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Unidad I

Fundamentación de la Ética y la Moral.


Introducción.
El primer capítulo presenta la fundamentación filosófica de la Ética, es decir, la diferencia entre la moral y la Ética, lo que
conlleva diferenciar la moral teórica y la moral fáctica. Teniendo en cuenta, además que se debe tener claridad sobre los
significados sobre el acto moral, la valoración moral, el valor moral, y la virtud como temas que han sido desarrollados en la
Historia de Occidente por algunos pensadores como Aristóteles, y Kant.
Luego se presenta la fundamentación antropológica a partir de la conciencia y desarrollo de los principios morales y sociales que
debe tener en cuenta la juventud a partir de la aplicación de códigos de Ética y su contextualización con los principios éticos de
la Universidad Politécnica Salesiana.
Noción general de la Ética.
La ética es una disciplina filosófica que reflexiona sobre el hecho moral de las personas y desde este análisis establece la
necesidad de una variedad de éticas aplicadas que están en relación a las instituciones que las representan, por ejemplo, la ética
del comunicador, la ética del Ingeniero, la ética del Educador; la ética religiosa, etc; es decir, la ética obliga a la actualización en
torno a la reflexión y análisis del hecho moral de las personas en la sociedad.
Y es en sociedad que los profesionales como ciudadanos asumen deberes y derechos que deben cumplir por medio de los
códigos de ética, que en la actualidad han tomado importancia y relevancia institucional, como es el caso de la Politécnica
Salesiana que en su misión busca formar “honrados ciudadanos y buenos cristianos”, y por tanto según su visión, ser
“reconocida socialmente por su calidad académica, Responsabilidad Social Universitaria y por su capacidad de incidencia en lo
cultural”.
Desde esta situación, Adela Cortina manifiesta que en la sociedad se aplica una Ética de máximos es decir, el valor aprendido en
la familia al ser interiorizado, practicado y valorado en la relación parental, como por ejemplo, un niño aprende a respetar a los
padres y personas mayores, observando en los adultos y éstos a la vez exhortan aplicar este valor del respeto, se produce la
vivencia axiológica de valores que se fundamentan en el proceso del desarrollo psicológico y físico de la persona. Por eso, existe
el refrán, “educa a un niño en valores para que en el futuro la justicia legal no tenga que castigar o encerrar a un adulto vicioso y
pervertido”. Los valores, entonces, se ponen en práctica en la relación con los demás en el ambiente familiar (ética de mínimos),
para luego expresarlo en el máximo social; sociedad donde se hace posible la experiencia axiológica de una Ética de máximos en
relación a la cultura de Occidente.
En el desarrollo histórico y filosófico de la Filosofía de Occidente tendremos como referencia a dos autores clásicos de la ética
normativa como son Aristóteles y Kant que desarrollan el concepto de filosofía moral.
Aristóteles en la Ética a Nicómaco, se pregunta por el fin o (telos) de la acción humana, a partir del interrogante: ¿Cuál es la
finalidad de tu acción?, dando respuesta de que la felicidad o eudamonia es la mejor forma de vida a la que puede aspirar la
persona.
Aristóteles afirma además, que la virtud (areté) confiere al hombre la unidad interna y lo dispone para la recta decisión y la recta
acción. Y es la justicia la virtud más perfecta que se experimenta en la práctica, la misma que determina la relación con los otros
hombres. Aristóteles así distingue entre la razón práctica, que determina la acción, y la razón teoría que busca los principios
supremos de la realidad. Por eso solo la razón práctica, conoce los supremos principios morales como la justicia y los aplica
como juicio práctico y la razón deliberativa en la decisión particular.
De esta manera pasamos a fundamentar la ética a nivel Filosófico buscando diferenciar la relación existente entre ética y moral.
1.- Fundamentación Filosófica.
1.1.- - Diferencia entre Ética y Moral.
En el lenguaje común, hablamos de personas éticas y morales, de bueno y malo, de lícito e Ilícito, de justo e injusto, de personas
virtuosas y de personas viciosas. Igualmente existen personas eruditas que tienen un alto conocimiento teórico y conceptual
sobre cuestiones éticas, y pueden dar excelentes discursos morales, los mismos que en la práctica no coinciden con la
coherencia de sus actos y costumbres, así aparece la doble moral, es decir, que se dicen bonitos discursos éticos pero que en la
práctica no concuerdan.
Por tanto, etimológicamente, el término ética proviene del griego ethos, que significa costumbre. La definen como “La doctrina
sobre las costumbres”, de la búsqueda de sentido de esas costumbres en relación a la moral. Ética que, como filosofía de la
moral, indaga, cuestiona, reflexiona y conceptualiza sistemáticamente sobre la moral. Por eso la definen como la “Teoría de la
moral”, o como la ciencia filosófica que se ocupa de los valores morales en sus distintas formas.
La moral, en cambio, proviene del latín mos, moris, que significa costumbre personal en relación con las normas de
comportamiento que establecen la distinción entre lo bueno y lo malo como criterio de perfección humana. Por tanto, la moral
hace referencia a las costumbres y la ética a la reflexión filosófica que se puede hacer sobre dichas costumbres morales.
Costumbres y valores morales que son aprendidos en las instituciones que permiten la interiorización de principios y normas
como son la familia, la escuela, la iglesia, el estado, los medios de comunicación, como centros educativos de una realidad que
en el contexto cultural sustentan, critican, y promueven la educación ética.
Avalados en García decimos que: “la Ética se referiría así al suelo firme, al fundamento de la praxis, a la raíz de donde brotan
todos los actos humanos. Es el desde donde de la acción. Ethos como contraposición a pathos, es decir, hábito y costumbre
frente a lo inmodificable por la voluntad del ser humano… El término moral, por su parte, es el conjunto de reglas o normas
adquiridas por hábito y dirigidas a la formación de aquello que es más propio de una persona, de su modo de actuar”.” (García,
2014, pág. 9)
Por eso, es importante clarificarnos frente a la moral teórica y fáctica que desarrollaremos a continuación.
1.2.- Moral Teórica y Moral fáctica.
La moral teórica es la que hace referencia a los preceptos y valores que se afirman en el discurso y que deberían coincidir con la
moral de aquellos que guían de forma efectiva el comportamiento de los miembros del grupo social. Y si no coincide aparece la
doble moral, es decir, se predica con las palabras, pero no se practica.
Podemos decir que para hablar de un acto moral bueno o malo, es necesario la conjunción del motivo, el fin determinado, el
medio utilizado, además que el acto sea consumado, y que valoren si las consecuencias son a favor o en contra de la persona
que ejecuta la acción como aquella otra persona que la recibe.
Por tanto, el ser humano debe comprender porque los demás actúan como lo hacen, y reflexionar sobre aquellos actos que no
permiten la realización de la persona y su felicidad como, por ejemplo, el maltrato a los demás, y la no valoración y destrucción
del medio ambiente. Así, desde esta situación, argumentamos sobre la moral:
“Los motivos, aquello que nos impulsa a actuar o a perseguir un determinado fin, como las intenciones, la conciencia del fin de
la acción y la decisión de alcanzarlo, son elementos constitutivos del acto moral, al igual que lo es la deliberación y posterior
elección que tal decisión suele suponer. Solo cuando se han tenido en cuenta estos factores es cuando alcanzan calidad moral
los factores objetivos, esto es, el empleo de los medios y los resultados o las consecuencias” (García, 2014, pág. 14)
La moral fáctica es la moral en acción, es decir, cuando se practican los valores y normas de comportamiento que conllevan al
acto moral desde la acción realizada con sentido voluntario y responsable.
1.3.- Acto Moral:
El acto moral es voluntario, llevado a cabo en la reflexión consciente y la inclinación personal, sea este por (interés, deseo,
pasión), interviniendo en el acto la conciencia, la libertad y la responsabilidad moral.
Así, todo acto moral debe tener una intencionalidad, esto es, plena conciencia del acto voluntario y del fin que se persigue, ya
Aristóteles en la Ética a Nicómaco señala que para alcanzar un fin se requieren medios, es decir una serie de “acciones rectas”
(Aristóteles, 2014, pág. 55) que llevan a ese fin que esta en relación a un bien: así “Toda arte y toda investigación, igualmente
toda acción y libre elección parecen tender a algún bien; por esto se ha manifestado, con razón que el bien es aquello hacia lo
que todas las cosas tienden”. (Aristóteles, 2014, pág. 23). Se escogen los medios para lograrlo, se tienen estímulos, motivos que
llevan a emprender esa acción, la misma que tiene un resultado, que puede o no coincidir con el fin propuesto.
Sin embargo, la moral se interesa por la eficacia de los medios, siempre que el fin sea moralmente bueno, y exige la búsqueda
de los medios más adecuados, Querer el fin es estar dispuesto a poner los medios. Por ejemplo, no diríamos de nadie que
intenta ayudar a alguien si no pone los medios para prestar tal ayuda. Esto sucede porque, en primer lugar, es imposible querer
ayudar a alguien sin estar dispuesto a buscar los medios necesarios para hacerlo. En segundo lugar, porque resulta increíble que
alguien esté dispuesto a poner tales medios sin ponerlos, a no ser que tenga una explicación satisfactoria. (López, 1991, pág.
353)
La Libertad, entonces, es la capacidad consciente que tiene la persona de actuar de forma responsable, respetuosa y voluntaria
lo que permitirá desde la conciencia moral tener la claridad de discernir el sentido de acción moral, evaluando la misma como
correcta, o incorrecta.
1.4.- La Valoración Moral.
Todo acto moral al ser valorado por la persona o los demás se le atribuye un valor, es decir, el valor del comportamiento moral
que se determina contrastándolo con las normas, principios y valores que rigen un grupo social. Se emite un juicio de valor “es
infiel”, tiene la base en una norma, como: “La infidelidad es mala”, y en un valor: “La fidelidad es buena”, o en un principio: “No
desear la mujer, ni nada de tu prójimo”. Así las normas, valores y principios se han establecido a partir de comportamientos
concretos.
Según Rodríguez, “para ser una persona asocial que busca y lucha, la moralidad no puede ser más que un constreñimiento
necesario pero que no es bien recibido. Pero para los que valoran la participación la moralidad del acuerdo, a pesar de ser
fuente de constreñimiento, hace que su actividad compartida sea mutuamente bienvenida y, por tanto, estable, asegurando de
este modo la ausencia de engaño” (Rodriguez Lopez, 2006, pág. 147).
Es el sujeto el que valora el objeto a partir de una valoración y juicio de valor, demostrando que tiene la capacidad y la voluntad
de decidir y aceptar o no lo que ha valorado. Entonces, “la valoración de la participación no tiene en ningún sentido un carácter
moral, ahora bien, la cuestión fundamental es si esta valoración de la participación, que sin duda se da, es una solución a las
situaciones del dilema. Para saber esto antes es preciso saber si la participación tiene valor como medio o como fin.” (Rodriguez,
2006, pág. 148)
Donde cada persona, cultura y sociedad posee unas costumbres morales, y de ellas se derivan unas “preferencias personales
que son sus preferencias reales, típicamente basadas en sus propios intereses personales y en los intereses de aquellos que le
son más cercanos, son sus preferencias en el sentido de la palabra, las que cada individuo tiene realmente y que determinan su
función de utilidad.” (Rodriguez Lopez, 2006, pág. 170). Afirmamos entonces, que las culturas y sociedades poseen diversas
escalas de valores que le dan identidad y para las mismas se constituye en un valor moral.

1.5.- El Valor moral.


Es el valor de la persona que actúa con un determinado valor, ya sea religioso, civil, profesional, del cual deberá
responsabilizarse a partir de las consecuencias que resultan de la acción en relación a otro ser humano que exige ser tratado
como un fin y nunca como medio. Según la teoría de los Derechos Humanos declarados por la UNESCO, toda persona posee una
inviolabilidad que brota de la justicia.
Valores morales que son: “el conjunto de normas y costumbres trasmitidas por la sociedad al individuo y que representan la
forma buena o correcta de actuar. En este sentido, los valores morales nos permiten diferenciar entre lo bueno y lo malo, lo
correcto y lo incorrecto, lo justo y lo injusto.”4 (EcuRed, 2017, pág. 1)
Y es en la práctica de valores que una persona se va desarrollando como virtuosa, lo que a largo plazo se constituirá en la
felicidad de la persona y la sociedad.
1.6.- La Virtud.
Proviene del griego arete, y se designa que un objeto es bueno, excelente, adecuado, apto, y por lo que se refiere a su función
específica, a su tarea, prestación o capacidad. E igualmente, del latín virtus que representa lo viril, la fuerza de carácter, el
dinamismo, la valentía, entre otras relacionada a la esencia y cualidad, conducta, y comportamiento de la persona que al obrar
logra efectos benéficos en la sociedad por la práctica de virtudes.
Dentro de las filosofías prácticas de la vida las virtudes son "criterios normativos para el ejercicio de nuestras actividades y para
el uso de nuestros bienes, y aunque no son sólo eso, ya que, en cuanto hábitos, poseen además una dimensión afectiva y otra
disposicional”. (Rodríguez, 2010, pág. 100)
Según esto, el hombre como Hombre es bueno cuando la facultad de su razón (logos) se halla en una buena disposición y por
eso realiza bien su capacidad especifica en diversos ámbitos de la vida.
Por tanto, la virtud peculiar del hombre es la buena disposición de la facultad de la razón. Ya Platón resaltó la función clave de
cuatro virtudes como son la prudencia, la fortaleza, la templanza, y la justicia. La tradición cristiana hizo propia dicha doctrina
(desde Ambrosio se les dio el nombre de virtudes cardinales), y añadió las tres virtudes teologales: fe, esperanza y amor.
Además, Tomás de Aquino concede mayor peso a la justicia por el hecho de desligarla de la pregunta primaria por la vida feliz,
planteada bajo la perspectiva de ética de la virtud.
Kant argumenta que “Contemplar la virtud en su verdadera figura no significa otra cosa que representar la moralidad despojada
de todo lo sensible y de todo adorno, recompensa o egoísmo”. (Kant, 2007, pág. 40). Así mismo, Aristóteles sobre la virtud
expresa: “no basta con conocerla sino que hemos de procurar tenerla y practicarla, o intentar llegar a ser buenos de alguna otra
manera”. (Aristóteles, 2014, pág. 294), e igualmente, “el hombre bueno y que vive orientado hacia lo noble obedecerá a la
razón, mientras que el hombre vil, que desea los placeres debe ser castigado con el dolor, como un animal de yugo”.
(Aristóteles, 2014, pág. 296)
De esta manera los seres humanos virtuosos que construyen la familia y sociedad desde la vivencia y práctica de valores
evolucionaremos hacia el bien, evitando a toda costa hacer y vivir en el mal como situación que degrada el aspecto
antropológico del ser humano. Así, “el hombre que ha de ser bueno debe ser bien educado y adquirir los hábitos apropiados, de
tal manera que pueda vivir en buenas ocupaciones, y no hacer ni voluntaria ni involuntariamente lo que es malo, esto será
alcanzado por aquellos que viven de acuerdo con cierta inteligencia y orden recto y que tengan fuerza.” (Aristóteles, 2014, pág.
297)
Una vez desarrollado sobre la virtud, se pasa a profundizar antropológicamente sobre los principios morales:
2.- Fundamentación Antropológica.
2.1.-La Conciencia y los principios morales y sociales.
La conciencia es la que nos dice si actuamos bien o mal, si un acto es bueno o es malo, a partir de que sea voluntario, esto es,
que se realice con plena autonomía, conciencia moral, libertad y responsabilidad.
Ante esta situación Kant resalta “la autonomía del ser que por estar dotado de razón y libertad le es decente inclinar su voluntad
sólo a principios originados en esa su racionalidad y libertad, y hacerlo desinteresadamente, sin desear ningún premio o temer
algún castigo” (Sierra, 2006, pág. 59). Siendo el sujeto quien puede y debe guiar su conducta en forma independiente de la
moral de su tiempo y lugar. El sujeto autónomo guiado por la razón práctica tiene la capacidad de apegarse a la ley moral
universal que rebasa el restringido ámbito de las reglas y normas sociales que el Estado reglamenta.
El Estado, por medio de la Ley y el Derecho desempeña una tarea reguladora que con autoridad obliga a su cumplimiento por la
vía correctiva, y logra que la buena convivencia se logre de manera interna, justa y libre.
Siendo el Estado el que debe cuidar y permitir que: “toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y expresión. Este
derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones ideas de toda índole” (Liponezky, 2014, pág. 9)
Sólo así, en un Estado de Derecho se logrará a que: “toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión.
Este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de
fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección".
(Liponezky, 2014, pág. 9)
Conciencia moral que es muy necesaria al momento de actuar, ya sea de forma justa o solidaria, de lo contrario sin esta realidad
moral, en la persona existiría una ausencia de valores morales.
Una vez fundamentada el sentido y significado de la conciencia moral, pasamos al estudio de los principios éticos que deben
llevar a una persona a ser sujeto de derechos y deberes.

2.1.1. Principio de Libertad.


La libertad está referida a la capacidad de decidirse a favor o en contra de una determinada conducta que se puede
experimentar. Así la Libertad efectiva solo es posible a partir del desarrollo cerebral y psíquico del sujeto, para el que es esencial
la vivencia de la donación amorosa.
Libertad es a la vez el fundamento de la responsabilidad, es decir la capacidad de atribuirse acciones y de aceptar la atribución
de acciones correctas que otros pueden hacer. Así, el hecho y la esencia de la libertad se captan en la manera positiva sobre la
relación de la acción humana con la idea del bien, la justicia, es decir, mientras más libre es la persona, más responsable se
manifiesta ante los demás.
Según algunos filósofos como Kant y Cortina afirman que la libertad posee autonomía, y que la disposición virtuosa exige que los
principios firmes y sometidos a reflexión (máximas), dirijan de forma activa y reflexiva las decisiones éticamente relevantes.
Desde la libertad se puede afirmar entonces: “Sin querer no hay nada querido, y sin algo querido no hay querer”. Conocer y
querer son las dos formas de realización de la persona. En su raíz ambas se compenetran recíprocamente. Solo una cosa
conocida como buena puede ser querida; y son formas previas del querer humano los impulsos, las añoranzas, y las
aspiraciones. A partir de ahí se forman deseos concretos. Sin esta base de libertad no se produce ningún querer. Pero el mero
deseo no es todavía un querer; media entre ambos la decisión libre, la libertad, por la que escojo alguno de los deseos que
quiero realizar o no. Acción que puede tener dos formas, la de proporcionar realidad a nuestros deseos o bien por la propia
acción, o bien mediante la incitación a otras personas para que las realicen. Por consiguiente, los hombres libres llegan a ser
liberales, y éstos “son quizá los más amados, porque son útiles y lo son en el dar”. (Aristóteles, 2014, pág. 103)
Además, “la libertad humana a partir de, la libertad como estructura, tiene su adonde, tiene su quehacer, tiene un norte al que
orientar su navegación; es decir, tiene una ética como contenido a cumplir. Ese océano que es la ética como contenido es lo que
dejé pendiente de investigación en mi anterior libro. Puesto que la travesía entre ambas orillas del océano la hace la nave
libertad, o, mejor, la hacemos en-mediante la nave libertad; por eso me ha parecido conveniente decir aquí unas palabras sobre
la libertad. (Garate, 1995, pág. 16)

2.1.2.- El principio de Responsabilidad.


Nuestros actos deben ser conscientes, propios de la interioridad y que reconocen al otro como persona en igualdad, y dignidad a
quien se debe respeto. Nuestros actos y decisiones tendrán como finalidad el cumplimiento responsable de los compromisos
asumidos y de los acuerdos establecidos a nivel personal y social, buscando siempre el bienestar de los demás.
La responsabilidad es la “corresponsabilidad con”, es decir, es el cuidado de la Vida del otro, de los demás, de la naturaleza
como bien común de todos, espacio donde nacemos, vivimos, crecemos, nos alimentamos, reproducimos y morimos; de quien
nos beneficiamos con sus productos y materia prima.
Todos somos responsables de nuestras acciones y decisiones, por tanto, debemos asumir las consecuencias de nuestros actos.
Así, ser persona significa una responsabilidad moral compartida, y reciproca en relación con los demás y con el medio ambiente.
Por tanto, se actúa irresponsablemente cuando se pone en peligro a los compañeros, a toda la empresa por un acto de postura
ligereza; o cuando se contamina, destruye o acapara los bienes naturales, bien de todos en bien personal o de un grupo
exclusivo de amigos.
Así, toda responsabilidad asumida debe estar justificada en el ámbito moral, y si grava poco o demasiado a la persona, ante lo
cual, se muestra o no responsable. Responsabilidad que a nivel social es formal cuando actuó en bien de los demás, y es
colectiva cuando “participo con responsabilidad política” en la elección del representante de gobierno (Constitución, 2008).
(Artículo 83)
Por otro lado, a partir de la aplicación de los valores tenemos la responsabilidad de cuidar y proteger el mundo que tenemos,
antes de que sea demasiado tarde y el mundo perezca y nosotros con él, por eso Hans Jonás expresa:

“La frontera entre «Estado» (polis) y «Naturaleza» ha quedado abolida. La ciudad del hombre, que antaño constituía un enclave
dentro del mundo no humano, se extiende ahora sobre toda la naturaleza terrenal y usurpa su lugar. La diferencia entre lo
artificial y lo natural ha desaparecido, lo natural ha sido devorado por la esfera de lo artificial, y, al mismo tiempo, el artefacto
total —las obras del hombre convertidas en mundo, que actúan sobre él y a través de él— está engendrando una nueva clase de
«naturaleza», esto es, una necesidad dinámica propia, con la que la libertad humana se confronta en un sentido totalmente
nuevo. En otros tiempos podía decirse fiat iustitia, pereat mundus, «hágase la justicia y perezca el mundo», donde «mundo»
significaba, naturalmente, el enclave renovable situado en un Todo que nunca sucumbiría. Habiéndose convertido ahora en una
posibilidad real la destrucción del Todo por actos del hombre —sean esos actos justos o injustos—, tales palabras no pueden ya
ser pronunciadas ni siquiera en sentido retórico. Cuestiones que nunca antes fueron materia de legislación penetran en el
campo de las leyes de que ha de dotarse la «ciudad» a fin de que haya un mundo para las generaciones humanas venideras”
(Hans, 2014, pág. 54).

Responsabilidad que transciende del ser humano a la conservación del Planeta Tierra y a toda la vida existente en el mismo.

2.1.3.- Principio del Bien Común.


Al profundizar en la Ética Social sobre el principio personalista del Bien Común, según en el cual “vivir bien” significa recorrer el
camino de la felicidad, porque en la medida en que se respeta y promueve el valor de la persona, procurando su bienestar y
felicidad como si fuera el bien propio, estaremos influyendo como ciudadano el bien social y aparece la máxima social “mi bien
es que usted realice y promueva su propio bien”, o “mi felicidad está en que usted construya su propia felicidad y la de los
demás”. Así, “no se honra, en efecto, al que no proporciona ningún bien a la comunidad, pues el bien común se otorga al que
favorece a la comunidad, y el honor es un bien común.” (Aristóteles, 2014, pág. 244)
2.1.4.- Principio de Respeto a la Libertad.
La realización de la vida buena, siendo como es una cuestión de amor, exige ser atendida por la persona como buena y elegida
por él como tal y no impuesta, ya que lo forzado a realizar el bien, da como resultado una conformidad externa con la verdad
sobre el bien, que no realizara al sujeto que la realiza. “Nadie es feliz involuntariamente”. (Aristóteles, Ética a Nicomáguea III,5).
Así en relación a los actos, cada uno deber ser autónomo.
El ciudadano debe respetar el buen ejercicio de la libertad que puede suspenderse en caso necesario por la autoridad legítima,
en favor del bien común de la Sociedad. Por eso, valorar al otro significa no solo respetar su libertad, sino también contribuir a
que subsista y se desarrolle, preocupándose por su realización personal como si fuera propia.
2.1.5.- Principio de Tolerancia.
Constituye el respeto a la libertad de los demás, no interfiriendo en su desenvolvimiento, siempre y cuando las acciones del otro
se presentan como malas e injustas que van en contra de La dignidad o valor de la persona del otro.
El principio de tolerancia al no ser aplicado genera graves conflictos al interior de las sociedades, haciendo difícil la constitución
del buen vivir. Por tanto, es necesario reconocer que: “el principio de la tolerancia se enmarca dentro de la libertad de
conciencia y los limites basados en el interés común en el orden y la seguridad que ella tiene, esto, porque el Estado no se puede
preocupar de doctrinas filosóficas y religiosas, sino que regula la búsqueda que hacen los individuos de sus intereses conforme a
principios elegidos en una situación inicial de igualdad y esta limitación es escogida en la posición original”. (Álvarez, 2016, pág.
35)

2.1.6.- Principio de Igualdad.


La Constitución Política del Ecuador, del 2008 en la Sección primera sobre los Principios de la participación, en el Art. 95 expresa
que:
“Las ciudadanas y ciudadanos, en forma individual y colectiva, participarán de manera protagónica en la toma de decisiones,
planificación y gestión de los asuntos públicos, y en el control popular de las instituciones del Estado y la sociedad, y de sus
representantes, en un proceso permanente de construcción del poder ciudadano. La participación se orientará por los principios
de igualdad, autonomía, deliberación pública, respeto a la diferencia, control popular, solidaridad e interculturalidad”
(Constitución, 2008). La participación de la ciudadanía en todos los asuntos de interés público es un derecho, que se ejercerá a
través de los mecanismos de la democracia representativa, directa y comunitaria.
La igualdad entre personas nos lleva a la equidad porque “lo equitativo, si bien es mejor que una cierta clase de justicia, es justo,
y no es mejor que lo justo, como si se tratara de otro género.., así lo justo, y lo equitativo son lo mismo, y aunque ambos son
buenos, es mejor lo equitativo”. (Aristóteles, 2014, pág. 157)
3.- Ética y principios sociales.
3.1.- Los principios morales en la sociedad.
La aplicación de principios morales no es un proceso deductivo, sino una actividad del juicio práctico reflexivo. Los principios
morales representan un conjunto de valores que orientan y norman la conducta de una sociedad concreta. Los valores que
orientan la sociedad son la honradez, la bondad, la solidaridad, la lealtad, la templanza, la fortaleza, la puntualidad, La justicia y
la Igualdad.
La sociedad aplica las normas de comportamiento porque la conducta de las personas está relacionada a la acción que realizan y
desarrollan. Es en sociedad donde la persona actúa como ciudadano. Para ser buen ciudadano implica formar la razón teórica y
práctica de la persona desde la niñez, etapa de la vida donde se interaccionan muchas normas y clases de comportamiento
como, por ejemplo, el saludo a los mayores, o el que entra a un lugar, saluda.
Es al niño al que debemos formar la conciencia moral de respeto al otro, ser tolerante a la diferencia, a actuar con respeto, a ser
agradecido, a pedir un favor, y, por último, formar la razón implica, educar en pensamientos positivos como: ¡sí puedo, soy
capaz, lo lograre, soy feliz¡, con la finalidad de gestar una persona segura de sí misma y de sus capacidades cognitivas.
El adulto y el joven tienen el deber y la responsabilidad de formar al niño, en coherencia entre lo que se dice y se hace, y no
enseñar a mentir al niño, a quien se debe corregir para que sus intereses no sean contrarios al bien de la familia para que en la
relación socio-cultural, política y económica pueda ejercer los valores aprendidos y que a continuación se presentan.
El diagrama Ético- Social, desarrolla de forma sistemática y sintética, los diversos niveles de la axiología que permiten
fundamentar una jerarquía de valores aplicables a la realidad del ciudadano actual.
Diagrama Ético Social

En lo ético político Fig. 1, Autor: Ítalo Jumbo para llevar a la práctica todos los
deberes y derechos teóricamente existentes entre las
personas, debe recurrir a un uso masivo de las leyes jurídicas para obligar a la persona a vivir bien y ser felices.
En la esfera ético religioso el proyecto de vivir bien implica establecer vínculos sociales con las demás personas en relación de
amistad.
En la esfera ético social las posibles relaciones de amistad conducirán a una relación social, donde la comunidad busca la justicia
a nivel del trabajo y de la sociedad política. Por tanto, “un hombre es justo cuando actúa justamente por elección, y obra
justamente si solo obra voluntariamente.” (Aristóteles, 2014, pág. 152)
En la esfera ética social según Aristóteles se afirma: “El hombre está más inclinado por naturaleza a vivir en pareja que asociarse
políticamente, ya que la familia es una realidad anterior y más necesaria que el Estado”. (Ética Nicomáquea VIII,12).
El hombre como político, presenta diversas formas de participación ciudadana lo que le permite involucrarse con diferentes
estamentos sociales que le desafían crecer como persona y por tanto, desarrollar códigos de ética que le muevan al buen
ejercicio de la ciudadanía. Desde esta perspectiva se presenta el código de ética juvenil que sirva para la reflexión de la práctica
moral.

3.2.- Código de ética juvenil.


Es importante saber que el joven se va haciendo ciudadano cuando pone en práctica los siguientes aspectos:
1.- El joven en su vivencia cotidiana y en su relación con los demás actúa de manera virtuosa.
2.- El joven asume el compromiso de elegir a sus representantes políticos y se presenta responsablemente en la mesa electoral
que le fue asignada con alguna función.
3.- El joven es capaz de crear e innovador tecnología limpia no contaminante en bien de la sociedad y del ecosistema.
4.- El joven respeta el ecosistema y toma acciones de reforestación en lugares de desastres naturales. Recicla y reusa aquellos
elementos y cosas que pueden beneficiar la vida del planeta.
5.- El joven formado en pensamientos positivos, posee actitudes positivas lo que transmite a la sociedad en beneficio de la
misma.
6- Los jóvenes de la Salesiana son personas comprometidas con la vida y con toda vida, y de esta manera ponen en práctica la
misión de ser buenos cristianos y honrados ciudadanos.
7.- La comunidad universitaria juvenil respetan a sus pares, dando atención proactiva, creando ambiente de familia al estilo
salesiano desde la cordialidad y la Amorevollezza.
8.- El joven universitario salesiano aprende del otro y lo acepta como es, porque primero se acepta, y se quiere tal cual es.
9.- El Joven como buen ciudadano, se acepta como valor, acepta la cultura, su propia identidad, la familia, y el país, a quienes
respeta y valora en su pluralidad étnica.
10.- El joven salesiano como buen ciudadano busca la forma de dejar el mundo, y el medio ambiente más limpio, y sano porque
ha pensado responsablemente en las futuras generaciones.
Código de Ética necesario para la formación superior del futuro profesional universitario que tiene el deber de revisar su práctica
ética y asumir compromisos concretos que le mueva a enrumbar su ética profesional.
3.3.- Juventud y praxis ética.
La formación académica universitaria tiene el deber de formar al joven, en el aprender a ser a en relación con sus habilidades y
destrezas; pero además debe aprender a aprender en relación a mejorar sus actitudes lo que significa encaminar el proceso de
pensar de forma correcta y positiva con el fin de generar sentimientos buenos, que logren construir una base actitudinal
ejemplar.
A continuación, se presenta el proceso que se deben formar en la persona para ser un buen ciudadano:
Una idea genera o produce un sentimiento. El sentimiento conlleva una decisión, la misma que se expresa en la realización o no
por medio de la acción. La acción permite construir habilidad, que con el paso del tiempo genera un hábito o costumbre, que
desemboca en una actitud positiva o negativa dependiente del proceso que se desarrolló en la formación del mismo. Todo este
desarrollo cognitivo y psicológico de la persona, ha construido cultura, y es en la misma donde el ciudadano ejerce ser bueno o
malo, dependiendo de su comportamiento y conducta en relación a los demás y en la posibilidad activa o pasiva de participación
en la política, ejerciendo su voto para elegir a los representantes políticos.
Presentamos gráficamente lo expuesto anteriormente con la finalidad de que logre la confrontación y evaluación personal sobre
los hábitos y costumbres que se han desarrollado y se asuman compromisos éticos para mejorar como persona.

