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LA CONCIENCIA MORAL DE LA PERSONA

En el capítulo sobre la moralidad objetiva, se vio que una cosa es establecer su


existencia, otra es determinar hasta qué punto cada persona es capaz de percibir
sus exigencias. Esta capacidad depende de cómo cada uno haya desarrollado su
conciencia moral a lo largo de su vida. Asimismo, su modo de actuar en la vida
profesional depende de su voluntad y su capacidad de integrar valores y principios
morales objetivos en la toma de decisiones.
1. Descripción de la conciencia moral
Se puede describir la conciencia moral como la capacidad que tiene la persona de
enjuiciar sus actos y los actos de los demás a la luz de lo que percibe como valores
morales objetivos. Su conciencia moral hace posible que una persona evalúe su
propia responsabilidad moral tanto por las cosas malas que hace como por las
cosas buenas que deja de hacer.
Todas las personas tienen una conciencia moral. Pero no todas son capaces de
dialogar reflexivamente con ella. Por ejemplo, personas cuya fe humana es
sintética-convencional (la tercera etapa de Fowler) confían en sus intuiciones o
sentimientos de justicia para saber lo que deben hacer. Tienen valores morales.
Estos valores se manifiestan según su propio desarrollo y formación personal. En
cambio, personas cuya fe humana es individuante-reflexiva (la cuarta etapa de
Fowler) confían más bien en principios morales. Estos principios manifiestan sus
valores morales. Tales principios suelen ofrecer mayor garantía de objetividad. Sin
embargo, una persona puede engañarse mediante argumentos falaces. Tanto los
unos como los otros son capaces de escuchar la voz de su conciencia. Si su actitud
moral fundamental es sana, es probable que la escuchen. Pero de no ser así, tanto
los unos como los otros intentarán ignorarla. La conciencia moral es un fenómeno
universal. Pero por motivos que serán examinados un poco más adelante, no todas
las personas escuchan con claridad la voz de su propia conciencia.
Cuando una persona no ha pasado de una moralidad prereflexiva a una moralidad
reflexiva en algún área de su vida, su conciencia moral formula juicios en esta área
sobre la base de valores morales que percibe en forma global como intuiciones o
sentimientos de justicia. En la medida en que la persona pase de una moralidad
prereflexiva a una moralidad expresada mediante principios morales en esta área
de su vida, la voz de su conciencia moral llega a ser cada vez más clara.
2. Función y formación de la conciencia moral
La función de la conciencia moral es presentar a la voluntad de la persona juicios
de valor moral. Por ser libre y por tener voluntad propia, cada persona puede aceptar
o pasar por alto lo que le dice su conciencia
La formación de la conciencia moral es un proceso continuo que ocurre a lo largo
de la vida. En la medida en que una persona salga de sí misma, se enfrenta con la
necesidad de formular juicios de valor cada vez más complejos. Por ejemplo,
cuando un niño sale del ambiente de su familia para asistir al colegio, su conciencia
moral tiene que formarse para enfrentar nuevos problemas en sus relaciones con
los demás. Y cuando una persona ingresa al mundo profesional, también precisa de
mayor formación de su conciencia moral para enfrentar situaciones nuevas. De allí
la importancia de un curso de ética o moral profesional. Ayuda a los actuales y
futuros profesionales a formar su conciencia moral para la difícil tarea de integrar
valores y principios morales en la toma de decisiones.
3. Deformaciones de la conciencia moral que pueden presentarse en
determinadas áreas de la vida de una persona
Se considera que la conciencia moral de una persona está bien formada cuando le
revela correctamente la moralidad de una acción. En cambio, está deformada
cuando no logra percibir lo bueno como bueno, o lo malo como malo, debido a uno
o más defectos en su formación. Tanto la conciencia bien formada como la
deformada pueden manifestarse mediante sentimientos e intuiciones, o mediante
principios claramente elaborados.
Lo ideal sería que cada persona tuviera su conciencia moral bien formada frente a
todas las áreas de su vida. Sin embargo, con frecuencia se producen deformaciones
que afectan su capacidad de ver y aceptar las exigencias de la moralidad objetiva.
Estas deformaciones pueden afectar todas las áreas de su vida, o pueden ser
selectivas. Por ejemplo es posible que frente a los clientes, un profesional tenga su
conciencia moral bien formada con respeto a su obligación de darles valor por valor
recibido. En cambio, frente a sus obreros, es posible que tenga alguna deformación
que le impida ver su obligación de pagarles lo que es justo. A continuación se
presentan algunas deformaciones de la conciencia moral que pueden encontrarse
en cualquier medio.
