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DOMINGO YNDURÁIN

HUMANISMO Y RENACIMIENTO
,."
EN ESPANA
2. EL HUMANISMO MODERNO

Al tratar del concepto de Humanismo, y del mismo término, se plantean diferen-


tes problemas; algunos de ellos, generados por el prestigio que, no el humanismo,
pero sí la palabra sigue teniendo hoy en día en el mundo cultural y político. Proba-
blemente, sucede con el Humanismo algo semejante a lo que ocurrió con el Renaci-
miento: el libro de Burckhardt, como los estudios de Michelet, proyectan sobre la Ita-
lia del siglo XV unos valores, un brillo y una luz que condicionan y alteran la com-
prensión posterior del fenómeno histórico. Es cierto que Renacimiento es una
denominación historiográfica, acuñada por Burckhardt, mientras que humanitas apa-
receen el latín clásico y medieval, lo mismo que studia humanitatis, etc., es decir, que
se trata de una palabra -y concepto- histórico, existente ya en el mundo antiguo.
Sin embargo, una parte, al menos, del prestigio y del valor que recibe hoy en día el
Humanismo deriva de los escritos de P. de Nolhac" y de los planes de estudio alema-
nesen el siglo XIX. A partir de ahí, el concepto recibe unas connotaciones nuevas; pro-
bablemente, lo que era una función concreta pasa a ser, efectivamente, un concepto
abstracto, general y un tanto evanescente; tanto que permite una utilización lábil,
aplicablea diferentes épocas, autores y culturas.

elorigendel
término

Pero, si se estudia el origen del término humanista, y la realidad a que correspon-


de con criterios históricos, o arqueológicos, es inevitable partir del clásico estudio de
Augusto Campana, «Ihe origin of the Word Humanist-". De ahí parte por ejemplo,
E. Garin cuando trata de caracterizar el fenómeno en cuestión:

Desde la publicación, años atrás, del insigne estudio de Campana sobre los orí-
genes de la palabra «humanista», forjada a semejanza de «jurista», para referirse a los
maestros de «letras humanas», han menudeado las referencias a aquellas páginas,
para subrayar el carácter meramente literario del Humanismo. En la encuesta sobre
el Humanismo patrocinada por la Sociedad europea de cultura, Umberto Carnpa-

sophi; narn qui illiteratus accesserat, fere non morabatur in scholis ulterius, quarn eo curriculo temporis,
quo avium pulli plumescunt. Itaque recentes magistri e scholis, et pulli volucrum e nidis, sicut pari tern-
pore morabantur, sic pariter avolabant. [oo.] Caeterum huius sectae, post darnnum temporis, rerumque iac-
turam, et spes deceptas, et propositi sui solatio destitutas, multiplex usus emersit. Alii narnque, monacho·
rum aut clericorum claustrum ingressi sunt, et plerique suum correxerunt errorem: deprehendentes in se,
et aliispraedicantes, quia quidquid didicerant, vanitas vanitatum est, et super omnia vanitas. Plerique, in-
quam, eo quod quidarn, in sua perdurantes insania, tumidi vetusta perversitate, malebant desipere, quarn
ab humilibus, quibus Deus dat gratiarn, fideliter erudiri; erubescebant enim forrnarn discipuli, qui magis·
teriipraesumpserant fastum. Si mihi non credis, claustra ingredere, scrutare mores fratrum, et invenies ibi
superbiarn Moab, et earn intensam valde; ut arrogantia absorbeat fortitudinem eius. Miratur Benedictus,
et queritur quod, se quodammodo auctore, latet lupus in pellibus agninis: utique tonsuram et pullam ves-
tem a supercilio distare causatur. Et, ut rectius dixerim, supercilium arguit, eo quod tonsurae vestibusque
non consonet... (Metahgicus, lib. 1, cap. I-V; PL 199, col. 828-830).
94 Ver F. Charmont, El humanismoy ÚJ humano, Buenos Aires, 1945.
95 [oumal Warbourg Institute, IX (1946), págs. 60-73.

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gnolo citaba, en 1956, la respuesta que le había remitido «un grand historien de la
pensée médiévale et humaniste»: «Humanismo es un término que designa a escrito-
res y profesores, y en otro tiempo su sentido cabal estuvo vinculado a las humaniores
litterae» A pesar de no citar explícitamente el artículo de A Campana, la referencia
era de una claridad meridiana, y el «gran historiador» se valía de él para eliminar a los
«humanistas» de la historia del pensamiento.
Pero si, en lugar de intentar elaborar la historia de las palabras, se intenta hacerla
de las cosas, no hay forma de eludir una serie de consideraciones de diverso orden.
Ante todo, que el Humanismo no fue en sus orígenes un fenómeno literario y pro-
fesoral, sino más bien notarial y canalleresco, ligado a la vida política de la ciudad, a la re-
dacción de cartas y otros documentos oficiales, de discursos y disputas públicas. Si lue-
go deseamos habémoslas con la función desempeñada por los cultivadores de las lit·
terae bumanae en las facultades de artes, no podemos dejar de reconocer, a pesar de
la opinión de los «grandes historiadores», que, además de gramática y retórica, ense-
ñaban lógica, una de las artes del discurso, y frecuentemente filosofía moral, es de-
cir, ética, política y economía, e incluso filosofía natural, por ejemplo, a través de la
lectura de Aristóteles en el original griego y según los comentarios griegos.
Por tanto, no es cierto que los «humanistas» (es decir, quienes enseñando litterae
bumanae se auto calificaron así por relación a los «[uristas») se constituyeran como
grupo diferenciado y enfrentado a los maestros de artes'".

El texto de Garin tiene, entre otras ventajas, la de dejar bastante claros los térmi-
nos del problema. Y los términos de una polémica. Porque se trata de una polémica,
con un evidente trasfondo ideológico, en la que se puede sintetizar tres posiciones
fundamentales, que podríamos personalizar en Garin, P. O. Kristeller y É. Gilson. El
primero, E. Garin, trata de incluir a los humanistas en la historia del pensamiento, 0,
mejor, trata de que la filosofia entre a formar parte de los rasgos que caracterizan el
Humanismo, con 10 cual Ficino y Pico, por ejemplo, formarían parte de la nómina.
Al mismo tiempo, y de manera simultánea, intenta rechazar las opiniones que presen·
tan a los humanistas como meros profesores universitarios de una lengua instrumen-
tal, incluidos, pues, en cierto modo en la tradición de las escuelas universitarias. En
este sentido, E. Garin trata de presentar el Humanismo como un fenómeno laico, ci
vil y ciudadano, desligado de la universidad, y de las iglesias; de ahí su insistencia en
destacar que el humanismo «no fue en sus orígenes un fenómeno literario y profeso-
ral, sino más bien notarial y cancilleresco, ligado a la vida política de la ciudad».
Por su parte, P. O. Kristeller escribe:

La palabra, a juzgar por la primera aparición de que tenemos noticia, parece ha-
ber surgido de la jerga estudiantil de las universidades italianas, en las cuales el pro'
fesor de humanidades terminó por ser llamado humanista por analogía con sus co-
legas de disciplinas más antiguas, a quienes por siglos se habían aplicado los térmi-
nos de legista, jurista, canonista y artista.] ...] Por tanto, el humanismo renacentista
no era, como tal, una tendencia o un sistema filosóficos, sino más bien un programa
cultural y educativo, en el cual se enfocaba y desarrollaba un campo de estudios im-
portante pero limitado. Dicho campo tenía como centro un grupo de materias cuyo
interés primero no eran ni los clásicos ni la filosofía, sino algo que podríamos descri-
bir aproximadamente como literatura. Esta singular preocupación literaria dio su ea-
rácter peculiar a ese estudio tan intenso y extenso que los humanistas dedicaran a los

96 La revolución cultural del Renacimiento, Barcelona, Crítica, 1981, págs. 257·258.

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clásicos griegos y, en especial, a los latinos. [...] A mayor abundamiento, los studia hu-
manitatis incluían una disciplina filosófica es decir, la moral, y excluían por defini-
ción campos como la lógica, la filosofía natural y la metafísica, así como las matemá-
ticas, astronomía, medicina, leyes, teología ...97

y en otro lugar de la misma obra:

Los Humanistas o eran secretarios de príncipes o de ciudades, o eran maestros de


gramática y retórica en universidades o escuelas secundarias. Esa opinión, tan repeti-
da a menudo por los historiadores, de que el movimiento humanista tuvo su origen
fuera de las escuelas y universidades es un mito al que ningún apoyo dan las pruebas
concretas. Más aún, en tanto que cancilleres y maestros, los humanistas, lejos de re-
presentar una clase nueva, eran herederos y sucesores profesionales de los retóricos
medievales, los llamados dictatores, que seguían una carrera exactamente en esas dos
profesiones'".

