos cerámicos del periodo) contiene una cantidad de La Pampa
Marrón (72.3 %), mientras que Yesopampa Brochado es casi inexistente. Como
se ha señalado en la sección de Yesopampa, La Pampa Marrón (cerámica simple,

Fig. 4. Corte de la construcción del periodo La Pampa.

182
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa

Fig. 5. Cerámica del tipo La Pampa Marrón.

183
Kazuo Terada

Fig. 6. Cerámica del tipo La Pampa Rojo.

184
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa

Fig. 7. Cerámica del tipo La Pampa Alisado (1-12), y La Pampa Rojo Pulido (13-20).

185
Kazuo Terada

o sea sin decoración) (Figura 5), y La Pampa Rojo (cerámica decorada) (Figura
6), tienen características comunes con Yesopampa Brochado. Por otro lado, La
Pampa Negro Pulido, La Pampa Alisado, y La Pampa Rojo Pulido (Figura 7), tres
tipos relacionados con Chavín, continúan existiendo como una minoría.

d. Discusión
Este periodo corresponde evidentemente al Horizonte Temprano en los Andes
Centrales, o sea, la cultura Chavín clásica. Con respecto a la cerámica, los tres ti-
pos, La Pampa Negro Pulido, La Pampa Alisado y La Pampa Rojo Pulido muestran
claramente su relación con el estilo Chavín ya sea en el acabado de su super cie
como en sus elementos decorativos. De paso, interpretando estas relaciones, se
puede especular que estos tres tipos no representan una introducción directa de
la cerámica Chavín en La Pampa, sino que re ejan el proceso de formación de la
cultura Chavín en otro lugar, desde el momento que ellos hacen su aparición an-
tes, en el precedente periodo Yesopampa. Los tipos más populares de este periodo
son no-Chavín, La Pampa Marrón y La Pampa Rojo, tipos que se han desarrollado
a partir de Yesopampa Brochado bajo estímulos externos, como se puede recon-
ocer por el engobe rojo y la decoración modelada aplicada. Es probable que este
estímulo pudiera llegar del mismo origen de los tres tipos parecidos al Chavín que
ya se ha mencionado. A pesar de que no podemos señalar con minuciosidad el
lugar de origen, percibimos que un impacto fuerte se produjo desde Pacopampa,
al norte de La Pampa (Rosas y Shady, 1974; Kaulicke, 1975; Fung, 1975).

Los fragmentos de cerámica relacionados con Chavín no son numerosos en M-8,


mientras que M-4, excavado en 1969 (Onuki y Fujii, 1974) nos ha entregado un
lote de fragmentos que muestran elementos Chavín en las formas más diversas y
so sticadas. Nos preguntamos si M-4 pudo ser un montículo en el que residieron
las élites y los extranjeros que introdujeron la cultura Chavín, mientras que en M-8
continuó a vivir el pueblo nativo, o simplemente M-4 representan el estadio cu-
ando ya habían sido de nitivas las in uencias Chavín. En todo caso, el cambio en
la manera de construcción, como la alteración de la dirección de las plataformas,
las piedras usadas para las paredes de los muros, etc., puedan sugerir un fuerte
impacto que pudo venir desde afuera. Se podría decir que La Pampa fue el lugar
donde la cultura Chavín pasó ente el Callejón de Huaylas y Cajamarca.

3. PERÍODO TORNAPAMPA

a. Fechados C-14
Hay solamente una fecha: A.D. 1310.

TK-173 640 – 50 años antes del presente. Restos de carbón recolectados de la su-
per cie del piso superior de un cuarto de la construcción circular Rondán (RCC).
Nos gustaría no aceptar esta fecha, porque la edad de Tornapampa es considerada
más temprana – como se puede inferir por un tipo cerámico blanco sobre rojo – y,
cabe la posibilidad que los granos de carbón fueran traídos allí en tiempos poste-
riores.

186
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa

b. Construcciones

La manera de uso del montículo cambia notablemente, si la comparamos con los


periodos más tempranos. El lado oeste no fue usado para vivienda, y en cambio,
se levantaron construcciones en el lado oeste y la parte alta de M-8. Tenemos sola-
mente una información fragmentaria de estas construcciones porque ellas fueron
completamente destruidas por la gente Caserones, por lo menos en el área que
hemos excavado.

En cambio, construcciones muy bien conservadas han quedado en otros lugar-


es: una gran construcción (RCC) lejos, al oeste de M-8, y chullpas al sur-este del
pueblo.

Fig. 8. Plano de la estructura RCC, del periodo Tornapampa.

187
Kazuo Terada

RCC es una construcción circular (designada Rondán) de alrededor de 22 m de


diámetro. El muro exterior, compuesto de muchas piedras grandes paradas, de
1.5 a 2 m de altura, es impresionante por su grandeza. El interior está dividido
por dos hileras de muros circulares y 12 muros diagonales en 11 unidades de dos
cuartos intercomunicantes, un corredor que lleva a la entrada, el cual está situada
en la parte norte, y un espacio abierto en el centro (Figura 8). Afuera, hay 12 es-
tructuras adyacentes como cuartos. RCC no puede ser considerado como un lugar
de vivienda por largo tiempo, sino más bien como un refugio, porque está situado
cerca de un precipicio impresionante sobre el rio Manta, siendo el extremo norte
el lugar más alto de todos los sitios de La Pampa, y también porque allí se encon-
traron solo algunos artefactos. Juzgando por la asociación de los tipos cerámi-
cos encontrados, podemos pensar que RCC fue usado en una fase temprana del
Período Tornapampa y, que las construcciones Tornapampa en M-8 lo fueron en
una fase más tardía.

En el sitio Tornapampa, se ha observado una cantidad de chullpas, 19 de las cu-


ales estaban en buen estado de conservación, aunque no hay ninguna en perfecto
estado de conservación. Los techos están destruidos en casi todas ellas y su inte-
rior está muy disturbado. Algunas están construidas sobre plataformas. La may-
oría (17 de 19 chullpas) tienen forma rectangular, mientras que las otras tienen un
plano circular o esquinas redondeadas. Los techos están hechos con una técnica
tosca y a falsa bóveda. Son mas bien bajos (1.5-2.5 m), pequeños de tamaño. Las
entradas son bajas y generalmente dan hacia el sur-este, mientras que hay dos
chullpas que tienen sus entradas hacia el norte, y otras dos hacia el este-nordeste.
La forma en la cual se han dispuesto las piedras de las paredes es irregular, y las
piedras mismas son naturales o trabajadas sin elaboración, de varios tamaños.
En muchos casos, se han usado grandes piedras naturales para las esquinas. Hay
algunas chullpas que están adornadas por una cornisa en la parte más alta. Las
caras de las paredes están enlucidas con barro, y en algunos casos, se puede dis-
tinguir pintura blanca y roja sobre el enlucido. En una gran área alrededor de La
Pampa hay una gran cantidad de chullpas similares a las de Tornapampa.

c. Artefactos

Desde el punto de vista de la cerámica, el periodo Tornapampa está muy clara-


mente de nido, porque en este periodo no se han encontrado los tipos de los
periodos anteriores o posteriores. Los tipos cerámicos son Tornapampa Gris Del-
gado, Naranja Delgado, Marrón Delgado, Gris, Gris Tosco, y Marrón (Figura. 9).
A pesar de que no estamos en condiciones de probar la secuencia cronológica de
estos tipos a lo largo del periodo en M-8, nosotros especulamos que el tipo mar-
rón corresponde a la última mitad del periodo, mientras que los otros tipos serian
de la primera mitad, o por lo menos, aparecen desde el comienzo; por el hecho de
que (1) la distribución cerámica de RCC donde se encontraron fragmentos Torna-
pampa Marrón en el estrato después de su abandono, mientras que Tornapampa
Gris y Gris Tosco están asociados a la construcción, (2) que algunos fragmentos
Marrón Delgado están pintados en blanco sobre rojo, señal inequívoca de una fase
temprana del Período Intermedio Temprano en las tierras altas, y (3) que el Gris es
relativamente frecuente en la unidad que corresponde a la última fase del Periodo
La Pampa o un estadio transicional entre este y el periodo Tornapampa.

188
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa

Parece que hubo dos tradiciones; las de los Cuencos Abiertos Decorados y la de
los Cántaros Sencillos (sin decoración). La primera consiste en tres tipos delgados,
siendo el último confeccionado a partir del tipo Marrón. Tornapampa Gris y Gris
Tosco contienen ambas tradiciones (Figura 10), como si no hubiera todavía una
dicotomía funcional de formas en acuerdo con los tipos cerámicos.

Entre otros puntos, notamos que se ha propuesto que el Gris Delgado es un tipo
importado, el Naranja Delgado está muy bien alisado y está hecho con arcilla na,
mientras que el Marrón Delgado tiene arena como temperante; Gris y Gris Tosco
tienen pasta compacta y están bien quemados y el Marrón es el mas frecuente de
todos los tipos.

d. Discusión

Este periodo esta situado entre el Horizonte Temprano (Chavín) y el Horizonte


Tardío (Inca). Si embargo, es muy difícil hallar relaciones de este periodo con las
culturas bastante bien conocidas del Período Intermedio Temprano como Mo-
chica, Cajamarca y Recuay, el Horizonte Medio (Wari), y el Periodo Intermedio
Tardío (Chimú, etc.). La cultura Tornapampa no tiene muchas vinculaciones con
estas culturas, por eso se puede pensar que ella es local.

El pintado blanco sobre rojo hallado en el tipo Tornapampa Marrón Delgado es


uno de los pocos elementos que pueden ser utilizados como comparación con
otras áreas. El tipo Huarás Blanco sobre Rojo de Wilkawaín, consiste en escudillas
abiertas, cuyos bordes, paredes y bases son similares a una forma de Tornapampa
Marrón Delgado (Forma 2); además de esto, sea en Wilkawaín que en La Pampa
hay diseños geométricos simples formados por líneas y puntos (Bennett, 1944, p.
90-92). Por otro lado, el estilo del horizonte blanco sobre rojo está ampliamente
distribuido en la costa norte y central del Perú, representado por la cerámica
Puerto Moorin (Strong y Evans, 1952, p. 295-300) y la cerámica Baños de Boza
(Willey, 1943, p. 187), las que muestran más diferencias que similitudes con los
especímenes de La Pampa. Una tradición cerámica comparable a la tradición La
Pampa Cuencos Abiertos Decorados, compuesta por los tres tipos Tornapampa
Delgado, ha sido señalada en Huamachuco (Thatcher, 1975).

Se ha a rmado que la Fase Purpucala de Huamachuco corresponde al Período


Intermedio Temprano, y está constituida por Cerámica Fina y Cerámica Tosca
(op. cit. p. 111-112). La Cerámica Fina está compuesta en forma predominante por
nas escudillas con paredes delgadas, mientras que la Cerámica Tosca consiste
en varias formas. La Cerámica Fina no solamente es similar en sus formas a La
Pampa Cuencos Abiertos Decorados sino también se parece en la pasta y técnica
decorativa. Se debería notar que existe una decoración pintada blanco sobre rojo
también en la cerámica Purpucala Fina.

Nos gustaría plantear la hipótesis que la tradición La Pampa de Cuencos Abiertos


Decorados se generó a través del siguiente proceso. Primero, la cerámica blanco
sobre rojo fue traída desde Huaraz, quizás a nes del periodo Formativo. La ola
de discusión de esta tradición pintada alcanzó Huamachuco en el norte, pas-
ando por La Pampa. Segundo, la tradición norteña de Cerámica Purcupala Fina
fue transportada hacia el sur hasta La Pampa, estableciendo aquí la tradición de

189
Kazuo Terada

Fig. 9. Fragmentos de cerámica del sitio de Tornapampa.

190
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa

Fig.10. Fragmentos de cerámica de RCC: Tornapampa Gris (1-8); Tornapampa Gris Tosco
(9-10); RCC-A (11-16); RCC-B (17).

191
Kazuo Terada

Cuencos Abiertos Decorados. Hasta ese tiempo se piensa que La Pampa fue una
estación de relevo entre el Callejón de Huaylas y Huamachuco. Tomando en con-
sideración, sin embargo, que la técnica de pintura negativa bien desarrollada en el
estilo Recuay en el Callejón de Huaylas, fue trasmitida a Huamachuco pero no a
La Pampa, nosotros no podemos conjeturar que la ruta de comunicación cambió,
no pasando a través de La Pampa. Además, las escudillas con base anillada, trípo-
des vacíos, y diseños cursivos pintados que se hallaron en la cerámica Huama-
chuco en el estadio de construcción de Marca Huamachuco que se extiende desde
el Período Intermedio Temprano hasta el Horizonte Medio 1A, están totalmente
ausentes en los recipientes de Tornapampa. Este fenómeno corrobora el hecho que
La Pampa estuvo aislada de la ruta principal de difusión cultural en las tierras
septentrionales, desde los comienzos del Período Intermedio Temprano hasta la
llegada de la civilización Inca, habiendo estado separada por largo tiempo en una
forma de estancamientos cultural.

Las chullpas son un elemento cultural notable en el Período Tornapampa. Chul-


lpas impresionantes se pueden ver en los sitios del altiplano sureño, por ejemplo
Sillustani (Tschopik, 1946), Curicuri, etc. (Ishida et. Al. 1960, pp. 325-26), pero hay
una buena cantidad también en las tierras altas del norte, que pertenecen a la
cultura Marañón, a la cultura Huaylas y a la cultura Huari-Mantaro, según Me-
jía (1957). Shady y Rosas han informado chullpas en Chota y Cajamarca en una
reciente publicación (1976). El patrón de construcción de las chullpas varía de un
área a otra, por eso se hace difícil encontrar material comparable con las chullpas
de Tornapampa. En Chota, hay una cantidad de chullpas de forma rectangular
(op. cit. p. 21), como en el caso de La Pampa, pero ellas no tienen techos de falsa
bóveda y son construcciones magni cas de dos o tres pisos, usando piedras para-
das para las paredes.

La época en la cual las chullpas fueron construidas ha sido discutida por muchos
autores. Tschopik quiso situarlas en el Período Intermedio Tardío (1946, p. 53),
Shady y Rosas en el Período Intermedio Temprano (op. cit., p. 27), mientras que
Mejía simplemente piensa que ellas duraron mucho tiempo, como ya se ha men-
cionado. Nosotros creemos que la costumbre de construir chullpas, como tumbas,
perduró por un tiempo considerable en los Andes Centrales.

En lo que respecta a las chullpas de Tornapampa, no podemos decidir su posición


cronológica. Sin embargo, hemos recogido del interior de algunas chullpas frag-
mentos de escudillas decoradas con líneas pintadas cursivas, similares a Cajamar-
ca III o IV y algunos fragmentos de estilo Wari. Estos fragmentos son ejemplos
excepcionales en La Pampa y muestran claramente una in uencia del exterior. Por
otro lado, algunos sitios en los alrededores de Corongo, donde hicimos un recono-
cimiento general, así como en el sitio Casa de Gallina cerca de La Pampa se hallar-
on algunos fragmentos de cerámica correspondientes a la Fase Amaru (Horizonte
Medio 1B) y la Fase Huamachuco de Huamachuco, hecho que puede señalar que
el área cultural, con su centro en Marca Huamachuco, cubrió una ancha área in-
cluyendo la región inmediatamente al norte de La Pampa, la cual esta situada,
en un punto marginal a esa área. Esta interpretación se apoya en la aseveración
de Estete en el sentido que Corongo estuvo bajo control de Huamachuco (Estete,
1970, p. 77). Quizás los fragmentos de una manera esporádica, desde el norte.

192
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa

La Construcción Circular Rondán es notable ya sea por su construcción distinta,


sea por la cerámica asociada, especialmente peculiar por sus diseños estampa-
dos. Construcciones circulares de esta naturaleza son raras en los Andes, pero
en Marca Huamachuco hay una cantidad de construcciones circulares, entre las
cuales el Fuerte F muestra una semejanza en tamaño y en su estructura general
con RCC (McCown, 1945). Como ya se ha mencionado, la época de construcción
de RCC es la fase temprana del Período Tornapampa, antes del establecimiento de
la cerámica Tornapampa Marrón. Si estamos en lo correcto en pensar que fue con-
struido al mismo tiempo que el Fuerte F en Huamachuco, podemos postular que
La Pampa experimentó la amenaza de Marca Huamachuco, y necesitó un refugio
como ese. Queremos señalar otras dos estructuras similares a RCC, halladas en
lugares de difícil acceso, a lo largo de la ruta que lleva al Callejón de Huaylas.
Todos estos hechos parecen mostrar que la población de La Pampa estuvo vivi-
endo en una situación precaria en esa época, temiendo la agresión de los grupos
militares aledaños.

4. PERIODO CASERONES

a. Fechados C-14

Tenemos un solo fechado radiocarbónico: A.D. 1450. TK-193 500 – 70 años antes
del presente. Restos de carbón recolectados del suelo, caídos en el interior de un
recipiente de cerámica, encerrado debajo del piso de la Fase Caserones Tardío.
Esta fecha corresponde exactamente a la edad supuesta para el Período Caser-
ones, que recibió in uencia de la civilización Inca.

b. Construcciones

Las construcciones fueron edi cadas sobre la parte alta plana del montículo, una
cuarta parte del cual fue excavado, y en el área entre la vertiente este y norte de
M-8. Entre otras, una gran construcción cuadrada se encuentra en la cima de M-7.
Las casas sobre la vertiente tienen plano rectangular, sus paredes mas largas cor-
ren paralelas al contorno del montículo y las paredes más cortas son verticales al
mismo. Ellas son generalmente anchas y alargadas, y están separadas en muchos
cuartos por porciones de paredes que son también verticales a la línea de con-
torno, mientras que las entradas de las casas son instaladas generalmente sobre las
paredes más pequeñas (Figura 11).

El sector de vivienda en la vertiente este está separado de la sección más baja en


el este por un muro circular de retención. Hay veredas inclinadas y escaleras que
ascienden desde la sección mas baja hacia el área de vivienda.

Sobre la parte plana alta de M-8, donde efectuamos excavaciones estratigrá cas
se pueden reconocer dos fases constructivas: la primera correspondiente a los re-
cipientes enterrados y la última a los cuartos excavados. Durante la primera fase,
se destruyeron las construcciones Tornapampa, el terreno fue nivelado, alrededor
de 20 recipientes de cerámica fueron enterrados quizá con nes religiosos, y se
instaló Tm-2, una piedra tombal subterránea bien conservada de forma hexago-

193
Kazuo Terada

Fig. 11. Vista ilustrada de las construcciones del Período Caserones, en la falda noreste y
la cima de M-8.

nal conteniendo un juego de huesos humanos correspondientes a un individuo


[adulto, de sexo masculino en posición fetal, como es usual en las tumbas Inca
(Rowe, 1963, p. 286) con algunas pobres ofrendas como mates, al leres de cobre,
un punzón de hueso, etc. ]. Al principio de la última fase, el nivel del suelo fue
removido, y se construyó una pared grande circular, que circundaba quizás el
área plana arriba del montículo, (W-8, W-2, W-14). Las casas de la parte superior
del montículo tienen algunos rasgos comunes; ellos consisten en una gran pared
de un cuarto rectangular de un espesor de 40 a 60 cms., las piedras de las paredes
varían en tamaño y en forma y están colocadas una encima de otra con sus pare-
des planas sobre la super cie, y el espacio entre la super cie exterior e interior
esta rellenado con cantos rodados y barro. El piso del cuarto interior es mas bajo o
está a nivel con el piso exterior.

En la parte alta de M-7, se puede observar una pequeña estructura piramidal (650
x 650 x 50 cms.), de forma irregular a la cual se puede ascender por una escalera
de piedra con paredes que la bordean. En conclusión, las vertientes este y norte,
fueron casas con muchos cuartos, densamente apiñadas, que parecen haber sido
para el pueblo; la parte alta de M-8, donde se construyeron casas mas elaboradas
con cuartos individuales, con un ancho espacio entre ellos, pudieron haber sido
ocupados por los dignatarios locales; y las estructuras piramidales en la cima de
M-7 podrían haber sido construcciones públicas sagradas.

c. Artefactos

La cerámica Caserones está clasi cada en 5 tipos: Pintado, Pintado Fino, Anara-
njado, Gris y Rojo Ladrillo. Una evidente in uencia Inca está probada por los
recipientes arybaloides de los tipos Caserones Pintado y Pintado Fino (Figura 12).
Las fases más tempranas, establecidas por la investigación de las construcciones,
comprenden todos los tipos, pero podemos suponer que los tipos Anaranjado y
Gris son más tempranos porque ellos fueron hallados en proporciones mayores
194
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa

Fig. 12. Cerámica del tipo Caserones Pintado y Pintado no.

195
Kazuo Terada

Fig. 13. Cerámica del tipo Caserones Anaranjado.

196
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa

en los estratos más tempranos de este periodo. Además, estos dos tipos tienen sus
raíces en la tradición Tornapampa Cántaros Sencillos, aunque aparecen algunos
nuevos atributos, como un cuello corto y ornamentos modelados en la Cerámica
Caserones (Figura 13). El tipo Caserones Rojo Ladrillo muestra una mezcla de
estos dos grupos que se han mencionado, en el que está comprendida la forma
arybaloide aunque sin pintar; hay cuencos muy grandes, pero ellos mantienen la
decoración plástica nativa.

d. Discusión

La Pampa fue un pequeño villorrio o pueblo situado sobre el camino real del Inca,
en el Período Caserones. Miguel de Estete, que acompañaba a Hernando Pizarro
en su expedición a Pachacamac en 1533, da un vivido relato de sus jornadas. La
parte que se re ere al itinerario en los lugares que nos concierne, es como sigue:
“…Y así comenzó su camino a 14 de enero, y el mismo día paso algunos malos
pasos y dos ríos, y fue a dormir a un pueblo que se dice Totopamba, que esta en
una ladera. De los indios fue recibido y dieron bien de comer y todo lo que fue
menester para aquella noche, y indios para las cargas. Otro día salió deste pueblo
y fue a dormir a otro pequeño pueblo que se dice Corongo; al medio camino esta
un gran puerto de nieve, y todo el camino mucha cuantidad de ganados con sus
pastores que lo guardan, y tienen sus casas en las sierras al modo de España. En
este pueblo dieron comida y todo lo que fue menester, y indios para las cargas;
este pueblo es subjecto de Guamachuco. Otro día partió deste pueblo, y fue a
dormir a otro pequeño que se dice Pina, y no se hallo en él gente, porque se ausen-
taron de miedo. Esta jornada fue muy mala, porque había una bajada de escalera
hecha de piedra, muy agra y peligrosa para los caballos. Otro día a hora de comer
llegó a un pueblo grande que está en un valle; en medio del camino hay un río
grande muy furioso;…”(Estete, en Xerez, 1970, p. 76-77).

Corongo “subjecto a Guamachuco” (Huamachuco) puede ser el pueblo moderno


del mismo nombre. Cuando hicimos nuestro reconocimiento general no hallamos
sitios Inca en o cerca de Corongo. El pueblo Inca de Corongo pudo haber per-
dido su forma original debido a la construcción del pueblo colonial que se con-
struyó encima. El pequeño villorrio, Pina, donde ellos llegaron al día siguiente, es
posiblemente La Pampa. El “gran pueblo en un valle” donde estuvieron un día
después creemos sea el moderno Huaylas. El hecho que La Pampa fue un pueblo,
que tenía las características de tambo situado a lo largo del camino incaico, es cor-
roborado por nuestra información arqueológica; los recipientes arybaloides hal-
lados en los tres tipos cerámicos Caserones, Rojo Ladrillo, Pintado y Pintado Fino,
tienen obviamente una típica forma de la cerámica incaica, a pesar de que no se
pueda comparar con el esplendido estilo Cusco, estudiado por Rowe (1944). Los
especímenes arybaloides de La Pampa pueden ser considerados como una imit-
ación local de los típicos arybalos cuzqueños. Hay un estudio interesante sobre
cerámica local, imitando la alfarería del Cusco, realizado por Morris y Thomp-
son en Huánuco Viejo (1970). En ese sitio, que fue un centro administrativo Inca,
se encontró solamente alfarería que representa la imitación local de la in uencia
cuzqueña, mientras que en los villorrios vecinos, no se encontró cerámica de es-
tas características. “estado cerámico” producido por o para el estado y usado en
funciones o ciales excluyendo la alfarería indígena de la región” (op. cit., p. 395).
Podría parecer un tanto absurdo comparar Huánuco Viejo, un gran centro ur-

197
Kazuo Terada

bano de la administración incaica, con La Pampa, pero el hecho que se hallara una
cantidad de arybalos en las excavaciones de M-8, tiende a indicar que La Pampa
funcionó como un centro local del Imperio Inca y jugó un rol de área de servicio
para aquellos que iban y venían a lo largo de la ruta imperial. Un edi cio grande,
situado al oeste de M-8 y llamado localmente Caserones, nombre que nosotros
hemos adoptado para designar al Período Inca en La Pampa, parece haber sido
una taberna para los soldados incas, a juzgar por su tamaño y estructura. Como se
ha dicho repetidamente, la parte alta del montículo fue arreglada para construc-
ciones durante este periodo y se levantó una gran cantidad de casas Caserones so-
bre las vertientes norte y oeste de M-8. Esta actividad constructiva puede sugerir
que La Pampa fue incorporada al régimen incaico. Según Del Busto, que recon-
struyó la marcha de Francisco Pizarro de Cajamarca al Cusco entre el 11 de agosto
y el 15 de noviembre de 1533 (1964, p. 13), la armada de paso Puerto Nevado,
situada entre Totopamba y Corongo, un 29 de agosto, el día siguiente cruzó un
gran río por medio de un puente suspendido, o sea el rio Santa, y “… habiéndole
pasado partió a otro día de mañana que fue domingo para Guaiglia, y llegados,
oyeron misa y después entro en ciertos aposentos buenos; …”(Sancho, Cap. 3).
El autor considera que “el puente” es el de Yuracmarca, desde donde hoy día se
bifurca el camino a La Pampa, o sea que Pizarro dejó ciertamente sus huellas, o
estrictamente hablando, las huellas del casco de su caballo sobre el suelo de La
Pampa, aunque aparentemente el no durmió allí. Sus cronistas ni siquiera mencio-
nan el nombre de este villorrio, Pina, porque era muy pequeño y sus habitantes se
escaparían antes de la llegada de Pizarro, como sucedió con su hermano cuando
llego aquí unos meses antes. Es importante notar que los dos hermanos tomaron
el mismo camino de Cajamarca a Huaylas, a través de La Pampa. Este villorrio no
fue un centro administrativo de poder, como se dijo antes, pero su importancia es-
triba en estar situado a lo largo del camino. El camino incaico no fue reconstruido
en todos los lugares, sino que se hizo uso de caminos que estuvieron en uso an-
teriormente, o sea que La Pampa estuvo bien situada a lo largo del camino por el
que se difundieron las culturas pre-incaicas.

Quisiéramos poder señalar adelante la red de caminos en el Chinchaysuyu del


Tawantinsuyu, para poder comprender mejor la posición de La Pampa ente las
antiguas culturas de las tierras altas.

Hernando Pizarro llegó a Guamachuco desde Cajamarca, después de cuatro jor-


nadas. Según McCown (1945, p. 330) este Guamachuco no es Marca Huamachuco,
sino Viracocha Pampa. Y llegó a Andamarca dos días después. En ese lugar (la
moderna Mollebamba) se bifurcaban dos caminos; uno que iba a través de Con-
chucho, Pomabamba, Piscobamba, Huari (cerca de Chavín de Huántar), Huánuco,
Bonbón y Jauja; y el otro por Corongo, Pina, Huaylas, Huaraz, Recuay, Pachicote,
Chiquián, Cajatambo y Bonbón donde este camino se juntaba nuevamente con el
primero. Francisco Pizarro hizo su marcha hasta Jauja por este último. Un camino
divergía en Pachicoto hacia la costa, y por él Hernando se fue hasta Paramonga,
utilizando tres días.

En síntesis, entre Cajamarca y Jauja hubo un camino vía Huánuco en el este, y un


camino vía Callejón de Huaylas en el oeste. Se debe notar que Hernando hizo su
viaje a lo largo de ambos caminos, y Francisco basándose en la información del
hermano escogió el camino oeste para su marcha hacia el Cusco; esto permite su-
198
Excavaciones Arqueológicas en La Pampa

poner que el camino del oeste vía La Pampa era más fácil para el viaje. Von Hagen
a rma que existió un camino incaico que salía de Chachapoyas y que llegaba a
Huánuco, donde se juntaba al camino de este arriba mencionado (1976, p. 18).

Grandes pueblos cera de La Pampa fueron Huamachuco en el norte y Huaylas en


el sur. Estete a rma que Huamachuco estuvo gobernado por un señor llamado
Guamachoro. Mientras que Huaylas fue la capital de un señorío, Pumapaccha.
Es importante decidir a cual de los poderes locales estuvo sujeta La Pampa, para
poder entender mejor la información arqueológica. A juzgar por las condiciones
geográ cas, sería más natural creer que el pueblo fue controlado por Huaylas,
porque la actual carretera hacia el norte está interrumpida al norte de Corongo,
siendo imposible llegar a Huamachuco vía Pallasca (pueblo prehistórico de To-
topampa), sino que es necesario manejar algunas horas desde La Pampa hasta
Huaylas. Sin embargo, mantenemos en reserva la posibilidad de que La Pampa
fuera dominada por Huamachuco, desde Corongo, no muy lejos de La Pampa,
fue gobernada por Huamachuco, y el hermano de Pizarro pudo viajar de Huama-
chuco a La Pampa tan solo en 5 días. Tomando en cuenta la información arque-
ológica, a nosotros nos gustaría establecer que La Pampa estuvo cerca del dominio
Huamachuco pero se escapó de su dominación opresiva, así como del poder
Huaylas. Debido a su posición a lo largo del viejo sistema de caminos, La Pampa
pudo jugar un rol importante como estación de contacto a lo largo de la red de
comunicaciones, a través de la cual se trasmitieron las culturas prehistóricas, cam-
biando tecnología e ideas y dando origen a culturas diversamente amalgamadas,
que orecieron en las serranías norteñas.

199
Kazuo Terada

200
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

INDUSTRIAS LÍTICAS DEL PERÍODO HUARAS,


PROCEDENTES DE CHAVÍN DE HUÁNTAR

Danièle Lavallée

El estudio que damos a conocer fue realizado sobre el material lítico (201 piezas)
recogido en 1967-1968, durante las excavaciones efectuadas en el sitio de Chavín
de Huántar. La colección estudiada proviene exclusivamente de la zona R.C. de
dicho sitio .

Cabe señalar de inmediato que todos los niveles, así como todos los objetos a los
que haremos referencia en el presente trabajo pertenecen a un mismo periodo
cultural, llamado periodo “Huaraz”. Por este motivo, a lo largo de nuestro texto
hemos omitido voluntariamente mencionar los distintos niveles arqueológicos de
esta excavación, tal como debe hacerse en la mayoría de los casos. Nos hemos lim-
itado, pues, a establecer un cuadro recapitulativo de la distribución general de los
diferentes objetos e implementos, indicando para cada cual su localización precisa
en el nivel que le corresponde y su numeración respectiva.

Nota preliminar

El análisis tipológico consiste en poner en evidencia las principales características


de un objeto, vale decir aquellas cuya reunión debe permitir la de nición de los
tipos.
Los objetos serán primeramente separados en grandes categorías generales:
1.-piedra utilizada, pero no trabajada.
2.-piedra lascada.
3.-piedra pulida, o piedra picada.

En cada una de estas categorías, los objetos se agruparan en tipos tecno-morfológi-


cos, vale decir basados en:

a. La forma y las dimensiones del objeto (criterios morfológicos).


b. La o las técnicas según las que el objeto fue fabricado (criterios tecnológicos).
En cuanto a la forma, los objetos serán descritos sucesivamente en tres plano: pla-
no principal (u horizontal)- sección longitudinal- sección transversal. Cada uno de
estos planos se de nirá según la forma geométrica en la cual puede inscribirse. En

Titulo Original: Lavallée, Daniele (1970). “Industrias líticas del período Huaraz, procedentes de Chavín
de Huántar”. Revista del Museo Nacional, Tomo XXXVI, pp. 193-233, Lima.

201
Danièle Lavallée

el curso del estudio, cuando se haga referencia a un borde cortante, dicho borde
será descrito primero en el plano correspondiente al plano principal del artefacto
(“plano horizontal”), luego en el plano correspondiente a la sección del artefacto
(“plano vertical”); de esta manera, se comprenderá como el borde cortante de un
cuchillo, por ejemplo, puede ser a la vez rectilíneo, en el plano horizontal, y sinu-
oso, cóncavo o convexo, en el plano vertical.

En cuanto a las dimensiones de un objeto, en la mayoría de los casos daremos


solamente la dimensión mas grande, o “largo” del objeto; las otras dimensiones
se conseguirán mediante las relaciones ancho-largo y espesor-largo; este proced-
imiento permite lograr a primera vista las proporciones generales de un artefacto,
mejor que lo haría una enumeración de valores absolutos. Estas proporciones pu-
eden servir de base para hipótesis referentes a la utilización del artefacto, a su
e cacia, a sus posibilidades de enmangamiento, etc.

Todas las piezas que componen el material lítico de Chavín fueron así analizadas,
una por una desde el punto de vista tipológico. Luego, en una cha analítica que
corresponde a cada pieza, se procedió a anotar el conjunto de observaciones efec-
tuadas al cabo de este examen. Aplicando los criterios morfológicos y tecnológicos
que hemos descrito mas arriba, hemos dividido el material estudiado en cinco
categorías, que incluyen varios tipos de artefactos.

I. CANTOS RODADOS SIN HUELLA DE FABRICACION


- sin huellas de utilización;
- con huellas de utilización: guijarros-percutores.

II. PIEDRA TALLADA


A) Implementos sobre núcleos:
- núcleos;
- percutores sobre aristas;
- choppers y unifaces;
- chopping-tools;
- bifaces gruesos;
- cepillos sobre núcleos;
- puntas bifaciales.

B) Implementos sobre lascas:


- desechos de talla;
- lascas sin retoque;
- raspadores sobre lascas;
- cepillos sobre lascas;
- cuchillos sobre lascas.

III. PIEDRA TALLADA Y PICADA


- azadón.

IV. LASCAS O FRAGMENTOS NATURALES


- sin huellas de utilización;
- con huellas de utilización.

202
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar

V. PIEDRA PULIDA, PIEDRA PICADA Y PULIDA


- puntas pulidas de proyectiles;
- hachas pulidas;
- masas discoidales perforadas;
- piedras con hoyuelos;
- manos de mortero;
- fragmentos diversos de piedra pulida.

I. CANTOS RODADOS SIN HUELLAS DE FABRICACION (26 piezas).

- Sin huellas de utilización: 21 piezas.


Se trata de pequeños guijarros de roca dura (generalmente cuarzo), de super cie
perfectamente lisa, de forma esférica u ovoide, cuyo diámetro varia de 2 a 6 cms.
El uso de estos guijarros permanece desconocido; tal vez pudieron haber sido
proyectiles para hondas. Ellos no exhiben ni las huellas características, ni el lustre
propio de los guijarros empleados como pulidores.

- Con huellas de utilización: 5 piezas (Lámina 2, Fig. A)


Se trata de cantos rodados de roca volcánica básica o de granito, de forma ovoide
u oblonga, de los cuales ya sea una o bien las dos extremidades fueron utilizadas
para martillar o para machacar. Las super cies de uso no presentan huellas en
forma de estrías, porque seguramente no ha habido trabajo de frotamiento (rec-
tilíneo o circular), sino únicamente utilización por medio de percusiones verti-
cales repetidas. Existen algunos casos donde los choques frecuentes contra una
materia dura han provocado pequeños esquirlamientos y hasta desprendimientos
de lascas de mayor tamaño. Por consiguiente, dichas lascas no han sido fruto de
un trabajo intencional y se sobreentiende que ellas no han de confundirse con
los desprendimientos obtenidos voluntariamente durante la fabricación de una
implemento de piedra lascada.

Estos implementos pudieron ser utilizados de dos maneras: como percutores


para fabricar herramientas de piedra lascada, o también para machacar sobre una
muela durmiente de materia igualmente dura; o para aplastar materias mas blan-
das, como ser granos, bras vegetales, etc. En el ultimoúltimo caso, ellos tenían
una función semejante a la de las manos de mortero, que veremos mas adelante
(pág. 228), puesto que en esta primera parte de nuestro trabajo, no estudiamos los
objetos según criterios funcionales, sino exclusivamente desde el punto de vista
morfológico o tecnológico.

II. PIEDRA TALLADA (96 piezas).

A) Implementos sobre núcleos:


Se trata de los implementos tallados a partir de un módulo de materia prima, me-
diante un trabajo de lascado sobre una o varias caras.

- Núcleos: 2 piezas (Lámina1, Figs. A y B).

Hemos llamado “núcleos” a todos los nódulos poliédricos de donde fueron ex-
traídas lascas de dimensiones su cientes para ser utilizadas, a condición de que

203
Danièle Lavallée

Lámina 1: Núcleos
A: nº 102, nivel 3 – B: nº 98, nivel 2.

204
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar

estos bloques no sean herramientas en si mismos (ausencia de un borde cortante


útil) y que no presentan huellas de utilización secundaria (por ejemplo, aristas o
bordes desgastados o machucados). O sea que de una manera general llamamos
“núcleos” a todos aquellos bloques tallados completamente o en parte, que no
pertenecen a las categorías descritas más adelante.

Las dos piezas arriba mencionadas tienen las siguientes dimensiones:


Largo máximo: 10 y 14 cm.; Relación ancho-largo: 4/8 a 5/8; Relación espesor-
largo: 4/8 a 5/8.
La piedra utilizada es una roca volcánica básica o una cuarcita, en la forma de
cantos rodados.

Cada núcleo presenta plataformas de percusión múltiples, de posición irregular,


sin preparación preliminar de al super cie. Fueron escogidas a modo de plata-
formas de percusión las caras que iban dejando las lascas desprendidas anterior-
mente, o las super cies aun recubiertas por el córtex. El desprendimiento de las
lascas no fue hecho en forma regular.

- Percutor sobre aristas: 7 piezas (Lámina 2. Figs. B y C).

Son artefactos poliédricos de formas macizas, cuyas caras han sido lascadas par-
cialmente y cuyas aristas han sido utilizadas después para martillar o machucar.
Fueron extraídos de cantos rodados de roca volcánica básica, de roca eruptiva
(diorita) o de cuarcita, de 15 cm. de largo máximo. Según la relación ancho-largo
estos artefactos son de forma ovalada o esférica.

Al igual que la mayoría de implementos sobre núcleos de la colección estudiada,


estos artefactos han sido fabricados mediante una serie de lascamientos irregula-
res, cortos y anchos, retirados por percusión. La proporción de córtex residual es
importante y afecta, salvo en dos casos 5/8 de la super cie total; no se trata pues
de núcleos agotados, re-utilizados como percutores sino, más bien, de implemen-
tos elaborados intencionalmente para martillar o machucar. Fueron utilizados a
con este n las aristas salientes formadas por las intersecciones de los lascamien-
tos; estas aristas presentan un ángulo medio de 100º, ángulo demasiado obtuso
para llegar a formar un lo cortante. Además, la parte activa del implemento está
constituida por varias aristas independientes, a veces muy cortas, y no por un
borde único y continuo.

En ciertas piezas (Nº 139-155-163) fueron utilizadas a la vez las aristas ya mencio-
nadas y las super cies corticales (tipo guijarro-percutor). Se ha observado que el
empleo de una arista permite una percusión mejor dirigida, menos difusa, que el
empleo de una super cie redondeada. Si los guijarros-percutores sirvieron tal ves
para machacar materias como granos, nos parece que estos percutores-sobre aris-
tas fueron empleados diferentemente, quizás para la fabricación de otros imple-
mentos de piedra: fueron usados para picar y hasta para lascar.

- Chopper y uniface: 8 piezas (Lámina 3).


Bajo estos dos términos describiremos los artefactos-sobre-núcleos trabajados en
una sola cara (por oposición a los chopping-tools y bifaces), ya sea principalmente
(chopper), ya se sobre la totalidad de la cara (uniface).

205
Danièle Lavallée

Lámina 2: Percutores
A: nº 84, nivel 1, guijarro percutor – B: nº 136, nivel 4, percutor sobre aristas – C: nº 218, nivel
6, percutor sobre aristas.

206
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar

a) Chopper: Lámina 3, Figs. B y C.


Artefacto tallado por algunos desprendimientos sobre una cara y generalmente a
lo largo de un solo borde. Estos desprendimientos determinan un lo convexo o
sinuoso, pero rectilíneo en el plano vertical. El borde activo no muestra trabajo de
retoque y afecta solamente una parte de la periferia de la pieza ( de 1/6 hasta 4/6
al máximo).

La colección estudiada incluye 6 choppers, hechos sobre guijarros ovalados, o so-


bre fragmentos naturales de formas irregulares y angulosas. Materia prima: frag-
mentos de arenisca, cuarcita y calcáreo, guijarros de reoca volcánica metamór ca
o de diorita. Sus dimensiones son las siguientes: Largo: 3 a 1 cm.; Relación ancho-
largo: 5/8 a 7/8; Relación espesor-largo: 3/8 a 4/8.

En los seis ejemplares de choppers estudiados, tanto la cara inferior como la may-
or parte de la cara superior (vale decir todo el trozo de la pieza que debía servir
para la prensión) estaban constituidas por el córtex o por la super cie natural del
fragmento de roca. Dichas partes, reservadas a la prensión, no muestran huellas
de trabajo. En la cara superior se observan escasos desprendimientos periféricos
que han determinado un borde cortante, cuyo largo variavaría de 3 a 10 cm. A su
vez, el ángulo de este borde varía entre 70º y 90º, variación que puede apreciarse
en una misma pieza.

En este caso se trata de implementos muy toscos, fabricados sin cuidado y prob-
ablemente destinados a trabajar materias leñosas. La diferencia que existe entre
estos choppers y los cepillos es difícil de apreciar y poca clara, aunque de manera
general puede decirse que en los primeros el ángulo de la parte activa es menos
obtuso que en los segundos (ver página 206). Los seis choppers presentan a lo
largo del borde cortante un desgaste evidente y múltiples machacaduras, debidas
a golpes repetidos.

b) Uniface: (Lámina 3, Figs. A y B)


Implemento elaborado mediante múltiples desprendimientos que cubren entera-
mente la cara superior, mientras que toda la cara inferior permanece intacta.
Nuestro material lítico comprende sólo dos unifaces fabricados a partir de cantos
rodados: uno es de roca volcánica metamór ca y el otro de roca eruptiva, ambos
de forma ovalada. Sus dimensiones son las siguientes:
Largo: 6 y 10 cm.; Relación ancho-largo: 7/8 (en ambas piezas); Relación espesor-
largo: 3/8 ( en ambas piezas).

La cara superior ostenta huellas de lascamientos irregulares, mientras que la cara


inferior es cortical. El lo cortante es sinuoso, rectilíneo en el plano vertical y su
ángulo mide alrededor de 80 º. Este lo presenta marcas de uso y machacaduras
idénticas a las observadas sobre los choppers.

- Chopping-tools: 5 piezas (Lámina 4).


Implemento sobre núcleo, nódulo o guijarro, perteneciente a la misma familia téc-
nica que el chopper, vale decir que se trata de piezas parcialmente trabajadas.
Pero mientras que el chopper está trabajado solamente sobre una cara, el chop-
ping-tool presenta desprendimientos de lascas en ambas caras. Su borde cortante,
ya sea distal o lateral, fue determinado por estos desprendimientos bifaciales y

207
Danièle Lavallée

Lámina 3: Unifaces y Choppers


A: nº 97, nivel 2, uniface – B: nº185, nivel 5, uniface – C: nº 96, nivel 2, chopper – D: nº 103,
nivel 3, chopper.

posee como rasgo que lo caracteriza el hecho de ser sinuoso en dos sentidos a
la vez: horizontal y verticalmente. También es de notar que este borde cortante
ocupa solamente una parte de la periferia, puesto que una porción importante de
la super cie total de estas piezas permanece recubierto por el córtex. De manera
general puede decirse que los chopping-tools representan la forma más elemental
de implementos tajantes de fabricación bifacial. La serie incluye cinco ejemplares,
cuyas características son las siguientes:

Materia prima: guijarros de roca volcánica básica o metamor zada, ovalados y


chatos.
Dimensiones: largo: de 9 a 10 cm.; relación ancho-largo: 6/8 y 7/8; relación espe-
sor-largo: 2/8 a 4/8.

208
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar

Lámina 4: Chopping-Tools
A: nº 21, nivel 2 – B: nº135, nivel 4.

209
Danièle Lavallée

El borde cortante es sinuoso y ha sido preparado mediante algunos despren-


dimientos anchos y cortos; ocupa de 174 a 374 de la periferia y su ángulo varía de
60º a 80º.

Estos implementos son toscos y deben haber sido utilizados para cortar, em-
pleándolos en percusión lanzada. En efecto, sus bordes no son sencillamente ro-
mos, como los bordes de los cepillos, los cuales se encuentran desbastados nada
más que en algunos puntos. Contrariamente a los bordes de los cepillos, los de
nuestros cinco ejemplares presentan muy numerosos esquirlamientos producidos
casi con seguridad por los golpes dados sobre la materia a cortar. Al igual que los
choppers, estos chopping-tools no ofrecen ninguna posibilidad de ser enmanga-
dos y debieron por lo tanto de haber sido tomados directamente con la mano,
aprovechando el talón cortical.

- Biface grueso: 23 piezas (Lámina 5).


Implemento sobre núcleo que posee ambas caras enteramente lascadas. Según las
proporciones de estas piezas y según la calidad de su fabricación se distinguen
bifaces gruesos y bifaces delgados. Consideramos aquí los bifaces gruesos, rela-
tivamente toscos, mientras que las piezas de factura más na llamados bifaces
delgados serán descritos más adelante, bajo el nombre de “puntas bifaciales”.

Características de las piezas de la colección:


Materia prima: más variada que para los implementos anteriormente analizados.
Se encuentran guijarros de roca volcánica básica y de cuarcita, principalmente, y
bloques de calcáreo o de esquisto.

Formas: discoidal (8 piezas):


ovalada (5 piezas);
triangular (5 piezas);
trapezoidal (3 piezas);
romboidal (2 piezas).
Dimensiones: Largo: de 6 a 12 cm.;
Relación ancho-largo: 4/8 a 7/8;
Relación espesor-largo: 2/8 a 4/8.

Fabricación: ambas caras fueron trabajadas por percusión y formadas mediante


desprendimientos múltiples e irregulares, generalmente cortos y anchos, a veces
foliados ( en el caso de los esquistos o de ciertas rocas volcánicas). Una cara es
siempre más convexa y conserva a veces placas de córtex de tamaño reducido, dis-
puestas en forma continua. Esta convexidad más pronunciada de una de las caras
puede indicar que estos bifaces habían sido elaborados a partir de lascas grandes
empleadas como núcleos.

El borde cortante es sinuoso en los planos horizontal y vertical; afecta la totalidad


o al menos la mitad de la periferia del artefacto y es de hacer notar que dicho
borde ocupa proporcionalmente una parte mucho mayor que en los chopping-
tools. Tenemos 9 piezas con borde cortante “total” y 14 con borde cortante “par-
cial”; 6 de éstas poseen una reserva de córtex ya sea lateralmente, ya sea en el
talón, que fue seguramente utilizada para la prensión del implemento.
210
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar

El valor medio del ángulo de la parte activa es de 80º; esta parte no ha sido reto-
cada, salvo en dos casos, que por otra parte son dudosos.

En ninguno de los casos examinados el borde cortante ha sido totalmente uti-


lizado, puesto que las huellas de uso se aprecian generalmente en los segmentos
de bordes más o menos longitudinales, que fueron por consiguiente los escogidos
para efectuar los diferentes trabajos.

Hemos notado que debido a la calidad de la materia prima empleada y a la


tosquedad de la fabricación de la mayoría de las piezas que componen este mate-
rial lítico, resulta muy difícil realizar un estudio minucioso de las mismas. Esta

Lámina 5: Bifaces
A: nº 138, nivel 4 – B: nº 70, nivel indeterminado – C: nº 3, nivel 2 – D: nº 68, nivel 4.

211
Danièle Lavallée

observación es valida no sólo para los bifaces gruesos, sino para la totalidad de la
industria analizada tipológicamente.

Se trata de instrumentos cortantes o raedores que pueden ser utilizados sea en


percusión lanzada, en percusión tenida o en percusión apoyada. Estos implemen-
tos llevan huellas de desgaste, repartidas a lo largo del borde de manera desigual
e irregular.

Llegados a este punto se percibe claramente que establecer distinciones entre el


“cepillo” (implemento destinado a raer) y el “cuchillo” (implemento destinado a
cortar) es un acto arti cial, puesto que en realidad la mayoría de los “cepillos”,
que describiremos a continuación, han podido servir igualmente para cortar; y
del mismo modo los “cuchillos” han podido ser empleados también para raer,
cuando tenían sus los más o menos lineales, sin presentar salientes demasiado
pronunciadas. Es evidente que durante el análisis tipológico de las industrias es-
tablecemos distinciones que dependen más de la morfología que del estudio de
la posible función de la pieza examinada, ya que la aplicación práctica de estos
implementos no es desconocida y sólo podemos intuirla y deducirla. En conse-
cuencia, los términos aplicados al empleo de tal o cual implemento deben en-
tenderse siempre como un indicativo de su probable uso, en sentido lato y nunca
en forma restrictiva.

- Cepillo sobre núcleo: 19 piezas (Lámina 6).


Este implemento sobre núcleo se caracteriza principalmente por la forma de su
borde cortante, así como por su aspecto general. La técnica empleada para su fab-
ricación sirve en grado mucho menor para caracterizarle, pues estas piezas pu-
eden pertenecer tanto a la categoría de los unifaces como a la de los bifaces. Estos
cepillos presentan un a cara plana y un borde activo, rectilíneo o convexo, que
forma con la cara plana un ángulo casi recto. Dicho borde fue desbastado medi-
ante lascamientos abruptos a partir de la cara plana.

De una manera general hemos llamado “cepillos” a todos los artefactos plano-
convexos de borde cortante más o menos redondeado, fabricados a partir de gui-
jarros o de fragmentos de roca cualquiera, que constituyen raspadores toscos.
Características de las piezas estudiadas:

Materia prima: guijarros o nódulos de roca volcánica básica, o ultra-básica, o


eruptiva, o de arenisca, o de cuarcita.

Dimensiones: Largo de 7 a 11 cm.; Relación ancho-largo: 7/8 a 8/8; Relación espe-


sor-largo: 4/8 a 7/8.

Los artefactos son pues más cortos y relativamente más altos que los choppers
unifaces y bifaces descritos más arriba.

Fabricación: la naturaleza de la materia prima empleada ha determinado la técnica


de fabricación (trabajo bifacial o unifacial). En efecto, cuando se trata de un canto
rodado, o de un bloque con una cara o una super cie de fractura naturalmente
plana, no fue necesario preparar ni arreglar sino una cara. En este caso, desde
el punto de vista técnico estos artefactos así obtenidos son choppers o unifaces,
212
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar

Lámina 6: Cepillos sobre núcleos.


A: nº 217, nivel 6 – B: nº 157, nivel 5 – C: nº 223, nivel 6, núcleo-cepillo – D: nº221, nivel
6 – E: nº 75, nivel 2.

213
Danièle Lavallée

según que la cara superior se encuentre o no enteramente afectada por los des-
prendimientos de lascas. En cambio, si la masa inicial a partir de la cual se obtuvo
el artefacto era mucho más importante y voluminosa, o cuando se trataba de un
guijarro más o menos esférico fue preciso tallar ambas caras, mediante despren-
dimientos abruptos y múltiples sobre la cara superior convexa, mientras que en
la cara inferior plana sólo fue necesario desprender algunas lascas planas y poco
numerosas (de 1 a 4). En este último caso las piezas obtenidas son, técnicamente
hablando, bifaces y muchas veces resulta difícil distinguir siu se trata de verdade-
ros implementos fabricados intencionalmente (cepillos auténticos), o de núcleos
reutilizados como cepillos cuando tenían una cara plana (núcleos-cepillos). La col-
ección estudiada comprende 10 piezas trabajadas unifacialmente.

El borde activo tiene de 10 a 15 cm. de largo y su ángulo oscila entre 90º y 100º.
Este borde es rectilíneo o convexo, pero nunca es sinuoso, rasgo opuesto al de los
bordes sinuosos de los choppers, chopping-tools o bifaces. Por lo demás es siem-
pre rectilíneo en el plano vertical, para poder ser apoyado sobre la super cie de
la materia tratada. Todos estos cepillos son instrumentos toscos y sólo dos ejem-
plares fueron retocados para regularizar el per l del borde cortante (uno de estos
ejemplares presenta trabajo bifacial y el otro, unifacial).
En todos los casos estos implementos fueron utilizados en percusión tenida y
apoyada, con el n de cepillar o de raer; el borde cortante se presenta romo, pero
no muestra esquirlamientos.

- Punta bifacial: 4 piezas (Lámina 7).


Agrupamos bajo esta denominación las piezas bifacialmente trabajadas, nas y
delgadas, de forma simétrica respecto al eje longitudinal, que poseen además una
extremidad puntiaguda. Vamos a describir una por una las cuatro piezas de nues-
tra colección, porque cada una de ellas tiene características propias (Tabla 1).

Las dos puntas de obsidiana negra (Nº235 y Nº 236) pertenecen a un mismo nivel
y son muy parecidas. Se trata indudablemente de arnas ofensivas, de función pen-
etrante. Tienen una forma foliácea, son pequeños y relativamente anchas y delga-
das; debían de ser puntas de echa o de dardo, y en ambos casos debían formar
parte de un arma arrojadiza (Lámina 7, Figs. A y B).

Respecto a la punta Nº 224 podemos decir que existe una gran semejanza entre
su forma y sus proporciones y las de las puntas pulidas, fabricadas en la misma
materia. Este hecho permite deducir que para trabajar rocas blandas probable-
mente coexistían las dos técnicas de fricción y de lascado, en una misma época.
Debemos insistir en que esta punta tallada Nº 224 parece representar una pieza ya
terminada de fabricar y no tiene modo alguno el aspecto de una primera etapa de
elaboración de una punta pulida (Lámina 7, Fig. C).

En cuanto a la pieza Nº 141 poco se puede decir, por haberse encontrado rota y
disponer, en consecuencia, sólo de un fragmento.

B) Lascas e implementos sobre lascas:


Se llama “lasca” a todo fragmento de roca extraído intencionalmente de un nú-
cleo. Una lasca presenta siempre – a menos de haber sufrido trabajos secundarios
214
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar

Lámina 7: Puntas bifaciales


A: nº 235, nivel 2 – B: nº 236, nivel 2 – C: nº 224, nivel 7.

215
Danièle Lavallée

Tabla 1. Rasgos característicos de las Puntas bifaciales

216
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar

que la eliminen posteriormente – una plataforma de percusión, la cual antes del


desprendimiento formaba parte de la plataforma de percusión del núcleo; y dos
caras distintas denominadas “cara externa” y “cara interna”.

La cara externa ostenta las huellas de los desprendimientos efectuados previa-


mente sobre el núcleo, desprendimientos que son naturalmente anteriores al des-
prendimiento de dicha lasca.

La cara interna, o cara de lascado, es generalmente lisa y posee un bulbo con-


coideo de percusión. (Este bulbo concoideo, así como la plataforma de percusión,
en ciertos casos pueden haber sido eliminados voluntariamente, mediante re-
toques secundarios que los hacen desaparecer).

Las lascas pueden haber sido utilizadas sin ningún retoque, tal como fueron ex-
traídas del núcleo; también en otros casos fueron empleados después de sufrir un
trabajo secundario efectuado en forma marginal y a veces facial.

- Desecho de talla: 5 piezas.


Llamados así a los pequeños fragmentos informes y atípicos, desprendidos de un
núcleo durante la fabricación de un implemento-sobre-núcleo, o bien de un im-
plemento-sobre-lasca, y constituyen desechos inutilizables. Poseen sin embargo,
algunas de las características principales de las piedras talladas: plataforma de
percusión, cara de lascado, bulbo de percusión, etc. La colección estudiada com-
prende cinco desechos de cuarzo, de cuarcita o de calcáreo cuyas dimensiones
máximas no pasan de 4 cm. Estimamos que estos cinco desechos no merecen ser
estudiados ni descritos uno por uno.

- Lasca sin retoque: 12 piezas.


Se trata de lascas utilizables, sobre las que no se ha efectuado ningún trabajo de
elaboración en los bordes, ni en las caras, por retoques posteriores a su despren-
dimiento del núcleo.

Características de estas lascas:


Materia prima: guijarros o fragmentos de cuarcita (5 piezas) de roca volcánica (4
piezas), de calcárea (2 piezas) y de diorita (1 pieza).
Formas: atípicas y muy irregulares.
Dimensiones: Largo de 5 a 9 cm.; relación ancho-largo: 6/8; relación espesroespe-
sor-largo: 3/8.
Son pues lascas cortas y espesas, cuyas formas corresponden a los tipos de núcleos
que hemos encontrado.

Fabricación: las caras externas tienen huellas de desprendimientos múltiples (3


como mínimo y 10 a 15 como máximo). En cinco especi caciones hemos obser-
vado super cies variables que conservan el córtex o el plano de fractura natural,
pero no existen lascas que tengan la cara externa completamente cortical. Las
plataformas de percusión son lisas o corticales y en ningún caso se observa pre-
paración preliminar; tienen la forma de super cies triangulares o romboidales,
cuyas dimensiones varían de 15 a 48 mm. de largo, de 12 a 28 mm. de ancho y
mantienen una relación ancho-largo estable de 6/8. El ángulo de lascado (ángulo
formado por la plataforma de percusión con la cara interna) mide 120º.

217
Danièle Lavallée

Todos estos rasgos corresponden a lo que sabemos de los núcleos de esta colec-
ción, que ostentan plataformas de percusión lisa o corticales, sin preparación pre-
via, huellas de desprendimientos anchos y cortos, con un ángulo complementario
del ángulo de lascado de dichas lascas, el cual mide alrededor de 80º.

Los bordes utilizables de nuestras lascas tienen un lo poco cortante, debido a la


mala calidad de la materia empleada; este lo es generalmente sinuoso, con un
ángulo que varía de 60 a 80º. Solamente 7 piezas muestran huellas de uso bien
visibles; sus bordes están romos y del valor del ángulo se puede deducir que estas
lascas sirvieron para cortar o raspar, en percusión apoyada.

- Raspador sobre lasca: 2 piezas (Lámina 8, Fig. C).


El raspador es un implemento que presenta ya sea sobre una extremidad o bien
sobre un borde grueso y convexo, una serie de huellas de retoque abruptas; la cara
interna de la lasca, generalmente sin retoque, es plana y a menudo cóncava.

Debemos decir que los ejemplares de esta colección no son claros ni convincen-
tes, puesto que sus características morfológicas son poco netasclaras. Su inclusión
dentro del grupo de los raspadores no resulta evidente y es hipotética.
La primera pieza (Nº 200) es de forma pseudo-trapezoidal, con una prolongación
estrecha que continua hacia el exterior en uno de los lados chicos. Sus dimensio-
nes son las siguientes: largo: 3 cm.; relación ancho-largo: 7/8; relación espesor-
largo: 3/8.

Esta pieza fue fabricada sobre una lasca de pedernal; la extremidad de la prolon-
gación ha sido redondeada mediante pequeños retoques externos, semi-circulares
y perpendiculares al borde. El ángulo del sector retocado oscila ente 80º y 90º,
formando de esta manera un pequeño “hocico” prominente. Todo el cuerpo de
la lasca, sin retoque, debía servir a la presión del implemento (Lámina 8, Fig. C).
La segunda pieza (Nº 129) ha sido fabricada a partir de un fragmento, probable-
mente natural, de roca sedimentaria blanda. No existe pues en ella ni una cara de
lascado netaclaro, ni tampoco una plataforma de percusión. El fragmento natural
de roca es de forma triangular y ha sido trabajado a lo largo de los dos lados adya-
centes, mediante una serie de retoques discontinuos externos muy variados en sus
formas y en sus dimensiones; el ángulo del sector retocado mide alrededor 80º.

- Cepillo sobre lasca: 3 piezas (Lámina 8, Figs. D y E).


Estos implementos son morfológicamente idénticos a los cepillos-sobre-núcleos,
descritos en la página 206 (implementos gruesos de sección plano-convexa). Pero
esta serie ha sido fabricada a partir de una lasca, en vez de partir de un núcleo.
Naturalmente, la lasca ha sido obtenida por desprendimientos de un núcleo.
Este tipo de artefacto presenta, pues, una cara interna más o menos plana, consti-
tuida por la cara de lascado de la propia lasca; y un a cara externa muy convexa
que ostenta huellas de desprendimientos múltiples efectuadas antes que la lasca
hubiera sido destacada. En ciertas ocasiones se encuentran super cies de corte
residual. El borde cortante convexo ha sido obtenido y regularizado luego, me-
diante un trabajo secundario de retoque, grosero e irregular, dicho borde es rec-
tilíneo en el plano vertical, y su ángulo se aproxima a los 90º. Tanto la plataforma
como el bulbo de percusión, por lo general, han sido eliminados por el trabajo
secundario de retoque.
218
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar

Lámina 8: Implementos sobre lasca


A: nº 25, nivel 2, cuchillo sobre lasca – B: nº 180, nivel 5, cuchillo sobre lasca – C: nº 200, nivel
5, raspado sobre lasca.

219
Danièle Lavallée

Las tres piezas analizadas presentan las mismas características de formas, de di-
mensiones y de utilización que los implementos similares fabricados sobre nú-
cleos.

- Cuchillo sobre lasca: 4 piezas (Lámina 8, Figs. A y B).

Se trata de lascas chatas retocadas sobre uno o más bordes, lo cual determina un
borde cortante rectilíneo o convexo, generalmente paralelo al eje longitudinal de
las lasca.

Características de los cuchillos de la colección:


Materia prima: roca volcánica metamor zada, micro-diorita.
Forma: ovalada (2 piezas) y sub-trapezoidal (2 piezas). Sección longitudinal bi-
convexa, sección transversal triangular o sub-triangular.
Dimensiones: largo: 6 a 9 cm.; relación ancho-largo: 5/8 a 7/8; relación espesor-
largo: 1/8 a 3/8.

Cada pieza presenta un borde longitudinal convexo o sinuoso en el plano hori-


zontal, más o menos rectilíneo en el plano vertical y ligeramente trabajado medi-
ante un retoque que puede ser externo, interno o bifacial. Este trabajo de retoque
es discontinuo, irregular y perpendicular al borde. En la cara interna se observa
muy claramente tanto el bulbo como la plataforma de percusión, colocados en una
situación opuesta a la del borde útil. El borde retocado, llamado borde útil, mide
de 7 a 10 cm. de largo y su ángulo es de 70º.

Dos de estos implementos, que presumimos hayan sido cuchillos, presentan un


ligero desgaste del borde cortante debido muy probablemente a su utilización en
percusión tenida y apoyada.

III. PIEDRA TALLADA Y PICADA (4 piezas).

- Azadón: 4 piezas (Lámina 9).


En la fabricación de estos objetos se encuentran combinadas dos técnicas de tra-
bajo diferente: la de tallar la piedra y la de picarla. Se trata de artefactos alargados
obtenidos a partir de grandes guijarros de forma ovalada y chata.
Características de las piezas estudiadas:
Materia prima: guijarros de roca volcánica.
Forma: aproximadamente ovalada o rectangular, de secciones transversal y lon-
gitudinal bi-convexas.
Dimensiones: largo de 13 a 18 cm.; relación ancho-largo: 4/8 a 5/8; relación espe-
sor-largo: 2/8.

Fabricación: el guijarro inicial ha sido trabajado en sus dos caras mediante algunos
desprendimientos grandes, irregulares y periféricos, concentrados sobre todo en
la extremidad más ancha. S e ha obtenido, de esta manera, un borde útil convexo,
ligeramente cortante, y sinuoso en el plano vertical. El largo del borde cortante
varía entre 10 y 15 cm. La mayor parte de las dos caras permanecen corticales.
Probablemente después del trabajo de tallado bifacial, las piezas de esta colección
han sufrido un trabajo de picado. El borde activo nos servirá de guía para ori-
220
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar

Lámina 9: Azadones
A: nº 265, nivel 3 – B: nº 234, nivel 2 – C: nº 196, nivel 5.

221
Danièle Lavallée

entar la pieza, la colocaremos a la altura del tercio superior de la pieza, han sido
preparados dos escotaduras de 3 a 5 cm. de ancho y de 2 a 3 cm. de profundidad.
Dichas escotaduras estaban destinadas a facilitar la jación de la hoja de piedra
del azadón en un mango.

El borde cortante, después de haber sido enmangado, era perpendicular a dicho


mango.

Dicho borde muestra huellas de uso, en la forma de melladuras de diferentes


tamaños, de aplastamientos y de partes redondeadas con la consiguiente pérdida
del lo. Además, la extremidad opuesta al borde cortante de estos implementos
es más estrecha y ostenta también trazas de utilización en forma aplastamientos
y de martilleos, o de golpes repetidos.

Estas herramientas bastas son seguramente azadones, instrumento agrícola desti-


nado a mover la tierra, a deshacer los terrones y también utilizado para cosechar.
Estos azadones no han sido trabajados con cuidado ni tampoco bien terminados,
con un retoque prolijo y esmerado. Pero este descuido se explica si se tiene en
cuenta que se trata de un instrumento agrícola que se desgasta rápidamente, en
razón de los diversos choques soportados durante su empleo y de los cuales las
numerosas huellas de uso ostentado dan fe. En consecuencia, resultaba indis-
pensable a quienes se servían de dichas herramientas poder fabricarlas rápida y
fácilmente, a partir de materia prima disponible en la localidad.

IV. LASCAS O FRAGMENTOS NATURALES (5 piezas).

Las lascas y fragmentos naturales tienen cierto grado de parentesco con lo objetos
de piedra tallada. Por este motivo hemos preferido analizarlos aquí, separada-
mente, aunque si se catalogaran según un punto de vista técnico exclusivo, el
hecho de tratarse de objetos tan groseros y rudimentarios, nos obligaría a colocar-
los en la categoría de los cantos rodados utilizados.

Un fragmento natural de piedra ha sido utilizado cuando presenta una forma,


como uno o varios bordes cortantes, que lo asemejan a las lascas desprendidas
intencionalmente.

Es imposible describir las formas de cada uno de estos fragmentos que son por
de nición atípicos e irregulares. Sus características varían además según la na-
turaleza de las rocas de las cuales fueron desprendidos, como son: esquistos, cal-
cáreos, cuarcita, rocas volcánicas o eruptivas.

Todos estos fragmentos han sido utilizados, con seguridad, pero ninguno de ellos
ha sido retocado. Los bordes empleados en diversos trabajos muestran huellas
evidentes de uso, así como numerosas melladuras. De aquí surge la di cultad
para identi carlos. Efectivamente, por una parte estas lascas y fragmentos natu-
rales no han sido retocados, ni ostentan ningún desprendimiento efectuado por
el hombre y por lo tanto no se trata de útiles fabricados intencionalmente. Pero,
por otra parte, el hecho de que todos hallan sido utilizados sin lugar a duda los
aproxima y los asemeja a los útiles fabricados voluntariamente.
222
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar

V. PIEDRA PULIDA, PIEDRA PICADA Y PULIDA (61 piezas).

- Punta de proyectiles: 26 piezas (Lámina 10).


La materia prima empleada ha sido una roca sedimentaria blanda, un arenisca
muy na que contiene un bajo porcentaje de sílice (raya ligeramente el vidrio).
Esta roca, suave al tacto, es a menudo estrati cada y su color varía del gris al
verde grisáceo, o al verde claro.

Características de las piezas de la colección:


Morfología: forma general:
Se trata de puntas sin pedúnculo, de base recta, con ambos lados convexos. Según
la posición relativa del ancho máximo con respecto al eje longitudinal, se puede
distinguir dos formas en el plano horizontal:
a) ojival: cuando el ancho máximo se confunde con la línea de base.
b) foliácea: cuando el ancho máximo se encuentra más o menos a la altura
del tercio inferior de la punta.

Sección longitudinal: se puede distinguir tres formas:


a) Ojival: base recta con dos lados convexos. El ancho máximo se encuentra con-
fundido con la línea de la base.
b) Foliácea: base recta con dos lados convexos. El ancho máximo se encuentra a la
altura del tercio inferior de la pieza.
c) Bi-convexa: consta solamente de dos lados convexos, reunidos directamente el
uno al otro, sin que exista una base intermediaria. El ancho máximo se encuentra
a la altura del tercio inferior de la punta; esta forma corresponde a la de las puntas
cuya base ha sido adelgazada de tal suerte que está ha quedado reducida a la línea
de intersección de ambas caras.

En la sección transversal: se puede distinguir cuatro formas:


a) Romboidal: cada cara de la punta presenta dos facetas longitudinales.
b) Hexagonal: cada cara presenta tres facetas longitudinales.
c) Pentagonal: una cara presenta sólo dos facetas longitudinales y la otra, tres.
d) Bi-convexa, o lenticular: las aristas que dividen las facetas son apenas percep-
tibles y a veces irregulares; cada una presenta un aspecto combado.

Hemos indicado aquí las formas de estas puntas, considerados en cada uno de los
planos horizontal, vertical y transversal.

Todas aquellas puntas quebradas cuyos fragmentos no permiten distinguir clara-


mente sus formas respectivas, en los tres planos, han quedado voluntariamente
eliminadas de nuestro estudio. En la serie analizada se encuentra sólo 12 combi-
naciones de formas posibles, que damos a continuación según su orden de fre-
cuencia:

1) Plano horizontal foliáceo, de sección longitudinal lenticular y de sección trans-


versal hexagonal: 3 puntas (Nº 125, Nº 149, Nº 247) (Lámina 10, Fig. A).

2) Pl. foliáceo, de s.l. foliáceo y de s.t. hexagonal: 3 puntas (Nº 1, Nº 150, Nº 207)
(Lámina 10, Fig. B).

223
Danièle Lavallée

Lámina 10: Puntas pulidas


A: nº 247, nivel 2 – B: nº 1, nivel 1 – C: nº 237, nivel 2 – D: nº 231, nivel 1 – E : nº 212, nivel
6 – F: nº 142, nivel 4.

224
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar

3) Pl. ojival, de s.l. ojival, de s.t. romboidal: 2 puntas (Nº 201, Nº 237) (Lámina 10,
Figs. C y D).

4) Pl. ojival, de s.l. ojival y de s.t. hexagonal: 2 puntas (Nº 201, Nº 233).

5) Pl. ojival, de s.l. foliácea y de s.t. hexagonal: 2 puntas (Nº 106, Nº 238).

6) Pl. ojival, de s.l. foliácea y de s.t. pentagonal: 1 punta (Nº 212) (Lám. 10, Fig. E).

7) Pl. ojival, de s.l. lenticular y de s.t. pentagonal 1 punta (Nº142) (Lám. 10, Fig. F).

8) Pl. ojival, de s.l. lenticular y de s.t. lenticular: 1 punta (Nº 148).

9) Pl. foliácea, de s.l. ojival y de s.t. pentagonal: 1 punta (Nº 255).

10) Pl. foliácea, de s.l. ojival y de s.t. lenticular: 1 punta (Nº 246).

11) Pl. foliáceo, de s.l. foliácea y de s.t. romboidal: 1 punta (Nº 170).

12) Pl. foliáceo, de s.l. lenticular y de s.t. lenticular: 1 punta (Nº 118).

La posibilidad de combinaciones es grande y se llega fácilmente a constatar que


no existe una “forma preferencial” en el material lítico estudiado. Sin embargo, se
observa cierta preeminencia de los planos horizontales foliáceos, de las secciones
longitudinales ojivales y de las secciones transversales hexagonales sobre las nu-
merosas formas que pueden tener las puntas de proyectiles.
Dimensiones: los valores medios son los siguientes: largo de 6 a 7 cm.; ancho: 2
cm.; espesor: 0.5 cm.

Estas puntas son pues relativamente alargadas, angostas y chatas. Los bordes pre-
sentan un lo cuyo ángulo varía entre 40º y 60º, generalmente romo. El ápice es
raras veces agudo y muy a menudo se encuentra romo. Ellos fueron obtenidos
frotando láminas naturales de roca blanda sobre una masa abrasiva constituida
por una roca más dura de textura ligeramente granulada. Dicho frotamiento tenía
por objeto dar forma primero y luego adelgazar, o a lar, los bordes de la lámina
natural de roca más blanda. Según que las super cies así desgastadas por abra-
sión se juntaran, o no, en el medio de cada cara de la punta se formaban dos fac-
etas longitudinales en el primer caso, y tres, en el segundo caso, en cada una de el-
las. Cuando para obtener una basa liforme fue desgastado, además, el talón de la
punta, aparece un nuevo plano de abrasión dispuesto transversalmente esta vez.
En algunos ejemplares, mediante la lupa binocular, se puede ver y observar la
orientación de las estrías resultantes del trabajo de abrasión. Respecto al eje longi-
tudinal de las piezas así estudiadas se percibe que dichas estrías son generalmente
longitudinales u oblicuas a este eje muy raras veces transversales.

Al nalizar el análisis de estas puntas resulta difícil pronunciarse sobre el uso po-
sible de estas piezas. No muestran ni huellas, ni tampoco vestigios de haber sido
enmangados por la base. Únicamente el adelgazamiento observado en el talón
de algunas deja suponer que pudieron haber sido introducidas en un cabo de
madera, hendido con anterioridad, al cual se les podía sujetar con ligaduras, de

225
Danièle Lavallée

las que no han quedado rastros. Los bordes y el ápice están por lo general muy
redondeados y por este motivo no presentan mucho lo, pero dada la calidad de
la materia prima (rocas blandas) no se puede a rmar si este desgaste de los bordes
y la consecuente pérdida del lo se deben a la utilización de los mismos o a su
prolongada permanencia en el suelo .

Además algunas puntas presentan a lo largo de los bordes, desprendimientos de


pequeñas lascas producidas probablemente por golpes y melladuras. Una punta
tiene cerca de la base una perforación circular de 4 mm. de diámetro y parece por
este hecho que hubiera sido transformada en colgante (pieza Nº 212).

- Hacha pulida: 1 pieza (Lámina 11, Fig. A).


Se trata de un a hoja de hacha fabricada en una roca dura de color gris-verde,
probablemente eruptiva, muy namente pulida y lustrada después.
Características de esta pieza única:
Dimensiones: largo máximo: 9 cm.; ancho máximo: 7 cm.; espesor máximo: 2.5 cm.
Forma: hoja de bordes y talón chato rectilíneo; su sección longitudinal es ojival y
su sección transversal foliácea. La pieza tiene dos escotaduras proximales (cerca
del talón), ligeramente oblicuas, orientadas en dirección del talón. El lo tiene un
bisel doble y simétrico, de plano convexo y de per l rectilíneo.

De modo general puede decirse que las hojas pulidas con doble bisel simétrico
son hojas de hachas, destinadas a ser enmangadas con el lo dispuesto probable-
mente al mango. Más que herramientas son en realidad armas; así lo atestiguan
tanto el cuidado de su fabricación pues se trata de piezas bien terminadas – como
su tamaño reducido. Sin embargo, esta pieza en particular presenta numerosas
melladuras a lo largo de los bordes y del lo y una de sus aletas también está rota.
Este hecho permite suponer que la pieza fue empleada luego al modo de cualquier
biface. Es evidente que la rotura de la aleta imposibilitó el enmanga miento de
esta pieza, que debe de haber sido empleada, entonces, para cortar en percusión
lanzada, teniendo en cuenta las melladuras y otras huellas de uso observadas.

- Masas discoidales perforadas: 12 piezas (Lámina II, Figs. B y C).


Son masas de piedra de forma más o menos ovoidea y discoidal; fabricadas a
partir de cantos rodados chatos de roca volcánica o eruptiva y que tienen aproxi-
madamente en el centro una perforación circular, de per l bicónico.
Características de las piezas de la colección:
Dimensiones: diámetro de 8 a 12 cm.; espesor de 3 a 4 cm.; diámetro de la per-
foración, medido a la altura de su máximo estrechamiento: de 2 a 4 cm.

Según la forma más o menos regular del guijarro elegido para su fabricación, es-
tos implementos han sufrido en ciertos casos, para ser regularizados, un trabajo
pulido. En algunas zonas han permanecido recubiertas por el córtex del guijarro;
mientras que otras han sido enteramente pulidas, habiendo sido eliminado, por
consiguiente, toda la corteza natural de la roca (Lámina II Fig. C). Estos son los
casos extremos pero la mayoría de las piezas combina la presencia de corteza re-
sidual y de super cie pulida.

La perforación central ha sido obtenida mediante un trabajo de abrasión al cual


se le imprimió movimiento rotativo, cuyas huellas muy nas pueden apreciarse
226
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar

Lámina 11: Implementos pulidos


A: nº 85, nivel 1, hoja de hacha pulida – B: nº 120, nivel 3, masa discoidal perforada – C: nº
91, nivel 2, masa discoidal perforada – D: nº 92, nivel 2, mano de mortero.

227
Danièle Lavallée

en la parte del agujero cercano a su borde exterior. Cabe destacar que esta per-
foración se encuentra muy raras veces bien centrada; esta particularidad, unida
al hecho de que se han empleado guijarros de formas irregulares, han dado como
resultado que la mayoría de estas masas de piedra perforadas estén mal equilibra-
das y sean por lo tanto poco indicadas para ser utilizadas como porras o macanas.
Dos piezas muestran huellas evidentes de uso por frotamiento efectuado sobre su
periferia. Estas huellas, así como el aspecto general de la pieza, permiten suponer
que eran usadas en trabajos agrícolas ya sea enmangada en un cabo largo con el
n de quebrar terrones; ya sea con el objeto de dar peso a un palo de cavar.

- Piedras con hoyuelos: 5 piezas (Lámina 12).


Se trata de masas ovaladas o circulares que, al igual de las masas de piedra per-
forada, fueron fabricadas a partir de cantos rodados chatos de roca volcánica o
eruptiva (tenemos dos ejemplares de pór do, uno de diorita, y dos de roca vol-
cánica básica). Estas piezas tienen en el centro de una, o bien de ambas caras, un
hoyuelo circular de per l convexo, más o menos profundo, que en ciertos casos
está apenas esbozado.
Características de las piezas de la colección:
Dimensiones: largo de 10 a 13 cm.; ancho de 8 a 10 cm.; espesor de 2 a 4 cm.; diá-
metro de los hoyuelos de 2 a 4 cm.; profundidad máxima de los hoyuelos: 0.6 cm.

La super cie de estas masas de piedra se encuentran ya sea constituida por la


corteza natural del guijarro (córtex), ya sea picada de manera irregular sobre una
parte o sobre al la totalidad de ambas caras. En ciertos casos dicha super cie prim-
ero ha sido picada y luego pulida en algunas zonas. Los hoyuelos han sido produ-
cidos por golpes puntiformes repetidos.

eEn todos los ejemplares puede apreciarse además un desgaste pronunciado de


la super cie de la periferia de la pieza que se presenta bajo la forma de machuca-
duras o de esquirlamientos. Pensamos que estos objetos han cumplido una doble
función: han servido seguramente como yunques (objetos pasivos) y a la vez como
martillos-percutores (objetos activos). Los hoyuelos, pues, no representan la fase
inicial de un trabajo intencionalmente efectuado con la nalidad de perforar la
pieza. Se trata más bien de un desgaste localizado en un punto preciso de la masa
de roca, debido al choque repetido de un percutor sobre dicho punto, percutor
que podía tener una forma cilíndrica, esférica de pequeño diámetro y hasta quizás
puntiaguda.

Si comparamos las masas con hoyuelos a las masas de piedra perforadas descritas
anteriormente, se percibe que las primeras son más espesas, o más gruesas, que
las segundas.

El uso preciso de las piedras con hoyuelos permanece desconocido pues necesitar-
íamos saber en qué consistía el instrumental técnico completo del grupo humano
que utilizaba estas piezas. Este conocimiento general de todos sus implementos
nos permitiría quizás decidir qué clase de materias eran trabajadas o fabricadas
con la ayuda de estos yunques-percutores.

- Manos de mortero: 3 piezas (Lámina II, Fig. D).


La mano de mortero es un instrumento de piedra en forma de cilindro; la parte
228
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar

Lámina 12: Piedras con hoyuelos


A: nº 181, nivel 5 – B: nº 114, nivel 3 – C: nº 93, nivel 1.

229
Danièle Lavallée

activa es ya sea una o bien las dos extremidades que sirven para aplastar, macha-
car y moler materias más o menos blandas en un mortero. Las manos de mortero
trabajan en sentido puesto a las manos de metate, puesto que las primeras son uti-
lizadas en un movimiento vertical y las segundas en un movimiento horizontal.

Características de las piezas de la colección:


Materia prima: nódulos de roca volcánica básica o ultra-básica.
Forma: cilindro bastante regular, con las extremidades achatadas.
Dimensiones: largo de 13 a 16 cm.; diámetro de 6 a 7 cm.
Fabricación: las masas de mortero fueron fabricados a partir de un bloque de
piedra inicial, al cual se le dio forma mediante un trabajo de picado. En un solo
ejemplar, el picado fue seguido por la acción de pulir la pieza, de manera poco
esmerada.

Es de hacer notar que dos de nuestros ejemplares no llegaron a ser utilizados y por
consiguiente ostentan sus extremidades tal como se encontraban al terminarse su
fabricación. Se percibe en ambas caras extremidades un trabajo de desbastamiento
que tenía por objeto a nar la parte activa, destinada a entrar en contacto con la
materia a moler. Por el contrario, otro ejemplar tiene sus dos extremidades muy
desgastadas debido a una utilización intensa de la mano de mortero y muestra
huelas de uso muy pronunciado, así como algunas melladuras y desprendimien-
tos de tamaño reducido, causados por los choques o las presiones repetidas en
percusión vertical apoyada.

- Diversos objetos y fragmentos de piedra pulida: 12 piezas.


Estos objetos y fragmentos de piedra pulida pueden ser clasi cados en dos cat-
egorías diferentes, según que el trabajo de pulirlos haya sido efectuado voluntaria
o accidentalmente. En el primer caso se trata de un procedimiento de fabricación
durante el cual pulir representa una parte esencial del trabajo, una vez llegada la
etapa nal de acabar la pieza con esmero. No queda lugar a dudas en este primer
caso, pues la pieza ha sido siempre pulida intencionalmente.

Los objetos que pertenecen a la segunda categoría poseen también partes pulidas;
pero el aspecto de la pieza pulida que ostenta es meramente el resultado de un
frotamiento prolongado contra todra materia y no pasa de ser, en realidad, una
huella de uso accidental, nunca efectuada a propósito.

a) Objetos y fragmentos pulidos intencionalmente: 10 piezas.


Por lo general se trata de fragmentos imposibles de identi car, que tanto pueden
proceder de objetos ornamentales, como placa de revestimiento pulidas o de
morteros pulidos, etc. Nuestra colección consta de los objetos siguientes:
- Fragmentos en forma de paralelepípedo, de roca volcánica básica y de origen
indeterminado (nivel 1).
- Pequeño fragmento de calcáreo, de origen indeterminado (nivel 1).
- Fragmento de una placa de roca negra (?), con un canto pulido, de origen inde-
terminado (nivel 1).
- Fragmento irregular de roca volcánica pulida sobre una cara (2.5 x 2 x 0.8 cm.).
Origen determinado (nivel 3).
- Fragmento de roca volcánica pulida sobre una cara (2.5 x 2 x 0.8 cm.). Origen
indeterminado (nivel 3).
230
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar

- Fragmento triangular cóncavo pulido sobre dos caras y un borde (5 x 4.2 x 5.2
cm.). Este fragmento proviene probablemente de un mortero circular de paredes
verticales (nivel 3).
- Placa de esquisto, con un lado pulido en bisel formando un ángulo de 60º (6 x 4
x 0.5 cm.), de origen indeterminado (nivel 4).
- Fragmento rectangular de roca volcánica, pulida sobre ambas caras (4 x 3 x 1.5
cm.). Parece proceder de una punta de sección romboidal. Después que esta pieza
se quebró, el fragmento encontrado ha sido trabajado por percusión a lo largo de
los bordes, de manera unifacial y muy irregular. Muy posiblemente estos retoques
sobre los bordes tenían por objeto reavivar el lo cortante. Este objeto fue después
utilizado, hecho que determino el desgaste de los bordes cortantes, desgaste que
los ha dejado romos y mellados. Su utilización debe haber sido semejante a la de
un raspador (nivel 4).
- Dos fragmentos en forma de paralelepípedo, de granito, proceden de una misma
pieza, de origen indeterminado (nivel 5).
- Fragmento alargado procedente de un mortero de roca eruptiva, pulido sobre
dos caras, pero con mucho mayor cuidado en la cara interna (nivel 6).

b) Objeto y fragmentos pulidos accidentalmente: 2 piezas.

- Pequeña placa rectangular negra, con dos lados redondeados (3.5 x 2 x 0.7 cm.).
Pueden tratarse de un pulidor (nivel 2).
- Guijarro ovalado de roca gris, algo achatado y cuyo canto se encuentra pulido,
pero por el uso. (no se ha identi cado la roca de que se trata). Este fragmento po-
dría ser un pulidor (nivel 2).

CONCLUSION

Llegados al término de este breve estudio ¿qué puede decirse del conjunto de
la industria lítica descrita, sin haber establecido distinciones entre los diferentes
niveles arqueológicos donde fueron recogidas cada una de las piezas que la com-
ponen?
En lo que se re ere a la piedra tallada, se trata de un conjunto de artefactos gro-
seros, fabricados en una materia prima que si bien esta es abundante, no deja de
ser muy ingrata, prestándose mal a la elaboración de piezas de factura na y bien
terminada. Para alcanzar estas conclusiones generales nos hemos basado en las
siguientes observaciones:
- Las lascas, así como las herramientas de lasca, son relativamente poco numero-
sas, puesto que cubren escasamente el 30 % del total de las piezas.
En su mayoría se trata de lascas que permanecieron tal cual fueron desprendidas,
sin haber sido retocadas después, y utilizadas luego en estado que podríamos
llamar “natural”.

Hemos podido enumerar únicamente 9 herramientas realmente “fabricadas” a


partir de lascas, subrayando que esta fabricación no deja de ser muy somera.

- En esta industria no existen láminas ni tampoco lascas desprendidas en forma de


laminillas. La técnica de elaboración empleada se reduce a la aplicación de la per-
cusión, que produce desprendimientos cortos, anchos y relativamente profundos.

231
Danièle Lavallée

- Si se hace excepción de las puntas bifaciales, prácticamente no se hallan en esta


industria piezas que presenten un trabajo no de retoque.

- La mayor parte de las herramientas que integran esta colección son implementos
fabricados a partir de cantos rodados, o bloques de piedra de factura grosera que
produjo en consecuencia objetos toscos, y resulta difícil distinguir por su forma
los unos de los otros. ¿Cómo decidir, en de nitiva, si una pieza es un núcleo uti-
lizado, un chopper, o un cepillo? Debemos reconocer que todos estos términos
cuentan con una gran parte de arbitrariedad. En realidad, las fronteras entre tipo
de herramienta y otro que se le asemeja nuca quedan bien establecidas. Bastae
para ilustrar este hecho nuestra manera de de nir los núcleos en forma nega-
tiva: “núcleos son aquellos bloques de piedra lascados por el hombre, que no son
ningún otro implemento”.
- Por lo demás, son muy escasos las herramientas concebidas desde el momento
de su fabricación con miras a una utilización especí ca. Contamos únicamente
con dos herramientas especializadas que son dos “raspadores”. No aparecen en
esta colección ni buriles, ni tampoco perforadores.

Todo sugiere una industria rápidamente fabricada, destinada a un empleo poco


especializado y que rápidamente era abandonado de usarla un cierto tiempo. Se
trataría del equipo ocasional de un pueblo que, por otra parte, poseía implemen-
tos de otra clase (por ejemplo implementos de metal). Los implementos líticos, en
este caso, tal vez eran utilizados únicamente para los trabajos groseros; tales como
cortar, hendir y cepillar madera, trabajar o moler materias blandas, etc. Además,
es sin la menor duda el instrumental de un grupo humano que se dedicaba a la ag-
ricultura más que a la caza: el número total de puntas de proyectil encontradas es
solamente de 30 piezas, incluyendo en esta cuenta tanto las puntas talladas como
las que fueron pulidas. En cambio, tenemos 51 cepillos, choppers o chopping-
tools; además de azadones, pesos de palos de cavar, manos de mortero y percu-
tores (muy probablemente utilizados para moler o machucar materia vegetales do
de origen animal).

ELl número de útiles que nunca fueron enmangados sobrepasa de lejos la canti-
dad de aquellos que fueron empleados con mango. Pertenecen a la serie de imple-
mentos enmangadnos los palos de cavar, los azadones, las puntas de proyectiles
y la hoja de hacha pulida. Las demás herramientas debieron ser utilizadas tomán-
dolas directamente con la mano.

En relación con la metodología podemos decir que cuando se estudia una colec-
ción de objetos líticos tan groseros y toscos, como poco diferenciados entre sí,
resulta mucho más conveniente efectuar su clasi cación basándose únicamente
en criterios tecnológicos y morfológicos. Vale más aplicar estos dos criterios que
pretender clasi car los objetos según su posible utilización, de la cual en pocos
casos tenemos una certeza absoluta. Por lo demás, a lo largo del presente estudio
hemos visto en varías oportunidades que ciertas piezas han podido servir para
nalidades o usos distintos, tales como cortar y raer a la vez. Tampoco debemos
olvidar aunque un implemento tenga una sola utilización bien precisa, desde el
punto de vista de su fabricación que puede ser clasi cado en categorías diferentes;
puesto que tanto ha sido fabricado a partir de un núcleo, en ciertos casos, como a
partir de una lasca, en otros, y también, en algunas circunstancias, a partir de un
232
Industrias Líticas del Período Huaras, Procedentes de Chavín de Huántar

canto rodado. Buen ejemplo de ello son los cepillos, fabricados sobre-núcleo, o
sobre-lasca. Resulta pues particularmente importante, que al efectuar una clasi -
cación de este tipo se mani esta desde el principio sobre criterios de base durante
el transcurso de dicha clasi cación. Por ejemplo, en el presente estudio, hemos
trabajado únicamente sobre los criterios morfológicos y tecnológicos, dejando de
lado los criterios de utilización, aunque varios artefactos tengan una utilización
bien de nida, y, ya conocida.

Ahora, si dejamos de lado estos criterios que hemos aplicado a lo largo de nuestro
análisis tipológico, podemos intentar de agrupar los objetos desde el punto de
vista de su utilización y obtendremos el resultado siguiente:

1) Herramientas que sirven para cortar (Borde cortante distal o lateral):


sobre núcleo
- chopper, chopping-tool , biface

sobre lasca,
- Cuchillo , lasca no retocada

2) Herramientas que sirven para raer, raspar o rasquetear (borde cortante distal
o lateral)
tanto sobre núcleo como sobre lasca
- Cepillo, raspador

Eventualmente pueden añadirse a esta serie los choppers, cuchillos y lascas no


retocadas.

3) Herramientas que sirven para golpear o moler:

a) Herramientas activas: guijarros-percutores, percutores sobre aristas


manos de mortero
b) Herramientas pasivas: piedas con hoyuelos, morteros

4) Herramientas que sirven para trabajar la tierra:


- azadón
- pesas de palos de cavar (de modo indirecto)

5) Armas:
- punta de proyectiles
- hachas
- proyectiles para hondas

233
Danièle Lavallée

Tabla 2. Distribución de los tipos de objetos por niveles arqueológicos

234
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

LA SIERRA NORTE DE PERU: EXCAVACIONES EN


EL CALLEJÓN DE HUAYLAS

Wendell Bennett

EL ENTORNO GEOGRÁFICO

El Callejón de Huaylas (Fig. 1) constituye la cuenca del río Huaraz, el principal


curso montañoso del Santa. El Huaraz (río santa) se origina en el Lago Conoco-
cha, a 3944 metros de altitud y uye hacia el norte-noroeste, entre las dos cadenas
montañosas conocidas con los nombres de Cordillera Blanca y Cordillera Negra.
En el extremo norte del Callejón, el río Huaraz corta la Cordillera Negra forman-
do el fantástico Cañón del Pato, después del cual se une al río Chuquicara, para
formar el río costero del Santa. Ambos, el intermontano Huaraz y el costero Santa
son designados frecuentemente con el término de Santa. De este modo, el Santa
constituye el río más grande de la costa oeste de Perú, comparable únicamente
con el río Chira en el norte. Kroeber1 cita las estadísticas de Adams, que indican
una extensión de 10 500 kilómetros cuadrados para la cuenca del Santa, de los
cuales sólo 800 kilómetros cuadrados pertenecen a la sección costera. A pesar del
gran caudal que este río tiene, que se estima en un promedio de 5 093 millones
de metros cúbicos por año, el río no es navegable. Del mismo modo, las secciones
costeras e intermontanas de la cuenca están tan fuertemente divididas que forman
dos regiones distintas. Arqueológicamente, la costa del Santa debe ser tratada
junto con otros valles de la costa norte, mientras que el Callejón de Huaylas forma
una unidad distinta.

El Callejón está efectivamente aislado del resto del Perú por las dos cadenas mon-
tañas que la anquean. La Cordillera Blanca, localizada a lo largo de la zona del
lado oriental, está compuesta de una larga serie de picos montañosos cubiertos de
nieve, muchos de los que se elevan muy por encima de 6000 metros de altitud. Al-
gunos de los picos sobresalientes son Ranropalca, Copa, Huascarán, Chopicalqui,
Contrahierbas, Hualcán, Huandoy, Aguja Nevada, Artesonraju, Santa Cruz, y
Chacraraju. Borchers2 proporciona una excelente descripción de todos éstos, y
también incluye el mejor mapa del Callejón de Huaylas. La Cordillera Blanca está
atravesada por caminos de herradura ubicados por encima de la línea de nieve.
Durante mucho tiempo, este accidente geográ co se ha constituido, entonces, en
una barrera efectiva, aunque más notable en términos del transporte moderno
que en el caso del que había en el pasado.
Titulo Original: Bennett, Wendell C. (1944). The North Highlands of Peru. Excavations in the Callejón de
Huaylas and at Chavín de Huántar. Anthropological Papers of the American Museum of Natural History,
vol. 39, pt 1. New York.

235
Wendell Bennett

Fig. 1. Mapa del Departamento de Ancash, Perú.

236
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

La Cordillera Negra, que se eleva a lo largo del lado oeste del Callejón de Huaylas,
es menos majestuosa que la Cordillera Blanca, a pesar de que sigue siendo una
formidable cadena montañosa. Sus picos alcanzan los 4853 metros de altura y la
mayoría de los pasos están a más de 4200 metros. Hasta hace muy poco los siste-
mas de comunicaciones entre la costa y el Callejón se limitaron al ferrocarril que
unía Chimbote con Huallanca, para luego continuar desde allí en camión a través
del Callejón, además de la combinación de camión y senderos para mula que lle-
gaban hasta los valles costeros como La Fortaleza, Huarmey, Casma, y Nepeña.
En la actualidad se ha abierto una carretera para automóviles a través del valle La
Fortaleza. En el pasado existió una considerable in uencia mutua entre la costa y
el Callejón, aunque no lo su cientemente fuerte como para acabar con el carácter
local de cada área.

Las cadenas montañosas que anquean el Callejón de Huaylas son ricas en mi-
nerales, razón por la cual numerosas minas son operadas en la búsqueda de oro,
plata, cobre, mercurio, hierro, plomo, azufre, carbón, y sal. Sin embargo, la prin-
cipal ocupación económica de sus habitantes es, y ha sido, por mucho tiempo,
la agricultura. Los numerosos a uentes del río Huaraz proveen agua abundante
en todas partes. El área está dentro de la franja de lluvia directa y además tiene
considerables fuentes de agua subterránea que en conjunto hacen que el riego sea
innecesario. La naturaleza inter-montañosa del valle produce suelos ricos. En gen-
eral, la región es bastante accidentada por la presencia de estribaciones de cerros y
riachuelos, al punto que las tierras agrícolas son, en promedio, de poca extensión.
Hoy, pequeñas haciendas y algunas comunidades son la regla, y la evidencia ar-
queológica indica que en el pasado hubo una concentración demográ ca similar,
expresada en unidades correspondientes a aldeas pequeñas. Los centros poblados
se encuentran a intervalos regulares en el Callejón. Las principales ciudades, de
norte a sur, son Huaylas, Caras, Carhuaz, Yungay, Huaraz (capital del Departa-
mento), y Recuay. Más al sur, la pantanosa y ventosa Pampa de Lampas sostiene
algún nivel de pastoreo, pero poca agricultura. Según Raimondi (1873) las ruinas
de los templos de mayores dimensiones fueron encontradas en cada una de las
principales ciudades modernas, de modo que uno in ere que los centros de po-
blación fueron casi los mismos en el pasado.

El trabajo de esta expedición se limitó a las provincias de Huaraz y Huari en el


Departamento de Ancash. El trabajo principal se efectuó alrededor de la ciudad
de Huaraz, con exploraciones más limitadas cerca de Carhuaz y Recuay. Las la-
bores en Huari se limitaron a las ruinas de Chavín de Huántar, a las que se llega
cruzando la Cordillera Blanca en mula, desde el pueblo de Olleros.

SITIOS DE HUARAZ

En las páginas siguientes se enumeran los sitios que hemos examinado en la región
de Huaraz. Esta lista no representa de ninguna manera reconocimiento completo
de los sitios de esta zona. Se pueden encontrar informes sobre otros sitios, tanto
aquí como en el conjunto del Callejón de Huaylas, consultando los trabajos de
Tello3 , Raimondi4 , el capítulo de Hans Kinzl en Borchers5 y Middendorf 6 . Sobre
la base de nuestras investigaciones, algunos de los sitios no merecen más que

237
Wendell Bennett

estar considerados en este listado. Otros, a los que practicamos reconocimientos


y excavaciones extensivas, se incluyen aquí por completo, aunque las descripcio-
nes detalladas están reservadas para las siguientes secciones. Se han incluido los
números de campo de algunos de los sitios en cuestión.

1. Pomakayan. Propiamente en la parte norte de Huaraz, se hallan los restos


de lo que Tello7 ha descrito como una gran pirámide aterrazada y trunca, con
galerías interiores de piedra. Raimondi8 reportó piedras talladas como parte del
revestimiento y la excavación de una bañera de piedra tallada. Contrariamente
a las a rmaciones de la creencia popular local, también menciona que no se han
hallado estatuas en este sitio. En la actualidad la pirámide está bastante destruida,
y no intentamos más que un examen somero de la misma.

2. Patay Katak (Sitio 3H). Se han reportado alrededor de 27 montículos en una


sección en el extremo norte del mismo centro urbano de Huaraz, aunque la may-
oría de ellos son ahora difíciles de distinguir. Uno de tales montículos contiene
un hoyo de nido con alineamientos de piedra, que alguna vez estuvo cubierto.
Dicho rasgo tiene unos 3 metros de largo, 1,5 metros de ancho y 2 metros de pro-
fundidad. Los muros son de piedras toscas y dispuestas en las. Otro montículo
contiene piedras que han sido más o menos revestidas, y un vano con un dintel de
piedra. Hace mucho tiempo que estos montículos han sido abiertos, y por lo tanto
pareció poco útil la realización de mayores trabajos en el lugar. Se dice que una
colección de tiestos en el museo de Huaraz proviene de este sitio. Varios estilos
están representados, entre los cuales se de ne muy bien el Tiahuanaco de la costa,
que incluye:

9 fragmentos de vasos "kero" de lados rectos.


5 fragmentos negros, con decoración blanco sobre rojo con un motivo de tridente
y otros diseños.
2 fragmentos negros con diseño geométricos con contornos blancos sobre una
base roja.
1 fragmento negro, con decoración en marrón, amarillo y blanco sobre rojo.
1 fragmento negro, con decoración amarillo sobre rojo con un motivo que pre-
senta un rostro cuadrado y tocado tridente.
4 fragmentos de tazas con base redondeada.
1 fragmento negro, con decoración blanca y diseño geométrico en gris sobre rojo.
3 fragmentos negros, con decoración blanca y gris sobre rojo, con un motivo con-
sistente en un círculo con cuatro ganchos conectados.
1 fragmento negro sobre rojo perteneciente a un cuenco abierto con cuerpo angu-
lar.

Los diseños y formas de estos fragmentos corresponden estrechamente con el es-


tilo encontrado por Uhle en Pachacamac, que él denominó como "Epigonal". En
las colecciones procedentes del Callejón de Huaylas se pueden apreciar piezas
completas de este mismo estilo, y por ello se puede suponer que es posible de nir
en forma clara este tipo.

3. Akobichai. En una colina ligeramente al norte de Huaraz se encuentra una


galería cubierta subterránea, de nida con alineamientos de piedra, que tiene unos
8 metros de largo.
238
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

4. Wakrajirka. En una cresta montañosa cerca del sitio No. 3 se encuentra un con-
junto de muros de piedra tosca, que pudieron haber de nido alguna estructura.

5. Wancha. En la misma región general en donde se hallan los sitios anteriores,


también se han reportado dos grandes piedras verticales y algunos muros de di-
versas características.

6. Kepijirka. En la misma región en la que se han reportado los sitios previos,


también contamos con otro conjunto de muros sinuosos que exhiben indicios de
mucha alteración reciente.

7. Shankaiyan (Sitio 1H). En una colina al norte de Huaraz, en la propiedad


del Sr. David Alvarado, se han excavado varias galerías subterráneas cubiertas
y de nidas con alineamientos de piedra. Tres días de excavación nos permitió
completar el descubrimiento de una galería que ya se había abierto con anteriori-
dad, así como la identi cación y excavación de otra galería previamente descono-
cida, además del hallazgo de dos cámaras funerarias de nida por alineamientos
de piedra. Más abajo se describe la colección obtenida, consistente en seis vasijas
completas, 620 tiestos, y ocho fragmentos de cobre, como una muestra del estilo
Recuay.

8. Kekamarka (Sitio 4H). Al este de Huaraz, sobre una cresta de cerro entre el río
Hauqui y el río Quilcay, se localiza un a oramiento rocoso con varias terrazas
naturales planas, a las que se suma un conjunto de terrazas arti ciales con muros
de piedra. Las ruinas son muy extensas y constan de terrazas, paredes, y algunas
habitaciones mejor de nidas, de forma rectangular, con alrededor de 7 por 2 met-
ros, o más pequeñas. Los muros están hechos de doble hilera de piedras, unidos
mediante un relleno interior compuesto de piedras más pequeñas. Las columnas
no son comunes en la construcción del muro. Un bloque de granito, de 2.5 metros
de largo, 1 metro de ancho y 50 centímetros de espesor, tiene una gura en relieve
en su cara convexa. Esta gura representa un hombre con las manos levantadas,
de cinco dedos cada una, y las piernas separadas, con cinco dedos en cada uno de
los pies. Los atributos de la gura están en relieve, mientras su boca es rectangular
con dientes tallados. Roosevelt9 menciona estas ruinas e ilustra la gura tallada.
Otras dos pequeñas estatuas se encuentran en el mismo sitio, pero sin relación
de nida. En la super cie se aprecian tiestos simples en rojo y naranja. El aspecto
general de las edi caciones y elementos arqueológicos, a excepción de las estat-
uas, parece ser de naturaleza Inca.

9. Ayapampa (Sitio 5H). A unos 5 kilómetros al este de Huaraz, en la misma cresta


que Kekamarka (Sitio 4H), existen numerosas casas de piedra, columnas, hileras
de piedras, y terrazas. Veinticinco de las casas se examinaron, de las cuales se
midieron diez en detalle, y una fue excavada. Allí se encontró un entierro conte-
niendo un jarrón y cinco vasijas de juguete. Las casas y la excavación se describen
más adelante en el texto.

10. San Jerónimo (Sitio 2H). Precisamente sobre el puente que cruza el río San-
ta en Huaraz, se levanta un promontorio rocoso en el que se aprecian restos de
muros de piedra sin cantear. La super cie de la colina está cubierta por tiestos,
muchos de los cuales ha sido arrastrados hacia a la carretera que se encuentra en

239
Wendell Bennett

la parte inferior. En este texto se describe una colección de 123 tiestos de super cie
procedentes de este sitio. Todos parecen ser de estilo Inca.

11. Orojirka. En las colinas al oeste del río Santa y un poco al norte de Huaraz se
encuentra la hacienda del Sr. Pando. Ésta se localiza justo debajo de la hacienda de
Pongor, de donde proceden muchas de las estatuas que ahora se resguardan en el
Museo de Huaraz10 . Aquí se han descubierto largas galerías subterráneas cubier-
tas, de nidas con alineamientos de piedra. Una de ellas tiene más de 4 metros de
largo, 1.2 metros de ancho y alrededor de 90 centímetros de alto. Tomamos foto-
grafías de cuatro estatuas de piedra y medimos una tumba circular previamente
abierta de 1.5 metros de diámetro. También hemos excavado pozos de prueba en
varias partes de la colina, pero sólo se descubrió una cista funeraria, de 35 por 30
centímetros en los lados y 70 centímetros de profundidad. Ésta se hallaba de nida
en sus lados por cuatro losas verticales y cubierta por otra. Su único contenido
consistió en osamentas de un adulto.

12. Región de Wilkawain (Sitio 6H). A unos 13 kilómetros al norte por 16 grados
al este de Huaraz, se encuentra un territorio con numerosos restos arqueológi-
cos que excavamos extensamente. En realidad esta región y las cuatro siguien-
tes (números 13-16) forman en su conjunto un área continua que en este texto se
tratará como una unidad, subdividida según los tipos de vestigios existentes. Para
mayor conveniencia, se incluye aquí un résumé de las excavaciones y exploracio-
nes en cada una de las cinco secciones adyacentes.

Wilkawain es el nombre que Tello11 ha dado al templo de piedra de tres pisos que
es la construcción más destacada de la región. Se tomaron medidas y se elabo-
raron planos de este templo. Un poco al este del mismo se encuentran muchas
casas de uno y dos pisos. Seis de ellas se midieron y una fue excavada (Sitio 6H-2),
gracias a lo cual se descubrió un entierro con tres cuencos, unos 441 tiestos, siete
fragmentos de cuchara, un amuleto de piedra, y dos piezas de cobre. En las lad-
eras de las colinas se observan muchas rocas de gran tamaño y debajo de algunas
de éstas existen tumbas de piedra del tipo cista. Cuatro cortes de prueba bajo
las rocas permitieron el descubrimiento de tres tumbas (Sitios 6H-3 y 6H-5), que
contienen un total de nueve vasijas. Dos pozos de prueba pequeños en la región
(Sitios 6H-1 y 6H-4) sólo obtuvieron unos pocos tiestos sin importancia.

13. Ichik-Wilkawain (Sitio 7H). Un poco al sureste de la región anterior y adya-


cente a ella se encuentra otra área con numerosos elementos arqueológicos. La es-
tructura dominante en la sección es un templo de tres pisos que di ere del templo
Wilkawain en tamaño y disposición de sus espacios interiores. Nosotros elabora-
mos un plano de esta edi cación. Sobre una terraza debajo del templo se hallaron
cuatro tumbas profundas elaboradas con alineamientos de piedra (Sitios 7H-1, 2,
3 y 4). La cerámica encontrada en el fondo de estas tumbas habían sido evidente-
mente rotas incluso antes de que las tumbas hayan sido rellenadas y selladas con
una losa lítica. Como resultado de estos trabajos, se obtuvo una numerosa colec-
ción de 2208 fragmentos de ceramios, 27 cuencos completos, 25 vasijas de juguete,
y cuatro cucharas de arcilla. Los tiestos pueden representar algo más de 72 vasijas
restaurables. Además de la cerámica, se hallaron siete puntas de lanza de sílex y
obsidiana, cuatro piezas de cobre, y seis artefactos diversos de piedra.

