Está en la página 1de 7

CIEN AÑOS DE GRACIA Y MISERICORDIA

Por: Profesor Américo Pablo López-Ortiz

Presidente Internacional del Apostolado Mundial de Fátima

PONENCIA ANTE EL CONGRESO MARIOLOGICO MARIANO DE LA REPUBLICA DE


PANAMA

INTRODUCCION

El lema del Mensaje de Fátima es dado en la aparición de la Santísima Trinidad y del


Inmaculado Corazón de María a Sor Lucía en Tuy, España: “GRACIA Y MISERICORDIA”.

La gracia de Dios transforma todas las cosas, garantizando su existencia y valor. Es a


través de la gracia santificante que Dios transmite Su vida a la humanidad. Es a través
de la gracia actual que Dios mantiene el universo funcionando según sus leyes,
haciendo posible la riqueza, la continuidad y la diversidad de la creación.

Pero todas las creaturas necesitan de la misericordia de Dios. En el Antiguo


Testamento, el pueblo de Israel caminaba hacia el Templo de Jerusalén cantando
salmos, cantando las misericordias eternas de Dios; la misericordia que libera al pueblo
de Dios de la esclavitud de Egipto, garantizándoles la Tierra Prometida: “El Señor, el
Señor, misericordioso y lleno de gracia, lento a la ira y rico en clemencia y fidelidad,
continúa su generosidad por mil generaciones…” (Éxodo 34, 6-7).

En el Nuevo Testamento, Dios se hace carne y Su misericordia se hace más cercana a


nosotros, más poderosa en la persona de Jesucristo. La historia de la salvación es la
epifanía de la misericordia de Dios a la humanidad, como el Arcángel Gabriel le
anuncia a María: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá
con su sombra; por eso, el que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios”. (Lucas 1,35).

La Santísima Virgen María experimenta la misericordia de Dios más que ninguna otra
creatura. Ella obedeció la Palabra de Dios con absoluta confianza en Su misericordia:
“Porque has mirado la humildad de tu sierva; por eso todas las generaciones me
llamaran bienaventurada” (Lucas 1, 48). El cántico de María, el Magnificat, expresa su
“fiat”, su “sí” de aceptación gozosa de la voluntad de Dios, teniendo un contenido
profético de las maravillas realizadas por la misericordia de Dios en Ella, a través de su
actitud de gratitud en los discípulos de su Hijo amado, Jesucristo, siendo Ella la
discípula predilecta de su Hijo, Jesucristo.

El Magnificat de la Santísima Virgen María nos revela el nuevo pueblo de Dios, el rostro
real de Dios, Su misericordia para con la humanidad. Nuestra Señora conoce mejor que
nadie el significado de la Divina Misericordia, el precio pagado por nuestra redención
en la Cruz, donde Su Divino Hijo sufrió y murió. Ella, que estaba a los pies de la Cruz,
mereció ser considerada un Icono de Misericordia, Madre de la Divina Misericordia,
Nuestra Señora de la Misericordia, pues estos títulos nos dan una mejor idea de la
asociación de María con la labor redentora de Jesucristo, su único Hijo. El misterio de
la misericordia de Dios es mejor comprendido a través de la vocación maternal de
María, como se hace Ella a los pies de la Cruz: el rostro maternal de Dios, del Dios de la
misericordia a toda la humanidad. No hay amor humano más puro, más total, que el
de una madre tiene por sus hijos.

La Santísima Virgen María, como Madre de Dios y Madre de toda la humanidad, es un


instrumento único de gracia y misericordia en las manos de Dios, expresando su
cercanía y su simple camino de riqueza y profundo significado para toda la humanidad.
Con razón, Ella es el orgullo de nuestra raza, de nuestra humanidad, porque Ella ha
experimentado la gracia y la misericordia infinita de Dios, como ninguna otra creatura
la ha experimentado.

ABRAMOS NUESTROS CORAZONES

La apertura de nuestros corazones a la totalidad del misterio del amor de Dios es


precisamente el elemento clave del Año Jubilar de la Misericordia vivido el año pasado,
como lo es para la celebración de los cien años de aniversario de las Apariciones de
Nuestra Señora de Fátima, en este Año Mariano de 2017 proclamado por el Papa
Francisco. Encontramos el mismo elemento en el Mensaje de Fátima, como petición
de Nuestra Señora para abrir nuestros corazones y sumergirlos en el océano de amor
infinito, que es Dios. Los tres pastorcitos de Fátima fueron sumergidos en el amor de
la Santísima Trinidad y experimentaron el Amor Trinitario que causó su “metanoia”, su
completa transformación que los hizo nuevas creaturas, con una vida profunda de
intimidad y conocimiento de Dios dentro de sí mismos y con el conocimiento certero
de sus propias conciencias, “contemplándose a sí mismos como en el mejor de los
espejos”, como Dios los contemplaba… Este es el efecto espiritual de la experiencia
religiosa de Fátima en su plenitud.