Así pues, E. Garin afirma que, además de gramática, enseñaban lógica, ética, po-
líticay economía, incluso filosofía natural; por contra, P. O. Kristeller afirma que los
studia humanitatis excluían, por definición, la lógica, la filosofía natural, metafisica,
matemáticas, astronomía, medicina, leyes, teología ... A esto, Étienne Gilson respon-
de que depende, que la definición de Kristeller conviene a unos humanistas, pero no
a otros, que muchos de ellos se preocupan intensamente por la religión, la teología y
la filosofía, lo cual le permite enlazar el fenómeno que nos ocupa con el llamado hu-
manismo cristiano, con el renacimiento humanista del siglo XII, etc.?".
En cierto modo, unas posibilidades no excluyen las otras, o algunas de las otras,
siempre que no se radicalicen las cosas. De la misma manera, el origen no define,
aunque dé pistas, el fenómeno. O!Ie los humanistas procedan de las universidades
y escuelas, lo cual parece claro, no excluye que realicen su trabajo, o una parte de
él y de ellos, en el mundo ciudadano, como ocurre con los juristas, a los que van
ganando terreno y competencias, como se las ganan a la clerecía; porque, aunque
la materialidad de su trabajo coincida (y derive) con la de los dictatores y los retóri-
cos medievales, lafunción y el valor de los oradores feudales no son en absoluto los
mismos que los de los oradores republicanos, aunque coincidan los nombres, por-
que la función y la importancia y la influencia social es diferente en una organiza-
ción social y económica que en otra. En este sentido, quizá, la aparición del térmi-
no indica que la disciplina y la actividad han adquirido importancia; se acuña so-
brejurista, lo cual señala un aspecto de la función civil que cumple y, en cierto
modo, señala también el grupo con el que entra en competencia. Por otro lado, le-
trashumanas se opone a letras divinas, no como contrarias a la religión, pero sí no-
religiosas,civiles y laicas. O!Ie se constituya un ámbito específico, independiente y
autónomo, ya es bastante significativo; al menos, frente a lo que sucede en la épo-
ca carolingia y en el siglo XII. Por último, no es lo mismo tratar un tema que ser un
especialista en esa materia; los humanistas escriben de lo divino y de lo humano,
de todo; no se privan de echar su cuarto a espadas en ninguna polémica, desde la

97 El pensamiento renacentistay susfuentes, México, FCE, 1982, págs. 39-40; cfr., pág. 47: los humanistas
filósofosde la moral; págs. 124-125; 137-140.
98 Ibíd. pág. 127.
99 E. Gilson, Humanisme el Reinaissance, París, Vrin, 1983, pág. 125 n. 24, y passim.

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metafisica hasta la lógica, la medicina o el derecho. Otra cosa es que aporten algo
de interés en estos u otros campos; porque parece que contribuyeron poco al avan-
ce de esas disciplinas.

En cualquier caso, las posiciones descritas demuestran que hay, entre los historia·
dores del siglo xx, una clara posición ideológica. Y demuestra, por otra parte, que el
concepto no es algo unívoco ni homogéneo. Tampoco en la época debía de serlo.

los humanistas

Como es bien sabido, cuando Cicerón utiliza la palabra humanitas, parece referir-
se a algo que, en italiano, podría traducirse como civiZta, que no es lo mismo que ur-
banidad, sino, quizá, algo como educación, si por educación se entiende un ámbito
que implica tanto un comportamiento correcto en las relaciones sociales como un
cierto tipo de formación intelectual. El resultado, la suma de lo uno y lo otro, es la
piedad, la comprensión de la naturaleza humana, a la manera estoica y de acuerdo
con el escepticismo académico. Este sentido del término, como sucede también con
liberal, que se basa o deriva del respeto a los otros hombres, por el hecho de ser tamo
bién hombres, tendrá siempre un prestigio innegable, una valoración positiva en opo-
sición a despotismo, soberbia, desabrimiento y crueldad. Claro que, para Cicerón y
para Quintiliano, esa bumanitas corresponde al orator, pues la cualidad específica del
hombre es la palabra, de manera que la vía de acceso al perfeccionamiento como ser
humano pasa por el estudio y cultivo de las materias que corresponden a la forma·
ción del orador, que integra todos los saberes: «etenim omnes artes quae ad humani-
tatem pertinent habent quoddam commune vinculum-P",
Como vimos en la primera 'parte de este capítulo, el cristianismo encuentra mu-
chas y graves dificultades a la hora de asimilar unos valores específicamente huma·
nos. En consecuencia, a la hora de expoliar la palabra y el concepto debe adaptarlo
a su propio sistema doctrinal e ideológico. Por una parte, puede reorientarlo, rerni-
tiendo el humanismo a Dios, de acuerdo con el tea centrismo cristiano; pero, por
otro lado, puede dejarlo en su nivel original y confrontarlo con la sabiduría cristia·
na, cosa que, en definitiva, significa degradarlo. La primera posibilidad es la que eli-
ge Lactancia cuando afirma que lo propio del hombre es la humanidad, pero la hu-
manidad es la justicia, la justicia es piedad, y piedad no es otra cosa que la acepta·
ción de DioS101, de manera que humanitas es, a la postre, lo mismo que aceptar la
voluntad de Dios padre; parece como si la humanitas ciceroniana acabara coincidien·
do con la pietas de Virgilio. Pero Lactancia lo que tiene en la cabeza es el concepto
de Cicerón, de él parte y sobre él traza sus modificaciones. Para ello, acepta que la
humanidad es amar al hombre y, siguiendo a Cicerón (Off. 3,5,25), concede que la
naturaleza del hombre le impide hacer daño a los otros hombres, sus semejantes y
le impulsa a hacerle el bien. Pero, después de esto, Lactancia da un paso más, repro-
cha a Tulio su cicatería y utilitarismo en la ayuda, para acabar identificando humani-

100 Cicerón, Pro Archia, 1,2.


101 Expedita est igitur hominis ratio, si sapiat, cuius propria est humanitas; nam ipsa humanitas quid
est nisi iustitia? quid est iustitia nisi pietas? pietas autem nihil aliud est quam Dei parentis agnitio. (Div.
lnstit., lib. III, cap. IX).

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las con justicia y, en definitiva con caridadlOz. QIe es el sentido que dará Ficino al
término humanitas.
Por su parte, San Agustín relega el humanismo, exclusivamente, al estudio de las
letras,obviamente las humanas. Así, refiriéndose a Varrón, acepta que aunque litera-
riamente no es muy suave ni pulido, pero, sin embargo, da doctrinas y sentencias
muy valiosas, y enseña mucho en lo que respecta a las letras que --dice- nosotros
llamamos humanas y ellos llaman liberales. Varrón, pues, enseña ciencia, de la mis-
ma manera que Cicerón deleita por la belleza del estilo103• Algo semejante a esto dirá
Petrarcarefiriéndose a Horacio.
En este pasaje, además de la oposición entre doctrina y estética, hay que seña-
lar la distancia que San Agustín establece respecto a la ciencia secular de Varrón,
porque, para San Agustín, esos saberes liberales son saberes humanos, de manera que
se sitúan muy por debajo de las letras divinas, propias de los cristianos, en las que
reside la verdadera sabiduría. Es la diferencia entre ellos y nosotros. En otro lugar
de la Ciudad de Dios, San Agustín vuelve sobre el mismo asunto al señalar que los
griegoscultivaron con especial éxito las letras humanas, pero que ello no constitu-
ye un motivo para estar satisfechos de su sabiduría, porque no es más antigua ni
mejor que la religión cristiana, donde reside la verdadera sabiduría'?'. En conclu-
sión: de lo que enseñan los antiguos autores no hay que creer nada, se puede creer
o no creer 10 que dicen, según 10 que, en cada caso, nos convenga, y siempre que
no se opongan a lo que enseñan los libros sagrados, en los cuales es sí necesario
creerl'".

102 Conservanda est igitur humanitas, si homines recte dici ve!imus. Id autem ipsum conservare hu-
manitatem, quid aliud est quam diligere hominem, quia horno sit et idem quod nos sumus? Discordia
igituratque dissensio non est secundum hominis rationem: verumque est illud Ciceronis, quod ait, ha-
minem naturae obedientem homini nocere non posse; ergo si nocere homini contra naturam est, prodesse igi-
tur homini secundum naturam sit necesse esto Quod qui non facit hominis se appellatione despoliat,
quiahumanitatis officium est necessitati hominis ac periculo subvenire [...]. Si nunc Cicero viveret, excla-
marem profecto: Hic, hic, M. Tulli aberrasti a vera iustitia, eamque uno verbo sustulisti, cum pietatis et
humanitatis officia utilitate metitus es. Non enim idoneis hominibus largiendum est, sed quanturn po-
test non idoneis. Id enim iuste, id pie, ad humane sit quod sine spe recipiendi feceris... (Div. Instit., Ibíd.
VI, XI).
103 Quis Marco Varrone curiosius ista quaesivit? quis invenit doctius? quis consideravit attentius? qui
distinxitacutius? quis dilligentius pleniusque conscripsit? Qui tametsi minus est suavis e!oquio, doctrina
tamen atque sententiis ita refertus est, ut in omni eruditione, quam nos saecularem, illi autem liberalem va-
cant, studiosum rerum tanturn iste doceat, quanturn studiosum verborum Cicero de!ectat. Denique et ipse
Tullius huic tale testirnonium perhibet, ut in libris Academicis dicat eam, quae ibi versatur, disputatio-
nem, se habuisse cum Marco Varrone: «hornine, inquit, omnium facile acutissimo, et sine ulla dubitatio-
ne doctissimo». Non ait e!oquentissimo, ve! facundissimo, quoniam revera in hac facultate multum im-
par est, sed omnium, inquit, facile acutissimo. (San Agustín, Civ. Dei, VI, 2).
104 ••• quando quidem Thales, post quem ceteri fuerunt, regnante Romulo eminuisse fertur, quando
de fontibus Israel in eis litteris, quae toto orbe manarent, prophetiae flumen erupit. Soli igitur illi theolo-
gi poetae, Orpheus, Linus, Musaeus, et si quis alius apud Graecos fuit, his prophetis hebraeis, quorum
scriptain auctoritate habemus, annis reperiuntur priores. Sed nec ipsi verum theologurn nostrum Moy-
sen, qui unum verum Deum veraciter praedicavit, cuius nunc scripta in auctoritatis canone prima sunt,
tempore praevenerunt; ac per hoc quanturn ad Graecos attinet, in qua lingua litterae huius saeculi maxi-
me ferbuerunt, nihil habent unde sapientiam suam iactent, quo religione nostra, ubi vera sapientia est, si
non superior, saltem videatur antiquior. (Civitate Dei, XVIII, 37). Cierto, la sabiduría de los Egipcios sí es
anterior a Moisés ...
JOS Civitate Dei, XXI, 6.

