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Mi infierno y mi paraíso

Al-Buhturi
Poeta de Siria

Sí, acepté el reencuentro


y tu respuesta fue el abandono.
Acepté la desdicha
y tú conservaste el orgullo.

Tu amor, que cautiva,


me hizo sufrir,
y lo que en ti seduce
me engañó.

Yo era libre y tú esclava.


Yo caí en la esclavitud
y tú recuperaste la libertad.

Tú me torturas
sin cometer ningún crimen,
sólo a ti te pertenece
la fuga posible
muy lejos de mi esclavitud.

Eres mi paraíso,
eres mi infierno,
lo que significa placer
me lastima y me corrompe.

2
UN ESTUDIANTE PUEDE LEER AMBOS TEXTOS POR LA BREVEDAD QUE TIENEN

Ignorancia

Abu-Ishaq Al-Husri
Poeta de Arabia

Te quiero con un amor


que ninguna inteligencia
podría entender.
Y si nombrara
todas tus cualidades
mis palabras
jamás encontrarían fin.

Y el límite último
en este amor profundo,
consiste en descubrir,
que es preciso renunciar
a comprender el verdadero motivo
de su existencia.

La enamorada

Paul Eluard
Poeta francés

Está de pie sobre mis párpados


con sus cabellos en los míos,
tiene la forma de mis manos,
el color de mis ojos,
y es absorbida por mi sombra
como una piedra por el cielo.

Los ojos tiene siempre abiertos


y no me deja dormir,
a plena luz sus sueños hacen
desaparecer los soles,
me hacen reír, llorar y reír,
hablar sin nada que decir.

3
El poema del renunciamiento

José Ángel Buesa


Poeta cubano

Pasarás por mi vida, sin saber que pasaste,


pasarás en silencio por mi amor, y al pasar
fingiré una sonrisa, como un dulce contraste
del dolor de quererte… y jamás lo sabrás.

Quizás pases con otro que te diga al oído,


esas frases que nadie como yo te dirá.
Y, ahogando para siempre mi amor inadvertido,
Te amaré más que nunca... y jamás lo sabrás.

Yo te amare en silencio, como algo inaccesible,


como un sueño que nunca lograre
Realizar y el lejano perfume de mi amor,
Imposible rozaré tus cabellos…y jamás lo sabrás.

Si una lágrima anuncia mi tormento,


el tormento infinito que te debo ocultar;
Te diré sonriendo: “no es nada… ha sido el viento”,
me enjuagaré la lagrima… ¿y jamás lo sabrás?

4
UN ESTUDIANTE PUEDE LEER AMBOS TEXTOS POR LA BREVEDAD QUE TIENEN

Mujer

Ingibjorg Haraldsdottir
Poeta de Islandia

Cuando todo está dicho,


cuando los problemas del mundo
han sido pesados,
medidos y resueltos...
Cuando los ojos se han visto
y estrechado las manos
en momentos solemnes...

Llega siempre una mujer


que recoge la mesa,
barre el suelo, abre las ventanas
y elimina el humo de los cigarrillos.

No falla.

Poema 5 de Xenia II

Eugenio Montale
Poeta italiano

De tu brazo he bajado por lo menos


un millón de escaleras
y ahora que no estás cada escalón es un vacío.
También así de breve fue nuestro largo viaje.
El mío aún continua, pero ya no necesito
los transbordos, las reservaciones,
las trampas, la angustia de quien cree
que lo que vemos es la realidad.

He bajado millones de escaleras dándote el brazo


y no porque cuatro ojos puedan ver más que dos.
Contigo los bajé porque sabía que de ambos
las únicas pupilas verdaderas,
aunque muy empañadas,
eran las tuyas.

5
Junio

Giusseppe Ungaretti
Poeta italiano

Cuando muera en mí esta noche


y como otro hombre distinto
pueda mirarla
y me adormezca el rumor
de las olas
que terminan de revolcarse
en el cerco de aromas de mi casa.

