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ALUMNA
GAMBOA SANCHEZ BLANCA ROSMERI
DOCENTE TITULAR
WALTER CARLOS TINEO ESPEJO
CHIMBOTE – 2019
DEDICATORIA
Le dedico este trabajo con mucho amor y cariño a Dios y a mis padres, por brindarme su
apoyo incondicional día a día y por saberme guiar por el buen camino, para poder superarme
en mi carrera Profesional.
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AGRADECIMIENTO
Mediante este trabajo, quiero agradecer a Dios por guiarme día a día y a mis
Maestros, porque me enseñaron el valor de los estudios y superarme cada día,
también agradezco a mi Familia por estar ahí en mis momentos difíciles de mi vida.
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1. INTRODUCCIÓN
Uno de los elementos esenciales del Estado es la población, sobre la cuál el Estado
ejerce un tipo de competencias denominadas competencias personales. Po tales
debemos entender el conjunto de competencias que el Estado ejerce sobre las
personas que se encuentran bajo su jurisdicción.
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d) El problema de las competencias que ejerce el Estado sobre las personas que
no son nacionales suyas y que se encuentran, no en el territorio donde el
Estado ejerce soberanía, sino en un territorio sobre el que el Estado ejerce
exclusivamente jurisdicción (es el caso de algunas situaciones históricas
como el de los habitantes de territorios sometidos a mandatos y
protectorados, o en la actualidad en el caso del ejercicio de competencias
personales sobre la personas que se encuentran en territorios sometidos a
ocupación militar).
El poder del Estado sobre sus súbditos se ejerce de forma plena dentro del territorio
del mismo. Cuando dichos súbditos se encuentran en el extranjero, el Estado no
puede ejercer sobre los mismos su competencia de ejecución sin el consentimiento
del Estado en que se encuentran sus nacionales. Ello no quiere decir que el Estado no
tenga el poder de llamar a los súbditos que se encuentran en el extranjero –ius
evocandi-. Para los casos en los que los súbditos no respondan a dicho llamamiento,
los Estado han procurado, a través de algunos tratados de emigración y servicio
militar, que les sean entregados.
Para determinar quiénes son extranjeros para un Estado en concreto existen dos
criterios:
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2.2.2 Normas aplicables a los extranjeros
Como los nacionales, los extranjeros y los apátridas están en principio sometidos al
Derecho interno del Estado en cuyo territorio se encuentran ocasional o
permanentemente, y muy especialmente a las normas de aplicación territorial, de
seguridad pública y, en general, a toda aquellas cubiertas por el concepto del orden
público interno e internacional. También les obligan las normas internas,
especialmente administrativas, que el Estado promulga para reglamentar el régimen
de los extranjeros –como las obligaciones de estar provistos de pasaporte, inscribirse
en registros especiales o de proveerse de autorizaciones especiales de trabajo, etc.-.
Cuestiones que son objeto de estudio por el D.I. Privado.
Ahora bien, lo que sí corresponde al D.I.P. es regular los límites que tiene el ejercicio
de esa competencia personal sobre los extranjeros. En ese sentido debemos señalar
que si bien respecto de sus nacionales el Estado se ve escasamente limitado por el
D.I.P. –fundamentalmente por medio de las normas relativas a los DDHH-, respecto
de los extranjeros la soberanía del Estado no sólo se ve limitada por las normas
internas citadas, sino por normas impuestas por el D.I.P.
a) Del D.I. General –aquellas que están dirigidas a garantizar y a hacer respetar
el standard mínimum internacional.
b) Del D.I. convencional, ya que los Estados procuran conseguir que los tratados
que celebran con otros Estados en cuyo territorio residen nacionales de los
primeros reconozcan derechos en beneficio de éstos.
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La doctrina ha discutido si los Estados están obligados por una costumbre
internacional a admitir a todos los extranjeros que deseen entrar con fines lícitos en
su territorio.
