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Tras una gestación que había durado dos milenios, la estética va a nacer en Occidente
como ciencia bajo el único impulso de ciertas aportaciones de la psicología del siglo
XVIII. La cultura renacentista había realizado un paso importante: la vinculación del
arte con la belleza. A principio del siglo XVII la filosofía racionalista se interesó de
cuestiones de carácter psicológico; cuestiones que podrían formularse así: la razón no
puede explicar por sí sola la creación artística; los juicios de gustos son inmediatos y
prescinden de todo razonamiento; en la obra de arte queda implicada una interpretación
del universo que interesa a un tipo de conocimiento sui generis que no es racional, sino
intuitivo. No obstante el pretendido imperio de la razón, hay otra energía que parece
escapar a ese dominio: el gusto, facultad crítica referente a lo bello.
Ciertos matices del encanto poético (la gracia, lo sublime, el no-sé-qué) se iban
perfilando, al mismo tiempo que exigían su integración junta en el universo estético.
Hay un período histórico en los que predomina la imaginación, y otros en los que
predomina la reflexión; pero es en los primeros donde el arte se desarrolla. La
imaginación del poeta es la expresión natural de la infancia. El poeta es un ser
privilegiado que mantiene el recuerdo y la frescura de sus sentimientos infantiles con
toda espontaneidad.
La materia propia de la poesía es “el imposible creíble”; por esto tiene su propia y
específica verdad.
Con esta teoría estética como en las otras obras suyas, Vico no logró formar escuela,
porque su pensamiento filosófico estaba siempre envuelto en una especie de simbolismo
histórico y porque muchas de sus interpretaciones sobre las leyendas de la antigüedad,
sobre el origen de las costumbres e instituciones, a base de etimologías, tuvieron que
resultar insostenibles frente a una rigurosa crítica histórica.
Las obras de los empiristas ingleses se caracterizan por una conexión constantes entre el
esteta y el moralista y por su posición psicológica ante los problemas.
Hume explica la ley de la coherencia estética, por la asociación de las ideas. En general,
se interesa más en buscar la razón de las reglas racionales que regían el arte europeo.
Diderot (1713-1784) es el crítico francés más sagaz y moderno del siglo XVIII, es un
genial precursor en muchos aspectos del arte, particularmente en lo referente a la pintura
y al teatro. Tuvo todos los gustos de su época: el empirismo, el culto a la utilidad, la fe
en el progreso, el culto al sentimiento en moral, la obsesión de la libertad y el respeto al
individuo.
Naturalmente es en la Alemania de la segunda mitad del siglo XVIII donde hay que
buscar los más inmediatos y directos precursores de la Crítica del Juicio.
El se mostró adverso a la sumisión del artista a las reglas, y, sobre todo, con su concepto
de cognitio sensitva perfecta apuntó a la esencia subjetiva de la belleza, anunciando el
acorde a las facultades, que será fundamental en la estética de Kant.
Kant
En 1787, Kant publicó Crítica de la razón pura. Una de sus partes se llama Estética
trascendental, pero en ella no hay nada de lo que hoy conocemos como filosofía de la
belleza y del arte. Se trata de las críticas de las formas puras de la sensibilidad (el
espacio y el tiempo), mecanismos formales y totalmente subjetivo (aunque universales)
con los que organizamos nuestras percepciones espaciales y temporales (como nos
representamos los objetos). Son las cuatro formas de cantidad, cualidad, relación y
modalidad las que determinan (también subjetivamente) la manera como pensamos los
objetos de la intuición.
Kant afirmó en 1769 que la tentativa de Baumgarten de fundar el gusto estético sobre la
razón era vana, porque el gusto es siempre algo empírico, y cuando publica la segunda
edición de la Crítica de la razón pura anunció que ha llegado una nueva región del
conocimiento que tiene principios a priori. Tres años más tardes llega la Crítica del
juicio y en ella hace la aplicación de su método crítico al mundo de la belleza.
Comparando el juicio estético o juicio del gusto con los otros juicios, Kant observa estas
diferencias. La facultad de desear busca determinados fines; está regulada o por apetitos
de la naturaleza sensible, tendente a la satisfacción de necesidades que me hacen buscar
lo que se me presenta como agradable, o por el apetito de la voluntad racional atraída
por el juicio moral de lo bueno, o por la búsqueda de los medios útiles, aptos para la
consecución de un fin dado. Ahora bien, el objeto puede percibirse de manera que afecta
a una facultad que experimenta cierto placer; y ocurre que, a veces, el placer sentido no
se reduce al simple agrado que se experimenta en la sensación; se trata entonces de un
gusto que va acompañado de un juicio y que merece analizarse.
El juicio del gusto encuentra un carácter paradójico al ser observado desde el punto de
vista de las cuatro categorías que regulan el funcionamiento del entendimiento:
Lo que Kant llama deducción del juicio estético, no se trata de probar lo justeza del
juicio, sino de mostrar cómo es posible la función del juicio estético en general, tal
como se presenta en la conciencia de tal suerte, que se constituye en una especie de
sentido común estético que es un principio subjetivo que determina sólo por el
sentimiento y no por conceptos lo que gusta y lo que disgusta de una forma
universalmente válida.
Kant al hablar de lo bello como finalidad sin fin, establece una distinción clara entre lo
bello, por una parte, y lo placentero, lo útil y lo perfecto, por otra. Distinguiendo la
belleza libre y la adherente. Las flores en la naturaleza tienen belleza libre. En la belleza
adherente reaparece el concepto de finalidad (la belleza de las cosas). En la mentalidad
Kantiana es, pues, una belleza impura.
