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Mi infierno y mi paraíso
Al-Buhturi
Poeta de Siria
Tú me torturas
sin cometer ningún crimen,
sólo a ti te pertenece
la fuga posible
muy lejos de mi esclavitud.
Eres mi paraíso,
eres mi infierno,
lo que significa placer
me lastima y me corrompe.
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UN ESTUDIANTE PUEDE LEER AMBOS TEXTOS POR LA BREVEDAD QUE TIENEN
Ignorancia
Abu-Ishaq Al-Husri
Poeta de Arabia
Y el límite último
en este amor profundo,
consiste en descubrir,
que es preciso renunciar
a comprender el verdadero motivo
de su existencia.
La enamorada
Paul Eluard
Poeta francés
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El poema del renunciamiento
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UN ESTUDIANTE PUEDE LEER AMBOS TEXTOS POR LA BREVEDAD QUE TIENEN
Mujer
Ingibjorg Haraldsdottir
Poeta de Islandia
No falla.
Poema 5 de Xenia II
Eugenio Montale
Poeta italiano
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Junio
Giusseppe Ungaretti
Poeta italiano
Cuando me despierte
en tu cuerpo
que se modula
como la voz del ruiseñor
Cuando en la transparencia
del agua Rugiendo
el oro velado muda en
de tu piel ese polvo
se convierta en sombra me sofocarás
Oscilo
al borde de una calle
como una luciérnaga
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UN ESTUDIANTE PUEDE LEER AMBOS TEXTOS POR LA BREVEDAD QUE TIENEN
D. H. Lawrence
Escritor inglés
Epigrama
Ernesto Cardenal
Poeta nicaragüense
7
Poema
Erza Pound
Poeta estadounidense
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Poema 5
Pablo Neruda
Poeta chileno
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Amorosa anticipación
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Adiós
Alfredo de Musset
Poeta francés
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Despedida y no
Como un muerto,
amor,
yo me incorporo
echo puñados de olvido y grava,
tablas que mordí,
piedras,
lo que queda de mí
y de las flores que un día me pusieron,
y todo lo que echaron sobre ti para enterrarme:
las embriagueces de la equivocación, toda
la complicidad del amor, todo el amor
que confundí con el silencio, los clavos
que no me dejaban ir hasta tu frente.
Aquí comienzo,
salgo del rencor como de madre,
me pongo todos los huesos.
Yo me voy de este hotel de pesadumbre a hoy día,
yo me voy a aprender la esperanza
como una lengua antigua que olvidé
entre los escombros
de tanto ser caído en el fracaso,
pero tengo con quién hablar,
con los que han muerto por carta y no lo creo
y llegan a enseñarme su boleto,
tu recibo hecho pedazos por la crueldad del siglo
y por las ráfagas del año.
Henos aquí, botín de tus edades,
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hasta la altura a que has crecido, hasta la línea
del posterior rescate, prisionera
de ti. Almas amontonadas, junto al muro,
caras contra la pared para verte por dentro
ese rostro de hermosa que estaba en las medallas,
y agarradas las manos a lápices,
fusiles, herramientas, cucharas:
la batalla
es contigo
y el regreso es contigo,
porque has de ser feliz
aunque no quieras.
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20
Ariel Pérez
Poeta boliviano
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Una carta de otoño
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Por fuera estás dormida y por adentro sueñas
Homero Aridjis
Poeta mexicano
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Destino
Julio de la Vega
Escritor cruceño, Bolivia
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Magia
Elvio Romero
Poeta paraguayo
Te vi temblar.
al verte temblé yo mismo.
Sólo a un sortilegio puro
y mágico pudimos ver lo que vimos,
el camino subiendo hasta los bosques,
los bosques descendiendo hasta el camino,
una amorosa espiga alando el viento,
el viento hablando de secretos íntimos.
Roberto Juarroz
Poeta argentino
Así se va integrando
nuestro pueblo más secreto.
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Pasado
Vicenzo Cardarelli
Poeta italiano
20
Carta
Salvatore Quasimodo
Poeta italiano
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Pequeña oda
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Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío
Miguel Hernández
Poeta español
No hay más luz que tu cuerpo, no hay más sol: todo ocaso.
Yo no veo las cosas a otra luz que tu frente.
La otra luz es fantasma, nada más, de tu paso.
Tu insondable mirada nunca gira al poniente.
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Qué más da
Luis Cernuda
Poeta español
24
Perdóname por ir así buscándote...
Pedro Salinas
Poeta español
25
Sucesiva
Gerardo Diego
Poeta español
26
La unión libre
André Breton
Poeta francés
28
Aniversarios
Erza Pound
Poeta estadounidense
29
Arte poética
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Sortilegios
Alejandra Pizarnik
Poeta Argentina
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Soy vertical
Sylvia Plath
Poetisa estadounidense
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Regreso
Octavio Paz
Poeta mexicano
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Las enamoradas
Lidia Bravo
Poetisa española
El miedo es contagioso,
tiene manos que te rozan la cara mientras duermes,
y tú sólo en sueños lo sabes.
Sus dientes te arrancan una a una las pestañas.
Y luego nadie te conoce.
En sueños, yo sé
que aquella niña que yo era
viene a buscarte
y yo, como todas aquellas mujeres
que pasaron días enteros
inventándome un rostro,
me quedo sola.
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Doble noche
II
Entré en el cuarto,
no me decidí a encender la luz.
Estaba un hombre sentado en un taburete,
su espalda toda frente a mis ojos.
No lo sentí como extraño
ni alteraba la colocación de los muebles
ni el botón de la luz.
Como en una explicación casi inaudible
dije: Uno.
El otro, con su cuerpo inmovilizado,
moviendo sus labios con sílabas muy lentas,
me respondió: el cuerpo.
Temeroso, con gran culpa, encendí la luz.
El otro seguía en su taburete,
comenzó entonces como un debate ciceroniano
en el senado romano,
golpeando las almohadas con los puños.
El gato absorto y lentísimo
comenzó de nuevo a esconder la noche.
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