1.- Ideas
2.-Sentimientos
3.-Decisión
4.-Acción
5.-Hábito
Fig. 2, Autor:6.-Costumbre
Ítalo Jumbo
Ante esta realidad 7.-Actitud personal de lograr forjarse como
8.-Cultura
personas morales y éticas, la Universidad Salesiana en su misión tiene la
9.-Estado
obligación de formar personas con valores lo que significa forjar honestos
10.-Politica
ciudadanos y por consiguiente buenos profesionales.
3.4.- Código de Ética de la Politécnica Salesiana.
EL código de Ética de la Universidad Politécnica Salesiana se constituye en la norma que debe ser aplicada a partir de los
principios y valores argumentados en los capítulos I y II, y que desarrollaremos brevemente.
A continuación, desarrollaremos de manera sintética el código de Ética, desde los capítulos I y II.
Capítulo I. Del Objeto como ámbito de aplicación, principios y valores.
Art. 1.- Ámbito de aplicación. - tiene como finalidad establecer las normas que debe cumplir la comunidad universitaria y todos
los sujetos que tengan vinculación.
Art. 2.- Los principios y valores de la ética: principios de conducta que la comunidad universitaria debe observar.
Verdad: Búsqueda de la Verdad.
Respeto: A la identidad y dignidad de la persona.
Libertad: Valor inalienable del ser humano.
Justicia: Vivencia y fortalece la vida personal.
Tolerancia: Aceptar la forma de ser y pensar.
Amabilidad: Actitud que se refleja en el trato cordial.
Responsabilidad: Fundamentación, y decisiones.
Honestidad: Actitud transparente y sincera.
Lealtad y colaboración: Confianza.
Familiaridad: Vivencia de los valores.
Solidaridad: Apoyo incondicional a cosas justas.
Equidad: Garantiza la igualdad de oportunidades.
Compromiso social: Promover el desarrollo comunitario humano, espiritual y material.
Art. 3.- Objeto.
El código de ética es un conjunto de principios y valores que norman el comportamiento de los integrantes de la comunidad
universitaria en aras de alcanzar una persona con excelencia humana y académica, de servicio a la sociedad, de convivencia
social que fomenten la cultura de paz, fortaleciendo las relaciones y valores humanos, obteniendo de sus integrantes eficiencia,
calidad y transparencia.
Servirá como apoyo para el establecimiento de responsabilidades de diversa índole, según el actuar de los miembros de la
comunidad universitaria.
Capítulo II. Responsabilidades, prohibiciones, obligaciones y compromisos.
Art. 4.- Responsabilidad ética de los actores externos. La UPS, exige de sus contrapartes un comportamiento acorde al presente
código de ética.
Art. 5.- Comportamiento que debe observar la comunidad universitaria:
Respeto a las personas.
Del Bien común.
Actuar apegado a la Ética.
Trato atento y cortés.
Honestidad intelectual estudiantil y administrativa.
Confidencialidad de información personal.
Evitar palabras denigrantes que afecten la dignidad.
Evitar actos de hostigamiento y discriminación.
Respetar la integridad física y mental.
Art. 6.- De la rendición de cuentas.
La UPS ofrece un servicio público de interés social, así como transparencia en su gestión.
Art. 7.- Del Debate.
Contribuye con el diálogo entre sí para encontrar una solución al conflicto.
Art. 8.- Calidad del personal.
En virtud a alcanzar la eficacia, y eficiencia, desempeñarse como profesionalismo, rectitud, aptitud y amabilidad.
Art. 9.- De los responsables de las políticas del código de ética.
Impulsar una cultura de diálogo y convivencia pacífica.
Art. 10.- De los docentes.
Son los responsables de la formación integral de los estudiantes.
Art. 11.- De los estudiantes:
Asumir los valores y principios de este código.
Art. 12.- De los trabajadores.
Desempeñar sus funciones con calidad y calidez.
Art. 13.- De los representantes de la sociedad civil relacionados con la Universidad y principalmente con sus graduados.
Contribuyen a superar actitudes de injusticia.
Conclusión:
La Ética y la moral son el timón del barco, que es la vida, y que permiten a la persona en desarrollo cognitivo y profesional
configurarse como buena o mala persona dentro de la familia, la sociedad y la empresa. Sabiendo por experiencia que solo la
práctica de las virtudes, de los valores, nos darán el pasaporte que nos enrumbe hacia la realización personal, profesional y
ciudadana. Por consiguiente, si nacimos para amar y ser felices tenemos la obligación moral y ética de amarnos y dar felicidad de
forma recíproca a quienes entren en relación con nosotros de quien la sociedad espera seamos buenos y excelentes
profesionales, además de ser buenos cristianos y honrados ciudadanos.
II.- CORRIENTES DE LA ÉTICA

Como conocemos, todas las culturas del mundo han desarrollado sus creencias acerca de lo bueno y lo malo con
respecto al comportamiento social. Todas las sociedades han definido sus costumbres, normas, reglas, valores, etc., es decir han
creado su moral. A pesar de esto, no hay que confundir un sistema de creencias morales con el desarrollo de una teoría moral
propiamente dicha (Dussel, 2000, pág. 192). Al ser la Ética la filosofía de la moral, es una disciplina que va muy unida a las
corrientes filosóficas dominantes en determinada época y sociedad. Así tenemos corrientes filosóficas en la Grecia clásica, en la
Edad media, en la Modernidad y también en la época contemporánea. En cuanto a lo social, es evidente que todas las
sociedades del mundo han tenido su sistema moral, pero no todas han teorizado filosóficamente sus morales particulares, es
decir no todas han desarrollado una ética. En el presente capítulo analizaremos los modelos éticos surgidos mayoritariamente
en la sociedad europea y uno en la Latinoamérica (la ética de la liberación).

2.1. La Ética en el mundo clásico

Gracias al origen de la filosofía en el Asia menor y su continuación en la Grecia clásica, aparecieron varias corrientes de
pensamiento: la cosmológica y materialista presocrática, la sofística con su relativismo fundamental, el innatismo socrático, el
idealismo platónico, el eudemonismo aristotélico, etc. Estas corrientes, fueron la base racional para analizar y entender el
fenómeno moral generando así las diversas formas de entender la Ética. Analizar todos los modelos de ética surgidos en esta
época sería muy extenso, por esta razón, en este acápite, sólo analizaremos tres modelos fundamentales: la ética de virtudes de
característica principalmente aristotélica, el epicureísmo y el estoicismo. Debido a la gran influencia ejercida por Platón en el
pensamiento Ético de occidente, haremos una breve exposición de su pensamiento, en especial del dualismo antropológico, ya
que influyó grandemente en la formación de la moral cristiana en la edad media y la moral protestante que todavía pervive en la
actualidad en muchos grupos religiosos no católicos.
Para platón, el ser humano está compuesto de cuerpo y alma. El cuerpo será la parte material, temporal y corruptible,
mientras que el alma será aquello que es: inmaterial, puro y eterno. Esta visión negativa del cuerpo le lleva a Platón a expresar
que el alma está encerrada y encadenada en el cuerpo como en una celda y es obligada a hacer todo lo que el cuerpo le pide en
forma de deseos y pasiones1. Para liberar el alma, según Platón, el hombre debe dedicarse a la filosofía, sólo así el Hombre,
llegando a ser un verdadero filósofo, podrá alejarse de las pasiones del cuerpo, dominándolas para evitar entregarse a ellas2. No
es de extrañar que esta visión del cuerpo haya generado una connotación negativa de lo sexual, dando como resultado en la
Edad media, una moral religiosa muy puritana y muchas veces represiva.
En lo referente al alma, Platón la caracteriza de tres formas: la concupiscible, la irascible y la racional. En el mito del
carro alado, el alma concupiscible, propia de los productores como agricultores o artesanos, situada en el hígado, está
representado por el caballo malo, indomable y con una gran tendencia al mundo sensible. Esta parte del alma se relaciona con el
cuerpo, en ella se encuentran los placeres y deseos sensibles -el deseo sexual, la comida, la fama, la riqueza, etc.- Por estar muy
unida al cuerpo, esta alma se destruye cuando muere la persona. El alma irascible, situada en el corazón, característica de los
guerreros, está relacionada con la voluntad, el valor y la fortaleza. Finalmente el alma racional, ubicada en el cerebro,
relacionada con la inteligencia y el conocimiento, es característica fundamental de los filósofos. De los tres tipos de alma Platón
inferirá las virtudes fundamentales que debe cultivar todo ser humano: prudencia, fortaleza y templanza, virtudes que
Aristóteles también propondrá en su propuesta ética.

2.1.1. Ética de Virtudes

La ética basada en las virtudes fue desarrollada principalmente por Aristóteles. Para explicar el significado de virtud,
Aristóteles analiza la naturaleza de las acciones humanas. Observa que dichas acciones están dirigidas por los aspectos apetitivo
y volitivo de la persona, es decir, toda acción humana se la realiza en base a la volición, la deliberación y la decisión. Es evidente
que cuando queremos algo, primeramente analizamos –deliberamos- la manera de conseguirlo y después tomamos una
decisión para realizar las acciones pertinentes para alcanzar el objetivo deseado. Tanto la deliberación como la decisión
requieren de un esfuerzo racional, después de un análisis reflexivo se realizan las acciones correspondientes para obtener la
opción elegida. Gracias a las acciones es posible comprobar si se ha logrado el objetivo o no. De haber logrado lo deseado, se
repiten las acciones de modo que se llegue a dominar el modo de obtener el fin, de esta forma se ha desarrollado un hábito. En
lo que respecta al comportamiento humano, el desarrollo de un hábito es el genera un comportamiento adecuado. Según
Aristóteles, éste hábito es el que da origen a la virtud.3

“La virtud es, por tanto, un hábito selectivo, consistente en una posición intermedia para nosotros, determinada por la razón y
tal como la determinaría el hombre prudente. Posición intermedia entre dos vicios, el uno por exceso y el otro por defecto. Y así,
unos vicios pecan por defecto y otros por exceso de lo debido en las pasiones y en las acciones, mientras que la virtud encuentra
y elige el término medio. Por lo cual, según su sustancia y la definición que expresa su esencia, la virtud es medio, pero desde el
punto de vista de la perfección y del bien, es extremo.” 4

De esta forma, indica que la virtud ética es el hábito de decidir bien conforme a la elección del término medio entre dos
extremos; otra cosa son las virtudes dianoéticas cuya función es descubrir la naturaleza de las cosas y los actos humanos. Para
explicar las características de las virtudes dianoéticas, Aristóteles analiza las funciones de la diánoia o parte racional del alma.
Tales funciones son: la teórica, la poiética y la práctica.
La racionalidad teórica, analiza las cosas que “no pueden ser de otra manera”, así tenemos las leyes de la naturaleza, los
elementos químicos, el surgimiento del universo, etc. En general es el conocimiento científico. La poiética, -del griego “poiein”:
hacer, fabricar, producir- es la razón que ayuda a construir objetos, ya sea en el arte o en la industria. Finalmente la racionalidad
práctica, analiza el modo de conducir la vida de un modo bueno y justo, a esta racionalidad le corresponde la virtud de la
prudencia (phrónesis).
En lo referente a la racionalidad teórica, Aristóteles indica que la virtud es la sabiduría, gracias a ella podemos entender
el bien y el mal; lo verdadero y lo falso, convirtiéndose en el grado más elevado de virtud. Por esta razón, la relaciona con la
verdadera felicidad. Aquí es donde aparece otro de los elementos principales de la ética aristotélica: la felicidad.
En la ética a Eudemo, Aristóteles indica que la felicidad –eudaimonía- se puede alcanzar a través de la virtud, la
prudencia y el placer. También indica que hay tres clases de vida: la política, la filosófica y la del placer. La vida filosófica se
encarga de la prudencia y de la contemplación de la verdad; la vida política se ocupa de las acciones nobles, bellas y gloriosas
fruto de la virtud y, la vida del placer que se basa en el disfrute de los placeres corporales. Estas tres formas de vida tendrán sus
virtudes específicas, a través de las cuales toda persona puede llegar a la felicidad.5 Como podemos ver, el fin de la ética
elaborada por Aristóteles, es la felicidad del hombre, la cual podía alcanzarse mediante la práctica de la justicia, la fortaleza, la
templanza.6
Como es conocido, en la edad media, santo Tomás de Aquino se fundamentará en Aristóteles para explicar su
pensamiento filosófico-teológico y por ende su ética. Al ser un personaje que pertenece a la cultura medieval -teocéntrica-,
Tomás de Aquino se centrará en Dios, para vivir las virtudes y buscar la búsqueda de la felicidad7.

2.1.2. El Epicureísmo

Surge en el período Helenístico, en el momento en que Alejandro magno ha consolidado un gran imperio y las Polys han
perdido la importancia que tenían en el período clásico. El desconcierto político y moral hace que los ciudadanos pierdan interés
por los asuntos de la ciudad, dando como resultado el resurgimiento del interés por la felicidad de los individuos. En estas
circunstancia y, siguiendo la tradición griega, se volverá a identificar felicidad y sabiduría; dirán que sabio, es decir el hombre
feliz, será aquel que vive de acuerdo con la naturaleza, pero en esta época de desconcierto, no todos tenían la misma noción de
naturaleza, en consecuencia, dicho concepto, será definido posteriormente por cada corriente particular.
El hedonismo es la corriente filosófica que tiene al placer como base de sus planteamientos de vida. Epicuro es el
representante más conocido; su propuesta fundamental es entender a la felicidad como la vivencia del placer. Toda su
estructura moral se construirá en base a éstos dos parámetros: placer (hedoné) y felicidad (eudaimonía). A pesar de que no es la
primera ética hedonista de la historia, ya que tanto entre ciertos sofistas así como los Cirenaicos -seguidores de Sócrates-, ya
habían propuesto al placer como base de una vida feliz, sí fue la que estructuró un modelo hedonista propiamente filosófico. 8
Epicuro dirá que el principio de todo bien se halla en el placer. Pero no en el placer descontrolado que al fin y al cabo
solo causa dolor, sino en aquel que hace feliz al hombre. Dicho placer es un placer tranquilo y equilibrado. De no ser así
devendrá en sufrimiento, en inquietud y en ansiedad. De esta forma, Epicuro expresa que los verdaderos placeres son los del
espíritu, es decir esos placeres sutiles y refinados que dejan un recuerdo agradable de tal forma que hacen desear su
repetición9. De esta forma, Epicuro piensa que aquello que hace posible la sabiduría y la auténtica felicidad es el placer y el
entendimiento calculador, siendo el entendimiento el que posibilita distinguir los tipos de placeres de acuerdo al tipo de deseo.

“Del mismo modo hay que saber que, de los deseos, unos son necesarios, los otros vanos, y entre los naturales hay algunos que
son necesarios y otros tan sólo naturales. De los necesarios, unos son indispensables para conseguir la felicidad; otros, para el
bienestar del cuerpo; otros, para la propia vida. De modo que, si los conocemos bien, sabremos relacionar cada elección o cada
negativa con la salud del cuerpo o la tranquilidad del alma, ya que éste es el objetivo de una vida feliz, y con vistas a él
realizamos todos nuestros actos, para no sufrir ni sentir turbación. […] Por este motivo afirmamos que el placer es el principio y
fin de una vida feliz, porque lo hemos reconocido como un bien primero y congénito, a partir del cual iniciamos cualquier
elección o aversión y a él nos referimos al juzgar los bienes según la norma del placer y del dolor. […] Cada placer, por su propia
naturaleza, es un bien, pero no hay que elegirlos todos. De modo similar, todo dolor es un mal, pero no siempre hay que rehuir
del dolor. Según las ganancias y los perjuicios hay que juzgar sobre el placer y el dolor, porque algunas veces el bien se torna en
mal, y otras veces el mal es un bien.”10

Como podemos ver, Epicuro indica que para llegar a la felicidad a través del placer, toda persona debe tener una actitud
reflexiva y prudente a la hora de elegir los distintos placeres, pero, gracias a la razón prudencial, va más allá de la mera elección
de los placeres, propondrá un ideal de Ser humano:

“Porque, ¿A qué hombre considerarías superior a aquel que guarda opiniones piadosas respecto a los dioses, se muestra
tranquilo frente a la muerte, sabe qué es el bien de acuerdo con la naturaleza, tiene clara conciencia de que el límite de los
bienes es fácil de alcanzar y el límite de los males, por el contrario, dura poco tiempo, y comporta algunas penas; que
se burla del destino, considerado por algunos señor absoluto de todas las cosas, afirmando que algunas suceden por
necesidad, otras casualmente; otras, en fin, dependen de nosotros, porque se da cuenta de que la necesidad es
irresponsable, el azar inestable, y, en cambio, nuestra voluntad es libre, y, por ello, digna de merecer repulsa o alabanza?” 11

De esta forma Epicuro, indica que el hombre debe superar los distintos miedos que le aquejan: a los dioses, a la muerte,
al destino y al dolor, y tomar conciencia de que es un ser con voluntad libre, hecho que lo hace responsable de sus actos.

2.1.3. Estoicismo

Surgida en el siglo III a.C. en Grecia, esta corriente perduró hasta el siglo II d.C. ya en el imperio romano. Por esta razón
aglutina a autores tanto griegos como romanos. Los más destacados fueron: Zenon –fundador-, Posidonio, Séneca, Epicteto,
Marco Aurelio entre otros. Esta escuela es contemporánea y contraria al epicureismo. Su nombre proviene de la Stoa o pórtico,
lugar en donde se reunía Zenón y sus primeros discípulos. Este modelo es de carácter fundamentalmente moral. Su contenido es
el de entender al mundo como un cosmos, es decir un orden universal. Dicho cosmos está regido por leyes inmutables que
gobiernan todo, inclusive la vida humana. Por tal razón, para conseguir la felicidad, el hombre debe adaptarse a dichas leyes. La
forma en que se consigue el fin descrito es la apatheia, un estado de indiferencia positiva frente a los acontecimientos. Para
lograr dicho estado se debe cultivar la ataraxia o imperturbabilidad. De esta forma, al no dejarse perturbar por nada, el hombre
alcanza la perfección y la felicidad12.

“Si quieres ser dichoso, […] no desees por ahora nada con pasión; porque si deseas cosas que no dependen de ti, es imposible
que no te veas frustrado. Y si deseas las que de ti dependen, advierte que no estas bastantemente instruido de lo que es
necesario para desearlas honestamente. Por lo cual, si quieres hacer bien, acércate a ellas de manera que puedas retirarte
cuando quieras. Pero todo esto se ha de hacer con medida y discreción.”13

Adicionalmente a las actitudes vitales, los estoicos desarrollaron la idea de igualdad universal; en virtud la cual todos los
hombres son iguales: libres o esclavos, griegos o extranjeros, etc. Esto dio como resultado una visión universal del Hombre. 14 A
este respecto es muy decidor lo expresado por Veyner (1995) en su estudio acerca del estoicismo en Séneca:

“El estoicismo es universalista; todo hombre, cualquiera, debe ser y en el fondo es soldado del ejército cósmico, al mando de
una Providencia que sólo quiere el bien de la especie humana; la razón nos lo dice, ya que este ejército es el de la razón.
Por tanto, para enlistarse en él basta ser animal razonable; no se exige ningún otro título aparte del de hombre: ni riqueza, ni
nobleza, ni nacimiento libre. Hasta las mujeres son aceptadas.”15

Otro aspecto interesante del estoicismo es su rechazo a los placeres corporales. En este aspecto coincide con la filosofía
de Sócrates y en especial con Platón, los que veían el aspecto corporal como secundario o más aún negativo; inclusive Epicuro,
como ya mencionamos anteriormente, consideraba que el placer más elevado era el espiritual y no el corporal. Epicteto expresa
este rechazo de la siguiente manera:

“El aplicarse demasiado a las cosas corporales es señal de un alma baja, como el ser continuo en los ejercicios de comer y beber
mucho, el darse demasiado a las mujeres y gastar más tiempo del que es menester en las demás funciones del cuerpo. Todo
esto se ha de hacer de prisa y como de paso. Al espíritu se han de dar todos nuestros cuidados.”16

Es muy interesante observar que desde la filosofía clásica hasta la helenística, la búsqueda de la Felicidad ha sido el
parámetro que se ha mantenido constante. Ya sea como virtud, placer o ataraxia, la felicidad ha sido el aspecto central. Para
alcanzarla, vemos que se pone énfasis en el Espíritu, dejando la parte corporal-instintiva en segundo plano. Todas estas
influyeron grandemente en la formación de la moral cristiana dominante en la Edad Media.

2.2. En el cristianismo y en la edad media

Para analizar la Ética en la Edad Media, debemos tomar en cuenta tres factores fundamentales: el aporte de la filosofía griega, el
auge y caída del imperio romano y el surgimiento y consolidación del cristianismo. Como nos cuenta la historia, luego de la
muerte de Alejandro magno, el gran Imperio helenístico queda en poder de los generales de Alejandro, principalmente:
Casandro, Lisímaco, Ptolomeo y Seleuco. En medio de esta convulsión geopolítica, aparecieron el epicureísmo y el estoicismo.
Estas corrientes filosóficas, como ya se analizó anteriormente, de una u otra manera, tuvieron la influencia del pensamiento de
Sócrates, Platón y Aristóteles. En occidente, ya desde el 753 a.C. irá surgiendo un pueblo que llegará a dominar el mundo de la
antigüedad: Roma. Como conocemos Roma asimiló la cultura griega; no es casual que la mitología romana sea muy similar a la
griega. En el auge del poderío romano, en una provincia apartada –Judea-, apareció un personaje que trastocó la religión
judía, dio una doctrina nueva y poco a poco, desplazó a las religiones antiguas vigentes en el imperio: Jesús de Nazaret.
Jesús no fundó una corriente filosófica ni desarrolló un sistema moral, sin embargo su mensaje de amor, caló
profundamente en la vida de sus contemporáneos y en quienes en el futuro llegaron a conocer su pensamiento. Su obra no fue
un sistema teórico de pensamiento, lo que hizo, en principio, fue fundar una comunidad es decir una iglesia. 17 La primera iglesia
de Jesús fueron sus doce apóstoles. Y fue a ellos a quienes les dio su mensaje, es decir, les dio su palabra; es así como se
entiende que Jesús le dio su palabra a la Iglesia. No escribió el nuevo testamento sino que instruyó a su Iglesia, la cual, con el
pasar del tiempo, escribirá el nuevo testamento y organizará la biblia como la conocemos hoy.
La palabra que Jesús le dio a su primera Iglesia, se centra en el mandamiento del amor: “Amaos los unos a los otros
como yo os he amado”. La mayoría de sus parábolas enseña que la relación entre los seres humanos debería centrarse en el
amor, es decir, en el perdón, la solidaridad, el respeto, la paz, la justicia, etc. El desarrollo de este mensaje fue estructurando lo
que después se catalogó como la doctrina cristiana, doctrina que influyó en la moral del cristianismo naciente, el de la Edad
media y, de una u otra manera, en la moral de los siguientes siglos hasta la actualidad.

[Es importante aclarar que no todos los que han creído en Cristo han desarrollado una misma moral cristiana. Desde el
surgimiento de la reforma protestante y con ella las miles de denominaciones cristianas, las ideas acerca de Jesús como de su
doctrina han sido muy diversas, esto dio como consecuencia que aparezcan muchas formas de entender el cristianismo y por
ende la moral cristiana.]
En resumen, las corrientes filosóficas helenistas no influyeron sólo en Grecia, sino también en Roma, convirtiéndose en
la referencia ética para el mundo antiguo hasta la aparición del cristianismo. Gracias a la doctrina cristiana surgió una filosofía y
de hecho una moral y una ética cristiana, los representantes más relevantes en la Edad Media fueron: san Agustín en el siglo V
quien se basó en la filosofía platónica y, santo Tomás de Aquino en el siglo XII, quien se fundamentará en Aristóteles.

2.2.1. San Agustín de Hipona

Nace en Tagaste, norte de África, en el año 354 d.C. y muere en el 430 d.C. A pesar de que perteneció a la época
romana, su aporte al pensamiento filosófico-teológico de la época fue tan importante que influyó de manera notoria en gran
parte de la Edad Media. Muchos autores lo consideran el iniciador del pensamiento medieval, ya que su obra fue realizada en los
días en que Roma fue invadida por los bárbaros, llegando a ser destruida definitivamente en el 476.
En lo referente a su pensamiento ético, no realizó una exposición sistemática de ningún sistema moral, pero es posible
entender su aporte en este tema, analizando el contenido de sus obras. Agustín concuerda con la idea griega de que la moral es
un conjunto de orientaciones para que las personas alcancen la felicidad, pero, según él, “la felicidad sólo puede encontrarse en
el encuentro amoroso con el Dios-Padre que Jesucristo anunció en su Evangelio.”18 Esto es así debido a que, la felicidad, no es
algo que se alcanza a través del conocimiento racional, sino que se la obtiene mediante la vivencia del amor con aquel que nos
ha creado libres. Y es esa libertad la que le permite al Hombre, aún rechazar a Dios mismo.
Para Agustín, la moral, es la vía a través de la cual el hombre puede regresar a su lugar de origen, es decir a Dios -
representado en la Ciudad de Dios-. Aquí se parte de una condición inicial: el Hombre está extraviado de Dios debido a sus
tentaciones egoístas. Pero Dios no abandona al Hombre y le envía la sabiduría encarnada, es decir envía a Jesús, y también le
concede su Gracia, ese don gratuito que le ayuda a fortalecer su voluntad débil. De esta forma, nuestro autor expresa que los
verdaderos contenidos de la moral no son otros que las enseñanzas de Jesucristo, sintetizadas en el mandato de “amar a Dios y
al prójimo como a uno mismo”. Según san Agustín, la única vía verdadera para llegar a la felicidad será seguir los planteamientos
de Jesucristo; considera también que es un camino que todos los hombres pueden seguir, ya que no requiere el conocimiento
racionalista propio de los filósofos. 19
Un elemento importante que no puede pasar desapercibido en la concepción moral agustiniana, es su herencia
platónica. Salvo la eliminación de la creencia en la reencarnación, Agustín planteará también un dualismo antropológico. A decir
de Miranda (2015) Platón, influenciado también por las creencias maniqueas, dirá que la diferencia entre lo bueno y lo malo es
irreconciliable. Siguiendo a Platón dirá que el hombre está compuesto de cuerpo y alma, siendo el alma la parte superior y
buena, mientras que el cuerpo lo malo e inferior debido a su materialidad. Y es precisamente en el cuerpo en donde, Según
Agustín, radica el pecado.20 Este rechazo al cuerpo es lo que generará una moral puritana en donde hasta la sexualidad tenía que
ser vista como pecaminosa. Este pensamiento negativo, fue superado más adelante por Tomás de Aquino y muchos otros
teólogos católicos.

2.2.2. Santo Tomás de Aquino

Nace en Roccaseca, Italia, en el año 1227 d. C. y muere en la Abadía de Fossanova en 1274. Su pensamiento filosófico
de desarrolla en base al pensamiento aristotélico. Cabe recordar que las obras de Aristóteles no llegaron a Europa sino hasta el
siglo IX con la expansión del imperio islámico. En la Edad Media, tres fueron los personajes más relevantes que estudiaron las
obras de Aristóteles: Averroes (musulmán), Maimónides (judío) y Tomás de Aquino (cristiano). Nuestro autor continuará con la
corriente ética eudemonista propuesta por Aristóteles, con la variante de que ubica a Dios como el fin último del hombre, ya
que es la fuente de la felicidad suprema. Por esta razón, “la vida del cristiano se norma por la práctica de las virtudes, tanto
teologales como naturales.”21 En el siguiente ejemplo notamos cómo santo Tomás indica que la felicidad no está en las riquezas:

“Es necesario responder que es imposible que la felicidad del hombre esté en las riquezas. Al decir del filósofo en la Política, hay
dos clases de riquezas, las naturales y las artificiales. Las naturales son aquellas que sirven al hombre para satisfacer sus
necesidades naturales, como el alimento, la bebida, los vestidos, los vehículos y las habitaciones y otras cosas semejantes. (…).
Pues bien, es evidente que la felicidad del hombre no puede consistir en las riquezas naturales porque a éstas se las
busca con otra finalidad ulterior, es decir, para sostenimiento de la naturaleza del hombre y, por ello, no pueden ser fin último
del hombre sino que se ordenan al hombre como aun fin. De ahí que en el orden de la naturaleza todas ellas están por debajo
del hombre y hechas para el hombre.”22

Otro aspecto que también aparece en el planteamiento ético de santo Tomás, es la influencia de la ética teleológica de
san Agustín. Esto se puede notar cuando indica que sólo en Dios puede hallarse la verdadera meta que busca el Ser humano. 23 A
este respecto santo Tomás expresa que:

“El objeto de la voluntad es el bien universal, como el objeto del entendimiento es la verdad universal. De lo cual se sigue que
nada puede aquietar la voluntad del hombre si no es el bien universal, que no se encuentra en ningún bien creado sino
solamente en Dios”24
De esta manera, nuestro autor indica que la felicidad completa del Hombre, solo será posible en la vida después de la
muerte, pero mientras llega esa vida, la felicidad que más se le asemeja es la contemplación de la verdad.

2.3. La Ética en la época moderna y contemporánea

Al analizar, aunque brevemente a san Agustín y a Santo Tomás, grandes representantes de la Edad Media, observamos
el gran esfuerzo que realizaron estos personajes, para fundamentar la fe, en este caso la fe cristiana católica, en la razón. Este
esfuerzo filosófico-teológico, se realizó utilizando la filosofía griega, principalmente la de Platón y Aristóteles. También es
importante recordar que, gracias a la creación de los monasterios católicos a inicio y durante la Edad Media, mucho del
conocimiento antiguo se rescató, conservó y fue legado a las futuras generaciones. Gracias a este legado y a otros factores, en
los siglos XV y XVI aparecerán el Renacimiento y el Humanismo.
De acuerdo a la historia, el Renacimiento implicó un cambio radical en el entendimiento de la ciencia, el arte, la política,
la religión y, claro está, la ética. A decir de Pérez Blázquez (2010):

“El Renacimiento supuso una renovación de la ciencia, siendo considerado el momento en el que se crea la ciencia moderna. Se
dio un cambio hacia una ciencia con carácter experimental, basada en la razón y en la observación.”25

Como ejemplos de este giro hacia la ciencia tenemos a personajes como: Leonardo da Vinci, quien no fue solo un gran
pintor y escultor, sino que también se dedicó a las ciencias; Nicolás Copérnico, quien desarrollo la teoría Heliocéntrica de
carácter más científico, supera las especulaciones de Ptolomeo y Aristóteles; Paracelso desarrolló tratamientos médicos de
acuerdo a la especificidad de las enfermedades; Vesalio hizo estudios de anatomía, mientras que Miguel Sevet descubrió la
circulación de la sangre.
El desarrollo de la ciencia, también dio como resultado la aparición del Humanismo. Todo aquello que era visto desde
una perspectiva teológica pasará a ser analizada desde una perspectiva antropológica. Aparecerá el llamado giro copernicano;
todas las disciplinas sociales y culturales, que antes eran vistas desde la perspectiva de Dios, ahora serán analizadas en función
del Ser humano. El hecho de desplazar a Dios como fundamento del hombre y la sociedad, tuvo como consecuencia una nueva
forma de entender el bien y el mal, es decir se generó una nueva forma de entender la moral y por ende la Ética.
Otro factor que significó un giro radical en el entendimiento del bien y del mal, desde la perspectiva religosa, fue el
surgimiento de la Reforma Protestante en 1517. Gracias a Martín Lutero y en especial a Juan Calvino, el cristianismo fue
interpretado desde distintas perspectivas. Ya no hubo una sola versión oficial promulgada por un magisterio, en este caso el
magisterio de la Iglesia católica presidido por el Papa, sino que, cada persona o grupo pudo hacer su interpretación particular. En
base a este hecho, surgieron muchas denominaciones cristianas que, basándose en la Biblia, desarrollaron sus propias
concepciones de lo bueno y lo malo. Algo que es evidente y que se debe profundizar en su debido momento, es el hecho de que,
en lugares en donde el cristianismo protestante era la religión mayoritaria, fueron los lugares en donde se intentó matar a Dios.
Así tenemos a Marx, Nietzsche y Freud, los maestros de la sospecha de acuerdo a Paul Ricoeur, fueron quienes desarrollaron
sistemas filosóficos tendientes a erradicar a Dios de la conciencia del Hombre. Este fenómeno no aparece en lugares de mayoría
católica. Más aún, si tomamos en cuenta que exactamente en aquellos días en que los maestros de la sospecha trataban de
matar a Dios, en Italia, Don Bosco, en base a su fe religiosa, realizaba una gran obra en favor de los jóvenes más desposeídos.

