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¿QUÉ ES UN LÍMITE?

Término que se debe seguir o a que se deben ajustar las conductas,


tareas, actividades, etc.

UN LÍMITE PARA CADA EDAD

DE 0 A 12 MESES: Muchos mimos, caricias, sonidos que imiten los niños,


palabras de pocas letras, tomarlo en brazos, caras serias o gestos que
indiquen “NO”.

DE 12 A 24 MESES: Muchos mimos, caricias, palabras bien pronunciadas,


tomarlo menos en brazos y breves explicaciones para indicar “NO”.

DE 2 A 4 AÑOS: Muchos mimos, caricias, conversaciones acerca de lo que


se puede y no se puede hacer: sobre los peligros de cruzar la calle,
asomarse por las ventanas desde un piso elevado, tocar las cacerolas de
la cocina y otras situaciones de riesgo. Explicaciones como “Si tocas esto te
quemas y te va a doler mucho y vas a llorar”. Los niños entienden lo que
significa el dolor. Comenzar a diferenciar los objetos que son de su mamá
o de su papá y los que son de él. Los objetos que puede tocar y los que no.
Explicarle qué sucederá si los toca sin permiso. Es la época de los
berrinches y el negativismo: a estar atentos y no a flojear demasiado. En
esta etapa tienen lugar algunas correcciones o sanciones leves.

DE 4 A 6-8 AÑOS: Muchos mimos que se van modificando de acuerdo con


la edad, ya no se les alza en brazos. Las conversaciones y la puesta de
límites tienen que ver con el respeto a los mayores; se delimitan claramente
los espacios, el lugar y los horarios para hacer las tareas escolares, el
tiempo para jugar, para ver televisión y para estar con amigos. Sanciones
y correcciones leves y breves.

DE 9 A 12-13 AÑOS: Mimos cuando ellos tienen ganas y los aceptan.


Mucha comprensión y tolerancia. La puesta de límites en esta etapa está
más relacionada con los permisos, la ropa, los horarios, el tipo de
programas de televisión permitidos. Sanciones y correcciones no tan leves
ni tan breves. Cuando digo sanciones leves me refiero, por ejemplo, a que
el adulto exprese un gran enojo o bien recurra al período de exclusión
(retirar al niño del lugar donde está) de 3 minutos. La sanción deja de ser
tan leve si tal vez se queda sin postre ese día o no puede comer una
golosina, etc. Ustedes son los que pueden evaluar qué método usarán
para que al niño le quede claro que determinada conducta es
equivocada.

CINCO EJEMPLOS DE LA VIDA COTIDIANA

Quiero referirme ahora a ciertas situaciones cotidianas que ilustran muy


bien el problema de los límites y la falta de ellos. Sugiero que reflexionemos
sobre las actitudes de niños y adultos en estos ejemplos pensando también
en nuestras propias conductas.

 Situación 1: En tiendas, centros comerciales o supermercados,


vemos a niños de entre 3 y 8 años exponerse a situaciones de
peligro: corren entre las personas, patinan sobre el piso resbaladizo,
empujan carritos del súper con hermanitos adentro, juegan en las
escaleras mecánicas. Otras personas los observan y, aterradas,
buscan a los padres con la mirada. ¿Dónde están esos padres?
¿Acaso no conocen los riesgos que corren los niños en esas
situaciones? Situaciones en las que no sólo se pueden lastimar ellos
sino también lastimar a otros. Seguramente conocen los riesgos pero
quizás estén tan agotados que no lleguen a dimensionar el peligro al
que están exponiendo a sus hijos.

Para evitar situaciones como ésas, los padres deberían preguntarse con
anticipación si se trata de una salida adecuada para hacer con los niños.
Quizá lo sea si nuestro objetivo es entrar a una juguetería o librería, pero si
no lo es así y lo que queremos es comprar algo para nosotros o hacer la
compra de la semana en el supermercado. Allí por ejemplo, los niños más
pequeños se sienten muy atraídos por todo lo que ven y sufren por no
poder tocar nada, lo que se agrava cuando perciben la tensión de sus
padres que intentan dominar la situación. Por otro lado la madre tiene que
hacer demasiadas cosas a la vez-elegir los productos, cotejar precios y
calidades-mientras trata de evitar que sus hijos hagan algo inadecuado.

