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KESSLER, GABRIEL

DESDE ABAJO
La transformación
de las identidades sociales

Maristella Svampa
(editora)
Javier Auyero
Alejandro Isla
Gabriel Kessler
Daniel Lvovich
Denis Merklen
Pablo Semán
Maristella Svampa

Universidad Nacional de General Sarmiento

Editorial Biblos

316.334.56 Svampa, Maristella


SVA Desde abajo. La transformación de las identidades sociales
- 1ª ed. - Buenos Aires: Biblos; Universidad Nacional de
General Sarmiento. 2000
252 pp.: 23 x 16 cm
ISBN 950-786-267-6
I. Título - 1. Sociología Urbana

Armado: Ana María Souza


Coordinación: Mónica Urrestarazu

© Universidad Nacional de General Sarmiento, 2000 Roca 850, 1663 San Miguel, Provincia
de Buenos Aires © Editorial Biblos, 2000 Pasaje José M. Giuffra 318, C 1064ADD Buenos
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Impreso en Gráfica Laf S.R.L. Loyola 1654, Buenos Aires,


República Argentina, en octubre de 2000.
ÍNDICE
Introducción, por Maristella Svampa ................................................................................. 9
La transformación de las identidades sociales, 9 - Desde abajo:
los contenidos de este libro, 18

Redefinición del mundo social en tiempos de cambio. Una tipología


para la experiencia de empobrecimento, por Gabriel Kessler .............................................. 25
El dilema. 25 - La redefinición del inundo social, 27 - La construcción
de la tipología, 31 - "Meritocráticos": el refuerzo identitario, 32 –
"Solidarios": el refuerzo grupal, 35 - "Luchadores": la reducción
temporal, 38 – "Encapsulados": la reducción espacial, 40 –
"Conversos": e1 cambio de valores, 42 - "Pragmáticos": la dispo-
sición estratégica, 45 - Conclusiones, 47

Colgados de la soga. La experiencia del tránsito desde la clase media a


la nueva pobreza en la ciudad de Buenos Aires, por Daniel Lvovich ..................................... 51
"Subsistir, nada más...", 54 - "No tengo un peso, no me queda
una moneda...", 60 - "¿Qué nos quedaba a nosotros. que éramos
un porotito?". 65 - "...A los treinta y ocho ya sos viejo para el tra-
bajo", 71 - La experiencia del descenso social, 77

Vivir en los márgenes: la lógica del cazador. Notas sobre sociabilidad


y cultura en los asentamientos del Gran Buenos Aires hacia fines
de los 90, por Denis Merklen ........................................................................................... 81
Javier, la radio y el barrio, 82 - "Mi viejo es un tipo que está fue-
ra de tiempo", 87 - "Yo no veo que gente de mi edad pueda conse-
guir un laburo estable". 90 - "Puedo seguir estudiando porque mi
vieja me banca a veces el boleto", 92 - Marcelo y su tío Manuel,
102 - De la marginalidad y del modo como las instituciones mo-
delan la vida social, 109

Identidades astilladas. De la patria metalúrgica al heavy metal,


por Maristella Svampa ................................................................................................... 121
Introducción, 121 - En busca de perfiles sociales generacionales,
125 - El tiempo de las identidades fuertes: la vieja generación de
metalúrgicos. 125 - El viejo militante sindical histórico, 125 - EL
viejo trabajador integrado, 129 - La identidad deteriorada: la ge-
neración intermedia, 134 - El militante Metalúrgico crítico tradi-
cional, 135 - E1 trabajador metalúrgico crítico-escéptico, 138 - El
tiempo de las identidades fragmentarias: los jóvenes trabajado-
res, 140 - El joven trabajador "integrado", 143 - El joven trabaja-
dor "tribal", 146 - Conclusión, 150

El pentecostalismo y la religiosidad de los sectores populares,


por Pablo Semán ............................................................................. ........................... 155
Introducción, 155 - El pentecostalismo, 159 - Cultura religiosa
en Villa L., 162 - Dos supuestos distorsionan la comprensión de
la religiosidad popular, 168 - El pentecostalismo: síntesis y con-
densación de la religiosidad popular, 170 - Conclusiones, 178

Cultura política, destitución social y clientelismo político en Buenos Aires.


Un estudio etnográfico, por Javier Auyero ............... ........................................................... 181
La red de resolución de problemas: clientes y mediadores, 185 -
El punto de vista del cliente, 189 - EL mismo acto: distintas inter-
pretaciones, 190 - Actos como "demostración de gratitud", como
"colaboración", 192 - Nuestros amigos, los sacrificados punteros,
197 - La. política "útil", cotidiana resolución de problemas, o la po-
lítica como "sucia", ocasional, 199 - La narrativa estatal del barrio
versus la versión épica. ¿Estamos hablando del mismo asfalto?,
202 - ¿De dónde provienen las diferencias?, 204 - Coda: recon-
siderando el "clientelismo", 207

Los apoyos de Bussi. Valores domésticos, espacios públicos en el


presente tucumano, por Alejandro Isla ................... ........................................................... 209
Historias y hechos, 214 - El voto en Tucumán, 217 - Discursos y
nociones, 222 - Casos y textos, 224 - A modo de conclusión, 239

Bibliografia ................................................................................................................... 243

Noticia sobre los autores................................................................ ................................ 251


REDEFINICIÓN DEL MUNDO SOCIAL

EN TIEMPOS DE CAMBIO

Una tipología para la experiencia de empobrecimiento

Gabriel Kessler

EL DILEMA

En el Barrio Necochea de José León Suárez (Provincia de Buenos Aires) dos vecinas,
Ana Latezza y Eva Simmons, se enfrentan al mismo dilema. Despojadas de la obra social
cuando sus maridos pierden la condición de asalariados, deben tomar una decisión
respecto de la cobertura médica familiar. Ambas comparten tanto una limitación
creciente de los ingresos familiares como innumerables dudas sobre un tema complejo
como la salud. Ana y Eva barajan las mismas opciones: adoptar el hospital público o
asociarse a una de las coberturas privadas de bajo costo de las que se ofrecen en la
zona. Se hallan enfrentadas a un problema inédito: hasta entonces, para bien o para
mal, la obra social había sido la forma de cobertura de la salud familiar. La pérdida del
derecho ligado a la condición de asalariado genera no sólo una nueva carencia sino
también incertidumbre. Ana y Eva toman finalmente decisiones opuestas: la primera
elige un servicio privado, la segunda decide confiar en el hospital público. Abrumadas por
información de planes, programas, servicios médicos y demás, no basan finalmente sus
decisiones en criterios técnicos sino en consideraciones generales sobre la naturaleza de
lo público y lo privado en la Argentina de hoy. Ana me explica:

Cuando yo trabajaba, el sistema de medicina de OSECAC era .bastante bueno. Teníamos


sanatorios buenos. Después ha decaído muchísimo. Si conseguís un lugar para que te
internen es bueno. Al nene lo tuve por OSECAC lo iba a tener en el Instituto Médico de
Obstetricia y al final lo tuve en Mataderos porque tenían un conflicto con OSECAC ese día
y no me atendieron, de ahí me derivaron al Mitre y del Mitre a Mataderos. Después nació el
nene, lo atendí un año por OSECAC, pero empecé a tener problemas porque primero lo
atendía con un pediatra que después no atendía más. Lo máximo fue un día que el nene
tenía cuarenta grados de fiebre y no pude conseguir ningún lado donde me lo atendieran por
la obra social. Fui al Garrahan, estuve tres horas y media en el Garrahan y no me
atendieron, el nene se empezaba a poner morado y a nadie le importaba un cuerno. Fui a la
Casa Cuna y ahí me lo vieron. Después de eso decidí que prefería dejar de comer pero que
iba a tener un lugar donde vaya corriendo y que como pagas una cuota, aunque no sea muy
alta, por lo menos en un término aceptable me atiendan...

Este testimonio trasluce una visión del mundo. Ana -y otros nuevos pobres como
ella, que algunas páginas más adelante llamaremos Luchadores- realiza una
equivalencia total entre sociedad y mercado. El "como pagás" muestra que sólo el
lazo mercantil autoriza a esperar una contrapartida en forma legítima, razón par la cual
es imposible confiar en un servicio público. Eva, a la que veremos entre los solidarios,
no piensa de este modo.

-Y también puedo llegar a desconfiar de la metodología de los privados.


