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La historia rural de México desde Chevalier:


historiografía de la hacienda colonial

Eric Van Young*

e omo los seres humanos, las disciplinas intelec-


tuales tienen un ciclo de vida. Son concébidas y
Estos tratamientos son más complementarios
que redundantes porque las preguntas .que plan-
nacen, pasan por la niñez, la adolescencia, la tean los historiadores, los esquemas explicativos
juventud, la madurez, la ancianidad y algunas in- que usan y las fuentes y métodos en que se basan
cluso mueren. Aunque en este caso el símil es están íntimamente relacionados, y tal análisis
ampuloso y difícilmente se pueda afirmar que el prismático de un cuerpo de literatura ayuda a
campo de la historia rural de México tiene el ni- identificar tanto sus fuerzas como sus debilida-
vel de una disciplina intelectual definida, la idea des.!
principal es pertinente. Después de un largo perio-
do de gestación y de una infancia vacilante pero
prometedora, el campo ya se sostiene en dos Definición y periodización
pies. Tiene una problemática, un conjunto de
interrogantes, algo parecido a una estrategia de in- Para empezar por el principio, ¿qué es historia
vestigación, y un marco conceputal (gran parte rural? La respuesta a esta pregunta no es tan sim-
del cual sin duda ha tomado prestado); tiene un ple como parece. En las sociedades preindustria~
cuerpo de literatura identificable, y sus practican- les, puede decirse que dado que la mayoría de la·
tes se reconocen entre sí. Pero ¿qué tan maduro gente reside en áreas rurales y obtiene su subsis-
está y hacia adónde va? Los propósitos de este tencia directamente de la tierra, la rúbrica "his-
artículo son examinar el desarrollo de la historio- toria rural"propiamente abarca la mayoría de las
grafía de la vida rural durante la Colonia y los relaciones sociales, económicas e incluso políticas.
primeros años del México independiente publica- No obstante, si se quiere que el término sea útil,
dos en los últimos treinta años, poniendo particu- debe teñer una definición más restrjngida. 2 En
lar atención en el estudio de la hacienda; evaluar este país, todavía está muy de moda el término
algunos de sus hallazgos, problemas y dificulta- "historia de la agricultura", aunque conlleva el
des de crecimiento; y ofrecer algunas sugerencias significado implícito de un interés central en la
respecto a dónde podrían invertir sus energías tecnología y la economía de la producción. En
futuras los que trabajan en este campo. Dentro de Europa, generalmente se usa el término "histor'ia
la organización temática general del ensayo, se agraria", que tiene una cobertura más amplia e
examina la hacienda mexicana clásica desde los incluye la estructura social rural. Por el momento,
/ puntos de vista temático, teórico y metodológico. definiré la historia rural como-las relaciones eco-
nómicas y sociales de agricultores establecidos
* Universidad de California, San Diego. fuera de las ciudades, específicamente en lo que

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concierne a la producción derivada de la tierra. mente divididos porel triunfodela independencia,
En el caso particular de México, la categoría de que es una especie de tergiversación, ya sea en
"historia rural", ya sea en el periodo colonial o la escritura o en la enseñanza, pensar en una perio-
en el nacional, ha adquirido un significado más dización que pueda extender la independencia
bien restringido. No es accidental que este aná- política hasta que abarque un punto de vista.di-
lisis ponga tanto énfasis en estudios de la hacien- ferente del cambio a largo plazo.4 En el caso de
da, y dos de sus finalidades sean explorar las México, en algunos aspectos tiene sentido dividir
razones de tal limitación y sugerir que en la prác- el estudio de la historia rural en los periodos colo-
tica se amplíen las fronteras del término. Sin nial y nacional. La evidencia de tal demarcación
embargo, mi interés principal en la hacienda me- es bastante persuasiva y puede resumirse bre-
xicana tradicional aparentemente está justificado vemente de la siguiente manera: primero, el
porque es el tema al que la mayoría de los inves- nacimiento de un sistema económico nacional,
tigadores han dedicado sus esfuerzos. El mismo aunque débil y defectuoso, acompañado por una
argumento se aplica al énfasis obvio de este en- perdida de mercados externos; segundo, una
sayo en los aspectos económicos del México rural contracción económica general agravada por
tradicional y en sus propiedades agrarias. una fuga de capital al extranjero; tercero, la
Después de adoptar una definición a priori bas- ascensión de la élite terrateniente criolla al poder
tante general, ¿tiene sentido concentrar nuestra político nacional; cuarto, la destrucción instan~
atención en el periodo colonial (1521-1821), o tánea de la elaborada estructura patriarcal de la
incluso en México? Para responder primero la política proteccionista indígena de la realeza.
segunda parte de la pregunta, diremos que hay Pese a la evidencia persuasiva que señala el
dos razones. En primer término, existen buenos periodo de í810-1821 como una especie de hito
motivos para aseverar que la Nueva España colo· en la historia del campo mexicano, el argumento
nial constituía una entidad coherente de acuerdo a favor de delinear tal periodización es cuando
con cualquier cantidad de criterios -etnográfico, menos cuestionable por dos razones. s En primer
geOgráfico, administrativo, económico, según su término, los cambios arriba mencionados pueden
relación con la metrópoli. De hecho, cuando se considerarse como insignificantes para las- estruc·
habla de México, generalmente se está hablando turas de la vida y la economía rural de México, o
del área central del virreinato, pues en el campo bien como previos a la consumación de la inde·
de la historia rural todavía -es poco lo que se ha pendencia política -es decir, como que no son
producido sobre los extremos septentrionales del cambios en absoluto. En lo que se refiere a la
reino (Charles Harris, 1964,1975; Altman, 1972, pérdida de mercados externos, es difícil imaginar-
1976;-Myres, 1969; Chevalier, 1959,1963; Cue· se que una alteración temporal y la reorientación
110, 1981) e incluso menos sobre los márgenes su- subsiguiente de la agricultura de exportación pu-
reños (Hunt, 1974,1976; García Bernal, 1972). diera haber dislocado mucho una economía
Sin embargo, ya quedó claro que la historia agra· agraria en la que una mayoría abrumadora de los
ria de México difiere de la del Perú, por ejemplo, recursos estaba destinada a los mercados internos. -
aunque guardan algunas similitudes, y quelas di· La contracción económica poscolonial bien puede
ferencias hán sido importantes. En segundo lugar, haberse inciado antes de 1810, y aunque no haya
en este caso he considerado necesario limitar el sido así, sin-duda habría constituido la depresión
campo de estudio, a modo de poder manejar un o fase "B" de un ciclo "A-B" (Coatsworth, 1978).
cuerpo de literatura relati~amente grande en una De cualquier manera, descomponer en partes la
forma razonablemente crítica. 3 e tendencia equivale a perder el significado del pa-
La parte de la pregunta que se refiere al aspec- norama global en aras de una claridad falsa; lo
to temporal es un poco más espinosa. Los eruditos importante no es la división, sino la continuidad.
están tan acostumbrados a la división tradicional El ascenso de los criollos al poder no alteró apa·
(esencialmente política) de la historia latinoame· rentemeflte los arreglos productivos o de propie.
ricana en los periodos colonial y nacional, clara· dad básicos en el campo. Por último, a fines del

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siglo XVIII, la posición social y el nivel de vida riencia moderna, y con la tendencia, por el influ-
de las masas rurales descendían en algunas par- jo del pensamiento desarrollista, a conf~ndir el
tes de la Nueva España (Van Young, 1981), así dinamismo, especialmente en la vida económica,
que la eliminación de las leyes proteccionistas con el significado. Por ello, centrar la atención
indígenas sólo agravó una situación que ya exis- nada más en el siglo XVIII sin dar razones justifi-
tía cuando se logró la independencia. cables equivale a falsear los resultados antes de
La segunda razón importante y relacionada con llevar a cabo la investigación y a dar por sentada
esto para no aceptar las guerras de independencia la respuesta en la pregunta. Este enfoque nada
como un hito en la periodización de la historia dialéctico de la historia rural de México, que se
rural mexicana es que en 1780 o antes ya existían basa en un pensamiento mágico respecto a la
la tecnología, los arreglos de producción y las importancia de los periodos de cien años, es
. relaciones sociales productivas que seguirían pre- particularmente inadecuado cuando se examina
dominando en gran parte del campo mexicano el sustrato social y económico de la sociedad
hasta el último cuarto del siglo XIX. Al analizar agraria. Efectivamente, uno de los principales
el cambio en una sociedad rural, normalmente deScubrimientos de los últimos treinta años es
se analizan las estructuras que cambian, pero a que el siglo XVIII ha empezado a perder su in-
un ritmo glacial en comparación con el de los tegridad.
sucesos en la esfera política. Las estructuras de Pese a estas críticas de la periodización, el
la vida rural forman parte de esos "arrecifes lector observará que la mayoría de las obr~ que
de coral de las relaciones humanas", para usar la mencionamos en este artículo se apegan a la divi-
frase evocativa .de Immanuel Wallerstein (1976, sión temporal tradicional del trabajo entre los
3), que no es posible acometer con periodizacio- periodos colonial y nacional. Para nuestros fines,
nes. esencialmente políticas o eventos fortuitos. esta división está justificada aparentemente
Independientemente de que haya influido en el porque el presente ensayo se ocupa sobre todo
destino de España el hecho de que Manuel Godoy de la historiografía de la vida rural mexicana y
fuera ono el amante de la reina, creemos que no de su historia. Sin embargo, en varios casos'
afectó poco la vida del campesinado o del traba- sí se sobreponen a la div.isión nacional monogra-
jador rural del México de 1800. Por lo tanto, di- fías recientes sobre la historia rural, algunas por
vidir el estudio de la historia rural mexicana a un margen considerable (Brading, 1978; Coutu-
partir de la independencia nacional es aplicar rier, 1976; Semo, 1977; Charles Harris, 1975;
criterios incongruentes e inadecuados al proble- Bazant, 1975) y las consIderaremos junto con el
ma de la periodización histórica. resto, que caen dentro de 10sJímites cronológicos
Gran parte de los trabajos recientes sobre la tradicionales de la C~
historia rural de México -ya sea que reconozcan
las limitaciones de la sabiduría convencional re-
lativa a la periodización, o que estén de acuerdo Desarrollo de la literatura sobre el tema
con la línea, más tradicional, que divide en dos
la vida mexicana a partir de 1810- ponen más Hace treinta años, Fra~ois Chevalier nos dijo todo
énfasis en el siglo XVIII que en el XVII o el XIX. lo que siempre habíamos querido escuchar sobre
¿Por qué? Sin duda, una razón es la cantidad y "hombres ricos y poderosos" y la hacienda mexi-
la calidad impresionante de los documentos que cana clásica; también concretó la imagen del la-
sobreviven. Una segunda explicación posible es tifundio mexicano creada por las obras de eruditos
la fascinación por la evidente contradicción entre y polemistas de la talTa de Andrés Molina Enrí·
el florecimiento económico y cultural del impe- quez (1909), Frank Tannenbaum (1930), Helen
rio a fines de la Colonia y la dramática e inminente Philips (1925), George McBride (1923), Nathan
ruina del orden imperial hispano. Estos factores Whetten (1948), Eyler Simpson (1937) y Jesús
se refuerzan con la predisposición occidental a Silva Herzog (1959), entre otros.6 Chevalier, por
pensar en el siglo XVIII como médula de la expe- supuesto, no trabajaba en el vacío. Algunos eru-

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ditos, como Silvio Zavala (1948a, 1948b), yendo escasez de mano de obra, que afectó adversamen-
más allá del reformismo, la polémica o el estereo- te a la economía minera, medular parala Colonia.
tipo, ya habían empezado ~ plantear preguntas En cuanto a la economía agraria de fines del siglo
penetrantes respecto a la estructura institucional XVI y principios del XVII, Borah también vincu·
de los sistemas de tenencia de la tierra y labora- ló el descenso de la población y la consiguiente
les. 7 Pero fue Chevalier, con su esmerado enfoque escasez de mano de obra con la aparición y difu-
de masas de documentación previamente inexplo- sión del peonaje pQr deudas como institución
rada, el que bajó a la gran hacienda del nivel de laboral característica del campo mexicano. Argu-
la abstracción al de la realidad· histórica. Cheva- yó que el otorgamiento de créditos por parte
lier proporcionó un tableau vivant del señor feu- de los terratenientes, aunado a la imposición de
dal del norte de México y de la sociedad patriarcal la santidad de las deudas por los mismos terrate-
cuasifronteriza, sobre la cual regía. Quizá lo que nientes y por el estado español, inmovilizó· a
es más importante aún es que Chevalier sugirió los jornaleros y creó una fuerza de trabajo más
una etiología de la sociedad señorial y patriarcal segura en situaciones de escasez de mano de obra.
que giraba alrededor de los grandes terratenientes Pese a algunas diferencias de interpret~ión, las
en muchas partes de México, pero sobre todo en hipótesis de Chevalier y de Borah no son incom·
el norte: una contracción económica del siglo patibles sino complementarias. Proporcionan
XVII en la Nueva España, provocada por una explicaciones simultáneas y persliasivas de la
baja de la producción minera. Esta contracción característica más debatida de la historia rural
econÓmica, razonó Chevalier, forzó a la agricul- mexicana desde la Conquista española-: el domi-
tura, cuya ---'Prosperidad anterior había estado nio del campo por grande~ propiedades subpro-
vinculada a la prosperidad de los centrÓs mineros, ductivas con estructuras sociales patriarcales o
a volverse contra sí misma, reforzando así una feudales y con fuerzas de trabajo empobrecidas
tendencia ya existente en la agricultura mexica- y serviles. Además, describieron la hacienda y
na a las prácticas extensivas, en oposición a las el peonaje por deudas en gran parte como resul-
intensivas -es decir, hacia la crianza de ganado tados de la depresión y el retroceso económico,
y no hacia el cultivo de las tierras. Así pues, se que se supone transformaron la irracionalidad
vio que la contracción de los mercados era la económica evidente y la "feudalización" en estra-
raíz de un retroceso económico que, a su vez, tegias de adaptación, aunque no en virtudes. Las
desencadenó un proceso de feudalización que dos ideas ensamblaron tan bien que en la litera-
produjo un sistema de grandes propiedades dife- tura se conocen como la "tesis Borah-Chevalier"
rente a la agricultura capitalista embrionaria (Frank, 1979; Morner, 1973). Si los documentos
característica de los tiempos de auge de la econo- modernos sobre la historia rural de México tienen
mía mexicana. 8 un punto de partida identificable, éste bien puede
El año en que apareció el estudio de Chevyier, ser la publicación de-los estudios de Chevalier y
que abrió nuevos horizontes, Woo~orah Borah. En conjunto, esas dos obras lograron tres
publicó un provocativo ensayo en el que extendió cosas importantes. Primero, dieron explicaciones
el concepto de una depresión del siglo XVII para sustanciales convincentes de la forma de la socie·
cubrir a México en general (1951). No obstante, dad rural colonial en México, e, incidentalmente,
la obra de Borah tuvo un origen diferente al de de muchas de sus características que sobrevivirían
la de Chevalier, pues se derivó de los primeros el periodo colonial. Segundo, elevaron el nivel
esfuerzos del grupo de demógrafos históricos de del debate historiográfico, lo agudizaron y lo
Berkeley por bosquejar eL curso de la historia trasladaron del pasado más inmediato (el Porfiria-
de la población mexicana durante el siglo siguien- to y la era de la Revolución de 1910) alas reali-
te a la Conquista. 9 En su escenario de la depresión dades históricas concretas de siglos anteriores.
del siglo XVII, Borah asoció la contracción eco- Por último, establecieron un punto de cristaliza·
nómica general en México con el colapso demo- ción teórica alrededor del cual más tarde se desa-
gráfico indígena previo y con la consiguiente rrolló una discusión intensa. De esta manera,

