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I. INTRODUCCIÓN
5. Principios de representación
1. Reflexiones personalizados
2. Criterios de evaluación
5. El factor presidencialismo
BIBLIOGRAFÍA:
I. NTRODUCCIÓN
En las democracias modernas los ciudadanos eligen a sus representantes a través del
voto,
Los sistemas electorales determinan las reglas según las cuales los electores pueden
expresar sus preferencias políticas y según las cuales es posible convertir votos en
escaños parlamentarios (en caso de elecciones parlamentarias) o en cargos de gobierno
(en caso de elecciones de presidente, gobernador, alcalde, etc.).
La importancia del sistema electoral como un factor estructurante del sistema político es
un tema sobre el cual discrepan tanto los politólogos como los políticos.
Mientras que resulta posible discutir las afirmaciones de Sartori y de Lijphart, esta última
posición es sin duda exagerada, pues pasa por alto el hecho de que en general, los
factores determinantes del desarrollo político son múltiples y de origen muy variado. En
consecuencia, los intentos de establecer relaciones causales conducen casi siempre al
monocausalismo, a la negación de la pluralidad de factores causantes. Pero tampoco es
sostenible la posición opuesta, defendida con frecuencia, según la cual los sistemas
electorales no tienen ninguna importancia. Esta interpretación no es valida por numerosas
pruebas empíricas que nos permiten afirmar que los sistemas electorales influyen sobre el
comportamiento y los resultados electorales.
Así mismo, nos podemos preguntar que partidos con representación parlamentaria forman
el gobierno; a menudo, no es el partido que obtuvo más votos el que forma el gobierno
(solo en coalición con otros partidos). Hay sistemas electorales que posibilitan que el
segundo y el tercer partido superen al primero. Es mas existen sistemas electorales que
pueden hacer que el segundo partido en cuanto a votos obtenidos acceda al gobierno, al
adjudicarle más escaños en el parlamento. Por lo tanto, es posible aformar que no deben
subestimarse los efectos de los sistemas electorales: los sistemas electorales
desempeñan un papel importante en el proceso de formación de la voluntad política y en
la transferencia de poder (bajo la forma de escaños parlamentarios o puestos ejecutivos).
Los efectos concretos de los sistemas electorales son un tema aún mas incierto y
controversial que el de su importancia.
En el debate sobre los efectos políticos de los sistemas electorales existen mas supuestos
que conocimientos científicamente fundados. Muchas de las generalizaciones que se
manejan son abstracciones a partir de un modelo que se construye sin ningún
fundamento empírico, o como las citadas anteriormente, abstracciones hechas a partir de
un solo caso.
Por otra parte, el asunto no es tan complicado o arbitrario como para no permitir la
formulación de algunas generalizaciones en tiempo y espacio. Naturalmente, estas
habrán de formularse de manera diferenciada, teniendo en cuenta las condiciones
específicas de la sociedad y del sistema político en cuestión. El cambio hacia
generalización de mediano alcance partiría de observaciones empíricas individuales y
llegaría a identificar tipos de países o de condiciones específicas para los cuales sería
posible formular hipótesis sobre los efectos de los sistemas electorales , sino que nuestra
intención es destacar las precondiciones de orden metodológico para su generación. En
síntesis: las precondiciones de orden metodológico para su generación. En síntesis: los
sistemas electorales operan dentro de un complejo contexto de múltiples factores que
varía de acuerdo a los distintos países y épocas. El análisis de los sistemas electorales y
la evaluación de sus efectos tienen que tomar en cuenta las circunstancias históricas y
sociopolíticas del caso en cuestión. Las generalizaciones se relacionan con tipos de
países o circunstancias comparables.
Si bien tenemos hoy un mayor conocimiento de los efectos de los sistemas electorales,
queda todavía la pregunta acerca de cómo interpretarlos. Por ejemplo, ¿es preferible la
proporcionalidad entre votos y escaños, o conviene optar por un aumento de los efectos
mayoritarios del sistema electoral? Hay diferentes tipos de criterios. El criterio de mayor
importancia real es el de las ventajas y desventajas que sacan o sufren las fuerzas
sociales y agrupaciones políticas. Un partido estructuralmente pequeño (es decir, un
partido que es y seguirá siendo pequeño, dado que su apoyo se basa en un sector social
limitado o en una minoría étnica o religiosa que no puede ampliarse a voluntad como, por
ejemplo, el Partido Sueco de la minoría sueca en Finlandia) evaluará los efectos de un
sistema electoral de manera distinta que un partido "atrapa todo" o con perspectivas de
acceder al poder con la mayoría absoluta de los escaños. El pequeño enfatizará el criterio
de la "representación justa", mientras que el grande destacará la formación de gobiernos
estables con base en mayorías partidarias. En términos generales, los partidos políticos
optan según sus (supuestos) intereses. Es raro que profesen una posición de principios.
Cuando éste parece ser el caso, su origen se sitúa en experiencias históricas que
vinculan sus intereses de partido con un determinado sistema electoral. Así, la historia
constituye taritbién un criterio importante que fundamenta y explica las preferencias por
sistemas electorales. Aparte de los intereses o tradiciones políticas de los partidos,
existen asimismo consideraciones de interés nacional (por ejemplo, mayor gobernabilidad,
consoli-dación de la democracia, mayor capacidad de integración del sistema político,
etc.). Pero, incluso en el caso de este elevado criterio, son posibles distintas
interpretaciones, sobre todo debido a la variación de las condiciones sociopolíticas a
través del tiempo y de un país a otro. Este criterio no se presta para discernir en términos
valorativos entre los diferentes sistemas electorales invariablemente en favor de un
sistema, como lo hacen aquellos teóricos políticos que se basan en un modelo de
gobierno democrático óptimo, en el que el electorado juega un papel determinado y cuyos
efectos, ajustados al funcionamiento del modelo, no pueden ser sino positivos. /
En lo que sigue nos mantendremos alejados de tal criterio, destacando que para
Interpretar los efectos de los sistemas electorales hay que considerar también las
condiciones sociopolíticas de cada caso.