Cuando me despierte
en tu cuerpo
que se modula
como la voz del ruiseñor

Cuando en la transparencia
del agua Rugiendo
el oro velado muda en
de tu piel ese polvo
se convierta en sombra me sofocarás

Liberada de las placas resonantes Después


del aire entornarás los párpados
serás como una pantera
en los filos Veremos nuestro amor reclinarse
movedizos como anoche
de la sombra
te deshojarás Después veré sereno
en el horizonte de betún
de tus iris morir
mis pupilas

Ahora el aire está quieto


como a esta hora
en mi país de África
los jazmines
He perdido el sueño

Oscilo
al borde de una calle
como una luciérnaga

¿Morirás en mí esta noche?

6
UN ESTUDIANTE PUEDE LEER AMBOS TEXTOS POR LA BREVEDAD QUE TIENEN

Quisiera conocer a una mujer

D. H. Lawrence
Escritor inglés

Quisiera conocer una mujer


que fuera como una llama roja en la chimenea
brillando después de las furiosas ráfagas del día,
para que pudiera acercarse a ella
en la dorada tranquilidad del atardecer
y ser feliz realmente a su lado
sin la obligación de esforzarme
a amarla por cortesía,
ni la de conocerla mentalmente,
sin tener que sufrir un escalofrío,
un temblor cuando le hablo.

Epigrama

Ernesto Cardenal
Poeta nicaragüense

Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido;


Yo porque tú eras lo que yo más amaba
Y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
Porque yo podré amar a otras mujeres
Como te amaba a ti
Pero a ti no te amarán como te amaba yo.

7
Poema
Erza Pound
Poeta estadounidense

Entre el agua y la sombra, a orillas


de una sedosa mirada nocturna
y en la mitad ardiente del brazo,
la lámpara nos une como una caricia,
como una flor espesante a un hombro perfecto.
(No sé si he respirado los rayos de su luz
y si al mirarte una impalpable lágrima aproximó,
una abrigada pluma, una burbuja; rizada,
un titubeante círculo de amor y sueños).
Ajena al paso de mi voz, al incesante
fuego que va contra el olvido, retirada
a música inmóvil había de escucharte.
Detenido en silencio todo cuanto tocas,
Rostro, vaso de fugaz derredor, madura espalda.

8
Poema 5

Pablo Neruda
Poeta chileno

Para que tú me oigas


mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.
Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.
Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.
El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.
Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.

9
Amorosa anticipación

Jorge Luis Borges


Poeta Argentino

Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta


ni la privanza de tu cuerpo, aún misterioso y
tácito y de niña
ni la sucesión de tu vida situándose en palabras o
callamiento
serán favor tan misterioso
como mirar tú sueño implicado
en la vigilia de mis brazos.
virgen milagrosamente otra vez por la virtud
absolutoria del sueño,
quieta y resplandeciente como una dicha en la
selección del recuerdo,
me darás esa orilla de tu vida que tú misma no
tienes.
arrojado a quietud,
divisaré esa playa última de tu ser
y te veré por vez primera, quizá,
como dios ha de verte,
desbaratada la ficción del tiempo,
sin el amor, sin mí.

10
Adiós

Alfredo de Musset
Poeta francés

¡Adiós! Creo que en esta vida


nunca volveremos a vernos.
Dios, pasa te llama y me olvida.
Siento, al perderte, que te quiero.
Sin llantos y sin vanas quejas,
lo que abra de venir espero
y la vela que te conduce
la veré partir sonriendo.
Te va a embriagar un raro encanto
Adiós, vas a soñar de nuevo
Y deslumbrará el primer astro
tus ojos aún mucho tiempo.
De un corazón que nos comprende
sabrás más tarde, acaso, el precio,
el bien que se halla al encontrarlo
y lo que se sufre al perderlo.

11
Despedida y no

Jorge Enrique Adoum


Poeta ecuatoriano

Como un muerto,
amor,
yo me incorporo
echo puñados de olvido y grava,
tablas que mordí,
piedras,
lo que queda de mí
y de las flores que un día me pusieron,
y todo lo que echaron sobre ti para enterrarme:
las embriagueces de la equivocación, toda
la complicidad del amor, todo el amor
que confundí con el silencio, los clavos
que no me dejaban ir hasta tu frente.

