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Economía y política en la crisis argentina: 1958 – 1973

Juan Carlos Portantiero

I. El “empate” argentino
Durante el período de 1955-1958, se produce una transición por
parte de las clases dominantes para volver a las condiciones del
pre-peronismo, y para ello era necesario reducir el poder político
del sindicalismo y eliminar las medidas que les había conferido
Perón.
Tras la destitución del peronismo en 1955, se había puesto fin a un
orden político y social legítimo que vinculaba a la Sociedad con el
Estado. Este orden estaba marcado por la alianza de los intereses
entre las Fuerzas Armadas, el Sindicalismo, y las corporaciones
capitalistas nacionales. Lo que produjo el declive de dicho sistema,
fueron las contradicciones entre dichos agentes, sumado a la
incapacidad del gobierno peronista de cumplir con las exigencias
nacionales e internacionales, llevando a oficiales del Ejército y de
la Marina a realizar un golpe militar para tomar el poder.
A partir de entonces, ningún gobierno logra vincular a la Sociedad
y al Estado con el éxito del modelo populista, dando lugar a un
“empate” entre las clases dominantes, ya que podían neutralizar los
proyectos de sus rivales, pero no encontraban el modo de imponer
los propios. Es ése marco lo que se denomina “empate
hegemónico”, en el que el Estado permanece aislado de la
sociedad.
Éste empate se produce a través de la lucha entre dos actores
socioeconómicos: La burguesía agraria pampeana (que
proporcionaba capital extranjero) y la burguesía industrial (que
producía capital local y operaba en el mercado nacional), ya que el
poder económico se compartía alternativamente entre ambas. La
burguesía industrial pasaba de una devaluación a un aumento de
salarios y precios, hasta que nuevamente la burguesía agraria sufría
una crisis en la balanza de pagos a la que se sumaba también la
devaluación. Continuamente, la burguesía industrial buscaba
imponerse sobre la burguesía agraria para modernizar el
capitalismo y romper con el “empate”.

II. Los preludios del cambio


La incapacidad de las clases dominantes por lograr un orden
hegemónico comienza en el mandato de Arturo Frondizi en 1958,
donde se fundan las bases de un modelo de acumulación que
recibirá el nombre de “Desarrollismo”, el cual acentuará los
conflictos entre las clases y fracciones de clases sociales. Durante
el período de Frondizi, se consolida el capital extranjero invertido
en la industria como nuevo actor socioeconómico. En
consecuencia, es beneficiada la burguesía industrial (la cual se
adapta a sus decisiones), mientras que la burguesía agraria perderá
su dominio, aunque conservará su fuerza.
A partir de entonces y hasta 1962, se autoriza la inversión de más
de 500 millones de dólares de capital extranjero norteamericano,
de los cuales la casi totalidad se invierte en industrias químicas,
petroquímicas y derivados del petróleo, material de transporte,
metalurgia y maquinarias eléctricas y no eléctricas. Esto generó:
 La concentración de inversiones y de nuevas industrias en la
Capital Federal y su periferia
 La distribución de las ganancias en beneficio de los sectores
medio y medio-superior
 El agravamiento en los acuerdos y desacuerdos de los
intereses dentro de las burguesías urbanas y rurales
 Regulaciones salariales a favor de los trabajadores.

