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INTRODUCCIÓN
El libro de Rut es una narración que se ubica en el género literario conocido como
“Novela corta”. Sin embargo, su extensión—unas 1,300 palabras hebreas—no
debe dar pie para pensar que poco hay en ese libro que nos desafíe hoy en
América Latina, en pleno siglo veintiuno. Todo ha sido “empaquetado” para que
quepa bien en extensión tan estrecha: no hay detalles innecesarios, ni
desviaciones, ni disgregaciones, ni retrospectivas, ni conversaciones o episodios
incidentales. Cada acto y palabra, impulsa la historia hacia adelante, hacia su
conclusión climáctica.
Esta pequeña obra puede dividirse en seis secciones, tal como se muestra
a continuación:
Contexto histórico
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libro de Jueces es una narración que en lugar de llevar al lector a un clímax, lo
lleva a un nadir; es decir, de la “cima” (la historia de Josué) a la “sima” (la historia
de los Jueces). Después de los grandes logros de la conquista y repartición de la
tierra, y del haber seguido las directrices de YHVH, el Dios de Israel, en la época
del liderazgo de los jueces, todo se vino abajo. Fue una caída precipitosa tanto en
lo social como en lo religioso.
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precisamente, estos judíos de Belén que emigraron a Moab, hayan hecho lo que el
texto de Números condena: Los dos hijos de Nohemí y Elimelec se casaron con
mujeres moabitas, fueron a Moab ¡para comer de ellos!, y esas mujeres y sus
comidas estaban, sin duda, relacionadas con el culto idolátrico de los dioses de
ese país. ¡Qué ironía!
Contexto socio-cultural
De nuevo, como ocurre en lo histórico, el escritor del libro de Rut maneja el asunto
social de tal modo que las mujeres del relato pierdan, en primera instancia, el
apoyo, sostén y protección de los varones judíos. Claro, ¡ya no están en Israel!
Están en territorio enemigo. Pero dada la situación histórica—“en los días que
gobernaban los jueces”—, parece que era mejor ser mujer y quedar viuda en
Moab que en Israel, aunque Noemí no lo haya visto así.
Otro tema que entra en el aspecto social, y que está muy relacionado con la
vulnerabilidad de una mujer sola, es el de la provisión para los pobres en la época
de la cosecha. Todo lo que se narra en el capítulo dos de Rut tiene que ver con la
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práctica de esa ley, tal como lo estipula la ley de YHVH (Levítico 19.9-10; 23.22;
Deuteronomio 24.18-22). Se ve que Rut conocía bien esa ley, tal como se señala
en 2.2.
Contexto literario
Contexto teológico
El libro de Rut tiene mucho que decir respecto de los principios teológicos que
sustentan los personajes principales de la narración y los grupos a quienes
representan.
Además de que el libro empieza y termina con “Noemí”, ella es la que tiene
dos nombres: “Noemí” y “Mara”. Ambos, como veremos más adelante tienen que
ver con la situación de vida frente a Dios que experimenta Noemí, es decir, el
pueblo de Dios. Noemí es la que pierde marido e hijos en el primer capítulo, pero
es la que gana una “hija”—que vale más que todos—, y es quien a fin de cuentas
le asegura a Noemí la posteridad, ¡y qué posteridad!
Con los dos nombres de Noemí, el mensaje del libro juega con el concepto
de fe y de confianza de cada ciudadano del pueblo de Dios: ¿En quién, a fin de
cuentas, creo yo? ¿Quién es la fuente de mi seguridad? ¿Quién es modelo de
ciudadano del reino de Dios? ¿Quién fue para Noemí su verdadero goʼel?
Elimelec = “mi-dios-es-rey”
Noemí = “dulce”, “placentera”
Mahlón = “enfermizo”
Quelión = “debilucho”
Orfa = “la que da la espalda”
Rut = “amiga”
Belén = bet-léjem, “casa-del-pan”
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Allí está Noemí, con un nombre que invitaba a una vida “placentera”. Con
el lugar donde vivía, con tres hombres en la familia, con pertenecer a la nación de
la elección divina; ¡todo estaba a su favor! Al menos eso es lo que creía ella,
porque así lo dictaba el canon de vida establecido por el statu quo. Sin embargo,
y de acuerdo con la función retórica del pasaje, todo cuanto parecía tener no le
ofrecía lo que todo ciudadano como ella consideraba la base de su seguridad y
bienestar. Pero eso era lo que precisamente el relato le va quitando poco a poco:
seguridad de alimentos, seguridad de familia, seguridad nacional y seguridad
religiosa.
