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Regimen Fiscal de la Colonia

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN 1

OBJETIVOS DEL TRABAJO 2

Objetivo General 2

Objetivos Específicos 2

JUSTIFICACIÓN 3

RESUMEN 4

LA REAL HACIENDA DURANTE EL SIGLO XVII 5-6

1.1 La real hacienda 7

1.2 Medidas Fiscales impuestas por la Real Hacienda en el S.XVII 7

1.3. Las Reales Rentas en el siglo XVII 9

LA REAL HACIENDA DURANTE EL SIGLO XVIII 11

2.1. Régimen Fiscal impuesto por la Real Hacienda en el S. XVIII 13

2.2. Compañía Guipuzcoana 16

2.3. Intendencia de Ejército 20

2.4. Los Impuestos 22

CONCLUSIONES 24

BIBLIOGRAFÍA 26

INTRODUCCIÓN

El descubrimiento de América constituye la incorporación de un mundo nuevo a la economía


mundial. Vastas extensiones territoriales con múltiples riquezas, surgieron de una aventura inicial
que luego se convirtió en descubrimiento. Pero desde el inicio mismo de la conquista, la Corona
delego sus oficiales reales, para que participaran en las expediciones y cobraran directamente la
parte de los rescates que le correspondía, debido a las múltiples guerras en las que se veía
envuelto el reino de España, con sus adversarios europeos, este necesitaba establecer
mecanismos difíciles de eludir y que velaran por sus intereses en los territorios coloniales.

Es por tal motivo, es que comienzan a aparecer, organizaciones encargadas de administrar y


controlar todos los ingresos económicos, entre ellas podemos mencionar a la Real Hacienda en los
siglos XVII – XVIII, la Compañía Guipuzcoana en el siglo XVIII, y la Intendencia de Ejercito, que
viene a poner orden en la administración de la provincia de caracas, instaurada en el siglo XVIII.

Sin embargo es necesario resaltar, que los ingresos de estas organizaciones, provenían
principalmente de los impuestos, las cuales eran contribuciones en dinero, que la Corona española
estableció en América para obtener ingresos económicos, pero la situación fiscal vario
considerablemente, entre los siglos XVII y XVIII. Es por tal motivo que la siguiente investigación
tiene por motivo dar a conocer, los régimen impuestos en el periodo Colonial de Venezuela,
durante los siglos XVII-XVII por las organizaciones administrativas mencionadas anteriormente.

OBJETIVOS DEL TRABAJO

Objetivo General.

Conocer los régimen fiscales aplicados durante el periodo colonial de Venezuela, entre los siglos
XVII – XVIII.

Objetivos Específicos.

• Identificar las organizaciones encargadas de administrar y controlar todos los ingresos


económicos y de emplear las distintas políticas, referentes a los cobros de impuestos, que se
aplicaron en la colonia durante los siglos. XVII-XVIII.

• Describir los distintos tipos de impuestos designados en el periodo colonial de Venezuela (siglos.
XVII-XVIII).

• Detallar el basamento de los impuestos cobrados durante el periodo colonial de Venezuela


(siglos. XVII-XVIII).
JUSTIFICACIÓN.

Pese a la existencia de una oligarquía criolla, muy rica, las provincias venezolanas no generaban
muchos ingresos a las arcas reales, y estos ni siquiera alcanzaban para mantener la administración
colonial, es por ello que a raíz de muchos abusos y desordenes de la administración colonial se
instauraron ciertos organismos, encargados de delegar ciertas funciones, entre ellas la recaudación
del fisco o la cobra de impuestos.

Debido a dicho conflicto, sufrido en el periodo colonial de Venezuela, surge la necesidad de aportar
un conocimiento enfocado en los régimen fiscales durante los siglos XVII-XVIII, con el fin de poder
entender las situaciones económicas suscitadas en épocas pasadas, logrando de este modo
comprender los actuales problemas fiscales de Venezuela.

RESUMEN.

Este informe está enfocado, en el régimen fiscal reinante en los siglos XVII – XVIII, los tipos de
impuesto que se utilizaron y se impusieron en la época, las instituciones que fungieron como
recaudadoras de los distintos gravámenes, y los problemas que se generaron a lo largo de estos
dos siglos para la recaudación de impuesto.

También, se enuncian los, diferentes, conflictos bélicos tanto internos como externos que tuvieron
lugar en los siglos anteriormente mencionados, que afectaron, directamente, la recaudación de las
variadas tasas impositivas, debido a que éstos conflictos, cuando se originaron, pararon casi en su
totalidad el comercio que existía entre la provincia de Venezuela, las colonias españolas y los
países europeos, y ésta situación se generaba, porque no se permitía el tráfico marino en el mar
Caribe, que era la única forma de comerciar de la época.

