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2019
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Paulina.santacruzlucca@gmail.com
Ideas preliminares
¿Por qué fracasa la República Liberal en Colombia? Podrían ensayarse una multiplicidad de
respuestas dedicadas a responder dicha pregunta, aquí se dedicarán esfuerzos a trazar sólo una entre
ellas. Se sostiene que la república liberal fracasa como proyecto político porque el liberalismo sin
democracia económica es un oxímoron. A su vez, la agudización de las relaciones amigo-enemigo
estrangulan la emergencia del gaitanismo como posibilidad de reinvención del proceso republicano.
El ensayo argumenta la tesis mencionada, a través de un ejercicio comparativo entre el “fracaso” de
la República Liberal de Colombia y la emergencia del peronismo argentino, cuyo fracaso, al menos
desde ciertas perspectivas, no está tan claro.
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Experiencias atravesadas por tradiciones anarquistas y socialistas, y la concentración del sector en pocos centros
urbanos.
otro como un enemigo a ser erradicado, que posee demandas ilegítimas y cuestiona la propia
existencia (Mouffe, 2007). En este sentido, Mouffe asume que la especificidad de la política
democrática no se encuentra en la supresión del conflicto (la relación nosotros-ellos), sino en la
institución de un modo diferente en la que ésta relación se establece, compatible con el pluralismo
democrático. Precisamente allí, no existe solución racional, pero las partes reconocen la legitimidad
de sus oponentes, al mismo tiempo que comparten un espacio simbólico común dentro del cual tiene
lugar el conflicto (Mouffe, 2007).
La referencia al texto de Mouffe podría constituir una alternativa útil para hacer inteligible,
tanto el fracaso del proceso liberal colombiano, como los procesos dictatoriales en la argentina desde
1955 hasta 1976. La clave radicaría en la imposibilidad de las democracias en la legitimación y
reconocimiento del conflicto en los marcos del agonismo, forma en la cual podrían instituirse las
relaciones nosotros-ellos sin devenir en antagonismos insuperables.
En el caso argentino, -que se repasará brevemente, sólo a fines comparativos- los defensores
de la teoría del empate sostienen que desde el golpe de estado de 1955 que derroca al peronismo, no
hubo ningún grupo capaz de imponer su propio proyecto particular como válido para la sociedad en
su conjunto, es decir, constituirse como dominante y legítimo5. Los golpes de estado recurrentes
(1955, 1962, 1966 y 1976), y los procesos electorales atravesados por las proscripciones y el exilio
de Perón6, dan cuenta de la fragilidad a partir de la cual se instituye la democracia argentina. Hacia
finales de la década del 60’, esta fragilidad democrática, y especialmente la agudización de las
relaciones amigo-enemigo enmarcadas en un contexto de radicalización ideológica, llevan a
diferentes grupos a sostener la lucha armada, y la eliminación del enemigo como la forma legítima
de resolución de los conflictos. El escenario de creciente violencia deviene en una de las dictaduras
más sangrientas de Latinoamérica, con un saldo de 30.000 desaparecidos, la reestructuración de la
correlación de fuerza entre capital y trabajo, con la predominancia del primero, y la estructuración de
las bases para la construcción del orden neoliberal en Argentina.
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Esta tesis se vincula a las ideas de la Teoría del empate hegemónico trabajadas desde la teoría social y la teoría política
por pensadores como Portantiero y O’ Donnell.
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La Revolución Libertadora (1955), prohíbe el peronismo a los fines de erradicar el movimiento, como lo harán todos
los gobiernos dictatoriales desde 1955. En 1957 el candidato proveniente del radicalismo, fuerza opositora a Perón pacta
un acuerdo con éste que se encuentra imposibilitado de presentarse a elecciones por su carácter de exiliado. Situación
similar atraviesa la elección de 1963 y el proceso electoral de 1973, año en el cual el peronismo se presenta y gana las
elecciones con un candidato alternativo a Perón ya que el líder permanecía exiliado.
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Se hace necesaria esta aclaración en tanto las relaciones antagónicas no solo se construyeron entre partidos sino
también dentro de los mismos partidos.
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Podría reconstruirse una genealogía más profunda pero los límites del trabajo privilegian la presente reconstrucción.
en conspiraciones hasta las reformas dictadas por la Asamblea Constituyente9 en 1910, donde puede
decirse que el partido vuelve a la vida política legal, y se estabiliza la competencia de partidos
(Gutiérrez Sanín, 2017).
