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La confianza continuada en la
ventaja tecnológica asimétrica de la Fuerza Aérea tiene también un efecto pernicioso. El
peligro se manifiesta en los adversarios competentes que se dan cuenta de que “no pue-
den sobrevivir en el entorno que han creado nuestras capacidades técnicas. Es irónico
que la interacción de nuestras capacidades militares superiores con el reconocimiento de
este hecho por parte de nuestros adversarios asegurará que el carácter de las futuras
guerras será tal que nuestras ventajas tecnológicas ‘asimétricas’ disminuirán sustancial-
mente”.
Este peligro, junto con el deseo estrecho de miras de la Fuerza Aérea de reclamar los de-
rechos hegemónicos como servicio de tecnología, está disminuyendo rápidamente su efi-
cacia para llevar a cabo operaciones con éxito en lo que probablemente se convertirá en
la forma dominante de conflictos en un futuro inmediato: las guerras pequeñas.
El término guerras pequeñas no refleja los intentos recientes de clasificar la guerra por ca-
tegorías, sino que se originó en el siglo XIX para describir “cualquier conflicto contra fuer-
zas no regulares como guerrillas, bandidos, tribus rebeldes o insurgentes de varias cla-
ses”.4 El término no se refiere al tamaño o al alcance de la guerra sino al contexto político
y diplomático en que se libró la guerra. Como las guerras pequeñas comprenden entida-
des no estatales y fuerzas no regulares, hay que distinguir entre esos conflictos y gue-
rras, sea cual sea su magnitud, librados contra las fuerzas armadas regulares de un es-
tado.5 El peligro futuro para la Fuerza Aérea radica en el hecho de que el desarrollo de
una fuerza centrada en la tecnología diseñada para luchar en grandes conflictos interes-
tatales, por definición, crea una fuerza inferior a la que se consideraría óptima para librar
guerras pequeñas.
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Un Marco Analítico para el Poder Aéreo en las Guerras Pequeñas
Esto no significa ciertamente que la Fuerza Aérea no pueda luchar con éxito en las gue-
rras pequeñas. Este artículo trata de probar que la clave para aumentar la efectividad de
la Fuerza Aérea en esta modalidad se basa en entender la naturaleza real de las guerras
pequeñas. Empieza dando un paso
atrás para analizar el contexto de la
guerra pequeña a través de la lente
del modelo clásico de insurgencias de
Nathan Leites y Charles Wolf.
Para alcanzar una efectividad general, los movimientos insurgentes “requieren que ciertas
entradas—obtenidos de fuentes internas y externas—se conviertan en ciertos resultados,
o actividades”. Estas entradas proceden a menudo del entorno interno (endógeno), por
ejemplo reclutas nuevos de la población y alimentos. Los datos de entrada externos (exó-
genos) pueden variar desde la financiación a la publicidad pasando por las armas. Los in-
surgentes obtienen estas entradas usando una combinación de medidas persuasivas y
coactivas. Las entradas sin procesar pasan a continuación en un mecanismo de conver-
sión que conlleva funciones de producción como adiestramiento, equipamiento y abaste-
cimiento de la insurgencia. La efectividad del sistema depende con frecuencia del grado
de organización a este nivel. Los sistemas desarrollados, resaltados en el debate sobre
Malasia, pueden tener ramas individuales dedicadas a “asuntos de personal, financieros
y logísticos, así como a inteligencia, comunicaciones y operaciones”. Al final, el mecanis-
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Un Marco Analítico para el Poder Aéreo en las Guerras Pequeñas
mo de conversión produce los resultados del sistema. Los resultados de las fuerzas no re-
gulares pueden ser tan familiares como sabotaje, actividades terroristas, manifestaciones
públicas y ataques militares a pequeña escala. Entre otros resultados menos evidentes se
incluyen funciones de jurisdicción administrativas y gubernamentales como proyectos de
ayuda a pueblos, educación, adiestramiento y formación de otros programas organizati-
vos. Y lo que es más importante, el marco de Leites y Wolf revela cuatro métodos para
contrarrestar el avance del sistema insurgente. Es posible influir en cada uno de estos
métodos, hasta cierto grado, mediante el uso del poder aéreo.