3.1 La conciencia inmadura o infantil
Puede ser que por falta de oportunidad, o por falta de interés, una persona no
desarrolle oportunamente su conciencia moral. En algunas áreas de su vida se
muestra inmaduro e incluso infantil en su modo de tomar decisiones morales. De
allí el nombre de esta deformación: la conciencia inmadura o infantil.
A veces esta deformación afecta los juicios morales en todas las áreas de su vida.
Pero con cierta frecuencia, se manifiesta sólo en algunas de ellas. Se ve un ejemplo
de esta deformación en personas que, siendo mayores de edad, dependen
totalmente del parecer de sus padres al formular sus juicios morales en una o más
áreas de su vida. A veces la persona que sufre de esta deformación no es
consciente de su situación. En tales casos no es moralmente responsable por
adolecer de este defecto, con tal que no sea el resultado de su propia negligencia.
Pero si al darse cuenta de su inmadurez, rehúsa tomar los pasos necesarios para
madurar, se hace moralmente responsable por su falta de crecimiento. Cuando una
persona logra darse cuenta de que adolece de esta deformación de su conciencia
moral, puede superarla con relativa facilidad, siempre y cuando tenga la voluntad
de hacerlo. En la medida en que vaya tomando decisiones propias y correctas,
supera esta deformación de su conciencia moral.
3.2 La conciencia laxa.
Una de las deformaciones más frecuentes en el mundo de los negocios es la
conciencia laxa. Una persona se da cuenta que no debe hacer algo. A pesar de
todo, lo hace o por lo menos desea hacerlo. Busca, entonces, alguna manera de
justificarse, aunque sea sólo delante de sí mismo. Usa argumentos tales como:
«Todo el mundo lo hace»; «Hay muchas personas aquí que hacen cosas peores»;
« ¿Qué se va a hacer?» Si no fuera por la crisis económica, no lo haría."
Una persona que actúa de esta manera, intentando justificarse al actuar contra lo
que le dice su conciencia, es moralmente responsable de sus actos. Sabe lo que
debe hacer, pero no quiere hacerlo. Entonces intenta justificarse de alguna manera.
No es fácil superar esta deformación de la conciencia moral porque es un reflejo de
una escala de valores y una actitud moral fundamental que la persona debe revisar.
Sólo en la medida en que acepte este cuestionamiento le será posible superar esta
situación
3.3 La conciencia voluntariamente ciega
La persona que padece de una conciencia voluntariamente ciega rehúsa examinar
la moralidad de sus actos. Puede tomar esta actitud en forma general o en una o
más áreas de su vida. Cuando alguien cuestiona la moralidad de sus actos, su
reacción es: « ¡Esta es la realidad! ¡La experiencia es lo que manda, lo demás son
tonterías!»
Cuando esta deformación afecta a un profesional con relación a su trabajo, muchas
veces alega que la ética no tiene nada que ver con el problema que tiene entre
manos. Cree que una cosa es la ética, otra es el mundo profesional. Al tomar sus
decisiones se limita a preguntarse si tal o cual decisión va a ser efectiva para lograr
sus fines. En el fondo, sabe que su modo de proceder no está bien. Pero por temor
a tener que cambiar muchas cosas en su vida, rehúsa examinar la moralidad de sus
actos. Es responsable por haberse cerrado a un cuestionamiento moral que debería
enfrentar. No es nada fácil superar esta deformación de la conciencia moral porque
es consecuencia de una actitud moral fundamental y una escala de valores
personales que no son sanos. Sólo un cambio profundo en la persona misma puede
hacer posible superar esta deformación conocida como la conciencia
voluntariamente ciega.
3.4 La conciencia cegada por valores morales distorsionados en la sociedad
En cada sociedad o cultura algunas obligaciones morales no suelen ser percibidas
con facilidad. Por ejemplo, si una persona hubiera vivido en Europa en el momento
de la revolución industrial, difícilmente hubiera percibido muchas obligaciones
relacionadas con los derechos de los trabajadores. En el caso de nuestra sociedad
actual, con frecuencia no se logra percibir la obligación moral de guardar el secreto
profesional. Cuando una persona no logra ver correctamente sus obligaciones en
algún área de su vida, no porque rehúsa examinar la moralidad de sus actos, sino
porque existen valores distorsionados en la sociedad que le rodea que ha asimilado,
adolece de una deformación de la conciencia moral llamada la conciencia cegada
por valores morales distorsionados en la sociedad.
La persona que sufre de esta deformación no es moralmente responsable por su
situación. Sin embargo, al darse cuenta de su error, no puede seguir justificando su
modo de proceder. No son válidos argumentos tales como: «las cosas son así... hay
que actuar según la costumbre establecida». Este argumento es típico de una
conciencia laxa o de una conciencia voluntariamente ciega. Si la persona tiene una
actitud moral fundamental sana es relativamente fácil superar esta deformación,
siempre y cuando desee hacerlo y se le presente la oportunidad.
