Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Publicación oficial de la
Federación Psicoanalítica
de América Latina
ReVISTa
Latinoamericana
de Psicoanálisis
Federação Psicanalítica
da América Latina
ÍNDICE
9 EDITORIAL
Inés Raitzin de Vidal
PANELES
PREMIOS
CONCURSOS
163 Comentario sobre el trabajo: “‘En lugar de…’ La pulsión y sus desbordes.
Reelaboración (Durcharbeiten) y la práctica analitca actual “
Jaime Spilka
185 Comentario sobre el trabajo: “La investidura deseante del analista frente a movi-
mientos de alejamiento y aproximación en el trabajo con los trastornos autísticos:
impasses y matices”
Nora Woscoboinik de Scheimberg
OBITUARIO
Estimados colegas:
MODELOS TEÓRICO-CLÍNICOS
EN EL PSICOANÁLISIS
LATINOAMERICANO
1
Miembro Titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina con Función Didáctica.
distancia, creaba un clima científico muy presente y actual, desprovisto de una cierta
solemnidad, idealización y lejanía, que otorga la muerte. Los aportes, coincidencias y
discrepancias se daban entonces dentro del Psicoanálisis freudiano, único modelo
teórico-clínico existente en ese entonces.
Otro hecho muy importante para el psicoanálisis latinoamericano fue la muy tem-
prana aparición de la traducción al español de las obras completas de Freud, traduci-
das a sugerencia del filósofo Ortega y Gasset.2 De modo que los psicoanalistas de
habla hispana dispusieron tempranamente de la obra de Freud, y en muchos casos
antes que las traducciones inglesas y francesas.
Con la incorporación al cuarteto inicial de Ferrari Hardoy y Marie Langer (for-
mada en Viena), se constituyó la Asociación Psicoanalítica Argentina, que rápidamen-
te, en 1942, fue reconocida por Jones, presidente de la Asociación Psicoanalítica In-
ternacional. La Revista de Psicoanálisis, publicación de la APA, apareció por prime-
ra vez en 1943. Ya en su primer número se puede constatar la pluralidad de criterios
respecto de lo que serían muchos de los modelos teórico-clínicos posteriores que se
fueron creando a partir del tronco central de la teoría freudiana.
Con posterioridad a la muerte de Freud en septiembre de 1939, dos semanas
después de comenzada la Segunda Guerra Mundial, y luego de la terminación de la
guerra en 1945, se produjo una especie de estallido Big- Bang (¿o fiesta totémica?) de
los modelos teórico-clínicos.
Para tratar de comprimir en un párrafo la evolución posterior latinoamericana
del psicoanálisis, resumiendo décadas podría decir: que hubo en Latinoamérica una
gran expansión y predominio del kleinismo seguida de una más reciente declinación del
mismo. Acompañada ésta por una diversificación de los diversos esquemas teórico-
clínicos existentes, con un resurgimiento del esquema freudiano en sí y sus variantes:
Escuela inglesa no kleiniana (annafreudiana y Middle Group), psicología del Yo, rela-
ciones objetales, psicología del Self y, especialmente, un incremento muy notable de
las ideas de la escuela francesa, lacaniana y no lacaniana.
2
Traducida por López Ballesteros y Torres al comienzo, y por Ludovico Rosenthal al final de las obras, y editadas
por Santiago Rueda
metaphora: traslación) es una figura retórica por la cual se transporta el sentido de una
palabra a otra, mediante una comparación mental. Aunque durante siglos se supuso
que la metáfora era exclusivamente el lenguaje de la poesía, desde hace tiempo se
sostiene que la mayor parte de nuestro lenguaje, y no exclusivamente el lenguaje poé-
tico o figurativo, es metafórico (Lakoff). Aquella parte del lenguaje que no es concep-
tual, metafórico, lo denomina lenguaje literal. Otro lingüista contemporáneo, Reddy,
sostiene que el locus de la metáfora es el pensamiento, y no el lenguaje, y que por lo
tanto, la metáfora es un aspecto importante e indispensable de nuestra manera habitual
de conceptualizar el mundo. Además, y muy importantemente, la posibilidad de varia-
ciones de “[…] la comprensión de un sistema conceptual estructurado metafóricamen-
te hace discutible el concepto de verdad absoluta” (Lakoff).
Resumen
Orígenes y características favorables y desfavorables del psicoanálisis latinoamerica-
no. Del esquema freudiano originario a la proliferación de modelos o esquemas referencia-
3
Cursivas en el original.
Resumo
Origens e características favoráveis e desfavoráveis da psicanálise latino-Americana.
Do esquema freudiano original à proliferação de modelos ou esquemas referenciais. Cau-
sas internas e externas. Predomínio de modelos. 1) Melanie Klein e sua escola, 2) Psica-
nálise francesa, lacaniana e não lacaniana, 3) Dispersão e coexistência de todos os
esquemas referenciais.
Os modelos teórico-clínicos como metáforas. Sua importância.
O pluralismo: vantagens e inconvenientes.
Correntes atuais: divergências e convergências.
A presença e a pessoa do analista e o enquadre como fator terapêutico; sua evolução
histórica conceitual.
Summary
Latinamerican Psychoanalysis: Origins. Its favorables and unfavorables characteris-
tics. From the original Freudian frame of reference to the proliferations of theorethical-
clinical models. Its internal and external causes.
The evolution of the predominance of the different models: 1) Melanie Klein and her
school, 2) French psychoanalysis, lacanian and not lacanian, 3) Dispersions and co-exist-
ence of all frames of references.
Theorethical-clinical models as metaphors. Its importance.
Pluralism, advantages and objections.
Present day psychoanalytic currents, divergences and convergences.
The presence and the person of the analyst, and the psychoanalytic setting as thera-
peutic factors. Its historical and conceptual evolutions.
Bibliografía
1. El propósito
En una reunión social estoy teniendo un diálogo con otra persona. Me dice:
“¿te acordás de J.?” “Sí, lo recuerdo” le respondo. Para ello recorrí mis recuerdos
que eran evocaciones de representaciones construidas de experiencias pasadas
que anidaban en mi interior. Mientras seguimos asociando entre nosotros en base
a las memorias de uno y otro, más la particularidad de que algunas memorias
acerca de mí las tenía él y no yo así como yo tenía algunas de las suyas (Krakov,
2004). Estamos relacionándonos placenteramente, nos basamos en hechos de la
memoria y como acciones estamos desenvolviendo el encuentro, ahora, en base
a tratar, tarea imposible, de compartir un pasado. Ese pasado nos vinculaba en
el presente y quizá sea su valor. Discutimos acerca de la supuesta veracidad de
algunas evocaciones. Si esos encuentros quedan en eso no tienen mucho futuro.
Sigo en la reunión. Se acercó un amigo de mi amigo, hablan y éste me dice: “Te
presento a S.”. Este otro me es nuevo, no tengo registros previos de él, pero tiene
presencia, opacidad, consistencia. A algunas de mis observaciones dice que no,
que lo piensa de otra manera y a esas cualidades se agrega una fundamental: una
presencia dada a conocer por una diferencia no reducible, una ajenidad. Le en-
cuentro algunos parecidos con algunas personas conocidas pero indudablemente
no coinciden. Cuando llega la hora de comer intercambiamos acerca de dónde
sentarnos, el prefiere un lugar y yo otro. Diferimos acerca de los lugares. Se
presenta la alternativa: si separarnos o seguir juntos. En el primer caso cada cual
seguirá su trayecto, en el segundo trataremos de construir un lugar de convivencia.
Damos algunos argumentos a favor de un lugar u otro. Es un gusto (placer) estar
en la misma mesa pero hay una pugna acerca de quién impone su preferencia
(relaciones de poder) por la cual habrá que hacer y pedir concesiones, dicho con
más precisión: hacerle un lugar al otro. Estamos “haciendo” y, al hacer, obligando
al otro y obligándonos con ese otro.3 Es a partir de esa “presentación”, y tomando
como punto de partida la puesta en juego de nuestras presencias, que adquiere
carácter de novedad, pues aunque pueda investirla de imágenes conocidas, algo
distinta en ella obliga a inscribirla. Puedo luego evocarla o no según lo que me
signifique y como registro se inscribirá y tratará de renovarse o se debilitará hasta
formar parte de esos restos que dejan los encuentros no significativos.
3. Repetición y novedad
3
Espósito (1998) al tratar el término comunitas señala que el adjetivo ‘común’ se opone a ‘propio’, es lo no propio que comienza allí
con lo no propio del otro. Lo no propio es lo común. El munus de comunitas incluye la idea de deber, de obligatoriedad, de dar. Este dar
no espera retribución sino otro dar, igualmente obligatorio. Un circuito es dar y devolver y otro circuito es dar por parte de uno y dar
por parte del otro, como figura obligatoria del ser sujeto. “Un ‘deber’ une a los sujetos de la comunidad –en el sentido de ‘te debo algo,
pero no me debes algo’–que hace que no sean dueños de sí mismos. En términos más precisos, les expropia, en parte o enteramente,
su propiedad inicial, su propiedad más propia, es decir su subjetividad”. (Página 30/31)
Tomemos ahora, como fue tomado por muchos ya, el juego del carretel del
nieto de Freud. Niño de un año y medio que ante el alejamiento de su madre, ante
su ausencia, ausencia de una presencia previa, empezó un juego consistente en tirar
sus juguetes debajo de la cama o de los muebles. Decía o-o-o-o que Freud asimiló
a fort (“se fue”). Luego desarrolló su juego con el carretel atado a un hilo. Cuando
lo tiraba más allá de la cuna, el carretel desaparecía de su vista y luego al tirar de
la cuerda volvía a aparecer, a estar presente, a tener presencia. Lo acompañaba
diciendo da (“acá está”). Una peculiaridad es que el carretel no tiene vida propia,
no tiene deseos, no ejerce ninguna imposición, está a merced y hace lo que el niño
quiere, se aleja o se acerca solo según su voluntad. Este juego repetido anuncia
la compulsión de repetición en Freud, y en el niño la diferencia entre un objeto
que él puede accionar y hacerlo desaparecer o aparecer y un sujeto, para el caso
la madre, que el hilo amoroso no puede hacer aparecer o desaparecer. Ellos se
encontrarán no sólo cuando el niño tire del hilo de su deseo, de ese hilo libidinal
que hace aparecer lo ausente como representación, sino cuando ambos decidan
hacerse presentes ante el otro, cuando decidan y tengan presencia. No depende
del otro, no coincide con el deseo, no depende de la buena voluntad o intuición.
Tiene un carácter azaroso y opuesto a la ausencia. Cuando se encuentren, además
del niño haberse “entrenado” con el carretel a las ausencias y presencias de la
madre-representación, cumplirán una serie de acciones para componer un espacio
de convivencia con el hecho de que cada cual hallará al otro en otro lugar que
el que lo dejó, nunca en el mismo. Que encubran esta situación con expresiones
del tipo “es el mismo niño” o “es la misma madre” es a los efectos de encubrir
con representaciones la angustia del encuentro con un sujeto que siempre hace
gala de otredad o, mejor aún, como dije antes, de una ajenidad que los obliga a
un hacer para realizar el encuentro.
4. Persona y presencia
4
Deleuze, G., Guattari (1980) hablan de rostridad. En el lenguaje las opciones se guían por el rostro del hablante y lo que le parece al inter-
locutor, si está irritado, si es amigable, si crítico o acusador. “Los rostros no son, en principio, individuales, defienden zonas de frecuencia
o de probabilidad, delimitan un campo que neutraliza de antemano expresiones y conexiones rebeldes a las significaciones dominantes.
De igual modo, la forma de la subjetividad, conciencia o pasión, quedaría absolutamente vacía si los rostros no constituyesen espacios de
resonancia que seleccionan lo real mental o percibido, adecuándolo previamente a la realidad dominante”. (Página 174)
ʌȡȩıȦʌȠȞ (prosopon), máscara de actor, pasado al latín persona que lo derivó del
etrusco phersu. La máscara griega tenía una doble función: ampliar el volumen de
la voz y la capacidad de poder ser usada por actores varios que hacían de soporte
del personaje representado. Ese rostro,4 que es donde se pretende encontrar los
aspectos del objeto proyectado, se aproxima a estas consideraciones. Recuerden
otros episodios de la vida cotidiana donde las parejas discuten entre ellos acerca
de la cara: “Tenés cara de…”, dicho con los tonos varios desde la preocupación
hasta el enojo. “Tenés cara de cansado”, “Tenés cara de preocupado”, “¿Por qué
me mirás con esa cara?”. Persona es exterioridad. Excelente para conectar al ana-
lista con la transferencia–contratransferencia, correspondiente al paciente como
persona que evoca y despierta personajes con los que inviste al analista y éste
se inviste y le amplifican la voz y las emociones (enojo, indulgencia, severidad,
etc.) al interpretar al personaje proyectado. En este sentido de persona trata de
dejar afuera la otredad de su subjetividad, de la cual su existencia irrenunciable
marca la presencia de cada sujeto.5 La persona depende del juicio de existencia (si
además de figurar como representación coincide con la percepción de realidad) y
de atribución (regulada por el principio de placer, con una máquina psíquica que
permite distribuir lo bueno y placentero para hacer que me pertenezca y hacer
que lo malo y displacentero sea adjudicado al otro ajeno).
5
Quizá por este motivo en los ejemplos clínicos tenemos abundantes referencias del paciente, edad, historia previa, sexo, si es casado
o soltero y no tenemos casi datos del analista, no sabemos si es joven o adulto o viejo, si soltero, casado o separado, suerte de figura
un tanto anónima y sostén obligado de la relación entre los dos.
Resumen
Propongo diferenciar la persona del analista en relación con su paciente de la presencia de
uno y otro en la construcción del vínculo analítico. La persona se refiere al personaje, paciente o
analista, en un sentido más próximo a ficción, a construcción representacional, que es el eje de la
transferencia-contratransferencia. Llamo presencia a la evidencia de otredad, que se presenta
como imposición, depende por lo tanto de relaciones de poder, del hacer recíprocamente uno con
otro en eso imprevisible que puede llevar o no a la producción de novedad, que plantea un problema
a resolver y no sólo un significado a interpretar. En la sesión hay momentos de significación y de
interpretación y hay momentos de imposición, de acciones, de un hacer que lleva a que cada sujeto
imponga su presencia y de parte del otro trate de hacerle un lugar que no tenía previamente. En
ella circulan relaciones de deseo en base a la dimensión representacional y relaciones de poder
mediante las cuales se ejercerán acciones que tratarán de impedir las acciones del otro. Muestro
un ejemplo de la vida cotidiana, y comento el “juego del carretel” de Freud.
Resumo
Proponho diferenciar a pessoa do analista em relação com seu paciente da presença de um e
outro na construção do vínculo analítico. A pessoa se refere ao personagem, paciente ou analista,
em um sentido mais próximo da ficção, à construção representacional, que é o eixo da transferência-
contratransferência. Chamo presença a evidência de “outridade”, que se apresenta como imposição,
e que depende, portanto, de relações de poder, do fazer reciprocamente um com o outro nesse
imprevisível que pode levar ou não à produção de algo novo, que propõe um problema para ser
resolvido e não só um significado para ser interpretado. Na sessão há momentos de significação e
de interpretação, e há momentos de imposição, de ações, de um fazer que leva a que cada sujeito
imponha sua presença e que a outra parte trate de construir-lhe um lugar que não tinha previamen-
te. Nela circulam relações de desejo na base da dimensão representacional, e relações de poder
mediante as quais se exercerão ações que tratarão de impedir as ações do outro. Apresento um
exemplo da vida cotidiana, e comento o “jogo do carretel” de Freud.
Summary
In the construction of the analytical relationship, I propose distinguishing between two aspects
of the analyst: as a person, and as a presence. The same two aspects could be distinguished within
the patient in their specificity. I use the term person to refer to a character, either patient or analyst,
in a sense which is closer to fiction, and which depends on unconscious representations and projec-
tions, all of which concern transference-countertransference. In contrast, I refer to presence as the
evidence of otherness. This is manifested as a conscious-unconscious imposition, and is consequently
dependent on power relationships and on reciprocal actions between individuals in the midst of the
unpredictable. This may or may not result in the production of newness, leading to the creation of
a situation which needs to be dealt with, but not solely through the interpretation of meaning. In the
psychoanalytic session, there are moments of interpretation, and there are moments of imposition,
of actions which lead each subject to impose their presence on the other and to try to make a space
there which did not previously exist. In the session, both types of relationship come into play: the first,
based on unconscious desire, with the dimension of representations, and the second based on power
relationships. As regards the latter, one individual performs actions which try to hinder those of the
other. I illustrate this with an example from everyday life and comment on Freud’s “fort-da” game.
Bibliografía
Berenstein, I. (2004) Devenir otro con otro(s). 1ª ed., Buenos Aires, Paidós.
- (2001) The Link and the Other. London, The International Journal of Psychoanalysis,
Vol. 82.
Deleuze, G. y Guattari, F. (1980) Mil Mesetas. 1ª ed., Valencia, Pre-Textos, 1988.
Espósito, R. (1998) Comunnitas: origen y destino de la comunidad. 1ª ed., Buenos
Aires, Amorrortu, 2003.
Freud, S. (1920) Más allá del principio del placer. En O. C., XVIII, Buenos Aires, Amorrortu,
1976.
- (1925) La negación. En O. C., XIX, Buenos Aires, Amorrortu, 1976.
Klauber, J. (1968) El psicoanalista como persona. En Dificultades en el encuentro analítico
(1981), 1ª ed., Buenos Aires, Paidós, 1991.
Krakov, H. (2004) Comunicación personal.
Little, M. (1957) “R” –The Analyst’s Total Response to His Patient’s needs. En Transference
neurosis and transference psychosis: toward basic unity (1986), Londres, Free asso-
EL PLURALISMO CLÍNICO Y
LA PERSONA DEL ANALISTA
El modelo ideal del psicoanalista es aquel que pueda integrar los diferentes roles
profesionales, aunque es difícil desarrollarse en todos: el clínico (experto en psicopato-
logía psicoanalítica), el maestro (supervisor-didáctico), el investigador-escritor de tra-
bajos analíticos ( de investigación conceptual, empírica, narrativa), el administrador-
político (compromiso institucional en sus funciones de presidente, comisiones de ense-
ñanza, actividades externas en la Universidad, ) y que muestre competencias en cada
una de las actividades que realiza en su práctica cotidiana, debiendo completar unas
10,000 horas de sesiones-paciente, cantidad que se logra al tener 40 horas de consulta
por semana en cinco años, y cinco años de posgraduado, acompañado de reflexión
teórica y autoanálisis. (Núñez, 2001; Núñez, 2008)
La elaboración necesita ser transdisciplinaria y globalizada con las bases filosó-
ficas de la verdad en la mente psicoanalítica (Cavell, 2000): la coherencia (hermenéu-
tica), la correspondencia (neopositivismo) con sus consideraciones estéticas y prag-
máticas (Jiménez, 2007) para comprender la realidad, diferenciarla de la fantasía y sus
aplicaciones al arte, cultura y otras áreas del pensamiento complejo (Morin, 1997) y la
Teoría del Caos (Sharff, 2007).
Es necesario que tenga un conocimiento general teórico pluralista del psicoaná-
lisis freudiano y posfreudiano: psicoanálisis del Yo clásico, las teorías de las relaciones
objetales (grupo británico, intermedio y americano), el psicoanálisis del self, ampliado
a los modelos relacionales-intersubjetivos-constructivistas (Stolorow, 2004), la teoría
del apego, la escuela francesa (API y lacaniana), el neuropsicoanálisis (Solms, 2000) y
en FEPAL de los autores latinoamericanos de su sociedad local o regional, con sus
correspondientes líderes en Europa o Norteamérica (Jiménez, 2007; Bleichmar, H.,
2008; Bleichmar, N., 1989; Gabbard, 2004; Cooper, 2006; Mitchell, 2004; Coderch,
2006).
En cuanto a su habilidad como analista debe conocer las bases de estrategia,
táctica y técnica de aplicación con los pacientes (Etchegoyen, 1986; Kernberg, 2007).
La neutralidad, abstinencia y anonimato como parte de la actitud analítica para crear un
1
Miembro Titular Didáctico de la Asociación Regiomontana de Psicoanálisis.
Caso clínico 1
Caso clínico 2
Susana, de 17 años, llegó a análisis por la decepción del tratamiento con una
psicoterapeuta de niños sin resultados satisfactorios. Padecía una bulimia intensa con
atracones de comida varias veces a la semana. Su hermana tenía fobia social y mantu-
vo un tratamiento con la misma terapeuta. A un hermano menor se le diagnosticó tras-
torno de la atención con hiperactividad, sin tratamiento. En una ocasión le rompió la
guitarra en la cabeza, pero al ser el preferido de la madre no recibió castigo.
Su madre, una mujer narcisista, vivía en su mundo de relaciones sociales super-
ficiales, frustrada con el marido y mandaba a todos los hijos a terapia. El esposo, un ex
deportista, dedicado a la banca con buen nivel, se quejaba amargamente del trato
despectivo de la esposa y prefería a Susana como hija mayor.
En su adolescencia deseaba casarse como toda “chica bien” y se mantuvo vir-
gen hasta que conoció a su novio, un chico con fobia social que la “secuestraba” para
no afrontar los exigentes compromisos familiares y la acosaba sexualmente, criticándo-
la de frígida, “mocha” (religiosa). Aunque iniciaron una actividad sexual tempranamen-
te, ella nunca sintió un orgasmo y de hecho no le importaba.
Por varios años estuvo en análisis cara a cara, porque nunca aceptó el diván.
Cuando lo intentó, a media sesión se levantó angustiada. Ahora a los 26 años, continúa
con el mismo novio sin definirse para casarse. La bulimia resultó ser secundaria a una
“linda histeria” y se liberó teniendo amigos-amantes cuando está en Europa que sí la
hacen vivir la sexualidad. Viene a un post-análisis cuando está en la ciudad, en los
veranos de su maestría. En terapia de pareja donde espera resolver su conflicto de
dejar al novio acaparador o casarse con él. Su actitud conmigo es de camaradería y
alianza esperanzada a elaborar sus problemas de adolescente desfasada.
Caso clínico 3
abuela materna padeció un trastorno bipolar, así como una tía paterna. Una prima
falleció en un “accidente” al irse a un barranco. Su madre se suicidó cuando él tenía 30
años, quedó en estado de muerte cerebral por seis meses, por lo que también, depri-
mido, amenazó varias veces con quitarse la vida. Su hermana padece enfermedad
bipolar 2, estudia medicina y ha suspendido dos semestres por depresión mayor, abu-
so episódico de alcohol y vida caótica de pareja.
Varios tratamientos previos con psiquiatras no dieron resultados, intoxicándose
con múltiples medicamentos, marihuana y abuso de alcohol. Lo fui a “rescatar” de una
internación en un servicio de pacientes aislados. Mantuvo una relación libre de la que
nació una hija que no conoce. Sufre una seria incapacidad laboral en el campo de la
investigación médica.
Una lenta pero progresiva rehabilitación evitó el suicidio. Se casó con una com-
pañera de la escuela que lo acompañaba en las parrandas de marihuana y tiene un hijo.
Se definió como una enfermedad bipolar 1 desde la infancia. Actualmente estable,
tratado con Litio y Carbamazepina, con sesiones dos a tres veces por semana. Ha
iniciado sus prácticas de “maquila” de proyectos de investigación que le dan una base
para vivir en clase media sin recibir apoyo del padre.
Me dice “Quique” como si fuera un amigo de él y de su padre, o como un maestro
de su carrera que lo guía vocacionalmente, a manejarse en pareja y soportar la obsesividad
de su esposa que lo acusa de “loco” marihuano, culpable del suicidio de su madre y flojo.
Caso clínico 4
Carlos, de 26 años, fue referido por su tía materna para quitarle “lo violento”.
Había golpeado a dos compañeros de la universidad privada de administración en otro
estado por que lo acusaban de “naco” (pobre y maleducado), prieto (moreno) e indio.
Lo hizo sin avisarles y no sabe el destino de uno, temiendo haberlo lesionado seriamen-
te por ser un joven fuerte, experto en artes marciales que aprendió del segundo marido
de su madre, que había sido militar en un país sudamericano.
Carlos nunca conoció a su padre y su madre lo entregó a su abuela y a una tía
materna solterona. Su educación fue férrea con maltratos físicos, acudió a escuelas
japonesas y alemanas. Desde niño lo expusieron a la matanza de animales para
cocinarlos. El de adolescente torturaba gatos para “bajarles su dignidad”. Cuando le
sugerí que lo hacía para vengarse transformado en su abuela no hizo caso aunque lo
comparó con Mishima, el autor japonés que se suicidó.
Varios psiquiatras y psicólogos no le creían, se burlaban de él o no se sentían
“competentes” para el caso, por lo que lo referían. Cuando empezamos tomaba Valproato
y Olanzapina para la impulsividad y se analizaba dos veces por semana.
Su discurso era como una discusión ideológica sobre los “degradados” (pobres,
indígenas, ignorantes), ya que él era un nazi actualizado, lleno de tatuajes de manga
japonesa (femeninos). Odiaba a la “estúpida” autoridad y enfrentaba a los agentes de
tránsito que le pedían cohecho.
Caso clínico 5
Dulce, de 36 años, acudió a la consulta para apoyar a una cuñada con anorexia
y en proceso de divorcio. Confesó una dispareunia (dolor en el coito) y anorgasmia
desde hacía 16 años y experiencias de haber presenciado o estado expuesta al abuso
sexual de su prima (confirmado) a los 5-7 años, que parecía asociarse con el miedo a
estar con su padre a solas.
Sin saberlo, tenía una severa agorafobia que le impedía salir de la casa, pero ella
se consideraba en desacuerdo con las normas sociales, excepto en las ocasiones de
apoyar a su marido (aparentemente homosexual sadomasoquista), ejecutivo de una
empresa transnacional, ya que ella les caía muy bien a los invitados extranjeros.
Entró a análisis de inmediato 4 veces por semana, por obediencia, durante 4
años. Los últimos dos concurre dos veces por semana desde que prescindieron de su
esposo en la empresa. En el proceso hizo dos intentos de suicidio con pastillas, en un
estado de disociación, recordando al abusador (amigo de su padre) al descubrir el
maletín con los implementos sadomasoquistas del esposo. Un tormentoso proceso de
transferencia erotizada, acusándome de homosexual por no acceder a sus demandas
sexuales, se derivó a varios amantes conectados por Internet que la “curaron” de su
dispareunia pero no de la anorgasmia. Al ser dada de alta por mejoría de su agorafobia
y depresión continuó en contacto por mail, compartiendo sus logros y mensajes de
pensamiento positivo aceptando la no realización del “amor imposible” conmigo pero
suficiente para continuar viviendo.
Otros casos
que la he puesto peor”. Con gran dificultad hemos conservado el encuadre usando
recursos de la técnica de la mentalización (Fonagy, 2006). La familia la quiere sacar
pero confía en mí y esperamos que continúe en tratamiento para no pasar a ser uno
más de la lista de analistas y profesionales que la han tratado.
– La otra es una joven estudiante de medicina de 21 años en su segundo episo-
dio psicótico esquizofrénico (que confirmó leyendo los folletos de mi sala de espera).
En el primero tenía la convicción delirante de que la querían acusar de loca y la envia-
ron al psiquiátrico para encerrarla y que la residente que la vio en la consulta era una
cirujana que se hacía pasar por psiquiatra. Mejoró del primer brote con medicamentos
pero desertó sin hacer conciencia de enfermedad.
En el segundo estaba convencida que un maestro quería acosarla sexualmente y
le “borró” las respuestas del examen por lo que reprobó, luego la seguía hasta la casa
y lo confundió conmigo cuando me vió con mi hijo en un restaurant; yo pasé a ser parte
del delirio, por eso no quería venir. Con firmeza hemos logrado una estabilidad frágil,
ya volvió a estudiar y está haciendo conciencia, extrañándose de cómo pudo pensar
tan mal de mí.
Conclusiones
Resumen
El Psicoanalista ideal necesita cumplir varios roles: clínico, investigador, maestro-su-
pervisor y administrador. Sus conocimientos deben derivar de una reflexión teórico-clínica
que incluya la comprensión hermenéutica y neopositivista en la investigación adecuadas
al pensamiento complejo. El psicoanalista en formación requiere aproximadamente de
diez mil horas de práctica clínica (en diez años, cinco en el proceso formativo y cinco de
posgraduado) que se complementan con la crítica selectiva sobre el pluralismo teórico
posmoderno (psicoanálisis comparado), pueden lograr así un entrenamiento básico para
comprender la diversa clínica contemporánea.
La persona del analista puede comprenderse en varias vertientes: como un objeto
“real”, como parte de la alianza terapéutica, en el proceso transferencia-contratransferen-
cia. También debemos considerar las satisfacciones y frustraciones de la profesión.
En este trabajo se presentan viñetas clínicas que reflejan los diferentes aspectos de
los roles del analista como persona, la complejidad de la clínica en la actualidad y la
manera integrada en que el analista es visto por sus pacientes en los diferentes roles, el
manejo que requiere hacer para obtener resultados positivos (tan exigidos por las demás
ciencias y la cultura popular) y las gratificaciones que se obtienen de la práctica del
psicoanálisis.
Resumo
O Psicanalista ideal precisa exercer vários papéis: clínico, investigador, professor-
supervisor e administrador. Seus conhecimentos devem derivar de uma reflexão teórico-
clínica que inclua a compreensão hermenêutica e neopositivista na investigação, adequa-
das ao pensamento complexo. O psicanalista em formação requer aproximadamente de
10.000 horas de prática clínica (em 10 anos, cinco no processo de formação e cinco de
pós-graduação) que se complementam com a crítica seletiva sobre o pluralismo teórico
pós-moderno (psicanálise comparada), podendo levar então a uma formação básica para
lidar com a diversidade da clínica contemporânea.
A pessoa do analista pode ser compreendida sob várias vertentes: como um objeto
“real”, como parte da aliança terapêutica, e no processo transferência-contratransferên-
cia, incluindo as satisfações e frustrações no exercício da profissão.
Neste trabalho apresentamos vinhetas clínicas que refletem os diferentes aspectos
dos papéis do analista como pessoa, a complexidade da clínica na atualidade e a manei-
ra integrada como o analista é visto por seus pacientes nos diferentes papéis, o manejo
que precisa fazer para obter resultados positivos (tão exigidos pelas outras ciências e
pela cultura popular) e as gratificações obtidas na prática da psicanálise.