2.3.1. Ética kantiana

Ya en el siglo XVII, consolidado el giro antropológico y habiendo hecho su aparición la Ilustración y la Modernidad, Kant
elabora una nueva forma de eticidad. Para desarrollar su sistema ético, distingue el ámbito teórico del práctico como ya lo
hiciera Aristóteles en el siglo IV a.C. Como sabemos, la razón teórica estudia lo que ocurre en la naturaleza por su propia
dinámica, -se refiere a la razón científico-técnica-. La razón práctica es diferente, ésta estudia lo que el Hombre puede realizar
libre y voluntariamente de acuerdo a su criterio personal. Este tipo de racionalidad es la que ha desarrollado la Ética, ya que se
refiere al comportamiento humano.
Basándose en la razón práctica, Kant entiende que todo Ser humano está consciente de que debe cumplir ciertas reglas
que le son incómodas, es decir, está consciente de que debe obedecer ciertos imperativos categóricos, a pesar de que sus
inclinaciones naturales le indiquen lo contrario. Es así que, en Kant, el comportamiento Ético, no depende de los apetitos
naturales, sino del deber que reconocemos como criaturas racionales.26 Para reconocer dicho deber, la condición fundamental
será la autonomía de la persona. De esta forma, el comportamiento moral estará basado únicamente en la convicción personal y
no en lo puedan indicar entidades externas como: El estado, la Iglesia, la Cultura, etc. Cabe indicar que, el hecho de que alguien
base su comportamiento moral en preceptos ajenos a la voluntad personal, Kant lo cataloga como heteronomía. De ahí que la
propuesta kantiana sea superar esta actitud heterónoma. Para lograr este objetivo el Hombre deberá guiarse por su razón y
voluntad, desarrollar su autonomía y guiarse por el Deber. Esto implica que el querer hacer el bien, el tener una buena voluntad,
debe fundamentarse en el hombre mismo y no en cosas externas a él.27
Tanto la autonomía, como la buena voluntad y el deber, llevan a Kant a buscar una forma para entender qué actos son
morales y que actos no lo son. Buscará definir qué es lo que debe guiar las acciones de los Seres humanos. En base a estas
motivaciones, desarrollará las tres formulaciones del Imperativo categórico: a) “Obra sólo según una máxima tal que puedas
querer al mismo tiempo que se torne ley universal”; b) “Obra como si la máxima de tu acción debiera tornarse, por tu voluntad,
ley universal de la naturaleza;” y c) “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de
cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”28
Como podemos observar, Kant no proporciona preceptos concretos, sino que propone una forma para que cualquier
persona esboce la máxima de su acción, es decir, desarrolle la idea que ha de guiar su comportamiento. La condición
fundamental es que pueda convertirse en ley universal. No se trata de cualquier idea antojadiza, sino que debe poder ser
compartida por todo Ser humano.
Otro de los aspectos importantes de la ética kantiana, es su propuesta universalista de humanidad. Aquí exhorta a toda
persona y sociedad, a tratar al Hombre como un fin en sí mismo y no como un medio, es decir que, se debe tratar a las personas
con respeto y consideración ya que tienen una dignidad inherente. Debido a que es inherente, toda persona merece respeto, sin
importar su raza, condición económica, filiación política o religiosa, etc.
Finalmente analicemos lo que Kant dice con respecto al bien moral. Según nuestro autor, dicho bien, no reside en la
felicidad, sino en conducirse con autonomía. También afirma que el bien moral no es el bien supremo. Tal bien, será la unión
entre el bien moral y la felicidad a la que aspira todo Ser humano. La mera razón no puede alcanzar el bien supremo, lo único
que puede hacer es remitirnos a Dios.29 En palabras de Kant tenemos:

“De esta manera, conduce la ley moral por el concepto de supremo bien, como objeto y fin de la razón pura práctica, a la
religión, esto es, al conocimiento de todos los deberes como mandatos divinos, n como sanciones, es decir, ordenes arbitrarias y
por sí mismas contingentes de una voluntad extraña, sino como leyes esenciales de toda voluntad libre por sí misma, que sin
embargo, tienen que ser consideradas como mandatos del ser supremo, porque nosotros no podemos esperar el supremo bien
[…] más que de una voluntad moralmente perfecta (santa buena), y al mismo tiempo todopoderosa, y, por consiguiente,
mediante una concordancia con esa voluntad.”30

Con lo dicho, Kant indica que la razón no conduce, ni a la incredulidad religiosa ni a una demostración científica de la
existencia de Dios. Solo expresa la necesidad de dar cabida a la esperanza de que Dios exista; en otras palabras, la razón nos
permite afirmar que Dios existe, no como una certeza absoluta, sino como un postulado más de la Razón.

3.3.2. La Ética material de los valores

Como respuesta y crítica a la ética formal kantiana, aparecerá a inicios del siglo XX la ética material de los valores.
Inmerso en la corriente axiológica y utilizando el método fenomenológico de Husserl, Max Scheler intentará superar lo que a su
criterio considera erróneo en la ética de Kant. De acuerdo a Scheler, el error de Kant fue considerar que, en el momento de
entender la realidad moral, el Ser humano sólo usa las facultades de la razón y la sensibilidad. Dirá que eso es un error, ya que la
naturaleza del Ser humano no es solo sensible y racional, sino también emocional. A decir de Scheler, el Ser Humano, gracias a la
«intuición emocional» también puede entender a priori la realidad, en este caso la realidad del valor. Es así como: preferir odiar,
estimar, amar, no son actos sensibles ni racionales, sino emocionales, a través de los cuales es posible captar a priori, contenidos
materiales no sensibles, es decir se pueden captar los valores (Cortina, 2001, p.71).
Gracias a una reflexión profunda acerca de la naturaleza de los valores, Scheler descubrirá que los valores no son
materiales, pero que sí existen realmente; como ya lo plantearía Lotze antes que Scheler31, los valores no son, sino que valen; su
naturaleza no es el ser sino el valer. De acuerdo a Medina (2007), Lotze afirma que:

“los valores provienen del espíritu y su validez puede ser considerada como objetiva y absoluta, tal como la reflexión de Platón
sobre este tema. Hay quienes consideran que por el aporte hecho por Lotze al formalismo axiológico, él es el verdadero padre
de la Filosofía de los Valores, aunque más adelante, se supera este planteamiento cuando le atribuye un contenido más
concreto al valor.”32

Con este precedente, Scheler creará una teoría del valor propiamente dicha, es decir creará la axiología. En base a dicha
teoría, nuestro autor dirá que los valores son cualidades dotadas de contenido, independientes de las cosas y de los estados de
ánimo del sujeto, más aún, indica que, gracias a los valores, será posible articular el bien y el deber.33
Con el análisis de los valores, Scheler desarrolla la axiología –estudio del valor- sustentada en tres principios: 1) Los
valores son positivos y negativos es decir tienen polaridad; 2) El valor y el deber se relacionan. La realización de un antivalor
pone en evidencia la necesidad –el deber- de realizar el valor; 3) Los valores tienen jerarquía. Hay valores superiores e inferiores
y son captados gracias a la intuición emocional. De estos principios Scheler infiere que el bien moral consistirá en la voluntad de
realizar un valor moral superior en lugar de uno inferior.34

3.3.3. La Ética del Súper Hombre

Este modelo de Ética se desprende del pensamiento de Friederich Nietzsche, filósofo alemán del siglo XIX. Surge en el
contexto de la corriente vitalista dominante en el último tercio del siglo mencionado. Alineado a ésta corriente, Nietzsche
defenderá lo irracional como característica del Ser humano, en oposición al racionalismo y al empirismo dominante en Europa
desde la aparición de la Ilustración y la modernidad. Desde esta perspectiva, criticará el puritanismo represivo existente en los
grupos religiosos protestantes -hoy conocidos como evangélicos o cristianos-. Como es conocido, Nietzsche nace en una familia
cristiana evangélica, los abuelos y el padre de Nietzsche fueron pastores protestantes; de hecho inicio sus estudios de teología
con el objetivo de ser pastor, pero abandonó dichos estudios para dedicarse de lleno a la filología. 35
Es conocido que en su filosofía, Nietzsche plantea la muerte de Dios. Ya hemos mencionado la visión negativa del
cuerpo que tenía Platón, pensamiento que heredó san Agustín y que introdujo en el cristianismo. Con la reforma protestante, el
pensamiento dualista platónico-agustiniano se mantuvo fuertemente arraigado en los grupos no católicos debido a que Lutero,
fundador del protestantismo –hoy en Latinoamérica llamado cristianismo- era un fraile agustino, muy conocedor y seguidor del
mencionado dualismo. Al ser Nietzsche parte de una familia evangélica muy religiosa, vivió esa represión proveniente del
puritanismo platónico-agustiniano-luterano, puritanismo que atacaría desde el vitalismo reinante en su época.

“Socialmente la época estaba marcada por la decadencia de la sociedad cristiano-burguesa alemana, con su moral puritana llena
de prejuicios; Nietzsche reaccionó contra la mediocridad y contra el convencionalismo de la moral tradicional y su sistema de
valores, porque son contranaturales y van contra la vida.”36

Otros factores sociales de la época fueron: la industrialización, los conflictos entre burgueses y proletarios, el
surgimiento de los nacionalismos, entre otros. En esta época el proyecto racionalista de la Ilustración y la Modernidad empieza a
caer en crisis. El sueño de una sociedad fraternal, basada en la libertad e igualdad, desaparece, mientras que Alemania se
consolida como una nación. En este contexto surgirán también los planteamientos de la voluntad de poder y el superhombre.
Desde la perspectiva de González Luis (2002), Nietzsche concibe al mundo como un caos de fuerzas movidas por
voluntades de poder que se expresan a través de la vida. Dichas fuerzas hacen que el hombre tenga dos opciones: luchar por el
poder o defender la debilidad, surgen así dos tipos de hombres: los poderosos y los débiles. Nietzsche cataloga a los débiles
como mediocres, necesitados de un mesías. Al ser incapaces de vivir por sí mismo necesitan de una sociedad, un orden jurídico,
una religión y una moral. Sus valores serían la igualdad, la humanidad, la caridad, el sacrificio. Por todo esto son despreciables
aunque útiles para cumplir funciones inferiores al servicio de los poderosos.37
En cambio, los poderosos serán escasos y solitarios, son una raza superior con valores opuestos a los de los débiles. Su
regla moral será desarrollarse para alcanzar el poder y la grandeza. Quien pueda realizar el ideal del hombre poderoso, llega a
ser un superhombre (en alemán: übermensch). El superhombre es duro, sin sentimientos, inmoral o amoral. Busca sus fines, no
justifica nada, está más allá del bien y del mal. Por esta razón, la moral judeo-cristiana será una moral de esclavos.38 En palabras
de Nietzsche tenemos:

“De manera que encontramos aquí un procedimiento opuesto al del hombre aristócrata, el cual saca espontáneamente de su
propio “yo” la idea fundamental de “bueno” de donde saca por antítesis la de “malo”. El “malo” del aristócrata y el “maligno”
del rencoroso ofrecen un singular contraste: el primero es una creación posterior, un accesorio, un matiz complementario; el
segundo es la idea original, el comienzo, el acto por excelencia en la concepción de una moral de esclavos” 39

De esta manera, Nietzsche propondrá las tres fases de la moral: la del camello, la del león y la del niño. El camello
cargado de deberes, oprimido y agobiado por los deberes que le impone la moral. El león que se revela y destruye la moral
vigente. El niño que vive de acuerdo a sus instintos, es inocente y no tiene moral40, es el ideal del superhombre. De esta forma el
planteamiento Nietzscheano desemboca en un nihilismo moral, propio de los poderosos, los dictadores, los empresarios, cuyo
objetivo es triunfar al precio que sea, guiados por el principio que lo expresaría Maquiavelo: “el fin Justifica los medios”.

3.3.4. La Ética Marxista


La ética marxista aparece a mediados del siglo XX, es desarrollada por los seguidores de la corriente materialista, de la
cual Karl Marx es uno de sus grandes representantes. El contexto económico y social en el que Marx desarrolla su filosofía es el
de la revolución industrial en la Alemania del siglo XIX, de hecho Marx es contemporáneo a Nietzsche. En la generación del
pensamiento de Marx, es importante mencionar su oposición al capitalismo que, según Weber, surgió en base a la ética
producida por el cristianismo protestante, en especial el calvinista. Así tenemos que:

“Los principios protestantes calvinistas son lo que Weber adopta en relación con la génesis de éste nuevo sistema, es el
calvinismo lo que da lugar a esta moral capitalista, al espíritu en pro del progreso que se materializa, como consecuencia, en
acumulación de riqueza. Descarta el luteranismo en base a que éste no supera el tradicionalismo del trabajo al encontrarse
apoyado en el Antiguo Testamento, negando la superioridad moral de la vida ascética (propia de los monásticos en su tarea de
glorificar a dios) y además revela la necesidad de obtener pan para cada día, sí, pero no para todos. Sin embargo, el calvinismo
en base los principios de la predestinación más la necesidad de glorificar a dios, sí sienta las bases de tal moral capitalista. Esta
concepción religiosa, logra implantar en la mente la necesidad de glorificar a dios, de organizar la vida social entorno a sus
deseos, encontrando como único modo de conseguirlo la dedicación a su profesión, pues el trabajo es bueno en sí al margen del
enriquecimiento personal, y es visto como el éxito social deseado por dios. Este sacrificio no es perseguido por una recompensa
material, sino que es prueba de ser el elegido, de la predestinación sobre la que no se puede influenciar en dios.”41

Es conocido que los calvinistas propusieron la teología de la predestinación. Según esta teología, desde el inicio de los
tiempos, Dios había predestinado a unos a la salvación y a otros a la condenación. El signo para ser predestinado a la salvación
sería el éxito material, es decir, el éxito económico. Desde ésta lógica, el burgués, dueño del capital y los bienes de producción
sería el predestinado por Dios para la salvación, mientras que el proletario, el pobre, el que vive en la miseria, estaría
predestinado a la condenación. Al ser un mandato divino, todo aquel que no poseía bienes materiales, tenía que resignarse a su
suerte. Por estas razones, no es extraño que Marx dijera que “la religión es el opio del pueblo”, y que propusiera su eliminación,
como podemos observar en la introducción a la Crítica a la Filosofía del Derecho de Hegel:

“La angustia religiosa es al mismo tiempo la expresión del dolor real y la protesta contra él. La religión es el suspiro de la criatura
oprimida, el corazón de un mundo descorazonado, tal como lo es el espíritu de una situación sin espíritu. Es el opio del
pueblo”42

“La eliminación de la religión como ilusoria felicidad del pueblo, es la condición para su felicidad real. El estímulo para disipar las
ilusiones de la propia condición, es el impulso que ha de eliminar un estado que tiene necesidad de las ilusiones. La crítica de la
religión, por lo tanto, significa en germen, la crítica del valle de lágrimas del cual la religión es el reflejo sagrado.”43
Como ya lo mencionamos anteriormente, el contexto religioso en que se desarrolla la obra de Marx, es el contexto del
cristianismo evangélico de corte calvinista. Si bien es cierto que la crítica de Marx puede extenderse a todo tipo de religión, es
necesario partir del contexto histórico específico. A este respecto, es interesante destacar que en el siglo XIX, mientras en
Alemania, Marx y Nietzsche y en Austria Freud, intentaban matar a Dios, en Italia, Don Bosco, en base a sus creencias religiosas,
salvó a muchos jóvenes pobres y marginados, dándoles una lugar seguro para vivir –el oratorio- y proporcionándoles un oficio
que les ayudaría a encontrar un trabajo digno, evitando así caer en la delincuencia.
Los elementos analizados fueron forjando la moral marxista. Además, el aporte social e ideológico de Marx sirvió de
base para las luchas de reivindicación de la clase obrera de muchos pueblos del mundo. Es así como surgieron “sindicatos,
grupos políticos de izquierda, movimientos estudiantiles de protesta, pensamientos liberacionistas, grupos defensores de los
derechos humanos, movimientos de conscientización popular.”44
Uno de los criterios que ayudaron a definir la ética marxista fue la praxis, siendo ésta el criterio último de verdad. Para
definir dicho criterio está: la acción, la producción, el trabajo, la eficacia histórica, gracias a estos criterios se define la bondad
moral. Es así como Lenin, en su discurso pronunciado en el III Congreso de la Unión de Juventudes Comunistas de Rusia el 2 de
octubre de 1920 expresará:

“Pero ¿existe una moral comunista? ¿Existe una moralidad comunista? Es evidente que sí. Muchas veces se presentan las cosas
como si nosotros no tuviéramos nuestra propia moral, y con frecuencia la burguesía nos acusa a nosotros, comunistas, diciendo
que negamos toda moral. Esto es un procedimiento para subplantar las ideas y echar tierra a los ojos de los obreros y
campesinos.
¿En qué sentido negamos nosotros la moral?, ¿en qué sentido rechazamos la moralidad?
En el sentido en que la ha predicado la burguesía al extraer esta moral de mandamientos divinos. Claro está que, a este
respecto, nosotros decimos que no creemos en Dios, y sabemos muy bien que el clero, los terratenientes y la burguesía hablan
en nombre de Dios para defender sus intereses de explotadores. O bien, en lugar de deducir esta moral de los imperativos de la
moralidad, de los mandamientos divinos, la deducían de frases idealistas o semiidealistas que en definitiva, se parecían
extraordinariamente a los mandamientos de Dios.”45

Otra de las categorías utilizada por Marx, es el de la alienación, siendo ésta el motivo por el cual se da la deshumanización. Al
inicio, la alienación, se la analizó desde la economía y el trabajo, luego se la enfocó en ámbitos como la cultura, el derecho, la
religión y la moral. Marx dirá que, el Hombre se aliena moralmente cuando se orienta por ideales falsos creados por la clase
burguesa con el fin de explotar a los trabajadores. También dirá que los ideales religiosos son alienantes, ya que promueven la
resignación de trabajador explotado, prometiéndole la felicidad en la vida después de la muerte. Con el fin de superar la
alienación social dada por la diferencia de clases, Marx propondrá el ideal del hombre nuevo, que será consecuencia de la
sociedad comunista, es decir de aquella sociedad sin clases. Dicho sociedad se alcanzará sólo a través de la revolución socialista,
así se terminará con la explotación y la división de clases. En base a lo dicho se entiende que la moral marxista es una moral
revolucionaria, en la que:

“sus virtudes son la lucha, la solidaridad, el sacrificio por la causa revolucionaria, el trabajo colectivo. Quien asume en su vida
actitudes revolucionarias en favor del socialismo, obra bien; quien entorpece la revolución socialista o se desentiende de ella,
obra mal.”46

Cabe indicar que el Papa León XIII, en medio de la convulsión social provocada por la lucha de clases y los
planteamientos marxistas, escribió la encíclica Rerum Novarum. Aquí se dieron lineamientos tanto para obreros como para
patronos. Su contenido moral, era de avanzada ya que promovía la justicia, la igualdad y el respeto para todos los actores
sociales.
3.3.5. Ética de la liberación

Esta propuesta ética pertenece al filósofo argentino Enrique Dussel. Relacionada estrechamente con la teología de la
liberación, aparece en Latinoamérica en la década de los sesentas, surgirá de la conciencia del estado de miseria y opresión en
que se encontraba el pueblo latinoamericano y muchos países del tercer llamado tercer mundo. Como nos relata la historia, en
la época indicada, la pobreza en los pueblos de Latinoamérica era extrema. Muchas veces provocada por la injerencia
norteamericana en la política y la economía de los países de centro y sur América. Como bien lo indica Carolina Rojas (2013):

“Hacia principios del siglo XX, era evidente el interés que Estados Unidos tenía en el control total de los países de América Latina
desde todo punto de vista: político, económico y militar. Y era evidente, también, que dicho control sería ejercido de una
manera u otra. Así, en un discurso pronunciado en Nueva York en el año 1900, el (aún no) Presidente estadounidense, Theodore
Roosevelt, utilizaría una expresión para significar la clase de política exterior que debía ser aplicada a los países latinos: “Speak
softly, and carry a big stick” (“Habla suave, y lleva un gran garrote”), insinuando que por medio de la fuerza (militar) la voluntad
estadounidense sería impuesta.”47

“[…] Es en 1823 cuando aparece el presidente James Monroe, planteando la que sería más tarde conocida como “Doctrina
Monroe”. Esta Doctrina dice que no se va a permitir ningún nuevo poder imperial fuera de América (europeo), en el territorio
americano (continente); no se va a permitir que una colonia europea pase a manos de otra potencia europea, y si acaso cambia
de manos tiene que ser, únicamente, para convertirse en un territorio libre, y la parte más importante: “América para los
americanos”. Aquí se debe aclarar que el señor Monroe no se refería a ‘americanos’ como habitantes del Continente de
América, sino a los ciudadanos de los Estados Unidos de América.”48

El contexto de miseria indicado, llevó a los teólogos latinoamericanos a elaborar la Teología de la Liberación. Esta
teología tenía como uno de sus planteamientos principales la opción preferencial por los pobres, es decir, buscaba la
reivindicación económica, social y política, de las clases oprimidas. Esta fue la base sobre la cual Dussel estructurará
primeramente la filosofía de liberación y luego la Ética de la liberación.
El fundamento filosófico de la Ética de la liberación es la categoría definida por Dussel como Totalidad cerrada. Dicha
categoría se manifiesta en la actitud de personas, familias o pueblos de mucho poder -económico, político, educativo, etc.-, que
se cierran sobre sí mismos en un egoísmo radical, negando la posibilidad y el derecho al desarrollo -intelectual y material- que
tienen las clases más desposeídas o débiles. Para ejemplificar lo dicho, Dussel recurre al mito bíblico de Caín y Abel:

“El mito de Caín y Abel muestra simbólicamente una situación real, cuyo análisis conducirá a una visión distinta del problema del
mal. Caín es la totalidad y Abel es el Otro. Lo que pasa es que Caín, por razones que aquí no interesan, mata a Abel. ¡Vean como,
de pronto, aparece el mal! El mal ya no es la determinación, sino la eliminación de la alteridad; es justo lo contrario que para
Hegel. Si el mal es la determinación, el bien es la totalización; en tanto que si el mal es la eliminación del Otro, entonces la
totalidad cerrada es el mal y no el bien.”49

Ante la Ética del poderoso que justifica las desigualdades económicas, sociales y culturales, la Ética de la liberación
propone a la práctica de la justicia como el indicativo claro del bien moral. Aquí, la práctica de la justicia, no es más que
reconocer los derechos del oprimido y permitirle, no solo desarrollarse socialmente y economicamente, sino, en esencia, dejarlo
vivir. De esta forma podrá superarse la totalidad cerrada y egocéntrica del poderoso. Como se puede ver, es necesario que todos
los actores sociales, se esfuercen por reconocer la dignidad humana del Otro, especialmente de los más vulnerables. El hecho de
hacerle justicia al Otro, de reconocer su dignidad humana, es los que lo que Levinas –y de ahí lo toma Dussel- denomina
alteridad. Gracias a la alteridad, se descubre la realidad del otro, pero no solo como un descubrimiento fenoménico, sino moral,
es un descubrimiento que me lleva a descubrir que el Otro es aquel del cual Yo soy responsable. Es así como Levinas expresa
que:

“Desde el momento en que el otro me mira, yo soy responsable de él sin ni siquiera tener que tomar responsabilidades en
relación con él; su responsabilidad me incumbe. Es una responsabilidad que va más allá de lo que yo hago” 50

Es precisamente el principio de responsabilidad por el otro, el que dará origen a la categoría de Alteridad, la que a su
vez será tomada como base para superar la Totalidad cerrada y hacerle justicia al oprimido. Como es lógico, el oprimido no es un
ente teórico, es una realidad específica que aparece en campos concretos de la vida. A este respecto, González Luis (2002)
expresa que:
“En este sentido ético de ‘alteridad’ como perspectiva que ilumina la praxis de liberación, penetra todos los ámbitos de la vida
humana: la erótica, en la que el rostro sexuado de la mujer se libera de la dominación del macho; la pedagógica, que devuelve su
palabra a ‘el otro’ en cuanto sujeto de la educación; el hijo frente al padre, el alumno frente al maestro, el pueblo frente al
Estado; la política, donde se sustituyen las relaciones de dependencia y opresión por relaciones de fraternidad y equidad entre
naciones ricas y pobres, a nivel internacional, y entre gobernados y gobernantes, a nivel nacional; la arqueológica que, desde
una comprensión de la religión como aceptación del totalmente Otro, rechaza toda forma de fetichismo o divinización de la
mismidad; y, finalmente, la económica, que replantea las relaciones del hombre con la naturaleza, las relaciones de producción y
todas las formas de la relación económica, a partir de la actitud de justicia con ‘el otro’, pobre y explotado.” 51

Al analizar la realidad actual de Latinoamérica, el África subsahariana, el sur del Asia, principalmente, podemos ver que
las desigualdades sociales y económicas siguen causando muerte, injusticia, marginación y opresión. Ante esta realidad, vemos
que la Ética de la liberación es un aporte filosófico muy importante, esta ética debería ser tomada en cuenta por los gobiernos
del mundo, en especial cuando diseñan políticas sociales y económicas. Como sabemos, los que detentan el poder político son
los que pueden ayudar a solucionar los problemas de la pobreza en el mundo. También es sabido que los gobiernos sin ética, son
los que agravan la situación de los ciudadanos, especialmente de aquellos cuyos recursos económicos son escasos o nulos.

3.3.6. La ética civil

Luego de las distintas crisis del racionalismo moderno, surgieron distintas corrientes aglutinadas en lo que se denominó
la posmodernidad. Aquí aparecieron, entre otras, el pensamiento débil, el deconstruccionismo, el hiperindividualismo, el giro
lingüístico, el politeísmo axiológico, etc. De acuerdo a Fouce José (2000), uno de los rasgos del pensamiento posmoderno es:
“Relativismo y pluralismo. Revalorización de lo minoritario, lo mayoritario se pone bajo sospecha. La ética ha muerto, no hay
imperativos categóricos posibles, el principio de placer lo domina todo, desaparecen las barreras, nada está prohibido, hay que
ser feliz, eso es lo importante.”52

La realidad posmoderna descrita, es la que Adela Cortina intenta superar con su propuesta de una Ética civil, cívica o
mínima. En franca oposición a los planteamientos subjetivistas y relativistas de la posmodernidad, propone un modelo de ética
universalizable. Siguiendo al Kant del imperativo categórico -que pretende universalizar el fundamento del comportamiento
moral- y a la ética dialógica de Apel y Habermas, nuestra autora propone un modelo de ética que todos los ciudadanos puedan
compartir. Esta propuesta tiene como objetivo estructurar una sociedad en la que las relaciones interpersonales,
interinstitucionales y hasta interestatales, puedan ser llevadas a cabo en base a valores universales dialógicamente legitimados.
Para desarrollar la propuesta indicada, Adela Cortina distingue los dos campos fundamentales de la ética: justicia y
felicidad. Dichos campos darán pie a lo que nuestra autora denomina como: mínimos de justicia y máximos de felicidad, los que
a su vez generarán las éticas de máximos y las éticas de mínimos. Dirá que, en el ámbito de la felicidad, nada es obligatorio ya
que es un espacio personal, cada quien es feliz a su modo y nadie debe obligar a otro a ser feliz de un modo ajeno al que cada
quien haya escogido. En el ámbito de la justicia las cosas son diferentes, la justicia no es algo antojadizo que varía de acuerdo al
gusto o necesidad de las personas, sino que se trata de aquello que es exigible a toda persona y sociedad.

“Cuando tenemos algo por justo no estamos pretendiendo sólo expresar un sentimiento (emotivismo), ni informando de que lo
aprobamos (subjetivismo), ni tampoco exigiendo que sólo lo tenga por justo nuestro propio grupo (relativismo), sino que
estamos pretendiendo que lo tenga por justo cualquier ser racional que se sitúe en condiciones de imparcialidad; es decir,
estamos pretendiendo que debe tenerlo por justo cualquier ser racional que no se deje llevar por sus intereses individuales o
grupales, sino por intereses universalizables, porque creemos tener razones suficientes para convencer a otras personas de que
la propuesta satisface tales intereses.”53
Como podemos observar, lo justo es algo totalmente objetivo ya que va más allá del sujeto. Esta esa la razón por la cual
se entiende que, lo moralmente justo es lo que satisface intereses universalizables, es decir esos intereses que todos, sin
distinción de raza, cultura, ideología política o religiosa, pudieran desear. Pero ¿cómo saber qué es aquello que puede ser
universalizable? De acuerdo a Adela Cortina, la forma más idónea para descubrir lo que es conviene para todos, es el método
procedimental propuesto por la ética discursiva. Dicho método no es más que un procedimiento dialógico en condiciones de
simetría. Todos los posibles afectados por las normas a definirse, deben dialogar para llegar a un consenso que les permitirá
asumir de la mejora manera dichas normas.54
De esta manera se entiende que las éticas de la justicia o éticas de mínimos, analizan la dimensión universalizable del
fenómeno moral, analizan aquellos mínimos que pueden exigirse a todo ser racional. Cosa muy diferente son las éticas de la
felicidad, dichas éticas ofrecen ideales de realización personal, totalmente particulares y respetables. Dichos ideales pueden ser
de tipo religioso, ateo o agnóstico, también pueden ser de tipo político, filosófico, etc. Ahora bien, Cuando se articulan
armónicamente los mínimos y los máximos, puede lograrse la construcción de una Ética cívica cuya característica fundamental
es la de estar basada en unos mínimos morales. Dichos mínimos no son más que valores morales que pueden ser compartidos
por ciudadanos con distintas ideologías políticas o religiosas. Otra de las bondades de la integración de mínimos y máximos, será
la posibilidad cierta de construir una ética universal, una ética que busque la justicia, pero que también respete las opciones de
felicidad de toda persona, pueblo y cultura.55
III. ÉTICA DE LA SEXUALIDAD
1.- PLANTEAMIENTOS PARA UNA REFLEXIÓN ÉTICA
1.1.- Un punto de partida: la realización del proyecto ético
La conducta que el hombre acepta en su vida constituye como una respuesta adecuada al proyecto que cada uno ha hecho de su
propia existencia. Se vive con un estilo característico o de una forma determinada, porque así se consigue la meta propuesta. El
camino que nos lleva hacia ese ideal exige un comportamiento concreto. La ética no es nada más que un itinerario en nuestra
aventura humana para obtener lo que parece digno y deseable56.
Este mismo sentido, que buscamos darle al conjunto de nuestra existencia, hay que irlo descubriendo también en cada Una de
nuestras actividades personales. Se trata de encontrar ahora el significado y destino de la sexualidad, en coherencia con el
proyecto ético, que oriente nuestra conducta y ayude a la realización del hombre como persona en esta dimensión específica de
nuestro ser. En función de este esquema más concreto y determinado —cuál es la función del sexo como realidad humana—
podremos deducir aquellos valores éticos fundamentales que humanizan la conducta sexual. Cualquier comportamiento que no
respete estas exigencias básicas o impida su realización habrá que catalogarlo como negativo y deshumanizante.
Ya insistimos anteriormente en la dificultad que encierra el descubrimiento de los valores éticos, cuando se pretende aplicar los
principios más evidentes y universales a las múltiples situaciones de la vida real. Saber lo que es mejor para el hombre no se
realiza sin un diálogo abierto y sincero con todas las ciencias y bajo la influencia de una determinada óptica cultural, que
explican su carácter histórico y evolutivo. Por eso, la historia de las Costumbres sexuales revela una variedad impresionante de
éticas, de acuerdo con el sentido otorgado a la sexualidad. Conductas perfectamente coherentes —tal y corno aparecen en los
diferentes códigos morales y sin tener en cuenta las transgresiones que siempre han existido— con el grado de conocimientos
científicos y la cultura latente en cada época histórica o en las diversas áreas geográficas57
1.2.- Paradoja y ambivalencia de la sexualidad: explicación de una doble actitud
La concretización de estos valores, sin embargo, reviste una dificultad especial. La sexualidad se ha vivido siempre, a lo largo de
la historia, en un clima de enigma y de misterio y como una realidad asombrosa y fascinante que ha provocado con mucha
frecuencia una doble actitud paradójica. Produce instintivamente una dosis de miedo, recelo y sospecha, y despierta, al mismo
tiempo, la curiosidad, el deseo, la ilusión de un acercamiento. Es un hecho fácilmente constatable en la psicología de cada
persona, donde aparece, si no se ha reprimido ningún elemento, esta tensión contradictoria. Se busca, se desea e
incomprensiblemente se teme y se rechaza. Si el hombre nunca puede acercarse a la realidad de una manera fría y aséptica,
mucho menos podrá hacerlo cuando se enfrenta con el fenómeno sexual. Se trata de una esfera cargada de riqueza simbólica y
emotiva y existe el peligro de eliminar alguna de estas dimensiones para estudiarlas sólo desde una perspectiva aislada.
Es lo que ha sucedido con mucha frecuencia en la historia, cuando se ha intentado comprender su naturaleza insistiendo con
exclusividad en el aspecto negativo y misterioso o, por el contrario, subrayando únicamente su carácter atractivo y placentero.
Desde la antigüedad esta doble postura se ha ido entretejiendo de manera casi continua en todos los tiempos, y explica el
deslizamiento operado tanto hacia un rigorismo absoluto como hacia una concepción egoísta y demasiado ingenua. Son dos
visiones extremistas y radicales, que impiden un análisis totalitario y objetivo, al caer en un puritanismo que fomenta la
turbación, el silencio, la preocupación, o en un naturalismo biológico que se toma la revancha con un exceso de morbosidad.
1.3.- Tabú, miedo y rigorismo
El sexo, en primer lugar, ha sido un terreno abonado para la génesis y el crecimiento de muchos tabúes58. Cuando una zona
resulta arriesgada y peligrosa por su aspecto misterioso, se levanta de inmediato una barrera a su alrededor que impide el
simple acercamiento. Es como una frontera que conserva en su interior algo cuyo contacto mancha, cuya violación, aunque
involuntaria, produce una sanción automática. Las costumbres más antiguas de todos los pueblos testimonian este carácter de
la sexualidad. Determinados fenómenos biológicos y naturales exigen una serie de ritos y purificaciones. La abstinencia sexual es
obligatoria en algunas épocas especiales, como durante el período de guerra o de siembra. Ante el asombro que revela lo
desconocido, se intenta evitar cualquier contagio y huir lo más posible de lo que se vivencia como un peligro inconcebible. Es
una actitud de alejamiento respetuoso frente al miedo que brota de un misterio inexplicable.
El rigorismo de la antigüedad en torno a estos temas fue impresionante. La distinción clásica entre el logos (la razón) y el alogon
(lo irracional) adquirió una importancia extraordinaria. Para la filosofía estoica lo fundamental consistía en vivir de acuerdo con
las exigencias de la razón humana, mientras que el placer y los deseos corporales se convierten en los enemigos básicos de ese
ideal. La virtud aparece como una lucha constante para evitar todo tipo de placeres. Su moral se centraba en un esfuerzo
heroico y continuado para eliminar las pasiones y liberar al hombre de sus fuerzas anárquicas e instintivas hasta conducirlo a
una apatía (falta de pasión) lo más completa y absoluta posible. La sentencia de Séneca: “La temperancia nunca busca el placer
por sí mismo”, o la máxima atribuida a los pitagóricos: “No hagas nada por mera delectación” son bien expresivas del clima
rigorista en los mismos ambientes paganos.
1.4.- Una mentalidad de fondo: la desconfianza hacia lo corporal
Lo más opuesto a la dignidad humana era el obnubilamiento de la razón que se opera en el placer sexual. Esta lucidez intelectual
se mantenía como norma suprema por otras corrientes de pensamiento. Por eso el acto matrimonial, donde el hombre renuncia