Igualmente, se reseña la actividad de la Compañía Guipuzcoana (1728 – 1785), la cual se encargo,


durante 57 años, de todo lo referente de la actividad mercantil y al comercio interno y externo de la
provincia de Venezuela con las otras colonias españolas en América y con los países europeos

Palabras claves: Compañía Guipuzcoana, Rentas Reales, Real Hacienda, Intendencia del Ejército.
LA REAL HACIENDA DURANTE EL SIGLO XVII.

La recaudación fiscal, impuesta en Venezuela por la Corona española, está relacionada con los
primeros libros de la Tesorería que se abrieron en 1531. Durante el S. XVII, la Real Hacienda
implanto varias medidas fiscales, relacionadas con algunos cobros de impuestos entre ellos
podemos mencionar el impuesto de alcabala, así como el continuo desarrollo del cacao que genero
abundantes ingresos, antes de que ocurrieran los conflictos internacionales en los que se había
visto comprometida la metrópolis de España.

1.1. La Real Hacienda.

La historia de la Hacienda en Venezuela comenzó efectivamente en 1531 cuando, por


instrucciones de la reina Juana la Loca, fueron abiertos los primeros libros de la Tesorería y se
establecieron en Coro los oficiales reales; los primeros ingresos a las Cajas Reales
correspondieron al impuesto del quinto que cobró la Corona por los indios sometidos a esclavitud.
La gobernación de Venezuela se encontraba entonces a cargo de los Welser. Esas instrucciones
disponían que la Hacienda estuviese al cuidado de 3 personas: un tesorero, un contador y el factor.
Todo el caudal en oro y perlas que perteneciese a la administración real, debía ser depositado en
una arca con 3 cerraduras, cuyas diferentes llaves estarían respectivamente en manos de esos 3
oficiales, de manera que uno solo de ellos no la pudiese abrir para meter o sacar algo: debía ser
abierta necesariamente estando los 3 reunidos.

1.2. Medidas Fiscales impuestas por la Real Hacienda en el S.XVII.

Entre las medidas fiscales que impuso la Real Hacienda desde finales del siglo XVI y principios del
siglo XVII (período de estudio), estuvo el impuesto de alcabala, extendido a la provincia de
Venezuela en 1591, En 1596 se impuso como un impuesto fijo por resolución de la corona y
consistió en que no se recaudase directamente por la Hacienda Real sobre las ventas, como
estaba ordenado, sino que se diese a las ciudades mediante una renta fija y por un tiempo limitado.
El Cabildo de Caracas lo tomó por 400 pesos anuales, a partir del año de 1600 hasta 1624 cuando
el canon fue elevado a 825 pesos, renovándose cada 6 años por todo el resto del siglo XVII.
Al iniciarse el siglo XVII se había producido un importante cambio en la estructura del ingreso y del
gasto público. De acuerdo con el análisis de los gravámenes fiscales, los impuestos directos fueron
en ascenso de manera que del 40,4% en 1598, pasaron al 55,3% en el año siguiente, y en el de
1600 y siguientes se colocaron en el 66,9%. En tanto que los indirectos fueron del 15,95%, el 41%
y el 7,9%, respectivamente. En el mismo período aumentaron aquellos ingresos que no tenían
carácter impositivo, como la venta en públicos remates de las mercaderías apresadas a los
contrabandistas extranjeros, el monopolio del tabaco y de la sal que no significó aumento de
precios sino el ejercicio de un privilegio cuya clientela estaba en territorios extranjeros, fuera del
alcance de la iniciativa privada en aquel tiempo de comercio regulado en todas las naciones.

Durante el siglo XVII la Real Hacienda continuó su desarrollo y crecieron sus ingresos de una
manera sostenida pues a partir del incremento y comercio regular del cacao, se produce la
consolidación de todos los rubros con tendencia al alza, aunque muy a menudo se advierten los
efectos de los continuos conflictos internacionales en que se vio comprometida la metrópoli, los
cuales en América tuvieron su foco principal en el Caribe. La toma de Curazao por los holandeses,
en 1634, y la presencia frente a las costas de Venezuela de la poderosa armada que ejecutó esa
operación, bloqueó toda la navegación exterior de manera que sólo 4 naves arribaron a La Guaira
en todo ese año, quedando limitada la comunicación marítima al tráfico costanero. La situación no
se normalizó sino hacia 1640. En 1651, se puede tomar como un año normal, porque los ingresos
fueron relativamente altos, este comportamiento se mantuvo hasta finales de los años ochenta,
como se puede visualizar en el cuadro:

Remesas a España (en moneda)

Año Pesos de Plata

1661 121.300

1663 62.500

1665 42.300

1667 57.000

1669 49-600

1672 161.000

1675 29.000

1678 22.700

Total 545.400

Cuadro Nº 1. Remesas a España


A esas remesas en metálico deben añadirse las remesas en mercaderías, práctica muy usual en la
época, y entre esos efectos particularmente el tabaco que se remitía regularmente al estanco de
Sevilla.