Esto no significa que no pueda hacer nada con ellos si no que existen
determinados lugares que son más apropiados para los adultos que para
los niños. Debemos enseñarles que hay lugares para hacer ciertas cosas
que en otros no están permitidas, por Ejemplo: se puede correr en el
parque o en la plaza pero no en una tienda.

 Situación 2: Una señora va con su niña por la calle y se encuentra


con su amiga que también va con su hija. Las dos mujeres tienen el
aspecto de personas educadas y conocedoras de las “buenas
costumbres” se ponen a conversar mientras las niñas juegan
haciendo equilibrio por el borde de la banqueta hasta que un grito
materno pone fin al juego. Luego encuentran otra diversión. ¡un
teléfono público! Inventan un juego que consiste en hacer volar el
auricular por el aire para ver quién recibe un golpe o quién se asusta
más. Los transeúntes observan los juegos espantados.

Tal vez a estos niños nunca se les dijo claramente que algunas cosas son
para jugar y otras no. Ustedes dirán que esto es obvio, pero estoy
convencida de que ahora más que nunca este tipo de explicaciones
deben ser dadas. En situaciones como éstas se necesitan padres
esclarecedores que dan indicaciones: no den por supuestas ninguna
información, corroboren si el niño la conoce.

[Tal vez, en estos tiempos, haya que reforzar las explicaciones]

 Situación 3: Esta situación tiene que ver con las actitudes de los
adultos. Se desarrolla en una unidad de transporte público durante
una tarde de invierno. Suena un teléfono celular a todo volumen.
Atiende una joven y comienza hablar con el mismo tono de voz que
utilizaría en la sala de su casa. Vuelve a sonar otro teléfono celular y
un hombre le señala a su secretaria diversos encargos que debe
realizar; se extiende como si estuviera solo en su oficina y su
conversación no le molestara a nadie. Los que intentamos leer
cerramos nuestros libros, los que conversan tienen que elevar el tono
de voz para escucharse entre ellos y situaciones por el estilo que
ustedes pueden imaginar.

Más allá de la anécdota, lo importante es preguntarnos hasta qué


punto nosotros, los adultos, estamos atentos a nuestros límites y
respetamos los de los demás. No olvidemos que éstos son lugares
públicos y estamos obligados a respetar esos espacios, lo que incluye
respetar también el silencio, el espacio “auditivo” del otro. Será difícil
enseñarles límites a nuestros niños si nosotros no los tenemos claros.

 Situación 4: Seguimos analizando situaciones en el espacio público.


Una ruta, metro, autobús o el transporte público que más les guste:
un pasajero sentado apoya sus pies sobre el asiento de enfrente o
sobre los pasamanos.

¿Qué les decimos a los niños sobre esta escena? ¿Les hemos enseñado
cómo actuar en un transporte público? Cuando nosotros viajamos ¿nos
corremos hacia el fondo para dejar lugar a los que vayan subiendo, o nos
quedamos cerca de la puerta molestando a los que bajan antes que
nosotros? Hacernos estas preguntas nos puede ayudar a meditar sobre
nuestro respeto por el otro. Alguien puede decir que frecuentemente los
choferes manejan mal y que no es nuestra culpa. Es cierto, pero su
conducta no puede ser una excusa para que nosotros actuemos mal.

 Situación 5: Padre e hijo van caminando por la avenida y es


necesario cruzar una calle. ¿Qué hacen?, ¿Esperan sobre la
banqueta hasta que se pueda cruzar? Y si llevan a un niño en una
carriola, ¿bajan la carriola y esperan, o esperan sobre la banqueta?