Summary
The model of ideal psychoanalyst needs accomplish some roles: clinical, researcher,
teacher-supervisor and administrator. His knowledge must be getting from a theoretical-
Bibliografía
AS FILIAÇÕES ANALÍTICAS:
FIDELIDADES E PODER
Os Impermanentes Ideais
Se para a relação bi-pessoal a Psicanálise tem como utopia a genitalidade, para
os grupos, pode-se dizer, que seu ideal é o pacto fraterno (Freud, 1913-1914). Em-
bora inatingíveis como bens sustentáveis e sempre presentes, esses ideais se realizam
periodicamente mostrando suas virtudes e estimulando o desejo de que fossem per-
manentes. Nas relações entre duas pessoas as organizações sincréticas/simbióticas
(Bleger, 1972a), orais, anais e fálicas estão sempre disputando espaço com a aspirada
genitalidade e nos grupos o pai da horda primitiva ressuscita com grande freqüência
assumindo com alegria seu poder brutal até ser novamente assassinado pela fratria.
Nessas idas e vindas a humanidade respira e evolui.
Na genitalidade as diferenças individuais são comemoradas e são causa de prazer.
No pacto fraterno impera o contrato entre as partes, contrato que visa à distribuição
eqüitativa de poderes, direitos e prazeres. Na genitalidade as diferenças são fecundantes
e no pacto os limites individuais são a condição de possibilidade da construção coletiva.
Os grupos psicanalíticos, como todos os outros, estão sujeitos a essas vicissitu-
des e passam por períodos de melhor distribuição de poderes e por outros em que os
mesmos ficam mais concentrados e assumem características hegemônicas e autoritári-
as. Quanto mais concentrado é o poder e mais autoritária é a organização menos
oportunidade existe para a genitalidade, pois as diferenças são temidas e as novas
concepções são vistas como desestruturadoras e decadentes. Por outro lado nos pe-
ríodos autoritários acontece a consolidação do já vivido e conhecido, havendo uma
“paz” obtida pela repressão e neutralização de tudo o que é desestabilizador. Os con-
troles, a burocracia, a ordem passam a imperar. O prazer do contato com o já conhe-
cido, bem organizado e limpo, fica no lugar da turbulência gerada pelas novidades,
pela aventura da busca do desconhecido, pela excitada vertigem causada pelo movi-
mento rápido e audaz da conquista de novos territórios.
1
Membro efetivo da Sociedade Brasileira de Psicanálise de São Paulo.
Presidente da Federação Brasileira de Psicanálise (Febrapsi).
Amigo é aquela pessoa que quando alguém diz: –matei um homem! Ele pergun-
ta: –o que vamos fazer com o cadáver? As pessoas querem e precisam de amigos fieis.
A fidelidade das pessoas que viveram, trabalharam, se amaram, lutaram lado a lado é
algo bastante forte, pelo menos naquelas que são capazes de sentir gratidão. As rela-
ções íntimas que se mostram confiáveis promovem apego, estima, simpatia e lealdade.
Quando alguém passa por um processo de formação analítica, estabelece com seu
analista e supervisores relações extremamente íntimas, mais íntimas, às vezes, do que
relações familiares e de amizade. Durante anos a fio os mais delicados segredos, as
inseguranças e vergonhas mais profundas, os sonhos e pesadelos mais estranhos são
compartilhados ao mesmo tempo em que emoções intensas, nem sempre dentro dos
padrões éticos e estéticos da sociedade, acontecem na relação. Muitos desses acon-
tecimentos são transferenciais, é verdade e, espera-se, serão resolvidos no desenvol-
vimento da análise, mas, nem todos. A pessoa do analista, por mais neutro e técnico
que ele seja, está presente todo o tempo e estabelece vínculos reais e atuais com o
analisando que, também, é alguém que não se reduz às transferências que é capaz de
estabelecer. O mesmo acontece nas supervisões onde, por não haver o recurso da
interpretação transferencial, as transferências não são elucidadas. Assim, termina-se a
formação, mas, os vínculos estabelecidos durante a mesma permanecem, assim como
as fidelidades que os acompanham. Os contatos entre colegas que têm empatia entre si
ou que comungam pontos de vista, também, geram relações estáveis que perduram.
Nada mais natural do que as relações desenvolverem amizades e as amizades serem
fiéis. Mas, o amigo fiel, como na definição acima, é cúmplice e não pode “servir a dois
senhores” ao mesmo tempo. O amigo ajuda a esconder o cadáver, mas, não pode
chamar a polícia. A fidelidade a pessoas, virtude indiscutível, causa, por isso, inúmeros
problemas institucionais e gera contradições importantes nas organizações.
A fidelidade a ética das relações sociais e às normas estabelecidas, necessária
para que o “pacto fraterno” prevaleça e com ele não se retorne à barbárie, como
vimos, nem sempre é compatível com amizade e com a fidelidade à pessoas que a
merecem. Mas, tampouco é fácil combiná-la com a ética própria da Psicanálise: a
busca incansável da descoberta do Inconsciente. Não que haja uma incompatibilidade
essencial entre as duas, mas, estão longe de ser sincrônicas e no dia a dia das organi-
zações as contradições se multiplicam. Como proteger as normas de convívio e de
distribuição de poder, restringindo e reprimindo situações e pessoas, sem que se cause
prejuízo ao psicanalítico propriamente dito?
O conhecimento, que está entre os principais objetivos das organizações psica-
nalíticas é, também, objeto de fidelidades. No que se refere ao conflito entre a produ-
ção de conhecimento e a preservação do conhecimento adquirido, as questões são as
que todas as sociedades científicas têm. O método científico é infiel ao conhecido, pois
é fascinado pelo “a conhecer” e para encontrar este precisa demolir aquele. Nisso
Freud é paradigmático. Se a aplicação do método científico nas “hard sciences” é
atravessado pelo Inconsciente, nas humanas isso é muito mais significativo. A Psicaná-
lise, por sua vez, ao se dedicar à pesquisa das entranhas do psiquismo, ao investigar as
matrizes da mente –como acontece com os exorcistas que correm o risco de ficarem
endemoninhados– precisa enfrentar, em suas próprias linhas, as mais altas resistências
ao conhecimento. Essas resistências, freqüentemente, se expressam como uma forte
fidelidade ao corpo de conhecimentos já acumulados em detrimento da busca de no-
vos achados (Herrmann, 1991). Poucos projetos são tão ambiciosos quanto o psica-
nalítico e, por isso mesmo, ele é tão sujeito a esse tipo de vicissitudes.
mencionar, mas, porque as funções integradoras não suportam todos os dados já dis-
poníveis. Para poder pensar e não ficar inundado por informações, o Homem precisa
fazer escolhas bastante restritivas a respeito daquilo que pode ou não saber. (Bion,
1987)
Os mecanismos que fazem a seleção daquilo que pode ou não estar presente
num determinado contexto da consciência, constituem, talvez, o mais básico e íntimo
dos poderes. Ao atravessar as defesas e trazer para a consciência informações bani-
das, a Psicanálise enfrenta e altera esse poder interior.
Quando alguém procura a psicanálise é porque está insatisfeito quanto ao poder
que tem em relação a si próprio. Ou não faz o que quer, ou não comanda o que sente,
ou se sente perdido entre opções que não consegue fazer ou é invadido por pensa-
mentos, vivências e impulsos que não consegue evitar e compreender. Busca o auxílio
do analista para recuperar esse poder que lhe falta. Muitas vezes isso está projetado
no ambiente e ele busca recuperar o poder sobre o mundo externo ou sobre seu corpo
(Bleger, 1972b) que sente estarem fora de seu controle.
A construção da mente é hierarquizada de tal maneira que não apenas certas
informações não podem nela entrar, como, as que entram obedecem a um rígido pa-
drão em que umas prevalecem sobre outras. Graças a isso se torna possível a constru-
ção de conhecimentos organizados. Os conhecimentos organizados passam a ser refe-
rências para futuras construções. Os novos aportes têm passagem livre quando são
coerentes com o já conhecido e encontram resistências importantes quando contradi-
zem ou são heterogêneos a ele. Não houvesse as limitações psíquicas para a organiza-
ção das informações, não seriam necessárias as defesas e não haveria inconsciente. A
associação livre com a atenção eqüiflutuante pode ser entendida como uma política de
inclusão na qual não existem hierarquias, na qual o poder e as hierarquias são suspensos.
Como as informações heterogêneas ao sistema causam tensão, eliminá-las, ao
reduzir essa tensão, causa prazer. O estabelecimento de grupos que compartilham das
mesmas idéias, baseadas em experiências semelhantes, por essa razão, são prazerosos e
tendem a se manter e a evitar o diferente. Se essa característica dos grupos restringe o
crescimento e impede uma grande quantidade de informações novas, exatamente por
isso permite que a construção continue sendo feita. Lentamente, com limites, ela prosse-
gue e pode se tornar muito grande. Quanto maior e mais significativa for, mais restritiva se
torna e mais lentas e problemáticas serão as modificações em sua estrutura.
A construção do conhecimento, portanto, exige a preservação do já conhecido
e estruturado. A seleção do novo acontece de tal maneira que pequenas quantidades
dele vão sendo inseridas paulatinamente, caso contrário acontecerá a confusão e a
instabilidade do sistema. A “fidelidade” ao conhecido e a “filiação” a um grupo que o
mantém, na tradição, na memória, em arquivos, é necessária. Sem isso não existe o
que se chama de espírito humano (Comte-Sponville, 1999). A identidade individual e
grupal são baseadas nas memórias e nos cabedais de conhecimentos acumulados. A
representação da realidade depende da experiência acumulada por milhares de gera-
ções e que formam uma grande biblioteca ou museu interior. As limitações inconscien-
tes da percepção e da elaboração contribuem para a necessidade da existência do
Fatores afetivos
vel e torna possível a formação analítica, na qual espera-se que haja a introjeção da
função analítica.
A introjeção dos objetos, porém, inclui maneiras de pensar dos mesmos. A iden-
tificação é acompanhada, portanto, de estruturas cognitivas que, como conhecimentos
sistematizados, passam a funcionar como descrevemos na seção anterior. Relações
afetivas íntimas e com emoções intensas, tendem a “abrir a cabeça” dos participantes
para as maneiras de ser do outro e para seus valores e sistemas ideativos. Aqui a
palavra filiação encontra uma aplicação bastante precisa. A pessoa fica filiada à sua
análise e analista de uma forma semelhante àquela em que os filhos ficam filiados a sua
família e a seus pais. Pode-se argumentar que isso acontece quando uma análise fra-
cassa na elaboração da transferência e que isso, portanto, seria um resultado indesejado
e patológico. Teoricamente o argumento seria respeitável se pudéssemos admitir que o
insight da dupla fosse total. Isso não é verossímil. Muito pelo contrário, os fenômenos
vinculares transbordam e são abarcáveis pela análise de maneira muito limitada. Os
fenômenos aqui descritos são predominantemente identificações nucleares (Wisdom,
1961), inconscientes e estruturantes da percepção do analisando.
O vínculo afetivo entre o analista em formação, seu analista e seus colegas, não
se restringe, porém, ao que acabamos de abordar. Simpatias, intimidades, gratidões,
ressentimentos, invejas, paixões as mais variadas, também, ocorrem. Tudo isso permi-
te a formação de vivências semelhantes às que se tem nos grupos familiares e nos clãs.
Nos grupos onde acontece o que se chama de formação, porém, a tendência gregária
aumenta e adquire uma importância maior do que nos grupos onde acontece a trans-
missão da informação como conteúdo e não se espera a modificação na maneira de
ser dos que as recebem.
Na formação, além da aprendizagem propriamente dita, aspectos não pensáveis
e não conscientes são introjetados e passam a fazer parte da personalidade do sujeito.
Essas modificações dificultam sua sintonia afetiva com seus grupos naturais de origem
e a facilitam com grupos de pessoas que passaram por experiências equivalentes. Como
relações afetivas empáticas são vitais para o ser humano, os “formados” tenderão a
estabelecer vínculos especialmente significativos com outros “formados”. Como a análise
didática é a principal experiência formativa, os colegas que tiveram o mesmo analista
tenderão a se atrair reciprocamente. O grupo psicanalítico tende a investir intensamen-
te as relações profissionais entre colegas, que se tornam sociais e de amizade, possi-
velmente, em parte, por causa desses fatos.
Os grupos de psicanalistas têm a característica de se assemelharem a grupos fami-
liares com todas as vantagens e complicações que lhes são inerentes. A psicanálise pes-
soal, com a integração da personalidade que promove, contribui para que essas relações
sejam mais elaboradas de acordo com as características da posição depressiva (Baranger,
1971), mas, não diminui a tendência a super investir o grupo profissional.
Fatores políticos
Cada psicanalista passou pela experiência de ter sido analisado por muitos anos,
muitas vezes com mais de um analista. Sentiu na pele a intensidade da experiência,
sofreu, teve prazer, amou, odiou e percebeu que mudou. Verificou que a psicanálise
que fez o modificou profundamente. Acredito que a maioria daqueles que se formaram
analistas e se filiaram às organizações psicanalíticas considera que o processo ao qual
se submeteram foi positivo e útil. Essa grata lembrança, conservada na memória dessa
forma, é a principal manifestação de fidelidade à Psicanálise existente entre os psicana-
listas. Essa fidelidade é uma manifestação de amor, pois é apoiada na lembrança das
virtudes da relação analítica e da importância que teve em suas vidas. Não é idealização,
é experiência vivida, elaborada e integrada.
A experiência psicanalítica na formação, porém, não é um processo entre duas
pessoas. A imersão no grupo que inclui os supervisores, professores e colegas é muito
grande e intensa. Tudo isso se mistura com os estados emocionais provocados pelas
análises pessoais. Se a análise tem como característica principal a desestabilização do
conhecido para dar margem às novas visões que dela emergem, na experiência com os
grupos, o analista em formação tem como atividade principal a recepção de conheci-
mentos acumulados, cristalizados e adotados por eles. A adesão a esses conhecimen-
tos e atitudes promove um sentido de pertinência e proteção. Esses fatos, também,
promovem gratidão e fidelidades. Se a análise é uma aventura, um mergulho no desco-
nhecido, a convivência com a instituição é um abrigo, uma acumulação de aprendiza-
gens e, não raramente, uma “catequese”. (Rossi, 2001)
O curso pode ter a função de ser um apoio para a aventura analítica, mas,
potencialmente, o grupo pode atenuar e abafar a experiência analítica que, nesse caso,
corre o risco de passar a ser uma componente da ideologia grupal tornando-se “didá-
tica”, ou seja, uma parte de um “aprendizado” (Meyer, 2003). Existe, por isso, uma
contradição entre a fidelidade à Psicanálise como mergulho na realidade psíquica e a
fidelidade aos aspectos didáticos da formação.
A endogamia e a auto-análise
torne possível, em médio prazo, análises institucionais exogâmicas que poderiam favo-
recer muito a criatividade das mesmas.
Resumen
El compromiso, asumido y consciente, de las asociaciones de psicoanalistas es,
sobre todo, con el desarrollo del Psicoanálisis, es decir, con el progreso del conocimiento
del Inconsciente en la condición de factor determinante de la vida humana en todas sus
dimensiones. Es posible decir que esa es su fidelidad básica. La fidelidad a lo que Freud
expresó como: “Wo Es war, soll Ich werden”.
Otras fidelidades, sin embargo, existen, resultando de necesidades y de límites
cognoscitivos, afectivos y sociales de las personas y de los grupos. La tensión entre esas
fidelidades diferentes, a veces contradictorias o paradójicas, promueve una pulsación cons-
tante en la cual grupos, ideas, vínculos se alternan cambiando las jerarquías y las estruc-
turas del poder. Las organizaciones dependen de esta pulsación para ser capaces de
permanecer animadas y creativas.
Resumo
O compromisso, assumido e consciente, das associações de psicanalistas é, acima
de tudo, com o desenvolvimento da Psicanálise, ou seja, com o progresso do conheci-
mento do Inconsciente na condição de fator determinante da vida humana em todas as
suas dimensões. Pode-se dizer que essa é sua fundamental fidelidade. Fidelidade ao que
Freud expressou como: “Wo Es war, soll Ich werden”.
Outras fidelidades, porém, existem, decorrentes de necessidades e de limites cognitivos,
afetivos e sociais das pessoas e dos grupos. A tensão entre essas diferentes fidelidades,
às vezes contraditória ou paradoxal promove uma pulsação constante na qual grupos,
idéias, vínculos se alternam modificando as hierarquias e estruturas de poder. As organi-
zações dependem dessa pulsação para poderem se manter vivas e criativas.
Summary
The conscious commitment of the associations of psychoanalysts is mostly with the
development of Psychoanalysis, that is, with the progress of the knowledge of the Uncon-
scious as a determinative factor of the human life in all of its dimensions. They are faithful
to what Freud expressed like: “Wo Es war, soll Ich werden”.
Nevertheless, they also have other loyalties as a consequence of their necessities and
cognitive, affective and social limits. The contradictory or paradoxical tension between
these different loyalties, promotes a constant pulsation with alternation of groups, ideas
and bonds that changes the hierarchies and the structures of power. The organizations
depend on this pulsation to be able to remain alive and creative.
Bibliografia
DERECHOS HUMANOS
y PSICOANÁLISIS
Dirección del autor: Joaquín Núñez 2946 C.P. 11300; Tel. (5982) 711 7426; Montevideo – Uruguay
1
En este posicionamiento radica una diferencia fundamental del modo de pensar en ciencias naturales que difiere
del mismo propósito en ciencias humanas o ciencias del hombre, o ciencias del sujeto. Como indica Braudel en
Historia de la Civilización, los conceptos en Ciencias Humanas no son fijos y perpetuos. No se debe darles la
precisión que tiene un triángulo o un compuesto químico, deben ser locales y transitorios de acuerdo a cada autor
y contexto histórico.
***
***
sino sobre todo para aprender. Al menos aprender cómo cuestiona y sacude a nuestro
oficio y tarea, la mutación civilizatoria que estamos viviendo.
¿Acaso la peripecia de la iniciación sexual es la misma en nuestros adolescentes
de hoy de lo que fue en nuestra generación, o en la moral victoriana de los tiempos de
Freud? Yo no dudo que la causalidad inconsciente y la peripecia edípica sean decisivos
en la elección de objeto sexual. Pero entre decisivo y exclusivo hay una distancia cua-
litativa fundamental, e interrogar cómo la cultura actual irrumpe y modela los patrones
comportamentales, en nada empobrece la especificidad del enfoque freudiano. La in-
timidad que se produce y despliega entre el diván y el sillón al amparo de la regla de
oro, no puede confinarse al aquí y ahora conmigo, que postulaban ciertos enfoques
bionianos. Que las brisas o vendavales de la ciudad atraviesen el consultorio no es una
amenaza al método sino algo a celebrar, y en la escucha analítica se puede alternar en
cómo se estructura y organiza la intimidad del aquí y ahora, y dónde son bombardea-
das y perforadas por los misiles de modas cambiantes. Los referentes de norma y
trasgresión mudan a velocidad vertiginosa –lo que se llama modernidad líquida (Bau-
man - Leucowicz) y sería arrogante no confesarnos un poco atónitos y perplejos ante
los bruscos e intensos cambios de mentalidad que se producen.
Cada teoría, más allá de las condiciones geniales de su inventor, es subsidiaria
de la mentalidad o sensibilidad prevalentes o hegemónicas en sus condiciones históri-
cas de producción. El lugar de la mujer, su emancipación, que algunos autores consi-
deran como el hecho societario más relevante del siglo XX, la noción de familia, de
sexuación, filiación, función paterna y materna, no tienen hoy la misma vigencia y valor
que tuvieron en las condiciones históricas de producción de la teoría clásica. ¿Cómo se
conciben hoy los ritos de cortejo e iniciación sexual, nuestra posición frente a la homo-
sexualidad, el divorcio, el adulterio, si en el freudismo la bisexualidad y la diferencia de
sexos es la diferencia fundadora?, ¿es acaso lo mismo hablar de función materna y
paterna en la familia tradicional y en la contemporánea?, ¿qué variación histórica hay
en estos conceptos? Son preguntas que también conciernen a la bisagra entre socie-
dad, D.D.H.H. y Psicoanálisis.
La subjetividad se construye y reformula cotidianamente y somos continuamente
colonizados por el lenguaje a través de los discursos hegemónicos. No propongo una
polarización entre conservadores y revisionistas de la teoría freudiana, cuyos funda-
mentos siguen incólumes, sino interrogar las variaciones que el cambio epocal nos
impone. Stephen Gould postula que la mayor revolución del conocimiento en la mo-
dernidad es el cambio de la noción de esencia por el de variación.
En tiempos de Freud la delimitación del espacio íntimo o privado, respecto al
espacio público, era más nítido. En el mundo mediático que hoy prevalece, la nitidez de
esta frontera está cuestionada o desmoronada. El sujeto sujetado a la norma y la tras-
gresión impuestos por el código de un otro mayúsculo (representado por el estado y la
religión), está basculando a un sujeto que se pretende autoengendrado, cuyo eje
axiológico está centrado en el derecho a ser lo que se es. Dice Bauman, que antaño el
conflicto se planteaba entre lo permitido y lo prohibido, hoy, entre lo imposible y lo
posible. Trueque donde el referente ético queda devaluado.
Una dirección –que me parece errónea– pocas veces creativa y a veces diabólica
es usar la herramienta psicoanalítica –sus descubrimientos, su saber– para explicar fenó-
menos sociales. El mismo Freud usó parricidio e incesto y teoría de las pulsiones en sus
textos sobre la guerra, y una frase muy citada es considerar los problemas sociales como
la reproducción del conflicto íntimo en una escena más amplia. Como me dijo en Berlín
en un extremo de ridículo una analista neoyorquina, que Bush-hijo había invadido Irak
ahora como expresión de rivalidad con su padre quien no había penetrado en Bagdad
una década antes. O el libro verdadero o apócrifo sobre el Presidente Wilson. ¡En fin, si
ni en Freud, dios padre, se puede confiar, no me exijan a mí el tino y la mesura! Yo no
creo que se pueda ni se deba usar el psicoanálisis para “explicar” los fenómenos socia-
les: psicoanálisis que explica es psicoanálisis aplicado y eso no es operante. Es con otro
enfoque (perspectiva) que me acerco a la interfase de lo psicoanalítico con lo social. No
basta ni es pertinente la conjunción copulativa psico-social, sino tratar esa frontera
como un espacio problemático, turbulento, enigmático y a descifrar.
En la modernidad el requisito de un proceder científico era delimitar un objeto
de conocimiento y una metodología para abordarlo y esta conjunción de método y
objeto definían el territorio específico de una disciplina. Si uno se salía del redil, venía el
anatema: “Eso no es psicoanálisis”. Más allá de quien tuviera razón, el acusador o el
acusado, lo que importa relevar es la certeza dogmática de la imputación: lo que tras-
lada el debate a la zona de la creencia. Tratando de superar el combate de opiniones y
situar el problema en un plano epistemológico, recordemos que los paradigmas de la
modernidad –nos lo enseñó en FEPAL José Luis Calabrese, al trazar axiomática-
mente el perímetro del objeto y el método de una ciencia– separaban para com-
prender mejor: sexualidad infantil, trauma, fantasma y peripecia edípica, pulsiones y
constelaciones identificatorias, delimitaban el territorio freudiano. Todos aprendimos la
lección, sino no estaríamos aquí. Dada además la atemporalidad del inconsciente, este
saber era pensado como universal y perpetuo.
Hoy, en lo que se ha dado en llamar el pensamiento débil de la post-moderni-
dad, trabajamos con causalidades y determinismos múltiples, exploramos a tientas
mundos posibles sin las certezas con que la ciencia positiva de la modernidad quería
explicar al mundo tal cual es. De consiguiente, hoy la sanción de lo que es y lo que no
es psicoanálisis, no tiene la fuerza condenatoria de antaño y la diversidad amenaza
menos la excomunión. El desafío no está en el demostrar, sino en el mostrar cómo tal o
cual fenómeno tiene que ver o no con la causalidad inconsciente, y si es posible de ser
pensado dentro de las coordenadas freudianas del padecimiento psíquico.
Yo creo (y lo propongo a la controversia y debate), que en la medida en que el
descubrimiento freudiano ganó en auge y prestigio y trocó su condición de “peste”
subversiva por la de verdad oficial y prestigiosa, ese saber anticipado puede marchitar
el asombro y la sorpresa del insight. No se trata de refutar ni de poner en jaque las
tesis freudianas de la importancia de la sexualidad infantil, de los avatares de la
pulsionalidad y de las constelaciones identificatorias de esa época de la vida. Se trata
de cuestionarlo como determinismo lineal y exclusivo y abrirse a la peripecia de una
multicausalidad.
***
merece hoy ser recuestionado y actualizado a la luz de lo que el mismo Freud y los post
freudianos han aportado sobre temporalidad psíquica y rehistorización.
Del flash clínico lo que quiero rescatar para pensar, es el anudamiento que se
produce en la soñante entre psicología individual y colectiva, con el trueque de la
condición de víctima a la de victimaria: es ella, en el texto manifiesto, la que se convierte
en perpetradora del acto ominoso, se convierte en ladrona y apropiadora del mismo
objeto –la casa– que le fue sustraído a su familia dos generaciones antes. ¿Cómo se
trabaja ese nudo?
En la sesión analítica –que cultiva la psicología de las profundidades en un ámbi-
to de intimidad– hay poca cabida para considerar aquella condición del sujeto donde
está atrapado por la psicología de las multitudes: en este caso la israelí solidaria, atra-
pada en la coyuntura histórica de un pueblo tan agredido como opresor. ¿Cómo resca-
tar la neutralidad analítica y no ser ni pro-palestino ni antisemita? En condiciones de
pluralidad democrática y libertad de expresión parece más factible y menos riesgoso el
hacerlo. Aun así solemos rebatir el conflicto hacia la esfera íntima. Es nuestro hábito y
tradición.
***
***
2
Baranger, M.; Baranger, W.; Mom, J. (1988)“The infantile trauma from us to Freud: pure trauma, retroactivity and
reconstruction”, Int. J. of Psychoanal, 69: 113=128.
3
Bohleber, W. “Recuerdo, trauma y memoria colectiva. La lucha por el recuerdo en el psicoanálisis”, en Revista de
A.P.A., Tomo LXIII, Nº 4, Dic-2006, “Trabajos centrales del congreso internacional de Berlín 2007”.
***
4
Nancy, J. L. “La representación Prohibida”. Amorrortu, Bs. As., 2006.
***
5
Ver por ejemplo, Freud, S. “Los dos principios de funcionamiento psíquico” (1911).
6
Abraham, N.; Torok, M. L’écorce et le noyau, Anasémies II, Ed. Flammarion, París, 1987.
7
Faimberg, H.; Kaës, R. Transmission de la vie psychique entre générations. Dunod, París, 2003.
***
8
Gerson, S. “Cuando el tercero está muerto”.
vencer los pactos de silencio y los aspectos indecibles de lo vivido, de sus desplaza-
mientos, desfiguraciones y retranscripciones, requiere un fino trabajo elaborativo. No
hay –como en la catarsis– una copia de un hecho original sino resignificaciones sucesi-
vas del mismo. En el itinerario de acompañar el traumatismo extremo –el horror inima-
ginable– ocurre –en paralelo con las patologías graves y las psicosis– que el tratante
realice un arduo trabajo consigo mismo. Es lo que en la tradición Kleiniano-rioplatense
(y me complace contravenir el hábito de citar prevalentemente autores europeos),
Racker, Bleger y Baranger han llamado el autoanálisis de la contraidentificación pro-
yectiva. Tema retomado por Bion en Ataques al vínculo y más tarde por Searles (El
empeño en volver loco al otro). O dicho en términos simples y de lenguaje corriente:
como el texto del paciente, trabaja, corroe y eventualmente desmorona al tratante. De
consiguiente, trabajar la propia emoción y congoja es una dimensión primordial de la
escucha.
Privilegiar el enfoque del individuo afectado conduce a la creación de centros
especializados de tratamiento –lo que está muy bien–, pero exime a la sociedad
bienpensante de sentirse involucrada y concernida en el tema –lo que es un grave error.
La violación flagrante de los derechos humanos básicos no sólo crea víctimas y afecta-
dos –individuos enfermos– sino que es una enfermedad del lazo social y por consi-
guiente afecta a toda la sociedad. Del mismo modo que en el campo jurídico se ha
creado la figura imprescriptible de los delitos de lesa humanidad, a cuyo respeto nues-
tros países están subordinados por la firma de tratados internacionales, los psicoanalis-
tas y trabajadores de salud mental, más allá de asistir a los afectados, tenemos que
buscar en nuestra clínica y en nuestra teorización, por qué caminos se gesta este cáncer
del lazo social que lleva a esa disociación entre afectados e indemnes, ente las víctimas
y aquellos que Michel de Certau definía como los que no pueden oír y no quieren
saber, camino por el que se vuelven, sin saberlo o sabiéndolo, cómplices tácitos y
pasivos del advenimiento de nuevos totalitarismos, impidiendo los sistemas de alerta
precoz para abortarlos.
Tuvimos esta epidemia en América Latina hace pocas décadas y sus efectos
persisten –quizás en todas partes– aunque de modo más flagrante o manifiesto en
Colombia y Guatemala, algunos dicen que también en Cuba y Venezuela.
***
Es cierto que estos temas –que tocan lo sagrado y lo irracional y colindan con la
violencia política–, son zonas de riesgo para la pérdida de la sagrada neutralidad. Es
obvio que suscribo la regla de que las líneas de orientación del proceso analítico las fija el
paciente y que el analista es sólo un partero de lo que trae quien está en el diván. Sabe-
mos desde siempre que nuestro trabajo privilegia la intimidad. Se trata simplemente –pero
lo simple es siempre difícil– de no sustraerse a la escucha del ruido y la violencia que viene
de la cuidad (drogas, secuestros, drogadicción, fanatismos, sectas, pandillas) y que están
hoy mucho más presentes que en la novela del neurótico de los años 60. Expreso mi
convicción de que una mejor articulación del “Análisis del yo y las Psicologías de las
multitudes o Masas”, para nombrarlo con el título de Freud, es decir la inclusión de los
fenómenos societarios y macrosociales en el campo de la escucha psicoanalítica es uno
de los desafíos del Psicoanálisis en el siglo que comenzamos. Es posible que en las
condiciones de vida democrática y de reconocimiento del pluralismo, la dimensión
macrosocial pueda ser tomada como invariante. Pero cuando se es psicoanalista en si-
tuaciones extremas de violencia social, desconocer este factor es incorrecto.
***
9
Zygmunt, B. Vida de consumo. Fondo de cultura económica de Argentina, Bs. As., 2007.
Resumen
Se desarrollan tres perspectivas:
1. Nos preocupa pensar cómo se articula en la narrativa clínica la vida social y el
espacio político (y las mentalidades que condiciona) con la causalidad psíquica propia de
la experiencia analítica. En otros términos, cómo el vértigo de la mutación civilizatoria
afecta los hallazgos del descubrimiento freudiano.
