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LAS HUASCAS Panchin seguia puliendo a su novato. Robdbamos huascas a los carreteleros y en forma especial a un pequefio viejo contrahecho, sucio y borrachin que adoraba a los policias y les contaba todo lo que vefa. Lo apodaban el “Guatén Tripero”. Por evar muchos afios estacionando su carruaje en el paradero de la Vega, conocfa a todos los pelusas, y sin ser ladr6én, dominaba el mecanismo del robo. Cuando una victima se presentaba a reclamar y la policia se vefa desorientada, é1 aportaba datos ¢ indicaba quiénes habfan merodeado por el lugar. Gustaba tanto de “ayudar” que muchas veces é| mismo detuvo a los pelusas en accién. El rio le tenfa fastidio y se lo expresaba cortandole la cola a su caballo, tirandole paquetes con suciedades en su carretela, robéndole sus huascas. Todo eso era para nosotros entretenido y facil, una pequefia aventura de suspenso y hasta un especticulo. Panchin me explicé esta situacién, al poco tiempo de estar a su lado: —~Vamos a choriale la huasca al Guatén Tripero. —Ayer no ms le choriamos una. —~iY qui’hay con eso? Hay que choridselas toas. Capeamos el temporal de Mostachin y salimos en misién de venganza. EI Guat6n Tripero, tomando el sol, vigilaba su carruaje junto a un poste del alumbrado. Sabfa que no podfa descuidarse: —Mientras yo te lo arranco pa’ un lao, vos te subis, le sacai la huasca y si te quea un tiempito Je hacis cualquie peljuicio, Nos juntamos onde sabjs. —Dicho. Se le acercé por detrds, toms vuelo y le dio un aguerrido patadén en cierta parte. El viejo se dio vuelta y miré desconcertado a su atacante. No podfa convencerse de lo que estaba ocurriendo. Después de una breve paralogizacién, desabroché el cinturén del pantalén y empez6 una persecucion imitil: Panchin era el cabro mas veloz del rio, después de mi. Subj al pescante, saqué la huasca, y, tom4ndome tiempo, desabroché las maneas del flaquisimo rocin. Le di un huascazo en el lomo y la carretela salié disparada. Me gusté sentirme sin miedo. Me vi dandole un huascazo en los lomos a Papdé Mono. Cuando Panchin Ilegé al punto de reunién, yo tenfa ya la huasca escondida entre un montén de basura, —j Vamos a estrujarnos(*) con el viejo? —invité Panchin, Nos situamos a media cuadra sobre los andamios de una construccién y observamos al viejo cuando lleg6. A su siga tranqueaba —sudoroso y rojo— Mostachin. Trafa lépiz en la mano y libreta. Casi podiamos ofr cuando le preguntaba su nombre al viejo. Mojaba el ldpiz en la lengua y esperaba (*) Burlarse a costa de alguien. que el atacado hablase. Pero éste no estaba en son de responder al ver que la carretela, en su loca carrera, habia destrozado el quiosco de un frutero, asiduo y afiejo enemigo suyo. Manoteaba, vociferaba y po: agrestvamente los pufios bajo los bigotes del policfa. Mostachin se defendia a barrigazos, y de cada empujén lanzaba al “tripero” hasta e} medio de la calle, Vendimos la huasca a un carretelero enemigo de aquellos de la Vega. Nos dio por ella cuarenta centavos. Fuimos a almorzar, Esa tarde fuimos a robar la segunda huasca, al mismo tripero. Seguiriamos haciéndolo por mucho tiempo.

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