Kant pretende descubrir un estrecho parentesco entre la función del juicio estético y del
juicio moral. Afirma que lo bello es el símbolo del bien moral. Por el grado de
inmediato que produce lo bello, por su desinterés, por la concordia que establece entre
las facultades, por su universalidad, la belleza tiene una analogía estrecha con la moral
Schiller
Schelling
En el arte hay, pues, una reconciliación entre el sujeto y el objeto, entre el determinismo
y la libertad, entre la naturaleza y el espíritu. La armonía se realiza en la identidad del
propio yo. En cierta manera, la intuición proyecta a la inteligencia fuera de sí misma, y
el producto de esa intuición es la obra de arte.
La belleza es la manifestación de lo infinito en lo finito. Esta definición ofrece ya el
criterio para su clasificación de las bellas artes y al mismo tiempo implica una
concepción objetiva y evolutiva de la belleza.
Otra de las afirmaciones de Schelling, que va a encontrar luego eco en los románticos,
es su reducción del arte a la belleza característica. Lo característico no es propiamente
lo bello, pero es el principio genérico de lo bello.
Hegel
La estética de Hegel constituye el primer sistema completo de una filosofía del arte.
Parte del punto adonde había llegado Schelling, avanzando por la vía marcada por Kant
y Schiller: la identificación entre sujeto y objeto, naturaleza y espíritu.
Filosofía de la naturaleza y filosofía del espíritu son sólo dos momentos distintos del
proceso de las ideas. Toda la construcción hegeliana descansa sobre este postulado
gratuito que consiste en dar valor real y metafísico a lo que es formal y lógico. La
estética, para Hegel, es un capítulo de la filosofía del espíritu.
Hegel desarrolla su teoría en tres partes, correspondiente a los tres grados que recorre la
idea para alcanzar su desenvolvimiento completo. La primera tiene por objeto la noción
o idea abstracta de lo bello en general; la segunda, lo bello en la naturaleza; la tercera, el
ideal, o sea, lo bello realizado por las obras de arte.
Lo bello se define como manifestación sensible de la idea. Los dos elementos, forma
sensible e idea, son inseparables. Y por esa razón la belleza es inaccesible a la razón
lógica; tiene también carácter de infinitud y de libertad, términos casi sinónimos y casi
enigmáticos para quien no se haya adentrado en el sistema hegeliano.
Hegel examina el estado general del mundo, la situación y la acción propiamente dicha,
temas que le dan lo ocasión para exponer lo que hoy llamaríamos una estética de
contenido: los sentimientos y las pasiones que mueven la acción de los personajes.
Dedica una sección a los artistas y a sus cualidades: la imaginación creadora, distinta a
la imaginación pasiva; el genio, que debe distinguirse del talento y la inspiración, que
Hegel trata sin concederle ninguno de los prestigios legendarios de la antigüedad
clásica. Sigue una exposición de las formas generales en que se expresa el artista: la
objetividad, el estilo y la originalidad.
Para Hegel, el arte no es un juego; tiene una alta misión. Junto con la religión y la
filosofía, es un modo de expresar lo divino y de hacer sensible el espíritu absoluto. En él
se reflejan los intereses más altos del hombre y del espíritu. No es simple reflejo de la
naturaleza, sino que se impone a nosotros como la verdad y profunda realidad de las
cosas. Es apariencia como ya lo decían Kant y Schiller; pero apariencia cargada de
espíritu, compenetrada con la verdadera realidad. Por eso supera a la naturaleza, ya que
a través de esas apariencias resplandece lo suprasensible.
Schopenhauer
Junto al idealismo romántico de los filósofos, que quedo reducido a meros ensueños
teóricos, estaba la realidad viviente del arte y de los artistas, quienes en su época se
tildaban de filósofos. Goethe describe lo bello al igual que Kant como la finalidad sin
fin: de hecho afirma que la belleza es la presencia de una finalidad por la que el todo, el
organismo, condiciona y determina las partes lo mismo de los seres naturales que en la
obra artística, la cual es también un todo que tiene un alma difundida hasta en sus
mínimas partes.
Otro de los filósofos alemanes influidos por el idealismo y más concretamente por
Schopenhauer, es Nietzsche (1844-1900), quien, después de pasar por un pesimismo
romántico y luego positivista, desemboca en un vitalismo original. Su sistema se ha
llamado nihilismo extático. Nietzsche se opone a todo dogmatismo y pretende que la
existencia sólo puede justificarse contemplada y vivida estéticamente. El arte se
relaciona con la voluntad de poder. Bello es lo que aumenta el sentimiento de vida. El
arte es juego, es éxtasis, es la exaltación de la voluntad de vivir. Ello se logra por un
mundo de imágenes. Todo es ilusión, pero el arte sabe que él mismo no es más que
ilusión. El arte tiene una función cultural: es una síntesis entre el instinto imaginativo
(sólo activo en el sueño) y el instinto verbal o de abstracción que funciona en la vida
normal.
Cousin reacciona contra el hedonismo, que pretende confundir lo bello con lo agradable.
Espiritualista siempre, piensa que el verdadero artista se dirige menos a los sentidos que
al alma. El genio es un inventor, un creador. Y el arte no puede consistir en una
imitación, ni en una ilusión, ni en cumplir fines morales o religiosos (aunque los
favorece). El fin del arte es la expresión. Las artes se dividen según los sentidos y el
modo como cumplen su misión de expresar lo ideal y lo infinito.