Está en la página 1de 7

Articulo N° 1

Mitos y verdades de los homicidios en el Perú*

Grandes relatos fabulosos y dramáticos, llenos de emoción, se contagian y dan por sentados
hechos en la sociedad. Distintos sucesos están sumergidos en historias fuera de la realidad.
Esto ocurre en distintos planos de la vida y la muerte. La delincuencia, al ser uno de ellos y uno
de los principales problemas percibido por las personas, no es la excepción.

Por desgracia, algunas veces las cosas no son como pueda creerse. A continuación, se detallan
4 mitos de los homicidios en el Perú.

Mito 1: Los homicidios en el Perú se mantienen en cifras estables y bajas

A contracorriente de los que se imagina, la violencia y los homicidios en el mundo vienen


disminuyendo de manera dramática desde fines de la Edad Media hasta la actualidad (Eisner,
2013; Pinker, 2012; Muchembled, 2010). Sin embargo, en América Latina no parece ocurrir lo
mismo, pues la tercera parte de los homicidios del globo se producen en esta región (UNODC,
2013) y continúan en ascenso (Vilalta, 2015), pese a que solo cuenta con el 8,6% de la
población mundial (CEPAL, 2012).

En este escenario, el Perú es uno de los países que está atravesando por una transformación
en su delincuencia: deja de ser un país con numerosas víctimas y pasa a otro más violento (IDL,
2016). Su victimización en la zona urbana nacional pasó de 40% en el 2011 a 27% en el 2017
(INEI, 2017), mientras que los homicidios aumentaron en un 50,5% desde el 2011 al 2016, es
decir, en tan solo 6 años se registran 818 muertes más (CIEC: 2017).

En la región más violenta por los homicidios, el Perú aún mantiene una tasa baja de violencia
homicida en comparación al promedio regional, aunque cada año continua ascendiendo. Si
esta trayectoria perdura, para el 2021 podría celebrarse el Bicentenario con un problema
epidémico de homicidios (la Organización Mundial de la Salud indica que se considera
“epidémico” cuando se supera la tasa de 10 por cada 100 mil habitantes).

Mito 2: El Perú tiene una “alarmante cifra de feminicidios”

En el año 2016, el 78,7% de víctimas de homicidios han sido hombres y el 21,3% mujeres. Esto
quiere decir que de cada 10 homicidios, 2 son mujeres y 8 hombres. Asimismo, cabe precisar
que del total de muertes por homicidio, solo el 4% (106) corresponde a feminicidios en el
mismo año (CIEC: 2017).

Si comparamos estos datos en la región, se notará que el Perú tiene una de las tasas más bajas
de feminicidio (0.6 por cada 100 mil mujeres), mientras que El Salvador y Honduras, países con
más homicidios en el globo, presentan las cifras más dramáticas de feminicidio (11 y 10.2 por
cada 100 mil mujeres). En América del Sur, el país que tiene una de las tasas más altas es
Bolivia (1.9 por cada 100 mil mujeres) (CEPAL: 2016).

De esta manera, se puede indicar que las cifras de feminicidio no son alarmantes ni en el país
ni en la región -si de cifras comparadas se trata. No obstante, sí preocupa, y mucho, que
mujeres continúen muriendo por su condición de género. Al tiempo que alarman otros tipos
de violencia contra la mujer que sí tienen cifras elevadas. Por ejemplo, el 80% (412) mujeres
víctimas de homicidio en el Perú son asesinadas por causas ajenas al feminicidio (CIEC, 2017).
El 32% de mujeres, entre 15 a 49 años, experimentaron violencia física mediante golpes,
empujones, patadas, abofeteadas por su esposo o compañero (ENDES, 2017)

Estos datos no intentan desmerecer el feminicidio como violencia contra las mujeres, por el
contrario, pretenden reconocerlo como un problema en una dinámica mayor de criminalidad y
violencia que atraviesa el Perú, más aún pues son muertes evitables.

Mito 3: El crimen organizado es la principal causa de homicidios

Podría pensarse que el mayor número de homicidios en el Perú se producen a causa del
crimen organizado y, que las muertes son producto de sus acciones. Sin embargo, esto no
parece ser mayoritario. De hecho, solo el 17% de homicidios tienen como causa principal la
“delincuencia organizada”, definida como “la actividad delictiva de un grupo estructurado de
tres o más personas que actúan concertadamente con el propósito de cometer uno o más
delitos”. Mientras que el 24,5% tuvo como causa principal la venganza y el 20,4% la
delincuencia común (CIEC, 2017).