Un ejemplo de este tipo de deformación es lo que a veces se llama el pecado social.
Hay injusticias que nadie ve, no por mala voluntad, sino porque han existido por
tanto tiempo que no llaman la atención. Existen condiciones infrahumanas en
nuestra sociedad por las cuales nadie se siente responsable, pero que todos
creamos directa o indirectamente. A modo de ejemplo, se puede mencionar dos
cosas: la mala distribución de la riqueza en la sociedad; y la falta de oportunidades
de trabajo a causa del egoísmo de los que podrían crear nuevas fuentes de trabajo.
Cuando una persona va a comprarse ropa, es natural que busque el mejor precio
por la máxima calidad. Al encontrar algo realmente barato, a precio por debajo del
costo de producción, se alegra, sin pensar en las razones por las cuales el precio
esté tan bajo. Estas razones pueden ser varias. Podría tratarse de contrabando.
Quizás por el sitio donde lo haya encontrado, hay motivo para sospechar que sea
robado. O puede tratarse de una fábrica textil clandestina que evade impuestos. El
comprador no piensa en nada de eso. Regatea un poco el precio y regresa a su
casa muy contento por su buena suerte. A nadie se le ocurre echarle la culpa por
haber realizado una buena compra. Es probable que haya actuado de buena fe. La
razón por la cual no se haya percatado de todas estas posibilidades es que en la
sociedad que le rodea, se ha perdido cierta sensibilidad moral.
Un poco más adelante en este capítulo examinaremos en detalle otro ejemplo de la
conciencia deformada por valores morales distorsionados en la sociedad. Tiene que
ver con la manera en que se percibe el valor de la amistad en el mundo de los
negocios.
3.5 La conciencia escrupulosa
Si bien es cierto que no se da con mucha frecuencia en el mundo de los negocios,
un profesional puede adolecer de una deformación llamada la conciencia
escrupulosa. La conciencia es escrupulosa cuando exagera obligaciones auténticas
hasta llevarlas a límites absurdos. Si la persona escrupulosa actúa de buena fe y no
está motivada por soberbia, no es moralmente responsable por su error. Sin
embargo, si se aferra a su modo de proceder por querer ser vista como una persona
buena, es responsable por sus actos. La persona escrupulosa, tiene la obligación
moral de buscar ayuda competente y debe seguir los consejos recibidos. Con el
correr del tiempo, es posible que supere esta condición.
3.6 La conciencia enfermiza
La conciencia enfermiza inventa obligaciones morales absurdas. Muchas veces
esta deformación está relacionada con enfermedades mentales. En tales casos, no
suele implicar responsabilidad moral por parte de la persona. Sólo es posible
superarla con un tratamiento profesional adecuado.
3.7 La conciencia errónea
Cuando una persona adolece de una conciencia errónea, percibe algo que, según
la moralidad objetiva, es malo como si fuera bueno o viceversa. Siempre actúa de
buena fe. Es sincero en su deseo de saber lo que debería hacer. Se esfuerza al
máximo de su capacidad por saber lo que es correcto. Sin embargo, no llega a
convencerse de alguna determinada exigencia de la moralidad objetiva.
Es importante no confundir la conciencia errónea con la conciencia laxa ni con la
conciencia cegada por valores distorsionados en la sociedad. La conciencia errónea
supone mucho más que un error de juicio moral. Sólo existe esta deformación
cuando se cumplen las siguientes condiciones:
El egoísmo y la soberbia de la persona no están influyendo en la decisión
tomada.
La persona ha agotado los medios a su disposición para saber lo que debería
hacer. Normalmente, al tratarse de decisiones en el mundo profesional, esto
incluye consultar con alguien que tenga valores y principios morales claros y
que cuente con cierta experiencia en este campo.
Además, la persona debe mantenerse abierta a la consideración de nueva
información que pudiera cambiar su parecer en el futuro. Si no se mantiene
abierta a esta posibilidad, no es sincero en su búsqueda de la verdad. Por lo
tanto no tiene una conciencia verdaderamente errónea.
Es muy importante saber lo que es y 110 es la conciencia errónea. Según la opinión
de Santo Tomás, la persona que de verdad adolece de esta deformación tiene la
obligación moral de hacer lo que le dice su conciencia'. Sin embargo, hay que notar
que esto no quiere decir que cada persona debería hacer lo que mejor le parezca;
esta actitud sería típica de una conciencia laxa o de una conciencia voluntariamente
ciega.
