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Los tiempos están cambiando, durante estas semanas de encierro he venido pensando en cómo es

que se ha afectado al sector de producción cultural. He pensado también en los modos en los que
tradicionalmente se ha estructurado la producción, distribución y consumo de los proyectos artístico-
culturales. Sabemos bien que desde que el arte fue un flujo cultural para minorías y que, más allá de
nuestros intentos por construirlo más a nivel del suelo, siguen apareciendo formas de expropiar las
producciones artísticas para volverlas fetichizables y traducirlas a niveles absurdos de valor
económico.

He pensado mucho en todos los intentos que se hacen por pensar un modo alternativo de
producción, distribución y consumo de arte, pero todos terminan siendo esbozados por los mismos
rostros o por miembros de un estrato social específico o por los mismos sujetos que ostentan la
hegemonía del sector cultural, entonces ¿qué hacer?

Soy consciente que es muy probable que absolutamente nadie tome en serio lo que digo aquí pero
considero necesario, a pesar de eso, decirlo, porque surge de una inquietud real que se traduce en
angustia por la vida y su necesidad de ser vivida.

1. La precariedad de nuestras profesiones no solo se debe a las relaciones desiguales de poder dentro
del sector cultural. El problema no son solo las galerías pitucas, tampoco los funcionarios aplastados
-y aplanados- en el ministerio de cultura que solo piensan en sus amigos y las relaciones públicas de
turno, tampoco de los críticos, aunque a ellos volveré más adelante. Considero que parte
fundamental del problema somos nosotros mismos. No tomamos en serio nuestra profesión, ni
siquiera a nosotros mismos. Las aspiraciones de la mayoría son “cómo escribirle al curador tal o cómo
enviar mi portafolio a la galería cual o mandaré mi proyecto a alguna convocatoria, hay un amigo mío
haciendo de jurado”, en suma, vivimos de la caridad, pensamos que nuestro reconocimiento
profesional se sostiene por cuánto tiempo podemos mantener la sonrisa mientras conversamos con
alguna personalidad “importante”. Ojo, por favor, espero que no se me lea del lado del resentimiento,
que de por sí esboza sentimientos racistas porque el subtexto es algo así como: “este -cholo-
resentido a qué viene a hablar, si no sabe cómo son las cosas mejor que se calle”. Solo pido con
excesiva necesidad que se me lea, debemos dejar de tolerarnos para empezar a vincularnos de verdad
y hacer que esas consigna dejen de ser un saludo a la bandera para convertirse en acciones éticas que
nos transforman. Ahora regreso, decía que el problema no es solo de las esferas que ostentan el
maneo del sector cultural, creo que gran parte del problema somos nosotros, al no tomar en serio
nuestra profesión pensamos que podemos ser artistas por ratos, por momentos, solo para
convocatorias, porque después tenemos que ser obreros, vendedores o cualquier otro oficio que nos
ayude a pagar las cuentas y parar la olla. Somo una profesión que, a la usanza de los hombres lobo,
nos convertimos en artistas en las noches de luna llena, y el resto del tiempo solo vivimos de la queja
mientras esperamos que alguien nos tienda la mano. Sí, sé que es en exceso difícil. Algunos en este
punto dirán, “pero tienes que buscártela, nadie va a venir a tocarte la puerta para descubrirte”, en
efecto. Nadie nos va a descubrir,pero seguimos esperando a que venga ese sujeto redentor a abrirnos
camino en el mundo -normado- del arte, en donde todos visten de smoking y toman tragos caros o
donde todos se revisten de luchadores sociales pero solo mantienen relaciones con su reducido
círculo de “compas”, como ellos los llaman. ¿Eso queremos? ¿De verdad eso queremos? Parece que
solo buscamos entrar en uno u otro círculo, en una u otra hegemonía. ¿Qué pasa con los que
quedamos fuera? ¿Por qué quedamos fuera? Deberiamos pensarlo.
2. Algunos dirán “bueno, pueden formar tu círculo artístico alternativo “underground” para que
puedan hacer circular sus trabajos” pero pregunto aquí, ¿queremos formar un nuevo espacio en
donde solo seamos las mismas caras que se repiten y donde todos son aplausos sin posibilidad crítica
que permita avanzar? Lo “underground” no piensa en en los espectadores, porque utiliza la excusa de
que quienes no sienten como uno, es un ignorante o es un huevón. Entonces ¿para quién hacemos
arte? ¿Para nosotros mismos? ¿Eso es suficiente? Cuando hablamos de pensar en el otro, de hacer un
arte más vinculante, horizontal, ¿realmente qué queremos decir?¿lo decimos en serio? Pensar en el
otro significa, creo yo, pensar cómo llegamos al otro, cómo hacemos que se interese en lo que
hacemos y cómo nos interesamos en lo que hace. Ser artista no es “hacer arte” sin destinatario, hay
alguien afuera que nos ve, deberíamos pensar quién es, deberíamos problematizar al espectador.
3. ¿Cómo nos pensamos a nosotros mismos? ¿Cómo artistas (qué es eso) o como productores de
relaciones y conocimiento? El arte y nuestro trabajo no debe ser hecho para medir el grado de