Gran parte de la doctrina rechaza la existencia de tal norma. En el estado actual del
Derecho Internacional, la admisión de los extranjeros es una cuestión que puede ser
apreciada en principio discrecionalmente por el Estado receptor. La reglamentación
en concreto queda a la competencia exclusiva del Estado, que la regula generalmente
mediante disposiciones administrativas.
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Lo anterior no quiere decir que el extranjero se encuentre en todos los casos sin
ninguna garantía ante las expulsiones. Lo que queremos decir es que no está
protegido, frente a ellas, por un conjunto de normas del D.I. No obstante, existen en
la mayoría de los ordenamientos internos normas que reglamentan la expulsión y el
Estado puede incurrir en responsabilidad internacional por expulsiones arbitrarias
basadas en decisiones de las autoridades internas.
El poder del Estado sobre los extranjeros que habiten o se encuentren en su territorio
se ve limitado por normas de D.I. general y de D. I. Particular o convencional. Las
referidas limitaciones sirven de base de los llamados derechos de los extranjeros o,
más exactamente, de garantía de tales derechos. La referida garantía se actúa en el
plano internacional no por los individuos, que no son sujetos del D.I., sino por el
Estado del que son nacionales, ya que éste tiene el derecho a exigir que se cumpla el
D.I. en la persona de sus nacionales
En el D.I. general encontramos un régimen general que consiste en que el Estado está
obligado a conceder un tratamiento determinado a los extranjeros, comúnmente
conocido por standard mínimum. La existencia de dicho standard parece innegable y
frecuentemente encontramos referencias al mismo en la doctrina, la jurisprudencia y
los tratados internacionales.
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B) Inexistencia de una total asimilación entre nacionales y
extranjeros
Las materias que contemplan los tratados de referencia son variadísimas. En los
antiguos Tratados de Amistad, Comercio y Navegación, algunos de ellos todavía
vigentes, se garantizaban los derechos de libre entrada y salida del territorio, de
aplicarle al extranjero su ley nacional para las relaciones de familia y sucesiones, de
protección de su persona y bienes, del libre ejercicio del comercio y profesiones, de
adquirir libremente bienes muebles e inmuebles, de no sele expropiados sus bienes,
de exención del servicio militar, etc. En los tratados más modernos no se prevén ya
determinados derechos por considerarse que hoy forman parte del standard
mínimum, concepto cambiante y en trance de ampliación; pero se estipulan otros
como la libertad en el ejercicio de las profesiones liberales, la libertad de
establecimiento, el goce de los beneficios de la seguridad social, la protección contra
la doble imposición fiscal, etc.
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C) Especial referencia al derecho de propiedad privada de los
extranjeros
El tratamiento de la propiedad privada de los extranjeros por parte del D.I. ha sufrido
un proceso de revisión de ida y vuelta como consecuencia de tres acontecimientos
políticos de primera magnitud que tuvieron lugar en el siglo XX.
Tercero, en los últimos años, la dramática evolución experimentada por los estado
del antiguo bloque soviético, la posición dominante alcanzada por el liberalismo
económico y el establecimiento libre, inducido o impuesto según los casos, de una
sustancial “homogeneidad” ideológica en la mayor parte del mundo han impulsado
un giro copernicano en las ideas de las clases dirigente de los antiguos Estados del
Este y de los Estados en vías de desarrollo, que tratan de ofrecer a los inversores
internacionales garantían a fin de seducirlos para que inviertan en sus respectivos
países.
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de la propiedad que existían en el D.I. General no han vuelto al mismo. Ahora hay,
posiblemente, más medidas protectoras y garantías, pero se encuentran en normas
convencionales o en actos unilaterales, aceptadas o realizados por los Estados en
cada caso concreto en su búsqueda de inversiones extranjeras y no un Derecho
internacional general aplicable por igual a todos los Estados.
3. NACINALIDAD Y EXTRANJERÍA
3.1.1 Concepto
El concepto de nacionalidad no está exento de discusión. Para algunos se trata de un
status civil otorgado al individuo o persona jurídica por el ordenamiento jurídico de
un Estado. Para otro, de manera quizá más exacta, se considera como un vínculo que
liga a un individuo con una determinada organización política estatal, determinando
la pertenencia jurídica e una persona a la población de un Estado.