Me pregunto por qué la mayoría de la gente baja de la banqueta


mientras espera, cuando está bien claro que el límite de la avenida es ése.
Pregúntense si cuando los niños empiecen a caminar solos sobre la
avenida ustedes estarán seguros de haberles enseñado a cruzar la calle
de manera adecuada. No sólo basta con decirles que deben mirar
atentamente si vienen autos, ¿les han enseñado a esperar para cruzar sin
bajar de la banqueta? Esto no sólo tiene que ver con su seguridad,
también se relaciona con el respeto a los otros, pues si esperan para cruzar
debajo de la banqueta reducen el espacio de la calle y molestan a los
automovilistas.

Todas estas situaciones que hemos nombrado deben ayudarnos a


reflexionar sobre nuestras propias acciones, ya que sin el ejemplo es
imposible enseñar a los niños a construir sus valores. Por supuesto que esto
es complicado en la época que vivimos, pero más allá de las dificultades,
circunstancias políticas, económicas y sociales que nos toque vivir, siempre
seremos un modelo para nuestros hijos. Lo que hagamos
equivocadamente ahora, cuando son pequeños, lo veremos amplificado
cuando sean adolescentes. La corrupción de los demás no es excusa para
actuar mal. Si un político o un sindicalista robaron groseramente y ese
hecho es de público conocimiento, eso no justifica reproducir semejante
conducta en la propia vida cotidiana. No importa como hagan los demás
las cosas, cada uno de nosotros debe tratar de hacer bien lo suyo; ésta es
la única manera de que el día de mañana hayamos formado adultos
fuertes, decentes, seguros y capaces.

Un niño no deberá escuchar de su padre, con el fin de compensar su bajo


sueldo, que se trajo de la oficina las hojas en blanco que quedan en el
impreso cuando su jefe no lo vio. Recuerdo una ocasión en que un niño de
8 años me pregunto si estaba mal que su madre hiciera en su oficina las
fotocopias de todos sus compañeritos de clase a espaldas de su jefe.
¿Cómo vamos a lograr que los niños hagan lo correcto si nosotros no lo
hacemos? Si traen algo a casa que no es de ellos tenemos que enseñarles
que deben de devolverlo, pero nuestras acciones deben ser coherentes
con nuestras enseñanzas. Los niños aprenden lo que ven, tanto lo bueno
como lo malo: depende de nosotros los adultos qué actitudes les
mostremos. Por otro lado, al educar a nuestros hijos con buenos ejemplos
estamos también contribuyendo a construir una ciudad y un País más
ordenados, más respetuosos y con mejores valores.

LOS LÍMITES Y LA AGRESIÓN HACIA LOS HIJOS

La violencia crea más problemas sociales que los que resuelve.

Martín Luther King

Las agresiones también están relacionadas con los límites. Insultos, palizas,
tirones de pelo son agresiones comunes y lamentablemente bastante
frecuentes entre niños y adultos. Aunque no nos guste como suena, se
trata de “violencia” y debemos intentar erradicarla. En su libro
Desaprender la violencia, Alejandro Castro Santander nos aconseja: “Dejar
de responder con violencia porque he aprendido a hacerlo de otras
formas que ya no dañan, pero no olvidar el daño que produce, porque
podría volver a aprenderla. Desaprender la violencia para aprender a
estar con el otro: dialogar con él, escucharlo, ponerse a su servicio.
Desaprender para aprender a convivir en paz”.

[Sugiero reflexionar acerca de las agresiones en la familia]

De ninguna manera podemos permitir que el niño nos agreda; no debe


tener una conducta violenta con nadie y mucho menos con sus padres.
Aunque esté muy enojado, nunca debe pegarles, insultarlos o tirarles cosas
con la intención de lastimarlos o como manifestación de su enojo.

Es fundamental que ustedes tengan la misma conducta: no deben


insultarlos, ni agredirlos física ni verbalmente, ni lastimarlos nunca. Todas las
situaciones se arreglan conversando, aunque a veces se enojen mucho y
griten. En realidad mejor seria, en la medida de lo posible, eliminar los
gritos. Quizá si empezamos por esto podemos evitar situaciones de mayor
violencia.