240
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Una vivienda excavada en el sitio (Sitio 7H-5A) contenía una olla, una gurina,
siete vasijas de juguete, y 148 tiestos, algunos de los cuales son parte de vasijas
restaurables.

También se reportaron galerías subterráneas elaboradas con alineamientos de pie-


dra, que se encontraban cubiertas (Sitios 7H-5B, 8, 10, 12, 13, 14, 16). Mientras que
algunas de estas galerías habían sido aparentemente abiertas antes, dos (Sitios 7H-
12, 13) estaban de nitivamente intactas, las cuales produjeron por lo menos un
pequeño número de tiestos. El material de las galerías no es grande en cantidad y
es, además, fragmentario. En total se hallaron tres vasijas completas, así como 136
tiestos, dos piezas de cobre, dos conchas y una cuenta de piedra. Todas las piezas
pertenecen al estilo Recuay.

Nuevamente se observaron cistas funerarias de piedra bajo grandes bloques natu-


rales de roca. En total se hallaron diez (Sitios 7H-6, 7, 9, 11) pero todas carecían de
artefacto alguno, a excepción de dos. De éstas, una (Sitio 7H-7) contenía un cuenco
completo, y la otra (Sitio 7H-6) contenía doce cuentas, tres fragmentos de plata, y
una pieza de cobre. Finalmente, bajo una gran roca, se encontró una tumba (Sitio
7H-15), no correspondiente al tipo de cista de piedra, que contenía trece vasos de
un estilo en blanco sobre rojo.

14. Región encima de Ichik-Wilkawain (Sitio 8H). En la colina localizada hacia


la parte superior del templo de Ichik-Wilkawain, se hallaron dos tumbas y un
poco de material de desechos. La colección contiene dos recipientes completos,
dos vasijas parcialmente completas, diez tiestos, una masa de arcilla, y un huso
de piedra.

15. Región debajo de Ichik-Wilkawain (Sitio 9H). En la colina debajo del templo
de Ichik-Wilkawain se encuentran dos sitios de habitación, debajo de inmensas
piedras de super cies planas o lajas. El primero (Sitio 9H-1) contenía sólo 39 ti-
estos. El otro (Sitio 9H-2) estaba rellenado con material de desecho mixto, incluy-
endo cuatro vasijas completas, 829 tiestos, una cuchara completa, seis cuentas de
piedra, y cuatro fragmentos de cobre.

16. Irwá (Sitio 10H). Se excavaron dos galerías al otro lado de un arroyo al este de
Ichik-Wilkawain. Éstas contenían material de estilo Recuay, incluyendo tres vasi-
jas completas, 131 tiestos, una cuenta de piedra, y una cabeza de al ler de cobre.
En la descripción de las excavaciones que siguen a continuación se tratará a los
Sitios 12-16 como una sola área de la región Wilkawain, y los Sitios 7, 9, y 10 serán
descritos con más detalle.

LA SECCIÓN DE WILKAWAIN

Los numerosos restos arqueológicos en el área general de Wilkawain no son todos


contemporáneos. No obstante, dado que el territorio no es grande, la sección en-
tera debe haber formado una unidad en cualquier período dado. Para facilitar el
trabajo de campo durante las excavaciones el área fue dividida en cinco secciones
(Sitios 12-16), pero para los nes de la descripción resulta más práctica una agru-
pación basada en el tipo de restos estudiados. Luego pude agregarse un résumé

241
en función de los períodos de tiempo sugeridos. Los materiales serán descritos a
continuación en el siguiente orden:

a. Templos: 2
Wilkawain (Sitio 611)
Ichik-Wilkawain (Sitio 7H).

b. Sitios habitacionales en super cie:


16 más la excavación de una casa (Sitio 6H-2).

c. Tumbas subterráneas profundas de nidas con alineamientos de piedra: 4


(Sitios 7H-1, 2, 3, 4).

d. Cistas funerarias de piedra: 13


(Sitios 6H-3, 5; 711-6, 7, 9, 11).

e. Tumbas sin revestimiento de piedra: 3


(Sitios 7H, 8H-15-1, 2).

f. Sitios habitacionales subterráneos: 2


(Sitios 9H-1, 2).

g. Galerías subterráneas: 9
(Sitios 7H-5B, 8, 10, 12, 13, 14, 16; 10H1-, 2)

h. Estrati cación de viviendas-galería


(Sitios 7 H-5A, 5B).

A. TEMPLOS

Wilkawain
El edi cio más destacado en la región es la estructura de piedra de tres pisos que
se eleva hasta una altura total de 9.25 metros y que, con nes descriptivos, bien
puede llamarse un templo (Lám. la). Se asienta sobre una plataforma plana en
parte natural y en parte arti cial, de unos 54 por 35 metros de extensión. Este es-
pacio está rodeado por tres de sus lados por restos de murallas, aunque en los últi-
mos años se han hecho muchos cambios, en tanto que su cuarto lado está de nido
por una terraza con muro de contención de piedra. Hoy en día esta plataforma o
terraplén está lleno de árboles de eucaliptos que interrumpen la vista, pero pre-
viamente el sitio del templo debe haber dominado la visión de una buena parte de
la región de Huaraz. Al oeste de la sección del templo la pendiente está cubierta
con viejas terrazas y cimientos de viviendas, ocurriendo lo mismo en la cresta que
continúa hacia el este. Al norte y al sur la pendiente más pronunciada, aunque aún
hoy se pueden sembrar allí plantaciones de papas.

El templo consiste en un edi cio central de tres pisos, de 10.7 por 15.6 metros en
planta, y 9.25 metros de altura (Fig. 2). Este núcleo central está rodeado por una
terraza de 2 metros de alto y de 2.1 a 2.3 metros de ancho, que está bien conser-
vada en sus lados norte y oeste, pero bastante destruida hacia el este y el sur. La
242
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Fig. 2. Dibujo de planta del templo de Wilkawain de tres pisos.

243
Wendell Bennett

terraza fue construida probablemente después de que el edi cio central se com-
pletó, ya que las habitaciones en la planta baja no sólo no se extienden en ella, sino
que en realidad tienen gruesas paredes laterales independientes de dicha terraza.
A lo largo de su bien preservado lado norte la terraza tiene tres nichos en forma
de T, más o menos iguales en tamaño. La entrada a cada nicho está de nida por
un vano regular que cuenta con bloques laterales y un dintel. Uno de tales vanos
mide 1.15 metros de ancho, 92 cm de altura y 78 centímetros de espesor. El nicho
propiamente dicho tiene 75 centímetros de profundidad y 2.11 metros de ancho.
Los otros dos nichos varían ligeramente en cuanto a sus medidas, pero son esen-
cialmente los mismos. Es muy posible que la terraza sur haya contado también
con tres nichos similares, aunque ello no es visible hoy en día.

Cada planta del edi cio central cuenta con siete habitaciones. Su disposición se
puede apreciar mejor desde la planta. Ninguna de las mediciones con luz de velas,
hechas en las habitaciones parcialmente rellenadas con piedras, es precisa. Sin em-
bargo, el trazado simétrico del edi cio es evidente. La disposición de las habita-
ciones de cada piso es idéntica, siendo la única variación aquella que corresponde
la comunicación de las puertas. Así, es posible una descripción general. Una pared
central, de aproximadamente 1.1 metros de espesor, recorre toda la longitud y la
altura del edi cio (Fig. 3). Al norte de este muro se encuentra una sala rectangular
que mide alrededor de 6.8 por 2.25 metros. Al sur se encuentran dos cuartos rect-
angulares a modo de galerías, cada uno con 6.8 por 1.15 metros, separados por un
muro de 90 centímetros de espesor. En cada una de las cuatro esquinas del edi cio
se halla una sala rectangular de unos 3.1 por 1.8 metros. Debido a la extensión
del relleno de piedra, no pudimos entrar en dos de estas habitaciones ubicadas
en estas esquinas de la primera planta, pero la planta del edi cio indica que éstas
existen en realidad.

A lo largo del borde norte del edi cio, desde el primero hasta el tercer piso, se hal-
la un ducto de ventilación estrecho de unos 43 centímetros de ancho. Se han visto
aperturas de ventilación de este ducto en el gran salón nor-central en la primera

Fig. 3. Dibujo de corte del templo de Wilkawain.

244
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Lám. 1a. Vista del templo de tres pisos y tumbas subterráneas recubiertas de piedra en
Wilkawain.

y tercera planta, y en la habitación de la esquina noreste de la tercera planta. Es


probable que en algún momento todas las habitaciones del edi cio estuvieran co-
nectadas por este ducto. Incluso hoy en día el aire fresco circula en todo el edi cio.
La entrada a la planta baja se encuentra en el extremo oeste del edi cio, a través de
la terraza que lo rodea. En la segunda planta se ingresa desde el sur (Lám. lb.), y
en la planta superior desde el este. No se ha observado que haya comunicación de
piso a piso al interior del edi cio, y el ducto de ventilación ciertamente no podría
haber servido para este propósito. Asimismo, se hallaron ventanas entre las habit-
aciones sólo dos lugares en la planta superior. Éstas medían 50 por 55 centímetros.
La primera y segunda planta tiene alrededor de 2 metros de altura. Grandes losas
formar el techo de cada habitación y también sirven como el suelo de la habitación
de arriba. El techo del tercer piso es diferente. Aquí, la pared central se eleva a una
altura de 2,95 metros, mientras que la pared exterior de las habitaciones es sólo
2,08 metros de altura. La cubierta de cada habitación está constituida por grandes
losas o lajas, que a su vez sirven como el piso de la planta ubicada encima. La cubi-
erta de la tercera planta es diferente. Aquí los muros centrales se elevan hasta una
altura de 2.95 metros, en tanto que los muros laterales sólo alcanzan 2.08 metros.
Grandes losas se disponen del centro hacia las paredes laterales, forman un techo
de dos aguas. En la parte externa se preparó un relleno de tierra y piedras que se
disponen encima del techo de piedra de dos aguas, produciendo un acabado con
un aspecto similar al de un domo.

Las paredes interiores y exteriores del templo están construidas con hileras hori-
zontales de piedras grandes, alternadas con hileras de piedras pequeñas. Asimis-
mo, las piedras pequeñas se han empleado para rellenar todos los intersticios que

245
Wendell Bennett

Lám. 1b. Vista del templo de tres pisos y tumbas subterráneas recubiertas de piedra en
Wilkawain.

existen entre los bloques más grandes. En algunos lugares se aprecian restos de
arcilla entre las piedras. La albañilería no puede ser denominada tosca, pero se
nota un claro esfuerzo para mantener hileras más o menos horizontales. Aunque
algunas de las piedras de los muros pueden haberse cortado para una mejor unión
y engaste, éstas no están revestidas.

El borde de la cubierta está conformado por una serie de piedras planas proyecta-
das engrosadas hacia abajo en su extremo interior. Bajo el alero forman de esta
manera un nicho empotrado de 45 centímetros de profundidad y 55 centímetros
de ancho, que rodea el edi cio. Por debajo de esta banda de nichos decorativos
hay agujeros espaciados regularmente a partir de la cual se dice que se han extraí-
do cabezas de puma talladas en piedra. Ninguna de tales esculturas permanece
en su posición original en la actualidad, pero en su casa cerca del templo, el Sr.
Miguel Peñaranda tiene una de tales cabezas talladas, que según él procede de
este sitio. Esta cabeza tiene un apéndice que sobresale en la parte posterior para su
inserción en la pared. Además, el Dr. Soriano Infante tiene una fotografía de unas
ruinas algo similares conocidas con el nombre de Catihamá, cerca de Caras, con
cabezas de felinos talladas que aún se encuentran en su posición original.

Las excavaciones en el templo parecían impracticables. Algunas de las habita-


ciones están literalmente rellenadas con piedras, una condición que sugiere un
intento de obstrucción deliberada, ya que tal acumulación de material no sería
posible con las paredes y techos todavía intactos.

246
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

ICHIK-WILKAWAIN

Cerca de un kilómetro y medio al sureste de Wilkawain se encuentra otro tem-


plo de construcción algo similar, pero en forma general más pequeño y menos
complejo. Su aspecto actual se ve afectado por el hecho de que el tercer piso está
bastante destruido, de modo que sólo la cimentación de las habitaciones puede ser
vista. Las piedras que se encuentran en los alrededores, sin embargo, no indican el
tipo de techo a dos aguas encontrado en el primer templo.

Este templo, al igual que al anterior, consiste en un edi cio central de tres pisos, de
16 por 7.2 metros, rodeado por una terraza de unos 3 metros de ancho y 1.5 met-
ros. El eje mayor del edi cio corre aproximadamente de este a oeste, aunque no
está bien orientado, y en general su fachada mira hacia el sur. Cuesta abajo en fr-
ente hay terrazas, tumbas y sitios habitacionales que se describirán más adelante.
Detrás del templo hay cerca de una decena de pequeñas ruinas, probablemente
los sitios de habitación, el mayor de los cuales mide 9.15 por 6.5 metros y cuenta
con cuatro habitaciones interiores.

La planta baja del templo tiene una entrada a través de la terraza ubicada en la
parte sur, pero ésta fue bastante bien bloqueada con piedras de forma su ciente
para evitar el ingreso. La segunda planta se compone de tres conjuntos de dos
habitaciones interconectadas, de 2.2 por 3.5 metros, con vanos de acceso en los
lados norte y sur del edi cio. Todas las puertas tienen dinteles de piedra y bloques
laterales. Los muros internos tienen piedras que sobresalen unos 20 centímetros,
así como nichos insertos de 36 por 38 centímetros y 26 centímetros de profundi-
dad. El conjunto oriental de las habitaciones cuenta con un total de cinco nichos
y catorce piedras salientes. La planta superior cuenta con seis habitaciones, hoy
apenas distinguibles por sus muros bajos que aún se sostienen en pie.

En general, la albañilería de piedra es del mismo tipo que la observada en la con-


strucción de Wilkawain, con hileras horizontales de piedras grandes y pequeñas.
Las paredes interiores están acabadas en la misma manera y con piedras más
pequeñas. Se ha encontrado bastante evidencia de argamasa de arcilla en el inte-
rior. El techo del segundo piso está compuesto por grandes losas de piedra.

B. SITIOS HABITACIONALES EN SUPERFICIE

Ya se ha hecho mención de la existencia de sitios habitacionales en super cie, so-


bre las terrazas alrededor del templo de Wilkawain y detrás del templo de Ichik-
Wilkawain. Estas y otras viviendas de la zona no son sino variaciones de un estilo,
por lo que sólo di eren en detalles tales como pisos, nichos, y el número de hab-
itaciones. La construcción es en general similar a la de los templos, pero ejecutada
con menos cuidado. El uso de piedras grandes con otras pequeñas que sirven para
el llenado de intersticios, así como la presencia de cubiertas de grandes losas de
piedra, constituyen expresiones de la técnica utilizada en general. Las piedras en
los sitios habitacionales parecen incluso menos trabajadas que aquellas empleadas
los templos. Estas han sido parcialmente seleccionadas, pero sin duda carecen de
divisiones o alineamientos. También se ha prestado menos atención al manten-
imiento de las hileras horizontales.

247
Wendell Bennett

Seis sitios habitacionales localizados en la ladera al este del templo de Wilkawain


fueron examinados en detalle y uno de ellos fue excavado. Otra sitio de vivienda
(Sitio 7H-5A) también fue excavado, pero su descripción está reservada para una
discusión especial más adelante. En todos los casos las viviendas individuales
consisten en edi cios de una sola celda, separados unos de otros por unos 7 a 30
metros, y dispersos entre muros y terrazas.

Vivienda 1 (excavada).

Vivienda 2. Se trata de un edi cio de dos niveles que cuenta con un piso superior,
de 4.6 por 7 metros, con un vano de acceso con dintel hacia el lado sur, de 90
centímetros de ancho. Las paredes son de 90 centímetros de espesor, que aún se
mantiene en pie hasta más de 1.5 metros de altura. Las grandes losas del techo se
han derrumbado en la actualidad. Este segundo piso descansa sobre una terraza
que abarca una super cie de 8 por 9.6 metros y 1.5 metros de altura. Un vano de
acceso hacia el este ingresa hacia el primer piso a través de la terraza.

Vivienda 3. Este edi cio consta de una sola habitación y mide 2.1 por 2.65 metros.

Vivienda 4. Es un edi cio muy destruido que mide 3.1 por 5.4 metros.

Vivienda 5. Consiste en una casa de una sola habitación, que mide 2.3 por 3.45
metros, con muros que todavía tienen 2.5 metros de altura. Hacia el sur se observa
una puerta con dintel, que tiene 65 centímetros de ancho. El techo caído parece
haber conformado una especie domo de piedra con aleros, sobre el cual se preparó
una cubierta con relleno de tierra.

Vivienda 6. Los cimientos de esta casa miden 3 por 3 metros.

EXCAVACIÓN DE LA VIVIENDA 1 (SITE 6H-2)

La Vivienda 1 mide 4 por 3 metros por su lado exterior, con muros de 60 a 80 centí-
metros de espesor, con lo cual queda una medida interior de 2.52 por 1.78 metros.
Las paredes están hechas de piedras grandes y pequeñas, además de argamasa de
arcilla. El interior estaba completamente lleno de tierra y piedras, y las grandes
losas del techo, aunque parcialmente caídas, todavía se encuentran en la parte
superior del montículo producido por el colapso. Cuando se despejó todo esto,
la altura de la habitación en la parte norte fue de 2.9 metros, pero no se encontró
el vano de acceso. Del mismo modo, el relleno del interior de la casa no contenía
artefactos de tipo alguno. Se había acumulado una considerable cantidad de tierra
fuera de la casa, y aquí la excavación produjo muchos tiestos de desecho. Hacia
los lados sur y oeste un muro bajo de unos 30 centímetros de ancho deja un pasaje
de unos 78 a 82 centímetros de ancho a lo largo de un lado de la casa. En la parte
central del lado oeste se halla un ingreso a través de este último muro mencio-
nado. Este pasaje entre el muro del cerco y el de la casa fue rellenado con detritus
y tiestos, y junto a la esquina suroeste de la vivienda se reportó un entierro intru-
sivo. Este fue un entierro directo, acondicionado en una tumba sin preparación
(Sitio 6H-2A) y en tanto que es algo más tardío que el relleno mismo, el material
no es muy distintivo. El entierro estaba acompañado por tres vasijas. Para la com-
248
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

paración con otros sitios existentes en el área, los materiales de desecho de este
sitio pueden ser tratados como una unidad y descritos en términos de géneros de
cerámica.

MATERIALES PROCEDENTES DE LA TUMBA EN LA VIVIENDA 1 (SIT. 6H-2A)


Las tres vasijas de barro que acompañaban el entierro consistieron en un par de
pequeñas vasijas de cerámica roja de doble pico, con asa puente redondeada (Fig.
4a) y una jarra silbadora doble. Los recipientes de doble pico miden 6 centímetros
de alto por 5 centímetros de diámetro, y los picos con que cuentan son ligera-
mente cónicos. La jarra doble, cuya mitad está rota, se encuentra decorada con un
diseño bicolor (negro sobre naranja) negativo de hileras de líneas y puntos (Fig.
4b). Una de las dos mitades corresponde a un recipiente negro llano con un pico
constreñido. Éste se halla conectado por una gran asa puente plana, a una gura
modelada en posición sentada.

MATERIAL DE DESECHO DE LA VIVIENDA 1 (SITE 6H-2)


Género llano
Pasta naranja, 212 fragmentos. Todos los fragmentos de género llano son de color
naranja, e incluyen las siguientes variedades:
27 fragmentos gruesos de color naranja pertenecientes a ollas con borde evertido
y cuerpos globulares. No se registraron asas.
112 fragmentos delgados de color naranja, de los cuales 95 son piezas de cuerpo,
nueve pertenecen a bases planas de vasijas de lados redondeados, siete correspon-
den a vasijas de borde recto, que probablemente sean tazas grandes, y uno es
parte de una vasija de cuello abultado constreñido.
35 Piezas de platos poco profundos con bases anulares (Fig. 4f).
14 piezas de vasijas de juguete de arcilla cruda naranja.
22 piezas de platos de color naranja poco profundos, que exhiben agujeros tipo
tamiz, como coladores. Uno de ellos está completo y mide 5.5 centímetros de diá-
metro.
1 pieza que parece ser la base de un mango cónico.
1 pieza gruesa de color naranja que presenta una cara en relieve.

Cerámica monocroma pulida


Alfarería negra, 32 fragmentos. Este género presenta buena cocción y pulido, e
incluye varios fragmentos pertenecientes las mismas vasijas. El diseño de relieve
a presión es interesante como un posible rasgo diagnóstico.
5 piezas de una vasija de doble pico con un rostro zoomorfo grabado con incisio-
nes anchas (Fig. 4i).
5 piezas de una vasija llana de doble pico.
12 piezas de otras vasijas de doble pico, incluidos tres picos, un asa puente re-
donda, y un silbato esférico.
8 piezas con diseño impreso, incluyendo un pájaro y una gura sosteniendo un
lanzador de proyectiles y dardos (Fig. 4 h, k).
2 piezas modeladas, una que corresponde a dos manos que sostienen una concha;
y otra con la representación de una cabeza humana con siete agujeros perforados
(Fig. 4g, j).
Alfarería roja, un fragmento de un pico constreñido. Otras piezas pertenecientes

249
Wendell Bennett

Fig. 4. Estilos cerámicos de las casas super ciales, Wilkawain.

250
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

a un género rojo pulid corresponden a partes de vasijas pintadas. El género rojo


pulido es común en otros sitios de la región y su ausencia aquí es sorprendente.

Cerámica en negativo
No se ha registrado pieza alguna con pintura negativa, ya sea de dos o tres colo-
res, en la colección de tiestos. La pieza en la tumba intrusiva ya se ha mencionado.

Cerámica Tiahunacoide
Cerámica negra gruesa, con decoración en blanco sobre rojo, 118 fragmentos. To-
das estas piezas proceden de cuencos abiertos de paredes rectos con bordes tam-
bién rectos y bases planas (Fig. 4c). Estos cuencos gruesos en forma de U se han
encontrado asociados con el estilo Tiahuanaco de la Costa en un número determi-
nado de sitios, vinculados especialmente a Pacheco. Sólo 27 de estos fragmentos
tienen diseño pintado y ninguno es de nitivamente Tiahuanacoide. Cuatro de
ellos son diseños escalonados simples de contorno negro relleno de color blanco;
dos tienen círculos negros con interior de color blanco; y 21 son diseños en bandas
o lineales. La división es como sigue:

23 piezas de borde recto; 11 llanas y 12 pintadas.


73 fragmentos de cuerpo, 58 llanos y 15 pintados.
22 piezas llanas correspondientes a bases planas pesadas.
Trípodes polícromos, 24 fragmentos. Estas piezas probablemente provienen de
cinco vasijas. Todas corresponden a platos poco profundos con trípodes cónicos
simples de apéndices cortos (Fig. 4d, e). El diseño que se observa en el interior de
los platos consiste en líneas onduladas y perpendiculares que se alternan entre sí,
ejecutadas en negro, amarillo, gris sobre rojo o negro, y gris sobre rojo. La identi-
cación de las piezas como Tiahuanacoides es tentativa.

Cerámica modelada, 20 fragmentos. Pumas modelados con un diseño pintado son


bastante característicos de algunas colecciones de cerámica Tiahuanacoide, y por
lo tanto se incluyen aquí. Las 20 piezas se pueden describir como sigue:
1 pieza de cabeza modelada de puma, con diseño negro y blanco sobre rojo.
19 piezas de un cuenco doble, una mitad roja y la otra pintada en negro, blanco
sobre naranja y decoración modelados correspondiente a un jaguar o puma. Se
incluyen piezas pertenecientes al cuerpo moteado, pies, orejas, y ojos de dichas
representaciones.

Cerámica pintada miscelánea


Cuarenta y un piezas han sido agrupadas en forma conjunta y pueden ser mejor
descritas en forma tabular:
7 fragmentos de cucharas con decoración en negro sobre naranja y con mango
plano.
4 piezas de un pequeño cuenco abierto de bordes expandidos y dos prominencias
en el cuerpo, pintadas en morado sobre naranja.
1 fragmento de un pequeño cuenco abierto con borde expandido y con decoración
en negro sobre marrón.
2 fragmentos de picos cónicos con decoración en negro sobre naranja, con asa
puente plana.
1 fragmento de pico cónico con asa puente plana y decoración en blanco sobre
naranja.

251
Wendell Bennett

4 piezas pertenecientes a un jarrón de cuello constreñido y de color negro y blanco


sobre rojo, que tiene borde engrosado, diseños triangulares y en forma de gancho.
11 piezas pertenecientes a una vasija de cuello abultado y constreñido de color
negro y blanco sobre naranja, con diseños en bandas y círculos.
11 fragmentos misceláneos de cucharas y asas puente.

Fragmentos de cobre
Los únicos fragmentos de metal reportados son una cabeza plana y perforado de
una aguja y el vástago de otra.

Artefactos de piedra
La única pieza encontrada corresponde a una pequeña piedra plana rectangular,
perforada como si fuera un pendiente.
Se presenta a continuación un résumé tabulado del material de desecho, primero
por las formas sugeridas de las vasijas y luego por el tipo de pintura (Tabla 1, 2).

Un análisis más detallado de este sitio está reservado para una sección posterior
con el n de hacer uso de materiales comparativos. La sugerencia leve de la es-
tratigrafía en la tumba intrusiva no se puede reforzar debido a su pequeño con-
tenido. Es interesante observar que la tumba contenía cerámica tanto del género
rojo y del género negativo de dos colores, ninguno de los cuales aparece en la
colección de desechos.

252
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

C. TUMBAS PROFUNDAS CON ALINEAMIENTOS DE PIEDRA

Alrededor de 6 metros de frente, o casi al sur del templo de Ichik-Wilkawain, se


levanta el muro de contención de una terraza. Inmediatamente delante de la ter-
raza fueron expuestas en la super cie las lajas de cuatro tumbas de piedra alin-
eada (Sitios 7H-1, 2, 3, 4). Desde el punto de vista constructivo las cuatro tumbas
forman dos unidades, tal como la siguiente descripción de las tumbas pareadas
(7H-1 y 7H-3) lo va a demostrar (Fig. 5; Lám. 1c, d).

Las dos tumbas en el conjunto son rectangulares y paralelas entre sí, separadas
por una pared común central de unos 75 centímetros de espesor, que también
sirve para sostener las piedras que cubren estas estructuras. Ambas tumbas miden
1.12 centímetros de ancho, aunque la tumba 7H-1 es de 3.55 metros de largo y la
tumba 7H-3 sólo 3.32. Debido a una ligera elevación en la super cie del terreno
una tiene aproximadamente 2.5 metros de profundidad y la otra 2.6. Las paredes
están conformadas por piedras grandes y pequeñas jadas con argamasa de ar-
cilla. Cada tumba está cubierta con cuatro grandes losas de piedra. El suelo es de
arcilla bastante compacta. La mayoría de los artefactos se encontraron dentro de
los primeros 20 centímetros del suelo, a pesar del hecho de que un relleno de tierra
y piedras se extendía casi hasta donde las losas que cubrían se hallaban. Dado que
los muros con piedras alineadas y las losas que los cubrían estaban en condiciones
inalteradas, es obvio que este relleno de piedra y tierra fue intencional, no acci-

253
Wendell Bennett

dental. No se encontraron osamentas, probablemente debido a la fuerte ltración


de agua en las tumbas. También se encontraron rastros de ceniza en el piso de la
tumba.

Se encontraron unas pocas vasijas completas. La mayoría, sin embargo, estaban


bastante rotas, y las piezas pertenecientes a una sola vasija estuvieron dispersas
por toda la extensión del piso, en lugar de estar en un solo lugar. Esto sugiere que
la cerámica habría sido arrojada tal vez desde algún punto superior y rota de esa
manera, o destrozada por las piedras del relleno según como fueron arrojadas
hacia adentro. Si bien muchas vasijas han sido restauradas, no por ello es menos
claro que los fragmentos de vasijas rotas previamente también hayan caído en
la tumba. Esto es particularmente evidente en las piezas de cerámica del género
negro pulido que son fáciles de aislar y también se aplica a las vasijas con pumas
modelados, ninguna de los cuales ha sido restaurada. Así, la colección de cerámi-
ca presenta di cultades de descripción y análisis, ya que ésta no puede ser tratada
únicamente exclusivamente como ajuar funerario o como material de desecho. Se
ha seguido nuevamente una clasi cación basada en la presencia de géneros sobre-
salientes, mediante la cual se pueden describir en forma conjunta tanto las vasijas
completas como los tiestos o fragmentos.

El primer par de tumbas, 7H-1 y 3, era, por mucho, el más rico en material, y
forma una unidad por razones tipológicas. Los materiales del otro par de tumbas,
en tanto que presentan estilos algo similares, eran relativamente pobres y mucho
más fragmentarios. Sin embargo, no hay ninguna base sólida para distinguir un
conjunto de tumbas de otro, y en consecuencia, la colección será descrita como
un todo. La cuestión de si las tumbas deberían estar asociadas a los templos es
imposible de responder en términos concretos. Su ubicación en frente del templo
de Ichik-Wilkawain y el carácter general del trabajo de la piedra sugieren una
relación, pero no puede decirse que esto sea cierto en absoluto. Se buscó otras
tumbas profundas de este tipo, pero sin éxito.

Fig. 5. Dibujo de planta y corte de las tumbas subterráneas de recubiertas piedras,


Wilkawain.

254
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Lám. 1c. Vista del templo de tres pisos y tumbas subterráneas recubiertas de piedra en
Wilkawain.

Lám. 1d. Vista del templo de tres pisos y tumbas subterráneas recubiertas de piedra en
Wilkawain.

255
Wendell Bennett

MATERIALES DE LAS TUMBAS PROFUNDAS CON ALINEAMIENTOS DE


PIEDRA

Género llano
Cerámica naranja, 2 piezas completas, 1 053 fragmentos. Fueron muy comunes
las piezas llanas de color naranja en las cuatro tumbas. La mayoría de éstas cor-
responden a ollas, aunque la reconstrucción de las vasijas es difícil. Es imposible,
en este momento, una estimación del número posible de vasijas representadas. El
género naranja es algo tosco y su pasta deleznable. Algunos de los fragmentos se
han quemado por uso, mostrando un color negro por esa razón.
Mil veintinueve fragmentos de ollas. La forma más común es una olla globular
con borde engrosado y dos asas puentes horizontales planas. Se hallaron cuarenta
y seis piezas de asas. Están representadas otras formas de ollas, incluyendo un
borde llano vertical; un borde engrosado con protuberancia hacia su parte infe-
rior; y un borde más grueso de una olla abierta con la boca ligeramente constre-
ñida. Aquí se incluyen fragmentos de vasijas grandes de cuello constreñido recto.
La mayoría de los fragmentos son de espesor medio, pero 29 son extra gruesos.
5 piezas de platos poco profundos con base anular.
5 piezas de tazas profundas de lado recto, y una taza completa de este tipo, con
una banda elevada (Fig. 7e).
2 fragmentos de cuellos engrosados con caras, una en relieve, la otra incisa.
2 fragmentos incisos.
1 fragmento de una vasija con pico y asa puente.
9 piezas de coladores, uno completo, de 8.3 centímetros de diámetro y 1 centí-
metro de profundidad (Fig. 11f).
Cerámica marrón, 94 fragmentos. Los fragmentos de ollas incluidos aquí pueden
ser clasi cados junto con las piezas de género naranja. Sin embargo, los fragmen-
tos de otras vasijas muestran un mejor acabado y un color marrón distintivo.
13 piezas de una olla con labio engrosado y cuerpo globular.
48 piezas de vasijas grandes con cuello alto constreñidos.
14 piezas de dos platos poco profundos.
8 piezas de vasijas de género grueso en forma de botella.
7 piezas de una vasija con piernas en relieve.
2 piezas de tazas profundas con bandas elevadas.
2 piezas de caras modeladas.
Cerámica blanca, 6 fragmentos.

Cerámica negra pulida


Cerámica negra, 14 piezas completas, 134 fragmentos. La alfarería negra pulida
se presenta en todas las cuatro tumbas, aunque la mayor parte del material fue
hallado en los sitios 7H-1 y 7H-3, y es por lo general bien pulido, delgado no, y
bien cocido. Aunque algunas de las formas sugieren un estilo Chimú tardío, un
número de características lo distinguen. La mayoría de las piezas de doble pico
tienen puentes redondeados; carentes de representaciones de diseños impresos en
relieve; y sin diseños punteados también. Del mismo modo, a excepción de dos
cruces incisas simples, la técnica de la incisión no se utiliza. Las formas y los dis-
eños de la cerámica de género negro se distinguen por completo del estilo Chavín.

La siguiente lista descriptiva indica la variedad.


5 platos poco profundos completos. Tres son de 1.5 a 2 centímetros de profundi-
256
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Fig. 7. Estilo de Pasta roja de las tumbas subterráneas de recubiertas piedras, Wilkawain.

257
Wendell Bennett

dad y de 6.5 a 7.5 centímetros de diámetro, y sin decoración (Fig. 6 h). Dos son
platos ligeramente más profundos, de 2.5 centímetros de profundidad y 12 centí-
metros de diámetro.
12 fragmentos de cuencos abiertos con base redondeada y una cruz incisa en un
lado.
5 piezas de una taza abierta con una pequeña asa circular lateral.
1 taza profunda completa con lados rectos y ligeramente divergentes, además de
una banda elevada debajo del borde llano. Tiene 9 centímetros de alto, 9 centímet-
ros de diámetro en el borde, y 7 centímetros en la base.
5 fragmentos de tazas profundas similares (Fig. 6c)
1 taza profunda completa sin banda elevada y con lados ligeramente abultados de
9 centímetros de alto, 8 centímetros en el borde, y 5.5 en la base (Fig. 6d; Lám. 2b).
1 cuenco completo de cuerpo angular con boca ligeramente constreñida y sin
borde. Mide 8.5 centímetros de alto, 9 centímetros de ancho, y 4 centímetros en la
boca.
2 fragmentos de vasijas similares (Fig. 6b).
1 vasija en forma de orero, de cuerpo angular completo con cuello constreñido
estrecho y con una asa lateral vertical en la base del cuello (Fig. 6e). Mide 9.5 centí-
metros de alto, 9.5 centímetros de diámetro en el ángulo del cuerpo, Tiene base
plana y cuello cónico de 4 centímetros de alto.
8 fragmentos de vasos similares.
10 fragmentos de una vasija en forma de orero de cuerpo globular con cuello
convergente abultado y un asa lateral en la base del cuello.
1 fragmento de una vasija en forma de orero, con cuello ancho constreñido.
3 fragmentos de una vasija con cuerpo globular y cuello ligeramente engrosado
(Fig. 6a).
3 cuencos completos con doble pico, de tamaño mediano (Fig. 6i). Los cuerpos son
redondeados, y el más grande mide 9 centímetros de diámetro y 6.5 centímetros
de alto. Los picos cortos (4 a 5 centímetros de largo) tienen un reborde levantado
alrededor de su base y están unidos por un asa puente redondeado.
8 piezas de vasijas similares con un diseño simple en relieve sobre la parte supe-
rior del cuerpo, y dos picos con asa puente redondeada.
12 fragmentos de cuencos similares de doble pico con asas puente redondeadas.
1 vasija de doble pico completa representando un animal encorvado con dos ca-
bezas (Lám. 2c). El pico cónico está conectado por un asa puente plana. La base de
la representación del animal es de 5 centímetros de ancho y de espesor, y ella está
modelada en una curva, de modo que el largo total de 17 centímetros.
1 cuenco completo doble con dos contenedores globulares simples. Uno tiene un
pico cónico conectado por un asa puente plana hacia el silbato, donde se tiene la
representación de un ave modelada encima de otra (Fig. 6g).
9 piezas representan vasijas modeladas. Dos corresponden a piernas de animales
modelados, 3 a piernas en relieve, 3 a cabezas de animales, y una última a una cara
con orejas.

59 fragmentos misceláneos correspondientes a cuerpos y bases.


Cerámica roja, 4 piezas completas, 460 fragmentos. Piezas monocromas de
cerámica roja están presentes en cantidad su ciente como para constituir un tipo
de nido en las colecciones de las tumbas. La mayor parte de la cerámica está cu-
bierta completamente con un engobe o pintura roja. Si bien muchas de las piezas
pintadas tienen una base pintada sólidamente de color rojo, aquí la coloración roja
258
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Fig. 6. Estilo de Pasta negra de las tumbas subterráneas de recubiertas piedras,


Wilkawain.

259
Wendell Bennett

es la única decoración. En resumidas cuentas, sólo están representadas dos formas


con cierta frecuencia: una jarra con cuello constreñido alto y un plato poco pro-
fundo. Está ausente la decoración incisa o en appliqué, en tanto que el modelado
está presente sólo en una sola pieza. Una lista résumé de este género rojo sigue a
continuación:
1 Mono completo modelado, representado de pie y sosteniéndose sobre sus cuatro
patas, con la cabeza mirando hacia un lado y la cola enroscada (Fig. 7a). Desde la
espalda del animal sobresale un pico corto, de cuello cilíndrico.
2 jarras completas de cuello constreñido con bases planas y cuerpos globulares
(Fig. 7d). Una de ellas tiene 12 centímetros de diámetro y 9 centímetros de altura
en cuanto al cuerpo, con un cuello recto de 5 centímetros de alto y 7 centímetros
de diámetro. La otra jarra es un poco más grande y presenta un brillo ligero en el
cuello.
382 fragmentos de jarras similares de cuello constreñido. Se observan cuellos rec-
tos, ligeramente acampanados y abultados. Los cuerpos globulares y las bases
planas son la regla, aunque un fragmento de cuerpo ligeramente angular fue hal-
lado. Unas cuantas asas circulares laterales, dispuestas en forma vertical sobre
el cuerpo, sugieren esto como una variante característica. Un fragmento tiene
también un apéndice en la base del cuello. En tanto que la mayoría de los frag-
mentos parecen representar vasijas de un tamaño similar a las que corresponden
los fragmentos descritos anteriormente, unas 47 piezas parecen proceder de jarras
similares, aunque más grandes.
25 piezas de cuatro platos poco profundos, uno de los cuales tiene una acanala-
dura alrededor del borde del labio.
1 cuenco abierto completo, de paredes verticales y base plana, con borde llano
(Fig. 7c). El diámetro del borde es de 12.5 centímetros, con una altura de 4 centí-
metros. A cada uno de los lados de la pieza, por el borde, se proyectan dos peque-
ños apéndices.
1 pieza perteneciente a un cuenco abierto profundo con lados ligeramente con-
vexos.
3 piezas posiblemente pertenecientes a copas.
22 fragmentos de ollas globulares de borde grueso con asa puente plana horizon-
tal.
6 fragmentos correspondientes a la base de un cuenco con cuerpo convexo y
quizás un borde engrosado ancho (Fi. 7b)
21 fragmentos misceláneos.

Cerámica en negativo
Cerámica en negativo de dos colores, 2 completos, 207 fragmentos. Se ha encon-
trado cerámica negativa de dos colores en gran cantidad únicamente en una tum-
ba, 7H-1, aunque se han observado algunos cuantos fragmentos en cada uno de
las otras. El diseño negativo está comúnmente super-impuesto a una base roja,
y rara vez a una base naranja. Con la excepción de las dos platos completos, los
diseños son simples líneas, líneas onduladas, y puntos. Esta cerámica negativa
no recuerda en absoluto a la clásica alfarería Recuay, ni en las formas ni en los
diseños, y mucho menos en la adición de un tercer color. En su simplicidad esta
cerámica es algo así como el estilo Gallinazo, pero las formas son distintas. En
realidad sólo dos formas de vasijas tienen diseño negativo: un plato plano y una
jarra de cuello constreñido.

260
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

2 platos completos, idénticos en tamaño y diseño (Fig. 8). Tienen 26.5 centímetros
de diámetro y 6 centímetros de profundidad, con una base curvada. La base es de
color rojo y el diseño se encuentra únicamente en el interior de la vasija. El diseño
en negativo consiste en un doble círculo en el centro, el mismo que contiene una
cruz. Entre el círculo central y el borde hay tres unidades repetidas de un diseño
angular compuesto por una voluta, anqueada en ambos lados por un escalón y
otra voluta. Una serie de franjas constituye el diseño del borde.

207 fragmentos de jarras de cuello alto constreñido (Fig. 11e). Tres de tales jar-
ras pueden probablemente ser reconstruidas a partir de los 163 fragmentos de la
Tumba 7H-1; los fragmentos restantes de otras tumbas parecen haber sido parte
de vasijas del mismo tipo. Todas son piezas de cuerpo globular con cuellos al-
tos constreñidos, rectos o ligeramente acampanados. Una de ellas tiene un asa
horizontal en el cuerpo y un apéndice oval. El diseño se limita al cuello, siendo
el cuerpo de la vasija negro. Los diseños en el cuello son series simples de líneas
alternas verticales, líneas onduladas y puntos.

Cerámica Tiahuanacoide
Un número de piezas puede ser tentativamente identi cado por la forma, modela-
do, y diseños, como material relacionado a los estilos Tiahuanacoides del periodo
Medio de la costa peruana. Se incluyen aquí cinco vasijas completas y 113 frag-
mentos. Se encontraron vasijas trípode en las tumbas, pero ninguna está decorada
en estilo Tiahuanacoide. Es difícil identi car este material como cualquier estilo
especi co de la cerámica Tiahuanacoide hasta ahora conocida. En total las com-
paraciones pueden hacerse mejor con los estilos de la costa peruana antes que con
el Tiahuanaco boliviano. En el resumen de cierre de los contenidos de las tumbas,
se tratará de analizar este estilo con más detalle.

Cerámica negra gruesa, blanco sobre rojo, 32 fragmentos. Todas estas piezas pu-
eden representar un recipiente con un cuerpo globular, dos asas laterales horizon-
tales pegadas al cuerpo, y un cuello constreñido con cara-gollete y borde engro-
sado. Siete piezas del cuello muestran un rostro con decoración en relieve y una
banda debajo de cada ojo, todo pintado en negro, blanco sobre rojo, y de pasta
gruesa. Las otras piezas son también gruesas y están pintadas en los mismos colo-
res. El diseño consiste en líneas verticales y onduladas, además bandas. Mientras
que se trata de cerámica de paredes gruesas, no corresponde al mismo tipo de
vasijas que se describieron para el sitio habitacional 6H-2.

Cerámica modelada, 31 fragmentos. Todas las piezas modeladas proceden de va-


sijas con representaciones de pumas pintados en negro, y blanco sobre rojo. Nin-
guna de estas se encuentra completa, pero la forma general es probablemente una
vasija con representaciones de pumas, de cuatro patas, con cuello estrecho, cola
enroscada, y la cabeza modelada. También se hallaron quince pies modelados
(Figs. 9c, 10c) y un par de pies unidos en relieve. Igualmente se identi caron sec-
ciones de colas enroscadas, cuellos estrechos y cabezas modeladas.

Cerámica pintada, 5 completos, 50 fragmentos. Con una sola excepción, todas


estas piezas están pintadas en dos o tres colores, sobre una base roja o naranja.
Los colores son comunes en los estilos Tiahuanacoides, incluyendo negro, blanco,
amarillo, gris y marrón, además de la base de color naranja y rojo. Los diseños

261
Wendell Bennett

Fig. 8. Plato de cerámica en negativo de las tumbas subterráneas recubiertas de


piedras, Wilkawain.

262
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Fig. 9. Estilo Tiahuanaco de las tumbas subterráneas recubiertas de piedras, Wilkawain.

263
Wendell Bennett

están compuestos de elementos indicativos de los estilos Tiahuanacoide, como


chevrones, cabezas de puma, curvas en S, pumas, y similares. Las formas son me-
nos típicas, pero no excepcionales para el estilo.

1 jarra completa cara-gollete, con cuerpo globular alargado, base plana, y asa lat-
eral vertical pegada al cuerpo (Fig. 9d). El rostro está modelado sobre el cuello
con un poco de cuidado, tiene líneas verticales en cada mejilla, y una banda por
encima de las cejas. El borde está ausente, pero probablemente tenía una forma
expandida. El diseño pintado en negro, y gris sobre rojo, se repite en la parte fron-
tal y posterior de la mitad superior de la jarra. Este diseño consiste en una banda
horizontal de S’s, con una cabeza estilizada de puma en cada extremo. La vasija
tiene 27 centímetros de diámetro y 22 centímetros de alto, incluyendo el cuello de
7 centímetros.

1 Fragmento de una vasija cara-gollete con cuello expandido y la representación


de un rostro con nariz modelada y rasgos incisos. La pieza está pintada en negro,
y gris sobre naranja, con líneas verticales debajo de los ojos, además de un diseño
irregular encima de las cejas (Fig. 9b). En la parte posterior del cuello se aprecia
un mango plano.

1 jarra restaurable, de cuello recto constreñido con cuerpo globular, de 15 centí-


metros de diámetro, y con un apéndice redondo que se proyecta desde el cuer-
po (Fig. 10d). Está pintado de negro, y rojo sobre naranja en la parte delantera y
trasera de la parte mitad superior del cuerpo. El diseño consiste en líneas ondula-
das delineada en S y dispuestas horizontalmente, con dos puntos rellenos de rojo
en cada extremo de la S.

13 fragmentos de una jarra similar de cuello recto, con diseños en negro, y blanco
sobre naranja.

1 vasija completa en forma de botella, con un cuello ligeramente constreñido y


expandido (Fig. 10e). La botella tiene 16 centímetros de diámetro, 3.4 de espesor
en su canto plano, y 8.5 centímetros de espesor en el centro. El cuello tiene 5.5
centímetros de alto y 3.7 de espesor en el borde. Está pintada en negro, y blanco
sobre rojo, siguiendo un simple diseño que divide en cuatro partes la cara plana
de la botella.

1 vasija completa de cuerpo angular con cuello constreñido y borde acampanado.


Presenta un diseño en negro, blanco, y amarillo sobre rojo, que está formado por
un doble círculo con siete apéndices en gancho que a su vez terminan en círculos
(Fig. l0b).

9 fragmentos de una vasija similar tienen un diseño pintado horizontal en forma


de S, que ha sido elaborado en colores negro, gris, y amarillo sobre rojo.
5 fragmentos de otra vasija de cuerpo angular tienen un diseño cuadriculado de
negro, y blanco sobre rojo.

1 vasija restaurable de doble pico tiene un cuerpo de forma carenada y dos picos
cortos rectos conectados por una asa puente redondeada (Fig. 10a). El cuerpo tiene
8.5 centímetros de diámetro y 7 cm de altura, y los picos son de 4.5 centímetros de
264
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Fig. 10. Estilo Tiahuanaco de las tumbas subterráneas recubiertas de piedras, Wilkawain.

265
Wendell Bennett

largo. Sobre la pieza aún es visible un diseño cursivo tenue, que ha sido ejecutado
en negro sobre rojo.

3 fragmentos de un cuenco abierto de lados rectos, perteneciente a una forma


comúnmente Tiahuanacoide, tiene un diseño triangular ejecutado en negro, blan-
co, y marrón sobre gris.
19 piezas de una vasija pintada de negro, blanco, y gris sobre rojo, con un diseño
borroso, similar a un puma estilizado.

Cerámica pintada miscelánea


Los restantes 140 fragmentos pintados no pueden por el momento ser agrupados
con cualquiera de los géneros alfareros anteriormente mencionados. Se enumeran
a continuación para mayor rigurosidad.
2 fragmentos con un diseño pintado naranja.
49 fragmentos negro sobre rojo. Cinco corresponden a una vasija de cuello con-
streñido y alto, con chevrones alrededor del extremo del borde. Un fragmento
pertenece a una vasija similar con líneas onduladas interrumpidas, que se dis-
ponen alrededor del extremo del borde. Los fragmentos restantes tienen diseños
lineales.
14 fragmentos en negro sobre naranja. Cinco pertenecen a platos trípodes poco
profundos con patas cónicas. Estos trípodes proceden de la tumba 7H-2, las otras
tumbas no contenían ninguno de estos ejemplares.
13 fragmentos rojo sobre naranja. Doce proceden de platos poco profundos, y uno
presenta una cara en relieve.
3 fragmentos naranja sobre gris.
3 fragmentos blanco sobre rojo. Uno de ellos representa un mango redondo, y dos
cuentan con diseños del tipo chevron. Estos fragmentos no son típicos del llamado
estilo blanco sobre rojo.
4 fragmentos marrón sobre blanco, pertenecientes a platos poco profundos.
3 fragmentos negros, blanco sobre rojo.
10 fragmentos negros, rojo sobre naranja. Uno de ellos corresponde a la porción
de un animal modelado, en tanto que los otros parecen proceder de una vasija de
cuerpo redondo con un amplio borde acampanado.
38 fragmentos negros, rojo sobre pasta blanca, correspondientes a platos poco pro-
fundos.
1 fragmento negro, blanco, rojo sobre naranja, de un cuello modelado.

Cucharas de arcilla
En la Tumba 7H-1 se hallaron cuatro cucharas completas de arcilla, además de
un mango. Todas estas piezas son ligeramente diferentes en forma y en el tipo de
diseños pintados. Ellas son descritas aquí con nes comparativos:
1 cuchara con un cuenco ovalado y mango plano de color naranja en el exterior
y pintado de negro y blanco, siguiendo diseños longitudinales, en el interior del
cuenco.

1 cuchara con cuenco redondo y mango recto liso. Es de pasta blanca con líneas
rojas y onduladas en el interior del cuenco (Fig. 11c).

1 cuchara con cuenco alargado y con un asa plana. Por fuera es de color naranja y
266
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

tiene líneas en blanco y negro atravesando el cuenco.


1 cuchara de pala redonda y un mango largo y liso. Es de pasta blanca, y en el
interior del cuenco está pintada en color marrón claro y un color rojizo, siguiendo
un estilo cursivo. Esta pieza corresponde a un estilo diferente de cualquier otra
encontrada en la tumba.

1 mango de cuchara plano con una protuberancia al nal, y rayas transversales


negras y grises ejecutadas sobre la arcilla naranja.

Vasijas de juguete
En las tumbas se encontraron veinticinco pequeñas vasijas de barro. A pesar de la
variedad de formas, éstas se describen como un grupo bajo el término de juguetes.
4 platos de juguete, una naranja y tres en rojo sobre naranja.
2 platos trípode de juguete, ambos de color naranja.
1 cuenco de juguete con base anular y de color naranja.
2 ollas de juguetes sin asa, ambas en rojo sobre naranja.
2 ollas de juguete con un mango, una naranja, una en rojo sobre naranja.
11 ollas de juguete con dos asas, ocho naranjas, una en rojo, una en negro y una
en rojo sobre naranja.
1 cuenco de juguete, de pasta naranja, con un labio en un lado.
1 cuenco de juguete, de pasta negra, con una cara de animal en el cuello.
1 cuchara de juguete de color rojo.

Artefactos de Metal
En la tumba 7H-3 se encontraron cuatro piezas de cobre. Dos prendedores largos
de cobre, con cabezas recortadas de animales, tienen 21.7 centímetros de largo
(Fig.11a). La cabeza de animal decorado es de 4 por 2.5 centímetros. Las otras
dos piezas son un prendedor de cobre con una cabeza plana, de 5 centímetros de
largo; y un prendedor con la cabeza plana como la de un clavo, de 3 centímetros
de largo. En la primera tumba se encontró una punta estrecha de madera, de 5
centímetros de largo, recubierta con pan de oro no.

Artefactos de piedra
Se pueden describir brevemente doce artefactos de piedra.
3 puntas de lanza de pedernal talladas (Fig. l1b). La medida de una completa es de
5 centímetros de longitud y 2.6 centímetros de ancho. Las otras piezas están rotas.
4 puntas de lanza de obsidiana talladas (Fig. 11d). Una de ellas tiene 5 por 2.6
centímetros; y otra presenta 6 por 2.7 centímetros; las otras están rotas.
2 martillos llanos.
1 aro de piedra
1 piedra desgastada por el agua.
1 pequeña cuenta de piedra roja.

267
Wendell Bennett

Fig. 11. Artefactos misceláneos de las tumbas subterráneas recubiertas de piedras,


Wilkawain.

268
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

OBSERVACIONES SOBRE LA CERÁMICA PROCEDENTE DE LAS TUM-


BAS SUBTERRÁNEAS PROFUNDAS

Como se mencionó anteriormente, aunque existen diferencias menores, las cu-


atro tumbas son tratadas aquí como una unidad. En cualquier caso, ya sea en la
Tumba 7H-1 o 7H-3, es evidente la asociación de varios estilos. La posición de la
cerámica en el piso de la tumba, cubierta por unos 2.5 metros de relleno, rema-
tado por grandes losas como cubiertas, hace que la asociación de estos estilos sea
incuestionable. Esto es importante ya que este tipo de asociaciones son algo que
aún no está reportado en cualquier otro sitio arqueológico del Perú. Un breve
résumé indica los estilos y tipos que deben ser considerados contemporáneos en
referencia a este sitio.

1. La cerámica negra pulida de buena calidad está bien representada por catorce
vasijas completas y 134 fragmentos que indican la existencia de al menos 18 va-
sijas más. Las formas son principalmente platos poco profundos, recipientes con
doble pico redondo y asa puente redonda, tazas o copones con bandas elevadas,
jarras de cuello constreñido con forma cónica o ligeramente abultado, y fragmen-
tos de animales modelados. A todo esto se pueden agregar cuencos dobles con
silbatos en forma de ave y piezas con la representación de un animal bicéfalo, con
doble pico y asa puente plana. Si bien las formas sugieren vínculos con cerámica
negra de la costa, la ausencia de diseños impresos o punteados es distintiva.

2. La cerámica roja pulida forma un estilo de nido en las tumbas y está represen-
tado por cuatro vasijas completas y 460 fragmentos indicando la presencia de por
lo menos 17 vasijas más. La forma más típica es una jarra de cuello constreñido,
ya sea con un cuello recto o ligeramente acampanado. Las otras formas correspon-
den a platos poco profundos, ollas, un cuenco abierto de paredes verticales, y un
mono modelado. Con excepción del modelado en una pieza, estas vasijas no están
decoradas de ninguna manera. De lo contrario, este tipo de alfarería sugiere ser la
misma que fue encontrada por Strong12 , en las tumbas Ancón Medio I tumbas.
Sin embargo, la cerámica roja de Ancón se caracteriza por el diseño inciso.

3. Dos tipos de cerámica negativa de dos colores incluyen dos grandes platos poco
profundos con diseño geométrico y 207 fragmentos que representan probable-
mente cuatro jarras globulares de cuello constreñido, con simples patrones nega-
tivos en el cuello. Sólo están representadas las formas de la jarra y el plato. Este
género cerámico negativo no parece tener vínculos con Recuay, ni en la forma, ni
en el diseño, y por último, ni en el número de colores.

4. La cerámica pintada y modelada con vínculos Tiahuanacoides incluyen cinco


vasijas completas y 113 fragmentos, que posiblemente representan unas 11 piezas
más. Una vez más la forma típica es una jarra de cuello constreñido, incluyendo
tres de ellas completas y por lo menos tres vasijas fragmentadas. De estas piezas,
tres tienen rostros modelados en los cuellos, dos tienen cuello recto, y una cuenta
con cuerpo en forma de botella tipo matraz. Se han contado seis cuencos modela-
dos en forma de puma, si se juzga por los fragmentos pertenecientes a las patas,
pero ninguno está completo. Por último, a esta lista de formas se puede agregar
una vasija de doble pico con asa puente redonda, y un cuenco completo y dos
cuencos fragmentados de cuerpo angular con bordes acampanados. En realidad,

269
Wendell Bennett

entonces, la identi cación de estas piezas como de a liación Tiahuanacoide se


basa en los diseños y los colores, en lugar de en las formas. Excepto por los típi-
cos cuencos con representaciones de puma, las otras formas sí están presentes en
sitios del Tiahuanaco de la Costa, pero rara vez son típicos. Por otra parte, ningu-
na pieza de esta colección tiene un diseño cercanamente parecido al Tiahuanaco
Clásico, como sí se observa en algunas de las colecciones de Uhle de Pachacamac,
Ancón, Supe, y Moche. Los diseños, de hecho, son algo parecidos a los del estilo
Nazca13 , en particular a los que proceden de Nievería y que se consideran in u-
enciados por Nazca Y14 .

La colección de las tumbas forma parte de un todo tiene un cierto parecido a lo


que se observa en los mentados sitios mixtos Tiahuanaco Costero, como Ancón
Medio I. Esta idea no se basa enteramente en la cerámica descrita como Tiahuana-
coide, pero sí en otros detalles, como los que siguen:
Diseños pintados en colores del típico estilo Tiahuanacoide, incluyendo negro,
blanco, amarillo sobre rojo y otras combinaciones cromáticas de dos y tres colores,
sobre una base roja o naranja.
Algunos diseños, tales como la banda horizontal con motivos en S, que terminan
en dos cabezas estilizadas de puma.
Vasijas modeladas con representaciones de pumas pintados de negro, y blanco
sobre rojo.
Vasijas en forma de tazas, de pasta negra, naranja, y quizás roja. Es interesante
observar que se han encontrado tazas no decoradas.
Cuencos de doble pico con diseños pintados, o de pasta negra, y especialmente
una vasija negra, de cuerpo curvado, doble pico, y doble cabeza.
La presencia de cerámica roja pulida, incluyendo formas encontradas en Ancón
Medio I, tales como jarras de cuello recto, formas de botellas tipo matraz, cuencos
de lados rectos, y ollas con asa horizontal.
Jarras con cara-gollete, que presentan sugerentes diseños Tiahuanacoides.
La ausencia de asas de cuello plano en las jarras de cuello constreñido. La ausencia
de diseño en relieve impreso. Vasijas a mano, en lugar de piezas hechas en molde.
A pesar de los vínculos que se pueden establecer por los parecidos con Ancón Me-
dio I, sin embargo, hay tantas debilidades que parece preferible en este momento
dejar la cuestión abierta.

5. Cucharas de arcilla con mangos rectos y redondeados están asociadas. Una de


ellas en particular tiene un diseño en estilo cursivo de trazos nos, de color mar-
rón claro y color rojizo sobre pasta blanca. Los fragmentos en este estilo se en-
cuentran frecuentemente en la región de Cajamarca15 , pero sin información sobre
su posición cronológica.

6. Los platos trípodes están escasamente representados por cinco fragmentos, que
probablemente indiquen la existencia de dos vasijas.

7. Las vasijas domesticas en naranja y marrón sí son frecuentes. Aunque las ollas
son las piezas más comunes, también destacan los platos pocos profundos con
bases anulares, platos simples, y platos perforados, como tamices o coladores.

8. Deberían mencionarse diversas piezas pintadas misceláneas, aunque no presen-


tan sorprendentes variaciones. Es de destacar la ausencia del estilo blanco sobre
270
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

rojo que se encontrado en otros sitios en esta misma región. Los tres pequeños
fragmentos en blanco sobre rojo que se identi caron no son de nitivamente de
este estilo.

9. Las vasijas de juguete no parecen tener gran importancia como elementos diag-
nósticos, pero en la colección de la tumba se incluyeron 25 de estas piezas.

10. Finalmente, la presencia de piezas de cobre, sílex y puntas de obsidiana,


además de algunos objetos misceláneos de piedra, completan la mezcla.

Más evidencia estará disponible para una discusión comparativa de esta colección
funeraria cuando la descripción de los sitios restantes en la región de Wilkawain
sea presentada. (Tabla 3, 4)

271
Wendell Bennett

D. CISTAS FUNERARIAS DE PIEDRA

Las laderas de las colinas que rodean Wilkawain e Ichik-Wilkawain presentan


numerosas rocas naturales, algunas de ellas de inmenso tamaño. Mediante la
excavación de pozos descubrimos cistas de nidas con alineamientos de piedra
debajo de muchas de esas rocas naturales. Ciertamente tales tumbas fueron he-
chas siguiendo procedimientos similares las rocas mencionadas, ya que es incon-
cebible que las rocas fueran realmente removidas de su lugar original. Algunas de
las cajas estuvieron muy bien puestas, al punto que se abrieron con considerable
di cultad. Hemos excavado un total de trece de estas cistas, y sin duda muchas
otras que pudieron haber sido encontradas deben tener los mismos contenidos de
aquellas que fueron excavadas, lo cual justi ca el esfuerzo. Siendo así las cosas,
sólo tres contenían cerámica (y de éstas, sólo una tenía más de una pieza), y otra
contenía artefactos no cerámicos, y en tanto que las nueve restantes estuvieron
vacías. Es de suponer que todas las cistas sirvieron como tumbas, aunque sólo
cuatro contenían restos de osamentas. Algunas están construidas inmediatamente
debajo de las peñas visibles en la super cie, de modo que estas últimas sirvieron
como cubierta. Algunas están muy por debajo de las rocas y están cubiertas por
una losa de piedra. Dado que la mayoría de estas cistas son más o menos pareci-
272
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

das, y de que sólo unas pocas tenían un contenido de importancia, la descripción


de cada una de ellas se presenta en forma tabulada.

1. Sitio 7H-9A: Cista cuadragular sellada de 35 centímetros, construida con alinea-


mientos de lajas, de 50 centímetros de profundidad, que se encuentra a 50 centí-
metros debajo de una roca de la super cie. Carece de contenido.

2. Sitio 7H-9B: Cista rectangular sellada de 50 por 80 centímetros, construida con


lajas alineadas y una cubierta tosca. Se encuentra a 70 centímetros de profundi-
dad, y está ubicada a un metro debajo de la roca de la super cie del terreno. Ca-
rece de contenido.

3. Sitio 7H-9C: Cista cuadrangular sellada de 70 centímetros, construida con lajas


alineadas, ubicada a 50 centímetros de profundidad y a 1.2 metros debajo de una
roca en la super cie del terreno. No hay contenido.

4. Sitio 7H-9D: Cista cuadrangular sellada de 60 centímetros, elaborada con lajas


dispuestas en forma alineada. Tiene 50 centímetros de profundidad, y está situada
a un metro debajo de una roca super cial. No hay contenido.

5. Sitio 7H-9E: Cista funeraria igual a la anterior.

6. Sitio 7H-9F: Cista funeraria igual a la anterior.

7. Sitio 7H-1 A: Cista cuadrangular cerrada de 40 centímetros, elaborada con de


lajas alineadas, y que presenta 50 centímetros de profundidad. Está situada justo
debajo de una roca super cial. Contenía restos de osamentas.

8. Sitio 7H-IIB: Cista sellada de forma rectangular, de 30 por 20 centímetros, y de


30 centímetros de profundidad. Se encuentra justo debajo de una roca super cial.
Carece de contenido.
9. Sitio 6H-5: Cista rectangular, construida con alineamientos de lajas, localizada
justo debajo de una roca super cial que le sirve como cubierta. Contenía restos
óseos de un individuo adulto.

10. sitio 7H-6: Cista rectangular construida con alineamientos de lajas, localizada
justo debajo de la super cie de una roca super cial que le sirvió a su vez como
cubierta. Esta cista contenía tres fragmentos de plata, una clavija de cobre, una
cuenta irregular de lapislázuli, una cuenta tubular corta, y diez cuentas en forma
de disco.

11. Sitio 7H-7: Cista cerrada de planta rectangular, de 70 por 80 centímetros y


construida con alineamientos de lajas. Está a 55 centímetros de profundidad, y se
ubica a 30 centímetros debajo de una roca super cial. Contenía restos de huesos
de una persona adulta y un solo recipiente perteneciente a un tipo único. Éste
tiene un cuenco de cuerpo angular con borde acampanado (Lám. 2a). Mide 16.5
centímetros de diámetro en el cuerpo, 13 centímetros de alto, 11 centímetros de
diámetro en el borde, y 7 centímetros de diámetro en la base. El cuenco es de pasta
marón, y está decorado en la mitad superior y en la mitad de la inferior del cu-
erpo con amplias líneas incisas y marcas de punzón. En cada lado hay una doble

273
Wendell Bennett

Lám. 2. Tipos cerámicos Recuay-Wilkawain.

274
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

protuberancia con un profundo agujero perforado en medio. Las líneas incisas


anchas muestran rastros de una pintura roja y amarilla. Un recipiente similar se
encuentra bajo propiedad del Dr. Augusto Soriano Infante pero, como éste, no se
cuenta con información alguna sobre sus posibles asociaciones. No se ha encon-
trado fragmento alguno de ese tipo de pasta marrón incisa en otro sitio en esta
región. Del total de la colección Wilkawain, esta es la única pieza que sugiere la
presencia de cerámica Chavín, y es lamentable que no haya datos para situarla en
relación con cerámica de la región de Wilkawain, de donde fue obtenida.

12. Sitio 6H-3A: Cista cuadrangular, sin cubierta, de 40 centímetros, elaborada con
lajas alineadas, de 50 centímetros de profundidad, que se encuentra a 1.58 metros
debajo de una roca super cial. Contenía huesos de individuos adultos y una olla
naranja La vasija es globular con labio acampanado y dos asas planas laterales
horizontales pegadas al cuerpo. Mide 22 centímetros de diámetro, 19 centímetros
de altura, y 14 centímetros de diámetro en el borde. La base es redonda.

13. Sitio 6H-3B: Corresponde a otra cista localizada debajo de la misma piedra que
cubría la tumba anterior, aunque ésta se encuentra por encima y detrás de aquella.
Esta segunda cista es de planta cuadrangular, mide 80 centímetros y está acondi-
cionada mediante el empleo de lajas alineadas. Se encuentra inmediatamente de-
bajo de la roca super cial que le sirve como la tapa solamente. No hay rastros de
huesos, pero se incluyen ocho vasijas:

Una jarra de pasta naranja y cuello recto constreñido con base plana. El cuerpo
tiene 14 centímetros de diámetro y 14 centímetros de altura. El cuello es de 4.5
centímetros de altura y 6 centímetros de diámetro.

Una jarra de pasta roja globular con cuello recto constreñido. El cuerpo mide 13
centímetros de diámetro y 14 centímetros de altura. El cuello tiene 3 centímetros
de alto y 5 de diámetro. Una olla globular con borde acampanado, sin asas, con
una banda roja simple sobre la base correspondiente a la arcilla naranja.

Dos platos poco profundos de 9.5 centímetros de diámetro y 3 centímetros de


profundidad, decorado con trazos curvos rojos y puntos en el interior. La base es
de pasta naranja.

Un plato poco profundo de gran tamaño, de 20 centímetros de diámetro y 8 centí-


metros de profundidad, decorada en el interior con bandas rojas sobre la base de
arcilla de color gris claro.

Dos platos de cerámica poco profundos de pasta roja, que tienen 17.5 centímetros
de diámetro y 7 centímetros de profundidad.

Los contenidos de las cistas funerarias son demasiado limitados para un análisis
serio. La inusual vasija inusual del Sitio 7H-7 es interesante, pero imposible de
clasi car en relación a los otros tipos de cerámica, con la posible excepción del
hecho de que fue hallada en una cista similar a las otras tumbas. En general, los
contenidos del Sitio 6H-3B se relacionan al al material del Sitio habitacional 6H-2 y
no es demasiado inconsistente con el contenido de las tumbas subterráneas (Sitios
7H-1 al 4).

275
Wendell Bennett

E. TUMBAS SIN REVESTIMIENTO DE PIEDRA

Otras tumbas encontradas no pueden ser agrupadas con las cistas, ya que al pa-
recer representan entierros directos, sin especial preparación de la tumba propia-
mente dicha. De este tipo se describen tres tumbas, aunque una parece no serlo
en el fondo.

El Sitio 8H-1: Tumba en el extremo sureste de un montículo bajo, de aproxima-


damente 1 metro de diámetro y una profundidad similar, cuyos lados carecen de
cualquier tipo de revestimiento. Contenía dos vasijas y parte de una tercera pieza
que probablemente no era parte de su contenido original.

Una vasija completa con la representación de un puma modelado, y que está pin-
tada de negro, y de blanco sobre rojo (Lám. 2f). El cuerpo alargado está sostenido
por las cuatro patas cilíndricas cortas del animal. Las dos patas delanteras tienen
dos proyecciones que representan a los pies. La cabeza está modelada a un lado y
tiene orejas erguidas y una boca abierta que muestra las de dientes y dos conjun-
tos de colmillos cruzados. La cola es cónica y se proyecta en forma recta hacia la
espalda. El recipiente tiene un cuello recto constreñido. El diseño consta en bandas
de círculos delineados en color negro y llenos de manchas negras sobre pintura
blanca. Una banda rodea el cuello, y en el cuerpo se disponen cuatro círculos. El
cuello y las patas están decorados de forma sencilla. Esta vasija se asemeja mucho
al tipo indicado por los fragmentos de la colección procedente de las tumbas sub-
terráneas. La longitud total desde la punta de la cola a la nariz es 27 centímetros.
La altura hasta el borde del cuello es de 19.5 centímetros. El cuello constreñido
tiene, por su parte, 4.5 centímetros de alto y 7 de diámetro.

Una vasija completa de pasta naranja hallada en la misma tumba tiene un cu-
erpo ligeramente más angular y un cuello recto constreñido (Lám. 2e.). Un asa
lateral plana amplia, de 3 centímetros de ancho, se extiende desde el centro del
cuello hasta el cuerpo. El recipiente tiene 22 centímetros de alto y 6 de diámetro.
Alrededor de su mitad superior se observa una banda decorada con la técnica de
relieve impreso. El diseño se compone de dos guerreros que se miran uno al otro.
Los cuerpos están dispuestos de manera frontal, mientras que las cabezas están
de per l. En la cintura de cada gura se observan dos cabezas de puma, unidas
por bandas cintadas. Dos juegos de cintas similares, que terminan en cabezas de
puma, se proyectan desde las cabezas de cada gura, los cuales llegan a entre-
cruzarse mutuamente. Cada personaje lleva a un hacha en una mano y sujeta la
banda cintada de su oponente con la otra. En ambas representaciones se observan
lenguas largas que salen de la boca. Tanto los relieves impresos como tal tipo de
diseños elaborados no han sido reportados entre el material alfarero procedente
de las tumbas subterráneas profundas.

Junto con las piezas anteriores también se ha encontrado la sección superior de


una vasija de pasta negra cara-gollete con incisiones en el cuerpo. Otros fragmen-
tos de esta misma vasija se han encontrado en otras partes del montículo, de modo
que su asociación es probablemente fortuita.

Sitio 8H-2: Corresponde a un espacio parcialmente hueco, de 1.2 metros de diá-


metro y 1.15 metros de profundidad, que posiblemente haya sido una tumba. Con-
276
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

tenía piezas rotas de una jarra de pasta negra, con cuello constreñido ligeramente
expandido y una protuberancia perforada, a modo de asa, situada en la base del
cuello. También se reportaron fragmentos de un plato trípode naranja, una olla
naranja con bordes expandidos y asas horizontales, un plato de pasta marrón con
base anular, y una jarra de pasta roja con cuello constreñido.

Sitio 7H-15: Una tumba parcialmente carente de revestimiento y también parcial-


mente debajo dos grandes rocas super ciales, que contenían un total de trece va-
sijas: dos de pasta roja, dos de pasta marrón y nueve de tipo blanco sobre rojo. Las
piezas se describen en detalle ya que el estilo blanco sobre rojo es poco frecuente
entre los materiales encontrados en las excavaciones en Wilkawain, pero aparece
en la colección post-Chavín.

Una cuenco abierto de pasta roja, que presenta paredes convexas y fondo redon-
do, de 10 centímetros de diámetro y 2.5 centímetros de profundidad (Fig. 12e).
Una vasija similar de pasta marrón, de 8 centímetros de diámetro y 4 centímetros
de profundidad.

Una vasija similar de pasta marrón, de 14 centímetros de diámetro y 6 centímetros


de profundidad.
Un cuenco abierto de pasta roja, con lados expandidos y base ligeramente redon-
deada, de 14.5 centímetros de diámetro y 6 centímetros de profundidad.

Una vasija similar, de 15.5 centímetros de diámetro y 7 centímetros de profundi-


dad, decorada con un diseño de voluta angular ejecutado en color blanco sobre
base roja (Fig. 12a).

Un cuenco abierto de lados rectos divergentes y base ligeramente redondeada, de


14.5 centímetros de diámetro y 6 centímetros de profundidad (Fig. 12g). El diseño
consiste en líneas blancas horizontales y oblicuas sobre una base roja.

Una vasija similar con base plana, de 13 centímetros de diámetro y 7.5 centímetros
de profundidad (Fig. 12f). El diseño consiste en líneas blancas y áreas triangulares
rellenas con pequeños puntos sobre una base roja.

Un cuenco abierto de lados expandidos, con base plana y de 12 centímetros de


diámetro y 6 de profundidad (Fig.12h). El diseño ejecutado en blanco sobre rojo
está conformado por pares de líneas verticales que se alternan con conjuntos de
cuatro líneas onduladas oblicuas.

Una vasija similar, de 11 centímetros de diámetro y 5 centímetros de profundidad,


que tiene conjuntos de líneas blancas verticales en zigzag sobre una base de color
rojo (Fig. 12b).

Una vasija similar en forma y tamaño, que tiene pares de líneas blancas oblicuas,
con el espacio intermedio relleno con puntos sobre una base roja.

Una vasija similar en forma y tamaño, que tiene un diseño lineal simple en blanco
sobre rojo.

277
Wendell Bennett

Fig. 12. Blanco sobre pasta roja de las tumbas sin revestimiento, Wilkawain.

278
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Una jarra globular pequeña de pasta marrón, con cuello alto cilíndrico de 3 centí-
metros de diámetro, que termina en un borde ligeramente expandido. Presenta
además un asa plana ente el cuerpo y el cuello (Fig. 12d). El cuerpo tiene 9 centí-
metros de diámetro y 7.5 centímetros de altura, mientras que el cuello mide 4.5
centímetros de altura.

Una jarra silbadora de doble cuerpo, del género blanco sobre rojo, que tiene un
contenedor similar, en tamaño y forma, a la última vasija descrita, unida mediante
un tubo y un asa puente plana, a un recipiente que remata en un busto humano
(Fig. 12c). Representados en relieve se aprecian dos brazos cortos. La cabeza, que
posee una cresta trisecada pobremente, está modelada, y muestra también una
nariz en relieve, ojos incisos y un aboca abierta que contiene un silbato. El asa
puente plana está decorada con líneas incisas y puntos. También se pueden ver
trazas de un diseño en blanco sobre la base de color rojo.

OBSERVACIONES SOBRE LOS MATERIALES PROCEDENTES DE LAS


TUMBAS SIN REVESTIMIENTO DE PIEDRA

Los dos lotes funerarios de los sitios 8H-1 y 7H 15 son muy diferentes en estilo y
fueron descritos juntos sólo por conveniencia metodológica. Analizando el primer
par de vasijas (8H-1), es obvio que ambas son consistentes con los periodos del
Tiahuanaco de la costa. La vasija con el puma modelado es muy similar a otra
pieza encontrada por Uhle (1903) en Pachacamac, en el nivel Epigonal (que rep-
resenta su período más temprano claramente de nido en ese sitio). La vasija de
pasta naranja asociada, con su complejo diseño en relieve impreso, es marcada-
mente similar a una pieza de pasta roja ilustrada por Kroeber16 , correspondiente
al Periodo Medio de Supe. Los dos guerreros que aparecen luchando en la pieza
de relieve impreso procedente de Supe son, en detalle, los mismos que aparecen
en la vasija de Wilkawain. Kroeber se inclina a clasi car estas vasijas Supe de re-
lieve impreso dentro en una fase ligeramente más tardía que los más puros estilos
Tiahuanacoides en el mismo sitio. Incluso en la ausencia de otros hallazgos, este
solo entierro podría establecer una relación con los Periodos Medios de la costa
peruana.

El estilo blanco sobre rojo del sitio 7H-15 es más confuso. Algunas de las vasijas
tienen la forma de la taza de lados expandidos bastante típica del Tiahuanaco de
la sierra. Incluso el diseño simple del zigzag oblicuo, las líneas onduladas, la volu-
ta angular y los triángulos con puntos en su interior, son encontrados en el estilo
Tiahuanaco decadente, aunque por lo general en color negro, así como en blanco.
En la región de Wilkawain sólo los desechos mezclados del Sitio 9H-2 contenían
una mayor cantidad de material perteneciente a este estilo blanco sobre rojo. Por
otro parte, ha sido en las tumbas intrusivas en Chavín donde se han encontrado
vasijas que deben pertenecer a ese mismo estilo. Se sugiere una comparación con
el estilo Chancay blanco sobre rojo, aislado por Kroeber17 , a pesar del hecho de
que las diferencias son muchas. Sobre la base de los hallazgos de la Tumba 7H-
15, es evidente que se puede aislar un estilo blanco sobre rojo, pero sus relaciones
cronológicas con otros materiales de Wilkawain no son claras.

279
Wendell Bennett

F. SITIOS HABITACIONALES SUBTERRÁNEOS

En el área del Sitio 9H se aprecian, expuestas en la super cie, inmensas moles


pétreas y grandes rocas planas. Varias de ellas han servido como cubiertas para
casas subterráneas. En total fueron vistas cuatro, y dos fueron analizadas con más
detalle.

Casa 1, Sitio 9H-1. Dos enormes rocas de super cies planas han servido como cu-
bierta para una habitación excavada debajo de ella. En general su forma sigue el
contorno de las rocas super ciales, con una sección central de 5.6 por 2.25 metros
y un nicho, presentando además 1.5 metros de ancho y 1.2 metros de profundi-
dad, en una esquina. La entrada original, que se localizaba al sur, tenía 1.57 met-
ros de ancho, pero en su mayor parte estaba rellenada con tierra arrastrada por
erosión. El piso de la habitación estaba a 2.5 metros por debajo de la cubierta de
piedra, y las paredes estaban hechas de piedra toscas mezcladas con algunas rocas
de gran tamaño. Las paredes son de mala calidad y una sección de la habitación se
había derrumbado parcialmente, aunque el resto aún estaba abierto. Los trabajos
de limpieza del piso produjeron unos 30 fragmentos pertenecientes a trompetas
rectas de arcilla naranja, incluyendo cuatro piezas de labio expandido, y nueve
tiestos toscos y llanos de color naranja. Las trompetas se parecen a las que se en-
cuentran en las galerías de estilo Recuay descritas posteriormente.

Casa 2, Sitio 9H-2. Una gran roca plana, de 4 por 3 metros en sus lados, y de más
de un metro de espesor, sirvió como techo para un segundo habitáculo subterrá-
neo. Hacia el lado sur se reportó una entrada de piedra, de 50 por 50 centímetros.
El interior estaba lleno de tierra y desechos domésticos, casi hasta el techo, prob-
ablemente debido a procesos de acumulación por escorrentías super ciales. La
excavación parcial de este relleno produjo una colección miscelánea, incluyendo
cuatro cuencos completos, una cuchara y varios fragmentos de piezas a nes, así
como 829 tiestos. En esta colección están representados muchísimos estilos, pero
desafortunadamente la naturaleza del relleno y la difícil excavación requerida si
se deseaba evitar una operación a gran escala, hicieron imposible que se pueda
establecer que todos los materiales sean contemporáneos. La mezcla se describirá
de nuevo en términos de pasta, además de unas pocas categorías especiales.

MATERIALES PROCEDENTES DEL SEGUNDO SITIO HABITACIONAL


SUBTERRÁNEO

Cerámica llana
Pasta naranja, 1 pieza completa y 588 fragmentos. Por mucho, la mayor parte de
las piezas del total de la colección corresponden a cerámica llana, básicamente de
pasta naranja, pero a menudo con un tinte marrón y un negro quemado debido a
su uso. Las piezas son listadas en forma tabulada.

572 fragmentos de ollas. La forma típica de olla representada tiene un cuerpo


globular con base redondeada y un borde expandido. Unos pocos fragmentos
representan piezas de bordes expandidos grandes, más parecidos a un cuello algo
constreñido. Se incluyen sólo dos piezas de asas laterales planas y apéndices lla-
nos asociados al cuerpo.
280
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

9 fragmentos gruesos de color naranja, correspondientes a una vasija abierta con


un reborde saliente justo debajo del borde.
1 cuenco completo abierto y poco profundo, con un borde llano y base redon-
deada, de 13 centímetros de diámetro y 4.5 centímetros de profundidad.
3 piezas de sólidas asas redondas.
1 fragmento de mango plano o puente.
2 asas cónicas que sugieren tipos de Recuay (Fig. 13c).
1 fragmento correspondiente a un cuenco abierto con borde no expandido, plano
en su parte superior y decorado con un relieve en forma de gancho.

Cerámica Monocroma Pulida


Pasta negra, 7 fragmentos. Este género alfarero es evidentemente raro, y los frag-
mentos, en tanto que están bien pulidos, carecen de decoración en relieve impreso
o punteado. Cuatro fragmentos pertenecen a tazas profundas de lado recto, una
de ellas representando una especie de copa con una banda elevada debajo del
borde. Las tres piezas restantes pertenecen a vasijas de cuerpo globular.
Pasta roja, 84 fragmentos. Todas estas piezas pertenecen a vasijas con engobe rojo
o monocromas pintadas, la mayoría de ellas pulidas.
77 fragmentos de jarras de cuello constreñido, incluyendo 13 piezas de cuellos
expandidos. No se indica la presencia de otros tipos de cuellos.
4 fragmentos de platos poco profundos.
2 fragmentos de cuencos abiertos de lados convexos.
1 fragmento de un cuello cilíndrico o pico, con asa redonda.

Cerámica en negativo
Este tipo de cerámica está representado por un fragmento de una vasija grande de
cuello alto con un diseño escalonado. Esta pieza presenta dos colores en negativo,
siguiendo una combinación de negro con naranja. También hay dos pequeños
fragmentos que parecen ser de un tipo de cerámica negativa de tres colores. Vein-
titrés piezas de una gran vasija tienen una amplia línea de color naranja sobre una
base de arcilla quemada, que posiblemente puede ser un diseño en negativo.

Cerámica Gris Pintada


Son también parte de la colección tres vasijas completas y 20 fragmentos de un
tipo especial de cerámica gris pintada. No se hallaron rastros de entierros, pero los
fragmentos pertenecientes a estas vasijas fueron encontrados entre los desechos.

El color base de la pasta es gris. El diseño en el exterior está pintado en un color


marrón rojizo sobre una base blanqueada. Una banda naranja forma una parte ir-
regular de este patrón.

1 cuenco abierto completo, de lados convexos y borde expandido, que mide 15.5
centímetros de diámetro y 7 centímetros de alto (Fig. 13a). La base es anular y
tiene 5 centímetros de diámetro. En la base se aprecian tres cortes burdos que se
asemejan a la marca de un alfarero. Un diseño escalonado con gancho, pintado de
color marrón-rojizo sobre un área blanqueada, forma una banda alrededor de los
lados de la pieza. Rodean al recipiente dos bandas de color naranja, una de ellas
cerca del lo del borde, y otra cruza la mitad del diseño anterior.

281
Wendell Bennett

1 cuenco abierto completo, con borde liso y base anular, de aproximadamente el


mismo tamaño que la anterior vasija. Un diseño lineal simple, del tipo interlock-
ing, está pintado en la misma combinación de colores sobre una base de arcilla
gris.

1 jarrón restaurable de borde llano y lados convexos, con base anular y un rostro
en relieve en uno de sus lados (Fig. 13b). A lo largo del lo del borde se aprecian
dos brazos en relieve, con el rostro inmediatamente debajo de ellos. En el lado
opuesto se observa un diseño lineal simple con los colores típicos.
19 piezas de un jarrón de pasta gris, pero sin diseño pintado.
1 pieza pintada en rojo sobre gris.

Cerámica Blanco sobre Rojo


Once fragmentos pertenecen al estilo Blanco sobre Rojo que previamente fue de-
scrito, procedentes del Sitio 7H-15.
Nueve piezas son tazas profundas de base plana y lados expandidos (Fig. 13h,
j). Un plato de borde llano semi-completo, con una base anular, tiene un diseño
burdo ondulado blanco al interior (Fig. 13k). Otra pieza corresponde al fragmento
de un pequeño cuenco.

Piezas Modeladas y en Relieve


Veinte piezas representan vasijas decoradas en relieve o modeladas. Aunque no
es un grupo distintivo en sí mismo, estas piezas no pertenecen propiamente a los
otros tipos de cerámica que se han descrito.

1 fragmento de pasta roja con diseño en relieve, que representa dos brazos de
una gura humana. La mano derecha es un disco, pero la izquierda se muestra
sosteniendo una porra. También se ha retratado parte de un collar. La impresión
general es que esta pieza es de estilo Chimú Temprano, pero el fragmento es de-
masiado pequeño para la identi cación.

1 fragmento de pasta roja con restos de pintura blanca, que consiste en la cabeza
de un animal que parece formar el extremo de un mango (Fig. 13g). Esta pieza
posiblemente podría sea parte del estilo blanco sobre rojo. 1 fragmento de pasta
roja con pies de un animal en relieve. 1 apéndice en forma de cabeza de animal, de
color naranja, con colmillos cruzados.

4 piezas de cerámica roja con diseños en relieve, una de ellas con la representación
de un rostro humano, dos que corresponden a cabezas de aves, y la última a una
banda. 3 Piezas de un cuenco abierto de lados verticales, con base anular, de pasta
naranja gruesa, que posee un apéndice en forma de cabeza de animal que sobre-
sale en cada lado, además de una banda en relieve en forma de serpiente a un lado
(Fig. 13i). 9 piezas ligeramente modeladas.

Trompetas
Veintitrés fragmentos pertenecientes a trompetas rectas de pasta naranja, con bo-
quillas expandidas, se parecen a aquéllas encontradas en la primera casa (9H-1) y
en las galerías Recuay.

282
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Fig. 13. Estilos cerámicos de las casas subterráneas.

283
Wendell Bennett

Piezas Pintadas Misceláneas


6 fragmentos blanco sobre naranja, pertenecientes a una gran olla con asa plana.
3 piezas de cerámica roja sobre naranja, de una gran olla con cuello alto. 2 piezas
naranja sobre blanco, una de ellas con un diseño de cruz. 2 fragmentos amarillo
sobre rojo. 12 piezas rojo sobre ante, pertenecientes a un plato poco profundo con
un diseño interior consistente en una línea y círculos concéntricos. 5 fragmentos
negro sobre rojo, que corresponden a una jarra de cuello abultado y constreñido
con diseño lineal. 4 fragmentos de arcilla rojo sobre blanco, ligeramente modela-
dos, con un estilo parecido al de Recuay. 7 pequeños fragmentos pintados misce-
láneos.

Cucharas de arcilla
La única cuchara completa de arcilla y los nueve fragmentos representan dos esti-
los. La cuchara completa (Fig. 13f) y una pieza que es parte de otra más, son de un
tipo, a saber, de un cuenco o pala oval (4 por 6 centímetros) con un mango plano,
con líneas verticels negras pintadas sobre arcilla naranja. Los ocho fragmentos res-
tantes corresponden a cucharas de pala o cuenco redondeado, con mangos rectos
(Fig. 13d, e). El diseño es cursivo y está formado por líneas nas ejecutadas tanto
en un color marrón oscuro y claro, sobre arcilla blanca. Estas piezas son, nueva-
mente, del estilo Cajamarca, y pertenecen a una cuchara procedente de las tumbas
subterráneas profundas.

Artefactos de Metal
Los únicos artefactos de metal encontrados son dos piezas de cobre, una barra
delgada, de 6.5 centímetros de largo y 7 milímetros de ancho, y el fragmento de
una placa de cobre.

OBSERVACIONES SOBRE LA COLECCIÓN PROCEDENTE DE LOS SITIOS


HABITACIONALES SUBTERRÁNEOS

Se dijo anteriormente que la colección procedente de las casas no necesita ser


contemporánea, en contraste con el material de las tumbas subterráneas profun-
das. Por otra parte, no hay evidencias procedentes de excavación que permitan la
separación de los diversos estilos representados. El concepto de una casa subter-
ránea es sugerente para Recuay, aunque no se tiene formas para su identi cación
certera. En cualquier caso, el contraste con los sitios habitaciones super ciales en
la misma región es marcado. Ciertas características de la colección también son
una reminiscencia de Recuay, a saber, las trompetas rectas, los mangos cónicos,
las dos posibles piezas en negativo de tres colores, y los fragmentos ligeramente
modelados en rojo sobre blanco. Sin embargo, la ausencia de vasijas en negativo
o cualquier otra característica sobresaliente del estilo Recuay debe ser recalcada.
Representado por piezas completas en los desechos totalmente diferentes de un
sitio, es posible señalar un nuevo estilo en la colección –vasijas de pasta gris y base
anular, con diseños simples ejecutados en marrón rojizo, además de naranja, sobre
una super cie blanqueada.

El estilo blanco sobre rojo, aislado en la tumba del Sitio de 7H-15, y las cucharas
con diseño cursivo de estilo Cajamarca están ambos representados, pero es poco
lo que se puede añadir al problema general de ubicar bien estos estilos.
284
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

A pesar de la proximidad geográ ca a las tumbas subterráneas profundas, de-


scritas anteriormente, sólo se pueden trazar unos pocos paralelos entre las dos
colecciones, a saber, el género alfarero simple de pasta negra, las jarras de pasta
roja y cuello constreñido, las cucharas de mango en curva, y las ollas de pasta
naranja. Por otra parte, las diferencias son enormes. La ausencia de las característi-
cas Tiahuanacoides, tan obviamente propias de la colección de las tumbas subter-
ráneas profundas, es algo asombroso. No hay pumas modelados, no hay diseños
sugerentes del Tiahuanaco Epigonal, no están presentes las típicas combinaciones
Tiahuanacoides de colores, y no se observan los géneros alfareros que exhiben
dos o más colores (los dos grupos de cerámica bicolor están dominados por el
especial género de pasta gris y las cucharas con diseños cursivos). Incluso la falta
de cerámica en negativo de dos colores es sorprendente.

285
Wendell Bennett

Tratada como una unidad, es casi imposible de ubicar a la colección en relación a


otros hallazgos hechos en la región. Su división en estilos es conveniente, pero no
se cuenta con evidencia segura que permita su ubicación cronológica. (Tabla 5, 6)

G. GALERÍAS SUBTERRÁNEAS

Siete galerías subterráneas fueron localizadas en las laderas debajo de Ichik-


Wilkawain, y dos más fueron encontradas frente al barranco, en el sitio de Irwa.
Todas estas galerías son más o menos parecidas y pueden ser descritas en forma
conjunta. La mayoría de las galerías fueron abiertas previamente, al menos de
manera parcial, o aparentemente lo habían sido, pero dos fueron encontradas con
las entradas todavía intactas y selladas. Todas ellas fueron excavadas hasta al-
canzar los pisos compactos de arcilla apisonada. La variación en las mediciones
y los detalles son ofrecidos en una lista tabulada a continuación, en tanto que la
descripción de una galería intacta debe servir para ilustrar este tipo de elementos
(Fig. 14).

La entrada a la galería del Sitio 7H-12 está constituida por un ducto irregular,
de nida por un muro de piedra, alcanzando a medir unos 65 centímetros de an-
cho y 1.18 metros de largo (Lám. 3b). El ducto se extiende hasta una profundidad
de 2 metros. La mitad inferior del ducto está vacía y, cuando éste fue hallado,
estaba cubierta por una losa de piedra que se extendía a través de ella, descansan-
286
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Lám. 3b. Galerías subterráneas, Wilkawain.

do sobre una cornisa especialmente construida. La mitad superior del ducto, por
encima de la losa, había sido rellenado con piedras pequeñas hasta la super cie,
donde estaba cubierto por tierra. Después de removerse el relleno de piedras y la
laja central, uno podía acceder a la parte vacía del ducto, y a su vez a la entrada
de la galería, de unos 62 centímetros de ancho y 60 centímetros de alto (sin duda
menor que el Galería misma). La galería propiamente dicha tiene 7.32 metros de
largo, 95 centímetros de ancho y 90 centímetros de altura. El piso es de arcilla
compacta apisonada, y se ubica exactamente a 2 metros por debajo de la super -
cie del suelo. Los lados de la galería están revestidos con ocho lajas, mientras que
otras lajas se encuentran revistiendo su extremo nal. Las piedras pequeñas están
cuidadosamente insertas para rellenar las irregularidades entre las lajas grandes.
Ocho grandes losas, de nuevo cuidadosamente colocadas, forman el techo. La
galería entera había estado tan bien construida y sellada en la entrada, al punto
que sólo una na capa de limo cubría el piso duro de arcilla. A pesar del hecho que
no se haya abierto este sitio antes, no se encontró nada en absoluto, salvo por los
restos pulverizados de algunas osamentas.

Otras galerías son esencialmente del mismo tipo que ésta que se ha descrito. Algu-
nas son más largas; algunas están mucho más cerca a la super cie; y algunas otras
presentan entradas rectangulares en lugar de entradas ovales de forma irregular.
Otras contienen algo de cerámica. La orientación no es consistente, a pesar de la
existencia de una disposición general norte-sur. Una breve descripción tabulada
de todas las galerías se presenta a continuación:

Sitio 7H-5B: Una galería de más de 20 metros de largo, con 1.5 metros de ancho
y 1.2 metros de altura, con una cubierta cuyos bloques de piedra se hallan a un

287
Wendell Bennett

metro por debajo de la super cie del suelo. Este sitio se describe con más detalle
más adelante. Contenía unos pocos tiestos de cerámica estilo Recuay.

Sitio 7H-8: Una galería de 5 metros de largo, 1 metro de ancho, y 90 centímetros de


altura, con las lajas de piedra de su techo justo debajo de la super cie del suelo. La
entrada se encontraba en el extremo sureste. Contenía una vasija completa.

Sitio 7H-10: Una galería de 4 metros de largo, 1.1 metros de ancho y 70 centímetros
de alto, con las piedras de su techo justo debajo de la super cie. La entrada había
colapsado. Aquí se hallaron dos vasijas restaurables.

Sitio 7H-12: galería del tipo descrito anteriormente.

Sitio 7H-13: Una galería de 10.1 metros de largo, 1.15 metros de ancho, y 95 centí-
metros de alto, con las piedras de su techo a 80 centímetros por debajo de la su-
per cie del terreno. Al igual que en el sitio 7H-12, la entrada a esta galería estaba
intacta, con un ducto rellenado con piedras, de 1 metro por 66 centímetros y 1.75
metros de profundidad. La puerta de entrada a la galería propiamente dicha, des-
de este ducto, tiene 77 centímetros de ancho. Contenía fragmentos de cerámica de
estilo Recuay.

Sitio 7H-14: Una galería de 6 metros de largo, 1.15 metros de ancho, y 90 centímet-
ros de alto, con las piedras que forman su cubierta o techo a unos 25 centímetros
por debajo de la super cie del suelo. La entrada se había abierto anteriormente.
Contenía unos pocos tiestos.

Lám. 3a. Galerías subterráneas, Wilkawain.

288
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Sitio 7H-16: Una galería de 10 metros de largo, 1.2 metros de ancho y 1 metro de
altura, con las piedras de su techo de 1.5 metros por debajo de la super cie del
suelo. Había sido abierto previamente, pero todavía contenía unos pocos tiestos.
Sitio 10H-1: Una galería de 5.27 metros de largo, 1.32 metros de ancho y unos 90
centímetros de altura, con las piedras de su techo apenas por debajo de la super-
cie (Lám. 3a). La entrada era rectangular, de unos 85 centímetros por 60 centí-
metros. Tres lajas forman el techo. Un nicho cuadrangular ubicado en el muro
este mide 30 por 30 centímetros, y tiene 52 centímetros de profundidad. Esta es
la única galería que mostraba algunas variaciones en la presencia de rasgos como
éste sobre los muros llanos. Aquí se hallaron tiestos del tipo Recuay.

Sitio 10H-2: Una galería de 5 metros de largo, 1.3 metros de ancho, y 90 centímet-
ros de altura, con las lajas que conforman su cubierta ubicadas justo por debajo
de la super cie. Ha sido previamente abierta, pero todavía se hallaron algunos
tiestos.

MATERIALES PROCEDENTES DE LAS GALERÍAS SUBTERRÁNEAS

Las nueve galerías contaban relativamente con poco material. De hecho, en ellas
se encontraron seis vasijas completas y 267 tiestos, que representan al menos 21
vasijas más, aunque ninguna completa o restaurable. Ninguna galería contenía
material su ciente que justi que un tratamiento distinto, y por esta misma razón
la colección se describe aquí como una sola unidad. En realidad, los materiales de
las diferentes galerías son bastante consistentes en cuanto al estilo. Tanto los frag-
mentos de trompetas de género negativo tricolor y las formas de las vasijas son
propios del estilo Recuay y están presentes en casi todas las galerías. No se halló
estilo o forma alguna que sea incompatible con el conocido Recuay. En consecuen-
cia, es aún más lógico el tratamiento de la colección de las nueve galerías como
una sola unidad. Los materiales se describen en términos del tipo de decoración
pintada que exhiben.

Cerámica llana
Pasta marrón, 28 fragmentos.
4 fragmentos de trompetas rectas18 (Recuay O-2)
8 piezas pertenecientes a un cuenco abierto llano de base redonda (Recuay A-1).
14 piezas de una vasija globular gruesa marrón con un diseño en relieve que rep-
resenta a una mano sosteniendo un disco (posiblemente Recuay E).
2 fragmentos misceláneos.
Pasta naranja, 91 fragmentos. Ochenta y cuatro de fragmentos corresponden a
trompetas de arcilla rectas. Una trompeta típica tiene una boquilla expandida al-
rededor de 3.2 centímetros de diámetro y un tubo recto que diverge gradualmente
a un extremo llano de aproximadamente 5.3 centímetros de diámetro. Las otras
siete piezas son de pasta naranja cruda.
Pasta blanca, 1 fragmento.

Cerámica en Negativo
Cerámica negativa negro-blanco-rojo, 78 fragmentos. Las vasijas pintadas en neg-
ativo con marcados diseños en negro-blanco con la adición de pigmento rojo, ya

289
Wendell Bennett

sea en la técnica de pintura negativa o positiva, son típicas del estilo Recuay (Fig.
18b). No se han encontrado vasijas completas, pero un buen número de ellas son
parcialmente restaurables, e indican, formas y diseños típicos de Recuay.
16 fragmentos de una vasija grande. Ésta carece de su parte superior, pero el as-
pecto general que al parecer tuvo es el de una jarra con cuello con una asa puente
corta que da a una cabeza modelada (Recuay H-1). Sobre el cuerpo se aprecia un
brazo en relieve con un escudo cuadrado. La mano está representada por una
cabeza estilizada de felino. En la parte posterior de la vasija se aprecian conjuntos
de líneas rectas y onduladas verticales y horizontales.

20 piezas corresponden a una vasija grande, con toda su parte superior faltante.
Una vez más, ésta es posiblemente una forma similar a la anteriormente descrita
(Recuay H-1). La base sobre la pasta es de color ante, sobre la cual se ha ejecutado
un diseño en negativo del tipo negro-blanco-rojo. Alrededor de la parte inferior
de la vasija se aprecia una banda de rectángulos rellenos con las de puntos. En-
cima de esta representación, hay parte de un diseño complejo que probablemente
represente un felino Recuay.

12 Piezas de una vasija similar a la anterior, con parte del cuello y el asa puente.
Por un lado se cuenta con una buena sección de un diseño que representa a un
felino Recuay sentado, anqueado por un patrón interlocking que recuerda a un
pez raya.

30 piezas misceláneas que incluyen parte de una base con dos pies en relieve, una
sección con un apéndice sobresaliente en forma de ala, una pieza perteneciente al
borde de un disco, y un cuello constreñido. Todos muestran huellas de diseños
complejos.

Cerámica negativa de dos colores, 1 pieza completa, 9 fragmentos. Ninguna de


estas piezas pertenece al tipo negativo encontrado en las tumbas subterráneas.
1 tipo de cucharón casi completo, con cuenco o recipiente abierto, de 9.3 centímet-
ros de diámetro y 6 centímetros de profundidad, que cuenta con un mango hueco
cónico, de 3.8 centímetros en la base y 10.5 centímetros de largo (Fig. 15f). Le falta
la punta del mencionado mango, de manera que es imposible establecer si éste
remataba o no en una cabeza humana modelada. La forma general es común en
las colecciones de Recuay (Recuay B-4). En el mango hay un diseño geométrico
simple en negativo, ejecutado en negro sobre naranja. 4 piezas de una copa abierta
(Recuay A-1) con diseño negativo negro-blanco. 4 piezas misceláneas con diseños
negativos negro-blanco. Es posible que éstas correspondan a pequeños fragmen-
tos de vasijas con decoración en negativo del tipo negro-blanco-rojo.
1 Fragmento en negativo negro-rojo.

Cerámica Pintada en Positivo


El resto de la colección cerámica consiste en piezas pintadas en positivo, confor-
madas por cinco vasijas completas y 60 fragmentos.

Dos piezas completas con decoración blanco sobre rojo. Estas dos piezas represen-
tan estilos Recuay, que no tienen relación evidente con el estilo blanco sobre rojo
del Sitio 7H-15.

290
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

1 vasija globular completa con cuello estrecho expandido y asa puente corta que
se dirige hacia una cabeza humana modelada (Recuay H-1), pintada en forma
simple de blanco sobre una base roja (Fig. 15a). La cabeza está bastante bien mod-
elada, notándose que lleva una cinta ancha y encima de ella un tocado sencillo.
También se aprecian dos orejeras que están decoradas con círculos pequeños. En
cada lado de la cabeza hay un animal modelado.

1 cuenco abierto completo (Fig. 15e) con forma mango cónico (Recuay B-1). El
cuenco mide de 14.5 centímetros de diámetro del borde exterior y 7 centímetros de
altura. Los lados del cuenco tienen una protuberancia muy ligera, en tanto que la
base es plana, y el borde se proyecta en ángulo recto, siendo de 1.6 centímetros de
ancho en la parte superior. Alrededor del borde hay un diseño simple, ejecutado
con pintura blanca sobre una base roja, y que consisten en un cuadrado con un
punto en su interior. El mango cónico se proyecta desde cerca de la base y tiene 9
centímetros de longitud y 3.5 centímetros en la base.

Rojo sobre naranja, 1 pieza completa, 14 fragmentos. Los fragmentos pertenecen a


dos vasijas. En su conjunto, estas tres vasijas tienen la misma forma.
1 cuenco abierto completo (Fig. 15c) con un borde llano y una base anular (Recuay
A-2). El cuenco mide 14 centímetros de diámetro y 8 centímetros de altura, con
una base anular 6.5 centímetros de diámetro. Tiene un diseño simple formado por
bandas rojas ejecutadas sobre la arcilla naranja. 9 fragmentos de una vasija similar
en forma y diseño. 5 Fragmentos de una vasija similar, con bandas anchas en rojo,
además de una zona rayada sobre la arcilla naranja (Fig. 15d).

Rojo sobre gris, 1 vasija completa (Fig. 15b). Una vasija globular alargada con una
base plana, cuello estrecho y borde liso, de 19 centímetros de alto, 14.5 centímet-
ros de diámetro en el cuerpo, y 9 centímetros de diámetro en el borde (Recuay F).
La arcilla es de color gris y tosca, en tanto que el diseño consiste en pinceladas
alargadas rojas alrededor del cuello. Si bien esta pieza es única en la colección, no
corresponde a la cerámica especial de pasta gris del Sitio 9H-2.

Rojo sobre ante o marrón claro, 1 pieza completa. Una excepcional vasija está rep-
resentada por un cuenco profundo, con borde llano y base anular. El diámetro del
borde es de 12.5 centímetros, y tiene una altura de 11 centímetros. En el borde se
inicia una trompeta de arcilla que luego rodea el cuenco tres veces. La boquilla se
proyecta por encima del borde, y la bocina se extiende hacia fuera desde la parte
baja del cuenco. La trompeta está pintada con líneas rojas ejecutadas sobre el color
ante de la pasta o la arcilla. La forma corresponde a una categoría especial del tipo
Recuay A.

Rojo sobre engobe blanco, 38 fragmentos. Todos estos fragmentos, excepto uno,
son posiblemente de una sola vasija. En la parte superior de una vasija globular
se tiene el busto de una gura modelada, que a su vez está cubierta por un techo
soportado por dos pilares. La gura tiene ojos y orejas en appliqué, así como dos
brazos cortos. Detrás de la gura se apreica algún tipo de pared con un diseño
escalonado recortado. De lejos, esta vasija no se encuentra completa. Se incluyen
también tres cuellos constreñidos, pero posiblemente sólo uno de ellos pertenece
a esta vasija. Del mismo modo, un pico de cuerpo, de forma cilíndrica y corto,
parece ser parte de la misma pieza. El fragmento que no corresponde a la vasija

291
Wendell Bennett

Fig. 15. Cerámicas de estilo Recuay de las galerías, Wilkawain.

292
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

descrita procede de una galería diferente, y se trata de un cuello estrecho con


líneas rojas sobre engobe blanco.
Rojo sobre blanco, 4 fragmentos. Todos éstos son de una vasija representa cuatro
frutas ovales conectadas, pintadas alternadamente en rojo y blanco (Recuay I).
Negro por fuera, rojo por dentro, 2 fragmentos.

Artefactos de Metal
Tres galerías contenían fragmentos de cobre. Una pieza corresponde a un prend-
edor una con una cabeza ancha en forma de disco, como un clavo.

Artefactos de piedra
Los únicos objetos de piedra que se encontraron fueron dos cuentas, una de tipo
disco y otra acanalada.

OBSERVACIONES SOBRE LAS GALERÍAS SUBTERRÁNEAS Y LAS COL-


ECCIONES PROCEDENTES DE ELLAS

Las galerías subterráneas forman una unidad coherente, tanto a nivel de la arqui-
tectura como en cuanto a las colecciones procedentes de ellas. Ambos, la forma
de la construcción general de la galería subterránea y el tipo particular de pare-
des de losas o lajas, son distintos de todas las demás construcciones existentes en
los alrededores. Del mismo modo, estas habitaciones subterráneas tienen la única
arquitectura única que hasta el momento parece identi carse claramente con el
estilo Recuay. La función de las galerías presenta un problema. Su uso no parece
práctico como viviendas ya que, aunque estén bien hechas, ellas son húmedas y
carecen de ventilación adecuada. Además, la cerámica es esencialmente de na-
turaleza funeraria. Es marcada la ausencia de desechos domésticos o de basura
de viviendas, así como de vasijas de naturaleza cotidiana, a pesar del carácter
fragmentario de la colección. Algunas galerías fueron ciertamente utilizadas como
tumbas, como lo demuestra la presencia de huesos pulverizados. La naturaleza
igualmente fragmentaria de la alfarería es difícil de explicar. Mientras que la may-
oría de las galerías había sido previamente abierta, las dos que tenían las entradas
intactas también produjeron cerámica fragmentada o incluso nada de material.
La cerámica procedente de las galerías pertenece claramente al estilo Recuay. En
estas colecciones no están representadas en absoluto las vasijas encontradas en
otros sitios de los alrededores. De hecho, el único tipo de alfarería que está pre-
sente en otros sitios es el que corresponde a la trompeta naranja recta. Más por el
contrario, no hay in uencia Tiahuanacoide alguna, así como no hay presencia de
la típica cerámica negativa negro-naranja, ni de cerámica de pasta negra, roja, o
de cualquier otro estilo. La colección es desafortunadamente demasiado pequeña
para con rmar cualquier subdivisión del estilo Recuay. Es obvio que el estilo Re-
cuay B de Kroeber no está representado, al igual que está ausente el estilo Arcaico
Andino de Tello. Por otra parte, esta evidencia negativa no es su ciente para vali-
dar los estilos de Kroeber o Tello. Más adelante, en la discusión general sobre el
estilo Recuay, se hace un intento para colectar algunos pequeños trozos más para
la interpretación de las colecciones procedentes de las galerías subterráneas.
(Tabla 7, 8)

293
Wendell Bennett

294
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

H. ESTRATIFICACIÓN DE VIVIENDAS-GALERÍA

Aquí se ha reservado el Sitio 7H-5A-B para una discusión, ya que representa un


buen ejemplo de estrati cación constructiva (Fig. 16). Está ubicado en la ladera
debajo de Ichik-Wilkawain, y consiste en una vivienda de piedra, de cuatro hab-
itaciones y de dos plantas, parcialmente cubiertas por material acarreado por la
erosión de los suelos procedente de la parte alta, de modo que tenía la apariencia
de un montículo. La planta baja se compone de dos habitaciones largas y estre-
chas, de 6.13 de largo, 1.3 metros de altura, y un poco diferentes en cuanto a su
ancho, pues una de ellas tiene 1.1 metros y la 1.23 metros. Los techos de estas dos
habitaciones estaban formados por losas apoyadas sobre piedras que se proyectan
desde los lados y la parte central de las paredes. Las dos habitaciones estaban co-
nectadas por una puerta ubicada al medio del muro central, que tiene 50centímet-
ros de espesor. La entrada original al edi cio se ubica frente a esta puerta, hacia
el norte. La segunda planta, que se encontró colapsada, tenía dos habitaciones
techadas con grandes losas similares a las antes descritas, que alguna vez habían
sido cubiertas con tierra y piedra.