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Chevalier y Borah propusieron un modelo eficaz método y un marco conceptual, después del pre-
de un proceso histórico que culminó en la gran cipitado nacimiento, o tal vez renacimiento, de
hacienda mexicana. Al hacerlo, orientaron el este campo a principios de la década de 1950. 11
debate posterior hacia la crítica revisionista de Sin embargo, durante esa década se introdujeron
su modelo y hacia una investigación más profun- o expusieron nuevas perspectivas teóricas que
da de la gran propiedad privada. Así, la gran pro- con el tiempo adquirirían importancia, cuando
piedad rural ofreció el punto de partida más l~ base empírica del estudio de la historia rural
inmediato, y en ciertos sentidos el más fácil para se hubiera ampliado un poco. En 1950, un artícu-
estudiar el tema, y por tal razón yo sugeriría lo de Jan Bazant, que ahora se cita muy poco,
que la investigación actual al respecto conserve introdujo explícitamente..el análisis marxista de
en su mayor parte el mismo tinte. Más o menos "feudal vs. capitalista" en el debate sobre la na-
durante los siguientes quince años, el retrato que turaleza del desarrollo económico de México en
Chevalier en particular había pintado de la hacien- el siglo XIX. Aunque Bazant se ocupó del proble-
da colonial se aceptó generalmente como la sabi- ma de la era porfiriana, las bases de su plantea-
duría convencional sobre el tema (Simpson, 1977; miento con el tiempo se extendieron hasta
Wolf, 1959). Después de todo, tenía la ventaja incluir el desarrollo económico colonial, parti-
de ofrecer una desviación no demasiado radical cularmente la naturaleza de la gran propiedad
del punto de vista tradicional de la hacienda mexi· rural. Chevalier, participando en este debate,
cana, ya que nos había dicho sencilla y elegante- elabor.á aún más su trabajo previo con un par
mente que lo que la mayoría de lo que siempre de ensayos (1959, 1963) en los que bosquejó
habíamos pensado era· correcto hasta cierto pun- con mayor detalle la naturaleza cuasifeudal de
to, dándonos una ideología de los síntomas que la gran hacienda del norte de México en los siglos
siempre habían sido visibles. XVIII y XIX. Paralelamente a la introducción de
Tomó más de una década la elaboración de una laS categorías históricas marxistas, e incluso to-
respuesta de investigación seria a los trabajos de cándolas en ciertos puntos, los antropólogos
Chevalier y Borah. Esta demora nos parece curio- Eric Wolf y Sidney Mintz realizaron un análisis
sa dada la importancia de sus estudios para· la de las diferencias teóricas entre las plantaciones
interpretación de la historia colonial. Hay varias y las haciendas (1957). Aunque se basa más en
explicaciones parciales, pero ni siquiera la combi- materiales contemporáneos que en estudios his-
nación de ellas es una justificación convincente tóricos e incluye tanto el área del Caribe como las
del retraso. Entre dichas explicaciones están el tierras altas y las tierras balas de Mesoamérica,
tiempo que requirió la difusión de la obra de el esquema de Wolf-Mintz por primera vez desglo.
Chevalier (no fue traducida al español sino hasta só las características sociales y económicas de las
1956, y al inglés en 1966); el creciente interés grandes propiedades rurales. Postuló una canti-
de los eruditos de Estados Unidos y de otras dad limitada de variables que determinaron·
partes en otros temas; la necesidad de lograr cier- el que una región dada se desarrollara como
tos avances metodológicos;lo y la simple escasez una área de agricultura de plantaciones (carac- .
de estudiosos del campo. Fueren cuales fueren terizada por fuertes inversiones de capital, altos
las razones, después de la generación de algunas niveles de tecnología, un régimen de trabajo
hipótesis fructíferas a principios de los años cin- intensivo y fuertes vínculos con mercados regio-
cuenta, curiosamente el estudio de la historia nales o internacionales), o bien como una agrio
rural colonial permaneció estancado más o menos cultura de hacienda (caracterizada por bajos
durante una década. ""' niveles de inversión, de tecnología y de utiliza-
Obviamente se estuvo trabajando sobre todo ción .. de mano de obra, y por vínculos débiles
en lo concerniente a los aspectos económico y con los mercados).
técnico de las estructuras rurales, y algunos traba- En 1964, con la publicación de la obra monu-
jos fueron muy buenos, pero tomó tiempo esta- mental de Charles Gibson sobre la historia del
blecer un conjunto claro de interrogantes, un"_ Valle de México, The Aztecs under Spanish Rule

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(Los aztecas bajo el dominio español), apareció ria del México colonial y la subestimación his-
la primera prueba significativa de lo que más , toriográfica de la misma, invitándonos a efectuar
tarde se conocería como el "modelo Chevalier" (o estudios más profundos y más amplios de la
"tesis Borah-Chevalier"). Gibson se ocupó del historia rural tomando como problema central
proceso de aculturación de los indios del Valle la gran propiedad (1964, 406.7). Gibson decía
durante la época colonial, y en consecuencia se le que tal vez su información sobre el Valle de Méxi·
aproximó lateralmente al modelo Chevalier de la co era poco representativa (como lo debe ser,
hacienda mexicana y le dio un buen golpe, del en cierto sentido, todo lo relacionado con la
cual nunca se ha recuperado. Según Gibson, la ha· ciudad de México), pero que necesitábamos saber
cienda era una institución tan importante en el más respecto a todo el país. Más o menos al mis-
Valle de México que prácticamente se plantó ante mo tiempo, la introducción de Lesley Simpson
la vista del autor cuando estudiaba las relaciones a la edición inglesa de la obra de Chevalier decía
entre los indios y blancos. Gibson evadió el marco que el erudito francés había confirmado lo que
marxista o cualquier otro marco teórico y tomó de todas maneras siempre se había sabido (1966,
el camino del historisismo ecléctico empírico, de· vi). Obviamente había un problema.
dicando gran parte de su voluminoso libro a un Si Chevalier y Gibson pudieron presentar imá·
examen de las estructuras agrarias reales en el Va· genes sustancialmente divergentes de la hacienda
lle de México. En retrospectiva, sus hallazgos difí- colonial, ¿qué significaba esto para nuestra como
cilmente sorprendieron, pero sí divergían grande. prensión de la historia de México en general y
mente de los de Chevalier en cuanto al norte y al para el estudio de la historia rural en particular?
norte cercano de México. Gibson no encontró ¿Cuáles eran las razoneslie las' diferencias que
propiedades grandes, irregulares y subutilizadas, vieron en una institución tan importante? Estos
sino una amplia gama de haciendas de diversos tao dos eruditos y otros que estaban trabajando en
maños que se valuaban más por su valor en capital el campo todavía no habían empezado a armar el
que por su tamaño. El Valle de México no tenía rompecabezas, perosíhabían descubierto un rom-
una economía ganadera extensiva poco producti· pecabezas cuya existencia no habíamos notado
va, sino un régimen mixto de ganadería yagricul. antes. Los estudios de Chevalier y Gibson diri·
tura que se concentraba en la producción de cerea- gieron el debate posterior sobre la naturaleza del
les y utilizaba mucho la irrigación. Los hallazgos 'desarrollo agrario mexicano por canales en los
de Gibson no revelaron una economía agrícola au· que ha seguido desarrollándose hasta el presente.
tárquica que se encerró en sí misma y tuvo poco Pero lo más importante es que ambos pUsieron
contacto con los mercados locales o regionales, atención particularmente en el desarrollo de la
sino una agricultura hacendaria altamente comer- hacienda como el meollo de la historia agraria
cializada que estuvo en contacto con el enorme colonial; Chevalier explícitamente y desde el
'mercado de la ciudad de México. Gibson no en- principio, y Gibson mediante un proceso de eli·
contró la institución opresiva de peonaje por minación. Borah, Chevalier y Gibson no fueron
deudas que se había desarrollado en algunas los únicos estudiosos que llegaron a esta conclu·
partes del norte a fin de asegurar una fuerza de sión o condujeron a ella. Hay otras consideracio·
trabajo escasa y móvil, sino más bien descubrió nes metodológicas e investigaciones sobre otros
que en el Valle de México, por lo menos durante temas de la historia socioeconómica colonial que
el siglo XVIII, la mano de obra era relativamente aparentemente también apuntan en esta direc-
abundante, que el empleo asalariado libre era ción. En el primer caso, la documentación sobre·
más importante que el peonaje por deudas y viviente destacó la gran propiedad como una
que la hacienda le proporcionaba al campesino entidad histórica, aunque hubo otras entidades
indio abrigo y seguridad, y no nada más signifi· en el campo que también dejaron residuos docu-
caba opresión y servidumbre. 12 En la conclusión mentales (muchos sobre los pueblos indígenas,
de su libro, Gibson señaló un tanto délficamente menos sobre los pequeños propietarios indepen-
la importancia crucial de la hacienda en la histo- dientes, los pueblos comerciales, etcétera). En

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el segundo caso, los intentos posteriores de en- México eran diferentes a las del norte y el cuasi-
tender más la estructura social del México colo- norte, o si las haciendas del siglo XVIII eran dis-
nial también llamaron la atención hacia la gran tintas a las del XVII, ¿cómo habría que llamarlas?
hacienda. En lo que podía llamarse la socializa- ¿Embriónicamente capitalistas? ¿Transieionales?
ción de los est~dios elitistas, investigadores tales ¿Menos feudales? ¿No feudales? ¿Semifeudales?
como Brading (1971) y Ladd (1976), quienes ¿Posfeudales pero precapitalistas?14 Fue en este
ostensiblemente empezaron con diferentes fines punto donde los marcos analíticos marxistas
en mente, llegaron a la conclusión de que la pro- empezaron a adquirir importancia, e influyeron
piedad de las grandes haciendas estaba inextrica- incluso en algunos de los que rechazaban las cate-
blemente entrelazada con el status de las élites.13 gorías marxistas. Cuando los eruditos marxistas,
Estos factores explican parcialmente el grado en por ejemplo, André GunderFrank (1969) y En·
que el estudio de la historia rural ha llegado a rique Semo (1973), integraron todo el debate
identificarse con el estudio de la hacienda. sobre el feudalismo versus el capitalismo en el
Dado el énfasis en la hacienda dentro del cam· debate de ese entonces spbre la teoría de la .de-
po de la historia rural, derivado claramente tanto pendencia, de inmediato las aguas se enfangaron
de un cuerpo de literatura más antiguo como de más y la discusión se extendió a cuestiones más
investigaciones posteriores a 1950, tres temas o teóricas relativas a la historia económica mun-
grupos relacionados de problemas habían llegado diaJ.l5 Desde fines de los años sesenta, ha florecido
a dominar el enfoque del sistema de la hacienda . el estudio de la historia agraria colonial y la histo·
para 1965. Primero, se reconoció que durante ria agraria de principios del periodo nacional. No
el periodo colonial y el siglo XX hubo una varia· pasa un año sin que un mexicano, un norteameri-
ción temporal y geográfica considerable en el cano o un europeo publique por lo menos un
papel socioeconómico de la hacienda mexicana; libro importante sobre el tema, aparte de los
explicar esta variación era un buen problema. En cientos de disertaciones y artículos de revista que
segundo lugar, el marco teórico empleado para han aparecido. Muchas conferencias internaciona-
abordar el problema de las divergencias de desa- les se han dedicado a la historia agraria de Améri-
rrollo que claramente se agravaba con el aumento ca Latina en general o de México en particular, y
de datos empíricos se concentraba en la impor- se han publicado interesantes actas de estas sesio-
tancia de un número limitado de variables y en nes. 16 ¿Qué hemos aprendido? Responderé esta
sus interacciones. En términos generales, estos pregunta reseñando a grandes rasgos los principa-
elementos pueden categorizarse como factores les hallazgos en el campo. Después, examinaré
de producción, factores de mercado y factores de los métodos y las fuentes que se han usado hasta
control social. Todos ellos están por lo menos ahora y sugeriré brevemente algunas áreas posi-
implícitos en el trabajo de Chevalier, Gibson y bles de investigación futura.
otros, y explícitos en el de Wolf y Mintz (1957;
ver también Morner, 1973; y Van Young, 1981).
Finalmente, también se estaban haciendo implí- Sumario de investigaciones recientes
citamente esfuerzos por acoplar el desarrollo de
la estructura agraria colonial mexicana con cierto Podría pensarse que el primer producto recono-
tipo de análisis, más amplio, del cambio histórico cible de un campo de investigación que crece tan
-con miras a caracterizar la sociedad mexicana rápido como es el de la historia rural colonial
colonial en conjunto recurriendo al carácter de mexicana sería la elaboración de definiciones más'
sus instituciones agrarias. Chevalier (1952) y claras; sin embargo, la claridad de las definiciones
Bazant (1950) no fueron los primeros que carac- ha sido la primera víctima de las investigaciones
terizaron la hacienda colonial como "feudal"; recientes. La parte más básica del arsenal de con-
el sociólogo mexicano Andrés Molina Enríquez ceptos, el modelo de la hacienda, ha suftido un
(1909) expresó claramente esta idea a principios daño casi irreparable. Quizá sea más fácil decir
del siglo XX. Pero si las haciendas del centro de lo que no era una hacienda que lo que sí era. No

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era una granja familiar capitalista, como las que dad rurales como un sistema en el que la propiedad
existen actualmente en mtlchas áreas del mundo rural sólo era una parte importante. No obstante,
. occidental; tampoco era una empresa comunal o al reseñar en términos generales los descubrimien·
cooperativa parecida a un pueblo indígena in· tos recientes en el campo, deseo abordar más lo
tacto; tampoco se basaba en la agricultura de conocido que lo desconocido, y esto implica
campesinos o de subsistencia, aunque, aparen- hablar de la hacienda.
temente, en su forma más subutilizada es simio Tomando como punto de partida la tierra, la
lar a todo lo anterior. El problema se agrava si variable más básica en la composición de la hacien·
se pasa de tratar de definir la hacienda en térmi· da tradicional, las investigaciones recientes
nos de un estilo de producción a tratar de defi· muestran que las fincas rurales diferían muchí·
nirla en términos de una cantidad limitada de simo en cuanto a tamaño y calidad de las tenen·
variables importantes que supuestamente son cias de tierra. Sin duda, fue en el árido norte,
comunes a todos los casos. donde las posibilidades de la agricultura de irri·
~ara anticipar un poco mis conclusiones, gación estaban constreñidas por la escasez de
aunque se le dé la perspectiva más caótica y agua, la debilidad de los mercados y la escasez
menos rigurosa al asunto, la escala de variación de mano de obra, donde las haciendas alcanzaron
observada en la naturaleza de las unidades agro· sus más vastas extensiones, hasta llegar a tener
sociales llamadas haciendas era enorme durante el tamaño y prácticamente 'll! autonomía de
el periodo colonial y principios del periodo na· principados, con millones de acres bajo su con·
cional. Por otro lado, si a fin de extender lo más trol (Charles Harris, 1955; Romero de Terreros,
posible la red teórica, se colocan las variables prin· 1956; Chevalier, 1952; Altman' 1976V 7 Por
cipales a lo largo de un continuo que va desde otra parte, como lo señaló antes Gibson (1964,
"poco", en un extremo, hasta "mucho", en el 289-90), el tamaño por sí solo -ni siquiera en
otro, en vez de buscar su presencia o ausencia, es conjunción con otros factores -no bastaba para
probable que la categoría de "hacienda" se amplíe que una propiedad rural se convirtiera eh hacien-
tanto que llegue a perder casi totalmente su sig- da. Parece ser que más cerca del centro de la Nue-
nificado. ¿Qué sugiere este polimorfismo? Por va España, el tamaño promedio de las propiedades
un lado, sugiere que la hacienda mexicana tal ha decrecido. 18 En general, el tamaño de la ha·
vez ha sido más bien un efecto que una causa, cienda tendía a variar inversamente a la calidad
que su papel histórico ha sido más bien una varia- de la tierra, incluso cuando la ubicación y la
ble dependiente que una variable independiente, calidad estaban interrelacionadas a través del
y que hemos venido estudiando equívocamente proceso de empobrecimiento artificial de la ferti·
la-historia rural. De hecho, varios autores (Che- lidad. A fines del periodo colonial, en las regiones
valier, 1966; Frank, 1979) han aseverado que la del Bajío y de Guadalajara, las haciendas de dos-
hacienda hispanoamericana fue un producto del cientos o trescientos mil acres se consideraban
Nuevo Mundo -una respuesta cultural y econó- enormes, y parece ser que la mayoría eran mucho
mica a condiciones específicas con las que se más pequeñas, al igual que en los valles de Méxi·
encontraron los europeos en Ainérica- en vez co y Oaxaca (Brading, 1978;Van Young, 1981;
de una forma transferida intacta del Viejo Mun- Gibson, 1984; Taylor, 1972). Como lo ha demos·
do. Si esta suposición es correcta, como cada trado Isabel González Sánchez, a principios del
vez lo confirman más abundantes investigaciones, siglo XVIII las haciendas del área de Tlaxcala
entonces, gran parte del debate, el revisionismo que tenían más de tres o cuatro mil acres se
y el Sturm and Drang sobre la naturaleza de la consideraban extraordinariamente grandes, mien-
hacienda han estado equivocados. Nunca enten· tras propiedades de seiscientos u ochocientos
deremos cabalmente la historia agraria mexicana acres se consideraban como haciendas (1969). En
sino hasta que dividamos nuestra atención entre apariencia, es reisgoso intentar categorizar la
la hacienda y otros elementos del campo y exa- hacienda colonial basándose estrictamente en su
minemos cuidadosamente la economía y la socie- tamaño, como lo intentaron algunos autores ano