Está demostrado que si se ejerce violencia en un niño éste tendrá


conductas antisociales en la adolescencia y tal vez llegue hacer un adulto
violento. Esto nos hace pensar que si todos los padres pusieran punto final a
los castigos infantiles, no sólo se beneficiarán los niños sino la sociedad en
conjunto.

Debo decirles a muchos padres que, al contrario de lo que piensan, los


llamados “golpes suaves” también entran en el encuadre de la violencia.
El concepto del castigo corporal se define como el uso de la fuerza física
con la intención de causar en el niño una experiencia dolorosa pero sin
lesiones. Ejemplos de castigos corporales son: pegarles al niño en la mano
o nalga, apretar o pellizcar el brazo, darle un tirón de pelo u oreja y
agresiones similares. Está demostrado que estos castigos permanecen en la
conciencia de los niños y tienen el efecto de producir conductas
antisociales más adelante.
Cuando los padres utilizan el castigo corporal para reducir una conducta
antisocial del niño, el efecto tiende a ser opuesto. Por otro lado, al
maltratarlo le están enseñando a maltratar.

Si bien son pocos los padres y madres que podrían afirmar que nunca han
golpeado a sus hijos, muchos son los que nunca han reflexionado sobre
este tema. Es común que se escuche la frase como:”Es una palmada
fuerte, qué le va a hacer”, “Una nalgada en la pompa de vez en cuando
no le hace mal a nadie” o “Es que me sacó de mis casillas y ahora me
siento muy culpable”.

Traten de tener presente que lo que ustedes quieren sancionar no es al


niño si no su conducta inadecuada. Cuando un adulto hace o dice algo
que a ustedes no les gusta, no le pegan ni lo insultan. Con los niños se
debería actuar igual. En general, mantener la serenidad ayuda a que la
educación de los hijos sea más eficaz. Esto no significa que nunca
tengamos que enojarnos, pero el enojo de un adulto no debe
necesariamente conducir a los gritos exagerados. Luego del momento de
furia mutua, es responsabilidad del adulto de retomar el tema con calma y
conversar sobre lo ocurrido. Explicarle al niño los motivos que lo enojaron y
reiterarle que lo que hizo no debe volver a suceder, habrá un castigo muy
fuerte (que nunca será corporal). Aunque por momentos sientan que
deben ser exigentes, no olviden nunca que lo que quiere cuestionar es la
conducta de su hijo, no a su hijo.la conducta es mala o inadecuada, no la
persona.

[Lo que se cuestiona es una conducta inadecuada, no a la persona].

Y cuando decimos que si vuelve a actuar de la misma manera será


castigado, debemos cumplirlo. Lo mismo sucede con los premios que les
prometemos. Así, los niños aprenderán que las palabras tienen valor y
constatan nuestra veracidad, lo que brinda confianza y contribuye al
desarrollo de un yo fuerte y seguro.

En cuanto a las sanciones, tengan en cuenta que si imponen un castigo a


una penitencia debe ser monitoreada por ustedes. No es apropiado por
ejemplo, mandar al niño a que se quede sentado en determinado lugar
durante un tiempo estipulado mientras ustedes se desentienden y realizan
otra actividad sin controlar si el chico está cumpliendo o no la penitencia.
No se trata de transformarse en carceleros, pero sí de tener el control y
dominio de la situación. Por ejemplo, si la penitencia es que no coma
postre ese día y ustedes no estarán en el momento de la comida, deberán
avisarle al adulto que quede a su cuidado que haga cumplir la indicación.
Traten de evitar, también que esta persona “haga trampa” en un intento
de congraciarse con el niño; es bien conocido el rol que muchas veces
cumplen los abuelos, la empleada o los tíos al transgredir normas que a los
padres les ha costado inculcar.