56
Cf. E. López Azpitarte, Fundamentación de la ética cristiana (cap. III), en Praxis cristiana, 1. Fundamentación, donde expusimos
la urgencia y necesidad de este proyecto ético.
57
Pueden verse algunas anotaciones históricas en J. J. López Ibor Y otros, El libro de la vida sexual, Danae, Barcelona 1968, 33-
98. Una breve síntesis de la ética sexual cristiana en M. Vidal. Moral de actitudes, II, Perpetuo Socorro, Madrid 19794, 308-345.
58
El tabú se opone a noa (lo que es vulgar y ordinario) y significa que determinados objetos no pueden ser utilizados con normalidad,
sin una serie de precauciones. Quedan elevados a un rango superior, sagrado, y encierran por ello una amenaza para el que los utilice
indiscriminadamente.
precisamente a esta primacía de la razón, es algo indigno y animalesco. El mismo nombre de pequeña epilepsia, como era
considerado por la ciencia médica de entonces, supone ya un atentado contra la condición básica del ser humano59. El espíritu
tiene que avergonzarse de todo lo que diga relación con el instinto.
Las tendencias maniqueas añaden un nuevo aspecto pesimista en esta atmósfera cargada de sospechas y desconfianzas. El
cuerpo y la materia han sido creados por el reino de las tinieblas y se han convertido en la cárcel y tumba del alma, que de esa
forma queda prisionera y sometida a las exigencias de la carne. De nuevo el cuerpo aparecía como el lugar sombrío, como la
fuente del mal, como la caverna del pecado. Su ética será también un intento por evitar el contacto con la materia, que mancha,
culpabiliza y rebaja el espíritu a una condición brutal.
El esfuerzo, como una lógica consecuencia, estaba orientado hacia la liberación progresiva de esta prisión para el conocimiento
limpio de la verdad y de la belleza eterna. La muerte aparece en el horizonte —recuérdese el Fedón de Sócrates— como el
momento cumbre de conseguir la libertad. Las rejas y mazmorras de los sentidos dejan paso al alma, liberada ya de sus bajas
pasiones y sin obstáculos para la contemplación.
De ahí toda la corriente ascética y rigorista que se manifestaba en las máximas y consejos de aquellos autores. El matrimonio era
una opción prohibida para los verdaderos elegidos y si se toleraba para aquellos que no pudieran contenerse, era con la
condición de no procrear a fin de que no se multiplicaran las esclavitudes del alma en el cuerpo. Podría elaborarse un amplio
florilegio de frases y sentencias, donde la hostilidad hacia la materia, el alejamiento de la mujer, la malicia de la procreación, la
pecaminosidad del acto sexual, el desprecio del matrimonio, el odio a la carne constituirían una monótona repetición, mientras
se defendía, por el contrario, las excelencias de la continencia y virginidad.
Esta corriente negativa seguirá teniendo otras múltiples traducciones históricas. Los gnósticos de los primeros tiempos y las
tendencias maniqueas y estoicas en el ambiente greco-romano tendrán su prolongación posterior en los cataros de la edad
media, en los alumbrados y místicos del renacimiento y en las exageraciones más recientes del jansenismo. Todos ellos no son
sino brotes acentuados, entre otros varios, de una ideología oculta y permanente en el espíritu humano que comparte, en este
terreno, la misma mentalidad de fondo: una desconfianza, lejanía y miedo frente a todo lo relacionado con el cuerpo, el placer,
la sexualidad, el matrimonio, aunque las razones que han conducido hasta, este desprecio hayan sido muy diferentes.
“Bajo el influjo de ideas platónicas, el cuerpo fue considerado a lo largo de muchos siglos como algo inferior al alma. Por tanto,
la mejor postura vital consistía en liberarse de lo corporal con sus necesidades y tendencias, y aspirar a la pureza espiritual de la
vida del alma retirada del mundo; su influjo se extendió a la moral del amor, a la educación, a la reflexión filosófica del hombre,
a las ideas sobre el bien y el mal, a los conceptos teológicos y otras muchas cosas similares” 60.
1.5.- En busca de la reconciliación: el nacimiento de nuevos mitos
Pero, por otra parte, la sexualidad aparece como atractiva y tentadora, y siempre se ha encontrado el camino para lograr con
ella una plena reconciliación, que supere el ambiente de misterio y sospecha de la postura anterior. De una o de otra manera se
ha buscado sacralizar su existencia para que el hombre la viva sin miedo, como una realidad benéfica o positiva. Es la función
que han tenido los mitos de todos los tiempos. Si el tabú asusta y aleja, el mito hace del sexo una realidad sagrada con la que es
necesario llegar a encontrarse y vivir en perfecta armonía.
El mito relata siempre una historia sagrada que tuvo lugar en la aurora de los tiempos. Algo que los dioses realizaron como un
acontecimiento primordial. Es un mundo de arquetipos, cuyas imitaciones quedan reflejadas en la naturaleza y sociedad
humana. Así, la sexualidad encuentra también un modelo en el mundo de los dioses, donde la fecundidad, el amor y el
matrimonio son funciones sagradas. La encarnación de estas realidades se manifiesta no sólo en los fenómenos de la naturaleza,
como la siembra, sino en los gestos humanos y acciones rituales que imitan los comportamientos divinos. El hombre se asocia a
lo sagrado con esta imitación y el hecho profano se consagra de esta manera. De ahí el sentido religioso que se descubre incluso
en las orgías y en la prostitución sagrada. Vincularse con estos ritos no es una profanación religiosa, sino un pretendido
encuentro con la misma divinidad61.
Aunque con tonalidades bastante diferentes, el hedonismo ha hecho del placer el fin último de todas las acciones, como regla y
norma de la misma moralidad62. Desde los postulados clásicos de Epicuro hasta los discursos más recientes de la llamada
revolución sexual, se ha repetido la misma cantinela, aunque ahora con una letra distinta. El reconocimiento del placer como un
fenómeno que puede abrazarse sin ningún temor por su bondad innata; el derecho a seguir las apetencias biológicas y naturales,
a las que no se puede renunciar sin caer en la represión; la exaltación del gozo sexual como fuente de bienestar y alegría; la
denuncia y aniquilamiento de todo obstáculo que impida la búsqueda de cualquier satisfacción; la libertad en la utilización del
propio cuerpo sin ninguna cortapisa se proclama como un nuevo mensaje de salvación.
La ruptura con la mentalidad anterior es completa y en muchos alcanza ya un extremismo radicalizado. Las afirmaciones de los
que se consideran en cabeza de este movimiento progresista son de una claridad impresionante:
“Un individuo y una colectividad tienen más libertad sexual, si dispone de más opciones posibles, entre un más espeso número
de actividades posibles. Llamaremos libre a aquella sociedad en la cual vengan aceptadas sin ninguna limitación la masturbación,

59
El mismo santo Tomás habla en esa línea: "... el hombre se vuelve bestial en la cópula, porque no puede moderar con la razón el
placer del coito y la fuerza de la concupiscencia", S.Th. I, 98,2 ad 3
60
F. P. Fiorenza-J. B. Metz, El hombre como unidad de cuerpo y alma, en MS, II, II, 665, nota 3. Un resumen de las influencias que
todas estas doctrinas tuvieron en el cristianismo en M. Vidal, Sexualidad y cristianismo: del conflicto a la reconciliación, en
“Concilium”, n. 109 (1975), 374-386
61
M. Eliade, Lo sagrado y lo profano, Guadarrama, Madrid 1967, especialmente el capítulo II.
62
Una síntesis de las diferentes posturas en J. Leclercq, Las grandes lineas de la filosofía moral, Gredos, Madrid 19603, 82-116.
los juegos sexuales entre adolescentes, el coito prematrimonial, la homosexualidad, todas las posturas del coito, así como todas
las otras formas de relación sexual diversa del coito. Se hablará de una libertad sexual reducida, si la elección es limitada”63.
W. Reich, símbolo para muchos de esta nueva revolución, trabajaba ya hace años, desde una perspectiva psicológica, por una
sociedad menos enfermiza y neurótica64. A la regulación del instinto por la moral oponía la “auto-regulación por la economía
sexual”. La primera “es en sí patológica y crea el caos mismo que ella pretende comprobar”. La esencia de la segunda “consiste
en el rechazo de toda norma o regla absoluta”. Su pensamiento se basa en la estructura del carácter humano, como coraza que
reprime y obstaculiza la pulsión sexual. El conflicto no se da desde dentro del psiquismo humano, como pretendía Freud, sino
entre el mundo exterior y la satisfacción de sus necesidades. El hombre normal es el que no encuentra ningún obstáculo y puede
dar salida tranquilamente a estas exigencias orgásticas, mientras que el neurótico se siente reprimido por la familia y la
sociedad. Lo único importante es liberarlo de su esclavitud y orientarlo hacia una actividad sexual completa.
Al recorrer sus páginas comprueba uno las consecuencias radicales de semejante postura. No hay que mantener la abstinencia
de ningún tipo, pues además de ser peligrosa y nociva a la salud, ella misma constituye un síntoma patológico 65. Nadie puede
reprobar el adulterio, la poligamia o la infidelidad en el amor, ya que ninguno pretendería reprochar a alguien el no querer llevar
durante años el mismo vestido o dejar de comer el mismo plato de siempre 11. Las mismas comunas han fracasado porque no se
ha conseguido todavía la aptitud a cambiar de relación durable sin dolor ni pena. Y es que la tesis fundamental sigue siendo para
todos la búsqueda del placer en todas sus posibilidades, sin ninguna limitación prohibitiva. “El amor es un féretro cuando sobre
él se funda una familia”66. En el fondo de esta concepción se encuentra también un claro y perfecto dualismo. Si antes se
despreciaba todo lo corpóreo y sexual como indigno del hombre para fomentar un espiritualismo descarnado, ahora se cae en
una visión puramente biológica y materialista, con olvido de la dimensión espiritual, como si el ser humano fuese un simple
mono desnudo67. Rigoristas y libertinos parten de una antropología común: la absoluta separación entre el psiquismo y la
corporalidad, entre el espíritu y la materia, entre lo racional y lo biológico. La única diferencia consiste en la valoración que se
otorga a cada uno de esos elementos. Lo que para unos tiene la primacía, no cuenta apenas para los otros. La opción entre
angelismo y zoología aparece como la única alternativa.
1.6.- La deshumanización moderna del sexo
Los mitos actuales han rebajado el sentido de la sexualidad hasta despojarla de todo contenido humano, como si fuera un limpie
fenómeno zoológico o una forma vulgar de entretenimiento y diversión. De esta manera se ha convertido en un hecho
insignificante, en una palabra vacía, en una expresión sin mensaje 68. Hoy más que nunca, la literatura de información sexual se
ha multiplicado y está al alcance de todos. No tenemos nada en contra de este conocimiento mayor que evite las ignorancias de
otros tiempos. Lo que resulta desolador es recorrer tantas páginas escritas en las que el sexo es pura anatomía, mera función
biológica. A este nivel, la sexualidad humana sería una copia exacta de la que aparece en el mundo de los animales. Un
mecanismo anónimo y despersonalizado, donde el psiquismo queda sustituido por la simple zoología.
Al romper su relación con la persona, el sexo se desliza insensiblemente hacia una mercancía de consumo. Todos somos
conscientes de la esclavitud profunda creada en la sociedad por estas exigencias artificiales. Lo único que interesa es abrir cada
vez más las apetencias para que el campo de las necesidades se amplíe con unos intereses muy concretizados y la sexualidad se
utilice constantemente con este fin lucrativo, como un objeto de compraventa. El mayor mérito de Marcuse ha sido sin duda la
denuncia de este chantaje socialmente admitido, del que la masa y el pueblo no puede hacerse consciente. El hombre
unidimensional es un perfecto robot al servicio de una sociedad que lo domina y le concede una pseudo-liberación, que le hace
sentirse libre69. Para caer en la cuenta de esta instrumentalización basta echar una mirada al fenómeno del erotismo y de la
pornografía tal y como se vive en muchos ambientes actuales.
Por este camino es natural que el sexo ya no se viva como un compromiso de la persona, sino más bien como una forma de
entretenimiento y diversión, como si se tratara de un juego infantil. Algunos sociólogos han contestado el hecho de que, en una
sociedad tan sexualizada, la prostitución ha disminuido en contra de lo que cabría pensar. Sin embargo, la explicación del
fenómeno resulta sencilla: el papel que antes representaba la prostituta lo desempeña ahora la compañera. La facilidad y
frecuencia de unas relaciones sexuales cambiantes disminuye la necesidad del prostíbulo70.
La consecuencia última de este liberalismo sexual es un sentimiento hondo de vacío y decepción. Cuando sólo resta el placer
instantáneo, el hastío amenaza al hombre, que no puede quedarse satisfecho con tales experiencias. Las olas de protesta que se
han levantado a veces en la misma juventud no tienen por qué tener un origen moralizante o religioso. Pueden interpretarse
como un cansancio psicológico que produce la saturación. Es el desencanto de una experiencia que ya resulta aburrida y

63
J. Van Ussel. La repressione sessuale, Bompiani, Milano 1971, 10.
64
Sobre su historia compleja y accidentada, E. Díez Araujo, Wilhem Reich, sexo y revolución, en “Verbo”, 17
(1978), 551-595
65
Ib., 172 y 175 11 Ib., 198.
66
N. Mailler, Il prigionero del sesso, Bompiani, Milano 1971, 130.
67
D. Morris. El mono desnudo, Plaza-Janés, Barcelona 1969.
68
P. Ricoeur, La maravilla, lo errático, el enigma en AA. VV., o. c. (n. 35), “El levantamiento de los entredichos sexuales ha
producido un curioso tinelo que la generación freudiana no había conocido, la pérdida del valor a causa de la facilidad: lo sexual
vuelto prójimo, disponible y reducido a una simple función biológica se vuelve propiamente insignificante” (p. 17).
69
Ver fundamentalmente sus dos obras más conocidas, Eros y civilización, Seix Barral, Barcelona 1968, y El hombre
unidimensional, Seix Barral, Barcelona 1969. La bibliografía sobre Marcuse ha sido abundante. Un buen resumen de su pensamiento
en. J. Gómez Caffarena, Meditación sobre Marcuse, en “RyF”, 200 (1979), 216-225.
70
G. Struck, Sexo y moralidad, en “Concilium”, n. 35 (1968), 316
frustrante, aunque se repite con obsesión como un intento de compensarse por el engaño sufrido. La sensación de que se ha ido
demasiado lejos no brota de los ambientes o ideologías puritanas71.
En el extremo de esta pendiente aparece la posibilidad de la misma perversión, como un escape para encontrar nuevos y
originales estímulos, cuando lo normal sólo provoca el aburrimiento. Parece un hecho comprobado que allí donde el
progresismo sexual ha dado mayores pasos y facilita las experiencias sexuales con toda naturalidad, el índice de
comportamientos anormales ha ido en aumento. Las estadísticas de los países así lo confirman 18. El hombre se esfuerza por
cuantificar sus experiencias, disminuyendo progresivamente el elemento normal y cualitativo.
2.- SIMBOLISMO DE LA SEXUALIDAD HUMANA
2.1.- Hacia una antropología unitaria
Todo intento de acercarse al hombre desde una óptica dualista se encuentra condenado al fracaso, por el peligro de caer en
cualquiera de los extremismos apuntados con anterioridad. El hombre aparece como ángel o como bestia según la dimensión
que se haya acentuado. La eliminación del sentido psicológico, trascendente de la materia, o el olvido de la condición encarnada
del espíritu, da al ser humano un carácter demasiado animal o excesivamente angélico. Y entre ese reduccionismo biológico e
idealismo ingenuo se desliza el hombre real y ordinario de cada día.
Una antropología con estos presupuestos está viciada desde .sus raíces para captar el sentido y la dignidad de la materia, del
cuerpo y de la sexualidad. Lo corpóreo constituye la parte sombría de la existencia, en la que el alma se siente prisionera y
condenada a vivir escondida como en su propia tumba. O las meras exigencias biológicas prevalecen de tal manera, que lo
humano ya no tiene cabida ni merece alguna consideración.
La materia y el espíritu —aunque entendido de formas diferentes— han sido siempre considerados como los principios
constitutivos del hombre. La mutua relación existente entre ambos, sin embargo, no se ha explicado de una misma manera. Sin
entrar ahora en el análisis de otras interpretaciones, quisiéramos insistir en la que nos parece más convincente y eficaz. Desde la
intuición clásica de santo Tomás sobre el alma como forma del cuerpo, hasta las más modernas reflexiones con sus variados
matices, se insiste en una tonalidad de fondo común, que se caracteriza por su oposición a toda clase de dualismo72.
Si hay algo que especifica a la persona humana es su unidad misteriosa y profunda. Es una totalidad que no está compuesta por
dos principios, como si se tratara de una simple combinación química de elementos para dar una nueva reacción. La teoría
hilemórfica — composición de materia y forma— ha podido inducir en ocasiones a una excesiva separación, sobre todo cuando
el pensamiento cristiano se traducía bajo los nombres de cuerpo y alma. Esta, como sustancia espiritual, era inmortal e
incorruptible, a pesar de su vinculación con la materia, destinada a desaparecer. El dualismo aparecía de nuevo con todas sus
lamentables consecuencias73. El espíritu humano tendría, entonces, un cuerpo en el que se injerta y permanece como algo
distinto de la simple materia. Sería como un ángel venido a menos, como una libertad encadenada, como una luz sumergida en
la opacidad. Sin embargo, su visión es mucho más unitaria y profunda de lo que aparece en estas expresiones de tipo platónico,
que resultaban populares por su esquematismo y sencillez.
2.2.- La sexualidad humana: un doble estilo de vida
La corporalidad aparece bajo una doble manifestación en el ser humano. El hombre y la mujer constituyen las dos únicas
maneras de vivir en el cuerpo, cada una con su estilo peculiar y con unas características básicas diferentes. Estas diferencias
sexuales no radican tampoco exclusivamente en una determinada anatomía. Sus raíces primeras tienen un fundamento
biológico en la diversidad de los cromosomas sexuales, que influyen en la formación de la glándula genital (sexo gonádico),
encargada de producir las hormonas correspondientes para la formación de los caracteres secundarios de cada sexo7475. Pero
por encima de ella encontramos también una tonalidad especial, que reviste a cada uno con una nota específica. El espíritu se
encarna en un cuerpo, que necesariamente tiene que ser masculino o femenino, y por esa permeabilidad absoluta de la que
antes hablábamos, el ser del hombre entero, desde sus estratos genéticos hasta las expresiones más anímicas, se siente transido
por una singular peculiaridad.
La sexualidad adquiere así un contenido mucho más extenso que en épocas anteriores, donde quedaba reducida al ámbito de lo
exclusivamente genital. Ella designa las características que determinan y condicionan nuestra forma de ser masculina o
femenina. Es una exigencia enraizada en lo más profundo de la persona humana. Sólo podemos vivir como hombres o como
mujeres. Y el diálogo que surge de la relación entre ambos no tiene ni puede tener el mismo signo que el mantenido con las
personas del propio sexo. En el primer caso existe un enfrentamiento recíproco, que no se da en el otro, como consecuencia de
la bisexualidad humana en todos los niveles. En este sentido, el simple hecho de nuestra existencia nos hace sexuados y
convierte nuestra comunicación en un encuentro sexual.
Negar esto supondría un error pedagógico lamentable, ya que nadie puede prescindir de esta dimensión. La meta educativa se
centra en que el niño llegue a vivir con plenitud su destino de hombre o de mujer. Dos vocaciones diferentes caracterizadas por
su personalidad y que matizan los demás componentes psicológicos, afectivos y espirituales de la persona. El hombre queda

71
J. Sarano, La sexualidad liberada, Marova, Madrid 1971 18 Cf. J. J. López
Ibor y otros, o. c. (n. 3), 150-151.
72
Cf. F. P. Fiorenza-J. B. Metz, El hombre como unidad de cuerpo y alma, en MS, II, II, 661-715. J. Gevaert, El problema del
hombre. Introducción a la antropología filosófica, Sigúeme, Salamanca 1978, 69-114.
73
Ver el interesante estudio de C. Tresmontant, El problema del alma, Herder, Barcelona 1974.
74
Una exposición más detallada de estos procesos en G. Santori, Compendio de sexología, Razón y Fe, Madrid
75
. R. Fenart, Significación biológica de la sexualidad en M. Gaudefroy y otros, Estudios de sexología, Herder, Barcelona 1999,
19-36. A. Fernández Cruz, La sexualidad femenina en su versión biológica, en "Arbor", 100 (1978), 307-314.
configurado de tal manera que la misma anatomía adquiere un significado trascendente, como atributo de unos rasgos
peculiares., La vinculación de este doble nivel bio-psíquico se hace patente en el lenguaje simbólico del psicoanálisis.
2.3.- Características de la genitalidad: diferencias fundamentales
La genitalidad, por el contrario, hace referencia a la base biológica y reproductora del sexo y al ejercicio, por tanto, de los
órganos adecuados para esta finalidad. A su esfera pertenecen todas aquellas actividades que mantienen una vinculación más o
menos cercana con la función sexual en su sentido estricto. Será siempre una forma concreta de vivir la relación sexual, pero no
la única ni tampoco la más frecuente y necesaria. Estas dos dimensiones de la misma persona se hallan a veces vinculadas,
aunque en otras muchas ocasiones no tenga por qué darse esa identificación.
Esta falta de claridad ha motivado muchas ambivalencias y equívocos, ya que la identificación de ambos conceptos tenía que
llevar necesariamente a consecuencias lamentables. La renuncia al ejercicio de la genitalidad implicaba un rechazo de todo lo
sexual, o la idea de que es necesaria una maduración, en este último campo, consideraba imprescindible la aceptación plena de
lo genital. Distinguir con mayor precisión estos aspectos supondría la posibilidad de obtener una evolución plena de nuestro ser
masculino o femenino, con todo lo que ello supone, sin penetrar en otro terreno, cuando, por las razones que sean, no se quiere
acceder. El diálogo sexuado no tiene por qué identificarse con el genital. La misma sexología ha insistido en esta clarificación:
“Se puede decir que en su aspecto esencial, es decir, en su aspecto psíquico, la sexualidad humana puede alcanzar un desarrollo
considerable, prescindiendo casi por completo de la colaboración del sistema genital”76.
Que hombre y mujer mantengan una relación psíquica no supone introducir ahora ningún otro elemento que haga referencia a
la genitalidad. Si no fuera así, tendríamos que negar por completo la existencia de cualquier amistad seria y verdadera o creer
que la única explicación válida tiene su origen en otras pulsiones. Es más, un síntoma de armonía e integración radica en el
hecho de mantener relaciones sexuales, sin que éstas despierten resonancias a otros niveles. Frente al otro sexo habría que
fomentar siempre una actitud equilibrada y realista. Lo que ha pasado con la imagen de la mujer es también un síntoma de este
confusionismo. Se ha hecho de ella un objeto de tentación o apetencia, como si fuera una amenaza peligrosa, o se ha idealizado
como una especie de virgen simbólica y protectora.
2.4.- La reciprocidad de los sexos: un fenómeno universal
La experiencia de todos los tiempos ha constatado un fenómeno universal: la llamada recíproca y mutua entre estas dos formas
de existir y comportarse. Hombre y mujer se sienten invitados a un diálogo humano, como si buscasen una complementación
ulterior que sólo puede alcanzare uno frente al otro. La explicación de este hecho la encontramos ya en el mito conocido de la
media naranja, tal y como Platón lo descubre en El banquete. El hombre, en la aurora primera de los tiempos, cobija el poder y la
fuerza del ser humano completo y fue Júpiter quien, para debilitarlo en su fortaleza casi divina, lo partió en dos mitades. Desde
entonces cada una camina con la ilusión de un nuevo encuentro, en busca de aquella unidad primera y para recuperar la
superioridad perdida. La descripción es significativa para interpretar una vivencia común. La mujer sólo puede descubrirse como
tal ante la mirada complementaria del hombre, y el hombre sólo llega también a conocerse cuando se sitúa delante de la mujer.
Por ello permanece oculta la nostalgia de una mayor sintonía, que se despierta y explícita en ese deseo mutuo por el que se
sienten atraídos77. Negar esta llamada sería una nueva forma de represión o ingenuidad.
Es cierto que esta polarización de los sexos ha sido elaborada, en gran parte, por la cultura dominante y nadie podrá negar
tampoco que semejante cultura contenía un marcado carácter machista. Esto significa, sin duda, que la imagen del “eterno
femenino” no responde en muchos puntos a ningún dato objetivo y realista, sino a otros intereses ocultos del hombre como
dominador. Las críticas de muchos contra esta falsificación está fundamentada, aunque no estemos de acuerdo en todos sus
contenidos78. Lo que más destaca, sobre todo, en una visión histórica del tema, es el papel inferior, negativo y subordinado que
ha representado la mujer.
2.5.- Visión negativa de la feminidad
En su mismo nacimiento aparece ya con una radical imperfección. Según los presupuestos científicos, en los que todavía se
apoyaba santo Tomás, habría que definirla como un ser que se ha quedado a medio camino, sin alcanzar el grado pleno de
evolución y desarrollo propio del hombre79. La complementariedad con éste quedaba restringida al ámbito de la procreación,
pues no tiene otro papel relevante dentro de la existencia humana: “ya que para cualquier otra tarea el varón es ayudado mejor
por otro hombre que por la mujer”80. La idea era común en muchos ambientes desde la antigüedad. El pasaje del Génesis,
donde aparece como ayuda y compañera, sugiere a san Agustín la siguiente reflexión: “Si la mujer no fue creada para ayudar al
hombre en la creación de los hijos, ¿para qué ayuda fue creada? Si para trabajar juntos la tierra, aún no existía el trabajo que
necesitara su ayuda; y si hubiera sido necesaria, mejor hubiese sido la compañía del hombre; lo mismo puede decirse sobre la
compañía, si la soledad fuera lo que le molestaba. ¿No es mejor para convivir y charlar la reunión de dos amigos que la del
hombre y la de la mujer?81

76
G. Santori, Aspectos médico-biológicos de la educación sexual en M. Peretti (dir.), La educación sexual, Herder, Barcelona
1975, 69.
77
Las diferentes explicaciones históricas de este fenómeno en A. Jeanniere Antropología sexual, Estela, Barcelona 1996. También
el libro más clásico de V. Klein, El carácter femenino. Historia de la ideología, Paidós, Buenos Aires, 1951.
78
S. de Beauvoir, El segundo sexo, Siglo XX, Buenos Aires 1972.
79
A. Bernal Palacios, La condición de la mujer en Santo Tomás de Aquino, en "EscVed", 4 (1974), 285-336.
80
S. Th., 1.92,1.
81
De Genesi ad litteram, 1, IX, c.5, n. 9. PL. 34,396. Con estos presupuestos, su conclusión es evidente: “no encuentro, por tanto,
qué ayuda puede prestar al hombre la mujer, si eliminamos la de dar a luz”. Ver también el cap. 2, n. 4.
Defender la igualdad de derechos para ambos es una empresa de reciente creación, que todavía tardará tiempo en conseguir
sus objetivos. Superar los prejuicios colectivos inconscientes y las imágenes estereotipadas que persisten sobre el tema no es
trabajo a corto plazo. En la sociedad se requieren unas nuevas convicciones que impulsen a una mentalidad práctica de signo
diferente. Esta misoginia por la que permanece relegada a una categoría inferior es un hecho social a todos los niveles, a pesar
de las declaraciones y denuncias contrarias. Decir que existe reciprocidad y complemento no significa, pues, que los contornos
de la masculinidad y feminidad estén dibujados con exactitud y justicia.
Que la antropología anterior haya absolutizado la visión masculina con evidentes exageraciones no supone, sin embargo, que
todos los intentos por concretar esas características haya sido una pura ilusión. Aunque no sea posible trazar una frontera
definida entre los datos culturales y los ofrecidos por la naturaleza, la alteridad y peculiaridades del hombre y de la mujer son de
alguna manera irreductibles. A las diferencias biológicas y corporales corresponden otras anímicas, aunque el medio ambiente y
la presión social acentúen, eliminen o impongan ciertos patrones de conducta.
Es más, me atrevería a decir que lo más importante no es descubrir los diversos tipos de factores que la determinan, sino
constatar el valor y la función que encierran. En todas las culturas ha existido siempre una división de tareas entre ambos sexos,
aunque se haya repartido de forma diferente. “Ser hombre” y “ser mujer” no son accidentes del ser humano, sino que
pertenecen inseparablemente a su esencia. Por eso los psicólogos insisten en la necesidad de esta polarización, aun en la
hipótesis de que la tipología de cada uno surgiera exclusivamente de unos condicionamientos culturales. Si no tuviese ninguna
otra explicación, habría que aceptarla de todas formas como un fenómeno de enorme valor positivo82. No es preciso eliminar su
existencia, sino la desigualdad, la alienación y el machismo que tantas veces le ha acompañado.
2.6.- Dinámica del encuentro: el diálogo entre hombre y mujer
Lo que ahora nos interesa, al margen de todas las discusiones que puedan darse, es descubrir el sentido humano de esta
alteridad. Si el cuerpo es la gran metáfora del hombre, sería absurdo quedarse en la pura literalidad de esa palabra, sin llegar a
comprender su mensaje simbólico. Cuando el eros se despierta —incluso dentro de una tendencia homófila— provoca una
irradiación psíquica agradable, que orienta hacia el punto de atracción. Los elementos constitutivos de ese impulso encierran
una dinámica de cercanía y encuentro, pero aquí tampoco es lícita una postura superficial frente a este fenómeno.
Son muchas las formas de convertir la tensión recíproca en una búsqueda interesada, con una dosis profunda de egoísmo,
donde el lenguaje pierde todo su contenido humano y enriquecedor. El diálogo se mantiene con una palabra inexpresiva y hasta
grosera, porque no hay nada profundo que comunicar. El acercamiento se produce por una simple necesidad. El cuerpo y la
presencia del otro vienen a llenar un vacío. Se anhela y enaltece, porque gratifica, complementa, gusta o entretiene. Todo
menos caer en la cuenta de que lo humano de esta relación exige un mensaje interpersonal. El otro permanece ignorado para
utilizar solamente lo más secundario de su ser.
Cuando el encuentro sexual, en este sentido amplio del que ahora hablamos, se reduce a la superficie, permanece cautivo de las
manifestaciones más externas y secundarias o no termina, más allá de las apariencias, en el interior de la otra persona, la
sexualidad humana ha muerto. Hemos matado lo único que la vivifica y se ha postergado a un nivel radicalmente distinto e
inferior. El epitafio más bello sería aquella frase de Valerie: “Yo soy también el cuerpo, que tú quieres que sea solamente” 29. Y ya
dijimos que, cuando del cuerpo se elimina el espíritu, sólo resta un pedazo de carne.
Todavía existe un paso ulterior, en el que el hombre y la mujer alcanzan una comunión más honda y vinculante, a través de la
genitalidad. El impulso sexual lleva, en ocasiones, hasta el abrazo de los cuerpos como la meta final de todo un proceso
evolutivo.
3.- FUNDAMENTACIÓN DE UNA ÉTICA SEXUAL
3.1.- Necesidad de una ética: radical insuficiencia del instinto
Vivir la sexualidad con este perfil humano no se consigue de una manera espontánea siguiendo las leyes del instinto. La
educación se hace imprescindible en todos los órdenes para superar ese estadio infantil y egoísta en el que sólo se busca la
satisfacción inmediata de las propias apetencias y caprichos. La conducta, abierta a cualquier posible configuración, necesita un
esfuerzo ascético y una dosis seria de renuncia, si quiere alcanzar un mínimo de madurez y equilibrio humano. El paso de la
naturaleza a la cultura es obra de la libertad, en función de los valores proyectados, que no concuerdan de ordinario con los
intereses instintivos. El niño no es un hombre en miniatura, como si encerrara escondidas todas sus posibilidades posteriores. Su
capacidad es más bien de tipo embrionario, porque no podrá desarrollarla mientras no se la oriente por el camino adecuado.
La pulsión sexual no escapa tampoco a este presupuesto. El gran error de Reich, y otros ideólogos, ha sido la creencia de que,
cuando el ser humano se libere de toda normativa, la libido aparecerá como una fuerza dócil e integrada, ya que sus
componentes destructores, agresivos y egoístas son una consecuencia exclusiva de la represión moral. En el momento en que
ésta desapareciera descubriríamos el rostro inocente y benéfico de una sexualidad armónica y sin conflictos. Semejante
optimismo no deja de parecer a la mayoría un sueño demasiado ingenuo. La historia de las costumbres sexuales aporta una
conclusión significativa, que constituye, al mismo tiempo, un mentís rotundo al mito de la absoluta libertad en este terreno, tan
repetido por ciertos movimientos, como si en la vuelta a ese supuesto primitivismo pudiera encontrarse la solución a los
problemas actuales.
El hecho tiene una comprobación científica: a lo largo de todas las culturas, a pesar de las manifestaciones diferentes y por
encima de las ideas religiosas o profanas que las sustentan, nunca ha faltado una cierta normatividad. Ni siquiera en los pueblos
primitivos donde la sexualidad produce la impresión de vivirse en un clima espontáneo, sin límites o prescripciones, la libertad
de comportamiento es plena, sino que se halla sujeta por múltiples normas higiénicas, culturales o religiosas de todo tipo.