De esta manera, se remodela la economía nacional, que hasta


entonces dependía de las exportaciones agropecuarias, de empresas
locales que producían bienes de consumo no durable y del Estado
como supervisor de una parte de la producción.
También, en 1961 Frondizi devuelve a los sindicatos el control de
la CGT (Confederación General del Trabajo).
Sin embargo, en 1962, se produce una crisis externa. Este modelo
desarrollista se basaba en una creciente demanda de materias
primas, maquinarias y tecnologías importadas, las cuales se debían
compensar con una exportación agropecuaria equivalente. Dado
que esto último no se logró, se produce un déficit en la balanza de
pagos. Frondizi recurrió a la devaluación del peso para inclinar a
su favor la relación de precios de la industria, y así beneficiar la
producción agraria (de quien se dependía para producir capital).
Finalmente, como consecuencia de su fracaso, los militares
derrocan a Frondizi en marzo del mismo año, y Federico Pinedo
pasa a ocupar el ministerio de economía para aplicar planes anti
recesivos: liberalismo económico extremo y la convocatoria hacia
los sectores conservadores para que ocupen cargos en el poder,
junto con la proscripción del peronismo. Se abre así un período de
casi dos años de crisis política permanente, con la asunción
provisoria de José María Guido, en el cual se crearán las bases para
el modelo político que tendrá lugar más adelante en 1966.
Durante el mandato de Guido, se consolida la “burguesía
internacionalizada” vinculada al capital extranjero
(Establishment), la cual buscaba, mediante el Desarrollismo,
imponer su dominio hegemónico sobre la sociedad, desvinculando
de sus cargos a políticos y abogados que no participaran en dicho
modelo. Al surgir esta fracción de clase social, se creaban nuevas
expectativas de modernización tanto en capacidades como en
expectativas de consumo de las clases medias, junto con la
transmisión de ideologías anti tradicionalistas que abarcaban desde
las Universidades hasta los medios de comunicación.
Dicho proceso de modernización involucró además el ascenso de
la Burocracia Sindical, la cual se había replegado desde el
derrocamiento de Perón. Gracias a que recuperaron la CGT en
1961, los Sindicatos contaban con mayor fuerza política durante el
gobierno de Guido. En dicho período, surge en los sindicatos la
corriente “Vandorista”, que posteriormente pasará a identificarse
como “laborista”, pues buscaban negociar con los sectores de poder
sin tener que depender de las órdenes de Perón durante su exilio.
Se incorporan además las Organizaciones Empresarias, que
expresaban los intereses económicos de las distintas fracciones
capitalistas. A través de ella opera la Tecnoburocracia, que
establecía alianzas con otras fuerzas sociales para romper el empate
en el interior de las clases dominantes.
Finalmente, se suman durante este período las modificaciones
dentro de las Fuerzas Armadas debido a sus conflictos internos por
su postura política con respecto al Peronismo. Las Fuerzas
Armadas se dividen así en dos bandos (ambos antiperonistas):
“Azules” y “Colorados”. Los “Colorados” veían al peronismo
como un grupo sectario y violento que amenazaba con dar lugar al
Comunismo. Buscaban además el establecimiento de un régimen
de facto temporal para evitar el triunfo del peronismo. En cambio,
los “Azules” consideraban que el peronismo tenía excesos y abusos
pero que era nacional y cristiano, y que era el modelo que permitía
no caer en el Comunismo, y apuntaban a implantar la democracia
para llamar a elecciones. De este conflicto resultan derrotados los
“Colorados” tras anunciar su rendición, y José María Guido
nombra a Juan Carlos Onganía, comandante de los “Azules”, como
Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas.
En 1963, Guido convoca a elecciones, con la proscripción del