Curiosamente, en el último tiempo he notado en muchas consultas


recibidas que son los abuelos los que están actuando más activamente en
la puesta de límites. En realidad, están alarmados por el comportamiento
de los nietos y muchos relatan que cuando vienen a visitarlos les prohíben
saltar sobre los sillones, sus nietos responden que su mamá se los permite. Si
bien los niños aprenden que hay cosas que pueden hacer en su casa y no
en otras, es importante que en las cuestiones de fondo haya un acuerdo
entre padres y abuelos.

El tema de los abuelos y abuelas que no acepten las indicaciones de los


padres del niño es largo y merecería un capítulo completo; sólo diré que
conductas de este tipo generan mucho daño en los niños porque implican
la desautorización y descalificación de sus padres. Esto les genera pautas y
límites que deben respetar. Más de una vez habrá escuchado frases como
“Pero si la abuela dice que de eso no sabes”. Con esto no quiero decir que
los abuelos deban alabar constantemente a los padres del niño, pero no
pueden descalificarlo delante de él. Padres y abuelos tendrán que
conversar seriamente sobre este tema y llegar a un acuerdo en beneficio
del menor. Esto nuevamente se relaciona con los límites de rol de cada
uno. Los padres deben valorar y aprender de la experiencia de los abuelos
y éstos respetar las indicaciones que dan sus hijos aunque no las
compartan.

LOS CONFLICTOS DE SIEMPRE

 LOS HORARIOS

Es conveniente mantener horarios fijos para las actividades de los niños.


Desde bebés deben tener pautados los horarios para las comidas, el baño
o el paseo. Un cambio constante en los horarios no es bueno; establecer
una rutina fija es más conveniente. Esto tranquiliza al niño, le permite
obtener una organización interna y lo ayuda en su seguridad. Aprende, por
ejemplo, que la hora del baño llega y lo hace papá o que el biberón de la
tarde se lo dará la abuela, y así comienza a diferenciar los tiempos y a
asociar las actividades con las personas que conoce y quiere. Esta
organización se reforzará más tarde con el ingreso del jardín de niños.
Donde habrá horarios y pautas de trabajo que tendrá que aceptar
aunque no quiera por lo tanto, esta tarea previa de organización tiene que
comenzar en casa.

Teniendo en cuenta la edad del niño, los padres deberán establecer


horarios para las diferentes actividades. Ya dijimos que lo más conveniente
es que los niños NO miren televisión de noche y se acuesten temprano
para poder rendir en la escuela al día siguiente, y también que aprendan
a preparar sus útiles y ropas y dejar su cuarto acomodado antes de irse a
dormir. Es tarea de los padres enseñarles esta rutina. Si están muy cansados
para hacerlo, piensen que estarán aún más cansados cuando tengan que
hacer las tareas que les corresponden a los niños. Y no digo esto pensando
en la comodidad del adulto: se trata de una parte central del aprendizaje.

[Las rutinas los tranquilizan, les permiten obtener una organización interna y
les dan seguridad.]

 EL VOCABULARIO

Los invito a que piensen en la manera en que les hablan a sus hijos ¿Qué
palabras utilizan y con qué tono se dirigen a ellos? Como ya nos
preguntamos, ¿están seguros que los niños comprenden todo lo que
ustedes, adultos, les dicen? Cuando algo les sale mal, ¿dicen
espontáneamente alguna palabrota? El vocabulario que utiliza el niño
tendrá mucho que ver con las respuestas a estas simples preguntas.

Si cuando reprenden a su hijo porque dijo una grosería él responde


señalando que ustedes también la dicen, tendrán que explicarle que
ustedes se equivocaron, que es una palabra muy fea que a veces a los
grandes se les escapa pero que los niños no pueden repetir… ojalá logren
convencerlos. Por otra parte, deben enseñarle que las malas palabras
existen pero que hay una edad para utilizarlas y, sobre todo, lugares para
decirlas. También conviene pensar y revisar las palabras que utilizan en el
trato entre ustedes o con sus amigos. Los niños escuchan, copian y repiten
y estarán en un aprieto cuando tengan que explicar el significado de
alguna de esas palabras que sus hijos adoptaron de su vocabulario.