-¿Por qué?
-Porque especulan. Quieren gente sana y no con enfermedades. Para un chiquito que es
asmático, te hacen hacer una auditoría médica para ver si te lo aceptan o no, porque si son
enfermedades caras ellos no quieren hacerse cargo. En ese sentido me da más confianza el
[Hospital] de Niños... Como que está todo más a la vista... No sé si hay obras sociales que
te cubran todo, absolutamente todo. Este tipo de obras sociales te cubre a los primeros
treinta días una cosa, a los sesenta otra y así. Después, por ejemplo, no te cubre el material
quirúrgico, te cubre el arancel médico, pero no el material, tenés que pagarlo también. Te
cubre internación hasta determinados días: tenés tantos días de internación, si pasás esos
días, tenés que pagarlos también. Aparte hay otro problema: muchos médicos te insisten
con el asunto de los laboratorios confiables, yo no sabía de eso, pero uno me preguntaba a
qué laboratorio iba a ir, porque parece que todos no son confiables. Sí son confiables en
determinados hospitales, pero en las obras sociales esas...

-¿Qué te parece que podría pasar en esas obras sociales?


-Y tenés miedo de que, por ejemplo, te intervengan quirúrgicamente cuando no corresponde
o que no sea tan necesario, o un período de intervención más largo, para que te puedan
cobrar el plus. Por lo menos en el hospital no van a gastar de más porque no les conviene,
no te van a retener de más porque tampoco les conviene, porque no tienen presupuesto. En
este sentido te evitás mucho la especulación.

A diferencia de su vecina, Eva considera que la mercantilización de la atención


sanitaria vuelve a los servicios privados poco confiables. Al fin de cuentas y a
pesar de todas sus carencias, el hospital le merece más confianza, pues rige allí una
"lógica estatal" de gastar lo mínimo posible, que le asegura al menos que no especulen
con su salud.

LA REDEFINICIÓN DEL MUNDO SOCIAL

El dilema de las vecinas es uno de los muchos ejemplos en los que la definición del
mundo cobra un lugar capital en un período de cambio. La grilla de legibilidad de lo
social de Ana y Eva las conduce a implementar prácticas estratégicas distintas. Frente a
la dificultad de establecer juicios en un dominio tan complejo como el de la salud, ellas
realizan una inferencia, trasladando ideas generales sobre lo social hacia un dominio
específico de actividad. Impulsadas a tomar una decisión, nociones generales
sobre el mundo se transforman en un esquema interpretativo y motivacional
para la acción.
Es probable que esto no sea exclusivo de un proceso de pauperización, pero cobra allí
una importancia central. P. Berger y T. Luckmann (1982) señalan que en
situaciones normales la definición del mundo pertenece a las zonas
normalizadas de la vida social, por lo que no es problemática ni interesa
particularmente a cada actor. Pero la pauperización no es una situación normal. Los
individuos la experimentan simultáneamente como una dislocación personal y
como una desorganización del mundo social que los rodea. Esta doble percepción
lleva a que no pueda producirse una "adaptación" en un sentido clásico del término: el
acomodamiento a un contexto nuevo definido o definible. Los nuevos pobres no dudan de
que todo ha cambiado, pero ignoran dónde están y cuál es la naturaleza de ese nuevo
mundo al que han llegado sin saber muy bien cómo ni por qué.
El empobrecimiento afecta intensamente la vida cotidiana, trastornando el universo de
sentido de los individuos. Todas y cada una de las prácticas habituales, directa o
indirectamente relacionadas con lo económico, son evaluadas, modificadas y a veces
suprimidas. Tal alteración de prácticas rutinarias arrastra consigo tramos de sentido
sedimentados -es decir, ideas, creencias, expectativas, categorías de percepción, etc.-,
hasta entonces considerados evidentes, que no resisten la dislocación de la cotidianidad.
Partes sedimentadas del mundo cotidiano se desnaturalizan sin que la cultura les
ofrezca un nuevo marco de legibilidad. Los nuevos pobres deben dotar de
significación a una situación para la que no encuentran respuestas ni en las
"reservas de experiencias comunes" de la sociedad[1] ni en la propia historia
familiar. Esto es, a nuestro entender, lo que le otorga a la pauperización su
carácter excepcional en la historia argentina moderna. El empobrecimiento de una
parte importante de la clase media marcó un corte abrupto con el modelo generacional y
el modelo histórico-cultural hasta entonces vigente. Ni la socialización familiar ni la
cultura, ni las estrategias más cotidianas y ni siquiera sus peores pesadillas los
preparaban para el empobrecimiento definitivo, sin retorno. Por ende, tampoco en
la reserva de experiencias comunes de la sociedad argentina había disponibles
estrategias adecuadas para hacer frente a tal situación, como sí las había para el tipo de
crisis habitual; la inflación.[2]
En un período de desorganización personal y social para implementar
cualquier arreglo o práctica estratégica, es precisa una redefinición del mundo
exterior- a fin de poder establecer una nueva manera de relacionarse con él. Al
redefinirlo, se lo normaliza, se restablece alguna certidumbre y, por ende, una
posibilidad de control sobre él. Se restablecen sus límites: aquello que -se puede y de
aquello que no se puede hacer, prever ni intentar; y aun un mundo tipificado como
peligroso es preferible a la indefinición. Las urgencias prácticas los impulsan a la
redefinición. Los nuevos pobres implementan recursos adaptativos a partir del
capital cultural y social acumulado en el pasado (Kessler 1998a, 1998b). Según
Bourdieu (1966, 1980b), en las trayectorias sociales se acumula un capital social que
responde a una "estrategia de inversión social" tendiente a establecer relaciones
"utilizables" a corto o a largo plazo (utilizables con relación a una estrategia de ascenso
social o, al menos, de conservación de la posición). Pero acá estamos frente a una
situación totalmente distinta. Al empobrecerse, el escenario cambia
completamente; la situación exige una modificación radical de toda estrategia
social, permutando la búsqueda de la movilidad ascendente por la
amortiguación de los efectos de la caída. Y, al cambiar la estrategia, el valor del
capita! social y el capital cultura! acumulado también será puesto en cuestión.
Veamos primero lo que sucede con el capital social. Imaginemos un profesional en
búsqueda de progreso laboral. Un capital interesante en tal situación incluiría un
importante número de colegas. Si el profesional en cuestión se empobrece y busca
adoptar una estrategia de amortiguación, ese capital acumulado no tendrá el mismo
valor. Cuando se trata de cubrir necesidades insatisfechas, es más útil una diversidad de
perfiles profesionales, sinónimo de una amplia gama de eventuales prestaciones.
Además, a partir de ahora los favores a demandar serán de naturaleza muy diferente
(por ejemplo, pasar de un pedido de recomendación a uno de dinero). No se puede
prever si quien accedía a brindar los servicios de otrora, aceptará satisfacer la nueva
demanda o si e1 "necesitado" -considerando que tal demanda es ilegítima renunciará por
propia voluntad a realizar el pedido. EL capital social acumulado para una.
determinada estrategia no puede ser fácilmente reconvertido para una
estrategia distinta, de lo que era consciente una abogada entrevistada que afirmaba en
un tono mordaz: "Si hubiera sabido todas las cosas que me iban a hacer falta, en lugar
de hacerme amiga de tantos abogados, me habría hecho un grupo con un plomero, un
gasista, el dueño de una boutique y el de una peluquería".