2. Los crímenes del siglo (Nazismo, Stalinismo, y otros estados totalitarios) masificaron
la cantidad de víctimas y sobrevivientes. La noción de Neurosis traumática y la nosografía
de Stress Post-Traumático y la de Resiliencia son enfoques insuficientes para el psicoa-
nálisis.
3. Pensar los temas de violencia social extrema desde el psicoanálisis requiere la
intervención de una perspectiva de la teoría. Se esbozan algunas propuestas de reflexión.
Resumo
Três perspectivas são desenvolvidas:
1. Preocupa-nos pensar como se articula na narrativa clínica a vida social e o espaço
político (e as mentalidades que condiciona) com a causalidade psíquica própria da expe-
riência analítica. Em outras palavras, como o vértigo da mutação civilizatória afeta os
achados do descobrimento freudiano.
2. Os crimes do século (Nazismo, Stalinismo, e outros estados totalitários)
massificaram a quantidade de vítimas e sobreviventes. A noção de Neurose traumática e
a nosografia do Stress Pós-traumático e, a Resiliência são enfoques insuficientes para a
psicanálise.
3. Pensar os temas de violência social extrema a partir da psicanálise requer a inter-
venção de uma perspectiva teórica. Esboçam-se algumas propostas de reflexão.
Summary
Three perspectives are developed:
1. Our concern is to think about how social and political life ( and the mentalities which
condition such) relate to the psychic causality inherent to the analytical experience in the
narrative space of the session. In other words, how the rapid changes in our civilization
affect the Freudian discovery.
2. The crimes of the last century ( Nazism, Stalinism and other totalitarian states) have
multiplied the number of victims and survivors. The notion of Traumatic Neurosis, of Post-
Traumatic Stress (PTS) and that of Resilience are insufficient approaches for psychoanalysis.
3. To think about the subject of extreme social violence from the psychoanalytical
perspective requires the intervention of a theoretical perspective. Some proposals are out-
lined for reflection.
Key words: Human Rights – Polytical violence and Psychoanalysis – Memory of Political
Terror.
A SEGUNDA VINDA
1
Candidato da SBPSP
Resumo:
O texto constitui-se de cinto itens, sendo cada um deles uma pré-concepção do item
posterior, bem como uma realização do anterior. Assim, por exemplo, o item II contém (♀)
pré-concepções do item III, sendo realização (♂) do item I, e assim sucessivamente.
Item II: A hipótese definitória do item I evolui para um mito. Aqui, a idéia de um mundo
interno em trânsito, retorna na versão mitologizada de uma metamorfose primitiva. Propõe-
se a extensão do conceito de cesura e catástrofe de maneira a incluírem duas modalidades
de continente mental com os quais o indivíduo contém sua experiência emocional.
Item III: O mito evolve para uma teoria psicanalítica conhecida, os Tropismos, propostos
por Wilfred R. Bion. Baseando-nos na observação clínica, propomos a ampliação da teoria
dos tropismos de forma a conter (♀) os nastismos, como denominamos os tropismos que se
tornam desorientados.
Item IV: Contém o relato clínico: uma realização dos itens anteriores. Tentaremos
demonstrar a ação e os efeitos dos tropismos projetados na personalidade do analista — o
destino dos tropismos. Expomos o que vem a ser a matriz da vida mental, a levar os
tropismos até o que então denominamos um caminho de cesuras. Sugerimos o conceito de
matriz invertida, responsável pela transformação dos tropismos em nastismos, devolvendo
a vida mental ao vazio e à catástrofe. A parte final do relato aspira ser uma aplicação
clínica do trabalho teórico de Bion sobre a cesura.
Item V: Aqui, o relato clínico evolui para uma nova hipótese definitória, diferente daquela
do item I, iniciando um novo ciclo de transformações. Investigamos o universo borderline
em contraposição ao universo em expansão como duas modalidades de experiência
emocional.
Todos os cinco itens ou círculos são falhos e limitados em sua expansão. Nenhum deles
busca ou alcança saturação.
2
RESUMEN:
Constituyen el texto cinco ítems, siendo cada uno de ellos una pre-concepción del ítem
posterior así como una realización del anterior. Así, por ejemplo, el ítem II contiene (♀)
pre-concepciones del ítem III, siendo realizaciones ( ♂ ) del ítem I, y así sucesivamente.
Item II: La hipótesis definitória del ítem I evoluyó para un mito. Aquí la idea de un mundo
interno en tránsito, retorna en la versión mitologizada de una metamorfosis primitiva . Se
propone la extensión del concepto de cesura y catástrofe de manera de incluir las dos
modalidades de continente mental con los cuales el individuo contiene su experiencia
emocional.
Item III: El mito evoluye para una teoria psicoanalítica conocida, los Tropismos, propuestos
por Wilfred R. Bion . Haciendo la base en la observación clínica, proponemos la
ampliación de teoria de los tropismos de forma de contener (♀) los nastismos , como
denominamos los tropismos que se tornan desorientados .
Item IV: Contiene el relato clínico: una realización de los ítems anteriores. Tentaremos
demostrar la acción y los efectos de los tropismos proyectados en la personalidad del
analista — el destino de los tropismos. Exponemos lo que viene a ser la matriz de la vida
mental, a llevar a los tropismos hasta lo que entonces denominamos un camino de cesuras.
Sugerimos el concepto de matriz invertida, responsable por la transformación de los
tropismos en nastismos, devolviendo la vida mental al vacio y a la catástrofe. La parte final
del relato aspira ser una aplicación clínica del trabajo teórico de Bion sobre la cesura.
Item V: Aquí, el relato clínico evoluye para una nueva hipótesis definitoria, diferente de
aquella del ítem I, iniciando un nuevo ciclo de transformaciones. Investigamos el universo
borderline en contraposición al universo en expansión como dos modalidades de
experiencia emocional.
Todos los cinco ítems o círculos son con fallas y limitados en su expansión. Ninguno de
ellos busca o alcanza saturación .
3
ABSTRACT:
The text comprises five items, being each one a pre-conception of the posterior item, as
well as a realization of the previous one. Thus, for instance, the item II contains (♀) pre-
conceptions of the item III, being a realization (♂) of item I, and so on.
Item I: It has the function of a definitory hipothesis. Starting from the emotional experience
in analytic session, it investigates the constellation of phenomena that the term personality
joins or links. It questions the horizons of the individual, as well as thoughts, feelings and
ideas that he might contain. It envisions the human contained by the individual as a process
in transit, yet undetermined yet incomplete.
Item II: The definitory hipothesis of item I evolves to a myth. Here, the idea of an inner
world in transit returns in the mythologized version of a primitive metamorphosis. It is
proposed the extension of the concept of caesura and catastrophe in order to include two
modalities of mental container with which the individual contains the emotional
experience.
Item III: The myth evolves to a known psychoanalytic theory, the Tropisms, proposed by
Wilfred R. Bion. Based on clinical observations, we propose the expansion of the theory of
tropisms in order to contain (♀) the nastisms, as we named the tropisms that get
disorientated.
Item IV: It contains the clinical report: a realization of the previous items. We will try to
demonstrate the action and the effects of the tropisms projected in the analyst’s personality
— the destiny of the tropisms. We propose a matrix of mental life, which will lead the
tropisms through what we named, a path of caesuras. We suggest the concept of inverted
matrix, which is responsible for the transformation of the tropisms into nastisms, the
process that takes the mental life back to the emptiness and the catastrophe. The final part
of the report intends to be a clinical application of the theoretical work of de Bion on
caesura.
Item V: Here, the clinical report evolves to a new definitory hipothesis, different from that
in item I, starting a new cycle of transformations. We investigated the borderline universe
in comparison to the expanding universe as two modalities of emotional experience.
All the five items or cycles are insufficient and limited in its expansion. None of them seeks
or reaches saturation.
4
PREMIO COMUNIDAD Y CULTURA
Silvia Jadur,1 Constanza Duhalde,2
Viviana Wainstein
1
Miembro asociado de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
2
Afiliada al Instituto de Formación de la Sociedad Argentina de Psicoanálisis.
Los talleres
los integrantes del grupo se enfrentan asimismo con síntomas de larga data, interrogan-
tes singulares, a elucidar solamente en la intimidad del ámbito analítico.
Los juegos dramáticos, las técnicas que provienen de otros marcos referenciales
teóricos, son empleadas como disparadores del acontecer del trabajo grupal. La escu-
cha de los coordinadores y de los compañeros va instalando un clima propicio para
desgajar los temas, siendo el entretejido afectivo grupal el que brinda las energías para
nutrir el pensamiento que les permitirá afrontar los embates de los tratamientos.
Como en toda institución, en la ONG se vivencian las consecuencias del contex-
to socio- histórico: las crisis económicas y el medio adverso a estas técnicas, invaden a
veces con desesperanza. La libertad de los sujetos para analizar las disímiles situacio-
nes de la no fertilidad, los enfrenta a la conflictiva de la realidad sanitaria, donde ni los
sistemas pre-pagos de salud, ni las obras sociales cubren los elevados costos en alta
complejidad (FIV, ICSI, PGD, donación de gametas, etc.), ya que la infertilidad no es
reconocida como enfermedad. Alrededor del 15% de la población general de parejas,
pertenecen a la categoría de “infértiles” según la OMS. En Argentina, la falta de ley que
regule dichas prácticas, desampara a los pacientes. Por lo tanto ejercitar la viabilidad
de un cambio de roles modifica la mirada sobre sí mismos y el mundo externo. El
trabajo grupal permite que el lugar de pasividad de los pacientes se vaya transforman-
do en participación activa y crítica, en las elecciones y decisiones.
Temas frecuentes
La sexualidad, las psicosomatosis, los vínculos con las familias y amigos, la rela-
ción médico-paciente, el momento de interrumpir o concluir los tratamientos, la dona-
ción de gametas, filiar un niño. Planteamos algunos elementos fenomenológicos y posi-
bles conceptualizaciones, pues son las preocupaciones que motorizan la tarea y sobre
las que tratamos de conectar la reflexión y los sentimientos.
a) La sexualidad, en las parejas “sufre” profundas modificaciones. El condi-
cionamiento más duro de tolerar es el hecho de que “una práctica de la órbita de lo
estrictamente íntimo”, pasa a ser pública. La sexualidad al servicio de un estudio o
monitoreando el momento preciso de la ovulación, funciona como amenaza de des-
erotización vincular, atenta contra el deseo de encuentro amoroso. Muta el deseo sexual
placentero en “obligación reproductiva”, hombre y mujer van perdiendo la posibilidad
del disfrutar del juego de la seducción, la libertad erótica, la diversión. El cuerpo a
cuerpo, la envoltura erótica que apacigua el malestar doloroso, se desvanece. Poder
recuperar el vínculo erótico permite inscribir el deseo de hijo en otra dimensión. Los
cambios en la disponibilidad de la libido y las disfunciones en la sexualidad aparecen
como síntoma, corriendo el riesgo de cronificarse.
Es interesante comentar que la “sexualidad”, es raramente contemplada en las
consultas médicas, excepto por la anamnesis realizada con el fin de establecer diag-
nósticos diferenciales. Hay consultas que encubren disfunciones sexuales, “matrimo-
nios no consumados”. Al analizar una encuesta realizada hace tres años, con 180 con-
Freud acota: “El dolor deja como secuela en el sistema de neuronas impasaderas unas
facilitaciones duraderas, como traspasadas por el rayo”. Además, la memoria incons-
ciente nos remite a vivencias traumáticas dolorosas, a un dolor originario primero.
Podemos hablar de cargas energéticas, en tanto que el sujeto tiende a recuperar la
quebrada homeostasis, habiendo una redistribución de contrainvestiduras sobre la re-
presentación del órgano lesionado, del cuerpo dañado.
En este proceso de duelar la fertilidad, se da una pelea tanto consciente como
inconsciente, entre la pasión por el hijo deseado y franca hostilidad al cuerpo que no
responde, no se puede dominar. Es por esto, que en las mujeres, cada menstruación
reactiva los sentimientos de anclaje al cuerpo no pensado. Curiosamente, la no fertili-
dad, discurre silenciosamente, sólo el deseo marca la presencia de una función dañada.
Por lo tanto, la investidura de la representación y el dolor están en relación proporcio-
nal. El dolor corporal sería entonces, la manifestación de la investidura representacio-
nal del daño en el cuerpo, en tanto que el dolor psíquico lo es del objeto perdido. Es
sumamente importante la libidinización del cuerpo infantil, la palabra materna que haya
quedado instalada en la representación del cuerpo y el dolor, que por otra parte mar-
cará las reacciones y acomodación ante la enfermedad.
Consideramos como llamativo que en el decir de las pacientes, la identidad se
subsuma al diagnóstico. Es por esto que se presentan, en algunas situaciones, como
infértiles o estériles, no como portadoras de un problema. ¿Podremos entonces rela-
cionar proceso de duelo, dolor narcisista y dolor corporal? ¿Cómo afecta a la identi-
dad femenina? ¿Qué se altera en la masculinidad?
lugar a posibles diferencias individuales con respecto a lo que se puede y quiere ser.
¿Cómo mostrarse sin la capacidad reproductiva esperable?
No podemos soslayar el tema de la maternidad que involucra a miradas desde
las ciencias, la sociología, la historia, el psicoanálisis, la economía, la filosofía, la políti-
ca. No es un acontecimiento de la naturaleza intemporal y universal, está en modifica-
ción constante. Por esto es que anclarse sólo en la maternidad como reproducción
biológica soslaya la tarea social, simbólica y ética de posibilitar la constitución de un
nuevo sujeto humano en una comunidad.
e) Son habituales los temas sobre las emociones que emergen como efecto de
los avatares que lesionan los lazos sociales, los estilos y calidad de vida.
Pensamos a lo no fertilidad como duelo a elaborar, en tanto que hay pérdida de
una ilusión, pérdida de la imagen inconsciente de cuerpo sano, a veces, renuncia genética.
El proceso de aceptación del problema comprende etapas a recorrer, que se incluyen en
la cotidianeidad al igual que sucede en patologías orgánicas severas. Es así que
extrapolamos la descripción realizada por Kübler Ross (1972) respecto de los pasos a
desandar que encontró en pacientes hemato-oncológicos y terminales, hasta que éstos
logran asimilar la información sobre los diagnósticos, pronósticos y adherir a los trata-
mientos: 1°) Sorpresa: “¡Cómo me puede estar pasando esto!”, “¡Por qué!”. 2°) Nega-
ción: “¡No es cierto esto que me dicen, se equivocaron!” Este es el momento en que son
posibles las consultas con otros especialistas para confirmar el supuesto error. 3°) Enojo
con médicos y medio familiar-social: “¡¿Qué he hecho de malo para que justo a mí me
pase?!” “¡¿Por qué a mí?!” 4°) Negociación o regateo cuando ilusoriamente se cree que
con voluntad se puede conseguir un cambio: “Si hago una promesa, me sacrifico por
algo, seguramente lo lograremos”. 5°) Depresión y aceptación. Sólo luego de la depre-
sión, los pacientes pueden comenzar a pensar en las soluciones disponibles.
Por otra parte la rabia, fastidio, bronca, ira, furia, cólera y enojo son sinónimos
frente a la situación de frustración, temor a lo desconocido, incertidumbre. El dolor
físico y el dolor psíquico se presentan como una constante en estos casos.
exigentes, con más conocimiento, con códigos y lenguajes que paulatinamente van
aprehendiendo una vez que entran al nuevo mundo de la no fertilidad.
Habiendo distintos estilos de médicos, los pacientes se van acomodando y eli-
giendo según sus propias expectativas, pero lo que remarcan como fundamental no es
sólo la solvencia científica, sino sentirse reconocidos como personas que padecen,
respetados en sus decisiones y orientados en las perspectivas reales. En esta especia-
lidad, la depositación de necesidades y dependencia en la figura del médico es mayor
que en otras, ya que imaginariamente en ese vínculo se apuesta a un futuro familiar.
La inversión de roles, pone en movimiento las escenas temidas de situaciones
que evidencian la disimetría en la relación médico-paciente. No pudiendo soslayar el
lugar de poder del médico en el imaginario social que inhibe la pregunta y la crítica. La
visión del bio-poder médico, entonces, desenmascarada, transforma el vínculo, coloca
a médico y pacientes en el mismo andarivel, donde es factible un encuentro de sujetos
con funciones diferenciadas. Los pacientes, de esta forma contemplan sus derechos,
atienden sus necesidades y pueden aceptar la ayuda de un tercero con quien decidirán
las estrategias a seguir. Con esta modalidad, la reflexión se antepone a la elección y a la
acción.
del sostén teórico psicoanalítico para concretar el desafío del trabajo en la comunidad.
Señalamos también que al igual que los pacientes, estamos atravesados por las
viscisitudes histórico-culturales en la sociedad. Esto nos obliga, de algún modo, a agu-
dizar la creatividad para contemplar las realidades en la variada geografía latinoameri-
cana de donde surgen las demandas.
Volviendo a los grupos, la participación en ellos, habilita a los pacientes a llorar,
reír, conectarse con el niño de los sueños, pedir ayuda, esperar. Hay un tiempo para
metabolizar los fracasos hasta llegar a una posible donación de gametos que implica un
proceso de duelo por la transmisión genética que no será. Se ha consensuando que la
filiación de un niño, está en el orden de las representaciones simbólicas en una cultura
y no se relaciona con la biología. Aceptar y asumir el derecho de los niños a conocer su
origen posibilita el compartir y elaborar estrategias para informarlos sobre su historia
familiar. Elegir la adopción, la donación de óvulos o esperma, decidir constituirse en
pareja sin hijos, exigen una elaboración individual y de pareja. Los obstáculos en la
procreación no deberían infertilizar otros aspectos del desarrollo vital. Poder re-en-
causar proyectos postergados, recobrar la sexualidad a servicio del placer y cimentar
nuevos modelos vinculares prepara las condiciones más adecuadas para el futuro fami-
liar y de un niño. La eficacia del psicoanálisis nos proporciona los elementos para
pensar preventivamente en el futuro psíquico de los niños.
Siguiendo a Graciela Zaldúa (2000) pensamos a la prevención como un proceso
que intenta asegurar, dentro de lo posible, las condiciones mínimas para que el destino
de cada sujeto pueda permanecer incierto. Donde preservar la incertidumbre es un
objetivo ético de la prevención frente a lo irreparable o irremediable de un destino que
puede parecer signado por la certeza.
“En la empresa científica no debería haber espacio para el horror a lo nuevo. Por
su carácter eternamente incompleto e insufuciente, la ciencia está condenada a confiar
para su salud en nuevos descubrimientos y concepciones. A fin de no sufrir frágiles
desengaños, hará bien en abroquelarse en el escepticismo y no aceptar nada nuevo
que no haya resistido un riguroso exámen. No obstante en ocasiones este escepticismo
exhibe dos caracteres insospechados. Se pone rígido frente a lo nuevo que llega, en
tanto tiene por sacrosanto a lo ya consabido y creído, contentándose con desestimar
aquello aún antes de someterlo a indagación” (S. Freud, 1924).
Resumen
El desarrollo médico-bio-tecnológico permite aliviar el dolor de personas con proble-
mas en la procreación e infertilidad. En tanto el cuerpo no responde, la consulta es a las
ciencias médicas, no al psicoanálisis. Un grupo de pares puede convertirse en un ámbito
de sostén complementario, no excluyente del espacio analítico-psicoterapéutico donde
se tramita la no fertilidad y sus tratamientos. Así se organiza una ONG de pacientes, con
talleres de reflexión co-coordinados entre una analista y un miembro líder. Posicionarse
Resumo
O desenvolvimento médico bio-tecnológico permite aliviar a dor das pessoas com pro-
blemas na procriação e infertilidade. No entanto, quando o corpo não responde, a consulta
é das ciências médicas e não da psicanálise. Um grupo de pares pode se transformar
num âmbito de sustentação complementar, que não exclui do espaço analítico-
psicoterapêutico, no qual realiza-se a não fertilidade e seus tratamentos. Assim organiza-
se uma ONG, de pacientes, com palestras de reflexão co-coordenados por uma analista e
um membro líder. Posicionar-se analiticamente sem utilizar a interpretação, renunciando
narcisisticamente a um lugar de suposto saber, evitando discursos didáticos, é um traba-
lho de extremo. Necessita-se de diferentes pontos de vista disciplinares na conceituação
dos efeitos intra-intersubjetivos, perante a procriação médica assistida.
As temáticas são propostas pelos membros, abordando a relação com os médicos, a
sexualidade, os laços sociais. Diversas possibilidades para construir uma família a partir
do desejo de ter um filho, podem levar à adoção ou doação de gametas. Como a filiação de
uma criança pertence à ordem simbólica, elaborar a dificuldade na concepção habilita as
condições favoráveis da criança por vir. Destacamos o direito da criança a receber informa-
ção sobre sua origem.
Summary
Medical and biotechnological development helps relieve pain in people with procreation
and infertility problems. Insofar as the body does not respond, the issue is for medical
sciences to tackle, rather than for psychoanalysis. A peer group may become a space of
additional support independent from the analytical-psychotherapeutic framework where
non-fertility and its treatments are addressed. Thus, an NGO is organized, involving pa-
tients, discussion workshops coordinated by a psychoanalyst and a leading member.
Boundary work is required in order to analytically place oneself without resorting to inter-
pretation, by narcissistically waiving a position of alleged knowledge and avoiding didactic
speeches. Perspectives from different fields are needed in the conceptualization of intra-
and intersubjective effects of medically assisted procreation.
Issues are brought for discussion by members, regarding relationship with doctors,
sexuality, social bonds. Family-building possibilities led by the desire for a child may
include adoption or gamete donation. Since a child’s filiation belongs to the symbolic
realm, elaborating on the conception problem enables the favorable conditions for the com-
ing child. Children’s right to learn about their origin deserves a special note.
Key words: Infertility – Assisted fertility – Desire for a child – Maternity – Psychoanalyst’s
role.
Bibliografía
Minha reflexão pessoal sobre o vazio em psicanálise inicia-se pela revisão e pelo
questionamento do que é chamado atualmente, por vários autores contemporâneos,
de clínica do vazio. Coloca-se juntamente com essa idéia a questão de uma “aborda-
gem clínica do vazio”.
A quais organizações psíquicas a noção de vazio nos remeteria? Certamente a
uma série delas, bastante diversas. Numa primeira aproximação, diremos que aquilo
que as uniria numa “clínica do vazio” seria sobretudo a conexão com uma idéia descri-
tiva, fenomenológica, de vazio enquanto sintoma, queixa, cujo exemplo mais límpido é
o do ‘sentimento de vazio’.
Nessas diferentes organizações psíquicas encontramos desde o vazio ligado à
inibição e aos recalcamentos neuróticos, até vazios muito mais aterrorizantes, como
nas melancolias (dentre elas, a mais impressionante em minha opinião é a síndrome de
Cottard, na qual o doente apresenta uma melancolia delirante pela qual nega seus
1
Membro Efetivo da Sociedade Brasileira de Psicanálise de São Paulo.
Endereço electronico: josecanelas@uol.com.br
próprios órgãos, seu corpo, sua mortalidade ou até mesmo sua existência!), nas psico-
ses brancas (Green, 1973), nos casos de pacientes borderlines, na psicossomática, na
esquizofrenia, etc. Como vemos, uma gama extensa de organizações muito diferentes
entre si. Logo, o vazio, de um ponto de vista da descrição fenomenológica, pode ser
relacionado a quase todas as organizações mentais. Vejamos alguns exemplos:
Um primeiro, muito interessante, é o descrito por Jean Cournut, sob o nome de
“neurose do vazio” (Cournut, J., 1975). Trata-se de um quadro em que a questão não
é a de uma carência constitucional associativa, mas de um mecanismo regrado pelo
recalcamento, às vezes, com intensa inibição. O autor relatou o caso de um paciente
que apresentava no início uma queixa de vazio. Quando a análise começou foi o ana-
lista quem passou a vivenciar esse sentimento, o qual havia sido transferido pelo paci-
ente. Uma mudança significativa no modo de funcionamento se fez após o analista ter-
lhe evocado uma palavra, aparentemente banal, o que confirmou a hipótese de organi-
zação neurótica.
Uma descrição de uma organização psicopatológica original foi a da “psicose
branca” de André Green e Jean-Luc Donnet, publicada no livro O filho disso
(L’enfant de ça, 1973). Dez anos depois, um dos autores (Green, A., 1983) acres-
centou algumas precisões quanto a essa idéia de “branco”, que penso podermos
aproximar da de vazio: essa metáfora pela cor vem do inglês, da palavra “blank”,
retirada da sessão de uma paciente que fazia com ele sua análise, provavelmente em
inglês. Nessa acepção, o branco vai nos remeter a idéia de espaço inocupado, va-
zio. Em sua análise, o autor nos mostra que se abre uma bifurcação na rede de
sentidos ligados à palavra “branco”, “blank”, bifurcação esta entre a cor e a idéia de
vazio. Desse modo, diz-se de um “sonho branco”, ou “em branco”, que é um sonho
sem representações, vazio de representações, muito embora podendo ter afetos.
Em outro momento, B. Lewin (citado por Green, A., 1983) falou em “tela branca”
do sonho, fazendo dela uma representação onírica do seio após um adormecimento
que sucede uma mamada satisfatória.
Esses exemplos são interessantes por mostrar as diferentes concepções que
podemos nos fazer desse branco, segundo nosso olhar se dirija mais para a descrição
de um funcionamento psíquico, no caso do sonho branco, ou mais para um vértice
metapsicológico, como na tela branca do sonho.
No caso específico da psicose branca não farei um resumo da finíssima descri-
ção do autor, mas gostaria de assinalar que o que é branco é o Ego, o qual “procede a
um desinvestimento das representações que o deixam se confrontar com seu vazio
constitutivo. O Ego se faz desaparecer diante da intrusão do excessivamente-pleno
de um barulho que é preciso reduzir ao silêncio” (Green, A., 1983, p. 156). Trata-se
de “uma impossibilidade de pensar, acompanhada de um sentimento de separação
total, de solidão intolerável e de impulsão corporal”. (Green, A., 1983, p. 157)
Em pacientes borderlines também encontramos essa falha na representância,
uma carência de palavras, provocando freqüentemente uma passagem imediata da
linguagem à ação e ao objeto. Green descreve a relação entre esse branco e a moção
pulsional como a interação de um corte radical em relação ao objeto, e de “um
novas formas de expressão do inconsciente. Isso nos leva agora a uma reflexão sobre
o vazio dentro da análise, e da grande resistência que nosso contato com ele pode
levantar.
relações com a filosofia do espírito, Michel Bitbol (1998) propõe uma nova concep-
ção do vazio que nos inspirou na tentativa de elaborar metapsicologicamente tal ques-
tão. Ele utiliza a noção de vacuidade, oriunda do budismo da “Via do meio”, que
supõe a co-emergência relativa (ou dependente) de tudo aquilo que aparece. Citando
J. Garfield (Garfield, J., 1995, citado por Bitbol, M., 1998, p. 272), “a vacuidade, ela
mesma, é vazia. Ela não é um vazio existindo em si por detrás de um véu de ilusão
identificado à realidade convencional (das aparências); ela é uma marca característica
dessa realidade convencional”. Trata-se de um vazio que traz potencialidades criati-
vas, não tendo um estatuto ontológico: “Este vazio não tem em suma nenhum estatuto
ontológico. Ao contrário, ele visa preencher uma função terapêutica diante das escleroses
existenciais que tendem a se instalar sob o leito das petrificações ontológicas”. (Bitbol,
M., 1998, p. 272)
Podemos estabelecer um paralelo entre essa visão proveniente da epistemologia
da Física contemporânea com a noção de vazio dentro da situação psicanalítica. A
limitação do ponto de vista metapsicológico que vemos nesse vazio da “clínica do
vazio” se funda no fato de que ele apresenta um caráter ontológico. Inspirado por
Bitbol, estou interessado num vazio que traga potencialidades criativas e não tenha
nenhum estatuto ontológico. Uma reflexão do vazio operando dentro da situação ana-
lítica, nas sessões, poderá então nos abrir a via para uma reflexão metapsicológica
sobre o vazio.
Numa das concepções do vazio em física quântica, ele não seria tão vazio assim,
pois existiriam flutuações quânticas, de partículas virtuais ou partículas e antipartículas
que se anulam. Um vazio que é potencialidade criativa em movimento. Estranha idéia
para nosso senso comum. Porém fiquei surpreso ao me dar conta que havia nessa idéia
do vazio uma grande semelhança com a crença de Freud na capacidade criativa do
Inconsciente.
Pierre Fédida (1978), num texto consagrado ao que chama o “vazio da metáfo-
ra”, evoca o sentimento de vazio expresso muitas vezes pelos analisandos, como sen-
do “a experiência psíquica da instância, até mesmo da espera de sentido, própria a
manter toda a existência em suspenso, como em condição de não existência”. Pode-
mos relacionar essa idéia de Fédida com o problema filosófico descrito acima. O vazio
vivenciado dentro da sessão analítica só é possível se pudermos ficar suspensos no
tempo do intervalo, entre nada e ser. Isso nos remete sempre, a partir do ponto de
vista psicanalítico, a um trabalho de negação de um corpo real que não deve ocupar o
espaço analítico. Esse corpo real é o do analista.
Sandrine iniciou uma psicoterapia em face a face logo após dois anos de trata-
mento para uma doença muito grave. Tem cerca de 40 anos, é casada e tem filhos.
Minha impressão nas primeiras entrevistas era a de alguém muito desvitalizado, tendo
um discurso de aspecto totalmente operatório, o qual me evocou o funcionamento
descrito por Marilia Aisenstein (Aisenstein, M., 2006): o ataque contra a mentalização
ou anti-pensamento.
O mundo de Sandrine era sem graça, sem brilho, onde tudo era muito limpo e
bem organizado. Este aspecto contrastava fortemente com o relato de inúmeros ele-
mentos traumáticos em sua história recente e passada. À medida que vou mostrando a
ela certos fatos que a tocavam muito emocionalmente, esse quadro inicial evolui rapi-
damente para uma transferência amorosa em relação a mim. No início, essa transfe-
rência me parecia ser um elemento de bom prognóstico para esse processo analítico
que se iniciara com uma paciente tão desvitalizada.
Minhas intervenções iniciais iam provavelmente num sentido de “vitalização” da
paciente. Eram intervenções psicoterapêuticas de minha parte, as quais poderíamos
aproximar da noção de “holding” (Winnicott). Seguindo Fédida, “psicoterapêuticas
são sem dúvida as reparações! Mas elas não toleram o vazio do paciente e o
psicoterapeuta não tarda a se dar ele mesmo como objeto imaginário de incorporação
ideal.” (Fédida, P., 1978, p. 307). Foi assim que, numa das sessões logo após as férias
de verão, Sandrine, ao se despedir no final da sessão, subitamente me abraçou bem
forte e tentou me beijar. Ela me disse: “Preciso de você pra mim!”. Eu, tentando contê-
la fisicamente (e me conter também naquele turbilhão), disse-lhe: “tenha calma, vamos
poder conversar sobre isso na próxima sessão”.
Na sessão seguinte, Sandrine, falando de maneira totalmente apaixonada, tenta-
va me mostrar que poderíamos ter uma relação amorosa, e em dado momento ela
disse: “Preciso muito de você, você me dá vida!” Lembro-me de ter dito a ela que,
falando assim, era como se ela me colocasse no lugar de Deus. Isso vinha após um
período no qual falara de suas buscas e crenças religiosas.
Nas sessões posteriores, inicialmente ela vai se mostrar muito envergonhada de
ter-me “agarrado”, como ela mesma disse. Em seguida e durante vários meses mante-
ve-se entre nós um clima sedutor e erotizado durante um bom tempo, como se “namo-
rássemos” um pouco em cada sessão. Dessa maneira, apaixonando-se pelo analista,
ela mergulhava na transferência e no processo analítico, pedindo que seu analista fosse
esse alguém único, muito firme, capaz de ser objeto ideal e resistir à violência de suas
seduções e ataques destrutivos. Tratava-se de um desafio colocado ao analista quanto
a sua capacidade de se manter numa posição analítica de neutralidade cuidadosa.
Obviamente esse desafio colocava intensamente para mim a questão do lugar que a
interpelação dessa demanda da paciente viria ocupar em mim.
Retomando esse movimento inicial espetacular da análise de Sandrine, pode-
mos dizer que as coisas se passaram mais ou menos assim: após um período inicial,
que descrevi como “vitalização”, ocorrera um movimento transferencial muito intenso
cupada em ajudar sua mãe para que tudo corresse bem com a família, apesar das
enormes dificuldades que o pai colocava a ela, a sua mãe e a seus dois irmãos.
Poderíamos fazer a hipótese, segundo a qual, não havendo para Sandrine uma
sólida referência ideal, resultado da falência da função paterna, ela se voltara para a
referência objetal. Foi transferido ao analista esta última referência, ele se tornou obje-
to de amor e paixão. Entretanto, e é isso que gostaria de salientar neste artigo, para
chegarmos a esse outro corpo mencionado acima, corpo paterno, tivemos de criar e
suportar um vazio, o qual pôde começar a ser dito, falado por ela nas sessões.
Diante de minha firmeza em ficar na posição analítica, penso que a paciente
conseguiu constituir, por meio do trabalho analítico na transferência, a referência ideal
paterna, sem se sentir desamparada nem abandonada. Depois de uns meses, numa
sessão em que ela me pareceu autêntica, Sandrine me agradeceu por não ter cedido a
suas seduções e pressões. Disse-me que por isso me admirava bastante.
Embora ainda parecendo apaixonada (e sofrendo por isso), ela começou, sem
que eu houvesse interferido, a se deitar no divã, como que para não me ver e assim
conseguir dominar sua paixão. O clima emocional mudou a partir desse momento.
Surgia freqüentemente um afeto do tipo de “inquietante estranheza” e ela chegava, às
vezes, a ficar apavorada com a sensação de vazio que lhe vinha, a tal ponto que, por
vezes, precisava interromper a sessão antes do final. Sandrine parecia, nesses momen-
tos, estar privada de imagens, palavras e afetos. Era incapaz de se fazer um lugar em
seu mundo psíquico para um vazio que fosse tempo (intervalo) e silêncio.
Evoquei acima neste texto, numa tentativa de definir uma linha de abordagem
dessas situações clínicas, que é preciso que o vazio se torne um espaço para se jogar,
brincar, por meio de um devaneio (reverie) ou de um sonho. Se esse jogo não conse-
gue se instalar, a depressão melancólica paira no ar. Para André Green (1975), esse
espaço transicional do jogo caracteriza um tempo transicional, ao qual ele opõe o
tempo morto, equivalente do espaço vazio, onde o poder de suspensão do
desinvestimento estaria operando.
Green descreve o tédio, a espera na qual nada se espera (lembro o exemplo
impactante da peça Esperando Godot, de Samuel Beckett), o abandono da luta, como
afetos anunciadores da depressão e de sua lógica da desesperança. Assim, o risco
nessa cronificação do tempo morto é que o mundo melancólico se instale, mundo imóvel,
como um tempo parado, uma lentificação do psiquismo, podendo chegar até ao estupor
e à morte. Se o vazio se fixa, ele deixa de ser a base para o surgimento das metáforas e
paciente e analista correm o risco de soçobrar no mar gelado da depressão.
A análise poderia ser então esse lugar –espaço e tempo– apropriado a acolher e
receber o vazio? Diz Masud Khan (Khan, M., citado por Fédida, P., 1978): “o analista
cria o vazio e a ausência pela sua presença”.
Sim, a análise é o espaço de acolhimento do vazio, primeiramente com a condi-
ção do analista poder deixá-lo surgir, graças a seu retraimento e sua reserva de silên-
cio. Em seguida, por poder abrir por meio da fala analítica ao espaço-tempo transicionais
da metáfora. E, como Fédida, podemos perguntar: mas “onde está o vazio na análise?
Ele está no silêncio da fala. Não de uma fala que se cala ou que –como dizemos– faz
silêncio. Mas silêncio que está por debaixo dela. Silêncio também que assombra a
fala” (Fédida, P., 1975, p. 289). Não há silêncio vazio ou pleno, o silêncio é o “tempo
implicado da palavra”. “O vazio pode ser silencioso, mas ele não é por causa disso o
silêncio: ele é a abertura da fala sobre ela mesma. A fala se conhece a partir de seu
vazio quando as palavras não garantem mais nada”. (Fédida, P., 1978)
O exemplo do caso de Roberto vai nos mostrar essa luta do paciente para
poder entrar em contato com o vazio, conseqüentemente, a percepção da ausência do
objeto e do luto do duplo narcísico, no decorrer do processo analítico.
Roberto não fala do vazio, não tem medo dele, não se queixa de ter nem a
cabeça, nem o pensamento e nem a vida vazios. No entanto, durante um longo período
no início da análise, Roberto preenche toda possibilidade de aparecer um vazio na
sessão, falando o tempo todo, enquanto anda sem parar na sala, deixando-me como
que paralisado e sem poder pensar, o que descreveria assim: o clima que se instalou
desde nosso primeiro encontro era intenso, pesado, carregado de muita angústia. O
peso me colava na poltrona. Roberto tinha uma excessiva urgência para falar. Eu sen-
tia, preocupado, que essa urgência vinha de uma necessidade imperiosa para ele de
assegurar sua continuidade psíquica e, por meio desta, alicerçar sua identidade. Fora
criada então uma possibilidade de ali estar, diante de um outro investido simbolicamen-
te para ele do poder de reconhecimento de sua singularidade.
Nesses casos saliento a necessidade para o analista de abrir um “espaço de
representação”, uma brecha por onde olhar, enfim, de criar uma possibilidade de con-
tato com o vazio, o qual é defensivamente o tempo todo preenchido por Roberto nas
sessões. As imagens (e o imaginário) dele não têm valor de representação, mas sim de
apresentação, de “presentificação”. Este paciente está sempre ávido por objetos que
possam satisfazer seu orifício visual. Parece evidente o papel da alucinação em sua
fala, por exemplo, nas inúmeras vezes que descreve, quase como se vivenciasse real-
mente, a cena imaginária de um filme, ou de uma situação de sua vida amorosa.
Outro aspecto interessante dessa análise é que em certos momentos da fala de
Roberto eu via a cena por ele descrita. Poderíamos falar de um poder em convocar o
alucinatório na escuta do analista, o que, a meu ver, tinha uma função de que eu ficasse
aderido a sua fala; no fundo, numa extrema e estranha proximidade com o paciente.
No decorrer do processo analítico, Roberto vai, aos poucos, esbarrando de
leve em seu próprio vazio. Assim, após quase dois anos de tratamento, o paciente
começa a se deitar no divã, não falando mais o tempo todo com a urgência que carac-
terizara o período anterior. Vejo aparecer então em sua fala, pausas, silêncios, inter-
rupções, quase sempre permeando o relato de um sonho. Agora ele traz sonhos para
as sessões, como diz, “para ter o que falar aqui”.
“Deitar-se no divã, recolher seu rosto à sombra para deixar seu sonho se contar,
depois falar” (Fédida, P., 1992, p. 18), eis o que Roberto raramente pode fazer na
análise. No divã há uma mudança de temporalidade da fala. Quando Roberto se deita
e esboça um trabalho associativo por alguns minutos, isto ocorre em momentos
‘depressivos’, nos quais tenta abandonar essa fala alucinatória onde sujeito e objeto
estão aderidos. O trabalho analítico volta-se então para se tentar um acesso à posição
depressiva, a qual é fracassada diante do horror do vazio. A posição depressiva coin-
cide com o momento criativo da constituição temporal da ausência.
Na atividade associativa ocorre fragmentação das imagens que vão se dissol-
vendo e é preciso suportar a angústia do vazio do qual, como disse Fedida “a fala se
pressente quando não sabe o que vai dizer, como num salto no desconhecido” (Fédida,
P., 1978, p. 294). Penso que a vivência da alteridade, durante períodos mais associativos,
traz a Roberto um sentimento de profunda solidão, um horror do vazio; então ele vai se
desanimando, no sentido de perda de vitalidade. Quando chega neste ponto, em geral
se levanta do divã para reencarnar, aqui e agora, em sua narração, um de seus heróis
conhecidos.
Podemos supor que Roberto parece preencher o vazio nele, fabricando indefi-
nidamente (nos seus sonhos e devaneios) outros iguais, outros si-mesmos. A temática
de seus sonhos, por exemplo, quase sempre gira em torno de sua luta de resistência no
papel de um herói épico. Sinto-me, em relação a esse paciente, próximo da idéia de
Fedida, segundo a qual o vazio seria “a amnésia de um luto: o luto do duplo imaginário
da infância” (Fedida, P., 1975). Roberto ainda não cessou de necessitar reencarná-lo
em certos momentos das sessões, evitando dessa forma esse luto. Tudo parece se
passar para ele como se, ao se deparar com o vazio, ele se refugiasse na vivência
desse mundo narcísico imaginário.
“vazio dentro da análise” muito semelhante ao que foi dito acima, da noção de vacui-
dade em física. A tensão criada entre a fala e o silêncio na sessão, mais que um vazio
existindo em si, é vacuidade, potencialidade de sentidos, fonte do novo que surge das
profundezas da alma. Para que isso ocorra é necessária uma estrutura enquadrante
operando tanto no Ego do paciente, quanto na capacidade do analista em ocupar esse
“sítio do estrangeiro” (Fedida, P., 1996) que é o seu lugar.
Resumen
El autor desarrolla una reflexión sobre algunos impases y paradojas durante el trata-
miento psicoanalítico con pacientes de diferentes organizaciones que constituyen lo que
se llama “clínica del vacío”.
Se retomaron algunas de dichas organizaciones no-neuróticas. Fenomenológicamen-
te hablando, podemos decir que el vacío se encuentra en casi todas ellas. Como destaca-
ron varios autores y entre ellos André Green, con la noción de alucinación negativa, es de
fundamental importancia la construcción de una “estructura encuadrante” en el análisis de
dichos pacientes.
Posteriormente, el autor se pregunta sobre el vacío desde el punto de vista metapsico-
lógico actuando dentro de la sesión analítica. A partir de dos ejemplos clínicos, muestra el
horror y la resistencia que se manifiestan contra el surgimiento del vacío en la sesión
analítica. En el caso de Sandrine, describe la constitución de esta estructura encuadrante
y la emergencia de la problemática del “horror al vacío” dentro de la sesión.
En una reflexión inspirada en la noción de vacío en la Física contemporánea, el vacío
es considerado como “vacuidad”, como potencialidad de surgimiento de sentido, o sea,
como un vacío potencialmente creador de metáforas.
Resumo
O autor desenvolve uma reflexão sobre alguns impasses e paradoxos dentro do trata-
mento analítico de pacientes que constituem o que por vezes é chamado de “clínica do
vazio”. Retoma algumas organizações psíquicas, as quais são sobretudo diferentes orga-
nizações não-neuróticas. Fenomenologicamente falando, podemos dizer que o vazio se
encontra em quase todas elas. A noção de alucinação negativa de Green salienta a impor-
tância da construção da “estrutura enquadrante” na análise desses pacientes, estrutura
esta necessária ao aparecimento do vazio na sessão.
Em seguida, o autor se interroga sobre o vazio do ponto de vista metapsicológico,
atuando dentro da sessão analítica. A partir de dois exemplos clínicos, mostra o horror e
a resistência que se manifestam contra o surgimento do vazio na sessão analítica. No
caso de Sandrine, descreve a constituição dessa estrutura enquadrante e a emergência
da problemática do horror do vazio durante a sessão.
Em reflexão inspirada na Física contemporânea, considera o vazio,
metapsicológicamente falando, como “vacuidade”, como potencialidade de surgimento de
sentido, como um vazio potencialmente criador de metáforas.
Summary
The author sets forth a reflection on some impasses and paradoxes encountered during
the psychoanalytic treatment of patients with different psychic organizations, constituting
what is known as “clinic of the emptiness”.
Some of these psychic organizations were re-examined, that is to say non-neurotic
organizations. In phenomenological terms, we can say that emptiness is present in almost
all of them. As stressed by several authors, André Green among them, with the notion of
negative hallucination the construction of a “frame of reference” in the analysis of these
patients is of utmost importance.
Further, the author speculates over the emptiness from the metapsychological point of
view operating within the analytical session. Considering two clinical examples, he dis-
plays the horror and the struggle rising against the emergence of emptiness in the analyti-
cal session. In Sandrine’s case, he describes the constitution of the frame of reference and
the problematics of the “horror of emptiness” manifested in the second stage of the analyti-
cal session.
Inspired by the notion of void in Physics, emptiness here is considered as “vacuity”, as
potentiality for the rise of sense, therefore as a void with the potential to create metaphor.
Referências Bibliográficas
PACIENTES ADOLESCENTES
EN RIESGO:
UN DESAFÍO PARA EL ANALISTA
Introducción
1
Miembro de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay (APU)
Sobre la adolescencia
ción de un cuerpo sexuado y una identidad sexual, tendrán una importancia fundamen-
tal a lo largo de este período.
El tránsito adolescente deja al descubierto un cierto malestar que se expresará
tanto a nivel del psiquismo y a su vez a nivel corporal, adquiriendo diversas formas:
angustia de castración, angustia de muerte, estados depresivos, dolor, duelo. Ya que el
adolescente nos convoca a vivir y re-vivir un tiempo que da origen a una tensión pro-
ducida por un cambio excesivamente rápido por un lado, vivido a su vez como doloro-
samente lento.
Tiempo “de tránsito”, que podrá dirigirse posteriormente hacia múltiples desti-
nos, por ello resulta difícil en muchas situaciones, hablar de diagnóstico durante el
período crítico en sí, ya que en este tránsito los parámetros corporales y espacio-
temporales que se enmarcaban de forma referencial en la infancia, irán sufriendo varia-
ciones constantes que impiden su control, generando cambios intrapsíquicos incom-
prensibles para el propio adolescente y también para su entorno.
Expresados en forma de conflictos internos, contradicciones y ambivalencias,
bajo el riesgo de adquirir también otras formas más severas que se manifiestan en
ataques al cuerpo y al pensamiento, serán la violencia, la angustia y el dolor, en el
actuar del intento suicida o el suicidio mismo, algunas de las facetas que nos permitan
acercarnos –aún a modo de interrogante– a esta problemática impactante, que obser-
vamos con alarmante frecuencia.
Adolescencia y muerte
tud que se opone al actuar– nos remite a una situación en la cual la cohesión yoica
puede encontrarse altamente amenazada y esta amenaza es de muerte. Digamos que
toda amenaza sobre el psiquismo debe traducirse como una amenaza que lo involucra
en su integridad y unidad; ante ella, el yo reacciona con angustia, sin embargo el yo
inmóvil, estaría prácticamente imposibilitado de expresarla. Podríamos sugerir enton-
ces que la ausencia (casi) de angustia, que en este caso vinculamos a la inmovilidad,
haría referencia a un peligro y dicho peligro sería de muerte.
La angustia es prueba de la existencia de vida psíquica, surge ante la amenaza de
la representación de la propia muerte, esta angustia moviliza la defensa del yo negando
así la muerte. A su vez, la pulsión de muerte a través de la desligazón3 se constituiría en
amenaza sobre el yo y su unidad.
Freud (1920) plantea la muerte propia como irrepresentable en el inconsciente
¿se trataría entonces de un análogo de la angustia de castración, sobre todo cuando el
complejo de castración no puede dar en estos casos la significación ordenadora de la
vida psíquica que habitualmente le otorga? Rosenberg (1997) nos plantea que detrás
de la amenaza de castración se encuentra la pulsión de muerte amenazante sobre la
unidad del yo.
Momentos significativos donde el sufrimiento psíquico se hace presente ponien-
do en juego por un lado el deseo del no deseo por la vida y por otro la penosa búsque-
da por aferrarse a ella, a los objetos de deseo. El yo de estos jóvenes parece bascular,
sacudido desde la base, partiendo desde su doble trama o escritura, narcisista y obje-
tal, planteándonos un interrogante fundamental: ¿podrán acaso darse las condiciones
que hagan surgir un cambio que finalmente unifique al yo y lo impulse hacia la vida?
El adolescente nos impondrá muy seguido de una u otra forma los fantasmas “de
muerte”, enfrentándonos al peligro que comienza a desplegarse, enmascarándose bajo
la forma de toxicomanías, alcoholismo mortífero, el modo de uso del auto o la moto,
las desviaciones mortíferas de las conductas alimentarias, así como también las sexua-
les, los diferentes tipos de agresiones, la violencia y los comportamientos suicidas. Si
bien nos arriesgamos a dejarnos llevar por el sendero del sentido aparentemente mani-
fiesto y generalizador propuesto por estos hechos, no habrá otra alternativa que buscar
el sentido latente presente en el actuar de cada uno de estos jóvenes.4
3
La amenaza sería tesitimonio de la pulsión de muerte que tiene como efecto dividir, fraccionar, descomponer,
desgarrar, como consecuencia de la desligazón. La destrucción–muerte del yo equivaldría a una amenaza de muerte
psíquica puesto que la constitución del yo es el punto de partida de la vida psíquica (Rosenberg, 1997). La pulsión
de muerte amenaza al yo provocando su angustia, es una amenaza de desorganización–regresión, por lo tanto una
amenaza de aniquilamiento.
4
Los trabajos de F. Dajas y col. (1994, 1997) demuestran que los adolescentes constituyen un grupo en riesgo en
lo referente a conductas suicidas en nuestro país, observándose un porcentaje elevado de desesperanza en el mismo
grupo. El estudio a efectos de investigar la posible relación entre la desesperanza, las conductas suicidas que la
acompañan y el uso de alcohol y drogas en jóvenes de enseñanza secundaria en Montevideo, muestra los altos
porcentajes que se dan respecto a la ideación suicida y también a la realización de los intentos.
El actuar en la adolescencia
El pasaje al acto
al adolescente en riesgo a realizar dicho acto, para ello cierto estado de pavor y deses-
peración deberá haberse apoderado del joven. El pavor o terror, marca el desmem-
bramiento de los procesos psíquicos habituales de forma tal que dejará en suspenso la
posibilidad de representación, o sea la producción de imágenes mentales. La desorga-
nización mental puede dar lugar a la búsqueda de la inmovilidad que mencionábamos
anteriormente, de forma tal que lleve a la extinción de la actividad psíquica y por lo
tanto de la vida; ya que dicha inmovilidad, tanto en el mundo interno como en los lazos
familiares debe a veces ser mantenida en forma absoluta, aun a costa de la vida. La
desorganización podrá ceder el lugar a otras formas de organización, donde aparece-
rán principalmente mecanismos de clivaje, negación e identificación proyectiva.
El terror 6 sin duda connota una dimensión traumática que mostrará claramente
el grado de vulnerabilidad o fragilidad narcisística a la cual el adolescente se encuentra
sometido. La dimensión traumática será aquélla que sumerja las capacidades del apa-
rato psíquico en la imposibilidad de efectuar su actividad de ligazón –siendo esta última
una función primordial de la actividad psíquica– generando entonces una angustia y un
sufrimiento psíquico insoportables.
El traumatismo ocupa un lugar privilegiado en la obra de Freud (1910, 1920,
1925) indisociablemente unido al concepto de aprés-coup en sus concepciones res-
pecto de la etiología sexual o la versión del traumatismo de guerra. Sin lugar a dudas el
arribo de la pubertad enfrentará al sujeto a un trabajo elaborativo indispensable en lo
que atañe a los cambios (tanto a nivel corporal como psíquico), las pérdidas y las
separaciones, que podrán aparecer como fantasmas arcaicos, así como la confronta-
ción a la muerte tanto real como fantaseada. Quizás lo más traumático trate justamente
de la confrontación con la finitud, cuando poco tiempo atrás era la omnipotencia la que
pautaba el camino. Este será siempre un tránsito difícil, especialmente para aquellos
adolescentes en riesgo, cuyas bases podrían haberse establecido de manera suma-
mente frágil, de forma tal que su resignificación en la adolescencia cobre una dimensión
excesiva e incontrolable.
En el caso del adolescente suicida, F. Ladame (1995) plantea la hipótesis de un
“vértigo de identidad” que conduce a la sideración de la función primordial de la acti-
vidad psíquica. Esa vacilación de la identidad llevará a que el sujeto se descubra bru-
talmente como otro distinto de aquel que él se imaginó, otro de una manera inaceptable
para él mismo, sea por el carácter excesivo, incestuoso u homosexual de la pulsión, sea
a causa de las exigencias del Superyo o porque el yo no logra fundar un sentimiento de
existencia propio. El intento de suicidio sería entonces un ensayo desesperado y para-
dójico de anular el traumatismo intentando “corregir” de alguna manera una identidad
que ha devenido extranjera e inaceptable. Es un momento de quiebre en el cual el lazo
6
M. Viñar y M. Ulriksen han hecho importantes aportes en relación a este punto (Fracturas de la memoria,
1993). También puede profundizarse este punto en la ponencia ofrecida por M. Viñar en el Congreso de IPA en
Chile 1999, sobre la película “Fernando ha vuelto”.
J. Bégoin (1996) hace referencia al sufrimiento psíquico, expresando que en determinados pacientes este sufri-
miento está referido a una angustia de aniquilamiento psíquico que provoca terror, modalidad extrema de la
angustia persecutoria.
Un recorte de su historia
Una noche de invierno hace ya unos años atrás recibí una llamada de teléfono de
una mujer que me pidió una hora para el ex novio de su hija. Me comentó en forma
clara cómo llegó hasta mí y de dónde me conocía. Me puso en antecedentes de la
situación. Me explicó que se trataba de un chico de 18 años que hacía aproximada-
mente dos semanas había regresado de un país bastante alejado del nuestro donde
vivía con su familia. Por motivos laborales su padre se fue a trabajar a este otro país
decidiendo llevarse consigo a toda la familia.
No era la primera vez que esto sucedía. Su padre, desde muy joven había incur-
sionado por diferentes trabajos y destinos, así conoció a su actual mujer, madre de sus
3 hijos, que no era de nacionalidad uruguaya. André, el menor de 3 hermanos, tampo-
co lo era, a pesar de tener la nacionalidad de la madre, no sucedía lo mismo con el
resto de sus hermanos. Sin embargo, luego de algunos años vinieron a vivir a nuestro
país donde estuvieron radicados por un período lo suficientemente prolongado como
para permitirle a André decidir volver, considerándose más “XXXX” que el resto de
sus otras nacionalidades.
Le pedí a la señora para hablar directamente con él, André tomó el teléfono y me
dijo con un tono amigable y simpático:
Encuentro a un chico morocho de ojos grandes, pelo largo, con vestimenta típi-
camente norteamericana, pantalones muy anchos, remera de manga corta a pesar del
invierno y un gorro con la visera para atrás. De trato amable y simpático, sonreía
permanentemente como queriendo agradar.
Relata algo de su historia, que nació en un país latinoamericano, que es el menor
de tres hermanos, de padre uruguayo y madre peruana. Cuando tenía tres años vino
con su familia a vivir a Uruguay. Hace un año y medio su padre, por temas laborales,
fue trasladado a otro país bastante lejano y decidió llevarse a toda su familia, de ese
lugar dirá André:
P: Nunca me pude adaptar, estuve un año y medio allá, hice todos los esfuer-
zos, pero quería volver, extrañaba a mi novia, a mis amigos, mis lugares, mis cosas,
mi casa aunque ya no tengo casa, bueno... ...tampoco tengo novia. Pero me quedo
en lo de ella porque la madre me dio un lugar, ella se preocupa por mí.
En el último mes, el deseo de abandonar su casa paterna en el exterior se hizo
cada vez más fuerte, pidió autorización a sus padres para venir de regreso a Uruguay.
A pesar de reconocer los padres que lo notaban raro y triste, pensaron que extrañaba
mucho y por lo tanto autorizaron su regreso que era considerado solamente una visita.
Hacía dos semanas que había llegado y vivía en casa de amigos o en lo de su ex novia,
dado que la madre de ésta lo trataba como un hijo. No tenía casa, ni familia en Uru-
guay, sólo tenía la convicción de que al nuevo destino de su padre no quería volver
más.
Cuando comienza a hablar lo hace de manera fluida, angustiado pero sin inte-
rrupciones.
P: Hace unos meses mientras vivía con mis padres empecé a ponerme tris-
te, sin ganas de salir, más bien con miedo de salir, cada vez estaba más cansado,
pero cuando me dormía empezaba a soñar, uno de esos sueños se me repetía y era
peor dormirme y soñar que estar despierto y cansado. Te pedí si podía venir hoy
porque estoy muy angustiado y hoy me animo a contarte el sueño, capaz otro día
no me animo.
En el sueño yo estoy con mi hermano, el que me sigue, él está encima mío,
a punto de penetrarme y en ese momento entra la madre de mi ex novia y nos
mira, siempre me despierto en ese momento. El otro que también me acuerdo
porque lo soñé muchas veces de distintas maneras es que voy manejando por un
lugar oscuro, un laberinto de calles y árboles, de repente llego a una especie de
parador, me bajo angustiado para preguntar dónde es la salida y el que atiende
es un gay que me hace caras como invitándome a tener sexo con él. Me despierto
traspirado, asustado, más de una vez venían mis padres al cuarto a despertarme
porque me escuchaban que yo gritaba de noche.
No entiendo nada, en realidad siempre me gustaron las mujeres, siempre
estuve convencido de ser heterosexual, pero estos sueños ¿qué significan? ¿que
soy bisexual, que soy gay?, primero fueron los sueños y ahora ando tan asustado
de mí mismo y de los demás que vivo apretando el culo por miedo a que alguien,
o algo se me meta por detrás. Vivo aterrorizado. Yo antes pensaba en mi novia y
me excitaba, tenía una erección, ahora es como que algo me está traicionando y
se me cambian las imágenes, me excito con la imagen de una mujer, tengo una
erección y aparece la imagen de un hombre y tengo ganas de matarme. Es horri-
ble, como una pulseada con mi mente.
Quiero hacerte una pregunta, ¿el rencor y la furia pueden traer estos tras-
tornos sexuales?
Cuando le señalo a qué se debe su pregunta, por quién siente rencor y furia,
habla de sus padres. Relata que su padre es un hombre muy exitoso del punto de
vista profesional, que dice que prefiere ser amigo de sus hijos, por tal razón ha tenido
numerosos affaires con diferentes mujeres, en los cuales lo ha usado a André de
cómplice. Unos años antes de la partida para este nuevo destino, sus padres se
separaron, su padre se fue de casa con la amante de turno y la madre hizo un intento
de suicidio grave que lo dejó a André muy perturbado. En ese tiempo tenía alrede-
dor de 15 años y según él lo superó con alcohol, drogas y mujeres. André recuerda
que las primeras sensaciones físicas claras de miedo comenzaron luego de este epi-
sodio que fue descrito por el padre como parte de todo el problema de debilidad de
la madre. Finalmente el padre volvió a la casa, André sostiene que el padre siempre
hizo lo que quiso, nunca puso límites a sus hijos ni tampoco a sí mismo. Todo se
hacía posible, especialmente lo material, sin embargo la pauta esencial era que las
cosas se realizaban cuando él quería y así lo disponía, controlando de esta manera la
vida de toda su familia.
La madre, según André, significaba para el padre un cero a la izquierda, éste
había logrado convencer a los hermanos acerca de la fragilidad de la mujer, por lo
tanto no servía para nada, no poseía ninguna autoridad y cuando intentaba marcar un
límite, el padre lo quitaba. André perdió el año de liceo antes del traslado al exterior, su
madre decidió castigarlo no permitiéndole las salidas ese verano, mientras que su pa-
dre, como “premio” le compró una moto espectacular para usarla ese mismo verano.
Desde que llegó a nuestro país, hacía dos semanas, se iba todos los días caminan-
do hasta al edificio de apartamentos donde vivieron cuando recién llegaron a XXXX por
primera vez desde Perú donde nació. Se quedaba allí mirando el hall de entrada, hablaba
con el portero, le preguntaba quién vivía en el departamento que había sido de ellos y
dice que allá fue feliz por última vez. Aún era un niño, pero ahí tenía una madre que le
cocinaba y un padre que volvía de trabajar a la noche como si alguna vez hubiesen sido
una familia normal. Luego fue haciendo una recorrida, enumerando una infinidad de mu-
danzas, que si bien implicaban una mejora en el nivel de vida, para él coincidían en forma
clara con un distanciamiento cada vez mayor del lugar de sus afectos.
Mi consultorio queda a pocas cuadras de ese edificio de apartamentos de sus
buenos recuerdos, cuando pasaba por allí antes de venir a la sesión, André podía traer
recuerdos (¿encubridores?) donde todo parecía haber funcionado más o menos bien.
Dormían en un dormitorio los tres hermanos, la madre siempre en la casa y el padre no
llegaba hasta la noche tarde porque su vida era el trabajo.
La pérdida de su hogar, de sus puntos de referencia, sumado al hecho de sentirse sin
un lugar propio en el que él considera su país, acrecentaban sus sentimientos de abandono
y desprotección, a su vez también crecían las fantasías de ser homosexual, bisexual, o estar
expuesto a riesgos constantes de ser penetrado por un hombre o por algo.
Sus padres le insistían permanentemente para que volviera a vivir con ellos y yo
insistía en tener aunque sea una conversación con cualquiera de sus padres. Me llama-
ba la atención que no se pusieran en contacto conmigo a pesar de haber accedido a
que André comenzara un tratamiento con una alta frecuencia de 4 sesiones semanales
que en definitiva eran 5 dado que el día que no tenía sesión él igual pedía para venir. Lo
notaba confundido, confuso, errante. Las sesiones organizaban relativamente su vida y
algo de su tiempo, pero cuando se iba, nunca sabía qué haría después ni dónde dormi-
ría. A la segunda semana decidí ponerme en contacto con sus padres, ya que era
evidente la necesidad de que fuera controlado también por un psiquiatra, su estado de
angustia y abatimiento iban en aumento en forma clara.
Le pedí a André el teléfono de sus padres, me dio sólo el de su padre, me dijo
que su madre no tenía ni voz ni voto, y que era su padre quien resolvía todo en la
familia. No tuve necesidad de hacerlo, un rato después de la sesión su padre me llamó.
Con tono soberbio y altanero me aclaró que André era un chico totalmente normal,
que no necesitaba tratamiento y que estaba en desacuerdo que lo enviara a un psiquia-
tra en caso de tener que medicarlo. Fue duro, pero a juzgar por mi estado de conmo-
ción después de la conversación, yo fui dura también: o iba a ser visto por un psiquiatra
o no había más tratamiento.
Acordamos que la semana siguiente vendría uno de los hermanos mayores de
André a alquilar un departamento. Me resultaba extraño pensar por qué esta madre no
daba alguna señal de preocupación por su hijo, así se lo hice saber a André, quien me
respondió que la madre no se alejaba del padre como forma de controlarlo para evitar
más infidelidades. No opinaba porque sólo el padre opinaba, solamente se acataba lo
que éste indicara.
Actitudes del padre que fueron interpretadas por André como continuas viola-
ciones, asociaba ahora sus sueños a sentirse violado, pero a su vez con una contracara
sumamente peligrosa. ¿Se encontraba André preparado para librarse de esta viola-
ción? Su dificultad para armarse un esquema mental de actividades por sí mismo, para
salir de la confusión, alertaban sobre una situación para nada alentadora.
Antes del mes, André tenía ya su departamento instalado, también había sido visto
por un psiquiatra quien consideró que estaba francamente deprimido y que además pa-
decía de un trastorno obsesivo-compulsivo, por lo cual resolvió medicarlo. A mi criterio
la medicación iba a ayudar un poco pero no resolvería un problema central, André había
entreabierto algunas puertas que pretendían ser las puertas hacia la comprensión de parte
de sus conflictos y angustias, parecía sentirse un poco más libre para pensar. Sin embar-
go, a pesar de que su familia se encontraba a miles de kilómetros de él, seguía con la
sensación de ser dirigido por su padre, sentía que su camino estaba ya marcado, y esas
marcas internas lo acompañaban fuera donde fuera, cerca o lejos de su familia.
Habían pasado pocas semanas desde que André comenzó a vivir solo en su
departamento, un cuarto piso de un barrio residencial, a decir de él:
P: Ni lindo ni feo, nunca viví solo, es muy raro, no hay quien me diga que
me tengo que levantar ni que me tengo que acostar, ni que tengo que comer y por
lo tanto me estoy olvidando de comer, tampoco me estoy bañando, los fines de
semana estoy bajando las cortinas y no sé si es de día o de noche.
P: No sé, sólo te puedo decir que esto me duele menos que el alma, es una
forma de sentir que estoy vivo. Yo tenía el cuchillo en la mano y mi mente me decía
clavátelo, otra parte de mi cabeza me decía que no lo hiciera, pero yo tenía en claro
que estaba peleando con una fuerza que está adentro mío y que me quiere lastimar.
P: Silvia, estoy acá en el balcón, tengo una pata afuera y quiero alcanzar
una rama que está un poco lejos, hay un hombre abajo que me mira, creo que
piensa que me quiero matar.
Su respuesta fue para mí una lenta agonía, le pedía que me hablara, que quería
escuchar su voz, hasta que lentamente comenzó a llorar.
P: No quiero vivir más, mi vida no tiene sentido, tengo miedo de ser gay
pero más miedo tengo de no poder enfrentar la vida, hace dos días que no como,
no sé qué hacer con mi vida, cómo se hace, nadie me enseñó cómo se hace…
¿cuál es la cura?
Mientras seguíamos hablando logré avisar al psiquiatra para que llegara hasta su
casa y fue así que internamos a André. Esa madrugada contactamos a su padre y por
primera vez pude hablar con su madre, quien era totalmente ajena a la grave situación
de su hijo, mientras hablaba y repetía frases tales como... “siempre lo mismo...” Lo
último que escuché fueron las palabras de la madre diciéndome: “Voy para allá, voy
camino al aeropuerto, no sabía nada, salgo en el primer avión que encuentre y me lleve,
por favor manténganlo vivo”. La internación de André tuvo una finalidad fundamental,
que se hacía eco con el pedido de su madre: mantenerlo vivo, darle un lugar que lo
protegiera de sus propias agresiones y evitar sus constantes actuaciones que se iban
convirtiendo en situaciones que nos ubicaron al límite.
Luego del arribo de su madre, de conocer a sus padres, a sus hermanos, su entor-
no familiar, podría decir que comenzó otra etapa del tratamiento. Sin embargo esta situa-
ción vivida con André llevó en mí un largo y angustiante procesamiento interno.
Algunas reflexiones
de delimitarse que es aquella que André puede expresar a través de su cuerpo, procu-
rando a la vez, inmovilizar su psiquismo. Tal como lo hemos dicho anteriormente, el
intento de aplicación de la inmovilidad a su psiquismo, nos habla ya de una situación en
la cual la cohesión y unidad yoica puede encontrarse altamente amenazada y esta ame-
naza es de muerte.
La conmoción que trae consigo el período puberal, el empuje de los dinamismos
pulsionales sumado a la desorganización de las excitaciones intentando la reorganiza-
ción de defensas adecuadas, hacen de la adolescencia un período de gran perturba-
ción que convoca no sólo al adolescente, sino que también provoca a todos aquellos
que se encuentran involucrados en su entorno, reactivando así viejos demonios que
hasta entonces habían quedado silenciados.7 El papel que juega el ambiente, teniendo
en cuenta sobre todo las etapas infantiles precedentes, es fundamental. Las actitudes
parentales pueden oscilar entre las angustias excesivas hasta las dramáticas negacio-
nes, éstas nos alertan acerca de la reactivación de viejos conflictos transgeneracionales
inscriptos muchas veces en el registro de la violencia.
7
Novelas tales como Las vírgenes suicidas de Jeffery Eugenides (2000) donde cinco hermanas adolescentes se
suicidan en un típico suburbio de Estados Unidos, muestran en forma clara la interacción del adolescente suicida y
su entorno. Lo mismo sucede con Los suicidas de Di Benedetto (1969) donde se plantea la cuestión de la muerte
como salida ante la insoportable vida organizada de antemano por la sociedad, formulando una pregunta directa:
“La cuestión no es por qué me mataré, sino por qué no matarme”. Desde otra perspectiva lo vemos también en
el cine con La sociedad de los poetas muertos dirigida por Peter Weir en 1989.
A modo de conclusión
sismo”. Tal vez nosotros, psicoanalistas, en nuestra propia dimensión humana nos en-
contramos mal preparados frente a esta problemática tan dolorosa, ya que hablar de la
muerte es siempre hablar de sufrimiento y dolor. M. Alizade (1996) dirá: “Cuando de
morir se trata, todo el sistema narcisista se ve conmocionado... El yo se enfrenta al
cuerpo, ese extraño al yo, ese poderoso limitador. Frente al espejo (espejo de azogue
pero también espejo en el rostro del semejante), el narcisismo enraizado en el cuerpo
se desmorona”. Parecería indispensable integrar dentro de nuestros propias referen-
cias teórico-clínicas la dimensión de la muerte, ya que de otra forma seríamos nosotros
mismos quienes estaríamos negando o anulando una problemática que también es nuestra.
Nos preguntamos entonces, ¿se trata de la misma muerte? ¿Cuál es la dimensión
a la que nos confronta la muerte del adolescente en relación a la perspectiva de nuestra
propia muerte?
Si nos conformamos con “tirar hacia la vida”, o flexibilizar los mecanismos de
defensa, o volver al preconciente más eficaz, ocultamos preguntas que son fundamen-
tales para la comprensión de estas situaciones. La muerte produce también una cierta
fascinación, por su carácter incognoscible e impensable. El acto suicida por lo tanto,
nos sumerge en el misterio de la vida y de la muerte, del origen y el fin. Lo incompren-
sible tocará también al analista, imposibilitado de dar una significación allí, donde sólo
hay lugar para un simple y dramático balbuceo: “es que esta muerte no tiene sentido”.
Resumen
Los intentos de autoeliminación y el suicidio son una preocupación que compartimos
cuando trabajamos con pacientes adolescentes. El tránsito adolescente nos confronta a
situaciones críticas donde es difícil predecir si se trata de situaciones pasajeras que
corresponden a una crisis o son procesos ya integrados a una estructuración menos
reversible. Analizaremos el actuar en la adolescencia, el pasaje al acto, así como también
el nexo entre adolescencia y muerte. A través de una viñeta clínica se tomarán aspectos
vinculados a la situación del analista confrontado al trabajo con pacientes en riesgo.
Resumo
Tentativa de suicídio e o suicídio com uma preocupação que compartilhamos quando
trabalhamos com pacientes adolescentes. O trânsito adolescente confronta-nos a situa-
ções críticas onde é difícil predizer que se trata de situações passageiras que correspondem
a uma crise e falamos dos processos integrados a uma estrutura menos reversível. Anali-
saremos o atuar na adolescência, a passagem ao ato, assim como também o nexo entre
adolescência e a morte. Uma vinheta clínica tentará mostrar os aspetos do analista liga-
dos na situação do analista confrontado ao trabalho com pacientes em risco.
Summary
Suicide attempts and suicide in adolescence are a distress matter that we share when
we work with adolescent patients. The adolescent transit makes us face risky situations
and it is difficult to predict if they are temporary situations due to crisis or processes
integrated to a less reversible structure. We will analyze the acting out in adolescence, the
path to action, and also the link between adolescence and death. A clinic vignette will show
aspects connected to the analyst situations confronted to patients in risk.
Bibliografía
- (1999) “Identité et identification chez les adolescents”. En: L’adolescence á vif. Paris,
PUF pp 7 - 96.
Ladame, F. (1997) Adolescence et psychanalyse: une histoire. Delachaux et Nestlé S.A.,
Lausanne, Paris.
- (1995) Adolescence et suicide, quelles perspectives thérapeutiques? Masson, Paris,
1995.
Ladame, F.; Ottino, J. (1996) Las paradojas del suicidio. Rev. Psicoanálisis con niños y
Adolescentes, Nº 9, Bs. As., 1996.
Laufer, M. (1998) El adolescente suicida. Editorial Biblioteca Nueva, Madrid.
- (1984) Adolescence and developmental breakdown. New Haven: Yale University Press.
Maggi, I.; Flechner, S. “Secret de la violence, violence du secret”, Adolescence,
monographie, ISAP, p. 259-271.
Morvan, O.; Alléon, A. M. “Je voulais en finir”. Adolescence et suicide. Masson, Paris,
1995.
Ottino, J. (1995) Suicide et psychopatologie: regard actuel. Masson, Paris.
Rosenberg, B. (1997) Quelques réflexions sur l’angoisse de mort. En Le mal – étre,
Revue française de psychanalyse.
Sábato, E. Sobre héroes y tumbas. Los libros de Mirasol, Argentina, 1964.
Schkolnik, F. Comunicación personal en Jornadas sobre violencia Social y adolescencia.
24 de junio de 2005, Torre de los Profesionales, Montevideo, Uruguay.
Schmidt – Kitsikis, E. (2004) La pasión adolescente. Promolibro editorial, Buenos Aires.
Viñar, M.; Ulriksen de Viñar, M. (1993) Fracturas de la memoria, crónicas para una
memoria por venir. Montevideo, Trilce.
Winnicott, D. (1972) Realidad y juego. Ed. Granica, Bs. As.
1
Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
con mociones pulsionales (y fantasías o situaciones que la involucran) que hay que poder
reconocer como propias y pertenecientes a otra temporalidad. […]Y la transferencia
como potencialidad temporalizadora, en búsqueda permanente de actualizaciones”.
Reino intermedio, espacio y tiempo de transición, que permiten ver cómo se
articulan: la emergencia de contenidos representacionales reprimidos que, al ser “apro-
piados”, son transferidos sobre el analista, lo que suele producir, dice Freud, una de-
tención en las ocurrencias.
La palabra parece desbordarse por la transferencia aunque se hable de ella
porque el enfermo, “quiere actuar (agieren) sus pasiones sin atender a la situación
objetiva (real)”. Así Freud reconoce que algo de la pulsión es contenida por la
palabra y un resto “Abr-agieren”, lo que determina que a partir de ahí, esta
denominación tome una significación más compleja que la simple catarsis.
En este caso, la repetición da cuenta y cuenta el deseo de reencuentro con un
objeto, de reproducir una experiencia de placer, de sus tropiezos y de cómo en esa
búsqueda, también se invisten, o se crean, objetos nuevos (también el analista). Dis-
curso que “habla”, aun sin saberlo, de esa búsqueda y creación con un grado de singu-
laridad que se sobrepone a cualquier generalidad.
Términos como reencuentro o reconocimiento llevan a recordar la subversiva
concepción que Freud otorga a lo inconsciente al adjudicarle una temporalidad Zeitlos,
“Fuera de tiempo”.
Como sostiene Julia Kristeva (2005): “Nunca se ha hablado de una herida en un
tiempo que no temporaliza como lo hizo Freud, y dicha afirmación se hizo, sin duda
para asentar las bases de la heterogeneidad del inconsciente pulsional, pero también,
como necesidad terapéutica –tal como es cierto que los síntomas y las estructuras
psicopatológicas pueden aparecer como imposibilidades diversas de integración de lo
intemporal”.
En este punto, considero que la reelaboración, apuesta a inaugurar o reabrir una
categoría de temporalidad: la transitoriedad. El propio Freud (1916[1915]) desarrolla
esta categoría de tiempo al hacer “un complemento” a su teoría sobre el duelo. Allí
señala que, además del trabajo que implica el retiro de las investiduras de objeto per-
dido, éste supone la instalación o aceptación de la transitoriedad.
No dejo de advertir que dicho trabajo es contemporáneo a “Duelo y melanco-
lía” y de “Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo analítico”, lo que hace
pensar que el tema de la temporalidad y la repetición lo convocaba por esos tiempos.
Así la reelaboración y los duelos que implican instaurar un tiempo que supone la
aceptación, pero también la libertad que implica la transitoriedad. Será transitorio el
placer, pero también lo es el dolor.
La demanda de análisis surge entonces relacionada con los “tropiezos”, con el
deseo de “ajustar” el tiempo y la distancia entre lo buscado y lo esperado (inconscien-
te) o entre lo buscado (inconsciente) y lo encontrado que se actualizaría de manera
conflictiva en el síntoma. Y donde el “demasiado cerca” o el “demasiado lejos” (entre
la nostalgia y la esperanza, decía Leclaire) aparece denunciado por el grado de angus-
tia que lo acompaña.
En cambio las repeticiones en acto o más cercanas al acto (es el caso de los
desbordes afectivos con escaso contenido de representación palabra) son las que más
desafían nuestra práctica clínica porque sortean la cadena de trabajo psíquico que va de
la pulsión al pensamiento y la palabra, siendo la evacuación en el soma y en el mundo
externo contingencias esperables. Es decir, entramos al terreno del acto y sus desafíos.
Sin embargo como son sólo intentos de ligadura, necesitan de un tercero que los
“escuche” ¿Estamos preparados para escuchar el acto y sus demandas?
Con relación a “qué” se repite en acto se trata básicamente de injurias
narcisistas o de huellas que no alcanzaron a conformar un complejo representa-
cional y se conjetura la intervención de mecanismos diversos de la represión. En
cuanto a “cómo” se repite, la idea es que al quedar la pulsión sin anclaje repre-
sentacional aparece el acto comprometiendo tanto la disponibilidad pulsional
como las posibilidades de desplazamiento y sustitución del objeto.
En este campo se ubican los llamados casos “fronterizos”, en los límites de lo
analizable, que ponen en el centro del problema cuestiones como: los traumas tempra-
nos; el yo, su grandor y sus fronteras; sus defensas y la cuestión de su discriminación
con el objeto entre otros. Y la palabra, empobrecida de sutilezas, aparece: o en una
función meramente informativa, en general sobre actos ya realizados... O atrapada en
teorías, creencias y racionalizaciones que a poco de ser puestas en análisis, generan
situaciones de máxima resistencia.
La complejidad del tema merece hacer algunas puntuaciones tanto sobre la re-
petición en acto de injurias narcisistas, como de huellas que no alcanzan a conformar
representaciones y sus posibilidades de su reelaboración.
En estos casos, la repetición en acto está relacionada con lo que está “Más allá
de principio de placer”, con el narcisismo herido en un gradiente que va del “desaire”
Freud (1920), hasta las injurias que deja la crueldad... Dan cuenta de marcadas
inadecuaciones pulsión-objeto en lo que debieron ser las primeras experiencias de
placer, en el narcisismo primario, pero también llevan a pensar sobre el peso traumáti-
co que en ocasiones tiene la realidad.
La reelaboración de este tipo de repetición en acto, supone pensar cómo “tra-
tar” con la desmentida, sus modos de retorno o con las identificaciones que estructuran
las instancias del ideal y el Súper-yo. O con la compleja conjunción de ambos, como
cuando el ideal opera como contracara de la desmentida. Es decir analizar el amplio
campo en que se articulan el perjuicio, los ideales y las prohibiciones. (Assoun, 2001)
Ejemplo de ello es que su reelaboración frecuentemente implica desarmar el
círculo idealización-desidealización-injuria, que con “demoníaca” insistencia, sólo sue-
le concluir en más resentimiento o resignación. Es decir, supone el duelo por ideales
imposibles (yo ideal) de alcanzar, pero que se “defienden” (a veces a muerte) porque
repararían la injuria sufrida. Un eterno malentendido parece capturar la fuerza de la
pulsión, hasta comprometer la vida misma. Ya no estamos en el terreno del conflicto
entre deseo y prohibición, sino de las tensiones entre el yo y el Ideal, y de una pulsión
que se consume en ellas.
Cabe señalar también que en la repetición de injurias narcisistas sobresalen el
odio y la vergüenza como los afectos predominantes, cumpliendo los mismos un papel
de afecto-señal de inestimable valor clínico, en tanto es la “tonalidad” afectiva la que
nos orienta sobre la investidura de la pulsión. En ocasiones aparecen operando como
desencadenantes, en otras acompañando el acto.
Ahora bien, con relación a su reelaboración, hay un tema que cobra trascenden-
cia sobre todo cuando las injurias han sido de una magnitud que va “más allá” del
desaire edípico.
Me pregunto ¿cómo se reelabora el desamor? ¿Y el no deseo? ¿Y el deseo de
muerte? ¿Y la desvalorización por no haber sido el sueño que soñaron para nosotros?
¿Y la extrema pasivización frente a la crueldad del otro?
Este tema que ha sido muy estudiado a nivel socio-político (repercusiones del
holocausto, de los campos de detención clandestina, de la desaparición forzada, de las
guerras, etc.) me llena de interrogantes en el caso por caso. ¿Cómo pensarlo en el
ámbito más personal? ¿Cómo “tratarlo” en la privacidad del consultorio?
En una interesante entrevista de Catherine Portevin a T. Todorov (2003), al
preguntarle sobre el tema de la memoria, él recuerda un eslogan de la época del con-
flicto en Irlanda que decía “ni olvido ni perdón”. Expresión que resulta conocida ya que
también tuvo vigencia en algunos períodos de nuestra historia.
Allí Todorov sostiene que, como esta alternativa implica la venganza, nos acerca
a la barbarie y propone sustituirla por la justicia. Es decir que sean las obligaciones de
la ley, las que reemplacen y se impongan por sobre las de la memoria. La pacificación
de la ley por sobre el resentimiento y la venganza, por sobre los abusos de la memoria
y del olvido.
Y en el día a día, basta leer los diarios o mirar televisión para comprobar que aun
en los casos particulares, el reclamo de ley y de respeto de los pactos sociales y
jurídicos, también se hace escuchar incluso en casos donde el horror nos sobrecoge.
Ya en el campo del trabajo analítico, si bien construir o reconstruir una historia
importa, pero no resulta suficiente. Como dice Todorov en la entrevista citada: “la
memoria puede ser lo mejor o lo peor de las cosas; pero es sólo un instrumento”.
Y en cuanto al perdón, el debate es más complejo. En un interesante trabajo
sobre el perdón y lo imperdonable, se propone: “Este perdón (que se corresponde con
lo que Derrida denomina ‘perdón absoluto’) puede dar lugar a un olvido genuino: el
que permite al sujeto dar eficazmente vuelta la página, para habilitar entonces un ‘nue-
vo comienzo’ [Arendt, 1958]. Es lo que traza diferencias con el ‘olvido’ propio de la
represión, que por su misma lógica promueve repeticiones, y eterniza al sujeto en la
misma página de su historia”. (Alberto Cabral, 2007)
Estimo que la recompensa de una “memoria feliz” o de un “olvido feliz” (Ricoueur,
2000) está presente en el planteo.
Por mi parte considero que el perdón, trae al campo del psicoanálisis, un tema
con fuertes connotaciones religiosas y su impacto en la contratransferencia del analista
merecería ser cuidadosamente evaluada.
Estimo que incluir otras perspectivas de análisis: históricas, éticas, jurídicas, so-
ciales o filosóficas, resulta imprescindible en estos temas y nos compromete a aportar
nuestros conocimientos. “Preguntémonos solamente si, sí o no, lo que se llama psicoa-
nálisis no abriría la única vía que permitiría, si no saber, si no pensar incluso, al menos
interrogar lo que podría significar esta palabra extraña y familiar, ‘crueldad...’”(Derrida,
2001)
La idea que pongo en debate, es que en el caso por caso, tampoco se trataría de
olvidar o de perdonar.
Mi propuesta se inclina por pensar en el esforzado trabajo (similar al del duelo)
que implica el reconocimiento de lo irremediable como momento inaugural e insoslaya-
ble del trabajo de reelaboración... Reconocimiento del límite absoluto con que en oca-
siones nos enfrenta la acción del otro o lo azaroso de la vida (¿Por qué a mí?) como
punto de partida (y de llegada) de un trabajo que permita desanudar la pulsión de lo
traumático y atemperar la condena del resentimiento o la pasividad de la resignación.
Trabajo inevitable de reelaboración que supone enfrentar lo que está “más allá” de la
castración, en las fronteras de lo analizable y de lo decible.
Pero en la clínica, además de este doloroso reconocimiento de lo irremediable,
también está lo difícil que resulta enfrentar y reconocerse (¿reconciliarse?) en las posi-
ciones que se tuvieron o que finalmente se tendrán frente a lo acontecido. Por esto
también habrá un tiempo para analizar la “posición” que cada sujeto asumió, asume o
asumirá frente a la historia construida. ¿Perdonar? ¿Culpar? ¿Olvidar? …Es decir de
aquello que le da un sello propio al trauma, aunque haya sido vivido por otros.
Pienso en las palabra de David Grossman en su discurso en el último congreso
del Pen Club, realizado en Nueva York en el 2007 (La Nación, domingo 20 de mayo).
Refiriéndose a la situación de guerra en Israel y sobre todo a la muerte de su hijo dice:
“Escribo y siento que el uso correcto y preciso de las palabras es a veces como la
cura de una enfermedad… Y también escribo sobre lo que no puede recuperarse.
Y sobre lo inconsolable. Entonces, también de una manera que me resulta inexpli-
cable, las circunstancias de mi vida no se cierran sobre mí para paralizarme.
Muchas veces, cada día, sentado ante mi mesa, toco el tema del dolor y de la
pérdida como quien toca la electricidad con las manos desnudas, y sin embargo
no muero. No entiendo cómo se produce el milagro. Tal vez cuando termine de
escribir esta novela intente entenderlo…”
Cómo no pensar que hay también en el análisis, en el “uso correcto y preciso de
las palabras”, una alternativa de reelaboración.
En este punto considero que una línea interpretativa que sólo ponga el acento en
la responsabilidad pulsional en lo acontecido, implica desconocer la trascendencia del
objeto y sus posibles efectos traumáticos. Y no se trata de pensar sólo en la asimetría
de los vínculos en los albores de lo psíquico, sino también de reconocer el peso trau-
mático que en ocasiones adquiere la realidad. Basta repasar la historia de nuestra
Latinoamérica para encontrar sobrados ejemplos.
Sin embargo, y a pesar de las dificultades, coincido con sostener que el análisis
ofrece un espacio y un tiempo para nuevas e infinitas (¿interminables?) posibilidades de
representación de lo acontecido, aun para los casos en que el hiperrealismo del acon-
tecimiento parezca haber detenido toda posibilidad de reelaboración. Sin duda los
procesos sublimatorios y el arte se nutren de esta posibilidad.
Pero el acto no sólo tiene que ver con las injurias, sino también con repeticiones
que convocan la imagen de agujero en la trama representacional, de urgencia económi-
ca, y por otro la de una pulsión que, desatada, busca el camino corto del acto. En este
caso la hipótesis es que la pulsión al no encontrar redes representacionales a las que
enlazarse, busca el camino de la descarga directa
Afinando el planteo, considero que en este tipo de repeticiones deberían
investigarse las diferencias clínicas entre: la repetición en acto relacionada con restos
de lo forcluido (fallas en la represión primaria) y la repetición de otro tipo de huellas,
como las del tiempo primordial, previas a la instalación del lenguaje.
En su trabajo para el Congreso de Berlín, N. Marucco (2007) se pregunta:
¿Qué es eso arcaico que se repite? ¿Algo que surge en acto desde el empuje regresivo
hacia un estado casi previo al encuentro con el otro? ¿O algo que es producto de la
fuerza intrusiva de un objeto que imprimió la huella destructiva de la desligadura allí
donde debieron abrirse los caminos hacia la posibilidad de representación?
Considero que de lo forcluido resultan huellas que hacen posible conjeturar gra-
ves desencuentros pulsión-objeto en momentos y tiempos centrales de la estructura-
ción del psiquismo.
Pero también es posible pensar en la presencia de huellas, previas a la instala-
ción del lenguaje que no necesariamente se deben a un repudio del objeto.
Aún no encuentro mejor descripción para esas huellas que la que hace Leclaire
y que cité en un trabajo anterior “son pedazos de recuerdos fuera de la memoria,
aleación de piel y de palabras acuñadas con el sello de un fragmento de abrazo,
de un ligero dedo en la comisura de un labio, de una palabra tonta sobre un soplo
de placer. Moneda sin curso legal, piezas grabadas sobre nada en la plenitud del
encuentro, cada una firmada con un monograma diferente, se van a unir en la
reserva fuera de cuenta de toda memoria contable”.
Mi hipótesis, es que las huellas que resultan de la forclusión por graves desen-
cuentros pulsión-objeto, tienen un grado de potencialidad alucinatoria y traumática,
que convierte los estímulos perceptivos y pulsionales en una fuente de excitación en
ocasiones imposibles de tolerar. En cambio a las del tiempo primordial, marcas de
los “millares de lazos con el objeto” como dice Freud en “Duelo y melancolía”,
tendrían una potencialidad representativa que hace posible procesos de figurabilidad
en el analizado y en el analista.
De todas formas, no puede ignorarse que llegados a este punto, las aguas se
dividen entre quienes pensamos que esto es posible o por lo menos debe ser investiga-
do, y aquellos que sostienen que sólo se trata de un entusiasmo omnipotente sobre los
alcances de la teoría y de la práctica. Tal vez se necesite de todos para seguir siendo
“expansionistas circunspectos”.
Una noche de hace tres años y medio, me llama una colega para derivarme
el esposo de una paciente porque, dice, cree que yo puedo hacerme cargo. Lo
describe como una persona violenta, descontrolada, un “manejador” y que, si
bien no lo puede afirmar, cree que puede ser adicto. Al día siguiente, él me llama
y acordamos una hora para el viernes de esa misma semana.
Llega puntual a la hora convenida y cuando lo veo avanzar por el pasillo
que conduce a mi consultorio, me llama la atención el gesto de su cara. Es una
persona delgada. Muy bien vestido y algo rígido en su andar.
Me aparece una imagen que se refiere a un episodio del último fin de año...
Estaba con mi familia y amigos festejando, cuando a la hora de los fuegos artifi-
ciales llega de la calle un gran perro negro herido, por lo que pensamos sería una
bengala. En ese momento me impresionó el “olor del miedo” y la actitud entre
asustada y amenazante que tenía. Queríamos ayudarlo pero si nos acercábamos
parecía querer atacarnos. Esa fue la primera impresión que me causó el señor Q.
Esta breve viñeta muestra lo que interpreté en mí, como una regresión del pensa-
miento a la imagen, producida por una serie de actos-signos que me llevaron a percibir
y a pensar sobre lo que el paciente aún no podía pensar. Estos actos-signo como los
llama R. Rousillon (1995) son variantes del acto algo más elaborativas destinados a
“hacer sentir”, a “hacer vivir” al analista (como contenedor potencial) lo que el sujeto
no puede representarse o figurarse. “Después de haberse identificado con lo percibido
y con quien percibe, [el analista] se convierte en algo más que un ‘decodificador’: es un
verdadero ‘codificador’” (J. Kristeva, 2005).
En este sentido, es frecuente que el analista y sus posibilidades de pensar lo que
es actuado, aparezcan en primer plano en gran parte de los trabajos, lo que lleva a
tener que analizar no sólo lo referente a su intervención en el proceso, sino también
sobre las cuestiones éticas que esto genera.
Esta función de codificación como la llama Kristeva, si bien resulta alentadora
para el trabajo analítico, requiere al mismo tiempo considerar el no imponer nuestras
construcciones. No sólo por una cuestión ética, sino porque podemos caer en “leer
con nuestros códigos”, con nuestra “neurótica”, lo que todavía es una historia por
construir. Por esto, a pesar de reconocer esta poiesis de la nominación sensorial, con-
sidero que debe tenerse en cuenta que también indican zonas de fragilidad psíquica que
le marcarán el tiempo y el modo de hacerlo.
Por mi parte, si bien no pude dejar de considerar este recuerdo en imagen,
pienso que en el analista el registro de este tipo de acontecimientos le aportan una idea
de lo “por trabajar”.
Regresión del pensamiento para captar y pensar lo que aún no puede ser pensado,
pero también para saber de su dolor y operar con delicadeza. Y saber que aquello perci-
bido y emitido en formas de actos-signos, plenos de sensaciones, deberá sufrir en el
analizado un proceso de metamorfosis que haga posible su acceso a la palabra.
También delicado trabajo del analista consigo mismo, en tanto le implica aden-
trarse en las fronteras de su propio psiquismo para encontrarse allí con imágenes in-
quietantes.
A diferencia de los anteriores, hay otro tipo de actos que permiten al analista
trazar una secuencia de repetición. Especie de dramatización actuada que en ocasio-
nes sorprende al mismo analista y casi siempre al analizado. Convocan el recuerdo de
esas películas que con pocas palabras, pero con una serie de “guiños”, guían al espec-
tador que es quien tiene que descubrir y armar la trama. Acá, es el analista quien arma
la escena y la ofrece al analizado como objeto de análisis.
La hipótesis es que a partir de la repetición en acto, es posible armar una escena,
una secuencia, una conjetura para ser puesta como interrogante a trabajar en la sesión.
Así, la contundencia de lo repetido se hace visible y por otra parte permite mostrar la
correspondencia entre lo construido y lo actuado.
Destaco que es luego de la muerte del hermano que aparecen los actos violentos
relacionados con pérdidas (económicas) y con una secuencia: pérdidas, matar y ma-
tarse. Se trabaja con la hipótesis que dicha muerte ha resignificado injurias narcisistas
de las que se siente víctima. Esto lleva al Sr. Q., a adoptar actitudes en búsqueda de
excepciones y resarcimientos tal como describe Freud en el trabajo del 16. Excepcio-
nes y resarcimientos buscados desde el lugar de víctima pero que, como en los episo-
dios relatados, toman una magnitud que hace que otros pasen a serlo.
Un punto a destacar. Cuando pensamos en las fronteras de lo analizable, la
regresión, de aliada del proceso y propiciada por las condiciones del encuadre en el
análisis de las neurosis, pasa a ser un mecanismo defensivo que es necesario desarmar
si se quiere ampliar el campo del psicoanálisis más allá de las mismas En “Inhibición,
síntoma y angustia” Freud ubica a la regresión (de la relación de objeto a la identifica-
Pensé que en forma todavía de acto, me estaba haciendo saber que se daba
cuenta sobre lo que estábamos trabajando. En una mano traía al “hombre de papeles”
como llamaba al padre, el que quería que él también lo hubiese sido, y en la otra sus
realizaciones. Tuve presente que ninguno de sus padres, menos aún el padre, le habían
reconocido sus éxitos empresarios o económicos. El Sr. Q. no había sido el sueño que
soñaron para él. Y, puede discutirse, pero consideré que haber hecho una interpreta-
ción por ejemplo sobre la significación del regalo hubiese sido una torpeza técnica y
una repetición de la injuria ocasionada por sus objetos originarios. Todavía no era
tiempo de metáforas.
Por otra parte el Sr. Q había definido nuestro trabajo: vengo porque vos me
enseñás a pensar. No era el caso entonces de adelantarme a sus pensamientos.
Quiero decir que recursos intrapsíquicos, con que cuenta el analizado también,
deben ser considerados para conjeturar el lugar que se le otorgará al analista y sus
intervenciones. Me refiero a la necesidad de tomar en cuenta, no sólo los argumentos
que avalan la necesidad de su presencia e intervenciones, sino también los que nos
advierten acerca de los procesos de idealización o sometimiento que pueden generarse
en estos casos. Por ejemplo si pensamos en la posibilidad de actos en el mundo exter-
no o de desbordes pasionales en un objeto, por qué no considerar que esto también
pueda ocurrir con el analista y sus intervenciones.
Me pregunto ¿no deberemos considerar que estamos con un analizado también
más vulnerable a nuestras vacilaciones en la neutralidad? La repetición del círculo idea-
lización-desidealización-injuria o pulsión-acto es un riesgo a considerar...
Pero también es necesario reconocer que “los casos difíciles”, ponen en consi-
deración temas metapsicológicos tales como la percepción y la memoria, que habían
quedado fuera del interés del psicoanálisis, y que se han realizado aportes que han
modificado nuestras conjeturas teóricas y nuestras intervenciones clínicas.
Vuelvo al Sr. Q. para mostrar el impacto de lo perceptivo y la identificación con
el analista, y cómo las ideas metapsicológicas pueden cambiar la perspectiva desde la
que se “califican” algunos actos del analizado.
Estos actos hacen recordar lo planteado por A. Green en la supervisión del caso
llamado Bernardo (1995) donde el analizado preguntaba si había un departamento
libre en el edificio del analista. Allí sostiene que éste en un comportamiento frecuente en
estructuras no neuróticas y que puede relacionarse con diferentes posibilidades. Una
es familiarizarse con el espacio, con el entorno, hacerse una idea de la vida del analista
para acercarse sin temores y desconfianza a lo desconocido. Otra posibilidad es la
captación mágica de los atributos del analista vía una identificación de tipo primaria, sin
mayor discriminación sujeto-objeto.
Ambas ideas me sirvieron para pensar que el calificativo de “manejador” que usó
la colega que derivó al Sr. Q., en realidad tenía que ver con estos modos precavidos de
acercamiento a los objetos. Es decir me permitieron darle a estos actos una significación
diferente a la que podrían tener por ejemplo en un funcionamiento neurótico.
Otro punto a considerar es que al estar comprometidas las posibilidades de
transferencia intrapsíquica, la presencia del analista cobra una trascendencia que re-
percute en el encuadre. Se intensifica la demanda a su presencia o por el contrario se
Pensé que no volvería y que si esto ocurría era porque el señalamiento había
sido disruptivo, porque todavía no era el momento para ser tomado como tal. El “logo”
del auto era aún un signo lejano, pero doloroso, de la añoranza por el padre. Tuve la
impresión de la furia de haber sido descubierto en su vergüenza. Sin embargo volvió y
hemos trabajado sobre su reacción: lo había interpretado como una burla.
También, como en el Sr. Q., son notables en estos analizados el déficit o la falta
de intereses culturales y estéticos juntos con considerables éxitos profesionales que
suelen disfrazar, para la valoración social, las dificultades que aparecen en el análisis. El
Sr. Q. nunca había leído un libro, ni iba al cine o al teatro. Sólo practicaba algún
deporte que cumpliera con dos condiciones: competir y hacerlo sudar, es decir al ser-
vicio de la descarga
Quisiera señalar también, que no es infrecuente que la sexualidad misma cumpla
funciones de descarga ante la perentoriedad de una pulsión desatada de fantasías. En
ocasiones resulta llamativo lo claro que expresan la diferencia entre la pulsión y el
deseo y el amor.
Por otra parte hay en las repeticiones en acto, un tratamiento de los Zeitlos, de
lo fuera del tiempo, que conlleva un grado de fijeza e intempestividad que ponen en
cuestionamiento los parámetros temporales del análisis como el número de sesiones y
su duración.
La teoría avalaría una frecuencia más alta para “cercar” en la medida de lo posi-
ble, el tiempo intempestivo del acto e reinstalar la transitoriedad altamente comprome-
tida. Sin embargo, son justamente estos analizados los que más se resisten a conside-
rarlo, por lo que la imaginación del analista se pondrá en juego para pensar un encua-
dre que incluya la paradoja de ser rigurosamente flexible.
El Sr. Q. comenzó con tres sesiones semanales pero rápidamente empezó a
pedir excepciones, como dos sesiones juntas o sesiones más largas.
El criterio fue dejar abierta la posibilidad de repactar el número de sesiones y en
cuanto a la duración se mantuvo los cincuenta minutos. Daba la impresión que le cos-
taba salir de sus estados de retracción pulsional defensiva y cuando lo lograba, le
resultaba difícil terminar en los tiempos pactados. Además estaba acostumbrado a
hacer valer su poder en el mundo de los negocios y el dinero.
Pero, conciliar la pretensión de excepcionalidad y acto no es sencillo, y la pre-
gunta por los parámetros temporales como la frecuencia de las sesiones toma un lugar
de importancia. O que se considere la pertinencia o no de los llamados “suplementos
del encuadre” (teléfono, mensajes, etc...).
Considero que hay un punto central que nos aleja de cuestiones meramente
ideológicas y que es: cómo hacer “la transformación lo más extrema posible del apara-
to psíquico en aparato del lenguaje, y recíprocamente” (Green, 1995). El tema será
entonces observar, caso por caso, cómo “esa transformación extrema “se ve favoreci-
da o no por el número de sesiones. Estimo que sería inadecuado quedarnos con la idea
de un número ideal y que todas las variantes son sólo acomodaciones forzadas por
circunstancias ajenas al proceso analítico o manifestaciones resistenciales.
Considerar por ejemplo las conceptualizaciones sobre la angustia de intrusión y/
o de pérdida y su posible emergencia en el campo analítico pero reducirlas a meros
conceptos teóricos instala, en ocasiones, llamativas diferencias entre lo que se sostiene
en la teoría y cómo se trabaja en la clínica. Un ejemplo sencillo: se sostiene en la teoría
la angustia de intrusión pero se interpreta toda puesta de distancia del analizado como
transferencia negativa. Entiendo que pensar en angustias diferentes a la de castración,
permite considerar de otro modo los vaivenes en el acercamiento o no con el analista y
el análisis.
En mi experiencia clínica, cuando se dan las condiciones de una adecuada capaci-
dad de transferencia intrapsíquica e intersubjetiva, incluso más allá de la sesión analítica
es factible trabajar con una frecuencia más baja de sesiones. Se conjetura que lo trabaja-
do en sesión continúa más allá de la misma. Es el analizado que viene a la sesión siguiente
diciendo “me quedé pensando…” o “no estoy de acuerdo con lo que dijiste...”
En los limites de lo analizable en cambio, todas las condiciones del encuadre
serán pensadas para que “En lugar de…” el acto surja la palabra con el debido cuida-
do de sortear todas aquellas prácticas que no puedan ser adecuadamente fundamenta-
das. Es en estos momentos donde la metapsicología, la supervisión y el intercambio
con los colegas, se hacen fundamentales.
En cuanto a la duración de la sesión, considero que sobre todo necesita guardar
correspondencia con la idea que cada analista tiene del trabajo analítico. Por lo plan-
teado hasta aquí, se entiende que mi posición se inclina por un tiempo “pactado” de
trabajo analítico y reelaboración de manera de ir observando, sesión por sesión, la
emergencia de procesos de transicionalidad, temporal, espacial y objetal que den cuenta
que donde era el acto, ahora es la palabra o el pensamiento.
Pienso que el “soporte” para dicho trabajo de reelaboración será prefe-
rentemente una palabra que facilite que en lugar del acto surja otra, inédita o
más genuina, pero que dé cuenta que la pulsión, su fuerza, ha encontrado puntos
de anclaje para el trabajo psíquico. La idea es que la construcción emergente del
campo analítico, anclada en figuras del acto y como representación-oída, sirva de
enlace a lo pulsional. Es decir opere como objeto de análisis, lazo para la pulsión y
generadora de sentido.
Resumen
En 1984 en el trabajo “Corrientes actuantes en el pensamiento psicoanalítico latino-
americano” W. Baranger y J. Mom decían:
“No somos fanáticos. Somos expansionistas circunspectos. Ya dijimos en otra parte,
expansión sin dilución y con precisión”.
Enmarcada en esta idea la expresión “En lugar de...” lleva implícita la apelación de
retomar y repensar el contrapunto freudiano: repetición-reelaboración (durcharbeiten) a
partir de las demandas a las que se ve convocada nuestra práctica.
Con este propósito se proponen “hipótesis auxiliares” que tienen un objetivo: repensar
los obstáculos en la cura. Y una intención: hacer un “enlace” entre ideas metapsicológi-
cas y la clínica psicoanalítica actual. Y una expectativa: que es posible investigar sus
fronteras y revalidar al mismo tiempo su vigencia.
Dichas hipótesis se centran especialmente en el estudio de formas de repetición: en el
discurso y desplegadas en la transferencia (ligadas a complejos representacionales) y en
acto (desligadas de complejos representacionales), analizándose sus posibilidades de
reelaboración.
Se analiza en particular la repetición en acto, sus diferentes grados de complejidad y
su articulación con la metapsicología, para luego poner en debate ideas sobre el encuadre
y el lugar del analista en el trabajo de reelaboración que implican. Concluye con la presen-
tación con un caso clínico.
Resumo
No 1984 no trabalho “Corrientes atuantes no pensamento psicoanalítico latinoamericano”
W. Baranger e J. Mom diziam:
“Não somos fanáticos. Somos expansionistas circunspetos. Já temos em outra parte,
expansão sem diluimento e com precisão”.
Enquadrada nesta idéia a expressão “Em vez de...” leva implícita a apelação de
retomar e repensar o contraponto freudiano: repetição-reelaboração (durcharbeiten) a par-
tir das demandas às que se vê convocada a nossa prática,
Com este propósito se propõem “hipóteses auxiliares” que têm um objetivo: repensar
os obstáculos na cura. E uma intenção: fazer um “enlace” entre idéias metapsicológicas
e a clínica psicoanalítica atual. E uma expectativa: que é possível pesquisar suas frontei-
ras e revalidar ao mesmo tempo a sua vigência.
Estas hipóteses concentram-se especialmente no estudo de formas de repetição: no
discurso e espalhadas na transferência (ligadas a complexos representacionais) e no ato
(desligadas de complexos representacionais) analizando-se suas possibilidades de
reelaboração.
Analiza-se em particular a repetição em ato, seus diferentes graus de complexidade
e sua articulação com a metapsicologia para logo debater idéias sobre o enquadre o lugar
do analista no trabalho de reelaboração que implicam. Conclui com a presentação de um
caso clínico.
Summary
In 1984, in the work “Trends Involved in Latin American Psychoanalytic Thought”, W.
Baranger and J. Mom asserted: “We are not fanatics. We are circumspect expansionists.
We have mentioned it elsewhere, expansion without dilution and with accuracy”.
Framed within this idea, the term “In the place of” implies the appeal to retake and
rethink the freudian counterpoint: repetition-re elaboration (durcharbeiten) in view of the
demands our practice must face.
With this purpose, “auxiliary hypotheses” are put forward with an aim: to rethink the
hindrances of the cure. And an intention: to establish a “link” between meta-psychological
ideas and current psychoanalytical clinics. And one expectation: that it is possible to
research into its bounds ad to revalidate its current force at the same time.
Such hypotheses especially focus on the study of forms of repetition: in the discourse
and displayed in the transference (attached to representational complexes) and in action
(not attached to representational complexes) analyzing its possibilities of re-elaboration.
Repetition in act –its various degrees of complexity and its articulation with meta-
psychology– is analyzed and further on, ideas about the analyst´ s framework and function
in the work of re-elaboration are posed for debate. It concludes with the presentation of a
clinic case study.
Bibliografía
Assoun, P. L. (1999) El perjuicio y el ideal. Hacia una clínica social del trauma. Cáp. 1, 2,
3 y 4, Ed. Nueva Visión, Argentina, 2001.
b) (2003) El Vocabulario de Freud. Ed. Nueva Visión.
Baranger, M. (1969) “Regresión y temporalidad en el proceso analítico”. Revista APA, Nro 2.
- (1992) La mente del analista, de la escucha a la Interpretación. Tomo 49, Nro. 2, Revista APA.
- Recordar, repetir y elaborar: un desafió para el psicoanálisis en los tiempos actuales.
Trabajo inédito.
Baranger, W. y M. (1961-62) “La situación analítica como campo dinámico”. Revista
uruguaya de psicoanálisis, Tomo 4, 1961-1962.
Baranger, W. y Mom, J. (1984) “Corrientes actuantes en el pensamiento psicoanalítico
de América Latina”. Tomo XII, Nro. 4, Revista APA.
Bollas, Ch. (1987) La sombra del objeto. Psicoanálisis de lo sabido no pensado. Ed.
Amorrortu, Argentina, 1991.
Cabral, A. El perdón y lo imperdonable. La “vía Stael” y la vía freudiana. Panel APA,
2007.
Deleuze, G. 1968 Repetición y diferencia, Introducción Ed. Amorrortu, Argentina, 2002.
Derrida, J. (2000) Estados de ánimo del psicoanalisis. Lo imposible más allá de la sobe-
rana crueldad. Ed. Paidós, Argentina, 2001.
Donnet, J. L. (2000) De la regla fundamental a la situación analizante. Tomo 57, Nro. 3/4
Revista APA.
Freud, S. (1912) Sobre la dinámica de la transferencia. A. E., Vol. 12, 1914, Recordar,
repetir y reelaborar, A. E., Vol. 12.
- (1915 [1914]) Puntualizaciones sobre el amor de transferencia. A. E., Vol.12.
- (1914) Introducción del narcisismo. A. E., Vol. 14.
- (1915) Pulsiones y destinos de pulsión. A. E., Vol. 14.
- (1915) La represión. A. E., Vol.14.
- (1915) Lo inconsciente. A. E., Vol.14.
- (1915) Duelo y melancolía. A. E., Vol.14.
- (1920) Más allá del principio de placer. A. E., Vol.18.
- (1921) Psicología de las masas y análisis de yo. A. E., Vol.18.
- (1923) El yo y el ello. A. E., Vol. 19.
- (1926) Inhibición. Síntoma y angustia. A. E., Vol. 20.
- (1927) Fetichismo. Vol. 21.
- (1937) Análisis terminable e interminable. A. E., Vol. 23.
- (1937) Construcciones en el análisis. A. E., Vol. 23.
- (1940 [1938]) La escisión del yo en el proceso defensivo. A. E.,Vol. 23, 1980.
Green, A. (1986) La pulsión de muerte. Pulsión de muerte, narcisismo negativo y función
desobjetalizante, Ed. Amorrortu, Argentina, 1981.
- (1993) El trabajo de lo negativo. Cáp.5, 6 y 7, Ed. Amorrortu, Argentina, 1995.
- (2000 )El tiempo fragmentado. Cáp. 8, 9, y 10, Ed. Amorrortu, Argentina, 2001.
- (2003) Ideas directrices para un psicoanálisis contemporáneo. Ed. Amorrortu, Argentina,
2005.
Kristeva, J. (1994) El tiempo sensible. Proust y la experiencia literaria. Eudeba, Bs. As.,
2005.
cuenta de lo desligado que insiste y se resiste a ligarse en función de la ligazón que insiste
en efectuarse. No sería así lo desligado sin más, con lo cual entraría a formar parte como
una de las figuras del incesto. Todo esto para decir que tampoco en el más allá del
principio de placer podemos encontrar sin más tan fácilmente las razones para una dife-
rencia nuclear entre la puesta en acto y la repetición en acto.
La autora se pregunta sobre el destino de las injurias narcisistas que van más allá
del desaire edípico. ¿Cómo se reelabora el desamor, el no deseo, el deseo de muerte,
la desvalorización por no haber sido el sueño soñado por los otros y la pasivización
frente a la crueldad del otro? Si bien todas las cuestiones no entran en la misma catego-
ría, creo importante interrogarnos sobre si podemos separar un tiempo de Narciso de
un tiempo de Edipo. Narciso es mudo sin Edipo y Edipo no sería conflictivo si no
hablara sobre la sombra de Narciso herido. En el capítulo III de “Introducción del
Narcisismo” Freud es taxativo cuando afirma que las perturbaciones a las que está
expuesto el narcisismo originario del niño y todas sus reacciones defensivas y las vías
por las que se efectúan, tienen una pieza fundamental que puede ponerse de relieve
como complejo de castración –angustia por la pérdida del pene en el varón y envidia
del pene en la niña– y que debe abordarse en su trabazón con el influjo del primer
amedrentamiento sexual. El falo sería así el único índice del narcisimo logrado. Por otro
lado Freud insiste en que el destino del narcisismo solamente se puede entender por lo
que él llama la psicología de la represión. Lo que antes era idealidad infantil en función
de la ilimitación, de la no sujeción a las leyes naturales y sociales, de la posibilidad de
realizar todos los sueños y deseos edípicos de los padres, deviene ahora idealidad
parental justamente en sentido contrario, en función del límite, la medida y la ley que
como modelo imponen. Si el narcisismo es siempre de alguna manera narcisimo del
otro, siendo His majesty the Baby la mejor manera de visualizar el mito del narcisismo
primario, en la clínica implicaría la necesidad de buscar siempre la sujeción al otro cuyo
narcisimo fálico el sujeto debe sostener en la más profunda e ignorada de las subordi-
naciones. La mejor confesión de la incompletitud yoica y de la falta en ser por el
atravesamiento del orden simbólico sería la impostura del Yo ideal, donde la omnipo-
tencia muestra su rostro verdadero al asumirse el absoluto poder de otro en forma de
ser su objeto. Por eso la pregunta por no haber sido Yo ideal para el otro, His Majesty
the Baby es muy pertinente pero de muy delicada respuesta, y que tal vez no puede
darse sin más desde ningún suceso empírico. ¿Y cómo pensar entonces en los desaires
narcisistas más allá de lo edípico sin más?
Es interesante la cuestión de analizar la posición que cada sujeto asume respecto
a lo “traumático”. ¿Perdonar, culpar, olvidar? Hace pensar mucho en la “reacción tera-
péutica negativa” donde la cura implicaría un perdonar y abandonar a los objetos del
sufrimiento edípico. Se ve claramente en los sujetos que han sufrido abusos manifiestos
en la infancia, donde “curarse” supone tanto perdonar al Superyó como renunciar al
trazo sadomasoquista de “mi padre me pega mi padre me ama”, como si al curarse se
perdonara al torturador del campo de concentración, al violador o maltratador de los
traumas sexuales. Como que curarse significaría dejar de denunciar al aparente Bien
del Superyó como un Mal, porque si el sujeto se cura, el torturador ni fue tan cruel ni
causó finalmente tanto daño, y esto sería susceptible de sospecha, de haber gozado en
connivencia con la maldad del otro. Y algo de esto explica tal vez el diferente destino
de sujetos que han sido expuestos a grandes sufrimientos, algunos pueden rehacer sus
vidas y crear mientras que otros sucumben a la melancolía o aun al suicidio como
supremo intento de no dejar de denunciar el Mal del otro. Pensemos simplemente en
los diferentes destinos frente al campo de concentración de un Jorge Semprún o de un
Primo Levy. Aunque en realidad nos encontramos aquí con la caricatura exagerada de
lo que implica curarse en general para un ser humano atravesado por la homización
edípica y que tiene que “perdonar” al Otro por haber sido artífice del desgarro del
mundo natural, capturándolo en el orden simbólico y en la estructura significantey por
ende condenándolo al dolor de existir y a la infelicidad de la vida cotidiana.
Finalmente una referencia al caso clínico que la autora presenta con generosi-
dad, y evidenciando su fineza en el abordaje clínico y en la toma de consideración de
los diferentes sentimientos y fantasías contratransferenciales. El “perro negro herido”
es algo que el señor Q. hace sentir y vivir a la analista que se convertiría así más en
codificadora que en decodificadora. Me parece importante la referencia a la ética de
no imponer al paciente los propios códigos, y el “saber que aquello percibido y emitido
en forma de actos-signos, plenos de sensaciones, deberá sufrir en el analizado un pro-
ceso de metamorfosis que haga posible su acceso a la palabra”. Aunque me pregunto
si eso no vale en realidad para los diversos momentos de cualquier cura psicoanalítica.
También me planteo si el señor Q. entra realmente en la categoría de pacientes tan
distintos a los que la autora se refiere. Me parece que es un paciente con un gran monto
de sufrimiento dentro de una estructura narcisista o falonarcisista clásica, que se ha
descompensado frente a lo traumático de la muerte de un hermano menor, y que tal vez
actúa una exigencia sádica reclamando una deuda de amor del padre, o siendo él
mismo el superyó paterno sádico reclamando en el espejo del otro la deuda impagada
de la propia castración simbólica con el padre. Pero independientemente de todo eso
coincido ampliamente con la actitud de la psicoanalista, su contención, su capacidad
de espera, su seguir la superficie psíquica del paciente, su timing, su preocupación por
sostener y promover un vínculo de confianza afianzando la transferencia positiva subli-
mada, su falta de rigidez en relación al setting clásico ideal, etc., me parecen de mucha
valía. Y también suscribiría plenamente lo que la autora menciona de Green respecto a
la transformación más extrema posible del aparato psíquico en aparato de lenguaje y
recíprocamente. Pero también me pregunto si esas mismas posiciones no deberían ser
sostenidas para cualquier cura psicoanalítica, aunque sea en estas estructuras narcisis-
tas más complicadas donde se nos plantee con más intensidad lo que es nuestro pan
cotidiano.
En ese sentido me gustaría abogar que tanto en las situaciones traumáticas extre-
mas, como en los trastornos psicosomáticos o borderline, o incluso momentos psicó-
ticos de la cura, no debemos dejar de tener en cuenta que cuando hay conflicto huma-
no no podemos sustraernos sin más a la boya de la represión. Es útil en ese sentido
seguir a Freud en “Análisis terminable e interminable”, cuando nos dona el ejemplo de
los libros que en la antigüedad se tachaban en las partes censuradas y que en las copias
nuevas mostraban lagunas en las tachaduras. Pero para evitar cualquier huella de la
mutilación del texto se procedía a su desfiguración y dislocamiento, omitiendo palabras
o interpolando frases nuevas, o mejor aún suprimiendo el pasaje lacunar para inscribir
en su lugar otro que dijese absolutamente lo contrario. Los copistas sucesivos podían
así producir textos completos, fuera de toda sospecha, pero falsos. Así si la represión
concierne al olvido, la pura falta, los otros mecanismos inciden en el olvido del olvido o
en el disimulo de la falta. Y es alrededor de esas alteraciones textuales que Freud nos
enseña en qué consisten fundamentalmente las alteraciones del yo. No podemos en
todo caso prescindir en un conflicto catalogado como humano de lo que la represión
implica, ese núcleo fundante de histeria de angustia detrás de todos los síntomas, sea
como conflicto desencadenado en la retroactividad de la represión originaria devenida
represión primordial, sea en una hipotética represión originaria no advenida aún a la
primordialidad, ya que es casi imposible representarnos al conflicto sin un espacio
mínimo donde lo originario se primordializa por la palabra. Porque si no ¿conflicto de
qué? Así edipizar o histerificar devendrían casi una condición de la cura.
Con esta complejización espero contribuír dialécticamente al magnífico esfuerzo
de la autora para simplificar y delimitar cada vez más los campos que se propone y
honrar a la vez lo que al comienzo destacaba de W. Baranger y J. Mom, “No somos
fanáticos. Somos expansionistas circunspectos. Expansión sin dilución y con precisión”.
O INVESTIMENTO DESEJANTE
DO ANALISTA FRENTE A MOVIMENTOS
DE AFASTAMENTO E APROXIMAÇÃO NO
TRABALHO COM OS TRANSTORNOS
AUTÍSTICOS: IMPASSES E NUANCES
“Amo tanto e de tanto amar
acho que ela é bonita,
tem um olho sempre a boiar
e outro que agita.
Introdução
bebê e expandida para a clínica dos aspectos autísticos, como ingrediente nas tentati-
vas de engajamento do indivíduo num circuito relacional).
Considerando a noção de técnica de maneira ampliada, não ligada a formas
pré-estruturadas do fazer analítico, envolvo-me, em minha prática e aqui neste artigo,
com o registro de vivências “in loco” e reflexões “a posteriore”, do quê em nossa
função pode ir, nas experiências de sintonia psíquica expressas também nas minúcias
interativas, reconfigurando aspectos tão sutis de possibilidades de um “dialogismo”
(Fonseca, 2005).
De certa forma acompanho Flávio Palmeira desde muito cedo. Atualmente com
14 anos, esteve em tratamento desde os 3 anos e 8 meses com uma colega,2 encami-
nhado pelo serviço em que eu trabalhava como psicóloga. Fez parte do grupo de
alunos de uma Pré-escola Terapêutica que eu coordenava, desde os 6 anos. Está
agora comigo em análise desde os 8 anos.
Revendo seu acompanhamento através da intervenção inicial pais-criança, se-
guida de análise, da intervenção multidisciplinar na pré-escola terapêutica, (com alguns
vídeos que ilustram seu “desenvolvimento”), e seu seguimento analítico, venho também
refletindo sobre a relevância do trabalho inicial, cada vez mais precoce, envolvendo os
pais junto à criança para plantar as bases de um trabalho analítico profícuo e “susten-
tável”. No contato com Sue Reid e no Workshop de Autismo da Clinica Tavistock por
quase seis anos, acompanhei e me convenci profundamente da relevância indispensá-
vel das avaliações iniciais prolongadas mobilizando os pais para o trabalho analítico
com a criança com transtornos autísticos.
Refiro-me também, portanto, ao investimento desejante dos pais e do analista
(ampliada para a rede de profissionais envolvidos) e desta dupla pais-analista/profissi-
onais como casal parental e rede-base de continência, gerando condições de desen-
volvimento para a criança-filho-paciente, incluindo elementos que caracterizam a fun-
ção parental de gerar esperança e amor, tolerar angústia depressiva e promover a
capacidade de pensar (Meltzer e Harris, 1986).
Além disso, dou-me conta que tenho um verdadeiro “álbum de recordações”
deste paciente, tal qual os pais tem dos filhos, durante as várias etapas de sua vida.
Outra manifestação do investimento desejante? Interessante pensar que não se trata
de um paciente que se mostrou inicialmente particularmente cativante. Pelo contrário,
inicialmente Flávio evocava na equipe e nas crianças da Pré-escola Terapêutica em
que o conheci pessoalmente, aos 6 anos, uma reação de irritação e cansaço frente a
seus movimentos agitados e constantes solicitações verbais e insistentes perguntas, em
que importava muito mais a repetição ecolálica do que a eventual resposta.
Percebo também com a ajuda das discussões clínicas sobre este paciente, que
2
................., que realizou inicialmente uma intervenção terapêutica conjunta pais-criança, prosseguindo com a
criança em análise individual.
hesito em registrar que o tempo passa para Flávio Palmeira e para nós, e que ele já tem
14 anos, apesar de dizer que tem 11. Combinar a dedicação de uma relação de analista/
mãe de uma mente-bebê com uma relação do tipo analista/mãe de aspectos que estão
tendo que “adolescer” no contato com o mundo externo, tem sido um constante desafio.
Passamos também por fases em que o registro de nosso contato analítico era
tão fragmentado, que eu dificilmente conseguia escrever uma sessão, pois não localiza-
va fios de reconstrução da experiência e de suas manifestações esparsas e caóticas,
com intensas manifestações motoras e sonoras que não pareciam ter nenhum encade-
amento como representação em minha mente, mesmo mantendo ativo meu radar
contratransferencial.