30
teriores (Phipps, 1925) y como lo sugieren algu- agrícola campesina con relatos antropológicos
nas autoridades modernas (Couturier, 1976). Por modernos, que las técnicas eran bastante inten-
otro ládo, las haciendas en general eran más sivas, muy productivas, adaptables y simples
grandes que los otros tipos de unidades rurales (Cook y Borah, 1974-80; Palerm, 1971; Oscar
de producción (comunas, parcelas, ranchos, es- Lewis, 1973). Si la agricultura indígena tradicio-
taRcias, labores, etc.) que existían en la campiña nal del maíz (o la agricultura en pequeña escala
mexicana. ¿Pero qué nos dice esto? Es algo así en general) difería significativamente de la agri-
como tratar de explicar las diferencias entre los cultura de la hacienda, probablemente la diferen·
seres humanos (entre un adolescente y un adul- cia estaba· no tanto en las técnicas básicas como
to, por ejemplo) basándose nada más en el ta- en la organización económica. Por ejemplo, sabe-
maño. mos que los agricultores indiós y los rancheros
¿Y, entonces, qué pasa con otros factores de no indios empleaban la irrigación para producir
producción como son la tecnología, el capital y trigo (Van Young, 1981). Lo que en última ins-
la mano de obra? En el caso de la tecnología, ge- tancia diferenciaba la agricultura indígena y la
neralmEmte se reconoce que la agricultura mexi· de algunos rancheros de la agricultura de las
cana estaba bastante retrasada durante el periodo fincas era que estaba organizada sobre la base de
colonial y principios, del nacional. ¿Pero qué tan la economía familiar, una modalidad típicamente
atrasada, y es probable que la agricultura de las campesina en la que generalmente la mano de
haciendas estuviera menos retrasada que la de obra no recibe paga y hay categorías totalmente
otros tipos de propiedades, o que fuera cualitati- diferentes de uso de la fuerza de trabajo humano
vamente diferentes a ellas? Tenemos que admitir y de cálculos de pérdidas y ganancias. 20 Por otra
desde el principio que, salvo ciertas excepciones, parte, lo más común es que la productividad de
en realidad no sabemos mucho de la tecnología la agricultura de la hacienda, generalmente baja,
agrícola colonial. Las excepciones son las prácti- se impute al ambiente económico, particularmen-
cas de los jesuitas mexicanos, los cuales nos lega- te a la debilidad de la demanda del mer~ado en
ron un manual de técnicas administrativas y un país con una población abrumadoramente
agrícolas prescritas (Chevalier, 1950); las prácti- rural (Florescano, 1971a), más que a una falta
cas de agricultores indígenas, sobre las cuales de conocimientos tecnológicos. Así pues, cabe
tenemos información dispersa pero interesante trazar otro continuo, y no pensar en una dicoto-
(Gibson, 1964; Cook, 1949); la crianza de gana- mía rígida o en una economía dual, con una tec-
do (Charles Harris, 1975; Serrera, 1977); y la nología más o menos similar distribuida en un
producción azucarera de la haciend~, que debido amplio espectro, pero con acceso a los medios
a su naturaleza intensiva en capital y a la necesi· de producción distribuidos muy inequitativamen-
dad de llevar registros de producción cuidadosos te. 2l En lo que Se refiere a la crianza de ganado,
dejó una serie de documentos relativamente sabemos bastante acerca de la tecnología normal
detallados (Barrett, 1970, 1979a; Berthe, 1966). -es decir, acerca de la cruza y el manejo de los
Algunos han planteado la pregunta de cuán caballos, el ganado vacuno y las ovejas (Charles
eficientes eran en realidad las técnicas adminis- Harris, 1975; Serrera, 1977)- e incluso algo so-
trativas de las que se jactaban los jesuitas (Blood, bre el contexto institucional del pastoreo y la
1972; James Riley, 1973, 1976;Konrad 1980).19 trashumancia (Dusenberry, 1948a, 1963;Serrera,
De cualquier manera, es necesario distinguir en· 1974a, 1977; Matesanz, 1965; Miranda, 1958).
tre las prácticas administrativas y la tecnología Pero sobre lo que sí sabemos poco (salvo ciertas
agrícola; y en lo que se refiere a esto último, pa- excepciones, por ejemplo, Simpson, 1952 y
rece ser que es improbable que los jesuitas tu- Crosby, 1972) es sobre la interacción entre la tec-
vieran alguna ventaja en partic\llar sobr~ sus nología y el medio -por mencionar algo, losefec-
competidores laicos. En cuanto a la agricultura tos ecológicos de la crianza de ganado engran
indígena, sabemos, gracias a comparaciones de escala. Quizá la producción azUcarera es la única
descripciones contemporáneas de la tecnología área de la tecnología agrícola en la que diferían

31
marcadamente las técnicas y la eficiencia de los que, por ende, no se consideraban entre las fami-
productores grandes y pequeños. No obstante, lias más ricas (McLachlan y Rodríguez, 1980).
.aun en esta actividad, las mejoras tecnológicas Si la propiedad de tierras no bastaba para per-
no se presentaron en la forma de una revolución, tenecer a la élite, ¿cuál era el significado socio-
sino en pequeños incrementos, en forma similar económico de la gran propiedad en México? Las
a lo que ócurrió con el renacimiento de la mine- investigaciones modernas nos acercan cada vez
. ría colonial de la plata (Sandoval, 1951; Barrett, más a una visión multicausalde esta compleja
1970; Berthe, 1975b,1976;Brading,1971;Chá- pregunta. Ciertamente sería un error desechar
vez Orozco, 1950). los aspectos de prestigio de la propiedad de
Si bien el perfil de la gran hacienda tradicional tierras en gran esc.ala tan sólo porque tal pro-
se diluye un poco en el aspecto tecnológico, cuan- piedad por sí sola no bastaba para asegurarse
do se examinan los patrones de propiedad e in- un lugar en la élite de la sociedad colonial. 23 Los
versión ~l capital en relación con la econom ía estudios antes citados y muchos otros sugieren
agraria-la imagen se aclara un poco. Los inves- que, en el México tradicional, el poder social y
tigadores modernos han dilucidado mucho lo político y las ideas relativas al status y la jerar-
que concierne a las fuentes y las funciones de las quía estuvieron ligados íntimamente al control
inversiones de capital en la agricultura colonial de la tierra, por lo menos hasta la Revolución de
y de principios del siglo XIX, así como a los sig- 1910. Incluso, puede ser que en las provincias
nificados sociales de la propiedad de la tierra en lejanas a la ciudad de México, donde era limita·
gran escala. Además, gran parte de lo que hemos do el acceso a ciertas formas de gran riqueza y al
aprendido contradice los estereotipos y la sabi- poder político, la aSociación entre el status de
duría convencional relativos a la riqueza en for- la élite y la propiedad de tierras era todavía más
ma de fincas rurales _y a su lugar en el orden íntima. 24
social. Por ejemplo, ya sabemos bien que durante De cualquier manera y en última instancia es
casi todo el periodo colonial y el siglo XIX la muy difícil tener una idea clara de las nociones
riqueza hacendaria por sí sola no garantizaba del. prestigio y de los valores sociales asociados
la pertenencia a la élite. Chevalier (1952) trató la con los fragmentos objetivos de comportamien-
relación de la propiedad hacendaria con la mine- to que el historiador puede ver. En el contexto
ría y la ocupación de puestos oficiales e indicó actual, no debe sorprendernos el hecho de que
que, cuando el sector minero se contrajo en el los terratenientes de la Colonia y del siglo XIX
siglo XVII, la propiedad de tierras representó no hablaran con frecuencia del prestigio que im-
algo así como un refugio, a falta de algo mejor, plicaba la posesión de tierras. Tal prestigio debe
para el capital. Desde la aparición de la obra haber sido una de las suposiciones inarticuladas
de Chevalier, numerosos estudIOS han indicado de una sociedad en la que, si bien ya no existía
que el capital generalmente fluía de la burocra- el droit de seigneur, ciertamente existía una men-
cia oficial, las profesiones y, sobre todo, del talidad señorial; tal vez los nuevos ricos hablaran
comercio y la minería a la agricultura, y no a de ello, pero se habría considerado como una
la inversa. 22 Estos estudios también han demos- actitud vulgar. Además, sabemos lo suficiente
trado que la agricultura en gran escala requería sobre las sociedades humanas en general como
inyecciones periódicas de capital y la capacidad para entender que suele ser muy difícil separar
para soportar situaciones de mercado desfavora- los aspectos sociales y económicos de una insti-
bles, de tal manera que las fortunas autosuficien- tución o un suceso determinados. Sabemos, por
tes puramente agrícolas eran bastante raras ejemplo, que en el México colonial, las diversas
(Brading, 1978; Florescano, 1971a; Van Young, corporaciones eclesiásticas (conventos, monaste-
1981). Un trabajo reciente de síntesis sobre la rios, cofradías, burocracias episcopales, etcétera)
historia de la Colonia postula que quizá haya reclutaban a su personal entre familias de la élite
existido una élite secundaria cuyas fortunas sí y acumulaban enormes riquezas en el proceso
dependían nada más de la tenencia de tierras y de proporcionar una salida para el consumo so-

32
cial conspicuo. Pero en la época en que no exis- feudal-capitalista en la cual se ha apoyado el de-
tían los bancos, la iglesia también fungía como bate sobre la gran propiedad, sino que las canali-
banquero, financiando la agricultura en gran esca- zan al estudio de los factores que limitaron la
la, al mismo tiempo que obtenía superávits de rentabilidad de una empresa o un grupo de empre-
ese mismo sector de la economía. 25 Por lo tanto, sas en determinado momento. Sin embargo, nos
en este caso, las funciones social y económica de parece pre:maturo escribir un obituario para el
la misma institución colonial tenían un vínculo concepto feudal de la hacienda mexicana tradi-
indisoluble. Incluso en otros casos, las actitudes cional. ¿Hay algún sentido en el que esta venera-
que aparentemente tenían objetivos no econó- ble etiqueta pueda ser todavía válida?29
micos o que parecían irracionales desde el punto La respuesta depende totalmente de lo que
de vista económico, de hecho tienen fines de uno quiera decir con el término "feudal". En lo
esta índole o son adaptables y racionales en el que se refiere a la historia rural de América Latina
contexto de la conducta. 26 Sin duda, esta situa- y del México colonial y del siglo XIX en particu-
ción es cierta en el caso de la conducta aparente· lar, feudal significa un conjunto de características
mente irracional de las familias campesinas, así interrelacionadas que supuestamente describen.
como en el del carácter monopólico de las adqui- El modelo en sí es el señorío medieval europeo,
siciones de tierra por parte de terratenientes al que los estudiosos le han dedicado una gran
en gran escala. Lo importante es que en el Méxi· energía. 30 Las características que se citan con
co prerrevolucionario las consideraciones de más frecuencia para apoyar el parecido de la
prestigio no necesariamente eran incompatibles hacienda mexicana tradicional con el feudo euro-
con las cuestiones de ganar utilidades u optimizar peo son los poderes políticos y jurídicos de su
el comportamiento económico. 27 propietario, la escasa orientación a los mercados
Respecto a la relación del capital con la hacien- -en ocasiones asociada con economías no mone-
da tradicional, si la obtención de prestigio y el tarias o naturales-, la naturaleza fija y servil de
mantenimiento de una condición elitista no eran su fuerza de trabajo y el matiz patriarcal de sus
incompatibles con un comportamiento económi· relaciones sociales. Conforme a estos criterios,
co racional, ¿cuál era la razón de ser económica los modelos del feudo europeo y de la hacienda
de la gran propiedad, y cómo funcionaba ésta? mexicana guardan más bien poca semejanza,
Desde el estudio de 1964 de Gibson, se convirtió salvo en sus estructuras sociales. El poder políti.
'en una especie de axioma que las propiedades en co y jurídico del propietario nunca fue formal-
bienes raíces tenían que ser empresas lucrativas. mente parte de la estructura institucional de la
En su célebre declaración "La hacienda no es sociedad rural, pero parece haberse desarrollado
negocio" (1909), Molina Enríquez es el que ha como una excrecencia del uso. Esta situación
expresado con más energía el punto de vista más contrasta marcadamente con el marco explícita-
antiguo del asunto: que hasta la Revolución de mente legal del sistema feudal europeo clásico,
1910 los terratenientes carecían de la mentalidad debido a sus complejos reclamos de soberanía
capitalista, que la propiedad de bienes raíces y obligación recíproca. En el Nuevo Mundo, el
tenía el único propósito de asegurar el cumpli- análogo más cercano al sistema feudal europeo
miento de aspiraciones elitistas y que la produc- era la encomienda, un feudo manqué que desem-
ción y las utilidades de mercado eran exiguas. Por peñó un papel tremendamente importante en
otro lado, André Gunder Frank (1979) es quien los inicios de la historia de México, pero que
propone con más firmeza que la hacienda mexi- nunca logró la condición legal autónoma del feu-
cana, desde sus inicios, fue una empresa comercial do, y que, según sabemos ahora, no era una con-
con fines de lucro y que además estaba integrada cesión de tierra (Zavala, [1935] 1973, 1940;
al crecimiento de la economía capitalista occiden- Simpson, 1966).31 Con esto, no queremos mini-
tal. 28 Este último punto de vista se ha extendido mizar el dominio político y jurídico que los
tanto que al parecer la mayoría de los investiga- terratenientes solían ejercer localmente, conside-
dores ya no invierten sus energías en la dicotom ía rable pese a sus bases informales. También en

33
este caso,el marco más adecuado es un gradiente mente ya no es una empresa capitalista. Para
o continuo, cuya variable a trazar es el grado re- analizar con precisión el funcionamiento de la
lativo de amortiguamiento institucional en la economía rural colonial y del siglo XIX tenemos
campiña. Es decir, a mayor densidad demográfi- que empezar a examinar las unidades de produc-
ca de una región dada y a mayor número de focos ción dentro de un contexto económico. Caracte-
de poder político y jurídico en competencia (pue- rizar a la hacienda mexicana como feudal basán-
blos indígenas y otros asentamientos, jurisdiccio- donos en su escasa orientación al mercado en
nes reales, establecimientos eclesiásticos), menor ciertos lugares y épocas es confundir la causa
grado de hegemonía de los señores. Este gradien- con el efecto.
te se extendería desde el sur indio (Taylor, 1972, Quizá el punto en el que los revisionistas han
1976), pasando por el Valle de México (Gibson, ido más lejos en su intento de bajar de su pedes-
1964; Tutino, 1975, 1976a, 1976b), hasta las tal a la sabiduría convencional sobre la vida en el
regiones centrales del norte y el occidente (Bra- campo antes de 1910 es el del servilismo y la per-
ding, 1978; Bazant, 1975; Couturier, 1976; Van manencia de la fuerza de trabajo de las propieda-
Young, 1981), y la parte septentrional de Méxi- des rurales (Cross, 1979; Bauer, 1979). Como un
co (Chevalier, 1952; Charles Harris, 1975). pequeño anticipo del próximo debate sobre la
Ya mencionamos la orientación putativa no mano de obra rural, diremos que ciertamente
comercial de las grandes propiedades mexicanas estas visiones color de rosa del trabajo en el cam-
durante el periodo colonial y principios del siglo po a veces superan nuestra credulidad. Por ejem-
XIX. Desde el trabajo de Gibson sobre el Valle plo, nos resistimos a despejar en nuestra mente
de México, gran parte de las investigaciones han la negra imagen de la tienda de raya como una
puesto énfasis en la orientación comercial de la institución explotadora, ante los intentos de re-
gran propiedad, y algunos hallazgos recientes im- habilitarla planteándola como una especie de
portantes se refieren a la respuesta de la gran tienda campesina relativamente benigna. 3 2 Sin
propiedad tradicional ante las fuerzas del merca- embargo, parece ser que los trabajos recientes so-
do, ya sea contrayéndose o expandiéndose (Flo- bre este tema han puesto bastante en claro que
rescano, 1969b; Brading, 1978; Serrera, 1977; los trabajadores rurales tenían una relación más
Charles Harris, 1975; Van Young, 1981). Una compleja con las propiedades rurales y menos
razón del renovado énfasis en la orientación parecida con los siervos europeos de lo que en
hacia el mercado, en contraposición con la ima- otra época se había pensado. Este último punto
gen de la autarquía (Chevalier, 1952) es el uso significa que la disimilitud opera en ambos senti-
como evidencia primaria de los libros de cuentas dos; si no existía un sistema de servidumbre foro
de la verdadera hacienda, en vez de materiales mal, tampoco existía la tenencia hereditaria. En
descriptivos. Por supuesto, la orientación hacia conjunto, la complejidad de la mano de obra ru-
el mercado y la rentabilidad no son necesariamen- ral en la economía agraria mexicana tradicional
te sinónimos, pero sin duda los cálculos de pérdi- correspondía a los arreglos de tenencia de la tie-
das y ganancias que se basan en decisiones de rra.
producción en una economía de mercado están Lo que nos resta ahora es la cuarta característi·
relacionados con nuestra interpretación de la ca principal supuestamente común a la hacienda
manera en que la hacienda tradicional funciona- tradicional y al feudo: el matiz patriarcal en sus
ba dentro de cierto contexto. El hecho de que la relaciones sociales. A pesar de la amplia gama de
hacienda mexicana no obtuviera utilidades no variaciones observadas, aparentemente aquí sí
significa necesariamente que en su administración hay una similitud sustancial. La organización
no se tomaba en cuenta la rentabilidad. Equipa- social jerárquica y paternalista de la hacienda
rar un bajo nivel de utilidades con el feudalismo, tradicional, su función como comunidad subro-
como lo hemos hecho durante tanto tiempo, sería gada, el papel de mediador del patrón entre el tra-
como decir que dado que la Chrysler Corpora- bajador y el mundo exterior, y los lazos afectivos
tion ha dejado de generar utilidades, necesaria· y la lealtad que suelen unir a las poblaciones de