El primer método reduce los recursos disponibles controlando el número de entradas exó-
genas y endógenas y su costo de adquisición. El control de este aspecto logístico debe
residir ostensiblemente en la policía y las fuerzas terrestres, pero se puede demostrar
que la capacidad de detención del poder aéreo es apropiada para la negación de entra-
das. El segundo reduce la eficiencia de los procesos de producción. Los campos de
adiestramiento no regulares—objetivos estáticos tradicionales—representan evidente-
mente un objetivo potencial para el poder aéreo. No obstante, muchos otros objetivos de
las guerras pequeñas no son adecuados para “atacar” con armas y r tículos convenciona-
les. Entre otros ejemplos no letales de negación de la producción se incluyen la desfolia-
ción, la negación o destrucción de alimentos y los incendios de acoso.
Por último, el cuarto método comprende el aumento de la capacidad de absorber las ac-
ciones de las fuerzas no regulares. Esto incluye medidas pasivas como evacuación y reu-
bicación de la población así como medidas de defensa activas. Quizás incluso más que
en la función directa de la contrafuerza, el poder aéreo puede demostrar su aspecto más
beneficioso en la función de defensa activa. Leites y Wolf explican que esta función de-
fensiva activa puede mejorarse más mediante patrullas aéreas que mantengan una vigi-
lancia continua y puedan aplicar una concentración intensa de potencia de fuego lista en
el caso del ataque de una guerrilla. Los aviones pequeños con tiempos de vuelo largos y
suficientes armas para contrarrestar de modo efectivo un ataque ligero o moderadamente
intenso de la guerrilla pueden ser un componente importante en este tipo de sistema de
defensa activa. La finalidad principal de tal policía aérea sería proporcionar el símbolo y la
realidad de presencia y protección [de la autoridad].12
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Un Marco Analítico para el Poder Aéreo en las Guerras Pequeñas
La Emergencia Malaya
Gran Bretaña combatió en la Emergencia Malaya de 1948 a 1960 como respuesta a un
levantamiento del Partido Comunista Malayo (PCM). Después de unos reveses iniciales,
los británicos implementaron una gran cantidad de programas civiles y militares unidos a
un plan estratégico general, parte del cual incluía el Plan Briggs—un empeño masivo pa-
ra separar al PCM de la población, resaltado por el reasentamiento de 400.000–500.000
ocupantes ilegales chinos en “nuevas poblaciones”.13 A pesar de lograr avances impor-
tantes al principio de la emergencia, el PCM vio cómo el momento, después de estar a su
favor, se puso en su contra bajo la presión del Plan Briggs hasta julio de 1960, cuando
oficialmente concluyó la emergencia.
Esto no quiere decir ciertamente que la solución británica represente una respuesta de li-
bro de texto a las contrainsurgencias en las guerras pequeñas; tampoco representa el úni-
co ejemplo del poder aéreo en las guerras pequeñas.15 De hecho la Emergencia Malaya
fue una insurgencia exclusiva por varias razones. En primer lugar, estaba “con?nada a los
residentes chinos de Malasia, una minoría de la población que se podía diferenciar fácil-
mente de los malayos étnicos que constituían la mayoría”.16 En segundo lugar, los britá-
nicos disfrutaban de una estructura político-administrativa que permitía la combinación de
unidades militares y civiles dentro de la misma organización. Por último, y quizás lo que
es más significativo, los insurgentes chinos carecían de ayuda exterior. No obstante, den-
tro del contexto de este artículo, la Emergencia Malaya da detalles de los posibles usos
imaginativos de un componente aéreo pequeño pero flexible para respaldar el mayor es-
fuerzo político-militar en una guerra pequeña.17 Más específicamente, los esfuerzos del
poder aéreo en Malasia están comprendidos en los cuatro métodos para contrarrestar
una insurgencia descritos en el modelo del sistema de Leites y Wolf.