Le devuelvo a tu ayer la herencia injusta


que me dejó en los ojos, mi desesperación
hecha de tierra, el llanto que sacaba
su alcohol a las primeras cuerdas del pasillo,
mi angustia que presentía tu preñez, mis raíces
atadas a tu verdad enorme, tu alarido
en la espalda. Ahí quedan mi camastro
con sus sábanas de soledad y de melancolía,
mi empleo, mi patrón, mi desempleo,
mis deudas de aguardiente y aspirina, mis zapatos
llenos de no hay vacante y costuras,
los almuerzos en que me ponían un libro
abierto sobre el plato, mi espera de la gran
ocasión, de la gran cosa, del gran día.

Aquí comienzo,
salgo del rencor como de madre,
me pongo todos los huesos.
Yo me voy de este hotel de pesadumbre a hoy día,
yo me voy a aprender la esperanza
como una lengua antigua que olvidé
entre los escombros
de tanto ser caído en el fracaso,
pero tengo con quién hablar,
con los que han muerto por carta y no lo creo
y llegan a enseñarme su boleto,
tu recibo hecho pedazos por la crueldad del siglo
y por las ráfagas del año.
Henos aquí, botín de tus edades,
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hasta la altura a que has crecido, hasta la línea
del posterior rescate, prisionera
de ti. Almas amontonadas, junto al muro,
caras contra la pared para verte por dentro
ese rostro de hermosa que estaba en las medallas,
y agarradas las manos a lápices,
fusiles, herramientas, cucharas:
la batalla
es contigo
y el regreso es contigo,
porque has de ser feliz
aunque no quieras.

13
20

Ariel Pérez
Poeta boliviano

Ahora, mujer de nubes


en este largo viaje sobre el agua
De barro y plata es la razón que nos une
Te toco en silencio
ecuatorial y distante
Te ordeno abrirte y te abres como constelación de Tania
Vuelo y vuelas en este lenguaje
de ir y venir por el vértigo de la luz
Arriba
tú y yo juntos, transformándonos
arrebatando nuestra génesis a la lujuria del viento
Abajo es distinto, pienso
Desde mi interior contemplo tu figura de océano
moverse incontenible en el reino de Tritón
Veo la línea que marca el final de tu sombra
y el comienzo de la noche...
y no me digas que no sabes el motivo del oleaje
También de agua es la Venus que se esconde en tu forma
Tu desnudez es suficiente
para hacerme volver al vientre
y arrastrarme hasta mi lecho
con un pedazo de muerte más entre mis manos

14
Una carta de otoño

Osiris Rodríguez Castillos


Poeta uruguayo

Sólo me siento solo


porque no estás conmigo.

El tiempo se me alarga en una pena


que no tiene regreso, ni destino…

Suelo tirar piedritas en el pozo,


como un gurí… porque me gusta el ruido
redondo que despiertan de un silencio
tan hondo como el mío;

y suelo ir arrastrando las espuelas,


para ponerle puntos suspensivos
al antiguo sendero de andar juntos…

De tarde, casi al alba de los grillos,


voy al palenque; muere el horizonte
con un delgado tajo de oro vivo,
mientras se ondula y crece en las lomadas
una intensa costumbre de mugidos…

No galopo como antes


por el llano tranquilo;

gusto llegar al monte rumoroso de nidos,


abrevar mi caballo, conversar con el río,
recostarme a los últimos arrullos de la tarde,
y estar sobre la playa como un árbol caído…

No siento soledades de pagos que no he visto…

Sé que la dicha es un paraje raro,


que no tiene baqueanos, ni caminos…

Y no es mi soledad fruto del campo;


ni mi silencio;
mi silencio es hilo
de este sonoro manantial de ausencia
que acaso me dejaste por olvido…

Sólo me siento solo


porque no estás conmigo.