peronismo, y a fines de ese mismo año asume el mandato Arturo
Illia.
Illia tenía como modelo para ejercer su mandato a Hipólito
Yrigoyen, por lo que quiso impulsar un gobierno respetuoso de la
democracia liberal, sin Estado de Sitio y sin presos políticos.
Durante su mandato, la Argentina se encuentra en un proceso de
recuperación de la crisis económica sufrida en 1962, la cual se
caracterizó por un favorecimiento de los precios para los productos
argentinos en el mercado mundial, eliminando por un largo tiempo
el déficit comercial.
Así, desde 1964 hasta 1971, su trayectoria económica se
caracteriza por:
 Crecimiento constante del PBI y del producto industrial
 Mayor ocupación de mano obra en los sectores industriales,
haciendo disminuir el desempleo
 Distribuciones equilibradas de los ingresos entre los
trabajadores, disminuyendo sus conflictos internos
 Participación de las grandes empresas nacionales y
extranjeras de ramas vegetativas junto con las medianas y
grandes empresas de las ramas dinámicas
Sin embargo, si bien el modelo de Illia no presentó inconvenientes
en dichas medidas, tampoco logro mejorarlas debido a su
incapacidad de responder a la necesidad de acumulación del
capital, del incremento en la eficiencia económica y de la
racionalización del Estado, que eran exigencias del sistema
capitalista. En consecuencia, los militares toman por asalto el poder
y derrocan a Illia el 28 de junio de 1966.
III. El tiempo de euforia: Onganía-Krieger Vasena
Los objetivos del régimen militar no eran eliminar un riesgo de
ideología política, sino la modernización del país mediante la
transición de un modelo agrícola-ganadero hacia uno
industrializado. Lo que buscaba consolidarse en la Argentina era
una “oligarquía político-militar-empresaria” que asegurara la
industrialización mediante grandes inversiones en infraestructura y
que a la vez fuera capaz de contener los conflictos de los sectores
populares.
Para ello, era necesario que la estructura de producción argentina
fuera necesaria a la de las sociedades industriales, lo que implicaba
la construcción de la industria básica, la promoción de la nueva
revolución industrial y de las actividades en las industrias de
energía nuclear, electrónicas y cibernéticas. También se buscaba
vincular a las universidades, las empresas y el Estado a dicha
modernización. Éste proceso recibió el nombre de “Revolución
Argentina”, y consta de tres tiempos sucesivos:
 Tiempo Económico (1966-1970): Modificaciones en el
modelo económico de acumulación, en la relación de fuerzas
sociales y en el modelo político.
 Tiempo Social (1970-1971): Intento de establecer un modelo
autoritario con mayor participación capitalista
 Tiempo Político (1971-1973): Intento de resolución a los
conflictos, manteniendo la continuidad de las medidas
aplicadas en los años anteriores.
El período se inicia en 1966 bajo el gobierno de Onganía, y con el
nombramiento de Adalbert Krieger Vasena como ministro de
economía, representante a su vez del Establishment y de la gran
burguesía urbana. Se articula así la asociación entre las Fuerzas
Armadas, el gran capital urbano y el Establishment, excluyendo de
sus aliados a los Partidos Políticos y a las corporaciones nacionales.
Por su parte, la Burocracia Sindical era alternativamente golpeada
e invitada a la participación bajo ciertas condiciones.
El modelo excluía a los Partidos Políticos ya que mediante el voto
las clases subordinadas podían expresar sus intereses universales y
así obtener el dominio político, es decir, mediante el voto podían
manifestar su oposición al régimen de Onganía. En consecuencia,
se produce la disolución de los partidos políticos, y durante el
régimen se ven obligados a replegarse.
Éste marco de crisis política le permite al peronismo utilizar a los
