Está en la página 1de 5
JUICIO EN EL RIO Enttiempo pasaba. La vida me parecia algo hermoso, a pesar que los otros pelusas atin seguian detenidos en cl Reformatorio. Al fin los pusieron en libertad. De noche, una vez pasada la euforia del regres, Panchin fue llamado para que diera cuenta de las novedades ocurridas en la ausencia. Asisti al primer juicio fluvial: —Y vos tenés compafiero, ahora, ,no? —pregunté un muchachén de unos veinte afios de edad, que, delgado, desnutrido, de ojos huidizos y con el rosiro cruzado por una impresionante cicatriz hacia el papel de Magistrado sustanciador. Sf respondié Panchin. —{C6mo legs pol acd? —Giieno: legs... —iY pol qué Jo aguantaste? —Me hablé di'unos cauros que viven con nootros, no tenfa pa'énde il, Io llevé pa'la casucha y salimos a traajal juntos. ZY vos no sabfs que pa'salil a chorial con cualquiela, de primera hay que fundlo bien? Lo funai? ;Onde lo conociste? ¢Cémo se llama? 140 —Le dicimos el Tofio —respondié otro. Era uno de los que me trajeran al rio, afios atrds, cuando por primera vez me fui de casa y Iegué a la Plaza Chacabuco. Me habia reconocido a pesar del tiempo transcurrido. —Y este caurito hace re halto tiempo que esta viniendo pa'l puente y desde arriba nos tiraba guita—agreg6 otro de los jueces. ~Na tiene que vel eso. No tiene pol qué estal aqui. Que haya tirao plata no impolta. Los giles tamién tiran toos los dias —recalc6 pausadamente el presidente del tribunal. —Pero ya no hay na que haséle —anot6 Panchin, defendiéndose. —jCémo que no hay na que haséle’? Pa’ estal aqui y quealse aqui, primero hay que dal prueba. —Ya dio prueba. Chorié conmigo too este tiempo. —(Robal? Eso no es prueba. Cualquiera roa. ;Pero vos sabis si sera capaz pa'guantal la biaba en la pesca? Vos sabis cémo zumbean los tiras a estos cauritos nueos. Aemas: yo tue que estal cerca de tres afios ulmiendo al lao del tajamal y en recién 'espués ustees me ejaron vivil en el rio. Po'af tiene que empezal este cauro. —Pere si es mi compaiiero. —Serd. Acd no se puee queal. Se lalga altiro. El asunto estaba decidido. Deberia irme. De pronto, uno de los mocetones que integraban el tribunal y que hasta ese momento no habia hablado, pregunté: —Oye, Panchin, jy lo que se han choriao en este tiempo, a quién se lo jueron a vendel? —Algunas cosas al viejo Toro; otras, en la Picd de On Segua. —Y juiste con é1 pa’ esas paltes? —Pa'onde el viejo Toro, no mas. —Cudntas veces jueron? —Unas... cinco veces. L RIO 141 —{Te dai cuenta de lo que habfs hecho? —-pregunté con indignacién el de la cicatriz en la mejilla. —Hiciste palque a un compraol. Lo entregaste. El cauro no tenfa pol qué conocel a los que nos compran los choreos. —La embarraste medio a medio —coreé el mds joven del tribunal. —Pero si esté choriando conmigo —siguié defendiéndose mi compafiero. —Que haya choriao con vos, es cosa de la que vos no mas pois salil peljudicao; si te sapea seris vos el que iris en cana; pero gy si sapea a los compraores? Nos complicai a toos. Supénete que encanen al viejo Toro y lo atrinquen los tiras y no aguante la biaba: entregardé choreos que nos haya comprao a cualquiera de nootros. {Qué isen ustees? —pregunts el lider. —Que tenjs toa la razén y que el Panchin se cayé recontra feo —grité una vocecilla aguda que estaba cerca de mf: era el cara de ratén. Panchin y yo miramos a los jueces. Estébamos en el medio de un cfrculo; ellos sostenfan nuestra mirada, impavidos y frfos; con una fijeza acusadora que hacfa temblar. Panchin, imprudentemente, labia puesto en evidencia —hecho palque— a uno de los principales mecanismos del hampa. Lo condenaban por dos razones: porque me hubiese admitida de compaiiero, asi, de buenas a primeras, sin consultarlo con ellos, y porque me habia presentado un reducidor. El ladrén cuidaa los reducidores a pesar que los desprecia. Es el engranaje principal del delito. Sin ellos no se podria robar, ya que resulta casi imposible vender el producto de un robo a cualquiera. Transcurrido aquel silencio —que en sf yaera un fallo— el jefe del grupo, luego de meditar un poco, reanudé el interrogatorio. 142 EL RIO —Tenis paire? —No. —gY maire? —Creo que sf. —iCémo te criaste, entonces? —En unas monjas. —jOlfelinato? —Si —... (“Igualito que yo”) 4Cémo viniste a dal acd? ~—No tenfa otra parte donde ir. —Y pol qué viniste pa’ ca? — Pol casualié —estaba (an nervivso que a veces respondia tratando de imitar su manera de hablar. Intentaba impresionarlos, —;Di’ énde sacaai la plata que tiraai del puente? —Me lo choriaba. —{C6mo? {A quién? —A unos frailes. —{ Qué hacfai onde esos curas? ~—Estudiaba. —jFra algtn colegio? —Ssi —{Quién te lo pagaba? —Una mujer que isfa sel mi madre. Me zumbiaba mucho. —jCuéando viniste acd pol primera vez? —Hace algunos afios. Ahi est4n algunos cauros que pueen isilo. —Eso es cielto —dijo uno de los que habfa conocido en la Plaza Chacabuco—. Yo lo traje pa’cd y se nos arranco. —{Pol qué te arrancaste? —Tuve miedo, —{A qué le tuiste mieo? gAl rio? —Es que esa noche no’ulmié bien —explicé el mismo muchacho de antes, con sarcasmo. EL RIO 143 Los otres sonrieron. El lider me miré detenidamente: vi un destcllo de simpatia en sus ojos, y albergué una remota esperanza de quedarme. Se me acercé: —Caurito: parece que habfs sfo como toos nootros. Toos empezamos asf. Te vai a queal con nootros, pero no creai que pol eso vai a sei como nootros. Tiene que pasal mucho tiempo toavia. Te ‘ejamos polque paresis un desamparao. Pero tenis que prometel una cosa... —Lo que ustees quieran. —Nunca vai a il onde un compraol mientras uno de los grandes no te mande. ,Ofste? ¢Lo prometis? —... Sf, lo prometo. —Hablai muy ajutrao. Tenfs que empezal a hablal como nootros, ,oiste? —Giieno. Todos los chicos se me acercaron. Varios me pusieron la mano sobre el hombro. El lider que hacfa de juez supremo dij —Ya, cauros. Ahura contemos cuentos. Se acaé el cahuin.

También podría gustarte