Es importante tener presente que los niños no sólo captan lo que sus padres
dicen o hacen, también tienen la capacidad de percibir lo que sienten. Es
fácil para los niños intuir de qué manera sus actitudes afectan a los adultos
y cuáles son los recursos que poseen ante situaciones difíciles al decir esto,
no es mi intención que se sientan perseguidos ante la mirada de sus hijos,
solo se los señalo para que reflexionen sobre cómo están actuando en su
educación.

A veces los padres se dejan llevar por una conducta tendiente al facilismo,
y con tal de evitar berrinches se trasforman en lo que vulgarmente se
conoce como un “perdona-vidas”. Recuerdo a un adolescente de trece
años que me dijo lo siguiente en una sesión: “para papá y mamá siempre
todo está bien”. Cuando le pregunté por qué lo decía, contestó: “Yo ya los
conozco, me dicen a todo que sí cuando están cansados o cuando están
peleados entre ellos, lo que pasa es que mi hermana se aprovecha y no le
importa, pero a mí me parece que ni nos escuchan, no nos dan ni cinco
minutos”. Es éste un claro ejemplo de lo que puede percibir un chico
criado en un ambiente con estas características.

A menudo escuchamos que es muy importante hablar con los hijos, darles
explicaciones, ayudarlos a reflexionar para que tengan criterios propios. Y
aunque esto es completamente cierto, también debemos ser cuidadosos
de no desgastar a malgastar las explicaciones. Si por cada acción del hijo
los padres investigan dando indicaciones o explicaciones, puede suceder
que el niño deje de escuchar. El límite no se presta pues queda rodeado
por una cantidad de palabras seguramente no escuchadas. En mi libro
anterior comenté el caso de un niño que decía que su mamá a veces era
la radio que estaba encendida y nadie escuchaba. Con frecuencia esto
es lo que sucede: el niño termina haciendo lo que quiere pero los padres
dicen que ellos ”le hablaron mucho, le explicaron”. Quizás sobren palabras
y falte acción, es decir, no se aplican las sanciones que han sido
prometidas al niño o adolescente que no respeta las indicaciones dadas.
Sin necesidad de caer en el autoritarismo o la violencia, son los padres los
que en ciertas situaciones deben poner el punto final. No todo es
explicable, y puede haber normas que en muchas familias ni siquiera se
cuestionen porque los padres han decidido que así sea. Estos temas
incuestionables no pueden ser más que unos pocos. Ilustraré esto con
algunos ejemplos. Una niña de 12 años pide ir a bailar a la “tardeada de la
secundaria”, es decir, durante el horario adoptado por las escuelas para
los más chicos, porque todas sus amigas van. Sus padres le contestan con
firmeza: “No vas a bailar hasta que tengas dieciséis y punto, recuérdalo, en
esta familia el tema es así y no importa lo que hagan los demás”. Ya
imaginarán la cara y furia de la niña, pero al ver la serenidad de los
padres, no tuvo más remedio que aceptar y entender las explicaciones
que le dieron.

Otro ejemplo: un niño de 8 años llega furioso al consultorio diciendo que no


entiende por qué sus papás no le permiten ni siquiera nombrar el hecho de
ver televisión después de cenar. Todos su amigos veían un programa que
comenzaba a las diez de la noche pero a él no le era permitido. Éste era
un tema que estaba decidido de antemano; para esta familia a las diez
de la noche los chicos debían estar en la cama y no había nada que
discutir.

Si conversan entre ustedes y buscan cuáles serían esos temas que una vez
explicados y aclarados no se vuelven a tocar, se ahorrarán palabras y
explicaciones tediosas de las que seguramente ya están aburridos.

[Los niños observan qué hacen los adultos ante la adversidad, cuáles son
los recursos que tienen mamá y papá frente a determinadas situaciones.]