Al tratarse de un vínculo entre una persona y un Estado, resulta evidente que las
organizaciones internacionales no tienen nacionales, y el hecho de que ejerzan cierta
protección a determinadas personas –apátridas, refugiados y agentes de las propias
organizaciones- no supone la concesión de una nacionalidad o una institución
equivalente a ella.
En el estado actual del desarrollo del D.I., corresponde a cada Estado determinar por
medio de su Derecho interno quiénes son sus nacionales. Así ha sido confirmado por
la jurisprudencia internacional de manera reiterada, cabe destacar la sentencia del TIJ
del año 1955 en el Asunto Nottebohm, según la cual: “es competencia de
Liechtenstein, como de todo soberano, el regular por su legislación propia la
adquisición de su nacionalidad, así como conferirla por la naturalización concedida
por sus órganos, conforme a su legislación. Esto está implícitamente contenido en la
noción más amplia, según la cual la nacionalidad pertenece a la jurisdicción interna
del Estado”.
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Sobre la base del D.I. General, sólo una limitación es clara: los Estados deben
abstenerse de determinar quiénes son nacionales de terceros Estados. La existencia
de otras limitaciones está en discusión. Entre ellas cabe señalar:
Como es sabido, los Estados están obligados a respetar los DDHH, pero
desgraciadamente hay ocasiones en que las personas se encuentran en situaciones en
las que ven amenazadas su vida o libertad por causas diversas. En esos casos, el
Estado puede –y en ocasiones debe- ejercer algunas competencias para ayudar a
dichas personas. En el presente capítulo estudiaremos cuatro de esas posibles
actuaciones: el asilo territorial, la protección a los refugiados, el asilo diplomático y
la protección de los apátridas.
Por asilo se entiende la protección que un Estado ofrece a personas que no son
nacionales suyos y cuya vida o libertad están en peligro por actos, amenazas o
persecuciones de las Autoridades de otro Estado o incluso por personas o multitudes
que hayan escapado al control de dichas Autoridades. Cabe distinguir dentro de esta
institución dos grandes clases: el llamado asilo territorial o interno y el asilo
diplomático, en otros tiempo también denominado asilo extraterritorial. Finalmente
encontramos incluso una tercer clase de asilo, cuyo verdadero encuadramiento está
dentro del Derecho de Guerra, y que se conoce por asilo neutral, por tal se entiende
la protección que concede un Estado neutral en tiempo de guerra a miembros de las
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FFAA de los Estados beligerantes que buscan refugio en su territorio. Es una práctica
generalmente admitida que los grupos de combatientes sean internados en el referido
Estado neutral.
Junto al asilo territorial estudiaremos también la institución del refugio que, pese a
ser una categoría autónoma en relación al asilo, las tendencias normativas de los
últimos años han ido, como veremos, vinculándolas de tal forma que empiezan a
confundirse en muchos casos.
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contra el colonialismo tienen derecho a que no se les niegue la entrada en el territorio
de los Estados y a no se expulsadas o devueltas a cualquier otro Estado en que
puedan ser objeto de persecución; 8.ª Se admiten como excepciones a la admisión y a
la permanencia en el territorio razones fundamentales de seguridad nacional o de
salvaguarda de la población del Estado, dentro de estas últimas razones se incluye de
manera específica la “afluencia en masa de personas”. Para ello la Declaración prevé
que “cuando un Estado tropiece con dificultades para dar o seguir dando asilo, los
Estados, separada o conjuntamente o por conducto de las N.U., considerarán, con
espíritu de solidaridad internacional, las medidas procedentes para aligerar la carga
del Estado”; 9.ª en el caso de las excepciones de la regla de Asilo se procurará un
Asilo provisional para permitir a la persona trasladarse a otro Estado; 10.ª El Estado
asilante no permitirá que los asilados se dediquen a actividades contrarias a los
propósitos y principios de las Naciones Unidas.
