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Africanos
Africanos
En el subsuelo de las minas de plata en el Alto Perú (la moderna Bolivia) y México,
el esclavo
africano tuvo una importancia. En la agricultura, el trabajo negro fue de vital
importancia. Las dos
colonias más ricas de Hispanoamérica, México y Perú, proporcionan quizás los
ejemplos más
interesantes de los variados modos de utilizar a los esclavos. La mano de obra
empleada en la muy
dispersa industria azucarera mexicana era predominantemente negra, debido, al menos
en parte, a
que el gobierno era reacio a autorizar el empleo de indios en una ocupación tan
ardua.
Los esclavos urbanos no sólo eran útiles por una cuestión de prestigio. Para
beneficio de sus amos,
los esclavos se convirtieron en vendedores de fruta y quincallería; eran
trabajadores no cualificados,
por ejemplo acarreaban ladrillos, pero no sabían cómo colocarlos; o eran
trabajadores en los
famosos talleres textiles (obrajes) que salpicaban el paisaje allí donde se podía
disponer de algodón
o lana para el vestuario.
La suerte de los esclavos en Hispanoamérica fue determinada no tanto por la ley,
como por la
personalidad del amo y por el entorno social y económico que variaba enormemente de
una región a
otra, y de una década a otra. Para algunos esclavos, la relación con sus amos era
semejante a la de
un criado con su jefe, con todas las variantes y sutilezas; esto equivale a decir
que no le afectaba
demasiado el hecho de la esclavitud.
A pesar de que a algunos negros les iba mejor que a otros, sería difícil argumentar
una existencia
fácil para la mayoría de los esclavos africanos. En general, dormían sobre una
tabla que les servía
de lecho, ya fuera en barracones en el patio o en cabañas detrás de la casa
principal. Los negros
urbanos comían la comida más barata que se podía conseguir en el mercado, mientras
que a los
esclavos de las zonas rurales muchas veces se les permitía, y a veces se les
obligaba, a cultivar su
propio alimento, prácticas que implicaban una abundancia de hidratos de carbono y
un mínimo de
proteínas.