1.3. Las Reales Rentas en el siglo XVII.

El estado de las reales rentas para comienzos del siglo XVII puede verse en la siguiente relación:

Rentas Reales

Nombre del Impuesto Gravamen

Veintena de oro 18.157 maravedíes

Diezmos 105.933 maravedíes

Almojarifazgo 534.160 maravedíes

En vales, escritura y dinero en caja del año anterior 19.781.008 maravedíes

Libranzas sobre las cajas de tierra adentro 138.924 maravedíes

Composición de indios 10.008 maravedíes

Composición de tierras 96.928 maravedíes

Efectos recibidos en pago de deudas 169.140 maravedíes

Penas de Cámara 105.408 maravedíes

Alcabala 169.247 maravedíes

Total 21.128.907 maravedíes

Cuadro Nº 2. Rentas Reales.

En cuanto al derecho de alcabala, una cedula del 4 de agosto de 1596 ordenaba al gobierno de
Venezuela procurarse que todas las ciudades villas y lugares de provincia, cada uno por si o toda
la provincia por entero tomase en encabezamiento por tiempo limitado este impuesto. En virtud de
dicha autorización el cabildo de caracas se hizo cargo de la renta correspondiente por nueve años
en 4.000 reales castellanos anuales. Una real cedula del 5 de octubre de 1609 ordeno que cada
año los negros y mulatos libres tanto varones como hembras de esta provincia pagasen un
impuesto según lo que tasase el gobernador en conformidad con esta disposición Alquiza, por una
orden del 4 de mayo de 1610, pechó a cada negro o mulato libre con un peso de a 16 reales por
año.Los libros “Común” y “General” de la contabilidad colonial señalan que particularmente en el
siglo XVII las rentas, aunque modestas, no solo eran suficientes sino que permitían hacer
frecuentes envíos a España muchos de ellos a consideración como el que se hizo en 1651 de casi
11 millones de maravedíes. En 1650 el cabildo de caracas acepto las disposiciones de la corona
sobre la creación del Derecho de Armada de Barlovento, pero estableció una tarifa diferente para
vecinos y forasteros. Los primeros pagarían 4 reales sobre cada fanega de cacao que exportasen y
un cuartillo sobre cada cuero y los segundos 6 reales sobre las fanegas de cacao y medio real por
los cueros. De esta manera se procuraba favorecer a las personas nacidas en el país o
residenciadas.

LA REAL HACIENDA DURANTE EL SIGLO XVIII.

Durante este siglo la Real Hacienda, se vio afectada profundamente a consecuencia de las guerras
ocurridas entre España y Francia, ya que el comercio y la navegación no podían generar los
ingresos deseados, dicha situación se agravo con la llegada de Felipe V. Pero con el fin de
normalizar la situación en este periodo, se hayo la cobra de impuestos de almojarifazgo. No
obstante para el año de 1728 se funda la Compañía Guipuzcoana, primera compañía mercantil,
que se disuelve por orden oficial para el año de 1785. Luego en 1776, se creó la Intendencia de
Ejercito, con el fin de ejercer ciertas funciones sobre la real hacienda, como recaudar rentas,
controlar su utilización, entre otras.

2.1 . Régimen Fiscal impuesto por la Real Hacienda en el S. XVIII.

Las guerras con Francia en la última década del siglo XVII y en los albores del siglo XVIII que dio
con la muerte de Carlos II (1700), afectaron el comercio y la navegación causando una profunda
alteración en la marcha regular de la Hacienda venezolana, situación que se agravó con el ascenso
al trono español del primer Borbón francés, Felipe V, suceso que condujo a España, aliada con
Francia, a la de Guerra de Sucesión con Inglaterra y otras potencias europeas. La guerra se
extendió hasta 1713 cuando se restableció a media la paz. Sólo entonces comenzó a normalizarse
el curso de las rentas y de la administración local. Aquellos acontecimientos pesaron gravemente
sobre la situación fiscal, por el incremento de los gastos de guerra, las contribuciones a la metrópoli
y la paralización casi absoluta del tráfico marítimo, todo lo cual causó una merma sensible de las
recaudaciones impositivas.

El almojarifazgo, impuesto sobre las mercaderías a su entrada y salida por los puertos habilitados
para el comercio foráneo, descendió a su más bajo nivel y aunque a duras penas podían las Cajas
de Caracas sustentar sus propios gastos tuvieron que atender a los de otras provincias y pagar
sueldos de funcionarios, municiones y consumos de las tropas reales acantonadas en Trinidad,
Margarita y Cumaná.

