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EAL ARSENAL
DE LA HABAN
arbolando un sueño
por FERNANDO PADILLA GONZÁLEZ
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Opus Habana
La quietud habita hoy los márgenes de la bahía habanera, pero en el siglo
XVIII, al poniente de la ciudad, en el extremo hacia el sur, a continuación
de la muralla de mar, carpinteros de ribera, calafates, fundidores, tallistas,
veleros, buzos, peones, militares, esclavos y forzados fueron protagonistas
de una épica realidad: dotar de los mejores bajeles a la Armada española.
C
orren los últimos días del año 1765 y una enar- debieron preguntarse con la misma curiosidad que
decida muchedumbre se agolpa en las cercanías lo hacemos hoy: ¿por quiénes y cómo era construido
del Convento de San Francisco de Asís y la un navío de semejante calado?, ¿cómo era la vida tras
Casa del Comandante de Marina. La expectación crece la muralla del Real Arsenal de La Habana?
minuto a minuto en consonancia con cada nueva onda Hacia finales del siglo XVIII, la cadena de mando
que surca el reluciente navío. Inmersas en una coreo- de aquella industria naviera estaba constituida por el
grafía marina, las embarcaciones de pequeño porte lo Comandante General del Apostadero; un subinspector
escoltan hasta los pies de La Machina. con la categoría de Capitán de Navío; un comandan-
El populacho, forasteros de paso y autoridades te, con la de Capitán de Fragata; cuatro oficiales subal-
militares no pierden ni un solo movimiento del ma- ternos a las órdenes del anterior; un Capitán de Navío
jestuoso bajel. En muchos rostros se deja ver el bene- como ingeniero principal, y tres subordinados encarga-
plácito y la satisfacción por tal acontecimiento. Aún dos respectivamente de los ramos de carenas, almacén y
están vívidos los recuerdos del tronar de las bocas de obras civiles; dos constructores navales; tres oficiales del
fuego y el ondear de la bandera británica en los pe- Cuerpo Administrativo de la Armada, y un Capitán de
destales más elevados de la ciudad. Por su parte, los Fragata o de Navío con cinco oficiales a cargo del ramo
oficiales de marina nunca olvidarán la destrucción de cortes de madera en La Habana, Matanzas, Casiguas,
del «palo de La Machina» y la sierra hidráulica del Sagua y Alquízar.
Arsenal durante los once meses en que La Habana Los maestros de oficios eran 759 hombres, que
fue inglesa, desde el 13 de agosto de 1762 hasta el 6 llegaban a 1 000 en casos excepcionales y que com-
de junio de 1763, cuando fue devuelta a España en prendían maestros mayores, carpinteros de ribera,
cumplimiento del Tratado de Versalles. calafates, cerrajeros, fundidores, veleros, tallistas,
En primera fila se encuentra uno de los testigos albañiles, buzos y peones. Cada mañana ellos se
de aquellas jornadas aciagas, el intendente de Mari- abocaban a la grada, integrándose en una sinfonía de
na Lorenzo Montalvo, quien sucumbiera a los de- manos e ingenio.
signios del conde de Albemarle cuando éste ordenó Bajo su égida había una plantilla integrada por
destruir la Armada enemiga «y cuanto pueda condu- trabajadores libres a jornal, forzados y esclavos. Es-
cir a la construcción de los navíos españoles». Como tos últimos, a pesar de ser diferente su situación ju-
resultado, todo hacía indicar que en La Habana nun- rídica, recibían el mismo trato, tanto en lo referente
ca más se fabricaría un bajel; sin embargo, ahora se a la ración alimenticia, como a la jornada laboral. Se
acudía a un hecho trascendental: la arboladura del establecía el desempeño de ambos en la fundición de
primer navío botado del reconstruido Arsenal tras la pernos, en la fábrica de lona y jarcia, la carga y trans-
toma de la ciudad por los británicos. porte de las tozas de madera, en el acondicionamiento
Unos meses después, a la sombra del Castillo de y limpieza de las gradas de construcción naval y en la
los Tres Reyes del Morro, será despedido el gallardo carena de los bajeles infectados por la broma o teredo.
bajel bajo la advocación de San Carlos. Y al verlo Una buena parte de la fuerza de trabajo esclava per-
alejarse en el horizonte, los habaneros de entonces tenecía a los propios maestros, los cuales conseguían
El Real Arsenal de La Habana fue construido hacia 1724 en los año. Una vez devuelta la ciudad a manos españolas, fue
terrenos comprendidos entre el Castillo de La Real Fuerza y los restablecido y se mantuvo activo hasta que en las Ordenan- 27
muelles de San Francisco. Pronto resultó pequeño, carente de zas de Arsenales, fechadas el 7 de mayo de 1889, se carac-
forjas y fábricas, mientras que su cercanía a la villa y el libre terizó como poco propicio para continuar con sus labores
Opus Habana
acceso de sus vecinos al recinto limitó su pretendido carácter de construcción. Antecedida por la Real Orden de prohibi-
militar. Por ello, en 1747 se decidió trasladarlo a un nuevo em- ción de 1834, ese documento destinó ese recinto exclusi-
plazamiento, situado al sur de la ciudad y a continuación de vamente a la reparación y mantenimiento de los navíos, en
la muralla (espacio que hoy ocupa la Estación Central de Fe- su mayoría de pequeño porte y destinados a la pesca y el
rrocarriles). Esta obra estuvo a cargo del comisario de Marina comercio de cabotaje. Como rémora de aquella industria
Lorenzo Montalvo y concluyó a mediados de 1748. quedó el Palo de La Machina (en la foto), para ese entonces
En 1762, el astillero fue derruido por las tropas britá- ya con estructura de metal. En 1903 se deshabilitó pues no
nicas luego de que éstas ocuparan La Habana durante un cumplía función alguna.