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las siete artes
liberales.

De acuerdo con San Isidoro (Etim., 1,2-3):

Disciplinae liberalium artium septem sunt. Prima grammatica, id est loquendi


peritia. Secunda rhetorica, quae propter nitorem et copiarn eloquentiae suae maxime
in civilibus quaestionibus necessaria existimatur, Tertia dialectica cognomento logi-
ea, quae disputationibus subtilissimis vera secemit a falsis, Quarta arithmetica, quae
continet numerorum causas divisiones, Quinta musica, quae in carminibus cantibus-
que consistit. Sexta geometrica quae mensuras terrae dimensionesque complectitur.
Septima astronomia quae continet legem astrorum, 3 Primordia grarnmaticae artis
litterae cornmunes existunt, quas librarii et calculatores sequuntur. Quarum discipli-
na velut quaedarn grammaticae artis infantia est; unde et earn Varro litterationem
vocat.

Sean estas o se le añadan otras disciplinas, lo que queda claro es que no está la
teología, ni siquiera la filosofia. Así pues, el trivium y el cuadrivium son artes liberales,
propias de los ciudadanos libres, de quienes forman parte de la polis e intervienen en
los negocios públicos, aunque no ejerzan una profesión específica; en este sentido,
para un cristiano son letras humanas, en lo cual coinciden con el sentido que el hu-
manismo tenía para Cicerón, y que Lactancia se encarga de subrayar: el comporta-
miento civil, comportamiento que el cristianismo deriva hacia Dios y lo convierte en
caridad, una virtud que depende de la fe y que, como ésta, responde a una dimensión
trascendente, que supera lo humano y social, quiero decir. Creo que Humanismo, le-
tras humanas, etc. conservará siempre esa connotación de algo no filosófico ni teo-
lógico.
Pero, por otra parte, las letras humanas, además de humanas, son letras. Esto sig-
nifica que algo tienen que ver con eso que Varrón llama litterationem, con el aprendi-
zaje de los palotes y la caligrafía, con la gramática, como arte de hablar. Aprendizaje
(y enseñanza) que, dependiendo cómo se mire, es el primero o el último: sin duda es
imprescindible para aprender cualquiera otra cosa: como recuerda Valla, en el Ars
grammatica, todas las ciencias dependen, y empiezan, por la gramática, mientras que
la gramática no necesita de ninguna de ellas. «Indiga grammatice queque ars est, nu-
llius illa.» Pero también se puede decir, como responde Pico a Hermolao Barbaro,
que es una actividad infantil, que no hay que darle tanta importancia a un saber que,
aun siendo el primero que aprenden los niños en la escuela, no va más allá ni propor-
ciona por sí mismo ningún conocimiento de interés.
La separación entre trivium y cuadrivium continúa, desde la creación de las univer-
sidades, por la separación en estudios y facultades profesionales, lo cual produce un
mayor distanciamiento entre los saberes y la exclusión de algunos de ellos de las ar-
tes del trivium: la lógica corresponde, cada vez más, a los filósofos y teólogos; la retó-
rica a las causas civiles, es decir, a los juristas.
Es probable, pues, que tenga razón Kristeller cuando supone'P" que el Humanis-
mo es el resultado de una evolución interna del trivium. Kristeller opina que esta evo-
lución es diferente y opuesta al quadriuium, aspecto que no parece muy significativo,

106 Studies in Renaissance Tbought and Letters, Roma, Edizione di Storia e Letteratura, 1956, págs. 553-583.

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dado que los saberes del quadrivium son ciencias mientras los del trivium son artes, es
decir,saberes inseguros fundados en la imitación, que sólo producen opiniones -o
realidadesmateriales. En este sentido, los profesores de letras, y de letras humanas,
quedan encargados de la enseñanza de la gramática, del arte de hablar y escribir co-
rrectamente.Como es un arte, se aprende imitando los modelos, que son los grandes
escritoresde la Antigüedad: Virgilio, Cicerón, etc. Pero esto de hablar y escribir co-
rrectamenteno se acaba con lo que llamaríamos morfología y sintaxis, sino que abar-
ca también el análisis de la organización del discurso, de los medios para conseguir
un efecto determinado, etc. La literatura, en una palabra. Cuando la retórica (con o
sin lógica)no sólo sirva para las causas jurídicas que atañen al derecho civil, cuando
civil signifique, o recupere el sentido clásico de vida social, entonces las necesidades
ciudadanas,sociales y políticas generarán una demanda de tales saberes: las letras; y
losgramáticos irán ampliando sus saberes y funciones de acuerdo con lo que corres-
ponda a las nuevas necesidades sociales. El humanismo es la historia de la pérdida y
la recuperación de una función social, mutatis mutandis.
Para los teólogos y para los filósofos especulativos, la realidad material y concre-
ta no es más que, en el mejor de los casos, la ilustración o ejemplificación de los prin-
cipiosgenerales a los que aspiran. Los humanistas, sin embargo, viven en lo concre-
to, en los casos particulares, de modelos preexistentes. En este sentido, no necesitan
abstraery conceptualizar; lo suyo es la acumulación de datos, de casos, la variedad de
lo real considerada en sí misma; expresiones brillantes o persuasivas de conceptos
bien conocidos, primores formales, etc. Por ello, es imposible que los humanistas,
comotales humanistas, den al objeto de su saber una formulación científica, algo que
vayamás allá de ejemplos, casos y reglas: o hacen literatura o hacen erudición.
En este sentido, es perfectamente coherente que los humanistas se apliquen a la
moral,cuando no a la casuística, moral que suele basarse en ejemplos ilustres de la
antigüedad o del cristianismo, en la discusión de casos particulares, de actuaciones
concretas.Es el mismo enfoque que tienen cuando se acercan a cualquier otro cam-
po, seael derecho romano o la religión, las cuestiones naturales o la política. Y es que
elmétodo se basa en la imitación literaria de unos modelos determinados -Cicerón
con preferencia-, de la misma manera que los gramáticos medievales seguían las
normasde Virgilio. Se suele citar con admiración y como hecho característico que Al-
bertihiciera pasar por clásica una comedia escrita por él mismo, que Sigonio hiciera
lo propio contrahaciendo una obra de Cicerón, y Miguel Ángel con una estatua.
Como avance y progreso, no deja de ser triste; con más salero y desparpajo, Fray An-
tonio de Guevara logró lo mismo'P" bis. Pero, en cualquier caso, la coincidencia de un
escultory unos humanistas lo que define es una TEXvi), una labor artesana, capaz de
reproducir,quizá, un modelo de manera mimética, de recuperar la habilidad perdida.
Otra cosa es avanzar, hacer algo nuevo.
Claro que la imitación, en los mejores casos, no es copia servil, sino compuesta
combinación de modelos y elaboración de otras obras, como las abejas... Hasta que
rompan con ello. Más tarde, un cierto tipo de humanistas sui generis reclamarán una
nuevaforma de expresión y unos contenidos nuevos por ellos descubiertos; esto se

106 bis Así sucede con el Libro áureo de Mario Aurelio, en Obras Completas, I, ed. E. Blanco, Madrid,

Turner-Biblioteca Castro, 1994, págs. XXIX y 19-20; o en la segunda redacción, el Relox de principes,
edición de E. Blanco, Madrid, ABL Editor-LONFRES, 1994, págs. XXXII-XXXVII Y 76-78_

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producirá cuando recuerden y enlacen con los primitivos teólogos, con la gnosis, y se
apunten al arte divinamente inspirado, al furor poético, etc. Pero eso sucederá sóloa
fines del siglo XV y principios del siglo XVI. Mientras tanto, los humanistas, de nom
bre o de hecho, se mantienen en los límites de la gramática, de la retórica y de la lite-
ratura. Es un proceso significativo el que se produce en la Edad Media, como pérdi-
da y recuperación de unos saberes y del correspondiente valor que la escuela y la so-
ciedad les concede.