4. Las obligaciones morales de la persona frente a su conciencia
Cada persona tiene la obligación de formar su conciencia a lo largo de su vida.
Nunca podrá decir que ya se ha formado completamente con referencia a todo lo
que le puede pasar en la vida. El profesional debe prestar especial atención a la
formación de su conciencia con referencia a su trabajo. A nivel prerreflexivo, su
conciencia puede acertar en muchas cosas. Pero en situaciones más complejas, o
cuando hay peligro de algún tipo de deformación de su conciencia, tendrá que
esforzarse por comprender mejor los principios que deben guiar su modo de actuar.
Además, si un profesional no es capaz de dar razones sólidas para defender su
parecer ético, es poco probable que sus colegas le hagan caso. En un mundo
dominado por la racionalidad, la persona que no puede dar razón de la razón que
tenga, no será escuchada.
Cada persona tiene la obligación moral de dejarse guiar por su conciencia bien
formada en el ejercicio de su profesión. Comete una falta moral cuando actúa en
forma contraria a sus exigencias. En términos generales, hay dos maneras en que
un profesional puede faltar a su deber al no escuchar a su conciencia. Una, es
cometer un acto que no debería hacer. La otra, es dejar de hacer lo que debería
hacer en función de su cargo. Cuando un profesional hace algo que no debería
hacer (por ejemplo, conceder el visto bueno para un contrato a un amigo cuando
debería concederlo al mejor postor), constituye lo que se llama una falta por acción.
En cambio, si deja de hacer algo que por su cargo debería hacer (por ejemplo, si
por flojera un ingeniero no controla bien la calidad de la producción), constituye lo
que se llama una falta por omisión. Las dos cosas constituyen faltas morales en el
ejercicio de la profesión.
Si un profesional realmente tiene una conciencia errónea, puede proceder según la
conclusión a que haya llegado. Pero debe cuidarse mucho al querer determinar si
de verdad se trata de una conciencia errónea. Con referencia al mundo de los
negocios, no es nada frecuente encontrar a un profesional cuya conciencia moral
sea verdaderamente errónea frente a problemas relacionados con su profesión.
La persona que tiene una conciencia deformada tiene la obligación de hacer lo
posible por formarse mejor. El problema suele ser que por cierta dejadez no intenta
hacerlo. Además, no faltan personas que no desean formarse mejor. No se puede
justificar la siguiente actitud: «Lo que no sé no me hará daño». Lo que no sabe un
profesional acerca de la ética le hará daño no sólo a él o ella sino también a las
personas que dependan de sus servicios.
A veces el mayor obstáculo para formar mejor la conciencia moral de un profesional
es su actitud moral fundamental. Si ésta es malsana, difícilmente se preocupará por
formarse mejor. Las faltas graves contra la ética profesional suelen tener raíces
profundas en la actitud moral fundamental de la persona. Por este motivo, muchas
veces la única manera en que se puede esperar que un profesional formé mejor su
conciencia, y que le haga caso, es lograr en él o ella una verdadera conversión
Cada profesional tiene la obligación moral de seguir formando su conciencia para
enfrentar con mayor sentido de justicia y moralidad los diferentes problemas que
surgen en el ejercicio de su profesión. Esta formación continua debe ser la base de
cualquier intento de moralización en cualquier país.
5. La conciencia dudosa: ¿qué hacer?
La conciencia moral es segura de sí misma cuando no duda de un juicio que emite
referente a un acto determinado. En cambio, es dudosa cuando no logra percibir
con claridad su moralidad por carecer de la información necesaria para juzgar.
¿Cómo debe reaccionar un profesional cuando no ve con claridad lo que debe hacer
para ser ético? En primer lugar, tiene la obligación moral de resolver su duda lo
mejor que pueda antes de actuar. Pero a veces, ni con la mejor voluntad es posible
despejar su duda. En tales situaciones, debe escoger el camino del bien mayor.
Venciendo sus propios deseos e intereses, debe intentar ser lo más objetivo posible
al determinar cuál es el bien mayor. En la medida en que su actitud moral
fundamental sea sana, y la persona pueda consultar con expertos para aclarar sus
dudas, esta tarea le será más fácil.
