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Reseña de lectura 8 Diego Antonio Franco de los Reyes

Bock, Gisela, “La historia de las mujeres y la historia del género: Aspectos de
un debate internacional”, Historia social, Instituto de Historia Social,
Universidad de Valencia, núm. 9, 1991, España, 55-77.

El artículo de la historiadora alemana Gisela Bock aborda la cuestión de las


especificidades de la historia del género y de las mujeres en el contexto de los
debates que se han dado a nivel internacional. Se trata de un trabajo de corte
historiográfico que rescata los posicionamientos sobre estas formas de hacer
historia y sus contribuciones a la disciplina en general. Dentro de éstas se destacan
el enriquecimiento que ha traído a la historia convencional las discusiones sobre los
géneros, la vida privada, la sexualidad de las mujeres, pero también de los grupos
sociales que tradicionalmente ha estudiado la historiografía convencional.
El texto contribuye a las discusiones historiográficas sobre el papel de las
mujeres en la historia y la historiografía de género. Se muestra y justifica la
necesidad de que esta vertiente de la disciplina cuente con enfoques, objetos de
estudio y estrategias metodológicas propias. Esto se debe a que las mujeres han
tenido una posición subordinada en la historia, por lo que el tipo de fuentes que
documentan sus actividades son diferentes a aquellas de los grupos masculinos,
que han sido los dominantes en la esfera pública.
La estrategia de exposición de la autora le hizo dividir el texto en dos partes,
cada una con varios subapartados. En la primera parte se discute el estatuto teórico,
histórico e historiográfico de la historia de las mujeres y su significado en el contexto
de la disciplina histórica general. Para Bock, al hacer historia de las mujeres, se
completa a la historia general, pues se está considerando a la otra mitad de la
humanidad que había sido obviada. Sin embargo, se afirma que más proponer
nuevas estrategias metodológicas, lo importante de la historia de las mujeres es que
han planteado nuevas preguntas al pasado, en las que las actividades de las
mujeres, las formas de su subordinación, resistencia y rebelión están en el centro.
Aquí se destaca la importancia del feminismo al momento de mirar el pasado, pero
también se alerta del riesgo que existe al proyectar las reivindicaciones del presente
al pasado.

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La segunda parte del artículo está dividida en cuatro subapartados, en los
que se exponen las relaciones de la historia de las mujeres con otros enfoques de
la historiografía. Estos son la historia de las mujeres, la historia de los hombres, la
historia social y la historia de otros grupos sociales subordinados. En cuanto a las
conexiones de la historia de las mujeres con la historia del género, la autora invita
a estudiar a los diversos grupos de mujeres en relación con sus diferencias dentro
de las mujeres. Luego, a estudiar la historia de los hombres en función de los
avances de la historia de las mujeres; a poner énfasis en el cruce del pasado de las
mujeres en el cruce con los postulados de la historia social, sobre todo en relación
con la pertenencia de clase.
Finalmente, se invita a considerar los cruces con otras formas de
diferenciación social: la raza, la edad, la sexualidad, entre otras. La autora concluye
afirmando que las relaciones de género y las perspectivas femeninas son
necesarias en todo estudio histórico. Para ella esto no significa hacer más
importantes a las relaciones de género en detrimento de otras diferencias, sino
tenerlas a todas en el mismo nivel y considerando que condicionan y son
condicionadas por las otras relaciones humanas.
El texto tiene contribuciones interesantes tanto de carácter metodológico
como historiográfico. Por ejemplo, resulta de gran valor la discusión contra las
concepciones biologicistas del género que demuestra que se han utilizado para
justificar la subordinación de la mujer de forma arbitraria. Es más, la autora expone
que las nociones biologicistas del género son también construcciones sociales que
responden a intereses políticos que justifican la desigualdad y los juicios de valor en
supuestas diferencias naturales. Se señalan los peligros del reduccionismo del
estudio de la mujer a su cuerpo en términos esencialistas de biología o maternidad,
porque obscurecen la forma en que se han construido las relaciones entre los
géneros.
Por otro lado, en el segundo subapartado de la primera parte, se muestra
cómo el paso de delimitar la historia de las mujeres de la del resto de la sociedad
ha supuesto esfuerzos de metodología complejos. Escindir a la sociedad para
mostrar la parte que había sido ocultada no implica simplemente reconocer su