la unidad de
los saberes

Como es bien sabido, la retórica clásica no separaba la forma del fondo, ni -al
menos en teoría- la conducta personal del orador de la disciplina que profesa: el
buen orador es también un hombre bueno. En el cristianismo, sin embargo, esa uni
dad se rompe, como hemos visto, porque la nueva doctrina, basada en 10 trascenden
te, desconfía, cuando no rechaza, los valores mundanos de un mundo que -preten·
de- no es el suyo. Por ello, a pesar de los intentos de integración que se producen
en el siglo XII y, sobre todo en el xv, las cosas ya no serán nunca de la misma manera
que fueron en la antigüedad clásica.
Cicerón había expresado la unidad y armonía de todos los saberes que atañen a
los hombres: «Omnes artes quae ad humanitatem pertinent habent quoddam comu
ne vinculum et quasi cognatione quadam inter se continetur> Probablemente, ese
común denominador es que todas son artes (no ciencias) que se refieren al hombre,
a la humanidad como conjunto histórico y social: contribuyen a organizar esa vida
social y a perfeccionar al individuo dentro de la organización civil. Es, en definitiva,
la esencia del humanismo clásico. Sin embargo, con el cristianismo cambian mu
chos de estos criterios; para empezar, la sociedad, la opinión de los ciudadanos, no
es ya un criterio fiable, como no 10 son los valores del mundo civil; además, el indi-
viduo no establece una relación privilegiada con la sociedad, sino con Dios, a través
de un sacerdocio carismático desconocido en Grecia y Roma. Es esto 10 que lleva,
además de otros factores, a que aparezca la teología como reina de las artes. San
Agustín intenta mantener el esquema, la estructura, y, reorientando el conjunto, pre-
tende que el teólogo posea las mismas cualidades y saberes que Cicerón o Quintilia
no exigían al orador, al tiempo que sustituye la clave de la bóveda, poniendo a la
teología en el lugar de la filosofía, como madre y razón última de las demás ciencias
y artes.
El intento no prosperó. La nueva doctrina y las nuevas condiciones políticas y so-
ciales 10 hacían imposible. Como señala con toda razón Kristeller, «la Edad Media no
fue sucesora directa del mundo griego, sino del latino y de la antigüedad latina, y no
de la Roma pagana y republicana, sino de la imperial y cristiana-r". Esto es cierto,y,
además, determinados procesos se habían iniciado ya en la época imperial pagana.
Así, por ejemplo, la progresiva decadencia de la oratoria, privada de su función más
noble y prestigiada, el discurso político, queda reducida a la práctica forense en el me-
jor de los casos; a la exhibición inútil o apologética, en el peor. Este descenso en la

107 Kristeller, El pensamiento renacentista, ed. cit., pág. 297.

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importancia de la oratoria lleva implícito un aumento relativo de la gramática. Es en
la época imperial cuando los saberes, hasta entonces más o menos fluidos, se organi-
zan en el Trivium y el Cuadrivium, organización que supone también una división,
una cierta ruptura e independencia de cada disciplina; y dos conjuntos claramente di-
ferenciados: las ciencias objetivas del cuadrivium, por un lado, y, por otro, las que ad
humanitatem pertinent, las artes liberales que confluyen en la elocuencia, gramática, re-
tóricay dialéctica. De las tres, es la gramática la que adquiere una importancia mayor
y amplía sus competencias y su campo de actuación, como veremos, hasta convertir-
se en una ciencra nueva.

las universidades

Esta situación se mantiene, como esquema, sin cambios esenciales hasta la apari-
ción de las universidades, que son el resultado y la confirmación del triunfo de la es-
colástica. Y esta sí, la escolástica supone un cambio radical y completo respecto a
todo lo anterior, cambio que se manifiesta en todos los niveles de las artes y las cien-
cias,desde los elementos externos y circunstanciales hasta el meollo de la sabiduría.
Entre otras cosas, la Universidad de París organiza los estudios en cuatro facultades:
teología, leyes, medicina y artes o filosofía (y letras), lo cual no hace sino profundizar
la división de los saberes, aunque, en principio y en teoría, se siga defendiendo la uni-
dad y la dependencia última de todos ellos de la teología. El profesor Rico sintetiza
con viveza el nuevo panorama:

la joven Universidad de París iba a confirmar e! mito de la translatio studii de Grecia


a Roma, de Roma a Francia.
Rebosantes de alumnos, mimados por reyes y papas, las escuelas parisinas goza·
ban de la aureola de sede más alta de todos los saberes. «Iam ita gradatim transalpi-
navit in Galliam philosophia Parisius, ibeque ve!ut fons emergens rivis purissimis to-
tum irrigat occidentern», escribía hacia 1229 Juan de Garlandia, en e! prólogo de!
EpithaJamium beatae Mariae Virginis. En 1231, al dotar a la Universidad de su magna
charta, Gregorio IX saludaba a París como «parens scientiarum ..., ve!ut altera Cariath
Sepher, civitas Iitterarum»; muy sintomáticamente, por otro lado, invitaba a maes-
tros y estudiantes de theología a no preciarse de filósofos, sino a ceñirse a los Padres
ya los autores cristianos de segura doctrina: «nec philosophos sed satagant fieri theo-
docti, de illis tantum in scolis questionibus disputent que per libros theologicos et
sanctorum patrurn tractatus valeant terminari», Qué se entiende por filósofos queda
bien claro al advertir que e! pasaje sigue inmediatamente a otro en e! que e! Papa re-
nueva la prohibición de enseñar los libros naturales de Aristóte!es, «quosque exami-
nati fuerint et ab ornni errorum suspitione purgati». Lo cierto es que ni la interdic-
ción de:-1231, ni las de 1210, 1215 ó 1263 consiguieron desterrar a Aristóte!es: no
mucho después de la condena Parens scientiarum, por ejemplo, en la facultad de artes
se leían todas las obras de! Estagirita. Más aún: e! auge de! studium parisiense no se
deja entender claramente al margen de la inmensa boga de! Aristóte!es recién descu-
bierto. Es Aristóte!es quien da los métodos y las ciencias a que aplicarlos, es él quien
apasiona a los estudiantes que acuden de todos los rincones de Europa.

Sin duda; cabe señalar que la Universidad de París es la universidad de la cristian-


dad, y como tal funciona cuando examina y condena o absuelve las doctrinas. Ello
explica sus privilegios, entre los cuales no es el menor que los grados obtenidos en Pa-

65
rís sirvan, sin nuevo examen, para cualquier otra universidad, aunque no suceda lo
contrario en ningún caso; hecho que también explica la no tan desinteresada afición
de los estudiantes por acudir a París. Pero no es esto lo que ahora importa, lo que me
interesa es subrayar el cambio que se produce entre el saber considerado como civí-
tas litterarum y el saber considerado como scientia, porque es el desarrollo de una me-
todología específica, de un sistema de análisis y de aprendizaje lo que marca el cam-
bio. Todavía en el siglo XII, la sabiduría corresponde a una exposición no sistemática
en la que los datos objetivos, la argumentación y la manifestación de la experiencia
personal y del sentimiento o la exhortación a la práctica no están nítidamente dife-
renciados. Los Padres deben más a Platón y a los neoplatónicos que a ningún otro fi-
lósofo ni escuela (salvo, quizá, Séneca y el estoicismo en la moral). Orígenes que fue
discípulo de Ammonio de Saccas, Eusebio, S. Agustín, etc. hasta San Bernardo o Sa-
lisbury, dependen del platonismo y del magisterio ciceroniano. Aristóteles sólo em-
pieza a influir a fines del siglo XII.
Es el desarrollo del método escolástico, que poco tiene que ver con Platón, y
nada con Cicerón, lo que ofrece un sistema de exposición y de análisis radicalmente
nuevo. En tal sistema, es posible integrar al Estagirita y sistematizado; resulti relativa-
mente fácil, porque se presta a ello, pero también es posible organizar el pensamien-
to de cualquier otro filósofo, o los contenidos de la teología. De este modo, el méto-
do funciona de manera autónoma, como método científico. Que las conclusiones
que se obtengan sean falsas o verdaderas, que el mismo método contenga errores no
son más que accidentes en el camino, problemas circunstanciales que en absoluto in-
validan el nuevo sistema como medio apropiado para el conocimiento científico, ra-
cional, filósofico o como quiera que se decida llamarle. Este sistema se basa en la ló-
gica y la dialéctica, la definición de los términos de manera unívoca, la exposición de
las proposiciones y la aplicación de las leyes del razonamiento, de las corresponden-
cias lógicas; entre otras, la relación de causa-efecto.

Este tipo de organización sirve para cualquier disciplina; se aplica, por supuesto,
a la Teología, pero también a la gramática, por ejemplo. La consecuencia inmediata
de esta hipertrofia metodológica, destinada a separar lo verdadero de lo falso, es que
la religiosidad tradicional (digamos que una religiosidad como la que puede represen-
tar San Bernardo), queda como algo anticuado, fuera del campo y fuera de los circui-
tos científico, de las escuelas y universidades. Lo mismo sucede con cualquier disci-
plina que no sea capaz ---o no le corresponda- organizar sus contenidos en fonna
de proposiciones que puedan desembocar en una conclusión susceptible de ser juz-
gada con el criterio de verdad/mentira. De esta manera quedan fuera, o en los arraba-
les de la sabiduría, todas las artes, desde la gramática descriptiva y normativa hasta la
retórica; en cierto modo, la ética y, por definición, la literatura, según vimos arriba,
pues la literatura nada tiene que ver con la lógica, con la dialéctica ni con la verdad
ni la mentira.
En el Didascalicon, el útil y claro manual de Hugo de San Víctor, se explica que
son, a esta altura de la Edad Media, las artes liberales. La definición recuerda, por me-
diación de Boecio, el viejo ideal clásico, humanista, y distingue entre artes y discip&
nas, esto es, ciencias. Tras dejar bien sentado que la sabiduría divina es la única y su-
prema filosofía, pasa a ocuparse de la sabiduría humana, en la que distingue la filoso-
fía de los appenditia artium: «Appenditia sunt -ait- quae tantum ad philosophiam
spectant, id est, quae in aliqua extra philosophiam materia versantur. Aliquando !J-