Tras ciertos procesos de acuerdos, entre los partidos, en 1922 el PL lanza su propio candidato,
Benjamín Herrera que denuncia fraude en el proceso electoral generando una emergencia de
conflictos violentos. El clima político parece reducir tensiones en la presidencia de Olaya, candidato
mediante el cual el PL, conquista el poder y comienza el proceso de modernización y democratización
mencionado anteriormente (Gutiérrez Sanín, 2017). Sin embargo a pesar de que Olaya intenta mantener
piso básico de acuerdo con los conservadores, sin reformar el concordato, los problemas educativos,
ni la constitución, las confrontaciones interpartidistas y el malestar de los conservadores con las –
podría decirse- tímidas reformas liberales irrumpen para ir hacia un proceso de radicalización, en
donde el Partido Conservador (PC), denunciará faltas de garantías electorales y se embarcará en un
proceso de abstenciones electorales hasta la llegada del gobierno de Santos en 1938 (Gutiérrez Sanín,
2017).
Siguiendo en esta línea el gobierno de López Pumarejo frente al perpetuo hostigamiento del
PC hacia los gobiernos liberales, “sincera” la ficción de la cooperación interpartidista, y lleva a cabo
un programa de gobierno más radicalizado que los anteriores10, intentando al mismo tiempo impedir
una radicalización conservadora (Gutiérrez Sanín, 2017). Precisamente la reforma constitucional de
193611, será el nodo del programa de gobierno, señalada por el PC, que comprendía que la misma
violaba los acuerdos construidos en 1910. Puede sostenerse en este sentido, que la relación que se
instituye entre partidos, se liga a la deslegitimación constante de acuerdos y medidas o
reivindicaciones de los oponentes. Con ello el PC vuelve a las recurrentes abstenciones12,
posibilitando la constitución de un congreso homogéneo para los liberales lo que hará aún más
precaria la legitimidad de sus decisiones (Gutiérrez Sanín, 2017).
El gobierno de Santos en 1938 logra que el PC vuelva a las urnas en el marco de un acuerdo
de “convivencia nacional”, sin embargo, los conservadores entregan una carta al presidente en la que
manifiestan que Colombia está atravesada por una guerra religiosa que sostiene una violencia
instaurada, en donde no existe la democracia (Gutiérrez Sanín, 2017). Es entonces que hacia finales de
la década del 30’ la violencia se acentúa, el PC baraja alternativas golpistas y en muchos municipios
un pequeño roce podría generar fuertes confrontaciones entre adversarios (Pecault, 1987).
La década del 40’ volverá a terminar en un ascenso de los niveles de violencia, pero esta vez,
para reestructurar de una manera más profunda la correlación de fuerzas entre sectores populares y
elites, poniendo fin al proceso reformista de la República Liberal. Así hacia fines del 40’ se desata
La Violencia, que hunde sus raíces en los procesos de años previos, y termina por afianzar a las elites
políticas y económicas en Colombia, dejando un saldo de 140.000 víctimas entre 1948 y 1953
(Pecault, 1987). En este marco, en relación con el argumento del apartado, Pecault (1987) señala la
heterogeneidad de intereses, conflictos y actores, no siempre con sentidos específicamente
reconocibles que caracterizan a La Violencia. Asimismo, el carácter que define a este episodio más
vinculado a un proceso continuo en donde se presenta una agudización de antagonismos, que un
episodio que irrumpe de forma aislada. Allí señala el autor, lo político comienza a ser directamente
percibido como violencia (Pecault, 1987).
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Asamblea llevada a cabo a los fines de alcanzar la paz política en donde se reúnen los dos partidos a negociar.
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Entre las medidas de gobierno se destaca la reforma impositiva, la adopción del sufragio universal masculino, las
reformas vinculadas a procesos de laicización y la reforma constitucional de 1936.
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Entre los cambios más importantes se encuentran las reformas ligadas a la laicización, en el marco de la educación,
desatando la reacción conservadora católica; y la reforma impositiva.
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El PC se abstiene en Tolina, Tunja y Antioquía.
