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El día 11 de septiembre de 2001, cuatro aeronaves de pasajeros fueron secuestradas

por un grupo terrorista. Dos de ellas acabaron estrellándose contra el World Trade
Center de Nueva York. Otra contra el Pentágono. Y una cuarta contra el suelo, cerca de
Pittsburgh (Pennsylvania), supuestamente tras un forcejeo entre los pasajeros y los
secuestradores. Más de tres mil personas murieron como consecuencia de los
atentados.
El 5 de enero de 2003, un hombre armado secuestró una avioneta y comenzó a
sobrevolar con ella el barrio financiero de Fráncfort del Meno, amenazando con
abalanzarse contra la sede del Banco Central Europeo si no se le permitía efectuar cierta
llamada telefónica. El suceso causó gran alarma. El centro de la ciudad y sus edificios
de mayor altura fueron evacuados. Un helicóptero de la policía y dos aviones de caza
militares acudieron al lugar y se situaron cerca de la avioneta. Tras algo más de media
hora, quedó claro que no había ninguna organización terrorista detrás de los hechos,
sino tan sólo un perturbado. Después de que sus exigencias fueran atendidas, aterrizó
en el aeropuerto de Rhein-Main y se dejó apresar sin ofrecer resistencia.
Estos acontecimientos desencadenaron la adopción por parte de las autoridades
alemanas de diversas medidas encaminadas a garantizar la seguridad en su espacio
aéreo. En octubre de 2003 comenzó a funcionar en Kalkar am Niederrhein un centro de
información y coordinación que debía servir para prevenir los peligros derivados de
aeronaves secuestradas con el fin de ser utilizadas como armas kamikazes.
Fruto de esta preocupación es la Ley de seguridad aérea (Luftsicherheitsgesetz —
LuftSiG) de 11 de enero de 2005, en la cual hay un precepto que llama poderosamente
la atención. Su parágrafo 14 permite a las autoridades federales ordenar el derribo de
una aeronave cuando, a la vista de las circunstancias, pueda concluirse que va a ser
utilizada contra la vida de los hombres y esta medida constituya la única manera de
evitar dicho peligro:
1. Para evitar la producción de un siniestro especialmente grave, las
fuerzas armadas podrán intervenir en el espacio aéreo desviando las
aeronaves, obligándolas a aterrizar, amenazándolas con el uso de
las armas o efectuando disparos de advertencia.
2. De entre las posibles medidas, habrá que escoger aquella que
previsiblemente cause menores perjuicios a los individuos y al común
de las gentes. El alcance y la duración de la medida serán los
estrictamente necesarios para alcanzar su fin. La medida no podrá
acarrear un perjuicio desproporcionado en relación con el objetivo
perseguido.
3. El ataque armado sólo será lícito cuando, de acuerdo con las
circunstancias, pueda concluirse que la aeronave va a ser utilizada
contra la vida de las personas y éste sea el único medio de defensa
contra dicho peligro inminente.
4. Las medidas a que se refiere el apartado 3 sólo podrán ser
ordenadas por el Ministro Federal de Defensa o, en su lugar, por el
miembro del Gobierno Federal autorizado para ello. En lo demás, el
Ministro Federal de Defensa podrá autorizar con carácter general al
Inspector del Ejército del Aire la adopción de las medidas referidas
en el apartado 1».

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