Como lo demuestran los puntos anteriores, existe mucha controversia en las cuestiones
claves de los sistemas electorales lo que, de alguna manera, refleja las diferencias
metodológicas que existen en el estudio de los sistemas electorales.
Se pueden diferenciar tres enfoques, los cuales se distinguen, en primer lugar, según sea
su carácter teórico o empírico y, entre los enfoques empíricos, en segundo lugar, según la
disyuntiva empírico-estadístico
Existen dos principios básicos para clasificar los sistemas electorales: la representación
por mayoría y la representación proporcional.
En el mundo abundan los sistemas electorales y cada día surgen otros nuevos, pues las
posibilidades creativas son prácticamente ilimitadas. Sin embargo, todos los sistemas
electorales derivan de dos tipos básicos, que deben ser percibidos como principios de
representación fundamentales: el principio de representación por mayoría (relativa o
absoluta), que es llevado a la práctica por los sistemas electorales mayoritarios, y el
principio de representación proporcional, que es llevado a la práctica por los sistemas
proporcionales. A continuación, estableceremos las principales diferencias entre estos dos
principios básicos. Explicaremos primero la diferencia entre los principios o fórmulas de
decisión (mayoritario versus proporcional) y los principios de representación
(representación por mayoría versus representación proporcional). Es importante, además,
determinar la importancia de los criterios de diferenciación para la clasificación de los
sistemas electorales. Los sistemas electorales de tipo mayoritario y los sistemas
electorales de tipo proporcional pueden definirse según dos criterios: la fórmula de
decisión y el principio de representación. Antes de profundizar más en las consideraciones
explicativas, definiremos ahora los dos tipos fundamentales de sistemas electorales, el
mayoritario y el de representación proporcional, según el principio de representación y,
empíricamente, según su efecto sobre la relación entre votos y escaños:
Hay una brecha entre los porcentajes de votos y de escaños obtenidos por los diversos
partidos.
Hay concordancia relativa entre los porcentajes de votos y de escaños obtenidos por los
diversos partidos.
Mientras que la fórmula mayoritaria tiene sólo dos subtipos: la mayoría relativa y la
mayoría absoluta, la fórmula proporcional abarca un amplio espectro que va de mayor a
menor representación proporcional. Dado que los efectos políticos varían en parte según
el grado de proporcionalidad, es necesario estudiar detalladamente las distintas variantes
de la fórmula proporcional. Además, la fórmula proporcional está frecuentemente
vinculada con circunscripciones plurinominales grandes y listas cerradas y bloqueadas, de
modo que el elector vota por listas de partido.
5. Principios De Representación
Para definir los principios de representación, nos preguntamos acerca de los objetivos
políticos buscados por los dos tipos básicos de representación, el mayoritario y el
proporcional. ¿Cuál es el objetivo político de representación por mayoría? Bajo la
representación por mayoría, el objetivo es producir una mayoría parlamentaria para un
partido o coalición de partidos. Esencialmente, se trata de capacitar a un partido para
formar una mayoría parlamentaria, aunque no haya obtenido la mayoría absoluta de los
votos. Este es el efecto político deseado por el sistema mayoritario como principio de
representación (ver gráfico 1). En los países donde se aplica un sistema electoral de
representación por mayoría, la formación de mayorías parlamentarias es, de hecho, casi
siempre, consecuencia del sistema electoral. En 196 elecciones celebradas en los países
occidentales industrializados entre 1945 y 1977, se constituyó una mayoría absoluta de un
partido en 54 casos. En 77,8% de estos 54 casos, ayudó el sistema electoral, es decir, un
partido obtuvo mayoría parlamentaria absoluta sin haber ganado la mayoría absoluta de
los votos. Estas "mayorías fabricadas", que tienen su origen en el efecto desproporcional
del sistema electoral y no en el voto de los electores, se debieron en un 72,2% a la
utilización del sistema mayoritario. ¿Qué objetivo persigue la representación proporcional?