Estas cifras de la “delincuencia organizada” deben tomarse con cautela, pues parten de un
marco conceptual jurídico y no toman en cuenta al 13% de homicidios que tuvieron como
causa principal el “sicariato”, modalidad que muchas veces está asociado al crimen organizado.
Lo que indica que se requiere un mejor rigor conceptual al definir las “causas principales”. Aun
así, las cifras son esclarecedoras pues indican que los homicidios mayoritariamente no
responderían al crimen organizado. Un estudio de años anteriores demostró que la principal
fuente homicida en Lima era la violencia interpersonal (Gushiken, Costa y Romero: 2010)

Sin embargo, la tendencia en la región de América parece ser otra, pues los homicidios
vinculados a la delincuencia organizada es un 30% (UNODC, 2013). Un estudio de Igarapé
(2016) indicó que el crimen organizado y los homicidios están fuertemente asociados con las
múltiples economías criminales, lo que explica las altas tasas de homicidios en Brasil,
Colombia, El Salvador, Honduras y México. Sin embargo, el Perú, a pesar de ser uno de los
puntos de partida para el mercado de la droga, junto con Colombia (33 homicidios por 100 mil
habitantes en 2012), no tiene homicidios a esa escala ni un crimen organizado que genere una
elevada tasa de muertes violentas.

Mito 4: Las cifras de homicidio son similares en cualquier parte del país

Existe evidencia suficiente para sostener que la geografía del homicidio se concentra más en
algunas zonas que en otras: el 39,4% de homicidios del país lo concentran 2 de los 24
departamentos (Lima y La Libertad). Otro caso: mientras que el departamento de Tumbes
tiene una tasa de 22,9 homicidios por cada 100 mil habitantes; en contraste, Loreto tiene una
tasa de 3,7 (CIEC: 2017).

Esta concentración se aprecia en mejor medida en espacios locales tales como distritos o
barrios. Por ejemplo, el distrito de El Porvenir, ubicado en La Libertad, cuenta con la tasa
distrital más alta de homicidios con 19.5 víctimas por cada 100 mil habitantes (CIEC: 2017).
Mientras que un estudio del IDL mostró que solo un barrio de 15 mil habitantes, en la ciudad
de Lima, tenía al menos 7 muertes violentas en tres años (IDL: 2017).

Así pues, los datos muestran que los homicidios están agrupados y no distribuidos de similar
manera. Por ello, dependiendo del lugar, las probabilidades de ser asesinado aumentan o
disminuyen. ¿Qué lo explica? Al respecto, existe alguna evidencia sobre el tema. Briceño
(2012) realiza un estudio en tres países de América Latina, y encuentra que la
“institucionalidad” se correlaciona negativamente con la tasa de homicidios, mientras que la
desigualdad y pobreza no lo hacen de manera directa. Es decir, para este estudio, a menor
institucionalidad, mayor homicidio.
Bibliografía

Briceño-León, Roberto. 2012. “La Comprensión de los Homicidios en América Latina: ¿Pobreza
o Institucionalidad?”. Recuperado de: http://www.scielo.br/pdf/csc/v17n12/02.pdf

Carlos Vilalta. 2015. “Tendências e projeções globais sobre homicídios, 2000 a 2030”.
Recuperado de: https://igarape.org.br/wp-content/uploads/2016/04/Homicide-
Dispatch_2_PT-22-04-16.pdf

CIEC. 2016. Homicidios en el Perú, contados uno a uno. Recuperado de:


https://www.inei.gob.pe/media/MenuRecursivo/publicaciones_digitales/Est/Lib1438/libro.pdf

CEPAL. 2016. Observatorio de igualdad de género. Recuperado de:


http://oig.cepal.org/es/indicadores/feminicidio

CEPAL. 2012. “Población mundial y de américa latina y el caribe: transformaciones y nuevos


(des) equilibrios]”. Recuperado de:
https://revistas.unc.edu.ar/index.php/astrolabio/article/viewFile/1958/1018

Articulo N° 2

Formación completa para una buena Policía

Desde el 21 de agosto, más de 6 mil alumnos y alumnas de la Policía podrán egresar por medio
de la Ley N°30649, que ha sido publicada el sábado 19 de agosto (ver enlace). La medida ha
sido anunciada como una noticia positiva, pues incrementará el número de policías en las
calles. Sin embargo, esconde un grave problema: ha recortado el proceso de formación de las y
los estudiantes que ingresaron en el año 2015-I. Con la Ley N°30649, 6392 agentes saldrán
cuatro meses antes de lo previsto.

Ante ello, desde el IDL – Seguridad Ciudadana consideramos necesario destacar por lo menos
tres aspectos:
a) El proyecto de ley que dio origen a la Ley N°30649 no fue objeto de un adecuado debate
político y técnico.

El proyecto 01673/2016-PE fue presentado por el Ejecutivo el pasado 17 de julio y desde el 04


de agosto se encontraba en poder de las comisiones de Defensa Nacional y Presupuesto, para
que emitieran sus respectivos dictámenes. Sin embargo, el 17 de agosto, fue exonerada de
dictamen en ambas comisiones, por acuerdo de portavoces (ver enlace), y ese mismo día, fue
aprobada por el Pleno del Congreso en primera votación y dispensada de segunda votación.