82
R. Affemann, La sexualidad en la vida de los jóvenes. Sal Terrae, Santander 1979, 132-145 29 En la novela
de A. Malraux, La condición humana, París 1983, 57.
Aunque sus fundamentos resulten para nosotros desfasados o se hayan ido superando por el progreso de la ciencia, el dato es
objetivo: determinadas trabas han impedido siempre el ejercicio anárquico del sexo. Si nunca han sido las mismas, tampoco han
dejado de existir todas. Y es que, en el fondo, se ha dado una intuición más o menos consciente, pero cuya veracidad no es
posible ponerla en duda: la radical insuficiencia del instinto para regular un comportamiento humanizante.
3.2.- Exigencias psicológicas para la maduración
Purificar a la libido de sus elementos anárquicos y convertirla en palabra, como signo de un encuentro personal, no se realiza sin
un empeño educativo y sacrificado. Las mismas exigencias psicológicas para una maduración se convierten aquí en imperativos
éticos. La meta suprema de la psicología, que impulsa hacia un sexo oblativo y amoroso, es a la que orienta también la moral.
Las alabanzas de Freud para toda la corriente ascética cristiana no nace de su fe, ni de su aprecio al catolicismo, sino de su
admiración por la riqueza psíquica que ha podido aportar a una humanidad demasiado corrompida.
Para que el individuo no quede prisionero del placer instintivo se requiere vencer una serie de obstáculos que provocarán sin
duda malestar y tensión interior, pero que son los que llevan adelante el proceso evolutivo. No se trata de fastidiar con las
normas, ni de imponerlas autoritariamente a beneplácito del educador, sino por un motivo auténtico, con intención altruista, en
el momento oportuno y con la intensidad adecuada. La vía del menor esfuerzo no conduce nunca a la maduración y reduce
paulatinamente el ámbito de la libertad. El ser humano que nos presenta la psicología profunda está plagado de contradicciones
y deseos contrapuestos, que la educación habrá de integrar en una personalidad unitaria y con mayor armonía. Si cualquier
tensión se libera de inmediato en la búsqueda del placer, el desajuste inicial no mejora. La energía necesaria para crecer, desde
la multiplicidad anárquica hasta el mayor grado posible de integración, se ha gastado en otras funciones sin sentido y el hombre
queda sin hacer, en las manos de una instintividad primitiva y sin horizonte.
3.3.- Dificultades actuales
La pulsión sexual encierra desde sus comienzos una dosis fuerte de egoísmo, agresividad y anarquía incontrolada, cuya
existencia aparece en muchas manifestaciones, aunque a veces camufladas bajo apariencias superficiales engañosas. Tendencias
negativas que impiden una relación madura y que imposibilitan Una vinculación afectiva y totalizante. El esfuerzo de purificación
no puede eliminarse, y para ello no existe otro camino que la negativa a muchas de las gratificaciones inmediatas. Hay otro
destino posterior, que justifica y compensa cualquier renuncia necesaria83. Es verdad que el ambiente consumista de nuestra
sociedad dificulta una ética basada en el aguante y en la espera de un futuro mejor, pues no se soporta la tensión de una
necesidad presente, ni se acepta el displacer provocado por una ascética educativa. El hambre de consumo ha convertido el
sexo en una fuente de placer, dejando al hombre en una etapa primaria de su evolución. Por ello la moral sigue siendo hoy un
requisito de primera necesidad, a pesar de todas las actitudes hostiles que proliferan.
Tal vez exista una corriente de fondo mucho más trascendente. Es la idea difundida con aires científicos de que el dominio de la
sexualidad no es posible o, incluso, de que semejante control predispone o indica ya una base neurótica. La abstinencia sería el
mejor fruto de la inmadurez, la explicación de otras patologías. Negar esta posibilidad iría contra la evidencia de los hechos,
cuando el esquema de conducta se hace represivo, autoritario e inconsciente. Pero la afirmación contraria sería también una
realidad si en lugar de abstinencia habláramos de la absoluta liberación. Y es que los excesos de una ética o pedagogía
castradora no pueden servir de pretexto para un laxismo sin límites, como las exageraciones y barbaridades de éste no
justificarían el retorno a una ascética absurda e incomprensible. El problema no consiste en la defensa o eliminación de la moral,
sino en conocer cuáles son los criterios fundamentales, que habrán de ir después concretizándose, para conseguir el humanismo
y maduración del sexo.
3.4.- Olvido de la dimensión unitiva: falta contra el amor
Sin negar este aspecto, ni detenernos ahora en las discusiones que plantea, sí creo imprescindible superar de una vez este
unilateralismo evidente. La experiencia demuestra que para regular la libido no basta la aplicación de este principio, que resulta
insuficiente. Más aún, habría que defender que tampoco es el de mayor importancia, pues si todo quedara ordenado por la
búsqueda posible del hijo, el matrimonio podría llegar a vivirse como una especie de prostitución: el encuentro de dos personas
que satisfacen su necesidad, mediante el pago de un compromiso fecundo en lugar de dinero. Comprendo que la expresión es
un tanto exagerada y caricaturesca, pero indica las posibles consecuencias de una postura que sólo insiste en la urgencia de la
procreación. Y es que el acto sexual, antes de ser fecundo, tiene que hacerse unitivo y amoroso. De lo contrario, no se
comprende cómo la simple búsqueda y apertura a la fecundidad justifique por sí misma una conducta vacía de cariño.
Es verdad que todo esto estaría de alguna manera presente en la tradición, pero nunca se explicitaba con un cierto relieve, y
este olvido mantenía la conciencia tranquila, aun cuando la comunión personal no existiera. De hecho, muy pocas personas se
sentían culpables por falta de cariño en su vida sexual y muchas las que se preocupaban exclusivamente por no faltar contra la
procreación. Hasta la misma terminología conserva un significado restrictivo. La ética sexual no puede reducirse, por tanto, a
cumplir con esta función procreadora.
3.5.- La negación del carácter lúdico: hacia una revalorización humana del placer
Esta misma insistencia, junto con el recelo tradicional frente al placer, ha hecho que la sexualidad pierda para muchos cristianos
su carácter festivo. La satisfacción que provoca debía quedar al servicio de la especie, como un estímulo y compensación para el
cumplimiento laborioso de esa tarea. El ideal sería casi intentar eliminarlo, pues la búsqueda exclusiva de la experiencia

83
“En los ambientes de la nueva izquierda se propugna la ilusión de que única y precisamente por medio del dejar crecer puede la
sexualidad alcanzar un desarrollo óptimo para bien del particular y de la sociedad. Esa forma de "educación" conducirá a una fijación
de la sexualidad infantil, a la perversión de los instintos parciales, al vacío del sentido de la sexualidad genital y, con ello, a una
pérdida de la capacidad de amar en el individuo y en la sociedad” (R. Affemann. La sexualidad en la vida de los jóvenes, Sal Terrae,
Santander 1979, 50-51).
placentera constituía para muchos un motivo de pecado hasta épocas recientes. Y desde luego, nunca se presentaba como un
comportamiento digno del cristiano, ya que lo degrada a un nivel inferior84.
Nadie puede negar los riesgos inherentes a todo goce sensible. Esta plenitud de la sensibilidad es una invitación a sumergirse en
ella y a valorizarla de tal manera que el placer aparezca Como un absoluto de la vida. Lo que es un fin secundario, un aspecto
accidental, una adjetivación de la conducta, se diviniza como valor supremo. El .hombre siente la tentación, cuando experimenta
su calor y cercanía, de convertirlo en un ídolo, pero el pecado no nace de la satisfacción producida, sino del gesto idolátrico con
que lo acepta y adora. Desmitificar las múltiples formas con que se absolutiza el placer ha sido una tarea educadora de todos los
tiempos.
Ahora bien, para evitar este peligro no podemos condenarlo negándole su propio valor. Esta condena absoluta manifiesta que
somos culpables de estimarlo en demasía. Al tener miedo de que se convierta en todo, queremos desprestigiarlo hasta su
completa eliminación. Su legitimidad no proviene de que esté al servicio de otra función, como recompensa permitida por haber
conseguido otra finalidad. Dentro de su ambigüedad y con los peligros que encierra, es un fenómeno éticamente neutro.
Cuando se idolatra, esta actitud de adoración es una mentira y, si brota de una conducta perversa, el placer queda herido por
esa misma malicia. Pero si se rechaza como norma o se le considera pecaminoso, fuera de esas circunstancias, no hay otra
explicación que el error o la patología. Entre ambos extremos, la reconciliación y su defensa se hacen necesarias. El encuentro
sexual debería recuperar, entonces, para sí esta dimensión placentera. Es una exaltación gozosa para celebrar la fiesta del amor,
donde no deben estar ausentes el juego, la alegría y la satisfacción más plena. El cuerpo se hace lugar de cita y expresa, al
compartir, la felicidad de una comunión.
3.6.- Peligro de un reduccionismo excesivo: preocupación exclusiva por la genitalidad
Al insistir en la función procreadora, finalmente, la ética quedó reducida a la pura genitalidad, como si la excitación venérea
constituyese la única fuente posible de pecado. Los manuales sólo se ocupaban de este aspecto, e incluso cuando hacían
referencia a otras acciones se analizaba exclusivamente el peligro más o menos remoto que tenían de provocar una reacción
genital y la causa más o menos justificante que pudiera existir para la aceptación de ese riesgo85. La complejidad de estos
factores, en sus diferentes grados, motivaba una serie de orientaciones concretas que se multiplicaban sin fin.
La problemática sobre los bailes, besos, caricias, espectáculos, lecturas, miradas, etc., estaba tejida con esta mentalidad. El
cuerpo humano —y hasta el de los mismos animales— aparecía escrupulosamente dividido en zonas anatómicas cuya valoración
radicaba en su poder estimulante, según fuera el sentido que sobre ellas actuara y teniendo en cuenta otras circunstancias
personales. La moral consideraba pecaminoso cualquier comportamiento que pudiera despertar esa reacción venérea sin
ningún motivo justificante. Algunos autores llegaban a defender que la simple aceptación de ese riesgo, aunque no se
consintiera en el placer, si tenía lugar, era ya suficiente para una falta grave.
La imperfección de este planteamiento no está en lo que afirma, que podría admitirse como orientación básica, eliminando
mucho de su casuismo extremo, sino en lo que olvida y deja por completo en la penumbra. La ética tiene que ir más allá de la
pura genitalidad, pues en toda relación sexuada pueden darse actitudes que, sin repercutir para nada en esa zona, constituyen
una conducta deshumanizante. El encuentro entre sexos diferentes es posible que adquiera matices utilitarios y egoístas. La
búsqueda del otro no interesa como persona, sino como un motivo de satisfacción solitaria, aunque afecte sólo a su psicología y
no produzca resonancias a otros niveles.
Si el interés que despierta el compañero se sustenta en la utilidad que reporta, o crea una actitud cerrada para instalarse en el
gozo que no se comparte, los gestos, las palabras, la mirada, la sonrisa o el paseo están manchados en sus raíces primeras. Existe
una falsificación de fondo que impide un auténtico diálogo humano. Aunque lo genital no intervenga es necesaria la denuncia de
aquellos comportamientos que adulteran la relación sexual en su sentido más amplio.
3.7.- El camino hacia el ideal: aplicaciones al campo de la relación hombre-mujer
La más grave dificultad contra lo afirmado hasta ahora sería considerarlo como demasiado utópico e ingenuo. Cuando
observamos las formas de amor ordinario, tal y como hoy se manifiestan en la mayor parte de nuestra sociedad, es cierto que
no encontramos mucho parecido con el esquema anterior. Algunos creen incluso que se trata de un intento imposible. El
hombre está podrido en lo más íntimo de su naturaleza y ha destrozado por completo la dinámica del amor. Tal vez con esto se
pretenda hallar una justificación a la propia debilidad, pero de lo que no cabe duda, como la experiencia también lo señala, es
que la aspiración hacia esa meta constituye una posibilidad al alcance del hombre. No será fácil subir hasta el extremo y
remontarse hasta la cumbre más alta, pues la única benevolencia total se da en Aquel que no tiene indigencia ninguna, pero un
intento de ascensión progresiva, de avance continuo, está dentro de nuestra pobre libertad. La ética impulsa semejante
tentativa para no permanecer dormidos en la propia comodidad, para que, aunque hayamos desviado la mirada, no quedemos
satisfechos en el fracaso.
Si aplicamos ahora estas exigencias fundamentales al campo de la sexualidad, nos daremos cuenta de las numerosas actitudes
negativas que pueden instalarse, sobre todo, en este tipo de relación. El deseo sexual surge a veces vacío y solitario, como una
simple tendencia que busca la satisfacción inmediata de una necesidad. La humanización de esta libido, en todas sus
expresiones, es el requisito primero para una conducta sexual. Cualquier normativa busca defender, en cada uno de los niveles
en que se aplique, la pureza y la verdad del cariño, descubrir la superficialidad de los sentimientos, desenmascarar los engaños
sutiles, impedir la comercialización y el juego de las personas, poner en guardia contra los peligros del placer, evitar un
estancamiento en el desarrollo y maduración del hombre, no dejarse arrastrar por el instinto, que dificulta el diálogo

84
J. M. Pohier, El cristiano ante el placer, en "Concilium", n. 100 (1974), 497-506.
85
El nombre clásico y ordinario era el de acciones impúdicas, acciones que, por otra parte, pueden ser buenas, meritorias y limpias,
pero que se las designaba así con un sentido peyorativo.
transparente, respetuoso y sensible. Se trata de condenar, en una palabra, la mentira de actitudes que se adjetivan muchas
veces como amorosas.
1. SEXUALIDAD Y AFECTIVIDAD
No podemos hablar de sexualidad y afectividad en el aire. El punto de partida para mirar la sexualidad y la afectividad es la
concepción de ser humano que tenemos. Concepción que se revela a nivel de pensamientos e ideas y también a nivel de
experiencias vividas, siendo muy común las contradicciones entre ambos niveles. Dicha antropología nos llega desde la cultura
en que convivimos a través de los lenguajes y de las interacciones con los otros. A nivel histórico hemos transitado en
movimientos pendulares de un extremo a otro pasando por una infinita gama de posibilidades.
Podríamos caracterizar un extremo del péndulo en una postura que desprecia lo corporal “el cuerpo es la cárcel del alma”, que
denigra lo animal, lo finito, lo humano, que niega, reprime y prohíbe lo que sea del orden de lo sexual, el placer, las emociones y
refleja una inequidad en las relaciones entre hombres y mujeres. En el otro extremo del péndulo podemos ubicar una postura
que incita indiscriminadamente a lo sexual, prioriza aspectos como la imagen, el poder, el estatus, el consumo, la explotación
comercial y utilitarista del cuerpo, de los afectos, del sexo.
A pesar de que ambas posturas son opuestas, el estar en los extremos las hace semejantes ya que fragmentan y disocian al ser
humano, priorizan unos aspectos y descalifican y niegan otros, lo que genera desequilibrio, bloqueo, confusión, temor,
frustración, vacío, tensión, disfuncionalidad, obstaculizando el desarrollo y el crecimiento humano integral.
Nuestra cultura y por tanto nuestra subjetividad está llena de imaginarios, posturas, pensamientos, experiencias que oscilan
entre estos dos extremos del péndulo fluctuante y dinámico. Vale la pena preguntarnos por nuestra postura, a nivel de nuestros
pensamientos como de nuestra experiencia vivida, ¿cómo nos ubicamos en ese movimiento pendular? ¿qué refleja cada
pensamiento, cada acto, cada palabra, cada decisión de nuestra vida cotidiana? Es muy probable que en nuestro interior
convivan contradicciones, pues la cultura cada vez se hace más compleja y está llena de contradicciones.
4.1.- Aproximación antropológica
La propuesta antropológica que quiero hacer, parte de una ontología dimensional86, es decir, que indaga la dinámica interna que
liga las dimensiones que la integran, y concretamente me refiero a la corporeidad, el psiquismo y el espíritu, ancladas
culturalmente y atravesadas intersubjetivamente ya somos seres en relación. En otras palabras, el ser humano va más allá de las
dimensiones que lo integran y las trasciende. Y esto nos lleva al terreno de la complejidad y del misterio.
Hablar de la sexualidad y de la afectividad del ser humano nos coloca en un terreno metaproblemático87, es decir, problema que
incluye necesariamente a la persona que se lo formula: “yo que me pregunto por la corporeidad, el psiquismo y el espíritu, soy
un ser corpóreo, psíquico y espiritual”, “yo que me pregunto por la sexualidad y afectividad soy un ser sexuado y afectivo”.
a) Corporeidad
Nuestra corporeidad o encarnación es un enigma, en tanto que nos remite al misterio de la existencia, como vida y como
muerte, en donde subyacen preguntas como ¿de dónde vengo?, ¿hacia dónde voy?, ¿cómo nos originamos?, ¿qué pasa después
de la muerte? Otro enigma de nuestra corporeidad es la pregunta por el mundo, por el cosmos; somos seres encarnados en un
tiempo y en un espacio, de donde surgen preguntas como ¿cómo se creó, originó el mundo?, ¿cómo fuimos creados?, ¿cómo
nos relacionamos con este mundo? Y otro enigma tiene que ver con el misterio del ser en cuanto ser; nuestras propiedades,
principios y causas primeras y muy específicamente nuestras propiedades trascendentales, lo que nos lleva a preguntarnos por
el sentido.
Corporeidad88 significa el cuerpo como vivencia subjetiva, como experiencia, como lo concretamente vivido. Corporeidad en el
sentido de misterio más que de problema. Cuerpo propio o vivido como la zona media entre lo físico y lo espiritual. Corporeidad
como campo metaproblemático.
Las consecuencias de acceder a la corporeidad, es decir, al cuerpo vivido, subjetivo nos lleva a los siguientes planteamientos:
· Superación de la escisión entre lo intelectual y lo vital.
· El comportamiento del ser humano es inseparable de su situación.
· Nuestra existencia es encarnada (ser-en-el-mundo) y espacializada (condición para que se realice la existencia).
· La instrumentabilidad del cuerpo: cuerpo no como instrumento sino como instrumentista, es decir, en lugar de poseerlo y
controlarlo, él me habla, me da elementos para conocerme y ver lo que no he visto de mí.
· La diferenciación entre cuerpo objetivo, objeto y cuerpo subjetivo, sujeto.
Si nuestra existencia es encarnada, es importante indagar acerca de los significados fundamentales del cuerpo humano. La
corporeidad va a jugar un papel fundamental en la sexualidad y afectividad.
El significado humano del cuerpo89 procede del hecho de que es el cuerpo de una persona humana, de toda la persona humana
en sus aspectos constitutivos y en sus relaciones. Veamos algunos significados:
· El cuerpo es el campo expresivo del ser humano, el lugar primero donde realiza su existencia.
· El cuerpo es presencia en el mundo.
· El cuerpo es lugar de comunicación con el otro.
· El cuerpo es medio de reconocimiento del otro.
· El cuerpo es fuente de la intervención e interacción humanizante en el mundo.

86
A. AISENSON KOGAN, Cuerpo y Persona. Capítulo VI. México: Fondo de Cultura Económica. (1981).
87
Ibíd., 24-25.
88
Corporeidad: concepto construido por la psicología y filosofía existencial a través de autores como Heideger, Husserl, Merleau-
Ponty, Gabriel Marcel, Frankl, Shilder.
89
J. GevaertEl Problema del Hombre. Capítulo 2. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1976.
La transformación humana del mundo adquiere su significado gracias a la realización de la persona en sus relaciones con las
demás personas humanas. En las relaciones con los demás el cuerpo humano es ante todo presencia y es presencia temporal:
pasado, presente y futuro. Es un interlocutor posible de los demás seres humanos. Brunner citado por Gevaert dice “Presencia
de persona a persona. Sólo aquí son posibles la plena reciprocidad y los intercambios espirituales. Presencia: cercanía temporal
y espacial, en la que es posible la comunicación personal”.
El ser humano constitutivamente es un ser de palabra y lenguaje, tiene su raíz en el cuerpo en cuanto orientado hacia los demás.
En el fondo todos los lenguajes no hacen más que desarrollar y especificar el lenguaje fundamental que es el propio cuerpo. De
esta manera el cuerpo, más exactamente, la corporeidad nos humaniza, nos da el estatuto de seres humanos trascendentes. Es
a través de la corporeidad que se expresa nuestro psiquismo y nuestro espíritu.
b) Psiquismo
Otra dimensión humana es la psique. Trataré de hacer una aproximación a este concepto desde el modelo junguiano. Quizás el
mayor aporte del psicoanálisis a la humanidad es el presupuesto de la existencia del inconsciente, que también implica un
misterio. Y el aporte concreto de Jung, la construcción del concepto de inconsciente colectivo a través del cual marca la
relevancia de la cultura, de la articulación entre lo biológico y lo cultural y la dimensión simbólica y espiritual.
Tener la claridad que el ser humano no es solo aquello de lo cual es consciente (o aquellos atributos que quiere ver en sí mismo
y que otros vean), es fundamental para entender nuestra complejidad humana y más aun para entender aspectos como la
sexualidad y afectividad.
Jung90 plantea los siguientes aspectos como constitutivos de la psique:
El “sí mismo” es la dotación de un inmenso repertorio de expectativas, exigencias y pautas de respuesta innatas. Influencia y
orienta a las demás estructuras psíquicas (yo, persona, sombra, etc.). Es el órgano psíquico de adaptación por excelencia. Genio
organizador oculto detrás de la personalidad total. Es el encargado de llevar a la práctica el proyecto de la vida en todas y cada
una de las fases del ciclo vital y efectuar el mejor ajuste que las circunstancias concretas permitan. Posee la característica innata
de buscar su propia realización en la vida. El objetivo del sí mismo es la totalidad. Proporciona adaptación no solo al entorno
sino también a Dios y a la vida del espíritu.
La conciencia es todo aquello externo o interno que es conocido para nosotros mismos. Todo lo que se hace consciente. El
inconsciente en términos generales es el terreno de lo desconocido tanto del mundo circundante como del mundo interno; todo
lo que no se sabe, lo que no está en relación con el yo, como centro del campo de conciencia.
Jung distinguió dos tipos de inconsciente: el “inconsciente personal” que tiene que ver con todo lo desconocido del mundo
interno. Todo lo que se sabe, se percibe, alguna vez fue consciente, pero no está presente en la conciencia. Represiones de
representaciones e impresiones penosas. Y el “inconsciente colectivo” que hace referencia a aquellas propiedades no adquiridas
individualmente, sino heredadas como instintos y arquetipos, que se siguen sin una motivación consciente, que resultan de una
necesidad y están en el inconsciente.
El “yo” es aspecto de la psique que sólo está al corriente de nuestras preocupaciones conscientes. La “persona” es la envoltura
del yo, el responsable de anunciar a nuestros semejantes cómo deseamos que nos vean y como queremos que reaccionen ante
nosotros. Es común que las cualidades que se perciben como indeseables, inaceptables o censurables se repriman u oculten.
La “sombra” son las inclinaciones reprimidas que acaban formando una especie de subpersonalidad que Jung denominó sombra.
Posee cualidades opuestas a las que se manifiestan en la persona. Aun cuando inconsciente la sombra no deja de existir:
permanece dinámicamente activa. La asimilación de la sombra es un paso decisivo hacia la individuación. Persona y sombra se
complementan y se contraponen.
Por último, la “individuación” es la razón de ser del sí mismo; se prolonga durante toda la vida. Su propósito intrínseco es
alcanzar la autorrealización más completa del sí mismo en la psique y en el mundo. Es el proceso por el que se produce un
individuo psicológico: una unidad independiente e indivisible, un todo. Este proceso tiene dos grandes fases: la de la expansión
en la primera mitad de la vida y la de la introversión en la segunda.
Como podemos ver, la psique es supremamente compleja y misteriosa, también es un campo metaproblemático, nosotros que
nos preguntamos por el inconsciente, por el yo, la sombra, etc, somos inconsciente, yo, sombra. Siempre tendremos aspectos,
situaciones de la cuales no podremos dar cuenta totalmente, no poseemos la psique, más bien la psique nos revela una
complejidad y una sabiduría de la cual tenemos mucho que aprender.
La sexualidad y afectividad se están moviendo en el psiquismo y gran parte de lo que se mueve es inconsciente, o sea, que va
más allá de nuestra voluntad e intención y por eso es tan importante trabajarse, de tal forma que vayamos posibilitando el
proceso de individuación que es lo que más nos humaniza, nos hace sujetos y sujetos trascendentes.
Sexualidad y afectividad son procesos que se expresan a través de diversos lenguajes psíquicos: las ideas, los pensamientos, las
emociones, los sueños, el lenguaje, los símbolos, los imaginarios, las actitudes, las decisiones, las acciones. Y es en el ámbito de
la familia en la que en primera instancia vamos aprehendiendo y aprendiendo a vivir la afectividad y la sexualidad. Es a través de
las relaciones, de los vínculos emocionales que vamos construyendo estos procesos en nuestra historia de vida. Obviamente,
enmarcado en el contexto cultural y su diversidad de medios comunicativos y educativos.
c) Espiritualidad
Para entender la espiritualidad también nos tenemos que remitir a la constitución óntica del ser humano91. Una tendencia es el
“ser finito”, que implica mortalidad. Es una tendencia hacia adentro, a defenderse o replegarse hacia a sí mismo. Se apoya y se
protege en su finitud. Dejarse llevar por los propios intereses. La otra tendencia es el “ser infinito” que implica trascendencia. Es

90
A. STEVENS,. Jung o la Búsqueda de la Identidad. Madrid: Editorial Debate, 1994
91
Tomado del curso: Una Antropología según la teología de Pablo. P Gustavo Baena S.J. 2003. Pontificia Universidad Javeriana.
una tendencia hacia fuera: a la generosidad, al respeto por el otro, a dar la vida por el otro. La realidad de Dios mismo. Ser
creado por el acontecer de Dios en la creación.El ser humano es un ser finito orientado hacia el infinito; pero esto implica una
opción permanente de cada quien. Es la tarea de estarnos construyendo como personas continuamente. Y para hacer una
lectura de la sexualidad y la afectividad, es muy importante tener la claridad de nuestra existencia dinámica en estas dos
tendencias que nos permiten entender muchas inquietudes, situaciones, acciones cotidianas ya sea en el sentido de volcarnos a
nuestras necesidades e intereses o hacia la entrega, aporte y servicio a los otros y así mismo darle sentido y sentido
trascendente a las vivencias de la sexualidad y afectividad.
Pensar en sexualidad y afectividad a la luz de la espiritualidad – y también de la corporeidad y psiquismo - implica tener en
cuenta la consolidación del referente tanto masculino como femenino y su incidencia en la construcción de la relación con Dios;
la construcción de la capacidad de amarse a sí mismo, de amar al otro/a y de amar a Dios; la construcción de la capacidad de
entrega, de servicio al otro/a; la identificación y construcción de la misión espiritual; la conciencia de la dimensión divina,
espiritual en el/la otro/a.
Corporeidad, psique y espiritualidad son tres dimensiones constitutivas del ser humano y ligadas de tal manera que el pensar,
experienciar una implica necesariamente a las otras, he intentado hablar de cada una por separado pero en realidad están
íntimamente implicadas: dejar alguna por fuera sería mutilar parte de nuestra esencia, de nuestra constitución como seres
humanos.
A partir de esta antropología es fundamental plantear tres interrogantes fundamentales:¿qué implica asumir las consecuencias
de la encarnación?, ¿qué implica asumir las consecuencias de la existencia del inconsciente?, ¿qué implica asumir las
consecuencias de nuestra esencia trascendente?
Lo más sano y lo más enriquecedor para nuestro crecimiento y realización humana es dejar habitar, dejar existir, dejar hablar y
escuchar estas tres dimensiones para poderlas reconocer, valorar y desarrollar. Es la invitación a integrar las polaridades
dialécticamente: finitudinfinitud, consciente-inconsciente, naturaleza-cultura.
Una vez planteada la concepción de ser humano, tenemos el terreno propicio para hablar de sexualidad y afectividad. Sobre el
soporte de la ontología dimensional: corporeidad, psique y espíritu en el contexto cultural y en el terreno relacional; veamos
estos fenómenos.
4.2.-La afectividad
El inicio de la vida es eminentemente corporal92 y por lo tanto la interacción con el medio es puramente corporal. El niño carece
de organización de la personalidad, su psique apenas se está comenzando a construir. Por otro lado, somos seres
eminentemente relacionales, al nacer el ser humano es totalmente dependiente y la relación madre-hijo es el germen de todo
desarrollo ulterior de relaciones sociales. La satisfacción de las necesidades del bebé es fundamental para la vida y para la
construcción del amor. Para el bebé satisfacción es sinónimo de bienestar. Aquí hay una connotación de placer muy importante:
la satisfacción de las necesidades del bebé genera bienestar, genera el placer de vivir, el bebé lo leerá como amor y habrá un
fondo para construir la fe y la esperanza en la vida.
Estas sensaciones van quedando registradas en la memoria corporal a nivel de sistemas circulatorio, respiratorio, nervioso,
linfático, muscular, etc. Es el germen de la construcción psíquica que se irá realizando paulatinamente.
El afecto inicia para el niño sin lenguaje y sin pensamiento. La vinculación afectiva es la que va formando la psiquis y la
personalidad. El desarrollo depende del clima afectivo y del afecto acumulativo de experiencias, estímulos y respuestas
constantemente repetidas.
Los procesos, percepciones e interacciones afectivas preceden a cualquier otra función que posteriormente habrá de
desarrollarse sobre las bases creadas por los intercambios afectivos. Las relaciones afectivas entre madre e hijo abren el camino
a cualquier otro desarrollo durante el primer año de vida.
Durante los tres primeros meses de vida las experiencias del niño se limitan al afecto. La actitud afectiva de la madre es la que
sirve de orientación al lactante. Hay toda una gama de sentimientos, respuestas y comportamientos afectivos en cada madre y
de respuestas en cada hijo lo que va configurando una muy concreta interacción a través de la cual se va construyendo la
historia afectiva.
El afecto representado en la interpretación y satisfacción que hace la madre de las necesidades del niño a través del cuerpo y del
contacto corporal es la base para la construcción psíquica del individuo. El yo psíquico93 se forma a partir del yo corporal y el yo
corporal se construye a través del contacto, del soporte, del movimiento, de las caricias, del calor, de la contención. Es la base
para la construcción de la afectividad, de la identidad, de la personalidad, de las relaciones interpersonales posteriores.
Luego en cada etapa del desarrollo siguen las tareas de construcción y desarrollo de la afectividad. La madurez afectiva se irá
construyendo a través de la satisfacción de las necesidades emocionales de cada etapa vital. Es posible seguir avanzando en la
vida a través de las etapas posteriores con vacíos y baches afectivos, causa de problemas psicológicos, relacionales y a todo
nivel.
La afectividad es el aspecto nutricio, que nos acoge, nos reconoce en cuanto seres humanos; se da en las relaciones, es decir, el
afecto pasa necesariamente por la construcción de un vínculo; es la primera condición para que se realicen los demás
desarrollos, es el piso sobre el cual nos vamos construyendo como seres humanos, sobre el que se construye nuestro aparato
psíquico, nuestra corporeidad, nuestra espiritualidad.
Otro aspecto de la afectividad son las emociones como tal. Las emociones94 son disposiciones corporales que nos llevan a la
acción. En otras palabras, detrás de cada acción hay una emoción, sin emoción no actuamos. Y es la emoción con que se realiza

