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Entendemos por convivencia la potencialidad que tienen las personas para vivir
con otras en un marco de respeto mutuo y de solidaridad recíproca. La
Convivencia Escolar se genera en la interrelación entre los diferentes miembros
de la Comunidad Educativa de un establecimiento educacional que tiene
incidencia significativa en el desarrollo ético, socio-afectivo e intelectual de los
estudiantes. Esta concepción no se limita sólo a la relación entre las personas,
sino que incluye las formas de interacción entre los diferentes estamentos que
conforman la Comunidad Educativa, por lo que constituye una construcción
colectiva y es responsabilidad de todos quienes participan del proceso educativo.
La convivencia se refiere a la potencialidad que tienen las personas para “vivir con otros”. Con eso
se está haciendo referencia a principios fundamentales como el respeto a las ideas y sentimientos de
los demás, la tolerancia frente a las diferencias, la aceptación y valoración de la diversidad, la
solidaridad, entre otros.
La Convivencia Escolar asume la totalidad de aquellos principios por lo que atañe no sólo a las y
los estudiantes sino a todos los integrantes de la Comunidad Educativa; debe ser ejercitada por los
adultos, enseñada, aprendida y puesta en práctica, en todos los espacios formales e informales de la
vida escolar.
Una Convivencia Escolar sana tiene incidencia en la calidad de vida de todos los miembros de la
Comunidad, en los resultados de aprendizaje y en el mejoramiento de la educación. Aprender a
entenderse con otros es el fundamento de una convivencia social pacífica y democrática.
La Comunidad Educativa es un espacio privilegiado para aprender a vivir con otras personas. Pues,
la convivencia social se vive y se experimenta en la realidad de escuelas, liceos y/o colegios. La
institución escolar, como espacio de formación, permite vivenciar el ejercicio de la vida
democrática, preparando a los estudiantes para el diálogo social y cultural que se requiere en el
mundo actual; por eso, es el lugar donde se aprende la convivencia ciudadana.
La Comunidad Escolar, a través de Proyecto Educativo, expresa los intereses formativos de padres,
madres y apoderados (as), docentes, directivos y asistentes de la educación, sostenedores y
estudiantes, constituyéndose en una comunidad de intereses, donde todos concurren y participan
aportando desde sus diferentes roles y funciones.
a) ¿Qué es el conflicto?
En situaciones de conflicto tendemos a pensar que nuestra propia perspectiva es la única posible y
suponemos que el otro es quien está equivocado y debe cambiar. El problema es que nuestra
contraparte piensa en términos similares; cree ser él quien está en lo correcto y que somos nosotros
los que estamos equivocados.
En este intento por probar quien tiene la “razón”, es frecuente que el conflicto se acreciente como
bola de nieve que se echa a rodar. Es así como, nos polarizamos en nuestras posturas, nos
descalificamos y perdemos de vista los aspectos esenciales del desacuerdo inicial.
Muchas personas creen que los conflictos son negativos, ya que generalmente, se asocian con altos
costos físicos, emocionales y materiales. Sin embargo, esto no es del todo cierto, esta noción
negativa del conflicto, se debe a que solemos confundir el conflicto con la forma de enfrentarlo, es
decir, se confunde conflicto con violencia. En efecto, muchos piensan que siempre que hay
conflicto hay violencia y, pareciera ser que frente a ello no existiese más alternativa que evitar,
negar o reprimir la expresión del conflicto. Con todo, la verdad es que no son los conflictos en sí,
sino el modo en que los manejamos lo que genera sufrimiento y daño, tanto a las personas como a
las relaciones.
c) Tipos de conflictos
Es posible clasificar los conflictos en dos grandes grupos: los conflictos de interés y los conflictos
de valor.
En la negociación, las personas en conflicto dialogan cara a cara e intentan encontrar una
solución que sea satisfactoria para cada uno de ellos.
Mientras que en la mediación, las personas en conflicto acuden a un tercero que los ayude a
encontrar una solución. El mediador debe ser imparcial y asume un rol de facilitador de la
comunicación entre las partes, sin intervenir en el proceso con sus propios juicios y
opiniones.
La negociación y los procedimientos derivados de ella, aparecen como las alternativas óptimas de
resolución de un conflicto. Sin embargo, cuando alguno de los involucrados está centrado solo en su
propio beneficio y/o no está dispuesto a considerar la perspectiva del otro, cuando una persona
evalúa que el otro está intentando manipularlo en vez de resolver el problema, o la expectativa del
otro es que la persona transgreda sus propios valores, no es posible negociar.
a) Conceptos básicos
A diferencia de los conflictos entre pares, los conflictos entre el adulto y el niño se dan en el
contexto de una relación jerárquica en que las reacciones del niño frente a la situación estarán muy
influidas por las pautas del adulto, por lo tanto corresponde a este último buscar la manera de
abordad constructivamente el conflicto.