66
men quaedam ab artibus discerpta sparsim et confuse attingunt, vel si simplex narra-
tia est, viam praeparant» (III, IV). Ahí, recuerda que, para algunos, el fin de las artes
liberalesno es más que uno: resaltar nuestra semejanza con Dios, es decir, perfeccio-
nar al hombre en cuanto hombre: claro que la concepción de qué sea lo propio del
hombre ha cambiado, como es obvio. Por ello, cuanto más se aproxima el hombre a
laperfección divina, tanto más sabio se hace. Lo cual, sin duda, es un camino de per-
fección, pero en concordancia con la perfección participativa -y ajena- de los pla-
tónicos, no con la personal y civil del humanismo pagano estoico. Por otra parte,
continúa Hugo, citando las Etimologías, la Filosofia es el arte de las artes y la discipli-
na de las disciplinas, y, en definitiva, concluye, la Filosofia es meditación de la muer-
te, que es lo que conviene al cristiano. Además -sigue Hugo de San Víctor- se pue-
de llamar arte a cualquier forma concreta de saber que se basa en reglas y normas es-
pecíficas,como es el arte de la escritura. Por disciplina se entiende un saber completo,
como el que se expresa en una enseñanza doctrinal. Se dice también arte cuando el
saberse refiere a un objeto verosímil y opinable; por contra, se dice disciplina cuan-
do el saber es un argumento que es expuesto mediante un razonamiento exacto y no
puede ser interpretado de ninguna otra manera'P". Por eso, tratar de la gramática y ha-
blary escribir según la gramática son dos cosas muy diferentes y deben ser distingui-
dascon claridad. Trata de la gramática el que explica las reglas y expone las reglas ge-
neralesde este arte; utiliza el arte de la gramática el que habla y escribe con correc-
ción.Sólo algunos libros tratan de gramática, v.gr. los de Prisciano, Donato o Servío;
pero en todos los textos se aplican las reglas gramaticales'P"
Por simple que parezca la distinción, lo uno dará lugar a una ciencia, a la gramá-
ticaespeculativa, lo otro seguirá siendo un arte material y práctico que puede servír
paraaprender el uso correcto de una lengua o los primores y elegancias del estilo; y,
si se trata de verso, la prosodia, aunque también ofrece una cierta enseñanza moral.
OlI, II y 111).
La organización escolástica implica una rígida jerarquización de los saberes, gra-
dación que se refleja hasta en las horas de las clases. En el nivel más bajo se encuen-
tra la gramática, en el más alto, la teología; todo ello sostenido e impregnado por la
dialéctica.El proceso al que se suele llamar Humanismo consiste en la alteración de
esteorden: la gramática y la filología van escalando peldaños, al tiempo que se libe-
ran del método dialéctico que sostiene todo el sistema. Pero, hasta que esto se pro-

108 Philosophia est ars artiwn, et disciplina disciplinarum, id est ad quam omnes artes et disciplinae
spectant.AIs dici potest scientia, quae artis praeceptis regulisque consistit, ut est in Scriptura: Disciplina,
quaedicitur plena, ut est in doctrina. Ve! ars dici potest, quando aliquid verisirnile atque opinabile tracta-
tur. Disciplina, quando de iis, quae aliter se habere non possunt, veris disputationibus aliquid disseritur.
Quam differentiam Plato et Aristote!es esse voluerunt inter artem et disciplinam. Ve! ars dici potest, quae
fit in subiecta materia et explicatur per operationem, ut architectura. Disciplina Yero, quae in speculatio·
ne consistit et per solam explicatur ratiocinationem, ut logica. Aliter. «Philosophia est mediatio mortis-,
quodmagis convenit Christianis, qui saeculi ambitione calcata, conversatione disciplinali, similitudine fu-
turaepatriae vivunt. Aliter: «Philosophia est disciplina omniwn rerum divinarum atque hwnanarum ra-
tionesprobabiliter investigans.» Sic omniwn studiorum ratio ad philosophiam spectat. Administratio non
omnisphilosophia est: et ideo philosophia aliquo modo ad omnes res pertinere videtur. (II, 1, col. 751-
752).
109 Duo sunt agere de arte, et agere per artem. Verbi gratia, agere de arte, ut est agere grarnmatice. De
grarnmaticaagit, qui regulas de vocibus datas, et praecepta ad hanc vocem pertinentia tractat; grarnmati-
ceagitomnis qui regulariter loquitur ve! scribit. Agere igitur de grarnmatica, quibusdam, tanturnmodo, ut
Prisciano,Donato, Servio, et similibus, convenit. Agere yero grarnmatice, omnibus. (III, V, col. 770).

67
duzca, lo cierto es que la gramática ocupa el último lugar; y la literatura anda por de-
bajo, cuando no fuera del sistema.
Era inevitable, y la cosa venía de lejos, desde que Platón expulsó a la poesía de su
República. Sin embargo, como ya vimos, Luciano, en el Incipit de la Historia verda-
dera, le encuentra alguna utilidad. Así, la poesía expulsada de la República, vuelve a
introducirse en sociedad, aunque en funciones de masajista. Claro que la ironía de
Luciano se convierte en doctrina. Porque una de las cosas que desasosiega a los cris-
tianos es, precisamente, la mezcla de verdad y mentira, de belleza y falsedad, de mal
y bien.
Hugo de San Víctor, en el Didascalicon, 11; Iv, escribe:

Atiende bien a los dos grupos de libros que he diferenciado: los primeros tratan
de las artes y los otros son complemento accesorio. Creo que entre los dos grupos
hay una gran diferencia en el valor, como dice el poeta:

Qpanto el sauce a la oliva se sugeta dándole


ventaja en mayor grado y quanto es más humilde
la mosqueta que el rosal oloroso y colorado-".

Si alguien, queriendo alcanzar el saber, abandonase la vía maestra de las artes y


se dejara arrastrar por los escritos literarios, se encontraría frente a un trabajo, no digo
que inmenso, pero sí enorme, y no obtendría más que pobres resultados. Las artes,
ciertamente, pueden hacer perfecto a un escolar incluso sin la lectura de los textos
complementarios. Estos últimos, por el contrario, sin las artes, no tienen ninguna ea-
pacidad de proporcionar un saber completo, sobre todo porque no tienen nada que
ofrecer que justifique su estudio [...]. En un tiempo posterior, si se ofrece la oportu·
nidad, lean los estudiantes también los otros escritos, porque, de vez en cuando, al-
temar cosas más descansadas con otras de mayor empeño produce placer, y la rare·
za presta valor a cualquier cosa: por ejemplo, una frase llena de sentido impresiona
más la mente y se recuerda mejor cuando aparece en una fábula!".

110 Virgo Eg. 1.V, 16-17; utilizo, para estos versos, la traducción de Mesa según la edición de Ma-
drid, 1793.
111 De duobus generibus scripturarum. Duo sunt genera scripturarum Primum genus est earurn quae pro-
priae artes appellantur. Secundum est earum quae sunt appendentia artium. Artes sunt quae philosophiae
supponuntur, id est quae aliquam certam et deterrninatam philosophiae materiam habent, ut est grarnma-
tica, dialectica, et caeterae huiusmodi. Appendentia artium sunt, quae tantum ad philosophiam spectant,
id est quae in aliqua extra philosophiam materia versantur; aliquando tamen quaedam ab artibus discerp-
ta sparsim et confuse attingunt, ve! si simplex narratio est, viam ad philosophiam praeparant. Huiusmodi
sunt omnia poetarum carrnÍna, ut sunt tragoediae, comoediae, satirae, heroica quoque et lyrica, et iambi-
ea, et didascalica quaedam; fabulae quoque et historiae; illorum etiam scripta, quos nunc philosophos ap-
pellare solemus, qui et brevem materiam longis verborum ambagibus extendere consueverunt, et facilem
sensum perplexis sermonibus obscurare, ve! etiam diversa simul compilantes, quasi de multis coloribus el
formis, unam picturam facere. Nota quae tibi distinxi. Duo sunt artes et appenditia artium. Sed inter haec
tanta mihi distantia esse videtur, ut ille ait:

Lenta salix quantum pallenti cedit olivae,


Puniceis humilis quantum saliunca rosetis.

Ita ut quicunque ad scientiam pertingere cupit, si re!icta veritate artium reliquis se implicare voluerint,
materiam laboris nedum plurimam sed et infinitam sustinebit, et fiuctum exiguum. Denique partes sine
appendiciis suis perfectum lectorem facere possunt; illa sine artibus nihil perfectionis conferre valent. Ma-

68
Vallay los demás humanistas tratarán de dar la vuelta a este orden. Pero, mientras
estollega, no habrá que extrañarse porque D. Juan Manuel acepte esta función ni
cuando el autor de Celestina valore las flores dispersas en su obra.
Que la descripción del valor de las letras se haga utilizando unos versos de Virgi-
lio no tiene nada de particular: es un adorno que ayuda a fijar una sentencia y, por
otraparte, todos los estudiantes de latín estudian la gramática utilizando las obras de
Virgilio,como ejemplos para las construcciones sintácticas, etc. Lo cual no quiere de-
cirque Virgilio mantenga, oficialmente al menos, la función poética, pero está claro
queseduce a los estudiantes y que, en cualquier caso, sus versos están en las cabezas
de todos.
En el mundo clásico y en la alta Edad Media, el gramático enseñaba su disci-
plina sobre textos literarios en los que confluyen no sólo las explicaciones de las
categoríaslingüísticas, sino los recursos retóricos, la formación del gusto e incluso
las enseñanzas morales. El arte del orador o del gramático se dirige a formar ciu-
dadanos íntegros, no a crear especialistas. Sin embargo, la gramática aristotélica se-
gún se plantea en las Categorías estudia esta disciplina de acuerdo con criterios ló-
gicos.Así, cuando en el siglo XII, y sobre todo, en el XIII se impongan las teorías
delestagirita, la gramática será sólo una parte de la lógica. y si esto es así, la litera-
turaquedará arrinconada en el dominio de la retórica, de una retórica que, falta de
contenidos y de base, aparecerá como un adorno superfluo e incluso molesto o
perjudicial.