La Península Malaya tenía una superficie de 129.500 kilómetros cuadrados (50.000 millas
cuadradas)—aproximadamente el tamaño del estado de Florida—dos tercios de ésta es-
taban cubiertos por una jungla de bóveda triple casi impenetrable. La Real Fuerza Aérea
(RAF) operaba desde seis bases principales, y solamente una de ellas era capaz de apo-
yar de acoger a bombarderos de tamaño intermedio. La aviación de la RAF era una mezc-
la de aviones de hélice de la Segunda Guerra Mundial como Spit?res y bombarderos Lin-
coln, aviones a reacción modernos como los De Havilland Vampires y bombarderos a
reacción Canberra, helicópteros y aviones de transporte ligeros y medios. A pesar de la
gran variedad de tipos de aeronaves, nunca hubo más de 15 escuadrones de la RAF en
Malasia.18
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bras) de explosivos lanzados por los aviones de la RAF durante el transcurso de múlti-
ples misiones en 1956 produjeron solamente cuatro bajas enemigas.19
El ataque del proceso de producción del sistema de Leites y Wolf demostró ser más efec-
tivo que la detención, principalmente debido a la contribución del poder aéreo a la desfo-
liación durante la campaña masiva de negación de alimentos del Plan Briggs. Incluso sin
el rociado aéreo, el poder aéreo contribuyó a estos esfuerzos observando claros en la
jungla que sirvieron como indicios de los lugares de cultivo de las guerrillas. Los incendios
de acoso también interrumpieron el proceso de producción pero a expensas del método
de contrafuerza tradicional del poder aéreo—el tercer componente de Leites y Wolf. La
evidencia sugiere que los “ataques aéreos eran responsables de menos del 10
por ciento de los muertos del enemigo. . . . No obstante los ataques aéreos mantuvieron
el enemigo en movimiento y sin asentarse y aumentó el número de contactos con éxito
con las fuerzas terrestres”. Según el Teniente General Sir Harold Briggs, “La ofensiva del
apoyo aéreo juega [jugó] un papel vital en el objetivo pricipal de las Fuerzas de Seguri-
dad, a saber la destrucción de la moral de los bandidos y el aumento de la moral de la po-
blación civil”.20
Los medios directos de las operaciones de contrafuerza tuvieron un éxito limitado para el
poder aéreo en Malasia, pero los métodos indirectos fueron vitales. Los británicos lleva-
ron a cabo operaciones psicológicas empleando volantes así como grabaciones de voz
retransmitidas desde los aviones. Hasta un 70 por ciento de las guerrillas del PCM que se
rindieron afirmaron que estos “vuelos con grabaciones de voces” influyeron en parte en su
decisión.21 El reconocimiento aéreo también demostró su eficacia: “Descubrió 155 cam-
pos de guerrillas confirmados y 77 posibles así como 313 campos de cultivo, 31 vueltos a
cultivar, 194 claros de probable origen terrorista, y 21 granjas [amigas] bajo control ene-
migo en un período de seis meses en 1955”.22
El cuarto y último método final para contrarrestar el sistema comprendía el uso del poder
aéreo para llevar a cabo una defensa activa. La idea de Leites y Wolf de “extender la pre-
sencia y la protección” de la policía aérea constituyó quizás la oferta más instrumental del
poder aéreo en Malasia. El Dr. James S. Corum y el Coronel Wray R. Johnson, Fuerza
Aérea de EE.UU., retirado, explican: “Así pues, al extender la presencia y la protección
del gobierno a áreas remotas, las fuerzas armadas convirtieron pronto el campo malayo
en un lugar inhóspito para el [enemigo]. Fue el apoyo a este esfuerzo, en vez una acción
ofensiva directa, la que demostró que la RAF era de gran valor”.23 La fuerza de policía
aérea en Malasia se manifestó no sólo en la visión de Leites y Wolf de un pequeño avión
de ataque, sino también en la ubicuidad de aviones de carga tácticos ligeros e interme-
dios de las unidades de transporte aéreo. Gracias a las funciones de apoyo de transpor-
te, abastecimiento aéreo, evacuaciones médicas e incluso mando y control, el aprovisio-
namiento aéreo se hizo indispensable.24
Así pues, el poder aéreo desempeñó una función auxiliar pero vital en el éxito total de los
británicos en la Emergencia Malaya. La clave de este éxito fue la aplicación de operacio-
nes y tácticas imaginativas, y con frecuencia poco ortodoxas, del poder aéreo para apo-
yar los objetivos políticos y militares de la estrategia general. Aunque se pueden explicar
estas operaciones dentro del modelo del sistema de Leites y Wolf, también se puede ha-
cer en términos de las funciones contemporáneas del poder aéreo. Así pues, “se acordó
generalmente que el orden de importancia total de las operaciones de la RAF fue aprovi-
sionamiento y transporte aéreos, reconocimiento fotográfico, apoyo aéreo cercano, ata-
ques de largo alcance contra objetivos fuera del radio de las unidades terrestres y c muni-
caciones”.25 Si observamos el poder aéreo en términos de estas funciones históricas,
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Un Marco Analítico para el Poder Aéreo en las Guerras Pequeñas
basadas en el modelo del sistema analítico, nos permite ahora avanzar dos pasos para
desarrollar la Fuera Aérea del futuro. No podemos confiar simplemente en tecnologías in-
dividuales sino que debemos reevaluar las capacidades de transformación indicadas en el
AFTFP de 2004 bajo las seis capacidades distintivas definidas en la visión de la Fuerza
Aérea.