La Machina
Salidos del Real Arsenal de La Habana, los bajeles completaban la última fase de la construc-
ción naval en La Machina, un mecanismo de torre-grúa para colocarles la arboladura.
nera de jarro invertido, se hacía la incisión y se retiraban en el tinglado de maderas, donde eran clasificadas y
la sangre coagulada y los restos astillados del hueso; en alistadas para su corte en la sierra hidráulica. Las piezas
su lugar, era colocada una moneda de dos reales —en cortadas se almacenaban de acuerdo con la función que
ocasiones de mayor cuantía— a manera de implante.3 cumplirían en el depósito de tablas y, en particular, en
En otro espacio del hospital se ubicaban los mari- la sala de gálibos. En esta última los carpinteros hacían
nos que padecían de enfermadades como escorbuto, uso de sus herramientas: hacha inglesa, regla plegable
fiebre amarilla, trastornos gastrointestinales, tifus, de 1½, cortafríos, azuela, compás de patas, berbiquí y
La sierra hidráulica
se ubicaba adyacen-
te a un ramal de la
Zanja Real, al que se
le había diseñado un
salto de agua artifi-
cial que proporcio-
naba el movimiento
a la rueda vitruviana
de paletas (ver ima-
gen superior: plano
de Ignacio González
Tascón). Otra rueda
—dentada— po-
nía en acción un
tambor, unido por
ejes excéntricos a
dos cigüeñales que
producían el des-
plazamiento alterno
de las afiladas hojas
de la sierra (imagen
inferior: maqueta de
la sierra hidráulica
del Real Arsenal de
La Habana exhibida
en el Museo Naval
de Madrid).
Debido al incesante
calor del trópico, se
hizo necesario crear
broca, escuadra holandesa, serrucho, ce- formaran en exquisitos muebles dispersos una canaleta supe-
pillo… La madera se colocaba en el suelo, por las naciones del Viejo Mundo, sino que rior que vertía agua
donde previamente se marcaban a tamaño su mano de obra especializada franqueó los de continuo sobre
natural las piezas (cuadernas, curva co- muros de la muralla para dejar su impronta el punto de mayor
ral…) utilizando las plantillas establecidas en la fisonomía de la ciudad. Los carpinte- fricción con el fin de
mantenerlo lo más
y descritas por el armador; los carpinteros ros de ribera fueron los anónimos realiza- fresco posible.
dibujaban sobre la madera los diseños para dores de las armaduras de par y nudillo de Tan importante era
luego cortarlos con precisión. las techumbres de los inmuebles coloniales. la Zanja Real para el
El contrabando fue la única salida ante el Por su parte, los maestros vidrieros se Arsenal que, cuando
recio monopolio comercial impuesto por la encargarían del cierre de ventanales y ar- la primera se dispo-
nía a realizar labores
Corona española. Mucho se ha escrito so- querías realizados por medio del embote- de saneamiento
bre la venta y canje ilegal de cueros, tasajo y llado de madera, tal como se hacía en las en sus canales y
caudales no declarados a la hora de embar- cristalerías de los alcázares y jardines de conductos, había
car rumbo a España, pero apenas se conoce popa de los navíos. Las obras de imagine- que esperar por la
que las maderas preciosas cubanas (cedro, ría religiosa igualmente tuvieron como sus aprobación de la Co-
misaría de Marina,
caoba…) no escaparon al contrabando. precursores en La Habana a los diestros pues ésta debía pro-
El procedimiento utilizado para burlar la maestros tallistas de mascarones de proa.9 gramar la detención
vigilancia de aduana tenía lugar en el propio Baste decir que en el barrio de extra- de la sierra hidráuli-
arsenal, donde a los bajeles carenados se les muros nombrado del Arsenal y en el in- ca del astillero. Para
sustituían piezas de madera ordinaria por tramural de San Isidro vivían 881 carpin- ese momento ya
había sido dictado
otras de maderas preciosas, ubicadas gene- teros de los 2 004 que existían en toda la un bando exhortan-
ralmente en la cubierta alta, lo cual permitía, ciudad; 44 calafates de un total de 142; 34 do a la población a
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una vez llegadas a su destino, retirarlas con cordoneros; 9 aserradores; 1 865 pintores; almacenar agua para
Opus Habana
I. COLOCACIÓN DE LA
QUILLA EN GRADA
Unida por empalmes y
pernos, la quilla soste-
nía —como columna
vertebral del navío— al
conjunto de la sobrequi-
lla y el plan maestro.
III: IMPERMEABILIZACIÓN Y
CALAFATEO DEL CASCO
El casco se cerraba por medio de
tablones denominados tracas.
Con posterioridad se realizaba la
costura del casco, repasado por
los calafates, quienes rellenaban
las juntas con estopa y luego
la impermeabilizaban con brea
seca derretida.