Desde el segundo lustro del siglo XVIII hasta la tercera década del mismo siglo la situación fiscal
de Venezuela fue caótica y precaria, debido a los distintos conflictos internacionales, afectaron
generalmente el Caribe y en consecuencia el comercio marítimo con las colonias de España en
América, así como el intercambio comercial con las naciones europeas. Esta situación, trajo como
consecuencia que la Real Hacienda arrojara pérdidas en este periodo, debido a que las
erogaciones eran mayores que los ingresos. Fue sólo en la tercera década cuando la Real
Hacienda se recuperó, y en los años que precedieron al establecimiento de la Guipuzcoana.

En la segunda de la mitad de la cuarta década del siglo XVII, la circunstancias fiscales, fueron
contrastantes, debido a que la Hacienda local se repuso, en los dos primeros años de este lustro,
de sus quebrantos y alcanzó su anterior tope y llegó tener un buen ingreso fiscal; pero, en los tres
años siguientes, sucesos locales afectaron gravemente todos los negocios públicos y la economía
de la gobernación, y en consecuencia bajaron los ingresos de la Real Hacienda, teniendo una
caída del 37%, aproximadamente. Sin embargo, esas cifras no revelaban la verdadera situación de
la Hacienda Pública, que se encontraba en una situación muy comprometida, pues las deudas
acumuladas que pesaban sobre ella ascendían 7,6 veces los ingresos del último año.

Entre los años de 1750 y 1764, o sea en 15 años, las solas extracciones de cacao alcanzaron a
875.641 fanegas, por un valor en el puerto de salida de casi 13.000.000 pesos, que debieron dejar
una utilidad neta a los cosecheros de 8.300.000 pesos, y al Fisco por impuesto de salida, 325.000
pesos. A partir de ese año fueron introducidas importantes reformas de carácter fiscal. En 1765 fue
lanzado el famoso decreto de Comercio Libre, que inicialmente sólo incluyó, en territorio
venezolano, a las islas de Margarita y Trinidad, y más tarde a las gobernaciones de Cumaná y
Maracaibo y pasado el año 1780, fue extendido a la de Caracas. El 12 de octubre de 1778 la
Corona dictó el Reglamento y Aranceles para el Comercio Libre de España e Indias, que codificó el
nuevo régimen, agregó medidas que se habían hecho necesarias. No fueron incluidos los puertos
de Venezuela y la Nueva España, por causa del contrato con la Guipuzcoana, que comprendía a
aquéllos, y además porque la liberación del comercio con México habría afectado a los mercaderes
y agricultores de Caracas, en virtud del monopolio que disfrutaba esta provincia sobre el
abastecimiento de cacao a México.

Las guerras napoleónicas de finales de ese siglo y primera década del XIX, afectaron la Hacienda
Pública imponiéndole pesadas cargas, a la vez que lesionaron sus ingresos ordinarios y el
comercio regular de las gobernaciones reunidas bajo el gobierno económico y fiscal de la
Intendencia.

El cuadro de los rubros fiscales al final del período colonial, en gran parte heredado por la
República, con algunos cambios de nombres, era el siguiente: el almojarifazgo, sobre los efectos
de importación o exportación; la alcabala, impuesto sobre las ventas; alcabala de mar, impuesto de
entrada y salida de mercaderías en el tráfico de cabotaje; armada y armadilla, para el
sostenimiento de los buques de resguardo costero; avería, para los gastos del tribunal del
Consulado y fomento de la agricultura; tafia, impuesto de un peso sobre el quintal (100 libras) de
aguardiente de caña; aduanas de la laguna, pequeño gravamen que se recaudaba en los puertos
del lago de Maracaibo; pulperías, patente anual; composición y confirmación de tierras,
concesiones territoriales, o legitimaciones, hechas por el Cabildo; arriendo o alquiler de tierras;
lanzas, derechos causados por los títulos nobiliarios; medias anatas, impuesto sobre los sueldos
de los cargos públicos; tributo de indios, conversión de días de trabajo en salarios, que las
comunidades indígenas pagaban a la Corona, una vez abolido el régimen de encomiendas (1691)
a razón de 2 pesos anuales los varones entre 18 y 50 años; cargos venales, aquellos que se
adquirían del Cabildo por «compra», menos los de alcaldes; no podían trasmitirse por herencia o
cesión, ni aplicar tarifas diferentes a las aprobadas por los cabildos, y no siendo perpetuos,
quedaban sujetos a todas las responsabilidades civiles y penas a que estaban sometidos los
funcionarios públicos; novenos reales, parte de los diezmos eclesiásticos correspondiente a la Real
Hacienda; papel timbrado; quinto de minas, el 20% del producto de éstas; salinas, a razón de un
peso por quintal; corso, derecho sobre los barcos de entrada y salida, para el sostenimiento de las
naves encargadas de perseguir a los corsarios y contrabandistas; guarapo, impuesto similar al que
gravaba el aguardiente; de gallos, derechos de licencia de estos juegos públicos; sucesiones
vacantes, herencias dejadas sin testamento ni parientes conocidos: estanco del tabaco, venta y
distribución exclusiva por el Estado, a nivel de mayorista y de exportador.