Si nosotros entendiéramos esto y viviéramos la experiencia religiosa de Fátima a


plenitud, nuestro interior se transformaría haciéndonos morada de la Santísima
Trinidad; como el Dios Uno y Trino mora en el Corazón de María: El Padre, que la hizo
Hija predilecta; El Hijo, que la hizo Madre amantísima y el Espíritu Santo, que la hizo
Esposa divina. El Dios Vivo y Verdadero viene a morar al Corazón de María y esa luz
que brota de su Corazón y que traspasa los corazones de los pastorcitos es Jesucristo
mismo, es la visión beatífica que la Virgen tiene en el cielo del misterio de Dios que se
la comunica a los tres videntes, y los pastorcitos comprenden, miran y viven la
presencia de Dios como lo hace María en el cielo. Y por eso se transforman.

El poder del Espíritu Santo, se manifestó en este Año Jubilar pasado, Año de la
Misericordia Divina para la Iglesia Universal y el mismo es proclamado por el Papa
Francisco precisamente antes del Año del Centenario de las Apariciones de Nuestra
Señora de Fátima, año 2017, sirviendo de gran preparación espiritual y pastoral para la
efemérides de la más grande mariofanía en la historia de la humanidad. El Año Jubilar
de la Misericordia es como un retiro espiritual prolongado que vino para ser realidad la
homilía del Papa Benedicto XVI en mayo, 13, 2010 en el Santuario de Fátima, cuando
anunció que pronto vendría el definitivo triunfo del Inmaculado Corazón de María:
“Que los próximos siete años sean que nos separan del centenario de las apariciones
aceleren el cumplimiento de la profecía del triunfo del Inmaculado Corazón de María,
para la mayor gloria de la Santísima Trinidad”.

LA EXPERIENCIA RELIGIOSA DE FATIMA

Para comprender la auténtica espiritualidad de Fátima es necesario introducir la frase:


La experiencia religiosa de Fátima. Nuestra Santísima Madre vino a Fátima como una
maestra a introducir a los tres pequeños pastorcitos en el íntimo conocimiento del
amor a la Santísima Trinidad, haciendo que ellos saborearan a Dios como la más
hermosa experiencia, asistidos por Su gracia y misericordia: “Una grata experiencia
que los hizo enamorarse de Dios en Jesús” como dice el Papa Benedicto XVI en su
homilía en el Santuario de Fátima. La experiencia religiosa de Fátima abre el corazón
humano al misterio de Dios a través de los sentidos interiores del alma, que pueden
percibir la paz y la dulce presencia del Todopoderoso. En nuestros días, muchos
individuos no perciben la presencia de Dios en sus vidas y no están conscientes de las
realidades interiores del alma y del espíritu, porque su interés es el mundo, las
imágenes que éste le ofrece”. Desafortunadamente, ellos han perdido su capacidad
para relacionarse con las experiencias espirituales ofrecidas por el buen Dios que
quiere elevar sus vidas. Nosotros debemos vigilar nuestros corazones continuamente,
previniendo llegar a tener corazones viejos y oxidados debido a las muchas
preocupaciones del mundo contemporáneo y de la sociedad corrupta, como enseñaba
San Agustín.