La excavación en el relleno de la primera planta dio como resultado una colección


bastante similar al material procedente de las tumbas subterráneas profundas,
como se verá en el análisis que sigue. En un punto, el piso se había hundido lig-
eramente, dejando al descubierto las losas de cubierta de una galería subterránea
que se encontraba debajo de la casa. Se requirió de un esfuerzo considerable para
romper el techo, pero una vez que se ingresó, se constató que esta galería no era
en esencia diferente de las demás que se han descrito anteriormente. Por ello,
ésta se incluye en la lista de galerías subterráneas como Sitio 7H-5B. Se extendía

Fig. 16. Dibujo de planta y sección de la casa-galería estrati cada, Wilkawain.

295
Wendell Bennett

por unos 20 metros de largo, contando con 1.48 metros de ancho y 1.2 metros de
altura. En realidad se hallaba debajo de la pared norte de la casa, en lugar de estar
directamente debajo de la habitación norte. Alguna vez la entrada estuvo hacia el
fondo de la casa, pero hacía tiempo que dicho acceso había cedido y colapsado. La
relación de la casa a la galería es puramente fortuita.

LA COLECCIÓN PROCEDENTE DE LA VIVIENDA

Algo de material funerario parece estar mezclado con la colección procedente de


la vivienda, aunque todo estaba fragmentado, salvo por las vasijas de juguete. La
mayor parte del material parece corresponder a desechos de vivienda que a restos
funerarios. Como se dijo, este material corresponde al tipo general hallado en las
tumbas subterráneas profundas.

7 vasijas completas de juguete. Todas, excepto por un pequeño plato que tiene en
el interior un diseño negativo lineal, son de pasta naranja o marrón tosca, sin dec-
oración. Este grupo está conformado por cuatro ollas de juguete con asas laterales
horizontales, un plato, una vasija trípode poco profunda y un jarrón con dos asas
laterales y descentradas, dispuestas en forma vertical sobre el cuerpo de la vasija,
que también tiene un apéndice en el cuerpo.

1 olla completa de pasta naranja con cuerpo globular, borde expandido, y dos asas
laterales planas horizontales.
100 fragmentos de pasta naranja, correspondientes a ollas con cuello alto.
2 fragmentos bastante gruesos de pasta naranja.
1 asa cónica de pasta naranja, que también puede corresponder a la pata de una
vasija trípode.
7 fragmentos de cerámica llana de pasta marrón.

16 fragmentos pulidos de pasta negra, incluyendo nueve que corresponden a ta-


zas profundas con borde grueso y tres rostros en relieve (Fig. 6f), que miden 8.5
centímetros de diámetro y 8.5 centímetros de alto. Otras seis piezas proceden de
la base de un jarrón de pasta negra; un fragmento corresponde a un pico de pasta
negra.
10 piezas pulidas de pasta roja, incluyendo tres piezas de un cuenco abierto de
lados rectos.

4 piezas de una vasija en forma de botella con cuello constreñido, decorada con
diseños negativos negro-naranja. Estas cuatro piezas y el plato de juguete mencio-
nado antes son las únicas piezas pintadas en negativo.

1 gran fragmento (18 por 13 centímetros), de 7 milímetros de espesor y de pasta


marrón, representa la sección de un rostro con detalles incisos y en relieve (Fig.
10f). El ojo, que tiene el aspecto de una cúpula elevada, sobresale por encima de
una banda de lágrimas con motivos escalonados. La nariz está en alto relieve y se
encuentra cubierta por diseños escalonados incisos que también se observan en
todo el rostro. Encima del ojo hay tres cabezas estilizadas de pumas hechas con
incisiones. Aquí la in uencia Tiahuanacoide es obvia.

296
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

4 piezas de cerámica, de color negro y blanco sobre pasta naranja, pertenecen a


una vasija de base constreñida, con cabezas de animales que se proyectan a cada
lado. El fragmento de una de estas cabezas tiene colmillos cruzados. La vasija cor-
responde a un tipo encontrado en los periodos Tiahuanaco de la Costa.

3 fragmentos misceláneos de color negro y blanco sobre naranja, una constituido


por una asa plana, otro por una cabeza de ave, y otro que muestra acanaladuras.
1 gurina de pasta naranja parcialmente completa, de 8 centímetros de alto, 2.6
centímetros de ancho en la cabeza, y casi 1.5 centímetros de espesor. Consiste en
una pieza sólida que representa a una gura femenina, con las piernas separadas,
y las dos manos sobre el pecho.

LA COLECCIÓN PROCEDENTE DE LA GALERÍA SUBTERRÁNEA

Sólo se hallaron diez fragmentos en la galería subterránea, pero todas ellas son
consistentes con los materiales Recuay encontrados en otras galerías de caracter-
ísticas similares.
2 fragmentos de vasijas llanas de pasta marrón.
3 fragmentos de trompetas rectas de pasta naranja.
5 fragmentos de vasijas en negativo del tipo negro-blanco-rojo, todas con segmen-
tos de diseños complejos del tipo Recuay.
Sobre la base de las evidencias procedentes de este sitio, está claro que el estilo
Tiahuanaco mixto de las tumbas subterráneas profundas, es más reciente en el
tiempo que el estilo Recuay.

OBSERVACIONES SOBRE LA REGIÓN DE WILKAWAIN

En las páginas precedentes se han descrito las colecciones obtenidas en las excava-
ciones en la región de Wilkawain. Ahora sigue un intento de organizar los distin-
tos materiales, aunque con la completa cautela de que en muchos casos se carece
de evidencias concluyentes. En términos de las colecciones de cerámica, hay cinco
secciones mayores y cuatro menores a ser consideradas.

1. Sitios 7H-1, 2, 3, 4. Los materiales de las cuatro tumbas subterráneas de nidas


por alineamientos de piedra son considerados como una unidad, representando
a su vez un único período de tiempo. Es posible que no haya asociación positiva
de cerámica con unidades constructivas, fuera de las propias tumbas, aunque la
albañilería sugiere algún vínculo con los templos.

2. Sitio 6H-2. La colección de desechos domésticos procedente de uno de los si-


tios habitacionales de super cie. Se incluye con esta colección el material de una
tumba, el mismo que, si bien es intrusivo, no es muy distinto del resto de los
materiales.

3. Sitio 7H-5A. Una colección procedente de un sitio habitacional en super cie,


que contaba con cuatro habitaciones, interesante por su posición estratigrá ca por
encima de una galería subterránea.

297
Wendell Bennett

4. Sitio 9H-2. Una colección mixta procedente de un sitio habitacional subterráneo.

5. Galerías subterráneas. Una colección de estilo Recuay procedente de nueve


galerías, tratada aquí como una unidad.

a. Sitio 7H-15. Una colección procedente de tumbas sin alineamientos de piedra,


representando un estilo en blanco sobre rojo.
b. Sitio 6H-3A, 3B. Los materiales obtenidos de dos cistas funerarias.
c. Sitio 8H-1. Cuencos que provienen de una tumba sin revestimiento.
d. Sitio 7H-7. Un cuenco procedente de una cista funeraria.

Una comparación entre el material funerario y el material de desecho constituye


un problema difícil, complicado aún más por el hecho de que gran parte del mate-
rial obtenido de las galerías subterráneas y de las tumbas subterráneas profundas
con alineamientos de piedra, está incompleto. Por consiguiente, el cálculo de un
porcentaje directo de ocurrencias con nes comparativos se vuelve difícil en vista
que las unidades de tiestos frente a las unidades de vasijas completas, o parcial-
mente completas, no son equivalentes. Parece aconsejable, por lo tanto, basar la
comparación en función de la presencia o ausencia de ciertos materiales diagnósti-
cos seleccionados. Este método tiene sus debilidades, como será evidente, pero es
ciertamente mejor que forzar categorías para propósitos estadísticos.

La colección procedente de las galerías subterráneas es consistente, representando


el clásico estilo Recuay. Éste es, probablemente, el material más antiguo encon-
trado en las excavaciones. En los Sitios 7H-5A y 5B el material de desechos do-
mésticos se encontró superpuesto a una galería subterránea. Además, el estilo Re-
cuay, tal como es representado por las galerías, no muestra prácticamente vínculo
alguno las otras colecciones. Las posibles excepciones son las trompetas rectas de
arcilla y la presencia rara de mangos cónicos. Ambos tipos de material se encuen-
tran presentes en la colección mixta que proviene del sitio habitacional subter-
ráneo 9H-2, pero sin una prueba positiva que nos permita a rmar que ellos debe
considerarse contemporánea con el resto de los desechos. La planta y el tipo de
construcción que se observa en las galerías, con las paredes y cubiertas de grandes
losas o lajas, son atributos distintos a otros rasgos arquitectónicos de la región. En
realidad, el estilo Recuay no ha sido hallado con ningún otro tipo de asociación.

SITIO 7H-15
Las trece vasijas halladas en la tumba sin revestimiento de piedra, sirven para
aislar el estilo blanco sobre rojo. Este es el único estilo de diseño representado
en la colección, que aparece en ocho de las vasijas mencionadas, mientras que el
resto corresponde a cerámica llana de pasta marrón o roja. El estilo está muy bien
aislado en esta tumba, pero se dispone de poca evidencia para de nir su posición
relativa. Las formas, diseños, el trabajo descuidado general que se aprecia, y los
colores, en tanto no son idénticos en todos los detalles, parecen estar relacionados,
sin embargo, con el estilo blanco sobre rojo en Chancay y en Chavín. En Chancay
el estilo blanco sobre rojo es de nitivamente anterior al Tiahuanaco de la costa,
como se muestra en el trabajo de Uhle y Kroeber19 y tal como es con rmado por
las excavaciones efectuadas en 1941 por Gordon Willey. En Chavín el estilo blanco
sobre rojo aparece en tumbas intrusivas que de nitivamente corresponden a tiem-
pos después de Chavín mismo. El reciente trabajo de Larco (1941) en el valle de
298
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Chicama sugiere que la existencia de un estilo relacionado con el blanco sobre rojo
puede ser anterior al Chimú Temprano en Salinar, aunque se necesita de más evi-
dencia para probar esto. El efecto total de esta evidencia es la ubicación del estilo
blanco sobre rojo de la Tumba 7H-15 en una posición relativamente temprana, por
lo menos anterior al periodo Tiahuanacoide Medio. Cuál podría ser su relación
con el material Recuay, es algo que no se puede responder por el momento. La
única posible evidencia viene del mixto Sitio 9H-2, y ésta no es muy satisfacto-
ria. Consecuentemente, por ahora, el estilo blanco sobre rojo está ubicado entre el
periodo Recuay y los de nidos periodos medios.

COLECCIONES DEL PERIODO MEDIO

Las restantes cuatro grandes colecciones no son tan fáciles de ubicar en el tiempo
como las que proceden de las galerías. A excepción del material de 9H-2, ninguna
muestra alguna conexión positiva con el estilo Recuay, y mucho menos indicio
alguno de in uencia Chavín. Además, de nitivamente tampoco hay in uencia
Incaica que pueda notarse. Por otra parte, pese a ciertas diferencias locales, tres de
las colecciones son de nitivamente comparables con los materiales de los perio-
dos medios representados en la costa del Perú. En la tabla adjunta se presenta una
comparación de las cuatro colecciones principales (Sitios 7H-1-4, 6H-2, 5A-7H,
9H-2), elaborada en función de 35 piezas diagnósticas. Continúa, más abajo, una
discusión de esta misma tabla, comenzando con la colección procedente de las
tumbas subterráneas profundas.
(Tabla 9)

COLECCIÓN PROCEDENTE DE LAS TUMBAS SUBTERRÁNEAS PROFUN-


DAS

Dado que no hay duda en cuanto a la contemporaneidad de los estilos repre-


sentados, la colección procedente de las cuatro tumbas subterráneas constituye
una unidad básica. En la tabla, las primeras 24 piezas diagnósticas son típicas.
La posición de esta colección en el marco general peruano de los períodos me-
dio es bastante evidente, como se ha mencionado anteriormente. La combinación
incluye cerámica de pasta negra, roja, alfarería con pintura con uno, dos y tres
colores sobre una base representada por un engobe rojo o naranja; las particu-
lares combinaciones de colores, destacando el negro, blanco y rojo; los diseños
Tiahuanacoides, además de otros tipos de in uencia, tal como se evidencia en las
formas y colores. Todo es consistente con períodos medios de la costa, tal como
es especialmente representado por el Ancón Medio I y otros estilos relacionados.
Obviamente, la correspondencia no es absoluta. No sólo están ausentes algunas
características costeras, sino que se incorporan los géneros alfareros negativos
de dos colores, los platos trípodes, tamices o coladores, juguetes, cucharas pin-
tadas, y otros detalles. En total, la colección presenta un marcado contraste con
el estilo Recuay, tal como éste ha sido registrado en las galerías subterráneas. Te-
niendo en cuenta el estilo Recuay como "temprano" en cuanto a las excavaciones
en Wilkawain, y considerando al estilo procedente de las tumbas subterráneas
profundas como "medio", entonces uno se siente impresionado por la brecha que
separa a los dos, y se enfatizan los paralelos con la costa.

299
Wendell Bennett

300
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

SITIO HABITACIONAL 6H-2


Los desperdicios domésticos del sitio y las tres vasijas procedentes de una tumba
intrusiva se tratan como una sola unidad en la tabla comparativa. Mientras que
este material está compuesto esencialmente por desechos, su estrecha relación con
la colección obtenida de las tumbas subterráneas profundas no es menos aparente.
De las 24 piezas diagnósticas que distinguen el estilo de las tumbas subterráneas,
diecinueve son igualmente característicos de la colección de desechos domésticos.
Es cierto, entonces, que la cerámica de pasta roja y la alfarería en negativo, de dos
colores, están representadas únicamente por las piezas de la tumba intrusiva, pero
de otro lado, las características del estilo de las tumbas subterráneas profundas
que fueron comparables con los períodos medios de la costa, han sido halladas to-
das en los desechos del sitio habitacional. Además, en la colección del sitio habita-
cional no se cuenta con estilo nuevo alguno que sugiera cualquier cambio mayor
pero, en contraste, la presencia de cuencos gruesos y negros, en forma de U, con
decoración blanco sobre rojo, y la técnica de diseños impresos presente en cerámi-
ca negra, con rman, en su conjunto la existencia de relaciones entre esta colección
con el período Medio de la costa. En un análisis nal, parece imposible diferenciar
las dos colecciones del todo, incluso en gran detalle. Aun cuando la importancia
de las tres piezas de la tumba intrusiva haya sido exagerada, la única signi cancia
lograda sería la localización de la colección de desecho en un punto ligeramente
más temprano que la colección de las tumbas subterráneas profundas, pero pese a
todo continuaría estando dentro del generalizado periodo Medio.

SITIO HABITACIONAL 7H-5A


El material procedente del sitio habitacional, que consta de cuatro habitaciones,
es difícil de utilizar con nes comparativos debido a su cantidad relativamente
pequeña. Aun así, no presenta diferencias sorprendentes con cualquiera de las
otras dos colecciones en discusión. Se han encontrado once de las características
asociadas a las tumbas subterráneas profundas, y de modo similar ha ocurrido
con diez de los rasgos signi cativos asociados al sitio habitacional 6H-2. El gran
fragmento inciso de pasta marrón tiene un diseño más claramente vinculado con
el estilo Tiahuanacoide que cualquier otra pieza de las otras dos colecciones.

SITIO HABITACIONAL SUBTERRÁNEO 9H-2


Ya se ha hecho hincapié en que esta colección no puede representar una unidad
contemporánea. No obstante, parece caer a grandes rasgos dentro de la categoría
del período Medio, en virtud de la ausencia de cualquier material temprano típi-
co, como el estilo de Recuay, o de cualquier material positivo Tardío, como el
estilo Inca. Sin embargo, la tabla comparativa pone en relieve las diferencias entre
el cuerpo principal de la colección procedente de viviendas subterráneas y aquél-
las que proceden de los de otros tres sitios del periodo Medio. Así, mientras la
cerámica de pastas naranja, negra, y roja están todavía presentes, está ausente un
conjunto de características importantes. Entre éstas se incluyen la pintura nega-
tiva; pintura positiva en más de un color sobre un engobe como base (hay tres
piezas completas y ocho fragmentos de dos colores, pero todos corresponden a es-
tilos especiales que no pertenecen a los otros sitios); trípodes; juguetes; tamices o
coladores; platos de base anular y, lo más importante de todo, la mayoría de carac-
terísticas que sugieren in uencias Tiahuanacoides. En realidad, esta colección no
contiene ni los colores, formas, o los elementos de diseño que se utilizaron en las
otras tres colecciones como indicadores de a liaciones Tiahuanacoides. De las 24

301
Wendell Bennett

características de la colección procedente de las tumbas subterráneas profundas,


sólo siete están presentes en la colección que proviene de las casas subterráneas, y
éstas son las menos distintivas.

Las colecciones procedentes de la casa subterránea añaden ciertos estilos nuevos


que no se encuentran en las otras colecciones. El más distintivo corresponde a
un tipo de cerámica de pasta gris con diseños en color rojo marrón, ejecutados
encima de una banda de color naranja claro sobre base gris. Este estilo se asocia,
además, con dos nuevas formas, a saber, un cuenco abierto de base anular y una
taza de base anular. En esta colección son más frecuentes las cucharas de estilo
cursivo, aunque una de ellas fue hallada en la colección procedente de las tumbas
subterráneas profundas. Aquí también están representados fragmentos del estilo
blanco sobre rojo que fue aislado en la tumba del Sitio 7H-15, mientras que sólo
tres fragmentos dudosos aparecen en las otras colecciones.

Si bien es fácil establecer las diferencias entre el material de las viviendas subter-
ráneas y el que procede de los otros tres sitios, la posición cronológica relativa de
los dos grupos es más difícil. A pesar de la carencia del típico material Recuay, ya
se ha señalado que en las colecciones de dicho estilo sí están presentes las trompe-
tas rectas, mangos cónicos, la decoración negativa en tres colores, y la cerámica
rojo sobre blanco ligeramente modelada, y están ausentes a su vez en los otros
sitios del periodo Medio en Wilkawain. La presencia de la cerámica blanco so-
bre rojo, debería, por el argumento anterior, también sugerir una posición ligera-
mente anterior al periodo Medio. Sin insistir que todos los estilos de esta colección
son contemporáneos, o que mayor evidencia afectará el análisis, los materiales del
Sitio 9H-2 se consideran aquí como un poco más tempranos que las colecciones
con in uencia Tiahuanacoide que provienen de otros sitios en Wilkawain.

COLECCIONES PROCEDENTES DE TUMBAS PEQUEÑAS

El material hallado en las cuatro tumbas puede ser tratado brevemente, debido a
que obviamente es insu ciente en cantidad como para afectar profundamente las
interpretaciones basadas en las grandes colecciones.

Sitio 8H-1. El cuenco modelado en forma de puma y la olla naranja con diseño en
relieve impreso, hallados en una tumba sin revestimiento de piedra, de manera
muy obvia encajan dentro del grupo general representado por la colección de las
tumbas subterráneas profundas. En todo caso, esta tumba permite más bien unir
la colección de las tumbas subterráneas profundas con aquélla que procede de los
sitios habitacionales en super cie, ya que combina el relieve impreso (ausente en
las tumbas subterráneas profundas) con el puma pintado y modelado (caracter-
ístico de las tumbas subterráneas profundas). Además, ambas piezas son típicas
de los sitios Tiahuanaco costero.

Sitio 6H-3A, 3B. Las nueve vasijas de estas cistas con revestimiento de piedras
alineadas son consistentes con la colección de las tumbas subterráneas profun-
das y la de los sitios habitacionales en super cie, tanto en forma, como en color y
diseños.

302
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Sitio 7H-7. El único cuenco inciso de pasta marrón hallado en una cista funeraria
ha sido dejado en su posición única. No sólo representa un estilo distinto de cu-
alquier otro que se halla expresado en las demás piezas encontradas, sino que es
no se cuenta en absoluto con evidencia disponible que permita sugerir su posición
relativa en el tiempo.

Resumen
1. Estilo Recuay (Sitios 7H-5B, 7H-8, 7H-10, 7H-12, 7H-13, 7H-14, 7H-16, 10H-1,
10H-2). Está asociado con las galerías subterráneas y de manera demostrable es
más temprano que el estilo Tiahuanacoide de Wilkawain.

2. Estilo blanco sobre rojo (Sitios 7h-15, 9h-2). Aunque está aislado en una tumba
y también se halla representado en la colección mixta procedente de las viviendas
subterráneas, su posición cronológica tentativa es, por analogía, junto con un es-
tilo similar encontrado en otros sitios de la sierra y costa.

3. Mezcla de la casa subterránea (Sitio 9H-2). Mientras que los materiales no son
probablemente contemporáneos, su posición entre Recuay y el Tiahuanaco de
Wilkawain está indicada por algunas semejanzas ligeras con Recuay, por la pres-
encia del estilo blanco sobre rojo, y la ausencia de las in uencias Tiahuanacoide y
de aquéllas otras que corresponden a periodos tardíos. El nuevo estilo de colores
marrón rojizo, y naranja, sobre pasta gris, es diferente en color, diseño y formas de
las vasijas, y muy posiblemente representan una intrusión posterior.

4. Estilo Tiahuanacoide de Wilkawain (Sitios 6H-2, 6H-3A, 3B-6H, 7H-1, 7H-2, 7H-
3, 7H-4, 7H-5A, 8H-1). Este estilo se encuentra bien aislado por su asociación con
las tumbas subterráneas de piedra con cubiertas de losas, así como con las cistas
funerarias, las tumbas sin revestimiento y los sitios habitacionales en super cie
desde una hasta cuatro habitaciones. La arquitectura de los sitios habitacionales y
de las tumbas también sugiere una asociación con los templos de tres pisos. Si esto
es cierto, se puede añadir todavía otra característica, a saber, las cabezas clavas
de pumas tallados con sus apéndices para la inserción en la pared. Los vínculos
más cercanos del estilo son con los periodos del Tiahuanaco costero, tales como el
Epigonal en Pachacamac, el Ancón Medio I y el Supe Epigonal.

5. No se hallaron materiales del periodo Tardío en las excavaciones de la región


de Wilkawain.

OTROS SITIOS CERCA DE HUARAZ


También se ha hecho un listado de los sitios en la región de Huaraz. Aparte de la
sección de Wilkawain, otros tres sitios cerca del pueblo de Huaraz merecen una
atención detallada debido a las excavaciones llevadas a cabo en ellos.

SHANKAIYAN, SITIO 1H
En los campos de esta colina cerca de Huaraz se identi caron tres galerías sub-
terráneas, y se nos dijo que muchas otras más habían sido previamente abiertas.
Una de tales galerías medía 4 metros de largo, 82 centímetros de ancho, y 1 metro
de profundidad, con las piedras que forman su cubierta justo debajo de la super-
cie del terreno. Las paredes laterales se formaron con tres grandes bloques de

303
Wendell Bennett

losa cada uno, cuyos intersticios en las uniones entre ellos fueron rellenados con
pequeñas piedras. En cada extremo había una gran losa vertical, en tanto que cu-
atro más formaban el techo. No se ha visto evidencia alguna de la entrada o acceso
a la galería.

SITIO 1H-A
Una galería subterránea de 5.6 metros de largo, 1.05 metros de ancho y 1 metro
de profundidad hasta el piso compacto de arcilla, tenía tres losas como cubierta
hacia su mitad norte, que se hallaban desde 10 centímetros por debajo de la super-
cie del terreno. Esta mitad norte había sido aparentemente excavada con ante-
rioridad. La mitad sur se llenó con tierra y residuos de basura doméstica, pero no
presentaba rastro alguno de la existencia de losas de piedra como cubierta. La ex-
cavación en esta mitad sur permitió el hallazgo de una pequeña vasija completa y
570 tiestos. No se hallaron huesos u indicio que sugiera la existencia de entierros,
y tampoco se reportó el tipo de material alfarero asociado a contextos funerarios.
Por otro lado, la galería abierta con alineamientos de piedra no parece impresion-
ante como lugar de cobijo.

Materiales de la Galería 1H-A


Los materiales procedentes de esta galería se pueden describir brevemente en tér-
minos de pasta, con indicaciones acerca de las formas representadas.
Cerámica de pasta naranja, 1 pieza completa, 265 fragmentos. Todas las piezas son
bastante gruesas, de pasta naranja tosca sin engobe o decoración pintada.
249 fragmentos de varios tipos de olla.
215 fragmentos de cuerpos llanos.
10 pedazos de bases, cinco de los cuales corresponden a bases redondas y cinco a
bases planas.
18 fragmentos de bordes, que indican la presencia de bordes expandidos en 13, y
bordes expandidos más cuellos altos en cinco. Cinco de estos fragmentos tienen
aplicaciones elevadas hacia el hombro, que a su vez son llanas o con acanaladuras
(Fig. 18e).
2 bordes de algún tipo de olla de cuello constreñido.
4 bordes verticales cortos de ollas con asas laterales horizontales planas.
3 fragmentos de platos poco profundos.
3 fragmentos de cuencos de lados convexos (variante Recuay A).
4 piezas de asas ovales de sección redonda.
4 piezas de mangos cónicos de vasijas Recuay B.
1 cuenco abierto completo naranja, de 7.5 centímetros de diámetro en el borde y 3
cm de profundidad, con dos protuberancias en el cuerpo (Fig. 17h).
2 fragmentos misceláneos, uno representando brazos cruzados, y otro decorado
con una simple incisión.
Cerámica delgada de pasta naranja, 43 fragmentos. Un género alfarero de pasta
naranja similar a la descrita arriba, pero mucho más delgada y posiblemente al-
guna vez decorada con un diseño pintado, aunque no hay huellas visibles en estas
piezas.
24 fragmentos misceláneos de cuerpos, incluyendo una base plana.
8 fragmentos de borde de un cuenco abierto con lados rectos divergentes.
5 piezas de una vasija de cuello cilíndrico constreñido.
6 Fragmentos de trompetas rectas de arcilla con boquillas expandidas (Fig. 18d, i).
Cerámica llana, 7 fragmentos.
304
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Fig. 17. Artefactos de estilo Recuay de la galería en Shancaiyan.

305
Wendell Bennett

Fig. 18. Artefactos de estilo Recuay de la galería en Shancaiyan.

306
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Cerámica de pasta roja, 4 fragmentos. Un género alfarero de color rojo, delgado


y pulido, que incluye un fragmento de base redondeada, dos piezas de bordes
rectos, y un fragmento de cuerpo.

Cerámica de pasta blanca, 44 fragmentos. Todas las piezas son de arcilla blanca
y muy probablemente alguna vez fueron parte de vasijas pintadas en negativo.
Tal como se muestra, las piezas aquí incluidas no presentan restos de diseños
pintados.
36 fragmentos misceláneos de cuerpos.
1 pieza de base plana con lados verticales.
4 fragmentos de grandes bordes planos expandidos del tipo Recuay G.
1 fragmento de cuerpo con apéndices alargados a modo de alas.
2 piezas de cuellos expandidos.

Cerámica negativa de dos colores, 1 fragmento. Una pieza en negativo, de color


negro-naranja, pertenecía a un cuenco abierto poco profundo (Fig. 18c).
Cerámica negativa de tres colores, 27 fragmentos. Todas las piezas del tipo nega-
tivo en negro-blanco, más la adición del color rojo. La arcilla base es, en todos los
casos, de pasta blanca. Todos son típicos del estilo Recuay.

8 fragmentos misceláneos de cuerpos.


11 piezas de una gura modelada con un complejo diseño geométrico en ambos
lados (Fig. 18a). La gura, si bien está incompleta, parece ser la representación
central de un grupo de elementos similares que habrían estado dispuestas sobre
una vasija plana en su parte superior, perteneciente al estilo Recuay J.

2 Piezas de una vasija de parte superior plana con una abertura recortada por
detrás y dos aves modeladas por delante (Fig. 18f).
1 fragmento de cuerpo con pico corto que se proyecta desde él.
3 piezas correspondientes a un apéndice sobresaliente en forma de ala, decorado
con diseños triangulares sencillos.

1 pieza de un cuenco con un diseño consistente en una línea y puntos.


1 cabeza en forma de disco, perteneciente a una gura modelada.
Cerámica con engobe blanco sobre arcilla naranja, 87 fragmentos. Se tienen frag-
mentos de pasta naranja que están cubiertos con un no engobe blanco. Al pa-
recer, en algunas vasijas el engobe no cubre todo el cuerpo, sino que más bien
de ne un diseño simple.

72 fragmentos de cuerpos pertenecientes a vasijas parecidas a ollas, incluyendo un


borde expandido y cinco piezas de base redondeada.
2 fragmentos de vasijas de cuerpo angular.
5 piezas de cuencos abiertos con paredes convexas.
6 Fragmentos de protuberancias decorativas sobre piezas de cuerpos.
1 pieza de cuello cilíndrico constreñido.
1 pieza de tocado perteneciente a una gura modelada.
Cerámica en negro sobre naranja, 9 fragmentos. Siete piezas provienen de un
cuenco abierto de base redondeada con tres líneas negras paralelas, y dos corre-
sponden a fragmentos de cuerpos.

307
Wendell Bennett

Cerámica rojo sobre naranja, 37 fragmentos. La mayoría de éstos son piezas mis-
celáneas de cuerpos (30) con líneas rojas o bandas anchas en una arcilla nara-
nja. Además de los fragmentos de cuerpos, también destacan los materiales que
siguen a continuación:
1 pedazo de asa circular horizontal, redondeada.
1 cuello expandido estrecho.
1 pieza de borde expandido.
4 bordes de cuencos abiertos de lados convexos, tres de los cuales fueron pintados
por dentro.

Rojo sobre blanco, 18 fragmentos. Una arcilla naranja está cubierta con un engobe
blanco sobre el cual se ejecutó un diseño de líneas o bandas rojas.
11 piezas de cuencos expandidos, incluyendo dos fragmentos de borde.
6 piezas de dos cuencos abiertos de estilo Recuay A-1. Uno de ellos está decorado
con una amplia línea que forma una voluta angular, y el otro presenta bandas que
se entrecruzan mutuamente.

1 pieza de cuerpo con un pico tubular corto y un diseño simple de líneas rojas.
Rojo sobre blanco, 24 fragmentos. Una arcilla blanca de base está decorada con
líneas o bandas rojas anchas. La mayoría de las piezas son de cuencos abiertos.
10 pedazos de cuerpos, probablemente de cuencos de poca profundidad. Tres de
ellos están pintados por dentro con bandas paralelas; dos están pintados por fuera
con bandas y líneas onduladas (Fig. 17c). Los otros cinco pedazos tienen diseños
lineales.

1 Fragmento de una base anular de un cuenco abierto de estilo Recuay A-2 con un
diseño lineal (Fig. 17a).
3 Fragmentos de un cuenco abierto (Recuay A-1) con bandas rojas entrecruzadas.
Cinco fragmentos de un cuenco parecido con bandas en zigzag (Fig. 17b). Tres
fragmentos de un cuenco similar con apéndice en el borde, de aspecto alborotado,
y decoración de líneas horizontales y líneas onduladas.
1 pieza de una especie de cuenco irregular (Fig. 17d).
1 fragmento de asa redondeada.

Negro-blanco-rojo, 3 fragmentos. Tres pequeñas guras modeladas están pinta-


das de negro-blanco-rojo (Fig. 18g). Todas son de un tipo que se encuentra en
vasijas cuya parte superior es plana y que corresponden al estilo Recuay J.
Cucharas, un fragmento. La pala o cuenco de una cuchara elongada y con mango
plano, está pintada de negro y rojo sobre una arcilla de color naranja (Fig. 18h).
Artefactos de metal, seis piezas. Se encontraron seis piezas de cobre, incluyendo
una aguja de 8.7 centímetros de largo; un prendedor con un extremo en forma
de cabeza de clavo (Fig. 18j); el fragmento de un disco; una barra redondeada
de 5 centímetros de largo, con extremos planos martillados; un brazo plano de 5
centímetros de largo, que termina en una mano con el dedo medio doblado hacia
adentro; y un cuchillo plano con forma de campana, de 3.8 centímetros de ancho
en la hoja y 5.7 centímetros de largo.

La colección en su conjunto muestra una evidente a liación con el estilo Recuay,


a pesar de la existencia de algunas variantes. La discusión está reservada para
después de la descripción de la segunda galería subterránea excavada.
308
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

SITIO 1H-B
Cerca de 3.4 metros al oeste de la galería descrita anteriormente, se encontró otra
que no había sido previamente perturbada. Medía 3 metros de largo en total, entre
75 a 85 centímetros de ancho, y 75 centímetros de profundidad hasta el piso de
arcilla. Las piedras de la cubierta se hallaban a unos 35 centímetros por debajo
de la super cie del suelo, y los espacios entre las losas estaban llenos de piedras
más pequeñas. Las paredes laterales fueron construidas con piedras pequeñas y
grandes, aunque no tan bien distribuidas como en otras galerías. La planta tiene
forma de dos secciones rectangulares que forman un ángulo. Se hallaron cincuen-
ta fragmentos y cinco cuencos completos o restaurables, pero no se recuperaron
huesos u otro indicador de contextos funerarios.

Materiales procedentes de la Galería 1H-B


Cerámica llana, 31 fragmentos. Éstos incluyen siete fragmentos naranja crudos
correspondientes a cuerpos de ollas; siete piezas delgadas de color naranja, seis de
vasijas globulares y el otro restante de un base plana con dos apéndices a modo de
pies; nueve fragmentos de arcilla naranja con engobe rojo, perteneciente a la base
plana de una vasija globular; dos piezas de cerámica roja, una de ellas correspon-
diente a un asa plana; y seis tiestos blancos, incluyendo un borde expandido, un
cuello cilíndrico, tres piezas de cuerpos, y una porción de un recipiente modelado.
Cerámica negativa de tres colores, 4 fragmentos. Una pieza procede del borde
plano y ancho de una vasija de estilo Recuay G; otra se trata de parte de un pico
modelado en el cuerpo; y los dos restantes son fragmentos de cuerpos.

Engobe blanco sobre naranja, 1 pieza completa (Lám. 2d). Se trata de una vasija
de mango cónico del estilo Recuay B-2, con borde ligeramente expandido y pico
tubular corto. El cuerpo de la vasija tiene 10 centímetros de diámetro, 8.3 centímet-
ros en el borde, y 7.5 centímetros de altura. El mango es sólido, de 5.5 centímetros
de largo y 3 centímetros en la base. El pico tiene 1.5 centímetros de diámetro y se
proyecta por 1.7 centímetros. Los rastros de engobe blanco son los únicos signos
de decoración existente sobre la arcilla naranja.

Rojo sobre naranja, 2 piezas completas, 7 fragmentos:


1 cuenco abierto completo, poco profundo, que tiene 15 centímetros de diámetro
en el borde y 4.5 cm de profundidad, con conjuntos de líneas cortas paralelas rojas
ejecutadas sobre la arcilla naranja alrededor de la parte exterior del borde.
1 cuenco o recipiente completo y profundo, perteneciente a un cucharón (estilo
Recuay B-4) con el mango faltante (Fig. 17e). El diseño está al interior del cuenco y
consta de una cruz simple y dos jaguares estilizados (Fig. 17f).
3 piezas de un cuenco de estilo Recuay A-1, con líneas rojas paralelas alrededor de
la parte exterior cerca del borde.
2 piezas de un cuenco globular con borde expandido.
2 piezas misceláneas de cuerpos.

Rojo sobre blanco, 2 piezas completas, 8 fragmentos:


1 cuenco competo con mango cónico, de estilo Recuay B-2 (Fig. 17g). El cuenco
tiene 9 centímetros de diámetro y 8.5 centímetros de profundidad, con un borde
expandido, un mango cónico encorvado y un pico tubular corto. El diseño está
conformado por líneas de color marrón rojizo, que se entrecruzan la arcilla blanca.
1 cuenco o recipiente restaurable tipo cucharón (estilo Recuay B-3) con bandas

309
Wendell Bennett

rojas sobre la arcilla blanca. El mango de esta vasija fue encontrado justo encima
de la cubierta de piedras, con los fragmentos de cuerpos en su interior.

3 piezas de un cuenco abierto con apéndices en el borde, de aspecto alborotado y


diseño conformado por grupos de líneas paralelas. Dos piezas de una vasija simi-
lar, pero con lados más convexos y con un diseño consistente en líneas horizon-
tales rectas y ondulantes. Dos piezas de una vasija similar con decoración lineal
tanto dentro en su interior como en su exterior.
1 cubierta plana de una vasija que cuenta con bases para dos guras modeladas y
trazos de pintura roja.

Artefactos de metal, dos completos. Se encontraron dos piezas de cobre, una aguja
de 7.5 centímetros de largo, y la otra pieza consistente en un prendedor largo con
una cabeza de disco plano, en forma de clavo. Este prendedor tiene 19.2 centímet-
ros de largo y la cabeza cuenta con 3.5 centímetros de diámetro.

SITIOS 1H-C, 1H-D


Se encontraron dos cistas funerarias, una de 55 por 45 centímetros y de 1.1 met-
ros de profundidad, cubierta por dos grandes piedras. La otra mide 50 por 50
centímetros, así como 58 centímetros de profundidad, sin cubierta. Ambas cistas
contenían fragmentos de entierros de infantes.
(Tabla 10)

310
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

OBSERVACIONES SOBRE LA COLECCIÓN DE LA GALERÍA DE


SHANKAIYAN

Las a liaciones de la cerámica procedente de las dos galerías de Shankaiyan son,


sin duda, de estilo Recuay, en virtud de los colores, la pintura negativa, las formas
y algunos diseños. Al mismo tiempo, Shankaiyan presenta una gran cantidad de
materiales utilitarios que normalmente no se encuentran en las colecciones Recu-
ay. Este contraste es válido no sólo para el material seleccionado para exhibición
en la mayoría de colecciones, sino también para el material de las nueve galerías
de Wilkawain. El material llano es raro en las galerías de Wilkawain. El número
total de piezas, 119, en realidad incluye 88 fragmentos de trompetas rectas en
naranja y marrón que, si se eliminan, harían que el contraste con Shankaiyan sea
más sorprendente. La mayoría de las formas representadas en la colección de
Wilkawain pueden ser observadas en varias colecciones Recuay. Las formas de

311
Wendell Bennett

Shankaiyan, por otra parte, presentan variantes y estilos normalmente no asocia-


dos con Recuay. Ninguna de estas variantes, sin embargo, sugiere una a liación
más cercana con cualquiera de los estilos medios de la región de Wilkawain. To-
davía no se reportan in uencias Tiahuanacoides, o cualquier otro tipo vínculo
con los periodos medios. Por lo tanto, por falta de pruebas adicionales, las colec-
ciones de Shankaiyan se consideran como una muestra procedente de un sitio de
desechos del estilo Recuay en general.
(Tabla 11)

SAN JERÓNIMO, SITIO 2H

Se hizo una colección de tiestos observados en super cie, sobre una colina justo en
frente del río Santa desde Huaraz, aunque no se llevaron a cabo excavaciones. Se
incluye aquí una lista a modo de catálogo de estos tiestos. La variedad de colores,
sus combinaciones, sus diseños geométricos, el habito de emplear diferentes es-
quemas de colores tanto al interior como al exterior de las vasijas, la cocción dura,
y los pocos indicios de las formas, todos en su conjunto indican una a liación
esencialmente incaica para la mayoría de las piezas.
7 fragmentos con engobe naranja, por dentro y por fuera, incluyendo cuatro cuer-
pos, un apéndice, un asa plana, un mango plano, una pieza incisa.

3 piezas en pasta negra.


1 borde expandido sin pulir, de pasta roja.
7 fragmentos con engobe de color rojo pulido sobre arcilla naranja, incluyendo
dos bordes de cuencos abiertos, dos bordes gruesos con lo angular, dos bases y
un fragmento de cuerpo.
1 borde de arcilla amarilla, perteneciente a una vasija grande.
3 fragmentos de pasta marrón, uno de ellos con una protuberancia con surcos, uno
inciso, y uno con punteado.

1 sección de pasta gris con dos crestas levantadas.


4 tiestos con líneas blancas sobre engobe rojo, incluyendo un borde y dos fragmen-
tos de cuerpos con diseños lineales y la base de un cuello con diseños de bandas.
2 tiestos negro sobre engobe rojo, uno con diseño lineal y otro con diseño en forma
de disco.
14 tiestos de arcilla blanco-crema, por dentro y por fuera, con siete bordes de
cuencos abiertos, dos bordes expandidos, y cinco piezas de cuerpos.
14 tiestos con pigmento blanco por fuera y naranja por dentro, con dos bordes de
cuencos abiertos, un borde expandido, y once piezas de cuerpos.
7 fragmentos de cuerpos, de color naranja por fuera y blanco por dentro.
3 tiestos con color naranja por fuera y rojo por dentro.
6 fragmentos con decoración exterior rojo sobre blanco, y decoración interior blan-
ca; con cuatro bordes pertenecientes a cuencos abiertos y dos fragmentos de cu-
erpos. Tres tienen líneas paralelas horizontales, en tanto que uno cuenta con una
línea y un triángulo, y otro muestra una banda, y otro más un diseño conformado
por líneas angulares.
3 tiestos con decoración en naranja sobre blanco por fuera, blanco por dentro, to-
das ellas de tipo lineal, de los cuales dos son bordes de cuenco abiertos, y uno de
ellos el fragmento de un cuerpo.
312
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

4 fragmentos con decoración en negro sobre naranja al exterior y naranja al inte-


rior, todas de tipo lineal, con un borde de cuenco abierto y tres piezas de cuerpos.
1 tiesto con decoración en negro sobre naranja al exterior y de color rojo al interior,
con líneas paralelas sobre el borde de un cuenco abierto.

3 tiestos con decoración en negro sobre naranja por fuera y de color blanco por
dentro, con un diseño en forma de diamante y dos líneas; son dos bordes de cuen-
cos abiertos y una pieza de cuerpo.

5 fragmentos con decoración en negro sobre blanco por fuera y rojizo naranja por
dentro; se trata de tres bordes y dos piezas de cuerpos; los diseños consisten en
dos línea paralelas horizontales y una vertical, y dos diseños semi-curvilíneos.
6 fragmentos con decoración en negro sobre blanco por fuera y de color blanco por
dentro; son cuatro bordes y dos cuerpos; los diseños está representados por cuatro
líneas paralelas horizontales, un cuadrado con punto, y una banda.

1 tiesto rojo, con decoración naranja sobre blanco por fuera y de color rojo por
dentro, con la representación de una banda. 13 tiestos con decoración en negro y
rojo sobre blanco por fuera, y de color blanco por dentro; se trata de cinco bordes,
una base, siete cuerpos; los diseños consisten en cuatro líneas paralelas horizon-
tales, dos líneas paralelas verticales, un disco, dos línea con un círculo, un gancho,
con tres diseños geométricos complejos. 1 tiesto negro, con decoración rojo sobre
blanco por fuera, así como naranja por dentro; es un borde con líneas paralelas
horizontales.

2 tiestos negros, con decoración rojo sobre naranja por fuera, y blanco por dentro;
se trata de un borde y una pieza de cuerpo con diseño lineal. 2 tiestos negros,
con decoración rojo sobre naranja por fuera y naranja por dentro; consisten en un
borde y una pieza de cuerpo con diseño lineal. 1 fragmento marrón rojizo, con
decoración de color blanco, negro y amarillo por fuera, además de decoración
blanca por dentro; es la pieza de un cuerpo con diseños horizontales y verticales
a rayas. 1 fragmento de cuchara con decoración rojo sobre naranja y con mango
redondo.

AYAPAMPA, SITIO 5H

Sobre la misma cresta montañosa, a unas 5 millas al este de Huaraz, se estudió


un conjunto de viviendas levantadas sobre la super cie del terreno, comúnmente
llamadas chullpas. Todas corresponden a un solo tipo de casa y sólo varían en
los detalles. Por ello, la descripción de una casa es su ciente para representar a
todo el grupo. Entonces, una de estas chullpas (Fig. 19) es rectangular, con 1.85
por 1.9 metros en el exterior, que se eleva hasta unos 1.35 metros de altura. Está
conformada por una sola habitación, sin subdivisiones, nichos, piedras salientes,
u otro tipo de modi cación interior. Se observó una puerta hacia el este, que mide
50 por 50 centímetros y está rematada con un solo bloque de piedra que funciona
como dintel. El techo está conformado por una gran piedra colocada hacia la parte
central, entre los muros norte y sur. Luego se colocaron piedras más cortas, de
las cuales uno de sus extremos se dispuso en la parte central de esta cubierta y
los otros sobre los muros este y oeste. El efecto de una especie de ligero hastial

313
Wendell Bennett

Fig. 19. Dibujo de planta y corte de la cas en Ayapampa.

producido de esta manera queda cubierto, sin embargo, con una acumulación de
tierra y piedras pequeñas que cubrían las vigas pétreas del techo, otorgando a
toda la estructura de la cubierta una forma de domo. Los muros de la chullpa
están compuestos de piedra sin cantear, tanto las grandes como las pequeñas que
fueron empleadas, pero con poco planeamiento. Como argamasa se utilizó una
mezcla de barro o arcilla.

314
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Otras viviendas varían en tamaño. Algunas se colocan sobre grandes rocas natu-
rales. Algunas otras tienen muros circundantes bajos alrededor de ellas, o plata-
formas bajas a lo largo de un muro exterior. Estas diferencias pueden ser breve-
mente tabuladas, como se muestra a continuación.
Vivienda 1. (Descrita arriba como el tipo representativo).

Vivienda 2. Una casa de una sola habitación y planta rectangular, de 1.7 por 2.25
metros, y de 1.80 metros de alto. La puerta se localiza hacia el sur y mide 55 por
75 centímetros. Hacia el lado oeste se encuentra una plataforma de 1.45 metros de
ancho y 50 centímetros de alto.

Vivienda 3. Una casa de 1.85 por 2.7 metros y de 1.3 metros de altura, con una
puerta pequeña al este.

Vivienda 4. Una casa de 1.9 por 1.8 metros y de 1.9 metros de altura. La puerta
se localiza hacia el este, y mide 80 por 60 centímetros. A cada lado de la casa se
levanta una plataforma de 1.1 metros de ancho.

Vivienda 5. Una casa de 3.4 por 2.1 metros por cada lado y 2.2 metros de altura.
El vano de ingreso se ubica hacia el sur y mide 50 por 75 centímetros. A unos 3
metros de distancia de la casa y en todo su alrededor, se levantan un muro peri-
métrico conformado por una sola hilera de piedras.

Vivienda 6. Una casa de 2.6 por 2.4 metros por lado y 2.2 metros de altura, con una
puerta de ingreso al sur, de 50 por 50 centímetros.

Vivienda 7. Una casa de 2.6 por 2.9 metros por lado, con una puerta ubicada al este
y una plataforma lateral.

Vivienda 8. Una casa caída de 2.2 por 2.5 metros por lado, con la puerta hacia el
este.

Vivienda 9. Una casa de 2.4 por 2.75 metros por lado y 2.3 metros de altura. La
puerta, de 55 por 60 centímetros, se encuentra ubicada al este. Hacia todos sus
lados se observa una plataforma de 50 centímetros de ancho y 25 centímetros de
altura.

Vivienda 10. Una casa caída de 4 por 3.5 metros en cada lado.

También se observaron otras casas en esta región, pero no fueron medidas. Seis de
estas viviendas no estaban muy destruidas, y otras diecinueve fueron examinadas
brevemente. También hemos apreciado diversas terrazas, plataformas y columnas
en la región de Ayapampa. Por ejemplo, se identi có una columna vertical de
piedra en el centro de una plataforma, también de piedra, de 4.1 por 2.2 metros.
Esta especie de columna medía 80 por 50 centímetros, y 1.8 metros de alto. A unos
1.4 metros de distancia, sobre una plataforma de 6.5 metros de largo, se hallan
otros dos monolitos verticales. Incluso existe otra tercera columna, de 60 por 60
centímetros y de 1.6 metros de alto, sobre una plataforma de 1.3 por 2.1 metros. Se
desconoce la función de estas columnas líticas.

315
Wendell Bennett

Una vivienda, registrada como N ° 11, se limpió parcialmente. Esta estructura


descansa sobre una roca natural grande y mide 1.65 por 1.27 metros por lado, y
1.3 metros de alto. El techo se había caído y los accesos estaban completamente
cubiertos. La excavación a lo largo del piso del edi cio permitió el descubrimiento
de dos esqueletos exionados y ocho vasijas pequeñas:
1 jarra de pasta naranja con cuello recto y con un rostro simple en relieve, además
de dos asas esféricas laterales planas. Tiene 7.5 centímetros de diámetro y 12 centí-
metros de alto.

1 cántaro de pasta negra con cuello constreñido y asa ancha plana que sale del
borde hacia el cuerpo. Tiene 7 centímetros de diámetro en el cuerpo, 4 centímetros
de diámetro en el borde y 9.5 centímetros de altura.
1 plato poco profundo de pasta roja, de 8 centímetros de diámetro y 3 de profun-
didad.

1 cuenco abierto de pasta roja, de 6 centímetros de diámetro y 2 de profundidad.


2 platos trípode poco profundos, de pasta roja y de 9 centímetros de diámetro y
4 de alto.

1 colador mediano de pasta naranja, de 8 centímetros de diámetro y 3 de profun-


didad.
1 olla de juguete naranja con dos asas circulares.

Aunque los datos sobre este entierro no son los su cientemente adecuados para
sacar conclusiones sólidas ciertamente los materiales se asemejan a aquéllos que
han sido descritos para el período Medio Tiahuanacoide en Wilkawain, tal como
están representados por la colección de tumbas subterráneas profundas. A pesar
de la existencia de este enterramiento, no parece probable que las casas fueran
construidas para ese n. Todas las demás edi caciones de ese tipo que han sido
examinadas no han revelado resto funerario alguno, ni tampoco signo cualquiera
de haber sido deliberadamente selladas.

LA REGION DE CARHUAZ

Nuestro trabajo en la región de Carhuaz se limitó al examen de las ruinas de Copa


Chica y la hacienda vecina de Copa Grande. Gran parte de la excavación se efectuó
en estas dos haciendas, las mismas que, aunque no cuentan con nada publicado,
están bien representadas por colección privada del Sr. Tomás La Rosa Sánchez y
la colección existente en la Universidad de San Marcos, montada por el Dr. Tello.
La colección de La Rosa Sánchez contiene numerosas piezas de estilo Recuay, así
como piezas Tiahuanacoides del tipo Santa, y unas cuantas de los tipos decaden-
tes del Chimú Temprano. Se dice que todas las piezas provienen de las ruinas
de la hacienda de Copa Chica. Las piezas de estilo Recuay fueron clasi cadas y
posteriormente discutidas en una sección posterior. Las siguientes descripciones
se re eren esencialmente a estructuras de viviendas en Copa Chica y se incluyen
algunas notas sobre Copa Grande. Las excavaciones, que duraron sólo algunos
días, no arrojaron más información sobre las ruinas.

316
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Lám. 4c. Tipos de construcciones en el Callejón de Huaylas.

RUINAS DE COPA CHICA

Las ruinas ocupan una colina larga, que se levanta por encima y al noreste de la
casa hacienda. Los picos nevados de Yan-Raju y Huascarán de nen el fondo del
paisaje, mientras los fértiles campos de la hacienda se extienden más abajo. La
cresta alargada de la colina se orienta de norte a sur y está cubierta con ruinas
de casas, muros, terrazas y tumbas. En las casas se pueden notar dos tipos de
construcción de nidas, y dentro de ellos las estructuras son marcadamente uni-
formes. En general, las construcciones del Tipo B están concentradas en el extremo
más alto y septentrional de la cresta, mientras que los edi cios del Tipo A están
distribuidos cuesta abajo y a lo largo de la ladera oriental (Lám. 4c).

VIVIENDA TIPO A
Se contaron en total treinta y cinco unidades de vivienda de este tipo. Dieciséis
de estas miden en planta 4 por 4.5 metros como promedio, con rangos que van
entre 2.6 y 5.9 metros de ancho, y entre 3.3 y 6 metros de largo. No se observó nin-
guna estructura con una sola habitación; dos tenían cuatro habitaciones y el resto
tenía dos habitaciones cada una. Algunas de estas unidades de vivienda están en
realidad combinadas para formar una sola casa alargada con dos habitaciones
independientes, sin conexión interna. El total de las 35 unidades de vivienda in-
cluye tales combinaciones como dos unidades distintas. Otras casas pueden for-
mar grupos dentro de unos pocos metros de distancia uno del otro, pero es más
típico observar, si cabe la expresión, la presencia de casas bien aisladas entre sí.
A pesar de algunas diferencias en las dimensiones de las viviendas y el número
de habitaciones interiores que tienen, todas estas edi caciones están construidas

317
Wendell Bennett

más o menos en la misma usanza. De este modo, la siguiente descripción de una


unidad de vivienda puede aplicarse para todos los edi cios del Tipo A.

La casa típica del Tipo A mide 3.6 por 5.1 metros (Fig. 20). Hacia la parte central
del lado sur del edi cio se halla un vano de ingreso, de 50 por 50 centímetros,
coronado por un dintel de piedra, aunque en general la orientación de la casa
o de la puerta no es consistente. Al interior de la casa el espacio está divido en
dos habitaciones por un muro a modo de tabique longitudinal central. Un vano
de acceso, similar al vano exterior, conecta las dos habitaciones en el centro. Los
cuartos resultantes miden aproximadamente 1.2 metros de ancho, 4.1 metros de
largo y 1.3 metros de altura. Estos ambientes están cubiertos por cuatro o cinco
losas planas cada uno, los extremos de las cuales se apoyan sobre la pared central
y están insertadas en las paredes exteriores. Encima de esta cubierta se aprecia
una acumulación de hasta 2 metros de tierra y piedras, concentradas en ese lugar
por la construcción de las paredes exteriores. No hay evidencia de un segundo
piso, y la acumulación del material sobre el techo fue evidente intencional, como
un recurso de protección contra las fuertes lluvias. Visto desde un extremo, el
techo tiene una forma ligeramente puntiaguda. Las paredes exteriores presentan
entre 40 y 50 centímetros de espesor. La cara interna exhibe losas grandes con
rellenos de piedras pequeñas y barro en los intersticios que existen entre aquel-
las. En esta cara se observan con frecuencia pequeños nichos y piedras salientes.
El exterior de las paredes puede mostrar la misma técnica de losa, pero es más
común observar las alternadas de piedras grandes y pequeñas. Ninguna de las
piedras está tallada, aunque sí se aprecian esfuerzos para su selección y corte. El
hecho de que muchas de estas casas están hoy intactas da cuenta de su excelente
construcción. Estos edi cios fueron probablemente habitáculos en lugar de sitios
de enterramiento, aunque se encontraron algunos huesos. Las medidas de otras
casas de este tipo pueden ser tabuladas brevemente:

Vivienda 1-2. Dos unidades de habitación contiguas, una de ellas de 4.1 por 5.5
metros, y la otra de 2.7 por 4.5 metros, ambos con las puertas hacia el este.

Vivienda 3. Casa de dos habitaciones, de 3.6 por 4.7 metros, con la puerta en la
parte este. Un muro ovalado rodea la casa.

Vivienda 4. Casa de cuatro habitaciones, de 4.5 por 4.6 metros, con la puerta al
este.

Vivienda 5. Casa de dos habitaciones, de 5.8 por 6.3 metros, con la puerta al norte.

Vivienda 6. Descrita antes como el edi cio tipo.

Vivienda 7. Casa de dos habitaciones, de 3.3 por 3.3 metros, con una puerta hacia
el sur.

Vivienda 8-9. Dos unidades de dos habitaciones contiguas, una de ellas de 5.9 por
6 metros, con una puerta en el norte y en el sur, y la otra de 5 por 5.1 metros, tam-
bién con dos puertas. Una banqueta alrededor del edi cio mide 40 centímetros de
ancho, en tanto que una cornisa se proyecta en torno a todo el techo.

318
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Fig. 20. Dibujo de planta y corte de la cas en Copa Chica, Carhuaz.

319
Wendell Bennett

Vivienda 10. Una casa de dos habitaciones, de 4.3 por 4.4 metros, con la puerta
al norte. El muro que remata en un extremo puntiagudo se levanta hasta unos 4
metros de altura. Se aprecia también un muro perimétrico a 3 metros de distancia
de la vivienda.

Vivienda 11-12. Dos unidades contiguas de dos habitaciones, cada una de 3.7 por
4.3 metros.

Vivienda 13-14. Dos unidades contiguas de dos habitaciones, cada una de 3.2 por
3.3 metros.

Vivienda 15. Casa de dos habitaciones, de 4 por 4.5 metros, con la puerta hacia el
sur.

Vivienda 16. Casa de dos habitaciones, de 2.6 por 4 metros, con la puerta hacia el
sur.

Vivienda 17. Casa de cuatro habitaciones, de 4.3 por 4.4 metros, con puerta en la
parte este y un espacio adicional al oeste, de 1.5 por 1.5 metros.
Vivienda 18. Casa de dos habitaciones, de 3 por 4 metros, con la puerta hacia el
sur.
Viviendas 19-35, fueron vistas, pero no se tomaron medidas.

VIVIENDA TIPO B

El promontorio del extremo norte de la cresta montañosa está cubierto por casas
de un tipo abierto. En lugar de extenderse en forma dispersa como ocurre con las
viviendas del Tipo A, estas casas están muy juntas, utilizando en muchos casos los
mismos muros. El plano de la aldea se de ne en gran medida de acuerdo a cómo
lo permite el contorno del promontorio. Las habitaciones de estas casas son de
gran tamaño, de las cuales una de ellas medía 4.25 por 5.6 metros. Las puertas son
amplias; una de ellas mide 1.4 metros de ancho y 1.55 metros de altura, y se corona
con un dintel. Las paredes son de más de un metro de espesor y contienen nichos,
pero sin ventanas. Ninguna de las habitaciones cuenta con restos de techo, lo que
implica que éstos fueron hechos con materiales perecederos. Se observaron mu-
chas casas y terrazas, en tanto que el promontorio donde se hallan está rodeado
por un muro que aún se mantiene en pie por partes, y que mide más de 1 metro
de espesor y entre 2 y 3 metros de altura. En este muro se aprecian todavía dos
portadas de piedra permanecen en esta pared (Lám. 4b), una de las cuales tiene
1.35 metros de ancho y 1.95 de alto; mientras que la otra cuenta con 1.75 metros de
ancho y 1.65 metros de altura. Ambas portadas están cubiertas por losas de pie-
dra. Las paredes de las casas están construidas con piedras de aproximadamente
el mismo tamaño, dispuestas en las irregulares, en tanto que las losas se utilizan
sólo para los revestimientos de las puertas.

A pesar de la diferencia entre los dos tipos de viviendas, no hay buena evidencia
que indique su antigüedad relativa. Es cierto que el estilo general y la disposición
de las casas Tipo B sugiere su factura Inca, pero no se encontró cerámica que pu-
eda con rmar esto.
320
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Lám. 4b. Tipos de construcciones en el Callejón de Huaylas.

Se han excavado tumbas en muchas partes de la cresta montañosa, y se supone


que una gran porción de la colección La Rosa Sánchez ha sido encontrada aquí.
Nuestras excavaciones permitieron identi car cinco cistas de piedra, pero todas
ellas sin contenido (Lám. 4a). Una de estas cistas mide 30 por 50 centímetros en
cada lado, y 30 centímetros de profundidad, y su cubierta de losa se halla a 80
centímetros debajo de la super cie del terreno. De lo contrario, incluso no se hal-
laron tiestos.

RUINAS DE COPA GRANDE

Aunque alrededor de unos diez sitios fueron reportados para la zona de Copa
Grande por parte de los propietarios, Eliseo y Tomás Dextre, sólo unos pocos
fueron visitados por nosotros. Uno de ellos, llamado Jatun Allankay, se encuentra
a lo largo de la cima de una cresta larga y estrecha. Se observaron terrazas y plata-
formas abiertas, así como conjuntos de habitaciones sin techos. Éstas se disponen
a lo largo de calles o vías de comunicación, y cuentan con amplias puertas, nichos
en las paredes, y una construcción de piedras toscas que no se presentan alineadas
o en las. En total el estilo es similar al Tipo B de Copa Chica.

LA REGIÓN DE KATAK-RECUAY

Katak, la hacienda del señor Ludovico Cáceres, se encuentra a pocos kilómetros


al sur de Ticapampa y Recuay, en el valle alto del Santa. Hacia el sur se extiende
la gran Pampa de Lampas, en cuyas llanuras el río Santa tiene su origen. En esta

321
Wendell Bennett

Lám. 4a. Tipos de construcciones en el Callejón de Huaylas.

zona pantanosa se han reportado caminos incas. Nuestro trabajo aquí consistió
en el examen de una docena de sitios en la región de Katak y Recuay, y algunas
excavaciones menores. Aunque esta región es famosa por ser el centro del es-
tilo Recuay, nuestro trabajo contribuyó poco a aclarar los problemas relacionados
con ese período. Se examinaron numerosas construcciones subterráneas, posible-
mente viviendas, y se excavó una de ellas, que proporcionó a su vez una pequeña
colección.

La mayoría de las construcciones en esta zona son subterráneas. Tello ha realizado


un trabajo considerable en la región y ha publicado una breve nota 20 . En ella este
autor dice que contó 148 cámaras subterráneas sólo en la región Katak, y señala
que Don Agustín Icaza formó la colección de estilo Recuay que ahora forma parte
de la colección Macedo del Museum für Völkerkunde en Berlín. Sin embargo,
Tello se mostró perplejo, como nosotros mismos ahora, con respecto a la función
de estas cámaras y la asociación real de los materiales. Citamos:

El propósito de estos edi cios aún no ha sido comprobado satisfactoriamente. Los


nativos a rman que de ellas se han extraído cuerpos humanos y cerámica. No ob-
stante, no he encontrado ninguno de estos elementos arqueológicos ni en Katak,
ni en las cámaras subterráneas de Gecosh, Castillopampa o Wari-raxa 21 .

En lo que va de este informe se han mencionado varios tipos de viviendas.


(Wilkawain: viviendas construidas sobre la super cie del terreno, de uno y dos
pisos; templos de tres pisos; viviendas subterráneas de una sola habitación debajo
de grandes rocas naturales; galerías subterráneas. Ayapampa: viviendas sobre la
super cie del terreno, de una sola habitación, con techos de cubiertas de piedra

322
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

dispuestas ligeramente como hastiales. Las viviendas de Copa Chica levantadas


sobre la super cie del terreno, que constan de dos a cuatro habitaciones con techos
de tierra amontonada encima de losas planas [A]; casas sin techo, distribuidas en
un modelo de aldea [B]). Prácticamente ninguno de estos tipos de casas aparece
en la región Katak-Recuay; lo mismo se puede decir de varios tipos que se encuen-
tran en esta última. Debido a que nuestra exploración no incluyó a cada una de
las unidades de la región, y en vista de que las excavaciones fueron limitadas, la
presentación que aquí se ofrece describe algunos de los tipos de casas y el material
excavado, y además discute en forma breve los distintos sitios examinados.

ALGUNOS TIPOS DE CONSTRUCCIÓN EN LA REGIÓN KATAK-RECUAY

Tipo A: Cámara subterránea central con varias cámaras laterales conectadas. Este
tipo de construcción subterránea es una de las más comunes en la región de Katak.
El concepto es siempre el mismo, aunque las cámaras laterales varían en número,
de dos a seis, con un promedio de entre tres y cuatro. La unidad 1K-A (Fig. 21)
tiene un cuarto central, de 2.78 por 2.2 metros, orientado de norte a sur, y de 1.5
metros de altura desde el piso de arcilla hasta el nivel de la cubierta hecha con
losas de piedras. El techo de este cuarto está cubierto por dos lajas alargadas para-
lelas más otras losas transversales. La entrada al cuarto principal está formada por
un vano de acceso que está de nido por un ducto y un dintel, hacia su esquina
sureste. En la esquina noreste una puerta conduce a una cámara conectada de 2.5
por 1.23 metros por lado. Al norte se encuentra una cámara conectada a la ante-
rior, de 1.15 por 3.77 metros. Una cámara ligeramente más pequeña se encuentra
al oeste, y en su extremo sur se observa una pequeña cámara conectada. La cuarta
cámara conectada, de 1.04 por 2.28, está localizada al sur. Las paredes interiores
están hechas de lajas montantes y piedras pequeñas delgadas colocadas horizon-
talmente (Lám. 5). Todos los espacios entre las losas están cuidadosamente rel-
lenados con piedras pequeñas y barro. Se notan también rastros de pintura roja.
En realidad un montículo bajo está formado por tierra amontonada por encima de
esta casa, de manera que las losas de techo están en realidad a 1.63 metros de pro-
fundidad, aunque sólo a 1 metro por debajo de la super cie del suelo en general.
Otros sitios no muestran ningún rastro de montículos.

Cerca de la anterior cámara se halla otra unidad similar del mismo tipo, aunque
más sencilla (1K-B). Además del cuarto central, aquí se tienen dos o tres cámaras
conectadas, dependiendo de si el cuarto hoy abierto que se ubica al este, de 1.08
por 2.38 metros, es considerado una cámara o un acceso. Un nuevo rasgo aquí
observado está constituido por un nicho en la pared, de 25 por 23 centímetros en
cada lado y de 20 centímetros de profundidad. Lo más interesante de esta unidad
es la puerta que conduce del cuarto principal a la cámara oeste. Está anqueada
por dos lajas rectangulares verticales, cubiertas con un dintel rectangular. Am-
bas lajas laterales y el dintel están cubiertas con una pintura blanca sobre la que
todavía es visible un diseño en color rojo. El dintel principal tiene una gura de
dos cabezas con un solo cuerpo simple, anqueada a cada lado por un animal. El
panel lateral en el norte tiene una gura humana con el aspecto de una vara. La
gura del dintel principal es similar a algunas observadas en las losas talladas que
se encuentran en el museo de Huaraz.

323
Wendell Bennett

Fig. 21. Dibujo de planta de la casa de Katak, Recuay.

La Unidad 2K-E cuenta con un cuarto central, de 1.7 por 5.1 metros en cada lado,
con una entrada por el este y seis cámaras conectadas en forma de gancho, tres
cámaras hacia el oeste, y una hacia cada uno de los puntos cardinales restantes,
en los lados norte, sur y este. La altura del cuarto principal es 1.3 metros; Sobre el
techo se halla un montículo bajo que sostiene un muro super cial, que se dispone
en forma cuadrangular, con 3 metros en cada lado. Cabe indicarse que encima
de muchas viviendas subterráneas de este tipo se encuentran restos de otras con-
strucciones super ciales.

Unidad 4K-E cuenta con un cuarto central y cuatro cámaras conectadas. La nueva
característica se encuentra en la cámara este, de planta cuadrangular de 1.4 met-
ros por lado, que está a un nivel más alto que la habitación principal y a la cual se
accede por un nicho a modo de ventana. Las unidades 4K-B, C-4K y 4K- D (Fig.
23) ilustran en su conjunto de forma clara el tipo de entrada sugerido por 1K-B.

324
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Lám. 5. Casas subterráneas en Katak.

325
Wendell Bennett

A través de una puerta lateral se ingresa a un pasillo de buen tamaño (de 1.1 por
2.12 metros de 4K-D), con cubierta formada por losas, pero a un nivel más alto
que la habitación principal y el de sus cámaras conectadas. A este cuarto principal
se accede desde el compartimiento a modo de vestíbulo, a través de una ventana-
puerta.

Lo que se ha descrito ilustra las principales características de la construcción de


tipo A. La excavación de la Unidad de 2K-A y la colección de material se descri-
birán más adelante. Las características principales de este tipo de arquitectura se
pueden resumir brevemente:
1. Cuarto subterráneo central más dos a seis cámaras conectadas.
2. Ducto y puerta directos, o entrada a través de un vestíbulo.
3. Techo de lajas o losas de piedra.
4. Paredes de lajas con sus intersticios rellenos con piedras menudas dispuestas
horizontalmente, unidas por argamasa de arcilla.
5. Pintura roja y blanca sobre algunas paredes.
6. Piso de arcilla.
7. Vanos de acceso al cuarto principal y a las cámaras laterales, anqueadas por
lajas y cubiertas por dinteles.
8. Nichos en las paredes.
9. Algún montículo en la cubierta, más rastros de construcciones super ciales so-
bre ella.

Tipo A, especial: Una variante arquitectónica especial de tipo A tiene un segundo


piso en un extremo (Fig. 22). En la planta baja hay una habitación subterránea de
6.6 metros de largo, 2.8 metros de ancho en el extremo sur, con una disminución
en sus dimensiones hasta llegar a los 1.8 metros de ancho en el extremo norte. La
entrada está en el lado este, y en la esquina noroeste se encuentra un nicho o cáma-
ra de 1.6 metros de ancho y 90 centímetros de profundidad. El techo está formado
por siete grandes bloques de losa, de las cuales las cuatro que se ubican hacia el
norte forman el piso de la habitación que se encuentra encima. A la habitación
superior de nuevo se accede desde el este, presumiblemente desde un pasillo que
permitía el ingreso a ambos pisos. La habitación principal de la planta superior es
de aproximadamente 2.5 por 1.8 metros, con sólo 1 metro de alto. Una habitación
a modo de nicho se conecta a este cuarto principal por el norte, mientras otras dos
lo hacen por el oeste. En realidad el segundo piso forma una especie de habitación
con balcón por encima de la primera planta, ya que la altura del primer piso es de
1.6 metros en el extremo sur y a sólo 1.3 metros por debajo del segundo piso. Por
encima de esta unidad subterránea hay un montículo super cial, de modo que las
losas de la cubierta del primer piso quedan a 1.6 metros por debajo de la super -
cie. Alrededor del montículo se aprecia un muro perimétrico que sigue una planta
rectangular, de 9.3 por 19.8 metros.

Esta unidad está registrada como una variante distinta, debido a su tratamiento
único que destaca entre los casos examinados por nosotros. En realidad esta con-
strucción muestra numerosas variaciones con respecto al tipo A que es más bien
bastante regular.

Tipo B: Galería subterránea simple. El sitio 6K-B es una simple galería de una sola
habitación, la misma que tiene 1.66 metros de ancho y 3.29 metro de largo, y se
326
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Fig. 22. Dibujo de planta de la casa de Katak, Recuay.

halla orientada de norte a sur. La entrada, en el extremo norte de la construcción,


está conformada por un ducto de 1 por 1.15 metros, con una puerta-ventana que
se proyecta hacia el interior de la galería. En esta galería se observó un solo nicho
de pared. Este tipo de construcción de galería es el más simple de la región y re-
cuerda de manera cercana a las galerías subterráneas encontradas en la región de
Wilkawain. El sitio 6K-E fue la única otra galería de este tipo que se ha visto.

Tipo C: Galería subterránea de dos pisos. Existen galerías muy parecidas al Tipo
B, las mismas que, además de la habitación principal, cuentan con un piso similar
debajo de ella. El sitio 6K-F tiene un vestíbulo cubierto, de 1.44 metros de largo y
68 centímetros de ancho, al que se ingresa por una puerta en el extremo este, que
mide 44 por 58 centímetros. El vestíbulo tiene dos puertas-ventana, una encima
de la otra, en el lado norte. A través de la puerta-ventana superior, que mide 65
por 79 centímetros, se ingresa a la galería superior, de 1.65 metros de ancho, 3.01

327
Wendell Bennett

metros de largo y 1.56 metros de alto. En las paredes de esta galería se ubican tres
pequeños nichos y una cámara tipo nicho. A través de la puerta-ventana inferior
del pasillo se entra en la galería inferior, exactamente del mismo tamaño que la su-
perior, pero de sólo 1 metro de alto. El sitio 4K-F (Fig. 24) está constituido por una
galería similar de dos pisos, pero con el vestíbulo destruido. Una ventana-puerta
permite el ingreso a la galería superior, de 1.25 metros de ancho y 2.2 metros de
largo. No se encontró una entrada similar hacia el piso inferior, pero en este caso
el acceso se hizo posible debido a que una piedra que formaba el piso de la galería
superior había sido removida. La planta inferior es aproximadamente del mismo
tamaño, pero está dividida longitudinalmente en dos compartimentos por losas
delgadas. En la super cie del terreno eran visibles huellas de los cimientos de
un edi cio. También fueron identi cadas otras dos unidades de este mismo tipo
general de construcción.

Tipo D: vivienda super cial de dos plantas. En el Sitio 6K-D se observó una casa
super cial de piedra de al menos dos pisos (Lám. 4d) y en distintas formas se
parecía a los rasgos vistos en los sitios habitacionales levantados sobre el terreno,
en la región de Wilkawain. El plano es un cuadrado de 7.5 metros. Se identi có un
vano de ingreso en el este, pero no fue posible ingresar al interior de la construc-
ción. El segundo piso está retirado en todos sus lados en relación al primero, de-
jando una terraza de 1 a 1.4 metros de ancho. Las medidas externas de la segunda
planta son 4.7 metros de ancho por 5.5 metros de largo, y contenía dos habitacio-
nes de alrededor de 1.4 metros de alto en el interior. Toda la unidad contaba con
unos 3.5 metros de altura.

Fig. 23. Dibujo de planta de casa en Katak, Recuay.

328
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Lám. 4. Tipos de construcciones en el Callejón de Huaylas.

Tipo E: Chullpas. En el sitio 5K se observó una la de doce chullpas, todas destru-


idas. Estas son pequeñas estructuras de piedra edi cadas sobre el nivel del suelo,
con dos o más habitaciones pequeñas. Todas están hechas de piedra sin cantear.
Ciertamente no estaban destinados a servir como viviendas. Tello dice que ha
excavado dos de estas construcciones.

CONSTRUCCIONES MISCELÁNEAS

Se reportaron tres tipos de tumbas, pero nuestras propias excavaciones no des-


cubrieron ninguno. La Tumba Tipo A es redonda, con revestimiento de piedras
alineadas, y con cubierta de losa. Dos tumbas vistas en el Sitio 1K medían 85 y 53
centímetros de diámetro, respectivamente. La Tumba Tipo B consiste en una cista
preparada debajo de una roca super cial, similar a las observadas en la región
de Wilkawain. Algunos se hallas hasta a 2 metros por debajo de la roca, con el
espacio intermedio vacío en la actualidad, aunque sin pared de piedra, pero esto
puede ser el resultado de excavaciones recientes. La Tumba Tipo C consiste en
una cista rectangular, de 1.84 metros por 84 centímetros, revestida con piedra y
cubierta, con una abertura cuadrada especial de 48 centímetros en su parte supe-
rior. Aquellas cistas observadas se encontraban a una profundidad de hasta un
metro por debajo de la roca super cial, con el espacio vacío entre la tumba y el esa
roca, aunque sin evidencias de muros.

329
Wendell Bennett

Fig. 24. Dibujo de planta y corte de la casa de Katak, Recuay, Sitio 4K-D.

SITIOS EN LA REGIÓN DE KATAK-RECUAY

Sitio 1K, Yunapampa. Un sitio al sur de la casa hacienda de Katak, en el borde


de una quebrada. Aquí se examinaron dos unidades de vivienda Tipo A y dos
tumbas de Tipo A.

Sitio 2K, Ichik-Kayanan. Al este de la casa hacienda de Katak, a una media hora
de camino, se hallan unos dieciséis montículos que constituyen sitios de viviendas
subterráneas, además de cuatro círculos de piedra de alrededor de 1 metro de
diámetro, algunos de los cuales presentaban doble hilera de piedras en las pare-
des. Se excavó una vivienda y otras dos fueron medidas. Dos de estas estructuras
corresponden al Tipo A y otra pertenece al tipo de variante especial con dos pisos.
Sitio 3K, Ichik-pata. Está conformado por una serie de tres ruinas sobre una cresta
montañosa al norte de la casa hacienda de Katak. Las tumbas del Tipo B y del Tipo
C son numerosas aquí, así como galerías y las casas del Tipo A.

4K Sitio, Raku-ama. Al sur de la casa hacienda de Katak, al otro lado de una que-
brada, se encuentra un gran sitio del cual se dice que proceden las piezas de la
colección Macedo. Aquí se identi caron tumbas del Tipo A y del Tipo B, así como
numerosos sitios habitacionales. De aquellas viviendas que fueron medidas, cinco
eran del Tipo A y dos del Tipo C. También se observaron dos chullpas del Tipo E.

Sitio 5K, Parillón. Un sitio a lo largo de la orilla norte de la quebrada y al este del

Sitio 1K, donde hay una docena de chullpas del Tipo E.

330
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

Sitio 6K, Gekosh. Una sección en la parte superior de una cresta montañosa el-
evada, al este del pueblo de Ticapampa. Aquí se encuentran cuarenta y ocho o
más unidades arquitectónicas. De las seis medidas, una es del Tipo A, dos eran del
Tipo B, dos del Tipo C, y una última del Tipo D.

Sitio 7K, Yana-yako. Un sitio al este del yacimiento 3K contenía una serie de
galerías del Tipo B.

Sitio 8K, Garbanzo-oko. Un sitio cerca de 7K, con galerías del Tipo B.

Sitio, 9K Yaullish. Otro sitio cercano con galerías del Tipo B y tumbas del Tipo B.
Sitio 1OK, Inca-tana. Un sitio cercano y similar al yacimiento 9K.

Sitio 11K. Castillo de Katak. En las planicies debajo de la casa hacienda de Katak
se halla una colina irregular con restos de muros. Algunos a rman que es esta co-
lina es arti cial, pero hoy en día se puede ver muy poco rastro de construcciones.
Sitio 12K Puruway, Un sitio cerca de 2K, con algunas ruinas de casas.

EXCAVACIONES EN EL SITIO 2K-A

Hemos excavado en uno los montículos habitacionales bajos y tuvimos la suerte


de descubrir el camino de entrada. Éste consistió en un vestíbulo caído, de planta
cuadrangular y de algo más de 1.36 metros por lado, que conducía a la habitación
principal de la casa a través de un puerta-ventana, la misma que medía 60 centí-
metros de ancho, 65 de espesor y 56 de alto. El piso de la casa se encontraba en un
nivel inferior en relación al piso del vestíbulo. La habitación principal de la casa
tenía 2.42 por 1.28 metros, estaba orientada de norte a sur, y presentaba 1.42 met-
ros de altura. Cinco cámaras conectadas a esta habitación principal se encuentran
distribuidas de la siguiente manera: uno hacia el sureste, tres a lo largo del lado
oeste, y una en el lado norte. El piso era de arcilla compacta, y las paredes estaban
edi cadas con la técnica que emplea las grandes losas de piedra y las selectas pie-
dras pequeñas medianas, tan típica de todas las estructuras de casas del Tipo A.
En los muros se empleó argamasa de barro, pero no hay rastros de pintura en el-
los. El techo estaba compuesto por tres grandes losas o lajas, además de pequeñas
piedras entrecruzadas. En realidad, las losas de la cubierta estaban a 1.62 metros
por debajo de la parte superior del montículo. En la super cie del terreno, por
encima de la casa, había cimientos de un muro a modo de cerco, que de nía una
planta de 2 por 3 metros, aunque no precisamente encima de la parte donde se
halla la habitación principal de la casa subterránea. Un muro perimétrico, de 8
por 10 metros, rodea el montículo. La excavación a lo largo del piso proporcionó
unos 336 tiestos.

Materiales de la Casa del Sitio 2K-A


Cerámica llana
Pasta naranja gruesa, 78 fragmentos. Incluye ocho bordes expandidos de ollas, un
borde recto de una olla, y cuatro bordes pertenecientes a vasijas grandes de cuello
constreñido, cinco asas laterales planas esféricas y dos apéndices de cuellos.
Pasta naranja delgada, 96 fragmentos.
83 fragmentos de olla, incluyendo piezas de catorce bordes expandidos.

331
Wendell Bennett

13 tubos de color naranja, incluyendo dos con los extremos cerrados, además de
otros parecidos a las trompetas de arcilla de Wilkawain.

Pasta marrón, 6 fragmentos. Todos proceden de cuencos con base a modo de cola-
dor y de borde angular de labio plano.
Piezas de olla tosca rojiza, 41 fragmentos.

Monocromo Pulido
Pasta negra, 23 piezas.
8 fragmentos de tazas profundas, que representan piezas llanas y con bandas el-
evadas.
2 piezas pertenecientes a un cuenco de cuerpo ligeramente angular con borde
plano.
12 piezas de vasijas globulares.
1 pieza de un cuenco de cuerpo angular con doble pico y el diseño de un rostro
en relieve.
Pasta roja, 33 fragmentos.
29 piezas de vasijas globulares, incluyendo un asa lateral plana de forma esférica,
y un borde expandido.
2 bordes de tazas profundas.
2 bordes rectos de tazas.

Cerámica Pintada
Rojo sobre gris, 14 fragmentos, incluyendo dos pedazos de ollas de juguete, un
fragmento de base anular, y una pieza de borde recto. Diez piezas proceden de
un gran plato poco profundo con bandas anchas que forman un diseño simple
enlazado.

Rojo sobre naranja, 9 fragmentos, incluyendo dos piezas de un plato trípode poco
profundo, cuatro bordes de platos poco profundos, dos cuencos sencillos con
bordes expandidos y mangos horizontales planos, y un fragmento de cuerpo. En
todos los casos los diseños están compuestos de líneas simples.

Rojo sobre ante, 8 fragmentos, todos de cuencos abiertos. Uno tiene un diseño de
trazo no consistente en una línea, un círculo y un rostro simple, mientras que
otros dos tienen diseños en relieve con la representación de una cabeza modelada.

Blanco y rojo, 7 piezas, probablemente todos pertenecientes a una sola vasija con
diseño en relieve, que incluye un apéndice en forma de un pie modelado, una
peineta para cabeza y las partes de un brazo en relieve. A partir de los fragmentos
pequeños recuperados se puede decir que esta vasija podría representar tanto al
estilo Recuay o al estilo Chimú Temprano.

Negro, blanco sobre rojo, 1 fragmento, que representa la base de un jarrón, con un
diseño lineal simple.

332
Excavaciones en el Callejón de Huaylas

OBSERVACIONES SOBRE LA REGIÓN KATAK-RECUAY

La colección del sitio 2K-A es, obviamente, demasiado limitada para realizar com-
paraciones detalladas y está sobrecargada de cerámica llana. Desde su aspecto gen-
eral, esta colección parece otra muestra del material Tiahuanacoide de Wilkawain,
aunque carece de muchas de las características típicas de dicha cerámica. Por otro
lado, las vasijas de juguete, los tamices o coladores, los platos trípode, los grandes
platos poco profundos, las tazas profundas de cerámica negra, la cerámica roja,
y los tipos generales de alfarería pintada, son todos típicos. La cuestión de si este
material fue dejado por los constructores de la vivienda subterránea o si represen-
ta una intrusión más tardía, no se puede responder sobre la base de la evidencia
disponible.

Nuestro trabajo limitado en la zona presenta cierta información pero poca base
para la interpretación de los tipos de vivienda, o para la solución de los problemas
Recuay. La ausencia de estatuas de piedra en la región es notable, toda vez que un
estilo de ese tipo de expresión cultural se encuentra en abundancia en Aija y otro,
nuevamente, en la región de Huaraz. Por otra parte, ninguna de tales estatuas fue
vista por nosotros, y ninguna de ellas ha sido reportada en el área Katak-Recuay.

NOTAS
1 Kroeber, 1930, 76.
2 Borchers, 1935.
3 Tello, 1929, 1939.
4 Raimondi, 1873.
5 Borchers, 1935.
6 Middendorf, 1893, vol.3.
7 Tello, 1930, 273.
8 Raimondi, 1873, 40-41.
9 Roosevelt, 1935, 33, 36; Figs. 17, 18.
10 Raimondi, 1873, 40-41.
11 Tello, 1929, 44; 1930, 272.
12 Strong, 1925, ver Lám. 47.
13 Gayton y Kroeber, 1927.
14 Ver Gayton, 1927, Lám. 92c, d; Lám. 96j.
15 Ver Muelle y Blas, 1938, Lám. 72.
16 Kroeber, 1925b, Lám. 71d.
17 Kroeber, 1926, Lám. 87c, d, e.
18 Para mayores referencias sobre la clasi cación de la cerámica Recuay, ver pp. 101-102 y
Fig. 32.
19 Kroeber, 1926, 291.
20 Tello, 1930, 270-271.
21 Tello, 1930, 271.

Traducción Jhon Cruz Quiñones y Manuel Perales Munguía

333
Wendell Bennett

334
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

LA ARQUEOLOGÍA Y EL ARTE DE PASHASH:


PERÍODOS Y TIPOS CERÁMICOS

Terence Grieder

Introducción

La cerámica de Pashash ofrece una oportunidad para dos tipos de estudios que
se complementan. Las colecciones de fragmentos cerámicos recuperados en las
excavaciones estratigrá cas, proveen evidencias para establecer una secuencia de
desarrollo y además las ofrendas funerarias, amplían nuestro conocimiento de las
fases de la secuencia. Este capítulo estudiará la alfarería del primero de estos dos
puntos de vista haciendo énfasis en las colecciones de fragmentos como evidencia
del desarrollo histórico de tipos cerámicos y su decoración.

A la fecha, las de niciones de períodos de la historia de Pashash se basan en-


teramente en la cerámica. Finalmente se desarrollarán criterios más comprensi-
vos incorporando especialmente arquitectura y escultura lítica, pero, la cerámica
probablemente seguirá siendo el indicador básico y más sensible de cambios so-
ciales y relaciones externas.

Los rasgos de la alfarería más útiles para de nir los períodos son las vasijas mis-
mas (la arcilla y su cocción), la forma de ellas y las técnicas decorativas. Otros as-
pectos de la alfarería, tales como las técnicas para formar las vasijas y los motivos
decorativos, también muestran características diferentes de períodos particulares.

Vasijas Cerámicas

Las vasijas cerámicas en Pashash han sido divididas en tipos basados en el color
y textura del cuerpo. El tipo es designado por los primeros dos nombres, como
por ejemplo "Caserón Orange" en el cual el nombre del color se re ere al color del
cuerpo entre la super cie y el centro, tal como es observado en los fragmentos. Las
variedades de tratamiento de la super cie son designadas por el tercer nombre:
"Llano", "Pintado" o "Resistente" Así, Pashash Orange es el nombre de un cuerpo
de arcilla anaranjado medio- quemado, normalmente con una pizca de gris o ne-
gro al centro (resultado de la oxidación incompleta) y temperante de arena. Esto

Titulo Original: Grieder, Terence (1978). The Art and Archaeology of Pashash. (Capitulo V). Univer-
sity of Texas Press, Austin and London.

335
Terence Grieder

es lo distintivo de Caserón Orange, el cuerpo de arcilla anaranjada de cocción in-


tensa con una pizca gris al centro y temperante de arena muy no. La decoración
resistente es común en Caserón Orange pero es muy rara (diecisiete fragmentos)
en Pashash Orange. Las variedades de pintura en positivo de estas dos vasijas de
barro también son distintas. Pashash Orange Painted tiene sólo ocasionales líneas
rojas, mientras que Caserón Orange Painted puede estar decorado muy elabora-
damente en cinco o seis colores. Ambas re ejarían las categorías existentes en las
mentes de los antiguos alfareros de Pashash.

En Pashash las vasijas cerámicas dan la impresión de unidad. La arcilla parece


venir de una sola fuente en la mayoría de los alfares siendo el resultado de la
suma de temperantes de arena na o gruesa y la temperatura de cocción. Así Vista
Brown (Vista Marrón) es la de más baja cocción y de temperante más grueso, de
una pasta marrón granulosa con el centro negro. Vista Brown puede distinguirse
de Pashash Orange pues es más dura y tiene un color más claro. Pashash Orange
se distingue porque es más delgada, más dura y de un naranja más pálido. El
temperante más no y la temperatura de cocción más alta en las vasijas de Cabana
Cream, proceden de la misma arcilla básica de las otras dos. Las vasijas de Ca-
bana Cream fueron cocidas en una atmósfera oxidante para producir una alfarería
naranja muy pálida, cremosa o blanca. La misma arcilla cocida en una atmósfera
reductora, en la que la vasija fue enterrada en cenizas o tapada, produjo el tipo
Horno Black. El raro tipo Horno Buff parece haber sido hecho intencionalmente
por la leve oxidación de una vasija de color negro de cocción reducida. En re-
sumen, toda la alfarería local se hizo de arcilla de la misma fuente, una indicación
que Pashash fue autosu ciente en alfarería. Los fragmentos únicos que se hicieron
de otras arcillas, son considerados como pedazos importados.

Los alfareros del periodo más temprano, Quinú, produjeron vasijas Vista Brown,
Pashash Orange y Caserón Orange. Probablemente solo un fragmento de Horno
Black es importado. El periodo Recuay se inicia con la introducción de Cabana
Cream. En la fase Yaiá se agregaron Horno Black y Horno Buff. Ningún tipo nue-
vo fue usado durante la fase de Huacohú y todos los otros tipos permanecieron en
uso. En el periodo nal de Usú las vasijas más nas (Cabana Cream, Horno Black
y Horno Buff) parecen haber desaparecido, permaneciendo las otras en uso. En
especial durante el periodo Recuay, los alfareros estaban conscientes de las posi-
bilidades en temperantes y técnicas de cocción y fueron hábiles controlándolos.

Formas

El desarrollo general de las formas de las vasijas es presentado en las gura 1a y


1b, donde las cinco las horizontales representan periodos y fases, desde la más
temprana hasta la última ocupación. Las formas particulares sólo se muestran en
la la en la que ellas son muy características, pero con la mayoría de formas per-
maneciendo en uso en tiempos más tardíos. Las jarras sin cuello (Neckless jars)
(Forma A) por ejemplo fueron usadas durante todos los periodos y fases con sólo
cambios mínimos en la forma de los bordes. Por otro lado, entre las jarras con
cuello (Forma B), las formas más tardías tendieron a reemplazar a las más tempra-
nas, pero las formas B 7 a 10 aparecieron al nal de la fase Yaiá y sólo reemplaz-
aron gradualmente las formas más tempranas.
336
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos

Las categorías de formas de vasijas son designadas por letras y las variedades
dentro de cada categoría por números. Las categorías son:

A.- Las ollas sin cuello (Neckless ollas) ("jarras"). Esta forma continúa a lo largo
de todos los periodos y fases con cambios sólo menores en la forma del borde.

B.-Jarras con Cuello (Necked jars). Cada periodo tiene sus variedades característi-
cas, de nidas principalmente por la forma del borde.

C.- Jarras con asas (Handled jars). Ambas asas circulares y colgantes son encon-
tradas.

D.- Jarras de boca ancha (Wide-mouthed jars). D-2 tienen un lado agujereado en
el hombro. Esta forma es muy común en las vasijas Pashash Orange, pero hay
también ejemplares decorados en las vasijas de una na pasta Caserón Orange y
en Cabana Cream.

E. – Los tazones con paredes de dirección oblicua o acampanadas y base plana.


Los pies trípodes aparecen en esta forma en el periodo terminal.

F. - Vasijas simples en que la altura no excede el diámetro del borde y la base se


hace curva hacia la pared. La forma del borde varía ligeramente de restringido a
vertical, con proyección del borde en una fase, hasta un borde realzado al exterior
o reborde.

G. - Tazas o cuencos con pedestal o pies anillados. Esta forma entra en uso al co-
mienzo del periodo Recuay y se mantiene como la forma más común de cerámica
na hasta que el sitio fue abandonado. Existen ejemplos de vasijas de barro Pa-
shash Orange en el periodo terminal.

H.- Tazones con asas, tazas, y cucharas. Asas cónicas huecas fueron usadas en los
tazones y tazas; las asas enteras fueron halladas solo en las cucharas. Estas formas
estaban de nitivamente presentes en las fases tardías del periodo Recuay y pu-
eden haber sido características de todo el periodo.

I.- Vasijas con pico. A pesar de su apariencia funcional, los ejemplos sin pintura
son raros, y la forma es muy común en Caserón Orange y en las nas vasijas de
Cabana Cream.

J.- Las copas llanas, de nidas por una altura mayor que el diámetro del borde, con
aberturas restringidas.

K.- Copas con cuellos acampanados.

L.- Copas con pedestal o pies anillados.

M.- Copas con cuellos acampanados y con pedestal o pies anillados. Todas las
formas de copas son características de los periodos más tardíos.

N.- Las formas misceláneas inusuales.

337
Terence Grieder

Fig. 1a. Formas de las vasijas. Formas características de cada periodo o fase son mostra-
das juntas, las más tempranas en la base, las más tardías arriba.

338
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos

Fig. 1b. Formas de las vasijas. Formas características de cada periodo o fase son mostra-
das juntas, las más tempranas en la base, las más tardías arriba.

339
Terence Grieder

O.- Vasijas E gie. El tipo Pashash Recuay se caracteriza por el modelado del con-
cepto en la vasija entera. No hay ejemplos de tazones o jarras Recuay con guras
modeladas agregadas, aunque hay estatuillas que podrían haber estado adheri-
das. Las adiciones modeladas son más características del periodo Usú, cuando
probablemente fueron importadas o hechas localmente.

P.- Las Estatuillas (no representadas en Fig. 1a,b). Las estatuillas aparecen en to-
dos los periodos excepto el primero y muestran gran variedad en pasta, temas, y
decoración. No hay un tipo estandarizado.

Las formas importadas no son categorizadas por letras. La botella con pico estribo
(Stirrup-spout bottle), por ejemplo (Figs.41-43), está representada sólo por tres
fragmentos de nidos por su pasta como piezas importadas.

Periodos

Usando la cerámica como guía, podemos establecer tres periodos en la historia


de Pashash, con fechas aproximadas basadas en fechados radio carbónicos. Los
periodos son Quinú, cuyo inicio no pudo ser datado pero que termina alrededor
de 310 d.C.; Recuay, 310-600 d.C y Usú, 600-700 d.C. El periodo Recuay puede ser
dividido en tres fases con fechas que intentan indicar el tiempo aproximado de
desarrollo en el estilo: Quimít, 310-400; Yaiá, 400-500; y Huacochú 500-600.

El nombre del periodo más temprano, Quinú, signi ca "padre" en Kulli (River
1949), sugiriendo su posición ancestral respecto a los periodos más tardíos. La
de nición del periodo Quinú se basa en depósitos aislados del Corte 4, Nivel 5
con veintidós fragmentos, cinco de ellos son bordes; el Corte 12, Nivel 8 que tenía
cinco fragmentos tres de ellos con bordes, aislados de las ofrendas del entierro y
los niveles más profundos 4, 5, y 6 del Corte 9 en que había algunos fragmentos
mezclados de Recuay Temprano. Vista Brown es el fragmento más común, en
relación a los otros fragmentos en este período, Pashash Orange, por aproximada-
mente nueve a uno. Las formas de vasijas son ollas sin cuello (ollas neckless) con
varios bordes sin decorar (Fig. 2), ollas con cuello con bordes exteriores bajos y
curvos hacia el interior o cuellos altos inclinados hacia el interior a un borde ever-
tido y pequeños tazones y cubetas, algunos con bordes ligeramente elaborados
de varias formas (Fig. 3). La decoración incluye engobe rojo y líneas quemadas,
pintura blanca opaca en patrones simples sobre engobe rojo, pintura roja post coc-
ción, incisiones o acanalados con diseños en zigzag, y espigas aplicadas con un
hoyo en el centro.

Aunque la evidencia no es su ciente para apoyar la de nición de fases, por lo


menos dos fases parecen estar representadas en el material Quinú: una fase tem-
prana que utiliza engobe rojo (red slip), pintura roja post-cocción y diseños incisos
o acanalados y una fase más tardía en que la decoración blanco sobre rojo fue uti-
lizada. La decoración blanco sobre rojo sólo se encontró en el Corte 9, donde sus
relaciones estratigrá cas son ambiguas.

El depósito en Corte 4 descansa debajo de un nivel que tenía carbón de leña que
dio una fecha radio carbónica alrededor de 310 d.C. (TX-944), sirviendo como una
340
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos

Fig. 2. Bordes de tiestos del Corte 12, Nivel 8, período Quinú ollas sin cuello con engobe
rojo. Arriba a la izquierda es el interior, los otros el exterior.
fecha arbitraria terminal para el periodo que debe haber abarcado siglos. Quizás
el fragmento más temprano es un fragmento de borde en arcilla negra con líneas
acanaladas y pintura roja post-cocción procedente del Corte 9, Nivel 4 que se
parecen al Chavín temprano o al tipo Kotosh y probablemente se importaron a
Pashash. Sin embargo, no hay ningún elemento decorativo u otros rasgos que
representen de nitivamente al estilo Chavín o cualquier otra tradición identi c-
able. La ocupación de Pashash en el período Quinú puede no haber sido continua,
pero su fase nal era continua con el periodo inicial Recuay porque los fragmentos
cerámicos se extienden de Quinú a Recuay.

El segundo periodo, Recuay, es nombrado por el estilo cerámico del Callejón de


Huaylas. El nombre pretende transmitir la presencia de una vasija oxidada de
barro crema decorada con rojo y negro resistente, apareciendo vasos e gies. El
nombre no implica que Pashash y el Callejón de Huaylas produjeron un arte in-
distinguible pues hay diferencias locales inequívocas aunque está claro que par-
ticiparon en el mismo estilo.

Los nombres de las tres fases del periodo de Recuay son derivadas de Kulli: Qui-
mít quiere decir "hermano," Yaiá "dios" y Huacohú "fruta" (River 1949). La fase de
Quimít representa la introducción del estilo Recuay (Fig. 4). La fase es tipi cada
por material del Corte 5, Nivel 3; Corte 6, Nivel 2, 3, y 4; y corte 9, Nivel 4, 5, y 6.
Los niveles del Corte 9 tienen materiales más tempranos mezclados, y el nivel 2
de Corte 6 contiene alguna mezcla de Recuay más tardío; pero éstos parecen ser
puramente depósitos de la fase Quimít. La cerámica na- Cabana Cream - hace su
primera aparición durante esta fase. Es indicativa de la experimentación con téc-
nicas de cocción que caracterizaron el periodo Recuay y llevaron a la introducción
de “Horno Black” y “Buff” en la siguiente fase. La forma de las vasijas muestra

341
Terence Grieder

Fig. 3. Tiestos representativos del período Quinú. Las áreas grises representan pintura
roja en todas las ilustraciones de cerámica. El material en paréntesis re ere las formas
en la Fig. 32; el numero del corte/nivel para los especímenes están dados: a-e (A): 12/8,
12/8, 4/4, 4/4, 4/4; f (con huellas de quemado): 1/2; g, h (B-2): 4/4; i (B-1): 9/6; j, k: 4/4;
l-n (F-1): 9/5; o: 9/6; p: 9/4; q (D-1): 9/4; r: 9/5; s, t: 9/6.

342
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos

Fig. 4. Tiestos representativos Recuay de la fase Quimít. El material en paréntesis re ere


la forma en la Fig. 32; el numero del corte/nivel para los especímenes están dados: a, b
(E-3): 6/3; c, e (E-2): 5/3, 9/4; d (E-1): 6/2; f (A9): 6/2; g-i (A): 6/3; j, k (B-1): 5/3, 6/2; l-n
(B-39: 6/3, 5/3, 5/3; o (B-2): 5/3; p-s (B-4): 6/3, 6/3, 6/2, 6/4; t-y (F-1): 6/3; z-aa (F-1):
6/4; bb (F-1): 6/3; cc: 6/4; dd, ee: 6/3; ff: 5/3.

343
Terence Grieder

continuidad, pero es menos común, el uso de ollas sin cuello y se introduce un


cuello vertical bajo y un cuello expandido, el cual fue en general el más común.
Grandes cuencos de bases planas con paredes exteriores inclinadas hacia afuera se
volvieron comunes y una variedad de vasijas y tazas, algunas con pies de pedes-
tal, son halladas. Se hicieron vasijas con e gies modeladas. El engobe rojo o anara-
njado se aplicó en vasijas de barro toscas y nas, y el crema se usó sólo en vasijas
de barro nas. El rojo es el color más común, pero ambos negro y blanco opaco
son encontrados. La incisión y otros tipos de ornamento plástico - modelado, pun-
zado, restregado, acanalado, rellenado, etc. - son ausentes o raros. La decoración
resistente puede haber entrado en uso en esta fase, pero es característica de la fase
subsiguiente, y los fragmentos individuales no pueden ser distinguidos por fase.
Las decoraciones típicas de esta fase son rojo sobre crema en patrones convencio-
nales, como cruces y cadenas, en lugar de temas representativos.

La fase de Yaiá representa el más puro estilo Recuay (Fig. 5), un estilo conven-
cional restringido dominado por negro sobre decoración crema. La fase está rep-
resentada por el material del Corte 3, Niveles 2, 3, y 4; Corte 7, sobre todo Nivel
4 y por las ofrendas funerarias del Corte 10, Niveles 3 a 5, Corte 11, Niveles 3 a
5; y corte 12, niveles 3 a 8. El rango total de vasijas Recuay son halladas, incluso
Horno Black y el raro Horno Buff. La olla sin cuello es rara en esta fase y muestra
las elaboraciones del borde, como una línea incisa o un borde evertido. Son más
comunes las ollas con una pestaña cerca del borde (forma D), plana para apoyar
una tapa o agujereada para la suspensión. La forma de la olla más común tiene
cuello acampanado, a menudo con un borde con pestaña plana (Forma B-6). Los
bordes de ollas y cuellos varían, algunos prediciendo los cuellos en S de la próxi-
ma fase. Vasijas grandes con bordes lisos o aplanados son comunes. Una variedad
de tazas y ollas simples con bordes, algunos cuencos con bordes con tiras y otras
con bordes con pestañas. Los picos cortos son comunes en los cuencos y jarras. Se
comunes las asas huecas en cuencos y tazones. Las asas rotas fueron interpreta-
das al inicio como pies del trípode, pero ningún ejemplo de ese uso podría dem-
ostrarse, todos los ejemplares demuestran que son asas. El anillo o pedestal es la
única forma del pie. Las vasijas e gie y modeladas son comunes. Ocasionalmente
se hicieron cucharas y vasijas triangulares y cuadradas. A veces se hicieron tapas
emparejadas para las tazas, vasijas, o jarras (Fig. 6).

El rojo es en general el color positivo más común, con otros apareciendo en pa-
peles menores. El negro sólo se encuentra como color carbón manchado usado en
la decoración resistente, distinguible del espeso pigmento negro marrón usado en
la siguiente fase. El blanco, crema, y un rango de palo rosa y anaranjado aparecen
principalmente como engobe a manera de base para otras decoraciones, en lugar
de decoraciones propiamente dichas.

La mayoría de estos rasgos continuaron hasta la fase nal del periodo Recuay, la
fase Huacohú, representada por el material de los niveles superiores de todas las
excavaciones (Fig. 7). La evidencia de esta fase se encuentra mezclada en todos los
niveles de Corte 1; Corte 3, Nivel 1; niveles 1 y 2 de Cortes 4 y 5; Corte 6, Nivel 1;
y nivel 1 y 2 de Cortes 7, 9, 10, y 12. El nombre Huacohú signi ca "fruta" en Kulli
y es entendida como indicativo de la fruición nal de la tendencia decorativa del
estilo Recuay en decorados coloridos originales. Se encuentra una gama amplia de
colores de pintura: negro mineral en positivo, marrón, beige, gris, rojo, naranja,
344
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos

Fig. 5. Tiestos representativos Recuay de la fase Yaiá. El material en paréntesis re ere la


forma en la Fig. 32; el numero del corte/nivel para los especímenes están dados: a (D-2):
10/5; b, c (A): 10/4; d (B-5): 10/4; e, f (B-89: 3/2, 10/4; g (B-1): 3/2; h (B-10): 10/5; i-k
(B-5): 7/4, 10/5, 10/5; l: 10/4; m-o (D-39: 10/5, 7/4, 3/2; p 8H9: 10/5; q, r, t (F-1): 10/4; s
(F-5): 10/4; u (H-2): 10/4; v (copa doble con pedestal con lengüetas en el borde): 11/3.

345
Terence Grieder

Fig. 6. Copa con pedestal con


tapa de la fase Yaía. Pasta
Cabana crema claro. 11.8 cm.
de diámetro.

y amarillo. El fondo anaranjado luminoso era especialmente popular. Aunque el


negro y el crema resistentes permanecen comunes, la pintura blanca en posi-
tivo es diagnóstica de la fase. Las formas de ollas incluyen aquellas sin cuello
con elaboración del área del borde, bordes anillados, y el tipo más común con el
cuello acampanado. El cuello en S, curvado hacia fuera y dentro, es típico de la
fase. Los tazones son comunes, normalmente con un borde reforzado o anillado.
Los tazones y tazas simples y con pie pedestal, son comunes, con bordes simples
o brillantes. Vasijas con el cuerpo modelado (pero no el cuello) como una cabeza
son conocidas en otra alfarería Recuay (Larco Hoyle 1965? muestra tres ejemplos);
las narices encontradas en los depósitos de esta fase y raramente en la fase Yaiá,
probablemente representan esa forma. Se encuentran cucharas y tazas triangula-
res o cuadrangulares y el único piruro de un nivel de la sub- super cie externa de
las ofrendas de entierro pertenecen a esta fase.

La decoración cerámica de la fase Huacohú representa la rea rmación de las


preferencias decorativas locales tradicionales en oposición al estilo intruso más
disciplinado de la fase Yaiá. El estilo Recuay superior de la fase Yaiá muestra con-
exiones con la costa sur y las regiones montañosas del sur en motivos y técnicas
decorativas, permaneció como un estilo de élite que tenía una leve in uencia en
el estilo alfarero de los centros más pequeños en este distrito. En la fase Huacohú,
encontramos la independencia de ese estilo re nado que disminuyó a medida que
revivía la tradición local. La tradición local compartió el uso de espacios y diseños
superpuestos y la mezcla de decoración positiva y resistente con el estilo Lima.
Compartió las formas de las vasijas, pastas y diseños decorativos con los inicios
del estilo cursivo Cajamarca. La decoración de puntos blancos positivos sobre las
346
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos

Fig. 7. Tiestos representativos Recuay de la fase Huacohú. El material en paréntesis re-


ere la forma en la Fig. 32; el numero del corte/nivel para los especímenes están dados:
a-c (A): 5/2, 9/1, 5/2; d (D-2): 10/1; e (B-6): 10/2; f, g, l (B-5): 10/1, 10/1, 5/2; h (B-49:
10/1; i (C): 6/1; j, k (B-8): 5/2; m-q (E): 10/1, , 5/2, 5/2, 4/1, 4/1; r-v ( F-1): 9/1, 9/1, 5/2,
9/1, 6/1; w: 4/1; x: 4/1; y: 10/1; z (H-2): 10/1; aa (F-5): 12/3; bb-hh (F): 9/1, 9/1, 10/1,
3/2, 10/1, 10/1, 4/1.

347
Terence Grieder

bandas oscuras encontrada en la fase Huacohú es compartida con el estilo Wari


cuya expansión recién estaba empezando y puede manifestar una conexión con-
tinuada con las regiones montañosas del sur.