2.2. Compañía Guipuzcoana.

La constitución de la Compañía Guipuzcoana comenzó a fraguarse desde principios de la tercera


década del siglo XVIII. Sirvió como fundamento económico para la promoción de la empresa, el
informe presentado por Pedro José de Olavarriaga, quien estuvo en Caracas en los años de 1720 y
1721 en ejercicio de su función como juez de comisos, documento en el cual hizo una descripción
del estado de la gobernación, su producción y comercio con España y México, y con otros
dominios españoles y extranjeros en América. El consumo de cacao en España se había
generalizado y constituía materia de primera necesidad, pero los conflictos bélicos en que a
menudo se vio comprometida la metrópoli, interrumpieron a veces casi absolutamente el
aprovisionamiento del grano procedente de Caracas. Tras las negociaciones entre la Corona y los
promotores de la compañía, las conversaciones sostenidas por Felipe de Aguirre, en su condición
de comisionado por la Provincia de Guipúzcoa, y el ministro José Patiño, culminaron con la
expedición de la real cédula de 25 de septiembre de 1728, que otorgó a la Compañía Guipuzcoana
el privilegio del comercio recíproco entre España y la provincia de Venezuela.

El comercio de Venezuela era muy codiciado pues su cacao gozaba de la mejor reputación en los
mercados mundiales. Por su precio se colocó en el tercer lugar después del oro y de la plata, y en
la misma posición de otro artículo precioso como era la grana. En España llegó a cotizarse por
encima de 80 pesos la fanega, y aunque la compañía hizo bajarlo a 45, era ésta una suma tan
importante que equivalía al salario de un año de un trabajador agrícola, un peón, a razón de 9
reales semanales que se pagaba ordinariamente en la provincia de Venezuela.

La compañía se comprometió a ejercer la vigilancia del litoral de la provincia, autorizó para


incorporar a su flota mercante naves construidas en el extranjero, aunque sólo en sus primeros
viajes, exonerándola del derecho de extranjería, un impuesto que pagaban los navíos fabricados
fuera de España y sus dominios. La Compañía Guipuzcoana disfruto durante 50 años del trato
exclusivo del comercio entre la provincia de Venezuela y España. El comercio con los otros
dominios españoles en América y colonias extranjeras, cuando fuese autorizado por las presiones
políticas, particularmente bélicas, quedaba fuera de los términos del contrato con la Guipuzcoana.
Tres años después de haber iniciado sus actividades, repartió un dividendo del 20%, una vez
deducida la participación de la Corona en las utilidades. El establecimiento de la compañía causó
gran indignación en la provincia. El Cabildo de Caracas reclamó que no se le había consultado,
como ocurrió en otras oportunidades por estar comprometido el interés del común. Además, el
contrato provocaba una alteración profunda de los negocios regulares establecidos por los
cosecheros y mercaderes criollos, en su mayoría de origen vasco, con la metrópoli, Nueva España
(hoy México) y los dominios del Caribe.

Esta protesta no surgió porque aquellos se sintiesen afectados en el comercio ilegal, pues
ocasiones para ejercerlo tendrían cuando quisiesen y les conviniese, sino porque les arrebataba el
comercio directo con España, no solamente del cacao, sino el de los efectos europeos para el
abastecimiento del mercado local, ya que México proporcionaba los metales amonedados y sólo en
muy pequeña escala, mercadería de consumo indispensable para la dieta, el vestido, y artefactos
de uso artesanal o de la pequeña e incipiente industria, en su mayor parte procedentes de
Inglaterra o Francia y de la propia España. Otra conflicto, fue la revuelta de Juan Francisco de
León en 1749, que despertó cierta desconfianza hacia la compañía de parte de la Corona, no sólo
por este hecho sino porque no le rendía cuenta de sus operaciones y desde 1741 había
suspendido la entrega de dividendos, por lo cual los accionistas estaban descontentos. Se acusaba
a los directores de hacer negocios personales.

La Corona ordenó la convocatoria de una Junta General que se reunió en la Sala del Consulado de
San Sebastián, dictándose un reglamento que estableció severas medidas sobre los llamados
«gastos secretos», pues había la sospecha, expresada en el proyecto original de ese documento,
acerca de «honorarios» que la compañía le daba al obispo y al gobernador de Caracas. Manuel de
las Casas, representante de la Corona en el Consejo de la Compañía expresó: «Su Majestad no
está ignorante de esto, desde que durante siglos pasados ha visto que quienes van a América con
un sueldo que apenas cubre sus necesidades, vuelven con dos, cuatro y ochocientos mil pesos
fuertes. Esto es conocido y no le veo remedio».

