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I. El “empate” argentino
Durante el período de 1955-1958, se produce una transición por
parte de las clases dominantes para volver a las condiciones del
pre-peronismo, y para ello era necesario reducir el poder político
del sindicalismo y eliminar las medidas que les había conferido
Perón.
Tras la destitución del peronismo en 1955, se había puesto fin a un
orden político y social legítimo que vinculaba a la Sociedad con el
Estado. Este orden estaba marcado por la alianza de los intereses
entre las Fuerzas Armadas, el Sindicalismo, y las corporaciones
capitalistas nacionales. Lo que produjo el declive de dicho sistema,
fueron las contradicciones entre dichos agentes, sumado a la
incapacidad del gobierno peronista de cumplir con las exigencias
nacionales e internacionales, llevando a oficiales del Ejército y de
la Marina a realizar un golpe militar para tomar el poder.
A partir de entonces, ningún gobierno logra vincular a la Sociedad
y al Estado con el éxito del modelo populista, dando lugar a un
“empate” entre las clases dominantes, ya que podían neutralizar los
proyectos de sus rivales, pero no encontraban el modo de imponer
los propios. Es ése marco lo que se denomina “empate
hegemónico”, en el que el Estado permanece aislado de la
sociedad.
Éste empate se produce a través de la lucha entre dos actores
socioeconómicos: La burguesía agraria pampeana (que
proporcionaba capital extranjero) y la burguesía industrial (que
producía capital local y operaba en el mercado nacional), ya que el
poder económico se compartía alternativamente entre ambas. La
burguesía industrial pasaba de una devaluación a un aumento de
salarios y precios, hasta que nuevamente la burguesía agraria sufría
una crisis en la balanza de pagos a la que se sumaba también la
devaluación. Continuamente, la burguesía industrial buscaba
imponerse sobre la burguesía agraria para modernizar el
capitalismo y romper con el “empate”.