Usú, el periodo nal en la antigua ocupación, está representado a lo largo del sitio,
sobre todo en Corte 2, Nivel 1, y Corte 10, Nivel 1. El nombre Usú que quiere decir
"hombre" en Kulli (Rivet 1949), se da para sugerir la simplicidad mundana de su
estilo, careciendo de las formas rituales y decoraciones iconográ cas típicas del
estilo Recuay. En muchos casos los fragmentos Usú estaban mezclados con algu-
nos del estilo Huacochú en depósitos de la super cie, pero un grupo aislado de
vasijas del estilo Usú fue encontrado en el Corte 10, Nivel 1C. Este conjunto de por
lo menos veintitrés vasijas era evidentemente una ofrenda de un entierro, cuyos
rastros disturbados fueron encontrados en la super cie (Fig. 8).

La cerámica del período Usú (Fig. 9) a diferencia de aquélla de cualquier periodo


más temprano en Pashash, corresponde típicamente a vasijas sin engobe de pasta
tosca con ornamentos plásticos. El único color de la pintura es el rojo, aplicado en
líneas al azar en super cies sin engobe o con engobe anaranjado. La alfarería del
período Usú es un producto local, a juzgar por la arcilla y las formas de las vasijas,
pero existen también otros fragmentos de arcilla que no parecen ser locales que
fueron encontrados en niveles más profundos.

Fig. 8. Conjunto de vasijas del período Usú ofrendadas en el Corte 10, Nivel 1C.
348
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos

Fig. 9. Tiestos representativos Recuay del período Usú. El material en paréntesis re ere la
forma en la Fig. 32; el numero del corte/nivel para los especímenes están dados: a, b (A):
7/1, 9/1; c, d (B-6, 7): 2/1, 10/2; e, h (B-4): 10/1; f, g (B-5): 10/1, 7/3; i (B-10): 7/2; j (B-1):
10/1; k, m, n (E): 5/1, 7/2, 6/1; l: 10/1; o: 6/1; p: 6/1; q: 2/1; r (E-2):1/2; s (F-5): 10/1; t:
10/1.

349
Terence Grieder

La presencia de las tradicionales vasijas toscas Vista Brown y Pashash Orange – la


desaparición de las más nas vasijas de arcilla crema y negro - y la permanen-
cia de la mayoría de las formas tradicionales muestran que la ocupación Usú fue
continua con el periodo Recuay y que la población básica permaneció intacta. Las
ollas sin cuello tienen ornamentos punzados o cortados o con bordes reforzados.
Las jarras con cuello continuaron en uso; la forma típica tiene un cuello recurvado
y agrega una curva exterior para el cuello S de Huacohú. Cuencos simples y tazas
con pedestal son encontradas, pero sólo en la tosca pasta Pashash Orange.

Aunque los períodos en Pashash son de nidos por la cerámica, también son útiles
en la descripción de artefactos de piedra y metal y la arquitectura. Se presentarán
descripciones del desarrollo de esas artes en capítulos separados.

Alfarería Importada

El número de fragmentos que puede ser distinguido como importado es estadísti-


camente insigni cante, no obstante, los fragmentos son interesantes ya que expli-
can acerca de contactos con otras culturas.

Un fragmento, el más temprano en estilo que cualquiera en el sitio – una vasija


pulida de arcilla negra estilo Kotosh o Chavín temprano con una ranura ancha y
pintura roja post cocción - se encontró en Corte 9, Nivel 4. El espesor del borde
aplanado aumenta hasta alcanzar 7.5 milímetros desde una pared de sólo 2 milí-
metros de espesor. Este único fragmento implica contactos del periodo Quinú,
probablemente hacia el sur con estilos relacionados Chavín o Kotosh (Fig. 3, q).

Como ofrenda de un entierro, en el Corte 12, Nivel 7, se encontró un fragmento


de botella pico-estribo (8 cm de alto) que representa una gura humana envuelta
en una manta (Figs. 10, 11). Esta botella ya estaba rota antes del depósito, y sólo
se encontró este fragmento. La pasta anaranjada oscura tiene engobe naranja, y
sobre la manta se pintaron rayas en negro y blanco. En el rostro se pintaron líneas
negras y rojas corriendo desde los ojos. La persona tenía algo, probablemente una
mano, tocando su boca. Dos agujeros pequeños a través de la espalda muestran
donde estaba el pico. Salvo la pintura, la vasija es similar al estilo Moche. La alfar-
ería hecha en molde es tan típica de la costa norte que el origen en esa región es
una primera suposición. La pintura incluso se podría haber agregado en Pashash.

El estilo Moche también está representado en dos fragmentos de botellas con pico-
estribo, en una, parte del estribo es la base del pico, y en la otra es sólo una sección
larga del estribo (Fig. 12). Los dos son de pasta anaranjada no asignable a Pashash
y las dos parecen haber sido hechas en moldes. Ambas se encontraron en Corte
10, Nivel 1 y representan otro punto de contacto con la costa norte en ese nivel.

En el Corte 10, Nivel 1, había también dos cabezas e gie de cerámicas atadas al
exterior de las vasijas. La más grande y hueca hecha de la arcilla correspondiente
a la categoría Pashash Orange, puede ser un producto local (Fig. 13). La otra (Fig.
14) más pequeña y sólida es de una arcilla gris no encontrada en otra alfarería
Pashash. Este fragmento puede asignarse a los inicios estilísticos del tipo Castillo
Modelado encontrado en el Valle de Virú (cf. Strong y Evans 1952: 309-316).
350
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos

Fig.10 y 11. Fragmento de una botella e gie de asa estribo del estilo Moche.

Fig. 12. Fragmento de un estribo de una botella de estilo Moche. Pasta naranja. 9 cm. de
largo.

351
Terence Grieder

Fig. 13. Cabeza vacía de un animal, probablemente un cuy, del hombro de una vasija
naranja claro de Pashash. 8 cm. de alto. Fig. 14. Cabeza solida del hombro de una jarra del
estilo del Valle de Virú.

Hay algunos otros fragmentos cuya categoría es dudosa y qué pueden ser im-
portados, pero a ninguno de ellos se le puede asignar procedencia. La abundan-
cia de material cerámico en Pashash da la impresión de que había una pequeña
importación de alfarería hecha en otros centros aún cuando los estilos extranjeros
fueron in uyentes.

Hemos estado acostumbrados por mucho tiempo a rastrear rasgos de la región


andina en la costa, pero la in uencia costera en culturas de la región andina no ha
sido evidenciada. Esa gente, mujeres así como hombres, de la cultura costera estu-
vieron realmente presentes en Pashash como lo indica el hallazgo en la super cie
de Capilla Hill de un solo piruro en un estilo asociado con la cultura Moche (Fig.

Fig. 15. Volante de huso de estilo costero encontrado en la super cie de Pashash.
352
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos

15). Es un ejemplo perfecto del tipo encontrado por Christopher Donnan en sitios
Moche en el Valle del Santa (1973: 100, pl. 8, L-T), con el ápice y fondo redondea-
dos. Se han encontrado otros nueve piruros en Pashash (Corte 4, Nivel 1, y Corte
12, Nivel 3, 7, y 8), todos con la misma forma: trapezoidal en sección, con paredes
inclinadas y el ápice y fondo planos.

Estilos Contemporáneos Relacionados

De los varios rasgos culturales que sobreviven en Pashash, el material comparable


es abundantemente disponible en formas de vasijas cerámicas y decoraciones. Las
comparaciones ofrecen evidencia de regiones culturales y sus límites y de las cro-
nologías relativas y contactos culturales entre las regiones.

Los estilos locales del periodo Intermedio Temprano en el Callejón de Huaylas al


sur, el distrito de Huamachuco al norte, y los valles costeros al oriente muestran
un modelo complejo de similitudes y diferencias cuando se comparan con Pa-
shash (Cuadro 1).

La descripción de Wendell Bennett del estilo Recuay en el Callejón de Huaylas


muestra que es muy similar al estilo encontrado en Pashash (1944: 99-103). En
decoración, él nota la presencia de ambas: pintura en positivo y resistente en to-
das las combinaciones de color comunes en Pashash (el rojo sobre blanco el más
común, seguido por el blanco sobre naranja, el negro sobre naranja y el rojo sobre
el naranja; negro- blanco- rojo en ambos en positivo y resistente; y negro-blanco
resistente). El estilo blanco sobre rojo estaba ausente en las excavaciones Recuay
de Bennett.

En las formas de vasijas las similitudes son tan grandes que es más fácil señalar las
diferencias. Lo que Bennett llama "measuring bowls" - cuencos con asa y ori cio
restringido - están ausentes en Pashash, así como soportes trípode huecos, picos

Cuadro 1. Fases de Pashash y de otras áreas ceranas

353
Terence Grieder

puente, picos con estribo y trompetas. Las vasijas con pequeñas guras modela-
das agregadas, de humanos o animales, son raras. Entre los vasos modelados de
Bennett están los "castillos" en los que las vasijas se han diseñado como un edi -
cio, pero las vasijas e gie Pashash son modelados como un solo ser, el recipiente
ha sido dominado completamente por la representación. Pashash también mues-
tra una variedad mayor de vasijas de base redonda y base plana, formas de jarras
utilitarias y grandes cuencos y tazones.

El estilo Recuay del Callejón de Huaylas se relacionó más estrechamente al estilo


Gallinazo que a Pashash Recuay, una relación especialmente evidente en las va-
sijas globulares asa- pico dobles encontradas en ambos estilos (Bennett 1944: 100,
Fig. 32I; Proulx 1973: pl. 2) una forma no encontrada en Pashash. Los dos estilos,
no obstante, son distinguibles incluso en los valles costeros, con alguna evidencia
que sugiere que Recuay es el más antiguo. En una excavación en Gallinazo en el
valle Virú, Bennett encontró cinco fragmentos de tres colores "negativo" (resis-
tente) sobre los que escribió: "Cuatro de éstos, los encontré a casi 2.00 metros de
profundidad en el Pozo G [80 a 90 centímetros debajo de las tumbas del periodo
Gallinazo], son básicamente de estilo Recuay, con arcilla base blanca, el negro
sobre blanco negativo y la línea roja adicional" (1939: 73).

La cerámica del Valle de Virú personi ca la relación entre Pashash y la costa. Los
tipos de jarras Guañape y Huacapongo de los periodos tempranos son similares a
las formas utilitarias tempranas en Pashash y en el periodo Virú Gallinazo existen
jarros de cuello ancho comparables a la forma B-9 en Pashash. La decoración resis-
tente es característica del periodo Virú Gallinazo, aunque los diseños son diferen-
ciables de aquellos de la alfarería contemporánea Recuay. Se encuentran las más
grandes similitudes con la alfarería Virú en los niveles super ciales en Pashash,
donde la ornamentación plástica, sobre todo en el rellenado y modelado de cabe-
zas, aparece en el tipo Castillo Modelado en el periodo Virú Gallinazo. Antes del
periodo terminal en Pashash, las similitudes entre la cerámica de las dos regiones
aparecen en rasgos muy extendidos que sugieren que había pocos contactos direc-
tos entre los valles costeros y Pashash.

La cerámica del distrito de Huamachuco, al norte cruzando el cañón del Río de


Chuquicara desde Pashash, ha sido estudiada por Theodore Mccown (1945) y
John Thatcher (1972). Aunque las similitudes son considerables, es evidente que
el Cañón de Chuquicara era una frontera cultural en todos los periodos. El escaso
material que representa el periodo Quinú en Pashash hace difícil la comparación
con las fases tempranas de Thatcher, pero las dos regiones compartieron la for-
ma de olla básica (UN y B-1). Existen algunos paralelos entre la tercera fase de
Thatcher (Blanco) que muestra vasijas de arcilla de pasta blanca, pintura blanca y
dos colores resistentes con incisión, con la cerámica Recuay temprana de Pashash,
aunque ningún ejemplo de decoración resistente con incisión se ha encontrado
allí. La cuarta fase (Purpucala) tiene vasijas de arcilla de pasta blanca y dos - o tres
- colores resistentes, lo cual la correlaciona con la fase Pashash Recuay Yaiá. La
última mitad del periodo Pashash Recuay (Yaiá tardío y fases de Huacohú) puede
compararse con la quinta fase de Thatcher (Huamachuco) que muestra las vasijas
de barro de pasta blanca muy populares, cuencos con pedestal y el pintando posi-
tivo en el estilo cursivo Cajamarca. La decoración resistente había desaparecido
de la alfarería de la fase Huamachuco pero permaneció en uso la fase Pashash
354
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos

Huacohú. Thatcher hace un comentario sobre las pesadas forti caciones constru-
idas durante la fase Huamachuco y anota que la inquietud no estaba emanando
de la región Cajamarca a la que Huamachuco era aliada en el estilo. Atribuye la
inquietud a la expansión Wari, evidente en la alfarería del periodo siguiente (1972:
84-85). Pashash muestra forti caciones similares, pero relativamente pocos rasgos
Wari se encuentran en alfarería Pashash comparada con la fuerte evidencia de
in uencia Wari en la alfarería Huamachuco. La sexta fase de Thatcher (Amaru)
representa una mezcla entre rasgos Wari y Cajamarca y el estilo arquitectónico
Wari está representado por el centro de almacenamiento Viracochapampa. Pa-
shash puede haber sido abandonado en este tiempo.

La comparación entre el único sitio Pashash y muchos sitios en la región de Hua-


machuco, todavía deja claro que había una tendencia compartida de desarrollo.
Muchas de las diferencias pueden atribuirse al hecho de que Pashash tenía una
producción especialmente alta de vasijas de arcilla na decorada que tenía mucho
más en común con la alfarería Recuay del Callejón de Huaylas que con las he-
chas en las regiones norteñas. El análisis de las formas de vasijas en el área de
Huamachuco dado por McCown (1945) con rma que Pashash comparte cuen-
cos utilitarios, tazones, y formas de jarra con aquéllos del Cerro Campana Este
y quizás se superpone a las fases más tempranas de Marca Huamachuco. Esto
implica conexiones más sureñas que norteñas para las formas simbólicas y dec-
oraciones impuestas bajo una tradición norteña extendida de alfarería funcional
en pasta y formas.

Técnicas Decorativas

Las únicas decoraciones de nitivamente asignables al periodo Quinú (Fig. 3) son


el engobe rojo, algunos patrones rectos de líneas blancas sobre rojo, y un pequeño
apéndice o agarradera en el hombro de la jarra. Algunos fragmentos de los niveles
más profundos muestran incisión y marcas del punzón, ambas técnicas de orna-
mento plástico que también pertenecerían a este periodo. Con el advenimiento del
estilo Recuay, empezamos a encontrar más alfarería pintada. La pasta o engobe
blanco es un rasgo común de las nas vasijas Recuay y esto sirvió como fondo
para los diseños pintados. El rojo sobre blanco o crema fue la primera combi-
nación de color que apareció y permaneció común a través del periodo.

El negro primero apareció como fondo para diseños resistentes blanco o crema,
para completar el esquema de color rojo, negro y blanco (o crema) típico del estilo
Recuay (Fig. 16). Los experimentos de Robert Sonin sugieren que, en las vasijas de
tres colores, el rojo sobre crema fue quemado primero en una atmósfera oxidante.
Después de quemado, un engobe muy líquido fue pintado en la vasija en áreas
reservadas al crema y sobre todo el rojo. Una sustancia líquida orgánica- casi cu-
alquier material orgánico serviría- fue pintada encima de la vasija o ésta fue sum-
ergida en aquella. La vasija fue luego sometida a fuego lento lo su cientemente
fuerte como para quemar el material orgánico y dejar un residuo de carbón en la
arcilla, pero insu ciente para quemar el engobe, el cual nalmente fue limpiado
para revelar las áreas rojas y cremas.

355
Terence Grieder

Fig. 16. Copa con pedestal Recuay mostrando decoración en negativo de rojo-negro-
crema. 10/4.

Fig. 17. Tiestos pintados de la fase Huacohú del Corte 9, Nivel 1. A la derecha: blanco
opaco sobre marrón, en la izquierda: tostado, negro, y rojo vino sobre blanco.

356
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos

La decoración resistente tuvo una larga historia en la región andina y empieza


antes de 1000 A.C. en los estilos Chorrera y Cerro Narrio Temprano de Ecuador y
en la alfarería más temprana de la costa sur peruana (Lathrap, Collier, y Chandra
1975: 34) y continuó apareciendo en la alfarería Paracas desde al menos 600 A.C.
(Menzel, Rowe, y Dawson 1964: 4, 21). La decoración resistente en Pashash es
una manifestación relativamente tardía de una técnica antigua, pero que se había
dominado completamente.

La última fase del estilo Recuay cambió hacia la pintura en positivo con una gran
variedad de colores en muchas combinaciones (Fig. 17). Los colores de tierra
tendieron al blanco o anaranjado, con pintura en positivo en varios tonos rojos,
naranja, marrón y negro, gris y blanco opaco. Durante esta fase, ambos, el negro
y el blanco aparecen como pintura en positivo, así como en diseños resistentes. El
blanco es un engobe de pintura muy blanca, aplicado densamente. El negro tiene
una apariencia diferente del negro de carbón usado en decoración resistente. El
negro en positivo, que probablemente es un óxido férrico o manganeso, cubrió la
super cie sin mucha penetración y no desapareció. Tiende a graduar en marrón.
El gris azulado y púrpura de la alfarería contemporánea Nazca no son halladas
en Pashash.

Durante la fase Huacohú, la decoración fue aplicada a menudo en vasijas toscas.


El blanco opaco, rojo, naranja y negro se encuentran, a menudo en combinación
en diseños geométricos simples (Fig. 18).

Fig. 18. Tiestos blanco y rojo sobre naranja de la fase Huacohú. 9/1 y 10/1. El tiesto de
10/3 (arriba a la centro) es tardío de la fase Yaiá, anticipándose esta decoración tardía
sobre las vasijas burdas.

357
Terence Grieder

Fig. 19. Tiestos con ornamentos plásticos del período Usú. 9/1, 10/1.

La alfarería en el período Usú parece haber eliminado casi toda la pintura en fa-
vor del ornamento plástico. La incisión, el rellenado y modelados adheridos se
muestran en la alfarería de la fase Huacochú, pero en el periodo Usú éstas técnicas
plásticas son las decoraciones principales (Fig. 19). Aparecen todas las variedades:
incisión y acanalando, cepillado, punzado, marcas de uñas, apéndices salientes
aplicados, letes y cabezas modeladas. La pintura sólo aparece en la forma de
líneas rojas casuales sobre un cuerpo con engobe anaranjado o sin él (Fig. 20),
aunque el mezclando de fragmentos en los niveles super ciales hace esto incierto
ya que algunas técnicas más tempranas pueden haber permanecido en uso.

El periodo Usú siguió directamente al periodo de Recuay sin un hiato en la ocu-


pación del sitio, lo que es indicado por la continuidad de la cerámica. Las vasijas
de barro toscas y Caserón Orange permanecieron en uso y las formas de vasijas y
técnicas decorativas muestran muchas similitudes. Las pruebas radio carbónicas
tienden a con rmar la continuidad de la ocupación y sugieren que el sitio fue
abandonado después del periodo Usú.

358
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos

Fig. 20. Jarra del período Usú con líneas rojas. 10/1C.

La Identi cación de Artistas y estudios

Una visión única de las condiciones de trabajo de los Artistas pre-Incas y sus rela-
ciones con sus patrones es proporcionada por las nas vasijas cerámicas de las
ofrendas, un gran número de las cuales pueden ser agrupadas como el trabajo
de un solo individuo. Esta posibilidad fue lo primero que sugirieron las marcas
grabadas o pintadas en vasijas Pashash, algunas veces colocadas en los pedestales.
Las marcas en vasijas cerámicas han sido registradas en el Valle del Santa, en am-
bas culturas Moche, antigua y moderna, por Donnan (1971; 1973: 93-95), pero ellas
se diferencian de los ejemplos Pashash por aparecer exclusivamente en vasijas
toscas y sobre los cuellos de ellas. En Pashash todas las marcas están en nos ce-
ramios (Caserón Orange y Cabana Cream) y sólo aparecen sobre la parte inferior
del pie del pedestal. Los ejemplos de marcas se dividen proporcionalmente entre
grabados y pintados; todas, excepto una de las marcas pintadas, son rojas y la
restante es negra. El rango total de las marcas aparece en la gura 21 pero muchas
de las marcas se repiten.

Los alfareros modernos marcan sus vasijas únicamente cuando están siendo hor-
neadas en común con otros trabajos de barro, una medida que economiza com-
bustible. Las ollas modernas son hechas para la venta y por esta razón es impor-
tante que los alfareros sean capaces de identi car su propio trabajo. Es difícil creer
que un motivo comercial in uyera en el marcado de las vasijas en Pashash. Las
marcas fueron aplicadas antes del crema, o antes de la cocción; las incisiones se
hicieron cuando la arcilla estaba aún húmeda (Fig. 22) y los pintados en rojo du-
rante la primera capa de engobe rojo.

359
Terence Grieder

Fig.21. Bases: marcas de alfareros sobre las bases de los pedestales de copas. El diámetro
de base ha sido estandarizado: a-g: marcas incisas; h: pintura negra; i-r: pintura roja; b, c,
g, h, j, m, o: 3/3; d, f: 3/2; e, k, l, n, r: 12/7; p: 12/2; q: 10/2.

El análisis de las características de las vasijas (tamaño, espesor, proporciones y ar-


cilla) en combinación con la decoración (motivos, colores, líneas y formas) mues-
tra que pueden ser identi cados artistas individuales por sus estilos aún cuando
las marcas no están presentes. Las vasijas e gie procedentes de las entradas en
ofrendas, ninguna de ellas marcadas, proporcionan un buen ejemplo. Se dividen
en parejas con estilos de nidos individuales o de estudio, en ambos, modelado y
decoración. Un solo individuo seguramente fue el responsable de las dos serpi-
entes felino, ambas sosteniendo víctimas (Figs. 23-24), ambas originalmente de 14
cm. de alto, con similares diseños en zigzag y diseños triangulares en las franjas
sobre sus cuerpos. Las dos serpientes con cabezas felinas (Figs. 25-26) también
pueden ser asignadas a un artista y hay rasgos de parejas para otros dos felinos-
serpientes: Figura 27 y gura 28 (también pl. 5) y fragmentos de e gies señaladas
como tiestos para la gura 29. Los dos felinos sobre bases de pedestal (Figs. 30-32)
parecen ser el trabajo del maestro y del asistente, muy vinculados, pero uno supe-
rior (Figs.31-32). Estas parejas de e gies son tan diferentes una de la otra que pu-
360
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos

Fig.22. Bases de dos copas de la entrada de las ofrendas, mostrando cruces incisas.

Fig. 23. Felino serpiente con victima humana. 10 cm. de alto. 10/4.

361
Terence Grieder

Fig. 24. Felino serpiente, probablemente originalmente sosteniendo una victima. 14 cm.
de altura. 10/4.

Fig. 25. Serpiente e gie con cabeza de felino. 10.7 cm. de altura. 10/4.

362
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos

Fig. 26. Serpiente e gie con cabeza de felino. 10.5 cm. de altura. 10/4.

Fig. 27. Fragmentos de e gie de felino-serpiente. 10/4.

363
Terence Grieder

Fig. 28. E gie de felino-serpiente. 9.5 cm. de altura. 10/4.

Fig. 29. E gie de felino-serpiente. 13.5 cm. de diámetro. 10/4.

364
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos

Fig. 30.
E gie de felino.
13 cm. de altura.
10/4.

Fig.31.
E gie de felino. 13
cm, de alto. 10/4.

365
Terence Grieder

Fig. 32. Vista de frente y reverso de la e gie de felino de la Fig. 31.

eden representar estudios no relacionados. Parecen ser contribuciones de estudios


independientes de elite, cuyo tema fue especi cado por el patrón de las ofrendas.
El hecho de que el estilo de un artista individual no puede ser rastreado desde una
forma u otra, con algunas excepciones raras, sugiere artistas especializados en la
creación y decoración de una cierta forma o que cada forma tuvo una tradición
decorativa propia a la cual el artista tuvo que amoldarse. Por ejemplo en las ofren-
das de los entierros hay dos jarras con borde acampanado (rim- anged jars) uno
grande y el otro pequeño (Figs. 33-34), idénticos en forma y decoración y segu-
ramente hechos por el mismo artista. Como es usual, el carácter distintivo de las
vasijas contrasta con la individualidad de la decoración, que muestra que todo el
proceso fue llevado a cabo por un artista, sin especialización en alguna parte del
proceso. Esto implica que las vasijas fueron consideradas como "obras de arte",
en la misma forma que usaríamos el término hoy, ambas, la forma y la pintura
expresan la individualidad del artista.

Un gran grupo de vasijas, la mayoría tazas con pedestal, pero también una peque-
ña vasija con pico y tazones simples, pueden ser separadas como la producción
de un solo estudio. Dado que estas vasijas fueron producidas por artistas muy
relacionados con las intenciones del patrón o de los representantes que dirigían la
fabricación y deposición de las ofrendas, este grupo de artistas pueden ser desig-
nados como el "Palace Studio". El trabajo del Palace Studio es caracterizado por el
uso de la pasta Cabana Cream, las marcas circulares en el pie pedestal, la delgadez
excepcional de las paredes de las vasijas y la excepcional neza de la decoración
pintada en la mayoría de los casos. Cuando los interiores son pintados, muestran
motivos en marcos abiertos en la parte superior (open-topped frames). Cuarenta y
un vasos pueden ser agrupados en parejas o grandes unidades y asignados a este
estudio, pero esto muestra probablemente que todas las tazas con pedestal, am-
bas, las de la entrada y las ofrendas de los entierros, así como otras formas, fueron
producidas en este estudio. Existieron al menos 20 artistas asociados con el estu-
dio, cada uno haciendo y decorando sus propias vasijas. (Aunque no podemos
estar seguros del sexo de los artistas, las expresiones "el" y "de él" son usadas por
conveniencia).
366
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos

Fig. 33. Frente de una jarra grande con tapa proveniente de la ofrenda del entierro. 28 cm.
de alto sin la tapa. 12/7.

367
Terence Grieder

Fig. 34. Jarra de con reborde, atribuible al artista quien hizo la jarra de la Fig. 33. 14 cm.
de alto. 12/7.

Las dos personalidades destacadas en el Palace Studio fueron los artistas que
podemos identi car como Red Football (Fútbol Rojo) por su marca (Fig. 21,K) y el
Vulture Painter (Pintor Buitre) que puede haber marcado su trabajo con una sola
incisión pequeña (Fig. 37) pero es más fácil de identi car por su especialización
en caprichosos diseños de buitres. Ambos artistas colocaron sus trabajos en las
entradas y en las ofrendas de los entierros, y el Vulture Painter está representado
justo debajo y probablemente también sobre el piso en la cámara de entierro (12/4
y 1). El Vulture Painter, un artesano excepcionalmente no, no cambió del todo su
estilo entre las dos ofrendas. Su trabajo incluye las más nas tazas con pedestal en
las ofrendas de los entierros (Fig. 35), una taza exhibiendo buitres y felinos (Fig.
36) y una taza de paredes delgadas por anillado con bandas rojas y negras most-
rando buitres y felinos (Fig. 37). Fragmentos de un gran cuenco acampanado con
asa (Corte 12, Nivel 1) tiene un inusual diseño resistente en blanco y crema en el
interior con un borde con pájaros que asemejan su trabajo (Fig. 38).

368
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos

Fig. 35. Vista anterior: copa con pedestal atribuida al pintor del buitre. Rojo y negro en
negativo sobre crema. 8 cm. de alto. 12/7.

Fig. 36. Vista posterior: copa con pedestal atribuida al pintor del buitre. Negro en nega-
tivo sobre crema0 7 cm. de alto. 10/4.

369
Terence Grieder

Fig. 37. Copa con pedestal atribuida al pintor del buitre. Felinos en positivo blanco sobre
rojo, aves en crema y negro en negativo. 7.5 cm. de alto. 12/4.

Fig. 38. Fragmentos de borde de un cuenco grande con reborde con asa, atribuido al pin-
tor de los buitres. Crema y negro en negativo. 12/1 (Dibujado por Janet Eager).

370
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos

Si el Vulture Painter (Pintor Buitre) es el clásico maestro del estilo, Red Football
(Fútbol Rojo) es el expresionista, el más original e imaginativo pintor en el Palace
Studio. Siete vasos pueden ser atribuidos a él - tres llevan su marca, una mancha
roja alargada en las ofrendas de los entierros y otros cuatro fueron identi cados
sobre las bases de motivo y estilo. Su trabajo se distingue por su relativo gran
tamaño y paredes de gran espesor, pero es el uso de bordes encadenados y crestas
y sus originales versiones de los motivos convencionales los que identi can su tra-
bajo. Dos de las tazas marcadas (36 y 43) (Fig. 39) tienen formas de cadenas en sus
bordes y el mismo borde aparece sobre una pequeña taza con una versión única
de la boca felina. Las formas de cadena reaparecen en los penachos de los felinos
sobre una taza en la entrada de las ofrendas (Fig. 39) y la idea de encadenamiento
es hallada sobre otra taza (Fig.40) en la que los felinos están encadenados por sus

Fig. 39. Vasijas atribuidas al Red Football. Izquierda superior: 12/8.21; derecha superior:
12/7; izquierda inferior: 10/4; derecha inferior: 10/4.

371
Terence Grieder

Fig. 40. Copa con pedestal atribuida a Red Football. Aproximadamente 7.8 cm. de alto
con base, sin restaurar. 10/4.

Fig. 41. Marcas de giro en la base proveniente del acceso a la ofrenda. 14/4.

372
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos

lenguas. Un cuenco simple atribuido a Red Football (Fútbol Rojo) tiene felinos
de per l cuyas lenguas oscilan hacia abajo y de regreso para terminar en cabezas
felinas. La tercera taza que tiene su marca roja (21, Fig. 41) tiene el exterior conven-
cional requerido en las ofrendas de los entierros, pero las tres serpientes felino de
per l en el interior son un tratamiento único del tema.

Usualmente se piensa que las antiguas ofrendas de entierros americanos contu-


vieron solamente cualquier tesoro que estuviera disponible, pero claramente esto
no es cierto en este caso. Las diferencias están en las tazas hechas por Red Football
(Fútbol Rojo) conforme a los modelos obviamente requeridos por el patrón, las
ofrendas de los entierros conteniendo tazas con diseños interiores en rojo con cru-
ces y cruces sombreadas en los exteriores, las ofrendas de la entrada usualmente
conteniendo tazas con interiores lisos y temas relativos a una deidad antropomor-
fa (caras, felinos, aves) en los exteriores. Así las vasijas que siguen estos modelos
fueron producidas en comisión para la ofrenda en particular y fueron decorados
de acuerdo al plan predispuesto.
Esto ayuda a explicar el uso de las marcas de los artesanos. El Palace Studio evi-
dentemente cocía sus vasijas cerámicas en común, pero ya que los alfareros quisi-
eron decorar sus propias vasijas, ellos marcaron su trabajo para evitar la confusión
entre las vasijas, todas compartiendo los mismos modelos pintados de rojo, re-
queridos por el patrón. Es aparentemente incierto que los felinos rojos del Red
Football (Fútbol Rojo) puedan ser pintados por sus colegas. Ninguna de las vasijas
en las puertas de las ofrendas está marcada, lo cual implica que los artistas que
cocían juntos sus vasijas con aron en que podrían distinguir sus propios trabajos.
La pintura Red Football (Fútbol Rojo) aparece, usualmente, en las más grandes
y gruesas tazas, de modo que podemos asumir que el artista recogió sus propias
vasijas del horno quizás reconociéndolas por estas características.

Tazas torneadas

La gran mayoría de cerámica Pashash fue hecha a mano. Si un artefacto para anil-
lado fue utilizado, probablemente fue de tipo palala (Tschopik 1951: 209), simple-
mente un plato circular de cerámica de poca profundidad que podía contener
la arcilla y girar fácilmente a medida que la vasija era elaborada. Otras tradicio-
nes cerámicas Precolombinas tienen artefactos similares: el K'abal Maya(Morley
y Brainerd 1956:373) y los moldes Oaxacan (Foster 1955: 22-23, 31-32; Sayles
1955:953) son algunos ejemplos. Todos estos platos carecen de un eje central y
dan a la cerámica una plataforma de libre fricción relativa, ellos no facilitan que
la arcilla alcance la mano del alfarero como lo hacen las ruedas de alfarería. En el
palala la arcilla es rotada por la mano del alfarero; mientras que en la rueda de
alfarería el eje con su propia fuente de poder, voltea la arcilla, al tiempo que la
mano le da forma.

Dado que no hay ejemplos de cerámica torneada que hayan sido descubiertas an-
tes en los contextos Precolombinos, se ha asumido que no se conocieron las ruedas
de alfarería con eje central en la América Precolombina (Willey 1966:87). Sin em-
bargo, entre las nas tazas de arcilla con pedestal de Pashash existen 71 ejemplos
parcial o completamente formadas por anillados de arcilla sobre un eje central en
la rueda de alfarería. Actualmente, estas vasijas son únicas en la cerámica Preco-

373
Terence Grieder

lombina y representan la adaptación de la tecnología para los requerimientos ritu-


ales en lugar de tener nes económicos, ya que la mayoría de las vasijas torneadas
fueron hechas probablemente sólo para su deposición en las ofrendas.

La mejor evidencia del uso de una rueda de alfarero sería encontrar este artefacto
con una vasija parcialmente formada sobre él. Si bien no han sido hallados; proba-
blemente fueron hechos de palo o madera y no sobrevivieron el clima de la sierra.
Una segunda y mejor evidencia consiste en las marcas en las vasijas terminadas
que pueden ser atribuidas únicamente al uso de las ruedas.

Esta evidencia es hallada en las tazas con pedestal, pero no en ninguna otra forma.
Las marcas más claras son ranuras concéntricas poco profundas en la parte infe-
rior del pie, que no fue bruñido o pintado ya que comúnmente no sería visto. (Fig.
41). Los experimentos realizados por el alfarero Steven Howell en la Universidad
de Texas en Austin han demostrado que esta apariencia puede ser duplicada por
una rueda eléctrica de alfarería, girando a una velocidad moderada, usando una
tela o una herramienta para pulir la super cie. La examinación de las marcas de
arrastre de la herramienta en la arcilla muestra que en todos los pocos casos ex-
aminados la rueda giraba en sentido anti horario.

El lado exterior del pie y las paredes exteriores del cuerpo de las tazas algunas
veces muestran marcas de herramientas usadas mientras las vasijas giraban, pero
usualmente estas vasijas fueron cuidadosamente acabadas y pintadas (Fig. 42).
Las medidas de la circunferencia de los bordes de la taza y de la base con rman la
redondez general de las vasijas, pero la naturaleza de la cerámica que tiene que ser
manipulada antes de la cocción y que se encoge durante ella, hacen estas medidas
demasiado distantes del proceso de formación para ser totalmente precisas. Las
paredes de las tazas son muy similares en espesor, pero es la delgadez de ellas,
tan angostas como de 2 mm. en la pared y 1 mm. en el borde, lo que distingue a
las tazas torneadas de las otras.

Fig. 42. Marcas de giro en el exterior de la base de un pedestal proveniente del acceso a la
ofrenda. 10/4.

374
La Arqueología y el Arte de Pashash: Períodos y Tipos Cerámicos

Fig. 43. Marcas de giro en la base separadas de la copa en la unión. 10/4.

Fig. 44. Fragmentos de pedestales de copas de arcilla sin cocer. El fragmento fue preser-
vado durante la excavación al ser cubierto con enlucido. 10/4.
375
Terence Grieder

Un rasgo distintivo de las tazas de cerámica es la formación por separado de la


taza y el pie (Fig. 43). Una depresión circular plana fue cortada dentro de la base
de la taza y el pie fue hecho con una proyección circular que era exactamente
ajustada dentro de esta. Este rasgo es visto en una de las cuatro tazas de arcilla
no cocida en la ofrenda del Corte 10, Nivel 4 (Fig. 44). Cuando las vasijas fueron
depositadas una de estas cayó dentro y el pie se desprendió revelando la depre-
sión circular de aproximadamente 3 mm. de profundidad en la base de la taza.
Un pequeño hoyo en la depresión se localizaba fuera del centro y sus funciones
son desconocidas. Entre las tazas cocidas existen varias en las que el pie fue des-
prendido de la base. El apretado ajuste del pie en las tazas cocidas se logró con el
engobe y las uniones también fueron cubiertas con él. Una taza de piedra también
tenía el pie hecho separadamente, pero no se hizo el corte circular para sujetarlo.
La marca donde evidentemente se adhería el pie, con alguna clase de pegamento,
aún puede observarse en la base pulida de la taza. Las tazas de cerámica se dife-
rencian de muchas de las tazas de piedra en la fabricación separada del pie.
En otros aspectos las tazas de piedra y cerámica son muy parecidas. Son simi-
lares en tamaño y forma y aparecen en el mismo contexto funerario, y además
evidencian marcas de herramientas comparables. Las tazas de piedra no podrían
haber sido cortadas sin un artefacto de tornear con eje centrado lo que fortalece el
argumento de que una herramienta similar fue usada para las tazas de cerámica.
El origen de la fuerza para el eje puede ser solo sugerido, tomando en cuenta la
evidencia arqueológica y etnológica con la que contamos. No existen herramien-
tas giratorias o parte de herramientas giratorias ciertamente identi cables en Pa-
shash, excepto piruros. Aunque herramientas operadas por cables nunca han sido
descritas en contextos nativos americanos (Easby 1968: 19-20) el bagaje cultural de
los antiguos artesanos andinos puede haber incorporado fácilmente ese principio
y las herramientas usadas para el hilado podrían haberlo inspirado. Además, de
la ropa, la población andina produjo una variedad asombrosa de cordelería y pro-
ductos textiles desde puentes y elementos arquitectónicos hasta botes, quipus, y
hondas, que fueron preferidas como armas sobre los arcos. Los pies de las tazas
de cerámica muestran una sola dirección de giro como las hondas más que el
movimiento inverso que el uso de un eje conductor puede producir. Esto sugiere
la utilización de una cuerda continua envuelta alrededor del eje, que da una rá-
pida rotación cuando la cuerda es jalada, especialmente si el eje tiene una rueda
volante. Sin embargo, el uso de herramientas giratorias nunca fue parte de las téc-
nicas utilitarias, sino, más aún, una actividad simbólica que dramatiza la relación
entre las actividades humanas y el orden cósmico evidente en el círculo rotativo
de los cielos.

Traducción: Aliz Ibarra Asencios

376
100 Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra, Editor. Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

LITOESCULTURAS EN EL
CALLEJÓN DE HUAYLAS

Richard Schaedel

Una de las características arqueológicas más signi cativas de las culturas andinas,
es la tradición de la escultura de piedra. La mayor parte de la información que se
ha publicado hasta la fecha está referida a los más espectaculares sitios de Tiahua-
naco en la sierra sur y Chavín de Huántar en las del norte, pero poco parece indi-
car la amplia existencia de litoesculturas en el interior de las serranías peruanas y
en los centros donde la tradición es particularmente fuerte. Este es el propósito de
este artículo el resumir lo referente a litoescultura en el Callejón de Huaylas e indi-
car su relación con los horizontes arqueológicos establecidos para la sierra norte.
Desde que las litoesculturas de Chavín de Huántar han sido recientemente re-
sumidas por Bennett (1942) y Kroeber (1944: 81-90), esto será omitido en la pre-
sente discusión salvo en relación con el material aquí presentado. Excepto Chavín,
luego, el área con la cual hemos de tratar incluye toda la sierra peruana desde Aija
en el sur hasta Huambo en el norte. Muchos de los sitios donde han sido reporta-
dos litoesculturas caen entre dos ramales de la Cordillera, predominantemente
en el Callejón de Huaylas. Algo que será discutido, sin embargo, está en la parte
oeste de las laderas de la Cordillera Negra y otras en las faldas orientales de la
Cordillera Blanca, con los sitios de Tinyash y Chachapoyas muy cerca a las aguas
altas del Marañón.

Dentro de esta área, hay unas 300 y tantos de piezas de las que se tienen referen-
cias, de las cuales 181 son representaciones de guras humanas, 46 lajas de puma,
y 65 cabezas humanas y animales y cabezas clavas. (El término “lajas de puma” se
re ere a losas con bajo relieve). En adición, hay una variedad de misceláneos de
piedras y losas ornamentales, las cuales caen fuera de las tres grandes categorías
de litoesculturas.

Resumiendo el grupo, nuestro procedimiento será describir las agrupaciones re-


gionales, donde quiera que sea posible de nir el estilo regional para cada varie-
dad de litoesculturas (estatuas, losas de pumas, etc.). Luego, daremos la eviden-
cia para las relaciones de las tres más importantes variedades de litoesculturas
para cada una, por ejemplo estatuas a losas de puma. Finalmente ordenaremos
todas las evidencias para su asignación especí ca a algunas de las litoesculturas

Titulo Original: Schaedel, Richard P. (1948). “Stone Sculpture in the Callejón de Huaylas”. En I. Rouse
(Ed.) A Reappraisal of Peruvian Archaeology (66-79). Memoirs of the Society for American Archaeology.

377
Richard Schaedel

a periodos establecidos en secuencias arqueológicas e indicaremos la probable


designación del resto.

Antes de proseguir, es conveniente remarcar que la completa descripción sola-


mente será hecha para las litoesculturas de la región de Aija y Huaraz, donde la
abundancia de adecuadas fotografías y dibujos hacen posible un detallado estu-
dio. Para las otras regiones, lo mejor que puede ser hecho es indicar la variedad
de litoesculturas remotamente descubiertas y su probable relación con el material
mejor conocido en la región. Este análisis se basa principalmente en la notas de
campo obtenidas por Bennett en 1938.

ESTATUAS

Aija

Aija, la cual está separada del Callejón de Huaylas por la Cordillera Negra, es el
punto más conveniente para comenzar nuestra descripción que el propio Callejón,
debido a la mayor certeza de la procedencia de las litoesculturas y a la gran ho-
mogeneidad de las representaciones, lo cual permite la identi cación de un estilo.
El estilo Aija, está representado por estatuas del tipo Guerrero y por once del tipo
Mujer. Los dos tipos fueron inicialmente reconocidos por Tello (1923: 237), y un
subsecuente estudio de estatuas adicionales con rmó esta distinción como válida
y útil.

El tipo Guerrero, está representado como acuclillado sobre los talones con las ro-
dillas levantadas y los pies dirigidos al centro de la estatua. La mano derecha sos-
tiene una porra, la que descansa sobre el hombro derecho y la izquierda proyecta
hacia adelante un escudo el cual cubre el brazo izquierdo. Una cabeza trofeo está
suspendida en el cuello. Las estatuas alcanzan de 93 a 131 centímetros de alto
(Bennett 1944a: Lám. 8G), (Tello 1923: Fig. 41, 43, 44), (Tello 1929: Fig. 41- 43),
(Tello 1930: Fig. 15, 16).

El tocado de la cabeza está usualmente decorado en todo el frente con caras o


per les de puma, ya sea en sus partes o totalmente, como las cabezas y garras,
los pájaros, y el diseño de “manos y pies”, es un término ciertamente vago para
describir lo que puede llegar a ser elementos de diseño más importantes (Fig. 1) El
pelo muestra sobre la espalda como una manta en forma de una hoja de remo. Las
orejas están generalmente cubiertas por un cubre-orejas, el cual también es parte
del tocado. Las variantes son esbozos circulares y semicirculares de las orejas uno
en el cual un arete semicircular se proyecta desde el cubre-orejas. El ojo es de
forma circular y el globo del ojo está usualmente delineado. Son variantes, ojos
semicirculares y ovoides. La nariz tiene una característica apariencia “regordeta”
y es redonda, aunque el modelo angular es una variante e indica un tipo diferente
de herramienta usada en el tallado. La boca está comúnmente indicada por una
hendidura o una ranura lateral. El contorno de los dos labios ocurre raramente.
La barbilla es característicamente redonda o puntiaguda, pero también una vari-
ante semi-cuadrada. El cuello es la parte de la estatua más profundamente tal-
lada. Este, es usualmente plano pero en algunas estatuas está adornada por un
collar o gargantilla. Los dedos de las manos pueden estar delineados como dedos
378
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas

Fig. 1. Tocado del Tipo Guerrero de Aija.

o por oscuras incisiones diseñadas sugiriendo garras. El pulgar de la mano está


usualmente extendido. El trofeo, en casos raros, está suspendido de los cabellos
en la mano derecha. Típicamente, sin embargo, es representado suspendido del
cuello por medio de o sin tirantes. La boca termina hacia arriba y el cabello cuelga
directamente en línea recta (Fig. 2). Los pies como las manos pueden estar deco-
rados con diseños incisos o realísticamente cincelados para representar dedos de
los pies.

La espalda, en todas, excepto en una estatua, está adornada con una cabeza trofeo
suspendida, similar a la del frente. La excepción es una estatua elaboradamente
decorada, la cual es también única para el tipo Guerrero en vestidura representa-
tiva. La parte posterior y el costado hacia debajo de la rodilla están cubiertos por
diseños en relieves de alternaciones de pájaros y guras aracniformes y sugieren
una prenda de vestir grande (Fig. 3). Una placa rectangular decorada encima del
hombro izquierdo es igualmente peculiar a esta estatua, diseñados alternativa-
mente. Los escudos (Fig. 4) son rectangulares y el diseño consiste en tirantes di-
agonales cruzados con diseños en relieve en los intersticios trapezoidales. Otros ti-
pos de diseños son líneas radiales de un círculo central y sobre todo una serpiente
de doble cabeza. En todas, excepto el último tipo, una cara circular está indicada
en el centro del escudo. Tres protuberancias de signi cado desconocido cuelgan
más debajo del escudo.

Fig. 2. Cabezas Trofeo del Tipo Guerrero de Aija.

379
Richard Schaedel

El tipo Mujer, está representado en la misma actitud sentada o en posición cuclil-


las. Las manos están extendidas adelante sobre el mismo nivel a modo de solapa
colgante como objeto de ellos se parece mucho a las cabezas trofeo en la misma
área frontal del tipo guerrero. La espalda está decorada con una placa de aparien-
cia similar al escudo. El tamaño es ligeramente más pequeño que las estatuas del
tipo Guerrero (Bennett 1944a: Lám.8E, F), (Tello 1923: Fig. 39, 40), (Tello 1929: Fig.
40, 45), (Tello 1930: Fig. 14, 15).

La banda de la cabeza tiene un disco circular en forma de broche adelante. El


cabello (Fig. 5) está representado por líneas paralela rectas y onduladas, sugieren
trenzas, las cuales circundaban diagonalmente de arriba hacia atrás y de abajo
sobre los hombros para desaparecer debajo de la placa. Cuando no está cubierto
por el cabello, la oreja está representada por un delineado semicircular. En varias
estatuas los aretes en forma de abanico descansan sobre los hombros (Seler 1893:
Lám. 14). Los ojos son característicamente ovoides o circulares. Ojos en forma de
lazo ocurre como variante. El globo del ojo está generalmente delineado. La nariz
es la misma como para el tipo Guerrero. Una ranura lateral profunda caracteriza
la boca. La barbilla es redonda y puntiaguda y el cuello está profundamente hun-
dido y sin decorar.

Fig. 3. Diseños en la espalda del Tipo Guerrero de Aija.

380
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas

Fig. 4. Escudos del Tipo Guerrero de Aija.


Los hombros son planos o cubiertos con diseños en relieve, lo cual probablemente
representa parte de la vestidura. La posición de las manos varía desde ambas
manos sobre la cintura separadas por la faldilla central, a ambas manos debajo del
cuello con un espacio entre ellas. En una estatua las manos están bajo un bolso u
objeto parecido. Los dedos de la mano pueden ser claramente dedos de nidos o
tener una apariencia parecida a garras. El muslo y piernas están más a menudo
representados enteramente sobre el lado plano que en el tipo Guerrero, con sola-
mente los dedos mostrados sobre la super cie frontal.

El espacio frontal está ocupado por una solapa (Fig. 6) usualmente dividido en
una parte superior con dos discos circulares y una parte inferior más grande de
líneas paralelas verticales o un campo plano rectangular. Una variante es el objeto
semejante a un bolso ya mencionado. La apariencia general de las solapas sugiere
una estilizada cabeza trofeo.

Todas las estatuas de este tipo tienen algún elemento de lo que podría ser llama-
do vestidura, o tirantes con solapas frontales, una banda decorada en la cintura,
un manto de variado tamaño sobre la espalda con o sin una placa central o una
combinación de éstas. La secuencia de decorado sobre la espalda es pelo, placa o
manto, el borde inferior por debajo de la placa y base decorada (Fig. 7). En algu-
nas solamente la placa está representada. El diseño sobre la placa consiste de tiras
diagonalmente cruzadas, solas, dobles o triples con un acara central diseñada y
paneles intersticiales decorados.

En adición a las veinte y siete estatuas, aquí están otras tres en condición gastada.
Ni siquiera con su cientes detalles para ser clasi cados dentro de uno de los dos
tipos, pero tales características como pueden ser observadas, ocurren dentro de
los límites de variación para el estilo Aija. Este estilo puede ahora ser de nido por
todas las estatuas de Aija como constituyendo las siguientes:
381
Richard Schaedel

Fig. 6. Tocado del Tipo Mujer de Aija.

Fig. 5. Solapa frontal del Tipo Mujer de Aija.

382
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas

1.El cuerpo entero está representado o implícito por el área inde nida y sobre
toda la forma de la piedra. La forma varía del usual cono truncado a triangular,
rectangular o prismático. El tamaño promedio es 1 metro.

2. Lo característico está en la cabeza, lo cual ocupa de una tercera a una mitad del
total de la super cie frontal. Esta tiene el más profundo tallado en el cuello, nariz
y cejas. Los extremos están esculpidos en mucho más relieve.

3. La cabeza es siempre decorada a la vez con una simple banda y pelo diseñado, o
en muchos imponentes tocados con pumas y otras guras zoomorfas en variedad
de grados de relieve.

4. Los ojos, nariz, barbilla y manos son siempre diseñados. Las manos nunca se
cruzan y son representadas aproximadamente a la misma altura o próximas al
plano frontal de la estatua.
5. Los ojos resaltan en relativamente relieves profundos en el área ahondada de
los pómulos, aunque en algunas instancias ellos son indicados solamente por una
super cie levantada. El globo del ojo usualmente es delineado.

6. La nariz tiene un característico ensanchamiento y destaca en un relieve algo


profundo en la base.

Fig. 7. Diseños en la espalda del Tipo Mujer de Aija.

383
Richard Schaedel

7. Los labios modelados son raros, tampoco ocurre el modelado de las mejillas.

8. La boca es usualmente hendida o una ranura formada. Los dientes no están


representados.

9. El área cóncava exterior que de ne el cuello, es el Proción más profunda-


mente tallada de la estatua. De per l esto frecuentemente presenta un exagerado
énfasis en la barbilla.
10. Los genitales nunca son representados.

11. Los pies siempre diseñados al centro de la estatua y están al mismo nivel. Ellos
están doblados hacia atrás o ligeramente delante de los muslos.

12. Todas las guras llevan o usan algo en el frente y detrás.

Huaraz

El mayor agrupamiento de estatuas esta en el Callejón de Huaylas. En donde la


procedencia conocida es Huaraz o sus alrededores; y si nosotros permitimos cierta
tolerancia por el rango de distribución de las estatuas en las colecciones del Museo
de Huaraz, Chiclín y Soriano, la designación Huaraz puede ser seguramente acep-
tada como un corto y más conveniente término para las estatuas del Callejón de
Huaylas.

En vista de que las estatuas de Aija se caracterizan por su homogeneidad y consis-


tencia de estilo, las de Huaraz son mejor caracterizadas por el número y variedad
de los estilos representados. Debido al alto grado de superposición, es imposible
aislar estilos diferentes sobre cualquier base altamente subjetiva. Una limitación
mas amplia para un término estilístico está impuesta por la necesidad de estu-
diar los detalles de las estatuas a partir de fotografías y diseños aproximados de
campo, los cuales fueron encontrados para ser universalmente comparados para
todas las estatuas Huaraz y fueron aquellos en los cuales se ja lo más prestan-
te observado, tales como la posición de los pies, posición de las manos, tamaño,
relativo grosor de miembros y la presencia o ausencia de genitales, ornamentos,
vestiduras o armas. Una serie mayor de grupos fue establecida sobre las bases de
estas características.

Ya sean losas verdaderas, en el que están talladas sólo la super cie delantera o
una parte de ella, debe considerarse como signi cativamente diferente de verdad-
eras estatuas talladas en la ronda es una pregunta difícil de decidir. Desde que
ambos extremos y todos los estados intermedios están representados en Huaraz,
yo tengo designadas como estatuas todas las representaciones de la gura hu-
mana, donde parecen formar las losas grupos distintos o sub-grupos sobre la base
de la misma posición y una o mas adicionales características distintas o subgrupos
sobre la base de las misma técnica de la losa como diagnóstico secundario. De otro
modo yo las relaciono como “losas variantes”. Podría establecerse subdivisiones
estilísticas válidas en Huaraz sobre la base de un detallado estudio de primera
mano del material, de ahí y de otros sitios menos conocidos de la sierra norte y
que es uno de los objetivos de mi presente viaje de campo. Para el presente, la
384
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas

clasi cación en grupos se expresa adecuadamente la variedad de las estatuas en


Huaraz e indica la relativa extensión en la cual se desarrolló local y externamente
la litoescultura.

Grupo A, piernas cruzadas, dedos apuntando hacia los lados de la estatua: 49 ó 39


% de todas las estatuas.

Grupo B, pies en posición como las estatuas Aija: 19 ó 15 % de todas las estatuas.

Grupo C, rodillas levantadas hacia el frente, pero los dedos apuntando hacia los
lados como en el grupo A: 18 ó 14% de todas las estatuas.

Grupo D, rodillas levantadas, los dedos de los pies apuntando hacia abajop8 ó 8%
de todas las estatuas.

Grupo E, posición sentada, dedos de los pies en posición indeterminada: 6 ó 5%


de todas las estatuas.

Grupo F, posición parada, dedos apuntando hacia adentro, abajo o hacia fuera: 6
ó 5% de todas las estatuas.
Grupo G, posición en cuclillas, los pies extendidos, los dedos apuntando hacia
fuera: 3 ó 2 % de todas las estatuas.

Grupo H, semi-estatuas, en las cuales los pies no están representados ni preten-


didos. Algunas presentan las manos en la cintura: 16 ó 13% de todas las estatuas.

El primer y mayor grupo (Fig. 8) en Huaraz, comprende todas las estatuas en las
cuales las piernas están cruzadas (Bennett 1944a: Fig. 33E). Esta posición ocurre
solamente en Huaraz. Muchas de las estatuas, en este grupo están distinguidas

Fig. 8. Huaraz Grupo A.

385
Richard Schaedel

por la ausencia de otra decoración o adorno que el tocado de cabeza. La altura


varía de 60 a 90 centímetros. Granito gris es el material mas frecuentemente usa-
do. Estas estatuas representan hombres, indicada por la presencia de genitales
debajo de las piernas cruzadas en muchas de las estatuas. Cuando los genitales
no están representados, no hay un cambio de correspondiente en la estatua para
indicar el sexo opuesto.

El tocado de cabeza es usualmente más pequeño que el tocado masculino de Aija.


Está decorado con cabezas de puma, “manos y pies”, diseños curvilíneos que su-
gieren que la honda fue usado como tocado y per les completos de pumas. El
cabello nunca está representado.

Los detalles faciales varían considerablemente. Las orejas están dibujadas como
ligeramente levantadas y delineadas en círculo, pero pueden ser ovoides, en for-
ma de lazo, en forma de “S”, o semicircular en contorno como en las estatuas de
Aija. Los ojos muestran más la misma variante con el añadido de un tipo cuad-
rangular. El contorno circular es más común, y en la mitad de las estatuas el globo
del ojo está delineado. La nariz es predominantemente rectangular con una ten-
dencia hacia el contorno trapezoidal. El modelado es de costumbre mas angular
que redondo, el reverso de la situación en Aija. La boca está característicamente
delineada por una ranura lateral, pero variaciones del corte y labios diseñados es
un tipo que sucede en Aija como ha sido observado. Los dientes son una caracter-
ística de un pequeño sub-grupo para describirlos ahora. La barbilla es usualmente
redonda, aunque algunas variaciones son más angulares y cuadradas.

Fig. 9. Huaraz Grupo B.

386
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas

El cuello es usualmente plano y no tan profundamente cavado como en las estat-


uas de Aija. Algunas estatuas, están adornadas con un colar o una gargantilla.
Las manos están siempre descansando sobre sus respectivas rodillas. Las piernas
están cruzadas exactamente sobre el lado izquierdo en la mayoría de los casos,
pero también se dan al contrario. La espalda está libre de decoraciones.

Hay un pequeño subgrupo de cinco estatuas, en las cuales los pies están cruzados,
pero en la cual la gura muestra una porra sujetada. Otra típica característica de
este subgrupo es la ausencia de genitales, espalda decorada con una o más cabe-
zas trofeo, cabezas en frente suspendidos del cuello o manos o profundamente
grabado en el espacio del cuello y usualmente una doble hilera de dientes. En
cuatro estatuas el brazo izquierdo está cubierto por un escudo. Los escudos son
cuadrados y aparentemente más pequeños que los de Aija. En los tres claros ejem-
plos de escudo diseñado, solamente está representado el motivo de las bandas
cruzadas. La porra descansa sobre el hombro izquierdo en tres de las estatuas en
lugar del hombro derecho como en Aija. También diferentes a los de Aija son los
trofeos, los cuales son pequeños, carecen de cabello y están colgando exactamente
al lado (Véase Borchers 1935: 352).

Fig. 10. Huaraz Grupo C.

387
Richard Schaedel

Con la excepción de este pequeño subgrupo, el primer grupo de estatuas de Hua-


raz puede ser considerado como formado por un número de estatuas, muchas
de las cuales representa un estilo local, Huaraz. En el momento presente, sin em-
bargo, la conformidad estilística del grupo muestra solamente en la frecuencia o
rara ocurrencia, dentro del grupo, como un todo de ciertos rasgos comparables.
El pequeño subgrupo exhibe gruesa iconografía similar a las del tipo Guerrero
en Aija, mas en un último examen los grupos están reducidos al complejo porra,
escudo, cabeza trofeo. La postura y caracteres morfológicos relacionan este subg-
rupo mas cercanamente a las estatuas menos adornadas en el Grupo A.

Una subdivisión “parecida a Aija” en Huaraz, puede ser establecida entre las es-
tatuas del Grupo B, y un subgrupo del Grupo C. De las estatuas en el Grupo B, seis
tienen un cercano parecido al tipo Guerrero en Aija más que cualquier otra estatua
en Huaraz (Fig. 9). Ellos son mostrados con la porra usualmente sobre el hombro
derecho y el escudo en el brazo izquierdo. La cabeza trofeo está representada ar-
riba, y solamente en este grupo los rasgos parecidos a Aija están representados
con cabello en los hombres, aretes semilunares, escudos diseñados del tipo de
líneas radiales y sobre todo serpientes. Desgraciadamente, las estatuas existentes
están en una condición deteriorada que es imposible que en base a fotografías y
dibujos se puedan determinar los detalles en muchos casos.

Sin embargo, hay presencia signi cativa dentro del grupo de aquellos elementos
parecidos al estilo Aija, como la solapa frontal, los aretes en forma de abanico o
tiras, e indicios de ropa.

Ninguna de las estatuas en el Grupo B, sin embargo, se ajustan a las especi cacio-
nes previamente señaladas para el estilo Aija. En uno u otro grupo se presentan
las características que no son Aija, como: genitales, dientes, cabezas trofeo vertica-
les y pequeñas guras humanas.

El grupo C, se conforma de dos signi cativos subgrupos que se distinguen el uno


del otro por el relativo grosor y tamaño de las extremidades. El subgrupo de es-
tatuas grandes (Fig. 10), aproximadamente de 90 centímetros y con representacio-
nes realistas de las extremidades, se a lia cercanamente al tipo femenino de Aija.
Tales características como cabello trenzado, aretes en forma de abanico y sobre
todo espaladas decoradas combinada con la ausencia de genitales se presenta más
frecuentemente en el grupo que en otros grupos mayores de Huaraz. El diseño en
forma de araña aplicado a los lados y espalda de la gura es uno de los cercanos
paralelos entre las estatuas de Aija y Huaraz la cual se presenta en este grupo.
Excepto por la posición de la pierna y la pronunciada giba de los hombros hacia
adelante, numerosos ejemplos de este subgrupo pueden ser incluidos en el estilo
Aija.

Signi ca poco que, solamente en esta subdivisión parecida a Aija en Huaraz,


hayamos encontrado guras femeninas. El énfasis predominante en las estatuas
Huaraz, especialmente en el Grupo A está en el miembro viril.

Las estatuas más pequeñas que comprenden el otro subgrupo del Grupo C, y
del subgrupo que no son losas del Grupo D, (muchos de los cuales son también
pequeños), forman una segunda subdivisión en Huaraz. Debido a su aparente
388
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas

liación con estatuas pequeñas de Huántar (descritas ahora) les tengo el término
“parecidas a Huántar”. Estas estatuas miden 50 centímetros de alto, excepto la
característica delgadez, miembros parecidos a un bastón, muestran poco detalle.
Cinco estatuas del Grupo D conforman esta subdivisión parecidas a Huántar, la
cual tiene un fuerte contraste con el tamaño casi natural, las esculturas realísticas
de Aija y la subdivisión de parecido a Aija en Huaraz.

Las lajas que constituyen el resto del Grupo D son poco numerosas y muy des-
gastadas siendo imposible obtener otros criterios para comparar la posición y
tamaño del pie.

El Grupo E, incluye las pocas estatuas en Huaraz, en las cuales la posición sentada
es intermedia entre las posiciones características de la mayoría de los grupos o no
pueden ser exactamente determinadas.

Los Grupos F y G, son lo más pequeños y consisten mayormente de verdaderas


losas.

El Grupo H, incluye todas las semi-estatuas. Mientras ellas tienen una amplía dis-
tribución, estas se asemejan a las estatuas completas en las regiones en las cuales
ellas fueron encontradas con respecto a los pocos rasgos distintivos que pueden
ser comparados. Esto no añade signi cativamente rasgos comparables al reperto-
rio (Véase Borchers 1935: 292).

Huántar

Huántar está representado por quince estatuas pequeñas, todas ellas de 50 centí-
metros o menos (Fig. 11). Están esculpidas en gran parte, solamente sobre la su-
per cie frontal, aunque la cabeza ocasionalmente es representada en círculo. Lo
característico del grupo es su delgadez, brazos y piernas en forma de bastón. Cu-
ando las retrataron los pies apuntaron hacia abajo o hacia afuera, nunca hacia el
centro de la estatua. Los detalles faciales y el tocado no pueden ser comparados
por lo inadecuado de las ilustraciones. En general, las estatuas pueden ser descri-
tas esencialmente en dos dimensiones, además la tercera dimensión es sugerida
por repliegues no ortodoxos en las extremidades. Las convencionalización de este
tipo de tallado fue aparentemente responsable por la posición de los pies de los
grupos C y D en Huaraz.

Fig. 11. Estilo Huántar.

389
Richard Schaedel

MISCELÁNEA

En Chacas, una ciudad un poco al norte de Huántar y así mismo sobre las plani-
cies de las faldas orientales de la Cordillera Blanca, se han encontrado dos monoli-
tos, uno con los brazos levantados debajo de la barbilla. La posición de los pies en
ambos, indica una pose sentado con las piernas dobladas bajo el resto del cuerpo.
Si estas estatuas son relacionadas con el material previamente descrito, su a ni-
dad próxima es con el Grupo E, de Huaraz. Esta posición sentada con las piernas
dobladas, tiene reminiscencias a las momias en cuclillas, tan frecuente en la sierra
norte y se presenta con tan poca frecuencia en otros lugares que debe ser consid-
erado como una característica general de la sierra norte en las representaciones de
guras humanas.

La estatua descubierta por Wiener (1880:137), en Cajabamba al norte de Huama-


chuco muestra una similar posición agachada con las manos levantadas debajo de
la barbilla.

Las losas de Cabana, también reportadas por Wiener (1880: 496), muestran sor-
prendente similitud iconográ ca con las losas del Grupo F, en las cuales los pies
apuntan hacia afuera. La gura parada de Cabana comparte con las de Huántar el
collar alrededor del cuello y la porra sostenida diagonalmente a través del cuerpo
en adición sobre toda la posición.

La losa de Tinyash (Antúnez de Mayolo 1935: Fig. 15), muestra una gura en cuc-
lillas similar a la losa del Grupo G de Huaraz, la cual viene a ser similar a la gura
central de las losas del puma que serán descritas ahora. Tinyash se ubica sobre el
Marañón en la parte más oriental.

De Catan situada sobre lomas al occidente de la Cordillera Negra, Horkheimer,


reportó lajas con la posición de pies del estilo Aija y una porra sobre el hombro
izquierdo. Aún cuando especí camente bien diferente (la gura es de solamente
50 centímetros de alto), la losa es generalmente relacionada con la iconografía de
Aija y las subdivisiones parecidas a Aija en Huaraz (Horkheimer 1944: Fig. 20).
Más o menos representa la mayor extensión de la sierra norte de litoesculturas.

Resumen

Aunque no es su ciente lo conocido más allá de las litoesculturas de Huaraz y


Aija, algunas observaciones importantes pueden ser hechas en relación a las estat-
uas en general de la sierra norte:

1. En Aija, es el estilo mejor de nido de estatuas talladas. Estas consisten de dos


tipos: Guerrero y Mujer.

2. En Huántar hay otra tradición local de estatuas talladas, de relativo grosor en


las extremidades y la posición de los pies que contrastan marcadamente con las
estatuas de Aija.

390
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas

3. En Huaraz, donde se encuentra el mayor número y complejidad de estat-


uas, dos desarrollos son evidentes:

a) Una predominante tradición local de tallado la cual es representada por


el Grupo A. Las estatuas con la característica posición de piernas cruzadas de este
grupo no se presenta en otra área; excepto por la esporádica presencia dentro del
grupo de características de otras tradiciones escultóricas nos impiden de nir un
estilo Huaraz.

b) Grupos que indican liación con otras tradiciones:

1. Las más numerosas de estas son los Grupos B y C, los que constituyen la sub-
división parecida a Aija. El Grupo B y la mitad del Grupo C se muestran para ser
relacionadas con los tipos Guerrero y Mujer de Aija, respectivamente.

2. Parte del Grupos C y D (el siguiente grupo en Huaraz) relacionado a la pequeña


tradición Huántar constituye la subdivisión parecida a Huántar.

3. Los grupos que son representados al menos en Huaraz, F y G, tienen a nidades


con estatuas (actualmente losas) de áreas más distantes del norte y este.
4. Las semi-estatuas tienen una amplia distribución y son similares a las estatuas
completas en las regiones en las cuales estas fueron encontradas.

5. La posición de la gura sentada con las rodillas dobladas debajo del cu-
erpo, es una característica general de la sierra norte y se relaciona con las estatuas
de Chacas y Cajabamba a la tradición escultórica de la sierra norte.
Losas de Puma

La forma de representar el puma en la sierra norte está restringida a dos formas


convencionales; enteramente de per l, o con toda la cara de frente y el cuerpo de
per l. La posición volteada está reducida a unas cuantas variaciones. En las postu-
ras del Callejón de Huaylas y Aija, con una excepción, la de un animal agachado.
El grado de la espalda arqueada varía, pero la cara y las garras traseras son
invariables en el mismo nivel. Al norte de esta área el puma es representado ret-
rocediendo sobre sus piernas traseras con las garras delanteras extendidas hacia
adelante paralelamente a las garras traseras y a la cola enrollada detrás o debajo
del puma.

Una variante de esta posición se presenta en un ejemplo de San Benito en la región


de Tantarica ilustrada por (Horkheimer 1944: Fig. 21), en la cual el animal muestra
las garras traseras y delanteras al mismo nivel, pero obviamente no agachado. Es
posible que la losa estuviese volteada sobre su lado, así que la pose del animal se
aproxima a la del puma retrocediendo; o podría representar un puma sobre una
extremidad, las garras traseras están por debajo de las delanteras. Esta también
puede ser la posición de una losa tallada de Chacas, pero, el detalle de la garra
está perdida. Sin embargo, el estilo de tallado es distinto, las losas no podrían ser
consideradas signi cativamente similares.

De acuerdo a las dos formas de representaciones, la cara del puma y las tres va-
riaciones en la posición, es posible establecer cinco tipos de puma, los cuales son

391
Richard Schaedel

su cientes para designar todas las presentaciones conocidas del animal.

Tipo I, es de nido como el per l de un puma agachado (Fig. 12). Se presenta solo,
en combinación con otro puma del mismo tipo, y con la gura humanan o cara al
centro.

Tipo II, es el puma con el cuerpo de per l y toda la cara de frente (Fig.13). Este se
presenta también solo, doble y, en combinación con una gura humana central u
otra criatura.

Tipo III, es de nida como puma de doble cabeza (Fig. 14). Este se presenta sólo
con la cara completa de frente y representa los cuerpos de dos pumas unidos en
el inicio de los arcos de la espalda. Sólo las garras frontales y la cabeza son repre-
sentadas. Se presentan solos y con una gura humana al lado. Hay dos ejemplos
pequeños de este tipo sin la gura humana.

Tipo IV, representadas por pumas levantados en per l (Fig. 15). Este se presenta
solo y en varias formas de composición de la cual hay solo un ejemplo de cada
variación. Las variaciones son: (1) dos pumas que se encaran con una gura hu-
man de per l al costado de cada puma, (2) un puma con una gura o cara humana
central, y (3) un par de pumas encarados sobre o debajo de un diseño de cara
circular al centro.

Tipo V, es una categoría miscelánea de lajas de Chacas y Huambo y representan


un puma de frente en posición sentada sobre tres miembros.

Bajo el precedente tipo de clasi cación pueden ser incluidas todas las 47 losas
o fragmentos de la sierra norte del Perú. Seis de las siete losas de puma de Aija
forman las bases para poder llamarlas el estilo Aija de lajas de puma. Todas estas
son de cara completa o Tipo II de pumas (Tello 1923: Fig. 33, 34). El estilo tiene las
siguientes características:

Composición: cuando más de un puma es representado la cara del puma al centro


con la gura central entre ellos.

Fig. 12. Losa de Puma Tipo uno.

392
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas

Fig. 13. Losa de Puma Tipo dos.

Fig. 14. Losa de Puma Tipo tres.

Fig. 15. Losa de Puma Tipo cuatro.

393
Richard Schaedel

Tipo de tallado: usualmente con un relieve profundo con los ojos sobresalientes.

Detalles:
Ojos: usualmente delineados.
Orejas: redondeado o triangularmente redondeado.
Dientes: ya sea con la proyección o los caninos prominentes.
Posición de la cola: varía entre rizado hacia atrás, rizado hacia abajo, o en voluta.
Garras: delineadas por líneas incisas o por hendiduras que separan los dígitos.

En Huaraz, es un grupo comparable las losas del Tipo II, todas estas característi-
cas se presentan individualmente o en combinaciones de dos o tres; aunque la
complejidad no es completa para permitir la clasi cación de algunas de las losas
como del estilo Aija.

De niendo un estilo Huaraz es conveniente describir ciertas características y el


rango de variación el cual contrasta con las losas del estilo Aija. El estilo Huaraz
incluye los tipos puma I, II y III. La composición es completamente variada, por
ejemplo: la gura humana puede estar en un lado de los pumas, y la cara de los
pumas en una u otra dirección o espalda a espalda. El tipo de tallado varía de
muy profundo a relieve super cial. Las orejas en los pumas del Tipo II son usual-
mente cuadradas y delineadas. Los dientes varían de resaltados a caninos promi-
nentes, en una doble hilera sin ningún diente. La cola es curvada en todos excepto
en la posición hacia abajo como en las losas de Aija, pero en adición dos tipos de
volutas enrolladas hacia abajo pueden ser remarcadas. Lo mas distintivo de los
pumas Huaraz son los diseños de volutas que delinean las garras y demarcan las
muñecas por una hendiduras o línea incisa.

Dos sub estilos pueden ser descritos ahora. Sub estilo I, incluye todos los pumas
del Tipo II y algunos del Tipo I. La composición predominante es con los pumas
frente a la gura central. El relieve es profundo a moderadamente profundo. El
Tipo I de pumas se distingue por las orejas que cuelgan hacia adelante. Los dien-
tes se representan en ambos tipos resaltantes o con caninos prominentes. Todas
las posiciones de la cola son representadas. La mandíbula es redonda.

El sub estilo 2 consiste de solo pumas del Tipo I. Todas la composición de varie-
dades suceden, excepto aquellas en las cuales los pumas miran a la gura central.
El relieve es moderado a ligeramente profundo, los ojos no están delineados y el
trazado de caracteres es característico. Las orejas están usualmente colgadas hacia
atrás o apuntando hacia atrás. La cola está consistentemente enroscada a manera
de voluta. La mandíbula es cuadrada y angular.

La única losa Aija de puma de per l pertenece al sub estilo 2. Una variación an-
gularmente delineada del sub estilo 1 es reportada del área general del Callejón
de Huaylas y puede representar una variante regional. Las dos losas ilustradas
por (Tello 1923: Fig. 35, 37), indican una variación regional los dientes a lados y
apéndices aserrados son propios de la boca del puma o el hocico. La presencia de
una cara central con apéndices dentados es también atípica.

El puma Tipo III ha sido mencionado en descripciones generales del estilo Hua-
raz. La pequeña variedad es ilustrada por (Bennett 1944a: Fig. 33B).
394
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas

Las losas del Tipo IV, se presentan con una excepción al norte del Callejón de
Huaylas (Horkheimer 1944: Fig. 36), (McCown 1945: Lám. 17), ( Wiener 1880: 702).
La composición varia considerablemente, pero los detalles del puma para la may-
or parte es casi similar a los sub estilos 1 y 2.

Otros ejemplos del Tipo IV se ha encontrado que pueden ser posibles de aislar en
estilos regionales tal como fue hecho para los Tipo I y II; por el momento esta losas
sólo pueden ser consideradas desde el punto de vista de su liación con los tipos
mejor conocidos del Callejón de Huaylas.

Un resumen de las losas de puma nos lleva a las siguientes observaciones:

1. Las losas de puma tipo II se presentan como el tipo predominante en Aija donde
ellos forman un estilo diferente.

2. Los Tipos I, II, II y IV son representados en Huaraz. Los tipos más frecuentes
son el I y II, los cuales forman las bases para la subdivisión estilística, el Tipo III
conforma es estilo general de Huaraz.

3. Tipo IV, representada por una sola losa en Huaraz, pero forma parte de la
tradición norteña de losas de puma.

Cabezas

Las cabezas esculpidas en la sierra norte se presentan con y sin vigas para inser-
tarlas en la pared. En Aija, Caráz, Cabana, Huari y Huamachuco las cabezas sin
viga están reportadas. Cabezas humanas con vigas se presentan en Huaraz más
no en Aija y en los lugares norteños tales como Santiago de Chuco y Huamachuco.
Como las semi-estatuas hay solo algunas características diagnósticas que permiten
una comparación general, y su liación puede ser determinada por el diseño del
tocado que indica relaciones con otras esculturas en la misma área. Así en Aija
el tocado muestra el diseño aracniformes, en Huaraz el diseño “manos y pies”;
en Huamachuco, donde no fueron reportadas esculturas, el tipo preponderante
se muestra con grandes orejas perforadas y un estilo de tocado de distribución
general para el norte del Perú. Las cabezas bien modeladas de Caráz y Cabana y
la inusual cabeza de Huari presentan problemas que esperan exploraciones cientí-
cas en esas regiones. La característica general de cabezas y cabezas clavas están
asociadas con Chavín de Huántar y Tiahuanaco y es probablemente una herencia
básica de todas las culturas serranas.

Las cabezas de puma son reportadas en Aija, Huaraz, Santiago de Chuco, Hua-
machuco, y Cabana. El contraste entre el tipo de cabeza de puma de Aija y Huaraz
y los tipos de Cabana y Huamachuco re ejan la distribución ya observada en las
losas de pumas tallados. Las cabezas de puma de Aija y Huaraz están talladas en
bajo relieve y representan toda la cara; aquellas de Cabana y Huamachuco están
talladas en escaso relieve y representan el per l del puma. Las diferencias region-
ales entre Aija y Huaraz ya notadas en las losas de puma están también re ejadas
en las cabezas de puma. El modelado es generalmente más redondo en Aija, el

395
Richard Schaedel

globo ocular está delineado, caninos prominentes son más comunes, y las crestas
de las cejas prominentes son distintivos de Aija.

Otros animales además del puma son representados en Cabana y la región norte
del Callejón de Huaylas. Es posible armar un criterio clasi catorio para un inven-
tario detallado de las numerosas cabezas y cabezas clavas hasta ahora reportadas,
pero con algunas excepciones, el dato indispensable sobre el tamaño, material
usado, descripción de las super cies, etc., son inexistentes o ya están dadas que
una conclusión basada sobre ellos podría ser prematuro y probablemente equivo-
cada.

Las litoesculturas misceláneas son mencionadas brevemente aquí indicando la


presencia dentro de la sierra norte de ciertas técnicas y diseños elementales los
cuales son atípicos o representan in uencias de centros lito escultóricos más dis-
tantes.

Las losas de Chacas incluyen un diseño de cóndor tallado, un relieve de serpiente


enroscada, y parte de una losa grande mostrando una gura humana sentada en
tres cuartas partes. Geométricamente los diseños de líticos vestidos son reporta-
dos en Huaraz, Cabana, y Huamachuco. Una losa con cabeza humana tallada y
una con serpiente de Chachapoyas y un pequeño animal grabado en los alred-
edores de Huaraz completan la clasi cación.

Interrelaciones

Un análisis detallado de los elementos diseñados indica la siguiente interrelación


entre las tres mayores variedades de litoesculturas.

1.Las estatuas Aija contienen un repertorio de elementos diseñados que son rep-
resentados sobre las losas de puma tanto en Aija y Huaraz, y sobre las estatuas de
Huaraz del Grupo C el cual se parece al tipo Mujer de Aija. Esos son: Tipos I, II y
III de pumas, de diseños aracniformes, cara de sol y de pájaro.

2.La gura central en las losas de puma de Aija es cercanamente identi cada con
la gura central de las losas de puma de Huaraz. Ambas se representan con pier-
nas separadas, las puntas de los pies dirigidas hacia afuera las manos apoyándose
en los apéndices cefálicos o agarrando una porra y una cabeza trofeo y con un
tocado de ambos apéndices cefálicos o el diseño de “manos y pies”. Esos con la
porra y el trofeo apuntan a una cercana relación con las estatuas de Aija del estilo
Guerrero y las estatuas parecidas a Aija de Huaraz.

3. Los diseños de tocado en las cabezas humanas y cabezas clavas indican cercana
similitud al tocado de las estatuas humanas en el área de la cual fueron reportadas.

4. En general la cara completa de puma, la representación del puma entero y el


diseño aracniforme son característicos de Aija, mientras el per l de puma de Hua-
raz usualmente reducidas a una serie de cabezas o garras y las volutas como un
diseño más elemental son más típicos.

396
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas

Cerámica y Arquitectura

La alfarería y la arquitectura son los principales elementos diagnósticos de la se-


cuencia cronológica de las culturas de la sierra norte establecidas por Bennett y
correlacionada con los datos de McCown en Huamachuco.

Sierra Norte Huamachuco


Miscelánea tardía Huamachuco tardío
Negro-Blanco-Rojo
Wilkawaín-Tiahuanaco
Katak Huamachuco medio
Recuay
Huaraz Blanco sobre Rojo
Chavín

La identi cación de esculturas de litoesculturas en Chavín de Huántar con la ar-


quitectura y los diseños de cerámica están bien establecidos. Para el periodo Blan-
co sobre Rojo el material tan limitado es disponible para comparaciones que no
las relacionan con las litoesculturas por lo que no pueden ser determinadas aún.
La evidencia para la asociación de litoesculturas de Aija y Huaraz con la cerámica
Recuay ha sido enfatizada por Tello (1930), pero las ilustraciones publicadas no
son convincentes. Hasta mayor información sobre los diseños disponibles de la
cerámica Recuay tendremos que contentarnos con señalar unas cuantas ilustra-
ciones signi cativas (Fig. 16).

El mejor ejemplo de liación de cerámica con las estatus es la jarra antropomór ca


ilustrado por (Schmidt 1929: Fig. 32), en el cual un Guerrero sentado se muestra
con una porra en el hombro derecho y un escudo en la mano izquierda. El escudo
esta decorado con el diseño de una serpiente de doble cabeza. Mientras esta jarra
se relaciona con algunas estatus del tipo Guerrero de Aija en la cerámica Recuay,
la ilustración no guarda semejanza con alguna estatua Huaraz.

La mejor ilustración de cerámica Recuay a liada con las lajas de puma es el diseño
de la jarra de Copa publicado por (Tello 1930: 289). El cercano parecido es con el
estilo Huaraz. La composición es sorprendentemente similar, pero el detalle es
único en varios aspectos.
La mayor parte de cerámica Recuay enfatiza el per l del puma de los Tipos I
y IV. La representación de apéndices cefálicos es frecuente e indica una cercana
conexión ente las lajas de Cajamarquilla (región de Huaraz) y Cabana con diseños
Recuay (Fig. 17)

Finalmente, una jarra representando aparentemente un tipo de casa subterránea


es ilustrada por Wiener (1880), muestra un dintel decorado con el Tipo I del per l
de puma.

Tello menciona un número de jarrones Recuay los cuales retratan “altares y ter-
razas cuyas paredes están decoradas… con cabezas humanas esculpidas y que
parecen estar incrustadas en ellas.” (1930: 289). Desafortunadamente ninguno de
estos ha sido ilustrado.

397
Richard Schaedel

Fig. 16. Estatua Aija y diseños cerámicos Recuay.

Fig. 17. Estatua Cabana y diseños cerámicos Recuay.

398
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas

Fig. 18. Tipos de Puma en la cerámica Recuay.

Sumando las evidencias del período Recuay, encontramos que la cerámica está
de nitivamente asociada con las estatuas Aija y parecidas a Aija (aunque no todas
ellas), con las losas de puma del Tipo I, II y IV (y posiblemente III; ver Fig. 18), y
probablemente con las cabezas clava sobre la base de las a rmaciones de Tello.
La única relación entre la litoescultura y el periodo Katak es un dintel pintado
descrito por (Bennett 1944a: 64, 65), es una estructura en la región alrededor de
Katak. La estructura está descrita como “Cámara central subterránea con conex-
ión de cámaras laterales”. El diseño sobre el dintel corresponde de muy cerca al
Tipo III de pumas de doble cabeza.

La presencia de cabezas de puma en el periodo Wilkawain-Tiahuanaco en asoci-


ación con los templos en super cie de tres pisos ha sido también establecida por
(Bennett 1944a: 17). Desafortunadamente, una fotografía de la cabeza clava in situ

399
Richard Schaedel

en Caráz no es lo su cientemente clara para cualquier otra observación, excepto


que ésta es una cabeza clava de puma.

Además las asociaciones de litoescultura con este u otro periodo tardío no su-
ceden sobre la base del presente conocimiento.

Habiendo establecido una conexión entre algunas de las litoesculturas con los
periodos Recuay, Katak y Wilkawain-Tiahuanaco ¿Qué restos pueden indicar los
numerosos restos de litoesculturas sin asociar, particularmente las estatuas? La
denominación de nitiva de todas las estatuas, losas de puma, etc. no puede ser
hecha antes de que investigaciones completas hayan sido realizadas en la sierra
norte. Sin embargo, como resultado del estudio de las ilustraciones de 300 y pico
especímenes de litoesculturas, creo que es posible establecer tres fases distintas de
estatuas talladas las cuales representan un desarrollo secuencial y el cual puede
ser correlacionado de manera general con la secuencia cronológica de la sierra
norte.

Las estatuas en las cuales los detalles están representadas por líneas curvas con-
tinuas representan la Fase 1. Los labios consisten en franjas enrolladas parecidas
a cintas, alrededor de las mejillas y forman las orejas; los ojos en similar forma
están representados por una curva continua sobre la frente y dentro del tocado.
Las extremidades, las cuales a primera vista sugieren brazos y piernas, vuelven a
estar diseñados en intrincada forma de serpiente cuya cola sale de las más peque-
ñas porciones de la estatua. La representación convencional mas frecuentemente
observada representa los dos brazos emergiendo de ambos lados como serpientes.
Los pies también están incisos como para representar o sugerir la cabeza de ani-
males y pájaros.

Fase 2 consiste de estatuas en las cuales la prenda de la cabeza está delineada en


relieve y en la cual los límites de los detalles son claramente demarcados como
entidades anatómica. Los dedos no son siempre dedos, pero una mano es usual-
mente así representada y la otra es parecida a una garra. El pie está similarmente
concebido. Las incisiones son ocasionalmente usadas en algunas de las estatuas
para representar aplicaciones de diseños simbólicos.

Fase 3 no alcanza mayor dominio del tallado en el round, pero la técnica del re-
lieve asume un aspecto más lineal el cual explota el juego de luz y sombra para
enfatizar los diseños. Las incisiones no son usadas, y las esculturas se caracterizan
por una extravagante exhibición de elementos diseñados para su misma causa.

Las tres fases están representadas en las estatuas de Aija y Huaraz, aunque ejem-
plos de la Fase 2 son los más numerosos. Desafortunadamente, buenas fotografías
de la Fase 1 no están disponibles. Por el tipo de incisión el diseño detallado pu-
eden ser única y de nitivamente establecida por los trazos.

La Fase 3 está ilustrada por una estatua elaboradamente decorada de un tipo Guer-
rero en Aija y por estatuas del Grupo A en Huaraz en la cual la angularización
de la pose concentra atención sobre el juego de contrastes planos, horizontales y
planos.

400
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas

Las losas de puma representan dos fases de tallado. El estilo Aija y el sub estilo 1
de Huaraz son análogos a la Fase 2. El sub estilo 2 de Huaraz y el Tipo IV de losas
de puma sugieren un subsecuente desarrollo en la cual la posición conservadora
fue abandonada y, hubo elementos libres de manipulación de los elementos com-
posicionales para alcanzar nuevos patrones simétricamente agradables. El puma
por sí mismo deviene convencionalizado con la cola tipo voluta, orejas angular-
mente punteadas y mandíbulas angulares.

El desarrollo en el tallado de las cabezas clavas fue probablemente decreciendo en


importancia de la cabeza como un signi cativo adorno en la mampostería.

Seriación Correlativa

El desarrollo temprano de la litoescultura en la sierra norte está caracterizado por


intrincados diseños curvilíneos ejecutados con mucha habilidad siendo prolijos
sobre los bloques antropomór cos sobre los cuales ellos fueron tallados. Esta rel-
ación se da por la cruda y engañosa apariencia de las estatuas. La concepción
estética no es diferente a aquellas que subraya el arte Cupisnique. El principio
de combinar una estatua realista con diseños curvilíneos también la sugiere el
“obispo” de Moxeque. Por estas razones se podría asignar estatuas de la Fase 1
a un periodo pre Recuay, posiblemente contemporáneo con Salinar en la costa
norte en la cual los diseños curvilíneos sobreviven fuera de los detalles felinos
Chavinoides. Si conociéramos más del Blanco sobre Rojo en Huaraz, sería posible
relacionarlos con la Fases 1.

Esta fase fue seguida por un desarrollo local en el tallado en el round cuyos el-
ementos simbólicos fueron reducidos y suplantados por símbolos más realistas
tales como el escudo y la cabeza trofeo y los genitales. Este fue también un periodo
de estilos locales de losas de puma talladas en las cuales el símbolo del puma an-
queando a una gura central fue desarrollado.

Muchas de las estatuas de Aija y Huaraz representan esta fase y las losas de puma
de cara completa con los pumas de per l del sub estilo 1 en Huaraz son también
de este periodo. Debería asociar la Fase 2 con los inicios del periodo Recuay, con-
temporáneos con Gallinazo en la costa norte.

Finalmente la Fase 3 es representada por lo pumas de per l en el norte y en el


Callejón de Huaylas con su de nida asociación con la cerámica Recuay. Las jar-
ras antropomór cas previamente citadas, muestran al guerrero con un diseño de
escudo de serpiente de dos cabezas con apéndices, un diseño el cual es el más cer-
cano partido en la elaborada estatua del tipo Guerrero en Aija el cual representa
la Fase 3. La amplia distribución de la cerámica Recuay en la costa y hacia el norte
indican que el periodo Recuay tuvo un contacto considerable ente las regiones
de la sierra norte. Tales contactos pueden bien haber provisto el estímulo para la
tercera fase de litoescultura la cual se caracteriza por el incremento signi cante
de convenciones en las representaciones y un puro interés estético en la yuxta-
posición y repetición de patrones de diseño elementales, en planos contrastantes
y en la decisión de audaces contornos lineales.

401
Richard Schaedel

El posterior desarrollo de la litoescultura parece haber sido con rmada por las
piedras adornadas y cabezas clavas.

La relación de litoesculturas de Chavín de Huántar con la tradición de la sierra


norte puede ser notada de paso. La biomor zación de detalles anatómicos, cur-
vilíneos, y la composición simétrica dominante son todas características de los tal-
lados de Chavín así como la técnica de incisión na. Estas son también comunes a
la Fase 1. Ninguna de las estatuas de la Fase 1, sin embargo, revelan un motivo es-
pecí co chavinoide. El paralelo más cercano a las losas de puma de la sierra norte
en Chavín de Huántar es la gura Nº 17 en “Chavín Stone Carving” de Bennett.
Esta losa, sin embargo, es recordada como estilo no-Chavín. La frecuencia de gu-
ras humanas, las cuales pueden también ser citadas o indicadas con la tradición
de la sierra norte, es también no-Chavín. Sea que esta escultura “no-Chavín” es
posterior o pre Chavín o simplemente otro estilo contemporáneo, es un punto
crítico por determinar antes que una relación con otras litoesculturas de la sierra
norte puedan ser establecidas.

Conclusiones

Las principales conclusiones alcanzadas como resultados de este estudio son:


1. La tradición de la sierra norte de litoesculturas consisten de (a) estatuas de gu-
ras humanas en posición sentada con las piernas levantadas, (b) losas de puma, y
(c) cabezas y cabezas clavas.

2. Huaraz fue uno de los centros de desarrollo estético en litoescultura o más


probablemente, fue un receptor de in uencias de otras áreas más al norte como
Cabana, hacia el este como Huántar, y hacia el sur como Aija. Estas se re ejan
típicamente en las estatuas, losas de puma y menos frecuente en las cabezas y
cabezas clavas.

3. Aija representa un pequeño centro de litoescultura en la cual un estilo local fue


desarrollado en estatuas, losas de puma y cabezas.

4. Huántar representa, hasta donde se conoce, otro pequeño y relativamente ais-


lado centro de litoescultura, aunque solamente estatuas han sido reportadas.

5. Santiago de Chuco y Cabana representan lo que probablemente son variantes


de la tradición general de la sierra norte y ahí la evidencia se basa principalmente
sobre losas de puma.

6. Las litoesculturas extendidas de la sierra norte son mostradas por los reportes
aislados hallados más al norte como Catan, hacia el este como Tinyash, con nada
reportado en las áreas inmediatas al sur de Huaraz.

7. Las esculturas no-Chavín en Chavín de Huántar son el único material en el sitio


el cual se relaciona con la tradición de la sierra norte.

8. La asociación especi ca de todas las variedades de litoesculturas pueden ser


402
Litoesculturas en el Callejón de Huaylas

jadas para el periodo Recuay, con cabezas y cabezas clavas asociadas con los
subsiguientes periodos Katak y Wilkawain-Tiahuanaco.

9. Un análisis de las estatuas dentro de las tres fases, las dos últimas correlaciona-
das con el tempano y tardío periodo Recuay, hacen probable la asignación de al-
gunas estatuas a la Fase 1 a una fase pre-Recuay, posiblemente Blanco sobre Rojo.

10. In uencias no-Recuay son notadas en la región este de Huaraz en Chacas,


Huántar o Chavín de Huántar. La litoescultura en esta región excepto para el
Chavín clásico no está relacionado con alguna secuencia arqueológica.

Ahí están otros posibles puntos que deberían ser tocados, muchos de ellos en la
categoría de conjeturas hipotéticas. La relación de las litoesculturas de la sierra
norte con los textiles de la costa, de Tiahuanaco, Pucara, y Huari (Ayacucho) no
se menciona en Manabi y San Agustín, son todos objetos dignos de discusión. La
brecha en nuestra información de sitios al este y norte del Callejón de Huaylas
necesitan ser llenados antes para que nosotros tuviéramos una base adecuada
sobre la cual generalizar.

403
404
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

BANQUETES Y MUJERES: GÉNERO, IDEOLOGÍA Y


FESTINES POLÍTICOS EN LOS ANDES

Joan Gero

Introducción

Como nos movemos hacia una producción prehistórica feminista, especialmente


una que rechaza una limitada y limitante visión de las mujeres como una esencia
inalterable e insistir en ver al género como constituido históricamente (Conkey
y Gero 1988, Conkey y Gero 1991, Gilchrrist 1991), confrontamos dos desafíos
fundamentales. Primero, ¿podemos identi car, especi cación de géneros particu-
lares dinámicos? ¿Cuál es el signi cado de las características de las experiencias
prehistóricas de las mujeres y de los hombres en el sistema particular género/
sexo en el que han participado y, son estos reconocibles arqueológicamente? Y
segundo, ¿qué nuevos y sustantivos entendimientos pueden ser adquiridos acerca
del cómo; así llamado “sistema sexo/género” opera antes y ahora, en particular
y en general?

Para encontrar el primer desafío, la identi cación sutil y variaciones únicas en


diferentes sistemas de géneros, los problemas que encontramos, ambos son met-
odológicos y conceptuales: ¿Cómo hacer para mantener de una capa super cial
“conocida” de sistema de géneros, (el nuestro propio, o ejemplos etnohistóricos,
o reportes etnográ cos) sobre la prehistórica desconocida? Y hallando el segundo
desafío, debemos preguntar ¿Cómo podría la exitosa adición de otros ejemplos
de un “nuevo” sistema sexo/género contribuir para el entendimiento del como
trabajar en divisiones de género y categorías? Si la simple descripción es una di -
cultad como parece, ¿cómo puede la arqueología feminista obtener siempre más
allá de esto, para signi cados más estructurados, acerca de los géneros y política,
género y órdenes “domésticas”, género y el reino simbólico?

Esto aclara el avance en estas direcciones, especialmente en “prehistoria profun-


da”, donde la construcción de la femineidad y la masculinidad es potencialmente
muy poco familiar, y aún usando metodología múltiple y cadenas interpretativas
de lógica (Wylie 1991), no por negarse en muchos casos, sino para adoptar simples
correspondencias entre clases generales de cultura material y un sólo género por
insistir, problematizando las apropiaciones, tendríamos que adoptar y realizar

Titulo Original: Gero, Joan, M. (1992). “Feasts and females: gender ideology and political meals in the
Andes”. Norwegian Archaeological Review 25(1), pp. 15–30.

405
Joan Gero

tales correspondencias, encontrando nuestras propias preguntas: ¿Qué regulari-


dades arqueológicamente observables podemos medir sobre las guras y arro-
jar luz sobre el género? Si desaprobamos las relaciones género - artefacto como
constantes a través del tiempo ¿qué guración de las apropiaciones admitiremos
para entender ambas relaciones del género-artefacto y nuestra interpretación del
signi cado de género?

Mientras no hay una solución formulada para estos problemas, en este esfuer-
zo tengo que examinar un nuevo problema. Si los signi cados del género son
acondicionados enteramente por sus contextos, entonces podemos usar simili-
tudes indecorosas o paralelismos en contexto socio - históricos como clave, como
línea evidencial de razonamiento, cómo el género pudo haber sido constituido a
uno particular, creando el momento arqueológico. Esto me llevó a explorar el uso
de un armazón explícitamente evolucionario, para entender el cambio en los siste-
mas de género como un espina dorsal, tomando en consideracion las fechas de
mis unidades de excavación, el trabajo de C. W. Gailey proporciona indicios ele-
mentales en este caso. Esto se vuelve rápidamente evidente, aquí el entendimiento
de que, el sistema prehistórico de géneros no puede empezar con la fecha arque-
ológica. Tal vez las interpretaciones inicien con entendimientos de cómo y bajo
qué condiciones el sistema de género sufre los cambios sistemáticos.

Obviamente, aquí no hay riesgos, perdimos algo (¡pero no todo!) de la especi ci-
dad, la particularidad del momento bajo ¿consideración? ¿Qué elementos de esta
apreciación del otro lado, puede ser una pintura diacrónica animada del campo
en sistemas de sexo/género, de sutil pero signi cantes cambios, en cómo los roles
de género son realizados? y ¿cómo sus signi cados simbólicos son desplegados?,
esto ofrece una profundida división feminista especí ca de tiempos arqueológi-
cos, cómo tales momentos son vistos como parte de largas trayectorias de signi -
cación. Ofrezco este estudio, entonces, no una solución de nitiva para los desafíos
de la arqueología feminista, pero sí como una“ruta”.

Todos comen, pero en muchas disposiciones sociales, no todos preparan su propia


comida y se sirven. Esto es signi cante, política, social y económicamente, esto es
una pequeña muestra de gente que prepara y sirve la comida “a todos”, y que
este grupo que sirve y prepara comida, generalmente, está constituido por mu-
jeres (Friedl 1975, Hastorf 1991). En esta discusión, el rol tradicional que juegan
las mujeres en la preparación de la comida y el de servirla será discutido y el rol
fundamental para la negociación y rea rmación de la jerarquía y la subversión de
las relaciones de vínculos para las demandas cívicas y políticas. Esto es, las funcio-
nes de las mujeres en los festines o banquetes serán vistas como un apoyo estruc-
tural dentro de la estrati cación en los Andes. En los Andes donde los rituales de
festines políticos siempre fueron lo central para la reglamentación de relaciones
entre la regla y lo reglado, veremos que las mujeres llevaron a cabo las reglas de
preparadoras de comidas y de servidoras. Pero al mismo tiempo estos banquetes
capitalizaron sobre las tradicionales reglas de las mujeres, esto también se trans-
formó simbólicamente, de nió y se a rmó públicamente en relaciones de género
de forma que fueron esenciales para la emergencia de la jerarquía política. Intento
demostrar, entonces, que el género fue un componente crítico en la comida pre-
histórica de los Andes, asi como la manera en que el género justi ca para muchas
empresas sociales.
406
Banquetes y Mujeres: Género, Ideología y Festines Políticos en los Andes

Mi papel por revisar la evidencia para el banquete en el sitio de Queyash Alto


(Gero 1990, 1991) en el Callejón de Huaylas, en el norte de la sierra central del Perú
e iremos para mostrar la presencia de las mujeres en el sitio. Entonces volveré mi
discusión al contexto político del Período Intermedio Temprano. En que tales fes-
tines estuvieron situados.

Este Articulo concluirá con consideración de transformaciones de género como


parte del proceso de estrati cación política.

El Sitio de Queyash Alto

Está situado sobre una larga loma sobre las con uencias de los ríos Marcará y
Santa. Dos pequeñas construcciones de terraplén marcan las extremidades Este y
Oeste a lo largo de 100 m. del sitio, y un alineamiento simétrico de habitaciones
y patios llenos de lomas enteras arti cialmente acondicionadas. En ambos lados
Norte y Sur de la loma, una serie de bien de nidas terrazas de piedras lineadas
siguen los contornos de la loma. La arquitectura formal dispone con sus modelos.
movimientos restringidos a través de la loma y a lo largo de las terrazas sugier-
iendo una ocupación no doméstica que pone esto inmediatamente en la categoría
de pequeños sitios “ceremoniales” o “administrativos”. (Fig. 1)-

La precencia de la cerámica Huaraz Blanco sobre Rojo en los niveles más bajos
de casi todas las unidades de excavación, también como en asociación con la con-
strucción interior del terraplén oeste, con rma que la primera ocupación del sitio,
fecha a Huaraz o al período Intermedio Temprano (200 a.C- d.C 600). Los datos
no calibrados de C14 de estos niveles más tempranos Blanco sobre Rojo en Qu-
eyash produce una fecha de 270±150 a. C. (no calibrada Beta # 31354). Sobre es-
tas muestras ella total secuencia de materiales del Período Intermedio Temprano
incluyendo una pequeña muestra de artículos elaborados Recuay, con evidencia
post - Período Intermedio Temprano, también aparenta mucho presentarse en
el sitio . La carencia de concentraciones densas del Período Intermedio Tardío y
artículos Inca, sin embargo, sugieren que el sitio fue abandonado alrededor del
800d.C.., que también corresponde al 790±80 d.C. fecha de C14 (no calibrada Beta
#30114).

Las excavaciones en 1988 en Queyash Alto mostró tres áreas funcionalmente dis-
tintas, la terraza más alta al norte, nos reveló un discreto sector de estructuras y
pisos sobrepuestos de una casa con concentraciones de restos domésticos entre fo-
gones y carbón de leña. Aquí hubieron numerosos indicadores de una casa de alto
status del Período Intermedio Temprano, bien construidos segmentos de pare-
des, unos con restos de enlucido aún evidentes, grandes cantidades de cerámicas
decoradas en forma de platos, tazones y ollas, conchas cortadas de spondylus
importado de los mares del sur, pendientes de madreperla namente labradas,
parte de la cabeza y cuerpo de complejas gurinas incluyendo llamas, criaturas
con colmillos o garras y de formas antropomór cas, y al leres de cobre (Tupu).
En contexto ccerca a las estructuras residenciales se halló un depósito de huesos
de llama, con 5 mandíbulas rajadas, más abajo vértebras (algunas aún articuladas)
costillas y huesos largos rajados, sugirien un triste resumen de un episodio de
grandes cantidades de crueles matanzas de llamas. Finalmente, debajo del piso
407
Joan Gero

Fig. 1. Mapa de Localización del Sito de Queyash Alto en el Callejón de Huaylas

de la casa más baja o pequeña, en un hueco hondo dentro de una sólida roca de la
cima, estaba una caja de piedra conteniendo una pareja sobrepuesta de entierros,
cuidadosamente preparados, ambas mujeres, la última de tierna edad. Enterradas
sin un diagnóstico grave, la mujer más pequeña estuvo acompañada por sólo dos
cuentas (bolitas ensartadas que llevan las mujeres como collar para adorno) de
piedra, el cuerpo de un mono y varios mamíferos pequeños, que pueden haber
sido conejillo de Indias (cuyes).

En contraste, materiales de lo alto de la cima sugirieron actividades no domésti-


cas. El área del Terraplén Este reveló altas densidades de grandes almacenes de
vasijas y fragmentos de coladeras, sugiriendo que para algunas partes menores
del sitio de ocupación el área tenía una función de producción y almacenaje. Un
corralito para un mínimo de 6 cuyes (conejillo de Indias) y otro de restos de llamas
tiernas fueron dejadas en pequeñas sepulturas (Fitzhugh 1989).

Pero el área de la plaza abierta enfrente del Terraplén Oeste que parece haber
sido usado como un sitio para festines rituales, el área puede haber sido usado en
tiempo del Período Intermedio Temprano, pero el bloque de 36 m2 de excavación
en esta área (Fig. 2) reveló solo un resto de segmento de pared, con un poste ais-
lado, designado para tener una proveer techo o sombra. En ambos lados de esta
pared habían numerosos muros extendiéndose y hoyos cargados de carbón de
leña, 0.5-1 en diámetro y 30 cm. a 1 m. de profundidad, conteniendo llamas no
quemadas y fragmentos calcinados de huesos largos y acompañados por densos
408
Banquetes y Mujeres: Género, Ideología y Festines Políticos en los Andes

Fig. 2. Plano del Sito de Queyash Alto en el Callejón de Huaylas

409
Joan Gero

restos de vasijas Huaraz Blanco sobre Rojo - característica temprana del Período
Intermedio Temprano - de lados rectos y de poca profundidad, con ángulos bási-
cos y con los de nidos. El tamaño y forma de estas vasijas indican su uso como
vaso para la bebida, más probable para la chicha (bebida de maíz), que evidente-
mente era servido de abundantes jarras de gran diámetro, con cuello abierto no
decorados. Cucharones y cucharas de cerámica, junto con dos cucharones para
sacar agua, hechas de cráneo de llama, completa el patético cuadro de libaciones
generosamente ondeante. Casi todas las piedras astilladas de dos caras y cuchillos
del sitio, asociadas con la preparación de carne, también fueron recubiertos desde
esta área, y una profusión de fragmentos pipas de cerámica de ambos lados del
área residencial de la terraza norte y del área del Terraplén Oeste provienen desde
el área del Terraplén Este.

¿Qué tipos de festines eran estos, entonces? La disposición arquitectural formal de


Queyash Alto sugiere que los festines contenidos aquí, en frente de la cara simé-
tricamente del Terraplén Oeste, no eran simplemente una asamblea comunal para
celebrar o para apelar a la Pachamama por una buena salud o una rica cosecha
en la agricultura. Tales funciones de propósito bien pueden haber prevenido una
ocasión para los festines en Queyash Alto, pero el espacio del festín especialmente
diseñado y formalmente de nido, en un sitio con restricciones evidentes de ac-
ceso y movimiento, encomiendan una ocasión menos espontánea considerado en
el contexto regional del Período Intermedio Temprano (Gero 1990, 1991) , creo
que estos festines fueron patrocinados por una emergente y reconocida autoridad
social, un prestigioso Ayllu. Ambos con los recursos económicos y status recono-
cidos para congregar ayllus vecinos, para recompensar sus labores y tributos. Re-
tornaré a este argumento, luego de introducir el tema de las mujeres.

Las Mujeres en Queyash Alto

Aunque los arqueólogos nunca se sienten obligados a demostrar donde los hom-
bres pueden ser localizados en los sitios prehistóricos, la presencia de las mujeres
es considerada siempre problemática. En Queyash Alto, las mujeres son identi ca-
das por la recuperación de al leres Tupu ajustadas a las ropas , en este caso son de
cobre, usados exclusivamente por las mujeres en los Andes a través de los tiempos
Inca y dentro del presente etnográ co (Fig. 3 y 4). Tupus que se encontraban en
las estructuras norte de la terraza residencial y en el sitio alto de la cima al frente
del Terraplén Oeste, difícilmente corresponde a una forma simple de “ a donde las
mujeres fueron”, ellas no “dibujan” el movimiento de las mujeres en el sitio. En un
sentido más general, sin embargo, estos artefactos femeninos enlazados, re ejan
la presencia y actividades de las mujeres, ambos en las estructuras residenciales
y en el sitio de los festines; si nosotros recordamos entonces que el uso del cobre
fue primero adoptado por artefactos hechos solo a inicios del Período Interme-
dio Temprano, en el tiempo en que Queyash Alto fue primero ocupado, luego el
reconocimiento y declaramiento del cobre Tupus, tecnológicamente so sticado,
debería ser construido como un acceso a artículos de prestigio, indicando algunas
clases de status para las mujeres de Queyash.

La presencia de las mujeres es también inferida por una larga frecuencia de husos
en todos los sectores de Queyash Alto, una distribución que es más extensiva y
410
Banquetes y Mujeres: Género, Ideología y Festines Políticos en los Andes

más concentrada que los Tupus. Una división sexual de labor, por supuesto, pu-
ede ser adoptada con uno de los hombres o mujeres (o ambos) designados como
hiladores, y verdaderamente hoy en día, los hombres hilan en algunas áreas del
sur de los Andes. Pero la región del Callejón de Huaylas, y ciertamente con más
generalidad en el norte del Perú, mani esta un largo registro de mujeres empren-
diendo principalmente el hilado, y referencias Etnohistóricas mencionan especial-
mente a las mujeres como las principales hiladoras (Silverblatt 1987:9, ver tam-
bién, por ejemplo, Garcilazo de la Vega 1966:214-215).