La revuelta de Juan Francisco de León fue aplacada y la compañía fue restituida en sus facultades,
pero sujetándosela a severas condiciones; entre ellas, la principal, la constitución de una Junta
Reguladora de Precios formada por el gobernador, como árbitro, el factor de la compañía y un
diputado del Cabildo en representación de toda la provincia. La Junta se reunía en enero y en ella
el representante de la provincia y el de la compañía, exponían sus argumentos, el primero en
demanda de más elevados precios en la venta de los frutos del país y de moderación en los
precios de los efectos de España introducidos por la compañía. En caso de no llegarse a un
acuerdo, la decisión correspondería al Rey. El resultado inmediato de este sistema fue un alza
progresiva que pasó de 7 u 8 pesos la fanega, a 11, 12, hasta 16 pesos y aún más pasados los
años 1770. La compañía fue obligada a ceder a los embarcadores caraqueños hasta una sexta
parte de la capacidad de carga de sus naves, y se le fijaron fletes moderados. Además, no
obstante sus protestas, tuvo que admitir la participación de 300 accionistas de la provincia de
Caracas y 100 de la de Maracaibo.

También se la obligó a un mayor abastecimiento de la demanda local de artículos españoles y


europeos, entre ellos algunos tan indispensables como el aceite, la harina y otros comestibles,
tejidos y toda clase de materiales para el vestido. A partir del establecimiento de la Intendencia de
Ejército y Real Hacienda en 1776, la compañía debió enfrentar la resistencia que le opuso el primer
intendente, José de Abalos, quien al parecer trajo instrucciones para someterla a controles más
rígidos y mermar sus privilegios. La guerra con Gran Bretaña en 1779, colocó a la compañía en
condiciones muy precarias que no le permitieron cumplir sus compromisos con la Corona y la
provincia, y tuvo que acudir a préstamos de los vecinos de Caracas para continuar sus
operaciones. El Cabildo, por su parte, creció en osadía y reclamó mayor participación en los
negocios locales. Las dificultades del comercio foráneo hicieron necesaria la extensión a los
mercaderes criollos de franquicias para el tráfico con los dominios extranjeros y para el ejercicio
mercantil en áreas que habían sido exclusivas de la compañía; de hecho cesaron sus privilegios a
partir de 1780, y finalmente sucumbió cuando por real cédula de 10 de marzo de 1785 se ordenó
su disolución oficial. Los bienes de la Guipuzcoana pasaron a la Compañía de Filipinas, creada en
esa misma oportunidad.

2.3. Intendencia de Ejército.

Institución creada en Venezuela por cédula de Carlos III de 8 de diciembre de 1776 siguiendo la
experiencia inmediata cubana (1764) y la más remota de España, donde esta institución se había
implantado definitivamente desde 1749. Su administración se centralizó en la ciudad de Caracas,
quedando bajo su gobierno las provincias de Caracas, Cumaná, Guayana y Maracaibo, así como
las islas de Trinidad y Margarita, donde los gobernadores actuarían como delegados del
intendente. La nueva entidad se desvinculó totalmente del virreinato neogranadino y conformó una
unidad económica con los territorios que más tarde dieron origen a la nación venezolana (excepto
Trinidad). Fue así el primer gran paso para la estructuración económico-política de Venezuela que
luego se completó, en diciembre de 1777, con la erección de la capitanía general y en 1786 con la
fundación de la Real Audiencia de Caracas. Correspondían a la Intendencia una serie de funciones
múltiples, que antes pertenecían a los virreyes, gobernadores y alcaldes mayores o corregidores,
por lo que entró a menudo en conflicto con éstos. El reformismo borbónico desvinculó atribuciones
pero no las delimitó bien, superponiéndose la planta administrativa de los Borbones a la que existía
desde la época de los Austrias. Lo fundamental de la Intendencia era la materia económica,
especialmente la Real Hacienda, que fue puesta por completo en manos de los intendentes, pero
éstos tenían también actividades económico-fiscales relacionadas con justicia, policía y guerra. El
intendente vigilaba así todo lo relativo al ingreso y gasto de la Real Hacienda, con el auxilio de
numerosos funcionarios locales y del Tribunal de Contadores de Cuentas.

En relación con Justicia velaba por el cumplimiento de las leyes y por la eficacia de los trámites
jurídicos; en la policía no sólo cuidaba el orden urbano y rural, sino que supervisaba los renglones
fundamentales de la economía, como la agricultura, la ganadería, el comercio y la industria, por lo
que tuvo vínculos muy estrechos con el Consulado de Caracas, a partir de la fundación de éste en
1793 donde se agrupaban los comerciantes y los hacendados; en el ramo de guerra caía dentro de
su competencia todo lo relativo al aprovisionamiento de las tropas y el suministro de uniformes,
armas y municiones. De aquí que los virreyes y capitanes generales tuvieran que consultar siempre
a los intendentes, ya que en definitiva eran los que debían autorizar los gastos defensivos. Durante
la etapa colonial, en la que la Intendencia tuvo mayor importancia, se sucedieron los siguientes
intendentes: José de Ábalos (1777-1783); Francisco de Saavedra (1784-1788); Juan Guillelmi,
capitán general que actuó como intendente interino (1788-1791); Joaquín Cubells, sólo desde el 1
de mayo al 24 de julio de 1791; Esteban Fernández de León (1791-1802); Antonio López de
Quintana, el regente de la Audiencia que actuó como intendente interino (1802-1803); Juan Vicente
de Arce (1803-1809) y Vicente Basadre (1809-1810). A los intendentes Ábalos, Saavedra,
Fernández de León y Arce, les correspondió montar toda la estructura administrativa, deshacer el
monopolio de la Compañía Guipuzcoana, fundar y administrar la renta del tabaco, estimular la
producción agrícola (incluso con la introducción de nuevos cultivos, como el añil), fomentar la
ganadería, proteger la importación de herramientas, utensilios y máquinas de aplicación agrícola,
traer mano de obra esclava para el aumento de la economía de plantación, controlar la fabricación
de aguardiente, organizar la defensa del litoral mediante el corso, dotar a las milicias y a las tropas
regulares de víveres e implementos bélicos e incrementar el comercio venezolano, actividad
primordial de la que dependía su economía. Los intendentes Ábalos, Arce y Basadre jugaron un
papel decisivo al permitir el comercio con las naciones neutrales, y especialmente los 2 últimos, ya
que actuaron en contra de las normas recibidas de la Corona; realizaron una ingente labor
económica en una coyuntura histórica muy difícil. Las cartas, informes y memoriales de estos
funcionarios constituyen la mejor fuente informativa para el conocimiento de la economía
venezolana en la época previa a la emancipación.

2.4. Los Impuestos

El tributo real: era la suma que los indios y negros libertos debían pagar a la corona.

Alcabala: Era el impuesto que pagaba todo comerciante y todo negociante de bienes raíces, se
pagaba también al transporte mercancías de una ciudad a otra.

Almojarifazgo: Los pagaban en los puertos los comerciantes que importaban y exportaban
mercancías

El Impuesto de Armada o de Avería: Era lo que se pagaba por la introducción de mercancía de


ultramar.

Composiciones: Se recaudaba por concepto de obtención de títulos de propiedad de la tierra.

Novenos Reales: Producción agropecuaria se recolectaba dos novenas partes del Diezmo.

Papel sellado: Lo que se pagaba para poder utilizar en las actividades judiciales papel con sellos
reales y su tasa variaba de acuerdo con la importancia del documento.

Derecho a la Pulpería: Lo que pagaban los dueños de estos establecimientos para la autorización
comercial (30, 40 pesos).

Estanco y Tafia: Se recaudaban impuestos por comercialización de tabaco, naipes, aguardiente,


galleras, ventas de guarapos.
CONCLUSIONES

Se puede observar en el desarrollo del informe, que el régimen fiscal de la Venezuela colonial entre
los siglos XVII y XVIII, estuvo marcado por la precariedad, la inestabilidad y la inconsistencia, todo
esto debido a la falta de políticas efectivas que permitieran el buen desempeño en la recaudación
de impuestos; además, de los incesantes conflictos tanto internos como externos, bélicos en su
mayoría, que se desarrollaron en esos dos siglos, los cuales afectaban, directamente, el comercio
marítimo, ya que las grandes potencias europeas de la época (Inglaterra, Francia, Holanda,
Austria, Dinamarca, Alemania, etc.), se interesaban por tener el control de éste, sobre todo el
comercio del Caribe.

De la misma forma, se puede decir que la ambición e intereses de los reyes de España y de
algunos mantuanos españoles interesados en controlar el comercio marítimo venezolano y los
principales productos de exportación que tenía la provincia de Venezuela, trajo como consecuencia
la instalación en Venezuela de la Compañía Guipuzcoana, la cual se dedico a perjudicar el
comercio venezolano, que en la época en la cual se instaló estaba tratando de crecer. La
Compañía Guipuzcoana en los 57 años (1728 – 1785) de operaciones en Venezuela tuvo muchos
detractores, debido a que la misma aplicó malas políticas comerciales que influyeron en los precios
internacionales del cacao, los cuales se encontraban bien cotizados en el exterior, que era el
principal producto de exportación de la época, así como en los otros rubros comerciales que
constituían la cartera comercial de la provincia de Venezuela en esa periodo; aparte la compañía
impuso un monopolio en lo referente a la compra y venta de los distintos rubros que se producían
en el país, es decir que los productores y comerciantes que querían vender sus cosechas a
cualquier país o comprador internacional tenían que venderlos a la compañía al precio que ella
imponía y no al precio que se cotizaba en el mercado internacional.