Bajo el principio de representación proporcional, el objetivo consiste en reflejar lo más
fielmente posible las fuerzas sociales y las agrupaciones políticas existentes en un
determina-do país. Se pretende que las proporciones de escaños y votos se
correspondan lo más exactamente posible (ver gráfico 2). Este es el efecto político
deseado del sistema proporcional como principio de representación. — La transformación
de una minoría de votos (menos del 50%) en una mayoría de escaños parlamentarios
(más del 50%) es mucho menos frecuente donde se aplica un sistema electoral de
representación proporcional. Sólo el 27,8% de las "mayorías fabricadas" fueron producto
de sistemas proporcionales. Hay sistemas proporcionales que, bajo ciertas condiciones,
no permiten la formación de una mayoría monopartidista, aun cuando el partido más
fuerte alcance cerca del 50% de los votos. Por ejemplo, la Democracia Cristiana en la
República Federal de Alemania (CDU/CSU) alcanzó el 48% del total de los votos por listas
(ver detalles sobre el sistema electoral alemán más adelante), sin obtener la mayoría de
los escaños. En muchos países, el principio de representación que rige para la
composición del parlamento nacional se halla determinado en la Constitución; pero,
mientras el principio de representación tiene rango constitucional, los detalles del sistema
electoral se establecen por ley. En algunas Constituciones, se estipulan incluso ciertas
condiciones generales, tales como la elección en circunscripciones electorales según
entidades administrativas, o la representación parlamentaria de los partidos que superan
determinado porcentaje de los votos emitidos. En todo caso, la cuestión fundamental
concierne el principio de representación, en el que se refleja la concepción funcional del
parlamento nacional que tuvieron los constituyentes al diseñar el sistema político o los
legisladores al cambiar el principio de representación vigente. Por lo tanto, nuestra
definición se expresa de la manera siguiente el principio
Ilustración PARLAMENTO
Grafico 2
Escaños parlamentarios
Ilustración 1 ELECTORADO
Gerrymandering
El voto de preferencia dentro de una lista cerrada y no bloqueada (o sea, semi abierta)
le permite a los votantes decidir acerca de quién debe representar al partido en el
parlamento. Esta decisión sólo se ve "preestructurada" por los comités partidarios. El
diputado electo sabe que no sólo goza del apoyo de su partido, sino también del
apoyo personal y político de los electores que marcaron su nombre en la lista de
partido. Por lo tanto, no se siente tan dependiente del partido. La lista no cerrada y no
bloqueada (o sea, abierta) le permite a los votantes confeccionar sus propias listas,
compuestas con candidatos de partidos diferentes. La lista presentada por el partido
sólo tiene carácter de propuesta. De este breve análisis (ver resumen en recuadro 4 )
se desprende que las formas de listas de partido conciernen principalmente a la
relación entre el votante y los candidatos/diputados o entre candidato/diputado y su
partido.
En este punto consideraremos todas las disposiciones legales que permiten, después
de haber efectuado el escrutinio y cómputo de los votos, realizar la conversión de
votos en escaños para así determinar la composición política del parlamento. En
términos sistemáticos, por medio del reparto de los escaños se precisa el valor de
logro de los votos, el cual se diferencia según los sistemas electorales: según cuál sea
la fórmula de decisión que se aplica dentro de lo fijado en materia de
circunscripciones, candidaturas y votación, y según si se prevé la aplicación de una
barrera legal. Es un hecho que no lodos los partidos con votos pueden participar en el
reparto de los escaños: algunos quedan excluidos. Es un hecho, también, que los que
consiguen escaños parlamentarios participan en su reparto a menudo de forma
desigual. Gran parte de estos efectos hay que adjudicar-los a las reglas para realizar
la conversión de votos en escaños. Después de la distribución de las circunscripciones
electorales, el mecanismo más importante de un sistema electoral para determinar el
resultado 4c una elección son las reglas para repartir los escaños (fórmulas de
decisión y, dp existir, barreras legales).
Barrera legal
Para nuestro objetivo de análisis, en primer lugar, resulta suficiente trabajar con los seis
tipos básicos desglosados arriba, concretando el tercer tipo de sistema mayoritario en la
forma propuesta, es decir, como sistema mayoritario en circunscripciones pequeñas.
Luego, consideraremos especialmente, en segundo lugar, las tres variantes de
combinación de la uninominalidad con la proporcionalidad, tomando como punto de
partida el sistema electoral alemán, el cual ha constituido un punto de referencia
orientadora para la formación de estos tres tipos básicos de sistemas electorales que
gozan de tanta presencia en el debate actual sobre reforma electoral. Una primera prueba
de la utilidad de la tipología de los seis sistemas surge de compararlos con los grados de
proporcionalidad que alcanzan. A estos efectos, utilizamos el índice de proporcionalidad
por país elaborado por Mackie/Rose(1991) y le agregamos el tipo de sistema
electoral. Observamos una determinada correspondencia entre los seis tipos y los grados
de proporcionalidad, conforme alas consideraciones que fundamentaron la clasificación.
En el grupo de baja proporcionalidad (debajo de 90), seis de los ocho casos corresponden
a sistemas mayoritarios (tipos 1, 2 y 3); en el grupo de mediana proporcionalidad (91
hasta 94), cinco de los ocho casos corresponden al tipo 4(representación proporcional
impura); en cl grupo de alta proporcionalidad (95h a s t a 1 0 0 ) , cuatro de los ocho casos
c o r r e s p o n d e n a los tipos 5 y 6. Es interesante observar que los dos casos del tipo 6
(Alemania y Suecia) se ubican en el tercero y cuarto lugar del r a n k i n g .
a) la composición misma de los sistemas electorales, por ejemplo, en el caso del sistema
electoral de circunscripciones pequeñas, cuando se mezclan circunscripciones pares
(tamaño 2 y 4) con impares (3 y 5); este sistema no muestra necesariamente altas
desproporcionalidades porque se compensan los efectos: los tamaños 3 y 5 favorecen al
partido más votado y los tamaños 2 y 4 a la primera minoría (este factor entre otros podría
explicar la posición de Irlanda en el r a n k i n g ) ;
ejercer los tres tipos de sistemas electorales proporcionales, los cuales ejercen efectos
distintos en cada una de las funciones. Por otra parte, y para quien eche de menos el
análisis de los sistemas mayoritarios respecto a las funciones señaladas, estos sistemas
electorales se ubican dentro del grupo de los sistemas proporcionales i m p u r o s c o n
l a s m i s m a s características.
1. Reflexiones Preliminares
1. No existe ningún sistema electoral ideal. Tanto los efectos como la deseabilidad de un
sistema electoral dependen de distintos factores y variantes. El tiempo y el espacio son
determinantes en la opción por un sistema electoral, de modo que no se les puede
ignorar.