Daniel Arsenault, tuvo también convicciones arqueológicas y evidencias iconográ-


cas que se enlazan al Período Intermedio Temprano, mujeres con hilados en las
costas norcentral peruanas: Strong y Evans (1952:139) describe del Valle Virú, sitio
V-162, tres féminas Moche (Nos. 5, 6 y 10) enterradas con gorrones, pelotas de
lana y algodón hilados y husos; Donnan’s (1973) en el sitio del Valle del Santa
PV 28-64, la tumba 1, contiene un esqueleto de sexo no de nido enterrado con un
palito (de tejer), hilado y una olla de cocina, sugiriendo que es una mujer, como
lo hace el entierro de uno con sexo no de nido en el Valle Moche M-IV 16 (Don-
nan Mackey 1978: 176-179) y el entierro femenino M-IV 14 asociado con su husos.
(Solo un entierro en el Período Intermedio Temprano de un adulto de sexo mas-
culino del Valle Moche, M-IV 3, fue asociado con un huso, pero esto fue solo de
una de las más ricas tumbas donde el huso fue recubierto dentro de los 62 vasos
cerámicos). Finalmente, el mínimo de un vaso e gie Moche retrata a una mujer
contemporánea al Período Intermedio Temprano de la costa norcentral, llevando
un huso y vistiendo al leres Tupu (Hocquenghem 1987: Fig. 38). Así, los husos de
Queyash en el Período Intermedio Temprano son probablemente o parecen haber
sido mujeres activamente hilando, y a lo largo del tiempo en el Período Interme-
dio Temprano, estos fueron hechos (por las mujeres) en una extensa variedad de
colores, con variedades puramente de cerámica de los niveles más tempranos,
siendo suplementadas en los niveles tardíos el área de los festines del Terraplén
Oeste con un disco.

Las mujeres, entonces, de status elevado (o con control sobre y/o posición de
prestigiosos artefactos) estuvieron viviendo aparentemente en la restringida área
residencial de alto status de la terraza norte, evidenciado por husos y el Tupu
de cobre recuperado del piso de la casa excavada, con algunas otras clases de
artefactos “valuables”. Además, los entierro de mujeres que están debajo de los
pisos de estas casas, quizás se sugiere el reconocimiento de la centralidad de las
mujeres para la procreación de vínculos en el grupo, tal vez matrilíneal. Pero las
mujeres de “alto status” también estuvieron presentes en el sitio de los festines,
donde sus Tupus de cobre y husos decorativos son contados como indicadores de
los festines del Intermedio Temprano; las vasijas de beber Blanco sobre Rojo, las
jarras y cucharones, las herramientas líticas de materiales importados en estado
natural, las pipas de cerámica , las tenacillas de cobre y gurines de llamas. Esto
es probable, si el ayllu - grupos de vínculos extendidos formaron la unidad básica
social, en que ambos, hombres y mujeres pudieron haber estado aquí, entre los
invitados, también es probable que las mujeres de alto status residencial fueran
miembros del festín patrocinador de Queyash y estaban pública y visiblemente
llevando roles tradicionales de la preparación y servicio de la comida: vaciando
la chicha de grandes vasos almacenados a vasijas para beber y colgando alrededor
trozos de carne.

411
Joan Gero

Fig. 2. Represantción de la Mujer en actividades rituales

412
Banquetes y Mujeres: Género, Ideología y Festines Políticos en los Andes

Evidencia de la Iconografía en la cerámica Recuay

La interpretación de las mujeres de alto status estando presente en los festines de


Queyash Alto está sostenida por expresiones iconográ cas, durante el Período
Intermedio Temprano, estilo Recuay, identi cado con el mismo valle del Callejón
de Huaylas, cerámica moldeada y luego horneada y vasos cerámicos pintados
que, aunque más frecuentemente dominada por la imaginación masculina, in-
cluye antes una larga clase de no acompañadas, no supernaturales, e gies de ollas
individuales femeninas. Estas mujeres retratadas en elaboradas túnicas apretadas
en la cintura por tejidos intrincadamente en la cintura de las enaguas, vistiendo
puntos pintados, o rayas de colores en diseñadas áreas de la cara, y aparejados
ornamentos en el pecho (probablemente Tupus que se prenden con al leres en el
largo tejido rectangular del telar junto a los hombres) de dos dimensiones multi-
formas elementales o piezas cónicas moldeadas. Las cabezas de las mujeres siem-
pre están virtualmente cubiertas por “mantas” textiles que cuelgan sueltamente
alrededor de la cara y cubre las orejas, algunas veces cae sobre los hombros, ellas
nunca visten con tocados masculinos elaboradamente moldeados o las orejeras.
La vestimenta de las mujeres es a menudo mostrada como altamente decorada:
tejido en multicoloreadas rayas en zigzag y ribeteadas con elaborados diseños, o
como atrevidas blusas tableadas o túnicas (Reinchert 1977:48) terminando en la
cintura de las enaguas o extendiéndose a los “pies” (o base del vaso) como una lar-
ga túnica. Algunos tejidos tienen bebés moldeados o pintados sobre sus espaldas
mientras otros tienen bebés enfrente de ellos en manos extendidas . En contraste
otro tema Recuay común, describe hombres individuales con llamas decoradas, y
las mujeres nunca están representadas en estas formas de e gie.

Así, aunque las características femeninas y masculinas signi quen estar clara-
mente diferenciadas, los dos géneros comparten prestigiosas posiciones en al-
gunos formatos Recuay. Ambos son ennoblados en retratos individualizados y
visten prendas de vestir elaboradamente amoldados. La acción en que estas mu-
jeres están presentes en el canon artístico, y no hechos para parecer andrógenos
(como las mujeres contemporáneas Moche pueden haber sido, en una cierta es-
tación), tampoco son invariablemente relacionados con mates masculinos, sugie-
ren que ellos son reconocidos por tener algunas formas de poder en sus propios
derechos como las mujeres. Como los hombres, mujeres individuales pueden ser
mostradas teniendo una taza decorada (que de hecho algunas veces es el cuello o
pico del vaso). Pero las mujeres pueden tener otros objetos individuales, incluy-
endo un espejo recto (?) o un niño inerte (¿muerto?) o pueden ser ollas decoradas.
En algunos vasos Recuay, dos idénticos presentan cabezas de mujeres cuidadosa-
mente labradas lindando un alto alineamiento con cabezas de hombres en la mis-
ma escala (Eisleb 1987: plato 96) o aparecen dos mujeres como guras en cada lado
de un huaco retrato (Eisleb 1987:95) o huacos eróticos (hombre y mujer) algunas
veces ambos verticalmente sentados cara a cara (Eisleb 1987:227; Gambini 1984,
siguiendo la pág. 40 plato 7).

Las mujeres también aparecen con frecuencia sobre vasos moldeados Recuay en
que Reichert (1977:56) los llama “escenas de ofrendas” que podrían relacionarse a
los banquetes observados arqueológicamente en Queyash Alto. En estas composi-
ciones de grupos, entre 2 y 6 mujeres “pequeñas” a menudo elaboradamente ves-

413
Joan Gero

Fig. 4. Vasija recuay con representación femenina

414
Banquetes y Mujeres: Género, Ideología y Festines Políticos en los Andes

tidas y con la piel pintada con guras o rayas de colores, algunas veces con bebés
sobre sus espaldas, teniendo tazas y/o comida y rodeando a un gran y central per-
sonaje masculino y más aún algunas veces muy bien vestido. En otras escenas, los
hombres centrales están rodeados por hombres más pequeños, quienes no traen
ni tazas ni comida, las mujeres también son mostradas por tales guras auxiliares.

Estas escenas aunque parecen que las mujeres están sirviendo al hombre central y
a un grupo jerárquicamente ordenado, con distintos roles para entretenerse, son
reconocidos juntas (o por ellos mismos promovidos) para colmar a una posición
social signi cante. Como en toda la iconografía Recuay, el movimiento no es
mostrado, pero la implicación es que las mujeres hacen bebidas para vaciar y
servir la comida. Es de resaltar un único portarretratos en forma de una mujer,
la cuesl ésta desnuda donde los pechos son claramente visibles, hecho de caolín
Recuay y elaboradamente decorado (Eisleb 1987: plato 48).

El género ideológico sugerido por el Período Intermedio Temprano, entonces, ad-


mitió en el área a mujeres de autoridad y status en su propio derecho e independi-
ente de su marido(s); si los hombres ocuparon estas posiciones con más frecuencia
que las mujeres, o si las posiciones de los hombres tuvieron un signi cado más
grande que las posiciones de las mujeres (como los sugeridos por las orejeras de
los hombres, tocado o co a y largas pinturas típicas) esto difícilmente obvia el
punto, que el género no es exclusivamente una competencia, ni esto hace ligar a
un poder o status o autoridad en alguna forma unilateral. Quizás, las cerámicas
indiquen las áreas de poder que aparentemente fueron abiertas a las mujeres en el
Callejón de Huaylas, y ellas estuvieron presentes en las importantes ceremonias
centrales. Entonces, volviendo a la arqueología, esto podría parecer que la alta
clase de mujeres que residieron en Queyash fueron habilitadas para participar en
el elaborado ceremonialismo, incluyendo la preparación de los festines, aunque
el factor de su género requiere automáticamente algún cumplimiento del ritual.

Evidencia de Deidades Femeninas en Queyash

En los tiempos Inca, las mujeres ciertamente ayudaron a elevar posiciones en las
jerarquías supernaturales locales (Silverblatt 1987), especialmente en el Callejón
de Huaylas (Hernández Príncipe 1923); sobre las bases de la iconografía religiosa,
Lyon (1978:118) tienen pensado que esto fue también probablemente cierto por
los tiempos pre-incas. En contextos más tempranos, la autoridad de las mujeres es
sugerido por la representación penetrante de deidades femeninas aparentemente
fuertes en el Horizonte Temprano (Chavín) y en la iconografía del Período Inter-
medio Temprano (Pucará, Nazca, Recuay y Moche). (Benson 1988, Cordy Collins
1977, Hocquenghem y Lyon 1980, Lyon 1978) algunos ejemplos del Período Inter-
medio Temprano de deidades femeninas son ricas en ilusiones mitológicas que
deberíamos extenderlos para ser conectados con su fuerza (Lyon 1978:104-107)
especialmente en los que parecen ser una relación consistente con los reinos andi-
nos especí cos, de agua, plantas y pájaros (Ibid.:119). Como Lyon también apunta
la impresión que se levanta desde la revisión Pan Andina, de representación de
deidades femeninas no siempre corre a la conducta caballerosa y a la fertilidad,
aunque las deidades femeninas han sido representadas con feroces y sanguinarias
asociaciones. (Ibíd.: 120).

415
Joan Gero

Tomamos la extensa ocurrencia de las deidades femeninas Andinas, especialmente


en el Intermedio Temprano, como soporte a las evidencias de las oportunidades
de las mujeres para ocupar (algunas) posiciones de poder. Nociones de como el
poder es adquirido y sancionado, las formas especí cas que tal poder puede to-
mar y las áreas de vida que esto es apropiado para, tan buenos como las relaciones
interpersonales que se desarrollan en el proceso de aceptación o resistiendo el
poder, son elementos mejor constituidos en alguna ideología de lo supernatural.
Así, las mujeres están más aptas para ser retratadas como deidad o divinidad, si es
socialmente concebible que el poder pueda, o algunas veces sucede, emanar desde
alguna forma femenina. El panteón andino del Período Intermedio Temprano las
la jerarquía religiosa monoteísta judío-cristiana no ofrece posiciones para las mu-
jeres poderosas o fuertes. Reconociendo a las deidades femeninas en el Período
Intermedio Temprano Andino, luego, y especialmente en la escultura local Re-
cuay reportada por Lyon, los puntos no son del Período Intermedio Temprano ya
sea que, deidades masculinas y femeninas fueron las más numerosas o poderosas,
pero antes que esto sea sugerido por la imagen, es que las mujeres pueden ser
concebidas y declaradas como autónomas y poderosas y colocadas sin su propio
género de jerarquía y sin reinos de poder especi cados.

La iconográ ca cerámica y las representaciones supernaturales, tomadas juntas,


nos lleva a concluir que algunas últimas posiciones de poder autónomo que fuer-
on ventajosas para las mujeres en el Callejón de Huaylas en el Período Intermedio
Temprano. Pero, ¿ cómo es que este poder está unido a los banquetes en Queyash
Alto? Es cierto que los cálculos modernos andinos regularmente identi can a las
mujeres con la responsabilidad para la preparación de las comidas, ambos son
banquetes agrarios tradicionales de la comunidad (Skar 1981:45) y a mediados
del Siglo XX, la hacienda patrocinada eso banquetes para cosechar grandes can-
tidades de trigo, cebada, maíz, quinua y papa. Suendo las mujeres campesinas
quienes preparaban la chicha y la comida para las villas conformadas por más de
300 personas (Crain 1987:8).

Pero, mientras estos ejemplos ilustran la presencia de las mujeres y su partici-


pación en los festines, ellas tienen la fuerte posición central o política, eventos
públicos, no esencialmente “administrativos” pero si de forma secular. Lo que
está predominando en Queyash Alto es que el prestigio de las mujeres en los ban-
quetes de los Ayllus, colmando los roles tradicionales de la preparación de la
comida, en un contexto político, una situación que no es paralizada en tradicio-
nales festines comunales y en estilo hacienda, reforma pre-tierra, modelo Oyanza.
En este sentido, aunque las mujeres de rango pueden haber sido esperadas para
estar presentes en un “centro ceremonial” o “sitio administrativo” en el Período
Intermedio Temprano.

Cambio de la Política Local en el Período Intermedio Temprano

Así como en el tiempo de los Incas, durante el Período Intermedio Temprano,


la sociedad andina estuvo esencialmente organizada alrededor de las unidades
llamadas ayllu, éstas eran de nidas por relaciones de parentesco, como son con-
ocidos culturalmente, las sociedades vinculadas pueden variar en términos de
autoridad social y pueden incorporar relaciones elaboradas y aún relaciones es-
416
Banquetes y Mujeres: Género, Ideología y Festines Políticos en los Andes

trati cadas (pero no una clase estrati cada) (Gailey 1987:34). Es evidente que las
nuevas formas de entierro, sitios establecidos y la producción del arte en que las
transformaciones esenciales ocurrieron en la elaboración de ayllus, a inicios del
Período Intermedio Temprano, un tiempo que corresponde muy estrechamente
con la fundación del sitio de Queyash Alto, estas transformaciones fueron efectua-
das en turnos, reforzando el poder del incrementante prestigio de los ayllus que,
aunque no pudieron haber sido o cialmente titulados, fueron liberados de las
obligaciones de labor reciprocas y en efecto demandas de algunas de las labores
o productos de sus bajos vínculos de elaboración. El reconocimiento y la acep-
tación de algunos derechos individuales institucionales a otras labores de la gente
o productos. Últimamente coleccionaron en la forma de un sistema de tributo,
marca una vertiente en la consolidación del poder, y es claramente reconocible en
los tiempos tardíos del Período Intermedio Temprano en el Callejón de Huaylas,
en cargados y suntuosos entierros (Grieder 1978, Wegner 1981) y la aparición de
la elaborada, y patrocinadas tradiciones cerámicas conocidas como Recuay (Eis-
leb 1987, Reinchert 1977, Wegner 1981). En efecto muchas de las vasijas e gies
modeladas aparecen para tomar como su tema la directa representación y rea r-
mación de esta consolidación intensi cada del poder, presentando a la familia en
un lugar universalmente aceptado. No es agradable que las relaciones de poder
reiteradas sobre las ollas Recuay y que la ideología que adoptaron, fue en el lugar
hacia los 200 a.C. cuando Queyash Alto fue ocupado originalmente, pero cuyas
relaciones fueron claras en el lugar por el tiempo. Es muy probable que los fes-
tines, relaten no solo el tiempo sino que también el contenido hacia esos cambios.

La emergencia de la estrati cación social requiere nuevas prácticas sociales y


económicas (a menudo deberíamos ver, con fuertes rami caciones en los roles
de género) como un necesario preludio al cambio estructural. Nuevas prácticas
son introducidas en orden para reorganizar y publicitar repetidas diferencia y
legitimizar privilegios especiales y esas practicas deben haberse mantenido y
sido nanciadas su cientemente para hacerlas muy habituales. (Clark and Blake
n.d). La ruta más efectiva para institucionalizar la estrati cación a través de una
política ritual y esencialmente efectivas estará en los rituales que engrandecen la
reputación de un grupo por la demostración de su poder económico y mostrando
su generosidad, mientras que simultáneamente crean obligaciones de compro-
miso social. Citando a Clark y Blake (n.d: 21ff), los seguidores debe de haber
sobornado, engatusado, adulado y ganado, para reconocer, aceptar y actuar en
concordancia con mala calidad.

En muchas sociedades, los festines rituales juegan un rol central en la economía


creciente y re-ordenado las obligaciones sociales. La efectividad de los festines
como una práctica de política es determinada por la convergencia de servicios y
funciones en esas ocasiones, no solo para mostrar al público la generosidad y la
rea rmación de las obligaciones y la simétrica reciprocidad, sino también como
demostración de piedad y dignidad por parte de los organizadores. (Topic 1991).

En efecto la iniciación de los festines rituales son puntos para un cambio signi -
cativo en política, economía y relaciones laborales y la necesidad de legitimizar el
nuevo lineamiento de poder. Las festividades fueron muy evidencias en la época
Inca, lo que Morris (1982:166) llama “hospitalidad pública”: El aprovisionamiento
extenso de chicha, bebida de los curacas y de su fuerza laboral en todo el imperio.

417
Joan Gero

Las evidencia del Intermedio Temprano de Queyash Alto con rman que los fes-
tines rituales fueron practicados durante un tiempo de consolidación rápida del
poder por los lideres de los ayllus, probablemente hombres con “corona” y trajes
de guerreros y sugeridos por los hallazgos de Queyash Alto, esos individuos es-
tuvieron exitosamente centralizados con su ciente recursos para la producción y
para tomar responsabilidad de la redistribución de la comida y de la bebida.

Muchos de los festines debieron haber sido para agradecer y repagar las labores
de los ayllus vecinos quienes ahora reconocen y aceptan el orden diferencial. Pro-
gramada periódicamente la población residente que nivelaron extensamente las
terrazas y otras áreas modi cando la cima de Queyash, los festines del intermedio
temprano sugieren que el orden de los ayllus fue ya hereditario, la monopolización
de los recursos externos y el establecimiento de reglas de matrimonio y arreglos.
El alto orden y aparente poder de la mujer fueron reconocidos en sus sistemas y
estuvieron ambos en las residencias y enterrados en Queyash Alto, considerando
el establecimiento de una jerarquía hereditaria por grupo de parentesco.

Género y cambios Socio-políticos

Finalmente vamos a retomar a la mujer y a su rol en el festín ritual como una


manera de negociación y contestación en proceso de consolidación de poder. En
una sociedad basada en el parentesco y representada en Queyash Alto, la mu-
jer deriva en autoridad y estatus social en parte del control sobre los medios de
producción, la mujer andina en particular está permitida heredar directamente la
tierra de sus madres a través de herencias bilaterales y sistemas de descendencia
paralelos que caracterizan a los andes (Silverblatt 1987, Scar 1981: 41). Sobretodo
la mujer andina es reportada etnográ camente muy a menudo, ejerciendo in-
clusive control sobre el almacenado y la distribución de los productos agrícolas
(Hastorf 1991: 138, Skar 1981: 41) como otra forma de poder doméstico, no son las
labores femeninas usualmente segregadas del dominio del hombre y denigradas
como domésticas en las sociedades basadas en parentesco, la división de género
de las labores interdependiente de las tareas del hombre y la mujer y los pro-
ductos de su labor son vistos como una continuación hacia la restricción casera
y comunitaria que son privadas de los servicios por los esposos (Siverblatt 1987)

Finalmente en las sociedades de parentesco, las creativas habilidades femeninas


son a menudo asociadas simbólicamente con el grupo de parentesco comunitario
(Gailey 1987: 54) y la reproducción femenina es particularmente signi cante en
resultado de parentesco, y como estos son reconocidos localmente como medios
primarios de reproducción social.

El mantenimiento de los banquetes rituales fue crucial, entonces el mantenimiento


simbólico de las mujeres y actividades políticas en este dinámico contexto. Aún en
el Período Intermedio Temprano los festines pudieron reproducir el asentamiento
familiar en que ambos volvieron a mentir sobre la manifestada prominencia de las
mujeres, previniendo la disolución de los grupos de vínculos y declarando, ambos
práctica y simbólicamente, la centralidad de las mujeres. Las mujeres continuaron
siendo poderosas en los ayllus, en parte porque el mantenimiento de los festines
podría aun haber dependido sobre ellas, y a través de los festines del Período
418
Banquetes y Mujeres: Género, Ideología y Festines Políticos en los Andes

Intermedio Temprano, un cuidadoso balance de vínculos de poder basados en


mujeres y hombres podría haber sido reservado, públicamente manifestadas y
reiteradas. Creo que las huellas de estas relaciones de poder compartidas fueron
visibles en Queyash, con sus Autónomas mujeres que fueron enterradas bajo el
piso de la casa más antigua y que, después son retratadas como estatuas elevadas
sobre la ollas Recuay y, que deja sus joyas y husos detrás de su casa y en el sitio
de los festines y que preparan y distribuyen la chicha y la carne de llama para el
público, consunción política.

Ahora solo nos queda mirar hacia adelante del tiempo para ver en qué se volvió
de la tradición de los festines en Queyash 1,000 años después, bajo qué condicio-
nes del estado Inca plenamente formado. Por este tiempo los vínculos basados en
la producción y la reproducción estuvieron siendo desa ados por estas interroga-
tivas para reproducir las relaciones de clase (Gailey 1987:54) como una esfera civil
desarrollando y cavando muchos de los títulos de los ayllus para los vínculos de
labor y las prioridades de los ayllus para distribuir los productos locales de esta
labor. El elegante argumento ulterior de Gailey (1987) especí ca que el poder y la
autonomía de las mujeres de clases basadas a la sociedad son sub-vertidas en este
proceso, no incidentalmente pero como una forma central de formación del Es-
tado. Para asegurar la continuidad de las relaciones de clase, muy al fondo de los
vínculos como una manera de recíproco a anzamiento y demanda mutuamente
interdependientes para la labor y productos deberían ser subordinados a las
clases basadas, títulos unilaterales y cartas de vínculos de no muy largo acceso de
recursos, labor o bienestar. Las mujeres como miembros de los grupos de vínculos
deben abandonar el control parcial de los almacenes locales de comida, especial-
mente cuando el stado hace demandas incrementando en demasía los tributos, ni
las mujeres pueden controlar el desplegamiento de la labor local que previamente
podría haber caído sobre su dominio: sus hijos e hijas, primas y primos, sobrinos
y sobrinas, son también ahora responsables para competir en las demandas civi-
les.La nueva clase basada en la división de labores llama a la gente al servicio de
acuerdo a las categorías de género y edad, en con icto con la integrada in uencia
de roles de vínculos extendidos (Gailey 1987.:65).

No es sorprendente, en estos términos, que dentro de la sociedad Inca, la partici-


pación de las mujeres en festines políticos, no fue de gran congruencia con el man-
tenimiento de la ordenada autoridad de las mujeres, ni podría ser la preparación y
servicio de festines encarecidos de exceso de labor o bienes de las mujeres. En los
extravagantes banquetes dispuestos por el estado Inca, las mujeres se encargaban
de la preparación de la comida y no de encarecer sus propios vínculos comparti-
dos pero como una labor especialista y privilegiada, verdaderamente sagrada y
subordinadas al Estado. Así, los cronistas reportan que las renombradas y escogi-
das Vírgenes del Sol estuvieron encargadas especialmente con la preparación de
enormes cantidades de masa de maíz de granos de plantas cultivadas para el Inca
y su familia en la noche antes del Inti Raymi que es la esta política más exaltada
del año en el Cuzco. Esto es, el Inca seleccionó mujeres y plantas para mostrar su
poder, pero estas mujeres así como las plantas, no desempeñaron mucho tiempo
más allá de sus propios intereses sociales y reproductivos. Garcilazo de la Vega
(1966:358) anota, también que, “un número in nito de otras mujeres se apuntaron
con el propósito de amasar el pan y preparar los alimentos para el resto de la
gente”.

419
Joan Gero

La mayoría de las artes virtualmente sacrosantas de las festividades del Inti Ray-
mi, en efecto, fueron realizados en el Templo del Sol y excluyeron explícitamente
a las mujeres del servicio o participación, desde que las mujeres no siempre fueron
admitidas a entrar a este paisaje sagrado (Ibíd.: 185). Las mujeres tenían que volv-
erse subordinadas y/o invisibles en el banquete imperial político, sus roles tradi-
cionales de preparar comida, ahora se explotaban para producir banquetes que los
hombres manipulaban para obtener sus éxitos políticos.

Esto no sugiere que las mujeres Inca no tuvieron acceso al poder. Hay indica-
ciones signi cante que las mujeres en el estado imperial Inca ocuparon posicio-
nes de autoridad en que podían ser concebidas de un género paralelo jerárquico
(Silverblatt 1987), incluyendo una sucesión de Coyas, “reinas” Inca, quienes dic-
taban reglas con sus esposos/hermanos y a quienes los cronistas españoles las
descuidaron como para reconocerlas y documentarlas. Más aún, los vínculos bi-
laterales, cuentas y herencias fueron mantenidas y aseguradas por las mujeres
Inca, teniendo sobre control la disposición de algunas veces considerables tierras
y labor. Pero los mismos festines, como un foco primario y tradicional de consoli-
dación de alineamiento a políticos y relación de poder, ahora fundamentalmente
re ejan los nuevos géneros de signi cado.

Que el signi cado de género en los festines políticos andinos cambió radicalmente
como parte de una larga transformación es solo una de las lecciones que aprendi-
mos en Queyash Alto. El contexto del banquete tuvo también ilustrado el cómo,
bajo qué condiciones de cambio social y político, roles de géneros apropiados y
relaciones, deberían ser modi cados y realineados como aspecto de público, ritu-
alizados despliegues - y especialmente en contextos especí camente dedicadas
a un interesante y celebrado poder. Los banquetes como un “contexto de pod-
er” (Conkey 1991) demanda de que cuantos como “femeninos” y cuantos como
“masculinos” son reiterados y establecidos públicamente para demostrar el como
antiguos signi cados de géneros trabajaran bajo los nuevos roles de relación. En
estos términos, no es insigni cante que las mujeres aparentemente pierden la cen-
tralidad política en banquetes entre los contextos del Intermedio Temprano de
Queyash Alto y el imperio Inca, mientras con adamente preparen y sirvan la
comida para que coman todos.

Traducción: Bebel Ibarra Asencios

420
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

TERRITORIALIDAD EN EL PERIODO INTERMEDIO


TEMPRANO: EL CASO DE MOCHE Y RECUAY

Donald A. Proulx

Introducción

Desde 1967, el Valle de Nepeña, en la costa norte del Perú ha sido foco de una
extensa prospección arqueológica super cial. Hasta la fecha, unos 360 sitios han
sido registrados y se han hecho las interpretaciones tentativas a su cronología,
funcionalidad y patrones de asentamiento (Proulx, 1968; 1973; Proulx y Daggett,
ms). De los distintos períodos temporales representados en el registro arqueológi-
co del valle, uno de los más interesantes es el Período Intermedio Temprano (ca.
370 a.C. - 540 d.C.). Las pruebas recogidas durante los últimos quince años por el
autor y sus estudiantes sugieren una división territorial del valle entre las culturas
Moche y Recuay, durante este tiempo. La naturaleza de la ocupación de estas dos
entidades culturales y sus interacciones se discuten a continuación.

La naturaleza de la ocupación Moche en el valle de Nepeña

La cultura Moche se originó en la zona de los valles de Moche y Chicama, en la


costa norte, durante la primera mitad del Período Intermedio Temprano. El estilo
cerámico Moche se ha dividido en cinco fases (etiquetadas del I al V) correspon-
dientes a períodos temporales de duración variable (Larco Hoyle, 1948; Donnan,
1976). Las fases Moche I a IV se ubican dentro del Período Intermedio Temprano,
mientras Moche V ocupó la primera parte del Horizonte Medio. Una gran expan-
sión militar fuera de la zona central Moche de Moche-Chicama se llevó a cabo
durante tiempos Moche III y IV (Donnan, 1973, pp. 125-127). La expansión hacia
el sur alcanzó sólo el Valle de Nepeña, que se convirtió así en la frontera sur de
este imperio.

La ocupación Moche del Valle de Nepeña parece haber sido a la vez fragmen-
tada y débil. Un centro ceremonial principal se estableció en Pañamarca como
el primer paso en el intento de tomar el control de todo el valle. Se podría argu-
mentar que centros Moche ceremoniales tuvieron una doble función como centros
religiosos y administrativos. Cada valle al estar bajo el control Moche tenía uno o

Titulo Original: Proulx, Donald A. (1982). “Territoriality in the Early Intermediate Period: The Case
of Moche and Recuay”. Ñawpa Pacha, 20.pp. 83-94. Berkeley.

421
Donald A. Proulx

más grandes complejos ceremoniales, a diferencia de los posteriores centros ad-


ministrativos Chimú establecidos en los valles que conquistaron. Los centros cer-
emoniales Moche fueron construidos a menudo en la parte superior de los restos
de antiguas estructuras importantes ya veneradas y respetadas por los habitantes
locales, dando así continuidad ritual a la población en una época de rápidos cam-
bios sociales. Pañamarca mismo fue construido adyacente a un edi cio anterior de
piedra namente cortado que data de la fase de Kushi-Pampa de la última parte
del Horizonte Temprano (Daggett, comunicación personal). Los tiestos del Hori-
zonte Temprano encontrados en Pañamarca se suman a la evidencia arquitectóni-
ca. El sitio fue aparentemente sagrado mucho antes de la llegada Moche al valle.

Hasta la fecha, treinta y siete sitios con cerámica Moche identi cada se han en-
contrado en el valle de Nepeña y todos, menos ocho de ellos, están situados en
el valle medio (Fig. 1). La mayoría de los sitios están ubicados en el extremo sur
del valle cultivado o en colinas naturales que sobresalen en la parte inferior del
valle. El punto central de control de Moche en el valle de Nepeña es el Complejo
Ceremonial Pañamarca. Pañamarca (PV31-38) se encuentra en la parte superior y
lateral de una gran colina natural en el fondo del valle, unos 9 km. valle arriba de
la Carretera Panamericana y a 4 km aproximadamente al suroeste de la ciudad de
Nepeña.

Pañamarca es grande, cubre un área de 650 x 300 m. y se erige a una altitud de


entre 60 y 70 m. por encima del fondo del valle. La estructura principal del sitio es
una gran pirámide de terrazas construidas con adobes rectangulares en la cima de
la colina (Fig. 2). Se sube a la estructura por medio de una rampa en zigzag que
asciende el frente. Una gran excavación en la parte sur de la pirámide fue hecha
en el pasado por los huaqueros.

Al este y al norte de la pirámide se encuentran los patios amurallados que con-


tienen tumbas, la mayoría de las cuales han sido gravemente saqueadas. La pared
norte del corte principal contiene el famoso grupo de murales conocidos como
el "friso de los guerreros y los sacerdotes" (Bonavia, 1974, Figs. 25-28). Lamen-
tablemente, casi todos los rastros de estos murales han desaparecido por efecto
de actos de vandalismo y el abandono. Otros murales se encuentran en un recinto
al norte de la pirámide (Bonavia, 1974) y en las paredes de otras partes del sitio,
pero estos también han sufrido la misma suerte que el "friso de los guerreros y los
sacerdotes."

Los patios y paredes de la pirámide Pañamarca son sólo una parte de un complejo
de sitios en esta parte del valle. Alrededor de Pañamarca existen dos montículos
arti ciales aislados construidos con adobes (PV31-69 y -70) en los campos cono-
cidos como San Gregorio y tres montículos adicionales incorporados en los a o-
ramientos naturales cerca a Pañamarca (PV31-40, -218 y -219, ver gura 1). Cinco
cementerios separados (PV31-39, -215, -216, -217, -219) cada uno conteniendo
tumbas Moche, se encuentran en la base de una colina natural inmediatamente al
sur de Pañamarca.

Son muy raros los sitios habitacionales Moche identi cables en el valle de Nepe-
ña. PV31-103, Huambacho Viejo es un probable sitio habitacional Moche tardío,
aunque también puede haber tenido funciones ceremoniales. Éste es el único sitio
422
Territorialidad en el Periodo Intermedio Temprano: El caso de Moche y Recuay

Fig. 1. Sitios arqueológicos del Periodo Intermedio Temprano,


Valle de Nepeña, Perú.

423
Donald A. Proulx

Fig. 2. Pañamarca (PV31-38), Valle de Nepeña; vista de la pirámide y patios amurallados.

Moche ubicado en la zona baja del valle. Otros probables sitios de habitación son
PV31-352, - 354 y -355 en la con uencia del valles medio y alto y PV31-276 en el
valle superior.

La escasez de sitios de habitación Moche no es fácil de explicar. Una hipótesis es


que las viviendas Moche se encontraban en el fondo del valle y fueron posteri-
ormente destruidas por la deposición aluvial y las prácticas agrícolas modernas.
La evidencia del Valle de Santa tiende a apoyar esta idea, ya que las viviendas
encontradas en el curso de la extensa prospección de David Wilson se localiza-
ban generalmente en el fondo del valle o inmediatamente adyacentes a los bordes
del desierto (Wilson, ms., pp. 52-55). En una prospección anterior Donnan (1973)
había encontrado sólo 7 sitios de habitación, de un total de 85 sitios Moche en el
valle de Santa, una relación aproximada muy similar a lo que hemos encontrado
en el valle de Nepeña. Es signi cativo que en el valle de Santa, como en Nepeña,
los sitios Moche se concentran en las zonas de los valles bajo y medio.

Una segunda hipótesis para explicar el pequeño número de sitios habitacionales


Moche, identi cables en Nepeña, es que el control de la frontera del valle por los
conquistadores Moche fue tan tenue y breve que las únicas personas en el valle de
Moche fueron los administradores. Los constructores reales de Pañamarca y los
otros edi cios ceremoniales Moche fueron pueblos locales que todavía no habían
aceptado rasgos culturales Moche, como el estilo cerámico, en su vida cotidiana.
La población local seguiría fabricando un estilo local de la cerámica mucho
después de que los Moche habían tomado físicamente la zona central del valle.
En tal caso, la búsqueda de extensos asentamientos Moche sería inútil, porque no
existirían.
424
Territorialidad en el Periodo Intermedio Temprano: El caso de Moche y Recuay

La mayoría de los sitios Moche restantes en la zona media del valle son cemen-
terios: PV31-lla, -17, -73,-19c, - 108, -114, -115, -119, -123,-121a, - 187 y -352. Casi
todos estos cementerios fueron reutilizados posteriormente, durante el Horizonte
Medio, una vez más, otro ejemplo de la tradición de usar lugares sagrados. Las
tumbas fueron excavadas directamente en la arena y en algunos casos cubiertas
con adobes. Los cráneos a menudo presentan manchas verdes en el paladar y la
mandíbula debido a los metales situados en o alrededor de la boca del difunto.
Ninguna tumba Moche ha sido cientí camente excavada en el Valle de Nepeña.

Otra posible categoría de sitios Moche son los montículos de plataforma en la


cima de colinas, sitios similares en su forma a los mencionados en Recuay. Tres
sitios se encuentran en el cuello de valle que separa las zonas de los valles altos
y medios (Daggett, comunicación personal). Si bien se encuentran tiestos Moche
en los tres (PV31-271, -288, -312), todos tienen ocupaciones mixtas y la asociación
de los fragmentos cerámicos con la arquitectura no es clara. Si las estructuras son
Moche, parecerían ser un tipo especializado, posiblemente debido a sus ubicacio-
nes estratégicas.

La Naturaleza de la Ocupación Recuay en el Valle de Nepeña

Recuay es el nombre de un estilo cerámico caracterizado por vasos de paredes del-


gadas hechos con pasta de caolín blanco y decorado con motivos que se pueden
aplicar ya sea con técnicas positivas o negativas. Los diseños consisten en elemen-
tos geométricos pintados en negro, rojo o marrón en un fondo blanco, o pueden
consistir en guras míticas más bien naturalistas. El modelado es común, con gu-
ras humanas y animales que juegan un papel importante en el estilo. Las formas
incluyen cuencos con base pedestal, cuencos abiertos, jarras de borde plano en
disco, cuencos con asa, tazas, cucharas y vasijas e gie.

Poco se sabe sobre del origen y la naturaleza de la cultura que produjo la cerámica
Recuay. La mayoría de los especialistas creen que se originó en la sierra norte
dado que las manifestaciones más elaboradas de la cultura que se encuentran
allí. Bennett dice que el estilo ha sido encontrado en muchas partes del Callejón
de Huaylas, al este de la Cordillera Blanca, al oeste de la Cordillera Negra y en
particular alrededor del sitio de Aija (Bennett, 1944, p. 99). Él excavo fragmentos
Recuay en las galerías subterráneas cerca de Wilkawain, en galerías de sitios de
desecho cercanos a Shankaiyan y otros lugares. Más recientemente, Grieder (1978)
excavó un templo y tumbas asociadas con exquisita cerámica Recuay en Pashash
en la parte alta del valle del Santa, y Steven Wegner (ms.) ha excavado cerámica
Recuay utilitaria en el sitio del Balcón de Judas (PAn5-5 ) fuera de la ciudad de
Huaraz. En la costa, la cerámica Recuay fue descubierta en el valle de Santa (Larco
Hoyle, 1960; 1963; 1966; Clothier, 1943; Wilson, ms), y en menor grado en el de
Virú (Bennett, 1939; Strong y Evans, 1952) y los valles de Chao y Moche. Larco
Hoyle argumentaba que el estilo Recuay (que él llamó "Estilo Santa") se originó en
la costa, en el valle de Santa, desarrollado a partir del temprano estilo Gallinazo.
Él fue uno de los primeros en sugerir que la cerámica Recuay también estuvo pre-
sente en el valle de Nepeña (Larco Hoyle, 1966, p. 104).

Cuando comencé mi recorrido de super cie del valle de Nepeña, en 1967, la prim-

425
Donald A. Proulx

era sugerencia de que podía haber restos Recuay, apareció en la forma de cinco
vasijas del estilo Recuay que vi en una colección privada en la Hacienda de San
Jacinto (Proulx, 1968, pl . 13;. 1973, pl 4A-F). La procedencia exacta de las vasijas
era desconocida, aunque me aseguraron que habían sido encontrados en el valle.
Las otras vasijas de la colección eran estrictamente locales, por lo que yo no tenía
ninguna razón para dudar del propietario. El mismo año también descubrí un
cementerio saqueado en la base de algunas colinas modi cadas en el fondo del
valle, cerca de la con uencia de los cursos medio e inferior del valle. El cementerio
era mixto, conteniendo lo que parece ser a la vez cerámica Moche y del Horizonte
Medio. Los huaqueros habían dejado, en las partes super ciales, dos vasos ro-
tos Recuay, entre ellos uno de pasta caolín, un cuenco con base pedestal con una
serie de aves ejecutadas en la técnica en negativo. También se encontraron dos
fragmentos de un cuenco redondeado de arcilla de caolín pintado con un diseño
geométrico rojo (Proulx de 1973, pl. 4G-I). Este cementerio está numerado como
PV31-73.

Poco después de terminar mi trabajo de campo en 1967, me enteré de una tumba


Recuay en el Valle de Nepeña, que había sido registrada por Michael Moseley,
de la Universidad de Harvard. El lote de la tumba había sido excavado por un
huaquero en el sitio llamado Tres Marías. El huaquero vivía en el asentamiento
llamado Capellania, adyacente al sitio de Pañamarca y a menos de 2 km. desde el
cementerio donde había encontrado la tumba saqueada con la cerámica Recuay.
Tengo la rme sospecha de que Tres Marías y PV31 73 son el mismo sitio. El lote
de la tumba constaba de cuatro vasijas: un plato de base pedestal pintado con
colores rojo y negro sobre una pasta de caolín blanco, un cuenco semiesférico pin-
tado en el exterior con triángulos y líneas verticales blancas sobre fondo rojo y dos
platos utilitarios, cada uno con marcas del alfarero (Proulx, 1973, Figs. 5,6, pl. 3).

En 1971 volví al valle de Nepeña para continuar con la prospección. La revisión


de PV31-73 no produjo ningún fragmento Recuay adicional, ni tampoco las colec-
ciones de super cie de cualquiera de los 210 sitios registrados que hasta ese punto
contenían cerámica Recuay identi cable. Mi idea inicial de la posibilidad de una
ocupación Recuay extensa en el valle parecía ser muy exagerada. Entonces recor-
dé un sitio interesante descubierto en 1967 en la zona del valle superior. El sitio,
llamado Huancarpón (PV31-59) se encuentra en una ubicación espectacular, en
una meseta que domina la con uencia del Río Salitre y el brazo principal del Río
Nepeña. El sitio contenía dos grandes pirámides adosadas separadas por un patio
amurallado (Fig. 3). Hacia el sur o bajo el valle, la meseta contenía lo que parecían
ser áreas de habitación, cementerios saqueados y puestos de vigilancia. Parte de
la cerámica recolectada en Huancarpón en 1967 parecía muy extraña para mí en
ese momento. Algunos fragmentos de cerámica de pasta de caolín llano habían
sido encontrados junto con algunas piezas decoradas con líneas paralelas de color
rojizo-anaranjado. Mi falta de familiaridad con la gama de cerámica Recuay en ese
momento me impedía reconocer la importancia de este sitio.

En 1979, acompañado por Richard Daggett, volví a Huancarpón a estudiar el sitio


más ampliamente. Encontramos grandes cantidades de cerámica caolín na con
diseños pintados en positivo (Fig. 4) todo alrededor de las dos pirámides, incluy-
endo muchos ejemplares de cuencos con base pedestal. Asociada a esta cerámica
había una cerámica na de color naranja que se produce tanto llana o pintada
426
Territorialidad en el Periodo Intermedio Temprano: El caso de Moche y Recuay

Fig. 3. Huancarpón (PV31-59), Valle de Nepeña; sector ceremonial


con pirámides y patios cerrados.

con dibujos geométricos de color negro o rojo. Muy interesante, aunque mucho
menos cuidadosamente hechos algunos ejemplares con la técnica de tela impresa
también parecen ser parte de este conjunto cerámico.

Llamó mi atención no sólo la cerámica de este sitio, sino la arquitectura única


también. Una de las pirámides tenía una galería profunda que se extendía desde
la pared norte hacia el interior de la pirámide. A los lados del pasadizo se observa-
ban paredes lisas de piedras namente cortadas; dinteles grandes como apoyo del
techo de la galería que penetraba la pirámide. La extensión de los pasadizos no
se pudo determinar debido a los escombros que bloqueaban el camino. El uso de
galerías es un rasgo de la sierra no visto antes en ningún sitio del Valle de Nepeña.
Se correlaciona además con la presencia de un estilo de cerámica que también es
de origen serrano. La parte superior de esta misma pirámide tiene una serie de
paredes paralelas estrechamente espaciadas que tampoco tiene homólogos. Estas
paredes pueden re ejar la presencia de conductos internos o galerías. Una sección
de la pared expuesta por la actividad de huaqueros en el lado oeste de la pirámide
mostraba una combinación de cantos rodados y piedras planas asentadas con un
mortero de barro.

La segunda pirámide también tenía algunas características interesantes. Se encon-


traron jarras grandes de cerámica para almacenamiento enterradas en una de las
terrazas de la pirámide. Jarras similares se encuentran en otras partes del sitio.
En el patio entre las pirámides, fueron encontradas áreas circulares con densas
dispersiones de núcleos y lascas de piedra, representando las áreas de actividad o
talleres para la fabricación de artefactos líticos. En conjunto, Huancarpón se con-
virtió en el mejor ejemplo de un sitio Recuay relacionado en el valle.

427
Donald A. Proulx

Fig. 4. Tiestos de estilo Recuay con pintura positiva sobre pasta de kaolin del sector
ceremonial de Huancarpón (PV31-59), Valle de Nepeña.

Los estudios arqueológicos de super cie en el valle de Nepeña durante los años
1979 y 1980 han revelado la existencia de 42 sitios con cerámica Recuay (5 mezcla-
dos con Moche), con la única excepción de las Tres Marías (PV31-73) cementerio
que se discutió anteriormente, situado en la zona alta del valle. Desafortunada-
mente, no existe sólo una fase de ocupación Recuay en ellos; cada uno de los 42
es un sitio multi-ocupacional. La datación de los restos arquitectónicos de estos
sitios con cerámica de super cie es muy difícil y los resultados están sujetos a
cambios. Lo que se necesita ahora es la excavación de algunos de los sitios críticos
para correlacionar los estilos cerámicos con diferentes tipos de arquitectura.

El tipo de sitio más común conteniendo cerámica Recuay es la plataforma montí-


culo en la cima de las colinas. Este término cubre una amplia gama de sitios ubica-
dos en las crestas y picos por encima del fondo del valle. En la mayoría de los
casos la cima de la colina se ha aplanado arti cialmente y poca o ninguna arqui-
tectura está presente. Algunas terrazas pueden presentarse junto con paredes de
piedra, aparentemente construidas con nes defensivos. En otros casos, un peque-
ño montículo arti cial con piedras laterales adosadas está presente. La función
principal de estos sitios era probablemente ceremonial o administrativa, aunque
también se ha encontrado una gran cantidad de cerámica utilitaria asociada del
Horizonte Temprano , sugiriendo que al menos algunos de estos sitios pueden
haber sido, además, sitios de habitación a pesar de la falta de mayores componen-
tes arquitectónicos.

La mayoría de estos montículos de plataformas en la cima de colinas fueron con-


struidos en el Horizonte Temprano y más tarde reocupados por la cultura de in-
uencia Recuay. Sin embargo, el concepto de un montículo plataforma en la cum-
428
Territorialidad en el Periodo Intermedio Temprano: El caso de Moche y Recuay

bre parece haber continuado en el periodo Intermedio Temprano y algunos de


ellos parecen haber sido construidos por los pueblos relacionados a Recuay. Sitios
incluidos en esta categoría son los siguientes: PV -31-51, -57. -61, -158, -184, -185,
-229, -240. -244, -249, -256, -257, -265, -266, -274, -299, -310, -312, -331, -348, y -349.

Sitios de habitación son la siguiente categoría más frecuente de sitios Recuay


relacionados en el valle superior. Estos sitios se encuentran generalmente en las
crestas, picos y mesetas con vistas al valle. Un ejemplo de dicho sitio es PV31-159
situado a un lado por encima de la boca del Rio Salitre no muy distante del sitio
Huancarpón (PV31-59). Casi la mitad de la cerámica recolectada en este sitio es
Recuay, la mayor parte de la cerámica utilitaria tiene la técnica de tela impresa. El
sitio cubre un área oval de aproximadamente 47 m. norte-sur y 75 m. este-oeste y
está rodeado en 3 de sus lados por un muro de piedra. Dos estructuras de piedra
en la cima de la colina son el punto focal del sitio, con colinas aterrazadas que
descienden hacia el sur. La mayor parte de la cerámica se encontró justo fuera de
la pared del recinto en una zona de quebrada adyacente al sitio. Otros posibles
sitios habitacionales Recuay son PV31-231, -238, -239, -241, -253, -292, -297 y -342.
Estos sitios tienen habitaciones construidas en piedra, pero debido a la naturaleza
multi-ocupacional de los sitios, la asociación de los materiales cerámicos con espe-
cí cas características arquitectónicas no es clara.

Cerámica Recuay también se ha encontrado en varias forti caciones, la mayoría


de las cuales fueron construidas en el Horizonte Temprano y reocupadas durante
el Período Intermedio Temprano. Estos sitios incluyen las fortalezas gemelas de
PV31-162 y -163, así como PV31-50, -60, -254 y-157E. Tumbas Recuay se han en-
contrado en muchos de los sitios de habitación descritos anteriormente, así como
en los sitios ceremoniales y fortalezas. Tres cementerios adicionales con cerámica
de estilo Recuay son PV31-73, -255 y -267.

A pesar del consenso de que el estilo Recuay se originó en el área del Callejón
de Huaylas y es esencialmente una manifestación serrana, poco se sabe acerca
de Recuay como una entidad política. No se ha identi cado la "capital" o centro
principal de esta cultura y la distribución territorial del estilo aún no se ha deter-
minado. Dado el poco conocimiento de la cultura Recuay en su centro, es aún más
difícil hablar de su naturaleza en un valle costero como Nepeña. Sin embargo es
claro que la cultura Recuay extendió su in uencia sobre la parte superior del valle
de Nepeña, ya sea directamente o indirectamente. Si hubo o no un movimiento de
personas hacia el valle con el posterior control político no puede ser determinado
en base a la evidencia actual.

La cerámica Recuay de pasta caolín parece haber sido importada en el valle, dado
que no se conocen fuentes locales de caolín. Imitaciones locales de las importacio-
nes serranas pueden haberse hecho, aunque utilizando una arcilla local rosada.
La cerámica encontrada en las colecciones de super cie de la parte superior del
valle de Nepeña no incluye piezas nas modeladas (aunque dos o tres se conocen
a partir de colecciones privadas) ni existen muchas con pintura en negativo. La
cerámica Recuay más elaborada encontrada en las cercanías proviene de la zona
de los valles intermontanos cerca de la ciudad de Rayán, en donde se encontró
excelente cerámica Recuay modelada en tumbas a una altitud de 3000 m. sobre el
nivel del mar (Gambini Escudero, 1975, pp. 111-126).

429
Donald A. Proulx

No sólo la cerámica, sino también la arquitectura fue in uenciada por la cultura


Recuay en la parte alta del valle de Nepeña, en particular en el sitio de Huan-
carpón donde las pirámides con galerías interiores se han encontrado rodeadas
de na cerámica de pasta de caolín del estilo Recuay. Una manifestación Recuay
serrana que aún no se encuentra en el valle alto es el uso de tumbas con lajas,
aunque fosas recubiertas de piedra se han encontrado en Huancarpón y varios
otros sitios. La in uencia Recuay fue amplia, extendiéndose a más de 42 sitios en
el valle superior y sus a uentes.

La Territorialidad Moche y Recuay en el Valle de Nepeña

Investigación reciente ha demostrado la contemporaneidad básica de la cultura


Moche y Recuay. Estratigrá camente la cerámica Recuay se ha encontrado por
encima de cerámica Chavín en el sitio de Chavín de Huántar (Lumbreras, 1974,
pp.39-40; 1977, pp. 7-9). En Ichik Wilkawain, en las afueras de la ciudad de Hua-
raz, en el Callejón de Huaylas, Bennett encontró cerámica Recuay en las galerías
de tumbas recubiertas con lajas que estaban estratigrá camente por debajo de una
estructura que contenía cerámica Huari del Horizonte Medio (Bennett, 1944, pp.
48-50). Estos descubrimientos posicionan a Recuay rmemente en el Período
Intermedio Temprano. Del mismo modo, la ubicación estratigrá ca de la cultura
Moche en el Período Intermedio Temprano se ha demostrado en varias áreas, tal
vez sobre todo en el valle de Virú donde la variante Moche local (Huancaco) se
sitúa entre la temprana cultura Gallinazo y la siguiente cultura Tomaval del Hori-
zonte Medio (Strong y Evans, 1952).

Fechas de radiocarbono también apoyan la contemporaneidad de las dos cul-


turas. Siete fechados radio carbónicos del sitio Recuay de Pashash en la sierra
tienen rangos de 340 ± 170 a 570 ± 100 d.C (Grieder, 1978, pp. 191-193), y otro
fechado radio carbónico para materiales Recuay excavados en la provincia de Car-
huaz por Gary Vescelius es de 329 ± 145 d.C. (Buse, 1965, p. 330).

Investigaciones anteriores han demostrado que Moche III y IV, el período de la


expansión del imperio en el valle de Nepeña, se remonta a la segunda mitad del
Período Intermedio Temprano o una fecha absoluta aproximada en los años 1oo
al 540 d.C.(Donnan, 1973, pp. 125-127). Son pocos los fechados radio carbónicos
de la cultura Moche. Ubbelohde-Doering obtuvo una edad de 485 ± 100 d.C. para
materiales Moche excavados en el sitio de Pacatnamú en el valle de Jequetepeque
(reportado en Benson, 1972, P. 10) y uno de 33 ± 190 d.C. para un fragmento de
cuerda de los niveles Moche en la Huaca de la Cruz en el Valle de Virú (Benson,
1972, p. 10).

Pruebas adicionales para la contemporaneidad de Moche y Recuay es la presencia


de piezas de intercambio Moche en la ofrenda mortuoria en el templo de Pashash
(Grieder, 1978, Figs. 41-43, y pp. 72-73). Una de estas piezas es un fragmento de
un recipiente modelado y el otro una sección de una botella estribo Moche. Rafael
Reichert también aboga por la contemporaneidad básica de los estilos Moche y
Recuay, "con el desarrollo de Recuay y el n un poco antes que Moche" (Reichert,
1982, pp. 280-281). Esta contemporaneidad se desprende también de los ejemplos
de rasgos estilísticos Recuay que se encuentran en la cerámica Moche y vicev-
430
Territorialidad en el Periodo Intermedio Temprano: El caso de Moche y Recuay

ersa. El periodo de mayor in uencia Recuay fue durante las fases Moche I y II,
cuando el "Animal Crestado" Recuay (Reichert, 1982) o "Animal Lunar" (Bruhns,
1977) se adoptó en el estilo Moche. La Fase Moche I de botella de pico estribo que
representa un versión Recuay de esta criatura es ilustrada por Reichert (1982, Fig.
9). Uno de los mejores ejemplos de esta mezcla estilística es un botella de pico
estribo Moche II (# 4-2994, Museo Lowie de Antropología de la Universidad de
California, Berkeley) de la tumba 14 en el Sitio F de Uhle, cerca de la Huaca de
la Luna, Valle de Moche (ilustrado por Bankmann, 1980, Fig.13). Otro buen ejem-
plo, a partir de las colecciones del Museo de Historia Cultural de la Universidad
de California, Los Angeles, fue ilustrada por Donnan (1978, Fig. 73). El motivo
animal Crestado siguió evolucionando en el arte Moche y estuvo presente a lo
largo de la secuencia, continuando en el Horizonte Medio y el Período Intermedio
Tardío (Bruhns, 1977).

Hay numerosos vasos híbridos Moche, donde se muestran conceptos estilísticos


Recuay, que datan de nuevo principalmente en las fases tempranas del estilo
Moche. Bankmann ilustra algunas de estas vasijas, incluyendo guras humanas
modeladas en el estilo Moche con los típicos picos cónicos Recuay que sobresalen
de la frente de las guras (1980, Fig. 1-4). Más recientemente Reichert ha ilustrado
más ejemplos de vasijas híbridos Moche-Recuay (1982, Fig. 2-14), entre ellas varias
con seres humanos modelados anqueados por felinos en el típico patrón Recuay.
Él argumenta que la dirección de la in uencia proviene principalmente de la si-
erra a la costa, es decir, desde Recuay a Moche (Reichert, 1982, p. 290).

Aunque Bruhns (1977, p. 28) a rma que la cultura Recuay estaba en decadencia en
las fases Moche III y IV, cuando el imperio se expandió hacia el sur en los valles
del Santa y Nepeña, hay que recordar que los elementos de Recuay, como el Ani-
mal Crestado siguen siendo retratados en la cerámica Moche, aunque con menos
frecuencia que antes. La evidencia de que la cultura Recuay continuó existiendo
simultáneamente con Moche en las fases nales fue sugerida por una escena en
una botella de pico estribo Moche IV, que me señalara Steven Wegner (comuni-
cación personal, 5 de julio de 1982). Esta vasija, que se ilustra en Donnan (1978,
Fig. 68), representa una batalla entre los Moche y lo que es, obviamente, un grupo
étnico diferente. Wegner piensa, como yo, que los Moche están luchando con los
Recuay. Los elementos que sugieren esa interpretación son las caras redondeadas
de los escudos y banderas, que son similares a los rostros en la cerámica Recuay
ilustrados por Grieder que él llama la "cabeza circular" (1978, Fig. 160) y los dis-
eños en forma de cruz geométrica que también se observan con frecuencia en el
arte Recuay. La Fase IV fecha a esta vasija exactamente en el momento en que los
Moche estuvieron ocupando el centro del Valle de Nepeña.

Con la contemporaneidad de Moche y Recuay establecida de esta manera, regre-


semos al valle de Nepeña para examinar la relación de las dos manifestaciones.
La prospección super cial sugiere un patrón espacial de los sitios que estoy inter-
pretando como una división territorial del valle en la segunda mitad del Período
Intermedio Temprano (Fig. 1). Geográ camente, la zona del valle superior forma
un amplio foco de excelentes tierras agrícolas que se separa de la zona del valle
medio por un pasaje estrecho cerca de Tomeque. Este cuello del valle tiene una
natural posición defensiva lo que desempeña un papel importante en nuestra his-
toria.

431
Donald A. Proulx

El valle alto está rodeado por numerosas cordilleras y mesetas que fueron utiliza-
das por los antiguos pobladores para la vivienda, sitios ceremoniales y adminis-
trativos. Dos a uentes mayores del Río Nepeña en esta región, el Río Vinchamar-
ca y el Río Salitre.

Fue en la zona alta del valle que la in uencia Recuay (o control?) se hizo sentir,
manifestándose en 41 lugares distintos situados principalmente en crestas de las
montañas y mesetas. Es signi cativo que todos estos sitios Recuay se encuentran
en la zona del valle superior, con la única excepción del cementerio Tres Marías
(PV31-73). La cultura Moche, en cambio, se concentra principalmente en la zona
del valle medio alrededor del sitio ceremonial de Pañamarca.

Antiguos caminos, que penetran el lado norte del valle a través de la Pampa de
San José, cerca de la moderna ciudad de Nepeña, marcan la ruta más probable de
los conquistadores en el valle de Moche (ver Proulx, 1973, Figs. 11, 12 y pp. 84 -92).
Al parecer, la zona costera fue poco atractiva para ellos en las etapas iniciales de
la conquista, ya que sólo un sitio Moche se encuentra en el valle bajo, PV31-103
(Huambacho Viejo). Este sitio parece datar del nal de la secuencia Moche según
Carol Mackey (comunicación personal).

A pesar de que los Moche preferían el lado sur del valle para sus sitios, algunos
cementerios se han encontrado en el lado norte, cerca de San Jacinto. Los Moche
eran también conscientes de los habitantes Recuay en el valle alto y al parecer
tenían intenciones de conquistar esta zona. Varios sitios Moche se encuentran en
el paso crítico estrecho que conduce a la parte superior del valle (PV31-271., -288,
-312, -352, -354 y -355). El control de este paso era esencial tanto para la conquista
como para la defensa. Ocho sitios con cantidades mínimas de cerámica Moche se
han encontrado en la parte superior del valle propiamente dicho (PV31-60,-158E,
-235, -244, -248, -276 y -284). Uno de ellos, PV31-60, es una fortaleza con paredes
muy gruesas de piedra, situada en una meseta que domina la ciudad de Moro y el
Río Nepeña. Un buen número de tiestos Moche se encuentra aquí, mezclado con
Recuay, lo que sugiere que esta estructura representa un esfuerzo Moche por crear
un punto estratégico en la región del valle superior.

La presencia Moche en los otros 7 sitios fue mínima, con un total de sólo 27 tiestos
de estilo Moche encontrados en esos sitios. La cerámica se puede explicar mejor
como piezas de intercambio traídas al valle superior en vez de representar alguna
importante ocupación Moche en esta región. Mi opinión es que los Moche nunca
ocuparon un espacio importante en el valle superior. Su intento de penetrar en
esta zona parece haber fracasado y su imperio se derrumbó antes de que fueran
capaces de fortalecer sus fuerzas en el valle de Nepeña.

Algo muy singular debe ser discutido. En la región Intermontana entre el valle
superior y el Callejón de Huaylas, cerca de la ciudad de Rayán a una altura de
3000 m., Wilfredo Gambini a rma haber encontrado tumbas con cerámica típica
Moche modeladas y pintadas (1975, Fig. Págs. 120 -124). Esa cerámica y otras vis-
tas en su colección, aparecen en los fechados correspondientes a las fases III y IV
de el estilo Moche. La parte inferior del valle de Nepeña no parece ser la fuente de
esta cerámica. La ruta más probable por la que se llegó a esta región habría sido a
través de la Quebrada Lacramarca, cuya parte alta se encuentra cerca a Rayán. Si
432
Territorialidad en el Periodo Intermedio Temprano: El caso de Moche y Recuay

esta región Intermontana fue o no controlada efectivamente por los Moche como
parte de su expansión, o si estos ejemplos de na cerámica Moche representan
piezas de intercambio es una pregunta interesante. Si los Moche estuvieron pre-
sentes como una fuerza militar en la región Intermontana, estaban en la posición
de sojuzgar a los habitantes Recuay de la parte alta del valle de Nepeña desde dos
direcciones. Sin embargo, muchas tumbas Recuay también se encuentran en el
área de Rayán, sugiriendo que quizá estamos frente a otro ejemplo de prestigiosa
cerámica Moche intercambiada en lo que fue esencialmente una zona de in u-
encia Recuay. Gambini describe las tumbas en las que se encontró la cerámica
Moche como "tumbas de piedras alineadas con cubiertas de laja" (1975, p. 122),
un estilo típico de la tumba Recuay. Esta evidencia tiende a apoyar el modelo de
cerámica de prestigio. La presencia de esta cerámica Moche a una altura de 3000
m. no afecta el argumento básico de este trabajo, ya que hay todavía un margen
horizontal de unos 40 km. y un espacio vertical entre 300 y 3000 m. donde se en-
cuentran pocos restos Moche.

La falta de sitios Recuay en el valle bajo y medio de Nepeña es aún más sorpren-
dente que la falta de lugares Moche en la parte alta del valle. Yo interpretaría la
tumba Recuay de Moseley y las piezas individuales recogidas por mí en el cemen-
terio de Tres Marías (PV31-73), ya sea como (1) comercio cerámico que fue enter-
rado en una tumba Moche de clase superior, o (2) la tumba de un alto emisario
del valle que murió y fue enterrado en el territorio Moche. La evidencia continua
indicando consistentemente, que no había asentamientos Recuay en el valle infe-
rior o medio.

Conclusiones

El valle de Nepeña ofrece un caso interesante de territorialidad cultural y de in-


teracción durante el Período Intermedio Temprano. Dos culturas, una un imperio
bien organizado con ambiciones militares, la otra menos conocida pero política-
mente muy in uenciada por un prestigioso grupo de la sierra, entraron en con-
tacto en la frontera de un valle costero. El resultado parece haber sido una con-
frontación, con ambas culturas controlando diferentes zonas del mismo valle. La
interacción entre los dos grupos parece estar marcada por el respeto mutuo, con
las dos sociedades valorando la cerámica prestigiosa de la otra. Aunque hay in-
dicios de que los Moche codiciaron y trataron de penetrar en el valle alto, actu-
almente hay muy pocos indicadores de actividades militares en el valle. El prob-
able control incompleto de los Moche sobre esta zona, su frontera sur, le impedía
realizar sus ambiciones.

Indudablemente existen otras situaciones de contacto en el Perú precolombino


que participan de separación territorial y estas también deben ser estudiadas para
ofrecer una muestra más amplia de tales interacciones. En nuestro caso, todavía
queda mucho por aprender sobre la naturaleza de la in uencia Recuay en el valle
y la distribución y forma de los sitios habitacionales Moche y Recuay. El trabajo
futuro en el valle de Nepeña estará dirigido a responder preguntas de este tipo.

Traducción: Jhon Cruz Quiñones

433
Donald A. Proulx

434
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

HONCOPAMPA
Ruinas Monumentales en la Sierra Norte del Perú

William H. Isbell

Hace más de 3,000 años una gran tradición de esculturas y arquitectura megalítica
emergió en la sierra norte del Perú. En el Horizonte Temprano (1,200-800 a.C.), el
templo de Chavín de Huántar es un espectacular ejemplo.

En el subsecuente periodo llamado Intermedio Temprano (200 a.C. - 550 d.C), el


Callejón de Huaylas reaparece como el centro de una tradición de piedra trabajada
(Fig. 2). Sin embargo, ésta no es tan compleja como la del Templo de Chavín. Una
gran colección claramente local, de estatuas, dinteles decorados cuya procedencia
se desconoce están en el Museo de Huaraz. Este trabajo de piedra es magní co,
pero la mayoría de los asentamientos de este período no son impresionantes, con
monumental construcciones de piedra ,limitadas a tumbas subterráneas y muros
de contención.

La contradicción entre tal tradición de esculturas de piedras elaboradas y los


modestos asentamientos es confusa. ¿Los arqueólogos de alguna manera han ob-
viado las monumentales capitales del período Intermedio Temprano en el Calle-
jón de Huaylas? ¿O no estaban aquí tales capitales y fueron las impresionantes
esculturas producidas por comunidades autónomas de quienes su arquitectura en
piedra y quizá sus estatuas cumplían una función mortuoria?

El subsecuente período Horizonte Medio (550-1,000 d.C.), trae consigo otras inter-
rogantes sobre los asentamientos en el Callejón de Huaylas. Esto es cuando los
estilos de la ciudad de Wari, situada a 550 km. al sur de Lima, se extendieron hacia
la sierra y la costa peruana, marcando el nal del Intermedio Temprano. ¿Qué
efectos tuvo la expansión Wari en el Callejón de Huaylas y sobre su sorpren-
dente tradición de piedra trabajada y su arquitectura?, y ¿cuál fue el cambio en los
asentamientos del Callejón de Huaylas, y los cambios en su organización y admin-
istración?. El sitio de Honcopampa parece responder algunas de estas preguntas.
Nota del Editor, la escirtura original en el texto es Huari, el cual hace referencai al sitio arqueologico y a la cul-
tura Huari en Ayacucho, para no confundir al lector se ha cambiado dicha escritura por la de Wari. Puesto que en
la región de Ancash tenemos la provincia de Huari, donde se realizan investigaciones arqueologicas.

Titulo Original: Isbell, William, H. (1978). “Honcopampa: Monumental ruins in Perú’s North Highlands”.
En: Expedition, 33(3). pp. 7-33. University of Pennsylvania

435
William H. Isbell

Fig. 2. Honcopampa en el lado oriental del Callejón de Huaylas. Limita al este con los
nevados de la Cordillera Blanca. Este, se encuentra en la sierra norte de Perú, entre el
principal sitio Wari de Horizonte Medio, al sur, y las cuencas culturalmente importante
del norte que incluyen Huamachuco, Cajamarca y Chota. Honcopampa se encuentra
adyacente a un paso importante a través de sus picos.

436
Honcopampa: Ruinas Monumentales en la sierra norte del Perú

Honcopampa

Son los restos de de una pequeña ciudad a 3565 msnm. Ubicada al oeste de los
glaciales de la Cordillera Blanca (Fig. 1). Honcopampa se caracteriza por la pres-
encia de serie de edi caciones con múltiples cámaras llamadas chullpas. Muchos
arqueólogos datan estas estructuras al Horizonte Medio e interpretan a Honco-
pampa como una capital Provincial, construida por gobernantes Wari que sub-
yugaron a la gente del Callejón de Huaylas. Otros di eren y sugieren que los
edi cios fueron construidos durante el Periodo Intermedio Temprano, por líderes
de un gobierno local llamado Recuay.

El sitio fue brevemente investigado en 1961 por el arqueólogo norteamericano


Gary Vescelius y el peruano Hernán Amat. Ellos reportaron que Honcopampa
fue un centro del Horizonte Medio pero sus descubrimientos nunca fueron pub-
licados, quedando en controversia. Establecer la cronología del sitio podría ser el
primer paso en proveer un contexto histórico propio. ¿Fue Honcopampa la capital
“perdida” de Recuay o fue un centro administrativo provincial de un estado Wari
expansivo? Estas preguntas motivaron mis investigaciones en el verano de 1987.

La Arquitectura de Honcopampa

La zona arqueológica de Honcopampa se encuentra en una depresión; al este del


Callejón de Huaylas, tiene alrededor de un kilometro y comprende pastos y áreas
pantanosas, en la actualidad está desocupado. El nombre Honcopampa, quizá es
mejor escribirlo como Joncopampa, que deriva de un término descriptivo que-
chua que signi ca “tierra humedad donde la gente se hunde”.

Fig. 1. Mirando hacia el norte a través de la verde extensión pantanosa de Honcopampa,


se ve la majestuosa Cordillera Blanca al fondo. Ruinas cubren la parte alta en el centro de
la fotografía.

437
William H. Isbell

Tres grandes concentraciones de estructuras bien conservadas se localizan en la


zona alta, al lado norte del pantano. Pero la mayoría se localiza alrededor de la
depresión. Se puede observar varios alineamientos de rocas, círculos, formas en
V, gradas, terrazas, y plazas y canchas (Fig. 3). Puede ser que estos alineamientos
fueron alguna vez paredes monumentales, construidas con piedras y rellenadas
con pequeños guijarros entre las grandes piedras (Fig. 4).

Chullpas

Son pequeños edi cios rectangulares esparcidos a través de los montes alrededor
de la depresión. Restos de estos edi cios fueron descubiertos sobre lomas culti-
vadas cerca a modernas casas, también sobre un las laderas empinadas de una
colina (Fig. 3). Llamadas chullpas por los locales, los grandes edi cios cuya área
es de sólo un par de metros cuadrados, presenta lados de cuatro a cinco metros y
algunas veces se encontraban en grupos de dos o tres.

Las chullpas no fueron construidas con la técnica de rocas grandes y rellenadas


con piedras pequeñas, sino de una técnica llamada bloque y esquirlas (block and
spall). La albañilería de las paredes consiste más o menos de bloques rectangula-
res de piedra, cuidadosa y atractivamente combinadas con pequeñas rocas lisas
algo aplanadas, o astillas incrustadas en fuertes morteros de arcilla. Las pequeñas
estructuras fueron techadas con enormes piedras lisas. Teniendo grandes jambas
y dinteles megalíticos dejando un acceso pequeño (Fig. 10).

Hoy en día, muchas de las Chullpas esparcidas están severamente dañadas, de


modo que sus restos son difíciles de detectar. Éstas están siendo el blanco de in-
tensos saqueos, así como por el deliberado desmantelamiento de sus techos de
piedra y de los dinteles de los accesos. Los cuales vuelven a ser reutilizados en
puentes, así como en las jambas de puertas y ventanas de modernos edi cios.
Sus contextos originales se están perdiendo y disturbándose, haciendo difícil

Fig. 3. Rocas alineadas en las colinas que rodean Honcopampa sugieren que en pasado
muchas paredes y tal vez incluso edi cios estaban presentes.

438
Honcopampa: Ruinas Monumentales en la sierra norte del Perú

Fig. 4. Un acceso megalítico conservado en una de las paredes de rocas, da un indicio de


la complejidad de su arquitectura rústica.

las interpretaciones funcionales. Muchos arqueólogos, aceptan las chullpas como


monumentos mortuorios, inferido por la presencia de restos óseos humanos, que
fueron hallados en algunos de sus cámaras. Aún falta probarse que todas las
chullpas pertenecen a una sola categoría de edi cios destinados para el entierro
de restos humanos.

Las chullpas son también halladas en cada una de las tres concentraciones ar-
quitectónicas, al lado norte de las depresiones pantanosas (Fig. 5). Cada concen-
tración tiene sus propias características en forma de edi cios, pero la técnica con-
structiva y el acabado son similares en todas las chullpas que se hallan en estas
tres concentraciones.

Ama Puncu es un largo y bajo montículo natural con restos de nueve o más
chullpas. La mayoría de estas chullpas son mucho más grandes que las chullpas
ubicadas alrededor del sitio, pero todas ellas comparten la misma arquitectura.
Muchas de ellas son de dos pisos. Siete o más de las chullpas están colocados al
sobre los tres lados de una cancha formando un espacio en forma de U, el cual
está abierto hacia el norte.

En la esquina sudoeste del espacio en U, está la chullpa más grande de Honco-


pampa, midiendo 12 por 16 metros (Fig. 6). En el piso bajo de esta chullpa existen
tres entradas al lado norte que corresponde a la parte abierta del espacio en U; y
hacia los otros tres lados solo hay entrada. El interior del edi cio está dividido en
20 cámaras que son colocadas en grupos interconectados de tres ó cuatro habita-
ciones (Fig. 7). El segundo piso de la chullpa tiene una sola entrada y presenta seis
cámaras interconectadas. Viejos reportes señalan que puedo haber existido un
tercer piso el cual fue visible en el pasado.

439
William H. Isbell

Fig. 5. Las ruinas más importantes de Honcopampa se encuentran en tres grupos entre
las colinas, al borde norte de la depresión. Curvas de nivel se etiquetan en metros sobre el
nivel del mar.

440
Honcopampa: Ruinas Monumentales en la sierra norte del Perú

Hernán Amat, quien excavó en las cámaras de estas chullpas con Gary Vescelius
en 1961, reportó haber encontrado huesos humanos, como cerámica en estilo Vi-
ñaque. (Común del estilo Wari durante el Horizonte Medio 2, alrededor de los
700-850 a. D).

Otras cinco chullpas que forman el espacio en U, tienen también dos pisos, múlti-
ples entradas y numerosas cámaras internas. Muchas, pero no todas las cáma-
ras son lo su cientemente altas como pararse cómodamente y lo su cientemente
grandes para que muchos adultos puedan dormir sobre el suelo. Algunos de los
techos están manchados de humo, restos de ocupación pueden ser encontradas
sobre el piso. Las cámaras tienen que haber sido usadas como sitos para acampar
por viajeros y emigrantes por muchos años, y las múltiples reocupaciones hacen
muy difícil determinar cómo fueron usadas las cámaras por sus originales con-
structores.

Desafortunadamente, muchas de las chullpas de Ama Puncu están en pobre es-


tado que no pueden ser mapeadas adecuadamente sin limpiarlas y excavarlas.
Dos de ellas que están en muy malas condiciones fueron identi cados a menos de
100 metros del grupo que forma el espacio en U, pero aún sobre la ladera de Ama
Puncu. Hay huellas de paredes de piedra que parecen pertenecer a la construcción
de otras chullpas. Quizás en algún momento Ama Puncu tuvo diversa forma de
arquitectura que corresponderían a actividades culturales. Sin embargo los restos
de casas son muy escasa (basura doméstica), entre los restos de la super cie; pa-
rece difícil que Ama Puncu haya sido un área residencial.

Fig. 6. La más grande chullpa mide 12 por 16 metros y se encuentra en la esquina suroeste
de la plaza en forma de U. Originalmente pudo haber tenido un tercer piso. En 1961 Gary
Vescelius y Hernán Amat excavaron esta chullpa y encontraron huesos humanos, así
como cerámica de estilo Viñaque que se originó en Wari, en el valle de Ayacucho.

441
William H. Isbell

Fig. 7. Las chullpas grandes contienen habitaciones altas cuyos muros están construidos
con la técnica piedras y esquirlas (block and spall) con megalíticas jambas y techos.

Chucara Ama está localizada cerca a un kilómetro al nor-oeste de Ama Puncu. Una
gran chullpa ocupa una extensa plataforma rectangular. Restos de varias chullpas
pequeñas son evidentes, así como muchas paredes, probablemente pertenecientes
a plazas aterrazadas. Un rasgo peculiar en Chucara Ama es la presencia de una
roca roja que parece como una cama sobresaliendo a la super cie y rodeado por
unas paredes de piedras muy bien construidas. Como en el caso de Ama Puncu
los restos de basura doméstica son escasos en Chucara Ama.

Edi cios en forma de D y grupos de patios sobre la cima de Purushmonte

Purushmonte es el área con más restos de Honcopampa. Ésta está cubierta por
un denso matorral, dando la impresión que las ruinas están limitadas a grandes
terrazas. Sin embargo, limpiando la vegetación, se reveló edi cios bien preserva-
dos con grandes entradas. Muchas paredes fueron de dos metros de altura. Con-
tinuos cultivos haciendo surcos con arado han ido destruyendo las paredes. Pero
30 cm. más abajo de la super cie, está relativamente bien preservada. Cuando
la vegetación fue cortada, trincheras poco profundas revelaron planos completos
de edi cios sin disturbar, la ocupación más profunda será muy importante para
estudios de Honcopampa en el futuro.

442
Honcopampa: Ruinas Monumentales en la sierra norte del Perú

Fig. 8. Complejos de edi cios, dentro de un área de 2,5 hectárea en Purushmonte fueron
despejaron y mapeados. La mayor parte de la arquitectura conservada se divide en dos
clases formales, el complejo en forma de D y el grupo de patio.

A pesar de la densa vegetación, abundante restos de ocupación fue recuperados,


esto incluyen moledoras de piedras hallados en varios de los edi cios. Algunas
pequeñas chullpas pobremente preservadas, también fueron identi cadas. Varios
grandes muros de contención sobre la cima de Purushmonte están hechos de roca
y rellenos (boulder and in ll); pero muchas de las paredes, excepto por unos po-
cos ejemplos que pueden ser tecnológicamente intermedios, están construidos por
la técnica bloques y esquirlas (block and spall).

Dos formas adicionales de edi cios fueron identi cados en Purushmonte. Am-
bos estaban compuestos de complejas estructuras multi salones o multi patios,

443
William H. Isbell

Fig. 9. Esta chullpa, probablemente construida con nes mortuorio, ha sido comple-
tamente saqueada y destruida que sólo es posible ver una concentración de grandes
piedras. La cima de la colina empinada recientemente se ha convertido en un santuario
cristiano poniendo una cruz entre las ruinas prehistóricas.

pero la primera rodeaba un patio en forma de D. Mientras la segunda rodeaba


una plaza o patio rectangular. Los restos sobre la super cie sugieren que estos
ocupaban entre 6 y 12 hectáreas. La más preservada arquitectura se aprecia en un
área de 2.5 hectáreas, todas pueden pertenecer a una o a otras de las dos clases de
componentes (Fig. 8)

Las complejas estructuras en forma de D son menos frecuentes que los grupos
de patios, y sólo dos ejemplos fueron encontrados, ambos localizados al sur de la
parte más baja de Purushmonte. Sin embargo, la parte baja de ese lado está más
disturbada por actividades modernas e históricas, la escases de edi cios en forma
de D no puede ser un indicativo de su número original.

Los edi cios más largos AC-13, tienen una entrada en el lado derrumbado de la
cara sur y otra que se asemeja a lo que puede ser una puerta en la sección nor-oeste
de la pared que tiene una altura signi cativa. Una parte de la pared de forma de
D se levanta sobre cinco metros de altura sugiriendo que la condición original del
edi cio fue como una torre construida para tener múltiples pisos. Las pequeñas
estructuras en forma de D, AC-14, al lado norte de AC-13, tiene varios nichos lar-
gos en el interior de la pared curvada. Ambas estructuras en forma de D tienen
habitaciones que colindaban con el exterior, y parecen haber sido el centro de
elaborados complejos arquitectónicos. Uno de los salones del lado Este de AC-14
tiene una hilera de piedras proyectado desde la parte interior de la pared, quizás

444
Honcopampa: Ruinas Monumentales en la sierra norte del Perú

una ménsula para soportar un segundo nivel, Sin embargo, estos están solo a po-
cos centímetros sobre el nivel de la moderna super cie del suelo.

Las excavaciones no fueron conducidas en las estructuras en forma de D, una


vieja trinchera en AC-13 probablemente excavada en 1961 por Amat y Vescelius
fue limpiada e inspeccionada. Sus per les revelaron zonas de cenizas, pero pocos
artefactos. Al parecer AC-13 fue limpiada regularmente o no fue una arquitectura
residencial. Estructuras en forma de D fueron identi cados sólo en la parte más
baja de Purushmonte, la separación espacial puede haber tenido correlación fun-
cional o a diferencias étnicas en la ciudad de Honcopampa. Los grupos de patio
rectangular, son la forma de edi cio más frecuente del área estudiada, y todos los
ejemplos están localizados sobre la cima más alta del área donde se hallan los
edi cios en forma de D. La albañilería de los grupos de patios, así como de las
chullpas y de los edi cios en forma de D, son del tipo bloque con piedras esquirlas
(block and spall). Sin embargo, la calidad de la albañilería de los grupos de patios
varía, dependiendo de su ubicación (Fig. 11).

Los grupos de patios consisten de cuatro alargados corralones de corte rectangu-


lar, creando un compuesto encerrado. La forma idealizada de Honcopampa está
orientada más o menos a direcciones cardinales y tiene una entrada principal en
el centro del lado Este del complejo. La forma de la entrada es un corredor con
entradas megalíticas de grandes jambas y dinteles de piedra. Esto proporciona
un acceso al patio central y algunas veces a los corralones perimétricos adyacen-
tes. Cada corralón está dividido en habitaciones, usualmente tres. Un corralón

Fig. 10. Esta chullpa estaba cubierta de tierra hasta que fue expuesta por una familia local
que estaba haciendo ladrillos de adobe. Las paredes de la chullpa de grandes bloques
de piedra rectangulares y astillas pequeñas de relleno y su monumental puerta y dintel,
todavía están intactos, pero el interior ha sido saqueado.

445
William H. Isbell

Fig. 11. Los bloques de mampostería y esquirlas de paredes internas del grupo de patio es
más no que la mampostería de los muros perimetrales exteriores. La más na mampos-
tería se observa en el salón más amplio. Se ha prestado mucho cuidado en esta pared de
la estructuran AC-2 para crear una apariencia dramática y estética.

perimétrico, comúnmente sobre el lado Oeste, es más ancho que el resto, esto tam-
bién está dividido en habitaciones (Fig. 12). Cada habitación tiene una entrada de
largas jambas de piedra y dinteles conectados con el patio, pero el acceso directo
entre los salones es raro. Los salones fueron probablemente un almacén alto. Los
más largos dinteles de cada grupo del patio están localizados sobre la entrada cen-
tral dentro del amplio salón, quienes tenían también una na arquitectura. Estos
dinteles, miden de tres a más de cuatro metros de longitud y son impresionantes.

Ocasionalmente los grupos del patio tienen una entrada secundaria desde la parte
externa a través de un pequeño corredor, dentro del patio frontal a un lado del
complejo rectangular. Raramente hay una entrada directa a los salones. Grupos de
patios también parecen haber tenido banquetas de 20 a 30 cm. de alto rodeando
todo el ángulo del cerco central. En todos los patios en que fueron hallados mo-
ledoras de piedra se aprecian dichas banquetas.

Los compuestos AC-2, AC-3, AC-4, AC-5, AC-6, AC-9, son un buen ejemplo de
grupos de patios rectangulares, aunque pocos de ellos reúnen los criterios ideales
discutidos párrafos arriba. Otros edi cios de Purushmonte también parecen haber
sido construidas con el modelo del grupo en mente. Futuras investigaciones escla-
recerán los aspectos formales y excavaciones en los edi cios revelaran a cuál de
ellos pertenecen la subclases de grupos de patios o quizás hubo otra clase aún
no de nidas.

446
Honcopampa: Ruinas Monumentales en la sierra norte del Perú

Un grupo de patios rectángulares merecen una nota especial. Componente AC- 1


carecen de una entrada central con corredor. Éste no tiene largos dinteles, y todos
sus corralones perimétricos son aproximadamente del mismo ancho. Signi cati-
vamente existe una la de piedras proyectadas o mensulas preservadas en dos de
los perímetros del salón, esto sugiere que los salones periféricos de estas estructu-
ras pudieron haber sido múltiples pisos.

Cuatro pequeños cortes estratigrá cos fueron excavados en los salones de pati-
os rectángulares. En tres casos AC-2, AC-5, AC-9 los restos residenciales fueron
abundantes. La excavación en AC-1 sólo produjo tierra estéril. En vista de estos
resultados, tan buenos en abundancia de deshechos sobre la super cie (incluy-
endo moledoras de piedra), concluyo que los grupos de patios rectangulares de
Honcopampa tuvieron una función residencial.

Varios de los grupos de patios rectángulares revelan alteraciones que represen-


tarían remodelaciones. Los accesos fueron bloqueados o juntados, salones reforma-
dos, paredes removidas y nuevas paredes construidas, algunas de ellas curvadas.
En AC-1 sólo aparecen pequeñas modi caciones, pero AC-4 fue dramáticamente
alterado, AC-18 estuvo extensamente reconstruido y su forma original no está
clara, y pueden haber sido un grupo de patios rectángulares. In ero que estas
remodelaciones representan la fase nal de ocupación en Honcopampa, en un
momento en que las ideas acerca de la forma y el uso de los edi cios cambiaron.

Fig. 12. Completamente libre de vegetación, este patio de AC-2 revela un bajo banco que
rodea el patio, la división del perímetro en tres habitaciones, y dinteles impresionantes
en las puertas. El dintel central se encuentra en frente a una entrada amplia, habiéndose
caído de su ubicación original.

447
William H. Isbell

Fig. 13. Los densos arbustos creciendo en Purushmonte hacen difícil apreciar los espec-
taculares edi cios sin antes no haber limpiado la vegetación.

La Cronología de Honcopampa

Con excepción de un puñado de fragmento del Intermedio Temprano encon-


tradas sin contexto o sin relación a la arquitectura, toda la cerámica de Honco-
pampa data del Horizonte Medio o posterior. Fragmentos del Horizonte Medio
asociados con grupos de patios no modi cados, edi cios en forma de D y chullpas
son corroboradas por fechados radio carbónicos, los fragmentos que datan del
Horizonte Medio y quizás del Período Intermedio Tardío están asociados con el
estrato arado y el grupo de patios remodelados y marcarían el n de la ocupación
prehistórica de Honcopampa.

La albañilería de los patios, estructuras en D y chullpas son de una unidad es-


tilística por el uso de piedra y esquirlas (block and spall) como técnicas de con-
strucción. Mientras las modi caciones tardías de diferentes grupos de patio tam-
bién emplean piedras y esquirlas (block and spall) en su construcción, ésta es de
menor calidad. Parece que las construcciones tempranas, aunque no presentan
fechados son fáciles de diferenciarla por la técnica de rocas y rellenos (boulder
and in ll). Consecuentemente aparece en el estilo arquitectónico de block and
spall en el grupo de patios, edi cios en D y chulpas. Honcopampa es mejor inter-
pretado como un centro del Horizonte Medio.

Cronología de Honcopampa con Cerámica y Muestras de Carbón

Honcopampa tiene una larga secuencia que empieza denle el Intermedio Tem-
prano en Perú. Sin embargo, es escasamente representada en el sitio. Cerámica

448
Honcopampa: Ruinas Monumentales en la sierra norte del Perú

blanco sobre rojo, del estilo Huaras Temprano, es usualmente asignada a 200
a.C., fue solo hallada en la parte inferior de una trinchera y no fue reconocida en
ningún lugar de la super cie del sitio; y no esta convincentemente asociada con
ningún resto arquitectónico.

Cerámica del subsecuente estilo Recuay considerada entre 200 d.C. y 600 d.C. es
aún menos común. Ésta parece estar representada por un fragmento tipo Yahia, y
tres piezas con decoración resistente. Otro posible ejemplo fue hallado dentro de
una Chullpa aislada examinada por miembros del proyecto.

El Horizonte Medio temprano es representado por vasijas negras pulidas y vasi-


jas rojas alisadas y pocas copias locales de los estilo Viñaque y Chakipampa de
Wari. Vasijas negras pulidas y rojas alisadas están asociadas a grupos de patios y
son también las cerámicas más comunes halladas en las chullpas aisladas. Hernán
Amat manifestó que había encontrado autentica cerámica Viñaque en la chullpa
más grande y nuestra recolección de super cie reveló varios fragmentos erosio-
nados que habrían podido ser introducidos desde Wari.

Limpiando las paredes para realizar un mapa del grupo de patios, expusieron
una gran cantidad de cerámica de las capas que fueron aradas. Especialmente,
en el complejo grupo de patios remodelados durante el nal de la ocupación pre-
histórica de Honcopampa. Muchas de las cerámicas de esta área son tazones gris
marrón y jarras que datan de nales del Horizonte Medio o quizá del Intermedio
Tardío. La decoración es exclusivamente plástica y consiste de apliques y letes
de arcilla. Algunas incisiones, puntadas y modeladas toscamente, apretados mol-
des los cuales eran difíciles de interpretar con una simple mirada. Estas vasijas son
asociadas al estilo Aquilpo del Callejón de Huaylas.

Cuatro muestras de carbón fueron obtenidas de las excavaciones en los recintos


del grupo de patios. Tres de ellos viene de un estrato que está asociado a la ocu-
pación del grupo de patios y sus constructores, y una viene de un grupo diferente
de patios.

Estas tres muestras tiene fechados para la ocupación en el grupo de patios de


1240 +/- 90 (710 d.C. +/-90), 1380 +/- 70 (570 d.C. +/-70) y 1280+/-70 (670 d.C.
+/-70). Las cuatro muestras vienen del estrato profundo en AC-5 (excavación 1,
Nivel 11) cerca a la base del edi cio, que también produjo fragmentos que nos
recuerda a los estilos Recuay y Huaras. Mientras que estas cerámicas implicaron
una ocupación Intermedio Temprana en Honcopampa, del fechado de la mues-
tra de carbón es de 1330 +/-100(620 d.C. +/-100), virtualmente esta muestra
corresponde al Horizonte Medio. Yo sospecho que esta muestra pertenece a la
construcción del grupo de patio AC- 5, mientras que la cerámica pertenece a la
ocupación temprana. Ellos pudieron haber sido disturbados y mezclados cuando
las trincheras del grupo de patios fueron cavadas.

449
William H. Isbell

Arquitectura de Honcopampa y Wari (Ayacucho)

En muchas formas, la arquitectura de Honcopampa se asemeja a la de Wari, el


grupo de patios fue la forma estándar de los edi cios de Wari, y es la forma que
está siendo comúnmente asociada con sus centros administrativos provinciales,
durante el período Horizonte Medio. Nosotros también conocemos estructuras en
forma de D en Wari, probablemente datan del nal del período Intermedio Tem-
prano e inicios del Horizonte Medio, sólo las chullpas de Honcopampa no son
típicas en Wari. Aunque, éstas pueden tener analogías en Wari, con las cámaras
de piedras, que a menudo incluyen varios salones y siempre de dos o tres niveles,
estos parecen haber sido subterráneos o rodeados de toscas paredes de piedra que
retenían una cubierta de tierra.

Sin embargo, mientras que la fase principal de la construcción en Honcopampa


es Horizonte Medio y este tiempo está relacionada con Wari, la arquitectura no
es simplemente una introducción Wari. Honcopampa responde al Horizonte Me-
dio con una estrategia que incorpora algunos edi cios Wari, mientras que recha-
zan otros en favor de una continuidad con la vieja construcciones norteñas de
arquitectónica monumental. Dos de las formas de estructuras de Honcopampa
son compartidas con Wari, la albañilería de piedras y esquirlas (block and spall)
que caracteriza al grupo de patios, las estructuras en D y las chullpas no lo es. Los
edi cios en Wari fueron cubiertos con arcilla y cal dándoles un acabado blanco
brillante.

La arquitectura de Wari evita el uso de largos dinteles de piedras o jambas en los


accesos, pre riendo a los corredores. Los destacados espacios de Honcopampa
están conformados por una albañilería de block and spall de diferente calidad, por
grandes entradas con dinteles, y por accesos con jambas, que debería ser consid-
erada como una tradición arquitectónica foránea a Wari.

Realmente, las construcciones con la técnica de block and spall son característicos
del período Intermedio Temprano en Pashash, Huamachuco y Cajamarca, al norte
del Callejón de Huaylas.

Enfasis sobre dinteles megalíticos es una semejanza muy extendida en el norte,


hay torres megalíticas en el norte del Perú. En la quebrada de Chota éstas son
altas, con estrechos edi cios de cuatro niveles que incluyen revestimiento de blo-
ques de piedra. Pueden pertenecer al Intermedio Temprano y quizás estén rela-
cionados, o sean antecedentes de las chulpas de Honcopampa y de la sierra del
Perú. En Huamachuco los edi cios del periodo Intermedio Temprano las formas
son similares al grupo de patios.

Con el trabajo de campo de 1987, la principal pregunta sobre Honcopampa está


siendo respondida, la pequeña ciudad fue un centro con edi cios características
de Wari. Pero el enigma de los asentamientos y organización política del peri-
odo Intermedio Temprano en el Callejón de Huaylas están aún por resolverse.
La arquitectura de Honcopampa es una mezcla de edi cios Wari con una fuerte
tradición norteña, de la cual deberíamos encontrar antecedentes de albañilería de
piedras y esquirlas (block and spall) y de espacios construidos con dinteles mega-
líticos y grandes jambas de piedra . ¿Estas técnicas derivan de construcciones de
450
Honcopampa: Ruinas Monumentales en la sierra norte del Perú

piedras y rellenos (boulder and in ll) y hubieron edi cios boulder and in ll en
Honcopampa antes que los grupos de patio, estructuras en forma de D y chulpas
fuesen construidos?. Finalmente ¿Quienes ocuparon Honcopampa y con qué au-
toridad ellos construyeron esta ciudad?. Al parecer los locales norteños, y no los
Wari, fueron que ordenaron el rediseño de los grupos de patios al incluir algunos
modelos del norte. Sólo el grupo de patio AC-1 es una construcción estándar de
Wari, pero ésta no produjo restos de ocupación.

Las diferentes rami caciones arquitectónicas en Honcopampa indican una com-


pleja historia cultural. Que sugiere que se debe continuar las investigaciones para
revelar que Honcopampa fue una ciudad dinámica donde los Waris al sur y los
locales norteños trabajaron en la construcción de un nuevo sistema regional de
poder y control.

Traducción: Bebel Ibarra Asencios

451
William H. Isbell

452
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

HUARICOTO Y HONCOPAMPA
2,000 Años en Palacios, Mausoleos y Cerámica

Hermann Buse de la Guerra

Introduccion

Gary S. Vescelius, joven y brillante arqueólogo de la Universidad de Cornell, a


la que pertenece en calidad de Investigador Asociado (1), detenta en su foja de
servicios profesional varios años de estudios en el Perú. Comenzó en 1958, desar-
rollando un programa en la Costa Sur, “arqueológicamente, una de las regiones
menos conocidas”, de la que no existen referencias de los cronistas de la épocas
de la Conquista y primeros años del virreinato, tampoco datos concretos de la
Arqueología. Posteriormente, en septiembre de 1961, pasó al Callejón de Huaylas,
región muy importante con número aun no precisados de sitios arqueológicos,
una cerámica de gran valor, testimonios de haber sido foco de irradiación de in u-
encias sobre una vasta región del país andino y restos arquitectónicos que atraen
el interés cientí co. Ininterrumpidamente, trabajó en una sola cuenca: la del río
Marcará, en la provincia de Carhuás. Allí está Vicos, nombre de unas antiguas
tierras pobladas por una comunidad indígena a la que la citada Universidad de
Cornell ha dedicado un interesante programa de investigación socio-económica,
con excelentes resultados. Justamente en relación con este programa, Vescelius
dio comienzo aquel año de 1961 al programa arqueológico cuyos resultados rese-
ñaremos en este capítulo.

El proyecto Marcará, ejecutado con admirable cuidado y lujos realmente notables


de método, se enfocó básicamente al inventario arqueológico de la zona escogida
y al establecimiento de la secuencia de la cerámica regional. Igualmente, al estu-
dio de los patrones de aprovechamiento de la tierra por los antiguos ocupantes
de la quebrada, con determinación de las técnicas de cultivo y plantas de mayor
popularidad. Aunque cauto siempre en sus declaraciones, Vescelius explica que
ha recurrido a los métodos más modernos para alcanzar los objetivos de su estu-
dio. Entre otros, por ejemplo, el de análisis de los granos de polen, “por primera
vez en el Perú”. Ese examen - dice- permitirá apreciar las plantas de cultivo y la
intensidad de la agricultura, por ese camino, sabremos del rango demográ co de
la región.

Titulo Original: Buse de la Guerra, Hermann (1965). Introducción al Perú. Capitulo: Honcopampa 2000
años de mausoleos. Imprenta del Colegio Leoncio Prado, Lima.

453
Hermann Buse de la Guerra

Arqueología y matemáticas: la “Interferencia Estadística”

Alternando los trabajos de campo con las tareas de laboratorio – fases de su es-
tudio que desarrolla con dedicación ejemplar, meticulosa y ordenadamente, con
un sistema que podría hacerse modelo - Vescelius concede una gran importancia
a la metodología de la investigación. En este campo tiene sólidas contribuciones.
Sobre una base estrictamente matemática, ha desarrollado la teoría del muestreo,
divulgada en varias publicaciones que ha llamado justamente la atención. Por este
solo aporte, sin contar otros laudables merecimientos, se ubica en la primera la
entre los especialistas más enterados. La base de su teoría es la interferencia es-
tadística, capítulo de las matemáticas aplicadas al que ha llegado a través de una
copiosa bibliografía y estudios especiales a los que pocas veces tiene inclinación
el arqueólogo común. Advierte y recomienda: “No quiero decir que el arqueólogo
debe convertirse en matemático, pero, no obstante, es verdad que muchas veces
los arqueólogos han dejado de aprovechar técnicas estadísticas que servirían in-
dudablemente para resolver sus problemas”.

Muy versado por ejercicio y disposición natural al empleo de complicadas fór-


mulas y al uso de los procedimientos que las matemáticas ponen al servicio de la
estadística, Vescelius reduce a cifras, es decir, a expresiones exactas, respaldadas
por el cálculo, las clasi caciones de laboratorio y los análisis de muestreo. De las
chas de registro – miles y decenas de miles- pasa por el álgebra a las constantes,
tornando el acopio caótico, orden perfecto; y de allí a las tablas, en las que colum-
nas interminables de números, antecedidos o no de signos convencionales que
cifran concepciones hipotéticas, desgranan el problema y lo condensan luego en
la clave nal, solución del rompecabezas. Los números, amparados en al teoría de
la interferencia estadística, que no falla, porque es rigurosa en sus considerandos,
traducen el resultado del proceso investigatorio con la precisión de toda pesquisa
matemática y ante ellos la inseguridad, el temor o la confusión que siguen muchas
veces al planteamiento del problema arqueológico, desaparecen.

Con este método, Vescelius quiere hacer el examen del muestreo arqueológico
una operación exacta, que no dé resultados aproximados sino de nitivos, en los
que la investigación pueda con ar plenamente.

De la costa sur a Marcara, en la sierra norte

Al comienzo, según ya se dijo, Vescelius tomó contacto con el Perú en la Costa Sur,
“región marginal”, como iba a escribir después, sede de “culturas atrasadas”, más
unida a la región atameya y al lago Titicaca que al resto de la costa peruana. Tra-
bajó en este desierto inhóspito que es la dilatada pampa que antecede a las estria-
ciones andinas de Arequipa, en el litoral de Chala y Tacna, en la cadena costanera
y en las laderas de la cordillera occidental. Desde el pre-cerámico, que vivamente
le interesó hasta las fases últimas: su pesquisa fue completa, de todos los ángulos
y sobre todas las materias que atañen a la Arqueología.

Después, como ya también se mencionó, pasó al Callejón de Huaylas, a cumplir


con el Proyecto Cornell, nanciado por la Universidad de ese nombre y por la
Fundación Nacional de Ciencias, de Estados Unidos.
454
Huaricoto y Honcopampa: 2,000 años en Palacios, Mausoleos y Cerámica

Los primeros reconocimientos – cerámica super cial y arquitectura de algunas


ruinas- , revelaron una de nida fase tiahuanacoide. Más tarde, la exploración sacó
a luz el sello Chavín. Marcará prometió una zona de densa ocupación durante un
tiempo dilatado – desde una fase precerámica, muy antigua, con instrumentos líti-
cos, precisada en Quishqui Puncu (1964), hasta otra, arqueológicamente nal, con
elementos de la colonización española-, rica en construcciones monumentales de
diversa naturaleza (civiles y funerarias, principalmente), cerámica abundante de
varios períodos y huellas de un avanzado aprovechamiento de la tierra. Allí había
vivido desde tiempos remotosl una comunidad agrícola que levantó grandes ed-
i cios para vivienda e imponentes pirámides funerarias, y trabajó activamente
la tierra, de cuyos frutos vivió. Esta población, además, hizo de la cerámica su
principal industria, como lo atestiguaban enormes cantidades de tiestos, desde la
super cie hasta estratos hondos.

En este medio grandemente promisor, con campo ancho para trabajo arqueológi-
co, muchos problemas por resolver y un caos de restos por ordenar, inició en se-
tiembre de 1961 Vescelius su programa. Instaló un campamento en Honcopampa,
a 3.500 metros sobre el nivel del mar, un lugar frío y aislado pero arrobadoramente
bello, con el nevado Copa no lejos de los colosos de la Cordillera Blanca, de fama
en el mundo de los montañistas. Desde un principio lo acompañó Hernán Amat,
experto peruano de reconocidos méritos, serio y juicioso, hecho para su carácter.

Ese mismo año, el reconocimiento del terreno arrojó más de setenta sitios arque-
ológicos, repartidos desde el nivel de los 2,600 metros, que es el mínimo de la

Fig. 1 Vista Panorámica actual del sitio de Honcopampa. Foto, Jhon Cruz Quiñones

455
Hermann Buse de la Guerra

quebrada, hasta el habitable más alto, que se acerca a las faldas del gigante Copa,
al año siguiente, 1962, el trabajo de localización dobló esa cifra. Ahora (1965), el
recuento no baja de ciento sesenta, siendo alto el porcentaje de los sitios monu-
mentales. El área arqueológica cubre trescientos kilómetros cuadrados.

Una larga tradición agraria

La región es muy accidentada. Se reclina sobre la ladera occidental de la Cordil-


lera Blanca, la cual le comu nica las notas dominantes de su paisaje. Tiene como eje
el río Marcará, que nace de deshielos y baja por profundas ranuras ásperamente
empedradas. Este río descarga en el Rio Santa, siendo el principal rio de la región
y de todo el departamento. A un paso del Santa está el pueblo de Marcará, cabeza
de la comarca. El terreno se empina bruscamente, determinando una agricultura
de terrazas y laderas, parte en tierras de secano. Contemplando en todo instante
los nevados –de Norte a Sur: el macizo e inmenso Hualcán, de 6,125 metros; el
citado Copa, de 6,188, y el Urus, de 5,495, y al fondo, el Palcaraju, dominante con
sus 6,274 metros-, pronto se está en el nivel de los 3,500 metros, y de un salto se
pasa al de los 4,000 y 4,500 y de allí a las región de las nieves perpetuas, que car-
acterizan los bellísimos panoramas de la imponente cadena andina. Es un ascenso
que no da tregua y al que solo puede responder el indio del lugar, habituado al en-
rarecimiento del aire, al frío y al fatigante trazo de zigzagueando con temeridad,
tramonta la cordillera por El Portachuelo, a 4,848 metros, y baja luego, de espalda
a los glaciares, que braman a tempestad, en dirección al pueblo de Chacas ya en
la otra vertiente, está la provincia de Huari. Las noches en Marcará son heladas,
batidas por los gélidos vientos que bajan de las cumbres.

No obstante su rugosa corteza, la escasez de tierra plana, la baja temperatura re-


inante todo el año y el golpe de los aguaceros en la estación de lluvias, tanto la co-
marca como sus aledaños, han sido en todo el tiempo, desde la inmemorial edad
de los primeros hombres, sede de una oreciente agricultura, que se mantiene en
la tradición de los comuneros. La tierra es aprovechada con cierto esfuerzo, pero
no son de ahora las proezas anónimas que la enorgullecen. Anteriormente, el tra-
bajo fue más intenso y, probablemente, mayor el alarde de la técnica.

Que fue densa y progresista la antigua población, lo prueban estos dos hechos:
primero, la cantidad, ya dicha, de sitios reveladores de ocupación (no menos de
ciento sesenta); y, segundo, la magnitud de algunos de estos centros poblados,
indicio de la concentración organizada en clases, con altos dirigentes, masa traba-
jadora y especialistas en diversos o cios, como alfareros, tejedores, constructores,
arquitectos, urbanistas, picapedreros, etc. Ante los testimonios arqueológicos de
las ciudades de Marcará, hay que pensar en una sociedad avanzada de ricas tradi-
ciones, que seguía patrones de trabajo perfeccionados a través de muchos siglos.

456
Huaricoto y Honcopampa: 2,000 años en Palacios, Mausoleos y Cerámica

Fig. 2. Vista Panorámica actual de los Mausoleos del sitio de Honcopampa.


Foto, Jhon Cruz Quiñones

Honcopampa: Vasta ciudad con recintos vecinales

El principal sitios es Honcocoto, una ciudad con sector residencial y cementerio


de la época tiahunacoide. Vescelius encontró en el sitio de ese nombre restos de
grandes construcciones, de hasta 30 metros, de plano cuadrangular o ligeramente
rectangular y asociada a esta arquitectura en ruinas, una variedad grande de ar-
tefactos de uso doméstico, principalmente batanes. La arqueología del sitio co-
mienza en el Horizonte Medio y se extiende hasta el período Intermedio Tardío,
siendo, por lo tanto, una arqueología típicamente tiahuanacoide con prolongación
a los tiempos nales de la secuencia prehistórica. Exceptuando una sola cabeza de
macana, que por su forma de estrella debe ser considerada inca, no hay testimo-
nios de dominación imperial. La hipótesis sería que las huestes dominadoras del
Cusco no llegaron hasta ahí o si llegaron éstas siguieron de largo; lo cierto es que
no dejaron huella.

Honcocoto, que está en Honcopampa y, más exactamente, en el paraje llamado


Chapa Corral, fue descubierto por Vescelius en 1961, cuando sus primeros recono-
cimientos en Marcará, y las excavaciones más importantes tuvieron lugar en 1963,
durante un período de cinco semanas. Estos trabajos se efectuaron en forma inin-
terrumpida hasta el mes de noviembre, suspendiéndose por las lluvias.

Un denso zarzal, que todos los años de lluvias alientan hasta en los parajes más
agrestes, impide un conocimiento claro del lugar, así como de la distribución y
tamaño de las ruinas. Estas están casi íntegramente cubiertas y se requeriría de

457
Hermann Buse de la Guerra

una campaña previa de desbrozamiento en gran escala para medir la magnitud


del área desde el ángulo de interés de la Arqueología. Sin embargo, puede esti-
marse en seis hectáreas la extensión de la antigua ciudad, tomando como referen-
cia para esta medición tentativa los edi cios más prominentes que se han librado
de la invasión de las matas y arbustos.

El sector residencial, frente al cual se halla el cementerio, del que se hablará luego,
consta, como ya se advirtió, de grandes recintos en su mayoría cuadrangulares, de
veinte y hasta treinta metros de lado, de piedra no labrada, recogida de los conos
de escombros de las montañas, seleccionada sí para el objetivo arquitectónico,
puertas muy altas y ligeramente trapezoidales, con dinteles poderosos (a veces,
de 2.50 m. de largo por 1.00 de ancho), dando acceso al interior, el cual se ofrece
como un patio central, espacioso, con habitaciones alrededor (ocho a doce), que no
se comunican entre sí, por lo tanto independientes. Un recinto vecinal, el signado
con la letra E –el más grande (30 por 30) – tiene dos puertas de acceso, una al Sur
y otra al Este, de un metro y medio de ancho cada una, y once habitaciones, con
sendas puertas al patio central. La habitación más grande, que da al Oeste, mide
15 metros de largo por 4 de ancho. La más pequeña, al Sur, es apenas de 4 por 4.
Todas son rectangulares o cuadradas, excepto una, en esquina (ángulo NE), que
adopta la forma de una escuadra. El patio es grande, de 20 metros de lado.

En otros recintos, como los signados con las letras F y G, la distribución de habi-
tantes no margina los cuatro lados del patio, sino sólo tres, por consiguiente, uno
libre constituido por la alta muralla circundante. Ambos recintos, que colindan,
aunque sin pared medianera, tienen nueve habitaciones, siendo mucho más hol-
gadas las del lado Oeste que las de los dos lados restantes.

Este patrón arquitectónico se mantiene en todo el sector, con las ligeras variantes
de tamaño, número de habitaciones y lados construidos que se han señalado.

De los techos no ha quedado nada; se ignora, por consiguiente, de qué materiales


estuvieron hechos; pero, la falta de hastíales o mojinetes y de huecos en las pare-
des para soportar vigas o travesaños, descarta la posibilidad de que tuvieran la en
otras partes muy generalizada forma de dos aguas (o techos de doble vertiente).

Se conoce hasta ahora sólo ocho recintos vecinales, dejados limpios por Vescelius
en 1963. Generalmente colindan de dos en dos, pero la estructura de cada cual es
independiente. Una estrecha callejuela, que no siempre permitió el paso de pea-
tones, se abre entre los grupos rectangulares. En otros casos, la callejuela desapa-
rece totalmente, resultando los edi cios pegados.