la situación de la
literatura

El místico suf Al-Farabi trató de conciliar a Platón y Aristóteles, aunque en la ló-


gicasiga las categorías de éste, lo que le convierte, entre otras cosas, en un notable
predecesorde la escolástica cristiana del XIII. Al-Farabi, en el Catálogo de las ciencias, ex-
plicay distingue con toda claridad la concepción aristotélica del discurso o sermo re-
tóricodel poético, y ambos de la dialéctica: la oración retórica se dirige a trastornar
eljuiciorecto y libre de los oyentes, mientras que la lógica 10 preserva:

Las elocuciones retóricas son aquellas cuya función propia consiste en conseguir
persuadir al hombre acerca de cualquier opinión, haciendo que su espíritu se incline
a confiar en la verdad de lo que se le dice y otorgar a ello su asentimiento, con inten-
sidad mayor o menor; porque las adhesiones fundadas en la mera persuasión, si bien
son inferiores en intensidad a la opinión muy probable, admiten entre sí varios gra-
dos, siendo unas más firmes que otras, según que lo sean las elocuciones que las pro-

xirneautem cum nihil in se expetendum habeant unde lectorem invitent, nisi traductum ab artibus et ac-
commodatum; neque quisquam in eis quaerant nisi quod artium esto Quapropter mihi videtur primum
operadanda esse artibus ubi fundamenta sunt omnium; et pura simplexque veritas aperitur; maxime his
vü quaspraedixi, quae totius philosophiae instrumenta sunt. Deinde caetera quaeque, si vacat, legantur,
quiaaliquando plus delectare solent seriis admista ludicra, et raritas pretiosum facit bonum. Sic in medio
fabulaecursu inventam sententiam avidius aliquando retinemus. Verumtamen in septem liberalibus arti-
busfundamentum est omnis doctrinae, quae prae caeteris omnibus ad manum habendae sunt, utpote sine
quibusnihil solet aut potest philosophica disciplina explicare aut definire. (Didascalicon, lib. tertius, capí-
tulo IV, col. 768-769).

69
ducen, puesto que, indudablemente, ciertas elocuciones persuasivas son más efica
ces, más elocuentes, más fidedignas que otras; lo mismo ocurre con los testimonios:
cuantos más en número, tanto más elocuentes y eficaces son para persuadir y con-
vencer de la verdad de una noticia y para obtener el asentimiento más firme respec·
to de la verdad de aquello que se dice. Mas, a pesar de esta variedad de grados en la
intensidad de la persuasión, ninguna de las elocuciones retóricas puede llegar a pro-
ducir el asenso propio de la opinión muy probable, próxima a la certeza. Y en esto
se diferencia, bajo este aspecto, la retórica de la poética.
Las elocuciones poéticas son aquellas que se componen de elementos cuya fun-
ción propia consiste en provocar en el espíritu la representación imaginativa de un
modo de ser o cualidad de la cosa de que se habla, sea esta cualidad excelente o vil,
como, por ejemplo, la belleza, la fealdad, la nobleza, la abyección u otras cualidades
semejantes a éstas. Al escuchar las elocuciones poéticas, nos ocurre, por efecto de esa
sugestión imaginativa que en nuestros espíritus provocan, algo análogo a lo que nos
pasa cuando miramos un objeto parecido a otro que nos repugna, porque inmedia-
tamente que lo miramos, la imaginación nos lo representa como algo que nos dis-
gusta, y nuestro espíritu se aparta y huye de él aunque estemos bien ciertos de que
tal objeto no es en realidad tal como nos lo imaginamos. Así pues, aunque sepamos
que lo que nos sugieren las elocuciones poéticas respecto de un objeto no es tal
como ellos nos lo sugieren, sin embargo obramos tal y como obraríamos si estuvié-
semos seguros de que es así, porque el hombre muchas veces obra en consecuencia
de lo que imagina más que siguiendo lo que opina o sabe; y muy a menudo resulta
que lo que opina y sabe es contrario a lo que imagina y, en tales casos, obra confor-
me a lo que imagina y no según lo que opina y sabe. Esto mismo nos ocurre cuan-
do miramos a las imágenes representativas de una cosa o a los objetos que se pare·
cen a otro.
Las elocuciones poéticas se emplean únicamente cuando se dirige la palabra a un
hombre a quien se desea excitar a que haga una cosa determinada provocando en su es-
píritu una emoción o sentimiento e inclinándole así con arte a que la realice. Mas esto
no puede ser sino en dos hipótesis: o cuando el hombre ese a quien se trata de indu-
cir es un hombre falto de reflexión para dirigirse por ella y, por tanto, tiene que ser ex-
citado a obrar lo que se le propone por medio de la sugestión imaginativa, lo cual
hace para él las veces de reflexión. [...] Por esta razón, las elocuciones son casi las úni-
cas que se presentan hermoseadas, adornadas, llenas de énfasis y de redundancias, y
pulidas con el esplendor y brillo que proporcionan los recursos de que tratan las
ciencias de la lógica 112.

112 Al-Farabi, Catálogo de las ciencias, ed. y trad. de Ángel González Palencia, Madrid-Granada, 1953,
págs. 29·3L
Como explica e! editor, la obra de Al-Parabi fue traducida dos veces al latín en la Edad Media. Una de
las versiones se atribuye a Dominicus Gundisalvi o a Juan Hispalense, este traslado se utilizó en e! De di-
visione philosophiae de! Arcediano de Segovia. La otra traducción es de Gerardo de Cremona de la que co-
pio e! texto correspondiente al citado arriba:
Et sermones quidem retorici sunt quorum proprietas est ut inquiratur cum eis sufficiencia hominis in
qualibet sentencia et ut inclinetur eius sensus ad hoc ut acquiescat ei quod sibi dicitur et credat per illud
credulitate aliqua aut debiliore aut fortiore. Et credulitates quidem sufficientes sunt infra opinionem foro
tem et superfluunt. Ergo sunt quedam magis addite quam quedam secundum superfluitatem sermonum
in virtute et eorum que utuntur cum eis. Quidam enim sermones sufficientes sunt magis sufficientes el
magis ultimi et firmiores quibusdam, sicut accidit in testimoniis. Ipsa enim quanto sunt plura sunt magis
ultima insufficiencia et in faciendo evenire credulitatem cum proposito magis sufficientia et sunt magis fa-
ciencia acquiescere animam ei quod dicitur, quamvis cum superfluitate sufficiencie sue nullum eorum sil
faciens evenire opinionem fortem proximam certitudini. Per ista ergo diversificantur rethorici a topicis in
hoc capitulo.

70
Me parece un texto espléndido para centrar la cuestión en sus aspectos funda-
mentales,tanto en el mundo moderno como en el antiguo. Es un caso especialmen-
te lúcido de la eterna batalla entre retórica y lógica. Para Al-Farabi está claro que la
verdad-la verdad científica y objetiva- posee sus propias leyes lógicas y que se im-
pone a todo aquel que tenga capacidad de reflexionar o razonar; es el resultado de
esterazonamiento lo que lleva al hombre a actuar en uno u otro sentido. La volun-
tad, pues, está dirigida por la razón; el mundo de la ciencia, el conocimiento de lo
quelas cosas son, pertenece al plano de la Darstellung en cuanto trata de describir ob-
jetivamentelo real. Por contra, la oratoria, en el mejor de los casos, se dirige a quie-
nes,faltos de reflexión suficiente, de lagos, confunden lo que es con lo que no es, to-
manlo uno por lo otro: son gente que no sigue la razón ni el argumento, sino lo pro-
bableo posible; es un remedo de la ciencia.
Sin duda, como instrumento, la oratoria puede ser utilizada para el bien o para el
mal,para mover el ánimo en una dirección o en otra. Pero, para quien estudia la ver-
dad y se rige por ella, este recurso siempre será peligroso, porque afecta con mayor in-
tensidada los débiles mentales, y porque enturbia y distorsiona el análisis en la bús-
quedade esa verdad y en su exposición.
La literatura -o la poesía- provoca una emoción y un sentimiento al excitar a
la loca de la casa, a la imaginación. Puesto que la literatura no da cuenta de la reali-
dad(ni lo pretende), sólo puede servir para inducir a la acción a quienes toman lo fal-
so y convencional por verdadero, pues la literatura es una mimesis en cuanto que se
disfrazacon la apariencia de la verdad y así produce un efecto parecido al que provo-
caríala correspondiente realidad. Para lograr tal suplantación necesita herrnosearse,
adornarsecon énfasis y redundancias, etc., es decir, con los recursos comunes a la ora-
toria,los que estudia la retórica como arte de convencer, de mover los ánimos. Sin
embargo,frente a la oratoria, la literatura es una esencia sin existencia: todo el mun-
do sabeque lo que la literatura cuenta no existe en la realidad real, aunque produzca
unosefectos equivalentes.