Si bien la iniciativa del Ejecutivo fue planteada con carácter de urgencia, esa solicitud no debió
traducirse en la práctica ni en la ausencia de debate en las comisiones correspondientes, ni en
su limitada discusión en el Pleno del Congreso.

b) El déficit de policías es un problema, pero la forma de darle solución no es correcta.

Si lo que se quiere es cubrir el déficit de más de 2500 policías que pasaron a situación de retiro
si comparamos los años 2016 y 2017, ello no debe hacerse en base a medidas apresuradas,
pues más policías sin una formación completa no garantizan una mejor eficiencia contra el
delito ni mejor trato al ciudadano.

Además, porque en el plan de gobierno de PPK, lejos de proponerse este tipo de medidas, el
compromiso fue sacar a la Policía a las calles “en base a la exclusividad del servicio público” y
con una “mejor formación, tecnificación y especialización de los efectivos policiales”.

c) Más policías pero bien formados

Las y los policías tienen el derecho a recibir una formación completa y de calidad, más aun
cuando se les designará al patrullaje y al control de delitos violentos.

Recordemos que revalorar la Policía pasa, en primer lugar, por respetar y mejorar (no recortar)
su formación. No hacerlo no solo es contraproducente para las y los mismos policías, sino
también para toda la sociedad.
Si queremos una Policía efectiva contra la delincuencia y cercana al ciudadano, empecemos
por respetar su profesión. No permitamos entonces que la Policía del Bicentenario, en lugar de
cumplir su formación integral, vea afectada su educación por respuestas efectistas y políticas
que no resuelven, sino que agravan el problema de fondo.

Articulo N° 3

Armas no letales a los serenos: ¿para qué?

Desde hace varios años se debate el uso de armas no letales para serenos, pues se afirma que
estos funcionarios municipales están en desventaja cuando enfrentan a un delincuente. En
este breve artículo reiteramos los argumentos por los cuales el remedio puede ser peor que la
enfermedad. Para más detalles se puede leer el informe Análisis del Proyecto de Ley Nº
1642/2012-CR, Ley que permite el uso de armas no letales y el arresto ciudadano a los serenos
municipales.

En el país hay diferentes calidades de serenazgo. Existen municipalidades que cuentan con un
servicio muy profesional, con funcionarios debidamente remunerados y entrenados y en
número óptimo para ejercer sus funciones. Lamentablemente esos municipios son la minoría.
En Lima hay distritos cuyo cuerpo de serenazgo está desbordado. Por ejemplo, en el 2015
Chorrillos contaba con un sereno por cada 6029 vecinos, en San Juan de Lurigancho un sereno
cuidaba a 5774. Esos son los dos ejemplos más dramáticos sin mencionar las condiciones
laborales en las que trabajan dichas personas. Con estos datos, reiteramos la pregunta ¿los
serenos deben usar armas no letales?

Las armas no letales pueden ser letales. Estamos hablando de electricidad, gas pimienta, balas
de goma, perdigones, etc. Si bien estos implementos están diseñados para causar un impacto
duro en el cuerpo, pero del cual uno se puede recuperar con cierta facilidad, en ciertas
ocasiones pueden causar la muerte. Por ejemplo, una persona que sufre del corazón podría
tener lesiones graves si se le aplica un electroshock del paralyzer. Para el 40% de los
ciudadanos esto podría ser aceptado (no olvidemos que el 40% está de acuerdo con sacrificar
derechos humanos para combatir a la delincuencia, ver la página 13 de la encuesta de
derechos humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos). Sin embargo, es antiético y
el 60% no lo aprobaría.

Si la baja calidad de los serenos no nos convence, ni tampoco la letalidad de las armas no
letales, quizá saber (recordar) lo siguiente: lamentablemente en nuestro país, en muchas
municipalidades los serenos no son contratados en base a su profesionalismo o sus méritos,
sino para pagar favores políticos de candidatos a alcaldes que fueron elegidos. De ese modo,
es lógico que algunos alcaldes quieran tener un pequeño ejército de personas pagadas por las
municipalidades para que hagan el trabajo sucio. Y mejor si estas personas pueden portar
armas no letales. Aquí, la pregunta nuevamente: ¿queremos que los serenos usen armas no
letales?

Una cuestión más: el control. En el caso de la policía, si un efectivo se excede y utiliza


inadecuadamente su arma, existen controles institucionales para sancionarlo. Efectivamente,
estos controles funcionan mal, a pesar de que estamos ante una institución centralizada. En el
caso de los serenos, cada una de las miles de municipalidades del país serán las encargadas de
controlar los excesos de los serenos. Con esos controles: ¿queremos que los serenos utilicen
armas no letales?.

También podría gustarte