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06-07-2019
Políticas de cultura y comunicación
Hacia un nuevo orden mundial de la cultura y la comunicación
Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión/Instituto de Cultura y Comunicación UNLa

Toda organización política (y, por lo tanto, toda organización) debe tener en su "agenda" la
problemática histórica actual en materia de cultura y comunicación. No es mucho pedir y no hay
escapatorias. Ya tuvimos tiempo de sobra para aprender que, entre todas las batallas que la
humanidad libra hacia su emancipación, los "territorios" de la Cultura y la Comunicación han sido
especialmente colonizados y mayormente plagados con derrotas muy severas.

Pero no se trata de priorizar la cultura y la comunicación en una "agenda" donde se las entienda
exclusivamente como "espectáculo", "entretenimiento" o "curiosidad"... como suele hacer cierto
sector de las oligarquías y sus burocracias. No se trata de fingir, con discursos, que nos ocupa o
preocupa la "diversidad" expresiva de los pueblos. No se trata de repetir la mueca clientelista que
reparte becas, o subsidios, a los amigos y a los amigos de los amigos. No se trata de convencernos
con sesudas disquisiciones academicistas ni convenciones internacionales plagadas con naderías
en la práctica. De lo que sí se trata es de habilitar, profundizar y ensanchar el ejercicio de derechos
humanos inalienables como son el derecho a la cultura y el derecho a la comunicación, no sólo en
igualdad de "oportunidades" sino, principalmente, en igualdad de condiciones.

Una "agenda" de cultura y comunicación para nuestro tiempo, debe interesarse por la
democratización de las herramientas de producción, distribución e interlocución del "sentido". Debe
interesarse por el ascenso de una corriente semántica renovada por el fragor de las luchas sociales
que en todos los ámbitos (ciencias, artes, filosofías, tecnologías...) viene librando la especie
humana para garantizarse un lugar digno en su propio desarrollo y no un lugar de "espectador"
sometido por un sector social acaparador e históricamente opresor de las mayorías. Tal "agenda"
debe interesarse, (inter, multi y transdisciplinariamente) por erradicar los medios y los modos con
que los pueblos han sido infiltrados con "valores" o "antivalores" que sólo convienen el statu quo y
que han inoculado núcleos de "falsa conciencia" redituables a la ignorancia funcional, al mundo de
la mentira como verdad, al sometimiento de consciencias y al mercantilismo desaforado infectado
de individualismo y consumismo.

De las fuerzas políticas actuales (que dicen ser emanación de la voluntad popular o de las clases
trabajadoras) no podemos espera menos que un modelo comprensivo y dinámico que, en materia
de cultura y comunicación, se disponga a corregir las asimetrías en el campo de la disputa por el
sentido. Que sepa desarrollar un arsenal de herramientas para la crítica (en todos los "sentidos")
ante la hegemonía de la "Iniciativa Privada"; contra el burocratismo clientelista y contra el
silenciamiento de las comunidades semánticas más variadas que, además de diversas, son mayoría
abrumadora. Que, además de las herramientas para la crítica ponga al alcance de todos los cuerpos
legales, las fuentes metodológicas, los espacios de formación, las herramientas de producción, las
infraestructuras de transmisión, los modelos de evaluación y la dinámica de la retroalimentación.
Abiertas, participativas, auto gestionadas, autónomas y de revocabilidad consensuada desde las
bases. Para empezar.

No es posible aceptar políticas de cultura y comunicación sin consultas desde las bases y desde la

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historia. No es aceptable abandonarse a los caprichos del mecenazgo, no es recomendable aspirar
al mundo feliz de las "industrias culturales" reproductoras de la lógica de la mercancía en el campo
de las ideas y las emociones sociales. Cultura y comunicación no son mercancías, son Derechos
Humanos Fundamentales y al Estado compete su desarrollo, ensanchamiento y profundización. O
será nada.

Una organización política que en su "agenda" no contenga, como prioridad de corto plazo, el
desarrollo de una Política de cultura y comunicación, descolonizadora y transformadora, debe
revisarse a fondo contrastándose con los hechos duros y crudos que han venido amenazando a las
democracias en las décadas recientes, tal como lo advirtió el Informe MacBride de 1980. No es que
falten casos ejemplo, autores denunciantes ni amarguras realmente existentes en el escenario
actual donde la cultura y la comunicación han sido secuestradas por los poderes monopólicos
trasnacionales. Lo que sí está faltando es la decisión política de fuerzas organizadas, con mandato
de la clase trabajadora, para desplegar una experiencia nueva y renovadora atenta a las exigencias
de los tiempos actuales y del futro inmediato.

"Se requieren nuevos discursos y enfoques que sirvan de referencia a las políticas culturales" ya
reclamaba Irina Bokova de la UNESCO. En su reclamo, desde luego están las exigencias cualitativas
y cuantitativas, están las consideraciones administrativas y de gestión gubernamental, además de
estar a expectativa geopolítica acentuada en una visión Sur-Sur. Y lo que está faltando es la
ordenación de las acciones que garanticen un cambio de paradigmas, a fondo, por cuanto compete
a la comprensión teórica y práctica de la cultura y la comunicación no sólo como expresiones
"reflejo", "espejo" del pensar y el "sentir" social sino como instrumentos para la acción
transformadora directa. Hay que romper con resabios y taras de las "culturas" desarrolladas por los
colonialismos para contar con pueblos mansos y tributarios de la riqueza para los "amos".

Hace falta sepultar a la andanada mercantilistas creadora de las "culturas" de la adicción (como el
alcoholismo, la farmacodependencia y todas las adicciones autodestructivas). Hay que romper con
todo lo que oprime y deprime a los pueblos, obligándolos a resignarse a una cultura de esclavo, a
una moral de súbditos y a una estética colonizada que derivan siempre en beneficios comerciales
para las clases opresoras. Eso falta a las políticas de cultura y comunicación que han de nacer en
esta etapa y en el seno de las organizaciones políticas que quieran ser respetadas por su respeto
histórico a las luchas de sus pueblos. Cultura y comunicación para la emancipación. Nuevo orden.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative
Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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