34
las propiedades rurales representan la imagen de Esto nos remite una vez más a la cuestión
las comunidades preindustriales europeas en el del trabajo como variable en la identificación
campo. Esto no quiere decir que se idealice la de la hacienda tradicional como tipo económi-
hacienda tradicional como una organización co. Puede decirse que el uso y las relaciones de
social. Gracias a trabajos recientes sabemos que la mano de obra son la clave para entender la
el conflicto social era endémico en el campo evolución de la hacienda hispanoamericana clá-
mexicano, y variaba desde el característico estira sica (Bauer, 1979; Van Young, 1981; Momer,
y afloja común y corriente de cualquier sociedad, 1973; Womack, 1979; Villamarín, 1975). Al
pasando por la criminalidad, el bandolerismo y tratar de analizar las distinciones entre las ha-
la vagancia, hasta pequeñas y grandes insurrec- ciendas y otros tipos de unidades de produc·
ciones. 33 Obviamente, es de esperarse que en ción agrícolas en México, parecen cruciales el
las haciendas las relaciones sociales mostraran la uso del trabajador asalariado en una escala bas-
ambivalencia y las tendencias centrífugas y cen- tante pródiga en las haciendas y su poca impor·
trípetas contradictorias que estructuran a cual- tancia en la agricultura familiar, aunque todavía
quier sociedad. Pero siempre está áhí el toque no hay suficientes evidencias que apuntalen esto
patriarcal, lo cual nos deja el problema concep- (Brading, 1978, 150; Van Young, 1981). Pero
tual de cómo caracterizar un orden social al los orígenes, la secuencia y la naturaleza de los
que no se aplican muchos de los criterios eco- sistemas de trabajo rurales han recibido conside·
nómicos de una definición feudal, pero en el que rabIe atención en las investigaciones de los últi·
las relaciones sociales relativas a la tierra parti· mos veinte años, aproximadamente. En general,
cipan de una forma feudal. La respuesta a este estas investigaciones han tendido a confirmar la
enigma es que lo que es patriarcal no necesaria· formulación que Gibson hizo en 1964 del pro-
mente es feudal; o bien, si queremos conservar blema de las secuencias de mano de obra: que
algún vestigio del modelo feudal en México, a la progresión de la encomienda al repartimiento
riesgo de producir una monstruosidad teórica, y al trabajo asalariado fue una respuesta a la
podemos decir que la hacienda tradicional era contracción de la oferta de mano de obra, que
económicamente capitalista (o precapitalista) en última instancia es atribuible al colapso demo-
pero socialmente feudaP4 De cualquier manera, gráfico indígena (Van Young, 1981; Morner,
pueden aducirse varias razones para sustentar 1973; Florescano, 1971a; Frank, 1979).
la naturaleza patriarcal de las relaciones sociales Podemos afirmar que la encomienda mexica·
de la hacienda. En primer término, parece ser na se había sometido a un escrutinio considera·
que en la mayoría de las sociedades rurales las ble mucho antes de que la obra de Chevalier
grandes unidades agrosociales se caracterizan iniciara el estudio moderno de la historia agraria
por elementos de paternalismo o patriarcalismo, como tal. Las obras de Zavala (1940, 1973), Mi-
ya sean feudales o no, y están formadas por randa (1941.46) y Simpson ([1950] 1966) no
cierto número de individuos dependientes que sólo ahondaron en la estructura institucional
viven bajo el dominio de un señor. En segundo, de la encomienda del siglo XVI, sino que tamo
la atenuación relativa de los lazos institucionales bién dieron algunas claves relativas a sU funcio-
en el campo mexicano tradicional tiene que haber namiento dentro de la bulliciosa economía
alentado el autoritarismo plurifuncional de los colonial. Los historiadores marxistas son quienes
señores y de sus subrogados como puntos de más se han esforzado por situar a la encomienda
cristalización social en el medio rural.35 En ter- en una especie de esquema teórico coherente,
cero, probablemente el tinte patriarcal de la caracterizándola a veces como la pieza clave de
hacienda tradicional también se derivó de la do· una "economía dual impuesta por los conquis-
ble necesidad de aculturar a la población indí· tadores" (Frank, 1979) y como "despotismo
gena y ejercer suficiente control social sobre tributario" (Semo, 1973).36 La mayoría de los
ella para asegurarse un acceso regular a su mano autores consideran que el sistema de reparti·
de obra. miento del trabajo asalariado obligatorio, pese

35
a lo breve de su existencia, vinculó la era de la del peonaje por deudas. La tendencia al aumen-
encomienda con la del peonaje por deudas. Aun- to de los salarios para la mayoría de los tipos
que menos bien estudiado que el sistema de la de mano de obra implica una situación de mer-
encomienda, que se sobrepuso a él, el reparti- cado competitiva en la que tiene que haber exis-
miento generalmente recibe cierta atención en tido cierto grado de movilidad física de los
estudios de la historia rural como una forma vendedores de mano de obra (trabajadores rura-
transicional entre el sistema tributario y el de les).37 Si en verdad existió esta situación, enton-
trabajo asalariado (Simpson, 1938; González ces, los salarios, ya sea en dinero oen emolumen-
Navarro, 1953; Gibson, 1964;González Sánchez, tos, habrían cumplido la misma función que las
1966; Taylor, 1972; Van Young; 1981). A su limitaciones institucionales a la movilidad asocia-
vez, el sistema de trabajo asalariado libre se das con el peonaje por deudas -la atracción y
sobrepuso al repartimiento del trabajo, y tradi- la retención de una fuerza de trabajo. Si efecti-
cionalmente se ha considerado como dominado vamente el peonaje por deudas adquirió más
por el arreglo de peonaje por deudas de la hacien- importancia en esta época, entonces los salarios
da clásica mexicana. Pero en esta descripción no deberían haber aumentado. Así pues, las dos
quedan implíctias algunas preguntas respecto tendencias no son redundantes, sino contradicto-
a tal institución. ¿Era libre? ¿Se pagaba? ¿Era rias. Existe la posiblidad de que la deuda misma
un sistema? fuera un indicador del éxito de los trabajadores
Las preguntas relativas al peonaje por deudas rurales al lograr que aumentaran sus salarios, que
en el periodo colonial y a principios del periodo el aumento de la deuqa era muestra de un poder
nacional se refieren no tanto a sus orígenes o de negociación, idea que ha sido sugerida por
propósitos, sino a su desarrollo subsecuente y varios investigadores (Gibson, 1964; Brading,
al grado de variación regional en las prácticas 1978). Lo inverso habría sido que cuando dis-
de trabajo. En términos generales, se han cuestio- minuía el poder de negociación del trabajador,
nado poco los primeros hallazgos de Zavala ya sea debido a una oferta excesiva de mano de
(1948b), Borah (1951) y Chevalier (1952) en obra o a un debilitamiento de la posición de las
cuanto a los inicios del sistema de peonaje por grandes propiedades. en el mercado, el nivel de
deudas. Según ellos, el sistema de trabajo asala- endeudamiento tendería a bajar. Parece ser
riado rural ya existía a fines del siglo XVI o prin- que esto fue lo que ocurrió en algunas áreas
cipios del XVII (ver también Verlinden, 1970) y durante el siglo XVIII, conforme el empuje de
posteriormente se asociarían cada vez más con la la presión demográfica, particularmente en los
servidumbre por deudas. De acuerdo con esta in- pueblos agrícolas indígenas, desplazó al atracti-
terpretación de los orígenes de las prácticas labo- vo de la facilidad de crédito para reclutar traba-
rales en las haciendas, la evolución del sistema jadores rurales (Van Young, 1981).
de trabajo fue una respuesta tanto a la creciente En las últimas investigaciones se ha puesto
demanda de productos y mano de- obra de la po- mucha atención en la rudeza y la fuerza supues-
blación española como a la capacidad decreciente tas del peonaje por deuda. Este aumento de
de la población indígena para satisfacer adecua- interés, aunado al uso de nuevas fuentes, ha pro-
damente esa demanda. La escasez de mano de ducido varias calificaciones respecto al peonaje
obra que prevaleció durante la primera mitad "clásico". En primerlugar, como ya lo dije antes,
del siglo XVII no sólo ocasionó la necesidad ahora se considera que la condición de trabaja-
de fijar a la población trabajadora a la tierra, dor residente en una hacienda le ofrecía al cam·
sino que también, supuestamente, causó que se pesino indio o mestizo cierto grado de seguridad
elevaran los salarios (Gibson, 1964). Sin embar- material y social en determinados lugares y mo-
go, aquí hay una pequeña contradicción; una mentos (Gibson, 1964; Bauer, 1979; Brading,
contradicción que todavía no se ha resuelto 1978), aunque quizá hayan aparecido condicio-
y que tiende a socavar la teoría de la escasez nes de inseguridad material en parte por la ten-
de mano de obra relacionada con los orígenes dencia de los grandes terratenientes a menoscabar

37
la base de subsistencia de un campesinado inde- nal, si bien cabe la posibilidad de que los jornale-
pendiente adquiriendo todavía más tierras (Wolf, ros hayan sido objeto de abusos físicos con cierta
1959; Lockhart, 1969; Van Young, 1981). En frecuencia, los niveles de endeudamiento per
segundo lugar, se ha sugerido que en otras partes cápita no eran particularmente altos, que los
de la América Latina moderna, el pueblo campe- trabajadores regularmente se fugaban sin liqui-
sino podía existir en una relación simbiótica dar sus deudas y que la movilidad no estaba
con las grandes propiedades rurales utilizando el limitada significativamente (Brading, 1978; Gib-
dinero obtenido en la economía de mano de son, 1964; Van Young, 1981). En conjunto, las
obra asalariada rural para asegurar su modo co- evidencias del peonaje por deudas indican que
munitario tradicional de existencia (Favre, 1977). cuando había poca oferta de mano de obra, ya
En las investigaciones recientes nunca se ha sea por escasez de la misma o porque existía
abordado en realidad la cuestión de si se dio o no un fuerte sector de subsistencia campesino, el
tal circunstancia, pero cabe considerar la posibi- peonaje podía ser relativamente severo (v.gr.,
lidad. En tercer lugar, se ha establecido que el Bauer, 1979). Cuando abundaba la mano de
peonaje por deudas no era la modalidad de tra- obra, la logística de mantener una fuerza de tra-
bajo única, o necesariamente la más importante, bajo rural permanente podía provocar cierto
que prevalecía en el campo, y que mantenía grado de peonaje por deudas, pero en conjunto,
uná relación dinámica con otras formas, inclu- era probable que la institución fuera menos
sive el trabajo asalariado temporal, el arriendo penetrante y menos ruda.
de servicios, la renta y el cultivo con aparceros Después de examinar a muy grandes rasgos
(Katz, 1980; Brading, 1978;Bazant, 1973, 1975; las investigaciones sobre distintos aspectos de la
Cross, 1979; Konrad, 1980). Parece ser que a estructura socioeconómica rural de México, y de
fines del periodo colonial, aumentó en muchas señalar el polimorfismo de la hacienda mexicana,
áreas la importancia del trabajo asalariado tem- quisiera regresar al asunto de las definiciones. Es
poral o estacional debido a la presión del creci- difícil describir la hacienda, pero es fácil recono-
miento demográfico en el campo. Además, los cerla. En los trabajos más recientes sobre la histo-
mismos estudios que han elucidado la compleji- ria rural, particularmente en la obra de Chevalier,
dad de los arreglos de trabajo y de tenencia han se pone más énfasis en los aspectos dinámicos
indicado que ser un peón por deudas no era ne- de la sociedad y la economía rurales que en tipo-
cesariamente menos deseable que ser un arren- logías estáticas. Por otra parte, como indicamos
datario o un aparcero precario. Finalmente, se antes, la hacienda empieza a verse cada vez me·
han planteado muchas dudas respecto a la misma nos como una causa y cada vez más como un
razón de ser del sistema -la ecuación putativa en- efecto. Hablando metafóricamente, la gran pro-
tre la deuda y la inmovilidad. Algunos investiga- piedad rural mexicana puede considerarse como
dores han descubierto condiciones excesivamente una especie de pibote que hacía girar procesos
duras en ciertas áreas del país, principalmente históricos más amplios y relaciones entre grupos.
en el norte (Charles Harris, 1975), en las cuales Dependiendo de hacia dónde se incline uno para
se conjugaban la cuestión física de los trabajado. conceptualizar las grandes tendencias históricas
res, altos niveles de endeudamiento, la imposición -y desechando por el momento cualquier pare-
de la santidad de la deuda, y la limitación de la cido fortuito con el estructuralismo straussiano-,
movilidad física de los trabajadores. A fines del podemos indentificar varios pares de oposiciones:
periodo colonial, en Oaxaca los niveles de endeu- entre el hombre y el medio, entre las ciudades y
damiento eran altos y la cohersión física en las el campo, entre las élites y las masas y entre los
haciendas era frecuente (Taylor, 1972), pero la indios y los blancos. ¿Cuánto sabemos acerca
evidencia de la limitación de la movilidad es de todas estas dicotomías en relación con la his-
dudosa. Existen muchas evidencias de que en toria rural de México en general y con la evolu-
algunas áreas del centro de México, durante ción de las grandes propiedades rurales en par-
fines del periodo colonial y principios del nacio- ticular.?

38
Parece que no sabemos mucho acerca del hom- a la de los arreglos agrarios prehispánicos del lugar
bre en oposición al ambiente natural; y lo que del hombre en la naturaleza.
sabemos todavía no se ha integrado bien teórica· Por otro lado, ha avanzado mucho más el estu-
mente, En las obras de historia rural, por lo gene- dio de las regiones de México específicamente de
ral el medio natural se ha dado como un hecho, las ciudades en relación con el interior como un
algo pasivo pero en su mayor parte intratable. aspecto de la historia rural. Haciendo a un lado
Las obras que analizan en profundidad otros as- el hecho de que la compleja topografía mexicana
pectos del ambiente rural prácticamente pasan ocasionó que cada pueblo, caserío y hacienda
por alto el papel de las condiciones naturales en (cuando menos en las épocas preindustriales)
la formación de las instituciones sociales y eco- tendiera a tener un carácter único, los estudios
nómicas, y cuando mucho incluyen un capítulo de los historiadores regionales y agrarios han de-
introductorio sobre "El hombre y la tierra", limitado varias regiones identificables en el país
"El medio natural", o algo similar (Taylor, 1972; que tomaron caminos divergentes de desarrollo
Van Young, 1981). Hay algunas excepciones en económico y social. En su versión más simple,
la historia agraria colonial y del siglo XIX, pero este esquema regional incluiría un borde prenor·
tales esfuerzos no se derivaron del trabajo de los teño (ya no está de moda llamarle a esta área
historiadores rurales en sí, sino de los demógrafos Comarcas Fronterizas Españolas), un lejano nora
históricos y los biohistoriadores. Sobresale en te, un cercano norte, un área central (que incluye
particular la obra de la Escuela de Berkeley, ya el Valle de México), un occidente árido, un occi-
que presenta una edición más amplia del flujo y dente húmedo, un cercano sur indio y un lejano
reflujo de las relaciones entre el hombre y el me- sur indio (Altman y Lockhart, 1976). Muchas de
dio durante largos periodos y pone énfasis en las estas regiones y subregiones se centraban en ciu-
crisis y el agotamiento de recursos desde el punto dades, en sistemas de valles con ríos, o en áreas
de vista maltusiano (Simpson, 1952; Cook, 1949; mineras (Taylor, 1972, 1976; Bakewell, 1971;
Cook y Borah, 1974-80;Crosby, 1972). Tanto an- Super, 1973; Tutino, 1976b; Gibson, 1964; Bra-
tropólogos como arqueólogos han examinado las ding, 1978; Van Young, 1981). Pese al hecho de
peculiares condiciones limitantes del medio natu- que se han indentificado varias regiones de Méxi-
ral de México y su influencia en el desarrollo de co sobre una base descriptiva o fenomenológica
esa sociedad "hidráulica" (Deneva, 1976; Palerm -es decir, mencionando un carácter propio más
y Wolf, 1972; Sanders y Price, 1968; Wittfogel, o menos identificable-, todavía no hemos avan-
1972, 1981). Los geógrafos históricos, que po- zado mucho en el análisis de la estructura interna
dían haber explorado este tema, se han interesado de las regiones, salvo algunas excepciones (Flores-
mayormente en la organización espacial de las cano, 1969a; Van Young, 1979b, 1981; Brading,
ciudades y regiones o en el funcionamiento de la 1978). Se ha trabajado un poco sobre la defini-
agricultura misma (David Robinson, 1969; Batai- ción de la relación entre la ciudad de México y
llon, 1971; Barrett, 1970). Hasta la fecha, no se las provincias (Kicza, 1983; Brading, 1971), y so-
ha hecho ningún verdadero intento de aplicar un bre la geografía económica del México colonial
marco teórico a la estructura agraria en el perio. (Moreno Toscano, 1965,1968; Moreno Toscano
do colonial o a principios del periodo colonial. 38 y Florescano, 1974). Sin embargo, en general,
En nuestros estudios de la hacienda tradicional, todavía es poco lo que sabemos de las jerarquías
hemos estado tan preocupados por los patrones urbanas en las regiones o de los vínculos internos,
de tenencia de la tierra, el trabajo y el intercam- las redes de mercado o las estructuras agrarias re-
bio, que hemos ignorado en gran medida los as- gionales características. Lo que sabemos tiende
pectos tecnológicos. Tampoco hemos explorado a ir en contra del punto de vista de la dependen-
la idea de que el sistema de la hacienda en sí era cia que sustentan algunos teóricos, es decir que
una técnica que quizá reflejaba poca capacidad el único motor del desarrollo en México era su
del hombre para explotar los recursos ambienta- producción de plata, que se ha planteado en los
les y, sin duda, representaba una visión diferente términos de un enorme embudo por medio del