A veces la conciencia moral es dudosa frente a un conflicto entre dos derechos. Por
ejemplo, frente a una recesión económica, un gerente puede verse en la necesidad
de reducir el personal de su empresa. Por un lado, los trabajadores que aportan lo
que deben a la empresa tienen el derecho a una relación estable de trabajo. No es
culpa de ellos que haya una recesión. Pero por otra, si no se reduce la planilla, la
empresa va a quebrar. En esta eventualidad, no habrá trabajo para nadie. Hay un
conflicto entre el derecho de los trabajadores a continuar trabajando y el derecho
del gerente a despedir algunos de ellos para salvar la empresa. En este caso, es
obvio que el derecho del gerente tiene mayor peso. Sin embargo, al ejercer este
derecho, que en realidad es un deber frente a la empresa, no debe lavarse las
manos frente al derecho de los trabajadores. Debe hacer lo posible para suavizar el
golpe. Si la situación económica de la empresa lo permite, puede ofrecerles una
bonificación especial al retirarse de la empresa. O quizás podría ayudarles a formar
una pequeña empresa que podría ofrecer servicios a su propia empresa, o a la
sociedad en general.
6. La distinción entre el resultado de un acto malo y la culpabilidad o la
responsabilidad moral de la persona que hizo este acto
Es importante distinguir entre el resultado de un acto que es contrario al deber
profesional y la responsabilidad o la culpabilidad moral de la persona que realiza tal
acto.
Supongamos que el gerente de una empresa presiona a su contador para preparar
un balance fraudulento con fines de evasión tributaria. El contador protesta. Los dos
discuten acaloradamente. Al final, el contador acepta porque el gerente le amenazó
con despedirlo si no lo hacía. Da la casualidad que el contador tiene problemas
coronarios. El gerente no lo sabe. A causa de la discusión, el contador sufre un
infarto y se muere antes de poder hacer el trabajo. ¿De qué es moralmente culpable
el gerente? No es culpable de la muerte del contador porque no tenía ni idea de sus
problemas coronarios. Pero sí es culpable de haber exigido al contador que actúe
contra su deber profesional. No importa que el contador no tuviera tiempo para
elaborar el balance fraudulento. El gerente hizo un acto malo. Exigió que el contador
preparara un balance fraudulento. Es culpable por lo que hizo, a pesar de que no
se produjera el resultado que él hubiera querido.
La responsabilidad moral de la persona no depende del resultado que de lecho
ocurrió cuando hizo tal o cual acto. Depende más bien de los siguientes factores:
La seriedad del acto cometido u omitido. Es decir, la gravedad del acto
(pensamiento, etc.) que hizo la persona. Esta gravedad se mide en términos
de las previsibles consecuencias malas de tal acto.
El conocimiento que tuvo la persona acerca de su deber moral en el momento
de actuar. ¿Hasta qué punto sabía la persona que lo que iba a hacer era
malo? Para que exista algo de responsabilidad moral, es suficiente que esta
conciencia haya sido una intuición.
La intención de la persona cuando hizo el acto. ¿Qué pretendía hacer? Tener
una buena intención no es una justificación válida para usar un medio
moralmente no aceptable para lograr un fin bueno.
El grado de libertad con que la persona actuó. Es decir, ¿hasta qué punto
actuó libremente, por voluntad propia?
A modo de ejemplo, podemos comparar la culpabilidad moral de tres choferes que
han causado la muerte de un peatón en un accidente de tránsito.
El primer caso es el de un chofer que está manejando de noche, con el debido
cuidado, por una carretera poco iluminada. De repente un hombre ebrio sale a la
pista. El chofer no tiene tiempo para frenar su carro. Como resultado de este
accidente, muere una persona: el hombre ebrio. En este caso el acto que hizo el
chofer era manejar con el debido cuidado. Tuvo conocimiento de su deber moral y
se estaba esforzando por cumplirlo. Su intención era simplemente llegar a su
destino. Y usó su libertad para tratar de evitar el accidente. Lamentablemente, no
había nada que hacer: de hecho mató a una persona. Pero al examinar estos cuatro
factores, se ve que el chofer no tiene nada de culpa moral por la muerte del hombre
ebrio.
El segundo caso es el de un chofer que está participando en una fiesta un domingo
por la tarde. Al querer subir a su carro, sus amigos le advierten que por los tragos
que ha tomado no sería conveniente que manejara. Podría causar un accidente. A
pesar de esta advertencia, decide manejar su carro para llegar a su casa. En el
camino sale un niño, corriendo detrás de una pelota. En circunstancias normales, el
chofer hubiera podido parar a tiempo. Pero por los efectos de los tragos, sus reflejos
le fallan. Como resultado de este accidente, también muere una persona: un niño.
En este caso el acto que hizo el chofer era manejar en estado etílico. Tuvo
conocimiento de su deber moral y al decidir manejar su carro en estado etílico, no
hizo caso a lo que debería hacer. Su intención era llegar a su casa. Si bien es cierto
que en el momento de subir a su carro no tenía pleno uso de su libertad (por estar
bajo la influencia de los tragos), tuvo suficiente libertad para manejar el automóvil;
además, tuvo plena libertad en el momento de tomar los tragos. Sabía que tenía
que manejar su carro. Debería haber usado su libertad para no tomar bebidas
alcohólicas o para pedir de antemano a otra persona llevarle a su casa. Al examinar
estos cuatro factores, se ve que la responsabilidad moral del chofer por la muerte
del niño ciertamente existe; pero es menor que en el tercer caso.