Esta situación, produjo mucho malestar en lo productores y comerciantes de la época, y en


consecuencia estos trataron, en distintas ocasiones, de sublevarse para impedir que la compañía
contralara el comercio nacional, entre la más famosa sublevación (1749 – 1751) estuvo la de Juan
Francisco de León, el cual era comerciante canario que se rebeló ante las disposiciones de la
Compañía Guipuzcoana, aunque el movimiento fue aplacado, este sembró las bases para que los
reyes españoles impusieran controles a la forma tan perniciosa como se maneja internamente la
compañía.

Esta forma operar de la compañía, que se mantuvo después de la sublevación de Juan Francisco
de León, trajo pérdidas a la Hacienda Pública y en consecuencia al fisco y al erario público, debido
a que aunque se estaba exportando grandes cantidades de cacao al exterior éste estaba siendo
vendido a precios irrisorios y nada parecido a como se vendía en el momento de la instalación de
la Compañía Guipuzcoana.
En resumen, este comportamiento errante de la economía venezolana de la colonia produjo
escases de alimentos y productos de primera necesidad que en la provincia no se producían, poca
recaudación de impuestos, malestar y descontento en la población (productores y comerciantes), la
suma de estos factores, trajo como consecuencia una población más pobre, más discriminada y
una economía que nunca pudo salir de las distintas recesiones en las que se vio involucrada.

BIBLIOGRAFÍA

ARCILA FARÍAS, EDUARDO. Economía colonial de Venezuela. 2ª ed. Caracas: Italgráfica, 1973.

ÁLVAREZ FREITES, MERCEDES MARGARITA. Comercio y comerciantes y sus proyecciones en


la independencia venezolana. 2ª ed.

ARCILA FARÍAS, EDUARDO. Comercio y hacienda pública de Venezuela en el siglo XVII. Caracas:
Academia Nacional de la Historia, 1986; El primer libro de Hacienda Pública Colonial de Venezuela
(1529-1538). Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1979; Hacienda y comercio de
Venezuela: siglos XVI y XVII. Caracas: Banco Central de Venezuela, 1983-1986. 5 v.

Recaudación Fiscal

Real Hacienda
Era la organización encargada de administrar y controlar todos los ingresos
económicos y enviarlos al Tesoro de la Corona española. Estaba representada por
tres oficiales reales: El contador, quien llevaba las cuentas y hacía los cálculos; el
tesorero, que se encargaba de garantizar la equivalencia de las cuentas con lo
existente en la caja (“tesoro”) y el factor veedor quien “veía” que todo funcionara
correctamente.

Estos oficiales también eran responsables de una caja o arca que contenía oro,
perlas y dinero, además de dos libros en los que se asentaban los ingresos,
egresos y resoluciones (acuerdos). La caja de la Real Hacienda estuvo primero en
la ciudad de Coro, luego en Barquisimeto y, finalmente en Caracas. En 1686, el
rey Carlos II creó el cargo de contador mayor de Caracas como máxima
autoridad en asuntos del Tesoro, y en las ciudades y villas del interior se
encargaban de las recaudaciones los tenientes justicias. Luego, en 1776, se creó
la Intendencia de de Ejercito y Real Hacienda de Venezuela, que unificó todas las
provincias bajo una administración central que tuvo su sede en Caracas. Los
ingresos de la Real Hacienda en Venezuela provenían principalmente de los
impuestos .

Casa de la Real Hacienda

Los impuestos.
Los impuestos eran contribuciones en dinero que la Corona española estableció
en América para obtener ingresos económicos. Eran muy diversos y abarcaban
casi todas las actividades económicas que se realizaban en la Colonia. Estas
contribuciones se cobraban por concepto de ventas de tierras, importaciones y
exportaciones de manufacturas, utilización del papel sellado, comercio de negros,
etc. Una parte de estos recaudos se destinaban para cubrir los gastos de las
instituciones, mientras que el sobrante era enviado a España.

En Venezuela, los ingresos de la Real Hacienda fueron escasos, al menos durante


los primeros dos siglos. Esto se debió al poco desarrollo económico y a la
escasez de minerales. Por ello, a partir del siglo XVII se aplicaron nuevos
controles para recaudar los impuestos y combatir el comercio ilegal.

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