39
cual la riqueza se transfería al Viejo Mundo. El señores en el campo. Hay muchas evidencias de
estudio de las regiones y de las economías mun- que el grupo de terratenientes ciertamente no
diales indica si no una autarquía completa, por era homogéneo ni social ni políticamente, y que
lo menos un sist~ma más complejo de enlaces a veces padecía rivalidades y escisiones internas
entre las regiones de México y, hasta ese entonces, (Van Young, 1981). Quizá nunca lleguemos a
una vitalidad económica insospechada en la que llenar los huecos en nuestro panorama del sig-
la flexibilidad de las estructuras agrarias locales nificado social de la propiedad de la tierra, ya
desempeñaba un papel importante. que el historiador no logra captar los comporta·
Tanto en los estudios de caso como en la docu- mientos que podrían permitirnos eso.
mentación sobre la composición de las élites en Las relaciones entre los indios y los blancos,
la colonia sobre ese joven país, se ha puesto mu- una de las cuestiones clave para entender la evo-
cha atención en las dimensiones sociales de la lución histórica de la sociedad mexicana, han
propiedad de la tierra, el significado del control salido a la superficie repetidas veces en los traba·
sobre la tierra para la distribución del prestigio, jos recientes sobre la historia colonial y de prin-
la riqueza y el poder en la sociedad mexicana cipios del periodo nacional, y son difícilmente
(Brading, 1971; Ladd, 1976; Chevalier, 1952; sorprendentes debido a que heredaron la preocu-
Serrera, 1977; Lindley, 1982). La mayor parte pación de las investigaciones anteriores. Asimis-
de las investigaciones sugieren que las causas del mo, la consideración de esa dicotomía no es
cambio económico y de las diferencias sociales una repetición de la que acabamos de discutir,
en el México preporfiriano no eran los efectos del la de las élites y las masas. En efecto, el grado
empobrecimiento absoluto, sino del empobreci- de congruencia entre la raza y la clase social
miento relativo y el derroche. Dado que la noción en el México colonial ha sido objeto de grandes
de la mentalidad señoril como el principal mo- controversias (Borah, 1954; Chance, 1978; Chan-
tivo de la propiedad de la tierra en gran escala ha ce y Taylor, 1979;McCaa, Schwartz y Grubessich,
cedido el paso a un punto de vista más realista y 1979). Independientemente de la opinión que se
matizado de consideraciones dinásticas modera- tenga al respecto, es obvio que los cambios en el
das por preocupaciones económicas, han quedado acceso a la tierra y en su uso influyeron de mu-
preguntas residuales respecto a las implicaciones chas maneras en el proceso de aculturación de
sociales de la concentración de la tenencia de la México desde 1518. Como lo indican investiga-
tierra. ¿De qué carácter era el régimen patriarcal ciones recientes, en este sentido la proposición
de los señores en el campo mexicano y cómo se principal parece ser que los no indios han conti·
compara con el de otras partes de América Lati· nuado apoderándose de recursos indios, y hay
na?39 Con frecuencia se supone que el poder dos corolarios: el aumento de la presión demo-
sobre la tierra normalmente significaba poder po- gráfica en el campo por lo menos hasta fines del
lítico a escala local e incluso nacional; sin em· periodo colonial, y la creciente diferenciación
bargo, hay muy pocas evidencias concretas de interna de la sociedad indígena. Respecto a la
este tipo de dominio político reflectivo de los incautación de recursos rurales indígenas, los
señores. Pero ·las investigaciones recientes indican principales problemas conciernen al ritmo de
que, por lo menos en el nivel local, los señores este proceso hasta la era liberal de mediados del
ejercían una gran cantidad de poder, incluso en siglo XIX y sus efectos adversos sobre la integri-
el México preporfiriano y anterior a la aparición dad de la comunidad terrateniente indígena tra·
de los caciques (Charles Harris, 1975; Tutino, dicional. Algunos autores han sostenido que el
1975, 1976a; Van Young, 1981).40 Pero decir ritmo de la adquisición legal e ilegal de tierras
que los señores y sus parientes ocupában cabildos de cultivo indias continuó intacto durante fines
locales, servían como magistrados reales o envia- del periodo colonial (Florescano, 1971a, 1971b),
ban con cierta regularidad a sus hijos a la iglesia mientras que otros han señalado el periodo de
es muestra de que no se han examinado suficien· despoblación indígena (más o menos en 1650)
temente las complejidades de la influencia de los como el momento en que las haciendas alcan·

40
zaron su mayor expansión (Gibson, 1964). Por clon a pedir prestados enfoques, métodos y
supuesto, no todas las regiones experimentaron conceptos de otros campos de la historia y de
el mismo grado de concentración de la tierra, las ciencias sociales. En la medida en que la his-
como lo demostró claramente Taylor en su obra toria en general es una disciplina invertebrada,
de 1972 sobre Oaxaca. con una variedad relativamente limitada de con-
Por otra parte, la expansión general de la agri- ceptos teóricos en lo que concierne al análisis del
cultura y la economía durante el siglo XVIII, que cambio social, tales préstamos son necesarios.
fue acompañada por la recapitalización de las Los investigadores que se ocupan de la historia
haciendas en muchas áreas y la explotación de rural de México han emulado modelos de otras
tierras antes ociosas, ejerció nuevas presiones tradiciones historiográficas y han adoptado las
sobre la estructura de la tenencia de la tierra teorías antropológicas para aprovechar su poder
de labranza y de los pueblos, aunque, compara- explicativo, de cuantificación y técnico. Los
tivamente, de hecho pocas tierras cambiaron de modelos que más han influido en la historia rural
manos (Brading,1978; Van Young, 1981). En tér- son europeos, predominantemente franceses. La
minos generales, lo que la encomienda y los siste· tradición francesa de la historia rural, que empe-
mas tributarios produjeron en el siglo XVI, y lo zó cuando menos con la obra de Marc Bloch
que la ocupación masiva de las tierras indígenas (edición inglesa 1966), le ha imprimido varias de
agregó en el XVII, la expansión económica y de- sus características al estudio de la historia agraria
mográfica de la Colonia1u1ogró en el XVIII: la mexicana. Entre ellas están: la influencia de las
expropiación acumulativa de recursos de labran- tendencias demográficas (interés que también
za indígenas y la creación de un proletariado se derivó de la misma historiografía mexicana
rural (Van Young, 1981; Konrad, 1980). Así, reciente), la geohistoria de las regiones, las rela-
la hacienda, con su complicada estructura de ciones concretas entre los ricos y los pobres de la
mano de obra residente y temporal y su arren· sociedad rural, y la relación del cambio social y
damiento de servicios, sus aparceros, sus inqui- económico en el campo con los cambios de la so-
linos y sus esclavos, se convirtió en el foco ciedad colonial, más significantes. Cabe señalar
principal de conflictos de clase y étnicos durante que la mayoría de los historiadores norteameri·
el periodo colonial, ya que convertir a un cam- canos del México rural se han abstenido de tra-
pesino en un jornalero constituía un atentado bajar en gran escala a la manera de los franceses
contra su identidad cultural y una forma de ex· (Los aztecas, de Gibson, es el que más se les acer-
plotación económica. La sociedad india se dife- ca), quizá en parte por la estructura de las carre-
renció cada vez más durante este periodo (Gibson, ras académicas francesas y en parte porque hay
1964; Taylor, 1970,1972,1979; Carrasco, 1961, divergencias de orientación metodológica.
1972; Wolf, 1959), de tal suerte que los miem- El intento realizado en los últimos quince añ9.ii
bros de las élites pueblerinas a menudo se inte· de colocar a la historia rural sobre una base cuan·
graban a la sociedad española, y dentro del titativa ha sido muy importante. Se usa delibe-
sistema tradicional la tenencia de la tierra también radamente el término "cuantitativa" porque la
tendía a concentrarse. La elasticidad de las comu- manipulación de los números que por lo general
nidades indígenas y su tesón para conservar su aparecen en las obras sobre historia agraria es
identidad ante tales presiones son verdaderamente mayormente preestadístico y muy simple desde
impresionantes y merecen estudiarse más (Miran- el punto de vista técnico. En la práctica, las ope-
da, 1966; Taylor, 1979; Van Young, 1981, pró. raciones más complejas que podemos encontrar
ximo a publicarse). en tales investigaciones son gráficas, escalas lo·
garítmicas, promedios móviles y pirámides de
Métodos y fuentes edades (Florescano, 1969b'; Barrett, 1970; Gib·
son, 1964; Konrad, 1980). Asimismo, en casi
El eclecticismo les ha servido bastante a los his· iodos los trabajos sobre historia rural que se
toriadores del México rural -es decir, su disposi- respeten a sí mismos, tienen que aparecer forzo-

41
samente enormes cantidades de cuadros. En los historiadores han sido para adaptar marcos
términos estadísticos, esto equivale a contar con de análisis antropológicos, han producido algu-
los dedos de las manos y de los pies. No obstante, nos de los estudios más interesantes y provocati-
el uso de información cuantitativa (notoriamen. vos sobre la historia local mexicana y síntesis de
te ausente de la obra de 1952 de Chevalier) le la historia cultural general de México (Oscar
ha dado un toque de credibilidad al uso que los Lewis, 1963; Marvin Harris, 1964; Wolf, 1959).
historiadores hacen de términos descriptivos tales Sin embargo, la enorme documentación teórica
como poco, mucho, grande, rápido, frecuente, y etnográfica sobre los campesinos ha ejercido
etcétera. Por supuesto, el cómputo de informa· considerable influencia en el estudio de las es-
ción histórica entraña muchos problemas de sobra tructuras agrarias históricas. En algunos casos,
conocidos, por ejemplo: confiabilidad de los esta influencia ha sido implícita y relativamente
datos, confiabilidad de nuestra comprensión de difusa (Gibson, 1964; Lockhart, 1969, 1975) y
los datos, homogeneidad -de los datos, adecuaci· en otros casos explícita (Brading, 1978; Taylor,
dad de las series de tiempos, etcétera.41 Todos 1972, 1979; Tutino, 1976b; Van Young, 1981,
estos problemas se exacerban por la naturaleza próximo a editarse). Han sido particularmente
de los datos de que dispone el historiador rural, importantes algunas ideas sobre la naturaleza
que, dada la centralización de la sociedad rural corporativa de la sociedad pueblerina india (Wolf,
y de las unidades de producción agrícolas, pue- 1957, 1959, 1971), las fuerzas del conflicto y
den ser fragmentarios, heterogéneos y de fideli· la cohesión dentro de ella, y sus relaciones con
dad cuestionable.42 Hasta ahora, las computado- el mundo exterior del estado, la iglesia y los te-
ras no se han usado mucho para manipular tal rratenientes no indígenas. Pero los conceptos
información, sobre todo por la poca consistencia antropológicos también han subrayado la im-
de ésta, y por la misma razón no se han empleado portancia del parentesco y la penetración del
técnicas econométricas.43 Por supuesto, en últi· nepotismo como características predominantes
ma instancia, cualquier tipo de cuantificación, en la sociedad mexicana colonial y de principios
ya sea primitiva o sumamente técnica, dependerá del periodo nacional (Brading, 1971; Lindley,
del significado que tenga para el investigador (el 1982), y tales conceptos se han aplicado al estu·
campo de la historia cuantitativa está tapizado dio de las haciendas como comunidades sociales.
con cadáveres de demasiados profesionales suici· Respecto a esto último, la obra del antropólogo
das como para negar esta simple verdad). Pese a Herman Konrad sobre la famosa hacienda jesuita
estos problemas y amonestaciones, el efecto glo- de Santa Lucía, que hace poco le mereció un
bal de la cuantificación en el estudio de la historia premio, nos da prácticamente una etnografía de
rural de México ha sido elevar el nivel de la inves- una hacienda colonial, que se basa en la extraor·
tigación y reforzar enormemente la validez de las dinariamente rica documentación que dejó la
generalizaciones relativas a la sociedad agraria. orden de los jesuitas (1980). La anatomía que
Esta tendencia es particularmente cierta porque Konrad practica de la sociedad de la hacienda
las interrogantes sobre la hacienda mexicana se revela un complejo sistema de función, status y
han referido sobre todo a su naturaleza económi· etnicidad que hasta entonces habían ignorado
ca, y las técnicas cuantitativas han sido indispen- casi totalmente los investigadores y que tal vez
sables para responder a estas preguntas. En suma, era característico de propiedades rurales más
espero que tal tendencia a lo cuantitativo conti- grandes en México y en otras partes.
núe en las investigaciones futuras, y no que dis· Lo limitado de la aplicación que se ha hecho
minuya. hasta ahora de los conceptos antropológicos al
Un segundo avance metodológico importante estudio de la historia rural mexicana probable-
ha sido la aplicación de teorías de la antropología mente se deba tanto a la formación y al conser-
a la historia rural. Los antropólogos norteameri- vadurismo de los historiadores como a algunas
canos, que son un poco menos cautelosos para insuficiencias de información teórica. Esta ad-
profundizar en cuestiones históricas de lo que vertencia no es inoportuna, ya que los historia·

42
dores justificadamente se resisten a usar teorías que la entidad que se está estudiando sea poco
generadas por el estudio de sociedades contem- .representativa de las unidades de producción
poráneas (en este caso, campesinas) para estudiar rurales en general. En principio, al decir proba-
sociedades históricas, pues corren el riesgo de bilidades significamos que cuando se estudien
basar sus análisis en supuestos anacrónicos. Pero las propiedades rurales tradicionales, la propie-
son esenciales algunas guías teóricas para que los dad debe haber sido tan grande y tan rica o
que se sienten confundidos al estudiar sociedades haber pertenecido a una familia tan acaudalada
rurales como la mexicana, que a primera vista que no se haya dividido o vendido durante largo
está compuesta por una gran cantidad de unida- tiempo; que estaba sujeta a vínculo o que se
des discretas, y sin embargo parece cambiar por conservó de otra manera fuera del mercado; o
el efecto de fuerzas más poderosas y a veces invi- que pertenecía a una corporación privilegiada y
sibles. permanente (por lo general, eclesiástica). Cuando
Conforme ha avanzado el estudio de la historia se publicó la obra de Chevalier (1952), estas
rural mexicana en los últimos quince años, más características de la propiedad de la haCienda
o menos, han evolucionado tres enfoques de in- mexicana no se consideraban excepcionales,
vestigación básicos, todos los cuales emplean pero investigaciones más recientes han demos-
prácticamente cualquier artificio técnico o marco trado que más bien era la regla que la excepción
analítico, y que podemos llamar empresarial, que hubiera un alto grado de inestabilidad. De
sectorial, y regional.44 Aunque estos tres tipl's esto se desprende que las propiedades rurales
de historia rural en teoría son distintos metodo- que permanecían en las mismas manos durante
lógicamente, porque plantean preguntas diferen- largos periodos eran anómalas, atípicas del cam-
tes, no lo son tanto en la práctica. En el contexto po y que, por ende, la muestra de la investiga-
agrario, la historia empresarial es muy similar a ción habrá sido preseleccionada a modo de
la historia de los negocios, en la cual generalmen- falsear los resultados de la misma. Dado este
te el foco de atención es una sola empresa o cor- factor de desviación inherente, cabe dudar de
poración. En el caso de la historia empresarial, lo típico de la hacienda azucarera de Cortés en
generalmente la unidad estudiada es una sola el Estado de Morelos (Bsrrett, 1970), la hacien-
propiedad rural (Badura, 1970; Barrett, 1970; da jesuita de Santa Lucía (Konrad, 1980), el
Couturier, 1976; Semo, 1977; Konrad, 1980), o latifundio de los Sánchez Navarro en el norte
un grupo de propiedades administradas principal- de México (Charles Harris; 1975), e incluso de
mente como una unidad (Blood, 1972; Charles las cinco propiedades del potosino estudiadas
Harris, 1975) o las empresas rgrícolas de un indi- por Bazant (1975 ).45
viduo o de toda una familia (Altman, 1972; Gar- A pesar de estos problemas, los estudios em-
cía Martínez, 1969; Romero de Terreros, 1943). presariales han arrojado gran luz sobre la vida
Más importante que la distinción flexible entre económica y social de la campiña mexicana y
estos subtipos es la característica común en la sin duda seguirán haciéndolo conforme se va-
que se basa la fuerza de su enfoque: la continui- yan descubriendo nuevas fuentes de documenta-
dad de la administración de los bienes, o la iden- ción. En primer término, aunque la supervivencia
tidad de la unidad de producción, o una combi· quizá haya sido indicio de un éxito atípico, las
nación de ambas. unidades de producción agrícolas afrontaban
Para realizar este tipo de estudio,el investigador problemas técnicos similares en medios similares,
debe tener a la mano un acervo de documentación y es probable que las respuestas a esos problemas
relativamente sustancial y continuo, aunque sos- hayan sido de la misma naturaleza. Por ejemplo,
pecho que en la práctica más bien el enfoque de la obra que Barrett publicó en 1970 sobre la
obedece a la disponibilidad de datos, que a la hacienda azucarera de Cortés en Atlacomulco,
inversa. Las probabilidades de que hayan sobre- aprendimos mucho acerca de la tecnología del
vivido tales cuerpos de documentación dependen siglo XIX para elaborar azúcar, y del estudio de
en gran medida de factores que pueden hacer 1975 de Charles Harris también aprendimos mu-

43
cho sobre las técnicas ganaderas del norte. En 1980; Bazant, 1975; Cross, 1979). La tenencia
segundo término, particularmente en lo que con- de la tierra también se ha estudiado de esta
cierne a datos económicos o comerciales (sala- forma (González Sánchez, 1969; Osborn, 1973;
rios, precios, producción, utilidades, etcétera), Coatsworth, 1974). Las investigaciones de un
los estudios empresariales ofrecen por lo menos tipo de actividad de producción agrícola o gana-
algún remedio a la fragmentación de los datos dera pueden incluirse en esta categoría (Serrera,
disponibles en la mayoría de los casos. El magis- 1977; Sandoval, 1951; Barrett, 1979a), al igual
tral estudio de Barrett es un ejemplo de lo que que la historia de los precios o la estructura del
se puede lograr cuando la documentación sobre- crédito rural (Linda Robinson, 1979, 1980).
viviente es buena y el investigador es imaginativo. También caen dentro de esta área las actividades
Sin embargo, esta integridad no siempre es posi- de comercialización de las propiedades rurales
ble, ya que la solidez de la documentación no y de otras unidades de producción, e investigacio-
siempre significa valor cuantitativo, sobre todo nes recientes sobre el tema han revelado mucho
cuando el material sobreviviente abunda en respecto a la importancia, los mecanismos y la
correspondencia administrativa y adolece de es- estructura de los mercados locales, en particular
casez de relatos (Charles Harris, 1975). En tercero, (Barrett, 1974; Florescano, 1969b; Van Young,
los estudios empresariales pueden mostrarnos de- 1979b; Kicza, 1982). Los estudios instituciona-
talladamente el funcionamiento interno, tanto les, aunque con frecuencia limitados a las estruc-
económico como social, de las unidades agroso- turas formales, los reglamentos legales y la
ciales conocidas como haciendas: cómo se toma- formulación de políticas, pueden ayudarnos a
ban las decisiones de producción, cómo se conocer aspectos de la vida económica rural
administraba la propiedad, cómo se reclu taba y se. (Serrera, 1974b; Hernández Palomo, 1974). Las
pagaba a los jornaleros, cómo eran las relaciones virtudes de este tipo de empeños son al mismo
sociales en el campo, cómo embonaban las ha- tiempo vicios. A menudo nos proporcionan una
ciendas con las demás actividades de sus propie- imagen detallada de un aspecto de la vida rural
tarios, y cuál era la dimensión social de la pro- al que se le habría dado un breve respiro en un
piedad de la tierra. estudio de mayor alcance, y pueden permitirnos
La historia sectorial, aunque heterogénea por una comparación menos confusa y más directa
el carácter de su objeto de estudio, no es una con la misma variable pero en otros contextos.
categoría tan general como parece. Su finalidad Por otro lado, si desglosamos el proceso de pro·
común consiste en aislar un aspecto de las rela- ducción, por ejemplo, y examinamos una sola
ciones de la sociedad rural, generalmente de variable, es probable que nos topemos con pro-
orden económico, y examinar de cerca su his- blemas analíticos. La influencia recíproca de los
toria y sus conexiones con otros aspectos. La factores de producción puede pasar desapercibi-
historia sectorial tiene un enfoque primordial- da para el observador, y en la discusión puede
mente analítico, pero en general no trata de colarse cierta tendencia reduccionista, dando
proporcionar un sistema complejo cuando se como resultado una situación analítica en la que
termina el análisis, como lo hacen los otros dos la cola mueve al perro.46
enfoques de la historia rural. La mano de obra La producción de la historia regional es a la vez
rural del México tradicional se ha estudiado mu- difícil y gratificante. Quizá las dificultades inhe-
cho de esta manera, empezando con los estudios rentes a este enfoque, por ejemplo los complejos
institucionales y, más tarde, económicos de la problemas de definición y conceptualización, la
encomienda (Zavala, 1973; Simpson, 1966; Mi- manipulación de grandes cantidades de datos
randa, 1941-46), pasando por el sistema de re- heterogéneos, y los periodos típicamente largos
partimiento (Simpson, 1938; González Navarro, que se abarcan, en muchas ocasiones han disuadi·
1953), y culminando con un interés generaliza- do de intentarlo a los interesados en la historia
do en el peonaje por deudas (Zavala, 1948b; agraria. De cualquier manera, es obvio que los
Verlinden, 1970; González Sánchez, 1966; Katz, trabajos que caen bajo las otras dos rúbricas han