Durante el empobrecimiento, no sólo hay una reducción del capital


económico sino que también el capital social anterior entra en una fase de
suspenso. Todo capital social es entonces potencial, es decir, sugiere la
posibilidad pero de ningún modo la certeza de obtener beneficios de la red de
conocidos. En cada caso se debe realizar una operación de valorización para que una
relación determinada se transforme en capital social efectivo. Tal operación es
particularmente compleja y riesgosa en el empobrecimiento. Los nuevos pobres deben
intentar reconvertir relaciones de parentesco, amistad, vecinazgo, colegas de
trabajo, lazos establecidos en un pasado, con otras condiciones y otros
objetivos en eventuales prestadores de bienes o servicios en condiciones
ventajosas.
En lo que respecta al "capital cultural", tal concepto da cuenta de una serie de
ventajas que los nuevos pobres obtienen en instituciones públicas como escuelas,
hospitales u obras sociales; particularmente evidentes cuando se compara en una misma
institución su desempeño con el de los pobres estructurales. Por su parte, Bourdieu
acuña este concepto para explicar las desigualdades en el rendimiento escolar
de niños provenientes de distintas clases sociales. Relaciona el "éxito escolar",
es decir, "los beneficios específicos que los niños de diferentes clases sociales y
fracciones de clase pueden obtener. en el mercado escolar", con la distribución
del capital cultural entre las clases y las fracciones de clase (1979: 3). El capital
cultural existe bajo tres formas, de las cuales nos interesa una: como estado
incorporado.[3] "es decir, bajo la forma de disposiciones durables del
organismo" (ídem), en la que "disposiciones" hace referencia a "actitudes,
inclinaciones a percibir, sentir, hacer y pensar interiorizadas por los individuos
a partir de sus condiciones objetivas de existencia y que funcionan entonces
como principios inconscientes de acción, de percepción y de reflexión" (Accardo
y Corcuff, 1986: 229).
Los lugares de valorización del capital cultural son las instituciones públicas. Los
empobrecidos tratan de obtener ciertos bienes y beneficios adicionales, de
sortear barreras burocráticas y, cuando la situación se les vuelve intolerable,
intentan dirigir sus quejas personalmente hacia niveles administrativos
elevados. La mayoría de las negociaciones son de carácter conflictivo. En general, el
usuario intenta imponer su definición de la institución y del buen cumplimiento del rol del
personal. Al igual que lo que sucede con el capital social, ningún atributo es capital
cultural ni deja de serlo antes de probar su suerte. No hay atributos de eficacia probada.
El diploma, la posición profesional, una vaga referencia al derecho o a la ciudadanía o
todo atributo que los diferencie y eleve por encima de la masa de usuarios puede
transformarse en capital mediante una operación de valorización exitosa.
Es evidente que gran parte de lo que caracterizamos como el capital social de
un individuo empobrecido no era antes para él recursos sino amigos, familiares
o vecinos. Las competencias lingüísticas o la capacidad argumentativa que
ofician ahora de capital cultural, en la situación anterior ni siquiera estaban en
un nivel consciente, o a lo sumo se las consideraban como "facilidad de
palabra", "poder de convencimiento". En suma, un elemento no puede ser
definido como capital social o capital cultural a priori.; sólo podrá ser
considerado como tal por sus efectos, por haber permitido obtener beneficios de
algún tipo. La nueva pobreza pone en evidencia la incertidumbre sobre el valor
de los eventuales recursos, cuya utilidad y, por ende, su definición como capital,
no se verificará hasta la realización de una operación de valorización
determinada.
A los nuevos pobres no se les escapa lo que sucede con sus antiguos capitales, hecho
que refuerza la necesidad de redefinición. En una dirección, tiene una incertidumbre
sobre relaciones, trabajos, arreglos, instituciones públicas; diversos elementos que, para
probar si constituyen recursos, deben incluirse en el "mundo a mi alcance" (Schutz,
1987), tipificados previamente como accesibles y beneficiosos. En la dirección contraria,
hay prácticas habituales, necesidades, relaciones que se suprimen, se reducen al mínimo,
a veces se olvidan, para lo cual hay que excluirlas legítimamente de ese mundo.
De ningún modo se trata de la reconstrucción minuciosa de cada dimensión
de la vida social. No son individuos hiperestratégicos que hacen prueba a cada
momento de una extrema racionalidad, ni tampoco hay una exigencia de coherencia total
entre cada acción y esa definición. En una etapa de desorganización social, toda
definición del mundo, aun cuando sea muy general, adquiere un fuerte poder orientador.
Se trata de inferencias generales, una primera definición de la realidad que
ayuda a delinear un campo de acción, un contexto donde desarrollar las
experiencias de ensayo y error necesarias para transformar atributos en
capitales.
En resumen, los nuevos pobres no pueden evitar la incertidumbre sobre el calor del
capital cultural y social que poseen. Cada redefinición del mundo es al mismo
tiempo un nuevo contexto de valorización de los capitales, implicando alguna
hipótesis sobre qué elementos, en ese mundo, constituyen ahora capital y
cuáles no.

LA CONSTRUCCIÓN DE LA TIPOLOGÍA

La tipología que presentamos a continuación da cuenta, justamente, de la


relación entre definición de la situación y elaboración de prácticas estratégicas.
Llegamos a ella al intentar establecer regularidades y diferencias en las prácticas de
consumo, salud y educación de los distintos nuevos pobres. Al ir buscando
factores explicativos de las diferencias y similitudes, vemos que en el interior de cada
tipo se delineaba una redefinición del mundo semejante. Esta grilla de lectura los llevaba
a una movilización de recursos a su alcance, con el objetivo de tener un control sobre la
nueva situación personal y familiar.
A continuación se presentan para cada tipo, en primer lugar, los rasgos principales de
la experiencia de pauperización, las características socioprofesionales dominantes y la
redefinición del mundo social, así como la visión de lo político. Luego nos centramos en la
movilización de los recursos potenciales. Allí se muestra la relación entre redefinición del
mundo y el despliegue de estrategias. En este punto el factor determinante es la
percepción del riesgo. Luego aparecen las hipótesis sobre el capital cultural y el
capital social. Por último, se presenta el grado de autonomía individual que
define los márgenes de maniobra para la implementación de acciones.

"Meritocráticos ": el refuerzo identitario

El quiebre de una sociedad meritocrática es una de las claves de lectura más difundida
de la crisis de la clase media. Hay un grupo de empobrecidos en el que tal ruptura
adquiere una importancia capital. El núcleo de la experiencia es el fracaso de una
estrategia de ascenso social a la que habían dedicado todos sus esfuerzos. Viven en el
abismo creado por los sacrificios realizados -noción central en este tipo- y lo escaso que
han obtenido a cambio. Son profesionales, obreros especializados o pequeños
comerciantes o industriales, de cualquiera de los dos sexos y más de cuarenta y cinco
años. Sus orígenes son obreros o medios-bajos, accedieron a la educación superior en los
años 60 o realizaron una carrera en una empresa y fueron paulatinamente mejorando su
posición hasta que comenzaron a caer. El caso paradigmático son los profesionales, en
los que la distancia entre esfuerzo y logro alcanza su máxima expresión.

Hice endocrinología, pero como es una especialidad cara no la pude desarrollar.


Es lo que me gustaba. Recibirse no es hacer plata... Ser profesional en este país
no sirve para nada. Lo que pasa es que acá no se valora al profesional. En otros
países se valora al profesional argentino: vos decís que estás recibido en la UBA y
te abren las puertas, ese título vale mucho. El único lugar donde no vale es en
nuestro país.

Pueden ser considerados como la encarnación del fracaso del ideal de la clase media
argentina, que prometía un progreso individual conjunto. Ellos no dudaban de que el
medio para progresar era, indiscutiblemente, el estudio y el trabajo duro. Sin carecer
de fallas e injusticias, la Argentina era un país meritocrático. Pero una vez que ya
habían realizado sus opciones y el camino estaba trazado, se dan cuenta de que las
reglas del juego cambiaron: de una meritocracia imperfecta se pasó a la
entronización del favoritismo, el oportunismo y la corrupción. Cuando una
sociedad deja de ser meritocrática ya no cuenta ni la intensidad de los
sacrificios ni el camino elegido; todo está condenado al fracaso. Sólo triunfan
los que usan los medios acordes a las nuevas reglas de juego (corrupción,
"palanca", acomodo, etc.). Los “meritocráticos” confían en que no se han equivocado
ni tampoco les queda hoy otra opción, pues cambiar sería ganar el otro campo; su
orgullo es el de no haberse apartado nunca del camino correcto

Yo considero que a mí la vida me tendría que haber asegurado un mejor porvenir. Porque
yo respeté todo en función de que me tendría que haber asegurado un mejor porvenir. Yo
trabajé, yo hice todo a la perfección. En treinta y cinco años que tengo en esta empresa no
he faltado ni un solo día. No me he tomado todas las vacaciones que me pertenecen. Soy
donador de sangre desde el año 1958, he dado sangre desde ese año y nunca he dejado de
trabajar el día que di sangre, aunque ese día me pertenece. Por el contrario, el día que doy
sangre, pierdo el tiempo ese porque yo soy pagado por hora. Fíjese como soy y lo que
pretendo de la vida.

Sin embargo, tanto han adherido a una visión individualista del ascenso
social que, cuando éste fracasa, inevitablemente se interrogan sobre la parte de
responsabilidad personal.

Se debe haber equivocado otro, yo no. O me hicieron equivocar, no sé... Yo hice las cosas
como tenía que hacerlas. ¿No le parece a usted? O sea, se equivocó otro y yo sufrí las
consecuencias.

El fin de la meritocracia va moldeando un mundo nuevo. Al desaparecer un


sistema equitativo de adjudicación de premios y castigos, el desempeño de los
roles sociales queda librado a la mera búsqueda de beneficio personal en
perjuicio del interés general. Observan un desajuste generalizado entre las
expectativas normales de los roles sociales y su desempeño efectivo. Así, la calle se
convierte en un lugar peligroso porque la policía no sólo no protege sino que hasta se
dedica a robar. Los empresarios prefieren vaciar sus empresas en lugar de generar
trabajo y riqueza social. En la cúspide, los políticos encarnan la máxima expresión de la
sustitución del bien común por el interés personal. Al producirse un desfase
generalizado entre sus expectativas y el desempeño efectivo de los roles
sociales, el mundo exterior se vuelve caótico, tanto las instituciones públicas
como las privadas. Sólo en la esfera doméstica reina el orden y el control.