En estos “palacios”, que tan minuciosamente ha estudiado Vescelius, quedan mu-


ros de suerte y ocho metros de alto por más de uno de ancho, con ligero talud que
les con ere solidez y aplomo. Entre las piedras grandes el constructor introdujo
cuñas para asegurar la rmeza de la obra.

458
Huaricoto y Honcopampa: 2,000 años en Palacios, Mausoleos y Cerámica

Sociedad Estrati cada

Es de suponer que en cada recinto vivió una comunidad o ayllu y que en las hab-
itaciones se cobijaron los miembros de cada familia integrante de la comunidad.
El patio fue lugar de estar, de trabajo y de interrelación familiar. Allí, sin duda,
estuvo la cocina; donde las mujeres hilaban y tejían y probablemente también, se
guardaba, bajo cubiertas de protección especiales, parte de la cosecha, destinada
al consumo doméstico.

El agua procedía de un lejano manantial, que la surtía fresca, entre borbollones


que se descolgaban de las peñas. Los constructores de Honcocoto trazaron un
canal de más de dos kilómetros de largo, que en parte subsiste, medio perdido
entre las rocas y la maleza. Se ve aún que de este canal madre salen ramales o ace-
quias, que llegan hasta los “palacios”. Mediante esta red de distribución, admira-
blemente trabajada en piedra, con declive preciso no obstante las de ciencias del
terreno, el agua no faltaba en ningún recinto y de ella podía aprovechar el pueblo.

Porque, si se tiene en cuenta el hecho muy signi cativo de que hay dos tipos de
construcciones y que mientras uno revela alta concepción urbanista y calidad de
obra, el otro es pobre y desordenado, se deduce que Honcocoto fue centro de
población de una sociedad estrati cada, con gentes de alcurnia, sin duda la élite
gobernante, todopoderosa, y gente pobres, masa común sometida, dedicada ex-
clusivamente a las faenas agrícolas. La élite vivía en los “palacios” descritos, bien
protegida, segura, gozando de las comunidades del tipo de habitación que ocu-
paba y disfrutando con facilidad el agua, que llegaba, como se acaba de decir,
hasta las propias viviendas. La masa, en cambio, vivía en casas modestas, también
de piedras pero de fábrica burda, sin comodidades, sin agua, la que tenía que ob-
tener a la vera del canal de este sector de la ciudad, revelando pobreza. Con ellas
aparece otro tipo de construcción, el tercero del muestrario arquitectónico: con
muros circulares muy altos, de hasta diez metros de diámetro, sin trazas de techo.
Vescelius quiere ver en ellos probablemente recintos ceremoniales.

Con las ruinas de la antigua ciudad, se ven también, muros de contención de la


misma técnica de los edi cios habitacionales. Sin embargo, no hay andenerías
agrícolas.

Imponentes mausoleos de tres pisos

Frente a la ciudad, en la parte baja de la quebrada – lugar que se llama propia-


mente Chapa Corral-, está el cementerio, con grandes chullpas funerarias que se
cuentan entre los edi cios más notables de la región.

El carácter de este sector se advierte no sólo por el tipo de arquitectura, que es


indudablemente sepulcral, sino por la abundancia de huesos humanos y frag-
mentos de cerámica no utilitaria, del tipo Huari, ceremonial, na, que aparece en
mínima cantidad en la ciudad propiamente dicha.

Seis grandes mausoleos piramidales de hasta tres pisos, de plano rectangular, sóli-
dos muros de un metro de espesor, pequeñas entradas con dinteles megalíticos y

459
Hermann Buse de la Guerra

Fig. 3. Vista Panorámica actual de los Mausoleos del sitio de Honcopampa.


Foto, Jhon Cruz Quiñones

distribución interior de cámaras funerarias en perfecta simetría, forman el núcleo


de este imponente cementerio. No obstante el daño sufrido por acción del tiempo,
el per l piramidal de la arquitectura se mantiene nítido. Retirado el desmonte que
tapa los edi cios, se descubren, éstos, imponentes, como no hay otros en todo el
país.

Alrededor de este grupo central, se esparcen otras chullpas, menores, de esca-


sa guración en el conjunto, pero importantes también por responder al mismo
patrón y proporcionar a la pesquisa arqueológica el mismo testimonio cerámico
de las grandes: vasos ceremoniales Huari. Siendo, indudablemente, de la misma
época.
Destaca un mausoleo de tres pisos (el tercero del registro, actualmente muy derru-
ido, por desgracia), de plano rectangular, 16 metros por 12 en la base, el segundo
piso de 11 por 6 y el tercero más pequeño, que puede considerarse como uno de los
edi cios más interesantes de cuantos se conocen en el Perú del tipo funerario. No
sólo destaca por el tamaño y es digno de consideración especial por la recidumbre
de sus muros y la colosal dimensión de los dinteles de las seis puertas de su planta
baja, sino por su plano de distribución, que es realmente notable, único.

Seis puertas dan acceso al primer piso. Son puertas casi cuadradas, bajas, de gi-
gantescos dinteles, destacando la central de la fachada Norte, que tiene 1.20 de
alto por 1.20 de ancho. El muro, ya se dijo, es de un metro de espesor. El conjunto
da la sensación de rmeza inconmovible, obra para perdurar. En el lado Norte
hay tres puertas en tanto que en los otros sólo se abre una. Cada puerta conduce
a un “departamento” totalmente independiente de los vecinos; sin comunicación
interior, por lo tanto. Esto es lo extraordinario del edi cio: guardando admirable

460
Huaricoto y Honcopampa: 2,000 años en Palacios, Mausoleos y Cerámica

simetría, que se mantiene hasta en el grosor de las paredes y en los detalles del
plano, el trazo de un lado se repite al otro. El “departamento” central, al que se
ingresa por la puerta que se acaba de describir (A), consta de tres cámaras, en
disposición lineal (1-2-3), que se comunican por puertas semejantes a la de la en-
trada. Este departamento, que o cia de eje del edi cio, tiene un fondo de ocho
metros. Por las puertas laterales (B y C), que son más pequeñas que la central y
menos severas, con tendencia al rectángulo, se entra a sendos departamentos de
cuatro cámaras distribuidas dentro de un cuadrado (4-5-6-7-8-9-10-11). Mientras
las cámaras del departamento central son relativamente espaciosas (3.50 por 2),
las de los departamentos laterales son estrechas, de no más de dos metros de lado.

Por los costados del edi cio, ya se dijo, se abren otras dos puertas (D y E), que dan
a departamentos igualmente simétricos, de tres cámaras cada uno (12-13-14-15-16-
17), chicas también, en curiosa distribución en escuadra. Finalmente, el conjunto
se completa con el departamento de la parte posterior, con puerta propia como los
otros (F), de tres cámaras: una espaciosa (18) que repite el patrón de las del primer
departamento y dos pequeñas, (19 y 20), que no se diferencian de las laterales.

En total este imponente mausoleo, sólo en su primer piso, tiene seis departamen-
tos funerarios con puertas propias, y veinte cámaras distribuidas en grupos de
3-4-4-3-3-, que respetan en sus mínimos detalles de trazo y construcción los dicta-
dos de la simetría.

Fig. 4. Vista actual de Tumba de un solo nivel del sitio de Honcopampa.


Foto, Jhon Cruz Quiñones

461
Hermann Buse de la Guerra

Fig. 4. Vista frontal actual de una tumba de varios niveles del sitio de Honcopampa.
Foto, Jhon Cruz Quiñones

No hay edi cio en todo el Perú –dice Vescelius- de distribución más complicada
y, al mismo tiempo, mejor hecha, que éste de Chapa Corral, en el cementerio de
Honcocoto. A él sólo se le puede comparar, siendo menos complejo, el templo de
Huilcahuaín, que descubrió Bennett.

El segundo piso del gran mausoleo sólo tiene una abertura (mucho sería llamarla
puerta) de acceso (G), tan estrecha que obliga entrar a rastras, con un enorme, in-
mensamente desproporcionado dintel. Sólo por la interposición de un tabique en
el lado derecho, entrando (entre 22 y 26), el plano de distribución de este piso no
es simétrico. Consta de seis cámaras, dos grandes (21 y 22) , como las del departa-
mento central del piso bajo, y cuatro pequeñas, casi cuadradas (23-24-25-26). Los
muros son del mismo espesor que en la misma planta.
Del tercer piso, que fue coronación del edi cio, poco se descubre por la ruina que
ha sufrido. El amontonamiento de piedras es tan caótico que no sólo se ha perdido
el diseño exterior sino el plano. Quedan reconocibles apenas dos cámaras, en rel-
ación confusa.

Hay otro edi cio, de 11 por 9, no lejos del anterior, que si bien rompe con la pauta
de la simetría, conserva la magni cencia que dio a sus sepulcros el antiguo con-
structor, la fuerza de los muros y la tendencia a la distribución complicada, en este
caso verdaderamente laberíntica. Con menor número de cámaras (nos estamos
re riendo al edi cio que signa Vescelius con la letra H) –sólo cinco-, son éstas más
espaciosas que las del gran mausoleo piramidal: una, por ejemplo, de siete metros
de largo (aunque muy angosta) y otra de 78 por 2. el edi cio G es comparativa-
mente pequeño pero simétrico: 10 por 7 con cuatro cámaras, dos centrales, una a
continuación de la otra, amplias y dos laterales, angostas, de 5 por 1.5.
462
Huaricoto y Honcopampa: 2,000 años en Palacios, Mausoleos y Cerámica

La cantidad de huesos humanos, como se dijo al comienzo de la descripción del


cementerio, asociada a tiestos de cerámica no utilitaria, ello unido al tamaño de
los mausoleos, a los grandes dinteles cuya colocación obligó la participación de
muchos obreros y a la admirable distribución interior de las cámaras –conforme
a un plano cuidadosamente elaborado y mejor ejecutado-, indica, de un lado, que
en tan sólidas construcciones funerarias sólo recibieron sepultura los personajes
prominentes del grupo, los miembros de la élite que ocupaba el sector residencial
de Honcopampa (el sectores de los “palacios”) y, de otro, que la prosperidad de
los grupos dominantes de la región duró mucho tiempo, fue de muchas genera-
ciones, de siglos. Es de presumir que a cada comunidad o ayllu de la clase gober-
nante le correspondió una cámara sepulcral de las pirámides y que por la dilatada
sucesión de las familias del mismo linaje fue menester levantar muchas chullpas
funerarias.

Cronología. Historia de guerras y devastación

La época de estos edi cios corresponde al tiahunacoide, cuando el orecimiento


de los pueblos serranos alentados por los grandes focos irradiadores de cultura
del Sur: Huari y Tiahuanaco. No es aventurado hablar, por consiguiente, de una
antigüedad de mil años, mil cien o poco más.

La falta de testimonios inca (si dejamos de lado la cabeza de macana, en forma


de estrella, típica del Cusco, a la que, incluso, el propio Vescelius presta poca
atención, hallada en la zona residencial de Honcocoto) indica, como ya se ad-
virtió, o que los ejércitos imperiales no pasaron por el lugar o que lo hicieron pero
siguiéndose de largo. En otros puntos de la quebrada de Marcará, sí hay pruebas
de ocupación inca. El período colonial se presenta muy breve, fugaz y super cial.

Honcocoto, en suma, irrumpe en siglo X (tiene fechados radiocarbónicos que lo


sitúan en 959, 994 y 1054 d.C., con márgenes de, más o menos, 110, 210, y 115 años,
respectivamente, propios del Horizonte Medio –Huari Tardío-) y se extiende has-
ta el Intermedio Tardío, no siendo posible jar la duración de su orecimiento,
aunque no debe bajar de dos siglos. No sabemos qué tipo de relación –en la cul-
tura y en la tradición- con los constructores de los “palacios” y de las pirámides
sepulcrales, tuvieron los grupos `pobladores de la quebrada que a poco de la cap-
tura del Inca Atahualpa en Cajamarca, en 1532, vieron pasar, bajo los peores pre-
sagios de sus agoreros, la hueste conquistadora hispana rumbo a los llanos de la
Costa. Seguramente, no obstante descender de ellos, no guardaban secreto.

Tras el apogeo, la ciudad de Honcocoto cayó en el olvido. Quizá alguna fuerza


rival puso en fuga a sus habitantes y sometió al vandalismo la obra acumulada
por la pujante nación. Los “palacios” fueron arrasados y sólo unos cuantos que-
daron parcialmente en pie. Después, el tiempo, con lluvias torrenciales y aguas
salvajes, se unió a la acción destructora de los hombres y consumó el daño, hasta
des gurar totalmente los en otrora imponentes edi cios. Contra las tumbas se
ensañó el odio. No sabemos si en la época de los eros antagonismos tribales o en
la posterior llegada de los europeos, las tumbas sufrieron mayor destrucción. Lo
cierto es que, en alguna época, los testimonios monumentales fueron aniquilados.
Esto aprovechó el matorral para extender sus dominios.

463
Hermann Buse de la Guerra

Estudio de la cerámica: Huaricoto, Chavinoide

En 1961, como se ha dicho, llegó Vescelius al lugar y tras un reconocimiento pre-


vio del terreno con indicación de los sitios más importantes, procedió a trabajar.
Valiéndose de numerosa cuadrilla de infatigables hombres de las alturas –descen-
dientes de los constructores de Honcocoto o de los destructores de la ciudad-, con
campamento a 3,500 metros sobre el nivel del mar, no lejos de las faldas del coloso
Copa, por donde bajan vientos helados de los glaciares, se entregó a la tarea de
desterrar el secreto de la milenaria ciudad preinca. Moles de muchas toneladas,
con primitivas palancas de palo y grandes voces de aliento, fueron removidas del
lugar donde las dejó la destrucción para dejar paso al esclarecimiento. El desmon-
te fue retirado, el silvestre y tenaz manto de vegetación desbrozado, las piedras
caídas de los muros levantadas y a la luz de las linternas fueron vistas y examina-
das, luego de mil años de absoluta oscuridad, las cámaras sepulcrales medidas y
transportadas, en su integridad, al plano y a la cha descriptiva.

Simultáneamente con el trabajo de la obra monumental, Vescelius emprendió, con


vivísimo interés, el estudio de la cerámica por los tiestos que en enormes can-
tidades sacó tanto de la super cie como de los estratos bajos. Toda el área de la
ciudad fue removida en busca de fragmentos. Después pasó a otros sitios, encon-
trando, igualmente, ricos depósitos.

La cosecha de tres campañas (1961, 1962 y 1963) fue ingente. El laboratorio de


Lima se llenó de cajas con decenas de miles de muestras de todos los niveles, de
todos los sitios y de las más variadas asociaciones, con las fórmulas matemáticas
a que se han hecho referencia al comienzo de este capítulo, Vescelius ingresó al
examen y clasi cación de las especies y a la determinación de las constantes para
dar con la secuencia de cada sitio. Su trabajo, después del realizado por el grupo
de Izumi en Cotosh, es el más grande y cuidadoso que se ha hecho en el Perú en
los últimos años, y en rigor cientí co no se deja ganar por ninguno. Es un trabajo
modelo.

Huaricoto le dio a Vescelius material cerámico del más grande valor. Es un sitio
chavinoide (fecha radiocarbónica: 751 a.C., con aproximación de 130 años, más o
menos), incomparablemente más antiguo, por consiguiente, que Honcopampa,
que es Tiahunacoide, y más aún que Huamanhuilca, de la época inca (radiocar-
nono: 1449 de nuestra era, más o menos 105 años: “probablemente llegaron los
Incas –dice Vescelius- el año 1465”, durante el reinado de Pachacútec). Haciendo
excavaciones de hasta siete metros de profundidad, Vescelius trabajó aquí más
de dos meses, extrayendo un total de no menos de cincuenta mil tiestos, con nu-
merosos artefactos de hueso y piedra. Comprobó desde un comienzo el carácter
chavinoide del lugar pero no determinó, al mismo tiempo, la reocupación del área
por culturas tardías.

464
Huaricoto y Honcopampa: 2,000 años en Palacios, Mausoleos y Cerámica

La secuencia de Huaricoto comprende cinco períodos o fases:

a) Primer período.- Es abierta y exclusivamente chavinoide, anterior como acaba


de verse a la era cristiana. A este primer período, siguen cuatro que se reparten
ampliamente en el Intermedio Temprano, de la siguiente manera:

b) Chavinoide con Blanco sobre Rojo. El B/R no es oriundo y ya tenían tradición


lugareña. El B/R registra tendencia a dominar.

c) Apogeo del Blanco sobre Rojo. La tradición chavinoide desaparece y el B/R se


entroniza como estilo único pero no uniforme (radiocarbono: 136 a.C., más o me-
nos 225). Es una fase experimental, con tanteos en los colores, evidente signo de
búsqueda de una modalidad de nida.

d) Cultura Recuay. Aparecen diversos elementos: cerámica con pasta de caolín,


del tipo Marañón; hachas de piedra, vasos de tres patas, gurines de llama, cánta-
ros perforados a manera de coladores, etc. (radiocarbono: 329 d.C., más o menos
145). El B/R subsiste pero mezclados con los elementos anteriores, que muestran
tendencia a dominar.

e) Arcaísmos decadentes. Desaparece totalmente el Blanco sobre el Rojo desarrol-


lado de los períodos anteriores y surgen otros tipos derivados del estilo arcaico
B/R, que mantienen la coloración pero son degenerativos, de paredes gruesas,
hechura tosca y descuidad. Con estos tipos derivados de las formas arcaicas, ir-
rumpe una cerámica con decoración estampada con cañas redondas a nes del
cuarto período (d), este tipo poco común, recuerda el estilo que Horkheimer llama
Lauri Impreso, de Chancay.

Los comienzos de la cerámica en Marcará no están bien claros. En 1962 Vescelius


localizó cincuenta cuevas en la región, con testimonios de haber estado ocupadas
en tiempos antiguos. Tres de ellas, las consideradas como más importantes, fueron
preliminarmente estudiadas, defraudando al revelar una de ellas, cerámica del In-
termedio Tardío; otra, cerámica de los últimos tiempos; y la tercera, una ausencia
casi completa de testimonios arqueológicos. Una de las estudiadas, más otras que
fueron simplemente visitadas, mostraron pinturas rupestres, que exigen examen.
La búsqueda del precerámico no dio resultado al comienzo, pero en 1964 se de-
stapó el secreto de una importante estación de instrumentos líticos cerca de Vicos,
de la que al nal se hablará.

Honcopampa, que es, repetimos una vez más, sitio tiahuanacoide, dio en el ba-
sural más grande de la zona residencial sólo alfarería Blanco sobre Rojo, lo que
prueba fehacientemente, por lo menos hasta dónde llegó la excavación, que es
sitio posterior a Huaricoto. Sin embargo, se perciben diferencias locales entre en el
B/R de Honcopampa y B/R de la estación chavinoide.

La secuencia elaborada sobre la base del material extraído de Huaricoto es apli-


cable a una vasta área de los Andes de Ancash y condensa el desarrollo de las
culturas del Callejón de Huaylas.

465
Hermann Buse de la Guerra

Raíz profunda para un tronco de 2,000 años

Un pre-Chavín parece insinuarse en Huaricoto, con un tipo no plenamente de ni-


do que evoca los rasgos dominantes del Cotosh-Cotosh aislado por Izumi. Si
Vescelius llega a probar la existencia de este pre-Chavín en Marcará, habría que
pensar en una gran área de expansión, de la modalidad alfarera de los Andes Ori-
entales en dirección al Oeste.

Además de la cerámica, Huaricoto tiene otro elemento probatorio de gran anti-


güedad: la arquitectura. Esta está representada, entre otros, por un edi cio cir-
cular, de 16 metros de diámetro, bajo el nivel del suelo, con muro circundante de
contención construido por bloques megalíticos y relleno, entre bloque y bloque,
de piedra simplemente apircada. El conjunto recuerda la forma de una plazoleta y
su parecido es grande con cierto tipo de construcciones de la Costa central, del que
hay buen ejemplo en La Florida (Lima). Seguramente, fue un templo provincial
cuyos elementos de culto no se conocen.

Los actuales pobladores de Marcará vagamente hablan de la existencia de pueblos


de los gentiles con galerías subterránea, pero estas construcciones, de ser cierta la
versión, no han sido todavía encontradas.

El templo circular en forma de plazoleta y con sostenes megalíticos, casa con las
características de la más antigua arquitectura de la región central. Este testimonio
se correlaciona con la cerámica, que aporta una probada fase chavinoide, de no
menos de 2,700 años de antigüedad, y otra, a la espera de con rmación, relacio-
nada con el tipo Cotosh-Cotosh, pre-Chavín conforme lo ha demostrado Izumi,
de más de 3,200 años.

Con Huaricoto chavinoide y Honcocoto tiahunacoide, la arqueología cubre cuatro


grandes períodos, con no menos de dos mil años (que pueden ser más si se con-
rman las presunciones del tipo Cotosh-Cotosh en el primero de los sitios men-
cionados) de la prehistoria del Callejón de Huaylas: desde el Chavinoide hasta el
Intermedio Tardío, con una probable raíz más antigua y leves estaciones incas.
Dos mil años en palacios, mausoleos y cerámica.

Los grupos Pre-alfareros

Se dijo que en las primeras temporadas de trabajo en Marcará, la búsqueda de


testimonios pre-cerámicos, cualquiera sea su fase, resultó infructuosa. Recién en
1964, Vescelius pudo dar con un sitio importante, Quishqui Puncu, a menos de
un kilómetro de Vicos, al SE., del que extrajo material “tipológicamente arcaico”,
aunque, por desgracia, estratigrá camente confuso, disturbado por los tres mil
años de agricultura de la comarca.

La cosecha comprendió raspadores, lascas laminares, algunos falsos buriles o


puntas buriliformes, cuchillos burdos fabricados a percusión, “semejantes a los
cuchillos de los complejos de Lauricocha II e Intihuasi IV”, o puntas de proyectil
de forma triangular emparentadas a similates también a Lauricocha II; y, nal-
mente, entre las piezas raras, “varios fragmentos basales de puntas de proyectil
466
Huaricoto y Honcopampa: 2,000 años en Palacios, Mausoleos y Cerámica

que muestran cierta clase de acanalamiento” y “un espécimen que posiblemente


representaría la base de una punta con cola de pescado”. Se sabe que “el acanala-
miento y la base en forma de cola de pescado caracterizan una etapa bastante
temprana del pre-cerámico andino”. Entonces, estas piedras raras podrían revelar
para Quishqui Puncu una antigüedad mayor que le corresponde por las puntas
triangulares y los cuchillos burdos de la fase transicional entre los períodos II y
III del esquema cronológico de Lanning y Hammel (6,500 - 5,500 a.C., tentativa-
mente). De no estar errada la estimación, habría en Marcará, por lo tanto, testimo-
nios anteriores a Lauricocha II, del octavo milenio antes de nuestra era.

Vescelius llama la atención sobre el parentesco morfológico de las piezas: el par-


entesco, dice, se inclina más hacia los implementos de Ecuador y Colombia que
hacia lo de los Andes Centrales; no obstante lo cual, Quishqui Puncu muestra
“ciertos vínculos” con Lauricocha y Arenal. Pero, las diferencias entre Quishqui
Puncu y Lauricocha “son numerosísimas” y dignas de considerarse si se repara
que “la distancia entre los dos sitios es únicamente de 145 kilómetros”

Este sitio no fue un taller sino un centro habitacional, de grupo cazador que “sola-
mente lo ocupaba en determinadas épocas del año”, ausentándose con frecuencia
a las quebradas de la cordillera en expediciones cinegéticas.

Otros grupos de probable ocupación pre-cerámica en la región de Marcará, son:


Culhuash Huarán, Huiscur Huarán, Hurapampa (los tres registrados por Vesce-
lius) y Huachin, del que el Museo Arqueológico de Huarás tienen unas puntas
recogidas en la super cie. En los meses nales del programa, la búsqueda de Ves-
celius se vio apoyada por otro arqueólogo de la Universidad de Cornell, Thomas
Lynch, quien en octubre de 1964 encontró material presumiblemente de la fase
Lauricocha III, consistente en puntas de proyectil, raederas y cuchillos. Los nue-
vos hallazgos ampararon las presunciones de Vescelius y dieron un mayor respal-
do, con rmatorio en general, al esquema expuesto en su informe de julio de 1965.
El templo de Huaricoto, de la época Chavín, reposa sobre un estrato probable-
mente pre-cerámico que corresponde al “relleno de la plataforma original del
edi cio”. “Es razonable –dice Vescelius- atribuir las construcciones primigenias
de Huaricoto al pre-cerámico terminal”. Huaricoto se acercaría, así –reclama el
mismo Vescelius-, a la situación de los templos de Cotosh y Las Haldas, aunque
sin alcanzar el carácter de totalmente pre-cerámico que Izumi quiere para el Tem-
plo de las Manos Cruzadas.

467
Hermann Buse de la Guerra

468
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

EL IMPERIO YARO Y LA EXPRESIÓN MILITARISTA


DE LOS ESTADOS REGIONALES.

Hernán Amat Olazábal

Introducción

La segunda integración panandina, representada por el Imperio Wari, fue súbita-


mente desintegrada a nales del siglo XII, por la irrupción de un pueblo de origen
aimara, basado en un militarismo que glori caba la guerra. La jerarquía y el am-
plio poder político y religioso de Wari, había quedado substituida por una clase
compuesta de endurecidos guerreros y pastores de las tierras altas, posiblemente
agrupados en castas militares, cuyos jefes tomaban el nombre de animales feroces
o aves rapaces, pretendiendo una especie de descendencia totémica: el puma, el
cóndor, el águila. Esta ruptura de la integración política fue producida por los
Yaros, habitantes de las tierras altas de los Andes Centrales.

La presencia de los Yaros, ocasionó la necesidad de construir baluartes estratégi-


cos, forti cadas aldeas y ciudades y emplazarlas en ambientes estratégicos.

Las evidencias arqueológicas e históricas, inducen a proponer la hipótesis, de que


entonces se generó una gran confusión y movimiento entre los pueblos que se
aliaban, para constituir pequeños estados o señoríos que pensaban en conquistas,
e incluso tribus de habla diferente se unían para formar señoríos independientes
pero al nal, se impone la férrea mentalidad belicosa de los Yaros.

La repentina desaparición de la hegemonía Wari, no ha sido explicada en detalle.


Las hipótesis esgrimidas por los arqueólogos, revisten planteamientos orientados
a considerar “la decadencia” o “el debilitamiento” del sistema político. Mas, no
se adujo que fuerzas extrañas serían las causales de la desintegración del Imperio
Wari. Pues las evidencias en el territorio altoandino, indican que la ruptura de la
tradición Wari, se produjo bruscamente, mientras que en la costa y la zona com-
prendida al sur de Ayacucho, los elementos y patrones culturales Wari, devini-
eron en una serie de estilos locales con derivaciones y simpli caciones a partir del
Horizonte Medio, tres y cuatro de Menzel1, o los estilos “epigonales”, denomi-
nados por Max Uhle; este fenómeno no se operó en los ecosistemas de la sierra,
debido, según postulamos, a la intrusión de los Yaros (Fig. 1) .

Titulo Original: Amat Olazábal, Hernán M. (1976). Las Formaciones Agropecuarias de los Periodos For-
mativo, Desarrollo Regional, Imperio Huari y Estados Regionales de Ancash. Tesis Doctoral no publicada,
Universidad Nacional de San Agustín. Arequipa. Perú.

469
Hernán Amat Olazábal

470
El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales

Los testimonios arqueológicos, en muchos casos son ambiguos en lo referente al


“destino” de las culturas o formaciones sociales de gran raigambre; en este caso
nos resultan claros: sostenemos que no existe una decadencia gradual, ni la cul-
tura Wari evolucionó en un sentido y luego devino en otra que la sobrevive. No,
los grandes constructores de las ciudades, los protagonistas de la gran “revolución
urbana” estaba en la cúspide y sucumbieron en manos de los invasores Yaros.

Los destructores del Imperio Wari, tenían tradiciones completamente diferentes,


en religión2, economía y tecnología. Presentan un enorme contraste en la con-
cepción arquitectónica y en la producción de la alfarería, carente de re namiento
estético.

Sin embargo, los testimonios históricos, atestiguan que una vez a anzado el Im-
perio Yaro (Fig. 2) en los Andes, surge una especie de maridaje cultural entre los
Yaros y Waris, especialmente en la convivencia religiosa que se funda en la adop-
ción recíproca y en la interacción sincrética de las deidades de ambas culturas.
Se produce un caso notorio de complementariedad entre la diosa de la fertilidad
(divinidad Wari), y el dios de la lluvia y del rayo (divinidades Yaro). Tal comple-
mentariedad, tenía trasfondo económico, pues gracias a los cuales intercambiaban
sus productos agrícolas y pecuarios. Además, en la escatología y la cosmovisión
andina, no se oponen el mundo sobrenatural y el mundo natural, el mundo mági-
co y real. En tanto que, si existe una oposición vertical entre los hanan y urín, entre
ichoc y allauca, entre cupisaya y checasaya, entre los alto y lo bajo.

En este caso, la oposición de los pastales y hatos de la puna del ecosistema Yaro,
con las chacras y frutos de las quebradas del ecosistema Wari, eran evidentes3.

Las corrientes invasoras Yaros, ocuparon los pisos ecológicos, fundado en dos
aspectos:
- Formando grupos monoétnicos, que ocuparon microambientes de la puna y
- Formando grupos multiétnicos, que ocupaban nichos ecológicos más bajos que
los del primer caso o en ecologías intermedias.

Antes de plantear la hipótesis que considera a los Yaros como fundadores de un


segundo Imperio Andino, cuya área de distribución, abarcaba desde Junín por
el sur y Chachapoyas hacia el norte, y los ancos occidentales y orientales de
los Andes, describiremos un asentamiento típico Yaro llamado Rapayán, ubicado
en la vertiente oriental del Departamento de Ancash; en seguida, tomando como
modelo a la arquitectura del sitio de Rapayán, presentaremos el estudio sobre la
utilización del espacio y estructura.

Rapayán, Centro Urbano Yaro.- Ocupa una extensión de 35 hectáreas, del declive
y la colina superior que domina al pueblo moderno de Rapayán, en la provincia
de Huari, Ancash a 2800 m. sobre el nivel del mar.

El conjunto arqueológico se halla cubierto de unidades de vivienda, habitacio-


nes simples, complejas, tumbas, mausoleos, plazas, callejas, torreones, murallas
en zigzag, terraza o bancales, adquiriendo un matiz peculiar por el per l oeste de
los edi cios de varios pisos, que se yerguen sobre una accidentada topografía e
hileras de chullpas o “chullpis”.

471
Hernán Amat Olazábal

Fig. 2. Area del Imperio Yaro

472
El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales

Para de nir el tipo de instalación humana que corresponde a Rapayán, nos hemos
encontrado frente a una serie de di cultades provenientes de los criterios dis-
pares con que denominan, sobre todo a nivel arqueológico, las distintas formas de
asentamiento4 ; así por ejemplo, las categorías de “poblado”, “ciudad”, “pueblo”,
“villa”, “aldea”, han sido utilizados en la terminología arqueológica, respondi-
endo a opiniones estrictamente personales, siguiendo modelos estereotipados por
la costumbre en algunas ocasiones, o por criterios arbitrarios de valorización de
los hechos, en otras, que suelen no estar de acuerdo con las categorías o funciones
que los términos designan o cali can5 .

Las características urbanísticas sociales que se pueden apreciar en Rapayán, hacen


que destaquen y se distingan de otras instalaciones de la margen derecha del
Marañón.

Rapayán, opaco como centro o punto nuclear, convirtiéndose en un foco de inte-


gración de aquellas agrupaciones humanas que hasta entonces, se habían desar-
rollado dentro de sus especi cas preocupaciones socioeconómicas, en los ambi-
entes situados al oeste del río Marañón, que luego vana a constituir su área de
in uencia. Papel análogo cumplieron los centros de Piruro, Susupillo y Garu, en
la margen opuesta.

A Rapayán llamaremos villa, de acuerdo a que este concepto se re ere a un asenta-


miento mayor que una aldea y menor que una ciudad6.

La villa de Rapayán, se trata de un agrupamiento de viviendas concentradas, tiene


la forma irregular opuesta por los accidentes del relieve y por la necesidad de
construir terrazas sobre las que pudieron apoyarse las viviendas. Todo el terreno
ha sido bien aprovechado y las densidades mayores se encuentran en la parte
superior y, a la par, este sector presenta edi cios de estructuras y ambientes de
mayor calidad y complejidad. Las callejuelas y pequeños conductos de acceso, es-
taban formados por los espacios dejados entre las viviendas, pero algunos tramos
rectos, quedaron determinados por la alineación accidental de varias unidades
habitacionales sobre una terraza. El estudio de la planta, evidencia el empleo de
adarves como elemento esencial del núcleo, que le otorga el aspecto de un con-
junto amurallado o forti cado.

Arquitectura. Un Estudio del Espacio y Estructura

La arquitectura en su concepto más amplio, tiene por objeto administrar abrigo y


un ambiente formal para la actividad humana. Sin embargo, la sola idea de abrigo,
que es de naturaleza fácil de identi car con todo tipo de construcción, no im-
plica siempre los modos conscientes y ordenados de construcción, organización y
disposición que constituyen los elementos constitutivos de la arquitectura. Como
señalamos anteriormente, las primeras tentativas realizadas por el hombre para
procurarse protección de los elementes, a n de satisfacer las exigencias de la vida
sedentaria, implican una modi cación al comienzo mínima de su medio físico.

Rapayán, es uno de los exponentes de como una sociedad ha podido explotar


las condiciones topográ cas naturalmente ventajosas para obtener una forma de

473
Hernán Amat Olazábal

habitación estable, suponiendo que la idea de construcción, requirió la reunión y


acarreo de grandes cantidades de material de construcción, en una topografía ac-
cidentada, para dar lugar a un establecimiento funcional y permanente.

Representa indudablemente, un gran adelanto la elección deliberada del lugar


para el asentamiento y la simple adopción de las condiciones topográ cas inmedi-
atas. Este hecho representa la disposición funcional que, en términos arqueológi-
cos, se denomina Patrón de Asentamiento, que será sistematizado en los siguien-
tes acápites.

La Organización y Dominio del Espacio

Comprendida en la escala de las necesidades humanas; impone dos condiciones


fundamentales:
A. La satisfacción de las exigencias del orden y sistema en una organización ob-
jetiva, reconocible y mesurable, que trae consigo un límite entre las actividades
de una comunidad y el medio ambiente en que proyecta desarrollar un modo de
vida.

B. Condición basada en la formulación de un vocabulario estructural, que le per-


mite dar expresión practica a aquellas condiciones espaciales postuladas por la
creación de un medio formalmente deliberado. Las primeras manifestaciones de
ese vocabulario, obedecen a los materiales que le ofrece el entorno físico, tal como
la piedra, que soluciona una técnica y un tipo especial de construcciones, en las
cuales, el material usado trajo como consecuencia un elevado cociente entre el
volumen del material empleado y el espacio creado. En consecuencia, el empleo
de unidades de material pétreo en Rapayán y sitios análogos, determinó natural-
mente, una preponderancia exagerada de la estructura y restringió la exibilidad
de las formas y combinaciones de planos y espacios que podían formularse in-
dependientemente. Esta consecuencia, es una característica básica en el patrón ar-
quitectónico de los Yaro, ya sea en los centros nucleares, como en áreas periféricas.

Los Elementos para Cerrar el Espacio

Son los muros con mampostería irregular y aparejos pseudoisódomos y sus cor-
respondientes vanos para puertas y ventanas, el techo y el piso. A estos elementos,
agregaremos otro que sirve para cerrar el “macroespacio”; son los adarves y mu-
ros de grandes dimensiones a manera de forti caciones (Fig. 3).

Todos estos elementos, sufren un desarrollo empírico, donde es notorio el con-


stante esfuerzo por tornar factible, la conciliación entre espacio y estructura, origi-
nando la ocupación principal de los constructores. La adaptación de las estructu-
ras a los declives topográ cos, con la consecuente conformación de los materiales
en unidades y la tendencia a uniformar el tamaño de dichas unidades y la ruptura
de las ideas, con la creación de estructuras de orientación vertical, abrió nuevas
posibilidades formales en la construcción. En tanto que, en determinados conjun-
tos, probablemente perteneciente a la clase gobernante, la evolución paralela de
un tipo constructivo sistemático, permitió a los arquitectos, ajustarse a un plan
474
El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales

Fig. 3. Distribucion arquitectonica de los asentamientos Yaro

de acción, conscientemente premeditado, acomodado con esmero y habilidad los


materiales y las técnicas constructivas.

Esta disposición de concebir una disposición estructural, se hace más elocuente en


los conjuntos de Susupillo y Piruro, en el área de Tantamayo, como una empre-
sa proyectada, cuyas condiciones totales de realización se concretan en el medio
elegido y contienen los elementos básicos e inconfundibles del patrón arquitec-
tónico de los Yaros.

En efecto, la mayor parte de los edi cios están concebidos en plano vertical, con
habitaciones superpuestas por pisos que compensa la falta de espacio; para ello,
era necesario la forti cación de los muros laterales, con argamasa o morillo y que,
enlazadas por las vigas de lajas de los ambientes, pueden elevarse a su ciente
altura para obtener la máxima estabilidad y utilidad. Además, la multiplicación
de pisos y paredes, permiten lograr vistosas y solidas viviendas, con per les origi-
nales, en los que destacan los gabletes medianos y gabletes con ápices agudos,
provistos de pequeños vanos.

475
Hernán Amat Olazábal

A continuación, analizaremos los elementos constitutivos del sistema de mam-


postería que representa la base estructural de la arquitectura de Rapayán. Estos
elementos son de terraza, el muro o adarve, la torre y el dintel.

Las Terrazas
Una constante en el patrón de asentamiento de las villas coetáneas a Rapayán
es su emplazamiento encima de colinas, en uno de los costados, los barrancos o
acantilados formados por la erosión de los ríos, sirven de barreras protectoras7.
La admirable adaptación en estos accidentes telúricos, hace ostensible la creación
de planos dentro de un contexto práctico, que al mismo tiempo, le otorga una
signi cación mucho más amplia que la derivada de su aspecto funcional de una
disposición arquitectónica.

Como se sabe, la primera condición de cualquier sistema de organización formal,


destinada a abarcar las actividades de la vida organizada de una determinada so-
ciedad, es el plano horizontal, pero en las villas Yaro, este aspecto, prácticamente
no existió originalmente, pero los edi cadores lo crearon, adaptaron con cierta
regularidad esa serie de planos horizontales relacionados (Fig. 4). El equipo senso-
rial del hombre, exige por naturaleza, esa estabilidad visual, que solo las super -
cies planas son capaces de ofrecer. Pero, insistimos en Rapayán, la irregularidad
de las condiciones del relieve existentes fueron hábilmente superados mediante la
formación arti cial de antepatios, delante de la puerta de entrada de las habitacio-
nes y los desniveles, se cubrieron con rellenos enmarcados por muros de engaste
compactos, logrando así pisos nivelados por apisonamiento, logrando una especie
de plataforma).

Las áreas conseguidas con esta técnica, no solo proporcionan un espacio conveni-
ente para las actividades domésticas cotidianas, sino que satisfacen las exigencias
intuitivas de reposo y de orden y también de un emplazamiento mesurable. Un
tratamiento más permanente de estas super cies planas, las constituyó las peque-
ñas plazoletas, con las cuales se satisfacían los requisitos inherentes a su función.
Lo que distingue de la terraza e imprime a su forma un signi cado direccional, es
su gran longitud y la relativa estrechez. Este sistema de ganar espacios horizon-
tales, se ha traducido en la masiva construcción de bancales, con nes económicos.
La topografía accidentada, obligó a los pobladores de Rapayán a construir tales
terrazas superpuestas. La contemplación de este paisaje arti cial desde un punto
de nido, a cierta distancia y en seguida desde un número in nito de puntos a lo
largo de un trayecto predeterminado, se advierte la tendencia de conservar una
unidad geométrica; con gura para la estructura, un marco formal, cuyos límites
se extienden así, mucho más allá de los límites reales de su propia forma. Hasta
donde atañe al espectador, la experiencia distante y progresiva que brinda dicho
marco, supera holgadamente, a la que es posible procurar mediante un impacto
brusco, mediante una serie de vistas distantes, accidentales y sujetas a interrup-
ción. Fenómeno similar se experimenta en las ruinas de Cantumarca y Susupillo.

El Muro
Este elemento arquitectónico, es en términos generales, la contraparte de la terra-
za y bastan estos dos elementos para postular un sistema arquitectónico. El muro
es una forma sencilla; es decir, sin la función de sostener el techo, el muro, en los
sistemas constructivos Yaro, puede ser considerado como una pantalla, en conse-
476
El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales

Fig. 4. Aterrazamiento para la construcción de edi cios Yaros

cuencia, puede en conjunción con una super cie aplanada (terraza), proporcionar
una de nición de espacio.

La característica vertical del muro, no solo sugiere “medida”, sino que fundamen-
talmente implica “cercamiento”; y es ésta la función primordial que cumplió en
los asentamientos Yaro, como es el caso de Rapayán, por su aspecto funcional
bélico a que estuvieron destinados los muros o adarves.

Las implicaciones de carácter geométrico del muro o adarve en Rapayán, agregan


un término ulterior al valor práctico y a la experiencia perceptiva 8. El carácter ab-
stracto de una super cie mural rectilínea, con la rígida horizontalidad y el paralel-
ismo consiguiente de su borde superior de las super cies normalmente visibles.
Este tipo de restricción, que en Rapayán consistió en una constante oposición
entre planos perfectamente delimitados y la evidente irregularidad de las super -
cies topográ cas existentes, suministran una clave para el problema general de
adaptación del entorno físico y además, demuestra directamente la tendencia a
encuadrar sus actividades dentro de una marco de estabilidad visual, de dimen-
siones conocidas y expresadas.

477
Hernán Amat Olazábal

Por el aspecto defensivo de la villa, la función obstructiva del muro de Rapayán,


es indudablemente de importancia. Tanto los edi cios habitacionales, como las es-
tructuras destinadas al culto estaban protegidos por muros defensivos. Predomi-
na un sistema de super cies murales; esto es, una disposición en la cual la obstruc-
ción vertical provenga de componentes separados y postula inmediatamente a
una función dual de “control” y liberación. De este modo, es posible, por medio
de dichos elementos, variar el grado de restricción visual en cualquier punto dado
dentro de la construcción (Fig. 3).

Tomemos como ejemplo una casa del sector central de Rapayán. Este edi cio nos
ofrece una interesante demostración de la función de nitoria del espacio como
contraparte a la función “practica” o protectora que cumple en un contexto do-
mestico. En el plano, puede verse a disposición general. Un muro principal de
unos 2.50 m. de alto, circunda el complejo total y presenta una abertura o acceso
(y un segundo vano que había sido clausurado exprofeso). Dentro del recinto, se
encuentra la estructura principal con sus elementos secundarios. Entre las formas
horizontales de las viviendas y el muro que la circunda, se crea un patio delante
de la casa. Los vanos de los cuartos, se hallan en línea y se advierten recámaras
que sirvieron para enterramientos. La disminución del volumen implícito que de-
termina esta organización, la gradación espacial re eja una sensibilidad domi-
nante para la construcción del espacio.

La modulación espacial que percibe un visitante que se retira de la casa, producida


por la expansión del espacio relativamente pequeño de las habitaciones, a través
del antepatio, hacia el espacio exterior “inde nido” que contiene el complejo total,
es similar a la que se desarrolla en dirección opuesta.

La casa en referencia, ejempli ca admirablemente la conjunción de terraza y muro.


Llamando la atención la insistencia de las super cies verticales y horizontales y el
predominio del ángulo recto en el ambiente exterior y muro curvo en el interior y
la naturaleza uni cada y orgánica del esquema total.

La Torre
La arquitectura de concepción vertical, se halla evidenciada en la torre, elemento
que debió haber cumplido una función de seguridad para la instalación de vigías.
Estos cuerpos afectan formas de plata cuadrada, semicircular o poligonal (Fig. 5).
La verticalidad predominante, se traduce por su gran altura: 12 a 14 m. por 4 a 5
m. de base. Muchas torres están provistas por diseños ornamentales de tipo geo-
métrico o incrustaciones de componentes (piedras), de colores resaltantes.

El Dintel y el Friso.
Las fuerzas generadas por su propio sistema constructivo, el muro –como vimos-
han desempeñado una función simple. Pero, cuando se amplía su nalidad – en
especial en el campo de la utilidad práctica- el muro adquiere un papel complejo,
puesto que dicha ampliación implica sostener elementos exteriores a su propia
unidad estructural. El muro en una combinación con la terraza puede proporcio-
nar una de nición especial horizontal y a la vez vertical.

La inclusión de un plano material “opaco”, que llamamos muro, a cierta distancia


por encima del plano de referencia o terraza, determina un volumen y propor-
478
El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales

Fig. 5. Torre Yaro en Rapayán

479
Hernán Amat Olazábal

ciona así el término necesario para un sistema espacial, regulado y controlado. De


este modo, una terraza, cuatro muros y lajas saledizas, una encima de otra a modo
de techos, con guran un ejemplo de construcción de volumen.

Los muros no necesariamente pueden ser continuos para mantener una función
esencial como elemento de nido en la construcción del espacio. Es decir, que no
es posible una libre viabilidad hacia arriba, porque el sistema total se halla cubi-
erto por un plano horizontal “opaco”. La abertura en los muros continuos de una
disposición equilibrada, proporcional, le llamamos vano, y este dispositivo requi-
ere de otro elemento esencial llamado dintel, que en la arquitectura de los Yaros
cumplió una función especial, no solo para accesos a los ambientes interiores, sino
como instrumentos que contribuían a una mejor visualización del ámbito exterior.
Otra vez estamos frente a un caso que está íntimamente ligado a nes bélicos.

El friso,
Es un complemento de tipo ornamental; en la arquitectura Yaro ha sido un el-
emento muy común. Este tipo de Cornisamento se presenta con mayor profusión
en los sitios septentrionales. Además, su materialización se encuentra en los con-
textos de planeamiento vinculado a edi cios de tipo ceremonial o en el frontis
de los templos. Los cornisamentos en Rapayán y sitios adyacentes, como Piruro,
Siga, Susupillo, consisten en bandas de lajas saledizas.

Dijimos que Rapayán y en general, casi todos los asentamientos de la sociedad


Yaro, no constituían una ciudad, sino una villa. Esta se caracteriza porque no ha
sido proyectada ni trabajada con un n preconcebido, sin que las viviendas se
agrupen cubriendo sectores carentes de plani cación. La naturaleza continua del
plano de Rapayán se funda en la repetición de unidades de viviendas de dos tipos,
en algunas, con los correspondientes patios, revelan una actitud conceptual ante
el problema de la técnica espacial y constructiva. Además, las de primer grupo,
por su sencillez, pertenecerían a la clase popular y los de segundo, por su ampli-
tud y complejidad, a la élite. Sin embargo, cabe resaltar, que estas viviendas “dis-
tribuidas al azar”, denotan un extraordinario ingenio de los constructores para su
adaptación al relieve en gradiente y un notable despliegue de vigor y una mag-
ni ca composición dentro de los pequeños espacios.

Las casas
De planta circular, cuadrangular e irregular, se ajustan a un ordenamiento uni-
forme aunque en su disposición detallada, los elementos no se muestran uniforme-
mente relacionados, ni tampoco los planos mantienen un patrón establecido.

Excavamos una vivienda situada al lo del precipicio, que termina al fondo del río
Marañón. La casa en referencia, se halla en el sector Ma 3 (Marañón 3). La unidad
domestica se constituye de “dos pisos”, que se adaptan en planos superpuestos.
Destaca por su claridad y sus vanos trapezoidales, modelo que es frecuente en
este tipo de asentamientos. La reducción del espacio parece haber sido condicio-
nante en la arquitectura domestica de los Yaros. Los ambientes tiene la aparien-
cia apretada, especialmente el cuarto I; en cambio, el cuarto y/o cámara III, es
mas espacioso y estuvo destinado a una especie de depósito funerario (Las líneas
punteadas indican la ruptura del paramento efectuado por los depredadores). Al
“piso” superior, se llega trepando una peña ubicada al lo del abismo. Los techos
480
El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales

son planos, con vertientes muy ligeras, han sido recubiertos con lajas superpues-
tas que recuerdan a la falsa bóveda. En este caso de vivienda, las habitaciones son
individuales, pues no hay una pieza que se comunique con otra. El tratamiento
interior de las casas, no evidencian vestigios de que hayan sido estucadas. Los
compuestos, ceñidos por un tipo especial de piedras talcosas y calizas, muestran
prominencias por los desgastes de otras que son de esquistos y la argamasa de
arcilla y cal le otorga un armazón muy sólido.

Las urnas
Son importantes los elementos que debieron cumplir funciones relacionadas al
culto,. Sus dimensiones (40 x 30 cm.), relativamente pequeñas, alojaron segura-
mente a ídolos de medidas exiguas.

Edi cios Públicos


Las estructuras más impresionantes que edi caron los pobladores de Rapayán y
en general, todos los pueblos pertenecientes a la formación de los Yaros, son los
edi cios de 4, 5, 6 y 7 pisos, provistos de varios vanos y cornisamentos en varios
niveles. Los aborígenes le llaman “castillos”, por su aspecto macizo y el espacio
interior laberintico.

EL edi cio “96” de seis pisos, el primero semisubterráneo, consiste de dos grandes
cuerpos emplazados uno al lado del otro. Orientados al norte, de sus vanos se
logra una amplia visibilidad del valle y se hallan delante de las viviendas na-
mente acabadas, que seguramente pertenecían a la clase dominante. El edi cio A,
situado a la izquierda, además de ser mucho mayor, con seguridad, es anterior al
de la derecha. Su planta de base cuadrangular y una curvatura en la fachada prin-
cipal. Los paramentos se yerguen hasta 12 m. de altura; la mampostería ordinaria,
con berrugadas y aparejada por hiladas irregulares, presentan un enripiado com-
pacto para su trabazón. Las juntas muestran una sólida unión de las hiladas. Las
esquinas y las caras laterales de los vanos, exhiben el entramado de tipo blocao,
que es otra distinción peculiar de las técnicas constructivas de los Yaros. La téc-
nica del blocao, consiste en que los aparejos se forman con lajas planas yuxtapues-
tas, cuyos espacios internos son rellenados con piedras menudas dispuestas en hi-
ladas horizontales, logrando en algunos casos, tramos isodómicas. Estos edi cios
presentan antepechos en el tercio superior de la estructura o debajo de los vanos.

Excavaciones y estratigrafía

Los trabajos de excavación, fueron efectuados en dos sectores, orientados a con-


ocer la composición estratigrá ca de los deshechos en un basural (Fig. 6) y cortes
sistemáticos en tipos distintos de habitaciones, recintos abiertos y tumbas.

La capa super cial Húmica, es sumamente delgada.

El estrato 1 formado por tierra húmica y acumulaciones sueltas contenía restos


culturales modernos.

El estrato 2, de 40 cm. de espesor, engloba vestigios arqueológicos del tipo Cus-


co policromo II, fragmentos de alfarería incaica de manufactura local y alfares

481
Hernán Amat Olazábal

Fig. 6. Estratigrafía de Excavaciones en Rapayán

482
El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales

pertenecientes al estilo que nosotros de nimos como Pincos, cronológicamente


ubicado en el Periodo de los Estados Regionales (Reinos y Confederaciones). Los
Pincos, conformaron un reino pequeño, su capital se encontraba en el sitio de Pin-
cullulloc, cerca a Chavín. Se le puede considerar como descendientes directos de
los Yaros. El reino Pinco, del que nos hablan varios cronistas9, fue sometido por
Túpac Inca Yupanqui.

El Estrato 2 y 3, se encuentra una gruesa capa de ceniza; el mismo nivel se ha


encontrado su presencia en otras excavaciones. Se puede inferir, que el sitio de
Rapayán habría sido incendiado en algún momento.

El estrato 3, muestra varios tipos de alfarería de aspecto rústico de bordes expan-


didos (Fig. 7) y diseños escultóricos y estampados y tiras aplicadas en un principio
como estilo alto Marañón10, antes que nuestras hipótesis secuenciales hayan sido
contrastadas. Luego de un análisis y correlación detallados lo de nimos como la
alfarería manufacturada por los Yaros, estilo ampliamente difundido por el área
de distribución de este imperio.

El estrato 4, incluye dos estilos alfareros bien de nidos. El estilo Recuay, corre-
spondiente a la Fase IV, caracterizado por la predominancia de la pintura positiva
y el abandono gradual de la caolinita en la manufactura de la alfarería. El otro
estilo asociado, es característico de las vertientes orientales de Ancash y La Liber-
tad. Tello, conoció con el nombre de Quenash11, y es una modalidad estilística del
estilo Cajamarca. Las asociaciones evidencian y con rman nuestra hipótesis, en el
sentido que las formaciones sociales Recuay y Cajamarca coexistían en varias zo-
nas, al mismo tiempo que mantenían su individualidad, participaban del empleo
común de una serie de rasgos o elementos culturales.

El estrato 5, constituye un depósito probablemente aluvial y culturalmente estéril.


De acuerdo a las dataciones sincrónicas, corresponde el estadio intermedio ente
el Desarrollo Regional y el Período Formativo, que en la secuencia arqueológica
que establecimos para el Callejón de Huaylas y el área de Chavín, se ajustaría al
estilo Huarás Blanco-sobre-Rojo, cuya in uencia no ha sido hallada aún en el área
del Alto Marañón.

El estrato 6, cronológicamente el más temprano, presenta una reducida cantidad


de fragmentos de alfarería Chavín del tipo que llamamos Cahuish, y nomotaxial-
mente, se relacionaría con el tipo Kotosh Sajarapatac, de la secuencia establecida
por Izumi y Terada12 . El siguiente estrato, arrojó fragmentos Chavín del mismo
tipo que apareció en el estrato inmediatamente superior.

Como se puede notar, nuestra secuencia arqueológica para la zona del Alto Mara-
ñón, es relevante y sus ajustes estilísticos fueron contrastados con otros cortes y
correlacionado con áreas a nes.

483
Hernán Amat Olazábal

Fig. 7. Cerámica de Rapayán

484
El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales

Tipos de Alfarería

La mayoría de los tipos de alfarería que han sido excavados en los basurales y
recintos habitacionales de Rapayán, ya son conocidos en otras áreas, pero casi en
forma unánime, se les atribuyó dataciones bastante tardías, homotaxiales a los
estilos de formaciones sociales del siglo XIV y XV, correspondientes a los reinos
conquistados por los Incas.

La cerámica sujeta a estas consideraciones, es la perteneciente a los tipos Rapa-


yán Tosco, Rapayán Estampado, Rapayán Gris Restregado, Susupillo Modelado,
Susupillo Pulido, Piruro Rojo Engobado, Piruro Rojo Pulido (Fig. 7). Todos ellos,
constituyen el estilo Yaro y cronológicamente debe ser ubicado inmediatamente
después del Periodo Wari y antes de la proliferación de los Reinos y Señoríos que
surgen como consecuencia de la desintegración del Imperio de los Yaros.

La cerámica Piruro Engobado y Rojo Pulido, morfológicamente tiene ciertas a ni-


dades con las formas tardías de la alfarería Wari.

Los tipos Susupillo Modelado y Pulido, representan tiras adheridas, personajes


antropomorfos de tratamiento escultórico o aplicaciones plásticas, sobre cuerpos
globulares y golletes cortos.

Los tipos Rapayán Tosco, Estampado, Restregado, son los más numerosos. El
tratamiento de las super cies está ejecutado en base al restregado áspero o un
ligero alisado; los motivos estampados se ubican en la base de los golletes. Los
bordes expandidos, presentan un pequeño bisel circundante. El tipo Rapayán
Tosco, incluye una variedad ahumada, con producto de la cocción en atmosfera
semioccidante. Los anti plásticos son granulados y la pasta porosa. La categoría de
formas, se reducen a ceramios globulares, ovoides con labios extendidos.

Hipótesis Funcional y Correlaciones

La alfarería perteneciente a los tipos Piruro Rojo Engobado y Rojo Pulido, fuer-
on dados a conocer por primera vez por Bertran Flornoy, como resultado de sus
trabajos en la zona Tantamayo, en Huánuco13. Los fragmentos que mis alumnos
de Arqueología de la Universidad de San Marcos, obtuvieron en un muestreo
sistemático, en el sitio de Yuraj Marca, situado en la provincia de Canta, Lima,
guardan estrechas a nidades con el tipo Piruro Rojo Engobado.

Los tipos Susupillo Modelado y Pulido, tienen un amplio radio de distribución.


Flornoy, obtuvo numerosas muestras en varios sitios de la zona de Tantamayo y
más al sur, en la provincia de Dos de Mayo14 . Thompson15, igualmente, aisló vari-
os tipos análogos de sus excavaciones de las aldeas Chupacho de Auqui Marca e
Ichu, y diagnostica muestras similares obtenidas en el yacimiento Yaro de Wakan,
considerado por Thompson, como una villa Yacha.

Este tipo, ha sido localizado también en los sitios de Cuelap y Leimebamba y


en otros asentamientos del departamento de Amazonas16. Bonavía17, nos mues-
tra hordas y tiestos decorados con la técnica de las tiras aplicadas, similares a

485
Hernán Amat Olazábal

los de Cuelap, Tantamayo y Rapayán. Estas muestras excavadas por Bonavía,


proceden del gran centro Yaro, llamado Pajatén y conocido por Bonavía bajo el
nombre de Abiseo. Merece añadir que los personajes representados en la alfarería
de Tantamayo y Rapayán, tienen una expresión casi idéntica a las litoesculturas
existentes en Pajatén , que Bonavía ilustra en su trabajo sobre el “Abiseo”, que,
como se sabe, este gran centro administrativo y religioso, hacia 1572, se le conocía
con el nombre de Yaro18, y aun era habitado antes que el Virrey Toledo decretara
las reducciones .

Es evidente, que los elementos culturales obtenidos en Rapayán, contribuyen a


separar de los patrones comunes que, generalmente se integraban al periodo tar-
dío. En base al registro estratigrá co, postulamos que los tipos de Rapayán Tosco,
Rapayán Estampado, Rapayán Gris Estregado y otras variedades menores, cor-
responden a la última fase del dominio de los Yaros y, por otro lado, es el patrón
estilístico, en especial del tipo de círculos estampados en la base del gollete, sub-
sistió hasta mucho tiempo después de la desintegración del Estado socio-político
Yaro . Cabe señalar además, que estos tipos, que constituirán a la fase III de los
Yaros, devinieron en una serie de modalidades locales producidos por los diferen-
tes reinos y señoríos que surgieron en el territorio antes ocupado por los Yaros.

Los tipos mencionados, se hallan en in nitud de sitios ubicados desde el norte de


Chachapoyas; en Chillaos, Luya, Pomacocha, Jumbilla, Cuelap, en el área ocupa-
da por el antiguo reino de Chillchos. En la zona de Cajamarca, en el territorio del
reino de Huampu, especialmente en el yacimiento de Coyor, otro de los grandes
asentamientos Yaro del Norte; en Chupuric, etc.

Se encuentran en los inmensos asentamientos de Harcahuamachuco, estudiados


por Mc Cown. El tipo estampado en Harcahuamachuco, tiene una admirable
analogía en las unidades de diseño, tratamiento de la pasta e identidad mor-
fológica con Rapayán. Las ilustraciones proporcionadas por Mc Cown, son suma-
mente elocuentes para contrastar nuestra hipótesis de gran difusión de este tipo19.
También son fáciles de obtener muestras de esta categoría cerámica en numero-
sos establecimientos Yaro de Uchumarca, situado en el Alto Marañón, provincia
de Bolívar, del departamento de La Libertad. Thompson 20, encontró cerámica del
tipo Rapayán tosco y Rapayán Estampado, y remarca que “casi toda la cerámica
de Uchumarca, es tosca y sin decoración pintada”, “El único elemento decorativo
del cuerpo de algunas vasijas – dice lo constituyen algunas punzadoras ocasion-
ales y puntuaciones de estilete; ocasionalmente un sello oval con la forma de una
cara altamente estilizada”.

Según las descripciones de Thompson y las ilustraciones que muestra, la zona de


Uchucmarca, presenta casi una secuencia similar a la de Rapayán, pues expresa
que halló “apliques vermiculares, colocados debajo del borde labial”, motivos que
correspondería a nuestro tipo Susupillo Modelado.

En la zona de Conchucos, existen muchos sitios que contienen el tipo antes refer-
ido; lo mismo que en Huacrachuco, en asentamientos de Junín y en los emplaza-
mientos de los Yaros entre Canta y Yauyos, de la sierra de Lima. Un reducto tar-
dío, se halla en Cerro de Pasco y en Asto21.

486
El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales

Patrón de Asentamiento

Gordon Willey, es considerado como el iniciador de los estudios de patrones de


asentamiento precolombinos; este método de investigación, adquirió carta de
ciudadanía con la obra de dicho autor; “Prehistoric Settlemen Pattern in New
World”, editado en 1956. Tres años antes, Welley había publicado su estudio so-
bre los patrones de establecimiento en el valle de Virú, trabajo considerado como
un clásico, sobre el tema que tratamos22. En la introducción de la primera obra
citada, Willey dice:

“En el asentamiento, el hombre inscribe sobre el paisaje, ciertas formas de su ex-


istencia. La ordenación del asentamiento se relaciona con la adaptación del hom-
bre y la cultura al medio ambiente y con la organización de la sociedad en el
sentido mas amplio”23. Y, agrega: “Considerados arqueológicamente los patrones
de asentamiento son, como cualquier vestigio prehistórico, retazos incompletos y
fragmentarios de algo que estuvo en otro tiempo vivo y completo”.

En el presente trabajo, tomamos el estudio de patrones de asentamiento, porque


consideramos que es una fuente de datos valioso, que nos servirá para contrastar
la hipótesis sobre la gran expansión de una formación social que hemos llamado
Imperio Yaro, cuyos inicios de conquista, se ubican a nes del siglo III de nuestra
era, y su desmembramiento se fecharía a nes del siglo XIII y comienzos del XIV.
Los marcos conceptuales que empleamos en el estudio de los asentamientos, se
fundan en dos grandes sistemas:

1. El sistema diacrónico y procesal


Que hemos venido desarrollando en el presente trabajo, a partir de los asenta-
mientos de la formación de cazadores y recolectores especializados, circunscritos
a la zona de Ancash; o sea, que la variable en cuestión, consistió en el estudio de
una sola área a través del tiempo.

2. El sistema sincrónico y funcional


Es el que expondremos en las páginas siguientes y consiste en el examen de diver-
sas variables en una región y en un periodo de tiempo de nido. Este esquema es
de carácter funcionalmente comparativo y considera una sola variable en varias
regiones. Para ello, aplicaremos la teoría del emplazamiento central, formulado
por P. Haggett24, y el principio de distribución de Poisson. El supuesto funciona-
miento de esa teoría, consiste en que a medida que aumenta el tamaño de una co-
munidad, ésta proporcionará cantidades mayores de servicios a las comunidades
menores o más pequeñas que se hallan en el entorno.

3. Otro método empleado


Para conocer la naturaleza de la distribución de los sitios arqueológicos Yaro en
la cuenca del Alto Marañón, sector de Ancash y Huánuco, es el desarrollo por
los ecólogos Clark y Evans25 y se funda en efectuar la medida de la distancia a la
comunidad vecina más cercana, relacionado cada yacimiento arqueológico; con
este sistema se logra calcular un índice de agrupamiento para la distribución de
los sitios.

487
Hernán Amat Olazábal

Un ejemplo de ello, se puede observar en cuatro centros poblados Rapayan, Sin-


ga, Tantamayo y Jesús, los cuales integran paralelamente cuatro asentamientos
nucleares, correspondientes a Rapayán, Huata, Susupillo y Garu, que conforman
los centros urbanos más destacados de esa zona, agrupan en su entorno, varios
asentamientos de segundo y tercer orden.

Al mismo tiempo, un análisis de cada uno de los cuatro grupos, nos permite in-
ferir que el emplazamiento de los asentamientos se acerca a la distribución ideal,
según la teoría de Haggett (1965).

En el estudio de las instalaciones, luego de efectuar un reconocimiento intensivo


por la zona y practicar nuestros intensivos en los principales yacimientos, divi-
dimos en otras categorías básicas cada uno de los asentamientos, tomando como
eje los cuatro centros urbanos nucleares ya señalados, ajustados a la primera cat-
egoría. La segunda, corresponde a los emplazamientos de densidad media y la
tercera, de dispersión extensa, se agrupa en emplazamientos menores.
La naturaleza de la dispersión de cada uno de ellos, es como sigue:

ASENTAMIENTOS YARO DEL ALTO MARAÑÓN


ZONA DE ANCASH Y HUANUCO

TOTAL DE ASENTAMIENTOS 65
Ubicados en la margen derecha del Marañón. 35
Ubicados en la margen izquierda del Marañón. 30
Asentamientos Nucleares. 4
Asentamientos Modios. 21
Asentamientos Menores. 40
Asentamientos del Núcleo 1.- Rapayán. 17
Asentamientos Medios. 3
Asentamientos Menores. 14
Asentamientos del Núcleo 2.-Susupillo. 13
Asentamientos Medio. 7
Asentamientos Menores. 6
Asentamientos del Núcleo3.- Huata. 5
Asentamientos Medios. 2
Asentamientos Menores. 3
Asentamiento del Núcleo 4.- Garu. 24
Asentamientos Medio. 9
Asentamientos Menores. 15

El más denso en Núcleo Urbano 2. Susupillo.


El más disperso Núcleo Urbano 4. Garu.
El más extenso, Rapayán y Susupillo.
Orientación.- Este-oeste.
Forma y Localización topográ ca: encima de colinas o en gradientes pronuncia-
das, emplazamiento estratégico.

488
El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales

Marco Conceptual: yacimientos sincrónicos y funcionales. (Fig. 2).

Desde el punto de vista funcional, todas las agrupaciones de viviendas y residen-


cias administrativas,- la de nen como poblados agropecuarios estables. Dichos
poblados adquieren distinta estructura, según la mayor o menor concentración
de las unidades de vivienda y edi cios públicos que los constituyen, ya se traten
de poblados o villas dispersas o conglomerados, poseen en común características
sumamente signi cativas.

Tomemos como ejemplo, las villas que constituyen los cuatro núcleos urbanos
para caracterizar un tipo de instalación humana, basándonos en los criterios de
Hardoy26. Tanto Rapayán, como Garu, Huata o Susupillo,- se ajustan a las consid-
eraciones siguientes.

1. Extenso poblado para su época o región.


Rapayán ocupa un espacio de más de 30 hectáreas. Se halla construido sobre un
cerro de pendientes escarpadas, donde sobresalen grandes promontorios, todos
ellos ocupados por construcciones que poseen, en general, las características ar-
quitectónicas comunes a las instalaciones de tipo Yaro.

2. Un establecimiento permanente.
Las excavaciones estratigrá cas (Fig. 6) y las correlaciones sincrónicas, per-
miten probar que Rapayán al igual que Susupillo, han sido ocupados en forma
permanente y desde períodos tempranos. También la presencia de superposición
de pisos en las viviendas excavadas, indican la presencia de una población que ha
permanecido interrumpidamente durante varias épocas.

3. Con una densidad mínima para su época y región.


Es posible que tanto Rapayán, Garu y Susupillo, hayan constituido las may-
ores concentraciones urbanas del periodo de los Yaros, comparables con Pajatén,
Uchucmarca, Cuelap, Leimebamba o Sahuay.

4. Un lugar donde la gente residía y trabajaba.


Los elementos obtenidos en las campañas que realizamos, permiten determinar
la existencia de “barrios”, dedicados a la textilería. En Susupillo, se elaboraba in-
strumentos de labranza y armas arrojadizas y contundentes, según informaciones
de Flornoy.

5. Con un mínimo de funciones especí camente urbanas, como ser un mercado


y/o centro político administrativo y/o un centro militar, y/o centro religioso.

La existencia de los espacios abiertos en Rapayán, inducen a suponer que pudieron


haber actuado “como mercados”, sobre todo teniendo en cuenta que la Quebrada
de Contan, fue la vía de acceso inevitable para comunicar el valle de Marañón
con la puna y el valle Interandino del Mosna, actuando Rapayán como un centro
administrativo, a la vez que militar. Huata, tiene características análogas. Cusu-
pillo, ostenta grandes murallas forti cadas (Fig. 3). En todos ellos había edi cios
dedicados al culto, pero no eran tan suntuosos como en períodos precedentes.

489
Hernán Amat Olazábal

6. Heterogeneidad y diferenciación jerárquica de la Sociedad. Residencia de gru-


pos dirigentes.

Existen dos grupos de instalación bien de nidos, donde los datos obtenidos, nos
certi can la contemporaneidad de los mismos, se trata fundamentalmente de los
3 tipos de vivienda que ya señalamos, conformándose los “barrios” inferiores,
como estructuras más modestas. Además, los ajuares funerarios, permiten remar-
car la existencia de una diferenciación social. Las residencias de los “barrios su-
periores”, con más muros de protección, son más amplias y de estructuras más
sólidas.

7. Un centro de economía urbana, para su época y región, cuya población de-


pendía, hasta cierto grado, de la producción agropecuaria, de gente que en forma
total o parcial no vivía en el centro urbano.

En Rapayán, como en Huata y otras de su categoría existen terrazas o bancales,


de cultivo, por lo tanto, eran poblaciones autosu cientes. La economía de Garu y
Ssuspillo, se basaba en el pastoreo de camélidos, por lo tanto, existían una interde-
pendencia directa de zonas de producción agrícolas y/o pecuaria.

8. Un centro de servicios para las localidades de irradiación de un esquema pro-


gresivo y de difusión de adelantos tecnológicos.

La in uencia de los cuatro núcleos urbanos nombrados, sobre las poblaciones


“satélites”, de nidos en ambientes ecológicos, está de acuerdo con el desarrollo
regional, que oportunamente requirió de un centro urbano de este tipo. En con-
secuencia, la prestación de servicios, está implícita en los fundamentos de sus
orígenes; y ellas pudieron corresponder a la centralización de operaciones comer-
ciales y en algunos casos, como Piruro, de convergencia de ceremonias religiosas.
La calidad de los vínculos de dependencia de forma administrativa son, por el
momento difíciles de demostrar a través del análisis arqueológico. Pero haciendo
uso de las enormes posibilidades que ofrece la antropología social se puede inferir
las estrechas vinculaciones existentes entre Rapayán, Huata, Susupillo, Piruro,
Garu y un centro de interés llamado Sahuay.

Por último, diremos, que todo estos centros poblados, estuvieron unidos por una
red de vías de comunicación, que más tarde algunos de sus tramos serían apr-
ovechados y reacondicionados por los Incas. En efecto, en nuestros viajes por el
departamento de Ancash, localizados extensas vías que enlazaban los principales
núcleos urbanos.

El método seguido par a el rastreo de caminos precolombinos, fue el empleo de


lo que podríamos llamar “sistemas-ejes”, que consiste en seguir aquellas rutas
que no han variado desde la época precolombina hasta nuestros días por estar
enmarcados dentro de pasos naturales, como lo son de la quebrada del Mosna,
Pumachaca, Puchra, Singa, Contan (Rapayán) y Tantamayo y a los que se puede
agregar otros pasos secundarios. Llevando a la práctica este sistema. Pudimos lo-
calizar varios tramos de esas vías y siguiendo el curso de ellos, nos han facilitado
localizar nuevos yacimientos arqueológicos. El auxilio fotoaéreo, fue también de
gran utilidad.
490
El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales

Otra de nuestras fuentes auxiliares fueron las vías citadas por Miguel de Estete,
que a su vez fueron seguidas por Raymondi27. Gracias a la información de Estete,
pudimos seguir el camino que va de Huari hacia el Alto Marañón, que fuera usa-
da en partes, por los Incas. Dice Estete que “y fue a dormir (Hernando Pizarro) a
un pueblo bueno que se dice Huari, hasta el cual, serían 3 leguas de camino, y en
la mitad de él, hay otro puente de otro río muy hondable y ahocinado (El Mosna)
y está muy fuerte por tener muy grandes barrancas de ambas partes 28”

Esta vía trasmonta la Cordillera y desemboca en la quebrada de Taparaco y luego


atraviesa el rio Vizcarra. La otra vía de bifurca por Huacachi, hasta Paucas. Los
caminos de Tantamayo, son más estrechos y hoy, sí utilizan casi todos.

El Imperio Yaro.- La Evidencia Arqueológica

Desde la primera temporada de trabajos de campo que realizáremos en Rapayán,


en Mayo-Junio de 1968, habíamos formulado la hipótesis de que aquel conjunto
urbano formaba parte de un complejo socio-político distinto a las formaciones
conocidas dentro del periodo de los Estados Regionales (Reinos y Confederacio-
nes). En una pequeña publicación de 1971, propusimos que este complejo fuera
llamado “Cultura del Alto Marañón”, en función de la mayor incidencia de las
instalaciones emplazadas dentro de ese marco ecológico. Adelantamos además,
que el complejo empieza a extenderse desde las nacientes del río Marañón, hasta
las provincias de Pataz y Mariscal Cáceres (San Martín), donde se encuentran las
ruinas de Pajaten, y más al norte, conformando siempre esta cadena (de sitios ar-
queológicos), remata con las fabulosas ruinas de Cuelap o “incluyendo los asenta-
mientos de Tantamayo, constituyen una sola unidad cultural”29 .

Posteriormente, ampliamos el estudio de sitios pertenecientes a este periodo y


gracias al análisis y la confrontación de la bibliografía, sumados a los testimonios
etnohistóricos, estamos ahora en condiciones de postular que la formación so-
cial que conformó esa “unidad cultural”, corresponde a los Yaros, que luego de
subyugar al viejo Imperio Wari, consiguieron unir bajo su gobierno casi toda la
extensión de las tierras altas de los Andes Centrales.

Los arqueólogos que orientaron sus estudios a este tipo de instalaciones, atribuy-
eron dataciones destinadas al estadio, inmediatamente anterior a la dominación
Incaica. Por otro lado, en la mayoría de los casos, fueron considerados como for-
maciones de carácter local o que habrían abarcado áreas de relativa extensión. Flo-
rnoy, uno de los iniciadores de la arqueología en Huánuco, llamó a los constructo-
res de imponentes edi cios de varios pisos: “Cultura Tantamayo”30 y arguyó, en
forma casi velada las posibles relaciones con otras áreas que el ajuste cronológico
no correspondía a sitios que podrían ser tratados como homotaxiales.

Donal Thompson31, nos ha proporcionado numerosos aportes con interesante tra-


bajos en la zona de los Yacha y Chupachos (1967), (1968); en el área del Mosna,
en Llamellín, ubicó sitios que guardan estrechas a nidades con Rapayán, espe-
cialmente el asentamiento de Yarcan32 , y sus investigaciones en la sierra norte
de la Libertad, cuyos sitios cercanos a Uchucmarca (Pirka Hirka, Chivani, Pueblo
Viejo), tienen característica análogas a los centros urbanos de Huánuco y Ancash y

491
Hernán Amat Olazábal

a su vez, los restos de la alfarería, como ya anotamos, guarda relaciones genéticas


con las de Yaro (Pajatén) y Cuelap. Estos tipos cerámicos, según informaciones de
R. Ravines, son semejantes a los fragmentos de alfarería encontrados en la selva
baja, a lo largo del rio Huallaga.

Mc Cown33, proporciona excelente material de ilustraciones de yacimientos de


la zona de Marca Huamachuco (La Libertad), que no hacen, sino con rmar las
características del patrón de asentamiento y técnicas arquitectónicas típicas de
los Yaros. Las murallas en zigzag y paramentos, plantas de viviendas y edi cios
públicos, tienen las mismas técnicas constructivas de los sitios estudiados por
Thompson, Flornoy y los nuestros.

Varios de los edi cios y restos de alfarería Yaro (más conocido como Pajatén),
son a nes con los sitios ya señalados. Indudablemente, que las impresionantes
muestras arquitectónicas descubiertas, indican aparentemente, que se trata de
una formación cultural diferente por Bonavía34 , se halla estrechamente relaciona-
da con la alfarería de Cuelap estudiada por Ruiz35 . Respecto a la arquitectura y a
la naturaleza de los asentamientos, también son similares, los edi cios menores y
semicirculares de sus plantas, etc. En cambio, los edi cios públicos de carácter cer-
emonial, con motivo en relieve, aleros decorativos, ménsulas en el cuerpo superi-
or, sentido decorativo de los propios elementos constructivos, llamados “Lienzos
pétreos”, por Pimentel36, etc., corresponden a estructuras destinadas a grandes
ori cios religiosos, pero los elementos básicos de las unidades de diseño: Ondas,
o zigzag grecas en hileras en enmarcadas y cornisamientos, ubicación de mampu-
estos, etc. Guardan relaciones genéticas con las de Cuelap; Chivani, Pueblo Viejo,
de La Libertad; Wakan, de Huánuco, Yarcán, Rapayán de Ancash; Leimebamaba
de Amazonas37 ; Chi..rak; Yuray Marca, Yaro, Rupac, Cantamarca, etc. de la pro-
vincia de Canta, Lima38 ; Yelap, Monte Bravo, al sur de Chachapoyas39. Por otro
lado, cabe señalar que las impresionantes ruinas de Muyok Viejo, (Chachapoyas),
tienen edi cios con estructuras, ambientes y ornamentos semejantes a los de Yaro
(Pajatén)40 .

Destacaremos una valiosa observación de P. Rojas Ponce, gran conocedor de la


zona de Amazonas, San Martin y Cajamarca. En su informe sobre las ruinas de
Yaro (Pajatén), dice entre otros aspectos:

“El norte andino, presenta las características de muros construidos con lajas pizar-
rosas, cortadas, unidas con barro y acomodadas con “pachillas”, tal como se ve
desde Añay, Rupac y Chiprak, al norte de Lima; Tantamayo, Yayno, etc. en la
cuenca del rio Marañón y continua hasta el Chichipe (norte de Cajamarca y Ama-
zonas) En Yayno se mezclan edi cios de planta circular, algunos de 15 m. de alto,
con otros de planta cuadrangular con caracteres exteriores prolijamente traba-
jadas con piedras escogidas por su color y textura, dando la sensación de ser obras
de marquetería. En cambio, las caras internas están toscamente hechas”.

“Las ruinas de Pajaten son del mismo estilo arquitectónico, hecho a base de lajas
de pizarra y pachillas semejante a las que se encuentran en toda la hoya del río
Marañón. Su in uencia debió haber sido muy grande, tal vez ocupó gran parte de
la selva alta”41

492
El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales
Estamos frente a una de las primeras interpretaciones que señalan una distribu-
ción amplia de caracteres arquitectónicos. Rojas Ponce plantea la posibilidad de
que Pajaten irradió sus in uencias hacia las áreas que colindan con la selva baja.
En efecto, los fuertes rasgos de origen selvático ostensible en el arte de Pajaten
requieren un mayor estudio, tanto en el mismo sitio, como en instalaciones de
ecosistemas de la ceja de Selva.

Savoy, ha proporcionado informe de la existencia de numerosas ciudades análo-


gas a Pajaten42 , lo que sugiere que hay mucho por investigar. Pero, los grandes
hitos que nos indican la amplia distribución de elementos culturales Yaro, ya es-
tán establecidos. Los trabajos iniciales de Bandelier 43, y Langlois44 , Wiener45 y
Raimondi46, están cosechando sus primeros frutos. Entre ellos, Cardich47, última-
mente han planteado que los Yaros conformaron un reino y estima que el área de
distribución estaría circunscrita desde Chinchaycocha por el sur, hasta Llata por
el norte; indica que el centro de los Yaros, el núcleo irradiador, estaría en la zona
de Lauricocha, provincia de Dos de Mayo de Huánuco. Cardich, para reforzar
tal aseveración, menciona varios sitios arqueológicos, entre ellos que destaca Sa-
huay, cerca del pueblo de Yana. Y, re ere además, que es frecuente la presencia
de topónimos Yaro o Yaru en varios sectores de Huánuco y en territorios occiden-
tales de Cerro de Pasco. Cita por ejemplo, que el gran nevados Yerupaja (6632 m,
el segundo en altitud en los Andes Centrales), fue motivo de culto y considerado
como una pacarina.

En momentos de redactar el presente estudio, recibimos el último trabajo de Car-


dich48 , en el que hace una detallada referencia a nuevos sitios descubiertos por él
en la zona sur de Lauricocha y con nuevos datos, relaciona por ejemplo, al gran
centro habitacional de Sahuay, como parte integrante del complejo de estableci-
mientos Yaro de la zona de Huánuco. Señalaremos que Cardich describe a todos
estos conjuntos el periodo “Intermedio Tardío”, o homotaxialmente sincrónico
con el Período de los Estados Regionales.

El Imperio Yaro: La Evidencia Etnohistorica

Felipe Huamán Poma de Ayala (1567-1616), llamado “el primer evolucionista so-
cial del nuevo mundo”49 en su conocida obra “El Primer Nueva Crónica y Buen
Gobierno” dice pertenecer a la nobleza de los Yarovilcas de Allauca, Huánuco .
Los Yarovilcas deAllauca Huanuco50, habrían formado un pujante y adelantado
reino en el Chinchaysuyo y que fue, según Guamán Poma , dominado y anexado
al Imperio Incaico en el gobierno de Túpac Inca Yupanqui. Guaman Poma, era de-
scendiente directo de la dinastía Yarovilcas, de Allauca Huánuco, de cuya estirpe
se enorgullece, porque “fueron muy respetados y temidos” y los incas tuvieron
que librar duras luchas para sojuzgarlos y nalmente, el rey Yaro de esa época
Guamán Chagua, fue nombrado por el inca como administrador (inca-ranti) del
Chinchaysuyo51 .

La región de Allauca Huánuco, está situada en la margen derecha del Río Orgo-
mayo (hoy Vizcarra), tributario del Marañón. En dicha zona se encuentra numero-
sos centros urbanos de tipo Yaro, las ruinas de Huánuco Viejo y el Núcleo Urbano
de Garu (Yaro); según la tradición, este centro sería la cuna de Guamán Poma.

493
Hernán Amat Olazábal

La versión de Guamán Poma, ha sido dejada de lado por la mayoría de los inves-
tigadores del Perú antiguo, con excepción de Tello, Varallanos52 y Pierre Duviols
53
, Tello; considera que “el Imperio Yaro Willka, no es del todo una invención o
una creación fantástica de Guamán Poma, como pudiera creerse a primera vista,
destinada a exaltar la excelencia de su estirpe desde que él se vanagloria ser de
la sangre de los Yaros Willka”54. La genial intuición de Tello, se nota cuando dice
que la extensa zona de Chinchaysuyo pudo haber sido el área donde se organizó
el patrón de ese imperio y más aun cuando considera que fueron dos los imperios
que se per lan “en la penumbra del pasado: el de Yaro Willka y el Inka”. Propuso
que las evidencias arqueológicas la con rmarían. Por otro lado, la relación de los
reyes Yaros, que presenta Guamán Poma, considerada por mucho como fanta-
siosa, se halla corroborada por otros documentos55, en los que la genealogía de
los monarcas, coinciden en gran parte, con los de Guamán Poma. Y son posibles
contrastar con genealogía de la costa norte, lo cual no permitiría efectuar una re-
construcción cronológica.

En el libro de la generación de idolatrías, que recogió Hernández Príncipe, en


el pueblo de Ocros, en 1921, aparece que Caha Yanac, tuvo por hijo a Choque
Ca..ho y este a Caxa Manga y el a su vez a Nauin Mangas y este a Caque Poma,
quien había sacri cado a su única hija a la Capacocha56 , y dice que proceden de
Chirao Ico..cha, hijo de un antepasado divinizado Carhua Huanca, representación
del trueno. Esta genealogía es la más larga y comprende nueve generaciones,
el último sin nombre, solo se le llama “el que hasta el presente gobierna”, o sea
corresponde a 1621. Si tomamos como punto de datación referencial a su abuelo
Rodrigo Caxa Malqui, que se bautizó en Caxamarca, cuando servía a los españoles
durante la prisión de Atahualpa, la fecha se jaría en 1533, que partiendo de la fe-
cha limite (1621), habían transcurrido cerca de 90 años y habían tres generaciones;
sacamos la conclusión que cada generación representaría 30 años. En consecuen-
cia, establecemos la siguiente cronología:

CARHUA HUANCA (Antecesor Divinizado)1531


Caha Yanac
Choque Caho
Caza manga
Caque Poma
Rupay Vilca
Rodrigo Caxa Malqui 1533
Juan Huacar
“el que al presente gobierna” 1921.

Las nueve generaciones duraron 270 años que restados a 1621, da la cantidad de
1351, que indicaría la fecha de llegada de los Yaros a la zona de Cajatambo, donde
se ubica el pueblo de Ocros, fecha que consideramos como el inicio de los Estados
Regionales y el nal del Imperio Yaro. En este caso, habría que hacer algunos
reajustes en la genealogía; por otro lado, en ese periodo de grandes perturbacio-
nes y movimientos bélicos, las migraciones de Yaros, pudieron haber continuado.
Orígenes y deidades de los Yaros:

En la visita de Chinchaycocha de 160957 , se dice que la pacarina de los Yaros se


494
El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales

encuentra en el lago Titicaca. Esta a rmación coincide con la proporcionada por la


confesión de Domingo Rimachi, quien dice que “oyó decir a sus antepasado que
vinieron del Titicaca, que es donde nace el sol y donde fueron criados”. En otra
interrogante rati ca que, “bibian en las punas y que estos vinieron de Titicaca y
que son hijos del rayo” 58

En el documento sobre la idolatría en Recuay, Hernandez Principe re ere que los


habitantes del Ayllu, de Hecos, a rman que sus antepasados vinieron de Yaro
Titicaca; así por ejemplo, el personaje divinizado “Yarovilla Llahuas… vino de
Titicaca y que fue hijo del Rayo y que vino a hacer su mansión a este lugar”59. Las
ruinas existentes en Hecos, cerca del pueblo de Recuay, tienen características con-
structivas de los Yaros. Queda en pie un gran edi cio de 11m. de altura y varios
vanos en distintos niveles, posiblemente corresponda a la “mansión” que edi co
Yarovillca Llahuas. Igualmente, el personaje mítico Choque Cochachín, se dice
que fue “el primero que vino de Yaro Titicaca” e hizo su mansión en Allauca” 60

Siendo los Yaros, descendientes del rayo, conocido Illapa, en Aymara; en la zona
norte se le conocía con el nombre de Libiac. En efecto, esta divinidad era ado-
rada entre los Yaros. En la zona de Huánuco, toma el nombre de Yanaraman, que
después fue convertido en piedra. El culto a Yanaraman esta, hasta hoy vigente
en la cuenca del lago Lauricocha, y lo Yachas de la vecindad, guardan hasta ahora
gran respeto61. Los Yachas son sucesores de los Yaros en la zona de Huánuco y
mantuvieron las costumbres de éstos62. Otra divinidad muy venerada, el Urau,
dios de la medicina o el escolapio andino, tenía su adoratorio en la pampa de
Lampas.

Los adoratorios del dios Libiac, estaban construidos generalmente en piedra a


manera de obeliscos, llamado Huancas. Junto a ellos los Yaros practicaban una
serie de sacri cios de llamas, alpacas y Suris, y como eximios arúspices, interpre-
taban o vaticinaban el futuro. Al respecto se dice que un descendiente Yaro, en
el centro ceremonial de Pariacaca, en Huarochirí, entre 30 sacerdotes, puede leer
mejor en las entrañas de una llama, anunciado el n de Pariacaca, con la llegada
de los españoles63. La “lectura” de las señales, interpretación de los sacri cios de
llamas, etc, se hallan detalladas en la Visita de Chinchaycocha de 1609.

La Expansión Yaro, según las fuentes escritas

Recientemente, el historiador Waldemar Espinoza dio a conocer un trabajo sobre


el Reino Huánuco64. En el nos dice que el Imperio Yaro, tuvo una distribución tan
amplia como fue la del Imperio Huari. El citado historiador, en base a documentos
históricos, reconstruye la historia de los Yaros y espera que los datos arqueológi-
cos, con rmen su hipótesis.

Duviols, en su trabajo sobre “Huari Llacuaz”65, nos ofrece un magní co relato


sobre una tradición de la conquista violenta del pueblo de Otuco de los Huari, por
un grupo de Yaros, hijos míticos del dios Libiac. Luego de una serie de intercam-
bios amistosos, los Yaros “armaron una tempestad de neblina, espesas, negras y
gran granico como guegos grandes y embistieron con rives de oro y plata chaupis
guaraz y con suintas que son ruines grandes mataron a todos indios que abía en

495
Hernán Amat Olazábal

dichos aillos dueños de dicho pueblo con que los conquistaron y quitaron cassas
chacaras y hacienda y comidas y solo dejaron un bibo, porque se le humilló lla-
mado MarcaCuirac y su hermana Iaria Putarac”.

En estos pasajes se destaca que, cuando los Yaros invaden las tierras bajas, en-
cuentran a los huaris en su pueblo bailando el “Guari Libiac”, o sea, la danza guer-
rera que simboliza la oposición. Parece que los huaris vencidos, no consideraron a
sus conquistadores como a una clase social superior, sino que estos fueron vistos
como gente de poca capacidad y culturalmente inferiores. El trato despectivo de
llacuaces, parece que fue creciendo y luego de un efímero periodo de integración
serrana, el Estado Imperial de los Yaros quedó desmembrado y reducido al área
que hoy ocupa las provincias de Daniel Alcides Carrión y Pasco, incluyendo el sur
de Huánuco. Allí conservó el nombre Yaro y constituyó un pequeño reino, con esa
denominación se le conoció, hasta que los incas someten dichos reinos.

Las posibles causas del declive y la desintegración del Imperio de los Yaros

De acuerdo a los cómputos, tuvieron apenas 200 a 250 años de existencia agitada.
Es seguro que intervinieron patrones sociales y políticos. A juzgar por los em-
plazamientos arquitectónicos, las manifestaciones artísticas pobres re ejadas en
su alfarería, esta sociedad vivió en permanente estado bélico. La reducción de la
población y la tendencia a la dispersión, sugieren que la estructura de la socie-
dad estaba sufriendo tensiones y debilidades; posiblemente la emergencia de un
proletariado interno, o una vez que este proceso de deterioro pasó al punto críti-
co, el sistema organizativo de los Yaros, se hacía vulnerable, con la consecuente
desintegración, de cuyas parte sugieren numeroso reinos y señoríos. Quedando
de los Yaros, un pequeño reducto circunscrito en las zonas altas de Pasco, como
precisamos líneas arriba, donde pudieron salvar su dinastía, de la cual, según
re ere Guamán Poma, fue descendiente y de cuyo reino, nos hablan las crónicas
y documentos inéditos.

El estudio arqueológico que realizamos en Rapayán y asentamientos vecinos, evi-


dencian, que hacia nes del siglo XIII, gran parte de las villas descritas, fueron
ocupadas por las organizaciones de señoríos y/o reinos. Las repercusiones de la
caída del Imperio Yaro, parece haber impactado fuertemente en todos los Andes
Centrales. Las subsiguientes ocupaciones de los principales asentamientos Yaros,
o reocupaciones de edi cios antiguos o construcciones de nuevos patrones arqui-
tectónicos, pueden asociarse razonablemente a los desajustes provocados por el
desmembramiento del imperio Yaro.

Las villas que antiguamente pertenecían a los Yaros, mantuvieron su vigencia


bajo otros sistemas políticos. Rapayán, por ejemplo al igual que Pajaten o Cuelap,
continuó siendo habitado hasta mucho después del dominio incaico. Es probable
que a partir de la tercera década del siglo XVI, haya sido convertido en una reduc-
ción por Juan de Fuentes, encargado de las reducciones de Huánuco66. Esta hipó-
tesis será veri cada cuando sean publicadas la relación de las reducciones en el
Perú, trabajo iniciado por el Dr. Alejandro Málaga M. Sin embargo, conjeturamos
que Rapayán fue una reducción colonial, por presentar pautas necesarias para ser
considerada como tal: Plaza cuadrada, división en cuadras, iglesias, etc 67 . En 1593
496
El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales

se le conocía con el nombre de Nuestra Señora de Guadalupe y contaba con 57


tributarios, 28 reservados, 180 personas de confesión y 310 almas en total, según
anota Toribio Alfonso de Mogrovejo68 y re ere que el pueblo “está situado en una
ladera, es de un buen temple y dase maíz y trigo69”.

La secuela. Formaciones étnicas de los siglos XIV y XV denominadas por algunos


autores, “Reinos y Confederaciones”, que surgen a consecuencia de la desinte-
gración del Imperio Yaro, se caracterizan por su organización sociopolítica dis-
tinta a las sociedades coetáneas del centro sur de los Andes Centrales. En efecto,
las etnias o reinos del norte, estuvieron estructurados en huarancas y pachacas,
cuyos habitantes vivían en diversas llactas o poblados de distinto orden jerárqui-
co, las huarancas o el organismo constituido por mil unidades celulares, tenían su
quimrayquimra; o sea, un sistema de demarcación territorial, constituida por las
llactas integradas por varias pachacas o cien unidades domesticas (familias), que
en suma, formaban una “provincia”, a su vez, esta tenía su división interna.

Los principales reinos que se formaron en la región de Ancash y Huánuco, luego


de la caída del Estado Yaro son: Conchucos, que en realidad no fue tan extenso,
como los de Cuimacu-Chuquimanco, de la zona de Cajamarca, (Espinoza, 1967,
1973, 1974), o como el famoso reino Lupaca (Murra, 1975; Amat 1975), o los huan-
cas (Espinoza 1973). Abarcó solamente el territorio que hoy ocupan las provin-
cias de Pallasca, Corongo y parte de Pomabamba. Sus asentamientos se muestran
hasta hoy en los sitios de Cabana, Llapo, Tauca, Cusca, Conchucos, Lacabamba,
Yanac, Yupan, Pampas, Bambas, Aco, etc (E. Orteaga 1956; Espinoza 1974). Según
la visita efectuada en 1543 por Cristóbal Ponce de León, el Reino Conchucos, es-
taba constituido por tres huarancas, cuyos asentamientos se circunscribían a Car-
apuy, Yanamango y Cocallax70 .

Cieza de León 71, presenta una descripción etnológica de los Conchucos que él vio
hacia 1548-50 y dice que en sus comarcas no faltaba aposentos ni alimentos; re-
marca que fueron muy belicosos, que causaron muchas di cultades a los conquis-
tadores incas y que los hombre y mujeres andaban vestidos con “sus cordones por
las cabezas”. El mismo cronista re ere que los Conchucos fueron prácticamente
exterminados, cuando éstos, luego de una rebelión en 1539, sufrieron una serie de
atrocidades cometidas por el capitán Francisco de Chávez, enviado por Pizarro e
“hicieron la guerra muy temerosa y espantable, porque algunos españoles dicen
que quemaron y empalaron numero grande de indios”72

Otro reino importante fue el de Pincos, que ocupa la cuenca del Mosna, tenía como
vecinos a las etnias de Huari, Conchucos al norte, Huánuco y Yacha por el sur. El
sitio arqueológico más representativo de este reino es Pincullullloc, ubicado en el
distrito de Huántar (Espejo Núñez, 1959, Amat, 1971). Los cronistas re eren que
fueron sometidos por Túpac Inca Yupanqui (Cabello de Valboa 1951; Garcilaso de
la Vega 1943; Guamán Poma de Ayala1936 y Vásquez de Espinoza 1985).

En Huánuco, se ubicaron varios reinos, el más destacado fue el de Huánuco


(“Huánuaco”) (Espinoza, W. 1975), en cuyas comarcas se hallan numerosos restos
que originalmente habían sido habitados por los Yaros y muchos de ellos fueron
readaptados. La etnia Huánuco limitaba con los reinos Huacrachuco, Huari, Pin-
cos, por el oeste; Yacha, por el sur y Chupaco, por el este. Estos dos últimos fueron

497
Hernán Amat Olazábal

visitados en 1549 (Helmer 1955) y en 1562 (Ortiz de Zúñiga 1967, 1972; Murra,
1975; Thompson 1967, 1972). Los testimonios arqueológicos atestiguan, que se
establecieron en las villas que habían sido edi cadas por los Yaros, que como
señalemos, fueron reducidos a la zona de Cerro de Pasco, donde se establecieron
hasta la conquista incaica. Sus límites han sido jados por W. Espinoza (1975).
Por el norte abrieron contactos con los Yachas y Chupacho y por el sur la etnia
Chinchaycocha.

Finalmente, contrastando nuestra hipótesis, la expansión por un extenso territorio


de la sociedad Yaro, constituida en un poderoso Imperio, se corrobora con la exis-
tencia de múltiples establecimientos de características constructivas y funcionales
análogas; con un patrón de asentamiento fundado en la ocupación de relieves
topográ cos accidentados; con una similitud estilística en la alfarería de nida por
algunas modalidades locales inherentes, con topónimos de idéntico signi cado y
un mismo patrón de subsistencia, basado en el modo de producción agropecuario:
cultivo de tubérculos, quinua y maíz y la explotación intensiva de la ganadería.
Y, con el aporte valioso de numerosas fuentes etnohistóricas, nos indican que es-
tamos frente a una formación sociopolítica que debe ser considerada con criterios
sincrónicos y funcionales y superar las estimaciones generalizadas que consignan
como reinos o señoríos locales con estructuras e interacciones limitadas.

Proponemos, que en base a las evidencias arqueológicas y testimonios etnohistóri-


cos, sea incluido el Imperio Yaro en el cuadro de periodi cación de las sociedades
andinas prehispánicas.

La ubicación cronológica, como se ha señalado abarcaría el lapso comprendido


entre la desintegración del Imperio Wari, Siglo XII, hasta el surgimiento de una
multitud de sociedades diversi cadas hacia nes del siglo XIII o comienzo del
XIV.

El Imperio Yaro, dejó huellas profundas en los Andes Centrales, sus recuerdos
perduraban hasta el siglo XVIII.

Los reajustes cronológicos con el auxilio de la lingüística histórica, el conocimiento


más profundo de sus elementos culturales, serán contrastado con futuros estudios
que estamos seguro serán motivo de preocupación de numerosos investigadores,
Con un conocimiento más detallado de los Yaros y de sus sucesores se compren-
derá con mayor claridad hasta hoy enigmáticos restos arqueológicos de los ancos
occidentales de la costa… y esta tarea ha sido ya iniciada.

NOTAS

1. MENZEL, Dotothy, 1958ª, pp.174 y 183; ver ilustración frente a la pág. 178
2. En copias xerográ cas llegadas recientemente a la biblioteca del Dr. Waldemar
Espinoza, leímos una Carta Anuas de 1616, donde dice que en Pampa de Lampas
(a 50 Km. al sur de Huarás y a 3800 m) existía un edi cio sagrado levantado en
honor del dios URAU de los Yaros. Urau, era el dios de los enfermos. diríamos
una especie de Esculapio Andino o dios de la Medina. Este sitio fue destruido
justamente en 1616 por los extirpadores de idolatrías. En 1964, excavamos en los
498
El Imperio Yaro y la Expresión Militarista de los Estados Regionales

vestigios arqueológicos y hallamos restos desde el Periodo de Desarrollo de Re-


cuay, hasta la ocupación incaica Adoraban a Libiac y a Pariacaca.
3. Confesión del Alcalde de San Pedro de Acas, don Domingo Pimachi (1956), en
Duviols, 1971, p.374 y 1973.
4. Desde hace varios lustros, se trata el tema en sendos simposios de los Congresos
Internacionales de Americanistas, sobre “El proceso de urbanización de América
desde sus orígenes hasta nuestros días.” Ver Heizer, 1964, 1996, 1972.Schaedell,
1968, 1972.
5. BONAVIA, Duccio 1968, pp. 75-84 y Bonavia y Ravines, 1968, pp. 153-158.
6. ROWE, 1965, llamaría “pueblo acorítico” a este tipo de instalación.
7. THOMPSON, 1968, p. 179, 1972, foto 1.
8. La forma de zigzag que adaptan las murallas de los asentamientos Yaro, tenían
un mensaje mágico. La forma representaba al rayo, pues los orígenes míticos de
los Yaros esta ligado con este fenómeno. Hernández Príncipe (1923) y Domingo
Rimachi (1971) indican que los Yaros a rmaban ser “hijos del rayo”. Una de las
divinidades Yaro, Libiac, signi ca “Relámpago deslumbrante”. Ver documentos
publicados por Duviols, 1971.
9. CABELLLO, de Balboa, 1950, pp. 316-317; Jimenez de la Espada, 1965; relacio-
nes geográ cas…Tomo II, p. 14. Garcilazo, 1943, Tomo II. Vasquez de Espinoza,
1948, p. 439; Humana Poma de Ayala, 1936, .1087.Cartas Anuas, 1616-1617.
10. AMAT, Hernán, 1971, pp. 50-51.
11. TELLO, Julio C. , 1960, pp. 63-64.
12. IZUMI y Terada, 1972, Láms. 103-106.
13. FLORNOY, Bertrand, 1955-56, pp.51-85. 1957.
14. Colección procedente de varios sitios de Tantamayo depositada por B. Flornoy
en el Museo Nacional de Antropología y Arqueología. Lima.
15. THOMPSON, 1967, 1971, 1972, 1973, 1968, pp. 178-179.
16. RUIZ ESTRADA, A. 1972, p. 155.
17. BONAVÍA, 1968b , “Las Ruinas del Abiseo”, p.105-106
18. Padrón de tributarios 1572, citado por W. Espinoza 1967, p.237. Ver mapa
frente a la p.332 “Los Señoríos Chacchas…”
19. Mc COWN, Theodor, 1945, p.351, Fig. 14 e,g,h, Lám. 20, q,r,s,t,u.
20. THOMPSON, 1973, p. 122.
21. LAVALLE, Daniele y Michele Julien, 1973ª, 197b, 1973c. Matos, R, 1975.
22. WILLEY, Cordon, 1953, 1956, Willey y Philips, 1958.
23. WILLEY, G. 1956, p. 1.
24. HAGGETT, p. 1965. Intr. y p. 10.
25. CLARCK, P y Evans, 1954.
26. HARDOY, 1964. “Ciudades Precolombinas”.
27. RAYMONDI, “El Perú”. Tomo II, p. 50, 1943.
28. ESTETE, 1553, p. 90, T.V., Col. Urteaga-Romero.
29. AMAT, Hernán, 1971, p.50.
30. FLORNOY, 1957. “La Cultura Tantamayo”, en “La Tribuna” 30-8-63.
31. THOMPSON, Donald, 1967, 1968a, 1968b, 1968c, 1971, 1972, 1975.
32. THOMPSON, Donald, 1973ª p. 119, foto 1.
33. McCown, Theodor, 1945, Pl. 11-12. Véase Horkheimer, Hans, 1944, p. 50; 1959,
p. 71, Lám. XV, XVII.
34. BONAVIA, d. 1968
35.RUIZ, ESTRADA, A. 1972, PP. 155-156. Véase también Langlois, 1934, 1940, pp.
32-72. Gill, Napoleón, 1936, 1938. Bandelier, 1940.

499
Hernán Amat Olazábal

36. PIMENTEL, Victor, 1967, p. 32.


37. RUIZ, 1971,p. 25.
38. VILLAR Cordova, Pedro, 1923, pp. 16-19, Casan Teodoro, 1975, p. 95-112.
39. SAVOY, 1960, 1969, 1970, P. 34, “Antisuyo”
40. W. Espinoza, 1967
41. ROJAS Ponce, P. 1966, p. 126.
42. SAVOY, 1970, 1968.
43. BANDELIER, 1940, PP. 12-59.
44.LANGLOIS, L 1934, PP. 20-34; 1940, PP. 38-42.
45. WIENER, Charles, 1880
46. RAIMONDI, 1943, PP.- 180-182
47.CARDICH, 1974, P. 42-43
48. CARDICH, 1975, PP. 18-19
49. CHOY, 1959, p.1
50. FRANKLIN, Peace, en el Prólogo de la Selección de la “Nueva Crónica y Buen
Gobierno”, dice que Guamán Poma “a rma ser descendiente de los antiguos se-
ñores yarovilcas de Andamarca” (Lucanas) p. 25.
51. GUAMAN Poma, 1936. Fl. 75, 11, 105, 106, 1030.
52. VARALLANOS, José, 1959, “Historia de Huánuco”
53. DUVIOLS, Pierre, 1973
54. TELLO, 1939, 1942, P. 51.
55. La dinastía de los Yaros se encuentra en forma parcial en al “visita a la pro-
vincia de Chinchaycocha” de 1609, documento inédito que se halla en el “Ar-
chivo Nacional de Lima”, legajo 4, Visitas. En el Archivo Nacional el Padrón de
los Yaros y un documento de 1660 sobre un proceso judicial de indios para cacica-
zgos. Hernández Príncipe 1923, proporciona varias genealogías de Yaros.
56. HERNADES Príncipe, 1923, p. 52.
57. En “Visita a la provincia de Chinchaycocha”, para averiguar idlatrias . . 22.
ARCHIVO Arsobispal de Lima, 1609.
58. Rimachi, Domingo, 1656. En Duviols, 1971 pp. 374-375.
59. HERNADEZ Príncipe, 1923. p. 26.
60. Hernadez Príncipe, 1923, p. 36.
61. CARDICH, 1974, P. 45.
62. ORTIZ de Zuñiga, I, 1967, 1972, p.63.
63. Dioses y Hombres de Huarochuru, 1966, p. 107.
64. Espinoza, Waldemar, 1975, p. 17.
65. DUVIOLS, 1973, P. 175
66. MALAGA Medina, Alejandro, 1974, p. 175.
67. MALAGA Medina, 1974
68. MOGROVEJO, Toribio Alfonso, 1919, pp. 414
69. MOGROVEJO, op. cit. 415.
70. ESPINOZA, W. 1974, p. ..10.
71. CIEZA de León, 1923, p. 270
72. CIEZA de León, 1923, p. 271

500
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

ARQUEOLOGÍA HUARACINA: EL ADORATORIO


DE PUMACAYÁN

Manuel S. Reina Loli

Introducción

El morro de Pumacayán, “situado al este de la ciudad, y al mismo extremo de la


población, permite gozar desde su cumbre de una hermosa vista, que domina
toda la población de Huaraz, pudiéndose al mismo tiempo contemplar el gran-
dioso cuadro formado por la Cordillera nevada”.

El hecho de ser descrita así esta ruina por el sabio Antonio Raimondi, en su libro
El Departamento de Ancash y sus Riquezas Minerales1, y el haber vivido nuestra
infancia y juventud a pocas cuadras de dicho montículo, cuyo interior guarda el
misterio de un adoratorio Pre-incaico, en torno del cual las consejas relatan leyen-
das inverosímiles, ha impresionado hondamente nuestra imaginación, para que
en esta oportunidad le dediquemos las presentes notas.

Sin que hasta la fecha se le haya consagrado a Pumacayán un estudio exhaustivo,


ha sido preocupación nuestra, reunir los resultados y conclusiones de los diversos
trabajos e intentos de escombramiento- sean estos empíricos o cientí cos- que se
han llevado a cabo en estas ruinas desde el siglo pasado hasta nuestros días.
Huaraz, como los demás pueblos del Callejón de Huaylas, guarda en su seno un
rico emporio arqueológico. Así los demuestran los estudios veri cados por Rai-
mondi, Tello, Bennett y Soriano Infante.

Así, el arqueólogo norteamericano Wendell Bennett, quien en 1938 llevó a cabo


una expedición al Callejón de Huaylas, cuyas conclusiones publicó en su libro 2,
señala en Huaraz los siguientes lugares arqueológicos, cuyas ruinas estudió:

Pomacayan; Patay-Katac; Acobichay; Wakrajirka; Wancha; Kapijirka; Shancayan;


Kekamarka; Ayapampa; San Jerónimo; Orojirka; Wilka-Wain; Irwá. De todos es-
tos, por las razones expuestas al principio, hemos escogido para la presente po-
nencia las ruinas de Pumacayán.