92
R. SPITZ, El Primer Año de Vida del Niño. Madrid: Aguilar Ediciones., 1999
93
E. PORRES, Tócame Mamá: Amor, Tacto y Nacimiento Sensorial. Madrid: Editorial EDAF, 1995
94
H. MATURANA, El Sentido de lo Humano. Chile: Dolmen Ediciones, 1996
o se recibe un movimiento la que lo hace una caricia o una agresión. Si negamos las emociones negamos nuestro ser y si
negamos nuestro ser nos deshumanizamos. Antes que negar o rechazar las emociones necesitamos reconocerlas para poderlas
encauzar de manera constructiva. Además el problema no son las emociones sino lo que ellas hacen de nosotros y lo que
nosotros hacemos con ellas. Las emociones además están siempre ligadas a otro: sentimos algo en relación a alguien o a algo. La
afectividad es eminentemente relacional.
La afectividad implica también nuestras necesidades emocionales como intimidad, comunicación, ternura, reconocimiento,
confianza, seguridad lo que incide en nuestra construcción como seres humanos, en la construcción de nuestra identidad –
construcción de nuestra subjetividad – y en la forma en como nos relacionamos con nosotros mismos y con los otros, es decir,
en nuestra intersubjetividad.
Hay una amplia gama de sentimientos afectuosos que generan bienestar y deseo de cercanía. Dentro de esta gama encontramos
los elementos eróticos del afecto que pueden ser secundarios o dominantes; secundarios en la amistad y dominantes en el amor
sexual95.
La mayoría de aspectos esenciales de la afectividad y sexualidad los niños y niñas los aprenden de sus padres en fases muy
tempranas de la vida y predominantemente de una manera inconsciente y con el cuerpo. Los niños y niñas aprenden de sus
padres a tener el mismo tipo de emociones, a expresar de determinada manera las emociones, la lógica de las relaciones de
pareja.
La afectividad está anclada en nuestra corporeidad, la cual lleva impresa toda la historia de nuestros intercambios afectivos.
Nuestra psique se desarrolla y genera a partir de los procesos y vínculos afectivos que generamos desde la gestación, y la
esencia de la espiritualidad es la construcción, vivencia y desarrollo del amor, de relaciones amorosas.
4.3.- El sexo y la sexualidad
Se hace necesaria una primera distinción entre sexo y sexualidad. El sexo y la sexualidad tienen relación entre sí pero no
significan lo mismo. El sexo tiene su punto de partida en la naturaleza, en lo animal (somos mamíferos, crecemos en un íntimo
contacto corporal y alimenticio con la madre y tenemos necesidad de estrecho contacto corporal con otros por lo menos en
algunos momentos de la vida. Gran parte de nuestro sufrimiento se relaciona con la denigración y negación de nuestra
animalidad; negación grave pues nos impide comprender la naturaleza de nuestra humanidad) 43. La sexualidad pasa por lo
cultural, por lo simbólico, por lo humano. Es una realidad más amplia que el sexo y lo incluye. Es la construcción de sentido que
se hace acerca de lo sexual.
El sexo hace referencia a la generación de la vida, a la reproducción de los seres y de las especies, a través de los caracteres
biológicos y hereditarios como los genes, los cromosomas, los gametos, los órganos y los sistemas sexuales. El sexo determina la
vida, la individualidad de cada ser como hembra o como macho, originando la diferenciación sexual. La individualidad y por lo
tanto la diferenciación sexual se constituyen a partir del momento en que se inicia el desarrollo embriológico.
En la reproducción sexual, los dos sexos dan lugar a los dos géneros, el femenino y el masculino, los cuales quedan establecidos
con los caracteres sexuales secundarios. Lo que define a la reproducción sexual es que sólo a partir de dos organismos
diferentes, de la conjugación de las características del macho y de la hembra es que se constituye un nuevo organismo.
La identidad de cada persona se constituye a partir de la diferenciación, es decir, del hecho de que un individuo se diferencia de
todos los otros; sólo se puede afirmar diferenciándose del resto. A partir de la existencia de seres sexuados, el “sexo” hace
referencia también a los actos y conductas que involucran a los sistemas sexuales.
La sexualidad es el significado que cada persona le va dando a todos los aspectos relacionados con el sexo a través de
sensaciones y percepciones corporales en primera instancia durante la niñez, y del pensamiento y del lenguaje a medida que
estos se van desarrollando.
El hombre y la mujer, por el hecho de poder pensar y hablar, vivencian y expresan todo lo referente al sexo de forma diferente a
los animales. Ser hombre y ser mujer va más allá de una determinación genética y genital. No es lo mismo hablar de macho y
hembra que de hombre y de mujer.
Por el hecho de ser eminentemente humana y simbólica, la sexualidad es más compleja de lo que imaginamos y tiene un
carácter de misterio. Desde una perspectiva sistémica, la sexualidad es una dimensión constituyente del ser humano que
anclada a nivel corpóreo, psíquico y espiritual tiene cuatro componentes (holones)96 íntimamente ligados. Estos son: género,
vinculaciones afectivas, reproductividad y erotismo.
El género se construye a partir de las manifestaciones anatómicas y construcciones psíquicas y culturales respecto a la
pertenencia a lo femenino o lo masculino teniendo en cuenta todo el rango de diferencias entre el uno y el otro. El carácter
intersubjetivo del ser humano y de la corporeidad encuentra una expresión específica en el hecho de que el ser humano existe
como hombre y como mujer lo que revela profundas posibilidades interpersonales 97. El género marca la forma de ser, hacer e
interactuar en el mundo. Desde otra perspectiva más amplia, cada individuo lleva dentro de sí elementos tanto masculinos
como femeninos. Lo femenino y lo masculino son polaridades complementarias que a través de la experiencia existencial van
más allá de las clasificaciones y connotaciones conceptuales. He aquí una condición existencial de la sexualidad: existimos a
través de una identidad de género a través de la cual somos y nos relacionamos, identidad construida a partir de elementos
biológicos, psicológicos, culturales.

95
A. Lowen, La Experiencia del Placer. Capítulo 8. Barcelona: Ediciones Piados, 1994. 43 H. Maturana,
El Sentido de lo Humano. Chile: Dolmen Ediciones, 1996.
96
E. Rubio, Visión Panorámica de la Sexualidad Humana. Medellín, 1996.
97
J. Gevaert, El Problema del Hombre. Capítulo 2: La Existencia Corpórea del Hombre. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1976.
La vinculación afectiva es otra condición existencial de la sexualidad de la cual ya hemos hecho referencia ampliamente. Resalto
el hecho de que la afectividad es eminentemente relacional y elemento nutricio desde el punto de vista psicológico y existencial.
La presencia del afecto ha constituido una manera de garantizar el cuidado y desarrollo de los seres humanos. Y somos seres
afectivos desde una condición e identidad de género.
La reproductividad o fecundidad hace referencia a la potencialidad de reproducirnos como seres humanos y de ejercer las
funciones de maternidad y paternidad. En otras palabras, es la posibilidad de generar vida en el sentido tanto concreto como
simbólico. No se limita únicamente al hecho de tener biológicamente hijos y asumir las funciones materna y paterna, implica la
creación de vida en las relaciones intersubjetivas y en las acciones humanizantes. La manera de expresar la reproductividad o
fecundidad necesariamente pasa por la condición e identidad de género e intersubjetividad o vinculaciones afectivas.
El erotismo o la sensualidad tiene que ver con los procesos fisiológicos, psicológicos y culturales relacionados con el deseo.
Freud98 designó el concepto de eros como el conjunto de pulsiones de vida, oponiéndolo a las pulsiones de muerte. También se
le ha designado como la energía centrada en el cuerpo y canalizada a través del anhelo y deseo, esencial para nuestro bienestar,
fuente del poder personal y creativo, esencial para la creatividad99. Eros también proviene del mito griego, que como Dios del
Amor une e implica unión sexual, amorosa entre dos seres, unión con el origen de la vida, conexión con el cosmos, completud,
totalidad100. Desde otra perspectiva, el erotismo se articula en torno a dos movimientos opuestos: la búsqueda de la continuidad
de los seres humanos, búsqueda de la permanencia más allá de un momento fugaz y el carácter mortal de los individuos, su
imposibilidad de superar la muerte, lo que sitúa al ser humano en la dialéctica de dos polaridades: la completud, perfección y la
debilidad, fragilidad, incompletud101. El erotismo y la sensualidad van mucho más allá de la respuesta sexual humana, de los
procesos de deseo, excitación y orgasmo; es una expresión humana ligada a la condición existencial finita e infinita, de
completud e incompletud, de vida y de muerte. También representa una fuerza vital y creativa del ser humano que se expresa a
través del género, de las vinculaciones afectivas y de la reproductividad o fecundidad.
Concebir la sexualidad desde esta complejidad humana nos abre un horizonte de sentido y de resignificación de visiones
parciales y fragmentadas, de reducciones. Vista así la sexualidad implica un potente y fecundo campo de crecimiento humano y
de dignificación de la existencia.
Una vez revisada la concepción de sexualidad, retomemos la relación entre sexualidad y afectividad.
4.4.- Sexualidad y afectividad
La sexualidad y la afectividad son dos condiciones existenciales, evolutivas e integradoras de la persona humana corpórea,
psíquica y espiritual. Separar el sexo del yo, del afecto, utilizar el cuerpo como instrumento de placer es menoscabar la condición
de persona102, darle estatuto de objeto y objetivizar las relaciones interpersonales. Esta es la lógica de los dos extremos del
péndulo que mencionaba inicialmente.
Si la afectividad desde el inicio de la vida es la base de los posteriores desarrollos, estos se verán afectados en la medida en que
el desarrollo afectivo se vea interrumpido, abandonado, maltratado. Cuando no hay una afectividad sólida y apropiada los
desarrollos espiritual y psicosexual – además de todos los demás - quedarán marcados negativamente.
La pulsión es un concepto límite entre lo psíquico y lo somático, es un proceso dinámico en el cual una carga energética que
tiene una fuente en una excitación corporal (estado de tensión) tiende a un fin que es suprimir el estado de tensión a través de
un objeto. Los seres humanos tenemos diversas pulsiones: agresiva, de apoderamiento, destructiva, parcial, sexual, de
autoconservación, de muerte, de vida, del yo.
La libido sería el aspecto psíquico de la pulsión sexual y tiene relación con todo aquello que puede designarse con la palabra
amor. Jung la concebía como una energía psíquica en general presente en todo lo que es “tendencia a”.
La catexis sería la suma de excitación, de energía psíquica que se une a una representación, grupo de representaciones, a una
parte del cuerpo, a un objeto, persona, etc. Y tiene un valor afectivo.
A nivel psíquico y corpóreo las fuerzas afectivas y sexuales están integradas. En los procesos de maduración, de desarrollo, de
socialización el ser humano queda bajo múltiples influencias que le irán dando determinados elementos para situar estas dos
realidades en su vida. Cada cultura va dando pautas de regulación de la sexualidad y la afectividad. Y es aquí donde tenemos que
hilar más fino, pues nos remite a las acciones formativas y educativas en torno a lo sexual y lo afectivo.
Plantearía tres elementos de reflexión:
Uno es el tema de la fragmentación, escisión de nuestra esencia constitutiva: tiene que ver con la simbología del péndulo que
planteaba desde el inicio. Implica el hecho de descalificar, negar, denigrar aspectos constitutivos de la persona en cuanto
humana y espiritual. Hasta que punto un pensamiento, una actitud, una acción a nivel de lo afectivo o de lo sexual refleja dicha
fragmentación o escisión. La concepción de sexualidad, afectividad y relación entre ambas puede verse disminuida en la medida
en que la antropología que manejemos esté fragmentada, disociada, escindida.
El otro es el tema de los límites. Límites en cuanto protectores y contenedores de nuestra esencia constitutiva y de nuestro
desarrollo y estructuración psíquica. Limites en las relaciones intersubjetivas y en la regulación de la convivencia. Por ejemplo,
hacia los 6 años que se comienzan a construir los diques psíquicos, vamos haciendo algunas separaciones: por ejemplo de los
padres, del padre del sexo opuesto, y es un límite, un corte, un duelo que tenemos que hacer, tiene que ver con la ley del
incesto. Es un punto decisivo en términos de cómo manejaremos la sexualidad y la afectividad de ahí en adelante. La

98
J.B. Pontalis, Diccionario de Psicoanálisis. Barcelona: Editorial Labor, 1981.
99
N. B., Longfellow S, La Sexualidad y lo Sagrado. Bilbao: Editorial Desclée de Brouwer, 1996.
100
L. Castello Branco, O que é erotismo. Brasil: Editora Brasiliense, 1984.
101
G. B, El Erotismo. Barcelona: Tusquets Editores, 2002.
102
Aisenson Kogan, Cuerpo y Persona. México: Fondo de Cultura Económica, 1981.
identificación, construcción y manejo de los límites en las relaciones intersubjetivas son procesos necesarios para una vivencia
sana y constructiva de la sexualidad y afectividad.
El tercer elemento es el discernimiento. Uno de los problemas en el manejo de las relaciones entre sexualidad y afectividad es el
de la confusión. A menor conocimiento (trabajo exterior e interior) de las ciencias, de la experiencia personal y de la realidad de
Dios mismo, mayores probabilidades de confusión, de vivencias destructivas. Por ejemplo, un problema actual es la creencia que
el sexo satisface las necesidades emocionales y en las relaciones intersubjetivas no se construye un piso afectivo sólido sobre el
cual de desarrolle y exprese lo sexual lo que trae como consecuencia vacío, ruptura, sufrimiento.
Nuestra existencia humana es un sistema en el que todo está en conexión, lo que pasa en una parte influye en otras, donde hay
un desequilibrio, se generan compensaciones. Negar o dignificar el cuerpo es negar o dignificar el psiquismo y la espiritualidad,
negar o dignificar el psiquismo es negar o dignificar la corporeidad y la espiritualidad, negar o dignificar la espiritualidad es negar
o dignificar el cuerpo y el psiquismo.
III. ÉTICA DE LA SEXUALIDAD
1.- PLANTEAMIENTOS PARA UNA REFLEXIÓN ÉTICA
1.1.- Un punto de partida: la realización del proyecto ético
La conducta que el hombre acepta en su vida constituye como una respuesta adecuada al proyecto que cada uno ha hecho de su
propia existencia. Se vive con un estilo característico o de una forma determinada, porque así se consigue la meta propuesta. El
camino que nos lleva hacia ese ideal exige un comportamiento concreto. La ética no es nada más que un itinerario en nuestra
aventura humana para obtener lo que parece digno y deseable103.
Este mismo sentido, que buscamos darle al conjunto de nuestra existencia, hay que irlo descubriendo también en cada Una de
nuestras actividades personales. Se trata de encontrar ahora el significado y destino de la sexualidad, en coherencia con el
proyecto ético, que oriente nuestra conducta y ayude a la realización del hombre como persona en esta dimensión específica de
nuestro ser. En función de este esquema más concreto y determinado —cuál es la función del sexo como realidad humana—
podremos deducir aquellos valores éticos fundamentales que humanizan la conducta sexual. Cualquier comportamiento que no
respete estas exigencias básicas o impida su realización habrá que catalogarlo como negativo y deshumanizante.
Ya insistimos anteriormente en la dificultad que encierra el descubrimiento de los valores éticos, cuando se pretende aplicar los
principios más evidentes y universales a las múltiples situaciones de la vida real. Saber lo que es mejor para el hombre no se
realiza sin un diálogo abierto y sincero con todas las ciencias y bajo la influencia de una determinada óptica cultural, que
explican su carácter histórico y evolutivo. Por eso, la historia de las Costumbres sexuales revela una variedad impresionante de
éticas, de acuerdo con el sentido otorgado a la sexualidad. Conductas perfectamente coherentes —tal y corno aparecen en los
diferentes códigos morales y sin tener en cuenta las transgresiones que siempre han existido— con el grado de conocimientos
científicos y la cultura latente en cada época histórica o en las diversas áreas geográficas104
1.2.- Paradoja y ambivalencia de la sexualidad: explicación de una doble actitud
La concretización de estos valores, sin embargo, reviste una dificultad especial. La sexualidad se ha vivido siempre, a lo largo de
la historia, en un clima de enigma y de misterio y como una realidad asombrosa y fascinante que ha provocado con mucha
frecuencia una doble actitud paradójica. Produce instintivamente una dosis de miedo, recelo y sospecha, y despierta, al mismo
tiempo, la curiosidad, el deseo, la ilusión de un acercamiento. Es un hecho fácilmente constatable en la psicología de cada
persona, donde aparece, si no se ha reprimido ningún elemento, esta tensión contradictoria. Se busca, se desea e
incomprensiblemente se teme y se rechaza. Si el hombre nunca puede acercarse a la realidad de una manera fría y aséptica,
mucho menos podrá hacerlo cuando se enfrenta con el fenómeno sexual. Se trata de una esfera cargada de riqueza simbólica y
emotiva y existe el peligro de eliminar alguna de estas dimensiones para estudiarlas sólo desde una perspectiva aislada.
Es lo que ha sucedido con mucha frecuencia en la historia, cuando se ha intentado comprender su naturaleza insistiendo con
exclusividad en el aspecto negativo y misterioso o, por el contrario, subrayando únicamente su carácter atractivo y placentero.
Desde la antigüedad esta doble postura se ha ido entretejiendo de manera casi continua en todos los tiempos, y explica el
deslizamiento operado tanto hacia un rigorismo absoluto como hacia una concepción egoísta y demasiado ingenua. Son dos
visiones extremistas y radicales, que impiden un análisis totalitario y objetivo, al caer en un puritanismo que fomenta la
turbación, el silencio, la preocupación, o en un naturalismo biológico que se toma la revancha con un exceso de morbosidad.
1.3.- Tabú, miedo y rigorismo
El sexo, en primer lugar, ha sido un terreno abonado para la génesis y el crecimiento de muchos tabúes105. Cuando una zona
resulta arriesgada y peligrosa por su aspecto misterioso, se levanta de inmediato una barrera a su alrededor que impide el
simple acercamiento. Es como una frontera que conserva en su interior algo cuyo contacto mancha, cuya violación, aunque
involuntaria, produce una sanción automática. Las costumbres más antiguas de todos los pueblos testimonian este carácter de
la sexualidad. Determinados fenómenos biológicos y naturales exigen una serie de ritos y purificaciones. La abstinencia sexual es
obligatoria en algunas épocas especiales, como durante el período de guerra o de siembra. Ante el asombro que revela lo
desconocido, se intenta evitar cualquier contagio y huir lo más posible de lo que se vivencia como un peligro inconcebible. Es
una actitud de alejamiento respetuoso frente al miedo que brota de un misterio inexplicable.
El rigorismo de la antigüedad en torno a estos temas fue impresionante. La distinción clásica entre el logos (la razón) y el alogon
(lo irracional) adquirió una importancia extraordinaria. Para la filosofía estoica lo fundamental consistía en vivir de acuerdo con
las exigencias de la razón humana, mientras que el placer y los deseos corporales se convierten en los enemigos básicos de ese
ideal. La virtud aparece como una lucha constante para evitar todo tipo de placeres. Su moral se centraba en un esfuerzo
heroico y continuado para eliminar las pasiones y liberar al hombre de sus fuerzas anárquicas e instintivas hasta conducirlo a
una apatía (falta de pasión) lo más completa y absoluta posible. La sentencia de Séneca: “La temperancia nunca busca el placer
por sí mismo”, o la máxima atribuida a los pitagóricos: “No hagas nada por mera delectación” son bien expresivas del clima
rigorista en los mismos ambientes paganos.
1.4.- Una mentalidad de fondo: la desconfianza hacia lo corporal
Lo más opuesto a la dignidad humana era el obnubilamiento de la razón que se opera en el placer sexual. Esta lucidez intelectual
se mantenía como norma suprema por otras corrientes de pensamiento. Por eso el acto matrimonial, donde el hombre renuncia

103
Cf. E. López Azpitarte, Fundamentación de la ética cristiana (cap. III), en Praxis cristiana, 1. Fundamentación, donde expusimos
la urgencia y necesidad de este proyecto ético.
104
Pueden verse algunas anotaciones históricas en J. J. López Ibor Y otros, El libro de la vida sexual, Danae, Barcelona 1968, 33-
98. Una breve síntesis de la ética sexual cristiana en M. Vidal. Moral de actitudes, II, Perpetuo Socorro, Madrid 19794, 308-345.
105
El tabú se opone a noa (lo que es vulgar y ordinario) y significa que determinados objetos no pueden ser utilizados con
normalidad, sin una serie de precauciones. Quedan elevados a un rango superior, sagrado, y encierran por ello una amenaza para el
que los utilice indiscriminadamente.
precisamente a esta primacía de la razón, es algo indigno y animalesco. El mismo nombre de pequeña epilepsia, como era
considerado por la ciencia médica de entonces, supone ya un atentado contra la condición básica del ser humano106. El espíritu
tiene que avergonzarse de todo lo que diga relación con el instinto.
Las tendencias maniqueas añaden un nuevo aspecto pesimista en esta atmósfera cargada de sospechas y desconfianzas. El
cuerpo y la materia han sido creados por el reino de las tinieblas y se han convertido en la cárcel y tumba del alma, que de esa
forma queda prisionera y sometida a las exigencias de la carne. De nuevo el cuerpo aparecía como el lugar sombrío, como la
fuente del mal, como la caverna del pecado. Su ética será también un intento por evitar el contacto con la materia, que mancha,
culpabiliza y rebaja el espíritu a una condición brutal.
El esfuerzo, como una lógica consecuencia, estaba orientado hacia la liberación progresiva de esta prisión para el conocimiento
limpio de la verdad y de la belleza eterna. La muerte aparece en el horizonte —recuérdese el Fedón de Sócrates— como el
momento cumbre de conseguir la libertad. Las rejas y mazmorras de los sentidos dejan paso al alma, liberada ya de sus bajas
pasiones y sin obstáculos para la contemplación.
De ahí toda la corriente ascética y rigorista que se manifestaba en las máximas y consejos de aquellos autores. El matrimonio era
una opción prohibida para los verdaderos elegidos y si se toleraba para aquellos que no pudieran contenerse, era con la
condición de no procrear a fin de que no se multiplicaran las esclavitudes del alma en el cuerpo. Podría elaborarse un amplio
florilegio de frases y sentencias, donde la hostilidad hacia la materia, el alejamiento de la mujer, la malicia de la procreación, la
pecaminosidad del acto sexual, el desprecio del matrimonio, el odio a la carne constituirían una monótona repetición, mientras
se defendía, por el contrario, las excelencias de la continencia y virginidad.
Esta corriente negativa seguirá teniendo otras múltiples traducciones históricas. Los gnósticos de los primeros tiempos y las
tendencias maniqueas y estoicas en el ambiente greco-romano tendrán su prolongación posterior en los cataros de la edad
media, en los alumbrados y místicos del renacimiento y en las exageraciones más recientes del jansenismo. Todos ellos no son
sino brotes acentuados, entre otros varios, de una ideología oculta y permanente en el espíritu humano que comparte, en este
terreno, la misma mentalidad de fondo: una desconfianza, lejanía y miedo frente a todo lo relacionado con el cuerpo, el placer,
la sexualidad, el matrimonio, aunque las razones que han conducido hasta, este desprecio hayan sido muy diferentes.
“Bajo el influjo de ideas platónicas, el cuerpo fue considerado a lo largo de muchos siglos como algo inferior al alma. Por tanto,
la mejor postura vital consistía en liberarse de lo corporal con sus necesidades y tendencias, y aspirar a la pureza espiritual de la
vida del alma retirada del mundo; su influjo se extendió a la moral del amor, a la educación, a la reflexión filosófica del hombre,
a las ideas sobre el bien y el mal, a los conceptos teológicos y otras muchas cosas similares” 107.
1.5.- En busca de la reconciliación: el nacimiento de nuevos mitos
Pero, por otra parte, la sexualidad aparece como atractiva y tentadora, y siempre se ha encontrado el camino para lograr con
ella una plena reconciliación, que supere el ambiente de misterio y sospecha de la postura anterior. De una o de otra manera se
ha buscado sacralizar su existencia para que el hombre la viva sin miedo, como una realidad benéfica o positiva. Es la función
que han tenido los mitos de todos los tiempos. Si el tabú asusta y aleja, el mito hace del sexo una realidad sagrada con la que es
necesario llegar a encontrarse y vivir en perfecta armonía.
El mito relata siempre una historia sagrada que tuvo lugar en la aurora de los tiempos. Algo que los dioses realizaron como un
acontecimiento primordial. Es un mundo de arquetipos, cuyas imitaciones quedan reflejadas en la naturaleza y sociedad
humana. Así, la sexualidad encuentra también un modelo en el mundo de los dioses, donde la fecundidad, el amor y el
matrimonio son funciones sagradas. La encarnación de estas realidades se manifiesta no sólo en los fenómenos de la naturaleza,
como la siembra, sino en los gestos humanos y acciones rituales que imitan los comportamientos divinos. El hombre se asocia a
lo sagrado con esta imitación y el hecho profano se consagra de esta manera. De ahí el sentido religioso que se descubre incluso
en las orgías y en la prostitución sagrada. Vincularse con estos ritos no es una profanación religiosa, sino un pretendido
encuentro con la misma divinidad108.
Aunque con tonalidades bastante diferentes, el hedonismo ha hecho del placer el fin último de todas las acciones, como regla y
norma de la misma moralidad109. Desde los postulados clásicos de Epicuro hasta los discursos más recientes de la llamada
revolución sexual, se ha repetido la misma cantinela, aunque ahora con una letra distinta. El reconocimiento del placer como un
fenómeno que puede abrazarse sin ningún temor por su bondad innata; el derecho a seguir las apetencias biológicas y naturales,
a las que no se puede renunciar sin caer en la represión; la exaltación del gozo sexual como fuente de bienestar y alegría; la
denuncia y aniquilamiento de todo obstáculo que impida la búsqueda de cualquier satisfacción; la libertad en la utilización del
propio cuerpo sin ninguna cortapisa se proclama como un nuevo mensaje de salvación.
La ruptura con la mentalidad anterior es completa y en muchos alcanza ya un extremismo radicalizado. Las afirmaciones de los
que se consideran en cabeza de este movimiento progresista son de una claridad impresionante:
“Un individuo y una colectividad tienen más libertad sexual, si dispone de más opciones posibles, entre un más espeso número
de actividades posibles. Llamaremos libre a aquella sociedad en la cual vengan aceptadas sin ninguna limitación la masturbación,

106
El mismo santo Tomás habla en esa línea: "... el hombre se vuelve bestial en la cópula, porque no puede moderar con la razón
el placer del coito y la fuerza de la concupiscencia", S.Th. I, 98,2 ad 3
107
F. P. Fiorenza-J. B. Metz, El hombre como unidad de cuerpo y alma, en MS, II, II, 665, nota 3. Un resumen de las influencias
que todas estas doctrinas tuvieron en el cristianismo en M. Vidal, Sexualidad y cristianismo: del conflicto a la reconciliación, en
“Concilium”, n. 109 (1975), 374-386
108
M. Eliade, Lo sagrado y lo profano, Guadarrama, Madrid 1967, especialmente el capítulo II.
109
Una síntesis de las diferentes posturas en J. Leclercq, Las grandes lineas de la filosofía moral, Gredos, Madrid 19603, 82-116.
los juegos sexuales entre adolescentes, el coito prematrimonial, la homosexualidad, todas las posturas del coito, así como todas
las otras formas de relación sexual diversa del coito. Se hablará de una libertad sexual reducida, si la elección es limitada”110.
W. Reich, símbolo para muchos de esta nueva revolución, trabajaba ya hace años, desde una perspectiva psicológica, por una
sociedad menos enfermiza y neurótica111. A la regulación del instinto por la moral oponía la “auto-regulación por la economía
sexual”. La primera “es en sí patológica y crea el caos mismo que ella pretende comprobar”. La esencia de la segunda “consiste
en el rechazo de toda norma o regla absoluta”. Su pensamiento se basa en la estructura del carácter humano, como coraza que
reprime y obstaculiza la pulsión sexual. El conflicto no se da desde dentro del psiquismo humano, como pretendía Freud, sino
entre el mundo exterior y la satisfacción de sus necesidades. El hombre normal es el que no encuentra ningún obstáculo y puede
dar salida tranquilamente a estas exigencias orgásticas, mientras que el neurótico se siente reprimido por la familia y la
sociedad. Lo único importante es liberarlo de su esclavitud y orientarlo hacia una actividad sexual completa.
Al recorrer sus páginas comprueba uno las consecuencias radicales de semejante postura. No hay que mantener la abstinencia
de ningún tipo, pues además de ser peligrosa y nociva a la salud, ella misma constituye un síntoma patológico 112. Nadie puede
reprobar el adulterio, la poligamia o la infidelidad en el amor, ya que ninguno pretendería reprochar a alguien el no querer llevar
durante años el mismo vestido o dejar de comer el mismo plato de siempre 11. Las mismas comunas han fracasado porque no se
ha conseguido todavía la aptitud a cambiar de relación durable sin dolor ni pena. Y es que la tesis fundamental sigue siendo para
todos la búsqueda del placer en todas sus posibilidades, sin ninguna limitación prohibitiva. “El amor es un féretro cuando sobre
él se funda una familia”113. En el fondo de esta concepción se encuentra también un claro y perfecto dualismo. Si antes se
despreciaba todo lo corpóreo y sexual como indigno del hombre para fomentar un espiritualismo descarnado, ahora se cae en
una visión puramente biológica y materialista, con olvido de la dimensión espiritual, como si el ser humano fuese un simple
mono desnudo114. Rigoristas y libertinos parten de una antropología común: la absoluta separación entre el psiquismo y la
corporalidad, entre el espíritu y la materia, entre lo racional y lo biológico. La única diferencia consiste en la valoración que se
otorga a cada uno de esos elementos. Lo que para unos tiene la primacía, no cuenta apenas para los otros. La opción entre
angelismo y zoología aparece como la única alternativa.
1.6.- La deshumanización moderna del sexo
Los mitos actuales han rebajado el sentido de la sexualidad hasta despojarla de todo contenido humano, como si fuera un limpie
fenómeno zoológico o una forma vulgar de entretenimiento y diversión. De esta manera se ha convertido en un hecho
insignificante, en una palabra vacía, en una expresión sin mensaje 115. Hoy más que nunca, la literatura de información sexual se
ha multiplicado y está al alcance de todos. No tenemos nada en contra de este conocimiento mayor que evite las ignorancias de
otros tiempos. Lo que resulta desolador es recorrer tantas páginas escritas en las que el sexo es pura anatomía, mera función
biológica. A este nivel, la sexualidad humana sería una copia exacta de la que aparece en el mundo de los animales. Un
mecanismo anónimo y despersonalizado, donde el psiquismo queda sustituido por la simple zoología.
Al romper su relación con la persona, el sexo se desliza insensiblemente hacia una mercancía de consumo. Todos somos
conscientes de la esclavitud profunda creada en la sociedad por estas exigencias artificiales. Lo único que interesa es abrir cada
vez más las apetencias para que el campo de las necesidades se amplíe con unos intereses muy concretizados y la sexualidad se
utilice constantemente con este fin lucrativo, como un objeto de compraventa. El mayor mérito de Marcuse ha sido sin duda la
denuncia de este chantaje socialmente admitido, del que la masa y el pueblo no puede hacerse consciente. El hombre
unidimensional es un perfecto robot al servicio de una sociedad que lo domina y le concede una pseudo-liberación, que le hace
sentirse libre116. Para caer en la cuenta de esta instrumentalización basta echar una mirada al fenómeno del erotismo y de la
pornografía tal y como se vive en muchos ambientes actuales.
Por este camino es natural que el sexo ya no se viva como un compromiso de la persona, sino más bien como una forma de
entretenimiento y diversión, como si se tratara de un juego infantil. Algunos sociólogos han contestado el hecho de que, en una
sociedad tan sexualizada, la prostitución ha disminuido en contra de lo que cabría pensar. Sin embargo, la explicación del
fenómeno resulta sencilla: el papel que antes representaba la prostituta lo desempeña ahora la compañera. La facilidad y
frecuencia de unas relaciones sexuales cambiantes disminuye la necesidad del prostíbulo117.
La consecuencia última de este liberalismo sexual es un sentimiento hondo de vacío y decepción. Cuando sólo resta el placer
instantáneo, el hastío amenaza al hombre, que no puede quedarse satisfecho con tales experiencias. Las olas de protesta que se
han levantado a veces en la misma juventud no tienen por qué tener un origen moralizante o religioso. Pueden interpretarse
como un cansancio psicológico que produce la saturación. Es el desencanto de una experiencia que ya resulta aburrida y