2. CRITERIOS DE EVALUACIÓN
Esta demanda constituye más bien un requisito orientador, ya que todo intento de cumplir
simultáneamente con los criterios de representación, efectividad y participación, conduce
inevitablemente a un sistema electoral más complicado que el del tipo que resultaría si
uno tratara de satisfacer sólo uno de los criterios. Sin embargo, es válido el criterio de que
el electorado pueda comprender cómo opera el sistema electoral y pueda hasta cierto
punto prever cuáles serán los efectos de suvoto. por otra parte, es muy difícil scílalur un
parámetro de medición preciso, dado que la evaluación depende de contingencias
históricas. Por ejemplo, a un extranjero le parece muy complicado el sistema de doble
voto simultáneo de Uruguay, pero no tanto a los propios uruguayos que han convivido
durante más de cincuenta años con este sistema electoral. Otra valoración debe hacerse
en el caso de que —en democracias aún no consolidadas— el propio sistema electoral
retarde el escrutinio y el cómputo de los votos, con el inconveniente de suscitar dudas o
suspicacias respecto a la limpieza de las elecciones.
Legitimidad
Este último criterio engloba a todos los demás, en el sentido de que se refiere ala
aceptación de los resultados de las elecciones, del sistema político como un todo—en
otras palabras, democracia— y del sistema electoral o reglas de juego de la democracia.
Un parámetro para juzgar el sistema electoral de acuerdo con este criterio, puede ser el
de observar si el sistema electoral sirve para unir o, por el contrario, para desunir al país.
Los medios de comunicación y algunos miembros de la comunidad académica suelen
emplear el grado de abstencionismo como un parámetro para medir la legitimidad de un
sistema político. No obstante, el abstencionismo no es tan buen indicador como se
supone, ya que, en primer término, el fenómeno de la legitimidad depende de múltiples
variables diferentes; en segundo término, no hay una correlación significativa entre el
grado de participación de los votantes en las elecciones y la legitimidad del sistema
democrático y, en tercer término, los sistemas electorales pueden tener un efecto muy
limitado sobre el abstencionismo. Otro indicador de la legitimidad puede ser la extensión y
la profundidad de la crítica que recibe el sistema electoral por parte de la opinión pública.
Aquí puede abrirse un verdadero abismo entre la calidad técnica del sistema, por un lado,
y la intensidad de la crítica, por el otro. En Venezuela, por ejemplo, en los años ochenta,
casi todos los especialistas en la materia estaban de acuerdo respecto a las virtudes del
sistema electoral vigente, pero la opinión pública clamaba por una reforma. Al final, los
candidatos a la presidencia se hicieron eco de esta solicitud en sus promesas electorales,
y los partidos acordaron la reforma del sistema electoral. Pero cuando el sistema está
exento de crítica, o cuando el grado de ésta es menor, se puede suponer cierta
satisfacción con el funcionamiento del sistema y un alto grado de legitimidad.
Este sistema no reduce tanto la cantidad de partidos, ya que los pequeños partidos se
hallan protegidos por su importancia en la conformación de alianzas. El sistema es de
fácil comprensión, sin embargo, requiere dos elecciones en caso de b a l l o t a g e .
En la primera vuelta, per-mite medir las fuerzas de todos los partidos políticos, de modo
que el voto para los pequeños partidos puede contar en el proceso de formación de
alianzas en función del b a l l o t a g e .
Todos los tipos de sistemas electorales mencionados cumplen con algunas de las
exigencias de funcionamiento. Pero sólo el sistema proporcional personalizado es capaz
de cumplir con las tres exigencias al mismo tiempo. Nos parece que aquí tenemos la
razón por la cual el sistema electoral alemán es considerado un modelo y por lo que los
sistemas electorales que combinan la uninominalidad con la proporcionalidad tienen tanto
atractivo para quienes se proponen realizar reformas electorales. En efecto, las reformas
más recientes que han tenido lugar en un conjunto de países van en dirección de
introducir una relación más equilibrada en lo relativo al logro de las tres expectativas de
funcionamiento de un sistema electoral. Recordemos, así mismo, que la combinación de
la uninominalidad con la lista abre un campo muy amplio en lo concerniente a cómo
precisar la relación, de manera idéntica al ejemplo alemán (proporcional) o de forma
totalmente contraria(mayoritaria). Esta virtud facilita la elaboración de sistemas
electorales singulares, conforme a los factores particulares de cada caso. Los sistemas
electorales que combinan la uninominalidad con la lista proporcional permiten soluciones
que se adaptan a los factores políticos y sociales de cada país. Por otra parte, la
comparación de los sistemas electorales, sobre todo en función de fundamentar una
opción, no puede restringirse a este nivel general sino que tiene que realizarse basada en
casos concretos.
En el punto anterior hemos realizado una evaluación que comprendía los seis tipos
básicos de sistemas electorales, aunque sin referirnos sistemáticamente acasos
concretos. Ahora presentaremos una evaluación de dos sistemas electorales respecto a
un país en particular. Este tipo de comparación sistemático-contingente es el método más
adecuado para fundar científicamente una opción por un determinado sistema. En el
transcurso de la búsqueda del sistema electoral más adecuado para Nueva Zelanda, la
Royal Commission on the Electoral Reform of New Zealand comparó el sistema de
mayoría relativa con el sistema proporcional personalizado con barrera legal de
representación (4%).Este estudio binario es, además, un buen ejemplo de cómo se puede
llevar a cabo una comparación entre sistemas electorales conforme a las exigencias
funcionales expuestas anteriormente. Por ambos motivos conviene citarlo textualmente
(R e p o r t , pp.63 y ss.): "En aquellos campos en que la p l u r a l i t y
Legitimidad
¿Se acepta en la sociedad plural el sistema electoral como un medio institución al
adecuado para el gobierno representativo? ¿Aceptan los grupos o partidos políticos
minoritarios perdedores los resultados de las elecciones?
Integración política
¿El sistema electoral une o desune al país? ¿Aumenta la polarización política o la
reduce? ¿Canaliza los conflictos políticos en procedimientos que sirvan para su resolución
pacífica o promueve las soluciones por la fuerza?
Representación
¿Permite el sistema electoral la representación de minorías étnicas? ¿Qué también
representados se pueden sentir estos grupos? ¿Permite el sistema electoral que los
partidos políticos alcancen una proporción de escaños similar a su proporción de votos?
Partidos políticos
¿Puede ayudar el sistema electoral a superar la politización de las diferencias étnicas,
expresadas bajo la forma de sistemas de partidos de raíz étnica?
Gobierno representativo
¿Puede un gobierno elegido a través de un sistema electoral particular serrepresentativo
en el sentido de reflejar los intereses de los diferentes grupos étnicos y especialmente de
las minorías étnicas? ¿Promueve el sistema electoral formas de gobierno
"consociacionales" ("de consenso"; en inglés: consociational), d e t a l forma que las
minorías tomen parte del proceso de decisión?
Oposición política
¿Evita el sistema electoral las mayorías exageradas, de tal forma que la oposición política
pueda desempeñar un rol efectivo en el proceso político? ¿Puede el parlamento ser
efectivo v i s - á - v i s el ejecutivo? En el caso de las sociedades fragmentadas, la función
más importante entre las exigencias funcionales respecto a los sistemas electorales es la
función de representación. Los diferentes grupos étnicos tienen que estar representados,
y de manera relativamente proporcional. En sociedades fragmentadas, el objetivo
principal es la integración. Por consiguiente, tienen que evitarse mecanismos
institucionales que conduzcan a situaciones de exclusión. La legitmidad del gobierno
representativo, otro objetivo principal, se nutre de la representación justa y de la
integración política de las minorías étnicas. Los sistemas proporcionales son los que
mejor satisfacen esta exigencia. Además, en sociedades fragmentadas, los sistemas
mayoritarios no cumplen con la función de concentración como en las sociedades
homogéneas—i.e., favoreciendo la integración—, ni conducen al mismo resultado —i.e.,
estabilidad política—. La formación de una mayoría de base exclusivamente étnica está
unida a defectos graves como la exclusión y la polarización. Por consiguiente, la opción
entre sistemas mayoritarios y proporcionales se basa en varias consideraciones:- primero,
los sistemas mayoritarios no cumplen con importantes exigencias funcionales;- segundo,
su efecto natural, la formación de mayorías, lleva a la dominación étnico-política, lo que a
su vez conduce a la inestabilidad política;- tercero, los sistemas proporcionales cumplen,
por el contrario, con las exigencias funcionales de representación justa de las minorías, a
las cuales hay que otorgar una mayor importancia. Como un argumento adicional, con un
fundamento político, deberíamos mencionar que los sistemas mayoritarios sólo pueden
imponerse en contra de los intereses de las minorías étnicas. Esto significa que el sistema
electoral mismo puede ser la expresión fundamental de la dominación política de una
mayoría étnica. Dado que la representación proporcional es el único camino para una
representación de las minorías, es obvio que los sistemas proporcionales son aquellos
que pueden contar con un acuerdo de las minorías. En sociedades fragmentadas, la
representación tiene prioridad sobre todas las funciones que se espera que cumplan los
sistemas electorales. Por este motivo, en sociedades fragmentadas son preferibles
sistemas electorales basados en la representación proporcional. Un enfoque más general
respecto a la cuestión de la democracia y la etnicidad
El estudio de los sistemas electorales y sus efectos ha sido, en realidad, un estudio de los
sistemas electorales parlamentarios. Esto encuentra su justificación en el hecho de que
los sistemas electorales presidenciales sólo se corresponden con un grupo de los
sistemas electorales parlamentarios: los mayoritarios.
Una primera reflexión tiene que referirse a la importancia de los sistemas electorales
presidenciales para el resultado electoral. Sobran los casos de resultados completamente
diferentes según los sistemas electorales. En Chile, por ejemplo, en las elecciones de
1970, de haber existido la segunda vuelta en el sistema electoral de mayoría absoluta,
Salvador Allende no hubiera alcanzado la primera magistratura.
Allí, también tuvo importancia la tradición de votar en el Congreso por el candidato más
votado por e1 pueblo, de modo que éste no pudo realmente elegir: el sistema operaba de
hecho como sistema de mayoría relativa con aprobación parlamentaria. La situación
inversa nos brinda Perú en las elecciones de 1990: si, en lugar del sistema mayoritario
con ballotage, se hubiera aplicado e1 sistema electoral de mayoría relativa, habría sido
elegido presidente el novelista Mario Vargas Llosa. Es obvio que, en ambos casos, el
rumbo político de los países hubiera sido otro. Lo mismo v ale para otros países, como
Bolivia, donde con el sistema de mayoría absoluta con voto decisivo del Congreso, el
parlamento realmente opta entre los tres candidatos más votados. Frente a este alto
significado político del sistema electoral presidencial, resulta extraño que el tema haya
sido tan desatendido por la ciencia política.
La segunda reflexión se refiere a cómo evaluar los diferentes sistemas electorales,
independientemente de que los resultados electorales sean del agrado de uno o no, ya
que es sabido que existe una situación de alta dependencia con respecto a la apreciación
de los sistemas electorales presidenciales según la configuración particular de la
competencia política. Nos dedicaremos a este tema en el punto siguiente.
Existen varios criterios para evaluar los sistemas electorales presidenciales. El de mayor
importancia es el de la legitimidad. En favor de un presidente elegido directamente por el
pueblo habla su mayor legitimación, lo cual hace preferir la segunda vuelta frente a una
decisión por el Congreso. Concordantemente, según este criterio, también es preferible la
elección por mayoría absoluta, antes que la elección por mayoría relativa. Sin embargo,
los demás criterios relativizan de alguna manera esta opción.