El tercer caso es de un chofer que odia a su vecino. El perro de éste ladra mucho
cada noche, lo cual le quita el sueño. En una noche oscura este chofer está
manejando su carro. Ve a su vecino caminando con su perro por la vereda. Decide
que va a haber un accidente de tránsito y sube a la vereda con su carro. Como
resultado de este accidente, mueren el vecino y el perro. En este caso el acto que
hizo el chofer era manejar en forma irresponsable. Subió a la vereda, poniendo en
peligro la vida de una persona. Tuvo pleno conocimiento de su deber moral y decidió
actuar contra este deber. Su intención era matar a su vecino. Y actuó con pleno
1150 de su libertad. Al examinar estos cuatro factores se ve que en este accidente
el chofer tiene máxima responsabilidad moral por la muerte del vecino.
En el mundo de los negocios es importante tener presente la distinción entre el
resultado de un acto inmoral y la culpabilidad moral de la persona que hizo tal acto.
Cualquier sanción debe aplicarse no sólo en función del resultado malo de este acto,
sino teniendo presente la culpabilidad moral de la persona.
7. La amistad: un valor distorsionado en el mundo profesional
Uno de los valores que se suele percibir en forma distorsionada en nuestra sociedad
es la amistad. Es cierto que la amistad es un valor; algo que debe tener importancia
en nuestras vidas. También es cierto que nuestros amigos nos ayudan a dar sentido
a nuestras vidas al entregarse a nosotros y al exigir de nosotros una entrega
personal. Sin embargo, también es cierto que la amistad tiene límites. No debemos
hacer cualquier cosa por un amigo aún a costa de sacrificar nuestros principios
morales.
Lamentablemente, con frecuencia los profesionales favorecen en forma indebida a
sus amigos en vez de defender los legítimos intereses de su empleador. No
conceden un contrato al mejor postor. Dan el visto bueno a la propuesta de un
amigo. Y en vez de contratar a una persona realmente competente, contratan al
amigo o a una persona que ha sido recomendada. En muchas empresas y
dependencias públicas, funciona el llamado tarjetazo para casi todo, sin respetar los
principios morales. Todo eso está mal. Pero muchas personas no lo ven así. Los
profesionales que creen que tienen el deber sagrado de favorecer a sus amigos por
encima de los principios morales, manifiestan una conciencia cegada por valores
distorsionados en la sociedad.
No es fácil ayudar a los profesionales a superar este tipo de deformación de su
conciencia moral. Sin embargo, donde hay buena voluntad y el deseo de aprender,
mucho se puede hacer. El resto de este capítulo pretende ser un aporte para las
personas que desean comprender dos cosas: el verdadero papel de la amistad y
los límites de sus obligaciones frente a los amigos.
7.1 Características de la verdadera amistad
Una verdadera amistad existe entre dos o más personas cuando comparten valores,
sentimientos, principios y responsabilidad por el bien del amigo. En una sana
relación de amistad, todo parte de compartir valores genuinos. Los sentimientos,
como manera de expresar estos valores, son sanos. Los principios son buenos a la
luz de la moralidad objetiva. Y la responsabilidad por el bien del otro incluye la
posibilidad de criticarle cuando sea necesario por su propio bien.
Los amigos pueden compartir sus valores mediante sentimientos, ideas y principios.
La forma en que dan sentido a su vida determina cómo comparten sus valores. En
términos de la teoría del desarrollo humano de Fowler, en la tercera etapa de fe
humana los amigos fundamentan su amistad en sentimientos compartidos. Aceptan
en forma acrítica los valores morales de sus amigos. Creen que piensan de la misma
manera frente a todo. Pero tanto a nivel de sus principios como a nivel de sus
valores más profundos, puede haber discrepancias que nunca descubren porque
no están dispuestos a discutir con un amigo. Temen que una discusión podría
romper una linda amistad. Y ésta es la gran debilidad de la amistad entre personas
cuya fe humana es sintética -convencional. No suelen tener la libertad ni la valentía
de cuestionar lo que sus amigos piensan o quieren hacer. Y están aún menos
dispuestos a cuestionar sus valores.
