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La sanción que sí duele

Hong Kong, junto a Singapur, Taiwán y Corea del Sur, integra el grupo de los países denominados
“tigres del sudeste asiático”. Pertenece al exclusivo club de los países desarrollados cuya población
ostenta altos niveles de educación, ingresos per cápita y esperanza de vida. En poco más de una
década logró solucionar los problemas álgidos como la delincuencia, la corrupción, la pobreza, el
desempleo y la inflación. ¿Cómo lo hizo? Fundamentalmente bajo dos estrategias: 1) creó un
cuerpo de investigación absolutamente separado de la policía que solo reportaba al Presidente; es
decir, absoluta discreción, y 2) la sanción social como estrategia de lucha contra la corrupción. Es
tan contundente que los corruptos no tienen espacio en televisión, universidades, páginas sociales
de los diarios y revistas y espacios públicos. Son ignorados por la sociedad.

La situación en el Perú es exactamente la opuesta. La percepción de la ciudadanía en general hacia


los órganos del Sistema de Justicia y sus políticos es de desconfianza y rechazo. No existe sanción
social hacia los corruptos o personajes vinculados a organizaciones criminales. Las estrategias de
lucha contra la corrupción han fracasado rotundamente durante los últimos 17 años en los que la
democracia ha funcionado de manera ininterrumpida. ¿Queda algo por hacer? Sí, por supuesto. La
crisis generalizada de las instituciones puede funcionar como un aliciente para que la sociedad
asuma un rol protagónico y exija un sistema de valores acorde a sus expectativas.

No obstante, debe quedar absolutamente claro que el gran problema no es la corrupción, sino la
forma y la intensidad con la que nuestra sociedad reacciona ante la corrupción en todos sus
niveles. Hoy nuestra sociedad premia al corrupto y al delincuente. Observemos el mundo
surrealista donde individuos cuestionados y/o sentenciados por corrupción como Alex Kouri,
Rómulo León, Aurelio Pastor, Óscar López Meneses o Martín Belaunde Lossio emiten juicios de
opinión contra la corrupción. Algunos de ellos caminan en los clubes y centros comerciales como
estrellas de rock y la gente les pide instantáneas, tienen espacio en los medios de comunicación,
son defendidos por columnistas y panelistas, enseñan en las universidades y, lo más dramático,
son auspiciados por la indiferencia de la gente. Ese es el verdadero cáncer de nuestra sociedad.

Esta es la preocupación central por la que Enfoque Ciudadano, en esta segunda etapa, reafirma su
compromiso implacable de promover el ejercicio real y efectivo de la ciudadanía en nuestro país.
El reto está en todos nosotros. En la política, como en la economía y las empresas, una crisis
implica oportunidad. ¡La oportunidad es ahora! Transitamos un momento estelar en el país que
puede significar el fin de la hegemonía de la actual clase política, empresarial y académica y surgir
otras diametralmente opuestas a las actuales. El reto nuestro como ciudadanos es exigir la
implementación de la sanción social como estrategia de lucha contra la corrupción. Aquella que sí
castiga a los corruptos con la indiferencia, con la marginación y señala con el dedo al individuo y a
su descendencia. Nada duele más que eso.

Enfoque Ciudadano

Miembros Fundadores

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