Mi hija tiene diploma de modelo de pasarela. El otro día fue por un trabajo de vendedora al
Shopping Uspallata... y bueno, el tipo le dijo que si era modelo, que, bueno... tenía que
adaptarse a todo... porque en un estudio de televisión también iba a tener que desnudarse.
¡Es una chica de familia! ¡Es tímida, va a cumplir veinte años! No sé qué es lo que buscan.
Ponen un aviso en el diario, es el Shopping Uspallata, ¡un lugar conocido! Yo le digo que
trate de trabajar o hacer algo en casa. Algo para lo cual no tenga que salir de acá.

Todo es inseguridad. La segunda vez que me robaron estuve cinco horas en la comisaría...
¡cinco horas! ¿(,quién es el delincuente, ellos o yo? ¿Y para qué? ¡Para nada! ¿Sabe cómo
terminamos? Compré un revólver. Llego a encontrar una persona que está abriendo la
puerta o que se mete en el patio y le pego un tiro. Estoy en mi casa. Tengo derecho. Ésa es
la inseguridad que tiene el pueblo. No podés salir a la calle... Hemos escuchado y ha salido
en los diarios que más de una vez han encontrado a un policía robando... Contra todo eso no
se hace nada, se libera a un montón de gente que mató y torturó. ¿Que confianza podemos
tener? Ni radical, ni peronista, ni menemista. Yo no soy nada en este momento. Yo quiero
vivir bien con mi familia. Vivir tranquilo y tener una vida decente.

La identidad perdida persiste como en ningún otro tipo. El grupo de pertenencia


pasado del que hoy están prácticamente excluidos sigue siendo el grupo de referencia.
En realidad, tales grupos de referencia son ciertos caracteres estereotipados que
determinan las fronteras de los comportamientos, limitando las opciones posibles ("un
profesional como yo no puede..."). Es la forma específica de este grupo de mantener la
adhesión a un grupo de referencia en la pauperización. En una situación normal, los
grupos de referencia guían las prácticas concretas; en la crisis, los meritocráticos pugnan
por permanecer a través del rechazo de aquellas acciones consideradas contrarias a las
normas grupales, cuya realización seria la confirmación de que la temida expulsión ha
tenido lugar.

Yo sigo comprando el mismo tipo de ropa que antes. El problema es que ya casi no compro
más. Yo siempre usé ropa de calidad, aunque tenga que pagar un poco más. Yo soy alguien
que sólo compra ropa de calidad. Por ejemplo, yo sólo me compro los trajes en González.
El problema es que ahora no me los puedo comprar más.

En general se ha estudiado el capital cultural ligado a la elección de prácticas y


consumos, en tanto "gusto". Éste es el reverso de la medalla, cuando la situación no
permite realizar "elecciones positivas" y actúa como principio de "elección negativa",
como disgusto. Prefieren la nada antes que aceptar un bien o un servicio que no se
corresponda con sus parámetros de exigencia. Respecto del capital social, si éste es
potencialmente importante -pues provienen de posiciones más o menos privilegiadas-,
pocas veces realizan las operaciones necesarias para transformarlo en recursos.
Evidenciar el estado de necesidad y pedir ayuda está excluido de las normas de sus
grupos de referencia; la vergüenza que les acarrearía sería también un decreto de
expulsión.
El grado de autonomía de los meritocráticos es muy bajo, puesto que las normas del
grupo de referencia limitan las operaciones de valorización del capital social y del
cultural. La visión de un mundo dislocado legitima el repliegue en la esfera privada, único
refugio donde los roles sociales son todavía respetados.

El control de la situación pasa por el refuerzo identitario. Se trata de una identidad


que, en realidad, se ha reconstruido durante la caída, pero a la que se le atribuye un
pasado de vieja data, clave de su eficacia simbólica presente. Tal identidad obstaculiza el
despliegue de estrategias, impide flexibilizar necesidades o implementar recursos. La.
inmovilidad parece ser el precio que pagan para conservar lo más preciado que aún se
mantiene en pie y que los meritocráticos se niegan a dejar caer: la identidad social.

“Solidarios": el refuerzo grupal

La pauperización se experimenta y se intenta controlar en tanto miembro de


una categoría colectiva. Al igual que para los meritocráticos, hay una expectativa de
progreso no cumplida; a diferencia de ellos, se trataba de una promesa colectiva cuya
ruptura también se vive colectivamente. Son individuos con una inserción de larga data
en un mismo grupo de pertenencia, lo que les ha permitido una elaboración colectiva de
la experiencia de caída. El caso paradigmático son los empleados públicos que,
además de la depreciación salarial, sufren la amenaza de desempleo por la
reducción del Estado y la estigmatización del trabajador público. El grupo de
trabajo es un remanso de lazos comunitarios frente a los embates del exterior. Allí, sin
importar las diferencias jerárquicas, reinaría la confianza y la solidaridad.

¿Ve ese hombre que va ahí? Es mi jefe. Viene acá a las 7 de la mañana y a las 8 de la noche
todavía está acá. Trabaja, labura y labura y por mil pesos y sin pedir nada, porque jamás
pidió ni una coima, un negociado ni nada por el estilo. Sin embargo, lo primero que se dijo
fue que acá se recibían coimas. Que éramos corruptos. No conocen el esfuerzo de toda esta
gente que está acá. Acá nadie es. político. Acá venimos a trabajar nada más. No hacemos
política. Venimos a cumplir con la gente que es la que paga los impuestos. Sin embargo,
todo lo que se recibe son palos y palos. Nos quieren reventar, como si fuéramos los
culpables de la deuda externa, de la cual no se le preguntó a nadie nada. Pero los palos son
siempre para los de abajo.

En este grupo que tenemos hay mucha solidaridad, tratamos de cuidarnos, de que no nos
perjudiquen los funcionarios de turno que no conocen el trabajo y no conocen el trato con la
gente. Tratamos de ayudarnos unos a otros. Yo, a pesar de ser jefe de dirección, no hago
ningún tipo de diferencia, soy un obrero más. Nuestros directores también. Más arriba ya
cambia. Hace un rato, antes que usted viniera, salimos un ratito a jugar al fútbol... bueno,
ésa es nuestra gente.

Lógicamente, la oposición entre "nosotros" y "ellos" es una poderosa


organizadora de su realidad. Ellos son responsables -la noción de responsabilidad es
central-, cumplen una función social; al atacarlos se está perjudicando los servicios que
prestan a la comunidad. En oposición a la responsabilidad que los caracteriza, la
Argentina se ha degradado por la creciente desresponsabilización del Estado en
salud, educación, seguridad, entre otras.

La administración municipal está descuidando los intereses de los vecinos, no está


cuidando la ecología, que es tan importante. La salud, la educación... inclusive no cuida a
su propia gente. Expulsa a su propia gente. Al expulsar, digo, que al dar un mal salario...
uno se va desmoralizando, sigue trabajando, pero cada vez con más trabas, uno ve que no
puede progresar, no puede mantener a su familia...

Los solidarios critican a los políticos actuales, pero no a lo político en general. Su


causa es la defensa del Estado, amenazado por los “políticos de turno”, pero al
mismo tiempo necesitan de ellos para funcionar. El discurso político es heterogéneo.
Combinan elementos considerados habitualmente "progresistas", referidos a los derechos
del trabajador y del ciudadano, con una distinción entre pobres "meritorios" y "no
meritorios", ligados a la centralidad de la noción de responsabilidad. Hay una clara
presencia de la cultura política peronista -aun entre aquellos que se proclaman no
peronistas-. En la organización ideal de familia, trabajo y sociedad se percibe una
referencia a la "comunidad organizada": una estructura donde cada uno ejerce
armoniosamente su rol, cuyo rumbo está asegurado por su líder natural (el padre, el
jefe).

El futuro les preocupa mucho. Un mundo sin regulación estatal no será un mercado
equilibrado sino una "selva donde el gato se come al ratón y el león al gato". De todos
modos, ellos "van a aguantar", "ya están jugados", se inquietan por sus hijos, en
especial por su formación.