En tercer lugar, el criterio del tipo Institucional considera los efectos de la forma de la
decisión electoral sobre el funcionamiento del sistema político. Una cuestión crucial es la
existencia de una mayoría institucional para e1 presidente, es decir, si el gobierno cuenta
con una mayoría absoluta en e1 parlamento. Esto depende, en gran medida, del sistema
de partidos políticos y del sistema electoral parlamentario.
Sin embargo, en el sistema electoral presidencial mayoritario con decisión final por el
Congreso, el sistema político puede desarrollar características parlamentarias: se puede
formar una mayoría en el parlamento que pro vea de apoyo al gobierno. Esta era la
práctica en Chile desde los años treinta hasta mediados de los años sesenta, cuando la
Democracia Cristiana decidió "no transar" y gobernar sola, pese a tener una mayoría
parlamentaria en la Cámara de diputados y no en el Senado. El presidente Allende, con el
gobierno de la Unidad Popular, siguió esta práctica en peores condiciones, ya que aunque
había sido elegido por el Congreso, contaba al día siguiente de su elección con sólo un
tercio dc los parlamentarios. En Bolivia, por el contrario, en el transcurso de la
redemocratización, se formaron tres gobiernos -de distintos presidentes- basados en
acuerdos parlamentarios que se contrajeron en el contexto de la decisión del Congreso
entre los tres candidatos más votados en la primera vuelta. En dos oportunidades fue
desplazado el candidato más votado, una vez por el segundo y otra vez incluso por el
tercero. Por medio de la parlamentarización de las prácticas en el gobierno, el sistema
político boliviano logró muy buenos resultados. Conviene añadir que, en el caso dc Chile,
los partidos que formaron la "Concertación", la cual triunfó en las elecciones
presidenciales de 1999 y 1993 con la mayoría absoluta de los votos en la primera vuelta,
desarrollaron un tipo semejante. De comprensión parlamentaria dcl sistema presidencial,
lo que subraya la importancia dc los estilos políticos, dado que la Constitución chilena de
1980 introdujo la segunda vuelta.
Otro tipo de criterio institucional considera el probable efecto del sistema electoral
presidencial sobre el sistema de partidos políticos e, indirectamente, su relación con
mayorías institucionales. La hipótesis es que los sistemas electorales presidenciales de
mayoría relativa conducen al bipartidismo y por este camino al apoyo parlamentario de
una mayoría absoluta dcl partido del presidente en el parlamento. Hasta ahora, esta
hipótesis se funda sólo en dos casos, desatendiendo a otros factores que pueden explicar
la simultaneidad dcl sistema presidencial electoral de mayoría relativa y el bipartidismo.
Los demás casos de presidencialismo con sistema electoral presidencial dc mayoría
relativa en América Latina (República Dominicana, Uruguay, Venezuela) contienen tantas
particularidades que parece difícil reunir más experiencia empírica en favor de esta
hipótesis. Mientras tanto, en las elecciones en Costa Rica. (1994), el presidente electo no
recibió una mayoría absoluta de su partido en cl parlamento. En Venezuela, el
bipartidismo de los años setenta y ochenta parece incluso seriamente cuestionado.
Respecto a los países latinoamericanos, la hipótesis tendría que restringirse entonces a
casos dc sistemas de partidos bien estructurados y con poca volatilidad electoral; pero,
bajo estas condiciones, no brindarla mucha información.
La hipótesis mencionada anteriormente recurre a una premisa que tiene mucho valor en el
estudio del sistema electoral presidencial y de su efecto sobre el sistema de partidos
políticos. Esta premisa es la simultaneidad de la elección presidencial y la parlamentaria.
En términos sistemáticos, existen diferentes grados de simultaneidad: simultaneidad baja:
cuando las elecciones se llevan a cabo el mismo día
- simultaneidad alta: cuando el elector emite un solo voto para elegir a los dos órganos (el
cuadro 22 ofrece información sobre esta interrelación en los países latinoamericanos).
La relación es compleja y sutil. Sobran los aspectos en comparación que no tienen una
respuesta, sin embargo, exponer buenas cuestiones ya favorece una mejor comprensión.
En primer lugar, se trata ante todo de saber cómo les va a los partidos en la votación
misma. Con mayor grado de simultaneidad: ¿atrae más votos un buen candidato
presidencial para su partido en la elección parlamentaria? Esta pregunta no debería ser,
empero, la decisiva. Se trata, fundamentalmente, del efecto estructurador que esta
relación reviste en la situación decisoria del elector y de los partidos (en el nivel interno) y
en el sistema de partidos, así como en la relación entre el ejecutivo y el legislativo. Estos
diversos niveles pueden ser afectados por el solo timing de las elecciones para los
diversos órganos (ninguna o baja simultaneidad).
5. El factor presidencialismo.
Para el estudio del efecto de los sistemas electorales presidenciales, conviene tomar en
cuenta no sólo e1 ámbito propiamente tal de los sistemas electorales, sino también el
presidencialismo con sus características y sus efectos.
En primer lugar, el presidencialismo varía mucho según la estructura. De la relación entre
ejecutivo y legislativo, según los tipos de partidos y los formatos de los sistemas de
partidos, según la estructuración o volatilidad del voto, etc., de modo que es muy difícil
hacer generalizaciones.