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existencia, es necesario encontrar recursos para reconocer sus particularidades y
dar cuenta de las actividades propias de las mujeres, de sus relaciones con los
hombres, pero también de los diversos grupos de mujeres.
En este sentido, la historia de las mujeres, y luego la de los hombres, son
retos historiográficos necesarios, pero no sencillos. Como paso lógico, la tarea de
estudiar a las dos partes en sus interacciones ha derivado en la construcción de la
categoría del género —que vas más allá del sexo— y en el entendimiento de las
mujeres como un grupo sociocultural, con todas las consecuencias que ello implica.
Esto también ha provocado que los hombres sean vistos como otro grupo social
específico. Así, la autora demuestra que los avances en la historiografía de las
mujeres tienen consecuencias para otras formas de hacer historia, la de los
hombres y la del género.
Otra aportación interesante es el argumento sobre la importancia de la
utilización de la categoría género que, para para Bock, reside en que trasciende las
cuestiones de la sexualidad y permite abarcar todas las áreas de la sociedad, pero
vistas desde las relaciones entre hombres y mujeres entendidos como grupos
socioculturales. Este argumento se complejiza, puesto que el género y su
significado son también históricos, es decir, se construyen de manera particular en
cada sociedad, en cada lugar y en cada momento histórico. Sus significados y son
siempre variados.
La historia del género en relación con la historia de los hombres en un campo
en construcción. En efecto, el estudio de las masculinidades, de las relaciones
intragénero entre los hombres y la forma en que éstas influencian a las
construcciones del género femenino han sido poco estudiadas. Esto implica estudiar
la historia convencional teniendo en cuenta el ser hombre de los hombres. Muchos
procesos sociales —como la guerra, la política, la familia— han introducido
esquemas de género a los hombres que son naturalizados. La historia del género
de los hombres tiene como objetivo deconstruir estas creaciones y mostrar cómo
han sido montadas a lo largo de la historia. Estos estudios son hechos por hombres.
Temas como las emociones, las representaciones, la paternidad y el pensamiento
de los hombres sobre las mujeres.

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La relación entre a historia del género y la historia social puede generar
interesantes contribuciones al cruzar a la historia de los géneros con las de las
clases. Aquí es interesante la discusión que hace la autora sobre qué diferencia
pesa más en la construcción de trayectorias sociales e históricas, si el género o la
clase. Contrario a lo que han argumentado algunos historiadores marxistas
tradicionales, la autora señala que las dos son iguale de importantes. Y que cada
una y en sus cruces se refieren a grupos sociales diversos y reflejan las relaciones
sociales en su complejidad. Las intersecciones son específicas para cada caso.
Por último, la autora señala las conexiones entre el género y otras categorías
socioculturales tales como la etnicidad, la edad, la sexualidad, la cultura, el lenguaje,
la libertad, la religión, la economía, la familia, entre otras. Con cada una de ellas el
género se interseca y produce identidades específicas, aunque todas responden a
las relaciones sociales específicas de un momento y un espacio dados. Sin
embargo, este tipo de relaciones, son siempre diferentes para hombres y mujeres.
Cada uno de estos ámbitos debe siempre poner atención al cruzamiento con el
género.
El texto cumple sus objetivos al mostrar que toda historia debe ser una
historia que considere a las dos partes de la humanidad y sus relaciones complejas
entre sí, al interior de ellas y en conexión con las relaciones de clase, etnicidad y
edad, por lo menos. Sin embargo, tiene algunos sesgos relacionados con su lugar
de enunciación: la academia de Alemania, un país hegemónico a nivel europeo e
internacional.
En efecto, si bien se citan textos alemanes, franceses, ingleses, italianos y
estadounidenses, Gisela Bock no considera a la producción historiográfica
latinoamericana ni las particularidades de las mujeres pertenecientes a estos
países. Así pues, la referencia que hace al debate internacional es sesgada y
limitada, pues no considera la producción historiográfica más allá de las academias
del mundo europeo y estadounidense.
Un análisis del impacto específico de las diversas olas del feminismo a la
historiografía de las mujeres ayudaría a dimensionar de manera más clara la
evolución de esta forma de hacer historia. Quizás sea exigir mucho al texto, pero

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una reseña del debate internacional tendría que hacer énfasis en esto. A pesar de
las carencias. Para concluir, hay que decir que el texto es útil porque cumple sus
objetivos al ayudar a entender de manera introductoria las contribuciones de la
historiografía sobre las mujeres a la historia en general, a la historia de los hombres
y a la historia del género.

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