Voltando às imagens evocadas por Flávio com a canção de Chico, o contato
com esta criança vem, portanto, me intrigando quanto à coexistência destas trilhas
entrelaçadas, de mudança psíquica possível ramificando-se em constante expansão, e
de núcleos autísticos arraigados que parecem se “reformar”, se adaptar às mudanças,
“incorporá-las”, mas manter-se como um refúgio ( talvez cada vez mais encapsulado –
para o benefício do paciente quem sabe???) que talvez também evolua com as novas
aquisições de habilidades sociais, desenvolvimento da linguagem formal e possibilida-
de de decodificação dos afetos.
Pergunto-me: quando percebemos mudanças significativas nestes nossos paci-
entes, estariam ocorrendo mudanças estruturais destes núcleos autísticos ou redução
da preponderância destes aspectos frente a um maior desenvolvimento de aspectos de
conexão? Poderíamos dizer que o trabalho analítico se dá nesta fronteira, expandindo,
amplificando sutis áreas de transformação, buscando captar o interesse de nossos
pacientes pela vivência de tais possibilidades, como alternativas possíveis a núcleos
autísticos ora dominantes do espaço psíquico?
Ilustração Clínica:
Um dia na vida analítica de Flávio Palmeira - aproximações e afastamentos
Assim que entra na sala, certeira e rapidamente Flávio toca o interruptor ao lado
da porta para acender a luz, estendendo a mão para o lado, quase sem olhar. É a
primeira vez que faz isso e me surpreendo com a sua rapidez e precisão, parece que
ressado em conversar com o olhar (verbalizo algumas de suas possíveis falas, numa
atitude de relação com uma suposta-mente que virá a ser: “Como é que está essa...
(nome da analista) hoje? O que se passa com ela? O que se passa comigo? O que
a gente pode fazer junto?”)
Ponto de choque
De repente, Flávio fala numa voz alta e bem enfática (sugerindo uma ecolalia
tardia): “Não quero dormir, quero ficar acordado!” (Repete algumas vezes alto em
tom de lamento reclamatório e veemente protesto...) Reproduz um diálogo: “Junior,
mas você tem que dormir, é de noite...! Não eu não quero dormir, quero ficar
brincando...!” (se agita enquanto repete, cada vez mais alto e insistentemente).
Penso, intrigada, no que será que disparou esta mudança de rumo, o que o teria
agitado? A manutenção do olhar terá sido demais? Terá a minha atribuição de uma mente
pensante com alto grau de interesse e curiosidade se adiantado ao ritmo de Flávio?
M: “Às vezes você fica agitado e não dá muito pra descansar, não é?”
Flávio faz balanceios batendo as costas na cadeira, agita e enrijece os braços e
dedos, às vezes acompanhados com um som contínuo (iiiiiiiih!).
Comento que às vezes ele fica agitado aqui, em casa e pede que eu, a mamãe,
que a gente possa ajudá-lo a conseguir descansar.
Flávio faz um movimento de escrever no ar, como se estivesse empunhando um
lápis imaginário que ele maneja muito rápida e agitadamente.
M: “Olha! Você está escrevendo alguma coisa! Que será que você está es-
crevendo? Vamos pegar uma folha?” (levo-lhe uns lápis de sua caixa)
Meu interesse e entusiasmo verbalizados enfaticamente funcionam como ampli-
ficação e tentativa de subjetivação de seus sinais, como alternativa à repetição auto-
mática puramente motora. Flávio pega a folha que lhe entrego e leva para cima de um
dos armários da sala. Começa a desenhar bem forte em movimentos rápidos, acalcando
bastante com o lápis de cor preto.
M: “Você estava falando da sua agitação no escuro da noite... Aqui parece
o escurão da noite...”
...(Silêncio, Flávio continua fazendo traços fortes de vai e vem com o lápis
preto).
M: “O Flávio está aqui no escurão da noite?”
(desenho um menino-Flávio)
Pergunto como o Flávio está, se está com alguém, se está sozinho, o que está
fazendo?
F: “Tá sozinho, tá brincando”.
M: “Puxa, como será que o Flávio está se sentindo sozinho no escurão da
noite?”
Com determinação, Flávio pega o lápis azul e desenha com movimentos rápidos
as palmeiras (tais figuras são comuns no repertório gráfico e verbal cotidiano de Flá-
vio, anteriormente com conotação mais ecolálica e repetitiva, como foco de atenção
ritualizada de admiração e interesse estereotipado, agora aparecendo de forma menos
freqüente e mais diversificada).
F: (Diz alto, com entonação ecolálica) “É um palmeira, não precisa ter medo
dela, é uma palmeira da ‘articiais!’” (Entendo que ele quer dizer “artificiais”)
F: “Essas palmeiras são de brinquedo no Shopping super... (nome da analista).”
M: “Dá pra gente conversar, brincar, tentar conhecer melhor este medo,
sem ele te assustar de verdade aqui na nossa sala do Shopping super...?”
F: “É de brinquedo!”
Ponto de choque
Flávio vira a folha para baixo num movimento brusco, se mantendo em volta do
armário em barreira de impedimento, com os braços abertos bem tonificados, um
pouco de balanceio com os pés, dizendo:
F: “Não tem mais palmeira...! Agora mudou a cena! (misturando ansiedade
com um pouco de faz de conta)... Agora é o circo...! (desenha no verso do papel de
maneira agitada, que parece evacuatória). Acabou a palmeira!”
M: “O medo tem que acabar, tem que ir embora? Agora é o circo do movi-
mento?”
Flávio protege o espaço com o papel virado como uma fortaleza, cercando-o
com seus balanceios e braços rígidos. Parece estar envolvido numa tentativa deses-
perada de manter um equilíbrio à beira de colapso, uma auto-regulação do que é
possível a ele tolerar nesta esfera das trocas de interesse pelo outro e pelos senti-
mentos de si e do outro. Parece vivenciar em turbulência motora, acionando o circo
do movimento, incipientes rudimentos de aspectos que assustam, que talvez possam
ser metabolizados, podendo até ser brinquedo, mas que contém o risco de conge-
lar-se em “arti(fi)ciais”. Ao mesmo tempo, parece ser tomado por puro pavor em
estado bruto, do qual não pode se aproximar, nem tocar nem olhar, e do qual tem
que poupar a si e a mim.
M: “Cadê o Flávio? Cadê o medo? Será que dá pra gente junto ir chegan-
do perto deste medo, ir vendo como ele é, conversando sobre ele?” (brinco de ir
chegando aos poucos perto do papel, devagarzinho, tentando trazer o Flávio). Flávio
me impede com bastante vigor, mantendo a cerca e não deixando que o papel seja
virado. (a tônica maior é de ansiedade, mas aparecem uns lampejos de uma atmosfera
lúdica que me lembram brincadeiras tipo “achou!”, ou antecipatórias tipo formiguinha
que sobe pelo braço e faz coceguinhas).
F: “Agora um pano tampou tudo, tamparam as palmeiras lá dentro!” (Faz
os traços contínuos por cima do desenho).
Flávio faz também uma figura que ele depois diz ser uma pessoa subindo a
escada, mas que também é coberta pelo pano que tampa tudo. (Penso no nosso cami-
nho para a sala do consultório).
***
Flávio cantarola uma melodia que reconheço (e que eu adoro! –“Tanto amar”
do Chico Buarque de Holanda), com algumas palavras misturadas e pronunciadas
como se fossem uma língua meio estrangeira, meio “português esburacado”, mas em
afinação e ritmo comoventes. Penso na dupla Flávio pai e Flávio filho, que se encon-
tram nos momentos de música, o pai gosta, Flávio acompanha e parecem se sintonizar
nesta identificação.
Lembro também que a música fala de dois olhares –um que fita, outro que
evita– o que parece fazer muito sentido para a gente ali. Canto com ele a melodia,
colocando a letra em alguns pedaços que lembro, “amo tanto e de tanto amar,
acho que ela acredita... tem um olho a… e outro que agita...”, “tem um olho
que não está, meus olhares evita”, “e outro me fita”, “é na soma do seu olhar,
que eu vou me conhecer inteiro...” Me empolgo: “Amo tanto e de tanto amar,
em Manágua temos um chico, já pensamos em nos casar, em Porto Rico” (nesta
hora sinto que talvez tenha me entusiasmado um pouco demais...) Flávio, que no
início se mostrara curioso, sorrindo, surpreso, aparentemente com eu ter reconheci-
do a música e cantado com ele, diz, sorrindo agora de forma mais provocativa: Para
de me imitar!
coisas que dá medo e faz você querer se afastar, lá pra ilha, pro circo do movi-
mento, da agitação”.
F: Quero ficar no consultório da... (nome da analista), não quero ir lá pro
mundo da fantasia.
Repete esta fala de maneira lamuriosa, com um leve tom ecolálico, demonstran-
do dificuldade de suportar a quebra da continuidade, porém sem que seja necessário
passar a se agitar e se acalma quando comento que depois de amanhã a gente se
encontra de novo pra continuar conversando destas coisas.
Por que imagino que aqui tenha se dado um leve choque, diferente dos outros
apontados anteriormente? Apesar de minha sensação de interferência ser mais consci-
ente aqui do que nos outros momentos, Flávio pôde manejar a distância possível fisi-
camente, com o olhar e com toques verbais que me ajudaram a refletir sobre a situação
de proximidade e possível tendência a engolfamentos por minha extrema empolgação.
Será que o trabalho analítico ao longo da sessão terá facilitado a Flávio não ter que
recorrer agora ao circo do movimento e poder regular a distância possível, comunicando
suas fronteiras sem se desmantelar e se descompensar? Interessante que dos três mo-
mentos de choque, a minha surpresa e inconsciência sobre minhas possíveis ultrapassa-
gens das linhas de proteção coincidiram com as mais “espalhafatosas” e desintegradas
reações do paciente, enquanto que quando houve algum senso de ultrapassagem de
minha parte, houve também por parte do paciente, uma melhor condição de manejo.
A intensidade da ultrapassagem em si parece não ter sido o fator principal, ou
pelo menos a intensidade da intrusão não pode ser determinada por nossas referênci-
as. (Me senti, por exemplo, muito mais invasiva e inundando a relação com aspectos
muito próprios na terceira situação do que nas outras precedentes). Ao mesmo tempo,
me senti muito mobilizada emocionalmente por algo evocado em nosso contato ali, e
penso que algo desta atmosfera pode ter sido comunicado, não como invasão, mas
como sintonia afetiva e proximidade emocional, que nos permite até perceber as nuances
dos próprios movimentos.
Conclusão
Antenas parabólicas em contradança
Resumen
Partiendo de reflexiones acerca de estados primitivos de la mente y de desarrollos
clínicos en la técnica psicoanalítica con transtornos autísticos infantiles, este artículo
discute la cuestión de la convocatoria del paciente por el analista, nuestro deseo por
contacto, e impases y matices que emergen en nuestra práctica. A partir de la descrip-
ción detallada de una sesión de trabajo analítico, se resalta la importancia de nuestros
sensores contratransferenciales internos para acompañar tanto el movimiento de los
pacientes como los nuestros, en oscilaciones de aproximación y alejamientos. Una
canción conducida en sesión por el paciente y un sueño del analista participan de la
interlocución.
Resumo
Partindo de reflexões acerca de estados primitivos da mente e de desenvolvimentos
clínicos na técnica psicanalítica com transtornos autísticos infantis, este artigo discute a
questão do investimento do analista no contato com o paciente, seu desejo impulsionante,
e impasses e nuances que emergem em nossa prática. Utilizando-se do acompanhamen-
to detalhado de uma sessão de trabalho analítico com um garoto autista, ressalta-se a
importância de nossos sensores contratransferenciais internos para acompanhar tanto o
movimento dos pacientes quanto as nossos próprios, em oscilações de aproximação e
afastamentos. Uma canção trazida em sessão pelo paciente e um sonho da analista
participam da interlocução.
Summary
Considering reflections regarding primitive states of mind and clinical developments
within psychoanalytic technique with children within the autistic spectrum, this paper dis-
cusses the issue of the reclaiming function of the analyst, his investment in the contact
with his patient, the impasses and nuances emerging in our practice. Making use of a
detailed report of an analytic session with an autistic boy, the relevance of our counter-
transference is emphasized, to contain the patient’s movements and our own, oscillating
between closeness and withdrawal. A song brought by the patient during the session and
a dream the analyst had during the process of writing this paper take part in the dialogue.
Bibliografia
Anexo 1:
Desenhos
Frente: Flávio sozinho na escuridão da noite
Palmeiras articiais, de brinquedo no Shopping super...
Verso: Um circo, o circo do movimento
O pano tampou tudo, tamparam as palmeiras lá dentro
Relógio de pingar areia
Anexo 2:
Tanto amar
Amo tanto e de tanto amar
acho que ela é bonita,
tem um olho sempre a boiar
e outro que agita.
En este artículo, la autora reflexiona de manera profunda, con gran sentido clíni-
co y extrema sensibilidad, sobre el rol del analista en el trabajo con niños autistas.
Si bien contiene el relato de una sesión personal con un niño de 14 años, pone de
relieve la importancia fundamental del trabajo terapéutico inicial, realizado con el niño
y sus padres, que fue encarado lo más precozmente posible (en este caso a los 3 años).
Hoy es indiscutible que las intervenciones en el vínculo temprano del bebé con su
entorno primario son esenciales para el futuro de estos niños en el proceso de subjeti-
vación.
En este sentido, pensamos con Marie-Christine Laznik,2 que el trabajo del ana-
lista con niños autistas se efectúa en sentido inverso que la cura analítica clásica: el
objetivo del analista no es interpretar los fantasmas de un sujeto del inconsciente ya
constituido sino de permitir a un tal sujeto de advenir. El analista se hace “intérprete”,
en el sentido de traductor de una lengua extranjera, tanto del niño como de sus padres.
Muchas son las veces en que las conductas estereotipadas y las reacciones paradoja-
les de estos niños desorganizan a los padres. Ese primer trabajo de traductor va a
permitir al padre y/o a la madre poder mirar al niño de otra manera; poder recuperar la
ilusión anticipatoria descripta por Winnicott: poder escuchar una significación allí don-
de sólo hay una masa sonora.
Un analista accede a escuchar las producciones sonoras de un niño autista inclu-
so cuando no tienen una función de comunicación. El bebé también está en una situa-
ción fundamentalmente asimétrica con el Otro (ocupado por la madre), Otro gracias al
cual deviene sujeto. Cuando un analista decide tratar a un niño autista, su apuesta
fuerte es que toda producción del niño, ya sea gráfica, verbal o gestual posee un valor
significante y se constituye en destinatario de lo que él va a considerar como un mensa-
1
Miembro de la Sociedad Psicoanalítica de Paris.
2
Laznik, M. C. Vers la Parole. Trois enfants autistes en psychanalyse, Ed. Denoel, Paris, 1995.
je. Gracias a lo cual el niño va a poder reconocerse “a posteriori” como emisor de ese
mensaje.
Bien lo dice la autora de este artículo, el analista, estando atento a las señales y
tentativas de comunicación expresados por el niño, anticipa al sujeto. Al interpretar
toda producción como un acto del niño para tratar de advenir a un orden simbólico que
lo preexiste, lo está pensando precisamente como sujeto. De la misma manera que el
grito del bebé debe ser traducido en el tesoro significante del Otro materno para poder
devenir demanda.
Como segundo constituyente de la función analítica continente la autora nos ha-
bla de la “amplificación de las señales y tentativas de comunicación” y da como ejem-
plo, las manifestaciones de “sorpresa”. Estas manifestaciones nos parecen relacionarse
con lo que Freud describe en “El chiste y su relación con lo inconsciente”.3 El analista,
expresa también Laznik, puede ocupar el lugar que Freud describe como la “dritten
Person”, la tercera persona. Esta última, escuchando una “formación defectuosa como
algo ininteligible, incomprensible, enigmática”, lejos de rechazarlo como no pertene-
ciente al código, luego de un tiempo de estupefacción se deja llevar por la sorpresa y
reconoce allí un chiste. Estupefacción y sorpresa son los términos utilizados por Freud
cuando cita el famoso “familionario”. Frente al neologismo, el otro puede rechazarlo,
“eso no quiere decir nada” (suele ser muchas veces el discurso de los padres de niños
con trastornos autistas frente a sus emisiones sonoras), o puede poner en juego a una
tercera persona en la constitución de un lapsus o de un chiste. Es la persona que se
deja “sorprender”. Lacan4 señala que en ese caso el otro se deja desbordar: el enun-
ciado desborda al código y al sujeto. Esa estupefacción así provocada es el testimonio
de un vacío interno, de una falta, de una incompletud en ese otro.
La “sorpresa” descripta por Freud sería el placer pulsional de la tercera perso-
na, placer comunicado por la sonrisa y por el deseo de comunicar a otros lo que se
acaba de escuchar.
Lo mismo sucede con los enunciados de los niños autistas. Al principio es un
enunciado que lo atravesó y que sale de él sin tener destinatario. Pero si el analista se
deja sorprender y lo devuelve como teniendo una significación, como siendo mensaje,
algo puede inscribirse en el niño. A posteriori el niño podrá identificarse con y como la
fuente de ese placer sentido por el Otro.
Esto ubica al analista, muy bien lo destaca la autora, en un lugar donde se pien-
san las producciones lingüísticas del niño como significantes y portadoras de lo que se
esboza en ellos como formación del inconsciente.
Así, en el caso clínico relatado, la autora-analista nos muestra cómo en cada
momento de la sesión, otorga a cada gesto, cada movimiento y cada palabra de Flavio
una significación, ubicándose como la destinataria de los mismos.
Este caso revela también con gran claridad cómo desde el inicio de la sesión se
desarrolla un proceso con un hilo conductor: ver-no ver, el día-la noche, acercamien-
3
Freud, S. Le mot d’esprit et sa relation à l’inconscient. G. W. vol VI, 9, Ed. Gallimard, Paris, 1988.
4
Lacan, L. Les Formations de l’Inconscient. 1957, Ed. Seuil, Paris.
to-alejamiento. Flavio comienza la sesión con un gesto que nunca había realizado an-
tes: toca el interruptor de la luz (ver-no ver; un ojo que mira y el otro que evita). Esto
sorprende a su analista que abre las cortinas para “tener más luz”. Y Flavio se siente
“feliz”. Nos preguntamos: ¿habrá sentido el efecto “sorpresa” que produjo en su ana-
lista con su gesto y el diálogo sostenido ojo a ojo?
Se crea entonces un clima de acercamiento entre paciente y analista que desem-
boca en un “punto de choque” o impasse. Justamente, Flavio reproduce un diálogo en
el que no quiere dormir, no quiere que sea de noche. Luego de otra manifestación de
sorpresa de su analista, Flavio puede “representar” en una hoja, la oscuridad de la
noche. Pero está “solo”, expresando así quizás su gran desamparo frente al acerca-
miento de su analista. Y nuevamente un impasse se produce. Flavio parece aterroriza-
do frente a su analista que le propone hablar de sus miedos. Y al final de la sesión, luego
de otro momento de emoción y sorpresa de su analista (con la canción de Chico
Buarque), Flavio vuelve a repetir su deseo de quedarse despierto, de no soñar, de no
“ir al mundo de la fantasía”.
La autora se pregunta si esos “puntos de choque” están relacionados con mo-
mentos de aproximación excesiva, momentos de “apasionamiento”. Esto nos recuerda
lo que Horacio Etchegoyen escribió (1991): 5 “En el impasse está siempre involucrado
el eje transferencia-contratransferencia. No se puede hablar de un impasse del pacien-
te o del analista, ambos están involucrados, es de los dos”. El sueño que nos cuenta la
autora va también en este sentido….
Para terminar, la autora muestra cómo la clínica con bebés nos enseña sobre el
trabajo con estos niños: el bebé se mira en la mirada de su madre, la madre se mira en
la mirada de su bebé; de la misma manera, el paciente se mira en la mirada de su
analista y el analista en la mirada de su paciente.
Winnicott, luego de la publicación del “Estadio del Espejo” de Lacan, escribió un
capítulo titulado “El rol de espejo de la madre en el desarrollo del niño”.6 Allí postula que
es en la mirada que la madre dirige a su bebé donde se va formando su imagen con la cual
podrá identificarse. Si preguntáramos “El bebé, cuando mira a su madre: ¿qué ve?”,
contestaría: “A sí mismo”. Y, en este hermosísimo texto, Winnicott desgranará todos los
avatares que esa mirada le puede proponer al bebé y de qué modo éste reaccionará.
Pensamos que de esta mirada fundadora de la madre, en la que el bebé puede
mirarse como “Su Majestad el bebé”, dependerá algunos meses más tarde el destino
del estadio del espejo, que el niño pueda percibir anticipadamente su propia imagen en
el espejo y empezar a decirse: “ése que está ahí soy yo”.
Es importante subrayar que muchas veces esta capacidad materna, esta preocu-
pación materna primaria, parece opacarse o perderse. Lo que puede ser causa o con-
secuencia de los trastornos del niño ya que un bebé que no llama, que no contesta, que
no mira puede desorganizar completamente a su madre, instalándose así un círculo que
hay que romper.
5
Etchegoyen, H. Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. 2da edición, Amorrortu, 1991, Argentina.
6
Winnicott, D. W. Juego y Realidad. Paris, Gallimard, 1990.
En nuestra clínica con bebés y con niños hemos comprobado que gracias al
trabajo terapéutico con la madre y el niño, se ha podido reestablecer en ella su capa-
cidad de ilusión anticipatoria y de reverie.
Asimismo, el analista debe, en un momento de la cura, poder ocupar el lugar de
ese Otro capaz de ilusión y por ende soportar la falta, la pérdida del objeto, en otras
palabras la imagen de una incompletud radical. La constitución de un no-yo es la expe-
riencia mutiladora, desgarrante, el daño imaginario por excelencia de todo niño. El
analista debe poder ofrecer al niño la experiencia del pasaje de la frustración, vivida
como mutiladora, a un segundo registro donde el objeto de la frustración devino objeto
simbólico, marca de amor: “Amo y de tanto amar...”
Es indudable, bien lo dice este artículo, que el trabajo del analista desde la pers-
pectiva de la contratransferencia es esencial e indispensable para poder ocupar (so-
portar) los lugares a los que el trabajo con niños con trastornos del espectro autista nos
convocan.
En este sentido, habiendo realizado la formación de la observación psicoanalíti-
ca de bebés según el método de Esther Bick puedo decir, una vez más, que los bebés
son nuestros maestros.
Para concluir, nos parece importante subrayar que la cura de niños con trastor-
nos autistas permite lugares de encuentro y experiencias que podemos compartir a
pesar (o gracias) a nuestras diferentes referencias teórico-clínicas psicoanalíticas.
2
Trabalho selecionado pelo Concurso “Nuevas Direcciones en el Psicoanálises en América Latina- desarrollos
téoricos, clínicos y técnicos” da Revista Latinoamericana de Psicoanálisis.
3
Tradução descritiva de enactment seria “colocação em cena patológica da dupla”. Em espanhol tem-se usado
“puesta en escena”.
direção. Esses autores antecipam Rosenfeld (1965) e Bion (1962b), que nomeará
como identificação projetiva “realística” ou normal àquela que serve à comunicação e
reconhecimento de objetos.
Grinberg (1957) mostra, através do conceito “contraidentificação projetiva”,
como projeções do paciente podem atingir o analista, provocando-lhe algo real, para
além de seus próprios conflitos. O estudo da indução mútua se impõe. Logo se percebe
que o analista pode aproveitar o fato para captar aspectos expelidos do paciente
(Grinberg, 1982). Por esse época Liberman (1962) inicia descrição de estilos narrativos
e sua influência no trabalho da dupla. Joseph (1989) irá descrevendo, minuciosamente,
como o paciente pode “recrutar” o analista para determinados papéis no sentido de
manter o status-quo, o equilíbrio psíquico.
Bion (1962b), sem conhecer os trabalhos de Grinberg, descreve a “tela-beta”,
constituída de elementos que são expelidos através da identificação projetiva. Ela tem
a capacidade de despertar emoções no analista, promovendo a reação que
inconscientemente o paciente deseja. O modelo continente/contido permite compreender
disfunções na relação dual.
Nesse momento surge a clássica descrição do “campo” analítico (Baranger 1961-
62) onde nenhum membro da dupla analítica é inteligível sem referência ao outro. Ambos,
por sua vez, mascaram estruturas multipessoais. O campo se constitui no conjunto de
estruturas espaciais e temporais incluindo a “fantasia inconsciente da dupla” –algo que
se cria entre ambos e é radicalmente diferente do que são separadamente. Tudo o que
ocorre no campo, por ocorrer em novo contexto, não será mera repetição.
Os Baranger descrevem o “baluarte”, termo militar que indica obstáculo frente à
progressão do processo analítico. O encontro com baluartes remete a paralisias no
campo, sensação que nada ocorre, relatos estereotipados. O baluarte é um “precipitado”
de campo que somente pode ocorrer entre esse analista e esse analisando e “implica
zonas importantes da história pessoal de ambos...., e que atribui a cada um, um rol
imaginário estereotipado” (p.116). O baluarte pode parecer um corpo estranho estático,
enquanto o processo analítico aparentemente segue seu curso, ou invade todo o campo,
que se torna patológico. Nessas idéias estão contidas as sementes dos trabalhos atuais
sobre intersubjetividade (Ogden, 1994; Ferro, 1992,1996) e a importância da pessoa
“real” do analista.
A ruptura do baluarte provoca a destruição do status quo, permitindo
ressignificação das partes cindidas, que voltam a fazer parte do mundo emocional. É
interessante verificar a similaridade entre essas descrições e o que veremos adiante
como enactment.
Enactment
décadas anteriores mas sua nomeação chama a atenção sobre eles. Concomitantemente,
a influência da pessoa real do analista é mais valorizada.
Controvérsias sobre o novo termo são amplamente discutidas num simpósio
publicado em 1998 (Ellman & Moskovitz, 1998).4 O primeiro trabalho latino-americano
sobre o tema foi apresentado em Santiago, no Congresso Internacional de Psicanálise
(1999) e publicado no Uruguai (Cassorla, 2000).5
O enactment se manifesta por comportamentos ou ações que envolvem ambos
membros da dupla, formando uma colusão obstrutiva, sem que eles tenham consciência
do fato. O processo analítico fica paralisado na área em que ocorre. O enactment
somente será conhecido a posteriori, porque ele é identificado no momento em que se
desfaz e ele se desfaz no momento em que é identificado. Adiante discutiremos essa
concomitância.
A etimologia da palavra (McLaughlin, 1991) indica fatos com forte poder de
influenciar, com força de lei. O enactment se aproxima das idéias de baluartes, relações
continente/contido estéreis, recrutamentos mútuos efetivos. Ele é fruto da impossibilidade
de externalizar situações através da simbolização verbal, já que ela se encontra
prejudicada.
Um exemplo é da analista principiante que solicita um horário de supervisão
urgente. Chega transtornada. Afirma que passara a noite anterior em claro pensando
se realmente queria ser psicanalista, foi ‘uma loucura’. Nunca supervisionara esta
paciente porque ia ‘bem’ ainda que fosse ‘psicótica’. A paciente abortou há 3 meses e
agora imagina que está grávida. Ontem, durante a sessão, a paciente afirmara, em tom
misterioso, que a analista iria perder seu bebê. A analista, que não está grávida, vivenciou
essa fala como extremamente ameaçadora, um calafrio ‘em sua alma’, ainda que
soubesse que lidava com aspectos psicóticos. Hoje à tarde resolveu dormir antes de
atender a paciente, ‘para recuperar o sono’ e não acordou em tempo perdendo o
horário. Sentiu-se muito culpada e solicitou ansiosamente a supervisão.
À medida que o relato avançava o supervisor identificou, com facilidade, um
conluio em que aspectos aterrorizantes da paciente vinham atingindo a analista há algum
tempo mas esta não o percebia. Agora ela toma consciência do conluio quase sem
necessidade do supervisor mostrá-lo. Nesse momento, sem graça, lembra que antes
de atender a paciente se percebera menstruada indicando que não havia engravidado,
fato que perseguia há três meses. Ficara decepcionada. Agora a analista sabe que
vivenciara um ‘abortamento’ e que desejos e terrores próprios se mesclavam,
imperceptívelmente, com os da paciente.
A perda da sessão por parte da analista é considerado, para a maioria dos
autores, fruto de enactment. Aspectos da paciente, através da massividade de
identificações projetivas eliciaram aspectos próprios da analista. Não é impossível que
4
Dele participam os principais estudiosos do tema tais como Chused, McLaughlin, Jacobs, Boesky, Renik,
Sandler.etc.
5
Os autores latinoamericanos que usaram o termo enactment como descritor são: Barros & Barros, Barugel &
Mantikow de Sola, Bush de Ahumada, Carneiro, Cassorla, Castro, D’Abreu, Figueiredo, Galvez, Gus, Jabur, Leon de
Bernardi, Maldonado, Marucco, Nepomuceno, Ribeiro et al, Rocha, Rouco, Sanchez Grillo, Tutté & Wieliwis
(Base de dados Psique – www.sbpsp.org.br)
6
Faz parte do enactment essa reversão de perspectiva (Bion, 1963).
baluartes pois “Há processo à medida que se vão detectando os baluartes e vão se
desfazendo-os”. (Baranger et al, 1982, p.130). Dessa forma, podemos considerar
baluartes (quando envolvem a dupla analítica) e enactments, como similares. Ou, se
levamos em conta etimologias, considerar os baluartes como espaços-tempos onde
ocorrem enactments.
Em resumo, enactments “patológicos” ou simplesmente enactments, fruto de
identificações projetivas massivas somados a fatores próprios do analista, são
considerados: “crônicos” quando se prolongam sem serem identificados, ou redundam
em impasses; “agudos” –quando se manifestam mobilizando agudamente a dupla analítica
e durando instantes se compreendidos. Na literatura enactment, em geral, se refere
aos agudos.
Evidentemente o analista poderá dar-se conta de “enactment crônico” sem
que ocorra agudização dramática. Mas, por ser um fato marcante, sua percepção é
vivenciada intensamente.
Sonho e “não-sonho-a-dois”
do paciente que, ainda que fazendo parte da rede simbólica do pensamento, foram
deformados ou bloqueados pelas defesas. O analista então “re-sonha” o sonho, em
outras vertentes, permitindo novas conexões simbólicas e ampliando significados. Analista
e paciente se envolvem num “sonho-a-dois”.
2. Quando a função-alfa do paciente não está disponível ou foi destruída não é
possível pensar o mundo. Os estímulos que dele provêm são vividos sem qualidade
psíquica, como elementos beta, sem significado. Por não poderem ser simbolizados
são vivenciados como “terror sem nome” cuja expulsão é buscada através de
identificações projetivas. Essa expulsão pode incluir partes do aparelho de pensar,
funções mentais, constituindo-se objetos bizarros. Estamos em área de funcionamento
da parte psicótica da personalidade, onde não é possível sonhar.