Cuando una persona comienza a sentir la necesidad de avanzar hacia la cuarta
etapa de fe humana, desea fundamentar su amistad más bien en ideas y principios
compartidos. Muchas veces surgen roces entre la persona y sus amigos. Lo que
produce estos roces es el hecho de que algunos de ellos no sienten este mismo
deseo. En esta transición, cualquier persona corre el riesgo de perder algunos
amigos. Pero también descubre amigos nuevos. Comienza a fundamentar su
amistad en las ideas y los principios que comparte con ellos. Cuando dos o más
personas se dan cuenta de que comparten ideas y principios, surgen sentimientos
de amistad. Pero en la cuarta etapa de fe humana estos sentimientos no son el
fundamento de la amistad. Son consecuencia de haber fundamentado su amistad
en ideas. Y principios compartidos.
Cualquier amistad implica un sentido de responsabilidad por el bienestar del amigo.
El grado de responsabilidad depende del grado de amistad; pero en todo caso, tiene
límites. En nuestro medio, la mayoría de las personas creen que esta
responsabilidad va mucho más allá de lo que exige la moralidad objetiva. Por este
motivo, fácilmente sacrifican sus principios morales frente a lo que sienten como
una obligación sagrada de ayudar a sus amigos. Como es obvio, este riesgo es
mucho mayor en personas cuyos valores morales se expresan sólo a nivel
prerreflexivo. Si no se logra que tales personas avancen hacia una moralidad
basada en principios, no se puede superar esta visión distorsionada de la amistad.
Es verdad que la amistad es un valor. Pero no es menos verdad que los principios
morales de uno mismo deben prevalecer sobre supuestas obligaciones con los
amigos, que en realidad no existen.
7.2 La amistad en la selección de personal
De lo dicho anteriormente, se podría llegar a una conclusión equivocada en el
sentido de que la amistad nunca debería influir en la selección de personal. Para
cualquier cargo, se debe escoger a una persona idónea que reúna las cualidades y
las habilidades necesarias para desempeñarse bien en el puesto. No es moralmente
aceptable dar a un amigo o a un recomendado un puesto para el cual no está
preparado porque en la selección de personal, cualquier profesional tiene la
obligación moral de defender los legítimos intereses de su empresa o institución.
Cuando una empresa o una institución tiene un procedimiento claramente
establecido, tal como puede ser un concurso abierto, la persona encargada de la
selección de personal debe regirse por las normas establecidas. Cualquier
excepción tendrá que ser autorizada por la autoridad competente que a su vez tiene
la obligación moral de vigilar por los legítimos intereses de la empresa o institución.
Si se trata de buscar una persona para ocupar un cargo de confianza, es posible
que la amistad juegue un papel en el proceso de selección, siempre y cuando el
concepto que se tiene de la amistad sea moralmente correcto. Si se supone que
varios candidatos reúnen las cualidades y las habilidades necesarias, y si se supone
que sea más fácil integrar a un amigo al equipo y exigir que cumpla bien sus
funciones, no hay inconveniente en dar algún peso al factor amistad. Sin embargo,
habrá que tener mucho cuidado al proceder así. La experiencia indica que en la
mayoría de los casos es más difícil exigir el cumplimiento a un amigo que a una
persona que no goza de nuestra amistad. Lo importante es tomar la decisión que
mejor favorezca los legítimos intereses de la empresa o la institución.
¿Qué puede decirse acerca de la moralidad de contratar a familiares para cargos
vacantes? En pequeñas empresas familiares, si un familiar realmente reúne las
cualidades necesarias para desempeñar bien un determinado cargo, no hay
inconveniente en dárselo. Sin embargo, si no puede atender a las necesidades de
los clientes, no se le debe ofrecer el puesto por familiar que sea. Por lo general, con
un poco de entrenamiento, se puede subsanar esta falta de idoneidad al tratarse de
una pequeña empresa. Pero si se trata de una empresa o una institución grande, el
asunto es mucho más delicado. En tales casos se aplican las mismas normas
señaladas en el párrafo anterior. La experiencia indica que, por lo general, es muy
difícil exigir un buen cumplimiento a los familiares que están bajo las órdenes de
uno mismo. Por este motivo, son muchas las empresas y las instituciones que tienen
como política no contratar a parientes de sus empleados. Esta política representa
un juicio práctico acerca de un medio necesario o conveniente para defender un
valor. Por lo tanto, no debe ser considerado como un principio moral.