44
predominado en el campo. El estudio de Cheva- cados regionales y su influencia como mediado-
lier, aunque se refiere a la Nueva España en gene- res en la transferencia de recursos del campo a
ral, tiene un énfasis predominantemente regional, la ciudad es uno de los aspectos de la historia
pues se concentra sobre todo en las áreas del rural mexicana más interesantes y hasta ahora
norte. El estudio que Gibson realizó en 1964 menos investigados. El tercer punto, relacionado
sobre el Valle de México si bien no tiene un en- con el segundo, es el hecho de que la historia re-
foque específicamente agrario, relata la historia gional de México es importante en sí misma. Lo
de una región. Varios trabajos recientes relativos recalcitrante del regionalismo -la insistencia en
a la historia agraria mexicana también centran su la definición de identidades y lealtades regiona-
análisis en una región (Taylor, 1972; Tutino, les y su frecuente proyección en la escena nacional
1975; Brading, 1978; Van Young, 1981; Hunt, en forma de conflictos políticos- es uno de los
1974; Altman y Lockhart, 1976; Morin, 1974; temas más relevantes de la historia mexicana. Con
Serrera, 1977;Prem, 1978; Medina Rubio, 1974; frecuencia, los eruditos mexicanos que escriben
Leslie Lewis, 1977; Hurtado López, 1974; Ham- sobre su país ponen énfasis en la patria chica. Este
nett, 1971b; Florescano, 1965b). interés ha producido un cuerpo de literatura rico,
Este enfoque de la historia agraria tiene varias aunque desigual, sobre la historia local y parte
vElntajas. Primero, nos permite examinar segmen- de él inevitablemente toca temas agrarios (Amaya,
tos bastante grandes de la sociedad rural como 1951; Lancaster Jones, 1974).47
sistemas, lo cual significa que hasta cierto punto Junto con el aumento de interés en la historia
se puede controlar la cualidad sui géneris de las agraria regional ha surgido un importante proble-
unidades. de producción o de los asentamientos ma conceptual: el problema básico de definir qué
rurales cuando se considera su interacción con es una región. En la práctica, los que escriben
otras entidades de orden similar en el contexto sobre la historia regional rara vez intentan tal
regional. De esta manera, por ejemplo, las ven- definición, pero los historiadores ocasionalmente
tajas y las desventajas relativas de los productores sí abordan la cuestión y producen algunos resul-
en pequeña escala frente a los productores en tados interesantes. En el volumen editado en
gran escala en relación con un mercado o varios 1976 por Altman y Lockhart que lleva el título
mercados regionales puede aclararse más (Bra- de Provinces of Early Mexico (Provincias del Mé-
ding, 1978; Van Young, 1979, 1981). Asimismo, xico antiguo), se le pide al lector que no conciba
el flujo de recursos humanos y agrícolas entre el las regiones como entidades abstractas sino que
sector campesino de subsistencia y la agricultura operacionalice el concepto considerando las re-
comercial se observa mejor desde la perspectiva giones mexicanas como mezclas sumamente indi-
de un área relativamente grande, en contraposi- vidualizadas de una cantidad limitada de variables.
ción con un solo patrón. En segundo lugar, la Asimismo, hay mayores probabilidades de que los
historia agraria regional nos permite examinar geógrafos, más acostumbrados a manejar el con-
las complejas relaciones recíprocas entre las ciu- cepto de la región en un' sentido técnico y más
dades y las zonas del interior. Esta ventaja es inclinados que los historiadores a admitir que la
particularmente importante porque elucida dos historia ocurre tanto en el espacio como en el tiem-
aspectos clave de la historia de México: el cre- po, traten el concepto de una manera a priori y
cimiento de las ciudades y la naturaleza de las coherente (Linda Robinson, 1979). Sin embargo,
grandes propiedades rurales. En el segundo caso, ¿qué tan elaborada o rígida debe ser nuestra defi-
los estudios agrarios regionales cada vez arrojan nición para que seamos más capaces de darle un
más evidencias de que las haciendas comunidades marco a las preguntas sobre las regiones geohis-
de producción tenían otra alternativa para pro- tóricas? Quizá sería muy conveniente algo tan
veer a las áreas mineras en tiempos de bonanza o simple como definir una región como un espacio
undirse en la apatía durante tiempos lentos: po- geográfico, como una estructura interna discer-
dían enviar sus productos a mercados urbanos nible. Si no se usa una definición a priori, gene-
locales. El estudio de la estructura de estos mer- ralmente la historia rural se convierte en la historia

45
de lo que sucede en un área determinada, en las cuentas pueden servir como una especie de
vez de la historia de una región como una enti- armadura central alrededor de la cual se puede
dad definible. elaborar un retrato de la hacienda como unidad
El empleo de métodos innovadores y la delinea- de producción rural. Las cuentas pueden propor-
ción cada vez más clara de los principales enfoques cionar datos sobre decisiones y cantidades' de
de la historia rural mexicana han traído consigo producción, niveles de pérdidas y ganancias,
la utilización de una variedad de fuentes históri- costos, salarios y precios de mercado. Por supues-
cas primarias más grande que nunca. En este to, mientras más largo sea el periodo de años que
sentido, la tendencia general ha sido alejarse de abarquen las cuentas, y mientras más homogé-
los documentos de naturaleza institucional for- neas sean, más probabilidades hay de que sean
mal, que se generaron en un alto nivel y ofrecen útiles, aunque incluso los fragmentos pueden re-
información concentrada, y acercarse a la docu- sultar valiosos (Charles Harris, 1975; Van Young,
mentación informal, mundana y dispersa. En 1981). No obstante, con todo y su importancia,
investigaciones más recientes, los informes guber- las cuentas de las haciendas pueden causar sesgos
namentales y otros informes oficiales, las leyes en la reconstrucción histórica de la economía
y los edictos, los relatos de viajeros y las obras rural.
de historiadores anteriores y las crónicas han ce· Desde fines de los años sesenta, los registros
dido el paso a libros de cuentas, registros notaria· notariales se han destacado como una de las fuen-
les, juicios catastrales, etcétera. Gran parte de tes de información más valiosa para la historia
esta innovación puede remontarse al trabajo social y económica del México rural. 48 Son par-
de Chevalier y Gibson, y algunos investigado- ticularmente útiles para describir la hilitoria de
res han llegado todavía más allá del eclectisismo. las propiedades rurales mexicanas que, indepen-
La ventaja obvia de usar documentos generados dientemente de que hayan sido otra cosa, fueron
localmente en el transcurso de la vida cotidiana, sobre todo una forma de propiedad. Testamentos,
ventaja muy valorada por los historiadores so- inventarios, e instrumentos de renta y venta pue-
cij,les, es que el observador del México rural tra· den ofrecer una visión sincrónica complementa-
dicional puede empezar a conocer el verdadero ria de la visión diacrónica que dan las cuentas.
funcionamiento de la vida social y económica en Registros de dotes, hipotecas, gravámenes ecle·
el campo, en vez de manejar lo que los observa- siásticos y otras formas de enajenación pueden
dores contemporáneos o los funcionarios oficia- permitirnos seguir el hilo a la historia de las
les creían que era la vida de ese entonces. La fortunas de una familia, el destino de una pro-
desventaja de utilizar tales fuentes estriba preci- piedad, e incluso la evolución de toda una región
samente en lo difusas que son y en los problemas a través de periodos de tiempo bastante largos.
de recopilar, manipular e integrar una gran can- Brading (1978), en su estudio de la región del
tidad de datos posiblemente heterogéneos. Bajío y Lindley (1982) y Kicza' (1983), en sus
Los libros de contabilidad catastral y todo tipo estudios sobre las empresas familiares elitistas
de correspondencia administrativa y comercial han usado con gran elegancia los registros nota-
revisten un enorme valor para empezar a disolver riales. Aunque los registros notariales han resul·
el rompecabezas de la hacienda tradicional mexi- tado ser una fuente de información enormemente
cana. Varios investigadores (Semo y sus estudian· fructífera, su uso plantea dos problemas impor-
tes, 1977; Bazant, 1975; Cross, 1979; Brading, tantes. Primero, cuando se aplica cualquiera de
1978; Barrett, 1970; Konrad, 1980; Tutino, los otros dos enfoques aparte de la historia em-
1976a; Charles Harris, 1975). De este tipo de presarial, hay que encontrar y manejar un gran
material, sin duda los libros de cuentas son los número de registros si se quiere lograr algún
más valiosos porque permiten por lo menos una resultado significativo, pues es probable que los
reconstrucción parcial del funcionamiento inter- documentos notariales aporten una densidad
no de las propiedades rurales. Cuando también informativa bastante magra. Segundo, los docu-
se usan otros documentos, menos estructurados, mentos notariales tienen grandes lagunas sociales,

46
lo cual quiere decir que en ellos no aparece la del centro occidental de México, Serrera ha em-
mayoría de la población rural, debido a que pleado registros fiscales relativos al comercio
la escala de sus transacciones económicas era de- ganadero a larga distancia (1974a, 1977). Los
masiado pequeña como para justificar los costos registros de diezmos eclesiásticos, cuando pueden
y el esfuerzo de acudir a un notario oficial. encontrarse en series completas y en cantidades
Una tercera categoría de documentos que se suficientes, han proporcionado información vital
ha empezado a usar mucho en la investigación sobre el movimiento de la producción y los pre-
de la historia rural son los registros judiciales de cios rurales durante largos periodos (Borah,
todo tipo. Entre ellos están los litigios civiles 1941; Hamnett, 1971a; Pastor et al, 1979; Bra-
relacionados con arreglos comerciales y deudas ding, 1978; Brading y Wu, 1973). Los registros
(Van Young, 1981), así como registros penales de población generados tanto por organismos se-
referentes a patrones de delitos, violencia y pro- culares como eclesiásticos han revelado mucho
testas rurales. Taylor (1979), en su estudio sobre acerca del movimiento demográfico en la campiña
el alcoholismo, el homicidio y la rebelión en el mexicana y su relación con el cambio económico,
campo de Oaxaca y el centro de México durante no sólo durante épocas normales sino también
el periodo colonial, hace poco usó muy eficaz- durante periodos de desorden y crisis (Cook y
mente los segundos. Tal documentación puede Borah, 1974-80; Brading y Wu, 1973; Hamnett,
darnos un panorama de las conductas sociales 1971a; Florescano, 1969b). Pese a su valía, estas
(en oposición a las estrictamente económicas), fuentes estadísticas no se han usado ampliamen-
de la elástica trama de la vida diaria en el campo, te, y todavía queda mucho por hacer con ellas.
y de las tensiones generadas por -fas relaciones de Los investigadores de la historia rural mexicana
clase y el cambio económico. En cuanto a la es- tampoco han usado otros tipos de registros útiles.
tructura agraria, los litigios sobre propiedades han Por ejemplo, los registros de Aleavalas (impuestos
resultado ser una fuente de información inmensa- reales sobre ventas) podrían permitimos recons-
mente valiosa sobre toda una variedad de tópicos truir el volumen y la dirección del tráfico comer-
que incluyen la forma física y la extensión de cial en los distritos rurales, dilucidar un poco la
las propiedades, el uso de la tierra y la competen- propensión de los habitantes rurales a consumir
cia entre diversos sectores de producción rural productos manufacturados, y tener una idea más
para obtener recursos económicos (Gibson, 1964; clara de los niveles de vida rurales según se refle-
Taylor, 1972; Brading, 1978; Van Young, jan en los patrones de consumo.
1981).49 Por último, los materiales estadísticos ¿Pero qué podemos decir de la gente que vivía
producidos por organismos gubernamentales y fuera de las haciendas en el campo mexicano tra-
eclesiá~ticos no han ayudado a sentar una base dicional? Hasta ahora, los tipos de documentación
cuantitativa para el debate en torno a la sociedad mencionados se han usado en una forma suma-
y la economía rurales de México. Los registros mente eficaz para reconstruir la vida económica
fiscales de distintos tipos, que fueron mantenidos rural, particularmente la organización interna y
a nivel municipal y a otros niveles del gobierno la función de las haciendas en la economía. A
para gravar y regular la vida económica, pueden este respecto, los sesgos documentales y los in-
proporcionarnos no sólo una idea de lo que los tereses teóricos se han reforzado mutuamente.
hombres pensaban debía ser la esfera de acción Pero se pueden utilizar las mismas clases de fuen-
del gobierno, sino también una imagen del flujo tes para estudiar la vida de pequeños propietarios
y reflujo de la producción, el consumo y los pre- (rancheros), intermediarios rurales (arrieros, ad-
cios en el sector rural. Por ejemplo, varios inves- ministradores de hacienda, comerciantes, funcio-
tigadores han utilizado los registros que llevaban narios menores, etcétera), así como la estructura
los gobiernos municipales en relación con el su- interna de pueblos indígenas y no indígenas (Van
ministro de granos y de carne (Florescano, 1969b; Young, 1978, próximo a publicarse; Taylor,
Van Young, 1981; Barrett, 1974).50 Para recons- 1979). Por citar un ejemplo, los litigios sobre tie-
truir la industria ganadera de un gran segmento rras pueden revelar mucho no sólo respecto a

47
títulos de propiedad, sino también a la forma en tao Si, como empezamos a sospechar, el "siglo de
que se usaba la tierra, las ideas que se tenían res- la depresión" no fue tan deprimido después
pecto a su uso legítimo, la distribución social de de todo, incluso ante la abrumadora evidencia de
la riqueza en el campo, e incluso las relaciones un continuo descenso de la población nativa, ¿qué
sociales entre los individuos. Para dar otro ejem- sucedió en el campo y entre éste y la ciudad du-
plo, los testamentos de pequeños campesinos y rante este periodo de la historia de México? ¿Fue
rancheros, de intermediarios rurales, o de campe- una era de fuerte crecimiento regional autóctono,
sinos indígenas, aunque quizá se encuentran con o durante un siglo la Nueva España estuvo inmer-
menos frecuencia que los de habitantes urbanos sa en un sopor hasta que llegó el dinámico siglo
o de hacendados ricos, pueden revelar los mismos XVIII? En cuanto a la estructura agraria, con ex-
tipos de información detallada sobre la riqueza, cepciones parciales, el siglo XVII aún no ha en-
la posición social y la familia. El problema para contrado a su historiador. En el otro extremo del
reconstruir la vida del habitante rural común y periodo, el creciente cuerpo de literatura sobre
corriente no estriba tanto en la naturaleza de la fines del periodo colonial parece subrayar enfá-
información como en su escasez relativa cuando ticamente el papel de la estructura agraria en el
se le compara con la que existe sobre familias te· establecimiento de las condiciones previas al
rratenientes acaudaladas, haciendas particulares, estallido del movimiento de independencia en
o entidades corporativas tales como pueblos cam- 1810. Al investigar esto, David Brading (1973b,
pesinos. La metáfora que usamos más arriba en 1978) se ha esforzado mucho por dilucidar lo
el sentido de que hay lagunas en el campo nota- que sucedió en dicho periodo, pero su trabajo
rial sería igualmente pertinente para casi todos ha tendido más a saltar la brecha que a salvarla.
los tipos de documentación que podrían usarse. Es obvio que hubo una brecha, incluso si se con-
Tal sesgo en información inevitablemente debe sidera la insurrección de Hidalgo y los años de
imprimirle, como ya puntualicé en otra parte Independencia subsiguientes como epifenómenos
(Van Young, 1981), cierto toque estático, una flotantes sobre procesos subyacentes de cambio
cualidad de instantáneas, a las descripciones y más amplios. Sin embargo, el hecho de que la
los análisis de los grupos socioeconómicos rurales estructura agraria básica de México haya salido
que estaban más abajo del nivel de la hacienda o casi intacta de la guerra de Independencia no
del pueblo. Sin duda, este problema del desvane- refuta que las condiciones agrarias tuvieran una
cimiento histórico no es privativo del México gran importancia potencial en la producción de
colonial, pero yo diría que le impone límites de- un periodo de inestabilidad política, económica
finidos hasta al investigador más imaginativo res- y social. En este sentido los vínculos no son nada
pecto a lo que podemos esperar conocer de la claros, y sólo los descubriremos refiriéndonos a
vida de los habitantes rurales. 51 fuentes completamente distinas a las que los his-
toriadores están acostumbrados a consultar. En
lo que concierne al periodo nacional, todavía
Algunas sugerencias para investigaciones futuras nos queda por examinar de cerca las condiciones
putativas de caos y retroceso que se dice prevale-
Como indicamos antes, la literatura sobre la his- cieron en grandes áreas del campo mexicano du-
toria rural mexicana ha evolucionado muy des- rante las décadas formativas de la joven república
igualmente en lo que se refiere a su cobertura (Rodríguez, 1980), aunque varios estudios exce-
temporal, pues cada vez han aparecido más tra- lentes de las estructuras rurales han abarcado este
bajos relativos al siglo XVIII. Si queremos obtener periodo (Brading, 1978; Semo, 1977; Bazant,
una imagen en verdad equilibrada del desarrollo 1975; Tutino, 1975).
rural mexicano, debemos remediar esta situación. También quedan por investigar varios otros
Pese a los esfuerzos de Fram;ois Chevalier y Woo- temas importantes, pero aquí sólo podemos men-
drow Borah (ver también Israel, 1979), el siglo cionarlos de paso. En cuanto al aspecto económi-
XVII todavía es en su mayor parte terra incogni- co, en general, aún no tenemos una historia