Con ello puede sostenerse que, hacia fines de la década del 40’, a partir de la desarticulación
de toda forma posible de unidad del campo político, ya no existen espacios para acuerdos sobre las
reglas de juego, la violencia es el centro de escena y la nueva modalidad en la que se instituye “lo
político” (Pecault, 1987). La resolución legítima de conflictos se vincula a la eliminación del
oponente por los medios de la violencia física. Y si bien, puede entenderse que los conflictos de La
Violencia no responden a intereses específicamente delimitables que se encuentren enmarcados en
correlaciones de fuerza estructurales, sino más bien a una ebullición donde las divisiones partidistas
se conjugan con enemistades e intereses locales (Pecault, 1987); puede sostenerse que ésta coyuntura
sofoca el proceso reformista liberal y sus potencialidades. Ciertamente la agudización de las
relaciones antagónicas, impide la institución de un modo diferente de construir la relación nosotros-
ellos, en la que los oponentes reconozcan recíprocamente su legitimidad y puedan construir un
espacio simbólico común en donde el conflicto tiene lugar.
Notas finales
Los pupulismos latinoamericanos pusieron en jaque las contradicciones del liberalismo
político sin justicia social y las premisas izquierdistas que excluían todos los procesos de movilización
social que no respondieran a sus esquemas teóricos. El gaitanismo y el peronismo constituyen un
ejemplo de ello. Sin embargo, la reconstrucción histórica de ambos procesos sociales permite
comprender los elementos que diferenciaron sus porvenires. Con ello se sostiene que el proceso
distributivo encarado por el peronismo desde sus comienzos, posibilitó el estrechamiento de las
desigualdades económicas y con ello la constitución de un status simbólico de la clase trabajadora,
que, en interacción con las experiencias de organización incipiente del sector, devinieron en una
fuerza que hizo posible la continuidad del peronismo a pesar de los golpes de estado, el exilio de
Perón, y la proscripción recurrente del Partido Justicialista. La institución antagónica de las relaciones
entre peronismo y antiperonismo, se agudizaron hacia fines de la década del 60’, periodo en el cual
comenzó a legitimarse la lucha armada y la eliminación del enemigo como única manera de resolver
los conflictos. La dictadura eclesiástica-cívico-militar pone fin a dicho proceso a través de la tortura,
la desaparición forzada de personas y la construcción de las bases para un nuevo régimen de
acumulación en la Argentina.
En el escenario colombiano el proceso distributivo no llegó a ser política de estado. Las
disputas de La República Liberal merecen ser destacadas en tanto oposición a ciertos enclaves de
poder como la Iglesia Católica y el empresariado, y en especial la hegemonía de la primera en ciertas
regiones de Colombia. Así, comprender los procesos de disputa y sus limitaciones constituye un arma
capital para repensar la historia como un proceso que no es siempre un producto de las necesidades
estructurales, ni de la mera contingencia azarosa. Así la República Liberal, construye sus disputas en
un marco de respeto del statu quo y sostiene un proyecto político que encierra una contradicción
explotada posteriormente: no hay libertad sin justicia social. Es allí donde radica su fracaso como
proyecto democratizador.
Asimismo, la posibilidad de reinventar el liberalismo expandiendo su capacidad
democratizadora es estrangulada por un contexto de creciente agudización de las relaciones de
antagonismo en la sociedad. Si bien la irresolución del antagonismo y las dificultades para instituir
otras formas de relación compatibles con la democracia pluralista pueden rastrearse desde 1880; hacia
fines de la década del 40´ toman dimensiones significativas que imposibilitan la continuidad del
liberalismo. El desenlace del proceso, implica un nuevo reacomodamiento de las elites políticas y
económicas en Colombia y la desarticulación de la propuesta popular.
Referencias bibliográficas
- Pecaut, D. (1987). Orden y Violencia evolución sociopolítica de Colombia entre 1926 y 1953.
Bogotá: Siglo XXI Editores.
- Green, J. W. (2013). Gaitanismo, liberalismo de izquierda y movilización popular. Medellín:
EAFIT – Banco de la República.
- Gutiérrez Sanín, F. (2017). La destrucción de una república. Bogotá: Universidad Externado
de Colombia.
- Mouffe, C. (2007) El retorno de lo político: comunidad, ciudadanía, pluralismo, democracia
radical. Buenos Aires: F.C.E.
- James, D. (2006). Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina,
1946-1976. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.