Cuando como adultos tenemos conflictos con un niño solo podremos considerar su perspectiva tan
válida como la nuestra en la medida en que seamos capaces de reconocer que sus opiniones,
sentimientos y conductas están influidos por la etapa de desarrollo en que se encuentra. Ello
contribuye a que logremos dialogar con él sin descalificar sus opiniones y sentimientos (Ej.: “Son
cosas de niños”) porque son diferentes a los nuestros. Recuerde un niño es siempre un niño, y debe
ser tratado como tal sin usar como medida las varas que usamos para nosotros, los adultos.
El modo en que un adulto, entiende y resuelve los conflictos con un niño dependerá en gran medida
de la forma en que concibe y ejerce su autoridad.
Desde un estilo autoritario se considera el conflicto como una mera expresión de desobediencia o
indisciplina por parte de los niños hacia el adulto. Por tanto, el adulto asume una actitud
sancionadora frente al menor y supone que la única solución posible es que el niño acate sus
órdenes.
Desde un estilo permisivo se niega o minimiza la existencia del conflicto. El adulto asume una
actitud evitadora del conflicto y se desentiende de la responsabilidad que le corresponde en su
solución.
Desde un estilo protector se concibe el conflicto como una expresión de legítimas discrepancias
existente entre el menor y el adulto. Por lo tanto, el adulto asume una actitud receptiva frente a la
postura del niño, lo escucha y empatiza con él. En este caso, la solución parte de la consideración de
la perspectiva tanto del niño como el adulto, siendo este último el responsable en la toma de
decisiones.
Dicho lo anterior, no existen recetas para enfrentar los conflictos entre adultos y niños. Sin
embargo, en la búsqueda de soluciones constructivas resulta fundamental considerar los siguientes
aspectos:
Para el niño tener la oportunidad de expresar sus puntos de vista, por muy sencillos que
sean, constituyen un ejercicio concreto y cotidiano de democracia que favorece el
aprendizaje de habilidades específicas de resolución de conflictos.
Negociar: supone buscar en conjunto con el niño una solución al conflicto, sin olvidar
nunca que la negociación entre el adulto y el niño no es una negociación entre iguales. Si
bien le corresponde al adulto incorporar la perspectiva y los intereses del niño a la
resolución del conflicto, también es el adulto quien debe definir en qué aspectos puede
ceder y en cuáles no, según la edad del niño y las características del desacuerdo específico.
Por tanto, es el quien tiene la última palabra en la toma de decisiones respecto a una
situación.
a) Conceptos básicos
Tal como fue señalado anteriormente, los conflictos son inherentes a la convivencia y, por ende, son
inevitables. De este modo, en ambientes donde compartan al menos dos niños, siempre se van a
desarrollar conflictos.
Los conflictos que surgen entre pares cumplen una importante función evolutiva. En efecto, es en
situaciones de conflicto donde el niño tiene la posibilidad de aprender habilidades de negociación y
son las condiciones contextuales las que determinan que los niños desplieguen estrategias
constructivas o destructivas de enfrentamiento. Esto pone de relieve la importancia que tienen los
adultos en el aprendizaje de estrategias no violentas de resolución de conflictos en los niños.
Junto con el hecho de ser modelos, existen ocasiones en que como adultos debemos asumir una
postura activa frente a los conflictos que se producen entre los niños. Dentro de estas se encuentran:
Violencia entre pares: se refiere a la confrontación violenta que se produce entre dos o
más niños. Pese a que existen numerosas situaciones generadoras de conflicto entre los
pequeños, muchas de ellas se refieren a desacuerdos que los mismos niños pueden resolver.
Otras, sin embargo, encierran una violencia que va en escalada y que es necesario detener.
Con frecuencia nosotros los adultos tendemos a adoptar el rol de árbitros frente a este tipo
de situaciones, intentando “llegar a la verdad” a través de un interrogatorio que pretende
determinar “quién empezó”. Ante semejante escenarios, los niños en conflicto acusan a su
contraparte esperando que el adulto les dé la razón. Luego de escuchar la exposición
acusatoria de cada uno damos nuestro veredicto final, señalando quién es el culpable y, por
ende, ser castigado.