O produto das identificações projetivas se manifesta no campo analítico através
de descargas em atos, fala sem sentido, sintomas corporais, sonhos evacuativos,
alucinações, crenças, delírios e outras transformações em alucinose (Bion, 1965). Trata-
se de “não-sonhos” (Cassorla, 2005a,b). O prefixo não indica que, potencialmente,
esses não-sonhos poderão ser sonhados desde que se encontre função-alfa. Quando
o analista supre essa função ele “sonha os não-sonhos” do paciente, dando-lhes
significado e incluindo-os na rede simbólica do pensamento.
Por vezes, no não-sonho podem manifestar-se pictogramas que, no entanto,
não podem ser seqüenciados ou articulados. Quando existem esboços de cenas ou
enredos, eles são estanques. O material não tem significado, não há espaço para ligações,
não existe ressonância emocional.7
Na verdade, os dois extremos citados (“sonho e não-sonho”) são abstrações
hipotéticas. Na prática encontraremos situações intermediárias ou mistas, já que o
funcionamento psicótico oscila e coexiste com o funcionamento não psicótico, assim
como PS<->D (Bion, 1963). Por exemplo, “não-sonhos” que buscam tornar-se sonhos,
quase-sonhos, sonhos que relutam em ampliar seu significado, “sonhos” transformando-
se em “não-sonhos, sonhos” interrompidos (Ogden, 2004), estados confusionais
mesclando “não-sonhos e sonhos”. Nesse continuum encontraremos diversos graus
de simbolização, por ex., não-símbolos (elementos brutos), símbolos precários com
pouca capacidade de conexão, equações simbólicas (Segal, 1957), redes simbólicas
obstruídas ou sofisticadas, etc.
Consideramos que a situação analítica se constitui num sonho-a-dois (ou se
bloqueada, num possível “não-sonho-a-dois”). Essas idéias derivam dos trabalhos de
Bion, e tem sido desenvolvidas por vários autores (Meltzer, 1984; Ogden, 1994, 2003;
Ferro, 1992,1996; Caper, 1998; Grinberg, 1996; Grotstein, 2000; Junqueira Filho,
2003).
Nas palavras de Meltzer (1984): “O que acontece [...] é que o analista escuta o
7
Helen Keller descreve sua vida como um não-sonho: “Vivia num mundo que era um não mundo.[...]. Eu não sabia
que não sabia nada, que vivia, agia ou desejava. Não tinha nem desejo nem intelecto. Era conduzida entre os objetos
e atos por um certo ímpeto natural cego. [...]. Minha vida interior, então, era sem atrativo, sem passado, presente
ou futuro, sem esperança ou antecipação, sem interrogante, prazer ou fé.” (Keller, 1909, apud Tyson, 2000, p. 65)
(Green, 1998). Ao mesmo tempo, o analista intui elementos de “sua própria” mente,
mobilizados ou não pela mente do paciente.
“O analista, feliz consigo mesmo, vai receber seu próximo paciente. Ao abrir a
porta bate com força o cotovelo no batente. Sente dor. O paciente entra. O analista
fecha a porta e olhando para o divã percebe que não trocara o guardanapo onde seu
novo paciente apoiará a cabeça. Adianta-se e retira o guardanapo usado. O paciente
observa, de pé. O analista retira um guardanapo novo, dobrado, da embalagem. Ao
procurar abri-lo a tarefa se lhe revela complicada. Seus dedos não conseguem encontrar
espaço entre as folhas de papel. Quanto mais tenta mais difícil a tarefa se torna. O
analista pensa: “está difícil” e não sabe se somente pensou ou se sua voz se fez ouvir.
Esses fatos mal foram percebidos pelo analista ainda que o tivessem constrangido
por alguns segundos. Somente após o final da sessão ele tomará consciência deles –
por enquanto são não-sonhos.
O paciente fica em silêncio... não sabe o que falar... está tenso... constrangido....
Ontem... ficou decepcionado com o analista... o achou distante....
O analista se lembra, instantaneamente, da sessão de ontem: o paciente havia
contado de um ataque de pânico, uma recaída inesperada após muitos meses... A
sessão fora muito difícil... o paciente decepcionado e triste... o analista decepcionado
e triste... nenhuma idéia na mente do analista... a impotência de ambos...
O analista se lembra, porém, que no final da sessão conseguira, a muito custo,
articular uma idéia mostrando como situações criativas do paciente haviam acionado
um objeto interno invejoso... filicida... que atacara o paciente por dentro... e o paciente
associou... e parecia pensar... e ambos terminaram a sessão algo satisfeitos...
Agora, esta sessão: ...o paciente se culpa e culpa o analista. Está certo que o
decepcionou...., etc. O analista concorda silenciosamente com seu paciente enquanto
ele descreve, em detalhes, o que o analista sentira ontem. Percebe, também, que nada
é dito sobre as interpretações no final da sessão.
Em silêncio o analista se lembra delas e passa a desconfiar que eram téoricas,
fruto de idéias sobre pânico... que vem entretendo... já há algum tempo... Pensa
então se o paciente não se deixou “encaixar” em sua teoria para não decepcionar
ainda mais seu analista.... Ou, estaria ele, analista, atacando suas próprias idéias? O
desenrolar do processo lhe mostrará que sua primeira hipótese estava correta.
Somente quando o paciente saiu, ao trocar o guardanapo para a próxima sessão
(o que foi fácil) o analista se lembrou de sua dificuldade anterior e como se machucara
ao abrir a porta. A frase “está difícil” se lhe tornou clara e se referia ao seu bloqueio
frente às mentes fechadas da dupla analítica. Poderia ter entrado em “pânico” se não
conseguisse abrir... o guardanapo...? O analista ficou ainda mais grato ao paciente
quando este lhe traz, na sessão seguinte, um artigo teórico sobre psicanálise do pânico
e diz: “é isso que eu tenho”, elogiando o autor.
Agora o analista tem certeza que, entre os fatores constituintes de conluios
anteriores, se encontrava também uma disputa pessoal (no momento por teorias), que
por vezes se alternava com idealização mútua. No decorrer do processo ficou claro
Tipos de “não-sonhos”
8
Essa autora propõe a existência de elementos autísticos, anteriores aos elementos beta.
com ela e a atribui a falha pessoal. No entanto, observando o que ocorre em seguida
ele se surpreende: 1. ao dar-se conta que, antes da descarga, existia um “enactment
crônico” ignorado; 2. que ela é fruto da agudização desse mesmo “enactment crônico”;
3. que, graças ao “enactment agudo”, o analista se dá conta do conluio e ele se
desfaz. Dessa forma o analista conclui que a aparente descarga abrupta inclui, na
realidade, busca desesperada de pensadores e também esboço de capacidade de
pensar que permitiu início de contato com a realidade. Esse contato mobiliza ansiedade
e é ela que dá o caráter da descarga. O analista é estimulado, então, a tentar entender
como e porque agora esse contato é possível.
O estudo clínico dessas situações me fez supor que, durante o “enactment
crônico”, em áreas paralelas à obstrução, o analista acolhe seu paciente, inoculando
função-alfa implícita que recupera, aos poucos, área traumática lesada. Quando há
suficiente recuperação o trauma pode ser revivido, em forma controlada, porque há
esboço de simbolização. Isto é, o “enactment agudo” nada mais é que o trauma
sendo revivido em forma atenuada. Essa revivescência revela, ao mesmo tempo, contato
com a realidade, desfazimento da relação dual e início da capacidade de pensar,
situações que ocorrem ao mesmo tempo.9
9
A função-alfa explícita do analista não será útil porque sua discriminação (como outro) será vivenciada como
insuportavelmente traumatizante pelo paciente, que fará de tudo para manter a relação dual indiscriminada.
sentindo espoliada financeiramente pela paciente, mas sem ter muita consciência do
fato. Isso lhe fica mais claro quando se lembra que a paciente comprara um automóvel
caro. Na verdade, a analista descarrega na paciente sua culpa por ter-se deixado
recrutar por seu lado miserável.
Então a analista conta que, ao final da sessão, a paciente pagou todas as sessões
sem reclamar. Antes, a todo pagamento reclamava da quantia, queria diminuir o número
de sessões e isso deixava a analista com medo de ser abandonada. A analista conta,
finalmente, que logo que a paciente saiu pensou em aumentar o preço das sessões.
O estudo do caso mostrou que inicialmente paciente e analista constituíram um
“enactment crônico”, ambas identificadas com miserabilidade. Aos poucos, porém, a
paciente utiliza seus recursos, quase sem dar-se conta, mas a parte miserável de ambos
membros da dupla continua ativa. O “enactment agudo” ocorre quando a analista
discute com a paciente. A analista mal percebe o que está fazendo e não tem idéia que
seu não-sonho esconde seu incômodo por ter-se deixado identificar com miserabilidade.
Esse não-sonho toma abruptamente o campo analítico exigindo sonhadores e a analista
traz o material para supervisão, sem ter clareza sobre os motivos. Ao apresentar o
caso o não-sonho é sonhado, amplia-se a rede simbólica e a analista pôde perceber
como ambas estavam envolvidas num não-sonho-a-dois que encobria situações
traumáticas de abandono e intrusão. A paciente utilizava um enredo estanque miserável
no intuito de estimular pena e neutralizar inveja projetada. A analista se deixara recrutar,
tornada miserável e não percebendo os ataques que fazia contra si mesma.
No entanto, algo ocorreu durante o “enactment crônico” (função-alfa implícita)
que permitiu que a paciente começasse a usar seus recursos e isso surge na sessão. A
melhora da paciente faz a analista sentir-se abandonada em sua miserabilidade, mas ao
mesmo tempo, a faz reclamar por ter-se deixado enganar. A analista pode fazer isso
(ainda que sem ter consciência) porque a paciente está menos frágil. Ocorre discriminação
entre ambas. Isto é, o trauma está sendo revivido, mas em forma atenuada. A dupla,
agora mais fortalecida, poderá lidar com a realidade.
Posteriormente a analista perceberá como fatores pessoais – possivelmente seu
desejo de casar-se e ter filhos – adiados esperando melhor situação financeira, se
engancharam nos aspectos trazidos pela paciente. Fatores mais íntimos ela terá que
investigar em sua análise pessoal.
Façamos aqui uma pausa. Podemos dizer que o processo analítico, antes
produtivo, estagnara. Ambos membros da dupla não podiam sonhar. O analista passara
por duas fases nas últimas semanas: na primeira vivenciara sintomas, sonolência, quase
desistência; agora vive mêdo, terror e se mantém alerta. Elementos beta em busca de
sonhadores. O analista intuía suas dificuldades mas não conseguia transformá-las em
pensamento. No entanto, nessa manhã sua capacidade de observar-se aumentara e
pudera até nomear algo, desajeitadamente, como desânimo, terror, morte...
Como vimos, o analista ficara bem com os pacientes anteriores. Agora, após o
café, está preocupado. Seus esboços de pensamento não eram suficientes para eliminar
sua preocupação e sabe que ela pode deformar sua percepção do campo analítico.
Disciplinadamente força, ativamente, seu “não desejo e memória” para ativar sua intuição.
Mas, não será fácil.
Quando abre a porta para S o analista, se prestasse atenção, observaria sua
frequência cardíaca acelerada. Ela diminui quando vê S. Viva. Fantasias sobre morte,
suicídio, se tornam claras quando olha seu rosto, o de prisioneira de campo de
concentração, esperando a morte e não se matando por falta de força.
S se dirige penosamente ao divã. O analista substitui sua preocupação por
desânimo e mêdo de desesperar-se. Percebe-se questionando a adequação do
tratamento psiquiátrico que S efetua concomitantemente com a análise. Posteriormente
perceberá que jogara para a psiquiatria sua própria impotência, culpa e desesperança.
Esse fato rompe o enredo estanque anterior. Agora o analista pode dar-se conta
que S também não se sentia “olhada” por ele. S vinha revivendo situações de vazio, de
não-existência, por falta de contato com seres vivos. Essa falta de contato, colocada
no campo analítico como elemento bruto, exigia do analista função-alfa (olhar) para
além do disponível. Constituira-se um “não-sonho-a-dois”, na verdade “vazio-a-dois”,
assombrado pelo ruído dos sintomas e da destruição mental.
O analista, revendo o início do processo analítico (aparentemente produtivo)
conclui que, sim, ele sonhava “não-sonhos”, mas em áreas aquém do vazio. Alguns,
talvez fossem “falsos sonhos”, que S tomava como verdadeiros na ansiedade de
preencher seu vazio e/ou agradar seu analista, para que.... ele a visse.10 A ação do
analista, permitindo olhar, indicava ruptura do “enactment crônico” através de sua
manifestação como “enactment agudo”.
O analista não sabe exatamente porque convidara S a sentar-se. Pode, no entanto,
supor que durante a noite e a manhã sua mente buscava sonhar... rateando...
continuando... quase desistindo (quando a idéia da própria morte o assolou...) ...insistindo
...resultando no convite ...que parecia uma descarga não-sonho..., mas era mais que
isso.... Manifestação de função-alfa implicita anterior? Estimulando regrediência,
figurabilidade, alfa-betização?
Agora o analista tem contato com a influência de fatos próprios, de sua pessoa
real, no que ocorrera. Seus pensamentos, antes bloqueados, transitam facilmente por
complexa rede simbólica que o faz lembrar-se e intuir vivências pessoais. Perdas e
mortes terríveis... por gerações... morte de pai... não-olhares.... buscas de sentido...
de ser... a impotência da medicina... da política... o encontro com a psicanálise... o
difícil aprendizado de aceitar as perdas... a realidade... sem deixar de indignar-se....
Percebe, também, fatores pontuais que, talvez, dificultaram e, adiante, facilitaram seu
trabalho com S.
Conclusões
10
Haverá que observar, no futuro, se falsos sonhos são conceitos úteis. Na situação descrita poderiam estar
funcionando como objetos autísticos – úteis mais pelas sensações despertadas que pelos conteúdos.
Resumen
La visión del proceso analítico como algo intersubjetivo que ocurre entre los miembros
de la dupla analítica ha ido surgiendo como una contribución fértil en el psicoanálisis
contemporáneo. En este trabajo son discutidos factores involucrados en ese proceso, en
particular la inducción mutua entre paciente y analista, hecho ya estudiado en forma
pionera por psicoanalistas de América Latina. Obstáculos al proceso analítico, inicialmente
descriptos como “baluarte”, pasan a ser estudiados y comprendidos dentro de varios
referenciales teóricos. El concepto de enactment, que se refiere a la connivencia obstructiva
de la pareja analista-paciente, pasa a ser reconocido por la mayoría de los psicoanalistas.
A partir de la presentación de material clínico se demuestra que el enactment puede ser
considerado un “no-sueño-a-dos”, en el cual “sueño” es entendido según la teoría bioniana
sobre el pensamiento. Se propone una clasificación de los “no-sueños” como psicóticos,
traumáticos y productos del vacío representacional y se enfatiza la importancia de tener
en cuenta la persona real del analista como un factor fundamental que va a influir en el
proceso analítico. Se muestra que no-sueños-a-dos traumáticos pueden involucrar, también,
la elaboración implícita del trauma.
Resumo
A visão do processo analítico como algo intersubjetivo ocorrendo entre os membros da
dupla analítica vem fertilizando a psicanálise contemporânea. Neste trabalho são discutidos
fatores envolvidos nesse processo, em particular a indução mútua entre paciente e analista,
fato já estudado em forma pioneira por psicanalistas da América Latina. Obstáculos ao
processo analítico, inicialmente descritos como “baluartes”, passam a ser estudados e
compreendidos a partir de vários referenciais teóricos. O conceito enactment, referido a
conluio obstrutivo da dupla passa a ser reconhecido pela maioria dos psicanalistas. A
partir de material clínico demonstra-se que o enactment pode ser considerado um “não-
sonho-a-dois”, onde “sonho” remete à teoria bioniana sobre o pensamento. Propõe-se
uma classificação dos não-sonhos em psicóticos, traumáticos e produto do vazio
representacional e se enfatiza a importância de considerar-se a pessoa real do analista
como fator importante influenciando o processo analítico. Demonstra-se que não-sonhos-
a-dois traumáticos podem envolver, também, elaboração implícita do trauma.
Summary
The view of the analytical process as something intersubjective occurring between the
members of the analytical dyad has been fertilizing contemporary psychoanalysis. In this
paper some factors involved in this process are discussed, particularly the mutual induction
between the patient and the analyst which have originallly been studied by Latin American
psychoanalysts. Obstacles to the analytical process, at fist described as “bastion”, are
studied and understood from most of the psychoanalytical referentials. The concept
enactment, referred to an obstructive collusion of the analytical dyad is recognized by
most of the psychoanalysts. Based on clinical material it is shown that enactment can be
considered a non-dream-for-two, where “dream” is linked to bionian theory of thinking. A
classification of “non-dreams”, as psychotic, traumatic and result of representational blank
is proposed. The importance of the real person of the analyst as a factor in the analytical
process is emphasized. It is shown that traumatic “non-dreams-for-two” can also involve
implicit elaboration of the trauma.
Bibliografia
Balint, M. (1979) The Basic Fault. Therapeuthic Aspects of Regression. Tavistock, London.
Baranger, M. & Baranger, W. (1961-62) “La situación analítica como campo dinámico”.
In Baranger, W. & Baranger, M. Problemas del Campo Psicoanalítico, Kargieman, Buenos
Aires, 1969.
Baranger, M. & Baranger, W. & Mom, J. (1982) “Proceso e não processo no trabalho
analítico”. Revista FEPAL, s/n., pp. 114-131, 2002, Revista de Psicoanálisis 39(4):527-49.
Barros, E. M. d R. (2000) “Affect and pictographic image: The constitution of meaning in
mental life”. International Journal of Psychoanalyisis, 81:1087-99.
Barros, I. G. (2004) Comunicação pessoal. In Korbivcher, (2007).
Bateman, A. W. (1998) “Thick and thin-skinned organisations and enactment in borderline
and narcissistic disorders”. International Journal of Psychoanalyisis, 79, 13-25.
Bion, W. R. (1957) “Differentiation of the Psychotic from the Non-Psychotic Personalities”.
In Second Thoughts – Selected Papers on Psycho-Analysis. Heinemann, London, 1967,
pp. 43-64.
- (1962a) “A Theory of Thinking”. In Second Thoughts – Selected Papers on Psycho-Analysis.
Heinemann, London, 1967, pp. 110-119.
- (1962b) Learning from experience. Heinemann, London.
- (1963) Elements of psychoanalysis. Heinemann, London.
Botella, C. & Botella, S. (2003) La figurabilidad psíquica. Amorrortu, Buenos Aires.
Caper, R. (1998) Tendo mente própria. Rio, Imago, 2001.
Cassorla, R. M. S. (2000) “Enactment (puesta en escena) agudo como recurso para el
desvelamiento de una colusión de la dupla analítica”. Revista Uruguaya de Psicoanalisis,
92: 35-61. (Também como “Acute enactment as resource in disclosing a collusion between
the analytical dyad”. International Journal of Psychoanal, 82:1155–70, 2001).
- (2003a) “Ações, descargas, evacuações, acting-out e enactment: desafios em técnica
analítica”. In Sociedade Brasileira de Psicanálise de S. Paulo. Panorama SBPSP 2003,
São Paulo, Depto. de Publicações SBPSP, p.301-329.
- (2003b) “Estudo sobre a cena analítica e o conceito de ‘colocação em cena da dupla’
(‘enactment’)”. Revista Brasileira de Psicanálise, 37:365-92.
- (2004) “Procedimentos, colocação em cena da dupla (“enactment”) e validação clínica
em psicoterapia psicanalítica e psicanálise. Revista de Psiquiatria do Rio Grande do Sul,
(Brasil), 25(3):426-435.
- (2005a) “From bastion to enactment: The ‘non-dream’ in the theatre of analysis”. International
Journal of Psychoanalysis, 86:699-719. (Também em L’Anneé Psychanalitique
Internationale, 4:67-86 y L’Annata Psicoanalitica Internazionale, 3:74-94).
- (2005b) “Considerações sobre o sonho a dois e o não-sonho a dois no teatro da análise”.
Revista de Psicanálise da Sociedade Psicanalítica de Porto Alegre, 12:527-552.
- (2007) “The analyst, his “Mourning and Melancholia”, analytical technique and enactment”.
In: Fiorini, L. G.; Bokanowsky, T.; Lewkowicz, S. (eds). On Freud’s “Mourning and
Melancholia”, p.71-89. IPA Publications (Contemporary Freud: Turning Points and Critical
Issues Series), London.
- (2008) “The analyst’s implicit alpha-function, trauma and enactment in the analysis of
borderline patients”. International Journal of Psychoanalysis, 89:161-180.
Dunn, J. (1995) “Intersubjectivity in psychoanalysis: a critical review”. International Journal
of Psychoanalysis, 76:723-738.
Ellman, S. J. & Moskovitz, M. (1998) Enactment: Toward a New Approach to the
Therapeuthic Relationship, Jason Aronson, Northvale.
Franco Filho, O. M. (2000) “Quando o analista é alvo da magia do paciente: considerações
sobre a comunicação inconsciente do estado mental do paciente ao analista”. Revista
Brasileira de Psicanálise, 34 (4):687-709
Ferro, A. (1992) A técnica na psicanálise infantil. Rio, Imago, 1995.
Psycho-Anaysis, 3:43-47.
- (1993) “On communication from patient to analyst: not everything is projective identification”.
International Journal of Psychoanalysis, 74:1097-107.
Sapienza, A. (2001) “O trabalho de sonho-alfa do psicanalista na sessão: Intuição-atenção-
interpretação”. In França MOAF, Thomé, M. C. I.; Petricciani, M. Transformações e
Invariâncias: Bion<->SBPSP. Seminários Paulistas, Casa do Psicólogo, São Paulo, pp.
17-25.
Segal, H. (1957) “Notes on symbol formation”. International Journal of Psychoanalysis,
38:391-397.
Stern, D. N.; Sander, L. W.; Nahum, J. P. et al. (1998) “Non-interpretative mechanisms
in psychoanalytic therapy: the ‘something more’ than intepretation”. International Journal
of Psychoanalysis, 79:903-921.
Tyson, R. (2000) “Helen Keller: un enigma psicoanalítico”. Revista Latinoamericana de
Psicoanálisis, 4(1): 57-71.
Winnicott, D. W. (1974) “Fear of breakdown”. International Review of Psychoanalysis,
1:103-7.
1
Seattle, EEUU.
Miembro titular de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires, residente en el exterior.
2
Hanna Segal Conference, Londres, Dic. 2007.
Bibliografía
UNA SEMBLANZA DE
LEÓN GRINBERG (1921-2007)
***
judíos y sus padres se esmeraron mucho por su educación. Estudió medicina en la Uni-
versidad de Buenos Aires y ya entonces mostró vocación por el psicoanálisis, como su
compañero de estudio David Liberman. Los dos fueron amigos entrañables y ambos
llegaron a sobresalir notoriamente. Es un milagro del amor y la amistad que estos dos
colosos nunca sucumbieran a la rivalidad fraterna que el destino parecía depararles.
A poco de recibirse, Grinberg ingresó a la APA, en la que llegó a miembro
adherente en 1952, a los 31 años. Su carrera fue meteórica y en cuatro años llegó a
profesor del Instituto de Psicoanálisis y a analista didáctico. Ya dije que asistí a su
seminario como candidato y pienso con fundadas razones que fue el primero que dictó
en su vida.
Grinberg pertenece a una segunda generación de analistas de la APA, como
Resnik, Bleger, los Baranger, Rodrigué, Zac, Arminda Aberasturi, Campo, Rebe Álvarez
de Toledo, Mauricio Abadi, Jorge y Teresa Mom, Rolla y desde luego Liberman. Se
analizó con Arnaldo Rascovsky y, cuando éste se fue a Estados Unidos, siguió con
Marie Langer hasta terminar su carrera; llegó a ser, después, su colaborador y amigo.
Con ella y con Emilio Rodrigué, escribió dos libros sobre psicoterapia grupal. El
primero, Psicoterapia del grupo. Su enfoque psicoanalítico, fue publicado por Pai-
dós en 1957. Agradable y riguroso, fue el primero en su género escrito en español y
tuvo una gran influencia en América Latina y España, que todavía perdura. El eje con-
ceptual de esta obra es que el grupo es una unidad y que ese conjunto psicosocial debe
abordarse con una definida actitud interpretativa de base psicoanalítica.
Por razones de oportunidad, de tiempo y discreción, este libro no se había
extendido en otros campos y en él sus autores no se habían animado a presentar un
material clínico completo. Estas limitaciones pronto fueron subsanadas cuando la
Editorial Nova publicó en 1959 El grupo psicológico. En la terapéutica, ense-
ñanza e investigación. Grinberg, Langer y Rodrigué dividen el texto en varias sec-
ciones, que parten de los dinamismos y aspectos teóricos de la psicoterapia del
grupo, para extenderse a diversas áreas y considerar por fin sus aplicaciones a la
enseñanza y la investigación. Colaboran en esta empresa más de veinte especialistas
latinoamericanos.
Sin duda la electrizante dinámica del grupo fue uno de los incentivos que llevaron
a Grinberg en aquellos años a estudiar con especial énfasis los mecanismos regresivos
del funcionamiento mental, que a veces el grupo expresa con diáfana claridad. Los
primeros trabajos propiamente psicoanalíticos de Grinberg se dirigen a la magia y al
animismo, con especial énfasis en la negación como mecanismo de defensa. Un texto
sobresaliente de estos años es “Aspectos mágicos en la transferencia y la contratrans-
ferencia”, que leyó en la APA el 27 de marzo de 1956 y se publicó dos años más tarde.
En este trabajo Grinberg introduce el concepto de contraidentificación proyectiva, al
cual se va a referir en muchos otros escritos.
Como él mismo lo dice en su recordado artículo “Pasado, presente y futuro de
una trayectoria psicoanalítica”, escrito para el XXX aniversario de la APA en 1974,
cuando María Isabel Siquier dirigía la Revista de Psicoanálisis, en sus comienzos la
investigación de Grinberg se dirige al estudio de los procesos regresivos, la magia, la
concienzudamente a Freud, Klein, Bion, Erikson y otros psicólogos del yo. Los Grinberg
parten de las ideas de Hartman sobre el self (como persona) y el yo (como instancia) y
las desarrollan a partir de Edith Jacobson, Wisdom y Erikson. En la segunda parte de
este libro se estudian las perturbaciones de la identidad, con especial atención a la
despersonalización y las migraciones, que abre el camino a otro libro de los Grinberg
sobre la migración y el exilio, lleno de belleza y nostalgia, que Alianza Editorial publicó
en Madrid en 1984, titulado Psicoanálisis de la migración y el exilio.
Identidad y cambio es, a mi juicio, el natural desarrollo de la idea de duelo por
las partes perdidas del yo (self), y conduce a otro libro de Grinberg, Teoría de la
identificación, que Paidós publicó en Buenos Aires en 1976. Texto breve y penetran-
te, expone el desarrollo del concepto de identificación a partir de Freud y sus discípu-
los, así como también de la escuela kleiniana. Estudia a fondo el concepto de identifi-
cación proyectiva, que Melanie Klein introdujo en 1946, y discute después los aportes
de sus discípulos Bion, Rosenfeld, Meltzer y el mismo Grinberg, con especial referen-
cia a su concepto de contraidentificación proyectiva. Grinberg estudia la identificación
proyectiva en sus aspectos cuantitativos y en especial cualitativos y pone el énfasis en
los procesos de comunicación que subyacen a este fértil concepto. Siguiendo de cerca
los estudios de Racker, Grinberg emplea la identificación proyectiva para dar cuenta
de los complejos y sutiles efectos que ejerce en la relación analista-paciente, lo que
culmina con su teoría de la contraidentificación proyectiva, que aceptan actualmente la
mayoría de los autores.
Poco después de aparecido este libro, los Grinberg deciden exiliarse en Madrid
en octubre de 1976, cuando era el comienzo de la nefasta dictadura de Videla.
***
como Leo Rangell y André Green, Jacob Arlow y Charles Brenner, Harold Blum, Bion,
Hanna Segal, Donald Meltzer, Edward Weinshel, Robert Wallerstein, Riccardo Steiner,
Salomón Resnik, Betty Joseph, Esther Bick y muchos otros no menos significativos.
Un año antes de su exilio publicó un libro muy interesante sobre la supervisión
psicoanalítica y, todavía en Buenos Aires, presentó Psicoanálisis. Aspectos teóricos
y clínicos, que publicó Alex Editor, un emprendimiento del hijo de David Liberman.
Como dice el mismo Grinberg en el prólogo, este libro reúne una serie de trabajos que
van desde 1955 hasta 1976 y cierra un ciclo de su producción. Con algunos agregados
y otro formato, fue presentado por Paidós (Barcelona) en 1981. No me resulta fácil
escoger algunos de estos trabajos para mencionar en esta nota, porque todos me
parecen valiosos. “Los sueños del día lunes” (1960), en colaboración con Rebe Grin-
berg, siempre me pareció una perla; pero ¿cómo no mencionar los trabajos en que
Grinberg habla de la indentidad, del conflicto y la evolución, de los mecanismos obse-
sivos de control omnipotente y realista, de la creatividad y tantos otros?
A comienzo de los años sesenta Grinberg se puso a estudiar en serio la obra de
Bion con un grupo de estudio, al que siguieron otros (en uno de ellos estuve yo con
Benito López). Estas inquietudes culminaron en su conocido libro Introducción a las
ideas de Bion, que escribió con dos de sus estudiantes, Darío Sor y Elizabeth Tabak
de Bianchedi, que habrían de ser después analistas sobresalientes. Este libro fue publi-
cado por Nueva Visión en 1972. Escrito metódico, ameno y riguroso se difundió lite-
ralmente en el mundo entero: se lo tradujo al inglés, al francés, al italiano, al portugués,
al sueco y hasta al japonés. Se reeditó en 1991 como Nueva introducción a las ideas
de Bion, con algunas modificaciones y un capítulo sobre las últimas contribuciones del
gran pensador inglés. En los diez y ocho años que van de la primera edición a ésta, el
libro se fue expandiendo y modificando, hasta que la Colección Continente/Contenido,
de la incansable Mercedes Velo, lo publicó en Madrid.
La historia de Grinberg tiene muchos momentos culminantes, pero tal vez el más
elevado es el de relator del Congreso de Copenhague (1967), donde discutió con
Anna Freud el concepto de acting out. Fueron dos presentaciones brillantes y Grinberg
se lució cuando puso en relación el acting out con las angustias de separación y la
identificación proyectiva. Terminó definiéndolo con acierto y con gracia como un sue-
ño que no pudo ser soñado.
Los Grinberg permanecieron en Madrid cerca de veinte años, en los que León
ejerció un gran magisterio en la Asociación Psicoanalítica de Madrid, donde enseñó
teoría y técnica psicoanalítica y la obra de Klein, Bion y Meltzer.