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un poco; es decir, si vamos de regreso a los versículos 8-19, encontramos algo de
suprema importancia. Ante la insistencia de la suegra de regresarse a sus lugares
de procedencia, las dos nueras actúan de manera distinta: Orfa—“la que da la
espalda”—obedece a Noemí, y se regresa a casa. Rut decide insistir en
acompañar a su suegra, hace caso omiso a la insistencia de “regresarse” a casa
como lo ha hecho Orfa, y hace dos cosas: (1) “Rut se quedó con ella” (v. 14); (2) le
ofrece una declaración de fe y de solidaridad, la cual el escritor no puede dejarla
en la simple prosa y la plasma en forma poética—la presento aquí en la versión de
la Traducción en Lenguaje Actual:
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Rut tiene otra perspectiva, y la demuestra así: Primero, decide “hacerse
una” con su suegra—“se quedó con ella” (v. 14). Aquí está la verdadera
solidaridad. Ese quedarse no es solo presencia física, es abandonar la seguridad
nacional, familiar, religiosa y social y hacer suya las de Noemí; las mismas en las
que la suegra ya no cree. El asunto va en serio. Las traducciones castellanas—
incluyendo la Reina-Valera-60—velan el mensaje que quiere ofrecer el texto
hebreo. El verbo hebreo dabaq (“pegarse”, “adherirse”; veáse Génesis 2.24; 34.3;
Josué 23.12; 1 Reyes 11.2) se refiere al papel del varón como iniciador del
matrimonio. Fuera del libro de Rut, este verbo nunca se refiere a una acción
femenina. ¿Qué sucede aquí? ¿Qué es lo que realmente decide hacer Rut?
Pues Rut decide, ni más ni menos, tomar el papel del varón para formalizar una
relación de compromiso total, similar al de casarse. Es decir, Rut toma muy en
serio lo que Noemí dice en los versículos 11-13, y ante la imposibilidad de la
suegra de proveer varones que las protejan y les aseguren una vida estable para
el presente y el futuro, Rut toma el papel “del esposo” y se compromete con toda
la seriedad del caso, en convertirse en la protectora y proveedora de Noemí.
Eso Noemí ni lo sabe ni lo entiende. Quizá lo entienda con la segunda
demostración de la perspectiva distinta de Rut: “Yo ya no soy moabita”. “Yo ya no
creo ni sirvo a Baal-Peor”. “Judá será mi país”, “YHVH será mi Dios”. Y como se
suele decir en los votos matrimoniales: “Nos mantendremos unidas, hasta que la
muerte nos separe”—aunque Rut es más radical: “ni la muerte podrá separarnos”.
El texto dice (v. 18) que Noemí no se atrevió a decir nada; ¡guardó silencio!
¡Extraño silencio! ¿Por qué Noemí no dijo nada en relación con la propuesta de
Rut y con su declaración de fe?
La llegada a Belén y la respuesta de Noemí a la bienvenida de las mujeres
de Belén demuestran que ella nada entendió ni nada le impactó de lo que Rut hizo
y dijo. Ella sigue estando “amargada” (v. 20), ella sigue considerando a Dios como
su enemigo (v. 20), ella sigue creyendo que YHVH le ha quitado todo, y que
regresa a casa sin nada ni nadie de quien depender. Su dolor y desesperanza
son tan profundos, que Noemí ni siquiera tiene la capacidad de darse cuenta que
no regresaba a Belén “con las manos vacías”, junto a ella estaba Rut, aquella que
YHVH había dispuesto para ser su verdadero “esposo”, el instrumento de
restauración, de subsistencia y de una vida segura y significativa y “placentera” o
plena. Y así, estamos listos para entrar al capítulo dos del libro.
Pero antes, es importante considerar a las mujeres de Belén que aparecen
al final del capítulo primero y que regresarán al final del capítulo cuatro. Con ellas,
se completa el cuadro femenino del libro. No, no son los hombres los
protagonistas de la historia, sino las mujeres. En este libro las mujeres no solo
son las protagonistas de la trama, sino también las autoras del relato. Rut, sin
duda, ha sido escrita por la pluma de una mujer. Surge como denuncia contra una
sociedad y un sistema creado, manejado y controlado por varones. Por ello, el
Dios del relato de Rut no invita a los varones a ser protagonistas de su historia; no
invita a los miembros de la nación israelita a ser modelos de fe; y quiere que el
modelo de miembro de su pueblo sea ni más ni menos que una mujer, extranjera y
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de un pueblo pagano. ¡Qué bofetada a los miembros de la orgullosa nación
israelita! Al igual que en la época de Jesús, la verdadera fe no se halla en los
miembros de la nación elegida, sino en los extranjeros, en los “de afuera”.
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Pero el texto deja entrever, a manera de insinuación, que Rut tiene otra plan
entre manos. Rut no solo tiene el propósito de ir al campo de “alguien” para
hacerse de comida para ella y la suegra—eso es algo que las leyes protegen. Se
propone también—y esta es la solución a largo plazo—conseguir marido. Las
traducciones no nos lo dicen, pero la expresión “aquel a cuyos ojos hallare gracia”
(v. 2) se usa, no solo en el sentido de caerle bien a alguien, sino también en
sentido de atractivo marital, en sentido erótico (Véase Deuteronomio 24.1 y Ester
2.15 y 17). El asunto se hace más claro en los versículos siguientes (4-8). La
llegada de Booz nos hace descubrir, con él, que Rut ha estado, además de
recoger espigas de cebada, en la tarea de seducir a alguien pueda resolverles a
Noemí y a ella el problema más allá, cuando el tiempo de la cosecha finalice. De
nuevo, una traducción como la Reina-Valera-60 nos esconde el sentido del texto
hebreo (v. 7b). De acuerdo con los versículos 6-7, ya el “mayordomo de los
segadores” le había dado un “tour” a Rut, mismo que terminó en la “casita” del
patrón. Allí, Booz los encontró, a los dos solitos. Ante la llegada sorpresiva del
dueño, el joven no tuvo otra salida que informar: “Desde que llegó en la mañana,
ha estado trabajando duramente, y apenas ahora está tomando un corto descanso
en la choza” (v. 7b, TLA; la traducción de RV60 no hace alusión a esto).