En efecto el arbitraje es una forma frecuentemente utilizada por los adultos para intervenir
en los conflictos de los niños. Sin embargo, un enfoque de esta naturaleza tiene
importantes desventajas. Una de ellas es que los niños se vuelven dependientes del adulto-
árbitro que resuelve el problema y no aprenden a enfrentar los conflictos desplegando sus
propios recursos. Pero lo que es tal vez más importante es que el asumir un rol detectivesco,
que pretende esclarecer los hechos buscando identificar al culpable, sin duda amplifica la
dinámica confrontacional que se estaba dando entre los niños, donde lo que se pone en
juego es la capacidad de dar argumentos que prueban la culpabilidad, incompetencia o mala
intencionalidad del otro.
En lugar de adoptar una postura como la descrita, la mediación aparece como una mejor
alternativa. Los adultos pueden ayudar a los niños a resolver constructivamente sus
conflictos actuando como mediadores, facilitándose de esta forma que ejecuten los pasos de
la negociación.
Cuando no existen condiciones para el diálogo y, por ende para la negociación (Ej.: cuando
uno de los niños o ambos están demasiado ofuscados), nos queda la alternativa de sancionar
la forma en que se ha enfrentado el conflicto y no a los niños. Quién comienza una pelea
suele ser un parámetro difícil de determinar y corremos un alto riesgo de cometer
arbitrariedades o equivocarnos. Cuando sancionamos la confrontación violenta estamos
igualando a las partes en conflicto, lo que contribuye a aminorar la confrontación.
Victimización de pares: lejos de ser una “cosa de niños”, la agresión sostenida de la cual
muchos niños son víctimas al interior del grupo de pares, es generadora de una serie de
dificultades de adaptación tanto en el niño victimizado como en el niño agresor.
A diferencia del apartado anterior, donde se describían interacciones violentas entre iguales,
lo que planteamos acá claramente no se trata de un intercambio de violencia en igualdad de
condiciones. En este sentido, en realidad no deberíamos hablar de victimización “entre
pares”, pues lo que define esta dinámica es justamente la desigualdad o la disparidad entre
el niño víctima y el niño agresor. En efecto, la dinámica abusiva queda definida desde el
momento en que uno o más niños se plantean en una postura de superioridad frente a otro
(por número y/o mayor fuerza física), maltratándolo al hacer uso y abuso de este poder.
En este caso la mediación no aparece como alternativa viable pues ésta requiere que las
partes en conflicto se encuentren en igualdad de condiciones. A diferencia de los que
sucede con la violencia entre pares, donde es importante no entramparse con la búsqueda
del culpable, en este tipo de victimización es fundamental establecer claramente la
responsabilidad del agresor, instándolo a evaluar el impacto que sus acciones tienen sobre
el niño agredido. Del mismo modo, resulta importante fortalecer al niño víctima,
ayudándolo a desplegar recursos de autoprotección.
Bullying.
a) ¿Qué es el Bullying?
El Bullying tiene tres características centrales que permiten diferenciarlo de otras expresiones de
violencia:
Constituye una de las expresiones más graves de violencia y debe ser identificada, abordada y
eliminada del espacio escolar de manera decidida y oportuna, con la participación de todos los
actores de la comunidad educativa.
Hay que tener presente que no toda manifestación de violencia es “bullying”, ya que es necesario
que exista, además, una asimetría de poder entre las partes involucradas, en la que una de ellas está
o se siente incapacitada para defenderse.
En las situaciones de Bullying se produce una dinámica relacional en la que están involucrados los
agresores, los agredidos o víctimas y los espectadores. Diversos estudios han mostrado que, a su
vez, muchos de estos roles se van intercambiando, es decir, un estudiante agresor pude ser, a su vez,
agredido y viceversa.
Para enfrentar las acciones de hostigamiento prolongado o bullying, resulta fundamental prestar
especial atención al conjunto de los estudiantes implicados, de manera de romper las leyes de
silencio que funcionan en estos casos, y fomentar el desarrollo de habilidades y valores sociales que
impidan que sigan ocurriendo.
Entre los estudiantes agredidos, una de las razones principales para mantener el secreto, es su deseo
de pasar inadvertidos para no sufrir agresiones y no aparecer como incapaces de resolver sus
problemas por sí mismo, además, no ser blanco de nuevas agresiones. Entre los adultos, muchas
situaciones abusivas se pasan por alto, minimizando el impacto que puede tener en las víctimas o
reduciéndolas a “juegos entre niños o adolescentes”.
Las víctimas de Bullying suelen no hablar de su situación, porque temen represalias por parte de los
agresores o imaginan que al explicitar su condición serán aún más rechazados o aislados.
Los agresores no necesariamente gozan de popularidad entre sus compañeros, siendo en muchas
ocasiones marginados y discriminados por aquellos; más bien, mantienen y refuerzan el control a
través del uso de la fuerza y presentan dificultades para relacionarse con otros de manera asertiva,
por lo que requieren atención y apoyo tanto emocional como pedagógico.
b) Cyberbullying
Agresor(es): les hace creer que gozan de impunidad ante hechos inmorales y destruye sus
posibilidades de integración social. Existe relación con conductas delictuales en la vida adulta.
Escuche a los estudiantes. Tome en serio todo lo que le digan acerca del bullying,
especialmente si le informan sobre casos concretos que ocurren en el centro educativo (o
fuera de él) que involucran a los estudiantes.
Asegúrese de brindar atención a cada caso particular y tomar acciones correctivas para
detener la situación. Apoye al docente a emplear su autoridad para exigir el cese de las
hostilidades contra cualquier niño.
Apoye al niño molestado o intimidado para hacerlo sentir respaldado y a salvo de las
represalias. Ayude al niño a encontrar modos de decir que no lo molesten más y a buscar
ayuda. Informe lo acontecido al resto de los docentes.
Deje bien en claro que pedir ayuda no es ser “soplón”. Por el contrario, es ser solidario.
No pida a los testigos que expliquen públicamente lo que observaron.
El trabajo con el grupo debe estar encaminado a desmitificar a quien ejercita su poder
mediante la violencia. El niño que recurre a la violencia suele tener alguna necesidad
no satisfecha. En tal sentido, es fundamental escucharlo y entenderlo para luego marcarle
límites a través de la empatía y la justicia.
Si lo considera apropiado, imponga consecuencias para los niños que molesten o intimiden
a otros. No exija a los niños que se disculpen, o que hagan las paces en el calor del
momento. Todos deberían tomarse su tiempo para “enfriar los ánimos”. Todas las
consecuencias deberían ser lógicas y conectadas con la ofensa. Es fundamental que las
consecuencias sean justas y que estén dirigidas a comprender y ayudar tanto al que sufre el
bullying como a quien lo hace. Indague a los agresores acerca de su comportamiento y
bríndeles apoyo para cambiar las conductas nocivas. Ciertas medidas punitivas, como la
suspensión o la expulsión, tienden a ser contraproducentes, porque los niños se quedan
callados y no se pueden trabajar las causas psicosociales que motivan el comportamiento de
los que molestan y de los que son molestados.
Notifique a los padres y las madres de los niños involucrados. Es aconsejable también
tratar el tema en reuniones con madres y padres, a fin de generar conciencia sobre el
problema y promover el acercamiento de las familias a la escuela. Los padres y madres
deben sentir que la escuela cuida a sus hijos, que escucha sus problemas y que colabora con
la familia en la educación. Recuerde es muy importante involucrar a los padres y
madres.
Es importante y necesario que tanto el/la acosado/a como el que acosa pueden llegar a
recibir ayuda terapéutica y/o apoyo psicosocial.
Recuérdele al docente que debe acompañar tanto al niño acosado, como a aquellos que
han sido agresores. Todas las partes deben sentir que el docente está pendiente de la
situación para asegurar que la violencia no vuelva a ocurrir.
Es necesario que los problemas entre pares puedan ser incluidos como parte del trabajo de
convivencia en el aula. De esta manera, habrá muchas oportunidades de transformar situaciones
negativas en otras positivas y favorecer una convivencia escolar armónica, un ambiente
confortable para aprender y enseñar.
Si el bullying es detectado en las primeras fases, los docentes y los padres y madres pueden
intervenir a tiempo para poner fin rápidamente a los episodios de violencia. En cambio, si se
descubre un acoso de larga duración, desarticular el problema llevará más tiempo.
APUNTE CONVIVENCIA ESCOLAR: ESTRATEGIAS Y TÉCNICAS
Asignatura: Evaluación y Problemas Contemporáneos.
Profesora: María Paz Rojo Ramallo.
Para poder trabajar bien con otras personas, debemos ser capaces de resolver los conflictos. Para
solucionarlos, es importante mantener control de las emociones.
Por ello, considere los siguientes elementos para intentar resolver conflictos con otros
pacíficamente:
Al elegir la solución:
a) Determine, conjuntamente con la otra parte, cuál es la solución más conveniente para los
dos.
b) Asegúrese que ambas partes se sientan satisfechas con la solución.
c) Establezca un plan conjunto entre las partes para llevar a cabo la solución escogida,
estableciendo derechos y deberes de cada una.
d) Evalúe la real ejecución del plan establecido y las consecuencias que ha tenido el llevar a cabo
la solución elegida.
La Asertividad se define como: “la habilidad de expresar nuestros deseos de una manera amable,
franca, abierta, directa y adecuada, logrando decir lo que queremos sin atentar contra los demás,
negociando con ellos su cumplimiento”. Está en el tercer vértice de un triángulo en el que los otros
dos son la pasividad y la agresividad. Situados en el vértice de la pasividad evitamos decir o pedir
lo que queremos o nos gusta, en la agresividad lo hacemos de forma tan violenta que nos
descalificamos nosotros mismos.
Que un alumno emplee sea asertivo, implica que sepa pedir, sepa negarse, negociar y ser flexible
para poder conseguir lo que quiera, respetando los derechos de los demás compañeros y expresando
sus propios sentimientos de forma clara. Además, la asertividad consiste también en hacer y recibir
cumplidos, y en hacer y aceptar quejas.
El elemento básico de la asertividad consiste en atreverse a mostrar deseos de forma amable, franca,
etc., pero el punto fundamental consiste en lanzarse y atreverse. Debemos dotar al alumnado de
estrategias que les ayuden a mostrar lo que sienten y desean, cuando saben que lo están haciendo de
forma adecuada y que nadie se puede ofender. Esto les ayudará, a atreverse a hacerlo. Pero
cuando la ansiedad y el miedo son demasiado grandes hasta el punto de que les dificultan o impiden
expresar sus deseos, hemos de apoyar al docente, a brindar a los alumnos de estrategias para
superarlos.
Para trabajar la asertividad en el aula podemos realizar diversas actividades, poniendo en práctica
diferentes estrategias pero, siempre debemos elaborarlas y/o adaptarlas a la edad (infantil, primaria
o secundaria) y nivel del alumnado al que se dirijan (teniendo en cuenta si presentan o no
necesidades específicas). Teniendo en cuenta esto, para trabajar la asertividad primeramente,
debemos transmitir información sobre esta habilidad: en qué consiste, como ser asertivo/a, cuales
son las fases de un comportamiento asertivo. Las técnicas que pondremos en práctica en nuestras
explicaciones dependerán, como hemos mencionado anteriormente, de la edad y el nivel del
alumnado, pudiendo complementar dichas explicaciones con imágenes, dibujos, relatos, cuentos,
videos…
Tras las explicaciones oportunas, podemos llevar a cabo actividades muy diversas, como por
ejemplo:
NB2 en adelante:
- Elaboración de murales con recortes procedentes de revistas,
periódicos, Internet… ya sean imágenes, noticias, dibujos… de
comportamientos asertivos y no asertivos.
- Lecturas de diferentes relatos que contengan comportamientos asertivos
y no asertivos. Realización de un análisis en común detectando que
tipo de comportamientos de ha observado en el texto y cómo serían de
forma contraria.
- Elaborar una lista con los comportamientos no asertivos que se
produzcan cada día en el aula y con la descripción de cómo deberían
comportarse los alumnos para actuar de manera asertiva.
- Elaborar videos a lo largo del curso, protagonizado por el alumnado,
que recojan los comportamientos no asertivos de la lista anterior y sus
soluciones. Este vídeo servirá de recordatorio, cada vez que se repita el
conflicto, de cómo solucionarlo y comportarnos de forma asertiva.
- Realizar dibujos con comportamientos asertivos, con los que
decoraremos el aula (con los más pequeños 3° y 4° básico. Con los
mayores 5° se puede proponer hacer un comic).
- Análisis de noticias periodísticas, dando a estas soluciones asertivas.
- Organizar cortas asambleas cada vez que se produzcan conflictos en el
aula, interviniendo rápidamente en el problema y mostrando cómo
deben comportarse los alumnos ante estos con asertividad. También
pueden realizarse después del recreo por los conflictos que hayan
tenido lugar éste.
El Role-Playing es una técnica para explorar situaciones, actitudes, experiencia, de los componentes
de un grupo. Exige por parte de los alumnos que asuman el “rol” de otras personas y se
comprometan en una situación particular, imaginando lo que haría la persona a la que él representa.
Igualmente, obligamos al alumnado a que reflexione sobre determinadas actitudes que les queramos
inculcar, al tener que asumir el “rol” o situación conflictiva.