 LA TELEVISIÓN

Abordaremos ahora el punzante tema de la televisión. Éste es un punto en


el que los padres deben ponerse firmes, ya que es mucho lo que hay que
limitar y cuidar: el vocabulario, las imágenes, los horarios, los contenidos. Se
ha discutido mucho acerca de la cantidad de horas durante las que un
niño puede mirar televisión, pero los padres no sólo deben regular el
tiempo sino también determinar cuáles son los programas permitidos. Otra
situación común en muchos hogares es que el televisor permanezca
encendido como “fondo” de las actividades de la familia aunque nadie lo
esté mirando.
¿Por qué no es conveniente que los niños miren mucha televisión? Por que
fomenta estilos de gratificación pasivos y hace que dejen de lado otras
actividades como los deportes, juegos de mesa o la lectura. En lo que
concierne al tipo de programas, muchos poseen un vocabulario incorrecto
y escenas de violencia y sexualidad deformada que no son adecuadas
para los niños. No olvidemos que un niño pequeño puede experimentar
como real la escena de una película, sin mencionar los noticieros que se
refieren a la realidad y muestran hechos de gran violencia.

Si papá y mamá están de acuerdo en que tipo de programas verán los


niños es fácil lograr que acepten una limitación.

No quiero decir que los niños no deban ver televisión al contrarío, muchas
veces un programa televisión sirve para que la familia se reúna y comparta
un momento agradable y entretenido. Lo que sí estoy sugiriendo es que los
adultos deben determinar el contenido de los programas que verán los
niños y el tiempo de permanencia frente al televisor. Existen muchísimos
trabajos científicos que demuestran que la violencia en la televisión
favorece y promueve la agresión en los niños. Tal vez se pueda encontrar
algún héroe que no necesite usar la violencia para triunfar, que pueda
resolver los conflictos utilizando la palabra en lugar del golpe, o algún
programa que muestre las consecuencias de una acción incorrecta.

 LA COMPUTADORA

¡Qué hallazgo tan maravilloso y tan peligroso a la vez!

Por un lado, abre un gran campo de posibilidades para los niños en cuanto
al desarrollo de su creatividad; les permite jugar, escribir, dibujar historias e
ilustrar cuentos, investigar en internet y “chatear”. Pero muchas de estas
cosas tan positivas pueden transformarse en peligros si los niños acceden a
información para la que no estén preparados, por ejemplo en los chats se
cruzan con personas desconocidas malintencionadas.

En la mayoría de las familias de cierto nivel adquisitivo la computadora


ocupa un lugar importante. Todos los miembros de la familia la utilizan con
frecuencia, pero los niños no son siempre acompañados o supervisados
por los adultos. Algunos juegos son excesivamente violentos, otros generan
tensiones que los niños no pueden descargar adecuadamente y los dejan
muy alterados. Ocurre algo similar a lo que sucede con la televisión: para
muchas familias es cómodo que el niño esté entretenido con algo y no
moleste. Pero ese entretenimiento no siempre es saludable para él.
Acompañen a los niños en sus actividades con la computadora, traten de
estar atentos y mirar con qué están jugando, analicen si el juego los
favorece o no. Aquí, nuevamente se trata de aprender a poner límites.

Muchos niños y adolescentes se reúnen en casas de amigos cuando los


padres no están o se conectan a internet en ciber cafés. Es conveniente
que los padres visiten los locales públicos para saber qué hacen sus hijos,
con quienes están, cómo es el lugar y qué personas lo frecuentan.

[Hay edades y tiempos para el uso de la computadora]

Algunas sugerencias para tener en cuenta con los niños que utilizan
internet:

Limiten el tiempo que pasan navegando en Internet.


Explíquenles que hablar con los usuarios que aparecen en una sala
de chat es lo mismo que hablarle a desconocidos o a extraños en la
calle.
Indíquenles que nunca deben dar información personal a otra
persona o a un sitio en internet.
Recuérdenles que no todo lo que ven o leen estando en línea es
verdadero.
Tengan presente que existen empresas que proveen un servicio que
permite bloquear el acceso a determinados sitios de internet que
consideren no apropiados para sus hijos.
Enséñeles que deben usar el mismo vocabulario que usan para
hablar fuera de internet. Nada de malas palabras o expresiones
vulgares.

