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Las escrituras no nos arrojan demasiada luz en cuanto a los detalles de lo que ocurrió a
partir de la mudanza, pero lo cierto es que inesperadamente, en tierras ajenas, Noemí
pierde a su esposo y a sus dos hijos, «quedando así la mujer desamparada de sus dos
hijos y de su marido» (Rut 1.5).
En apenas cinco versículos la Biblia nos expone una tragedia; una buena familia que se
desintegra injustamente. Pero aún hay algo más sorprendente. La mujer se entera de que
Dios había visitado la tierra de la cual había emigrado junto a su familia, «porque oyó en
el campo de Moab que Jehová había visitado a su pueblo para darles pan» (Rut 1.6).
Quiero que trates de identificarte con la historia. Al igual que Noemí estás esperando el
cumplimiento de una promesa en tu desarrollo silencioso, en tu carpintería personal.
Puedes sortear la materia de la espera. Una iglesia donde sí valoren tus dones; otra
organización donde no tengas que ir a un seminario para ser pastor; una congregación
donde agradezcan tus esfuerzos; un lugar donde puedas desarrollarte como líder. Parece
una buena decisión, pero los resultados son patéticos.
Noemí lo pierde todo por haberse movido de su lugar. Ahora no tiene esposo, ni hijos,
solo dos nueras de las cuales una sola le será fiel.
La Ley de Dios estipulaba que al recoger la cosecha las familias no debían segar a fondo,
a fin de dejar un poco para las viudas y los huérfanos. Así que Noemí regresa a su lugar
de origen para recoger las migajas de la cosecha.
Pudo haberlo tenido todo, pero no estuvo allí cuando Jehová visitó la tierra y les dio el
pan. Hay un momento, un segundo en los tiempos divinos, donde el Señor te visitará con
los planos completos de tu vida y tu ministerio.
3. Noche de alabanza
4. Noche de talentos
5. Salida de recreación