Esta figura, que se asemeja bastante a la del solicitante de asilo, sin embargo es más
restrictiva que aquélla, puesto que limita taxativamente las causas que justificarían la
concesión del estatuto de refugiado.
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Por otro lado, el concepto de refugiado se diferencia también del de asilado por el
régimen jurídico aplicable a una y otra categoría. Y así, mientras que el asilado
político es aquella persona que recibe una efectiva protección territorial por parte del
Estado asilante, una persona puede obtener el reconocimiento de estatuto de
refugiado de acuerdo con la Convención de 1951 sin que de tal reconocimiento se
deduzca para el Estado que lo otorga obligación alguna de conceder al particular un
permiso de residencia y de trabajo en su propio territorio. En realidad, el
reconocimiento del estatuto de refugiado tan sólo confiere al particular un derecho de
garantía básico que se identifica con el principio de “no devolución”, de acuerdo con
el cual el solicitante de refugio y el refugiado no pueden ser devueltos en ningún
caso al territorio del Estado en que se sufren o temen sufrir persecución. Lo que no
impide, sin embargo, su expulsión o devolución hacia otro Estado considerado como
seguro.
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Los mencionados Convenios no pretendían definir un nuevo concepto de asilo ni
establecer un nuevo régimen jurídico del asilo aplicable en todos los EEMM. Por el
contrario, perseguían un finalidad puramente procedimental (identificar el Estado
que habría de examinar la solicitud de asilo conforme a su derecho interno), con el
único fin de evitar el fenómeno de las “solicitudes múltiples”, que se presentan
simultáneamente en más de un Estado, y el de los “refugiados en órbita”, que son
sucesiva mente enviados de un Estado a otro sin que ninguno examine su solicitud.
A pesar de ello, los Convenio de Schengen y Dublín generaron un nuevo concepto de
asilo que es el que se ha impuesto en todos los EEMM de la UE, a saber: el asilo es
la protección territorial que un Estado miembro presta a un individuo que es
perseguido por los motivos contemplados en la Convención de Ginebra sobre el
Estatuto de los Refugiados de 1951. Así pues, se produce una reducción en el
concepto de asilo, que sólo puede concederse por las causas estipuladas en la
Convención de Ginebra, lo que se ha traducido en la práctica en la desaparición del
“asilo por razones humanitarias” común a un buen número de legislaciones europeas,
entre ellas la española de 1984. Como contrapartida a este efecto restrictivo, los
Convenios de Dublín y de Aplicación del Acuerdo de Schengen otorgaron al
particular un derecho subjetivo a que su solicitud sea examinada por uno de los
Estados partes, lo que –en la práctica- se traduce en el derecho a obtener el asilo si el
Estado en cuestión concluye que –efectivamente- el particular reúne las condiciones
contempladas en la Convención de Ginebra de 1951.
Como resultado del mismo se han adoptado diversos actos, de los que cabe destacar
los siguientes: el Reglamento CE n. 343/2003 del Consejo, que establece los criterios
y mecanismos de determinación del Estado miembro responsable del examen de una
solicitud de asilo presentado en uno de los Estados miembros por un nacional de un
tercer país, la Directiva 2003/9/CE del Consejo, por la que se aprueban normas
mínimas para la acogida de solicitantes de asilo en los Estados miembros, la
Directiva 2003/86/CE del Consejo, sobre el derecho a la reagrupación familiar, la
Directiva 2005/85/CE del Consejo, sobre normas mínimas para los procedimientos
que deben aplicar los Estados miembros para conceder o retirar la condición de
refugiado, entre otras.