15
Por fuera estás dormida y por adentro sueñas

Homero Aridjis
Poeta mexicano

Por fuera estás dormida y por adentro sueñas


los ojos que se abren para mirar lo oscuro
los brazos que se ensanchan para volverse alas
lo oscuro que se ahonda para volverse cielo

Como una hiedra blanca por tu sueño subes


tocas un cielo de hojas y soles otoñales
un azul cristalino donde un dios se sumerge

Te cubre un sueño helado una humedad


te eleva desde abajo como un ángel de dicha
tus párpados se curvan tus dedos se estremecen
son rosas curvadas al peso del rocío

Por dentro estás soñando y por adentro miras


las telas de oro fino que son ramas que se abren
para guardar en un nicho tu sueño para siempre

16
Destino

Julio de la Vega
Escritor cruceño, Bolivia

Dicen que un viejo amor


ni se olvida ni se entrega.
Un viejo amor
renace como capullo
a la distancia.
A medida que se acerca
florece
con novedades.
En las ramas,
prendido a un árbol
de viejas sintonías
con raíces tan profundas
como el recuerdo.
Dadivas del destino.
Ponen nuevamente en contacto
a dos seres
que por alguna circunstancia
aún no estaban
listos para armar su historia.
Dos almas navegan el inconsciente,
en busca de un faro,
brillo de otras experiencias
bajo las corrientes
de un océano de luz.
Cuando la mañana sabia
hace su arribo,
un viejo amor
se estrena cada día
como milagro del Cielo
en la Tierra.

17
Magia

Elvio Romero
Poeta paraguayo

Siempre quisimos que el mundo


se viese como hoy lo vimos.
Como lo supimos ver,
como en horas de amor lo presentimos,
siendo lo que anhelaba ese deseo
de ver de otra manera, ver que el río
sale a jugarse en brazos de la noche
y a la noche escuchar rumor de ríos.

Quién diría que no vi


tu imagen sobre el rocío,
que no vi tu inicial bordaba arriba,
que no te vi en el iris de su abrigo,
que no miré tu cabellera negra
como enramada en vértigo a su arrimo,
miraje del albor, encantamiento
del encendido sol que va contigo.

Te vi temblar.
al verte temblé yo mismo.
Sólo a un sortilegio puro
y mágico pudimos ver lo que vimos,
el camino subiendo hasta los bosques,
los bosques descendiendo hasta el camino,
una amorosa espiga alando el viento,
el viento hablando de secretos íntimos.

Siempre quisimos que el mundo


se viese como hoy lo vimos.
Como se debiera ver,
con esa desnudez del amor tibio,
escuchando en sosiego ese susurro
de tu cálido labio junto al mío,
del corazón furioso como el soplo
confuso del aprieto de un gemido.

Todo de repente mágico,


tembloroso, conmovido.
Y de cara al corazón
y al reino juvenil de estar dormidos
o estar despiertos viéndonos el fondo,
cambiando el fuego cándido y la vida
y la muerte en idéntico delirio!
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Poesía Vertical VI, 19

Roberto Juarroz
Poeta argentino

Algunos de nuestros gritos


se detienen junto a nosotros
y nos miran fijamente
como si quisieran consolarnos de ellos mismos.
Algunas palabras que hemos dicho
regresan y se paran a nuestro lado
como si quisieran convencernos
de que llegaron a alguna otra parte.

Algunos de nuestros silencios


toman la forma de una mujer que nos abraza
como si quisieran secarnos
el sudor de las ternuras solitarias.

Algunas de nuestras miradas


retornan para comprobarse en nosotros
o quizá para permitir que nos miremos desde enfrente
como si quisieran demostrarnos
que lo que nos ocurre
es una copia de lo que no nos ocurre.

Hay momentos y hasta quizá una edad de nuestra imagen


en que todo cuanto sale de ella
vuelve como un espejo a confirmarla
en la propia constancia de sus líneas.

Así se va integrando
nuestro pueblo más secreto.