EI clivaje étnico constituye, por ejemplo, en muchos países africanos, una cuestión de
primer orden también en el caso de los sistemas electorales presidenciales. En
comparación con las elecciones parlamentarias, éste parece un problema con mayor,
dado que la elección unipersonal no parece abrir perspectivas de representación
proporcional de las etnias: gana la mayoría. ¿Cómo impedir, entonces, que esta decisión
sea motivo de mayor desintegración y conflicto (incluso bélico) entre las etnias? Las
soluciones que ofrece la sistemática electoral al respecto son contadas hay que recordar
que la democracia misma, la democracia pluralista de competencia política entre partidos
en la lucha por el poder, puede agudizar el conflicto étnico en la medida en que se apele a
la etnicidad como factor de poder, como elemento básico de formación del sistema de
partidos políticos.
La fórmula de decisión por la mayoría. Vale recordar que la fórmula mayoritaria misma se
desarrolló en e1 marco de las elecciones eclesiásticas durante la Edad Media,
sustituyendo el requisito de la unanimidad. Existe cierta analogía entre esta evolución y la
democratización en los países de partido único. Allí se trata de sustituir la supuesta
unanimidad, justificada por la tradición pre colonial y las necesidades de integración
nacional y formación del Estado, por una comprensión de la sociedad en términos de
diversidad y conflicto de intereses y del sistema político en términos de un pluralismo
político. La teoría política medieval se dedicó a reflexionar acerca de cómo aumentar el
elemento de la calidad de la decisión en la decisión por cantidad. En el siglo XVIII, los
racionalistas franceses inventaron el voto ponderado y escalonado, precursor de la
representación proporcional.
1. Aumentar el requisito cuantitativo, solicitando por ejemplo dos tercios de los votos para
ganar una elección, método que se utiliza en el proceso legislativo. Este aumento de la
mayoría requerida tiene el inconveniente de poder impedir que se llegue a una decisión
electoral, dado que la misma mayoría absoluta representa un requisito alto en elecciones
libres.
2. Exigir como condición para ganar no sólo una mayoría (relativa o absoluta) en el nivel
nacional, sino también un determinado porcentaje de votos en el nivel de unidades
territoriales, dc modo que se garantice una representación territorial más equilibrada o
incluso poli étnica en la persona del candidato electo. Esta solución fue la introducida en
Kenia en 1992 (ver recuadro 8). Tiene en su favor el hecho de no complicar demasiado el
logro de un resultado electoral, pero su viabilidad depende de que los requisitos
adicionales a la mayoría se adapten bien a la configuración étnica y político-partidista del
país.
Esta solución es técnicamente más complicada que la otra e implica que todo el
electorado se pronuncie sobre todos los candidatos; llegado el caso, puede ganar aquel
que, pese a no contar con la mayoría de los primeros votos, reóna más consenso
interétnico.
En gran parte de los países industrializados, la democracia municipal tiene tanta tradición
como la democracia en el nivel nacional. El proceso de democratización de muchos
países abarcó, así mismo, el nivel municipal. Aun en tiempos de democracia, las
autoridades públicas en dicho nivel cran nombradas generalmente por el poder ejecutivo
nacional. En el marco de los intentos de descentralizar los sistemas políticos, m la
mayoría dc los casos, resultaba más que imponer reformas en el nivel comunal que en cl
regional o provincial. En varias ocasiones se intentó incluso minar las demandas de
descentralización m el nivel regional a través de la valoración de los municipios o
"alcaldización". Esto tenía sentido sobre todo en aquellos cas os en los que la
descentralización podría haber permitido o favorecido con fines separatistas. En América
Latina, por ejemplo, en los años ochenta y noventa se volvió a legislar sobre el
nombramiento de los alcaldes con la idea de profundizar la democracia en Argentina,
Colombia, Venezuela, Bolivia, Chile, Paraguay y Brasil.
Si vamos a considerar las elecciones en niveles inferiores al nivel nacional, las elecciones
regionales, y aquí específicamente, las elecciones municipales, hay que constatar en
términos generales que los sistemas electorales, sus componentes, sus mecanismos y
sus efectos, son independientes del nivel del sistema político. Las afirmaciones dc la
doctrina de los sistemas electorales son válidas para todos los procesos electorales,
desde el nivel nacional hasta el municipal.
La diferencia que podemos marcar entre los distintos niveles del sistema político respecto
a los sistemas electorales, se refiere exclusivamente a la valorización de los diferentes
sistemas electorales. La apreciación de los sistemas electorales es dependiente del
contexto en el cual operan, es decir, de determinadas circunstancias, condiciones de
funcionamiento, objetivos y exigencias. Por consiguiente, la valorización de los sistemas
electorales puede variar según cl nivel del sistema político. Y en efecto, se puede justificar
perfectamente una opción que difiera según los niveles del sistema político. Es más,
observando el desarrollo de los sistemas electorales en el nivel nacional y en el nivel
municipal, se puede constatar, sobre todo en el caso de los órganos plurinominales, la
mayor aplicación de los diferentes tipos de sistemas electorales.
