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Año 5 / Número 21 / Agosto 2017

E N S A Y O

¡Buena caza! Una historia detrás de Matando enanos a garrotazos

Publicado en 1982, el primer libro de cuentos de Alberto Laiseca irrumpía desde su tapa con un título de aliteración casi perfecta y
un frágil equilibrio entre lo violento y lo kitsch. En esta investigación casi detectivesca, Matías Raia rastrea el origen de ese título y
las relaciones intertextuales con otras obras de la época que lo inspiraron.

P O R M A T Í A S R A I A

1. Los enanos retóricos de una literatura contrahecha​

No es cosa de risa
cuando nos declara la guerra
toda una división de enanos de jardín.

Alberto Laiseca

Si hay un título inolvidable en la literatura argentina más o menos contemporánea es el del segundo libro de Alberto Laiseca:
Matando enanos a garrotazos. Publicado en 1982 por la Editorial de Belgrano ―en una colección dirigida por Osvaldo Pellettieri
que no curiosamente también había publicado a César Aira y a Fogwill como anunciando la renovación literaria posdictadura y un
nuevo canon por venir―, este primer libro de cuentos de Laiseca irrumpía desde su tapa con un título de aliteración casi perfecta y
un frágil equilibrio entre lo violento y lo kitsch. ¿Cómo olvidar un título tan polémico? Y digo “polémico” porque arranca por un
gerundio, tal como lo habría denostado la voz de la literatura nacional (1). En todo caso, en esa decisión de Laiseca, en ese mal
uso del lenguaje literario, que remite sin demasiadas vueltas a la mala escritura de Arlt, se cifra una apuesta pero también una
historia. Por los recodos del camino, se vislumbran homenajes vengativos y poemas olvidados, enanos de jardín y actores de
vanguardia, plagios y tergiversaciones.

El epígrafe de Matando enanos a garrotazos expande el sentido del título y nos conduce por otros vericuetos de la cita y la lectura:

A la vera de un camino
dos enanos castigaban una flor
mientras le decían:

―Aunque tengas buen olor


¡no nos gustan las florcitas!

Gallardo Drago​

​(Extraído de la cita perteneciente al libro A bailar esta ranchera, de Horacio Romeu).

En el poema breve, aparecen de nuevo los enanos; pero esta vez no son apaleados sino que son ellos los que podrían estar
matando a garrotazos a una flor. ¿La belleza castigada por enanos deformes? ¿Una literatura contrahecha? Justamente, en la
contratapa de la primera edición del libro, firmada por Laiseca, después de referir a los enanos del pintor español Velázquez, al
“Hop Frog” de Poe, a los liliputenses de Gulliver y a los inevitables enanos de jardín, hay una frase iluminadora al respecto:
“Prefiero dejar que cada uno [de los lectores] encuentre aquí a sus propios enanos teológicos, emparentados con los de la
metafísica contrahecha”. Esta invitación benjaminiana se trasluce en la narrativa que Laiseca asentaba con su segundo libro:
relatos violentos, absurdos, delirantes en los que el esoterismo y la guerra, la tortura y la ciencia, la creación de mundos
autoritarios y los personajes marginales o soberanos entran en conflicto para generar una visión alucinada, de un humor
descarnado. Los enanos de Laiseca son, podría decirse, los jorobaditos de Arlt: la plancha de metal de la sociedad argentina. En
este sentido, es lógico que casi no aparezcan enanos en los cuentos de Matando…, no es necesaria la figura real del enano, sino
más bien sus efectos y sus resonancias (2).

Hacia el final del libro, en el relato “Inventando títulos en la caverna de invierno” ―de nuevo, el gerundio(3)―, reaparecerá el
epígrafe de los enanos y la flor. Los señores Crk Iseka y Moyaresmio Iseka discuten seriamente cómo titular el volumen de
cuentos de este último. Después de desechar en una conversación precipitada distintos propuestas, agotado por las constantes
negativas de Crk, aparece una opción interesante:

―¿Y si lo llamo Matando enanos a garrotazos ?


Por primera vez en mucho tiempo, Crk prestó atención. Pensó largamente y dijo con sinceridad:
―Me gusta. Además, lo relaciono con esa poesía que Horacio Romeu, alias Pepón, cita al comienzo de A bailar esta
ranchera:

A la vera de un camino
dos enanos castigaban una flor
mientras le decían:
―Aunque tengas buen olor
¡no nos gustan las florcitas!

Crk siguió meditando:


―Sería como vengarlo a Pepe Romeu. Incluso ya me imagino la tapa: un enanito de jardín a quien le pegan un terrible
garrotazo. Me gusta.
Moyaresmio, con entusiasmo: ―¡Incluso al comienzo de los cuentos puedo citar la poesía de los enanos y decir que es
una cita de A bailar esta ranchera!​
―Citar la cita, dice usted.
―¡Seguro!
―No es mala idea. Me gusta, me gusta”.