La parte restante de esta sección se aplica a estas seis capacidades distintivas como un
marco general, usando el sistema de Leites y Wolf en tándem con la participación exitosa
de los británicos en Malasia. Este análisis sigue mostrando en una amplia escala de nivel
la forma en que el nivel de operaciones del poder aéreo en general, y la Fuerza Aérea en
particular, puede apoyar la estrategia general dentro del contexto político, diplomático y
militar de las guerras pequeñas. Las capacidades aparecen en un orden aproximado de
importancia en lo que se refiere a las guerras pequeñas.
Considerada con gran frecuencia como libertad para atacar, la superioridad en el aire y en
el espacio—definida como la capacidad de controlar lo que se desplaza por el aire y el es-
pacio para asegurar la libertad de acción—incluye también la libertad frente a los ata-
ques. Esta capacidad distintiva es un principio de unión que permite la realización con éxi-
to de las cinco capacidades restantes. La mayoría de los avances tecnológicos dentro de
la superioridad aérea se aplican predominantemente a las guerras grandes. No obstante,
la amenaza más significativa para la superioridad aérea en las guerras pequeñas proce-
de de las amenazas terrestres ubicuas de armas pequeñas relativamente económicas y
de misiles disparados sobre el hombro. La anulación, o al menos la disminución, de la ca-
pacidad de penetración de estas armas sigue siendo de importancia suprema para el po-
der aéreo. Sin alguna medida relativa de la superioridad aérea de estas armas, las cinco
restantes capacidades distintivas de la Fuerza Aérea en las guerras pequeñas disminuyen
considerablemente.
La doctrina de la Fuerza Aérea define la movilidad global rápida como “el movimiento, la
colocación y el apoyo oportunos de las fuerzas y capacidades militares por el aire y el es-
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Un Marco Analítico para el Poder Aéreo en las Guerras Pequeñas
pacio, en toda la gama de las operaciones militares”.29 Aunque la definición sigue siendo
exacta, en el teatro de las guerras pequeñas, la función de movilidad parecerá a menudo
menos global y cada vez más regional. En lo que se refiere al apoyo de la Fuerza Aérea
en las guerras pequeñas, según se pudo ver en Malasia, el aspecto de la movilidad regio-
nal de abastecer, reabastecer y apoyar las fuerzas desplegadas—ya sean militares o po-
líticas—puede convertirse en el factor determinante en la estrategia total de la campaña.
Sin embargo, cuando se hace necesaria la potencia de fuego, la Fuerza Aérea debe utili-
zar completamente un combate de precisión. Asociado más a menudo con las precisas
armas cinéticas, el combate de precisión debe encarnar no obstante múltiples aspectos
del contexto político y diplomático de las guerras pequeñas. En el sentido tradicional, el
combate de precisión utiliza el sistema de armas tecnológicamente más avanzado en la
aplicación de la fuerza militar. No obstante, en las guerras pequeñas, esta capacidad
puede causar el análisis detallado de las iniciativas políticas o militares o incluso de un
puente aéreo tradicional. Para usar un ejemplo malayo, los británicos a menudo hacían
lanzamientos aéreos tácticos de precisión de baja tecnología por espacios que sólo me-
dían hasta 9 m (10 yardas) de diámetro en una jungla de triple bóveda que consistía en
árboles de más de 60 m (200 pies) de altura.32 Quizás más que en cualquier otra capaci-
dad distintiva de la Fuerza Aérea, el combate de precisión es un ejemplo de la necesidad
de desconectar la capacidad de la tecnología.