48
sistemática de los precios en el México colonial entre blancos e indios y entre ricos y pobres? El
y preporfirilmo. Una notable excepción es la otro lado de esta moneda sería la historia social
obra pionera de Enrique Florescano (1969b) de la desviación, el delito y la rebelión -los sig-
sobre los ciclos agrícolas y los precios del maíz nos crónicos y críticos de la tensión y la protes-
durante el siglo XVIII, que se basa en registros ta- sobre la cual William Taylor (1979) y algunos
de la ciudad de México y, por ende, puede ser otros han empezado a realizar trabajos interesan·
poco representativo de la Nueva España en con- tes. También sabemos relativamente poco de
junto. También es cierto que se pueden entresacar otras unidades de producción o comunidades
datos sobre precios de varios trabajos especializa- agrosociales del México rural, aparte de las gran-
dos (Barrett, 1970; Borah y Cook, 1958; Brading des propiedades, pero sí sabemos que el campo
y Wu, 1973), pero hasta ahora no tenemos nada colonial era mucho más complejo socialmente de
parecido a la historia masiva y cuidadosa de los lo que habíamos pensado. Debería ser posible,
precios compilada por historiadores económicos . por ejemplo, estudiar determinados pueblos y ciu-
europeos en lo que se refiere a los principios del dades indígenas con la base en fuentes eclécticas
periodo moderno. Mientras no lo logremos, sere· -estudios igualmente profundos que los que han
mas incapaces de establecer una tendencia secu· llevado acabo etnógrafos modernos (v.gr., Osborn,
lar genérica de la historia económica mexicana 1970). Al mismo tiempo, nuestro panorama his-
en generala de la economía rural en particular. tórico de los distritos rurales no estará completo
También se necesita una historia de los precios sino hasta que conozcamos más sobre los inter-
bien desarrollada para cualquier intento sistemá- mediarios rurales -sacerdotes, comerciantes pro-
tico de evaluar los cambios -si es que los hubo- vinciales, funcionarios reales menores, arrieros,
en los niveles de vida rurales antes de mediados funcionarios de las haciendas y rancheros- que
del siglo XIX, aunque sí se han hecho algunos es- establecían muchos de los vínculos entre terra-
fuerzos notables en esta dirección con base en tenientes y jornaleros sin tierras, blancos e indios,
datos parciales (Gibson, 1964; Cross, 1979;Cook 'productores y consumidores.
y Borah, 1974-80). La cuestión dú la historia de / En los últimos treinta años se ha avanzado
los precios y de los niveles de vida rurales también mucho en lo referente al tema de la historia rural
sale a relucir en el tema que puede llamarse "rom· mexicana, particularmente en torno de la hacien·
pecabezas del peonaje", mismo que han abar· da tradicional, pero aún queda mucho por hacer.
dado muchos historiadores desde Borah (1951) El problema principal es determinar la forma en
hasta Katz (1980), Bauer (1979), Florescano que los que trabajan en este campo invertirán sus
(1980b) y González Sánchez (1980), entre otros, energías. Debemos preguntarnos cuánto valor
en obras más recientes. ¿Cómo cambió la insti- podemos encontrar en estudios posteriores sobre
tución del peonaje por deudas durante los siglos ciertas propiedades rurales, o .sobre la estructura
XVIII y XIX, de ser un arreglo de trabajo aparen- de la empresa familiar elitista, o incluso sobre re·
temente simbiótico, si no es que por completo giones históricas importantes. En cierto sentido,
benigno, durante el periodo colonial, a la bite éste es un problema de epistemología y de valor
naire del porfiriato? de la generalización en las ciencias sociales. Pero
En el aspecto no económico, todavía carecemos aun si hacemos a un lado tales cuestiones oscuras,
de estudios que pongan énfasis en la historia so· parece ser que en realidad estamos en un punto
cial de las estructuras agrarias. Por ejemplo, ¿cuá- en el que creemos aprender más y más y cada
les eran los sostenes sociales y políticos de la vez sabemos menos. Hemos tendido un poco a
hegemonía del terrateniente en el campo y cómo fragmentar lo que sabemos, en gran parte porque
se desarrolló día a día la estructura patriarcal el trabajo sobre este campo ha adoptado un enfo·
tradicional?52 ¿Exactamente, cuáles fueron los que empírico, antiteórico. De esta práctica hemos
mecanismos, tan mencionados, del control social aprendido una lección importante: que el México
en el campo? ¿A falta de un poder policial bien tradicional era sumamente diverso y que su evo-
organizado, cómo se conciliaban las diferencias lución fue un proceso complicado, lleno de tras-

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tornos y contracorrientes laterales. Pero ha llegado respecto a lo que no sabemos, en vez de repetir
el momento de que empecemos a reintegrar la ad infinitum los ejercicios que ya sabemos hasta
historia agraria de México basándonos en lo que de memoria.
sabemos hasta la fecha, y a plantear preguntas Traducción de Leticia Leduc. Toma-
do de Latín American Research Review.
Agradecemos la cesión de esta traduc-
ción elaborada para formar parte de una
antología para el Programa Nacional de
Formación de Profesores Universitarios
promovido por la Subsecretaría de
Educación Superior de la SEP, la Uni-
versidad de Guadalajara y el Consejo
Mexicano de Ciencias Sociales.

Notas

Quisiera agradecerles a James Lockhart y a William 4 Respecto a la cuestión general de la periodización


B. Taylor los valiosos comentarios que hicieron alrededor de la historia mexicana, ver los artículos de Enrique Semo,
de una versión anterior a este artículo. 1978 y de Borah, 1979; ver también Brading, 1978.
1 Debido a que no son el ob~eto principal de este 5 Morner ha señalado la arbitrariedad de esta división
artículo, sólo tocamos de paso áreas de estudio y obras del tiempo (1973,215).
importantes que ponen una atención significativa en la 6 Lesley Simpson reconoció la prioridad del trabajo
estructura socioecónomica rural (por ejemplo, la historia de otros eruditos, que se remontan hasta Humboldt y
urbana, la historia demográfica y la etnohistoria), ya que Lucas Alamán, cuando puntualizó en su prólogo a la tra-
no forman parte del tema central de este artículo. Hace ducción al inglés del libro de Chevalier (1966, vi); "En
diez años, Magnus Morner, en un artículo más extenso el libro hay pocos datos sorprendentes o inesperados y,
que publicó en 1973 en Hispanic American Historical de hecho, difícilmente podrían serlo".
Review, comentó la literatura hasta ese entonces produ- 7 Por historia institucional entendemos los marcos
cida sobre la hacienda hispanoamericana, poniendo énfa- explícitos en los que ocurren las interacciones sociales
sis en el periodo colonial. Gran parte de 10 que ese autor y económicas, representados por leyes o reglamentos es-
dijo respecto a las obras sobre la historia rural mexicana critos que pueden o no ser congruentes con los usos
en particular y la estructura agraria hispanoamericana en aceptados. Para una discusión elocuente de la diferencia
general sigue siendo válido hoy en día, y muchos de los entre historia institucional e historia social, ver Lockhart,
temas sobre este campo. A riesgo de repetir algunas cosas 1972.
de las que escribió hace una década, en el presente ensayo 8 Más tarde se nos dijo que la contracción económica
escogí comenzar desde el principio, debido a que así pa- en la Nueva España fue un eco de la depresión que hizo
recía exigirlo la mezcla interdisciplinaria de los lectores presa a Europa en el siglo XVII (Chaunu y Chaunu, 1955-
de LARR y a que en algunos aspectos mis puntos de vis- 59; Stein y Stein, 1970). Ultimamente se ha cuestionado
ta difieren de los de Morner y necesito darles a mis argu- un poco esta teoría de la vinculación entre la depresión
mentos un impulso propio. económica en el Viejo Mundo y el Nuevo (Bakewell,
2 Esta observación no tiene por objeto minimizar la 1971), pero el hecho es que todavía no sabemos lo sufi-
importancia de un enfoque "holístico", "sistémico" o ciente respecto a la historia económica del México del
"total" del estudio de las sociedades rurales en el pasado. siglo XVII como para decidir en un sentido o en otro.
Los historiadores sociales franceses, con su concepto de Para conocer más detalles al respecto, ver más abajo, so-
la histoire totale, han tratado de integrar los factores bre todo la bibliografía relacionada con la historia rural.
sociales, económicos y políticos y de mostrar cómo in- En cuanto a México y la "crisis general", ver Israel, 1979.
teractúan o covarían éstos, pero en un contexto especí- 9 Después, Cook y Borah (1974-80) profundizaron
ficamente agrario. Ver, por ejemplo, Le Roy Ladurie, y abundaron en la investigación de este fenómeno. Ade-
1966 y Goubert, 1960. más, el escenario general que los demógrafos históricos
3 Puede decirse, muy justificadamente, que la Hispa- de Berkeley establecieron para el centro de México se
noamérica colonial debería tratarse como un todo debido ha aplicado en otras partes de América Latina, particular-
a que los conceptos, métodos y fuentes que emplean los mente en lo que concierne al área andina (Dobyns, 1963;
historiadores rurales de esta área, y los modelos que apli- Watchel, 1977; N.D. Cook, 19G1). Se ha despertado un
can, refutan o modifican (v.gr., Chevalier, 1966) parecen acalorado debate al respecto; para algunas críticas intere-
tener mucho en común. De hecho, el lector del presente santes, ver Rosenblat, 1945,1967; Henige, 1978; Zam-
artículo encontrará comparaciones alusivas entre obras bardino, 1980. Pese a las críticas, el escenario general que
sobre México y sobre otras áreas de Hispanoamérica. Sin bosquejó para México la escuela de Berkeley, y que otros
embargo, cuando menos por el momento, un trabajo estudiosos extendieron a otras áreas de América Latina,
en tan gran escala sería imposible, ya que requeriría un todavía se acepta generalmente tanto en literatura espe-
análisis profundo de un vasto acervo de literatura como cializada como en trabajos sintéticos (McNeill, 1976;
es el referente a México. Sánchez-Albornoz, 1974). Una de las razones por las que

51
continúa esta aceptación es que el escenario de grandes se podría aplicar en muy gran escala a toda la Nueva Es-
números y un declive rápido explica convincentemente paña, sustituyendo un solo centro urbano con la variable
gran parte de la forma de la sociedad colonial. de la densidad demográfica indígena antes de la Conquis-
lOA lo que me refiero específicamente es a los regis- ta; supuestamente se vería una relación inversa entre el
tros notariales, que han resultado extremadamente valio- tamaño de las propiedades y el aumento de la densidad.
sos para reconstruir la vida económica rural, pese al hecho Para aplicaciones de este modelo a escala regional, ver
de que su estudio le lleva mucho tiempo al investigador. Brading, 1978, 20, y Van Young, 1981,passim; ver tam-
No fue sino hasta fines de los años sesenta cuando se bién Ewald, 1977.
empezaron a usar sistemáticamente los registros nota- 1 9 Para tener algunos puntos de comparación respecto
riales; ver Spanish Peru, de Lockhart (1968). a las técnicas administrativas y agrícolas de los jesuitas,
1 1 Los historiadores y los geógrafos norteamericanos ver la obra de Cushner sobre Perú, 1980; ver también la
han invertido un gran esfuerzo en estudiar la hacienda y obra de Berthe sobre México, 1966.
su tecnología (Denhart, 1951; Morrisey, 1949, 1951; 20 En The Theory of Peasant Economy (1966), el
Bishko, 1952; Brand, 1961); la historia de los precios economista A. V. Chayanov desarrolló la idea de la eco-
ha recibido cierta atención (Borah y Cook, 1958); se nomía familiar. Para un resumen conciso de este trabajo,
siguió escribiendo sobre el otro tipo, más antiguo, de ver Kerblay, 1971, y para una interesante aplicación a
la historia local muy tradicional (Amaya, 1951); y Les- México, ver Brading, 1978.
ley Simpson (1952) y Eric Wolf (1959) escribieron dos 21 No quiero decir que el acceso a los medios de pro-
amplios ensayos sobre la historia económica del centro ducción y el acceso a la tecnología no estén relacionados
de México. en el caso del México colonial, o que la tecnología cons-
1 2 Para ser justos con Chevalier, cabe recordar que tituyera una variable exógena en el sistema económico
había puesto cierta atención en el problema de la diversi- rural. Las economías de escala en la producción agrícola,
dad regional de la estructura de la hacienda y había insi- por ejemplo, relacionan las variables distributivas y las
nuado muy brevemente la naturaleza simbiótica del tecnológicas porque el acceso al capital y a los mercados,
peonaje por deudas (1952). Pero la obra de Chevalier así como las consideraciones de productividad determina-
puso claramente tanto énfasis en la hacienda del norte rían lo adecuado de una tecnología.
y en su matriz social, que en el proceso de derivar de tal 22 Aun en el norte, donde se podría esperar que pre·
obra un modelo o tipo ideal de la hacienda mexicana, valeciera el patrón de riqueza en la forma de propiedad
otros investigadores han tendido a simplificar sus comen- rural autosuficiente, la mayor parte de las evidencias
tarios sobre el tema quizá más de lo que amerita. apuntan hacia el punto de vista de que estas propieda-
1 3 El estudio de los grupos elitistas y de sus papeles des y otros tipos de riqueza eran complementarios, en
en la sociedad colonial ciertamente no era nuevo, como vez de excluirse mutuamente; ver, por ejemplo, Charles
lo demuestra la gran cantidad de energía que han dedica- Harris, 1975 y Altman, 1972, 1976. Para otras áreas de
do los especialistas al estudio de las vidas de virreyes, México, ver Brading, 1971, 1978; Ladd, 1976; Van
religiosos, nobles prominentes, grandes clanes familiares, Young, 1978,1981; Lindley, 1982; Kicza, 1982, 1983;
etcétera. No obstante, lo que Brading y otros han hecho y el trabajo de Romero de Terreros, más antiguo (1943),
al "socializar" los estudios de las élites (aparentemente pero valioso.
bajo la influencia de historiadores sociales europeos de 23 Para más detalles al respecto, ver Momer, 1973,
la estatura de Lawrence Stone, 1965) es investigar la 192-94.
estructura interna y los orígenes de tales grupos como 24 Se ha tendido a suponer que, aunque el capital
una clase o modelo social de la propiedad. colonial (y, más tarde, nacional) ocupaba una posición
14 Para comentarios excelentes y sucintos sobre este clara de primacía en la red urbana de México, la vida
debate, ver Momer, 1973, 208-12. social de las ciudades provincianas emulaba la de la Ciu-
1 S Ver también Bartra, 1974; Carmagnani, 1976; y dad de México, si bien en una escala reducida. Esta
para un breve tratamiento provocativo de las tendencias suposición me parece cuestionable, ya que la vida insti-
de la historiografía de la hacienda mexicana, ver Brading, tucional de las provincias era un poco tenue en compa-
1978, 1-13; ver también Momer, 1973 y Bazant, 1972. ración con la de la capital, y que la supremacía misma
1 6 Cuando las conferencias no se han dedicado com- del capital tendería a deformar tanto a la sociedad pro-
pletamente a México o a la historia agraria, estos puntos vincial que su parecido con la ciudad prócer habría sido
han figurado en forma prominente: Roma, 1972 (Flores- imperfecto, en el mejor de los casos. Para algunas consi-
cano, 1975 ); Cambridge, 1972 (Duncan y Rutledge,1977); deraciones respecto a esta anomalía en un contexto li-
Pátzcuaro, 1978 (Frost, Meyer y Vázquez, 1979); El Co- geramente distinto, ver el artículo de Van Young que
legio de Michoacán, 1982 (ver Zamora en la próxima aparecerá pronto en la Memoria del III Coloquio.
publicación de esta conferencia). 2 s En lo concerniente a la concesión de préstamos
1 7 En una época en la que los eruditos que estudian eclesiásticos en la agricultura, ver Van Young, 1981; Lin·
estas propiedades se consideran afortunados cuando da Robinson, 1979,1980. Costeloe, 1967; y Florescano,
pueden ocupar lotes dobles en las atestadas ciudades 1971a (que tiende a darle rodeos al asunto), entre otros.
universitarias, el mero tamaño de las haciendas del nor- La interrogante de si la cuantiosa cantidad de embargos
te es verdaderamente impresionante. A veces se describen de corporaciones eclesiásticas a que estaban sujetas las
de manera comparativa como "dos veces más grande que propiedades rurales en México de hecho representaban
Bélgica" o "tres veces más grande que todo el estado de préstamos de capital líquido -es decir, dinero- garan-
New Jersey". tizados por propiedades reales, o bien, en su mayor parte,
18 En general"el modelo de los anillos de von Thünen donativos a la iglesia, o una combinación de ambas cosas,