El juego retórico es claro, lo señalan Moyaresmio y Crk en el relato mismo, cerrar el libro con la elección del título del mismo libro:
“Es como el eterno retorno, el volver a empezar”. Ahora bien, el fragmento ―como el epígrafe― deja otra pista para el lector:
“Horacio Romeu, alias Pepón”. ¿De dónde salen estos enanos con ansias de apalear una flor? ¿Quién era Horacio Romeu? ¿Y A
bailar esta ranchera? Todavía más: ¿por qué los personajes de Laiseca afirman “Sería como vengarlo a Pepe Romeu”? Para
intentar entender esto, para empezar a descifrar la historia detrás de este título, qué mejor que retroceder en el tiempo en busca de
Pepe Romeu y su novela citada.

2. Por favor, plagien a Pepón

​ El portentoso talento de Horacio Romeu nos entrega


con A bailar esta ranchera
la obra cumbre de la literatura universal.

Contratapa de la novela

Horacio “Pepe” Romeu no es un autor que figure en historias de la literatura argentina ni que se lea en academias, escuelas o
librerías. No es un afortunado de la reedición y si bien participó de algunas antologías (4) sus apariciones casi se limitaron a los
años 60 y 70. Su novela es difícil de conseguir y no hay artículos sobre ella ni comentarios accesibles (apenas algunas
menciones). En una rápida búsqueda virtual, sobresale el hecho de haber compartido índice con Osvaldo Lamborghini, Germán
García y Héctor Libertella, entre otros, en la revista Literal (5). Y no mucho más.
Sin embargo, Laiseca en Matando enanos a garrotazos lo cita y lo resucita. Trae a Pepe de nuevo y lo pone sobre la mesa de
disección de la literatura. ¿Por qué no indagar sobre esa relación? Es posible que el autor de Los sorias haya conocido a Romeu
en las mesas del bar Moderno ―el mismo lugar donde se encontró con Marcelo Fox―, es posible incluso que se hayan conocido
siguiendo la estela de Néstor Sánchez (Laiseca le llevaba unos siete años a Pepón, quien había nacido en 1948). A bailar esta
ranchera se publica en 1970 por Ediciones de la Flor; seguramente Laiseca la haya leído, si no rara sería la cita del epígrafe. Por
esos tiempos, Romeu es entrevistado por Marcelo Sztrum en la revista La buena gente y allí bosqueja una mínima autobiografía,
útil para saber más sobre su vida:

Nacido en el Parque Chas. Cantor de ópera en el coro de niños del Teatro Colón. Participante asombrado en oscuras
peñas folklóricas. Escuela primera en el colegio Cornelio Saavedra donde una maestra de Primero Inferior me pegaba
en la cabeza con un llavero. Miembro fundador de la famosa revista literaria Ojalá nos salvemos, fundadora de una de
las más importantes tendencias literarias de la Argentina: el confusionismo. Bebedor incansable de semillón en
compañía de tres literatos graduados, residentes a mitad de camino del cielo. Pésimo actor en contadas y olvidables
obras de teatro.

En efecto, Romeu participó de varias obras de teatro como Libertad y otras intoxicaciones, Ubú encadenado y La Orestiada en el
Instituto Di Tella y alrededores. Uno años más tarde, hacia 1973, Pepe se instala en Chile donde conoce al grupo de rock-folk
progresivo Los Blops y se convierte en manager de la banda. Allí también muere Romeu en circunstancias extrañas cerca de los
30 años.

Pepe Romeu junto a un grupo de actores de La Orestiada

Al abrir la novela de Pepón, entonces, aparece nuevamente el epígrafe de los enanos: “A la vera de un camino…”. Como en
Matando…, los enanos no importan y se pierden en la vorágine que propone Romeu: una obra sostenida sobre el cut-up, sobre el
plagio controlado, sobre una concatenación de escenas, historias y descripciones en la lógica del sinsentido. El estilo tiene algo de
Sánchez, algo del grupo Opium, pero también algo de las películas hollywoodenses de género y hasta de dibujos animados tipo
Looney Tunes.

La otra particularidad de A bailar… es que se intercalan enunciados de la prueba de galeras, como si nadie hubiera pasado las
correcciones:(6) por un lado, menciones a los correctores que tomaron el trabajo “(COMIENZA CASTRO) … (TERMINA CASTRO)
(COMIENZA PEDRO CAR)…”; por otro lado, señalamientos de posibles cambios de tipografía nunca pasados “Cambio a la
tipografía 1”, “Cambio a la tipografía 2”; y, además, autorreferencias metaliterarias irónicas como por ejemplo: “Pocas obras han
suscitado tantos comentarios en el mundo de la psicología y de la psiquiatría durante los últimos años como el opúsculo titulado ‘A
bailar…’, del doctor Horacio Romeu, publicado en 1970 por Ediciones de la Flor”; etcétera. No por nada Ricardo Strafacce, quien
menciona a Romeu en la biografía de Osvaldo Lamborghini (7), ha encontrado vínculos entre este autor y Macedonio Fernández.