La elección de los actores y actrices puede ser hecha por nosotros mismos o dejarlo en manos del
alumnado siempre que este hecho no implique ningún conflicto o marginación. Por último, hay que
disponer de manera adecuada el aula para las representaciones.
La técnica de economía de fichas es un método que puede ser utilizado tanto en grupo como a nivel
individual y tiene como principal objetivo motivar al niño en la ejecución de determinados
aprendizajes y también fomentar la aparición de conductas positivas, controlando o eliminando las
conflictivas. Cambiando los reforzadores y adecuándolos a la edad evolutiva correspondiente,
podemos utilizarlo tanto en Educación Infantil y Primaria, como en Educación Media, siendo
incluso muy útil como técnica dentro del Aula de Apoyo a la Integración. Es una técnica simple, de
fácil comprensión por cualquier tipo de alumnado y altamente motivante si se utiliza
adecuadamente ya que, hay que saber escoger los reforzadores en función del tipo de alumnado y,
además, los que no alcancen el premio pueden frustrarse o desistir del método (hay que asegurar, al
menos al principio, unos primeros éxitos).
Utilizada a nivel de aula, la Economía de Fichas supone establecer un sistema reglado, con unas
normas y consecuencias positivas para motivar a los alumnos en la ejecución de conductas
deseadas. Se denomina “de fichas” ya que para conseguir el premio final el alumnado deberá
recoger un determinado número de fichas o puntos.
Su objetivo será conseguir las metas que nos planteemos al inicio. Cada clase, cada grupo es un
mundo y dependerá de sus propias circunstancias y peculiaridades el marcar unos u otros objetivos.
En general la Economía de Fichas puede ayudarnos:
Para la puesta en práctica de esta técnica, los pasos que debemos seguir son:
1) Conocer las peculiaridades de nuestro grupo, las características personales de cada alumno, sus
intereses, la personalidad del grupo.
2) Definir qué es lo que necesitamos corregir o mejorar en el aula (la motivación hacia el
aprendizaje, corregir conductas conflictivas, etc.) y transmitirlos de forma concreta y entendible
para todo el grupo (por ejemplo, no pelearse, no contestar al docente, realizar los ejercicios
propuestos). Si las conductas que queremos modificar son varias, es aconsejable realizar un
listado de las mismas y un orden de prioridad teniendo en cuenta las necesidades de la propia
aula. Hemos de empezar por la conducta u objetivo elegido y aplicar el procedimiento hasta que
se consiga la mejora adecuada. Progresivamente podemos ir introduciendo otras. La idea es no
intentar un cambio sobre muchos aspectos a la vez ya que puede tener un efecto contrario al
deseado.
3) Concretar la metodología, el cómo lo vamos a hacer. Por ejemplo:
Especificar la conducta que va a premiarse y el premio. Se explica al grupo que se van dar unos
premios determinados (según edad y posibilidades) y que para obtener el premio hay que
efectuar algún tipo de actividad (por ejemplo, aprender la tabla del 3) o dejar de hacer otras (por
ejemplo, no hablar ni interrumpir la explicación).
Explicar cómo se consiguen o se pierden puntos. Por ejemplo, pueden darse, dependiendo del
objetivo, en el mismo momento que se produce la conducta positiva (se entrega una ficha) o al
final del día haciendo balance.
Crear un mural u otro tipo de registro donde los niños vean el estado de sus puntos. Cuando
lleguen a un determinado número son canjeables, por ejemplo, por una chuche, una pegatina, un
lamina o carta de moda. Puede hacerse coincidir la entrega de premios con el final de la
semana. Los alumno que no hayan alcanzado su premio, podrán acumular sus puntos para
canjearlos en la siguiente semana. Lo importante es que pierdan la motivación.
4) Dar los premios o reforzadores en los plazos acordados a quienes consiguen las metas
marcadas. A partir de ese momento, los niños pueden volver a ganarlos. Los que todavía no
han alcanzado el número suficiente guardan sus puntos a la espera de conseguir más y alcanzar
el premio los días siguientes. Pueden establecerse tiempos más cortos (diarios) según las
necesidades y el perfil del alumnado.
5) Finalmente debemos poner en marcha el procedimiento en base a los objetivos y reglas que
hemos establecido. Es importante que su aplicación sea lo más simple posible y que todos los
alumnos tengan claras las normas de funcionamiento sin contradicciones. Es muy probable que
las cosas no funcionen del todo bien los primeros días y/o semanas de la implantación del
sistema. Debemos de ser constantes en su aplicación para empezar a obtener resultados
positivos y que los niños se convenzan de que es un sistema con el que pueden obtener
beneficios extra.