19
Pasado

Vicenzo Cardarelli
Poeta italiano

Los recuerdos, esas sombras tan largas


de nuestro cuerpo,
ese residuo de muerte
que dejamos viviendo,
los lúgubres y durables recuerdos,
están aquí surgiendo:
melancólicos y mudos
fantasmas agitados por un fúnebre viento.
Y no eres más que un recuerdo.
has transcurrido en mi memoria.
Ahora sí puedo decir
que me perteneces
y que algo entre nosotros ha ocurrido
irrevocablemente.
¡Todo acabó tan rápido!
Precipitado y leve
el tiempo nos dio alcance.
De fugaces instantes hilvanó un cuento
cerrado y triste.
Debíamos saber ya que el amor
quema la vida y hace huir al tiempo.

20
Carta

Salvatore Quasimodo
Poeta italiano

Este silencio instalado en las calles,


este viento indolente que ahora se desliza lento,
entre las hojas muertas o se eleva
a los colores de insignias extranjeras...
Quizás el ansia de decirte una palabra
antes de que una vez más se cierre el cielo
sobre otro día;
quizás la inercia, nuestra peor maldad...
La vida no está en este tremendo, este sombrío
latir del corazón,
y no es piedad, no es más que un juego de la sangre
en que la muerte está en flor.
Oh mi dulce gacela,
yo recuerdo aquel geranio rojo
sobre un muro acribillado de metralla.
¿O tampoco la muerte ahora consuela
más a los vivos, la muerte por amor?

21
Pequeña oda

Héctor Dante Cincotta


Escritor argentino

Si pudiera saber a veces que el tiempo es abierto como la


pampa, estaría ajustado buscando tu lugar,
tu breve luz, la memoria que cae lenta.
Un pájaro canta sobre la rama innombrable,
y no sé qué pensar de todo lo que guarda el abandono.
He llegado sin decir nada de la arena más disuelta, ni
las uvas; mi aliento
mañana será de otro. ¡Varios días! He pensado
esperando la luz, en tu misma forma
donde el viento húmedo volverá de otra manera
cuando amanezca!
Crezco en otra vida y te veo
y tu palabra surge
-vestidura antigua-
entre el sudor más frío.
Solo.
La palabra también se endurece y aprieta la piel,
huye liviana, suave, creciendo dentro de ti
inesperada. Un día la sangre me lleno las avenas, acaso
en mi
pienso en la muerte de tu perfil
cerca de las desmesuradas llanuras, como un pájaro del
verano armoniza el aire y el día.
Habrás de llegar de otro mundo inagotable
mientras mis manos vuelvan a la alegría.

Flor del Verano insaciable y cerrada.

22
Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío

Miguel Hernández
Poeta español

Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío:


claridad absoluta, transparencia redonda,
limpidez cuya entraña, como el fondo del río,
con el tiempo se afirma, con la sangre se ahonda.

¿Qué lucientes materiales duraderas te han hecho,


corazón de alborada, carnación matutina?
Yo no quiero más día que el que exhala tu pecho.
Tu sangre es la mañana que jamás se termina.

No hay más luz que tu cuerpo, no hay más sol: todo ocaso.
Yo no veo las cosas a otra luz que tu frente.
La otra luz es fantasma, nada más, de tu paso.
Tu insondable mirada nunca gira al poniente.

Claridad sin posible declinar: suma esencia


Del fulgor que ni cede ni abandona la cumbre.
Juventud. Limpidez. Claridad. Transparencia
Acercando los astros más lejanos de lumbre.

Claro cuerpo moreno de calor fecundante.


Hierba negra de origen; hierba negra de sienes.
Trago negro los ojos, la mirada distante.
Día azul. Noche clara.
Sombra clara que vienes.

Yo no quiero más luz que tu sombra dorada


donde brotan anillos de una hierba sombría.
En mi sangre, fielmente por tu cuerpo abrasada
Para siempre es de noche: para siempre es de día.
Hemos llegado y partido.
Ningún camino podrá hacernos diferentes

23
Qué más da

Luis Cernuda
Poeta español

Qué más da el sol que se pone


o el sol que se levanta,
la luna que nace o la luna que muere.