Como los discípulos de Emaús sintieron sus corazones ardiendo en amor divino en la
presencia de Jesucristo, nosotros podemos ver con los ojos de la fe, la Luz que es Dios
mismo, viniendo a través del Inmaculado Corazón de María, como Ella hizo con Lucía,
Jacinta y Francisco, convirtiendo nuestros pobres, fríos e infelices corazones en
corazones ardientes en la llama del Amor Divino. Santa Jacinta tenía su corazón que
ardía con el fuego del amor de Dios por lo que comparte con Jesucristo el deseo por
convertir a los pobres pecadores. Sigamos las enseñanzas de los grandes santos como
San Agustín, el gran maestro espiritual de la conversión y santo patrono de la Diócesis
de Leiria-Fátima, como llamaba a sus discípulos en su libro “Confesiones”, a cultivar
una vida interior de vigilancia para ver a Dios con “los ojos del corazón”, un corazón
que fue creado para vivir siempre con su Creador y que no puede ser feliz apartado de
Dios. Esta es la experiencia religiosa que todos necesitamos: “Acercarnos a Dios y
llegar a ser sus íntimos amigos”. Esta es la verdadera experiencia religiosa que
nosotros debemos buscar en cada peregrinación a Fátima. Esto es lo que caracteriza la
íntima relación entre Jesús y Su discípulo amado, Juan, que era digno de recostar su
cabeza sobre el hombro de su Maestro; quien nunca abandonó a Jesús y acompañó a
María al pie de la Cruz, mientras los demás huyeron; quien recibió a María como su
Madre espiritual en su hogar y en su corazón; quien recibió a María como Madre
espiritual de toda la raza humana.
CARIDAD: EL SIGNO DE NUESTRA VIDA INTERIOR

El signo de nuestra vida interior es la presencia de Dios y el signo de la presencia de


Dios es la caridad. Si no hay caridad, no hay presencia de Dios y no hay vida interior.
Los tres pequeños pastorcitos de Fátima se caracterizaron por abrir sus corazones,
transformados por la gracia y la misericordia de Dios, un amor universal, un amor
perfecto, la caridad. Nosotros debemos construir una civilización de amor y de paz,
propio de la Nueva Evangelización del mundo, uno de los grandes objetivos de Nuestra
Señora de Fátima, siguiendo el ejemplo de los tres pastorcitos: Compartiendo todo lo
que tenemos con los pobres y necesitados; ofreciendo a Dios nuestro sufrimiento y la
santificación de los deberes diarios en un acto de perfecto amor por la conversión de
los pobres pecadores; compartiendo la experiencia del amor de Dios con otros que no
lo conocen tan bien como nosotros, porque no hay mayor acto de caridad que el de
ser testigos de Jesucristo a nuestros prójimos en un mundo que carece de fe;
dándonos a nosotros mismos en donación, ofreciendo nuestro tiempo, energía y
trabajo por el bienestar de otros para conseguir la civilización de amor y de paz, que es
el triunfo definitivo del Inmaculado Corazón de María. Por las palabras del Papa
Benedicto XVI en Fátima, hemos sido confirmados que el triunfo definitivo del
Inmaculado Corazón de María es un proceso que puede ser acelerado o atrasado,
expandido o disminuido, según la respuesta amorosa que tengamos a los llamados de
Dios. Este triunfo que ya comenzó como un proceso de cambios cualitativos que
ocurrieron por primera vez con la apertura de Europa Oriental, el derribo del muro de
Berlín y la reunificación de Alemania, el colapso de la Unión Soviética y el comienzo de
la conversión de Rusia, incluyendo la prevención de una terrible guerra nuclear en el
año 1985, según la carta de Sor Lucia a San Juan Pablo II y la evidencia de las agencias
de inteligencia CIA y KGB.

Pero ahora el triunfo de María debe moverse al corazón de los seres humanos, a una
renovación de la vida espiritual, al dominio de la vida interior del hombre y la mujer de
hoy. Según colapsó la estructura maligna de la Unión Soviética y de los países
comunistas de Europa Oriental que esclavizaban el corazón de tantos, ahora nos toca
colapsar las estructuras malignas del vicio, la corrupción, la inmoralidad, las
estructuras de los países democráticos que viven de espaldas a Dios, que se han
esclavizado, no por ideologías ateas como lo fueron los países de Europa Oriental, sino
peor aún, por no querer hacer la voluntad de Dios, idolatrando al consumismo
materialista que ha sustituido al ideológico Hoy no queremos cumplir con la voluntad
de Dios. Con la consagración colegial del mundo, con especial atención a los países que
más necesidad tenían de la misericordia de Dios, realizada por San Juan Pablo II, en
unión a todos los obispos del orbe católico y a los obispos ortodoxos que se les
unieron, el 25 de marzo de 1984, las estructuras malignas de las sociedades ateas y
totalitarias colapsaron. Ahora, estamos viviendo una nueva etapa: El estado de
confrontación entre las fuerzas de la Mujer vestida de sol y el dragón rojo por el
dominio del corazón humano, como revela el Libro de Apocalipsis, Capítulo 12. Esa
lucha se ha movido desde la arena política a la arena espiritual por el dominio del
corazón humano.