El nuevo Sistema Comunitario Común Europeo de Asilo, aprobado por las Directiva
2013/32/UE del Parlamento Europeo y del Consejo, sobre procedimientos comunes
para la concesión o la retirada de la protección internacional (refundición), así
como la Directiva 2013/33/UE del Parlamento Europeo y del Consejo, por la que se
aprueban normas para la acogida de los solicitantes de protección internacional
(refundición), ambas serán aplicables a partir del 21 de julio de 2015, han supuesto
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un nuevo marco jurídico que fija procedimientos y plazos comunes para el
tratamiento de las solicitudes de asilo, introduce requisitos mínimos de acogida y
pone fin a las transferencias de solicitantes de asilo a EEMM que no pueden
garantizarles unas condiciones de vida dignas.
En virtud de las nuevas Directivas el plazo general que tendrán que cumplir los
países para decidir si conceden o no protección internacional será de 6 meses, con un
número limitado de excepciones; además introducen requisitos más estrictos para la
formación de las personas en contacto con los solicitantes de asilo; habrá reglas
mínimas para tener en cuenta las necesidades específicas de los grupos más
vulnerables, como los menores no acompañados o las víctimas de tortura; las
personas a las que les sea denegada la solicitud de asilo y que quieran recurrir esta
decisión, podrán contar con asistencia jurídica gratuita para tramitar el recurso si lo
solicitan.
Por otro lado, la revisión del reglamento de Dublín, mantiene el principal criterio
vigente a la hora de determinar cuál es el Estado miembro responsable de tratar una
solicitud de asilo, que es el primer país de entrada en la UE. Sin embargo, se
prohibirán las transferencias de solicitantes de asilo a EEMM donde corran el riesgo
de recibir un “trato inhumano o degradante”, en línea con lo dictaminado por el
TJUE y el TUDDHH.
Las policías nacionales y Europol podrán acceder a la base europea de datos con las
huellas dactilares de los solicitantes de asilo (conocida como Eurodac) en el marco
de la lucha contra el terrorismo y los delitos graves.
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un “régimen de protección temporal” concedido para la acogida temporal de grandes
masas de población que salen del país de origen como consecuencia de situaciones
extraordinarias tales como guerras o catástrofes naturales, con independencia de que
no sufran una persecución individualizada o una violación de derechos humanos.
Las fórmulas acogidas por las legislaciones nacionales son muy diversas,
dependiendo fundamentalmente de las respectivas concepciones constituciones del
asilo. Un buen ejemplo de esta diversidad de soluciones lo constituye el caso
europeo, donde las legislaciones nacionales pasan desde la configuración del mismo
como un derecho fundamental (Francia, Alemania, Bélgica, Holanda), a su
concepción como una facultad discrecional del Estado territorial (España).
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5. CONCLUSIÓN (Ciudadanía y extranjería en el ámbito de la
UE)
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2. Este nuevo régimen de ciudadanía ha tenido igualmente consecuencias
importantes en el plano de la extranjería. Así, aunque la definición del estatuto de los
extranjeros es esencialmente una competencia estatal, ha de tenerse en cuenta que en
los EEMM de la UE dicha competencia se encontrará progresivamente condicionada
–aunque sea de forma parcial- por la aparición de un incipiente Derecho de
extranjería de la Unión, vinculado con la incorporación en el Tratado de la
Comunidad Europea, en virtud del Tratado de Ámsterdam, del nuevo Título IV,
dedicado a los “visados, asilo e inmigración y otras políticas relacionadas con la libre
circulación de personas”. Este régimen, que se ha mantenido inalterado con el
Tratado de Niza, ha sido recogido igualmente en el TFUE, que dedica a las políticas
sobre controles en las fronteras, asilo e inmigración el Capítulo II (arts.77 a 80) del
Título V (Espacio de Libertad, Seguridad y Justicia) de la Tercera Parte del Tratado
(Políticas y acciones comunes de la Unión).
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así como en un complejo sistema de normas de la Unión. En virtud de dichos
regímenes, el extranjero comunitario se somete en el territorio de los EEMM a un
estatuto especialísimo, que se aleja progresivamente del exigible a los nacionales de
terceros Estados y se aproxima, en virtud del principio de trato nacional, al estatuto
de los ciudadanos del país en cuyo territorio se encuentran.
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