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Un Límite para Cada Edad
Un Límite para Cada Edad
Para evitar situaciones como ésas, los padres deberían preguntarse con
anticipación si se trata de una salida adecuada para hacer con los niños.
Quizá lo sea si nuestro objetivo es entrar a una juguetería o librería, pero si
no lo es así y lo que queremos es comprar algo para nosotros o hacer la
compra de la semana en el supermercado. Allí por ejemplo, los niños más
pequeños se sienten muy atraídos por todo lo que ven y sufren por no
poder tocar nada, lo que se agrava cuando perciben la tensión de sus
padres que intentan dominar la situación. Por otro lado la madre tiene que
hacer demasiadas cosas a la vez-elegir los productos, cotejar precios y
calidades-mientras trata de evitar que sus hijos hagan algo inadecuado.
Esto no significa que no pueda hacer nada con ellos si no que existen
determinados lugares que son más apropiados para los adultos que para
los niños. Debemos enseñarles que hay lugares para hacer ciertas cosas
que en otros no están permitidas, por Ejemplo: se puede correr en el
parque o en la plaza pero no en una tienda.
Tal vez a estos niños nunca se les dijo claramente que algunas cosas son
para jugar y otras no. Ustedes dirán que esto es obvio, pero estoy
convencida de que ahora más que nunca este tipo de explicaciones
deben ser dadas. En situaciones como éstas se necesitan padres
esclarecedores que dan indicaciones: no den por supuestas ninguna
información, corroboren si el niño la conoce.
Situación 3: Esta situación tiene que ver con las actitudes de los
adultos. Se desarrolla en una unidad de transporte público durante
una tarde de invierno. Suena un teléfono celular a todo volumen.
Atiende una joven y comienza hablar con el mismo tono de voz que
utilizaría en la sala de su casa. Vuelve a sonar otro teléfono celular y
un hombre le señala a su secretaria diversos encargos que debe
realizar; se extiende como si estuviera solo en su oficina y su
conversación no le molestara a nadie. Los que intentamos leer
cerramos nuestros libros, los que conversan tienen que elevar el tono
de voz para escucharse entre ellos y situaciones por el estilo que
ustedes pueden imaginar.
¿Qué les decimos a los niños sobre esta escena? ¿Les hemos enseñado
cómo actuar en un transporte público? Cuando nosotros viajamos ¿nos
corremos hacia el fondo para dejar lugar a los que vayan subiendo, o nos
quedamos cerca de la puerta molestando a los que bajan antes que
nosotros? Hacernos estas preguntas nos puede ayudar a meditar sobre
nuestro respeto por el otro. Alguien puede decir que frecuentemente los
choferes manejan mal y que no es nuestra culpa. Es cierto, pero su
conducta no puede ser una excusa para que nosotros actuemos mal.
Las agresiones también están relacionadas con los límites. Insultos, palizas,
tirones de pelo son agresiones comunes y lamentablemente bastante
frecuentes entre niños y adultos. Aunque no nos guste como suena, se
trata de “violencia” y debemos intentar erradicarla. En su libro
Desaprender la violencia, Alejandro Castro Santander nos aconseja: “Dejar
de responder con violencia porque he aprendido a hacerlo de otras
formas que ya no dañan, pero no olvidar el daño que produce, porque
podría volver a aprenderla. Desaprender la violencia para aprender a
estar con el otro: dialogar con él, escucharlo, ponerse a su servicio.
Desaprender para aprender a convivir en paz”.
Si bien son pocos los padres y madres que podrían afirmar que nunca han
golpeado a sus hijos, muchos son los que nunca han reflexionado sobre
este tema. Es común que se escuche la frase como:”Es una palmada
fuerte, qué le va a hacer”, “Una nalgada en la pompa de vez en cuando
no le hace mal a nadie” o “Es que me sacó de mis casillas y ahora me
siento muy culpable”.
LOS HORARIOS
[Las rutinas los tranquilizan, les permiten obtener una organización interna y
les dan seguridad.]
EL VOCABULARIO
Los invito a que piensen en la manera en que les hablan a sus hijos ¿Qué
palabras utilizan y con qué tono se dirigen a ellos? Como ya nos
preguntamos, ¿están seguros que los niños comprenden todo lo que
ustedes, adultos, les dicen? Cuando algo les sale mal, ¿dicen
espontáneamente alguna palabrota? El vocabulario que utiliza el niño
tendrá mucho que ver con las respuestas a estas simples preguntas.
Es importante tener presente que los niños no sólo captan lo que sus padres
dicen o hacen, también tienen la capacidad de percibir lo que sienten. Es
fácil para los niños intuir de qué manera sus actitudes afectan a los adultos
y cuáles son los recursos que poseen ante situaciones difíciles al decir esto,
no es mi intención que se sientan perseguidos ante la mirada de sus hijos,
solo se los señalo para que reflexionen sobre cómo están actuando en su
educación.