ignorancia de quienes no nos entienen, sino que debe construirse con el fin de hacernos comprender.
Con esto no me refiero a construir un arte laxo, poco denso, sino todo lo contrario, me refiero a que
no debemos subestimar la capacidad de comprensión y aprehensión de nuestros interlocutores.
Tampoco necesitamos “traductores culturales” que, en lugar de acercar el trabajo a las personas, lo
alejan para hacerlos sentir más idiotas. La curaduría así como la crítica se ha convertido en un
disciplina esnobista excenta de alguna responsabilidad social. Funcionan como simples narradores de
la historia del lado de la hegemonía (sea cual sea). Como dioses menores o como mafiosos se
convierten en padrinos de quien les pague, sin importar lo que hacen, al fin y al cabo, mientras más
críptico el mensaje, más inteligentes parecen. La tarea primigenia del crítico y curador, la de buscar, la
de ensuciarse, la de investigar, ha pasado a ser un trabajo de escritorio poco decente, sin ningún
desplazamiento. Es desolador.
4. Pero entonces ¿qué hacemos? ¿podemos hacer algo? Creo que sí, espero. La crisis actual ha
acentuado la angustia para quienes no nunca hemos estado del sistema. No tenemos un trabajo
explotador que nos distraiga para no pensar en nuestra miseria profesional, ni tampoco sabemos
hacer muchas cosas más. Sabemos que lo peor vendrá terminado todo eso en donde nos veremos
obligados a renunciar a nuestra dignidad para no morir.
5. Entonces, una vez terminado todo, ¿seguiremos aceptando que todo regrese a como era antes?,
¿seguiremos aceptando las cosas como “siempre han sido” porque, de alguna manera, nos
proporciona la tranquilidad de poder seguir quejándonos y no hacer nada? Considero que no, no
deberíamos. Es momento de tomar las riendas de nuestra propia profesión y dejar de necesitar a los
demás componentes del esquema de producción artística, excepto a los espectadores. El arte debería
ser una conversación entre nosotros y los que nos ven. Lo demás no existe, son factores que han
construido sus propios mitos que justifiquen que los necesitemos. Pero de verdad ¿los necesitamos?
6. Una de las tantas repsonsabilidades sociales del artista es la creación de nuevas rutas de
producción de conocimiento colectivo, antihegemónicos, rompiendo las barreras entre sabiduría-
ignorancia, aceptando la direfencia. Para eso no necesitamos críticos ni curadores, las aves de rapiña
son eso, solo comen la carne muerta...siempre y cuando el muerto no tenga como pagar antes para
chuparle la sangre.
7. El arte es un ejercicio vital y creo que debemos revivir. Hemos aceptado condiciones precarias
porque hemos pensado que “así es, pues. Qué vamos a hacer”, así como el neoliberalismo de fujimori
se instauró en nuestro inconsciente y creemos que ha sido así siempre, el arte se ha fujimorizado, no
quiero decir neoliberalizado porque es obvio, fujimorizar implica un cambio no solo en el esquema
productivo, sino también moral, implica un marasmo, poca empatía y poco deseo de encarnar lo que
decimos defender.
8. ¿En qué consiste ese cambio? ¿En seguir deseando un orden de cosas al que, probablemente jamás
seamos invitados? Creo que no. Transformar el orden en un ejercicio de producción de relaciones
afectivas, vinculantes, honestas puede ayudar a evidenciar la relevancia de nuestra profesión.
Imagino un año entero sin producción artística, nadie trabaja, nadie exhibe. Puede ser visto como un
problema, pero las consecuencias pueden ser realmente significativas. Haríamos que ese trabajo
deforme llamado crítica y curaduría cobre un nuevo sentido y un nuevo compromiso al hacerlos salir
de su escritorio y empezar a olfatear de nuevo. Tal vez ayude a insuflarle nueva vitalidad a ese trabajo
que parece más una actividad extractiva que un trabajo de búqueda y producción de conocimiento.
9. En nosotros está la responsabilidad de tomarnos en serio. En nosotros está la responsabilidad de
ser quienes encabecemos las reconstrucción de un sistema cultural en clave antihegemónico, sin
centro y con muchas periferias, en donde pertenecer a un espacio determinado no signifique que
estás más o menos cerca del éxito.
10. Es tarea fundamental romper con el paradigma del éxito en el mundo del arte. Parece que hemos
naturalizado malamente el hecho de que somo también “emprendedores”, lo que reviste nuestro
pulso en una lógica empresarial y menos comprometida, incluso en las propuestas de artista de corte
más social.
11. La autogestión, la renuncia a la pretensión y el reconocimiento que no estamos encima de nadie,
todos al mismo nivel. Si no hay dinero, lo gestionamos colectivamente, repensar nuestras relaciones
productivas es también una necesidad.
12. Está en nuestras manos, es difícil. Escribo esto con el corazón en la mano porque todo se hace
muy cuesta arriba. Tal vez esto no sea leído siquiera por una persona, de eso estoy seguro, pero al
menos intenta ser mi último manotazo de ahogado.
13. Un abrazo y un beso a quien lea esto, solo por el hecho de hacerlo significa mucho.

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