Sindicatos como medio de expresión política desde su exilio, ya
que éstos no habían sido eliminados.
Bajo este contexto, en 1967 comienza a ejecutarse el modelo de
Krieger Vasena, quien apuntaba a evitar grandes transferencias de
ingresos entre los sectores económicos, ya que consideraba que la
riqueza sólo debía corresponder al mérito de los sectores más
eficientes. Por lo tanto, su modelo se beneficiaron las fracciones
superiores de la burguesía urbana. En consecuencia, se vieron
afectados los trabajadores asalariados debido a una disminución de
sus salarios, las burguesías urbanas medianas y pequeñas al recibir
menores ingresos, así como también la disminución de ingresos
para los terratenientes pampeanos, beneficiando en cambio a los
sectores del Litoral y del Interior.
En consecuencia, se genera un desorden económico a tal punto que
la única alternativa para solucionarlo es continuar la
implementación de dichas medidas. Sin embargo, esto genera un
gran descontento social y por lo tanto un rechazo político hacia su
modelo.
Las medidas para mantener la continuidad del plan apuntaban a
implementar un proyecto anti inflacionario. Para ello, trasladaban
los beneficios de la devaluación del peso hacia el Estado y no hacia
la gran burguesía agraria exportadora (que era quien los proveía),
y esos ingresos se realizaban obras de infraestructura y se proveían
créditos, beneficiando nuevamente a la gran burguesía urbana.
En contrapartida, la gran burguesía agraria se veía perjudicada, ya
que los impuestos a sus exportaciones le reducían el nivel de
ingresos que obtenía gracias a la devaluación del peso.
Naturalmente, incrementa el descontento por parte de la burguesía
agraria y de las burguesías urbanas medias y pequeñas, dando lugar
al surgimiento de una oposición masiva a la que se suman la
Burocracia Sindical y más tarde el sistema de partidos.
En consecuencia, vuelven a surgir conflictos internos en las
Fuerzas Armadas con respecto a los métodos para solucionar la
crisis y los objetivos que deben plantearse frente a la sociedad.
Nace así la fracción nacional-populista dentro del Ejército. Éstos
desacuerdos internos, a su vez, crearán vulnerabilidades en el
Estado, aumentando la capacidad de presión opositora de la
sociedad civil, a la cual se suma la Burocracia Sindical, que hasta
entonces estaba debilitada.
Por su parte, previo a éstos conflictos, la Burocracia Sindical había
cedido sus reclamos ante el gobierno en 1967 luego de que Krieger
Vasena les quitara su capacidad de negociación con el Estado, en
respuesta a un paro general que había realizado la CGT. Desde
entonces, el Estado fijaría los salarios durante dos años, obligando
a la Burocracia Sindical a replegarse, ya que había perdido su
fuerza política al perder su capacidad de negociación.
Además, surgen dentro de la Burocracia Sindical conflictos
internos que generan su fracción en dos ramas:
 “CGT de los Argentinos”: Presentaba ideologías
socialcristianas radicales. Expresaba el descontento de los
sectores calificados como “ineficientes” (funcionarios
públicos
 “Clasismo”: Implicaba un alzamiento de bases bajo
ideologías marxistas. Integrado por los obreros de las
industrias avanzadas, con una central en Córdoba, y sus
reclamos apuntaban a mejoras en las condiciones laborales y
salubres, en los ritmos de producción y en los sistemas de
evaluación laboral.
Sin embargo, la Burocracia Sindical había logrado una gran
capacidad representativa y por lo tanto un gran poder económico y
político, que le otorgaban a su vez poder social, frente a los
reclamos de los trabajadores durante la crisis. Sus objetivos se
habían mantenido inalterados: recrear las condiciones sobre las
cuales se fundó el peronismo, mediante la protección del mercado
interno y la defensa de la capacidad de consumo de los
trabajadores.