110
J. Van Ussel. La repressione sessuale, Bompiani, Milano 1971, 10.
111
Sobre su historia compleja y accidentada, E. Díez Araujo, Wilhem Reich, sexo y revolución, en “Verbo”, 17
(1978), 551-595
112
Ib., 172 y 175 11 Ib., 198.
113
N. Mailler, Il prigionero del sesso, Bompiani, Milano 1971, 130.
114
D. Morris. El mono desnudo, Plaza-Janés, Barcelona 1969.
115
P. Ricoeur, La maravilla, lo errático, el enigma en AA. VV., o. c. (n. 35), “El levantamiento de los entredichos sexuales ha
producido un curioso tinelo que la generación freudiana no había conocido, la pérdida del valor a causa de la facilidad: lo sexual
vuelto prójimo, disponible y reducido a una simple

117
G. Struck, Sexo y moralidad, en “Concilium”, n. 35 (1968), 316
frustrante, aunque se repite con obsesión como un intento de compensarse por el engaño sufrido. La sensación de que se ha ido
demasiado lejos no brota de los ambientes o ideologías puritanas118.
En el extremo de esta pendiente aparece la posibilidad de la misma perversión, como un escape para encontrar nuevos y
originales estímulos, cuando lo normal sólo provoca el aburrimiento. Parece un hecho comprobado que allí donde el
progresismo sexual ha dado mayores pasos y facilita las experiencias sexuales con toda naturalidad, el índice de
comportamientos anormales ha ido en aumento. Las estadísticas de los países así lo confirman 18. El hombre se esfuerza por
cuantificar sus experiencias, disminuyendo progresivamente el elemento normal y cualitativo.
2.- SIMBOLISMO DE LA SEXUALIDAD HUMANA
2.1.- Hacia una antropología unitaria
Todo intento de acercarse al hombre desde una óptica dualista se encuentra condenado al fracaso, por el peligro de caer en
cualquiera de los extremismos apuntados con anterioridad. El hombre aparece como ángel o como bestia según la dimensión
que se haya acentuado. La eliminación del sentido psicológico, trascendente de la materia, o el olvido de la condición encarnada
del espíritu, da al ser humano un carácter demasiado animal o excesivamente angélico. Y entre ese reduccionismo biológico e
idealismo ingenuo se desliza el hombre real y ordinario de cada día.
Una antropología con estos presupuestos está viciada desde .sus raíces para captar el sentido y la dignidad de la materia, del
cuerpo y de la sexualidad. Lo corpóreo constituye la parte sombría de la existencia, en la que el alma se siente prisionera y
condenada a vivir escondida como en su propia tumba. O las meras exigencias biológicas prevalecen de tal manera, que lo
humano ya no tiene cabida ni merece alguna consideración.
La materia y el espíritu —aunque entendido de formas diferentes— han sido siempre considerados como los principios
constitutivos del hombre. La mutua relación existente entre ambos, sin embargo, no se ha explicado de una misma manera. Sin
entrar ahora en el análisis de otras interpretaciones, quisiéramos insistir en la que nos parece más convincente y eficaz. Desde la
intuición clásica de santo Tomás sobre el alma como forma del cuerpo, hasta las más modernas reflexiones con sus variados
matices, se insiste en una tonalidad de fondo común, que se caracteriza por su oposición a toda clase de dualismo119.
Si hay algo que especifica a la persona humana es su unidad misteriosa y profunda. Es una totalidad que no está compuesta por
dos principios, como si se tratara de una simple combinación química de elementos para dar una nueva reacción. La teoría
hilemórfica — composición de materia y forma— ha podido inducir en ocasiones a una excesiva separación, sobre todo cuando
el pensamiento cristiano se traducía bajo los nombres de cuerpo y alma. Esta, como sustancia espiritual, era inmortal e
incorruptible, a pesar de su vinculación con la materia, destinada a desaparecer. El dualismo aparecía de nuevo con todas sus
lamentables consecuencias120. El espíritu humano tendría, entonces, un cuerpo en el que se injerta y permanece como algo
distinto de la simple materia. Sería como un ángel venido a menos, como una libertad encadenada, como una luz sumergida en
la opacidad. Sin embargo, su visión es mucho más unitaria y profunda de lo que aparece en estas expresiones de tipo platónico,
que resultaban populares por su esquematismo y sencillez.
2.2.- La sexualidad humana: un doble estilo de vida
La corporalidad aparece bajo una doble manifestación en el ser humano. El hombre y la mujer constituyen las dos únicas
maneras de vivir en el cuerpo, cada una con su estilo peculiar y con unas características básicas diferentes. Estas diferencias
sexuales no radican tampoco exclusivamente en una determinada anatomía. Sus raíces primeras tienen un fundamento
biológico en la diversidad de los cromosomas sexuales, que influyen en la formación de la glándula genital (sexo gonádico),
encargada de producir las hormonas correspondientes para la formación de los caracteres secundarios de cada sexo121122. Pero
por encima de ella encontramos también una tonalidad especial, que reviste a cada uno con una nota específica. El espíritu se
encarna en un cuerpo, que necesariamente tiene que ser masculino o femenino, y por esa permeabilidad absoluta de la que
antes hablábamos, el ser del hombre entero, desde sus estratos genéticos hasta las expresiones más anímicas, se siente transido
por una singular peculiaridad.
La sexualidad adquiere así un contenido mucho más extenso que en épocas anteriores, donde quedaba reducida al ámbito de lo
exclusivamente genital. Ella designa las características que determinan y condicionan nuestra forma de ser masculina o
femenina. Es una exigencia enraizada en lo más profundo de la persona humana. Sólo podemos vivir como hombres o como
mujeres. Y el diálogo que surge de la relación entre ambos no tiene ni puede tener el mismo signo que el mantenido con las
personas del propio sexo. En el primer caso existe un enfrentamiento recíproco, que no se da en el otro, como consecuencia de
la bisexualidad humana en todos los niveles. En este sentido, el simple hecho de nuestra existencia nos hace sexuados y
convierte nuestra comunicación en un encuentro sexual.
Negar esto supondría un error pedagógico lamentable, ya que nadie puede prescindir de esta dimensión. La meta educativa se
centra en que el niño llegue a vivir con plenitud su destino de hombre o de mujer. Dos vocaciones diferentes caracterizadas por
su personalidad y que matizan los demás componentes psicológicos, afectivos y espirituales de la persona. El hombre queda

118
J. Sarano, La sexualidad liberada, Marova, Madrid 1971 18 Cf. J. J. López
Ibor y otros, o. c. (n. 3), 150-151.
119
Cf. F. P. Fiorenza-J. B. Metz, El hombre como unidad de cuerpo y alma, en MS, II, II, 661-715. J. Gevaert, El problema del
hombre. Introducción a la antropología filosófica, Sigúeme, Salamanca 1978, 69-114.
120
Ver el interesante estudio de C. Tresmontant, El problema del alma, Herder, Barcelona 1974.
121
Una exposición más detallada de estos procesos en G. Santori, Compendio de sexología, Razón y Fe, Madrid
122
. R. Fenart, Significación biológica de la sexualidad en M. Gaudefroy y otros, Estudios de sexología, Herder, Barcelona 1999,
19-36. A. Fernández Cruz, La sexualidad femenina en su versión biológica, en "Arbor", 100 (1978), 307-314.
configurado de tal manera que la misma anatomía adquiere un significado trascendente, como atributo de unos rasgos
peculiares., La vinculación de este doble nivel bio-psíquico se hace patente en el lenguaje simbólico del psicoanálisis.
2.3.- Características de la genitalidad: diferencias fundamentales
La genitalidad, por el contrario, hace referencia a la base biológica y reproductora del sexo y al ejercicio, por tanto, de los
órganos adecuados para esta finalidad. A su esfera pertenecen todas aquellas actividades que mantienen una vinculación más o
menos cercana con la función sexual en su sentido estricto. Será siempre una forma concreta de vivir la relación sexual, pero no
la única ni tampoco la más frecuente y necesaria. Estas dos dimensiones de la misma persona se hallan a veces vinculadas,
aunque en otras muchas ocasiones no tenga por qué darse esa identificación.
Esta falta de claridad ha motivado muchas ambivalencias y equívocos, ya que la identificación de ambos conceptos tenía que
llevar necesariamente a consecuencias lamentables. La renuncia al ejercicio de la genitalidad implicaba un rechazo de todo lo
sexual, o la idea de que es necesaria una maduración, en este último campo, consideraba imprescindible la aceptación plena de
lo genital. Distinguir con mayor precisión estos aspectos supondría la posibilidad de obtener una evolución plena de nuestro ser
masculino o femenino, con todo lo que ello supone, sin penetrar en otro terreno, cuando, por las razones que sean, no se quiere
acceder. El diálogo sexuado no tiene por qué identificarse con el genital. La misma sexología ha insistido en esta clarificación:
“Se puede decir que en su aspecto esencial, es decir, en su aspecto psíquico, la sexualidad humana puede alcanzar un desarrollo
considerable, prescindiendo casi por completo de la colaboración del sistema genital”123.
Que hombre y mujer mantengan una relación psíquica no supone introducir ahora ningún otro elemento que haga referencia a
la genitalidad. Si no fuera así, tendríamos que negar por completo la existencia de cualquier amistad seria y verdadera o creer
que la única explicación válida tiene su origen en otras pulsiones. Es más, un síntoma de armonía e integración radica en el
hecho de mantener relaciones sexuales, sin que éstas despierten resonancias a otros niveles. Frente al otro sexo habría que
fomentar siempre una actitud equilibrada y realista. Lo que ha pasado con la imagen de la mujer es también un síntoma de este
confusionismo. Se ha hecho de ella un objeto de tentación o apetencia, como si fuera una amenaza peligrosa, o se ha idealizado
como una especie de virgen simbólica y protectora.
2.4.- La reciprocidad de los sexos: un fenómeno universal
La experiencia de todos los tiempos ha constatado un fenómeno universal: la llamada recíproca y mutua entre estas dos formas
de existir y comportarse. Hombre y mujer se sienten invitados a un diálogo humano, como si buscasen una complementación
ulterior que sólo puede alcanzare uno frente al otro. La explicación de este hecho la encontramos ya en el mito conocido de la
media naranja, tal y como Platón lo descubre en El banquete. El hombre, en la aurora primera de los tiempos, cobija el poder y la
fuerza del ser humano completo y fue Júpiter quien, para debilitarlo en su fortaleza casi divina, lo partió en dos mitades. Desde
entonces cada una camina con la ilusión de un nuevo encuentro, en busca de aquella unidad primera y para recuperar la
superioridad perdida. La descripción es significativa para interpretar una vivencia común. La mujer sólo puede descubrirse como
tal ante la mirada complementaria del hombre, y el hombre sólo llega también a conocerse cuando se sitúa delante de la mujer.
Por ello permanece oculta la nostalgia de una mayor sintonía, que se despierta y explícita en ese deseo mutuo por el que se
sienten atraídos124. Negar esta llamada sería una nueva forma de represión o ingenuidad.
Es cierto que esta polarización de los sexos ha sido elaborada, en gran parte, por la cultura dominante y nadie podrá negar
tampoco que semejante cultura contenía un marcado carácter machista. Esto significa, sin duda, que la imagen del “eterno
femenino” no responde en muchos puntos a ningún dato objetivo y realista, sino a otros intereses ocultos del hombre como
dominador. Las críticas de muchos contra esta falsificación está fundamentada, aunque no estemos de acuerdo en todos sus
contenidos125. Lo que más destaca, sobre todo, en una visión histórica del tema, es el papel inferior, negativo y subordinado que
ha representado la mujer.
2.5.- Visión negativa de la feminidad
En su mismo nacimiento aparece ya con una radical imperfección. Según los presupuestos científicos, en los que todavía se
apoyaba santo Tomás, habría que definirla como un ser que se ha quedado a medio camino, sin alcanzar el grado pleno de
evolución y desarrollo propio del hombre126. La complementariedad con éste quedaba restringida al ámbito de la procreación,
pues no tiene otro papel relevante dentro de la existencia humana: “ya que para cualquier otra tarea el varón es ayudado mejor
por otro hombre que por la mujer”127. La idea era común en muchos ambientes desde la antigüedad. El pasaje del Génesis,
donde aparece como ayuda y compañera, sugiere a san Agustín la siguiente reflexión: “Si la mujer no fue creada para ayudar al
hombre en la creación de los hijos, ¿para qué ayuda fue creada? Si para trabajar juntos la tierra, aún no existía el trabajo que
necesitara su ayuda; y si hubiera sido necesaria, mejor hubiese sido la compañía del hombre; lo mismo puede decirse sobre la
compañía, si la soledad fuera lo que le molestaba. ¿No es mejor para convivir y charlar la reunión de dos amigos que la del
hombre y la de la mujer?128

123
G. Santori, Aspectos médico-biológicos de la educación sexual en M. Peretti (dir.), La educación sexual, Herder, Barcelona
1975, 69.
124
Las diferentes explicaciones históricas de este fenómeno en A. Jeanniere Antropología sexual, Estela, Barcelona 1996. También
el libro más clásico de V. Klein, El carácter femenino. Historia de la ideología, Paidós, Buenos Aires, 1951.
125
S. de Beauvoir, El segundo sexo, Siglo XX, Buenos Aires 1972.
126
A. Bernal Palacios, La condición de la mujer en Santo Tomás de Aquino, en "EscVed", 4 (1974), 285-336.
127
S. Th., 1.92,1.
128
De Genesi ad litteram, 1, IX, c.5, n. 9. PL. 34,396. Con estos presupuestos, su conclusión es evidente: “no encuentro, por tanto,
qué ayuda puede prestar al hombre la mujer, si eliminamos la de dar a luz”. Ver también el cap. 2, n. 4.
Defender la igualdad de derechos para ambos es una empresa de reciente creación, que todavía tardará tiempo en conseguir
sus objetivos. Superar los prejuicios colectivos inconscientes y las imágenes estereotipadas que persisten sobre el tema no es
trabajo a corto plazo. En la sociedad se requieren unas nuevas convicciones que impulsen a una mentalidad práctica de signo
diferente. Esta misoginia por la que permanece relegada a una categoría inferior es un hecho social a todos los niveles, a pesar
de las declaraciones y denuncias contrarias. Decir que existe reciprocidad y complemento no significa, pues, que los contornos
de la masculinidad y feminidad estén dibujados con exactitud y justicia.
Que la antropología anterior haya absolutizado la visión masculina con evidentes exageraciones no supone, sin embargo, que
todos los intentos por concretar esas características haya sido una pura ilusión. Aunque no sea posible trazar una frontera
definida entre los datos culturales y los ofrecidos por la naturaleza, la alteridad y peculiaridades del hombre y de la mujer son de
alguna manera irreductibles. A las diferencias biológicas y corporales corresponden otras anímicas, aunque el medio ambiente y
la presión social acentúen, eliminen o impongan ciertos patrones de conducta.
Es más, me atrevería a decir que lo más importante no es descubrir los diversos tipos de factores que la determinan, sino
constatar el valor y la función que encierran. En todas las culturas ha existido siempre una división de tareas entre ambos sexos,
aunque se haya repartido de forma diferente. “Ser hombre” y “ser mujer” no son accidentes del ser humano, sino que
pertenecen inseparablemente a su esencia. Por eso los psicólogos insisten en la necesidad de esta polarización, aun en la
hipótesis de que la tipología de cada uno surgiera exclusivamente de unos condicionamientos culturales. Si no tuviese ninguna
otra explicación, habría que aceptarla de todas formas como un fenómeno de enorme valor positivo129. No es preciso eliminar su
existencia, sino la desigualdad, la alienación y el machismo que tantas veces le ha acompañado.
2.6.- Dinámica del encuentro: el diálogo entre hombre y mujer
Lo que ahora nos interesa, al margen de todas las discusiones que puedan darse, es descubrir el sentido humano de esta
alteridad. Si el cuerpo es la gran metáfora del hombre, sería absurdo quedarse en la pura literalidad de esa palabra, sin llegar a
comprender su mensaje simbólico. Cuando el eros se despierta —incluso dentro de una tendencia homófila— provoca una
irradiación psíquica agradable, que orienta hacia el punto de atracción. Los elementos constitutivos de ese impulso encierran
una dinámica de cercanía y encuentro, pero aquí tampoco es lícita una postura superficial frente a este fenómeno.
Son muchas las formas de convertir la tensión recíproca en una búsqueda interesada, con una dosis profunda de egoísmo,
donde el lenguaje pierde todo su contenido humano y enriquecedor. El diálogo se mantiene con una palabra inexpresiva y hasta
grosera, porque no hay nada profundo que comunicar. El acercamiento se produce por una simple necesidad. El cuerpo y la
presencia del otro vienen a llenar un vacío. Se anhela y enaltece, porque gratifica, complementa, gusta o entretiene. Todo
menos caer en la cuenta de que lo humano de esta relación exige un mensaje interpersonal. El otro permanece ignorado para
utilizar solamente lo más secundario de su ser.
Cuando el encuentro sexual, en este sentido amplio del que ahora hablamos, se reduce a la superficie, permanece cautivo de las
manifestaciones más externas y secundarias o no termina, más allá de las apariencias, en el interior de la otra persona, la
sexualidad humana ha muerto. Hemos matado lo único que la vivifica y se ha postergado a un nivel radicalmente distinto e
inferior. El epitafio más bello sería aquella frase de Valerie: “Yo soy también el cuerpo, que tú quieres que sea solamente” 29. Y ya
dijimos que, cuando del cuerpo se elimina el espíritu, sólo resta un pedazo de carne.
Todavía existe un paso ulterior, en el que el hombre y la mujer alcanzan una comunión más honda y vinculante, a través de la
genitalidad. El impulso sexual lleva, en ocasiones, hasta el abrazo de los cuerpos como la meta final de todo un proceso
evolutivo.
3.- FUNDAMENTACIÓN DE UNA ÉTICA SEXUAL
3.1.- Necesidad de una ética: radical insuficiencia del instinto
Vivir la sexualidad con este perfil humano no se consigue de una manera espontánea siguiendo las leyes del instinto. La
educación se hace imprescindible en todos los órdenes para superar ese estadio infantil y egoísta en el que sólo se busca la
satisfacción inmediata de las propias apetencias y caprichos. La conducta, abierta a cualquier posible configuración, necesita un
esfuerzo ascético y una dosis seria de renuncia, si quiere alcanzar un mínimo de madurez y equilibrio humano. El paso de la
naturaleza a la cultura es obra de la libertad, en función de los valores proyectados, que no concuerdan de ordinario con los
intereses instintivos. El niño no es un hombre en miniatura, como si encerrara escondidas todas sus posibilidades posteriores. Su
capacidad es más bien de tipo embrionario, porque no podrá desarrollarla mientras no se la oriente por el camino adecuado.
La pulsión sexual no escapa tampoco a este presupuesto. El gran error de Reich, y otros ideólogos, ha sido la creencia de que,
cuando el ser humano se libere de toda normativa, la libido aparecerá como una fuerza dócil e integrada, ya que sus
componentes destructores, agresivos y egoístas son una consecuencia exclusiva de la represión moral. En el momento en que
ésta desapareciera descubriríamos el rostro inocente y benéfico de una sexualidad armónica y sin conflictos. Semejante
optimismo no deja de parecer a la mayoría un sueño demasiado ingenuo. La historia de las costumbres sexuales aporta una
conclusión significativa, que constituye, al mismo tiempo, un mentís rotundo al mito de la absoluta libertad en este terreno, tan
repetido por ciertos movimientos, como si en la vuelta a ese supuesto primitivismo pudiera encontrarse la solución a los
problemas actuales.
El hecho tiene una comprobación científica: a lo largo de todas las culturas, a pesar de las manifestaciones diferentes y por
encima de las ideas religiosas o profanas que las sustentan, nunca ha faltado una cierta normatividad. Ni siquiera en los pueblos
primitivos donde la sexualidad produce la impresión de vivirse en un clima espontáneo, sin límites o prescripciones, la libertad
de comportamiento es plena, sino que se halla sujeta por múltiples normas higiénicas, culturales o religiosas de todo tipo.

129
R. Affemann, La sexualidad en la vida de los jóvenes. Sal Terrae, Santander 1979, 132-145 29 En la novela
de A. Malraux, La condición humana, París 1983, 57.
Aunque sus fundamentos resulten para nosotros desfasados o se hayan ido superando por el progreso de la ciencia, el dato es
objetivo: determinadas trabas han impedido siempre el ejercicio anárquico del sexo. Si nunca han sido las mismas, tampoco han
dejado de existir todas. Y es que, en el fondo, se ha dado una intuición más o menos consciente, pero cuya veracidad no es
posible ponerla en duda: la radical insuficiencia del instinto para regular un comportamiento humanizante.
3.2.- Exigencias psicológicas para la maduración
Purificar a la libido de sus elementos anárquicos y convertirla en palabra, como signo de un encuentro personal, no se realiza sin
un empeño educativo y sacrificado. Las mismas exigencias psicológicas para una maduración se convierten aquí en imperativos
éticos. La meta suprema de la psicología, que impulsa hacia un sexo oblativo y amoroso, es a la que orienta también la moral.
Las alabanzas de Freud para toda la corriente ascética cristiana no nace de su fe, ni de su aprecio al catolicismo, sino de su
admiración por la riqueza psíquica que ha podido aportar a una humanidad demasiado corrompida.
Para que el individuo no quede prisionero del placer instintivo se requiere vencer una serie de obstáculos que provocarán sin
duda malestar y tensión interior, pero que son los que llevan adelante el proceso evolutivo. No se trata de fastidiar con las
normas, ni de imponerlas autoritariamente a beneplácito del educador, sino por un motivo auténtico, con intención altruista, en
el momento oportuno y con la intensidad adecuada. La vía del menor esfuerzo no conduce nunca a la maduración y reduce
paulatinamente el ámbito de la libertad. El ser humano que nos presenta la psicología profunda está plagado de contradicciones
y deseos contrapuestos, que la educación habrá de integrar en una personalidad unitaria y con mayor armonía. Si cualquier
tensión se libera de inmediato en la búsqueda del placer, el desajuste inicial no mejora. La energía necesaria para crecer, desde
la multiplicidad anárquica hasta el mayor grado posible de integración, se ha gastado en otras funciones sin sentido y el hombre
queda sin hacer, en las manos de una instintividad primitiva y sin horizonte.
3.3.- Dificultades actuales
La pulsión sexual encierra desde sus comienzos una dosis fuerte de egoísmo, agresividad y anarquía incontrolada, cuya
existencia aparece en muchas manifestaciones, aunque a veces camufladas bajo apariencias superficiales engañosas. Tendencias
negativas que impiden una relación madura y que imposibilitan Una vinculación afectiva y totalizante. El esfuerzo de purificación
no puede eliminarse, y para ello no existe otro camino que la negativa a muchas de las gratificaciones inmediatas. Hay otro
destino posterior, que justifica y compensa cualquier renuncia necesaria130. Es verdad que el ambiente consumista de nuestra
sociedad dificulta una ética basada en el aguante y en la espera de un futuro mejor, pues no se soporta la tensión de una
necesidad presente, ni se acepta el displacer provocado por una ascética educativa. El hambre de consumo ha convertido el
sexo en una fuente de placer, dejando al hombre en una etapa primaria de su evolución. Por ello la moral sigue siendo hoy un
requisito de primera necesidad, a pesar de todas las actitudes hostiles que proliferan.
Tal vez exista una corriente de fondo mucho más trascendente. Es la idea difundida con aires científicos de que el dominio de la
sexualidad no es posible o, incluso, de que semejante control predispone o indica ya una base neurótica. La abstinencia sería el
mejor fruto de la inmadurez, la explicación de otras patologías. Negar esta posibilidad iría contra la evidencia de los hechos,
cuando el esquema de conducta se hace represivo, autoritario e inconsciente. Pero la afirmación contraria sería también una
realidad si en lugar de abstinencia habláramos de la absoluta liberación. Y es que los excesos de una ética o pedagogía
castradora no pueden servir de pretexto para un laxismo sin límites, como las exageraciones y barbaridades de éste no
justificarían el retorno a una ascética absurda e incomprensible. El problema no consiste en la defensa o eliminación de la moral,
sino en conocer cuáles son los criterios fundamentales, que habrán de ir después concretizándose, para conseguir el humanismo
y maduración del sexo.
3.4.- Olvido de la dimensión unitiva: falta contra el amor
Sin negar este aspecto, ni detenernos ahora en las discusiones que plantea, sí creo imprescindible superar de una vez este
unilateralismo evidente. La experiencia demuestra que para regular la libido no basta la aplicación de este principio, que resulta
insuficiente. Más aún, habría que defender que tampoco es el de mayor importancia, pues si todo quedara ordenado por la
búsqueda posible del hijo, el matrimonio podría llegar a vivirse como una especie de prostitución: el encuentro de dos personas
que satisfacen su necesidad, mediante el pago de un compromiso fecundo en lugar de dinero. Comprendo que la expresión es
un tanto exagerada y caricaturesca, pero indica las posibles consecuencias de una postura que sólo insiste en la urgencia de la
procreación. Y es que el acto sexual, antes de ser fecundo, tiene que hacerse unitivo y amoroso. De lo contrario, no se
comprende cómo la simple búsqueda y apertura a la fecundidad justifique por sí misma una conducta vacía de cariño.
Es verdad que todo esto estaría de alguna manera presente en la tradición, pero nunca se explicitaba con un cierto relieve, y
este olvido mantenía la conciencia tranquila, aun cuando la comunión personal no existiera. De hecho, muy pocas personas se
sentían culpables por falta de cariño en su vida sexual y muchas las que se preocupaban exclusivamente por no faltar contra la
procreación. Hasta la misma terminología conserva un significado restrictivo. La ética sexual no puede reducirse, por tanto, a
cumplir con esta función procreadora.
3.5.- La negación del carácter lúdico: hacia una revalorización humana del placer
Esta misma insistencia, junto con el recelo tradicional frente al placer, ha hecho que la sexualidad pierda para muchos cristianos
su carácter festivo. La satisfacción que provoca debía quedar al servicio de la especie, como un estímulo y compensación para el
cumplimiento laborioso de esa tarea. El ideal sería casi intentar eliminarlo, pues la búsqueda exclusiva de la experiencia

130
“En los ambientes de la nueva izquierda se propugna la ilusión de que única y precisamente por medio del dejar crecer puede la
sexualidad alcanzar un desarrollo óptimo para bien del particular y de la sociedad. Esa forma de "educación" conducirá a una fijación
de la sexualidad infantil, a la perversión de los instintos parciales, al vacío del sentido de la sexualidad genital y, con ello, a una
pérdida de la capacidad de amar en el individuo y en la sociedad” (R. Affemann. La sexualidad en la vida de los jóvenes, Sal Terrae,
Santander 1979, 50-51).
placentera constituía para muchos un motivo de pecado hasta épocas recientes. Y desde luego, nunca se presentaba como un
comportamiento digno del cristiano, ya que lo degrada a un nivel inferior131.
Nadie puede negar los riesgos inherentes a todo goce sensible. Esta plenitud de la sensibilidad es una invitación a sumergirse en
ella y a valorizarla de tal manera que el placer aparezca Como un absoluto de la vida. Lo que es un fin secundario, un aspecto
accidental, una adjetivación de la conducta, se diviniza como valor supremo. El .hombre siente la tentación, cuando experimenta
su calor y cercanía, de convertirlo en un ídolo, pero el pecado no nace de la satisfacción producida, sino del gesto idolátrico con
que lo acepta y adora. Desmitificar las múltiples formas con que se absolutiza el placer ha sido una tarea educadora de todos los
tiempos.
Ahora bien, para evitar este peligro no podemos condenarlo negándole su propio valor. Esta condena absoluta manifiesta que
somos culpables de estimarlo en demasía. Al tener miedo de que se convierta en todo, queremos desprestigiarlo hasta su
completa eliminación. Su legitimidad no proviene de que esté al servicio de otra función, como recompensa permitida por haber
conseguido otra finalidad. Dentro de su ambigüedad y con los peligros que encierra, es un fenómeno éticamente neutro.
Cuando se idolatra, esta actitud de adoración es una mentira y, si brota de una conducta perversa, el placer queda herido por
esa misma malicia. Pero si se rechaza como norma o se le considera pecaminoso, fuera de esas circunstancias, no hay otra
explicación que el error o la patología. Entre ambos extremos, la reconciliación y su defensa se hacen necesarias. El encuentro
sexual debería recuperar, entonces, para sí esta dimensión placentera. Es una exaltación gozosa para celebrar la fiesta del amor,
donde no deben estar ausentes el juego, la alegría y la satisfacción más plena. El cuerpo se hace lugar de cita y expresa, al
compartir, la felicidad de una comunión.
3.6.- Peligro de un reduccionismo excesivo: preocupación exclusiva por la genitalidad
Al insistir en la función procreadora, finalmente, la ética quedó reducida a la pura genitalidad, como si la excitación venérea
constituyese la única fuente posible de pecado. Los manuales sólo se ocupaban de este aspecto, e incluso cuando hacían
referencia a otras acciones se analizaba exclusivamente el peligro más o menos remoto que tenían de provocar una reacción
genital y la causa más o menos justificante que pudiera existir para la aceptación de ese riesgo132. La complejidad de estos
factores, en sus diferentes grados, motivaba una serie de orientaciones concretas que se multiplicaban sin fin.
La problemática sobre los bailes, besos, caricias, espectáculos, lecturas, miradas, etc., estaba tejida con esta mentalidad. El
cuerpo humano —y hasta el de los mismos animales— aparecía escrupulosamente dividido en zonas anatómicas cuya valoración
radicaba en su poder estimulante, según fuera el sentido que sobre ellas actuara y teniendo en cuenta otras circunstancias
personales. La moral consideraba pecaminoso cualquier comportamiento que pudiera despertar esa reacción venérea sin
ningún motivo justificante. Algunos autores llegaban a defender que la simple aceptación de ese riesgo, aunque no se
consintiera en el placer, si tenía lugar, era ya suficiente para una falta grave.
La imperfección de este planteamiento no está en lo que afirma, que podría admitirse como orientación básica, eliminando
mucho de su casuismo extremo, sino en lo que olvida y deja por completo en la penumbra. La ética tiene que ir más allá de la
pura genitalidad, pues en toda relación sexuada pueden darse actitudes que, sin repercutir para nada en esa zona, constituyen
una conducta deshumanizante. El encuentro entre sexos diferentes es posible que adquiera matices utilitarios y egoístas. La
búsqueda del otro no interesa como persona, sino como un motivo de satisfacción solitaria, aunque afecte sólo a su psicología y
no produzca resonancias a otros niveles.
Si el interés que despierta el compañero se sustenta en la utilidad que reporta, o crea una actitud cerrada para instalarse en el
gozo que no se comparte, los gestos, las palabras, la mirada, la sonrisa o el paseo están manchados en sus raíces primeras. Existe
una falsificación de fondo que impide un auténtico diálogo humano. Aunque lo genital no intervenga es necesaria la denuncia de
aquellos comportamientos que adulteran la relación sexual en su sentido más amplio.
3.7.- El camino hacia el ideal: aplicaciones al campo de la relación hombre-mujer
La más grave dificultad contra lo afirmado hasta ahora sería considerarlo como demasiado utópico e ingenuo. Cuando
observamos las formas de amor ordinario, tal y como hoy se manifiestan en la mayor parte de nuestra sociedad, es cierto que
no encontramos mucho parecido con el esquema anterior. Algunos creen incluso que se trata de un intento imposible. El
hombre está podrido en lo más íntimo de su naturaleza y ha destrozado por completo la dinámica del amor. Tal vez con esto se
pretenda hallar una justificación a la propia debilidad, pero de lo que no cabe duda, como la experiencia también lo señala, es
que la aspiración hacia esa meta constituye una posibilidad al alcance del hombre. No será fácil subir hasta el extremo y
remontarse hasta la cumbre más alta, pues la única benevolencia total se da en Aquel que no tiene indigencia ninguna, pero un
intento de ascensión progresiva, de avance continuo, está dentro de nuestra pobre libertad. La ética impulsa semejante
tentativa para no permanecer dormidos en la propia comodidad, para que, aunque hayamos desviado la mirada, no quedemos
satisfechos en el fracaso.
Si aplicamos ahora estas exigencias fundamentales al campo de la sexualidad, nos daremos cuenta de las numerosas actitudes
negativas que pueden instalarse, sobre todo, en este tipo de relación. El deseo sexual surge a veces vacío y solitario, como una
simple tendencia que busca la satisfacción inmediata de una necesidad. La humanización de esta libido, en todas sus
expresiones, es el requisito primero para una conducta sexual. Cualquier normativa busca defender, en cada uno de los niveles
en que se aplique, la pureza y la verdad del cariño, descubrir la superficialidad de los sentimientos, desenmascarar los engaños
sutiles, impedir la comercialización y el juego de las personas, poner en guardia contra los peligros del placer, evitar un
estancamiento en el desarrollo y maduración del hombre, no dejarse arrastrar por el instinto, que dificulta el diálogo