Por último, es importante apuntar que con esta técnica no se pretende enseñar al grupo al grupo a
funcionar siempre a base de premios sino de darle, en un momento dado, motivos para iniciar un
cambio en sus conductas o motivaciones. Lo que se espera en el futuro es que las conductas
adecuadas se mantengan no por los premios sino por lo que llamamos “reforzadores naturales”. Por
ejemplo, un niño puede empezar a no efectuar determinadas conductas conflictivas por ganarse el
premio, pero este cambio de comportamiento puede hacer que funcione mejor con sus amistades y
esto convertirse a medio plazo en un reforzador más potente que el premio inicial. Las conductas
pasan a ser controladas por las consecuencias positivas que se generan en su entorno.
Además de los métodos anteriores, una técnica que también podemos utilizar a la hora de solucionar
conflictos en el aula son las asambleas colectivas.
Esta metodología implica el haber trabajado previamente tanto el Role-Playing como la Asertividad
en el aula.
La forma de llevar a cabo estas asambleas será establecida por los propios docentes que la pongan
en práctica. Las asambleas podrán realizarse por ejemplo:
Si optamos por alguna de las dos últimas opciones, se deberá elaborar un listado en el que se
recojan todas las incidencias que se hayan producido, bien durante el día, bien durante la semana.
Podría, por ejemplo, crearse una agenda de comportamiento del aula en la que se recogieran por día
los conflictos que han tenido lugar y que, podrían contener los siguientes ítems:
- Fecha del suceso:
- Alumnos/as implicados:
- Sucesos ocurridos:
- Responsable/s del suceso:
- Afectados en el suceso:
- Medidas a tomar:
- Firma de los implicados que estén de acuerdo el desarrollo del proceso.
- Firma de los implicados que estén en contra del desarrollo del proceso:
Igualmente, se podría crear una agenda de comportamientos positivos, en la que se anotasen los
comportamientos del alumnado que merecieran algún tipo de reconocimiento, para así contemplar,
no sólo los comportamientos negativos sino también los positivos.
Metodología a seguir.
3. Entre toda la clase, se irán rellenando los ítems de la ficha de la agenda. Mediante diálogo y
utilizando comportamientos asertivos, se debatirá sobre quién inició el conflicto, si hay algún
culpable, si hay alguna víctima, cómo se podría solucionar, cómo se debería de
haber actuado, qué medidas se deben tomar, etcétera.
4. Por último, los implicados firmarán si están de acuerdo o no con todo el proceso y con las
medidas que se han tomado.
Mediante este tipo de asambleas colectivas, conseguiremos que poco a poco los alumnos/as
adquieran estrategias para solucionar conflictos de manera asertiva, responsable y autónoma e
incluso adquirirán competencias para evitar que se produzcan.
Hemos comentado en un módulo anterior respecto al Bullying, para poder constatar cuál es su
dinámica podemos echar mano a distintas herramientas como los cuestionarios, las listas de
chequeo o las entrevistas personales con diferentes sujetos.
2.1. Cuestionarios
Los cuestionarios son una forma bastante habitual de detectar la incidencia del bullying. Se han
empleado múltiples investigaciones (Avilés, 2002; Olweus 1993; Ortega, 1998; Pereira, 1996;
Whitney y Smith, 1993) y en ellos se suele colocar una serie de descriptores de conductas,
pensamientos o sentimientos referidos al fenómeno y a las circunstancias del mismo desde distintas
perspectivas.
La hoja de preguntas para el alumnado, está compuesta por doce ítems que evalúan: formas de
intimidación, cuestiones de situación (cómo y dónde o curre), percepción desde la víctima, desde el
agresor/a, desde los espectadores/ras.
La hoja de preguntas para padres y madres, sirven para valorar las actitudes de este sector de la
comunidad educativa tan importante en la colaboración para minimizar el maltrato.
Las listas de chequeo son instrumentos que permiten ir evaluando a lo largo del proceso de
detección, planificación e intervención el mantenimiento o no del bullying en una clase, grupo o
centro educativo.
2.2. Estrategias y Técnicas de apoyo para el trabajo con padres y apoderados.
Habilidades de comunicación efectiva.