Hacia 1969, al no poder hacer frente a éstos conflictos y reclamos


sociales, y por tanto no lograr un orden hegemónico estable, se
desata el “Cordobazo”, que consistió en una protesta social armada
masiva conformada por la unión de los sectores obreros y
estudiantiles. Estas protestas dan lugar en 1970 a la formación de
la guerrilla urbana, que utilizarán la violencia como medio legítimo
de protesta. Pese a su autoritarismo, frente a tal avance de la
Sociedad, y sumado a su debilitamiento político por los conflictos
internos, el Estado se ve incapaz de imponer un Orden Político y
Onganía es derrocado.

IV. Un interregno: Levingston – Ferrer


En 1970, tras el derrocamiento de Onganía, la Junta Militar nombra
presidente a Roberto Levingston, quien intenta combinar el
autoritarismo de Onganía con el modelo económico propuesto por
Krieger Vasena. Por su parte, Aldo Ferrer ocupa el Ministerio de
Economía, con el objetivo de implementar un modelo reformista
que asocie el capital nacional con el Estado, mediante la
redistribución del crédito bancario a favor de las empresas
nacionales y también a través del poder de compra del Estado.
Similarmente a la trayectoria de la “Revolución Argentina”,
Levingston excluía a los partidos políticos y desmovilizaba los
sectores populares mediante el autoritarismo estatal. Sin embargo,
ésta vez utilizó a las Fuerzas Armadas para que garantizaran el
desarrollo de la burguesía agraria y del capital urbano. Además,
acentuó la crisis política al tomar medidas que favorecían al capital
nacional, las cuales generaron desacuerdos con las compañías
petroleras extranjeras.
Así, a fines de 1970, la economía presentaba cada vez más síntomas
inflacionarios y recesivos, lo que incrementó el descontento y por
tanto la movilización de los sectores populares, reorganizándose
como factor de presión. Perón aprovecha entonces el descontento
de esas masas para lograr un acercamiento con ellas mediante una
junta interpartidaria llamada “La Hora del Pueblo”.
En 1971 se produce un nuevo “Cordobazo” (que recibe el nombre
de “Viborazo”), y dentro de ese clima insurreccional, Levingston
pierde el apoyo de las Fuerzas Armadas, siendo destituido de su
cargo por Alejandro Lanusse.
V. La “salida”: Lanusse-Perón
Lanusse asume la presidencia en un clima desfavorable. Se
producía una caía del Producto Bruto Nacional y del Producto
Bruto Industrial, junto con un deterioro de los salarios y en
consecuencia un aumento del desempleo.
En este contexto, Lanusse comienza a poner en marcha su proyecto
político de reconstruir las bases sociales del Poder a través de la
negociación. Esto implicaba volver a otorgarle al sistema político
la mayor participación posible a fines de reconstruir el poder del
Estado para todas las clases dominantes.
Para lograr dichos objetivos, a fines de 1971 implementa un
modelo reformista en lo económico y “transformista” en lo
político. Este modelo económico, que consiste en la protección del
mercado interno, es el “Gran Acuerdo Nacional”. Para reducir la
inflación, eliminó las políticas de ingresos y dejó a las clases
dominantes que resolvieran por sí mismas sus problemas en el
mercado: los capitalistas urbanos vieron incrementados sus salarios
y por tanto incrementaron sus precios, mientras que por su parte los
capitalistas agrarios exportaban sus productos con una ganancia a
favor del tipo de cambio.
En el aspecto político y social, buscó reducir las tensiones sociales
para que no perjudicaran su trayectoria política, para así poder
absorberlos dentro de su modelo junto con las fuerzas de oposición
internas. Esto implicó la vinculación entre las Fuerzas Armadas,
los Partidos Políticos y la Burocracia Sindical, lo cual significaba
volver a las condiciones iniciales del “empate hegemónico”, ya que
en las condiciones en las que se encontraba era imposible
establecer un dominio hegemónico alternativo.
Las Fuerzas Armadas exigían como condición, a los demás
integrantes del acuerdo, que se mantuviera la candidatura de
Lanusse y que pudieran actuar en su mandato con una autoridad
incuestionable para reprimir a los enemigos. El acuerdo propuesto
por Lanusse corría el riesgo de ser visto como una salida forzosa
propia de un partido político derrotado, ya que implicaba a su vez
mantener el apoyo constante de los Partidos Políticos y la
neutralidad de la Burocracia Sindical para lograr un consenso puro.

Entre 1971 y 1972 se produce así un enfrentamiento entre Lanusse


y Perón, quienes buscaban liderar el mismo conjunto de fuerzas
sociales.
Las movilizaciones de los sectores populares y la crisis habían
alcanzado una magnitud mayor de la que Lanusse podía controlar.
Perón, en cambio, demostró poseer mayores recursos políticos para
convertirse en el representante de un movimiento que integraba
desde los viejos partidos políticos hasta las nuevas movilizaciones
juveniles, incluyendo a la Burocracia Sindical, a las empresas
capitalistas nacionales y a los sectores medios urbanos.
Finalmente, Lanusse será destituido de su cargo en las elecciones
de 1972 con la asunción de Héctor Cámpora.

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