Hasta esta coyuntura, las capacidades distintivas de la Fuerza Aérea se adaptan general-
mente al marco de las guerras pequeñas. No obstante, la capacidad de un ataque global,
incorpora la línea de desviación de la Fuerza Aérea de transformación, dedicada a la
guerra de alta intensidad, a las necesidades de la guerra pequeña. El Documento de
Doctrina de la Fuerza Aérea (AFDD) 1, Air Force Basic Doctrine (Doctrina Básica de la
Fuerza Aérea), explica esta desviación describiendo las operaciones de ataque globales:
“La Fuerza Aérea, con sus crecientes fuerzas espaciales, sus misiles balísticos interconti-
nentales y su flota de bombarderos multifuncionales y aviones de ataque apoyados por
una gran flota de aviones cisterna, está adaptada idealmente a dichas operaciones. Nues-
tro servicio es capaz de proyectar rápidamente el poder a distancias globales y mantener
una ‘presencia’ prácticamente indefinida sobre un adversario”.33 Dicha capacidad es pro-
bablemente vital para conducir guerras grandes, pero los artículos de alto presupuesto
como los misiles balísticos, los bombarderos transcontinentales y las flotas de aviones cis-
terna de apoyo representan, como mucho, una razón adversa de costo a beneficio, dada
la naturaleza prolija y políticamente sensible de las guerras pequeñas.
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término global es algo engañoso, ya que aumenta la distancia recorrida por el accesorio
del poder aéreo. Sin embargo, en las guerras pequeñas, la distancia imperativa que se
debe considerar con respecto a los ataques es la del objetivo deseado con relación a la si-
tuación política y militar en el terreno. Dado el contexto diplomático y asimétrico de las
guerras pequeñas, cualquier efecto negativo de una misión de ataque llevada a cabo por
el poder aéreo puede tener un impacto a nivel estr tégico. En palabras más sencillas,
“Hay que pagar un precio político cuando se usa el poder aéreo en forma de ataques aé-
reos”.34 Así pues, se deben ponderar las misiones de ataque, ya sean las llevadas a ca-
bo por la plataforma de poder aéreo tecnológicamente más avanzada o la más anticua-
da, en términos de los efectos estratégicos negativos potenciales que puede provocar.
La capacidad distintiva final, apoyo de combate ágil, trata tradicionalmente de los elemen-
tos de apoyo avanzado, infraestructura y movilidad para los despliegues. Sea cual sea la
escala del conflicto, el apoyo con éxito de las fuerzas desplegadas sigue siendo una ne-
cesidad facilitadora crítica. Sin embargo, en términos del apoyo de la Fuerza Aérea en
las guerras pequeñas, la frase apoyo de combate ágil es la que mejor ilustra la función de
apoyo que desempeña el poder aéreo. Aunque muchas personas de la Fuerza Aérea
creen verdaderamente que el poder aéreo por sí solo puede derrotar o paralizar las fuer-
zas terrestres enemigas, en el contexto político y diplomáticode las guerras pequeñas, el
empleo exclusivo del poder aéreo no es efectivo como mucho y—como descubrieron los
británicos en su doctrina de control aéreo durante los años entre guerras antes del con-
flicto Malasia—puede ser muy perjudicial.35
Conclusión
Las guerras pequeñas son conflictos en los que el contexto político y diplomático—no la
disposición militar de los combatientes—actúa como el factor determinante. Desde un
punto de vista tecnológico, la paradoja de las guerras pequeñas es que cuanto más asi-
métrica se conviertan nuestras capacidades militares, menos ventajas pueden otorgarnos
contra un adversario dispuesto a usar sus puntos fuertes asimétricos. Ésa es la cuestión
intrincada a la que se enfrenta la Fuerza Aérea de transformación contemporánea: ¿sig-
nifica la adopción de los avances tecnológicos específicamente optimizados para una
guerra a gran escala que se limita necesariamente la efectividad del poder aéreo en el
apoyo de las guerras pequeñas? Lo más probable es que la respuesta sea sí—pero hasta
cierto grado. Sin embargo, la solución no es inhibir los avances tecnológicos para enten-
der cómo dichas capacidades se adaptan y no se adaptan dentro de la estructura analíti-
ca así como el medio político y diplomático de las guerras pequeñas. Solamente al dar
un paso atrás para entender completamente la base del contexto de esta forma de con-
flicto puede la Fuerza Aérea del futuro dar dos pasos al frente para convertirse en la fuer-
za de combate más eficaz posible, sea cual sea la naturaleza del conflicto.
Notas:
1. Departamento de EE.UU. de la Fuerza Aérea, The U.S. Air Force Transformation Flight
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20. Ibid.
21. Komer, Malayan Emergency in Retrospect (La Emergencia Malaya en retrospección),
75.
22.Simpson, “Not by Bombs Alone” (No sólo mediante bombas) 97.
23. Corum and Johnson, Airpower in Small Wars (El poder aéreo en las guerras peque-
ñas), 191.