Este principio es básico y se remite a lo que entendemos por comunicación, pero pese a su
simplicidad, pocas veces hacemos una auténtica “escucha activa”. En lo referido al modelo de
comunicación clásico, esto lo situamos en el polo de la recepción, y por ello nos referimos a la
“comprensión”. Comprender es escuchar, pero es más que eso, es entender, empatizar, y aún más,
es también ponerse en el lugar del otro.
En el otro polo de la comunicación está la emisión y a ella se refiere lo de “expresar”, pero nos
referimos a expresar ¿cómo?. No es cuestión de expresar sin más, de exteriorizar lo que queremos
decir tal como nos venga, sino de expresarnos asertivamente, de un modo no acusatorio, utilizando
los “mensajes en yo”.
Estos son algunos consejos para empezar a “limpiar” la comunicación, sacarle sus elementos
“contaminantes”. Estas, que parecen dos herramientas muy sencillas, son muy complejas de poner
en práctica, pero aun así, no está demás incorporarle el NO INSULTAR o AGREDIR, NO
INTERRUMPIR AL OTRO CUANDO HABLA.
Una buena comunicación es imprescindible a la hora de resolver los conflictos escolares. Algunos
de los mecanismos facilitadores de la comunicación, o que la hacen más eficaz, son:
La empatía
Los obstáculos mencionados anteriormente hacen concluir que para crear empatía se debe respetar
al otro, sus opiniones y puntos de vista, sus valores, decisiones y experiencias. La empatía es lo que
hace que haya una buena comunicación, el nexo entre dos personas que permite que comprendan
mutuamente sus sentimientos y motivos, sea entre iguales o de un adulto con un joven.
Para que la empatía funcione, no hay que mezclar la relación ni a las personas con el problema, hay
que trabajarlos independientemente, por separado. También será necesario que se cree un
sentimiento de cohesión para poder apelar al compromiso y a la responsabilidad.
Feed-back
Para ponerlo en práctica debe hacérsele saber al otro lo que uno siente y piensa sobre sí mismo y
sobre el otro y diciéndoselo recíprocamente. Tiene en cuenta las necesidades de los implicados, está
orientado al comportamiento que puede ser modificado. No se impone, por lo cual debe examinarse
la buena disposición de los implicados, es decir, que no haya actitudes defensivas. También ha de
considerarse que el momento sea adecuado, las motivaciones que lo impulsan así como la
relevancia de la información que se trata. Cuando ya se establece la comunicación, la empatía
aumenta. Luego deben hacerse explícitos los sentimientos, para que haya confianza y la
consecuente retroalimentación, para que la relación se consolide.
Escucha activa
¿Estás realmente escuchando o solamente esperando que llegue el turno para hablar? Esta es la
pregunta clave para determinar si realmente escucho o escucho activamente. Significa dejar de lado
el propio punto de vista para “sintonizar” con el del interlocutor. Esta herramienta es bueno
utilizarla para obtener más información, corroborando datos, para que el interlocutor sepa que ha
sido escuchado con exactitud.
Consiste en ser capaces de exponer el propio punto de vista, emociones u opiniones sin provocar
una actitud defensiva. Es explicar cómo se ven las cosas, cómo es la situación en lugar de decir qué
deberían o no hacer los demás. No significa retirarse, pero tampoco combatir. Es una frase
autoafirmativa que le dice a la otra persona lo que se piensa sin culpar al otro, no se lo pone como
contrincante. Es distinto responder a reaccionar. Es un instrumento para la consecución de un fin, a
la vez de un medio para quedar satisfecho consigo mismo.
Su estructura es:
1. Exponer la acción o el hecho: “Cuando...” (No utilizar palabras irritantes. Hacer una
descripción objetiva).
2. Respuesta: “Yo siento....” (No culpar. Indicar el grado de aflicción - cuando sea adecuado -. Si
no se le ha atacado, podrá considerar la situación. Es necesario moverse en terreno seguro,
sobre lo que se conoce, los hechos y cómo se siente).
3. Fundamentación: “porque...” (explicando que es lo que molesta o afecta)
4. Resultados que se prefieren obtener: “Y lo que yo quisiera/necesitaría es que...” (No expresarlos
como una demanda. Mientras no se dependa de la otra persona, el bienestar propio no está en
manos de otros, a la vez que se aumentan las opciones para la resolución).
Requiere comprender las propias limitaciones y las del otro, por lo que se favorece el autorrespeto y
el de los demás. Establece su posición con claridad y genera autoconfianza. Permite a la otra
persona saber que se le comprende y cómo uno se siente. Por lo que pone límite a situaciones de
abuso o invasiones, sin invadir ni agredir al otro.