Entre el título Matando enanos a garrotazos y el epígrafe de A bailar esta ranchera, Laiseca lanza una botella al mar de los lectores
para vengar a Pepe Romeu. Lo cita y lo resucita y nos invita a buscar su novela y a releer ese libro perdido en los anaqueles de la
literatura argentina. No será el único gesto de Laiseca hacia Romeu: el plagio irreverente, recurso central en la novela de Pepe,
reaparecerá luego en Por favor, ¡plágienme! (1991). Sin embargo, el enigma avanza: Laiseca tomó la cita de Romeu, pero Pepón,
¿de dónde la sacó? La clave está en esos dos apellidos patricios que cierran el poema de los enanos: “Gallardo Drago”. Ese rastro
quedará para la segunda parte de esta historia pequeña.

Continuará… en el próximo número de Revista Invisibles.

Notas

1) Fogwill cuenta en algún lugar de Los libros de la guerra que “Borges se burlaba de Laiseca. Cuando apareció la colección de
relatos Matando enanos a garrotazos alguien intentó comentárselo y el viejo se rehusó argumentando que jamás toleraría un libro
cuyo título incurre en un gerundio”. La otra anécdota de Borges y este libro la recuerda Laiseca mismo en una entrevista: “Borges
dijo algo, no me leyó Borges, pero le vinieron a preguntar sobre la literatura actual, yo era joven en ese entonces. Sigo siendo el
joven más viejo del mundo. Lo que dijo fue ‘…ese libro que apareció ahora, Matando enanos a garrotazos, seguramente es un
ensayo sobre la literatura argentina actual’”.

2) Una de las pocas veces que un enano es mencionado en estos cuentos se trata de una abstracción: en “La cuadratura del
círculo, el movimiento perpetuo, la piedra filosofal”, el narrador proponer dividir un círculo en triángulos hasta arribar “al triángulo
gnomo o Príncipe de los Enanitos” (p. 106).

3) En el relato “Indudablemente, horriblemente, ferozmente”, publicado en 1988 en la revista Fin de siglo y, luego, recopilado en
Gracias Chanchúbelo (2002), Laiseca responde a los supuestos dichos de Borges con una escritura horrible, errónea, monstruosa.
La dedicatoria del cuento arranca: “Enterándome del desafuero de quien dijera sobre el libro de un amigo (Violando girls scouts en
la floresta): ‘¿Qué se puede esperar de un tipo que empieza en gerundio el título de su obra?’, por puro despotismo dedicando,
entonces, éste, un mi cuento, a los enemigos de siempre. (…)”.

4) Fue incluido, por ejemplo, en una olvidada pero genial antología de Néstor Sánchez publicada por la editorial venezolana Monte
Ávila editores en 1970: 20 nuevos narradores argentinos.

5) Pepe participa con el relato “Nueve” en el número 1 (noviembre de 1973). Cuatro años más tarde, en el número 4/5, Germán
García lo menciona ―junto a Marcelo Guerra, otro escritor esporádico de Literal― en el artículo “Juego de exclusiones”: tanto
Romeu como Guerra se habían suicidado recientemente.

6) Un recurso curiosamente similar aparece en el relato de Laiseca “Análisis de guerra” que forma parte de Matando… En una nota
al pie, el escritor deja una indicación para el editor/corrector: “Esta nota es para Gómez. Escuche, Gómez: cuando yo subrayo una
palabra, quiero significar bastardilla; palabra esta última la cual, también irá en bastardilla, etc. No se vaya a confundir con los tipos,
Gómez. Que no nos ocurra como la última vez, cuando hicimos la traducción de Matando enanos a garrotazos al mohicano. No
ponga negrita, versalita ni cosa alguna salvo bastardilla. Me encanta la bastardilla…” (p. 88).

7) Strafacce señala un punto lateral pero elocuente en esta historia: en una carta del 24 de marzo de 1977 a Héctor Libertella y
Tamara Kamenzsain, Lamborghini también daba cuenta de haber conocido la novela de Romeu: “‘Aunque tengan buen olor / no
me gustan las florcitas’ cantaba el enano mientras apaleaba a una rosas; la cita es de un poeta argentino, psicótico, de cuyo
nombre no me acuerdo o no quiero acordarme” (p. 762). En realidad, Strafacce lee la referencia a Romeu pero, como se verá en la
segunda parte de esta búsqueda, el poeta psicótico pareciera ser más bien el firmante del poema de los enanos: Gallardo Drago.
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ISSN 2347-0216

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