Titulo Original: Reina Loli, Manuel (1959). “Arqueología Huaracina: El adoratorio de Pumacayán”. En
Actas del XXVII Congreso Internacional de América Latina. Lima.

501
Manuel S. Reina Loli

Los propósitos que nos animan al trazar esta ponencia son:

- Ofrecer una visión panorámica de los estudios y excavaciones que se han llevado
a cabo en estas ruinas; y

- Corroborar la opinión del eminente arqueólogo nacional Julio C. Tello de que


estas ruinas corresponden a un templo o adoratorio, basándose para esto en la
noticia por nosotros hallada en una “Crónica Conventual”3 .
Situación y estado actual

Pumacayán se halla situado en la parte nor-este de la ciudad de Huaraz, encuadra-


do por los jirones Santa Rosa, Brasil y Prolongación de la Av. Grau (ver plano).
Antonio Raimondi nos lo describe en la siguiente forma:

El cerrito de Pumacayán, que a primera vista parece un morro formado por el


amontonamiento de todas las piedras de los terrenos inmediatos, observado más
de cerca, se ve que no ha sido obra del acaso y que, al contrario, es un preciosos
resto que nos queda de la época anterior a la conquista del Perú 4.

Augusto Soriano Infante, explica en la siguiente forma el estado actual de estas


ruinas Pre-incas:

Para explicar el aspecto actual del morro, que ofrece al presente Pumacayán, es
preciso tener en cuenta que sus muros exteriores de contención han sido arrasa-
dos por los fabricantes de casas, templos y edi cios públicos, habiendo quedado
como consecuencia en pie, solamente, los rellenos de ripio y tierra, que estuvieron
intercalados ente los referidos muros de contención y los laberintos interiores so-
terrados en cada terraza5
.
Es evidente que, bajo el desmonte que forma el morro, en su interior, se conserva
intacto el adoratorio de Pumacayán, cuya forma y estructura fue intervenida por
los señores Bambarén y Villachica en 1913. La extracción de piedras labradas,
desde la época virreinal hasta 1914, sólo ha afectado a los muros exteriores de
contención.

Etimología

Numerosas hipótesis tratan de explicar la etimología de este nombre quechua,


compuesto de dos voces: Puma y Cayan. El problema etimológico estriba en la
correcta traducción que deben tener estos vocablos quechuas “Puma” león y el
verbo “cayani” llamar, o también “el león llama” o “llama el león”.

Middendorf admite también esta etimología, y en su obra leemos:


der name puma-cayan bedutet wörtlich: der löwe ruft oder brüllt. wahrscheinlich
lautete der wort ursprünglich: Puma-cayana, d.h. der ort, wo der löwe brüllt, die
löwen hoble
El nombre puma-cayan literalmente signi ca: gritos o alaridos del león. Probable-
mente la palabra originalmente prevista: Puma-cayan, es decir, el lugar donde el
león ruge, el león noble6.
502
Arqueología Huaracina: El Adoratorio de Pumacayán

Pablo Patrón, al referirse a estas ruinas acepta otra etimología y dice: La etimología
vulgar, adoptada también por Middendorf es “el león que llama o ruje”, pero cay-
an marca lugar, sitio elevado; como lo prueba el portachuelo de la cordillera que
justamente se llama así “puna de Cayan”. Por eso hoy en el Perú tantos lugares
que llevan este nombre7 .

El historiador D. Toribio Polo que, al igual que Pablo Patrón, residió varios años
en Ancash y de preferencia en Huaraz, en un párrafo de su estudio sobre la “Pie-
dra Chavín”, se re ere a estas ruinas y traduce como “lugar en que se evoca al
león”8 .

José Kimmich, en un artículo publicado en el diario de Huaraz, dice sobre la


etimología de este adoratorio: Kaya o kayo en el caribe de las Antillas signi ca
“altura o loma de rocas” y también en el dialecto cuzqueño tiene el mismo sig-
ni cado, como puede enseñar a cada cual mirada a antiguos diccionarios, p.e.,
el de Torres y Santo Tomás. El idioma huaylino tiene muchos rastros de caribe,
como probaré en otro lugar, de modo que Pumacayan signi ca “loma o altura del
Puma”, lo que corresponde perfectamente a la realidad.

Ya no traduciremos Pumacayan por “el puma llama”, sino por “loma o altura del
puma”, ya que estos castillos siempre forman lomas en el callejón. Además, hay
que saber que ningún topónimo contiene un verbo en la tercera persona del pre-
sente, y esto es otra prueba de que la tradición acostumbrada es falsa9.

Augusto Soriano Infante, Director del Museo Arqueológico de Ancash, sin men-
cionar la opinión de Kimmich, dice: Que podría ser degeneración de Puma-callan,
por lo mismo que callan, callanca, shuytu callan designan formas diversas de la
piedra sillar; y en este caso signi caría puma de piedra, como en efecto, estuvo
Pumacayan exornado antes con representaciones mitológicas de pumas y felinos
tallados en piedra10 .

Siguiendo la indicación de Kimmich, nosotros hemos consultado los vocabularios


de Fr. Domingo de Santo Tomás11 y el de Torres Rubio12 sin encontrar en ellos los
vocablos mencionados que signi can lomas o alturas de piedra.

Por todo lo expuesto, nosotros juzgamos que la correcta traducción es la que


da Pablo Patrón: “lugar del león, altura del león”, por ser este el lugar donde se
adoraba al felino, como lo demuestran los testimonios de Polo, Tello y anterior-
mente, del franciscano Fr. Francisco Beltrán, según los que estas ruinas correspon-
den a un adoratorio.

Excavaciones

La primera noticia sobre excavaciones y hallazgos la encontramos en el libro de


Raimondi: Por algunas excavaciones que se han hecho en este cerrito, se puede
descubrir en su parte inferior y central varias paredes hechas de piedra labrada,
habiéndose extraído una gran piedra excavada a manera de tina cuadrada 13.

Pero las investigaciones que sobre el particular hemos hecho, podemos situar esas

503
Manuel S. Reina Loli

excavaciones en el año 1847. Fueron dirigidos por el Prefecto del Departamento


Coronel D. Domingo Casanova. Esta autoridad, en su Memoria-sin referirse para
nada a la tina- dice que para la construcción de los cimientos del nuevo panteón de
Huaraz, ha sacado piedras de un lugar próximo, Leamos el informe: …los cimien-
tos del panteón de esta ciudad que son de piedra labrada extraída y conducida de
una huaca inmediata a la población14 .

Y en la Memoria de 1848, agrega: …de piedra labrada de cantera y granito sacada


de una huaca de gentiles: están hermoseadas con multitud de bustos y otras gu-
ras raras de piedra de la misma gentilidad15 .

Claro está que estas excavaciones – al igual que las practicadas en el Virreinato y
en la República- no fueron cientí cas, sino con el propósito de sacar piedras labra-
das para las construcciones que al mismo tiempo fueron fáciles de conducir. Así
paulatinamente estos sacadores fueron arrasando los muros de contención hasta
el año 1913, en que D. Leonardo Bambarén llevo a cabo una nueva excavación
poniendo al descubierto parte de la construcción soterrada. Estos trabajos, en un
principio contaron con la autorización del Prefecto del Departamento, Coronel
Rivero Hurtado, y después fueron suspendidas por orden del Supremo Gobierno,
quien prohibió nuevas excavaciones, declarándolo patrimonio arqueológico del
Estado.

La falta de criterio cientí co en las excavaciones practicadas por Bambarén no


hizo posible la redacción de un informe técnico. Los resultados que a continuación
insertamos, proceden de las informaciones periodísticas de diario huaracino “El
Departamento de Ancash”. En el número correspondiente al 25 de noviembre de
1913, leemos: Con lo avanzado en las últimas horas en Pumacayan queda a la
vista una pared ovalada que acusa la formación de uno de los torreones o con-
trafuertes de este enorme edi cio, que pacientemente empieza a ser exhumado.
Llama la atención la pericia con que se han sido labradas las piedras para dar a la
pared la forma ovalada antedicha16.

Los trabajos continuaron hasta 1914. En el número del 13 de marzo aparece la


siguiente nota: Han avanzado en las últimas semanas los trabajos arqueológicos
en el centro de Pumacayan en el cual se encuentran inhumados edi cios de estu-
pendas proporciones que ocupan en nuestro concepto un área total no menor de
cuarenta mil metros cuadrados.

Las puertas y ventanas de los edi cios que son de piedra trabajada, de caras rigu-
rosamente labradas, presentan lados paralelos, siendo más largas los verticales
que los horizontales.

En las habitaciones ya exhumadas han sido hallados utensilios de granito tan bien
tallados, que jamás serian imitados siquiera por los actuales artesanos. Una taza
como de 35 centímetros de circunferencia y 15 de fondo, y una fuente de mayor
diámetro son ejemplos de lo que decimos, y han sido traídas a la secretaría de la H.
Junta Departamental. La taza aparece tan rigurosamente pulida que casi equivale
a la tersura de la loza domestica actual17 .

504
Arqueología Huaracina: El Adoratorio de Pumacayán

En estas circunstancias el Ministerio suspendió la licencia para proseguir estas


excavaciones.

Una tercera excavación fue realizada por el arqueólogo Julio C. Tello en 1919. Es
la primera que se hace con criterio cientí co y permitió al Dr. Tello establecer la
liación Chavín de esta construcción. Estableció las siguientes conclusiones:

1) Que en el centro del edi cio principal existen restos de estructuras de piedras
labradas, sepultadas por otras de piedra y barro de inferior calidad.
2) Que en las capas inferiores de los cortes que posteriormente se han practicado
para utilizar la tierra y las piedras en las construcciones modernas, se encuentran
abundantes fragmentos de alfarería del tipo clásico Chavín.

Como todos los pueblos del Callejón de Huaylas, de la provincia de Huari y Con-
chucos, Huaraz fue previamente una antigua población de gentiles, en la que se
puede reconocer el panteón por tener una forma de cono truncado, como son los
de los gentiles, llenos de grandes monumentos subterráneos que sin duda han
sido sepulcros de potentados y magnates, según se ve por la multitud de piedra,
canteadas y labradas en diferentes guras y formas simbólicas que de allí se han
sacado18 .

De 1874 data la memoria del Prefecto del Departamento de Ancash Coronel D.


Manuel Carrillo y Ariza, cuya parte histórica la atribuimos al Dr. Toribio Polo,
que a la sazón era Secretario de la Prefectura, por razones que nos son del caso
mencionar “memoria” aporta el siguiente dato:

En Huaraz se encuentra, al confín del pueblo, al E., el montículo de Pumacayán,


que es un adoratorio, como lo indica su mismo nombre (lugar donde se evoca al
león); y que además del templo, ha podido contener en su recinto la morada del
curaca, y acaso una fortaleza19.

El historiador Polo en su estudio sobre la “Piedra de Chavín”, hace alusión sólo


a las piedras que se ha extraído de dicho sitio, pero sin arriesgar opinión sobre la
nalidad de la construcción.

Mons. Fidel Olivas Escudero20, autor de la primera síntesis histórica del Departa-
mento de Ancash, en su texto escolar hace referencia a Pumacayán y a los objetos
de él sacados sin tratar de explicar la nalidad de esta construcción.

El Dr. Pablo Patrón, de larga permanencia en Huaraz, lo que permitió una minu-
ciosa observación e inclusive recoger referencias orales de los ancianos del lugar,
en su estudio anteriormente citado dice: También se encuentra en un extremo
de la población de Huaraz el montículo de Pumacayán en el cual existía antes
un templo; y como el nombre signi ca altura del león, es claro que ha debido ser
adorado allí este felino21 .

Hipótesis favorable a la nalidad religiosa de estas ruinas, posición que también


nosotros sostenemos y tratamos de demostrar en este capitulo nal.

505
Manuel S. Reina Loli

Así llegamos al Siglo XX, se sientan las bases de la Arqueología Ancashina, ar-
rancando de los estudios practicados por Julio C. Tello en el año 1919. Tello visitó
Huaraz en misión de estudio en dos oportunidades: 1919 y 1937. Las excavaciones
por él realizadas le permitieron establecer las siguientes conclusiones:

Edi cios de piedra agrupados en ciudadelas amuralladas; templos piramidales


formados por una o más plataformas superpuestas atravesadas con galerías in-
terior rellenadas con piedra y barro; y cámaras especiales o adoratorios propia-
mente dichos en la parte superior a las que se alcanza mediante escaleras subter-
ráneas de acceso.

En los edi cios descubiertos en el Callejón de Huaylas, como Pumacayán cerca de


Huaraz, las estructuras propiamente Chavín están ocultas por las de Recuay, lo
que prueba superposición de edi cios de distintas épocas22 .

Páginas más adelante, Tello establece que Pumacayán es modelo de edi cios su-
perpuestos23. Y concluye catalogándolo entre los adoratorios.

Augusto Soriano Infante, sostiene que Pumacayán por su estructura “en modo
di ere de las colinas arti ciales de Ancash”. Y agregó: “Las grandes pirámide
truncadas, con terrazas escalonadas, de Waro Raxa,, Pomcayan, Wansacay y Tun-
shukayco, citadas por Tello son adoratorios, son a nuestro parecer ciudadelas, que
tienen también templos y adoratorios ”24.

Líneas mas abajo agrega: Los antiguos ayllus constructores de galerías embrion-
arias, con el transcurso del tiempo, el aumento de la población y la in uencia
de los mochicas constructores de las huacas de adobe, adoptaron la estructura
arquitectónicas de las construcciones piramidales, haciendo grupos de galerías en
cada terraza escalonada, comunicándolos entre si mediante canales fónicos y esca-
linatas. Para evitar el bombeo del grueso conglomerado de tierra y ripio que cubre
las galerías de cada terraza, las defendieron con hermosos muros de contención 25.

Esta teoría sobe la in uencia mochica, coincide con la opinión del arqueólogo
Kimmich, quien a rma que en Huaraz hubo “tres capas de civilización pre.-co-
lombina: la aimara como primera primordial, después la chimú conquistadora del
valle (pero no lo dominaron enteramente), por último vino la época incaica ” 26.

Para nosotros es más aceptable la in uencia chimú que la mochica. José Ruiz de
Huidobro, excelente literato ancashino que tuvo ocasión de ver las excavaciones
de Bambaren en 19313-14 expresa que: “por su aspecto se pensaba de momento
que se trataba de una chulpa, pero observando los muros que partían como radios
de la circunferencia surgía inmediatamente la idea de que se trataba mas bien de
una fortaleza, de una pucara27 .”

Craso error es pensar en Pumacayán fue una fortaleza, pues su posición no es


estratégica para defender Huaraz.

Expuesta así las diversas teorías que se han elaborado para precisar la nali-
dad que tuvieron estas ruinas, nosotros vamos a exponer nuestro punto de vista
basándonos para ello-como ya lo hemos indicado-en una crónica conventual, rati-
506
Arqueología Huaracina: El Adoratorio de Pumacayán

cando la opinión del Dr. Tello, preferentemente, y al parecer de aquellos que


a rmaron que Pumcayan fue adoratorio.

La breve, pero valiosísima, referencia la tomamos de la “crónica” manuscrita del


franciscano Fr. Francisco Beltrán, quien llegó a Huaraz en 1689, asistiendo a la
fundación del Convento de su Orden y oyendo, en la confesión de los naturales
del lugar, las prácticas idolátricas que no habían abandonado. Las prácticas tenían
como centro Pumacayán, en cuya vecindad se estableció el primer convento de
Recoletos franciscanos.

Dice el cronista franciscano: …es el caso que la Divina Providencia dispuso se fun-
dase en el paraje llamado Pomcayan, donde era su adoratorio desde la gentilidad,
y qdo. iban a sus sacri cios a media noche oían las disciplinas y oraciones de los
religiosos, las quales confundían y hacían volverse a Dios28.

Concluimos en el sentido de que Pumacayán fue un adoratorio. Lo demuestran


las palabras del P. Beltrán, cuya revelación es de primera mano; y de otra, al pa-
recer del Dr. Tello, cuya autoridad no se puede poner en tela de juicio.

Notas
1. Lima, 1873, p. 40.
2. Bennett, W. The North Highlands of Perú: Excavations in the Callejón de Huaylas and at
Chavín de Huántar. New York, 1944, p. 12.
3. Beltrán, Fr. Francisco: Breve Recopilación de la Vida y muerte de No. Venerable Pe. Fr.
Basilio Pons… y del principio de la fundación de este convento de Jesús María y Joseph de
Guaraz. Ms. existente en la Biblioteca Nacional de Lima. Nosotros preparamos la edición
crítica de esta Crónica Conventual.
4. Raimondi, Antonio: El Departamento de Ancash y sus Riquezas Minerales. Lima, 1873;
p. 40.
5. Soriano Infante, Augusto: Pumacayán. En “La Crónica” de 18 de noviembre de 1939.
6. Middendorf, E.: Perú, t. III, p. 81. 1895.
7. Patrón, Pablo: Escritos de Pablo Patrón. Se guarda en la Biblioteca Nacional. Redactada
antes de 1919.
8. Polo, Toribio: La Piedra de Chavín. Lima, 1900; p. 57.
9. Kimmich, José: Lingüística Huaracina: ¿Qué signi ca Pumacayan? En “El Departamen-
to”. Huaraz, 18 de octubre de 1919.
10. Vide nota 3; p. 115 de este libro.
11. Santo Tomás, Fr. Domingo de: Lexicón o Vocabulario de la lengua general del Perú
llamada Quichua. Lima, 1951.
12. Torres Rubio, Diego de: Arte y Vocabulario de la Lengua Quichua. Lima, 1701.
13. Raimondi, Antonio: Ob. cit., p. 40.
14. “El Peruano”, t. XVIII, Nº 51; 22 de diciembre de 1847.
15. Ibíd., t. XX, Nº 52; 13 de diciembre de 1848.
16. “El Departamento de Ancash”, Nº 918; Huaraz, 25 de noviembre de 1913.
17. Ibíd. Nº 1004; 13 de marzo de 1914.
18. Raimondi, Antonio: Notas de Viajes para su obra “ El Perú”, Publicado por A. Jocham-
owitz. Lima Imp. Torres Aguirre, 1943, Vol. II P. 136.
19. Carrillo y Ariza, Manuel: Memoria. El Peruano, Nº 120. 28 de noviembre de 1874.
20. Olivas Escudero, Fidel: Geografía del Perú. Huaraz, 1888.

507
Manuel S. Reina Loli

21. Patrón, Pablo: Escritos. Biblioteca Nacional.


22.Tello , Julio C. Ob. cit.
23. Ibíd.
24. Soriano Infante, Augusto: Art. cit.
25. Ibíd.
26. Kimmich, José: Conferencia Arqueológica. En “El departamento”. Huaraz 24 de junio
de 1919. Nº 2531.
27. Ruiz Huidobro, José: Pumacayán. En Revista “Chasqui” Nº 3, 1941.
28.Beltrán, Fr. Francisco: Manuscrito citado.

508
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

ALGO SOBRE LA ARQUEOLOGÍA


DE ANCASH

Augusto Soriano Infante

Chavín de Huántar

Arquitectura: Los muros de contención exteriores de templos y cuarteles anexos


constan de paralelepípedos de piedras eruptivas blancas, canteadas y colocadas
horizontalmente; ligadas por una especie de cemento muy consistente. El Templo
principal de Chavín es el único que di ere admirablemente, pues se encuentra
revestido por lienzos murales de paralelepípedos de piedras simétricamente dis-
puestos en este orden: 2 hileras de piedras delgadas que alternan con una hilera de
piedras casi de doble anchura. En los edi cios que coronan la cúspide del templo
se observan piedras más toscas, la mayoría calcárea y ligada simplemente con bar-
ro. Por tanto, es preciso tener en cuenta que el estilo propio de Chavín consiste en
el empleo de piedras rectangulares, mas no en el derroche artístico propio y único
de la fachada de su templo principal. Felizmente, los muros de contención de
Chavín no han sido arrasados por completo por los constructores, pues en tal caso
el conglomerado de tierra y ripio superpuesto e intermediario entre las galerías
interiores hubiera quedado al descubierto, como ha ocurrido en Pumacayán.

Las galerías interiores de Chavín son más o menos semejantes a las de las coli-
nas arti ciales de Ancash. Consisten en pasadizos o corredores, que se cortan en
ángulo recto y rematan en una cámara central, enlazados por una red de canales
fónicos horizontales y saeteras quebradas que rematan en las azoteas. Los muros
interiores están construidos de piedras regulares y con una especie de adoquines
algunos con formas y dimensiones de un ladrillo. En las entradas se ven piedras
salientes, a manera de asientos. A cierta altura de los muros hay unos tacos de
piedra, como perchas. En los vanos de poca profundidad se empotraron probable-
mente las estelas ornamentales. Las bóvedas están formadas de grandes lajas, las
que reposan directamente sobre los muros o sobre estribos de piedra.

Cerámica: Los hallazgos de fragmentos de vasijas tanto utilitarias como ceremo-


niales, especialmente las obtenidas por la Misión Bennett permiten la siguiente
clasi cación: 1. Tipo Chavín: arcilla negra, roja o parda, de grano no y compacto,
de acabado perfecto, con incisiones o bien pulimentadas, con o sin asa estribo,

Titulo Original: Soriano, Infante (1941). “Algo de a arqueología de Ancash”. En actas del XXVII Congreso
Internacional de Americanistas. Lima.

509
Augusto Soriano Infante

Fig. 1. Fachada del Templo Principal de Chavín. Pabellón E.

borde grueso, con o sin vertedero; sin ninguna originalidad en la forma; 2. Tipo
Keka (Huarás); arcilla roja, bien pulimentada, con motivos geométricos brunáseos
o negros, con o sin asa; 3.Tipo no clasi cado: arcilla corriente, tosca y gruesa, sin
guras ni pinturas.

Arte Lítico: Aparte de los petroglifos y litoesculturas dispersas en los distritos


de Chavín, San Marcos y Huántar, se han concentrado algunos en el Museo de
Chavín y en los Museos de San Marcos, Nacional, La Libertad y Chiclín. Nos con-
centraremos a los existentes en Chavín.

Dos peldaños, a manera de divanes de piedras y un canal bien pulimentado se


encuentran a riberas del Mosna. Algunas cabezas escultóricas, desprendidas de
los paramentos murales del templo, están en las plataformas, quedando algunas
en las fachadas S. y O., incrustadas a cierta altura y equidistancia. La estela rep-
resentativa del cóndor se halla deteriorada, al pie de la esquina NO. Las estelas,
con representaciones de jaguares en marcha, están colocadas a manera de cornisas
de los muros O. y S. del templo. El ídolo, llamado lanzón monolítico pende de
la bóveda de una cámara central. Parece representar a un genio mal atado y que
revuelve furioso, como si pugnara por liberarse de las ligaduras que le aprisionan.
Sincretismo en el arte Chavín: Para constatar el sincretismo arquitectónico basta
ponerse frente a la plataforma S, afectada por los desbordes del río Mosna, cuya
parte derrumbada permite registrar los muritos que concrecionan la gran masa
de tierra y ripio; dichos muritos y los muros de contención de sus galerías evocan
la técnica de las galerías embrionarias. Los muros de contención exteriores de la
misma plataforma y de las demás unidades arquitectónicas son como los de Pu-
macayán. Nada mejor para demostrar el sincretismo que el templo principal de
Chavín, pues en la misma unidad arquitectónica se pueden observar las piedras

510
Algo sobre la Arqueología de Ancash

Fig. 2. El Genio del Mal

511
Augusto Soriano Infante

simplemente rectangulares de sus terrazas; luego la sucesión rítmica de piedras


delgadas y anchas, que imprimen un sello inconfundible a su fachada, y, nal-
mente, la estructura ya descrita de sus galerías interiores. Los arquitectos chavinos
asimilaron, por lo tanto, la técnica de los muros de contención de las galerías y
colinas arti ciales, los muros de contenidos exteriores de estos últimos, desarrol-
lándolos en todas sus formas, esto es sin imitar simplemente. Tras una marcha
lógica de experiencias, el artí ce de Chavín se emancipó por completo de las in u-
encias precursoras, culminando su genial inspiración con la propia creación de la
fachada del templo principal.

Este sincretismo es mayormente interesante en la litoescultura y exteriotipaciones


religiosas. Los pumas y jaguares totemizados en Huarás, Aija y Pallasca; el cóndor
y serpientes en Chacas y el pez en Yauya, convirtiéndose en atributos de la Divini-
dad Suprema de los chavinos. Estudio logenético que puede realizarse mejor en
Lima. Aparte del obelisco, trasladado a la Universidad de San Marcos, que repre-
senta al felino en posición natural ostentando complicados atavíos; la piedra Ray-
mondi, trasladada al Museo Nacional, constituye, vale decir, una colosal estampa
de la divinidad suprema de los chavinos, antropoformizada, en posición vertical,
luciendo regios cetros en ambas manos y una fantástica aureolada de sierpes.

Los petroglifos de Chavín, a pesar de su complejidad y re namientos parecen


reminiscencias de los monolitos Sechín. Igualmente, las cabezas escultóricas, lejos
ya de la rusticidad y prognatismo que se observa en las de Huarás, son redondea-
das y con caras que más parecen mascaras de la teocracia chavina, con trencillas
en la coronilla a manera de solideo sacerdotal.

Hallazgos principales de la Misión Bennett: Pozo Nº3: cimientos de arcilla cocida,


levantados a gaveras, semejantes a las prehistóricas de Guaqui (Bolivia); pozo
Nº6: una claraboya correspondiente a un canal escalonado de ventilación, en la
esquina SO. de la azotea del templo; pozo Nº8: tumbas con algunos ceramios in-
trusivos, sobre la plataforma S; idénticas a las descubiertas por Tello; pozos 12, 13
y 14: celdas, con fragmentos Chavín en el piso y otros restos intrusivos; pozo 16:
muros con vanos y un pozo cilíndrico, cerámica tipo Keka asociada a poquísimos
fragmentos Huaylas; construcción intercalada en el área Chavín, que parece coe-
tánea con la misma.

Primer Periodo Chulpario de Ancash

Chulpa Piramidal: Agrupamos aquí los edi cios policelulares de uno o mas pisos,
en los cuales las plataformas escalonadas y galerías interiores son de sólidas pare-
des, las plantas inferiores con bóvedas planas y algunas superiores son bóvedas
inclinadas a los costados, por lo mismo que sirven también de soporte al techo de
4 aguas. Tipo el Templo Mayor de Willka-Wain.

Los paramentos murales exteriores de Willka-Wain son de piedras de formas ir-


regulares y de caras lisas, alternadas con rimeros de lajas pizarrosas ligadas con
barro. La puerta del primer piso mira al O., la del segundo (bien conservada), al S.;
y la terraza, al E. (derrumbada). Las jambas están formadas de piedras graníticas
toscamente labradas.
512
Algo sobre la Arqueología de Ancash

Fig. 3. Willka Wain, Primer piso.

513
Augusto Soriano Infante

Fig. 4. Willka Wain, Corte del Templo

514
Algo sobre la Arqueología de Ancash

Bajo la terraza del primer piso, lado N. hay tres celdas, sin comunicación. Bajo el
friso o alar del techo, una especie de cenefa acanalada, ciñe al tercer piso. Interior-
mente, Willka-Wain parece un Chavín en miniatura, sus galerías están perfecta-
mente yuxtapuestas en los tres pisos, variando la orientación de sus puertas. Un
estrecho callejón une los tres pisos al lado N.

Del área de Willka-Wain proceden algunas cabezas escultóricas felínicas y hu-


manas, y no poca litoesculturas y estelas mitológicas, siendo difícil relacionarlas
con tal ruina por hallarse estas dispersas. Indudablemnte no todas pertenecen,
precisamente, a dicho templo.

Abundan en el Tipo de construcciones Willka-Wain fragmentos de vasijas to-


morfas, zoomorfas y antropomorfas que fusionan el tipo Huaylas con el Tiahua-
naco, según constatamos también en las tumbas excavadas por la misión Bennett.
Las construcciones Tipo Willka-Wain parecen derivadas de las soterradas y coe-
táneas con Chavín, diferenciándose de esta cultura por sus paredes más burdas y
por la ausencia de sus elementos.

Abunda este género de construcciones en la Sierra de Ancash: Chinchahuás (Pira),


Illahuain (Aija), Pichikjayanan (Catac), Jekcosh (Ticapampa), Ucanán, Huaullac,
Jancu, Jonko-pampa, Huandoy, Katiahamá de Santa Cruz y Katiahamá de Huata,
Cedros, Sihuas y Huarijirca (Huari).
Chulpas y mausoleos: En este grupo comprendemos una variedad de chulpas,

Fig. 5. Yayno (Pomabamba)

515
Augusto Soriano Infante

Fig. 6. Puca Huai (Tapacocha)

1. Mono o policelulares, de compartimientos cuadrangulares o rectangulares y


bóvedas campanulares; 2. mono o policelulares de compartimientos circulares u
ovales y bóvedas cóncavas; 3. Bicelulares de compartimientos cuadrangulares o
rectangulares y bóvedas planas, techo delgado y plano o sumamente recargado.
Chulpas tipo son las de Pampac (Pamparomás), Tokjpa (Cochapetí) y Chupacasha
(Olleros).

Las chulpas de Pamparomás tienen paredes de piedras rectangulares y sus com-


partimientos interiores tienen un embovedado colosal de más de 4 m. de altura,
de su base al vértice. El mausoleo funerario de Tokjpa consta de 3 pisos, uno de el-
los subterráneo. Sus compartimientos interiores afectan la forma de hornos, cuyas
puertas alternan en su orientación en cada piso. Las chulpas bicelulares y de bóve-
das planas son de dos clases; techo plano y embovedado, como en Chipacasha,
Conca, Succha y Shunta (Aija); techo piramidal extraordinariamente grueso, como
en Copa Chico, Huarca (Yungay) y Huayobamab (Chavín).

Chulpas como en los primeros grupos se encuentran en Cormut, Huinchus, Pias-


cotu, Huitec y Pichiu (Pamparomás), Cashajirca (Huántar) y nalmente, Pila
(Pararín).

Se nota en el área de estas chulpas la completa ausencia de litoesculturas. Los


fragmentos de alfarería son tiahuanacoides. Dentro de ellas ya no hay sino huesos,
por haber sido saqueados.

516
Algo sobre la Arqueología de Ancash

Fig. 7. Ushnu (Marca)

Construcciones megalíticas. Preincaicas y Pircas Incaicas: Las construcciones


megalíticas preincaicas son muy variadas en su estructura y estilos arquitectónic-
os. Yaino (Pomabamba), Huayó (Parobamaba) y Mishito (Quiches), son simil-
ares a Marca-Huamachuco, Quiske (Nepeña), Siete Huacas y Paredones (Moro),
Pachas (Cabana) son de piedras labradas o semilabradas, rectangulares y solas
megalíticas en las esquinas. Pueblo Viejo de Recua, Keke-pampa y Pirhuá (Mar-
cará), Parara (Parobamba), Calaberas (Casma) y Ampanún (Huarmey), son pircas
preincaicas.

La mayor parte de las construcciones preincaicas corresponden a templos, for-


talezas, cuarteles y corrales sagrados. A inmediaciones, como en Quiske y Siete
Huacas, se encuentran sus tumbas.

Las pircas incaicas son de estilos decadentes, palacios, tambos, corrales y chozas,
que delatan su liación por la presencia del arybalo, son contadas y escasas por
la corta duración de la Conquista Incaica. Aprahuaylas (Caraz), Tumaringa (Si-
huas), Conca (Succha), Pachacoto (Ticapampa), Huaritambo, Mareycalle e Inca
racá (Huari).

Chulpas al ras de la tierra: En este género de construcciones se distinguen las de


transición y las incaicas. Las de transición son de compartimientos y puertas cuad-
rangulares o rectangulares ligeramente ochavadas, con bóvedas generalmente
planas o cóncavas. Las incaicas son de compartimentos rectangulares mas angos-
tas. Todas violadas por los huaqueros y cuyos fragmentos de alfarería sirven para

517
Augusto Soriano Infante

diferenciarlas mejor.
La Misión Cientí ca Bennett excavó las chulpas de Ayapampa (Huarás), obte-
niendo algunos ceramios completos rústicos, Chimú decadente. Chulpas pareci-
das a las de Ayapampa abundan en Cuncush y Chuchuapunta (Aija), Parac y
Pircay (Marca), Ututu (Catac), Jancu, Kellkey-huanca (Huarás), Parón (Caraz),
Coringimarca (Corongo) y otros innumerables. En Tayapunta y Jirash (Recuay)
y Uquia (Huarás) hay algunas al abrigo natural de las rocas. Todas estas chulpas
han sido habitaciones-tumbas o mausoleos.

Asimismo, las chulpas incaicas, como la de Ushnu (Marca) y otras.

518
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

LAS RUINAS DE TINYASH


Exploración Arqueológica, febrero 1934

Santiago Antúnez De Mayolo

Vamos a ocuparnos brevemente y en grandes lineamientos del viaje de explor-


ación que, bajo los auspicios de la Universidad de San Marcos, realizamos a prin-
cipios de este año (1934) al Alto Marañón para estudiar las ruinas de Tinyash, aún
no conocidas, en la Provincia del Marañón del Departamento de Huánuco.

La ruta que elegimos para llegar a Tinyash, pasando por Ancash, fue la de la
quebrada de Huarmey. En el plano (Fig. 1) queda indicado cual fue el recorrido
de ida, el mismo que con pequeñas variantes seguimos al regreso. Yendo de Hua-
rmey al Marañón hay que atravesar las dos cordilleras: la Negra al Occidente y
la Blanca o nevada al Oriente que forman el valle inter-andino conocido con el
nombre de Callejón de Huaylas, recorrido por el río Santa. Al Oriente de la Cor-
dillera Blanca queda la hoya de los ríos tributarios del Marañón, uno de los cuales
es el Tunguragua que pasa por Chavín y desemboca 10 Km. antes del puente de
Chocchán. El valle de Huarmey, bastante hermoso aunque escaso en agua como
todos los valles de la Costa de Ancash entre el Santa y el río de Pativilca, termina
en Huamba a 40 Km. de Huarmey, hasta donde hay carretera. En Huamba se es-
trecha notablemente la quebrada, que se abre de trecho en trecho, presentándose
entre ellos cañones de rocas acantiladas de aspecto salvaje e imponente en particu-
lar a la entrada a Aija.

Algunos apuntes de la Historia de Aija

Aija, a 80 Km. de Huarmey y a 3300 m. de altura sobre el nivel del mar, se halla
situada en uno de los contrafuertes de la Cordillera Negra sobre un banco de
gneis que forma el subsuelo y da consistencia a sus construcciones escalonadas.
Sobre la ciudad, que tiene 2000 habitantes, se levanta, el morro de Marcacoto tras
el cual aparece el cerro cónico de la deidad lunar que se adoraba antiguamente
en Quillayoc (Quelloc). A continuación de Marcacoto, se levanta el cerro de Chu-
chunpunta con numerosas ruinas de casas tumbas, la antigua Pacarina de Aija. A
ese cerro y a esas ruinas, los habitantes del pueblo, siguiendo una tradición, van
en romería el 1° de Marzo de cada año a recoger entre los heliotropos y los cactus

Titulo Original: Antúnez de Mayolo, Santiago (1941). “Las ruinas de Tinyash. Exploraciones arqueológi-
cas, febrero, 1934”. Boletín de la Sociedad Geográ ca de Lima. Tomo LVIII, pp. 110-193, Lima.

519
Santiago Antúnez De Mayolo

espinosos, la planta “Malkosh" que fuera de la tierra vive un año y que tendrán
colgada en sus casas como signo de buena suerte y nes curativos.

Aija, tierra de muchos hombres notables que han dado nombre y lustre a Ancash,
es el pueblo que tiene el más pequeño porcentaje de analfabetos del Departamen-
to, porque sus hombres representativos se han preocupado por la instrucción de
las masas. Re ere el cura Quijano que aún no se había puesto los cimientos del
templo que se erigió, demoliendo una antigua huaca llamada Pupun (Ombligo)
o Shonkon (Corazón). Mientras los niños ya concurrían a las escuelas en las que
aprendían a escribir en hojas de penca por falta de papel. Ahora con motivo de la
celebración del primer centenario de la creación del Departamento de Ancash, de-
sean iniciar las obras de embellecimiento con la construcción de un Intihuatana en
la cumbre de Marcapoto, para rememorar las estas del Incario y una escalinata
que uniría las diferentes terrazas de la falda del morro y en las que se extendería
la nueva población.

Aija es una ciudad de muchas tradiciones y el único pueblo de Ancash sobre cuy-
os orígenes existe una relación, gracias al cura Don José Antonio de Quijano que la
escribió en el año 1760 escuchando, según dice, a los ancianos y gentiles.

Fue Don José Antonio de Quijano, hijo del colono español, militar Don José Juárez
de Quijano, quien adquirió por denuncios de minería las feroces tierras de Succha-
pampa a dos leguas de Aija, camino a Huarmey, en sociedad con los portugueses
apellidados Manzelin, Leyva y Rondon; quienes introdujeron granos y animales
de Castilla a la vez que establecían ingenios para el bene cio de los minerales
de plata por el método de amalgamación. El cura Quijano al llegar de España
promueve un ruidoso juicio con los socios de su padre, juicio que termina por
transacción, quedando Quijano con la parte baja del fundo, donde, en Succha-
pampa, edi có una casa y un oratorio. En éste celebraba misa y administraba los
sacramentos de la Iglesia haciendo llamada a los indios recalcitrantes “camperos”
y “herejes”, domesticándolos a palos, mientras que, galante con el bello sexo, a
las indias que eran jóvenes y simpáticas no dejaba de acariciarlas. - "Era el cura
Quijano - dice uno de sus comentadores- de buena estatura, un tanto grueso y de
carácter enérgico. Amigable con toda clase de gente, desde el Virrey para abajo;
alegre y festivo hablaba con la gente de su clase a raudales, manejando el castel-
lano con hermosura y elegancia”. Tal fue el cura Don José Antonio de Quijano
acaudalado terrateniente y minero, relacionado nuestro por la línea materna.

No podríamos en este trabajo ocuparnos de toda la Relación llena de vida y colori-


do, del cura Quijano y solo a través de la copia que nos ha proporcionado, gracias
a nuestras reiteradas gestiones, el aijino Don Jacinto Brito descifraremos a través
de la Relación algo muy importante sobre el pensamiento mítico de los primitivos
pobladores de Aija y que pasó desapercibido por el mismo, que escribió la Rel-
ación sobre los orígenes del pueblo de Santiago de Aija.

Según la relación del cura Quijano, habrían existido en lo que es hoy Aija varios
ayllus o agrupaciones con anterioridad a la conquista incaica. Esas agrupaciones
vivían independientes unas de otras y se juntaban sólo con ocasión de las moji-
gangas.

520
Las Ruinas de Tinyash: Exploración Arqueológica, febrero 1934

El principal de los barrios antiguos, el que daba nombre a la localidad era el de


Shipshec o Shipsha, que quedaba en la parte inferior a la izquierda sobre la cabeza
del animal indicado en el plano.

Como línea separatoria de los barrios primitivos servía la calle que de la salida a
Recuay, a la izquierda, del lugar llamado Rokna ( de Rokona, donde se corta la ca-
beza) iba a la derecha (salida a Huarmey) y un zanjón por donde corría la acequia
de Jircan o Urkun (su frente) a Quirun (sus dientes) a la salida a Huarás.

A la izquierda del zanjón, bordeado de arboledas y bajo el camino de Rokna a


Shiquin se hallaba el barrio de Shipshec formado por indios oriundos del lugar,
indómitos, tercos y descon ados, buenos agricultores y tejedores; que para pre-
caverse de la invasión por sorpresa de los indios zafados de Recuay y por te-
mor al vasallaje de los incas que hacían irrupción en las tierras de Aija y en el
mismo pueblo, por lo que los de Shipshec tenían barreras establecidas en Tranca
o Tzapana-punco (la puerta que cierra) ; daban voces en Rokna donde cortaban
también las cabezas a los intrusos. Es que en aquellos tiempos los procedimientos
eran muy sumarios; así se ha conservado la tradición verbal que a las mujeres de
vida inmoral llamadas “Huachok”, las arrojaban al río desde un alto acantilado
llamado Huachok jitana. (Donde se arrojaba a las mujeres de mala vida) situado a
la salida de Aija al principio del gran cañón horadado por el río.

Sobre el barrio de Shipshec hasta la cresta de Urkun Jirca (Cerro de la frente) se


llamaba barrio de Ichoc Carac y Colque. Los habitantes de este último, en parte
formado por indios prófugos de Recuay, eran muy dados a la brujería y a la músi-
ca; eran ellos que baylaban el bayle Aixa-burr, del que ha derivado el nombre de
Aija, llamado también bayle de los Huancas, por hombres vestidos de mujeres con
máscaras llevando en una mano un garrote y en la otra un broquel, como se ve en
las estatuas de guerreros de la región, repitiendo: ¡ja-Ja¡ iAixa-burr! ¡Aixa-burr!
(mujer con máscaras de temer), mientras sonaba el tui, tui, tan tan; tui tui, tan tan;
.......... de la orquesta de caja y auta. El lugar de las mojigangas era Shincullcuchu
donde había una huanca de piedra; otro lugar de mojigangas era Huanca- cuchu
dos cuadras más arriba.

A la derecha del barrio de Shipshec, es decir pasando el zanjón, era un terreno


montuoso en la parte baja y se componía como sigue: al pie del camino nombrado
de Rokna a Shiquin se llamaba Cuyac Carpa; más abajo Rarama Tapac o Taitac
Rarama que desempeña un papel importante en la Relación del Cura Quijano, por
haber estado alojado allí el caballero español Don Santiago Cortez del Riojo, uno
de los benefactores del nuevo pueblo de Aija, en casa de una vieja largota tenida
por hechicera y a la que acompañaba una linda joven, que no quiso decir cómo se
llamaba y a la que Don Santiago Cortez del Rioja acariciaba y colmaba de rega-
los llamándola iAh-hija!, ¡Ah-hija!, que de tanto repetirse, según el Cura Quijano,
habría sido causa de que se tomase como nombre propio del lugar, por lo que se
habría bautizado al pueblo español con el nombre de Aija.

La joven enigmática ¡Ah-hija! da la nota novelesca a la Relación del Cura Quijano


y será siempre recordada por las generaciones futuras de Aija por el mismo hecho
de su desaparición misteriosa, juntamente con la de la bruja largota, a raíz de la
propagación del cristianismo y del anuncio de la próxima llegada al pueblo de los

521
Santiago Antúnez De Mayolo

"misioneros lipinos" (Sic). En este barrio de Rarama Tapac, donde vivió la joven
¡Ah-hija!, se halla la casa donde se encuentran los monolitos de guerreros de la
región, que el Ing. Ernesto de Mayolo hizo conducir de los campos, en que yacían
abandonados y que hoy son admirados por todos los viajeros que pasan por Aija.
Otro de los barrios primitivos de Aija fue el de Chuchun, encima se hallaba el bar-
rio de Pillao o Hanacpacha (Tierra de arriba),

Había, pues, dice el Cura Quijano, cinco barrios habitados por poca gentualla,
siendo el más importante el de Shipshec.Habiendo localizado los nombres de los
distintos barrios y los de los lugares que se cita, resulta que tales nombres no
fueron puestos al azar sino siguiendo un plan preconcebido, de manera que corre-
sponden a los miembros anatómicos de un animal. Así se encuentra los siguientes
nombres: Quirum (sus dientes) abajo, Urcun (su frente) arriba, Huashan o Huac-
tan (su espalda) o sea el morro de Marcacoto; Pupun (su ombligo) o Shoncon (su
corazón), que fue donde se levantó el templo; Ñuñun o Chuchun (sus pezones o
mamales) más allá a la derecha, y Shiquin o Siquin (sus ancas) en el ángulo su-
perior de la derecha. Así resalta el hecho señalado o sea que se han indicado los
miembros anatómicos del “Totem" del pueblo. La circunstancia de gurar Ñuñun
o Chuchun (sus pezones o mamales) entre Pupun (su ombligo) y Shiquill (sus
ancas) indica dos cosas: 1° que se trataba de un animal y no de un ser humano; y
2: que ese animal era una Auchenia, (llama o vicuña), que tiene los mamales como
los ovinos y los equinos entre el ombligo y las ancas, no pudiendo ser el venado
o tarugo por falta de cornamenta (Huacra) que no se menciona. Así fue bajo la
protección de un "Totem", una Auquenia, que se agruparon los cinco grupos que
después formaron Aija.

Queda, puesto de mani esto que conforme lo asevera el cura Quijano, Aija es de
época anterior a la Conquista incaica. El plano de la actual población fue trazado
por unos cartógrafos portugueses con 2000 varas de perímetro.

La historia de la fundación del pueblo hispano de Santiago de Aija en la Relación


del cura Quijano, es toda una epopeya llena de vida y colorido. Así relata en los
siguientes términos la primera misa que se celebró en Aija y el bautismo de los
gentiles:

"En esta estación el Fraile Pablo Peralta de la Peña (uno de los misioneros lipinos
de “La Relación”) nombró de su parte una cuadrilla de mandones para que hici-
eran llamamiento a todas las familias diseminadas del lugar y para que desde el
momento reunieran todas sin excepción a formar una capilla de ramas de arbustos
en el lugar citado Shoncon (Corazón), lugar independiente.

“Dio el fraile la forma de la capilla, haciendo poner de piedra hasta la altura de


dos varas y cerrar con ramas el techo; en seguida ordenó que el día siguiente se re-
unieran todos a la bendición de la capilla y más la extensión que debería ocupar el
templo y adyacentes, es decir, la del panteón al Presbiterio y la plazuela. De con-
siguiente, en nombre del Señor Dios Creador de los Cielos y la Tierra y en nombre
de San Juan Bautista, comenzó el fraile Pablo a bautizar a los gentiles; llamó al
más anciano, puso el nombre de Vicente y por padrino le llamó un advenedizo,
ya era cristiano, llamado Domingo Uribe.... Acabado el sacramento del Bautismo
los misioneros mandaron erigir un altar de doce piedras, hicieron formar en frente
522
Las Ruinas de Tinyash: Exploración Arqueológica, febrero 1934

de la capilla a los bautizados, hicieron arrodillar, se pusieron a celebrar una misa


solemne. Acabada la misa dijo el sacerdote:

"Que el nombre de Ay-ja habrá de ser una Estancia misericordiosa, santi cada,
generosa, llena de gracia y nobleza. El nombre de Shispshec de trabajo incesante,
que ambas unidas habrán de ser un pueblo cristiano: los habitantes y habitadores
se multiplicarán y se elevarán ante la perspectiva y la fecundidad; siendo así una
ciudad, una potencia que dominará a los pueblos de esta región ultramontana",

La elección del lugar que debía ocupar la nueva población fue muy discutida y re-
ñida. Unos querían que se edi case en el llano de Pachacamashca (Tierra creada)
a una legua de Aija en el camino a Huarás, al pie del Santuario de Illa-Huain
dedicado al Rayo; otros, los de Shipshec, en este barrio por ser el más importante
de los barrios que se formaron bajo la protección del Totem; otros en el barrio
donde vivió la joven Ah-hija, donde se hallaba la huaca de Pupun o Shoncon en
la que, en la capilla provisional, Fray Peralta de la Peña bautizó a los gentiles. Los
ánimos se acaloraron: los de Shipshec y los de Aija se fueron a las manos y en la
refriega las “Pallas” de Shipshec y las “Pallas” de Ah-hija se tiraban de los cabel-
los y los bailarines Aixa-burr de ambos barrios se daban de garrotazos, esta vez, a
las de veras. En el fragor de la batalla se eleva la voz autorizada de Don Santiago
Cortez del Riojo, minero de Huancarama, al pie de Hancapetí y dueño del ingenio
de Rachan, edi cado a media legua de Aija al pie del cerro sagrado de la Luna,
que se adoraba en Quillayoc (Con la Luna); se suspende la pelea para escuchar la
palabra del caballero español: "Yo he querido y dirigido -dice- formar el pueblo en
el lugar de Shiquin, pues, este lugar dicho es hermoso de vista en donde yo hice
mi capilla y fundé la esta de Santiago; mucho después hice pasar el santuario a
mi ingenio de Rachan, en donde existe hasta el día de hoy; pues que se forme el
pueblo en el lugar de Shiquin a mi costo y bajo mi protección". Tal propuesta fue
apoyada por los colonos mineros portugueses que lo ampliaron en el sentido de
demoler el Morro de Marcacoto (Morro de la espalda del Totem), aplanar el ter-
reno y edi car la población sobre la cumbre desde Shiquin hasta Urcun o Jircan.
Tan atrevida sugerencia que, caso de haberse realizado, habría hecho de Aija una
población singular y única entre los pueblos de la región de Huaylas, gustó poco
a los naturales, pues, dijeron que así desaparecería Shipshec y desaparecería Ah-
hija. Quedó el punto sin resolverse aceptándose la propuesta de Don Santiago
Cortez del Riojo de aplazar el punto y dejar la elección al Apóstol Santiago, que
sería el Patrón del nuevo Pueblo.

Pasan los días y llega un nuevo misionero de Huarás; celebra una misa y exhor-
ta a los habitantes de los cinco barrios del conglomerado pre-incásico, para que
la iglesia se construya en el sitio de la capilla en Pupun o Shoncon (Ombligo o
Corazón); que Shipshec sin Ah-hija no podría nada, como tampoco Ah-hija sin
Shipshec y que sólo unidos formarían un pueblo grande. El milagro del patrón
Santiago estaba hecho: el Apóstol ha hablado por boca del misionero; ya nadie
discute, todos se unen, y al día siguiente Don Santiago Cortez del Riojo con sus in-
genieros y los mineros portugueses trazan a cordel la ubicación del templo, cuya
construcción debía durar 48 años y que ninguno de los españoles y portugueses
debía ver terminado. Cuando éste se hallaba a la altura de los umbrales, los aijinos
construyen un camino de catorce leguas a lo largo de la Cordillera Negra para
transportar con hombros desde Marca, situada en las cabeceras del río de la For-

523
Santiago Antúnez De Mayolo

taleza, 160 vigas paralas tijeras del templo por no haber madera en Aija. El plano
de la nueva población, tal como existe hoy fue trazado, como hemos dicho, por los
cartógrafos portugueses Otaza y otros, constando en el documento expedido por
la Sub-Delegación del Partido de Huaylas, que entonces tenía su sede en Carhuás,
que los límites de la población de Aija serían: “Por la altura la ceja de Huashan o
Huactán; por un lado Ñuñum o Chuchún; por otro lado Rokna o Simi-huakak y
la parte baja Quirún con 2000 varas de circunferencia. Son los linderos conocidos
-dice-: divídase en pertenencias o en manzanas de 100 varas cuadradas: entre dos
las de manzanas quedan trazados los callejones o callejuelas en sentido vertical
y horizontal. Así habrá de constar de Escritura en la O cina de la Sub-Delegación
del Partido de Huaylas".

Tales fueron los orígenes de la Ciudad de Santiago de Aija y tiénese por ciertas
y proféticas las palabras que pronunciara en el bautizo de los gentiles Fray Pablo
Peralta de la Peña: “los habitantes y habitadores de Aija se multiplicaran y se el-
evaran ante la perspectiva y la fecundidad; siendo así una ciudad, una potencia
que dominara a los pueblos de esa región ultramontana”.

DE AIJA A LA PAMPA DE LAMPAS

El 30 de Enero salimos de Aija en dirección a Recuay en compañía del señor Carlos


Antúnez de Mayolo y de nuestro ayudante, estudiante de San Marcos, señor Erick
Antúnez de Mayolo y Rynning.

Franqueamos la Cordillera Negra por el portachuelo de Huancapetí al pie del


pico del mismo nombre, el más alto de la Cordillera Negra, desde donde se di-
visa el mar del occidente como una inmensa cinta azul y al Oriente los hermosos
nevados, los gigantescos Amarus (serpientes) del Callejón de Huaylas, entre los
que sobresalen la gran mole del Huascarán (Huaskaran, el cuero de la soga). En el
mismo portachuelo a 4356 m. de altura sobre el nivel del mar, vimos una huaca de
piedra a la derecha, y una cruz a la izquierda, es decir frente a frente los símbolos
de dos culturas y dos pensamientos religiosos: la autóctona y la importada por los
conquistadores hispanos. Nos invadió una cierta tristeza la vista de tales monu-
mentos al pensar en la tragedia en todo orden que signi có para la raza autóctona
la conquista hispana, que fue la muerte espiritual de la raza aborigen. ¿No sería
que el secreto de la pujanza de la civilización autóctona tenía sus raíces, como dice
el doctor Encinas, en la huacas y el culto a éstas, de modo que destruida la Huaca,
muerto el símbolo, que unía el hombre con la madre tierra y por ella le daba esta
su fuerza misteriosa, murió el espíritu de la raza como la planta privada de sus
raíces? -Razón tienen los aijinos- nos decíamos mientras bajábamos hacia Recuay-
en querer levantar sobre la Huaca sagrada de Marcacoto que domina a la ciudad,
un "Inti-Huatana" para celebrar la esta de los Solsticios. Si el árbol frondoso y
milenario orgullo de la América precolombina, no está totalmente muerto, si dor-
mita en el subconsciente el espíritu de la raza, tal vez reverdezca alguna rama.
Recuay, la rival de Aija en el Callejón de Huaylas, se presenta en la orilla izquierda
de río Santa entre boscajes de eucaliptos, sus fachadas blancas y sus tejados de un
color rojo vivo, como una acuarela. Antes tenía fama de que en sus calles pulula-
ban cientos de batracios que en las noches ensordecían con sus monótonos cantos;
hoy reina el silencio, pues, desaparecieron los batracios a causa, según se dice, de
524
Las Ruinas de Tinyash: Exploración Arqueológica, febrero 1934

los humos de Ticapampa; más ahora que el último horno de esta O cina minera
está por apagarse con la implantación de los procedimientos de concentración de
minerales por el método de otación, no sería raro que reaparezcan en la Ciudad
las siluetas poco graciosas de los batracios como después de un largo exilio.

Recuay ha perdido mucho de su antigua importancia con la segregación de Tica-


pampa y aún más con la reciente mutilación de toda la banda de la margen dere-
cha del Santa. Descansamos un rato en Recuay en casa de Don Cástulo Gonzales,
tan obsequioso con los forasteros, continuando luego el viaje a Utcuyaco.

Un hecho curioso consiste en la inusitada rapidez que, como en la región selvática


se desencadenan las tempestades, generalmente de corta duración, en el Callejón
de Huaylas a diferencia de lo que pasa en Aija donde las nubes anuncian horas
enteras antes su propósito de precipitarse en lluvia.

Una de estas tempestades con rayos nos alcanzó a la salida de Recuay; la vimos
venir del Sur como una mancha de hollín que se fundía en hilachas y de cuyo seno
partían a diestra y siniestra las descargas eléctricas de formas y colores variados,
pareciéndonos de lejos como algo imponente y grandioso; pero cuando llegó a
nosotros perdimos la noción de lo bello, invadiéndonos el temor, pues sabíamos
la que nos esperaba si nos caía encima uno de los disparos de la honda del terrible
dios Apokatequil, cuyos chasquidos ensordecedores se multiplicaban con el eco.
La Pampa de Lampas al sur es particularmente famosa en los meses de invierno
en la Sierra, o sea en la estación lluviosa, por las terribles tempestades eléctricas
que en ella se desencadenan.

El 31 de Enero partimos de la Hacienda de Utcuyaco y caminamos todo el día, ya


en plena puna, hasta llegar a la Pampa de Uchuc Huánuco, principio de la Pampa
de Lampas. Pernoctamos en Romatambo, antiguamente Rumi-tampu (Posada de
piedra), en la desembocadura de Uchuc Huánuco del camino imperial de Pachico-
to a Caxatambo. Al siguiente día, muy temprano, emprendimos viaje a la laguna
de Aguash, situada en el fondo de una abra al pie del nevado de Tucu (Buho).
Esta laguna es el verdadero origen del Santa, pues, en época de gran sequía no
sale agua de la laguna de Conococha y sólo de Aguash. Descendimos de Aguash
siguiendo el curso del río hasta el lugar llamado Colloto en la desembocadura en
la Pampa de Lampas. El cielo estaba nublado por lo que no pudimos observar al
frente los pasos de la Cordillera Negra, objetivo de nuestra excursión a la Pampa
de Lampas, que cruzamos de Este a Oeste al Sur de Conococha, no obstante la
recomendación que nos habían hecho en Recuay de no aventurarnos en la zona
de los pantanos (Fig. 3).

Es verdaderamente interesante la formación de la Pampa de Lampas. Al prin-


cipio partiendo de Colloto, se extienden pastales raquíticos y una enorme llanura
de terreno completamente árido y duro, sobre él emergen cientos de montículos
blanqueceos que parecen copos de algodón y que lo forman cierta variedad de
cactus lamentosos. Tras de esa zona vimos una faja verde que corría a lo largo
de la Pampa y por la que se movían hilos de agua sobre un limo movedizo: era la
zona de los pantanos. “Si uno de los animales -nos decía nuestro guía- pisase uno
de esos hilos de agua se hundiría hasta las orejas y ya no podríamos sacarlo del
fango", Atravesamos la peligrosa zona con la mirada ja en cada palmo de cham-

525
Santiago Antúnez De Mayolo

pal que pisaban nuestras cabalgaduras, pareciéndonos caminar sobre mullidas


alfombras de Bruselas. Al n salvamos los pantanos sin incidente yendo a pasar la
noche, empapados de humedad, en unos corrales a 3956 m. de altura sobre el nivel
del mar. Pasamos la noche en sobresaltos por temor de que en la mañana siguiente
faltase alguna de nuestras bestias lo que habría sido una catástrofe; felizmente el
alcohol, la coca y los cigarrillos tuvieron la virtud de mantener despiertos a los
veladores y tener a raya a los ladrones.

Al día siguiente, 2 de Febrero, bajamos a Conococha. Es sorprendente ver la


enorme variedad y cantidad de aves que viven en la Pampa de Lampas. Nos refer-
ían que en los meses de Junio y Julio, cuando las aves se hallan de muda, hacen
los indios grandes cacerías espantando a las aves de la laguna y esperándolas a la
salida del riachuelo donde las matan a garrotazos.

Poco antes de Conococha hay una fuente termal que es la que ha dado nombre a
tal laguna pues Koñok en quechua signi ca tibio y Koñok-Kocha, nombre primi-
tivo, signi ca ”laguna de Agua tibia”, a causa de tal fuente termal de la Cordillera
Negra.

Sobre un recodo de la laguna en la Cordillera Negra, se levanta el cuello de Mal-


lao, a solo 70 m. sobre Conococha, en el camino a Cajacay. Constatamos que tal
cuello se halla a la altura de la desembocadura del río Aguash en Colloto, pudien-
do construirse un canal a cielo abierto que bordeando los cerros de la banda orien-
tal primero, luego del fondo y la banda occidental caería al cuello de Mallao, pero
más conveniente nos parece desaguar Conacocha por medio de un túnel, cosa de
utilizar aún esta laguna como reservorio y recoger las aguas del río Shiqui que de-
sembocan más al Norte al pie de Romatambo. Claro está, que la parte principal de
la obra sería el represamiento de la laguna de Aguash. Realizadas tales obras, se
resolvería no solo el problema de la irrigación de una extensa zona sino también
la posibilidad de la utilización de la fuerza hidráulica, condiciones especialmente
favorables, pues se disponía de una caída de 2600 metros en un trayecto de 40 Km.
hasta Chaucallan a 82 Km. de Pativilca. Es obvio que no se utilizaría dicha caída
en un solo salto, sino en varios saltos.

Descendimos del cuello de Mallao a Conococha y volvimos a Romatambo, de


donde tomamos el camino imperial, que, faldeando los cerros de la margen dere-
cha conduce a la hacienda de Pachacoto, llamada Pachicote por Estete. Sobre la
casa hacienda hay una gran Huanca plantada que nos dijeron los pastores era el
bastón dejado por el Inca, y donde se bifurca el camino imperial del Callejón de
Huaylas, internándose el principal, que es muy ancho, a Huari-raka transmontan-
do la Cordillera Blanca por Huarapasca para ir a empalmar por el camino de los
Conchucos a Huánuco Viejo. Tal es el camino llamado de Las Cordilleras, que
nombra Estete y que dejaron los españoles que a las ordenes de Hernando Pizarro
fueron de Cajamarca a Pachacamac para apresurar el envío de los tesoros para el
rescate de Atahualpa, dirigiéndose de Pachacoto a Marcara (Marca).

El 3 de febrero salimos de Pachacoto a Recuay. El camino imperial desciende al


río de Pachacoto y de ahí en adelante sigue paralelo al Santa sobre una terraza que
termina en la meseta de Rapish al pie de Katak. Se puede seguir en todo el trayecto
las marcas de hitos de piedra a los costados, que limitaban el camino, observán-
526
Las Ruinas de Tinyash: Exploración Arqueológica, febrero 1934

dose en todo el trayecto vestigios de ruinas aún no exploradas, hasta que al llegar
a la meseta de Rapish aparece una gran pirámide de sección rectangular. Encima
de esta se hallan las ruinas de Katak y Rokopatar, ambas con numerosas casas
subterráneas de piedra, siendo notable las que visitamos en las propiedad de Don
Ludovico Cáceres, por las pictografía sobre piedra que contienen.

EL VIAJE A TINYASH

De Recuay, donde nos esperaba Don Luis Ghiglino para acompañarnos al Mara-
ñón, nos dirigimos a Chavín trasmontando la Cordillera Blanca por el portachuelo
de Yanashallah (Las Negras).

Las ruinas conocidas con el nombre de Castillo de Chavín de Huántar se hallan


situadas junto a la población de este nombre de la que la separa el río Mariash
que desemboca en el Tunguragua. Tanto el Mariash como el Tunguragua cerca al
Castillo, estuvieron canalizados como puede verse por los pedrones en la y los
muros de piedra aún bien conservados en las márgenes del Tunguragua. Es inte-
resante observar que parece no ha bajado o lo ha hecho muy poco el nivel natural
de ambos ríos, lo que sería un argumento en contra a la gran antigüedad que se
atribuyen dichas ruinas. Lo notable que hemos hallado en éstas, es la técnica em-
pleada en la construcción del los muros del Castillo. Contrariamente a lo que se
ha supuesto, no se trata de muros de piedra macizos, sino de piedras canteadas en
varios lados y labradas en otras, estando rellenado el interior con una argamasa
muy resistente, especie de cemento natural, formado de arcilla, cal, y piedra na.
Esta piedra es luda lo que indica que no se trataba de arena de río sino de piedra
molida y cernida. Dentro de esa argamasa hay otros trozos de piedras grandes. Se
trataba, pues de una construcción parecida al concreto moderno y que indica una
técnica muy avanzada y que se ha perdido.

El Castillo, que sin duda fue un templo, contiene una serie de galerías en pisos su-
perpuestos. Hemos constatado que dichas galerías formaban grupos independi-
entes. Una verdadera red de pequeños canales comunicaban las galerías unas con
otras. La técnica de la colocación de los umbrales de piedra no es uniforme; hay
varios estilos, reposando en algunas secciones los umbrales sobre los muros verti-
cales y en otras sobre una y dos hileras de piedras que sobresalen de los muros a
manera de estribos en la construcción de los puentes de madera. Se ve que en las
postrimerías de Chavín se produjo un derrumbe por el cumbramiento de algún
umbral lo que comprometió una sección del edi cio principal, motivando esto el
apuntalamiento provisional con muros toscos de piedras y barro que di eren to-
talmente del resto de las construcciones; en esto sobrevino algún cataclismo políti-
co, probablemente de carácter guerrero, que dio n a la civilización de Chavín.

Uno de los hechos que los arqueólogos no han podido explicar es la existencia
de grandes cantidades de piedras partidas y amontonadas en varias secciones de
las galerías interiores. Hay quien ha visto en tal hecho, una inundación y arrastre
de materiales al interior, lo que es insostenible pues, no se ve como montones de
piedras sin tierra hubiesen sido acarreadas al interior, donde por lo demás habría
quedado en los muros la huella de las aguas fangosas, lo que no se ve. La razón de
tal hecho inexplicado se halla, a nuestro modo de ver, en la técnica de la construc-

527
Santiago Antúnez De Mayolo

Fig. 3. Vista Panorámica actual de Pampa de Lampas. Foto, Jhon Cruz Quiñones

ción de los muros. Creemos que para colocar los umbrales y evitar el bombeo de
las paredes aún no completamente secas justamente a causa de las piedras exteri-
ores que han debido retardar el que secase la argamasa del relleno de los muros,
usaron las piedras para llenar las galerías quitándolos, sólo cuando creían que los
muros se hallaban ya secos. Así y sólo así, nos explicamos la procedencia de tales
piedras. Muchos ignoran esa técnica que también fue usada por los asirios para la
construcción de sus grandes arcos.

De Chavín nos dirigimos al Marañón siguiendo el curso del Tunguragua. Este


tuerce el Pumachaca, donde encontramos el Gran Camino de Huayna Capac que
venía de Yauya y Huari internándose, pasado Pomachaca, por la quebrada de
Huachis a dar a la cumbre de Huamanin, de donde descendía al Viscarra y Huá-
nuco Viejo. La circunstancia de no pasar el camino por Chavín está indicando
claramente que hacia la época de Huayna Capac ya Chavín había perdido comple-
tamente su antigua importancia, tanto que ninguna crónica lo nombra. Se puede
jar con certeza que Chavín antes de la conquista del Inca Yupanqui formaba
parte de la provincia de los Pinco, que menciona Garcilazo de la Vega, gracias a
dos nombres: el de San Marcos de Collana Pincu y el nombre de Uco que antigua-
mente fue Uchu Pincu.

Atravesamos el Tunguragua frente a Rahuapampa, de donde nos dirigimos a Uco


situado en las alturas de la margen derecha. El objetivo de nuestro viaje a Uco fue
constatar si existían estelas como las de Chavín, pues se nos dijo que en Macu-
ayonga cerca de San Marcos, que la estela que existe en tal hacienda procedía de
528
Las Ruinas de Tinyash: Exploración Arqueológica, febrero 1934

Uco, más no fue posible comprobar tal hecho y menos que nadie en Uco había
visto piedras parecidas a las de Chavín. Nuestra estadía en Uco fue interesante
desde otro punto de vista. Hallamos que allí se ha conservado la costumbre de
la distribución de tierras como entre los Incas. Hay cinco tierras de comunidad
cuando en las que en cada una, cada ciudadano tiene su propio lote. Las opera-
ciones de sembrío y cosecha se hacen al mismo tiempo y en los mismos días para
lo que un pregón desde la torre de la iglesia da la noticia en quechua para que el
pueblo esté enterado. También hay la costumbre de que si alguien construye una
casa todo el pueblo se reúne y pone su trabajo gratuito, pero con la obligación del
dueño de dar de comer y beber a los que hacen la faena.

Posee Uco, que es un pueblo de indios, una gruta famosa llamada Pokosh donde,
según se cree, se reúnen los espíritus de los vecinos notables de Uco, ya fallecidos,
toman copas y juegan a las cartas deliberando sobre los asuntos que interesan al
pueblo. Nosotros no quisimos prolongar nuestra estadía en Uco para no ir a au-
mentar el número de los deliberantes de la gruta de Pokosh.

De Uco descendimos al Tunguragua que volvimos a pasar, esta vez a la margen


izquierda, por el puente de Puchca (palabra derivada de Putca, turbio a causa del
color de las aguas cargadas de limo), nombre con que también se designa al Tun-
guragua. Subimos al pueblo de Aczo anexo de Llamellín y que aspira con razón a
constituirse en Distrito. Tanto las tierras del Distrito de Llamellín como las de Uco
son particularmente apropiadas para el cultivo del trigo que se produce muy bien.
Son tierras arcillosas de color rojo que dan a los altos cerros el aspecto de gigantes
embozados envueltos en rojas capas, que cuelgan por partes hasta humedecer sus
bordes en el Marañón.

De Aczo ascendimos al cuello de Hichic Wilca en la ceja de la quebrada del Mara-


ñón y a 3096 metros de elevación. Allí comienza la famosa bajada al puente de
Chocchan, estando construido el camino sobre un manto de arcilla que en la época
de lluvias es terriblemente resbaloso tanto que los animales no pueden manten-
erse parados. Felizmente el día anterior a nuestro viaje había escampado, por lo
que había oreado un poco el suelo y pudimos bajar sin di cultad al Marañón, al
que sólo vimos muy abajo como un pequeño hilo de aguas barrosas.

Llegamos a Chocchan a medio día. El puente, construido sobre fractura de roca


de 19 m. de ancho, se halla a 2165 m. de altura sobre el nivel del mar. El río muy
crecido pasaba bajo el puente como un chi ón, por lo que renunciamos a hacer las
medidas de sondaje que pensábamos.

La quebrada del Marañón con sus ancos caldeados por un sol abrasador y su
raquítica vegetación de cactus y espinos, parece el reino de la muerte; no vimos
aves ni mariposas y sólo un halcón solitario pasó en raudo vuelo como si acompa-
ñase al Marañón en su viaje de 5000 kilómetros al Atlántico.

De Chocchan fuimos a la hacienda de Yupan, de propiedad de Don Pedro Villan-


ueva, en cuya compañía, el 21 de Febrero, escalamos el cerro empinado en cuya
cumbre se hallaban las notables ruinas de Tinyash. La comitiva estaba formada,
además del indicado, por el Sr. Luis Ghiglio, que nos acompañó desde Recuay, el
ayudante Erick Antúnez de Mayolo y Rynning y el fotógrafo Palacios.

529
Santiago Antúnez De Mayolo

Las ruinas de Tinyash se extienden sobre la línea de crestones en una longitud de


medio kilómetro. Desde aquel lugar se tiene una vista panorámica imponente y
magní ca; al Oriente las cumbres que separan la hoya del Marañón al del Hual-
laga, y al Occidente, tras los empinados cerros de la margen izquierda del Mara-
ñón, que corre al fondo, emergen los colosos nevados de la cordillera Blanca del
Callejón de Huaylas, los gigantescos Amarus (serpientes), en una longitud de más
de 150 kilómetros. Comprendimos entonces que no sólo un n bélico sino también
religioso ante la magni cencia de la naturaleza impelió a los aborígenes a constru-
ir Tinyash en el lugar que ocupa, ruinas que producen la impresión de una serie
de ciudadelas de acero demolidas por gigante en una noche trágica. En efecto, las
piedras utilizadas en Tinyash son rocas metamór cas antiguas, el brillo acerado
que adquieren extraños fulgores cuando son heridos por los rayos del Sol. Todo el
subsuelo de Tinyash está constituido por dicha roca metamór ca, blanda y estrati-
cada fácil de partir y labrar como tablas. Vimos muchas de las antiguas canteras
de tal roca en el mismo Tinyash que fueron utilizadas para la construcción de ésta.

Las ruinas de Tinyash (Fig. 4) forman tres grupos principales de construcciones: el


de la derecha, sobre el primer montículo (lado de Yupán), el central, y el inferior,
que corresponde al templo.

Hemos observado en las ruinas de los dos primeros grupos el uso combinado de
muros cilíndricos y rectangulares (Fig. 5). En Chavín sólo en un sitio hallamos
muros cilíndricos limitando uno de los edi cios, siendo tal muro de construcción
tosca. El grupo central de Tinyash, en la cumbre, hay una especie de torreón en
media luna y bordeando el muro cilíndrico del arco, aparece una hermosa guar-
dilla de cuarzo hialino (Fig. 6) que se destaca sobre el fondo gris acerado de la
micacita del resto. Delante de esa construcción en media luna hallamos tumbada
y partida en dos la hermosa estela (Fig. 7) de 2m. 55 de largo por 9:3 cm. de ancho,
trabajaba también en micacita y que, al parecer representa una guerrera (ausencia
de genitales), que con una mano sostiene una porra y con la otra una cabeza tro-
feo, y en actitud sicalíptica.

En general las construcciones forman grupos compactos dentro de formas geomé-


tricas y muros que los limitan o encierran con determinadas puertas de entrada;
no se trataba de construcciones urbanas sino más bien de palacios y ciudadelas
con nalidad guerrera (Fig. 8).

Llama la atención en los edi cios el empleo a porfía de pequeños paneles rect-
angulares de piedras labradas en la parte baja de las puertas de entrada, "No fue
evidentemente con un n artístico que los aborígenes, de alto sentido artístico, co-
locaron tales paneles que causan una disimetría en el estilo de las construcciones
y rompen la armonía de ellas; fue con un simbolismo religioso cuya clave nos ha
dado el estudio del templo de Tinyash.

El templo que es una construcción en miniatura, consta de dos cuerpos laterales


(Fig. 9) y al fondo, entre ellos una hornacina que no se ve en la fotografía por ser
muy baja y con carácter ornamental. El conjunto se levanta sobre una plataforma
rectangular de piedras. Llama la atención la forma de construcción del techo, que
es lo más notable del arte autóctono hallado hasta ahora en el Perú. El techo está

530
Las Ruinas de Tinyash: Exploración Arqueológica, febrero 1934

formado por grandes tablones rectangulares de esquisto de unos 6 cm. de alto,


perfectamente labrados yuxtapuestos uno sobre otro con salientes en los bordes,
dejando un espacio entre tablón y tablón, algo así como la disposición de los teja-
dos de las pagodas orientales lo que, desde luego, no debe servir de asidero para
un probable origen asiático de tal cultura (Fig. 10). Bajo el ángulo que forman las
dos hileras inferiores de tablones de piedras hay, en cada cuerpo lateral, un gran
rosetón de cuarzo cilíndrico incrustado en el muro, imitando la cabeza del umbral
en los techos de dos aguas. Los muros se hallan bordeados en la parte baja, y así
como en la plataforma, por guardillas sobresalientes y entre ellas se ve el cuerpo
de la izquierda (mirando la fotografía) una especie de calado de piedra. Los fr-
entes Este y Sur se hallan adornados con pequeñas cabezas humanas de esquisto
y cuarcita, naturales y no estilizadas como las de Chavín. Hemos traído para el
Museo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos una de esas cabezas
extraídas de Tinyash y que hallamos en la hacienda Yupán de Señor Pedro Villan-
ueva. Además en el lado Este pudimos constatar en una arenisca de un copo más
de un pie de largo un puma en alto relieve, representado de costado y al natural.

Por lo expuesto se ve que los Tinyanos tuvieron un alto sentido artístico y fueron
sólo consideraciones de orden técnico, que limitaron las dimensiones del templo
para formar así una construcción maciza y duradera que en efecto, ha desa ado
los embates del tiempo.

Los dos cuerpos del templo constan de un sótano bajo la plataforma y dos pisos
sobre ésta. Las puertas de entrada a estos se hallan en el pasadizo comprendido
entre los dos cuerpos; son puertas pequeñas que no tiene más de 80 cm. de alto. No
fueron di cultades de orden técnico que limitaron las dimensiones de las puertas,
pues, dentro hay puertas más altas y más anchas; la razón fue que nadie pudiese
penetrar adentro sin doblar e inclinar la cabeza, es decir sin ofrecer resistencia.

Los interiores son distintos en su disposición y tampoco se corresponden los de


un mismo cuerpo. En los pisos bajos, los interiores se hallan ornamentados con
paneles altos de piedras labradas de igual altura, formadas por grandes rectángu-
los. Uno de los paños ocupa todo el largo de una pieza teniendo 3 m. 89 de largo
por 1 m 37 de alto como el resto. El techo de esta pieza está formado por 3 piedras
de igual largo que el del panel citado. Tales paneles que no son de micacita como
el resto y juntada con una arcilla que no hay en el lugar, nos da la clave de los
paneles de las demás construcciones referidas. Se quiso dotar a estas viviendas
y palacios con algunas de las virtudes del templo; sin los paneles de este serían
inexplicables los paneles aislados de las puertas de entrada de los demás edi cios.
¿Qué cosa fue Tinyash? No hemos hallado ninguna referencia de los historiad-
ores sobre tales ruinas, así es que todo ensayo de interpretación debe hacerse sólo
en las observaciones directas, costumbres y tradiciones absteniéndose de ideas
preconcebidas para hacer encajar una cultura dentro del marco de otra cultura.
La posición estratégica que ocupa Tinyash y la disposición de sus construcciones
en formas geométricas perfectamente limitadas, induce a suponer una nalidad
bélica; palacios y ciudadelas en los dos primeros grupos de ruinas. El tercer grupo
que hemos descrito en su parte principal, ese sí era un templo. Piezas pequeñas
sin luz no pueden haber servido de viviendas como las construcciones derruidas
que lo rodean; en el grupo central, las piezas son amplias con muros altos a dos
aguas y estuvieron techados con paja pues las dimensiones de los cuartos y el

531
Santiago Antúnez De Mayolo

espesor de los muros no habría permitido el empleo de tablones de piedra para


el techo, como en el templo que es de dimensiones menores. El cuidado especial
en la ornamentación tanto exterior como interior (paneles de piedra) indica clara-
mente que se trata de una construcción con nes religiosos.

¿A qué divinidad estuvo consagrado Tinyash? Damos una opinión y nada más,
una interpretación basada en lo que hemos visto y observado. En primer lugar, el
nombre es "Tinyash" y no "Tinya "; y es conveniente no adulterar el nombre de las
cosas. 'Tinya es el nombre de un instrumento musical, especie de tambor; Tinyash
deriva de Tinya pero signi ca otra cosa; no es un nombre único, pues también hay
otras ruinas en Pomabamba, cerca a Llumpa en Tinyash que para distinguirlas
de las que hemos estudiado llamaremos "Tinyash de Pomabamba". Ahora bien,
recorriendo la zona de Conchucos conlindante con la provincia del Marañón,
hemos sabido que Tinyash signi ca brujería, así se dice: Tinyashka, embrujado;
Tinyashchomi misachizac (le voy a mandar celebrar una misa en Tinyash), con el
objeto de causar un male cio a cierta persona. Así el nombre Tinyash está ligado a
la brujería, el arte máximo tan arraigado en los Conchucos y las provincias vecinas
del Marañón y Huamalíes tanto que se cree que en Uchisa (Huallaga) están los
brujos máximos, siguiendo luego en categoría en tal arte el Distrito de Llamelín,
frente a Tinyash y colindante con Pinra. Se cree que en Llamellín, en la cumbre del
cerro de San Cristóbal sobre Uco, frente a Llamellín, hay una fuente mágica que
posee la virtud de que quien se baña en sus aguas se convierte en un cóndor. Que
la madre de una bruja de Carhua tenía un pisquito de tal agua con la que hacía sus
abluciones y entonces convertida en cóndor iba los días martes y viernes, volando
a dicha cumbre para reunirse con otras brujas voladoras de Huari y la Provincia
del Marañón con las que celebraban conciliábulos.

Fig. 4. Vista Panorámica actual del sitio de Tinyash. Foto, Jhon Cruz Quiñones

532
Las Ruinas de Tinyash: Exploración Arqueológica, febrero 1934

Fig. 5. Vista Panorámica actual del sitio de Tinyash. Foto, Jhon Cruz Quiñones

Apuntes sobre Brujería en Cochucos

Del arte y ciencia de las brujas se cuentan maravillas. Así re eren que un cura
de Llamellín, que dudaba del poder de una bruja, pidió a ésta que le diese una
prueba de su arte y que entonces la bruja le recomendó que pusiese de noche, en la
cabecera de su cama, un plato de "chocho", lo que en efecto hizo el cura, hallando a
la mañana siguiente que el “chocho' " previamente sancochado había germinado.
El cura no se dio por satisfecho y pidió otra prueba más convincente y entonces
la bruja, por arte de encantamiento, colocó en la cueva de Kayac, en el camino de
LlamelIín a Uchupata, dos muñecas a las que, desde entonces, los viajeros ven
siempre bailando. Debemos decir que nosotros, en nuestro viaje a Uchupata, no
pasamos por Kayac y por tal motivo no pudimos ver aquella mojiganga de la
bruja.

Las prácticas de la hechicería son variadas y cada bruja tiene su método de trabajo.
Unas usan muñecas y otras animales vivos como sapos y culebras. El móvil es casi
siempre el amor o el odio. En el amor las mujeres de Conchucos son famosísimas:
dicen que pocos son los forasteros que lleguen a esos lugares y escapen de los en-
cantos de las conchucanas. Esto, no es una exageración sino que tiene su razón de
ser, se trata de una población con un alto porcentaje de raza blanca y hasta las in-
dias son de facciones nas, no siendo raro ver entre ellas mujeres muy agraciadas.
El mismo gran Mariscal Don Ramón Castilla, según nos re rieron en San Luis,
patria del gran explorador Fizcarrald, fue a esos lugares siguiendo, so pretexto de
trabajos mineros, a una hermosa joven de San Luis o Llulmpa, llamada Margarita
Mariluz allá por los años 50, estableciéndose en el huerto de los chirimoyos de
Llacma entre San Luis y Llumpa, que guarda el secreto de sus idilios.

Cuando una mujer quiere vengarse de una rival afortunada y recuperar el amor

533
Santiago Antúnez De Mayolo

Fig. 6. Decoración de Cuarzo Blanco en el sitio de Tinyash. Foto, Jhon Cruz Quiñones

del hombre que ama, va donde una bruja, la que fabrica dos muñecos de cera
negra -la cera tiene que ser negra- y un muñeco también de cera que representa
éste al hombre en disputa. Viste a una de las muñecas de gala, la coloca en un altar
entre ores con un con te en la boca y otro en el sexo, ya sus pies, postra- do de
rodillas, el muñeco. La otra muñeca, que representa a la rival, es vestida con an-
drajos y puesta a un lado con un ají en la boca y otro en el sexo. El resultado de la
brujería es que la rival se pone fea, contrae alguna enfermedad cutánea, perdiendo
por consiguiente sus atractivos para el hombre, y, por último, éste vuelve donde
la mujer que había desdeñado.

Una mujer desdeñada puede vengarse de un hombre de varios modos: desde la


ruina económica hasta con la muerte del inconstante. Para lo primero la bruja
entierra bajo una cruz una calavera de asno rellenándola con los objetos que han
sido de uso personal del hombre. Este, según se cree, no tarda en experimentar
percances en sus negocios: todo lo que emprende le resulta mal y así, poco a poco,
se entrega a las copas, se arruina y queda en la miseria.

Para la venganza máxima, la bruja fabrica un muñeco de cera que represente al


hombre; lo amortaja y encierra en un ataúd, y entonces la bruja y su clienta salen
de noche semi desnuda, con sombreros negros sobre la cabeza, conduciendo el
ataúd hacia la torre cuyas campanas doblan a difunto, enterrando luego al mu-
ñeco bajo una cruz cerca de la vivienda del hombre a quien se desea causar la
muerte. Muchas personas acuden desde largas distancias a Llamellín para consul-
tar con las brujas.

Algunas brujas trabajan con batracios y reptiles. Así para que una mujer sea de-
seada y cortejada por los hombres, la bruja coge una culebra, que representa a la
coqueta, le pone zarcillos y un collar de "huairuros". Para causar una enfermedad
pincha al sapo en el órgano en que desea se produzca la dolencia. Todo el tiempo
que dure el male cio, el sapo es alimentado arti cialmente para que no muera.
534
Las Ruinas de Tinyash: Exploración Arqueológica, febrero 1934

Fig. 7. Dibujo de la Estela de Tinyash. Dib. Victor Falcón

535
Santiago Antúnez De Mayolo

Fig. 8. Vista Panorámica actual del sitio de Tinyash. Foto, Jhon Cruz Quiñones

Hay todavía adivinadoras que trabajan con granos, hojas de coca, cigarrillos, etc.
Estos adivinadores son utilizados para descubrir robos y seguir la pista de los
ladrones.

A manera de Conclusión

Así, pese a los siglos trascurridos, ha sobrevivido en los Conchucos, más que en
ninguna otra región de Ancash, la creencia en el poder máximo de los hechizos
y lo mismo en la Provincia del Marañón colindante con los Conchucos. Se com-
prende así el por qué de la palabra "Tinyashka" (embrujado).

No sería nada extraño, por la etimología del nombre, que el templo de Tinyash
hubiese estado dedicado al culto de este arte mágico. La estela de Tinyash, de la
guerrera, parece indicar que existió allí el matriarcado y tal vez mientras los hom-
bres se ocupaban de las labores campestres, las mujeres andaban en aventuras
guerreras al son mágico de la Tinya con sus vecinos los belicosos Huacrachucos,
con sombreros de cuernos, derivando por tal motivo Tinyash de Tinya.

En Chavín la idea dominante es el felino como personi cación o representación de


la fuerza bruta del Huari que habría salido del" Ucu-pacha' " centro de la Tierra,
bajo forma de humo convirtiéndose en gigantes con enormes dientes; que degen-
eraron y se convirtieron en hombres, animales y plantas, que todos descienden de

536
Las Ruinas de Tinyash: Exploración Arqueológica, febrero 1934

Fig. 9. Vista Panorámica actual del sitio de Tinyash. Foto, Jhon Cruz Quiñones

los Huaris, los dioses de las fuerzas de la naturaleza. En Tinyash el “life motive'”
no fue el felino: este aparece una sola vez representado en una piedra pequeña
como motivo ornamental, como lo son las cabezas escultóricas humanas exis-
tentes, no viéndose al felino en los frontis de las puertas ni en ningún otro lugar.
La preocupación del tinyano no fue, pues, el felino como en Chavín, el que fue
construido en honor de los "Huaris" representados por el felino, tal es la conclu-
sión a la que hemos llegado.

Desde el punto de vista arquitectónico hay algunas semejanzas entre Tinyash y


Chavín. El templo de aquel, como el principal o central de éste, se hallan construi-
dos sobre una plataforma, constando ambos de tres cuerpos de los que el central
es más estrecho que los de los lados. En Tinyash en ese cuerpo central se halla
sólo una hornacina; en Chavín en el cuerpo central se halla el ídolo tantas veces
descrito por los viajeros. En Katak hemos hallado una construcción subterránea
de tres cuerpos como el de 'Tinyash y con pictografías en piedra sobre el umbral
de una de las puertas las primeras de esa clase, pinturas sobre piedra, que se han
descubierto en Ancash. Las pictografías de Katak representan animales mitológi-
cos propios de la cultura del Callejón de Huaylas, es decir que no es Chavín. Así
de la semejanza en la construcción de los templos de Tinyash y Chavín no puede
argüirse que pertenecen a la misma cultura; son, a lo que creemos, oraciones
distintas de un mismo estrato, fuertemente in uenciado en Chavín por la creen-
cia panteísta de la metamorfosis del Huari en hombres, animales y plantas que
encarnan ciertos poderes y atributos de los Huaris. Los dioses de las fuerzas de la
naturaleza. Así y sólo así, queda explicado por primera vez, el pensamiento que

537
Santiago Antúnez De Mayolo

Fig. 10. Vista Panorámica actual del sitio de Tinyash. Foto, Jhon Cruz Quiñones

informó esas combinaciones monstruosas en las representaciones escultóricas y


pictográ cas, de órganos anatómicos de hombres, animales y aun frutos de la
tierra en un mismo sujeto como se ve en Chavín.

538
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

RESTOS ARQUEOLÓGICOS EN PACHMA BAJO


(Ancash)

Hermilio Rosas La Noire

Introducción

El informe que a continuación se presenta es el resultado de las investigaciones ar-


queológicas realizadas en la localidad de Pachma Bajo, Distrito de Huallanca, De-
partamento de Ancash, Perú (Fig. 1), durante la primera quincena de noviembre
de 1983, en virtud de un convenio con la compañía Hidroservice Engenharía de
Proyectos Ltda. Pese a que no responde a las exigencias de la arqueología conven-
cional, la ejecución del proyecto ha permitido recuperar la información requerida.
En términos generales, la investigación se dirigió a dos puntos concretos: 1) Iden-
ti cación cultural de andenerías en Pachma Bajo y 2) Determinación aproximada
de la antigüedad de los mismos.

Marco Geográ co de la región de Ancash

El territorio del Departamento de Ancash se extiende desde el Océano Paci co,


entre los ríos Fortaleza por el sur y Santa por el norte, hasta la cuenca del río
Marañón en su sector alto por el lado noreste y el río Chuquicara por el noroeste.

En dicho Departamento, la cordillera occidental de los Andes se divide en dos ra-


males denominados Cordillera Blanca y Cordillera Negra. La Cordillera Blanca se
caracteriza por los cerros de gran elevación y por la existencia de numerosas cum-
bres, nevadas y glaciares que ascienden hasta los 5000 m. y siguen una dirección
paralela a la Cordillera Negra. Encierra entre sus cumbres considerables lagunas,
en su mayoría de origen glaciar, las que desaguan por riachuelos que se precipitan
por la pronunciada pendiente de los cerros.

La Cordillera Negra nace, al igual que la Blanca en las inmediaciones de la laguna


de Conococha y sigue en dirección este-oeste para luego tomar rumbo norte en
el sector denominado “Cañón del Pato”, donde es cortada por el río Santa. Entre
ambas cordilleras, el río Santa discurre sus aguas en descenso hasta el mar, de-
sembocando al norte del puerto marítimo de Chimbote.

Titulo Original: Rosas, Hermilio (1992). Restos Arqueológicos en Pachma Bajo. En Betty Megers (Ed.)
Prehistoria Sudamericana: Nuevas Perspectivas ( 333-341 ).Taraxacum, Washington.

539
Hermilio Rosas La Noire

La mayoría de las principales ciudades antiguas y modernas como Recuay, Hua-


raz, Carhuaz, Yungay, Caráz, etc., se ubican al lado de la cordillera Blanca.

En el margen izquierdo (Cordillera Negra), la ciudad más importante es Huay-


las. Del mismo modo, existen testimonios de antiguas poblaciones y pequeños
asentamientos humanos a lo largo de la Ccordillera Blanca. La Cordillera Negra
era mucho más poblada que en la actualidad, lo que sugiere mejores condiciones
de vida en la antigüedad que en el presente.

El río Santa nace de la laguna de Conococha a 3944 msnm y recorre cerca de


60 leguas antes de desembocar en el Océano Paci co. Casi en todo su recorrido
no presta ningún bene cio a la agricultura debido a que su lecho se encuentra
profundo y encajonado. Entre Conococha y Caráz, sector más ancho del callejón,
las pocas tierras ubicadas al lado derecho son irrigadas con las aguas de los ria-
chuelos. En la margen izquierda, estos ríos son escasos debido a que la Cordillera
Negra carece de nieve permanente. Igualmente, las tierras planas son escasas de-
bido a que los espolones de la Cordillera Negra llegan hasta el lecho mismo del
río, dejando poco o nada de tierras aptas para la agricultura.

El tramo más difícil y agreste es el comprendido entre el Cañón del Pato y Chuqui-
cara o Tablachaca, donde las terrazas y las tierras cultivables signi cativas están
bastante alejadas del lecho del río Santa. Las de Pachma Bajo se encuentran en las
laderas de los ancos de los macizos cordilleranos y son cultivadas con las aguas
temporales de las lluvias.

Medio Ambiente de Pachma Bajo

Tierra abrupta y de contrastes caracteriza la topografía de este sitio (Fig. 2). Hacia
el noreste, el macizo de Pachma Alto ha sido cortado en dos por el río Quitaracsa,
cuyas aguas van a sumarse al torrentoso río Santa. El sector es sumamente sólido,
sin peligro de movimiento o desplazamiento de la masa geológica.

La ecología reúne las características propias de una microrregión, ya que el en-


torno natural de hace milenios debió ser igual al de hoy. Las pocas familias que
viven actualmente sufren una permanente escasez de agua, y es necesario cami-
nar varios kilómetros para abastecerse de ella. Igualmente los habitantes sufren
mucho por la falta de los recursos indispensables para su alimentación. La gente
activa permanece el tiempo necesario para la siembra y cosecha de las pocas tier-
ras que aun continúan trabajándose. De ahí que la población mayoritaria sea de
ancianos y niños, quienes se dedican al cuidado de unas pocas cabezas de ganado
lanar, caprino y vacuno. Los jóvenes migran hacia las ciudades principales como
Huaraz y hacia la costa en busca de trabajo. Las evidencias arqueológicas indican
que la zona alcanzó su máxima expresión cultural y desarrollo económico entre
los siglos IV y V de la era Cristiana. No hay continuidad ocupacional después de
que la población Recuay-Huaylas abandonara el lugar, motivado probablemente
por los cambios climáticos que habrían provocado sequías prolongadas.
La vegetación actual exhibe una mezcla de “Sabana o bosque seco montano” o
“Estepa espinoso montano bajo”, en relación a la clasi cación de J. Tosi para los
valles interandinos. En concordancia con los términos clasi catorios de dicho au-
540
Restos arqueológicos en Pachma Bajo (Ancash)

tor, la región de Pachma – la que comprende Yungay Pampa, laderas de los cer-
ros contiguos a la pampa de Pachma y los ancos del sur y este de los cerros en
descenso hacia los ríos Santa y Quitaracsa- responde a una vegetación mixta entre
ora primaria y cultivos (Fig. 3).

Actualmente la vegetación más común son las cactáceas, presentes en todas sus
variedades, las que cubren super cies de considerable extensión formando colo-
nias (Fig. 4). Es la vegetación predominante en terrenos no cultivados, hoyadas
y/o laderas, etc., donde la humedad del subsuelo se conserva por mayor tiempo.
En zonas descampadas, donde hasta hace poco se practica el cultivo al borde de
los terrenos de siembra actual, la vegetación predominante es el molle (Schinus
molle), conocido también por los del lugar como Kullash, y las cactáceas de la
variedad San Pedro.

En la falda de los cerros Pachma Alto y Llactur, la ora predominante es del tipo
arbustivo y subarbustivo. En segundo lugar se ubican plantas como sábila, ma-
guey y otras espinosas, mientras que las leñosas, que son pocas, crecen entre las
pequeñas quebraditas y zonas abrigadas (Fig. 5). Durante la estación lluviosa, la
super cie de estas tierras se cubre de pastizales, los que sirven de alimento al ga-
nado lanar, caprino y a los escasos bovinos.

En contraste con la vegetación descrita, la de la pampa, la cumbre o cima de Pach-


ma Alto ofrece una vegetación tipo páramo o jalca con predominio de los pastiza-
les, cuyo componente principal es la planta denominada ichu, mientras que en la
parte baja, o sea entre las angostas quebradas que desembocan en el lecho de los
ríos Santa y Quitaracsa, la vegetación predominante es la arbustiva compuesta
por plantas cultivadas y silvestres. Entre las cultivadas están los álamos, sauces y
árboles frutales como el mango, pacay, chirimoya, naranjas, plátanos, etc., mien-
tras que la vegetación natural está compuesta por el algarrobo (Prosopis chilensis,
Prosopis limensis), que crece en colonias formando pequeños bosques en las que-
bradas y orillas de los ríos.

Por su ubicación altitudinal (1500 a 2500 m.), clima cálido y latitud, Pachma Bajo
se encuentra dentro de la zona Yunga o Quichua, por lo que es considerado propi-
cio para el cultivo de maíz (Zea mays) y variedades, de cucurbitáceas como el
zapallo, la calabaza, etc., y productos de clima cálido y templado: ají, frijoles, pal-
lares, el pacay (Inga fouilloi) y la chirimoya (Annona muricata). La falda de los
cerros y las cumbres como Pachma Alto son zonas de cultivo de la papa (Solanum
sp.), el olluco y la mashua.

La variedad de animales domésticos actuales son de origen Europeo. Sin embar-


go, sabemos por el relato de cronistas que en los antiguos pueblos de Corongo y
Huaylas, vecinos de Pachma, se criaba mucho ganado como la llama, la alpaca y
también el cuy y las perdices. El guanaco, la vicuña, el venado, zorros y pumas y
la variedad de palomas se encontraban en estado silvestre.

541
Hermilio Rosas La Noire

Andenes y Agricultura

Arquitectura

De modo general, en la construcción de los andenes de Pachma se han empleado


rocas de naturaleza variada, presentes en la super cie de la zona, desprendidas
probablemente por clivaje natural. Los muros construidos son de sostenimiento
y/o de contención de una sola cara, aprovechando ocasionalmente el a oramien-
to de las rocas en el desarrollo de los mismos a n de dar mayor consistencia a
las paredes y/o por la di cultad y esfuerzo que les representaba su eliminación
total. Los andenes y terrazas se han dividido en cinco grupos con nes puramente
metodológicos.

Grupo1. Situado en la parte llana de la zona de Pachma Bajo, área colindante con
la parte baja del cerro Pachma Alto, abarca casi toda la extensión de la pampa (Fig.
5). Desafortunadamente, los muros se encuentran destruidos y las únicas eviden-
cias son las las de grandes rocas plantadas en el suelo (Fig. 6). Igualmente, parte
de las plataformas en algunos sectores como los cercanos al cerro, han desapare-
cido o se encuentran por debajo de las capas aluviónicas caídas del cerro Pachma
Alto. Este grupo de andenes se encuentra conectado a una red de canales, lo que
indica que fueron terrenos de cultivo.

Grupo 2.Al segundo grupo corresponde a la sucesión escalonada de planos ubica-


dos en la parte baja de la ladera del cerro Pachma Alto. Las características arqui-
tectónicas son iguales a las de otros grupos. Sin embargo, la reducida dimensión
de las plataformas, la irregularidad de los andenes en relación a los de la pampa y
la ausencia de canales indican que la agricultura fue imposible.

Grupo 3. Ubicado en el sitio denominado “Waraypampa”, el grupo 3 está con-


stituido por las pocas construcciones que se encuentran en las partes planas y
pequeñas hondonadas entre los montículos alomados, donde terminaba antigua-
mente la quebrada. Además de los restos de andenes y canales, se han detectado
restos de viviendas y de una tumba Chavín, desafortunadamente sin ofrendas. Sin
embargo, en el relleno de la plataforma donde se construyó la tumba encontramos
tiestos de cerámica correspondientes a dos épocas culturales: Chavín y Blanco
sobre Rojo.

En relación a la arquitectura y demás características, la construcción es similar a


las de los demás muros descritos, y en lo que a la función se re ere participa igual-
mente de patrones comunes como la presencia de canales, terrazas para el cultivo,
tumbas cerca a los muros, etc.

Grupo 4.Comprende el sector izquierdo del grupo 3, siendo la mayor extensión


y ocupando casi toda la falda de la hoyada. Las plataformas siguen cuesta arriba
(Fig. 7-8) y están constituidas por muros mucho más altos en relación a los de
otros grupos, salvo la gran pared de contención ubicada en la parte alta del grupo
5b. Las alturas varían entre 1.2 y 1.5 m. y las plataformas son mucho más amplias
que en los demás grupos. En el interior de las mismas hay grandes rocas que los
antiguos habitantes no lograron eliminar. Hay muy pocos canales, pero evidente-
mente gran parte de estas plataformas estuvieron sembradas en alguna época de
542
Restos arqueológicos en Pachma Bajo (Ancash)

su historia. Ubicamos dos tumbas huaqueadas, una de ellas cerca a una enorme
roca (Fig. 9).

Grupo 5. Se encuentra en el sector alto del anco Este del cerro Pachma Alto. En
razón de su gran extensión y función, vimos por conveniente dividir en dos sec-
tores: 5a y 5b. El primero corresponde a la parte baja, donde las terrazas son más
amplias. Las paredes se encuentran en mal estado y su suelo es interrumpido por
grandes rocas, que han sido aprovechadas por antiguos pobladores para enterrar
a sus muertos.

El grupo 5b está constituido por muros de contención con nes probablemente


de evitamiento y protección de la zona agrícola de la parte baja. Se descarta la
función y el uso agrícola de estas plataformas por el simple hecho de que entre
muro y muro no existe ni un metro de tierra aprovechable par este n. (Fig. 10-11).
Áreas de cultivo

Desde el punto de vista agrícola, los suelos más aptos en Pachma Bajo son pocos.
Se limitan escasamente a tres sitios: la pampa (grupo 1), Waraypampa (grupo 3) y
la vuelta (grupo 4), donde los suelos parecen ser potencialmente fértiles en mate-
ria orgánica. Fueron cultivados con las aguas de lluvia, reunidas y encauzadas por
un interesante sistema de canales.

Los demás sitios muestran pobreza en tierras propicias para el cultivo, no obstan-
te que la amplitud de las terrazas y aisladas evidencias de canales en los grupos
4 y 5 sugieren lo contrario.

Canales de riego

Los canales madres o troncales son simples acequias ligeramente más anchos que
los secundarios. Hemos registrado dos canales principales. Uno recorre casi toda
la pampa (grupo 1) del sureste a noreste y va por el sector superior de la pampa
(Fig. 12). Desgraciadamente, en casi toda su extensión resulta difícil seguirlo. El
segundo parece que cruzaba el sector medio de la pampa y debió ser importante,
ya que las huellas se pierden cerca al gran zanjón excavado y profundizado por
los frecuentes huaycos. Este zanjón tiene mayores posibilidades de continuidad
por las aguas excedentes de Pachma Alto y de un pequeño estanque que existe en
la hoyada formada por la unión de los cerros de ambos.

En el lugar denominado Waraypampa (grupo 3), la distribución de los canales es


similar, con la sola diferencia que estos han sido cubiertos con lajas de piedra por
sectores y presentan aspectos de mejor trato.

En resumen, se puede a rmar que los canales en los grupos 3 y 4 muestran con
claridad la función de conductores de agua a los diferentes andenes, mientras que
los grupos 5 y 2 no muestran ninguna evidencia visible de la existencia de canales.
Pese a ello, el grupo 5a, por su amplitud y aspecto, ofrece la posibilidad de uso
para el cultivo.

543
Hermilio Rosas La Noire

Antigüedad de los Andenes

El análisis y estudio del material arqueológico recuperado en la super cie de cu-


atro andenes, plataformas, muros de sostenimiento y de contención, lugares de
vivienda, tumbas y formaciones super ciales de basura, nos ha permitido iden-
ti car tres periodos: Chavín, Blanco sobre Rojo y Recuay o Huaylas. Los mate-
riales fueron analizados en todos sus aspectos. La cerámica, por ejemplo, ha sido
sometida a un riguroso análisis de pasta, super cie, manufactura, tratamiento,
dureza, color y técnica decorativa. Del mismo modo, los resultados fueron eval-
uados y cuanti cados antes de su asignación a un periodo cultural determinado.
En términos generales, para la determinación de la antigüedad de los restos arqui-
tectónicos hemos considerado los siguientes principios:

1. Presencia o ausencia de vestigios de culturas y épocas conocidas en la región.


Los materiales obtenidos en cada grupo corresponden a tres periodos, los cuales
se desarrollan entre los 100 antes de Cristo a 500 años después. En consecuencia,
se concluye que los andenes fueron construidos por una de estas culturas. Se des-
carta otra posibilidad debido a la ausencia de evidencias de culturas anteriores a
la época de Chavín o posteriores a Recuay-Huaylas.

2. Comprobación arqueológica de contemporaneidad, in situ. Ha sido compro-


bado este requisito con los hallazgos de los fragmentos de rasgos Chavín y Blanco
sobre Rojo en el relleno de la plataforma de la tumba 1.

3. Correlación y comprobación cronológica con otros yacimientos arqueológicos


de la misma época y cultura, cercanos a la región. Al respecto, se ha hecho la cor-
relación estilística y cronológica de los materiales de Pachma Bajo con los de la
Pampa, Corongo, Hualcallán y Campanacoto en la comunidad de Colcas y con
los yacimientos de Tablachaca, Wilkawain en Huaraz, entre otros. Esto nos ha
permitido con rmar la clasi cación de los materiales arqueológicos en los tres
periodos culturales y la antigüedad asignada, tanto a los periodos como al sistema
de andes.

4. Comparación estilística y de las técnicas arquitectónicas empleadas en la con-


strucción con otras construcciones de probada antigüedad cultural fuera de Pach-
ma. Al respecto, se ha hecho primero una descripción de la arquitectura, donde
ha resaltado la simplicidad, tanto en concepción como en ejecución, de los muros.
Luego, hemos hecho una ligera comparación con otros sitios, en los cuales la anti-
güedad y cultura de las construcciones han sido determinadas por el carbono 14.
Su simplicidad, falta de técnica, etc., corresponden a la fase de experimentación,
denominación utilizada para referirse al periodo transicional ente Chavín y Recu-
ay-Huaylas, fechado entre el primero y segundo siglo de la era Cristiana.

544
Cien Años de la Arqueología en la Sierra de Ancash
(2013). Bebel Ibarra (Editor). Instituto de Estudios
Huarinos. Huari. Perú.

EL CURACAZGO DE CONCHUCOS Y
LA VISITA DE 1543

Waldemar Espinoza Soriano

Introducción

El curacazgo o señorío étnico de Conchucos tuvo por hábitat lo que ahora son las
provincias de Corongo y Pallasca en la sierra norte del departamento de Ancash.
Como todas las etnias septentrionales del Tahuantinsuyu estuvo estructurado en
huarancas y pachacas, cuyos pobladores vivieron en pequeñas llactas (o pueblos),
de las cuales la más

numerosa a mediados del siglo XVI tenía ciento cincuenta tributarios, y la más
pequeña cuatro. Sus ruinas todavía existen, aunque algunas de ellas aún con-
tinúan habitadas, como por ejemplo Corongo, Cabana. Tauca, Llapo y Cusca.

Convertida en encomienda una vez producida la conquista española, su material


humano fue sometido a una terrible campaña de exterminio y de explotación.
Justo, para que sus encomenderos supieran cuántos hombres debían tributarles,
Vaca de Castro dispuso en 1543 la realización de una visita, que es la que en el
presente trabajo editamos. Es importante este documento porque contiene datos
sobre la demografía étnica y el número de centros urbanos, cuya lista y nombres
proporciona.

CONCHUCOS

No vamos a adentrarnos en los pormenores de esta etnia para determinar su local-


ización y área de expansión, porque ya lo hemos realizado en otro trabajo1.

Basta por hoy manifestar que el territorio del curacazgo o reino de Conchucos, no
fue tan extenso como otros señoríos étnicos del mundo andino en los siglos XV y
XVI (Lupaca, Huanca y Chismancu-Chuiquimancu por ejemplo). Pero de todos
modos tampoco fue muy pequeño, como el de Tapacuna vervigracia. Si tenemos
en cuenta que la etnia Conchuco abrazó lo que actualmente son las provincias

Titulo Original: Espinoza Soriano, Waldemar (1974). “El Curacazgo de Conchucos y la Visita de 1543”.
Boletín del Instituto Francés de Estudios Andinos. 3(1), pp.9-31, Lima.

545
Waldemar Espinoza Soriano

de Pallasca y Corongo, al norte del departamento peruano de Ancash, llegamos


a la conclusión de que tuvo aproximadamente 3307.43 kilómetros cuadrados de
super cie (Anónimo: 1962, pp. 62-63). Hasta la década de 1870, a la de Pallasca,
de cuando en cuando, todavía se la llamaba “provincia de Conchucos”, lo que a
veces arrastraba consigo ciertas confusiones (Raimondi: 1873, p. 151).Pero en la
década de 1890 desapareció completamente el tan antiguo y mentado nombre de
Conchucos, el que ha quedado relegado a un miserable y triste caserío que tiene
el, rango de Villa, ahora casi deshabitado debido a la emigración de sus habitantes
a Chimbote y a Lima en busca de mejores niveles de consumo.

En general el curacazgo de Conchuco se extendió por lo que hoy son las jurisdic-
ciones distritales de Aco, Bambas, Corongo, Cusca, La Pampa, Yanac, Yupán, Bo-
lognesi, Cabana, Conchucos, Huacaschuque, Huandoval, Lacabamba, Llapo, Pal-
lasca, Pampas, Santa Rosa y Tauca (Anónimo: 1962, pp. 98-100.-Raimondi: 1871, p.
153); algunos de ellos de ecología yunga, tales como Pallasca, Huandoval, Cabana,
Tauca, Llapo y los caseríos de Chaquilpón y Ancas (Mogrovejo: 1593, p. 264-279).