131
J. M. Pohier, El cristiano ante el placer, en "Concilium", n. 100 (1974), 497-506.
132
El nombre clásico y ordinario era el de acciones impúdicas, acciones que, por otra parte, pueden ser buenas, meritorias y limpias,
pero que se las designaba así con un sentido peyorativo.
transparente, respetuoso y sensible. Se trata de condenar, en una palabra, la mentira de actitudes que se adjetivan muchas
veces como amorosas.
1. SEXUALIDAD Y AFECTIVIDAD
No podemos hablar de sexualidad y afectividad en el aire. El punto de partida para mirar la sexualidad y la afectividad es la
concepción de ser humano que tenemos. Concepción que se revela a nivel de pensamientos e ideas y también a nivel de
experiencias vividas, siendo muy común las contradicciones entre ambos niveles. Dicha antropología nos llega desde la cultura
en que convivimos a través de los lenguajes y de las interacciones con los otros. A nivel histórico hemos transitado en
movimientos pendulares de un extremo a otro pasando por una infinita gama de posibilidades.
Podríamos caracterizar un extremo del péndulo en una postura que desprecia lo corporal “el cuerpo es la cárcel del alma”, que
denigra lo animal, lo finito, lo humano, que niega, reprime y prohíbe lo que sea del orden de lo sexual, el placer, las emociones y
refleja una inequidad en las relaciones entre hombres y mujeres. En el otro extremo del péndulo podemos ubicar una postura
que incita indiscriminadamente a lo sexual, prioriza aspectos como la imagen, el poder, el estatus, el consumo, la explotación
comercial y utilitarista del cuerpo, de los afectos, del sexo.
A pesar de que ambas posturas son opuestas, el estar en los extremos las hace semejantes ya que fragmentan y disocian al ser
humano, priorizan unos aspectos y descalifican y niegan otros, lo que genera desequilibrio, bloqueo, confusión, temor,
frustración, vacío, tensión, disfuncionalidad, obstaculizando el desarrollo y el crecimiento humano integral.
Nuestra cultura y por tanto nuestra subjetividad está llena de imaginarios, posturas, pensamientos, experiencias que oscilan
entre estos dos extremos del péndulo fluctuante y dinámico. Vale la pena preguntarnos por nuestra postura, a nivel de nuestros
pensamientos como de nuestra experiencia vivida, ¿cómo nos ubicamos en ese movimiento pendular? ¿qué refleja cada
pensamiento, cada acto, cada palabra, cada decisión de nuestra vida cotidiana? Es muy probable que en nuestro interior
convivan contradicciones, pues la cultura cada vez se hace más compleja y está llena de contradicciones.
4.1.- Aproximación antropológica
La propuesta antropológica que quiero hacer, parte de una ontología dimensional133, es decir, que indaga la dinámica interna
que liga las dimensiones que la integran, y concretamente me refiero a la corporeidad, el psiquismo y el espíritu, ancladas
culturalmente y atravesadas intersubjetivamente ya somos seres en relación. En otras palabras, el ser humano va más allá de las
dimensiones que lo integran y las trasciende. Y esto nos lleva al terreno de la complejidad y del misterio.
Hablar de la sexualidad y de la afectividad del ser humano nos coloca en un terreno metaproblemático134, es decir, problema
que incluye necesariamente a la persona que se lo formula: “yo que me pregunto por la corporeidad, el psiquismo y el espíritu,
soy un ser corpóreo, psíquico y espiritual”, “yo que me pregunto por la sexualidad y afectividad soy un ser sexuado y afectivo”.
a) Corporeidad
Nuestra corporeidad o encarnación es un enigma, en tanto que nos remite al misterio de la existencia, como vida y como
muerte, en donde subyacen preguntas como ¿de dónde vengo?, ¿hacia dónde voy?, ¿cómo nos originamos?, ¿qué pasa después
de la muerte? Otro enigma de nuestra corporeidad es la pregunta por el mundo, por el cosmos; somos seres encarnados en un
tiempo y en un espacio, de donde surgen preguntas como ¿cómo se creó, originó el mundo?, ¿cómo fuimos creados?, ¿cómo
nos relacionamos con este mundo? Y otro enigma tiene que ver con el misterio del ser en cuanto ser; nuestras propiedades,
principios y causas primeras y muy específicamente nuestras propiedades trascendentales, lo que nos lleva a preguntarnos por
el sentido.
Corporeidad135 significa el cuerpo como vivencia subjetiva, como experiencia, como lo concretamente vivido. Corporeidad en el
sentido de misterio más que de problema. Cuerpo propio o vivido como la zona media entre lo físico y lo espiritual. Corporeidad
como campo metaproblemático.
Las consecuencias de acceder a la corporeidad, es decir, al cuerpo vivido, subjetivo nos lleva a los siguientes planteamientos:
· Superación de la escisión entre lo intelectual y lo vital.
· El comportamiento del ser humano es inseparable de su situación.
· Nuestra existencia es encarnada (ser-en-el-mundo) y espacializada (condición para que se realice la existencia).
· La instrumentabilidad del cuerpo: cuerpo no como instrumento sino como instrumentista, es decir, en lugar de poseerlo y
controlarlo, él me habla, me da elementos para conocerme y ver lo que no he visto de mí.
· La diferenciación entre cuerpo objetivo, objeto y cuerpo subjetivo, sujeto.
Si nuestra existencia es encarnada, es importante indagar acerca de los significados fundamentales del cuerpo humano. La
corporeidad va a jugar un papel fundamental en la sexualidad y afectividad.
El significado humano del cuerpo136 procede del hecho de que es el cuerpo de una persona humana, de toda la persona humana
en sus aspectos constitutivos y en sus relaciones. Veamos algunos significados:
· El cuerpo es el campo expresivo del ser humano, el lugar primero donde realiza su existencia.
· El cuerpo es presencia en el mundo.
· El cuerpo es lugar de comunicación con el otro.
· El cuerpo es medio de reconocimiento del otro.
· El cuerpo es fuente de la intervención e interacción humanizante en el mundo.

133
A. AISENSON KOGAN, Cuerpo y Persona. Capítulo VI. México: Fondo de Cultura Económica. (1981).
134
Ibíd., 24-25.
135
Corporeidad: concepto construido por la psicología y filosofía existencial a través de autores como Heideger, Husserl, Merleau-
Ponty, Gabriel Marcel, Frankl, Shilder.
136
J. GevaertEl Problema del Hombre. Capítulo 2. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1976.
La transformación humana del mundo adquiere su significado gracias a la realización de la persona en sus relaciones con las
demás personas humanas. En las relaciones con los demás el cuerpo humano es ante todo presencia y es presencia temporal:
pasado, presente y futuro. Es un interlocutor posible de los demás seres humanos. Brunner citado por Gevaert dice “Presencia
de persona a persona. Sólo aquí son posibles la plena reciprocidad y los intercambios espirituales. Presencia: cercanía temporal
y espacial, en la que es posible la comunicación personal”.
El ser humano constitutivamente es un ser de palabra y lenguaje, tiene su raíz en el cuerpo en cuanto orientado hacia los demás.
En el fondo todos los lenguajes no hacen más que desarrollar y especificar el lenguaje fundamental que es el propio cuerpo. De
esta manera el cuerpo, más exactamente, la corporeidad nos humaniza, nos da el estatuto de seres humanos trascendentes. Es
a través de la corporeidad que se expresa nuestro psiquismo y nuestro espíritu.
b) Psiquismo
Otra dimensión humana es la psique. Trataré de hacer una aproximación a este concepto desde el modelo junguiano. Quizás el
mayor aporte del psicoanálisis a la humanidad es el presupuesto de la existencia del inconsciente, que también implica un
misterio. Y el aporte concreto de Jung, la construcción del concepto de inconsciente colectivo a través del cual marca la
relevancia de la cultura, de la articulación entre lo biológico y lo cultural y la dimensión simbólica y espiritual.
Tener la claridad que el ser humano no es solo aquello de lo cual es consciente (o aquellos atributos que quiere ver en sí mismo
y que otros vean), es fundamental para entender nuestra complejidad humana y más aun para entender aspectos como la
sexualidad y afectividad.
Jung137 plantea los siguientes aspectos como constitutivos de la psique:
El “sí mismo” es la dotación de un inmenso repertorio de expectativas, exigencias y pautas de respuesta innatas. Influencia y
orienta a las demás estructuras psíquicas (yo, persona, sombra, etc.). Es el órgano psíquico de adaptación por excelencia. Genio
organizador oculto detrás de la personalidad total. Es el encargado de llevar a la práctica el proyecto de la vida en todas y cada
una de las fases del ciclo vital y efectuar el mejor ajuste que las circunstancias concretas permitan. Posee la característica innata
de buscar su propia realización en la vida. El objetivo del sí mismo es la totalidad. Proporciona adaptación no solo al entorno
sino también a Dios y a la vida del espíritu.
La conciencia es todo aquello externo o interno que es conocido para nosotros mismos. Todo lo que se hace consciente. El
inconsciente en términos generales es el terreno de lo desconocido tanto del mundo circundante como del mundo interno; todo
lo que no se sabe, lo que no está en relación con el yo, como centro del campo de conciencia.
Jung distinguió dos tipos de inconsciente: el “inconsciente personal” que tiene que ver con todo lo desconocido del mundo
interno. Todo lo que se sabe, se percibe, alguna vez fue consciente, pero no está presente en la conciencia. Represiones de
representaciones e impresiones penosas. Y el “inconsciente colectivo” que hace referencia a aquellas propiedades no adquiridas
individualmente, sino heredadas como instintos y arquetipos, que se siguen sin una motivación consciente, que resultan de una
necesidad y están en el inconsciente.
El “yo” es aspecto de la psique que sólo está al corriente de nuestras preocupaciones conscientes. La “persona” es la envoltura
del yo, el responsable de anunciar a nuestros semejantes cómo deseamos que nos vean y como queremos que reaccionen ante
nosotros. Es común que las cualidades que se perciben como indeseables, inaceptables o censurables se repriman u oculten.
La “sombra” son las inclinaciones reprimidas que acaban formando una especie de subpersonalidad que Jung denominó sombra.
Posee cualidades opuestas a las que se manifiestan en la persona. Aun cuando inconsciente la sombra no deja de existir:
permanece dinámicamente activa. La asimilación de la sombra es un paso decisivo hacia la individuación. Persona y sombra se
complementan y se contraponen.
Por último, la “individuación” es la razón de ser del sí mismo; se prolonga durante toda la vida. Su propósito intrínseco es
alcanzar la autorrealización más completa del sí mismo en la psique y en el mundo. Es el proceso por el que se produce un
individuo psicológico: una unidad independiente e indivisible, un todo. Este proceso tiene dos grandes fases: la de la expansión
en la primera mitad de la vida y la de la introversión en la segunda.
Como podemos ver, la psique es supremamente compleja y misteriosa, también es un campo metaproblemático, nosotros que
nos preguntamos por el inconsciente, por el yo, la sombra, etc, somos inconsciente, yo, sombra. Siempre tendremos aspectos,
situaciones de la cuales no podremos dar cuenta totalmente, no poseemos la psique, más bien la psique nos revela una
complejidad y una sabiduría de la cual tenemos mucho que aprender.
La sexualidad y afectividad se están moviendo en el psiquismo y gran parte de lo que se mueve es inconsciente, o sea, que va
más allá de nuestra voluntad e intención y por eso es tan importante trabajarse, de tal forma que vayamos posibilitando el
proceso de individuación que es lo que más nos humaniza, nos hace sujetos y sujetos trascendentes.
Sexualidad y afectividad son procesos que se expresan a través de diversos lenguajes psíquicos: las ideas, los pensamientos, las
emociones, los sueños, el lenguaje, los símbolos, los imaginarios, las actitudes, las decisiones, las acciones. Y es en el ámbito de
la familia en la que en primera instancia vamos aprehendiendo y aprendiendo a vivir la afectividad y la sexualidad. Es a través de
las relaciones, de los vínculos emocionales que vamos construyendo estos procesos en nuestra historia de vida. Obviamente,
enmarcado en el contexto cultural y su diversidad de medios comunicativos y educativos.
c) Espiritualidad
Para entender la espiritualidad también nos tenemos que remitir a la constitución óntica del ser humano138. Una tendencia es el
“ser finito”, que implica mortalidad. Es una tendencia hacia adentro, a defenderse o replegarse hacia a sí mismo. Se apoya y se
protege en su finitud. Dejarse llevar por los propios intereses. La otra tendencia es el “ser infinito” que implica trascendencia. Es

137
A. STEVENS,. Jung o la Búsqueda de la Identidad. Madrid: Editorial Debate, 1994
138
Tomado del curso: Una Antropología según la teología de Pablo. P Gustavo Baena S.J. 2003. Pontificia Universidad Javeriana.
una tendencia hacia fuera: a la generosidad, al respeto por el otro, a dar la vida por el otro. La realidad de Dios mismo. Ser
creado por el acontecer de Dios en la creación.El ser humano es un ser finito orientado hacia el infinito; pero esto implica una
opción permanente de cada quien. Es la tarea de estarnos construyendo como personas continuamente. Y para hacer una
lectura de la sexualidad y la afectividad, es muy importante tener la claridad de nuestra existencia dinámica en estas dos
tendencias que nos permiten entender muchas inquietudes, situaciones, acciones cotidianas ya sea en el sentido de volcarnos a
nuestras necesidades e intereses o hacia la entrega, aporte y servicio a los otros y así mismo darle sentido y sentido
trascendente a las vivencias de la sexualidad y afectividad.
Pensar en sexualidad y afectividad a la luz de la espiritualidad – y también de la corporeidad y psiquismo - implica tener en
cuenta la consolidación del referente tanto masculino como femenino y su incidencia en la construcción de la relación con Dios;
la construcción de la capacidad de amarse a sí mismo, de amar al otro/a y de amar a Dios; la construcción de la capacidad de
entrega, de servicio al otro/a; la identificación y construcción de la misión espiritual; la conciencia de la dimensión divina,
espiritual en el/la otro/a.
Corporeidad, psique y espiritualidad son tres dimensiones constitutivas del ser humano y ligadas de tal manera que el pensar,
experienciar una implica necesariamente a las otras, he intentado hablar de cada una por separado pero en realidad están
íntimamente implicadas: dejar alguna por fuera sería mutilar parte de nuestra esencia, de nuestra constitución como seres
humanos.
A partir de esta antropología es fundamental plantear tres interrogantes fundamentales:¿qué implica asumir las consecuencias
de la encarnación?, ¿qué implica asumir las consecuencias de la existencia del inconsciente?, ¿qué implica asumir las
consecuencias de nuestra esencia trascendente?
Lo más sano y lo más enriquecedor para nuestro crecimiento y realización humana es dejar habitar, dejar existir, dejar hablar y
escuchar estas tres dimensiones para poderlas reconocer, valorar y desarrollar. Es la invitación a integrar las polaridades
dialécticamente: finitudinfinitud, consciente-inconsciente, naturaleza-cultura.
Una vez planteada la concepción de ser humano, tenemos el terreno propicio para hablar de sexualidad y afectividad. Sobre el
soporte de la ontología dimensional: corporeidad, psique y espíritu en el contexto cultural y en el terreno relacional; veamos
estos fenómenos.
4.2.-La afectividad
El inicio de la vida es eminentemente corporal139 y por lo tanto la interacción con el medio es puramente corporal. El niño carece
de organización de la personalidad, su psique apenas se está comenzando a construir. Por otro lado, somos seres
eminentemente relacionales, al nacer el ser humano es totalmente dependiente y la relación madre-hijo es el germen de todo
desarrollo ulterior de relaciones sociales. La satisfacción de las necesidades del bebé es fundamental para la vida y para la
construcción del amor. Para el bebé satisfacción es sinónimo de bienestar. Aquí hay una connotación de placer muy importante:
la satisfacción de las necesidades del bebé genera bienestar, genera el placer de vivir, el bebé lo leerá como amor y habrá un
fondo para construir la fe y la esperanza en la vida.
Estas sensaciones van quedando registradas en la memoria corporal a nivel de sistemas circulatorio, respiratorio, nervioso,
linfático, muscular, etc. Es el germen de la construcción psíquica que se irá realizando paulatinamente.
El afecto inicia para el niño sin lenguaje y sin pensamiento. La vinculación afectiva es la que va formando la psiquis y la
personalidad. El desarrollo depende del clima afectivo y del afecto acumulativo de experiencias, estímulos y respuestas
constantemente repetidas.
Los procesos, percepciones e interacciones afectivas preceden a cualquier otra función que posteriormente habrá de
desarrollarse sobre las bases creadas por los intercambios afectivos. Las relaciones afectivas entre madre e hijo abren el camino
a cualquier otro desarrollo durante el primer año de vida.
Durante los tres primeros meses de vida las experiencias del niño se limitan al afecto. La actitud afectiva de la madre es la que
sirve de orientación al lactante. Hay toda una gama de sentimientos, respuestas y comportamientos afectivos en cada madre y
de respuestas en cada hijo lo que va configurando una muy concreta interacción a través de la cual se va construyendo la
historia afectiva.
El afecto representado en la interpretación y satisfacción que hace la madre de las necesidades del niño a través del cuerpo y del
contacto corporal es la base para la construcción psíquica del individuo. El yo psíquico140 se forma a partir del yo corporal y el yo
corporal se construye a través del contacto, del soporte, del movimiento, de las caricias, del calor, de la contención. Es la base
para la construcción de la afectividad, de la identidad, de la personalidad, de las relaciones interpersonales posteriores.
Luego en cada etapa del desarrollo siguen las tareas de construcción y desarrollo de la afectividad. La madurez afectiva se irá
construyendo a través de la satisfacción de las necesidades emocionales de cada etapa vital. Es posible seguir avanzando en la
vida a través de las etapas posteriores con vacíos y baches afectivos, causa de problemas psicológicos, relacionales y a todo
nivel.
La afectividad es el aspecto nutricio, que nos acoge, nos reconoce en cuanto seres humanos; se da en las relaciones, es decir, el
afecto pasa necesariamente por la construcción de un vínculo; es la primera condición para que se realicen los demás
desarrollos, es el piso sobre el cual nos vamos construyendo como seres humanos, sobre el que se construye nuestro aparato
psíquico, nuestra corporeidad, nuestra espiritualidad.
Otro aspecto de la afectividad son las emociones como tal. Las emociones141 son disposiciones corporales que nos llevan a la
acción. En otras palabras, detrás de cada acción hay una emoción, sin emoción no actuamos. Y es la emoción con que se realiza

139
R. SPITZ, El Primer Año de Vida del Niño. Madrid: Aguilar Ediciones., 1999
140
E. PORRES, Tócame Mamá: Amor, Tacto y Nacimiento Sensorial. Madrid: Editorial EDAF, 1995
141
H. MATURANA, El Sentido de lo Humano. Chile: Dolmen Ediciones, 1996
o se recibe un movimiento la que lo hace una caricia o una agresión. Si negamos las emociones negamos nuestro ser y si
negamos nuestro ser nos deshumanizamos. Antes que negar o rechazar las emociones necesitamos reconocerlas para poderlas
encauzar de manera constructiva. Además el problema no son las emociones sino lo que ellas hacen de nosotros y lo que
nosotros hacemos con ellas. Las emociones además están siempre ligadas a otro: sentimos algo en relación a alguien o a algo. La
afectividad es eminentemente relacional.
La afectividad implica también nuestras necesidades emocionales como intimidad, comunicación, ternura, reconocimiento,
confianza, seguridad lo que incide en nuestra construcción como seres humanos, en la construcción de nuestra identidad –
construcción de nuestra subjetividad – y en la forma en como nos relacionamos con nosotros mismos y con los otros, es decir,
en nuestra intersubjetividad.
Hay una amplia gama de sentimientos afectuosos que generan bienestar y deseo de cercanía. Dentro de esta gama encontramos
los elementos eróticos del afecto que pueden ser secundarios o dominantes; secundarios en la amistad y dominantes en el amor
sexual142.
La mayoría de aspectos esenciales de la afectividad y sexualidad los niños y niñas los aprenden de sus padres en fases muy
tempranas de la vida y predominantemente de una manera inconsciente y con el cuerpo. Los niños y niñas aprenden de sus
padres a tener el mismo tipo de emociones, a expresar de determinada manera las emociones, la lógica de las relaciones de
pareja.
La afectividad está anclada en nuestra corporeidad, la cual lleva impresa toda la historia de nuestros intercambios afectivos.
Nuestra psique se desarrolla y genera a partir de los procesos y vínculos afectivos que generamos desde la gestación, y la
esencia de la espiritualidad es la construcción, vivencia y desarrollo del amor, de relaciones amorosas.
4.3.- El sexo y la sexualidad
Se hace necesaria una primera distinción entre sexo y sexualidad. El sexo y la sexualidad tienen relación entre sí pero no
significan lo mismo. El sexo tiene su punto de partida en la naturaleza, en lo animal (somos mamíferos, crecemos en un íntimo
contacto corporal y alimenticio con la madre y tenemos necesidad de estrecho contacto corporal con otros por lo menos en
algunos momentos de la vida. Gran parte de nuestro sufrimiento se relaciona con la denigración y negación de nuestra
animalidad; negación grave pues nos impide comprender la naturaleza de nuestra humanidad) 43. La sexualidad pasa por lo
cultural, por lo simbólico, por lo humano. Es una realidad más amplia que el sexo y lo incluye. Es la construcción de sentido que
se hace acerca de lo sexual.
El sexo hace referencia a la generación de la vida, a la reproducción de los seres y de las especies, a través de los caracteres
biológicos y hereditarios como los genes, los cromosomas, los gametos, los órganos y los sistemas sexuales. El sexo determina la
vida, la individualidad de cada ser como hembra o como macho, originando la diferenciación sexual. La individualidad y por lo
tanto la diferenciación sexual se constituyen a partir del momento en que se inicia el desarrollo embriológico.
En la reproducción sexual, los dos sexos dan lugar a los dos géneros, el femenino y el masculino, los cuales quedan establecidos
con los caracteres sexuales secundarios. Lo que define a la reproducción sexual es que sólo a partir de dos organismos
diferentes, de la conjugación de las características del macho y de la hembra es que se constituye un nuevo organismo.
La identidad de cada persona se constituye a partir de la diferenciación, es decir, del hecho de que un individuo se diferencia de
todos los otros; sólo se puede afirmar diferenciándose del resto. A partir de la existencia de seres sexuados, el “sexo” hace
referencia también a los actos y conductas que involucran a los sistemas sexuales.
La sexualidad es el significado que cada persona le va dando a todos los aspectos relacionados con el sexo a través de
sensaciones y percepciones corporales en primera instancia durante la niñez, y del pensamiento y del lenguaje a medida que
estos se van desarrollando.
El hombre y la mujer, por el hecho de poder pensar y hablar, vivencian y expresan todo lo referente al sexo de forma diferente a
los animales. Ser hombre y ser mujer va más allá de una determinación genética y genital. No es lo mismo hablar de macho y
hembra que de hombre y de mujer.
Por el hecho de ser eminentemente humana y simbólica, la sexualidad es más compleja de lo que imaginamos y tiene un
carácter de misterio. Desde una perspectiva sistémica, la sexualidad es una dimensión constituyente del ser humano que
anclada a nivel corpóreo, psíquico y espiritual tiene cuatro componentes (holones)143 íntimamente ligados. Estos son: género,
vinculaciones afectivas, reproductividad y erotismo.
El género se construye a partir de las manifestaciones anatómicas y construcciones psíquicas y culturales respecto a la
pertenencia a lo femenino o lo masculino teniendo en cuenta todo el rango de diferencias entre el uno y el otro. El carácter
intersubjetivo del ser humano y de la corporeidad encuentra una expresión específica en el hecho de que el ser humano existe
como hombre y como mujer lo que revela profundas posibilidades interpersonales 144. El género marca la forma de ser, hacer e
interactuar en el mundo. Desde otra perspectiva más amplia, cada individuo lleva dentro de sí elementos tanto masculinos
como femeninos. Lo femenino y lo masculino son polaridades complementarias que a través de la experiencia existencial van
más allá de las clasificaciones y connotaciones conceptuales. He aquí una condición existencial de la sexualidad: existimos a
través de una identidad de género a través de la cual somos y nos relacionamos, identidad construida a partir de elementos
biológicos, psicológicos, culturales.

142
A. Lowen, La Experiencia del Placer. Capítulo 8. Barcelona: Ediciones Piados, 1994. 43 H. Maturana,
El Sentido de lo Humano. Chile: Dolmen Ediciones, 1996.
143
E. Rubio, Visión Panorámica de la Sexualidad Humana. Medellín, 1996.
144
J. Gevaert, El Problema del Hombre. Capítulo 2: La Existencia Corpórea del Hombre. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1976.
La vinculación afectiva es otra condición existencial de la sexualidad de la cual ya hemos hecho referencia ampliamente. Resalto
el hecho de que la afectividad es eminentemente relacional y elemento nutricio desde el punto de vista psicológico y existencial.
La presencia del afecto ha constituido una manera de garantizar el cuidado y desarrollo de los seres humanos. Y somos seres
afectivos desde una condición e identidad de género.
La reproductividad o fecundidad hace referencia a la potencialidad de reproducirnos como seres humanos y de ejercer las
funciones de maternidad y paternidad. En otras palabras, es la posibilidad de generar vida en el sentido tanto concreto como
simbólico. No se limita únicamente al hecho de tener biológicamente hijos y asumir las funciones materna y paterna, implica la
creación de vida en las relaciones intersubjetivas y en las acciones humanizantes. La manera de expresar la reproductividad o
fecundidad necesariamente pasa por la condición e identidad de género e intersubjetividad o vinculaciones afectivas.
El erotismo o la sensualidad tiene que ver con los procesos fisiológicos, psicológicos y culturales relacionados con el deseo.
Freud145 designó el concepto de eros como el conjunto de pulsiones de vida, oponiéndolo a las pulsiones de muerte. También se
le ha designado como la energía centrada en el cuerpo y canalizada a través del anhelo y deseo, esencial para nuestro bienestar,
fuente del poder personal y creativo, esencial para la creatividad146. Eros también proviene del mito griego, que como Dios del
Amor une e implica unión sexual, amorosa entre dos seres, unión con el origen de la vida, conexión con el cosmos, completud,
totalidad147. Desde otra perspectiva, el erotismo se articula en torno a dos movimientos opuestos: la búsqueda de la continuidad
de los seres humanos, búsqueda de la permanencia más allá de un momento fugaz y el carácter mortal de los individuos, su
imposibilidad de superar la muerte, lo que sitúa al ser humano en la dialéctica de dos polaridades: la completud, perfección y la
debilidad, fragilidad, incompletud148. El erotismo y la sensualidad van mucho más allá de la respuesta sexual humana, de los
procesos de deseo, excitación y orgasmo; es una expresión humana ligada a la condición existencial finita e infinita, de
completud e incompletud, de vida y de muerte. También representa una fuerza vital y creativa del ser humano que se expresa a
través del género, de las vinculaciones afectivas y de la reproductividad o fecundidad.
Concebir la sexualidad desde esta complejidad humana nos abre un horizonte de sentido y de resignificación de visiones
parciales y fragmentadas, de reducciones. Vista así la sexualidad implica un potente y fecundo campo de crecimiento humano y
de dignificación de la existencia.
Una vez revisada la concepción de sexualidad, retomemos la relación entre sexualidad y afectividad.
4.4.- Sexualidad y afectividad
La sexualidad y la afectividad son dos condiciones existenciales, evolutivas e integradoras de la persona humana corpórea,
psíquica y espiritual. Separar el sexo del yo, del afecto, utilizar el cuerpo como instrumento de placer es menoscabar la condición
de persona149, darle estatuto de objeto y objetivizar las relaciones interpersonales. Esta es la lógica de los dos extremos del
péndulo que mencionaba inicialmente.
Si la afectividad desde el inicio de la vida es la base de los posteriores desarrollos, estos se verán afectados en la medida en que
el desarrollo afectivo se vea interrumpido, abandonado, maltratado. Cuando no hay una afectividad sólida y apropiada los
desarrollos espiritual y psicosexual – además de todos los demás - quedarán marcados negativamente.
La pulsión es un concepto límite entre lo psíquico y lo somático, es un proceso dinámico en el cual una carga energética que
tiene una fuente en una excitación corporal (estado de tensión) tiende a un fin que es suprimir el estado de tensión a través de
un objeto. Los seres humanos tenemos diversas pulsiones: agresiva, de apoderamiento, destructiva, parcial, sexual, de
autoconservación, de muerte, de vida, del yo.
La libido sería el aspecto psíquico de la pulsión sexual y tiene relación con todo aquello que puede designarse con la palabra
amor. Jung la concebía como una energía psíquica en general presente en todo lo que es “tendencia a”.
La catexis sería la suma de excitación, de energía psíquica que se une a una representación, grupo de representaciones, a una
parte del cuerpo, a un objeto, persona, etc. Y tiene un valor afectivo.
A nivel psíquico y corpóreo las fuerzas afectivas y sexuales están integradas. En los procesos de maduración, de desarrollo, de
socialización el ser humano queda bajo múltiples influencias que le irán dando determinados elementos para situar estas dos
realidades en su vida. Cada cultura va dando pautas de regulación de la sexualidad y la afectividad. Y es aquí donde tenemos que
hilar más fino, pues nos remite a las acciones formativas y educativas en torno a lo sexual y lo afectivo.
Plantearía tres elementos de reflexión:
Uno es el tema de la fragmentación, escisión de nuestra esencia constitutiva: tiene que ver con la simbología del péndulo que
planteaba desde el inicio. Implica el hecho de descalificar, negar, denigrar aspectos constitutivos de la persona en cuanto
humana y espiritual. Hasta que punto un pensamiento, una actitud, una acción a nivel de lo afectivo o de lo sexual refleja dicha
fragmentación o escisión. La concepción de sexualidad, afectividad y relación entre ambas puede verse disminuida en la medida
en que la antropología que manejemos esté fragmentada, disociada, escindida.
El otro es el tema de los límites. Límites en cuanto protectores y contenedores de nuestra esencia constitutiva y de nuestro
desarrollo y estructuración psíquica. Limites en las relaciones intersubjetivas y en la regulación de la convivencia. Por ejemplo,
hacia los 6 años que se comienzan a construir los diques psíquicos, vamos haciendo algunas separaciones: por ejemplo de los
padres, del padre del sexo opuesto, y es un límite, un corte, un duelo que tenemos que hacer, tiene que ver con la ley del
incesto. Es un punto decisivo en términos de cómo manejaremos la sexualidad y la afectividad de ahí en adelante. La

145
J.B. Pontalis, Diccionario de Psicoanálisis. Barcelona: Editorial Labor, 1981.
146
N. B., Longfellow S, La Sexualidad y lo Sagrado. Bilbao: Editorial Desclée de Brouwer, 1996.
147
L. Castello Branco, O que é erotismo. Brasil: Editora Brasiliense, 1984.
148
G. B, El Erotismo. Barcelona: Tusquets Editores, 2002.
149
Aisenson Kogan, Cuerpo y Persona. México: Fondo de Cultura Económica, 1981.
identificación, construcción y manejo de los límites en las relaciones intersubjetivas son procesos necesarios para una vivencia
sana y constructiva de la sexualidad y afectividad.
El tercer elemento es el discernimiento. Uno de los problemas en el manejo de las relaciones entre sexualidad y afectividad es el
de la confusión. A menor conocimiento (trabajo exterior e interior) de las ciencias, de la experiencia personal y de la realidad de
Dios mismo, mayores probabilidades de confusión, de vivencias destructivas. Por ejemplo, un problema actual es la creencia que
el sexo satisface las necesidades emocionales y en las relaciones intersubjetivas no se construye un piso afectivo sólido sobre el
cual de desarrolle y exprese lo sexual lo que trae como consecuencia vacío, ruptura, sufrimiento.
Nuestra existencia humana es un sistema en el que todo está en conexión, lo que pasa en una parte influye en otras, donde hay
un desequilibrio, se generan compensaciones. Negar o dignificar el cuerpo es negar o dignificar el psiquismo y la espiritualidad,
negar o dignificar el psiquismo es negar o dignificar la corporeidad y la espiritualidad, negar o dignificar la espiritualidad es negar
o dignificar el cuerpo y el psiquismo.

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