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habia sido objeto, di numerosos almuerzos y comidas, en los que se comia en forma pantagruélica, se bebia bravamente y se jugaban fuertes sumas, todo de acuerdo con la costumbre na- cional, Me visitaron personajes encumbrados y muchos que abtiga- ban, quizis, la esperanza de ganarme algunas barras en el juego; ademas, trataron de relacionarse conmigo los mas co- nocidos tahures, no sélo de Chile, sino también del Pert, pero sin aleanzar su objetivo. También fui invitado por numerosas familias, en cuyos hogares pasé muchas tardes agradables. Cuando regres¢ a Copiapé en el vapor, después de algunos dias, resulté que ni la mitad de los pasajeros lograron coloca- cién en. los camarotes, pues todo el mundo queria, viajar alla, © envyiaba agentes para adquirir participaciones en las minas. A_pesar de encontrarse repleto el buque, nadie acepté que- darse en. Valparaiso, y asi muchisimos se, vieron obligados a viajar en la cubierta, al aire libre. ‘ Capitulo XVI CELEBRAGION DE LA INDEPENDENGIA DE CHILE EN. GoPIAPO. UN ACGIDENTE FERROVIARIO El 16 de! septiembre regresé de Tres Puntas a Copiapd, acom» panado por una parte apreciable de Jos empleados y mineros, pues el 18 se iniciaba la conmemoracién del dia de la inde- pendencia de la Repiblica, que se celebraba con fiestas popu- Tares que duraban una semana. Ya el dia 17 reinaba gran ani- macién: las tiendas y edificios ptiblicos estaban repletos de mi- neros, que recorrian las calles en grupos, cantando, y en la noche se escuchaba musica y cantos en casi todas las casas, y se bebia, bailaba y jugaba hasta la madrugada. Poco, antes del alba del 18 de Septiembre se reunié en la 148 plaza principal casi, toda la poblacién de la ciudad, como también incontables forasteros, todos luciendo sus mejores ga- Jas. Al centro de la plaza se habia levantado una tribuna ador- nada con retratos y bustos de los generales chilenos de la Gue- rra de la Independencia, con una inscripcién de todas las ba- tallas ganadas a las espanioles y valiosas guirnaldas flotales. So- bre esa tribuna se encontraba la banda militar y alrededor se hhabian agrupado cincuenta muchachas, vestidas de blanco y con bandas con los colores nacionales: azul, blanco y rojo. En torno a este conjunto, un batallén de infanteria formaba un circulo, dentro del cual se habian apostado algunos cafiones, En el momento en que el sol aparecié en el firmamento azul detras de la cordillera nevada y dieron sus primeros rayos en la plaza, se escuchéd el tronar de los cafiones, repicaron las campanas de todas las iglesias y capillas, se izd la gran bande- ra nacional en el palacio de gobierno, y lo mismo se hizo de inmédiato en todos los edificios, hasta en las chozas mas hu- mildes. Entonces las muchachas entonaron la cancién nacio- nal, acompafiadas por la banda militar, y luego las salvas de los cafiones volvieron a estremecer el aire y a hacer vibrar las ventanas. A las 11 se efectué una gran parada de las tropas de linea de la guarnicién, como también de la Guardia Nacio- nal y de la policia; Iuego hubo una misa solemne, a la cual concurrieron, por supuesto, el Intendente y todos los funcio- narios. Durante la tarde tocaban alternativamente dos bandas en | la Alameda, y en la noche se -verificaron grandes fuegos artili- ciales, hubo, una funcién de gala:en el teatro y luego un mag: nifico baile. Durante toda la noche se escuchdé musica y, baile en cada casa y se moyié un inmenso gentio por la Alameda, donde se habian levantado innumerables ramadas, con_pistas de baile, chinganas, cantinas, garitos, fruterias y, puestos de flores. _A la policia se le habia ordenado intervenir, ese dia, sélo €n caso de crimenes. La embriaguez estaba permitida, y si se hubiera querido arrestar a todos los borrachos, no habria ha- 149 bido dénde mantenerlos detenidos. La semana casi entera se paso en toda clase de festejos, con motivo de los cuales se can- taba y bailaba mucho, con abundantes sacrificios a Baco, y se jugaban gruesas sumas. Por desgracia, ocurrié al final un terrible accidente, que pu- do costarme también a mi la vida. En efecto, me habia dirigido por ferrocarril al puerto de Caldera, a fin de recibir a algunos amigos que habian Hegado en el vapor desde Valparaiso a visitarme. Cuando el tren ha- bia recorrido casi la mitad del trayecto y se dirigia a la mayor yelocidad por el Iano que desciende lentamente al puerto, se escuchd de sibito un ruido, parecido a un trueno, al que si- guid un terrible choque. Todos los pasajeros fueron precipi- tados unos contra otros 0 contra las paredes, de modo que algunos murieron de inmediato y muchos quedaron heridos grave o levemente. Al primer choque siguieron luego tantos como carros tenia el tren detras de nosotros. Primero se escuchd una espantosa griteria, a la que siguieron Jos llamados de auxi- Jio de los heridos y las lamentaciones de los moribundos. Lo ocurrido era que un carro cargado con pesados adoquines. ha- bia sido expulsado por el viento de la estacién de Copiaps, so- bre el plano inclinado, sin que nadie lo observara, y habia quedado detenido en una parte, donde ¢l terreno se eleva. EL maquinista no pudo observarlo debido a una curva, y asi nues- tro wen, habia, chocado con ese carro. La locomotora y los primeros coches de pasajeros que le se- guian habian sido: destrozados totalmente y saltado de la li- nea; el resto del tren se encontraba detenido, Las personas, que iban en los’ primeros coches quedaron terriblemente mu- tiladas; €n el mio ‘qued6 destrozada la pared ‘delantera, que habia herido a casi todos los que se encontraban sentados; yo mismo fui arrojado contra el asiento y me salvé con fuer- tes contusiones. 150

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