Mucho tiempo, toda mi vida, esperé verte


surgir entre las nieblas monótonas,
luz inextinguible, prodigio
rubio como la llama;
ahora que te he visto sufro, porque
igual que aquellos
no has sido para mí menos brillante,
menos efímero o menos inaccesible que
el sol y la luna alternados.

Más yo sé lo que digo si a ellos comparo,


porque aun siendo brillante, efímero,
inaccesible,
tu recuerdo, como el de ambos astros,
basta para iluminar, tu ausente,
toda esta niebla que me envuelve.

24
Perdóname por ir así buscándote...

Pedro Salinas
Poeta español

Perdóname por ir así buscándote


tan torpemente, dentro de ti.
Perdóname el dolor, alguna vez,
es que quiero sacar
de ti tu mejor tú.
Ese que no te viste y que yo veo.
Nadador por tu fondo, preciosísimo,
Y cogerlo
y tenerlo yo en alto como tiene
el árbol la luz última
que le ha encontrado al sol.
Y entonces tú
en su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él
Subida sobre ti, como te quiero,
Tocando ya tan sólo a tu pasado
con las puntas rosadas de tus pies,
en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma.

Y que a mi amor entonces, le conteste


la nueva criatura que tú eras.

25
Sucesiva

Gerardo Diego
Poeta español

Déjame acariciarte lentamente


déjame lentamente comprobarte,
ver que eres de verdad, un continuarte
de ti misma a ti misma extensamente.

Onda tras onda irradian de tu frente


y mansamente, apenas sin rizarte,
rompen sus diez espumas al besarte
de tus pies en la playa adolescente.

Así te quiero, fluida y sucesiva,


manantial tú de ti, agua furtiva,
música para el tacto perezosa.

Así te quiero, en límites pequeños,


aquí y allá, fragmentos, lirio, rosa,
y tu unidad después, luz de mis sueños.

26
La unión libre

André Breton
Poeta francés

Mi mujer con cabellera de incendio de bosque


con pensamientos de relámpagos de calor
con talle de reloj de arena
mi mujer con talle de nutria entre los dientes del tigre
m mujer con boca de escarapela y de ramillete
de estrellas de primera magnitud
con dientes de huella de ratón blanco
sobre la tierra blanca
con lengua de ámbar y de vidrio frotados
mi mujer con lengua de ostia apuñalada
con lengua de muñeca que abre y cierra los ojos
con lenguas de piedra increíble
mi mujer con pestañas de palotes de letra de niño
con cejas de borde de nido de golondrinas
mi mujer con sienes de pizarra de techo de invernáculo
y de vaho en los vidrios
mi mujer con hombros de fino champaña
y de fuente con cabezas de delfines bajo el agua
mi mujer con muñecas de trapo
mi mujer con dedos de azar y de as de corazón
con dedos de heno segado
mi mujer con axilas de marta y de bellotas
de noche de San Juan
de ligustro y de ramo de rosas
con brazos de espuma de mar y de canales
y de una mezcla del trigo y el molino
mi mujer con piernas de cohete
con movimientos de relojería y desesperación
mi mujer con pantorrillas de médula de saúco
mi mujer con pies de manojos de llaves con
pies de pájaros que beben
mi mujer con cuello de cebada salvaje
mi mujer con garganta de Valle de Oro
de cita en plena cama del torrente
con senos de espectro de la rosa bajo el rocío
mi mujer con espada de pájaro en fuga cenital
con espalda de mercurio
con espada de luz
con nuca de canto rodado y de tiza mojada
y de caída de un vaso en el que acaban de beber
mi mujer con caderas de barquilla
con caderas de lámpara y de plumas de fecha
y de tallos de plumas de pavo real blanco
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de balanza insensible
mi mujer con nalgas de greda y amianto
mi mujer con nalgas de lomo de cisne
mi mujer con nalgas de primavera
con sexo de gladiolo
mi mujer con sexo de yacimiento aurífero
de ornitorrinco
mi mujer con sexo de alga y de viejos bombones
mi mujer con sexo de espejo
mi mujer con ojos llenos de lágrimas
con ojos de panoplia violeta y de aguja imantada
mi mujer con ojos de pradera
mi mujer con ojos de agua para beber en prisión
mi mujer con ojos de bosque eternamente
bajo el hacha
con ojos de nivel de agua de nivel
de aire de tierra y de fuego.