7.3 La amistad y contratos con proveedores
¿Un profesional debe contratar a sus amigos para proveer de bienes y servicios a
la empresa cuyos intereses él representa? La respuesta a esta pregunta es la
misma que en el caso de contratar a sus amigos como empleados. Al conceder un
contrato, su obligación moral es vigilar por los legítimos intereses de su empresa o
institución. Puede ser que en nombre de la amistad le sea más fácil exigir el
cumplimiento oportuno de un contrato. Pero también puede ser que su amigo intente
aprovecharse de esta amistad, mal entendida, para no cumplir. Lo importante es
que en cada caso se tome la decisión que mejor favorezca el cumplimiento del
contrato. Una vez más, la experiencia indica que la mayoría de las veces es más
difícil exigir el cumplimiento a un amigo que a uno que no goce de nuestra amistad.
7.4 La amistad es un valor
Ciertamente, en el mundo profesional, la amistad es un valor. Lamentablemente, en
nuestra sociedad se suele percibir este valor en forma distorsionada. Este problema
se da con mayor frecuencia en personas cuya moralidad es prerreflexiva. Una de
las ventajas de pasar a una moralidad más reflexiva es que se aumente la
probabilidad de percibir la amistad en su verdadera dimensión. Es necesario que
las personas desarrollen su capacidad de dar prioridad a sus principios morales
frente a exigencias inmorales que otros les puedan hacer en nombre de una
supuesta "amistad". Sólo así podrán percibir, con una conciencia moral bien
formada, las obligaciones y los derechos que corresponden a una verdadera
amistad.
Caso de la Agencia de Viajes Vuelo Alto, S.A.
La señorita Ana Gonzales trabaja como Alta Funcionaria en la Agencia de Viajes
Vuelo Alto, S.A. Esta agencia atiende sobre todo a viajeros internacionales. Gracias
a su facilidad para idiomas, Ana se encarga de arreglar los detalles de viajes para
diplomáticos extranjeros que son clientes de la agencia.
Patricia Pérez es asistente de Ana. Las dos señoritas son íntimas amigas desde su
niñez. Un día Patricia nota que Ana está muy preocupada. Al encontrarse a solas
con ella, le pregunta qué le pasa. Ana le contesta:
ANA
« ¡Ay Patty! Tantas cosas me están pasando. Mi enamorado, Pepe, me dice que no
le van a aumentar casi nada en el Ministerio donde trabaja. Así que una vez más,
tendremos que postergar nuestro matrimonio. ¡Es la tercera vez, Patty! Cada vez
que proponemos una fecha, nos damos cuenta de que la plata ya no nos va a
alcanzar. Esperábamos contar con ingresos suficientes entre los dos, pero
ahora...>>
PATRICIA
«Pero Ana, quizás podrías pedir un aumento, y así...>>
ANA
« Ya lo pedí. Pero me dicen que por la crisis económica, la agencia no va tan bien.
Así que nada. Pero se me ha presentado una oportunidad única de mejorar mi
situación económica. Ayer un distinguido cliente nacional pidió conversar en privado
conmigo. Me propuso un negocio redondo. Parece que le están poniendo algunas
trabas para enviar al extranjero pequeños paquetitos de no sé qué producto. Según
me dice, es problema de trabas burocráticas que en realidad son tonterías. Me dice
también que cada vez que yo logre pasar en una valija diplomática uno de sus
paquetitos, me dará como propina una suma que es casi igual a lo que gano en una
semana de trabajo.»
PATRICIA
«Pero, Ana. ¡Eso puede ser muy peligroso! ¡Supón que esos paquetitos fueran
drogas! Estarías metida en un asunto realmente gordo, y las consecuencias...»
ANA
«No hay peligro, Patty. Sabemos que nunca revisan las valijas diplomáticas por
convenios existentes. Así que nadie aquí descubriría nada. Y ese señor me asegura
que en el punto de desembarque todo está arreglado de tal manera que no habría
ningún riesgo. No me consta que los paquetitos sean drogas. Además, si no acepto
yo, estoy segura que ofrecerá esta misma oportunidad a cualquier otra persona, sea
aquí o en otra agencia. De todas maneras los paquetitos van a llegar a su destino.
¡Es mi gran oportunidad, Patty! No veo otra manera de poder casarme con Pepe.
PATRICIA
«Pero, Ana, no me gusta tu idea. No me parece bien. Pero no sé cómo explicarte lo
que siento. >>
Preguntas para discusión

1. ¿En qué etapa de fe humana creen ustedes que se encuentra Ana? ¿Por
qué?
2. ¿En qué etapa de fe humana creen ustedes que se encuentra Patricia? ¿Por
qué?
3. ¿Ana manifiesta alguna deformación de su conciencia moral? De ser así,
¿cuál podría ser?
4. ¿Patricia manifiesta alguna deformación de su conciencia moral? De ser así,
¿cuál podría ser?
5. ¿Qué debe hacer Ana? ¿Por qué?
6. ¿Qué debe hacer Patricia? ¿Por qué?

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