A veces los padres se dejan llevar por una conducta tendiente al facilismo,
y con tal de evitar berrinches se trasforman en lo que vulgarmente se
conoce como un “perdona-vidas”. Recuerdo a un adolescente de trece
años que me dijo lo siguiente en una sesión: “para papá y mamá siempre
todo está bien”. Cuando le pregunté por qué lo decía, contestó: “Yo ya los
conozco, me dicen a todo que sí cuando están cansados o cuando están
peleados entre ellos, lo que pasa es que mi hermana se aprovecha y no le
importa, pero a mí me parece que ni nos escuchan, no nos dan ni cinco
minutos”. Es éste un claro ejemplo de lo que puede percibir un chico
criado en un ambiente con estas características.
A menudo escuchamos que es muy importante hablar con los hijos, darles
explicaciones, ayudarlos a reflexionar para que tengan criterios propios. Y
aunque esto es completamente cierto, también debemos ser cuidadosos
de no desgastar a malgastar las explicaciones. Si por cada acción del hijo
los padres investigan dando indicaciones o explicaciones, puede suceder
que el niño deje de escuchar. El límite no se presta pues queda rodeado
por una cantidad de palabras seguramente no escuchadas. En mi libro
anterior comenté el caso de un niño que decía que su mamá a veces era
la radio que estaba encendida y nadie escuchaba. Con frecuencia esto
es lo que sucede: el niño termina haciendo lo que quiere pero los padres
dicen que ellos ”le hablaron mucho, le explicaron”. Quizás sobren palabras
y falte acción, es decir, no se aplican las sanciones que han sido
prometidas al niño o adolescente que no respeta las indicaciones dadas.
Sin necesidad de caer en el autoritarismo o la violencia, son los padres los
que en ciertas situaciones deben poner el punto final. No todo es
explicable, y puede haber normas que en muchas familias ni siquiera se
cuestionen porque los padres han decidido que así sea. Estos temas
incuestionables no pueden ser más que unos pocos. Ilustraré esto con
algunos ejemplos. Una niña de 12 años pide ir a bailar a la “tardeada de la
secundaria”, es decir, durante el horario adoptado por las escuelas para
los más chicos, porque todas sus amigas van. Sus padres le contestan con
firmeza: “No vas a bailar hasta que tengas dieciséis y punto, recuérdalo, en
esta familia el tema es así y no importa lo que hagan los demás”. Ya
imaginarán la cara y furia de la niña, pero al ver la serenidad de los
padres, no tuvo más remedio que aceptar y entender las explicaciones
que le dieron.
Si conversan entre ustedes y buscan cuáles serían esos temas que una vez
explicados y aclarados no se vuelven a tocar, se ahorrarán palabras y
explicaciones tediosas de las que seguramente ya están aburridos.
[Los niños observan qué hacen los adultos ante la adversidad, cuáles son
los recursos que tienen mamá y papá frente a determinadas situaciones.]
LA TELEVISIÓN
No quiero decir que los niños no deban ver televisión al contrarío, muchas
veces un programa televisión sirve para que la familia se reúna y comparta
un momento agradable y entretenido. Lo que sí estoy sugiriendo es que los
adultos deben determinar el contenido de los programas que verán los
niños y el tiempo de permanencia frente al televisor. Existen muchísimos
trabajos científicos que demuestran que la violencia en la televisión
favorece y promueve la agresión en los niños. Tal vez se pueda encontrar
algún héroe que no necesite usar la violencia para triunfar, que pueda
resolver los conflictos utilizando la palabra en lugar del golpe, o algún
programa que muestre las consecuencias de una acción incorrecta.
LA COMPUTADORA
Por un lado, abre un gran campo de posibilidades para los niños en cuanto
al desarrollo de su creatividad; les permite jugar, escribir, dibujar historias e
ilustrar cuentos, investigar en internet y “chatear”. Pero muchas de estas
cosas tan positivas pueden transformarse en peligros si los niños acceden a
información para la que no estén preparados, por ejemplo en los chats se
cruzan con personas desconocidas malintencionadas.
Algunas sugerencias para tener en cuenta con los niños que utilizan
internet:
EL DINERO
Aunque se suele repetir que lo espiritual y lo material son dos instancias
reñidas entre sí, el dinero está presente en muchos de nuestros actos. En
otras épocas se decía que no era apropiado hablar de dinero, que los
niños no debían presenciar conversaciones acerca de gastos o
inversiones. En la actualidad escuchamos con frecuencia decir que el
dinero cambia a la gente, que da poder, que todo lo puede, o que es “vil”
por que mueve a las personas a comportarse mal; escuchamos, por
ejemplo, relatos de alguien que mató o robó por dinero. La verdad es que
si esto fuera así, no sería culpa del dinero sino de la persona que elige
actuar mal. Por otro lado, el uso del dinero también tiene que ver con las
posibilidades de hacer regalos, de ser generosos, de darle un valor a
ciertas cosas.
Hoy en día los niños tienen noción del dinero, saben que es necesario para
comprar desde una golosina hasta una bicicleta. Por este motivo, sería
importante que los adultos les recordaran que no es ni malo ni bueno, que
todo depende del uso que se le dé. Los padres deben regular el uso que
los niños hacen del dinero, cuándo y cómo lo utilizan. Es importante que les
expliquen las diferencias entre lo que es necesario comprar y lo que no,
para que aprendan a ser responsables en sus consumos y hacerse cargo
de sus gastos.