Si la elección del alcalde es indirecta, se exige, por lo general, la mayoría de los votos de
los miembros del parlamento municipal. Dado que existen más argumentos a favor de la
utilización dc sistemas de representación proporcional en las elecciones en el nivel
comunal que en las elecciones de órganos representativos en el nivel nacional, y dado
que de hecho, al menos en varios países europeos, junto a la representación proporcional
también se emplean listas abiertas, voto de preferencia, voto cumulativo y panachage,
estas condiciones institucionales conducen mayormente a sistemas pluripartidistas y muy
rara vez a una mayoría absoluta para un solo partido, por consiguiente, para la elección
del alcalde es necesario formar coaliciones. El puesto de alcalde no siempre es ocupado
por el candidato que reúne la mayor cantidad de votos del electorado: en España, por
ejemplo, en 1991, en 45 dc los 70 municipios más importantes de este país ningún partido
disponía de la mayoría; en 17 municipios, el alcalde no era líder de la lista más votada. En
tales casos, la permanencia del alcalde en su cargo, al igual que un primer ministro en un
sistema parlamentario, depende del mantenimiento de la respectiva coalición. Aunque los
alcaldes en España están protegidos contra las consecuencias de una derrota esporádica
en la votación mediante el mecanismo de la moción de confianza constructiva, se
producen a través del "transfuguismo" cambios de alcaldes que no son resultado de la
voluntad del electorado sino de la lucha política al interior de los parlamentos comunales,
lo que es percibido como insatisfactorio. Si el alcalde es elegido de manera directa, los
sistemas electorales disponibles son prácticamente sólo el sistema de mayoría relativa o
el de mayoría absoluta (con ballotage). En tal caso, parlamento comunal y alcalde se
eligen por supuesto en dos actos electorales separados, probablemente también de forma
no simultánea, y pueden surgir problemas en la formación de mayorías en el parlamento
comunal, como en sistemas presidencialistas entre el presidente y el Congreso. A favor
del sistema de mayoría relativa, habla el hecho de que la decisión se tome en una única
vuelta electoral, con miras a la cual son elaboradas, normalmente a puertas cerradas, las
estrategias (acuerdos, pactos) de los partidos políticos. Pero aquí triunfa el candidato que
obtuvo tan sólo la mayoría relativa de los votos. Elegido alcalde por una minoría, su
posición será probablemente débil frente al parlamento comunal.
Por el contrario, a favor del sistema de mayoría absoluta está el hecho de que tras una
primera vuelta, en la que los partidos tienen ocasión de medir sus fuerzas respectivas, los
partidos pueden -antes de que tenga lugar la segunda vuelta- celebrar acuerdos que no
sólo posibiliten la victoria de un determinado candidato en la segunda vuelta, sino que
sienten la base, así mismo, para la formación de una mayoría en el parlamento comunal.
Sin embargo, entregar los votos por parte de un partido para asegurar la mayoría de un
candidato puede ser una maniobra dirigida en contra del candidato que probablemente
había reunido más votos en Ia primera vuelta. No hay garantía alguna de una decisión
constructiva en el sentido de un apoyo de la política del candidato electo en el parlamento
comunal. Y si ésta no se produce, si es eliminado sólo el candidato más fuerte, puede
llegar a complicarse mucho el trabajo político en el parlamento comunal.
El Tribunal Supremo Electoral (TSE) cuenta con una fórmula técnica para reasignar
escaños parlamentarios entre los departamentos desde el 2014. El mecanismo basado en
la Constitución, fija una asignación directa para regiones con menos habitantes y
desarrollo.
La Constitución determina que la Cámara Baja está integrada por 130 diputados,
uninominales y plurinacionales. El parágrafo V del artículo 146 otorga al Órgano Electoral
la facultad de distribución del total de escaños sobre la base del número de habitantes en
cada uno de los departamentos, según ley.
MATEMÁTICA. Además, ese artículo dispone que, por equidad, la ley asignará un número
de escaños mínimos a los departamentos con menor población y menor grado de
desarrollo económico. El TSE identificará a los departamentos que tendrán una
asignación directa de escaños.
Actualmente, La Paz cuenta con 29 diputaciones; Santa Cruz, con 25; Cochabamba, con
19; Potosí, con 14; Chuquisaca, con 11; Oruro, con nueve; Tarija, con nueve; Beni, con
nueve, y Pando, con cinco. Y la reasignación de curules regirá para las elecciones de
2014.
Según los resultados preliminares del censo de 2012, la población en Chuquisaca creció
de 531.522 a 600.728 personas (13%); La Paz de 2.349.885 a 2.741.554 (17%);
Cochabamba de 1.455.711 a 1.938.401 (33%); Oruro de 392.769 a 490.612 (25%); Potosí
de 708.695 a 798.664 (13%); Tarija de 391.226 a 508.757 (30%); Santa Cruz de
2.029.471 a 2.776.244 (37%); Beni de 362.521 a 425.780 (17%), y Pando tuvo un
crecimiento poblacional de 52.525 a 109.173 habitantes entre 2001 y 2012.
Una vez determinado el número base de “asignación directa por equidad, el restante de
los 130 escaños” será redistribuido entre los nueve departamentos bajo el criterio de
proporcionalidad, es decir, “a mayor población mayor representatividad”, o sea, “un
modelo técnico”.
Los departamentos con menor población e índices de desarrollo serán beneficiados con
una base de escaños. El resto será distribuido entre los nueve departamentos sobre la
base del factor poblacional, de acuerdo con la fórmula que ultima el Tribunal Supremo
Electoral (TSE).
La Ley de Régimen Electoral señala que para asignar escaños -en el Senado y Diputados
plurinominales se aplicará el sistema proporcional que consiste en que los votos para
presidente se dividirán entre 1,2,3,4…
«El que concentra la mayoría de votos tendrá más curules, aunque la diferencia sea un
voto”,
ELECCIÓN DE SENADORES
La elección de los senadores, a diferencia de lo que sucede con los diputados, se elige en
circunscripción departamental. La distribución de los escaños, según señala el artículo 55
la Ley 026 de Régimen Electoral, se realiza de la siguiente forma:
1. En cada departamento se organizará una tabla con los votos que sacaron cada uno de
los nueve partidos en carrera electoral.
2. Al resultado de cada lista se lo divide tantas veces como la cantidad de bancas que
están en juego, es decir entre 1, entre 2, entre 3 y entre 4
3. Los primeros cuatro resultados más altos serán los designados para ocupar esas
bancas. En este ejemplo fueron 100, 60, 50 y 40 las cifras más altas, lo que le da: 3
senadores al partido A y 1 al partido B.
BIBLIOGRAFÍA