EL ESPIRITU SANTO ES LIBRE Y LLENO DE SORPRESAS


El Espíritu Santo es libre para moverse como El quiere y está lleno de sorpresas.
Muchos de nosotros estamos equivocados cuando pretendemos continuar atados a
nuestras propias seguridades o maneras de ver las cosas, indiferentes a las sorpresas
que el Espíritu Santo suscita en la Iglesia. ¿Qué nos dice el Espíritu Santo en nuestros
días? Ciertamente, el Espíritu mueve a la iglesia hacia una conversión misionera, hacia
la Nueva Evangelización, hacia la formación de las familias, hacia la renovación de los
fieles, desde adentro, desde el corazón, algunas veces a través de una purificación
dolorosa. Estas son las mismas fuerzas que operan en el Mensaje de Fátima a través de
las prácticas reparadoras que Nuestra Señora pidió, vislumbrando lo que serían las
realidades y necesidades de nuestro tiempo: (1) Oración meditativa, (2) la penitencia
vivificante, (3) el ofrecimiento de nuestras vidas a Dios; (4) la consagración y el
confiarse a Dios a través del Inmaculado Corazón de María; (5) la adoración Eucarística
y (6) la comunión reparadora de los Primeros Sábados de Mes que consiste en la
recepción frecuente de los Sacramentos, especialmente del Sacramento de la
Reconciliación y la Sagrada Comunión; (7) el testimonio de fe que es la Nueva
Evangelización, conversión producto de la misión que anuncia la Nueva Noticia de
salvación. Estas son las siete prácticas que suscita el Espíritu Santo para renovar la
Iglesia.

El Papa Francisco nos brinda una visión fresca muy inspirada en Fátima. El consagró su
ministerio petrino el 13 de mayo del 2013, a la Virgen de Fátima en Portugal, a través
de la conferencia episcopal de obispos de Portugal. En el Santuario de Fátima se
consagró al Papa Francisco a la Virgen de Fátima para que Ella lo utilizara como
instrumento como Sucesor de Pedro. El 13 de octubre del mismo año, el Papa
Francisco consagró al mundo renovando la consagración al Inmaculado Corazón de
María, delante de la estatua de la Virgen de Fátima, que viajo a Roma, directamente
desde el Santuario de Fátima en Portugal. Dos momentos donde se ve claro el efecto
de Fátima sobre el papado actual.

El Apostolado Mundial de Fátima (AMF) ha vislumbrado estas llamadas del Espíritu y


ha ajustado sus caminos al soplo del Espíritu Santo para responderle apropiadamente:

1. El AMF va dirigido a una conversión misionera, a expandir la Nueva


Evangelización a través de los elementos del Mensaje de Fátima, que son
precisamente los mismos elementos del Evangelio de Jesucristo con la gran
ventaja que estos elementos han sido adaptados a la necesidad de la Iglesia en
nuestros días, no por un grupo de teólogos competentes, sino por la acción de
la Madre de Dios, que bajó del cielo para dirigir a sus hijos un mensaje, y les
provee con los instrumentos más poderosos y novedosos, para traer el Reino
de Dios a la tierra, superando la tremenda confusión y la oscuridad de la crisis
moral y espiritual de nuestro tiempo. Nadie puede preparar un eco perfecto
del Evangelio de Jesucristo como su propia Madre.

2. El AMF trabaja a través de la Nueva Evangelización a través del estudio del


Mensaje de Fátima, viviendo y propagándolo a través del mundo, hablando en
nombre de la Iglesia para proclamar la autenticidad del Mensaje. Está presente
en 110 países del mundo en los cinco continentes y cuenta con veinte millones
de miembros.