24. Komer, Malayan Emergency in Retrospect (La Emergencia Malaya en retrospección),
52
25. Corum and Johnson, Airpower in Small Wars (El poder aéreo en las guerras peque-
ñas), 195.
26. AFDD 1, Air Force Basic Doctrine (Doctrina Básica de la Fuerza Aérea), 17 noviembre
de 2003, 76,
https://www.doctrine.af.mil.
27. Departamento de EE.UU. de la Fuerza Aérea, U.S. Air Force Transformation Flight
Plan 2004 (Plan de Vuelos de Transformación de la Fuerza Aérea de EE.UU.), 49.
28. Richard P. Hallion, “Doctrine, Technology, and Air Warfare: A Late Twentieth-Century
Perspective” (Doctrina, tecnología y guerra aérea: perspectiva de fines del siglo XX), Air-
power Journal 1, N° 2 (Otoño de 1987): 16–17, http: //www.airpower.maxwell.af.mil/airchro-
nicles/apj/apj87/hallion.html.
29. AFDD 1, Air Force Basic Doctrine (Doctrina Básica de la Fuerza Aérea), 80.
30. Ibid., 78.
31. Cuerpo de Infantería de Marina de EE.UU., “Small Wars” (Guerras pequeñas), 53.
32. Simpson, “Not by Bombs Alone” (No sólo mediante bombas), 96.
33. AFDD 1, Air Force Basic Doctrine (Doctrina Básica de la Fuerza Aérea), 79.
34. Corum y Johnson, Airpower in Small Wars I (El poder aéreo en las guerras peque-
ñas), 430.
35. Vea ibid., especialmente el cap. 2, “Colonial Air Control” (Control aéreo colonial) 51–
86. Los autores demuestran
que la idea de controlar un país por medio del poder aéreo es atractiva para los aviadores
y para aquellos que son reacios a las bajas, sin embargo la historia del control aéreo dice
poco a favor de la idea de operaciones policiales o de paz por medio del poder aéreo so-
lamente. Los pocos casos en que demostró ser eficaz fue “en conflictos muy menores de
operaciones de policía tribal” (85). Aparte de esos casos, fue necesario utilizar ciertos
contingentes de tropas terrestres para las operaciones de paz. Vea también Capitán Da-
vid W. Parsons, “British Air Control: A Model for the Application of Air Power in Low-Inten-
sity Con?ict?” (Control aéreo británico: modelo de aplicación del poder aéreo en un con-
flicto de baja intensidad), Aerospace Power Journal 8, N° 2 (Verano de 1994): 28–39 .
Colaborador
El Mayor Ronald F. Stuewe, hijo, USAF (Licenciatura, Air For-
ce Academy) es estudiante de Capacitación para el desarro-
llo intermedio en el programa de Análisis de Defensa, Opera-
ciones Especiales/Conflictos de Baja Intensidad en la Es-
cuela de Posgrado de la Armada en Monterey, California.
Anteriormente, se de-sempeñó como jefe de seguridad de
vuelo en la 57ava Ala como instructor en la Escuela de Ar-
mamento de la USAF en la Base Aérea Nellis, Nevada. Ade-
más completó asignaciones operacionales con el 25avo Es-
cuadrón de Combate, Base Aérea Osan, República de Co-
rea; en el 74avo Escuadrón de Combate, Base Aérea Pope,
North Carolina y en el 55avo Escuadrón de Combate, Base
Aérea Shaw, South Carolina. El Mayor Stuewe, un piloto de
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primera clase con 2.000 horas de vuelo en el avión A/OA-10, es egresado distinguido de
la Escuela para Oficiales de Escuadrón y egresado de la Escuela de Armamento de la
USAF y de la Escuela Superior de Comando y Estado Mayor, Base Aérea Maxwell, Ala-
bama.
Declaración de responsabilidad:
Las ideas y opiniones expresadas en este artículo reflejan la opinión exclusiva del autor
elaboradas y basadas en el ambiente académico de libertad de expresión de la Universi-
dad del Aire. Por ningún motivo reflejan la posición oficial del Gobierno de los Estados
Unidos de América o sus dependencias, el Departamento de Defensa, la Fuerza Aérea de
los Estados Unidos o la Universidad del Aire. El contenido de este artículo ha sido revisa-
do en cuanto a su seguridad y directriz y ha sido aprobado para la difusión pública según
lo estipulado en la directiva AFI 35-101 de la Fuerza Aérea.
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