Es conveniente que tengan en cuenta que las comunicaciones a través de


internet no preparan al niño para las relaciones interpersonales reales, ya
que tienden a favorecer el aislamiento. Por esto, quizás sea buena idea
que ustedes estén cerca y lo ayuden, por ejemplo, a explorar distintos sitios.
Para terminar, lo central es que ustedes estén siempre informados acerca
del uso que los niños hacen de la computadora e internet.

 EL DINERO
Aunque se suele repetir que lo espiritual y lo material son dos instancias
reñidas entre sí, el dinero está presente en muchos de nuestros actos. En
otras épocas se decía que no era apropiado hablar de dinero, que los
niños no debían presenciar conversaciones acerca de gastos o
inversiones. En la actualidad escuchamos con frecuencia decir que el
dinero cambia a la gente, que da poder, que todo lo puede, o que es “vil”
por que mueve a las personas a comportarse mal; escuchamos, por
ejemplo, relatos de alguien que mató o robó por dinero. La verdad es que
si esto fuera así, no sería culpa del dinero sino de la persona que elige
actuar mal. Por otro lado, el uso del dinero también tiene que ver con las
posibilidades de hacer regalos, de ser generosos, de darle un valor a
ciertas cosas.

Hoy en día los niños tienen noción del dinero, saben que es necesario para
comprar desde una golosina hasta una bicicleta. Por este motivo, sería
importante que los adultos les recordaran que no es ni malo ni bueno, que
todo depende del uso que se le dé. Los padres deben regular el uso que
los niños hacen del dinero, cuándo y cómo lo utilizan. Es importante que les
expliquen las diferencias entre lo que es necesario comprar y lo que no,
para que aprendan a ser responsables en sus consumos y hacerse cargo
de sus gastos.

Un interrogante frecuente es a partir de qué edad es conveniente que los


niños utilicen dinero. Cuando el niño ya ha adquirido la noción de
cantidad y puede contar, está en condiciones de tener algunas monedas.
El momento más adecuado es la etapa en que cursa primer grado ya que
en los recreos puede comprar algunas golosinas o galletitas. Cada familia
elige de qué manera entregarle el dinero a su niño. Además de propiciar
cierta independencia, los papás también deben tratar de que aprendan a
administrar el dinero que le den inculcando el concepto de ahorro. Lo más
conveniente es darle el dinero de forma gradual. Primero semanalmente,
luego quincenalmente, hasta llegar a la mensualidad, recordándole que si
se lo gasta antes de tiempo no recibirá más. De este modo el niño tomara
conciencia de que su decisión lo afectará, por lo que, aunque se
equivoque, debemos acompañarlo y nunca decidir por él.

Otra pregunta frecuente es cuánto dinero debemos darles. Si fuera por


ellos ¡TODO! Pero esta decisión no les corresponde. Pueden conversar
sobre sus gastos cotidianos (si viaja sólo, si debe comprar algún útil, etc.) y
decidir si lo que proponen es apropiado y se adecua a lo que ustedes
están dispuestos a darles. Una vez acordado el monto y la manera en que
se lo darán, traten de que no haya modificaciones al menos durante un
tiempo.

Es aconsejable jugar con los niños a comprar y a vender, por ejemplo, en


un kiosco o una librería. De esta manera les enseñan a controlar los
cambios que reciben. Conviene empezar jugando con valores muy
pequeños –moneditas de 2 y 5 pesos- hasta llegar gradualmente a valores
más altos.

La manera en que ustedes mismos se comporten con el dinero influirá


mucho en lo que los niños aprendan. ¿Gastan y después se quejan de que
el dinero no alcanza? ¿Compran muchas cosas innecesarias? ¿Piensan
antes de comprar? ¿Hay acuerdos y consultas en la pareja antes de
realizar gastos? ¿Cada uno tiene su dinero o todo va a un fondo común?
Antes de abordar el tema del dinero con sus niños les propongo que
revisen la manera en que ustedes lo administran, tal vez sea el momento
de llegar a nuevos acuerdos sobre este tema.

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