Con la desmoralización, con la falta de interés y de ideas claras que veo en cuanto a las
pautas políticas, morales, económicas; con el problema de la droga, las enfermedades del
tipo del sida... veo que se pierden generaciones, como se perdieron generaciones con la
represión militar. Nosotros tenemos un bache tremendo de jóvenes que han sido eliminados
totalmente, y nos ha quedado un salto. Temo que se produzca otro bache más, no por
represión, pero sí por enfermedades, por drogas, por corrupción. Éste es el gran problema,
quizá sea más devastador que la guerra.

El mundo exterior en general y las instituciones públicas en particular sufren


en el presente déficits de regulación: son caóticas pero no necesariamente
peligrosas. Allí donde uno va, debe intentar imponer su control. Confían en el
valor del propio capital cultural, no tanto basados en la posesión de un saber
específico sino de un saber "cívico": conocen sus derechos, están dispuestos a
quejarse, a "no dejarse pisar". Son los que se sienten más cómodos para
establecer conflictos o relaciones de complicidad en el interior de las
instituciones públicas, seguramente por ser muchos de ellos estatales.
Los solidarios transforman todas las relaciones del grupo en recursos.
Aunque potencialmente su capital social no es muy diversificado ni muy alto,
realizan un uso intensivo de recursos bien delimitados. El grupo es una zona de
mediación entre lo privado y lo público, que ayuda a manejar las relaciones con el mundo
exterior. Al mismo tiempo, las normas grupales imponen ciertas restricciones a la
autonomía personal. En particular, la noción de responsabilidad y una fuerte condena del
individualismo los disuade de poner en práctica algunas estrategias de búsquedas de
recursos. Por el contrario, no hay trabas para la disminución de necesidades o para la
flexibilización de los parámetros de exigencia sobre la calidad de bienes o servicios.

Nos ayudamos en la comida, por ejemplo, ponemos un poco cada uno y compramos una
hamburguesa, un asado a veces. Cuando hay mucho trabajo, uno ayuda al otro. Nos
contamos problemas personales. Fundamentalmente hablamos mucho del problema
económico, el sueldo que no alcanza, y de problemas de salud y familiares; de los hijos
también hablamos. Algunos muchachos se tratan de asociar, de hacer sociedades de
amistad, pequeños emprendimientos, cómo para tratar de tener un ingreso un poquito más
amplio.

El control de la situación pasa por el refuerzo grupal. El grupo permite realizar la


construcción de sentido de la situación, la reinscripción de la experiencia individual en
una categoría colectiva y también brinda la mayor parte de los recursos alternativos. EL
grupo se transforma en una mediación -a la vez simbólica y real- entre la esfera privada
y el mundo exterior.

"Luchadores": la reducción temporal

El rasgo más evidente del mundo en el que viven es que cada uno debe
arreglárselas como puede, sin contar con la ayuda de nadie. Más allá del núcleo
familiar, no hay ninguna instancia a la que recurrir. Para sobrevivir, se lucha
-noción central en este tipo- completamente solo. El empobrecimiento es para este tipo
una situación que se debe sobrellevar de forma individual, sin contar con el apoyo de
nadie, pero al mismo tiempo sin ninguna restricción a la acción individual impuesta por
reglas externas.
El caso paradigmático son los cuentapropistas (por ejemplo, taxistas, comerciantes).
Algunos lo han sido desde siempre, otros son ex asalariados que se han vuelto
cuentapropistas en las últimas décadas. Hay, también asalariados pero que, a diferencia
del tipo anterior, no tienen un grupo laboral de pertenencia (por ejemplo, viajantes de
comercio, empleados en pequeños comercios). La visión del empobrecimiento está
centrada en lo económico: antes había más dinero, ahora hay menos, por lo cual
su situación ha empeorado.
Antes había más plata. La plata la tenías en el bolsillo. Ahora no. Cuando la tenés, la tenés
ya ubicada. Ahí está la diferencia. Ahora no hay mucho dinero. No hay poder adquisitivo.
Yo veo que estamos en una pobreza.

La lucha por la sobrevivencia absorbe todas las energías. Sus obligaciones en


tanto jefes de hogar y padres es asegurar la subsistencia cotidiana, prefieren no
planificar el futuro y olvidar lo que no es urgente. La manera específica de que ese
mundo sea controlable es reduciendo sus límites temporales. Así, por ejemplo,
dimensiones como la estrategia de formación de sus hijos escapan -conscientemente- a
su campo de acción.

Se necesita mucha plata para todo... ¿El futuro de mis chicos?... depende de ellos... espero
que se defiendan solos... Si fuera pesimista, estaría muerto.

El desinterés por el otro alcanza a todos los roles sociales. Observan que el
médico no se preocupa por sus pacientes, los maestros por sus alumnos, el obrero por su
trabajo. No es la imagen de una guerra abierta de todos contra todos, sino más bien de
una sociedad donde los lazos sociales se han relajado al máximo, atomizándose al
extremo la gestión de lo cotidiano. Los conflictos se generan no porque el prójimo intente
deliberadamente perjudicarte sino que, al no existir reglas, puede simplemente arrollarte
en el camino hacia sus fines. Si la agregación de tales conductas produce un mundo
hostil, no queda otra opción que salir a "luchar".
Como es de imaginar, la crítica hacia lo político en general y los políticos en particular
es importante, aunque un poco atenuada por la referencia a la culpabilización colectiva.

Fíjese esta estadística. Cuando se fue Isabelita, debíamos 7.500 millones de


dólares; cuando se fueron los militares debíamos 40.000 millones de dólares;
cuando se fue Alfonsín, 65.000 millones de dólares... La responsabilidad es de
todos en general. La Argentina somos todos. Los funcionarios son argentinos, no
extranjeros. Nosotros no nos preocupamos. Cada uno está en la suya.

En rigor, su visión de la sociedad se conformaría por dos vertientes. En la


base está la creencia mítica en la sociedad de argentinos egoístas e
individualistas que impiden todo proyecto de nación. Éste parece haber sido el
punto de anclaje para un discurso neoliberal posterior, visible en la reducción de la
sociedad al mercado. No es tan extraño porque en ambos casos la dinámica social es
similar, aunque la valoración sea opuesta. En efecto, lo que en el primero son argentinos
movidos sólo por su egoísmo consuetudinario, en el segundo son actores guiados por su
interés racional. En los últimos años se produjo una legitimación "desde lo alto" de esa
visión de la sociedad. Un indicador es que el "cambio de mentalidad colectivo" -apelación
recurrente en investigaciones realizadas antes de 1990 como única forma de superar
definitivamente los vicios de esa sociedad (Sigal y Kessler, 1998)- casi no aparecerá
mencionado posteriormente. Todo sucede como si la hegemonía neoliberal
poshiperinflacionaria hubiera llevado a normalizar lo que hasta entonces
aparecía como una anomalía de larga data.
El desinterés generalizado por el prójimo los lleva a descreer de la eventual
eficacia del propio capital cultural: en un mundo semejante, no tiene sentido ir.
a quejarse o intentar negociar, porque "nadie te escucha". Algo similar sucede
con el capital social. Hay una escasa utilización de redes sociales, a excepción
de la familia cercana. Aun en los casos en que posean un capital social potencial de
importancia, donde prima el egoísmo social nadie te brindará su ayuda. La única ventaja
de la atomización social es la falta de restricciones para las estrategias individualistas.
Experimentan un alto grado de autonomía para la flexibilización de necesidades y de
obtención de recursos, pero siempre restringido a estrategias individuales.
Cuando me quieren hacer una multa con el taxi, yo nunca coimeo. Eso no! Yo jamás he
arreglado. Porque aparte te viene la boleta igual. Yo le digo que me haga la boleta, pero le
pido el número de credencial, nombre, apellido y el rango. Porque el día que me venga la
boleta, yo lo hago citar por estar en desacuerdo con la infracción. Como él sabe que si lo
cito pierde el día de trabajo, que después se lo descuentan, la boleta no te llega nunca.

Desbordados por lo cotidiano y sin ninguna ayuda para hacer frente a


innumerables necesidades, la manera específica de que ese mundo sea
controlable es la reducción temporal, es decir, concentrarse en el día a día,
intentando suprimir toda planificación futura.

"Encapsulados": la reducción espacial

Para este tipo la inseguridad está omnipresente, el hogar es la única fortaleza


frente a un mundo exterior peligroso. Los peligros se ciernen principalmente
sobre los hijos, sobre los que se debe extremar el control. Son los nuevos
pobres que provienen de orígenes más bajos, poco provistos de capital social y
cultural. El caso emblemático son ex pobres estructurales que en el pasado pudieron
escapar de la miseria y que por motivo de la crisis vuelven a caer en ella.