Et poetici quidem sermones sunt qui componuntur ex rebus quarum proprietas est ut irnmaginari fa-
ciantin re in qua est locutio dispositionem aliquam ut aliquid melius aut deterius, et illud aut erit pulcri-
tudo aut feditas, aut altitudo aut aliud de illis que sirnillantur istis. Et accidit nobis cum audirnus sermo-
nespoeticos de irnmaginatione que per eos cadit in anirnabus nostris sirnile ei quod accidit nobis cum as-
picimusad rem que similis est ei quod abhorretur. Nam statim irnmaginatur nobis in illa re quod est ex
eisque abhorrentur, Eriguntur ergo anime nostre ea et alienant eam, licet certi sirnus quod in veritate non
estsicutirnmaginatur nobis; facirnus ergo in eo quod irnmaginari nobis faciunt sermones poetici, quam-
vissciamusquod res non est ita sicut esset nostra operatio in eo si certi essemus quod res esset sicut irn-
maginarinobis facit ille sermo horninis, enirn operationes multociens plus secuntur eius irnmaginationem
quamsequantur eius opinionem aut ipsius scientiam. Nam sepe est eius scientia aut ipsius opinio contra-
riaeiusirnmaginationem. Quare est eius operatio in re secundum eius irnmaginationem non secundum
eiusopinionem aut ipsius scientiam, sicut accidit nobis cum aspicirnus ad irnmagines representantes no-
bisrem et ad res sirniles rei. Et non utuntur sermonibus poeticis nisi in loquendo homini quem faciant
procederead faciendum aliquid cum intentione ad illud et gradatione ad ipsum. Et illud est aut ut horni-
ni gradatonon sit provisio dirigens ipsum, quare vadit ad operationem que queritur ab eo cum irnmagi-
nationeet erigitur ei irnmaginatio loco provisionis, aut sit horno cui sit provisio a quo queritur operatio
et non est securitas cum providerit in ea quin prohibeatur ab ipsa, quare festinandus est sermonibus poe-
ticis,ut preveniatur eius provisio cum irnmaginatione ita ut properet ad illam actionem et erit ex eo cum
evasioneantequam succurrat cum sua provisione ei quod est in fine illius operationis quare prohibeatur
abeapenitus aut sucedat ei et videat ne properet cum ea et post ponat ipsam ad horam aliam. Et propter
illudfactisunt sermones poetici absque aliis pulcri et decentes et sublimes et ponuntur eis decor et decla-
ratiocuro rebus que dicte sunt in scientia logice. (Ed. cit., págs. 139-140).

71
En lo que sigue, aceptaré esta descripción como la que corresponde a la defini-
ción de la literatura, aunque fundida con las reflexiones de Plutarco.
Los lógicos conocen perfectamente los peligros que entraña la oratoria y la litera-
tura, pues están constantemente expuestos a caer en las trampas que les tiende la len-
gua conversacional, no digamos la retórica. Por ello, intentan crear una terminología
específica en la que a cada término le corresponda una definición exacta y única,
etc El último paso sería la lógica simbólica, la gramática especulativa, etc. Este tipo
de pensamiento huye como de la peste de los «ruidos» que en la comunicación cien-
tífica introducen la lengua común, la oratoria o la literatura, en cuyos textos se inten-
sifica la eterna lucha entre razón y voluntad, tanto a la hora de percibir lo real como
cuando se trata de obrar como es debido.
La escolástica marcha por ese camino hacia la construcción de una terminología
técnica que pueda dar cuenta, sin ambigüedades, de las leyes del pensamiento y de la
realidad objetiva: tratan de construir una ciencia. Es obvio que los reproches de los
humanistas no son pertinentes.
Ahora bien, a los teólogos cristianos se les plantean algunos problemas adiciona-
les. Para lo que aquí nos interesa, el fundamental es que el Libro en que está conteni-
da la Verdad Revelada utiliza recursos que coinciden con los de las letras seculares.
A esto, responde Santo Tomás afirmando:

Poetica scientia est de his quae propter defectus veritatis non possunt a rationi
capi; unde opportet quod quasi quibusdam sirnilitudinis ratio seducatur; theologia
autem est de his quae sunt supra rationem: et ideo modus syrnbolicus utrique corn- .
munis est, cum neutra rationi proportionetur'P.

En otro lugar vuelve a plantear la cuestión, pero incluyendo también el teatro


que, como la poesía, no es la verdad, sino un simulacro que la representa. Frente a es-
tos dos géneros literarios que carecen de verdad racional, la Verdad divina excede la
capacidad humana, de manera que la representación mediante figuras sensibles se en-
cuentra en ambas, aunque por motivos radicalmente diferentes:

Praeterea, ea quae in cultum Dei aguntur, maxime deben honestatem habere.


Sed facere aliqua facta ad alia repraesentanda, videtur esse theatricum sive poeticum:
in theatris enirn repraesentabatur olirn per aliqua quae ibi gerebantur, quaedam alio
rum facta. Ergo videtur quod huiusmodi non debeant fieri ad cultum Dei. Sed cae·
remonialia ordinantur ad cultum Dei, ut dictum est. Ergo caeremonialia non deben!
esse figuralia.
Ad primum ergo dicendum quod divina non sunt revelanda hominibus nisi se
cundum eorum capacitatem: alioquin daretur eis praecipitii materia, dum contem·
nerent quae capere non possent. Et ideo utilius fuit ut sub quodam figurarum vela·
mine divina mysteria rudi populo traderentur, ut sic saltem ea implicite cognosce
rent, dum illis figuris deservirent ad honorem Dei.
Ad secundum dicendum quod, sicut poetica non capiuntur a ratione humana
propter defectum veritatis qui est in eis, ita etiam ratio humana perfecte capere non
potest divina propter excedentem ipsorum veritatem. Et ideo utrobique opus est re
praesentatione per sensibiles figuras!".

113 Summa 1, q. 1, In sent. Petri Lombardus, prolugus q. 1 aS ad3.


114 Summa, I-II, q. 101, a. 2.

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Si la capacidad del hombre no estuviera tan mermada como está, entendería las
cosasdirectamente, sin embargo necesita ayudas, apoyos y estímulos que le ayuden
en su camino, entre esas delectaciones se encuentra el lenguaje poético, en concreto
lasmetáforas; a este respecto, Santo Tomás se pregunta si la Sagrada Escritura utiliza
estetipo de lenguaje que corresponde a la más baja de todos los saberes, a la poesía,
y si la teología, la más alta, debe ocuparse de ellas:

Illud enim quod est proprium infimae doctrinae non videtur competere huic
scientiae, quae inter alias tenet locum supremum, ut iam dictum est [a.S]. Procedere
autem per similitudines varias et repraesentationes, est proprium poeticae, quae est
infima inter ornnes doctrinas. Ergo huiusmodi similitudinibus uti, non est conve-
niens huic scientiae.

y se responde afirmativamente, que la Sagrada Escritura utiliza las metáforas por


necesidady utilidad, no sólo por placer:

Ad primum ergo dicendum quod poeta utitur metaphoris propter repraesentatio-


nem: repraesentatio homini delectabilis esto Sed sacra doctrina utitur metaphoris
propter necessitatem et utilitatem, ut dictum estll5.

Es, en definitiva, la doctrina de Al-Farabi, la de Aristóteles. Con esto, la poesía ha


vuelto a ser expulsada de la república; de la de las ciencias en esta ocasión: a partir de
estemomento, el estudio de las letras profanas queda en los arrabales de los saberes
establecidos,de las disciplinas serias, ya que no proporciona un conocimiento verda-
dero,o no son verdaderas todas y cada una de sus proposiciones. En sentido contra-
rio, la ciencia crea su propia lengua: es este un proceso imparable que se mantiene
hastahoy en cualquier disciplina que se constituye como ciencia, o que aspira a ello;
o que se disfraza de ciencia.
La literatura no enseña nada, induce a obrar de una manera no necesariamente
racional (las malas lecturas), es falsa, etc. No se ve muy bien la necesidad de seguir
estudiándola más allá de lo imprescindible en las primeras etapas de la enseñanza.
Claro que el latín debe aprenderse, porque es la lengua eclesiástica e internacional,
y porque un buen conocimiento de la lengua redunda en una mejor comprensión
dela doctrina eclesiástica y de las leyes civiles: son las razones que producen, en par-
te,el renacimiento carolingio. Y la única manera de aprender una lengua es leyendo
lasobras literarias de los grandes autores, no basta con las leyes gramaticales, ni mu-
cho menos. La mejor y más exacta lengua latina, la que puede servir como modelo
para futuras composiciones, sigue siendo la de los paganos, a pesar de que autores
como Prudencio hayan alcanzado cotas notables. Además, las obras de los gentiles
no sólo proporcionan modelos de elocuencia y suavidad, también encierran grandes
enseñanzas sobre la realidad, desde historia hasta horticultura, desde consejos para
lavida civil hasta remedios médicos, leyes, etc. Esta faceta utilitaria es fundamental
en la lectura que de los clásicos hace la Edad Media y el Humanismo: explotan una
canterade datos, de ejemplos, de casos. En lo que respecta a los clérigos, para obte-
neresos materiales, les basta con entender los contenidos, para lo cual basta con tres
perrasde latín, porque, además, van a utilizados para construir otros edificios, para

