enfrenta una plaza. El conjunto de operaciones de disposición de vanos y elementos constructivos parece regularse con una ley simple, la simetría con un eje central. Pero es muy llamativa la diferencia entre los dos extremos de la composición: hay dos torres, una pequeña, otra enorme. De esta diferencia, que no parece tener nada que ver con el equilibrio original de la fachada, resulta un desbalanceo que podríamos llamar inflexión: una tensión direccional apoyada en una operación de desequilibrio. Esta inflexión consigue que la composición se descentre hacia un costado. Si revisamos la fachada contigua, doblando la esquina, parece repetirse el criterio frente al equilibrio. Sin embargo, en las otras dos fachadas, las leyes cambian sustancialmente y nos encontramos con un sistema variado y poco enfático. Revisando la relación entre las cuatro fachadas, se vuelve necesario remitirnos a la implantación de la obra de Berlage. Es un edificio largo y angosto, con un testero (el primero del que hablamos) hacia una plaza y su opuesto enfrentando un canal. Los dos lados largos acompañan uno a una avenida, el otro a una calle estrecha. Así, se asocian como fachadas especialmente públicas la de la plaza y la avenida, y como fachadas cualitativamente distintas las otras dos -más irregulares-, armando dos pares. El primero se liga a partir de sus leyes, que desequilibran a cada una de las caras hacia la otra, concentrando en el escorzo desde la esquina la clave de su énfasis.
En la Bolsa de Ámsterdam, de H. P. Berlage, hay una fachada testera que enfrenta
una plaza. La disposición de vanos y elementos constructivos parece regularse a través de la simetría, con un eje central. Pero es muy llamativa la diferencia entre los dos extremos de la composición: hay dos torres, una pequeña, otra enorme. De esta diferencia, resulta un desbalanceo que podríamos llamar inflexión: una tensión direccional apoyada en una operación de desequilibrio. Esta inflexión consigue que la composición se descentre hacia un costado. En la fachada contigua, doblando la esquina, parece repetirse el criterio frente al equilibrio. Sin embargo, en las otras dos fachadas, nos encontramos con un sistema variado y poco enfático. Revisando la relación entre las cuatro fachadas, se vuelve necesario remitirnos a la implantación de la obra de Berlage. En la que nos encontramos con un edificio largo y angosto, con un testero hacia una plaza y su opuesto enfrentando un canal. Los dos lados largos acompañan uno a una avenida, el otro a una calle estrecha, así, se asocian como fachadas especialmente públicas; y como fachadas cualitativamente distintas las otras dos (más irregulares), armando dos pares. El primero se liga a partir de sus leyes, que desequilibran a cada una de las caras hacia la otra, concentrando en el escorzo desde la esquina la clave de su énfasis.