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Alias alumno: SALO

Tutor: Lucy Cruz

DANZA CON LOS NIÑOS DE LA CALLE

Aquella tarde de verano, el vehículo Sedan oscuro, llegó más tarde de lo usual para recoger a Sofía.
No había sido fácil llegar a tiempo ya que los cambios en las vías de Cumbayá para acceder al
nuevo aeropuerto, impedían el tránsito normal de los autos. Ella siempre esperaba con ansiedad
cada día de la semana para a ir a sus clases de danza. Subió con su mamá al auto y se fueron.
Durante todo el camino mantuvo silencio debido a su enojo por el retraso. Sofía era una niña a
quien no le hacía falta nada, desde hermosos juguetes y un ropero lleno de los más espléndidos
vestidos, que hacían juego con cada uno de sus coloridos zapatos. La necesidad, había pasado sin
tocar a su puerta. Ernesto y Amelia, padres de Sofía, se habían encargado de cumplir cada
pequeño deseo que el corazón de una niña de nueve años podría anhelar. Cada tarde al salir del
túnel Guayasamín, ella siempre encontraba muchos niños que mendigaban dinero o algo de comida
para saciar su hambre. Hasta que el semáforo pasara a verde, Sofía podía ver a algunos incluso
menores a ella, que usaban ropa desgastada y sucia. Cuando uno de los conductores les
proporcionaba unas monedas, peleaban por atesorarlo para sí mismos. Esta escena era normal
para Sofía y parecía no ser importante, quizá ella lo vivía tan lejanamente que su mundo no se veía
afectado. Pero ese día, sintió algo diferente que marcaría su vida para siempre. Se preguntó en su
interior: ¿qué hace que las personas vean con tanta indiferencia lo que pasa a su alrededor y no
hagan nada para remediarlo? Así, pasaron los años, y la agenda apretada de Sofía no le permitía
distraer su atención en cosas que no representen el logro de sus metas. La presentación del
Cascanueces para la categoría juvenil en la que se encontraba, le había demandado mucho
esfuerzo y dedicación. Realmente era buena en lo que hacía, por esa razón sus profesores siempre
la apoyaban cuando de la danza se trataba. Sus estudios escolares no los había descuidado
durante los diez años que llevaba en esta actividad. Se destacaba en sus presentaciones y aunque
se encontraba agotada, le animaba la idea de llegar a ser una bailarina reconocida, lo que ella no
sabía es que no sería recordada por su talento artístico; si no, más bien por lo que lograría en la
vida de muchos niños y jóvenes de la calle. Así transcurrieron sus años escolares, entre ensayos y
presentaciones. Su vida la había dedicado por completo a lo que más le apasionaba; sin embargo,
su verdadera pasión estaba por empezar. Al graduarse del colegio en la secundaria Montebello, sus
padres le apoyaron para que continúe en la danza, pero alentándole a no descuidar su carrera
universitaria. Así fue, que decidió seguir la carrera de Trabajo Social; ya que, jamás había olvidado
aquella escena de los niños en la calle. El rompecabezas empezaba a tomar forma, sólo bastaba
seguir uniendo las piezas. Unido el trabajo social con la danza, pensaba Sofía, serían la mezcla
necesaria para dar comienzo a aquella meta que se había propuesto alcanzar. Ahora, era necesario
que a éste sueño se unan personas con el mismo anhelo. Es ahí donde entra en escena Julián, un
joven de veinte años, que contrastaba con la vida que Sofía había llevado; sin embargo, había algo
que los hacía semejantes y eso era la danza. Julián venía practicando danza hace cinco años,
desde que alguien le diera una oportunidad al verle ganarse la vida en la calle, mientras soplaba
llamas en un semáforo de la Avenida 6 de Diciembre. Para él, su infancia no había sido fácil, siendo
Alias alumno: SALO
Tutor: Lucy Cruz

el primero de seis hermanos, tuvo que ayudar a su madre a mantenerlos. Es así como Julián
peleaba con otros niños de la calle para ganarse unas monedas. Entre abusos y maltratos,
transcurre su vida. Para él, imaginar una vida diferente, le parecía inalcanzable; aún así, Dios le
había trazado un nuevo comienzo. Rosita Almeida, una señora jubilada y viuda, descubrió el talento
de Julián. Le ofreció trabajo en su Escuela de Artes, en donde él se encargaría de la limpieza del
lugar. A cambio le daría comida, vivienda y un salario, que en algo ayudaba a sustentar las
necesidades básicas de su familia. Una mañana, sorprendió a Julián danzando con la escoba, y a
pesar de que esto produjera en ella el querer reír, fue el inicio de la nueva carrera para él. Es así,
que entre el trabajo y las responsabilidades, pudo acceder a una formación en ésta disciplina,
incluso pudo acabar sus estudios en el colegio nocturno Nacional Mejía. Julián, se había prometido
ayudar a muchos otros niños que sufrían la triste infancia igual a la que él había tenido. Con el
dinero que Julián había logrado ahorrar y más el apoyo que doña Rosita le seguía proporcionando,
pudo ingresar más tarde a estudiar Trabajo Social en la universidad Central. En ese año, el
Ministerio de Educación organizó a nivel de universidades, para la ciudad de Quito, un concurso de
proyectos, en donde los estudiantes podrían presentar ideas innovadoras que alcancen a niños de
la calle, para que, a través de éste, puedan mejorar su calidad de vida. Les brindaría nuevas
oportunidades; ya que, son niños con muchos talentos, pero el día a día, les mantiene presos en su
mundo, sin mirar un mañana mejor. Sofía y Julián se conocen por medio de éste concurso. Pueden
darse cuenta que el exterior es diferente, pero que en su interior son personas con el mismo sueño
y ese es, cambiar la realidad de esos niños que viven metidos en su pequeño universo. Aunque su
idea parecía ambiciosa, logran conseguir el apoyo de diferentes empresas privadas, quienes
apadrinarían los estudios escolares primarios, y la danza les permitiría esparcir sus mentes. Todos
los fines de semana, Sofía y Julián recorrían las calles de Quito, por el sector de la Carolina,
buscando aquellas caritas inocentes, ansiosas de afecto y atención. Poco a poco, se incrementaba
el número de niños que anhelaban lo que Sofía y Julián podían darles, así fue como se inició la
Fundación “Danza con los niños de la Calle”. No pasó mucho tiempo, para que el Ministerio de
Educación llegara a enterarse de éste maravilloso logro, entonces la Fundación logra conseguir su
apoyo. Hoy en día “Danza con los niños de la Calle”, alberga a 473 niños y niñas, entre las edades
de siete a catorce años, y no sólo cuenta con el apoyo del Ministerio y empresas privadas; sino que,
la noticia se ha difundido a nivel mundial y ahora también es sustentada por gobiernos de Japón y
Australia. El sueño que nació en el corazón de una niña ahora ha dado su fruto y es una realidad,
que trae felicidad a muchas personas, ahora dime tú: ¿Qué tienes en tus manos para cambiar el
futuro de los que te rodean? No dejes que la indiferencia se haga parte de tu diario vivir, abre tus
ojos y mira a tu alrededor, haz tu parte.

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