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Pueblo Legislador
Pueblo Legislador
en la Revolución
Por: Ricardo “El Gato” Sanoja (*)
EL OJO DEL GATO… ¡
“Por otra parte, hable primero de convertir en leyes populares las misiones, pero
hechas por el pueblo, no leyes hechos con asesores, ¿no? Leyes hechas en la calle
a través de asambleas, que el pueblo sepa que el puede hacer leyes, porque esta
Constitución, les devuelve ese poder. Que el pueblo haga leyes, leyes populares,
leyes sociales, leyes revolucionarias, que participe el pueblo en el diseño y
elaboración de leyes, y luego en su aplicación, dichas leyes deben ser el engranaje
que une los principios constitucionales, a la realidad concreta de todos los días. Las
leyes además, deben obedecer a la naturaleza de las cosas. Determinar cuales son
las necesidades, las prioridades de los pueblos para en función de ellas, elaborar
las leyes y llevar a la realidad, los principios constitucionales, a cada quien según
sus necesidades pero es vital LA CONSTRUCCION DEL PODER POPULAR como la
máxima expresión de la política en Venezuela tanto en lo local como en lo
internacional.”( Chávez dixit)
Nuestro país despertó de la pesadilla neoliberal que por más de cuatro décadas
sembraron pobreza y desigualdad en nombre de la democracia formal. La realidad
se nos presenta hoy como una constelación un tanto azarosa de cambios, rupturas
y quiebres que por encima de confusiones constituyen oportunidades que nos
permiten dar un nuevo salto en el devenir histórico de la raza humana.
Avanzamos hacia una nueva concepción del quehacer legislativo que rompe con el
viejo modelo parlamentario liberal representativo y por ende facilita el desarrollo
del modelo político de democracia participativa protagónica, de tal forma que es el
pueblo quien emerge como sujeto emancipador y constructor de un nuevo
ordenamiento jurídico y de las políticas publicas que de el se deriven. Vivimos hoy
una profunda reestructuración general de la economía, la cultura, la sociedad y la
política para transformar nuestras condiciones materiales y espirituales de la vida,
es decir, una verdadera ruptura.
Esta revolución constituye un gradual y multidimensional quiebre civilizatorio que
anuncia que los primeros asomos de un nuevo modo de producción y de relaciones
sociales marcado por la democratización de la información y el saber. Ratificamos
que el saber es poder, no nos referimos aquí a los saberes hoy hegemónicos que
pretenden reescribir y recodificar las desigualdades e injusticias de siempre bajo el
amparo de las instituciones rectoras del viejo orden y que aun hoy sobreviven. Se
abre paso a los saberes alternativos y a la prescripción normativa desde la propia
sociedad, desde los cuales se aspira desarrollar nuevas formas de gobernabilidad
más pertinentes a nuestras realidades y necesidades, dentro de un espacio social
reconstruido por el colectivo.
Como bien decía Gramsci se debe ir mas allá de la revolución política, se trata de
propiciar un cambio intelectual y cultural que potencie el desarrollo de una nueva
conciencia, nuevos valores, nuevas normas que nos permitan configurar un nuevo
ser humano. Los pueblos se niegan a continuar avalando las mismas opciones de
siempre, no se conforman con ser comparsa de un determinado grupo político,
exigen una participación real de los asuntos públicos, cuya génesis comienza con
la elaboración de las normas que integran las leyes.
Se trata de una transformación socio-histórica global, para ir mas allá del capital
en si como totalidad, que rompa con su dominio y control general de la sociedad y
de su dinámica socio-cultural y jurídica. “La solución no es desesperarse por el,
sino controlarlo en interés de la responsabilidad social y la transformación radical
de la sociedad” (Meszaros). Dentro de este contexto político tenemos dos
documentos maestros que orientan la propuesta, ellos son: