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Introducción

al latín
L. R. Palmer

Ariel
La presente obra es una de las más sugestivas y pedagógicas
historias del latín e imagen ideal del manual universitario de la
disciplina. El própósito del autor, profesor de filología compara­
da en la Universidad de O xfod, ha sido «compendiar para los
estudiantes de lenguas clásicas, para los colegas que trabajan
otros campos de estudio y para todos a quienes puedan interesar,
los resultados alcanzados por la investigación en torno a la histo­
ria de la lengua latina desde la Edad del Bronce hasta la caída
del Imperio Romano. N o se ha dado por supuesto conocimiento
alguno previo de los principios y métodos de la filología compa­
rada, reservándose tales cuestiones al examen de los varios pro­
blemas a los que afectan. M i intención ha sido exponer la com-
munis opinio en los casos en que existe, y, en caso contrario,
plantear con la mayor claridad posible los datos y los diversos
puntos de vista que se han formulado; con todo, no he sido
siempre capaz de ocultar el hecho de que tengo opiniones pro­
pias». Para mantener el volumen del libro y su coste dentro de
unos límites razonables, ha sido necesaria una estricta selección
de temas, y, en este sentido, el autor, manteniendo la clásica
división de fonética, morfología y sintaxis, ha preparado una
síntesis de gramática histórico-comparada particularmente ágil y
eficaz. La obra se completa con una antología de textos latinos
arcaicos y con exhaustivos índices de materias y palabras.

Letras e Ideas
L. R. Palmer

INTRODUCCIÓN
AL LATÍN

EDITORIAL ARIEL, S. A.
B A R C E LO N A
Título original:
The Latín langitage
Presentación, traducción y notas de
J uan J osé M orálejo y J osé L uis M oralejo
1.a edición 1974: Editorial Planeta, S. A.
1.a edición en Editorial Ariel
(Col. Letras e Ideas):
octubre 1984
2.a edición: marzo 1988
© Faber & Faber, Londres
Derechos exclusivos de edición en castellano
reservados para todo el mundo
y propiedad de la traducción:
© 1984 y 1988: Editorial Ariel, S. A.
Córcega, 270 - 08008 Barcelona
ISBN: 84-344-8378-5
Depósito legal: B. 6.629 - 3988
Impreso en España
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida,
almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico,
mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.
NOTA A LA 2.' EDICIÓN

Aunque en las Notas de los Traductores y en la Bibliografía se han


introducido algunas modificaciones puntuales — especialmente en lo que
se refiere a obras que han tenido ulteriores ediciones actualizadas__ se
ha dejado para mejor ocasión la revisión de uno y otro apartado a la luz
de la abundante bibliografía reciente.
PRESENTACIÓN

El libro The Latín language ha sido la más personal contribuí


ción de L. R. Palmer, profesor de filología comparada en la Univer­
sidad de Oxford, a la colección “The Great Languages” por él diri­
gida y editada en Londres por Paber & Faber. Recordemos que en
la misma serie publicó W . J. Entwistle su volumen dedicado a las
actuales lenguas hispánicas.
La idea primera de esta traducción — que aparece por circuns­
tancias varias con más retraso del razonable— descansaba sobre la
impresión especialmente grata que la primera parte de la obra nos
había causado. Nos parecía una de las más sugestivas y pedagógicas
historias del latín jamás escritas, e imagen ideal del manual univer­
sitario de la disciplina. Al término de su trabajo permanece esa idea
en la mente de los traductores, que, por otra parte, no niegan la
excesiva concisión y convencionalidad de los capítulos que Palmer
consagra a la gramática del latín propiamente dicha.
Nos hemos tropezado a lo largo del trabajo con no pocas dificul­
tades. La mayoría de ellas derivaban de un carácter de la obra que
el lector advertirá desde sus primeras páginas: se trata, en grado
extremo, de un libro inglés escrito para ingleses. Este marcado eso-
terismo, que lingüísticamente se acercaba a menudo a los confines
del slang, nos ha obligado en no pocos pasajes a traducciones de
carácter amplio, preferibles siempre a literalismos que exigen una
cadena interminable de escolios y aclaraciones. Por lo que se refiere
a los símiles e ilustraciones, que, como es natural, toma el autor de
su lengua materna, hemos adoptado una praxis ecléctica, realizando
la correspondiente traslación al castellano en los casos en que pare­
cía necesario y posible. Para la traducción de la terminología hemos
procurado tener muy en cuenta la establecida ya por estudiosos es­
pañoles. En cuanto a las abreviaturas de carácter técnico, también
hemos procurado ceñirnos a la ya considerable tradición de los es­
tudios lingüísticos escritos en castellano; no creemos haber emplea-
8 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

do ninguna desconocida para las personas relacionadas con el mun­


do de la filología.
El profesor Antonio Prieto, codirector de la colección que acoge
esta versión española, quería que los traductores añadieran a este
texto algo de su propia cosecha. Aunque vendimiando a manos lle­
nas en ajena viña, lo han intentado en las N otas de los traductores
que lo acompañan, y que situamos al final del texto (pp. 337 y ss.),
dada la extensión de algunas de ellas. Tales anotaciones no están
proyectadas ni elaboradas según un criterio uniforme. Responden,
en gran medida, a las particulares aficiones o experiencias de sus
autores dentro del campo de los estudios clásicos, y, desde luego,
a la idea de dejar constancia del mucho y buen trabajo realizado
por investigadores españoles en estas parcelas del saber.
Parecidas tendencias nos han guiado en la tarea de actualizar y
complementar la B ibliografía — muy sumaria— aducida por Pal­
mer. Tampoco nuestra contribución pretende, ni mucho menos, ex-
haustividad alguna. Nos ha parecido útil mantener el A péndice de
textos latinos arcaicos que incluye la edición inglesa del libro;
puede, en efecto, ahorrar eventuales peregrinaciones a los reperto­
rios usuales.
Y pasemos al capítulo de gratitudes. Nada tiene de simbólico, y
se corresponde en gran medida con el de las dificultades registra­
das a lo largo del trabajo de esta versión.
Para el esclarecimiento de ciertos puntos oscuros ha sido funda­
mental la información y el consejo prestado por los profesores
J. C. White, Pujáis y Lorenzo, de la Universidad Complutense de
Madrid, y por la señorita J. Benton, de la Universidad Vanderbilt
en Madrid.
El profesor Mariner, de la Universidad Complutense, ha tenido
la amabilidad de leer el original de las N otas de los traductores, y
de mejorarlas con su crítica y orientación.
Queremos dejar también constancia del apoyo y buena acogida
prestados por Editorial Planeta y, concretamente, por el profesor
Prieto.
Reconocidas estas deudas, sólo nos queda reivindicar para no­
sotros, de modo exclusivo y solidario, la responsabilidad de esta ver­
sión.

Ju an José M oralejo
José L u is M oralejo
PREFACIO

En este libro, uno más en una serie que no está dirigida en prin­
cipio a los especialistas, he intentado compendiar para los estudian­
tes de lenguas clásicas, para los colegas que trabajan otros campos
de estudio y para todos a quienes puedan interesar, los resultados
alcanzados por la investigación en torno a la historia de la lenguai
latina desde la Edad del Bronce hasta la caída del Imperio Romano.
No se ha dado por supuesto conocimiento alguno previo de los prin­
cipios y métodos de la filología comparada, reservándose tales cues­
tiones al examen de los varios problemas a los que afectan. M i in­
tención ha sido exponer la eommunis opinio en los casos en que
existe, y, en caso contrario, plantear con la mayor claridad posible
los datos y los diversos puntos de vista que se han formulado; con
todo, no he sido siempre capaz de ocultar el hecho de que tengo opi­
niones propias.
Para mantener el volumen del libro y su coste dentro de unos
limites razonables ha sido necesaria una estricta selección de temas.
Esta exigencia ha sido especialmente imperiosa en el capitulo de
sintaxis, que ha tenido que estructurarse como un comentario com­
pendioso de las gramáticas escolares de serie. Las circunstancias
han dado lugar a ciertas infracciones de la ortodoxia, que espero
harán más cómodo el empleo del libro. Así, por lo que mira a los
textos latinos arcaicos, he preferido referirme a los Remains of Oíd
Latín de E. H. Warmington que a repertorios menos accesibles. No
he logrado conciliarme la aprobación de todos mis amables críti­
cos con relación al empleo del signo v para la u consonántica, pero
se trata de una distinción útil desde el punto de vista filológico• y
no he tenido reparo en seguir el ejemplo del manual de Leumann~
Hofmann. Las cantidades vocálicas sólo se han notado en los casos
en que resultaban relevantes para el problema en cuestión.
M e he beneficiado del saber y consejo de muchos amigos y colegas
inmediatos. Debo estar particularmente agradecido a Mr. J. Crow,
al Prof. W. D. Elcoclc, al Prof. D. M. Jones, a Mr. S. A. Handforth,
10 INTRODUCCIÓN AL LATIN

al Prof. W. S. Maguiness, a Mr. A. F. Wells y al Prof. E. C. Wood-


cock, que han leído parcial o totalmente las pruebas, y que han
corregido numerosos defectos de fondo y de forma. Debo además un
reconocimiento al estamento de los estudiosos en general. El dejar
constancia detallada de mis deudas no resultaba practicable en una
obra de esta naturaleza. He intentado remediar un poco la laguna
en la bibliografía, pero ésta tiene la finalidad específica de ayudar
a dar con él camino a quienes deseen proseguir sus estudios en este
campo. Como relación de mis dependencias resulta del todo insufi­
ciente, y de manera general me veo obligado a aplicar al autor de
esta obra las famosas palabras de Linio: si in tanta scriptorum turba
mea fama in obscuro sit, nobilitate ac magnitudine eorum qui no-
mini officient meo consoler.

L. R. PALMER
PRIMERA PARTE

Esbozo de una historia de la lengua latina


Capítulo primero
EL LA TIN Y LAS DEMÁS LENGUAS INDOEUROPEAS

His constitutis rebus, nactus idoneam ad navigandum tempesta-


tem III fere vigilia solvit equitesque in ulteriorem portum progredi
et navis conscendere et se sequi iussit. a quibus cum paulo tardius
esset administratum, ipse hora diei oirciter li l i cum primis navi-
bus Britanniam attigit atque ibi in ómnibus collibus expósitas hos-
tium copias armatas couspexit. (César, De bello gallico, 4, 23, 1-2.)

Este pasaje, en el que el gran político y estilista Julio César des­


cribe el primer asalto del poder armado de Roma a nuestra isla, ha
representado para muchas generaciones de ingleses el primer golpe
e impacto de la auténtica lengua latina. Un británico letrado y pa­
triota que se encontrara entre los expectantes guerreros sobre las
colinas del Kent se hubiera preguntado con asombro lógico qué
clase de gente eran aquellos invasores y de dónde venían. Menos de
cien años después un rey británico fue llevado a la capital de los
invasores, y allí Tácito certificó en él un hablar de tal dignidad, una
retórica tan acabada y un latín tan impecable como para ganarle
estimación y un cautiverio honorable. En la ciudad de sus vence­
dores pudo haber leído en Livio el orgulloso relato de los orígenes
legendarios de Roma y de su ascenso a la grandeza del Imperio. Su
actual descendiente, bien que animado por el pensamiento de que
estudia en el país de Carataco, tiene que acercarse con humildad a la
empresa de rastrear, aunque sea de modo esquemático, la historia
de la lengua que aquellos romanos dieron a una tan gran parte del
mundo occidental.
Recibe el nombre de latín porque en un principio es simplemen­
te uno de los dialectos hablados por los latinos, un grupo de tribus
emparentadas que ocupaban el territorio del Lacio, y en el que
Roma mantenía una posición predominante (véase capítulo I I I ).
El historiador de la lengua latina tendrá que ocuparse en primer
14 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

lugar de las sucesivas formas de la lengua tal como se nos aparece


en una serie de textos que — para lo que nos interesa— alcanzan
desde la caída del Imperio hasta los más antiguos documentos con­
servados. Hay que añadir inmediatamente que la lengua latina con­
cebida así tiene poca historia: ciertos cambios fonéticos, morfoló­
gicos, sintácticos y semánticos que han sido fiel y diligentemente
registrados. Pero hay una casi absoluta ausencia de textos anterio­
res al s. m a. C. En Plauto, cuyas comedias nos obsequian con el
primer volumen considerable de latinidad, la lengua de los romanos
aparece en una forma que difiere muy poco del latín de la Edad de
Oro. No hay una documentación que tenga para el historiador del
latín la significación que tiene el Beowulf para el estudioso del in­
glés. Dado, pues, que el estudio histórico de los monumentos de la
lengua latina se nos acaba en un punto muy alejado incluso de la
legendaria fundación de la ciudad en el 753 a. C., se hace preciso
recurrir a otro método, el método comparativo, acerca del cual se
imponen unas palabras previas.
Las lenguas son en esencia sistemas de signos vocales que los
seres humanos emplean para comunicarse unos con otros. Esas ex­
presiones o complejos fónicos producidos por el hablante provocan
en el oyente ciertas respuestas; a esto lo llamamos comprensión.
Pero no cualquier oyente puede comprender; porque la comprensión
de una lengua requiere un largo y trabajoso adiestramiento en el uso
de ese sistema concreto de signos. Este adiestramiento, el “aprender
a hablar”, viene exigido por un hecho que es de importancia funda­
mental para la ciencia del lenguaje: no existe conexión natural o
necesaria entre los signos fónicos y los significados que comportan.
El carácter arbitrario de la atribución de significados a los signos
fónicos tiene una importante consecuencia teórica. Si dos — o más—
grupos de hombres emplean signos fónicos idénticos o semejantes,
debemos tener por muy poco probable que esta similitud se deba
al azar o a invención independiente. Cuanto más arbitraria es la
conexión entre sonido y significado y mayor la trascendencia de las
semejanzas entre los sistemas comparados, menor es el grado de
probabilidad de que el parecido sea accidental. En el caso de siste­
mas de signos tan arbitrarios y complejos como las lenguas, toda
semejanza significativa debe llevarnos a la conclusión de que los
dos sistemas están unidos históricamente, es decir, a afirmar o bien
que uno ha nacido del otro, o bien que ambos descienden de un an­
tepasado común. En alemán, por ejemplo, signos como Mann, Gras,
Hand, etc., aparecen casi con el mismo significado que en inglés
man, grass, hand, etc., y la hipótesis de creación independiente es
infinitamente menos probable que la de una conexión histórica. Las
semejanzas de vocabulario y estructura gramatical son tales que so­
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 15
lamente pueden explicarse postulando un común antepasado del que
ambos derivan. Ahora nos proponemos aplicar este método com­
parativo a descubrir posibles parientes de la lengua latina, con la
esperanza de que ello nos capacitará para seguir su historia re­
montando la época del más antiguo testimonio escrito existente.

Los DIALECTOS ITÁLICO S: OSCO-UMBRO

Entre las inscripciones de la antigua Italia se encuentran las es­


critas en la llamada lengua osea. Osci, antiguo *Opsci, fue el nom­
bre que los romanos dieron a los habitantes de Campania que los
griegos llamaron ’O tu k o L Pero la lengua hablada por las tribus
samnitas con las que más tarde Roma entró en conflicto evolucio­
nó hasta ser más o menos igual a la de los oscos. Así llegaron los
romanos a designar este grupo de dialectos con el nombre de la
tribu en que lo encontraron por vez primera, al igual que los fran­
ceses usan el nombre tribal Alemanni para designar la lengua que
los ingleses llamamos Germán: por ejemplo, Livio en su relato de
la guerra contra los samnitas (10, 20, 8) escribe: “gnaros Oscae lin-
guae exploratum quid agatur mittit”.
Las inscripciones escritas en oseo se encuentran en aquellas par­
tes de Italia que estuvieron ocupadas por tribus samnitas: Samnium,
Campania, Apulia, Lucarna y Bruttium. La lengua osea fue introduci­
da también en Messana cuando ésta ifue tomada por los “mamerti-
nos”, los mercenarios campanos reclutados por Agatooles. Las ins­
cripciones, que cubren un período de unos cinco siglos desde las
más antiguas leyendas de monedas hasta los graffiti de Pompeya
escritos después del primer terremoto en el año 63, están redactadas
en varios alfabetos. La mayoría muestran el alfabeto oseo, derivado
del griego calcidico a través del etrusco. Pero el texto más extenso,
la Tabula Bantina, una plancha de bronce encontrada en Bantia en
1793 y que contiene reglamentos municipales, está escrita en alfa­
beto latino,-mientras que en inscripciones de Italia meridional se
utiliza un alfabeto griego. El oseo fue la lengua principal de la Italia
central hasta su sometimiento por los romanos, y se mantuvo en
uso en documentos oficiales hasta la Guerra Social de 90-89 a. C.
El hecho de que las inscripciones muestren pocas variantes dialec­
tales a pesar de lo amplio del área en que se utilizó sugiere que en
este oseo oficial tenemos una lengua común regularizada.
Estrechamente relacionada con la osea está la lengua llamada
umbra. Su único documento extenso son las famosas Tabulae Igu -
vinae. Descubiertas en 1444 en Gubbio (antigua Iguvium), en Um ­
bría, estas nueve tablas de bronce — dos de las cuales se han per­
16 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

dido después de su descubrimiento— contienen las actas de una


fratría religiosa semejante a la romana de los Arvales Fratres
(véanse pp. 72 s.). Escritos parte en alfabeto latino y parte en el
umbro nativo — derivado como el oseo de un alfabeto griego occi­
dental a través del etrusco— , los textos se alinean desde aproxi­
madamente el 400 al 90 a. C. Además de por estas tablas, la lengua
umbra nos es conocida por otras pocas y magras inscripciones, pero
hay testimonios de que los umbros en alguna época ocuparon un
área que se extendía hasta la costa occidental. Al oseo y al umbro
podemos añadir algún pequeño testimonio de los dialectos de tribus
menores de Italia central que han sido algunas veces agrupados có­
modamente bajo la denominación de “sabélicos”. Se incluyen aquí
los dialectos de los Paeligni, los Marrucini y los Vestini, todos los
cuales se asemejan estrechamente al oseo. El dialecto de los Volsci,
conocido solamente por una corta inscripción de la ciudad de Veli-
trae, parece ocupar una posición intermedia entre oseo y umbro.
Los llamados “dialectos itálicos” indudablemente muestran mu­
chas semejanzas con el latín, pero es difícil precisar el grado exacto
de parentesco. Los estudiosos no han decidido si se los debe consi­
derar como dialectos diferentes de una y la misma lengua, la “itá­
lica”, o como dos lenguas separadas. Ésta es en gran medida una
discusión sobre términos que carecen de precisión científica alguna.
Una lengua es un sistema de signos vocales usado por una comuni­
dad dada de seres humanos. Cualquier persona que hace un uso
inteligible de este sistema se convierte ipso facto, al menos por el
tiempo en que lo usa, en miembro de esta comunidad lingüística.
Este factor de inteligibilidad puede ser utilizado para alcanzar una
definición aproximada de dialecto. Dentro de un sistema dado pue­
den presentarse variantes locales y personales, pero en la medida
en que la inteligibilidad no se vea seriamente afectada se entiende
que tales variantes no implican la desaparición de la calidad de
miembro de la comunidad lingüística. Esas formas locales e indivi­
duales de expresión son consideradas solamente como subvariantes
del sistema usado en toda el área. El término “dialecto” implica así
a la vez diferencia y semejanza, sentido de exclusividad y, sin em­
bargo, de solidaridad. Allí donde el sentido de solidaridad lingüis­
tica es roto por la organización en estados políticamente separados,
los hablantes tienden a dignificar su propia variedad de habla con
el nombre de “lengua”. Así, noruegos, suecos y daneses son absolu­
tamente capaces de conversar entre ellos usando cada uno su “len­
gua”, aunque por la prueba de la inteligibilidad todas ellas podían
ser consideradas como dialectos de la lengua “escandinava”. Queda
por añadir que la inteligibilidad constituye solamente un medio tos­
co aunque eficaz de distinguir entre lengua y dialecto. El límite
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 17
puede variar con el tempo del habla y de una frase a otra. Por otra
parte, en una serie de dialectos hablados sobre un área dada pueden
ser mutuamente inteligibles los geográficamente contiguos, mientras
que no superan esta prueba los que ocupan las posiciones extremas.
La diferencia real entre los dos términos es que “lengua” es un tér­
mino absoluto, mientras que “dialecto” plantea el problema de la
relación: dialecto = variante de x.
Si ahora aplicamos esta prueba al latín y los dialectos itálicos,
y comparamos un texto umbro con su traducción latina, p. ej.:
I A 7 ss.: pusveres Treplanes tref sif kumiaf feitu Trebe Xuvie
ukriper Fisiu, tutaper Ikuvina = post portam Trebulanam tris sues
grávidas facito Trebo luvio pro arce Fisia pro civitate Iguvina,

a la primera ojeada resultará evidente que las dos lenguas son mu­
tuamente ininteligibles. Se ha calculado que de un sesenta a un se­
tenta por ciento de las palabras contenidas en las Tablas Iguvinas
son extrañas al latín, mientras que para el griego sólo del diez al
quince por ciento de las palabras que aparecen en las Leyes gorti-
tinias cretenses no se encuentran en ático. A estas diferencias de
vocabulario decisivas debemos añadir divergencias significativas de
fonética y morfología.

Fonética

1. Las consonantes labiovelares (véanse pp. 227 s.) reciben tra­


tamiento diferente: así, al latín quis y vivus corresponde el oseo con
pis y bivus.
2. Las oclusivas aspiradas ides.1 (véanse pp. 228 s.) aparecen en
latín como b y d en posición medial, en “itálico” como f: tibí, me­
dia = u. tefe, o. mefiaí.
3. kt y pt del latín aparecen en osco-umbro como ht y ft\ Oc­
tavias, scriptae = o. Uhtavius, o. scriftas.
4. La síncopa de vocales breves en sílabas mediales (véase
p. 213) es más pronunciada que en latín: agito = o. actué, hortus =
o. húrz.
5. á final > ó en “ itálico” : vid = o. viú, atrd = u, atru.

Morfología

En la primera y segunda declinaciones el osco-umbro tiene las


desinencias originarias de nom. pl. -ás, -os (véase p. 243), que el latín

1. ide(s). = indoeuropeo(s) o indoeuropea(s).


18 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

ha sustituido por las formas pronominales -di (-ae) y -o i ( - i ) . En


los temas en consonante el oseo presenta la declinación originaria
-és, que el latín ha sustituido por -és (véanse pp. 245 s.). En el gen. sg.
de los temas en -o - y en consonante el latín tiene -i e -is respecti­
vamente, mientras que el osco-umbro tiene -eis en ambas declina­
ciones. También la conjugación del verbo presenta divergencias de
consideración. El fut. -b o característico del latín es desconocido del
osco-umbro, que ha formado su tiempo de futuro a partir de una
antigua formación de subjuntivo: p. ej. deivast = iurabit, ferest =
feret. El inf. pres. act. del itálico termina en -o m : o. ezum, u. erorn =
esse. El fut. perf. presenta el formante -u s: u. benust = venerit.
A la vista de estas grandes diferencias entre el latín por un lado
y el osco-umbro por el otro, es indudable que deberíamos recono­
cerlos como lenguas separadas. El grado de ininteligibilidad es mu­
cho mayor, por ejemplo, que el que hay entre italiano y español.
Pero, como hemos dicho, el uso de los términos “dialecto” y “len­
gua” es asunto de precisión, y estudiosos como A. Meillet, que con­
sidera al latín y al osco-umbro como dialectos diferentes del “itá­
lico”, basan sus conclusiones sobre ciertas semejanzas importan­
tes que hemos de examinar ahora.

Fonética (véanse pp. 211 s.)

En ambos grupos: (1) ide. a se convierte en a, ( 2 ) eu > o m ,


(3) r y l > or, ol, (4) tji y M > em, en, (5) las aspiradas sonoras bh,
dh, gh, pasan a fricativas sordas, (6) s intervocálica se sonoriza,
(7) t-t > ss, (8) palabras del tipo silábico p— q# > q»— q» (p. ej.
* penque > quinqué), y (9) -t se convierte en -d.
Al valorar estos testimonios debemos recordar una vez más el
principio fundamental de la lingüística comparada: que para es­
tablecer un parentesco se necesita la existencia de semejanzas de tal
naturaleza que excluyan la posibilidad de desarrollo independiente.
En apariencia, el postulado de una “unidad itálica” exclusiva a par­
tir de la cual se habrían desarrollado el latín y el osco-umbro ven­
dría exigido por el establecimiento de semejanzas sorprendentes,
que estas lenguas comparten con exclusión de otras lenguas empa­
rentadas de manera más distante. Ahora bien: (1) representa un
desarrollo compartido por todas las lenguas ides. excepto el sáns­
crito, (5) ha ocurrido separadamente en griego helenístico, (6) es
un fenómeno muy corriente sin significación para la cuestión del
parentesco, (7) se ha dado en germánico y céltico, (8) es también
un rasgo del céltico. Una vez eliminados estos rasgos, queda el tes­
timonio fonético como base poco segura para una hipótesis de pa-
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 19
xentesco, porque se ha observado con frecuencia que lenguas en
proximidad geográfica muestran semejanzas de estructura fonética
y fonológica aunque no estén emparentadas. Así, Sapir ha señalado
que cierto número de lenguas indias no emparentadas de la costa
del Pacífico, en América del Norte, desde California hasta el sur
de Alaska, “tienen en común muchos rasgos importantes y distin­
tivos”. En la anterior enumeración el cambio de eu a ou se da no
sólo en latín y osco-umbro, sino también en véneto y mesápico. El
cambio r, l > or, ol es también un rasgo del véneto y del ilirio. Tales
semejanzas pueden, por tanto, ser producto de la contigüidad más
que del parentesco y no tener entonces fuerza lógica para la cuestión
de una unidad itálica.
De mayor importancia son las semejanzas de morfología, por­
que es infrecuente que una lengua importe de otra mecanismos de
declinación y conjugación. Pues bien, tanto en latín como en osco-
umbro el abl. en -d, que en ide. quedó limitado a los temas en -o -
( “segunda declinación”), fue extendido a otros tipos, p. ej. lat. prai-
dad, o. toutad, lat. loucarid, o. slaagid ( = fine ), lat. castud, etc. La
misma desinencia también aparece en los adverbios que por su for­
ma son antiguos instrumentales en -é; por ej. lat. facilumed, o. am-
prufid ( = im probe) . La formación del dat. sg. de los pronombres
personales es también sorprendentemente similar en ambos grupos:
lat. are. mihei, u. mehe, lat. are. tibei, u. tefe, lat. are. sibei, o. sífei.
Pasando ahora al sistema verbal, nos encontramos con que los tipos
de conjugación son los mismos en ambos grupos: es decir, que los
verbos se organizan en las cuatro conjugaciones que nos son fami­
liares por las gramáticas latinas. Además, el o. fufans = erant sugie­
re que el osco-umbro había creado un imperf. ind. del tipo repre­
sentado por el lat. amabam (véase p. 270). La formación del imperf.
subj. es también idéntica: foret = o. fusíd ( *fu-sé-d ). En este mis­
mo sentido se creó un sistema de pasiva característico (véanse
pp. 264 s.) a partir de elementos presentes en el más antiguo ide.:
así saeratur = o. sakarater. Se observan también semejanzas en la
formación del supino (u. anzeriatu = observatum) y del gerundivo
( sacrandae = o. sakrannas). Finalmente podemos mencionar la fu­
sión del aor. y del perf. ides. en un único “perfecto”, y la fusión
de los modos originarios subj. y opt. en las formas de subjuntivo
del latín y del osco-umbro.
Semejanzas de tal alcance en la reorganización de los sistemas
nominal y verbal ponen al latín en relación más estrecha con los
dialectos itálicos que con cualesquiera otras lenguas ides., aunque
en un artículo reciente D. M. Jones ha argumentado que los hechos
encajan mejor “dentro de un esquema de relaciones del ide. occi­
dental (véase infra) que en el desarrollo de un itálico común uni­
20 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

forme”. La interpretación de esta relación más estrecha en tér­


minos históricos es, sin embargo, discutida.
La hipótesis más simple que podría dar cuenta de los hechos ob­
servados es suponer que en algún momento en el pasado existió una
comunidad “itálica” en cuyo seno se desarrollaron los rasgos comu­
nes que hemos observado en el latín y los dialectos itálicos, y que
las muy importantes diferencias son producto del desarrollo inde­
pendiente tras la ruptura de esta comunidad lingüística. Pero un
profesor alemán, A. Walde, en un trabajo sobre la relación entre
itálico y céltico que tendremos ocasión de discutir más adelante,
mantiene que las semejanzas entre latín y osco-umbro son un fe­
nómeno de convergencia, el reflejo lingüístico de contactos entre los
dos grupos en un período comparativamente reciente en Italia mis­
ma. La escuela italiana de lingüistas apoya esta hipótesis con va­
riaciones secundarias de énfasis. Así, Devoto sostiene que las diver­
gencias entre latín y osco-umbro son antiguas y que las semejanzas
se desarrollaron en fecha relativamente tardía, cuando los proto-
latinos se habían establecido ya en el Latlum. Del siglo v m en ade­
lante — fundación de Roma y presencia de una tribu sabina sobre
una de las colinas— se establecieron relaciones que desembocaron
en un intercambio de elementos lingüísticos entre los protolatinos
y los osco-umbros; es esta etapa de aproximación progresiva la que
debería ser llamada “período itálico”. Devoto sostiene que esto no
debe entenderse en un sentido genealógico que implique la identidad
en época anterior de los dos sistemas lingüísticos. A todo ello pue­
de objetarse que la contigüidad geográfica y los contactos sociales
y culturales entre pueblos que hablan lenguas diferentes pueden
desembocar en semejanzas del sistema fonológico y en intercambio
de préstamos de palabras, pero que las peculiaridades estructurales
fundamentales, tales como los tipos de tiempo, modo y formación
de los casos, no son fácilmente transferibles. Las evoluciones lin­
güísticas deben ser reconducidas en última instancia a actos de ha­
bla, que son esencialmente hábitos sociales, y hábitos sociales tales
como los testimoniados en los subjuntivos y similares son transferi­
bles de un grupo de seres humanos a otro solamente bajo condi­
ciones tales de intimidad lingüística que comporten una “comunidad
lingüística”. Una institución osea como el “figón” puede llegar a ser
algo arraigado en la vida romana, y llevar consigo la palabra osea
popina; pero ¿bajo qué condiciones de habla podemos imaginarnos
el intercambio de un gerundivo, un supino o un imperfecto de sub­
juntivo entre hablantes que, en esta hipótesis de convergencia, se
entendían mutuamente todavía menos que los del latín y osco-um­
bro documentados históricamente? Los conceptos de “intercambio
lingüístico”, “esquemas mentales comunes”, “convergencia” y simi­
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 21
lares, con los que opera Devoto, están demasiado alejados de los
hechos del habla real. Los hechos lingüísticos exigen la suposición
en una época y en un lugar de una forma de sociedad que abarque
a representantes de ambos grupos itálicos mayores, esto es, a los
antepasados lingüísticos de los hablantes del latín y de los del osco-
umbro. Pero esta necesidad no implica una “unidad itálica” que
abarque a todos los protolatinos y protoitálicos. Como hipótesis mí­
nima podría bastar con suponer que un grupo de invasores osco-
umbros se fusionó con los protola.tinos, y que fue este injerto de
una población extraña en el tronco latino el que produjo las seme­
janzas entre latín y osco-umbro que han sido punto de partida de
esta discusión. Las leyendas sobre los orígenes de Boma — Tito
Tacio y el rapto de las mujeres sabinas— parecen implicar algunos
hechos históricos como los que hemos postulado (los elementos sa­
binos en latín serán discutidos en pp. 47 s.), y el testimonio de los
dialectos no romanos del Lacio apunta en la misma dirección (véase
capítulo III). Queda por decir que esta conclusión concuerda en lo
principal con la de Devoto, porque excluye una comunidad “itálica”
existente antes de la invasión de la península apenina por los ante­
pasados de los dos grupos de tribus. Las semejanzas más estrechas
reunidas bajo el rótulo de “itálico”, estamos de acuerdo en que se
desarrollaron sobre suelo italiano. Todo lo que hemos sugerido es
que el concepto de convergencia exige traducción a los hechos del
habla real y a los condicionamientos de la sociedad humana que
éstos implican.

La teoría ítalo - céltica y la “civilización del N oroeste”

Llevando ahora nuestra atención mucho más lejos, podemos de­


cir en pocas palabras que el método comparativo ha determinado
que el latín pertenece a un grupo de lenguas que se extiende desde
la India, en el este, hasta las lenguas céltica y germánica, en el
oeste. En estas lenguas se han detectado semejanzas de estructura
y de vocabulario fundamental tan notables que excluyen toda otra
explicación que la de que descienden de un antepasado común, que
es conocido como indoeuropeo. Esta suposición de una lengua madre
más o menos uniforme para dar cuenta de las semejanzas detecta­
das en el grupo de lenguas emparentadas debe implicar además
la existencia en una época dada de un grupo de hablantes de la mis­
ma: el pueblo indoeuropeo. Por otra parte, el análisis del fondo
de palabras comunes ha permitido a los estudiosos trazar una ima­
gen de algunos rasgos de su civilización. As!, parecen haber tenido
familiaridad con el cobre y su laboreo; practicaron una agricultura
22 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

al menos primitiva, y domesticaron algunos animales, como la vaca


y la oveja; adoraron a un dios del cielo luminoso y tuvieron una
sociedad organizada patriarcalmente. Sin embargo, no hemos de
imaginarios como una comunidad política estrechamente coheren­
te con una lengua uniforme: más probablemente fueron un agre­
gado indefinido de tribus seminómadas, asentadas por algún tiempo
para cultivar el suelo y puestas de nuevo en movimiento cuando el
suelo quedaba agotado por sus primitivos métodos de cultivo, y
que tal vez se reunían de cuando en cuando para celebrar los ritos
religiosos comunes. Una “sociedad” tal mostraría inevitablemente
diferencias dialectales. Además, durante el largo periodo de migra­
ciones que con el tiempo los llevaron a los muy diseminados asen­
tamientos en que aparecen en tiempos históricos, algunas tribus
pueden haber establecido relaciones más estrechas por períodos
limitados, o bien con miembros de diferentes tribus pueden haberse
formado bandas de nómadas. Por ello hemos de contar con la po­
sibilidad de que entre la época originaria ide. y la aparición de los
pueblos separados en sus hábitats históricos mediaran otras “uni­
dades” de duración e intensidad variables. Estas comunidades po­
drían haberse reflejado en la lengua, y el cometido del lingüista es
tratar de detectar por medio del análisis tales afinidades dialecta­
les más estrechas dentro del grupo más grande. Tal análisis ha
revelado cierto número de peculiaridades que “itálico” y céltico
comparten con exclusión de las otras lenguas emparentadas. Enu­
meraremos los hechos antes de discutir su significación, porque su
interpretación es todavía muy disputada.

Fonética

1. Las labiovelares ides.2 (qu, p«, guh) muestran igual tratamien­


to en itálico y céltico, convirtiéndose en labiales en británico y osco-
umbro, y en velares en latín y gaélico (por ejemplo el interrogativo
ide. q’Hs, etc., aparece en irl. como cia, en lat. como quis, en gal.
como pwy, en o. como pis). Se ha sugerido que estos hechos son
reflejos de un pasado parentesco dialectal en un grupo italo-céltico;
que en una época prehistórica los antepasados lingüísticos de celtas
e itálicos vivieron en estrecha proximidad, y que, así agrupados, el
pueblo prebritánico compartió con los presabélicos este cambio
q» > p. Más tarde el grupo entero se dividiría y “re-haría”, para
formar el prebritánico y el pregaélico el céltico común, y el “pre­
latino” y el presabélico el itálico común, siguiendo caminos sepa­

2. Véanse pp. 227 s. Las lenguas eéltioas difieren solamente en el trata­


miento de gu.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 23
rados desde entonces en adelante céltico e itálico. Esta hipótesis
queda invalidada por un simple hecho: en todas las lenguas celtas
la p - ide. originaria ha desaparecido (p. ej. irl. én “pájaro”, gal.
edn < *pet-n, cf. lat. penna, etc.): esto significa que el cambio
qu > p en brit. debe de haber tenido lugar después del periodo co­
mún céltico y por ello ocurrido independientemente del cambio si­
milar en osco-umbro. En cualquier caso, un cambio similar se ha
dado en eólico, en el que las labiovelares también aparecen como
labiales (p. ej. * penque > Tré^Tte). Por tanto, el fenómeno no es prue­
ba concluyente de parentesco más estrecho.
2. Más peculiar, y consecuentemente de mayor significación
como prueba de relación, es el cambio ocurrido en palabras cuya
primera sílaba comienza con una labial y la segunda con una labio-
velar: en esas palabras la asimilación se ha dado tanto en Itálico
como en céltico,3 p— qu > q*— q»: p. ej. ide. * penque “cinco” > ital.-
célt. *quenq»e, airl. cóic, agal. pimp, lat. quinqué, o.-u. * pompe (cf.
púmperiaís “quincuriis”) .

Morfología

1. El gen. sg. de los temas en -o - acaba en -i : irl. maqi “del


hijo”, galo Segomari, lat. domini. Aunque en sánscrito (véanse
pp. 243 s.) se han encontrado huellas de un caso adverbial en -i,
ello no disminuye la significación de este fenómeno. Su incorpo­
ración a la declinación regular en sustitución del gen. originario en
-osyo es una innovación común a céltico y latin (el osco-umbro ha
hecho la sustitución con -eis procedente de los temas en -i - de la
tercera declinación), pero compartida también por el véneto y el
mesápico, dialecto ilirio (véanse pp. 49 s.).
2. Las formas impersonales del verbo en osco-umbro y céltico
están caracterizadas por -r : p. ej. u. ferar “llévese”, gal. gweler “ve”,
irl. herir “lleva”. Esta -r es también marca del deponente y de la
pasiva en ambos grupos: p. ej. lat. sequor, sequitur, irl. sechur,
sechithir. Se han encontrado estas desinencias -r en otras lenguas
ides., por ejemplo tocario, hetita y frigio, y el testimonio de dichas
lenguas sugiere que la desinencia -r aparecía originariamente sólo en
el sg. y en la 3.a p. pl. del presente. También aquí encontramos un
significativo desarrollo común de un rasgo heredado.
3. Los verbos del tipo ama-re, mané-re en latín forman su
futuro con un elemento -b - (amabo, monebo), derivado de la raíz
ide. bhu “ser” (véase p. 271); la formación es en realidad un tiem-3

3. Véase p. 226.
24 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

po perifrástico con el significado de “he de amar”, etc. El mismo


tipo se encuentra en céltico, p. ej. irl. léicjea “dejaré”. Aun cuando
es difícil reducir las formas atestiguadas a un único prototipo, pa­
rece ineludible concluir que el germen del futuro en -5- existía en
los dialectos de los que se derivaron latín e irlandés. Innovación no­
table, es testimonio significativo de una relación estrecha otrora de
itálico y céltico.
4. En ide. e l subjuntivo [ N o t a 1 ] 4 se formó a partir de varios
temas temporales por adición o alargamiento de la vocal temática
e /o : p. ej. en griego homérico ind. ípsv subj. íopev, o ind. Xóopev
subj. Xúw|i£v. Pero en céltico el modo subjuntivo es independiente
del tema temporal y se forma añadiendo -a o -s a la raíz: p. ej. irl.
Sera (ber “llevar”), tiasu (tiag “ir”). Los mismos tipos aparecen en
itálico (véase p. 277): p. ej. lat. are. advenat con el subjuntivo for­
mado sobre la raíz ven- y no sobre el tema de presente veni-, y
faxo, capso con -s - añadida a las raíces fac- y cap-, distintas de los
temas de presente faci- y capí-. Este rasgo morfológico, que se en­
cuentra solamente en itálico y céltico entre las lenguas ides., podría
resultar prueba concluyente de parentesco íntimo. Pero el hecho
de que el subjuntivo sea independiente de los temas temporales y
pueda incluso formarse de una raíz diferente (p. ej. fuam como
subj. de sum) concuerda con los rasgos más arcaicos del sistema
verbal ide., en el que no habla conjugación propiamente hablando,
sino que cada tiempo existía independientemente de los otros. Es
posible por ello que los subjuntivos en á sean arcaísmos, elimina­
dos en las otras lenguas ides. y conservados solamente en itálico
y céltico. Si adoptamos este punto de vista, estos subjuntivos tienen
menor fuerza probatoria de parentesco, porque, como se apuntó
más arriba, los arcaísmos pueden sobrevivir independientemente en
las diversas lenguas.
5. En la comparación de adjetivos, itálico y céltico muestran
también concordancias que los vinculan estrechamente. En ide.4 5 el
comparativo se formaba (1) añadiendo el sufijo -iós a la raíz, p. ej.
ser. nava- “nuevo”, náv-yas “más nuevo”; (2) con el sufijo -tero,
que tenía función “de contraste” o “separativa”, asi en laevus:
dexter, magister: minister, etc. Tanto el latín como el irlandés han
desarrollado y regularizado el primer procedimiento (p. ej. lat. sé­
nior, irl. siniu ). También en el superlativo podemos distinguir dos

4. La indicación N ota , seguida de un número y entre corchetes, remite a


las N otas de los traductores (pp. 337 ss.). (IV. de los t.)
5, Es probable que el indoeuropeo no poseyera un verdadero “comparativo”,
sino que los derivados en -ios, -ison, tuvieran un valor muy aproximado al del
Inglés biggish, sizish, que tienen función “relativa” en cuanto opuestos al sig­
nificado “absoluto” del llamado positivo (véanse pp. 253 s.).
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 25
tipos : (1) sufijo -t°mo (lat. ultimus, intimus), cuya función origina­
ria fue quizá señalar el “punto extremo de un continuo espacial” 6,
y (2) el tipo en -is-to (ing. sweetest, gr. fj&iaxoq), que como los nú­
meros ordinales (p. ej. ing. first, al. zwanzigste, gr. npwxot;, etc.)
indicaba el miembro que culmina o completa una totalidad. Este
segundo tipo no se encuentra en italo-céltico, que sin embargo tie­
ne, además del tipo (1), una forma compleja en -s°mo, que no se da
en ninguna otra parte: lat. maximus, o. nessimas ( = proximae), airl.
nessam, gal. nesaf.

Vocabulario

El análisis del vocabulario revela que hay también cierto nú­


mero de palabras exclusivas del itálico y del céltico. Por ejemplo,
los verbos cano y loquor tienen correspondientes exactos en irl.:
caraira y -tluchur. Entre los términos de agricultura, la raíz que en­
contramos en lat. metere “segar” aparece en otro lado con este sig­
nificado solamente en céltico, p. ej. gal. medí; asimismo seges “mies”
corresponde al gal. heu “sembrar”. Para las partes del cuerpo po­
demos anotar las ecuaciones cülus = irl. cúl, dorsum = irl. druim,
pectus = irl. hucht, t&lus = irl. sál. Podemos añadir los nombres
pulvis = gal. ulw, harina = irl. ganem, térra = irl. tír, avunculus =
gal. ewythr, saeculum = gal. hoedl; y los adjetivos vastus = irl. jota,
trux = irl. trú, grossus = irl. bras, mitis = irl. móith, vates “bardo,
vate”, aunque relacionado con palabras germánicas como aing. wñp
“canto, poema”, encuentra correspondencia exacta en irl. fáith “poe­
ta”. Este acervo de testimonios podría parecer capaz de establecer
un argumento fuerte y suficiente en favor de la existencia en un
tiempo de una comunidad que abarcara a los antepasados lingüís­
ticos de los pueblos latino (itálico) y celta. Pero antes de admitir
tal cosa hemos de advertir que hay elementos (1) comunes a cél­
tico y germánico, (2) comunes a itálico y germánico, (3) comunes a
los tres, y (4) que las palabras pertenecientes a este último grupo
se encuentran con frecuencia también en balto-eslavo. ■Esto ha
llevado a los teóricos a hablar de un grupo “occidental” de lenguas
indoeuropeas que incluye céltico, germánico, itálico y balto-eslavo,.
pero excluye el griego. Ordenemos estos testimonios antes de pro­
ceder a valorarlos.

6. Véase p. 254.
26 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Céltico y germánico

airl. oeth = gót. aips (ing. oath), airl. orbe = gót. arbi (al. Erbe),
gal. rhydd = gót. freís (ing. fre e ), airl. rün “secreto” = gót. runa,
airl. luaide = aing. liad (ing. lead), etc. A éstos hemos de añadir un
amplio número de préstamos que se han hecho estos dos grupos
de lenguas, como gót. reiks de la palabra célt. rix.

Itálico y germánico

Se han aducido los testimonios siguientes:


1. La evolución t-t > -s-s; pero también se encuentra en céltico
(véase infra).
2. La sonorización de fricativas sordas intervocálicas (p. ej. lat.
aedes de una raíz ide. *aidh- que aparece también en gr. aí0co) se
da en los dos grupos; pero es una evolución fonética que fácilmente
pudo tener lugar de manera independiente, y que esto fue así lo
sugiere el hecho de que en itálico el cambio esté limitado al latín.
Por consiguiente, de esta semejanza no puede extraerse conclusión
alguna sobre parentesco.
3. El aoristo y el perfecto ides. se han unido para formar un
único tiempo pretérito (véanse pp. 272 s .).
4. En ambos grupos (y en céltico) el paradigma del verbo “ser”
está formado por dos raíces, es- y bhu-: lat. est, fuit, ing. is, be, etc.,
irl. is, biuu, etc.
5. El perf. nóvi se corresponde por su formación con el aing.
cneow. Pero esta -u aparece en germánico también en el pres. cnü-
wan, y el origen del perf. en -u - en latín es cuestión tan ardua (véan­
se pp. 273 s.) que esta ecuación es una base demasiado insegura
para la construcción de teorías sobre parentesco.
6. Las formas de perfecto con vocal radical alargada del tipo
de sédimus se encuentran también en germánico, cf. gót. sétum.
Debe advertirse, sin embargo, que en gótico la vocal larga se limita
al plural, de modo que las formas de singular sedi, etc., del latín
podrían ser consideradas igualaciones analógicas (véanse pp. 272 s.) .
7. El demostrativo lat. is, ea, id = gót. is, ija, ita.
8. A todo esto podemos añadir numerosas correspondencias en
el vocabulario. Por ejemplo, muchas ecuaciones de verbos están
limitadas a itálico y germánico: dücere = gót. tiuhan (ing. tu g);
clamare = aaa.7hlamón; tacére = gót. pahan; silére = gót. ana-silan.7

7. Antiguo alto alemán.


ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 27
Además, ambos grupos comparten en exclusiva términos de agricul­
tura como jar = anor. barr (ing. barley), sulcus “surco” = aing. sulh
“arado”; y además haedus = gót. gaits (ing. goat), ulmus = ing. elm,
annus = gót. apns, “año”.

Vocabulario occidental

Se ha señalado con frecuencia que céltico, itálico, germánico — y


a veces balto-eslavo— tienen en común palabras que no aparecen
en griego, armenio e indo-iranio. Estas palabras son tan numerosas
y parte tan fundamental del vocabulario que las coincidencias, así
se argumenta, no pueden deberse al azar, sino que reflejan un perío­
do común de civilización, llamado “la civilización del Noroeste” .
Entre estas palabras encontramos los adjetivos para “verdadero”
(virus, irl. fir, aaa. wár = aesl. vira “fe, confianza”), “ciego” (cae-
cus), “liso” (gláber); los nombres de vegetales corilus “avellano”,
flós “flor”, salix “sauce”, ulmus, irl. lem “olmo”; los términos zooló­
gicos porcus “lechón, cebón” (no “cerdo doméstico” por oposición
a sus “cerdo salvaje, jabalí”, como se ha dicho a menudo), merula
“mirlo”, natrix “culebra de agua”, piscis “pez”; términos de agricul­
tura (objetos y trabajos): gránum, faba, sero “sembrar”, scabo “ras­
car”, seco “cortar, segar”, sügo “chupar, mamar”, molo “moler”
(ide. común en el sentido de “machacar, aplastar”) , lira “surco”;
términos sociológicos: cüvis, hostis, homo (que contiene la raíz
*ghem/ghom especializada para significar “ser humano”, como en
gót. guma, irl. duine, lit. zmu6), vas “fianza, garantía”; palabras
varias: verbum “palabra” (gót. y aprus.), nidus, en el significado
especializado de “nido”, mare, vinco, ferio, cüdo “golpear, forjar”,
emo “tomar, comprar”.
Los hechos, seleccionados y dispuestos así, parecerían sostener
firmemente las conclusiones que en ellos suelen basarse: que los
pueblos que más tarde hablaron las lenguas itálicas después de la
ruptura de la comunidad indoeuropea se asentaron o permanecie­
ron en Europa y por algún tiempo compartieron una civilización
común con los antepasados lingüísticos de los celtas, germanos y
balto-eslavos. Pero existen otros hechos que podrían hacernos du­
dar. Entre esas palabras occidentales encontramos, por ejemplo, la
muy importante teutá “pueblo” (o. tonto = lat. civitas, u. tota, irl.
tuath, gót. piuda “nación”) ; y esta palabra falta en latín. Otro tanto
ocurre con la palabra occidental para “casa” ejemplificada en irl.
treb, lit. trobá, ing. thorp, que aparece en itálico en o. trííbúm, u.
tremnu, pero está ausente del latín, porque es muy dudoso que
trabs “viga” esté relacionada con estas palabras. Por otfo lado,
28 INTRODUCCIÓN AL LATIN

en domus el latín ha conservado un nombre ide. general que no se


encuentra en céltico, germánico o báltico. Tales ejemplos subrayan
lo peligroso que es el basar conclusiones sobre parentesco en se­
mejanzas o diferencias de vocabulario. En cada lengua la desapari­
ción de palabras depende de una variedad de factores cuya interac­
ción es tan compleja que la ausencia de una palabra concreta o
palabras en una lengua puede muy bien ser accidental. Por ejemplo,
ignis “fuego” tiene parientes en ser. agnís y también en balto-eslavo;
pero la palabra falta en osco-umbro, donde, sin embargo, u. pir en­
cuentra sus parientes en gr. -itup, ing. fire, y también en hetita, ar­
menio y tocario. También en este caso el latín ha perdido una anti­
gua palabra ide. y roto así un vínculo incluso con sus más próximos
parientes entre los dialectos itálicos. Igual sucede con la palabra
para “agua”, que el latín designa con agua, y que tiene parientes
solamente en germánico (gót. ahwa “río”) y posiblemente en céltico.
Solamente en un sentido distinto de “ola” conserva el latín en la
palabra unda la antigua palabra ide. ampliamente atestiguada en to­
das partes, p. ej. u. utur, ing. water, gr. 58cop, etc. De las dos pala­
bras ides. para “hombre, varón” (1) *uiro, (2) *ner, el latín no ha
conservado la segunda (excepto en los nombres propios sabinos
Ñ ero,8 Nerio), que, sin embargo, está representada en o. níír,
u. nerj (acus. pl.). airl. nert, gr. áviíp, ser. nár-, etc. Estos ejemplos
podrían multiplicarse, pero lo dicho será suficiente para ilustrar el
peligro de los argumentos ex silentio en materia de vocabulario.
Cada, palabra tiene su propia historia, y el tipo de semejanzas entre
lenguas cambia de una palabra a otra. Así, térra se encuentra en
céltico e itálico, pero el germánico earth tiene un pariente en gr.
epocq y célt. ert. Seria fácil, en realidad, componer una lista de pa­
labras latinas que el griego comparte con exclusión de una u otra
lengua del llamado “grupo occidental”. Por ejemplo, entre las par­
tes del cuerpo cutis tiene correspondencias en gr. kútoc;, en germá­
nico (ing. hide) y en báltico (aprus. keuto); inguen “ingle” tiene
correspondencia exacta en gr. á8r|v, con parientes también en ger­
mánico (anor. 0kTcr); nefrundinés, asimismo, tiene parientes sola­
mente en gr. veqjpót; y germánico (al. M ere)-, con peliis podemos
igualar iréXAoc y aisl. e ing. fell; penis se relaciona con el gr. néoq y
ser. pasas; para pugnus “puño” se citan gr. nú^, Ttoypr|; iecur, una
palabra de un tipo morfológico muy antiguo, se encuentra en griego
(ijmxp), lituano (jaknos) e indo-iranio, pero falta en las lenguas oc­
cidentales céltica y germánica; germánico y báltico carecen asimismo
de la palabra para “hueso”, lat. os, gr. óotéov, ser. ásthi, het. hastdi,
•etc. Algunos términos agrícolas y zoológicos revelan un patrón común:8

8. Según Suetonio, Tiberius, I, 2, Ñero — fortis ac strenuus.


ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 29
agnus encuentra un correspondiente exacto solamente en gr. ápvóq
(ambos < * ágenos), presuponiendo las formas célticas una o- ori­
ginaria (irl. uan, gal. oen) y la s e s la v a s ó - o á - (jagng); pullus e s t á
relacionado con gr. ticoX oc;, con la s p a la b r a s germánicas representa­
das por ing. foal y con el arm. ul; la palabra para “huevo”, óvum,
tiene un elemento -u - que aparece solamente en dór. ¿SFeov ( y e n
iranio), mientras germánico y eslavo no presentan huellas de e s a
-u - interior (p. ej. al. Ei < *aiya); gldns tiene congéneres en griego
(|3ócXccvoc;), balto-eslavo y armenio (kalin); virus “zumo venenoso
de una planta” está emparentado con airl. fi, gr. Fiót; y ser. visám;
en este grupo podemos incluir los nombres termen, terminus “mo­
jón”, emparentado con gr. xéppa, y vallus “estaca”, del que se aduce
un único pariente, el gr. fjXoc; (eól. FáXXoi), Podemos añadir a éstos
los verbos carpo “coger, arrancar”, emparentado con gr. Kapitóc;; con
palabras germánicas, de las que escogemos ing. Harvest, y con pala­
bras balto-eslavas, como lit. kerpu; lego “coger, reunir”, del que
solamente en griego (Xéyco, etc.) y en albanés se citan parientes;
otro verbo técnico semejante, glubo “yo pelo”, tiene su correspon­
dencia exacta en gr. yXótjioc; y en palabras germánicas tales como
ing. cleave (aing. cléofan, aaa. klioban, anor. kljüfa); sarpo “podar”
tiene una raíz serp que aparece en gr. opTir]£, “brote, renuevo”, en
aesl. srüpü “podadera” y let. sirpis. También creo puede ser incluido
con razón aquí como un término de labores agrícolas: emparenta­
do con crésco, se lo ha relacionado con arm. serem “yo procreo”,
sermn “sementera” y además con lit. seriú “alimentar” y gr. áKÓpsaa,
Kópoq “saciar”, “saciedad”. Finalmente, la palabra para “oso”, ursus,
puede reforzar la cautela en torno a los argumenta ex silentio en
materia de vocabulario: emparentada con gr. dpKxoq, ser. fksas, arm.
arj y airl. art, se encuentra ausente del germánico y del balto-eslavo,
en los que ha sido reemplazada por nuevas palabras, quizá por ra­
zones de tabú.
Dentro del vocabulario sociológico podemos advertir que la pa­
labra vieus puede invocar parientes en germánico (p. ej. gót. weihs
“pueblo”), gr. FoiKoq, ser. vésás, y en balto-eslavo (p. ej. abúlg.
visi “pueblo”), mientras que en céltico no existe salvo en préstamos
latinos como irl. fich. El griego es también miembro del grupo que
tiene parientes de nurus “nuera” (ser. snusá, arm. nu, abúlg. snücha,
aaa. snur, gr. vuóc;). ianitrices “esposas de hermanos” está igualmen­
te representada en gr. EíváTepeq, junto con ser. yátar-, arm. ner, alit.
jénté, aesl. j<¡try; pero los miembros importantes del grupo occi­
dental carecen de dicha palabra, como les ocurre con la palabra
para “hermana del esposo1’, glós, que también tiene un pariente en
gr. yocXooq y esl. sülüva, ruso sólva). Importa señalar, además, en
30 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

conexión con esto, que líber “libre” tiene su única correspondencia


exacta en gr. éAeúOepoq, aunque es posible una relación más remota
con aaa. liuti “gente” (al. Leute), etc.
El latín también comparte con el griego — a veces en régimen de
exclusividad— importantes términos religiosos y rituales. Por ejem­
plo, libare encuentra parientes inmediatos sólo en el importante
grupo gr. Asífko, Aoifli'i, etc., aunque puede rastrearse una conexión
más distante con el lit. lieti “derramar”; lat. spondeo “hacer una
promesa solemne”, que probablemente hacía referencia en otro tiem­
po a la ceremonia religiosa que acompañaba a la promesa, es la for­
ma causativo-iterativa de la raíz que aparece en gr. crn:év5<n “hacer
una libación”; la antigüedad de esta palabra puede juzgarse por el
hecho de que también aparece en het. Sipanti “él hace una libación”.
Otro término del vocabulario religioso es vovéo, vótum: como pue­
de verse por el u. vufetes (lat. “votis”), la palabra puede ser recon­
ducida a la forma radical *uog^h, a la que pertenecen véd. vüghát
“sacrificio, realización de una promesa” y además gr. eoxopai “yo
suplico”, templum “el espacio delimitado por el augur” no tiene
pariente más íntimo que gr. Tépsvcx; “recinto sagrado”, de la raíz
*tem “cortar”, nemus “bosque sagrado” se asemeja más estrecha­
mente en forma y en significado a gr. vépoc;, aunque el carácter re­
ligioso de la palabra está señalado más fuertemente en los repre­
sentantes célticos, irl. nemed “santuario”, galo vepryrov9. Por otra
parte, el céltico no forma parte del grupo que presenta términos
religiosos que se corresponden con el lat. daps “comida sacrificial” ;
el grupo incluye al germánico (aisl. tafn “animal destinado al sacri­
ficio”), arm. tawn, y posiblemente gr. beíuvov.
Podemos redondear la prueba con un variado grupo de palabras
en que coinciden latín y griego con exclusión de una o más lenguas
del grupo occidental, jama (también itálico) tiene correspondencia
exacta solamente en gr. <|>r|pq (dór. (papa) ; el único pariente seguro
de frigus es el gr. ptyoq. Entre los verbos, ango = gr. áyx<n; la raíz
el “ir” aparece en amb-ul-are, ex-ul, en gr. éABeív y en airl. lod “yo
fui”; el tema de presente eo, iré se encuentra en griego, lituano e
indo-iranio, pero no en germánico ni en céltico; jugio, fugare tienen
parientes en griego y lituano; iubeo, en griego, balto-eslavo e indo-
iranio; mereo está emparentado con gr. pépoq, peípopca, etc., y la
raíz se encuentra en el galo Ro-Smerta, nombre de una diosa, así

9. K. L aroche , Histoire de la racine N EM en gree anclen, p. 259: “L e celto-


germanique nemeto- forme en face du grec-latin nemes- un groupe en apparen-
ce homogéne.” Sin embargo, señala que el estudio de la onomástica proporciona
datos a favor de la existencia de un tema en -s en céltico, hecho que subraya
los rasgos de la argumentación ex silentio.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 31
como en el het. mar-k “partir” (una víctima); los parientes más pró­
ximos de perleulum, peñtus < (ex)perior se encuentran en gr. ustpa,
etc., aunque también el germánico presenta derivados como aaa.
fára “peligro”; el importante verbo dó, da, existente en griego, balto-
eslavo, armenio e indo-iranio, falta en céltico y en germánico; para
iacio sólo encontramos un pariente en gr. tqpi, fjKtx; salió tampoco
tiene correspondencia exacta más que en gr. ÓcXXo^ai.
Pasando a los adjetivos, el pariente más próximo del lat. brevis
es el gr. Ppa/ót;, si bien en gótico y en avéstico hallamos derivados;
cavus suele ponerse en ecuación con gr. KoiXoq ( * koFiXo<;) y con irl.
cüa ( *kouio); sólo en gr. be^itepóc; hallamos el sufijo que indica "un
miembro de un par en contraste” unido a la raíz que significa “de­
recho” y que aparece en dexter; también para scaevus proporciona
el griego con aKaiFóq el único paralelo perfecto, mientras que laevus
se corresponde exactamente con gr. XcaFóq y aesl. lévü; paucus, al
igual que paullus y pauper, contiene la raíz *pau que encontramos
en gr. uaupoq y en gót. fawai “poco”; lévis “suave” se iguala con
gr. Xsíoq. Podemos terminar la lista con el pronombre ambo, que
se corresponde exactamente con gr. ócpq>co.
El testimonio presentado en los párrafos precedentes tiene como
finalidad impugnar las tesis de la participación del latín en una ci­
vilización del noroeste de Europa de la que habría que excluir al
griego. Nuestra posición es que tales tesis pueden no ser más que
rebuscados argumenta ex silentio que se apoyan en la pérdida for­
tuita por el griego de muchas de esas- palabras “occidentales” des­
pués de la entrada en la península balcánica de los pueblos greco-
parlantes. Como contraargumento hemos aducido un número
importante de palabras que el griego comparte con el latín con ex­
clusión de algunas o todas las demás lenguas occidentales. Es pre­
ciso insistir en que, al obrar así, nuestra intención ha sido puramente
destructiva. Las coincidencias greco-latinas se deben probablemen­
te a la conservación independiente de elementos del más antiguo
vocabulario ide. No implican necesariamente un parentesco especial
entre griego y latín que lleve a postular una unidad “italo-greca”
prehistórica. ’

A finidades ítalo - grecas

Una unidad de esta clase ha sido defendida por cierto número


de estudiosos que llaman la atención sobre las semejanzas siguientes:
1. En ambas lenguas el acento de palabra no puede ir más allá
de la tercera sílaba a contar desde la final — la antepenúltima— ,
mientras que en indoeuropeo el acento era absolutamente libre.
32 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Ahora bien, las condiciones varían de una a otra lengua, y en todo


caso el sistema de acentuación del latín clásico es un fenómeno re­
lativamente reciente, ya que en el latín prehistórico había un fuerte
acento de intensidad sobre la primera sílaba de la palabra (véanse
pp. 212 s.). [N ota 2.]
2. En ambas lenguas las oclusivas sonoras aspiradas se hacen
sordas (p. ej. bh > ph). Ahora bien, este fenómeno, aun admitiendo
que esté verdaderamente comprobado — es hipotético para el itálico
primitivo— , es tan común en fonética que podría haberse producido
independientemente, al igual que en griego postclásico las aspiradas
sordas se hacen fricativas, llegando a ser así <j)épco y /ero {< *b h e ró )
más o menos idénticos en su pronunciación.
3. Dignos de mayor crédito son ciertos rasgos comunes en el
terreno de la morfología. Así, el nom. pl. de los temas en -o - termi­
naba originariamente en -ós, forma que todavía mantenían indo-
iranio, germánico y osco-umbro. Sin embargo, tanto el latín como
el griego la sustituyeron por -oi, que caracterizaba a los demostra­
tivos (véase p. 244).
En ambas lenguas, asimismo, el nom. pl. originario de los temas
en -a-, que era en -as (p. ej. o. aasas = arae), fue reemplazado por
-ai según el -oi de la segunda declinación. Este contagio por contac­
to de los nombres por los demostrativos que los preceden es, sin
embargo, un fenómeno corriente, y la coincidencia de latín y griego
descansa probablemente sobre desarrollos independientes. Volve­
mos a encontrarlo en la desinencia del gen. pl. de los temas en -a -.
En indoeuropeo la desinencia era óm < á-dm. En cambio, la forma
correspondiente del demostrativo femenino era *tásóm (cf. lat.
is-tarum, gr. Tá(o)cov), y esta desinencia fue llevada a los nombres
femeninos correspondientes (regin-arum, 0eé(o)<3v).
En ambas lenguas encontramos una interacción semejante entre
los nombres en -a - y los en -o- en el ac. pl. En ide. aparecía como
-á -n s y - o-ns, pero en el primero probablemente desapareció la -re­
produciendo la desigualdad -as, -ores. Tanto el latín como el griego
restablecieron la simetría reintroduciendo -ares en la primera decli­
nación; luego, en latín y en la mayoría de los dialectos griegos (ad­
viértase, sin embargo, cret. tovc; áÁEuGspovq, etc.), -re- desapareció con
alargamiento compensatorio de la vocal precedente, de modo que la
desinencia de vi-ás, etc., pasó a ser idéntica con la de ri|iác;, etc.
También en el verbo encontramos un ejemplo de desarrollo in­
dependiente que produce una coincidencia engañosa. El “imperativo
futuro” se formaba por adición del ablativo del demostrativo -tód
al tema del imperativo —p. ej. datód, gr. 5ótw(5)— . Estas formas
servían para cualquier persona y número, pero tanto el griego como
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 33
el latín han creado formas para la 3.a p. pl., de modo que ferunto se
asemeja estrechamente a (pEpóvra (véase p. 276).
4. De las semejanzas de los vocabularios heredados hemos tra­
tado ya, pero además entre ambas lenguas se han originado “isoglo­
sas” (véase p. 40) por préstamos culturales de la civilización medi­
terránea con la que una y otra entraron en contacto (véanse pp. 64
ss. sobre cornus, porrum, malva, vaccinium, ervum, etc.). Estas iso­
glosas no tienen, por supuesto, relación alguna con la cuestión de
una unidad prehistórica italo-greca.
Para resumir podemos decir que las diferencias entre griego y
latín pesan más que las semejanzas, debidas en buena medida a
desarrollos paralelos y a préstamos independientes de lenguas me­
diterráneas desconocidas.101
Las coincidencias entre latín y griego debidas a la conservación
, de elementos antiguos de la lengua madre ide. no pueden, por des­
contado, utilizarse como prueba de un parentesco particular en el
período que siguió a la desmembración de la unidad ide. Si su nú­
mero parece relativamente amplio, hay que atribuirlo a los hechos
accidentales que nos han proporcionado una cantidad apreciable de
textos francamente antiguos tanto para el latín como para el griego.
Si tuviéramos textos de fecha similar para el céltico y el germánico,11
el esquema de relaciones presentaría, sin lugar a dudas, un aspecto
muy diferente.

F e n ó m e n o s m a r g in a l e s

En los párrafos inmediatamente precedentes hemos venido con­


siderando algunas características compartidas con una o más len­
guas occidentales, grupo de dialectos del que cabe razonablemente
suponer que habría quedado en estrecha proximidad geográfica des­
pués de la ruptura de la unidad ide., desarrollando así rasgos comu­
nes. Pero, aparte de éstos, los estudiosos han detectado en itálico
y céltico otros rasgos que son compartidos por lenguas del otro
extremo del mundo ide., y que faltan en cambio en las lenguas in­

10. L a Influencia directa del griego sobre el latín será tratada en el pró­
ximo capitulo.
11. El galo o céltico continental nos es conocido solamente por algunas
breves Inscripciones y por palabras citadas por autores latinos y griegos. El
testimonio más antiguo para el gaélico son las inscripciones ogámicas, que
datan del siglo v d. C. El germánico hace su primera aparición en las inscrip­
ciones rúnicas del siglo m d. C„ y su primer texto importante es la traducción
gótica de la Biblia por Ulfilas, obispo del siglo iv d. C. En cuanto al báltico, los
documentos más antiguos — la traducción del catecismo de Lutero— datan so­
lamente del siglo xvi.
34 INTRODUCCIÓN AL LATIN

termedias. En otras palabras: tenemos que introducir una clasifi­


cación nueva, la de caracteres “periféricos” como opuesta a la de
“centrales” . También en este caso será lo mejor enumerar los he­
chos antes de proceder a discutir su significación y las conclusiones
que legítimamente puedan extraerse de ellos.
1. El latín presenta una forma de tercera persona del plural del
perfecto de indicativo, tipo dix-ére, que carece de la característica
-n t que observamos en dicunt, dicébant, dixérunt, dixerant, etc.
Pues bien, desinencias semejantes con - r se encuentran en hetita
(-i r ) y en tocario (-ar, -a re), en tanto que en indo-iranio el per­
fecto y el optativo tienen su tercera persona de plural caracteri­
zada también por -r (para detalles véase p. 275). Tales desinencias
no se encuentran en las “lenguas centrales” como el griego, ger­
mánico, báltico o eslavo, que, por consiguiente, deben haberlas
eliminado en época prehistórica.
El latín conserva otras dos peculiaridades del perfecto que pue­
den remontarse al período más arcaico del indoeuropeo.
2. El tipo corriente de perfecto [N ota 3] en -v -, como amüvit,
docuit, etc., se considera como desarrollado a partir de formas como
nóvi, que tiene una característica - v - que aparece también en ser.
jajñau “él ha conocido”, así como en el arm. cnaw “él ha nacido”.
L o notable es que esta - v - aparecía originariamente sólo en la pri­
mera y tercera personas del singular: así toe. prakwñ = * precaví,
mientras que el hetita presenta formas de pretérito en -un para la
primera persona del singular, donde aparece la desinencia -n unida
a la característica -u -. También en este caso se ha llegado a la con­
clusión de que se trata de un tipo antiguo del que sólo quedan res­
tos en lenguas “marginales” , como indo-iranio, tocario, hetita, ar­
menio y quizá céltico, habiendo formado con él el latín su tipo más
característico de perfecto. Debemos advertir, sin embargo, que en
sánscrito la desinencia -u aparece sólo en perfectos reduplicados
como paprdu “yo he llenado” (ide. *plé “llenar”), mientras que en
latín ningún perfecto en - v - aparece caracterizado también por re­
duplicación (véanse pp. 273 s .).
3. La otra peculiaridad flexional del perfecto latino que presen­
ta paralelo en otras lenguas es el elemento -is - [N ota 4] que apare­
ce precediendo a las desinencias de segunda persona: dixisti, dixis-
tis. También en hetita el pretérito muestra a veces una -s- ante las
desinencias que comienzan con -í-, pero no ante las que empiezan
por vocal; en tocario y védico se han observado hechos similares.
La conclusión es que también aquí ha conservado el latín un rasgo
arcaico del sistema de conjugación ide. que aparece, además, sola­
mente en lenguas periféricas. Este elemento -is-, sin embargo, apa­
rece también en todos los demás tiempos y modos del perfecto
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 35
latino (álxero, dlxeram, dlxisse), asi como, indirectamente en la
nueva desinencia de la tercera persona del plural dlxérunt, que ha
sustituido a dlxére (para detalles véanse pp. 274 s.), y muchos es­
tudiosos hacen remontar estas formaciones del perfecto latino a un
originario aoristo en -s - (véase p. 275).
4. Se ha detectado todavía otro rasgo “periférico” en el hecho
de que mientras otras lenguas ide. tienen una forma específica de
femenino para los participios de presente y de perfecto, el latín tie­
ne una única forma común, p. ej. feréns. Dado que tampoco el he-
tita hace distinción entre masculino y femenino y lo mismo ocurre
en armenio, otra lengua “periférica”, se ha concluido que el indo­
europeo no completó el proceso de distinción formal de género en
tales palabras hasta después de la separación de las gentes que fue­
ron los antepasados lingüísticos de los hablantes de lenguas peri­
féricas. Sin embargo, esto sólo se puede defender olvidando o re­
chazando la explicación alternativa de que en este caso el desarrollo
formal del latín ha borrado una distinción de género originariamente
indoeuropea. Para el hetita, la más reciente gramática digna de ver­
dadero crédito12 afirma: “El hetita distingue dos géneros, el genus
commune (masculino-femenino, género personal), que comprende
los antiguos masculino y femenino, y el genus neutrum.” Además,
en este caso se olvida el testimonio de otras lenguas periféricas: por
ejemplo, formaciones de femenino como satl, participio de presente
sánscrito de es “ser”, llevan en sí todas las señales de una verdade­
ra antigüedad. Con todo, la forma Correspondiente más cercana
que encontramos en gcccrocc ( < :,>esnti3) del griego, una de las len­
guas llamadas “centrales”. Resulta difícil conciliar este tipo de he­
chos con el postulado de la separación más antigua del indo-iranio
— como lengua periférica— del cuerpo principal de la lengua madre
ide. (para otros rasgos comunes del griego y el indo-iranio, tales
como el aumento y la partícula prohibitiva, véase p. 41).
5. Los estudiosos han pretendido detectar también en el voca­
bulario latino elementos marginales semejantes, compartidos sola­
mente con el céltico y las lenguas del extremo oriental del mundo
ide. En particular se ha prestado atención a palabras de las esferas
de la religión y el derecho. La palabra réx “rey” aparece en céltico,
p. ej. irl. rí, fem. rígain, galo Dumno-rix (también como préstamo
céltico en germánico, p. ej. ing. bishop-ric) , en el occidente y, ade­
más, solamente en indo-iranio: ser. rajan-, fem. r&jñi. Muchos po­
nen en ecuación flamen “sacerdote” con ser. brahmán, si bien la
-a - del latín presenta dificultades; otros derivan la palabra latina
de *bhlad-(s)m en y citan como parientes el gót. blotan “adorar” y

12. J. F h ie d r ic h , Hethiíisches Elementarbuch, I, 14.


36 INTRODUCCIÓN AL LATIN

el anor. blót “ofrenda, víctima”. También se ha puesto en relación


iüs con ser. y oh “ ¡salve!” y avést. yaoé-dadditi “purifica”. A la for­
ma originaria reconstruible *yevos o *yovos se le da el significado
primitivo de “fórmula religiosa que tiene fuerza de ley”. Por ello
iüdex significa “el que pronuncia la fórmula sagrada”, y ius turare
“pronunciar la fórmula sagrada”. El término ha sido secularizado,
naturalmente, en latín, de modo que Servio comenta a propósito
de Virgilio (Georg., I, 269): “ad religionem fas, ad homines iura
pertinent”. Palabra de la misma esfera es léx “ley”, término que de­
signa las disposiciones particulares cuyo conjunto constituye el iüs.
Quienes defienden la teoría “marginal” igualan léx con el véd. rájani
(locativo) “bajo la ley” y el avést. razan- “ley religiosa”. Ahora bien,
estas palabras indo-iranias tienen mejor conexión con la raíz reg
“estirar, enderezar, regir”, y léx se relaciona o bien con el verbo lego
“coger, escoger”, que, sin embargo, deja sin explicar el desarrollo
semántico, o bien con la raíz *legh “yacer, tender”, que aparece en
el ing. law “ley, derecho” (aing. lagu). De mayor probabilidad goza
la ecuación de otra palabra religioso-legal, crédo, con el ser. srád-
dadhüti, compuesto de un nombre radical *kred y el verbo *dhé
“poner, hacer”, compuesto que vuelve a aparecer en el avést. zrazdá
“creer”. El nombre *kred, argumentan los defensores de esta teoría,
indicaba en otro tiempo el poder mágico de un objeto, y la expresión
verbal compuesta *kred-dhé significarla por consiguiente “poner
poder mágico dentro de una persona o cosa”, operación de la que
resultaría el sentimiento de fe o confianza. Pero en este caso, como
en el de tus, el empleo es profano y material, al igual que el del
nombre correspondiente fidés. Catón, por ejemplo, aconseja vilicus
credat nemini “que el casero no preste a nadie”. Decir que el sig­
nificado religioso que aparece en indo-iranio es el originario es, por
tanto, una presunción, y se podría sugerir con no menos probabili­
dad que *kred en un primer momento significara algo así como
“prenda” depositada en manos de otra persona, creando y simbo­
lizando así la relación de fe y confianza, una acción que puede apli­
carse también a las transacciones con los dioses, quizá sobre la base
del do ut des. Otro término legal que muestra una distribución
“marginal” semejante es res. Encontramos una correspondencia
exacta en el véd. rdm (acus.), que significa “riqueza”. También en
galés medio raí tiene el significado de “riqueza”, “propiedad”. En
latín el significado originario de “propiedad” aparece todavía cla­
ro en expresiones como res familiaris.
Parece evidente que tales concordancias entre lenguas situadas en
polos opuestos del mundo ide. excluyen la posibilidad de que se tra­
te de innovaciones comunes de esas lenguas. Las semejanzas sólo
pueden explicarse suponiendo que las lenguas en cuestión han con­
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 37
servado rasgos antiguos de la lengua madre. Que tal conservación
se deba a la posición “marginal” de estas lenguas es una tesis más
dudosa y que implica una cuestión de metodología digna de discu­
sión, sobre todo porque se ha hecho un uso acrítico del principio
de marginalitá, especialmente por la escuela italiana de la “neo-
lingtiistica”. El principio en cuestión procede de los estudios de geo­
grafía dialectal. En un mapa dialectal, por ejemplo el de los términos
galorrománicos para designar a la “yegua”, vemos que la forma
estándar francesa jument se extiende sobre la mayor parte de
la Francia central y septentrional; cavalla, forma intrusa proceden­
te de Italia, ocupa una región compacta en el sur, mientras que la
antigua palabra, equa, se encuentra sólo en el Macizo Central y en
unos pocos lugares aislados de los Pirineos y los Alpes, Se ha con­
servado, por tanto, en áreas marginales y aisladas. Son tales mapas
los que han llevado a los lingüistas a formular el principio de que
las áreas marginales tienden a ser arcaicas. Pero hemos de tener
presente que en la mayoría de los países en que se han llevado a
cabo estudios de geografía lingüística del tipo referido encontramos
un cúmulo de comunidades locales organizadas en un estado na­
cional en el que los dialectos están expuestos al influjo de una len­
gua uniformada que penetra en todas partes, irradiándose desde
un centro cultural y administrativo. Es esencial comprender que el
impacto de la lengua uniformada sobre el hablante de un dialecto
produce un fenómeno de bilingüismo: el que habla dialecto entien­
de, por lo menos, la lengua uniformada. Si su comunidad está, ais­
lada, el hablante en cuestión tiene menos contacto con los de la
lengua uniformada y está por ello menos expuesto a innovaciones
procedentes de esa fuente. También es verdad, naturalmente, que se
ve privado de la influencia protectora y conservadora de la lengua
uniformada. Pero lo fundamental en geografía lingüística es que un
área lingüística dada es el campo donde actúan fuerzas lingüísticas
sociales, que operan porque el habla es un proceso mimético. Así,
pueden operar (a ) donde hay inteligibilidad mutua, y (b ) donde la
contigüidad geográfica y los medios de comunicación aseguran el
necesario contacto entre hablante y oyente. Si ahora volvemos a las
interrelaciones de las lenguas indoeuropeas, nos encontramos con
que desde su base caen fuera de los principios de la geografía dia­
lectal. ¿Con referencia a qué centro de Innovación puede ser lla­
mado el sánscrito área marginal o área central? Podemos pregun­
tar: central ¿respecto de cuál?, marginal ¿respecto de cuál? En el
segundo milenio antes de Cristo, indo-iranio, hetita, griego, latín, cél­
tico, etc., existían en regiones geográficamente muy distantes. Pues
bien: ¿dónde estaba el estado organizado? ¿Dónde estaba la lengua
uniformada basada en la solidaridad de una clase dominante?- ¿Dón­
38 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

de la carrera política abierta al hombre que poseía el don de la


palabra? ¿Dónde, luego, el bilingüismo en continua expansión, el
contacto de hombre con hombre, que es el único que hace posible
la cadena ininterrumpida de procesos miméticos subyacentes a la
difusión de determinadas formas lingüísticas a partir de un centro
de innovación? Algunos ejemplos escogidos de entre las palabras ya
estudiadas dejará bien claro lo inadmisible que resulta la aplicación
de los conceptos de la geografía dialectal a una serie totalmente dis­
tinta de hechos lingüísticos. (1) agua se ha dicho que es más arcaico
que (2) ü5cop porque el segundo se encuentra en el área central, es
decir, innovadora, según se muestra en el cuadro siguiente:

germ. lat. o.-u. gr. het. indo-iran.

(1) gót. ahva, etc. agua


(2) gót. wato, Cunda) utur G5cop matar udnafi,
watins (gen.)

Según esta teoría, el latín es más marginal que el umbro. Pero la


concordancia de germánico, hetita e indo-iranio, junto con el muy
arcaico tipo de declinación documentado en gót. watins, het. mete­
rías, ser. udnas, demuestra por encima de toda duda razonable que
esta palabra pertenece al más antiguo fondo indoeuropeo. Queda
por añadir que el céltico, en la periferia occidental extrema, ha in­
troducido en su lugar una palabra nueva: irl. dobur, gal. dwfr, bret.
dour, que aparece también en el topónimo germánico Uerno-dubrwm
“agua de aliso”. También se dice que ignis es más antiguo que pur
porque el segundo se encuentra en un área central, es decir, inno­
vadora, con la siguiente distribución:

germ. lat. O.-U. balto-esl. gr. indo-iran.

(1) ignis lit. ugnis agnih


(2) fire pir nup

Esta vez el germánico es menos “marginal” que el latín, y, al


igual que en el caso anterior, el umbro forma grupo con el griego
para compartir una palabra cuya presencia en tocarlo ( puwar “fue­
go”) demuestra que pertenece al fondo más antiguo. Una vez más
el céltico — ¡marginal y arcaico!— sigue un camino propio: irl. ten
“fuego”, gal. tdn, bret. tan, palabra que se ha puesto en relación
con avést. tafnah “calor”. La cuestión no precisa más discusión.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 39
Quedará ahora claro que los conceptos fundamentales de la “lin­
güistica de las áreas” — centro de innovación, marginalidad y simi­
lares— , derivados como son en buena medida del estudio del com­
portamiento de dialectos en estados organizados centralmente y en
los que un conjunto dado de fuerzas sociales gobierna la difusión
imitativa de los datos lingüísticos, no tienen validez si se los aplica
a una serie totalmente diferente de hechos lingüísticos, a saber, las
interrelacíones de lenguas mutuamente ininteligibles diseminadas
por inmensas extensiones geográficas.
Los métodos y principios de la geografía lingüística son aplica­
bles en sentido estricto solamente a material sincrónico reunido
dentro de un sistema de dialectos dotado de estrecha coherencia.
Para permitir la aplicación de tales principios a los dialectos ide.
tendríamos primeramente que reducir el material disponible, ates­
tiguado en fechas muy divergentes y bajo diferentes circunstancias,
a una base sincrónica. Tendríamos, por ejemplo, que reconstruir
primero el céltico de hacia el 2000 a. C. y situarlo en la posición
geográfica que ocupaba por esa fecha, y hacer lo mismo con todos
los demás- grandes grupos ide. Y a hemos apuntado lo difíciles y dis­
cutibles que serían tales reconstrucciones, por lo fragmentario del
material disponible. En particular deben tratarse con la mayor pre­
caución las concordancias y discordancias de vocabulario entre las
lenguas ides. Las lenguas renuevan fácilmente, por múltiples inci­
dentes lingüísticos e históricos, su vocabulario heredado. Tanto es así
que sólo para una pequeña parte del léxico de las lenguas ides. se
han establecido conexiones etimológicas razonablemente seguras, y,
en la realidad, muy pocas palabras están representadas en todas las
ramas de la familia ide. Los casos de supervivencia de palabras par­
ticulares podrían registrarse por medio de fichas perforadas que
podrían entonces ser clasificadas por una máquina computadora
— ¡aunque el diámetro de las perforaciones tendría que ser variable
para representar los diferentes grados de credibilidad de la etimo­
logía!— . De este modo se obtendrían estadísticas de las diferentes
interrelaciones, de las cuales hemos discutido ya algunas, y una vez
que quedara aclarada satisfactoriamente la cuestión de la significa­
ción de las estadísticas, seria posible una interpretación más con­
vincente de los hechos de vocabulario. Entretanto puede dudarse de
que en el caso de réx, léx y similares tengamos elementos de un vo­
cabulario arcaico conservado solamente por grupos desgajados en
época temprana de la masa principal de la nación ide. y desapare­
cido en la parte “central” del dominio. Tenemos que preguntarnos,
por ejemplo: ¿en qué fecha apareció en griego la palabra extraña
paaiXeúi;, y a qué palabra reemplazó? Si reemplazó a réx en el se­
gundo milenio antes de Cristo, después de que los griegos entraran
40 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

en Grecia, la innovación no tiene nada que ver con la posición “cen­


tral” del griego entre las lenguas ide. Es un hecho totalmente para­
lelo con el de la sustitución de los nombres del “agua” y el “fuego”
en el “marginal” céltico y la sustitución del nombre antiguo del
“caballo” equus, etc., por un derivado *hrossan “el saltador, corre­
dor” en germánico occidental (la palabra antigua sobrevive en aing.
eoh, gót. aíhwa, aaa. ehu). La pérdida de réx en griego pudo muy
bien ser un simple accidente de vocabulario acaecido en época tardía
y no más significativo que la supervivencia de los no menos impor­
tantes términos religiosos oTtévSco, Xeípco, xé^evoc;, etc. (véase supra).
La misma crítica puede aplicarse a otros intentos de determi­
nar las afinidades dialectales del latín. Se ha señalado, por ejemplo
que ciertos grupos de lenguas ide. tienden a confundir o y o: ide.
*októ(u) “ocho”, gót. ahtau, lit. aStuoni, ser. astáu. Esta tendencia,
que aparece en indo-iranio, balto-eslavo, albanés y germánico, no
se encuentra en céltico, itálico y griego, y se la considera como una
“isoglosa” importante para dividir en grupos los dialectos ide. El
término “isoglosa”, tomado a los geógrafos lingüísticos, es em­
pleado habitualmente por los lingüistas para indicar un rasgo común
compartido por cierto número de lenguas o dialectos. También en
este caso será conveniente considerar las implicaciones del término
antes de aplicarlo sin sentido crítico a un cuerpo de material total­
mente diferente. Sobre el mapa lingüístico que señala las varian­
tes dialectales de un rasgo lingüístico dado se traza una línea
que une las localidades que presentan un rasgo común. Ac­
tuamos así porque la contigüidad geográfica y los hechos conocidos
de la historia política y social nos autorizan a concluir que los fe­
nómenos separados están enlazados por cadenas de procesos m i-
méticos. La línea, la isoglosa, es una expresión de tal conexión. Pero
el aplicar el término “isoglosa” a semejanzas detectadas en lenguas
ampliamente dispersas y mutuamente ininteligibles pretende ignorar
uno de los escalones de la argumentación, a saber: que las seme­
janzas en cuestión sean de tal categoría que excluyan la posibilidad
de desarrollo independiente y exijan la suposición de una comunica­
ción e imitación lingüísticas en algún período de la historia. Una
breve reconsideración del cambio o > a es suficiente para hacer
saltar el engaño que subyace al empleo del término “isoglosa” en
este caso. Es un cambio fonético relativamente secundario, que ha
vuelto a producirse en época más reciente en algunos dialectos del
inglés (strop y strap son dobletes dialectales), así como en algunas
variedades del inglés americano moderno. El proceso es, por tanto,
de tal naturaleza que tenemos que dar una respuesta afirmativa a
la pregunta que el comparatista debe formular constantemente:
¿puede tratarse de algo accidental? Siendo esto así, hay que des­
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 41
pojar al paso de o a a de la importancia que se le había dado en la
discusión de las relaciones dialectales indoeuropeas, y sería más
prudente evitar en absoluto el empleo del término “isoglosa” con
■sus implicaciones de “conexión por cadenas de procesos miméticos”.
Quizá de mayor importancia como criterio de interrelación sea
el cambio provocado por la yuxtaposición de dos oclusivas dentales
en palabras como *vid-tos, donde el tratamiento latino vlsus
( < víssus) recuerda el del germ. wissan ( < ide. wid-tan), en con­
traste con el gr. (F)iaxóc;. Este resultado -ss- se encuenta en itáli­
co, céltico y germánico, -s í- en griego, eslavo e iranio. Es este último
hecho el que debilita la significación del ienómeno, porque el ind.
sattá difiere del íntimamente emparentado irán, hastó (ambos < ide.
*sed-to-, cf. lat. sessus), y ello sugiere que el desarrollo es relativa­
mente reciente en iranio e independiente del cambio similar regis­
trado en griego y en eslavo. Se ha supuesto que en ide. primitivo
- t - t - habría dado -tst-, combinación fonética que se habría simpli­
ficado según un número limitado de posibilidades, pero de modo
independiente, en las lenguas particulares. Esto no resulta irrazo­
nable, y, si es verdad, tampoco este fenómeno puede ser contem­
plado como una “isoglosa” que implique “conexión por cadenas de
procesos miméticos” y, en consecuencia, como índice de relación
dialectal.
Más firmemente establecida está la isoglosa relativa al trata­
miento de las oclusivas guturales indoeuropeas, que en una serie
de lenguas aparecen como fricativas. El ejemplo que se suele citar
habitualmente es el nombre del número “cien”. La gutural aparece
inalterada en lat. centum, irl. ceí, gr. ¿ r o c t ó v (gót. hund ha quedado
oscurecido por la acción de la ley de G rim m ), en tanto que irán.
satam, ind. gatam, aesl. süto, lit. áiñitas, presentan todos ellos una
fricativa sorda. El fenómeno del que esta palabra sirve como ejem­
plo típico suele emplearse para dividir las lenguas indoeuropeas en
dos grandes grupos: el grupo centum, que comprende el céltico,
germánico, itálico, griego, hetita y tocario, y el grupo satam, inte­
grado por albanés, balto-eslavo, armenio e indo-iranio. Es legítimo
preguntarse si el hecho tiene una importancia tan cardinal, dado
que esta división está cruzada por otras isoglosas. Por ejemplo, el
empleo del aumento para caracterizar tiempos pasados se encuentra
en griego, armenio e indo-iranio (S-cpeps, arm. e-ber, ind. á^bharat) ,
grupo que también coincide en su uso de la partícula prohibitiva
m é: gr. pp, arm. mi, indo-iran. md.
Podemos resumir ahora las conclusiones sugeridas por el pre­
cedente examen de los datos por lo que mira a las afinidades del
latín. Poco queda del “dogma” de que el latín desciende de uno de
los dialectos centum que formó grupo con el germánico, el.céltico y
42 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

el “itálico”, y con el balto-eslavo, del grupo satdm, en un período de


civilización común de la que no participó el griego, entró en una
comunidad lingüística prehistórica con el céltico, y formó más tar­
de con los “dialectos itálicos” un “itálico común”, del que salió el
latín por diferenciación.13 Lo que hemos establecido es que el latín
es una lengua indoeuropea con un complejo esquema de relaciones,
que muestra puntos de semejanza, variables de un detalle a otro,
con la mayoría de las otras lenguas indo-europeas. Hemos impug­
nado pocos de los hechos de semejanza comúnmente aceptados. Lo
que sí nos hemos arriesgado a postular es el relativo peso de tales
hechos en el cálculo de las “interrelaciones”, así como a denunciar
la conversión de esos puntos de coincidencia lingüística observados
en hipótesis acerca de comunidades prehistóricas o “naciones”. Lo
complicados que pueden ser los hechos históricos que dejan su
huella en la lengua podemos percibirlo a través del ejemplo del in­
glés, que desde cierto punto de vista es la lengua de los “norman­
dos afrancesados re-germanizados”. No postulamos una unidad
germano-románica para explicar las considerables semejanzas que
existen entre el inglés y el francés. Por lo mismo, los rasgos comu­
nes del latín y el “itálico” no implican necesariamente que existiera
en un tiempo un “itálico común” del que surgieran por diferencia­
ción latín y osco-umbro. Como se ha indicado ya, la hipótesis mí­
nima exigida para explicar las semejanzas observadas entre los dos
grupos es la fusión de un grupo hablante del “itálico” con los pro-
tolatinos. Los datos no lingüísticos que sostienen este mínimo de
hipótesis serán examinados en el capítulo siguiente. Por último, he­
mos afirmado que la marginalitd, es una Sondergóttin que no puede
exigir culto fuera del campo de sus funciones peculiares en la geo­
grafía lingüística de los estados con organización central, e incluso
ahí no está totalmente libre de la sospecha de ser una falsa diosa.14

13. L a última edición [N ota 5] de la Esquisse de Meillet (1948) todavía


contiene la afirmación de que “le vieil italo-celtique et l’italique constituent
des paliers entre l’indo-européen commun et le latin” (p. 127).
14. Este punto será discutido en la segunda edición de mi An introduction
to modern linguistics (Paber & Paber).
C a p ít u l o II

LOS PROTOLATINOS EN IT A LIA

En el capítulo precedente nos hemos ocupado de los rasgos de


la lengua latina para los que podemos detectar semejanzas en otras
lenguas ides. Tales semejanzas sugerían ciertas conclusiones acerca
de los orígenes remotos del latín en un dialecto ide. Pero el latín
tal como aparece en los textos, aun en los más antiguos, tiene una
individualidad tan acusada que debe ser contemplado como una len­
gua aparte incluso con relación a sus más inmediatos vecinos, los
dialectos “itálicos” oseo y umbro. Esta transformación tan radical
de un dialecto ide. occidental debió tener lugar, sin duda alguna,
después de la entrada de los “protolatinos” en la península apeni-
na. El latín es, en realidad, el resultado lingüístico de las múltiples
experiencias históricas de esos protolatinos en su nuevo ambiente
mediterráneo. Por eso nuestra tarea inmediata ha de ser la de ras­
trear tan lejos como sea posible el curso y etapas de la ruta que
llevó a este pueblo indoeuropeo a sus asentamientos de época his­
tórica en el Lacio y luego separar los varios ingredientes que se
mezclaron con los elementos indoeuropeos heredados para formar
esa amalgama que es el latín.
El fondo léxico común a latinos, celtas y germanos que hemos
examinado en el capítulo anterior debe reflejar la participación en
una común unidad cultural. Ello implica que los antepasados lin­
güísticos de estos tres grupos vivieran en otro tiempo en una pro­
ximidad geográfica más o menos estrecha. Así los datos sugieren al
comparatista que la lengua latina fue llevada a Italia por invasores
procedentes de la Europa central u occidental. El lingüista, sin más
ayudas, no puede dar mayor precisión al cuadro. Pero un movimien­
to de pueblos de tal importancia histórica es susceptible de reflejar­
se en los restos de cultura material que es cometido de la arqueolo­
gía el examinar. Es por tanto al arqueólogo a quien hemos de
dirigir primariamente nuestras preguntas acerca de las etapas de la
44 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

ruta seguida por los protolatinos hacia el sur, en busca del Lacio,
donde, .los hallamos al iniciarse la época histórica. Al menos pode­
mos proporcionar al arqueólogo una precisión importante: el nom­
bre latino del “bronce”, aes, es indoeuropeo común, en tanto que
ferrum “hierro” no tiene correspondencias, ni siquiera entre las
lenguas occidentales más estrechamente emparentadas con el latín.
Esto significa, ante todo, que podemos desechar los asentamientos
neolíticos de Italia como posibles pretendientes al título de proto­
latinos.
El uso del bronce fue introducido en Italia, según modelos me­
diterráneos orientales, en una fecha relativamente tardía, proce­
dente de culturas de la Europa central. El proceso parece haber co­
menzado con la infiltración de gentes lacustres llegadas de Suiza
que, poco antes del año 2000 a. C., crearon poblados edificados sobre
pilotes en la región de los lagos del noroeste de Italia. Sin embargo,
este desarrollo no fue de gran significación 1 en la historia de la
península como conjunto, y es en los poblados llamados de terra­
mara hallados a ambos lados del Po donde muchos estudiosos han
buscado los orígenes de la indoeuropeización de Italia. La terramara
— “tierra negra”, nombre local dado a los agregados de restos pro­
cedentes de esos asentamientos— ha sido descrita como “una espe­
cie de vivienda lacustre sin lago”. El poblado característico ha sido
definido como trapezoidal por su forma y cerrado por un terraplén
y un foso. El ritual fúnebre representa una divergencia con relación
a la inhumación practicada en la Italia neolítica. Los cadáveres eran
quemados y las cenizas puestas en urnas que eran luego deposi­
tadas en cementerios alzados también sobre pilotes, fuera del pobla­
do. El uso del caballo está atestiguado por la presencia de bocados
perforados, invención que aparece por vez primera en Europa en la
cultura de Tószeg, de Hungría occidental. Una autoridad ha decla­
rado recientemente que “la cerámica, el rito de incineración y el
caballo, factor fundamental, pueden considerarse más significativos
en esta región que en cualquier otra”. 12 La peculiaridad de la cons­
trucción sobre pilotes se explica por la hipótesis de que las terre-
mare sean obra de invasores procedentes de Hungría occidental,
practicantes del rito funerario de los “campos de urnas”, quienes
se habrían fusionado con habitantes de chozas y poblaciones lacus­
tres en torno al 1500 a. C. Otra particularidad a la que tenemos que
aludir ahora es que en la terramara de Castellazzo di Fontanellato
el poblado está dispuesto de manera que' las dos calles principales

1. Algunos estudiosos atribuyen las habitaciones sobre pilotes a una pobla­


ción indígena mediterránea.
2. C. P. C. H aw kes , The prehistoric foundations of Europe, p. 342, obra de
la que soy ampliamente deudor.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 45
se entrecruzan en ángulo recto, y las secundarias, paralelas a ellas,
subdividen el poblado en secciones rectangulares. No tardaron los
estudiosos en darse cuenta de las sorprendentes semejanzas que
ello presentaba con la disposición de un campamento legionario
romano, con su fossa y su vallum y la intersección regular de sus
calles principales, el cardo y el decumanus. Se han encontrado otras
analogías con prácticas romanas en el templum rodeado por una
zanja apoyada en el costado este de la terramara, así como en el pe­
queño foso que se encuentra a veces al pie del terraplén que rodea
el asentamiento. También los romanos señalaban con un surco los
límites del templo — el empleo de un arado de bronce es índice de
lo antiguo de la ceremonia— , y también se señalaban así los límites
de la propia ciudad. Además es esta cultura “que habita sobre pi­
lotes” la que parece dar una explicación verosímil de un nombre
latino de sacerdote. El puente sobre el foso que daba paso a un
poblado de este tipo era un lugar vulnerable que requería una pro­
tección mágica no menos que la puerta de entrada del tipo más
usual de vivienda humana. Así fue como la expresión “constructor
de puentes”, pontifex, se especializó para designar al sacerdote que
dirigía las ceremonias mágicas que eran acompañamiento esencial
de la construcción del puente.
Esta seductora hipótesis que podría hacer remontar a los pro-
tolatinos, a través de las terremare, a la cultura de los campos de
urnas de la Europa central, está, por desgracia, abierta a una serie
de objeciones. Según la teoría de Pigorini, el pueblo de las terre­
mare se puso en marcha hacia el sur al final de la Edad del Bronce
y posteriormente ocupó toda Italia; serían, de hecho, los antepasa­
dos de las tribus hablantes de lenguas itálicas. Pero si esto fuese
verdad, esperaríamos que apareciesen las terremare características
al sur del valle del Po en una serie cronológicamente escalonada.
Ahora bien, no existen en Italia terremare fuera del valle del Po.
Todavía peor; la terramara “típica” con su semejanza al campa­
mento legionario es una generalización de la primera que se descu­
brió, y que ha resultado caso único, pues las descubiertas más tar­
de presentan variaciones tanto de disposición como de forma. El
llamado vallum no puede ser más que una solución local y ocasio­
nal del problema de las inundaciones.
Otra objeción se presenta si nos volvemos a la historia arqueoló­
gica del Lacio. El Lacio y el solar de Roma estuvieron ocupados en
tiempos neolíticos sólo esporádicamente, si es que realmente lo
estuvieron, y los primeros testimonios de un asentamiento consi­
derable datan de la Edad del Hierro. Esta cultura de la Edad del
Hierro está estrechamente relacionada con la de Etruria y con la
de la Italia septentrional llamada de Vilanova. Lo que resulta en­
46 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

tonces vital para la teoría que hace proceder a los latinos de los
terramarícolas es que los datos arqueológicos acrediten una relación
entre las culturas de las terremare de la Edad del Bronce y de Vi-
lanova de la Edad del Hierro. Ahora bien, no se ha aducido prueba
convincente de tal vinculación, y algunos estudiosos dignos de cré­
dito consideran actualmente a los vilanovianos como bandas de in­
vasores recientes procedentes de los Sudetes y Hungría, algunos
de los cuales se habrían asentado en la región de Bolonia mientras
otros habrían avanzado hasta Etruria y el Lacio, llegando hasta los
Montes Albanos. Al igual que sus predecesores de las terremare,
quemaban a sus muertos; y éste es también el rito fúnebre que se
encuentra en los más antiguos cementerios de la Edad del Hierro
hallados en el Foro Romano. Sin embargo, este sencillo cuadro se
oscurece por el hecho de que en tal lugar se han hallado también
tumbas en que el cuerpo aparece inhumado. Estas tumbas son de
fecha más reciente, si bien parece que un intervalo de tiempo no
largo habría separado la llegada de estos dos grupos distintos al
solar de Roma. El cuadro se repite en los poblados de los Montes
Albanos, donde las tumbas de cremación son incluso más antiguas
que las del Foro, lo que concuerda con la leyenda de la fundación
de Roma por pobladores procedentes de Alba Longa. Pero si igua­
lamos a los vilanovianos, que practicaban la incineración, con los
protolatinos, ¿cuál era el pueblo que practicaba la inhumación y se
unió a ellos tempranamente en el territorio del Lacio? Se ha seña­
lado que también en la Grecia “geométrica” se observa esta in­
novación del rito de inhumación, así como en el área danubiano-
balcánica, donde se ha atribuido a la influencia de los pueblos
jinetes traco-cimerios. Así, la aparición en Italia de un pueblo que
practica la inhumación encontraría lugar en un movimiento más
amplio que recibiría su empuje del este. Entre los resultados de
esta influencia oriental que se ha sugerido figurarían la intensifica­
ción de la cría del caballo, de la práctica de la equitación, y la
introducción del hierro. Que estas innovaciones fueron relativamen­
te tardías parece indicarlo la prohibición ritual romana del hierro
y del uso del caballo. La relación con el oriente está también apun­
tada por la etimología más probable sugerida para la palabra latina
ferrum. Se la ha hecho derivar de *bhersom o *fersom y puesto en
relación con las palabras semíticas barsel (hebreo-fenicio), parzld.
(siríaco), parzilla (asirio), que posiblemente fueron a su vez toma­
das de alguna lengua asiática desconocida. Volviendo a Italia, pode­
mos ahora advertir en primer lugar que las tumbas de incineración
(pozzi) se encuentran en la Italia septentrional y central, pero no en
el sur; mientras que las de inhumación ( fosse), en el sur hasta Ca­
labria, pero no más al norte de Populonia. Si ahora añadimos el
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 47
testimonio de la lingüística, observamos que los dialectos osco-
umbros rodean al grupo latino-íalisco y lo separan de la Italia del
norte. Así, resulta difícil resistir a la tentación de concluir que los
hablantes del osco-umbro representan una oleada algo más re­
ciente de invasores, inhumantes, cuya ausencia del norte de Italia
apunta a una invasión a través del Adriático más que por la ruta
continental del norte. Y puede ocurrir muy bien que las leyendas
acerca de la fusión de las tribus latinas y sabinas en los primeros
años de la ciudad sean una supervivencia en la memoria popular de
los acontecimientos que se reflejan en los testimonios arqueológicos.
No falta testimonio de la contribución de los dialectos itálicos
y del “sabino” en particular a la formación de la lengua latina. Te­
nemos en primer lugar el de los propios escritores romanos de que
curis ( = hasta, Ovidio, Fastl, 2, 477), dirus ( = malas, Servio, Aen.,
3, 235), cascas ( = vetas, Varrón, L. L„ 7, 28), februum (ibíd., 6, 13)
eran palabras sabinas. A éstas podemos añadir, basándonos en cri­
terios fonéticos, palabras que presentan una medial frente a
la - b - netamente rom ana:3 bufa, bufó, forfex, inferas, rufas, serófa,
vafer. El origen dialectal de la última palabra citada está indicado
también por su supervivencia solamente en algunos dialectos de la
Italia moderna. Igualmente el ital. bifolco debe remontarse a una
antigua forma dialectal *bufulcus con la misma divergencia foné­
tica con respecto al romano puro bubulcus. Por otra parte, ide.
daba v inicial en latín, pero b en los demás dialectos itálicos (véan­
se pp. 227 s.). Así, bós « *g»6us) y botulus se revelan como intru­
sos dialectales que han desplazado a los resultados esperados *vós,
*votulus. ide. qv da en latín qu- pero p - en “itálico”, dato que señala
a lupus, popa, poplna (rom. coquina) y nefrundines (Festo, 342, 35)
como elementos dialectales no latinos del vocabulario. Pasando a
las consonantes aspiradas, gh > h en latín (véase p. 229), pero cierto
número de dialectos del Lacio presentan / en lugar de h: /ircus,
fédus (haedus), faséna ( haréna). (La consideración de fel y fénum
como restos sabinos descansa sobre etimologías dudosas.)
El sabino se caracterizaba, además, por la conservación de -s-
intervocálica, que en latín pasó a - r - (ausum = aurum, faséna =
haréna). Por ello hay al menos una presunción de origen sabino
para palabras latinas como caesar, caseus, etc. El diferente trata­
miento de los diptongos descubre otra serie de palabras de posible
origen sabino. Así, de ou, au y ai originarios, los resultados latinos
ü, au, ae contrastan con los sabinos 5, 5, é, respectivamente. Según
esto, hemos podido registrar como sabinas palabras como robus,
róbigó, lótus (forma opuesta a la netamente romana lautus), olla

3. Véanse pp. 229 ss.


48 INTRODUCCIÓN AL l a t ín

( = a u l(l)a ), lévir ( < *daivér, cf. 5ocf|p, “hermano del marido”). Esta
última palabra proporciona, además, otro criterio fonético: la l- en
lugar de la d - que sería de esperar en latín. Este fenómeno se ob­
serva también en lingua por dingua, lacrima por dacruma, en oleo
frente a odor y solium frente a sedére.
Queda por añadir que para la mayor parte de los casos examina­
dos en el párrafo precedente no podemos alcanzar más que “una
presunción de origen sabino”. Las palabras catalogadas pueden ha­
ber entrado en el latín en fechas muy distintas; y muchas de las
características que hemos empleado como criterios eran comparti­
das por los dialectos rurales del Lacio, de modo que las palabras
examinadas pueden igualmente ser muy bien de origen latino rústi­
co (véase infra). Además, tenemos un conocimiento limitado de las
peculiaridades del dialecto sabino que puedan diferenciarlo del gru­
po osco-umbro. De hecho, los pocos restos conservados de este
dialecto muestran que llegó a estar tan influido por el latín desde
fecha muy temprana que su misma clasificación con el grupo osco-
umbro es objeto de dudas. Sin embargo, que tal es la clasificación
correcta parece probable al examinar nombres sabinos como P om -
pilius (que presenta la p - propia del osco-umbro en lugar de la qu-
latina) y Clausus (por Claudius, con asibilación no latina de -d i­
ejemplificada también en basus = badius “castaño-pardo”). El nom­
bre Sabini resume todo el problema. Al igual que Sabellus ( *Safno-
los) y Samnium ( *Safniom) contiene la raíz Saf; se supone que ellos
se llamaban a sí mismos Safini, mientras que la forma de su nom­
bre que nos es familiar por los autores latinos incluye la variante
fonética - b - típicamente romana que ya hemos examinado. A pesar
de lo menguado de los testimonios, se han hecho intentos de ras­
trear en latín no sólo una moda “sabinizante”, sino incluso una
“reacción antisabina”. Ello no pasa de ser una sugestiva especu­
lación.
Podemos intentar ahora establecer un balance provisional. Pa­
rece que la lengua indoeuropea que conocemos en época histórica
como latín .es una amalgama de dos lenguas ide. introducidas en el
Lacio hacia el año 1000 a. C. por grupos de invasores que se habrían
abierto camino desde la Europa central por diferentes rutas. Estos
grupos hablaban, sin duda, lenguas muy diferenciadas antes de en­
trar separadamente en Italia, pero se produjo una aproximación
como consecuencia de su contigüidad y fusión en su asentamiento
en el Lacio y en Roma en particular. Es esta complicada serie de
acontecimientos que subyacen a las afinidades lingüísticas lo que
los comparatistas han proyectado hacia un pasado más o menos
remoto como período del “itálico común” .
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 49

I l ir io

Hemos de completar ahora nuestro cuadro con una breve rese­


ña de otros invasores indoeuropeos de Italia y examinar las contri­
buciones que han hecho a la lengua latina. Además de la que pode­
mos definir como la invasión protolatina de incineradores a través
de la región septentrional y de la invasión un poco más tardía de
osco-umbros inhumantes a través del Adriático, los arqueólogos
registran la entrada de un tercer pueblo que muestra influencias
orientales claras y cuya llegada trajo consigo un conocimiento de
la equitación propiamente dicha — como opuesta al empleo del ca­
ballo como animal de tiro— y la intensificación de la cria caballar.45
El punto máximo de esta “orientalización” se produce en la segunda
mitad del siglo \nn a. C. La contrapartida lingüística de este testi­
monio arqueológico viene dada por los restos, localizados en la costa
oriental de Italia, de los dialectos que se clasifican como “ilirios”.
La base de las afinidades ilíricas de estos dialectos consiste en un
amplio número de nombres de lugar y de personas o tribus. Así, a
los Iapyges se los equipara con los lapydes de la Iliria septentrional;
a los Calabri, con la tribu iliria de los raXáppioi. A los Poediculi
se los pone en conexión con HolbiKov, en el Nórico; a los Apuli, con
Apulum, en Dacia. Es en las antiguas Apulia y Calabria donde encon­
tramos la más densa aglomeración de tales nombres ilirios, habién­
dose atribuido a tal fuente más de la mitad de los nombres de ani­
males, lugares, ríos, montes y tribus de la región. Tenemos como
ejemplos Brundisium,5 cuyo puerto es descrito por Estrabón como
semejante a la cornamenta de un ciervo. De ahí el nombre de la
ciudad, pues en Hesiquio y en otros textos encontramos la glosa
ppév5ov'£Xoc(pov, y una forma de la palabra parece sobrevivir en el
albanés bri-ni “cuerno”; Salapia y Salapitanl se ponen en relación
con los ilirios Selepitañi y contienen las palabras sal “sal” y ap
“agua”; Odruntum (Otranto) contiene la palabra mesápica odra
“agua” (cf. übcop, etc.). Partiendo de este foco de Apulia y Calabria,
los ilirios parecen haber alcanzado Lucania y el ager Bruttius, en
cuya onomástica se han detectado importantes elementos ilirios:
por ejemplo Amantia y el hidrónimo Apsias (de gran semejanza con
el ilir. apsus). Además, Crotona fue fundada en territorio del que
se decía que había estado antes en posesión de los Iapyges. Testimo­
nios similares no faltan tampoco en Sicilia, donde, por ejemplo, Se-

4. Véase J. W i e s n e r , Die Welt ais Geschichte, V III, 1942, pp. 197 ss.
5. Otros nombres de ciudades derivados por un sufijo similar de nombres
de animales son Ulcisia (Panonia) < ule “lobo” y Tarvisium (Treviso) < tarito
“toro”. Véase B e r t o l d i , Colonizzazioni, p. 167.
50 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

gesta y Egesta contienen el característico sufijo ilirio en -e s t- (el.


Teveot-ivoi y Iadest-ini en los Balcanes). Por otra parte, parece no
haber huellas ilirias en el Samnio ni en Campania. Así pues, el testi­
monio lingüístico apoya el de los autores antiguos sobre el origen
ilirio de algunas tribus de la antigua Italia (por ejemplo los daunos,
los peucetios, los pelignos y los liburnos). El testimonio directo de
la lengua “mesápica” o “yapigia” consiste en unas doscientas ins­
cripciones, la mayoría de las cuales son epitafios que contienen so­
lamente nombres propios, de entre los que muchos se encuentran
también en la región véneta (véase infra). Entre sus rasgos grama­
ticales podemos señalar para los nombres el genitivo de singular en
-ihi y el dativo de plural en -bas ( logetibas); el sistema verbal pre­
senta formas de voz media pero no aumento, y se conservan los
modos subjuntivo y optativo. Puntos importantes de fonética son
el cambio ide. o > a, como en germánico, y los resultados b y d de
bh y dh. Es objeto de cierta controversia si el ilirio fue una lengua
centum o satam, aunque la balanza de posibilidades parece incli­
narse del lado de centum. Lo apoya, además, el hecho de que en ili­
rio las labiovelares dan labiales como resultado.
Se ha localizado en latín un pequeño grupo de palabras ilirias
(es decir, mesápicas); son: blatea “pantano” (ilir. balta), deda “no­
driza” (cf. gr. TÍ]0r|), paró “pequeño barco” (procedente del mesapio
a través del griego del sur de Italia napcbv), gandeia (con el sufijo
ilirio -eia, palabra relacionada con la góndola veneciana, que des­
ciende en última instancia del véneto, a través del Iat. vulgar *gon~
dula), y hóreia “barquilla de pesca”. La importancia del caballo
está atestiguada por el préstamo mannus “caballejo” (ilir. manda-),
palabra que está también en el nombre del dios mesapio Menzana,
identificado con Júpiter, y al que se sacrificaban caballos vivos
(cf. además Virgilio, Aen., 7, 691: Messapus equum domitor). Pare­
ce verosímil que los ilirios actuaran como intermediarios en la trans­
misión a Italia de ciertos elementos léxicos y culturales griegos. El
mismo nombre de Graeci, se ha pensado, podría haber sido el nom­
bre ilirio para designar a una tribu griega con la que habrían tenido
contacto en el norte del Epiro. La confusa forma latina del nombre
de Odiseo, Ulixes, puede también encontrar aquí su explicación.
(En relación con esto podemos recordar que se ha sostenido que las
leyendas relativas a Eneas llegaron a Italia y a Roma por mediación
de los ilirios.) Igualmente lancea “lanza disparada con una correa”,
palabra de origen céltico en última instancia, no puede entrar en
ecuación directa con gr. Lóyxr|, y su semejanza difícilmente podría
ser accidental. El paso de o a o sería explicable si la palabra hubiera
pasado al latín a través del ilirio. De este modo también se puede
establecer una relación etimológica entre gr. ©cópod; y lat. Iñríca, si
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 51
bien esta última tiene mayor probabilidad de conexión con lorum.
La diferencia fonética entre lat. ballaena y gr. (páXXoavoc ha sido
también explicada postulando un intermediario mesápico. Finalmen­
te, tenemos que recordar que de las regiones ilirias de la Italia
oriental llegaron a Roma los poetas Ennio, su sobrino Pacuvio y Ho­
racio. Teniendo esto presente vale la pena señalar que lama, “pan­
tano”, palabra atestiguada solamente en Ennio y Horacio, aparece
como componente de nombres de lugar en las áreas ilíricas de
Italia.

VÉNETO

En la cabecera del Adriático encontramos testimonios de otro


pueblo, los vénetos, cuya lengua y cultura muestran estrechas seme­
janzas con las de las tribus ilirias que acabamos de estudiar. Famo­
sos en la cría caballar, sacrificaban a su diosa Reitia imágenes de
caballos. Al igual que los tracios, rendían culto al héroe Diomedes,
al que sacrificaban caballos blancos. Las botas altas que usaban se
atribuyen también a influencia tracia. La incineración con subsi­
guiente enterramiento en urnas está atestiguado en esta cultura a
partir del siglo ix, y se ha formulado la hipótesis de que este pue­
blo llegara del nordeste bajo la presión de los traco-cimerios. Los
estudios onomásticos han revelado huellas de los vénetos en una zona
que alcanza hasta Liguria (ladatinus, Crixia, Segesta) e incluso el
Lacio, donde los Venetulani (Plinio, N. H., 3, 69) son los habitantes
de *Venetulum, topónimo que significa “lugar de los vénetos”, como
Tusculum es “lugar de los túseos (etruscos)”. De modo paralelo
Carventum ha sido puesto en conexión con el ilirio caravantis ( *kar-
vant- “rocoso”), en tanto que Praeneste muestra el bien conocido
sufijo -est-.
Las afinidades de la lengua véneta son objeto de cierta polémica.
Los nombres propios son una base insegura para el establecimiento
de parentescos lingüísticos, y, de hecho, el véneto importó elemen­
tos de su onomástica del céltico (p. ej. Verkonzara), del ilirio
(qohiios) y del latín ( Appioi ). Las monografías recientes concuer-
dan en que el véneto presenta muchos puntos de coincidencia con
el latín. Las oclusivas aspiradas bh y dh se convierten en } en posi­
ción inicial y en b, d, respectivamente, en posición intervocálica,
exactamente como en latín. Por otra parte, en el tratamiento de la
gutural aspirada gh el véneto coincide con el ilirio, y lo mismo ocu­
rre con las sonantes nasales ip, n (> am, an, mientras que en latín
están representadas por em, en). Las sonantes líquidas r y l, en cam­
bio, presentan los mismos resultados en véneto, ilirio y latín O or,
52 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

ol). No conocemos gran cosa del sistema morfológico. En el nombre


presenta el véneto el dativo plural en -cpos, -bos, que aparece tam­
bién en céltico, itálico, ilirio e indo-iranio. Los temas en -o tienen
el genitivo de singular en característica compartida con latino-
falisco, céltico e ilirio. En el sistema verbal encontramos un aoris­
to en -ío (zonasto = donavit) que recuerda al del indo-iranio y del
griego (M5oto) . 6 En el vocabulario es más sorprendente la afinidad
con el latín. Así, el nombre de la diosa Lomera corresponde al lat.
Libera, y el término que significa “libre” ha adquirido en ambas
lenguas el sentido especial de “hijos” {louzeroqos — liberis). Los
verbos latinos donare y faxo están exactamente construidos como
vén. zonasto y vhaxsQo, mientras que la diosa antes mencionada,
Reitia, tiene un epíteto éahnate-i que, interpretado como “sana­
dora”, encuentra su única explicación etimológica en el lat. sanare.
Pero otra serie de “isoglosas” une al véneto con el germánico. Qui­
zá lo más llamativo es que en ambas lenguas el acusativo singular
del pronombre personal de primera persona haya tomado del no­
minativo una consonante gutural: así eyo, mey,o — gót. ifc, mili (tam­
bién het. uk, ammuk). El pronombre de identidad también presen­
ta un estrecho parecido en ambas lenguas: vén. sselboi sselboi =
sibi ipsi; cf. aaa. der selb seibo. También en el vocabulario hay un
punto importante de semejanza: si a-hsu está correctamente inter­
pretado como “Kermes”, puede entonces ser pariente del germ.
ansu- “divinidad”. Que los vénetos estuvieron en otro tiempo en
estrecha proximidad geográfica de los germanos parece sugerirlo
la mención de unos Venedi en la región del Vístula por autores
antiguos. El conflicto de testimonios aconseja entonces admitir pro­
visionalmente el veredicto de una reciente autoridad que sostiene
que el véneto es una rama independiente del indoeuropeo estrecha­
mente relacionada con el latín y el ilirio y con puntos de contacto
con germánico, céltico e incluso balto-eslavo.

Sí CULO E " i t á l i c o o c c id e n t a l ”

El examen del ilirio nos lleva ahora a la consideración de la len­


gua sicula, cuyos testimonios consisten en algunas inscripciones y
un número considerable de glosas, así como nombres personales y
de lugar. Si bien es cierto que los estudiosos están de acuerdo en que
esta lengua era indoeuropea — la forma verbal esti excluye cualquier
duda a este respecto— , sus afinidades próximas son objeto de cier-

6. En zonas-to se ha añadido la desinencia personal a una form a de preté­


rito caracterizada por -s. E l profesor T . B u n p w llam a mi atención sobre formas
similares del hetita: na-ié-ta “él dirigió”.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 53
ta polémica. Las conexiones con el ilirio que sugieren los testimo­
nios onomásticos (p. ej. -nt~ en Agrigentum, SspyévTiov) están apo­
yadas por las referencias de Hesiquio a la existencia de sículos en
Dalmacia (cf. Plinio, 3, 141). Sin embargo, el necesario movimien­
to de pueblos desde los Balcanes hasta Sicilia a través de Italia se
ve contradicho por el testimonio de la arqueología, pues si bien se
han descubierto restos sículos en el Bruttium, es claro que tal cul­
tura llegó de Sicilia a través de los estrechos. Más peso tiene el
testimonio de una más estrecha afinidad del siculo con el itálico.
Según algunos autores antiguos (Varrón y Favorino), los sículos es­
tuvieron en un tiempo asentados por toda la península hasta la Ga­
lla Cisalpina, y tal afirmación está apoyada por la amplia difusión de
ciertos nombres personales y de lugar (p. ej. Sicilinum). Algunos de­
talles del testimonio lingüístico parecen apuntar en la misma direc­
ción. Así, el propio nombre de Sieull tiene el mismo formante que
otros gentilicios primitivos de tribus indoeuropeas de Italia (cf. Ru-
tull). Las glosas — por no entrar en las inscripciones, cuya inter­
pretación es cuestión de conjetura en la que los estudiosos discre­
pan ampliamente— sugieren una conexión particularmente estrecha
con el latín: dppívvr] “carne” cf. lat. arvina; Kájmoq “hipódromo”
cf. campus; xécrivoq cf. catinus, catillus; dos “don” cf. dos; Aouxé'uoc;,
un rey de los sículos, cf. dux; yéXa ( = itáxvr]) cf. gelu; t o x t ó v i o v ,
ucaráva, cf. patina. Un grupo semánticamente bien definido es el
formado por las palabras referentes a monedas y pesos: poítov
= mutuum, vooppoq = nummus, Xíxpcx cf. libra (ambos procedentes
de *liQra), óyxtoc = uncía. El siculo Xénopiq, aunque tiene origen
ibérico, fue relacionado por Varrón con el lat. lepus, con un comen­
tario que tiene cierta relación con el presente problema.
lepus quo,d Siculi quídam Graeci dicunt Xénopiv. A Roma quod orti
Siculi, ut annales veteres nostri dicunt, fortasse hiñe illue tulerunt
et hic reliquerunt id nomen. (L. L., 5, 101).

Esta afirmación de que los sículos estuvieron en un tiempo asenta­


dos en el Lacio está apoyada por el hecho de que los sicanos figura­
ban entre las treinta tribus que se reunían anualmente para el cul­
to de Júpiter Latiaris en el Monte Albano.
Pues bien, si un pueblo originario del Lacio hubiera emigrado a
Sicilia, deberíamos razonablemente esperar encontrar algunas hue­
llas de su paso por, y quizá asentamiento en, el territorio interme­
dio. De hecho algunos estudiosos7 han tratado de establecer la
existencia de un grupo “itálico occidental” de dialectos que abar-

7. D evo to , Storia, p p . 56 ss.


54 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

caria al latín, ausonio, enotrio y sículo. Antes de la invasión de los


samnitas a mediados del siglo v, Campania estaba habitada por los
Opici, de cuya lengua se afirma que difería de la osea en puntos im­
portantes. Así, el topónimo Liternum, en gr. AEuxepvo-, parece ser
un derivado de la raíz *leudh, y en oseo daría Louferno. El “ópico”
presenta, además, la forma sum como el latín, mientras que el oseo
tiene sim. TJn importante criterio fonético vuelve a alinear al “ópi­
co” con el latín frente al oseo: en posición intervocálica presenta
oclusivas sonoras donde el osco-umbro presenta fricativas sordas.
Así, los nombres Stabiae y Allibae aparecen en las formas Stafia y
Allifae en el período samnita. De modo paralelo la palabra medi­
terránea teba “colina” se encuentra más tarde en la Campania
samnita en la forma tifa. Por otra parte, el “ópico” se une al sículo
al representar una antigua dh por t en contraste con el resultado
latino d /b : Liternum. Los ausonios, situados al norte de los ópicos,
son incluidos también en este grupo “itálico occidental”, pero sin
otro apoyo que el nombre de tribu Rutuli, que explicado etimológi­
camente como “los rojos” vendría a revelar la misma particulari­
dad fonética (dh > t) que el “ópico”. Por lo que se refiere a los eno-
trios de Lucania, el único testimonio lingüístico aducido es también
un nombre, en este caso de lugar, Ager Teuranus, que según pare­
ce conserva el antiguo diptongo eu, distinguiéndose así del “itálico”
general en que pasó a ou.
Por consiguiente, las bases sobre las que se ha erigido la hi­
pótesis del “itálico occidental” son de lo más endeble, y su inter­
pretación no ha estado al margen de la polémica. Algunos estudio­
sos consideran Rutuli ilirio y Aeóxspvoi egeo. Es desde luego una
hipótesis plausible el que el sículo Aíxr|v signifique “montaña ardien­
te” y contenga la raíz ide. aidh, pero la morfología de la forma re­
construida, *aidhena, permanece confusa. Y no pueden bastar topó­
nimos preindoeuropeos como Tebae para hacer surgir nuevos
dialectos itálicos. El siculo está relativamente mucho mejor docu­
mentado, y sin embargo incluso en su caso los testimonios resultan
equívocos. De hecho se ha afirmado que “la semejanza (entre sículo
y latín) es demasiado pronunciada, hasta el punto que sería difícil
rechazar la pretensión de contemplar como meros préstamos todas
las palabras sículas que tan fácilmente pueden ponerse en conexión
con formas griegas o latinas”. Nos encontramos aquí otra vez con
una ya conocida cuestión de método; la común posesión de elemen­
tos de vocabulario, especialmente de los referentes a realidades de
cultura, intercambio y comercio, no implica necesariamente relación
genética. Las semejanzas y diferencias entre libra y Mxpa pueden,
de hecho, explicarse por hipótesis varias de contactos culturales
directos o indirectos. Igualmente, los términos comunes para pesos
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 55
y medidas (por ejemplo quincunx aparece como “calco” en el grie­
go siciliota Ttevxóyiaov, en tanto que xexpac; se explica como trans­
formación de xexpcK; bajo la influencia de quadrans) pueden ser
simples reflejos de tempranas relaciones comerciales entre Roma,
Italia meridional y Sicilia. Se ha apuntado, por cierto, que bajo la
dominación etrusca de Roma habría tenido lugar una sistematiza­
ción de los pesos y medidas, con influencia sobre los otros esta­
dos de Italia como consecuencia del prestigio de la Roma etrusca,
según parece indicar, por ejemplo, el uso de letras y abreviaturas
latinas en las monedas de la Italia central y meridional. Podemos
recordar al respecto el empleo en inglés de la abreviatura Ib. para
“libra de peso” y del signo £ para “libra esterlina”, con todo lo que
significan en relación con las influencias italianas en la vida comer­
cial y financiera de Gran Bretaña. Tampoco el testimonio de las
glosas sículas corre mejor suerte en manos de los críticos de la
teoría “itálica occidental”, áppíwrj es declarado “hiperlatino”; kóc-
xivoq, préstamo latino, mientras que lat. látex y patina resultan prés­
tamos del griego al latín. Pasando a otras palabras citadas a menu­
do como prueba de la vinculación sículo-latina, KápKccpov y KÚptxov
no están directamente atribuidos al sículo, y en cualquier caso pue­
den igualmente bien ser préstamos latinos. Una crítica de tal efica­
cia puede aplicarse a todos los argumentos aducidos en favor del
“itálico occidental”, de modo que nada queda sino el simple hecho
de que el sículo era una lengua indoeuropea.

Etrusco

De mucho mayor importancia para el historiador del latín que


los pobladores del suelo italiano a que acabamos de referirnos fue
un pueblo nuevo que hizo su aparición en Italia durante el siglo vm
a. C. Traspasaría los límites de este libro el entrar en la discusión
de los orígenes de los etruscos. Baste con decir que las dos tesis
principales mantenidas en la antigüedad al respecto, a saber:
(1) que habían llegado de Lidia bajo el mando de Tirreno (Heródo-
to ), y (2) que eran autóctonos a pesar de diferir de todos los demás
pueblos de Italia en lengua y costumbres (Dionisio de Halicarnaso),
encuentran aún hoy defensores. Cierto es que la primera tesis está
apoyada por hechos como el de que los propios etruscos creían ser
lidios llegados por mar a Italia; que la cronología de los testimonios
arqueológicos indica la aparición en Toscana durante el siglo vin
de una nueva civilización que gradualmente se fue expandiendo de
norte a sur y desde la costa hacia el interior, sin llegar a Bolonia
hasta un par de siglos después de su aparición primera; que sus
58 IN T R O D U C C IÓ N AL LATIN

costumbres matriarcales — evidentes, por ejemplo, en la de escribir


los matronímicos sobre las lápidas sepulcrales— encuentran co­
rrespondencia en Lidia, y qué la importancia y la técnica de su arte
adivinatoria recuerdan las de Babilonia. Lo que está fuera de duda
es que hacia el último cuarto del siglo vi el imperio etrusco se ex­
tendía desde las colinas de las faldas de los Alpes hasta Campania
■— donde fracasaron en su intento de someter a Cumas— y desde
Córcega al Adriático. De un interés más inmediato para el tema que
nos ocupa es que estaban establecidos en Falerii ya en la segunda
mitad del siglo vn, y que a continuación se hicieron dueños de una
buena parte del Lacio, incluida Roma, donde su dominación duró
un siglo y medio, estando documentada su presencia, por ejemplo,
por el topónimo Tusculum y el vicus Tuscus en la propia Roma.
De decisiva importancia en materia de planificación urbanística,
■de organización política, religión y vida cultural superior, la domi­
nación etrusca dejó en la lengua latina una huella sorprendentemen­
te escasa,8 aun en las esferas donde su influencia sobre las institu­
ciones y usos romanos es más visible, pues los más importantes
funcionarios religiosos y políticos son designados con términos la­
tinos. Sin embargo, la íntima fusión a que se llegó entre las aristo­
cracias etrusca y romana se revela en la onomástica personal. En el
lado romano el sistema indoeuropeo de un nombre compuesto único
(tipo Hipparchus) fue sustituido por la costumbre etrusca de usar
praenamen, nomen ( gentile) y cognomen, siendo muchos de los nom­
bres mismos de origen etrusco. Entre ellos podemos citar en particu­
lar los en -na, -erna, -enna, -inna, como Vibenna, Caecina, Mastar-
na, Perperna, Velina; cf. los etruscos Porsenna, Por sirva. Otro grupo
importante está representado por los nombres en -o correspon­
dientes a formas etruscas en -u ; entre ellos están los apodos fami­
liares Cato, Cicero, Piso y Varro. Muchos nombres gentilicios lati­
nos en -a tienen un origen similar. El etrusco empleaba ese sufijo
para derivar cognomina y gentilicia de praenomina, como vclya del
praenomen velyp; cf. lat. Casca: Cascus. Si ahora recordamos el
hecho de que muchas localidades reciben su nombre del de familias
( Tarquinii, Falerii, Vei, Corioli, etc.) y que muchos nombres en -a
son empleados como gentilicia, cognomina y topónimos (Atella, Sora,
Acenna, etc.), y que, además, muchos paralelos etruscos nos capa­
citan para extraer de la serie Romaeus Romatius rumate rumaQe el
nombre básico de familia ruma, es difícil resistir a la conclusión
de que también la ciudad de Roma, como Acenna y demás, derive

8. Cí. H . H. S c u l l a r d : “Roma nunca fue en sentido real una ciudad etrus­


ca; simplemente tuvo que soportar la dominación de un pequeño número de
poderosas familias” (A history of the Román World 753-146 B. C., p. 37).
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 57
su nombre del de una antigua familia etrusca. Esta conclusión re­
cibe mayor vigor del examen del nombre de uno de los míticos
fundadores de Roma: Rémus. Recordemos ante todo que la tradi­
ción da a la habitatio Remi el nombre de Remema; y el lugar “ubi
Remus de urbe condenda fuerat auspicatus” se llamaba Remora
(cf. Ennio: “certabant, urbem Romam Remoramve vocarent”). Aho­
ra bien, Remona (gr. 'Pepcóviov) es el “asentamiento” de los *remu
o r.emne, como Tap/úviov es la ciudad de los taryu o taryna, y
Remora muestra un sufijo en -r frecuente en etrusco. Así, Remo,
el antepasado epónimo de los remne etruscos, acaba revelándose
etrusco no menos que el nombre de la ciudad a la que la historia
negó su nombre. Conviene subrayar que no hay paralelos lingüísti­
cos que pudieran apoyar la hipótesis de que Remus se hubiera for­
mado a partir de Roma por “falsa analogía”. Es posible también que
al menos tres de las siete colinas de Roma recibieran sus nombres
de los de familias etruscas. Para el mons Palatinas tenemos la serie
de nombres etruscos Palla, Palanius, Palinius, etc. (cf. Sulla, Sullanius,
Sullatius; Volca, Volcanius, Volcatius; Bulla, Bullanius, Bullatius).
El origen etrusco del nombre del mons Velius es claro por el grupo
vel, velni, velus, velie, Velenius, Vellenius, Velianius. Para el mons
Caelius tenemos el nombre etrusco caile vipinas (cf. el nombre
M. Caelius Tuscus). Aparte de estos casos, también es posible que
el nombre del valle situado entre las colinas Viminal y Esquilma, la
Subura, esté relacionado con los nombres etruscos Zupre, supri.
La importancia de la contribución etrusca a la organización po­
lítica de Roma está atestiguada por el hecho de que las tres más
antiguas centurias de equites llevan nombres etruscos: Ramnes,
Tities, Luceres (“omnia haec vocabula Tusca”, Varrón, L. L., 5, 55),
siendo, además, probable el origen etrusco de tres de las tribus
“rústicas” : Lemonia, Pupinia y Voltinia. También se ha atribuido,
y con motivos de credibilidad, origen etrusco a los nombres dados
a los equites en la época monárquica: flexuntes (también flexuntae),
céleres (para cuya formación cf. Luceres) y trossuli. Criterios mor­
fológicos y semánticos sugieren también que satelles “guardaespal­
das” es un préstamo etrusco: la institución de la guardia de eorps
fue introducida en Roma por nobles etruscos, asociándola la tradi­
ción con Tarquinio el Soberbio en particular. Otros dos términos mi­
litares sin etimología ide. muestran similares características mor­
fológicas: miles, militis y veles, vélitis, el segundo atribuido ya a
los etruscos por autores antiguos. Aparte estos casos, el etrusco hizo
una contribución notablemente escasa al vocabulario latino. La lista
que sigue está fundamentalmente constituida por palabras que indi­
can cosas sin gran importancia; entre ellas son de notar los térmi­
nos de teatro .y de otras diversiones: cacula “sirviente de un militar”
58 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

(etr. *cace, * cacla); caerimonia (posiblemente de un *caerimo, pala­


bra que en su formación recuerda a lucumo; tal vez tuvieran razón
los autores antiguos que la hacían derivar del nombre de la ciudad
etrusca de Caere); crumlna (cf. gr. ypu[iéa, véase infra); cupencus
“sacerdote de Hércules” (etr. cepen “sacerdote”; pero palabra sabi­
na según Servio); fala “andamiaje”; fenestra (etr. *fnestra); genísta
“hiniesta”; hister, histrio (“hister Tusco verbo ludio vocabatur”, Li-
vio, 7, 2, 1); lanista “entrenador de gladiadores”; laniéna “puesto de
carnicero”; lepista “vaso para beber”; rabula “abogado picapleitos”
(etr. rapli); satura “sermo” < satir “hablar, decir”; servus (cf. los
nombres etruscos Serui, Serue); spurius (cf. spurcus “impuro” y el
nombre Spurinna); sübula ( “subulo dictus, quod ita dicunt tibicines
Tusci”, Varrón, L. L., 7, 35). A estos ejemplos podemos añadir los
nombres de divinidades Angerona (del etr. ancaru “diosa de la muer­
te”) y Libitina “diosa de los muertos” , “pompa fúnebre”, “féretro”,
etc. (cf. etr. lupuce = mortuus est [? ]), y dos derivados de nombres
de ese tipo: aprllis (etr. apru(n) del gr. ‘Atppcb, forma abreviada
de ’A<t>po5ÍTr|) y autumnus (del etr. autu, cf. lat. Autíus), con un ex­
tendido sufijo egeo-anatolio que vemos también en Picumnus, V er-
tumnus, así como en topónimos prehelénicos como Aíau^vog, Aápup-
va, etc. Queda añadir que estos préstamos contenían elementos
formales tales como sufijos que fueron adaptados a su nuevo am­
biente y añadidos también a palabras puramente latinas. Entre tales
híbridos etrusco-latinos podemos mencionar lev-enna, soci~ennus,
doss-ennus (personaje de lá farsa atelana; nombre basado en dos-
sus, forma vulgar de dorsum) , fav-issa (Javea + el conocido sufijo
etrusco que vemos, por ejemplo, en mantissa “contrapeso”, “pico”) .
Aparte de estas contribuciones procedentes de su propia lengua,
la influencia de los etruscos puede verse también en las transforma­
ciones que hicieron experimentar a préstamos griegos entrados en
el latín. Estos casos será mejor examinarlos en el marco general
de la contribución griega a la primitiva civilización itálica.

G r ie g o

Todo a lo largo de su historia la civilización y la lengua de los


romanos estuvieron profundamente influidas por los griegos. Ten­
dremos ocasión en los capítulos siguientes de examinar las suce­
sivas etapas. Por el momento vamos a ocuparnos del más arcaico
sustrato de elementos griegos en el latín. Fue en el siglo vra cuando
los griegos comenzaron su colonización de la Italia meridional y Si­
cilia. Es curioso que el primer asentamiento, sin duda precedido
por relaciones comerciales, fue el más alejado de la tierra patria:
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 59
Cumas, fundada hacia el 750 a. C. por colonos procedentes de Caléis,
ciudad de Eubea. Pronto siguieron otras colonias calcidias, como
Naxos, Zancle y Rhegion. Estos colonos llevaban consigo un dialecto
del grupo jónico-ático. Siracusa, en cambio, fue fundada por co­
rintios; Gela, por cretenses y rodios, hablantes todos ellos de dia­
lectos dóricos. En la costa oriental de Italia la colonización empezó
por obra de las ciudades de la Acaya, en la costa norte del Pelopo-
neso, siendo Síbaris la primera colonia, seguida más tarde por Cro-
tona. Tarento, por su parte, fue el único esfuerzo colonial de Espar­
ta en estas zonas, y según la tradición los colonos eran elementos
predorios de la población de Laconia, expulsados de ella. Estas ciu­
dades griegas, con su energía sin límites y superior cultura, tenían
mucho que ofrecer a los restantes pobladores de Italia, y su influen­
cia es patente no sólo en las artes de la civilización material, sino
también en la religión, el mito y la lengua. En particular, el testimo­
nio del arte etrusco revela que muchas figuras del panteón y la mi­
tología griegas resultaban familiares a los etruscos ya por el año
600 a. C. Por otra parte, se ha afirmado que “en ningún caso se pue­
de demostrar que se haya producido un contacto inmediato entre
Roma y Grecia o una colonia griega”. 9 Fue, por tanto, a través de
intermediarios no romanos como los elementos de la cultura grie­
ga y sus correspondientes nombres llegaron a los romanos en esta
época primitiva.
La aplicación de ciertos criterios filológicos a las palabras de re­
ferencia nos capacitará para esbozar — aunque sea rudimentaria­
mente— distinciones de cronología y dialectos. En primer lugar, el
grupo jónico-ático se distingue de los otros dialectos griegos por el
paso de 5 a i] (pdipp > pí|Trlp)- Esto quiere decir que los préstamos
que en latín presenten a (p. ej. mácina < [ictx°;v“ ) tienen que proce­
der de los dialectos dóricos de Italia. Otro índice muy útil de carác­
ter cronológico es el proporcionado por el tratamiento de la digam­
ma (F, pronunciada como la w inglesa). Este sonido desapareció en
jónico-ático en una época anterior a las primeras inscripciones; en
ciertos dialectos dóricos resistió más tiempo, pero aun en ese gru­
po se perdió el sonido empezando por la posición intervocálica. En
consecuencia hay que asignar una fecha temprana a la entrada de
palabras como Achlvi ( < ’A xoaFoí) y oliva ( < éXa(Fa).
El tratamiento de las vocales y diptongos interiores en los prés­
tamos nos proporciona más datos de tipo cronológico, dado que ta­
les sonidos se vieron sometidos en latín a un proceso de debilita­
miento, según parece, lo más temprano, en el siglo iv (aunque sobre
este punto véanse pp. 220 ss.). Según esto, préstamos como camera

9. A ltheim , History of Román religión, p. 149.


60 INTRODUCCIÓN AL LATIN

(Kocuápoc), phalerae (<paXápa), trutina (tpuráva), mácina (payéa/oc),


balíneum, balneum (|3aXav£Íov), talentum (TáXavxov), Tarentum (Tdc-
pccvxa), etc., tienen que haber entrado en la lengua antes de que los
cambios fonéticos indicados dejaran de operarse, y resultan por
ello claramente distinguibles de los préstamos de época posterior
como cerasus (introducido por Lúculo en el 76 a. C.), que no pre­
sentan el fenómeno indicado. Podemos suponer también que las
palabras griegas cuya forma latina denuncia influencia etrusca per­
tenecen al período de la dominación etrusca sobre el Lacio. Esta
mediación es denunciada por una incertidumbre en la adaptación
de las consonantes oclusivas, patente, por ejemplo, en amurca
(ápópya, con un cambio en la vocal interior comparable al de
alumnos < *alomnos), gobernare (Kopepvñv), Agrigentum ("AKpa-
yoc<;); o también por alteraciones de la cantidad, como en créplda
(KpiyrúSa). Aquí, como en los préstamos directos del etrusco, el úni­
co testimonio de la intervención etrusca es a menudo circunstan­
cial. Así, sporta es obvio que representa gr. cmopíba. La prueba de
la mediación etrusca está en la sustitución de d por t y de u por o,
que volvemos a encontrar en cotoneum < ku&cí>viov. De modo simi­
lar se deriva gruma de yvcoqoc (cf. Memrun < Méqvcov), triumpus
[N ota 6] de 0p(ap|3oc; y catamítus de ravoq-r|5q<;. En el caso de
cisterna ( kIoxt]) y lanterna (Xoc(iTtxf|p) nos encontramos con adición
de un sufijo etrusco bien conocido que denuncia el camino por el
que estas palabras llegaron al latín. Con éstas podemos comparar
créterra = Kpiyrrjpa. En el caso de gutturnium o cuturnium “vas
quo in sacrificiis vinum fundebatur”, tanto la fonética como la mor­
fología indican que el gr. koúGgóviov sufrió una primera distorsión
por obra de hablantes etruscos antes de llegar a Roma. En el caso
de esta palabra conviene además fijarse en su esfera semántica,
puesto que muchos términos referentes a cerámica y utillaje les
llegaron a los romanos de los etruscos. En esta línea es también po­
sible que tanto urna como urceus tengan una lejana conexión con
el gr. fjpxn- Otro grupo semántico que podemos reseñar aquí es el
constituido por palabras referentes a las representaciones teatrales.
Hemos visto ya que hister e histrio derivan del etrusco, y es pro­
bable que persona sea una palabra etrusca en la que se ha añadido
el sufijo -dna a la palabra cpersw, probable deformación etrusca del
gr. 'rtpóacouov. También la palabra scéna puede haber llegado por el
mismo camino, pues solemos encontrarla escrita scaena, y que el
etrusco transcribía a veces d por ae se ve en Colaina (por raXava) y
laena, prenda de vestir, si es que es un préstamo del lat. lana. Otros
ejemplos confirmatorios de este fenómeno son Saeturnus, Aescula-
pius (AlaicXamóc;) (ejemplo de la sustitución inversa tenemos en era-
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 61
pula por KpocmáXcc). paelex por ttocXXcxkt'] resulta más complicado,
dado que la palabra puede pertenecer al fondo mediterráneo. Lo
mismo puede ocurrir con caupo, cuyo significado corresponde exac­
tamente al del gr. Kcmr)Xó<;, y en el que la sustitución de a por au su­
geriría mediación etrusca. La diferencia de sufijo, sin embargo, ex­
cluye al griego como lengua prestamista, y pudo ocurrir muy bien
que tanto griego como etrusco tomaran la palabra del vocabulario
mediterráneo autóctono, habiéndola recibido del segundo el latín.
Una interesante cuestión se ha suscitado en torno al posible origen
de elementum en un gr. *elepanta “letra de marfil”, caso en el que
el cambio de p en m sería una contribución etrusca, de la que tene­
mos un paralelo, al menos parcial, en el prenestino Melerpanta por
BEXXEpo(¡)óvTr|c;. Hay todavía otra palabra latina que muestra una si­
milar afinidad con el griego: se ha hecho derivar forma de popc¡)f|
por medio de un etr. *morma, con sustitución de <p por m (la disi­
milación de m -m en f-m tiene paralelo en fórmica: púppr|£„ y for-
mido: poppó). Por último, veamos un índice lingüístico del papel
representado por Etruria incluso en la formación de las leyendas
romanas: el cognomen del Horacio defensor del puente, Cocles “el
tuerto”, no es más que la forma etrusquizada de KókXcoi)j, otra vez
con o por u.

C é l t ic o

El imperio etrusco, debilitado en su centro por disensiones inter­


nas, recibió su golpe de muerte a manos de un nuevo grupo de inva­
sores indoeuropeos. Los celtas, partiendo de su asentamiento en
torno al curso alto del Rin y del Danubio, habían atravesado el pri­
mero de dichos ríos en una fecha no anterior al 900 a. C. en direc­
ción a lo que más tarde se llamaría la Galia. La invasión céltica de
Italia, sin embargo, no tuvo lugar a través de los Alpes occidentales
(así, Livio, 5, 33 ss.), sino por el Brennero y partiendo del Alto Rin
hacia fines del siglo v a. C. En Italia se apoderaron de la llanura sep­
tentrional comprendida entre los Apeninos y los Alpes, donde los
restos por ellos dejados se superponen a los de la civilización etrus-
ca. Hicieron retroceder a etruscos y umbros y enviaron expediciones
de pillaje por toda la península, llegando a saquear la propia Roma
en el 390 a. C. No parecen haber establecido asentamientos perma­
nentes en parte alguna de Italia, excepto en la región conocida como
Galia Cisalpina, y aun en ella fueron fácilmente absorbidos por las
poblaciones circundantes, de modo que el galo dejó de hablarse en
Italia hacia el 150 a. C. (Polibio, 2, 35, 4). Esta inestabilidad lingüís­
tica, unida a su ignorancia del arte de escribir, puede explicar el
62 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

hecho de que únicamente tres inscripciones escritas en galo se hayan


encontrado en Italia, y sólo una en la Galia Cisalpina. Los galos,
hablantes de la variedad del céltico conocida como céltico continen­
tal, que se distingue ínter alia por presentar p como resultado de
ide. q», aportaron al latín cierto número de palabras procedentes de
los siguientes principales campos semánticos:
Equitación y manejo de carros: benna “carro de dos ruedas con
caja de mimbre”, carpentum “coche de dos ruedas cubierto”, carrus
“carro de cuatro ruedas”, cisium “vehículo ligero de dos ruedas”,
covinnus “carro de guerra con guadañas en las ruedas”, essedum
“carro de guerra”, petorritum “carruaje de cuatro ruedas”, reda
“coche de viaje”, verédus “caballo” (del híbrido bajo latino para-
verédus derivan el al. Pferd y esp. palafrén). mannus está atestigua­
do por Consencio como préstamo galo, pero es más probablemente
ilirio (véase supra, p. 50, y Ernout-Meillet, s. «.).
Milicia: cateia “(especie de) boomerang”, gaesum “jabalina”, lan­
cea (véase supra), parma “escudo ligero”, sparus “venablo”, cater­
va = legio aparece citado a menudo como préstamo galo al latín
(Isidoro, Or., 9, 3, 46), pero puede ser palabra originariamente latina
perteneciente a la misma familia que cassis y caterva.
Vestido: birrus “capa con capucha”, bracae “bragas, calzones”
(palabra tomada por los celtas al germánico), sagus, sagum “túnica,
sayo”.
Varios: alauda “alondra”, betulla “abedul”, bulga “zurrón” (em­
parentado con la palabra germánica de la que procede en inglés
belly). De particular interés es ambactus “siervo”, palabra emplea­
da por Ennio. Emparentada con el galés amaeth “siervo”, la palabra
se abrió camino en el germánico, y es del gót. andbahti (= a l. Am t)
de donde derivan fr. ambassade, etc.

L e p ó n t ic o

En el territorio galo de la Italia septentrional, cerca de Bellinzo-


na, se han descubierto huellas de un pueblo misterioso que practi­
caba el rito de inhumación; los yacimientos han proporcionado ins­
cripciones escritas en la lengua llamada “lepóntica”. Esta lengua,
indoeuropea sin duda alguna, pertenece al grupo eentum y al igual
que el galo hizo pasar ide. q# a p (si es que la enclítica -pe es real­
mente equivalente a lat. que). Como el céltico y el latín, forma el
genitivo de singular de los temas en -o - en -i. Otra sorprendente
peculiaridad es que el nominativo de singular de los temas en -re­
termina en -u, lo mismo que en galo. Se ha afirmado además que
de unos setenta nombres propios conocidos, al menos cincuenta
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 63
tienen correspondencia en galo. Por otra parte, muchos topónimos
de la región presentan el sufijo -asco, -asea. Esto sugiere, por lo
menos, un sustrato lígur (véase infra), pero por la época de estas
inscripciones (siglo n a. C. en adelante) toda esa parte de Italia
había sido invadida por los galos, de modo que algunos estudiosos
autorizados mantienen que el “lepóntico” debe considerarse como
dialecto céltico. Otros ponen mayor énfasis en los caracteres no-
célticos (por ejemplo, la pretendida conservación de p - inicial en
pala “lauda fúnebre” (?) y las diferencias en el sistema de
nombres personales), clasificando esta lengua como celto-lígur. Mas
esta diferencia entre las dos concepciones parece ser de simple én­
fasis, dado que ambas están de acuerdo en atribuir las inscripcio­
nes lepónticas a un pueblo céltico asentado en lo que originalmen­
te sería territorio “lígur”.

L íg u r

Entre los antiguos pueblos del Mediterráneo occidental encon­


tramos al de los figures. Si eran autóctonos o una tribu más de
invasores ide., es un debatido problema que debemos considerar
brevemente. En época histórica aparecen como un típico pueblo “re­
liquia”, habitando tierras pobres e inaccesibles, a las que se habían
visto confinados por la presión de pueblos más poderosos. Pero es
seguro, por el testimonio combinado de los autores antiguos y de los
topónimos, que en un tiempo se extendieron por un área mucho ma­
yor de la Europa occidental, llegando hasta la llanura del Po y por
el sur hasta Etruria y, según algunos autores, incluso hasta Roma
y el Lacio. Esta área se corresponde a grandes rasgos con la distri­
bución de los topónimos formados con el sufijo -s e - (por ejemplo
los hidrónimos Vinelasca, Tulelasca, Neviasca, etc.). También tene­
mos noticias de figures en Córcega; incluso de los siculos se ha afir­
mado que eran figures empujados a Sicilia por umbros y pelasgos.
Tanto en Sicilia como en Liguria encontramos los topónimos Entel-
la, Eryx y Segesta. La lengua de los figures ha sido descrita como
indoeuropea “por encima de toda duda”, 10 con base en que las pa­
labras figures como asía, Xepppu; “gazapo, conejo”, saliunca “vale­
riana” son todas indoeuropeas, y en que muchos de los topónimos
también lo son: por ejemplo el río Porco-bera “que lleva salmones”,
el monte Berigiema “que lleva nieve”, la ciudad de Bormiae “fuen­
tes calientes”, todos los cuales son restos de un dialecto ide. que
por el testimonio fonético no puede ser considerado ni itálico ni

10. W hatmough , Foundations, p. 129.


64 INTRODUCCIÓN AL LATIN

céltico. Esta tesis de que el lígur sea una lengua indoeuropea choca
con el testimonio de la arqueología, pues implica una invasión, se­
gún puede presumirse, procedente de la zona de los lagos de Italia,
de la que no hay huellas en las culturas prehistóricas de la región.
Esto nos hace volvernos a la hipótesis de que el lígur fuera hablado
por los descendientes de los habitantes neolíticos de la región. Que
de hecho los lígures fueron los ocupantes primitivos de su hábitat
histórico parecen indicarlo las relaciones lingüísticas con el sículo
que ya hemos examinado. Asi las cosas, se ha afirmado con no menor
seguridad que el lígur es no-indoeuropeo (H. Krahe), y que el ca­
rácter ide. de algunos de los topónimos ha de explicarse por la hi­
pótesis de que un pueblo ide. se hubiera superpuesto en un momen­
to dado a la población neolítica. La polémica parece resolverse en
una discusión de definición y cronología. Quienes defienden el carác­
ter indoeuropeo del lígur admitirían seguramente que ello implica
una invasión y sometimiento de la población preexistente, de la que,
por otra parte, se supone que habría emigrado desde África del
norte a Italia a través de España y Francia (O C D ,11 “Ligurians”) •
La cuestión ahora es a quiénes hay que asignar el nombre de “lí­
gures”, y luego en qué fecha llegó el pueblo al que tenemos que
atribuir las palabras y topónimos indoeuropeos admitidos por am­
bos bandos. Dejaremos la cuestión de lado con unas palabras de
prudencia. La interpretación de los topónimos prehistóricos es en
gran medida un dominio de la conjetura. Lo incierta que resulta
podemos verlo por un ejemplo clave. El orónimo Berigiema mencio­
nado en la Sententia Minuciorum ha sido analizado, según hemos
visto, como Beri-giema “que lleva nieve” (bher 4- *gheiem). Esto im­
plicaría que el pueblo que hubiera puesto este nombre hablara una
lengua centum, pero quedando su pertenencia al grupo itálico ex­
cluida por su tratamiento de la oclusiva aspirada (bh > b ). Ahora
bien, toda esta construcción cae por su base si, como ha sugerido
un estudioso digno de crédito, tenemos que analizar la palabra como
Berig-iema.

E l s u s t r a t o m e d it e r r á n e o

Desde los lígures dirigimos ahora nuestra atención a las contri­


buciones lingüísticas debidas a los pueblos mediterráneos autócto­
nos en cuya tierra se establecieron los protolatinos. Aquí nos encon­
tramos en seguida con una dificultad metodológica, dado que
tenemos poco o ningún conocimiento directo de las lenguas pre­

11. Oxford Classical Dictionary.


ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 65
indoeuropeas de Italia. No es suficiente mirar a todas las palabras
latinas sin etimología ide. como preindoeuropeas. Las corresponden­
cias en otras lenguas pueden haberse perdido, o haberse transfor­
mado la palabra latina por las incontables fuerzas innovadoras que
actúan en toda lengua, sin que podamos ignorar tampoco la posi­
bilidad del préstamo de lenguas desconocidas con anterioridad a la
invasión de Italia por los protolatinos, ni la de la creación inde­
pendiente. Es posible, sin embargo, alcanzar una aceptable certeza
en algunas clases de palabras. Se ha observado que las palabras de
sustrato que significan rasgos topográficos y animales y plantas
indígenas son particularmente resistentes en todas partes. Además,
tales palabras trascienden las fronteras lingüísticas, y su carácter
no ide. se descubre a menudo por el hecho de que, a pesar de apare­
cer en formas semejantes, no se las puede reducir a una forma origi­
naria común. Un ejemplo bastante elemental lo ofrece la palabra que
designa al metal “plomo”. Las variantes que presenta en las for­
mas dialectales griegas (qóXupSoq, póXipSoq, póXipoq, póXipoq) son
de por sí indicio de préstamo cultural. En lat. plumbum el pareci­
do, aunque vago, es inequívoco12. En los casos más favorables las
palabras indígenas presentan también rasgos morfológicos peculia­
res que dejan fuera de toda duda razonable su procedencia. Esto es
verdad, por ejemplo, de la palabra vaccinium. La palabra griega
correspondiente es úáiuvBoq. Nos encontramos ante un parecido ge­
neral en la parte radical de la palabra, pero las diferencias son tales
que excluyen el préstamo en cualquiera de las dos direcciones. Ade­
más, la palabra griega tiene el sufijo -iv0o- que aparece en muchos
topónimos y nombres de objetos de cultura (p. ej. Kópiv0oq, áoá-
(itv0ot; “bañera”) atribuidos a la población prehelénica del Egeo.
Por tanto, vaccinium puede atribuirse con un grado claro de cer­
teza al sustrato mediterráneo. En esta categoría de nombres botáni­
cos podemos incluir menta (gr. (iív0r|), viola (Fíov), lilium (Xeípiov),
cupressus ( K o v á p i c r a o c ; con el sufijo egeo - a e r o - que se encuentra
también en topónimos), laurus (las variantes griegas muestran la
señal de la procedencia foránea: Sáqjvr], S o c u k o v , b c x ú y y a , Xá<pvr]),
ficus ( a o K o q , t ü k o v , arm. thüz), citrus ( x é & p o c ; ) .
Si bien es indudable que estas palabras resultan en última ins­
tancia reductibles a una fuente mediterránea común, queda también
en claro que no hay justificación para postular una uniformidad
lingüística en la forma de una “lengua mediterránea” antes de la

12. p lu m b u m h a s i d o r a z o n a b l e m e n t e a t r i b u i d o a l i b é r i c o y p u e s t o e n r e ­
l a c i ó n c o n e l v a s c u e n c e b e ru n . U n a p a l a b r a “ c o l o n i a l ” c o m o é s t a p u e d e t o m a r
a s p e c t o s d ife r e n t e s e n la s le n g u a s q u e la im p o r t a n .
66 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

llegada de las diversas tribus indoeuropeas.13 En el nombre de la


“rosa”, por ejemplo, hay una aceptable semejanza entre gr. FpóSov
y el irán, wrdi (persa gul) que aparece como préstamo en el arm.
vard. En lat. rosa la consonante interior resulta desconcertante e
implica una fuente intermedia en la que - d - se hubiera asibilado.14
Otro rasgo singular es que la -s - intervocálica se haya mantenido
al margen del rotacismo normal en las palabras latinas (véase
p. 231).
Ha habido tentativas, especialmente por parte de estudiosos ita­
lianos, de aislar los caracteres de las lenguas mediterráneas. Así,
partiendo de la alternancia de consonantes que aparece, por ejem­
plo, en Padus : Patavium : Bodincus o Bergomum : Pergamum, se
han hecho deducciones acerca de la naturaleza de las consonantes
oclusivas mediterráneas. Pero la frecuente aparición en otros luga­
res de tales alternancias (por ejemplo, en los dialectos germánicos:
Beet/bed, Ding/thing/ting) debe imponer precaución a tales vuelos
de la fantasía. Por lo que se refiere al vocabulario, los dialectos mo­
dernos, especialmente los de las regiones alpinas, han sido tamiza­
dos en busca de palabras preide., y los estudiosos han llegado a ais­
lar una serie completa referente a particulares del terreno que re­
sultan de una semejanza sorprendente en su estructura fonética.
Así, ganda “escombro”, alba “roca”, balsa “pantano” , gana “arroyo”,
etc. Se las ha comparado con palabras etruscas como lada “mujer”
y se ha sacado la conclusión de que las formaciones de este tipo
eran predominantes en las lenguas mediterráneas. Éste es un ori­
gen aceptable para palabras latinas como baca “baya”, “uva” pues,
como hemos visto más arriba, las palabras relacionadas con la viti­
cultura suelen ser de origen mediterráneo. Varrón (L. L., 7, 87) nos
dice “vinum in Hispania baca”, y es tentador recordar aquí el nom­
bre del dios del vino BáK/o^.
Métodos similares se han empleado en los intentos de dar ma­
yor precisión a la noción de las áreas dialectales mediterráneas. Así
se ha aislado un sufijo mediterráneo occidental -i t - partiendo de
determinativos de lugar como Gaditanas, Iliberritanus, Panormita-
nus, etc. Sufijos sardos en -arr-, -err-, -u r r - se han encontrado en
“formas ligeramente divergentes” en topónimos de Sicilia como

13. Según K rahe (Indogermanisierung, pp. 32 ss.), se deben distinguir dos


áreas lingüísticas preindoeuropeas en Italia. Italia central y meridional, y Sici­
lia, sobre la base de los topónimos característicos en -ss- (Tylessos en el B ru t-
tium, Krimissa en la Italia meridional, Telmessos en Sicilia), en -v0- (Kokyn-
thus en el Bruttium), etc., pertenecen al área egeo-anatolia. K rah e pone esto
en conexión con las afirmaciones de los autores antiguos (como Dionisio de
Halicamaso, I, 23) acerca de la presencia de “pelasgos” en varias partes de la
Italia central y meridional. U n pueblo preindoeuropeo del Mediterráneo oc­
cidental eran los “figures” (véase supra).
14. Asibilación de d tuvo lugar en oseo y mesapio.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 67
"YKKocpoc, "IvSapa, Amápa, y tras habérselos puesto en relación
con el lat. suburra han sugerido la adscripción de las palabras la­
tinas arcaicas acerra “naveta para incienso” y vacerra “pilar, poste”
a una fuente mediterránea occidental.
Partiendo de los confusos y fragmentarios testimonios que he­
mos examinado en las páginas precedentes, podemos intentar aho­
ra el esbozo de los movimientos masivos de pueblos que llevaron a
la indoeuropeización de la península apenina y compendiar las múl­
tiples influencias que conformaron la historia primitiva de los lati­
nos y su lengua en su nuevo asentamiento. Los primeros invasores
hablantes de una lengua indoeuropea y procedentes de la Europa
central fueron los antepasados de los sículos. Los segundos en llegar
fueron los protolatinos, seguidos por los hablantes de los “dialectos
itálicos”. Sobre estos pueblos cayeron las varias tribus de invaso­
res ilirios, quienes tal vez produjeron el empuje que arrojó a los
protolatinos de su asentamiento en el valle del Po hacia su solar
histórico en el Lacio. Una vez que se mezclaron en su nuevo empla­
zamiento con un pueblo del grupo osco-umbro, tuvieron que sopor­
tar una nueva fuerza organizativa y civilizadora en forma de domi­
nación etrusca. Hasta dónde llegó durante el período de supremacía
etrusca este amalgamamiento de pueblos en el camino conjunto ha­
cia una nueva unidad puede adivinarse, según vimos ya, por el estu­
dio de los nombres de persona. Sobre esto ha escrito Krahe (In d o -
germanisierung, pp. 58 s s .):
dentro del sistema de los tres nombres un etrusco puede llevar nom­
bres latinos o umbros o ilirios, o bien un latino puede tener un
nombre etrusco o ilirio, un ilirio un nombre oseo o céltico o etrusco,
etc. Puede ocurrir también, aunque raramente, que cada uno de los
tres nombres, praenomen, nomen y cognomen, pertenezca a una len­
gua distinta. Esto deja ver muy claramente que estaba comenzando
un proceso de fusión a la mayor escala, que acabó a la postre por
completarse.

Por último, fue bajo la tutela etrusca como los romanos comen­
zaron el aprendizaje de las “ artes y disciplinas” dé la Grecia que
iba a durar todo a lo largo de su historia cultural.
C a p ít u l o III

LOS DIALECTOS LATINOS Y LOS PRIMEROS TEXTOS

Hemos examinado hasta aquí los testimonios que se refieren a la


prehistoria de la lengua latina y llegado a la conclusión provisio­
nal de que los protolatinos eran una tribu indoeuropea con origen
en la Europa central que penetró en Italia hacia el final del segundo
milenio antes de Cristo. Llegados al Lacio hacia el siglo x a. C., los
latinos se asentaron formando comunidades rurales dispersas o
populi que se unieron en confederaciones de vinculación poco es­
tricta. La propia Roma tuvo origen en un synoecismus de pueblos
latinos incinerantes y sabinos inhumantes. En el terreno político es­
tos diversos populi latinos se aliaron en términos de igualdad, esta­
do de cosas que se prolongó, con excepción del período de domina­
ción etrusca, hasta el siglo iv, en que Roma se impuso gradualmente
sobre sus hermanos más débiles, acabando por reducirlos en el 338
a la condición de aliados sometidos. Fue esta supremacía política de
Roma la que llevó gradualmente al desplazamiento de los dialectos
del Lacio por obra del latín de Roma. Sin embargo, que el romano
era en un principio simplemente uno más de los numerosos patois
latinos resulta evidente por el testimonio de las primeras inscrip­
ciones en lengua latina.
Por ejemplo, entre las inscripciones encontradas en el territorio
de Falerii (Civitá Castellana) hay una en la que se lee foied vino
pipa)o era carefo = hodie vinurn bibam eras carebo. Tenemos ejem­
plificada aquí una peculiaridad fonética que distinguía al latín de
Roma de los dialectos rurales y también de los demás dialectos itáli­
cos, a saber, el paso de - bh- a - b - entre vocales, frente a la -/- rüstica.
Un desarrollo paralelo afectó a la -d h - originaria, -d - en Roma fren­
te a -/- falisca, si es que efiles está correctamente interpretado como
aedilis. A pesar de su coincidencia en este punto con el osco-umbro,
el falisco era un dialecto de tipo latino, pues en él aparece qu como
resultado de *q«, que en osco-umbro se convirtió en p (véase supra).
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 69
Otros puntos de fonética que distinguen al falisco del latín son su
tratamiento de los diptongos (ai > é, como en pretod = praetor;
ou > ó, como en loferta1 = liberta) ; y la caída de consonantes fina­
les: cra(s), zenatuo(s), sta(t), mate(r). En la morfología podemos
destacar el dativo singular de la segunda declinación en -o i (zextoi),
la desinencia secundaria de tercera persona de singular -d (douiad =
det), el futuro en (carefo, pipafo) y el perfecto reduplicado fifi-
ked = finxit (?). Se ha hablado mucho de un supuesto genitivo en
-osio de la segunda declinación. Pero el único ejemplo aducido es
un kaisiosio1 2 que está abierto a la sospecha de ser una ditografía,
mientras que hay muchos ejemplos seguros del genitivo latino nor­
mal en -i. Hemos reservado para el final un punto interesante de
fonética: la oscilación entre / y h en inicial de palabra: hileo y filea,
haba = lat. faba, pero foied = hodie. Este fenómeno se encuentra
también en sabino y en etrusco, lo cual sugiere que en el falisco
podemos tener una lingua latina in bocea toscana. En todo caso el
mismo fenómeno aparece también en el dialecto latino de Preneste
(Palestrina), donde se han detectado otras influencias etruscas.
De Preneste procede el más antiguo texto latino conocido. En
una fíbula que data del siglo vi a. C. están escritas en caracteres
griegos las palabras: Manios : med : vhe : vhaked : numasioi = Ma­
nías me fecit Numerio. Volvemos a encontrar aquí el dativo en -oi
y otro perfecto reduplicado, fefaced, en lugar del heredado fécit
conservado en el latín de Roma. Reaparece en las formas oseas
fefacust, fefakid, hecho que quizá puede explicarse por la posición
geográfica de Preneste en la frontera lingüística entre latín y oseo.
Tanto fefaced como Numasioi presentan plenamente conservadas
sus vocales interiores. Mas es posible que en una época tan tempra­
na tampoco el latín de Roma hubiera experimentado su caracterís­
tico debilitamiento de vocales átonas (véanse pp. 220 s .). Otro rasgo
del prenestino es el paso de i a e ante vocal (comea, fileai) y en síla­
ba interior abierta ( Orcevio = Orcivius; el. Varrón, R. R., 1, 2, 14:
“rustid etiam quoque viam veham appellant et vellam non villam”) .
Por otra parte, en sílaba cerrada ante r, e pasó a i (Mirqurios, el.
stircus en Lucania y también oseo amiricatud — immercato). Así, el
lat. firmus frente a ferme puede ser forma dialectal, y un similar
origen dialectal puede atribuirse razonablemente a hircus.
En el tratamiento de los diptongos el prenestino, como otros
dialectos rústicos, difería del romano. En posición final -di > á
(dat. Fortuna, primocenia); ai > é (Esculapio); ei > e (Hercole);
oi > 5 (coraveron = curaverunt); eu > ou > 5 (Poloces < rioXuSeó-

1. Sobre esta palabra, véase p. 220.


2. Cf., sin embargo, e c o quto Ievotenosio, “yo soy el k ó Gc o v de I.” (V etter
en “Glotta”, 1939, 163 ss.).
70 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

kt] c) j au > ó (Flotia). AI igual que en falisco, s se pierde en final de


palabra (nationu = nationis), pero se conserva ante consonantes na­
sales, posición en la que se perdía en romano (losna ~ luna < *louks-
ná). En cuanto a morfología, podemos mencionar los nominativos de
plural en -es de la segunda declinación (m agistere(s)), formación que
se encuentra también en otros lugares, como Tíbur, capua y Falerii.
Otro fenómeno general en latín no romano es el genitivo singular en
-us (-o s ) ejemplificado en nationu(s). También en el vocabulario
tenemos algún testimonio de que los dialectos rurales diferían del de
Boma. Así, sobre la palabra nefrendes escribe Festo: “sunt qui ne-
frendes testículos dici putent, quos Lanuvini appellant nebrundines,
Orraeci vsppoúc, Praenestini nefrones”. Tenemos aquí un término dia­
lectal para “riñones” emparentado con el alemán Niere, en tanto que
el latín romano empleaba renes. Las variantes fonéticas nefrones, n e-
frundines, nebrundines, que presentan -/- y - b - respectivamente, son
dignas de mención. Otra palabra antigua conservada en latín rústico
pero perdida en el dialecto de Roma es la prenestina tongitio, nombre
verbal del verbo tongeo, emparentado con el inglés think. Sobre ella
escribe Festo: “tongere nosse est, nam Praenestini tongitionem di-
cunt notionem”. También el oseo presenta una palabra de esa raíz
en tanginom “sententiam”.
Aparte de las prenestinas y faliscas, las inscripciones latinas “ar­
caicas” de otras localidades presentan otras acusadas diferencias
respecto al latín de Boma, además de las ya mencionadas incidental­
mente. Será conveniente un resumen de las más importantes.
Entre las cuestiones de fonética podemos mencionar el paso de
d a r ante labial, como en arvorsum y arfuisse (cf. volseo arpatitu =
affundito y marso apur finem). Por ello arbiter puede ser palabra
dialectal. La violenta síncopa de vocales átonas ejemplificada en
formas como lubs por lubé(n)s, dedront por dederunt y cedre por
caedere es sólo aparente, porque en muchos casos los signos conso­
nánticos pueden tener valor silábico: b ----- be, d = de y c = ce. El
tratamiento dialectal de los diptongos se refleja en la declinación de
los nombres, por ejemplo en los dativos de singular Locina y Diane
(ambos < di), Marte (é < ei), etc.
En la primera declinación el nominativo de plural mantiene con
frecuencia la antigua desinencia -as (matronas, quas), mientras el
dativo de plural aparece una vez en la forma - as ( < ais: devas Cor-
ñiscas). Sobre el genitivo de singular en -aes (Aquiliaes) véase
p. 242. Entre las particularidades dialectales de la segunda declina­
ción, el pretendido plural en -ó s aparece solamente en nombres
gentilicios precedido de dos praenomina y que indican hijos del mis­
mo padre. Por eso las formas en -o(s) pueden interpretarse como
de singular. En el verbo, como desinencia media de la segunda per­
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 71
sona de singular, aparece frecuentemente - ms en lugar de la del latín
clásico -is: spatiarus. En el deda(nt) de CIL I2 379 tenemos una for­
ma reduplicada de do como en umbro. Puede verse la influencia del
oseo en las formas de imperfecto fundatid, proiecitad, parentatid de
Luceria (Apulia), acerca de las cuales véase p. 276.
Del latín de la propia Roma no tenemos más que algunos vis­
lumbres desesperantemente insuficientes hasta fines del siglo ni, en
que los textos se hacen más abundantes. [ N o t a 7.] La inscripción
más antigua es la escrita sobre un cipo mutilado encontrado en 1899
bajo una piedra negra que era considerada como indicadora de la
tumba de Rómulo. Sobre este cipo, que data del siglo v aproximada­
mente, está escrito verticalmente en bustrófedon un texto (n.° 3)
cuya evidente antigüedad e importancia para la historia del latín
ha excitado el ingenio de los estudiosos. Ha recibido interpretacio­
nes varias, como la de reglamentación referente a los privilegios del
rex sacrórum, ley de Tarquinio Prisco compuesta en saturnios, ley
de Tarquinio el Soberbio concerniente al botín de guerra, etc. De las
palabras de la parte conservada del texto parece haber acuerdo en
que guoi = qul, sacros = sacer, recei = regí, iouxmenta = iümenta,
iouestod = iüstó. Esto añade poco al conocimiento del latín que no
habíamos adquirido todavía por la reconstrucción. No menos des­
concertante resulta la inscripción escrita sobre una vasija de tres
compartimientos encontrada en 1880 en el valle situado entre el
Quirinal y el Viminal (n.° 2). En la primera línea es posible desci­
frar las palabras deiuos, qoi, med, mitat, cosmis, víreo, siet, pero el
sentido del conjunto todavía se nos escapa. En la segunda línea
nada es seguro. Las tres primeras palabras de la tercera línea due­
ños med feced significan evidentemente Bonus me fecit. En fin, si
bien los testimonios primitivos añaden pocos datos positivos a nues­
tro conocimiento del primitivo latín, sí permiten concluir que entre
los siglos v y in a. C. el latín cambió tan drásticamente que los
estudiosos ya no pueden comprender los textos de época anterior.
Es probable que los propios romanos se vieran en la misma dificul­
tad,3 a juzgar por el Carmen Arvale incluido en las actas de los ri­
tos de los Fratres Arvales correspondientes al año 218 d. C. Nos
encontramos ante un texto ritual con origen en un período muy

3. Esto está expresamente atestiguado por Polibio (3, 22, 3) al hablar del
tratado hecho entre Roma y Cartago al año siguiente de la expulsión de los
reyes: “M ás adelante doy una traducción tan precisa como puedo. Pues hay
una diferencia tan grande entre el dialecto hablado por los romanos de hoy y la
lengua antigua, que algunas partes a duras penas pueden elucidarse aun des­
pués de un cuidadoso estudio por las personas más inteligentes” (véase T e n n e y
F r a n k , An economic survey of ancient Rome, I , pp. 6 -7 . [ N o t a 8 .]
72 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

remoto que, transmitido a través de generaciones sucesivas de fun­


cionarios religiosos, se había convertido en puro galimatías para
quienes lo recitaban. Este texto (n.° 4) ha recibido reciente inter­
pretación de manos de E. Norden, quien lo traduce así:
(1) Salud, ayudadnos, Lares (tres veces).
(2) No permitáis que la peste o la catástrofe caigan sobre el pueblo.
(3) Sáciate, fiero Marte; salta sobre el umbral y quédate ahí en pie.
(4) llamad por turno a todos los Semones.
(5) Salud, ayúdanos, Marte.
(6) trium pe. [ N ota 9.]

El himno se cantaba en una ceremonia que tenía lugar en el lí­


mite (limen empleado en sentido metafórico, cf. postliminium) del
ager Romanus. Se implora en primer lugar la ayuda de los Lares
(que son los agri custodes, cf. Tibulo, 1, 1, 9). Luego Marte, que no es
sólo el fiero dios de la guerra, sino también el protector de las co­
sechas, la casa y las instalaciones rurales, es requerido para que
ocupe su lugar sobre el “umbral” y proteja a la tierra de las cala­
midades. Los Semones son un grupo de divinidades del que poco
se sabe, pero Norden sugiere que se trata de potencias divinas,
agentes ejecutores, por decirlo así, de los dioses supremos:
“Los Semones, manifestaciones de los poderes que protegen al
pueblo, prestarán su colaboración.” Puntos de interés lingüís­
tico son la interpretación de enos como é (partícula aseverativa
como gr. fj) más nos; el retrúecano lue{m) rue(m ) ( rúes en lugar
del posterior ruina; del mismo grupo semántico podemos citar
labes, strügés, tabes); sins aparece probablemente por sirias; fu es
un imperativo de la raíz *bhu, de la que salió una parte tan consi­
derable de la conjugación del verbo “ser” ; berber es una forma re­
duplicada de un tema demostrativo que aparece también en la
fórmula augural ullaber arbos (Varrón, L. L., 7, 8; véase p. 73), alter­
nen parece ser una forma de locativo empleada adverbialmente con
el sentido de “por turno, alternativamente”, advocapit es una forma
apocopada de advocapite, futuro empleado como imperativo. Es evi­
dente que en este documento tenemos un texto latino de extrema
antigüedad, si bien con algunas modernizaciones superficiales (así,
pleoris por pleoses) y posibles corrupciones. Pertenece a una anti­
quísima ceremonia situada en el corazón de la religiosidad oficial
romana. Con todo, Norden ha aducido pruebas de peso que indican
que incluso un documento tan antiguo de la latinidad romana debe
mucho en contenido, estructura y formulación a modelos griegos.
La influencia griega se deja ver también en otro documento fe-
chable en el siglo v a. C.: las X I I Tablas. Con ellas pasamos a una
fuente de información sobre la latinidad primitiva aún más turbia:
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 73
para nuestro examen de las X II Tablas no tenemos testimonio epi­
gráfico de primera mano. Hayan sido o no destruidas las tablas de
bronce originales en el saqueo de Roma del 390 a. C., desde luego “al
final de la República no existía ningún texto autorizado” 4. Nuestro
conocimiento del texto de las Tablas procede de citas o paráfrasis
de autores a partir del siglo i a. C., especialmente Cicerón y los ju ­
ristas. Los propios romanos creían que cuando los patricios fueron
obligados por la presión de los plebeyos a consentir en redactar un
código jurídico, se había enviado una embajada a Atenas para es­
tudiar la legislación de Solón, y que después de su regreso los de-
cemviri habían redactado el código, que habría sido inscrito sobre
diez tablas de bronce y fijado en la plaza del mercado (450 a. C.).
Las semejanzas de contexto y formulación con los primitivos códi­
gos legales griegos, por ejemplo el de Gortina (Creta), hace vero­
símil que este origen legendario contenga un núcleo de verdad. El
origen griego de este documento fundamental del derecho romano
explicaría por qué una palabra tan central del vocabulario legal como
lat. poena es un préstamo griego ( tioivt|) . La enorme importancia de
las X II Tablas con relación al desarrollo de la lengua literaria de los
romanos puede valorarse por la observación de Cicerón {De leg.,
2, 4, 9): “a parvis enim, Quinte, didicimus si in ius vocat atque eius-
modi alias leges nominare”. La significación del hecho de que un
texto que los escolares romanos se aprendían de memoria estuviera
basado en modelos griegos será estudiada más a fondo en nuestro
capítulo acerca del desarrollo de la lengua literaria. Los rasgos
lingüísticos arcaicos de los textos que los accidentes de la tradición
nos han conservado serán examinados en la segunda parte de este
volumen. Para ejemplos véase el Apéndice.
Entre los textos primitivos conservados en los escritos de auto­
res romanos posteriores hay otros cuya evidente antigüedad los hace
particularmente valiosos para nuestro conocimiento del latín pre­
literario. Entre ellos está la fórmula augural conservada en Varrón,
L. L., 7, 8. Tales fórmulas se habían hecho en gran medida ininteli­
gibles a los romanos de siglos posteriores y fueron objeto de inter­
pretación y controversia por parte de gramáticos y lexicógrafos, se­
gún se ve por el comentario de Varrón: “quod addit templa ut sint
tesca, aiunt sancta esse qui glossas scripserunt. Id est falsum nam..
Damos un texto de la fórmula esencialmente acorde con la restaura­
ción e interpretación de Ñor den (véase, sin embargo, la crítica de
K. Latte, “Philologus”, XCVII, 1948, pp. 143 s s .):

4. Jolowicz, Historical introduction to Román law, p. 106.


74 INTRODUCCIÓN AL LATIN

templa tescaque m(eae) fines Ita sunto


quoad ego easte lingua nuncupauero
ollaner arbos quirquir est quam me sentio dixisse
templum tescumque m(ea) f(inis) esto in sinistrum
ollaber arbos quirquir est quod me sentio dixisse
templum tescumque m(ea) í(inis) esto <in> dextrum
ínter ea conregione conspicione cortumione
utique eas rectissime sensi.

El augur está ocupado en señalar el templum dentro del que se


han de observar las señales. Ante él está una porción de suelo consi­
derada de carácter sobrenatural (cf. Accio, 557 W .: “quis tu es m or-
talis qui in deserta et tesca te apportes loca”, y Varrón, L. L., 7, 10:
‘‘loca quaedam agrestia, quod alicuius dei sunt”) . En la primera par­
te de la fórmula el augur escoge dos árboles, a derecha e izquierda,
y proclama que cada uno de ellos es templum tescumque. templum
tiene aquí el significado de “límite”, en tanto que tescum subraya
que se trata de terreno sagrado. Virgilio parece hacerse eco de esta
frase augural en su limina laurusque ( Aen., 3, 91), Las dos últimas
líneas están mutiladas y oscuras. Varrón parafraseó su sentido en los
términos “dentro de ellos están delimitadas las regiones en las que
los ojos han de observar”. Los tres nombres abstractos en -io pue­
den ser activos como obsidio o pasivos como regio, dicto, etc. El pre­
fijo core- en compuestos verbales tiene valor perfectivo (p. ej. cono­
ceré). Al mismo grupo semántico pertenece condicio de la extendida
raíz ide. *deik/dik que significa “señalar, indicar”. Así, condicio
significaba en un principio “la acción de señalar” o bien “al terreno
señalado”. Aparecía originariamente en contextos referentes al arre­
glo de disputas territoriales (cf. aequae condiciones), de modo que
en ciertos contextos condiciones es sinónimo de pax, otra palabra re­
ferente al señalamiento de lindes5 ( *pag “clavar”, cf. pala “estaca”).
Así, conregio, etc., pueden significar el espacio comprendido entre
ciertos límites trazados por el acto físico de trazar líneas (conregio),
utilizando la vista (conspicio), y por una operación mental (cortu-
mio). inter tiene aquí su más antiguo significado. Es la forma sepa­
rativa de in caracterizada por el sufijo -ter (véase p. 254). Como in,
podía en origen ir con ablativo locativo. La fórmula tal como se nos
aparece está incompleta y sin duda terminaba con una invocación
a la divinidad en la linea de la fórmula citada por Livio, 1, 18, 9:
“uti tu (luppiter) signa nobis certa adclarassis inter eos fines quos
feci”. Puntos lingüísticos de interés, aparte el arcaísmo técnico tes-
quom, son los demostrativos easte — istas, ollaner y ollaber (para

5. Para la semántica de las palabras que designan al “hito” véase mi The


Indo-european origins of Oreek justice (“Trans. Philol. S o c ”, 1950).
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 75
-n er cf. osco-umbro ner = sinister y gr. váp-repoi = inferí, sinistri;
para - ber cf. el reduplicado berber visto más arriba), quirquir =
ubicumque con una formación adverbial con -r similar a la del ing.
where, there, lit. kur, y lat. quór, cúr (véase p. 281).
Entre otras fórmulas religiosas conservadas por autores poste­
riores podemos citar las plegarias incluidas en las instrucciones que
Catón da a los agricultores (D e agr. culi., 132, 1, y 134, 3). Los ritos
descritos pertenecen al estrato más antiguo de la religión romana,
y entre las plegarias las más llamativas por su fraseología son las
dirigidas a luppiter Dapalis y a Jano al hacer la ofrenda de una
strues, de un fertum o de vino. Por ejemplo “postea laño vinum
dato sic: «lañe pater uti te strue ommovenda bonas preces precatüs
sum, eiusdem rei ergo macte vino inferió esto.» postea lovi sic:
«luppiter, macte isto ferto esto, macte vino inferió esto.»”. No
puede dudarse de que tenemos aquí “antiguas plegarias romanas in­
discutiblemente genuinas, sacadas de los libros de los pontífices y
conservadas en su estado original palabra por palabra” 6. Un térmi­
no técnico que recurre constantemente en estas oraciones es la
misteriosa palabra macte. El significado del término, sin duda de
gran antigüedad, era sólo vagamente comprendido incluso en la épo­
ca republicana y degeneró en una simple exclamación de congratu­
lación: macte virtute “ ¡bravo!”. La etimología popular conectó mac­
te, mactus con magnus y se lo explicó como magis auctus. Esta
explicación goza todavía hoy de cierto predicamento, considerándose
mactus como participio de un verbo *mago. Sin embargo, la serie
mactus, mactare, magmentum puesta en paralelo con aptus, aptare,
ammentum de apio sugiere un verbo básico *macio. Otros parale­
los morfológicos como lacio de lax, opio de ops hacen verosímil que
*macio se encuentre conectado de modo similar con un nombre *max
cuyo diminutivo sería macula “mancha”. El significado de “rociar,
asperjar” que así se elucidaría para macio, mactus, mactare, como
verbos aplicados a un acto ritual concreto está confirmado por los
contextos en que estas palabras están atestiguadas. Por ejemplo
Servio escribe sobre Aen., 9, 641:
Macte, magis aucte, adfecte gloria. Et est sermo tractus a sacris:
quotiens enim aut tus aut vinum super victimam fundebatur, di-
cebant “mactus est taurus vino vel ture”.

No hay nada de sorprendente en la evolución semántica de una pala­


bra que denotaba originariamente un acto ritual especial hacia los
sentidos más generales de “sacrificar”, “dar culto”, “consagrar” . De
los muchos ejemplos disponibles de numerosas lenguas baste con
mencionar uno latino: immolare, originariamente “espolvorear ha-

6. W ard F owler, Religious experience of the Román people, p. 182.


76 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

riña sobre la víctima”. Pero tal vez el paralelo más sorprendente lo


proporciona la palabra ing. bless “consagrar”, “bendecir”, que pue­
de emplearse en algunos contextos para traducir macte y mactare.
bless se remonta al germ. *blódisójan (véase O E D ,7 s. v.), derivado
de *blódo “sangre”. Significando en origen “rociar con sangre del
sacrificio”, evolucionó tanto su sentido que en la época de la con­
versión inglesa fue escogido para traducir el lat. benedlcere con
todas sus asociaciones de “venerar, alabar a Dios, invocar bendicio­
nes, bendecir a una divinidad”, etc. A la vista del uso de macte en
ritos dirigidos a Jano, las observaciones del OED sobre el significado
original del aing. bloedsian son de particular interés:
Significado origin al (p ro b .) hacer “sa g ra d o ” o “san to ” con sangre;
consagrar p o r m edio de algú n rito sacrifical q ue se ce lebra ba p a ra
hacer una cosa in violable p o r el u so p ro fa n o d e lo s h o m bres y la
influencia perniciosa de ho m bres o dem onios (la aspersión con san­
gre del dintel y las ja m b a s de la puerta, Exod., X I I , 23, p a ra h a ce r­
los santos p a ra el Señor e inviolables p a ra el Á n ge l E xterm in ado r,
era al parecer el tipo de idea expresado p o r bloedsian en lo s tiem ­
pos p recristianos).
( .. i
Hay pues acuerdo general en que la aspersión ceremonial descrita
como mactare era algo así como un rito que transfería a la víctima
de la esfera de lo profano a la de lo sagrado. Así, Varrón describe a
un cerdo que recibe tal tratamiento como mola mactatus ( Men., 2,
Bue.) “rociado con harina (que consagra)”.
Es ahora el momento de pasar de estos escasos restos del latín
arcaico a averiguar cómo el latín de Roma fue reemplazando gra­
dualmente a los demás patois de Lacio. Este proceso lingüístico fue,
como todos, reflejo y consecuencia de hechos políticos y sociales.
Hacia mediados del siglo v a. C. el pueblo sabélico de las montañas
comenzó a descender a las llanuras. La tradición sostiene que el
Capitolio fue ocupado por los sabinos y Tusculum por los ecuos.
A la vista de este peligro el pueblo de Roma y las demás comunidades
latinas se vieron forzadas a una cooperación político-militar en la
que Roma fue asumiendo gradualmente el papel preponderante. Las
amenazas de los diversos enemigos pi’ovocaron la alianza con los
latinos de 358-354, con los ecuos de Tíbur y Preneste en 354-350 y
con los faliscos en 343-339. A la postre estalló el conflicto entre Roma
y sus aliados, y hacia el 335 los latinos se encontraban ya bajo con­
trol romano; sus ciudades quedaron reducidas a la condición de
municipia; su territorio, bajo la supervisión de colonias romanas.
Ahora bien, la consolidación romana no se produjo por la vía de la 7

7. Oxford English Dictionary.


ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 77
supresión, sino de la absorción. Durante este período vemos a fami­
lias de origen no romano desempeñando papeles prominentes en los
asuntos de Roma. La anexión del Lacio abrió el consulado a las fa­
milias nobles de las comunidades conquistadas, y Cayo Marcio Rú­
tilo, el primer dictador plebeyo, era de origen volsco. Fue sin duda
este aflujo y absorción de elementos no romanos por el Estado ro­
mano el que transformó el dialecto de Roma en un latín metropo­
litano, algo así como el inglés estándar, que, si bien es básicamente
el dialecto de las clases educadas y comerciantes de Londres, surgió
de la fusión de elementos procedentes de muchos dialectos distin­
tos. Típicas consecuencias de este proceso son los dobletes dialec­
tales como whole y hale, skirt y shirt, fox pero vixen, raid y road,
etc.; en la morfología, la desinencia de la tercera persona de singu­
lar -s, que reemplazó a -th sólo a partir de los siglos x v i - x vii , es de
origen septentrional, como lo son los pronombres they, them, their.
Del mismo modo el latín metropolitano tomó palabras y formas de
las zonas rurales. Éstas se revelan como intrusas por sus divergen­
cias fonéticas. El diptongo ou evolucionó a ü en romano, a ó en cier­
tos dialectos rurales. Por tanto robus y róbigo ( < *reudh-) han de
considerarse intrusos rústicos en la metrópoli. A estas palabras po­
demos añadir, por el mismo rasgo, ópilio (en lugar del urbano üpi-
lio < *ovi-pilio). Se dice que domos era una forma rústica del ge­
nitivo de singular de domus empleada por Augusto en lugar de
domüs ( < *domous). El desarrollo dialectal au > ó señala como
rústicas a palabras como clódus, coda, codex, lótus, lotium, lómen-
tum, olla, ollula, plóstrarius, plóstellum, (urbano plaustrum), etc. En
relación con el paso rústico de ae a é podemos citar a Varrón, L. L.,
5, 97: “in Latino rure edus qui in urbe ut in multis A addito haedus”.
Ciertos dialectos rurales se distinguían del romano por la ausencia del
rotacismo, que hacia pasar la - s - intervocálica a -r - (flós, flóris).
A tales dialectos tenemos tal vez que atribuir palabras latinas como
adasia (“ovis vetula recentis partus”), caseus, y nombres propios
como Caesar, Valesius, etc. casa, si realmente deriva de *qatia,
tiene que provenir de un dialecto que asibilara la t ante i, cf. "o.
Bansae = Bantiae, marso Martses “Martiis”. En todo caso la -s-
intervocálica no es romana. De modo similar, la intervocálica
frente a b o d urbanas denuncia como intrusos dialectales a las
siguientes palabras: rüfus ( < *reudhos, forma dialectal correspon­
diente al rom. rüber < *rudhros), scrofa, vafer (también vaber). Por
último, la forma fonética de furnus (cf. fomax) y ursus (esperaría­
mos *orsus, véase p. 224) sugiere que estas palabras vienen de dia­
lectos en que o pasó a u ante - r - en sílaba cerrada.
Que la Roma primitiva era esencialmente una comunidad de agri­
cultores resulta evidente por el testimonio de la religiosidad bficial
78 INTRODUCCIÓN AL LATIN

romana, que, como se ha dicho, es la adaptación de un culto agríco­


la, así como del primitivo derecho romano, que refleja los intereses
y conflictos propios de los labradores. En un sugestivo trabajo
J. Marouzeau ha señalado que la visión del mundo propia del labra­
dor persiste en muchas palabras, metáforas y proverbios romanos.
Así, pecunia refleja la valoración de la riqueza en términos gana­
deros, según observó ya Cicerón, “tum erat res in pecore... ex quo
pecuniosi... vocabantur” . De ahí que el locuples sea el que tiene
“su parcela (locus) llena”. También emolumentum es probablemen­
te en origen un término agrícola, el que designaba la cantidad de
harina procedente de moler (molere) una cantidad dada de grano.
(Sin embargo, la conexión que se ha supuesto entre el término ar­
caico adoria “gloria militar en cuanto recompensa” y ador, adoris
“una especie de grano, espelta” debe ser rechazada.) También laetus
era una palabra rural que significaba “lozano, rico, productivo” ,
empleada para referirse a tierras y mieses ( “quid faciat laetas sege-
tes”, Virg., G., 1,1; “ager laetus”, Catón, Agr., 61, 2), así como a ani­
males (“glande sues laeti redeunt”, Virg., G., 2, 520). Este sentido tan
concreto se ve claramente en los derivados laetare “abonar” y lae-
tamen “estiércol, abono”. En la lengua de los augurios un laetum
augurium era el que presagiaba abundancia y prosperidad; de ahí
el significado de “alegre, gozoso”. De modo paralelo, félix significa­
ba originariamente “lo que produce mieses” (los derivados en -le-,
-d e-, -ü c-, etc., son especialmente característicos del vocabulario
rústico) y pasó luego a emplearse metafóricamente con el valor de
“feliz, favorecido por los dioses, propicio”, almus, derivado de olere,
muestra una evolución semántica similar: se emplea con ager, térra,
vitis, etc., y también con referencia a diosas conectadas con la ferti­
lidad, Ceres, Maya, Venus, probus deriva de *pro-bhuos y significa­
ba “lo que crece en debida forma”, por ejemplo “probae... fruges
suapte natura enitent” (Accio, Trag., 199 s. W .) Luego se empleó con
un sentido metafórico moral. Una evolución similar se observa en
frugí, dativo de frux, que se empleaba en expresiones del tipo esse
jrugi borne “ser capaz de dar buen fruto”. Se aplicó luego la ex­
presión a personas con sentido moral, y en cierto momento bonae
/rugí se abrevió en jrugi, que pasó a funcionar como adjetivo indecli­
nable. luxus y luzuria parecen haberse referido en un principio al
crecimiento incontrolado y desordenado de la vegetación: “luxuriem
segetum teñera depascit in herba” (Virg., G., 1, 112). Se ha estable­
cido una plausible conexión de estas palabras con el adjetivo luxus
“dislocado, desplazado” (para el cambio de significado véase gr.
ÁeÁuytapévac; “afeminado”), pero otros autores consideran luxus
como derivado de un desiderativo que contenía la forma alargada
de la raíz que se ve en luo (cf. fluxus, laxus). También pauper era
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 79
un término agrícola que se aplicaba tanto para animales como para
tierras con el significado de “poco productivo” . De las faenas agrí­
colas provienen delirare, literalmente “apartarse del surco” (lira),
de donde “salirse del camino”, “estar loco”, y praevaricari, forma de­
rivada de varus “patizambo”. En las faenas de labranza significaba
“hacer un surco torcido” (“arator praevaricatur”, Plinio, N. H., 18,
179) y pasó a emplearse en la lengua del foro para referirse al abo­
gado que actúa en connivencia con la parte contraria. El mundo de
intereses del ganadero resulta evidente en el término subigere “poner
a la hembra bajo el macho” o “poner al buey bajo el yugo”, fénus
“interés” fue derivado por los antiguos de la misma raíz que félix.
Se contemplaba al capital como productor de frutos: “fenus... a
fetu quasi a fetura quadam pecuniae parientis atque increseentis”
(Varrón, ap. Gelio, 16, 12, 7); cf. gr. tó k o ?. Del atar a los animales
proceden los términos impediré y expedire. Un animal cojo era pec-
cus, de donde el derivado peccare (“solve senescentem mature sanus
equum, ne peccet ad extremum ridendus et ilia ducat”, Hor., Ep.
1,1, 8). incohare es literalmente “unir al cohum”, una parte del yugo.
stimulare e instigare significan “espolear con el aguijón”, egregias y
eximius significan ambos “una res escogida del rebaño, selecta”
( “eximium inde dici coeptum quod in sacrificiis optimum pecus e
grege eximebatur”, P. F„ 72, 3). Por otra parte, contumax se aplica­
ba en principio a los animales indomables, díscolos. Una noción si­
milar subyace en calcitro (“equum mordacem, calcitronem”, Varrón,
Men., 479). En la lengua del derecho encontramos el término rivalis,
derivado de rivus “arroyo”, que adquirid significación metafórica
en las disputas sobre derechos de aguas, según se ve por Digesto,
43, 20, 1: “si ínter rivales, i. e. qui per eundem rivum aquam ducunt,
sit contentio de usu...”. El término legal stipulari tiene su origen en
la rotura simbólica de una paja (stipula) que se hacía al concluir
un contrato. El forum, la plaza del mercado romana, el centro de
la vida pública, tiene un nombre que designaba en un principio al
vallado que rodeaba la granja. También cohors era un término ru­
ral que designaba en origen el patio, corral o cercado donde se guar­
daban ganados, aves, aperos, etc. [ N o t a 10] (“cohortes sunfc villarum
íntra maceriam spatia”, Non., 83, 11). La palabra fue luego aplicada
por este pueblo de labradores-soldados a una parte del campamento
y después a la unidad acampada en ella, de modo que vino a signifi­
car técnicamente una subdivisión de una legión. Una cohorte com­
prendía tres manipuli. Estas unidades también derivaban sus nom­
bres del vocabulario rústico. Literalmente “puñado, manojo”, m a-
nipulus, designaba técnicamente los haces que el segador tomaba en
su mano y ataba luego juntos por medio de algunos tallos entrelaza­
dos (manípulos obligare, vincire, etc.). El manipulus llevaba como
80 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

enseña un haz de heno, y así llegó la palabra a ser el nombre de


la unidad misma (cf. el calco semántico griego aireípa “algo a lo
que se da vueltas, que se ata”). Por último podemos mencionar el
término militar agmen, que era “algo que se llevaba hacia adelante:
un rebaño o manada”. Una figura tan drástica como podría ocurrír-
sele a un campesino es la ejemplificada por tribulare trihulatio, de­
rivados de tribulum, trillo provisto de afilados dientes. Que también
aerumna debe haber tenido alguna vez un significado material es
evidente por la observación de Pesto sobre el diminutivo aerumnu-
la: “aerumnulas Plautus reíert furcillas quibus religatas sarcinas
viatores gerebant..., itaque aerumnae labores onerosos significant”,
P. F., 22, 13. La palabra es tal vez de origen etrusco, según sugiere
el sufijo -u m n - (véase p. 58). La noción subyacente de “carga” se
ve todavía en los ejemplos más antiguos: aerumnas (erre, gerere
(Ennio). También promulgare es un pintoresco término rural em­
pleado originariamente para la operación de “sacar la leche de la
ubre”. También verbos comunes como eernere y putare eran térmi­
nos agrícolas que designaban, respectivamente, las labores de la
“criba” y la “poda” (putare es en realidad un derivado de putus
“limpio, puro”), propagare es “plantar un esqueje o vástago” (pro­
pago).
Marouzeau llama también la atención sobre el gran número de ex­
presiones proverbiales latinas que se refieren a la vida del campo
en sus diversos aspectos. Pero la significación del hecho es proble­
mática, ya que lo mismo ocurre en cási todas las lenguas. Expresio­
nes como “recoger el heno mientras hay sol” (“aprovechar la opor­
tunidad”) salen fácilmente de los labios del inglés más hecho a la
vida de ciudad. Además, dado que el desarrollo de la industria
es relativamente reciente y que la mayoría del género humano se ha
sustentado desde la época neolítica por medio de la agricultura y
actividades afines, es inevitable que todas las lenguas sean eminen­
temente langues de paysans.
Tal era, pues, la lengua de la Roma primitiva, una lengua llevada
a Italia por.un pueblo indoeuropeo que tras largo errar acabó por
asentarse en el Lacio. Allí se mezcló con la lengua de un pueblo
indoeuropeo distinto, y empezó su lenta marcha hacia una posición
de significación mundial bajo la tutoría de Etruria y de Grecia. Con
el incremento del poder de Roma y su acceso a la supremacía polí­
tica de Italia recibió y absorbió a emigrantes procedentes del Lacio
y luego de toda la península, incluida Magna Grecia. No fue sim­
plemente la aristocracia dominante la que se vio así incrementada.
Por lo menos desde el siglo vi Roma se había convertido en “la más
rica ciudad de Italia al norte de la Magna Grecia”, atrayendo y reci­
biendo a inmigrantes, entre ellos a “un numeroso grupo de artesanos,
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 81
artistas y constructores griegos” 8. Recientemente un estudioso dig­
no de crédito ha defendido con razones de peso que la finalidad
de las reformas servianas era la de aprovechar esta masa de resi­
dentes no ciudadanos para las necesidades militares del Estado ro­
mano (H. Last, J. R. S., X X X V , 1945, 33 s.). El influjo de estos ele­
mentos nuevos no podía por menos que dejar consecuencias lin­
güísticas. En los barrios populares de la gran metrópoli, la lengua,
sin la disciplina de una norma literaria, experimentó un desarrollo
exuberante y desenfrenado. Nuestra tarea ahora debe ser la de in­
tentar formarnos un juicio de esta lengua hablada de los primeros
tiempos de la República.

8. Cf. C i c e r ó n , De rep., 2, 19, 34: “non tenuis quidam e Graecia rivulus in


hanc urbem sed abundantlssimus amnis illarum disciplinarum et artium ”.
Cicerón cita como ejemplo a Demarato de Corinto (segunda mitad del si­
glo v i i a. C.).
C a p ít u l o IV

EL LATÍN COLOQUIAL: PLAU TO Y TERENCIO

Está en la naturaleza de las cosas el que, en la carencia de apa­


ratos de grabación fonográfica, no pueda darse conocimiento direc­
to alguno de la forma hablada de cualquier lengua no contemporá­
nea. A lo más que podemos aspirar es a extraer rasgos coloquiales
de los documentos escritos accesibles a nosotros. Este análisis re­
quiere un conjunto de criterios que nos capaciten para señalar como
“coloquiales” determinados fenómenos. La lengua hablada se dife­
rencia de la escrita, ante todo, por la mayor intimidad del contacto
entre hablante y oyente. El “toma y daca” del diálogo aumenta la
tensión emocional, que se manifiesta en interjecciones, exclamacio­
nes, energía, exageración, insistencia y constante interrupción. La
rapidez y espontaneidad de la conversación reduce el elemento de
reflexión. Las frases no se organizan en estructuras lógicas consis­
tentes por sí mismas, sino que el contenido significativo se comuni­
ca a saltos, con paréntesis, reflexiones secundarias y los cambios de
construcción que los gramáticos catalogan como anacolutos, conta­
minaciones, etc. Lo más importante quizá es el hecho de que la con­
versación se desarrolla en un contexto situacional ya dado que fre­
cuentemente hace innecesaria y redundante la referencia lingüística
pormenorizada y explícita. De ahí que la lengua coloquial se carac­
terice por su capacidad de alusión directa, por sus elementos deíc­
ticos, abreviación, elipsis y aposiopesis. J. B. Hofmann ha aplicado
estos criterios al estudio de la lengua de los comediógrafos roma­
nos y de las cartas de Cicerón y ha reafirmado la opinión general de
que tales documentos reflejan el latín hablado de su tiempo. Vamos
ahora a analizar esta tesis.
A primera vista la abundancia de interjecciones apoya la opinión
expresada: vae tergo meo!, heu me miserum!, heus tu!, hem!, etc.;
muchas de ellas proceden del griego: attatae, babae, eugepae. Una in­
terjección puede incluso aparecer introduciendo una pregunta: “eho
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 83
an dormit Sceledrus intus?” {Mil., 822). Son frecuentes los acusa­
tivos exclamativos: lepidum senem, facetum puerum, bono sub-
promo et promo céllam creditam; estos acusativos aparecen a menu­
do unidos a interjecciones: en ecastor hominem periurium; edepol
senem Demaenetum lepidum fuisse nobis, etc. En relación con esto
podemos mencionar los ruegos e imprecaciones abreviadas como ita
me Hercules (iuvet), el infinitivus indignantis del tipo perii, hoc ser-
vum meum facere esse ausum (“ ¡estoy perdido; que mi propio esclavo
se haya atrevido a hacer esto!” ); asi como frases exclamativas
en general: “ut adsimulabat Sauream med esse quam facete!” (Asin.,
581).
La tensión emocional del habla popular aparece también clara
en repeticiones del tipo abi abi aperite aperite; ut voles ut tibi lube-
bit; así como en la constante insistencia sobre la atención del oyen­
te: tu, frater ubi ubi est; tun, Sceledre, hic, scelerum caput. Este em­
pleo “prostáctico” del pronombre personal de segunda persona lleva
en ocasiones a claros desajustes sintácticos: “tu, si te di amant,
agere tuam rem occasiost” {Poen., 659); “sed tu, qui pro tam corrup­
to dicis caussam filio, eademne erat haec disciplina tibi? (Bacch.,
420 s.); tenemos casos aún más notables, como “eamus, tu, in ius”
(Truc., 840), que se ha tratado de explicar, un poco retorcidamente,
como contaminación de eamus ambo in ius e i tu mecum in ius. El
lenguaje coloquial hace un uso mucho más libre de los pronombres
personales y demostrativos que el latín escrito. Ejemplos típicos son:
“quia si illa inventa est quam ille amat, recte valet” (Bacch., 192);
“pallam illam quam tibi dudum dedit, mihi eam redde”. Este is
“anafórico” puede incluso referirse a la persona a quien se dirige el
hablante: “tu autem quae pro capite argentum mihi iam iamque
semper numeras, ea pacisci modo seis” (Pseud., 225 s .); “quid illum
ierre vis, qui tibi quoi divitiae domi maxumae sunt, is nummum
nullum habes?” (Ep., 329 s.). Tal redundancia expresiva, producto de
la ansiedad del hablante por remachar lo que quiere decir, es parti­
cularmente frecuente en los superlativos: primumdum omnium “an­
tes de todo”; hominem omnium minimi pretii; perditissimus ego
sum omnium in térra; quantum est hominum optumorum optume, etc.
Los comparativos dobles son en no menor medida rasgos del habla
popular: “nihil invenies magis hoc certo certius” (Capt., 644); “ini-
miciorem nunc utrum credam magis” (Bacch., 500); “magis maiores
nugas” (Mere., 55). Plauto abunda, además, en ejemplos de la ten­
dencia general a reforzar las expresiones negativas: “ñeque ego hau
committam” (Bacch., 1037); “nec te aleator nullus est sapientior”
(Rud., 359); “ñeque id haud immerito tuo” (Men., 371). A menudo se
da a la negación una forma más plena: así, nullus aparece empleado
por reore en expresiones del tipo “is nullus venit” (Asin., 408)? por ne
84 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

en “tu nullus adfueris” (Bacch., 90); haud quisquam sustituye al más


incoloro nemo. íntimamente relacionado con estos fenómenos está
el uso pleonástico de los pronombres que significan “alguien, algo”
en expresiones negativas: “ne quid significem quippiam mulierculis”
(Rud., 896); “ne dum quispiam... imprudentis aliquis immutaverit”
(Mil., 431); “nisi quid ego mei simile aliquid contra consilium paro”
(Vid., 67). En realidad el pleonasmo es un recurso tan connatural a
la retórica popular que podemos contentarnos con unos pocos ejem­
plos tomados al azar: ambo... dúo; ídem unum; par ídem; repente...
súbito; continuo... protinam; ómnibus universis; rursum recipimus;
exire foras.
Es en el vocabulario donde el afán de impresionar, convencer y
dominar al oyente produce más fuertes efectos, y es en él donde
resulta más evidente el tono coloquial de Plauto. Palabras incoloras
como dico encuentran sustitutos más evocadores como narro, fa-
bulor, memoro, o, en el imperativo, cedo “ ¡desembucha!”. En lugar
de miser sum encontramos vivo miser, por benevolens est, benevo-
lens vivit. Los usuales bonus, bene ceden paso a bellus, pulchre,
lepidus, lautus; minutas y granáis suenan mejor que parvas y mag­
nas. Una rica variedad de expresiones se pone al servicio de la no­
ción de “muy, mucho” : admodum, nimis, oppido, solide, probe, stre-
nue, etc. Resulta más claro el sabor coloquial de expresiones como
“verum, si frugist, usque admutilabit probe” (“pero si sabe su oficio
lo esquilará hasta desollarlo”, Capt., 269); “epityra estur insanum
bene” (M il, 24). Abundan en Plauto pintorescos giros de jerga
como “me... decet curamque adhibere ut praeolat mihi quod tu
velis” (“me conviene estar atento para olerme de antemano lo que
tú quieres”, Mil., 40); “ea demoritur te” (“ella se muere por ti”,
Mil., 970); “mulierem nimi’ lepida forma ducit” (“se lleva una mujer
francamente guapa”, Mil., 870); “sed ecqua ancillast illi? est prime
cata” (“pero ¿tiene ella criada? Sí, y es una astuta de primera”,
Mil., 794; cf. “fabula prime proba”, Nevio, Com., 1); “tum igitur ego
deruncinatus, deartuatus sum miser” (“entonces, pobre de mi, me
veo desollado y descoyuntado”, Capt., 641).
El último de los ejemplos propuestos presenta un recurso predi­
lecto del lenguaje popular: la sustitución de los verbos simples por
compuestos, dotados de mayor fuerza expresiva. Ejemplos con el
prefijo de- son deascio, deamo, delacero, deludifico, derogito, deluc-
to, etc. Este prefijo sirve también para dar intensidad a otras partes
de la oración: derepente, desabito, etc. Tal vez el grupo más nu­
meroso de compuestos expresivos es el de los formados con el pre­
fijo con-, de los que comedo, que acabó por desplazar al verbo sim­
ple edo, puede servir como ejemplo típico; otros son condeceo,
consilesco, commereo, commisceo, commonstro, comperco. compre-
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 85
cor, concaleo, condolesco, confodio, confulgeo, etc. Los compuestos
con ad- son menos frecuentes: adcredo, adformido, adlaudo, admo-
deror. También aparece este prefijo reforzando otras partes de la
oración: apprime, approbe, adaeque.
También la sufijación desempeña un papel en la tarea de dar
mayor volumen y fuerza a los verbos simples. Así, fodico, frico y
vellico hacen las veces de fodio, frió y vello. Mas lo específicamen­
te característico del habla popular es la sustitución de los verbos
simples por sus correspondientes formas frecuentativas, proceso que
se perpetuó todo a lo largo de la historia del latín hasta la época
de las lenguas románicas. Plauto abunda en verbos como essito,
fugito, sciscito, dudo, minitor, quaerito, negito, dormito, loquitor.
Sin embargo, son los diminutivos la clase más importante de pala­
bras con carga emocional. Tales formaciones no indican simplemen­
te pequeñez como en catillus, un catinus pequeño, naturalmente,
sino que, con las connotaciones añadidas de “querido” , “pobrecillo”
y similares, expresan toda una serie de actitudes emocionales: ter­
nura y espíritu juguetón, jocosidad, familiaridad y desprecio. Una
muliercula no es una mujer pequeña, sino una mujerzuela, y se em­
plea generalmente con referencia a una cortesana. Cuando Hegión
en los Captivi dice: “ibo intro atque intus subducam ratiunculam”
(v. 192), el sabor de la expresión viene a ser como el de la moderna
“una miaja de cuenta”. En el Miles gloriosus el tono astuto e insi­
nuante de Lurción cuando es sometido a interrogatorio por Pales-
trión resulta evidente en el diminutivo que emplea: “sed in celia
erat paullum nimi’ loculi lubrici” (“un lugarcillo un poquito dema­
siado resbaladizo”, v. 852).
La familiaridad no sin mezcla de desprecio es clara en “quis haec
est muliercula et ille gravastellus qui venit?” (“¿quién es esta mu­
jerzuela y aquel vejete que allí viene?”, Epid., 620). La escena de
la subasta burlesca del stichus proporciona algunos ejemplos del uso
eufemistico de los diminutivos, ya que algunos de los artículos que
se ofrecen a la venta son “cavillationes adsentatiunculas ac peiiera-
tiunculas parasíticas” (w . 228 s.). Mas es, naturalmente, en la len­
gua del amor donde los diminutivos encuentran un empleo más sim­
pático y profuso como expresiones de cariño: mi animule, mea
melilla, meus ocellus, meum corculum, melculum, verculum, o cor-
pusculum malacum, mea uxorcula, edepol papillam bellulam, belle
belliatula. Un ejemplo francamente exagerado es el que nos ofrece
la tan citada carta de amor del Pseudolus (64 s s .):

nunc nostri amores, mores, consuetudines,


iocu’, ludus, sermo, suavisaviatio,
compressiones artae amantum corporum,
86 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

teneris labellis molles morsiunculae,


nostrorum orgiorum... —iunculae,
papülarum horridularum oppressiunculae...

El mismo estilo de parodia aparece en Asinaria, 666 ss.:


dic me igitur tuom passerculum, gallinam, coturnicem,
agnellum, haedillum me tuom dic esse vel vitellum,
prehende auriculis, compara labella cum labellis.

Debe notarse que las formaciones de diminutivo no se encuentran


solamente en los nombres, sino también en los adjetivos (vetulus,
dicaculus, primulo diluculo, minutulus, etc.), adverbios (pausillatim,
pauxillisper, etc.), y especialmente comparativos (plusculum, am-
pliuscule, liquidiusculus, maiusculus, nitidiuscule, tardiuscula). In­
cluso encontramos el derivado verbal missiculare ( Epid., 132), con
el que podemos comparar pensiculo (Gelio y Apuleyo).
Vamos a cerrar esta rápida ojeada a los caracteres coloquiales
del latín plautino con la consideración de algunos fenómenos que
reflejan la rapidez y espontaneidad del diálogo. Se requiere la aten­
ción del oyente por medio de frases introductorias como quid ais?,
quid vis?, viden?, scin?, quid tu? El discurso continúa luego en frases
cortas desconectadas, sin marcas explícitas de subordinación: nunc
quid vis? id volo noscere; dic mihi, quid lubet; cf. “sed volo scire,
eodem consilio quod intus meditati sumus gerimus rem?” (Mil., 612).
Tales yuxtaposiciones son las que han dado origen al empleo no clási­
co del indicativo en interrogaciones indirectas: “scio iam quid vis di-
cere” (Mil., 36). Estas construcciones paratácticas abundan en Plau-
to (véase Sintaxis, p. 324); “sed taceam, optumum est” (“me callaré,
es lo mejor”, Epid., 59); “iam faxo hic erit” (Mil., 463); “adeamus
appellemus” (M il, 420); “ibo... visam” (“iré y veré”, Bacch., 235);
“hoccine si miles sciat, credo hercle has sustollat aedis totas”
(M il, 309); “hercle opinor, ea videtur” (“pardiez que me parece que
es ella”, Mil, 417). Cualquier tipo de subordinación lógica puede
estar implicado en tales yuxtaposiciones; consecutiva como en “tan­
tas divitias habet, nescit quid faciat, auro” (“tiene tantas riquezas
que no sabe qué hacer con su oro”, Bacch., 333); “nam nimi’ calebat,
amburebat gutturem” (Mil., 835); “sed me excepit: nihili fació quid
illis faciat ceteris” (Mil., 168). En el ejemplo que sigue la interroga­
ción equivale a una oración condicional, expresándose la apódosis
por medio de una frase deíctica yuxtapuesta: “opu’ne erit tibi ad-
vocato tristi, iracundo? ecce me!” (M il, 663).
La expresión coloquial está a menudo interrumpida por parén­
tesis: “nam vigilante Venere si veniant eae, ita sunt turpes, credo
ecastor Venerem ipsam e fano fugent” (“pues si vinieran estando
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 87
Venus despierta, tan feas son, por Cástor, que serían capaces, creo,
de hacer escapar del templo a la misma Venus” Poen., 322 s .). Tales
paréntesis son especialmente frecuentes con expresiones de corte­
sía (“sed, amabo, advortite animum”, Mil., 382) o modestia (opinor,
credo, etc.). El paréntesis plenamente explicativo parece más raro
en Plauto que en Terencio, de quien toma Hofmann la mayoría de
sus ejemplos: “dictum hoc ínter nos fuit (ex te adeo ortumst) ne
tu curares meum neve ego tuom?” (Ad., 796 ss.); “minis viginti tu
illam emisti (quae res tibi vortat m ale): argenti tantum dabitur”
{Ad., 191); “nimium Ínter vos, Demea, ac (non quia adens praesens
dico hoc) pernimium interest” {Ad., 392). También es un hecho fre­
cuente en el habla coloquial el que el hablante complete el esquema
de una frase y desarrolle luego una serie de ideas secundarias. Te­
nemos este tipo de adiciones en “ait... sese illum amare, meum erum,
Athenis qui fuit” (“dice que está enamorada de él, de mi amo, el
que estuvo en Atenas”, Plauto, Mil., 127); “dedi mercatori quoidam
qui ad illum deferat, meum erum, qui Athenis fuerat, qui hanc ama-
verat” ( “se la di (la carta) a un mercader para que se la entregase
a él, a mi amo, el que había estado en Atenas, que se había enamo­
rado de ésta”, Mil., 131 ss.). Los dos ejemplos propuestos pertene­
cen, desde luego, al cuasi-prólogo de la comedia en cuestión (Acto II,
Escena 1.a), pero pueden servir como muestra de un procedimiento
típico de la exposición oral. Estas adiciones de consideraciones sub­
siguientes dan lugar a un coloquialismo sintáctico especialmente fre­
cuente: el acusativo proléptico. Frases como “viden tu hunc quam
inimico vultu intuitur?” {Capt., 557) llevan de modo natural a cons­
trucciones del tipo “qui noverit me quis ego sum” {M il, 925); “ dic
modo hominem qui sit” {Bacch., 555).
La espontaneidad del habla conversacional, al dejar poco tiem­
po a la reflexión o corrección, lleva, como hemos visto, a las ilogici-
dades y dislocaciones sintácticas que los gramáticos llaman anaco­
lutos. Una lengua puede ofrecer varias alternativas para la expre­
sión de una significación dada. En el curso de la frase el hablante
puede olvidar la construcción con la que ha comenzado y pasar a
otra distinta. Por este camino aparece la contaminación, fenómeno
muy común en el habla cotidiana. Por ejemplo, en “triduom non
interest aetatis uter maior siet” {Bacch., 461) el hablante ha mezcla­
do dos modos de expresión: “no hay ni una diferencia de tres días
entre sus edades” y “no se podría decir cuál de los dos es el mayor”.
De modo similar “ut edormiscam hanc crapulam quam potavi praeter
animi quam libuit sententiam” (“para poder dormir esta borrachera
que cogí bebiendo contra mi voluntad”, Rud., 586) resulta ser una
fusión de praeter animi sententiam y praeter quam libuit. Un tipo
especialmente frecuente de anacoluto sintáctico es el ocasionado por
88 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

el afán del hablante por fijar desde el comienzo la atención sobre


lo que en el momento le interesa. Y lo logra aludiéndolo al princi­
pio de la frase, a la que luego hace derivar hacia otra construcción.
De ahí derivan anacolutos del tipo denominado nominativus pen-
dens: “nam unum conclave, concubinae quod dedit miles... in eo
conclavi ego perfodi parietem” (Mil., 140); “plerique homines, quos
quom nil referí pudet, ubi pudendum est, ibi eos deserit pudor”
(Epid., 166). A veces una oración sustantiva introducida por quod
se encuentra en la misma posición de neutralidad sintáctica: “istuc
quod das consilium mihi, te cum illa verba facere de ista re volo”
(Mil., 1114), que podemos traducir por una expresión coloquial que
comience por “en cuanto al consejo que me das...”; cf. “quod apud
nos fallaciarum sex situmst, certo scio, oppidum quodvis videtur
posse expugnari dolis” (“con lo que hay de trampas en nosotros
seis, estoy seguro de que cualquier ciudad puede ser tomada con
engaño”, Mil., 1156 s.). En ambos ejemplos el tema central de la ora­
ción pendens es recogido luego en la construcción: de ista re, dolis.
Queda, pues, claro que a primera vista hay pruebas de peso para
concluir provisionalmente que las comedias de Plauto representan
una lengua efectivamente hablada, y parece razonable suponer que
ésa era la lengua coloquial de su tiempo. Podemos ahora pasar re­
vista a sus principales características. La primera impresión es la
de la abrumadora fecundidad de su vocabulario, la ubertas sermonis
Plautini que hizo famoso al autor en la antigüedad y llevó a opinar
a Varrón que “in argumentis Caecilius poscit palmam, in ethesin Te-
rentius, in sermonibus Plautus” (Sat. Men., 399 B.). Derecho, reli­
gión, milicia, intriga y amor, vicio y virtud, lujo y relajo, adulación
y denuesto: en todos estos temas se explaya plauto con estruendosa
alegría y agresiva vitalidad. Según se ve, un inagotable flujo de pa­
labras griegas siguió prestando su colaboración. Entre los términos
náuticos observamos prora, nauta, nautea, nauclerus, celox (Ki^Xr)^
transformado por asociación con velox), carina (si es que realmente
procede de Kocpú'ívoq), lembus, siega “cubierta”, exanclare (dvrXeiv).
Conviene añadir aquí algunas otras palabras del léxico náutico no
atestiguadas de hecho en Plauto: aplustra (pl.), palabra que se en­
cuentra en poesía a partir de Ennio ( = ócfXaaxov), campsare “do­
blar, rodear (un cabo, etc.)” (Ká(n|xxi) y pausarías “patrón (de reme­
ros”), es decir, el que da la señal de parar (iraóaai). Los negocios y
finanzas están representados en Plauto por danista, logista, trapes-
sita, symbólum, syngraphus, exagoga “exportación”, etc.; la medici­
na, por glaucuma; la educación y enseñanza, por paedagogus, sylla-
ba, etc.; la técnica, por architectus, ballista, maehaera, pessulus (irácr-
oaXog). La palabra contus ( kovcoq) no aparece en Plauto, pero su
existencia está garantizada por el verbo coloquial percontor, que
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 89
probablemente tuvo en otro tiempo el sentido de “sondear o probar
con una vara”. La influencia griega sobre la organización de la vida
ciudadana es evidente en préstamos como -platea, del que proceden
esp. plaza, fr. e ingl. place, etc., y macellum “mercado de abastos”.
También en el dominio de la zoología aportó el griego muchos tér­
minos : “edepol haec quidem bellulast. :: pithecium haec est prae illa
et ■spinturnicium” (Mil., 989). Otros son cantherius, balanus — un
marisco— , ballaena, concha, narita (vq pí-tRc;), scomber. Particular­
mente numerosas son las palabras que designan a recipientes de vino
y objetos del ajuar doméstico: ampulla, batioca (patiánq), cadus,
cantharus, cyathus, gaulus, lagona (Ááyuvoc,), patina, scyphus, cista,
culleus (KoXeóq), marsuppium, etc. De particular interés es la pala­
bra clatri “enrejado” (Catón), que puede remontarse a un dórico
KXa0pa y es probablemente un préstamo muy antiguo. Plauto pre­
senta un derivado en “ñeque fenstra nisi clatrata” (“ni ventana si
no es enrejada”, Mil., 379). Pero es en la esfera del placer, lujo, disi­
pación y libertinaje donde más especialmente Grecia prestó su con­
tribución a la vida y la lengua de Roma. Que las mujeres romanas
miraban a las griegas como las nuestras a las francesas en materia
de modas es evidente por pasajes como:

quid istae quae vestei quotannis nomina inveniunt nova?


tunicam rallam, tunicam spissam, linteolum caesicium,
indusiatam, patagiatam, caltulam aut crocotulam,
subparum aut subnimium, ricam, basilicum aut exoticum,
cumatile aut plumatile, carinum aut cerinum. (Epid., 229 ss.).

De cumatile comenta Nonio: “cumatilis aut marinus aut caeru-


leus; a graeco tractum, quasi fluctuum similis; fluctus enim graece
Kóparoc dieuntur”. Podemos citar también los nombres de artesanos
del lujo registrados en Aulularia, 508 ss.: phyrgio, patagiarii, mwro-
batharii, diabathrarii, molocinarii, strophiarii, zonarii, thylacistae,
corcotarii. También los adornos y cosméticos toman sus nombres
del griego: spinter (acpiyKTqp “brazalete”), fucus “rouge”, cincinnus
“bucle” y schoenus, “perfume barato” (cf. Varrón, L. L„ 7, 64:
“schoenicolae ab schoeno, nugatorio ungüento”) . Por último podemos
dar ejemplos de los adjetivos y adverbios de buen tono equivalentes
a nuestros chic, soigné, etc.:

eugae, eugae! exornatu's basilice.


tiara ornatum lepida condecorat schema.
tum hanc hospitam autem crepidula ut graphice decet! {Pers., 462 ss.)
90 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

La influencia griega se deja ver también en el campo del depor­


te (palaestra, discus, athletice, pancratice) y en el del teatro (scaena,
choragium; en lugar de ¡bis! los romanos gritaban itá\iv), y hasta
la palabra que significa “alegre” es griega: hilarus. Pero una influen­
cia menos inocente del griego es la que se observa en sycophanta,
parasitus, moechus, moechisso, comissor (iccopóc^co); y hasta qué
punto los romanos miraban a los griegos como a sus maestros en
el libertinaje puede verse en el sentido atribuido a las palabras
graecor, pergraecor, congraeco, bien ilustrado en el pasaje siguien­
te: “aurum... quod dem scortis quodque in lustris comedim eon-
graecem” (“dinero para gastármelo en cortesanas y en comilonas y
juergas en lugares de mala nota”, Bacch., 743).
Algunos de estos préstamos pueden deberse, por supuesto, a los
originales griegos que Plauto seguía. Así exenterare aparece cuatro
veces en el Epidicus, pero en ningún otro lugar ni en Plauto ni en
Terencio. Ahora bien, aun siendo correcta la hipótesis de que esta
palabra es un calco de á^Evespí^stv, ningún autor cómico emplearía
una palabra totalmente incomprensible para su auditorio. Pudo muy
bien ocurrir que los públicos romanos encontraran el griego irre­
sistiblemente cómico, como el francés en general o la palabra ale­
mana que designa al número cinco se lo parecen a los asiduos de
los music-halls ingleses. Sin embargo, no puede dudarse de la ca­
pacidad del auditorio romano para comprender algo de griego, aun­
que fuera superficialmente. Esto está implícito en los juegos de pa­
labras griegas en que Plauto se complace con frecuencia: “quis istic
est? :: Charinus :: euge iam x«piv to ú x o tcokS” (Pseud., 712); “quis
igitur vocare? :: Diceae nomen est :: iniuria’s, falsum nomen possi-
dere, Philocomasium, postulas; abiKoq es tu, non Socala, et meo ero
facis iniuriam” {Mil., 436 ss.). Debe tenerse por cierto que la mayo­
ría de los numerosos préstamos griegos que encontramos en el latín
de esta época no fueron introducidos por las clases cultas. Sin duda
muchos de ellos fueron recogidos por la plebe romana en su estre­
cho contacto con los griegos que se habían asentado en la urbe, y
pasaron a formar parte integrante del habla cotidiana de los estra­
tos más bajos de la población. Esto está firmemente apoyado por
el hecho de que en las comedias de Plauto las palabras y expresio­
nes griegas aparecen predominantemente en los parlamentos pro­
nunciados por esclavos y personajes de condición popular.
Otro indicio en este sentido es el uso frecuente del griego en
términos y expresiones de jerga: morus, bardus (ppa5ú<;), blennus,
logi (equivalente a fabulae), graphicus servus “esclavo agudo, inte­
ligente”; “benene usque valuit? :: pancratice atque athletice” (“¿se
ha mantenido bien de salud? :: como un campeón de lucha libre,
atléticamente”, Bacch., 248). massa (gr. (la^a, “pastel de cebada”
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 91
luego (L X X ) “bulto, masa”) aparece usado en una frase sorpren­
dentemente moderna: “argenti montes, non massas” ( “montañas de
dinero, no montones”, Mil., 1065). harpago, adaptación de áp-riáyri,
designa en argot al “robalotodo”. En “aeternum tibi dapinabo vic-
tum, si vera autumas” (“te proporcionaré eterno banquete, si dices
la verdad”, Capt., 897), dapino = Somocvácú, si bien su significado la­
tino puede haber sido influido por una falsa asociación con daps.
La palabra vulgar ícóAmpot; “golpe en la cara” , “bofetada”, que está
atestiguada desde Epicarmo, el cómico siciliano, como nombre pro­
pio, entró también en el latín, plauto presenta la forma transcrita
colaphus, pero por el verbo derivado percolopare de Petronio es evi­
dente que la lengua hablada poseía una forma *colopus. Esta forma
vulgar es el origen del esp. golpe, it. colpo, fr. coup. Por último, y
como una prueba más de la capacidad del bajo pueblo de Roma para
recoger incluso las palabras griegas más curiosas, podemos citar
a Livio, 27, 11: “quos androgynos vulgus ut pleraque faciliore ad
duplicanda verba Graeco sermone appellat”. Incluso un sufijo verbal
de uso muy común en griego fue trasplantado al latín y se hizo pro­
ductivo : malacissare, cyathissare, purpurissare, etc., están modelados
sobre préstamos griegos en -í£co, adaptándose £ al sistema fonemá-
tico latino en la forma -s s - (cf. massa < pa¿)a). A través de patris-
sare “imitar al padre” (si bien es cierto que un narpiái;» con este
sentido está atestiguado por Pólux), graecissare, drachumissare, co~
missari (Kcopóc^Eiv), etc., puede verse con qué independencia se de­
sarrolló en latín el sufijo.
En la estructura gramatical hay pocas diferencias entre la lengua
de Plauto y el latín clásico. Algunos de sus usos sintácticos fueron
evitados en época posterior: el acusativo con utor, las preposicio­
nes ex e in con nombres de ciudades, el indicativo en interrogativas
indirectas, el infinitivo con valor final; todos ellos provocarían de­
sazón pero no radical incompatibilidad en un purista. Por lo que
mira a la morfología, destacan algunas divergencias con respecto a
lo que será la norma clásica: encontramos un vocativo puere, el ge­
nitivo de singular de la cuarta declinación es por lo regular del tipo
senati, el locativo de la quinta declinación aparece en la forma die
(die crastini), y no hace Plauto la distinción clásica entre el ablati­
vo singular en -e para participios y en -i para adjetivos (malevolen­
te). Los pronombres presentan formas como ipsus, eumpse, eampse,
eapse, nominativos de plural como hisce, illisce, el ablativo singular
aüqui, qui (interrogativo, relativo e indefinido). En el verbo pode­
mos destacar los imperativos face, dice, el perfecto tetuli, subjun­
tivos y optativos de aoristo [ N o t a 11] como faxo, capso, faxim, dixis,
induxis, así como el infinitivo pasivo en -ier (adducier). Pertenecen
a la tercera conjugación algunos verbos que luego pasan a la se­
92 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

gunda: olére, fervére, Intuor. Los verbos impersonales tienen un per­


fecto pasivo: puditum est, miseritum est, pertaesum est.1 Algunos
verbos deponentes clásicos aparecen en activa: arbitro. Se encuentran
algunas formas perifrásticas: carens fui, sis sciens, audiens sum, etc.
Entre los adverbios también se dan arcaísmos: antid hac, antehoc
(Plauto no usa antea), interdius. Podemos añadir el prefijo verbal
indo: indaudio, indo-tueri, indupedio.
En la pronunciación vo r- todavía no había pasado a ver- [ N o t a
12] (la forma vert- en lugar de vort- se decía introducida por Esci-
pión Africano, cf. Quintiliano, I, 7, 25); las vocales largas en sílaba
final se mantenían tales: dicat, dicét, audít, dicar, matér, oratór; la
-s final tras vocal breve se pronunciaba débilmente y carecía de va­
lor prosódico (sabemos por Cicerón, Or., 48, 161, que tal tipo de
pronunciación era mirado como subrustieum en sus tiempos); la
-d final se pronunciaba todavía en méd, téd, y la v intervocálica se
eliminaba en palabras como obliscor, dinus, controrsia, aunculus.
Algunas de estas divergencias con respecto a la norma clásica
pueden ejemplificarse por inscripciones de la misma época. Así, el
Senatus Consultum de Bacchanalibus de 186 a. C. (Apéndice, n.° 8)
presenta arvorsum, sed, figier, gnoscier, y la construcción perifrástica
scientes esetis (cf. sis sciens ya visto). Podría considerarse esto
como una confirmación de que Plauto utilizó en sus comedias la len­
gua hablada de su época. Pero la observación más atenta de los
arcaísmos usados por Plauto debe detenernos: muchos de ellos es­
tán relegados al final del verso. Por ejemplo, los infinitivos en -ier
aparecen de modo casi invariable en tal posición (unos 168 ejem­
plos) o en final del hemistiquio (6). Una mayor libertad se observa
en los cántica. Más o menos lo mismo puede decirse de los subjun­
tivos fuam y fuas y de los optativos duim y duis, que aparecen sólo
al final de los senarios, interduim y creduis, por su parte, figuran
solamente al final de los metros más largos, antidhac aparece un
total de nueve veces en Plauto y siempre en final de verso. Tales res­
tricciones en los rasgos arcaicos podrían apuntar a que la lengua
de la comedia sea, al menos en cierta medida, algo estilizado y arti­
ficial; esto desmentirla nuestra conclusión provisional de que es un
reflejo de la lengua hablada de la época.
H. Haffter, en un detenido estudio de una pequeña selección de
fenómenos, ha demostrado que hay, en efecto, una clara diferencia
entre la lengua de los senarios y la de los metros más largos. Así,
la figura etymologica, que aun en la correspondencia de Cicerón
aparece empleada en pasajes de especial intensidad emocional ( “cura

I. puditum est también en Cié., Pro Flaco., 22, 52; pertaesum en Ció.,
.Ep. ad Q. fr. 1, 2, 4.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 93
ut valeas meque ames amore illo tuo singulari”, Ad fam., 15, 20, 3),
aparece con mayor frecuencia en los metros largos que en los sena­
rios yámbicos. Y en los casos en que se registra en senarios se re­
vela claramente como recurso estilístico estudiado, indicador de una
especial emotividad; de denuesto en “pulmoneum... velim vomitum
vomas” (Ruó.., 511), de burla en “calidum prandisti prandium” {Roen.,
759), de alegría en “opsonabo opsonium” ( S t i c h 440), de patitos en
“aequo mendicus atque ille opulentissimus censetur censu ad Acche-
runtem mortuos” (Trin., 493 s.). El recurso coadyuva, naturalmen­
te, al propósito fundamental de los múltiples efectos cómicos plau-
tinos y por ello aparece casi invariablemente en los parlamentos de
los principales caracteres cómicos: el esclavo, el parásito y figuras
similares. Los senarios difieren también de los demás metros en su
empleo de otros recursos de estilo característicos de la literatura
latina primitiva. De ellos se hablará a lo largo del capítulo siguien­
te. Para nuestros fines actuales bastará con unos pocos ejemplos
ilustrativos.
De primaria importancia es el estilo hinchado o rimbombante
[N ota 13] que se logra por la suma de varios recursos. El más ele­
mental de ellos es la acumulación de sinónimos: “spes opes auxilia-
que a me segregant spernuntque se” (Capí., 517); “ut celem patrem,
Pistoclere, tua flagitia aut damna aut desidiabula?” (B a c c h 375);
“vos amo, vos volo, vos peto atque obsecro” (Cure., 148);2 “stulti
stolidi, fatui fungí, bardi blenni, buccones” (Bacch., 1088). Igual di­
ferencia de estilos entre senarios y metros largos se da en Terencio.
En Phormio, 458, aparece utilizada en una despedida la fórmula con­
vencional “numquid nos vis?”. En cambio, en el septenario trocaico
v. 563 encontramos una forma “hinchada” : “num quid est quod ope­
ra mea vobis opu’ sit?”. También Plauto es rico en tales expresiones
rimbombantes. Por ejemplo, una variante del sencillo opportune
advenís es “optuma opportunitate ambo advenistis” (Mere., 964),
con la que podemos comparar “te expecto: oppido opportune te
obtulisti mi obviam” (Ter., Ad., 322). La fórmula de cortesía di dent
quae velis se hincha para dar “di tibi omnes omnia optata offerant”
(Capt., 355). Estos ejemplos ilustran además otro recurso estilís­
tico muy socorrido: las asonancias de diversos tipos. Las frases
aliteradas eran, desde luego, un rasgo de la más antigua latinidad,
según puede verse por frases de carácter proverbial (plaustrum per-
culi “he hecho volcar el carro”, “estoy perdido”, Ep., 592; iam ipse
cautor captust, Ep., 359), así como por ejemplos provenientes de las

2. Aún más rebuscado resulta el “pro deum popularium omnium adulescen-


tium postulo obsecro oro ploro atque imploro fidem” de Cecilio, Com., 21.
94 INTRODUCCIÓN AL LATIN

otras lenguas itálicas (véase el capítulo siguiente). Ejemplos de estos


fenómenos pueden recogerse a manos llenas de casi todas las páginas
de Plauto. Particularmente frecuentes son los pares de palabras
aliterados, a menudo en asíndeton: “cibatus commeatusque”, “vic-
tu et vita”, “nec vola nec vestigium”, “oleum et operam perdere”,
“vivus videns”, “impetritum inauguratumst”, “vivit valet”, “obliga
obsigna”, “se adplicant adglutinant”, “complicandis componendis” ,
“labitur liquitur”, etc. Es muy corriente también la aparición de
tricóla con aliteración (tipo veni vidi v i d ): “exitium, excidium, exle-
cebra” ( Bacch., 944 ); “screanti, siccae, semisomnae” (Cure., 115 );
“retines, revocas, rogitas” (Mere., 114 ); “compellare et complecti et
contrectare” (Mil., 1052 331
); “supersit, suppetat, superstitet” (Pers., ).
Como ejemplo de tricolon que muestra la “ley de los miembros
crecientes” (véase el capítulo siguiente) podemos citar “fac fidele,
sis fidelis, cave fidem fluxam geras” (Capt., 439). No son infrecuentes
los efectos de rima:
ñeque ut hiñe abeam, ñeque ut hunc adeam scio, timore torpeo.
(Truc., 824.)
pol magi’ metuo ne defuerit mihi in monendo oratio. ::
pol quoque metuo lusciniolae ne defuerit cantio. (Bacch., 37 s.)
teneris labellis molles morsiunculae,
nostrorum orgiorum... —iunculae,
papillarum horridularum oppressiunculae. (Pseud., 67 ss.)
nemo illum quaerit qui optumus et carissiunust:
illum conducunt potius qui vilissumust. (Pseud., 805 s.)
La rebuscada estilización de la lengua de plauto se manifiesta
claramente en la lectura de una página cualquiera elegida al azar:

líber captivos avi’ ferae consimilis est:


semel fugiendi si .data est occasio
satis est, numquam postilla possis prendere. ::
omnes profecto liberi lubentius
sumu’ quam servimus. (Capt., 116 ss.)
nunc ego omnino occidi,
nunc ego ínter sacrum saxumque sto. (Capt., 616 s.)
inicite huic manicas* mastigiae. ::
quid hoc est negoti? quid ego deliqui? :: rogas,
sator sartorque scelerum et messor maxume? (Capt., 659 ss.)
Como ejemplo de la rebuscada estilización de los metros largos
y los cántica podemos citar:
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 95
haec est. estne ita ut tibi dixi? aspecta et contempla Epidice:
usque ab unguiculo ad capillum summumst festivissuma.
estne consimilis quasi quom signum pictum pulchre aspexeris?
e tuis verbis meum futurum corium pulchrum praedicas,
quem Apelles ac Zeuxis dúo pingent pigmentis ulmeis. (Ep., 622 ss.)
Illic hiñe abiit, mihi rem summam credidit cibariam.
di immortales, iam ut ego eolios praetruncabo tegoribus!
quanta pernis pestis veniet, quanta labes larido,
quanta sumini apsumedo, quanta callo calamitas,
quanta laniis lassitudo, quanta porcinariis. (Capí, 901 ss.)

Vemos ahora cuán profundamente tenemos que modificar nues­


tra primera conclusión. La lengua de Plauto contiene indudablemen­
te numerosos elementos coloquiales, pero no constituyen sino uno
de los muchos ingredientes con los que Plauto modeló una lengua
rebuscada y artificial en alto grado. Calando con igual libertad en
la lengua del derecho, de la religión y de la tragedia de su tiempo y,
además, con los rasgos coloquiales que hemos registrado, logró el
tono picante adecuado al género cómico. La lengua de Plauto, aun
la de los senarios, está muy lejos del habla cotidiana de la época
de Aníbal. A través de unos pocos ejemplos finales podemos obser­
var cuán inextricablemente mezcló lo coloquial y lo estilizado. En la
expresión lepida memoratui (B a c c h 62) el adjetivo coloquial lepi-
dus aparece usado con el dativo de un supino, construcción franca­
mente rara y arcaica. En “magistron quemquam discipulum minita-
rier” (“ ¡que un discípulo se atreva a amenazar a su maestro!”
Bacch., 152), la construcción y el empleo del verbo frecuentativo son
coloquiales; la desinencia del infinitivo pasivo, arcaica. En Poen.,
308: “eho tu, vin tu facinus facere lepidum et festivom?”, el tono
coloquial es inequívoco (obsérvese la exclamación, el tu repetido,
los adjetivos lepidus y festivus), y sin embargo el verso contiene una
figura etymologica. Como ilustración final podemos aducir el diver­
tido pasaje de la escena inicial3 de la Casina en que Olimpión incre­
pa a Calino:

quid facies? :: concludere in fenstram firmiter,


unde auscultare possis quom ego illam ausculer:
quom mihi illa dicet “mi animule, mi Olympio,

3. Señala H affter que en las escenas iniciales la lengua está con frecuen­
cia más estilizada que en otros pasajes, siempre dentro de ios senarios yám ­
bicos. Por ejemplo:
saepe ego res multas tibi mandavi, Milphio,
dubias, egenas, inopiosas consili,
quas tu sapienter docte et cordate et cate
mihi reddidisti opiparas opera tua. (Poen., 129 ss.)
96 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

mea vita, mea mellilla, mea festivitas,


sine tuos oculos deosculer, voluptas mea,
sine amabo ted amari, meu’ festus dies,
meu’ pullus passer, mea columba, mi lepüs”.
quom mihi haec dicentur dicta, tum tu, furcifer,
quasi mus in medio parieti vorsabere.
nunc ne tu te mihi respondere postules
abeo intro. taedet tui sermonis. (Cas., 132 ss.)

Las comedias de Terencio, cuya vida literaria comienza unas dos


generaciones después de Plauto, nos introducen en un mundo lin­
güístico más tranquilo y reposado. Han desaparecido la exuberancia,
la vis cómica y el vigor de las bulliciosas y picarescas comedias de
Plauto. Los efectos de Terencio son más sutiles: reserva, reticencia
y autocontrol caracterizan su estilo. A estas diferencias se les ha
dado una interpretación social. Según algunos estudiosos correspon­
den a diferencias de clase. Plauto refleja el habla de los estratos más
bajos de la población, mientras que Terencio emplea el lenguaje de
la sociedad refinada: el círculo ilustrado de los Escipiones. Por lo
que se refiere a Plauto, hemos visto ya cuán lejos de la verdad está
esta tesis. Nos queda por descubrir ahora el resultado de la aplica­
ción de los mismos criterios y métodos de análisis a la lengua de
Terencio.
En pronunciación y gramática, como era de esperar, la lengua ha
realizado ciertos progresos hacia la norma clásica. Se ha consuma­
do el cambio fonético ejemplificado en votare > vetare, vortere >
vertere (véase supra). [N ota 14.] Terencio evita, o emplea más ra­
ramente, ciertas formas gramaticales que aparecen libremente en
Plauto: las formas metaplásticas como fervére, olere, etc., son más
raras; nunca usa dice o duce; tetuli, que es normal en Plauto, apa­
rece sólo dos veces en Terencio. Las formas de optativo en -ssim,
tan frecuentes en Plauto, son empleadas por Terencio como recurso
deliberadamente arcaizante en pasajes con reminiscencias de la len­
gua del derecho, faxim y faxo sobreviven, pero en frases estereoti­
padas. Terencio es más arcaico que Plauto en un aspecto: en la
segunda persona del singular pasiva usa normalmente las formas
más breves en -re, en tanto que Plauto presenta nueve ejemplos de
-ris, que Cicerón prefiere en el presente de indicativo para evitar la
confusión con el imperativo. Entre las formas no clásicas de la len­
gua de Terencio podemos anotar, resumiendo, ipsus (también ipse),
hisce (también hi), el dativo de singular femenino solae, algunas for­
mas activas como luctare, altercare, imperfectos del tipo insanibat,
y, por último, ciertos arcaísmos confinados al final de las unidades
métricas (verso o hemistiquio): -ier, siem, attigo, lace, duint, etc.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 97
Que Terencio utilizó un lenguaje más restringido y refinado re­
sulta evidente de la consideración de ciertas categorías de palabras
que hemos señalado antes como típicas del habla coloquial. Son
utilizados con mayor economía y como indicadores de carácter los
términos de denuesto o invectiva. Hay menos verbos frecuentativos,
menos diminutivos, menos compuestos con ad-, con-, de- (véase
supra), y la mayoría de los que él introdujo fueron luego incorpora­
dos a la lengua literaria. También en sus pasajes dialogados se es­
fuerza Terencio por lograr una más estrecha aproximación al habla
natural. Se ha hecho ver por Haffter, por ejemplo, que Terencio pre­
fiere las interjecciones primarias como hem, au, vah, etc., a las se­
cundarias hercle, age, etc., y que con más frecuencia que en Plauto
constituyen de por sí una expresión completa:
ecquid spei porrost? :: nescio :: ah! (Phorm., 474.)
Geta! :: hem! :: quid egisti! (Ibíd., 682.)
una omnis nos aut scire aut nescire hoc volo :: ah! :: quid est?
(Ibíd., 809.)
di obsecro vos, estne hic Stilpo? :: non :: negas?
concede hiñe a foribus paulum istorsum, sodes, Sophrona.
ne me istoc posthac nomine appellassis :: Quid, non, obsecro, es
quem semper te esse dictitasti? :: st! (Ibid., 740 ss.)

Esta última exclamación en Plauto aparece invariablemente seguida


de un imperativo: st! tace; st! abi. El pasaje ilustra, además, otra
peculiaridad de la fidelidad de Terencio al uso coloquial: con m u­
cho mayor frecuencia que Plauto permite Terencio que aparezca
un non aislado en una respuesta negativa, supliéndose por la pre­
gunta precedente el verbo que lo apoya. Éste es tan sólo un ejemplo
de la realidad de que en Terencio hay un más estrecho ensamblaje
entre los parlamentos de las partes dialogadas; los personajes se
bastan, como en el habla normal, con el mínimo de palabras, ya que
el sentido se completa por el contexto situacional. La agilidad que
así se logra puede apreciarse por unos pocos ejemplos:
quid ago? dic, Hegio :; ego? Cratinum censeo
si tibi videtur :: dic, Cratine :: mene vis? ::
te. (Ibíd., 447 ss.)
salve, Geta! ::
venire salvom volup est :: credo :: quid agitur?
multa advenienti, ut fit, nova hic? :: compluria. ::
ita. De Antiphone audistin quae facta? :: omnia (Ibíd., 609 ss.)
quid istuc negotíst? :: iamne operuit ostium? :: iam. (Phorm,., 816.)
98 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Por último:
quaeso quid narras? :: quin tu mi argentum cedo.
:: immo vero uxorem tu cedo :: in ius ambula.
:: enim vero si porro esse odiosi pergitis...
:: quid facies? :; egone? vos me indotatis modo
patrocinan fortasse arbitramini:
etiam dotatis soleo :: quid id nostra? :: nihil.
hic quandam noram quoius vir uxorem... :: hem :: quid est?
Lemni habuit aliam, :: nullu’ sum :: ex qua flliam
suscepit. (Ibíd., 935 ss.)

También encontramos aquí ejemplificado el uso natural de la inte­


rrupción que distingue, una vez más, a Terencio de Plauto, quien
hace de ella un uso sorprendentemente reducido. Plauto tiende, en
efecto, a hacer de cada locución una entidad independiente. Tam­
bién en este aspecto Terencio reproduce con mayor fidelidad las
condiciones del habla real:
si quis me quaeret rufu’... :: praestost, desine. (Ibíd., 51.)
cedo, quid portas, obsecro? atque id, si potes, verbo expedí.
:: faciam :: eloquere :: modo apud portum... :: meumne? ::
[intellexti :: occidi :: hem! (Ibíd., 197 ss.)
Por último, Terencio, aunque menos vulgar y vigoroso que Plauto,
todavía hace uso abundante de palabras y giros expresivos de ca­
rácter coloquial. Por ejemplo, de una sola comedia, el Phormio, re­
cogemos conraditur (40), ibi continuo (101), non sum apud me (204),
garrís (210), deputare (246); las respuestas afirmativas admodum,
sic, oppido (315 ss.); tennitur (330), atque adeo quid mea? “Y, ade­
más, ¿qué me importa?” (389), cedo “dime” (398), dicam... impin-
gam (439), numquid patri subolet? “¿Es que mi padre se huele
algo?” (474); los sinónimos para “ ¡tonterías!” hariolare, fabulae,
logi (492 s.); commodum “ahora mismo” (614), facessat “ ¡que se
largue!” (635), effuttiretis “charlataneaseis” (746), dilapidat “echa a
perder (nuestro dinero)” (897), quid id nostra? “ ¿qué nos importa
eso a nosotros?” (940), ogganniat “que (le) machaque (los oídos)”
(1030). No hay duda, pues, de que Terencio emplea un notable cau­
dal coloquial que, podemos suponer, refleja el uso de su tiempo. Por
supuesto, no es susceptible de prueba el que tal fuera el modo co­
rriente de hablar en el “Círculo de los Escipiones”. En cualquier caso,
el mayor refinamiento y reticencia de Terencio puede considerarse
como característico del habla de la clase elevada. Pero las diferencias
entre Plauto y Terencio pueden reflejar en igual medida diferencias
de técnica literaria. Porque la lengua de Terencio, aunque menos
pródiga y descomedida en su empleo de elementos ornamentales,
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 99
está muy alejada del habla cotidiana, incluso de la más educada y
culta. El análisis de unos cuantos pasajes lo hará evidente.
La aliteración aparece incluso en pasajes yámbicos de colorido
coloquial:
abi sis, insciens:
quoius tu fidem in pecunia perspexeris,
verere verba ei credere? (Phorm., 59 ss.)
persuasumst homini: factumst: ventumst: vincimur:
duxit. :: quid narras? :: hoc quod audis :: o Geta!
quid te futurumst? :: nescio hercle :: unum hoc scio,
quod íors feret feremus aequo animo. (Ibíd., 135 ss.)

(Adviértanse el asíndeton y el homoioteleuton de la primera línea.)


quin quod est
íerundum fers? tuis dignum factis feceris,
ut amici Ínter nos simus? (Ibid., 429 ss.)
ñeque mi in conspectum prodit ut saltem sciam
quid de ea re dicat quidve sit sententiae. (Ibíd., 443 s.)
tum pluscula
supellectile opus est; opus est sumptu ad nuptias. (Ibíd., 665 s.)

Este último pasaje, cuidadosamente adornado con aliteración,


anáfora y quiasmo, podemos compararlo con este otro:
qui saepe propter invidiam adimunt diviti
aut propter misericordiam addunt pauperi? (Ibid., 276 s.)

que contiene paralelismo de cláusulas, asonancia y homoioteleuton.


Los pasajes en versos largos muestran, como era de esperar, una
mayor profusión de ornamentación estilística. Bastarán unos breves
ejemplos:
at non cotidiana cura haec angeret animum :: audio.
:: dum expecto quam mox veniat qui adimat hanc mihi consuetu-
[dinem.
:: aliis quia defit quod amant aegrest; tibi quia superest dolet:
amore abundas, Antipho.
nam tua quidem hercle certo vita haec expetenda optandaque est.
(Ibid., 160 ss.)

En este pasaje advertimos, al lado de la cuidada aliteración, la “con­


geries” del final con homoioteleuton.
“retiñere amare amittere” (175), “deserta egens ignota” (751),
“orat confitetur purgat” (1035) pueden servir como ejemplos de
100 INTRODUCCIÓN AL LATIN

tricolon en asíndeton. El tricolon con anáfora, aliteración y “miem­


bros crecientes” lo tenemos ejemplificado en “eius me miseret, ei
nunc timeo, is nunc me retinet” (188). Como ilustración final de or­
namentación estudiada y rebuscada podemos citar:

di tibí omnes id quod es dignus duint!


:: ego te compluris advorsum ingenium meum mensis tuli
pollicitantem et nil ferentem, flentem; nune contra omnia haec
repperi qui det ñeque lacrumet: da locum melioribus. (Ibíd., 519 ss.)

Estos ejemplos bastan para mostrar claramente que Terencio


empleó los mismos recursos estilísticos convencionales de la lengua
literaria arcaica (véase el capítulo siguiente) que hemos observado
en Plauto. Aunque sus efectos son más sutiles, su arte más recatado,
la lengua de Terencio está muy lejos del habla natural, aun de la de
cualquier círculo refinado. En realidad, incluso se han planteado
dudas a la afirmación de la vita de que Terencio fue amigo íntimo
de Escipión el Africano y de Lelio, en tanto que Jachmann ha exte­
riorizado la sospecha de que el correcto y puro hablar atribuido por
Cicerón a Escipión y Lelio puede ser simplemente una inferencia a
partir de los usos lingüísticos de Terencio, quien — según suele apun­
tarse— habría creado personalmente esta latinidad urbana en un
esfuerzo por desarrollar un equivalente latino de la insinuante y re­
catada áoTEtóTqq de Menandro, con sus variados y sutiles efectos
de carácter. En Plauto, en cambio, tenemos la lengua de la comedia
musical o de la ópera bufa. Sobre las excelencias del estilo de Te­
rencio y su éxito al captar los efectos de la Comedia Nueva griega,
un crítico de otra lengua, muy alejado de él en el tiempo y el es­
pacio, no puede hacer cosa mejor que reproducir los testimonios
antiguos atribuidos por Suetonio ( Vita Ter.) a dos grandes maestros
del latín: Cicerón y César:

Cicero in Limone hactenus laudat:


“tu quoque, qui solus lecto sermone, Terenti,
conversum expressumque Latina voce Menandrum
in médium nobis sedatis vocibus effers
quiddam come loquens atque omnia dulcía dicens”.

item C. Caesar:
“tu quoque, tu in summis, o dimidiate Menander,
poneris, et mérito, puri sermonis amator.
lenibus atque utinam scriptis adiuncta foret vis
cómica ut aequato virtus polleret honore
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 101

cum Graecis neve hac despectus parte laceres,


unum hoc macerar ac doleo tibí deesse, Terenti”.

Que también algunos de sus contemporáneos le censuraron esta fal­


ta de fuerza y vigor aparece claro en el prólogo del Phormio (4 s . ):
qui ita dictitat, quas antehac fecit fábulas,
tenui esse oratione et scriptura levi.

EX LIBRIS

ARMAUIRUMQUE
C a p ít u l o V
EL DESARROLLO DE LA LENGUA LITERARIA

A. P o e s ía

La lengua, instrumento de comunicación del hombre con sus


semejantes, se crea, transforma y perfecciona en respuesta a las
múltiples y siempre cambiantes exigencias de la sociedad y del
contorno en que se encuentra situada. Así, la historia de una lengua
es, ni más ni menos, la historia de una cultura. De la significación
de lo griego en el desarrollo de la primitiva civilización romana
mucho se ha dicho ya en los capítulos precedentes. Al pasar ahora
al estudio del desarrollo del latín literario esta influencia resulta
abrumadora. [N ota 15.] Del crisol de la historia había surgido una
nación de soldados-agricultores, recios y disciplinados, hombres des­
tinados a ser los señores de Italia y del mundo mediterráneo. Las
ciudades y estados helenísticos y helenizados fueron cayendo uno a
uno ante un poder cuya energía no residía en el número ni en la
fuerza corporal, ni en la riqueza o la astucia, sino en una disciplinada
unidad y en la práctica del tus armorum. Pero el propio Vegecio,
que así diagnosticaba las causas de la grandeza de Roma, reconocía
la supremacía griega en las artes de la civilización: “Graecorum ar-
tibus prudentiaque nos vinci nemo dubitavit” (De re militari, I, 1).
Y no era más que la pura verdad: en la época del triunfo de
Roma sobre las florecientes ciudades de la Magna Grecia en la pri­
mera mitad del siglo n i a. C., a pesar del grado de riqueza y poder
por ella alcanzado, no había todavía una literatura nacional romana
digna de tal nombre. La revelación de los tesoros culturales acumu­
lados por el pueblo más dotado del orbe a lo largo de una dilatada
y fecunda historia tuvo un efecto abrumador. El conquistador ro­
mano se sometió al derrotado. Ansiosos de que Roma pudiera
parangonarse en cultura con los griegos, los generales victoriosos,
juntamente con estatuas y pinturas, trajeron de sus campañas filó-
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 103
sofos y profesores de retórica para educar a sus hijos. Ejemplo
típico del celo filohelénico en el seno de la aristocracia romana es
Emilio Paulo, quien en 168 a. C. aplastó a Perseo de Macedonia en
PicLna: como botín por su victoria no exigió sino la biblioteca del
rey. Y es que la literatura romana es justamente, al menos en sus
inicios, la historia de un expolio; el mayor motivo de orgullo de un
autor era el ser el primero en poner mano al pillaje. Cierto que el
fuego central del genio esencial romano ardió invariablemente bajo
esta masa superpuesta de material ajeno, y con el correr del tiempo
había de estallar en una llama que igualó en esplendor a la más
brillante de los griegos. Mas el historiador de la lengua, aunque sea
también un amante de Virgilio, tiene que dar el debido énfasis al
hecho de que todos los géneros literarios latinos, con la excepción
de la sátira (“satira tota nostra est” es todo lo que puede proclamar
Quintiliano), debieron su forma y mucho de su contenido a la pra­
xis y la teoría griegas. Así, debemos volvernos ante todo a la lite­
ratura griega para alcanzar a comprender el progreso del latín li­
terario.
El estudiante de literatura griega descubre en seguida que tiene
que aprender no una lengua, sino varios dialectos. Esto es conse­
cuencia del formalismo de la literatura griega, de la indiscutida con­
vención que establecía como apropiada para cada género una forma
particular de lengua. Así, la épica homérica fue el producto de una
tradición poética que, surgida entre hablantes del dialecto eólico,
había pasado, en el transcurso del tiempo, a manos de bardos cuyo
dialecto nativo era el jónico. Así, en la dicción poética de los poe­
mas homéricos se halla integrado un caudal de palabras y giros de
períodos cronológicamente diversos y de distintos dialectos. El dia­
lecto épico es un producto artificial alejado del habla normal de
sus creadores. Pero la convención dejó establecido de una vez para
siempre que todo autor épico hasta el final del mundo griego em­
pleara ese dialecto. Por su parte, la lírica coral se desarrolló entre
los dorios, y así el dorio se convirtió en el dialecto propio de este
género con independencia del dialecto nativo del escritor. Por esto
el drama ateniense cambia bruscamente de dialecto cuando pasa
del diálogo en yambos a la lírica coral. El mismo principio es váli­
do en cierta medida para la prosa. Fueron los jonios los primeros en
escribir historia, ciencia y medicina: por ello el jonio es la lengua
aceptada de la prosa científica, como por ejemplo el Corpus hipo-
crático, y el ateniense Tucídides procura dar a la lengua de su his­
toria cierto colorido jonio.
En resumen, tales eran las convenciones lingüísticas de la litera­
tura griega. Más antes de entregarnos al estudio de los autores ro­
manos y su emulación de los modelos griegos tenemos que recordar
104 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

otro hecho. En la época en que los romanos iniciaron su aprendizaje


literario, la literatura griega había traspuesto ya su cénit. Los ro­
manos se toparon con el mundo helenístico, el de los sucesores de
Alejandro, y la poesía helenística era creación de círculos de poetas-
estudiosos altamente cultivados, con un excesivo interés por las
técnicas literarias, y que tenían a. gala la oscuridad y la alusión eru­
dita; que embellecían sus obras con palabras extrañas, las “glos-
sae”, raras gemas arrancadas de antiguos aderezos. El doctus poeta
se mantiene firme, incansable en sus tentativas por desenterrar nue­
vo material para su poesía. En lo lingüístico siente debilidad por
las antigüedades raras.
Fue durante este período de la historia de la literatura griega
cuando Roma comenzó su aprendizaje en el arte de escribir.
initium quoque eius (scil. grammaticae) mediocre extitit, siquidem
antiquissimi doctorum, qui ídem et poetae et semigraeci erant (Li-
vium et Ennium dico, quos utraque lingua domi forisque docuisse
adnotatum est) nihil amplius quam Graecos interpretabantur, aut
siquid ipsi Latine composuissent praelegebant. (Suet., Gram., I.)

La sensibilidad griega con respecto a la lengua de los diversos


géneros literarios se transparenta en la más antigua literatura ro­
mana, que se inicia con la traducción de la Odisea en versos satur­
nios por Livio Andrónico, un nativo de Tarento que fue llevado
como esclavo a Roma en 242 a. C. y allí adoptado por la gens Livia.
Subsisten pocos fragmentos de su obra, pero un agudo análisis de
E. Fraenkel (R .-E ., Suppl., V, 603 s.) ha dejado en claro que las
convenciones de la poesía helenística con su distinción de géneros
prevalecieron en ella. Así, la frase diva Monetas filia (fr. 30) “la
Musa” contiene el genitivo arcaico en -as que en latín clásico so­
brevivió sólo en pater familias. Era ya un arcaísmo en tiempo de
Andrónico, pues en otros lugares usa -ai, como hace también el
arcaizante Senatus Consultum de Bacchanalibus. Lo que es signifi­
cativo es que de los genitivos en -as citados por Prisciano (I, 198 s.),
tres proceden de la Odisea de Andrónico, dos del Bellum Poenicum
de Nevio y uno de los Armales de Ennio, es decir, todos pertenecen
al género épico; Prisciano no cita ninguno como procedente de las
tragedias de estos poetas, a pesar de estar familiarizado con ellas.
Otros rasgos extraños a la dicción trágica que pueden detectarse en
los fragmentos de Andrónico son filie (vocativo), dextrabus, dusmo
( = dumó), homónem, fitum est, plurales de tercera persona del
tipo nequinont, y el adverbio quamde. Fraenkel concluye:
una y otra vez puede verse cómo Livio se esfuerza, valiéndose de
formas altamente arcaicas, por conferir dignidad y carácter distan­
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 105
te a su épica, distante no sólo de la lengua cotidiana, sino también
del estilo de los géneros poéticos menos augustos... Todos sus
sucesores se adhirieron al mismo principio. A la lengua de la épica
romana le estuvo reservado desde el principio el privilegio de una
solemnidad más elevada incluso que la de la tragedia, por no men­
cionar los otros géneros poéticos.

Debe advertirse, sin embargo, que todos los géneros poéticos ro­
manos, tragedia e incluso sátira, hacen uso de arcaísmos como in­
grediente de su dicción. La épica es diferente en grado, no en es­
pecie.
En su búsqueda de colorido arcaico los poetas se sirvieron de
formas desusadas de la declinación y la conjugación, así como de
palabras periclitadas, procedentes de sus amplias calas en la lengua
de la religión y en la del derecho. El material puede clasificarse ade­
cuadamente bajo las rúbricas de morfología y vocabulario. Al es­
tablecer tales inventarios debemos tener en cuenta, naturalmente,
que “arcaísmo” es un término relativo. Muchas de las formas de
la poesía primitiva que parecían arcaicas a los autores del perío­
do clásico eran formas contemporáneas para los poetas que las
emplearon. Entre éstas están diferencias de género como caelus (m.)
o lapides (f .), particularidades referentes a la declinación como exer-
citi, speres, o a la conjugación, como fodantes, horitur, resonunt, etc.,
que fueron eliminadas en el proceso de normalización que discuti­
remos más adelante. Y no debemos olvidar la imitación de los pre­
decesores que la antigua teoría recomendaba al poeta. Así, los poetas
posteriores a Ehnio pueden usar una forma o una palabra no qua
arcaísmo, sino simplemente porque aparecía en Ennio. Esta cues­
tión de los “ennianismos” nos ocupará más adelante en el estudio
de la lengua de Virgilio. Hechas estas aclaraciones previas podemos
registrar entre los más importantes arcaísmos morfológicos de la
primitiva dicción poética latina: en la declinación de los nombres,
el genitivo singular en -di, genitivos plurales en -um (p. ej. factum);
en los pronombres y demostrativos, ipsus, olli, y el dativo-ablativo
quis; adverbios del tipo superbiter, aequiter, rarenter, concorditer y
contemptim, iuxtim, visceratim, etc. En el sistema verbal los fenó­
menos más importantes son los infinitivos pasivos en -ier, los im­
perfectos de la cuarta conjugación en -ibat, temas desiderativos en
-ss- como en prohibessis, los perfectos en -érunt (forma que persis­
tía en la lengua coloquial, pero que resultaba arcaísmo en poesía ’)
y -ere en lugar de -érunt. Finalmente podemos mencionar formas
como iuas y superescit. Pero no era sólo por medio de sonidos y
formas como se lograba el colorido apropiado. Los géneros poéticos1

1. Sobre los términos “arcaico”, “poético” y “coloquial” véase capítulo VI.


106 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

se distinguían también por el vocabulario que se les permitía. La


praxis griega en este punto había sido analizada y formulada por
Aristóteles. Haciendo una distinción fundamental entre palabras de
uso corriente (Kópia ovopara) y las que resultaban extrañas al mis­
mo ( to S.EVIKÓ;), había establecido que el tono superior de la expre­
sión literaria depende de un uso moderado de las tales ^evikcc, que
elevan la dicción por encima del lugar común ( tcxheivóv) . Entre los
modos de expresión poco comunes había señalado él las “glossae”
(palabras extrañas o raras) como particularmente indicadas para
el género épico, aunque le permitía también hacer uso de palabras
compuestas, primariamente dominio del ditirambo, y de la metáfora,
que es un carácter específicamente distintivo del verso yámbico. De
hecho la “glosa” fue un rasgo específico de la épica griega en la for­
ma madura en que aparece en los poemas, homéricos. Esto fue, como
hemos visto, una consecuencia de la historia de la poesía épica, por­
que Homero es la culminación de una tradición poética de siglos
que había preservado formas y palabras que ya no eran habituales
en la lengua hablada contemporánea del poeta. Homero impuso su
autoridad sobre toda la poesía griega subsiguiente y proporcionó
una cantera inagotable de materiales poéticos. Ninguna fuente de ri­
queza comparable se ofrecía a los pioneros de la literatura romana;
en cualquier caso, pocas huellas quedan de las fuentes en que los
poetas arcaicos calaron buscando palabras de sabor antiguo. El his­
toriador del latín tiene que lamentar no menos que Cicerón la pér­
dida de los antiguos carmina:

atque utinam exstarent illa carmina, quae multis saeculis ante suam
aetatem in epulis esse cantitata a singulis convivís de clarorum
virorum laudibus in Originibus scriptum reliquit Cato. (Brutus, 75.)

Ennio se refiere también a sus predecesores que escribieron en me­


tro saturnio. Fue sin duda esa poesía tradicional la que proveyó a
Andrónico y a sus sucesores de numerosas palabras características
de la dicción poética, tales como Camena, celsus, amnis (una anti­
gua palabra “italo-céltica” relacionada con el ing. “Avon”) , aerumna
(posiblemente de origen etrusco), anguis ( = serpens), artus { — mem -
brum ), letum ( = mors ), tellus ( = térra), umeo y um or y verbos
arcaicos tales como defit, infit, claret, clueo; además, numerosos
términos religiosos como los verbos adolere, parentare, mactare, op i-
tulare, libare; los nombres nemus, flamen, vates, epulo, polubrum,
eclutrum, sagmen, lituus, libum, tesca, y los adjetivos almus, castus,
dirus (posiblemente de origen sabino), augustas, obscenas, tutula-
tus, solemnis. Las majestuosas fórmulas del derecho fueron, no
menos que las de la religión, fuente de palabras inusitadas. U n pa­
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 107
saje de Varrón (L. L., 7, 42) resulta esclarecedor en este punto. Co­
mentando el “Olli respondit suavis sonus Egeriai” de Ennio escribe:
“Olli” valet dictum. “illi” ab “olla” et “olio”, quod alterum comitiis
cum recitatur a praeoone dioitur “olla centuria” non “illa”; alterum
apparet in funeribus indictivis quo dicitur: “Ollus leto datus est.”

Tenemos aquí una clara indicación de las fórmulas legales y religio­


sas como fuentes paralelas de la dicción poética.
También las palabras dialectales fueron aceptadas en la dicción
poética de acuerdo con la teoría y práctica griegas. A propósito del
verso veteres Casmenas cascam rem voto profarier, Varrón (7, 28)
comenta: “primum cascum signiflcat vetus; secundo eius origo Sa­
bina, quae usque radices in Oscam linguam egit”. Semejante es su
comentario a catus en el pasaje de Ennio iam cata signa ferae soni-
tum daré voce parabant: “cata acuta: hoc enim verbo dicunt Sabini”.
Es posible también que cohum, del que se nos dice que los poetas lo
usaron por caelum, sea un doblete dialectal de cavum. Otras “glo­
sas” extranjeras son meddix y famul (ambos oscos) ambactus (galo),
sibyna (ilirio) y rumpia (tracio).
Como no podía ser menos, el contingente mayor en este punto lo
proporcionó el griego, aunque la poesía latina elevada fue mucho
más reservada que la comedia y la lengua popular en la admisión
de palabras griegas. Así, incluso a Musa le fue negada la entrada
por Livio Andrónico, que puso en su lugar Camena, la palabra indí­
gena para designar a una “diosa de los manantiales y las aguas”
— aunque en último término era de origen etrusco, si hemos de
creer a Macrobio— . Nevio, por su parte, echó mano de una perífra­
sis para traducir Mouaai: “novem Iovis concordes filiae sórores”
(B. P., fr. 1). Sólo Ennio tiene la osadía de permitir a las extranje­
ras musas pisar el suelo del Olimpo latino: “Musae quae pedibus
magnum pulsatis Olympum” (A., 1 W .). Ennio dio entrada a otras
palabras griegas como bradys, cfiarta, coma, lychnus, pero su senti­
miento de incomodidad en relación con tal proceder resulta eviden­
te en su empleo de aer: “vento quem perhibent Graium genus aera
lingua” (A ., 152 W .); sus sucesores se mostraron parcos en el uso
del griego, como en el de toda clase de “glosas” foráneas. En esto
también fueron discípulos dóciles de los griegos, quienes sabían
que el empleo desmedido de este recurso estilístico acabaría paran­
do en |iccp|3ocpiapóq.
La devoción de Ennio a sus modelos griegos le llevó a cometer
algunos errores de prueba que, sin embargo, no tuvieron efecto algu­
no en la poesía subsiguiente. Aristóteles incluyó entre las “glossae”
ciertas distorsiones de palabras, entre ellas las formas apocopadas.
En parte esta teoría descansaba sobre un defecto de comprensión.
108 introducción a l latín

Homero había conservado una antigua forma 5S, que a los ojos de
las generaciones posteriores parecía una forma abreviada de &ñpa.
Sobre la aparente autoridad de Homero, Euforión había aventurado
f]A por fjXaq. Con tales modelos a la vista, Ennio se atrevió a escribir
cael por caelum (Spur., 34 W .), do por domus (ibíd., 35) y gau por
gaudium (ibíd., 33). Semejante es su falso uso de la tmesis. Éste
era también un rasgo arcaico de la dicción homérica del que Ennio
pudo hacerse legítimo eco con su de me hortatur. Pero monstruos
como cere... brum (“saxo cere-comminuit-brum”, Spur., 13 W .) ha­
cían violencia a la lengua. Con todo, eminentes abogados han defen­
dido la inocencia de Ennio con respecto a esta culpa. Otra aberración
que conoció corta vida fue el uso enniano de la terminación casual
épica en -oeo en Mettoeoque Fufetíoeo (A., 139 W . ). En este punto
advierte Quintiliano (I, 5, 12): “Ennius poético iure defenditur”.
Como hemos visto ya, hay ciertos indicios de que esta terminación
casual puede haber existido en latín dialectal.
No fue sólo en cuestiones generales de teoría y convenciones
literarias donde los griegos ejercieron su influencia en la formación
de la lengua literaria latina. El hecho de que una parte tan grande
de la poesía arcaica latina sea no sólo imitación, sino incluso tra­
ducción literal del griego, significa que de modo constante el griego
permaneció al lado de su pupilo. Esto puede ejemplificarse con el
verso con el que puede decirse que comenzó la literatura latina,
vinun mihi, Camena, insece versutum (Od., 1),

traducción de ávbpcx pot íwette, Mouctcc, itoXóxpoitov, Od., 1, 1, donde


Andrónico ha traducido el arcaico ews -te por una “glosa” equivalente
sacada de no sabemos qué fuente (difícilmente podría haberse él
anticipado a los hallazgos de la moderna filología que ve en estas
dos palabras una identidad etimológica ( < *en-seq^e)) . La última
palabra del original griego tipifica un problema que puso a prueba
los recursos del traductor e imitador latino. El griego conservaba
aún en pleno vigor su poder de crear palabras compuestas que usa­
ba libremente en poesía, especialmente epítetos ornamentales. El
latín, sin embargo, había perdido en gran medida esta posibilidad
heredada. Así, el versutus de Andrónico representa un modo idio-
mático de traducir el compuesto griego itoXórpo-rtoc;. En ocasiones
un tipo derivacional indígena se mostraba adecuado para sostener
la carga impuesta por el griego. Esto puede decirse, por ejemplo,
de los adjetivos en -ósus, que proporcionaban equivalentes adecua­
dos para los numerosos epítetos ornamentales griegos en itoXu- y
- óeu;. Valgan como ejemplos jrondosus (Ennio), fragosus, labeosus
(Lucr.), piscosus, lacrimosus, squamosus, spumosus, etc. La equiva­
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 109
lencia de tales palabras a compuestos está puesta de relieve por la
acuñación ciceroniana de squamiger y spumifer frente a los dos últi­
mos ejemplos, igual que encontró en aestifer un equivalente del mé­
tricamente imposible aestuosus. aestifer es aceptado por Lucrecio y
Virgilio. Al lado de squamosus, Virgilio acuñó otro sustituto, squa-
meus, que puede además servir para tipificar otro sufijo latino esti­
mulado por la presión del griego y especialmente favorecido por los
poetas del hexámetro a causa de su conveniente conformación mé­
trica (véase infra). Pero en conjunto los recursos del latín resulta­
ban inadecuados para recoger la inmensa variedad de los com­
puestos griegos. El propio Andrónico, cuando no consigue atinar
plenamente, se contenta con los sucedáneos más aproximados: así,
Xa^Kfipsi (5oupt) aparece simplemente como celeris (hasta), que imi­
ta el sonido sin recoger el significado. Pero los poetas posteriores,
conscientes de que los compuestos ornamentales eran un rasgo esen­
cial del estilo épico, se vieron empujados al empleo de un procedi­
miento ajeno al genio de su lengua. El quinquertio de Andrónico
por 7tévToc0\oc; había nacido muerto, pero los poetas trágicos hicie­
ron gala de la más desabrida audacia. Nada en la épica puede
rivalizar con el bien conocido “Nerei repandirostrum incurvicervi-
cum pecus” de Pacuvio (fr. 352 W .) (cf. áyKUÁoxeíXr|c; Kuprocúxrjv).
Andrónico se había contentado con simum pecus. En general, las
palabras compuestas estaban limitadas a irnos cuantos tipos bien
definidos. Para el silvícola de Nevio había amplio precedente en pa­
labras como agrícola. Pero su creación arquitenens fue el prototipo
de una clase destinada a jugar un importante papel en la dicción de
la épica romana: suaviloquens, altitonans, omnipotens, sapientipo-
tens, velivolans, etc. Similar a éste es el tipo ejemplificado por sua-
visonus, que aparece en un fragmento trágico de Nevio, aunque
quizá Livio puede reclamar la prioridad en esta clase con el odori-
sequus que se le atribuye. En la poesía subsiguiente hay una cantidad
abundante de tales compuestos con un tema verbal como segunda
parte: altisonus (Ennio, etc.), laetificus (Ennio, etc.), largificus
(Lucr.), velivolus (Ennio, etc.), horrisonus (Lucr., etc.), montivagus
(Lucr.), frugiparus (Lucr.), etc. En las obras de Nevio encontramos
otros tres prototipos que tuvieron gran importancia en la posterior
creación de compuestos poéticos:1
1. frondifer: cf. üulcifer, frugifer, flammifer, etc. (Ennio), aestifer,
florifer, glandifer, etc. (Lucr.).
2. tyrsiger: cf. armiger (Accio), barbiger, corniger (Lucr.), laniger,
naviger, saetiger, squamiger (Lucr.), etc.
3. bicorpor: cf. bipes (Nevio, Trag.), bilinguis (Ennio), trifax (En­
nio), biiugus (Lucr.), tripectorus (Lucr.), etc.
110 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Aparte éstos, hay pocos tipos productivos. Los compuestos for­


mados por dos temas nominales como dentefabres, levisomnus, m ult-
angulus, omnimodus, etc., son mucho más raros. Entre ellos cabe
destacar los compuestos en -pes, alipes (Lucr.), sonipes (Accio), ca-
prires (Lucr.), levijes (Cic.), mollipes (Cic.). Entre los que encontra­
ron aceptación general podemos mencionar magnanimus, grandaevus
y primaevus.
Así, si bien los poetas romanos lucharon pacientemente con una
lengua recalcitrante para producir los compuestos poéticos exigidos
por las leyes del género, en muchos casos tuvieron que aceptar la
derrota y, o bien ignoraron los compuestos griegos, o bien lds tra­
dujeron por medio de perífrasis: Tocvócpu^Aoc; aparece como (cupres~
si stant) rectis foliis (Ennio), TtoXú[iox0o(; como magni (fórm ica)
laboris (Hor.), sóppocx; como late fusa (Cic.), GeoupoTtécúv como fi-
denti noce (Cic.).
El griego ejerció además otra influencia decisiva en la forma de
la lengua literaria latina cuando Ennio rompió con el hábito de sus
antecesores, y en lugar del metro indígena, el saturnio, empleó para
sus Anuales un metro griego, el hexámetro. El latín es pobre en
palabras dactilicas, que vienen exigidas por este metro, y Ennio echó
mano de recursos varios para evitar palabras de conformación rít­
mica impracticable. Así, por imperare, intuetur, Invoíans empleó
induperare, indotuetur, induvolans, con un prefijo indo que aparece
en las X II Tablas, pero que resultaba ya desusado en la época de
Plauto. Este recurso pareció demasiado extravagante a los poetas
posteriores, que resolvieron el problema planteado por palabras
como imperare empleando la forma frecuentativa: impérítdre. Esta
imposición métrica explica también el uso de plurales poéticos como
gaudia, otia y de dobletes fonéticos del tipo vincula frente a vinclis.
En otros casos se echó mano de recursos morfológicos como los
genitivos plurales “arcaicos” parentum, cadentum, agrestum, etc., o
el infinitivo de perfecto en lugar del de presente (continuisse por
continere), si bien este uso tenía también raíces en la sintaxis más
arcaica. La búsqueda de series dactilicas es también evidente en la
preferencia dada a ciertos tipos de derivación: Lucrecio sustituyó
magnitudo y differentia por maximitas y differitas. Los neutros en
-m en dan en el plural un dáctilo muy práctico (fragmina), y ello
puede explicar la preferencia de los poetas por este tipo de forma­
ción, que era un rasgo de la lengua arcaica (Ps.-Servio, A., 10, 306:
fragmina: antigüe dictum). Sin embargo, aun haciendo justicia a Gre­
cia como nodriza de la literatura romana, la simple lectura de
algunas líneas de su período de vigorosa adolescencia proclama la
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 111

esencial latinidad de su lengua. No es solamente el vocabulario el


que es predominantemente latino, excepción hecha del pequeño por­
centaje de “glossae” admitidas en obsequio a las leyes de la poesía.
Los recursos de estilo son palmariamente no-griegos. Esto aparece
claro de modo inmediato si contrastamos un pasaje de Ennio con
el correspondiente griego que traduce:
& poi Ttfji 6rj toi (¡jpévsc; oíx°v0’ fjiQ tó uápoq nep
ek\e*éu’ ávépÓTiouc;;
Quo vobis mentes rectae quae stare solebant
ante hac dementes sese flexere viai? (A., 194-5 W.)

Vemos aquí ejemplificada esa afición al juego de palabras (mentes-


-dementes) y a la asonancia, especialmente a la aliteración, que es­
taba profundamente arraigada en el solar latino, a juzgar por pro­
verbios como mense Mato malae nubunt y por carmina religiosos
como “utique tu fruges frumenta viñeta virgultaque grandire bene-
que evenire siris pastores pecuaque salva servassis” (véase infra).
De hecho, la aparición de pares de palabras aliterados de carácter
similar en textos itálicos (por ejemplo, en la plegaria umbra: “iovie
hostatu anhostatu tursitu tremitu hondu holtu ninctu nepitu sonitu
savitu preplotatu previlatu”) muestra que la aliteración y la asonan­
cia eran recursos endémicos entre los pueblos de la península. Ejem­
plos de esta clase abundan en Ennio:
Haec ecfatus pater, germana, repente recessit
nec sese dedit in conspectum corde cupitus
quamqüam multa manus ad caeli caerula templa
tendebam lacrumans et blanda voce vocabam. (A., 44-7 W.),

pasaje en el que debe notarse, además, la figura etymologica. En


ocasiones la aliteración es llevada hasta el exceso, como en el bien
conocido
O Tite tute Tati tibi tanta, tyranne, tulisti! (A., 108 W.)

También vemos plenamente desarrollados en Ennio los recursos re­


tóricos del homoioteleuton (Romani... Campani), la paronomasia
(explebant... replebant), la antitesis y la isocolia (véase el apartado
dedicado a la prosa), que para lo sucesivo dejaron su impronta en
la lengua poética de los romanos. Los pasajes siguientes se comentan
por sí solos:
nec mi aurum poseo nec mi pretium dederitis
nec cauponantes bellum sed belligerantes
ferro non auro, vitam cernamus utrique;
vosne velit an me regnare era, quidve ferat Fors
112 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

virtute experiamur. et hoc simul aooipe dictum:


quorum virtuti belli fortuna pepercit,
eorundem libertati me parcere certum est.
dono, ducite, doque volentibus cum magnis dis, (A., 186 ss. W.)
pellitur e medio sapientia, vi geritur .res,
spernitur orator bonus, horridus miles amatur;
haud doctis dictis certantes, sed maledictis
miscent Ínter sese inimicitiam agitantes;
non ex iure manum consertum, sed magis ferro
rem repetunt regnumque petunt, vadunt solida vi, (A., 263 ss. W.)

Pasajes como éstos revelan a Ennio como el creador de la lengua


de la épica romana. De lo que Virgilio debe a Ennio hablaremos
más adelante. La influencia de Ennio sobre Lucrecio fue tan grande
que P. Skutsch ha llegado a escribir: “Podemos decir que, aparte
divergencias en la construcción de los períodos y diferencias de
tema, nada puede dar una idea mejor del estilo enniano que un
cuidadoso análisis lingüístico de Lucrecio.”
En su lengua, el De rerum natura se nos aparece en gran medida
inmune al movimiento de reforma de los “urbanizadores”, cuya obra
de purificación y uniformación se revela en los rígidos cánones gra­
maticales de los autores clásicos. En la imprecisión de su gramática,
y a pesar de la distancia temporal, Lucrecio está más cerca de En­
nio y Plauto que de los puristas augústeos. En él hallamos en gran
medida las mismas variaciones de género ( finís m. y f.), declina­
ción (sanguen, sanguis, etc.), conjugación (sonere), sintaxis (p. ej.
cum causal con indicativo), que son características de la literatura
latina arcaica. Ahora bien, esta incertidumbre gramatical difícilmen­
te podríamos etiquetarla como “arcaísmo”. Lucrecio no era un poeta
alejandrino afanosamente empeñado en la búsqueda de efectos ver­
bales con que lograr los aplausos de los preciosistas de salón. Fa­
nático racionalista que ardía en deseos de salvar a los espíritus de
la religión, usó la lengua de su tiempo como el instrumento más
eficaz y claro de exposición, sin desdeñar ocasionalmente el colo-
quialismo (p. ej. belle, lepidus). Pero el poeta latino tiene que
someterse a las leyes del género. Naturalmente tiene que crear for­
mas aptas para el hexámetro (p. ej. indugredi, discrepitant, inopi,
disposta, disque supatis, seque gregari). Incluso en sus neologismos
(y su tema le obligaba a abundantes innovaciones — “nec me animi
fallit Graiorum obscura reperta difficile inlustrare Latinis versibus
esse, multa novis verbis praesertim cum sit agendum propter eges-
tatem linguae et rerum novitatem”, I, 136 ss.), Lucrecio usa los mol­
des tradicionales: p. ej; adverbios como moderatim y compuestos
como falcifer. También en sus recursos de estilo Lucrecio se alinea
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 113
con los poetas arcaicos. De la “congeries”, acumulación de sinónimos
que Ennio había llevado al absurdo con su “maerentes flentes la-
crumantes commiserantes” (Spur., 40 W .), Lucrecio ofrece innume­
rables ejemplos: “inane vacansque” (I, 334), “ofAcere atque obsta­
re” (337), “saepta et clausa” (354), “seiunctum secretumque” (431),
“levis exiguusque” (435), “seiungi seque gregari” (452), “speciem ac
formam” (4, 52), “duplici geminoque” (274), “monstra ac portenta”
(590). Aliteración sostenida la tenemos en I, 250-64, un pasaje que
ejemplifica también el uso del epíteto ornamental fijo, cláusulas
equilibradas marcadas por el homoioteleuton y la anáfora. El verbo
virescunt, que está atestiguado aquí por vez primera, puede servir
para ilustrar la afición de los poetas a los verbos en -esco.
Fue en su empleo de los arcaísmos y “glossae” donde Lucrecio,
aun conformándose a la convención y a lo que era peculiar del gé­
nero, reveló lo que podía lograr un poeta de genio. Una simple lista
de estos elementos de su dicción colocaría a Lucrecio al lado del
dotado poeta amateur que fue Cicerón, su contemporáneo: geniti­
vos en -ai y en -um, infinitivos en -ier, verbo simple por el com­
puesto, etc. Pero es especialmente en su uso de los recursos tradi­
cionales de la dicción poética donde Lucrecio revela al poeta de
genio. Cuando su fuego se abre paso a través del material de la filo­
sofía natural que sobre él se acumula, el arcaísmo y la glosa bri­
llan con una luz supraterrenal. De entre sus muchos pasajes de in­
superable valor poético tendremos que contentarnos con considerar
aquel (I, 80 ss.) en que Lucrecio recoge el exquisito pathos de uno
de los textos más conmovedores de la poesía griega: el coro de
Ifigenia del Agamenón. El análisis lo dañará menos si lo hacemos
antes de leerlo, scelerosa es una formación arcaica en -osus (cf. su-
pra) en lugar del más usual sceleratus, y está combinado en “con­
geries” con impía. Otros arcaísmos son los genitivos en -ai, la anás­
trofe de propter, el adjetivo tremibundus. Como “glosas” podemos
considerar las formas Iphianassai, Danaum, Hymenaeo. El tema
mismo hace inevitable la presencia de antiguos términos rituales:
Ínfula, ministros, casta, hostia, mactatu, felix fautusque. Por último,
podemos notar un grecismo sintáctico, el “calco” prima virorum.
Sin embargo, la presencia de estos ornamentos de género en un pa­
saje que debe mucho de sus magníficas cualidades pictóricas a la
inspiración griega no daña a su esencial latinidad. Puede servir para
ejemplificar en todas sus fases el progreso realizado por los roma­
nos en el camino de creación de una lengua poética eficaz.
Illud in his rebus vereor, ne forte rearis
impía te rationis inire elementa viamque
indugredi sceleris. quod contra saepius illa
religio peperit scelerosa atque impía facta.
114 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Aulide quo pacto Triviai virginis aram


Iphianassai turparunt sanguine foede
ductores Danaum delecti, prima virorum,
cui simul infula virgíneos circumdata comptus
ex utraque pari malarum parte profusast,
et maestum simul ante aras adstare parentem
sensit, et hunc propter ferrum celare ministros,
aspectuque suo lacrimas effundere civis,
muta metu terram genibus summisa petebat:
nec miserae prodesse in tali tempore quibat
quod patrio princeps donarat nomine regem:
nam sublata virum manibus tremibundaque ad aras
deductast, non ut sollemni more sacrorum
perfecto posset claro comitari Hymenaeo,
■ sed casta inceste, nubendi tempore in ipso,
hostia concideret mactatu maesta parentis,
exitus ut classi felix faustusque daretur.
tantum relligio potuit suadere malorum.

Hemos rastreado hasta aquí algunas de las líneas principales de


desarrollo de la lengua de la épica romana. Antes de ocuparnos del
más grande maestro del género hemos de pasar brevemente revista
a los esfuerzos realizados para crear un estilo apropiado para la
tragedia. Hemos visto ya que Andrónico y Nevio habían dado en­
trada en la épica a ciertos arcaísmos demasiado alejados de la len­
gua ordinaria para poder emplearse en la tragedia. En general puede
decirse, sin embargo, que las diferencias lingüísticas y estilísticas en­
tre la épica y la tragedia son meramente graduales y no cualitativas,
y que se desarrolló una lengua estilizada uniforme de la poesía eleva­
da en oposición a las de la comedia y la prosa. Los arcaísmos, las pa­
labras “poéticas” y compuestas distinguen a la lengua de la tragedia
no menos que a la de la épica. La tragedia hizo tal vez un uso más
parco de tales recursos, pero lo fragmentario de la tradición dra­
mática y épica arcaica hace imposible establecer estadísticas segu­
ras. Con todo, los compuestos más audaces están atestiguados en la
tragedia (cf. supra). También los trágicos proporcionan rico mate­
rial ejamplificador de los recursos de estilo que abundan en la épica:
aliteración, asonancia, asíndeton, tricóla y, finalmente, la “congeries”,
la acumulación de sinónimos, rasgo tan típico de los antiguos car­
mina y fórmulas legales de los romanos. Bastarán algunos ejemplos:
1. Aliteración (a menudo con juego de palabras y figura etymo-
logica) :
quin ut quisque est meritus praesens pretium pro factis ferat.
(Nevio, Trag., 13 W.)
laetus sum laudari me abs te, pater, a laudato viro. (Ibid., 17 W.)
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 115
Salmacida spolia sine sudore et sangulne. (Ennio, Trag., 22 W.)
constitit credo Scamander, arbores vento vacant. (Ibíd., 197 W.)

(En el último ejemplo nótese el lugar prominente dado a los verbos,


un recurso favorito de Virgilio);
Interea loci
flucti flacciscunt, silescunt venti, mollitur mare. (Pacuvio, 82-3 W.)
cui manus materno sordet sparsa sanguine. (Accio, 12 W.)

2. Tricolon en asíndeton:
Podemos comparar con
Urit populatur vastat. (Nevlo, Carm., 32 W.)
ibid quid agat secum cogitat curat putat. (Ennio, Trag., 349 W.)
constitit cognovit sensit, conlocat sese in locum
celsum; hiñe manibus rapere raudus saxeum grande et grave.
(Accio, Trag., 424-5 W.)
miseret lacrimarum luctuum orbitudinis. (Ibíd., 54 W.)

3. El “estilo rimbombante” :
ne illa mei feri ingeni atque animi acrem acrimoniam.
(Nevio, Trag., 49 W.)
more antiquo audibo atque auris tibi contra utendas dabo.
(Ennio, Trag., 324 W.)
id ego aecum ac ius fecisse expedibo atque eloquar. (Ibíd., 154 W.)
pacem Ínter se conciliant, conferunt concordiam. (Ibíd., 372 W.)
...ne horum dividae et discordiae
dissipent et disturbent tantas et tam opimas civium
divitias. (Accio, 590-2 W.)

Tales son las características generales de la lengua poética pre-


augústea. Pero antes de que Virgilio pusiera mano a la tarea de ele­
var la poesía romana a sus más altas cimas, una reacción se alzó
contra los hábitos e ideales arcaizantes profesados por la escuela
enniana. La “escuela moderna”, la de los poetae novi, trasplantó a
Roma la polémica de los antiguos y los modernos que en un tiempo
dividiera a los literatos de Alejandría cuando Calimaco rechazó el
poema épico largo, tal como lo practicaba Apolonio Rodio, y pro­
clamó que un libro grande era un ¡ráya kcxkóv. De esta nueva escue­
116 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

la, capitaneada por el gramático y crítico P. Valerio Catón, fue


Catulo el más dotado representante. Tampoco estos poetas querían
oír hablar de épica larga — Cicerón escribe acerca de Ennio: “O poe­
tara egregium! quamquam ab his cantoribus Euphorionis contem-
nitur”— , y se consagraron a géneros de menor alcance que daban
ocasión a los más exquisitos refinamientos de forma, lengua y me­
tro. Fue en este último aspecto, que cae fuera de la finalidad del
presente libro, donde sus reformas resultaron más palpables. Hay
un punto de prosodia que merece mención por su interés lingüístico.
Los novi prohibieron la anulación de -s final, que la poesía anterior
había admitido (Cic-., Or., 161: “eorum verborum quorum eaedem
erant postremae duae litterae quae sunt in optimus, postremam lit-
teram detrahebant, nisi vocalis insequebatur. ita non erat ea offen-
sio in versibus quam nunc fugiunt poetae novi”). Esto no era más
que un ejemplo de su aversión general por los arcaísmos que, iden­
tificados con la rusticitas, antítesis de la elegancia moderna y de la
urbanitas, querían eliminar los novi de la lengua de la poesía, pero
este empeño estuvo en buena parte contrarrestado por las leyes que
un poeta alejandrino profeso tenía que admitir. La obligada mime­
sis de los predecesores vino a significar que mucho de lo que podrían
rechazar como arcaísmo fue admitido como tradición poética. Así,
tampoco Catulo rehúye arcaísmos morfológicos como alis, alid, Troiu -
genum, amantum, tetuli, face, citarier, deposivit, lavit, recepso, quis,
quicum, uberttm, miseritus, o palabras arcaicas como autumant,
grates ago, oppido, nasse, illa tempestóte = illo tempore, cupiens —
cupidus, apisci, anotare (en un plegaria, 67, 2), postilla. También en
el uso de compuestos Catulo es fiel a la práctica de sus predece­
sores. En el poema Peleo y Tetis, que pertenece al género épico,
hallamos, por ejemplo, letifer, corniger, caelicola, y raucisonus, ve-
ridicus etc. Pero en los demás poemas acuña compuestos que van
más allá de estos tipos bien establecidos y rivaliza con sus modelos
alejandrinos aventurándose a crear pinnipes, plumipes y silvicultrix.
También los ornamentos de estilo son de tipo tradicional, si bien
observa un mayor discernimiento en el empleo de la aliteración,
que, en general, reserva para efectos especiales:
Thesea cedentem celeri cum classe tuetur. (64, 53.)
plangebant aliae proceris tympana palmis
aut tereti tenuis tinnitus aere ciebant. (Ibíd., 261-2.)

Otros ejemplos (“frigoraque et famen”, 28, 5; libenter... laetus”,


31, 4; “satur supinus” — nótese el asíndeton— , 32, 10) son probable­
mente pares de palabras establecidos ya de antiguo en la conversa­
ción ordinaria. Encontramos también un recurso de estilo digno de
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 117
particular mención en vista de su importancia en la praxis de Virgi­
lio: si en un verso aparecen dos nombres y uno de ellos ha de ser
calificado por un adjetivo, para lograr un equilibrio se dota al otro
nombre de un epíteto. Además, en tales grupos de palabras se adop­
ta un orden altamente artificial, en el que los adjetivos se disponen
en paralelo o forman un quiasmo:
ab A B
inrita ventosae linquens promíssa procellae. (64, 59.)

pero
non flavo retinens subtilem vértice mitram,
non contecta levi velatum pectus amictu
non tereti strophio lactentis viñeta papillas. (Ibíd., 63 ss.),

donde la disposición es diferente en las tres líneas sucesivas:


(1) abÁB, (2) abBA, (3) aAbB. Finalmente, veamos un ejemplo de la
disposición quiástica: “ausi sunt vada salsa cita decurrere puppi”
(64, 6) = AabB.
Ahora que hemos esbozado las líneas maestras del desarrollo
gradual del instrumento de expresión poética que los romanos for­
jaron con materiales indígenas bajo la guía de los griegos, es el mo­
mento de pasar a Virgilio. Poeta romano formado en la tradición
alejandrina, pagó a sus predecesores el tributo de la imitación. La
majestad de su tema y las leyes del género prescribían una lengua
de colorido y ornamentación ennianos. El fondo virgiliano de pala­
bras “poéticas” básicas es el de sus predecesores (ales, almus, aequor,
amnis, arbusta, caelestes, coma, ensis, genetrix, letum, mortales, pro­
les, etc.), con su marcada preferencia por los verbos simples (linquo,
temno, sido, suesco). Las innovaciones de Virgilio están también fun­
didas en el molde tradicional: adjetivos en -eus (arbóreas, frondeus,
fumeus, funereus); en -alis, -ilis (armentalis, crinalis, flexilis, glaciar-
lis, sutilis); en -bilis (enarrabilis, immedicabilis, ineluctabilis); en
-osas (onerosas, nimbosas, undosas, montosas); verbos incoativos
en - esco (abolesco, crebresco, inardesco); frecuentativos (conveclo,
domito, hebeto, inserto); nombres de agente en -tor, -trix (funda-
tor, latrator, pugnator); neutros en -m en ( gestamen, libamen, luc-
tamen). Pero la exquisita sensibilidad de Virgilio no pudo ignorar
lo que se había logrado a través de la investigación y experimenta­
ción de los novi. Por otra parte, como poeta cuidadoso en extremo,
se veía obligado a rechazar una erudición que resultara opresiva y
pedante y destruyera el efecto moral y emocional. Por eso Virgilio,
aun permaneciendo fiel a la lengua de sus predecesores en la épica,
no se aleja demasiado de las formas del habla contemporánea. Por
118 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

ejemplo, no usa arcaísmos como duona, sos, endo, danunt, escit, ni


antiguas formas metaplásticas como caelus, sanguen, flucti, lavere,
si bien algunas de ellas fueron rechazadas más por “vulgares” que
por arcaicas (véase capítulo V I); no emplea tampoco adverbios del
tipo rarenter, disertim y contemptim. Quedan también eliminadas
las “glossae” dialectales como cascus, baeto, perbito, que tal vez con­
sideraba como “ex ultimis tenebris repetita” (cf. Quintiliano, 8, 3, 27).
Es cierto que tenemos ejemplos de genitivo en -di, de olle y quls,
de formas verbales en -ier, faxo, fuat, de las partículas ast, ceu, y de
pone. Pero estos arcaísmos no están introducidos indiscriminada­
mente como tendentes a dar un vago colorido poético. Algunos, na­
turalmente, estaban impuestos por las exigencias (lenibat, nutribant,
maerentum) o conveniencias (infinitivos en -ier en el quinto pie:
aecingier artes) de orden métrico. Otros comparecen en evocaciones
deliberadas de los predecesores, como, por ejemplo, en el pasaje de
tono lucreciano Aen., 6, 724 ss. con su cuidadosa notación de la es­
tructura lógica por medio de las partículas principio... hiñe... ergo,
el arcaísmo ollis (usado solamente en esta forma por Lucrecio), la
aliteración elaborada (p. ej. “mens agitat molem et magno se cor-
pore miscet”), que es especialmente frecuente en final de verso
(p. ej. “vitaeque volantum, moribundaque membra, carcere caeco”).
Podemos notar además el pleonasmo revisant rursus y los numero­
sos ecos de la fraseología lucreciana (enniana): globum lunae, modis
miris, volantum por avium.
Ahora bien, imitatio aparte, los arcaísmos de Virgilio aparecen
usados con delicado y deliberado artificio. Como en el caso de Lu­
crecio, están dictados por el tema. Es digno de notarse, por ejemplo,
que la forma fuat aparece en Virgilio solamente en un discurso de
Júpiter (A., 10, 108), pasaje que será de interés examinar aquí. Las
palabras del pater omnipotens están introducidas por el arcaísmo
infit. La escena está caracterizada por una aliteración de intensidad
enniana:
... eo dicente deum domus alta silescit
et tremefacta solo tellus, silet arduus aether,
tum Zephyri posuere, premit placida aequora pontus.

El parlamento se abre con un grandioso “dicolon abundans” :


accipite ergo animis atque haec mea Agite dicta.

El veredicto, que comienza con el majestuoso polisílabo quando-


quidem “como quiera que” — nunca usado por Cicerón en sus dis­
cursos ni por César— , tiene una estructura binaria equilibrada en­
raizada en la lengua de la religión y el derecho:
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 119
quandoquidem Ausonios coniungi foedere Teucris
haud licitum, neo vestra oapit discordia ftnern:
quae cuique est fortuna hodie, quam quisque seoat spem,
Tros Rutulusne fuat, nullo discrimine habebo,
seu fatis Italum castra obsidione tenentur
sive errore malo Troiae monitisque sinistris,

En la última línea recordamos el dolo malo de las leges sacrae y el


sinister de la lengua augural. El arcaísmo fuat encuentra, pues, su
lugar en un contexto mayestático en que el padre de los dioses y los
hombres aparece sentado en el trono desde el que dicta su justicia.
Marouzeau ha llamado la atención sobre una serie de casos en que
tales arcaísmos dan color a la lengua hablada por los dioses: quia-
nam es usado por Júpiter (10, 6), moerorum por Venus (10, 24),
ast por Juno (1, 46). No podría hallarse una ilustración mejor de la
afirmación de Quintiliano “verba a vetustate repetita... adferunt ora-
tioni maiestatem aliquam” (I, 6, 39).
También la Sibila habla en una lengua que no es de este mundo:
olli sic breviter fata est longaeva sacerdos:
Anchisa generate, deum certissima proles.

Todo este pasaje (6, 317-36), que describe la llegada de Eneas a la


Éstige, es particularmente rico en colorido arcaico: enim “en ver­
dad”, la asonancia inops inhumataque, la anástrofe haec litara cir-
cum, la significación arcaica de putans, el locativo animi, y finalmen­
te la expresión ductorem classis, que, como una antigua gema en
una montura moderna de “glossae”, forma el espléndido verso
Leucaspim et Lyciae ductorem classis Orontem. (334.)

En este pasaje podemos notar, además, las reminiscencias ennianas


vada verrunt y vestigia pressit; las expresiones patronímicas Anchi­
sa generate y Anchisa satus, propias del estilo épico latino desde Li-
vio Andrónico; el grecismo sintáctico (es una “glosa)” iurare nu­
men, y finalmente la construcción no latina -que... -que, “calco”
acuñado por Ennio como práctico final de hexámetro en la línea de
expresiones homéricas como óXíyov te <¡>íáo v t e , TtóXepoí te pócxoci te ,
etcétera.
Virgilio recurre también al arcaísmo cuando tiene que evocar la
solemnidad de la plegaria (p. ej. alma, nequiquam) :
alma, precor, miserere, potes namque omnia nec te
nequiquam lucís Hecate praefecit Avernis. (6, 117-8.)
120 INTRODUCCIÓN AL LATIN

La misma base tiene la significación de un detalle aparentemente in­


significante: el arcaico atque introduciendo un pasaje que evoca el
patitos del cadáver insepulto:
atque lili Misenum in litore sicco
ut venere vident indigna morte peremptum. (162 s.)

Estas líneas, con su repetición de Misenum y la “glosa” Aeoliden,


marcan el climax de un pasaje rico en colorido y fraseología ennia-
nos (p. ej. “caecosque volutat eventus animo secum; vestigia figit;
multa ínter sese vario sermone serebant”), en que Virgilio ha pro­
digado todos los recursos de su magia verbal:
quo non praestantior alter
aere ciere viros Martemque accendere cantu. (164 s.)

sed tum forte cava dum personat aequora concha,


demens, et cantu vocat in certamina divos,
aemulus exceptum Tritón, si credere dignumst,
inter saxa virum spumosa immerserat unda. (171 ss.)

Finalmente,
tum iu ssa S ibyllae,
haud mora, festinant flentes aramque sepulcro
congerere arboribus caeloque educere oertant.
itur in antíquam silvam, stabula alta ferarum:
procumbunt piceae, sonat icta securibus ilex,
fraxineaeque trabes cunéis et fissile robur
scinditur, advolvunt ingentis montibus omos. (176 ss.)

El resto del episodio de Miseno servirá para ejemplificar otro


recurso del arte virgiliano. La “glosa”, según hemos visto, era uno
de los recursos tradicionales del género épico, y como tal lo emplea­
ron los predecesores de Virgilio al modo de los griegos, si bien Lu­
crecio habla sido notablemente más moderado en el uso de este
ornamento que Ennio, Cicerón o Catulo. También Virgilio se auto-
limita en el empleo de este recurso, cuyo uso excesivo habría llevado
al barbarismo (véase p. 107). Al igual que los arcaísmos, la “glosa”
queda reservada para efectos especiales. Si, como debe hacerse, ex­
cluimos de la definición de “glosa” las palabras que pertenecen al
fondo común de la dicción poética (letum, amnis, etc.), podemos no­
tar en el pasaje en cuestión los términos augúrales (ob)servare, ag-
noscere, optare, laetus, y las rebuscadas expresiones rituales de la
escena funeraria con sus “glossae” pyra, en lugar del término indi-
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 121
gena, rogus, y cadus por situla, y finalmente la escansión griega de
cráteres.
Sería vano intentar una espectrografía de la música verbal de
Virgilio con sus complejas armonías y sus cambiantes esquemas de
asonancia. Sin embargo, la estructura y ornamentación retóricas
son un capítulo de gran importancia en la. poesía postaugústea y
exigen al menos una breve referencia. Durante el último siglo de
la República, un completo aprendizaje de la retórica griega había
llegado a ser una parte normal de la educación de un romano. En
esta escuela aprendieron los romanos la técnica de la prosa artística
y la construcción de períodos complejos equilibrados (véase el apar­
tado siguiente). La adaptación del período artístico a la poesía del
hexámetro no fue el menor de los logros de Virgilio; es un punto en
el que dejó muy atrás a sus predecesores. El poeta “arcaico” Lucre­
cio y el “neotérico” Catulo habían fracasado ambos en su intento
de resolver este problema; sus largos períodos (véase Skutsch, Aus
Vergils Frühzeit, p. 65) carecían de armonía y equilibrio internos
y consistían en su mayor parte en simples sartas de oraciones subor­
dinadas. Ahora bien, Virgilio había aprendido de sus maestros de
retórica que la prosa de tensión emocional elevada no exige largos
períodos elaborados con las partes subordinadas cuidadosamente
conectadas con la idea central, hipotaxis, sino parataxis, con supre­
sión de las partículas de conexión lógica. Preguntas retóricas, excla­
maciones, oraciones rápidas y breves mutuamente equilibradas, con
simetría marcada por recursos como la antítesis, la anáfora, el ho-
moioteleuton, el quiasmo..., tales eran los recursos prescritos para
la consecución de fuerza, energía e intensidad (beivÓTqt;) en la pro­
sa. 2 Fue este estilo el que Virgilio introdujo en la épica romana.
En primer lugar su período raramente excede la longitud de cua­
tro hexámetros, el óptimo prescrito por Cicerón (véase el apartado
siguiente y cf. Cicerón, Orator, 222). Así, la narración que abre el
libro V I de la Eneida empieza con dos períodos, cada uno de los
cuales consiste en tres “cola” coordinados (véase el apartado si­
guiente) :
sic fatur lacrimans, classique immittit habenas,
et tándem Euboicis Cumarum adlabitur oris.
obvertunt pelago proras; tum dente tenaci
ancora fundabat navis et litora eurvae
praetexunt puppes.

Esta sencillez es característica constante del estilo narrativo de Vir­


gilio. Pero en el estilo “asiánico” de la prosa patética, la sencillez de

2. Véase W . K ro ll , “Neue Jahrb.”, 1903, pp. 23 s.


122 INTRODUCCIÓN AL LATIN

la estructura sintáctica está compensada por los elaborados artifi­


cios retóricos de la “concinnitas” (véase el apartado siguiente), la
antítesis, el orden de palabras y la asonancia. También en Virgilio
incluso las oraciones simples presentan esa clase de estilización re­
tórica. Podemos notar, por ejemplo, el tricolon “de magnitud cre­
ciente” :
bella, hórrida bella
et Thybrim multo spumantem sanguine. (6, 86 s.)

El tricolon con anáfora:


ante fores súbito non voltus, non color unus,
non comptae mansere comae. (Ibíd., 47 s.)

El kúkXoc; en
cessas in vota precesque
Tros, ait, Aenea, cessas? (Ibid., 51 s.)

Compárese
socer arma Latinus habeto
impertan sollemne socer. (12, 192 s.)

El “dicolon abundans” en
errantisque déos agitataque numina Troiae (6, 68),

y compárese
omnia praecepi atque animo mecum ante peregi. (Ibid., 105.)

Tales estructuras binarias equilibradas son particularmente carac­


terísticas de nuestro autor:
fataque fortunasque virum moresque manusque. (Ibid., 683.)
quos dulcís vitae exsortis et ab ubere raptos
abstulit atra dies et funere mersit acerbo. (Ibid., 428 s.)

Compárese
qui sibi letum
insontes peperere manu lucemque perosi
proiecere animas. (Ibid., 434-6.)
sed revocare gradum superasque evadere ad auras,
hoc opus, hic labor est. (Ibid., 128 s.)
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 123
nunc anirais opus, Aenea, nunc pectore firmo. (Ibíd., 2fil.)
(Aeneas) maesto defixus lumina voltu
ingreditur | linquens antrum | caecosque volutat
eventus animo secum. (Ibíd., 156-8),

donde las dos oraciones principales coordinadas, de catorce sílabas


cada una, dan escolta a la frase participial central. A menudo la si­
metría está, subrayada por asonancias cuidadosamente dispuestas.
Los pasajes que siguen ejemplifican uno de los recursos favoritos
de Virgilio: homoioteleuton de palabras colocadas en las posiciones
inicial y final de verso:
talibus Aeneas ardentem et torva tuentem
lenibat dictis animum lacrimasque ciebat.
illa solo flxos oculos aversa tenebat. (6, 467-9.)
at regina, nova pugnae conterrita sorte
flebat, et ardentem generum moritura tenebat. (12, 54 s.)
nec minus interea Misenum in litore Teucri
flebant et cineri ingrato suprema ferebant. (6, 212-3.)
pars calidos latices et aena undantia flammis
expediunt corpusque lavant frigentis et unguunt. (Ibid., 218-9.)
it tristis ad aethera clamor
bellantum iuvenum et duro sub Marte cadentum. (12, 409-10.)

Es, naturalmente, en los discursos donde encontramos los esque­


mas estructurales más complejos. El discurso de Palinuro (6, 347 ss.)
puede servir como ejemplo. Empieza con un par coordinado de “cola”
de igual longitud (“parison”), con el equilibrio marcado por homoio­
teleuton:
...ñeque te Phoebi cortina fefellit,
dux Anchisiade, nec me deus aequore mersit.

La misma “isocolia” se mantiene y subraya cuidadosamente a lo lar­


go del pasaje: p. ej.:
cui datus haerebam custos cursusque regebam. (6, 350.)
paulatim adnabam terrae, iam tuta tenebam. (358.)
ferro invasisset praedamque ignara putasset. (361.)

En spoliata armis, excussa magistro (por excusso magistro) la cons­


trucción está forzada para mantener el paralelismo. Notamos de
paso la disposición de adjetivos y nombres (abBA) en:
124 INTRODUCCIÓN AL LATIN

tris Notus hibernas immensa per aequora noctes. (355.)

Finalmente, como ha subrayado Norden, todo el discurso tiene una


disposición ordenadamente retórica con un breve “prooemium”
(... mersit), una “narratio” (namque... in litare venti) y un epílogo,
que toma la forma de una “commiseratio” que culmina en dos ver­
sos de estudiada aliteración:
da dextram misero et tecum me tolle per undas,
sedibus ut saltem placidis in morte quiescam. (370 s.)

En manos de Virgilio el largo proceso de perfeccionamiento de los


recursos indígenas bajo la supervisión de la técnica griega alcanzó
su cima, y la lengua latina quedó por fin modelada como poderoso
y sensible instrumento de poesía elevada.
Si bien no forma parte de nuestra tarea el rastrear la influencia
de Virgilio como poeta y pensador — y la poesía romana no iba a
mantenerse largo tiempo en estas alturas— , podemos decir que su
influencia en la historia subsiguiente de la lengua literaria fue in­
mensa. Sufriendo la suerte de los más grandes autores, pasó a con­
vertirse en texto escolar, se le aprendió de memoria, se le recitó,
se le hizo víctima de la “explication des textes”, se le analizó y, Anal­
mente, se le descuartizó para sacar de él ejemplos de las reglas
gramaticales. De este modo todo estudioso y todo copista se con­
virtió en un virgiliano. Pero nos estamos anticipando, y es el momen­
to de rastrear el desarrollo paralelo de la prosa latina artística.

B. L a l e n g u a de l a p r o s a l i t e r a r i a

La fuente esencial de toda lengua literaria es la lengua hablada


en sus varias formas y modalidades. A partir de ese material bruto,
la mayor parte de las sociedades humanas, especialmente tras la in­
vención de la escritura, han desarrollado formas particulares de
expresión lingüística que, aunque difíciles de definir, podemos cla­
sificar como “literarias”. Al rastrear las líneas maestras del desarro­
llo de la prosa literaria latina hemos de tener en cuenta algunas
consideraciones de importancia. Es normalmente en la, esfera de la
religión y en la del derecho donde se dan los primeros pasos que
distinguen la expresión literaria formal de la lengua coloquial. Para
orientar al hombre en su conducta con respecto a los dioses y a sus
semejantes se formulan reglamentaciones. Tales fórmulas religiosas
y legales que recogen el mos maiorum, transmitidas de generación
en generación, conservan formas arcaicas de expresión. De ahí que
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 125
una lengua literaria que se desarrolle a partir de ellas sea una mez ­
cla de lo coloquial y lo arcaico. Consideraremos luego las formas de
la expresión persuasiva e impresiva, la retórica natural que la expe­
riencia creciente y la autocrítica transformarán en un cuerpo cohe­
rente de doctrina. En este punto los romanos son especialmente
deudores de los griegos, si bien algunos de sus recursos estilísticos
estaban bien enraizados en el suelo itálico. En particular, la insis­
tencia en la “claridad” (aoccpriveia) como principal virtud del discurso
eficaz significa que las interrelaciones de las partes de un pensa­
miento complejo deben hallar explícita expresión lingüistica. De
acuerdo con ello, la ingenua yuxtaposición de oraciones simples es
gradualmente desarrollada para formar el período complejo con
cuidada subordinación de sus partes constituyentes. Finalmente nos
enfrentaremos con otro problema constantemente planteado: la cen­
tralización del gobierno en los estados organizados, el dominio de
una cierta clase, el prestigio de que disfrutan sus hábitos sociales,
de los que no es el menos importante el modo de hablar, vienen a
dar como resultado el desarrollo e imposición de una lengua estándar.
En latín este prejuicio de clase está resumido en la palabra urba-
nitas.
Con relación a las primeras etapas del desarrollo de la prosa la­
tina estamos aún peor informados que al respecto de la poesía, por
lo escaso de la documentación conservada. Tenemos, desde luego,
los fragmentos de las X II Tablas citados por los autores posterio­
res. Ahora bien, en su mayor parte consisten en ordenanzas desnu­
das, sucintas, de la más simple estructura: p. ej. si in ius vocat ito.
ni it, antestamino. igitur em capito. Lo más característico de este
estilo es que no hay expresión explícita del sujeto del verbo,' que
tiene que ser sobreentendido a partir del contexto: “si (un deman­
dante) emplaza (a un demandado) ante el tribunal, (el demandado)
ha de comparecer. Si no comparece, (el demandante) debe llamar a
un testigo. Luego hágalo detener”. Esta peculiaridad sintáctica, como
otros muchos puntos de las X II Tablas, tiene su correspondencia
en las leyes griegas arcaicas. Así, la ubicua influencia griega se reve­
la incluso en los más primitivos y aparentemente más romanos
documentos de la lengua latina (véase supra).
Al igual que la poesía, la prosa literaria comienza con traduc­
ciones del griego; como testimonio más antiguo conservado de la
literatura latina en prosa tenemos los pasajes citados por Lactan-
cio de la traducción enniana de la 'lepa ávaypa<pr| de Evémero. Que
Lactancio conservó la lengua de Ennio (en los frags. I, III, IV,
V I-V III, X I) sin alteraciones verdaderamente importantes ha sido
recientemente reafirmado de modo irrebatible. Sus principales ca­
racterísticas aparecen en el pasaje siguiente:
126 INTRODUCCIÓN AL LATIN

exim Satumus uxorem duxit Opem. Titán, qui maior natu erat,
postulat ut ipse regnaret. ibi Vesta mater eorum et sórores Ceres
atque Ops suadent Saturno, uti de regno ne concedat fratri. ibi
Titán, qui facie deterior esset quam Satumus, idcirco et quod vide-
bat matrem atque sórores suas operam daré uti Satumus regnaret,
concessit ei ut is regnaret. itaque pactus est cum Saturno, uti si
quid liberum virile secus ei natum esset, ne quid educaret. id eius
rei causa fecit, uti ad suos gnatos regnum rediret. tum Saturno
filius qui primus natus est, eum necaverunt. deinde posterius nati
sunt gemini, Iuppiter atque Iuiio. tum Iunonem Saturno in con-
spectum dedere atque Iovem clam abscondunt dantque eum Vestae
educandum celantes Saturnum. Ítem Neptunum clam Saturno Ops
parit eumque clanculum abscondit. ad eimdem modum tertio partu
Ops parit geminos, Plutonem et Glaucam. Pluto Latine est Dis
pater, alii Orcum vocant. ibi flliam Glaucam Saturno ostendunt, at
fllium Plutonem celant atque abscondunt. (Frag. III (Vahien, p. 223)
= Warmington, R. O. L., I, 418, s.)

Puntos particularmente notables en este pasaje son la sencillez de


su estructura sintáctica, la naiveté de las conexiones de frase ( exim,
ibi, tum, deinde posterius, etc.) y el uso redundante del pronombre
anafórico is1.
Si es probable que Ennio recoja fielmente el estilo de los pasa­
jes correspondientes de Evémero, quien habría afectado intencio­
nalmente el estilo de la primitiva narrativa popular griega, hay que
notar también que tales naivetés son característica universal de la
narrativa popular, desprovista de ornato. Las hallamos en igual me­
dida en el ejemplo del sermo inliberalis citado por el autor de la
Rhetorica ad Herennium (4, 11, 16):
“hic tuus servus me pulsavit”, postea dicit hic illi: “considerabo”.
post ille convicium fecit et magis magisque praesente multis cla-
mavit!

Podemos comparar también un pasaje del analista Calpurnio pisón


(citado por Gelio, 7, 9):
Cn. Plavius, patre libertino natus, scriptum faciebat, isque in eo
tempore aedili curuli apparebat quo tempore aediles subrogantur,
eumque pro tribu aedilem curulem renuntiaverunt;

o el pasaje de un discurso de G. Graco citado por Aulo Gelio, con


el comentario de que está en el tono propio de la conversación or­
dinaria (10, 3, 5):

3. Véase E. L atjghton, “Eranos”, XLIX, 1951, pp. 35 ss.; E. F rmbnkel, ibíd,,


pp. 50 ss.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 127
hls annis paucis ex Asia missus est, qui per id tempus magistratura
non ceperat, homo adulescens pro legato, ¿s in lectica ferehatur.
ei obviam bubulcus de plebe Venusina advenit...;

y finalmente un pasaje del manual práctico de agricultura debido


a Catón:
alvom si voles deicere superiorem, sumito brassicae quae levissima
erit P. lili, inde facito manípulos aequales tres conligatoque. postea
ollam statuito cum aqua. ubi occipiet fervere, paulisper demittito
unum manipulum. fervere desistet. postea ubi occipiet fervere, pau­
lisper demittito ad modum dum quinqué numeres; eximito, item
facito alterum manipulum, item tertium. Postea conicito, contundi-
to... (De agr., 156, 2.)

Nuestro estudio del progreso de la prosa a partir de formas tan


simples de expresión puede empezar por Catón, que se sitúa al final
del período arcaico. Pese a todo su fervor antihelénico y a su afirma­
ción de que todos los que se dedicaban al estudio de la poesía y
asistían a convivía no eran más que unos tunantes (grassatores) , y
a su receta para escritores rem teñe verba sequentur, él mismo no
estaba del todo incontaminado de las artes de los aborrecidos grie­
gos. La base coloquial de su lengua es evidente en ejemplos carac­
terísticos como nemo homo, los diminutivos pauculos homines, m e-
diocriculum exercitum, los adverbios derepente, desabito, nimis =
“muy”; futare = saepius fuisse, en is e ibi superfluos, y en los nu­
merosos anacolutos de su sintaxis. Debemos contar también aquí los
numerosos compuestos verbales, especialmente los en con-, que ya
vimos que eran característicos de la lengua coloquial. En un pasaje
de Catón (De agr., 129) encontramos confodere, conspargere, combi-
bere, comminuere, coaequare. Nótense también los “hipercaracte-
rizados” coaddo y dishiasco. Entre sus arcaísmos podemos mencio­
nar el pronombre quís (abl. plur.), las formas verbales imposivi,
experirus, los infinitivos en -ier. Es posible, desde luego, que algu­
nas de éstas fueran formas contemporáneas; pero que Catón usó
arcaísmos como un recurso deliberado para proporcionar dignidad
y solemnidad a su estilo es evidente; por citar sólo un ejemplo, véase
el fragmento del De sumptu que termina: “vide sis quo loco res
publica siet uti quod rei publicae bene fecissem, unde gratiam ca-
piebam, nunc ídem illud memorare non audeo, ne invidiae siet. ita
inductum est male facere impoene, bene facere non impoene licere” .
Aquí, junto con el coloquialismo vide sis encontramos la forma
siet que Plauto reserva para final de verso, depósito de arcaísmos.
Pero al emplear impoene es aún más arcaizante que Plauto, quien
usa la forma impune.
128 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Entre los recursos de estilo de Catón están los que ya nos resul­
tan familiares tras nuestro estudio de Plauto y de la lengua poética.
El estilo “rimbombante” primitivo quedará suficientemente ejempli­
ficado por un pasaje del discurso En defensa de los rodios:
scio solere plerisque hominibus rebus secundis atque prolixis atque
prosperis animuni excellere atque superbiam atque ferociam auges-
cere atque crescere. (21, 8 s., J.)

Los tradicionales dicola aliterativos en asíndeton aparecen en el dis­


curso contra Galba: “multa me dehortata huc prodire: anni aetas
vox vires senectus”. Y no faltan ejemplos de aliteración ( “asperri-
mo atque arduissimo”) y de otras formas de asonancia como el ho-
moioteleuton, para cuya consecución no dudó en acuñar palabras
nuevas: p. ej. “aestate frígido, hieme formido” (87, 10 J.), y optio-
natus en “maiores seorsum atque divorsum pretium paravere bonis
atque strenuis: decurionatus, optionatus, hastas donaticas aliosque
honores” (39, 3 J.). También fugella en la figura etymologica “fugit...
fugella” (45, 6 J.) es un ejemplo del juego de palabras frecuente
en este estilo un tanto primitivo: cf. “cognobilior cognitio” (26,
10 J.), “honorem emptitavere, malefacta benefactis non redemptita-
vere” (69, 7 J.). Tales recursos de estilo, como hemos visto, eran
endémicos en Italia. A éstos tenemos que añadir la influencia de la
poesía de Ennio en la prosa primitiva. Encontramos en gran medida
los mismos procedimientos de formación de palabras: p. ej. los abs­
tractos en -ludo, como en el duritudo de Catón; adjetivos en -b u n -
dus (“ñeque enim tuburchinabundum et lurchinabundum iam in
nobis quisquam ferat, licet Cato sit auctor”, Quintiliano, 1, 6, 42);
-osus (disciplinosus, consiliosus, victoriosus son atribuidos a Catón
por Gelio, 4, 9, 12); adverbios en -im y -ter (p. ej. pedetemptim,
arenter) y verbos frecuentativos en - tare, -itare (emptitare). Sin
duda muchas de estas palabras fueron resultado de los procedi­
mientos analógicos normales; tales coincidencias de lengua no tie­
nen, pues, por qué ser prueba de una deuda de Catón con la lengua
de la poesía. Ahora bien, la influencia de Ennio es particularmente
clara en “deinde postquam Massiliam praeterimus, inde omnem
classem ventus auster lenis fert, mare velis florere videres” (34,
4 ss. J.),y en frases tales como dum se intempesta nox praecipitat,
sub tela volantia y el multi mortales del pasaje que sigue, proceden­
te del discurso contra Quinto MInucio; en él se verá a qué cimas
de pattvos y fuerza logró llegar esta prosa arcaica:

dixit a decem viris parum bene sibi cibaria curata esse. iussit vesti­
menta detrahi atque flagro caedi. decem viros Bruttiani verbera-
vere. videre multi mortales, auís hanc contumeliam, quis hoc impe-
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 129
rium, quis hanc servitutem ierre potest? nemo hoc rex ausus est
facere: eane fieri bonis, bono genere gnatis, boni consulitis? ubi
societas, ubi fides maiorum? insignitas iniurias, plagas, verbera, vi-
bices, eos dolores atque carnificinas per dedecus atque maximam
contumeliam inspectantibus popularibus suis atque multis morta-
libus te facere ausum esse! set quantum luctum, quantum gemitum,
quid lacrimarum, quantum fletum factum audivi? servi iniurias
nimis aegre ferunt. quid illos bono genere natos, magna virtute prae-
ditos opinamini animi habuisse atque habituros, dum viverent?
(41 J.)

Eran, sin duda, pasajes como éste los que Cicerón tenia en el
pensamiento cuando escribía (Brutus, 294): “orationes autem eius
ut illis temporibus valde laudo: significant enim formam quandam
ingeni, sed admodum impolitam et plañe rudem”. Tal era la lengua
de la prosa elevada latina hacia mediados del siglo i i a. C.: una
mezcla de la lengua coloquial con las formas arcaicas de los car­
mina religiosos y de las fórmulas legales, embellecida con cosméti­
cos indígenas, con los lumina de la retórica griega y con las flores
de la dicción poética contemporánea. Fue esta curiosa amalgama
la que en el curso del siglo siguiente se fue refinando para dar lugar
a la lengua de la prosa clásica. El proceso fue esencialmente de
selección y exclusión, la persecución de la latinitas bajo la bandera
de la urbanitas. El modo en que esta actitud excluyente y puntillosa
se desarrolló entre los romanos es difícil de rastrear. Sin duda el
rápido crecimiento del proletariado urbano, con la inmigración de
gentes que hablaban un latín dialectal o mal asimilado, estimuló el
espíritu de superioridad y la conciencia de clase de la aristocra­
cia dominante. Desde luego Cicerón, al lamentar la decadencia de la
latinidad pura a partir de la época de Escipión, la achaca a la incor­
poración de elementos nuevos a la población de la ciudad:
sed omnes tum fere, qui nec extra urbem hanc vixerant ñeque eos
aliqua barbaries domestica infuscaverat, recte loquebantur. sed hanc
certe rem deteriorem vetustas fecit et Romae en in Graecia. con-
fluxerunt enim et Athenas et in hanc urbem multi inquínate lo-
quentes ex diversis locis. quo magis expurgandus est sermo...
(Brutus, 258.)

La mención del mismo fenómeno en Grecia, donde el movimiento


aticista había empezado hacia el 60 a. C., suscita necesariamente la
sospecha de que la urbanitas es un ejemplo más del dominio de
Grecia sobre la vida y la teoría literarias de Roma, donde los efectos
de la purga fueron, por cierto, poderosos y saludables. La “intelli-
gentsia” romana, que se mantenía en una posición de consciente
130 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

superioridad sobre la bullente vida de la capital, inició un proceso


de £evr]Xaaícc lingüística: la eliminación de lo rústico, lo provincial
y lo extranjero ( “ñeque solum rusticam asperitatem sed etiam pere­
grinan! insolentiam fugere discamus”, De or., 3, 44). De las muchas
declaraciones programáticas podemos escoger una debida a Cice­
rón. Confiesa en un pasaje la dificultad que experimenta para definir
la urbanitas, particularmente en cuestiones de pronunciación:
qui est, inquit, iste tándem urbanitatis color? nescio, inquam; tan-
tum esse quendam scio. id tu, Brute, iam intelleges cum in Galliam
veneris; audies tum quidem etiam verba quaedam non trita Romae,
, sed haec mutari dediscique possunt. illud est maius, quod in voci-
bus nostrorum oratorum retinnit quiddam et resonat urbanius. (Bru-
tus, 171.)

En otros lugares da algunas orientaciones en materia de pronuncia­


ción, por ejemplo de la -s final.
quin etiam, quod iam subrusticum videtur, olim autem politius,
eorum verborum, quorum eaedem erant postremae duae litterae
quae sunt in optlmus,
postremam litteram detrahebant, nisi vocalis
insequebatur. (Orator
, 161.)

En otro punto, la aspiración de consonantes, confiesa que su quis­


quillosa obstinación acabó por ceder ante el uso popular:
quin ego ipse, cum scirem ita maiores locutos ut nusquam nisi in
vocali aspiratione uterentur, loquebar sic ut pulcros, Cetegos, trium-
pos, Cartaginem dicerem; aliquando, idque sero, convicio aurium
cum extorta mihi veritas esset, usum loquendi populo concessi,
scientiam mihi reservavi. (Orator, 160.)

Pero es en el De oratore donde delinea los capítulos fundamentales


de la pura latinidad: corrección léxica y morfológica, con la debida
atención al número y al género:
ut Latine loquamur non solum videndum est ut et verba efferamus
ea quae nemo iure reprehendat, et ea sic et casibus et temporibus
et genere et numero conservemus ut ne quid perturbatum ac dis-
crepans aut praeposterum sit, sed etiam lingua et spiritus et vocis
sonus est ipse moderandus. (De or.,3, 40.)

Será conveniente seguir el desarrollo de la purga purista y el sur­


gir del canon clásico ateniéndonos a las rúbricas indicadas.
Hemos tenido ya ocasión de mencionar algunas de las vacilacio­
nes morfológicas del latín arcaico, la confusión de género, las for­
mas fluctuantes de declinación, conjugación y formación de palabras.
Catón podía todavía permitirse emplear los genitivos illi, alii, soli,
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 131
nulli y los dativos femeninos unae, eae, illae. Encontramos, además,
clivum por clivus, sagus por sagum. Otras formas no clásicas son
los locativos die proxim i y el excepcional genitivo plural analógico
bovérum (aparecen en otros lugares las formas regerum, lapiderum,
nucerum, naverum). Entre las formas verbales, solui y ausi apare­
cen en lugar de los “semideponentes” clásicos, en tanto que sus
fltur y fiebantur a duras penas pueden citarse sin repugnancia en
un libro que pueda caer en las manos de un joven estudiante. Al
igual que para iussitur y possitur, puede alegarse como circunstancia
atenuante que potestur fue usado por Ennio y Pacuvio.
También en la sintaxis los puristas restringieron la mucho ma­
yor libertad de los escritores arcaicos, quienes, por ejemplo, tenían
a su disposición en la oratio obliqua no sólo el acusativo con infi­
nitivo, sino también quod y ut (p. ej. “narrat ut virgo ab se integra
etiam nunc siet”, Terencio, Hec., 145). El indicativo en las interroga­
tivas indirectas había sido desde siempre algo usual. En este punto
César y Cicerón muestran una curiosa divergencia, pues el primero
evita el indicativo absolutamente, mientras que el segundo presenta
nada menos que cincuenta y cuatro ejemplos, la mitad de los cua­
les aparecen en sus cartas. En el uso de los casos podemos señalar
la neutralización temporal por parte de los autores clásicos de la
tendencia a reemplazar simples casos por giros preposicionales;
p. ej. ad con acusativo en lugar del dativo: ad praetores... honora-
riurn dabant (Catón, 64, 1 J .); de con ablativo en lugar del genitivo
(“si posset auctio fleri de artibus tuis”, 60, 1 J .); ab con ablativo apa­
rece también como sustituto del genitivo.
En todo este proceso de poda y escardado, los puristas romanos
debieron de guiarse, en primer lugar, por el sano sentido común lin­
güístico. Los oradores y abogados del tipo de Craso, a quien alababa
Cicerón por su “Latine loquendi accurata et sine molestia diligens
elegantia” (Brutus, 143), rechazaron, sin duda, los arcaísmos y arti-
flciosidades de dicción por la sencilla razón práctica de que resulta­
ban ineficaces. No menos importante fue la influencia de la teoría
retórica griega basada en la sana práctica que insistía en la claridad
(ocx(¡>i‘|VEioc), en la logicidad y en la evitación de la ambigüedad como
principales virtudes retóricas. Fue, sin lugar a dudas, para conse­
guir claridad por lo que los autores romanos tamizaron los múlti­
ples recursos de la lengua preclásica en un esfuerzo por alcanzar el
ideal del mot juste para cada noción y el de una construcción para
expresar cada relación sintáctica. Asi, el simple ablativo de tiempo
es el único usado por Cicerón y César, en tanto que los autores
anteriores se habían permitido emplear in tempore, etc. También
clásica es la impresión de refinamiento que puede producir el abla­
tivo instrumental en expresiones como máximo clamore con el apo­
132 INTRODUCCIÓN AL LATIN

yo de cum, si bien la preposición aparece ya en autores anteriores.


De modo similar, el uso de cum con un simple ablativo modal (cum
salute) se convierte en canónico sólo en la prosa clásica. Dos ejemplos
más bastarán para ilustrar la tendencia general a eliminar los do­
bletes sintácticos. El uso de si en el sentido del ing. whether, intro­
duciendo interrogativas indirectas, que es frecuente en latín arcaico
y lo fue también sin duda en la lengua coloquial de la época clásica
— aparece en las cartas de Cicerón— , es evitado en la prosa clásica,
probablemente sobre la base de que a esta conjunción le quedaba
reservado el valor del ing. if. De modo similar, la conjunción multi-
funcional ut en Cicerón abandona los siguientes valores: “desde
que”, “donde”, “cómo” (excepto en la exclamación vides ut, etc.),
“como si” = quasi quidem; tampoco emplea Cicerón un simple ut
para introducir exclamaciones independientes. 4
Es, sin embargo, en el vocabulario donde la elegantia, la puntillo­
sa selectividad del clasicismo, resulta más evidente. Cicerón, ala­
bando el buen gusto ateniense, había escrito:
quorum semper fuit prudens sincerumque iudicium, nitoil ut pos-
sent nisi incorruptum audire et elegans. eorum religioni cum servi-
ret orator, nullum verbum insolens, nullum odiosum ponere aude-
bat. (Orator, 25.)

Una palabra insólita y chocante del tipo indicado era, por ejemplo,
la preposición af: “insuavissima praepositio est af, quae nunc tan-
tum in accepti tabulis manet ac ne his quidem omnium” (Or., 158), o
también las palabras compuestas de factura no latina, que Cicerón
rechaza: “asperitatemque fugiamus: habeo ego istam perterricrepam
itemque versutiloquas malitias” (Or., 164). César, según Gelio
(1, 10, 4), había hecho una declaración de principios similar: “ut
tamquam scopulum sic fugias inauditum atque insolens verbum”.
Cicerón escribió, alabando el exquisito sentido de la lengua que Cé­
sar poseía: “sed tamen, Brute, inquit Atticus, de Caesare et ipse ita
iudico... illum omnium fere oratorum Latine loqui elegantissime”
(Brutus, 232), una sensibilidad que no era mero producto de una
domestica consuetudo, sino que estaba basado en la lectura intensiva
y el estudio diligente de obras incluso recónditas. Con tales princi­
pios los autores clásicos pusieron mano a la tarea de clarificar
el enmarañado desarrollo de su lengua literaria heredada. Los auto­
res de los textos religiosos y legales, en sus denodados esfuerzos
por abarcar toda posible manifestación de la actividad divina y de
la inventiva e iniquidad humanas, habían desarrollado fórmulas
como:

4. Véase W . K ro ll , “Glotta”, X X II, 1933, pp. 1 ss.


ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 133
neve post hac Ínter sed coniourase neve comvovise neve conspondise
neve conpromesise velet neve quisquam fidem ínter sed dedise velet.
(Senatus Consultum de Bacchanalibus, 12 s.)

Tales acumulaciones de sinónimos, cuyo nombre técnico es “conge­


ries”, habían llegado a ser, como hemos visto, una característica del
estilo elevado, y fueron muy empleadas incluso por Cicerón en sus
primeras obras hasta que Molón de Rodas puso diques a su juvenil
redundancia (“is dedit operam, si modo id consequi potuit, ut
nimis redundantis nos et supra fluentis iuvenili quadam dicendi im-
punitate et licentia reprimeret et quasi extra ripas diffluentis coerce-
ret”, Brutus, 316). De hecho la prosa clásica eliminó, de los compues­
tos verbales vistos más arriba que significaban “conspirar”, todos
excepto coniurare, si bien añadió conspirare, no incluido en el texto
que examinamos. Ahora bien, mientras que los principios teóricos
concernientes a la elegantia representaban un cuerpo de doctrina
común, sus aplicaciones prácticas dieron resultados que provocan
la perplejidad del lector moderno. La evitación de arcaísmos tales
'como topper, oppido, aerumna, autumo no presenta problemas.
Todos ellos fueron rechazados por Virgilio como inadecuados inclu­
so para la arcaizante lengua de la poesía, probablemente como ex
ultimis tenebris repetita. Por otra parte, la aversión de Cicerón — con
posterioridad a los primeros discursos— y César por doñee y su
preferencia por dum se debieron tal vez al hecho de que la primera
de dichas conjunciones resultaba demasiado ruda y novedosa y no
estaba aún libre de la sospecha de vulgarismo. En gran medida po­
dría decirse lo mismo de quia frente al preferido quod. Arcaísmo y
vulgarismo fueron las Escila y Caribdis entre las que los puristas
clásicos pasaron en su penosa navegación.
Una similar sensibilidad frente a los valores de una palabra pue­
de explicar por qué César prefiere non modo, non solum, al non
tantum favorecido por los que completaron su obra, al ser tantum
ambiguo. Se ha señalado también que quomodo y quamquam son
evitados por César, y en cambio el segundo aparece cuatro veces
en el libro V III del De bello gallico, debido a Hircio. También mues­
tra César una preferencia por priusquam frente a antequam y por
posteaquam frente a postquam. Diferencias de valor y factores de
vulgarismo y urbanidad pueden dar cuenta de muchas de estas suti­
lezas; pero, como sugiere Marouzeau en su examen de estos hechos,
no debemos ignorar el factor de la elección personal y de los meros
hábitos verbales. ¿Por qué César no emplea nunca quando o mox,
y omite casi del todo vgitur en favor de quare e itaque? ¿Por qué
su preferencia por timeo frente a vereor y m etw ? La tendencia de
una palabra a reaparecer como por hábito una vez activada puede
134 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

observarse en el empleo en César del raro giro e regione no menos


de siete veces en el libro V II de la Guerra de las Gallas, mientras
que sólo aparece una en todo el resto del corpus.
A pesar de su insistencia teórica en la evitación de inauditum
verbum, los escritores latinos no cesan nunca de lamentar la patrii
sermonis egestas en comparación con el griego. Realmente mucho
quedaba por hacer antes de que el latín pudiera funcionar como ins­
trumento adecuado para las actividades intelectuales superiores.
Quizá la más grande contribución de Cicerón a la lengua latina lle­
gara con su forzado retiro de la política, cuando se dedicó a la tra­
ducción de obras filosóficas griegas. Al hacerlo creó en gran medida
el vocabulario del pensamiento filosófico abstracto. Veremos más
adelante un ejemplo de su actividad en sus varias tentativas por
hallar un equivalente latino del tecnicismo retórico griego nEpío&oq.
Una carta a Ático (13, 21, 3) nos permite echar otra apasionante ojea­
da al taller de Cicerón. El problema planteado era cómo traducir las
palabras ÉitÉ/Eiv y éttoxií en su sentido filosófico de “suspensión del
juicio”. Cicerón se había decidido por sustinere (Ac., 2, 94), pero
Atico le sugería inhibere, que Cicerón aceptó para luego volverse
atrás:
volvamos ahora a lo que nos ocupa; tu sugerencia de inhibere, que
yo había encontrado muy atrayente, me parece ahora del todo ina­
decuada. El término es típicamente náutico. Yo estaba enterado
de ello, naturalmente, pero pensaba que los remeros detenían los
remos cuando se les ordenaba inhibere. Mas de que esto no es así
me enteró ayer cuando una nave se acercaba a mi villa. Porque no
detienen los remos (sustinent),^smp que reman de modo distinto.
Esto está muy lejos de énoxq. Asimiles, procura ponerlo en mi libro
tal como estaba al principio. Díseío a Varrón por si también él lo
ha cambiado. Lo más adecuado es seguir a Lucilio cuando es­
cribe :
sustineas currum ut bonus saepe agitator equosque.
Y Carnéades siempre compara la guardia de un púgil (itpo|3oXf|) y
el frenar del cochero a la ¿Troxi). En cambio la inhibitio de los re­
meros implica movimiento, y bien potente, por cierto, pues se trata
de hacer girar la nave sobre sí misma.

A través de una prolongada experimentación en la traducción de tér­


minos griegos, Cicerón introdujo en el latín muchas palabras nuevas
cinctutis non exaudita Cethegis, y al hacerlo forjó el vocabulario
fundamental del pensamiento abstracto que se ha convertido en pa­
trimonio común de los pueblos del Occidente europeo: p. ej. gua­
ntas (itoióTTjq), quantitas (itooó'njq), essentia (oúata), etc.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 135
Si bien la cuidadosa selección de las palabras representó un fac­
tor decisivo para asegurar la claridad de expresión en que los puris­
tas clásicos insistían como primera exigencia, fue en su lograda
construcción de períodos complejos donde mostraron mayor virtuo­
sismo e hicieron mayor contribución al desarrollo de la prosa euro­
pea. Se trataba, ante todo, de la superación de las inconsecuencias
de construcción, de los inevitables anacolutos, de las “contamina­
ciones”, de las “construcciones según el sentido” y faltas de concor­
dancia, del nominativus pendens...; en una palabra, de todas las
ilogicidades inherentes a la ligereza de la expresión coloquial que ya
hemos examinado más arriba. En un segundo plano estaba la orga­
nización de las frases coordinadas inconexas en unidades mayores,
con cuidada y explícita subordinación de las varias partes consti­
tuyentes al pensamiento principal (la sustitución de la parataxis
por la hipotaxis será examinada en detalle en el capítulo X ) . El más
importante descubrimiento en la búsqueda de la claridad y equili­
brio en el período complejo fue el de que el sujeto debía mantenerse
inmutado a lo largo de todo él. La pesadez e inseguridad de un pe­
ríodo que ignoraba este recurso es evidente en el siguiente pasaje
de las Origines de Catón:
nam ita evenit, cum saucius multifariam ibi factus esset, tamen vul-
nus capiti nullum evenit, eumque Ínter mortuos defetigatum vulne-
ribus atque quod sanguen eius defluxerat cognovere, eum sustulere,
isque oonvaluit, saepeque postilla operam rei publicae fortem atque
strenuam perhibuit illoque facto quod illos milites subduxit exerci-
tum servavit. (19, 9 ss. J.)

En este pasaje el constante cambio de sujeto exige la tediosa repe­


tición del anafórico is, eum. Nótese también que el ita evenit intro­
ductorio no tiene influencia alguna en las construcciones, y mejor
sería que fuera seguido en nuestra puntuación por una coma. Ahora
bien, la unidad de sujeto no se podía lograr mientras no se desa­
rrollaran las construcciones participiales concertada y absoluta. El
adjetivo verbal en -n t - que nosotros conocemos como participio de
presente era ya característico de la lengua “común” indoeuropea.
En los textos latinos más antiguos se usa casi exclusivamente en
funciones nominales. En Catón y en los primitivos analistas, por
ejemplo, el participio de presente no tiene la función específicamen­
te verbal de regir un objeto en acusativo, y en buena parte puede
decirse lo mismo del uso de Plauto. Terencio admite un comple­
mento directo, pero, con dos excepciones, sólo cuando el participio
está en nominativo. Éste es el empleo predominante en Varrón, si
bien presenta ejemplos en que el participio está en acusativo y uno
en que está en dativo. Gradualmente el uso se hizo más flexible
136 INTRODUCCIÓN AL LATIN

con variaciones de autor a autor — Salustio es notablemente más


libre que César— , hasta que Cicerón con su gran virtuosismo usa el
participio transitivo en todos los casos posibles. También en abla­
tivo absoluto aparecen pocos ejemplos del participio de presente en
Plauto y Terencio, aparte aquellos en que tiene función adjetival
(p. ej. me praesente, sciente), y hasta Salustio y César no se usa
libremente la construcción. Fue este nuevo recurso sintáctico el que
hizo posible los períodos tan complejos y, sin embargo, tan coheren­
tes y lúcidos que abundan en las páginas de Cicerón.
El período complejo extenso exigía no solamente una disposi­
ción lógica que facilitase la comprensión. Hay que tener siempre
presente que el estilo de la prosa romana estaba basado en la lengua
hablada y que evolucionó con la práctica de la oratoria. Según Ci­
cerón, habría sido Marco Emilio Lépido el primer orador latino que
logró alcanzar la esbeltez de los griegos en el período artístico:

hoc in oratore Latino primum mihi videtur et levitas apparuisse


illa Graecorum et verborum comprensio et iam artifex, ut ita di-
Brutus
eam, stilus. ( , 96.)

Es evidente que las condiciones de la disertación en público imponen


Ínter alia ciertas limitaciones a la longitud de las partes constitu­
yentes de un período: hay un máximo de unidad expiratoria. Fueron
sin duda consideraciones prácticas de tal índole las que habían lle­
vado en Grecia al desarrollo de un estilo en el que el período se
fraccionaba en “miembros” ( kcoXoc) y “porciones” (Kópparoc), térmi­
nos que Cicerón tradujo por membra e incisa Or
( ., 211). En térmi­
nos ideales el periodo complejo estaba formado por cuatro membra,
cada uno de la extensión aproximada de un hexámetro (Or., 222 ).
Ahora bien, el estilo de períodos largos resulta más adecuado al gé­
nero histórico y a la oratoria epideíctica (Or.,
207); ante los tribu­
nales y en el foro debía usárselo sólo de modo restringido, pues de
lo contrario resultaría ineficaz, por producir impresión de inautenti­
cidad. En la práctica normal de los tribunales la mayor parte del
discurso consistirá en períodos organizados en membra e incisa.
Cicerón cita (Or., 222 s.) un ejemplo de este estilo tomado de Craso
(“quin etiam compréhensio et ambitus ille verborum, si sic itepíobov
appellari placet, erat apud illum contractus et brevis, et in membra
quaedam, quae kcoáoc Graeci vocant, dispertiebat orationem liben-
tius”, Brutus, 162):

missos faciant patronos, ipsi prodeant...; cur clandestinis consiliis


nos oppugnant? cur de perfugis nostris copias comparant contra
nos?
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 137
Acerca de este pasaje comenta: “los dos primeros elementos son de
los que los griegos llaman Kóppaxa y nosotros inciso,; el tercero es un
kcoXov o, como nosotros decimos, membrum, y finalmente sigue un
periodo, no largo, sino consistente solamente en «dos versos», es
decir, membra” . Tal estilo resulta particularmente eficaz, escribe Ci­
cerón, en pasajes dedicados a probar o refutar, y cita un ejemplo
de su Pro C. Com elio: “o callidos homines, o rem excogitatam, o
ingenia metuenda” (hasta aquí por membra)-, luego con un incisum:
“diximus”. Luego nuevamente un membrum: “testis daré volumus” .
Finalmente sigue la comprehensio (período) más breve posible, con­
sistente en dos membra: “quem, quaeso, nostrum fefellit ita vos esse
facturos?” (Or., 225).
Los oradores antiguos emplearon complejos recursos para po­
ner de relieve las partes de un parlamento construido incisim y
membratim. También en este punto podemos sacar provecho de la
lectura del análisis del maestro (Or., 164 ss.) acerca de su propia
práctica, cuando da a un período una “definición” de este tipo:
et flniuntur aut compositione ipsa et quasi sua sponte aut quodam
genere verborum in quibus ipsis concinnitas inest; quae sive casus
habent in exitu similis, sive paribus paria redduntur, sive opponun-
tur contraria, suapte natura numerosa sunt, etiamsi nihil est factum
de industria.

Continúa Cicerón señalando que Gorgias había sido el primero en


buscar la concinnitas por medio de tales recursos, y cita como ejem­
plo de su propia obra un pasaje del Pro Milone, 10:
est enim, iudices, haec non scripta sed nata lex, quam non didici-
mus, accepimus, legimus, verum ex natura ipsa arripuimus, hausi-
mus, expressimus, ad quam non docti sed facti, non instituti sed
imbuti sumus.

Otro recurso generador de concinnitas, favorecido por Gorgias y sus


sucesores, es la antítesis. También de ella, según él mismo advierte,
hizo Cicerón frecuente uso:
nos etiam in hoc genere frequentes, ut illa sunt in quarto Accusatio-
nis ( = in Verrem, 2, 4, 115): “conferte hanc pacem cum illo bello,
huius praetoris adventum cum illius imperatoris victoria, huius co-
hortem impuram cum illius exercitu invicto, huius libidines cum
illius continentia: ab illo qui cepit conditas, ab hoc qui constituías
accepit captas dicetis Syracusas”. (Or., 167.)

Si bien la estudiada teoría que subyace a la elaboración de una


prosa latina armónicamente equilibrada es uno de los muchos dones
138 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

de Grecia a la Roma literaria, los recursos empleados tenían raigam­


bre itálica. 5 También en este punto podemos ver la influencia de
los carmina y de la lengua del derecho. En las plegarias, imprecacio­
nes y fórmulas mágicas los concepta verba asumían naturalmente una
forma equilibrada en la que la longitud de las unidades estaba limi­
tada por la exigencia de claridad, tono mayestático y pausas respi­
ratorias. De los muchos ejemplos de plegarias he escogido uno con­
servado por Livio, 1, 10, 6 ss. (cf. la fórmula augural examinada en
el capítulo III).
Iuppiter Feretri
haec tibi victor Romulus 8 sílabas
rex regia arma fero 8 ”
templumque his regionibus 9 ”
quas modo animo metatus sum 10 ”
dedico sedem opimis spoliis 11 ”
quae regibus ducibusque hostium caesis 13 ’’
me auctorem sequentes posteri ferent 12 ”

Es este estilo el que se remeda, por ejemplo, en Plauto, Asin., 259 ss.
impetratum inauguratumst
quovis admittunt aves
picus et cornix ab laeva
corvos parra ab dextera
consiiadent.

El período construido lógicamente con armonía interna y equi­


librio de sus partes constituyentes (concinnitas) recibió su perfec­
ción última cuando la disposición de las palabras se hizo conforme
a un esquema rítmico. Cicerón había establecido (Or., 201) que en
la collocatio verborum había que atender a tres cosas: compositio,
concinnitas y numeras. En nuestro examen del numeras podemos
tomar una vez más como guía a Cicerón, si bien es claro que no da
cuenta completa ni siquiera de su propia praxis en cuanto al ritmo.
El discurso — mantiene Cicerón (Or., 228)— no debe fluir sin pausa
(infinite) como un río, ni detenerse por falta de caudal expiratorio.
Al igual que el golpe dado por un púgil diestro, un período rítmica­
mente equilibrado tiene mayor impacto. Esto se demuestra quebran­
tando el orden de las palabras en un período de buena estructura
rítmica:

5. Es conveniente recordar aquí que el “parallelismus membrorum” se con­


sidera un rasgo distintivo de la más antigua poesía semítica. J. D. Y oung,
(“Jb. f. Kleínas. Forsch”, 1953, pp. 231 ss.) escribe: “Cuando hallamos el pa­
ralelismo como rasgo regular de un texto semítico, nos encontramos ante una
composición poética.”
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 139
se estropeará todo, como en este pasaje de mi discurso Pro Come­
tió: ñeque me divitiae movent, quibus omnis Africanos et Laelios
multi venalicii mercatorisque superarünt”; cámbialo un poco de
modo que tengamos: “multi superarunt mercatores venaliciique”,
y todo se habrá echado a perder... Y si se toma una frase informe
de algún orador descuidado, y cambiando un poco el orden de las
palabras se la reduce a una forma bien encajada, se convertirá en
ajustado (aptum) lo que antes era flojo y suelto. Pues bien, tómese
del discurso de Graco ante los censores de este pasaje: “abesse non
potest quin eiusdem hominis sit probos improbare quOmprobos
probet”; cuánto mejor si hubiera dicho así: “quin eiusdem hominis
sit qui improbos probet probos improbare. (Or. 232 s.; cf. la tra­
ducción de A. Tovar, Barcelona, Alma Mater, 1967.)

Tenemos aquí un ejemplo de cláusula trocaica, una de las preferidas


por Cicerón para la cadencia de período. Se trata del ditroqueo, una
de las cadencias predilectas de la escuela asiánica. “ ¡Qué exclama­
ciones de admiración dejó escapar el auditorio cuando Gayo Carbón
terminó con patris dictum sapiens temeritas fili comprobaviV’ (Or.,
214). Ahora bien, es un error recurrir demasiado continuamente a
un determinado ritmo. Hay otras cadencias agradables: el crético
( —u —) y su equivalente al peón, en sus formas —\ju u y v o u —,
apropiada la primera para los comienzos; la segunda, cadencia fa­
vorita de los antiguos. “Yo no la rechazo de modo absoluto pero
prefiero otras” (Or., 215). De hecho, el análisis moderno ha demos­
trado que esta preferencia se inclinó en favor del crético más tro­
queo ( — v — / — w), con sus varias resoluciones posibles, y del do­
ble crético, en tanto que el ditroqueo, la cláusula asiánica, perdió
para Cicerón parte de su atractivo a medida que su arte y experien­
cia se desarrollaron.
El estilo artístico plenamente desarrollado, con sus rasgos típi­
cos de coneinnitas y ritmo, no era, por supuesto, apropiado para
emplearse en cualquier ocasión. Había que tener presentes los usos
propios del género:
nam nec semper nec apud omnis nec contra omnis nec pro ómni­
bus nec cum ómnibus eodem modo dicendum arbitror. is erit ergo
eloquens qui ad id quodcumque decebit poterit accommodare ora-
tionem. (Cicerón, Or., 123.)

El proemio, por ejemplo, debía ser de tono modesto; la narratio,


sencilla, y de una claridad que recordara la de la conversación coti­
140 INTRODUCCIÓN AL LATIN

diana. También César, a quien Cicerón alaba como ejemplo pre­


claro de pura latinidad (“illum omnium fere oratorum Latine loqui
elegantissime”, Brutus, 252), adopta estilos diversos. Sus Comenta­
rios están escritos en un estilo austero, objetivo, con ciertas pecu­
liaridades que recuerdan la lengua oficial de la cancillería ( “nudi
enim sunt, recti et venusti, omni ornatu orationis tamquam veste
detracta”, Brutus, 262). En cambio, en sus discursos “ad hanc ele-
gantiam verborum Latinorum... adiungit illa oratoria ornamenta di-
cendi” ( Brutus, 261). Así ha señalado Norden los recursos retóricos
de un fragmento del Anticato de César (p. ej. “putares non ab filis
Catonem sed filos a Catone deprehensos”, citado por Plinio,
Ep., 3, 12, 3), mientras que Lofstedt ha detectado cláusulas rítmicas
en uno del De analogía (Cic., Brutus, 253): “ac si, ut cogitata prae-
clare eloqui possent ( - v . ------- ), nonnulli studio et usu elaborave-
runt ( ----------), cuius te paene principem copiae { —~ ^ —) atque
inventorem ( ------- ^ ) bene de nomine ac dignitate populi Romani
meritum esse existumare debemus (— «->— ) : hunc facilem et co-
tidianum novisse sermonem ( - — ^) num pro relicto est haben-
dum?” ( - ^ — vy-v^); también en la cita “tamquam scopulum sic
fugias inauditum atque insolens verbum” ( —^ ------- ). Nótese tam­
bién la “congeries” inauditum atque insolens.
Aun con estas limitaciones y concesiones a la distinción de géne­
ros, los ideales estilísticos (elegantia, concinnitas, numerus) de los
que Cicerón fue el práctico por excelencia no fueron universalmen­
te aceptados. Estaban, por una parte, los descarriados aticistas que
creían que un tono tosco y rudo representaba de modo exclusivo
el auténtico estilo ático (Or., 28). Todavía peores eran los seguido­
res de Tucídides, novum quoddam imperitorum et inauditum genus,
que se creían auténticos “Tucídides” tras haber pronunciado unas
frases fragmentarias e inconexas:, “sed cum mutila quaedam et
hiantia locuti sunt, quae vel sine magistro facere potuerunt, germa­
nos se putant esse Thucydidas” (Or., 32). La concisión y la oscuri­
dad del historiador ateniense resultaban inapropiadas para la ora­
toria. Si bien Cicerón no niega la excelencia de Tucídides como
historiador, los discursos de Alcibíades tal como aparecen en Tucí­
dides los considera “grandes... verbis, crebri sententiis, compressione
rerum breves et ob eam ipsam causam interdum subobscuri” ( Bru­
tus, 29). Un estilo de esta clase, el polo opuesto del ciceroniano, que
buscaba palabras arcaicas y poéticas, comprimido en vez de pleno,
que cultivaba deliberadamente la inconcinnitas y rechazaba el nume­
rus, fue el acuñado por el historiador Salustio. Los arcaísmos que
utiliza son los que ya nos resultan familiares por las páginas prece­
dentes: parataxis, períodos torpemente construidos con cambio de
sujeto y uso superfluo del anafórico is, combinaciones aliterativas de
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 141
palabras (laetitia atque lascivia, mansuetudine atque misericordia,
clades atque calamitas), “tricóla” asindéticos con frecuente alitera­
ción (“animus aetas virtus vostra me hortantur”, Cat., 58, 19; “pro
pudore pro abstinentia pro virtute audacia largitio avaritia vigebant”,
Cat., 3, 3), escasa utilización del participio concertado, supino con
complemento directo, etc. En el vocabulario, su profuso empleo de
viejas palabras dio lugar al reproche de “priscorum Catonis verborum
ineptissimum furem”. Típica de él es la palabra -prosapia (usada en
la expresión homo veteris prosapiae), que aparece en Catón, es califi­
cada por Cicerón como vetus verbum y condenada por Quintiliano
(I, 6 , 40), quien la coloca entre las palabras “iam oblitteratis repetita
temporibus... et Saliorum carmina vix sacerdotibus suis satis intel-
lecta”. A todo esto añadió Salustio los recursos retóricos establecidos
que ya hemos examinado: isocolia, homoioteleutón, aliteración, quias-
mo, antítesis, etc. Ahora bien, el género histórico imponía otras exi­
gencias, Cicerón (Or., 65) lo había clasificado dentro de la oratoria
epideíctica, cuya finalidad es el deleitar más que el convencer, con lo
que podía permitirse metáforas más libres y disponer las palabras
como hacen los pintores con sus varios colores. Quintiliano (10, 1, 31)
va más lejos: “est enim próxima poetis et quodam modo carmen
solutum; ad memoriam posteritatis et ingenii famam componitur;
ideoque et verbis remotioribus et liberioribus figuris narrandi tae-
dium evitat”. Para tales efectos propios del género, Celio Antípatro,
predecesor de Salustio como autor de monografías históricas a la
manera helenística, se había nutrido de Ennio. También la lengua
de Salustio sufrió notable influencia de la poesía romana arcaica
y en particular de los Anuales de Ennio. Esta influencia es evidente
en su sintaxis (p. ej. los genitivos aevi brevis, nuda gignentium,
frugum laetus ager), en sus métodos de formación de palabras
(necessitudo, vitabundus, harenosus, imperitare, insolescere), en el
uso de verbos simples por compuestos y, sobre todo, en su vocabula­
rio, que se nutre abundantemente del ya típico “gradus ad Parnas-
sum” (aequor, proles, suescere, etc.). Podemos también detectar
expresiones aliterativas ennianas como mare magnum (“mar encres­
pado”), m ulti mortales y fortuna fatigat, e incluso cláusulas de he­
xámetro, como, por ejemplo, fortia {acta canebat. Hemos de añadir,
por último, la concisión tucidídea y la estudiada variedad en las for­
mas de expresión: “pars... alii”; “spes amplior quippe victoribus
et advorsum eos quos saepe vicerant”; “in suppliciis deorum magni-
flci, domi parci, in amicos fideles erant” (C., 9, 2); “audacia in bello,
ubi pax evenerat aequitate” (C., 9, 3); “quippe quas honeste habere
licebat abuti per turpitudinem properabant” (C., 13, 2).
En este estilo rebuscado y altamente artificial, una de las más
originales creaciones de la literatura latina, creyeron durante largo
142 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

tiempo los estudiosos — y la creencia persiste aún— poder detectar


abundantes vulgarismos, y se inclinaron así a mirarlo como una es­
pecie de “latín democrático” afectado por Salustio, más o menos
con el mismo espíritu que indujo a un demagogo de la gens Claudia
a hacerse llamar Clodio. Este error de comprensión con respecto a
un estilo descrito por los antiguos como seria et severa oratio (Gelio,
17, 18), en el que la nota dominante es la oepvótqt; tucidídea (es
decir, alejamiento, majestad), fue producto de un empleo indiscri­
minado de los términos “vulgar”, “arcaico” y “poético” (archaismes
conserves par le peuple), cuya discusión se hará en el capítulo si­
guiente. Con relación a la importancia de Salustio en la historia de
la lengua literaria será suficiente recordar las palabras de admira­
ción que le dedica Tácito, quizá el más original de los estilistas
latinos: “Sallustius... rerum Romanarum florentissimus auctor”
(Ann., 3, 30).
Totalmente diferente es el estilo de otro gran maestro de la his­
toriografía latina. Livio rechazó explícitamente los principios y prác­
ticas del estilo de Salustio y se adhirió a la escuela ciceroniana. Co­
pioso y abundante en su expresión (Quintiliano, 10, 1, 32, habla de la
Livi lactea ubertas), evita illa Sallustiana brevitas y da a sus perío­
dos un máximo de elaboración. Pero la historia no es oratoria, y los
períodos de Livio no son del tipo que pretende convencer al oyente
en la asamblea o en el tribunal, y que mira a la credibilidad y no a
la species expositionis (Quintiliano, loe. cit.). Y asi la lucidez de los
complejos períodos de Livio se ve menoscabada por su afición a las
construcciones participiales donde Cicerón hubiera preferido ora­
ciones subordinadas con su relación lógica claramente marcada por
las conjunciones. En general los períodos de Livio son más lentos
en su ritmo y más enmarañados en su construcción que los del gran
maestro de la prosa clásica. Esto no supone negar su genio como
estilista original. La diferencia entre los dos autores no reside tal
vez en una mayor o menor capacidad artística, sino que es más
bien de función y género: los períodos de Cicerón están dirigidos a
ilustrar al oyente; Livio está componiendo un poema en prosa (car­
men solutum) para el deleite de un lector.
El género histórico, según hemos visto ya, exige colorido poético.
En Livio, como en Salustio, encontramos fraseología y reminis­
cencias ennianas: “scutis magis quam gladiis geritur res”, 9, 41, 18,
recuerda “vi geritur res”, Ennio, Ann., 263 W. (cf. Salustio, “gladiis
res geritur”, Cat., 60, 2); el enniano “bellum aequis manibus nox
intempesta, diremit”, Ann., 170 W., se refleja en “aequis manibus
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 143

hesterno die diremistis pugnam”, 27, 13, 5; con la frase aliterativa


“plenum sudoris ac sanguinis”, 6 , 17, 4, compárese “sine sudore et
sanguine”, Ennio, Trag., 22 W. Muchos giros “virgilianos” de Livio
deben explicarse por la común dependencia de Ennio, como por
ejemplo “vi viam faciunt”, 4, 38, 4, cf. "ñt via vi” , Aen., 2, 494; “ ag-
men... rapit”, 3, 23, 3, cf. Aen., 12, 450; “iam in partem praedae suae
vocatos déos”, 5, 21, 5, cf. Aen., 3, 222 “ipsumque vocamus in partem
praedamque lovem” .
Un origen enniano puede sospecharse también en las semejanzas
entre Livio y Lucrecio: “in volnus moribunda cecidit”, 1, 58, 11, cf.
“omnes plerumque cadunt in volnus”, Lucr., 4, 1049. En general el
vocabulario de Livio abunda en palabras y formaciones poéticas
estereotipadas (proles, pubes, proceres, etc.; lacrimabundus, etc.).
Podemos recordar cómo los historiógrafos helenísticos adornaban
su prosa con palabras poéticas como kXocüO^óc;, Xaifióc, áSqpÍToc;,
(i^vic;, AaiXatp, etc., afectación que provocó la burla de Luciano en
su Cómo se escribe la historia. Podemos también observar algunos
poetismos de sintaxis que ya nos son familiares (incerti rerum,
aeger animi, cetera egregius).
Se ha puesto de relieve hace ya tiempo — por Stacey— que el
estilo de Livio no es uniforme a lo largo de toda su obra. La prime­
ra década presenta numerosos rasgos arcaicos y poéticos, "mientras
que en la tercera y aún más en la cuarta Livio tornó a las formas
y normas más estrictas del clasicismo’1. Así, la palabra regimen, de
un tipo habitual en la lengua arcaica, aparece cinco veces en Livio:
cuatro en la primera década y la quinta en la tercera década y en la
expresión aliterativa regimen rerum omnium, con la que podemos
comparar el enniano “id meis rebus regimen restitat” (Trag., 231 W .).
De modo similar somno revinctus (cf. Ennio, Ann., 4 W. “somno leni
placidoque revinctus”) es abandonado por Livio tras dos ejemplos
en la primera década. El cambio de estilo aparece nítido en la esta­
dística de otros dos fenómenos. En la tercera persona de plural del
perfecto de indicativo activo la terminación normal de la prosa, pre­
ferida por César y Cicerón, era -érunt, mientras que -ere, como ya
hemos visto, resultaba arcaico y poético. Pues bien, es la segunda
forma la que predomina en la primera década, especialmente en los
seis primeros libros (con el 77 % en el III y el 73 % en el I I ) . En
los libros siguientes se produce una constante disminución hasta
llegar al X LI, en que sólo hay dos ejemplos de -ere frente a cincuen­
ta y ocho de -érunt. Significativa es el alza de la curva en el li­
bro X X I, en que el 42 % de -ere es un índice del intenso colorido
poético de todo el libro. Por lo que se refiere a los verbos frecuen­
tativos, la tabla estadística que sigue habla por sí misma:
144 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

1° Déc. 3.* Déc. 4.° Déc. 5.a Déc.


agito 47 25 17 4
clamito 14 1 1 2
dictito 15 3 — —
imperito 6 4 — —

Lo que subyace a estas indicaciones de un retorno gradual al uso


“moderno” es, una vez más, el sentido del “decorum” lingüístico
que por encima de todo caracteriza a los escritores antiguos. Del
mismo modo que Virgilio hace un uso más pródigo de arcaísmos
cuando pasa a temas majestuosos y solemnes, así también Livio al
describir los orígenes legendarios del gran estado romano vistió el
manto de la poesía (“mihi vetustas res scribenti nescio quo pacto
antiquus flt animus”, 43, 13, 2).
Ciertos fenómenos que aparecen en Livio, como también en Sa-
lustio, han sido etiquetados como “vulgares”. No deja de ser signifi­
cativo el hecho de que se los haya detectado especialmente en los
primeros libros (p. ej. los verbos frecuentativos). Vemos que (intro-
ducti) ad senatum es reemplazado más tarde por el más correcto
ín senatum. La frase participial introducida por sine, p. ej. sine prae-
parato commeatu, acaba cediendo el paso a nusquam praeparatis
commeatibus. qua... qua en el sentido de partim... partim — que se
encuentra en Plauto y en las cartas de Cicerón, pero nunca en César
o Salustio— aparece nueve veces en la primera década y sólo en ella.
Ahora bien, una interpretación diferente de los hechos es sugerida,
por ejemplo, por el comentario de Servio “antique dictum est” al
virgiliano ne saevi, Aen., 6 , 544. También Livio emplea esta forma no
clásica de prohibición: “erit copia pugnandi; ne tímete” (3, 2, 9), y
también aquí tenemos que escoger entre “vulgar” y “antique dic­
tum”. Parece poco probable que un autor romano de genio, con
sensibilidad para las leyes del género y profundo conocimiento de
la propiedad de las palabras, hubiera dado paso a vulgarismos pre­
cisamente en las partes de su obra en las que — según es evidente y
admitido por él mismo— pretende evocar la atmósfera de un pasado
remoto y legendario. No es Livio quien yerra — a pesar de la patavi-
nitas que Asinio Polión le reprochaba según Quintiliano, 1, 5, 56— ,
sino nuestras clasificaciones estilísticas del vocabulario (véase el ca­
pítulo siguiente acerca del complejo “arcaico-vulgar-poético”) .

C. P o e s ía y prosa p o s t c l á s ic a s

Hemos seguido hasta aquí el progreso del latín literario por las
sendas de la prosa y de la poesía, sendas que alcanzan sus cimas de
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 145
perfección en la oratoria madura de Cicerón y en la épica de Vir­
gilio. Cada una de estas especies de la lengua literaria tenía una na­
turaleza distinta, producto de una tradición que insistía en la
escrupulosa observancia de las particularidades del género. Estas
cumbres que dominan el paisaje literario del latín clásico están uni­
das, naturalmente, por cimas intermedias: la prosa histórica se ex­
tiende hacia el dominio de la poesía, mientras que la comedia apenas
sobresale del nivel del latín cotidiano ( “comicorum poetarum, apud
quos, nisi quod versiculi sunt, nihil est aliud cotidiani dissimile ser-
monis”, Cicerón, Or., 67). Pero en general puede afirmarse que el
ideal clásico tal como se manifiesta en la oratoria de Cicerón y en
la épica virgiliana trazó una frontera clara entre la lengua de la
prosa y la de la poesía.
Este nítido contraste se desdibujó en la literatura postclásica.
La poesía invadió la prosa y la retórica se enseñoreó de la poesía. El
estilo de Virgilio, con su sofisticada técnica altamente retórica, lleva­
ba en sí la semilla de su propia decadencia. En época posterior Ma­
crobio alabó a Virgilio por su carácter marcadamente retórico (“fa­
cundia Mantuani multiplex et multiformis est et dicendi genus omne
complectitur”, Sat., 5, 1 , 4), pero esto resultaba peligroso en manos
de hombres de menor genio. La poesía no produjo ya una gran
figura con posterioridad a Virgilio, cuya influencia perduró indiscu­
tida y abrumadora. De Lucano, quizá el más dotado de los poetas
épicos postclásicos, escribe Quintiliano (10, 1, 90): “Lucanus ardens
et concitatus et sententiis clarissimus et, ut dicam quod sentio, ma-
gis oratoribus quam poetis imitandus.” De Estado se ha dicho
(W. Kroll) que “sus Silvae son discursos y árpaoste; de circunstan­
cias en forma poética, mientras que Juvenal y Persio en algunas de
sus sátiras discuten Géoek; generales a la manera de las escuelas de
retórica”. Por lo que mira al proceso de viciamiento de la prosa, lo
mejor que podemos hacer es resumir el diagnóstico del único gran
genio literario que produjo la época postaugústea. En su Dialogus de
oratoribus Tácito discute el problema de por qué, mientras las épo­
cas anteriores habían sido tan prolíficas en oradores de genio, su
propia generación se veía totalmente falta de elocuencia. Marco
Apro, uno de los personajes del diálogo, defendiendo el moderno
estilo oratorio, apunta que el público — de los tiempos de Cicerón— ,
por inexperto y poco sofisticado, toleraba y admiraba la acción de un
hombre que fuera capaz de hablar durante un día entero utilizan­
do todos los trucos del oficio según habían quedado establecidos en
los más que áridos tratados de Hermágoras y Ápolodoro (Dial., 19).
Sin embargo, en su propia generación, dado que prácticamente to­
dos los oyentes tenían un conocimiento al menos superficial del arte
en cuestión, el orador tenía que usar de efectos nuevos y cuidarse de
146 INTRODUCCIÓN AL LATIN

no provocar la impaciencia de su auditorio. “¿Quién prestarla aten­


ción en estos tiempos a los discursos contra Verres?... En nuestros
días el juez se adelanta al abogado que actúa y no le hace caso nisi
aut cursu argumentorum aut colore sententiarum aut nitore et cultu
descriptionum invitatus et corruptus est. Y tanto el común de los
presentes como el oyente ocasional que va y viene exigen laetitiam
et pulchritudinem orationis.” Estaban, además, los jovenes estudian­
tes de oratoria, “puestos en el yunque”, que querían algo que
llevarse a casa y sobre lo que escribir a sus pueblos: “referre do-
mum aliquid inlustre et dignum memoria volunt; traduntque in
vicem ac saepe in colonias ac provincias suas scribunt, sive sensus
aliquis arguta et brevi sententia effulsit, sive locus exquisito et poé­
tico cultu enituit” (ibíd,, 20). Cicerón — admite— en las obras de sus
últimos años se habla aproximado a tal estilo, pero sus primeros
discursos revelan no pocos defectos de tipo arcaico, lentitud en el
comienzo, excesiva extensión en la narración y descuido en la digre­
sión. Sobre todo, no había en ellos “nada que sacar para llevarse
a casa” (“nihil excerpere, nihil referre possis”, ibíd., 22 ).
Colorido poético y frases rápidas rematadas de modo detonante
por un epigrama: tales fueron los ideales del nuevo estilo. Séneca
había sido en su momento su profeta y su primer gran representan­
te. Dando de lado a las puerilidades de los arcaístas que hablaban
la lengua de las X II Tablas, afectó una sentenciosa concisión — plus
significas quam loqueris— en la que la antítesis venía a ser el efec­
to fundamental. El ciceroniano Quintiliano lamenta su influencia so­
bre los jóvenes ( “si rerum pondera minutissimis sententiis non fre-
gisset”, 10, I, 130), influjo de lo más pernicioso por lo altamente
atractivos que resultaban sus vicios de estilo (ábundant dulcibus
vitiis). También Tácito había puesto en boca de Mésala un elogio
de Cicerón: “ex multa eruditione et plurimis artibus et omnium
rerum scientia exundat et exuberat illa admirabilis eloquentia”
(Dial., 30), y se había referido con desprecio a los que “in paucissi-
mos sensus et angustas sententias detrudunt eloquentiam” (ibíd., 32).
Ahora bien, es evidente que este ideal ciceroniano se aplicaba sola­
mente al género oratorio. En sus obras históricas Tácito llevó a su
perfección el estilo comprimido, torturado, epigramático, enrique­
cido con un colorido arcaico y poético, que su admirado predecesor
Salustio había elaborado. La intensidad y tensión de su pensamien­
to encuentran expresión en la deliberada evitación de la concinnitas,
en la trabajada “variatio” de expresión de la que todas sus páginas
ofrecen ejemplos: minantibus intrepidus, adversus blandientes in~
corruptus; quídam metu, alii per adulationem; crebris criminationi-
bus, aliquando per facetias; Suetonio, cuius adversa pravitati ipsius,
prospera ad fortunam referebat; palam laudares, secreta male audie-
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 147
bant; vir facundas et pacis artibus, etc. En interés de la brevedad
podó sin miramientos toda palabra superflua, logrando una concen­
tración de expresión tal vez sólo igualada por Horacio en sus odas.
La majestad de su objeto y lo austero de su personalidad se reflejan
en la as^ivóTriq que los antiguos veían en el estilo de Tucídides. Se
logra ésta por el uso de expresiones arcaicas (perduellis, bellum pa­
irare) y poéticas, y de construcciones del mismo tipo: los genitivos
incertus animi, ambiguus consilii, los simples ablativos de “lugar
en dónde” (campo aut litare), el instrumental de agente (desertas
suis), etc., y sobre todo por el empleo de palabras poéticas, entre
las que podemos citar los verbos simples en lugar de sus com­
puestos: apisci, ciere, firmare, flere, piare, quatere, rapere, temnere,
y los incoativos ardescere, clarescere, gravescere, notescere, suescere,
valescere, etc. Abundan las reminiscencias de los poetas, especial­
mente de Virgilio: “colles paulatim rarescunt” , Germ., 30 (cf. “an­
gustí rarescent claustra Pelori”, Aen., 3, 411); “quibus cruda ac viri-
dis senectus”, Agr., 29 (cf. “sed cruda deo viridisque senectus”, Aen.,
6 , 304); “vulnera dirigebant”, Hist., 2, 35 (cf. Aen., 10, 140). Sinto­
mática resulta la evitación de términos cotidianos que atentarían
contra la aepvÓTpq: podemos citar su casi cómico esfuerzo por evi­
tar el llamar pala a una pala: “per quae egeritur humus aut excidi-
tur caespes”, Ann., 1, 65; la agricultura, la construcción y el comer­
cio son aludidos con “ingemere agris, illaborare domibus, suas alie-
nasque fortunas spe metuque versare”, Germ., 46. Lofstedt llama
la atención sobre la estudiada tendencia de Tácito a apartarse de
lo común en la elección entre adjetivo y genitivo. Así escribe (Ann.,
1, 7) “per uxorium ambitum et senili adoptione” en lugar del más
usual uxoris, senis. En cambio, sustituye los tradicionales bellum ci-
vile y virgines Vestales por bellum civium (Hist., 1, 3) y virgines
Vestae (Ann., 1, 8 ). Este uso de formas distantes de las de su época
nos recuerda su propio epigrama maior e longinquo reverentia. La
cualidad poética de su estilo está bien ejemplificada en la siguiente
descripción del ataque a la isla de Mona y de la destrucción de sus
bosques sagrados (Ann., 14, 30):
stabat p ro litore diversa acies, densa arm is virisque, intercursan-
tibus fem inis; in m odu m F u ria ru m veste ferali, crinibus deiectis
faces praefereban t; D ru id ae circum , preces d ira s sublatis ad caelum
m an ibus fundentes, novitate aspectos percu lere m ilitem , ut quasi
haerentibus m em bris im m obile corpus vulneribus praeberent. dein
cohortationibus ducis et se ipsi stim ulantes, ne m u liebre et fanati-
cum agm en pavescerent, inferunt sign a sternuntque obvios et igni
suo involvunt. praesidiu m posthac im positu m victis excisique luci
saevis sup.erstitionibus sacri; nam cru o re captivo ad olere a ra s et
hom inum fibris consulere déos fa s habebant.
148 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Entre otras muchas cosas podemos notar en este pasaje la per­


sonificación de acies; los términos poéticos fundentes, pavescerent,
fibris (por extis); el uso de adjetivo por genitivo (muliebre agmen,
cruore captivo); el arcaísmo adolere aras, y la elaborada aliteración
de la última frase.
Hace ya mucho tiempo observó Wólfflin que el estilo maduro de
Tácito era el producto de un desarrollo gradual. Así, la formación
arcaica claritudo (cf. supra) no aparece en las obras menores, com­
parte el terreno con claritas en las Historias (3: 3), y es quince ve­
ces más abundante en los Anuales (30: 2). De modo similar, omnia
cede gradualmente ante cuneta, essem ante forem, non possum y
possum ante nequeo y que o, cresco ante glisco, etc. De los verbos
simples citados más arriba notesco y gravesco se encuentran sólo
en los Anuales (en otros lugares innotesco, ingravesco). En el cam­
po de la sintaxis vemos que apisci se construye con genitivo sólo en
los Anuales, donde también hallamos los únicos ejemplos de id aeta-
tis, id temporis frente al uso anterior de eo, illo temporis, etc. Otra
peculiaridad de los Anuales es la creciente inclinación hacia el abla­
tivo absoluto sin sujeto: intellecto, quaesito, proper ato, saepe apud
se pensitato, etc. De ello no hay ningún ejemplo en las obras me­
nores y sólo tres en el conjunto de las Historias. Otro dato indicador
es la anástrofe de la preposición, de la que sólo hay cinco ejemplos
en las Historias frente a cincuenta en los Anuales.
Lófstedt ha hecho ver que desde el libro X III de los Anuales en
adelante Tácito dio marcha atrás en ciertos aspectos y tornó a mo­
dos de expresión más normales. Esto se desprende claramente de la
estadística de algunos fenómenos seleccionados. (En la tabla, Anua­
les A = libros I-V I, X I, X II; Anuales B = libros X III-X V I).

Dial. Agr. Germ. Hist. Ann. A. Ann. B


forem 0 4 0 51 62 1
essem 10 8 2 17 31 29
quis 0 1 0 23 54 7
quibus — — — 71 45 50
quamquam — — — — 44 6
quamvis — — — — 4 11

Estas observaciones no implican un cambio importante en el es­


tilo: son meras modificaciones de detalle. Podemos atribuirlas a una
sensibilidad literaria más madura que se daba cuenta de que un ex­
cesivo arcaísmo impedía, en vez de producirla, la tan deseada osp-
VÓTT]<;.
Polarmente opuesto al estilo comprimido de Séneca y de la es­
cuela moderna es el que Tácito ataca en el Dialogus (26): “ñeque
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 149
enim oratorius iste, immo hercle ne virilis quidem cultus est, quo
plerique temporum nostrorum auctores ita utuntur, lascivia verbo-
rum et levitate sententiarum et licentia compositionis histrionales
modos exprimant”. También Quintiliano censura la moderna lascivia:
“alios recens haec lascivia deliciaeque et omnia ad voluptatem mul-
titudinis imperitae composita delectant” (10, 1, 43). Estos estilistas
continuaban, naturalmente, la larga tradición del asianismo, que iba
a verse reforzada en Roma por la llamada “Segunda Sofística”. De
este estilo florido lleno de exuberancia (laetitia) y poeticus cultus,
de elaborada simetría y efectos de asonancia, podemos elegir a Apu-
leyo como al más distinguido representante. Gran virtuoso, de la
lengua, que, de acuerdo con la antigua doctrina, adaptaba su estilo
al género, Apuleyo pasa de la relativa sencillez y sobriedad de la
Apología a la sofocante frondosidad de las Metamorphoses. En esta
obra utiliza todos los recursos que la lengua le ofrece, arcaicos y
modernos, coloquiales y solemnes. Un tono de artificiosidad orna­
mental en exceso queda establecido desde el principio, en el que nos
describe su tierra natal como “glebae felices aeternum libris felicio-
ribus conditae, mea vetus prosapia 6 est”. La narración de los por­
menores de su viaje suena a parodia de la construcción poética stra-
ta viarum: “postquam ardua montium et lubrica vallium et roscida
cespitum et glebosa camporum <emensus> emersi” (1, 2). Su afición
a los tipos abstractos de expresión, tedioso rasgo del “gran estilo”,
está ejemplificada en “simul iugi quod insurgimus aspritudinem fa-
bularum lepida iucunditas levigabit” ( 1 , 2 ); o combinada en un tri-
colon “abundante” : “Aristomene... ne tu fortunarum lubricas amba­
ges et instabiles incursiones et reciprocas vicissitudines ignoras”
(1, 6 ). Estos artificios resultan especialmente sabrosos en la descrip­
ción de escenas triviales. Así, “vi con mis propios ojos a un malaba­
rista tragarse de punta un afiladísimo sable de caballería” se dice
“isto gemino obtutu circulatorem aspexi equestrem spatham praea-
cutam mucrone infesto devorasse” (1, 4). Sócrates empieza (1, 7)
a contar sus penas “imo de pectore cruciabilem suspiritum ducens”,
frase de corte virgiliano con un arcaico suspiritus combinado con
un adjetivo cruciabilis acuñado, según parece, por Apuleyo. Sus pa­
labras están introducidas por el arcaico-poético infit; en la frase
“dum voluptatem gladiatorii spectaculi satis famigerabilis consector
in has aerumnas incidí”, aerumnas es una palabra convencional ar-
caico-poética, mientras que famigerabilis, que usa frecuentemente
(es muy típica su conjunción con el desenfadado y coloquial uxorcula,
9, 5), se conoce antes de Apuleyo sólo por una cita del De lingua
latina de Varrón. Sócrates da cuenta a la anus scitula de su domui-

6. Sobre prosapia véase p. 141.


150 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

tionis, palabra empleada anteriormente por Accio y Pacuvio. Su


modestísimo grabattulus queda pone cardinem (preposición arcaica),
y cuando es sacudido por el temblor de su dueño, otra palabra pa-
cuviana, succussus, surge de entre los muertos: “grabattulus etiam
succussu meo inquietus” (1, 13). Este grabattulus se revela como un
poderoso incitador del “tumor” trágico: “iam iam grabattule, in-
quam, animo meo carissime, qui mecum tot aerumnas exanclasti,
conscius et arbiter quae nocte gesta sunt” ( 1 , 16), donde exanclare
es una de las palabras condenadas por Quintiliano como oblitteratis
repetita temporibus. La lengua de las picantes y provocativas esce­
nas de amor (p. ej. “ipsa linea túnica mundule amicta et russea fas-
ceola praenitente altiuscule sub ipsas papillas succinctula illud ciba-
rium .vasculum floridis palmulis rotabat in circulum” 2, 7), salpica­
da de diminutivos, recuerda el plautino papillarum horridularum
oppressiunculae (véase p. 86 ). Pero lo que mejor caracteriza al esti­
lo asiánico es la vaporosa maraña en que mezcla una verbosidad
fétida con toda clase de flores retóricas, túmida et pusilla et prae-
dulcia, por citar las palabras de la famosa condena de Quintiliano.
Bastará un ejemplo: el consejo de la hermana envidiosa (5, 20):
novaculam praeacutam, adpulsu etiam palmulae lenientis éxaspe-
ratam, tori qua parte cubare consuesti, latenter absconde lucemam-
que concinnem, completam oleo, claro lumine praemicantem, subde
aliquo claudentis aululae tegmine, omnique isto apparatu tenacis-
sime dissimulato, postquam sulcatos intrahens gressus cubile soli-
tum conscenderit iamque porrectus et exordio somni prementis
implicitus altum soporem fiare coeperit, toro delapsa nudoque ves­
tigio pensilem gradum pullulatim minuens, caecae tenebrae custo­
dia liberata lucerna, praeclari tui facinoris opportunitatem de lumi-
nis consilio mutuare et ancipiti telo illo audaciter, prius dextra sur-
sum elata, nisu quam valido noxii serpentis nodum cervicis et ca-
pitis abscide.

Este grado de lascivia, levitas y licentia no gozó de universal apro­


bación. Frente a los hombres que, echando mano de irnos atavíos es­
tilísticos variopintos y propios de cortesanas, hacían de sus escritos
danza y canto (Tácito, Dial., 26), se colocaron los que preferían in­
cluso una “toga de paño burdo” (hirta toga). Rechazando los “rizado-
res de Mecenas” (calamistros Maecenatis), como Mésala, no cesa­
ron de “vetera tantum et antiqua mirari” (Dial., 15). Colocando a
Lucilio por encima de Horacio y a Lucrecio por encima de Virgilio,
tomaron estos hombres el partido de las palabras velut rubigine in­
fecta. Entre los arcaístas podemos citar como ejemplo típico a Fron­
tón, quien se queja al respecto de Cicerón de que “in ómnibus eius
orationibus paucissima admodum reperias insperata atque inopinata
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 151
verba, quae non nisi cum studio atque vigilia atque multa veterum
carminum memoria indagantur”. Tal era el espíritu del tiempo, es­
clavo una vez más de una moda literaria griega introducida por el
emperador Adriano, quien prefería a Catón antes que a Cicerón y a
Ennio antes que a Virgilio.
En esta guerra de las escuelas estilísticas rivales que dominó toda
la historia de la prosa postclásica hubo también los inevitables hom­
bres de compromiso como Plinio el Joven, quien se contaba entre
los admiradores de los antiguos y emulaba a Cicerón, pero no por
ello despreció a los talentos de su propia generación. Al tiempo que
confiesa su admiración por los verba quaesita et exculta, es capaz de
modelar una sententia llena de agudeza.
Con el paso de los siglos el mundo se fue haciendo viejo y em­
pezó a soñar con su pasado; la prosa se convirtió en obra de epígonos
que exageraban ora las peculiaridades de un modelo, ora las de otro.
El empleo de Virgilio como libro de texto y base de la enseñanza
gramatical acabó también en la prosa en una dislocación del orden
normal de las palabras. La mirada que se volvía hacia el pasado con
nostalgia confundió los géneros y los estilos. Todos los armarios y
guardarropas de la literatura romana fueron saqueados para vestir
estos manierismos literarios, y la envejecida Musa no encontraba
nada de incongruente en una cosmética que autorizaba la aplicación
simultánea del lápiz de labios y el rimmel. Típico ejemplo de esta
completa corrupción del gusto es Sidonio Apolinar, un hombre for­
mado en la gramática y retórica tradicionales, que en la Galia de
godos y burgundios del siglo v pagó un patético tributo de trabaja­
da imitación al esplendor de la Roma moribunda. Con relación al
estilo de sus cartas ha señalado W. B. Anderson “la pomposa com­
binación de rebuscamiento estilístico con verbosidad «sesquipedal»,
arcaísmos frontonianos, fantásticos neologismos y cascabeleos ver­
bales que hace de su correspondencia un conglomerado irritante
para los nervios... El resultado es una reductio ad absurdum de to­
dos los recursos de la retórica y una parodia del latín”.
Esta mies llena de cizaña necesitaba una limpieza; el rastrojo
ardió en el fuego bárbaro antes de que el campo pudiera volver a
fructificar.
Entretanto, la lengua cotidiana, sujeta a las leyes universales del
cambio lingüístico, adaptándose a las múltiples exigencias de las
situaciones nuevas y las experiencias inéditas, se había ido apartan­
do progresivamente de la lengua artificial de la literatura, distorsio­
nada desde sus principios por la atracción de una cultura superior
y de una lengua distinta. Al estudio de esta corriente subterránea
de la lengua viva vamos a dirigir ahora nuestra atención.
C a p ít u l o V I
EL LATÍN VULGAR [N ota 16]

Al intentar continuar con la historia del latín hablado a partir


del punto en que la abandonamos en el capítulo III, nos hallamos
ante las mismas dificultades de método. El clasicismo, en su pun­
tillosa búsqueda de la urbanitas y la elegantia, había impuesto a la
lengua nacional severas restricciones de forma, sintaxis y vocabula­
rio. Aún más lejos de los modos ordinarios de expresión estaban
el estilo “moderno” de Séneca y sus imitadores y el asianismo de
Apuleyo, adornados con arcaísmos y poetismos. Cuando el filólogo
aguza su oído intentando captar el habla llana de la vida corriente
se encuentra encerrado, por así decirlo, en un perpetuo teatro don­
de la lengua está congelada en “poses” estatuarias, o se mueve con
los estilizados gestos de un ballet sobre un ornado telón de fondo.
Tal es la naturaleza de la gran masa de datos que se ofrece al histo­
riador de la lengua latina. Mas fuera de este teatro, en casa, en el
“club” y en la calle, la lengua hablada, el más delicado y adaptable
instrumento de colaboración del hombre con sus semejantes, cam­
bió constantemente, hasta que en el transcurso de los siglos emergió
en la multiplicidad de formas de las lenguas romances. De este “latín
vulgar”, la lengua que se postula como origen de las modernas ver­
náculas, que a su vez han desarrollado formas literarias, sólo pode­
mos tener un conocimiento indirecto. Pero antes de proceder al exa­
men de las fuentes de las que puede recabarse tal información es
preciso esclarecer el concepto mismo de “latín vulgar”.
Toda lengua hablada asume una variedad de formas, aun en los
labios de un mismo hablante. El lenguaje, según hemos dicho, es
una parcela del comportamiento humano. Nuestros gestos y actitu­
des lingüísticas toman formas apropiadas a la ocasión dada: con­
vencionales, graves y envaradas en una conferencia; espontáneas,
cordiales y llanas en la compañía de nuestros íntimos. Añádanse a
esto las diferencias lingüísticas entre las clases sociales, las ilustra-
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 153
das, las semicultas y las totalmente incultas. Y aun aquí la frontera
cambia constantemente. Incluso dentro de una clase social dada las
diferentes generaciones tienen sus particularidades idiomáticas. Los
vulgarismos de la calle recogidos por los chicos y adoptados por
abuelas joviales dan con el camino que los llevará a los salones
refinados. Los vulgarismos de hoy se convertirán en los “familia*
risnaos” de mañana. Los demagogos Clodios se granjean popularidad
y la evangelización cristiana gana adeptos utilizando para ello la
lengua del pueblo. Pero de la lengua no se puede decir que
“omnia fatis in peius ruere”. El esnobismo es un factor tan co­
rriente en el lenguaje como en las otras facetas del comportamien­
to social, y las personas de prestigio se convierten en objeto de imi­
tación para sus inferiores. El progreso de la vida política, por su
parte, hace cambiar la estructura de la sociedad; una nueva clase
dominante surge sin estar lo bastante asimilada como para adoptar
las formas del hablar refinado. Éstas son algunas de las múltiples
fuerzas universales que actuaron en la gradual transformación del
latín. No podemos pretender dotar a un fenómeno tan proteico de
un asidero terminológico rígido. Muchos han sido los intentos de
definirlo, y sin embargo el “latín vulgar” sigue siendo un pálido espe­
jismo. Podemos fijar nuestra atención en puntos particulares de fo­
nética, morfología, sintaxis y vocabulario, y detectar en los docu­
mentos de que disponemos desviaciones respecto al uso clásico.
Luego, remontándonos a partir de las modernas lenguas románicas,
postularemos formas primitivas que darán cuenta de los puntos de
semejanza. Las coincidencias entre las reconstrucciones y los rasgos
no clásicos de los documentos nos capacitará para identificar a los
segundos como reflejos del latín hablado. Por este método podemos
construir una imagen sintética del “latín vulgar”. Ahora bien, este
método es esencialmente atomista, trata separadamente puntos par­
ticulares cada uno de los cuales sale a la luz en los documentos en
medidas diversas de accidentalidad (cf. infra). No tenemos ningún
texto que sea testimonio fiel ni de uno solo siquiera de los estratos
lingüísticos simultáneos. El cincel del cantero, la pluma de la monja
locuaz, el trozo de yeso que garrapatea en la pared, se apartan de
la lengua real y procuran moverse dentro de modelos tradicionales.
Sólo a través de sus inadvertencias ocasionales, como sin quererlo,
los escritores nos dan indicios de que su lengua usual se desvía de
la de la escuela, que emplean a base de esfuerzo. Podríamos decir
que hay, en el paisaje muerto del latín literario, áreas sísmicas don­
de erupciones ocasionales revelan la intensa actividad subterránea
que un día hará surgir un mundo lingüístico nuevo.
Vamos ahora a pasar brevemente revista a algunas de estas áreas.
Para el período republicano citaremos en primer lugar el interesan­
154 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

te pasaje del tratado retórico Ad Herennium, 4, 14, en que el autor,


al distinguir los niveles de estilo, cita un ejemplo del adtenuatum
genus, “id quod ad inflmum et cottidianum sermonem demissum
est” :
nam ut forte hic in balneas venit, coepit, postquam perfusus est,
defricari. deinde ubi visum est ut in alveum descenderet, ecce tibi
iste de traverso “heus”, inquit, “adolescens, pueri tui modo me pul-
sarunt, satis facías oportet”. hic qui id aetatis ab ignoto praeter
consuetudinem appellatus esset, erubuit. iste clarius eadem et alia
dicere coepit. hic “vix tamen”, inquit, “sine me considerare”, tum
vero iste clamare voce quae perfacile cuivis rubores eioere potest...
conturbatus est adolescens: nec mirum, cui etiam nunc paedagogi
lites ad oriculas versarentur imperito huiusmodi conviciorum.

Merece notarse la expresión “ecce tibi de traverso”, que podemos


comparar con el “ecce autem de traverso” de Cicerón (Ad Att., 15, 4
A 1), en tanto que el vivaz dativo “simpatético” recurre en “ecce tibi
e transverso” (Acad., 2,121). id aetatis nos resulta ya conocido como
rasgo de la lengua popular, mientras que el perifrástico dicere coe­
pit estaba en camino de convertirse en frecuente sustituto del per­
fecto aorístico en latín tardío. Finalmente, oricula es la forma origi­
naria que presuponen el Ir. oreille, el it. orecchio y el esp. oreja, en
tanto que eicere en el sentido relajado de “sacar” anticipa usos pos­
teriores (véase p. 175).
Las farsas atelanas de Pomponio y Novio nos proporcionan otros
materiales. Varrón (L. L., 7, 84) advierte: “in Atellanis licet animad-
vertere rústicos dicere se adduxisse pro scorto pelliculam”. De los
fragmentos conservados podemos citar, además, los futuros vivebo
y dicebo, los nombres particulo, manduco “glotón” (acerca de man­
ducare en el sentido de “comer”, véase infra), y entre los verbos
los incoativos gallulascere (de un diminutivo cjallulus) con el sen­
tido de pubesceré, roborascere, y los denominativos sublabrare, prae-
lumbare, incoxare “acurrucarse”. Entre las palabras griegas notamos
rhetorissare, mientras que dicteria “puyas” es uno de los numerosos
híbridos greco-latinos de la lengua vulgar (véase in fra). Finalmente,
las Atellanae nos proporcionan el que parece ser el más antiguo ejem­
plo de sustitución del nominativo por el acusativo en el plural de la
primera declinación (véase in fra): quot laetitias insperatas modo mi
inrepsere in sinum. Lófstedt lo explica como influencia de los dia­
lectos itálicos, pero el caso no está totalmente libre de la sospecha
de ser una construcción contaminada en la que el primer elemento
sea un acusativo de exclamación.
Las cartas de Cicerón, especialmente las dirigidas a sus amigos
íntimos como Atico, reflejan la latinidad de la conversación urbana
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 155
en la época final de la República, si bien en una carta a Peto Cicerón
se propone usar el “sermo plebeius; verumtamen quid tibi ego vi-
deor in epistulis? nonne plebeio sermone agere tecum?” (Ep., 9, 21,1).
Sus más pronunciadas características son la elipsis y la concisión.
Los lazos que unen a ambos amigos son tan estrechos que una mí­
nima señal puede bastar para indicar el sentido deseado. Esto es lo
que a veces hace la correspondencia tan difícil de comprender como
una parte de una conversación telefónica: p. ej. “itane? nuntiat B ru-
tus illum ad bonos viros? EÚocyyéXicd sed ubi eos? nisi forte se sus-
pendit” “¿De verdad? ¿Dice Bruto que él (César) (se va unir) a los
patriotas? ¡Albricias! Pero ¿dónde los (hallará)? (En ninguna par­
te) a no ser que se cuelgue” (Ad Att., 13, 40, 1). La sintaxis muestra
en abundancia parataxis y paréntesis, con la usual intercalación de
fórmulas de cortesía como amabo te. Conviene notar además el em­
pleo coloquial de adjetivos en lugar de adverbios: “ad M. Aelium
nullus tu. quidem domum sed sicubi inciderit” “Bajo ningún con­
cepto debes acudir tú a él (tocar el asunto), a no ser que te lo en­
cuentres por casualidad”. El vocabulario está salpicado de palabras
pintorescas y llenas de fuerza: diminutivos (aedificatiuncula, ambu-
latiuncula, diecula, vulticulus, bellus, integellus), formas frecuenta­
tivas de verbos e híbridos (tocullio “avaro”, de tó k o <; “interés”). Un
tono de festivo afecto y chispeante argot irradia de pasajes como
“hoc litterularum exaravi egrediens e villa... de Atticae febrícula
scilicet valde dolui... sed quod scribis «igniculum matutinum yspov-
t ik ó v » yspovxiKcÓTepov est memoriola vacillare... quid ergo opus erat
epistula? quid cum coram sumus et garrimus quicquid in buccam?”
(Ad Att., 12, 1), en el que podemos advertir ínter alia la forma pri­
mitiva de la palabra romance boca (bouche, bocea, etc.).
Mientras que Cicerón refleja el sermo cottidianus de los romanos
cultivados, en la conversación del anfitrión y huéspedes de la Cena
Trimalchionis de Petronio captamos una vaharada que procede de
la cloaca. Hay vulgarismos de pronunciación (copones), los géneros
se confunden (fatus, vinus, caélus, librum). Hallamos numerosas
faltas de declinación (stips, lovis, bovis, lacte, schemam, diibus).
Abunda la confusión de verbos activos y deponentes (exhortavit, to­
quis, loquere, ridentur, somniatur), así como la “regularización” de
formas verbales (fefellitus sum, vetuo, mavoluit, plovebat, faciatur).
En sintaxis las construcciones “en donde” y “a donde” se confun­
den (videbo in publicum), fruniscor se construye con acusativo, el
acusativo con infinitivo se ve reemplazado por oraciones completi­
vas introducidas por quia (dixi quia mustella comedit, “dije que el
gato lo había comido” ). El vocabulario es enérgico, basto, a menudo
torpe, y está salpicado de palabras griegas e híbridos greco-romanos.
El pasaje que sigue servirá como ilustración:
156 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

uxor, inquit, Trimalchionis, Fortunata appellatur, quae nummos mo­


cito metitur. et modo modo quid fuit? ignoscet mihi genius tuus,
noluisses de manu illius panem accipere. nunc, nec quid nec quare,
in caelum abiit et Trimalchionis tapanta est. ad summam, mero
meridie si .dixerit illi tenebras esse, credet. ipse nescit quid habeat,
adeo saplutus est. sed haec lupatria providet omnia et ubi non pu-
tes... familia vero, babae babae, non mehercules puto decumam
partem esse quae dominum suum noverit. ad summam quemvis ex
istis babaecalis in rutae folium conieiet. (37, 2-10).
“La señora de Trimalción —me repuso— se llama Fortunata, y
mide' su dinero por arrobas. Y hace nada nada ¿qué era? Con per­
dón de tu cara, no habrías cogido de su mano ni un cacho de pan.
Y ahora, sin cómo ni por qué, se subió a las nubes y es el factótum
de Trimalción. O séase, en pleno mediodía si le dijera que era no­
che cerrada, él se lo creería. Él no sabe lo que tiene, de tan riquísi­
mo como es; pero esa zorra tiene los ojos en todas partes, y hasta
donde no te figurarías... De sus esclavos, ¡caray!, no creo por Hér­
cules que haya ni un diez por ciento que conozca a su amo. O séa­
se, a cualquiera de estos cobistas lo podría meter en una hojita de
ruda”. (Trad. Díaz y Díaz, ed. Alma Mater, Barcelona, 1968.)

Son de notar: tapanta = ta itávtoc, saplutus = ^ánÁoinoq. lupatria es


un híbrido de lupus y la terminación que encontramos en TtopveÚTpia,
etc., y babaecalus “el que dice siempre que sí” es un nombre acu­
ñado sobre la exclamación griega |3oc|lai KaXñq “ ¡estupendo!”.
Se ha sugerido que la conversación de Trimalción y sus hués­
pedes en la mesa no refleja el sermo plebeius de latinoparlantes
nativos. Salonius ha llamado la atención sobre el hecho de que la
cena tiene lugar en una ciudad griega, probablemente de la Italia
central o meridional, y que la mayoría de los personajes son de ex­
tracción griega. Además, las observaciones que hace un hombre
educado como Eumolpo no contienen los errores de pronunciación,
morfología o sintaxis de los demás hablantes. En consecuencia se
inclina Salonius a creer que Petronio satiriza el latín chapurreado
de los griegos residentes en la Italia central y meridional. Heraeus,
sin embargo, ha mostrado cómo muchos de los vulgarismos de la
Cena reaparecen en glosas y otras fuentes del latín vulgar: p. ej.
ipsimus “el amo”, “superlativo” de ipse, es la base del italiano me-
desimo < *met ipsimus; expudoratus aparece en glosas y es el ante­
pasado del italiano spudorato; la forma vetua se corresponde con
presentes analógicos similares, vacuo, consuo, conticuo, etc. Si bien
no es imposible que solecismos como loquis no sean auténticos vul­
garismos — pero cf. sequis, en otro pasaje— , Petronio nos revela
efectivamente en la conversación de Trimalción y sus huéspedes algo
del sermo plebeius del siglo i d. C.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 157
Menos variopintos pero no menos valiosos como fuentes del latín
vulgar son los escritores de temas técnicos, cuya principal preocupa­
ción es transmitir información con pocas pretensiones estilísticas.
Tales son las obras de Catón el Viejo, Vitruvio, y en época tardia
la Mulomedicina Chironis, traducción del siglo iv de un manual grie­
go de veterinaria, el De observatione ciborum de Antimo (siglo vi),
el Oribasius Latlnus en sus dos versiones (siglo vi) y la obra de Pa-
ladio, dedicada a la agricultura (siglo v ) . Estas obras, aparte de sus
numerosos vulgarismos fonéticos y gramaticales, nos informan acer­
ca de un vocabulario que de hecho quedaba al margen de la clase de
temas tratados por la literatura de nivel superior. Una gran par­
te de los contenidos son, naturalmente, de interés muy limitado
por su grado de especialización, pero a menudo nos dan testimonio
de palabras de la lengua cotidiana que sobreviven en las modernas
lenguas románicas. Así, el francés poulain y sus equivalentes roman­
ces se derivan de pullamen, que está atestiguado tres veces en la M u­
lomedicina Chironis. 1
Y a hemos dicho que ninguno de estos textos, a pesar de su falta
de pretensiones, puede postularse como verdadero y fiel espejo de
la lengua hablada. Lo mismo cabe decir de la encantadora Peregri-
natio Aetheriae, relato de una peregrinación a los Santos Lugares
emprendida hacia 400 d. C. por una monja — su nombre está en
discusión, aduciéndose los de Aetheria y Egeria con ciertas garan­
tías de autenticidad— , oriunda de Galicia o de Aquitania. Mujer de
elevado rango social, a la que gentes importantes dispensan grandes
atenciones, escribe, sin embargo, en un estilo sencillo y llano, pero
no sin ciertas solícitas concesiones a los gramáticos. Se ha señalado,
por ejemplo, que nunca usa las formas analíticas del comparativo
con magis y plus, que sin duda eran habituales en su tiempo, en
tanto que en otra ocasión incurre en un lapsus de expresión de
carácter hipercorrecto al emplear equivocadamente el moribundo
dativo en lugar del correcto ad con acusativo; ingressus est discipu-
lis (por ad discípulos). He aquí un ejemplo típico de su estilo:
nos ergo sabbato sera ingressi sumus montem... ibi ergo mansimus
in ea nocte et inde maturius die dominica cum ipso presbytero et
monachis, qui ibi commorabantur, coepimus ascender© montes sin-
gulos. qui montes cum infinito labore ascenduntur quoniam non
eos subís lente et lente per girum, ut dicimus in cochleas, sed to-
tum ad directum subís ac si per parietem... verum autem in ipsa
summitate nullus commanet; nichil enim est ibi aliud nisi sola ec-
clesia et spelunca, ubi fuit sanctus Moyses (3, 1 ss.).

1. N ied erm ann , “Neue Jahrb.”, X V , 1912, pp. 313 s.


158 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

También importantes como reflejo de los cambios en el latín


hablado son las numerosas inscripciones debidas a personas sin cul­
tura; entre ellas podemos señalar especialmente; ( 1 ) las llamadas
defixiones, textos imprecatorios escritos en láminas de plomo, obje­
tos punzantes de uso mágico y similares, por medio de los cuales
los autores esperaban provocar la ruina de sus enemigos; ( 2 ) los
graffiti de Pompeya, y (3) los epitafios de las tumbas de las gentes
humildes. Como ejemplo citaremos el grito que brota del corazón
de uno que quiere “dar el pucherazo” en las carreras;
adiuro te demon quicunque es et demando tibi ex anc ora ex anc
die ex oo momento ut equos prasini et albi crucies occidas, et agi-
tatore Clarum et Felice et Primulum et Romanum ocidas collida
ñeque spiritum illis lerinquas. ( = De 8753, DV 861.)
“Yo te conjuro, demonio, quienquiera que seas, y te pido que a par­
tir de esta hora, de este día, de este momento, atormentes y mates
a los caballos del (bando) verde y del blanco, y a los conductores
Claro y Félix y Prímulo y Romano que los mates y los estrelles y
no les dejes aliento vital.”

Dignos de notarse son el cambio de ae en e (demon), el acusativo


con ex, en tanto que la última palabra, lerinquas (por relinquas) se
ha enredado malamente los pies. 2
Por último podemos mencionar los testimonios explícitos sobre
el latín “vulgar” e “incorrecto” debidos a los gramáticos y autores
de glosarios: p. ej. en la Appendix Probi, así llamada por hallarse
unida a un manuscrito de los Instituía Artium, atribuidos al gra­
mático Probo. Estas notas acerca de errores corrientes de pronun­
ciación fueron redactadas probablemente en el primer tercio del
siglo xv d. C. Muy posteriores son las glosas de Reichenau (siglo v iii
o ix ), que explican palabras latinas de época anterior en la lengua
usual (p. ej. binas = duas et duas; pulcra = bella; oppidis = castellis
vel civitatibus; semel = una vice). El enciclopédico Isidoro de Sevi­
lla (siglo vn) cita también términos a los que pone la etiqueta vulgo:
p. ej. “fimus, id est stercus quod vulgo laetamen vocatur” (17, 2, 3);
“caulis... qui vulgo thyrsus dicitur” (cf. tursus “trocho”, préstamo
griego del latín vulgar, que ha dejado restos en romance). Ocasional­
mente la pronunciación contemporánea es denunciada por una falsa
etimología; p. ej. “tónica” ( = túnica) vestís antiquissima appellata
quia in motu incedentis sonum facit. tonus enim sonus est” (19,
22 , 16).

2. Estas metátesis son un fenómeno frecuente en el latín vulgar: p. ej.


it. padule < palude, sudicio < sucidus, etc.
ESBOZO DE UNA HISTOMA DE LA LENGUA LATINA 159
Partiendo de estas fuentes los estudiosos han podido catalogar
algunos de los cambios experimentados por el latín durante el pe­
ríodo de transición que precedió al surgir de las lenguas romances.

F o n é t ic a

Acentuación

Hay acuerdo general respecto a la naturaleza intensiva del acen­


to en latín vulgar, acento que en la mayor parte de los casos inci­
día en la misma sílaba que en el latín clásico. Excepciones son los
casos que encierran hiatos periclitados como -i e - en palabras del
tipo paríétem. La semivocal se consonantizó y el acento se trans­
firió a la vocal siguiente, paryétem. Las vocales en silaba penúltima
ante grupos consonánticos terminados en -r - atrajeron el acento,
de modo que el clásico ténebrae se pronunció tenébrae en latín vul­
gar; de modo similar íntegrum pasó a intégru(m).

Vocales

La más importante modificación que experimentó el sistema vo­


cálico en latín vulgar fue la eliminación de las distinciones fonológi­
cas basadas en la cantidad, que eran un rasgo fundamental del latín
clásico (p. ej. miseram/mlseram) . En el latín vulgar todas las vo­
cales acentuadas pasaron a ser largas y todas las átonas breves.
Que las vocales tónicas originariamente breves se alargaron aparece
claro ínter alia por el examen de su tratamiento en romance: asi, el
resultado francés, español e italiano de focum muestra diptongación
(feu, fuego, fuoco, lat. vulg. focum). De modo similar pede(m ) apa­
rece como pied, piede. La primera quiebra del antiguo sistema de
distinciones basadas esencialmente en la cantidad se produjo cuan­
do las vocales largas recibieron una pronunciación más cerrada que
sus equivalentes breves: fldus [fidus] pero fides [fides], En con­
secuencia, cuando el sistema evolucionó de modo que todas las vo­
cales acentuadas pasaron a largas y todas las no acentuadas a bre­
ves, las diferencias de cualidad vocálica pasaron a ser la base de las
distinciones fonológicas. El nuevo sistema comprendía nueve voca­
les de timbre diferente, [e ], [ ?], [i ], [j], [o ], [ 9 ], [u ], [y ] y [a ],
no habiendo distinción de timbre entre d y ü. Todo este sistema se
conservó, al menos en las sílabas acentuadas, en partes aisladas del
territorio románico (Dacia y algunas zonas dialectales de Cerdeña).
En el resto del mismo se introdujo una simplificación consistente en
160 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

la convergencia de [o ] y [y ] y de [e ] e [ j ] (véase infra). Este sis­


tema más sencillo fue la base del romance continental occidental.
Los tres estadios pueden representarse así:
lat. clás. a é é i i 0 0 ü ü

lat. vulg. primit. a g e í ? <? o u


\ / \ /
rom. cont. occ. a e e i Q o u

Es difícil dar una fecha precisa de la aparición del nuevo sistema.


Sucede, en efecto, que las fechas de los primeros testimonios docu­
mentales de los cambios particulares de la cantidad vocálica varían
de caso a caso. Ahora bien, es verosímil que el sistema haya cam­
biado como un todo y que el proceso gradual haya ido afectando
simultáneamente a todos los componentes del sistema fonológico.
Los cambios expuestos se reflejan en los textos e inscripciones que
poseemos a través de las confusiones ortográficas que interpretamos
con arreglo al principio de que los símbolos de los sonidos no son
intercambiables si no tienen un valor igual o muy semejante. Al
hacerlo así debemos tener en cuenta que el alfabeto latino no dis­
tinguía de modo general entre vocales largas y breves. En conse­
cuencia, un único signo e tenía, en la época que nos interesa, dos
valores: [e ] de é y [§ ] de é. De modo similar, i podía representar
[i ] de l y [e ] de i. Esto significa que cuando una persona deficiente­
mente instruida se veía frente a la tarea de notar gráficamente su
propia pronunciación [e ] podía emplear e o i Encontramos así gra­
fías como sebe por síbí, y ficit por fécit. Los ejemplos que siguen de
grafía no tradicional en los que se reflejan cambios de pronunciación
van agrupados bajo rúbricas que representan los sonidos clásicos
(P. ej. e X i) a partir de los que se inició el proceso.

éx i
posuiru ( = posuerunt), minsíbus (= ménsibus), jilix, crudilitas;
sene ( = sine), menus ( = minus), frecare, elud, elo, semul, enitio,
trebuni,
e x ae
La pronunciación abierta de é está atestiguada por la grafía ae,
diptongo que había dado [q] (véase infra): baene, maerenti, daeder
(= deder(unt)).

óxü
annus = anuos, cognusco, nubis, tonecas = túnicas.
norus = nurus, con = cum, alonnus — alumnus; cf. “coluber non
colober", Appendix Probi.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 161
Una forma como punte por ponte no puede explicarse en
pura fonética. Es seguramente analógica, basada en el nominativo
p ó (n )s > pus.
También los diptongos experimentaron importantes alteraciones.
Y a hemos visto más arriba que en ciertas áreas dialectales rurales
ae se había monoptongado en e. Este proceso de monoptongación
se hizo general en latín a partir de las sílabas no acentuadas en épo­
ca republicana y se extendió a las tónicas en el siglo x d. C. El cam­
bio está atestiguado por grafías que intercambian áe y e: baene,
daeder(unt), braevis, etc.; que = quae, precepto, etc. También oe
pasó a e: penarn por poenam, amenus por amoenus. Por su parte
au, a pesar de que ya había monoptongado en o en ciertas áreas
dialectales rurales latinas y en los dialectos itálicos de la Italia sep­
tentrional y central, se conservó en el latín vulgar; aún hoy sobre­
vive en rumano (aur < aurum). En italiano la diferencia entre luogo
y oro muestra que el paso de ó a uo tuvo que haberse completado
antes dél cambio au > 5. El testimonio del español y del francés
apoya la conclusión de que en latín vulgar au se conservó y de que
su monoptongación tuvo lugar separadamente en las diversas len­
guas romances.
En sílaba no acentuada las vocales tendieron a ser inestables o a
desaparecer por completo. La síncopa fue especialmente frecuente
en las sílabas que seguían al acento. Muchos de los lemas de la
Appendix Probi atestiguan tal fenómeno: speculum non specljtm,
vetulus non veclus, tabula non tabla, cf. los ejemplos epigráficos
dulcisma, vetrani, Caesri. En sílaba final, si bien había incertidum­
bres en el timbre (o X u y e X i), las vocales se conservaron hasta
una época muy posterior a la fragmentación del romance común.
Queda aludir a los cambios experimentados por i y u en hiato tras
consonante. Que tales sonidos tenían ocasionalmente valor conso­
nántico aun en latín arcaico es evidente a la vista de la escansión
de palabras como dormía, facías, abiete, etc. Esta pronunciación
se hizo general en época imperial. El alfabeto no tenía ningún sig­
no especial para notar esta [ j ] , pero el cambio está atestiguado por
grafías como abalenare, quetus. En posición inicial e intervocálica
la [ j ] consonántica se convirtió primero en una espirante con valor
de ; y luego dio una africada [d j] o [d g ], sonido que recibe nota­
ciones varias como z (Zanuarius, Zoviano), s (Sustus = lustus), di
(codiugi = coníugi), gi (congiugi) o simplemente g (Troge = Troiae).
Este mismo sonido vino a ser el resultado final de los grupos de,
di, ge, gi (véase infra). La u postconsonántica tenía también un valor
no silábico en el latín de la poesía (p. ej. quattuor disilábico en Bu­
nio), y esta pronunciación esporádica anticipó su generalización en
el latín vulgar. También en este caso el valor consonántico está im ­
162 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

plícito en formas de la Appendix Probi (febrarius) y de las ins­


cripciones (quattor, lanarius, etc.).

Consonantes

En la modificación del sistema consonantico son de notar como


puntos principales:
1. El paso de b intervocálica a una bilabial fricativa [|3], idén­
tica en su pronunciación a la v consonantica (de ahí grafías como
cuuiculo por cubículo, y las grafías inversas de b por v : unibersis,
cibitatis, bixit).
2. La palatalización (yodización). Ante vocal el grupo ti pasó a
ty, que a partir del siglo n d. C. se convirtió en ts, según testimonian
grafías como Vincentza, sapiensie, tersiu, etc.3 La palatalización de c
tuvo lugar mucho más tarde, no habiendo testimonios inequívocos
hasta el siglo vx. En el latín clásico este sonido era pronunciado como
[k ] oclusiva en todas las posiciones. Ante i, y algo más tarde tam­
bién ante i y e, la consonante se palatalizó, y un sonido de transi­
ción dio lugar a [k j]. El siguiente estadio que se postula es [t j],
que — ál igual que ya vimos antes— pasó a ts, manifestándose la
convergencia de ci y ti en las confusiones ortográficas: nuncius,
amicicia, tercium, nacione y conditio, solatium. intcitamento parece
implicar una pronunciación africada [ts] o [t / ], pero el tratamiento
varía en las distintas partes del territorio románico. Merece notarse
que los dialectos más arcaicos del sardo han permanecido inmunes
a esta palatalización.
g también se palatalizó ante una vocal anterior, produciendo un
sonido que se hizo igual al de i; de ahí las grafías inversas como
gi, etc., ya reseñadas. En posición intervocálica, precediendo al acen­
to, la fricativa palatal (evidente en septuazinta) fue eliminada: M e n ­
ta, Agríentum, quarranta ( = quadraginta). Ante -m este sonido se
labializó: fraumenta, sauma, cf. “pegma non peuma” (App. Probi).
3. Las oclusivas sordas intervocálicas se sonorizaron en roman­
ce occidental: logus, tridicum, fegit, quodannis. El fenómeno se data
a partir del siglo v.
4. La 6 intervocálica pasó a fricativa bilabial, según se ve por
la frecuente confusión de b y v: “plebes non plevis, tabes non tavis”
(App. Probi).

3. Un fenómeno paralelo es el desarrollo di > Ay > dz, sonido representado


por la grafía z (cf. Isidoro: “solent Itali dicere ose pro hodie”): zes - dies,
oze = hodie, Ziomedes, etc.
ESBOZO DE UNA HISTORIA D E'LA LENGUA LATINA 163
5. La m final se pronunciaba débilmente ya desde época arcai­
ca, y hay numerosos ejemplos epigráficos de su omisión. Según el
testimonio románico se perdió en todas las palabras excepto en los
monosílabos (de ahí el fr. ríen < rem ). La n final resistió más, y su
desaparición, que las lenguas romances atestiguan en todas las pa­
labras exceptuados los monosílabos, fue seguramente resultado de
desarrollos independientes posteriores a la fragmentación del latín
vulgar común. La t final había caído también en época temprana
en algunas áreas dialectales latinas (capítulo I I I ). El latín vulgar
muestra la misma tendencia con diferencias regionales. Ejemplos
epigráficos son ama, valia, feoerum.
6 . De los fenómenos de grupo merecen mencionarse los que si­
guen. Entre los muchos casos de asimilación podemos notar el de
-n d - > -n n - (“grundio non grunnio”), que es atribuido por algu­
nos a influencia osea, x (es decir es) se asimila en s (s ) (visit = vixit).
La equivalencia fonética de x y s (s ) puede verse en grafías inversas
(“miles non milex”, App. Probi). La asimilación paralela de ps se
encuentra por vez primera en Pompeya en el siglo i (isse por ipse).
También esto tiene su paralelo en oseo y umbro. El paso de -r s - a
-s (s ) se manifiesta tempranamente en latín dialectal y vulgar (susum,
rusum, dossum). En otros grupos consonánticos en que el segundo
elemento era una líquida o nasal, la pronunciación se facilitaba por
la inserción de una vocal anaptíctica: ineritia, frateres, omines, nu-
tirices, etc. Podemos incluir también en este apartado el desarrollo
de una vocal protética ante s seguida de oclusiva sorda: ispose =
sponsae, iscola = schola, ispeculator, istatuam.

M o r f o l o g ía

Género

El hipotético romance primitivo reconstruido por el análisis y


comparación de las lenguas románicas muestra un sistema nominal
con sólo dos géneros. El proceso de eliminación del neutro se inició
en fecha temprana. Casos de confusión de género han sido examina­
dos ya más arriba. En época imperial el proceso se aceleró por la
eliminación de la mayoría de las distinciones fonéticas entre mas­
culinos y neutros de la segunda declinación. Hallamos así fatus, cae-
lus, monimentus, etc. Ahora bien, como suele ocurrir en los perío­
dos de transición, la categoría que estaba destinada a desaparecer
experimentó ganancias temporales: p. ej. titulum. Sin embargo, la
evolución fonética había dejado intacta la más llamativa de las dife­
rencias entre los masculinos y los neutros de la segunda declinación:
164 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

masculino -i, -os, y neutro -a en el nominativo y acusativo de plural.


En general en las lenguas romances han prevalecido -i, -ós, pero ha
habido en el plural extensiones de -a que conocieron el éxito: dígita
(digítus), caso en el que servía de apoyo la coherencia de un grupo
de nombres que denotaba partes del cuerpo: bracchia, cubita, ge-
nua, etc. En otros casos el plural en -a fue tratado como un singu-
gular colectivo y se convirtió en la base de nuevos nombres feme­
ninos de la primera declinación: castra, gaudia, ligna, bracchia, ar­
menia.

Declinación

La pérdida de -m final, la débil pronunciación de -s en algunas


regiones, así como la confusión de u y o y de i y e en sílaba final
destruyó en gran medida la base fonética del sistema flexional clá­
sico, según puede verse en la tabla que sigue:

L. C. L. V. h. c. h. V. h. C. h. V.
Nom. -á -a -US -o(s) -ís -e(s)

Ac. -am -a(m) -um -ofm) -em -e(m)

Gen. -ae -8 -i -i -Is -e(s)

Dat. -ae -e -6 -0 -I -i

Abl. -á -a -o -0 -e -e

A estas fuerzas perturbadoras podemos añadir la evolución de


lo sintáctico, que desde época temprana había creado giros prepo­
sicionales como sustitutivos de las simples formas casuales (p. ej.
ad con acusativo en lugar del dativo; véase infra). La consecuencia
de estos cambios fue que a mediados del siglo vnx las declinaciones
latinas se habían quedado reducidas a un sistema de dos casos.

Primera declinación

Estos nombres se vieron incrementados por una tendencia ge­


neral hacia una caracterización más clara del género. Así, los feme­
ninos en -us depusieron su engañoso atuendo: nura, socra. Hubo
incorporaciones similares procedentes de otros tipos: coniuga,
sacerda (por sacerdos), nepta, tempesta. Los préstamos neutros
griegos en -ma fueron también adscritos a esta clase, como lo fue­
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 165
ron asimismo ciertos nombres griegos de la tercera declinación que
los romanos adaptaron a través de la forma del acusativo: hebdó­
mada, lampada.
Por lo que mira a la flexión, cabe señalar que el genitivo sin­
gular presenta una variedad de formas: -ae o -e, -as, y -a.es o -es
(villaes, Quintiliaes, Prisces, sues, secundes, liberates), en las que la
-s puede deberse sea a la influencia de la tercera declinación, sea
a la de la terminación itálica -as (conservada también en paterfami-
lias). Los dativos y ablativos como feminabus, filiabus siguen el
ejemplo de deabus, pero han sido eliminados en romance. Un curio­
so desarrollo, según parece basado en nombres propios griegos como
Psyche, Psychenis, fue el de la declinación Anna: Annanis, mamma:
mamrnanis. Algunos masculinos en -a recibieron la misma declina­
ción: scriba: *scribanis ( > fr. écrivain, esp. escribano).

Segunda declinación

También aquí encontramos una tendencia a una caracterización


distintiva del género en los neutros: vas > vasum, os > ossum. A
pesar de la eliminación del neutro (véase supra), el plural en -a so­
brevivió en la Italia meridional y central y en la Dacia, e incluso fue
adoptado por algunos nombres masculinos: fructa, dígita. En la
flexión encontramos aberraciones circunstanciales en las formas de
dativo y ablativo: diibus, filibus, alumnibus, amicibus.

Tercera declinación

La evolución fonética borró la distinción entre -es e -zs. De ahí


las frecuentes confusiones que los gramáticos se esfuerzan en corre­
gir: “tabes non tavis”, “suboles non subolis”, “lúes non luis”, “fa-
mes non famis” etc. (App. Probi).
El nominativo de singular experimentó frecuentes alteraciones
por causas analógicas: ejemplos tempranos son lovis, bovis, lacle.
Encontramos luego carnis y stírpis. La Appendix Probi corrige una
forma gruís, y suis es utilizado por Prudencio. Tales nominativos
establecían un sistema parisilábico. El proceso inverso se ve en las
formas orbs y nubs proscritas por la Appendix.
También en esta declinación los neutros pasaron a masculinos
(frigorem, pectorem, roborem ). Ahora bien, también surgieron nue­
vos neutros: cinus por cinis, cineris, y un *pulvus que viene exigido
por formas romances como esp. polvo. La nivelación analógica ha­
bía afectado ya en época temprana al tipo flexional sanguis, san-
166 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

guinis y había creado un nominativo sanguen. En época posterior


vemos el proceso inverso en el nominativo pollis por pallen. Un
nuevo nominativo glandis sustituyó a glans (véase supra) y en­
tonces se creó un nuevo tema (glandinis) comparable a lendis, len-
dinis.
En el resto de la flexión podemos notar que en el ablativo singu­
lar -é prevalece sobre -i, y en el acusativo plural -és sobre -ís. Los
genitivos de plural del tipo omniorum, parentaliorum están basados
sobre el nom. y ac. omnia, parentalia, en tanto que mensis se mues­
tra voluble presentando mensorum o menserum según sufra la atrac­
ción de annorum o la de dierum.
Las declinaciones cuarta y quinta fueron absorbidas respectiva­
mente por la segunda y la primera. También este proceso había te­
nido un temprano origen (senati); en época más tardía las inscrip­
ciones presentan frecuentemente formas como pórtico, mano, in­
troito, sumptis, spirito, etc. En la quinta declinación los dobletes ya
existentes como materies, materia facilitaron la transformación de
palabras como glacia, facia, *rabia. spes y res pasaron a la tercera
declinación, si bien para spes había también un tema con -n - en los
casos oblicuos: spes, spenem (cí. supra, primera declinación).

Adjetivos

También en este apartado hallamos una tendencia a la caracteri­


zación distintiva de los géneros. La Appendix Probi, por ejemplo,
condena las formas paupera, acrum, tristus, tetrus ( = taeter). For­
mas del mismo tipo son gracilus, sublimas, praecoca.
Para la expresión de los grados de comparación el romance uti­
liza las formas analíticas con magis o plus según las regiones (véase
infra). Los inicios del proceso de sustitución pueden rastrearse has­
ta épocas muy antiguas del latín, al estar comparativos y superlati­
vos particularmente sujetos a la tendencia popular a la hipercarac-
terización: p. ej. magis maiores (Plauto). Tal clase de pleonasmos
se hizo crecientemente frecuente en la lengua vulgar de la época
tardía, en la que podemos observar formas con doble sufijo como
proximior, extremior, pessimissimus, minimissimus, e incluso las
combinaciones plus magis y magis plus, magis magisque amplias.
El tipo misérrima se regulariza con la forma miserissima, cf. in-
tegrissima. Nótense también iuvenior y pientissimus.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 167

Pronombres

Merecen subrayarse el uso indiscriminado de hic, Ule e iste, el


empleo de ipse como pronombre anafórico en lugar de is, y la re­
ducción de tile a la condición de artículo definido y la de unus a la
de indefinido, cuius y cui continúan influyendo en la declinación de
los demás pronombres: ipsuius, illui (para las formas anteriores
véanse pp. 255 s.). Para el dativo singular femenino se encuentran
formas como illae e Maei. Los demostrativos se refuerzan con el pre­
fijo ecce; de ahí el francés cet < ecce istum. Sobre ipsimus, forma
enfática de ipse, véase p. 156.
Los pronombres proporcionan un interesante ejemplo de la cons­
tante renovación de los elementos de la lengua. Ya en época pre­
histórica el latín había reforzado los demostrativos uniendo dos
temas distintos: *ol-se, is-te (véanse pp. 255 s.). Esta tendencia sub­
siste en el uso de los escritores tardíos, que combinan los demostra­
tivo: is ipse, ipse ille.
Los adverbios y preposiciones participan también de esta tenden­
cia hacia formas más plenas. Abundan los compuestos como abante,
áb intus, de contra, in ante, etc., y a menudo se los emplea como
preposiciones. Preposiciones compuestas son de post, de super, de
ínter. También giros preposicionales funcionan como preposiciones:
“per girum ipsius colliculi”, “in giro parietes ecclesiae”, “de latus
montem”, “de latus casa” (Per. Aeth.).

Verbos

La confusión de deponente y activo continúa: sequis (cf. toquis,


Petronio), conarit, deprecebat, miraret; pero doleatur, dubitamur,
vetor, obitus sum, iuvantur (modelado sobre auxilior, opitulor). Las
formas de pasiva con -r han desaparecido en romance, en el que
han sido sustituidas por perífrasis del participio de perfecto con el
verbo “ser” (amatur > amatus est), o por expresiones reflexivas.
Ambos procedimientos de sustitución están presentes en el latín
vulgar. Los giros reflexivos son particularmente frecuentes en la ter­
cera persona cuando el sujeto es una cosa, estando la raíz del pro­
ceso en personificaciones como “Myrina quae Sebastopolis se vocat”
(Plinio, N. H., 5, 121). En ocasiones las construcciones reflexiva y
pasiva se contaminan: se extinguitur.
La tendencia a la confusión entre las clases de conjugación del
tema de presente continúa actuando (véase supra sobre sonere, to-
168 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

nére, fulgére, /e n e r e , etc.). Ahora bien, mientras que antes la tercera


conjugación había experimentado pérdidas en favor de la segunda,
ahora el proceso se invierte y los cambios ejemplificados por lugunt,
pendunt, miscére y ridére vinieron a desembocar en la eliminación
del tipo en -ere en algunas ramas del romance, si bien fue el triun­
fante en Hispania. Adviértase, sin embargo, que la lingüística compa­
rativa románica exige postular *sapére (basado en el perfecto sapui)
y *cadére. El segundo puede ser debido a la influencia de iacére,
pero para este verbo las inscripciones atestiguan iacio y iacis. Éstas
podrían, naturalmente, ser variantes fonéticas debidas a la confusión
de e e i como en iubis, pero el paso a la cuarta conjugación es evi­
dente en doliens, libiens y en florivit, florire, mientras que doleunt
parece ser una grafía de doliunt. La cuarta conjugación recibe tam­
bién nuevos miembros procedentes de la tercera: disciunt, serpio,
*lucire, gemire.
Originariamente las desinencias eran suficientes para indicar la
persona, y los pronombres ego, tu, etc., se utilizaban con finalidad
enfática. En la lengua popular su empleo se hizo habitual y su fuer­
za se debilitó, de modo que acabaron reducidos a la condición de
prefijos: faime, tu aimes, il aime.
En las desinencias personales la evolución fonética produjo la
pérdida de i en hiato (-io > -o, -iunt > -u n t) y la eliminación de
diferencias en la pronunciación entre -és e -is o -et e -it en posi­
ción átona. La Peregrinatio Aetheriae muestra preferencia por la
grafía contiget, benedicet, colliget, prendet. Las correspondientes
formas del plural ponent, tendent, vadent, tollent, reponent no pue­
den, naturalmente, ser equivalentes fonéticos del correcto -unt. A
la vista del hecho de que la segunda conjugación estaba muriendo
en el latín vulgar podría pensarse que la preferencia de Eteria era
la reacción de la ignorancia solícita ante el tronar del maestro de
escuela: “pendent non pendunt”; sin embargo, -ent ha prevalecido
en Hispania, y hay notables indicios de que Eteria procedía de Ga­
licia.
Pasando a los tiempos, el imperfecto sufrió pocos cambios y ha
sobrevivido casi intacto en romance, si bien -iebam > -ebam. Sin em­
bargo, las formas en -ibam se mantuvieron también a lo largo de toda,
la latinidad.
Los futuros de indicativo latinos fueron en su origen o bien for­
mas de subjuntivo (legara), o bien formas compuestas con el verbo
“ser” (-b o ) (véanse pp. 271 s.). A través de toda la historia del latín
este tiempo se mantuvo fiel a su origen modal (“volitivo”) : por una
parte, el futuro de indicativo se usó con valor de imperativo; por
otra, el subjuntivo expresaba idea de futuro. También en romance,
en el que las antiguas formas de futuro han desaparecido, su lugar
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 169
ha sido ocupado por perífrasis de valor modal: (1) facere volo,
(2) facere debeo, (3) facere hdbeo. En el latín tardío encontramos
amplios testimonios de estos desarrollos: ( 1 ) se conserva en ruma­
no, (2) aparece en sardo, y (3) en las demás lenguas románicas. Esta
última construcción tenía en origen el valor de “tener que” ( “vallera
nos traversare habebamus”, Per. Aeth., 2, 1), pero los ejemplos de
significación simplemente futural son bastante frecuentes en latín
tardío. Los tipos clásicos de las distintas conjugaciones se confun­
den en ocasiones: con formas de la Atellana como dicebo, vivebo
(véase supra) podemos comparar, por ejemplo, inferevit (= infere-
b it), en tanto que la segunda declinación hace a menudo su futuro
en -am : habeam, lugea(t).
En el perfecto las formas irregulares (“fuertes”) tienden a ser
reemplazadas por formas regulares (“débiles” ) : asi praestavi apa­
rece en lugar de praestiti y sálivi por salui. En el perfecto en -v - las
formas contractas [N ota 17] -asti, -astis, -arunt habían sido siempre
las preferidas por la lengua popular. Originadas por la pérdida pu­
ramente fonética de -«--e n tre vocales iguales (delevero > delero),
el proceso se vio ampliado por influencias analógicas. Así encontra­
mos -di (probai, calcai) sobre el modelo de -ii. En la tercera per­
sona del singular las inscripciones vulgares atestiguan la forma la-
borait (conservada también en antiguo sardo). Pero más numerosos
son los ejemplos de -aut (pedicaut, triumphaut, donaut, etc.), forma
de la que proceden las terminaciones románicas (ítáfl. amó, amao:
para el desarrollo fonético cf. auca < avica) .
De entre los perfectos “fuertes” el tipo reduplicado muestra aún
poder expansivo: impendidi, edidit, prandiderit. Estas formas ana­
lógicas quedaron circunscritas a temas en dental (modelo credo,
credidi); en los demás casos las formas reduplicadas fueron eli­
minadas, quedando dedi y steti como únicos supervivientes en ro­
mance. El tipo con vocal larga también cede terreno: lexerit aparece
por légerit, capui por cépi, etc. Más vigoroso se mostró el tipo en
-si, que ganó considerable terreno en el latín tardío y en romance
(“en latín vulgar hubo tal vez unas treinta o más formaciones nue­
vas”, Grandgent). El tipo en -ui, aunque perdió apoyo en la primera
y cuarta conjugaciones, en las que era anómalo, se extendió en la
segunda y tercera; este proceso puede detectarse en época temprana
(parcuit, Nevio; serui, Ennio). Ejemplos epigráficos son reguit, co-
guit, convertuit e incluso fecuit, en tanto que la filología románica
postula *bibui, légui, vidui, etc.
Por lo que mira a las inflexiones del perfecto, no hay restos en
romance del arcaico -ere, ni de la forma -érunt que predomina en
170 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

la literatura clásica. Así pues, la forma con vocal breve -érunt que
se encuentra en los autores cómicos tiene que haberse mantenido en
la lengua popular.

S in t a x is

Examinaremos solamente algunos de los rasgos más impor­


tantes.

Uso de los casos

Sobre la evolución hacia un sistema de dos casos véase lo ya di­


cho más arriba.
La tendencia que se observa ya desde Plauto a usar giros pre­
posicionales en lugar de simples casos recibe nuevo estímulo de la
ruina fonética de las formas flexivas (véase p. 164): así, ad con acu­
sativo suplantó al dativo (ad eum dicit, ad febricitantes prosunt,
etc.). Tras la confusión de las expresiones que significaban “donde”
y “a donde” (véase infra p. 180), ad con acusativo hace también ofi­
cio de expresión locativa (“fui ad ecclesiam”, Per. Aeth.), si bien
ejemplos con nombres de ciudades y países se encuentran ya desde
Livio (véase Sintaxis).
De modo similar el simple ablativo es reemplazado por perífra­
sis con ex, ab y de, dándose preferencia en la lengua popular a la
última de ellas (de navibus egredi, de palatio exit, de marmore fac­
ía). Incluso se sustituye de este modo al ablativo instrumental y
causal: fatigati de vigiliis, de oculis tangentes crucem, ungeatur...
de tilo oleo (Per. Aeth.). in con ablativo de lugar aparece en expre­
siones, contrariamente al uso clásico (véase Sintaxis).
De de con ablativo en lugar del genitivo se encuentran ejemplos
desde Plauto (dimidium de praeda); en época posterior este uso
adquirió tal desarrollo que podía incluso aparecer sin un nombre
regente: “ampullam in qua de oleo... continebatur” (Vita A ridii).
En los giros preposicionales había gran confusión entre áblativo
y acusativo (ab hortu(m ), con quen, cum libertos, ex donationem,
pro salutem, pro hoc ipsud, sine lesionem, a monazontes, de hoc
ipsud, de carnem; contra ipso loco, venit in civitate sua). Ahora bien,
muchos de estos ejemplos tienen una significación meramente orto­
gráfica a la vista de la pérdida de -m final.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 171

El verbo

El perfecto latino clásico tenía dos valores: aoristo (“dije”) y


perfecto (“he dicho” ) . 4 La creación de una forma perifrástica para
expresar el “estado presente” comenzó tempranamente — “multa
hona bene parta habemus”, Plauto— , pero su pleno desarrollo no
se alcanzó hasta época tardía: “haec omnia probatura habemus”,
Oribasio; “episcopum invitatum habes”, Gregorio de Tours. De las
formas no personales del verbo sólo el infinitivo de presente activo
y los participios de presente y perfecto quedaron intactos. El supino
fue generalmente reemplazado por el infinitivo, si bien ha sobre­
vivido en rumano, se mostró más resistente en ciertos giros como
dormitum iré, en lugar del cual los autores tardíos utilizaron a me­
nudo la variante dormito vadit (cf. “reponent se dormito”, Aeth.).
También el gerundio fue reemplazado por el infinitivo, aunque en el
ablativo de modo sirvió como sustituto del participio de presente
( “redire... dicendo psalmos”, Per. Aeth.), uso cuyo principio puede
rastrearse ya en Plauto (véanse pp. 320 s.). El gerundivo aparece
en latín tardío como sustituto del participio de futuro pasivo. En un
principio era indiferente a la noción de voz (secundus = “el que si­
gue” ), y Plauto lo emplea en un sentido que se aproxima al de un
participio de futuro activo (“haecine ubi scibit senex, puppis pereun-
dast probe”, Epid., 73-4). También en latín de época más tardía hay
ejemplos en que un gerundivo como moriendi es equivalente a m o ri-
turi. Una vez más nos hallamos ante un rasgo típico de una época
de transición en la que una forma moribunda da una postrera se­
ñal de vida; así, recepturus es usado por recipiendus, y scripturas
por scribendas. Finalmente, el gerundivo en nominativo aparece
también como sustituto del participio de presente: iubandi sunt
“son provechosos” = iuvant, Oribasio. El participio de futuro activo
es raro en latín vulgar, pero se usa en giros perifrásticos que susti­
tuyen al futuro: redditurus sit (Per. Aeth.). También el participio de
presente aparece en perífrasis. En romance sobrevive como adjetivo,
usurpada su función participial por el gerundio. El infinitivo de pre­
sente pasivo y el infinitivo de perfecto han desaparecido en roman­
ce. Que el infinitivo de perfecto era una forma moribunda aparece
claro en el hecho de que los escritores tardíos lo usen a menudo
como sustituto del presente.
Siguen ahora algunos puntos notables de sintaxis de los modos.
El subjuntivo es reemplazado por el indicativo en muchas construc­
ciones. Desde época primitiva se encontraba el indicativo en interro­

4. Sobre este punto véase N otas de los traductores , Nota 45.


172 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

gaciones indirectas. Posteriormente se extiende a otras muchas cons­


trucciones: en oraciones consecutivas (“ecclesia valde pulchra... ut
vere digna est esse domus Dei”, Per. Aeth.); tras cum causal (“cum
his omnes tam excelsi sunt”); tras expresiones de duda (“procul
dubium est quod... permansit”, Greg. T.). Sin embargo, el subjun­
tivo se encuentra a su vez en lugar del indicativo clásico en varios
tipos de oración subordinada, y tiende a transformarse en una mera
señal de subordinación. Lo hallamos, por ejemplo, tras quod causal
(“lulia... fecit quod Ambibolus frater negligendus facere noluerit”,
DV 1481); en oraciones temporales introducidas por priusquam,
dum, etc. (“tu dum esses ad superos nemo mihi formonsior ulla”,
DV 1373). Particularmente característico del latín tardío es el sub­
juntivo — si bien hay también ejemplos del indicativo— , en oracio­
nes completivas introducidas por quod, quoniam, y quia tras verbos
de decir, etc., en lugar del clásico infinitivo con acusativo.

V o c a b u l a r io

Antes de considerar las relaciones del vocabulario del latín ha­


blado por el pueblo con el de la literatura será conveniente recor­
dar una vez más que en latín no había un vocabulario literario uni­
forme. El diccionario era como un guardarropa cuyos diversos estan­
tes contenían atuendos verbales apropiados para cada ocasión. Lofs-
tedt ha señalado que la distinción que se halla en los manuales de
sinónimos al antiguo estilo entre portare “llevar una carga pesada
o fastidiosa” y el más descolorido ferre no es válida. La distinción
es más bien de estilo. El autor del Bellum Africanum, por ejemplo,
emplea sarcinas in acervum comportare (69, 2), en tanto que el es­
tricto clasicista que es César usa conferre. La misma relación existe
entre deportare y devehere, se reportare y se ferre. Así, las lenguas
románicas con sus portare, porter, etc., han conservado la palabra
que podemos adscribir al genus demissum. Lo mismo ocurre con
los sinónimos magnas y granáis: el Bellum Africanum emplea gran­
de praesidium, etc., mientras que César prefería magnas, y las len­
guas románicas confirman esta distinción (fr. grand, it. grande) . No
menos iluminadora resulta la relación entre occidere e interficere.
El primero de estos verbos, por su obvia conexión etimológica con
caedo, tiene un sentido más drástico, “golpear, matar de un golpe”,
frente al descolorido y eufemístico interficere, “eliminar”. Es occi­
dere el que predomina en Plauto y Terencio, en Petronio, Eteria, la
Mulomedicina, Oribasio y las Defixiones, en las que hallamos tam­
bién el compuesto reforzado peroccidere (véase in fra). Resta añadir
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 173
que el romance ha conservado occidere (it. uccidere ), pero no Inter-
ficere.
Teniendo presente esta distinción esencial de estilo y géneros,
podemos afirmar que el fondo básico del vocabulario popular de co­
mienzos del Imperio apenas difería del del latín literario. La lengua
coloquial se caracteriza, desde luego, por su preferencia por las
expresiones drásticas y de colores vivos, que con el cambio de ge­
neraciones fueron perdiendo su fuerza y poder enfático. Un niño que
primaria y constantemente oiga la expresión “jeta” la usará con
toda inocencia como normal. Por este proceso universal de desgas­
te lingüístico los verbos incoativos y frecuentativos latinos perdie­
ron gradualmente su fuerza original y acabaron sustituyendo a los
verbos simples de los que habían derivado. Así, cantare, adiuíare,
iactare, pensare, saltare son los únicos que sobreviven en romance:
fr. chanter, aider, jeter, penser, sauter.
También de gran importancia con vistas al romance son los in­
coativos en -éscere e -tscere (canéscere, viñscere, floréscere, dor-
mlscere). Una manifestación más de la constante búsqueda de
fuerza expresiva que caracteriza a la lengua popular es su prefe­
rencia por las palabras de forma más plena. Según puso de relieve
Wackemagel, el imperativo de scire es scito, no sci. Del mismo modo
en la Biblia latina esto se usa en lugar de es, y vade asume las fun­
ciones de i, mientras que sí hallamos el plural ite y nunca vadite.
También en el indicativo vadis, vadit desplazan a is, it, en tanto que
en el plural una gramática que registrara solamente las formas de
mayor frecuencia conjugaría vadam, vados, vadat, eamus, eatis, va-
dant. Muy parecidas observaciones se han hecho acerca del uso del
verbo “ir” en otros autores “vulgares” : las formas monosilábicas
son evitadas, apareciendo en su lugar las correspondientes de vade-
re y ambulare. Del mismo modo diu cede ante expresiones como
longo tempore, tot y quot ante tanti y quanti, vir ante homo, etc.
El grado de esta aversión hacia las palabras de escaso cuerpo lo
revela una interesante observación que ha hecho Lofstedt: el escri­
tor médico Teodoro Prisciano ad describir el tratamiento que se
ha de aplicar a los pacientes usa normalmente el presente (nutrió,
concedo, etc.), pero cuando ha de emplear el verbo “dar” usa el
futuro dabo para evitar el monosilábico do. Una importante con­
secuencia de esta preferencia por las palabras de mayor volumen
fue el predominio que adquirieron los verbos compuestos sobre sus
correspondientes simples. Un ejemplo típico es la eliminación de edo
(que en cualquier caso sufría el handicap de su conjugación anó­
mala edo, és, ést) en favor de comedro, al que originariamente su
prefijo daba un valor perfectivo “comer totalmente”. Los que siguen
son irnos pocos de los numerosos ejemplos de la preferencia por los
174 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

verbos compuestos que se da en el latín vulgar: pertransire, perexi-


re, perconfirmare, disseparare, perdiscoperire, conducere, expandere.
En los nombres y adjetivos la preferencia de la lengua popular por
las más plenas y expresivas formas diminutivas y sus reflejos en
el vocabulario de las lenguas romances han sido ya examinadas. A l­
gunos ejemplos son: avicéllus ( oiseau), soliculus (sóleil), genucu-
lum (genou), agnellus (agneau), cultellus (couteau), vetulus, redu­
cido a vetlus y pronunciado veclus (it. vecchio, fr. vieux, esp. viejo).
El vocabulario del latín vulgar y de las lenguas románicas ofrece
otros muchos ejemplos de eliminación de palabras usuales que eran
lugares comunes de la lengua refinada en favor de equivalentes de
marcados colores procedentes de las jergas. La palabra testa, por
ejemplo, “cántaro de barro” se usó en sentido traslaticio por Varrón
y Cicerón con el significado de “concha”. M ás tarde aparece con el
de “calavera” y acabó por convertirse en el término normal para
significar “cabeza” (fr. tete, etc.). Un pasaje del escritor de atelanas
Pomponio (179) da una pista sobre la clase de contexto ( “te voy a
partir la mollera”) en que este cambio de significado se produjo:
“iam istam calvam colapis comminuissem testatim tibi”, donde tes-
tatim = “en pedazos”. De modo similar bucea “mejilla (hinchada) ”
(cf. “puls in buccam veniet”, Pomponio) se usa eventualmente con
el sentido de “boca” (cf. “quod in buccam venerit scfibito”, Cic., Ad
Att., 1, 12, 4); en varios dialectos románicos encontramos descen­
dientes de otros equivalentes dotados de similar fuerza: gula, gur-
ges, gurga. spatula “pala” se empleó para designar la paletilla del
cerdo y de ahí pasó a hacerse habitual para designar la espalda (cf.
épaule, etc.). Como casos paralelos de este tipo de generalización de
significado en palabras que se referían estrictamente a animales
(cf. el empleo en argot alemán de /ressen por essen) podemos citar
gamba (del gr. Kcqun'i), que era el término técnico para designar
la articulación de la pata trasera del caballo. El significado románi­
co de “pierna” (jambe) aparece en una glosa: crura: gambe, tibie
(CGIL, V, 495). También perna, en sentido estricto “pierna de cerdo”,
aparece en el esp. pierna, port. perna. Expresiones llenas de fuerza
se encuentran también en los verbos que se refieren a actividades
comunes; p. ej. “hablar” (garriré, garrulare, fabulari, parabolare);
otra palabra llena de expresividad perteneciente a este grupo, m utti-
re, se basa en muttum (usado en la expresión muttum nullum “¡ni
un gruñido!”), que es el antepasado del fr. mot; “buscar” (circare,
chercher); “comer” (manducare, pappare, cf. CGL, V, 525, 15: “ut
dicamus infantibus papa”, i. e. manduca); “marchar”, “partir” (sa-
lire ); “llegar, acercarse” (se pilcare, cf. esp. llegar); “apurar” (ad-
densare). mittere y conicere desempeñan las funciones de ponere y
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 175
locare, en tanto que eicere5 llega a significar simplemente “sacar”.
Una comadrona instruida en el latín clásico se quedaría sorprendida
ante el consejo que le da Sorano; mas su toras eiciat significa sim­
plemente “que saque al niño” y no “que lo arroje fuera”.
La búsqueda de fuerza expresiva se refleja también en las expre­
siones pleonásticas (véase supra p. 83): par ídem, omnes universi
ceteri alii, omne totum, ambo dúo, singulis diebus cottidie, sursum
ascenderé, intus penetrare, ante praeparatus, amplius augmentare, e
incluso muliebria feminarum. La misma tendencia produce adver­
bios, conjunciones y preposiciones dobles: tum deinde, itaque ergo,
ergo igitur, deinde postea, paene vix, ita sic, sic taliter, ut quia, nec
non etiam et.
Ciertos rasgos característicos del latín tardío mencionados en
el análisis que precede, algunos de los cuales sobreviven en roman­
ce, están también atestiguados en el latín arcaico, pero están ausen­
tes de la lengua de los autores clásicos. Este fenómeno de la “laguna
clásica” fue examinado hace ya largo tiempo por F. Marx, fabulari,
por ejemplo, según vimos en el capítulo IV, fue usado de modo
constante por los autores de la comedia como término coloquial por
dicere. Fue evitado por César y Cicerón, pero que permaneció de
modo constante en la lengua coloquial parece evidente por el hecho
de sobrevivir actualmente en el esp. hablar. Otra palabra española,
mozo (port. mogo), deriva de musteus, siendo mustus una palabra
rústica que significaba “nuevo, fresco”; Catón la aplica a un joven
cordero y Nevio a una muchacha (virgo). Sin embargo, la lengua
clásica conoce sólo el mustum sustantivado, “mosto”. Entre las pri­
meras palabras griegas que entraron en la lengua popular estaba
campsare, término náutico que significaba “doblar un cabo”, etc.
(véase p. 88 ). Aparece en Ennio, pero se pierde de vista hasta re­
aparecer muchos siglos después en la Peregrinatio Aetheriae, con
un ligero cambio de significado, “cambiar de rumbo”; la evolución
semántica es evidentemente “doblar (un cabo, etc.)” > “cambiar de
rumbo” (cf. CGL, IV, 227, 38: “deverticulum, ubi camsatur”) . La
palabra sobrevive en el it. cansare. Lófstedt, que ha examinado el
tema más recientemente, hace notar que el adjetivo canutus se halla
en un fragmento de Plauto para reaparecer en el latín tardío en los
Acta Andreae et Matthiae y sobrevive en el it. canuto, etc. Minaciae,
que es plautino, reaparece en el Liber ad Gregoriam (siglo v) y es el
antepasado de fr. menace e it. minacci. La ausencia de tales palabras
de los textos clásicos — excepto en la medida en que pueda explicar­
se por lo reducido de la gama objetiva cubierta por la literatura clá­
sica, que no habría hallado ocasión de emplear ciertas palabras—

5. Véase supra p. 154.


176 INTRODUCCIÓN AL LATIN

puede achacarse a su puntillosidad purista en materias lingüísticas,


a esa elegantia y evitación de rustidlas que hemos examinado en el
capítulo precedente. Y así una pantalla selectiva se interpone entre
el observador moderno y la lengua viva. Más tarde se abrieron vanos
en esta pantalla, pero nunca fue removida del todo, de modo que gran
parte del latín hablado quedó oculto de vistas hasta emerger en las
lenguas románicas.
Más difícil de explicar es la aparente paradoja de que muchos
“vulgarismos” aparezcan en la lengua de los poetas. El pleonástico
nec non et, por ejemplo, es frecuente, especialmente en la lengua
vulgar tardía. Hay ejemplos en Varrón, pero es significativo que la
expresión aparezca mucho más frecuentemente en el De re rustica
que en el De lingua latina, de más elevadas pretensiones estilísticas,
Pero hay ejemplos también en Virgilio, Lucano, Estado y en otros
poetas. Por otra parte, los singulares colectivos como miles son un
giro frecuente en los poetas augústeos y posteriores y en la prosa de
colorido poético de Livio y Tácito. En el otro platillo de la balanza
podemos poner ejemplos de la Mulomedicina Chironis y de la Pere-
grinatio Aetheriae, por citar sólo dos fuentes de la latinidad vulgar.
En el uso del dativo podemos observar coincidencias similares de las
dos esferas. Dativos adnominales del tipo del miseris velamina nau-
tis de Virgilio y del ministros bello, seditioni duces de Tácito son
paralelos al satui semen de Catón, y los datos del romance mues­
tran que este uso pervivió en la lengua popular. El llamado “dativo
simpatético” es también un rasgo característico del latín popular que
puede observarse en Plauto, en las partes dialogadas de Petronio y
en las fuentes tardías del latín vulgar. Y, sin embargo, es también
un giro favorito de los poetas augústeos. Del empleo adverbial del
adjetivo predicativo hemos citado ya un ejemplo coloquial de las
cartas de Cicerón (nullus tu quidem domum) y está atestiguado
todo a lo largo de la historia del latín coloquial desde Plauto (is
nullus venit, citus e cunéis exsilit, etc.), hasta ejemplos tardíos como
festinus venit. (Vitae Patrum). Pero los poetas proporcionan una
serie de ejemplos no menos llamativa: citi... venimus (Livio Andró-
nico); solvite vela citi (Virgilio).
La explicación del fenómeno está apuntada por la observación
de que el “dativo simpatético” tiene un mayor calor y un carácter
más íntimo que la correspondiente construcción con genitivo; la
explicación es, en resumen, que las coincidencias de uso en polos
estilísticos opuestos tienen raíces psicológicas comunes. Bajo el esti­
mulo de la situación personal, el hablante, liberándose de la lógica,
moviéndose más en el terreno de la alusión y de la elipsis que en el
de la precisión explícita, echa mano de estos modos de expresión
llenos de vida y de calor, de colorido y emotividad, que no resultan
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 177
menos apropiados a la poesía. Las expresiones populares fueron sin
lugar a duda un artificio consciente en ciertos géneros poéticos
(p. ej. uni, culus, verpa, futuere, ñurumí = pecunia en Catulo, y fe­
nómenos similares en las Sátiras de Horacio), pero a una poesía tan
estudiada en sus técnicas como la de los augústeos no pueden acha­
cársele “vulgarismos”, al igual que a la prosa de Tácito con su
permanente búsqueda de la oe^vóTrjt;. En nuestros análisis estilísti­
cos hemos de prescindir de la oposición “arcaico-poético”. Lo mis­
mo cabe decir acerca de la “vulgar-arcaico”. Con frecuencia los
dialectos rústicos conservan en el uso común muchos términos de­
saparecidos mucho tiempo antes de la lengua estándar. Un jardinero
del Cheshire me advirtió una vez que mi tierra exhausta necesitaba
“trench-delving” (“ser cavada en surcos”), utilizando una palabra
que yo conocía antes solamente por textos poéticos (“the deep-
delved earth”). Eran sin duda ejemplos de esta clase los que pro­
vocaban la observación de Cicerón: “rustica vox et agrestis quosdam
delectat, quo magis antiquitatem si ita sonet, eorum sermo retiñere
videatur” (D e or., 3, 11, 42). Tales rasgos deben su inclusión en la
poesía elevada y en la prosa solemne a esta cualidad de la antiqui­
tas. Las leyes de los géneros exigirían la rígida exclusión de todo lo
que fuera “rústico” o “vulgar”.
El latín vulgar que hemos someramente caracterizado en el aná­
lisis que precede fue llevado por los soldados, administradores, co­
lonos y comerciantes romanos a las diversas partes de su creciente
Imperio. Sicilia, Cerdeña, Córcega, Dalmacia y las costas orientales
y meridionales de España estaban ya sometidas al dominio romano
hacia fines del siglo n i a. C., y la expansión continuó hasta que con
la conquista de la Dacia por Trajano el Imperio Romano alcanzó su
extensión máxima, incluyendo Britannia en el confín de Occidente y
los reinos helenísticos en el oriental, con el Rin y el Danubio como
frontera norte. El impacto del latín sobre los pueblos indígenas de
esta vasta área varió según el grado de civilización por ellos alcan­
zado. Hablando en términos generales puede decirse que en las re­
giones en que la lengua y civilización griegas hablan echado raíces
firmes el latín tuvo escasa penetración (véase in fra ). En el occidente,
en cambio, los nativos sucumbieron ante la cultura y genio orga­
nizador de sus nuevos señores no en menor grado que ante su supe­
rior técnica militar. La consecuencia fue el desarrollo de una civi­
lización que variaba poco de país a país. El latín, la lengua del nuevo
pueblo dominador, fue adoptado por las aristocracias nativas y a
la postre por todos los elementos de la población, hasta que las len­
guas indígenas, excepto en algunos enclaves aislados, acabaron por
extinguirse. Este proceso fue sin duda gradual y afectó en primer
lugar a las ciudades romanizadas, para extenderse luego a las ..zonas
178 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

rurales. Por otra parte, a pesar de lo rápida que fue la expansión


del Imperio, más de trescientos años transcurrieron entre la incor­
poración de Cerdeña y la conquista de la Dacia. Durante este período
el latín, como todas las lenguas, evolucionó sin detenerse, y es claro
que el latín de los colonos del siglo m a. C. difería del de los legiona­
rios de César del siglo i a. C. y del de los de Trajano del ix d. C. Si
añadimos a esto la enorme variedad de razas, lenguas y culturas de
los pueblos sojuzgados y las notables diferencias de la política ro­
mana con relación a ellos, el filólogo podría confiadamente esperar
toparse con considerables diferencias dialectales en una lengua ex­
tendida sobre un área tan vasta y adquirida como lengua extranje­
ra por pueblos de sustratos tan diferentes. Pues bien, a pesar de
esforzados análisis de los documentos disponibles procedentes de
las diversas partes del Imperio, las peculiaridades regionales que se
ha logrado establecer no son sino unas pocas y triviales. [N ota 18.]
Así, H. F. Muller (A chronology of Vulgar Latín) observa que aun
en el período merovingio los barbarismos que de modo creciente
desfiguran los documentos escritos son “prácticamente los mismos
en toda la Romanía occidental”. Por su parte hace notar Entwistle
que “los vulgarismos que aparecen en las inscripciones de España
sop los típicamente generales de toda la Romania más que particu­
lares de España, y no raramente resultan contrarios a los posteriores
hábitos lingüísticos peninsulares” (Spanish language, 51). En el vo­
cabulario, es cierto, los pueblos prerromanos hicieron ciertas apor­
taciones limitadas al latín hablado en su respectivo territorio. En su
mayor parte se refieren, como cabía esperar, a objetos y actividades
peculiares de las regiones particulares. Así, ciertas palabras de la
religión gálica sobreviven en los dialectos galo-románicos: el valón
dühin “gnomo” se remonta a dusius “una especie de demonio”, en
tanto que el nombre del bosque sagrado de los druidas, cassanus,
sobrevive en el francés chéne. A estos ejemplos pueden añadirse
ciertos términos de carpintería como charpente, copean, tonneau;
términos topográficos como arpent y borne; las “palabras de muje­
res” piéce y bercer. Von Wartburg (Les origines des peuples romains,
50) hace notar también, acerca de los términos rurales, que “la par­
te de la terminología que es común a la ciudad y al campo es latina;
en cambio, la parte que pertenece exclusivamente al agricultor es
gala”. Cita como ejemplos champ, pré, pierre, sable, por una parte,
y raie, sillón, caillou, gréve, boue, por la otra. Sobre las escasas pa­
labras prerromanas conservadas en español, que incluyen términos
de minería y de accidentes topográficos como nava (vasc. naba), vega
(vasc. ibaiko), véase Entwistle, Spanish language, 33 ss. La contri­
bución germánica fue más considerable, cosa natural dado el impor­
tante papel representado por los pueblos germánicos en la historia
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 179
del tardo Imperio. La común posesión de muchas de estas palabras
por varias lenguas románicas indica que tuvieron que ser tomadas en
préstamo durante el período del “latín vulgar”. No sorprende encon­
trarse con que muchas de ellas son palabras referentes a la milicia
—werra, helm, wardan ( = observare), sporo “espuela”— , y nombres
del color de los caballos: blank, brun, grisi, falwa. Pero si bien se ha
calculado que alrededor de unas cien palabras germánicas habían en­
trado en el latín vulgar antes del 400 a. C., sorprendentemente sólo
unas pocas están atestiguadas en los autores romanos: burgus (defi­
nido como castellum parvulum por Vegecio), bandum “bandera”, uar-
gus “vagabundo”, un latinizado deraubare “robar”, algunos términos
zoológicos como garita “ganso blanco”, bison, carpa, urus, taxo (adj.
taxinus > fr. taisson), y un grupo misceláneo en el que se hallan
brado “pemil”, carina “especie de vasija”, /lasca “recipiente de cuero
para beber, bota”, harpa “arpa”, hosa “calzones”, etc.
H. F. Muller afirma que los textos escritos reflejan una real uni­
formidad de lengua en la Romanía occidental, y atribuye esta ausen­
cia de dialectalización a la “colosal obra de colonización y transfor­
mación social” llevada a cabo por la Iglesia cristiana entre los
siglos v y vm. “Nunca hubo una más completa interpenetración entre
los pueblos de estas regiones.” En este punto debemos apostillar
que los hechos garantizan la conclusión solamente en lo que se refie­
re a las gentes letradas. De hecho es difícil reconciliar la unidad de
lengua evidenciada por los textos todo a lo ancho de un área tan
vasta con la diferenciación dialectal de las lenguas vivas que el tra­
bajo sobre el terreno ha demostrado para todos los casos incluso
en los estados más altamente organizados y centralizados. Nos ve­
mos así forzados a concluir que la lengua de los documentos latinos
vulgares de que disponemos es una koivi'i escrita, una lingua franca
empleada con fines administrativos y de comunicación y escrita en
todas partes, aunque con concesiones menores al uso popular, por to­
das las personas letradas. Así, las únicas fuentes directas que posee­
mos para el latín vulgar del tardo Imperio impiden la efectiva obser­
vación de las diferencias dialectales que tienen que haber existido
siempre y continuarán existiendo. Es sintomático el hecho de que
los datos epigráficos de España contradigan los posteriores desarro­
llos peninsulares. También es significativo el hecho de que hallemos
un fenómeno análogo en la mitad griega del Imperio Romano, don­
de también se ha revelado imposible detectar diferencias dialectales
en la icoivf| que en los testimonios escritos había suplantado a los
numerosos dialectos locales (con una excepción).
En los capítulos precedentes hemos visto amplios testimonios de
la poderosa influencia griega en la lengua y la literatura de los ro­
manos. Desde la época más antigua los griegos habían penetrado
180 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

y moldeado la civilización itálica. Artesanos griegos y griegos porta­


dores de cultura, de alta y baja condición, se habían asentado en
Roma y suministraban palabras propias de sus variadas profesiones.
Los romanos nobles habían traído pedagogos griegos para formar a
sus hijos, que en los años posteriores hacían su gran viaje a Grecia
para ser educados como hombres de mundo. Las clases superiores
habían llegado a ser bilingües, recibiendo instrucción regular en
griego incluso antes que en su propia lengua. Con la expansión y
consolidación del Imperio los lazos se hicieron más estrechos, y
llegamos a un período de plena simbiosis en que Roma tanto dio
como recibió. El resultado es una impresionante serie de desarrollos
paralelos en el latín y el griego de este período. Tal vez debamos
excluir los fenómenos que son producto de las fuerzas lingüísticas
universales, tales como las nivelaciones analógicas en la morfología;
la sustitución de las simples formas causales por construcciones
preposicionales; la hipercaracterización y el pleonasmo como pos-
tremissimus, extremior, y la constante renovación del vocabulario
por la preferencia concedida a los modos de expresión provistos de
fuerza y de color. Más dudoso es el uso intransitivo de los verbos
transitivos que puede observarse en ambas lenguas (avertere y ditocr-
tpécpco), mientras que tanto en latín como en griego los moribundos
deponentes afectan tener la salud de los activos (véase p. 167 y com­
párese éXTrí^saGai). También en griego encontramos borrada la dis­
tinción entre las expresiones “donde” y “a donde” (ubi, quo, itou y
noi). También resulta paralela la creciente preferencia por las for­
mas compuestas de los adverbios y preposiciones (sKiraXoci, bus pavo,
áirévocvu, koctévcxvti, £v£ kev xápiv; para el latín véase p. 167). Pode­
mos mencionar también aquí la preferencia creciente por los modos
de expresión abstractos y nominales frente a los concretos y ver­
bales. Entre los desarrollos sintácticos comunes están la creación
de un futuro perifrástico y el uso de ab y dotó tras el comparativo.
Hay comunicación incluso a nivel de sufijos: el gr. - l o a o c , de origen
macedonio, aparece en abbatissa, prophetissa, dueissa, y llegó a ser
altamente productivo en las lenguas romances. La preposición grie­
ga koctóc, usada en frases distributivas (“cata singulos ymnos... ora-
tiones dicunt”, Per. Aeth.), aparece también en catunus, calco del
gr. Ka0 £Í<; (tardío por Micaoroq), y se funde con la expresión original
latina quisque unus para formar cascunus, antepasado del it. ciascu-
no y fr. chacun. Por su parte rnxpá se combinó con la palabra céltica
veredus para formar el tardo latino antecedente del al. Pferd. En el
vocabulario se observan fenómenos similares. La literatura latina
continuaba dependiendo en gran medida de la traducción e imita­
ción de la griega. Sin embargo, las palabras difieren de lengua a len­
gua en la extensión de su campo semántico. Así, la palabra inglesa
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 181
way, aunque etimológicamente idéntica a al. Weg, tiene aplicaciones
que no se dan en la palabra alemana: en inglés puede decirse “a way
of life” (“un modo de vida” ), pero no Lébensweg en alemán. Ahora
bien, en una literatura de traducción la palabra de la lengua reci­
piente puede adquirir parte del campo semántico de la palabra ex­
tranjera traducida. Ejemplos a menudo citados son los términos
técnicos de los gramáticos. Así, itTcoaiq “caída” a partir del sentido
particular de “la caída del dado” había llegado a significar en griego
un “caso” gramatical. La palabra latina casus, que es una traducción
literal, adquirió el mismo significado técnico en la terminología gra­
matical romana. De modo semejante punctum adquirió un nuevo
significado de <my¡ní, conquirere “discutir” de cto^ tsív, idoneus
“justo y propio” de xprjaTóq, advocare “consolar” de napaRaXeív,
crepare “morir” de ipotpl^Eiv, en tanto que sera “atardecer” corres­
ponde a ótyloc. En la sintaxis ciertas traducciones demasiado litera­
les llevan al uso de construcciones que no tenían nada de latinas;
p. ej. si percutimus in gladio? (22, 49) por el ira-cá^opev év payaípr);
en san Lucas. Que este uso instrumental de in con dativo no es latino
está expresamente afirmado por san Agustín en su comentario a
la versión del Éxodo de la “Itala” (X V II, 5): “«in qua percussisti»
dixit pro eo quod dicimus «de qua percussisti»”. Este último giro
es un interesante testimonio del uso corriente en latín vulgar que es
continuado por el empleo instrumental de de en francés. Resta
añadir que la popularidad de la construcción en griego tardío debe
algo a la influencia hebrea.
La uniformidad del latín tardío tal como aparece en las fuentes
accesibles, ya lo hemos dicho, difícilmente podría reflejar las varie­
dades de la realidad lingüística actual de las diversas partes de la
Romanía. Con todo, la postulación por los estudiosos de un más o
menos uniforme romance primitivo, lengua madre de las modernas
lenguas románicas, plantea necesariamente el interrogante de la
fecha en que ocurrió la “quiebra”. Antes de intentar una respuesta
será conveniente reflexionar sobre los métodos utilizados en lin­
güística histórica. Para establecer un límite cronológico del tipo que
nos interesa debemos en primer lugar determinar las características
que imprimen a una forma de lengua dada el carácter de “francés”
y no de “latín”. Tal clase de definición sólo puede tomar la forma
de una lista de puntos concretos de fonética, morfología, sintaxis y
vocabulario. En la práctica es difícil definir un dialecto o una lengua
salvo in extenso como la suma de sus características. IJna vez de­
terminados esos rasgos genéricos, se explora una serie cronológica
de textos a fin de establecer el momento en que por vez primera
aparecen los fenómenos en cuestión, lo cual nos proporcionará una
serie de termini post quos. De hecho nuestro método es atomista, y
182 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

las fechas de primera aparición varían de punto a punto. Esto apa­


rece evidente en una reciente discusión de la fecha del protorromance
debida a R. A. Hall:
Es perfectamente cierto que sin el latín es imposible fechar el pro­
torromance. Pero, tal como se presentan las cosas, debemos colo­
carlo en época lo bastante temprana como para incluir la simplifi­
cación de ei en i (ca. 150 a. C.), de ae en é (siglo i d. C.) y de la
nasalización procedente de n ante s (siglo i a. C.) y la pérdida
de h (Catulo o antes). Por otra parte debemos colocarlo en una
época lo bastante tardía como para que preceda a la confusión
de é e i y de ó y u (siglos i -ii d. C.) y al establecimiento de una
nueva serie de fonemas palatales por la confusión de los alófonos
palatales de 1c y g ante vocales anteriores con los resultados de la
evolución de ki y gi respectivamente. En conjunto, el período final
de la República y de comienzos del Imperio (época augústea) es la
época más indicada para situar el protorromance. Ciertas probables
supervivencias de rasgos documentados en el latín anterior (p. ej. el
plautino cuius, -a, -um, adjetivo en ibero-romance; el plautino
-nunt de 3.* pl. de los verbos en el it. -no) indicaría que el co­
mienzo de nuestro período debería situarse, como muy pronto, en
250-200 a. C. (“Language", XXVI, 1950, 19.)

A l tiempo que algunos de los hechos enumerados pueden conside­


rarse abiertos a la duda — es totalmente improbable que las formas
arcaicas latinas como danunt tengan algo que ver con la terminación
italiana de la 3.“ p. pl.— , las afirmaciones de Hall pueden servir para
ejemplificar la clase de conclusiones a las que el método de investi­
gación lingüística esencialmente atomista lleva inevitablemente. El
no comprender esto ha acarreado tantas discusiones estériles acerca,
por ejemplo, de los grados de relación entre lenguas, acerca de la
existencia y posición de las fronteras lingüísticas, y, lo que ahora
nos importa, acerca de la fecha de la “quiebra” del protorromance
en las diversas lenguas románicas. No resulta sorprendente que
los cálculos estimativos varíen entre el siglo v y el ix d. C., desde el
momento en que los diversos fenómenos escogidos como definidores
del “francés” como opuesto al latín tienen distintas fechas de prime­
ra aparición. El problema no es diferente del de la distinción entre
dialecto y lengua. Una solución de tipo tajante es la que se logra
utilizando el criterio de la inteligibilidad (véanse pp. 16 s,). Si
echamos mano del mismo criterio para trazar una línea entre el
“latín” y las “lenguas románicas”, la respuesta a la pregunta “¿Cuán­
do dejó el latín de ser inteligible para las masas iletradas?” nos la
da tal vez la experiencia de Carlomagno. En la convicción de que
Dios no se sentiría menos complacido por un correcto hablar que por
una recta conducta y de que el estudio de la literatura capacitaría al
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 183
clero para penetrar más profundamente en los misterios de los libros
sagrados, Carlomagno ordenó una restauración de los estudios.
Pronto tuvo que admitir que no se puede comunicar con el pueblo
en una lengua que ha dejado de entender hace ya tiempo, ni, por
tanto, salvar sus almas. En 813 la legitimación del sermo rusticus
dio reconocimiento formal al hecho de la ininteligibilidad. Esta fecha
puede servir como límite cronológico adecuado entre el latín y los
dialectos galo-románicos. El estudiante no precisará, sin duda, que
se le recuerde que el proceso de cambio que fue constantemente
ampliando el vacío que separaba la lengua hablada de la escrita duró
muchos siglos. Por último, la afirmación de que el “latín vulgar y el
medieval son una excrecencia del latín clásico desarrollada por con­
diciones sociales diferentes” 6 es cierta sólo si entendemos por “latín
vulgar” la koivi^ escrita vulgarizada que aparece con escasas varia­
ciones en las fuentes ya mencionadas. Debe tenerse presente que
desde sus comienzos hasta su fin el latín escrito en todas sus for­
mas es una lengua artificial.

6. Muller and T aylo r , Chrestomathy of Vulgar Latín, P re fa c e , p. m .


C a p ít u l o VII
LENGUAS ESPECIALES. EL LA T IN CRISTIANO

El lenguaje — ya lo hemos dicho— es una actividad social, y la


lengua, un instrumento por cuya mediación el hablante coordina su
comportamiento con el de sus semejantes. Este instrumento y su
empleo los conoce el hablante por imitación de la sociedad en que
ha nacido: primeramente, como es natural, en el círculo de su pro­
pia familia; luego, en el de sus compañeros de juego y escuela, y
Analmente, en el de los que comparten su vida adulta. Si bien los
hábitos fundamentales del lenguaje se establecen en una época tem­
prana de la vida, el proceso de adaptación a las múltiples y cam­
biantes exigencias de las relaciones sociales no cesa nunca. Por ello
los hábitos lingüísticos de un hombre, su lengua, reflejan fielmente
las influencias a que ha estado expuesto a lo largo de su vida. Es un
producto de la actividad de un grupo. El comportamiento lingüístico
varía, naturalmente, de individuo a individuo. Es, en parte, un reflejo
de la personalidad singular de cada hablante y, en parte, el resultado
de un fracaso en la consecución de una perfección imitativa, porque
debemos recordar que el lenguaje es fundamentalmente un proceso
mimético. Tales particularidades personales no impiden el funcio­
namiento del lenguaje como medio de comunicación. Simplemente
se superponen a una fundamental identidad de hábitos que es el
requisito indispensable del entendimiento mutuo. Este constituyen­
te común de los hábitos lingüísticos de los individuos de una comu­
nidad es la lengua de esa comunidad. Una “lengua” es, pues, una
abstracción, una especie de fotografía múltiple elaborada por la
superposición de innumerables tomas individuales. La imagen va­
riará de acuerdo con los individuos escogidos para representar a los
“compañeros” del hablante a que antes nos referíamos. Porque cada
persona interviene en relaciones sociales de complejidad infinita, que
varían desde la intimidad de su propia familia al trato más formal
y distante. Su comportamiento social se adapta a esas circuns-
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 185
tancias, y en consecuencia sus actos lingüísticos individuales forman
parte de una serie de “lenguas distintas que reflejan diferencias en
grado de intimidad, diferencias locales, dialectos, diferencias de po­
sición social, etc. Mas, a pesar de todas estas diferencias, podemos
reunir un fondo de palabras y expresiones que, junto con la nece­
saria maquinaria gramatical, son de uso general entre la mayoría
de los miembros de una comunidad dada. Es lo que podemos llamar
la “lengua común” . Sin embargo, aun en las más primitivas socie­
dades los individuos forman parte de círculos más estrechos y ex-
cluyentes: así los sacerdotes, adivinos, magos, médicos, herreros, etc.
Tales grupos tienen sus propios intereses esotéricos, un mundo es­
pecial de objetos y nociones, y desarrollan la necesaria maquinaria
lingüística para comunicarse y coordinar sus actividades peculiares.
A una lengua de este tipo, la de una comunidad dentro de una comu­
nidad, es a la que llamamos “lengua especial”. En su mayor parte
consistirá en un vocabulario especial, pero a veces se hallan también
peculiaridades de pronunciación, de forma de las palabras y de sin­
taxis (véase infra sobre el latín cristiano). En tanto que especiali­
zada y técnica, una lengua de este tipo está caracterizada por una
mayor precisión y exclusividad, que pueden llegar a ser estudiadas
y deliberadas. No existe, naturalmente, una línea tajante de separa­
ción entre la lengua especial y la general de la que es una rama. Un
abogado puede ser padre de familia y pasar sus tardes en el café.
Allí no se despojará totalmente de sus hábitos lingüísticos peculia­
res de cuño legal, y convertido en litigante no profesional entre sus
amigos experimentará la tentación de airear su conocimiento del
derecho y de su lenguaje. De este modo se produce un constante
intercambio entre la lengua general y las especiales, con el consi­
guiente enriquecimiento de ambas.
Para designar sus objetos, procesos y nociones peculiares un gru­
po de especialistas puede acuñar palabras y expresiones nuevas (neo­
logismos) o, lo que es más frecuente, dar un giro a palabras ya exis­
tentes en la lengua general (cambio semántico). Así el soldado
rom ano1 designaba los diversos tipos de formación de batalla con
las palabras cuneus “cuña”, globus “tropel” , forfex “tenazas”, serra
“sierra”, turris “torre”, caput porci “cabeza de cerdo”. Diversos nom­
bres de animales se aplicaban a operaciones de asedio: testudo
“tortuga”, musculus “mantelete”, arles “ariete”, scorpius “especie
de catapulta” , cuniculus, etc. Podemos citar también papilio “tienda
de campaña’’. El tono colorista y pintoresco que es característica
universal de la lengua de los soldados aparece en noverca “madras­
tra”, “terreno áspero en un campamento”, muli Mariani “pértigas

1. V éase W . H eraeus, ALL, 12, 255 ss.


186 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

en forma de horca para transportar bagajes” , turturilla “dicitur


locus in castris extra vallum in quo scorta prostant” (CGL, V, 524,
30), tenebrio “gandul”, litterio “chupatintas”, muger “tramposo”,
“is qui talis male ludit”, murcus “el que se corta el pulgar para li­
brarse del servicio militar”, focaría “mujer del soldado”. El espe­
cialista en matar necesita variedad de expresiones para distinguir
los diferentes modos de hacerlo. Asi, Servio, comentando Aen., 10,
314, nos dice que hauríre aliquem es “herir por el costado” : “cum
a latere quis aliquem adortus gladio occidit”. El eufemismo allevare
es expresamente citado por san Agustín como palabra soldadesca
(véase infra, pp. 194 s.). Los ejercicios militares o gladiatorios eran
llamados battualia, del verbo vulgar battuere, ya examinado. De la
forma vulgar de esta palabra, battalia, vienen el fr. bataille, ing.
battle, esp. batalla.
De mucho mayor importancia para la historia del latín y también
de la civilización occidental fue la lengua desarrollada por otro gru­
po excluyente. Las primitivas comunidades cristianas vivieron su
vida en condiciones eminentemente indicadas para la creación de
una lengua especial. Con una visión nueva que penetró y transformó
todo su mundo, viviendo una intensa y altamente organizada vida
de comunidad con sus ágapes rituales y comunitarios, repudiando el
paganismo tradicional y todas sus obras, replegados sobre sí mismos
por las persecuciones, los primeros cristianos se transformaron casi
en una sociedad secreta, dando origen a una especie de latín que
resultaba en gran medida incomprensible a los extraños. Puesto que
con el triunfo del cristianismo ese latín especial llegó a dar su color
a la lengua de todo el mundo occidental, debemos indagar las con­
diciones en que se desarrolló. La vida de las primeras comunidades
cristianas está, sin embargo, envuelta en la oscuridad, y todo lo
que podemos hacer es analizar las peculiaridades de la lengua tal
como aparecen en los más antiguos documentos del latín cristiano
e intentar reconstruir la condiciones sociales que podrían dar cuenta
de ellas.
Se ha dicho que el latín se extendió dos veces por el mundo oc­
cidental, y en ambas ocasiones transmitiendo un mensaje proceden­
te de Grecia. Cicerón había absorbido y dado una expresión latina
al helenismo humanístico pagano que es aún hoy en gran medida
el armazón de nuestro mundo mental. El latín se impuso en, la Euro­
pa occidental por obra de las legiones conquistadoras y de los go­
bernadores militares, administradores y comerciantes que llegaron
con y tras ellas. Tiene no menos vital importancia el saber que tam­
bién el latín cristiano es, y aún en mayor medida, una lengua de
traducción del griego. Fue el griego la lengua en la que el mensaje
cristiano llegó a los gentiles desde su cuna de palestina. La infinita
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 187
flexibilidad del griego no sólo se mostró adecuada para contar en
lenguaje llano la conmovedora historia del Salvador y su Pasión,
sino que también proporcionó en poco tiempo un rico lenguaje téc­
nico a la organización y formulación doctrinal de la Iglesia. El ca­
rácter del griego bíblico cae más allá de los fines de este volumen.
Baste decir que sustancialmente se trataba del griego “vulgar”, de
la lengua común desarrollada durante el Imperio de Alejandro y
sus sucesores, no sin las peculiaridades de vocabulario inevitables en
una lengua especial que conservaba, además, algunas huellas de sus
orígenes hebraicos. En su nueva forma helenizada el cristianismo
penetró gradualmente en el mundo occidental, haciendo sus primeros
conversos entre los pobladores grecoparlantes de las grandes ciu­
dades. Así, Marcos escribió en griego para la comunidad de Roma, y
también Pablo compuso en griego su epístola a los romanos. Sobre
el carácter de la población griega de Roma ya hemos hablado en los
capítulos precedentes. “La koivt ) griega era la lengua usual de todos
los déracinés, prisioneros de guerra, libertos, pequeños comercian­
tes, marinos, y muchos otros hombres que, de origen oriental pero
arrancados de sus casas por las guerras o por causas económicas o
sociales, se habían establecido en las grandes ciudades y especial­
mente en los grandes puertos de Occidente.” 2 Entre estas gentes
humildes ganó el cristianismo sus primeros adeptos. El Reino de
los cielos había sido prometido a los pobres. Dos hechos son de fun­
damental importancia para comprender el latín cristiano: la nueva
religión llegó con atuendo griego y a las gentes humildes de los ba­
rrios bajos. Naturalmente, se daba un alto grado de bilingüismo en
la Roma de este período. La Buena Nueva tuvo que haberse transmi­
tido pronto a los latinoparlantes. Sin duda se dieron entre amigos
que tenían lenguas maternas diferentes numerosos titubeos y con­
fusiones de traducción y exposición. La lengua sería vulgar, salpica­
da de tecnicismos griegos y distorsionada por la fuerza del original;
porque una traducción adecuada e idiomática es una tarea que re­
quiere pericia. Este proceso se refleja en las primitivas versiones la­
tinas de la Biblia, exigidas sin duda por el creciente número de
conversos que no conocían el griego. Estas versiones se hicieron
probablemente de modo fragmentario y sin una dirección u orga­
nización central; san Agustín escribe (D e doctrina christiana, 2, 11,
16): “ut enim cuique primis fldei temporibus in manus venit codex
graecus, et aliquantulum facultatis sibi utriusque linguae habere vi-
debatur, ausus est interpretan”. Algunos ejemplos entresacados de
las partes supervivientes de estas versiones primitivas — la así lla­
mada Itala o mejor Vetus Latina— nos mostrarán sus caracteres

2. Ch. M o h r m a n n , “ V ig iliae C h ristia n a e” , I I I , 1949, pp. 67 s.


188 INTRODUCCIÓN AL LATIN

fundamentales: vulgarismos, literalidad y empleo de préstamos o


calcos griegos. Lo pequeño que era ese aliquantulum de griego salta
a la vista en una traducción de i5ou ei KaXr| “mira que eres bella”
como vide si speciosa, en la que un traductor, de palabra por pala­
bra ha confundido eI “si” con el “eres”. 3 La versión latina de la
Epístola de Bernabé hace una cita del Antiguo Testamento (Is., 58,
8 a), vestimenta tua cito orientar, que resulta incomprensible has­
ta que una ojeada al gr. xá Ideará croo xaxú cxvocteXei resuelve el enig­
ma: iá|iaToc “remedios” ha sido tomado como ipáxioc “vestidos”. El
mismo autor traduce x£LP°T°vío: como suadela malorum, sin duda
por haber puesto en relación falsamente la palabra griega con xe'ípcov
“peor”. Esta extrema literalidad debe atribuirse sin duda a un sen­
tido de reverencia hacia las inspiradas sagradas escrituras, de las
que no se podía perder ni una sílaba. Un ejemplo de ello es la tra­
ducción de ÚTtspóvcú por super summum. Sin embargo, las prepo­
siciones y adverbios compuestos son característicos tanto del latín
como del griego de esta época (véase el capitulo precedente); así
tmspávco era simplemente una forma reforzada de ovo. Se plan­
tea el problema de buscar un equivalente latino para la partícula
interrogativa griega ápa; se la traduce como putas, en tanto que
dpáyE aparece como putasne: putasne intelligis? (Act., 8, 30).
Stummer cita también ejemplos de defectuoso empleo de los géneros
gramaticales. En Amos, 6, 2, xác; KpcmcrTocc; é« mxañv xñv paaiXeiñv
xoótcúv aparece en una versión primitiva como “quae sunt optimae
ex ómnibus regnis eorum”, donde optimae aparece en femenino como
en griego a pesar de referirse a un nombre neutro, regnum. Otros
ejemplos de literalismo extremo en las versiones latinas primitivas
están recogidos por Ch. Mohrmann en un reciente artículo acerca
de los orígenes del latín cristiano en Roma.4 La versión latina de
la epístola de san Clemente a los corintios se atiene fielmente al
orden de las palabras, y la sumisión al texto griego provoca incluso
construcciones ajenas a la sintaxis latina en lo que se refiere a la
elección de formas casuales. Así pfiXXov ávSpcóuon; cwjjpoai... Ttpoa-
Kóipcopev íj x<3 0e<3 aparece traducido como “magis hominibus de-
mentibus... offendamus quam Deum”. También en lo sintáctico son
numerosos los helenismos: dignari se construye con genitivo como
Kaxoc£ioOa0ai; ut con infinitivo establece un paralelismo con <5gxe;
qualiter hace un oficio de conjunción correspondiendo a omo<; (“ob-
secrationem facientes qualiter... custodiat” = ómaq... SiacpuXá£,r|);
ni siquiera el uso sustantivado del participio griego, que en latín se
traduce normalmente con una oración de relativo, acobarda al autor

3. V éase P . S tu m m e r ,Einführung in die lateinische Bibel, obra de la que


m e considero plenam ente deudor en este párrafo.
4. “ V igiiiae C h ristian ae” , I I I , 1949, pp. 67 ss.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 189
del Clemens Latinus: por toüc;... SouXeúovtcxc; se atreve a escribir
“eos qui... servientes”.
Muchos de los términos técnicos griegos que denotaban cosas
y nociones extrañas al mundo pagano no tenían, naturalmente,
correspondientes latinos. En consecuencia fueron simplemente trans-
literados y se afincaron de modo definitivo en la lengua de la cris­
tiandad latina: anathema, anathematizo, ángelus, apostata, aposto-’
tus, baptisma (baptismum), baptizo, catechumenus, charisma, clerus,
diaconus, ecclesia, episcopus, presbyter, etc. Incluso en los casos en
que hubiera sido posible encontrar equivalentes, resultaron elimina­
dos a causa de asociaciones paganas poco deseables, vates o fatí­
dicas no podían desempeñar las funciones de propheta, ni templara
o fanum las de ecclesia. Mas no fueron estas palabras técnicas las
únicas incorporadas por los autores de las primeras versiones bíbli­
cas. Y a fuera por solícita devoción, ya por simple incompetencia,
muchas palabras griegas como cckt]5 ícx fueron simplemente transli-
teradas (acedía), llegándose a acuñar denominativos como acediari,
equivalente de <xkt]6 eiv . áyyocpeúeiv aparece como angariare. A algu­
nas de estas formas transliteradas se les da a veces el sentido no
técnico de sus equivalentes griegos. Así, presbyter se encuentra en
lugar de sénior, paradisus por hortus, diabolus por accusator. Sin
embargo se trata de aberraciones. Hemos visto cómo el griego inun­
daba la lengua de la vida diaria, tanto en su forma cultivada como
en la vulgar. Ahora bien, el orgullo nacional expulsó en gran medi­
da a los intrusos griegos de la lengua oficial y de la de la prosa lite­
raria. Ch. Mohrmann, en un reciente estudio sobre las palabras grie­
gas en el latín cristiano, ha señalado que en los préstamos que
tomaron los cristianos se mantuvieron fieles a esta tradición del latín
literario: “La mayoría de los préstamos léxicos griegos en el latín
cristiano son muy antiguos y casi siempre resultado de préstamos
vulgares o más bien «preliterarios»... Son residuos del bilingüismo
de las primitivas comunidades cristianas, y la mayoría de ellos han
sido, por decirlo así, santificados por la memoria de la predicación
oral.” Tan firmemente arraigados en el afecto popular, estos tecni­
cismos griegos resistieron todos los embates del purismo y fueron a
la larga aceptados como patrimonio de la prosa latina artística de
los cristianos. Los poetas permanecieron largo tiempo sujetos a las
normas excluyentes de la poesía tradicional pagana (véase M ohr­
mann, R. E. L., XXV, 1947, pp. 285 s . ): martyr, ángelus, apostólas,
episcopus, propheta, etc., hubieran producido ese exceso de “glos-
sae” que, en opinión de Aristóteles, lleva al barbarismo. Los prime­
ros poetas cristianos utilizan a menudo, en lugar de las palabras
citadas, testis, nuntius o minister, missus, antistes y vates (o praeco)
dei. Pero gradualmente también la resistencia de los poetas se que­
190 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

bró, y Prudencio ofrece ya ejemplos de la mayoría de los préstamos


cristianos del griego.
Aparte de estas palabras técnicas el latín cristiano descartó las
trasliteraciones de algunas de las versiones primitivas y recurrió a
los mucho más sutiles procedimientos que ya hemos estudiado en
la creación del vocabulario filosófico por Cicerón: el fenómeno de
la traducción-préstamo o calco, por el que una palabra nativa ad­
quiere ciertos significados que corresponden a su equivalente literal
en la lengua que proporciona el préstamo. Así, virtutes como equi­
valente de ópera! significa a veces “milagros” ; cogitans, cogitatus tra­
duciendo pEpqxvSv, pépipva, y cppovrlc; llegan a significar “pensa­
miento solicito, preocupación”; conspersio toma de <púpapa el
sentido de “masa”; dominicum como KupiocKÓv significa “(la Casa)
del Señor”; magnalia “grandes obras” = (ísyaXeía; mediator “Cris­
to como mediador entre Dios y el hombre” = (!£aÍTr¡<;; mundus ad­
quiere el doble sentido de KÓapoq; verbum o sermo la fuerza del
intraducibie Xóyoc, con sus dos facetas de “razón” y “palabra”.
Si tales fenómenos característicos del latín cristiano basta­
rían en ausencia de otros datos para dejar sentado el hecho de que
el mensaje cristiano llegó a Italia en griego, no es menos evidente
que fue comunicado ante todo a los pobres y humildes. Los prime­
ros misioneros que predicaron el Evangelio en el Occidente latino
como los profetas de tiempos antiguos hablaron a sus oyentes en
lengua del pueblo (cf. “prophetae communi ac simplici sermone ut
ad populum sunt locuti”, Lactancio, Div. inst., 5, 1, 15). La lengua
literaria, con su carácter artificial, instrumento de declamaciones
de salón que exigía largo entrenamiento y estudio para su correcto
manejo, anulaba la sinceridad. Para infundir esperanza y consuelo,
para desterrar el mal y disipar las tinieblas, los misioneros usaron
la lengua casera de la vida cotidiana. La consecuencia es que una
revisión gramatical de la Vetus Latina y la Vulgata supondría en
esencia una repetición de lo dicho en el capítulo precedente. En el
campo de la formación de palabras hallamos la ya vista preferencia
por las palabras de mayor cuerpo (aeramentum, coronamentum,
factitamentum, gaudimonium, aegrimonium), abstractos en -tildo
(grossitudo, rectitudo, poenitudo), diminutivos (oviculus, agniculus,
umerulus, leunculus, aurícula, domuncula — ¡traduciendo oíkoc;!— ,
iuvencula), etc. Entre los adjetivos hallamos las formaciones de ca­
rácter popular en -bilis (acceptabilis, odibilis, reprehensibilis),
-osus (linguosus, meticulosus, staturosus) y -bundus (biliabundus,
famulabundus). Encontramos también los adverbios en -im y -ter
(commixtim, particulatim, duriter, granditer, sinceriter), los verbos
denominativos de palabras de la primera declinación (aeruginare,
cibare, custodiare, potionare, nutricare, minorare, amaneare, mani-
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 191
core = ópSpí^Eiv), formaciones intensivo-frecuentativas (applotare,
febricitare). En morfología reaparecen los fenómenos que ya nos
son familiares: nom. sg. lampada, retía por rete, ossum, ossuum por
os, ossis, tendencia a la eliminación de los neutros (signus, verbus,
vinus, etc.); famis, nubis por james, nubes, etc. “Hipercaracteriza-
ción” en los grados de comparación (pluriora), y empleo del super­
lativo por el positivo (de allí los comparativos infimior, proximior).
El sistema verbal está sujeto a los mismos procesos de nivelación
analógica (odio, odíbo, odibam, odivi; adviértanse también las for­
mas de perfecto accedí, collexl, avertui, sinui, salivi, silevi). Los ver­
bos cambian de conjugación (exercére, lugére, florire, fuglre, ser-
pire). Se manifiesta también la incertidumbre vulgar en torno a las
formas de futuro (augeam, doceam, diligebit, metuebitis, sepettbo).
Las formas activas y deponentes se intercambian (admirare, exhor­
tare, certari, paeniteñ, taederi, e, inevitablemente, antiguo y moderno,
el horrible fieretur). En sintaxis se confunden las expresiones de
“donde” y “a donde”, ad y apud se intercambian, el instrumental
aparece con de e in, el demostrativo se aproxima al artículo deter­
minado y unus al indeterminado. Oraciones completivas introduci­
das por quod, guia y quoniam hacen el oficio del infinitivo con acu­
sativo clásico, el indicativo se emplea en interrogaciones indirectas,
y el ablativo del gerundio desempeña las funciones del participio de
presente. En una palabra: tenemos reproducida aquí de modo com­
pleto la fisonomía de latín vulgar.
El tono vulgar del latín bíblico reflejaba, ya lo hemos dicho, los
hábitos lingüísticos de los primeros conversos latinoparlantes a
los que el Evangelio fue predicado. Mas el uso constante de esta
lengua en el servicio divino dio una dignidad y santidad nuevas a
estas humildes formas lingüísticas, de modo que la lengua de la Bi­
blia y la liturgia acabaría por ejercer una profunda influencia inclu­
so en la de los cristianos romanos de elevada educación y cultura a lo
largo de los siglos. Lo atestigua expresamente san Agustín en el
De doctrina christiana, 2, 14, 21:
q u a m q u a m ta n ta e s t v is c o n s u e tu d in is e tia m a d d is c e n d u m , u t q u i
in S c r ip t u r is s a n c tis q u o d a m m o d o n u triti e d u c a t iq u e sunt, m a g is
a lia s lo c u tio n e s m ir e n t u r , e a s q u e m in u s la tin a s p u te n t q u a m illa s
q u a s in S c r ip t u r is d id ic e r u n t ñ e q u e in L a t in a e lin g u a e a u c to r ib u s
re p e r iu n tu r .

Los usos vulgares se arraigaron firmemente por su constante repe­


tición en la comunicación hablada y, naturalmente, en el canto. Así,
san Agustín, a propósito de la forma vulgar de futuro floriet, escribe
(D e doctr. christ., 2, 13, 20):
192 INTRODUCCIÓN AL LATIN

i llu d e t ia m q u o d ia m a u f e r r e n o n p o s s u m u s d e o r e c a n ta n tiu m
p o p u lo r u m : “s u p e r ip s u m a u t e m flo r ie t s a n c tiflc a tio m e a ” n ih il p r e ­
fe c t o s e n te n tia e d e tra h lt. a u d it o r t a m e n p e r it io r m a lle t h o c c o r r ig i,
u t n o n “ flo r ie t ” s e d “ f lo r e b it ” d ic e r e t u r. n e c q u id q u a m im p e d it c o r-
re c tio n e m n is i c o n s u e tu d o c a n ta n tiu m .

La misma reverencia por la lengua de las Sagradas Escrituras se


observa en todos los escritores latinocristianos. Ch. Mohrmann hace
notar que ni siquiera autores cultos o instruidos como Cipriano
rechazan los “vulgarismos” tradicionales — mereciendo así el es­
carnio dé los paganos, que le pusieron por mote “Coprianus”— . M i-
nucio Félix, que intentaba influir en los círculos cultivados, se
esforzó por evitar el choque con su sensibilidad lingüística, y eludió
por ello las palabras y giros específicamente cristianos, a excepción
de unos pocos términos indispensables como carnalis, vivificare y
resurrectio. Más significativa es la actitud de Lactancio, “el Cicerón
cristiano”. Incluso él, a pesar de que presumía del clasicismo de su
lengua y estilo, no evitó las peculiaridades ya tradicionales del latín
cristiano, Por lo que se refiere a san Agustín, escribe la doctora
Mohrmann, es preciso hacer una distinción clara entre sus diferen­
tes estilos. En su Ciudad de Dios pretendía defender a los cristianos
contra las acusaciones paganas de que la nueva religión era respon­
sable de las catástrofes que habían afligido al Imperio. Dirigida a
círculos paganos obsesionados por el antiguo humanismo, esta obra
muestra un grado de perfección y refinamiento literarios superior
al de sus sermones, de carácter más popular. Sin embargo, lo que
se ha dicho de Lactancio vale también para el De civitate D el Agus­
tín echa mano libremente del léxico especial cristiano, e incluso en
su sintaxis, en la que muestra un más solícito respeto por el correc­
to uso literario, no faltan los típicos cristianismos. Podemos recor­
dar por último el procedimiento seguido por san Jerónimo en su
revisión de las versiones latinas de la Biblia ya existentes, en la que
procuró hacer el mínimo de alteraciones. Al disponerse a empren­
der su obra no quiso ignorar la tempestad de protestas que era pre­
sumible se levantase contra el hombre que osara interferir en el
bien conocido y venerado texto:
q u is e n im d o c t u s p a r it e r v e l in d o c tu s , c u m in m a n u s v o lu m e n as-
s u m p s e rit e t a s a liv a q u a m s e m e l im b ib it v id e r it d is c r e p a r e q u o d
le ctitat, n o n s ta t im e r u m p a t in v o c e m m e fa ls a r i u m m e c la m a n s e sse
s a c r ile g u m , q u i a u d e a m a liq u id in v e t e r ib u s lib r is a d d e re , m u ta re ,
c o rr ig e r e ?(Praefatio in evangelistas ad Damasum .)

En general san Jerónimo se mantuvo fiel a los principios estableci­


dos, y, a pesar de todos sus esfuerzos por lograr un mayor refina­
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 193
miento lingüístico, su piedad y buen juicio dejaron intactos muchos
de los “vulgarismos” de los antiguos textos. Consagrados por siglos
de uso en la Iglesia, habían quedado libres de toda sospecha de “avul-
garamiento” incluso para los más refinados y cultivados autores
cristianos. Fue este sentimiento el que inspiró la orgullosa respues­
ta de un Agustín frente al escarnio pagano de los solecismos y bar-
barismos de la Sagrada Escritura y de la lengua de los fieles. “Un
hombre que pide a Dios que perdone (ut ignoscat) sus pecados no
se cuida mucho de si la tercera sílaba de ignoscere se pronuncia
larga o breve... ¿Qué es pues el correcto hablar sino observar el uso
de los demás confirmado por la autoridad de los hablantes de anta­
ño?” (D e doctr. christ., 2, 13, 19); “melius in barbarismo nostro vos
intellegitis quam in nostra disertitudine vos deserti eritis”, exclama
en otro lugar (Serm., 3, 6). Una postura muy parecida de acepta­
ción y defensa de los barbarismos había sido ya exteriorizada por
Arnobio (Adv. geni., 1. 59) e incluso por el ciceroniano Lactancio;
y este encomio de lo vulgar se convirtió en una especie de topos
entre los autores cristianos (cf. Gregorio Magno, Ep., 5, 53 a, p. 357,
33 E .-H .). Para lo que ahora nos interesa lo importante es notar que
ciertos vulgarismos habían llegado a ser constituyentes casi obliga­
torios de una lengua especial cristiana. La conversión de Agustín
llevó consigo una conversión lingüística.
La tesis de que el latín de los cristianos constituía una lengua es­
pecial (Sondersprache) fue expuesta por vez primera por monseñor
J. Schrijnen y mantenida vigorosamente en una serie de estudios
por sus discípulos, especialmente por la doctora Mohrmann. Esta
escuela pone gran énfasis en el hecho sociológico de que los prime­
ros cristianos constituían un grupo social altamente compacto con
intereses especiales y una estricta disciplina que afectaba a todos
los aspectos de su vida, colocándolos al margen del cuerpo de la
sociedad pagana. El resultado fue un sistema coherente de diferen­
cias lingüísticas que afectaba no sólo al vocabulario, sino también
a la morfología y a la sintaxis e incluso a ciertos fenómenos métri­
cos. Que se acuñaran nuevos tecnicismos a medida para ideas, obje­
tos e instituciones cristianas era algo que podía esperarse. A los
de esta clase los denomina Schrijnen “cristianismos directos”, pero
lo que resulta más llamativo es que también se crearon términos
especiales cristianos para designar cosas que no eran específica­
mente cristianas ( “cristianismos indirectos”). Schrijnen y sus discí­
pulos han catalogado una serie de usos de esta clase que aparecen
exclusivamente en autores cristianos: veraciter, subsequenter, trans-
gressor, exspoliatio, aporiari, indeficiens, confortare, supplantatio,
honorificare, subintrare, degradare, cohabitare, mortificare, retri-
butio, fornicari, prostitutio, operator, negator, etc. El propio, Agustín
194 INTRODUCCIÓN AL LATIN

se refiere a una ecclesiastica loquendi consuetudo distintiva que se


va implantando entre los cristianos: “hos — se refiere a los márti­
res—• multo elegantius, si ecclesiastica loquendi consuetudo patere-
tur, nostros «heroas» vocaremus” (D e civ. Dei, 10, 21). En otro pa­
saje se refiere a la lengua especial de las Escrituras a propósito del
significado de “astuto” que sapiens tiene en Gen., 3, 1, y con orgullo
enfrenta el uso cristiano al de la lengua secular: “nam quemadmo-
dum loquantur auctores mundi quid ad nos?” . Que palabras espe­
ciales de este tipo aparecían en la lengua cotidiana de los cristianos
parece deducirse de otro pasaje de san Agustín. Agustín comenta
(Quaest. hept., 7, 56) el uso de occurrere en el sentido de “matar”
en Jueces y Reyes (p. ej. vade, occurre illi):
q u o d id e o n o n in te lle g itu r, q u ia n o n est c o n s u e tu d in is a p u d n o s ita
d ici. sic e n im q u o d m ilita re s p o te s ta te s d ic u n t: v a d e , a lle v a illu m ,
et s ig n ific at “o c c id e illu m ” , q u is in te lle g a t, n is i q u i illiu s lo c u tio n is
c o n s u e tu d in e m n o vit?

El contexto, en este caso, se refiere a los significados peculiares


que las palabras pueden tener en círculos especializados — aquí la
lengua de los soldados— , que resultan ininteligibles para los que no
están familiarizados con el uso (consuetudo). Continúa luego con
otro ejemplo. “Solet vulgo apud nos dici: «compendiavit illi», quod
est «occidit illum»; et hoc nemo intellegit, nisi qui audire consuevit”.
Si vulgo apud nos significa “corrientemente entre nosotros los cris­
tianos” — y es difícil interpretarlo de otro modo— , tenemos en este
pasaje un testimonio directo de la existencia de una palabra especial
cristiana referente a una cosa no específicamente cristiana, en la
terminología de Schrijnen un “cristianismo indirecto”. Los principa­
les procedimientos seguidos en la creación de estos nuevos términos
específicamente cristianos han sido ya apuntados más arriba: prés­
tamos (apostatas, etc.), calcos semánticos (lavacrum “bautismo”),
neologismos (trinitas, incarnatio, tribulatio, salvatio, univira), y, el
más importante, uso de palabras latinas ya existentes con sentidos
cristianos nuevos. En estos casos los traductores y expositores mos­
traron a menudo gran sensibilidad ante los sutiles matices semán­
ticos de las palabras latinas. Ha señalado Lofstedt que de los nume­
rosos sinónimos latinos de “rogar” orare fue gradualmente eliminado
por rogare, petere, precari, etc., para sobrevivir solamente en unas
cuantas frases estereotipadas. Así, orare adquirió un aire remoto y
arcaico, una calidad de “glossa” que lo hizo apropiado para designar
el acto de rogar humildemente a Dios. De ahí el significado cristiano
de orare “rogar”. El sentido peyorativo de saeculum “el mundo pa­
gano” tuvo también sus raíces en el latín “secular” : en latín arcaico
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 195
encontramos contextos en que la palabra es usada en un sentido
que denota más bien desconfianza y censura como “el mundo mo­
derno”, “esta generación” ; así, “novi hoc saeculum moribus quibus
siet” (Plauto, Trin., 284) y el famoso pasaje de Tácito “nemo illic vitia
ridet, nec corrumpere et corrumpi saeculum — “moderno”— voca
tur” (Germania, 19, 1). Los romanos experimentaron cierta dificul­
tad en la traducción de la importante palabra oco-níp “salvador” . 5
Cicerón había definido el término (In Verrem, 2, 2, 154); “is est
nimirum «soter» qui salutem dedit”. En otro lugar acuñó la palabra
servator, mientras que en la época imperial encontramos el com­
puesto conservator como uno de los títulos de Júpiter. Fue sin duda
este olor a pagano lo que movió a los primeros traductores de la
Biblia a prescindir de conservator. Usaron en ocasiones el raro salu-
taris que en Cicerón (D e fin., 3, 20, 66 ) se aplica a Júpiter, pero
acabó por acuñarse un nuevo término a partir de salvare (que ya
era un neologismo): salvator. Tertuliano se atrevió a crear salutifi-
cator, que nació muerto, salvator no consiguió aprobación inmedia­
ta. Arnobio habla de Cristo como sospitator. San Agustín dio de
lado a los escrúpulos puristas con su característico sentido común:
Christus, inquit, Jesús, id est Christus Salvator. hoc est enim Latine
Jesús, nec quaerant grammatici quam sit Latinum, sed christiani
quam verum. salus enim Latinum nomen est. salvare et salvator
non fuerunt haec Latina antequam veniret salvator: quando ad La­
tinos venit et haec Latina fecit. (Serm., 299, 6 .)

También x«piopoc dio lugar a experiencias encaminadas a recoger


los múltiples sentidos de esta palabra central del cristianismo: do-
num, donatio, munus fueron objeto de prueba; pero a la postre la
elección recayó en gratia. Se dio un giro a algunas lenguas especia­
les y se rellenaron sus términos con contenido cristiano. Concreta­
mente los cristianos, que se consideraban soldados de Cristo, hicie­
ron abundante uso de la terminología militar, 6 “vocati sumus ad mi-
litiam dei vivi iam tune cum in sacramenti verba respondemus”
(Tertuliano, Mart., 30, 1, 9). El sacramentum es el juramento del
soldado; los catechumeni son los reclutas (tirocinium, novicioli).
Los clérigos son los duces, y su rebaño, el gregarius numerus. El
mártir, tras haberse ejercitado en la prisión, cuando ya se ha despo­
jado de los animae impedimenta, muere como un valeroso y autén­
tico soldado: “huic sacramento militans ab hostibus provocor. par
sum illis, nisi illis manus dedero. hoc defendendo depugno in acie,

5. Véase Ch. M o h r m an n , “Vigiliae Christianae”, IV , 1950, pp. 193 ss.


6. Sobre e s t e p u n t o véase W . J. T e e u w e n , Sprachlicher Bedeutungswandel
bei Tertullian, 1926.
196 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

vulneror, concidor, oecidor” (Scorp., 4: RW. p. 153, 14). El galardón


que recibe del Imperator Christus es el donativum vitae aeternae.
Podemos recordar, en fin, que paganas era un término despectiva­
mente aplicado por el soldado al “paisano”. Usado por los cristia­
nos para designar a cuantos no estaban enrolados en el ejército de
Cristo, adquirió su sentido moderno de pagano.
Un último ejemplo tomado del repertorio de Teeuwen bastará
para ilustrar el fascinante surgir de este mundo mental y espiritual­
mente nuevo. Durante las dificultades de los primeros siglos pax sig­
nifica para los cristianos no tanto el final de una guerra cuanto la
“cesación de la persecución”. Pero tenía otro sentido más profundo,
la pax que Cristo dio a sus seguidores, la paz entre el hombre y su
Dios que Cristo mediador había establecido. Los fieles eran filii
pacis, Cristo mismo es la pax, y los que mueren en la fe in pace
dormiunt, expresión que dio lugar a una división semántica de pax:
( 1) “estado del alma después de la muerte”, ( 2 ) “lugar de la paz
eterna” . Esta paz sólo se otorgaba a los que morían “en la fe” . Así,
pax implica también “fe en Cristo”, pero esta fe se confirma en
el bautismo que da la pax e inscribe al que lo recibe en la comuni­
dad de la Iglesia, en la familia Christi. Así, pax llega a significar
“la comunidad de la Iglesia”. La pertenencia a la Iglesia implica la
aceptación de la fe ortodoxa, de modo que litterae pacis podía sig­
nificar “certificado de ortodoxia”. La pertenencia a la Iglesia implica
también participación en el culto comunitario, y en la Iglesia primi­
tiva durante la misa los miembros de la congregación se daban unos
a otros un osculum sanctum en prenda de su fraternidad. Se le co­
noció también como osculum pacis y finalmente como pax. El térmi­
no llegó a usarse también fuera del ritual para designar el “beso”
intercambiado por cristianos parientes o amigos. Este uso ha sobre­
vivido en el airl. póc “beso” y en gaélico esc. póg.
La existencia de un vocabulario especial cristiano queda así de­
mostrada sin lugar a duda razonable. Los intentos de aislar hechos
correlativos de morfología y sintaxis han resultado menos convin­
centes; fenómenos particulares que se han aducido, tales como las
construcciones con quia y quod en lugar de infinitivo con acusativo,
el indicativo en interrogativas indirectas, el infinitivo de finalidad,
el nominativus pendens, etc., tienen todos ellos correspondencia en
los textos profanos contemporáneos (véase el capítulo anterior). La
aparición de un grupo limitado de vulgarismos, de una constelación
de construcciones sintácticas “subestándar”, en otras palabras: de
una Gestalt que sólo comparece en esta forma precisa en los docu­
mentos cristianos, puede ser aceptada como testimonio positivo en
favor de una lengua especial cristiana. Sin embargo, no se ha llegado
a tal constatación, y no parece que puedan detectarse diferencias
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 197
importantes de carácter sintáctico entre la prosa latina secular y
la cristiana.
El “latín cristiano” no menos que el “latín vulgar” ha dado lugar
a discusiones terminológicas. Nos encontramos ante una adaptación
particular de la lengua latina a la expresión de “cosas” nuevas — ob­
jetos, actos, nociones, formas de organización— , y particularmente
a la traducción de los términos griegos ya habilitados para designar
estas cosas. No parece necesario decir que el interés de los cris­
tianos por estas cosas específicamente cristianas y sus referencias
lingüísticas a ellas varía en intensidad y extensión. Los “cristianis­
mos” alcanzarán lógicamente su mayor densidad en las Sagradas
Escrituras y en los textos litúrgicos. Convertidos en familiares por
su constante uso en el servicio divino, lecturas bíblicas, sermones
y epístolas pastorales, muchos de estos términos y giros especiales
pasaron a la lengua habitual de las comunidades cristianas. Sería
vano intentar fijar los diversos grados de concentración y disper­
sión, y aún más el fijar etiquetas distintivas. Sin embargo, Schrijnen
se ha esforzado en insistir en una distinción entre: ( 1 ) la lengua
vernácula de los primeros cristianos; ( 2 ) el latín eclesiástico (el usa­
do en la Itala y en la Vulgata, en los acta martyrum, decretos concilia­
res, epístolas pastorales), y (3) el latín litúrgico. Es difícil alcanzar
a ver qué finalidad práctica se persigue con estas minuciosidades
terminológicas. Tampoco es preciso demorarse en el problema de
si los “cristianismos” establecidos forman simplemente un “aglome­
rado” o bien constituyen un sistema “sensiblemente unitario” . Éste
es uno más de los seudoproblemas creados por 'la fatal dicotomía
saussureana entre “langue” y “parole”. La investigación establece
por el estudio particular de detalles individuales que tales y tales
hechos son o no peculiares del latín de los cristianos. La suma total
de esos hechos constituye el latín cristiano; su presentación siste­
mática por obra de los gramáticos es la “lengua” latina cristiana.
Que términos referentes a organización aparezcan en los documen­
tos administrativos es de esperar, ni debe tampoco producir sor­
presa el que términos litúrgicos aparezcan en la liturgia, ni que la
frecuencia de términos cristianos sea menor en la lengua cotidiana de
los primeros cristianos. Mas esto último, naturalmente, no tenemos
posibilidad de estudiarlo.
La existencia de una lengua especial de los cristianos, aun cuando
la limitemos provisionalmente a hechos manifiestos de vocabulario,
plantea la cuestión de cómo y cuándo llegó a formarse. Basándose
en el predominio de los africanos entre los primeros grandes auto­
res cristianos y en el hecho de que las más antiguas actas oficiales
de los mártires, los acta sanctorum Scillitanorum (a. 180 d. C.),
relativas a los cristianos de la ciudad de Scilli, recibieran ya su pri­
198 INTRODUCCIÓN AL LATIN

mera redacción en latín, se ha mantenido durante largo tiempo la


opinión de que la cuna del latín cristiano había sido la provincia
romana de África y de que desde allí se había extendido a Italia y
al resto de las provincias latinoparlantes. Esta opinión fue impug­
nada por Schrijnen y ha sido recientemente objeto de un artículo
informativo de la doctora Mohrmann, quien se plantea la cuestión
del desarrollo del latín cristiano ere Roma. Su primera fase, la apa­
rición de una lengua especial cristiana hablada, está oculta a nuestra
vista, pero es la que condicionó la evolución subsiguiente. Se habría
producido — según las lineas esbozadas más arriba (véanse pp. 187
s.)— por un crecimiento gradual de los latinoparlantes en el seno
de lo que en un principio había sido una comunidad de cristianos
grecoparlantes bilingües. Su número creciente plantearía una exi­
gencia perentoria de versiones latinas de las Sagradas Escrituras
y obras pastorales. Esto habría ocurrido durante el siglo n. La se­
gunda fase de la latinización de la Iglesia romana, el uso del latín
en la correspondencia oficial de la Iglesia, puede datarse a partir de
mediados del siglo ni, en tanto que la fase tercera y final se habría
alcanzado cuando el latín invadid la ciudadela conservadora de la
liturgia, acontecimiento que tuvo lugar durante el pontificado del
papa Dámaso entre el 360 y el 382.7 De la fase primera y decisiva,
como hemos dicho ya, no tenemos datos de primera mano, pero
hay algunos textos entre las versiones latinas escritas en Roma que
arrojan luz sobre la segunda. La traducción de la epístola de san
Clemente a los de Corinto puede datarse con certeza en el siglo ix
d. C.; esto la hace probablemente más antigua aún que el más anti­
guo documento datado de la cristiandad latina, la passio martyrum
Scillitanorum. En el Clemens Latinas hay numerosas citas del anti­
guo Testamento en un latín que difiere notablemente del de la propia
epístola. Estos especímenes de una Biblia latina muestran el extre­
mo literalismo y “avulgaramiento” de las más antiguas versiones.
Lo que es más importante es que esta versión difiere considerable­
mente del Antiguo Testamento usado por el africano Cipriano. La
versión de la epístola muestra los vulgarismos ya conocidos. Pero,
aunque literal en grado extremo, es sensible a las sutilezas del grie­
go y en conjunto atestigua la existencia de una madura y rica lengua
especial cristiana con muchos de los “cristianismos directos” a los
que hemos pasado lista más arriba: apostólas, angelas, baptizare,
ecclesia, episcopus, etc.; caritas, confiten en el doble sentido de “ala­
bar” y “confesar”, gratia, orare, passio, pax, saeculum, etc. Hay cier­
tas experiencias que no fueron acogidas por la lengua de los cristia­
nos: minister “diácono”, honoratí “jerarcas, clérigos”, scissura

7. Th, K lauser , Miscellanea Mercati, I, 467 ss.


ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 199
“cisma” . Tampoco se implantó definitivamente scripíurae para de­
signar “las Sagradas Escrituras”. La doctora Mohrmann concluye
que en este documento de la comunidad romana del siglo n encontra­
mos el mismo proceso de diferenciación lingüística que se ha obser­
vado en los documentos cristianos de procedencia africana. Las
diferencias entre una y otra lengua carecen de importancia. La
“Sondersprache” de la que es espécimen rudimentario tiene ya ca­
rácter ecuménico. También el Pastor Hermae, cuyo autor fue pro­
bablemente un latinoparlante que vivía en Roma, proporciona datos
en favor de la existencia en Roma de términos técnicos latinos
relativos a la vida cristiana. Por ejemplo, emplea la expresión
oxarícova s/co, y él mismo la explica por medio del griego vr|0 -
teúo "ayunar”. Ahora bien, statio como término técnico por
lelunium es conocido a partir de Tertuliano y designa un tipo par­
ticular de asumo en miércoles y viernes. Asi, el Pastor Hermae ates­
tigua la existencia de un término altamente técnico relativo a la
organización de la vida cristiana, un “cristianismo directo” pura­
mente latino cincuenta años antes de Tertuliano y tal vez treinta
antes de la composición de la passio martyrum Scillitanorum. El que
hubiera escrito en griego no es menos significativo: una lengua es­
pecial latina cristiana estaba surgiendo cuando aún la lengua oficial
de la Iglesia seguía siendo el griego.
Sólo hacia la mitad del siglo xii empezamos a encontrar textos
cristianos romanos que no son traducciones, sino originalmente
compuestos en latín. Las obras del cismático Novaciano, escritor de
considerables dotes literarias e inclinado al purismo, muestran los
elementos normales del latín cristiano. En una comparación de
Novaciano con Tertuliano la doctora Mohrmann señala la indepen­
dencia del primero con relación a su predecesor. Prefiere así el más
popular incorruptio al incorruptibilitas de Tertuliano. En la traduc­
ción de una palabra tan importante como Xóyoq en la Biblia afri­
cana se prefirió sermo, mientras que las antiguas versiones europeas
empleaban verbum. Esta última palabra aparece en las citas bíbli­
cas de Novaciano, si bien en su texto emplea por igual las dos. Cier­
tas contribuciones al vocabulario teológico pueden, según parece,
deberse a Novaciano; praedestinatio, por ejemplo, se encuentra por
vez primera en sus obras.
Las cartas del papa Cornelio, contemporáneo de Novaciano, a
Cipriano son más conservadoras en su estructura sintáctica, pero
también en ellas — escribe la doctora Mohrmann— “hallamos todo
el vocabulario técnico relativo a la organización y la vida de las co­
munidades cristianas”; valgan como ejemplos populas y plebs, fra-
ternitas, pax (en el sentido de armonía y unidad dentro de la Igle­
200 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

sia), schisma (que reemplaza al primitivo scissura), catholicus, y la


serie completa de términos que designan a la jerarquía eclesiástica.
Tenemos finalmente algunas muestras de un tipo más popular
de lengua especial cristiana. La Epístola 8 de la correspondencia de
Cipriano emana de la comunidad cristiana de Roma y subraya la
necesidad de ayudar y redimir a los que han resultado vencidos
en ese enfrentamiento con el Adversario que es la persecución. Los
vulgarismos son de tipo extremo (“discere poteritis a plures a nobis...
quoniam ea omnia... et fecimus et facimus; excubat pro omnes;
omnis periculus”, etc.) y también su sintaxis es torpe y descuidada
en grado extremo. Podemos por ello suponer que el texto se ciñe
de cerca a la lengua corrientemente hablada entre los miembros me­
nos cultivados de la comunidad romana. Es interesante notar los
términos técnicos papas (acus. papatem), título aplicado a todos
los obispos en esta época, subdiaconus, ecclesia, fraternitas, caticu-
meni (vulgar por catechumeni), presbyter, communio, saeculum,
saecularis. La persecución dio lugar a una terminología propia: es
un agón, un certamen, concebido como lucha con el adversarius, uno
de los eufemismos populares para designar al Demonio. Los que
vencen (vincere, store in fid e (m )) reciben la corona de los márti­
res. Otros, sin embargo, son victimas de su debilidad (adprehendi
infirmitate) y caen (cadere, m ere), y hacen el sacrificio pagano
(ascenderé). Mas pueden arrepentirse y volver al buen camino y
desear ser de nuevo admitidos en el seno de la Iglesia (communio-
nem desiderare). Hemos señalado ya en los capítulos precedentes
que la lengua popular de los romanos estaba salpicada de palabras
griegas. Resulta de interés notar que en este texto romano-cristiano
de carácter vulgar encontramos un préstamo griego que no aparece
en otro lugar -thlibomeni “los afligidos” y además la expresión
zelus dei. A pesar de su brevedad, el texto nos permite echar una
ojeada fascinante a la lengua usual entre los cristianos no culti­
vados de la Roma del siglo m , lengua rica en términos técnicos y
en gran medida incomprensible para los no iniciados; en una pala­
bra: una lengua especial.
Podemos ahora resumir brevemente las conclusiones a las que
la doctora Mohrmann ha llegado tras su estudio de los textos de la
Roma cristiana. El Clemens Latinas, con una lengua ya característi­
camente cristiana, impugna la creencia en la prioridad del latín cris­
tiano del norte de Africa. Cien años más tarde, las obras de Novacia-
no, las epístolas de Cornelio y la epístola del clero romano revelan
una lengua especial altamente desarrollada, bastante avanzada en el
camino de la madurez que alcanza en san Agustín y san Jerónimo.
Lo interesante es la estabilidad de esta lengua especial. A pesar de
sus bien distintos niveles estilísticos, los tres grupos de textos de
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 201
la Roma del siglo i i i tienen un núcleo común: por ejemplo, es sin­
tomático que incluso Novaciano con toda su cultura literaria use la
construcción quoniam para introducir oraciones completivas. Por
otra parte, esta lengua es ecuménica, porque las diferencias entre
África y Roma son insignificantes. Una misma lengua, que más tarde
aparecería también en España y la Galia, fue forjándose gradual­
mente — podemos suponerlo sin miedo a errar— , conforme la histo­
ria del Evangelio y los fundamentos de la fe cristiana fueron siendo
comunicados por hablantes bilingües a conversos latinos monóglo-
tas. Fue sin duda el resultado de un largo proceso, en gran parte
oculto a nuestros ojos, de gran complejidad, en el que estuvieron
implicadas muchas gentes de distinta capacidad y grado de educa­
ción; avanzando por el camino del ensayo y el error, cada palabra
y cada giro hubieron de ganarse la aceptación popular. En este sen­
tido puede decirse que la nueva lengua cristiana fue creación del
pueblo (Mohrmann). Su carácter ecuménico, la relativa uniformi­
dad que subyace a las insignificantes diferencias observables en las
versiones y escritos procedentes de las diversas provincias, se ori­
ginó — como toda uniformidad lingüística— por una intensa inter­
comunicación. No debemos ignorar, naturalmente, la fundamental
unidad de cultura y lengua que abarcaba a la parte latinoparlante
del Imperio Romano. Este medio favoreció la uniformidad en la
reacción del latín ante las nuevas ideas cristianas. Sin embargo, el
desarrollo y mantenimiento de un latín cristiano universal se debió
en gran medida al constante ir y venir de representantes de las di­
ferentes Iglesias y al intercambio de ideas a través de los contactos
personales y — factor que no es el menos importante— de la co­
rrespondencia. La epístola, se ha dicho, es una forma característica
de la literatura cristiana.
Queda ahora bastante claro que el latín hablado por la comuni­
dad cristiana de Roma no fue recibido como un don del norte de
África. Esta tesis tenía en cualquier caso escasas posibilidades a
priori. Cuesta trabajo creer que los cristianos latinoparlantes de
Roma se hubieran visto privados del normal mecanismo humano
del intercambio lingüístico, con su adaptabilidad a las nuevas ideas
y situaciones, y se hubieran quedado en una muda impotencia para
aprender, discutir y transmitir la Buena nueva en latín hasta que
África del norte les quitara el sello de los labios. Tertuliano, en par­
ticular, ha sido destronado por Schrijnen y sus discípulos y despo­
jado de su título honorífico de “padre del latín cristiano” : “Tertu­
liano no fue ni el padre del latín eclesiástico ni del primitivo latín
cristiano” (Schrijnen).
202 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

El juicio de Norden sobre Tertuliano es bien conocido. 8 Fue un


hijo de su tiempo, un representante del movimiento asiánico, que
duraba ya entonces más de medio milenio. Su espíritu apasionado
e impetuoso hizo violencia al latín. En concreto, este autor bilin­
güe importó tantos helenismos de vocabulario y de construcción que
a duras penas se le puede comprender sin conocer el griego. Un es­
tudio más detenido de la obra de Tertuliano ha mostrado que este
juicio estaba distorsionado por el hecho de haberse ceñido Norden
a una demasiado estrecha selección de textos. Especialmente se ha
exageradora densidad de los grecismos. En cambio, la caracteriza­
ción de su estilo como estigma del asianismo sigue siendo válida.
Encontramos en Tertuliano todos los recursos del estilo “moderno”
que analizamos en el capítulo V: concisión, agudeza, antítesis, asín­
deton, simetría y, sobre todo, los efectos de asonancia que asumirán
gran importancia en la prosa cristiana ilustrada. Algunos ejemplos
se comentan por sí mismos: “sordent silent stupent cuneta”; “mu-
lorum et milvorum carnes et corpora” ; “corrupti tam vitio valetu-
dinis quam senio sepulturae”; “iustitia rarescit, iniquitas increbres-
cit, bonarum omnium disciplinarum cura torpescit” (tricolon de
“magnitud creciente” y homoioteleuton), y, finalmente, un magnífico
ejemplo de la estructura del período asiánico con parison, anáfora,
homoioteleuton, etc. (véase Hoppe , 9 p. 141):
omnia iam pervia
omnia nota
omnia negotiosa
solitudines famosas retro fundí amoenissimi oblitteraverunt,
silvas arva domuerunt
feras pécora fugaverunt
harenae seruntur
saxa panduntur
paludes eliquantur
tantae urbes quantae non casae quondam.
iam nec insulae horrent
nec scopuli terrent
ubique domus
ubique populus
ubique respubiiea
ubique vita.
(De An., 30: p. 350, 2 R.)

Fue en el manejo del vocabulario donde Tertuliano mostró ma­


yor genio y también capricho. “Es y seguirá siendo un enigma de

8. Die antike Kunstprosa, II, 608 s.


9. Syntax und Stil des Tertullian (Leipzig, 1903).
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 203
difícil solución — escribe Hoppe— la forma en que Tertuliano llegó
a alterar completamente el significado ordinario y común de muchas
palabras.” Schríjnen impugnó la primacía de Tertuliano y mantuvo
que su lengua presupone la existencia de una considerable actividad
lingüística que habría forjado ya el vocabulario distintivo del latín
cristiano. Que algunas palabras aparezcan por vez primera en Ter­
tuliano no prueba que las creara él. Sin embargo, no se puede negar
el audaz virtuosismo de Tertuliano al domar y distorsionar las pa­
labras para expresar la tempestuosa y casi demoníaca intensidad
de su voluntad de dominio. Si, con schrijnen, le negamos toda par­
ticipación en la creación de la lengua vernácula cristiana, seguirá
todavía siendo cierto que Tertuliano fue el primero en utilizar el
latín cristianizado en obras literarias de altos vuelos. Su decisiva
contribución a la polémica y teología cristianas cae fuera del alcan­
ce de esta obra. Mas no se puede negar su influencia decisiva en el
latín cristiano como lengua de literatura. Para los historiadores de
la lengua es y seguirá siendo la primera y principal fuente de cono­
cimiento del latín cristiano (Teeuwen). El “padre del latín cristiano”,
en el sentido de Schrijnen, no puede haberlo sido. ¿Diremos más
bien que tomó entre sus manos a un niño que prometía, lo crió y
lo dotó de unos recursos que hicieron de él el dueño de un mundo
mental y espiritual nuevo?
Con el correr de los siglos la organización de la Iglesia y la vida
cristiana progresaron rápidamente. El pensamiento cristiano se hizo
más maduro y profundo. Su instrumento de expresión se hizo más
sutil y sensible por obra de una serie de escritores bien dotados (C i­
priano, Arnobio, Lactancio, Ambrosio). En Jerónimo y Agustín la
lengua de la cristiandad latina alcanzó su más alto florecimiento. De
la obra de san Jerónimo como revisor y traductor hemos hablado
ya. Al tratar de “la lengua” de san Agustín nos enfrentamos con una
situación más compleja que en el caso de cicerón. Porque no sólo
escribió en géneros de niveles estilísticos diferentes; hay que añadir
la complicación que supone el que, tras un completo aprendizaje
de la retórica tradicional de las escuelas paganas, se viera obligado,
después de su conversión, a aprender el nuevo latín que era preci­
so emplear con los cristianos: “nec illa sane praetereo quae cate-
chumenus iam, licet relicta spe quam terrenam gerebam, sed adhuc
saecularium litterarum inflatus consuetudine scripsi” (Retract. prol.,
3). Esta consuetudo secular domina todavía en sus primeros diálo­
gos, que son completamente ciceronianos en su estructura de perío­
do, vocabulario e incluso en las cláusulas. Pero después de su con­
versión y bautismo tuvo lugar un cambio. No deja de tener
importancia para el desarrollo de su estilo el que en Ep., 24, tras
su ordenación, pidiera al obispo Valerio licencia para dedicarse a
204 INTRODUCCIÓN AL LATIN

estudiar la Biblia. Este acontecimiento señala tal vez el punto de


inflexión de su evolución, o, por mejor decirlo, conversión, estilística.
A partir de entonces Agustín abandonó la inlecebra suaviloquentiae
y adquirió gradualmente la ecclesiastica consuetudo — esto se ve ya
en lo muy diferente de la lengua y estilo del De vera religione, escri­
to en 389— , hasta alcanzar la plena maestría en las obras escritas
después de su entronización. Pero incluso en estas obras podemos
hablar en cierto modo de una “ley de los géneros” , porque Agustín
adaptó su estilo a la condición de sus destinatarios. El carácter más
literario y pagano del De emítate Dei ya lo hemos explicado. Sus
Confesiones, aunque estilizadas, son de un tono más llano en su
estructura y difieren de aquella obra de modo notable en los re­
cursos utilizados para marcar las cadencias de los períodos (véase
infra). Sin embargo, es en sus sermones donde más se acerca a la
lengua popular, porque son en esencia conversaciones amistosas.
Los sermones populares de san Agustín respiran una estrecha inti­
midad entre la congregación y el predicador sensible a cada reac­
ción y ansioso de hacerse entender incluso por los más torpes (ta r-
diores) de los fieles. Sobre las características generales de este tipo
de lengua podemos decir, resumiendo, que encarna y ejemplifica
todos los signos distintivos del latín cristiano con sus cristianismos
directos e indirectos. Las contribuciones nuevas que san Agustín hizo
se conformaron a las tendencias generales del latín cristiano y tardío.
Hay, sin embargo, aspectos lingüísticos de su conversión que me­
recen comentario. Hemos advertido ya más arriba que las primeras
obras, de carácter ciceroniano, se mantuvieron fieles, en cuanto a
las cadencias, a los recursos de la retórica pagana. El nuevo estilo de
Agustín, el cristiano, está caracterizado no sólo por el abandono de
los cánones clásicos en el vocabulario, en la sintaxis y en la estruc­
tura del período, sino que también evita las cláusulas ciceronianas
y en su lugar hace uso de los recursos estilísticos de carácter más
popular que hemos observado como endémicos en Italia y que ha­
bían estado presentes en la infancia de la prosa latina: frases cor­
tas equilibradas, en paralelo o en antítesis, con los ornatos primi­
tivos de la sonancia, la aliteración y la rima. Tales son los que halla­
mos en las más populares de las obras de san Agustín, sus cartas
y sus sermones (Glaser, “Wiener Studien”, X LVI, 193 ss.), y en menor
medida en el De emítate Dei. De las epistulae cita Glaser, Inter alia
(137, 10):
“quid autem no n m iru m D eus facit in óm nibus cre atu ra e m otibus,
nisi consuetudine cotidiana viluissent? denique q u a m m u lta usitata
calcantur, q u ae considerata stupentur! sicut ip s a vis sem inum ,
quos nú m eros habet, q u am vivaces q u a m efficaces, q u a m laten-
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 205
ter potentes, quam in parvo magna molientes, quis adeat animo,
quis promat eloquio?”

Cf. 173, 2, 3, lín. 5 ss.:


“nam si ea in me reprehenderis, quae reprehendenda non sunt, te
laedis magis quam me, quod absit a moribus et sancto proposito
tuo, ut hoc facías volúntate laedendi, culpans in me aliquid dente
maledico, quod mente verídica seis non esse culpandum. ac per
hoc aut benivolo corde argües, etiam si caret delicio quod arguen-
dum putas, aut paterno affectu mulceas quem adicere nequeas.
potest enim fleri ut tibí aliud videatur quam veritas habet, dum
tamen abs te aliud non flat quam caritas habet”.

Abundan los ejemplos en los sermones, p. ej., 316, 1, 1:


“quidquid videtis quia flt per memoriam Stephani,
in nomine Christi flt,
ut Christus commendetur,
Christus adoretur
Ohristus expectetur,
iudex vivorum et mortuorum,
et ab eis qui illum diligunt
ad dexteram stetur.
quando enim venerit,
stabunt ad dexteram,
stabunt ad sinistram.
beati qui ad dexteram,
miseri qui ad sinistram".

Pero es en los sermones más formales, dedicados a las grandes oca­


siones del año cristiano, donde estos recursos de la retórica popular
están elevados a la categoría de una nueva forma artística. Como
ejemplo podemos citar un pasaje del Sermo 199 in epiphania domini:
“ipse enim natus ex matre,
de coelo terrae novum sidus ostendit,
qui natus ex Patre
coelum terramque formavit.
eo nascente lux nova est in stella revelata,
quo moriente lux antiqua est in solé velata.
eo nascente superi novo honore claruerunt,
quo moriente inferí novo timore tremuerunt,
quo resurgente discipuli novo amore exarserunt,
quo ascendente coeli novo obsequio patuerunt.
celebremus ergo devota solemnitate et hunc diem,
quo cognitum Christum Magi ex gentibus adoraverunt,
sicut celebravimus illum diem,
quo natum Christum pastores ex Iudaea viderunt.
206 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

ip s e e n im D o r a in u s D e u s n o s te r e le g it A p o s t ó l o s e x l u d a e a p a s t o re s ,
p e r q u o s c o n g r e g a r e t s a lv a n d o s e t ia m e x g e n t ib u s p e c c a t o r e s ” .

Cuán profundamente estaban arraigados en la antigua tradición


romana esta clase de efectos estilísticos puede verse por una sim­
ple cita de Ennio: 10
h a e c o m n ia v id i in fla m m a r i
P r ia m o v i v it a m e v ita ri
I o v is a r a m s a n g u in e t u r p a r i. (Trag., 106-8 W . )

Hemos seguido hasta aquí la adaptación y “conversión” del latín


popular en instrumento de expresión de ese mundo nuevo que es
el cristianismo. Fue primero la lengua especial de.pequeños grupos
estrictamente organizados y apartados del resto de la sociedad.
Tales grupos, sin embargo, tienen contactos con el mundo exterior,
y a través de tales contactos las palabras pasan de la lengua especial
al uso común. Los cristianos, a pesar de su espíritu excluyente, no
lograron separarse totalmente del mundo pagano. Tertuliano escri­
bió en su Apología:
n o n s in e fo r o , n o n sin e m a c e llo , n o n s in e b a ln e is , t a b e r n is , o ffic in is,
s ta b u lis , n u n d in is v e s t r is c e te risq u e c o m m e rc iis c o h a b it a m u s h o c
s a e c u lu m . n a v ig a m u s et n o s v o b is c u m e t m ilit a m u s et r u s t ic a m u r et
m e r c a t u s p r o in d e m isc e m u s , a rte s, o p e r a s n o s tr a s p u b lic a m u s u s u i
v e s tro . (C a p . 42.)

P o r v ía d e este tra to , d e e s to s c o n ta c to s c o n e l m u n d o p a g a n o , p u e ­
d e e s p e ra r s e e n c o n t r a r p a la b r a s y g iro s q u e se c o n v ie rte n e n p a t r i ­
m o n i o c o m ú n d e t o d a l a c o m u n i d a d l i n g ü ís t i c a . A g u s t í n e x a g e r a t a l
v e z c u a n d o d ic e q u e t o d o e l m u n d o e m p le a la p a la b r a natales en su
s e n tid o c ris tia n o de “ p re tio s a e m a r t y r u m m o rte s” :

q u is e n im h o d ie , n o n d ic a m in h a c n o s t r a civitate, s e d p la ñ e p e r
A f r i c a m tofcam t r a n s m a r in a s q u e re g io n e s, n o n c h r is t ia n u s s o lu m ,
s e d p a g a n u s a u t Iu d a e u s a u t e t ia m h a e re tic u s p o t e r it in v e n iri q u i
n o n n o b is c u m d ic a t n a t a le m m a r t y ris C y p ria n i? (Serm., 310, 1, 2.)

S i n e m b a r g o , t a le s p r é s t a m o s s o n m u y r a r o s . E l e s t u d i o d e l a l e n g u a
d e u n a u t o r n o c r is tia n o c o m o A m m ia n o M a rc e lin o h a m o s t r a d o q u e ,

R. R„ 1, 2, 27:
10. C f. tam bién el conjuro p a ra m ales de los pies citado por V arró n ,

ego tui m em ini


m edere meis pedibus
térra pestem teneto
salus hic m aneto
in m eis pedibus.
ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA LENGUA LATINA 207
si bien conoce expresiones cristianas, sólo unas pocas, por no decir
ninguna, pertenecen a su vocabulario normal. Cuando tiene ocasión-
de emplear tales términos al tratar temas cristianos añade habitual­
mente un comentario del tipo ut christiani appellant. No fue por es­
tos caminos por los que el latín común se cristianizó. Lo que ocurrió
no fue que un grupo altamente compacto con intereses especiales hi­
ciera pasar su moneda lingüística a la circulación general. El grupo
fue admitiendo de modo constante nuevos adeptos, y los conversos
fueron instruidos en la lengua especial. El grano de mostaza creció
hasta formar un árbol poderoso. Tertuliano puede ya proclamar con
orgullo (Apol., 37, 4) “hesterni sumus et orbem iam et vestía omnia
implevimus, urbes, Ínsulas, castella, municipia, conciliabula, cas­
tra ipsa, tribus, decurias, palatium, senatum, forum. sola vobis
reliquimus templa” . Al final ni siquiera los templos se les dejaron.
El grupo absorbió a la entera comunidad, y su lengua especial se
convirtió en la Koivf) del mundo occidental. Es el latín medieval.
SEGUNDA PARTE

Gramática histórico-comparada
C a p ít u l o VIII
F O N É T I C A

En los capítulos siguientes haremos uso constante de fórmulas


como “*p indoeuropea pasa a / en germánico”. Será bueno empezar
explicando qué significan tales fórmulas.
Al rastrear la historia de los sonidos de una lengua el filólogo
emplea dos métodos. En primer lugar estudia las variantes que
adopta una palabra registradas en una serie de textos dispuestos
en orden cronológico. Por ejemplo, podemos remontar el fr. pére
al lat. patrem. Pero cuando ha llegado a los textos más antiguos
disponibles, el método histórico cede el paso al comparativo. El mé­
todo comparativo se basa sobre el axioma primario lingüístico de
que la relación entre sonido y significado es arbitraria. Con esto
queremos decir que no hay en la naturaleza psicofísica del hombre
nada que provoque, por ejemplo, la pronunciación instintiva del
complejo fónico “hierba” ante la observación de esa realidad botá­
nica. Usamos ese signo fónico con esa referencia porque hemos imi­
tado a los miembros más viejos de la comunidad de hablantes en
que hemos nacido, porque hablar es un proceso esencialmente mi-
mético. Si luego observamos que en otra comunidad de hablantes,
digamos la francesa, el signo fónico herbe es usado con el mismo
significado, concluimos que es altamente improbable que tal asig­
nación arbitraria de sentido al sonido ocurriera por vía independiente
en ambas comunidades. Cuanto mayor es el número de tales coin­
cidencias, mayor se hace la improbabilidad. Cuando observamos
que esp. hierba, vaca, leche, buey, campo, etc., se corresponden con
fr. herbe, vache lait, boeuf, champ, etc., hemos de concluir que debe
haber alguna conexión histórica entre los dos sistemas. Con otras
palabras: si podemos seguir los eslabones del proceso mimético a
través de sucesivas generaciones, llegamos finalmente a alguna for­
ma de comunidad de lengua entre los antepasados lingüísticos de
los franceses y españoles que explica las semejanzas observadas
entre estas dos lenguas. Del mismo modo, lat. pater se iguala con
212 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

una serie de palabras en las lenguas emparentadas, o. patir, gr.


nocrr|p, ser. pitar-, gót. fadar. En una serie completa de tales ecua­
ciones evidentes por sí mismas se observará que p en latín corres­
ponde a p en muchas otras lenguas, p. ej. en griego, sánscrito, balto-
eslavo, etc., mientras en las palabras correspondientes de lenguas
germánicas aparece una /. Dado que tal paralelismo en la estructu­
ra fónica de palabras con significado similar no podría ser fortuita
en mayor medida que lo sería la identidad absoluta, concluiremos
que esas palabras germánicas también descienden, a través de diver­
sos procesos miméticos, de la misma lengua madre común. La re­
construcción de las palabras y formas de esta lengua madre es tam­
bién asunto de probabilidad. Las consonantes de la palabra para
“padre” aparecen en la mayoría de las 'lenguas como p -t-r, y así
podemos atribuirlas con cierto grado de probabilidad a la lengua
madre. Las vocales son más difíciles de fijar, pero los estudiosos
coinciden en representar la forma ide. como *pstér. Debe tenerse
presente que esto no es más que una fórmula útil para expresar la
incómoda ecuación
lat. pater = gr. raxTrjp = ser. pitár- = gót. fadar = airl. athir, etc.
Igualmente el paralelismo observado en los sonidos integrantes
de la serie de correspondencias puede ser resumido cómodamente
por el historiador de la lengua latina con fórmulas como “ide.
*p > lat. p”, mejor que con el engorroso lat. p = gr. p = ser. p =
germ. / = célt. cero. Debe insistirse en que las formas reconstrui­
das ides. no tienen existencia más que como fórmulas convenientes
a los paralelismos observados. Son meros sumarios de parentescos.
Por ello no será objeción válida a una forma reconstruida tal como
* stZ’uH ró- el decir que jamás órgano vocal humano alguno pro­
nunció tal serie de sonidos. No se pretende tal existencia fonética
para la fórmula. No obstante, hay sonidos que, con distintos grados
de probabilidad, podemos asignar a la lengua madre ide., y es útil
a efectos de exposición y referencia usar una fórmula tipo ide.
*p > lat. p en vez de emplear en cada ocasión la ecuación completa
de la que la fórmula es un compendio.

V o c a le s

Acento

El tratamiento de las vocales ides. en latín varía según el tipo


de sílaba en que se encuentran. Están muy influidas por el acento.
Acento es la prominencia dada por diversos medios a una sílaba
de una palabra sobre otras de la misma palabra o expresión. Dicha
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 213
prominencia puede conseguirse pronunciándola con un tono más
elevado (tono o acento musical) o por una expulsión más tuerte del
aire (acento de intensidad o expiratorio). En unas lenguas el acento
puede recaer sobre cualquier sílaba de la palabra, y el acento se
llama “libre”. En otras recae regularmente sobre una determinada
sílaba, y recibe entonces el nombre de “fijo”. El acento primitivo
ide. era musical libre, pero ese sistema no existía ya en latín clásico,
en el que el acento carga sobre la penúltima sílaba si ésta es larga
y sobre la antepenúltima si la penúltima es breve. Por ello debemos
pronunciar dúclmus pero ducémus (para las excepciones véase
p. 222). Sin embargo, los estudiosos están divididos en lo que res­
pecta a sus opiniones sobre la naturaleza del acento latino, y hemos
de revisar brevemente los datos. Tenemos en primer lugar el testi­
monio directo de los gramáticos latinos, que, al describir el acento
de su lengua, utilizan una terminología que sugiere distinciones de
tono más que de intensidad. Así, Varrón contrasta el tono de un
sonido, su altitudo, con su cantidad, longitudo: p. ej. “cum pars ver-
bi aut in grave deprimitur aut sublimatur in acutum” (L. L., 210,
10-16, GS.). Semejante testimonio podría parecer poner fuera de
duda que el latín clásico tenía un acento musical. La práctica de los
poetas clásicos, que basaban su versificación en la cantidad de las
sílabas olvidando el acento, se considera como una prueba indirec­
ta. Ésta es la opinión mantenida por la mayoría de los lingüistas
franceses, que creen que el acento tonal o musical se mantuvo hasta
el siglo iv d. C.
Pero fuera de Francia los estudiosos se inclinan a poner en tela
de juicio la credibilidad de los gramáticos romanos. En los estudios
gramaticales, como en otros muchos campos, los romanos fueron
imitadores serviles de los griegos. Las mismas palabras accentus,
gravis y acutus son “calcos” de los términos griegos upoauBta, papsta
y óSeícc. Por ello, se advierte, deberíamos cuidarnos de aceptar des­
cripciones del acento latino que están metidas a la .fuerza en una
terminología científica proyectada para describir una lengua de tipo
diferente. Interesa advertir, además, que los gramáticos griegos si­
guieron hablando de ópelcc y papeía mucho después de que el acento
griego hubiese pasado de ser musical a ser de intensidad. Por tanto
puede resultar más seguro ignorar tan sospechoso testimonio y con­
fiar en deducciones sacadas de hechos que podamos observar por
nosotros mismos. De la mayor importancia es el fenómeno de la
síncopa, la eliminación de vocales átonas, ya que es generalmente
un acompañante de un fuerte acento de intensidad. Topónimos
ingleses como Qódmanchester y Wávendon, que se pronuncian
[gAmsta] y [wondan], proporcionan ejemplos clarísimos. En irlan­
dés antiguo, también, préstamos latinos como philosophus y aposto-
214 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

lus aparecen en la forma sincopada felsub y apstal. 1 Síncopas seme­


jantes se dieron en todos los períodos del latín (véase in fra ): p. ej.
auceps < *avicaps, offitina < *opificina (cf. opifex), undecim <
*unodecem, etc. Cuando las vocales de las sílabas no iniciales no
se perdieron absolutamente por síncopa, sufrieron debilitamiento
de varios tipos: p. ej. afficio < *ad-facio. Más abajo se hablará con
detalle de estos cambios, por el momento baste con advertir que la
síncopa o debilitamiento nunca afectan a la vocal de la primera
sílaba en palabras tónicas. Estos hechos sugieren la conclusión de
que el latín tuvo en algún momento un acento de intensidad sobre la
sílaba inicial y que fue éste el que produjo síncopas como aetas <
*aevitas y debilitamientos como occido < *obcado. La ley de la pe­
núltima sílaba del latín clásico refleja un cambio posterior de hábitos
que restringió el acento según las condiciones arriba fijadas. Adviér­
tase que en las palabras de cuatro o más sílabas había un acento
secundario: aédificávit, témpesthtem. Prueban esto: (1) el hecho de
que en italiano se produzca la geminación de la consonante siguien­
te (p. ej. scellerato = scéleratus), y ( 2 ) el hecho de que tal acento se­
cundario cuente como pleno en versificación (p. ej. en el saturnio 2 1
dédet témpestatibus || aíde méretod y en cuarto pie de un pentá­
metro díláni | antür ó|pés; véase infra). Una enclítica adelanta el
acento a la última sílaba de la palabra a la que está unida: vidés-ne,
egó-ne. Con síncopa de la vocal final tenemos la pronunciación vidén,
egón. Que el acento del latín primitivo caía sobre la primera sílaba
está confirmado por el testimonio del osco-umbro, donde la síncopa
es más violenta que en latín y afecta a todas las sílabas excepto a la
primera. La métrica plautina también implica que la primitiva acen­
tuación persistiera todavía en algunas palabras: las que tenían la
estructura rítmica ^ ^ ^ a (p. ej. facillüs, múliérém, sequimim) se
acentuaban en la primera sílaba. En otros aspectos la prosodia plau­
tina muestra que la ley de la penúltima estaba operándo ya en su
época. Que el acento era todavía de intensidad viene sugerido por la
persistencia de la síncopa en la sílaba inmediata siguiente al acento,
p. ej. aud&cter < audáciter, sinistra < *slnlstera. Prueba también la
existencia del acento de intensidad la ley de abreviación yámbica
(brevis brevians) según la cual la sílaba larga en una sucesión yám­
bica se abrevia si el acento la sigue o precede inmediatamente: p. ej.
modo > modo, rriihi > mlhi, bené > béné, etc.
Que el acento latino difería en el período clásico del acento mu­
sical del griego clásico viene indicado por las diferentes prácticas

1. L in d s a y , Latín language, p. 170.


2. Sin embargo hay mucha inseguridad en cuanto a la base métrica de
la medida saturnia. [N ota 19.1
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 215
métricas introducidas por los poetas romanos en los metros que
imitaron de modelos griegos. Plauto y Terencio tienden a armoni­
zar el idus del verso con el acento de la palabra, mientras en griego
el acento de palabra no desempeña papel alguno. Lo mismo ocurre
en el hexámetro compuesto por Ennio, contemporáneo de Plauto.
Aquí hemos de introducir una advertencia sobre el ritmo en general.
El ritmo surge de la recurrencia regular de impresiones sensoriales.
Una rigidez demasiado grande en el tipo recurrente, sin embargo,
produce pronto cansancio, y agrado las variaciones en el ritmo bá­
sico. Pero la peculiar tensión entre variaciones y tipo básico queda
destruida si tales variaciones son tan frecuentes o tan complicadas
que .el sentido del ritmo fundamental se pierde.
Por consiguiente, al oyente ha de recordársele a intervalos este
ritmo básico, y tales recordatorios son muy oportunos en el final
de las estructuras rítmicas complejas, en las cadencias. Por ejemplo,
el hexámetro siempre terminaba en - Pues bien, se ha
hecho ver que mientras los poetas romanos no aseguraban la coin­
cidencia de idus y acento en los primeros cuatro pies del hexáme­
tro, dicha armonía aparece en los dos últimos pies, elevándose la
proporción de casos positivos desde un 92,8 % en Ennio a más del
99 % en Virgilio. [ N o t a 20.] Para el pentámetro se han observado
hechos similares, por lo cual se ha sostenido recientemente que “el
ritmo buscado por Tibulo, Propercio, Ovidio y Marcial para la se­
gunda mitad del pentámetro contiene una marcada concordancia
id u s-acento en el cuarto pie y un conflicto idus-acento en la según-
if 4 í
da parte del quinto pie” : 3 p. ej. unde mo\vetur &\mor, donde la
intención obvia es sentar firmemente el ritmo dactilico al comienzo
de la segunda mitad del pentámetro, pero evitar el ritmo pobre dis­
poniendo un choque en el siguiente pie. De todo ello resulta que al
menos un principio de variación rítmica usado por los poetas roma­
nos fue la interacción del idus de verso y acento de palabra, con
vuelta a la coincidencia en la parte cadencial del verso donde era
deseable marcar claramente el ritmo básico. En griego no encontra­
mos nada similar hasta los coliambos de Babrio ■ — que siempre pone
un acento sobre la penúltima sílaba— , y por entonces el acento grie­
go había pasado de musical a de intensidad. Es difícil, pues, resistir
a la conclusión de que esta diferencia de práctica métrica implica
un acento latino diferente del griego musical, a despecho del uso
común de términos técnicos que implican acento musical. Esto no
excluye la posibilidad de que la sílaba acentuada latina fuese pro­
nunciada con un tono más elevado que la átona, pero éste es un ras­
go secundario del acento intensivo al igual que en inglés.

. 3. G. A. W il k in s o n , “Class. Qu.”, XLII, 1948, p. 74.


216 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Para el período posterior al 300 d. C, hay acuerdo general entre


los estudiosos en que el latín se caracterizaba por tener acento de
intensidad. Para ello contamos con el testimonio de gramáticos como
Pompeyo (siglo v d. C .): “ergo illa syllaba quae accentum habet plus
sonat” (V, 126 K .). También la síncopa es un dato más que nos pro­
porciona testimonio inequívoco: domina > domna (de aquí it. donna
y esp. dueña), oculum > oclu (it. occhio, esp. ojo).

Vocales

El sistema fonológico ide. comprendía las vocales a, e, o, i, u, que


podían ser largas o breves, y las combinaciones en diptongo de las
tres primeras con las semivocales o sonantes i, u, r, l, m, n. El tra­
tamiento de estos sonidos heredados en latín varía según el tipo de
sílaba en que aparecen. Los examinaremos bajo los tres epígrafes
(1) sílaba inicial, (2) silaba medial, (3) sílaba final.

Sílabas iniciales

En el latín más antiguo, como hemos visto, estas vocales esta­


ban acentuadas, y por ello se mantienen con regular constancia.
a aciés = gr. dcxpóq. 4
ago = gr. óyoa.
ager = gr. áypóq, ser. ájras, ing. acre,
álius = gr. áXKoq.
d müter = gr. dór. páxqp, ser. matar-,
fráter = gr. cppátnP-
fama = gr. dór. <¡>ápoc.
e ego = gr. áyeb.
genus = gr. yévoq.
est = gr. ¿creí.
1. Ante una nasal velar [q ] e > i: tinguo — réyyco, quinqué <
Apenque (con vocal alargada por analogía con quintus). Obsérvese
que gn se pronunciaba [rjn]: por ello dignus de *dec-nos, cf. dec-et.
2. La proximidad del sonido u producía el cambio de e a o:
p. ej. nonos = vé(F)oq, novem — (év)véFoc; socer = (o)FsKupóc;, cf. ser.
gnáguras, soror < *suesór, cf. al. Schwester; somnus < *suepnos,
cf. ser. svápnas, anor. svefn; coquo < *quequo (véase p. 226), bonus <

4. El griego conserva las vocales ides. con un alto grado de fidelidad; por
ello nos bastará con citar las palabras griegas correspondientes. Adviértase que
el signo == significa “emparentado con” y no “idéntico a ”.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 217
lat. are. d u eñ o s. Esta tendencia debe haber persistido hasta !a época
de los primeros contactos de Roma con Grecia si, como parece pro­
bable, o v a r e deriva del grito ritual griego de las bacantes.
3. e pasa a o ante velar [1] (véase infra). Esto explica la vocal
de v o lo , etc., en cuanto opuesto a v e lim , v e lle : además téngase en
cuenta s o lv o < *s e -lu o , o liv a < *ela iu á . Este cambio fue frenado por
una consonante palatal precedente: así tenemos scelus, gelu, etc., pero
h o lu s < más antiguo helus.

fé m in a = gr. 0r]-Xfj, etc.


f é c i t = gr. e-0r|-KE.
p lé n u s = gr. uÁ.r|-pT]c;.
o c td = gr. óktcÍ).
o v is = gr. 8(F)ig.
p o t is = gr. itóaig, ser. p á tis .

1. o > u ante nasal velar [q] y ante [ m ] : u n c u s = ó y K o q ; u n -


guis, e l. Svuí;; u m b o , cf. óp<paXóq; huno, lat. are. h o n c < * h o m -c e
(pero repárese en lon g u s, gót. la g g s ).
2. o > u ante [ U + consonante: su lcu s — o A k o <;, v u lt, pero v o lo
(véase infra), culpa, lat. are. colpa, m u lta , lat. are. m o lla .
3. o u > au en sílaba que precede al acento: c a v ír e , cf. ko ( F ) éco,
fa vissa e, pero fóvea, lava re, cf. Xó(F)co.
4. u o - > ue- ante r, s y t, cambio que tuvo lugar hacia mediados
del siglo n a. C.: vorsus, v o s te r , vortex, voto > versus, vester, vertex,
v e to . [N ota 21.]
5. En algunas palabras de posible origen dialectal aparece u en
lugar de o ante r en sílaba cerrada (cf. i en lugar de e, p. 69): ursus
por * o r s o s (cf. apic-rog, ser. rksas); furnus pero fornax.

dónum - gr. 5<S-pov.


o d o r = gr. ¿bicóc;.
(g )n d t u s = gr. yveoróe;.
1. También aquí encontramos la vocal cerrada en ü ante una r,
en fü r cf. gr. <pcüp y cür, lat. are. quór. Esto puede deberse al influjo
de la consonante labial o labiovelar precedente, pero se ha apuntado
que f ü r es un préstamo antiguo del griego a través del etrusco (véa­
se p. 60).
2 . du > au en o e tá v u s , paralelo al cambio óu > áu; pero se
trata de un ejemplo aislado incluido aquí por comodidad.

Este sonido ide. viene exigido por la necesidad de dar razón de


ecuaciones como p á t e r = gr. irar^p = ser. p iú ; s ta tu s = gr. am-
xóq = ser. s th itá s . Resulta de esto que la representación-latina
218 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

es á, como en todas las lenguas ides. excepto el indo-iranio.


[N ota 22.]

i > i video = gr. (F ) iSeív, ing. wit, ser. vidmá “sabemos” .


*dix, dícis, dicare = gr. bÍK-q.
1. i > e ante la r procedente de s intervocálica (véase p. 231):
*si-só > sero; cinís, cíneris < *cinises.

x> i vis = gr. (F)íq.


vivus = ser. jivás < *gHu- (véase p. 228).
virus = gr. (F)Tóq < {*uisos) .
u > u mvenis = ser. yúvan-,
iugurn = gr. fyyóv, ser. yugám, gót. juk (ing. yoke).
ruber = gr. é-po0 pót;, ser. rudhirds.
1 1. Entre l y una labial u pasó a i, presumiblemente a través
de [ül: lubet > libet (cf. más adelante sobre oi). [ N ota 23.]

ü> ü mus = gr. puq, aaa. müs, “ratón”.


sus = gr. 5q, aaa. sü, “cerda”.
fúmus ~ gr. 0 üpóq, ser. dhümás.

Diptongos

ai > ai en lat. are. > ae a principios del siglo ii a. C.


aedes (lat. are. aidilis) — gr. cci0co, ser. édhas.
laevus = gr. Xai(F)óq; scaevus = gr. aKai(F)óq.
ei En las inscripciones de fecha temprana este sonido está dife­
renciado claramente de i heredada, pero pasó a i hacia mediados
del siglo i i a. C. El estadio intermedio de é cerrada aparece en
grafías tales como devos, vecos, y esta pronunciación al parecer
se mantuvo en ciertos dialectos rústicos. Por ejemplo vella por
villa es atribuido a los rustid por Varrón, R. R., 1, 2, 14.
lat. are. deico = gr. SsÍKVupi, etc.
fido = gr. HEÍ0CO (*q>E(0co), etc.
it = gr. el-ai, ser. éti, lit. eíti.
■oi Se conservó en latín arcaico, pero por la época de Plauto, si
hemos de juzgar por su juego de palabras con Lydus y ludus
( < laidos), se había monoptongado en ü. Hubo evidentemente
un estadio intermedio oe que se continuó en grafías arcaicas
como las que encontramos, por ejemplo, en las Leyes de Cicerón
(coerari, etc.).
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 219
lat. are. oino, lat. clás. ünus = gr. oíví| “el as (en los dados)”
gót. ains, etc.
lat. are. comoinem, lat. clás. commünis = airl. máin, móin <
*molnl-.
lat. are. coiravit, pelig. coisatens = cúrávérunt.
lat. are. sudor = ser. svédas, aaa. sweiz “sudor” < *swoid.

1. En sílabas iniciales, detrás de u, o i pasó a ei en latín arcaica


por disimilación, y e i luego se convirtió en i (véase e i ) :
v id i — (F)oí5oc, ser. v éd a , etc.
v te u s = (F ) o i k o c ;, e tc .; v ín u m = ( F ) o iv o c ;, e tc .

2. El mismo cambio se da después de l ante una consonante labial


en liq u it, si esta forma procede de * l e l o iq “et, lo que es inseguro. l a
i podría ser importada del compuesto re líq u it, donde i es resultado
normal de o i en sílaba medial (véase infra).
3. La grafía antigua se conservó en ciertas palabras pertenecientes
a las esferas conservadoras del derecho y la religión; p o e n a (gr. noi-
ví|) pero p ü n io , fo e d u s (lat. are. f o i d e r e ), m o e n ia (pero m ü r u s , lat. are.
m o ir o s , m o e r u s —emparentado con ing. m e r e en m e r e -s t o n e , “mo­
jón”— ); P o e n i pero P ü n i c u s (gr. (Do l v i k e c ; ) .

au Se mantiene sin cambio.


auris, aus-culto = lit. ausis, gót. ausó.
augeo, augur, etc. = gr. .aüt,co, gót. aukan.
paucus = gr. itocSpoc;.

1. au e n latín representa también a vi- sincopado; a u ce p s < * a v i-


ca p s ; n a u fra g a s < *n á v ifr a g o s .
2. En el habla dialectal y popular a u > ó : p. ej. olla, p lo s tr u m , etc.
Publio Clodio por razones políticas adoptó la pronunciación vulgar
de su nombre gentilicio C la u d iu s. La reacción contra ó como signo
de vulgaridad produjo el hiperurbanismo p ia n d o , como se deduce
del compuesto ex p ló d o , porque ex p ia n d o hubiera dado e x p lú d o (véa­
se p. 222). Se cuenta de Vespasiano que, censurado por su pronuncia­
ción vulgar p lóstra , se dirigió a su corrector llamándole F la u r u s en
vez de F ld ru s.

eu > ou en muchas lenguas de Italia antigua incluyendo el latín


(p. 18). ou se mantuvo en latín arcaico pero pasó a ü en el clá­
sico (el ejemplo más antiguo en el siglo r a a. C .).
lat. are. abdoucit, lat. clás. düeit — gót. tiuhan < *deuk.
lat. are. Loucilios, lat. clás. Lücius, lücem — gr. áeokóc;, gót.
liuhap < *leuk.
Uro = gr. eOco < *euso.
220 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

1. En latino-falisco entre l y consonante labial ou se disimiló


en oi. Por ejemplo Heudhro- “libre” (cf. gr. ¿-ÁeuS-Epóc;) > *loufro-
(p. 229 sobre -dh > f) en latín arcaico. Éste luego se disimiló en
*loifro- (cf. fal. loifirtato). En lat. are. este sonido pasó a e¿ (leiber)
y de aquí a i (líber, véase p. 218). Este cambio es un tipo de disimi­
lación análogo al de u entre l y una consonante labial (véase supra,
p. 218).

iou > ou en latín arcaico, de donde > ü.


lat. are. loucom, lúcus = aaa. Idh “claro de bosque”, ing. lea,
lit. laúkas.
noutrix, nütríx < antiguo femenino *noutrl < raíz *sneu.
En general podemos decir que la tendencia del latín es a asi­
milar el primer elemento de los diptongos al segundo, si bien
en condiciones específicas domina el primer elemento (p. ej.
oi > ei).
Además de los diptongos breves el indoeuropeo tenía una
serie de diptongos largos, que se conservaron mejor que en nin­
guna otra lengua en indo-iranio. Y a en indoeuropeo primitivo,
sin embargo, se perdió el segundo elemento en ciertas posicio­
nes: p. ej. ante una -m (* g vóus pero acusativo *g*óm ). En latín
estos sonidos son distinguibles de los correspondientes diptongos
breves solamente en posición final: ante consonantes se han abre­
viado, pero ante vocales la serie con i dejó caer este sonido, de
modo que di > á, di > ó.
ei res = ser. ras, gen. sg. rayás < Veis.
ou duó = ser. dva, dvdu < *d(u)uóu.
oció = ser. astdu, gót. ahtau < *oktdu.

Sílabas no iniciales [N ota 24]


En sílabas no iniciales, como hemos visto más arriba, las voca­
les breves y diptongos breves experimentaron alteraciones que dife­
rían según la silaba terminase en vocal o consonante: *ád-fa-cio,
*ád-fac-tos > af-fi-cio, af-fee-tus. En virtud de esto, los hechos pue­
den resumirse bajo los epígrafes de ( 1 ) sílabas abiertas y ( 2 ) ce­
rradas. ~

Sílabas abiertas. Todas las vocales breves pasaron a .i.


a jacio: conficio; codo: occido; ratus: irritus; mácina < *mácdná
(gr. dór. TOXxavóc). ¡
e sedeo: obsideo; medius: dimidius; lego: colligo, etc.
o (st)locus: ilico < in stlocó (véase p. 233); novitás, cf. gr.
VE(F)ÓTaq; hospitem < *hostipotem.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 2 21

i video: invideo; cito: incito; rigo: irrigo.


u caput: capitis; cornu: corniger; manus: manica.
1. Ante l el tratamiento varía según que dicho sonido tenga un
timbre palatal (l exilis) o velar (l pinguis). Ante l palatal (es decir,
seguida por i) la vocal breve aparece comoj, ante i velar (es decir,
seguida por e, a, o, u) como u: p. ej. sédalo*<* sédalo; exilium: em­
baís; familia: famulus; similis: simulare. Lo mismo los préstamos
griegos; scutula < oicut<5cX5; crápula < KpamáXd; paenula < <pca-
vóXt)(;. Obsérvese que o aparece tras v o una vocal: parvolus, filiólas,
viola.
2. La evolución progresiva hacia i se detuvo en el estadio inter­
medio e ante r, consonante que en muchas lenguas tiene el efecto
de atraer a las vocales vecinap: cinis: cíneris; genus: generis; Falis-
ci: Falerii; daré: reddere; camera < Kapócpa. Ante r se conservó
la o; memoria, pectoris, temporis, etc. ~ “ *
* 3, Ante labiales la vocal aparece diversamente como i o u, siendo
al parecer [y] la pronunciación real: “medius est quidam u et i lit-
terae sonus. non enim óptimum dicimus aut optumum” (Quintiliano,
I, 4, 8 ). [ N ota 25.] Es difícil ignorar este testimonio de un gramático
experto, pero es posible que grafías persistentes como incipio pero
occupo, regimentúm pero documentara, reflejen diferencias reales
de pronunciación,”"es decir, i tras i, e y a,“pero o j i a s o y m en la
sílaba precedente.

Sílabas cerradas
a > e, y o > u; e, i y u permanecen inalteradas.
a aptus: ineptas; castas: incestas; annus: biennis; arma: inermis;
parco: peperci; damno: condemno; gr. t ó c á o c v t o v : talentum.
1. Ante [q] esta e, al igual que e acentuada, pasa a i: jrango:
confringo; tango: contingo.
2. Ante [1] velar (véase supra) esta *e > u: calco: inculco;
salsas: insulsas.

e sessus: obsessus.
1. Ante l velar, e > u: percello: perculsus < *per-celsos.

o onustas < *onostos; euntis < *eiontes; alumnus < *álomnos;


secundas < *seq»ondos; industrias < *endostruos; gr. ápópyr) >
amurca (este préstamo entró a través del etrusco).
1. Después de u, o se mantuvo hasta el siglo i d. C. Por ello las
grafías clásicas fueron fruontur, sequontur, etc.

a *düctos: adductus, etc.


222 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Diptongos

ei y ou experimentaron los mismos cambios que en sílaba inicial,


es decir, se mantuvieron en latín arcaico y luego > i y ü: p. ej. feido:
confido; douco: addüco.
ai > ei en latín arcaico y luego > i: ineeideretis < *encaid-; aestimo:
existimo; aequos: iniquos; gr. éAatFa: oliva,
au > ü, posiblemente vía ou: fraudo: lat. are. defrüdo; claudo: in-
eludo, audio: oboedio no ha sido explicado satisfactoriamente.
Puede ser simplemente una pronunciación arcaizante de *obüdio
en la lengua jurídica.
oi El único ejemplo es pomérium < *postmoiriom.

Vocales y diptongos en silabas finales

Sílabas abiertas
a se ha conservado claramente en ita, aliuta (cf. itidem). En opi­
nión de algunos estudiosos, estas formas se produjeron por abre­
viación yámbica de *itá, *utá (véase sin embargo p. 281).
e se mantiene: age, domine.
0 > e : sequere < *sequeso, cf. gr. etceo. Respecto a ille véase “Pro­
nombres”, p. 255.
1 y e : more, mari-a; *anti (gr. ócvrí) > ante. Los ablativos pede,
etc., son en su origen locativos correspondientes a ito5í, etc., en
griego.
En ciertas partículas y formas de pronunciación rápida la vocal
breve se ha perdido en algún caso: quin < qui-ne, sin < sine, vidén <
vidésne, ain < ais-ne. Esto es lo que ha originado excepciones apa­
rentes a las leyes de acentuación: vidés-ne > vidén.
La i final se perdió en las desinencias primarias del verbo: tre-
monti y tremunt, *sonti > sunt, *es-ti > est (pero véase p. 263 so­
bre ess).

Sílabas cerradas
a y e: artifex < * -fax, rémex < *-ags, cornicen < *-can, princeps,
auceps < *-caps.
e se mantiene: auspex, senex, nómen (con e n < n ) , deeem (con
em < 1n ).
1. Ante -s y 4, e y i en el siglo iii a. C.: por ello agis < *ages(i),
agit < *aget(i); cf. los genitivos de lat. are., Cereres, etc., y el per­
fecto dedet.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 223
i se ha mantenido en ovis, lapis < *lapid-s, salix, etc. El diferente
tratamiento que vemos en iüdex < *iouz-diks, comes < *comit-s
se debe probablemente a la analogía de formas como auspicem:
auspex; artificem: artifex.
u no cambió: manus, manum, etc.
o > u en aliud, istud. Ante -s y -m se mantuvo en lat. are.: ma­
ntos, Luciom, etc., pero > u en época clásica, excepto cuando iba
precedida de v, u: por ello dominus pero parvos, exiguos, etc.
1. El desarrollo diferente, de hospes < *hostipots, se debe tam­
bién a analogía de artificem: artifex, etc.

Diptongos

Para los diptongos largos véase p. 220. Los diptongos breves ex­
perimentaron los mismos cambios que en sílabas mediales.
-ai, -ei y -oi todos > lat. are. -ez > lat. clás. -i. Para ejemplos
véanse las desinencias casuales en “Morfología”. Las vocales largas
en sílabas Anales se conservaron por lo general, pero en latín clásico
se produjo la abreviación ante -m, -t y -nt, y en las palabras poli­
sílabas también ante -r y -l. Por ello tenemos dücás, dücés, etc., pero
dücám, dücár, dücát, dücém, dúcént, dücét. A éstos hemos de aña­
dir los numerosos ejemplos de abreviación yámbica como équá,
bóna, ego, etc. Pero este fenómeno fue tanto extendido como res­
tringido por influencias analógicas. Así, plauto tiene los esperados
roga, cavé, aunque más tarde encontramos rógá, cavé. En modo,
béné se ven abreviaciones regulares, pero ergó y contra no pueden,
desde luego, deberse a la acción de esa ley. Sobre el alargamiento
de vocales ante ciertos grupos consonánticos véase p. 232.

L as s o n a n t e s

Ciertos tipos de sonidos, según el contexto fonético en que se


hallen, funcionan como vocales o consonantes, es decir, como centro
silábico o no. Tales eran en ide. las sonantes i (i ), u (u ), r (r ), 1(1),
m (m ), n (n ).
i (sobre i véase supra) en posición inicial se conservó en latín:
p. ej. iugum: gr. ¿pyóv, ser. yugám, ing. yoke; iecur: gr. rjTtorp,
ser. yakrt. Entre vocales i se perdió: p. ej. tres < *treies, cí. ser.
tráyas; moneo < *mone-ió.
Tras consonantes i vocalizó en i.
medius = o. mefiai, gr. péa(a)oq, ser. mádhyas < *medhios.
224 introducción a l latín

alius = o. alio-, gr. aXkoq < *alios.


venio < *gvmip (véase p. 228).
1. -di-, -gir, -si- > -ii- que se escribió i, p. ej. maius (pronuncia­
do maiius) < *mag-ios; peius (pronunciado peims) < *pedios. Para
quoius < *quosio-s véase p. 256. Se dice que Cicerón prefería las gra­
fías con ii en tales palabras (Quintiliano, I, 4, 11).
2. Iovis < *dieues todavía se escribe Diovis en lat. are.

u se conservó en posición inicial ante vocales y entre vocales:


vídi = gr. (F)oí5a, ser. véda, etc.
vicus = gr. (F) oiKoq, etc.
novem = ser. nava, etc.
novos = gr. vé(F)oq, ser. navas, ing. new.
ovis — gr. 6 (F) ig, etc.
1. Entre vocales iguales u desapareció y las vocales se contra­
jeron: sis < sívis, Idtrina < lavatrina, ditias < divitias. Pero -vi- fue
restaurado con frecuencia por la analogia.
2 . u se conservó tras k, s: equos = ser. áévas, etc. < * ekuos;
suávís — ser. svádús, ing. sweet, etc. < *suadui-s.
3. u se vocalizó tras t medial: qwattuor = ser. catvüras, gal.
pedwaf < *quetudres (véase p. 260).
4. u se perdió tras las labiales p y /: aperio < *ap-uerió; forés —
aesl. dvíri, ing. door < *dhuer-/dhnor-.
5. u entraba en combinación con d (p. 227), gh (p. 230) y guh
(p. 230').
6 . u se perdió ante u y, excepto en posición inicial, ante o:
somnus < *suopnos *suepnos (p. 232); parum < parvom; deorsum <
devorsum; soror < *suesóf (véase infra).
Sobre colo, curtí, cur, véase p. 228.

r r consonántica se mantiene.
ruber = gr. é-puQpóc;, ing. red (p. 229).
fero = gr. <f>épco, ing. bear (p. 229).
1. Cuando la vocal que le seguía se perdía por síncopa, la r se
hacía silábica, y está representada en latín por -er: p. ej. íer = rpíq
(tris > trs > ters > ter); cf. certus < *kritos, testis < *terstis <
*tri-stis (cf. o. tristaamentud = testamento); ager < *agros (gr.
óypóe;); acer < *acris; agellus < *agrios < *agrolos.

r La sonante ide. r (para distinguirla de la r que deviene sonante


secundariamente en latín) está representada en latín como or:
fors = ser. bh^tis < *bhrtis.
mors — ser. mrtis < *mrtis.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 225
poseo = ser. prcchami “yo pregunto”, al. forschen < *porc-scó <
*P(k-skó.
En una sílaba final -o r > -u r: iecur: ser. yakrt < *ieq*x~t
(p. 228).
I se mantiene en latín.
linquo = gr. Áetrao, ing. leave < *leiqv (p. 228).
lego = gr. Áéyco, etc. < *leg.
in-clutus = gr. káuxóc;, ser. érutás, < *klutós.
I en latín aparece como ol:
mollis = gr. á-pcxÁ6-úvco, ser. mrdús < *molduis < *mldu-,
m se mantiene.
müter = gr. páxr|p, ing. mother, etc.
ndmen = gr. ovopoc, ser. fiama, ing. ñame,
domus = gr. Bó^ioq, etc.
m > lat. em.
decem = gr. Békcx, ser. dáéa < *dekm.
septem = gr. éirrá, ser. saptá < *septm.
centum (en por em por asimilación a la t siguiente) = gr. í - koctóv,
ser. satám < *(d)km tom .
La m final tenía una pronunciación relajada y era poco más que
una nasalización de la vocal precedente: de aquí las grafías oino,
aíde, duonoro, etc., en latín arcaico.

n se mantiene:
novem, novus (p. 216).
genus = gr. yévoq, ing. kin, etc. < *genos.
ii > lat. en:
tentus — gr. xaxóp, ser. tatas < *tntós.
Sobre novem por *noven < *neun, véase p. 260.
Ante s, n latina desaparecida en sílabas finales con alargamien­
to de la vocal precedente: p. ej. servós, mensas, reges < *servons,
*mensdns, *reg~ns. En las sílabas mediales la n se mantuvo
más tiempo (ménsis, ánser, etc.), pero la misma tendencia a su
pérdida se mantuvo a lo largo de la historia del latín, de tal
manera que las lenguas románicas no presentan ejemplos de n
ante s. Grafías como cosol, cesor, etc., aparecen en fecha tempra­
na, y esa “n muda” fue introducida erróneamente con frecuen­
cia, por ejemplo en thensaurus, formonsus, etc.
Cuando se perdía por síncopa la vocal siguiente, al igual que r se
hacía silábica la n, y esa # está representada por en o in: p. ej.
Sabellus < *Safn(o)los; sigillum ( < sig'tilom < *signolom); cf. pugil-
lus < *pugno-los, pastillus < ‘’pastnilos (pañis deriva de *pastnis).
226 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

L as c o n so n a n te s

Los fonemas consonánticos ides. comprendían una rica variedad


de oclusivas, sordas (p, t, k, q y q »), sonoras (b, d, g, g y gv), con
los correspondientes sonidos aspirados (ph, etc., y bh, etc.). La úni­
ca fricativa era la s (sonora z en ciertos contextos fónicos). [ N o t a 26.]
El latín no distingue entre la serie palatal y la velar ni entre as­
piradas sordas y sonoras. Del sistema mencionado, el latín conservó
generalmente p, t, k, (q ), q», y 6 , d, g, (g ), afectando los cambios
importantes a las labiovelares sonoras y a las oclusivas aspiradas.

Sordas Sonoras
Sordas Sonoras aspiradas aspiradas

Labiales P b ph bh

Dentales t d th dh

Palatales k g kh gh

Velares g g qh gh

Labiovelares qu g« quh guh

Fricativas s Z — —

p pater = gr. iraní p, etc.


potis = gr. itóaig, ser. pátis.
septem = gr. éirtá, etc.
clepere = gr. kAétttm, etc.

1. En posición inicial la p se asimila cuando la sílaba siguiente


oomienza con una labiovelar: *pequó > *quequd > *quoquó > coquó;
*penque > *quenque > quinqué (l larga según quintus).

b Se han fijado pocas ecuaciones que presenten este sonido.


trabs = o. trílbúm “domum”, lit. trobá “casa”, ing. thorp. d é-bi­
lis = ser. balám “fuerza”.
t Véase tres, pater, est, septem, tego, etc.1

1. ti > el: p. ej. pdelom < *pótlom; saeclom < *saltlom; ex­
anclare < dcvrXeiv. También aparecen formas secundarias con una
vocal anaptíctica: poculum, saeculum, etc.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 227
2. Tras consonante la t final se perdió: lac < *lact.
3. Tras vocal -t final > -d: p. ej. feced, etc. (véase p. 263).

tí domus = gr. óópoc;, etc.


ddnum, daré = gr. 5<3pov, etc.
edo = gr. e&co, ing. eat, etc.
cord-is = gr. KocpSía, Kpcxbír),
ing. heart < *1cerd/krd.
1. En algunas formas dialectales se observa alternancia de tí y l:
lingua x dingua; lacruma x dacruma; oleo x odor; sedeo x solium
(véase p. 48).
2 . du > b-: p. ej. bonus, bellum, lat. are. dueños, duellum.
3. Tras vocales largas la d final se perdió: sé por sed, ablativo
en -6 por -ód (p. 244).
4. Tras consonante la d final se perdió: p. ej. cor < *cord.

k Véase centum, decem, vicus, dico (lat. are. deico = gr. 8 eík-vo(ju) i
etcétera.
q Esta oclusiva velar ide. viene exigida por la necesidad de dar
cuenta de ecuaciones en las que las lenguas satem (p. 41) pre­
sentan una gutural oclusiva k, no la fricativa s, etc., y que en
otras ecuaciones corresponde a la k no satem: p. ej. crúor = gr.
Kpéocc;, ser. kravís < *qreu9s. Las lenguas no satem no distin­
guen entre la serie palatal (k, etc.) y la velar (q, etc.).
g (g)nósco = gr. yi-yvcoaxo, ser. jñá-, etc., < *gnó.
genus = gr. yévoc, ing. kin, ser. jánas < *genos.
ago - gr. dyeo, ser. ájámi < *agó.
augeo = gr. a Oteo, gót. auka, ser. ójas- “fuerza” < *aug.
g Esta oclusiva velar viene exigida al igual que q por ecuaciones
como la siguiente, donde g satem se corresponde con g no
satem: tego = gr. oxé-yoq, lit. stógas, “techo” < *steg.

Las oclusivas labiovelares

Estos sonidos que se postulan para el indoeuropeo eran proba­


blemente oclusivas velares articuladas con un avance simultáneo
de los labios (“redondeamiento labial”). En griego aparecen, según
el contexto, como dentales (t, 5, 0 ), labiales (n, p, <¡>) y palatales
( k, y, y). En las lenguas satem no se las distingue de las velares sen­
cillas. En los “dialectos itálicos” estos sonidos están representados
por labiales (para intrusiones en el latín véase p. 47).
q» se mantiene en latín:
quis = o. pis, gr. fíq, ser. kás < *qH-,
quod = o. po, gr. uou, itóGev, itoS-aitóc;, etc. < *qvo~.
228 INTRODUCCIÓN AL LATIN

quattuor = o. petora, gr. dór. -céTopEq, ser. catváras (véase p. 260).


sequor = gr. gitopai, ser. sácate < *seqn.
linquo, llqui, gr. Xeíitco, ser. ri-ná-kti < *leiq».
1. El elemento labial se pierde:
a) Ante u y o: secundus < *sequondos; iecur < *íequor <
*ieg«r-í (p. 225); colo < *quolo < “quelo (p. 216) < *qvel. Obsérve­
se el contraste de incola con inquilinus.
b) Ante i ide.: socius < *soquios; lacio < HaqHó (cf. laqueus).
c) Ante otra consonante: coctus (cf. coquoj; relictas (cf. lin­
quo); cf. nec y ac, que son las formas de ñeque y atque ante con­
sonante.
d) Ante s: vóx < *uóqus (cf. gr. (F)éiroc;).
2. En ciertos grupos de consonantes complejos -qu- se perdió:
quintas < *quinqutos (con alargamiento de la vocal ante -r¡kt como
en sanctus, iünctus, etc.), tormentum < *torqumentum.

g» En inicial ante vocal y en posición intervocálica > v:


venio = u. benust “venerit”, o. kumbened = “convenit”, gr. paíveo,
ser. gam-, gót. qiman < *g»mió-,
vivus = o. bivus “vivi”, ser. jivás < *gHuo~.
veril = u. berus “veribus”, gót. qairu, airl. bir < *g*eru.
fivo (lat. are. por figo) = lit. dygti < *dhig%. lat. clás. figo ha
sido rehecho a partir del perfecto fixi.
nüdus = gót. naqaps, ing. jiaked, irl. nocht. La palabra latina
tiene la raíz nogv con un sufljo'édo: *nog*-edos > * nove-
dos > nüdus.

1. Después de una nasal velar [q]'g# se mantiene: inguen = gr.


ábrjv < *#gven; unguen, unguo = u. umtu, “unguito”, ser. anákti, airl.
imb, “manteca < *e/ong#-.
2. Ante r y l, g» perdió el elemento labial: gravis = gr. ftapóq, gót.
kaurus, “pesado”, ser. gurús, ser. < *gvjgu-.
Cf. gratas = o. brateis “gratiae”, ser. gürtás, lit. girtas < *g«raíós.
gláns, glandis y gr. páXavoq son de la misma raíz con un sufijo dife­
rente; la d de la palabra latina se encuentra en eslavo zelqdi: <
*gUelo/guleo.

Las oclusivas aspiradas

En la época prehistórica en latín y en los “dialectos itálicos” las


oclusivas sonoras aspiradas se hicieron sordas y luego pasaron a
espirantes sordas, excepto tras s, posición en la que perdieron la
aspiración y se hicieron oclusivas sordas: b h > f, d h > * Q > f ,
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 229
g h > * x > h. Estos sonidos se conservaron en lo esencial en los dia­
lectos itálicos, pero en latín urbano el tratamiento varió según el
contexto fónico.
bh En posición inicial > f:
fero = gr. <¡>épco, ser. bhárámi, ing. bear < *bher.
flós = sabino Flusare “Florali”, ing. blossom < *bhlo-s.
fama : gr. dór. epápá < *bhá.
ful = gr. <¡>0 -voa, ser. a-bhút “él fue”, gal. bum i “yo fui” < *bhu.
fráter = gr. <¡>paTqp, ser. bhr&tar-, ing. brother < *bhrdtér.
1. Se encuentran formas dialectales con h por f: haba (faba),
horda “vaca preñada” (cf. fordus < fero).

En posición medial la espirante se sonorizó y luego pasó a


b oclusiva sonora:
nébula = gr. véipoq, ve<|>éXq, ser. nábhas, al. Nebel < *nebh.
orbus = gr. óp<j)ocvó(; < *orbh.
ambo = gr. ¿ íp c jx ».
dh ( > * 0 ) > / que se mantiene en posición inicial:
féci = gr. M-0r)-Ka, ser, adhüt < *dhé.
fémina, fecundas = gr. n 0 f¡vr], 0 f¡Xuq, ser. dhátrí “nodriza” <
"dhé “amamantar”.
fümus = gr. 0 opóq, ser. dhümds < *dhümos.
jingo, figulus = o. feihúss “muros”, gr. teíxoq, ser. dehas <
*dheigh (cf. p. 230).
Obsérvese que en griego y en sánscrito la primera de dos aspi­
radas que comienzan sílabas adyacentes pierde la aspiración (ley de
Grassmann).

En posición medial esta espirante se sonorizó también y pasó


a d oolusiva sonora:
aedes = gr. ocí0 co, ser. edhas < *aidh.
medias = o. mefiaí “mediae”, gr. p.éa(a)oq (por *pe 0 ¿oq), ser.
mádhyas < *medhios.
fldo = gr. Tts(0co (por *<peí0co, otro ejemplo de la ley de Grass­
mann) < *bheidh.
1. p interior procedente de dh pasó a b en determinadas con
diciones.
a) Ante y tras r: p, ej. glaber = ing. glad, al. glatt, “liso”, pero
originariamente “claro, brillante”, lit. glodüs “liso” < *ghladh-ro-,
verbum = u. verfale, ing. word < *uerdh-. barba — ing. beard, aesl,
brada < -bhardhá, que normalmente debía dar lat. farba, pero la
primera consonante ha sido asimilada a la b siguiente. Para líber
véase p. 220.
230 INTRODUCCIÓN AL LATIN

b) Ante -1-. Así el sufijo de instrumento -dhlo (gr. -9\o-) apare­


ce como -blo- (-bulo-) en latín: stabulum < *sta-dhlom, cf. al. Stadel;
fábula < *bhá-dhlá.
c) Tras u: úber= gr. o59ccp, ser. udhar, ing. udder < *üdh.
rüber — gr. t-puBpóq, ser. rudhirás, ing. red < *rudhro-.
(Adviértase que el dialectal rüfus procede de *roudho-: cf. al. rot,
gót. raups, lit. raudas, robus es otra variante dialectal).
iubeo: = gr. úo-pívr), ser. yudh-, “lucha" < *ieudh/iudh. El sig­
nificado originario de la raíz parece haber sido “mover, sacudir, tem­
blar”, etc. iubeo es un causativo = “poner en movimiento”.

gh > *x, y luego ante y entre vocales > h:


(h)anser: < gr. xqv, ser. hamsás, ing. gander, goose < *ghans-,
hieras: (him - en bimus < *dui-him o-s) = gr. xíf-ccpoq, X“¿v, ser.
himás < *ghi-em, *ghi-m. Otro grado de alternancia apare­
ce en hibernus < *gheimrinos, cf. gr xeipepivóg.
humus, homo = gr. xa Paí> gót. guma < *ghem-, *ghom-.
hostis = ing. guest, al. Gast, aesl. gosñ < *ghosti~.
veho = gr. (F)oxéopoa, ser. váhati, ing. wagón < *uegh-.
1. gh inicial ante u > f (cf. guh):
fundo = gr. x¿Fco, XÓ-T0> gót. giutan < *gheu-, ghu-; ferus — gr. 0r|p,
aesl. zvéri < *ghuer-,
2. En interior el grupo -ghu- > -gu- > -v- (cf. el tratamiento de
la labiovelar g»): brems — gr. ¡3paxú<; ~< *mreghu-i (la m viene exi­
gida por otros miembros de la ecuación no citados aquí).
3. Tras una nasal velar [q] gh > g:
fingo = gr. Teixop, ing. dike < *dheigh, *dhi-n-gh; lingo — gr. Xsíxco,
ing. lick < *leigh, li-n-gh; ango, angustus — gr. dyx<n, gót. aggwus,
al. eng < *angh-.

g»h En inicial > ) :


formus = gr. ©sppóp, ser. gharmás < *g^he/orm-,
de-fendo = gr. 0 dvco, «póvop, ser. han-ti “él golpea”, < *g*hen-.
En interior:
a) entre vocales > v: nix, nivem = gr. víqxx, veúpei, aesl.
snegü, ing. snow < *sneig«h- snigvh-; voveo = u. vufetes “vo-
tis”, gr. Eoxopai < *uog»h-eió; levis < *leg'*hu-i-s.
b ) tras [q ] > g: ninguit “nieva” <*sn i-n -g*h ; anguis = lit.
angis (cf. gr. óqnq, ser. áhis).
c ) Ante r encontramos una huella del tratamiento / en el
“arcaico” nefrundines (Festo), prenestino nefroñes, que en lanu-
vino aparece como b, nebrundines: cf. gr. vetppóc;, al. Nieve <
*negvhro-.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 23]
La aspirada glotal [h ] del latín era un sonido inestable y
fue eliminado progresivamente. En posición intervocálica había
desaparecido por el siglo m a. C. (p. ej. némo < *nehemo,
bímus < 'dui-himos). En consecuencia esta letra se utilizó
como un mero recurso ortográfico para marcar la silabación,
por ejemplo en la grafía ahénus, donde estaba injustificada eti­
mológicamente ( < * ates-nos). La aspirada se perdió en ciertos
dialectos rurales (p. ej. arena, edus, ircus, olus, etc.). La reacción
ignorante contra esa nota de rusticitas produjo hiperurbanismos
que inspiraron la burla de Catulo por las hinsidias de Arrio; cf.
el comentario de Nigidio (Aulo Gelio, 13, 6 , 3) “rusticus fit sermo
si aspires perperam”. Una h no etimológica aparece también en
humerus, humor y haurio (gr. aííco, etc.).

s Este sonido se mantuvo sin cambios en inicial y en final (véase


septem, sus, genus, etc.) y también en interior ante y tras oclu­
sivas sordas (sisto, est, vesper, axis) y tras n (ménsis, dnser).
En posición intervocálica s se sonorizó en z y luego pasó
a r: generis < *genes-es, arborem < *arbos-em, maiórem <
*magws-em, flórem < *flds-em (cf. flós, flós-culus). Este cam­
bio se completó hacia mediados del siglo iv a. C., pero están
atestiguadas formas arcaicas como arbosem, pignosa, lasibus.
La s que aparece en palabras puramente latinas (sobre présta­
mos y términos dialectales como rosa, casa, véanse pp. 43, 66 )
es resultado de la reducción de ss tras vocales largas o dip­
tongos; p. ej. visus < *vissos < * vid-tos, causa < caussa, quae-
so < quaesso.
Ante las sonoras^, u, l, m, n, d, g y tras r y l, s se sonorizó
en z, que se convirtió en r ante g (p. ej. mergo, cf. lit. mazgóti),
pero ante los otros sonidos citados la z desapareció con alarga­
miento compensatorio de la vocal precedente; nidus < *nizdos
(ing. nest), quídam < quis-dam, prímus < *pris-mos, aénus <
*aies-nos, prélum < *pres-k>m.
sr- inicial > fr- (frígus, cf. gr. fSíyoc; < *srigos); y en inte­
rior > -b r - (fünebris < *dhoines-ris, (con)sobraras < *-suesr~
inos; sobre soror < *suesór, véase p. 216).

Fenómenos de grupo

El latín presenta fenómenos fonéticos generales tales como asi­


milación, disimilación, sonidos de transición y simplificación de gru­
pos complejos, que contribuyen a la economía de esfuerzo articula­
torio y a la facilidad de pronunciación. Bastará con citar unos
232 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

pocos ejemplos en los que dichos procesos han nublado la claridad


etimológica.
Asimilación. Las consonantes yuxtapuestas se asimilan con fre­
cuencia. Lo más frecuente es que la primera se asimile a la segunda
(“asimilación regresiva”), hecho que se observa especialmente bien
en el comportamiento de los prefijos verbales: occido < *ob-caedo,
attineo < ad-teneo, sufficio < *sub-faeio, differo < dis-fero, etc.
Obsérvense además quippe < * quid-pe, topper < *tod-per, annus <
*at-nos (gót. apn); somnus < *suep-nos, summus < *sup-mos,
sella < *sed~lá, grallae < *grad-s-lae, corolla < *coron-la. En los
participios de perfecto, cuando la consonante sonora final de la raíz
se hace sorda por asimilación a la - t - del sufijo, la vocal precedente
se-alarga: üctus < *ag-tos, léctus < *leg-tos, rictus < *reg-tos.
Para la “asimilación progresiva”, en la que prevalece la primera con­
sonante del grupo, podemos citar velle < *vel-se, collum < *col-
som (cf. al. Hals), torreo < *torseo, ferre < *fer-se, tollo < *tol-no.
La asimilación puede afectar también a vocales en sílabas contiguas.
Así homo procede de hemó (cf. némo < *ne-hem o). Obsérvese,
también, la vocal de la reduplicación en pupugi (lat. are. pepugi),
momordi (lat. are. memordi).
Disimilación. La dificultad de pronunciar dos sonidos similares
en sucesión rápida puede ser suavizada con el cambio de uno de
ellos. Esto es especialmente frecuente en latín con las combinacio­
nes r-r, l-l: p. ej. peregrinas pasó en lat. vulg. a pelegrinas (fr. péle-
rin), mientras caeruleus < *caeluleus es un adjetivo formado sobre
caelum. El efecto de tal disimilación puede verse en el cambio del
sufijo ordinario de adjetivos -ális (navalis, mortalis) en -áris cuan­
do se añade a nombres que contienen una l: militaris, consularis,
lunaris. Igualmente el sufijo de instrumento -l o - aparece como -r o -:
speculum, pero fulcrum, flagrum. Otros ejemplos de disimilación
son carmen < *can-men, germen < *gen-men, meridié < medi­
dle (forma que todavía se conservaba sobre un reloj de sol en Pre-
neste según Varrón, L. L., 6 , 4). En algunos casos la disimilación
puede conducir a la pérdida de uno de los sonidos en conflicto:
agrestis < *agrestris (cf. silvestris). A veces puede perderse una
sílaba entera: p. ej. nutriz < *nútri-trix.
Sonidos de transición. La pronunciación puede facilitarse pol­
la inclusión de sonidos entre los miembros de ciertos grupos. Tal
ocurre con la vocal anaptíctica en dracama < *dracmá, poculum <
poclom, mina < mna (gr. p.va). En otros casos puede aparecer una
consonante, como en ing. Thom-p-son: cf. sum-p-si, dem-p-si,
sum-p-tus, exemplum < *exem-lom. Nótese además la pronuncia­
ción vulgar autum-p-nus, som-p-nus, etc. Y a en indoeuropeo pare­
ce haberse desarrollado una consonante de transición entre dos
g r a m á t ic a HISTÓRICO-COMPARADA 233
oclusivas dentales contiguas: *t-t, *d -t > -t st~, -d st-, etc., combi­
nación de sonidos que aparece en latín (y germánico) como ss:
p. ej. messis < *metstis (cf. meto), passus < "patHos (patior), quas-
sus < *qiiatstos (quatio). Esta ss se simplificó tras vocal larga o
diptongo: vlsus < *mssos < * vid-tos, cásus < cüssus < cüd-tus.
Entre ss y una r siguiente se desarrolló una - t - de transición (cf. ing.
sister) en rástrum < *rássrom < *rád-trom.
Por último podemos citar algunos ejemplos de simplificación
de grupos complejos, arsi < *ard-si; fulsi < *fulg-si; testis < *ters-
tis < tristis (p. 224); tostus < *tors-tos; ultus < *ulctos (ulciscor);
tormentum < *torq^mentum; iümentum < lat. are. iouxmentnm;
séviri < *sexviri; luna < *loucsna; cena (lat. are. cesna) < *cersm
(cf. o. kerssnals “cenis”); llico < in stloco; poseo < *porc-scó <
*prk-skó; pruína < *prusuina (cf. ser. prusvd “escarcha”, aaa. frío-
san, ing. freese). [N ota 27J
C a p ít u l o IX

MORFOLOGIA

N o c io n e s p r e l im in a r e s

Desinencia, tema, miz

El análisis de una palabra latina como déditícius revela la exis­


tencia en ella de los componentes que siguen. Podemos notar ante
todo que el final de la palabra aparece con formas diferentes
( - m, -i, -ó, etc.) según el papel que la misma desempeña en la cons­
trucción de la frase. Estas partes de la palabra dotadas de función
sintáctica se llaman desinencias; el sistema completo de las desi­
nencias de un nombre constituye su declinación. Lo que queda de la
palabra tras separar la desinencia se llama tema: dediticio-, La
comparación con otras palabras como empticius, missicius, etc.,
revela la existencia de otro componente, que se ha añadido a los
temas de participio pasivo dedit-, empt-, miss-, A este elemento
-icio se le llama sufijo. Mas el análisis puede aún continuar. Si com­
paramos lo que nos queda, dédit-, con dedo, dedere, por una parte,
y con la serie dict-, duct-, por la otra, aparece otro elemento signifi­
cativo, -í-, sufijo que caracteriza al participio pasivo latino. Si lo
separamos nos queda dédi-, elemento constante de un grupo de
formas que se refieren de modos diversos al hecho de “entregar”.
Pero nuestro análisis no ha terminado todavía: el verbo dedo, se­
gún el testimonio de dé-pono, dé-duco, dé-doceo, etc., lleva un pre­
fijo dé-. Nos quedamos así con do, que es el elemento constante de
una constelación de palabras todas conectadas con el hecho de “dar” :
dd-no-m, donare, dónatus, donativos, dos, daré, datos, etc. Este ele­
mento, unidad funcional elemental de la palabra latina e indoeuro­
pea, se llama raíz, i^sp jbues, la palabra latina puede contener tres
clases de unidades morfológicas o “morfemas” : la raíz, uno o va­
rios afijos (prefijos y sufijos), que se unen a la raíz para formar el
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 235
tema, y, por último, la desinencia, que indica la función sintáctica
del todo que forma la palabra.

Alternancias vocálicas (ablaut)

Sin duda no ha escapado a la atención del lector el hecho de


qufe la raíz misma experimenta modificaciones: do frente a da. Es­
tamos ante un ejemplo complejo de un fenómeno muy extendido
conocido con el nombre de alternancia vocálica o ablaut (apofonía),
es decir, la variación de la vocal de la raíz — sobre el fenómeno en
sufijos y desinencias véase infra— , empleada como recurso morfo­
lógico. Ejemplos de este mecanismo son los llamados verbos fuer­
tes del inglés o el alemán: sing, sang, sung; singen sang, gesungen.
El griego, que atestigua con gran nitidez el sistema original indo­
europeo representado por los ejemplos citados, nos indica que de­
bemos distinguir tres grados de alternancia: ( 1 ) con la vocal e,
(2) con la vocal o, (3) sin vocal. Se les conoce con los nombres de
“grado e”, “grado o” y “grado cero”, respectivamente. Un ejemplo
típico en el que aparecen los tres grados es ( 1 ) yévo<;, ( 2 ) yóvo<;,
(3) yi-yv-opoa. Si la raíz contiene un diptongo, es decir, si la e va
seguida de una de las sonantes i, u, r, l, m, n, en el grado cero, al
desaparecer la vocal, la sonante asume función silábica si la sigue
una consonante: (1) áeíttco, (2) ÁÉÁonra, (3) áitt-eív; (1) p.évo<;,
(2) [ié-[iov-a-, (3) pé-pa-pEV (*m e -m n -m e n ). dó: da ejemplifica una
serie más compleja de alternancias, en la que la raíz en grado pleno
no contiene una vocal breve ni un diptongo, sino una vocal larga,
que en el grado cero no desaparece, sino que muestra una forma
reducida. Esto, en principio, no difiere del comportamiento de los
diptongos, que dejan también su sonante como resto en el grado
cero. Hemos advertido hace un momento que el diptongo en en la
raíz men deja como resto - n - (sobre el resultado de este sonido
indoeuropeo en latín y en las demás lenguas véase p. 225). Si ahora
dirigimos nuestra atención a una raíz con vocal larga, por ejemplo
stá (“estar en pie”), encontramos en el adjetivo verbal en -to, que
normalmente presenta el grado cero (véase infra), la siguiente serie
de formas en latín, griego y sánscrito, respectivamente: status,
oxaTÓq, sthitás. Observamos aquí la ecuación a = a = i que se re­
monta a un *a indoeuropeo (véase p. 217). [ N o t a 28.] Así, la al­
ternancia de la raíz puede representarse como *std: *sta. De modo
paralelo el lat. dó: da nos lleva a postular *dó: y féci: fücio nos
lleva a postular *dhé: *dhs.
Mas todo esto no es sino un elemental esquema simbólico. Su­
pongamos que el a del grado cero es el residuo de un diptongo, del
236 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

mismo modo que i, u, r, l, m, n son, respectivamente, los residuos


de ei, eu, er, el, em, en. En otras palabras: representemos el sonido
indoeuropeo desconocido que aparece como é en latín y en otras
lenguas emparentadas no como *é, sino como *ea. Entonces, el
grado cero con pérdida del elemento principal será a y la relación de
féci con jacio podrá remontarse al indoeuropeo *dhea: *dha. Del
mismo modo, para stá: sta podemos postular *stad: *sta, y para
dd: da, *dod: *da. Ahora bien, si buscamos un completo paralelis­
mo con Xe'ntco, Xhie Iv , etc., y que aparezca e en el primer grado, todo lo
que tenemos que hacer es sustituir *ea, *oa, *os por *ea„ *ea¡, *ea3,
respectivamente. Estos tres diptongos indoeuropeos quedan defini­
dos como los sonidos desconocidos que dan cuenta, respectivamen­
te, de la presencia de é, d, ó en las palabras examinadas. Este aná­
lisis puramente teórico, que lleva a la postulación de una nueva
serie de sonantes, at, ae, a3 ( “laringales”), se ha visto parcialmente
confirmado por el testimonio del hetita, lengua en la que un fonema
que se transcribe como h corresponde a veces a las laringales indo­
europeas postuladas. Nótese también que la a¡¡ de sta¡tos, grado
cero de steas ( = stá), proporciona una explicación de la aspirada
que aparece en el sánscrito sthitas. Este ejemplo sugiere que la la­
ringal indoeuropea a¡¡ que se postula tenía una naturaleza fonética
capaz de provocar la aspiración de una oclusiva dental sorda pre­
cedente en sánscrito.
Gracias a este análisis de las aparentemente aberrantes raíces
con vocal larga como resultado de diptongos podemos ahora resu­
mir de modo sencillo y con validez general el fenómeno de las alter­
nancias vocálicas de la raíz indoeuropea. La raíz puede presentar
tres grados: un grado e, un grado o y un grado cero. En las raíces
que contienen un diptongo el segundo elemento (la sonante) queda
como residuo en el grado cero.
En latín las alternancias originales han quedado muy oscureci­
das por los cambios fonéticos y analógicos. Como ejemplos pueden
servir pendo: pondus; lego: toga (grados e y o ); es-t: sunt; ed-o:
d-ens; gemís: gi-gn-o (grado e y grado cero). Veremos otros en el
análisis de los nombres y los verbos.
Tras haber establecido los principales mecanismos morfológicos
del indoeuropeo podemos estudiar los procesos de sufijación por
medio de los cuales se construyen temas nominales a partir de raí­
ces o de otros temas. Adoptaremos en este punto la acertada clasi­
ficación funcional propuesta por M. Leumann. 1

1. “Museum Helveticum”, 1, 1944, pp. 129 ss.


GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 237

F o r m a c ió n d e l o s n o m b r e s

El sufijo puede ser “cero” : son los llamados “nombres raíces”,


como dux (dü c-s), lux, páx (p á c-s), pés, vóx, ós, etc. Los nombres
raíces o radicales constituyen a menudo el segundo elemento de
nombres compuestos: iüdex < *ious-dic-s, opifex < *opi-fac-s,
auceps < * avi-cap-s, etc.

A. Sustantivos derivados de sustantivos

1. Diminutivos en -lo, -la ( - ulus, -culus, -ellus, -cellus, etc.):


filiolus, foculus, homunculus, diecula; asellus, gemellus;
ocellus, agellus, puella; corólla, etc.

2. Peyorativos en -astro-: filiaster.

3. Femeninos:
a) - (t r )- i c - : genetrix, victrix.
b) -in a -: regina, gallina, libertina.

4. Colectivos;
a) -t o -: arbustum, arboretum.
b) -é lá -: clientela, parentela.
c) -d tu -: senatus, equitatus.
5. Nombres abstractos:
a) -ia: militia.
b) -ina: medicina, doctrina.
c) -tü t-: virtus, iuventus.
d) -d tu -: principatus.

6. Nombres de personas derivados de nombres de cosas:


a) -ó y -ió : praedo, restio (también de abstractos: ludio,
lucrio).
b) -n o -: dominus.
c) -a rio -: balnearias.
d) -t ó r -: vinitor.

7. Nombres de lugares:
a) -ina: figlina.
b) -a rio-: granarium.
238 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

B. Nombres derivados de verbos

1. Abstractos verbales:
a) -t i -: morti-s (para la forma del nominativo singular,
véase infra).
b) -t i-ó n -: actio.
c) -t u -: cantus.
d) -tura: cultura, pictura.
e) -i o -: imperium.
f) -i é -: species.
g) - 6r~: timor.
2. Instrumentos:
a) -t r o -: aratrum, feretrum.
b) -cu lo -: gubernaculum.
c) -e r o -: sepulcrum.
d) -b u lo -: stabulum.
e) -b ro -, -b r ü -: lavabrum; dolabra, latebra.
3. Producto o resultado de la acción:
a) -men, -m en tó-: semen, carmen; fundamentum, vesti-
mentum.
b) -n o -: donum, lignum, signum.
4. Agente: -t o r -: victor (sobre los derivados femeninos en
-trie-, véase supra).
5. Lugares: -torio-: dormitorium, conditorium.

O. Nombres derivados de adjetivos

1. Abstractos:
a) -id: superbia, audacia.
b) -tá t-: dignitas.
c) -itid, -itiés: laetitia, malitia; planities.
d) -tü d in -: magnitudo, turpitudo.
e) -mónia: acrimonia.

D. Adjetivos derivados de adjetivos

1. Diminutivos (véase su pra): aureolus; tenellus; minusculus.


2. Peyorativos (véase su pra): calvaster, surdaster.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 239
3. Elativos (comparativos y superlativos, véase infra).
4. Derivados del participio en -to -:
a) -ivo~: captivus, emptivus.
b) -Icio-: dediticius, empticius.
c) -ili-: textilis, fictilis.
E. Adjetivos derivados de sustantivos

1. De nombres referentes a personas y animales:


a) -i o -: patrias.
b) -icio -: patricius, aedilicius, tribunicius.
c) -in o -: divinus, bovinas, equinas.
d) -ic o -: civicus, hosticus, poplicus.
2. De nombres referentes a cosas:
a) -a li-: annalis, navalis (pero también regalis).
b) -a rio-: argentarius, ferrarías.
3. Adjetivos de lugar:
a) -a n o -: urbanas, paganas, oppidanus.
b) -tic o -: rusticus, aquaticus.
c) -tili-: aquatilis.
d) -stri-: campestris, palustris; agrestis (con disimilación
de - r - ).
e) -én si-: forensis, atriensis.
f) -tim o -: maritimus, finítimas.
g) -á ti-: cuias (cf. optimates, nostrates).
4. Adjetivos de tiempo:
a) -tiv o -: tempestivas, primitivus.
b) Podemos incluir en este apartado los adjetivos deriva­
dos de adverbios de tiempo: eras-tinas, hodie-rnus,
noctu-rnus.
5. Adjetivos que indican materia:
a) e -y o -: aureus, argénteas, a'éneus.
b) -icio -: caementicius.
c) -n o -: salignus, ilignus.
d) sufijo griego -in o -: prasinus.
6. Adjetivos que significan “provisto de”, “en posesión de” :
a) -o s o -: aquosus, herbosas, morbosas.
b) -alentó-: lutulentus, virulentus.
240 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

c) -t o -: barbatus, hastatus.
d) -id o -: herbidus, fumidus.

F. Adjetivos derivados de verbos

1. Participios y adjetivos verbales activos:


a) -n t -: amant-, regent-, etc.
b) -tu ro -: amaturus, etc.
c) -d e -: edax, bibax, rapax.
d) -u to -: crédulas, péndulas, bibulus.
e) -bu nd o-: ridibundus, vagabundus.
f) -id o -: de verbos en -ere: calidus, aridus, nitidus, tímidas.
2. Participios y adjetivos verbales pasivos:
a) -t o -: amatus, etc.
b) -n d o -: amandus, etc.
c) -bilí-, -lis: amabilis; facilis, habilis.
d) -u o -: arvos, pascuas caeduud, praecipuus, exiguas, ir-
riguus.
e) -n o -: plenas.
t) -a neo-: praeliganeus, supervacaneus, consentaneus.
3. Adjetivos instrumentales y locales en -to rio -: deversorius,
cubitorius, sudatorius.

Esta descripción sistemática funcional nada dice acerca del ori­


gen e historia de los sufijos. Muchos de ellos son heredados del indo­
europeo: así, el de los diminutivos en -l o -; el de agente en -td r-;
los de abstractos verbales -t i - y -tu -; el de los deverbativos mascu­
linos en -os ( - 6r - ); *-tro -, *-tlo -, *-d h ro - y *-dhlo-, de valor ins­
trumental; el tan extendido de los adjetivos-en -y o -, el de los parti­
cipios verbales en -to -, -n o-, -n t-, etc. Otros, en cambio, son
combinaciones o formas reforzadas de sufijos heredados: -tó r-io -,
-tü-din-, -tü -t-, -tá -t-, -tü-ra-, -ti-ó n -; -cu lo- combina un antiguo
sufijo de diminituvo * -q o - con -lo -.
Otras formas alargadas de los sufijos heredados se han creado
por un falso análisis que separó una parte del tema nominal para
unirla al sufijo: así, farrágin-eus ( < fárrago) se divide erróneamente
en farr-ágineus, y en tal forma aparece el sufijo en ole-dgineus. De
modo similar -n o - aparece también como -ano-, -in o-, y -u no-, for­
mas que llevan una vocal perteneciente en origen a los temas nomi­
nales. Un caso parecido tenemos en nocturnas, derivado de un tema
en r/n *noctur (cf. gr. vÓKtcop, vóKtEpoq) por medio del sufijo -n o-.
gramática histórico -comparada 241
La palabra se analizó erróneamente como noctu-rnus, y de ahí se
extrajo un sufijo -rn o - que vemos émpleado en otros adjetivos que
indican tiempo, como diurnus, hoáiernus, y modérnus (Casiodoro)
de modo “ahora mismo” . Otro proceso bastante frecuente que me­
rece consideración es el que podemos llamar de desplazamiento
relacional en un grupo de palabras. Así, a partir de iudex se crea
el nombre iudicium, que es una sustantivación de un adjetivo en
-ius. También a partir de iudex se crea el verbo denominativo indi­
care. Históricamente no hay conexión directa entre iudicium y indi­
care, pero el hablante no conoce la historia y en su mente establece
una relación entre el nombre y el verbo. De este modo -ium se con­
virtió en sufijo deverbativo: desiderium, delirium, imperium.
Por último, conviene advertir que los sufijos ganan terreno a
causa de la infección entre palabras estrechamente asociadas en
contextos estereotipados. Para ilustrar este proceso podemos tor­
nar al primer ejemplo citado, déditicius. El sufijo -icio - se originó
probablemente en la palabra novicius, que puede interpretarse como
derivado en -i o - de una forma *novix. Aparece luego en empticius
y se extendió en la lengua del derecho para designar a personas
allegadas por conductos diversos: adoptaticius, adscripticius, con-
ducticius, déditicius. Se aplicaron también estos adjetivos a cosas
adquiridas y en la lengua del comercio llegaron a emplearse en la
descripción adjetival de diversos tipos de bienes, por ejemplo pañis
depsticius. En última instancia, pues, la historia de un sufijo es la
suma de las historias formales de todas las palabras en que aparece,
materia que excedería con mucho los estrechos límites de este
capítulo.

L as c ia s e s de d e c l in a c ió n y la s d e s in e n c ia s c a s u a les

El indoeuropeo distinguía ocho casos: nominativo, vocativo, acu­


sativo, genitivo, dativo, ablativo, locativo e instrumental-sociativo
(sobre sus valores véase el capítulo siguiente). Este sistema se sim­
plificó en las diversas lenguas descendientes por diferentes procesos
de fusión que se conocen con el nombre de “sincretismo”. Así, el
griego fundió genitivo y ablativo y, por otra parte, dativo, locativo
e instrumental. El ablativo latino reúne las funciones del ablativo
original, las del instrumental-sociativo y las del locativo, si bien
sobreviven algunas formas de locativo con su valor originario. La
discusión de los detalles queda reservada para el examen del
esquema de las olases flexivas.
Por “clase de declinación” o simplemente “declinación” enten­
demos un grupo de nombres que tienen una flexión similar.. El tipo
242 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

de flexión en indoeuropeo variaba según el tipo de tema; podemos


constatar la existencia de temas en á, -o (alternante con e ) -el/i,
-eu/u, -i, -ü, -éu, áu, y en consonantes diversas. Esta multiplicidad
de clases flexionales fue reorganizada por el latín en las cinco “de­
clinaciones” de las gramáticas tradicionales.

Los temas en - á

Singular:
Nominativo * -á : 2 gr. ycópoc, etc. En latín la vocal se abrevió a
partir de las palabras yámbicas: rota, toga > rota, toga (brevis
brevians), generalizándose luego a toda esta clase flexiva.
Acusativo * -m : gr. /«pav, ser. aevám. En latín las vocales largas
se abreviaron de modo regular ante -m final (p. 2 2 2 ), de donde
réginam, etc.
Vocativo *-&: gr. vújj.tpd, probablemente ide. a.
Genitivo *-á s: gr. )(S>paq, u. tutos, etc. Esta terminación se con­
serva en lat. are. escás, viás, etc., y en la fórmula estereotipada
(pater) familias. Fue reemplazada, sin embargo, por -a i (pictai,
Virgilio) modelada sobre el genitivo en -i de los temas en -o (véase
infra). Es probable que el proceso se iniciara en contextos en que
un adjetivo en -o estuviera combinado con un nombre masculino
de tema en -a : *boni agrícolas > boni agricolái. -aes (Aquiliaes, etc.)
es una combinación de -ae y -ás.
Dativo *-& + -ei > *-á i: gr. yáipai. Esta forma se conserva en
lat. are. Menervai, Fortunai, etc. En itálico la -i final caía ante vocal
inicial, de donde lat. are. matuta. La terminación usual -ae (para el
desarrollo fonético véase p. 222 ) se remonta a la forma anteconso-
nántica generalizada. Nótense las formas dialectales como Fortune,
etc. (véase p. 68 ).
Ablativo. En indoeuropeo era idéntico al genitivo, al igual que
en el gr. xápaq. En itálico se creó una desinencia -ád analógica de
- 6d (véase infra). La -d final se perdió en torno al 200 a. C., de don­
de la terminación clásica -á. En latín arcaico tenemos sententiad,
praidad, etc.
Locativo. * -í añadida al tema dio lugar al lat. are. Romüi, etc.,
que evolucionó de manera regular a Romae. Nótese que las termi­
naciones de genitivo, dativo y locativo de esta declinación, idénticas
en la época clásica, eran distintas en origen: *-ás, *-áei, *-aí.

2. Las formas con asterisco representan las terminaciones indoeuropeas.


GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 243
plural:
Nominativo *-ás < * -á + es: ser. agvds, o. scriftas, aasas “arae”.
Es tal vez esta terminación la que se conserva en el laetitias inspe-
ratas de Pomponio (pero véase p. 154). La forma matrona, de Pisau-
rum (Pesaro), muestra la pérdida “rústica” de -s final (véase p. 130).
Sin embargo, ya en el latín arcaico encontramos -ai (tabelai), forma
debida a la influencia del -o i de los temas en -o (véase infra).
Acusativo *-ás < *á + ns: ser. agvds. En itálico -ns fue restau­
rado por analogía y -ans en latín pasó regularmente a -as. Con el
solo testimonio del latín no podría haberse detectado el estadio
intermedio, pero -ss del oseo (víass) y -/ del umbro (vitlaf) atesti­
guan -ns. El griego muestra un desarrollo similar: cret. Tipocvc;.
Genitivo *-5m < * d - 6m. Tanto el griego como el latín reempla­
zaron esta terminación por -sóm, procedente del pronombre demos­
trativo (ser. tásám, gr. uácov, lat. is-tárum, con rotacismo de la -s-
intervocálica; cf. o. egmasum); de ahí dearum, etc.
Dativo y ablativo. Las desinencias originarias -bhos (galo Napau-
au«x(Jo) o -bhyos (ser. agvabhyas) fueron reemplazadas en itálico
por una terminación nueva: -ais (o. lcerssnaís) basada en el -oís de
los temas en -o (véase infra). Para el desarrollo fonético latino
-ais > -eis > -is véase p. 223. Ejemplos latinos arcaicos de los gra­
dos intermedios son soveis = suis y nuges = nugts. En ciertos nom­
bres se reconstruyó la oposición masculino-femenino utilizando la
terminación -bus de las otras declinaciones: deabus, filiábus. Estas
formas tuvieron cierto éxito en la lengua vulgar: feminabus, etc.
Los masculinos de la flexión en -a se declinan igual que los fe­
meninos, pero aparece una -s en ciertos nombres compuestos: hos-
ticapas, paricidas.

Los temas en -o

Singular:
Nominativo *~s. Sobre -os > -us véase p. 223: dominus.
Vocativo. Muestra el tema puro con el grado e de alternancia:
domine; cf. gr. &5 e A<}>e .
Acusativo *-m . Sobre -o m > -u m véase p. 223: dominum; cf.
gr. 5ouÁov.
Genitivo *-o -s y o : gr. limoio, ser. agvasya. En céltico y en itálico
esta terminación fue reemplazada por una -i de origen oscuro. Ad­
viértase que ésta no está unida a la vocal temática -o-, pues el latín
arcaico distingue perfectamente entre una -i originaria y el dip­
tongo -ei: Latini (genitivo singular), pero virei (nominativo de plu­
ral) . Por tanto, la -i no procede de -oi; es un sufijo de derivación
244 INTRODUCCIÓN AL LATIN

que tiene la misma entidad que el elemento -o formador del tema.


Se lo ha puesto en conexión con un sufijo adverbial -i que tiene el
sánscrito (véase p. 292) y también con la -i empleada para formar
femeninos (rég-i-n a). [N ota 29.] En su origen puede haber sido
un sufijo formador de adjetivos dotado de un significado general de
“perteneciente a, conectado con”. Ello concordaría con el uso sin­
táctico del genitivo como caso adjetival. Los denominativos mascu­
linos del tipo rathi “conductor de carro” y los femeninos como
rüjñi, lat. regí-na, representan otras especializaciones del mismo
sufijo . 3
Dativo *-o i < **o + ei: gr. timoi. La o se abrevió en itálico
cuando 2a palabra siguiente empezaba por consonante. Un ejemplo
latino arcaico es Numasioi = Numerió. Ante vocal la -i se perdió, y
fue -ó la terminación que se generalizó en latín.
Ablativo * - 6d: ser. agvüd. Se conserva todavía en lat. are. Gnai-
vod, poplicod, etc. Para la pérdida de la -d véase p. 227.
Locativo * -o + i. Cf. gr. olkoi. El oseo, sin embargo, presenta -ei:
lúvTcei “en el bosque”. Lat. -ei (Delei) e -i (domi, belli) pueden
remontarse tanto a -o i como a -ei. Esta forma casual sobrevive en
latín sólo de modo esporádico, habiendo sido suplantada por la del
ablativo.

Plural:
Nominativo *-ó s < * * o + es: ser. agvás, o. Núvlanús = “Nolani’L
En latín esta terminación fue reemplazada por -o i bajo el influjo
de los demostrativos, desarrollo paralelo al del griego. Sobre el
desarrollo fonético oi > oe (poploe, canto de los salios) > ei (se r-
vei, etc.) > e (ploirume) > i (serví, etc.) véase p. 223. En textos
dialectales aparecen formas alargadas -eis, -es, -is, con -s tomada
de la tercera declinación: leibereis, magistres, duomvires, ministris.
Acusativo * -o -n s : cret. ÉXeó0Epovq. Sobre el desarrollo fonético
latino -ons > -ús véase p. 225.
Genitivo *-ó m < **o 4- dm. Se conserva en latín arcaico con
la regular abreviación de ó ante m, Romanom, etc. Este tipo de
formas eran aún frecuentes en la época arcaica (verbum, inimieum,
Plauto), y se mantienen en la fraseología conservadora de la reli­
gión y el derecho: deum, triumvirum, nummum, etc. La termina­
ción normal -órum se creó analógicamente sobre -árum de los
temas en -á (véase supra).
Dativo y ablativo. La terminación latina se remonta a la del ins­
trumental indoeuropeo en - 6is: gr. ítrnoiq, ser. agvüis, etc. El dip­

3. Véase T. Burrow, The Sanskrit language.


GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 245
tongo original se ve todavía en el pelígno suois cnatois. Festo cita
una forma arcaica privicloes. Grados del mismo proceso fonético
son -eis (castréis), -és (prenestino sueque = suisque) y finalmente
el -is del latín clásico.
Los nombres neutros de tema en -o presentan la antigua desi­
nencia -m de nominativo y acusativo de singular. En el plural la
terminación -a se remonta a un colectivo singular femenino en -&
(de ahí la construcción griega con verbo en singular). En las pala­
bras yámbicas como iügü se produjo la regular abreviación en inga
y acabó por generalizarse esta forma de la desinencia.
Los nombres en -i o - (-tu s ) tienen un nominativo de singular
dialectal en -is: Caecilis, etc. El vocativo de singular es en i: fili
(adviértase que mi remonta a un genitivo enclítico *mei o *m oi).
Formas posteriores del tipo filie son innovaciones analógicas. En el
genitivo -ii se contrajo en -i, pero también en este caso la analo­
gía restauró la unidad de la declinación (el primer ejemplo de -ii
en un nombre aparece en Propercio). La contracción en el locativo
de singular y en el nominativo y dativo de plural no se produjo
hasta que -ei hubo pasado a -i. De ahí que en latín arcaico el loca­
tivo -iei se distinga claramente del genitivo -i. Lo mismo puede
decirse del nominativo de plural -iei y del dativo y ablativo de plu­
ral -ieis, en los que la contracción no podía tener lugar mientras
no se produjera el paso de ei a i.
La evolución fonética fue responsable de la creación de una se­
rie de dobletes en la declinación de la palabra *deiwos. *deiwos y
*deiwom daban regularmente * deios, *deiom > deus, deum; pero
donde no seguía -o se conservaba la w: deiwi > divi. A partir de
cada una de estas variantes se creó un paradigma completo: deus
y divus.
Los nombres en -ro -s perdieron por síncopa la -o - y subsiguien­
temente -rs > ers > err > er, de donge ager < * agros, sacer < * sa­
cros. El vocativo *-ere perdió la vocal final, pero se la restauró en el
habla vulgar; de ahí las formas plautinas como puere, etc.

La tercera declinación

Las terminaciones de la tercera declinación latina son el resul­


tado de la fusión de las de los temas en consonante, por una parte,
y de los temas en -i, por otra. La tabla que sigue muestra la situa­
ción original en indoeuropeo:
246 INTRODUCCIÓN AL LATIN

temas en -i temas en consonante


Singular: Nom. *owi-s duc-s
Voc.
Acus. *owi-m dúc-ip
Gen. |
Abl. j
* *owei-s o *owi-os düc-es o -os
Dat. *owei-ei o *owi-ei düc-ei

Plural: Nom. *owei-es duc-és


Acus. *owi-ns duc-ns
Gen. *owi-óm duc-óm
Dat. í
*owi-bhos duc-bhos
Abl.

En los temas en -i hay que distinguir entre la declinación de los


sustantivos, con acento en la raíz (*ów -i~os) y la propia de los adje­
tivos, de sufijo tónico y en grado pleno ( *ow -eí-s). El esquema ex­
puesto incorpora formas procedentes de ambas series. Los nombres
con -i sufijal juegan un importante papel en el sistema derivacional
del indoeuropeo. 4
Temas en consonante (para particularidades de los temas en líqui­
da véase infra).
Singular:
Nominativo * -s : vox, réx, iudex, etc. Adviértase que la oclusiva
dental final del tema se asimila: pés < *péd-s, ferens < *ferent-s.
Acusativo * -m > -em : rég-em, iüdicem, etc.; cf. gr. (púÁocKoc.
Genitivo *-e s : lat. are. Apolones, Veneres, -es > -is (p. 222). El
grado de alternancia *-os (gr. (púXccKOí;, etc.) se encuentra en textos
dialectales, especialmente de Preneste y de la Italia meridional, has­
ta la época del Imperio: nominas, regus, Veneras, Diovos.
Dativo: * -e i: lat. are. Apolonei, salutei, virtutei; > clás. -i, cf.
p. 223: regí, etc.
Ablativo. El indoeuropeo no poseía una desinencia específica para
este caso (salvo en los temas en -o ). La -e del latín puede remon­
tarse al locativo en -i (se conserva en el dativo griego: (¡júAocki). En
los temas en -i se desarrolló una forma en -id sobre el modelo de
- 6d (de donde también -ád, véase supra). Esta terminación -id se
encuentra también ocasionalmente en temas consonánticos: opid,
coventionid.
Locativo. Algunos nombres tienen formas específicas de locativo
caracterizadas por una terminación -i sacada de los temas en -o :
rüri, Carthdgini, temperi.

4. Véase T. B u h r o w , The Sanskrit language.


GRAMÁTICA HISTÓBICO-COMPARADA 247
Plural:
Nominativo. La desinencia originaria *-és, conservada todavía
en oseo (humuns, con caída de é por síncopa, = hominés), fue reem­
plazada en latín por -es, que correspondía en propiedad a los temas
en -i (véase infra): reges, etc.
Acusativo *-n s (gr. <púÁaKa<; con a < n) en itálico > ens, de
donde -es de acuerdo con p. 225: voces, reges, etc.
Genitivo *-ó m (gr. (puÁÓKCov) evoluciona regularmente a -ó m >
um: régum, etc.
Dativo y ablativo *-bhos se añadía en origen directamente a la
consonante del tema, como muestra el ser. vág-bhyas, de vác = vox.
Esperaríamos, por tanto, *régbus. La - i - de rég-i-bus, etc., es un
préstamo de los temas en -i.
El nominativo singular de los nombres neutros era el tema puro:
lac < *lact. El testimonio del gr. <|>épovToc y el ser. bharanti sugiere
que en el plural la desinencia originaria era -a (p. 217).5 El latín
presenta, como era de esperar, -á (nomina), pero este testimonio no
puede igualarse directamente con ser. námán-i, dado que conser­
vamos restos de un estadio anterior diferente. En efecto, la palabra
que significa “treinta” , tñgintü “tres series de diez”, presenta una
-a, cf. u. trioper “tres veces” y o. petiro-pert “quater”, donde -o se
remonta a una *-d itálica. Debemos concluir, por tanto, que la de­
sinencia indoeuropea de neutro plural -a, que habría dado -d en
latín, fue sustituida en un primer momento por la -á de los neutros
de tema en -o, la cual se habría abreviado luego según hemos vis­
to ya.

Alternancias en la declinación

Los temas consonánticos del indoeuropeo muestran a menudo


alternancias vocálicas en la silaba final del tema. Podemos distin­
guir varios tipos. Algunos temas en oclusiva presentan una vocal
larga en el nominativo singular y el grado normal en los demás
casos. Ejemplos latinos son pés: peáis, abiés: abiétis, pariés: parié-
tis. En general, sin embargo, el latín ha igualado analógicamente los
paradigmas: vox: vócis (pero nótese el verbo denominativo vócare).
Los temas polisilábicos en -s de nombres masculinos y femeni­
nos presentan una alternancia similar: Cerés: Ceréris, pubes, pubé-

5, Esta ecuación ha sido impugnada por T. Burrow (“Trans. Phil. Soc.”,


1949, p. 46). Los plurales neutros varían considerablemente y pueden ser rela­
tivamente recientes. En védico y en hetita aparecen formas con vocal larga
(het. widar “aguas”) y a veces alargadas con -i (la que se ve en het. kururi,
ser. namani). M uy bien pudiera ser que esta -i sea sufljal y paralela al sufijo
laringal -H que subyace en la -a de colectivo ( < raH). Si este análisis es co­
rrecto, * - » debe desaparecer de los manuales.
248 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

ris, arbós: arbóris. También en este caso es habitual la igualación


analógica: honós, honórem, etc. Adviértase que la -s - intervocálica
experimentó rotacismo y la -r - resultante se introdujo también en
el nominativo: honor, arbor, con la regular abreviación de o en síla­
ba final (p. 223). También mulier parece proceder de *mulies, dado
que el adjetivo derivado muliebris debe remontarse a *mulies-ris
(p. 231), El tema original en -s de estos nombres aparece claro en
sus derivados: honestus (con grado e), arbus-tum.
Los temas en -s neutros presentan grado o en el nominativo
de singular y grado e en los demás casos; de ahí el tipo *genos:
*genes-es > genus: generis. También aquí se produce nivelación
analógica: robur, pero aún robus en Catón, y el derivado robus-tus;
cf. -julgur, pero lat. are. fulgus (Festo).
Los temas en -n masculinos y femeninos también experimenta­
ban alargamiento de la vocal del tema en el nominativo de singular,
desapareciendo la nasal ya en indoeuropeo. Los demás casos presen­
tan grado normal (gr. (pp-qv, (ppsvót;) o grado cero (gr. ápf|v, ápvóc;).
El latín ofrece un solo ejemplo de este último caso: caro: carn-ls.
Típicos ejemplos del grado normal son homo: hominis y ordo:
ordinls. Pero también en este tipo la nivelación analógica ha anula­
do las alternancias vocálicas: sermó: sermdnis, lien: liénis. Por lo
que mira a los neutros, el ser. ñama, námnas apunta a una declina­
ción original *nóm-n, *nóm n-e/os que daría en latín *nómen,
*nómnis. nómin-is, etc., suponen *nomenis, con extensión de -e n -
a toda la declinación.
En los temas en -r el nominativo singular se forma alargando
la vocal del tema: gr. uaxríp, pero lat. patér con abreviación regular
de la vocal. El grado normal aparecía originariamente en el vocativo
y acusativo de singular y en el nominativo de plural (gr. uáxep,
-itarÉpa, ávépec;). En los demás casos era de regla el grado cero (gr.
Ttocxpóq, etc.). En latín, sin embargo, se generalizó el grado cero ex­
cepto en el nominativo: pater, patrem, patris, etc. Los nombres en
-tór presentaban también en origen alternancia vocálica, pero la vo­
cal larga acabó por generalizarse a todo el paradigma, produciéndo­
se además, naturalmente, la regular abreviación en la sílaba final del
nominativo de singular.

Temas en -i

Las alternancias vocálicas de la sílaba final del tema (ei: i) pue­


den verse en el esquema con que iniciamos el estudio de la tercera
declinación.
gramática histórico -comparada 249

Singular:

Nominativo *-s. La forma esperada aparece en hostis, ovis, etc.


En ciertos temas, sin embargo, como monti-, partí-, morti-, ponti-,
etc., el nominativo tiene la forma mons, pars, mors, pons, etc. Si
ello se debe a causas fonéticas (síncopa) o bien a la influencia de
los temas consonánticos, es difícil precisarlo. La síncopa es, desde
luego, responsable del paso de los adjetivos en -ri-s como ácris al
tipo ácer, forma que en origen servía tanto para el masculino como
para el femenino; luego se reconstruyó ácris como forma específica
del femenino, púgil, vigil y mugil suelen considerarse temas en -i a
pesar de sus genitivos de plural pugilum, vigilum y mugilum. La
pérdida de su sílaba final suele explicarse como hecho de analogía
según el genitivo pugil-is, etc., o bien como fenómeno dialectal (cf.
o. aidil — aidilis). Algunos temas en -i tienen el nominativo de sin­
gular en -és (caedés, aedés, james, etc.) que puede provenir de un
grado alargado -éi-s. [N ota 30.]
Acusativo. La antigua forma -im se conserva todavía en ciertos
nombres de carácter técnico: sitim, tussim, puppim, restim, así como
en adverbios del tipo statim y partim. De modo general, sin em­
bargo, los temas en -i han adoptado la terminación -em de los te­
mas consonánticos.
Genitivo. *-eis daría en latín -is. -is se ha introducido por in­
fluencia de los temas consonánticos: partís, etc.
Dativo. *-eiei evolucionó regularmente a -eei > éi, cuya forma
anteconsonántica, -éi, constituye la base de la terminación clásica
-i : partí, ovi, etc.
Ablativo. También en este caso el latín creó una forma especial
en -id sobre la analogía de -ód, -ád: lat. are. loucaríd, clás. partí,
etc. Sin embargo, acabó por generalizarse la -é de los temas conso­
nánticos. Sobre la introducción de la terminación -id en los temas
consonánticos véase supra. Adviértase que en el participio de pre­
sente se emplea -é cuando es predominante el valor verbal, e -i cuan­
do lo es el adjetival.

Plural:
Nominativo. *-e i-és evolucionó regularmente hacia -es: partes,
oves, etc.
Acusativo * -i-n s > is, que es la forma regular clásica: partís,
civis, etc. La introducción de la terminación -és, propia de los te­
mas consonánticos, comenzó en época temprana, pero el proceso no.
se completó hasta la época imperial.
250 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Genitivo * -i-o m > -ium : civium, partium, etc.


Dativo-ablativo *-i~bhos > -ibus: civibus, partibus.
El nominativo-acusativo de los neutros de tema en -i era el tema
puro, pasando a -e la -i final (p. 222 ) : *mari > mare; *dulci > dulce;
*leví > leve. Ciertos adjetivos sustantivados en -ri y en -li presen­
tan pérdida de la vocal final: animal, tribunal, exemplar, calcar. El
nominativo-acusativo de plural termina en -la, pero en indoeuropeo
este caso se formaba por alargamiento de la vocal del tema, tal vez
por contracción de *-¿a. Esta terminación sobrevive en tri-gintd. Así
pues, la -á del latín (y del griego) puede considerarse tomada de la
-á de los temas en -o (véase supra). Que este préstamo se produjo
en época muy temprana lo muestra la forma aislada quid, que es
en su origen el acusativo plural neutro del tema interrogativo qui-s.

Temas en -u (cuarta declinación)

Las alternancias vocálicas de esta declinación recuerdan las de


los temas en -i : *-u -s, *-u -m , *-u -o s o *-eu-s, * -(u )u -e i, \_*-üd],
*-eu-es, *-u-ns, *-u (u )o m , *-u-bhos. Algunos puntos merecen co­
mentario especial. El genitivo singular -eu -s evolucionó de manera
regular en itálico a -ous y de ahí a lat. -ü s: manüs, etc. Se regis­
tran ciertas innovaciones analógicas esporádicas: domu-is, senatu-is
tienen la terminación correspondiente a los temas consonánticos,
en tanto que lat. are. senatuos muestra la desinencia -os ya exami­
nada. Encontramos, además, en la lengua vulgar las formas tipo
senat-í, etc., con la terminación propia de los temas en -o. El dativo
en -ui (lat. are. senatuei) se remonta a * -(u )u -e i, que es la termina­
ción indoeuropea, o bien a *-eu-ei, forma del dativo que tiene para­
lelos en otras lenguas. El dativo en -ü era en origen un locativo
que en indoeuropeo presentaba el tema puro en -eu (o tal vez -éu ).
El latín creó una forma especial para el ablativo, -ü -d (véase su pra):
castüd, manú, etc.

Plural:
El nominativo *-eues tendría que haber evolucionado a *-uis a
través de *-oues (p. 216). La forma clásica -üs procedería, según
algunos estudiosos, de una forma sincopada *-ou -s, que no tiene
paralelo en otras clases flexionales. Es más verosímil que en los
temas en -u tengamos una interacción de las terminaciones de no­
minativo y acusativo de plural basada en la similitud accidental del
nominativo en -es y el acusativo en -és de los temas consonánticos
(véase supra). -üs debe remontarse, pues, a la terminación del acu­
sativo de plural, caso en el que era producto regular de -u-ns. El
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPAR ADA 251
genitivo de plural *manu-óm > manu-óm > manóm > manum:
passum, exercitum. La forma disilábica -uum se debe a la analogía
con los temas en -i : clvls: civium :: manüs: manuum. En el dativo-
ablativo de plural se encuentra en ocasiones la forma esperada en
-u -bu s (arcubus, quercubus, etc.), pero en general ha triunfado la
- i - procedente de los temas en -i: manibus, etc.
En los neutros el nominativo-acusativo de singular -ü (genü) en
lugar del esperado *genü puede remontarse a antiguas formas del
plural o del dual. En el plural la forma indoeuropea en * - « ha sido
sustituida por -ua, con la -a de los temas en -o que se había con­
vertido en terminación característica del neutro plural para el nomi­
nativo y el acusativo.

La quinta declinación [N ota 31]

Esta clase flexional latina se formó a base de un grupo hetero­


géneo de nombres. Algunos eran abstractos verbales en -ié (alter­
nando con - i ) : acié-s, facié-s, macié-s, etc.; otros eran abstractos
denominativos con dobletes en -ia (luxuries, etc.). Otros, en cambio,
surgieron de temas en diptongo largo, *diéu-m (véase infra sobre
luppiter), *réi-m (ser. rá-m, etc.), spés era un antiguo tema en -s
(cf. lat. are. spéres y el verbo denominativo spérare). quiés es un
antiguo tema en -i *qui-ei~. Hay, además, algunos nombres hete-
róclitos: famés, labes. De hecho, pocos nombres de esta declinación
tienen el paradigma completo que figura en las gramáticas escola­
res. Vemos a la lengua empeñada en la tarea de crear una nueva
clase flexiva de temas con vocal larga, pero sólo diés y res presen­
tan paradigma completo.
El punto de partida fue el acusativo *diém < *diéu-m (véase in­
fra ), del cual se forma el nominativo caracterizado por la -s habi­
tual: diés.
El genitivo de singular de los temas en -i é - eran originariamente
-ié-s, forma conservada ocasionalmente en latín arcaico: rábiés,
dié-s. Esta terminación fue reemplazada por la -i de los temas en
-o : dié-i (nótense los diversos desarrollos fonéticos, diei, dié, dii).
En el dativo de singular *réi-ei > *réi > réi > reí > re (todas las
formas que no llevan asterisco están atestiguadas). En el-ablativo
encontramos la -d itálica en la forma falisca foied “hodie-’. Ha de­
saparecido de modo regular.

Plural:
rés, nominativo y acusativo, procede regularmente de *réies y
*rei-ns respectivamente. El genitivo tiene la terminación -rum que
252 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

ya hemos estudiado: dié-rum. En el dativo y ablativo -bus se une


directamente al tema en -é : dié-bus.

Temas en -I y en -ü

Todos los nombres con tema originario en -i pasaron a temas


en -i en latín, con la excepción de vl-s, que tiene como acusativo
y ablativo regulares m -m y vi, respectivamente (en Varrón aparece
el genitivo v l-s ). En el plural tiene flexión de tema en -s, vires, por
analogía con otros monosílabos como más: mores; spés: spéres.
süs tiene un genitivo de singular suis, que es el resultado regu­
lar de *suues. El resto de su declinación se ha reconstruido sobre
un tema consonántico su v-: su-em (en lugar de *sü -m ), etc. Por
su-ibus encontramos también sü-bus. La forma sü-bus es probable
que no descienda directamente del indoeuropeo *sü-bhos, sino que
se deba más bien a la influencia de bü-bus (véase in fra ).

Temas en diptongo

El indoeuropeo *nüus “nave” pasó en latín a tema en -i ; ndvis.


La palabra que designaba al buey, *g'*5us (ser. gáus, gr. dór.
p « 0 , había perdido en indoeuropeo el segundo elemento del dip­
tongo en el acusativo de singular *g^ó-m: gr. dór. pñv, ser. gá-m.
A partir de esta forma se creó un nuevo nominativo bós en osco-
umbro, pasando al latín por préstamo (véase p. 47). En los demás
casos el tema aparecía así: *g«ow-es, *g^ow-ei, etc., de donde bovis,
bovl, etc. La declinación latina se reconstruyó sobre esta forma del
tema: bovem, bovés, etc. En el dativo y ablativo de plural bübus
continúa *g*ou-bhos; bóbus ha tomado su vocal de los otros casos
o bien se trata de una forma dialectal con paso de ou a 5.
*dyéus tiene una historia similar. El segundo elemento del dip­
tongo se perdió en el acusativo de singular: *dyé-m (gr. Zfjv, ser.
dydm). A partir de él se creó un nuevo nominativo diés (véase su-
pra). lu-piter es un antiguo vocativo de *dyeu-poter = gr. ZeO ita-
rsp. En los casos oblicuos *dyew-es, etc. > lovis (p. 216 sobre eu >
ou). Éste fue el tema que se generalizó, de modo que lovem reempla­
zó al original diem, que se había especializado en el significado de
“día”.

Algunos nombres irregulares

Existe un grupo muy antiguo de nombres neutros caracterizados


por una -r en el nominativo-acusativo de singular y por una -n en
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 253
los demás casos. Así, el nombre del “agua” muestra una -r genera­
lizada en inglés (water) y en alemán (Wasser), en tanto que apare­
ce una -n en el sueco vatn. En gótico la declinación es wato, watins
(gen. sg.). El griego tiene 58cop como el umbro utur, en tanto que
el sánscrito presenta -n (gen. sg. ud-nás). Este tipo de flexión apa­
rece ampliamente documentado en hetita, pero las demás lenguas
sólo muestran fragmentos dispersos. El ejemplo latino más claro
es fémur, feminis “muslo”, iecur debe haber tenido un genitivo
*iectnes (cf. ser. yaknás), pero se le creó uno analógico iecoris, que
se entrecruzó con la forma antigua para dar la clásica iecinoris. Lo
mismo ocurre con iter, en el que el antiguo *itinis y el analógico
*iteris se combinaron para formar itineris, que a su vez dio lugar
a un nuevo nominativo itiner.
iuvenis, a pesar de su apariencia, no es un tema en -i, según pue­
de verse por su genitivo de plural iuven-um y su derivado iuven-cus.
Se trata, en realidad, de un tema en -n : cf. ser. yúvá, yúvánam,
yünás. El nominativo latino está rehecho sobre la base del genitivo
iuven-is. Lo mismo puede decirse de canis,6 pero en este caso los
hechos de flexión son más complicados. Partiendo del gr. kúcov, ser.
gvá, lit. Sud podemos reconstruir el nominativo indoeuropeo
* k u (u )5 (n ), cuyo genitivo sería *kun-os (gr. kuvóc;, ser. gunás).
Por el testimonio del latín se puede suponer un tema con grado re­
ducido *ku3n. La evolución fonética habría producido en latín un
paradigma"enormemente irregular: *có, *conem, quanis, etc. Se ni­
veló en canem, canis, etc., y se creó un nuevo nominativo, canis,
como en el caso de iuvenis. Que no es un tema en -i se ve bien claro
por su genitivo de plural can-um.

Los ADJETIVOS

Los grados de comparación

Comparativo. Dos son los sufijos empleados por las lenguas indo­
europeas para formar el grado comparativo de los adjetivos. Uno
es -ios (con un grado alargado -ios y un grado cero -i s -), al que
puede añadirse otro sufijo e/on (gr. -icov < *-is-ó n ~). El adjetivo
así modificado no significaba en un principio “más...” , sino que el
sufijo indicaba que la cualidad designada por la raíz estaba presen­
te en un grado indefinido: *mag-ios significaba “grandote”, y a par­
tir del contexto surgieron los significados “más bien grande”, “de­
masiado grande”, etc. Con el caso propio de la comparación (véase

6. calles en latín arcaico (Varrón, L. L., 7, 32).


254 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Sintaxis, p. 293), el significado “más bien grande examinado con


relación a un determinado modelo” evolucionó a “más grande que”.
El sufijo no se unía al tema del positivo, que tenía un valor “abso­
luto” : mag-nus “grande” como opuesto a mag-ios “grandote"; cf.
nequam: nequior; senex: sénior. En otras palabras: el comparativo
se forma con una raíz diferente: bonus: mel-ios. minus no es, pro­
piamente hablando, un comparativo, sino un sustantivo neutro
*mrnuos del que deriva el verbo denominativo minuere.
El"nominativo presenta grado alargado que, como en el caso de
honós, etc., se generalizó a toda la flexión. Como era de esperar, la
-s - intervocálica pasó a -r -, extendiéndose analógicamente la inno­
vación al nominativo de singular: *maiós, *maiósem, etc. > maior,
maiórem. El neutro singular maius es el resultado normal de
*maios < *mag-ios (p. 224).
El otro sufijo de comparativo, -tero, estaba en origen adscrito
al segundo elemento de pares opuestos: gr. &e^ióg: ápta-repóc;. Su
valor era contrastativo y separativo. Ello puede verse todavía en el
adverbio ínter, que es la forma contrastatívo-separativa de in:
inter-ficio “poner aparte, echar de lado”, inter-dico "señalar como
excluido”, inter-eo, etc. Este sufijo, que aparece en ing. other, fur-
ther, etc., se empleó en latín para caracterizar pares contrastantes:
dexter, alter, uter, mater-tera (como opuesto a amita). En algunas
palabras aparece combinado con el - is- que acabamos de estudiar:
sin-is-ter, mag-is-ter, min-is-ter.
También en el superlativo encontramos dos sufijos de funciones
originales distintas, -t o - aparece en los numerales ordinales (véase
infra), en los que servía para indicar el miembro que completa un
grupo dado; tenía una función “completiva” (Benveniste). se com­
binó con -is - para dar el sufijo -isto- que aparece, por ejemplo, en
ing. sweetest (gr. rjBioxoc;). El latín, sin embargo, prefirió el sufijo
-m o (-m ío - en ciertos contornos fónicos), cuyo valor originario — en
opinión de Benveniste— era la designación del miembro extremo de
un grupo, es decir, tenía en un principio valor de referencia espacial
como en summus ( *sup-m o-s) “el que está en el tope”, démus, Ínfi­
mas, primus (*p ñ s -m o -s ). En suprémus, extremas el sufijo se ha
añadido a antiguas formas de instrumental (véase infra, adverbios).
El sufijo - mo- se combinó con - to- en intimus, ultimas, extimus,
optimus.
Otra forma alargada del sufijo es -simus, en la que la s tiene
orígenes varios: ( 1 ) - t - t em o- > -ssim o- (pessimos < *ped-tem o -);
(2) probables formas sincopadas del sufijo -is-. La forma más ca­
racterística del sufijo superlativo latino, -is-sim o-, surgió de la com­
binación de -is - con -s emo-. Unido á temas nominales terminados
en -r y -l, este sufijo quedó deformado por cambios fonéticos:
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 255
*facil-s.mo-s > facillimus (p. 232 sobre -ls~), *acri-s,mo-s >
*acrs-samos > *acers-samos (p. 224) > acérrimas; de modo simi­
lar pulcherrimus < *pulchro-semos.
Todavía no se ha dado una explicación totalmente satisfactoria
de plus, plürimus. Es evidente que son formas emparentadas con
los adjetivos que significan “mucho” en otras lenguas (cf. gr. m>Xú$),
los cuales están formados sobre la raíz *'per“ÍteiiaP,l l a t r p l e - » « s ) .
El tema comparativo pié-ves-, pli-is que apturecelSr el 'grTT&iiv
(acusativo) y en el superlativo itXetoxoc;, proporciona una buena base
* piéis-em o - al lat. are. piísima conservado por Festo. Por otra parte,
tenemos un sustantivo neutro de la misma raíz, *plewes (gr. homér.
itXéoq), que puede ser la base del lat. are. ploiis, de moHo que el^lat.
clás. plus no sería en origen más comparativo*que su contrarió « i l-
nus. El verdadero comparativo *plé-yós püéde éstar en el origen
3ef víeores áeí Carmen.Arpate, si bien la presencia del rotacismo
indica que la forma transmitida ha sido parcialmente modérrnzadá! 7
Podemos, pues, restaurar el siguiente hipotético estado de cosas:
*pléyós- *plé-is-em o - que habría dado en latín pleór- pliHmó-.
Luego, el sustantivo neutro plous (frecuentemente emparejado con
mvnus) reemplazó al comparativo afectando entonces a la forma
del superlativo: de ahí plüs, p lttrim tts .T rp to n ím e lB ^ IE n ^ X p ú e -
de considerarse simplemente como un ejemplo más del socorrido
método de afectar arcaísmo sustituyendo la ü clásica por oi (véase
p. 218).

LOS PRONOMBRES

Hay que distinguir dos grupos: (1) los temas demostrativos y el


relativo-interrogativo-indefinido, y ( 2 ) los pronombres personales.
( 1) presentan temas en e/o y en a para masculino y femenino,
respectivamente, mientras que el neutro singular, nominativo y acu­
sativo, termina en -od ( > u d ): is-te, is-ta, is-tud. En el genitivo y
dativo de singular tienen formas comunes a todos los géneros: -tus
e -i, respectivamente. 8
En muchas lenguas los demostrativos tienden a asumir formas
reforzadas, sea por la combinación de temas diferentes, sea por la
adición de partículas deícticas (fenómeno que podemos llamar del
“este-de-aquí” , “ese-de-ahí”) . El latín presenta ejemplos de ambos
procedimientos, is-tud está compuesto del tema anafórico i - y del
demostrativo *tod. ille ha sustituido a un antiguo olle que unía ol

7. También Pesto modernizó *pleisima en piísima.


8. Sobre la forma vulgar del femenino illae, etc., véase p. 167.
256 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

(cf. ul-tra, ól-im ) y el tema -se (véase infra). Las principales par­
tículas deícticas que se unen a los temas pronominales son -ce e -i
(sobre hic, istuc, etc., véase infra).
La terminación del genitivo singular, -ius [ N o t a 32] (en Plauto
es frecuente la escansión éius, lo cual implica una pronunciación
eiius confirmada por la grafía e i i v s de las inscripciones, etc.), no
tiene paralelo en otras lenguas. En indoeuropeo era e-syo (ser. aspa),
y se ha pensado que el latín añadió a esta forma la -s habitual en
el genitivo (cf. supra), evolucionando *esyos de manera regular a
eiius. Del mismo modo, huius < *gho-syo-s, cuius < *quo-syo-s
(cf. ser. kásya). Otros estudiosos pretenden explicar la terminación
por cuius, adjetivo en -ios que sobrevive aún en el quoius de Plauto,
y que acabaría incorporándose a la flexión (sobre el genitivo como
caso adjetival véase infra pp. 289 ss.). Los otros genitivos pronomi­
nales serían simples imitaciones de quoius. De quoius analizado
como quoi-us se extrajo un tema quoi- que, con la adición de la
desinencia típica del dativo, dio lugar a quoiei (así en latín arcaico),
que en Plauto aparece como quoii y quoi. Esta última es la forma
clásica, no apareciendo cui hasta la época augústea. De los restan­
tes casos sólo el genitivo plural exige comentario, -rum debe remon­
tarse a las formas femeninas que en indoeuropeo tenían la termi­
nación *-á -sóm (ser. tásám). El masculino -órurn es una innovación
analógica, puesto que el indoeuropeo tenía *-o i-sóm (ser. tésám,
késdm = (is)-tórum , quorum.

hic
El tema es *ghe/o, ghá- (p. 230), al que se añade la partícula -ce.
El masculino singular presenta - i - en Plauto (h ic), forma que se
rehízo en hice por analogía con el neutro hoce < *hod-ce. El tema
en -i aparece también en formas del plural de procedencia epigrá-
fiiea: heis, heisce, hisce (Plauto). Aparte de estos casos, el tema apa­
rece como ho-, há-, que con la adición de la partícula -ce (frecuen­
temente en su forma plena en latín arcaico) da lugar a la bien
conocida declinación clásica de este pronombre: *hom-ce, *hdm-ce,
*hod-ce > hunc, hanc, h oc(c). Adviértase que el latín arcaico no
había introducido todavía la distinción artificiosa entre hae (feme­
nino plural < hd -i) y haec (neutro plural < * h a-i-ce). Sobre el
genitivo y dativo de singular, véase supra. El ablativo singular es
hóc, hdc < *hód-ce, *hdd-ce.

ille
Ule resulta de una alteración del lat. are. olle (cf. ul-tra, ol-im )
bajo la influencia de is, iste, ipse. olle es una combinación de ol y
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 257
se ¡o (véase ínfra). También están atestiguadas formas con desinen­
cias adjetivales: ollus, olla. Ocasionalmente se le unen partículas
deícticas: illaec, illuc, illunc, etc. El nominativo de plural aparece
en Plauto en la forma Misce (cf. heisce, etc., supra). Sobre el geni­
tivo y dativo de singular véase lo ya dicho más arriba.

iste
Es otro demostrativo compuesto, del que sólo se declina el segun­
do miembro. También puede llevar partículas deícticas: nominativo
singular masculino istic, femenino istaec, neutro istuc, etc. El geni­
tivo tiene normalmente la terminación -íus (véase supra), pero hay
una forma istl (con la terminación propia de los temas en -o ) que
aparece en istimodi. El lát. are. istis (Plauto) es probablemente no
una forma sincopada de istius, sino isti + -s de genitivo.

is
Este tema, que en indoeuropeo se emplea en correlación con el
pronombre relativo, aparece con alternancia i/ei. El grado cero apa­
rece en el nominativo masculino y en el neutro (i~s, i-d ), y el acu­
sativo que era de esperar, im, está atestiguado en las X I I Tablas. A
una forma secundaria del nominativo — grado pleno— se le añadió
una partícula -om : *ei-om (cf. ser. ayam), forma que el latín utilizó
como acusativo singular masculino, *eiom > eum, y a partir de la
cual se creó un nuevo tema *eio-, con un correspondiente femenino
*eiá~. En el nominativo plural masculino, por un proceso regular,
*eioi > *eiei > ei > l. El disilábico el es una refección analógica
sobre eum, etc. También en este pronombre encontramos nomina­
tivos de plural en -s : is, eis, eeis e ieis. Las formas de dativo y abla­
tivo de plural atestiguadas son los resultados esperados de *eiois,
*eiais: eis, is, con las restauraciones disilábicas eeis, ieis, etc. El
lat. are. ibus parece el resultado esperable de *ei-bhos (ser. ebhyás).
Sobre el genitivo y dativo de singular véase lo ya dicho más arriba.
A este tema se añadió una partícula -em. Un falso análisis del
nominativo singular neutro id-em dio lugar a una partícula dem.
Añadióse ésta a is, ea, etc., resultando Idem, eddem, etc. Sobre los
adverbios ibi, etc., véase infra.

so-, to-
E1 indoeuropeo poseía un pronombre demostrativo *so, *sá, *tod,
que dio, ínter alia, el gr. ó, r), tó(5) . Ennio atestigua las formas de
acusativo som, sam, sos, sás, que pueden atribuirse a este tema, en
tanto que to- aparece en tum, topper ( < *tod-per), etc. También
s i(c ) pertenece a este tema: es una forma de locativo, *sei(cej.
258 INTRODUCCIÓN AL LATIN

ipse
En las formas arcaicas eumpsum, eampsam tenemos una combi­
nación del tema evo- con som, sam (la p es una consonante de tran­
sición, como en sumpsi < sum-si. Es probable que este som, sam
sea distinto del que acabamos de estudiar y se remonte al reflexivo
*suos. Del acusativo se extrajo un tema -pso -psá que aparece en
el "nominativo femenino eapsa, masculino ipsus, etc. Este último
sufrió la influencia de iste e ille, y así surgió la flexión normal ipse,
ipsa, ipsum. Nótese que la asimilación del neutro ipsud a íllud, etc.,
no se produce hasta época tardía. Sobre las formas vulgares isse,
issa, etc., véase p. 163.

Interrogativo. Indefinido. Relativo

El tema interrogativo-indefinido del indoeuropeo tenía la forma


qui- quei, común a los tres géneros: quis, quid. El acusativo que
cabía esperar, *quim, tomó la terminación -em de los temas conso­
nánticos (véase supra). El instrumental qui se conserva como ad­
verbio, en tanto que el nominativo de plural *quei-es dio lugar al
qués del Senatus Consultum de Bacchanálibus. El plural neutro quia
se conservó como conjunción. El dativo-ablativo de plural quibus
se mantuvo como resto de la flexión regular.
En itálico se formó un tema relativo correspondiente quo- qua-.
El masculino (quoi > quei > qui) y el femenino (quae) muestran
la partícula deíctica -i. quod lleva la -d característica de los neutros.
El acusativo quom se conserva sólo como conjunción, habiendo sido
reemplazado por quem (cf. supra). Sobre el genitivo (quoius, etc.)
y el dativo singular véase lo ya dicho más arriba. Las formas del
plural son resultado regular de *quoi, *quai, *qudi, etc. El nomi­
nativo de plural quás es dialectal por quae (véase p. 243). Una for­
ma secundaria quis en dativo-ablativo de plural continúa *quois,
*quais.

Los PRONOMBRES PERSONALES

ego y tu son formas heredadas del indoeuropeo (cf. gr. éyó, tú ,


oú). Una forma alargada con -o m aparece en gr. áycóv, ser. ahám,9
y ésta es la base del lat. egom-et, del que, por un falso análisis, se
extrajo un sufijo -m et: mihi-met, etc. En el acusativo me y té con­
tinúan formas tónicas indoeuropeas (el gr. tiene ^is, oe átonos). En
indoeuropeo las formas enclíticas *moi, *mei, *toi, *tei se emplea­

9. L a consonante aspirada sugiere el análisis *egH-om.


GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 259
ban para el genitivo y locativo. Alargadas por adición de la -s de
genitivo, *mei-s, *tei-s formaron la base del lat. are. mis, tis. Las
formas clásicas mei y tul están tomadas de los posesivos, mihi y tibí
se remontan a *meghei, *tebhei (u. mehe, tele). El sánscrito presen­
ta las mismas consonantes en las formas mahyam, tubhyam, pero
éstas presuponen ide. *meghi, *tubhi, con adición de una partícula
posiblemente emparentada con el -o m de *eg-om. El ablativo indo­
europeo tenía las formas *méd, átona, y *méd, tónica. El sánscrito
conserva la primera (m d t); la segunda aparece en lat. are. méd (cf.
téd < *tuéd). No hay que confundir estas formas con las arcaicas
del acusativo méd, téd, que llevan una partícula -d de origen oscu­
ro. Es difícil creer que se produjera una confusión entre acusativo
y ablativo, o que la -d provenga de los pronombres neutros.
Las formas del pronombre reflexivo tienen gran semejanza con
las que acabamos de estudiar. s é (d ) < *sué (el gr. e continúa la
forma breve átona). El genitivo sui está tomado del adjetivo pose­
sivo. sibi < *sebheí con asimilación de e a i y abreviación yámbica,
al igual que mihi, tibí. El ablativo sé-d es paralelo a méd y téd.
nos y vos son formas tónicas heredadas que se corresponden con
las átonas del sánscrito ñas y vas. nostrum y vestrum son genitivos
de plural de noster y vester. nostri y vestri, las formas correspon­
dientes del singular, se empleaban específicamente como genitivos
“objetivos”, y aparecieron por vez primera en Terencio. El latín
rehízo el dativo y ablativo añadiendo la desinencia -bhei a los temas
nó-, v ó - extraídos de nos y vos. A *nóbhei y *vóbhei se añadió una
-s por analogía con la desinencia normal -bus.
Los adjetivos posesivos se formaron por adición de la vocal te­
mática -o - a los temas pronominales: *m ei-o-s > meus; *teu -o-s
(gr. TsFóq) > lat. are. tovos > tuus; *seu-os (gr. éFóq) > sovos
(lat. are. dat.-abl. pl. soveis) > suus. En el plural el sufijo contras-
tativo -t e r (o ) se añadió a las formas breves nos, vos. El lat. are. vo s-
ter pasó a vester (p. 217). [N ota 33.] El vocativo singular masculi­
no mi puede remontarse al genitivo enclícito *mei, ya examinado.

Los NUMERALES

Cardinales
Sobre únus < *oino- véase p. 219. La raíz *sem (gr. el<;, qía, ev)
aparece en sem-el, sim-plex, sin-guli y sem-per.
duó ( duó por abreviación yámbica) es una forma heredada < ide.
*duuo(u). Este numeral tenía en origen las desinencias del dual,
según muestran las formas latinas de acusativo plural masculino
dúo (Plauto), neutro dúo. Las formas con desinencias de plural.dwds,
260 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

dwom y duórum, dativo-ablativo duóbus y, además, la serie com­


pleta de formas femeninas duae, etc., son innovaciones, pues en ori­
gen duó valía tanto para el masculino como para el femenino, ambo
es también forma heredada (gr. dipneo).
tres (mase, y fem.) es el resultado regular de *treies (gr. xpeíq,
ser. trapas).
La palabra que significa “cuatro” presenta alternancia vocálica
con generalización de formas diferentes en los distintos dialectos
indoeuropeos. El lat. quattuor se remonta a *q*etuores, con una vo­
cal reducida en la primera sílaba y el grado -o - característico del
nominativo en la segunda sílaba (cf. gr. dór. teto pee;). El latín ha
eliminado la flexión convirtiendo a este numeral en indeclinable. No
se ha dado una explicación convincente de la forma quadru- emplea­
da en compuestos.
Sobre quinqué < itál. quenq^e < ide. * penque, véase p. 226.
sex puede ser resultado tanto de *seks como de *sweks, cf. gr.
F^ -
Sobre septem < *septm (gr. éitróc), véase p. 225.
octó < *ok tó(u ) es una forma de dual de una palabra que signi­
ficaba “conjunto de cuatro dedos” (conservado en el avéstico aSti
“ancho de cuatro dedos”).
novem procede de *new -n (cf. nonus, ing. nine). La forma que
cabria esperar, *noven, se ha transformado bajo la influencia de
septem y deeem.
Los numerales de 20 a 90 se derivan de un tema nominal
*(d )k m ti- que significaba “conjunto de diez”. El dual aparece en
vl-gintl, donde vi- (cf. gr. dór. FÍ-kocti) puede estar emparentado con
el adverbio sánscrito vi, que significa “aparte”. El resto de los nu­
merales del grupo conservan el plural neutro en -á (véanse pp. 245
s.). tri- y qtiadrá- 10 son plurales neutros cuya & se extendió ana­
lógicamente a quinqu&gintá, sexágintá, septuágintá, nonügintá. oc-
toginta está probablemente en el lugar de un *octudgintá (cf. gr.
óySo(F)i!|KovTa), que influyó en la forma de septuágintá.
Sobre centum < * (d)kmtom, véase p. 225.
Los numerales de 200 a 900 son simples compuestos de los nu­
merales cardinales de 2 a 9 y centum. Indeclinables en origen, el
latín hizo de ellos adjetivos numerales, ducenti, trecenti, sescenti
conservaron la c, que se sonorizó en mmgenti, ( *novem-genti) , quin-
genti, de donde también el -ingenti de quadringenti, septingenti,
octingenti.
El indoeuropeo no parece haber poseído una palabra que signifi­
cara “mil”; el lat. mille no tiene correspondencias.

10. La -d no ha recibido explicación.


GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 261

Ordinales

Los ordinales presentan los sufijos -to - y -m o - que hemos exa­


minado en la comparación de adjetivos.
primus < *prís-mo-s, superlativo de prius.
secundus es un adjetivo verbal (véase gerundivo), del verbo
sequor: < *seq^ondo-s.
tertius < *trityos, a través de *trtyos (p. 224).
quartus. La forma original parece haber sido *qHru-tós, con el
grado cero del numeral (cf. o. trutum = quártum). La forma latina
puede estar basada en *qtlatwor-tos, con restauración de la forma
plena del numeral cardinal y pérdida por haploiogía de la primera
dental. El dialecto prenestino conserva la esperada contracción
quorta, que el latín transformó luego en quartus por influencia del
cardinal.
quintus (< *quinqHos) y sextus presentan el sufijo -to -.
septimus y oct&vus (sobre 6v > üv véase p. 217) y decimus son
adjetivos formados por adición de la -o - temática al cardinal. El
mismo tipo de formación lo tenemos en * novenos, que debería
haber dado regularmente *nünus, pero la ó se conservó por influencia
de novem.
El ordinal “vigésimo” se forma por la adición del sufijo - t emo
(véase superlativos): *m -km t-U m o > *vicenssimos (para el cambio
t -t > ss véase p. 232) > vicésimus.
Los adjetivos numerales multiplicativos son compuestos cuyo se­
gundo elemento es o bien ( 1 ) p ío- de la raíz pié- “llenar” (duplus,
triplus, etc.), o bien ( 2 ) píele- de la raíz que significaba “plegar” (sim -
plex, dúplex, etc.). De los adverbios correspondientes, semel contie­
ne el numeral sem-, pero su sufijo no ha sido explicado, bis ( *duis ),
ter (*tris ), quater (*q*atrus) llevan una -s adverbial. La termina­
ción -iéns que aparece en los demás adverbios de esta clase se ori­
ginó probablemente en los derivados pronominales quotiens, iotiens,
en los que, basándonos en el testimonio del sánscrito, podemos iden­
tificar un sufijo * -in t- > lat. *-ient~. Esta forma, combinada con la
-s adverbial que acabamos de examinar, daría lugar a -iéns-.
Los adjetivos numerales distributivos, aparte del aislado singulus
{ < *sem-gelo), están formados con el sufijo -n - y los adverbios
multiplicativos: *duis-noi > bíni, *tris-noi > terni (con ter res­
taurado en lugar del resultado fonético esperado *tñ n i).
262 INTRODUCCIÓN AL LATIN

E l verbo [N ota 34]

Desinencias

Activas. Las desinencias del verbo indoeuropeo se referían pri­


mariamente a la persona gramatical, incluyendo en sí la categoría
del número (singular y plural). Así, -m, -s, - í representaban la pri­
mera, segunda y tercera personas del singular, y -me/o, -te y
~(e/o)nt, las formas correspondientes del plural. En un momento
dado de la historia del indoeuropeo se añadió una partícula -i que
significaba “aquí y ahora”. De ahí surgió la oposición entre desi­
nencias primarias y secundarias con referencia temporal al pre­
sente y al pasado, respectivamente: -m i: -m, -ti: -t, -n ti: -nt. La
partícula -i, según puede presumirse, sería en origen de empleo
potestativo: de hecho no aparece en la primera y segunda personas
del plural, y no es seguro que el -si de segunda persona del singu­
lar pueda atribuirse al indoeuropeo.
Otra distinción necesaria es la que separa formas verbales te­
máticas y atemáticas. En paradigmas como *bhero-mes, *bhere-te,
*bhero-nti, etc., el tema que queda tras la supresión de la desinencia
termina en vocal -e/o. Es la llamada vocal temática. Otros verbos
como *ei-mi, *i-mes, cuyo tema carece de tal vocal, se llaman ate­
máticos. Esta distinción aparentemente trivial es de fundamental
importancia en la morfología verbal indoeuropea, dado que los dos
tipos de verbos se distinguen ínter alia en sus procedimientos de
formación de los modos (véase infra). Por lo que mira a las desi­
nencias, sin embargo, sólo se distinguen en la primera persona de
singular activa: -6 es primario temático y -m i primario atemático.

Medias. El indoeuropeo distinguía dos “voces”. En la “activa”


la acción verbal estaba dirigida hacia fuera del sujeto “ergativo”
(véase Sintaxis, p. 284). En la “media” la acción se concebía como
actuando en o sobre el sujeto: la acción tiene lugar en la persona
del sujeto, en interés del sujeto, etc. Así, verto “yo vuelvo” (algo)
se opone a vertor “la acción de volver tiene lugar en mí, me vuel­
vo”; Tcopí^co “proporciono”, Ttopl^opcxi “proporciono a mí mismo,
me procuro” . Así, las formas medias del verbo, en cuanto que de­
notaban Ínter alia las acciones que tenían lugar en la persona del
sujeto, se emplearon también para la expresión de la pasiva, que
no tenía formas propias en indoeuropeo. Las desinencias de la me­
dia se crearon por adición de diversas partículas a las primitivas
desinencias personales, y también es probable en este caso que la
oposición temporal entre primarias y secundarias fuera un desa­
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 263
rrollo tardío en la historia del indoeuropeo. Las únicas desinencias
medias indoeuropeas relevantes para el estudio de las latinas son
-so, -to, -nto, que aparecen en griego como desinencias medias se­
cundarias de la segunda y tercera personas de singular y de la ter­
cera de plural, respectivamente, opuestas a las primarias -sai, -tai,
-ntai. El perfecto tenía en el singular una serie de desinencias
distintas de las que hemos visto: -a, -tha, -e. Y ahora podemos
proceder al estudio de las desinencias verbales del latín.

Primera persona singular. Primaria. La atemática -m i sólo se


conserva en sum, donde ha perdido la -i. Con esta excepción, se ha
generalizado la -ó temática: eo, fero, amo, moneo. La misma desi­
nencia la encontramos en el futuro en *-bho (p. 271). El lat. eró
procede de un antiguo subjuntivo *esó (p. 271).
Secundaria. El latín conserva -m : amábam, ferebam, amaveram,
etc. Aparece también en las formas de subjuntivo y optativo: amem,
regam, siem, etc.

Segunda persona singular. A causa de la caída de -i final no que­


da en latín resto de la oposición entre formas primarias y secunda­
rias : ducis, amas, eras, amabas, síes, etc. La forma plautina ess suele
ponerse en ecuación con el homérico éoaí. Pero hay testimonio de
una forma homérica más antigua, sic;, grafía que pretende solamen­
te indicar la cantidad larga de la sílaba éa-q. Esta forma más anti­
gua recibió una -i por influencia de écrcí: éoaí. El ess plautino pue­
de, por tanto, considerarse equivalente de la forma homérica más
arcaica. De hecho es dudoso que el indoeuropeo llegara a desarro­
llar una forma primaria independiente para la segunda persona de
singular, dado que falta en el plural.

Tercera persona singular. El latín arcaico distinguía la -t ( < * - t i)


primaria de la -d ( < *-t, p. 227): esed, feced, sied. La misma distin­
ción aparece en osco-umbro: fust “erit”, fusid “foret” . En el latín
clásico se había generalizado la -t primaria: dedil, fecit, siet, es-
set, etc.

Primera persona plural. No hay restos de la desinencia secun­


daria *-m o en latín, que ha generalizado *-m os > -m us: ducimus,
ducébamus, duximus, etc. Un grado distinto de alternancia, *-me,
aparece en el gr. dór. (pépopsc;, etc.

Segunda persona plural. El latín -tis deriva de -*tes, forma en


la que se ha añadido la -s de la forma correspondiente del singular
al *-te que vemos en gr. (pépstE, etc.
264 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Tercera persona plural. El oseo y el umbro distinguían entre la


desinencia primaria ~nt < *-n ti (sent = sunt) y la secundaria
-ns < *-n t (deicans = dicant, sins = sint). El latín tiene solamente
~nt, que deriva de la primaria *-n ti generalizada, y de la que el
único testimonio directo es el dudoso tremonti del Carmen Sallare
(N.° 53). La terminación -nont, muy extendida en la época arcaica
(danunt, explénunt, redinunt, nequinunt) , no ha sido explicada. Si
la -n es un sufijo formador de temas (p. 267), es difícil explicar por
qué aparece sólo en esta persona. Es posible que esta desinencia
haya surgido de formas dialectales en las que se hubiera perdido
la -t final (dedron = dederont). Luego, *dan, * expíen, etc., que no
tenían la característica -nt, habrían sido alargados por medio del
usual -ont.

Vos medio-pasiva

En itálico y en céltico las desinencias de la voz medio-pasiva es­


tán caracterizadas por una -r que falta en sánscrito, griego, ger­
mánico, etc. Esta - r puede igualarse, en primer lugar, con la termi­
nación que en osco-umbro distingue a la pasiva impersonal: fera-r
“debe llevarse”, tipo que se encuentra también en antiguo irlandés.
Corresponde en latín a los usos pasivos impersonales como pugna-
tur “se lucha”. Así pues, lat. -tur, -ntur, etc., pueden explicarse como
combinación de las desinencias medias con la - r de impersonal. La
relación de este formante con la - r que en diversidad de funciones
aparece en los paradigmas verbales de otras lenguas indoeuropeas
(indo-iranio, frigio y armenio, tocario, hetita) no está clara. Efe po­
sible que las primitivas formas con -r del itálico y del céltico sean
en origen simples nombres verbales que designan la acción.

Primera persona singular. En -o r (lat. are. -ó r ) simplemente se


ha añadido la - r a la desinencia primaria temática -ó. En los demás
casos se añade directamente al tema verbal: amer, regar, amabar,
etcétera.

Segunda persona singular. La terminación latina más antigua


del latín es -re, desarrollo regular de la desinencia secundaria me­
dia -so (p. 222 ); por tanto, sequere = gr. eixeo (*seq«e-so), según
todas las apariencias. Salvo en el imperativo, se le añadió -s por
analogía de la activa *-es: *sequere-s > sequeris. En las formas
dialectales del tipo spatiarus, utarus, la -s tiene que haberse aña­
dido antes de que -o final pasara a -e.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 265
Tercera persona singular, -tu r surgió por la adición de - r a la
desinencia secundaria media -to.

Primera persona plural, -m ur < secundaria -rao + r.

Segunda persona plural. Las formas en -m ini suelen explicarse


como nominativos del participio de presente medio empleados en
perífrasis como *feromenoi (este) (gr. tpEpópevoí ¿ote). De ahí se
habría extraído un sufijo -m ini y se lo habría aplicado a los diver­
sos temas verbales: regebámini, etc. Esto resulta muy poco proba­
ble, y otros estudiosos relacionan la desinencia con los infinitivos en
-menai usados con valor de imperativo. Dado que la forma es idén­
tica a la del imperativo, será más oportuno estudiarla en el apar­
tado correspondiente al mismo.

Tercera persona plural, -ntur surgió de la adición de - r a la


desinencia secundaria media -nto.
Sobre las desinencias del perfecto véanse pp. 274 s. Para el im­
perativo véanse pp. 276 s.

F o r m a c ió n de l o s te m a s v er b ales

Los temas temporales

El estudiante de griego advierte pronto la necesidad de distin­


guir tres temas temporales: presente Ásm-, aoristo Ái/rt- y perfecto
ÁE-Áoiit- (correspondientes al ing. drívé, dróve, driven, véanse
pp. 234 ss.). Aprende luego que estos temas, salvo el indicativo, no
tienen valor temporal, sino que se refieren ál tipo de acción (aspec­
to); el así llamado tema de presente significa acción continuada (te-
ma durativo) , el tema de aoristo (Áut-) significa acción momentánea,
y el perfecto (Áe-Xonr-), el estado resultante de una acción. Así, el
tema do presemtel^okgiv'signfflc» “estar en el proceso de morir”
6 avei'v “expirar” y TeQvávm “estar muerto”. Esta doctrina, la pre-
vaiente en las" gramáticas escolares, necesita modificarse sólo en
un punto: el tema no tiene valor temporal ni siquiera en el indicati­
vo, en el que la única referencia al pasado es la contenida en el
aumento y en las desinencias secundarias. Asi, de uno y el mismo
tema durativo Xeye/g podemos formar un presente Áéyco y un pasado
I-ÁRVo-y. Estas diferentes^ representacionesijíe la acción Verbal, du-
rativa, aorísticá y perfecta, por medio de diferentes temas “tempo­
rales”, son lo que se conoce con el nombre de aspectos del verbo.
La situación del griego refleja la del iridoeuropeoTSm embargo,’ la
266 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

descripción del valor del tema de “presente” como durativo, opuesto


al de aoristo, “momentáneo”, no cubre todos los hechos. En el Fedón
de Platón, por ejemplo, los amigos de Sócrates están esperando a
la puerta de la cárcel después de ser pronunciada la sentencia de
muerte. El guardián les invita a entrar, y “encontramos a Sócrates
que acababa de ser liberado de sus grillos”. El verbo que hemos
traducido por “encontramos” es KotTaÁoqipávsiv, que significa pro­
piamente “coger”, “sorprender”. La acción a la que se refiere es cla­
ramente momentánea, y sin embargo Platón emplea la forma dura-
tiva KocTeXccypccvopEv. Éste no es sino uno de los muchos ejemplos
que sugieren que la diferencia esencial entre los aspectos del “pre­
sente” y el “aoristo” no es la de continuidad-momentaneidad, sino
más bien la "de que el tema durativo tiene un sentido más directo y
lleno de vida: pone el acontecimiento ante los ojos, en pleno de­
sarrollo, como un documental cinematográfico. Podemos llamarlo
“aspecto del testimonio ocular” o “aspecto d é l a presentación”. El
aoristo, por su parte, supone una referencia menos viva al aconte­
cimiento como a una unidad de la historia. Uno y el mismo aconte­
cimiento, aunque sea momentáneo, puede ser presentado como
teniendo lugar ante nuestros ojos, KgTEXappóvo^iEv “estábamos sor­
prendiendo a Sócratgs”, o bien _Kocr¿tá|Íon.£v ‘^encártennos a Sócra­
tes”. Del mismo modo, Óv^okeiv nos lleva a la préiencia dé ia agonía,
éocveiv da cuenta del hecho de la muerte, y t e G v ó v o c i , del estado de
muerte.
En latín los tres aspectos del verbo indoeuropeo se redujeron a
dos [N ota 35], pues el sistema verbal presenta solamente una opo­
sición entre el infectum y el perfectum, reuniendo el segundo "los
valores originarios del aoristo y del perfecto. Para cada uno ote
estos dos aspectos se desarrolló un sistema completo de tiempos
(presente, pasado, futu ro): dico, dicam, dicebam: dixi, dixero,
dixeram. En consecuencia, nuestra exposición del sistema latino
de tiempos debe constar de dos partes: la formación de los temas
(1) del infectum y (3) del perfectum. —

Temas del infectum

Parece oportuno comenzar ejemplificando algunos de los prin­


cipales mecanismos morfológicos u tilizados por el indoeuropeo para
Información del tema propio del aspecto progresivo (“deiTeitímo-
nío ocular”) . Hemos escogido los más relevantes para el estudio del
latín.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 267

I. Temas radicales, que pueden ser: a) atemáticos: *ei-m i; b) te­


máticos: *deik-6. El tipo temático presenta alternancias vocá­
licas, apareciendo el grado pleno en el singular y el grado cero
en el.plural; *eí-mi, * i-m t/6s.
El latín conserva todavía algunos restos del tipo atemático:
i-s, i-t ( < *ei-s, * e i-ti); volt, vult < *uel-ti; m-s, He la raíz
*uei “desear”; es, ést < *ed-s, *ed-ti “comer”; fer-s, fe r-t <
*bher-s, *bher-ti, sobre es “eres” véase p. 269. Sin embargo,
la mayor parte de los temas radicales latinos son del tipo te-
mático: düco, dico, etc.
II. Temas con reduplicación. También éstos se dividen en a) ate­
máticos y b) temáticos. El tipo a) presenta alternancias como
en griego TÍ-Bq-^u: TÍ-Gs-pev, &í-5 co- jk: &l-&o-pev. Én el tipo
temático reduplicado la raíz* aparece normalmente en el grado
cerq: gi-gn-o (raíz *gen), sido < *si-zd-o (raíz *séd), será "<
*si-s-5 (raíz *se/sa, cf. sé-vi, sá-tus).
III. Temas con nasal infija: iu-n-go (raíz *yeug/yug), li-n -qu o
(raíz *leiqu/liqu), scindo, rumpo.
IV. Temas con sufijo nasal: gr. kócji-v -cú, & áK-v-co, lat. cer-n-o
( *Jcrinó), ster-no, si-no (perf. s i-vi), pello < *pel-nd, tollo <
*tl-nd (cf. perf. tuli).
V. Verbos incoativos en -skd: gr. p á a x c o , lat. poseo ( < prk, grado
cero de prek-sko). Este tipo lo encontramos también con re­
duplicación: yi-yvcb-áKw. El lat. gnósco puede proceder tam­
bién de una forma reduplicada. La evolución fonética ha en­
mascarado disco < *di-dk-sko, con el grado cero de la misma
raíz que tenemos en dec-et, doc-eo, etc.
VI. De gran importancia es el sufijo -ye/ygA (1) Puede unirse a una
raíz verbal: spec-io (raíz en grado norm al), venio (raíz en gra-
3B"cero :.' *g»Tn-y6, cf. gr. paívco). El sufijo puede también aña­
dirse a temas de presente ya caracterizados: vinc-io. (2) Con
la ayuda de este sufijo se forman verbos a partir de nombres
(verbos “denominativos”). En contacto con un tema vocálico
la -y - intervocálica se pierde. Según esto podemos distinguir
los tipos siguientes:
a) de temas en -á : fugo, fugare < *fugá-yó; b ) de temas
en e/o; aíbeo, audeo (de avidus); c) de temas en' i: finio;
d) de temas en - m : metuo; e) de temas en consonante: custo­
dio. Del tipo denominativo albeo, etc., hay que distinguir
( 1 ) los je rb o s causativos en -éyó con grado -o - de la raíz, como
son moneo, doceo, torreo, etc., y ( 2 ) los presentes estáticos
formados por adición de un sufijo -é (el mismo que se emplea
268 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

en aoristos pasivos griegos como é-uávn-v) a la raíz verbal:


vldére, tacére, lacere
(opuesto ai transitivo iac-io), etc.

Estos tipos diversos de formación de temas fueron organizados


por el latín en las cuatro conjugaciones bien conocidas por las gra­
máticas escolares.
La primera conjugación está formada en buena parte por deno­
minativos en -y o del tipo fuga, fugare. Encontramos además algu­
nos verbos atemáticos de raíces terminadas en -¿ (larga) : fárl (cf.
fátum, gr. dór. (poc-pi). También stáre puede pertenecer a esta clase.
Los verbos irregulares de esta conjugación, como domare, sonáre,
con perfectos domui, sonui, están formados sobre raíces disilábicas,
*domá, *soñá, con el sufijo -ye¡yo. Los grados cero de estas raíces
*doma, *sou 9 aparecen en el participio en -to (p. 280): domitus,
sóñitus.
La segunda conjugación comprende (1) verbos atemáticos de
raíces terminadas en é: plére, flére; ( 2 ) los denominativos en -y e/yo
de temas en ejo; (3) los causativos del tipo moneo, y (4) las for­
maciones en -é, en origen intransitivas^ del tipo vidé-re.
La cuarta conjugación integra (1) temas radicales * ( seto, fio );
(2) denominativos de temas en -i_ (finio, vestio), y (3) un grupo de
yerbos en que la raíz ha sido alargada por medio del sufijo -l -, que
alterna con - i - según un curioso principio 'rítmico.'TN óta ~36T] Cos
temas f ormados por una sílaba larga o dos breves llevan - i : audvre,
ságlre, vágire, farcire, sarcire, sépéílre, ópérire, üpéríre. Tenemos
en cambio lacio, lacere, capio, cápére, fació, facére, fügio, fügére,
quátio, quátére (todos con é de l ante - r según p. 221). Nótese que
en ferire, saíne, venire la vocal breve va seguida de una sonante.
parlo, parere, m orior, morí, son excépciónés. La répártición coMór^
me a un principio rítmico claro parece sugerir que la - i de capis, etoT
se debe a la abreviación yámbica de capis. Sin embargo es un fenó­
meno indoeuropeo : gót. hafja "yo levanto”, ser. kupyati (lat. cupíb).
Debemos postular, por tanto, dos formas de este sufijo primario:
- i e -i (esta posiblemente resifltadb de { + laringal).
En estas tres conjugaciones las vocales á, é, l, tras la caída de la
- y - , intervocálica, se cóntrájérón con la vocal que seguía. Así,
*amáye-s, * amüye-t > amás, amát (abreviado en amát en latín clá­
sico), y esta f orma am a- del téma se generalizó excepto para amó <
*am áy- 6. Lo mismo ocurrió con los denominativos y causativos dé
la segunda conjugación: *moneue-s, etc. > monés, etc. La generalí-
zación de esta forma m oné- del tema a las demás personas (excep-
to moneo < *money-5 ) se vio ayudada por las formas como* vidé-s,
vidé-mus, vident, etc., en las que las desinencias sé^unían directamente
aí tema vidé-. En la cuarta conjugación audio y audiunt son resul­
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 269
tado normal de audi-5, audl-ont. En las demás personas audis, etc.,
tenemos formas de desarrollo paralelo a las de la primera y segunda
conjugaciones.
La tercera conjugación engloba el resto de los tipos inventaria­
dos en las pp. 267 ss.: (1) verbos radicales temáticos, como dicq,
ago, etc.; ( 2 ) los ternas reduplicados: gigno, etc.; (3)’ temas con na­
sal infija: rumpo, etc.; (4) temas con sufijo nasal; (5) incoativos
en -seo; ( 6 ) formaciones con sufijos menos frecuentes y que no he­
mos incluido en nuestro inventario: -to (nectó), -d o (iéñdo), -so
(sufijo desiderativo que tenemos en quaesso^mso; de quaesso se ex­
trajo un sufijo -ssé/o que podemos- ver en netesso, íacesso, capesso).
En esta conjugación la vocal temática e/o aparece con el de­
bilitamiento en - i - que era de esperar en las sílabas átonas (pá­
gina 220 ) : *-esz, *-eti, *-e te -s > -is, - ti, -itis, *-om os > -imus,
*-onti > -u n ir* ” “ ' ’• ' .

Algunos verbos anómalos

sum. La raíz es “ser” aparecía en origen, como era habitual en


los verbos atemáticos, en grado pleno en el singular * es-mi, *es-s,
*es-ti, y en grado cero en el plural *s-mos, *s-te, * s-enti. es y est
son resultado regular de este sistema. En la segunda persona del
plural, estis, aparece un grado pleno debido a la analogía del sin­
gular. A s-enti se le dio la terminación temática: s-onii > suñi, y
esta*forma influyó sobre la de primera persona dél plural: * somos >
sumus; a partir de ésta se creó una nueva forma para la primera
persona del singular, sum, que acabó reemplazando a *es-mi.
possum procede del adjetivo pote o potis + sum: lat. are. potisit,
potis est. potest procede de la contracción de la forma neútra pote
con est.
voló es un antiguo verbo atemático de raíz *wel. La tercera p e r ­
sona de singular' volt es resultado regular de ueí-ti (v é a s e p . 217
sobre el > ol). En el plural, *vl-te-s, con el grado cero, d io voliis.
La adopción de la terminación t e m á t i c a -ont en la t e r c e r a persona
del plural cpnstituyó el punto de partida para el d e s a r r o llo d e la s ¿
formas temáticas volumus, volq. vis, podemos recordarlo, e s t á f o r ­
mado sobre una raíz diferente, *wei, q u e vemos t a m b i é n en in-ví-tus.
noto y malo son contracciones de ne-volo y m ag(i)s-volo, r e s p e c t i­
vamente. En latín arcaico se encuentran las formas no contractas
ne vis, ne volt, ma-volo, md.velim.
También fero presenta formas atemáticas: fers, fert, fertis (cf.
gr. cpápxs). Podría presumirse que la fuente de las formas temáticas
está en la tercera persona del plural ferunt, pero en griego y en
270 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

sánscrito este verbo, aparte algunas formas aisladas, pertenece al


fipo temático'. ‘ " "
edo tiene formas atemáticas: es, ést, ésse, etc., pero fue pasando
progresivamente a la clase temática: edúnt, edimus, edo, y en oca­
siones edis, edit, edére.
fio. El tema fimse formó añadiendo el sufijo -* ■ al grado cero de
la raíz “ser” : Era atemático en origen, pero acabó siguien­
do en gran medida la cuarta, conjugación. Nótese, sin embargo, el
infinitivo arcaico fiere (véasé infra).

Los tiempos del infectum

Imperfecto. En indoeuropeo para la formación de un tiempo


pasado^ bastaba con añadir a un tema durativo las desinencias se­
cundarias y (en algunos dialectos) prefijarle una partícula adverbial,
el aumento, si bien éste podía omitirse. El latín eliminó este recurso
y utilizó un nuevo sufijo de pretérito, -a (que se encuentra también
en céltico y en lituano), el cual se añadía a la raíz: *es-á -m > erám
(erárn con abreviaciónjie acuerdo con pp. 223 s.). Este sufijo* se aña­
dió a "la raíz bhu, y es éste pretérito *bhuam el qué ¿parece en el
nuevo pretérito durativo latino ( “imperfecto”) , amá-bá-m, morié-
bd-m, rege-bd-m , audie-ba-m." El origen dél primer elemento (le
esta perífrasis ha dado lugar a discusiones. Es admisible que Jie
trate de uñ participio, pues *amans-bhwüm, etc., darla por evolución
fonética regular las formas atestiguadas del singular, a partir de íás
que se habría extendido ama-, etc., al plural. Otros estudiosos ven
en ama-, rege-, etc., formas casuales (tai vez de locativo) de un
sustantivo verbal en -a o en -é, legé-bdm = “yo estaba en la ac­
ción de leer”. 11. Se ha apuntado también que estas formas pueden
derivarse <le la terminación regular del inflmtiyo, -s£ (p. 278):
*regesi-bdm > . *regezbdm (con sincopa de la vocal átona) > re-
gebam. "™""........ ................ ~ ' - -.... —— ~ .. *
Én la cuarta conjugación la forma más frecuente del imperfecto
es audiébart}, pero el tipo audfbam. aunque menos común, aparece
todo a lo largo de la historia del latín. Probablemente se trata de
una forma analógica creada sobre el modelo amare: amábam, mo­
liere: monébam :: audi-re: aüdibam. Adviértase que se creó una
forma paralela de futuro, audibo, que no es menos frecuente que el
imperfecto audtbam. ' *
11. Nótese que la misma forma verbal aparece en los compuestos are-fació,
putré-fado, etc. ------- ... -»»
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 271
Futuro. El indoeuropeo no poseía ningún futuro de indica­
tivo; las„ lenguas descendientes han desarrollado independientemen­
te formas especiales con este valor a partir de expresiones de volun­
tad,, deseo, probabilidad, etc. Éntre ellas estaba el subjuntivo indo­
europeo con su doble función de expresar voluntad y posibilidad
(subjuntivo volitivo y prospectivo, véase Sintaxis, pp. 306 ss.). La
morfología del subjuntivo será examinada más adelante. Baste por
ahora con decir que el latín había desarrollado dos f ormantes de
subjuntivo; (1) -á, (2) -é. El primero siguió empleándose para ex­
presar los valores.heredados del subjuntivo (pp. 306 ss.) y el segun­
d ó s e especializó en la expresión del futuro. De ahí la partición de
funciones entré las dos series de formas en la tercera y cuarta con-
jugaciones: regás, regat, etc., subjuntivo; reges, regét, etc., futuro.
En la primera persona del singular el regó dé la segunda serie resul­
taba idéntico al presente de indicativo, lo que dio lugar a que el
regam de la otra serie asumiera* una*duplicidad de funciones.
En la primera y segunda conjugaciones, sin embargo, la evolu­
ción fonética neutralizaba uno u otro de tos subjuntivos indicados.
Así, amdy-ds se confundía con el indicativo amás, en tanto que en
la segunda declinación ocurría lo mismo con el tipo en -é:jn on ey-és.
Así, pues, en estas dos conjugaciones sólo los tipos ames y mone-ás,
respectivamente, quedaban disponibles para asumir funciones de
subjuntivo. El vacio producido se llenó con la creación de un futuro
perifrástico en la misma línea que el imperfecto; es una combina­
ción de los temas verbales ama-, m oné-, con un subjuntivo con
vocal breve (p. 277) de la raíz *bhu: *bhwd, *bhwés, etc., que dio
lugar a las formas históricas amá-bis, moné-bis. Acerca de la inno­
vación analógica audíbo por atidiam véase lo dicho en el apartado
precedente. — -
ero, eris, etc., tiene su origen en jun subjuntivo con vocal breve
de la raíz *es: * esó, ese-s, ese-ti.
En ciertas lenguas el futuro se ha formado a partir de formas
desidgrativas con el sufijo -s - (cf. quaés-só y los futuros griegos
tipo Áú-q-co, etc.) Tis te puede ser también el origen de formas latí-
ñas como capso, fazo, dixo. En latín arcaico aparecen ocasionalmen­
te futuros en -s - también en verbos de tema en -á y en -é. La -s-
no experimentó rotacismo y se ía notó por medio de -s s - : amdssó,
enicásso, eommonstrüsso. Podemos comparar con estas formas los
verbos desiderativos del tipo quaesso, capesso, lacesso,y los “optati­
vos” servassint, etc. (P- 277). Adviértase que Élauto emplea a menudo
infinitivos en -assere en lugar de las formas de futuro en -turum:
“ilíüm confido dom üm ln his diebus me recoñciliassere) fCapL~Í 6¿).
272 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

El perfectum [N ota 37]


Esta parte del verbo latino, con su doble valpr que corresponde
a los del aoristo y perfecto indoeuropeos, comprende temas proce­
dentes de ambos campos. Los antiguos temas de perfecto aparecen
especialmente claros en el tipo con reduplicación (gr. \é-Xom-oc,
etc.): ce-cin-l, pe-pul-i, pe-per-i, etc. En estos ejemplos hemos vis­
to que la vocal de la reduplicación es e como en indoeuropeo. En
algunos verbos, sin embargo, la vocal se ha asimilado a la 'd e la raíz*:
momorái (lat. are. memordi), poposci (lat. are. peposci), cucurri
(lat. are. cecurri), tutudi ( < tundo). En los verbos compuestos en que
el acento caía sobre la sílaba inicial la reduplicación podía perder­
se por síncopa: cecidí, pero occidi ( < *ob-ce-caidi); tetigi, pero
contigi; spopondi, pero respondí, rettuli corresponde al arcaico te-
tuU, que acabó siendo desplazado por tuli, sacado de las formas
compuestas. Distinto del perfecto reduplicado es el tipo latino con
vocal alargada en la raíz. El origen de estas formas es vario. Algunas
cómo liqui y füg\ suelen considerarse simplemente como "perfectos
del primer tipo que han perdido fa reduplicación. Otros, como veni,
sedi, légi, edí, tienen correspondencia en pretéritos germánicos : 12
qémurn “vinimos”, sétum “nos sentamos” . Otros descienden de
aoristos fuertes originarios: féci (gr. £-6 rpc-oc), iéci (fjtca), junto con
los que podemos poner jpegi (pango), cépí (capto) y frégi (frango),
formados sobre la analogía de los dos primeros. En raíces que co­
mienzan con^yocaíja vocal larga puede deberse a la acción de una
soñante laringal perdida, con lo que tal clase de formas quedan
reducidas al tipo reduplicado: así, por ejemplo, si ém '< ~ * 9iem el
perfecto reduplicado *9¡e' oiem-ai daría en latín émi. Sin embargo,
dentro de la estructura deí sistema latino el grado largo del perfecto
en todos los casos que hemos visto se corresponde con el grad on or-
mal del presente. La relación similar scápi: scábjo, fodi : fódñ pue­
de también ser heredada y haberse extendido a otros verbos** como
cávi: caveo, moví: moneo, etc. Nótese que, si bien odi no tiene nin­
gún presente que se corresponda con él, la vocal breve aparece en
ódium; el perfecto odi puede remontarse a una forma reduplicada
de la raíz * 3¡¡ed > *od. ■ ~ —
Por último, vidi^ constituye un caso aparte con correspondencia
en-gr. FoIS«, ser. vida; es un perfecto sin reduplicación de ía raiz
*wiid. vidi: video puede haber sido eí modelo de las extensiones
analógicas deí tipo caví: caveo que acabamos de señalan

12. Nótese, sin embargo, que en germánico la vocal larga caracteriza


al plural: sat (sg.): seí«m"~(pl.)".‘""" " ... .............. ... ..
s o la -
mente
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 273
El tipo sigmático dixi se corresponde con los aoristos sigmáticos
de otras lenguas, como gr. < *e-déik-s-m . Estos aoristos te ­
nían en indoeuropeo grado largo de la raíz en e í singular activo del
indicativo y el grado cero en el resto de las formas del indicativo,
pero el latín generalizó las formas conÁiÓcáI Tárga7^TTéhemoslíex'i
(raíz *wegh), réxi (regó), scripsi (scribo), téxi (tego), flxl (figo,
lat. are. flvo) , düxi (düco), etc.
Estos temas pertenecían propiamente a raíces terminadas en
oclusiva o en - s : cedo: jcessi, ciando: clausi, n ido: rüsi, clépo:
clépsi, repo: répsi. El tipo de formación se extendió luego a otras
clases de raíces: maneo, mánsi. Nótese que la -¡o- de sñrnpsi, démpsi
es un sonido de transición. Se produjeron algunas extensiones ana­
lógicas. Así, la raíz de vivo no termina en oclusiva ( < *gHv ), de­
biéndose sú perfecto t iii al ejemplo del lat. are, fivo: fixí; ftvó'es
el resultado normal de la raíz *dhíg? (véase p. 228). La forma del
tema de perfecto sufrió en ocasiones influencias del de presente;
así, íumñ lleva el infijo nasal que con propiedadjiólo correspondía
al téma"de presente iungo (cf. pingo: pinxi, vincio: vinxi, etc.).
Las formas reducidas del perfecto en -sí^ (dixti, dixern, dixe,
misil, accestis, etc.) se deben a la pérdida de una sílaba por hapio-
logía.
El tipo de perfecto más característicamente latino es el perfecto
en -vi, que no se encuentra en ninguna otra lengua. [N ota 3 8 .] Que,
sin embargo, es de origen antiguo parece deducirse del hecho de
que a. menudo presenta un grado de alternancia distinto del del pre-
sento: sévi frente a sero ( *si-s-p ). La más aceptable d e ja s teorías
sobre su origen es la que supone que al aoristo radical atemáticó
* bhü (cf. gr. e-(püv) se le añadió la desinencia -ai del perfecto (véa-
se supra).: * bhü-ai > fu (v )-e i. Esta forma habría sido analizada
como fu-vei, con lo que -vei se extendería a otros aoristos radica-
íes como *gnó, *p lé-: gndm, plévi. Subsecuentemente se habría
unido a otros temas verbales terminados en vocal larga para dar
lugar al tipo regular de perfecto amüvi, finivi, etc. En los temas ter­
minados en vocal breve -e-üéi, -a -úei, ■o-üei > - ui (cf. denuó <
* denovo, etc.), de donde el tipo moneo, monui. De modo similar en
raíces disilábicas domd/doma, etc., JjdomV/uei > domüí.
Otros estudiosos buscan el origen del perfecto en - v en la -u que
aparece én perféctos sánscritos del tipo jajñ&u “gnovi”, papráu
“plevi”. Esta explicación resulta menos satisfactoria que la prece­
dente, dado que en sánscrito la -u aparece solamente en perfectos
reduplicados, mientras que en latín son tipos que se excluyen mu-
tüamente; además, no consigue explicar la vocal larga de la raíz de
gndm, plevi.
274 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Entre vocales iguales - y - desaparecía con subsiguiente con-


tracción de las vocales en contacto [ N o t a 39]; así, consuéveram >
consuéram, audivisti > audisti. Las formas abreviadas del tema se
extendieron a los casos en que la caída de - v - no estaba fonética­
mente justificada: amásti, amüsse, etc., délésii, delésse, nóram,
noruni.
Los perfectos en -ivi son un caso especial, pues las formas con-
tractas suponen siempre -iv i (audistisj y, en cambio, no encontra-
mos nunca *audiro, *audirunt, *audiram, correspondientes a ama­
ro, amárunt, amáram. Por otra parte, l a r se pierde especialmente
ante -e a partir de la época de Tersado: audieram, etc., pero no
encontramos las formas correspondientes del tipo *amaero, etc. Por
tanto, es preciso buscar una explicación distinta. Puede suponerse
que estas formas tuvieron su origen en audii, audiit, que representan
un estadio intermedio en el que la - v - se había perdido yá^ ^értTTas
vocales no se habían contraído todavía. Ahora bien, en Plauto estas
formas son escasas, y ías que se encuentran (perieruñi, sierint)
son paralelas a las formas del perfecto dei verbo éó : ii'ieram, etc.
Y este ii es la forma regular en Plauto, en tanto que ivi es una crea­
ción posterior. Por otra parte, la - v - se conserva de manera regu-
lar en scivi, sivi, etc. Estos hechos apuntan a ii, ieram, etc!, cómo
fuente de los perfectos en -ii. Sobre el modelo de una serie como
perit, periit, perieram se habría creado la serie audit, audiit,
audieram. " .. ...... ..* .. f

Las desinencias del perfecto [N ota 40]


El perfecto indoeuropeo era un “tiempo intransitivo” que ex­
presaba un estado persistente en la persona del sujeto (véase supra).
Las desinencias del perfecto latino pueden también liacerse remon­
tar a las desinencias intransitivas tal como aparecen reflejadas en
la voz media del griego y del indo-iranio, asi como en la conjuga­
ción en h i- del hetita. . •—

Primera persona singular. En indoeuropeo la terminación era


- o j g r . FoíBoc, ser. véda). Lat. - i (are, -e i) se corresponde con la
terminación media -é que se encuentra en sánscrito y en eslavo.
Supone ide. -ai o -Hai.
I -1 v

Segunda persona singular. La desinencia ide. era -tha (gr. Foía-


9 a ), con una posible fonna alternante *-thai dehida a ía influencia
de la primera persona singular. Esta forma evolucionó regularmente
a ~-ti: vidis-ti (sobre -i s - véase infra).
gramática histórico -comparada 275
Tercera persona singular. Ide. -e (gr. FoI5e, etc.). En itálico reci­
bió como alargamiento la desinencia secundaria -t, que pasó a -d :
lat. are. feced. Luego -d fue sustituida por la desinencia prima­
ria -t. *
Sin embargo, formas arcaicas como fuveit, redieit (P-lauto msñt,
etc.) se remontan a la antigua desinencia intransitiva *-ai, alargada
por la desinencia -t normal en la tercera persona singular * -a i-t >
-e i-t > -it. ”~ “
Las desinencias de la primera y segunda personas del plural no
precisan comentario.

Tercera persona plural. Aparecen tres terminaciones (1) -érunt <


*Mjs-ogí, en la que -ont es la desinencia temática primaria (sobre -is -
véase in fra). ( 2 ) -ere conserva restos de la desinencia con -r que se
encuentra en nada menos que seis de las familias lingüísticas^ indo­
europeas^ (véanse pp. 23 s.). Para lo que ahora nos interesa conviene
advertir que -r era la desinencia activa secundaria correspondiente
a la primaria -ri que cabía esperar, -r i habría dado en latín -r e. for­
ma que parece haberse añadido al tema verbal en -é que significa -
ba estado (p. 267). (3) -érunt, que puede considerarse contaminación
de -érunt y -ere.
En la s e g u n d a persona de singular y en la de plural, así como en
la tercera p e r s o n a de plural, aparece un elemento -is-, [ N o t a 41.]
Se lo e n c u e n t r a también en otras formas del perfecto: amdvis-se,
amanero (*amáviso), am&veram ( *amavisam), etc. Se cree que este
elemento -i s - se originó en aoristos sigmáticos de raíces disilábi­
cas: P. ej. *w eidi-s-, a partir de los que se habría extendido analó -
gicamente a verbos de tipos diferentes. ~ *

Los tiempos del perfecto

El futuro es en su origen un subjuntivo con vocal breve de aoris­


tos del tipo que* acabamos de examinar: *weidi-s~o, *weidi-s~es >
videro, vlderis, etc. En la tercera persona del plural se adoptó la
desinencia del perfecto de subjuntivo (véase infra) para evitar la
confusión con el indicativo vidérunt.
En el pretérito del perfecto (pluscuamperfecto) encontramos el
mismo morfema -d - que en el imperfecto. Parece que se añadió al
tema alargado con -is-, *weidis-á-m > vlderám, o bien puede ser
el pluscuamperfecto una creación analógica formada para corres­
ponderse con el futurojai ero sobre el modelo d e ~ é r o r W a m ~ '
276 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Los modos

Imperativo. En latín se forma el imperativo sólo a partir del


tema de presente, con la excepción de memento ( < *memntod, cí.
gr. [lEpáxco; sobre -tód véase infra). Consiste en el tema puro; es,
da, pié (atemáticos), age, lege, rege, etc. (temáticos). Nótese que
algunos imperativos de muy frecuente uso han perdido su vocal
final: fac, dic, duc. En el plural la desinencia es -te.
Las formas pasivas amare, monére, sequére presentan el re­
sultado de la desinencia -so (véase supra p. 264). La desinencia co­
rrespondiente del plural, -miní, puede considerarse equivalente al
-psvoi de los participios medios griegos, o bien a la terminación
-¡lEvai (oó-(iEvai) de infinitivo. No parece haber duda respecto a que
-m in - sea idéntico al extendido sufijo -m en - que forma nombres y
adjetivos verbales (p. ej. los infinitivos griegos como 6ó-jiev; véanse
también pp. 278 s.). Una forma temática con el grado reducido -m n o -
caracteriza a los participios medios del tipo alumnus (véase infra).
Parecería así que el sufijo tenía ciertos valores medio-pasivos. Aho­
ra bien, una partícula -i/l, posiblemente idéntica a la deíctica, apa­
rece en otras lenguas indoeuropeas en formas de imperativo e infi­
nitivo. En consecuencia, un imperativo del tipo agimini puede ana­
lizarse de modo aceptable como un nombre verbal *age-men refor­
zado con la partícula -l (véase infra, sobre el infinitivo pasivo).
El imperativo en -íó (agito, etc.) está en latín arcaico claramente
diferenciado del presente: hanc a me accipe atque illi dato (Plauto).
Se encuentran formas correspondientes en otras lenguas indoeuro­
peas (p, ej. gr. áYÉ-tco), y parece claro que el indoeuropeo tenía una
sola forma de este imperativo que se empleaba para la segunda y
tercera personas, tanto del singular como del plural. El latín creó
una forma distinta para el plural añadiéndole la desinencia típica -te :
agito-te, etc., quedando agito reservado a la segunda y tercera per­
sonas del singular, -tód (lat. are. statod, licetod, datod, etc.) era en
origen el ablativo del demostrativo to-; significaba “a partir de este
(momento, etc.)”.
Sobre la base de es-to analizado como est-o se crearon nuevas
formas de tercera persona de plural: sunt-od, Jerunto, etc. Sobre las
formas dialectales fundatid, parentatid, proiecitad que aparecen en
una inscripción de Luceria, véase más abajo el apartado referente
al subjuntivo. Las formas pasivas del imperativo de futuro están
formadas por adición de la -r característica a -to. La extraña forma
en -minó (lat. are. progredimino) tiene, evidentemente, el mismo
origen que la en -mini, con una -5 tomada de las formas en -to.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 277
Subjuntivo. [N ota 42.] El subjuntivo latino recoge los valores
del subjuntivo y optativo indoeuropeos, (véase Sintaxis) y, morfo­
lógicamente considerado, agrupa formas procedentes de ambos. En
indoeuropeo existían tres procedimientos de formación del subjun­
tivo. En verbos atemáticos se formaba un subjuntivo añadiendo la
vocal é /ó : gr. í-pev (indicativo), í-o-psv (subjuntivo). Este tipo con
vocal breve subyace en los futuros eró, videro, etc. (véase supra).
El subjuntivo de temas temáticos se formaba por alargamiento
de la vocal temática: é/o. En latín se generalizó la - é - : amé-m,
ames, amet, amémus, amétis, ament. Según hemos visto ya, este tipo
de subjuntivo fue empleado como futuro de indicativo en la tercera
y cuarta conjugaciones. La - é - se añadió también al aoristo en -s,
dando lugar al morfema -s é - característico del llamado imperfecto
de subjuntivo (Sintaxis, p. 307). es-si-m , ama-ré-m, etc. Nótese
forera < *bhu-sé-m . -s é - aparece también en el pluscuamperfecto
de subjuntivo vidis-sé-m, etc.
El tercer tipo de subjuntivo indoeuropeo afecta a los temas ate­
máticos terminados en vocal; en éstos se formaba por alargamiento
de la vocal (gr. Súvócroci: Sóv&xoa). Tal vez se pueda hacer remontar
a este tipo los subjuntivos en -á - que son típicos del itálico. Algunos
estudiosos igualan este sufijo con la -a - de pretérito que ya hemos
estudiado. Sin embargo, es difícil comprender cómo un morfema
modal, que en esencia expresa una actitud de cara al futuro, puede
haber adquirido valor de pretérito. Es interesante observar que en
latín arcaico aparecen ejemplos en que la -a - se añadía a la raíz y
no al tema de presente: fuat, attigas (de tag-, no tang-), abstulas,
advenat, duas.
El optativo indoeuropeo se formaba añadiendo -i a los temas te­
máticos (gr. (pépo-i-pi, etc.). El morfema de optativo de los temas
atemáticos presentaba alternancia vocálica: -y é - en el singular e
en el dual y en el plural. El único resto latino de este tipo es el
subjuntivo arcaico de esse: *s -ié - en siem, siés, siet, y * s -i - en
simus, sítis, sient. Sin embargo, el paradigma se regularizó por ge­
neralización del tema si-; sim, sis, sit. La -i aparece también en
las formas de subjuntivo velim, edim, duim,13 creduis, así como en
optativos formados sobre aoristos en -s : faxim, jarás, faxit, ausim;
curassis, celassis, prohibessis (pp. 271 s.). En este tipo de forma­
ciones está el origen del perfecto de subjuntivo: viderim < *wei-
dis-í-m. De viderim se sacó un sufijo -eri- que se añadió a todos los
tipos de perfecto de subjuntivo: egerim, dixerim, amaverim, etc. El.
latín no conserva restos del tipo temático en -o i-,

Esta forma tiene como base *dou, forma alargada de la raíz do que en­
también en griego.
13.
contramos
278 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Resta examinar las curiosas formas de imperativo fundatid, pa-


rentatid, proiecitad que se encuentran en una inscripción de Lu-
ceria. Es evidente que la lengua de esta inscripción refleja una
forma dialectal influida por el oseo. En oseo el subjuntivo de los te­
mas en -d aparece en la forma -did (á -é -d ) y el del tipo lacio como
-idd. parentatid y proiecitad pueden explicarse así aceptablemente
como interferencias del imperativo en -tód con los correspondientes
subjuntivos yusivos *parentdid, *proiecidd.

Las formas nominales del verbo

El infinitivo. El llamado modo infinitivo no es, estrictamente ha­


blando, un modo; en todas las lenguas indoeuropeas procede de for­
mas casuales aisladas (principalmente dativo y locativo) de nombres
yerbares. Estos nombres verbales'pueden consistir en la pura raíz
(*a gl, o bien en la raiz con sufijos y alargamientos. Particular Im ­
portancia tienen los nombres verbales neutros en -i, -s, -r, -n y_lás
formas" complejas -wer/wen, -m er/m en, en las que los sufijos
er/en se añaden a'las raíces ^alargadas por medio de -w y -ni.
Él infinitivo de presente latino en -se (es-se, *vel-se > velle,
*fer~se > ferre) puede interpretarse como locativo singular de un
tema en -sj la -i final pasaría regularmente a -e (p. 222). Precedida
por la vocal^ temática, la -s experimentaba rotacismo: *age-se >
agiere. El latín arcaico ofrece*algunos ejemplos de' caída de la vocal
finaíf biber, tanger.
' -se se añadió también al tema de perfecto en -is - para dar lugar
ai infinitivo de perfecto en -isse: aíñavisse, dixisse, etc.
Él infinitivo pasivo termina en -i. Algunos estudiosos suponen que
procede de -ei, que puede ser la desinencia de dativo de un nombre
radical *ag-ei, o bien el locativo de un nombre temático *ago-, cuyo
acusátivb aparecería en el infinitivo oseo acum < *ago-m. Contra
esta, interpretación está el testimonio de la inscripción de Dueños,
cuya forma pacari sugiere que la -i latina es una vocal originaria­
mente" larga y no ei producto de un diptongo. Además, la hipótesis
expuesta no explica^ satisfactoriamente la especialización de éste
caso de un nombre verbal para la expresión de la pasiva. Debemos
tener en cuenta, más bien, que una -i larga, como hemos visto ya,
caracteriza también a la pasiva de la segunda persona de plural
-■rriini. Parecería, pues, más convincente establecer una correspon­
dencia entre ambas partículas y su valor medio- pasivo. En los impe­
rativos se añadió la -i a un nombre verbal e n .mera; en los infiniti­
vos se habría añadido a los nombres raíces ag-, duc-, dic-, etc.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 279
La I puede hacerse provenir de *iH; cf. la jdternancia de i e i en la
formación de los temas verbales’faci- y aüdi- ~ ~ ~ ~ ~~ ~~~~
En las formas arcaicas del infinitivo de* presente pasivo agier,
portier, etc., que proporcionaban úna ♦<glóssá,ltl K ^ rañTiflB3Mrr56-
trica a los poetas, la terminación -ier suele expjfcarse corriente­
mente como -i más la terminación dél infinitivo activo con pér­
dida de la vocal final, como en biber y tanger. H. Peder sen sugiere,
sin embargo, que nos hallamos ante un sufijo compuesto -i -e r que
forma un nombre verbal comparable a los abstractos verbales heti-
tás en -é-ar, -iaf,

El infinitivo de futuro. Al examinar la morfología de este infi­


nitivo hemos de tener muy presente que en latín arcaico puede apa­
recer como una forma invariable -türum sin consideración del gé­
nero, caso o número del nombre al que se refiere (“illi polliciti sese
facturum omnia”, Catón apud Prisciano; cf. “hanc sibi rem praesi-
dio sperant futurum”, Cic., In Verr., 2, 5, 65, 167). En consecuencia,
afirman algunos estudiosos, este infinitivo no es idéntico al partici­
pio de futuro activo (véase infra), sino que es el producto de la
fusión del supino con un infinitivo del verbo “ser”, *esom, que apa­
rece en el oseo ezum: *factu-esom > facturum. A partir de su em­
pleo con un nombre masculino o neutro en acusativo acabó sintién­
dose esta forma invariable como un adjetivo concertado con el nom­
bre, dotándosela en consecuencia de la apropiada flexión adjetival.
El punto débil de esta explicación reside en el hecho de que en latín
no aparece testimonio alguno del tipo de infinitivo oseo de referen­
cia. Podría, desde luego, atribuirse al período “itálico”, pero debe
recordarse que en el capitulo I nos hemos atrevido a dudar de la
existencia de un “itálico común”, fore, que funciona como infinitivo
de futuro, es el infinitivo normal latino de la raíz bhu: *bhu-s-i.
Sobre los infinitivos de los verbos desiderativos en -ásso véase
p. 272.
Sobre la base de los infinitivos de futuro perifrásticos activos
como cubitum iré, el latín creó un infinitivo de futuro pasivo del
tipo factum iri.

El supino. Los supinos en -tum y -tü son los acusativos y dati­


vos (o locativos o ablativos), respectivamente, de los nombres ver­
bales en -tus (p. 238). En alguna ocasión se encuentran también for­
mas del dativo en -u i: p. ej. memoratui (Plauto).

Los participios. El participio de presente es un adjetivo verbal


formado con el sufijo -n t-. Combinado con la vocal temática -o-
aparece este sufijo en la forma -ont-. El único ejemplo latino de
280 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

esta última se encuentra en la flexión de iens: euntem, etc.


< *eiontem y en sons, insons, en el que tenemos el participio de
presente del verbo “ser” : s-ont-, En el resto de los casos el latín
presenta -ent-, que puede proceder tanto de * -e n t- como de * -n t -,
grado cero este último que aparece en indoeuropeo en la flexión
de los temas atemáticos terminados en consonante. Nótese que dens
es el participio de presente, con grado cero, de la raíz edo: d-ens.
El participio de perfecto pasivo latino es en su origen un adje­
tivo en -t o - indiferente a la noción de voz. En indoeuropeo el acen­
to iba sobre el sufijo, y la raíz aparecía en grado cero: dic-tós,
düc-tós, üs-tós (raíz *eus, como en uro), státós (de std-tós, raíz
stü), sütus (*s é ). En los adjetivos verbales terminados en -itus la
- i - representa el grado cero de las raíces disilábicas del tipo doma/
doms, tacé/tacs: domitus, tacitus. Cuando la raíz terminaba en
oclusiva dental, - t - t - y -d -t - pasaban a -s s - (p. 232), simplificado
tras vocal larga o diptongo: *claud-tos > claussus > clausus,
*fid-tos > fissus, *fod-tos > fossus, sed-tos > sessus.
Si bien -t o - se añadía en origen directamente a la raíz, y el ad­
jetivo era independiente de los temas temporales, su incorporación
a la flexión verbal dio lugar a numerosas interferencias analógicas:
así, mansus (perf. mansi), flexus (flexi), sparsus (sparsi), fluxus
(fluxi). En combinación con el verbo “ser” formó la conjugación
perifrástica del perfecto pasivo: amatus est.
El participio de futuro activo es un adjetivo con el conocido su­
fijo -r o - unido al tema del nombre verbal en -tü : futü-ro-s.

El gerundivo. No se ha dado todavía una explicación satisfacto­


ria del adjetivo verbal latino en -ndus. El sufijo -d o - aparece, sin
embargo, en otros adjetivos verbales como timidus, en el que se ha
añadido a un nombre verbal en -i -. El significado del gerundivo era
el de “implicado en el hecho de...” . En verbos intransitivos tenía
valor intransitivo: oriundas, secundas. En verbos transitivos (agnus
caedundus) el significado de “implicado en el sacrificio” podía dar
lugar fácilmente a los varios sentidos apropiados a los diferentes
contextos: “listo para ser sacrificado” , “que va a ser sacrificado” ,
“destinado a ser sacrificado”, etc. En la tercera y cuarta conjugacio­
nes el sufijo aparece en época arcaica con la forma -andas. Que
el paso a -endus se debió a la influencia del participio de presente
resulta evidente a partir del hecho de que eundum, que no presenta
jamás la forma en -endus, tiene en el participio de presente euntem.
El gerundio consiste en una serie de casos del gerundivo neutro
sustantivado (pero véanse pp. 317 s. y p. 336).
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 281

Escasos son los restos que el latín conserva del participio medio
en -m en o-: fémina, de la raíz *dhé “mamar”, alumnus de *al “nu­
trir”. Ya hemos visto las razones que hay para poner en duda la
teoria que iguala la desinencia de imperativo medio -mini con la
forma plural del participio medio.

I ndeclinables

Incluimos en este apartado los adverbios, preposiciones, prefijos


y partículas que sirven para señalar o concretar las relaciones sin­
tácticas entre las palabras y dan indicaciones de orden local, tem­
poral y, eventualmente, lógico. Algunas de éstas son muy antiguas
y se resisten al análisis: *en (in ), *anti (ante), * o p (i) (ob, obs),
*apo (ap, ab, abs), *pro (p ro ), *eks (ex, é ), etc. En otros casos es
posible la identificación (1) de temas demostrativos: to- en tum,
tam, tan-dem, topper, etc.; i- en ita, Ítem, iam, etc.; no- en nam,
dd-ni-cum, dd-ni-que; y (2) del tema interrogativo-relativo qui/quo:
quid-em, quip-pe, quom, quór, etc.
Muchos de los formantes son específicos de las formaciones adver­
biales. mí, por ejemplo, según el testimonio de aliuta, uti-nam, y del
correlativo ita, lleva un sufijo -ta que puede proceder de ide. *-fa
(cf. ser. iti). Este sufijo se añadió a la raíz *q'*u. A uta se añadió la
desinencia de locativo o bien la partícula deíctica -i : de ahí utei,
uti < * uta-i. *q m t- podía alargarse por medio de una -s adverbial
(o. puz < *qH it-s), forma que da cuenta de uspiam, usquam, usque.
La misma raíz *q «u - subyace en (c )u b i (ali-cubi, né-cubi). El testi­
monio del osco-umbro (u. puje) y de otras lenguas indoeuropeas
muestra que la forma primitiva era *q*u-dhe, que fue alargada por
medio de la desinencia de locativo, *q*udhe-i, que daría regularmente
(c )u b i (p. 228). ubi ha influido sobre la forma de su correlativo ibi
dado que, según el testimonio del ser. iha, cabía esperar *idi <
*i-dhe-i. cür, lat. are. quór, contiene un formante adverbial r que
aparece también en el ing. where, lit. ku-f.
La gran mayoría de los adverbios son formas casuales nominales
fosilizadas. Nominativos son versus y secundus. Acusativos son
(1) parum, primum, multum, nimium, magis, minus, plus, etc. (neu­
tros); (2) quom, tum, dum, nunc < *num-ce, partim, statim, olim
(mase, y fem.). Los adverbios del tipo iam, nam, tam, quom, clam,
palam, característicamente latinos, pueden ser acusativos femeninos
de i-, no-, to-, etc. Genitivos de tiempo son nox y dius. Ablativos
son los de los tipos comunes en -ó (d ), - é (d ) y - á (d ) : primo,
m eritó(d), intro, retro; bene, faciluméd; extrád, infrá. El -tos de
282 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

intus (gr. évtó<;), penitus, funditus, subtus, etc., es también una


antigua terminación de ablativo. Locativos son hle, noctü, temere
(“en la oscuridad”), temperi y penes. Estas formas casuales pueden
estar combinadas con afijos como -per: parumper, semper, topper
( *tod-per), y -era: quidem (cf. ídem, p. 257). El do- de doñee (lat.
are. donicum, donique) es idéntico al ing. to. Hay también adverbios
que proceden de grupos de palabras fosilizados: qudré, íntereá,
hüetenus, interim, adfatim, scilicet ( = scire licet), dumtaxat (taxat
es subjuntivo de un aoristo en -s o de una forma desiderativa de
la raíz *tag, ta-n-go). El extendido formante adverbial -ter parece
ser idéntico al sufijo contrastativo -ter (p. 254). El punto de partida
sería aliter, y desde él se habría extendido a palabras de sentido
próximo, como pariter, similiter, y luego a otras más alejadas.
C a p ít u l o X
SINTAXIS

La sintaxis de una lengua como el latín ha de ocuparse del as­


pecto funcional de la morfología (véase el capítulo precedente). Con­
templa, en primer lugar, las relaciones entre las palabras en la fra­
se tal como están expresadas por las desinencias, es decir, ante todo
las funciones de los casos, tiempos, modos, etc. Sin embargo, el
estudiante de latín se da cuenta pronto de que no hay una distri­
bución clara y tajante de funciones, por ejemplo, entre las varias
terminaciones casuales. Al contrario, se encuentra con una multi­
plicidad un tanto desconcertante; por ejemplo, dativos de interés,
provecho y daño, ético, simpatético y final. Esto se debe a un sen­
cillo hecho lingüístico que es esencial tener en cuenta en el estudio
analítico e histórico de la sintaxis. Las palabras no existen aislada­
mente en la mente del hablante, sino integradas en grupos asociati­
vos. Todos los miembros de tales grupos tenderán a una uniformi­
dad de comportamiento sintáctico. Así, si impero lleva dativo,
también es de suponer que lo lleve su sinónimo iubeo. De hecho,
iubeo aparece así construido por Catulo e incluso por Cicerón en
una de sus cartas (Ad Att., 9, 13, 2). De modo similar, laedere sigue
el ejemplo de nocere y sinere; pati, el de permitió, e impediré (¡en
el gramático Varrón!), el de obstare. Así, el desarrollo sintáctico
puede compararse al crecimiento gradual del círculo que se va for­
mando por el agrupamiento de hongos en torno a un “hongo padre”
originario. Estos círculos sintácticos pueden interferirse, .es decir,
una palabra puede pertenecer a varios grupos asociativos y par­
ticipar en construcciones diferentes. El campo sintáctico de una
lengua presenta así ante los ojos del investigador un complejo es­
quema de tales círculos. Su cometido es establecer y definir su
área e intentar luego seguir marcha atrás su desarrollo hasta el
foco original del proceso. En la práctica descubrirá que el “hongo
originario” era a su vez miembro de otro círculo, porque el agrupa-
284 introducción al latín

miento asociativo de las palabras es un fenómeno común a todas


las lenguas. Quiere esto decir que el investigador nunca llega, por
ejemplo, a dar con la función primitiva de un caso. Lo que encuen­
tra es un sistema organizado de círculos. A los efectos de descrip­
ción y clasificación el estudioso de la sintaxis arbitrará fórmulas
generales que comprendan los usos observados; por ejemplo, “el
nombre en dativo designa a la persona (o cosa) implicada en el
acontecimiento a que se refiere el verbo” . Esta fórmula no debe
confundirse con la “función específica primitiva”, que probable­
mente no ha existido nunca. En todas sus épocas una lengua, consi­
derada desde el punto de vista sintáctico, consta de grupos asociati­
vos (círculos) de uso concreto. En el transcurso de las generaciones
los círculos crecen y disminuyen y los esquemas cambian. Delimitar
esos círculos y rastrear la historia de su desarrollo son los cometidos
fundamentales de la sintaxis descriptiva, histórica y comparativa.

El nombre

Nominativo [ N ota 43]

El nominativo es el caso que sirve para “nombrar”; en él la pala­


bra es una mera etiqueta, tal como aparece en listas, inventarios, etc.
En esta función puede usarse predicativamente “se llamaba «Corvi­
n o»”, cognomen habuit “Corvinas”; cf. “per valle illa quam dixi
ingens” (Per. Aeth.). El nominativo como caso de la designación hace
un anuncio previo que concentra la atención sobre el polo temporal
de interés, el “sujeto” de la frase. Así, dos nominativos forman un
tipo primitivo de frase; uno es el “sujeto”; el otro, el “predicado” :
ille servus. Ciertos verbos se emplean para expresar la relación entre
el sujeto y el predicado: est, factus est, creatus est, adest (tu mi
accusatrix ades), etc. Cuando el centro del interés está ya estable­
cido y no necesita referencia explícita, estos nominativos predica­
tivos funcionan como exclamaciones: nugae!, fabulae!; con una ex­
presión deíctica introductoria: “em tibi anus lepida” (Plauto, Cure.,
120).
Muchas veces en la referencia a un acontecimiento la persona o
cosa “nombrada” como centro de interés es concebida como inicia­
dora de la acción; de ahí la así llamada función “ergativa” del nomi­
nativo, que puede representarse así
En las expresiones “designativas”, el primer tipo, encontramos
a veces dos nominativos en aposición: homo adulescens, homo ser­
vus, mulier meretriz. En tales casos podría decirse que se da pre­
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 285
cisión a un término general vago por medio de una reflexión poste­
rior: cf. “nos libertinae sumus, et ego et tua mater”.
En la lengua coloquial, negligente por naturaleza, una vez nom­
brado el tema de la conversación a menudo la frase pasa a una cons­
trucción diferente. Sobre este nominativus pendens véase p. &8.

Vocativo

El vocativo es el caso de la apelación que trata de llamar la aten­


ción del oyente. Asemeja en su función al imperativo del verbo, con
el que tiene también un paralelismo morfológico: ambos consisten
en el tema puro. En latín tiene una caracterización morfológica pro­
pia solamente en la segunda declinación (véase el capítulo preceden­
te), y aun en este caso se encuentra con frecuencia el nominativo
usado como vocativo, especialmente en poesía. El nombre en voca­
tivo está sintácticamente aislado del resto de la frase, e incluso en
un principio un adjetivo que lo calificara tomaba la forma del nomi­
nativo: “salve, primus omnium” (Plinio, N. H., 7, 117). Pero ya en
latín arcaico encontramos un ejemplo de atracción al vocativo, si
macte, como parece probable, es el vocativo de mactus (véanse
pp. 75 s .). De todos modos este fenómeno es un grecismo de los poe­
tas augústeos: “prima dicte mihi, summa dicende Camena... Maece-
nas” (Hor., Ep., 1, 1, 1-3). Esta clase de ejemplos son generalmente
poéticos, prefiriendo la prosa las expresiones del tipo o tu qui... Atrac­
ciones del mismo tipo se dan con el adjetivo predicativo: “quo mo-
riture ruis” (Virg., Aen., 10, 811); “tu quoque... miserande iaceres”
(ibíd., 10, 324 ss.).

Acusativo

El acusativo presenta una gama de usos que puede definirse de


manera general como el fin o término al que tiende o se dirige la
acción. La relación se concibe así: —»j. Esto se ve más claramente
con verbos de movimiento, dado que el latín conserva el simple
acusativo para expresar esta relación en domum, rus, con nombres
de ciudades e islas menores, y en algunos otros giros como exse-
quias, infitias iré, venum ducere, etc. Más frecuentemente, sin em­
bargo, el adverbio auxiliar se ha convertido en la indispensable
“preposición” que “rige” al caso. El perfecto de estos verbos de
movimiento expresa el estado resultante de la acción, pero la frase
preposicional apropiada a los otros “aspectos” (véanse pp. 265 s.)
persiste: ad urbem venire > ad urbern venisse, y de ahí por una
286 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

fácil conexión etimológica ad urbem adesse. De este modo la pre­


posición ad con acusativo llega a asumir una variedad de funciones
locativas: “ubi summus imperator non adest ad exercitum” (Plauto,
Amph., 504); “esse ad sororem” (Ter., H. T., 979); “totam hiemem
ipse ad exercitum manere decrevit” (César, B. G., 5, 53, 3); “habes
hortos ad Tiberim” (Cic., Pro Cael., 36); “mihi... est ad portum ne­
gó tium” (Plauto, Mere., 328); “ego ad forum illum conveniam” (id.,
Mil., 930). Así, ad llega a ser equivalente a apud.
Los verbos compuestos surgieron de la fusión de verbos simples
con adverbios que en cierta época habían sido unidades indepen­
dientes en la frase. Una vez que esta fusión tuvo lugar, mantenién­
dose el acusativo de término, el verbo compuesto apareció como
regente de un complemento directo (véase in fra ): aliquem ad + iré >
aliquem adire. Es el fenómeno llamado función transitivizante de
los prefijos verbales: accedere, advenire, aggredi, antecederé, circu-
mire, incurrere, irrumpere, introire, percurrere, subiré, transmitiere,
oppugnare, etc. El grupo se agrandó por influencias analógicas de
varios tipos: así, tras egredi, exire esperaríamos ablativo. El acu­
sativo puede deberse a la relación con el contrario inire o con expre­
siones de sentido similar, como relinquere.
Con ciertos verbos el acusativo de término o fin a que se dirige
la acción es una cosa o persona externa: “herir a un ciervo” , “co­
mer pan”, “sembrar maíz”. Son acusativos “externos” , que expre­
san el objeto directo del verbo. Los estudiosos se inclinan a separar
esta clase de empleos del “lativo” de “término” o “finalidad”, pero
no hay una gran diferencia entre ellos. El repertorio de los verbos
que regían esta clase de acusativos creció en latín de modo cons­
tante por las influencias analógicas. Así, amare atrae a su órbita a
toda una serie de expresiones sinónimas: “hic te... deperit, ea de-
moritur te” (Plauto, Mil., 970), e incluso “amare eum haec perdi-
tast” (Cist., 132). A través de procesos similares, cierto nümero de
verbos que expresaban estados emocionales llegaron a ser transi­
tivos: temor (timeo, metuo, abhorrere), esperanza y expectación
(sperare, desperare, manere, expectore, m orari),1 alegría y tristeza
(laetari, ridere, gaudere, flere, lugere, gemere, dolere, maerere,
plorare, fremere, tremere, etc. Los verbos impersonales que de­
notan estados emocionales se construyen así: me miseret, pae-
nitet, pudet, taedet, piget. Muchos verbos que se construían ori­
ginariamente con otros casos (genitivo, dativo o ablativo), a través
de interferencias analógicas llegaron a usarse con acusativo: abutor,
careo, fungor, supero, indulgeo, servio, curo, studeo, ausculto, etc.

1. El acusativo con morari debe clasificarse aquí al lado de su sinónimo


manere: “id modo moratus ut consulem percontaretur” (Livio, 23, 47, 1) es cla­
sificado por Ernout y Thomas como acusativo adverbial “interno” (véase infra).
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 287
Por múltiples procesos de este tipo el acusativo extendió su campo
de modo gradual hasta que, tras haber tenido en su origen un signi­
ficado espacial concreto de “término o fin”, se convirtió en la expre­
sión gramatical del complemento del verbo.
Acusativos externos los hallamos en latín arcaico también con
nombres verbales: “quid ibi hanc aditio est” (Plauto, Truc., 622);
“quid tibi hanc curatiost rem?” (id., Amph., 519). También es anti­
guo el acusativo con verbos medios que signifiquen “vestirse” o “des­
vestirse” : “quid erat induta?; aspexit virginem ibi stantem in capi-
te ostrinum indutam riculam” (Turp., 73); cf. loricam induitur. La
parte del cuerpo a que se hace referencia podía aparecer en acusa­
tivo (caput velati) con la prenda, etc., o bien en ablativo instrumen­
tal; “togae parte velati” (Catón), cf. “succincti corda machaeris”
(Ennio). De aquí se tomó un molde originariamente latino para las
expresiones poéticas helenizantes del tipo “exuta pedem” (Virg.,
Aen., 4, 518), “suspensi lóculos” (Hor., Sat., 1, 6, 74), “concussa metu
mentem” (Virg., Aen., 12, 468), y del tan discutido “saepes Hyblaeis
apibus florem depasta salicti” (id., Buc., 1, 53-54). La construcción
acabó extendiéndose también a los adjetivos, dado que exuta pedem
llevaba de manera natural a nuda pedem. Con esto llegamos al acu­
sativo de relación, categoría en la que convergen otras líneas de de­
sarrollo que ahora hemos de rastrear.
En ciertas expresiones el acusativo-objeto no se refiere a algo
externo, sino al contenido del verbo, al resultado hacia el que avan­
za la acción verbal. Tales usos son clasificados por los gramáticos
bajo la rúbrica de acusativo interno, como opuestos a los usos ex­
ternos examinados en el párrafo anterior. Como es frecuente en los
fenómenos sintácticos, las dos esferas de empleo se interpenetran:
“construir una casa”, “encender una lumbre”, “forjar una espada”,
“decir una mentira”, “dar un golpe”, etc. Ejemplos latinos son: fa-
cinus audere, mendacium dicere, foedus ferire, verbum muttire, la­
pides toqui, propino tibi salutem (éste ligado también con el acusati­
vo externo con voto, etc.). Un tipo antiguo que se remonta a época
indoeuropea es el acusativo de contenido que designa la acción sig­
nificada por el verbo: aetatem vivere. Una subvariedad estilística
es el “acusativo de figura etimológica”, sacado de la misma raíz
que el verbo: vota vovere, donum daré, cenam cenare, dicta dicere,
auspicium auspicare. Este tipo de acusativo heredado conoció cier­
to desarrollo por influencia griega: el prototipo es el “vicit Olympia”
de Ennio.
Ciertos casos de acusativo interno fructificaron y produjeron
círculos de empleo lo bastante importantes como para exigir rú­
bricas especiales. A partir de expresiones como longam viam iré y
noctem pernoctare se desarrollaron los acusativos de extensión re­
288 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

feridos a espacio y a tiempo. A partir del “espacio recorrido” de


expresiones como non pederá discedat es fácil la transición a “dis­
tancia” con abest, distat, etc. Expresiones temporales paralelas son:
“abhinc ducentos annos mortuus est”; y aún con mayor libertad
“iam multos annos est quom possideo” (Plauto). También se en­
cuentran este tipo de acusativos con adjetivos de medida: panem
tris pedes latum, cf. annos octingentos natus. Sobre la intromisión
del ablativo de tiempo, tota vita, etc., véase infra.
El neutro singular de los pronombres se usaba con especial liber­
tad como acusativo interno: istuc pessume consulis; istuc crucior;
si quid erro; si id fallo; “advorte ut quod ego ad te advenio («el fin
para el que estoy aquí») intelligas” (Plauto, Epid., 456). Ejemplos
como id maeret dan lugar a “id misera maesta est” (id., Rud., 397),’.
en que el acusativo es de “relación” (véase supra). En expresiones
puramente latinas tales acusativos de relación están limitados a los
pronombres neutros: nescio quid tristis est. Este uso se desarrolló
con mayor libertad sólo a partir de los poetas augústeos por imita­
ción del griego: “qui genus?” (Virg., Aen., 8,114); “maculosus alvum’’
(id., G., 3, 427); “nigra pedes” (Ov., M., 7, 468). Tácito fue el prime­
ro que se atrevió a utilizar la expresión en prosa: “clari genus”
(Ann., 6, 9); “manum aeger” (Hist., 4, 81).
En latín arcaico también los neutros de ciertos adjetivos funcio­
nan como acusativos internos. Plauto, de manera general, se limita;;
a los adjetivos de cantidad: multum, nimium, magnum, maxumum.'
También en este caso el griego dio impulso a un uso originariamente l
latino; abrió el camino Catulo con su dulce ridentem, que traduce
el ysXaíoaq Ipé^osv de Safo. La prosa se abstiene de esta licencia
hasta la época posterior a Livio. .’
Los diferentes tipos de acusativo pueden aparecer en una misma
frase; así, “quid nunc te litteras doceam” (Cic.). Con los verbos de
“enseñar” podemos agrupar sus contrarios, los de “ocultar’?, qué',
también llevan dos acusativos: “ut celem patrem tua flagitia” (Plau­
to, Bacch,, 375). Los verbos de “hacer”, “pensar” y “llamar” llevan'
un acusativo complemento directo y un acusativo predicativo: “is
me heredem fecit” (id., Roen., 1070). También aquí en muchos casos
el acusativo predicativo expresa el resultado de la acción. En otros
los dos acusativos están en aposición: “malam fortunam in aedis te
adduxi meas” (id., Rud., 501). Del mismo tipo son los acusativos
“del todo y de la parte” : “meretrices... maiorem partem videas valgis
saviis” (id., Mil., 93), donde el segundo acusativo es simplemente
una reflexión posterior de carácter correctivo: “es decir, la mayor
parte de ellas”.
Los acusativos internos y aposicionales quedan a menudo petri­
ficados spomo. adverbios. Valgan como ejemplos nimium, plus, muí-
GRAMÁTICA HISTORICO-COMPARADA

tum; los adverbios del tipo partim, statim, etc. (véase capítulo an­
terior); antiguas aposiciones son id genus, omne genus: “corona-
menta — omne genus— facito ut serantur” (Catón); “aliquid id genus
solitum scribere” (Cic., Ad Att., 13, 12, 3); “in hoc genus praediis”
(Varrón, R. R., 1, 16, 4). En este apartado podemos colocar también
expresiones temporales del tipo id aetatis: “ego istuc aetatis non
amori operam dabam" (Ter., H. T., 110). Finalmente, tenemos los
acusativos de exclamación, que dependen de un verbo elíptico [N ota
44]: migas! hercle rem gestara bene! artificem probum!

Genitivo

Es difícil encontrar una fórmula que abarque todos los usos del
genitivo. Por ello comenzaremos con algunos de los grupos de em­
pleo mejor establecidos, y cuya antigüedad parece fuera de duda.

El genitivo posesivo. Su propio nombre da razón del concepto:


aedes eri, filius eri, patris amicus, etc. Los adjetivos derivados concu­
rren en cierta medida con este tipo de genitivo (erilis filius, Campus
Martius, virgo Vestalis, etc.), y algunos estudiosos han mantenido que
éste es el uso más antiguo. Sin embargo, el genitivo con sentido pura­
mente posesivo es regular incluso en los más antiguos textos latinos,
teniendo el adjetivo un sentido más amplio y difuso: “conectado
con”. Su esfera de referencia incluye así la del genitivo. Como susti­
tuto del genitivo pertenece a un nivel estilístico superior (por
ejemplo los “metros largos” plautinos). Los genitivos posesivos
pueden usarse predicativamente: “fratris igitur Thais tota est”
(Plauto); “agrum numquam siris fleri gnati tui” (id.). La elipsis
de un nombre fácilmente sobreentendido explica expresiones como
ad Dianae (fanum).

El genitivo partitivo. A partir de “perteneciente a” se da una fácil


transición a “parte de”. En este caso el genitivo está con respecto al
nombre determinado en una relación del todo a su(s) parte(s). Esto
resulta más claro en expresiones de cantidad: granum salís, vini
gutta, pañis pondo quattuor, cadus vini, etc. El genitivo partitivo
es especialmente frecuente tras pronombres y adjetivos singulares
neutros: aliquid, quid, multum, plus (negoti, rei, aetatis, animi, etc.).
Comúnmente se trata de genitivos de nombres, pero se encuentran
también algunos adjetivos neutros sustantivados: mali y boni pre­
dominan en el latín arcaico, pero Cicerón incrementó considerable­
mente el número de adjetivos neutros sustantivados empleados en
genitivo partitivo. Este uso del genitivo se encuentra también en
290 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

cierta medida en expresiones no cuantitativas. Carácter coloquial


tienen los que siguen a adverbios de lugar y tiempo: ubi terrarum,
nusquam gentium (de donde también minume gentium). Otros ejem­
plos con adjetivos neutros no cuantitativos pertenecen sobre todo a
la poesía o prosa poética: “incerto noctis” (Salustio), “sub obscu-
rum noctis” (Virg.). El genitivo partitivo es raro tras plurales neu­
tros sustantivados; Cicerón escribe “summa pectoris” e “interiora
aedium”, pero el uso se extendió por influencia griega: “in infera
noctis” (Ennio), “per cava terrae” (Salustio), “strata viarum”
(Virg.), “angusta viarum” (Tác.).
Originariamente el partitivo podía funcionar como sujeto, obje­
to, etc., de la oración (“algunos de los enemigos” fueron muertos;
he bebido “algo de vino”). Hay en el latín arcaico algunos restos de
esta clase de usos (“aquae... addito”, Catón), pero acabaron siendo
suprimidos por el purismo clásico. Reaparecen en el latín vulgar,
donde, reemplazados por de + ablativo, se convirtieron en antece­
dente de expresiones románicas como de Veau.
El partitivo se usa con verbos que significan “llenar” o conceptos
similares: complere, abundare, etc.; egere, indigere, carere, levare
( “me omnium iam laborum levas”, Plauto, Rud., 247), etc. Los adje­
tivos correspondientes tienen la misma construcción: plenus, largus,
refertus, onustus, particeps, expers, ieiunus, etc. Desde la firme base
latina del genitivo partitivo con expresiones de carencia, privación,
etc., Horacio dio el salto al grecismo: “desine mollium tándem que-
rellarum” (Carm., 2, 9, 17-18). En origen también potiri (“apode­
rarse de”) y los adjetivos correspondientes, compos, impos, llevaban
este genitivo, impos animi, compos animi, expers consili y expresio­
nes similares llevaron fácilmente a otras expresiones que indicaban
azoramiento e incertidumbre: incertus consili e incluso falsus animi
(Ter.). Los genitivos adverbiales como desipiebam mentís (Plauto),
animi excruciari, animi pendere y similares se integran también na­
turalmente en este círculo semántico, y no parece necesario colocar­
los aparte como “locativos”. La construcción puramente latina de
potiri con genitivo hizo posible a Horacio aventurar regnavit popu-
lorum imitando al griego (Carm., 3, 30, 12).
El partitivo se usó en origen también con verbos de comer y
beber. Esto llevó de modo natural al “tener hambre de”, “tener sed
de”. De este modo podemos tal vez clasificar como partitivos los
genitivos con verbos de deseo y sus opuestos (domi cupio, mein
fastidis?, studeat tui), e incluso los genitivos con verbos dé recordar
y olvidar. Véase, sin embargo, lo que luego diremos sobre el “ge­
nitivo de esfera”.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 291
El genitivo de determinación (genitivo de cualidad). El genitivo
posesivo no estaba confinado a la expresión de la posesión física. En
nombres de lugar los genitivos posesivos del nombre de la deidad
soberana, etc. (lacus Averni, urbs Patavi), dan lugar a los así llama­
dos genitivos epexegéticos o aposicionales, entre los que está urbs
Romae, ese “coco” de los profesores que aparece a finales de la
República. Pero los posesivos se extendieron también a otras rela­
ciones en que la noción de posesión se fue debilitando progresiva­
mente: corporis candor, adventus hostium, fides clientum, iniusti-
tiam lenonum, hasta que en supplicium virgarum las “varas” en ge­
nitivo indican simplemente la clase de castigo. Del mismo modo
Poenorum bellum es una “guerra de los cartagineses”; si se hace
por o contra los cartagineses, hay que deducirlo del contexto. Mas
no parece necesario establecer las categorías gramaticales especiales
de genitivo “subjetivo” y “objetivo” . De modo similar los partitivos
ensancharon su campo: virga lauri puede llevar al “aposiciona!”
arbor fici (Livio, etc.).
En ciertas expresiones el partitivo se interfirió con el posesivo
para formar un importante círculo, el genitivo de cualidad. La re­
lación del todo a la parte se extiende fácilmente a la del género a
la especie, la clase al individuo, etc. De modo similar, posesivos como
patris filius llevaron a Graeci generis homo. Tal fue el origen del
genitivo de cualidad, categoría que en latín arcaico se concentra en
gran medida en torno a expresiones de origen y pertenencia, así
como de precio,2 medida y similares: “talentum rem... decem”,
“vir minimi preti”, “trium litterarum homo” (Plauto). Los únicos
ejemplos que en latín arcaico están fuera de este estrecho marco
semántico son “homo iracundus, animi perditi” (Plauto, Men., 269)
y “tam iners, tam nulli consili sum” (Ter., And., 608). Todavía en
Cicerón y en César los genitivos de cualidad están prácticamente
limitados a nombres calificados por los adjetivos magnus, tantus,
summus, maximus. Más tarde, sin embargo, esta construcción acabó
por imponerse a su competidor, el ablativo sociativo (véase infra).
Los genitivos determinativos pueden usarse predicativamen­
te: “magni sunt oneris” (Plauto). En ese punto nos topamos
con una importante derivación, el genitivo “característico” : “est
miserorum ut... invideant bonis” (Plauto); “ea exquirere iniqui pa­
tris est” (Ter.). Aquí la contribución del posesivo resulta particu­
larmente visible.

El “genitivo de esfera” (genitivo de respecto, referencia). La par­


titiva y la posesiva son simplemente dos de un conjunto entrelazado

2. Véase infra acerca del genitivo de rúbrica.


292 INTRODUCCIÓN A.L LATÍN

de funciones del genitivo que se reúnen bajo el epígrafe de “genitivo


de esfera”. Hemos visto cómo el partitivo podía expresar una clase
(iuniorum est, “es uno de, pertenece a, los iuniores) y también cómo
el posesivo se extendió hasta convertirse en el caso por el que un
nombre define a otro. En una frase como ei non fidem habui ar-
genti, el genitivo es adnominal y determina a fidem. Pero si la cone­
xión adnominal se debilita, es posible, por un “desplazamiento re­
lacionar’, interpretar la frase en el sentido de “no tuve confianza
en él en lo referente al dinero”. Tal vez el genitivo de referencia na­
ció de este modo. Lo que es claro es que está ya firmemente esta­
blecido en el latín arcaico, especialmente en contextos legales y ju­
diciales, con verbos de acusar, ordenar, condenar; “iniuriarum...
induci”; “quem mendaci prendit manifestó”; “probri accusare”;
“quarum rerum, litium, causarum condixit pater patratus” (Livio, I,
32, 11), etc. El círculo de estos verbos se amplió gradualmente (in­
terrogare, postulare, arcessere, urgere, etc.). Una especie de satélite
aislado de este grupo es el genitivo, que a veces se encuentra con
credo: "quoii omnium rerum ipsus semper credit” (Plauto, Asin.,
459). Otro grupo bien conocido que debe clasificarse en este apar­
tado comprende los genitivos con verbos impersonales como paeni-
tet, pudet, piget, etc.: facti piget; taedet iui sermonis. Los genitivos
exclamativos como mercimoni lepidi! o mercis malae! deben colo­
carse también aquí.

El genitivo de rúbrica

Los gramáticos ponen esta etiqueta a un pequeño grupo de ge­


nitivos que se encuentran en lo que podemos llamar contextos de
“teneduría de libros”: lucri facere, poner algo en el capítulo de “ga­
nancias”, “considerar como beneficio” (cf. compendi, dispendi,
sumpti facere; aequi bonique facere). Hay que considerar también en
este apartado los bien conocidos genitivos en expresiones de evalua­
ción: flocci, nauci, nihili, tanti, quanti, pluris, minoris. La mayor par­
te de éstos son genitivos en -i, y Wackernagel supuso que este caso
en -i era un caso especial de carácter adverbial, conservado en usos
similares también en sánscrito, y que en origen nada tenia que ver
con el genitivo. Esta teoría ha sido impugnada, y parece más verosí­
mil que estos genitivos se hayan desarrollado a partir de los usos
que ya hemos examinado, dotis daré “dar en concepto de dote”, difí­
cilmente podría separarse de expresiones partitivas del tipo “et dotis
quid promiseris” (Plauto, Poen., 1279). También habrían contribuido
los genitivos de cualidad como vir minimi preti, que ha de conside­
rarse en estrecha relación con homo trium litterarum, dado que el
gramática histórico -comparada 293
así llamado genitivo de precio no es sino una subvariedad léxica
especial del genitivo de cualidad. Así pues, el genitivo de rúbrica
— “en concepto de”— ha de incluirse dentro del “genitivo de esfera”.
Podemos intentar ahora una formulación general de la función
del genitivo: un nombre en genitivo define y delimita el campo de
referencia de otro nombre o de un verbo. En sus empleos adnomi­
nales puede representarse así: © ; en sus usos adverbiales, así: @ .
En época tardía el genitivo empezó a verse reemplazado por nexos
preposicionales (ex, de). En su función posesiva sufrió la peligrosa
competencia del dativo posesivo, más cálido, lleno de color e íntimo
(véase infra). Su mayor pervivencia se dio en las funciones posesi­
va, partitiva y cualitativa.

El dativo

El dativo índica que la persona designada está implicada o afec­


tada por el acontecimiento o estado de cosas al que el verbo o la
expresión verbal se refieren. Esta función se transfirió secundaria­
mente a nombres no personales, pero se ha advertido que en latín
arcaico sólo una doceava parte de los nombres (y pronombres) en
dativo registrados se refieren a cosas. La función del dativo puede
representarse así:
Las relaciones así indicadas de modo general por el dativo, en
las que una persona (o cosa) puede estar frente a un acontecimien­
to o situación, son innumerables. Las que ahora examinaremos son
solamente algunos- de los círculos semánticos considerados por los
gramáticos lo suficientemente definidos como para exigir rúbricas
especiales. Debe tenerse en cuenta que, estrictamente hablando, no
son divisiones gramaticales, sino léxicas.
La persona está interesada como beneficiaría o perjudicada (da­
tivo de provecho o d añ o): “tibi aras, tibi occas, tibi seris” (Plauto);
“si quid peccat, mihi peccat” (Ter.); “mihi ego video, mihi ego sa-
pio” (Plauto); “ego tibi comminuam caput” (Plauto); “saluti ves-
trae providere” (Cic.); “pacem exposcere Teucris” (Virg.); “vobis
arabitur ager” (Livio). Entre los verbos afectados forman grupos
característicos los de dar (do, mando, praebeo, largiri, salvo, sacri­
fico(r), fero, etc.) y quitar (demo, adimo, eripio, defendo, deest).
Precisamente a este importante campo semántico debe el caso su
nombre: dativus, “el caso de dar” (gr. boxita)). Estos dativos de pro­
vecho y daño se encuentran a veces en latín con verbos algunos de
cuyos equivalentes modernos son transitivos: parco, indulgeo, invi­
deo, medicor (éstos también transitivos en latín arcaico), faveo,
ignosco, servio, noceo, obsum, consulo, studeo, nubo, etc. El campo
294 INTRODUCCIÓN AL LATIN

de estos dativos fue notablemente ampliado por los poetas: “hunc.¡.


arcebis grávido pecori” (Virg., G., 3, 154-5).
El latín combina a menudo un dativo de provecho con el verbo
“ser” para expresar el hecho de la posesión. En la mayor parte de
los ejemplos arcaicos y ciceronianos el sujeto es un nombre abs­
tracto. Dado que éste es el caso normal en germánico, es po­
sible que este uso restringido constituya una herencia antigua.
Sin embargo, ya en el latín arcaico los dativos posesivos se habían
extendido a cosas concretas: “est ager... nobis”; “quot digiti tibi
sunt?”; “illi... duae fuere flliae”, etc. Por un “desplazamiento rela­
ciona!” el valor posesivo pasó a atribuirse a los nombres. El proceso
puede verse claramente en el siguiente ejemplo: “quis est homo? ::
amicus vobis” (Plauto, Poen., 1213); cf. “quis erat igitur? :: Philo-
comasio amator” (id., Mil., 1431). (Sobre los dativos adnominales
de finalidad como pábulum ovibus, véase infra.)
El dativo de los pronombres personales se usaba frecuentemen­
te en la lengua coloquial para expresar implicación física o emo­
cional en la acción: “animus mihi dolet”; “ego tibi comminuam ca-
put”; “minatur mihi oculos exurere”; “oculi splendent mihi”; “quoi
auro dentes iuncti escunt” (X II Tablas). Es el “dativo simpatético”,
uso heredado del indoeuropeo. Desde el punto de vista del significa­
do no está lejos del genitivo posesivo, de modo que en latín se pue­
de decir “nostris animus augetur” (César), o bien “ea animum eius
non augebant” (Cic.). La diferencia entre estos dos modos de expre­
sión es solamente de tono. El dativo lleva mayor carga emocional y
es preferido por la lengua popular. Así, en Petronio la mayor parte
de estos dativos aparecen en los pasajes dialogados de carácter “vul­
gar”, y se trata de un uso que sobrevive en romance. El tono más
cálido del dativo lo hizo también más idóneo para la expresión poé­
tica. La prosa clásica evita esta construcción del dativo con nom­
bres, pero César la admite para los pronombres, en lo cual se mues­
tra menos puntilloso que Cicerón. La idea de posesión en la lengua
popular se expresa también por medio del adjetivo posesivo: “meas
mihi ancillas invito me eripis” (Plauto). Estas combinaciones habi­
tuales de adjetivo posesivo y dativo simpatético en la tercera perso­
na dieron como resultado la construcción suus sibi, empleada inclu­
so cuando el pronombre reflexivo resultaba incorrecto: “reddam
suom sibi” (Plauto, Trin., 156); “cum suo sibi gnato” (id., Asin, 825);
“priusquam tu suum sibi venderes” (Cic., Phitipp., 2, 96).
La persona (o cosa) puede estar implicada sin que ello signifique
ventaja ni daño materiales; la relación indicada puede ser del tipo
más débil. Con el uso del dativo, especialmente el de la segunda
persona de los pronombres, el hablante echa un lazo, por decirlo así,
al oyente y lo atrae a la órbita de la acción, se capta su interés y
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 295
simpatía, y le asegura que el acontecimiento le concierne, como en
la expresión española “ ¡vaya lío para ti!”. Es el llamado dativo ético,
que es predominantemente un rasgo de la lengua coloquial, cálida
e íntima: “em ergo hoc tibi” (Plauto); “atque eccum tibi lupum in
sermone” (id.), mihi tiene los mismos usos: “quid mihi Celsus
agit?” (“¿qué hace Celso que me concierna a mí?”, Hor.). El inte­
rés indicado puede ser simplemente el de un observador del acon­
tecimiento de referencia. Es el dativas iudicantis: “quasi piséis est
amator lenae” (“un amante para una lena es como un pez”, Plauto);
“ut me purgarem tibi” (“cómo podría yo justificarme ante ti”, id.);
“erit ille mihi semper deus” (Virg.). Este tipo de dativo conoció en
época posterior un especial desarrollo en los participios de referen­
cia no definida en expresiones de orientación local. Esta construc­
ción, tan frecuente en griego, no se encuentra en el latín arcaico ni
en Cicerón; el primer ejemplo conocido es “quod est oppidum pri-
mum Thessaliae venientibus ab Epiro” (César, B. C., 3, 80). Conviene
notar que el latín prefiere la forma del plural, en tanto que el griego
la del singular. Esta construcción, a partir de Horacio y especial­
mente de Livio, llegó a abarcar también la expresión del punto de
vista: “vere aestimanti Aetolium magis bellum fuit” (Livio).
En expresiones que denotan obligación la persona afectada es
considerada como agente: “faciendum est tibi” (“algo debe hacerse,
y es cometido tuyo”, Plauto). Esta clase de dativos se encuentran,
sobre todo, con formas del gerundivo (abeundum est mihi; tibi ca-
vendum censeo; virtus nobis est colenda). El uso se extendió luego
al participio de perfecto pasivo — “argenti quinquaginta mihi illa
emptast minis” (id.), donde la conexión con el dativo de provecho
es aún clara; “mihi decretumst remunerare omne aurum” (id.)— , y
finalmente a las formas personales del verbo incluido el infectum
( “dissimillimis bestiis communiter cibus quaeritur”, Cic., N. £>., 2,
123). En latín arcaico los dativos construidos con abstractos verba­
les (p. ej. “quid tibi hanc dígito tactio est?”, y “quid tibi... hic...
clamitatiost?”, Plauto) pueden interpretarse como agentes, pero
muestran clara afinidad con la categoría de la “posesión” : “¿qué es
ese gritar tuyo aquí?”. Dativos agentes los encontramos también con
los adjetivos verbales en -bilis: amico exoptabilem (Lucilio), pero
puede también considerarse dativas iudicantis “deseable a los ojos
de” , o bien desarrollo analógico del dativo de provecho con utilis,
etc. Estas dificultades que aparecen al intentar trazar distinciones
claras pueden servir para recordar la esencial unidad funcional del
dativo latino.
Estrechamente ligados a los verbos de dar y quitar están los gru­
pos semánticos que comprenden las expresiones de llevar y enviar:
“hominem alicui adducere” (Plauto); “iussit Euclioni haec mittere”
296 INTRODUCCIÓN AL LATIN

(Ter.), etc., así como las de aproximarse y retirarse (occurro, ap-


propinquo, cedo). En oraciones con este tipo de verbos el dativo de
la persona tiene habitualmente la función de expresar daño o pro­
vecho. Sin embargo, cuando este uso se extendió a nombres que
indicaban cosas tuvo lugar un desarrollo ulterior: la intervención
de la cosa en la acción vino a considerarse como el fin de la acción.
Tal es el origen del dativo de finalidad. Entre los usos más antiguos
de esta clase están los de los dativos de nombres abstractos en
-tus: “receptui canere”; “cibatui offas positas”, tipo de expresión
especialmente característico de las lenguas especiales militar y
agrícola. Otros ejemplos son: “ager oppositust pignori” (Ter.), “arra-
boni daré”, “pecuniam doti daré”, “auxilio venire”, “succurrere”,
“mittere”, etc. El dativo de cosa puede combinarse con un dativo
personal de provecho: de ahí la construcción castizamente latina
“daré alicui pecuniam faenori” (Cic.); cf. “emit eam dono mihi”
(Ter.); “Sabinis eunt subsidio”; “res et fortunae tuae mihi maximae
curae sunt” (Cic.), etc. Por un desplazamiento relacional en frases
como satui semen daré, receptui signum daré, el dativo de finalidad
llegó a emplearse adnominalmente: “pabulum ovibus, bubus me-
dicamentum” (Catón), “triumviri agris dandis adsignandis”, etc.
El dativo commodi con verbos de movimiento dio lugar a otro
círculo: el dativo de dirección. Surgió con dativos personales del
tipo “tun mihi huc hostis venis” (Plauto, Sticli., 326). También en
este caso la extensión de la construcción a nombres no personales
proporcionó la base para una nueva interpretación que fue el ger­
men del desarrollo ulterior. El ejemplo más antiguo conocido es la
vieja fórmula Quiris teto datus, cf. “me morti dabo” (Plauto, Mere.,
476). Desde daré se tendió fácilmente una conexión semántica hasta
mittere; de ahí “morti mittere” (Plauto). Ennio se permite escribir
“conveniunt... tela tribuno”. Un ejemplo esclarecedor del desarrollo
lo proporciona la construcción de dativo con la expresión manus
tendere. Los prosistas clásicos se limitan a emplear dativo perso­
nal: “Romanis de muro manus tendebant” (César, B. G., 7, 48, 3);
cf. “manus diis immortalibus tendere” (Cic.). En el lugar de diis
introduce Virgilio cáelo: “cáelo palmas tetendit”. Una vez estable­
cida en latín esta posibilidad sintáctica, fue estimulada por la ma­
yor libertad del griego en el empleo locativo del dativo final; de ahí
el virgiliano “it clamor cáelo”; cf. “facilis descensus Averno”, “pe-
lago dona praecipitare”, etc.
Hemos considerado hasta aquí el dativo como expresión del in­
terés o implicación en una acción verbal. Los usos examinados se
extendieron a los correspondientes adjetivos verbales, que actuaron
como focos en torno a los que se fueron agrupando una gran can­
tidad de adjetivos latinos que pasaron así a regir dativo. Grupo des­
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 297
tacado lo constituyen los adjetivos que denotan proximidad (p ro -
pinquus, adfinis, vicinus, etc.), así como los de semejanza (similis,
par, aequalis, congruens, aptus, etc.), amistad (amicus, carus, be­
névolas, fidus, etc.), y sus opuestos.

El ablativo

El ablativo latino, según hemos visto ya en el capítulo preceden­


te, es un caso sincrético que ha asumido las funciones del antiguo
ablativo, las del instrumental y las del locativo, por ello nuestro
análisis de los usos latinos debe ajustarse a esa misma tripartición.

El ablativo propio. Este caso indica el punto de partida de una


acción. Puede representarse así: |->. El simple ablativo se conser­
va en nombres de ciudades y de ciertas islas, en las expresiones
domo y rure, así como en algunas fórmulas estereotipadas como
manumitiere, cedere loco, etc. De manera general, en cambio, se
tendió a reforzar el sentido local por medio de preposiciones tales
como ab, ex, de, etc. Si éstas se funden con el verbo para formar
verbos compuestos, el simple ablativo puede mantenerse: “patria
hac ecfugiam”, “oppido eicere”, “portu exire”, “castris producit.
exercitum”. Por el contrario, es difícil encontrarlo con verbos sim­
ples: “primus cubitu surgat” (Catón); la poesía, naturalmente, lo
usó con profusión por su tendencia a librarse de las palabras innece­
sarias, que por su propia naturaleza llevan escasa carga emocional
El ablativo se emplea también en expresiones que indican pro­
cedencia u origen; “genere quo sim natus”, “sanguen dis oriundum”,
“humana matre natus”, etc. También aquí se mantiene el simple
ablativo en poesía y en la época arcaica, si bien ya en ésta encontra­
mos las preposiciones (“quo de genere natus est”, Plauto) que más
tarde serán habituales. El desplazamiento relacional dio lugar a abla­
tivos adnominales de origen: “Periphanes Rhodo mercator dives”
(id.), “Philocratem ex Alide” (id.); “video ibi hospitem Zacyntho”
(id.).
El así llamado ablativo de separación es simplemente una sub-
variedad léxica del ablativo propio. Se encuentra con verbos de man­
tener lejos, alejar, etc.: “ut te ara arceam” (Pac.); “interdicere igni
et aqua”; “abstinere nupta, vidua, virgine”; “anima privabo virum”,
etc. Esta clase de ablativos se encuentran también con adjetivos de
significado paralelo; “expers metu”; “virginem dote cassam” (Plau­
to); “arce et urbe orba sum” (Ennio); “Roma... recentes” (Cic.).
cf. “recentem caede locum” (Virg.).
298 INTRODUCCIÓN AL LATIN

El ablativo de comparación se desarrolló a partir del ablativo


propio expresando el punto con relación al que se juzgaba a otro
objeto. En latín arcaico la construcción con ablativo es mucho me­
nos frecuente que la de quam, limitándose en la generalidad de los
casos a: ( 1 ) expresiones negativas o virtualmente negativas de los
tipos nihil hoc homine audacius y quis homo est me hominum m i-
serior; (2) expresiones del tipo melle dulcior; y (3) expresiones nu­
méricas tras plus, minus, etc. En la comparación ordinaria del tipo
“Cicerón es más elocuente que César” el ablativo comparativo no
se usa en la época arcaica. Aun en los prosistas clásicos la mayor
parte de los ejemplos corresponden a expresiones negativas o cuasi-
negativas. Los poetas muestran cierta preferencia por el ablativo
frente a la un tanto pesada construcción con quam, si bien tampoco
en este caso se puede excluir la influencia de los modelos griegos.
De todos modos, persiste a todo lo largo de la latinidad la tenden­
cia a expresar las comparaciones reales por medio de la construc­
ción de quam y a reservar el ablativo de comparación para las expre­
siones (elativas> del tipo nive candidior, que en realidad debemos
traducir, en un plano de igualdad, por “tan blanco como la nieve”.
En la época tardía, cuando ya la evolución fonética había borrado
las distinciones casuales, el ablativo de comparación fue desplazado
por nexos preposicionales, ab aparece tempranamente: se encuentra
tras secundus en Horacio y tras alter en Virgilio. U n ejemplo tem­
prano de empleo tras un comparativo es “nec Priamost a te dignior
ulla nurus” (Ov., Her., 15, 98). En época posterior, cuando áb se
confundió con ad, se la reemplazó por de en los empleos compara­
tivos. El primer ejemplo de esta construcción, origen de expresiones
romances como plus de, aparece en las Vitae Patrum (siglos i v -v ):
“plus facitis de nobis”.

El instrumental-sociativo. Este caso expresa “asociación” : “estar


con, llevar con”, etc. Puede simbolizarse así: Esta función
resulta más visible en los verbos de juntar y mezclar (“tignum iunc-
tum aedibus”, X II Tablas; “vinum miscere aqua”) . De “llevar en com­
pañía” es fácil la transición a “comparar”, “coincidir” y “discordar” :
“oratio verbis discrepat sententiis congruens” (Cic.). “Junto con”
lleva naturalmente a “compartiendo con” : “quin sermone suo ali-
quem participaverit” (Plauto, Mil., 263); “communicabo semper te
mensa mea” (ibid., 51). El ablativo sociativo se emplea también
para referirse a la persona o personas en cuya compañía se realiza
una acción. El simple ablativo se usa todavía en expresiones milita­
res del tipo ómnibus copiis ( “exitum est maxuma copia”, Plauto).
Desde la época más antigua, sin embargo, se reforzó el ablativo so­
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 299
ciativo con la preposición cum, y ello era de regla en el caso de sus­
tantivos personales no acompañados de un adjetivo.
Un caso especial es el ablativo de circunstancia concomitante:
Caesare duce, magno comitatu, clamore magno, luna silenti, inimico
omine, etc. También aquí tiende a instalarse cum: “magno cum pe-
riculo optuma opportunitate advenís” (Plauto). Por medio de un
desplazamiento de relaciones, el ablativo de circunstancia acompa­
ñante queda ligado a un nombre. De ahí surge el ablativo de cuali­
dad: “summa virtute adulescens”; “cano capite atque alba barba
miserum me” (id.). Puede usarse predicativamente: “ut tu es gra-
dibus grandibus” (id.), “forma lepida et liberali est” (id.). También
en este caso encontramos cum ya en el latín arcaico: “quis hic est
homo cum conlativo ventre atque oculis herbéis” (id ); “probo et
ñdeli et ñdo et cum magna fide” (id.).
Los usos instrumentales del ablativo están estrechamente conec­
tados con los sociativos; así, “nostro serviré nos sibi censet cibo”
(Plauto, Poen., 810) puede interpretarse “cree que somos sus escla­
vos, junto con nuestra comida”. Intrínsecamente el instrumental
era posible con nombres personales. El latín, sin embargo, tendió a
reservar el simple ablativo instrumental para cosas y a expresar los
instrumentos personales con per y acusativo: virgis caedere, oculis
cernere, senio confectus, maledictis deterrere, etc. Ciertas subvarie­
dades léxicas exigen mención particular. Encontramos ablativos ins­
trumentales con verbos de llenar, abundar en y similares (amore
abundas, frumento affluere, vino scatere, etc.) y con los adjetivos
correspondientes (plenus, refertus, fecundus, etc.). El instrumental
se encuentra también con verbos de nutrirse y gozar de, como ves-
cor; sin embargo, no puede precisarse si esta construcción es here­
dada en el caso de los verbos fruor y utor (los más antiguos ejem­
plos de acusativo aparecen en Catón). usus est atrajo a su órbita al
semánticamente próximo opus est, que estrictamente requeriría un
genitivo, potiri se construía en época arcaica con un instrumento,
“apoderarse por medio de”. En latín arcaico lleva también acusati­
vo (sobre el genitivo véase supra). El instrumental indoeuropeo con
fungor no está atestiguado en latín arcaico, en el que este verbo
lleva acusativo. La influencia de utor y fruor parece ser la responsa­
ble de la reintroducción (por vez primera en ad Herennium) del
instrumental con fungor. También al simple ablativo instrumental
se fueron añadiendo gradualmente en la latinidad tardía preposicio­
nes reforzantes: ab, ex, cum, in, y, sobre todo, de.
Deben clasificarse también como usos instrumentales los abla­
tivos locales del “camino por donde” (recta porta invadam, iré pu­
blica via, y con elipsis de via, ea, hac, recta, etc.) y los ablativos del
precio por el que se adquiere una propiedad ( “quantillo argenti te
300 introducción a l latín

conduxit” (Plauto); “tribus nummis locavi”, etc.). Esta zona de uso


sufrió cierta mengua por obra de las expresiones genitivales de va­
lor (véase supra); tanti, quanti, pluris y minoris se encuentran en
expresiones de precio. Por otra parte, un ablativo de valor aparece
en latín tardío con el verbo valeo.
Aparece el instrumental con expresiones que significan “superar”
(“por medio de”, “en”) : “divitiis superare”; “cave sis te superare
siris faciendo bene” (Plauto); “vincere cervom cursu” (id.). A par­
tir del instrumental en esta clase de expresiones se desarrolló el
ablativo de referencia; “numquam victus est virtutei” (“nunca fue
vencido en cuanto a virtus”, CE, 9, 4); “sicut... praestitimus pul-
chritudine” (Plauto, Poen., 1193), etc. Este tipo de instrumental se
encuentra también con adjetivos comparativos en giros como maior
natu, que lleva de modo natural a natu granáis, etc. Una cierta con­
tribución a la formación de esta categoría puede deberse a los abla­
tivos de cualidad: “nescio ut moribus sient vostrae” ( “cómo son de
carácter vuestras mujeres”, id., Most., 708) difícilmente podría se­
pararse de “antiquis adulescens moribus” (id., Capt., 105). Entre los
verbos que indican superioridad e inferioridad y los que indican
distancia hay una relación asociativa obvia: “alio intervallo dista­
re” (Cic.). Así se formó la base del empleo del ablativo en las ex­
presiones de distancia; “milibus passuum sex a Caesaris castris sub
monte consedit” (César, B. G., 48, 1); carácter similar tiene el abla­
tivo empleado con consisto en B. G., 2, 23, 4. Más tarde este uso se
extendió a verbos de movimiento (y alejamiento): “xvn milibus
passuum ab urbe secessit” (Plinio, Ep., 2, 17, 2).
El ablativo de modo es una variedad léxica del sociativo de cir­
cunstancia acompañante o del instrumental: dolo “con un engaño”,
arte, astu, audacia, iniuria, vitio, silentio; “adire blandís verbis”;
“cum ea sermonem nec ioco, nec serio habeas” (Plauto). cum se
añade frecuentemente al ablativo de modo; “cum clamore, cum in-
vidia summa” (id.). En el latín clásico se estableció como norma
obligatoria el uso de cum con nombres aislados, en tanto que el
nombre calificado por un adjetivo podía prescindir de la preposi­
ción. Las transgresiones aparentes de esta regla se deben al hecho
de que algunos de los más comunes ablativos de modo se habían
petrificado en cuasi-adverbios: arte, modo, casu, etc. Un antiguo
recurso estilístico era la determinación de un verbo por un nombre
etimológicamente relacionado con él en ablativo de modo: “aequo...
censetur censu” (id .); “fugit maxuma fugella” (Catón); “curro cur-
riculo” (Plauto), cf. “curriculo sequi” . Estas fórmulas hechas se
conservaron en las lenguas especiales, en la lengua popular y en
los autores arcaizantes.
GRAMÁTICA í í ISTÓ íí ICO-COMPARA DA 301
El ablativo de causa puede remontarse tanto a los usos instru­
mentales como al puro ablativo de origen: “is aegritudine emor-
tuost” (id.); “amore perire”; “lacrumare gaudio”; “nimis sermone
huius ira incendor” (id.). El ablativo de “materia” puede también
tener un origen doble. Ejemplos como “cupam materia ulmea...
facito” (Catón) y “nescit quid faciat auro” (Plauto) sugieren un
origen instrumental. Estos simples instrumentales resultaban com­
parativamente raros, y la tendencia clásica a introducir la preposi­
ción ex (“statua ex aere facta”) sugiere que, al menos para el
Sprachgefühl romano, se trataba de ablativos de origen. El empleo
con nombres no materiales, como en “quid eo fecisti puero?” (Plau­
to), “de fratre quid fiet?” (Ter.), es coloquial.

El ablativo locativo. Este caso expresa “lugar en donde” y “tiem­


po cuando”. Los antiguos ablativos locativos fueron reemplazados
en gran medida en el período preliterario por construcciones pre­
posicionales con ablativo, manteniéndose el simple ablativo princi­
palmente con los nombres de ciudades y algunos otros de significa­
do local. Los únicos ejemplos seguros que se encuentran en latín
arcaico están limitados a la palabra locus: “homo idem duobus
locis ut simul sit” (Plauto). Más tarde parte (Rhet. ad Her.)
y regione (César) siguen el ejemplo de loco. Estos y otros nombres
calificados por medias, imus y summus agotan el uso clásico en
este punto, pero en la prosa postclásica se amplió notablemente el
dominio del ablativo local sin acompañamiento alguno. La poesía
y la prosa poética se permitieron mayor libertad; así, “densantur
campis horrentia tela virorum” (Etimo), cf. “nébula campo quam
montibus densior sederat” (Livio). El ablativo acompañado por to­
tas se usa para indicar “lugar dentro del que” : “toto me oppido
exanimatum quaerere” (Ter.); “omnes festinant intus totis aedibus”
(Plauto, Cas., 793). Este uso toca de cerca a los instrumentales del
“camino por el que” (véase supra).
El simple ablativo locativo de tiempo es frecuente con nombres
de significación temporal: aestate, hieme, primulo, crepúsculo, mane,
nocte, tertiis nundinis, etc. El locativo puede indicar también “tiem­
po dentro del cual”, si bien ha de notarse que casi todos los ejem­
plos se refieren a expresiones negativas o virtualmente negativas:
“ñeque edes quicquam ñeque bibes his decem diebus” (Plauto);
“anno vix possum eloqui” (id.). Al emplearse la construcción en
sentido afirmativo se hacía posible una nueva interpretación: me
hoc triduo éxpecta “espérame tres días a partir de ahora”; hoc tri­
duo venit “ha venido en tres días a contar desde hoy”, es decir,
“hace tres días”. Ejemplos antiguos son “emi istanc anno uxori
meae” (id .); “his annis paucis ex Asia missus est” (Gayo G raco).
302 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

En expresiones negativas como “ ...ut triduo hoc perpetuo e lecto


nequeat surgere” (Ter.) el ablativo puede ser interpretado como si
significara extensión de tiempo: “no puede levantarse del lecho du­
rante estos tres días” . Al igual que su correspondiente espacial, esta
construcción se originó en casos en que el nombre estaba apoyado
por el adjetivo totus: “quoi bini custodes semper totis horis occu-
bant” (Plauto); “tota perducere vita... foedus amicitiae” (Catulo);
cf. “...ut eo tempore omni Neapoli fuerit” (Cic.); “tota nocte con-
tinenter ierunt” (César). La construcción fue ganando terreno gra­
dualmente hasta que vixit annis... se convirtió en la fórmula predo­
minante en los epitafios. Incluso César ofrece ejemplos como “hoc
cum esset modo pugnatum continenter horis quinqué” (B. C., 1,
46, 1). Nótese que en este caso el valor durativo está subrayado por
continenter (cf. perpetuo en los ejemplos de Terencio citados más
arriba).
Los nombres que no tenían significación temporal requerían nor­
malmente, incluso en latín arcaico, el apoyo de la preposición in,
si bien en Plauto se encuentra tanto nuptiis como in nuptiis. La
construcción se propagó gradualmente en la lengua popular a los
nombres de significación temporal (in tempore, Ter.) hasta que en
latín tardío in nocte, etc., se convirtió en el tipo normal de expre­
sión. La preposición aparece también en las expresiones de “tiempo
dentro del cual” : “illum confido domum in his diebus me reconci-
liassere” (Plauto); cf. “in diebus paucis” (Ter.). La preposición es
de regla en el uso clásico para las expresiones distributivas: “ter
in anno” (Plauto); “bis in die” (Cic.). Sin embargo, en los autores
no clásicos y especialmente en los postclásicos aparece también el
tipo bis die, septiens die, etc.

El ablativo absoluto. Esta construcción se originó en frases en


las que un nombre en ablativo estaba determinado por un adjetivo,
y en particular por un adjetivo verbal. El ablativo podía tener cual­
quiera de las funciones ya examinadas. La mayor contribución fue
sin duda la del instrumental-sociativo de persona o circunstancia
acompañante: “me quidem praesente numquam factumst” (Plau­
to); “tute istic (dixisti), etiam astante hoc Sosia” (id.); “Atticus
quídam olim navi fracta ad Andrum eiectus est” (Ter.). Sin embar­
go, también los ablativos de instrumento, modo, causa, tiempo, cua­
lidad, etc., desempeñaron un papel. El nombre puede estar deter­
minado por un adjetivo (m e vivo) o por otro nombre (m e auctore,
Caesare duce). De los participios predomina el de perfecto, siendo
el de presente relativamente raro en latín arcaico, excepto en fór­
mulas fijas, como me praesente y me absenté. En ocasiones encon­
tramos construcciones absolutas en las que se ha suprimido el
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 303
sujeto. Tienen éstas cierta afinidad con los ablativos de modo de
participios de perfecto sustantivados, tales como mérito, consulto,
sortito, etc. auspicato, en Plauto, Pers., 607, es un ablativo de modo:
“con (buenos) auspicios”. En Ter., Andr., 807, sin embargo, haud
auspicato puede interpretarse como “sin haber tomado los auspi­
cios”. El primer ejemplo que no ofrece duda es Cl. Quadr., fr. 12:
“impétrate prius a consulibus ut in Gallum pugnare se permitterent”.
La construcción es infrecuente en la prosa clásica (nunca se da en
César), pero gana terreno con Livio y los autores subsiguientes.

E l verbo

Los tiempos

El indoeuropeo, como hemos visto en el capítulo anterior, no ha­


bía desarrollado la categoría gramatical de tiempo; los llamados
“temas temporales” indicaban diferentes “aspectos” de la acción
verbal. El latín, en cambio, desarrolló un sistema gramatical com­
pleto de referencias al presente, pasado y futuro en cada uno de
sus dos temas aspectuales, indicando también cuidadosamente las
relaciones cronológicas entre los acontecimientos escalonados en el
tiempo. También ésta fue una innovación latina que el griego no
conoce. [ N o t a 45.]

El tema durativo

El presente. El tema de presente indica lo que está producién­


dose en el momento en que se habla, aunque la acción haya co­
menzado con anterioridad: “iamdudum tacitus te sequor” (Plauto);
“triennium iam hiñe abest” (id.). Los acontecimientos pretéritos
pueden presentarse como si tuvieran lugar ante los ojos del oyente,
supliéndose la referencia temporal por el contexto. Se trata del “pre­
sente histórico”, funcionalmente equivalente al perfecto aorístico
(véase infra), y que muy raramente ocupa el lugar de un imperfec­
to. En época tardía, sin embargo — a partir de Petronio— , se hace
un uso más indiscriminado del presente histórico. Es un rasgo ya
antiguo de la lengua coloquial muy utilizado por los analistas. Su
vivacidad y sencillez lo hicieron también apropiado para la lengua
poética, y es particularmente corriente en la lengua del drama, fiján­
dose la estructura temporal por medio de perfectos introductorios
o a modo de conclusión. El futuro, de modo similar, puede ser no­
tado por medio de un presente, especialmente con verbos d§ movi­
304 INTRODUCCIÓN AL LATIN

miento: “ego hos conveniam; post huc redeo” (T e r.); “mane istic:
iam exeo” (Plauto); “in ius voco te :: non eo” (id .); cf. “tuemini,
inquit, castra...; ego reliquas portas circumeo et castrorum prae-
sidia confirmo” (César, B. C., 3, 94, 5). Tenemos, por último, el así
llamado uso “acrónico” del presente (“ahora y siempre”) : “facile
omnes quom valemus recta consilia aegrotis damus” (Ter.); “dulce
et decorum est pro patria mor!” (Hor.).

El imperfecto. El pretérito del durativo — el imperfecto— no


tenia, estrictamente hablando, nada que ver con la duración actual
del acontecimiento de referencia, del mismo modo que en caste­
llano uno y el mismo acontecimiento puede ser objeto de referen­
cia como retazo de la historia (“¿Qué plantaste ayer en el jardín?’.’)
o representado como en su desarrollo ante los ojos del oyente
( “¿Qué estabas plantando ayer en el jardín?”). Así, el imperfecto,
pretérito del aspecto del “testimonio ocular”, se usa primariamen­
te en descripciones a las que se quiere infundir vida: “lacrimas ta-
citus auscultabat” (Plauto); “ut trepidabat, ut festinabat!” (id.). A
partir de esta función básica se desarrolló el uso como expresión
de la acción habitual (“optumi quique expectabant a me doctrinam
sibi”, id.), y de la acción repetida (“cottidie accusabam”, Ter.; pero
nótese el habitual saepe dixi). El uso del imperfecto para expresar
tiempo relativo, es decir, acción contemporánea de otra acción, es
también un fenómeno secundario. Por otra parte, resulta dudosa
la oportunidad de establecer las subcategorías de imperfecto ingre­
sivo y conativo. Tienen éstas su origen en las dificultades que pre­
senta la traducción a lenguas que no tienen, o han desarrollado de
modo distinto, las categorías gramaticales del aspecto. Así, tune
dentes mihi cadebant primulum significa propiamente “yo estaba
con los dientes cayéndome” (aspecto del “testimonio ocular”). En
español traducimos “los dientes empezaban a caérseme” y los gra­
máticos catalogan este uso como “ingresivo”. De modo similar, eos
captabant significa “estaban en el proceso de cogerlos”. En cas­
tellano traducimos “estaban intentando cogerlos” , y los gramáti­
cos establecen el apartado titulado “imperfectum de conatu”.

El futuro. El tema empleado para referirse fácticamente a acon­


tecimientos futuros se desarrolló, como hemos visto, a partir de
antiguos subjuntivos y desiderativos. Podemos todavía observar
numerosos restos del antiguo valor modal. El valor prospectivo
(véase infra) es evidente en ejemplos como “haec erit bono genere
nata”; “dicet aliquis” (Cic.); “si viderit, gnatam non dabit”. Estos
futuros prospectivos se emplean en expresiones gnómicas: “virgo
atque mulier nulla erit quin sit mala” (Plauto). Abundan también
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMP ARADA 305
los usos voluntativos, especialmente en la lengua coloquial: “tu,
miles, apud me cenabis” (id.); “tu cavebis ne me attingas” (id.);
“numquam edepol viva me inridebit” (id.); “quae opus sunt domi-
nus praebebit” (Catón). A veces este futuro voluntativo alterna con
el imperativo: “depsito bene... postea magis depset” (id.).

El tema de perfecto

El perfecto latino [ N o t a 46] asume las funciones del aoristo y


del perfecto indoeuropeos. En cuanto aoristo, el perfecto de indi­
cativo se refiere a un acontecimiento como a un retazo de la his­
toria sin más calificación, prescindiendo de su duración actual (“hae
permanserunt aquae dies complures”, César). Puede usarse tam­
bién con referencia a cualidades duraderas ( “qui proximi Océano
fuerunt hi insulis sese occultaverunt”, (id.) y a acciones repetidas
(saepe dixi, etc.).
El empleo gnómico aparece ya en Plauto (saepe is cantor captus
est), pero este desarrollo original fue estimulado en gran medida
por el ejemplo del griego. En la prosa son sus principales expo­
nentes Salustio, Séneca y Tácito (“avaritia pecuniae studium habet
quam nemo sapiens concupivit”, Salustio).
El “perfecto-presente” indica el estado resultante de una acción.
Esto resulta claro en formas antiguas como memini y odi, que tienen
exclusivamente significado presente (cf. perii, “soy hombre muer­
to”, etc.). A menudo el perfecto indica que la acción ha pasado ya
y está cumplida: “actum est, viximus, floruimus”, cf. “vixerunt!”
(anunciando la ejecución de los cómplices de la conspiración de Ca-
tilina) (Cic.), “fuimus Troes, fuit Ilium” (Virg.). El imaginar como
presente un estado futuro confiere viveza a la expresión: “si offen-
dero, periisti” (Ter.). Sobre las perífrasis de perfecto véase p. 171.
El pluscuamperfecto, como pretérito del perfecto [N ota 47], indi­
ca el estado pasado. En latín, sin embargo, este valor se observa so­
lamente en las formas pretéritas de “perfectos-presentes” del tipo
odi, memini. En la mayor parte de los casos la función de este tiem­
po es expresar la prioridad de un acontecimiento pasado con rela­
ción a otro acontecimiento pasado; “alium me fecisti, alius vene-
ram” (Plauto). Este escalonamiento en el tiempo no tenía expresión
formal en indoeuropeo, e incluso en latín se descuida a menudo:
“quam duxit uxorem ex ea natast haec” (id.). El uso del perfecto,
incluso con referencia a acontecimientos anteriores, es de regla en
la época clásica en oraciones temporales introducidas por postquam,
ubi, ut (p. 328). La elipsis de la expresión del terminus ante quem en
frases como “fugitivos ille, ut dixeram ante, vendidit” (id.) “non te
306 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

provideram” (id.) fue el punto de partida de un proceso gradual de


interferencia en el perfecto por parte del pluscuamperfecto: “eam
osculantem hic videras” (id .); “quanti hosce emeras” (id .). Que este
uso tenía un tinte coloquial resulta evidente del hecho de que Ci­
cerón raramente lo usa a no ser en su correspondencia. Su frecuen­
cia creciente en el latín posterior se vio estimulada por la ambigüe­
dad fonética de formas como vidit, etc. (recuérdese la pérdida de - í
final, véase p. 163).
El futuro perfecto raramenté expresa el estado futuro, salvo
como futuro de los perfectos de significación presente: meminero,
novero, odero. Se usaba normalmente para indicar prioridad de un
acontecimiento futuro con relación a otro acontecimiento futuro,
empleo que no precisa ejemplificación. La distinción entre los dos
futuros resulta borrosa ya en Plauto, cuyo uso aparece a menudo
gobernado por consideraciones métricas; en efecto, las terminacio­
nes del futuro perfecto proporcionan una cláusula apropiada al trí­
metro y al septenario: "vos tamen cenabitis, / cena ubi erit cocta;
ego ruri cenavero” (Plauto, Cas., 780). Como futuro de un tema de
aoristo el futurum exactum se opone a veces claramente al futuro
del infectum desde un punto de vista aspectual: “hanc miserrimam
vitam vel sustentabo vel, quod multo est melius, abiecero” (Cic.).
Este uso es coloquial y arcaico. En el período postclásico observa­
mos, además, el desarrollo de un empleo deliberativo: “occidi ius-
sero?” (“¿mandaré que lo maten?”, Séneca).

Los modos [N ota 48]

El subjuntivo

El verbo indoeuropeo, según hemos visto en el capítulo anterior,


tenía una serie de recursos morfológicos para expresar diferentes
modos de referencia a los acontecimientos. Usando el modo indica­
tivo el hablante hacia una referencia objetiva a los hechos, afirman­
do que la situación era ésta o esta otra. Los otros modos expresaban
diversas actitudes en relación con los acontecimientos o estado de
cosas de referencia; el subjuntivo expresaba de modo general (a ) vo­
luntad (subjuntivo volitivo) y (b ) probabilidad o expectación (sub­
juntivo prospectivo); el optativo indicaba (a) deseo y (b ) contin­
gencia (optativo potencial). Según hemos visto ya, estos dos modos
se fundieron en latín, por un proceso de sincretismo, en uno solo,
el subjuntivo, con características morfológicas derivadas del sub­
juntivo y optativo de la lengua madre y numerosas innovaciones
particulares. Esta variedad morfológica podría de por sí llevarnos a
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 307
esperar una multiplicidad funcional, y esto es lo que de hecho re­
velan los textos más antiguos. Por ello, el intentar establecer la
“unidad del subjuntivo latino” y el delinear, por medio de una elec­
ción plausible pero arbitraria de ejemplos, una cadena de desarrollo
a partir de la “función primitiva”, viene a quedarse en un puro
ejercicio de ingenio. Es éste un tipo de investigación propio de los
etimólogos, quienes derivan los significados concretos de las pala­
bras en los contextos observados de una “Urbedeutung” un tanto
vaga de la raíz. Dado el hecho del parentesco con otras lenguas, ta­
les como el griego, y las supervivencias morfológicas evidentes del
subjuntivo y optativo indoeuropeos, lo más seguro será dar por
sentado que algunas de las funciones de estos modos sobrevivieron
en el primitivo latín y hacer de estas funciones antiguas la base de
nuestro breve y sumario análisis y clasificación, del mismo modo
que ordenamos las múltiples funciones del ablativo según el esque­
ma de ablativo, locativo e instrumental. La distinción funcional en­
tre voluntad y deseo y entre prospectivo y potencial es, desde luego,
delicada, y muchos de los ejemplos admiten interpretaciones diver­
sas. Conviene recordar que los temas “temporales” no expresaban
en origen relaciones de tiempo. Ahora bien, resulta especialmente
característico del latín su continuo avance hacia una precisa dife­
renciación de las relaciones temporales dentro de los modos.

1. Volitivo (orden, consejo, etc.). La primera persona del plu­


ral (eamus, “vayamos”, “tenemos que ir”) es más frecuente que la
del singular: ostende: inspiciam “muéstramelo: quiero verlo”, “que
lo vea” (Plauto, Poen., 1075); cf. “videam modo mercimonium” (id.,
Pers., 542); “quod perdundumst properem perdere” (id., Bacch.,
1049).
En la segunda persona del singular el subjuntivo es frecuente
en latín arcaico como equivalente — ¿tal vez atemperado?— del
imperativo. Más tarde este tipo (facías) es coloquial y poético. En
Cicerón está prácticamente limitado a la correspondencia (nótese
también “isto bono utare dum adsit, cum absit ne requiras”, De
sen., 33). La tercera persona es de uso común en todas las épocas.
Mucho más rara es la segunda persona del plural: velitis iubeatis
Quirites. El tiempo empleado es normalmente el presente; perierint
(Plauto, Stich., 385) es el imperativo del “perfecto-presente” perii
“estoy perdido”. El perfecto es algo más corriente en la pasiva: “hoc
sit nobis dictum” (Cic., De invent., 2, 50). En el latín arcaico estos
subjuntivos yusivos están frecuentemente introducidos por u t(i),
que en origen significaba “de algún modo” : “proin tu ab eo ut ca-
veas tibi” (Plauto, Bacch., 739); “sed uti adserventur) (id., Capt., 115).
En esta esfera de empleo encontramos ejemplos del desarrollo sis­
308 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

temático latino de gradaciones temporales. Así, el imperfecto se


usa como volitivo del pasado: “si volebas participan, auferres dimi-
dium domum” (“debías haber tomado”, id., Truc., 748); cf. Cic.,
Pro. Ráb. Post., 29. El pluscuamperfecto es más frecuente en latín
clásico que el imperfecto: “quid facere debuisti?... rettulisses”, etc.
(id., In Verr., 2, 3, 195). Una vez que quedó establecido este uso del
pluscuamperfecto, el imperfecto, por oposición, pasó a emplearse
para designar la obligación presente.
Para las “prohibiciones” el latín arcaico disponía de los siguien­
tes modos de expresión:
I) ne time. Conservó carácter coloquial y poético.
II) ne facías (cave facias). También típico de la lengua colo­
quial. El único ejemplo seguro en la prosa clásica es el pasaje del
De senectute citado más arriba, caso que ha de explicarse por la
cuidadosa concinnitas y el equilibrio quiástico del período. El fre­
cuente empleo de este giro en Frontón y Apuleyo puede considerar­
se uno más de sus manierismos arcaizantes.
III) ne feceris. Es un tipo raro en la tercera persona del singu­
lar, si bien hay un cierto número de ejemplos con nemo: “satui
semen... mutuum dederit nemini”. (Catón, Agr., 5, 3). La distinción
entre el presente y el perfecto de subjuntivo en prohibiciones puede
haber sido en origen de “aspecto” : ne facías “deja de hacer”, ne
feceris “que no se te ocurra hacer”; sin embargo, la distinción se
habría borrado en gran medida ya en el latín arcaico. El perfecto no
conoce un uso amplio en el latín clásico. César lo evita y hay un solo
ejemplo en los discursos de Cicerón, si bien es más abundante en las
cartas y en las obras filosóficas y retóricas.
IV ) El giro característico de la “urbanidad” clásica, noli facere,
estaba ya ampliamente desarrollado en latín arcaico.
El subjuntivo en interrogaciones es a menudo difícil de clasifi­
car. Así, Ernout y Thomas interpretan “an ego occasionem... amit-
terem?” (Ter., Eun., 604-6) como subjuntivo de posibilidad y tradu­
cen “pouvais-je laisser échapper l’occasion?”. Sin embargo, las
interrogaciones asumen generalmente, por una especie de asimila­
ción anticipatoria, la forma de la respuesta esperada, o bien expe­
rimentan la influencia de la frase que provoca la interrogación. Esta
consideración puede servir de guía a nuestro análisis. Así, eloquar
an sileam? espera una respuesta del tipo site (sileas), es decir, una
forma de orden o mandato, no una predicción de acontecimientos.
Estos subjuntivos, deliberativos, tienen, por tanto, un carácter cla­
ramente volitivo. Lo mismo puede decirse de los subjuntivos sus­
citados por una orden: “sequere :: quo sequar?” (Plauto, Bacch.,
406). La fuerza volitiva inherente al subjuntivo puede ponerse en
gramática histórico -comparada 309
relieve por un vis intercalado: “redde huc sis :: quid tibi vis red-
dam?” . También en esta construcción se usa el imperfecto para tras­
poner la acción al pasado: “quid agerem? :: adulescenti morem ges-
tum oportuit” (Ter., Adel., 214); “an tu tetigisti has aedis? :: cur
non tangerem?” (Plauto, Most., 454). Es muy raro el empleo del
pluscuamperfecto con este sentido: “egone ut beneficium accepis-
sem contumeliam” “¿debía yo recibir este insulto como un favor?”
(Cic., Ad Att., 15, 11, 1). El futuro de indicativo con valor volitivo
aparece a menudo en lugar del presente de subjuntivo: “salta sic ::
ego saltabo?” (Plauto, Hiera., 198). La respuesta deliberativa a una
orden puede tener un tono de indignación y protesta. Ejemplos
típicos son: “intus serva :: ego intus servem!” (id., Aid., 81); “meum
collum circumplecte :: ten complectatur!” (id., Asín., 696). Encon­
tramos este uso también proyectado hacia el pasado; asi, con el
imperfecto: “ille daret illi!” (Ter., Phorm., 120); con el perfecto:
“ille aedis emerit!” (Plauto, Most., 1026 d).
El matiz de indignación y protesta se desprende del contexto y
del tono de la voz y no es inherente al subjuntivo, que, según hemos
visto, tiene carácter volitivo. Sin embargo, dado que este tipo de
expresión llegó a usarse para hacer frente no sólo a órdenes, sino
también a afirmaciones, hay cierta justificación para establecer una
subcategoría que podemos designar “subjuntivo de repudio” : “vir
ego tuos sim!” (id., Amph., 813); “egon haec patiar aut taceam!”
(id., Asin., 810); “tecum fui :: tun mecum fueris!” (id., Amph., 818).
De este modo este uso va derivando gradualmente hacia el subjun­
tivo de “cita”, el subjuntivo “oblicuo” : “quid fecit? :: quid ille fe-
cerit...” “ ¡preguntas qué ha hecho!” (Ter., Ad., 84).
Algunos de los ejemplos citados en este apartado resultan am­
biguos. Así “egone ut haec conclusa gestem clanculum? ut celem
patrem.., tua flagitia” (Plauto, Bacch., 375) tendría como traducción
más lógica “cómo podría yo ocultar tus desaguisados”, es decir, con
valor potencial. Del mismo modo “somnium I utine haec ignorare!
suom patrem?” (Ter., Phor., 874) podría traducirse “ ¡sueños! ¿cómo
podría ella desconocer a su propio padre?” (potencial), o tal vez “a
buena hora iba ella a desconocer a su padre!” (repudio).
Otra derivación del subjuntivo volitivo es el empleo con valor
permisivo: “ubi illum quaeram gentium? :: dum sine me quaeras,
quaeras mea causa vel medio in mari” (“puedes buscarlo en mitad
del mar”, Plauto, Epid., 678). El uso concesivo, estrechamente liga­
do al precedente (“aunque...”), no se desarrolla plenamente hasta el
latín clásico. El ejemplo más antiguo es “sane sint superbi; quid id
ad nos attinet” (Catón, p. 25, 4; Jordán). El empleo correlativo del
perfecto de subjuntivo con referencia al pasado no se encuentra has­
ta Cicerón: “fuerint cupidi, fuerint irati” (“admito que se dejaron
310 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

llevar por la avidez, por la ira...”, Pro Q. Lig., 18). El subjuntivo con­
cesivo lleva en su forma negativa rae, señal clara de su carácter vo­
litivo.

2. Optativo (deseo). El simple subjuntivo se conserva en algu­


nas fórmulas: di te ament, di bene vortant, valeas, salvos sis, etc.;
sin embargo, en la mayor parte de los casos las expresiones de de­
seo están introducidas por la partícula ut (en latín arcaico) o bien
por su forma reforzada uti-nam, qué en origen significaban “de
algún modo”. Tal es también el valor de la poco usada forma qui,
instrumental del pronombre indefinido: “qui illum di omnes deaeque
perdant” (Plauto, Cas., 279). El único ejemplo en latin clásico es
“qui illi di irati [sin t]” (Cic., Ad Att., 4, 7, 1). si y sic ( “de este
modo”) se encuentran de modo ocasional, especialmente en poesía,
pero la aparición de la segunda de dichas partículas en petronio y
en las lenguas romances hace sospechar que se trataba de un uso
popular. El tiempo empleado es, en la generalidad de los casos, el
presente de subjuntivo. En la primera persona raramente aparece sin
utinam, si bien es más frecuente su omisión en imprecaciones: m o-
riar, peream. La segunda persona aparece raramente en la prosa
clásica. Poco frecuente es el perfecto de subjuntivo, siendo la mayor
parte de los ejemplos arcaicos aoristos sigmáticos [ N o t a 49]: “ita
di faxint”, “di te servassint”. Las formas en -r del perfecto de sub­
juntivo son, en Plauto, mucho menos frecuentes (“ne di siverint”,
Mere., 323). En ocasiones el perfecto es un verdadero “perfecto-
presente” : “ut satis contemplata sis” (Ter., H. T., 617). La negación
es normalmente ne, utinam. ne; se da también non, pero no en latín
arcaico. También en la expresión de deseos encontramos a veces
el futuro de indicativo con valor volitivo en lugar del subjuntivo:
“dabunt di quae velitis vobis” (Plauto, Asin., 623); “di fortunabunt
vostra consilia” (id., Trin., 576). La construcción clásica por la que
deseos “irreales” o imposibles se expresan por medio del imperfecto
de subjuntivo y, con referencia al pasado, del pluscuamperfecto está
ya firmemente establecida en el latín arcaico. Sin embargo, se en­
cuentran ejemplos de presente de subjuntivo expresando deseos pre­
sentes (“utinam nunc stimulus in manu mihi sit”, Plauto, Asin., 418)
y de imperfecto referido a deseos pasados (“utinam te di prius per-
derent quam periisti e patria tua”, id., Capt., 537). La expresión
de deseos irreales está casi siempre introducida por utinam, siendo
la única excepción Catulo, 2, 9.

3. Prospectivo. Este antiguo valor del subjuntivo indoeuropeo


ha dejado pocos restos, y algunos estudiosos han negado su existen­
cia en latin. La distinción entre “yo creo que va a suceder tal cosa”
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 311
y el potencial “tal cosa podría suceder en circunstancias dadas” es,
desde luego, delicada. En la primera persona (“quid ego cesso hos
conloqui? sed maneam etiam opinor” (Plauto, Trin. 1135) el modo
puede interpretarse sea como volitivo (“prefiero esperar”) o como
prospectivo (“creo que voy a esperar”) . Un empleo claramente pros­
pectivo es “ubi senex senserit sibi data esse verba, virgis dorsum
dispoliet meum” (Plauto, Epid., 92). Sin embargo, en la mayor par­
te de los casos el empleo del subjuntivo latino para la afirmación
con reservas de un acontecimiento futuro es derivable del antiguo
optativo potencial indoeuropeo. Un ejemplo ambiguo es “nec me
miserior femina est ñeque ulla videatur magis” (id., Amph., 1060).

4. Potencial (Optativo). Es el modo de la expresión de los acon­


tecimientos contingentes: tal cosa ocurriría o podría ocurrir en ta­
les circunstancias. En el latín arcaico resulta sorprendente el escaso
número de ejemplos que se encuentran sin ir acompañados de una
cláusula condicional, siendo en una gran mayoría de los casos la
forma velirn o sus compuestos nolim y málim. Esta restricción en el
uso, comparada con la mucho mayor libertad observada en el grie­
go y el sánscrito, ha llevado a algunos estudiosos (entre ellos Kroll)
a derivar los usos potenciales latinos de expresiones de voluntad,
deseo y “futuridad”. velim, según esta posición, no es más que una
fórmula de cortesía. Y para ser una “fórmula de cortesía” el modo
tiene que expresar un matiz significativo distinto al del indicativo
como afirmación tajante de un hecho; se trata de la diferencia entre
“me gustaría” y “quiero”. La explicación basada en la “fórmula de
cortesía” hace realmente admisible en su conjunto la tesis. El que
un antiguo uso indoeuropeo haya sobrevivido sólo en algunas fór­
mulas más resistentes no supone dificultad teórica alguna, pode­
mos recordar que en griego tardío el optativo sobrevió fundamental­
mente en fórmulas como xa (p0LCb (^1 yévoixo. Nuestra exposición,
pues, debe tomar la forma de un catálogo del efectivamente redu­
cido número de tipos de empleo. No tiene demasiado sentido dis­
tinguir entre un potencial del tipo inglés “should/would” y uno del
tipo “can”. La distinción no es inherente al modo; viene provocada,
simplemente, por la traducción a lenguas que no tienen esas piezas
en su maquinaria gramatical. Conviene terminar con las lamenta­
ciones tradicionales y con la tiranía de las gramáticas de las dis­
tintas lenguas modernas sobre la latina, El potencial, pues, se da:
a) En las formas velim, malim, nolim; ejemplos passim.
b ) En la segunda persona impersonal, especialmente con verbos
de conocimiento y percepción: videos, audias, cernas, scias, invenías,
censeas, possis, etc.
312 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

c) La tercera persona de singular es rara en latín arcaico; “id


flagitium meum sit” (Plauto, Bacch., 97) va seguido de una oración,
de infinitivo que equivale a una prótasis; “quid sit hoc hominis?”
(“¿qué clase de hombre puede ser éste?”, id., Amph., 576) es un desa­
rrollo del subjuntivo de repudio (cf. “bonus est hic vir ;; hic vir
sit bonus?”, Ter., And., 915). Con verbos de decir y creer se citan
como los más antiguos algunos ejemplos de Terencio: “roget quis ” 3
(Eun., 511); “quis non credat? (And., 489). Sin embargo, en la pro­
sa clásica es más frecuente con este sentido el perfecto de subjunti­
vo. El primer ejemplo, dixerit aliquis, aparece en Catón, pero fue
Cicerón quien desarrolló este empleo, especialmente en sus obras
filosóficas y retóricas y en sus cartas, como equivalente latino del
optativo griego — conviene notar que César los evita— , primero
en expresiones de decir y pensar y luego con otros verbos: “quis
eum iure reprehenderit” (D e fin., 1, 32). Este uso se extendió a las
oraciones subordinadas en la latinidad postclásica (véase infra).
También en el caso del potencial arbitró el latín un medio de
expresión del pretérito. El uso del imperfecto de subjuntivo con
este valor es raro en Plauto, excepto en oraciones plenamente con­
dicionales “scires” (“podías haber sabido”, Plauto, Cure., 331), “quo
nunc ibas? :: exsulatum :: quid ibi faceres?” (id., Mere., 884); “mare
velis florere videres” (Catón, 34, 4, J.). Este empleo de la segunda
persona de singular impersonal es todavía muy escaso en Plauto y
sólo a partir de Terencio se hace frecuente. La primera y tercera per­
sonas fueron raras en todas las épocas en oraciones independientes;
el tipo quis crederet se encuentra por vez primera en Cicerón. Tam­
bién fue siempre infrecuente el perfecto con significado de pasado:
"non illam vir prior attigerit” (Catón, 67, 20); “hoc dixerit potius
Ennius” (Cic., De fin., 2, 41). “Themistocles nihil dixerit...” (id., De
off., 1, 75); “qui ambo saltus eum... deduxerint” (Livio, 21, 38, 7). .
Las gradaciones de tiempo se desarrollaron de modo más sis­
temático en las oraciones potenciales “irreales” (es decir, que ex­
presan algo contrario a los hechos). El indoeuropeo no poseía me­
dios específicos para la expresión de la “irrealidad”; el uso del
presente, imperfecto y pluscuamperfecto de subjuntivo con los va­
lores respectivos de futuro, presente y pasado es una innovación
latina que se corresponde con la serie establecida para la expresión

3. Dado que en este caso el sentido es “supongamos que alguien pregunta”,


podría considerarse el ejemplo como yusivo. Exactamente igual es “atqui ali­
quis dicat” (“y supongamos que alguno dice”, Ter„ And., 640), con el que po­
demos comparar “vendat aedes vir bonus” (“supongamos que un hombre hon­
rado vende una casa”, Cic., De ofj., 3, 54). No deja de ser significativo con vistas
a la interpretación yusiva el que el imperativo aparezca con valores similares
(véase infra). E l empleo que consideramos puede trasponerse también al pasa­
do: “diceret «quid feci»” (“supongamos que hubiera dicho...”, Ter., And. 138).
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 313
de los deseos. En un primer momento, según hemos visto, el imper­
fecto se usó como pretérito. Su acceso al valor de presente se pro­
dujo por un proceso de reorganización en el que sirvió de contra­
peso al pluscuamperfecto de subjuntivo, raro en latín arcaico
especialmente fuera de oraciones plenamente condicionales (véase
infra). Bennet cita sólo dos ejemplos independientes en Plauto y
seis en Terencio.

El indicativo “irreal”

En ciertos giros el indicativo aparece usado con valor irreal. Te­


nemos en primer lugar los modos retóricos de expresión que preten­
den dar vida a la descripción de un acontecimiento presentándolo
como presente o como cumplido, previniendo lo aparentemente ine­
vitable por medio de circunstancias inesperadas: “praeclare vicera-
mus, nisi spoliatum, inermem, fugientem Lepidus recepisset Anto-
nium” (Cic., Ad jam., 12, 10, 3); “at ille... ferrum... deferebat in
pectus, ni proximi prensam dextram vi attinuissent” (Tác., Ann., 1,
35). Cabe considerar también aquí el “solus eram, si non saevus
adesset Amor” de Ovidio (Am., 1, 6 , 34).
En otros casos la aparente contradicción inherente al indicativo
irreal se explica por el alto grado de precisión del latín, porque
cuando existe o ha existido una posibilidad, probabilidad, obliga­
ción o conveniencia, la afirmación que a ella se refiera va, con toda
lógica, en indicativo: possum “soy capaz”, potui “fui capaz”, “pude”,
etc. De ahí el empleo “irreal” del indicativo con verbos como pos­
sum, debeo, oportet, en frases como par, satius, melius est y con el
gerundivo y el perifrástico futurus fuit “estuvo en condiciones de”.
Por otra parte, si la posibilidad depende o ha dependido de una
condición incumplida, resulta adecuado que la expresión asuma el
colorido “irreal” del subjuntivo. No es preciso decir que esta sutil
distinción lógica no se observaba con fidelidad. En la práctica, potui,
etc., y potuissem, etc., se intercambiaban, siendo el subjuntivo más
frecuente en la prosa clásica: “quid facere potuissem nisi cónsul
fuissem?... cónsul esse qui potui nisi eum vitae cursum tenuissem”
(Cic.). En el latín arcaico el uso de los tiempos es el lógico: satius
est “sería mejor”; satius erat, fuit “habría sido mejor”. Sin embar­
go, en la época clásica ya se habla producido el mismo desplaza­
miento de referencia temporal que hemos observado en el subjun­
tivo “irreal” , satius erat pasó a significar “sería mejor”. Para el
pasado, sin embargo, se prefirió el perfecto al pluscuamperfecto, par
fuerat, aequum fuerat aparece en Plauto, y potuerat en Terencio,
pero aun en la prosa ciceroniana potueram, debueram, oportuerat
continuaron siendo raros.
314 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

El imperativo

Para la distinción entre el imperativo de presente y el de futuro


véase “Morfología” (pp. 276 s.).
El imperativo tiene un amplio campo significativo; se emplea para
expresar órdenes, mandatos, deseos (bene ambula, “que te vaya
bien”), ruegos, etc. Particular interés tiene su empleo para expresar
una previsión o suposición: “ausculta, scies” (“escucha y sabrás”,
Plauto, Asín., 350); “verbum etiam adde unum: iam in cerebro co-
laphos apstrudam tuo” (“di una palabra más y te romperé la ca­
beza”, id., Rud., 388 ); “modo sis veni huc: invenies infortunium”
(“ven aquí y lo pasarás mal”, id., Amph., 286); cf. “lacesse: iam vi-
debis furentem” (Cic., Tuse., 4, 54). Este empleo del imperativo para
expresar una suposición apoya la interpretación de los subjuntivos
del tipo aliquis dicat ( “supongamos que alguien dice”) como yusivos
en lugar de como potenciales (véase supra).

L as for m as n o m in a l e s del verbo

.El infinitivo

Morfológicamente los infinitivos latinos son innovaciones que


nada tienen en común con los infinitivos del griego, ni siquiera con
los del osco-umbro y el céltico. Por tanto, los numerosos paralelis­
mos de uso existentes entre el latín y el griego tienen que deberse a
desarrollos independientes. Los infinitivos latinos fueron en origen
formas casuales de nombres verbales que se fueron despojando grá¿
dualmente de algunas de sus funciones nominales para ligarse más
estrechamente al sistema verbal, adquiriendo en este proceso distin­
ciones morfológicas de tiempo y voz. En ciertos empleos latinos
resulta todavía claro el carácter nominal: el infinitivo designa sim­
plemente la acción significada por la raíz verbal. Esto resulta espe­
cialmente claro en el llamado infinitivo histórico, que aparece cuan­
do una narración se delinea con pinceladas rápidas y amplias que
dejan los detalles de persona y tiempo a merced del contexto. Estas
frases nominales son un tipo primitivo de expresión del que ya
Plauto hace escaso uso. No deja de ser significativo el hecho de que
el infinitivo histórico sea frecuente en los historiadores arcaizantes,
Salustio y Tácito, mientras que César tiende a evitarlo. La mayor
parte de los ejemplos ciceronianos aparecen en los discursos de la
primera época. Entre los más antiguos están: “consonat térra, cla-
morem utrimque ecferunt, imperator utrimque Iovi vota suscipere,
hortari exercitum” (Plauto, Amph, 229); “circumstabant navem ven-
GRAMÁTICA HISTORICO-COMPARADA 315
ti, imbres atque procellae frangere malum, ruere antennas, scindere
vela” (id., Trin., 836). Este último ejemplo bastaría para refutar la
tan repetida afirmación de que el infinitivo histórico nunca tuvo
valor aoristico, sino siempre el de imperfecto. De hecho tiene un
valor neutro, y el tipo de acción (aspecto) queda determinado por
el significado del verbo.
El infinitivo, designando un acontecimiento, puede aparecer como
exclamativo o imperativo según el contexto y el tono de la voz: “vae
misero mihi: propter meum caput labores homini evenisse” (Plauto,
Capt., 945); “huncine hominem te amplexari” (id., Truc., 953). El in­
finitivo se usa con valor de imperativo en bastantes lenguas indo­
europeas, pero en latín este empleo surgió de manera independien­
te a partir de la designación de la acción en tono de mandato. Es un
rasgo esencialmente coloquial que no aparece en textos literarios
hasta Valerio Flaco: “tu socios adhibere sacris” (3, 412). Abundan
los ejemplos en la prosa de los autores vulgares, y el romance ha
conservado este uso en prohibiciones. La presencia de esta construc­
ción en los escritores eclesiásticos puede ser considerada como uno
más de los rasgos vulgares del latín cristiano, si bien no puede ex­
cluirse la influencia griega.
La naturaleza sustantiva del infinitivo está puesta claramente de
relieve por el uso de pronombres a él referidos: “tuom conferto
amare” (Plauto, Cure., 28); “istuc nihil dolere” (Cic., Tuse., 3, 6 , 12);
“me hoc ipsum nihil agere et plañe cessare delectat” (id., De or.,
2, 24). Este tipo de infinitivo, que resultaba apropiado para traducir
el infinitivo griego precedido del artículo, conoció cierta boga en
los textos filosóficos. Que tenía un tono coloquial se desprende del
hecho de que Cicerón lo emplea — por lo que mira a otra clase de
escritos— fundamentalmente en sus cartas; es también frecuente en
Petronio. El infinitivo sustantivado puede también ir regido por una
preposición. El primer ejemplo se registra en Cicerón: “Ínter opti-
me valere et gravissime aegrotare nihil interesse” (D e fin., 2, 43). En
el latín clásico sus funciones nominales se ampliaron de tal manera
que el infinitivo puede incluso aparecer determinado por un geni­
tivo (“cuius non dimicare vincere fuit”, Val. Max., 7, 3, 7) y por un
adjetivo en lugar de un adverbio (“illud iners quidem, iucundum
tamen nihil agere”, Plinio, Ep., 8 , 9, 1).
El infinitivo como nombre verbal puede funcionar como sujeto,,
predicado u objeto (complemento directo) de un verbo.

Sujeto. “Petere honorem pro flagitio more flt” (Plauto, Trin.,


1035); “quos omnes eadem cupere, eadem odisse, eadem metuere in
unum coegit” (Salustio, J., 31, 14). En esta función de nominativo
el infinitivo aparece las más de las veces como sujeto o compiemen-
316 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

to de los verbos impersonales decet, libet, licet, oportet, piget, pu-


det, etc., y en giros como bonum est, aequom est, difficüe est, etc.

Complemento. “Hic vereri perdidit” (“éste ha perdido la ver­


güenza”, Plauto, Bacch., 158); “Gallia duas res persequitur, rem mili-
tarem et argute loqui” (Catón, 9, 12 J .); “hoc volo, meam rem agere”
(Plauto, Cure., 670). Esta clase de infinitivos aparecían con especial
frecuencia como complemento directo de volo, y las influencias analó­
gicas extendieron esta construcción a un número creciente de verbos
que significaban deseo y esfuerzo — y a sus contrarios— : cupio, stu-
deo, cogito, experior, intendó, enitor, quaero, ardeo, etc.; nolo, du-
bito, cesso, vereor, omitto, etc. También possum resultó un núcleo
importante que extendió su construcción a seto, calleo, valeo, etc.
En estas construcciones el infinitivo va normalmente en presente.
En la fraseología jurídica se encuentra a veces el perfecto: “neiquis
eorum Bacanal habuise velet” (Sen. Cons. de Bacch.).
El infinitivo con verbos de esfuerzo puede remontarse a las fun­
ciones casuales originarias del infinitivo. Éste es formalmente, según
hemos visto, resultado de la evolución de antiguos dativos o locati­
vos, y ambos casos podían expresar finalidad. Este valor aparece
claro en la expresión daré bibere, que es frecuente en todos los pe­
ríodos, si bien — hecho curioso— la correlativa daré edere, mandu­
care no aparece hasta el latín tardío. Los infinitivos con valor de
finalidad son especialmente frecuentes en los textos coloquiales y
poéticos con verbos de movimiento: “turbare qui huc it” (Plauto,
Bacch., 354); “eamus visere” (Ter., Phorm., 102); “venerat aurum
petere” (Plauto, Bacch., 631). La prosa clásica evita esta construc­
ción, si bien los poetas, a partir de Lucrecio, y los prosistas arcai­
zantes la emplean afectadamente como arcaísmo. Sobrevivió en la
lengua coloquial y se conserva en romance.
El infinitivo de finalidad se emplea también con los verbos cau­
sativos iubeo, cogo, moneo, subigo y otros verbos que signifiquen
urgir, persuadir u obligar, si bien la prosa clásica prefirió usar con
la mayoría de ellos el subjuntivo yusivo. Es de expresiones como
iussit eum manere, en las que originariamente eum era el comple­
mento directo de iussit, de donde se cree que surgió la construc­
ción de infinitivo con acusativo, a través de un “desplazamiento
relacional” : iussit: eum manere, interpretación en la que se consi­
dera eum como sujeto del infinitivo. La construcción se extendió
paulatinamente al formarse cadenas o “circuios” analógicos (véanse
pp. 283 s.) (postulo, dehortor, deceno, etc.). Alguna contribución
se debió también a los verbos que llevan doble acusativo: “quanti
istuc unum me coquinare perdoces?” (Plauto, Pseud., 874).
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 317
El nominativo con infinitivo tras verbos de lengua y entendi­
miento no aparece en latín arcaico. Su introducción en el latín se
debe enteramente a la influencia griega. El primer ejemplo cono­
cido aparece en Catulo: “phaselus ilie... ait fuisse navium celerri-
mus” (4, 1-2). En griego el infinitivo puede determinar también el
sentido de un adjetivo (0ésiv apioxoc;). Esta construcción no aparece
en Plauto excepto tras participios conectados con el verbo “ser”.
Así, “animatust facere” (Truc., 966) es claramente sinónimo de
vult, cupit facere, etc. Del mismo modo potens está estrechamente
ligado a potest, y consuetus, insolitus, peritus a solet. Así, a través
de estos procesos analógicos se proporcionaron unos cimientos indí­
genas a un giro más audaz que afectaron especialmente los poetas
augústeos imitando al griego. El primer ejemplo helenizante pura­
mente adjetival es el “solvere nulli lentus” de Lucilio, en el que pue­
de sentirse todavía la influencia de piget.
El infinitivo puede construirse también con nombres. En frases
como “nünc adest occasio bene facta cumulare” (Plauto, Capí., 423)
el infinitivo complementa a la expresión adest occasio ( = licet). Sin
embargo, por un “desplazamiento relacional” llegó a estar regido por
el nombre occasio; de ahí ejemplos como “ut haberent facultatem...
pugnare” (César, Bell. Afr., 78, 4).

El gerundio y el gerundivo

Como el latín no tenía artículo no podía hacer un uso tan flexi­


ble del infinitivo sustantivado como el griego. En su lugar empleó
otra forma nominal del verbo que sirvió de caso oblicuo al infiniti­
vo: el gerundio. Así, mittere: mittendum, mittendi, mittendo. Todo
a lo largo de la latinidad existieron severas restricciones al uso de
este nombre verbal, y su empleo ha de ser considerado conjunta­
mente con el del morfológicamente similar adjetivo en -ndus. Sig­
nificaba éste “capaz de, propenso a, susceptible de, listo para” (m a­
tar, morir, surgir, rodar, etc.). En ciertos sentidos es difícilmente dis­
tinguible del participio de presente: secundus, oriundus, volvendus.
Era en origen un adjetivo indiferente a la noción de voz, y, así, se
daba tanto en verbos transitivos como en los intransitivos: pereun~
dus, placendus, caedendus. Sin embargo es, en su significación, pre­
dominantemente pasivo, si bien existen algunos ejemplos en que el
adjetivo verbal tiene un valor muy próximo al del participio de
futuro activo: “puppis pereunda est probe” (Plauto, Epid., 74). El
significado de necesidad y obligación fue un desarrollo secundario
surgido en ciertos contextos. Así, agnus caedundus significaba “cor­
dero apropiado para el sacrificio”, ahora bien, en el empleo predi­
318 INTRODUCCIÓN AL LATIN

cativo — agnus est caedundus— , del valor de “es apto para el sacri­
ficio” se pasó fácilmente al de “va a ser sacrificado, tiene que ser
sacrificado”. En combinación con esse el gerundivo forma tiempos
perifrásticos. El neutro se usa frecuentemente con valor impersonal
(agendum est) y eventualmente puede llevar un complemento direc­
to en acusativo: “agitandumst vigilias” (Plauto, Trin., 859), cons­
trucción que se encuentra como arcaísmo en los autores posteriores
(Lucrecio, Catulo, Virgilio; una vez en Cicerón). Sobre el gerundivo
como participio de futuro pasivo véase supra p. 171.
Por su carácter verbal el gerundio tenía capacidad intrínseca
para llevar un complemento directo en acusativo, pero esta posibi­
lidad se ejercitó poco en la práctica. César sólo permite al gerundio
regir un nombre en acusativo cuando va en genitivo. Cicerón admi­
te esta construcción también con gerundio en ablativo. Pero inclu­
so en estos casos se daba preferencia a la construcción de gerun­
divo, empleándose el gerundio por razones especiales (claridad,
énfasis sobre la noción verbal y, tal vez, eufonía). En el latín arcai­
co el gerundio se empleaba con mayor profusión que el gerundivo,
al que cedió gradualmente el terreno con el correr del tiempo. Hay,
sin embargo, restos de una construcción más antigua en la que el
nombre no está regido por el gerundio, sino que aparece en apo­
sición a él: “lueis das tuendi copiara” (Plauto, Ca.pt., 1008), donde
el nombre copia (“oportunidad”) está determinado por dos geniti­
vos, lucís y tuendi, siendo el segundo una especie de epexegético,
que da mayor precisión a la expresión: “oportunidad de luz, de ver-
la”. Si el nombre fuera masculino o neutro (como en operis fruendi
causa), cabría interpretar el gerundio como adjetivo verbal concer­
tado con el nombre. Algunos estudiosos han sugerido que la cons­
trucción de gerundivo se originó de este modo. Puede aducirse en
apoyo de esta teoría ( 1 ) que el “gerundivo” aparece en latín arcai­
co como invariable frente a los pronombres personales, aun cuando
éstos se refieran a personas del género femenino: “tui (fem .) viden-
di copiast” (Plauto, Truc., 370); (2) que el genitivo del gerundivo
tiene en el latín arcaico un campo semántico reducido, encontrán­
doselo sobre todo con verbos de percepción y conocimiento, de
buscar y obtener. Sin embargo, no puede haber duda respecto a la
antigüedad del adjetivo verbal, secundas es tan antiguo que ha
quedado totalmente aislado del verbo del que se formó; la cons­
trucción de gerundivo es frecuente en las antiguas plegarias que
nos ha conservado Catón en su Ce agri cultura: “te hoc ferto om-
movendo bonas preces precor” (134, 2), etc. Debe advertirse, sin
embargo, que el uso atributivo del gerundivo está prácticamente
limitado a los verbos que expresan aprobación o desaprobación:
mirandus, expetendus, pudendas, miserandas, amandus, contemnen-
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 319
dus, etc. El uso predicativo tras verbos de dar y tomar, pedir y ofre­
cer, y similares está todavía en sus comienzos en Plauto (“quos uten-
dos dedi”, Asín., 444) , en tanto que la bien conocida construcción
clásica con curo aparece por vez primera en Terencio.
El acusativo del gerundio se emplea solamente con ciertas pre­
posiciones: sólo con ad en Plauto, aunque el latín clásico admite
también in (no César), en tanto que Cicerón presenta ejemplos con
ob en textos jurídicos, giro que aparece por vez primera en Catón.
Hay ejemplos esporádicos de otras preposiciones: ante (Virg.), ínter
(Ennio), propter (por vez primera en Varrón), circo (postclásico,
por vez primera en Quintiliano). La construcción de gerundio se da
con nombres ( “canes ad venandum”, Ter., And., 57), con adjetivos
(“doctus... ad male faciendum”, Plauto, Epid., 378), y también con
verbos (“quo conductus venio :: ad furandum quidem”, id., Pseud.,
850). En latín arcaico no hay ningún ejemplo seguro de acusativo
del gerundio rigiendo complemento directo. Varrón es el primero
en aventurar esta construcción (“ad discernendum vocis verbi figu­
ras”, L. L., 9, 42), que en la literatura latina tardía de las traduccio­
nes resultó muy indicada para recoger la construcción griega de etq
con infinitivo sustantivado por el artículo (ad sanandum eos = etq tó
taoOai aüToúc;, san Lucas, 5, 17). El latín clásico, como el arcaico,
empleó en este tipo de construcciones el gerundivo (“ad aquam prae-
bendam”, Plauto, Amph., 669).
El genitivo del gerundio en latín arcaico es siempre adnominal,
y suele depender de un pequeño grupo de nombres abstractos:
occasio, tempus, copia, causa, gratia, etc. (“non enim n.unc tibí dor-
mitandi ñeque cunctandi copia est”, Plauto, Epid., 162). El latín
clásico emplea el genitivo también con algunos nombres que desig­
nan agentes personales, tales como auctor, dux, artifex, etc. También
ciertos adjetivos rigen el genitivo de estas formas nominales. Co­
mienza este uso con cupidus en Terencio — Plauto no ofrece ejem­
plo alguno— ; el repertorio se fue extendiendo gradualmente, aun­
que no en gran medida hasta la época postclásica.
El genitivo del gerundio y del gerundivo puede indicar también
finalidad. El ejemplo que se suele citar como más antiguo es “ne
id adsentandi mage quam quo habeam gratum facere existumes”
(Ter., Ad., 270), y a la vista de construcciones similares existentes
en oseo y umbro suele atribuirse el giro al período “itálico”. Sin
embargo, el ejemplo de Terencio no está libre de la sospecha de
ser un anacoluto, y dado que la construcción aparece usada con
amplitud sólo a partir de Salustio, es más probable que se trate de
un desarrollo latino independiente. En res evertendae reipublicae,
“cosas que implican la subversión de la república”, el genitivo tiene
la función determinante que es normal en él. Usado predicativa­
320 INTRODUCCIÓN AL LATIN

mente (res evertendae reipublicae sunt) se aproxima mucho a un


valor final como en el “quae res evertendae reipublicae sunt” de
Cicerón (In Verr., 2, 132). Una vez establecidas las bases de un geni­
tivo de finalidad indigena, se mostró éste equivalente adecuado del
genitivo griego del infinitivo sustantivado por el artículo con senti­
do final. Salustio lo introdujo en su prosa histórica — adviértase
que no lo usan César ni Cicerón— , y fue imitado por Livio, Tácito
y otros (“Aegyptum proficiscitur cognoscendae antiquitatis”, Tác.,
Ann., 2, 59).
El dativo se emplea con valor final con ciertos verbos como stu-
deo, operam do (“auscultando operam daré”, Plauto, Amph., 1006)
y ciertos adjetivos como natus, optimus, firmus, etc. En este caso
el gerundivo predomina sobre el gerundio, que raramente se en­
cuentra. Plauto emplea el gerundio con- un complemento directo
(“hominem investigando operam... dabo”, Mil., 260), pero en Cice­
rón aparece solamente en la fraseología jurídica tradicional (scri-
bendo adesse, solvendo non esse); César no presenta ejemplo algu­
no. Incluso el gerundivo continuó siendo' relativamente escaso hasta
que Livio y Tácito, imitando a los poetas, ampliaron grandemente
el número de adjetivos que llevaban esta construcción (intentus,
promptus, exiguus, levis, etc.).
El empleo del ablativo en el latín arcaico está prácticamente li­
mitado al instrumental, siendo más frecuente el gerundio que el ge­
rundivo ("legiones... vi pugnando cepimus”, Plauto, Amph., 414).
Con verbos que indican superioridad el instrumental se interfiere
con el ablativo de referencia (“mendicum... mendicando vincere”, id,.
Bacch., 514, de donde ejemplos más libres como “astu et fallendo
callet”, Accio, fr. 475 W ). El valor instrumental es en ocasiones tan
leve que el gerundio puede expresar simplemente acción concomi­
tante. Ejemplos claros hay pocos en el latín arcaico (“hic expec-
tando obdurui”, Plauto, Truc., 916) e incluso en Cicerón. Este empleo
no se asentó firmemente hasta Salustio y los escritores del Imperio,
y acabó por funcionar como equivalente del participio de presente:
“novi cónsules populando usque ad moenia pervenerunt” (Livio, 8,
17, 1); “exturbabant agris, captivos servos appellando” (Tác., Ann.,
14, 31, 2). En la lengua coloquial ganó terreno este uso, y funcionan­
do como participio es el único modo en que el gerundio ha sobre­
vivido en las lenguas romances.
El ablativo del gerundio y del gerundivo puede ir regido por pre­
posiciones. Las más frecuentes son in y de, empleadas por Plauto
y admitidas por César. Cicerón usa también ex, pro (éstas también
en Plauto) y ab, que aparece por primera vez en Catón. El gerun­
dio en este caso lleva frecuentemente un complemento directo en
el latín arcaico, pero el latín clásico muestra mayor reserva. Los
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 321

poetas, Salustio y Tácito son menos estrictos y en el latin tardío


se llega a la plena libertad. Es muy poco frecuente que un ablativo
de gerundio con preposición lleve complemento directo. El primer
ejemplo es el “in supponendo ova” de Varrón (R. R., 3, 9, 12).

Los supinos

Los supinos son restos de abstractos verbales en -tus (véase


p. 279). El supino “activo” (primero) es el acusativo empleado para
expresar fln o intención de la acción, especialmente tras verbos de
movimiento: “comissatum ibo” (Plauto, Most., 317); “abiit ambu-
latum” (id., M il, 251). A partir de los verbos que significaban “en­
viar” y similares se tendió fácilmente una conexión analógica con
el grupo “dar”, “tomar”, que formó así un segundo foco de empleo:
“nuptum... daret” (id., Aul., 27); “nuptum conlocet” (id., Trin., 735);
“coctum ego, non vapulatum, dudum conductus fui” (id., Aul., 457).
Estos usos persisten en los autores arcaizantes, pero los puristas
clásicos se muestran más reservados; Cicerón apenas se aventura más
allá de expresiones comunes como cubitum iré, que se conservó
también en la lengua hablada hasta la tarda latinidad. Este supino
en el latín arcaico puede llevar un complemento directo (“it peti-
tum... gratiam”, Plauto, Aul., 247), y no faltan ejemplos en los
autores posteriores, incluidos César y Cicerón. Con el verbo eo el
supino forma una conjugación perifrástica que proporciona el infi­
nitivo de futuro pasivo en -tum iri, rellenando así una laguna del sis­
tema verbal latino; era, sin embargo, una forma relativamente rara.
La morfología del llamado supino segundo (“pasivo”) es ambi­
gua (véase p. 279). Ciertos empleos corresponden claramente al abla­
tivo: “primus cubitu surgat” (Catón, Agr., 5, 5); “ita dictu opus
est” (Ter., H. T., 941). Otros, en cambio, se explican mejor como
dativos: “hoc mihi factust optumum” (Plauto, Aul., 582); “dictu fa-
cilius” (Ter., Phor., 300). No deja de ser significativa la forma -tui
que aparece una vez en Plauto: “istaec lepida sunt memoratui”
(Bacch., 62). De todos modos es posible interpretar la forma en -tu
como ablativo de referencia.

Los participios

Los participios son partes de la oración que “participan” a un


tiempo de la naturaleza del verbo y de la del nombre. La denomina­
ción, por tanto, sería estrictamente aplicable también a las formas
nominales ya examinadas. Sin embargo, se la emplea específicamen­
322 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

te con referencia a una serie de adjetivos verbales más estrecha­


mente ligados al sistema verbal de la conjugación. De los partici­
pios indoeuropeos sólo el de presente activo sobrevivió en latín, y
aun éste con escasas funciones verbales en la época arcaica. Para el
perfecto el latín, como el oseo y el umbro, utilizó como participio
el adjetivo verbal en -ío-, pero no llegó a poseer una forma activa
correlativa. El participio de futuro en -turus es una creación latina
(véase p. 280).

El participio de presente. En el latín arcaico estaba práctica­


mente limitado a funciones adjetivales, apareciendo sobre todo en
nominativo: vigilans “despierto”, maerens “dolido”, sedens “senta­
do”, sapiens, intellegens, cupiens, etc. Esta situación se mantiene
todo a lo largo de la latinidad coloquial, y en romance los partici­
pios de presente sobreviven sólo como adjetivos. Sobre el desarro­
llo gradual de las construcciones participiales en la lengua literaria
véase p. 135.
Estos adjetivos pueden emplearse sustantivalmente, pero este uso
es raro en el nominativo singular hasta la época de Séneca. Ejem­
plos tempranos son: “quot amans (“un amante”) exemplis ludiflce-
tur” (Plauto, Truc., 26); “stulto intellegens quid ínter est” (Ter.,
Eun., 232). Como adjetivos se emplean también predicativamente con
esse en una especie de conjugación perifrástica que pone el acento
sobre el aspecto durativo: “tu ut sis sciens” (Plauto, Poen., 1038);
cf, “utei scientes esetis” (Sen. Cons. de Bacch.); “te carens dum hic
fui” (Plauto, Capt., 925).
Como adjetivo, el “participio de presente” en un principio des­
cribía simplemente las circunstancias en que el sujeto — y menos
frecuentemente el complemento— del verbo principal se hallaba.
Como tal no hacia referencia explícita al tiempo ni a relación lógica
alguna, que debía deducirse del contexto. En la mayor parte de los
casos se refiere a un acontecimiento o estado simultáneo, aunque
ocasionalmente, especialmente con verbos de llegar y partir, el par­
ticipio hace referencia al pasado: “puerum servos surpuit eumque
hiñe profugiens vendidit” (Plauto, Capt., 8 s.). Ejemplos de este
tipo se encuentran también en Cicerón y Salustio, si bien el partici­
pio de presente no se uso libremente en este sentido hasta Livio y,
ya más, desde Tácito. En el latín tardío se reveló como un buen
sustituto del participio de perfecto activo que el latín no poseía.
En ciertos contextos se hace necesario suponer una referencia de
tipo futuro-final: “dicto me emit audientem, haud imperatorem
sibi” (Plauto, Men., 444); “missitare supplicantis legatos” (Salustio,
Jug., 31, 1). Otras relaciones lógicas (causal, modal, concesiva, con­
dicional, etc.) quedaron sin expresión en el latín arcaico. Hasta la
GRAMÁTICA HISTÓRICOCOMPAKADA 323
época clásica no encontramos el participio de presente acompaña­
do de partículas como quamquam, etsi, ut, etc., desarrollo del que no
se puede excluir la influencia de modelos griegos como k o c í t t e p , <£>c;,
ÜT8, etc.
El participio de futuro se desarrolló a partir de un adjetivo que
significaba “apto para, que va a, que está a punto de” . En latín ar­
caico sólo se lo encuentra con esse, formando un futuro perifrástico:
“quid nunc es facturus” (Plauto, Bacch., 716); “immortalis est, vivit
vícturaque est” (id., Trin., 55). La liberación del participio de fu­
turo de esta estrecha asociación con esse y su empleo atributivo
como adjetivo fueron el resultado de un largo y lento proceso. To­
davía Cicerón emplea en ese modo solamente futurus y venturus
(una vez); la emancipación fue en gran medida obra de Virgilio y
Ovidio, por lo que mira a la poesía, y de Livio, para la prosa. El
ejemplo más antiguo de empleo predicativo es de Gayo Graco ( “qui
prodeunt dissuasuri”) , si bien el texto no está libre de sospecha. Si­
gue luego Cicerón con “Servilius adest de te sententiam laturus”
(In Verr., 2, 1, 56). La libertad de uso aumenta con Virgilio y Livio.

El participio de perfecto. Los adjetivos verbales en -t o - denotan


cualidades o estados duraderos: tacitus, doctus, scitus. Por ello fue­
ron atraídos a la órbita del perfecto. En origen eran indiferentes a
la noción de voz y ello puede verse todavía en formas “activas” como
potus, pransus, cenatus, adultus, nupta, iuratus, lautus, etc. Este ad­
jetivo verbal tampoco se refería en origen a acontecimientos pasa­
dos. La referencia al presente es frecuente en el caso de los verbos
deponentes: “qui complexus cum Alcumena cubat” (Plauto, Amph.,
290). Ahora bien, el estado presente implica acontecimientos pasa­
dos, y el sistema latino del perfecto tenía este doble valor de refe­
rencia. Fue así como el participio de perfecto llegó a usarse prefe­
rentemente para referirse a acontecimientos que habían tenido lugar
con anterioridad al significado por el verbo principal: “acceptae
bene... eximus” (Plauto, Cas., 855). Ciertos ejemplos tienen un valor
temporal ambiguo debido a la naturaleza de la acción verbal; así, en
“coactus legibus eam uxorem ducet” (Ter., And., 780) la coerción
legal es una circunstancia concomitante con la acción principal. A
partir de ejemplos de este tipo conoció el valor indicado un cierto
desarrollo en el latín del Imperio, de modo que el participio de per­
fecto llegó a convertirse en sustituto del participio de presente pa­
sivo que el latín no tenia: “quo saepe modo obsessi in obsidentes
eruperunt” (Livio, 9, 4, 9); “servum sub furca caesum medio egerat
circo” (id., 2, 36, 1); “prae se actam praedam ostentantes” (id.,
23, 1, 6).
324 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Al igual que los participios de presente y de futuro, el adjetivo


en -t o - se combina con esse para formar un tiempo perifrástico:
el perfecto pasivo del tipo ille est oneratus. En acusativo se lo em­
plea predicativamente con verbos de carácter vario, especialmente
causativos: “missum fació Teresiam senem” (Plauto, Amph., 1145);
“tam frictum ego illum reddam” (id., Bacch., 767); “factum et cura-
tum dabo” (id., Cas., 439). habere aparece frecuentemente acompa­
ñado del participio en una expresión que supone toda su plenitud
semántica: “abstrusam habebam” (“la mantenía escondida”, plau­
to, Mere., 360); “domitos habere... oculos” (id., Mil., 564). En otras
ocasiones estos giros resultan prácticamente equivalentes al perfec­
to-presente: “hasce aedis conductas habet” (id., Cist., 319). Sobre
la sustitución del perfecto-presente por esta perífrasis en romance,
véanse pp. 171 s.

L a oración compleja

La oración compleja es un desarrollo relativamente reciente en


la historia lingüística. En un estadio primitivo no había sino mera
yuxtaposición de frases independientes, sin indicación explícita de
su relación lógica. Esta simple yuxtaposición es conocida por los
gramáticos con el nombre de parataxis: Está bien; que venga. En un
período de este tipo la ausencia de pausa entre las dos partes es sufi­
ciente para hacer del complejo un todo fundido e indicar la subor­
dinación de la segunda parte a la primera. Será conveniente, sin
embargo, emplear el término parataxis también para referirse a las
frases en que no existe conjunción como indicador explícito de su­
bordinación. Quedan en latín numerosos restos de este mecanismo
primitivo de la parataxis sintáctica. En velim facias, por ejemplo,
simplemente se yuxtaponen un subjuntivo potencial, velim, y un
facías yusivo; cf. fac fidelis sis; sine amet; laceas oportet; licet abeas;
servos iube hunc ad me ferant. Ahora bien, los yusivos y optativos
iban frecuentemente acompañados por un u t(i) adverbial, que en
origen significaba “de algún modo” (en ocasiones también por qui,
instrumental “por algún medio” : efficite qui detur tibí “haced que
se te dé por algún medio”). Esta partícula uti, al convertirse en
habitual, perdió su pleno sentido y se redujo a la conjunción ut,
que acabó por “regir” al subjuntivo. Este caso puede servir como
ejemplo que resume el desarrollo de las oraciones subordinadas en
latín. Se sigue de esto que en un tiempo los modos de tales oraciones
tuvieron las mismas funciones que hemos examinado al tratar de
las oraciones independientes. [N ota 50.] Así, en las interrogaciones
indirectas el latin arcaico mantiene aún en gran medida la distin-
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 325
ción entre el subjuntivo deliberativo y el indicativo (real). En mu­
chas situaciones, sin embargo, ambos modos de expresión resultaban
posibles, y se fue así a una gradual neutralización de la distinción.
La asociación de la interrogación subordinante con el subjuntivo
— originalmente deliberativo— se hizo habitual, de modo que el pro­
nombre interrogativo introductorio pasó a “regir” el subjuntivo,
proceso análogo al de la evolución de los adverbios originariamente
independientes hacia preposiciones “regentes” de casos. A este fe­
nómeno lo llamaremos “habituación”. Con el transcurso del tiempo
estas habituaciones dieron lugar a series de conjunciones semánti­
camente equivalentes con construcciones diferentes: quamquam
con indicativo y quamvis con el subjuntivo “concesivo”. Sin embar­
go, las expresiones semánticamente equivalentes tienden a asimilar­
se, y así quamquam cedió en ocasiones a la influencia de quamvis
y de otras conjunciones concesivas y llegó a “regir” subjuntivo.
Las mismas tendencias actuaron en los demás tipos de oraciones
subordinadas hasta que los valores originalmente distintivos del
subjuntivo se neutralizaron y se convirtió en simple modo de la
subordinación; de ahí sus nombres latinos de subiunctivus y coniun-
ctivus. Al seguir las líneas maestras de esta evolución empezaremos
con algunos casos claros ( 1 ) de subjuntivo volitivo-optativo, y ( 2 ) de
subjuntivo prospectivo-potencial. Luego, teniendo en cuenta los fe­
nómenos de habituación y rección, será conveniente estudiar los
valores de las diversas conjugaciones y examinar sus interacciones
bajo la rúbrica de “equivalencia funcional” .

Subjuntivo volitivo

El subjuntivo yusivo se observa con la mayor claridad, natural­


mente, en las órdenes indirectas. Se lo encuentra no sólo con verbos
de ordenar, sino también con los de aconsejar, rogar, permitir, pro­
yectar, y otras expresiones verbales relacionadas: “lex est ut orbae
nubant” (Ter.); “optumum est ut loces” (Plauto); “opus est ut la-
vem” (id.); “fac Amphitruonem ut abigas” (Id.); “feci ut fierent”
(Ter.); “venit in mentem mihi argentum ut petam” (Plauto). La ne­
gación es ne, como en las correspondientes construcciones indepen­
dientes (en ocasiones también ut ne).
Muy próximo al subjuntivo yusivo con verbos de proyectar y
procurar (efficto ut, curo ut, etc.) está el subjuntivo de las expre­
siones de finalidad. Suelen ir éstas introducidas por ut (n e ): “me
praemisit ut haec nuntiem” (Plauto); “sérvate istum... ne quoquam
pedem referat” (id.).
326 INTRODUCCIÓN AL LATIN

El subjuntivo de las oraciones consecutivas tiene orígenes diver­


sos. Asi, en “ut mentiar nullius patrimonium tanti fació” (Petronio)
se ve todavía el que hemos llamado subjuntivo de repudio: “¡decir
yo una mentira!”. Por otra parte, un yusivo con efficio ut se exten­
dió de modo natural al perfecto ita effectum est ut..., expresión
equivalente a varias otras, como evenit ut, accidit ut: “evenit ut
praeda onustus cederem” (Plauto). Con verbos de querer y procu­
rar, especialmente si van acompañados de un correlativo, es difícil
distinguir entre finalidad y consecuencia: “sic in timorem dabo ut
teneat”, donde el subjuntivo puede ser volitivo o tal vez prospectivo.
En “ita te ornatum amittam ut te non noveris” (Plauto) el subjun­
tivo es potencial. Fue en contextos como éste en los que se estable­
ció el hábito de construir ut con subjuntivo para extenderse luego
incluso a la expresión de una consecuencia actual. Esta habituación
se produjo en latín en época anterior a la de los primeros textos,
de modo que el latín histórico ya no podía hacer la distinción, posi­
ble en griego, entre consecuencia actual y potencial.
El subjuntivo yusivo podía emplearse en sentido estipulativo:
“veniat quando volt atque ita: ne mihi sit mora” ( “que venga cuan­
do quiera con esta condición: que no me haga esperar”, Plauto);
cf. “duae condiciones sunt: vel ut aurum perdas vel ut amator pe-
rierit” (id.). Estrechamente relacionados con los usos estipulativos
(“con tal que”) están los concesivos (“aunque”) del subjuntivo vo-
litivo-optativo. Este tipo se encuentra aún con poca frecuencia en
latín arcaico en oraciones subordinadas (“licet laudem Fortunam:
tamen ut ne Salutem culpem”, Plauto, y “sint sane superbi: quid id
ad nos attinet”, Catón, son aún claramente paratácticos); la conjun­
ción “factótum” ut no introduce oraciones concesivas hasta Teren-
cio: “iam in hac re, ut taceam, quoivis facile scitu est”.

El subjuntivo optativo

Este valor se percibe claramente en frases como las que siguen:


“eveniant volo tibi quae optas”; “ut ille te videat volo”; “quaeso ut.
tua sors effugerit” (Plauto). Es también éste el origen de la cons­
trucción con verbos de temor, dado que metuo ne redeat se anali­
za fácilmente como “tengo miedo; ¡qué no venga!” cf. “metuo ne
techinae perierint” (Plauto). Se sigue de ahí que el equivalente la­
tino de “temo que no vuelva el maestro” toma la forma “tengo mie­
do; ¡que vuelva el maestro!” : metuo ut erus redeat. Ésta es la for­
ma normal en latín arcaico: “vereor ut placari possit” (Ter.).; cf.
“id pavés ne ducas: tu autem ut ducas” (“tú tienes miedo de casar­
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMP ARADA 327
te; tú, en cambio, de no casarte”, id .). Cicerón, sin embargo, prefiere
ne non a ut.
El subjuntivo en ciertas prótasis de períodos condicionales es
también optativo en su origen. Ello puede verse en ejemplos para­
tácticos como el siguiente: “virum me natam vellem: ego ostende-
rem” (“hubiera yo nacido hombre: ya les enseñaría...”, Ter.). Otros
casos pueden remontarse al empleo del yusivo en hipótesis (véase
p. 312): “prosit obsit, nil vident nisi quod lubet”. A estas suposicio­
nes y deseos servía de partícula introductoria el locativo del demos­
trativo so-, es decir, s i (c ): “sic: gladium quis apud te sana mente
deposuerit, repetat insaniens, reddere peccatum sit” (“tomemos este
caso:. supongamos que un hombre lia depositado... supongamos
que lo reclama... sería un error...”, Cic.); cf. “meam rem non cures:
sic recte facías” (Plauto), y la antigua fórmula citada por Livio (10,
19, 17): “Bellona, si hodie nobis victoriam duis, ast ego templum
tibi vqveo”. Otras prótasis son derivables de subjuntivos prospec-
tivo-potenciales; así, “si sapias, eas ac decumbas domi” (Plauto) se
resuelve sencillamente en “así obrarás con prudencia: vete a casa
y acuéstate”.
En el latín arcaico, según hemos visto ya, el presente de subjun­
tivo podía referirse tanto al futuro como al presente: (futuro) si
neget, amittat; si sciat, suscenseat; (presente) si sit domi, dicam
tibi; si habeat aurum, faciat; si nunc habeas quod des (Plauto). El
imperfecto, por su parte, podía referirse al pasado: “si esset unde
fieret, faceremus” (Ter.); “ni vellent, non fieret” (“si no hubieran
querido no se hubiera hecho”, Plauto). Hay supervivencias de este
estado de cosas incluso en el latín clásico. Sin embargo, la reorga­
nización por la que el presente de subjuntivo queda destinado a la
referencia al futuro, el imperfecto al presente y el pluscuamperfec­
to al pasado había comenzado ya en la época arcaica: “si equos
esses, esses indomabilis” (Plauto); “si appellasses, respondisset” (id.).
Fue como consecuencia de esta reorganización de las referencias
temporales de los diversos tiempos del subjuntivo como este modo
adquirió su nuevo valor “irreal” apto para la expresión de supo­
siciones “contrarias a la realidad”. Una serie tan sutil de distincio­
nes establecida en el disciplinado marco de la lengua literaria a du­
ras penas podía mantenerse viva en el habla popular. Plauto vacila
incluso en el seno de una misma frase (“compellarem ni metuam”),
y el mismo uso clásico no es tan consistente como indican las gra­
máticas escolares, pues el presente de subjuntivo hace a menudo
referencia al presente y el imperfecto al pasado: “si ego cuperem
ille vel plures [dies] fuisset” (“si yo hubiera querido...”, Cic.). En
latín tardío, según ya se ha señalado, el pluscuamperfecto de subjun-
tivp suplantó paulatinamente al imperfecto.
328 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Del empleo del indicativo en ciertos tipos de expresiones “poten­


ciales” hemos hablado ya (p. 313). Tenemos, además, los numerosos
cambios de modo de presentación dentro de una y la misma frase
como resultado de las llamadas condicionales mixtas: “ni hebes
machaera foret, uno ictu occideras” (Plauto); “praeclare viceramus
nisi... fugientem Lepidus recepisset” (Cic.), “perieramus si magis-
tratus esset” (Sén.). Esta clase de expresiones se hicieron habitua­
les en el latín tardío, con el resultado de que el imperfecto y el
pluscuamperfecto de indicativo tendieron a suplantar al subjuntivo
en las apódosis irreales.

L as - c o n j u n c i o n e s

El primer paso en la evolución de las conjunciones se había dado


ya en época indoeuropea. En frases como he visto a los pastores:
ellos estaban apacentando sus rebaños, este ellos “reasuntivo” se ex­
presaba por medio del pronombre “anafórico” *¿- (lat. is), a partir
del cual se había formado un tema relativo *yo- (gr. og). En latín,
sin embargo, había abandonado esta forma del relativo y, como el
germánico, formó una serie nueva a partir del tema interrogativo-
indeflnido qui-, quo-, etc. (véanse pp. 258 s.). A partir de este tema
interrogativo-relativo se formaron la mayor parte de las conjuncio­
nes latinas: quod, quia, quam, quando, quoniam, quom (cu m ), quam-
vis, quamquam, ubi, ut (para la morfología de las dos últimas véase
p. 281). La oración de relativo representaba dentro de las subordi­
nadas el tipo más libre de conexión, siendo poco más que el tipo
coordinado “y éstos...”. Consecuentemente los modos y tiempos de
estas subordinadas tenían en origen los mismos valores que en fra­
ses plenamente independientes. De ahí que encontremos oraciones
de relativo consecutivas, adversativas, causales y condicionales. Pi­
ñales, con un subjuntivo volitivo, son las que corresponden al bien
conocido modelo legatos miserunt qui pacem peterent: “gubernato-
rem arcessat qui nobiscum prandeat” (Plauto); “perfodi parietem
qua commeatus esset” (id.); “eme lanam unde pallium conñciatur”
(id.). Debe notarse, sin embargo, que muchos de los ejemplos que
a menudo se colocan en este apartado son susceptibles de una inter­
pretación diferente: “eam [rem ] narrabo und’ tu pergrande lucrum
facias” es una oración “genérica” (véase infra) en la que el modo
mejor de traducir el subjuntivo sería “puedes sacar” (potencial),
más bien que “procura sacar” (yusivo).
El subjuntivo de las llamadas oraciones de relativo “genéricas”,
que se suele clasificar entre los usos “consecutivos”, es claramente
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 329
potencial en su origen: “consilium dederim quod laudetis”; “ecquis
est qui possit”; “quid est quod me velis”; “pauci sunt qui certi sient”;
“mihi adsunt testes qui adsentiant”; “conclave dedit quo nemo infer-
ret pedem”; “numquam hominem conveni unde abierim lubentius”;
“nihil est quo me recipiam” (todos de Plauto).
El subjuntivo de las oraciones causales de relativo puede haberse
desarrollado a partir de los usos descriptivos (genéricos): “ego in-
scitus [sum ] qui postulem”; “sanus tu non es qui furem me voces”;
“ego stultior qui credam”; “ebriast quae compellet me”, etc. (Plau­
to). Sin embargo, en muchos de estos ejemplos podemos captar un
tono de protesta que recuerda al subjuntivo “de repudio” (véase
p. 309): “ ¡estás loco: llamarme a mí ladrón!”. En este tipo de ex­
presiones el uso fluctúa tanto en el latín arcaico como en el clásico:
“sed sumne ego stultus qui rem curo publicam” (Plauto); “nos qui-
dem contemnendi qui actorem odimus” (Cic.). Estas oraciones de
relativo pueden estar precedidas por quippe, que fue en origen una
interrogación de tipo interjectivo *quid pe? “¿por qué?”, según se
ve todavía en: “a te quidem apte. quippe? habes enim a rhetori-
bus” (Cic., De fin., 4, 7). En latín arcaico quippe qui se construye
con indicativo en la mayor parte de los casos, pero el subjuntivo es
de regla en el latín clásico. Un ejemplo que muestra todavía con
claridad el carácter interjeccional de quippe es “«Convivía cum pa-
tre non inibat»: quippe qui ne in oppidum quidem nisi perraro ve-
niret” (“... ¿cómo podría él que...”, Cic., Rose. Am., 18, 52).
Nos quedan ahora por estudiar las conjunciones surgidas del
tema del relativo-interrogativo.

quod, quia
Las diversas funciones asumidas por quod en la sintaxis latina
provienen de frases relativas en las que el neutro singular del pro­
nombre relativo funcionaba como sujeto o complemento directo.
Así, en “quod male feci, crucior” (Plauto), aunque quod es clara­
mente el objeto interno de feci y un id correlativo podía suplirse
fácilmente con crucior, la frase se desliza sin esfuerzo hacia una in­
terpretación causal, “porque he hecho mal”. Lo mismo ocurre con
el genérico “quid sit id quod sollicitere ad hunc modum?” (Ter.),
“¿cuál es la razón por la que...”. Tal fue el origen de quod como
conjunción causal. La distinción de modos, que ha de explicarse
como en las demás oraciones de relativo (véase supra), se neutrali­
zó en época tardía.
A partir de otros contextos en que el valor relativo de quod está
todavía claro (“gnatus quod se assimulat laetum, id dicis”, Plauto;
“adde huc quod caelestum pater prodigium misit”, Accio; “mitte id
330 INTRODUCCIÓN AL LATIN

quod scio”, Ter.; “istuc times quod ille operam amico dat”, id.),
llegó a emplearse quod para introducir oraciones completivas con
verbos de entendimiento, lengua, sentido, etc.: “scio iam filius quod
amet”, Plauto, Asín., 52. En “id iam lucrum est quod vivís” la ora­
ción de relativo es equivalente a “el hecho de que estés vivo”. En
“ego quod mala sum, matris opera mala sum” (Plauto), “en cuanto
al hecho de que...” pasa imperceptiblemente a “si yo soy mala...”.
El similar “quod dicat allatam epistulam” “en cuanto a lo que dice...”
(id., Asín., 761) equivale en su contexto a “aunque”. Por medio de
múltiples procesos de este tipo quod acabó por convertirse con el
paso del tiempo en conjunción universal, en un signo desvaído de
subordinación como nuestro que.
quia es en origen el plural neutro del interrogativo: cf. quianam
“¿por qué?”. Adquirió valor de conjunción causal a partir de su
empleo en interrogaciones interjeccionales: “discrucior animi. quia?
abeundumst” “mi ánimo está atormentado. ¿Por qué? Tengo que
partir” (cf. el origen del fr. car a partir de un quare ínterjeccional).
En el latín arcaico quia es más frecuente como conjunción causal
que quod, que, sin embargo, es preferido por los autores clásicos.
De todos modos quia volvió a ganar popularidad en el latín tardío.
quia es paralelo a quod también en otras funciones: “at nos pudet
quia cum catenis sumus” (Plauto), “nos da vergüenza estar con
cadenas”, cf. “istuc acerbumst quia ero carendumst” (id.), “id doles
quia non colunt” (id .). El empleo de quia como introductor de ora­
ciones completivas con verbos de entendimiento, lengua y sentido
surge en época mucho más tardía que el correspondiente de quod:
no se lo encuentra hasta la época de Petronio.

cum (quom )
Esta conjunción era en su origen el acusativo de singular mascu­
lino del tema del relativo, según puede verse todavía en expresiones
correlativas como tum... cum, eo tempore cum. También desarrolló
una serie de valores (causal, concesivo) al margen del originario,
que era el temporal; pero en Plauto lleva siempre indicativo sea
cual sea su valor. La construcción con indicativo se mantuvo hasta
la época clásica con cum temporal cuando éste era claramente rela­
tivo (ya con un antecedente expreso como tum, etc., ya sin é l), in­
cluidas oraciones de conexión relativa tan laxa como las llamadas
de cum inversum y las del tipo cum interea: “plus triginta annis
natus sum quom interea loci numquam quicquam facinus feci peius”
(Plauto, Men., 446-7). El subjuntivo empezó a usarse en contextos
causales y concesivos. El origen de su irrupción en las oraciones cir­
cunstanciales del tipo “cuando” está sumido en la oscuridad, si bien
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 331
merece cierto crédito la teoría de que el subjuntivo de estas ora­
ciones es análogo al de las oraciones genéricas de relativo: “en un
tiempo en que...” como opuesto a “en el tiempo en que...”. El pri­
mer ejemplo aparece en Terencio: “magistratus quom ibi adesset,
occeptast agi” (“una vez que apareció el magistrado...”, Eun., 22), y
hacia el final de la República ya estaba establecido el canon clásico
según el cual el cum “cuando” lleva imperfecto o pluscuamperfecto
de subjuntivo, salvo cuando es claramente relativo. Sin embargo, se
encuentran excepciones a esta regla aun en los principales autores:
“accepit agrum temporibus eis cum iacerent pretia” (Cic., Q. Rose.,
33); “ñeque enim, si tibi tum cum peteres consulatum studui, nunc
cum Murenam ipsum petas adiutor eodem pacto esse debeo” (id.,
Mur., 3, 8 ); “fuit antea tempus cum Germanos Galli virtute supera-
rent” (César). El análisis puede entrever aquí un sentido genérico;
el hecho es que en las construcciones de cum, como en todas las de­
más, el subjuntivo de subordinación fue invadiendo el terreno del
indicativo real y que incluso en la época clásica el uso es fluctuante.

áum
Aunque la etimología de esta conjunción es oscura, su sentido ori­
ginal parece haber sido el de “un momento” (posiblemente conecta­
do con durare); así, manedum “espera un momento”, ínterdum, “a
veces”, “entre dos momentos”, nondum “aún no, no es el momento”.
A partir de este valor amplió su campo para significar “mientras”
y “hasta que”. No deja de ser curioso que el ing. till (“hasta que”)
derive también de una palabra que, en germánico, significaba “tiem­
po”. El “mientras”, “durante el tiempo que” puramente temporal
no precisa de amplio comentario. Puede suponerse que se originó
en usos correlativos como “sie virgo, dum intacta manet, dum cara
suis est” (Catulo). En expresiones del tipo “durante el tiempo en
que tal acontecimiento estaba teniendo lugar ocurrió tal cosa” se
empleaba un presente durativo atemporal en la oración de dum,
aunque ésta se refiriera al pasado. Sin embargo, el imperfecto, que es
más lógico, aparece una vez en un discurso de la primera época de
Cicerón (Rose. Am., 32, 91), y se hace más frecuente en los autores
posteriores. La equivalencia funcional de dum con el cum histori-
cum acabó por llevarlo a la construcción con subjuntivo, especial­
mente en Livio y prosistas posteriores.
También encontramos oraciones finales introducidas por dum.
Este valor puede haberse originado en yuxtaposiciones como mane
dum: scribam “espera un momento, voy a escribir”, desde donde
era fácil el tránsito al sentido final: “espera a (para) que,escriba”.
332 INTRODUCCIÓN AL LATIN

Este valor se encuentra ya a partir de la época arcaica: “observavit


dum dormitarent canes” (P lau to): “opperiar erum dum veniat” (id .).
Finalmente, encontramos dum con subjuntivo estipulativo en el
sentido de “con tal que, mientras” : oderint dum metuant “que me
odien con tal que me teman”. Tenemos ejemplos desde el latín ar­
caico: “me etiam vende dum saturum vendas” (Plauto); “quid mea
refert dum mihi recte serviant” (id .). Una conjunción de valor simi­
lar. es modo = “con la condición de que” : “scies modo ut tacere
possis” (Ter.). Ambas conjunciones pueden aparecer combinadas:
“absit dum modo laude parta domum recipiat se” (Plauto).
El sentido “terminativo” de dum, “hasta que”, correspondía más
propiamente a doñee. En latín arcaico esta conjunción se emplea
raramente con subjuntivo, y los puristas clásicos tienden a evitarla
totalmente. Los prosistas augústeos y los posteriores, sin embargo,
muestran preferencia por doñee frente a dum y lo emplean con sub­
juntivo. La parcial equivalencia funcional con dum llevó al empleo
de doñee con el sentido de “en la medida en que” (Lucrecio, augús­
teos y poesía y prosa posteriores). El modo empleado para la signi­
ficación de este valor fue el indicativo. Sobre el subjuntivo iterativo
véase infra.

quam (tamquam, quasi, priusquam, antequam)

quam es un caso del tema interrogativo-relativo que significa “de


qué modo”, “hasta qué grado”. Como relativo se le empleaba junto
con su correlativo tam, sacado de un tema demostrativo: “tana ille
apud nos servit quam ego apud te servio” (Plauto). Luego llegó a
omitirse el tam antecedente: “non pisces expeto quam tui ser monis
sum indigens” (Plauto). Estando coordinados los dos miembros de
la comparación, quam “regía”, como era natural, el mismo modo
que su antecedente: “tam duim quam perduim”.
tam... quam acabó formando una única conjunción: tamquam,
especializada en la introducción de comparaciones supuestas, “como
si...”. En los ejemplos más antiguos el subjuntivo es claramente yu­
sivo: “inde tamquam restim tractes facito”; “facito tamquam faex
fiat” (Catón). Con este valor, tamquam competía con quasi ( = quam
si), siendo usado el primero por Cicerón, pero no por César. A par­
tir del significado “como si” tamquam (y menos frecuentemente
quasi) desarrolló un valor causal en la expresión del pretexto con
verbos de acusar, sostener y temer. E primer ejemplo aparece en
Livio: “plus ira... valebat quia non ut hostibus modo sed tamquam
indomitae et insociabili genti suscensebat” (37, 1, 4).
En una frase como hic tam beatus est quam ille el sentido de
tam beatus podía igualmente expresarse por medio de non beatior.
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 333
Puede presumirse que íue por medio de la sustitución por expresio­
nes equivalentes (“contaminación”) — a partir de expresiones nega­
tivas— como llegó a emplearse con comparativos el quam (“como”)
ilógico. Sea cual sea su origen, se trata de un uso bien establecido
en el latín arcaico con comparativos tanto de adjetivos como de
adverbios: “hau magis cupis quam ego te cupio”; “citius abeunt
quam in cursu rotula circumvortitur” (Plauto). También aquí apa­
rece el mismo modo en los dos miembros de la comparación. Ejem­
plos de subjuntivo son: “plus viderem quam deceret”; “hercle aufu-
gerim potius quam redeam”; “dem potius aurum quam illum
corrumpi sinam” (Plauto). Sin embargo, podemos identificar un
“círculo de empleo” : el grupo semántico que incluye al verbo malo
( < magis volo), en el que entran los verbos calificados por el ad­
verbio potius. En dependencia de un verbo de voluntad como malo
resultaba justo y apropiado el empleo de un subjuntivo volitivo: “ta-
ceas malo quam tacere dicas” (Plauto, Pseud., 209). Este tipo de
construcción se extendió luego a los demás miembros del “círculo” :
“quid mihi melius est quam opperiar erum?”; “mussitabo potius
quam inteream”; “inopem optavit potius eum relinquere quam com­
mostrare” (Plauto). En otros ejemplos es fácil identificar el subjun­
tivo de “repudio” : “nam hercle ego quam illam anum inridere me
ut sinam: satius mihi quovis exitio interire” (id., Cist., 662-3).
Una vez que quam hubo adquirido por su asociación con los
comparativos el significado de “que”, llegó a emplearse también sin
comparativo; así, por ejemplo, con statuo, certum est y expresiones
equivalentes. Un ejemplo extremo es “... quin vidua vivam quam
tuos mores perferam”, “... por qué no vivir viuda (antes que) sopor­
tar tu modo de proceder” (Plauto, Men., 726), que equivale a “pre­
fiero ser viuda que...”. Fue a partir de oraciones de este tipo, en
las que el subjuntivo estaba plenamente motivado, como por “habi­
tuación” penetró dicho modo en las oraciones comparativas con
quam, en las que no estaba justificado.
priusquam es simplemente un caso de construcción de quam tras
un adverbio comparativo (antequam aparece por vez primera en
Catón y Terencio, y Cicerón lo prefiere a priusquam, que, sin embar­
go, obtiene el favor de César). En consecuencia, el empleo de los mo­
dos se somete a los principios ya examinados en el apartado prece­
dente. Que el subjuntivo, en los casos en que se registra, tiene ori­
gen volitivo se desprende del hecho de que en latín arcaico, aparte
ejemplos de atracción y “oblicuos”, se lo encuentra solamente tras
expresiones de voluntad: “dicamus censeo priusquam abeamus”
(Plauto); “haec facito antequam incipias” (Catón); “prius resicato
quam ad arborem ponas” (id.). Una excepción aparente, “animam
334 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

omittunt priusquam loco demigrent” (Plauto), está estrechamente


ligada a las construcciones de potius quam, que hemos examinado
hace un momento. Así pues, no parece haber base para considerar
estos subjuntivos como eventuales o prospectivos. La “habituación”
comenzó en época temprana (frecuentemente e incluso en el latín
clásico se encuentra ya el subjuntivo con un valor puramente tem­
poral); el subjuntivo se convirtió en la construcción regular en el
latín tardío.

quamqúam, quamvis
Hemos examinado ya el empleo de subjuntivo con sentido con­
cesivo. En el latín arcaico, sin embargo, la conjunción concesiva más
frecuente es quamquam ( = “sin embargo”, “del modo que sea”, “en
la medida que sea”, en su origen) y se construye con indicativo como
en el latín clásico: “inde observabo... quamquam hic manere me
erus sese iusserat” (Platón), quamvis en época arcaica está todavía
estrechamente ligado a algún adjetivo o adverbio: “audacter quam­
vis dicito” (id.); “locus hic... quamvis súbito venias, semper líber
est” (id., Bacch., 82). El primer ejemplo sin relación con adjetivo ni
adverbio aparece en Cicerón: “quamvis res mihi non placeat tamen...
pugnare non potero” (ln Ven., 2, 3, 209), pero la conjunción es aún
evitada por César y Livio. También licet es poco frecuente como
conjunción concesiva hasta la época de Marcial y Juvenal y los pro­
sistas posteriores. La equivalencia funcional de quamvis y quamquam
dio lugar a fluctuaciones en el empleo de los modos, construyéndose
a veces quamvis con indicativo (postclásico) y quamquam con sub­
juntivo (por primera vez en Nepote).

quominus y quin
En el latín arcaico los verbos de prevenir iban complementados
por un subjuntivo voluntativo introducido por ne. La conjunción
típicamente clásica, quominus, es empleada muy raramente por Plau­
to. La preferencia clásica por quominus complementando a verbos
de prevenir fue tal vez un recurso conscientemente empleado en
interés de la aoccjnívEioc para evitar el recargamiento producido por
la repetición de ne (véase p. 131 sobre este aspecto del purismo). Se
trata de un caso especial de empleo del instrumental quo con com­
parativos en oraciones relativas de valor final: “id ea faciam gratia
quo ille eam facilius ducat” (Plauto); “si sensero hodie quicquam
in his te nuptiis fallaciae conari quo fiant minus...” (Ter.). Tras
expresiones negativas de prevención el latín clásico solía emplear
la conjunción quin. Se originó a partir del instrumental del interro­
GRAMÁTICA HISTÓRICO-COMPARADA 335
gativo: qui rae, “¿cómo no?”. Podía introducir interrogaciones inde­
pendientes de tono impaciente que tenían valor de imperativo (quin
tu taces? “¿por qué no te callas?”) ; podía introducir también impe­
rativos (quin audi) y subjuntivos deliberativos (quin rogem?). Que
el empleo de quin con expresiones de prevención se originó en ora­
ciones deliberativas dependientes se ve claro en ejemplos como:
“quin loquar, numquam me potes deterrere” (Plauto); “quid causae
est quin proficiscar” (Ter.); cf. “quid obstat quor non fiant” (id.).
Las oraciones de quin resultaban apropiadas también para otras ex­
presiones distintas de las de prevención, especialmente negativas de
duda (haud dubiurn est quin...). El dominio de estas expresiones
negativas se fue extendiendo por procesos analógicos hasta perderse
el sentido original de quin: “numquam egredior quin conspicer”
“nunca salgo sin ser visto” (Plauto); cf. “nec recedit loco quin sta-
tim rem gerat” (id.); “nullum adhuc intermisi diem quin aliquid
ad te litterarum darem” (“no he dejado pasar ni un día sin ponerte
unas letras”, Cic.). En época posterior se abandonó el canon clásico
y quin pasó a emplearse también con expresiones positivas de pre­
vención y similares.

El subjuntivo en la oratio obliqua

En las páginas precedentes hemos examinado los empleos y orí­


genes del subjuntivo en oraciones subordinadas de mandato, inte­
rrogación, pretexto, etc. A partir de esas bases, por procesos de ana­
logía y atracción, el subjuntivo llegó a emplearse en todas las
oraciones subordinadas que referían palabras ajenas introducidas
por verbos de decir, preguntar, ordenar, etc. Se trata de un uso
regular en latín clásico, siendo su principal excepción lo que pue­
de considerarse como anotación aclaratoria del autor que no esta­
ba presente cuando las palabras referidas fueron pronunciadas:
“per exploratores certior factus est ex ea parte vici quam Gallis con-
cesserat omnes noctu discessisse” (César).

El subjuntivo iterativo

El latín no tenía en origen procedimiento modal alguno para ex­


presar la repetición. En saepe dixit el hecho de la repetición es sig­
nificado por el adverbio, no por el modo ni el tiempo del verbo. Del
mismo modo, en frases como “ut quisque acciderat eum necabam”
(Plauto) el pluscuamperfecto, como expresión del estado pasado,
indica la prioridad del primer acontecimiento sobre el segundo, in­
336 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

eticándose la repetición por medio de quisque. Gramaticalmente el


pluscuamperfecto en cuestión no es distinto del que tenemos en
“iam ut me conlocaverat, ventus exoritur” (Plauto), que se refiere a
una acción singular. En el latín clásico, sin embargo, el pluscuam­
perfecto de indicativo con cum, ubi y ut, probablemente a partir de
expresiones que contuvieran alguna indicación explícita de iteración,
como, por ejemplo, quisque, poseía la función específica de significar
acontecimientos repetidos: “Messanam ut quisque nostrum venerat,
haec visere solebat” (Cic.); “hostes ubi... conspexerant, adoriebantur”
(C ésar).
En la prosa augústea observamos una especialización similar del
pluscuamperfecto de subjuntivo. Es difícil remontarse a los orígenes
de este uso. El pluscuamperfecto de subjuntivo con cum hace refe­
rencia en ciertos contextos a acontecimientos repetidos, incluso en
la prosa clásica: “cum cohortes ex acie procucurrissent, Numidae ef-
fugiebant” (César). Ahora bien, en este caso, como en el de los plus-'
cuamperfectos de indicativo que acabamos de examinar, el signifi­
cado iterativo no es un valor inherente al pluscuamperfecto de
subjuntivo, sino que más bien se desprende del contexto. Sin em­
bargo, una vez que ubi fue atraído a la órbita de cum y llegó a em­
plearse con subjuntivo (el primer ejemplo en el vulgar Bell. Afr.,
78, 4), el latín llegó a poseer dos construcciones: ubi vidit y ubi
vidisset. La segunda se especializó de Livio en adelante en la función
iterativa. No resulta descabellado suponer que este uso fuera en sus
orígenes un artificio literario consciente de autores que echaron
mano de lo que era un doblete sintáctico de carácter vulgar para
arbitrar un equivalente latino del optativo griego en oraciones ite­
rativas de pasado. No existió en latín un doblete de esta clase para
los tiempos primarios, y ésta puede ser la razón por la que en tales
tiempos no encontramos un subjuntivo iterativo.

A d d en d um

Gerundio y gerundivo

En hetita el genitivo del gerundio desempeña el papel de gerun­


divo, y en ocasiones ese genitivo aparece tratado como adjetivo,
dotado de las correspondientes formas del plural (H. Pedersen, H it-
titisch, p. 149). Pedersen encuentra un desarrollo similar en balto-
eslavo. A la vista de este gerundivo “invariable” (pp. 317 s.) es
probable que el gerundivo latino deba su origen a una reinterpre­
tación del genitivo adnominal del gerundio.
NO TAS DE LOS TRADUCTO RES

1. Este tipo de subjuntivos, común a latín, osco-umbro y céltico,


tiene una notable significación para el establecimiento de afinidades,
pues se trata de una innovación común dentro del grupo “extremo occi­
dental” (véase R. A drados, Evolución,
pp. 506 ss, 517 ss, 560 ss, 589 ss,
872),
2 . Acerca de este hipotético “acento de intensidad inicial” y sus efec­
tos véase la Nota 24.
3. Para el origen de estos perfectos véase la Nota 38.
4. Sobre el elemento -is- en el perfecto latino véase la Nota 41.
5. De la Esquisse de Meillet hay edición posterior ( 6 .a, 1952), con bi­
bliografía reunida por J. Perrot.
6 . Que lat. triump(h)us proceda del gr. 0píocp|3o<; ha sido puesto en
duda, entro otros, por Richter, seguido, con matices, por García Calvo
(véase el artículo de este último en “Emérita”, XXV, 1957, esp. pp. 445 ss.).
Según estos autores, triumpus habría surgido de la reinterpretación como
vocativo de un imperativo triumpe, perteneciente a un verbo *tri-umpere
o *tri-iumpere, “saltar tres veces”, cf. ing. up, jump.La hipótesis resul­
ta especialmente atrayente en el contexto de la interpretación del Car­
men Arvale, que García Calvo intenta en el artículo de referencia.
7. Para intentos recientes de la interpretación de estos documentos
del latín protohistórico véase G. B. P ig h i ,La lingua latina nei mezzi
della sua espressione, I:Storia della lingua latina,
Enciclopedia Classica,
Turín, S.E.I., 1968, esp. pp. 39 ss.
8 . En este sentido tenemos el expreso testimonio de Quintiliano
(I, 6 , 40): “Saliorum carmina vix sacerdotibus suis satis intellecta.”
9. Una original interpretación del Carmen Arvale
ha sido intentada
por A. García Calvo en “Emérita”, XXV, 1957, pp. 386448.
10. No se olvide que el gallego actual sigue conservando “corte” y
“cortello” (cf. “cortijo”) = “cuadra”, con ese sentido primitivo de “lan-
gue de paysans”.
338 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

11. En general se ha tendido a etiquetar estas formas arcaicas del


verbo latino con excesiva rigidez. El que en ellas aparezca un elemento
-s- no basta para clasificarlas, sin más, como “de aoristo”. Los mor­
femas, en especial los más elementales por su masa, no tuvieron una
“Urbedeutung” per se;es por oposición, dentro de un sistema, como
adquieren un valor. Ténganse en cuenta, además, los drásticos reajustes
experimentados por el sistema. Acerca de estas formas sigmáticas en
concreto véase R. Adrados, Evolución,
pp. 517 ss.
12. Sobre este supuesto “cambio” vor- / ver- véase la Nota 21.
13. Traducimos por “estilo rimbombante” el inglés “padded style”,
caracterización que el autor emplea con profusión, especialmente en el
capítulo siguiente. Literalmente, “padded” significa “guateado”; traslati­
ciamente, aplicado al modo de expresarse, “hinchado”. Opinamos que la
traducción “rimbombante” es la más procedente en la mayoría de los
contextos donde Palmer emplea “padded”, especialmente en considera­
ción al papel que en tal estilo primitivo desempeñan los elementos exter­
nos de la expresión, como son la rima, asonancias, aliteraciones, etc.
14. Acerca del supuesto cambio vo- / ve-, véase la Nota 21.
15. A los trabajos sobre la formación del latín literario que cita Pal­
mer en su acotación bibliográfica a este capítulo es preciso añadir uno
muy importante del ruso J. M. Tronskij, fácilmente accesible ahora en
su traducción italiana La formazione della língua letteraria latina, pro­
cedente de su Esbozo de historia de la lengua latina, Moscú-Leningrado,
1953, cap. V, pp. 180-222, publicado como apéndice a la traducción ita­
liana del Stolz-Debrunner-Schmid (P. S to lz , A. D ebrtjnner , W. P. S c h m id ,
Storia della lingua latina,trad. C. Benedikter, introd. y notas A. Traína,
Bolonia, Patrón, 1968, pp. 145-194).
16. Al inicio mismo de este capítulo, admirable por tantos conceptos,
se hace necesaria la referencia a la obra de uno de los más importantes
especialistas actuales en latín vulgar, el finés Veikko Váánánen, y más
concretamente a su Introduction au latín vulgaire,
París, Klincksieck, 1963,
lógicamente ignorado en este libro. Se trata de un manual que viene a
sustituir con notable ventaja al antes clásico manual de Grandgent. Hay
versión española de M . C a r r i ó n ,Introducción al latín vulgar,Madrid,
Gredos, 1968.
17. Sobre la verdadera naturaleza de estas formas “contractas” véase
la Nota 39.
18. Acerca de los esfuerzos realizados hasta la fecha por detectar
auténticas diversidades geográficas en el latín tardío, a decir verdad fa­
llidos, véase E. L ofstedt, Local variation in Latín,
en Late Latín,
Oslo,
1959, pp. 39 ss.
19. En efecto, y más que de base métrica conviene hablar de base
rítmica, dado que el saturnio, según los enfoques más recientes y fiables,
NOTAS DE LOS TRADUCTORES 339

no es un verso “métrico”. Intentos como los recogidos aún recientemen­


te por Nougaret (Traité de métrique latine classique,
3.a ed., París, Klinck-
sieck, 1963, pp. 18 ss.) de “medir” cuantitativamente saturnios, nos pare­
cen tan condenados al fracaso como lo estuvieron los de los gramáticos
antiguos de los que derivan. Es, a nuestro entender, G. B. Pighi quien
ha puesto las cosas en su punto. Para Pighi, que considera la versifica­
ción saturnia “verbal no acentuativa de lengua cuantitativa”, “el saturnio
está formado por dos hemistiquios, en cada uno de los cuales hay una
palabra con función de tesis; la función de arsis está desempeñada en
el segundo hemistiquio por una palabra, en el primero más corriente­
mente por dos que por una”. De entre los abundantes trabajos de Pighi
sobre el tema citaremos solamente su “rapport” Lineamenti di métrica
storica delle lingue indoeuropee, Atti della Accademia delle Scienze
en
deU’Istituto di Bologna. Rendiconti, LUI, 1964-1965, Bolonia, Composi-
tori, 1965, esp. pp. 20 ss.; y el apartado correspondiente de su manual
La métrica latina,, La lingua latina nei mezzi della sua espresione,
en II,
Enciclopedia Classica, Turín, S.E.I., 1968, esp. pp. 257 ss.
20. Según puede verse, Palmer se adhiere a la llamada “escuela
alemana” —postura adoptada ya también por Lindsay, (cf. Leumann-Hof-
mann, I, p. 185)—, que postula la naturaleza intensiva del acento clásico
latino. Los argumentos métricos que el autor esgrime en este punto se
basan, fundamentalmente, en las investigaciones de su compatriota Wil-
lcinson, a quien cita a pie de página. Son, en resumen, una interpretación
de ciertas “coincidencias” y “discoincidencias” observadas entre idus,
o
acento de verso, y acento de palabra, en el sentido de considerarlas algo
buscado per se. Ahora bien, conviene advertir al lector no avezado que
tales “coincidencias” pueden, en buena parte, ser resultado automático
de dos factores de necesidad, Tenemos, por una parte, las rígidas nor­
mas lingüísticas que vinculan la colocación del acento clásico a la canti­
dad de la penúltima sílaba (“ley de la penúltima”); por otra, las precep­
tivas literarias que aconsejaban o vedaban ciertas tipologías verbales
(el monosílabo ante pausa rompe la unidad del verso) e imponían deter­
minadas pausas. Teniendo en cuenta todo esto, se comprendará fácilmen­
te la relatividad de estos argumentos en favor de la naturaleza intensiva
del acento clásico latino. Un censo muy completo de la bibliografía exis­
tente sobre el tema puede verse en la Métrica latina
de Pighi (cf. Nota 19),
pp. 679 ss.
21. Este supuesto cambio fonético de vo- ve-
a aparece planteado por
Palmer en términos demasiado tajantes -—desgraciadamente tan habitua­
les— para no hacerlo por principio inadmisible. De modo semejante lo
plantean, entre otros, Niedermann ( Phonétique, pp. 56 s.) y Bassols (Fo­
nética,Tp.) 113). El censo de palabras que suele aducirse como campo y
testimonio del pretendido cambio se reduce en esencia a las siguientes:
vorto/verto y sus derivados y compuestos (vorsus/versus, advorsus/ad-
versus, vortex/vertex, etc.); Vortumnus/Vertumnus; vorro/verro; vos-
ter/vester; voto/veto. Según la casi “communis doctrina”, que parece
arrancar de Solmsen, vó- habría pasado ave-a mediados del siglo t i a. C.;
340 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

pero un análisis más detallado de los hechos nos va obligar, al menos,


a un gesto de escepticismo ante este “cambio fonético”.
En primer lugar, es claro que la explicación que sirva para dar cuen­
ta de la oscilación-tránsito vorto/verto la dará también de toda su fami­
lia(advorsus, vorsus, etc.). Pues bien, como han entrevisto ya no pocos
estudiosos —cf. Leumann-Hofmann, I, p 47; Ernout, Morphologie, p. 125—,
pudo ocurrir muy bien que en el caso de verto lo que en realidad afloró
al latín histórico fueran las ruinas de una antigua y regular alternancia
vocálica, según el siguiente esquema; pres. verto, perf. vorti (de vorti
antiguo, o del grado cero *uxti), vorsus
partic. perf. de *vorssus (< *uort-
tos, procedente, a su vez," del grado cero normal en estas formas, cf.
domitus). Esta serie tiene un paralelo perfecto en el alemán werden,
wurde (.de grado cero), (ge)worden, así como claras correspondencias
itálicas; umbro kuvertu “convertito”, pero tráhvorfi “transvorse” (Ernout,
op. cit., p. 125). La aparición de “formas inversas” como vorto verti
y de­
nunciaría, simplemente, el empleo asistemático de los restos de un sis­
tema morfológico anterior. En la época clásica se habría generalizado el
vocalismo del presente (é) de manera analógica (aversum ya en CIL, Ia,
583, 3, años 133-118 a. C.). En dos palabras: en el caso de vorto/verto y
su familia parece que nos hallamos ante hechos de morfología y analogía,
verto
no de fonética. A la familia de hay que adscribir, además, Vortum-
nus/Vertumnus, nombre de un dios relacionado con el cambio de las es­
Dictionnaire)
taciones (véase Ernout-Meillet, . Posiblemente es en su ori­
gen elVoltumna Veltumne
o etrusco (cf. Varrón, L. L., V, 46); se habría
verto
visto atraído a la órbita etimológica de por su ya indicada relación
con elvertere del año. Acerca del arcaísmo técnico divortium véase Nie-
dermann, Phonétique, p. 56.
vorro/verro
Respecto a diremos, ante todo, que es en esencia falso el
aserto simplista de Niedermann (véase loe. cit.) de que aparece vorre-
re, etc., en Plauto, Ennio y Terencio (véanse los correspondientes Indices
léxicos). Conviene advertir, además, que a través de formas como su par­
versus
ticipio —discrepan los gramáticos sobre algunas formas de este
verbo—, es fácil que entrara en la órbita analógica de verto(véase Ernout-
Meillet), si es que no tenía, como él, alternancias antiguas.
Acerca de voster/vester se puede afirmar que son formas sin relación
genética directa entre sí, en ninguno de los dos sentidos posibles, vester
es forma heredada, según muestra claramente la comparación con umbro
vestra, etc. (véase Leumann-Hofmann, I, p. 284). De ahí que haya que
considerar a voster como forma analógica surgida de la proporción
nos-noster/vos-vester. No puede afirmarse —como hacen, por ejemplo,
Ernout-Meillet—, que voster h a y a pasado a vester, dado que los testimo­
nios romances como esp. vuestro, vótre,
fr. it.vostro, acreditan sin lugar
a dudas la forma voster (vostrum ) como la verdaderamente viva en época
tardía. La desaparición de la forma, en los albores del clasicismo, de la
lengua escrita debe interpretarse simplemente como acto de urbanitas
purista frente a una forma, sin duda, popular; un caso más de convergen­
cia arcaico-vulgar.
Respecto a voto/veto, hay que reconocerlo, no se ha arbitrado hoy
por hoy una crítica consistente de la eommunis doctrina del cambio fo­
NOTAS DE LOS TRADUCTORES 341
nético, ni parece haber bases sólidas para ello. Sí cabe recordar la im­
portancia que como condicionantes de los cambios fonéticos tienen en
latín las estructuras silábicas (abierta o cerrada). Por esto nos parece en
principio arriesgado colocar voto/veto (sílaba abierta) al lado de todos
los demás casos examinados (sílaba cerrada).
Otros supuestos testimonios que se han aducido a favor de este “cam­
bio fonético” (véase Leumann-Hofmann, I, p. 47) no tienen, en general,
vocalismo o a no ser en formas reconstruidas por la comparación, más
que sospechosas para quien sepa .de las libérrimas reorganizaciones del
vocalismo indoeuropeo llevadas a cabo por muchos de los dialeotos he­
rederos. Valga como ejemplo —en el terreno de las alternancias— el de
las desinencias griegas -ao y -o<;, de 2 .a pers. singular medía secundaria y
genitivo singular, respectivamente, frente a las latinas *-se(s) > -re /
-ris y -es > -is.
Por último, el testimonio de Quintiliano (I, 7, 25), a más de dos siglos
de distancia, acerca del supuesto cambio que habría sido reconocido en
la escritura por iniciativa de Escipión Africano el Menor (?, 185-129 a. C.),
no es de excesiva confianza para un espíritu crítico moderno dotado de
sentido histórico, y que conozca en cuántas otras ocasiones los gramá­
ticos latinos han inducido a error a filólogos demasiado literalistas.
Con todo lo dicho sólo queremos dejar en claro que para postular el
paso de no- a ve- hacen falta más convincentes testimonios que los hasta
ahora aducidos. Tampoco nos atrevemos, desde luego, a negarlo de modo
tajante.
22. Acerca de la laringal a (H) véase la nota 28.
23. El cambio lubet > libet (u > i entre l y labial), es, al menos por
lo que mira a su causa y contexto, otro de los numerosos “cambios fan­
tasma” que solemos hallar en nuestros manuales de fonética histórica
latina. En realidad se trata de un caso más de medius sonus (cf. Nota 25),
es decir, de timbre vacilante, con tendencia a paso de u a i, de vocal
breve en sílaba interior abierta ante consonante labial (optumus/opti-
mus). Hemos subrayado interior porque debe recordarse que las formas
del impersonal libet se dan casi siempre en palabras fonéticas del tipo
quodlibet; ello llevó a que lu- no fuera en realidad una sílaba inicial y
no gozara, en consecuencia, de la estabilidad de timbre propia de tales
sílabas en latín, produciéndose ante la labial b la normal inseguridad de
timbre del medius sonus, así como el casi general paso al timbre i
lubido/libido por su evidente relación etimológica con libet lo habría
seguido por analogía en sus vicisitudes fonéticas. En cuanto a clupeus/
clipeus, hay que decir que es palabra altamente técnica y de oscuro ori­
gen (véase Ernout-Meillet). Así las oosas, no tiene sentido hablar de la l
como contexto condicionante ni de “sílaba inicial” (así, entre otros, Bas-
sols, Fonética, p. 84).
24. Mucho se podría decir acerca de estas alteraciones de las vocales
breves interiores latinas y del modo en que Palmer las presenta. Nos li­
mitaremos a un par de aclaraciones fundamentales. Ante todo una ver­
342 INTRODUCCIÓN AL LATIN

dadera “nota de traductor”: Palmer, al hablar de estos procesos (p. 219


del texto original inglés) los denomina de “raising”, es decir de “eleva­
ción”. Al hablar, en cambio, de los efectos de -r- sobre vocal breve pre­
cedente (cf. cinis/cineris) constata de manera general para esta conso­
nante un efecto de “lowering” sobre las vocales, es decir, de “abajamien­
to” o “abatimiento”. Uno y otro término nos parecen altamente impro­
pios, teniendo en cuenta el esquema de localización de las vocales latinas
y la naturaleza de los fenómenos a que aquí nos referimos. Por ello, aun
a sabiendas de traicionar en cierta medida el pensamiento del autor,
hemos preferido una traducción neutra de “raising” o “lowering”, un
simple enunciado de los hechos sin enjuiciarlos (en el caso de la -r-
es claro que se trata de la atracción al timbre vocálico más cercano a la
localización de una -r- latina, apical).
Puede verse, por lo demás, que Palmer acepta la hipótesis tradicional
del “acento prehistórico de intensidad inicia)” como explicativa de estas
importantes alteraciones de las vocales breves latinas en sílaba no ini­
cial, localizadas en las vísperas de su período histórico. Esta hipótesis,
excogitada por Dietrich y ampliamente explotada por Vendryes, ha ve­
nido siendo aceptada hasta la fecha en la mayoría de los manuales al
uso. Las más serias críticas a la “intensidad inicial’’ arrancan ya de Ju-
ret y fueron continuadas por Graur y Mariner, entre otros. Del último
autor citado nos reconocemos directa y personalmente deudores en lo
referente a las notas que siguen. Entre los manuales recientes en los que
se intenta una explicación nueva puede verse el de P. Monteil (Éléments
de phonétique et morphologie dw latín, París, Nathan, 1970, pp. 91 ss.),
quien habla de una “dynamique du mot”. Véase también J. A. Enríquez,
Apunte sobre el problema de la apofonía vocálica en latín, en Actas del
I I I Congreso Español de Estudios Clásicos, Madrid, 1968, pp. 85-91.
Sin abordar cuestiones que excederían con mucho los límites de esta
nota, sí conviene advertir que, sea cual sea la causa de los fenómenos
en cuestión, no puede ser única, por ser éstos diversos e incluso contra­
dictorios (abertura en *cinisis > cineris; cerramiento en *ad-facio > af-
ficio; “adelantamiento” en *caputis > capitis.
De entre las críticas que a la hipótesis tradicional se han dirigido, nos
permitimos entresacar las consideraciones siguientes:
1) Si los resultados del cambio difieren tanto según se trate de sílaba
medial o final, habrá que atribuir a tal diferencia de condiciones la im­
portancia adecuada.
2) Lo mismo cabe decir de las diferencias sílaba abierta-sílaba ce­
rrada.
3) En latín, lengua pobre en compuestos, a diferencia del griego, la
sílaba inicial posee un “privilegio lexemático”; la final, un “privilegio
morfemático” (ideas repetidamente expuestas por Mariner).
4) Lo verdaderamente relevante en el sistema de las vocales latinas
no son las aberturas, sino las localizaciones (véase el esquema lineal
propuesto por Mariner en su Apéndice de fonemática latina a la Foné­
tica de Bassols, pp. 255 ss., frente al tradicional triángulo de Hellwag).
Si no se tiene en cuenta esta realidad, no se valorarán debidamente los
NOTAS DE LOS TRADUCTORES 343
fenómenos, corriéndose el riesgo de tomar por principal lo que es se­
cundario; de ahí que se hable con tanta facilidad de "aberturas” y
“cierres”.
25. La cuestión del medius sonus está hoy situada, tras haber pro­
vocado abundante bibliografía, en los confines del bizanímismo. Acerca
de la cuestión en sí puede verse, por ejemplo, A. T raína, Vnlfabeto e la
pronuncia del latino, 2.“ ed., Bolonia, Patrón, 1963, pp. 43 ss. (al final
reúne amplia bibliografía). Respecto a la posición de Palmer queremos
hacer las precisiones siguientes:
El texto de Quintiliano, I, 4, 8, tal como lo presenta Palmer, es sim­
plemente trivial y ha sido profundamente transformado por una genial
intuición crítica debida, que sepamos, a Niedermann (véanse sus M. Fabii
Quintiliani Institutionis Oratoriae libri primi Capita de Grammatica
(I, 4r8), Neuchátel, Griffon, 1947, p. 2). La corrección de Niedermann ha
sido apoyada, entre otros, por P. G. Goidanich ( Del cosidetto ‘sonus quí­
dam. medius u et i’ di Quintiliano, en Atti della Accademia dei Lincei.
Rendiconti. Scienze Moral. Stor. Philol., s. VIII, v. V, 1950, pp. 284-296).
El texto rectamente enmendado queda así: “non enim sic optimum dici-
müs ut opimum", es decir, trata de dejar bien sentada la diferencia en­
tre el timbre oscuro o vacilante de la i breve (optimum) y el claro de la
i larga; Quintiliano escoge un término adecuado de comparación: a la
vocal larga sigue también una labial.
En el manual del propio Niedermann (p. 21), sin embargo, no se llegó
a introducir, que sepamos, esta importante corrección del texto.
26. Para una exposición reciente, sintética y clara del consonantismo
indoeuropeo véase el trabajo de J. M a n e s s y -Gu it t o n en Le langage (En-
cyclopédie de la Pléiade, dir. A. Martinet, París, Gallimard, 1968, esp.
pp. 1242 ss.).
27. Al término del capítulo que Palmer dedica a la fonética histórica
del latín, conviene llamar la atención del lector sobre la ausencia en su
estudio de toda referencia a los sonidos latinos desde el punto de vista
de la fonología o fonemática. Para suplir esta laguna, realmente importan­
te por tratarse del estudio más propiamente lingüístico del sonido, según
advertía ya Trubetzkoy, puede verse el Apéndice de fonemática latina de
S. Mariner a la Fonética latina de Bassols (Madrid, CSIC, 1962, pp. 249-271).
28. En su Mémoire sur le systéme primitif des voyelles indo-européen-
nes (Leipzig, 1879), F. de Saussure puso las bases de la teoría laringal:
del estudio de las alternancias vocálicas tipo TÍ0r|(u / tiGe^ev dedujo la exis­
tencia en cierto estadio del indoeuropeo de tres “coeficientes sonánticos”
cuya naturaleza renunció deliberadamente a describir, atento sólo a la
función que tales coeficientes desempeñaban. AI postular estos coeficien­
tes, de timbre e, a, o —notados posteriormente como 3 ,, a2, 33, o bien
H i, H i, H¿—, Saussure suscitó la cuestión que tal vez haya levantado
más agrias polémicas en la lingüística indoeuropea y, desde luego, la que
más puntos oscuros iluminó y más hizo avanzar la reconstrucción» del
344 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

llamado Indoeuropeo común: todo el vocalismo —sistema originario, pró­


tesis vocálica, vocales de apoyo, alternancias—, ciertos hechos del conso­
nantismo —oclusivas sordas aspiradas en primer plano— y hechos mor­
fológicos clave —teoría de la raíz y los sufijos, ciertas formaciones
nominales y verbales— son hoy incomprensibles o sólo parcialmente
estudiables, si no se admite la existencia de unos coeficientes o fonemas
que se han llamado laringales desde Moller, quien los comparó con las
laringales de las lenguas semíticas.
Para ciertos laringalistas —Saussure, Kurilowicz y Benveniste princi­
palmente— la descripción fonética de las laringales es innecesaria y su
intento incluso perjudicial; interesa de ellas solamente su función, su
rendimiento dentro de los modelos de reconstrucción. Para muchos no
laringalistas el primer reparo a sus contrarios es precisamente esta ma­
nera mecanicista de ver el lenguaje, ese reducirlo a ecuaciones. Otros, en
cambio, se han ocupado de conjeturar la naturaleza fonética de las larin­
gales, pero escaso ha sido el fruto: se trataba, al parecer, de sonidos
continuos o fricativos, posteriores —pero sin que se precise si velares,
glotales o faringales—, tal vez sordos o tal vez sonoros según el contexto
fónico; se admite por todos que debían ser sonidos muy abiertos, como
prueba el que, según contexto, pudieran desempeñar fruición vocálica;
en una palabra: eran sonantes.
Tampoco hay unanimidad en cuanto al número de laringales: desde
una para Zgusta hasta nueve para Cuny hay un amplio repertorio de
teorías. Para Adrados son seis: cada uno de los timbres, e, a, o aparece
con un apéndice palatal o labial, es decir, , H¿, f íj y ■
En cuanto a la evolución y efectos de las laringales hemos de advertir
que, consecuencia de lo que ya llevamos dicho, no hay acuerdo entre los
laringalistas, salvo en lo fundamental: la laringal que precede a la vocal
le da su timbre pero no la alarga, la laringal que sigue a la vocal le da
su timbre y la alarga, todo ello siempre que vocal y laringal pertenezcan
a la misma sílaba. En otros puntos el desacuerdo es grande: vocal de
apoyo de la laringal interconsonántica, prótesis vocálica, laringal inicial
ante consonante, geminación de laringales, etc.
Ninguna lengua indoeuropea ha conservado las laringales, excepto el
hetita, cuya h identificó con 9, Kurilowicz en 1927; y este resto mínimo
—y además con incongruencias notables—, unido al enorme rendimiento
funcional de lo que puede llamarse “coeficiente”, “laringal” o cualquier
otra cosa, es más que suficiente para que resulte incomprensible que se
niegue -—como se sigue aún haciendo por lingüistas de prestigio— la “teo­
ría laringal”; desde luego muchos de los datos y resultados observados
y obtenidos por los laringalistas no encajan en el concepto tradicional
(neogramático) de “ley fonética”, pero defender a ultranza tal “ley” —que
no es sino mera “tendencia”— equivale a renunciar a una suma grande
de esclarecimientos a cambio de la “seguridad” de la doctrina aceptada e
indiscutida. A los no laringalistas podría decírseles lo de Vendryes (BSL,
37, 3) a propósito de Benveniste (Origines..., uno de los frutos geniales
de la teoría laringal): “Le désastre est moins grand qu’une premiére
impression ne ferait croire”.
NOTAS DE LOS TRADUCTORES 345
Pueden consultarse: P. R. A drados, Estudios sobre las sonantes y la­
ringales indoeuropeas, Madrid, CSXC, 1973a; Evolución y estructura del
verbo indoeuropeo, Madrid, CSIC, 1963. W. (editor),
W in te r Evidence for
laryngeals, La Haya, 1965 (especialmente los capítulos The laryngeal theo-
ry so jar, de E. y
P olomé , Evidence in Italic, de C. E.
W a tk in s ). B enveniste ,
Origines de la formation des noms en indo-européen, París, 1935. Le Langa-
ge (dir. A. París, Gallimard, 1968),
M a r tin e t , Encyclopédie de la Pléiade,
esp. pp. 1255 ss., de de J.
L’indo-européen, J.
M anessy -G u it t o n . G il ,
La apofonía en indoeuropeo, en “Estudios Clásicos”, XIV (59), 1970, p. 1 ss.
Para aplicaciones serias de la teoría laringal al estudio del latín véanse,
como ejemplo, el artículo de J. G i l , Los temas nominales en laringal, en
“Emérita”, XXXVII, 1969, pp. 371-409; y P. M o n te il , Éléments de phoné-
tique et morphologie du latin, París, Nathan, 1970, esp. pp. 61 ss.

29. Para un status quaestionis del origen del genitivo en -i véanse el


artículo de J. Gil, El genitivo en -í y los orígenes de la declinación temá­
tica, en “Emérita”, XXXVI, 1968, esp. pp. 25 ss., y A. M. D evine , The
Latin thematic genitive singular, Stanford University, 1970.

30. Afirmar que “algunos temas en -i tienen el nominativo de singu­


lar en -és” resulta desacertado tanto desde un punto de vista histórico
(pues son nombres de origen distinto) como sincrónico (pues algunos
funcionan en la órbita de los temas consonánticos); en todo caso es una
“simplificación pedagógica”. El grupo extraño y en recesión de los nom­
bres tipo caedés, famés, felés, etc., si bien en época clásica aparece, en
su gran mayoría, intensamente integrado por analogía en la flexión de
los temas en -i- (de donde nominativos como canis), tienen origen dis­
tinto de aquéllos, y seguramente no unitario. La labor de inventario filo­
lógico de estos nombres —muchos de ellos relegados en las hablas téc­
nicas o rústicas— ha sido objeto de un importante trabajo de A. E r n o u t
en sus Philologica III (París, Klincksieck, 1965, pp. 7-28). Desde un punto
de vista más propiamente lingüístico y con horizonte indoeuropeo han
sido estudiados, entre otros, por H. Pedersen y Sommer, y muy reciente­
mente por J. Gil (Los temas nominales en laringal, “Emérita”, XXXVII,
1969, pp. 371 ss.).
La explicación que de estos nombres da Palmer es marcadamente tra­
dicional: serian temas en -i- con un grado largo -éi- en el nomi­
nativo (véase Sommer, p. 371). Fue Pedersen quien abrió el camino a la
verdadera explicación histórica de estos nombres en su libro La cinquié-
me declinaison latine (Copenhague, 1926). Comparó Pedersen estos nom­
bres latinos del tipo vates con los del antiguo indio del tipo pánth&s
(“camino” = pons), concluyendo que en su nominativo tenemos simple­
mente un grado pleno é, procedente de *-ea (véase la Nota 28), del ele­
mento predesinencial. Del grado cero procederían las formas latinas tipo
caedis (gen.), caedibus, etc., que acabaron arrastrando a estos nombres
a la órbita flexional de los temas en -i-,
J. Gil ha modernizado el análisis de Pedersen según el correspondiente
desarrollo de la teoría laringal: nom. -es * < -éH,(s) (su “tipo B I”, véase
art. cit., pp. 371, 393), pero postula también la contribución a la forma­
346 INTRODUCCIÓN AL LATIN

ción de este grupo de temas en -éi < *-eH\, al lado de los en -é(s). Tal
contribución vendría probada por la antigüedad de formas tipo aedium,
felium, nubium, etc. Estos temas en -éi son los mismos que, en parte,
han formado la quinta declinación.
31. Para estudiar los orígenes de la quinta declinación latina es indis­
pensable el manejo de los trabajos de Pedersen y J. Gil citados en la
Nota precedente.
32. Para este punto es fundamental el trabajo de A. T L os geni­ ,
tivos en -lus y la hipercaracterización en la morfología latina, Coimbra,
o v a r

Pac. de Letras, 1947.


33. Sobre voster véase la Nota 21.
34. Al iniciar el estudio de la morfología verbal latina es absoluta­
mente necesario que llamemos la atención del lector sobre una obra ca­
pital, a la que se ha hecho ya referencia en estas Notas. Se trata del libro
de F. R A drados, Evolución y estructura del verbo indoeuropeo,
Madrid, CSIC, 1983; a la morfosintaxis histórica del verbo latino están
o d r íg u e z

especialmente dedicadas las pp. 475-578.


35. Véase en la Nota 45 la crítica de este esquema tiempo-aspecto del
verbo latino, hoy inadmisible.
36. La diferencia entre capio (fació, etc.; infinitivo -ére<*-i-se, tipo
integrado en la tercera conjugación) y audto (cuarta cohjugamffi, infini­
tivo audire) reside, como es evidente, en la cantidad dé la -¿-.“Palmer
expone aquí la doctrina que, en esencia, se denomina corrientemente “ley
dé Sievers”, basada én* paralelos góticos, y que hace depender la cantidad
de la -i- de la de la sílaba o sílabas precedentes. R. Adrados cree hallar
una solucióij al problema suponiendo que la diferencia de cantidades es
fruto sim plem ente de la diversidad de p osibilidad es d e vocalización d é la
laringal H', por él postulada como radical y luego elemento derivador en
esta "clase *de tenías, a saber “íP" > i o bien H ‘“ > í. Tal variedad de so-
lucioñes se da, según ha h ech o ' n o ta r 'éí proplírA drad os con anterioridad,
én la mayoría de las sonantes indoeuropeas (f > ar, ra, ara, etc.). Véase
R. Adrados, Evolución..., pp. 480 ss.
37. Sobre los orígenes del perfecto latino véase R. Adrados, Evolu­
ción..., pp. 486 ss. ~
38. Su explicación del origen de los perfectos latinos en -v- es, sin
duda, una de las más brillantes aportaciones de la teoría laringal. La
base sobre la que descansa es mencionada por Palmer, aunque con el
escaso entusiasmo que puede verse; la comparación con perfectos^sáns­
critos del tipo j ajfiáú = g n ó v i, sin d esinencia. 1 $ ahí se cónchiyé~~sin
lugar a duda el origen radicaTde la -v - (- U -), “arrancada” a ciertos temas
y convertida (gramaticalízadá) én morfema de pretérito.
Como es sabido por los iniciados, A. Martinet postuló que la laringal
H- (timbre o ) tenía un apéndice labial semejante al existente en el sonido
representado por el dígrafo latineé QV "(q* ó k“j, es decir, H\, que expli-
NOTAS DE LOS TRADUCTORES 347
caria ¡a wjJe octavos frente a oció, o la d e gnóvi (< *qneH*r) frente a
gnosti (véase Nota 39). La extensión por Adrados del apéndice labial a
las tres laringales permite explicar la v de todos los perfectos latinos
com o procedente* de temas en laringal (flavi, sevi, gnomX etcT,“gramát'í-
caíizada luego. Véase Adrados, Evolución..., pp. 489 ss.
38. La explicación fonéttco-analóglca que admite Palmer para estas
supuestas formas contractas de tipo amasti había sido objeto do crítica
dentro de ¿a lingüistica tradicional; en efecto, parecía a algunos estudio­
sos que e l sup u esto “foco de irradiación’^del cambio ( deleveram, audi-
visti) no era lo bastante amplio como para provocar uñTtan enérgico
“m ovim ien to analógico ”. ' .~ ~ _ _
También en este caso parece que la teoría laringal puede dar una.
respuesta adecuada. Las formas “contractas” como gnosti serian tan
antiguas, al menos, como las “extensas" del tipo gnovisti. La diferencia
entre unas y otras estribaría, simplemente, en el diverso JraSmiento ex;
perimentado por la sonante laringal de lajque -v- de gnovisti procede
(véase Nota precedente), según el contexto fónico y ías posibilidades^e
realización (véase R. Adrados, Evolución..., pp. 492 ss.).
40. Para una reconstrucción moderna y laringalista de las desinencias
del perfecto indoeuropeo véase R. Adrados, Evolución..., pp. 481 ss.
41. Este elemento -is- del perfecto latino tiene documentadas co­
rrespondencias en otras lenguas indoeuropeas: het. is, aind. is, gr. *es- /
is-, o.-u. -us. Para R. Adrados es el resultado del encuentro de una larin­
gal —radical o gramaticalizada— con el formante -s- de aoristos, fu­
turos, subjuntivos y perfectos latinos, etc., es decir, un doblete fonético
de la simple -s-. Para R. Adrados este hallazgo representa, después
de la explicación de los perfectos en -v-, la más importante contribu­
ción de la teoría laringal a la reconstrucción y explicación del verbo indo­
europeo. Véase R. Adrados, Evolución..., p. 523.
42. Para la formación de los subjuntivos latinos véase R. Adrados,
Evolución..., pp. 506 ss. (temas con vocal larga) y 517 ss. (temas con s o
r < s).
43. Acerca de las diversas teorías sobre el nominativo y su crítica trata
L. R u b io , I n t r o d u c c i ó n
a la e s t r u c t u r a l d e l l a t ín , Barcelona, Ariel,
s in ta x is
1982, pp. 130 s.
44. La consideración “elíptica” del acusativo exclamativo, es decir,
como dependiente de un “verbo sobreentendido”, está hoy superada. En
tales situaciones es el objeto —no propiamente gramatical— de algo extra­
lingüístico: la atención que sobre él se quiere llamar. Esto es fácilmente
comprensible al nivel relajado de la sintaxis impresivo-expresiva. Véase
Rubio (op. cit., Nota 43), pp. 130 s.
45. Como es bien sabido, fue G. Curtius quien a mediados del pasado
siglo “descubrió” en el verbo griego y latino la categoría del “aspecto”,
entendida como grado de desarrollo en que la acción verbal se contem­
pla (iniciación, duración, terminación, indeterminación), y representada
348 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

por los morfemas, que hasta entonces eran considerados como portado­
res de nociones de “tiempo”. En el “descubrimiento”, que realmente lo
fue para el verbo griego, tuvo gran importancia la comparación con las
categorías del verbo eslavo.
Por lo que mira al latín, puede decirse que la búsqueda de un sime-
trismo con el griego y con lo que se suponía “estadio primitivo común”
(en su primera parte presente ya en las equívocas disquisiciones de los
antiguos gramáticos romanos), llevó a consecuencias nefastas para la
verdad científica. A ello contribuyó no poco la tentadora simetría mor­
fológica que nos presenta al verbo latino tajantemente reorganizado en
dos temas: infectum y perfectum. Se pretendió ver en esta oposición for­
mal el reflejo de un paralelo sistema de significaciones: la oposición as­
pectual “acción no terminada”/“acción terminada” (Meillet), o bien “va­
lor aorístico” (terminativo)/“valor continuativo” (presente) (autores ale­
manes). Dentro de cada tema aspectual se habría establecido la triple
gradación temporal pasado/presente/futuro. A esquemas de este tipo
se refiere Palmer, según puede verse. El más característico es el de Mei­
llet (véase Esquisse, p. 21), del que podemos presentar un espécimen
reducido según el modelo siguiente (indicativo):
infectum perfectum
presente amo amavi
pasado amabam amaveram
futuro amabo amavero

Naturalmente, los restos individuales de estadios anteriores y los he­


lenismos de imitación contribuían notablemente a mantener en pie el
edificio:vixerunt, “han terminado de vivir” = “han muerto”.
Pero el “sistema” no ha podido resistir a la larga la prueba de fuego
del empirismo sobre los textos, al menos sin formar un capítulo de “ex­
cepciones” mayor que el de “casos normales”. Véase, por ejemplo, el
modo más que prudente en que manejan esquemas de esta clase segui­
dores de Meillet como Ernout y Thomas ( Syntaxe latine, 2.“ ed,, París,
Klincksieck, pp. 215 ss.).
Era necesaria una afirmación tan tajante como la reciente de R. Adra­
dos: “No hay aspecto en el verbo latino, en la oposición presente/preté-
rito, que se refiere exclusivamente al tiempo; lo hay únicamente entre
el pretérito perfecto y el imperfecto” (Evolución...,
p. 534).
La oposición amavi/amabam es una oposición no durativo/durativo,
siendo amabam el término marcado de la oposición. Ésta es la única oposi­
ción sistemática de aspecto que se da en el verbo latino (oposiciones no
sistemáticas pueden establecerse por otros procedimientos, como la prefi­
fació/pérfido;
jación: pero caen fuera del dominio morfosintáctico, preci­
samente por su asistematismo). En cuanto a las oposiciones amavi, ama-
bam/amaveram amabo/amavero
y (esta última bastante diluida en latín
histórico), hay que decir que responden a la noción de “tiempo relativo”,
es decir de anterioridad dentro de los campos generales del pasado y fu­
turo, respectivamente; no son en modo alguno aspectuales, amaveram y
NOTAS DE LOS TRADUCTORES 349
amavero, por decirlo así, dividen en dos los campos del pasado y del futu­
ro globalmente abarcados por las formas que se les oponen respectivamen­
te; no son “perfectos de pasado y de futuro”. Terminaremos insistiendo en
nuestra deuda al magisterio público de R. Adrados (Evolución..., pp. 533
ss.) y al personal de S. Mariner.
46. Sobre el verdadero valor del “perfecto” latino véase la Nota 45;
en realidad es simplemente un pasado o un anterior a presente.
47. Sobre el verdadero valor del “pluscuamperfecto” latino, en rea­
lidad un pretérito anterior, véase la Nota 45.
48. Como era de esperar teniendo en cuenta las fuentes que el autor
emplea, nos encontramos aquí con un tratamiento confuso y poco satis­
factorio del problema de los modos latinos. Este tipo de descripciones,
según ha hecho notar L. Rubio, suelen adolecer de un desenfoque espe­
cialmente patente en dos síntomas; en primer lugar, confusión de térmi­
nos; luego, un confesado pesimismo respecto a la posibilidad de llegar a
una comprensión verdaderamente científica de la cuestión de los modos, y
especialmente de ese “bugbear” de los estudiosos —por emplear términos
que el propio Palmer aduce en otro lugar— que es el llamado modo sub­
juntivo latino. El atomismo, la falta de sentido del sistema y la sincro­
nía han venido siendo el vicio radical del enfoque puramente historicista
de este y de tantos otros problemas lingüísticos.
Entendemos que sólo el enfoque estructural —más concretamente
funcional según la vertiente martinetiana de la Escuela de Praga— ha
dado una respuesta coherente al interrogante planteado por la categoría
“modo” en latín. Y han sido tres españoles, Mariner, García Calvo y
L. Rubio, quienes, en orden cronológico, han contribuido en mayor me­
dida a la elaboración de esta respuesta. Las líneas que siguen pretenden
una apurada síntesis de su doctrina, sobre la base de los trabajos que
reseñamos al final de esta Nota, y a los que no haremos referencias con­
cretas, en la medida de lo posible, a lo largo de la misma. El lector in­
teresado en el tema deberá, desde luego, acudir directamente a esas
fuentes.
Como ha señalado muy acertadamente L. Rubio, los intentos realiza­
dos hasta la fecha para un estudio científico de los modos latinos han
seguido un método “que pretende describir todas las posibles bazas del
juego, desentendiéndose de las reglas del juego en sí”. Este desquicia­
miento se manifiesta, verbigracia, en la oonfusión .de términos a que al
principio nos referíamos. Tomando como ejemplo la exposición del pro­
pio Palmer, vemos que “divide” el subjuntivo en “volitivo” (“yusivo”,
“deliberativo”, “de repudio” —indignantis— ), “optativo”, “potencial” (“op­
tativo"), etc. Una “clasificación” de este tipo —sabemos muy bien que
el autor no pretende establecer departamentos estancos— no difiere mu­
cho, con todo, de una que dividiera a los hombres en altos, sanos y es­
pañoles; o bien, volviendo al símil del juego, de una baraja española en
la que se hubieran mezclado naipes franceses. Es, preciso, pues, dividir lo
menos posible, en términos verdaderamente opuestos morfológica y se­
mánticamente, y según los niveles de comunicación.
350 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

El estudio de los modos latinos ha de tener en cuenta, entre otros, los


siguientes principios básicos:
1) “La no identidad de las oposiciones morfológicas que se interfie­
ren” (Ruipérez-Mariner), es decir, que si dentro del llamado modo sub­
juntivo se llega a detectar dos verdaderos modos (potencial e irreal),
deja de tener sentido hablar de “modo subjuntivo”. Este principio tiene,
naturalmente, un alcance mucho más amplio que el ejemplo propuesto.
2) La base filológica para el estudio del problema han de ser los
textos en que los modos y, concretamente, las formas .del subjuntivo son
fruto de empleo deliberado, libres de toda sospecha de automatismo. De
ahí que se deba partir de empleos no subordinados (lo que no excluye
que en usos subordinados se den auténticos valores modales).
3) Es preciso distinguir entre “nivel .de forma verbal” y “nivel de
frase” (Rubio, sobre una idea “bühleriana” de García Calvo). A saber,
amarem es una forma que va modalmente marcada por un morfema
que indica irrealidad, sin necesidad de aditamentos; ahora bien, según el
contexto en que vaya y el valor modal de tal contexto, indicado por una
determinada curva melódica —de afirmación, interrogación, exclamación,
orden, etc.—, recibe, o, mejor, contribuye a formar, una significación
“suprasegmental” o “modalidad”. Adelantemos, a título de ejemplo, que
realidad/irrealidad/posíbilidad son conceptos significados al nivel de la
forma verbal (modos), y se significan por ciertos morfemas (lego, “cero”;
legam, -a-, legerem, -re-);
en cambio, conceptos como afirmación, interroga­
ción, duda, orden, deseo, etc., se mueven en el ámbito de la modalidad de
frase y forman signo lingüístico con el correspondiente “prosodema supra­
segmental”. Son categorías, las de una y otra serie, que se interfieren; no
son, pues, idénticas. Se ha comparado con acierto esta interferencia a la
de las redes de meridianos y paralelos.
Pasemos ahora a la consideración concreta del “nivel de la forma ver­
bal” o nivel de los “modos” propiamente dichos. A este nivel nos move­
mos entre significados del tipo realidad/posibilidad/irrealidad, y unos
morfemas verbales que indican sistemáticamente tales valores; amo /
amem/amarem. Ha sido S. Mariner quien en su luminoso artículo de
"Emérita”, XXV (1957), ha esclarecido esta zona del problema, al nivel
sincrónico del latín clásico. Desmonta Mariner como modo el “subjun­
tivo” —su propio nombre es una invitación a descalificarlo como tal—
en dos modos: potencial (amen, amaverim
) e irreal(amarem, amavis-
sem), dentro de los cuales se tiende a establecer una oposición temporal
presente/pasado (en el potencial parecen menos sitemáticos los hechos
en este punto). En realidad la gramática tradicional de las oraciones con­
dicionales habían entrevisto de lejos el quidde la cuestión. El bloque
irreal/potencial, sobre la nota básica de la subjetividad, se opondría
como término marcado al indicativo, modo de la objetividad. Dentro del
bloque, el irreal sería el término marcado de la oposición. El “superblo-
que” de estos tres modos se opondría, como término no marcado, al
imperativo, modo exclusivo de la actuación (orden, mandato). El es­
NOTAS DE LOS TRADUCTORES 351
quema básico de Mariner, que precisa, como se verá, de ciertos retoques
es, pues, el siguiente:
IMPERATIVO

IRREAL / POTENCIAL
INDICATIVO

En el cual los términos no marcados —los que pueden también “apare­


cer por el otro”— ocupan los lugares inferiores y de la derecha del lector.
A nivel sintáctico, el de las modalidades de frase, el estudio debe par­
tir del importante artículo publicado por A. García Calvo en “Emérita”,
XXVII (1960), quien sienta las bases teóricas a las que ya hemos hecho
referencia marginal. Es mérito de García Calvo la introducción del con­
cepto de “modalidad de frase”, significación suprasegmental notada por
la entonación o curva melódica. Con base última en el esquema funcional
de Bühler, distingue García Calvo dos niveles distintos de modalidad:
a) impresíva (órdenes, deseos, exclamaciones, etc.); b) lógica o declara­
tiva, que se subdivide en afirmativa e interrogativa. Se ve ahora claro,
según ya insinuamos al principio, a dónde tienen que ir a parar ciertos
“naipes” que nada hacen, sino confundir, en el nivel de los verdaderos
“modos”; nos referimos a “optativo”, “yusivo”, “deliberativo”, y concep­
tos por el estilo. Cierto es que García Calvo creía agotar el problema
global con su solución, que no es sino la mitad de la verdadera, aunque
tan importante, desde luego, como la otra mitad, la “invención” de Mari­
ner. El problema global de los modos se presenta, pues, cómo un juego
de dos barajas combinadas, no confundidas.
La necesaria síntesis de uno y otro hallazgo ha sido obra de L. Rubio,
quien tuvo el mérito de observar la perpendicularidad existente entre uno
y otro eje, es decir, la “no identidad" de oposiciones tipo aflrmación/de-
seo con las del tipo real-irreal. Quiere esto decir, claro está, que empleos
de carácter yusivo los puede haber —como de hecho los hay— también
en indicativo; como los hay afirmativos en el irreal o interrogativos en
el potencial; y sígase la combinación hasta el limite de lo posible.
Rubio ha perfeccionado, además, el esquema de Mariner, teniendo en
cuenta la autocrítica de aquél y las acotaciones de R. Adrados al artículo
de “Emérita” XXV. El imperativo quedaría aún más al margen, como
“modo” exclusivo de la impresividad y, por tanto, como un “modo en
sentido amplio”. Rubio insiste en su elementalidad morfológica —com­
parable sólo a la del caso vocativo—, que cuadra muy bien a un nivel
“no lógico” de la comunicación lingüistica. El infinitivo, excluido en un
principio del esquema de Mariner, representa un extremo de no carac­
terización, pues puede aparecer por todos los demás modos y con todas
las modalidades. Debe colocarse, por tanto, en la base misma del es­
quema.
En resumen, pues, los modos del latín clásico son: infinitivo (valor
neutro), indicativo (realidad), potencial e irreal, cada uno de los cuales
puede emplearse en modalidad impresiva (órdenes, deseos, etc.) o bien
352 INTRODUCCIÓN AL LATIN

lógica (afirmación o interrogación). Queda aparte el imperativo, “modo


exclusivamente impresivo”.
Ni que decirse tiene que el estudio de los modos en la subordinación
ha de basarse en el de los usos libres. Los valores modales están todavía
muy claros en ciertas subordinadas. El subjuntivo de subordinación no
es, claro está, modo, sino pura marca externa de subalternación lógica,
sin conexión con la verdadera significación.
La doctrina que hemos intentado resumir aquí procede, fundamental­
mente, de las siguientes fuentes: S. Mariner, “Emérita” XXV, 1957, pp. 449-
486, y X X X m , 1965, pp. 47 ss.; A. García Calvo, “Emérita”, XXVII, 1960,
pp. 1-47; F. R. A drados, Evolución..., pp. 542 ss.; L. R ubio , op. cit. en
nota 43, pp. 234 ss. (sobre el cual hay una crítica reciente de Ch. T o u ratier
en Revue des Études Latines, LV, 1977, pp. 394 ss., quien atribuye al sub­
juntivo valor potencial y volitivo, actualizables según contexto, y niega valor
modal al “irreal”, quizá no sin razón).
Sobre el estudio de los modos en griego y latín en el período 1903-
1966 ha publicado un densísimo “rapport” en el periódico “Lustrum”
(11/1966, pp. 173-349; 13/1968, pp. 404-511) el profesor de la Universidad
de Bolonia G. Calboli. Se trata de un trabajo clave que recoge exhausti­
vamente lo realizado en ese período, con importantes sugerencias crí­
ticas.
49. Sobre estos “aoristos sigmátioos” véase la Nota 11 y la bibliogra­
fía allí reseñada.
50. El estudio de los modos en la oración compleja es problema pen­
diente del esclarecimiento de los modos de empleo independiente. Véase
la Nota 48.
BIBLIOGRAFÍA

(N. T.: Hemos procurado actualizar y ampliar la Bibliografía confec­


cionada por el autor, sin afán alguno de exhaustividad, desde luego.
Nuestra atención se ha dirigido particularmente a la obra de estudio­
sos españoles. Nuestras adiciones van entre paréntesis,)

Como bibliografía general de obras sobre la lengua latina puede uti­


lizarse :
3. Cousin, Bibliographie de la langue latine. 1880-1948, París, 1951. (De las
publicaciones referentes al mundo clásico .da cuenta anualmente
“L’Année Philologique”; véase también V. 3. Herrero, Introducción al
estudio de la filología latina, Madrid, Gredos, 1965.)

H is to r ia de la lengua ^

A. Meillet, Esquisse d’une histoire de la langue latine (6.“ ed., 1952).


P. Kretschmer, “Die Sprache” en Gercke y Norden, Einleitung in die
Altertumswissenschaft, 3* ed., 1923 (véase también Introducción a la
lingüistica griega y latina, trad. M. F. Galiano y S. F. Ramírez, Madrid,
CSIC, 1946).
(F. Stolz - A. Debrunner - W. P. Schmid, Storia della lingua latina, trad. Be-
nedikter-Traina, Bolonia, Patrón, 1968.)
G. Devoto, Storia della lingua di Roma, 2.” ed., 1944.
J. Cousin, Evolution et structure de la langue latine, 1944.
(G. B. Pighi, Storia della lingua latina, en La lingua latina nei mezzi della
sua espressione, t. I, Enciclopedia Classica, Turín, S.E.I., 1968.)

CAPÍTULO PRIMERO

Un interesante examen de las afinidades del latín es el articulo de


D. M. Jones The relation of Latín to Osco-Vmbrian, “Transactions of the
Philological Society”, 1950. Puede remitirse al estudioso a este artículo
para las más importantes referencias bibliográficas. Véase también el
trabajo de síntesis de M. Lejeune, La position du latín sur le domaine
indo-européen, en Memorial des études latines, 1943, pp. 7 ss.
354 introducción al latín

OSCO-UMBRO

C. D. Buck, A grammar of Osean and Umbrian, Boston, 2.* ed., 1928.


(A. Montenegro, Oseo y umbro, Madrid, CSIC, 1949.)
(A. Emout, Le dialecte ombrien, París, Klincksieck, 1961.)

CAPITULO II

Una guía útil para la arqueología prehistórica de Italia y sus rela­


ciones con los datos lingüísticos es:
J. Whatmough, The foundation of Román Italy (Manuales de Arqueología
de Methuen), 1937 (con amplia bibliografía).
Más moderno:
Handbuch der Archaologie, 4." parte, 1950 (en el Handbuch der Alter-
tumswissenschaft, VI, 2, 1).
Para trabajos más recientes véanse los artículos de P. Matz en “Neue
Jahrbücher für Antike und deutsche Bildung”, 1938, pp. 285 ss„ y 1939,
pp. 32 ss., y en “Klio”, XXXIII, 1940, pp. 140 ss., y de J. Wiesner en “Die
Welt ais Geschichte”, VIII, 1942, pp. 197 ss.

L as invasiones indoeuropeas de I ta lia

H. Krahe, Die Indogermanisierung Griechenlands und Italiens, Heidelberg,


1949.

L enguas no itá lica s de la I t a l ia a n t ig u a (aparte el griego)

R. S. Conway, S. E. Johnson, J. Whatmough, The Prae-Italic dialects of


Italy, Harvard U. P., 1933.
H. Krahe, Das Venetische, Heidelberg, 1950.
M. S. Beeler, The Venetic language, Univ. of California, 1949.

E trusco

E. Piesel, Etruskisch (= Geschichte der Indogermanischen Sprachwissen-


schaft, v. 4), Berlín, 1931.
M. Renard, Initiation á l’etruscologie, 2.‘ ed., Bruselas, 1943 (con breve
bibliografía).
A. Ernout, Les éléments étrusques du vocabulaire latín, en BSL, 1929,
pp. 82 ss.
W. Schulze, Zur Geschichte der lateinischen Eigennamen, Berlín, 1904.
BIBLIOGRAFÍA 355
Corpus inscriptionum etruscarum, Leipzig, 1893.
(Véanse además:
M. Pallottino, Etruscologia, 5." ed., Milán, Hoepli, 1963.
— Testimonia linguae Etruscae, Florencia, 1954.
A, J. Pflfflg, Die etruskische Sprache, Graz, 1969.)

G riego
B. Friedmann, Die ionischen und attischen Würter im Altlatein, Helsinki,
1937.
O. Weise, Die griechischen Worter in der lateinischen Sprache, Leipzig,
1882.
G. Pasquali, Preistoria della poesía romana, Florencia, 1936.
(J. Marouzeau, Oree et latín, deux fois parents, en Anales del Instituto
de Literaturas Clásicas, t. I, Buenos Aires, 1939.)

CAPÍTULO III

A. Ernout, Les éléments dialectaux de vocabulaire latín, París, 1909.


— Le parler de Préneste d'aprés les inscriptions, en MSL, XIII,
pp. 283 ss.
— Recueil de textes latins archaiques, nueva edición, París, 1966.
E. Stolte, Der faliskische Dialekt, Munich, 1926.
(G. Giacomelli, La lingua falisca, Florencia, Olschld, 1963.)
E. Norden, Aus altrómischen Priesterbüchern, Lund, 1939.

CAPITULO IV

J. B. Hofmann, El latín familiar, trad. J. Corominas, Madrid, CSIC, 1958.


H. Haffter, Untersuchungen zur altlateinischen Dichtersprache, Berlín, 1934.
E. Fraenkel, Plautinisches im Plautus, Berlín, 1922.
W. Jachmann, Artículo sobre Terencio en Pauly-Wissowa, Realenzyclopa-
die, ser. II, v. A. 1, pp. 643 ss.

CAPÍTULO V

M. Leumann, Die lateinische Dichtersprache, “Museum Helveticum”, IV,


1947, pp. 116 ss. ( = Kleine Schriften, pp. 131-156).
A. Cordier, Études sur le vocabulaire épique dans l’Énéide, París, 1939.
E. Norden, Die antike Kunstprosa, 3.* ed., Leipzig, 1915-1918.
— Comentario a Virgilio, Eneida VI, 3.“ ed., 1934.
356 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

W. Kroll, Die Entwicklung der lateinischen Schriftsaprache, “Glotta”,


XXII, 1933, pp. 1 ss.
— Artículo sobre la lengua de Salustio, “Glotta”, XV, 1927, pp. 280 ss.
J. Marouzeau, Quelques uspects de la formation du latín littéraire, París,
1948.
— Traité de stylistique latine, 2." ed., París, 1946.
— Pour mieux comprendre les textes latins, “Revue de Philologie”,
XLV, 1921, pp. 149 ss.
R. Till, Die Sprache Catos (— “Philologus” Suppl. Band XXVIII, 2), 1935.
(J. M. Tronskij: trabajo citado en N otas de los traductores , Nota 15.)
S. P. Bonner, Román declamation, Liverpool, 1949 (especialmente el ca­
pítulo VIII, acerca de la influencia declamatoria en la literatura de
inicios del Imperio).
A. W. de Groot, La prose métrique des anciens, París, 1937.

CAPÍTULO VI

C. H. Grandgent, Latín vulgar, reimpr., Madrid, CSIC, 1953.


W. A. Baehrens, Skizze der lateinischen Volkssprache ( = Neue Wege zur
Antike, II, 45-66).
(M. C. Díaz y Díaz, Antología del latín vulgar, 2.“ ed., Madrid, Gredos, 1962.)
(Ch. Mohrmann, Latín vulgaire, Latín des chrétiens, Latín médiéval, París,
Klincksieck, 1955.)
M. Niedermann, über einige Quellen unserer Kenntniss des spateren Vul-
garlateinischen, “Neue Jahrb. f. d. klass. Altertumswissenschaft”, XV,
1912, pp. 313 ss.
E. Lofstedt, Spatlateinische und romanische Sprachentwicklung, “Syntac-
tica”, II, pp. 373 ss. (con una lista de las obras más importantes sobre
latín vulgar).
— Philologischer Kommentar zur Peregrinatio Aetheriae, Uppsala, 1911.
( — Late Latín, Oslo, 1959.)
P. Marx, Die Beziehungen des Altlateins zum Spatlatein, “Neue Jahrb.”,
XXIII, 1909, pp. 434 ss.
H. F. Muller-P. Taylor, A chrestomathy of Vulgar Latín, Boston, 1932.
G. Rohlfs, Sermo vulgaris latinus, Halle, 1951.
(V. Váánanen, Introduction au latín vulgaire, París, Klincksieck, 1963;
trad. esp. M. Carrión, Introducción al latín vulgar, Madrid, Gredos,
1968.)

CAPITULO VII

J. Schrijnen, Charakteristik des altchristlichen Lateins, Nimega, 1932.


Para una revisión crítica de la obra de Schrijnen y su escuela:
J. de Ghellinck, Latín chrétien ou langue latine des chrétiens, “Les Études
•Classiques”, VIII, 1939, 449 ss.
BIBLIOGRAFÍA 357
Oh. Mohrmann: artículos en “Vigiliae Chrlstianae”, I, 1947, pp. 1 ss.;
II, 1948, pp. 89 ss., 163 ss.; III, 1949, pp. 67 ss.; IV, 1950, pp. 193 ss.
(Véanse sus Études sur le latín des chrétiens, vols. I-III, Roma, 1961-
1965, que recopilan trabajos anteriores.)
( — Véase el trabajo citado para el capítulo anterior.)
(E. Lofstedt: Véase el trabajo citado para el capítulo anterior.)

T raducciones latinas de la B ib lia


F. Stummer, Einführung in die lateinische Bibel, 1928.
H. F. D. Sparks, The Latín Bible, en H. W. Robinson, The Bible in its
Ancient and English versíons, Oxford, 1940.
H. Rbnsch, Itala und Vulgata, 1875.
W. E. Platen-H. J. White, A grammar of the Vulgate, Oxford, 1926.

SEGUNDA PARTE

La obra clásica de referencia para la gramática histérico-comparativa


del latín es:
Leumann-Hofmann-Szantyr, Lateinische Grammatik, vol. I: Lat. Laut- und
Formenlehre (Leumann), edición renovada, Munich, Beck, 1977; vol. II:
Syntax und Stilistik (Hofmann-Szantyr), nueva edición, Munich, Beck,
1965.
W. Lindsay, The latín language, Oxford, 1894.
Gramática descriptiva;
R. Kühner, Ausführliche Grammatik der lateinischen Sprache, 2.a ed. de
la Syntax por G. Stegmann, Hannover, 1912-1914.

D iccionarios etim ológicos


A. Emout-A. Meillet, Dictionnaire étymologique de la langue latine, 4.a ed.,
2.a reimpr. aum. y corr., París, Klincksieck, 1967.
Walde-Hofmann, ‘hateinisches etymologisches Würterbuch, 3.a ed., Heídel-
berg, 1930-1956.

M anuales
A. Meillet-J. Vendryes, Traité de grammaire comparée des langues cías-
siques, 2.a ed., 1948.
C. D. Buck, Comparative grammar of Greek and Latín, Chicago, 1948.
E. Kieckers, Historische lateinische Grammatik, I-II, 1930-1931.
W. Lindsay, A short historical Latín grammar, 2.a ed., Oxford, 1915.

F onética
R. G. Kent, The sounds of Latín, 3.a ed., Baltimore, 1945.
M. Niedermann, Phonétique historique du latín, 4.a ed., París, 1959.
358 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

(M. Bassols de Climent, Fonética latina, con un Apéndice sobre fonemá-


tica latina por S. Mariner Bigorra, Madrid, CSIC, 1962.)
(P. Monteil, Éléments de phonétique et morphologie du latín, París, Nathan,
1970.)
(F. Sommer, Handhuch der lateinischen Laut- und Formenlehre, 2." y 3." ed.,
Heidelberg, 1914; reimpr. 1948. Nueva ed. en a
curso cargo de R. Pfister,
de la que ya ha aparecido el vol. I [Einleitung und Lautlekre] en 1977.)

M orfología

R. G. Kent, The forras of Latín, Baltimore, 1946.


A. Ernout, Morphologie historique du latín, 3.* ed., París, 1953. (Véanse,
además, los manuales de Monteil y Sommer citados en el apartado
precedente, así como las obras indicadas en las N otas de los traduc ­
to res .)
(P. Monteil, op„ cit. en Fonética.)

S in ta x is

A. Ernout-F. Thomas, Syntaxe latine, 2.a ed., París, 1959.


W. Kroll, La sintaxis científica y la enseñanza del latín, trad. A. Pariente,
Madrid, 1935.
C. E. Bennet, Syntax of Early Latín, I-II, Boston, 1910-1914.
E. Lofstedt, Syntactica, X, 2.“ ed., Lund, 1942; II, 1933.
J. Wackernagel, Vorlesungen über Syntax, I-II, Basilea, 1926-1928.
(M. Bassols de Climent, Sintaxis histórica de la lengua latina, t. I y II, 1;
Barcelona, CSIC, 1945-1948.)
( — Sintaxis latina, I-II, Madrid, CSIC, 1956, reimpr. 1963.)
(L. Rubio, Introducción a la sintaxis estructural del latín, Barcelona, Ariel,
1982.)
(A. Tovar, Gramática histórica latina: Sintaxis, Madrid, 1946. Ténganse
muy en cuenta, además, los trabajos citados en las correspondientes
N otas de los traductores .)
APÉNDICE

T E X T O S L A T I N O S A R C A IC O S

A. EPIGRÁFICOS

1. CIL I .2 3. E 1. Fíbula de Preneste, c. 600 a. C.


M a n ios m ed vhe vh a k ed N um asioi

2- CIL 1.a 4. E 3. Escrita sobre un vaso de tres compartimientos encon­


trado en el Quirinal. Siglo vi (?).
louesat deiuos qoi m ed m itat, nei ted endo cosmis uirco sied |
asted noisi ope toitesiai paoari uois. |
dueños m ed feeed en m anom einom dze noine m ed m aao statod

3. CIL I .2 1. E 2. Cipo hallado en el Foro Romano, c. 500 a. C.


quoi h o il...]
sakros ; es-
ed s o r l[...]
[. . . ]l a [. ]l a s
regel : i g [.. J
1.. .1 eúam
q u o s ; r e [.. .]
[. . . ]m : k a la to -
rem ; h a i[...l
1.. .]ló d ; iouxm en-
ta : k ap ia ; d o ta u l...]
m : ite ; r l [. . . l —
[... ím : quoi ha
uelod ; ’ n e q u [...]
od: iouestod
loiuquiod

4. CIL I .2 2. E 146. Himno de los Fratres Arvales según las Actas del
año 218 d. C. Véanse pp. 71 s.
360 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

enos Lases iuuate,


[e]n os Lases iuuate,
enos Lases iuuate.
neue luae rué Marm a sins incurrere in pleores,
neue lúe rué M arm ar [si]n s incurrere in pleorls,
neue lúe rué M arm ar sers incurrere in pleoris.
satur furere Mars, limen [sal]i, sta berber,
satur fu, fere Mars, limen sali, sta berber,
satur fu, fere Mars, limen s a [l]i, s [t ]a berber.
[sem]unis alternei aduocapit conotos,
semunis alternei aduocapit conotos,
simunis alternlei] aduocapit [conctlos.
enos Marm or iuuato,
enos M arm or iuuato,
enos M arm or iuuato.
-triumpe triumpe triumpe triumCpe triiumpe

5. CIL I a 366. E 64. Spoleto.


honce loucom | ne qu(i)s uiolatod | ñeque exuehito ñeque | exferto
quod louci || siet, ñeque cedito, | nesei quo die res deina I anua flet. eod
die, | quod rei dinai cau(s)a | [f]ia t, sine dolo cedre || Hiicetod. sei
quis | uiolasit, Ioue bouid | piaclum datod. | sei quis scies | uiolasit
dolo malo, || Iouei bouid piaclum | datod et a. CCC | moltai suntod. |
eius piacli | moltaique dicator[ei] || exactio est[od]

6. CIL I .2 401. E 91. Luceria.


in hoce loucarid stircus | ne [qu]is fundatid neue cadauer | proiecitad
neue parentatid. | sei quis aruorsu hac faxit, [in ] ium || quis uolet pro
ioudicatod n. [L ] | manum iniect[i]o estod. seiue | m ac[i]steratus uolet
moltare, | [lijcetod

7. CIL 1.a 361. Boma.


Iunone Loucinai | Diouis castud facitud

8. CIL V 581. E 126. Placa ,de bronce del 186 a. C. que contiene una copia
del Senatus Consultum de Bacchanalibus.
[Q .] Marcius L. f., S. Postumius L. f. eos. senatum consoluerunt n.
Octob. apud eadem | Duelonai. se. arf. M. Claudi. M. f., L. Valeri. P. f.,
Q. Minuci. C. f.
de Bacanalibus quei foideratei | esent, ita exdeicendum censuere:
‘neiquis eorum <B>acanal habuíse úelet. sei ques | esent, quei sibe,
deicerent necesus ese Bacanal habere, eeis utei ad pr. urbanum |l
Romam uenirent, deque eeis rebus, ubei eorum u<e>r<b>a audita esent
utei senatus | noster decemeret, dum ne minus senatoribus C adesent,
[quom e ]a res cosoleretur. | Bacas uir nequis adiese uelet ceiuis Rom a-
nus neue nominus Latini neue socium | quisquam, nisei pr. urbanum
adiesent, isque [d ]e senatuos sententiad, dum ne | minus senatoribus C
adesent, quom ea res cosoleretur, iousisent. ce[n]suere. ||
sacerdos nequis uir eset. magister ñeque uir ñeque mulier quisquam
eset. | neue pecuniam quisquam eorum comoinetm h]abuise ue[l]et.
TEXTOS LATINOS ARCAICOS 361
neue magistratura, | neue pro magistratu<d>, ñeque uirum [ñeque
muljierem quiquam fecise uelet. | neue posthac ínter sed conioura[se
neu]e comuoulse neue conspondise | neue conpromesise uelet, neue
quisquam fldem ínter sed dedise uelet. || sacra in <o>quoltod ne quis-
quam fecise uelet. neue in poplicod neue in | preiuatod neue exstrad
in'bem sacra quisquam fecise uelet, nisei | pr. urbanmn adieset, isque
de senatus sententiad, dum ne minus | senatoribus C adesent, quom
ea res cosoleretur, iousisent. censuere. |
homines plous V oinuorsei uirei atque mulieres sacra ne quisquam |
fecise uelet, neue inter ibei uirei plous duobus, mulieribus plous tribus
arfuise uelent, nisei de pr. urbani senatuosque sententiad, utei suprad
scriptum est.’
haice utei in couentionid exdeicatis ne minus trinum | noundinum,
senatuosque sententiam utei scientes esetis, — eorum | sen tentía ita
fuit: ‘sei ques esent, quei aruorsum ead fecisent, quam suprad || scriptum
est, eeis rem caputalem faciendam censuere’ — atque utei | hoce in
tabolam ahenam incelderetis, ita senatus aiquom censuit, | uteique
eam flgier ioubeatis, ubei facilumed gnoscier potisit. atque | utei ea
Bacanalia, sei qua sunt, exstrad quam sei quid ibei sacri est, | ita utei
suprad scriptum est, in diebus X, quibus uobeis tabelai datai || erunt,
faciatis utei dismota sient. in agro Teurano

9. CIL 1.a 614. E 125. Alcalá de los Gazules (Cádiz), 189 a. C.


L. Aimilius L. f. inpeirator decreiuit, | utei quei Hastensium seruei |
in turri Lascutana habitarent, | leiberei essent. agrum oppidumqu., |
quod ea tempestate posedisent, | item possidere habereque | iousit, dum
poplus senatusque | Romanus uellet. act. in castréis | a. d. X I I k. Pebr.

10. CIL 1.a 586. E 127.


L. Cornelius Cn. f. pr. sen. cons. a. d. I I I nonas M aias sub aede
Kastorus. I ser. adf. A. Manlius A. f., Sex. Iulius [...], L. Fostumius
S. f. |
quod Teiburtes u(erba) f(ecistis) quibusque de rebus uos purgauistis,
ea senatus | animum aduortit ita utei aequom fuit— nosque ea ita
audiueramus, || ut uos deixsistis uobeis nontiata esse— : ea nos animum
nostrum | non indoucebamus ita facta esse, propterea quod scibamus, |
eo uos mérito nostro faeere non potuisse, ñeque uos dignos esse, | quei
ea faceretis, ñeque id uobeis ñeque rei poplicae uostrae | oitile esse
faeere. et postquam uostra uerba senatus audiuit, |j tanto magis
animum nostrum indoucimus (ita utei ante | arbitrabam ur), de eieis
rebus ai' uobeis peccatum non esse. [ quonque de eieis rebus senatuei
purgati estis, credimus, uosque | animum uostrum indoucere oportet,
item uos populo j Romano purgatos fore

11. CIL V 25. E 147. Inscripción de la colum na rostra ta de C. D uilius,


restaurada o compuesta en época de Augusto o de Claudio.
... [Secest]ano[sque .................... op-]
[sidione]d exemet lecione[sque Cartaciniensis omnis]
[ma]ximosque macistr[a]tos l[uei palam post dies]
£n]ouem castréis exfociont, Macel[amque opidom]
362 INTRODUCCIÓN AL LATIN

[pluenandod cepet. enque eodem maclistratud bene]


[r]e m nauebos marid consol primos c[eset copiasque]
[cllasesque nauales primos ornauet pa[rauetque],
cumque eis nauebos ciaseis Poenicas omnfis, Ítem m a -]
[xlum as copias Cartaciniensis praesentetd H anibaled]
dictatored ollorlom in altod marid pucntandod uicet]
tulique nauelis cepejt cum socieis septer[esmom I q u in -]
[queresm]osque triresmosque ñauéis X IX X , merset X I I I ],
[aurolm captom: n u m e i Q ) ® ( D ^ C I O
TarcénJtom captom praeda: numei © I [...]
[omne] captom aes [...]
( © ( © . ( © ( © ( ^ ( © © ) ( © ( © ( © ( © ( © ( © l •.. p r i-]
[mos qu]oque naualed praedad poplom [donauet pri-1
[mosqueí Cartacini[ens]is [incelnuos d[uxit in ]
[trium pod...] eis [...] captt...]

12. CIL 1.a 6 . 7. E 13. Sarcófago de L. Cornelio Escipión Barbado, cónsul


en el 298 a. C.
IX. Cornelilo Cn. f. Scipio |
Cornelius Lucius Scipio Barbatus
Gnaiuod patre | prognatus, fortis uir sapiensque,
quoius forma uirtutei parisuma | fuit,
consol, censor, aidilis quei fuit apud uos,
Taurasia, Cisauna | Samnio cepit,
subigit omne Loucanam opsidesque abdoucit

13. CIL I." 8 y 9. E 14. Sarcófago del cónsul del 259 a. C.


L. Cornelio L. f. Scipio | aidiles, cosol, cesor
hone oino ploirume cosentiont Rtom ane]
duonoro optumo fuise uiro,
Luciom Scipione. filios Barbati
consol, censor, aidilis hic fuet a[p ud uosl.
hec cepit Corsica Aleriaque urbe,
dedet Tempestatebus aide meretoíd]

14. CIL 1.a 10. E 15. Sarcófago de un augur del 180 a. C,


quei ápice insigne Dialtis fllaminis gesistei, |
mors perfe[cit] tua ut essent omnia j breuia,
honos, fam a uirtusque, | gloria atque íngenium.
quibus sel | in longa licu[i]set tibe utier uita, |
facile facteis superases gloriam | maiorum.
qua re lubens te in gremiu, | Scipio, recip [i]t
Terra, Publi, | prognatum Publio, Corneli

15. CIL I a 11. E 16. Posiblemente del sarcófago del hermano de Cneo
Escipión Hispano (véase n.° 16).
L. Cornelius Cn. f. Cn. n. Scipio.
magna sapientia | multasque uirtutes
aetate quom parua | posidet hoe saxsum.
quoiei uita defecit, non | honos, honore,
TEXTOS LATINOS ARCAICOS 363
is hic situs, quei nunquam | uictus est uirtutei.
annos gnatus (uiginti) is | l[oc]eis mandatus,
ne quairatis honore | quei minus sit mandatul s]

16. CIL I.2 15. E 18. Sarcófago de Cneo Escipión, pretor peregrino en
139 a. C.
Cn. Cornelius Cn. f. Scipio Hispanus | pr., aid. cur., q., tr. mil. II,
Xuir si. iudik., | Xuir sacr. fac. |
uirtutes generis miéis moribus accumulaui,
progeniem genui, facta patris petiei.
maiorum optenui laudem, ut sibei me esse creatum
laetentur: stirpem nobilitauit honor

17. CIL I." 1861. E 134. Amiterno.


Protogenes Cloul(i) ¡ suauei heicei situst J mimus,
plouruma que ¡ fecit populo soueis || gaudia nuges

18. CIL 1.a 1211. E 133. Roma.


hospes quod deico, paullum est, asta ac pellege.
heic est sepulcrum hau pulcrum pulcrai feminae.
nomen parentes nominarunt Claudiam.
suom mareitum corde deilexit souo.
gnatos dúos creauit, horunc alterum
in térra linquit, alium sub térra locat.
sermone lepido, tum autem incessu commodo.
domum seruauit. lanam fecit, dixi. abei

19. CIL 1.a 1202. E 135. Roma.


hoc est factum monumentum I Maarco Caicilio. |
hospes, gratum est, quom apud | meas restitistei seedes:
bene rem geras et ualeas, | dormías sine qura

20. CIL I .2 1600. E 92. Capua.


Pesceniaes | C. 1. Laudicaes | ossa heic sita sunt

21. CIL I .2 1249. E 93. Roma.


Aquilliaes C. 1. Tertiae | C. Aquillius | Sosander 1.

22. CIL I .2 37. E 24. Roma.


M. Mindios L. fl„ | P. Condetios Va. fi. | aidiles uicesma parti ¡
Apolones dederi

23. CIL I r 59. E 22. Preneste.


Apolonle C. Q.?] | Metilio [C. f.?l ¡ magistere | coraueron. j C. Anicio
l.(?) st|riando | [,..]
364 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

24. CIL 1.a 975. E 121. Trastevere.


deuas | Comiscas | sacrum

25. CIL V 376. E 73. Pisaurum (Pesaro).


Cesula | Atilia | donu j da Diane

26. CIL V 42. E 29. Nemi.


Poublilia Turpilia Cn. uxor | hoce seignum pro Cn. filiod | Dianai
donum dedit

27. CIL 1.a 610. Nemi, 202-200 a. C.


C. Aurilius C. f. |praitor |iterum didit, | eisdim consl || probauit

28. CIL V 48. E 31. Tusculum.


M. Fourio C. f. tribunos | [militaire de praidad Fortune dedet

29. CIL 1.a 60. E 34. Preneste.


Orceuia Numeri (uxor) j nationu cratia | Fortuna, Diouo fileia |
primocenia, || donom dedi

30. CIL I a 980. E 123. Trastevere.


Forte Fotrtunai] | uiolaries, | rosaries, | coronarles. || [m]ac[istres]
coe[rauere]

31. CIL I a 394. E 86.


T. Vetio | duno | didet | Hercio |¡ louio | brat. | data

32. CIL V 30. E 21. Roma.


M. C. Pomplio No(ui) í(ilii) | dedron | Hercole

33. CIL I a 62. E 37. Preneste.


L. Gemenio L. f. Felt[.] I Hercole dono | dat lubs merto | pro sed
sueq. || ede leigibus | ara Salutus

34. CIL Ir 1531. E 128. Sora, c. 150 a. C.


M. P. Vertuleieis C. f.
quod re sua di[f]eidens asper | afleicta
parens timens | héic uouít, uoto hoc | solutfo]
[de]cuma íacta | poloucta leibereis lube|tes
donu danunt | Hercolei maxsume | mereto.
semol te | orant, se [u]oti crebro | condemnes
TEXTOS LATINOS ARCAICOS 365
35. CIL 1.a 626. E 129. Roma.
L. Mummi L. f. eos.
duct(u) | auspicio imperioque | eius Achaia capt(a),
Corinto | deleto Romam redieit | triumphans.
ob hasce | res bene.gestas quod | in bello uouerat, |
hanc aedem et signu | Herculis Victoris |
Imperator dedicat

36. CIL 1.a 632. E 130. Reate (Rieti).


sánete,
de decuma, Víctor, tibei Lucius Munius donum
moribus antiqueis pro usura hoc daré sese
uisum animo suo perfecit, tua pace rogans te
cogendei dissoluendei tu ut facilia faxseis,
pérfidas decumam ut faciat uerae rationis,
proque hoc atque aliéis donis des digna merent.

37. CIL Ir 360. E 61. Norba.


F. Rutilius M. f. | Iunonei Loucina | dedit meretod | Diouos castud

38. CIL 1.a 378. E 75. Pisaurum (Pesaro).


Iunone rec(inai) |matrona JPisaurese | dono dedrot

39. CIL I a 364. E. 62. Falerii.


Iouei Iunonei Mineruai | Falesce, quei in Sardinia sunt, | donum
dederunt. magistreis | L. Latrius K. f., C. Salu[e]na Voltai f. coiraue-
ront
gonlegium quod est aciptum aetatei aged[ai],
opiparum a[d] ueitam quolundam festosque dies,
quei soueis aastutieis opidque Volgani
gondecorant sai[pi]sume comuiuia loidosque,
ququei huc dederulnt ilnperatoribus summeis,
utei sesed lubentCes belne iouent optantis

40. CIL Ir 49. E 32. Tusculum.


M. Pourio C. f. tribimos | militare de praidad Maurte dedet

41. CIL V 379. E 76.


Matre | Matuta | dono dedro | matrona ¡| M’. Curia, | Pola Liuia
deda

42. CIL I a 365. E 63. Falerü.


Menerua sacru. | [L]a(rs) Cotena, La(rtis) f„ pretod de | zenatuo
sententiad uootum | dedet, cuando datu rected || cuncaptum
366 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

43. CIL r- 675. E 94. Capua, 108 a. C.


N. Pumidius Q. f. M. Raecius Q. f.
M. Cottius M. f. N. Arrius M, f.
M. Eppilius M. f. L. Heioleius P. f.
C. Antracius C. f. C. Tuceius C, f.
L. Sempronius L. f. Q. Vibius M. f.
P. Cicereius C. f. M. Valerius L, f.
heisce magistreis Venerus louiae murum | aedificandum coirauerunt
ped. CC l X X et | loidos fecerunt Ser. Sulpicio M. Aurelio cois.]

44. CIL I." 383. E 78. Firmum Picenum.


L. Terentio L. f., | C. Aprufenio C. f„ | L. Turpilio C. f., I M. Albani
L. f„ j| T. Munatio T. f. | quaistores | aire moltaticod | dederont

45. CIL I.- 1511. Cora.


M. M U t liu s M. L, L. Turpilius L. f. duomuires de senatus | sentetn]-
tia aedem faciendam eoerauerunt eisdemque probauere

46. CIL I.” 1529. E. 132. Aletri. Entre el 130 y el 90 a. C.


L. Betilienus L. í. Vaarus | haec quae infera scripta | sont de senatu
sententia | facienda coirauit: semitas || in oppido omnis, porticum qua |
in areem eitur, campum ubei | ludunt, horologium, macelum, | basili-
cam calecandam, seedes, | [llacum balinearium, lacum ad || [plortam,
aquam in opidum adqu. | arduom pedes CCCX l . fornicesq. | fecit,
fístulas soledas fecit. | ob hasce res censorem fecere bis, | senatus filio
stipendia mereta || ese iousit, populusque statuam | donauit Censorino

47. CIL I.5 1722. Aeclanum. Época de Cicerón.


C. Quinctius C. f. Valg. patrón, munic., | M. Magi. Min. f. Surus, A.
Patlacius Q. f., | IlIIuir., d(e) s(enatus) s(ententia) portas, turréis
moiros | turreisque aequas qum moiro || faciundum eoerauerunt

48. CIL I.2 1471. E 58. Preneste.


M. Saufeius M. f. Rutilus, | C. Saufeius C. f. Flacus | q. I culinam
f(aciendam) d(e) s(enatus) s(ententia) c(uraverunt), eisdem|q. loeum
emerunt de | L. Tondeio L. f. publicum. | est longu p. CX j, VIIIS, | latum
af muro ad | L. Tondei uorsu p. XVI

49. CIL I.3 638. E 131. Forum Popillii (Lucania), 132 a. C.


uiam fecei ab Regio ad Capuam, et | in ea uia ponteis omneis, milia­
rios | tabelariosque poseiuei. hince sunt | Nouceriam meilia «-I, Capuam
XXCIIII, || Muranum J, XIIII, Cosentiam CXXIII, | Valentiam
C i XXXI.], | ad fretum ad | statuam CCXXXK.], | Regium
CCXXXVII. | suma af Capua Regium meilia CCCXXK.]. | et eidem
praetor in j Sicilia fugiteiuos Italicorum | conquaeisiuei redideique |
homines BCCCCXVII. eidemque | primus fecei, ut de agro poplico |
aratoribus cederent paastores. | forum aedisque poplicas heic fecei
TEXTOS LATINOS ARCAICOS 367
50. C1L I." 584. E 138. Cercanías de Génova, 117 a. C.
Q. M . M in u c ie is Q. f. R u f e is d e c o n tro u o rs ie is ín t e r | G e n u a t e i s et
V e it u r io s in r e p r a e s e n t e c o g n o u e r u n t e t c o r a m ín t e r e os c o n tro u o sia s
c o m p o s e iu e ru n t, | et, q u a ie g e a g r u m p o s s id e re n t e t q u a finéis fie re n t,
d lx s e r u n t . eos fin é is f a c e r e t e rm in o s q u e s t a t u l iu s e r u n t ; | u b e i e a f a c t a
esse n t, R o m a m c o r a m u e n ir e io u se ru n t. R o m a e c o r a m s e n t e n t ia m ex
s e n a t i c o n su lto d lx e r u n t e id ib . || D e c e m b . L . C a e c ilio Q . f. Q . M u u c io
Q . f. eos.— q u a a g e r p r iu a t u s c a s te li V it u r io r u m est, q u e m a g r u m eos
u e n d e r e h e r e d e m q u e | se q u i licet, is a g e r u e c t lg a l. n e i siet.— L a n g a t i u m
fin é is a g r i p r iu a t i: a b r iu o in fim o , q u i o r it u r a b fo n t e i i n M a n n ic e lo a d
f lo u iu m | E d e m ; ib i t e r m in u s stat. in d e flo u io su so u o r s u m in flo u iu m
L e m u r im . in d e flo u io L e m u r i su su m u s q u e a d r iu o m C o m b e r a n e (a m ). j
in d e r iu o C o m b e r a n e a s u s u m u s q u e a d c o m u a le m C a e p t ie m a m ; ib i
t e r m in a d ú o s t a n t c ir c u m m a m P o s t u m ia m . e x eis t e rm in is r e c t a |
re g io n e in r iu o V e n d u p a le . e x r iu o V i n d u p a le i n flo u iu m N e u ia s c a m .
in d e d o rs u m flu ío N e u ia s c a i n flo u iu m P r b c o b e r a m . in d e || flo u io P r o c o -
b e r a m d e o rs u m u s q u e a d r iu o m V i n e la s c a m in fu m u m ; ib e i t e r m in u s
sta t. in d e s u r s u m r iu o r e c t o V in e le s c a ; | ib e i t e r m in u s s t a t p ro p te r u ia m
P o s t u m ia m . in d e a lt e r t r a n s u ia m P o s t u m ia m t e r m in u s stat. e x eo
te rm in o , q u e i s t a t I t r a n s u ia m P o s t u m ia m , r e c t a r e g i o n e in f o n t e m in
M a n ic e lu m . in d e d e o rs u m riu o , q u e i o r it u r a b fo n t e e n M a n ic e lo |
a d te rm in u m , q u e i s t a t a d f lo u iu m E d e m .— a g r i p o p lic i q u o d L a n g e n s e s
p o sid e n t, h isc e fin ís u id e n t u r e sse : u b i c o m flu o n t | E d u s e t P r o c o b e r a ,
ib e i t e rm in u s stat. in d e E d e flo u io s u r s u o rs u m in m o n t e m L e m u r in o
S n fu m o; ib e i t e r m in u s || sta t. in d e s u r s u m u o r s u m iu g o re cto m o n t e
L e m u r in o ; ib e i t e r m i n (u ) s sta t. in d e su s u m iu g o re c t o L e m u r in o ; ib i
t e r m in u s ¡ s t a t in m o n t e p r o c au o . in d e s u r s u m iu g o re c t o in m o n te m
L e m u r in u m s u m m u m ; ib i te rm in u s sta t. in d e s u r s u m iu g o | r e c t o in
c a s te lu m , qu e i u o c it a tu st A lia n u s ; ib e i te rm in u s stat. in d e su rsu m iu g o
r e c t o in m o n t e m Io u e n t io n e m ; ib i te rm in u s | sta t, in d e su rsu m iu g o
re c t o in m o n te m A p e n in u m , q u e i u o c a t u r B o p lo ; ib e i t e rm in u s stat.
in d e A p e n in u m iu g o re c to | in m o n t e m T u le d o n e m ; ib e i t e rm in u s stat.
in d e d e o rs u m iu g o re c t o in flo u iu m V e r a g la s c a m in m o n te m B e r i g i e -
m am | j in fu m o ; ib i t e r m in u s sta t. in d e s u r s u m iu g o r e c t o in m o n t e m
P r e n ic u m ; ibi t e r m in u s sta t. in d e d o r s u m iu g o re c to in | flo u iu m
T u ie la s c a m ; ib i t e r m in u s sta t. in d e su rs u m iu g o re c t o B lu s t ie m e io in
m o n t e m C la x e lu m ; i b i t e r m in u s sta t. in d e | d e o r s u m i n fo n t e m L e b r i e -
m e lu m ; ib i t e r m in u s sta t. in d e re c t o r iu o E n is e c a in flo u iu m P o r c o -
b e r a m ; ib i t e r m in u s sta t. | in d e d e o r s u m i n flo u io m P o r c o b e r a m , u b e i
c o n flo u o n t flo u i E d u s e t P o r c o b e r a ; ib i t e r m in u s sta t.— q u e m a g r u m
p o p lic u m | iu d ic a m u s esse, e u m a g r u m c a s te la n ó s L a n g e n s e s V e it u r io s
p o [s i ]d e r e f r u iq u e u id e t u r o p o rte re . p r o eo a g r o u e c t ig a l L a n g e n s e s ||
V e it u r is in p o p lic u m G enuam dent in anos s in g u lo s u icC toriatos)
n (u m o s ) CCCC. se i L a n g e n s e s e a m p e q u n ia m n o n d a b u n t ñ eq u e s a t is |
f a c ie n t a r b it r a t u u G e n u a t lu m , q u o d p e r G e n u e n s e s m o t r l a n o n fiat,
q u o se tiu s e a m p e q u n ia m a c ip ia n t : t u m q u o d in eo a g r o | n a t u m e rit
f r u m e n t i p a r t e m u ic e n s u m a m , u in i p a r t e m s e x t a m L a n g e n s e s in p o p li -
c u m G e n u a m d a r é d e b e n t o | in a n n o s sin g ó lo s.— q u e i in t r a eos fin é is
a g r u m p o s e d e t G e n u a s a u t V it u r iu s , q u e i e o r u m p o s e d e it k. S e x t il. Li
C a ic ilio | Q . M u u c io eos., eos ita p o s id e r e c o le r e q u e lic e a t. e<i>s qu e.
p o s id e b u n t, u e c t ig a l L a n g e n s lb u s p r o p o r t io n e d e n t it a , u ti c e te ri j|
L an gen ses, q u i e o ru m in eo agro agru m p o s id e b u n t fr u e n t u r q u e .
p r a e t e r e a in eo a g r o n i q u is p o s id e to n is i d e m a io r e p a r t e | L a n g e n s iu m
.368 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

V e it u r lo r u m s e n te n tia , d u m n e a li u m in t r o m it a t n is i G e n u a t e m a u t
V e it u r iu m c o le n d i c a u s a , q u e i e o r u m d e m a io r e p a r t e | L a n g e n s iu m
V e it u r iu m se n te n tia it a n o n p a r e b it , is e u m a g r u m n e i h a b e t o n iu e
fr u im in o ,— q u e i | a g e r c o m p a s c u o s erit, i n eo a g r o q u o m in u s p ecu s
[p ]a s c e r e G e n u a t e s V e it u r io s q u e lic e a t ita , u te i i n c e te ro a g r o | G e n u a t i
c o m p a sc u o , n iq u is p ro h ib e to , n iu e q u is u im fa o ito , n e iu e p ro h ib e to ,
q u o m in s e x eo a gro lig n a m a t e r ia m q u e || s u m a n t u t a n t u r q u e .—
u e c t ig a l a n n i p r im i k . I a n u a r i s s e c u n d is V e t u r is L a n g e n s e s in p o p lic u m
G e n u a m d a r é | d e b e n to . q u o d a n t e k . I a n u a r . p r im a s L a n g e n s e s ír u c t i
s u n t e ru n tq u e , u e c t ig a l in u ite i d a r é n e i d e b e n to .— | p r a t a q u a e f u e r u n t
p r o x u m a fa e n is ic e i L . C a e c ilio Q . M u u c io eos. in a g r o p o p lic o , q u e m
V i t u r ie s L a n g e n s e s | p o s id e n t e t q u e m O d ia t e s e t q u e m D e c t u n in e s e t
q u e m C a u a t u r in e is e t q u e m M e n t o u in e s p o s id e n t, e a p r a t a | in u itis
L a n g e n s ib u s e t O d ia t ib u s e t D e c t im in e b u s e t C a u a t u r in e s e t M e n ­
to u in e s, q u e m q u isq u e e o r u m a g r u m || p o s id e b it , in u ite is e is n iq u is
sice t n iu e p a s c a t n iu e fr u a t u r . se i L a n g e n s e s a u t O d ia t e s a u t D e c t u n in e s
a u t C a u a t u r in e s | a u t M e n t o u in e s m a l e n t . i n e o a g r o a l i a p r a t a i n m i t -
te re , d e fe n d e r e , sic a re , i d u t i f a c e r e lic e a t, d u m n e a m p lio r e m | m o d u m
p r a t o r u m h a b e a n t , q u a m p r o x u m a a e s t a t e h a b u e r u n t f r u c t iq u e su n t.
V itu rie s , q u e c o n tro u o rs ia s | G e n u e n s iu m o b in io u r ia s iu d ic a t i a u t
d a m n a t i su n t, se i q u is i n u in c u le is o b e a s r e s est, eos o m n e is | so lu ei,
m itt e i le i b e r (a r e )iq u e G e n u e n s e s u id e t u r o p o r t e r e a n t e e id u s S e x tilis
p rim a s .— se i q u o i d e e a r e || in iq u o m u id e b it u r esse, a d n o s a d e a n t
p r im o q u o q u e d ie e t a b ó m n ib u s c o n tro u e rs is e t h o n o . p u b l. li. | —
le g (a t i ) M o c o M e t ic a n io M e t ic o n i f., P la u c u s P e lia n i. P e lio n i f.

51. CIL I.” 1831. E 81. Cliternia.


u ia in fe r io r | p r iu a t a s t | T. V m bren i C. t, | p r e c a r io itu r, || p ec u s
p lo s t ru | n iq u is a g a t

B. PROCEDENTES DE FUENTES LITERARIAS

52. Del De lingua latina de Varrón.


(i) 5. 97. Hircus, quod Sabini flreus; quod illic fedus, in Latió rure hedus,
qui in urbe ut in multis A addito haedus.
(ii) 5. 101. Lepus, quod Siculi, ut Aeolis quidam Graeci, dicunt Xéitopiv:
a Roma quod orti Siculi, ut anuales veteres nostri dicunt, fortasse
hiñe illue tulerunt et hic reliquerunt id nomen.
(iii) 5. 159. Vicus Cyprius a cypro, quod ibi Sabini cives additi consederunt,
qui a bono omine id appelarunt: nam cyprum Sabine bonum.
(iv) 5. 173. In argento nummi, id ab Siculis.
(v) 6. 2. Sic, inqúam, consuetudo nostra multa declinavit a vetere, ut ab
solu solum, ab Loebeso Liberum, ab Lasibus Lares.
(vi) 6. 4. Meridies ab eo quod medius dies. D antiqui, non R in hoc dicebant,
ut Praeneste incisum in solario vidi.
(vii) 6. 13. Februm Sabini purgamentum, et id in sacris nostris verbum non
ignotum.
cviii) 6. 28. Idus ab eo quod Tusci Itus, vel potius quod Sabini Idus dicunt.
(ix) 6. 68. Vicina horum quiritare, iubilare. Quintare dicitur is qui Quiritum
fldem clamans inplorat. Quirites a Curensibus; ab his cum Tatio rege
textos latinos arcaicos 369

in so c ie ta te m v e n e r u n t c iv ita tis. U t q u ir it a r e u r b a n o r u m , sic ju b ila r e


r u s t io o r u m : I t a q u e h o s im it a n s A p r is s iu s a it :
l o b u c e o !— Q u is m e iu b ila t?
V ic in u s tu u s a n tiq u u s .
( x ) 6. 86. N u n c p r im u m p o n a m d e C e n s o riis T a b u li s :
U b i n o c tu in t e m p lu m c e n so r a u s p ic a v e r it a tq u e d e c á e lo n u n t iu m
erit, p r a e c o n i sic im p e r a t o u t v ir a s v o c e t: ‘Q u o d b o n u m f o r t u n a t u m
f e lix s a lu t a r e q u e sie t p o p u lo R o m a n o Q u ir it ib u s r e iq u e p u b lic a e p o p u li
R o m a n l Q u ir it iu m m ih iq u e c o lle g a e q u e m e o, fid e i m a g is t r a t u iq u e n o s tro :
o m n e s Q u ir it e s p e d it e s a r m a t o s , p riv a to s q u e , c u r a t o r e s o m n im n t r ib u u m ,
s i q u is p r o se s iv e p r o a lt e r o r a t io n e m d a r i v ole t, v o c a in lic iu m h u c a d
m e .’
87. P r a e c o in te m p lo p r im u m v o c a t, p o s te a d e m o e r is ite m voc a t.
U b i lu c et, c e n so re s s c rib a e m a g is t r a t u s m u r r a u n g u e n t is q u e u n g u e n tu r .
U b i p r a e t o r e s tr ib u n iq u e p le b e i q u iq u e in lic iu m v o c a ti s u n t v e n e ru n t,
c e n so re s Ín t e r se so rt iu n t u r , u te r lu s t r u m ía c i a t . U b i t e m p lu m f a c t u m
est, p o s t tu m c o n v e n tio n e m h a b e t q u i lu s t r u m c o n d it u r u s est.
88. I n C o m m e n t a r iis C o n s u la r ib u s s c r ip t u m sic in v e n i:
Q u i e x e rc itu m im p e r a t u r u s e rit, a c c e n so d ic it o : ‘C . C a lp u r n i, v o c a
in lic iu m o m n e s Q u ir it e s h u c a d m e .’ A c c e n su s d ic it sic : ‘O m n e s Q u i ­
rite s, in lic iu m v o s ite h u c a d iu d ic e s.’ ‘C . C a lp u r n i ’, eos. dicit, ‘v oc a
a d c o n v e n tio n e m o m n e s Q u ir it e s h u c a d m e .’ A c c e n s u s d ic it sic: ‘O m n e s
Q u ir ite s , ite a d c o n v e n tio n e m h u c a d iu d ic e s.’ D e i n c ó n s u l e lo q u itu r a d
e x e r c it u m : ‘Im p e r o q u a c o n v e n it a d c o m itia c e n t u r ia t a .’
(x i ) 7. 29. I d e m o s te n d it q u o d o p p id u m v o c a tu r C a s in u m (h o c e n im a b
S a b in is o r t i S a m n it e s t e n u e r u n t ) e t n o s t ri e t ia m n u n c F o r u m V e t u s
a p p e lla n t . I t e m sig n ific a t i n A t e lla n is a liq u o t P a p p u m , se n em q u o d
O s c i c a s n a r a p p e lla n t .
(x i i ) 7. 42. O l l i v a le t d ic tu m illi a b o lla e t olio , q u o d a lt e r u m c o m itiis c u m
r e c it a t u r a p ra e c o n e d ic itu r o lla c e n tu ria , n o n i l l a ; a lt e r u m a p p a r e t in
f u n e r ib u s in d ic tiv is, q u o d ic itu r
O llu s leto d a t ü s est.

53. El Carmen Saltare.


a d iv u m e m p t a c a n te ! d iv u m d eo s u p p lic a t e !
b q u o m e to n a s, L e u c e sie p r a e te t tre m o n ti
q u o t ib e te t e n u b i d e isc u n t to n a re
c c oze u lod orieso. o m n ia v e ro a d p a t u la coem isse. ia n c u sia n e s duonus
ceru ses. d u n u s Ia n u s v e v e t p o m m e lio s e u m re c u m
a = V a r r ó n , L. L., 7, 27. P a r a empta p ro p u s o B e rg k ern pa = “ in

G. L.,
p atrem ” .
b = TTerencio S c a u r o , v il, 28.
c = V a r r ó n , L. L„ 7, 26.

54. Catón, Agr., 141.


M a r s p a t e r, te p r e c o r q u a e so q u e u ti síes v o le n s p ro p it iu s m ih i d o m o
fa m ilia e q u e n o stra e , qu o iu s r e i e rg o a g r u m t e r r a m f u n d u m q u e m e u m
s u o v it a u r ilia c ir c u m a g i iu ssi, u ti t u m o r b o s v isos in v iso sq u e, v i d u e r -
t a t e m v a s tit u d in e m q u e , c a la m ita te s in t e m p e r ia s q u e p ro h ib e ss is d e f e n -
das a v e rr u n c e sq u e . u tiq u e tu fr u g e s , fr u m e n t a , v iñ e t a v ir g u lt a q u e
g r a n d ir e b e n e q u e e v e n ire siris, p a s to r e s p e c u a q u e s a lv a se rv a ssis d u is -
q u e b o n a m s a lu t e m v a le tu d ín e m q u e m ih i d o m o f a m ilia e q u e n o s t r a e :
h a ru m e e re ru m e rg o , f u n d i t e rra e a g r iq u e m e i lu s t r a n d i lu s t riq u e
370 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

f a c ie n d i e rg o , sic u ti d ix i, m a c te h isc e s u o v it a u r ilib u s la c t e n t ib u s in m o -


la n d is e sto : M a r s p a t e r, e iu s d e m r e i e r g o m a c t e h is c e s u o v it a u r ilib u s
la c t e n t ib u s e sto!

55. F ragm en tos de las leges regiae.


(i ) P e lle x a r a m I u n o n is n e ta n g ito . S i ta g it, I u n o n i c r in ib u s d e m issis a g n u m
f e m in a m c ae d ito .
(i i ) (a) Si h o m in e m f u lm é n l o vis occisit, n e s u p r a g e n u a tollito.
( b ) H o m o s i f u lm in e oc c isu s est, ei iu s ta n u l l a fie r i o p o rte t.
(i i i ) S i q u i(s ) h o m in e m lib e r u m d o lo sc ie n s m o r t i d u it, p a r ic i d a s esto.
(i v ) S i q u is q u a m a li u t a f a x it , ip so s I o v i s a c e r esto.
(v ) S i p a r e n t e m p u e r v e r b e r it a s t o lle p lo r a s s it p a re n < s> , p u e r d iv is p a r e n -
tu m s a c e r esto.

56. F ragm en tos de las X II T ablas. E 114 ss.


(i ) 1. S i in iu s voc a t, ito. N i it, a n t e s t a m in o : ig it u r e m c a p ito . 2. S i c a lv i -
t u r p e d e m v e s tru it, m a n u m e n d o iacito. 3. S i m o r b u s a e v it a s v e v itiu m
escit, [q u i in iu s v o c a b it ] iu m e n t u m d a t o : si n o le t, a r c e r a m n e ste rn ito .
(i i ) A d s id u o v in d e x a d s id u o s e sto ; p r o le t a r io [ i a m c i v i ] q u is v o le t v in d e x
esto.
(i ii) R e m u b i p a c u n t o r a to . 2. N i p a c u n t, in c o m itio a u t i n fo r o a n te
m e r id ie m c a u s s a m coic iu n to, c u m p e r o r a n t o a m b o p ra e s e n te s. 3. P o s t
m e r id ie m p r a e s e n t i lite m a d d ic ito . 4. S i a m b o p ra e s e n te s , so l o c c asu s
s u p r e m a te m p e s ta s esto.
(i v ) M o r b u s so n tic u s... a u t s t a tu s d ie s c u m h o st e ... q u id h o r u m f u i t v i­
tiu m iu d ic i a r b it r o v e re ov e , eo d ie s d if fe n s u s esto.
(v ) C u i te s tim o n iu m d e fu e rit, is te rtiis d ie b u s o b p o r t u m o b v a g u la t u m ito.
(v i ) A e r is c o n fe ss i re b u s q u e iu r e iu d ic a tis t r i g in t a d ie s iu s t i su n to .
2. P o s t d e in d e m a n u s in ie c tio esto. I n iu s d u c ito. 3. N i iu d ic a t u m f a c it
a u t q u is e n d o eo in iu r e v in d icit, se c u m d u c ito. V in c it o a u t ñ e r v o a u t
c o m p e d ib u s. X V p o n d o n e m in o r e a u t si v o le t m a io r e v in c ito . 4. S i volet,
su o v iv ito . N i su o vivit, tq u i e u m v in c t u m h a b e b it ,] lib r a s f a r r i s e n d o
dies d a to . S i volet, p lu s d ato.
(v i i) T e r t iis n u n d in is p a r t ís se c an to . si p lu s m in u s v e se c u e r u n t , se f r a u d e
esto.
(v i ii) A d v e r s u s h o s t e m a e t e r n a a u c t o r it a s esto.
(i x ) S i p a t e r filiu m te r v e n u m d a v it (? ) filiu s a p a t r e lib e r esto.
(x ) u ti le g a s s it s u p e r p e c u n ia t u t e la v e s u a e r e i, it a iu s esto.
(x i ) si in te s ta to m o r it u r , c u i h e re s n e c escit, a d g n a t u s p r o x im u s f a m ilia m
h a b e to . si a d g n a t u s n e c escit, g e n tile s f a m ilia m h a b e n t o .
(x i i ) v ia s m u n iu n t o : n i s a m d e ia p id a s s in t, q u a v olet, iu m e n t a a g ito .
(x i ii) q u i m a lu m c a r m e n in c a n ta s sit. o ccen tassit.
(x i v ) s i m e m b r u m ru p s it, n i c u m eo p a c it, t a lio esto.
si in iu r i a m a lt e r i fa x s it , v ig in ti q u in q u é a e r is p o e n a e su n to .
(x v ) si n o x f u r t u m fa x s it , si im occisit, iu r e e a e s u s esto.
(x v i ) si a d o r a t f u r t o q u o d n e c m a n ife s t u m e rit, d u p lio n e d a m n u m d ec id ito .
(x v i i ) p a t r o n u s si c lie n ti f r a u d e m fe c e rit, s a c e r esto.
(x v i ii) q u i se sie rit te s t a r ie r lib r ip e n s v e fu e r it , n i t e s tim o n iu m f a r i a t u r , i n p r o -
b u s in t e s t a b ilis q u e esto.
(x i x ) si t e lu m m a n u f u g i t m a g is q u a m iecit, c a rie s s u b id t u r > .
( x x ) n e v e a u r u m a d d it o , a t c u i a u r o d e n te s iu n c t i esc u n t, a s t i m c u m illo
s e p e lie t u re tv e , se f r a u d e esto.
(x x i ) si s e rv u s fu i't u m f a x i t n o x ia m v e n o x it.
ÍNDICE DE MATERIAS

-a, te m a s en, 242 — externo, 286


— figura etimológica, 287
— con infinitivo, 316
a b la t iv o , 299 ss.

— interno, 287, 288


— a b so lu to , 302

— local, 285
— c a u s a , 301

— predicativo, 288
— c o m p a r a t iv o , 298

— relación, 287, 288


— c ir c u n s t a n c ia c o n c o m ita n te , 299

— del todo y de la parte, 288


— c u a lid a d , 299

acusativos exclamativos, 83
— e x p r e s io n e s d is t rib u tiv a s , 302

adición, 87
— in s t r u m e n t a l, 299

adjetivos de lugar, 239


— in s t r u m e n t a l-s o c ia t iv o , 298
— lo c a tiv o , 301
— m o d o , 300 adnominales, dativos, 176
— p re c io , 299 adverbios, 288
— p r o c e d e n c ia u o r ig e n , 297 agentes en -tor, 238
— p ro p io , 297 Agustín, san, 203
— r e fe r e n c ia , 300 aliteración, 94, 99, 111, 113, 114, 116,
— se p a r a c ió n , 297 118, 124, 128
— tie m p o , 301 aliterativos, pares, 128
a b la t iv o s d e o r ig e n (a d n o m in a le s ), alternancias (ablaut), 235
297 — declinación, 247
a b r e v ia c ió n y á m b ic a , 214, 222 — grados, 267
a b s o lu t o , v a lo r d e l p o s itiv o e n la Ammiano Marcelino, 206
c o m p a r a c ió n d e a d je tiv o s, 253 anacoluto, 87
a b stra c to s , 238 anáfora, 99, 113
a b stra c to s , n o m b re s , 237 anafórico, pronombre, 83, 328
a b s t r a c t o s v e rb a le s , 238 anafórico, tema, 256
— e n -ti- y -tu-, 240 antítesis, 111, 137
a c e n to , 212 ss. aoristo, 265, 272
— e x p ira t o rio , 213 — tema, 266
— in t e n s id a d , 213 apódosis irreales, 332
— m u s ic a l, 213 Appendix Probi, 158, 161, 166
— s e c u n d a rio , 214 apud, alternando con ad, 286
a c e n t u a c ió n , 159 Apuleyo, 149
a c ró n ic o , p re se n te , 304 arcaísmos, 105, 116, 118, 127
a c t iv a , 262 arcaístas, 146
a c tiv o s y d e p o n e n te s , v e rb o s, 155 asiánico, estilo, 121
a c u s a t iv o , 285 asianismo, 149, 202
— d o b le , 288 asimilación, 231
— e x c la m a tiv o , 289 asíndeton, 99
— e x te n sió n , 287 asonancia, 111
372 INTRODUCCIÓN AL LATIN

aspecto, “testimonio ocular”, 266 concinnitas, 122, 138, 139, 140


aspecto verbal, 303 condicionales mixtas, 328
— durativo, 303 congeries, 99, 133
aspectos del verbo, 265 conjunciones, 328
Atellana, 154 consecutivas, 326
atemáticos, verbos, 262 consonante, temas en, 246, 247
aticistas, 140 contaminación, 333
aumento, 270 contaminaciones, 87
augural, fórmula, 73 convergencia, 20
cremación, 46
Bernabé, Epístola de, 188 cristianismos, 192
Bíblico, griego, 187 cuarta conjugación, 268
bilingüismo, 187, 189 cum, 330 s.
binaria, estructura, 118 — con indicativo en Plauto, 330
bronce, uso del, 44 — inversum, 330
— temporal, 330
caballo, 44 — dactilicas, formas, 110
calco, 188, 190 — dactilicas, palabras, 110
— semántico, 190
Calpumio Pisón, 126 dativo, 283, 293
Carlomagno, 182 — adnominal, 294, 296
Carmen Arvale, 71 — agente, 295
carmina, 106, 111, 138 — dirección, 296
Catón, 127 — ético, 294 s.
— P. Valerio, 116 — finalidad, 296
causal, relativo, 329 — posesivo, 294
causativos, verbos, 267 — de provecho o daño, 293
Celio Antípatro, 141 — simpatético, 294
céltico, 20, 61 ss. dativus iudicantis, 295
— y germánico, 26 daunos, 50
César, 133, 140 declinaciones, 241 ss.
Cicerón, cartas, 154 deícticas, partículas, 256
científica, prosa, 103 8eivÓTr|q, 121
civilización del Noroeste, 27 democrático”, “latín, 142
claridad (oocipiívEta), 125 demostrativos, 255
clasicismo, 152 denominativos, verbos, 267
cláusula, 139 desiderativo, sufijo, 269
cola, 121 desiderativos en -asso, 271
colectivos, 237 desinencia, 234
colectivos, singulares, 176 desinencias, 262
coloquial, 82 — casuales, 241 s.
coloquialismo, 112 — primarias, 262
collocatio, 138 — secundarias, 262, 270
comparación, 253 — verbales, 262 ss.
— de adjetivos, 24 desplazamiento relaclonal, 241, 317
comparativo, método, 14, 211 deverbativo, sufijo, 241
comparativos dobles, 75 deverbativos en -os, 240
compleja, oración, 324 dialecto, 16
compositio, 138 dialectales, palabras, 107
compuestas, preposiciones, 188 “dicolon abundans”, 118
compuesto, 108 diminutivos, 85, 97, 155, 174, 237, 238
compuestos, 97, 109, 114 — en -lo, 240
compuestos, verbos, 172 diptongo, temas en, 252
concepta verba, 138 disimilación, 232
concesivas, 334 dobletes fonéticos, 110
ÍNDICE DE MATERIAS 373
Doce Tablas, 73, 125 genitivo, 289
dum, 331 ss. — cualidad, 291
— en oraciones finales, 331 — determinación, 291
— con subjuntivo estipulativo, 332 — esfera, 291
— sentido terminativo, 332 — epexegético, 291
durativo, tema, 265 — finalidad, 319
— función del, 293
elativos, 239 — objetivo, 291
elegantia, 132, 133, 152, 176 — partitivo, 289
Emilio Paulo, 103 — posesivo, 289
ennianismos, 105 — de precio, 292 s.
Ennio, 111, 125, 128, 141 — respecto, referencia, 291
— fraseología, 142 — rúbrica, 292
— reminiscencias, 119 — subjetivo, 291
épico, dialecto, 103 — plurales arcaicos, 110
ergativo, 262 geografía lingüistica, 37, 38
esnobismo, 153 germánicas, palabras, 179
especial, lengua, 185 gerundio:
Estacio, 145 — ablativo, 320
estándar, lengua, 125 — acusativo, 319
estilo “rimbombante”, 93, 115 — dativo, 320
etrusco, 55 ss. — genitivo, 319
etsi, con participio de presente, 322 s. — sintaxis, 320
Euforión, 108 gerundivo, 280
expresivos, compuestos, 84 — antigüedad, 318
— uso atributivo, 318
falisco, 68 s. — origen, 317
falso análisis, 240 — como partic. fut. act., 318
femeninos, 237 glosas de Reichenau, 158
figura etymologica, 92 glossae, 104, 106, 107, 113, 118, 120
filohelenismo, 103 Gortina, leyes de, 17
finales, oraciones, 325 Gortina, tablas de, 73
finalidad y consecuencia, 325 s. Graco, Gayo, 126
Fratres Anales, 16 grecismo, 284, 290
frecuentativos, 173 grecismos, 188
— verbos, 85, 97 griega, influencia, 179, 317
Frontón, 150 griegas, palabras, 88, 107
fuerza expresiva, 175 griego, en jerga, 90
futuro, 271 griego y latín, desarrollos paralelos,
— en -b, 23 180
— en -bo, 271 griegos, préstamos léxicos, 90, 188
— en expresiones gnómicas, 304
— indicativo, 303 habituación, 325, 326, 334
— participio, 323 helenística, poesía, 104
------empleo predicativo, 323 helenizantes, expresiones poéticas,
— perfecto, 275, 306 287
— prospectivo, 304 hexámetro, 110, 215
— empleos volitivos, 305, 308 hipercaracterización, 166, 180, 191
en deseos, 310 histórico, infinitivo, 314
histórico, método, 211
gaélico, 33 Hofmann, 82
galas, palabras, 178 homoioteleuton, 99, 111, 113, 123, 128
galo, 33
genéricas, oraciones de relativo, 329 -i, temas en, 245, 248
géneros poéticos, 105 s. ictus y acento, 215
374 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

ilirio, 49 ss. ítalo-céltica, teoría, 22 ss.


imitación, 105 ítalo-griegas, afinidades, 31 ss.
imitatio, 118
imperativo: Jerónimo, san, 192
— en hipótesis, 314 juegos de palabras, 111
— sintaxis, 314
—■ en -fo, 276 lafoiovelares, 22
imperfecto, 270, 304 Lactancio, 192
— de acción habitual, 304 “langues de paysans”, 80
— de conato, 304 laringales, 236
— en descripciones vivas, 304 “lascivia”, 150
— ingresivo, 304 lativo, 287
— de subjuntivo, 277 lengua, 16, 184
impersonales, formas del verbo, 23 lenguaje, 184
impersonales, verbos con dativo, 286 Lépido, Marco Emilio, 136
incoativos, 173, 269 lepóntico, 62 s.
incoativos, verbos, 267 ley de los miembros crecientes, 94,
indeclinables, 281 100
liburnos, 50
indefinido, pronombre, 258 lígur, 63 ss.
indicativo, en interrogativas indirec­ lírica coral, 103
tas, 86 literalismo de las primeras traduc­
indicativo irreal, 313 ciones latinas, 188
indoeuropea, civilización, 21 Livio, 142
indoeuropeo, 21 Livio Andrónico, 104
infectum, 266 locativo, ablativo, 301 s.
— temas del, 266 — ablativo de tiempo, 302
infinitivo, 278 Lucano, 145
— complemento, 316 Lucrecio, 112
— exclamativo, 315 lugar, nombre de, 237
— de finalidad, 316
— futuro, 279 marginales, fenómenos, 33 ss.
— futuro pasivo, 280 “marginalitá”, 37
— griego con el articulo, 315 material, adjetivos de significación,
— naturaleza nominal, 315 239
— con nombres, 317 media, voz, 262
— sintaxis, 314 medio-pasiva, voz, 264
— sujeto, 315 mediterráneo, sustrato, 64 ss.
infinitivos en -assere, 271 mesápico, 49
infinitivus indignantis, 83 militar, terminología, 195
inhumación, 46 Minucio Félix, 192
instrumentos, 238 moderna”, “escuela, 115
interjecciones, 82, 97 modos, 276, 306 ss.
interrogativas indirectas, 324 Mulomedicina Chiranis, 157, Í76
interrogativo, pronombre, 258
interrupción, 98 nasal infija, 267, 269
Isidoro de Sevilla, san, 158 nasal, sufijo, 267, 269
isocolia, 111, 123 negativas, expresiones, 83
isoglosa, 40 nombres, formación, 236 ss.
Itala, 187 s. nombres de personas derivados de
itálico, 16 nombres de cosas, 237
itálico común, 48 nominativo, función ergativa, 284
— y germánico, 26 — en exclamaciones, 284
—• occidental, 52 ss. — con infinitivo, 317
itálico, periodo, 20 ■— sintaxis, 284
ÍNDICE DE MATERIAS 375
nominativos en aposición, 284 Plauto, 14
nominativus pendens, 285 pleonasmo, 84, 180
Novaciano, 201 pleonásticas, expresiones, 175
“novi”, 115, 117 pleonástico, uso de los pronombres,
Novio, 154 84
numerales, 259 plurales poéticos, 110
numerus, 138 pluscuamperfecto, 275, 305
— indicativo, 228
-o, temas en, 243 — subjuntivo por imperfecto de sub­
ogámicas, inscripciones, 33 juntivo, 327
onomástica personal, 56 poetae novi, 115
optativo indoeuropeo, 277 Pomponio, 154
órdenes indirectas, 325 potencial, 326
ordinales, 261 — optativo, 311
oseo, 15 prefijos verbales, efecto transitivi-
osco-umbro, 15 ss. zante, 286
Paladio, 157 Preneste, 69
paralelismo, 99 presente histórico, 303
paratácticas, construcciones, 86 — participio, 135, 279
parataxis, 324, 327 ------como partic. perf. activo, 322
, paréntesis, 87 ------referencia al pasado, 322
“parison”, 123 ------sintaxis, 322
paronomasia, 111 — tema de, 265
participio: — tiempo, 303
— futuro activo, 280 primera conjugación, 268
— perfecto pasivo, 280 proléptico, acusativo, 87
—• transitivo, 135 pronombres, 255 ss.
participios, 279, 321 “prostáctico”, empleo del pronombre,
partitivos, 289 83
pasiva en -r, 167 protorromance, fragmentación, 182
patavinitas, 144 Prudencio, 190
patronímicas, expresiones, 119
pelignos, 50 quam, 281
— tras comparativos, 333
pentámetro, 215 quamquam, con indicativo, 325
penúltima, ley de la, 213 — con participio presente, 323
Peregrinatio Aetheriae, 157, 168, 176
perfecto, 265, 305 quamvis, con subjuntivo concesivo,
— desinencias, 274 325
•— gnómico, 305 quinta declinación, 251
— indoeuropeo, 274 -r, desinencias en, 275
— infinitivo por el de presente, 110 raíz, 234
— en -vi-, 273 s. — verbos temáticos, 269
— participio, 323
perfectum, 266, 272 reconstruidas, formas, 211
— tiempos del, 275 redundancia, 83
periférico, 34 reduplicación, 267, 272
perifrástica, conjugación, 323 reduplicados, temas, 269
perifrástico, futuro, 180, 323 regionales, particularidades, 177
— perfecto, 171, 324 relación (genética), 19
período, 121 relativo, oración de, 328
personales, pronombres, 258 — pronombre, 258
Petronio, 155 religión, 106
peucetios, 50 repetición, 83
peyorativos, 236, 237 repudio, subjuntivo de, 309, 329
376 INTRODUCCION AL LATIN

rima, efectos de, 94 ------ del pasado, 308


romances, dialectos, 182 — yusivo, 307, 325
subjuntivos en -a, 277
Babélicos, dialectos, 16 sufijo, 234
Salustio, 140 s. Suiza, habitantes de los lagos de, 44
sátira, 103 superlativo, 254
saturnio, 214 supinos, 279, 321
Schrijnen, J., 193
segunda conjugación, 268 Tabula Baritina, 15
Segunda Sofistica, 149 Tabulae Iguvinae, 15
Séneca, 146 Tácito, 146
sículo, 52 ss. tema, 234
Sidonio Apolinar, 151 temas en -i y -a, 252
sigmático, aoristo, 273 — radicales, 267
simetría, 123 — verbales, 265
síncopa, 70, 213, 249 temáticos, verbos, 262
sincretismo, 241 temor, verbos de, 326
sintaxis, 283 ss. temporales, adjetivos, 239
soldados, lengua de los, 185 — temas, 265
subjuntivo, 24, 277 ss., 306 tiempos, 303
— concesivo, 326 — del infectum, 270
— oraciones condicionales, 327 tercera conjugación, 269
— deliberativo, 308 — declinación, 245
— en deseos, 306, 310 Terencio, 96
— estipulativo, 326 — palabras coloquiales, 98
— indoeuropeo, 271 terramara, 44
— imperfecto, 308 Tertuliano, 201 ss.
------deliberativo del pasado, 308 tmesis, 108
------potencial del pasado, 312 Tószeg, cultura de, 44
------referido al pasado, 327 trágico, estilo, 114
------ deseos irreales o imposibles, transición, sonidos de, 231
310 tricóla, 141
— interrogativas, 308 — con aliteración, 94
— irreal, 312, 327 tricolon, 100, 122
— iterativo, 335 — en asíndeton, 115
— oblicuo, 309 Tucidides, 103
— optativo, 306, 326 ss.
— en oratio obliqua, 335 -u, temas en, 250
— perfecto, 309 umbro, 15, 17
------ prohibiciones, 308 uniformidad del latín tardío, 181
------empleo permisivo del volitivo, unidad del sujeto, 135
309 “unidades”, 22
— pluscuamperfecto, 308, 310 urbanitas, 117, 125, 129, 130, 152
— — deliberativo del pasado, 308 urnas, campos de, 44
— potencial, 324 — cultura de, 45
optativo, 306 ut, con participio presente, 323
— presente, 327 — con subjuntivo, 326
— prohibiciones, 308
— prospectivo, 271, 307, 310 variatio, 146
potencial, 327 vascuence, 178
— referencia al pasado, 310 Vegecio, 102
— de repudio, 310, 312, 326 véneto, 51 ss.
— tiempos, 327 Venetulani, 51
— con vocal breve, 277 Villanova, cultura de, 45, 46
— volitivo, 271, 306 ss. Virgilio, 117 ss., 151
ÍNDICE DE MATERIAS 377

Vita Aridii, 170 ------modos, 171


vocales, 212 ss„ 216 ss. ------preposiciones, 167
— alternancias, 235 ------pronombres, 167
vocativo, 285 ------sintaxis, 170
— atracción al, 285 ------supino, 171
volitivo, subjuntivo, 325 ss. ------vocabulario, 172
voz, 262 ------ vocales, 159
vulgar, latín, 152 ss. vulgar-arcaico, 177
------adjetivos, 166 vulgar-poético, 177
------adverbios, 167 vulgarismos, 144, 176, 193
------ casos, 170 — en latín cristiano, 190
------consonantes, 162
------declinación, 164 Walde, A., 20
■------diferencias dialectales, 179
------futuro, 168 Warmington, E. H., 126
— — género, 163
------gerundio, 171 yusivo, 324, 325
------gerundivo, 171 — en hipótesis, 327
INDICE DE PALABRAS

abbatissa, 180 aginen, 80 -aneo-, 240 -astro-, 237


abdoucit, 219 agnus, 29 angariare, 189 athletice, 90
abies, abietis, 247 ago, 216, 227 Angerona, 58 -ati-, 239
abstulas, 277 agrestis, 232 ango, 30, 230 atque, 228
ac, 228 Agrigentum, 53, 60 anguis, 106, 230 attigas, 277
-ac-, 240 ahenus, 231 angustus, 230 -atu-, 237
acediari, 189 aide, 225 animal, 250 auceps, 214, 219,
acer, 224, 249 ain, 222 annus, 27, 232 222
acerra, 67 AÍTvp, 54 -ano, 239 audeo, 267
acerrimus, 255 alauda, 62 -ano-, 240 audibam, 270
Achivi, 59 alba, 66 anser, 225, 231 audibo, 271
acies, 216, 251 albeo, 267 ante, 222, 281 audiebam, 270
actus, 232 -all-, 239 antidhac, 92 audieram, 274
ad, 286 alicubi, 281 ap, ab, abs, 281 audire, 268
adasia, 77 aliter, 282 aperlo, 224 augeo, 219, 227
adfatim, 282 aliud, 221 aperire, 268 augur, 219
adolere, 106 alius, 216, 224 aplustra, 88 augustus, 106
adoptaticius, 241 aliuta, 222, 281 Apolonei, 246 auris, 219
adoria, 78 Allibae, 54 Apolones, 246 aus-culto, 219
adscripticius, 241 almus, 78, 106 aprilis, 58 ausim, 277
advenat, 277 alter, 254 Apsias, 49 auspex, 222
advocapit, 72 alterne!, 72 aqua, 28, 38 ausum, 47
advocare, 181 alumnus, 221, 276, Aquiliaes, 70 autumnus, 58
aedes, 218, 229, 249 281 arbiter, 70 autumpnus, 232
aediles, 218 amabam, 270 arbor, 248 avunculus, 25
aenus, 231 Amantia, 49 arborem, 231
aer, 107 amaram, 274 arbos, 248 babaecalus, 156
aerumna, 80, 106 amaro, 274 arbosem, 231 baca, 66
aes, 44 amarunt, 274 arbustum, 248 balanus, 89
Aesculapius, 60 amasso, 271 architectus, 88 balineum, 60
aestiíer, 109 amaverlm, 277 aríuisse, 70 ballaena, 51, 89
aetas, 214 ambactus, 62, 107 -ario-, 237, 239 ballista, 88
agellus, 224 ambo, 229 arsi, 233 balneum, 60
ager, 216, 224, 245 ambulare, 30 artifex, -222 balsa, 66
Ager Teuranus, 54 amnis, 106 artus, 106 barba, 229
agier, 279 ampulla, 89 arvina, 53 bardus, 90
agimini, 276 amurca, 60, 221 arvorsum, 70, 92 basilice, 89
agito, 276 androgynos, 91 asia, 63 basus, 48
380 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

batioca, 90 calcar, 250 centum, 225, 260 comoinem, 219


bene, 223, 281 calcitro, 79 cepi, 272 compendiare, 194
benna, 62 Camena, 106 cerasus, 60 concha, 89
berber, 72 Camena, 107 Cereres, 222 condemno, 221
Berigiema, 63, 64 camera, 59, 221 Ceres, Cereris, 247 condicio, 74
betulla, 62 campsare, 88 cernere, 80 conducticius, 241
biber, 278, 279 campus, 53 cerno, 267 conea, 69
biennis, 221 canis, 253 certus, 224 conficio, 220
bifolco, 47 canna, 179 cesor, 225 confringo, 221
-bilí-, 240 cano, 25 cessi, 273 congraeco, 90
bimus, 231 cantharus, 89 charta, 107 conquirere, 181
blni, 261 cantherius, 89 chiasmus, 92 conregio, 74
birrus, 62 capere, 268 choragium, 90 consobrinus, 231
bis, 261 capesso, 269, 271 cincinnus, 89 conspersio, 190
bison, 179 capso, 271 einis, 218 eonspicio, 74
blatea, 50 cardo, 45 cislum, 62 consularis, 232
blennus, 90 carefo, 69 cista, 89 eontigi, 272
bobus, 252 carmen, 232 cisterna, 60 contingo, 221
bonus, 216, 227 caro, carnis, 248 citrus, 65 contumax, 79
Bormiae, 63 carpa, 179 civis, 27 contus, 88
bos, 47, 252 carpentum, 62 clam, 281 copones, 155
botulus, 47 carpo, 29 clamare, 26 coquo, 216, 226
-bra, 238 carrus, 62 claret, 106 cor, 227
bracae, 62 Carthagini, 246 clatrata, 89 coraveron, 69
brado, 179 Carventum, 51 clatri, 89 corcotarii, 89
bradys, 107 casa, 77, 230 claudo, 222 cordis, 227
brevis, 31, 230 cascunus, 180 clausi, 273 corilus, 27
‘brevis brevians’, cascus, 47 Clausus, 48 cornicen, 222
214, 242 caseus, 47, 77 clausus, 280 comiger, 221
-bro-, 238 cassis, 62 clepere, 226 cornus, 33
Brundisium, 49 castud, 250 clepsi, 273 corolla, 232
bubulcus, 47 castus, 106 clodus, 77 cortumio, 74
bubus, 252 casus, 181, 233 clueo, 106 cosol, 225
bucea, 155 catamitus, 60 cnatois, 245 cotoneum, 60
bufa, 47 catechumeni, 195 Cocles, 61 coventionid, 246
bufo, 47 cateia, 62 coctus, 228 covinnus, 62
bulga, 62 catena, 62 coda, 77 crápula, 61, 221
-bulo-, 238 caterva, 62 codex, 77 crastinus, 239
-bundo-, 240 catillus, 53 coerari, 218 credo, 36
burgus, 179 catinus, 53 cogitatus, 190 creduis, 92, 277
catunus, 180 cohors, 79 creo, 29
cacula, 57 caupo, 61 cohum, 107 crepare, 181
cadus, 89 causa, 234 coiravit, 219 crepida, 60
Caecilis, 245 cave, 223 coisatens, 219 creterra, 60
caecus, 27 cávere, 217 colaphus, 91 Crixia, 51
caedes, 249 cavi, 272 colligo, 220 -ero-, 238
caedundus, 280 cavus, 31 collum, 232 erumina, 58
cael, 108 cecidi, 272 colo, 228 eruor, 227
caelus, 163 cecurri, 272 coma, 107 cubi, 281
caerimonia, 58 cedre, 70 comissari, 91 cubitum iré, 279
caeruleus, 232 celassis, 277 comissor, 90 cucurri, 272
caesar, 47 celox, 88 commonstrasso, cudo, 27
Caesar, 77 celsus, 106 271 cuius, 256
Calaina, 60 cena, 233 communis, 219 culleus, 89
ÍNDICE DE PALABRAS 381

-culo-, 238 dic, 276 duim, 92, 277 est, 216


culpa, 217 dicare, 218 duis, 92 eum, 257
culus, 25 dicls, 218 dulce, 250 eumpsum, 258
cumatile, 89 dicteria, 154 dum, 281 euntem, 280
cupencus, 58 dictus, 280 dumtaxat, 282 euntis, 221
cupio, 268 dies, 251 dúo, 220, 260 exagoga, 88
cupressus, 65 dignus, 216 duomvires, 244 exanclare, 88
cur, 217 dimidius, 220 duonoro, 225 exemplar, 250
curassis, 277 dingua, 48, 227 dúplex, 261 exemplum, 232
curis, 47 Diovos, 246 duplus, 261 exenterare, 90
custodio, 267 dirus, 47, 106 dusmo, 104 exilium, 221
cutis, 28 disco, 267 dux, 53 eximius, 79
cuturnium, 60 discus, 90 duxi, 273 existimo, 222
cyathissare, 91 ditias, 224 expedire, 79
cyathus, 89 dius, 281 eampsam, 258 experior, 31
divus, 245 eapsa, 258 explenunt, 264
da, 276 dixe, 273 easte, 74 expudoratus, 156
dacruma, 48, 227 dixem, 273 eclutrum, 106 exsequias, 285
danista, 88 dixerim, 277 edi, 272 extimus, 254
danunt, 264 dixi, 273 edim, 277 extrad, 281
dapino, 91 dixo, 271 edo, 227 extremus, 254
daps, 30 dixti, 273 eeis, 257 exul, 30
datod, 276 do, daré, 31 egerim, 277 exulans, 221
deabus, 243 doceo, 267 Egesta, 50 e-yo, 239
debills, 226 documentan, 221 ego, 216
decem, 225 domare, 268 egomet, 258 faba, 27
decet, 267 dominicum, 190 egreglus, 79 fabula, 230
decimus, 261 domitus, 268, 280 eicere, 154, 175 fac, 276
decumanus, 45 domos, 77 eis, 257 facere, 268
deda. 50 domui, 273 eius, 256 facies, 251
dedant, 71 domuis, 250 -ela, 237 facillimus, 255
dedet, 222 domum, 285 elementan, 61 facilumed, 281
deditlclus, 241 domus, 28, 225 emi, 272 facturum, 279
dedron, 264 donare, 52 emo, 27 fala, 58
dedront, 70 donativum, 196 emolumentan, 78 Falerii, 221
defendo, 230 doñee, 282 empticius, 241 Falisci, 221
defit, 106 donicum, 281 enicasso, 271 fama, 30, 216, 229
defrudo, 222 donique, 281 enos, 72 fames, 249
deico, 218 donum, 217 -ensi-, 239 familia, 221
delirare, 79 dorsum, 25 epulo, 106 famul, 107
dempsi, 232, 273 dos, 53 equos, 224 famulus, 221
demus, 254 dossennus, 58 eram, 270 far, 27
dens, 236, 280 douco, 222 -ere, 275 farcire, 268
detnuo, 273 douiad, 69 ergo, 223 farragineus, 240
deorsum, 224 drachumissare, 91 ero, 263 fasena, 47
depsticius, 241 dracuma, 232 ero, eris, 271 fatus, 163
deraubare, 179 duas, 277 ervum, 33 fav-issa, 58
deus, 245 duc, 276 es, 276 favissae, 217
devas, 70 ducenti, 260 es, ést, 267 faxim, 277
devos, 218 ducere, 26 escás, 242 faxis, 277
dexter, 31, 254 duces, 195 Esculapio, 69 faxit, 277
,dextrabus, 104 ducissa, 180 esed, 263 faxo, 52, 271
diabathrarii, 89 ductus, 280 ess, 222, 263 feced, 263, 275
Diane, 70 dueños, 71, 227 essedum, 62 feci, 229, Í72
382 INTRODUCCIÓN AL LATIN

íeoit, 217 foedus, 219 gandeia, 50 biems, 230


iecundus, 229 foied, 69 ganta, 179 hileo, 69
fedus, 47 fore, 279 gau, 108 hinsidias, 231
íefaced, 69 forem, 277 gaulus, 89 hircus, 69
íeido, 222 fores, 224 gava, 66 hisce, 256
fel, 47 forfex, 47 gelu, 53, 217 hister, 60
felix, 79 forma, 61 genista, 58 hister, histrio, 58
femina, 217, 229, fórmica, 61 genu, 251 histrio, 60
281 formido, 61 genus, 216, 225, 227 hoce, 256
feminabus, 243 formonsus, 225 germanos, 140 hodiernus, 239, 241
fémur, femlnis, formus, 230 germen, 232 homo, 27, 230, 248
253 fors, 224 gigno, 236, 267 homonem, 104
fenestra, 58 Fortuna, 69 glaber, 27, 229 honestus, 248
fenum, 47 Fortune, 242 glans, 29, 228 honor, 248
fenus, 79 forum, 79 glaucuma, 88 honos, 254
ferens, 35 fossa, 45 glos, 29 horda, 229
ferio, 27 fosse, 46 glubo, 29 horeia, 50
ferire, 268 fossus, 280 gnaivod, 244 hosa, 179
fero, 224, 229, 269 fovea, 217 gnoscier, 92 hospes, 223
ferre, 232, 278 frater, 216, 229 gnosco, 227, 267 hospltem, 220
ferrum, 44, 46 fregl, 272 (g)notus, 217 hosticapas, 243
fers, fert, 267 frigus, 30, 231 gnovi, 273 hostis, 27, 230
ferunto, 276 frugi, 78 Graeci, 50 huius, 256
ferus, 230 fruniscor, 155 graecissare, 91 humeras, 231
ficus, 65 fu, 72 graecor, 90 humor, 231
fides, 36 fuam, 92 grallae, 232 humus, 230
fido, 218, 229 fuas, 92 granum, 27 hunc, 217
fifiked, 69 fuat, 118, 277 graphicus servus,
figier, 92 fucus, 89 90 -ia, 237, 238
figo, 228 fugare, 30 gratia, 195 ¡acere, 268
figulus, 229 fugere, 268 gratus, 228 iacio, 31
fili, 245 fugi, 272 gravis, 228 Iadatinus, 51
filiabus, 243 fuglo, 30 gregarius nume­ iam, 281
filie, 245 fugo, fugare, 267 ras, 195 ianitrices, 29
filiolus, 221 fui, 229 grossus, 25 ¡bus, 257
fingo, 229, 230 fulcrum, 232 gruma, 60 -icio-, 239
finio, 267, 268 fulgur, 248 gubernare, 60 -Icio-, 239
fio, 268 fulgus, 248 gutturnium, 60 -ico-, 239
fircus, 47 fulsi, 233 Ídem, 257, 282
firmus, 69 fumus, 218, 229 haba, 69, 229 -ido-, 240
fissus, 280 fundatid, 71, 276, hactenus, 282 idoneus, 181
fitum est, 104 278 hae, 256 ieci, 272
fivo, 228, 273 funditus, 282 haee, 256 iecinoris, 253
fixi, 273 fundo, 230 haedus, 27 iecoris, 253
flagrum, 232 funebris, 231 harena, 25 iecur, 28, 223, 225,
flamen, 35, 106 fur, 217 harpa, 179 228
flasea, 179 furnus, 77, 217 harpago, 91 ieis, 257
Aere, 268 futuros, 280 haurio, 231 -íes, 238
flexuntes, 57 fuvel, 273 heis, 256 ignis, 28
flexus, 280 fuveit, 275 heisce, 256 ilico, 220, 233
florem, 231 Hercole, 69 -ilis, 239
flos, 27, 229 gaesum, 62 hibernus, 230 illaec, 257
fluxus, 280 gallulascere, 154 hic, 256, 282 lile, 256
fodi, 272 ganda, 66 hice, 256 illisce, 257
ÍNDICE DE PALABRAS 383
illuc, 257 is, 257 látex, 55 lubet, 218
illunc, 257 Is, 267 latrina, 224 lubs, 70
im, 257 issa, 258 lavare, 217 Luceres, 57
impediré, 79 isse, 258 lectus, 232 lue(m), 72
in, 281 -issimo-, 254 legi, 272 luna, 233
-ina, 237 istarum, 243 lego, 29, 225 lunaris, 232
ineeideretis, 222 iste, 257 leiber, 220 lupatria, 156
ineestus, 221 istimodi, 257 leibereis, 244 lupus, 47
incipio, 221 istorum, 256 lembus, 88 luxuria, 78
incisa, 136 istud, 223 Lemonia, 57 luxuries, 251
ineludo, 222 it, 218 lepista, 58 luxus, 78
in-clutus, 225 ita, 222, 281 lepus, 53 lychnus, 107
incohare, 79 Ítem, 281 letum, 106
incola, 228 iter, 253 lev-enna, 58 macellum, 89
incoxare, 154 iteris, 253 levir, 48 machaera, 88
inculco, 221 -itia, 238 levis, 230 macies, 251
indo, 110 itineris, 253 lex, 36 macina, 60, 220
induperare, 110 itinis, 253 libare, 30, 106 mactare, 106
industrius, 221 iubeo, 30, 230, 283 liber, 229 macte, 75, 285
ineptus,. 221 iudex, 36, 223 libet, 218 macula, 75
inermis, 221 iugum, 218, 223 Libitina, 58 magis, 281
inferus, 47 iumentum, 233 libra, 53 magister, 254
infimus, 254 iunctus, 228 libum, 106 magistere(s), 70
infit, 106, 118 iungo, 267 licetod, 276 magistres, 244
infltias iré, 285 iunxi, 273 lien, 248 magnalia, 190
infra, 281 ius, 36 lilium, 65 magnus, 254
inguen, 28, 228 iuvenis, 218, 253 lingo, 230 maiorem, 231
iniquos, 222 -ivus, 239 lingua, 48 maius, 224
-ino-, 239, 240 linquo, 225, 228, malacissare, 91
inquilinus, 228 Kaisiosio, 69 267 malo, 269
insons, 280 187 liqui, 272 malva, 33
instigare, 79 “KÚKXoq”, 122 liquit, 219 manducare, 154
K O lV Í| ,

insulsus, 221 lira, 27 manduco, 154


Ínter, 74, 254 -ia, 237 -lis, 240 manica, 221
interdico, 254 lac, 247 Litemum, 54 manipulus, 79
interduim, 92 lacesso, 269, 271 lituus, 106 mannus, 50, 62
interea, 282 lacio, 75, 228 -lo-, 237 mansi, 273
intereo, 254 lacrima, 48 Locina, 70 mansus, 280
interficio, 254 lada, 66 locuples, 78 mantissa, 58
interim, 282 laedere, 283 loferta, 69 mare, 27, 222, 250
intimus, 254 laena, 60 logi, 90 marsuppium, 89
intro, 281 laetamen, 78 logista, 88 massa, 90
intus, 282 laetare, 78 loifirtato, 220 mater, 216, 225
invictus, 269 laetus, 78 lomentum, 77 matertera, 254
-io-, 237, 238 laevus, 31, 218 longus, 217 matrona, 243
iouxmenta, 71 lagona, 89 loquor, 25 matronas, 70
iouestod, 71 lama, 51 loriea, 50 matuta, 242
Xovis, 224, 252 lancea, 50, 62 losna, 70 mavelim, 269
ipse, 256, 258 laniena, 58 lotium, 77 mavolo, 269
ipsimus, 156 lanista, 58 lotus, 47, 77 med, 259
ipsud, 258 lanterna, 60 loucarid, 249 meddix, 107
ipsus, 258 lapis, 223 Loucilios, 219 mediator, 190
iré, 30 laqueus, 228 loucom, 220 medius, 223, 229
irritus, 220 lasibus, 231 Louzera, 52 mei, 259
384 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Melerpanta, 61 morus, 90 nos, 259 opilio, 77


membra, 136 moví, 272 nostri, 259 opio, 75
memento, 276 mugil, 249 nostrum, 259 opitulare, 106
memini, 305 mulier, 248 noutrix, 220 optimus, 254
memoratui, 279 multa, 217 novem, 216, 224, -or-, 238
memordi, 272 multum, 281 225, 260 orare, 194
-man, 238 mundus, 190 novicioli, 195 orbus, 229
mensis, 226 murobatharii, 89 novicius, 241 ordo, 248
menta, 65 murus, 219 novitas, 220 orieula, 154
-mentó-, 238 mus, 218 novos, 216, 224 oriundus, 280
mereo, 30 mutuum, 53 novus, 225 os, 28
mergo, 231 nox, 281 -oso-, 239
meridie, 232 nam, 281 -nt-, 240 -osus, 108
mérito, 281 narita, 89 nudus, 228 ovare, 217
merula, 27 natrix, 27 nuges, 243 ovis, 217, 223, 224
messis, 233 hauclerus, 88 Numásioi, 69 ovum, 29
metere, 25 naufragus, 219 nummus, 53
metuo, 267 nautea, 88 nunc, 281 pacari, 278
meus, 259 nauta, 88 nurus, 29 paedagogus, 88
mi, 259 navis, 252 nutrix, 232 paelex, 61
mihi, 259 -ndo-, 240 paenula, 221
miles, 57 nebrundines, 70, -o, 237 paganus, 195
militaris, 232 230 ob, obs, 281 pala, 63
mille, 260 nébula, 229 oboedio, 222 palaestra, 90
mina, 232 nec, 228 obscenus, 106 palam, 281
minister, 254 nec non et..., 176 obsideo, 220 pancratice, 90
ministris, 244 necubi, 281 occidi, 272 pañis, 225
minuere, 254 nefrendes, 70 occido, 220 parasitus, 90
minus, 254, 281 nefrones, 230 occupo, 221 parentare, 106
Mirqurios, 69 nefrundines, 28, occurrere, 194 parantatid, 71, 276,
mis, 259 47, 230 ocior, 217 278
misti, 273 nemo, 231, 232 octavus, 217, 261 parere, 268
mitis, 25 nemus, 30, 106 octingenti, 260 paricidas, 243
modernus, 241 nequam, 254 octo, 217, 220. 260 paries, parietis,
modo, 223 ñeque, 228 octoginta, 260 247
moeehisso, 90 nequinont, 104, 264 odi, 272, 305 parma, 62
moechus, 90 ne vis, 269 odium, 272 paro, 50
moenia, 219 ne volt, 269 odor, 48, 227 pars, 249
moiros, 219 nidus, 27, 231 Odruntum, 49 particulo, 154
mollis, 225 nimium, 281 officina, 214 partim, 249, 281
molo, 27 ninguit, 230 oino, 219, 225 parum, 224, 281
molocinarii, 89 nivem, 230 ole-agineus, 240 parumper, 282
momordi, 232, 272 nix, 230 oleo, 48, 227 parvolus, 221
monebam, 270 -no-, 237, 238, 239, olim, 256, 281 passus, 233
moneo, 223, 267, 240 oliva, 59, 217, 222 pastillus, 225
268 noetu, 282 olla, 47, 77, 219 patagiarii, 89
-monia, 238 nocturnus, 2 3 9, ollaber, 74 pater, 226, 248
monimentus, 163 240, 241 ollaner, 74 paterfamilias, 242
mons, 249 nolo, 269 olle, 256 patina, 53, 55, 89
mons Caelius, 57 nomen, 225, 248 ollula, 77 paucus, 31, 219
mons Palatinus, 57 nominus, 246 ollus, olla, 257 pauper, 78
mons Velius, 57 nonaginta, 260 onustus, 221 pausarius, 88
morí, 268 nongenti, 260 operire, 268 pax, 74, 195
mors, 224, 249 nonus, 261 opid, 246 peccare, 79
ÍNDICE DE PALABRAS 385
peccus, 79 Poloces, 69 Punicus, 219 quod, quia, 329 ss.
pectus, 25 polubrum, 106 punió, 219 quoi, 71
pecunia, 78 pomerium, 222 Pupinia, 57 quoiei, 256
pegi, 272 Fompilius, 48 puppim, 249 quoius, 224, 256
peius, 224 pondus, 236 pupugl, 232 quom, 258, 281
pelegrinus, 232 pons, 249 purpurissare, 91 quominus, 334
pelliculam, 154 pontifex, 45 putare, 80 quor, 217, 281
pellis, 28 popa, 47 quorta, 261
pello, 267 popina, 47 -qo-, 240 quorum, 256
penes, 282 poplicod, 244 quadra-, 260 quotiens, 261
penis, 28 poploe, 244 quadrans, 55
penitus, 282 poposci, 272 quadringenti, 260 rabula, 58
peperci, 221 Porco-bera, 63 quaeso, 231 Ramnes, 57
peposci, 272 porcus, 27 quaesso, 269, 271 rasi, 273
percolopare, 91 porrum, 33 quam (tamquam, rastrum, 233
percontor, 88 poseo, 225, 233, 267 q u a s i, prius- recei, 71
perculsus, 221 possum, 269 quam, a n te - rectus, 232
pergraecor, 90 potis, 217, 226 quam), 332 ss. reda, 62
periculum, 31 pozzi, 46 quamde, 104 redieit, 275
perierunt, 274 praelumbare, 154 quamquam, quam- redinunt, 264
perii, 305 Praeneste, 51 vis, 334 regebam. 270
peritus, 31 praevaricari, 79 quare, 282 regimentum, 221
persona, 60 praidad, 242 quartus, 261 regina, 244
pessimos, 254 prelum, 231 quas, 258 regus, 246
pessulus, 88 pretod, 69 quasi, 332 relictus, 228
petesso, 269 primo, 281 quassus, 233 remex, 222
petorritum, 62 primocenia, 69 quater, 261 Remus, 57
phalerae, 60 primum, 281 quatere, 268 renes, 70
phyrgio, 89 primus, 231, 254, quattuor, 224, 228, repsi, 273
pictai, 242 261 260 res, 36, 220, 251
pignosa, 231 priusquam, 333 ques, 258 restim, 249
pinxi, 273 privicloes, 245 qui, quo, 281 retro, 281
pipafo, 69 pro, 281 qui (instrumen­ rettuli, 272
piscis, 27 probus, 78 tal), 310 rex, 35
platea, 89 progredimino, 276 quia, 155, 250, 258 rexi, 273
plaudo, 219 prohibessis, 277 quianam, 330 rhetorissare, 154
pie, 276 proiecitad, 71, 276, quibus, 258 rivalis, 79
plenus, 217 278 quídam, 231 robigo, 47, 77
pleores, 255 promulgare, 80 quidem, 281 roborascere, 154
pleoris, 72 propagare, 80 quies, 251 robur, 248
plere, 268 propbetissa, 180 quin, 222, 334 robus, 47, 77, 248
plevi, 273 prora, 88 quincunx, 55 robustus, 248
piísima, 255 prosapia, 141 quingenti, 260 roga, 223
ploirume, 244, 255 pruína, 233 quinquaginta, 260 Roma, 56
plostellum, 77 pubesceré, 154 quinqué, 216, 226, Romai, 242
plostrarius, 77 púgil, 249 260 rosa, 66, 231
plostrum, 219 pugillus, 225 quinquertio, 109 ruber, 218, 224, 230
plous, 255 pugnatur, 264 quintus, 228, 261 rue(m), 72
plumbum, 65 pugnus, 28 quippe, 232, 281, rufus, 47, 77, 230
plurimus, 255 pulcherrimus, 255 329" rumpia, 107
plus, 255, 281 pullamen, 157 quippe qui, 329 rumpo, 267
poculum, 232 pullus, 29 quirquir, 75 ruri, 246
poena, 73, 219 pulvis, 25 quis, 227,* 258 rus, 285
Poeni, 219 punctum, 181 quod, 227 Rutuli, 54
386 INTRODUCCIÓN AL LATÍN

Sabellus, 225 Segesta, 50, 51 socer, 216 sueque, 245


Sabini, 48 sella, 232 sociennus, 58 sugo, 27
sacer, 245 semel, 259, 261 socius, 228 sulcus, 27, 217
sacramentum, 195 semper, 259, 282 soiemnis, 106 sum, 263, 269
sacros, 71 senati, 250 solium, 48, 227 summus, 232, 254
saeculum, 25, 194 senatuei, 250 solvo, 217 sumpsi, 232, 273
Saetumus, 60 senatuis, 250 som, 257 sumptos, 232
sagire, 268 senatuos, 250 somnus, 216, 224, suntod, 276
sagmen, 106 senex, 254 232 supremus, 254
sagus, sagum, 62 sententiad, 242 sompnus. 232 SUS, 27, 218, 252
Salapia, 49 sepelire, 268 sonare, 268 suus, 259
Salapitanl, 49 septem, 225, 226, sonitus, 268 suus sibi. 294
salió, 31 260 sons, 280 sycophanta, 90
sallre, 268 septimus, 261 soror, 216, 224 syllaba, 88
saliunca, 63 septingenti, 260 sos, 257 symbolum. 88
salix, 47, 223 septuaginta, 260 soveis, 243 syngraphus, 88
salutei, 246 sequere, 222, 264, sovos, 259
salvator, 195 276 sparus, 62 tacere, 26, 268
saín, 257 sequor, 228 sparsus, 280 tacitus, 280
sanctus, 228 sera, 181 spatiarus, 71, 264 talentum, 60, 22;
sapiens, 194 sermo, 199, 248 specio, 267 talus, 25
saplutus, 156 sero, 27, 218, 267 speculum, 232 ' tam, 281
sarcire, 268 sescenti, 260 speres, 251 tamquam, 332
sarpo, 29 sessus, 280 spes, 251 tándem, 281
sas, 257 sevi, 273 spinter, 89 tanger, 278. 279
satelles, 57 seviri, 233 spondeo, 30 tapanta. 156
satura, 58 sex, 260 spopondi, 272 -tat-, 238
satus, 267, 280 sexaginta, 260 sporta, 60 taxo, 179
scabi, 272 si, 327 spumifer, 109 teba, 54
scabo, 27 sibi, 259 spurcus, 58 ted, 259
scaena, 90 sibyna, 107 spurius, 58 tego, 227
scaevus, 31, 218 sic, 257 squamiger, 109 tellus, 106
scelus, 217 Sicilinum. 53 Stabiae, 54 temere, 282
scena, 60 Siculi, 53 stabulum, 230 tempere, 282
schoenus, 89 sido, 267 stare, 268 temperi, 246
scientes esetis, 92 sied, 283 statim, 249, 281 templum, 30
scilicet, 282 siem, 277 statio, 199 tentus, 225
scindo, 267 sierint, 274 statod, 276 ter, 261
scio, 268 sies, 277 statos, 280 termen, terminus,
scomber, 89 siet, 277 status, 235 29
scripsi, 273 sigillum. 225 stega, 88 terni, 261
scrofa, 47 similis, 221 stemo, 267 térra, 25, 28
scutula, 221 similiter, 282 stimulare, 79 tertius, 261
scyphus, 89 simplex, 259. 261 stipulari, 79 tesca, 106
se, 227 simulare, 221 stircus, 69 tescum, 74
seco, 27 -simus, 254 -stri-, 239 testis, 224, 233
seeundus, 221, 228, sin, 222 strophiarii, 89 tetuli, 272
261, 280, 281 singuli, 259 suavis, 224 texi, 273
sed, 92, 259 singulus, 261 subigere, 79 thensaurus, 225
sedeo, 227 sinister, 254 sublabrare, 154 thylacistae, 89
sedere, 48 sino, 267 subtus, 282 -ti-, 238
sedi, 272 sins, 72 subula, 58 tibi, 259
sedulo, 221 sis, 224 Subura, 57 -tico-, 239
seges, 25 sitim, 249 sudor, 219 -tili-, 239
ÍNDICE DE PALABRAS 387
timidus, 280 -tura, 238 uter, 254 viden, 222
-timo-, 239 -turo-, 240 utinam, 281, 310 video, 218
tinguo, 216 tursus, 158 videram, 275
-ti-on-, 238 Tusculum, 51 vaocinium, 33, 65 videre, 268
tirooinium, 195 tussim, 249 vaoerra, 67 viderim, 277
tis, 259 -tut-, 237 valer, 47 vidi, 219, 224, 272
Tities, 57 tutudi, 272 vagire, 268 vidissem, 277
-tivo-, 239 tutulatus, 106 Valesius, 77 vidisti, 274
-to-, 237, 240 tuus, 259 vallum, 45 vigil, 249
tooullio, 155 vallus, 29 viginti, 260
toga, 236 uargus, 179 vas, 27 vincio, 267
tollo, 232, 267 uber, 230 vastus, 25
tongitio, 70 ubi, 281 vates, 25, 106 vinco, 27
topper, 232, 257, -ulento-, 239 vecos, 218 vinxi, 273
281, 282 Ulixes, 50 veho, 230 viola, 65, 221
-tor-, 237, 238 ullaber, 72 veles, 57 vires, 252
-torio-, 238 uimus, 27 velim, 277 virtutei, 246
tormentum, 228, -ulo-, 240 vella, 218 virtutes, 190
233 ultimus, 254 velle, 232, 278 virus, 29, 218
torreo, 232, 267 ultra, 256 Veneres, 246 vis, 218, 252, 267,
tostus, 233 ultus, 233 Veneras, 246 269
totiens, 261 umbo, 217 veni, 272 viso, 269
trabs, 27, 226 umeo, 106 venio, 224, 228, 267 visus, 231, 233
trapessita, 88 unoia, 53 venire, 268 vivus, 218, 228
treoenti, 260 uncus, 217 venum ducere, 285 vixi, 273
tremonti, 222, 264 unda, 28 ver-, 92 volo, 217, 269
tres, 223, 260 undecim, 214 verbum, 27, 199, Volt, 267
tri-, 261 unguen, 228 229 Voltinia, 57
tribulum, 79 unguis, 217 veredus, 62 vor-, 92
tribunal, 250 unus, 219, 259 versus, ■ 281 vorsus, 217
-trie-, 238 -uo-, 240 versutus, 108 vort-, 92
triginta, 247, 250 urceus, 60 vert-, 92 vortex, 217
triplus, 261 urna, 60 veru, 228 vortier, 279
triumpus, 60 uro, 219 verus, 27 vos, 259
-tro-, 238 ursus, 29, 217 vester, 259 voster, 217, 259
trossuli, 57 urus, 179 vestio, 268 voto, 217
trutina, 60 uspiam, 281 vestri, 259 voveo, 30, 230
trux, 25 usquam, 281 vestrum, 259
-tu-, 238 usque, 281 vetuo, 156 vox, 228
-tudin-, 238 ustus, 280 vexi, 273 vult, 267
tui, 259 uta, 281 vias, 242
tuli, 272 utarus, 264 vicesimus, 261 zextoi, 69
tum, 257, 281 utei, 281 vicus, 29, 219, 224 zonarii, 89
ÍN D IC E

Nota a la 2." edición.......................................................................... 5


Presentación........................................................................................ 7
Prefacio.................................................................................. 9

Primera parte

Esbozo de una historia de la lengua latina

Capítulo I. El latín y las demás lenguasindoeuropeas . 13


Capítulo II. Los protolatinos en I ta lia ..................................... 43
Capítulo III. Los dialectos latinos y los primeros textos . . 68
Capítulo IV. El latín coloquial; Plautoy Terencio. . . 82
Capítulo V. El desarrollo de la lengualiteraria. . . . 102
Capítulo VI. El latín v u lg a r .............................................................152
Capítulo VII. Lenguas especiales. El latín cristiano . . 184

Se g u n d a p a r t e

Gramática histérico-comparada

Capítulo VIII. Fonética...........................................................................211


Capítulo IX. Morfología.......................................................................... 234
Capítulo X. S in t a x is ........................................................................... 283
Notas de los traductores............................................................................337
Bibliografía.................................................................................................. 353
A péndice: Textos latinos arcaicos.............................................................359
Indice de m aterias............................................ ....... 371
Indice de p alab ras...................................................................................379
Impreso en el mes de marzo de 1988
en Talleres Gráficos HUROPE, S. A.
Recaredo, 2
08005 Barcelona

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