Según la visita de Cristóbal Ponce de León, de 1543, parece que en el curacazgo


de Conchuco hubo tres huarancas, a las que el visitador las denomina “parcial-
idades”: 1) Carapuray, gobernada por el señor Pomacochachi, con veinte y un
llactas; 2) otra del señor Yanamango, con veinte y seis llactas; y 3) otra del señor
Colcallax, con treinta y un llactas (Ponce de León: 1543, ff. 5v-10v). Hecho que no
debe llamar la atención por cuanto en la sierra y costa norte del Perú la estructu-
ración de las etnias en pachacas, huarancas y hunos fue común y corriente, mucho
más corriente que en el centro y sur del Tahuantinsuyu. Cristóbal de Albornoz así
también lo mani esta, citando concretamente a dos de ellas: Campichayhuaranca
y Chaupihuaranca (Albornoz: 1582, p. 31), que deben corresponder a la parciali-
dades de los curacas Colcallax y Yanamango de la relación de Cristóbal Ponce de
León. Cada una de ellas tenía sus huacas principales y secundarias (Loc. cit.).

En la visita de 1543 aparecen setenta y siete pueblos, o mejor dicho llactas indíge-
nas en el Curacazgo de Conchuco. En los mapas de alta escala es relativamente
fácil ubicar a una buena cantidad de ellas. Siguen subsistiendo todavía Yantacón,
Tauca, Corongo, Cusca, Huayayán o Guauyan por ejemplo. Eran llactas de todo
tamaño; ya que hubo algunas donde apenas residían cuatro o seis padres de fa-
milia, o en otras palabras, tributarios, es decir, con poquísimas casas. Sólo existían
tres que ofrecían una perspectiva más o menos voluminosa: Chachaba, con cien
tributarios; Ayango, con ciento doce; y Lapoco, con ciento cincuenta (Ponce de
León: 1543, ff. 5r, 7v, 8v, 9r). Sin embargo, todas sin discriminación alguna, fueron
llamadas “pueblos” por los españoles, cuando en verdad la mayoría de ellas ape-
nas eran menos que aldehuelas. Esta perspectiva urbana era general en los Andes,
salvo contadísimas excepciones.

Todas estas aldeas recorridas y censadas por el visitador Cristóbal Ponce de León
fueron desestructuradas entre 1571 y 1572, cuando las “reducciones” ordenadas
por el virrey Francisco de Toledo. A ese inmenso número de llactas pequeñas
las “redujeron” o disminuyeron, concentrándolas en cinco pueblos grandes úni-
camente. Pero aparte de la información anteriormente citada, en esta visita de
Ponce de León, escrita en 1543, los nueve años de la caída del Imperio Inca, se
encuentran evidencias más antiguas de cómo en una sola llacta, en este caso en la
546
El Curacazgo de Conchucos y la Visita de 1543

de Urcos, vivían personas pertenecientes a tres parcialidades distintitas: 35 de la


de Carapuray, del curaca Pomacochachi; 15 del curaca Colcallax y 17 del curaca
Yanamango. En la llacta de Vinchos se hallaron 34 personas de Pomacochachi y
9 de Yanamanqo. En Sumbish, se descubrió 25 de Yanamango y 12 de Colquillax.
¿Qué signi ca todo esto? ¿En un pueblo podían vivir personas pertenecientes a
diferentes huarancas y pachacas? ¿O es que los tributarios pertenecientes a tres
parcialidades eran congregados en una llacta para que cumplieran allí sus mitas
en conjunto? La verdad es que no sabemos aún qué es lo que pudo ocurrir en
realidad.

El cronista Miguel de Estete dice de Corongo que era un pueblo “subjeto al de


Guamanchurco” (Estete: 1533, p. 69). Pero evidentemente que este es un lapsus
cálami del veedor de Hernando Pizarro. Seguramente quiso escribir “es subjeto al
de Conchucos”. Pedro Cieza de León, por un lado, re riéndose a los pobladores
de estas llactas, expresa: “los naturales son de mediano cuerpo” (Cieza de León:
1553, cap. LXXXII, p. 430). Mientras que Estete por su parte, vio por allí, en 1534,
“mucha cantidad de ganado con sus pastores que lo guardan, e tienen sus casas
en las sierras al modo de España” (Estete: 1533. p. 69), es decir, en las cúspides de
los cerros y de las colinas. Pero en 1548 los conchucos eran ya “faltos de ganado”
mani esta Juan de Saavedra, aunque sí tenían algunas minas de plata de vetas
pobres (Saavedra: 1548, P. 232), lo que está en contraposición a un párrafo de
Cieza de León cuando exclama: “en esta provincia de Conchucos ha habido siem-
pre mineros ricos de metales de oro y plata” (Cieza de León: 1553, cap. LXXXII,
p. 430), dato que está reforzado por Guamán Poma de Ayala, quien re riéndose a
Conchucos escribe: “hay minas de plata [y] mesón real” (Guamán Poma de Ayala:
1615, f. 1093). Lo cierto es que sus socabones de plata atrajeron a los españoles,
quienes, para explotarlos, a nes del siglo XVI fundaron allí una villa, la de Con-
chucos. De ella Guamán Poma de Ayala ha dejado un dibujo, manifestando que
los mitayos que allí trabajaban no eran tan maltratados como en Potosí (Ibíd., ft.
1087 y 1013).

Las ruinas de aquellas viejas llactas conchucanas, de aquellas que fueron despo-
bladas compulsivamente por orden de los visitadores toledanos para crear las
famosas “reducciones de Indios”, todavía subsisten aunque caídas y abandonadas
por cientí cos y por profanos. Antonio Raimondi las vio y las recorrió a mediados
del siglo XIX, y sobre ellas anotó estos acápites que se re eren a la pequeña llacta
de Guauyan:

- Antigüedades. En la parte más elevada del camino entre las estancias de Hual-
callanca y LLantacón se observan los restos de un antiguo pueblo perteneciente a
los indios anteriores a la conquista. Muchas casas de este pueblo se hallan dispu-
estas en una larga serie con dirección poco más o menos de Norte a Sur y trans-
versalmente al camino. En las cercanías de este pueblo se han encontrado por
medio de excavaciones, muchos objetos tales como cántaras de barro, morteros de
piedra, pequeñas guras.

Este lugar se conoce con el nombre de Huauyan y por su elevación se puede domi-
nar con la vista tanto a un lado como el otro a muy grande distancia, También en
las inmediaciones de la hacienda de Urcón hay antigüedades, y se han encontra-
do muchos objetos curiosos: entre ellos se han hallado crisoles de barro, tapados

547
Waldemar Espinoza Soriano

en su parte superior, y con un pequeña agujero a cada lodo que debía servir sin
duda para la salida del metal en fusión (Raimondi: 1873, pp. 160-161).

Y añade en otra parte:

- Antigüedades: Además de los paredones de los gentiles que se hallan cerca del
pueblo de Cabana, se observan, en el pueblo de Huandoval varias piedras de roca
sienítica trabajadas por los antiguos indios con una admirable perfección (Ibíd.,
p. 170).

De estas antiguas llactas, todavía siguen habitadas varias de ellas, tales como Tau-
ca, Corongo, Cusca y Cabana. Según Cristóbal de Albornoz, el nombre verdadero
de Tauca es Taucapan. Y fuera de los setenta y siete pueblos citados por Cristóbal
Ponce de León, Albornoz menciona a Caycachiz, Guachichilla y Maray (Albornoz:
1582, p. 31). En Conchucos, además, había un tambo (Ponce de León: 1543, f. 9v),
al que Guamán Poma de Ayala le da nombre de “real”2 , lo que indica que era de
gran importancia en la ruta caminera de la sierra chinchaysuyana.

Los conchucanos tenían fama de belicosos, porque en 1539 se rebelaron contra los
abusos de los mayordomos o calpisques del encomendero que lo era Francisco
Pizarro. Se resistieron entonces a pagar más tributos en oro, plata y otras espe-
cies valiosas que no poseían en sus tierras. EI resultado fue que el mismo mar-
qués-gobernador envió a Francisco de Chávez para que paci cara a los alzados.
El pelotón comandado por este conquistador e invasor tuvo un comportamiento
cruel, por lo que “hicieron la guerra muy temerosa y espantable, porque algunos
españoles dicen que se quemaron y empalaron número grande de indios” (Cieza
de León: 1553, cap. LXXXII, p. 430). Chávez, en realidad, superando en ferocidad
a todos sus paisanos en la guerra de conquista, con métodos de terror, práctica-
mente arrasó la tierra de los Conchucos. Entre julio y setiembre de 1539 ordenó
incendiar, robar, saquear y asesinar a todos cuanto pudieran. Como los hombres
y las mujeres huyeron de sus moradas a las quebradas y riscos ocultos, dejando a
sus pequeños hijos en sus casas porque jamás pensaron que contra tan pequeñas
criaturas iban a ensañarse los españoles, lo cierto es que Chávez dirigió la hor-
rorosa matanza de seiscientos niños menores de tres años de edad, a quienes los
degollaron. Cuando murió Francisco de Chávez, sus descendientes, tremenda-
mente preocupados y morti cados por los delitos espantosos del conquistador,
con el objeto de amenguar en algo la ira divina contra el alma de esa era humana,
propusieron que con parte de los bienes por él dejados se fundaran escuelas para
que en número de cien asistiesen a ellas los niños conchucanos, para recibir un
especial adoctrinamiento católico. Carlos V ordenó hacer un estudio y un informe
al respecto; y ahí quedó todo3 .

LA VISITA DE 1543

Justo, cuatro años después de esta masacre, se hizo una visita a la provincia de
Conchucos. Se llaman visitas a unos informes escritos sobre la demografía y ac-
tividades sociales y económicas de las etnias andinas, incluyendo largas relacio-
nes genealógicas de sus líderes étnicos. Muchos informes de esta índole fueron
redactados en los siglos XVI y XVII. Desgraciadamente casi todas se han extra-
548
El Curacazgo de Conchucos y la Visita de 1543

viado. Muy pocas son las que quedan; y entre éstas hay grandes y pequeñas. Hay
referencias a ellas desde 1534 hasta las postrimerías de la misma época colonial;
pero las más notables, por contener noticias extraordinarias para el estudio de la
etnohistoria andina, son las de la décimo séptima centuria; y entre éstas las más
célebres, en orden jerárquico, son las toledanas (1571-1572), las garcíanas (1567),
las nievinas (1562), las cañetanas (1557), las gasquiañas (1548-1549) y las pizarri-
anas (1540). La de Conchucos pertenece al grupo de las visitas eventuales cortas,
sencillas y de no mucha trascendencia. Se la hizo a raíz de que este curacazgo fue
dividido entre dos encomenderos por disposición del gobernador Cristóbal Vaca
de Castro, en 1543, con la nalidad de dar de comer a dos españoles que no tenían
con qué vivir. A esta gura se le daba el nombre de “reformación de las encomien-
das”, hecho que Vaca de Castro la aplicó en todo el Perú por orden del Consejo
de Indias con el objeto de disminuir el poderío de los primeros encomenderos,
acortándoles las encomiendas, y poder así satisfacer las demandas y exigencias de
la mayor parte de pretendientes de ellas. En este sentido, la opulenta encomienda
de Conchucos, que había pertenecido a Francisco Pizarro, después de la muerte
de éste por cierto, la subdividió entre dos españoles beneméritos a la Real Corona:
Bernardino de Valderrama y Luis García de Sanmamés, señalando mil cien tribu-
tarios a cada cual. Lógicamente entonces, con el objeto de que ambos agraciados
no pelearan por la jurisdicción de sus respectivas pitanzas, Vaca de Castro dispuso
llevar a cabo una visita para determinar los pueblos y las pobladores que debían
distribuirse entre ambos españoles (Ponce de León: 1540, ff. 2v-av). El encargado
de hacerla fue Cristóbal Ponce de León, un vecino, de la ciudad de Huánuco; y el
escribano que éste eligió para que lo acompañara y ayudara, dando fe de los au-
tos, fue un tal Diego del Castillo. Como siempre, los curacas de huaranca fueron
en este aspecto sus más grandes y seguros auxiliares en el empadronamiento de la
población tributaria y de las llactas

La visita y el censo abarcaron todo el Curacazgo de Conchucos. En consecuencia,


la información que aquí se proporciona es fundamental para el estudio de la de-
mografía y de la distribución etnopolítica y etnogeográ ca de las llactas y grupos
étnicos del Perú en los siglos XV y XVI. Que nosotros sepamos, este códice consti-
tuye, hasta este momento, la fuente etnohistórica más antigua que tenernos acerca
de la etnia Conchuco. Quienes se han dedicado al estudio del departamento de
Ancash tales como Antonio Raimondi (1873), Alberto Gridilla (1937), Eudocio
Ortega (1956), Márquez Zorrilla (1965) y Félix Alvarez Brun (1970) parece que han
desconocido este manuscrito, pues no la mentan en sus obras.

No obstante de que, como toda visita pregarcíana — nos estamos re riendo al


licenciado Lope García de Castro — no incluye el número total de los habitantes,
en otros aspectos, en cambio, es muy valiosa. Se concreta a presentar el número de
parcialidades, de centros urbanos (cuyos nombres proporciona) y la cantidad de
los tributarios, por la simple razón de ser éstos en quienes estaban más interesa-
dos los encomenderos para cobrarles los tributos. En 1543, la cantidad de varones
en edad de tributar era de 1901 personas distribuidos así: 687 en la parcialidad del
curaca Colcallax, encomendada en Bernardino de Valderrama, y de 789 en la de
Yanamango, encomendada en Luis García de Sanmanés; pero quedaban 425 más
sin encomendero todavía, pertenecientes al señor Pomacochachi.

La población en 1543, a todas luces, había mermado enormemente ya, debido con

549
Waldemar Espinoza Soriano

toda seguridad a los grandes estragos que les causó la invasión del feroz Fran-
cisco de Chávez y a otras expediciones de los conquistadores hispanos. Con ama-
rgas y dolorosas frases lamentan en 1543 la notoria disminución de su material
humano. Dicen que

no eran tanto como se decía por la tierra, a causa de las guerras que hablad tenido
con cristianos e indios y robos que les han hecha yendo y viniendo a Los Bracam-
oros y a Quito y Cuzco y Chachapoyas, donde mucha de su gente lo han tomada
y robado de ocho años a esta parte (Ibíd., f. 5r).

Otro dato valioso transmitido por el visitador Cristóbal Ponce de León es el de


considerar como tributario a todo hombre casado que tuviera mujer e hijos, excep-
to los viejos, porque éstos, aunque estuvieran casados, no debían contarse entre
los tributarios salvo que tuvieran hijos de veinte años de edad, solteros, quienes,
en este caso, tenían que ser reputados como casados, porque entonces se les exigía
que el tal hijo sirviera a nombre del padre. Y en caso de estar casados los hijos de
veinte años debían suplir los otros, incluso los de dieciséis años. Hay que inter-
rogarnos: ¿este sistema fue tomado del incario, o fue una innovación española?
Lo ignoramos aún. Lo cierto es que tal cosa comienza a gurar en los documentos
a partir de 1540 en que Francisco Pizarro y Fray Vicente de Valverde redactaron
y suscribieron las primeras instrucciones de visitas (Espinosa Soriano: 1967; pp.
5-41), las mismas que también fueron aplicadas en Conchucos en 1543 (Ponce de
León: 1540, ff. 3v-4v).

Sin embargo, como el número de tributarios jado por Vaca de Castro a cada
encomendero era de mil cien, o sea 2200 entre los dos y la visita no arrojó sino
1901 en total, faltando 199 para completar la suma, el visitador Cristóbal Ponce
de León tuvo que dividir a los 425 tributarios de la parcialidad de Carapuray,
del señor Pomacochachi, para poder satisfacer la cifra señalada a ambos, por eso
Valderrama recibió 265 y García Sanmámes los restantes, con lo que cada cual
resultó con 950 tributarios aproximadamente. Aquí parece descansar esa enorme
confusión que exhiben ciertos documentos cuando un encomendero tenía tribu-
tarios en varios pueblos, porque las huarancas y pachacas eran segregadas y di-
vididas creando graves con ictos internos en la población étnica. Cuando años
después, los del Consejo de Indias quisieron poner remedio a este trastorno, fue
ya demasiado tarde.

En 1548 Luis García Sanmamés había ya fallecido (Saavedra: 1548, p. 232), pero
en su encomienda se siguieron contando 90C tributarios, quienes rentaban 3000
pesos anuales (Loc. cit.).

En realidad, no hay más aportes en la visita de 1543. Pero en las Subsiguientes de


i562, 1587 y 1571 aparecen una formidable cantidad de informaciones etnológi-
cas, históricas, demográ cas y sociales. En las anteriores a estos años, en cambio,
sucede lo contrario: solamente se circunscriben a enumerar pueblos y tributarios.
Justo, la de Cajamarca de 1540, ya publicada (Barrientos: 1540, pp. 25—41), y la de
Conchucos de 1543, que ahora editamos, pertenecen a este tipo de Visitas.

Según Arriaga y Calancha, más o menos a partir de la década de 1560 el culto al


Apo Catequil se extendió a la etnia de Conchucos, como resultado de la fuga de
550
El Curacazgo de Conchucos y la Visita de 1543

los sacerdotes nativos de la provincia de Huamachuco amenazados y persegui-


dos por los doctrineros agustinos de ello. (Arriaga: 1621. pp. 23—25— Calancha:
1639. p. 471). Fue por este mismo tiempo, más precisamente en 1565, cuando Lope
García de Castro agrupó cinco curacazgos y señoríos étnicos para constituir un
corregimiento. A éste le puso el nombre de Conchucos, hecho que evidencia el
gran prestigio de dicho curacazgo, por cuanto lo eligió como cabecera o capital de
la nueva demarcación colonial Los otros reinos o señoríos étnicos fueron Sihuas,
Piscopampa, Huari y Pinco4 . En la Visita general de 1571-1572, los visitadores
censaron en el curacazgo de Conchucos:

Encomendero Tributarios Nº tributarios Total Reducciones

Conchucos A Catalina 760 4759 5519 Tauca


de Mori Llapo
Corongo
Conchucos B Valentino 873 5710 6583 Pallasca
Pardavé Sicllabamba

Total 1633 10469 121025

En 1591, Morales Figueroa da las siguientes cifras:

Tributarios Tributo Anual Quinto al Rey

Conchucos A 882 3281.2 6256.2


Conchucos B 709 2284.6 456.7 6

Y en la década de 1620, la provincia y curacazgo de Conchucos (y no el cor-


regimiento de Conchucos), continuaba dividido en dos repartimientos. Así lo
señala Antonio Vázquez de Espinoza:

Tributarios viejos mozos mujeres total

Conchucos A de Pardavé 867 283 1373 3172 5695


Conchucos B de Mori 755 200 1109 2290 4354

Total 1622 483 2492 5462 100497

551
Waldemar Espinoza Soriano

VISITA DE LA PROVINCIA DE CONCHUCOS POR CRISTOBAL PONCE DE


LEON. AÑO 1543

Exhibición de documentos

En la provincia de los Conchucos, a veinte y cinco días del mes de agosto de mil
quinientos y cuarenta y tres años, ante mí Diego de Castilla, escriuano nombrado
para la visitación de Los Conchucos, el magní co señor don Xpobal Ponce de
León, visitador nombrado por el ilustre señor licenciado Vaca de Castro, goberna-
dor en estos reinos por Su Majestad, \estando en el pueblo de Vinchos, que es de
los dichos Conchucos, y presentes Bernardino de Valderrama y Francisco López
en nombre de Luis García Samanés, que tienen los dichos indios depositados, de
los testigos de yuso escriptos les dijo que, por cuanto él ha venido a hacer la di-
cha visitación y la quiere comenzar, presenten las escripturas que tienen para las
poner por cabeza de dicha visitación.

Los cuales luego ante los testigos de yuso escriptos presentaron el dicho Bernardi-
no de Valderrama un traslado signado de escribano público de una cédula de
encomienda y de un mandamiento para la dicha visitación del dicho señor gober-
nador y un traslado signado de escribano del juramento que el dicho señor don
Xpobal y yo el dicho escribano hecimos para usar los dichos o cios y una instruc-
ción rmada de Pero López, escribano del Juzgado del dicho señor gobernador,
por do se ha de seguir, lo cual pidió se ponga por cabeza de la dicha visitación.

Testigos que a todo esto fueron presentes Alonso Bufardo y Juan de Valladolid.
Su tenor de las cuales dichas excripturas, una, en pos de otra, es este que se sigue:

La encomienda de Conchucos

Esto es un traslado bien y elmente sacado de una cédula original del ilustre señor
licenciado Xpobal Vaca de Castro, gobernador y capital general en estos reinos y
provincias de la Nueva Castilla y Nuevo Toledo llamado Perú y refrendada del
escribano infrascripto, según por ella parece su tenor de la cual es este que se
sigue:

El licenciado Xpobal Vaca de Castro, cauallero de la orden de Santiago y del Con-


sejo Real de Su Majestad y su gouernador y capitán general en estos reinos y pro-
vincias de la Nueva Castilla y Nuevo Toledo llamado Perú, etc.

Por cuanto vos Bernardino de Valderrama, vecino de la cibdad de los Reyes, habé-
is servido a su majestad con vuestra persona, armas y caballos a vuestra costa y
minsión en las conquistas de Nicaragua y Guatemala y provincias de Quito y en
estos dichos reinos y sóis de los priméros pobladores de estos reinos y en la sus-
tentación y paci cación dellos y en el alzamiento que los naturales hicieron [y]
cerco que pusieron sobre la cibdad de los Reyes, en lo cual y en la defensa della y
en todo lo de más que ha subcedido en estos dichos reinos y os ha sido mandado
habéis servido y servistes a Su Majestad hasta tanto que fue descercada y estos
dichos reinos puestos debajo de su real obidiencia y en otras cosas que en la tierra
se han ofrecido.
552
El Curacazgo de Conchucos y la Visita de 1543

Y atento que en la muerte del marqués y gobernador don Francisco Pizarro y


alteraciones de estos reinos hicistes todo aquello que debiádes a su servicio de Su
Majestad y vinistes en mi acompañamiento a le servir en la paci cación destos re-
inos debajo de su real estandarte y bandera, y os hallastes en el recuentro y batalla
que don Diego de Almagro y sus secaces dieron contra el dicho estandarte real en
lo cual hecistes, todo aquello que debiádes en servicio de Su Majestad y más que
sois persona noble y de honra y que como tal habéis vivido en estos dichos reinos
y que Su Majestad es servido que de los tales se pueblen los pueblos de ellos: en
alguna emienda y remuneración de lo susodicho y porque dejáis Otros indios que
yo he depositado en nombre de Su Majestad a quien me ha parecido que conviene
a su real servicio, por cuanto el marqués y gouernador don Francisco Pizarro,
difunto que haya gloria, tenía y poseía entre los indios de repartimiento que tenía
y poseía tenía la provincia de los Conchucos con los caciques e indios que en ella
hay; y porque por n y muerte del dicho marqués la dicha provincia e indios de
ella quedaron vacos e ya que no lo quedara y el dicho marqués y gobernador
fuera vivo Su Majestad por un capítulo de su instrucción me mandó que tasase y
moderase los indios de repartimiento que el dicho marqués tenía y sus hermanos
y paniaguados.

Y visto por mí que el dicho marqués y gobernador tenía mucho número de indios
de repartimiento en estos dichos reinos y pueblos dellos y reformando los dichos
indios que el dicho marqués tenía y quedaron vacos por su n y muerte o como
mejor convenga y haya lugar, encomiendo en vos el dicho Bernardino de Valder-
rama por vía de reformación en la dicha provincia de los Conchucos el cacique
que se dice Colcallax con número de mil y cient indios de visitación.

Y en ellos entran todos los caciques y principales, pueblos e indios naturales y


mitimaes subjetos al cacique Colcallax y su parcialidad que al presente tiene y
manda y le pertenecen. Y no habiendo ni teniendo el dicho cacique Colcallax el
dicho número de mil y cient indios de visitación los que faltaren para cumplir a él,
mando que se cumplan de los indios y parcialidad que eran y mandaba el cacique
Cararupay, que por ser difunto los manda y tiene el cacique Pomacochache, de
los indios más cercanos y juntos a la tierra del dicho cacique Colcallax, para que
de todos ellos os sirváis conforme a los mandamientos y ordenanzas reales de Su
Majestad, con tanto que dejéìs al cacique principal sus mujeres e hijos y los otros
indios de su servicio y los dotrinéis e enseñéis en las cosas de nuestra santa fé
católica y les hagáis todo buen tratamiento como Su Majestad lo manda. Y si así
no lo hiciéredes cargue sobre vuestra conciencia y no sobre la de Su Majestad ni
mía que en su real nombre os los encomiendo.

Y mando a los capitanes Pedro de Puelles y Diego de Mora, mis tenientes de


gobernador de la cibdad de Trujillo y Villa de León de la provincia de Guanuco, o
a cualquier dellos o a otras cualesquier justicias de estos reinos, que vos metän y
pongan en la posesion de los dichos indios y vos amparen en ella luego que esta
mi cédula les fuere presentada, sopena de cada mill pesos de oro para la Cámara
de Su Majestad.

Dada en la cibdad del Cuzco a diez días del mes de marzo de mil y quinientos y
cuarenta y tres años. El licenciado Vaca de Castro. Por mandado de su señoría,
Pedro López.

553
Waldemar Espinoza Soriano

Fecho y sacado, corregido y concertado fue este dicho traslado con la dicha cédula
original en la cibdad del Cuzco a trece días, del mes de marzo de mill y quinien-
tos y cuarenta y, tres años. Y fueron testigos a ver corregir y concertar este dicho
traslado con el dicho original, Domingo de Olagorta y Pedro de Saavedra, estantes
en esta dicha cibdad del Cuzco. Y yo Pedro de Valdez, escribano de Su Majestad
y del\ juzgado de esta cibdad del Cuzco, presente fui a lo que dicho es con los di-
chos testigos, y doy fe que va bien y rmemente sacado. Y por ende ce aquí este
mi signo a tal en testimonio de verdad etc., Pedro de Valdez, escribano.

Se ordena la visita

Este es [un] traslado bien y elmente sacado de un mandamiento y provisión que


parece estar rmado del ilustre señor gobernador el licenciado Xpobal Vaca de
Castro, gouernador y capitán general por Su Majestad en estos reinos de la Nueva
Castilla y Nuevo Toledo llamado y refrendada de Pero López, escribano de su
Juzgado, según por ella parecía su tenor del cual es éste que se sigue.

El licenciado Xpobal Vaca de Castro, caballero de la Orden de Santiago y del Con-


sejo Real de Su Majestad y su gobernador y capitán general de estos reinos y pro-
vincias de ]a Nueva Castilla y Nuevo Toledo llamado Perú etc.

Por cuanto yo deposité en Bernardino de Valderrama en la provincia de los Con-


chucos mill y cient indios, y para se los visitar y dar hay necesidad de una per-
sona de expiriencia y conciencia que lo sepa hacer y que tenga todo lo que más
conviene para que la dicha visitación se haga sin frabde y como debe; y con ando
de vos don Xpobal Ponce de León vecino de la Villa de León de la provincia de
Guanuco que sóis tal persona que para lo susodicho conviene, os nombro r elijo
para ello. Y mando que ante todas cosas hagáis juramento ante mi teniente de la
dicha villa que bien y el y diligentemente visitaréis y daréis al dicho Bernardino
de Valderrama lo que por mí le es encomendado.

Y así hecho veréis la dicha mi cédula y conforme a ella visitaréis el cacique e indios
en ella contenidos. Y así visitados cumpliéndole el número que dice se los daréis y
entregaréis para que de ellos se sirva como por mí es mandado, sin que en lo suso-
dicho haya frabde ni engaño ni lleve más ni menos de lo que le pertenece. Lo cual
vos mando que así hagáis y cumpláis so pena de trescientos pesos de oro para la
Cámara de Su Majestad, porque así conviene para que se sepa los indios que hay
en la dicha provincia y se cumplan las cédulas de encomienda que yo tengo dadas
y cesen los pleitos que por así no se hacer los unos con los otros podrían tener.

Fecho en esta cibdad del Cuzco a diez y seis días del mes de marzo de miii y
quinientos y cuarenta y tres años. EI licenciado Vaca de Castro. Por mandato de
su señoría, Pero López.

Instrucción para la visita

En la cibdad de León de estos reinos de la Nueva Castilla llamado Perú, en nueve


días del mes de agosto de mill y quinientos y cuarenta y tres años, ante el magní-
co señor el capitán Pedro de Puelles, teniente de gouernador y de capitán general
en la dicha cibdad de León, y en presencia de mí el escribano y testigos infrascrip-
554
El Curacazgo de Conchucos y la Visita de 1543

tos pareció presente don Xpobal Ponce de León e dijo que por cuanto el muy ilus-
tre señor licenciado Vaca de Castro, gouernador destos reinos, a pedimiento de
Bernardino de Valderrama y Luis García Samamés le nombró y eligió por visita-
dor para visitar los Conchucos, para que conforme a las cédulas que de su señoría
traen diese a cada uno lo suyo, y porque a él se le manda que ante todas cosas haga
juramento de bien y elmente hacer la dicha visitación y lo que por su señoría le es
mandado que él está presto de lo hacer juntamente con Diego de Castilla que para
ello nombra por escribano para hacer la dicha visitación. Testigos Garcí Sánchez y
Miguel Ruíz, estantes en la dicha cibdad.

E luego el dicho señor teniente tomó y recibió juramento según forma debida de
derecho del dicho don Xpobal y del dicho Diego de Castilla, socargo del cual les
encargó y ellos prometieron de bien y elmente usar los dichos cargos de visitador
y escribano y lo hacer como el dicho señor gouernador lo manda por su instruc-
ción bien y rectamente y dará a cada uno lo suyo, y que si así lo hicieren que Dios
nuestro Señor les ayudase en este mundo a los cuerpos y en el otro al ánima y lo
contrario haciendo que El se lo demande mal y caramente como a malos xpianos
que a sabiendas se perjuran y juran su nombre en vano; y dijeron si juro e amén.

Testigos los dichos y el dicho señor teniente lo rmó de su nombre. Pedro de Pu-
elles. Don Xpobal Ponce de León. Diego de Castilla. E yo Francisco Hernández,
escribano de Su Majestad e público en la dicha cibdad, a lo que dicho es presente
fui y por ende ce aquí este mi signo a tal en testimonio de verdad. Francisco
Hernández, escribano de Su Majestad.

Habéis de ir personalmente a cada una de las dichas provincias y caciques de-


lios y llegado que seáis, llevando con vos una persona cual vos nombráredes por
escribano de la dicha visitación ante quien se haga, el cual escribano ha de estar
presente a ello, haréis parecer ante vos todos los señores de las dichas provincias
y a cada uno por sí y apartadamente les preguntaréis qué caciques e indios son
sus subjetos y cuántas aldeas tienen y ovejeros y estancias dellos con sus nombres,
y asimismo los de los principales y pueblos. Y asentarlos héis por escripto cada
cacique por sí con sus indios e subjetos; e tornaréis al dicho cacique o caciques
de cada provincia que lleváredes con vos y llevarlo héis por todos los pueblos y
principales que él manda y sus subjetos y sin pedille mas cuenta de que os señale
por vista de ojos los pueblos que hubiere señalado que son de sus subjetos que
lleváredes por memoria, visitaréis todos los dichos pueblos e sabréis todos los in-
dios que hay en todos los dichos pueblos y en cada uno dellos, mirando las casas,
donde habitan. Y según vuestro parecer y la expiriencia que tenéis veréis por la
morada que tienen, si los vecinos della no estuvieren presentes, los indio que pu-
ede tener. Y así lo mandaréis asentar al escribano teniendo respeto que los que así
visitáredes sean indios casados con sus mujeres e hijos no siendo éstos tales hijos
casados de manera que un indio casado con sus hijos y mujer se cuente por un
indio de seruicio; y mirando que los viejos que os pereciere aunque sean casados
que no se pueden poner para servir por su edad no ha[n] de entrar en cuenta si no
fuere teniendo hijo de veinte añas arriba que pueda servir y teniéndolo contar sea
por un indio casado porque el tal hijo servirá por el padre y si no lo tuviere desta
edad suplo el que fuere de dieciséis años, etc.

555
Waldemar Espinoza Soriano

Este capítulo se sacó de una instrucción que el marqués don Francisco Pizarro y el
obispo fray Vicente de Valverde, difuntos que hayan gloria, proveyeron al capitán
Vasco de Guevara para que visitase ciertos indios de la provincia d Guamanga.
Pero López, escribano.

Auto de la visita

Y vistas las dichas escrituras por el dicho señor don Xpobal, visitador nombrado
para los dichos Conchucos, dijo que las había por presentadas y las mandaba pon-
er por cabeza de la dicha visitación. Testigos los dichos.

E luego el dicho señor don Xpobal dijo que por guitar dichos y hechos y otras
cosas que sobre la dicha visitación podrían recrecerse ý a él estorballe que no
hiciese la dicha visitación como conviene y saber la verdad de los indios, que así
mandaba y mandó al dicho Bernardino de Valderrama y a Francisco López y a
Juan de Valladolid, que están por Luys García, que se salgan de la dicha provincia
de los dichos Conchucos sin llevar indio ni principal dellos ni sin les decir cosa por
do la dicha visitación se impida y no tornen ni vuelvan a ellos hasta que él haya
acabado de la hacer y los envíe a llamar, so pena de cada mill pesos de oro para
la cámara de Su Majestad a cada uno que lo contrario hiciere. Testigos los dichos.

Y los dichos Bernardino de Valderrama y Francisco López y Juan de Valladolid


dijeron que estaban prestos de cumplir lo que les es mandado por el dicho señor
visitador. Testigos los dichos.

Convocatoria de curacas

E después de lo susodicho, en el dicho pueblo de Vinchos en veinte y seis días del


dicho mes del dicho año, el dicho señor visitador hizo parecer ante sí [al todos
los principales y señores de los dichos Conchucos, y con lengua su ciente les dijo
e hizo entender que él venía a los visitar y contar por mandado del dicho señor
gouernador para que sirviesen a quien él los había encomendado, por tanto que
supiesen que no le habían de encobrir ni esconder pueblo ni indio porque si lo
hacían él los castigaría en nombre del dicho señor gouernador.

E luego los dichos principales y caciques dijeron que ellos dirían la verdad de
todos los pueblos e indios que tenían, porque no eran tantos como se decía por la
tierra a cabsa de las guerras que habían tenido con Xpianos e indios y robos que les
han hecho yendo y viniendo a los Bracamoros y a Quito y Cuzco y Chachapoyas,
donde mucha de su gente le han tomado y robado de ocho años a esta parte.

Y luego el dicho señor visitador les dijo que para que mejor coda uno delios dijiere
los indios que tenía ÿ no los encubriese se había de contar y visitar de esta manera:
el principal Colcallax había de contar y visitar los indios que tiene y manda Poma-
cochache; y Pomacochache ha de visitar y contar los indios que tiene y manda
Yanamango; y Yanamango ha de visitar y contar los indios que tiene y manda
Colcallax, que cada uno visite lo del otro y el otro lo del otro y sobre todo él por
vista de ojos lo había de ver y mandar y contar todo junto con ellos.
556
El Curacazgo de Conchucos y la Visita de 1543

Y luego el dicho señor visitador les dijo que el tenía por memoria de los pueblos
que cada uno delios tenía, la cual era esta que les leía, que es la siguiente:

Pomacochache manda los pueblos siguientes

Urcos Ñisca Cañique


Vinchos Gualla Suntuy
Guoloya Chaqui Corongo
Sucochacha Myca Alpacoto
Yantacon Namoz Llacallax
Yllax Tapoca Alpas
Rocas Pacox Lalaguaci

El principal Yanamango tiene los pueblos siguientes

Taoca Paracocha Pallaquis


Orondo Chuquique Angos
Lequeleque Llapoco Coas
Sumbix Ayangore Chamylla
Cacha Uchucorangore Chaquilque
Aranque Ynpa Aniynara
Cangaya Tuycopo Chuquiguarapo
Cochamaca Ganico Pinabamba
Chacolla Encabamba

Los pueblos que tiene y manda Colcallax

Guaquallibamba Apallax Canchaca


Sumbix Guachao Pacacharin
Cavichale Chuchoas Guangalli
Banbamarca Ataca Pacax
Tirago Ponamarca Cavana
Poloconchuco Chucana Caynzapa
Yanacarca Chancha Pocossi
Chalamarca Mallapa Cavcapo
Chumla Quichuas Puca
Guacalla Calapoli Niros
Sumana

Y luego los dichos caciques y principales dijieron habiendo visto la dicha memoria
que ellos dirían todos los pueblos que tenían que son los de arriba contenidos sin
faltar ninguno. Testigos los dichos.

Y luego el dicho señor visitador comenzó a contar y visitar los dichos pueblos
e indios [de] cada parcialidad por sí y por la orden arriba contenida con lengua
su ciente que para ello llevó y tenía:

557
Waldemar Espinoza Soriano

La visitación de Pomacochache de la parcialidad de Cararupay

Hoy lunes a veinte y siete de agosto visitó el señor don Xpobal un pueblo que s
dice Urcos y halló indios de tres caciques, y halló de Pomacochache treinta y cinco
indios de servicio como la instrucción por donde se visita lo manda. 35

Este mismo día visitó el señor don Xpobal Ponce de León otro pueblo que se dice
Vinchos, donde halló indios de Pomacochache y de Yanamango, los cuales indios
de Pomacochaclie son treinta y cuatro visitados de la manera susodicha. 34

Hoy martes veintiocho de agosto visitó un pueblo que se dice Socochacha. Hal-
láronse en él indios de Pomacochache veinte como la instrucción manda que se
visite. 20

Este mismo día susodicho se Visitó otro pueblo que se dice Naningancho. Hal-
láronse en él seis indios de visitación de Pomacochache. 6

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Andabamba. Halláronse en él


cuatro indios de visitación de Pomacochache. 4

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Guavya. Halláronse en él veintio-
cho indios de visitación de Pomacochache. 28

Este mismo día visitó otro pueblo que se dice Llantacon. Y halláronse seis indios
de visitación de Pomacochache. 6

Este mismo día visitó un pueblo que se llama Yllas. Halláronse en él de visitación
doce indios de Pomacochache. 12.

En veintiocho de agosto miércoles visitó otro pueblo que se dice Cuzca. Y hal-
láronse en él treinta y un indios de visitación. 31

Este mismo día visitó a Gualla. Y halláron en él de visitación cincuenta y siete


indios como la instrucción manda. 57

Este mismo día visitó un pueblo que se dice Chaqui. Halláronse en él veinte y siete
indios de visitación de Pomacochache. 27

Este mismo día visitó a Nyco. Y halláronse en él cinco indios de visitación. 5

Este mismo día visitó a Llamuz. Y halláronse en él diez indios de visitación de


Pomacochache. 10

A veinte y nueve de agosto visitó un pueblo que se dice Corongo. Halláronse en él


como la instrucción manda cuarenta y siete indios de Pomacochache. 47

Aqueste mismo día visitó un pueblo que se dice Lalanguax. Y halláronse en él diez
indios de visitación como la instrucción lo manda. 10

558
El Curacazgo de Conchucos y la Visita de 1543

Aqueste mismo día visitó otro pueblo que se dice Pacos. Halláronse en él cinco
indios de visitación. 5

Este mismo día visitó un pueblo que se dice Alpas. Halláronse en él doce índios de
visitación como la instrucción lo manda. 12

Hoy viernes siguiente se visitó un pueblo que se dice Rocas. Halléronse en él cu-
atro indios de visitación. 4

Este mismo día se visitó un pueblo [llamado] Llaqllacan; Halláronse seis indios de
visitación. Y halláronse más en otro pueblo allí junto tres indios de visitación que
son nueve indios. 9

Este mismo día se visitó un pueblo que se dice Taca. Halléronse en el veintiocho
indios de visitación. 28

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Sumtuy. Hal!óronse en el nueve
indios de visitación. 9

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Cañique. Halláronse en él veinte
y cinco indios de visitación. 25

Hoy sábado a treinta y uno de agosto se visitó un pueblo que se llama Alpacoto.
Halláronse en él cuatro indios de visitación. 4

Visitación de Colquillax, cacique de Valderrama

En lunes veinte y siete de agosto visitó el señor don Xpobal Ponce de León este
pueblo de Urcos donde halló indios de todos tres caciques y halló del dicho Col-
callax diez y siete indios como lo manda la instrucción por donde se han visitado
la cual esté inserta en el mismo proceso. 17

Hoy jueves en cinco días dei mes de setiembre se visitó un pueblo que se llama
Sumbix. Hallóronse en el doce indios. Había indios de Yanamango también. 12

Hoy sábado se visitó un pueblo que se llama Paras. Halléronse dos indios en el a
seis días del mes de setiembre. 2

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Guangui. Halláronse en él treinta
indios. .30

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Pacari. Halláronse en él treinta y
dos indios. 32

Este mismo día se Visitó un pueblo que se llama Cabana. Y otros dos pequeños
que estaban a par dél. Halláronse en todos tres treinta y cinco iridios. 35.

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Cayanzapa. Hallóronse en él seis
indios. 6

559
Waldemar Espinoza Soriano

Hoy viernes se visitó un pueblo que se dice Chuquiguarapo, donde se hallaron


indios de Colquillax y de Yanamango seis de cada uno. 6

Hoy sábado siete del mes de setiembre se visitó un pueblo que se llama Poccossi.
Halláronse en él ocho indios. 8

Este mismo día se visitó otro pueblo que estaba allí junto que se llama Cacapo.
Halláronse en él seis indios. 6

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Malaha. Halláronse en él treinta
y cinco indios de visitación. 35

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Chachaha. Halláronse en él cient
indios. 100

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Parcamarca. Halláronse en él


dieciocho indios. 18

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Chucana. Halláronse en él cinco
indios. 5

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Hataca. Halláronse en él diez y
ocho indios. 18

Hoy domingo a ocho días del mes de setiembre se visitó un pueblo que se llama
Puca. Halláronse en él veinte y ocho indios. 28

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Quichuas. Halláronse en él cu-
arenta y cuatro indios. 44

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Guaycha. Hallárónse en él cu-
arenta y cinco indios. 45

Hoy nueve del mes de setiembre lunes se visitó un pueblo ques e llama Chucana.
Halláronse en él cuarenta y cinco indios. 45

Este día se visitó un pueblo que se llama Chalamalca. Halláronse en él treinta y


cinco indios. 35

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Calapole. Halláronse en él siete
indios. 7

Hoy lunes a nueve del mes de setiembre se visitó un pueblo que se llama Guacalla.
Halláronse cinco indios. 5

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Suman. Halláronse en él doce
indios. 12

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Nyros. Halláronse en él cuatro
indios. 4
560
El Curacazgo de Conchucos y la Visita de 1543

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Yanacancha. Hallóronse en él


treinta y cinco indios. 35

Hoy martes a diez de setiembre se visitó un pueblo que se llama Chuon. Hal-
láronse en él quince indios. 15

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Tilaco. Halláronse en él doce
indios. 12

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Guacallabamba. Halláronse en él


cuarenta indios. 40

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Pampamarca. Halláronse en él


veinte indios. 20

Este día se visitó un pueblo que se llama Cavchale. Halláronse en él diez indios.
10

Visitación de Yanamango, cacique de Luys García

Hoy lunes a veinte y siete de agosto visitó el señor don Xpobal Ponce de León
en este pueblo de Hurcos donde había indios de tres caciques y hallóse de dicho
Yanamango diez y siete indios de visitación como lo manda la instrucción que esté
Inserta en el proceso. 17

Este mismo día visitó el señor don Xpobal Ponce de León otro pueblo que se dice
Vinchas donde halló indios de Yanamango que son nueve de visitación. 9

Hoy viernes en treinta de agosto visitó un pueblo que se dice Guaycha. Halláronse
en él diez indios de visitación. 10

Hoy sábado postrero de agosto se visitó un pueblo que se llama Ynpa y en él y en


otros dos de alrededor se visitaron cuarenta indios de Yanamango. 40

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Cacha. Halláronse en él treinta y
dos indios de visitación. 32

Hoy lunes segundo día de setiembre se visitó un pueblo que se llama Aca. Hal-
láronse en él diez indios de visitación. 10

Hallóse en otro que se llama del mismo nombre doce indios de visitación. 12

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Pallaque. Halléronse en él diez y
seis indios de visitación. 16

Hoy lunes a dos días de setiembre se visitó un pueblo que se llama Ayango. Hal-
léronse en él ciento y doce indios. 112

Hoy martes a tres días del mes de setiembre se visitó un pueblo que se llama Can-

561
Waldemar Espinoza Soriano

galle. Halláronse en él veinte y cinco indios de visitación. 25

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Tuyco. Halláronse en él veinte y
cinco indios. 25

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Anirma. Halláronse en él y en


otro pequeño que a par del estaba doce indios. 12

Este mismo día se visitó otro pueblo que se llama Pinabamha. Halléronse en él
doce indios. 12

Este mismo día se visitaron dos pueblos que estaban juntos. Halláronse en ambos
veinte y cinco indios llámanse Oas y el otro Chacolla. 25

Este mismo día se Visitó otro pueblo que se llama Acos. Halláronse en él once
índios de visitación. 11

Hoy miércoles a cuatro días de setiembre se visitó un pueblo que se llama Ll-
apoco. Halláronse en el ciento y cincuenta indios de Visitación como la instrucción
lo manda. 150

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Ochuyanagori. Halláronse en él


ocho indios. 8

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Chuqui. Halláronse en él cin-
cuenta indios de visitación. 50

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Taoca y otro que estaba junto a él
que se llama Chucas. Halláronse en ambos setenta indios de visitación. 70

Hoy jueves a cinco días del mes de setiembre se visitó un pueblo que se llama
Llequelleque. Halláronse en el cuarenta indios. 40

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Ponacocha. Halláronse en él diez
indios. 10

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Cuchimarca. Halláronse en él


quince indios. 15

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Añira. Halláronse en él seis in-
dios. 6

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Xulcas. Halláronse en él quince
indios de visitación. 15

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Orondo. Halláronse en él doce
indios. 12

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Llacabamha. Halláronse en él seis
indios. 6
562
El Curacazgo de Conchucos y la Visita de 1543

Este mismo día se visitó un pueblo que se llama Xumbix. Halláronse en él indios
de Yanarnango y Colcallax contaron a cada uno los que tenía que son veinte y
cinco indios. 25

Hoy viernes se visitó un pueblo que se dice Chuquiguarapo. Halláronse en él seis


indios. 6

E después de lo susodicho el dicho señor visitador envió a llamar a Guaylas a


los dichos Francisco López y Juan de Valladolid y a Guaymachuco al dicho Ber-
nardino de Valderrama donde estaban haciéndoles saber como había , acabado de
visitar que viniesen al tambo de Conchuco donde los estaba esperando.

E después de lo susodicho en el tambo principal de Conchuco a doce días del mes


de setiembre del dicho año el dicho señor visitador ante mí el dicho escribano y
de los testigos de yuso escriptos dijo que el había hecho la dicha visitación según
y como mejor había podido para saber la verdad como es declarado y no había
podido hallar en todos tres principales más de mill y ochocientos y noventa y
siete indios como parece por la visitación y los dichos Bernardino de Valderrama
y Luys García han de haber por sus cédulas dos mill y cien indios como por ellas
parece por manera que faltan y no hay para este número doscientos y tres indios
y por los concertar y convenir dándoles los indios que hay y
porque no tengan debates ni pleitos sobre lo que han de haber y porque ellos se
concertaron les dio y partió los indios y pueblos siguientes de acuerdo de la una
parte y la otra y. con su consentimiento:

Al dicho Bernardino de Valderrama los pueblos e indios siguientes como va por


la dicha visitación

En el pueblo de Urcos diecisiete índios 17


En el pueblo de Sumbix doce indios 12
En el pueblo que se llama Paras dos indios 2
En el pueblo [de] Guangui treinta indios 30
En el pueblo [de] Pacari treinta y dos indios 32
En el pueblo [de] Cabana y otros dos que están cabe
el pequeño [sic] treinta y cinco indios. 35
En el pueblo (de] Cayanzapa seis indios. 6
En el pueblo [de] Chuquiguarapo seis indios. 6
En el pueblo [de] Pocos ocho indios. 8
En otro pueblo que se llama Capaco seis indios. 6
En el pueblo [de] Mala treinta y cinco indios. 35

En el pueblo [de] Chancha cient indios. 100


En el pueblo [de] Paramarca dieciocho indios. 18
En el pueblo [de] Chucana cinco indios. 5
En el pueblo [de] Hataca diez y ocho indios. 18
En el pueblo [de] Puca veinte y ocho indios. 28
En el pueblo que se llama Quichas veinte y ocho indios digo
cuarenta y cuatro indios. 44
En el pueblo [de] Guayaba cuarenta y cinco indios. 45

563
Waldemar Espinoza Soriano

En el pueblo [de] Chalamalca treinta y cinco indios. 35


En el pueblo [de] Chucana cuarenta y cinco indios. 45
En el pueblo [de] Calapole siete indios. 7
En el pueblo [de] Guacalla cinco indios. 5

En el pueblo [de] Suman doce indios. 12


En el pueblo [de] Nyros cuatro indios. 4
En el pueblo [de] Yanacancha treinta y cinco indios. 35
En el pueblo [del Poloconchuco quince indios. 15
En el pueblo [de] Tilaco doce indios. 12
En el pueblo [de] Guacayabamba cuarenta indios. 40
En el pueblo [de] Panbamarca veinte indios, 20
En el pueblo [de] Cavchale diez indios. 10
En la parcialidad de Cararupay en el pueblo [de] Hurcos
treinta y cinco indios. 35
En el pueblo, [de] Vinchos treinta y cuatro indios8. 34
En el pueblo [de] Sumcha veinte indios. 20
En Naningancho seis indios. 6
En Andabamba cuatro indios. 4
En Guavya veinte y ocho indios. 28
En Llantacon seis indios. 6
En Yllas doce indios. 12
En Cuzca treinta y un indios. 31
En Chaqui veinte y siete indios. 27
En Nico cinco indios. 5
En Corongo cuarenta y siete indios. 47
En Lamuz diez indios. 10

En los cuales dichos pueblos de suso declarados entran todas sus principales,
porque van contados en los dichos indios arriba contenidos. En todos los cuales
indios principales y pueblos arriba declarados dijo que metía y metío en posesión
al dicho Bernardino de Valderrama y se los adjudicaba como el dicho señor gober-
nador lo manda por su cédula y mandamiento y se los entregaba.

Va en la margen de arriba doce de en el pueblo [de] Chucana cuarenta y cinco


indios. Vala. Diego de Castilla.

[Biblioteca Nacional de Lima. Ms. Nº A163]

Notas

1 Waldemar Espinoza Soriano: Distribución y localización de los grupos étnicos en el área


andina Šiglos XV y XVI. (Inédito)
2 Guamán Poma de Ayala: 1615, f. 1093. (Guamán Poma escribe 1087 por equivocación).
3 Carlos V: 1551. AGI. Indiferente General, 532. Libro 1, foja 283v. Este documento dice asi:
“Colleqio de niños indios a casta de Francisco de Chávez. El Bey. Don Antonio de Men-
doza, nuestro visorrey de las prouincias dei Pirú y presidente de la Audiencia Real dellos:
Entendido he que habiendo enviado el marqués don Francisco Pizarro un capitán suyo
que se llamaua Francisco de Chávez a castigar ciertos indios [Conchucos) por que houian
muerta a su amo, no los pudiendo houer a las manos por hauerse ellos huido a la sierra
tomó todos los niños de tres años hasta numás de seiscientos y los mató.
564
Y habiéndosenos suplicado cerco desto que en memoria de ton gran crueldad seamos se-
ruido de mandar que en los indios que dejó se eche alguna pensión para hacer escuelas de
la santa doctrina, donde los dichos niños murieron e instituir e dar de comer y de vestir
en ellas a cient niños hasta que fuesen diestros y doctos en xptiandad y de edad que por
sí pudiesen trabajar: Pareciendo casa en que se deue proveer as encargamos e mandamos
veáis lo sobredicho e hagáis todas las diligencias que pudiéredes y os pareciere para houer
los bienes que quedaron dei dicho Francisco de Chávez. Y hallándose algunos proveáis que
se gaste e distribuya en las dichas escuelas.
Fecha en Inspug, a veinte y chico de diciembre de mil e quinientas e cincuenta y un años.
Yo EL Rey. Por mandato de Su Majestad, Francisco Eraso”.
4 Espinosa Soriano: Distribución y localización de los grupos étnicos en el área andina
Siglos XV y XVI. Inédito).
5 Miranda: 1583, p. 200
6 Morales Figueroa: 1592, p. 45,
7 Vásquez de Espinosa: 1630, p. 647, Nº 1839.

Al margen dice: En éste se contaron a Yanapuray.

565
566
BIBLIOGRAFÍA

Aikens, C. Melvin
1981 Review of Thomas F. Lynch, Guitarerro Cave. American Anthropologist
83: 224-226.

Albornoz, Cristobal de
1582 Instrucción para descubrir todas las guacas del Pirú y sus camayos y
haziendas. Journal de la Société des Américanistes 56:7-40.

Álvarez Brun, F
1970 Ancash. Una historia regional peruana. Talleres Grá cos P. L. Villanueva,
Lima-Perú.

Amat Olazábal, Hernán


1971 Proyecto andino de estudios arqueológicos en la zona II, Ancash-informe
preliminar de exploraciones. Arqueología y Sociedad 5: 36-56.

1976 Estudios arqueológicos en la cuenca del Mosna y en el Alto Marañón.


Actas del XLI Congreso Internacional de Americanistas, México. Vol. III, pp. 532-
544. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México.

Anónimo
1584 Los repartimientos vacas que hay en la ciudad de León son los siguientes,
porque sus dueños son muertos. BPNHP: 1958, pp. 244-245.

Anónimo
1962 Anuario geográ co del Perú. 1962. Lima-Perú. Talleres Grá cos P. L. Vil-
lanueva.

Arriaga, Pablo José, de.


1621 Extirpación de la idolatría del Pirv. Dirigido al rey N. S. en sv Real Con-
seja de Indios por el padre Pablo Joseph de Arriaga de la Compañía de Iesvs.
CLDRHP: 1920 I. 2a. Serie.

Bandelier, Adolfo S.
1940 Los Indios y las ruinas Aborígenes de Chachapoyas en el Norte del Perú.
Chasqui 1(2): 12-59.

Bankmann, Ulf
1980 Moche und Recuay. Baessler-Archiv. Band XXVII (LII. Band), Heft 2,
1979, pp. 253-271. Berlin.

Barrientos, Cristóbal. de.


1540 Traslado auténtico de la visita que hizo el señior Cristóbal de Barrientos a
las siete guarangas de la provincia de Caxamarca por orden- del séñor gobernador
don Francisco Pizarro, el 24 de agosto del año pasado de 1540 RPC: 1987; 11-12,
pp. 25-41.

567
Bell, Robert E.
1960 Evidence of a Fluted Point Tradition in Ecuador. American Antiquity 26:
102-06.

1964 Archaeological Investigation at the site of El Inga, Ecuador. Norwan,


Oklahoma, en prensa.

1965 Investigaciones Arqueológicas en el sitio de El Inga, Ecuador. Casa de la


Cultura Ecuatoriana, Quito. Ecuador.

Bennett, Wendell C.
1939 Archaeology of the North Coast of Peru. Anthropological Papers of the
American Museum of Natural History, Vol. 37, Pt. 1. New York.

1942 Chavin Stone Carvings. Yale Anthropological Studies Vol. III. Yale Uni-
versity Press.

1944 The north highlands of Peru. Excavations in the Callejón de Huaylas and
at Chavín de Huántar. Anthropological Papers of the American Museum of Natu-
ral History, Vol. 39, Pt 1. New York.

1946 The archaeology of the Central Andes. Handbook of South American In-
dian, Bureau of American Ethnology Bulletin 143, Vol. 2, pp. 61-147. Washington.

Bennett, Wendell C. y Junius B. Bird


1949 Andenan culture history. Handbook Series Nº 15. American Museum of
Natural History, New York.

Benson, Elizabeth P.
1988 Women in Mochica Art. En The Role of Gender in Pre-Columbian Art Ar-
chitecture, editado por Virginia Miller, pp. 63-74. University Presses of America,

Lanhan, Maryland.
1972 The Mochica, a culture of Peru. Art and Civilization of Indian America.
Praeger Publisher, New York.

Bicchieri, M.G.
1972 Hunters and Gatheres Today. Holt, Rinehart, y Winston. New York.

Bonavía, Duccio
1968 Las ruinas del Abiseo. Universidad Peruana de Ciencias y Tecnología.
Lima.

1974 Ricchata quellccani; pinturas murales prehispánicas. Fondo del Libro del
Banco Industrial del Perú, Lima.

1982 Los Gavilanes. COFIDE, Lima.

Bonavia, Duccio y Rogger Ravines


1968 Villas del Horizonte Tardío en la ceja de selva del Perú, Algunas consid-
568
eraciones. Actas y Memorias. XXXVIII Congreso Internacional de Americanistas.
Republica Argentina, 1966, vol 1, pp. 153-158, Bueno s Aires.

Borchers, Philipp
1935 Die Weisse Kordillera. Scherl, Berlin.

Browman, David L.
1981 New Light on Andean Tiwanaku. American Scientist 69(4): 408-419.

Bruhns, Karen O.
1977 The Moon Animal in northern Peruvian art and culture. Ñawpa Pacha 14:
21-39.

Burger, Richard L.
1979 Resultados preliminares de excavaciones en los distritos de Chavín de
Huántar y San Marcos, Perú. Arqueología peruana. En Investigaciones Arque-
ológicas en el Perú, 1976, editado por, Ramiro Matos Mendieta, pp. 133-155. Uni-
versidad Mayor de San Marcos y Comisión para Intercambio Educativo entre los
Estados Unidos y Perú, Lima.

1981 The radiocarbon evidence for the temporal priority of Chavín de Huántar.
American Antiquity 46(3): 592-602.

1982 “Pójoc and Waman Wain: two villages in the Chavín heartland”. En:
Ñawpa Pacha, n° 20. pp. 3 – 40. Berkeley.

1998 Excavaciones en Chavín de Huántar. Imprenta de la Ponti cia Universi-


dad Católica del Perú. Lima

2008 “The original context of the Yauya Stela” En Chavín : art, architecture,
and culture / edited by William J. Conklin and Jeffrey Quilter. Cotsen Institute of
Archaeology at UCLA. pp. 161-174. Los Angeles. California.

Burger, Richard y Lucy Salazar Burger


1980 Ritual and religion at Huaricoto. Archaeology 33 (6): 26-32.

Calancha, Antonio de la
1639 Coronica Moralizadora Del Orden ce San Avgvstin En El Perv,Con
Svcesos Egenplares En Esta Monarqvia. Dedicada a Nvestra Señora de Gracia,
singvlar Patrona i Abogada de la dicha Orden. Compvesta Por El Mvy Rever-
endo Padre Maestro Fray Antonio de Ia Calancha de la misma Orden, j De nidor
actual. Dividise Este Primer Tomo en Qvatro libros; lleva tablas de Capitulas, j
lugares de la Sagrada Escritura. Año 1639. Con Licencia. En Barcelona: Por Pedro
Lacavallería, en la colle de La Librería.

Cardich, Augusto
1958 Los yacimientos de Lauricocha; Nuevas interpretaciones de la prehistoria
peruana. Studia Preaestorica, 3, Centro Argentino de Estudios Prehistóricos, .Bue-
nos Aires.

569
1974 Los yacimientos de la etapa agrícola de Lauricocha, Perú, y los límites
superiores de cultivo. Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología 8:
27-48.

1975 Recientes investigaciones arqueológicas en el Dpto. de Huánuco, Perú.


Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología 9(4): 7-19.

1976 Agricultores y pastores en Lauricocha y límites superiores del cultivo. Re-


vista del Museo Nacional 41: 11-36.

Carlos V.
1551 Collegio de niños indios a costa de Francisco de Chávez. 1551. AGI In-
dilerente General. Libro 1, 1. 283v.

Casana, Teodoro
1976 Restos arqueológicos de la Provincia de Canta. Lima.

Chauchat, Claude
1975 The Paijan Complex, Pampa de Cupisnique, Peru. Ñawpa Pacha 13: 85-
96.

1978 Additional observations on the Paijan Complex. Ñawpa Pacha 16: 61-65.

Childe, V. Gordon
1956 A Short Introduction to Archaeology. London.

Choy, Emilio
1959 Evolucionismo en el Siglo XVII. Idea Artes y Letras 10(39-40): 1-2.

Cieza de León, Pedro


1922 La crónica del Perú [1533] Viajes Clásicos. Calpe. Madrid.
Cieza de León, Pedro

Clark, P. y F. Evans
1954 Distance to nearest Neighbor as a mensure of spacial relations ships in
populations. Ecology 35: 445-453.

Clothier, William F.
1943 Recuay pottery in the lower Santa Valley. Revista del Museo Nacional
12(2): 239-242.

Cohen, Mark N.
1979 Archaeological plant remains from central coast of Peru. Ñawpa Pacha
16: 23-50.

Conkey, Margaret W
1991 Contexts of action; contexts of power. En Engendering Archaeology;
Women and Prehistory, editado por Joan Gero y Margaret Conkey, pp. 57-92. Ba-
sil Blackwell, Oxford.

570
Conkey, Margaret y Joan Gero
1988 Towards Building a Feminist Archaeology. Paper presented at the 53th
Annual Meeting of the Society for American Archaeology, Phoenix.

1991 Tensions, pluralities and engendering archaeology: an introduction to


women and prehistory. En Engendering Archaeology; Women and Prehistory,
editado por Joan Gero y Margaret Conkey, pp. 3-30. Basil Blackwell, Oxford.

Contreras, D.
2007 Sociopolitical and Geomorphic Dynamics at Chavin de Huántar, Peru,
tesis de doctorado, Department of Anthropological Sciences, Stanford University,
Palo Alto.

2010 A Mito Style Structure at Chavin de Huántar: Dating and Implications, Latin
American Antiquity 21 (1), 1-19, Washington, D.C.

Cordy-Collins, Alana
1977 The moon is a boat! A study in iconographic methodology. En Pre-Co-
lumbian Art History: Selected Readings, editado por Alana Cordy-Collins y J.
Stern, pp. 421-434. Peek Publications, Palo Alto.

Crain, Marry M.
1987 Changing landlord-peasant relations in the Ecuadorean Highlands: the
demise of the harvest festival. Andean Perspective Newsletter 5: 6-10.

Del Busto Duthurburu, Jose A.


1964 La Marcha de Francisco Pizarro de Cajamarca al Cusco. Revista Histórica
26: 1-31.

Diessl, Whilhelm
2004 Sitios Arqueológicos en los Distritos de Chavín, San Marcos y Huántar.
En la provincia de Huari. Instituto Cultural Runa. Lima

Dillehay, Tom D.
1984 Life in ice age Chile. Mammoth Trumpet 1: 1-3.

Donnan, Cristopher B.
1971 Ancient Peruvian Potters’ Marks and Their Interpretations through Eth-
nographic Analogy. American Antiquity 36(4): 460-466.

1973 Moche Occupation of the Santa valley, Perú. University of California Pub-
lications in Anthropology 8. Berkeley & Los Angeles. University of Californian
Press.

1976 Moche art and iconography. UCLA Latin American Studies, vol. 33. Los
Angeles.

1978 Moche art of Peru, pre-Columbian symbolic communication. Museum of


Cultural History, University of California, Los Angeles.

571
Donnan, Cristopher y Carol Mackey
1978 Ancient Burial Patterns of the Moche valley, Perú. University of Texas
press. Austin.

Donnan, Christopher y Michael Moseley


1969 The utilization of akes for cleaning sh. American Antiquity 33(4): 502-
503.

Dransrt, Penny
1992 Pachamama: The Inca Earth Mother of the Long Sweeping Garment. En
Dress and Gender: Making and Meaning, editado por Ruth Barnes y Joanne B.
Eicher, pp.145-163. Berg Publishers, Oxford.

Duviols, Pierre
1971 La Lutte Contre les Religions. Autochtones dans le Pérou Colonial. Insti-
tut Francais d'Etudes Andines. Lima.

1974 Huari y LLacuaz. Agricultores y pastores. Un dualismo prehispánico de


oposición y complementariedad. Revista del Museo Nacional 39: 153-191.

Dwyer, Jane P.
1973 The chronology and iconographic of Paracas-style textiles. En The Junius
Bird Pre-Columbian Textile Conference, editado por Elizabeth Benson y A.L.
Schafrer, pp.105-127. The Textile Museum, Dumbarton Oaks, Washington D.C.

Earle, Timothy K., T. D’Altroy, C. LeBlanc, C. Hastorf, y T. LeVine


1980 Changing settlement patterns in the Upper Mantaro Valley, Peru. Pre-
limiinary report for the 1977, 1978, and 1979 seasons of the Upper Mantaro Ar-
chaeological Research Project. Journal of New World Archaeology 41(1): 1-49.

Easby, Elizabeth K.
1968 Pre-Columbian Jade from Costa Rica. André Emmerich, New York.

Egeler, C. G.
1955 Untrodden Andes. Faber and Faber. Ltd, London.

Eisleb, Dieter
1987 Altperuanische Kulturenn IV, Recuay. Staatliche Museen Preussischer
Kulturbestitz. Museum fur Volkerkunde, Berlin.

Engel, Frederic
1957 Sites et établissements sans céramique de la cóte peruvienne. Journal de la
Sociéte des Americanistes 46: 67-155.

1970 Las Lomas de Iguanil y el Complejo de Haldas. Universidad Nacional


Agraria, La Molina.

Espejo Nuñez, Julio


1951 Exploraciones arqueológicas en las cabeceras del Pukcha (Perú). Cuader-
nos Americanos, 56(2): 139-152.
572
1955 Gotush: nuevos descubrimientos en Chavín. Baessler-Archiv, n.F., Bd. III
(XXVIII, Bd.), pp. 123-136. Berlin.

1961 Monumentos en el piso superior del Valle de Chavín. Homenaje a Willian


Cameron Townsend en el Vigesimoquinto Aniversario del Instituto Longuistico
de Verano, pp. 115-125. Summer Insitute of Linguistics, México.

Espinoza Soriano, Waldemar


1967 EL primer informe etnológico sobre Cajamarca. Año 1540. BPC: 1967; 11-
12, pp. 541

1970 Los mitmas Huayacuntos en Cajabamba y Antamarca, Siglos XV y XVI.


Separata de Historia y Cultura 4: 77-96.

1973 La Pachaca de Pucho en el reino de Cuismanco. Siglos XV y xvi. Boletín


del Instituto Francés de Estudios Andinos. 2(3): 19-73.

1974 El curacazgo de Conchucos y la visita de 1543. . Boletín del Instituto


Francés de Estudios Andinos. 3(1): 9-31.

1975 Ichoc Huánuco y el Señorío del Curaca Huanca en el reino de Huánuco.


Siglos XV y XVI. Separata de Andes U.N. del C.P. Huancayo.

1976 Las mujeres secundarias de Huyna Capac: Dos casos de señoralismo feu-
dal en el Imperio de los Incas. Revista del Museo Nacional 42: 247-298.

Estete, Miguel de
1534 Relación del viaje que hizo el señor capitán Hernando Pizarro por man-
dado del señor gobernador, su hermano, desde el pueblo de Caxamalca a Parcama
[sic], y de allí a Jauja” BAE: 1959: CXXI, PP 68-72.

1970 The Narrative of the Journey Made by El Señor Capitan Hernando Pizar-
ro by order of the Governor. His Brother, From the City of Caxamalca to Parcama
and thence to Xauxa. En A True Account of the Province of Cuzco Called New
Castille Conquered by Francisco Pizarro, Captain to HIS Majesty the Emperor.
Our Master, editado por Francisco Xeres, pp. 74-94. Hakluyt Society 47. Reim-
preso , Burt Franklin, Publisher. New York.

Fitzhugh, J. Benjamín
1989 Sector II de Queyash: an analysis of an activity area in the Northern High-
lands of Perú. Unpublished BA. Thesis. Departament of Anthropology. Univer-
sity of North Carolina, Chapel Hill.

Flores, Martín
1981 Dimensión integral de Chavín. Queyni 3(16): 14-19.

Flornoy, Bertrand
1955 Exploration arcéologique du Alto Marañon (des sources du Marañona u
rio Sarma) Travaux, Insitut Francais d’ Estudes Andines, 5: 51-81.

573
1957 Monuments de la región de Tantamayo. Journal de la Societè des Amèri-
canistes 46: 207-225.

Fonseca, César
1973 Sistemas económicos andinos. Biblioteca Andina. Seminario de Historia
Rural Andina, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima.

Foster, George M.
1955 Contemporary Pottery Techniques in Southern Central Mexico. Middle
American Research Insitute 22. Tulane University, New Orleans.

Friedl, Ernestine
1975 Women and Men: An anthropolost’s Review. Holt, Rinehart & Winston.
New York.

Fung Pineda, Rosa


1968 Los antiguos pobladores del Perú: nuevos hallazgos arqueológicos. Ama-
ru 8(4): 71-77.

1975 Excavaciones en Pacopampa. Cajamarca. Revista del Museo Nacional 41:


129-207.

Gailey, Cristine W
1987 Evolutionary Perspectives on Gender Hierarchy. En Analyzing Gender:
A Handbook of Social Science Research, editado por B. Hess y M. Ferree, pp. 32-
67, Newbury Park.

Gambini, Wilfredo
1975 Monografía de Cáceres del Perú (distrito de la provincia del Santa, dpto.
de Ancash).

1984 Santa y Nepeña: Dos Valles Dos Culturas. Imprenta M castillo. Lima.

Garcilazo de la Vega
1966 Royal Commentaries of The Incas and general History of Perú. University
of Texas. Austin.

Gayton, A. H.
1927 The Uhle collections from Nieveria. University of California Publisher.
American Archaeology and Ethnology 21: 305-329.

Gayton, A. H., y kroeber, A.


1927 The Uhle pottery collections from Nazca. University of California Pub-
lisher. American Archaeology and Ethnology 24: 1-46.

Gero, Joan
1983 Stone tools in ceramic contexts: exploring the unstructured. En Investiga-
tions of the Andean Past, editado por Daniel Sandweiss, pp. 38-50. Programa de
Estudios Latinoamericanos de Cornell University, Ithaca, New York.

574
1990 Pottery, power and parties at Queyash, Perú. Archaeology Magazines
March/April: 52-55.

1991 Who experienced what in prehistory? A Narrative explanation from Qu-


eyash, Perú. En Procesual and Postprocesual Archaeologies, pp. 126-141. Occa-
sional Paper Nº 10. Southern Illinois University.

Gilchrist, Roberta
1991 Women’s Archaeology? Political feminism, gender theory and historical
revision. Antiquity 65: 495-501.

Gillespie,R, J A. J. Gowlett, E. T. Hall y R. E. M. Hedges


1984 Radiocarbon measurement by accelerator mass spectrometry: an early se-
lection of dates. Archaeometry 26(1): 15-20.

González, Alberto R.
1962 La estratigrafía de la Gruta de Intihuasi (Provincia de San Luis, Republica
Argentina) y sus relaciones con otros sitios precerámicos de Sudamérica. Revista
del Instituto de Antropología 1: 1-296.

Gonzales, Marino
ns. Informe sobre el sitio arqueológico de Poqoq, Ancash, 3/XII/1965. Manu-
script on le in the Centro de Investigación y Restauración de Bienes Monumen-
tales, Insituto Nacional de Cultura, Lima.

Graig, Alan y Norbert Psuty


1968 The Paracas Papers. Florida Atlantic University Department of Geogra-
phy Occasional Papers Nº1, Boca Raton, Florida.

Gridilla, Alberto
1937 Ancash y sus antiguos corregimientos Tomo I La Conquista. 1937. Edito-
rial La Colmena. S.A, Arequipa.

Grieder, Terence
1978 The Art and Archaeology of Pashash. University of Texas press. Austin.

Guamán Poma de Ayala, Felipe


1956 La nueva Crónica y buen Gobierno [1615], 3 vols. Luis Bustios Galves,
Lima.

Haggett, P.
1965 Locational Analysis in Human Geography. London E. Arnold.

Hardoy, Jorge E.
1964 Ciudades Precolombinas. Ediciones In nito, Biblioteca de Planteamiento
y Vivienda. Vol. 7. Buenos Aires.

Hastorf, Christine
1991 Gender, space, and food in prehistory, En Engendering Archaeology;

575
Women and Prehistory, editado por Joan Gero y Margaret Conkey, pp. 132-159.
Basil Blackwell, Oxford.

Hernández Príncipe, Rodrigo


1923 Mitología Andina [1621] Inca 1: 24-68.

Herrera, Alexander.
2008 Las Kanchas circulares: espacios de interaccion social en la sierra norte
del Perú, en: P. Kaulicke y T. D. Dillehay (eds.), Encuentros: identidad, poder y
manejo de espacios públicos. Boletin de Arqueología PUCP N° 9 (2005), 233-255.
Lima

2007 Social landscapes and community identity: the social organisation of


space in the north-central Andes. En: Sheila Kohring and Stephanie Wynne-Jones
(eds). Socialising Complexity Approaches to Power and Interaction in the Archae-
ological Record. Oxbow Books. Pp. 163-185. England

2004 “Patrones de Asentamientos y Cambios en las Estrategias de Ocupación


en la Cuenca Sur del Río Yanamayo, Callejón de Conchucos”. En Arqueología
de la sierra de Ancash: Propuestas y Perspectivas, Bebel Ibarra Asencios (editor).
pp 221 - 249. Instituto Cultural Rvna. Lima

1998 “Acerca de un tercer fragmento de la Estela de Yauya”. En Baessler Archiv


NF, n. 46, pp. 231-253. Alemania

Hocquenghem, Anne Marie y Patricia Lyon


1980 A class of anthropomorphic supernatural females in Moche iconographic.
Ñawpa Pacha 18: 27-48.

Horkheimer, Hans
1944 Vistas Arqueológicas del Noroeste del Perú. Instituto Arqueológico de la
Universidad de Trujillo. Librería Imprenta Moreno. Trujillo.

Hoshower, Lisa M. Jane E. Buikstra, Paul S. Goldstein, And Ann D. Webster


1995 Arti cial Cranial Deformation At The Omo Mio Site: A Tiw Anaku Complex
From The Moquegua Valley, Peru. In: Latin American Antiquity, 6(2), 1995, pp.
145-164. Society for American Archaeology

Ibarra Asencios, Bebel R.


1999 Investigaciones Arqueológicas en el Alto Marañón. En: Boletín del Museo
de Arqueología y Antropología de UNMSM. Año. nº 4. Lima.

2004 “Arqueología del valle del Puchca: Economía, Cosmovisión y Secuencia


Estilística”. En Arqueología de la sierra de Ancash: Propuestas y Perspectivas,
Bebel Ibarra Asencios (editor). pp 251 - 330. Instituto Cultural Rvna. Lima

2009 Huari Prehispánico: 3000 años de Historia desde Chavín hasta los Inkas
Instituto de Estudios Huarinos Lima.

576
Ibarra B, Chirinos R, Borba L.
2009 “ La Cultura Recuay en Huari: las Tumbas de Ushnijirca en pachachaa
(200 – 600 d.C.) En Huari Prehispánico: 3000 años de Historia desde Chavín hasta
los Inkas Instituto de Estudios Huarinos Lima.

Isbell, William H.
1987a State Origins in the Ayacucho Valley, Central Highlands, Peru. En The
Origins and Development of the Andean State, editado por Jonathan Haas, Sheila
Pozorski y Thomas Pozorski, pp. 83-90, Cambridge University Press. Cambridge.

1987b City and State in Middle Horizon Huari. En Peruvian Prehistory, editado
por Richard W. Keatinge, pp. 164-189, Cambridge University Press. Cambridge.

1991. Honcopampa: monumental ruins in Peru’s North Highlands. In: Expedi-


tion 33, 27–36.

1997 Mummies and mortuary monuments: a postprocessual prehistory of


Central Andean social organization. The University of Texas Press, Austin.

Izumi, Seiichi
1971 The development of the Formative culture in the Ceja de Montaña. A
viewpoint based on materials from the Kotosh site. Dumbarton Oaks Confer-
ence on Chavín, October 26th and 27 th, 1968, Elizabeth P. Benson, editor, pp.
49-72. Dumbarton Oaks Library and Collections, Trustees for Harvard University,
Washington.

Izumi, Seiichi y Kazuo Terada


1966 Andes 3. Excavations at Pechice and Garbanzal, Tumbes Valley, Peru.
1960. Tokyo.

1972 Andes Excavations at Kotosh, Perú 1963 y 1966. University of Tokio Press.
Tokyo.

Izumi, Seiichi, y Toshihiko Sono


1963 Andes 2: Excavations at Kotosh, Perú, 1960. Tokyo.

Jackson, Barbara y Terry Stocker


1982 Peru’s preceramic diet. Field Museum of Natural History Bulletin 53(7):
12-23.

Kaplan, L.
1981 What is the origin of a common bean? Economic Botany 35: 240-254.

Kauffman Doig, Federico


1966 Mochica, Nazca, Recuay en la Arqueología Peruana. Universidad Nacio-
nal Mayor de San Marcos, Lima.

Kaulicke, Peter
1975 Pandache: un caso del Formativo en los Andes de Cajamarca, Lima.

577
Kelly-Gadol, Joan
1976 The social relations on the sexes: methodological implication of women’s
history. Signs 1(4): 809-823.

Kembel, Silvia R.
2001 Architectural Sequence and Chronology at Chavin de Huántar, Peru, tesis
de docrorado, Department of Anthropological Sciences, Stanford University, Palo
Alto.

Kinzl, Hans
1935 Altindianische Siedlungsspuren im Umkreis der Cordillera Blanca.En
Die Weisse Kordillere editado por Philipp Borchers,pp. 262-265, Berlin.

Kornfeld, Guillermo
1972 Signi cado de la industria lítica de Paiján. Boletín de Seminario de Arque-
ología 13: 52-190.

Kroeber, Alfred
1925a The Uhle pottery collections from Moche. University of California Pub-
lisher. American Archaeology and Ethnology 21: 191-234.

1925b The Uhle pottery collections from Supe. University of California Publish-
er. American Archaeology and Ethnology 21: 235-264.

1926a. Archaeological exploration in Peru. Part I. Ancient pottery from Trujillo.


Field Museum of Natural History Anthropology Memories 2: 1-43.

1926b. The Uhle pottery collections from Chancay. University of California Pub-
lisher. American Archaeology and Ethnology 21: 265-304.

1930. Archaeological explorations in Peru. Part II. The northern coast. Field
Museum of Natural History Anthropology Memories 2: 47-116.

1944 Peruvian Archaeology 4. The Viking Fund.

Langlois, Louis
1934 Las ruinas de Cuelap. Boletín de la Sociedad Geográ ca de Lima. 3(1): 20-
34.

Lanning, Edward P.
1959 Chronological and Cultural Relationship of Early pottery Styles in ancient
Peru. PhD. Dissertation University of California, Berkeley.

1963 A Pre-agricultural Occupation on the Central Coast of Peru. American


Antiquity 28: 360-71.

1964 Radiocarbon Dates for the Preceramic Stage in the Andean Area. MS.
New York.

578
1967a Preceramic archaeology of the Ancon-Chillon región, central coast of
Peru. Informe nal Science Foundation sobre investigaciones llevadas con Beca
GS-869.

1967b Archaeological investigations on the Santa Elena Peninsula, Ecuador. In-


forme nal Science Foundation sobre investigaciones llevadas con Beca GS-402.

Lanning, Edward P. and Eugene A. Hammel


1961 Early Lithic Industries of Eastern South America. American Antiquity 27:
139-54.

Larco Hoyle, Rafael


1941 Los Cupisniques, Lima.

1948 Cronología arqueológica del norte del Perú. Biblioteca del Museo de Ar-
queología “Rafael Larco Herrera”, Hacienda Chiclín, Trujillo (Perú). Sociedad
Geográ ca Americana, Buenos Aires.

1960 La cultura Santa. Antiguo Perú, espacio y tiempo; trabajos presentados


a la Semana de Arqueología Peruana (9-14 de Noviembre de 1959), pp. 235-239.
Librería Editorial Juan Mejía Baca, Lima.

1963 La cultura Santa. Lit. Velarde S.A., Lima.

1966 Peru. Traducido al Francés por James Hogarth, Archaeologia Mundi. THe
World Publishing Company, Cleveland and New York.

Lathrap, Donald W., Donald Collier y Helen Chandra


1975 Ancient Ecuador: Culture, Clay, and Creativity, 3000-300 B.C. Field Mu-
seum of Natural History, Chicago.

Lau, G.F.
2010a Culturas y lenguas antiguas de la sierra norcentral del Perú: una investig-
ación arqueolingüística. In: Boletín de Arqueología PUCP / N.° 14 . 2010, 141-164.
Lima.

2010b Forti cations as Warfare Culture: the Hilltop Centre of Yayno (Ancash,
Peru), AD 400–800. Cambridge Archaeological Journal, 20, pp 419-448.

2004 Evidencias Radiocarbónicas para las transformaciones culturales Recuay.


En Arqueología de la sierra de Ancash: Propuestas y Perspectivas, Bebel Ibarra
Asencios (editor). pp 153-159. Instituto Cultural Rvna. Lima

2002 Feasting and ancestor veneration at Chinchawas, North Highlands of


Ancash, Peru. Latin American Antiquity 13, 279–304.

Lau, G.F. Y G. Ramón,


2007 Yayno, cima del mundo: ciudadela forti cada de la tradición Recuay.
Gaceta Cultural del Peru, 27, 26–8.

579
Lavallée, Daniele
1973 Estructura y organización del hábitat en los Andes Centrales durante el
periodo Intermedio Tardío. Revista del Museo Nacional 39: 91-1116.

Lee, Richard e Irven Devore


1968 Man the Hunter. Aldine Press, Chicago, Illinois.

Loten, H. Stanley
1955 Marcahuamachuco: Dynastic Architecture Before the Inka. Rotunda: The
Magazine of the Royal Ontario Museum 17(4): 21-31.

Lumbreras, Luis G.
1970 Los templos de Chavín. Guía de Monumentos y Exposiciones del Museo
de Arqueología y Etnología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos,
Vol. 1. Proyecto Chavín, Lima.

1974a Informe de labores del Proyecto Chavín. Arqueológicas 15: 37-55.

1974b The peoples and cultures of ancient Peru. Translated by Betty J. Meggers.
Smithsonian Institution Press, Washington.

1977 Excavaciones en el Templo Antiguo de Chavín (sector R); informe de la


sexta campaña. Ñawpa Pacha 15: 1-38.

1989 Chavín de Huántar en el Nacimiento de la Civilización Andina. INDEA.


Lima.

Lumbreras, Luis G. y Hernán Amat


1969 Informe preliminar sobre las galerías interiores de Chavín. (Primera tem-
porada de trabajos). Revista del Museo Nacional 34: 143-197.

Lynch, Thomas F.
1967 The nature of the Central Andean Preceramic. Occasional Papers of the
Idaho State University Museum 21, Pocatello, Idaho.

1970 Excavations at Quishqui Puncu in the Callejon de Huaylas, Peru. Occa-


sional Papers of the Idaho State University Museum 26, Pocatello, Idaho.

1971 Preceramic transhumance in the Callejon de Huaylas, Peru. American


Antiquity 36(1): 139-148.

1974 The antiquity of man in South America. Quaternary Research 4(3): 356–
377.

1980 Guitarrero Cave: Early Man in the Andes. Academic Press, New York.

Lynch, Thomas F. y Kenneth A. R. Kennedy


1970 Early Human Cultural and Skeletal Remains from Guitarrero Cave,
Northern Peru. Science 25: 1307-1309.
580
Lynch, Thomas y Susan Pollak
1980 Chobshi cave and its place in Andean and Ecuadorean archaeology.
En Anthropological Papers in Memory of Earl H. Swanson, Jr, editado por L.B.
Harten, C.N. Warren, y D.H. Tuohy. Idaho State Museum of Natural History, Po-
catello, Idaho.

Lyon, Patricia
1978 Female supernaturals in Ancient Perú. Ñawpa Pacha 16: 95-140.

Makowski, K. Y J. Rucabado Y.
2000 Hombres y deidades en la iconografía Recuay, in Los Dioses del Antiguo
Peru, ed. K. Makowski. Lima: Banco de Crédito, 199–235.

Málaga Medina, Alejandro


1974 Las reducciones en el Perú (1532-1600) Separata de Historia y Cultura.
Revista del Museo Nacional de Historia. 8: 141-172.

Malpass, Michael
1983a The preceramic occupation of the Casma valley, Peru. Tesis Doctoral, De-
partamento de Antropología, Universidad de Wisconsin, Madison, Wisconsin.

1983b The preceramic occupation of the Casma valley, Peru. En Investigations


of the Andean Past, editado por Daniel Sandweiss, pp. 1-20, Programa de estudios
Latinoamericanos de Cornell Univessity, Ithaca, New York.

1985 Two preceramic and Formative occupations in the Cordillera Negra: pre-
liminary report. Recent Studies. En Andean Prehistory and Protohistory, editado
por D.Peter Kvietok y Daniel Sandweiss, pp. 15-40, Programa de estudios Latino-
americanos de Cornell Univessity, Ithaca, New York.

1987 The Paijan occupation of the Casma valley, Peru. Ñawpa Pacha 24: 99-
110.

Mantha, Alexis
2004 El sitio de Rapayán y su diversidad arquitectónica durante los períodos
tardíos de la prehistoria andina. En: Arqueología de la sierra de Ancash: Propu-
estas y Perspectivas, Bebel Ibarra Asencios (editor). pp 467-488. Instituto Cultural
Rvna. Lima

Márquez Zorrilla, Santiago


1965 Huari y Conchucos, Monografía. Segunda Edición. Imprenta. El Cóndor,
Lima.

Matos Mendieta, Ramiro


1975 Prehistoria y geología humana en las Punas de Junín. Revista del Museo
Nacional 16: 37-74.

581
Matsuzawa, Tsugio
1974 Excavations at Las Haldas, on the Coast of Central Peru. Series of Cultural
Anthropology. Vol. 59, Nº 2. University of Tokyo Press, Tokyo.

1978 The formative site of Las Haldas, Peru: architecture, chronology, and
economy. Translated by Izumi Shimada. American Antiquity 43(4): 652-673.

Mayer-Oakes, William
1982 El Inga broad stemmed points- a new horizon market for early man in
South America? Ponencia presentada al 10º Conferencia Annual Medioeste en Ar-
queologia y Etnohistoria de los Andes y Amazonas, Ann Arbor, Michigan, Febru-
ary 27-28.

Mayer-Oakes, William Jr., y Robert E. Bell


1960 Early Man Site Found in Highland Ecuador. Science 131: 1805-1806.

McCown, Theodore D
1945 Pre-Incaic Huamachuco: Survey and Excavations in the Region of Hua-
machuco and Cajabamba. University of California Publications in American Ar-
caheology and Ethnology 39 Nº4. University California Press, Berkeley & Los An-
geles.

Mejia Xesspe, Toribio


1957 Chullpas Precolombinas en el área andina. Revista de la Universidad Na-
cional de la Plata 2: 101-108.

Menzel, Dorothy
1968 La Cultura Huari. Las Grandes Civilizaciones del Antiguo Perú. Tomo VI.
Lima.

Menzel, Dorothy, John H. Rowe, y Lawrence E. Dawson


1964 The Paracas Pottery of Ica: A Study in Style and Time. University of Cal-
ifornia Publications in American Arcaheology and Ethnology 50. University of
California Press, Berkeley & Los Angeles.

Mesia, Christian.
2007 Intrasite Spatial Organization at Chavin de Huántar during the Andean
Formative: Three-Dimensional Modelling, Stratigraphy, and Ceramics, tesis de
doctorado, Department of Anthropological Sciences, Stanford University, Palo
Alto.

Middendorf, E. W.
1895 Peru. Vol. 3, Das Hochland von Peru. Berlin.

Miranda Cristóbal de
1583 Relación de los o cios que se proveen en el Reino del Perú, de las per-
sonas que los con eren y de los salarios asignados a ellos. Años de 1578 a 1583
GPCP: 1925: IX PP 114-230.

582
Mogrovejo, Toribio. A de
1593 Diario de la segunda visita pastoral que hizo su arquidiócesis el ilus-
trísimo señor dan Toribio Alfonso de Mogrovejo, arzobispo de los Reyes. BANP;
1920: 1-II. Pp. 227-278.

Moore, Henrietta
1988 Feminism and Anthropology. Political Press. Cambridge.

Morales Chocano, Daniel


1985 Prospección Arqueológica en Tacabamba. En Historia de Cajamarca, I.
Arqueología, editado por Fernando Silva Santisteban, Waldemar Espinoza Soria-
no y Rogger Ravines, pp. 169-176, Instituto Nacional de Cultura, Perú. Lima.

Morales Figueroa, Luis de


1592 Relación de las indios tributarias que hay a presente en estos reinos y pro-
vincias del Pirú, fecha por mandado del señor marqués de Cañete, la cual se hizo
por Luis de Morales Figueroa.... CDIA: 1866; VI PP 41-63.

Morley , Sylvanus G., y George W. Brainerd


1956 The Ancient Maya. 3ra. ed. Stanford University Press, Stanford.

Morris, Craig
1982 The infrastructure of Inka control in the Peruvian Central Highlands. En
The Inka and Azteca State, editado por G. Collier, R.L. Rosaldo y J. Wirth, pp. 153-
171. Academic Press. New York.

Morris, Craig y Donald E. Thompson


1970 Huánuco Viejo: An Inca Administrative Center. American Antiquity
35(3): 344-362.

Mosley, Michael E.
1975 The Maritime Foundation of Andean Civilization. Cummings Publishing
Company, Menlo Park, California.

1978 The evolution of Andean civilization. En Ancient Native Americans, ed-


itado por Jesse D. Jennings, pp. 491-541. W.H. Freenan and Company, San Fran-
cisco.

1982 Introduction: human exploitation and organization on the north Andean


coast. En Chan Chan: Anden Deset City, editado por Michael Moseley y Kent Day,
pp. 1-24, Escuela por Investigaciones Americanas, Albuquerque, New Mexico.

Muelle, Jorge CA, y Camilio Blas


1938 Muestrario de arte Peruano precolombino. Revista del Museo Nacional 7:
163-280.

Muñoz, I. Y L. Briones
1996 Poblados, rutas y arte rupestre precolombinos de Arica: Descripción y análi-
sis de sistema de organización. En: Chungara 28:47-84. Chile.

583
ONERN
1976 Mapa ecológico del Perú y guía explicativa. O cina Nacional de Recursos
Naturales, Lima.

Onuki, Yoshio y Tatsuhiko Fujii


1974 Excavations at La Pampa. Peru. The Proceedings of the Departament of
Humanities. College of General Education, University of Tokyo, 59, pp. 45-104.
Tokyo.

Orsini, Carolina
2005 Archeologia di Chacas. Sistemi di insediamento e ritualitá in una valle
delle ande centrosettentrionali del Peru. Tesis Doctoral Universidad de Bologna.
Bologna. Italia.

2007. Pastori e Guerrieri: I Recuay, un popolo preispanico delle Ande del Peru.
Milan: Jaca Books.

Orsini, Carolina And Elisa Benozzi


2013 Archaeology of an Andean Pacarina: Settlement Patterns and Rituality
around the Lake Puruhuay, Ancash, Peru. En: British Archaeology Review (BAR).
Oxford.

Ortega, Eudocio
1956 Los Konchukos. Librería e Imprenta Miranda, Lima.

Ossa, Paul
1973 A survey of the lithic preceramic occupation of the Moche valley, north
coastal Peru. Tésis doctoral, Departamento de Anthropología, Harvard Univer-
sity, Cambridge, Massachusets.

1978 Paijan in early Anden prehistory: the Moche valley evidence. En Early
Man in America from Circum-Paci c Perspective, editado por Alan Bryan, pp.
290-295, University of Alberta Department of Anthropology Occasional Papers 1,
Edmonton, Alberta, Canada.

Paredes, J., Quintana, B. And Linares, M.


2000 Tumbas de la Época Wari en el Callejón de Huaylas, Ancash, In: Kaulicke,
P., Isbell, W.H. (Eds.), Huari y Tiwanaku: modelos vs evidencias, primera parte.
Boletín de Arqueología PUCP 4 (2000), Lima, 253–288.

Patterson, Thomas C.
1971 The emergence of food production in central Peru. En Prehistoric Agricul-
ture, editado por Stuart Struever, pp. 181-208, Natural History Press, Garden City,
New Jersey.

1981 Reseña de: Guitarrero Cave; early man in the Andes, editado por Thomas
Lynch. American Antiquity 46(3): 710-711.

584
Pearsall, Deborah M.
1978 Paleoethnobotany in western South America: progress and problems. En
The nature and status of ethnobotany, edited by Richard I. Fors, pp. 389-416. An-
thropological Papers, Museum of Anthropology, University of Michigan, Nº 67.
Ann Arbor.

Wheeler Pires-Ferreira, Jane, Edgardo Pires-Ferreira y Peter Kaulicke


1976 Preceramic animal utilization in the central Peruvian Andes. Science
194(4264):483-490.

Ponce de León, Cristóbal


1540 Visita de la provincia de Conchucos por Cristóbal Ponce de León. Año
1540. BNL Ms. N A163.

Ponte, Victor.
2001 Transformación social y política en el Callejón de Huaylas, siglos III-X
d.C. In: Kaulicke, P., Isbell, W.H. (Eds.), Huari y Tiwanaku: modelos vs eviden-
cias, primera parte. Boletín de Arqueología PUCP 4 (2000), Lima, pp. 219–252.

Proulx, Donald A.
1968 An archaeological survey of the Nepeña Valley, Peru. Department of An-
thropology, University of Massachusetts, Research Reports, Nº 2. Amherst.

1973 Archaeological Investigations in the Nepeña Valley, Peru. Department of


Anthropology Research Reports 13. University of Massachusetts, Amherst.

Proulx, Donald A., y Daggett, Richard E.


ms. Early Horizon sites in the Nepeña Valley, Peru. Paper presented at the
45th Annual Meeting of the Society for American Archaeology, Philadelphia,
1980.

Pulgar Vidal, Javier


1970 Geografía del Perú: las ocho regiones naturales del Perú. Colección Textos
Universitarios. Editorial Universo, Lima.

Quinn, Naomi
1977 Anthropological studies on Women’s status. Annual Review of Anthro-
pology 6: 81-222.

Raimondi, Antonio
1873 El departamento de Ancash y sus riquezas minerales. Por Antonio Rai-
mondi. Publicada por Enrique Meiggs. Lima-Perú. Imprenta de El Nacional. Por
Pedro Lira. 1873.

1943 Notas de viajes para su obra “El Perú” vol. 2. Lima.

Reichert, Raphael X
1977 The Recuay ceramic style: a re-valuation. Unpublished PhD. Dissertation,
Department of Art History, University of California at Los Angeles.
585
1982 Moche iconography the highland connection. En Pre-Columbian art his-
tory; selected readings, (second edition), editado por Alana Cordy-Collins, pp.
279-291. Peek Publications, Palo Alto, California.

Reichlen, Henri y Paule Reichlen


1949 Recherches archéologiques dans les Andes de Cajamarca. Journal de la
Société des Americanistes 38: 137-174.

Richardson, James III


1969 The preceramic sequence and Pleistocene and Post-Pleistocene climatic
change in northwestern Peru. Tésis doctoral, Departamento de Antropología,
Universidad de Illinois, Urbana, Illinois.

1973 The preceramic sequence and Pleistocene and Post-Pleistocene climatic


change in northwestern Peru. En Human Variation, editado por Donald Lathap,
Illinois Archaeological Survey, Urbana, Illinois.

1978 Early man on the Peruvian north coast, early maritime exploitation and
the Pleistocene and Holocene enviorment. En Early Man in America from Circum-
Paci c Perspective, editado por Alan Bryan, pp. 274-289, University of Alberta
Department of Anthropology Occasional Papers 1, Edmonton, Alberta, Canada.

1981 Modeling the development of sedentary maritime economies on the coast


of Peru: a preliminary statement. Annals of the Carnegie Museum 50: 139-150.

Rivero, Mariano Eduardo de, y John Janes von Tschudi


1855 Peruvian antiquities. Translated into English from the original Spanish by
Francis Hawks. A.S. Barnes and Company, New York.

Rick, John W.
1980 Prehistoric Hunters of the High Andes. Academic Press, New York.

1981 Reseña de: Guitarrero Cave: Early Man in the Andes, editado por Thomas
F. Lynch. Quaternary Research 16(2): 259-260

2010 "El Lugar de los orígenes. Los Misteriosos Mundos de Chavín de Huán-
tar". En Ancash Anuario cultural 2010; Editor Rafael Varon Gabai, Asociación An-
cash. Antamina. Lima. Lima.

Rick John, Christian Mesia, Daniel Contreras, Silvia R. Kembel, Rosa M. Rick,
Matthew Sayref Y John Wolfg
2009 La cronología de Chavín de Huántar y sus implicancias para el Periodo
Formativo. In: Boletín de Arqueología PUCP N: 13 (2009), 87-132. Lima

Rivet, Paul
1949 Les langues de l’ancien diocèse de Trujillo. Journal de la Société des
Américanistes, n.s. 38: 1-51.

586
Roe, Peter G.
1974 A further exploration of the Rowe Chavín seriation and its implications
for north central coast chronology. Dumbarton Oaks Studies in Pre-Columbian
Art and Archaeology, Nº 13. Washington.

Rojas Ponce, Pedro


1967 The Ruins of Pajatén. Archaeology 20:9-17.

Roosevelt, Cornelius Van S.


1935 Ancient civilizations of the Santa valley,and Chavin. Geography Review
25: 21-42.

Rosas, Hermilio y Ruth Shady


1970 Pacopampa: Un complejo temprano del periodo formativo peruano. Ar-
queología y Sociedad 3: 1-16.

1974 Sobre el Período Formativo en la sierra del extremo norte del Perú. Ar-
queológicas 15: 6-35.

Rowe, John H.
1944 An Introduction to the Archaeology of Cuzco. Peabody Museum Papers.
Vol. 27, Nº 2. Harvard University, Cambridge.

1946 Inca culture at the time of the Spanish conquest. Handbook of South
American Indians. Bureau of American Ethnology, Bulletin 143, Vol. 2, pp. 183-
330. Washington.

1962 Chavín art; an inquiry into its form and meaning. The Museum of Primi-
tive Art, distribuied by University Publishers, Inc., New York.

1963 Urban Settlements in Ancient Peru. Ñawpa Pacha 1: 1-28.

1964 A Review of Radiocarbon Measurements from Peru and Bolivia. MS.


Berkeley.

1973 El arte de Chavín; estudio de su forma y su signi cado. Historia y Cultura


6: 249-276..

Ruiz Estrada, Arturo


1971 Leimebamba, Arqueología y Turismo. Horizonte Cooperativo 2(7): 25-27.

Saavedra, J. de
1548 Los repartimientos de la ciudad de León i aprovechamiento de los indios
de este. BPNHP: 1958, pp. 229-36.

Savoy, Gene
1968 New discoveries of pre-inca remains East of the Andes (Department of
Amazonas) Peruvian Times 28 (1431): 2-4.
1970 Antisuyo. The search the lost cites of the Amazon. Simon and Schuster,
New York.

587
Sayles, E. B.
1955 Three Mexican Crafts. American Anthropologist 57(5): 953-973.

Schaedel, Richard P.
1948 Stone Sculpture in the Callejón de Huaylas. En A Reappraisal of Peruvian
Archaeology, editado por Wendell C. Bennett, pp. 66-79. Society for American
Archaeology Memoir 4. Menasha.

Sepúlveda Marcela A, . R. Álvaro L. Romero Guevara Y Luis Briones


2005 Trá co de caravanas, arte rupestre y ritualidad en la quebrada de suca
(extremo norte de chile). En: Chungara 37. N° 2, Revista de Antropología Chilena
Páginas 225-22453.

Shady, Ruth y Hermilio Rosas


1976 Enterramientos en chullpas de Chota, Cajamarca, Lima.

Silveblatt, Irene
1987 Moon, Sun and Witches. University of Princeton. Princeton.

Skar, Sarah
1981 Andean women and the concept of space/time. En Women and Space,
editado por S. Ardener, pp. 35-49. Croom Helm. London.

Stothert, Karen E.
1980 Reseña de: Guitarrero Cave: Early Man in the Andes, editado por Thom-
as F. Lynch. Lithic Technology 9(3):61-63.

Stothert, Katen y Michael Malpass


ms. Evidence for preceramic houses and household organization inéd. in
western South America.

Strong, William D.
1925 The Uhle pottery collections from Ancon. University of California Pub-
lisher. American Archaeology and Ethnology 21: 135-190.

Strong, William D y Evans Clifford


1952 Cultural stratigraphic in the Viru valley, northern Perú. Columbia studies
in Archaeology and Ethnology 4. Columbia University Press. New York.

Thatcher, John P.
1972 Continuity and Change in the Ceramics of Huamachuco, North High-
lands, Peru. Doctoral Dissertation, Department of Anthropology, University of
Pennsylvania. University Micro lms, Ann Arbor.

1975 Early Intermediate Period and Middle Horizon 1B Ceramic Assembleges


of Humachuco, North Highlands Peru. Ñawpa Pacha 10(12): 109-138.

Topic, John R.
1991 Food preparation, public feasting and redistribution. Paper presented at
61th Annual meeting of Society for American Archaeology, New Orleans.
588
Tello, Julio C.
1923 Wira Kocha. En Inca. Revista trimestral de estudios antropológicos. Ór-
gano del Museo de Arqueología de la Universidad Mayor de San Marcos. Vol. I,
No. 1, pp. 93-320; Vol. I, No. 3, pp. 583-606. Lima.

1929 Antiguo Perú. Primera Época. Editado por la Comisión Organizadora del
II Congreso Sudamericano de Turismo. Lima.

1930 Andean civilization: some problems of Perúvian archaeology. Proceed-


ings of the Twenty-third International Congress of Americanists: Realizado en
New York, del 17- 22de Septiembre de 1928, New York.

1939 Las primeras edades del Perú por Guamán Poma. Ensayo de Interpre-
tación por Julio C. Tello. Versión al castellano de los términos indígenas por To-
ribio Mejía Xesspe. Ilustraciones de Guamán Poma, Pedro Rojas Ponce, y Hernán
Ponce Sánchez, Empresa Gra ca T. Schench. S.A. Lima.

1942 Origen y desarrollo de las civilizaciones prehistóricas andinas. Reimpreso


de las Actas del XXVII Congreso de Americanistas de 1939. Librería e Imprenta
Gil, S.A., Lima.

1960 Chavín: cultura matriz de la civilización andina. Primera parte. Publi-


cación Antropologica del Archivo “Julio C. Tello” de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos, Vol. II.

Terada, Kazuo
1979 Excavations at La Pampa in the North Highlands of Peru. 1975, Report
1 of the Japanese Scienti c Expedition to Nuclear America. University of Tokyo
Press. Tokyo.

Thompson, Donald E.
1968 An Archaeological Evolution of Ethnological Archaeology en the Ameri-
can. The Anthropological Society of Washington D.C.

1971 Late preshipanic occupations in the Easter’s Peruvian Andes. Revista del
Museo Nacional 37: 116-123.

1973 Investigaciones Arqueológicas en los Andes Centrales del Norte del Perú.
Revista del Museo Nacional 39: 117-126.

1973 Tinyash: A Prehispanic Village in the Andean Puna. Archaeology 26(2):


94-100.

Tschauner, H.
2003 Honco Pampa: Arquitectura de Elite del Horizonte Medio en el Callejón
de
Huaylas, in B. Ibarra Ascencios (ed.) Arqueología de Ancash, Propuestas y Per-
spectivas, pp. 193– 220. Lima, Centro Cultural Runa.

589
Tung, Tif ny.
2007 The Village of Beringa At The Periphery of the Wari Empire: A site over-
view and new radiocarbon dates. In: Andes Past n° 8. Pp 253 – 286.

Tosi, J.A.
1960 Zonas de vida natural en el Perú. Memoria explicativa sobre el mapa
ecológico del Perú. Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas, Boletín Téc-
nico 5.

Tschopik, Harry
1951 The Aymara of Chucuito. Anthropological Papers of the American Mu-
seum of Natural History 44, Pt. 2. New York.

Tschopik, Marion H.
1946 Some Notes on the Archaeology of the Department of Puno, Peru, Pea-
body Museum Papers, Vol 27, Nº 3. Harvard University, Cambridge.

Vásquez de Espinoza, Antonio de.


1630 Compendia y descripción de Las Indias Occidentales […] City of the
Washington. Published by the Smithsonian Institution. 1948.

Varallanos, José
1959 Historia de Huánuco. Imprenta López. Buenos Aires y Lima.

Verano, John
2007 Con ict and Conquest in Pre-Hispanic Andean. South America: Archae-
ological Evidence from Northern Coastal Peru. In: Latin-American Indigenous
Warfare and Ritual violence; edited by R. J, Chacon y R.G, Mendoza. Pp 105 – 115.
University of Arizona Press. Tucson.

Villar, Pedro E.
1923 Las Ruinas de la Provincia de Canta. “Inca” Revista Trimestral de Estu-
dios Antropológicos 1: 1-23.

Von Hagen, Victor W.


1976 The Royal Road of the Inca, London.

Ward, G. K. y S. R. Wilson
1978 Procedures for comparing and combining radiocarbon age determina-
tions: a critique. Archaeometry 20(1): 19-31.

Wegner, Steven A.
s.f. The Recuay Tomb of Jancu. Unpublished ms. In possession of author.

1988 La Investigación Cientí ca Sobre la Cultura Recuay. En Cultura Recuay,


Museo Arqueológico de Ancash, Instituto Nacional de Cultura y Banco Continen-
tal. Lima.

Weiner, Annette
1976 Women of Value: Men of Renown. University of Texas Press. Austin.
590
Wiener, Charles
1880 Voyage au Pérou et en Bolivie. Ginkgo, Paris.

Willey, Gordon R.
1943 Excavations in the Chancay Valley. Columbia Studies in Archaeology and
Ethnology 1: 123-196.

1953 Prehistoric settlement Patterns in the Virú Valley Perú. Bureau of Ameri-
can Ethnology Bulletin, 155, Washington D.C.

1956 Prehistoric Settlement Patterns in the New World. Viking Fund Publica-
tions En Anthropology Nº23. Wenner-Gren Foundation for Anthropological Re-
search. New York.

1966 An Introduction to American Archaeology Vol. 1 North and Middle


America. Englewood Cliffs, N.J. Prentice-Hall.

Willey, Gordon y Philip, Phillipp


1958 Methods and Theory in American Archaeology University of Chicago
Press. Chicago.

Willey Gordon R. y John M. Corbett


1954 Early Ancón and Early Supe Culture. Columbia Studies in Archaeology
and Ethnology 3. New York.

Wilson, David J.
ms. Prehispanic settlement patterns and defensive systems in the lower Santa
Valley region, Peru. A preliminary report of the results of the 1979-1980 Santa Val-
ley Project. Submited in 1981 to the INC. Lima.

Wing, Elizabeth S.
1978 Animal domestication in the Andes. En Advances in Andean archaeol-
ogy, editado por, David L. Browman, pp. 167-188. World Anthropology. Mouton
Publishers, The Hague, Paris.

Winterhalder, Bruce; Larsen Robert y Thomas, R. Brooke


1974 Dung as an essential resource in highland Peruvian community. Human
Ecology 2(2): 89-104.

Wylie, Alison
1991 Gender theory and the archeological record: why is there no archaeol-
ogy of gender? En Engendering Archaeology; Women and Prehistory, editado
por Joan Gero y Margaret Conkey, pp. 31-54. Basil Blackwell, Oxford.

Yellen, John y Henry Harpending


1972 Hunter-gatherer populations and archaeological inference. World Ar-
chaeology 4(2): 244-253.

591
Zaky, Andrjs
1978 “Un Mausoleo de Piedra con Decoraciones Plásticas en Santa Cruz, Calle-
jón de Huaylas”.
En: Actas del III. Congreso del Hombre y la Cultura Andina. Tomo II. Lima.

Zuidema, R. Tom
1973 Kinship and Ancestor Cult in Three Peruvian Communities: Hernandez
Principe's Account of 1622. En: Bulletin de l'lnstitut Frangais d'etudes Andines
2(1): 16-33.

592

También podría gustarte