A mí me da miedo que, por ejemplo, los chicos que se drogan dejen las jeringas tiradas por
ahí, ése es el problema. A veces hasta hay preservativos. Es un desastre. Antes de que jue-
gue tengo que ir a mirar el terreno. Si el nene quiere agarrar el pasto y justo agarra eso con
sangre... está la jeringa y en la aguja hay sangre...

-No nos gusta salir, por la parte económica... y por los chicos.
-¿Qué les da miedo por los chicos?
-Y... que se enteren, que nos vean salir, o que pase algo... no sé, yo sé que en este barrio
hay gente capaz de cualquier cosa.

Los chicos se enojan porque yo no los dejo salir. Me encantaría que ellos salieran, porque
yo lo hice y me encantaba. Pero me da miedo porque todo es terrible. Se les vende alcohol a
los chicos cuando van a bailar. Hay boliches donde parece que van a bailar homosexuales y
todas esas cosas...

La experiencia generalizada es la de una trayectoria ascendente interrumpida por un


cambio de la situación global. La coacción exterior está muy presente, más que en todos
los otros tipos, quizá porque el escaso capital social y cultural de base dificulta
particularmente la creación de recursos. Es el tipo más fatalista, para el que hay menos
posibilidad de influir en el curso de los acontecimientos. Como los luchadores, limitan su
mundo para intentar restablecer e! control. Pero si para éstos el recorte es básicamente
temporal (concentrarse en el corto plazo), para los encapsulados es espacial (retraerse a
los límites del hogar). Esto hace que, a diferencia del tipo anterior, haya una fuerte
dedicación a todo lo que concierne al futuro de sus hijos.

La educación de los chicos me lleva mucho tiempo. Me ocupo mucho. Consulto con mamás
que envían a los chicos a otros colegios. Porque cada colegio es distinto, tiene su tipo de
enseñanza. A mí lo que me interesa mucho es la parte disciplinaria.

Siempre tratamos de buscar lo mejor... Tratar de darles dentro de mis posibilidades todo lo
que se pueda a los hijos. Sobre todo a nivel estudio... que sigan una carrera. Que tengan una
base firme. Y si en este país no encuentran su camino, tal vez que puedan buscarlo afuera.
Fatalismo, peligro y encierro se retroalimentan: cuanto menos ese mundo es controlable,
más se vuelve temible; más peligroso es, más recomendable es el encapsulamiento que,
a su vez, acrecienta el distanciamiento y el desconocimiento del mundo exterior.
Encerrados en la casa, la visión de lo público es muy negativa, sin juicios claros, sólo
imágenes generales. Se declaran totalmente desinteresados y ajenos a la política que, en
una visión espacializada de la realidad, se ubica en las antípodas del hogar. No obstante,
hay quienes pueden tener juicios positivos sobre el gobierno, a veces por una tradición
peronista que perdura, por ser beneficiarios de ciertas políticas públicas asistenciales en
el Gran Buenos Aires o, tan sólo, porque el nivel de expectativas sobre la acción estatal
es muy bajo.

-No salgo, me siento cómoda en mi casa. Es que veo mucha droga acá, es terrible, me da
miedo. Si te asomás por la ventana del living, verás a los chicos drogándose... huelen
cocaína. Dicen que la venden acá mismo. -fintes salía más? -Sí, pero ahora estoy tan metida
acá que me cuesta salir. Además, veo a todo tan mal, que prefiero quedarme en mi casa.
-¿Qué ves mal? -La sociedad, todo...

También es habitual un deslizamiento entre inseguridad urbana e inseguridad


económica.

-Hace diez años, me parece que las cosas estaban más accesibles económicamente... por
ejemplo, las salidas. Salías más, no había tanto miedo de salir y que te pase algo.

El peligro regula la relación con el mundo exterior. No se debe dejar la casa o a los
chicos solos, ni relajar el control sobre ellos. Por ende, se trata de evitar las salidas no
imprescindibles y el trabajo fuera del hogar. Nuevos pobres de orígenes sociales más
modestos, poseen un escaso capital cultural y no se consideran aptos para usarlo ni para
entablar ningún tipo de negociaciones. Tienen poco capital social de base y una baja
integración barrial, máxime que, al restringir sus movimientos, ni siquiera pueden
transformar en capital alguna de sus escasas relaciones. La autonomía personal es muy
baja, pues las coacciones exteriores están muy presentes, más que en otros tipos. Muy
limitados en la búsqueda de nuevos recursos, el único camino que les queda es la
disminución de necesidades.
Contando con escasos recursos y poca posibilidad de maniobra, restringiendo al
máximo sus necesidades, intentan manejar la situación mediante la reducción espacial,
encapsulándose en los límites del hogar, único espacio que queda bajo su control.

"Conversos": el cambio de valores

Se trata de nuevos pobres que vivieron caídas muy traumáticas. Esto los
condujo a un "cambio de valores", noción central en este grupo. Habrían dejado
de valorar lo material para priorizar la unidad familiar, el bienestar afectivo y el
progreso espiritual. No adoptan un antimaterialismo militante, más aún, a veces
añoran el bienestar material; la transformación ha sido el resultado de un
trabajo consciente para atenuar los perjuicios de la crisis. El cambio de valores
muestra la importancia que tuvieron los objetivos materiales: para soportar su pérdida,
deben rechazar de plano toda esa escala de valores. Se han "convertido" gracias a la
terapia psicológica -los de orígenes más elevados- y gracias a la religión -los más
humildes-. Si los otros tipos realizan una redefinición del mundo que, luego, se
les impone como real, los convertidos consideran que ellos han elaborado una
nueva grilla a través de la cual ven y actúan de manera distinta en ese mundo.
Es interesante que el tipo que pone más acento en los valores sea aquel que
define explícitamente su comportamiento como una "estrategia" para manejar
la situación.

-La decisión más fea fue cuando tuvimos que vender la casa, para mí fue lo peor. Era una
casa linda, no muy grande porque somos tres solos; lo que yo quena era que se pudiera
hacer un asado, para que pudiera venir mi familia o la de mi esposo. Yo lloré mucho, pero
después me puse a pensar... iba a enfermar al nene. Me iba a enfermar yo e iba a enfermar a
mi hijo. Empecé con una psicóloga muy buena que me hizo entender otras cosas y salí a
flote.
-¿Qué le hizo entender la psicóloga?
-Que el dinero no es todo. Es más importante la salud y la unión de la familia.
-Dejar el colegio privado fue traumático para todos. Me acuerdo que un día viene una
señora y me dice "qué feo es bajar un escalón". Eso me dolió muchísimo. Charlando con
una amiga llegué a la conclusión de que si me dolió era porque lo pensaba. Pero ahora
pienso que fue al revés: que en realidad ascendí un escalón. Porque ahora mi escala de
valores es diferente, y la de mis hijos también.

Hay una mayor aceptación de la situación que en los otros tipos. Son los únicos que
pueden reinscribir las limitaciones materiales en opciones acordes a los nuevos valores.
No dudan de que el sentido de la trayectoria social ha cambiado para siempre. Más aún,
creen que sus hijos posiblemente conocerán una situación económica peor que la de
ellos, pero que podrán afrontarla gracias a los valores inculcados. Éstos moldean también
su relación con ,e1 mundo exterior. No se trata de un lugar peligroso, tan sólo se debe
ser precavido. Se puede frecuentar los lugares públicos, orientados por conocidos o, si
no, tratando de encontrar "gente buena". La visión de la política está mediada por tal
tamiz: la crítica es menos virulenta que en otros grupos; como si hubieran sido
engañados también, pero pudieron perdonar .

...me gustaría que se arreglen muchas cosas, en el sentido de mejorar la vida. No me gusta
ese papel que hacen los jubilados, es gente que realmente trabajó, me da mucha pena...
Tenemos muchos desengaños. Se dan feos ejemplos... Hoy un ministro, mañana otro... Uno
los ve en los programas de televisión y eso no me gusta...

No utilizan mucho su capital cultural en negociaciones y tratan de evitar todo conflicto.


Los valores promueven la disminución de toda desavenencia, así como una aceptación de
su suerte. Al igual que en el caso de los solidarios, se reconstituye un pequeño grupo,
bien delimitado, que los provee de recursos intensivos. En general son miembros de la
misma congregación religiosa o simplemente parejas de amigos que han realizado una
trayectoria similar. Comparten con ellos los nuevos valores y han dejado
conscientemente -tal como en una conversión- el antiguo grupo, por pertenecer al
universo valorativo pasado. El nivel de autonomía es bajo, pues está delimitado por los
nuevos valores que llevan a la aceptación de la situación, por lo cual imponen límites a la
búsqueda de recursos, aunque no a la disminución de necesidades.