28
Aniversarios

Erza Pound
Poeta estadounidense

No todos los otoños son los mismos


ni el viento que cada año fustiga
los colores hasta convertirlos polvo y suelo.
El amarillo sonríe y palidece
se fragua el rojo en ardores y llantos.
son colores, el tronco queda.
La mantilla de bruma matutina es poética o trágica
según los caprichos del sol que la acaricia.
Soy un árbol esclavo de estaciones
con raíces y semillas que caminan el tiempo.
De ciertos ritos o pasajes solo tengo cicatrices.
Pero estoy de fiesta incluso cuando el blanco
Me transforma el alma y la espiga de mi desnudez
se cubre de gotas y esperanzas,
Recibiendo voces, alas de miel y sangre.
Ocupo un lugar rígido y austero
en los festivales del Olimpo,
rey, reina, peón, alfil y torre,
Y celebro Navidades, Pascuas,
carnavales oscuros y de máscaras,
celebro los días del Ocio y del trabajo,
además del aniversario remoto
de mis bodas con el viento.
Así avanzo en el tiempo y el espacio
con fragmentos de sombras, tormentas y templos.
No me pregunten cómo
pues la embriaguez del verde oculta muchos misterios,
y también soy cielo y mar con mi cuerpo
que se ensancha una vez más.

29
Arte poética

Jorge Luis Borges


Poeta argentino

Mirar el río hecho de tiempo y agua


y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como agua.
Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño.
Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo.
Ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. la poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.
A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos devuelve nuestra propia cara.
Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su Ítaca
verde y humilde. El arte de esa Ítaca
de verde eternidad, no de prodigios.
También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable…

30
Sortilegios

Alejandra Pizarnik
Poeta Argentina

Y las damas vestidas de rojo para mi dolor y con mi


dolor insumidas en mi soplo, agazapadas como el feto de
escorpiones en el lado más interno de mi nuca, las madres
de rojo que me aspiran el único calor que doy
con mi corazón que apenas pudo nunca latir, a mí que siempre
tuve que aprender sola cómo se hace para deber y comer
y respirar y a mí que nadie que nadie me enseñó a llorar
y nadie me enseñara ni siquiera las más grandes damas
adheridas a la entretela d mi respiración con babas rojizas y
velos flotantes de sangre, mi sangre, la mía sola, la que
yo me procuré y ahora vienen a beber de mí luego de
haber matado al rey que flota en el río y que mueve los ojos y
sonríe, pero está muerto y cuando alguien está muerto,
muerto está por más que sonría y las grandes, las trágicas
damas de rojo han matado al que va río abajo y yo me
quedo como rehén que perpetua posesión.

31
Soy vertical

Sylvia Plath
Poetisa estadounidense

Pero preferiría ser horizontal.


No soy un árbol con las raíces en la tierra
absorbiendo minerales y amor maternal
para que cada marzo florezcan las hojas,
ni soy la belleza del jardín
de llamativos colores que atrae exclamaciones
de admiración,
ignorando que pronto perderá sus pétalos.
Comparado conmigo, un árbol es inmortal
y una flor aunque no tan alta, es más llamativa,
y quiero la longevidad de uno y la valentía de la otra.

Esta noche, bajo la luz infinitesimal de las estrellas,


Los árboles y las flores han derramado sus olores frescos.
Camino entre ellos, pero no se dan cuenta.
A veces pienso que estoy durmiendo
Me debo parecer a ellos a la perfección,
Oscurecidos ya los pensamientos.
Para mí es más natural estar tendida.
Entonces cuando el cielo y yo
Conversamos con libertad,
Y así seré útil cuando al fin me tienda:
Entonces los árboles podrán tocarme por una vez,
Y las flores tendrán tiempo para mí.