Ya se dijo que en el mensaje total del libro los nombres de los personajes
son importantes. En el caso particular de Booz y su relación con Rut, el
significado del nombre es vital, pues al compararlo con el sentido del nombre del
primer marido de Rut—“Debilucho”—, el del nuevo “galán” es todo lo contrario—
“Fortachón”—, y así lo presenta el versículo uno del capítulo; no solo el nombre
“Booz” lo indica, sino la palabra con la que se define lo importante que era Booz
en Belén. El hebreo lo define como “hombre guibor jayil”, es decir, como un
hombre de armas tomar, varonil y vigoroso; un hombre dueño de tierras y con
mucho vigor sexual (véase en el léxico hebreo-español las definiciones de las dos
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palabras hebreas antes mencionadas). ¡Qué diferencia con el “Debilucho”
anterior: siempre enfermo, sin posesiones, estéril e incapaz!
Dos asuntos más, antes de terminar el capítulo dos: (a) Ante la bondad de
Booz hacia Rut, esta responde con clara sorpresa: No entiendo cómo es que “he
hallado gracia en tus ojos, siendo yo extranjera” (v. 10). Al igual que el samaritano
en la parábola de Lucas 10.23-37, Rut, la moabita no sería bien recibida en tierra
judía. Eso explica la respuesta dada a Booz. Como se ha señalado en el primer
estudio, la relación de Judá con Moab siempre fue de pugna y rechazo (Jueces
3.12-14; Isaías 15—16; Amós 2.1-3). (b) En su respuesta (vv. 11-12), Booz
compara a Rut con Abraham (Génesis 12.1-3): Rut, al igual que Abraham, dejó su
familia, dejó su tierra y emigró a un lugar desconocido. Como Abraham, Rut será
bendecida grandemente, y será fuente de bendición para muchos.
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explica por qué a partir del versículo 9 aparecen una y otra vez palabras
relacionadas con el papel de “redentor” (vv. 9-13; 4.1-4).
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desiste de quedarse con las propiedades familiares de Elimelec y de sus hijos
varones, porque no le conviene hacer de Rut una esposa más. Booz tiene interés
en ambas cosas; así que además de “redentor de propiedades”, también llega a
ser “redentor de Rut”, es decir, esposo.
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CONCLUSIÓN
¿Cuál es el mensaje total del libro? ¿Para qué se escribió esta corta novela?
¿Cuál es la función retórica del relato?
Por ello, cuando Noemí decide regresar a Belén, todo lo que dice y hace
muestran lo tergiversado que es su mundo, su fe y su concepto de Dios. No cree
en el dios de los moabitas, pero tampoco tiene mucha fe en YHVH. Si se le viera
como evangelista de su fe judía, Noemí sería un fracaso. ¡Quién conociendo bien
su fe y su Dios, YHVH, se atrevería a hacer lo que hizo Noemí! Decía que creía
en Dios, pero incitaba a sus nueras a regresar a “su tierra y a sus dioses” (1.15).
Animaba a sus nueras poniéndolas al amparo de YHVH (1.8), pero lo consideraba
su enemigo y la fuente de su amargura (1.13, 20). Decía que había salido de
Belén “con las manos llenas” (1.21)—cuando sus varones y su ciudad de nada le
sirvieron, si no, por qué tuvo que huir a un país enemigo—, y que había
“regresado a Belén con las manos vacías”, cuando tenía junto a ella a su nuera
Rut, que pronto sería todo para ella—proveedora, protectora, hija de verdad,
madre de su nuevo hijo, ancestra de David y del Mesías.
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El libro de Rut, con Rut como ejecutora de historia, demuestra que Dios
tiene otras alternativas, otros caminos, grandes sorpresas. Pero el punto real es
¿En quién o en qué tienes puesta tu fe, tu confianza, tu seguridad? El mensaje
del libro de Rut te “mueve el tapete”, te saca de tu aparente seguridad, y te da
como alternativa una nuevo mundo, una nueva manera de ver la realidad y de ser
actor y actor en ella.
El texto de Mateo 1.5-6 es el mejor homenaje y honra que Rut haya podido
recibir por su fe, por su valentía, coraje y solidaridad: junto con Tamar, Rahab,
Betsabé y María se convirtió en una de las contadas mujeres que se ganaron su
lugar, aunque de manera nada “ortodoxa” y sí muy escandalosa, como madres y
ancestras de nada menos que de Jesús, el Mesías, Rey de reyes. ¡Para qué
servía que el marido de Noemí se llamara Elimelec, cuando del linaje de Rut nació
el verdadero “siervo”, el verdadero “redentor”.
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