52
es complicada y hasta la fecha no se ha resuelto. Arnold vinculado con el mundo exterior, ni siquiera a través del
Bauer (1971) ha señalado las complejidades de esta difi- sector minero.
cultad mayormente técnica, y en un volumen próximo 29 Para una interesante discusión reciente de los aspec-
a aparecer tratará este punto, entre otros, en relación tos teóricos del asunto desde un punto de vista marxista,
con la historia económica de la iglesia en América Lati- ver Cardoso y Pérez Brignoli 1979 (en particular el Vol.
na. Para el tema general del crédito agrícola en México, 1, Cap. 1), varios ensayos en la compilación de 1979 de
ver también la recopilación documental editada por Chá- Florescano, y Semo, 1973.
vez Orozco, 1953-58. 30 Ver Bloch, 1966; Duby, 1962; Kula, 1970; North
26 Al analizar los patrones de propiedad y producci6n y Thomas, 1971; Y para un tratamiento comparativo del
agrarias, sobre todo desde el punto de vista de la dico- sistema señoril europeo y de las propiedades rurales la-
tomía feudal-eapitalista, los investigadores a veces tratan tinoamericanas, ver Kay, 1980. Sobre el norte de la Nueva
falazmente de hacer que ambos enfoques se apliquen al España, ver Algier, 1966; ver también Momer, 1973.
mismo tiempo. Por ejemplo, Robert Keith dio a entender 3 1 Para comentarios sobre las similitudes y las diferen-
que en la costa de Perú, en el siglo XVI, cuando la agri- cias entre la encomienda madura y la hacienda, ver Lock-
cultura en gran escala era rentable, se aplicaban conside- hart, 1969 y Keith, 1971.
raciones capitalistas de optimización econ6mica; mientras 32 Cabe admitir que, en 10 que se refiere a las institu-
que cuando la agricultura no era rentable, el proceso de ciones laborales del campo, donde la tendencia revisio-
toma de decisiones económicas se regía por principios nista parece más fuerte es entre los no marxistas, sobre
feudales (1976). Esta dicotomía, que no se adjudica a todo los norteamericanos, quizá porque las ideas marxis-
ningún tipo de gradiente temporal o de desarrollo, sino tas han influido menos en ellos que los conceptos de las
simplemente a la ausencia o presencia de un mercado, ciencias sociales que t.ienen un sello funcionalista. Para
parece muy improbable. Además, en el caso de la costa los mexicanos, este tipo de ciencia social "pura" puede
norte de Perú, que Keith considera feudal y no orienta- parecer un lujo discorde con el legado histórico que vi-
da al mercado, así como en otros casos de áreas retrasa- ven cotidianamente.
das que tienen las mismas características, nuestro desco- 33 Todavía no está bien desarrollada la literatura re-
nocimiento de la tecnología que se usaba en ese entonces ferente a las desviaciones y las protestas sociales en el
(prácticas ganaderas particularmente extensivas), hace que México prerrevolucionario, aunque varios historiadores
sea un poco riesgoso caracterizar estas áreas como feuda- han realizado algunos esfuerzos en ese sentido. William
les. Es decir, que los poseedores adquirieran tierra aparen- Taylor, en particular, ha abierto una gran brecha con sus
temente para engrandecer su imagen social, de hecho estudios comparativos de los patrones regionales de des-
puede considerarse como una estrategia tecnológica ra- viación, actos delictuosos y rebelión (1979, 1981a, 1981b;
cional en un medio que exigía prácticas de agricultura ver también Klein, 1966); el estudio de 1957 de Martin,
extensivas. algunas observaciones incidentales interesantes de Flores-
27 Puede argüirse que, lejos de ser incompatibles, el cano (1969b) y el artículo de 1965a de Berthe propor-
prestigio y la condición elitista aseguraban el acceso al cionan información útil sobre la vagancia y el bandidaje
crédito y al capital, e incluso a la fuerza de trabajo y los en el campo. Mi breve estudio de 1980 describe detallada-
mercados. Por ejemplo, sería interesante saber si los gran- mente un crimen perpetrado en una hacienda a mediados
des terratenientes que con gran frecuencia hacían piado- del siglo XVIII; mientras que Bazant ofrece un interesante
sos donativos a la iglesia y le enviaban a ésta a sus hijos relato de un levantamiento en una propiedad rural del
e hijas a fin de aumentar su propio prestigio social hu- siglo XIX en la región de San Luis Potosí. Existe una
bieran preferido el acceso a los créditos eclesiásticos; por enorme distancia entre la literatura sobre la historia mexi-
desgracia, no podemos resolver esta interrogante debido cana de fines del periodo colonial y la de principios del
a que aún no sabemos lo suficiente respecto a los patro- periodo nacional, debido a la falta de estudios que rela-
nes de crédito eclesiásticos. Para el crédito eclesiástico cionen las condiciones agrarias de fines de la era colonial
en la región de Guadalajara, ver especialmente Linda con la insurrección de 1810 y la composición social ge-
Robinson, 1979, 1980; para el crédito personal y los neral del movimiento insurgente. Apenas hace quince
vínculos familiares en la misma región, ver Lindley, años, el estudio de Hamill sobre la revuelta de Hidalgo
1982 Y Van Young, 1981; para la Ciudad de México, ver -que de otra manera habría sido excelente- práticamen-
las obras de 1982 y 1983 de Kicza y su disertación docto- te pasó por alto el papel de las condiciones sociales y
ral de 1978. económicas rurales en el fomento del movimiento de in-
2 s Frank adopta el punto de vista originalmente plan- dependencia, y se concentró en las quejas y la moviliza-
teado por Silvio Zavala, e incluso antes por Jan Bazant ción de grupos elitistas (más adelante, en la reimpresión
(ca. 1950) de que la hacienda mexicana siempre fue ca- de 1981 de su libro, reconoció el surgimiento de nuevos
pitalista y no feudal (Molina Enríquez y otros a través temas de investigación). Es menos comprensible el tiata...
de McBride, Simpson, y el resto). El principal argumento miento excesivamente ligero que Domínguez le~ dio a las
teórico del libro, es decir, que el crecimiento del sistema condiciones socioecon6micas en su estudio co~arativb
de la hacienda en México fue una respuesta a la exigen· del movimiento de independencia hispano~mlericano
cia de que el país se integrara al "sistema capitalista (1980), especialmente ante el rico acervo documental que
mundial", es la parte más débil de este tratado, ya que se produjo en el ínterin. Desde 1966 se han realizado
las propias pruebas presentadas por Frank tienden a in· algunos esfuerzos notables, aunque tentativos, de analizar
dicar lo opuesto -que la agricultura mexicana en general, socialmente el movimiento insurgente y de relacionarlo
especialmente en el siglo XVII, experimentó una especie con los cambios y las tensiones en el campo (ver artículo
de crecimiento autóctono que no estaba fuertemente anterior de Wolf, 1957; Di Tella, 1978; Taylor, 1981a;

53
Hamnett, 1970, 1980; Tutino, 1980; Brading, 1973b, XIX ha sido relativamente bien cubierto (Charles Harris,
1978; Florescano, 1978). Para dos tratados sobre la in· 1975; Bazant, 1975; Tutino, 1979; Cross, 1979), pero
quietud agraria nacional durante el siglo XIX, ver Meyer, nuestros conocimientos respecto a los niveles de precios
1973 y Reina, 1980. hasta el Porfiriato son débiles. En cambio, los ciclos y
34 Respecto a este punto teórico, ver Morner, 1973, las crisis agrícolas, con sus variaciones de precios típica-
210·12. mente agudas, han recibido mucha atención, particu-
35 Con "atenuación de los lazos institucionales", quie· larmente en las obras de Florescano, 1968a, 1968b,
ro decir simplemente que la población y, por lo tanto, la 1969b y en Brading y Wu, 1973.
trama de relaciones sociales, quizá era un poco débil en 38 ¿El análisis que Wittfogel practicó en 1981 en torno
los distritos rurales, con lo cual quedaba un vacío que a las sociedades "hidráulicas", aplicado, por ejemplo, al
era sumamente fácil de llenar con la propiedad rural. Las México colonial y posrevolucionario, arrojaría un escena-
cifras de densidad demográfica serían una medida aproxi- rio de involución agrosocial durante el periodo colonial
mada de esta debilidad. Comparemos el caso de México y la mayor parte del siglo XIX, seguido de un resurgimien-
con el de Francia alrededor de 1800. Francia, con una to de la sociedad hidráulica y de las estructuras estatales
población mucho mayor que la de la Nueva España (más y sociales que lo acompañan? Todavía nadie ha intentado
o menos 27 millones) pero un territorio mucho menor un análisis de tal índole.
(unos 551,670 kilómetros cuadrados), tenía una densidad 39 Hasta la fecha, la mayoría de los historiadores lati-
demográfica de 127 personas por 2.590 kilómetros cua- noamericanos han eludido la historia agraria comparativa
drados. Por otra parte, el área central de México (inclu- o los estudios comparativos de la estructura social.rural.
yendo las intendencias de México, Puebla, Oaxaca, Gua- En cambio, los sociólogos y los antropólogos en general
najuato, San Luis Potosí, Zacatecas, Durango, Sonora, han sido más arrojados para generalizar y usar el método
Yucatán, Guadalajara, Veracruz, Valladolid y el gobier- comparativo (Bartra, 1974; Stavenhagen, 1970). El trata-
no de Tlaxcala, pero excluyendo las zonas norteñas de miento comparativo de la revolución y los levantamientos
Nuevo México, Texas, California, etcétera) abarcaba en políticos desde el punto de vista de la estructura agraria
total alrededor de 2,072,000 kilómetros cuadrados y histórica subyacente, que en 1966 Moore realizó de una
tenía una población aproximada de 5,760,400, lo cual manera tan elocuente para Europa, Estados Unidos y
arroja una densidad de 7 personas por 2.590 kilómetros Asia, todavía no ha ido mucho más lejos en el caso parti-
cuadrados (Florescano y Gil, 1974, 97-98). En las pro- cular de América Latina o de México (Wolf, 1969; Land-
vincias más pobladas, por ejemplo la intendencia de berger, 1969). Ver también la nota 33 del presente
Guanajuato, la densidad demográfica de México nunca artículo.
pasó de 50 personas por 2.590 kilómetros cuadrados. 4 o Aún no se ha aborado explícitamente el estudio de
Aun tomando en cuenta los efectos de las divergencias tales relaciones de poder en la era colonial en México,
en los patrones de urbanización y lo controvertido de las pero respecto a otras áreas siguen haciéndose esfuerzos
cifras de población generales de México, la diferencia en este sentido (Ramírez-Horton, 1977, trabajo en proce·
entre los dos países es enorme. Este contraste con los so; Klarén, 1973; Stein, 1957).
patrones demográficos europeos a menudo no se mencio- 41 Para una interesante discusión de éstos y de otros
na, pero tiene que haber significado que el grado de ais- problemas, ver los capítulos introductorios de la obra de
lamiento y de intimidad de las relaciones sociales en los 1969b de Florescano, que versan sobre el método.
distritos del país era considerablemente mayor que en las 42 Se pueden obtener resultados un poco mejores con
regiones contemporáneas del Viejo Mundo. información de agencias de archivos centralizados, o de
36 Es interesante hacer notar que la encomienda como entidades corporativas que han existido durante largos
antecedente de la gran propiedad rural ocupa un lugar periodos ininterrumpidamente. En el primer caso, se ha
mucho menos prominente en los trabajos recientes sobre hecho buen uso de registros de precios e impuestos y de
la historia agraria del México colonial que en los que se otra índole mantenidos por la iglesia (diezmos) y por las
ocupan de Perú (Burga, 1976 ;Keith, 1976; Ramírez-Hor· agencias del gobierno municipal (registros de alhóndiga,
ton, 1977; Davis, próximo a publicarse; Lockhart, 1968) pósito y abasto, entre otros). Para algunos ejemplos, ver
o incluso de Chile (Góngora y Borde, 1956; Góngora, Florescano, 1969b; Brading, 1978; Barrett, 1974; Van
1970; Bauer, 1975). Sin embargo, es posible encontrar Young, 1979, 1981; Hamnett, 1971a; Pastor et al., 1979.
algunas excepciones de esta generalización (Lockhart, En el segundo caso son particularmente útiles los registros
1975; y algunos de los ensayos de la compilación de 1976 de propiedades de los jesuitas; ver, por ejemplo, Konrad,
de Altman y Lockhart). 1980; James Riley, 1976; Blood, 1972. Para el Marque-
37 Todavía sabemos relativamente poco de los movi- sado del Valle, ver Barrett, 1970; Garcfa Martínez, 1969;
mientos salariales y de precios en México antes de 1700 G. Michael Riley, 1973.
(Boiah y Cook, 1958; Gibson, 1964; Barrett, 1970); pero 43 Uno de los problemas que afronta actualmente el
lo que sí sabemos se complica considerablemente con investigador de la historia rural es el de construir una es·
cuestiones relativas a niveles nominales, producción y pecie de serie o de estructurar de otra manera vastos con-
salida de plata y la situación monetaria general de la Co- juntos de datos que aparentemente no son cuantificables
lonia. Como sucede en muchos otros casos, tanto la debido a que cada parte de información es discreta. Tal
información como las investigaciones aumentan consi- dificultad es sumamente obvia en el caso de los registros
derablemente a medida que nos adentramos en el siglo notariales, que, cOrnO se ha comprobado, revisten gran
XVIII (Florescano, 1969b; Pastor et al. 1970; Hamnett, valor para esos estudios; sin embargo, la información pue-
1971a; Brading y Wu, 1973; Galicia, 1975). El tema de de manejarse en computadora (ver, por ejemplo, Hyland,
los salarios rurales durante las primeras décadas del siglo 1979).

54
44 Estos tres enfoques básicos fueron bosquejados bre- berto Moreno García (1980), que cubren áreas muy bien
vemente por Lockhart, aunque en una forma menos refi- delimitadas de Michoacán sobre todo refiriéndose al siglo
nada y no refiriéndose exclusivamente a la historia de las XIX. La diferencia entre las dos variantes es que la histo-
propiedades rurales (1972,23,27). ria local de carácter tradicional, anticuario, por lo general
45 En lo que concierne a los jesuitas, ver también Tovar ignora temas regionales o nacionales que se reflejan en
Pinzón, 1971; Maya, 1976; y Benedict, 1970; para otras las realidades locales; mientras que la microhistoria trata
corporaciones eclesiásticas, ver Lavrin, 1966, 1973, 1975; de ver lo general en lo particular, aunque en la práctica
y Ewald, 1976. el interés de sus exponentes en el genio y el colorido de
46 Sucede lo mismo, por ejemplo, en el caso de la obra, la vida local suele ir más lejos del que requeriría el estudio
de otra manera interesante, que Serrera publicó en 1977 directo de un caso.
sobre la industria ganadera de la región de Guadalajara 48 Uno de los primeros que emplearon sistemáticamen-
durante fines del periodo colonial. Si bien su información te esta clase de documentación fue James Lockhart, en
es amplia y su tratamiento tiene bases sólidas, el error sus estudios de Perú a principios de la era poscolonial
analítico fundamental de Serrera es que se concentra casi (1968 y 1972).
totalmente en el desarrollo de la industria ganadera y en 49 Para comentarios en torno de la utilidad de los jui-
el comercio de exportaciones, y excluye otros factores cios hipotecarios como fuente de información sobre la
de igualo mayor importancia, como son el crecimiento de historia económica rural y sus límites, ver Van Young,
los mercados locales, los patrones de uso de la tierra, las 1981,316-18.
actividades agrícolas y las prácticas laborales. El resulta- 5 o Para conocer otros trabajos relativos a la oferta de
do es que su trabajo finalmente no explica de modo con- carne y de granos, que también se basan fundamentalmen-
vincente los cambios sectoriales que decidió estudiar. Ver te en fuentes institucionales, ver Dusenberry, 1948b;
Van Young, 1979, 1981. Chávez Orozco, 1954-59; Florescano, 1965a; Calvento
47 Cabe decir que en la tradición de los estudios sub- Martínez, 1966; y Vázquez de Warman, 1968.
regionales intensivos se observan por lo menos dos varian- 5 1 Para tener una idea un poco más optimista de este
tes identificables. La primera, generalmente denominada asunto, ver Lockhart, 1972, 31. La compilación de his-
historia local, lleva un sello claramente anticuario y suele torias de la vida real de personas comunes y corrientes de
tener el estilo y el sabor de la historia patria diminutiva diversas áreas de América Latina y de las colonias ingle-
-pasional y narrativa, en vez de analítica, y con énfasis sas en América, editada por David Sweet y Gary Nash en
en la excentricidad y el carácter locales. Cualquier pueblo 1981, muestra lo que puede hacerse en este sentido; pero
o ciudad de México de buen tamaño puede tener sus cro- yo diría que aún son bastante estrechos los límites de
nistas y apólogos. La segunda variante, cuyo exponente este tipo de historia social.
más articulado de los últimos tiempos es Luis González, 52 Morner planteó la misma pregunta hace diez años
es la microhistoria. Dos ejemplos excelentesrecientes son (1973, 193), y parece que todavía no se ha contesta-
Pueblo en uílo, de González (1968) y Guaracha, de Heri- do.

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