Antes de conocer a Jesucristo, cuando había algún problema de plata y no se podía comprar
esto o aquello, había una discusión. Una vez, una persona me preguntó si mi situación había
mejorado al conocer a Jesús. Yo dije que económicamente estaba igual que antes, que tenía
las mismas faltas económicas que antes, pero que ahora lo veía de otra manera. Que antes
era como de agarrarme los pelos y ponerme a llorar, y que ahora no. No es que uno no se
preocupe, pero mis valores están en otro lado. Nosotros sabemos que el hecho de poder
estar juntos, aunque en lugar de tener un pollo tomemos una taza de té para compartir, es
importante. En otra época le dábamos mucho valor a poder o no tener un televisor. En
cambio ahora nos damos cuenta de que estar juntos, tener salud, levantarnos cada día y
poder ir a trabajar, que los chicos estén contentos, son las cosas que nos interesan.

La situación se domina mediante el cambio de calores. Hay una mayor aceptación de


la situación que en los otros tipos porque pueden reinscribir las supresiones materiales
en tanto opciones acordes a los nuevos calores. El nuevo grupo de pertenencia, a su vez,
provee recursos y refuerza el cambio valorativo aunque, sin embargo, impone límites a la
autonomía individual.

"Pragmáticos": la disposición estratégica

Dejamos por último a un tipo diferente de los demás, dado que no ha


experimentado personalmente el quiebre de una trayectoria social sino que la
ruptura es de índole intergeneracional. Decidimos de todos modos incluirlos porque
presentan características muy definidas. Son jóvenes de algo más de treinta años que
entran en la vida adulta en pleno proceso de pauperización; vivir en un mundo
semejante es casi natural. Poseen una formación universitaria o terciaria (maestros). Su
infancia ha transcurrido durante el gobierno militar, tenían alrededor de veinte años
durante la reinstauración democrática y su adultez coincidió con el fracaso del Plan
Austral, la hiperinflación y el Plan de Convertibilidad de Carlos S. Menem.

Las cosas fueron cambiando de a poquito para mis padres y, bueno, cada vez tuvieron
menos acceso... Por ejemplo, yo veo cómo se vestía antes mi mamá y cómo se viste ahora y
no tiene nada que ver.

La distancia entre expectativas y logros es menor que en los otros tipos. No


sólo porque la juventud los dispensa de este tipo de evaluaciones sino que el concepto
mismo de objetivos y expectativas se define como flexible y adaptable a las
circunstancias.

Me casé a los 24. Yo me empecé a dar cuenta que la cosa se iba deteriorando en los 80... y
ahora la veo muy difícil... Gente de mi generación, que ha tomado por diversos caminos, a
la que le es imposible tener tranquilidad, hacer lo que le gusta... yo tampoco veo una
posibilidad de hacer algo relacionado con el cine, quizá el diseño gráfico sea una válvula de
escape .

...yo nunca tuve un solo trabajo. [...1 trabajaba medio día en un lado y medio día en otro.
Yo voy buscando opciones para no pasar por el mismo momento que pasé cuando nació mi
hija, en plena hiperinflación. Trato de buscar alternativas, para no depender del sueldo de la
universidad. Con él cubrís un mínimo porcentaje, y lo demás lo vas cubriendo con otras
cosas.

Prima una actitud pragmática que, sin embargo, no lleva a un individualismo a


ultranza. Así, por ejemplo, el interés por lo político es muy marcado. Si sus
críticas a los políticos, en particular a los del gobierno de Menem, son muy
fuertes, no son apolíticos ni menos, como otros tipos, "antipolíticos", es decir,
lapidarios contra la política en general. Reflexionan sobre la situación del país
en términos de factores de poder, sectores económicos, rol del Estado, sin
juicios de tipo idiosincrásico ("los argentinos somos..."). A simple vista,
enarbolarían el discurso más "progresista" en términos clásicos. Sin embargo,
hay un factor sorprendente. Si lo político influye hasta en la vida cotidiana, por
el contrario, el individuo no tendría -a excepción del voto- posibilidad de influir
en lo político. No se está investido de derechos, no hay espacios de poder a
conquistar ni lugar para la acción ciudadana. Ni siquiera, como en otros tipos, hay
secuelas de los "derechos del trabajador" del peronismo; sólo alguna referencia a los
derechos humanos, herencia de la transición democrática.
Aun desprovistos de todo poder, no es un mundo peligroso. Están abiertos a distintos
tipos de bienes y servicios, de origen público y privado. En muchos casos, los servicios
públicos son más confiables que los privados, sin que tampoco los defiendan a ultranza.
Pueden ser pesimistas o escépticos a nivel global, pero más optimistas o esperanzados
respecto de su futuro personal.

Espero estar más cómodo económicamente e ir encarando un rumbo en donde me sienta


más a gusto. Mejorar el nivel económico para tener cierta tranquilidad y, por otro lado, ir
viendo ciertos proyectos personales que están bastante dormidos, como por ejemplo el cine
.

...los viajes está muy baratos, pero no para nosotros... pero seguimos pensando, en una de
esas. A mucha gente le pasa lo mismo, si no está caro un viaje a Europa, pero cuándo lo
junto. Antes decías, un viaje a Europa, ni siquiera preguntabas cómo era, ahora decís,
bueno... a lo mejor.

El pragmatismo los ha llevado a desarrollar recursos. Son los que más provecho
obtienen de un capital social potencial. Sus redes les permiten una mejor gestión de lo
cotidiano. No se trata de un grupo de pertenencia o de referencia, son sólo recursos a
partir de relaciones de distinto tipo. El capital cultural está en consonancia. No les
impone límites con relación a parámetros de calidad o de otro género. Sus valores y
creencias se refieren a la solidaridad, dar una mano, etc., por lo cual los "favores" poseen
toda legitimidad. Sin embargo, no enarbolan tampoco un discurso militante de la
solidaridad, ni se sienten obligados a justificar sus acciones. Posiblemente se deba a que
la situación está bastante naturalizada, con relación a otros tipos. Como es de esperar, el
grado de autonomía para el despliegue de todo tipo de acciones estratégicas es muy alto
.

...vos no me decís nada, yo no te digo nada, pero el primero que da el pasito, una vez que da
el pasito, hay muchas cosas para hacer. Creo que crecimos, no quedarnos solamente en las
quejas, como que la gente está elaborando, como que podemos cambiar, que podemos hacer
cosas. No paraliza más la imposibilidad. No por ahí desde lo pensado, sino desde el acto.
Vas y, bueno, le decís a alguien, che fulana, vos sabés que necesito tal cosa...

La situación se mantiene bajo control mediante una actitud pragmática que permite
actuar constantemente sobre recursos y necesidades, intentar distintas oportunidades,
sin prescripciones normativas y con una valoración positiva de tales acciones

CONCLUSIONES

La tipología presentada muestra que la forma de controlar la situación se vincula con


cuatro dimensiones: la percepción del riesgo en el mundo exterior, la valorización del
capital cultural, la movilización del capital social y el grado de autonomía individual.
Veremos en el cuadro siguiente un resumen de tales dimensiones. A pesar de las
diferencias existentes entre los tipos, a fin de simplificar la tipología, damos sólo dos
valores: el signo + para indicar un valor alto y el signo - para indicar un valor bajo.

Uso del capital Valoración del Control Grado de


social capital cultural del riesgo autonomía
Meritocráticos - + - -
Solidarios + + + -
Luchadores - - + +
Encapsulados - - - -
Conversos + - + -
Pragmáticos + + + +
Dado que en las tipologías tomamos como unidad a los individuos y no a las familias,
se plantea el problema de la combinación de tipos entre los cónyuges. En algunos casos
hemos entrevistado a los cónyuges en forma conjunta o separada. Se puede establecer
una tendencia combinatoria entre los tipos. Los meritocráticos, los pragmáticos y los
solidarios son tipos en general compartidos por ambos cónyuges. La "conversión" parte
en general de la mujer, y el cónyuge puede pertenecer a otros de los tipos que parecen
ser el estado anterior al cambio de valores: solidario, luchador o meritocrático. Pero el
converso tiene una actitud misional: intentará que su cónyuge comparta sus valores. El
encierro representa en general una tipología de mujeres que no trabajan, que se
combina con un cónyuge luchador. Hay entre ambos un acuerdo respecto de un mundo
exterior considerado peligroso, por lo que la división de tareas lleva a que el hombre
salga a buscar el sustento y la mujer se quede cuidando el hogar. Sin embargo, dado que
se trata de una tipología basada en elementos "subjetivos", los pasajes de uno a otro
tipo son muy factibles. De hecho, en los distintos relatos pudimos detectar distintos
desplazamientos realizados en el pasado, y nada impide prever la realización de otros en
el futuro, según los cursos que sigan las distintas trayectorias.
Por último, es interesante ahondar en la forma en que los individuos realizan la
articulación entre el marco de legibilidad de lo social y la implementación de prácticas
adaptativas. Con relación al desajuste entre el valor pasado y el actual de ciertos
capitales, Bourdieu utiliza el concepto de "histeresis", que implica la movilización de
capitales cuyo valor está perimido.

La presencia del pasado en esa suerte de falsa anticipación del futuro que opera el habitus
no se ve jamás tan bien, paradójicamente, como cuando el sentido del futuro probable se
encuentra desmentido y las disposiciones mal ajustadas a las chances objetivas en razón de
un efecto de histeresis (es el ejemplo de Don quijote, caro a Marx) reciben sanciones
negativas porque el ambiente al que ellas se enfrentan realmente está demasiado alejado del
que ellas están objetivamente ajustadas. (Bourdieu, 1980b: 105)

Sin embargo, en ese proceso de desorganización y reorganización de la realidad que


es el empobrecimiento, los individuos se hallan inmersos en un constante proceso de
reflexividad. No repiten mecánicamente prácticas habituales y cada cambio les suscita
una serie de cuestionamientos. Tampoco intentan aplicar sin más el capital cultural del
pasado ni creen que todo el valor de su capital social se mantiene inalterable. En efecto,
la idea de histeresis supone un cierto automatismo social, propio de agentes que
continúan actuando como en un tiempo acabado, desprovistos de reflexividad en cuanto
a sus carencias y a los resultados de sus acciones. Nuestro trabajo nos aleja de tal
concepción. En efecto, si aceptamos la idea de habitas como disposiciones de base
incorporadas durante el proceso de socialización, no pensamos que éstas conducen a los
individuos a realizar ciegamente "malas elecciones" o a repetir mecánicamente en
contextos nuevos prácticas del pasado. No observamos Don quijotes que perseveran en
sus comportamientos de antaño sin tener conciencia del cambio operado. Cuando
persisten en sus hábitos, los nuevos pobres son capaces de explicar por qué ellos no
pueden, no deben o no quieren cambiar.
A nuestro entender, la dislocación de ciertas articulaciones entre medios-fines,
roles-status, expectativa-logro, que eran consideradas evidentes, repercute sobre
categorías y creencias también implícitas o incuestionables que están en la base de tales
articulaciones. Lo implícito, al dejar de serlo, pierde su naturalidad y, por ende, su fuerza
como principio de clasificación. Por ello, en lugar de histeresis acuñamos el concepto de
"distanciamiento del habitas". Se trata de una nueva actitud frente a lo que antes
aparecía como incuestionable, en particular frente a límites implícitamente
infranqueables. Es un distanciamiento tanto respecto de creencias generales como de
juicios muy específicos, vinculados a gustos y a criterios de uso de bienes y servicios.
Sin proponérselo, sus trayectorias los llevaron a violar tabúes de larga data. Pero lo
inconcebible dejaba de serlo: había sucedido sin que sus consecuencias fueran tan
desestructurantes como hubieran podido suponer. Al fin de cuentas, podían pasar de
tener mucama a trabajar de mucama, de comer a su antojo a suprimir los postres, del
orgullo a la vergüenza, de planificar cambiar el coche cada tres años a reflexionar antes
de subir a un colectivo, y sin embargo la vida continuaba. Una vez repuestos del
asombro, urgía fijar nuevos límites, entre lo "real" y lo "superfluo", superfluo que a
menudo no era sino aquello considerado "normal" en el pasado.
Llegados a este punto, podemos comprender cómo se maneja una de las tensiones
propias del empobrecimiento: la existente entre la coerción al cambio y la necesidad de
estabilizar la situación. En efecto, sí la redefinición de la situación responde a la
necesidad de estabilizarla, la coacción al cambio lleva al distanciamiento del habitus.
Mediante la redefinición del mundo se delineaba un campo de acción, se seleccionaban
recursos, relaciones, instituciones a mi alcalice y se excluían otros, imposibles o
perjudiciales. El distanciamiento del habitas, al debilitar los criterios de clasificación del
pasado, contribuye a la realización de las nuevas categorizaciones. Lábiles en un primer
momento, esto es una ventaja en una situación difícilmente estabilizable, pues facilita la
eventualidad de nuevos cambios. Pero quedaba todavía establecer la nueva relación con
los elementos de la actividad cotidiana; allí nos referimos al proceso de reclasificación.
Hablamos de reclasificar y no de clasificar, porque se trata generalmente de un cambio
en la relación con elementos que, para ellos, son ya conocidos.
Una manera de ver el empobrecimiento es, entonces, como un proceso de constante
reclasificación de prácticas, personas, creencias y espacios. Corrimiento de fronteras o
construcción de nuevos clivajes, siempre oscilantes, entre bienes superfluos y necesarios,
entre amigos que se transforman en recursos y recursos que ya no tienen valor, entre
instituciones seguras y peligrosas, entre aquello que se puede demandar y aquello que
no, lo que está a la altura de las exigencias y lo que no alcanza el nivel mínimo, entre un
futuro que puede ser dominado o que es sólo incertidumbre.
Las reclasificaciones están en el centro mismo de la experiencia de pauperización, en
parte porque ellas permiten transformar coacciones estructurales en elecciones
personales. En efecto, nuestras entrevistas nos sugieren que los empobrecidos se
esfuerzan por alcanzar un control simbólico de la situación, lo que implica guardar intacto
el lugar imaginario de un sujeto capaz de mantener el control sobre las distintas
dimensiones de la vida cotidiana, permaneciendo como sujeto autónomo de decisión
(aunque ésta sea permanecer encerrado en su casa). Operaciones delicadas, ellas deben
mantener un vínculo con características "reales" de ese mundo exterior: por medio de las
reclasificaciones se adjudican propiedades a instituciones, objetos y personas que, a su
vez, se les imponen como exteriores, legitimando entonces nuevas relaciones con ellos.
La lectura de los párrafos precedentes podría sugerir que la pauperización sólo genera
la búsqueda de la adaptación y el conformismo social. Lejos estamos de pensarlo, pero
nada en nuestro trabajo de campo nos autorizaría a apartarnos de esta visión.
Ciertamente, el espíritu de los tiempos no favorece perspectivas sociales muy osadas,
pero hay algo más, intrínseco a la propia experiencia de los nuevos pobres. Varias veces,
a lo largo del trabajo, nos preguntamos por qué ninguno, al reconstruir su mundo, se
inclina por alguno que suponga transformaciones del existente. Posiblemente, al estar
obligados a redefinir simultáneamente su mundo y su relación con él, sólo puedan armar
uno "a medida", aunque sea el peor de los mundos, pero al menos les permite
orientarse, desplegar allí sus prácticas. Tratan de estabilizarlo, llegan a maldecirlo y creer
que es el más injusto de los mundos posibles, pero no parecen dispuestos a destruirlo,
quizá porque no existe en el horizonte social otro alternativo. Cuando más allá hay
solamente un vacío, aun el infierno ordenado sigue siendo. preferible al caos; sería tal
vez demasiado exigente pretender que individuos aislados construyan su propia utopía.
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[1] Nos referimos al concepto de "reservas de experiencias" de A. Schutz (1987: 12) (stock of knowledge). El autor afirma que
"toda interpretación de este mundo está basada en una reserva de experiencias previas, las propias y aquellas transmitidas por
nuestros parientes o profesores; estas experiencias, bajo la forma de «conocimientos disponibles» funcionan como esquema de
referencia". D. Cefai (1994: 112) se refiere a aquellas situaciones en las que esta reserva de experiencias no provee elementos
para interpretar una situación nueva: "Hay problemas cuando el actor no sabe qué decir o qué hacer, no llega a comprender lo
que le sucede y no logra establecer un acuerdo ni formas de comprensión con los otros; fracasa en inscribir un tema en las
estructuras de pertinencia vigentes hasta entonces. [...] El actor experimenta la inadecuación de su «preestructura de
comprensión.: su campo de anticipación interpretativa y motivacional no es apropiado para definir y controlar la situación frente
a laque se halla".
[2] Para las estrategias defensivas frente a la inflación y la hiperinflación en la Argentina, véase Sigal y Kessler (1998).
[3] Las otras dos formas del capital cultural son en tanto estado objetivado, es decir, bajo la forma de bienes culturales, libros,
cuadros, diccionarios, instrumentos, máquinas, que son las marcas de la realización de teorías o de críticas de teorías, de
problemáticas, etc., y, por último, como estado institucionalizado, forma objetivada del capital escolar, encarnada en los títulos
escolares.

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