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[También en RSEL 7/2 (1977) 1-16, y en Gramática funcional. Principios
y terminología, Oviedo, ICE, 1985, 11-26]
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nes que los elementos de la oración contraen entre sí, con las conexio-
nes que en la realidad pueden unir a los objetos designados por aque-
llos elementos. En toda oración hay un núcleo a que puede reducirse
(cf. el ejemplo anterior: entraba). Los demás elementos-signos, sin-
tagmas, grupos sintagmáticos-que aparezcan no son más que ele-
mentos adyacentes, con mayor o menor cohesión, de ese núcleo. Este
es un signo complejo, un sintagma, en que determinados fonemas
delimitan un lexema. En eso consiste la relación constitutiva de la
oración: la relación predicativa entre un lexema y unos morfemas de
«persona y número». Los sintagmas capaces de esta función son verbos.
Todo lo demás que puede aparecer en la oración son especificacio-
nes o determinaciones para aclarar lo que no da de por sí la situación
o el contexto. He aquí un esquema de las posibilidades:
l. Especificación de la «persona» y «número». Ocurre cuando
aparece lo que llamamos un sujeto léxico. Gramaticalmente es perfecta
redundancia, pues los morfemas que conlleve son repercusión de los
del núcleo: entraba el aire, entrabais vosotros, etc. De por sí no indica
referencia a actores u objetos pacientes de la realidad: César venció,
César fue vencido.
2. Delimitación de la zona de sustancia a que hace referencia el
lexema del núcleo. Se produce al agregar sintagmas o grupos que lla-
mamos implementos. Son del mismo tipo de los que pueden funcio-
nar como sujetos léxicos: escribió la carta su padre, escribieron la ca1ta
sus padres. Se observa que los morfemas del núcleo no repercuten
en el implemento. Cuando el lexema del implemento es redundante,
por consabido del interlocutor, queda, aunque se elimine, constancia
de su función en un referente «pronominal& que incrementa al núcleo:
la escribió, la escribieron. En esos ejemplos la referencia a la realidad
efectuada por 19s sintagmas incursos no es susceptible de diferentes
interpretaciones en cuanto a la relación entre los objetos carta y padre.
Otras veces podría ser ambigua, por existir doble sentido de tal rela-
ción: el lobo acosó al cazador. Entonces un signo especial, un índice
funcional, permite expresar sin equívico la diferente realidad: el lobo
acosó al cazador, el cazador acosó al lobo.
3. Otras delimitaciones de primero o segundo grado de la sus-
tancia del lexema nuclear se consiguen con este procedimiento del
índice funcional. Así, los que llamamos suplementos: hablaban de pin-
tura, entiende de mecánica, cree en la ciencia. Eludidos por redundantes,
dejan constancia de su función con ciertos referentes: hablaban de eso,
etcétera. También los que llamamos complementos: regaló un cuento
al niño, le regaló un cuento. Los sintagmas que incurren en estas tres
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funciones son los que podemos llamar «sustantivos11. Pero, por tras-
posición funcional, con determinados procedimientos que ahora no
podemos puntualizar, otros tipos de sintagmas o grupos pueden cum-
plir las mismas funciones.
4. A veces el núcleo verbal se escinde en dos sintagmas: los mor-
femas nucleares se adosan a un lexema de vago o amplio valor semán-
tico y entonces aparece el verdadero centro léxico en un sintagma
independiente: el hombre es mortal. Los sintagmas típicos en esta fun-
ción son los «adjetivos», pero la trasposición permite la aparición de
otros: el muro es de adobe.
5. Una última función es la que llamamos de aditamento. Hay
algunos pocos sintagmas que llevan anejo este valor .funcional, pero
otros muchos sintagmas o grupos mediante índices funcionales y otros
recursos pueden ser traspuestos a tal función. Es una función que diría-
mos marginal y que por eso tradicionalmente se englobaba en la
«circunstancia».
No hay tiempo para ocuparnos, ni siquiera brevemente, de la exis-
tencia de referentes funcionales («pronombre», por ejemplo), de índi-
ces funcionales («preposiciones»), traspositores, etc.
Estudiada la estructura de la oración, se deben examinar las estruc-
turas internas de los grupos sintagmáticos y las relaciones o funciones
que en ellos contraen sus componentes. Con todo ello llegaríamos al
establecimiento de los paradigmas de los diferentes tipos de unidades
de contenido, unas léxicas, otras morfemáticas o gramaticales. El
estudio de las relaciones paradigmáticas de los lexemas se presenta
bastante complejo, puesto que por constituir signos de inventario
abiertos, es prácticamente imposible ordenarlos en estructuras siste...
máticas claras, salvo para algunas zonas semánticas bien diferenciadas
y homogéneas. Así, puede observarse una organización precisa en
campos como los términos de parentesco, los de la valoración intelec-
tual o estética, los colores, etc. Pero casi siempre quedan por ver las
relaciones, oposiciones e interferencias que tienen con otros campos
semánticos. En cambio, el estudio de los valores de contenido de los
signos de inventarios cerrados, esto es, los de función gramatical, es
mucho más sencillo y se puede llegar a formular sistemas bien traba-
dos por rasgos semánticos precisos: la estructura del conjunto de mor-
femas verbales, de los números, de los géneros, de los demostrati-
vos, etc.
La consideración de la lengua como una estructura que funciona
ha permitido además que este enfoque metodológico haya sobrepasado
y engranado los dos términos de la famosa antinomia sincronía-día-
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