32
Regreso

Octavio Paz
Poeta mexicano

Bajo mis ojos te extendías,


país de dunas –ocres, claras.
El viento en busca de agua se detuvo,
país de fuentes y latidos.
Vasta como la noche,
cabías en la cuenca de mi mano.

Después, el despeñarse inmóvil


adentro afuera de nosotros mismos.
Comí tinieblas con tus ojos,
bebí el agua del tiempo, bebí noche.
Palpé entonces el cuerpo de una música
oída con las yemas de mis dedos.

Juntos, barcas oscuras


a la sombra amarradas,
nuestros cuerpos tendidos.
Las almas, desatadas,
lámparas navegantes
sobre el agua nocturna.

Abriste al fin los ojos.


te mirabas mirada por mis ojos
y desde mi mirada te miraba:
como el fruto en la yerba,
como la piedra en el estanque,
caías en ti misma.

Dentro de mí subía una marea


y con puño impalpable golpeaba
la puerta de tus párpados:
mi muerte, que quería conocerte,
mi muerte, que quería conocerse.
me enterré en tu mirada.

Fluyen por las llanuras de la noche


nuestros cuerpos: son tiempo que se acaba,
presencia disipada en un abrazo;
pero son infinitos y al tocarlos
nos bañamos en ríos de latidos,
volvemos al perpetuo recomienzo.

33
Las enamoradas

Lidia Bravo
Poetisa española

Viniste acompañado de hermosas mujeres que lloraban tiradas en el suelo,


de hermosas mujeres que aún te esperaban
para enseñarte la carta de un intento de suicidio,
de hermosas mujeres que llamaban de madrugada
suplicando tu regreso.

Yo tenía poco más de veinte años


y era la traidora de todas las mujeres
que también me hubieran traicionado,
más niña y más fuerte y menos temerosa,
veía pasar sus figuras sobre tus párpados dormidos
como sombras de presagios.
Y te veía temblar por el dolor de los amores perdidos
que te ansiaban como el primer día
después del encuentro
sabiéndose olvidados.

El miedo es contagioso,
tiene manos que te rozan la cara mientras duermes,
y tú sólo en sueños lo sabes.
Sus dientes te arrancan una a una las pestañas.
Y luego nadie te conoce.
En sueños, yo sé
que aquella niña que yo era
viene a buscarte
y yo, como todas aquellas mujeres
que pasaron días enteros
inventándome un rostro,
me quedo sola.

Y entonces llegan las enamoradas.


Y me abrazan.
Y saben, sólo en sueños,
que también en su nombre yo te amé.

34
Doble noche

José Lezama Lima


Escritor cubano

La noche no logra terminar,


malhumorada permanece,
adormeciendo a los gatos y a las hojas.
Estar aprisionada entre dos globos de luces
y mantener, como una cabellera
que se esparce infinitamente,
el oscuro capote de su misterio.
La noche nos agarra un pie,
nos clava en un árbol,
cuando abrimos los ojos
ya no podemos ver al gato dormido.
El gato está escarbando la tierra,
ha fabricado un agujero húmedo.
Lo acariciamos con rapidez,
pero ha tenido tiempo para tapar
el agujero. Hace trampa
y esconde de nuevo a la noche.

II

Entré en el cuarto,
no me decidí a encender la luz.
Estaba un hombre sentado en un taburete,
su espalda toda frente a mis ojos.
No lo sentí como extraño
ni alteraba la colocación de los muebles
ni el botón de la luz.
Como en una explicación casi inaudible
dije: Uno.
El otro, con su cuerpo inmovilizado,
moviendo sus labios con sílabas muy lentas,
me respondió: el cuerpo.
Temeroso, con gran culpa, encendí la luz.
El otro seguía en su taburete,
comenzó entonces como un debate ciceroniano
en el senado romano,
golpeando las almohadas con los puños.
El gato absorto y lentísimo
comenzó de nuevo a esconder la noche.

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