3. La formación de las familias es nuestra prioridad como es precisamente la


prioridad del Mensaje de Fátima desde el comienzo y ahora viene a ser la
prioridad de la Iglesia Universal en nuestros días. Los obispos de la Iglesia se
reunieron en Roma para el Sínodo de la Familia, convocado por el Papa
Francisco. Siguiendo el ejemplo de los tres pastorcitos de Fátima, el AMF
evangeliza nuestras familias a través de la acción de los niños y los jóvenes del
Santísimo Sacramento (atrayendo a sus padres y parientes) a la Adoración de
“Jesús escondido”, como lo llamaba San Francisco Marto, en reparación por los
pecados del mundo, por el triunfo de bien sobre el mal en nuestros días; como
la Venerable Sor Lucía en compañía de Santa Jacinta y San Francisco Marto de
Fátima, descubrieron a “Jesús escondido” en el Sagrario y lo adoraban
intensamente. Siguiendo los métodos revolucionarios de Nuestra Señora de
Fátima, traemos a las familias de vuelta a la Iglesia a través de la adoración y
reparación de los niños hambrientos de Dios en el Santísimo Sacramento del
Altar y a través de la devoción de los Cinco Primeros Sábados de Mes y la
comunión reparadora y confesión mensual, conocido esto como la gran
Promesa del Inmaculado Corazón de María en Pontevedra, España, una
práctica bendecida por cinco grandes gracias desde el cielo: (1) gracia de la
perseverancia final; (2) conversión de muchos pecadores; (3) salvación de
muchas almas; (4) paz en el mundo; (5) unidad y fortaleza de la Iglesia Universal
contra las disensiones internas que se oponen al Magisterio de Pedro. Esta
“parte olvidada del Mensaje de Fátima” es la condición esencial que hace falta
para obtener del cielo el triunfo definitivo del Inmaculado Corazón de María
prometido en Fátima, cuando la devoción al Inmaculado Corazón de María sea
propagada a todo el mundo y sea venerada junto al Sagrado Corazón de Jesús
por la Iglesia Universal. Así se completará de forma definitiva la venida del
Reino de los Sagrados Corazones y el reinado de María (profecía de San Padre
Pío de Pietralcina, padre espiritual de nuestro apostolado).

4. La renovación de nuestro propio mundo interior, de la vida interior, es la


consecuencia de vivir la espiritualidad de Fátima, especialmente el amor
perfecto o caridad comunicado por la Santísima Trinidad que quiere morar en
nuestros pobres corazones. Esta es la medida del discipulado, necesitado para
testimoniar a Jesucristo a otros. Esta es la esencia de la Nueva Evangelización,
siempre abierta a las necesidades de la Iglesia Universal: (a) atenta en el
Oriente Medio a la minoría cristiana en riesgo de desaparecer a causa del
terrorismo; (b) atenta a África por el abandono de muchos y las grandes
diferencias entre ricos y pobres; (c) atenta a América Latina, que tiene una
urgente necesidad de revitalizar sus tradiciones católicas perdidas por el
fundamentalismo; (d) atenta a América, viviendo las terribles consecuencias de
la secularización y el consumismo materialista; (e) atenta a Europa, perdiendo
su fe y ahora hablando acerca de un “mundo post cristiano”; (f) atenta a Rusia,
necesitando atención pastoral en muchos territorios enormes y que exhibe
todavía modos imperialistas que ponen en peligro la paz en la tierra; (g) atenta
a Asia, donde existe todo un “mundo” a ser evangelizado… El Papa Francisco
llama a la Iglesia a salir a las calles, a hacer ruido, a estremecer las estructuras
corruptas de nuestra sociedad enferma, a que la Iglesia nunca se perciba
demasiada institucionalizada para cerrar las puertas a los “movimientos del
Espíritu Santo”, siempre atenta a buscar imitar más y más a Jesucristo y a su
método de evangelización, buscando a las “ovejas perdidas de Israel”.

5. Para purificar nuestros corazones y el Cuerpo de Cristo, la Iglesia, el cuerpo


Místico, “que pena y sangra por tantas partes atribulada”, para esto es
necesario ¡PENITENCIA!, ¡PENITENCIA!, ¡PENITENCIA!, como se prescribió en la
tercera parte del secreto de Fátima. Pero, cuando no existe el hábito de
practicar la penitencia y el espíritu del mundo hace que las personas vivan los
placeres ilícitos y los deseos malsanos de un mundo viciado y corrupto, la única
posibilidad de purificarse es a través del sufrimiento. La Iglesia que sufrió tanto
en el siglo XX, “el siglo de los mártires”, ha de sufrir como su Maestro padeció,
“porque el discípulo no puede ser más que el Maestro”. Más recientemente,
vemos la agonía de los escándalos morales que han estremecido las
fundaciones de la Iglesia. Como el Papa Benedicto XVI explicó en su
peregrinación a Fátima para la conclusión del Año de los Sacerdotes, en 2010, y
después de consagrar a todos los sacerdotes de la Iglesia a Nuestra Señora de
Fátima, confiándolos a su Inmaculado Corazón, por su santificación y éxito
ministerial, se ha visto que esta terrible purificación era necesaria para
preparar a la Iglesia para un “Nuevo Pentecostés Mariano”, para “una nueva
Primavera”, hacia el definitivo triunfo del Inmaculado Corazón de María!

También podría gustarte