115 Summa, I, q. 1 a. 9, 1 ad 1.

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integrados en otro sistema en el cual la claridad y el orden son las condiciones fun-
damentales.
El grammaticus, el profesor de latín y de latinidad, es un mero instrumento, un dó-
mine que se necesita sólo en los inicios del aprendizaje infantil. Una vez adquirida la
capacidad de entender los contenidos y de redactar al modo de las quaestiones, el
aprendizaje no necesita ir mucho más allá, porque no es la forma, sino la materia lo
que interesa a quienes se ocupan de estudiar y exponer la verdad, sea la revelada sea
la objetiva y científica; en principio y en teoría. De esta manera, una traducción vale
lo mismo que el original, si conserva el sentido: como la Vulgata vale tanto como el
original griego, y el griego lo mismo que el hebreo, al menos en la traducción de los
Setenta.
Así pues, lo que hoy se entiende por literatura es un tipo de texto cuya función,
una vez superado el aprendizaje, consiste en entretener, en distraer y descansar la ca-
beza de trabajos más importantes; esto es algo que se mantendrá así en el siglo xv, y
en el XVI, aunque atenuado, si se le añaden enseñanzas de uno u otro tipo, es decir, si
se une lo útil con lo dulce. No puede extrañar, pues, que el primer paso para que las
letras seculares sean aceptadas y valoradas se dé en el sentido que hemos señalado; eli-
minando la desconfianza que siempre las acompaña: la literatura no impide dedicar-
se a estudios más serios. En este sentido, Ottavio di Camillo señala que, en España
«las expresiones studia humanitatis u honesta studia aparecen por primera vez en Alon-
so de Cartagena: "...cum scholastica quedam ac humanitatis studia ...tractarern",
"...ne ex toto in hominibus inquirendi labore cessante desertio contemplationis et ho-
nestorum studiorum sequatur't»!". En este texto se mantiene la función que a tales
estudios se les había asignado en el Didascalicon. O!Ie sea Cartagena quien plantea así
las cosas resulta significativo, porque Cartagena no era insensible a los valores de una
forma bella, a pesar de la polémica con Bruni sobre la traducción de la Ética de Aris-
tóteles; pero era mucho más sensible a la exactitud y forma específica del vocabulario
y la sintaxis, a la precisión de los términos técnicos y al encadenamiento lógico, cosa
que Bruni no podía (o no quería) entender.
La orgullosa declaración de principios que plantea L. Valla invierte la situación y
la perspectiva medieval, pero quizá no tanto como pudiera parecer en un principio:
al decir que todas las disciplinas necesitan de la gramática; la gramática, de ninguna,
no toca, en principio, la literatura ni la oratoria. Nebrija acepta esa perspectiva que
hace de la gramática un saber imprescindible; al menos eso es lo que escribe en la de-
dicatoria de las Introductiones latinae (Salamanca, 1486): «en la lengua latina está fun-
dada nuestra religión y república cristiana, más aún el derecho civil e canónico, la me-
dicina y las artes que dicen de humanidad, porque son propias del hombre en cuan-
to hombre».
Esta dedicatoria a la reina Ysabel es todo un manifiesto, pero, sin embargo, Ne-
brija mantiene el orden establecido entre los saberes: Teología, leyes, medicina y ar-
tes. También señala, siguiendo a Valla, que todos esos saberes necesitan de la gramá-
tica, aunque no la considera condición suficiente, sólo indispensable. Por otra parte,
establece un ámbito específico para los saberes que corresponden al hombre en cuan-
to hombre, aunque haya otros específicos para el teólogo, el médico, el jurista, etc. Es
posible que los humanistas no concedieran esto, al menos en la formulación radical

116 El humanismo casteUano del siglo xv, Valencia, 1976, pág. 39.

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que le he dado, pues, para muchos de ellos, las artes liberales se superponen e inclu-
soinvaden totalmente las demás disciplinas. En cualquier caso, lo que he dicho es lo
que sucede: las humanidades son saberes generales en el mundo civil, los que corres-
ponden a un hombre con independencia de la especialidad que profese. Es el uso
que, por ejemplo, le da Hernando Alonso de Herrera: «•.•es un varón que ha visto
mucho; muy diestro en los estudios de humanidades que se dicen artes liberales, y
principalmente en poesía-U". Ahí, liberal y letras humanas no corresponde a todas las
ciencias,excluida la teología (como en San Agustín), sino que se refieren exclusiva-
mente al trivium: liberal es lo propio del hombre libre, del ciudadano, sin otra espe-
cificación.

el humanismo
tklsigkJXV

Que la palabra humanista aparezca en Europa hacia 1490 significa que el grupo y
lafunción que cumplen va adquiriendo peso e importancia en el mundo universita-
rio y en la vida civil: su actividad va ampliándose y conquista territorios fronterizos,
invadecampos ajenos, sobre todo los de los clérigos y juristas. Por eso se les denomi-
na con un término no muy bien intencionado; calcado sobre jurista, dicen, pero que
coincidetambién con el de cualquier secta herética o desviada de la ortodoxia, de ma-
nerasemejante a lo que sucederá en España con el término culterano.
Que los cancilleres, secretarios, consejeros, etc. sean humanistas indica que han
ido sustituyendo a juristas, dictatores, clérigos y teólogos en esas funciones. Sin duda
porque la vida civil vuelve a ser algo dinámico y fluctuante, como lo era en la Roma
republicana, donde la opinión pública -si se puede hablar así- era algo que deter-
minaba el gobierno de la cosa pública. Aunque en las ciudades italianas esta «demo-
cracia»fuera más una ficción que otra cosa, la ficción cumplía también un papel im-
portante.Por otro lado, los cancilleres no se limitan a copiar o redactar contratos, do-
naciones,nombramientos, ni a escribir cartas, de manera que no heredan, sin más, la
función de los dictatores, pues gobiernan la ciudad o redactan de tal manera los textos
ideológicosque son capaces de inclinar con ellos los ánimos de los ciudadanos en
una u otra dirección. Esta función está al servicio de unos intereses políticos concre-
tos;quizá por ello se asocie el desarrollo de las humanidades con la lucha que man-
tieneFlorencia contra el ducado de Milán, en el 1400. Esto es lo que sostiene, por
ejemplo,H. Baron, que atribuye al canciller y humanista Leonardo Bruni la función
deformular, difundir y convencer al pueblo de los valores ideológicos favorables a la
defensade las libertades ciudadanas, republicanas'P, en lo que le había precedido Sa-
lutati,de cuya pluma decía Giangaleazzo, duque de Milán (no sé con qué sentido),
quele hacía más daño que la caballería florentina, según cuenta, por ejemplo, Ennea
Silvio:«cuius calamus plus sibi obesse Iohannes Galeazius Mediolanensium dux erat
dicerequam Florentinarum equitum qui sibi hostes erant XXX cohortes-l'".

117 Hemando Alonso de Herrera, Breve disputa de ocho levadas contra Aristótil y sus secuaces, en Bonilla
y SanMartín, «Un antiaristotélico del Renacimiento », R. Hi., L (1920), págs. 61-187.
118 H. Baron, La crisi del primo Rinascimento italiano, Florencia, Sansoni, 1970, cfr. Q Skinner, Le origi-
ni delpensiero político moderno, Bolonia, TIMulino, 1989.
119 Enea Silvio Piccolomini, Papa Pío II, 1 Commentarii, Milán, Adelphi, 1984,2 vols., lib. II, 30.

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En estos casos, los humanistas citados defienden las libertades florentinas, pero
eso no es lo que define su función. Lo que caracteriza el trabajo de un humanista es
que puede defender esa o cualquier otra causa, depende. Unos defienden esto, otros,
aquello; o, unas veces esto y otras aquello. En este sentido, las condiciones de las ciu-
dades estado italianas son un perfecto caldo de cultivo para el nacimiento y desarro-
llo del humanismo político y administrativo. Pero la intervención de los bárbaros en
la política italiana, las guerras de todos contra todos, la necesidad de atraerse aliados,
etc. hace que todos los que intervienen en ellas se vean obligados a recurrir a estos ser-
vicios de prensa y propaganda, aunque sea sólo para uso externo, en la política inter-
nacional, no tanto en la gobernación de los reinos patrimoniales. Parece claro que, en
esta situación, las letras que estudian estos humanistas no son ya el descanso del gue-
rrero. Los humanistas aspiran a intervenir directamente en el gobierno, buscan el
poder.
Mientras la cosa iba de descanso y entretenimiento, las letras se podían tolerar sin
mayores problemas. Mientras el peligro que suponían sólo se concretaba en la seduc-
ción de las formas, en la pintura y descripción de casos torpes y lascivos, la cuestión
sólo afectaba a la moral individual, pero no tocaba el sistema, ni el dogma, ni la doc-
trina, sea religiosa o política. Ahora, sin embargo, esas letras resucitadas y cultivadas
por los humanistas invaden todos los saberes, los someten a crítica, los alteran o sub-
vierten; y, además, influyen en la praxis. Todo lo cual resulta duro de tragar, sin duda.
No me parece, pues, posible separar la recuperación de los estudios que dicen de
humanidad de las condiciones generales de la sociedad ni de la evolución del pensa-
miento científico y del sentimiento religioso. Las cosas suelen aparecer cuando se las
necesita, cuando se dan las condiciones objetivas, como suele decirse. En consecuen-
cia, no me cabe duda de quela reaparición de la filosofia como saber autónomo e in-
dependiente, o independizado, de la teología, la teoría de la doble verdad, la atención
a las cosas y los fenómenos individuales, la pugna entre vida activa y contemplativa
o el populismo religioso forman parte de un mismo proceso o, si se prefiere, son _ma-
nifestaciones de una misma situación, como respuestas diferentes a problemas comu-
nes. Pero, entre estas respuestas, el humanismo encierra unas contradicciones insalva-
bles; contradicciones que explican la multiplicidad de facetas y, en consecuencia,
motivan la multiplicidad de teorías historiográficas sobre el movimiento, interpreta-
ciones que, con frecuencia, son incompatibles entre sí: es un reflejo de las diferencias
en las actitudes de los humanistas e, incluso, de las contradicciones que se presentan
dentro de la obra de un mismo humanista.
Q!Ie el humanismo ---o los humanistas- mantengan las contradicciones sólo es
posible porque la retórica prima sobre la lógica o la dialéctica. De este modo, cuan·
do de la acumulación erudita de casos concretos, haya que pasar a la sistematización
racional (de que los humanistas huyen como de la peste), entonces se refugiarán en
la vaguedad y en la imprecisión. Recurso útil, porque les libera de dar definiciones
precisas. En una palabra: cuando teorizan, hacen retórica.

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